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Existe casi una decena de libros sobre Bigas Luna y su cine publicados en España, aparte de los publicados por el propio cineasta. Suelen ser estudios críticos de su obra, más o menos extensos y rigurosos, centrados en el cine del autor catalán, especialmente en aquellos filmes reconocidos como estandartes de su obra. El libro que tenemos entre las manos a la hora de escribir esta reseña es de ese tipo, pero presenta una serie de características que le confieren unos rasgos distintivos respecto a lo realizado anteriormente, porque va más allá de la obra cinematográfica del director para ahondar en los pasajes de su vida que le llevaron, de forma consciente o no, a hacer el cine que lo situó en un lugar privilegiado de la cinematografía española, como una figura peculiar, casi única. Y es esto algo que, desde mi punto de vista, es necesario poner en valor, puesto que tras la obra de cualquier artista, cineasta, pintor, poeta... existen vivencias, intereses, deseos u obsesiones que desde su infancia han pasado a formar parte de su imaginario vital, y que, como revela esta obra, están en la base de cualquier creación artística. En este caso, en el cine de Bigas Luna. Gonzalo M. Pavés ha organizado su obra en nueve capítulos más las pertinentes referencias bibliográficas y filmográficas. Pero antes nos invita a ir «abriendo boca» con una brevísima pero sustanciosa introducción para a continuación embarcarnos en un «vuelo lunar» de muchísima enjundia: un primer capítulo biográfico, en el que podemos encontrar las claves que a lo largo de su vida, desde su infancia y sus diferentes andanzas de juventud antes de desembocar en el cine, se van a ir consolidando como una parte importante en la forma de ser y de ver de Bigas Luna, y que compondrán el sustrato sobre el que va a construir sus películas. Todo ello minuciosamente reconstruido a partir de fuentes primarias, entrevistas y declaraciones del propio autor que convierten el capítulo en una suerte de necesario preámbulo contextualizador del cine de Bigas Luna, esclarecedor e imprescindible para entender algunas claves de su obra. «Con voz propia», el siguiente capítulo, nos propone un recorrido extenso por su visión y su relación con el cine, desde la butaca hasta la silla de director. Sus gustos y referentes quedan reflejados de forma diáfana en este capítulo. Podemos encontrar directores y películas que le hicieron «dormir de placer o aburrimiento», pero que le marcaron ya desde su infancia. También se nos revela su relación con las artes plásticas, el diseño o la fotografía, que de una u otra forma se verán reflejados en su cine. Un cine que se mantiene coherente a pesar de la variedad de sus trabajos. A continuación nos presenta siete capítulos más dedicados a aspectos clave del universo fílmico de Bigas Luna, en los que desgrana las películas más significativas dentro de las distintas vertientes cinematográficas del autor. Capítulos con unos títulos lúdico-poéticos, muy sugerentes y transgresores, en consonancia con el cineasta que analiza. Comienza con uno dedicado a su debut en el cine, Tatuaje, fracasada crítica y comercialmente, pero que supuso más que nada una prueba de su capacidad para hacer películas, y una muestra de lo que podría hacer, adelantando constantes de su obra posterior en la que aparecerán el erotismo, el morbo junto a una cierta lírica desvinculada de lo cursi, a la manera «ibérica». A continuación, en dos capítulos, nos adentra Gonzalo M. Pavés en la relación del cine de Bigas Luna con el surrealismo sugestionado por Buñuel, Dalí, Magritte y las trágicas ensoñaciones de Francisco de Goya, que le regalaron la posibilidad llenar sus películas de imágenes oníricas, sin desvincularse al mismo tiempo de la influencia de grandes directores, que no fueron totalmente ajenos a esa carga fantasiosa de aquellos pintores, como Hitchcock o Fellini. Les siguen dos nuevos capítulos conectados en torno al erotismo y la gastronomía, dos de las constantes, no ya de su cine, sino de su vida, que, evidentemente, se verán reflejadas en su obra. Toca aquí la serie de doce cortos alimenticios, que podríamos calificar de softcore, que Bigas REVISTA LATENTE, 21; 2023, PP. 183-184 183 Gonzalo M. Pavés (2021). Bigas Luna. El gran fabulador. Sueños, obsesiones y algunas otras ibéricas perversiones. Laertes. REVISTA LATENTE, 21; 2023, PP. 183-184 184 debió realizar para resarcirse de las deudas contraídas a raíz de Tatuaje, y que el propio director reconoce que le sirvieron para aprender a hacer cine, además de para introducir en sus siguientes películas un erotismo «feroz y radical», como dice Pavés, enraizado con el surrealismo (Bilbao o Caniche). Continúa la lectura en el segundo de estos capítulos, «Pezones aliñados», a partir de la declaración del cineasta sobre las bases sobre las que se asienta su vida y su cine, «el erotismo, la comida, con el gusto y la espiritualidad», desarrollando cómo la mezcla de las dos primeras se refleja en sus sucesivas películas. En el capítulo siguiente, bajo el sugerente título de «Un suculento arroz identitario», Pavés desgrana aquellos conceptos en los que Bigas había basado su vida y su obra, «erotismo y gastronomía» aderezándolo con otras ideas recurrentes en ciertas películas del cineasta, lo identitario, por no decir ibérico, y sus arquetipos masculinos, añadiendo nuevas e interesantes perspectivas la imagen de erotómano del director catalán. Su último capítulo, «Juego turbio: de espejos», resulta un recorrido analítico por diversas películas de las que extrae escenas para analizar la relación que Bigas establece entre realidad y ficción. Algo que el cineasta dominaba ya desde su infancia, cuando una tía suya le sentaba en su regazo y le pedía que le contara mentiras, a partir de lo cual el desarrollo de su imaginación debió ser algo natural, de la misma manera que su vocación por contar historias a través de su cine. Creador polifacético cuyo arte y vida se confunden. Figura emblemática del cine español. Personaje controvertido, convertido en un director irrepetible en pleno periodo de transición política, un momento de apertura que supo aprovechar para desarrollar sus constantes temáticas e iconográficas vinculadas al surrealismo, al erotismo, la gastronomía, lo identitario. Todo ello se presenta a través de temas recurrentes, obsesivos, el fetichismo y los artificios visuales como «símbolos personales [que] son una necesidad», según el propio Bigas Luna, y que Gonzalo M. Pavés diáfanamente nos desvela en esta obra. Enrique Ramírez Guedes DOI: https://doi.org/10.25145/j.latente.2022.20.9