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La filosofía del presente, GH. Mead, 2008

2008, Centro de Investigaciones Sociológicas de Madrid

Esta obra no es de mi autoría. Se comparte con fines estrictamente académicos y de investigación sociológica, para facilitar el acceso a su contenido por parte de estudiantes, académicos e investigadores interesados en la magistral obra de George Herbert Mead (1863-1931).

LA FILOSOFÍA DEL PRESENTE GEORGE HERBE RE MEAD Edición a cargo de Ignacio Sánchez de la Yncera CIS Centro de Investigaciones Sociológicas BOLETIN OlICIAL 1X1 Estado MINISTERIO DE IA PRESIDENCIA LA FILOSOFÍA DEL PRESENTE Copyrighted material LA FILOSOFÍA DEL PRESENTE GEORGE HERBERT M EAD Edición a cargo de Ignacio Sánchez de la Yncera c is B o l e t ín O h c ia l DLL Es t a d o Centro de Investigaciones Sociológicas MINISTERIO D : IA PRESIDENCIA Madrid, 2 0 0 8 Copyrighted material Consejo Editorial: M iguf.i . B eltrán Villalba (Director). - Salvador G inf.r de S an J ulián . Luis G onzález S eara. - J o sé J iménez B lanco. - E milio Lamo de E spinosa . C arlos M oya Valgañón. - J osé Varela O rtega. - Ramón Ramos T orre . M .a Ángeles D urán H eras. - J osé E. Rodríguez I báñez. Mead. George Herbert La filosofía del presente / George Herbert Mead ; edición a cargo de Ignacio Sánchez de la Yncera. - Madrid : Centro de Investigaciones Sociológicas: Boletín Oficial del Estado. • 382 p. ; 22 cm. - (Clásicos del pensamiento social ; 9) ISBN 978-84-340-1821-1. - ÑIPO 007-08-104-8 (BOE). Ñ IPO 004-08-015-5 (C IS). I. Filosofía. I. Centro de Investigaciones Sociológicas. II. Boletín Oficial del Estado (España). III. Título O © Cencío de Investigaciones Sociológicas y Boletín Oficial del Estado Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es ISBN: 978-84-340-1821-1 ÑIPO (BOE): 007-08-104-8 ÑIPO (CIS): 004-08-015-5 Depósito legal: M-54278.2008 Imprenta N acional del Boletín O ficial del Estado Avda. de Manorcras. 54. 2 8 0 5 0 Madrid Copyrighted material A mi hermano Bernardo: por todos los momentos -ta n presentesde espléndida vida llena que regalas, hermano amigo Copyrighted material ÍNDICE E studio introductorio Apostarse en presente (En la estela de G. H. Mead). Identidad y autotrascendencia en los ámbitos de interacción por Ignacio Sánchez de Lt Y n cera. 0. Conviene, de entrada, situarse ante un libro especial....................... 13 1. El interés simbólico-epistemológico del afán intelectual de Mead. Mead o Hcgcl anre el interior único de la experiencia presente .... 32 Los límites de la imaginación sociológica se ensanchan: el Pragma­ tismo ampliado.......................................................................................... 43 Sondeando el alcance de una mirada (con el contrapunto hegeliano aún al fondo)........................................................................................ 35 4. La sociología, ¿ciencia del presente? ..................................................... 64 5. El holismo de Mead (I): la socialidad es la referencia. La realidad social como problema y el problema práctico como problema «social» ...... 69 El holismo de Mead (II): un marco (socio-lógico) para lo proble­ mático, a partir del apunte de Joas y unas pinceladas de Dcwcy para acabar de situar el libro .................................................................. 75 7. La corriente democrática del pragmatismo......................................... 80 8. La com u n icació n , m ecanism o de la socialidad (y de la ciencia, de la 2. 3. 6. 9. 10. 11. etica, de la d em ocracia...)....................................................................... 99 La comunicación en el marco de una teoría de la intimación de lo social. No sólo autonomía moral: en las circunstancias nuevas está la referencia básica..................................................................................... 106 A vueltas con las claves de esa teoría de la comunicación desde una perspectiva ética.......................................................................................... 111 Precisiones sobre la socialización y lo convivcncial de los ámbitos sociales: los juegos en el proceso de la emergencia del sí-mismo y la realidad de lo ¡nrersubjetivo..................................................................... 120 9 Copyrighted material George Herbért Mead 12. 13. Las limitaciones de los círculos de «intimidad social» y la amplia­ ción de los otros generalizados. Autotrascendencia c identidad ....... 127 Bibliografía................................................................................................... 142 I-A F I L O S O F Í A D E t, PRESEN TE Presentación de ArthurE. Murphy, editor de la edición original inglesa .... 163 Introducción de Arthur £. Murphy a la edición original.............................. 165 Prefacio. Elogio de John Dewey a G. H. M ead ............................................... 187 Capítulo El presente como lugar de la realidad.................................... 193 Capítulo II. Emergencia e identidad........................................................... 221 Capítulo III. La naturaleza social del presente........................................... 235 Capítulo IV. Las implicaciones del sí-m ism o ............................................................. 253 1. Ensayos suplementarios 1. Realismo empírico ......................................................................................................................... 277 II. la cosa física................................................................................................ 301 III. Los objetos físicos y la experiencia.............................................................................. 319 IV. La realidad objetiva de las perspectivas.................................................................. 337 V. La génesis del sí-mismo y el control social ............................................................. 351 377 10 Copyrighted material ESTU D IO INTRODUCTORIO Apostarse en presente (En la estela de G. H. Mead) Identidad y autotrascendencia en los ámbitos de interacción Ignacio Sánchez de la Yncera Departamento de Sociología Universidad Pública de Navarra Copyrighted material S ó lo la p é r d id a d e la f e in g e n u a en e l p ro g reso p e r m it e la r e s p o n s a b ilid a d d e la a c c ió n p r e s e n te Hans Joas 0. CONVIENE, DE ENTRADA, SITUARSE ANTE UN LIBRO ESPECIAL1 P orque vivim os «sobrepasados y ta rd ío s» 12 (R ilk e ), los seres h u m anos tenem os siem pre pendiente la lección básica del saber vivir: aprender a abordar los presentes concretos, a apostarnos en ellos. D ebem os volver y volver a d escu brir qu e la exp erien cia se h ace paso a paso, co n avances hacia un m undo desconocid o y que la co n cien cia ha de estar alerta en presente, tanteando el siguiente salto -in c ie rto pero a co ta d o - a un futuro 1 Quiero dar las gracias al Dr. Ramón Ramos Turre por la iniciativa para esta edición, y al eficiente Director de la Colección, el Dr. Miguel Bcltrán Villaiva. por su paciente c inteligente comprensión y su capacidad para alentarme. Pero por encima de todo, debo reconocer que este trabajo habría sido impo­ sible sin la inestimable ayuda y tranquilidad que durante d trayecto me ha aportado mi excelente amigo, el Dr. Juan Manuel Iranzo Amarriain. En medio de tremendas marejadas de dificultad, imposibles de imaginar para quienes abordamos la vida en circunstancias radicalmente distintas a las suyas - y por tanto desde perspectiva* en las que difícilmente anida una como la singular y riquísima que el atesora y acrece en medio de su zozobra- Juanma se comprometió, por pura amistad, i amparar mi trabajo con la solvencia de su conocimiento técnico de la historia de la ciencia, y con esa increíble competencia como traductor que Isa adquirido en estos anos. Sin el respaldo de «u revisión técnica de la traducción, esta edición no habtía llegado a puerto. Por eso quiero hacer constar públicamente mi agradecimiento, mi reconocimiento y mi honda consideración por su generosa amistad y por U inteligencia, cada vez m is sabia, que entrega en sus ttaltajos. Agradezco, por supuesto, también a los doctores Bcltrin y Ramos d impulso del trabajo, asi com o a Irantzu Montiano Ganuza su laboriosa versión del índice analítico, y al personal del G IS y de la imprenta del B O E su disponibilidad y exquisita acendón. Raincr Marta R IL K E .«... Ü brrholt undspiit,)so drangen m r unsplótzlicP Winden auflundfallen ein a u f tetlnahmsLnen Teicb* (Sobrepasados y tardíos» no* lanzamos de repente a vientos/ y caemos en un estanque sin compasión), dice el verso en alemán, «Cuarta elegía*. Hlegiai d e Duina, traducción de Carlos Barral. Barcelona. Lumen, 1980. 13 Copyrighted material Geotgc Herbctt Mead in ed iío; a o tro presente. Q u e hem os de hacernos cargo, irnos haciendo cargo de ello. Ese es el reto del libro, que lo arroja sobre la arena de nues­ tras cien cias; sobre la situ ació n h istó rico -so cia l d on d e las in cu b am os. M ead nos em plaza, en sum a, a apreciar el form idable valor del ahora que nos asalta; el valor precioso de lo ú n ico qu e ten em os, de esa situación nuestra, que siem pre es la «presente», la del c a s o ... Es lo que enseña su m irada, su innovadora teoría de la socialidad , de la in teracció n social hu m ana, qu e en esta o b ra se re-descu bre en la actividad de la cien cia m oderna, a la que él llam a «constructiva» i*3, tratando de señalar su dife­ rencia específica. La explora en su carácter de actividad social, atendiendo a los «problem as», los «hallazgos», soluciones y reform ulaciones que se le plantean y qu e experim enta; pero los trata com o acontecim ientos ejem ­ plares de la praxis, de la experiencia vital, cuyo cuidadoso análisis puede, por ello m ism o, ilum inar nuestra vida ordinaria en la naturaleza, procurar que la entendam os m ucho m ejor. Porque son siem pre nuestros lances y estados vitales -e n últim o term ino p ráctico s- los que demarcan el sino del i La califica así. viéndola como un ejercicio depurado de puesta en común de la libertad creativa de la inteligencia y la contrapone al -campo de la necesidad ciega». Este último sería el campo de las explica­ ciones «metafísicas» que tratan las realidades únicamente desde el punto de vista de la «plena realización de su forma* (una perspectiva que de las mismas únicamente podría tener su propio artífice). I .a referen­ cia -tópica» más expresa la hace, por d io, a la ciencia aristotélica, incapaz de reconocer, según d , como tantas otras interpretaciones inadecuadas, un cuerpo de observaciones concebibles apane de su incorpo­ ración en una teoría (o a un planteamiento comúnmente admitido). Ese ángulo de lo «constructivo» es dave para entender nuestra propuesta de que este es el Mead central. Se trata, en d fondo, del mismo Mead «convencional» - d ampliamente mencionado en las cicnrias sociales- redcscubicrto al enlazar con la hondura y d alcance de su concepción de la socialidad; al recoger -su guante». Es csperialmcntc en su trabajo sobre el método científico y el pensador individual donde aborda este asunto que liemos querido peraltar nada m is empezar, preocupándose por la escasa insistencia en la nos-edad «factual», «presente» de las realidades emergentes en muchas de las interpretaciones frecuentes (y deterministas: «metafísicas») de la ciencia, alejadas del estricto sentido vital, -práctico», que tienen las observaciones y las preocupa­ ciones científicas. D ichas consideraciones las refuerza después, ai indicar que Aristóteles, «no había hecho sitio al papel de la experiencia individual para el cucstionamiento y la ampliación de las concep­ ciones prevalecientes en la comunidad-; y sobre todo, al presentar, en contraste, su propuesta de hacer todo el sitio a la subjetividad, especialmente en su faceta de generadora, «mediante la inteligencia creati­ va», de nuevas hipótesis que hacen posibles «un ciclo y una Tierra nuevos». Pero el achaque se dirige a rodos los enfoques ( finalistas y positivistas) que, al sesgar el peso hacia lo antecedente o hacia lo porvenir en Las explicaciones de los fenómenos, desatienden su novedad emergente, y tapan d arco de intersubje­ tividad -dond e el testimonio subjetivo del encuentro con lo inédito es ineludible- que caracteriza la estructuración permanente de la experiencia, la referencia del texto principal es a la p. 173. y la comple­ mentaria que acabamos de incluir, a la 172. (Cf. p. 184, también para las complementarias). G . H. M EA D . «Scientifíc Method and individual Thinker» (1917), en A. J. Reck. (cd.), George H E R B E R T M EA D : Selected Writings, compilado e introducido por Rcck. University o í Chicago Press. IndianapoItSi 1964, pp. 171-211. 14 Copyrighted material La filosofía delpresente presente, su círculo problem ático. Ellos nos entregan los auténticos pro­ blemas: los que nos urgen aquí y ahora. Al tom ar la tarea del «presente» en su entereza, George H erbert Mead nos hace topar, a su vez, con las capas tectónicas de su «mirada reflexiva». Aunque se afinque en las cuestiones científicas de base4, en la obra también borbotea esa lección complementaria (insistente, densa, apremiante) de índole ética, que es la dim ensión normativa de ese mirar. Invita a tom ar cada presente com o oportunidad; com o una ocasión para explotar nuestras condiciones y obtener, así, al abordarlo con todo su espesor en los lances ordinarios, el máxi­ mo rendimiento vital de nuestra socialidad; incluso invita a ver la actividad científica com o una forma altamente evolucionada de actividad natural que apuesta por la «inteligencia imparcial» de los acontecimientos y de las situa­ ciones problemáticas; como un complejo dispositivo de actividad social con­ trolada 5 en medio de la naturaleza. Tal perspectiva la ofrece, además, en para­ lelo a la qu e en otro plano propone para la adecuada com prensión de la institucionalización misma de la democracia, com o un procedimiento de ges­ tión participada de los asuntos com unes6. Nos anima a verlas com o formas * Las cuales siempre apasionaron a M ead, desde su estancia en Leipzig ju n to a W undt en los primeros enclaves de la psicología experimental, hasta su presencia asidua en los laboratorios de física y biología de la Universidad de Chicago. ' La puesta de relieve del carácter colectivo de la activ idad científica, sin que eso suponga la negación de las aportaciones individuales (o sea el reconocimiento neto de la actividad y la aportación individual) es ejemplar en la explicación meadiana de los «hechos duros» (está claro que los «hard faets» de Mead hacen referencia a los «hard data» de Bertrand Russell) con los que trabaja la ciencia. C om o ¿I afirma, «la investigación define su problema aislando hechos que aparecen temporalmente como experiencias de un individuo en una sociedad altam ente organizada y no como datos sensoriales de una mente solipsista; hechos que. puesto que están en conflicto dentro de una teoría aceptada, tienen que ser descritos de manera que puedan ser experimentados por otros en las mismas condiciones». E incluso añade que precisamente es en dicho conflicto de donde arranca el movimiento que lleva al ejercicio de análisis que da co<i esos «dalos»: su fuente «vital» es precisamente esa tensión entre la teoría socialmcntc aceptada en esa comunidad tan desarrollada y la experiencia individual del científico que se hace sensible a ellos y los •detecta» analíticamente. Esta precisión le sirve para explicar la necesidad del «control científico* para la comprobación de las evidencias circunstanciales, que. entre tanto, sólo son apotradas por vía del testi­ monio biográfico individual. Cf. G . H. M EA D (1917), •Scicntific Mcthod and individualThinkcr» en A J . Rede, (ed.), George Herbert M ead: Selected Wrirings, op. cit.. pp. 195 passim. c Esc enfoque está presente por doquier en sus reflexiones sobre el origen de las instituciones políti­ cas modernas, pero se puede destacar al respecto un importante articulo sobte los derechos humanos, donde dice; «Lo que encontramos en el gobierno representativo y en la democracia en crecimiento es la propia revolución incorporada a la institución del gobierno». Y también: -la Revolución ha sido incorporada en la propia forma constituida de gobierno». G . H . M E A D , «Natural Rights and thc Theory o f th c Política! Institution». Publicado originalmente en Jou rn al o f Philosophy 1 2 ( 1 9 1 5 ). pp. 141-155. pero en este caso he usado la reedición de A. J . R E C K . George H erbert M ead: Selected 15 Copyrighted material GeotgcHertxrt Mead superiores de ejercicio de la razón práctica. Son maneras de ejercerla muy reforzadas f>or el activo reimpulso de la entrada en danza de la intersubjerividad. Porque se abren, se ven forradas a abrirse, al reconocimiento de la multipcrspccrividad de lo intersubjetivo que la socialidad acarrea por todos sus ángulos y capas; y lo hacen para asir m ejor las oportunidades que cada ocasión emergente nos brinda para re-plantar esos pilares compartidos, donde estri­ ban nuestra capacidad de acción creativa y nuestra propia autoconfianza en respuesta ante la multiplicidad de lo real y de lo vivido . Ese es el M ead «de fondo», el que em puja a relanzar la propia posibilidad de construir, ju n to a los otros, nuestras propias «identidades» renovadas, pues, aunque aún no lo veamos o lo hayamos perdido de vista, aquellos (los nos-otros) form an parte de ésta s8. Y lo hace co n un ím petu qu e le Writings, op. cu ., pp. 1 5 0 -170. ta s titas, de !a p. 150. t a descripción histórica del proceso de «institucionalización de la revolución» en las formas de gobierno articuladas sobre la base de la consritucionalización de un Estado de Derecho puede leerse el capitulo del libro postumo Mouementt ofT hought m N ineteenth Century titulado «Tire Problcm o f Socicty». G . II . M CAL), Movernentt ofT hought in tire N ineteenth Century, Chicago. Chicago Univcrsitv Press. 1936, pp. 3 6 0 -3 8 5 . La densa sugerencia de la intemrbjetividad que encontrábamos en los apuntes que hemos hecho (sobre rodo en los que recogían las últimas notas) redobla considerablemente su fuerza con la imagen, poderosa, que M ead ofrece de la interdependencia individuos-sociedad en otro escrito de unos años antes, cuando tom a la vida social com o un -organism o de personalidades-. Es, no cabe duda, una figu­ ra espléndida para la «comunidad de investigadores», implícita en el dibujo típico ideal de ta ciencia moderna que los pragmatistas, siguiendo, los geniales apuntes de Charles Pcircc, han contribuido decisivamente a plasmar. Pero no sólo para ella, porque encierra también un modelo ideal para explo­ rar las claves de la democracia posible, que permite redondear esa idea de la «institucionalización de la revolución» que acabamos de vadear. (No en vano Mead, hay que insistir en ello, la emplea para describir la propia socialidad en general). Sobre esa idea, que aúna íntimamente desarrollo colectivo c ■individuación diferenciada», habremos de volver en estas páginas. V id: G . H. M E A D . «"lite Philosophical Bxsis o f Ethics» (1908), op. cit.. pp. 82-93. t a cita, de la p. 88. Sobre la cuestión de la inno­ vación en medio de la actividad de la comunidad científica puede destacarse el interés del trabajo de D IN D A L. G O R L É F ., «¡Eureka! t a traducción com o un descubrimiento pragmático», en Jaim e N U B IO L A (ed.), Claves de!pensam iento d e C. S. P ein e p ara e l Siglo XXI, Anuario Filosófico X X IX (19%). pp. 1395-1411. Para la bibliografia referente a Pcircc descuella ¡ntcrnacionalmcnic el trabajo d d G E P (Grupo de F-studios Pcircianos) de la Universidad de Navarra, cuya página destaca acertada­ mente la famosa definición perciana de la comunidad de investigadores: «No llamo ciencia a los estudios solitarios tic un hombre aislado. Sólo cuando un grupo de hombres, m is o menos en inter­ comunicación. se ayudan y se estimulan unos a otros al comprender un conjunto particular de estu­ dios com o ningún extraño podría comprenderlos, [sólo entonces) llamo a su vida ciencia». C . S. Pcircc. -T h e Nature o f Science», M S 1334. Adirondack Suntmer School Lecturcs. 1905. http://www. unav.cs/gcp/Scmin.anoKinouchi.htrnI. http://www.unav.es/gep/. t a referencia del sitio es esta: http:// www.unav.es/gcp/ y wcbmastcrgcp«i¡unav.cs. 8 Tal vez merezca la |>cna apuntar ya aquí que se trata de una inversión del psicologismo implícito, en la interpretación habitual (al menos) que se hace del viejo y sabio principio de W illiam Tilomas. Pues si este afirma que las creencias de los actores, incluso aunque no estén bien fundadas, son reales en sus consecuencias, aquí la idea debería corregirse y ampliarse, puesto que lo que se apunta es que, 16 la filosofía d elpm tnu lleva al atrevim iento de asociar la exigencia y urgencia de lo inm ediato con la propia idea de «salvación», aquélla en la que, con toda la solem ni­ dad de sus cerem o n iales más sagrados, las tra d icio n es c o n ce n tra n el paroxism o de la tragedia y la esperanza de la hum anidad. Tratem os de cogerle el tono al tema com o lo frasca el: «con la conciencia de que todo el poder para la lucha mediata debe surgir de la lucha por la acción, es en L¡ plenitud de Li experiencia inme­ diata donde está Li salvación•9. Hay que reparar enseguida, por lo tanto, en ese intenso (y raro) sentido de inter­ subjetividad solidaria que en Mead desprende el tratamiento de la experiencia inmediata, y de las «condiciones» de la vida humana. Su obra se agolpa, briosa, en ese canto a la inmediatez, c invita a tomarla radicalmente en serio en la inte­ gridad del campo ético l0: el de la vida ordinaria, el de la ciencia, el de la demo-*• aunqne nuestra realidad social y solidaría sea en verdad indiscutible, la tarca pendiente es su incorpo­ ración efectiva como referente decisivo en el control o conducción de nuestra praxis. No otro es el reto siempre pendiente, que tenemos que retomar los sísifos para una adecuada construcción (recons­ trucción) de nuestra identidad colectiva, de la vida colectiva de la que estáHMw hechos y con la que construimos nuestra diferenciación individual propia. • G . H . M E A D . «The Philosophicai Basis o f Ethics» (1 9 0 8 ). op. cit.. p. 8 8 . La cita forma parte de un pasaje —es la página an terio r- donde Mead dice asi: «el dictado m oral es que uno reconoz­ ca plenam ente el conflicto que con las consecuencias de todos los demás procesos sociales que le configuran com portan las consecuencias del propio impulso». La proposición inmediata del fin aparece a p artir de las reconstrucciones que este reconocim iento implica. Observar este dictado •com iste sim plem ente en vivir tan plen a y consciente y determ inadam ente com o sea posible». El sub­ rayado es m ío. ,u Reforcemos lo ya dicho, por una parte, con la aseveración de Mead de que «la conciencia moral es la conciencia m is concreta, el enunciado más inclusivo que cabe hacer de la experiencia inmediata» ( ...) y de que «esa conciencia moral alcanza su climax en la valoración de todo posible contenido del individuo y su situación» (p. 84). Y por otra, con su formulación de lo que implica esa concepción «moderna» (com o él (a llama) de la ética, que. com o dice, proviene por una parte de la teoría de la evolución y de esa identificación de la actividad intencional con la actividad moral que el convenci­ miento de que la inteligencia es intencional de cabo a rabo entraña. Según él, lo que eso implica, en primer lugar, es que «la necesidad moral fundamental es, sin m is. la propia necesidad de la acción» (lo cual significa simplemente que el motivo de la acción de donde deriva es del reconocimiento del fin en la conciencia, y no asi de fines fijados de antemano para las actividades). La otra implicación es que «la interpretación moral de nuestra experiencia hay que encontrarla en las situaciones» (pp. 85-86)». Pero Mead concreta mucho m is. como apuntábamos, pues explicitan el contenido social (interaccional) concreto de esas situaciones: «Si admitimos que d proceso evolutivo consiste en la mutua deter­ minación entre individuo y su entorno - n o en la determinación del individuo por su en to rn o - la necesidad moral de la conducta la encontramos en la propia situación evolutiva, l a posibilidad de la acción inteligente se apoya en la dctctm inación de las condiciones en las que la acción va a tener lugar. El enunciado de esas condiciones se convierte en el fin cuando se reconoce que dicho enuncia­ do se hace con arreglo a las actividades que configuran la actividad del individuo. El contenido del fin 17 Copyrighted material GeorgcHcibcit Mead erada La intensidad es grande hasta el punto de que el enlace de su obra con los recovecos del debate actual sobre la democracia deliberativa (y allí incluyo el espinoso asunto del papel de la ciencia en la razonable argumentación de los problemas públicos) se produce con una comodidad sorprendente12. Mead da m udio pie para presentarlo sin extravagancia com o promotor de la democracia radical en el sentido definido por C ortina c incluso piensa la erica (y la• es el carácter mutuam ente referido del enunciado de la personalidad, es decir, el enunciado de las tendencias que le mueven a la actividad con relación a las personalidades que configuran su entorno, o. lo que es lo mismo, con relación a las condiciones de la expresión de tales actividades. Los fines del hombre son morales porque al ejercer éste sus capacidades tiene que reconocer el bien común y esta­ blecer el bien público con arreglo a sus actividades en curso» (8 6 -8 7 ). Cf. ¡bidem , pp. 84-87. 11 Mucho tiene que ver este enfoque con la frecuente formulación en paralelo del método evolutivo del cam bio institucional y el procedimiento científico: «Se quiere, dice Mead, una sociedad en pro­ greso. El progreso se ha convertido en algo esencial para la vida inteligente. Ahora bien, ¿cómo pode­ mos seguir adelante cam biando las situaciones que necesitan cambiar y preservar sin embargo su seguridad? Vemos que se trata de un avance cuya meta no podemos establecer. No sabemos cuál es la meta. Estamos en cam ino, pero no sabemos donde estamos. Y sin embargo tenemos que obtener algún método para situar nuestro progreso en el mapa. No salsemos dónde se suporte que terminará esc progreso, a dónde está vendo. Aparentemente es éste un ptoblcma insoluble». Pero enseguida anade: «En cierto sentido, la ciencia presenta el método para resolverlo. A saber: reconoce que la naturaleza del progreso es la misma que la de la solución de un problem a.,.». Indudablemente el giro de la atención se dirigirá hacia esa necesidad de atender íntegramente a lo común pero to n la tensión bien acotada en las situaciones concretas donde surgen los problemas: lo que la ciencia nos procura es el método para abordar tales situaciones. [ ...] Y pregunta: «¿cómo es posible reconstruir las cosas de manera que los procesos bloqueados puedan seguir su curso?». C om o Mead ve muy bien, se nata con frecuencia de descubrir el modo que cabe de combinar el ejercicio en libertad de las actividades evi­ tando en lo posible los peligros que pueden acarrear. C f. G . H . M E A D , M ovementt ofT hou ght ¡n ¡he Nineteenth Century, op. (ir., 1936. pp. 3 6 3 -3 6 4 . Las citas, de la 3 63. :2 Adela C ortina ha acertado a justificar las razones por las que no sólo es convincente hablar de •democracia radical» sino también explicar la distinción, de la que ella misma ha llegado a convencerse, entre democracia deliberativa y democracia discursiva. En este aspecto su pensamiento enlaza con natu­ ralidad con la ¡ntercubjrtividad meadiana. Adela C O R T I N A (1993). Ética aplicada y democracia radical. Madrid, Icenos. 4.a cd. 2007, p. c.. p. 1 1). Además, establece la aludida distinción de manera que apun­ ta a la superación por inclusión y complcción de la segunda en la primera. C om o cuando la llama «democracia activa» y la define así: «aquella democracia radical por la que optamos los partidarios de la democracia participaos-a, frente a la elitista y dando verdadera sustancia a la representativa, parece adop­ tar ahora la forma d e una democracia deliberativa». Adela C O R T IN A . Etica de la razón cordial Educar en la ciudadanía en e l siglo XXI, Oviedo, Nobel, 20 0 7 . Vid. pp. 2 8 -2 9 . también para las citas. ’ No otro fue. al aparecer, el motivo ínayot eri d inició de la Cárterá intelectual del aíirrtio especialista ert la obra de Mead, el alemán Han Joas. En una entrevista que mantuvimos en Berlín, en el 97. donde el eminente sociólogo que acnialmcntc dirige el Max Wcbcr Kollcg de Erfún reconocía que lo que le movió en su juventud al estudio de Mead fue el descubrimiento de la adecuación dd pensamiento pragmatista para un enfoque de lo social desde una sociología con aoenco democrático y decididamente abierta, en su teoría de la acción social, a la cuestión básica de la comunicación. La potencia de la comprensión enteriza, que en la concepción de la acción colectiva del estadounidense hay, de una sociedad integra en su proceso de autoconstituciór». vibrante en su crucial perspectiva sintética de los procesos de socialización c indivi­ duación. aparecía idónea para enfocar las daves de la madurez de los procesos democráticos, c indino se mostraba propicia para ir más allá de Habcrmas. Aqud arranque, presidido por La urgencia de csdarcccr (y 18 Copyright* ¡a tilo w fla del presente configuración normativa de los Estados) desde la perspectiva de su permanen­ te ampliación en clave solidaria. D e hecho es en esa clave com o se ha produ­ cido durante las últimas décadas el enlace europeo en tono mayor con la obra de Mead. El descubrimiento de la adecuación de su pensamiento de lo social para una sociología en la que la concepción de la acción colectiva tomada por sí misma sea básica y decididamente abierta a la cuestión de la comunicación, propicia el apoyo en ella de un modelo de análisis con carga normativa de acento democrático 14. C on todo, lo más singular puede ser que esa rotunda afirmación del presen­ te comparezca junto con otra, muy compañera: la de la conciencia enfática de la im portancia de la evolución; y, en concreto, de una específica visión de la moral desde un punto de vista de la evolución; o, mejor, de lo que podría­ mos llamar la «co-evolución» de la humanidad y sus entornos Se subraya así el aporte del evolucionismo al pensam iento, precisamente porque -cu an - *1 fortalecer) la organización de una democracia solidaria, y respaldado por un trabajo improbo, de difícil parangón en calidad y rigor. 1c convertirían pronto en el experto más prestigioso, de largo, en esc campo de estudio. Y eso incluso si cupiera dejar aparte el valor extraordinario de » i aportación original a la sociología actual. Pbco a poco Joas ha insistido m is en la importancia de la profusa y dilatada obra de John Dewcy. donde la expresa atención a la democracia es lógicamente mucho m is amplia que en la escueta escritura de Mead. Véase la Introducción a la segunda edición de su extraordinaria monografía sobre Mead: HANS JOAS, Praktudx Ineenubjektiintat. D ie EntwiM ung d a Werket non George Herbecí Mead, Frarikhirt, Suhrkamp. 2.* ed. 1989 (hemos utilizado también la edición inglesa: G . 11. M EAD. A Contemparary Reexami­ narían afh rí Thaugbs, 2.* cd. revisada. Cambridge. T h e M 1T Press, 1995), y H. Joas (ccL). PM mophit der D em abatte: Bettráge zum Werk von John Drwtjt Frankfurt, Suhrkamp, 2000. 1 En este punto ya abundamos en nuestra monografía, en el contexto de un intento de enlazar la intima interconexión entre la actividad científica, la democracia y la etica. Ese « el sentido m is fecundo que cabe extraer de su tratamiento de los fines sociales com o «fines móviles», que serian siempre esencialmente «tarca comunitaria», y que deben ser vistos »cn continuo proceso de autorreconstrucción*. y considerados como «consecuencias» de la continua ampliación creativa »dcl campo de las oportunidades de conducta». Una afirmación como ésa, de las páginas finales de su trabajo sobte el método científico, puede encontrarse también con frecuencia en la facera socio-política de su obra. Particular interés y actualidad tiene el perfil que adopta en su trabajo sobre los derechos huma­ nos. donde las formulaciones especificas de estos se muestran com o conquistas contingentes, que han ido produciéndose cuando y en la medida en que las comunidades caen en la cuenta del carácter odioso de determ inado tipo de acciones «inhumanas»; conquistas que se constituyen, ante todo, com o barreras defensivas (genéricas: siempre indefinidas) que simbolizan los intereses correspondien­ tes al bien común ele la humanidad menoscabados y se mitren con ellos, e intentan atajar la reitera­ ción de su atropello. V id : G . H . M E A D . «Scicntific M cthod and individual Thinker» (1 9 1 7 ), y «Natural Riglm and thc T hcory o f thc Politicai Instirution» (1 9 1 5 ), op. cit., especialmente, p. 184 de este últim o, am bos cit., y el últim o capítulo de Ignacio SÁ N C H E Z D E LA YN C ER A . La m irada reflexiva de G. H. M ead. Sabré la ioeiaJidady la com unicación, Madrid. ClS/Siglo X X I, 1994. 15 Y es que esa referencia a la evolución en principio parece que debería caer en el coto de lo denos­ tado. por ejemplo, por Joas cuando dice que «sólo la pérdida de la fe ingenua en el progreso permite la apertura del futuro histórico, la situación de riesgo y la responsabilidad de la acción presente». 19 Copyrighted material GeorgeHeiboi Mead do se com prende m ore pragm atista- lo que nos entrega es una «conciencia evolutiva» de la propia concepción de la evolución. Ya nos ocupamos de esta faceta de su «mirada reflexiva»*15I6, pero conviene incidir en que uno de los aspectos que destaca, y no el menor, es su concepción de la conciencia -q u e la teoría del presente exhibe por d o q u ier- com o «resultado» de una evolu­ ción (nada determinista) en los procesos naturales, que se caracteriza preci­ sam ente por su descubrim iento en clave de evolución abierta. La mism a conciencia que nos abre al reconocim iento consciente de la naturaleza y sus procesos, tam bién nos arrimaría a un posible (y doble) reconocim iento de su con tin u a evolución, m anifiestam ente abierta, com o «conciencia» en acción l7. Aparece ahí una especie de bucle virtuoso, de paradójico retrué­ cano, donde la profundidad del vasto horizonte de sugerencia del pragma­ tism o meadiano se condensa ,8. H A N S JO A S , D ie K reativitdt des H andelns, Suhrkamp, 1 9 9 2 . p. 3 6 4 (existe versión inglesa: The Crearivity o f Action, Cambridge. Polity Press. 1996). Especialmente en el cuarto capitulo de nuestra monografía recién mencionada, que nació del capitulo final de la tesis doctoral, y del sentido básico de lo defendido en su día en esta. 1 El énfasis de Mead al respecto de la referencia moral de todo plano de experiencia y de conciencia aparece intimamente conectado con su formulación de la corrciatividad dd conrrol de las comunida­ des sobre los individuos -pues les proporcionan los ingredientes con los que construyen sus situacio­ nes de conducta m oral- con la conciencia reflexiva y autónoma de éstos, sin cuya activa construcción, reflexiva y autónoma, de tales situaciones nunca pueden éstas llegar a darsc.'Ibdas las abstracciones de la ciencia, y de la estética, todo lo atcncional y perceptivo encontrarían, según él. la razón de ser. y la base misma de su existencia en la acción humana en sus entornos, en ese metabolismo de la humani­ dad en la naturaleza como patte de la propia evolución natural que ya dibujó Karl Marx. Vid sobre rodo esto. G . H. M F.AD. «The Philosophical Basis o f Echks» (op. cif., pp. 84-85). Si es interesante al extremo observar cómo Mead conecta todo este apunte con d reconocimiento por pane de Póincaté de los grandes hallazgos axiomáticos de la matemática -co m o construcciones que si se mantienen es por su validez y ventajosidad práctica- todavía más interesante es conectarlo con la reflexión de la singular naturaleza evolutiva (hiperreflexiva) de las instituciones de autogobierno democrático, en las que Mead, ve com o se ha dicho una auténtica «revolución de la Revolución», puesto que las democra­ cias constitucionales «institucionalizan» el principio de la revolución permanente. C f. thldem . No debe escapársenos el calado de esta precoz inteligencia de la teoría del derecho democrático (de los procedimientos garantes de la «facticidad* y «validez» de sus normas jurídicas) presente en la sociolo­ gía meadiana. Por mi pane, encuentro el Habcrmas m is cuajado en su teoría de la institucionalización de la democracia presente en Facticidad y validez. Vid. Jurgcn H A BERM A S. Facticidad y validez, Trotta, Madrid. 1998. 15 Es en esc contexto donde Mead ofrece esta importante caracterización del «Pragmatismo»: «es posible hacer de esto una doctrina metafísica. Si uno encuentra la realidad en ¡a experiencia inmediata y admite que los diversos procesos, intelectual, estético, perceptivo, sólo existen como partes y funciones de un acto, que es la forma última «le la experiencia inmediata, entonces, d reconocimiento «le la formulación ética de este acto como su formulación más plena fundamentaría la metafísica en la érica. la presentación de ral d«>ctrina exigiría, sin embargo, antes de nada, una discusión dd significado de los tém inos «experiencia inmedia­ ta». «realidad- y «estado cognitivo» correspondiente con d b . No deseo entrar en ese campo debatible, que se define imprecisamente con d termino "pragmatismo"». FJ lector de La filosofía d el presente podía reparar 2 0 b i fUl&Jia ¡M pm entr Mead es elocuente a la hora de fijar la posición «pragmatista»*19 y su conspicuo enlace con el evolucionismo. Veamos: «En lo indicado arriba se dan ciertas impli­ caciones de la doctrina ética moderna; también son éstas interesantes tomadas completamente aparte de su relación con las especulaciones lógicas y metafísicas. Me refiero a las implicaciones que fluyen de la doctrina evolutiva, por una pane, y de la identificación de la actividad intencional con la actividad moral, y del reconocimiento de que nuestra inteligencia es intencional de cabo a rabo. La pri­ mera implicación que fluye de esta posición es que la necesidad fundamental de acción moral es simplemente la propia necesidad de la acción; o, con otros térmi­ nos, que el motivo no nace de relaciones entre actividades que estaban anterior­ mente dadas, sino que el motivo es el reconocimiento delfin tal como éste surge en la conciencia. La otra implicación es que la interpretación moral de nuestra experien­ cia tenemos que encontrarla en la propia experiencia» 20. Soy con scien te de que quedan m uchas aclaraciones pendientes. Pero es preferible detener ahora este arranque, que ya se darán más oportunida­ des para estos m otivos mayores, y para solazarse en tales descubrim ientos y enseñanzas, preciosos por su proyección sobre los procesos de construc­ ción de las identidades y, desde luego, sobre el intento de com prenderlos mejor. Sólo se trataba de amagar un envite que alerte la atención hacia la significatividad y la perm anencia de la con tribu ción de M ead a las cien ­ cias sociales, con la ocasión de rescate del libro; una obra propicia para poner de m anifiesto la riqueza de m atices de aten ción y de niveles de reflexión que se condensan en el terreno firm e donde arraigaron las pode­ rosas intuiciones meadianas, que irrigaron y fecundan aún hoy con más o m enos fortuna las humanidades y las ciencias sociales del últim o sig lo 21. fácilmente b ambición con la que Mead exploraba d vasto y complejo territorio cubierto por esa etiqueta imprecisa, en plena línea de fuego de la ciencia m is avanzada de su tiempo. La cita refuerza, sin duda, el inrerés del libro y de los debates entablados sobre qué estaba realmente tratando de hacer Mead, que regis­ tran los propios testimonios de Murphy y de Dewey publicados en este volumen, como en las discusiones actuales sobre su obra. G. H. M EAD, «■|‘he PhilosophicaJ Basis of Ethics», op. cit. p. 85). Sobre todo esto, en su detalle histórico puede consultarse el libro de Gary ALLAN C O O K , George H erbert M ead. The Mttking o f a Social Phigmatisi, Urbana y Chicago, Univcrsity o f Illinois Press. 1993. 19 Aunque a él no le resultara nunca, al parecer, cóm odo cobijarse bajo esta etiqueta ni ninguna otra, a mí me ha acabado resultando relativamente adecuada a partir de las convincentes presentacio­ nes del sentido de la innovación teórica del pragmatismo, especialmente en el plano de la sociología fundamental y de la ética democrática, que viene presentando Hans Joas. 20 G . H . M E A D , «The Philosophical Basis o f Ethics*, op. cit.. pp. 85-86. 11 Fueron razones muy parecidas a éstas las que hace tres lustros me llevaron a elegir el último de los ensayos recogidos en este libro a la hora de destacar com o representativo de la figura intelectual de 21 Copyrighted material Gcofjc Herbert Mead C o m o la a u to rid ad de la voz de M ead se h ace n otar, y por su parte M urphy, el editor, y el gran Jo h n Dewey, a quienes leeremos en las próxi­ m as páginas, arm aron b ien sus labores in trod u ctorias en vivo, se nos regala la ocasión de volcar este estudio hacia algunas vías concretas que la reflexividad m eadiana alim enta, y que pueden ilum inarnos al abordar las exigencias que el presente actual (cualquiera que sea) im pone a la labor de observación y de reflexión de la sociología; ésa que se sabe o se quiere «ciencia del presente», de ese presente que deberíam os vivir, si hem os de hacer caso a nuestro autor, «tan plena, con scien te y determ inadam ente» com o nos sea p o sib le 22. Propongo por ello que prestemos oídos a la insistencia de M ead en que la conciencia hum ana tiene ante ella -d e b e tener ante s i- un futuro desco­ nocido e incluso un pasado «abierto», para descubrir lo que tiene de orgu­ lloso canto a la libertad hum ana, c incluso a una peripecia vital suscepti­ ble de sensata esp eran za23, pues, según él, ese pasado y ese futuro sólo com parecen en cada presente co n la acotada con cien cia de o b lig ació n , que dem arca el diám etro de los intereses im plicados en la situación que Mead, cuando Alfonso Pérez-Agote me lo encargó en nombre del Consejo de Redacción de la Revista de Investigaciones Sociológicas. «La génesis del sí-mismo y el control social* es. en efecto, uno de los ensayos donde el profesor de Chicago presentó con mayor nitidez y cntraitado algunos de los tópicos conceptuales y de los ejemplos más conocidos de su obra, pero envueltos rn este caso en los sesudos apuntes de esa reflexión suya, atenta a los avances de la teoría de la ciencia y de la filosofía de la natu­ raleza -s in excluir el magma del impacto de la física de la relatividad en la visión científica de los procesos naturales- que permite intuir el formidable perfil intelectual del pensador pragmatista. Creo que esa es una de las mejores prevenciones frente a la ligereza cncasilladcra a la que propenden los manuales y los flojos «historiadores» del pensamiento que pasan a veces por profesores de teoría socio­ lógica. C f. G . H. M E A D , «La génesis del self y el control social», Revista Española de Investigaciones Sociológicas. 55 (1991), pp. 165-186. Aunque quizá él no lo haya sabido del todo, con aquel encargo el Dr. Pérez-Agotc consiguió que afluyese una primera síntesis conjunta de mi trabajo sobre Mead de casi diez años (la tesis doctoral, ya referida a la teoría de la acción meadiana se leyó en 1987). Siempre agradeceré a Alfonso aquella oportunidad de la que derivaron innumerables beneficios posteriores para mi trayectoria investigadora y profesional. La tarca se concretó en un primer intento de presen­ tación integral de la figura y de la obra de G . H. Mead que acompañó, en abigarrada síntesis, dicha edición crítica: Vid. Ignacio S Á N C H E Z D E LA Y N C E R A , «Interdependencia y com unicación. N otas para leer a G . H . M ead», en Revista E spañola de Investigaciones Sociológicas, 5 5 , (1 9 9 1 ), pp. 1 3 3 -1 6 4 . Iodo aquello fue luego muy elaborado y depurado en mi monografía sobre Mead, publicada también por el C IS : Ignacio SÁ N C H E Z D E LA YN C ER A , La m sradi reftexsva de G. H. M ead Sobre la socialidady ¡a comunicación, op. cit. 21 Vid. la cita completa recogida arriba, en la nota n .° 3. G . H. M E A D , «The Philusophical Basis o f Ethics» (1908), op cit., p. 87. - ' Este extremo resulta palpable por todas partes en sus escritos, pero su ajuste de cuentas con los intentos de fundam cntación de I . ética rechazables por la deficiencia de sus teorías básicas de la acción es explícito, palmario, en •stas páginas sobre las bases de la ética, que venimos citando. 2 2 Copyrighted material ¿ 1»filosofou d e lpresente toca, la que viene al caso. D e ese m odo, la teoría de la acción mead ¡ana se muestra enfrentada, en su dimensión mora!, a encenarios de libertad colec­ tivos dispuestos, e incluso predispuestos, a errar y a corregirse, y empalma con la vía más avisada y sesuda de la experiencia moderna de la libertad subjetiva e intersubjetiva24. Aún de mayor im porte puede ser la adverten­ cia, corolario de la anterior, de que los seres humanos debemos incrementar, en el plano de la praxis, el grado de conciencia acerca de esa contingencia, que es peculiar -precisam ente en la medida en que tomamos constancia de e lla - de nuestras acciones y de nuestras organizaciones de la acción; de que debemos crecer en ese «hacernos cargo» de nuestra situación contingente, y que dicha concicnciación es susceptible de un increm ento indefinido25. En principio parece que por ahí va lo esencial de la afirm ación del presen­ te y del vivir en presente; así co m o por un énfasis antipositivista, que co m b a te el red u ccionism o de la propensión a negar las novedades, lo cam biante del universo y de la experiencia en el reino de la em ergencia continua que es la realidad n atural 2(. La idea relampagueaba desde Hegel, si bien los acontecim ientos a los que el filósofo atiende son los «m om en­ tos» de la gran «historia universal», y de un m odo que no deja de inquietar profundam ente a M e a d 27. Sabem os que en realidad la m ejor versión del «problem a hegeliano» conduce de lleno a la afirm ación de cada m om ento histórico íntegro, que dependería sólo de sí mism o. Aunque no sea éste el* 24 M e refiero a ese segundo discurso de la modernidad del que tan acertadamente ha hablado Pctcr Wagner partiendo del espléndido cedazo de su distinción analítica entre el «sueño» o el discurso (o discursos: porque, com o el lo ve muy bien, habría uno más inteligente y maduro, que sin dejar de soñar lo hace sujetando el sueño con la mirada escrutadora del discurso de la sospecha) y la efectiva •institucionalización» de la modernidad. Vid. Pctcr W A G N ER. Sociología de la modernidad. L ibertad y disciplina, Barcelona. Herder. 1997. ** En este mismo punto asoma, com o venimos apuntando, el inmenso interés temático y metodo­ lógico de la explicación pragmática (o «pragmatista») que Mead ofrece del funcionam iento de la conciencia en general, de la inteligencia reconstructiva que caracteriza a los seres humanos en el plano de la acción, y más específicamente d d refinamiento metódico de esa misma inteligencia reconstruc­ tiva implicado en el método experimental de la ciencia. Sobre todo esto. Vid. El libro aquí presentado y traducido: The Philosoplry o f the Present. En adelante nos referiremos a esta obra com o PP en las citas, que irán siempre referidas a la paginación de la edición original, que se conserva entre paréntesis en el texto de la traducción. PP. pp. 1-30. en especial pp. 4 -1 1 . V id en PP, p. 11 la crítica a la presión reduccionista que se suele hacer a la bioquímica para expli­ car deterministamente lo emergente. Aunque en ocasiones eso haya arrastrado al error, al que los ademanes de Hegel inducen, de imputarle la cancelación del curso del tiempo con una patente (o aparente) absolutización o «celebra­ ción» del presente moderno. 23 Copyrighted i íaterial GeotgeHerbcrt Mead m o m en to para dem orarnos en tod o ello, al m enos in diquem os que en Hegel esa afirm ación de los m om entos de la historia incluye una primera versión de la gran cuestión, capital para las ciencias sociales, que no sería otra que la de la necesidad de com prender a la vez, com o elem entos ana­ líticos de una socialidad única al individuo (al sí-m ism o) y a las form acio­ nes c o le c tiv a s 2S. V erem os qu e el desapego de M ead de la co n ce p ció n hegeliana, en la medida en que ésta no acertaba a reconocer plenam ente (de una manera «sustantiva») la «experiencia individual» dentro del avan­ ce creativo de la naturaleza (y tam poco el papel creativo, y ob jetiv o que desem peña el individuo en el avance de la actividad científica) 29, pero en la ap ortación de Hegel hay un reco n o cim ien to im p o rtan te, qu e M ead aplaude: su descubrim iento de lo individual en la «intimidad» del proceso histórico, algo que caracteriza íntim am ente al «m étodo consciente», que va a caracterizar la profunda diferencia de la ciencia m oderna de la «anti­ gua»: «la inclusión» del ob jeto de con ocim ien to en la experiencia indivi­ dual, la conversión de los con flictos que en dicha experiencia se dan en ocasión para crear nuevos objetos que la trasciendan. La mirada al dinam ism o interno del despliegue de lo individual, a su des­ doblam iento, empieza a ser, en efecto, una mirada avisada a la «socialidad única». N o otra es la clave de ese «desdoblam iento de la subjetividad, que se contrapone a sí misma» del que habla Hegel en su descripción fenom e­ n o lo g ía de la H istoria U niversal, y que opon d ría su realidad presente (tanto su individualidad actual com o su m undo) a la infinitud ulterior de su voluntad. C o m o señala Aymerich en su trabajo sobre La libertad subje­ tiva en H egel y Adorno, en esa posición hegeliana, «no se trata únicam ente de ver que cada etapa del devenir del espíritu objetivo corresponde a una evolución inm anente de la libre subjetividad, sino que, ju n to a la evolu­ ción general de la libertad m anifestada en los cam bios de la vida de los pueblos, de las form as de su religión, su cien cia, su arte o su existencia política, puede presentarse tam bién la evolución general de la libertad en cuanto que su bjetiv a30.• JS Insistiré en que, como he afirmado en otros lugares, a mi modo de ver es «la» cuestión por anto­ nomasia de la sociología. C f. G . H . M E A D , «Scicntific M cth od and individual T h in kcr» (1 9 1 7 ), op. cit. p. 188. •w C om o aclara el mismo autor, por eso mismo puede decir Hegel que no existe un desdoblamiento entre lo que es y lo que podría ser, o entre lo que es y lo que fue, o entre lo que es y lo que es verdade- 24 Copyrighted material Lofilosofía dHpresente C o m o decíam os, M ead reconoce que ese enfoque da, en efecto, con una clave que distingue, según él, la mentalidad propia del mundo m oderno de la antigua: la detección de la relación que hay entre la experiencia individual y el m undo que podría surgir a partir de la realización de las ideas que se generan en ésta. Sin em bargo, para el, la plena lógica de esta actitud sólo adviene con la madurez reflexiva que implica el método de la ciencia, y esto Hegel no habría sabido considerarlo enterizam ente31. C on todo, la media­ ción del idealismo hegeliano constituye un capítulo importante del curso de esc proceso del reconocim iento del estatuto de lo individual en la estructu­ ración de la experiencia. Supone un paso significativo en el lento desarrollo de la doctrina («psicológica», dirá Mead) que llegaría a reconocer, primero, la «presencia» del m undo objetivo en la experiencia individual, y que habría de llevar, finalmente, a concebir las propias experiencias individuales (inclu­ so las más innovadoras y contrafácticas) com o parte de la realidad objetiva de la naturaleza, y específicamente a tomarlas com o experiencias de indivi­ duos que participan de una sociedad altamente organizada y que entran en conflicto, siempre en algún aspecto acotado, con las interpretaciones esta­ blecidas en ella32. Mead apuesta por la plena aceptación de la creatividad de la acción indivi­ dual y de la socialidad de esa acción en su comprensión integral de la «reali­ dad objetiva», pues no sólo incluye la «presencia» de ésta en la experiencia individual (que no sería por ello, entonces, «subjetiva» en el sentido de no objetiva) sino que el propio acontecer diferenciado de la experiencia indivi­ dual lo reconoce com o parte de esa realidad objetiva. El simbolismo mayor de ésta «experiencia objetiva» de los «pensadores individuales» lo reúnen,*51 ramente, porque la escisión no está en el espíritu objetivo como tal, sino en esa subjetividad que se contrapone a si misma. Vid.: A Y M ER IC H O JE A . Ignacio. La libertad subjetiva en Hegel y Adorno. Tesis doctoral en Filosofía, F. de Filosofía de Sevilla, noviembre 1990. Publicada en los Fondos Digi­ talizados de la Universidad de Sevilla. htp://fondosdigiialcs.us.es/public_thc5Í*/177Z5926.pdf. Cf. Gcorg W ilhclm F R JE D R IC H H E G E L , Lecciones sobre la filo so fía de Id historia universal. Madrid. Alianza, 1985, p. 87 y passint. 51 Aunque hay en su idealismo, dirá Mead, un sitio para el descubrimiento científico y la recons­ trucción (y para el papel individual en ellos), los deja con desdén a un lado, com o fases incompletas del despliegue de la realidad cuyas exigencias se revelan, com o tales, infectadas de carencia de ver­ dad y de garantía. C f. G . H. M E A D , «Scicntific M cthod and individual Thinker» (1 9 1 7 ), op. cir. p. 188. '■ Cf. ibidem, op. cit.. p. 196. 25 Copyrighted material Gcofgc Herbctt Mead com o se ha apuntado antes 3\ ios «hallazgos contrafácticos de los científicos particulares y el apunte por parte de éstos de las hipótesis inéditas con las que responden a los problemas que no encuentran solución en los cuadros de m entalidad y disposición convencionales, pero cuya propuesta abierta ante «la com unidad altam ente organizada» de personalidades diferenciadas contribuye a tensar y a am pliar su com unidad de convicciones 34. D e este m odo, el m odelo de experiencia práctica efectiva que se descubre en la acti­ vidad científica cuando se da cuenta de ella con una adecuada descripción (y com prensión y explicación) de los hallazgos y de sus rituales de ingreso y aceptación en las tram as de la intersubjetividad en a c ció n 35*, se presenta com o un fecundo observatorio de la actividad humana per se. Ese gran m otivo, presente en sus trabajos anteriores, se refuerza con la tesis de la rea­ lidad objetiva de las perspectivas presentes en la naturaleza que encon tra­ m os en L a filosofía d el p resen te*. Esa mism a es, en mi op in ió n , la clave para que se enrienda con toda su enjundia el nexo íntim o entre individualización y socialización37, aunque M C f. ¡bidem. M Cf. Cí. H. M EA D . «Scicntific Mcthod and individual Thinkcr* (1917). <x>. cit., pp. 185-186 y 196. C om o resalta Mead en múltiples pasajes de su obra, reiterando su propia fenomenología de la actividad científica y del sano sentido común y económ ico del despliegue de la atención que esta comporta, «él (el científico] no trata de preservar los hechos con la forma :n que existían en ¡a expe­ riencia antes de que el problema surgiera ni de construir un mundo independiente de la experiencia o que no vaya a estar sometido en esta a futuras reconstrucciones». |...] «el individuo funciona en su plena particularidad, pero también en relación orgánica con la sociedad a la que corresponde». G . H. M E A D , «Scicntific Nlcthod and individual T hinkcr» (1 9 1 7 ), op. cit., pp. 2 1 1 . (V id. asimismo, PP, pp. 104-5 donde se desarrolla una elocuente versión de esa idea). *■ Vid. «La realidad objetiva de las perspectivas», en G . H . M E A D . «The O bjcctivc Reality o f Pcrspcctivcs», en Edgar S. Brightman, Proceedings o f th t Sixth International Cengress o f Philosophy 1926, Nueva York 1927, pp. 7 5 -8 5 (reeditado en 1932 en The Philosophy o f tht Present, traducido en este volumen que presentamos, com o Cuarto ensayo complementario). La última sentencia del trabajo rcsulra plena de significación: «La distinción entre objetividad y subjetividad sólo puede surgir allí donde el patrón del proceso más amplio, en el que el propio proceso del organismo individual se da, se introduce en cieno grado en la experiencia de dicho organismo individual; o lo que es lo mismo, esa distinción únicamente pertenece a la experiencia del organismo social». (PP p. 174, para la cita). ' La centralidad de esa cuestión la destaqué en un primer trabajo escrito en 1995, donde el influjo de Mead al respecto no se puede negar, aunque la causa próxima del énfasis era la advertencia de Gurvitch sobre el carácter de «falso problema» que se plantea con una repetición terca en la historia de la sociología al oponer individuo y sociedad. Vid. I. SÁ N C H E Z D E LA YN CERA (1 9 % ), «El sujeto y la sociedad. En la raíz de las dificultades teóricas*, en Alfonso P É R E Z -A G O T E c I. SÁ N C H E Z D E LA Y N C E R A (comps.), C om plejidad y teoría social, Madrid. CIS/Academia, pp. 4 0 1 -4 3 6 y Gcorgcs G U R V IT C H . «Les faux prohlémcs de la vociologic au X IX siécle», en G . G U R V IT C H . La vocation actuelle de la soctologie. vol L. París. Presscs Universitaitcs de Franco. 1957 (cd. or.: 1950), pp. 3 1-65. En todo a s o . esto lo ha detectado Joas. al desraar que el lugar de Mead en la historia de las ciencias 26 Copyrighted material La filosofía tU lpreiente desde luego no parezca suficiente el estatuto que la comprensión hegeliana de esa íntima unidad del proceso histórico concede a los sujetos individua­ les; un estatuto precario desde el punto de vista del con ocim ien to de la sustantividad al su jeto individual y sus experiencias, por muy «contingen­ tes» que éstas sean. M ead quiere revelar el carácter «sustantivo» 38 de la indi­ vidualidad com o «fuente» de acción intersubjetiva tam o com o hacer hinca­ pié en la in tcrsu b jictivid ad co m o v en ero de la in d iv id u a ció n . U na comprensión que, por innovadora, es susceptible de iluminar su contrapar­ tida problemática; el ancho océano de los torbellinos en los que las socialidades se ahogan, el de las escisiones que se plantean en la vida subjetiva y en la configuración solidaria de las colectividades, con sus frecuentes cortocir­ cuitos que se cierran autodefensivamente y se encastillan en sus particularis­ mos insulares, al margen de la realidad objetiva de la socialidad una y múl­ tiple de la que forma parte. C om o destaca Joas, en el caso de Mead no cabe la duda: su «perspectiva histórica no se centra en un proceso continuo de racionalización», ni m ucho menos, sino que se concentra, ante todo, «en la emergencia constante e impredecible de lo nuevo» 39. Por eso, a mi enten­ der, hay también aquí encerrada una preciosa lección de metodología para las ciencias sociales. Y, de paso, una flagrante contra-posición a la «conside­ ración filosófica» de la historia de Hegel, en la m edida en que, para éste, sociales lo define precisamente su comprensión del nexo enrre individualización y socialización. Haus JO A S (2 0 0 1 ), «La emergencia de lo nuevo. La teoría de Mead y su potencial contemporáneo», en Creatividad, acción y valores. Hacia una teoría sociológica de la contingencia, México D. F., Universi­ dad Autónoma M etropolitana Unidad lztapalapa/Grupo Editorial M iguel Angel Iturri, 2 0 0 2 , pp. 107-133. La referencia, a la p. 126. (Aunque tiene su origen en las aportaciones que Joas incluyó en la segunda edición alemana de su clásico libro sobre Mead (H. JO A S . Prakrische Intersubjektivitát, op. cit.]. Ignacio Aymcrich formula ejemplarmente el asunto, y de un modo destacabic por su infre­ cuencia en los comentarios a Webcr: «Si no se concibe la identidad |»e?w>n»l c»m<> algo dado y referido a si mismo, semejante a una mónada, sino como identidad dinámica que se define por la participación activa del sujeto en las estrategias que forman parte de las prácticas sociales (parafraseando a Foucault), entonces los ayuntamientos, gremios, comunidades de mercado, iglesias y asociaciones de toda índole que menciona Wcber, juntam ente con los derechos y deberes con ellos emparejados, no son para el individuo un conjunto de relaciones externas a la propia identidad, sino los constituyentes de ella». Ignacio A YM ERIC H , «Identidad individual y personalidad jurídica», en Jorge V. A R R EG U I (editor asociado), Identidad personal, monográfico del Anuario filosófico n.® 26. Pamplona, Servicio de Publi­ caciones de la Universidad de Navarra. 1993. pp. 3 9 5 - 4 1 3 .1.a cita, de la p. 398. Ahí «sustantivo» hace referencia al estatuto diferenciado, susceptible de individuación con cierta auto­ nomía de los sujetos, pero siempre que no se caiga en un atomismo o ¡nsularismo que pierda de vista que, a la vez, esa individualidad, e incluso su individuación diferenciada, ha de entenderse, como «enracimada» -sustantiva, orgánicamente vinculada o mejor «anidada»- en la intersubjetividad de lo colectivo. v‘ Hans JOAS (2002), «La emergencia de lo nuevo (...)» , op. cit., pp. 107-133. cita, de la p. 133. 27 Copyrighted material Georgc Hctbctt Mead aquella no ten ía otro «designio» que el de «elim inar lo co n tin g en te » 40, mientras que M ead se impone, por contra, la tarea de aprender a abordarlo, de ponernos a la aventura conjunta de la libertad, y de mantenernos capaces de tratarla siem pre de manera diáfana y abierta en su devenir contingente. Y, además, ese «afianzamiento en la contingencia» va estrechamente unido, en su caso, al abordaje a esa concom itancia entre el avance de la personaliza­ ción y la afirm ación solidaria de los colectivos en los que se despliegan las personalidades. N o abundem os en ello ahora, pues tam poco deben estos prim eros pasos ensanchar la grieta de extrañeza en quien se pregunte a qué santo puede venir todo esto si se está hablando del M ead de M i fui, S elfa n d Society 41, el de la conversación de gestos, la adopción del papel del otro, el sí-m ism o, el «otro generalizado», e tc ., etc., con el qu e cualquier en ten d id o en las ciencia sociales está familiarizado. C on quien, en fin, se ganó cierta fama c o m o insp irad or del in tcra ccio n ism o sim b ó lico . El arranqu e d ebe, en efecto, desconcertar un poco, pero la realidad es que, no sólo en sus días finales, cuand o escribía lo sustancial de este libro, sino durante toda su vida, M ead se mantuvo ocupado en esas cuestiones. Si esos asuntos cañ o­ neaban en las gigantom aquias de la historia de las libertades que em borra­ charon a los ilustrados y que encontraron su obertura en ton o mayor en H egel, en la o b ra m eadiana palpitan con enérgica fecundidad com o ele­ m entos ineludibles del tejido ordinario de la vida; en el seno m ism o de las prácticas. La idea de que la conciencia debe hacerse cargo de que ante ella se abren un futuro desconocido y un pasado «abierto» -p o rq u e lo real, lo realísim o de la vida es lo p re sen te- vale, en general, para las situaciones todas que abordam os en la vida social y en la personal, porque cada uno de los nuestros son m om entos de la historia de los acontecim ientos. I Iegel decía que cada m om ento depende sólo de sí m ism o; no hay una instancia Vid G.W . F. H E G E L leccion es tabre la filosofía de ¡a historia universal, op. cit.. pp. 4 3-44. 41 G . H . M E A D , M ind, S el/ an d Society (From the P oint o f View o fa S ocial Behaviorist), Chicago Uniscrsity Press. C hicago. 1934. M antengo mi costumbre de prescindir de la traducción española que *sc le escapó» en su día al competente Dr. G in o Germani, sin que luego n ie l ni la editorial Paidós se molestaran en mejorarla, a pesar de las muchas reimpresiones de un texto que confunde y puede Iles-ar a graves malinterpretacioncs de lo que Mead propone (incluido el subtítulo nada bien aclarado. y debido a Charles Morris, con el que se publicó esa obra postuma, producto de la edición original inglesa de las notas taquigrafiadas de sus cursos, From tlte Point o f View o f a Social Behaviorist). 28 Copyrighted material la f.léiíoftA d e lpresente de apelación superior: cada ocasión lo co n tien e todo en ella m ism a 42. Y M ead, a quien vem os aferrarse con no m enor fiereza a las situaciones concretas de la praxis, acota el asunto en el p rop io corazón de su ¡dea evolutiva de la etica, que se apresta a confirm ar la autonom ía de un sujeto individual concebido desde la raíz com o sujeto social, sin que exista nece­ sariam ente contrad icción entre aquella y el «control» colectivo: «la para­ d oja desaparece, dirá M ead , cuand o recon ocem o s que ese co n tro l por parte de la com unidad sobre sus m iem bros les provee a éstos efectivam en­ te el material con el que la conciencia moral reflexiva construye su propia situación, pero que, a su vez, una situación no puede existir hasta que la conciencia moral del individuo la construye»43. Tiendo a creer que esa es la vertiente interpretativa más fecunda del «fait social total» de M au ss44, que G urvitch celebraba en el corazón de su teo­ ría sociológica, nada sospechosa de hegelianism o, y hacía rebotar -m u ltitensionalm ente, d ig am o s- en su propuesta de u n hiperempirismo dialéc­ tico que garantice qu e las ciencias sociales sean las ciencias rigurosas de nuestra realidad qu e n ecesitam o s45. Y cabe pensar que la exigencia de radical atención a la espesura y a lo abierto del presente es la idónea, y que 42 Vid. G .W . F. H E G E L , Lecciones ¡obre la filosofía d e la historia universal. edición de José Gaos. Madrid. Alianza. 1985. p. 8 7 y passim. Especialmente iluminador es en este punto un comentario de Aymcrich que incide en el tema hegcliano del •■desdoblamiento de la subjetividad, que se contrapone a sí misma», que opone a su realidad presente (u n to su individualidad! actual como su mundo) la infini­ tud ulterior de su voluntad. Pór eso puede decir que no existe un desdoblamiento entre lo que es y lo que podría ser, o entre lo que es y lo que fue, o entre lo que es y lo que es verdaderamente, porque la escisión no está en el espíritu objetivo como u l sino en esa subjetividad que se contrapone a si misma. AYMER1CH O JEA , Ignacio. L a libertad subjetiva en Urge/y Adorno. La referencia, a la p. 196. 0 Recordemos que es a continuación donde Mead señala que o n o modo de enunciarlo es afirmar que la conciencia moral es la conciencia más concreta: el enunciado más inclusivo que cabe de la experiencia inmediata*. Cfr. G . H . M EAD, »Thc Philiw phiw l B a w n f Ediles», op. «/., p. 8 4 , tam­ bién, para lo citado, en la n o u . ** C om o es sabido Mauss aplica esa idea a su estudio sobre el fenómeno social del «regalo» o «don», en su intento de demostrar, con gran rigor sociológico, «el carácter voluntario, aparentemente libre y gratuito y, sin embargo, obligatorio de estas prestaciones». Al respecto el gran antropólogo había dicho «en este fenómeno social "total", como proponemos denominarlo, se expresen a la vez y de golpe todo tipo de instituciones: las religiosas. Jurídicas morales - e n estas tanto las políticas com o las familiares- y económicas ( .. .)* . V id Marccl M AUSS, (1 9 2 5 -1 9 2 4 ). «Ensayo sobre los dones. Razón y forma del cambio en las sociedades primitivas», en Sociología y Antropología (1950), traducción de Teresa Rubio de M artín-Rctortillo, con una Nota a la primera edición de Gcorgcs Gurvitch y un Prólogo de Claude I^vi-Strauss, M adrid, Tecnos. 1971. pp. 1 5 3 -2 6 3 . Las citas aparecen en orden inverso al propuesto por el discurso del autor en la p. 157. 44 Aunque la idea sea de Mauss, es indudable que su poderosa sistematización es obra de Gurvitch. Vid. Gcorgcs G U R V IT C H , »Hypcr-F.mpirísme dialectique. Ses aplications en sociologie», Cahiers 29 Copyrighted material Cicorge Hcrtx-n M rj.i se hace realm ente necesaria, cuando la pregunta por las con d icion es de posibilidad para el con ocim ien to verdadero y válido - la cuestión del fun­ dam ento del saber c ie n tífic o - no se separa del problem a del su jeto que sabe y que, sobre todo, tiene com o tarca principal la de su propia relación consigo m ism o: la de saberse, y aceptarse en las situaciones reaJes que vive, y que al afrontarlas, le cam bian 46. Un tema que no es o tro que el corres­ pondiente, en el plano epistem ológico, a la gran cuestión de la «libertad de la subjetividad» de H c g c l47. Se trataría de la cuestión medular, tan de M ead, que es la del sí-m ism o y la identidad (tam bién la de los colectivos o sus «otros generalizados»), concebida dinám icam ente, desplegándose en las circunstancias reales de vida colectiva que van tocando, y que tanto se puede parecer a una revisión muy madura y muy nuestra, muy de la socio­ logía que viene, de aquel gran objetivo hegeliano de con ceb ir lo verdadero com o la unidad de la libertad subjetiva y la racionalidad objetiva *8. Desde el principio, se hace oportu n o apuntar, que, en la m edida en que se m idie­ ron con la cultura co m o praxis c interiorización de los resultados de la praxis, los pragmatistas estadounidenses proseguían la tensión intelectual de aquella visión dialéctica que Hegel co n cib ió , con un estilo ya pasado de m oda, entre el espíritu subjetivo y el objetivo. V cám oslo, p. c., en un pasaje de Joh n Dewey, d on d e el dom inio sociocultural se con cib e com o am pliación del sujeto, y d on d e se habla, nada m enos, q u e de los sujetos «contrayéndose» y «condensándose» en sus propias realizaciones y, tam ­ m term ttionaux de Sociologie X V (1 9 5 3 ). pp. 3 -3 3 . Esc punto ,1c vista lo ilesartolla in extenso en una de las obras traducidas: D ialéctica y sociología. Madrid, Alianza. 1971 |ed. o.: 1968). 46 Se trata, com o la ha formulado Joas, de la cuestión de la «auroaccptatión» y de la «orientación unitaria de la acción», que es como el enriende la cuestión d d si-mismo o d« la identidad en Mead. H. JO A S . «La emergencia de lo nuevo ( .. .) , op. cu ., p. 115. *' La guía en este cam ino la encuentro en la investigación de Ignacio Avm crich sobre el intento hegehano de superat las contradicciones que arrastran los conceptos ilustrados de libertad pública y lilscrtad privada, con toda su violenta carga de secuencial y pendular explosividad revolucionaria. Id profesor sevillano explica que el corazón de la sociología hegdiana. tan escasamente explotada, ciñe ambos aspeaos en un concepto que los teúne en su recíproca relación dinámica y que no es otro que el de «lilierrad» tomado, a la ve/., com o libertad objetivada y libertad subjetiva. Hl resultado de la investi­ gación de Aymcrich es su tesis, apoyada de una manera inédita y sagaz en la poderosa sociología del genio alemán, de que los procesos de la individualización subjetiva y de la afirmación de procesos sociológicos colectivos son, en realidad, un único proceso, y que esa visión unitaria sintetiza la socialidad en sus dos vertientes. Aymcrich (rata de esto cuando sienta las bases para proseguir con libertad la «efectividad» de la posible herencia d e I legel (frente al cictte de la filosofía sobre si misma buscando concordancias). AYM E R IG I1 O JE A . Ignacio. L a libertad subjetiva en Hegel y Adam a, op. cu., p. 294. ** Ibídcm. 295. 30 Copyrighted material L.1 filosofía tlel presente bién pudiendo «perderse-* en ellas. El pasaje se enclava en un contexto en el que D ew ey d efin e el co n tro l h u m an o sobre la naturaleza co m o un d om in io sobre los recursos «que agranda la propia realidad humana-*, y añade que «control de uno m ism o denota un ser que se contrae y conden­ sa en sus propias realizaciones, a las que se abraza estrecham ente, obstacu­ lizando co n ello el desarrollo que se produce cuand o el ser es liberado generosam ente». Enseguida Dewey advierte de los riesgos que com porta esc control «estilizante», y lo describe com o «un atletism o moral que acaba por hacer crecer desproporcionadam ente algún órgano». En todo caso, D ew ey se sitúa co n claridad en la línea de lo que venim os sugiriendo cuando sentencia a continuación que la distinción más im portante es, en todo caso la gran «diferencia que hay entre un ser tom ado com o algo ya form ado y otro que aún está form ándose por m edio de las acciones» Pero sobre esto habrá que hablar despacio más tarde. En nuestro caso, al abordar la obra de M ead tenem os la ventaja de que su empeño por un reconocimiento saturado de las tramas de la intersubjetividad permite esquivar la invectiva que, con razón, descalifica el subjetivismo solipsista com o incapaz para alcanzar la perspectiva sociológica. Son los plantea­ mientos clásicos, tan propios de las tradiciones liberalistas donde lo social es visto com o una realidad externa y opuesta - la «sociedad» apuntándose especí­ ficam ente al fantasma de su estructura normativa o ju ríd ica - a la libertad individual. Ya hemos indicado cóm o Hans Joas formula precisamente en la dirección opuesta la «naturaleza de la influencia de Mead en el pensamiento sociológico»: «la com prensión de M ead del nexo entre individualización y socialización define su lugar en la historia de las ciencias sociales <9 John D EW EY. Na tu raleza hum ana y conducta, México. Fondo de Cultura, p. 13 4 . también para las citas. No debemos pasat por alto las resonancias que hay en ese pasaje (de 1922). que habla de •atletismo moral*, de la retórica puritana, tan explotada por Max W cbcr. Interesante es. por otra pane, el enlace con Dewey logrado por H onncth en su revisión de la tradición crítica de la teoría «cosificación*, que supera ampliamente las angosturas tic la interpretación clásica del fenómeno: que nuestro pensar reflexivo enferma cuando pierde de vista su propio arraigo práctico en la experiencia cualitativa en los contextos de interacción social, cuando levanta un3 barrera o una trontera Irentc a su propio otigen. Vid. Axel 1IO N N E T II, Retficanon. Un estudio en la teoría d el reconocimiento, Bue­ nos Aires. Katz, 2 0 0 7 , pp. 3 7 -6 7 . La discusión que I lonncth revisa en el libro la rccogia perfectamen­ te I jm o de Espinosa en su voz -(dosificación- del Diccionario de Alianza [Emilio Lamo de Espinosa, V'oz «(dosificación, en Salvador G IN E R y otros. D iccionario de Sociología , Alianza. 2 .* ed., 2 0 0 6 ], quien antes lo había hecho in extenso en su libro L a teoría de la calificación. D e M arx a la Escuela de Frankfurt, Madrid, Alianza, 1981. ^ H. JO A S . « la emergencia de lo nuevo (...)» , op. cit., p. 133. 31 Copyrighted material (•rorgc Heitvrrt Mead Por lo demás, com o ya se ha sugerido, el hecho de que el acercam iento a los lugares más conocidos de su obra pueda hacerse a partir d e ahora con mayor facilidad entre nosotros desde los refinam ientos teóricos y m etodo­ lógicos qu e este libro cond en sa en torn o a lo presente y sus horizontes, puede proporcionar una exquisita oportunidad para que la visión de las realidades sociales se encuadre con rodo su sentido «práctico» en el medio qu e p rop orcion an los d elicad os avances teóricos y m eto d o ló g ico s que M ead incuba en torno a ellos. 1. EL INTERÉS SIMBÓLICO-EPISTEMOLÓGICO D EL AFÁN INTELECTUAL DE MEAD. MEAD O H EG EL ANTE EL INTERIOR ÚNICO DE LA EXPERIENCIA PRESENTE H em os traído muy pronto aquí un nom bre, el de H egel, que aún apabu­ lla. El atrevim iento obligaría a una ju stificación inm ediata. Pero M ead proporciona su buena razón en uno de los ensayos, al enlazar su afirm a­ ción de la realidad «objetiva» de las m últiples perspectivas qu e hay en la naturaleza” co n el fracaso del em peño grandioso del Idealism o Absoluto (hegeliano) de introd u cir toda la realidad en la experiencia. Segú n el, el idealismo habría fracasado al dejar malherida -d e irrealidad, d e in a n ia - la experiencia in div id u al ‘>2, cuya vida teórica y práctica no acertó a ver com o una parte «sustantiva» del «avance creativo de la naturaleza»; pero tam ­ bién porque, por una razón m uy similar, su dialéctica no hizo sitio ade­ cuado a la otra «gran fuerza creativa» de la «vida moderna»: la ciencia. La pregunta que nos asaltaba, y que ya hem os em pezado a responder, es si hay, o si puede haber, alguna relación de esos dos fracasos en tre sí, y de ellos con las preocupaciones y las propuestas de Mead. C o m o recuerda M ead, H egel habría seguido dejando pendien te la tarea de encontrar un lugar para la m ente en la naturaleza de m odo qu e la natu­ raleza pueda aparecer íntegra en la experiencia, con el propósito de «devol' 1 C f. (». H. MF-AL). «The O bjective Rcality ofPcrspectives» (l’ P. p. I61V Recogido en este libro, el texto procede de una ponencia presentada en el Sexto Congreso Internacional de Filosofía y publi­ cada en sus actas. « Ibídem. 32 Copyrighted material la filosofía del presente ver a la naturaleza los caracteres y las cualidades que una m etafísica de la m ente y una ciencia de la materia y del m ovim iento concurrieron en rele­ gar a la conciencia -3. Aquí puede encajar un com entario sobre el trabajo de M ead que Jo h n Dew cy incluyó en el prefacio del libro que presenta­ m os: «El pensam iento filosófico ordinario de su tiem po, con sus proble­ mas corrientes, todavía abotargados de idealismo no afectaba, al problema en el que estaba él interesado». Las concepciones habituales no eran capa­ ces de explicar «cóm o los estados m entales peculiares de un individuo -c o m o las primeras hipótesis de un descubridor que ponía en duda creen­ c ia s p re v ia m e n te a se n ta d a s y q u e n eg ab a la o b je tiv id a d a co sa s universalm entc aceptadas com o ob jeto s rea les- podían servir de fuentes de entrada en circulación de objetos que, en lugar de ser privados y perso­ nales, en lugar de ser m eram ente «subjetivos», form aran parte del univer­ so com ún y objetivo» '>A. A Mead le interesan los problem as y los m ecanism os concretos de la a cti­ vidad social hum ana. En su obra rebosa esa intención, tan del Pragmatis­ m o, que se proclam a, solem ne, en estas conferencias Carus. Lo hace muy a su m anera, cargando esta vez el sentido de su descripción con una im peratividad norm ativa, qu e con trap un tea cierto eco de sacralidad profana con el Nuevo Testam ento,: «Con la búsqueda ansiosa de medios para hacerlo mejor es como determinamos lo que el mundo ha sido, y estamos sustituyendo la (Pl**. pp. 161). Se puede plantear, entonces, si en realidad no trata Mead de lograr una (otra» inver­ sión consciente del idealismo hegeliano. en una exploración fcnomcnológica de la namrale/a que concibe con atención a cierta escala gradual de interiorizaciones, sin perder de vista que se trata siem­ pre de un interior único de ia experiencia. Véase la reconstrucción de la aparición de la conciencia en sus diferentes niveles, en el pasaje del libro que empieza así: «Permítaseme enunciar de nuevo la situa­ ción donde aparece la conciencia» (71). donde Mead trata el surgimiento de las conciencias en (un­ ción del incremento de la capacidad de incorporar el organismo como objeto de respuesta a sus pro­ pias respuestas como una interiorización (las respuestas entrando en el campo de la propia experiencia: •1.a vida se vuelve consciente en aquellos puntos donde las propias respuestas del organismo entran a formar parte del campo objetivo bacía el que reacciona» (7 2 -7 3 ). Vid. en general ibidem. pp. 7 1 -7 3 . C om o cuando dice, por ejemplo: «una forma consciente es la que puede convertir fases de su propio proceso vital en partes de su entorno» (p. 7 0 ) o »el animal se convierte, cada vez más intimamente, en una parte de los objetos de su alrededor» (ibidem). D e la conciencia com o respuesta a las propias respuestas habla con más abundamiento en las pp. 7 4-75. M |ohn D E W E Y (1932), »Prcfatory Rcmarks~.cn G . H . M E A D , The Pftilosophy o f the Presera. recopi­ lado por Arrhur E. M U R P1IY , O pcn Court, La Salle (111.). 1932 (citado de la reimpresión de 1959). Incluido en la presente edición del libro com o «Prefacio, Elogio de John Dewcv a G . H. Mead». La notación corresponde la de la edición original del libro, pp. xxxvi-xl. La referencia, a la p. xxxvil. 33 Copyrighted material GeorgcHerbcrt Mead ciudad eterna del cielo, no construida por manos humanas, por la meta de una sociedad consciente de sus propios valores c inteligente­ mente concienciada para perseguirlos» 5\ Y es que, según M ead, precisam os de una visión renovada, de esas que liberan «de la esclavitud que nos ata al pasado o al fu tu ro»5556. N o perdamos de vista, pues, que incluso estas reflexiones refinadas sobre la razón cientí­ fica y los retos del presente tam bién cabría (y puede que hasta habría que hacerlo) reconducirlas a esa tarea mayor de la descripción de los «mecanis­ mos» de la realidad social, y del em peño por «devolver a la naturaleza» las realidades de las que había sido despojada por la m oderna filosofía de la conciencia y los enfoques determ inistas que m enoscaban lo entitativo de las situaciones reales que afrontam os en presente, en su obcecación debili­ tadora con lo que nos em puja desde atrás o en lo qu e tira de nosotros, com o una meta prefijada, desde un futuro insalvable y ya decretado 57. Lo que un saber así reconoce, de entrada, es el juego -m u y v iv o - de la co n tin u a reco n stru cció n de la identidad íntegra de realidades que «se saben», que aprenden a reconocerse, en la sociaüdad de su circunstancia, y que de hecho pueden «ponerse» en juego ellas mismas (desde sí y para sí mismas) al desear - y em p eñ a r- ese saber de sí y de la situación conjunta en cada ocasión (p resente58). Eso lo significa M ead al decir que «nuestros 55 w (P P ,p .8 9 ). Ibídent. Aunque ya se percibía en el texto sobre la conciencia moral como conciencia concreta de lo inme­ diato, que hemos citado en una nota anterior (vid. supra nota 10. p. 17-18). conviene poner el acento en que la interpretación pragmatista de la experiencia supone la aclaración y aprovechamiento del pleno importe ¿tico de la ciencia, entendida como un «método que surge de la critica y la dirección de la inteligencia que hasta los más acicntificos entre nosotros usamos continuamente» (PA, p. 517). Para Mead, el método científico no es otra cosa que un refinamiento altamente consciente del método de conducta que el hombre aprende a emplear en el curso de la vida social, de la peculiar inteligencia que le procura la participación en la experiencia de otros individuos. Esto es así hasta el punto de que Mead se refiere a él como «el autentico método que la inteligencia humana ha aprendido a emplear» y como «tina forma altamente desarrollada de inteligencia imparcial. Vid. G . H . M E A D . -Jk kn tific Mcthod and thc Moral Sciences», en A. J. R EC K . (cd.). pp. 248-266. Para las citas, pp. 255 y 2 57. C.fr. también. M oitmenn ofT hougfo itt tht N inttteruh Cnitury, Chicago, Chicago L'niversity Press, 1936, pp. 327-385. 58 La idea la acierta, impecable. Leonardo Polo: «la novedad es una de las características intrínsecas de la condición humana». En su intento de aclarar qué es «ser persona de una manera creciente», este autor insiste especialmente en esa exigencia de apertura a la novedad sobre la que incidíamos. Para él, la estabilidad no seria, en cambio, «una característica humana». Tampoco resulta aceptable, ni sensa­ ta, la disposición que busca en el pasado siempre un antecedente de lo que acaba de surgir. D e esa manera lo que se niega el pensador a aceptar es »la disolución de la novedad en el pasado». Las difi­ cultades se deben, según él. »no a que sea difícil de imaginar un nuevo orden (la prospectiva), sino a 34 Copyrighted material La filou/fia tU¡ f mente valores esrán en el presente», y añadir, nada menos que esto: que el pasado y el fu tu ro sólo nos proporcionan el inventario d e m edios y los planes d e cam ­ p añ a para su realización . Y que duda puede caber acerca de la exigencia de esc vivir tan dispuesto a abrirse a la contingencia efectiva de las situacio­ nes, a la realidad de que todas son nuevas y de que vienen exigiendo una nueva interpretación y «otra» tom a de posición sv. Por ello es m ucho más fácil y ligero (perezoso) apuntarse distraíd am en te a los asuntos, tem as, objetivos parciales y de ocasión (del pasado o del presente) con las dispo­ siciones ya habidas y, en cierto m odo, con las viejas anteojeras bien cala­ das. A lo reciclable frente al ciclo m ism o de la autoconfiguración perma­ nente, que aun siendo la tarea mayor, se elu d e60. Si eso es difícil en la práctica de la vida, tam bién es esquivo y raro en esa otra actividad de segundo orden qu e es la reflexión d e la vida sobre ella m ism a. En la h istoria del pensam iento resulta éste, en efecto , un bien escaso, reservado a pocos. Raros son los que se atreven a encararlo, tal vez porque, en el fondo, tam bién éste que se descubre es un intrépido apren­ dizaje del vivir a «vida abierta»; de esa form a de vida que se lo juega todo -ta m b ié n los modos de pensar que había atesorado y a los que tiende a aferrarse, aunque anden siempre en oxidación, vespertinos- en el encuen­ tro creativo co n las situaciones riscosas, las nuevas, las inéditas. El exigido es un estilo trem endam ente con creto (nada perezoso) de saber práctico; muy ca rn a l61. Tal vez el único posible al aparrar los velos del autoengaño que cuntido el proceso de cambio se pone en marclu. acontece como novedad, y lo peculiar de la nove­ dad es que aparece aislada, es decir, no incluida dentro de un orden. [...] D icho de otro modo, no sabemos todavía contcxruaiizaria. lx> nuevo es lo no cotuextualizable, o sea. aquello para lo cual no tene­ mos coordenadas, parámetros, desde los que entenderlo o encuadrarlo, Lo nuevo es lo que se destaca en solitario: carecemos de criterio para comprenderlo y, sin embargo, lo tenemos que entender. Aquí le tomo la palabra a Platón. Se dice en el .Vtenón que lo nuevo no se puede conocer porque se escapa de cualquier criterio de reconocimiento. De acuerdo: lo nuevo es incognoscible en el sentido de la ausencia de contextualización, pero no es un enigma puro, o algo que hay que eliminar por absurdo». Leonardo P O L O , l a p eron a hum ana y ¡u crecimiento. Pamplona. Fuma. 1 9 % . p. 65. El énfasis. nuestro. O . como veremos, todavía mejor, que las situaciones siempre son otras y viene exigiendo permanente­ mente una toma de posición -otra», como se habrá de ver cuando destapemos, al final, la enjundiosa dis­ cusión meadiana de >!<■otro general irado* para ahondar en la comprensión de la dialéctica entre el curso y la activación de la vida solidaria y las fórmulas contingentes de canalización del mismo en las reglas o nor­ mas que se van estableciendo, destinadas siempre a quedar desltordadas y ser sustituidas. * Véase al respecto (PR p. 89). 61 Kn ese aspecto M ead es rotundo cuando dice que el mecanismo de la sociedad humana consiste en sí-mismos corpóreos que se asisren o estorban mutuamente en sus actos cooperativos mediante la manipulación de cosas físicas. (Cf. PP. pp. 168-169). 35 Copyrighted material (¡eorgeHerfxrt Mead de siglos, siem pre tan a m ano, tan reproducible; uno que descubre, y está predispuesto (siem pre predisponiéndose) a descubrir la encarnadura de la corporalidad hu m ana con toda su virulencia; esa refinada m aterialidad inequívoca, vinculada y vinculable con el co n ju n to de las realidades m ate­ riales. Lo que dice, en sum a, está recogido en la máxima «no desperdicies la siguiente ocasión: la que tengas delante». Esa es la m ejor form a o garan­ tía de estar vivo: vivir el presente. El gran indagador del sentido general de la historia, pero tam bién de su co n tin g en cia, de su co n d ició n de aventura de la libertad , H egel, ya lo dijo: «lo más alto, lo más im portante de todo es el presente»62. Sabía que ni siquiera las mejores experiencias que el alma guarda, ni aun las de rodas las almas que atesora la cultura - e l tejido instituido de su sistema sociocultural: esa gran alma de los p u eb lo s- tienen (pueden tener) poder algu­ no en la «to rm en ta del presente». Es la libertad creadora, la capacidad concreta de vivencia y de vínculo que se renga, la que tiene que «inventar» lo que es b ueno, lo que es justo en esta nueva, concreta, exigente ocasión; la que sea el c a s o 03. Sin em bargo sabem os bien que en Hegel se da tamw C om o es sabido esta idea se acompasa bien con el elogio de Hegel a Sócrates com o maestro de la moral, por haber enseñado que no es moral quien quiere y hace lo justo, ni el hombre inocente, sino •el que tiene conciencia de su acción*, lecciones ¡obre la Filosofía J e la H istoria Universal, edición de José G A O S. M adrid, Alianza. 1985, p. 4 8 5 . C om o se ve, este pensamiento no es lejano del modo de comprensión de lo ético que dciíva del pragmatismo meadiano. 6> C f. G . VK F. 11E G E L (18 0 7 ). Fenomenología d el espíritu, M éxico, l-'ondo de Cultura, 1985, p. 54. También referido por Ignacio A Y M F.R IC H , La libertad subjetiva en Hegely Adorno, op. cit., p. 211. Las mejores versiones de esa sabiduría práctica en nuestro mtindo contem poráneo han resultado inequívocamente personalistas, hasta individualistas en extremo -Niet/sche; Canuis, tal vez- a ftier de abrirse a los abismos del «hombre sin retorno*, con el peso abrumador de su libertad creadora. Seguramente tenia que set asi. cuando la marea de los riempos modernos venía marcada por el impe­ tuoso descubrimiento de la voluntad de autodeterminación, aunque fuera sin ganar aún una cabal conciencia de que lo abisal del paso al vacío se produce siempre en plena espesura «le lo social. I*or eso me inclinaría a calificar esa autoafirmación com o «adolescente*. Aunque sobre la limitación de tal perspectiva adolescente se ha de volver aquí, puede venir bien de entrada enfrentarla a la aguda adver­ tencia de lo «plcnisLénte* qué étt su día se me hizo, eh la inedida «(lie, culi esa vacuna, tal vei podamos agarrarnos a la idear de lo adolescente sin atribuida espuriamente a una determinada edad, y reservar­ la sólo a la dim ensión de inmadurez egoccntrista o en general particularista que ciega la mirada adulta (incluida la de los sociólogos, claro). La idea ingeniosa de la «plcnisccncia* la concibió mi hermano F.nriquc cuando discutíamos mi sugerencia de lo adolescente com o clave explicativa de cierto condcsccndicntismo inmaduro por parte de los «adultos* que se puede tomar com o una enfer­ medad moral de las disposiciones educativas de nuestros días, y que veo muy arraigada en las insol­ vencias de lo» modelos de comprensión de la socialización. £1 define 3sí esa potencialidad plenaria de lo joven que la miopía adulta no alcanza a ver: «Me he figurado durante algún tiempo que estibamos hablando de adolescentes. Adolescentes, toma. Siempre me ha reventado esa expresión, sobre todo. 36 Copyrighted material La filosofía ae¡pretente bien la con trap artid a de la atribu ción de relatividad y» sobre todo» de «exterioridad» a los m om entos. Precisamente es ésta la que, com o ha seña­ lado H yppolite, constituye el m undo espiritual para Hegel: precisamente el extrañam iento sería la vida y el sosten de todo. Lo de Hegel es, pues, el m undo espiritual, el m undo del extrañam iento; y sus m om entos, simples detalles del despliegue del espíritu ab solu to64. El refinam iento del naturalismo ampliado de M ead, firm em ente asido a la idea del con tro l consciente de las situaciones con el que las com unida­ des humanas pueden abordar su autogobierno, coge la dirección opuesta. Ya he sugerido qu e nuestra prolongación de la m ism a es el reconocim ien­ to de la in tim id ad de lo social en la in stitu cio n alizació n de la gestión dem ocrática de lo público (o en general en los procesos de institución de los ám bitos de gestión de lo colectivo, correspondientes a lo que la idea de ám bito público representa en los grandes espacios de convivencia)65, pero el primer paso está en la afirm ación de la realidad íntegra, com o un riesgo de om isión y olvido que nos urge en el presente66. Presentábamos a Mead invitando, en el corazón de su visión evolutiva de la etica, a aferrar las situaciones concretas de la praxis que acota un su jeto individual con cebi­ do desde la raíz com o sujeto social, un p lan team ien to, que se apresta a reforzar de la autonom ía activa del su je to 67.*6 porque lo que caracteriza a la edad que se suele cercar con esc maldito termino es el inicio de la pleni­ tud (de las capacidades, digo). Habría que llamarles “plcnisccntcs"». D e una carta privada desde Helsinki, de junio 2 0 0 0 . La cito de un trabajo conjunto: Ignacio SÁ N C H E Z DF. LA YNCF.RA. y Enrique SÁ N C H E Z D E LA YN CERA , «Léelo. Con sangre, entran (Sobre el problema de la educa­ ción, d entusiasmo y la creatividad)», Encuentro Educacional9. (1) Universidad del Zulia. Maracaibo. enero-abril. 2 002. 9 3 a 109, p. 102. M Cf. G . W. F. HF.GF.l. (1 8 0 7 ), Eenomenoiogía d el espíritu, México, Fondo de Cultura, 1985, p. 54 y cf. asimismo Jean H Y P P O L IT E , Génesis y estructura d e la •Fenom enología deI espíritu• d e H egel Barcelona. Península, Edicions 6 2 , 1974, Vid. al respecto las pp. 17, 354¡, 3 7 0 y 384. 6' 1. S Á N C H E Z D E LA Y N C E R A . «La intimidad de lo social. Avistando el carácter global de la solidaridad», en Antonio A R1Ñ O (2 0 0 5 ), Las encrucijadas de la d ig n id a d cultural Madrid, C IS, 2 0 0 5 , pp. 89-1L 2. M e temo que aquello de lo que verdad hablaba N iem chc con su «muerte de Dios» - y que, como recuerda Slotcrdijk inspira esperanza y horror a nuestro tiem po- es esc n o querer dar paso a las nove­ dades insólitas: «Algo ha muerto, dice Slotcrdijk glosando a Nictzschc, y sólo le queda descomponer­ se con m is o menos rapidez, aunque, de algún modo, la vida y la civilización siguen adelante y se aventurarán en novedades todavía inconcebibles». Rcter S L O T E R D IJK . En el mismo barco. Ensayo sobre la hiptrpolitica, Madrid, Biblioteca de Ensayo, SirucLa. 1994. p. 6 7 ). 1 Cfr. G . H . M E A D , «The Philosophical Basis o f Ethics». op. cit., p. 8 4 . 37 Copyrighted material Gcorge Herbcrt Mead Aunque sólo fuera en ese aspecto apuntado del atrevido énfasis en el pre­ sente co m o sede de la realidad, el libro que presentam os, el ú n ico que cabría atribuir con algún rigor a M ead, nos planta an te un desafío. D e esa obra póstum a seguram ente sí que puede decirse que es «el libro de M ead». C o m o explica en su ensayo A rthur M urphy, el editor del o rig i­ nal, recoge éste el m anu scrito qu e el profesor de C h icago preparó para las C onferencias C arus, que p ronu nció en Berkeley apenas un mes antes m orir, ju n to a otro puñado de escritos y publicaciones de por enton ces qu e lo co m p letan . E n todo caso, condensa los tesoros de in tu ició n , de visión panorám ica del latir de su tiem po en su faceta más refinada, y de cuidada reflexión original que explican qu e el eco de unas clases ofreci­ das desde el D ep artam en to de Filosofía de la Universidad de C h icago le acabara convirtiend o en uno de los clásicos de las ciencias sociales; que la fam a de un d iscreto p rofesor qu e escrib ió b ien p oco acabara recla­ m ando la a ten ció n , y acreciendo la adm iración en tre los estudiantes y estudiosos de las ciencias sociales, y que eso ocurriera de un m odo que iría elevando d u rante las décadas siguientes su figura hasta llevarla a la posición cim era ju n to al puñado de genios que hoy consideram os clási­ cos en varias disciplinas c ie n tífic a s 68. En todo caso, el lector topa aquí co n un libro singular para una colecció n de clásicos de las ciencias socia­ les, cuyo título apunta, nada m enos, que hacia la teoría - l a filo so fía - del presente. Pero hem os de notar, co m o advierte M urphy, que el uso principal del térm in o «presente» no lo endereza M ead preferentem ente hacia la situ a­ ción del p ensam iento de su tiem p o sin o hacia el estatu to de cualquier fenóm eno «cuando y m ientras ocurre*»6 '. El profesor de la Universidad de C h icago form ulaba esa refinada cuestión en pleno in ten to de dcscri- *69 M Hans Joas lo ha aseverado, con la contundencia de su estilo sobrio, riguroso >•apodictico. que se hace especialmente oportuno a la hora de situar en su contexto la publicación de este que fue su pri­ mer libro postumo y lo más parecido a una monografía suya: «George Herbcrt Mead ocupa un lugar peculiar entre quienes son considerados hoy en día indiscutidamcntc como clásicos de la teoría socio­ lógica. No publicó un sólo libro en toda su vida y al morir apenas se le conocía m is allá del círculo de sus estudiantes y colegas más allegados. Más aún: jamás dictó cátedra en la Facultad de Sociología, sino ensebó toda su vida en las áreas de Filosofía y psicología.» H . JO A S , *La em ergencia de lo nuevo (...)» , op. cit.. pp. 110-111. 69 Arthur E. M U R P H Y (1 9 3 2 ), «Introduction» en G . H. M E A D , The Philoiophy o f the Present. op. cit. (citado de la reimpresión de 1959), pp. xi-xxxv. Es la introducción de la edición original, que el mismo editó, incluido en la presente edición del libro. La cita, de la p. xxxvii. 38 Copyrighted material La fdmofia dri prtitntr b ir la textu ra de los escenarios cxp erien cialcs, allí d on d e los a c o n te c i­ m ientos em ergentes ocurren y reclam an a los seres hum anos una aten ­ ción co n scien te y reflexiva. C on sid ero muy relevante para presentar este libro tan expresivo del estilo intelectual de M ead, arrostrem os esa pro­ b lem ática c o n la dem ora necesaria. Porque en el la com p aración entre los diversos niveles que se pueden distinguir entre las form as de in terac­ ción natural trata de ser «dcsparticulatizadora y, en algún sentid o, in clu ­ so «d esan tro p o lo g izan tc» °. Por eso M ead trata de in clu ir (co n tra lo que el en tien d e que fue el fracaso idealista) la realidad en la experiencia, y la experiencia en la realidad natural Alrededor de esc asunto de los fenóm enos em ergentes y del m om en to de su em ergencia gravita, pues, en un racim o de asuntos com plem en tarios, el in ten to de describir, c o m ­ prender y explicar la experiencia hum ana en su situación tem poral y en su p ro b lem a ticid a d , y de un m od o qu e aún puede fecu n d ar la teoría social. En el hontanar griego de nuestra ilustración, Aristóteles había pensado la polis com o un aspecto «natural» del orden del cosm os, y consideraba la socialidad c o m o algo in trín seco a la co n d ició n hum ana. N o obstan te, " Sin que podamos detenernos aquí en el detalle de la explicación, esc pensamiento apunta, por ejemplo, a esa original manera suya de generalizar la idea de «socialidad". de modo que los fenómenos de interacción coi» controles de segundo o tercer nivel (com o en la percepción o en la conciencia) puedan verse com o estrictas interacciones susceptibles de explicación de arriba a abajo y de abajo a artiba. (C f. PI*. 3 8 - 3 9 y passim). "■ Son, en todo caso, niveles muy refinados de elaboración reflexiva, porque el esfuerzo de Mead por ampliar la concepción de lo natural no está en absoluto reñido con su cuidadosa advertencia de la diferencia humana y de la cuestión de la articulación de la experiencia y de la convivencia. Su concep­ ción de una Naturaleza en la que deben caber los complejos procesos reflexivos que permiten al ser humano el control técnico y el esfuerzo etico por la articulación de las identidades y no está reñida, claro, con la detección de la importancia de la mediación simbólica en el dominio práctico del signifi­ cado que es posible en la conducta social humana. Ni tampoco lo está, en absoluto, con esa otra veta de refinamiento extraordinario, que presenta la obra de Joas cuando, llevando a un desarrollo máximo las sugerencias de la ética pragmatista, plantea a fondo la cuestión de la apertura agencia! ante lo nuevo y la articulación de la experiencia personal en la esfera pública. Com o dice el sociólogo alemán, lo que necesitamos es una reconstrucción de los procesos de innovación cultural entendidos en tres niveles: 1) las situaciones en su inmediatez cualitativa; 2) nuestras respuestas irreflexivas a esas situaciones; 3) nuestra articulación interpretativa de esas respuestas y la de esa misma articulación con las interpreta­ ciones públicamente establecidas. Han* JO A S, -O n articularion», Com uliariom 9, 4 (2002), pp. 504515. Algunas precisiones concretas relativas al estigma dd holocausto del mismo autor pueden leerse en «Cultural Trauma? O n thc Most Rcccnt Tum in Jcfírcy Alcxandcr's Cultural Sociology», Europtan Journal o f Social Theory 8 (2005), pp. 3 6 5 -3 7 4 , p. 6 7 . Aprovecharé para llamar la atención sobre esta excelente revista europea, me parece que aún poco usada para la calidad que ha reunido en sus páginas, y sobre la que me llamó la atención desde el principio Salvador Giner. 39 Copyrighted material Ccorgc Hcrbcrt Mead G recia, aun cuando n os llegue sublimada en la magia del m an to idealizador, estcticisia y m oralista a la vez, con que la envuelve un Ja e g e r72, no puede ser un modelo para el presente. N o nos procura el principio funda­ mental que Hegel percibió com o nadie, y que, según él, m arca la diferen­ cia insalvable entre aquellos tiem pos y los m odernos: el principio genera­ lizado de la libertad subjetiva 3. Ya en la versión kantiana A ufldárung, se había producido un cam b io muy drástico, que podríam os asociar a una exasperación aguda del «reino de la libertad» o de la autonom ía humana. La asociación ciudadana no se con cibe ya com o un orden de partida, sino com o un orden deseable hacia el que la naturaleza estaría ten d ien d o , y que podría verse facilitado, conquistado, con la cooperación de la volun­ tad hum ana, a partir del reco n o cim ien to sistem ático del ord en natural que garantiza la razón en su buen uso cien tífico En ese cam bio de cu a­ dro, bien drástico, están en juego dos factores que no pueden m enos que incidir en la form a básica de la experim entación del m undo (y tam bién del paso del tiem po). El primero es el m odo de com prender al ser hum a­ no en la naturaleza -d e n tro de ella o enfrentado con e lla -, y e l segundo, el m odo de enfrentam iento del ser hum ano con los incidentes qu e irrumpen en su cond u cta y la afectan en la con figu ración de su h o rizo n te, de su apropiabilidad y de la m em oria que tiene de ella V Pues b ien , la m irada reflexiva de M ead da pie para en ten d er la realidad natural co m o co n texto in terior de la em ergencia y del dcsenvolvim ienMe refiero, daro, a Paicteui, ese libro admirable, aunque en realidad parezca leer lo griego con una magistral exhibición de im aginación creativa, abonada a la mejor faceta idealizadora de los ideales proyectados por la gran cultura idealista alemana del x ix y de comienzos del xx. d e fibra cristiana, ofreciendo una visión casi díametrafmente opuesta a la gran posibilidad interpretativa, que Nierzsche auspició contundentemente. V id.: Werner JA E G E R , Paültia. México. F C E , 1985. ' Vid. I. AYM E R IG I1. La Ubertad subjetiva en Hegely Adomo, op. cit., p. 197. También es en su htlosojia de la Historia donde Hegel lo recoge: «este principio de la libertad subjetiva surge con posterioridad: es el principio de la época moderna desarrollada, que aparece también en el mundo griego, pero ya como prin­ cipio de corrupción de la vida del estado helénico». Y no. claro, como estricto pivote de la vida de ese Estado (Cf. ibidem ), p. 114. ‘ Ya be destacado en otros trabajos d ejemplar acercamiento (luhmaniano) a la extrema contingen­ cia que subyacc a la cuestión del orden social que ofrece José M ana GARCÍA B L A N C O : *La realidad social como problema: algunas consideraciones sobre la reflexión de la sociedad moderna y la consti­ tución de la sociología», en C . Moya y otros (comps.), Escritos de teoría sociológica en Homenaje a Luis Rodríguez Zúñiga. M adrid. C entro de Investigaciones Sociológicas, 1992, pp. 2 0 3 -2 2 4 . 7? Vid. Michcl FO U C A U LT, «Seminario sobre el texto de Kant “Was ist Aufldárung?”». en ídem, I m cruit de ¡a racionalidad, Universidad de Murcia, 19 8 6 , pp. 13-24, Luc Ignacio Aymcrich quien me puso sobre la pista de este texto hace años y Jósean Larrión quien me la devolvió. 40 Copyrighted mate La fUotafta delpresente to de la socialid ad h u m an a. Pero la c o n d ic ió n de in terio rid ad o de «autoacogida» de ese co n texto ín tim o de la em ergen cia no la co n cib e en la línea de aquel fastuoso des-pliegue y re-pliegue del espíritu abso­ lu to sin o , p re c isa m e n te , en fu n c ió n de los e p iso d io s c o n c re to s de « co m u n ica c ió n p articip ad a » qu e se p ro d u cen en la viv en cia de esa so cialid ad . Y por eso m ism o, puede en te n d e rla , co m o hogar de una experiencia hum ana - l a personal y las c o le c tiv a s- susceptible de cobrar d om inio y co n cien cia de sí en el in terior de esa realidad natural, com o parte indiscernible de ésta; y verla capaz de abrirse a un m undo de co n ­ tinua em ergen cia de a c o n te c im ie n to s, y de m edirse au to co n tro la d a m ente con los nuevos presentes que em ergen. Esc es el sen tid o m ejor de su afirm ación d e la íntim a relación en tre el orden del m undo y las exigencias del orden social y m oral: «la m ism a Inteligencia que penetra en el orden físico y lo con tro la es la qu e trata los problem as de la socie­ dad hum ana». Y por eso puede d ecir que «el m étod o cien tífico no tiene una visión de un orden social perfecto que le haya sido entregado en el m onte», sino que sim p lem en te opera sobre el supuesto de la suficiencia de esa in telig en cia ú n ica para abord ar los p ro b lem as de u n o u o tro género que em pleam os en el m étod o cien tífico a la hora de solucionar problem as 7(\ Por eso, para M ead el no sólo o cu rre que el h om b re se encu entre en el m u n d o co m o en su casa tan to «com o anim al y com o investigador de la naturaleza», sino que hay q u e entender que «la socie­ dad de los hom bres form a parte, igualm ente, del orden del universo». D e m anera que «la inteligencia que se invoca para ir en pos de la per­ fección de esa socied ad es esa m ism a que em plean los seres hum anos para convertirse en parte de esc en to rn o físico d e una m anera más c o m ­ pleta y poder así co n tro larlo . Lo que el método- cien tífico exige al apli­ carlo a la solu ción d e problem as sociales, es la franca aceptación de la sociedad hum ana co m o una parte del orden del universo» 7. Es cierto que en Filosofía d el presente esa cuestión de alcance general com ­ parece mayormente en un plano más específico, el del análisis de lo que la ciencia hace con los fenóm enos emergentes y puede decir ante ellos. Pero, : Vid. G . H. M E A D , «Scientific Method and thc Moral Sciences», op. cit., pp. 2 4 8 -2 6 6 . l a refe­ rencia a las pp. 264- 26 5 : tam bién para las citas. lin d an . Conviene aclarar que Mead menciona en esc m ism o pasaje que la segunda exigencia implicada por el método científico es la sustitución de los valores de culto p o r valoresfuncionales. 41 Copyrighted material GcorgeHerbett Mead bien m irado, eso m ism o puede servir de ocasión para hacernos cargo de ia envergadura y la actualidad de las problem áticas de fondo, com o estas que apu ntam os so b re la m édula de la a cció n ética , co n las qu e se m ide el em peño m eadiano. N o en vano, M ead se vuelve hacia fenóm enos inm e­ diatos de gran repercusión epistem ológica, com o los hallazgos científicos de la relatividad einsteniana, apuntando a ellos com o aldabonazos de las experiencias del presente de su tiem p o -« la desaparición de un pasado absoluto y la relegación de la masa, sustituida por una con cep ción más general de la en ergía, subrayan los hallazgos cien tífico s presentes co m o contraste y c o m o sede de la realidad» R- ; pero incluso, su argum ento los conecta abiertam ente con la delim itación de la tarea que él entiende que es la fundam ental del pensam iento de la época: «La tarea de la filosofía de hoy» -d ic e - es «establecer la congruencia entre esa universalidad de determinación, que es el texto mismo de la ciencia m od erna, y bi emergencia de ¡o nuevo, que n o sólo pcrrcnccc a la experiencia de los organismos sociales humanos sino que la encon­ tramos en la naturaleza que la ciencia y la filosofía subsiguiente han separado de la naturaleza humana» 73*79. Pero la am biciosa form ulación de esa tarea grande cobra su tenor cuando percibim os q u e el abordam iento de la paradoja del p ositivism o80 sólo es el sím bolo de una gran cuestión sobre la creatividad, la contingencia y la experiencia hum ana que apunta a la captación íntegra del tejido interacti­ vo y social de la experiencia. Se trata del apunte de las ganancias para la teoría de la acción social que Joas destaca en el Pragmatism o cuando dice que podem os hallar en él ideas fundam entales para el trabajo teórico sobre la acción y del orden social «de m áxim a actualidad» y qu e no han sido todavía «suficientem ente integradas en la sociología»81. Algunas de las de mayor rango las apuntábam os ya en la introducción, pero cabe relanzarlas 73 (PP, p. 4 5 ). Procedente tic la segunda conferencia. » (P P .p . 14). K Junto a la defición de la tarca, aparece precisamente la dificulrad de los hábitos contumaces, que Mead describe gráficamente a continuación, con una formulación de la paradoja apuntada que no puede ser m is elocuente: «1.a dificultad que se presenta inmediatamente es que tan pronto com o aparece el emergente, tratamos de racionalizarlo, es decir, intentamos mostrar que este, o al menos las condiciones que determinan su aparición, puede ser encontrado en el pasado subyacente tras él». (PP, p. 14.; Vid. tam bién, pp. 37-38). *' H . JO A S. Elpragm atism o y la teoría de la sociedad, op. cit.. p. 23. 42 Copyrighted material la fil*tafia d t1presente siguiendo a Dcwcy, quien afirma que la actividad hum ana se puede carac­ terizar com o «creadora» cuando «funciona para su propio enriquecim ien­ to com o actividad, es decir, acarreando la liberación d e ulteriores activida­ des»*2. Mead form ula esa idea incluso en clave de «inteligencia creativa», pero le hace ganar mucha mayor fuerza cuando se la tom a, com o desde él es exigible hacerlo, en su variante fundam ental y fontal: la de la creativi­ d a d d e la actividad colectiva. Por eso hem os hablamos aquí, desde el inicio, de su idea de la ciencia productiva, que subraya el tenso arco de intersubjetividad que caracteriza perm anentem ente la estructuración de nuestra experiencia, y de nuestras identidades. Tal vez estamos ante lo que es de verdad «lo difícil» en nuestros campos. Pero se me antoja que la dificultad puede convertirse en aliada o cóm plice de un em peño, como el nuestro, que trata de ceñir la obra de Mead al abrigo de la ventaja que ofrece una posterioridad heredera. Sobre todo, si la queremos mostrar com o fuerza motriz de la am bición de hacer «teoría del presente» e incluso de re:omar la sociología para ese mismo propósito de elucidación de las contingencias que asaltan la aventura de nuestra libertad. 2. IOS LÍMITES DE LA IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA SE ENSANCHAN: EL PRAGMATISMO AMPLIADO E n torno a la cuestión de la em ergencia y el presente se presenta, pues, enteriza la cuestión misma de la socialidad, tomada con especial co n cen ­ tración en los problem as de la intersubjetividad, de la significación, de la com u nicación, de la participación y de la conciencia. Si, com o creem os, el núcleo de la sociología general -c o m o saber funda­ m e n ta l- debe concentrarse en el entrenam iento de la im aginación socio­ lógica, y más concretam ente en la detección de lo colectivo en cuanto tal, la visión de M ead c o m o clásico de la disciplina e in elu d ible aliado se agranda. Se agranda m ucho. Precisam ente esa faceta de conceptuador de lo colectivo asoma en su obra co n una nitidez qu e distingue a los pocos *’ ). D EW E Y , Naturaleza hum ana y conducta, op. cu., p. 138. 43 Copyrighted material Cieorpc ! to b en Mead autores, la m ayoría posclásicos 83, en quienes es la propia socialidad la que aparece nítidam ente perfilada com o el objeto mismo de la sociología. Para ese propósito de trabajo conceptual en zona tan medular tomaríamos, pues, un ángulo ventajoso en la mirada de conju nto de M ead sobre los procesos naturales, que permite, encuadrar y situar de la m ejor manera la cuestión dé­ la refUxividad hum ana, y que no sólo nos permitirá resaltar su singular con­ cepción de la ciencia y de los procedimientos dem ocráticos de gestión de los problemas sociales, sino verlos asim ism o, con sus ojos, com o los métodos de control qu e refinan y culm inan un proceso natural que en los tramos evolutivos de la conducta social humana «se vuelve» paulatinamente «autoconsciente». Tom aríam os, pues, todo esto en su plano estratégico más am bi­ cioso, aquel q u e perm ite trazar lo qu e hay de integral en el esfuerzo de «reflexión com pleta» en el que se enclava la sociología sugerida por la obra de M ead. Ya habrá luego ocasión para volver sobre lo conspicuo de la perso­ nalidad intelectual de Mead de la que habla Joh n Dewey. D e hecho, al ubicarse en esc plano general, la mirada de M ead amplía los lím ites de la im aginación sociológ ica (y de la propia razón ilustrada en general). Desde su m odo de m irar las formas avanzadas de actividad inter­ subjetivam ente organizada y controlada (las que se descubren en la cien ­ cia y en la institu cion alización de la dem ocracia social de derecho, o al m enos en la m e jo r versión del querer ser de éstas qu e asom a) pueden tomarse co m o hitos para entender y explicar nuestra manera de ser reali­ dad natural y d e estar en ella, y de afrontar, reconocer y tratar de resolver los p roblem as qu e se nos tercian . Ya ad virtió H egel qu e la co n cien cia reflexiva no d eja nada in alterad o84. Só lo que él, acertando in discu tible­ m ente con la significatividad de los sistemas socioculturales a la hora de dar cu enta d e la actividad hum ana 85, propendía, a nuestro entender, a Gurvitch, Parsons, Mauss, Plahermas. Casroriadis. Luhmann. Etzioni, Joas. Honneth. quizás. La sentencia la recoge Charles 1 AYLOR. V id C h. laylor, H egel y la sociedad moderna. México, Fondo de Cultura Económ ica, 1983. p. 46. Creo que esta alusión a los argumentos trascendentales, que m is de una vez ha provocado respin­ gos en algunos foros cuando la he dejado oír se hará más digerible si se recurre al serio trabajo de Taylor donde los define así: «Los argumentos trascendentales son, entonces, cadenas de afirmaciones apodícticas de indispensabilidad que conciernen a la experiencia y tienen, de ese modo, un anclaje indiscutible» (1 3 3 -1 3 4 ). Y dice de ellos que -te basan en la explicitación de un discernimiento de nuestra propia actividad- (135). pues hacen ver que -una actividad tiene un objeto y ciertas cosas le son indispensables- (13 5 ). Charles Taylor, «La validez de los argumentos trascendentales», en Charles TA YLO R. La libertad de loi modernoi. Madrid. Amorrortu. 2 0 0 5 , pp. 1 2 3 -140. M 44 Copyrighted material La filosofía delpresento exagerar en exceso, a sublimar la «significación consciente» y la «conccptualización», a la hora de formularlos y de describir su articulación. Aun­ que no quepa por ello menospreciar el formidable potencial interpretativo que todavía llega y llegará de la poco explotada sociología de H egcl, el estilo in telectu al de la reflexividad del Pragm atista ayuda a corregir su modo. C o m o advertíam os, hay en el propio Pragm atism o m ucha antropología básica de por m edio, y en la teoría meadiana de la socialidad ésta se presen­ ta, además, en tin marco de reflexión completa. Por eso buscamos traer a la luz la novedad de esa posición, y su referencialidad para madurar una pers­ pectiva sociológica que se ponga a la altura de las exigencias que nos impone la convivencia actual. Su reflexión, tan «completa», tan dialéctica, que trata de ir de arriba a abajo y de abajo a arriba, m odulando la explicación de la socialidad com o condición de posibilidad de la conciencia y de su «colmo», que se manifiesta en la ciencia com o procedimiento, aporta mucha energía alteradora. Y por lo mismo exploramos en concreto su fascinación por los acontecim ientos emergentes, y por el presente disruptivo que marcan, a la hora de hacer sociología aplicada, pero, sobre todo, a la hora de fundar m ejor las bases de la sociología fundamental que necesitam os (y que debe ser capaz, incluso, de describir y explicar el tipo especializado de actividad social que respalda los procedimientos más acreditados de la ciencia, com o el propio Mead trata de hacer en este lib ro )86. G corgc H erberr Mead es el pensador del Pragmatismo estadounidense que más ha influ id o en la so cio lo g ía87. Pese a que nunca dejó de adm irar a sf‘ Es precisamente en esc plano donde mejor se acomodan afirmaciones sobre la realidad del pre­ sente y sus exigencias com o la que encontramos en la p. 45 del libro: «la desaparición de un pasado absoluto y la relegación de la masa en favor de una concepción más general de la energía, subrayan los hallazgos científicos presentes como contraste y com o sede de la realidad». Ni que decirse tiene que en las exposiciones sintéticas que el libro recoge Mead se dispone a proporcionar interpretaciones con­ cienzudas del alcance vital, y para la propia visión casera del mundo ordinario, de esos avances (cuya trascendencia se propagaba orqucstalmcntc en las discusiones y giganromaquias de la cosmología del momento y sus voceros). (La cita, PP, p. 45). " Nacido en South Hadley (Massachussets) en 18 6 3 , fallecería en Chicago en 1931, donde ejerció la profesión docente durante cuarenta años. Discípulo de William Jantes: y Josiah Roycc en Harvard, de W ilhclm Wundt en Leipzig y de W ilhclm Dilthey en Berlín, vivió en estrecha relación de amistad y de intercambio intelectual con Charles Norton Coolcy y John Dewcy. Aparte de la completa sem­ blanza. siempre con su estilo certero y sintético, que de todo esto ofrece Joas, la biografía intelectual más completa hasta ahora disponible es la de G aty ALLAN C O O K . G torgt H erber: M ead. The M aking o f a Social Pragmatist, ya citada. 45 Copyrighted material GeorgeHcrbert Mrztl Royce, al maesrro am ericano que más le influyó, pronto llegó a considerar com o inadecuada una filosofía con la mirada demasiado nostálgica, y que, engatillada en el pasado europeo se m antenía a distancia de las ciencias y los problemas sociales de su tiempo M. En respuesta a ese com prom iso ineludi­ ble que sentía con las urgentes realidades sociales de su tiem po 89, M ead prolonga la investigación de Pcircc sobre el procedim iento científico no sólo a las condiciones de posibilidad del ejercicio de la racionalidad científica -entendiéndola ya com o una forma altamente consciente y auto controlada de ejercicio práctico de la inteligencia-, sino a los procedimientos generales de auto percepción y de autocontrol que presiden la conducta hum ana en los escenarios ordinarios de la interacción so c ia l90. Esa línea de exam en entronca, además, con su investigación del origen de la inteligencia reflexiva - l o que en este libro aparece com o el tercero de los sentidos de la palabra «conciencia» 9I- en el seno de la actividad natural. Es todo el cam po, tan ilustrado, pero tam bién tan gnosticista, de la conciencia. Pero a M ead le interesa advertir, ya lo decíam os, la conciencia com o un tipo singular de interacción que emerge dentro de la realidad natural92. ** Joas ha destacado con mucho acierto en sus libros cóm o Mead la veía como un intento de injerto de la vie|a cultura europea en el joven tejido de la vida estadounidense de su tiempo, que no servia como autentica interpretación de esta, y menos aún como una guia razonable para la acción en aque­ llas condiciones sociohistóricas. Sobre esto inc he ocupado con algún pormenor en m i monografía (Ignacio SÁ N C H E Z D E LA Y N C E R A , La m irada reflexiva de G. //. M ead. Sabré la ¡oetahdady la comunicación, pp. 3-74). *■' l a dedicación de Mead a las tarcas de integración social en la encarnizada vida en los márgenes dd Chicago del primer tercio de siglo fue intensa, como es sabido, sobre todo a través del City Club. Vid Gary A C O O K , George H E R B E R T M EA D , The M akin g ofa SocialPm pnatitt. op. a t.. pp. 9 9 ss. 90 D e manera que en sus escritos, aunque no sea de forma plenamente desarrollada late el espíritu de tina novedosa y rica ética democrática postkantiana que todavía pendiente de explotación y de aprovechamiento sociológico. 91 Aunque en buena pane el libro entero gravita sobre este asunto, y sobre el problema de la reduc­ ción o negación de las realidades emergentes con sus «racionalizaciones» explicativas ex pott facto. especialmente expresivo es el conjunto de precisiones sobre lo consciente y la conciencia que pueden encontrarse en torno al pasaje de la filosofía del presente que dice así: «Permítaseme enunciar de nuevo la situación donde aparece la conciencia». (Cf. PP. 7 1 . passim). Este asunto es especialmente digno de atención, y puede volverse especialmente expresivo en el modo que Mead tiene de sentar en sus estudios comparados la «diferencia humana» dentro del reino animal. Sobre todo, si hemos de hacer caso a Ramón Ramos, cuando indica, siguiendo a Sartori, que a la hora de analizar un pensamiento que opta por la comparación es preciso fijarse en el modo en que se enfrenta con tres problemas de fondo: ¿que comparar?, ¿cómo hacerlo? y ¿por que? (yen cómo los resuelve) Vid. Ramón RA M O S. «La ciudad en la historia: comparación, análisis y narración en b sociología histórica de Max W E B E R ». Política y SoaecLid 38 (2001), pp. 45-67. La referencia de Ramos es a 1. SA RTO RI («La política comparara: prcmesse e problemi. Rúnica Italiana d i Scienza Política 1:7-66]; 1971: p. 6). 46 Copyrighted material la filo ¡o jia d e lpresente Palpita en el libro, pues, un Pragm atism o am pliado - q u e M ead co m p a r­ tió co n Jo h n D ew cy— y caracterizado por una com p leja e intensa c o n ­ cien cia de situ ació n q u e perm ite calar en la sig n ificació n de su figura in telectu al de un m od o infrecu en te en nuestras cien cias sociales. C o n esc peculiar estilo suyo, que «saca» de los dem ás, co m o si fueran de ellos, las novedades interpretativas que él estrena, M ead replantea el en foqu e de la integrid ad del p roceso vital qu erien d o dejar sentado que la vida hum ana, y por ende sus significados y sus procesos con scien tes, p or refi­ nados que sean, form a parte de la naturaleza y es capaz de m edirse de situación en situ ació n con ella, y con su vida en e lla 93. Pero ese en foqu e lo encuadra en una retadora teoría intersubjetivista de la acción en situ a­ ción que hizo de M ead , si hacem os caso a H abcrm as, la figura decisiva en el cam bio al paradigm a de la com u n icación com o eje de la sociología actu al, y co n cretam en te de su con cep ción de la praxis, qu e desarrolla y supera la que la sociología clásica articulaba sobre el paradigma productivista del tra b a jo 94. D e algún m odo prosigue «la otra línea» - l a a b o rta ­ da por el prop io H egel jo v en , el de J e n a - de la trad ición hegeliana 95. «Existen sólo dos tipos de reacciones en una situación práctica, nos dice Mead. Se puede respon­ der a impulsos reconocidos con hábitos bien establecidos, o se pueden adoptar y reconstruir estos hábitos (a partir de) con una nueva interpretación de la situación. La mayor parte de nuestra acción cae. por supuesto, dentro de esa primera categoría, y no implica lucha moral. El segundo tipo es, por otra parte, aquel en el que surgen prácticamente todos nuestros asuntos morales» (M EA D , The Philosophica l Basis o f Ethics 1964, pp. 9 0 -9 1 . Mead habla en esa página 91 del «control» entre las fases del acto: «este proceso, ya lo encontremos en el campo de la invención mecánica o en el ámbito de la ingeniería o de la investigación científica es reconocido como el más absorbente, el más interesante, el más fas­ cinante intelcCtualmcnte en el que la mente humana se puede ocupar, y este interés pertenece legíti­ mamente a la solución de cualquier problema moral, puesto que el procedimiento es intclcctualmcnte idéntico*. Cfr. G . H. M E A D . «The Philosophical Basis o f Ethics», op cit., pp. 8 2 -9 3 . La referencia, a la p. 9 1 . Entre los sociólogos, y como ha acertado a poner de relieve con mucho acierto Joas, fue 'Chumas quien en sus investigaciones sobre los patrones de conducta del campesinado polaco «migra­ do a America acertó a distinguir, al menos, cuatro deseos básicos que mueven la conducta humana: el deseo de novedad, el deseo de controlar o dominar las situaciones, el deseo de reconocim iento y el deseo de certidumbre sobre o d e seguridad en la propia identidad. C f H. JO A S . E l pragm atism o y la teoría de la sociedad, op. cit., p. 38. "* Vid. Jürgen H A B E R M A S. Teoría d e la acción com unicativa, Madrid, Taurus, 1987 (2 volúme­ nes). A esa «renovación» de la sociología. Joas y Cam ic la han llamado, atinadamente «giro dialógico». Vid. Charles C H A M IC y Hans JO A S (cds.), The D talogical Tum: N ew Roles fb r Sociolagy in che Postdiscipltnary Age, l anham. M D . Rowman and l.ittlefield, 2004. Aquí me estoy refiriendo, intentto recta, al sugestivo enfoque de Honncth. que apunta a la inter» subjetividad y al paradigma de la comunicación. No obstante, la inspiración netamente haberniasiana de esc momento, aunque ya venga bastante impulsada en Joas. se queda corta. Ahí, la mirada atina al apuntar la cuestión medular d e la identidad en un sentido pictórico (empeño m agnánim o), pero engatillada (mentecata miseria) en un enfoque demasiado obvio desde el conflicto entre partes que 47 Copyrighted material CeorgcHcrbcrt Mead Pero lo que m e interesa especialm ente es el ««planteamiento»* o, m ejo r, la fijació n del plano desde donde partir a la hora de trabajar las situacion es de acción o , m ejo r, las «accion es en situación»» en las qu e se ocu p a el pragm atism o de M ead. Ese aspecto entronca co n el matiz acusadam ente antropológico (y an trop ogenctico) de la indagación m eadiana del que hablábam os. Pero para coger el flanco más propicio, va a hacer falta, tam bién, que atendam os al p u n to de vista que M ead adopta al atender la cu estión de fon d o de la •«diferencia humana»». Parece qu e esa «diferencia» tend ría qu e ser la de Plessner y de G chlcn co n la que enlaza H aberm as96, pero el cañam azo de esa cuestión en la tradición contem poránea está, com o tantas veces, en la inspiración de Hegel. Éste había entendido, com o recuerda Carlos M oya, el surgim iento de la razón com o un m ovim iento de radical d istan ciam ien ' to (y enfrentam iento) respecto de la necesidad recurrente de la naturaleza y sus ciclos sobre tod o, había concebido su historia, la Historia Universal, com o el progreso en la conciencia de la libertad, la cual tom aría, a su vez, el papel de D ios <>7. Y, aquí no: esa diferencia se nos aparece, en cam b io , co m o una virtualidad de la naturaleza, que ha em ergido de ella m ism a para hacerse cargo d e sí. Q u ie re M ead apresar la N aturaleza en te ra -in c lu irla en sus interpretaciones y explicaciones de los fenóm enos— con una ideación más p oten te de ésta, sin necesidad de dualism os ni d e una sim plificación m onista com o la que tentó al esplritualism o hegeliano. Por eso su «reflexión completa»» ha de tom ar un sen tid o m erid ia n a m en te opu esto al h eg elian o. Q u iere corresp on d erse, co n n aturalid ad, co n la aplastante lógica de los escenarios de la vida práctica, que M ead encuentra no m enos palpitante en la propia lógica práctica de la actividad científica, pues ésta no haría otra cosa, en realidad, que proceder (m etódicam ente) a la resolución de problem as acotados en contextos acotados, com o los que asaltan los otros escenarios vitales. Parsons ya vio como presociológico. Axil H O N N E T I I { 19 9 2 ), L a bu h a p or r l reconocim iento , Barce­ lona, C ritica, 1997. Ya se ha hecho mención a otra obra más reciente del mismo autor, qu e es, en cierto modo, una aplicación de la anterior a la revisión de un tema centra) de la tradición sociológica: Reificacién. Un eitudio en la teoría d e! reconocimiento, op. cit. ’■ C om o es sabido, estos au tores introdujeron en la antropología europea la pista de la explica­ ción filogcnética propuesta p o r Mead, y fue. de hecho, G chlcn quien procuró esc enlace al propio Habermas. C f. Carlos M O YA , D e la ciu d ad y d e \u razón , Madrid, Cupsa, 1977, pp. 225-22.1. 48 Copyrighted material La filosofía del presente H egel ya había abism ad o su ficien tem en te su análisis en la dim en sión autoacogedora del m undo del sentido o del «espíritu» (o sea, en el fondo d ialéctico de la experiencia en ten d id a en ú ltim o térm in o co m o razón co n scien te de ella m ism a), que renueva siem pre su «adem ás», dejando viejo lo anterior con el nuevo paso, reabsorbiéndolo y superándolo. Pero esc cierre autoacogcdor, que se cierne sobre la realidad natural fundiéndo­ la en el espíritu, cargaba ese «además» con un exceso unilateral, al querer que la com pleción de la síntesis entre lo incrcial de la materia y la vitali­ dad del espíritu se consum ara en realidad sólo en una sim ple apariencia -u n ila te r a l- por el lado del espíritu ,s. A M ead, en cam b io , le interesa, com o decim os, una visión ampliada de la naturaleza donde quede patente que lo mental form a parte de ella; que reconozca a la propia reflexividad autoconscicnte com o una com pleja y refinadísima fórm ula de interacción natural, susceptible de hacer a los seres hum anos capaces del control con s­ cien te de los procesos naturales que Ies afectan, y de su propio m etabolis­ m o en la naturaleza. O frece éste «planos generales» de los procesos natu­ rales, d o n d e la activ id ad social h u m an a va to m a n d o su sitio en esa naturaleza en la que surge y a la que pertenece, y la va haciendo suya de una manera íntim a («intim ándosela», podríam os decir). Traigam os, por ello, ya uno de esos cuadros, aun cuando pueda ocurrir que, al aducirlo abruptam ente, adelantem os un escenario cuya resonancia sólo podam os apreciar, en su textura densa, más adelante, cuando nuestro argum ento de presentación llegue a puerto. C on vien e adelantarlo, au n ­ que se nos venga encim a co m o una ola grande y repentina. O p taré por una de sus representaciones vivaces y sintéticas, donde M ead aborda la «emergente» sociedad hum ana en la historia natural, en mitad del típico retrato del m undo físico que la «actitud científica» tiende a hacer. Para él, al tom arlo con esa actitud del científico, el en torn o físico se presenta, ante to d o , co m o el en to rn o de un ser, el h u m an o, en ten d id o co m o aquel «primo» especial del «m ono antropoide» que un día «se apartó de la vida Aunque uno puede apoyarse confiadamente en la exposición de Moya, conviene consultar, por ejemplo, en el excelente tratado de Hvppolite, la delilKración sobre el significado que al respecto de la fijación más ambiciosa del idealismo hegeliano tiene la fenomenología del espíritu de 1807. Vid. Especialmente el capítulo I. sobre el sentido y método de la misma, y las páginas 197 y ss. sobre la razón y el idealismo. Jean H Y P P O L IT E . Génesis y estructura de la •Fenom enología d el espíritu ■■de Hegel. Barcelona, Península. Fxiicions 6 2 , 1974. 49 Copyrighted material G «x$c Hcrbcíi Mead en los árboles». Abordada de esta m anera, la naturaleza física aparece suje­ ta a un proceso de tran sform ación singular que la va co n v irtien d o en en torn o de la sociedad hu m ana, de la últim a especie aparecida sobre la T ierra. La transform ación la produce, al em pezar, una inteligencia irre­ flexiva, que luego va dand o en trada a la m ed iación de la in telig en cia re fle x iv a ". Pero nos interesa especialm ente reflejar el d ib u jo que M ead ofrece de la sociedad hum ana haciéndose sitio en medio de una naturaleza transform ada en «suya», o , mejor, «apropiándose» de ella, haciéndola pro­ pia, «intim ándola»: «Dicha sociedad humana -escribe Mead-, compuesta por individuos sociales que son si-mismos, ha ido excavándose en la materia lenta c intermitentemente, se ha ido abriendo en ella un cobijo que la con­ vertía en entorno inmediato de nuestra estructura celular, contrayen­ do distancias y colapsando tiempos con objeto de obtener, así, el entorno que una sociedad auto consciente necesita para la conducta que la distingue»Iüü. Aun cuand o progrese co n cierto nivel de éxito, esta gran aventura m ulrisecular, siem pre está m uy lejos de cualquier cu m p lim ien to pleno, nos advierte M ead. Pero él subraya un rasgo em in en te de la aventura social: «(La sociedad humana] siempre sigue adelante por medio de su pro­ pio autoajuste inmediato ante las circunstancias que el problema inmediato que aborda le requiere» 9*101. Según M ead, las descripciones de los avances de la sociedad hum ana que dibujan un cam inar hacia una m eta claram ente delim itada y fija, que ella otea y respecto a la que se orienta, son claram ente inadecuadas. Esa idea de un avance en crem allera, por un carril qu e co n d u ce a una m eta de an tem an o fija, no se corresponde con la m archa de nuestra vida social, que es un cam inar m ediante autotransform aciones. C o n ella se pierden de vista esos autoajustes necesarios al paso de las circunstancias y de los pro­ blem as co n los qu e en ellas topam os, aun cuando, en realidad, ese ir de autoajuste en autoajuste sería «el único m odo de proceder que les es posi99 ,t0 101 C f. G . H. M E A D , «Scicntiíic Mcthod and th c M o n i Sciences», op. n t., p. 265. Ibidcm, p. 265. Ibidcm. pp. 265-266. 50 Copyrighted material lu í filo s o fía d e i prestirte ble», a las colectividades humanas. Pues, com o dice M ead, «en cada ajus­ te, el entorno ha cam biado, y la sociedad y sus individuos han cam biado tam bién en un grado semejante. Al luchar con sus insistentes dificultades, la m ente humana está constantem ente em ergiendo, de crisálida en crisáli­ da, a nuevos a m undos que nunca pudo preven* 102. La inteligencia social (M ead tam bién la llam a «moral**) ofrecería, con todo, un rasgo alentador: aunque se trata de la mism a inteligencia incons­ cien te y abrigadora de entorn os de la que toda la lucha por la vida da muestra de un cabo al otro de la T ierra, la m ente ha aportado una diferen­ cia decisiva a los seres hum anos. A unque no d isp on e de un acervo de reflejos para responder a las necesidades y los problem as, nos perm ite medir el problema c o n las experiencias pasadas y las experiencias ajenas, y nos faculta para tantear soluciones que se nos ocurren y com probarlas. Aunque no «tenem os» soluciones a priori, sí disponem os, al m enos, del «método para obtenerlas»: «no sabemos hacia dónde vamos, pero sabemos que estamos en cam ino». N i que decir tiene que esa form ulación, aunque pueda parecer hueca, tiene en Mead un significado m ucho más concreto - d e socialidad d e n sa -, que la apariencia esconde ,0\ Su m odo de articular la com paración le perm ite esclarecer lo que es deci­ sivo a la hora de «diferenciar» a los seres hum anos dentro de las realidades naturales l04. Y en ese com etid o sobresaldrá em in en tem en te su análisis del m ecanism o que articula el juego social co m o tal juego colectivo (o «social»). Porque a M ead le interesa en esp ecial, por razones de fondo sobre las que convendrá reparar, el m ecanism o qu e perm ite explicar, a la vez, la diferenciación del com p ortam ien to individual (que el individuo hum ano se diferencie a través de su propia conducta por una vía no mar­ cada por la genética) y, además, la poderosa articulación conju nta de esas diferencias (la in teg ración de las diferencias en la división del trabajo ,w Ibídem, p. 2 6 6 . ,w Cf. ibídem. También para las citas. 1W Es neto el paralelismo «pie puede percibirse entre este enfoque y el hegcüano, en lo que concier­ ne, a la exploración de la teflexividad que hay por detrás de las estructuras socioculrurales de la signi­ ficación. Su sentido en la obra de l lcgcl, lo ha rescatado Taylor de una manera propicia para su aprovechamiento en el trabajo actual de las ciencias sociales. V id: Charles TA YLO R, «La filosofía del espíritu de HcgcU. de Charles T A Y L O R . L a libertad d e los modernos. Madrid. Amorrortu, 2 0 0 5 , pp. 9 7 -1 2 2 , esp. 109-110. 51 Copyrighted material Gcorgc Hcifaert Mead social) a través de expectativas recíprocas de com p ortam ien to en el seno de una actividad g ru p a l,05. N os en co n tram o s, pues, an te teoría pragm atista, afincada en la estru c­ tura in teraccio n al de nuestros cuadros de co n d u cta , qu e trata, a fin de cu en tas, de se n ta r una nueva su erte de a rm o n iz a ció n en la visión de los procesos naturales, alim en tad a por el estado de a u to co n cicn cia que p erm itían los avances reflexivos de la actividad hum ana en el presente d e su tie m p o , sin m e n o sca b a r la p rop ied ad h u m an a de la c o n c ie n ­ cia *106 ni tam p o co la relevancia de la d iferen cia ció n de la an im alid ad hu m ana, cap acitad a para el a u to co n tro l de su co n d u cta en el reino del tiem p o 107, de los an im ales. Y lu ego, a n te el a p u n te de la m ed iació n esencial de nuestros procesos de co n d u cta qu e hace p osible la sociedad h u m an a, qu e no es otra qu e la c o m u n ica c ió n 108. A dem ás d e señalar su carácter básico en los procesos filo y o n to g e n ético s. M ead lo v in cu ­ la a los procesos qu e p od ríam os llam ar de « in tim ació n de lo social» o de in trín seca afirm ació n d e lo co lectiv o , sobre los qu e volverem os en la ú ltim a p arte de esta p re sen ta ció n y a los q u e M ead alu de en este expresivo pasaje: Esto ya aparecía recogido en el fragmento que citábamos de Dewey sobre los intereses de base de Mead en las experiencias del individuo particular y las de la ciencia. 106 No dejaba de ser lógica -incluso completamente representativa de las realidades de la época esa vehemente constancia de la focalización de Mead en el problema de la «naturaleza privada de la con­ ciencia». Este tema fue una constante en su trabajo como lo hace ver su importante estudio de 103: G . H. M E A D , « rite D d inltion o f thc Psyclucal», D ecn w ial Pubitcatiom c ft t x Umvenity o f Chicago, Primera Serie. Vol. 111. Chicago (19 0 3 ). pp. 7 7 *1 1 2 (éste está también incluido, aunque sólo parcial­ mente en la citada compilación de Reck). ,u En sus Conferencias Catus, Mead afirma que quiere «poner de relieve que el campo mcnral es la extensión temporal del entorno del organismo». PP. 26. Lo que estamos viendo, sintoniza impecable­ mente con muchos recodos del libro presentado, com o este: «el proceso social y psicológico, dice Mead, no es sino un ejemplo de lo que ocurre en la naturaleza si la naturaleza es una evolución»; i. c.: si procede mediante reconstrucciones ante conflictos, y si. por eso mismo, están presentes las posibi­ lidades de las diferentes reconstrucciones, reconstruyéndose a la vez tanto sus pasados com o sus futu­ ros. Es la relatividad del tiempo, esto es, un número indefinido de órdenes posibles para los aconteci­ mientos lo que introduce la posibilidad en la naturaleza. Cuando sólo hay un orden reconocido en la naturaleza, no hay otro sitio para la posibilidad que el de las construcciones mentales del futuro o del pasado incompletamente conocido. Pero la realidad de una situación cspacio-tcmporalmcnte distante es una realidad anticipada y toda presente existencia de esta, fuera del área manipulativa, sólo puede ser una posibilidad. (PP, p. 173). ,<B «L o que ha hecho posible la sociedad humana, escribe Mead en sus manuscritos, ha sido una cooperación por medio de comunicación y participación». G . H . M E A D , The Philotophy o f thc Act, edición preparada e introducida por Charles W. M O R R IS . Chicago University Press. Chicago. 1938. Empleo la 7 .1 reimpresión de 1997. La cita de la p. 137. 52 Copyrighted material la filoiojia delpresente «•Únicamente el desarrollo intensivo de las intcrrelaciones y de las intercomunicaciones hace posible que el individuo se haga cargo del significado que para su propia vida social tiene la actividad corporati­ va de la comunidad entera. La tarca de la inteligencia es usar la cre­ ciente conciencia de interdependencia para formular los problemas de todos como problemas de cada cual»,ü9. C o m o vem os, su enfoque de la actividad hum ana contiene, adem ás, esc sentido ético-norm ativo que deriva de la propia identidad intrínseca de lo social en su sentido inclusivo o ín tim o. C onviene, pues, que acertem os a poner de relieve la novedad de esa mirada reflexiva meadiana, de su pers­ pectiva de lo social - d e lo social y de su razó n - que, cam o en H egcl, vol­ tea el estatuto convencional de lo prim itivo y lo derivado no. Lo hace, en prim er lugar, al radicalizar la necesidad de partir de los procesos interacti­ vos propios de las realidades naturales y, secundariam ente, de las tramas intersubjetivas de la actividad hum ana, aunque eso lo haga con una seria advertencia sobre las condiciones de posibilidad para el acceso reflexivo a unas y otras. Ese p u n to de partida perm ite ya franquear los esquem as prejudiciales —objetivistas, subjetivistas, em piristas, positivistas, e t c .- que obstaculizan pesadam ente el surgim iento de una sociología más madura 109 109 C f. G . H. M E A D . «Scícntiftc M ethod and (he Moral Science;», op. a t., p. 265 n<> Es su idea de que la conciencia, la (raída de los fenómeno* y los procesos a la conciencia. »no deja nada inalterado-, que ya habíamos destacado apoyándonos en Taylor. Vid.: C h . TA Y I.O R . «La filosofía del espíritu de 1 legel-, en Charles TA Y LO R . L a libertad de Itn modernos, Madrid. Amorror(u. 2 0 0 5 , pp. 0 7 -1 2 2 , esp. 100-110. Una expresiva formulación de esa -alteración». paralela a esta, aunque es muy heideggeriana, la encontramos, en Rahner: « la pcculiarulid. irreductihilidad radical y novedad esencial del hombre frena* a la naturaleza meramente biológica y fisicoquímica no implica que él. en tanto asume en su realidad elementos materiales, químicos, físicos y psicológico-animales deba por ello cambiar esta realidad en su estructura propia. Puede decirse, tras bien, que la dimensión de lo material y biológico se suprime en la libertad, sin tener que cambiarse en sus propias estructuras, pues ella está abierta de antemano a esta esfera superior, multivaJentc». Kari R A H N E R , Cuno fu n d a ­ m ental tabre ¡a fe , Barcelona. Herder, 19 7 9 , p. 3 0 6 , Esta relación, que recorre un mundo histórico, plural y sin embargo unitario, se halla también entre las dimensiones de b «naturaleza» del hombre com o realidad constatablc y enunciable objetivam ente en térm inos de ciencias naturales, por una parte, y la dimensión de la libertad de lo singular, creador e imprevisible, por otra. Esa relación entre dos dimensiones, de las cuales la superior es indeducible (3 0 6 ) de la inferior (3 0 7 ) y. sin embargo, aparece en ella expresándose con sus propios medios, no sólo tiene validez entre la esfera material y biológica del hombre, por una parre, y la personal-espiritual en general y <n abstracto, por otra, sino también entre esa esfera de la historicidad cspiritual-personal del hombre en general y la esfera del hombre singular concreto en su libertad y decisión siempre singular. La situación siempre singular de decisión del hombre ha de poderse mostrar en la situación de lo histórico general de la experiencia interhumana ( ...) . Ha de poder haber allí siempre signos de rectitud de la decisión siempre singular, lbídcm. p. 3 0 7 (hablando nada menos que de «Milagros y leyes naturales». 3 0 5 -3 0 7 ). 53 Copyrighted material Geotgc H erbat Mc-ui -p o st-a d o le scen te- y, a m i m odo de ver, agilizar y am pliar el alcan ce y la capacidad de m odulación de la mirada de las ciencias sociales. Sobre estas ciencias sigue gravitando el lastre de las concepciones de la a cció n social hum ana que derivan de aquella «negación del cuerpo*» (por la dom inación unilateral del espíritu ascético) sobre la que se edificó, com o señala Carlos M oya, el reino fantasmal de la razón m oderna 11'. Esa mirada de M ead es novedosa en actitud, pues aborda singularm ente, el reto intelectu al - y v it a l- de lo presente: lo ú n ico que ten em o s, si la sen ten cia de M ead que preside el libro es acerrada " 2. Es Jo h n Dew ey quien proporciona una clave para esclarecer el m isterio de la originalidad meadiana, cuando afirm a que «la m ente de G eorge M ead se caracterizaba porque tenía el poder de observar los elem entos comunes q u e se ignoran precisam ente por ser com u n es». E sto es lo que explicaría, según él, «la d ificu ltad que tenía para tran sm itir a los dem ás lo qu e observaba» n 3. I lay en M ead una versión especial de la «dialcctización de lo simple» 114 en la que hay que prestar singular atención, porque se trata del resultado de un giro de la atención teórica hacia lo intrínsecam ente com ú n o coleetivo nada frecuente, a la form ula de la referencia ¡ntersubjetiva (o de intersubjetivización) que con fiere «objetividad» a las innovaciones subjetivas que interesaba focalm ente a Mead. D e hecho, se puede d ecir que replanteó el pragm atism o a p artir de una radical afirm ación de la integridad de proceso vital que se abre decisiva- *1 ,,! Vid. Ai respecto Carlos M O Y A . D e la d u d a d y de su razón, Madrid. Cupsa. 1 9 7 7 . p. 182. 1'* Insistamos en que, por su propia textura. L aJi¡oíofia delpresente invita a una hermenéutica pro­ funda. que las agudas observaciones de John Dewey pueden ayudar a centrar. Por eso en esta presen­ tación resulta prudente atender a la propia maniobra vacilante, atrevida, hiperrefiexiva con la que un dolorido Dewey quiso acercarse al misterio de la personalidad intelectual del amigo prematuramente tallecido. C f. J . D E W E Y (19 3 2 ), -Prcfatory Remarle*-, op. d i. :1* Y eso, aun cuando dudo que el propio Dewey tuviera «para sí» todo el alcance de c u implica­ ción. C f. ibidem. pp. xxxviii-xxxix. también para las citas. : 14 Me refiero a esa versión dinámica del saber y la creencia científica de la que hablaba Bachelard y en la que tanto insistía G u rv itch . Vid. G astón B A C H E L A R D . Le radottalism e ap liqu é, Taris, PUF, 1949, p. 38. Citado por G . G urvitch, quien cree que esa -dialcctización de lo sim ple- encuentra una concreción especialmente plena en su propia «sociología en profundidad-. Tam bién dice Gurvit­ ch: - l a dialcctización de lo sim ple que Gastón Bachelard considera com o la vocación de la ciencia contemporánea encuentra una aplicación singularmente completa en la sociología en profundidad», Vid. Gcorgcs G U R V IT C H , «La sociologie en protondeur», en G . G U R V IT C H , ¡ a iw asion actuelle J e la sociologie. vol I. París. Precio U m v eri¡n ¡r« dé I-'rance. 1957 (1 9 5 0 ). pp. 6 3 -1 1 5 . P in las refe­ rencias pp. 6 7 y 70. I j última ci»x. de la p. 7 0 . 54 Copyrighted material L i filo ío fu t <Ulp rtte n te m ente al reco n o cim ien to de los procesos de in teracció n característicos de la experiencia social hum ana. La clave está en que M ead co n cib e así la naturaleza según una noción am pliada. Es una naturaleza que «reflexiona» y se hace co n scien te (hasta a u to -co n scie n te cabría decir, en to n ces) en el cam p o del ju eg o in tera ccio n a l (in te rsu b je tiv o ) de la socialidad hum ana. Se «intim a en ella». La am b ición de ese giro de su atención puede haberse perdido en buena m edida en los cam inos sinu o­ sos de las repercusiones de la ob ra de M ead . E ste personal giro de la aten ción h ace n otar que la pregunta m od erna por las co n d icio n es de posibilidad del co n o cim ien to exige una reflexión com pleta que no eluda la cu estión del origen del hom bre. C o m o es sabido, son los resultados de su aten ta investigación de los fenóm enos de in teracció n social, que posibilitan el d om inio hum ano del significado y el acceso del sujeto a la o rien ta ció n reflexiva de su co n d u cta , los que le han co n v ertid o en un clásico de las ciencias sociales. Pero la hondura del fu ndam ento de esas reflexiones y su genuina novedad han sido aún escasam ente percibidas. Y m enos aú n aprendidas en la línea de esa segunda d im ensión que insi­ nuam os, en la que la propia lógica de la interdependencia intersubjetiva apunta el sentid o norm ativo de la afirm ación p articip ativa de la vida colectiva co m o vida incluyente: el verdadero horizonte d e afirm ación de las d em ocracias co m o sistem as de gestión que buscan una articu lación más plena de las diferencias que siem pre estará p endien te, pero que pre­ senta norm ativam ente la exigencia de la abierta entrada de lo d istin to en el ju ego de la participación para que dicha articulación pueda al menos hacerse posible, porque nunca podrá darse sin ella. 3. SONDEANDO EL ALCANCE DE UNA MIRADA (CON EL CONTRAPUNTO HEGELIANO AÚN AL FONDO) Lo penetrante de la mirada de M ead - s u a lca n ce - se percibe bien en su contraste c o n filones del pensam iento m oderno de vertiente más am bi­ ciosa y reflexiva. Son éstos, com o sabem os, muy antropológicos, caracte­ rizándose incluso por un antropocentrism o que M ead se dispuso a esqui­ var de un m odo que en alguna ocasión p erm ite in clu so c o n e cta r sus qu erencias con las de las vanguardias del m od ern ism o a rtístico coetá- 55 Copyrighted mater GeorgcHerbert Mead neo ,l5. Recordem os q u e nuestro au tor se apresta tenazm ente a «ampliar» el sentido de la realidad natural de manera que incluya al hom bre, co n su m ente y su con cien cia, por supuesto, com o una parte intrínseca a la idea de la m ism a 1,6. Sin o rilla r ese gran te m a , e in clu so refo rz á n d o lo , ap ostarem os ah o ra aquí por redescubrir un rasgo de la reflexividad m eadiana, que se nos an toja especialm ente post-h egelian o, y qu e vuelve tentador, por m o ti­ vos obvios, el enlace (y el con traste) co n H egcl. La filo so fía d e l presente da pie para sugerir c o n fu n d am en to que su co n cep ció n de la socialidad - d e u na so cialid ad q u e llam arem os « ín tim a » - la m u estra c o m o una in tim id ad sig n ifica tiv a tan neta c o m o la del E sp íritu h eg elian o ; pero enderezada en este ca so , a n u estro m od o de ver, en la m e jo r lín ea de m adurez ep istem o ló g ica de la que se ha podido dispon er después. En ella, el diálogo d irecto que se m an tien e - e n una dialéctica co n tin u a de conversiones de la im agen del m u n d o - con los hallazgos ex p erim en ta­ les y los m om entos p ro b lem ático s qu e asaltan la seguridad de nuestras co n v iccio n es (las de la razón pura ta n to co m o las de la «p ráctica»), se tiene que ir co n v irtien d o en parre de una visión del m undo irren u n ciable, y que es p ro d u cto , ind iscu tible, de un ethos específico de la a sc é ti­ ca cie n tífico experim ental. *16 n> Vid I. SÁ N C H E Z D E I.A YNCF.RA (1 9 9 9 ), -Una "socialidad* y «na "personalidad* revueltas contra ios clásicos. Para el vuelco reflexivo de una sociología sin "individuo" ni "sistema"», en Ramón R A M O S y Femando G A R C ÍA SF.l.G AS (co m p s). (i/obaliiación . riesgo, reflexividad. Tres remas de teoría serial contemporánea. M adrid, OS/Academia. 1999, pp. 4 0 9 -4 4 7 . 116 Sobre este tema traté específicamente en aquel primer trabajo compendioso que he citado, vol­ viendo sobre ello en la m onografía. D e manera que prefiero ahora quedarme simplemente con el apume complementario de Dewey, que liga esa gran cuestión con un rasgo de su talante intelectual, que éste apresa muy bien, en su -elogio-, cuando lo contrasta con la mayor parte del pensamiento filosófico, que, según él, está hecho prosiguiendo las implicaciones lógicas de conceptos que 3 un pensador en particular le parecieron centrales, y cuyas deducciones se refuerzan con dalos concretos congruentes con ellas. En cam bio, nos dice Dewey. -es frecuente, y hasta qui/is sea lo habitual en él. que el pensamiento filosófico d e Mead invierta el proceso. En lugar de surgir a partir de cosas mera­ mente pensadas por él, brota d e susproputs experiencias intimas, de cosas que siente profundamente y para las que basca un modo d e sustanciarlas en los hechos aceptados y los conceptos al uso-. Es pre­ cisamente a ese sentim iento hondo J e una n atu raleu ampliada y de que formamos íntim am ente parte de ella al que podemos aplicar con plena seguridad esc carácter de hontanar profundo de! que brota naturalmente la manera que tiene Mead de explorar en sus diversos planos la teoría de la socia­ lidad que este libro acoge. C f. J . D E W E Y (1 9 3 2 ), «Prefarory Remarkx*. op. cit., p. xxxix. La cursiva, nuestra. Vid. I. SÁ N C H EZ D E I-A YN CERA , ♦Interdependencia y comunicación. Notas para leer a ( i . H. Mead», op. cit. c Ignacio SÁ N C H E Z DF. 1A Y N C ER A . La minada refiexitw de G. H . M ead. Sobre la socialidad y la com unicación, op. cit., especialmente capítulos 4 y 5. 56 Copyrighted material La filosofía tiei presente Y esto supone, a su vez y com o vamos a ver, varias cosas. En primer lugar, un buen tranco de sociología m adura; un decidido arranque hacia una sociología concebida inequívocam ente desde la propia lógica de la con s­ trucción de lo intersubjetivo (en aquella clave de «lo otro generalizado» 11 que nos apela perm anentem ente en las zonas de ensancham iento de los medios sociales). Se trata de aquella lógica del significado de lo social que se advierte cuando el «significado del significado» - e l se n tid o - se tom a en aquella tercera acepción - la del «significado de orden superior» de la que habla R appap ort- en la cual el significado se eleva al plano de la identidad y de la participación o unidad del yo y lo otro 118. Implica tam bién una visión precoz, y no obstante todavía hoy convincente, de la «fictio» epistemológi­ ca 119, sobre la que se basa nuestra confianza (o nuestra esperanza) en la inteligencia del proceder científico; aquélla que consiste en confiar, porque la experiencia reiterada y escrutada perm ite suponerlo, en que existe un «isomorfismo» entre el funcionam iento interpretativo de la m ente ante los fenóm enos em ergentes y la propia estructura de esos fenóm enos ,2°. Y en concreto de la mentalidad científica, sujeta a depuradas prácticas de rigor*I 1: Se trata de aquella «voz de los otros* o -voz de la comunidad» que. conjuntamente con nuestra aprobación o rechazo de la misma, com pone nuestros juicios mótales. C f. G . H . M E A D (1 9 3 0 ), «Philanthropy froin che Poinc o fW icw o f Ethics», en E. Faris. F. LA U N E. A. J. T O D D , Inteltigent Phtlanthrophy. Chicago 1930, pp. 13 3 -1 4 8 . He usado la reedición de A. J . R EC K . George ílerb tri S itad : S tltettd Writings. op. d r., pp. 3 9 2 - 4 0 7 .l a referencia, a la p. 395. n * Me patccc que el empleo de este asunto por parte de Rappaport en mi eminente trabajo sobre el ritual es tan sabio que se puede tomar aquí en directo, sin que haga falta alguna andar a vueltas con las fuentes intelectuales, honestamente reconocidas por el, en las que bebe. V id: Roy A RAPPAPORT. Ritualy reli­ gión en la form ación de ¡a humanidad. Madrid. Cambrige University Press. 2001. pp. 118-121. 1 1 Ese seria el aspecto en el que el conjunto formado por los manuscritos de este libro resultaría más poderoso. I*’11 Se trata de la idea de la -socialidad mental» a la que Mead recurre en varios pasajes del libro, propo­ niéndola en un paralelismo de cortclatividad con la -socialidad de la emergencia*. Lo formula ejemplar­ mente en pasaje de PP. donde su liermeneusis del significado epistemológico de la relatividad cinsteniana le sirve para mostrarla como un esclarecimiento de ese ¡sornorfismo que La ciencia (y en general la razón) está obligada a dar por supuesto entre lo que ella entiende y colige y la realidad a la que se refiere, para proceder en su actividad. (Remitiré especialmente a PP pp. 61-62). Es allí donde Mead señala que, «ya hemos visto que la socialidad existe en la naturaleza por cuanto que la emergencia de la novedad requiere que los objetos estén a la vez en el viejo sistema y en el que surge con lo nuevo*. Según él. por sus ptopias limitaciones epistemológicas, en la relatividad en la ciencia ncvvtoniana. en cambio, -la socialidad estaba confinada al pensamiento». La relatividad revela »uru situación donde el objeto debe estar contemporáneamente en varios sistemas pata ser lo que es en cada uno de ellos». Mead insiste en que -ttulas las prueiuv experimen­ tales de la relatividad remiten a tales sánucioncs. Sin embargo, esto sólo es posible si esa sodalidad mental por la que ocupamos la actimd del otro al adoptar nuestra propia actitud divergente de la suya es también tina característica de la naturaleza» (PP p, 63; d énfasis, nuestro). 57 Copyrighted material Ccorgc Hcrbcit Mead crítico consistente en un cuidadoso escrutinio de las hipótesis. N o se debe olvidar que con esto Mead está adoptando una perspectiva teórica singular, y que esto tam bién implica varias cosas. La primera, que está conm oviendo la visión de la Naturaleza. Esto se pierde de vista si no se advierte que Mead va más allá de Kant. N o se trata, en efecto, sólo del giro antropologizador. Se trata del redondeo de éste, y al mismo tiem po de un golpe de conciencia (suelo llamarlo post-adolescence) que supone una am pliación y relativización de ese prim er m ovim iento hacia la conciencia autónom a y su posible tentación ato m ista1 2 El hom bre se vuelve, se redescubre «natural» al des­ tapar la realidad de las perspectivas múltiples (la muirimodalidad) que com ­ ponen la realidad natural o, m ejor, que la van com poniendo al rehacerla según las comparecencias emergentes que vienen con sus nuevas perspecti­ vas l22. Supone, a su vez, la advertencia bien consciente de que eso que con Kant y con Hegel re-aprendimos a llamar razón 123, sólo puede ser el nom ­ bre que damos al propio mecanismo de autocontrol de su actividad que las colectividades humanas erigen para ejercer dom inio sobre su propia activi­ dad autoconfiguradora. V isto así, el tema de la razón y de lo razonable se convierte en un asumo debatible en términos de deliberación democrática, y puede que de ese m odo hilem os una clave de desdiferenciación 124 que 1:1 la s obras de Louis D U M O N T (1 983) [Ensayos sobre elindividualism o, Madrid. Alianza. 1987] y de AJain R E N A U T (1 9 8 9 ) \La era d el individuo. C ontribución a una historia de la subjetividad. Barcelona. Destino. 1993] abundan en lucidez en este entorno argumenta! antiatomista. La medula de este argumento la encontram os en las fecundas páginas sobre la pluralidad de perspectivas en la naturaleza, y sobre el papel que desempeña la comparecencia de la mente humana en su captación simultánea (es esa idea de la «socialidad mental», de la homología de la mente con esa interpcrspectividad todavía no «intimada» que se da en la naturaleza, que se acaba de mencionar), con la consiguiente apertura de una vía de organización de la naturaleza dentro de la propia naturaleza, que se apoya sobre esa base. ( V id al respecto, p. c., PP. pp. 81 -82) y en general todo el ensayo titulado «The O bjectivc Reality o f Pcrspectivcs» que el libro incluye. ,:s Es oportuno recuperar la admirable formulación de Hegel de la Ilustración y de la razón. Recor­ demos que es en su exposición «le la historia de la libertad del espíritu, nada menos, donde Hegel sitúa la fase crucial donde «el hombre encuentra el verdadero contenido en si mismo». «Es. dice, el periodo que se ha designado con el nombre de la Ilustración. El principio de la Ilustración es la sobe­ ranía de la razón, la exclusión de toda autoridad. Las leyes impuestas por el entendim iento, esas determinaciones fundadas en la conciencia presente y referente a las leyes de la naturaleza y al conte­ nido de lo que es justo y bueno, son lo que se ha llamado razón. Ñamábase Ilustración a la vigencia de estas leyes». G . W. F. H E G E L , Lecciones sobre filo so fía d e ¡a historia universal. M adrid, Alianza. 1989, p. 6 8 4 , La cursiva, de Hegel. ,M Es una de las sugerencias más devtacables de Joas en su estudio sofue la creatividad de la acción, donde aborda el potencial democrático de un enfoque de la acción colectiva como el que cabe derivar de este planteamiento, frente a la inclinación cuasi-dctctminista de la diferenciación que se ha acreci­ do con el triunfo de los esquemas funcionalisras de la diferenciación tanto de herencia marxista como 58 Copyrighted material L l filo s o fía <le¡frrie n ie venga a reducir (y vencer) la indefensión de las colectividades a la hora de sujetar en la esfera público política las lógicas centrípetas de los ám bitos diferenciados (autopoiéticos o autorreproductivos), com o las del mercado o la adm inistración de justicia o la educación o la ciencia experimental que ha descrito con tanto ingenio Niklas Luhm ann com o derivas irremediables de las sociedades com plejas l2\ C om o en 1 legel l*c\ sus explicaciones trastocan el estatuto de lo primitivo y lo derivado. También Mead es, pues, postpositivista en lo que concierne a la significación y a la conciencia, que, en lugar de ser hechos o datos bási­ cos, son tom ados com o resultados de p rocesosi:?. Pero un postpositivista que ya ha encontrado fundadas razones, de marchamo no idealista, para no confundir más ciencia y positivismo 128 Porque lo que es muy posthegeliano en él -m á s avanzado, incluso, que una parte mayor del pensam iento a c tu a l- es su m odo de articular el reconocim iento del estatuto de la co n ­ ciencia en la acción; su refinada estrategia de reconocim iento de la acción colectiva com o la textura de sentido básica, en su constante exploración de la subjetividad creativa ,2,>. En eso Mead sabe, com o 1legel, que «adquiri­ mos el hábito de vivir antes que el de pensar» (Albcrt C am us ,í0), pero *136 libcralisra. V id el espléndido capitulo qu ejo as dedica a la «Creative Dem o.racy* en H. JOAS (1992), The Creativity o f Aetion. Cambridge. Polity l'rcss. 1996. 196-258. '■*' Para la obra de Luhmann el único texto realmente bien traducido que conozco es el editado y traducido por José María C arda Blanco y Josetxo Beriain. que. aunque escueto, consiste en una selec­ tísima colección de escritos clave del gran sociólogo alemán. También c estudio preliminar de los editores es ejemplar. Vid. Niklas L U H M A N N . C om plejidad y modernidad, d e la unidad a la diferen­ cia, traducción de Josetxo Beriain y José María García Blanco. Madrid, Ttotra. 1998. Kl trabajo cen­ tral de este autor al respecto de la diferenciación, aunque este tema es eje central de su obra entera, es Sistemas sacíales. Anthropos/Universidad Iberoamericana. 1997. 136 Vid. Charles TA YLO R, -I j filosofía del espíritu de H e g c k en Charles TA Y LO R , La libertad de los modernos. Madrid, Amorrortu. 2 0 0 5 . pp 9 7 -1 2 2 . **’ A mi modo de ver esto cobra especial signiftcativiilad, si lo tomamos incluso en relación con el descubrimiento y la «construcción* por los seres humanos de sus propios fines, y em blem ático del pragmatismo de Mead. C . IA YLU K . «La filosofía del espíritu de Hegcl», en C . 1AYLÜK, La libertad de ios modernos, op. cit., pp, 9 7 -1 2 2 . Kl argumento concreto, en las pp. 113-1 l*í. Aymerich percibe muy bien la pertinencia de la referencia a Mead para el adecuado abordaje de la articulación entre el particular y la voluntad general. I. A Y M E R IC H . L j libertad subjetiva en Hegcl y Adorno, op. cit.. pp. 184-191. 130 La sentencia está tomada de las primeras páginas de TI m ito d e S ilfo , el hondo ensayo que el cscriror francés dedica al absurdo y a! sinsentido como notas de la sensib lidad dominante del siglo. Albert C A M U S <1942). Le mythe de Sisyphe. Essaysnr l'absnrd, Gallimard. 1975. En los últimos años me ha impresionado favorablemente el descubrimiento de la inteligente irttoducción de esa perspec­ tiva en la teoría psicológica que Ii3 llevado a cabo Brtincr. Vid. Jcro n ic S . B R U N F.R . «El estudio 59 Copyrighted material George Herbcrt Mead alienta en él, com o en Dewey, una resuelta convicción sobre la necesidad de entender las instituciones, y en especial aquella institución de las institucio­ nes del Estado m oderno que es la dem ocracia institucional, com o un meca­ nism o de co n tro l, y de con tin u a corrección de la marcha de los asuntos com unes 131. H ay en M ead, en efecto , clara co n cien cia de la im portancia de la dife­ ren cia h u m ana - y de la sig n ific a ció n sim b ó lica ; incluso de la qu e se puede volver cada vez más c o n s c ie n te -, para poder en ten d er la acción hum ana co m o actividad natural, y hasta la propia tarca cien tífica com o una form a esp ecífica de ella, au n qu e su jeta a un alto nivel de co n tro l ¡n te rsu b je tiv o c in tc ra c c io n a l, expreso y co n scien te. D e h e c h o , cab e en focar y fu ndam entar la sociología fundam ental desde el supuesto deuna adecuada glosa del tópico m eadiano de la com u n icación . U n en fo ­ que así perm itiría fundar la sociología en la aprensión d e lo d iferen cial de los seres hum anos, y desvelar, adem ás, el propio mecanism o de la socialidad hum ana m ejo r qu e co m o gen eralm en te se ha venido h acien d o en las vías m ayores surgidas de la so cio lo g ía clásica 13\ qu e aún era m uy «adolescente», en especial en lo qu e co n ciern e a la teoría del poder: por lo general no acerraba a dar cu en ta de éste en su contraste con la pers­ pectiva particularista de la d o m in ació n co n flictiv a , incapaz de hacerse cargo del problem a de la activ ación de la vida personal o colectiva l33. Se trata de una sociolog ía qu e despunta en las agudas sugestiones que en con tram os en las enseñanzas de M ead , y, sobre todo, en el potencial qu e de su planteam iento brota para revisar la todavía poco co n ccp tu alizada cuestión de la identidad personal y colectiva. apropiado del hombre», cap. I en Actos de significado. M ás a llá de la revolución cognittva, Madrid. Alianza. 1990. pp. 19 - 4 1. Pero ex codo el libro el que no tiene desperdicio 1 Esa es la inteligente explicación de las instituciones democráticas -serían mecanismos participa­ dos de intervención autocorrectiva de los colectivos sobre su propio proceso de autoconfiguraciónque ofrece John Dewey en su libro sobre la opinión publica. Vid. John D E W E Y (1991/19 ¿S), ¡h e Public a n d its Probiems. O hio. Swallow Prcss/Ohio Univcrsity Press. 4 .a rcimp., 1991. 1J2 D e hecho, toda una primera c intensa década de mi investigación académica la consagré en buena medida a esc empeño, condcnsado en la monografía de 1994: I. SA N C H E Z DF. I.A Y N C E RA, La m irada reflexiva de G. H. M ead. Sobre la socialidady Ja comunicación, op. cit. IM Esa critica la esbocé en I. SÁ N C H E Z D E LA YN C ER A (1 9 9 9 ), «Una "socialidad" y una "per­ sonalidad'* revueltas contra los clásicos. Para el vuelco reflexivo de una sociología sin "individuo" ni “sistem a"», en R am ón R A M O S y Fernando G A R C ÍA SE L G A S (com ps.), G lobalización , riesgo, reflexividad Tres temas de teoría social contem poránea. Madrid, CIS/Acadrmia, 19 9 9 . pp. 4 0 9 -4 4 7 . Vid. en concreto, pp. 4 1 5 -4 2 4 . 60 Copyrighted material ijt filmofia tifl p m tn tt El fundam ento de esa hipótesis era la propia singularidad de las caracterís­ ticas intelectu ales de M ead, tan aten to a las cuestiones epistem ológicas fundam entales, al detalle de los avances multilaterales del co n o cim ien to científico, com o al alcance práctico - e s decir, para la orientación é tic a - de la necesidad de tom ar en consideración, en la articulación de la conducta práctica y sus resortes, no ya los avances del saber cien tífico sino, sobre iod o, de la propia disciplina del au tocontrol iniersubjetivo im p lícito en los protocolos de la m etodología de la ciencia y del nivel de desarrollo que haya podido alcanzar así la inteligencia práctica , vt. De lo que hablam os es del esfuerzo de las com unidades hum anas «por transferir la im agina­ ción idealizadora, el pensam iento y la em oción a las relaciones hum anas naturales», del qu e hablaba Dcwcy, y del cam b io de signo en el uso de esos m edios, pasando de em plearlos para estrechos propósitos privativos, de carácter personal o de clase, a orientarlos hacia los intereses hum anos en su m áxim a am plitud integradora. Pero en este breve trabajo lo que nos im porta es fijar bien el m odo que tiene M ead de formular esas cuestiones: la letra del libro qu e estam os in trod u cien d o puede, curiosam ente, más bien invitar a hablar d e la continuidad entre los procesos vitales en la natu­ raleza que de sus diferencias. ¿No estará M ead queriendo cam biar el sen­ tido de lo canónico al subrayar la experiencia hum ana com o una perspec­ tiva (com o una gran fábrica de perspectivas intervinculadas en form ación) entre las que constituyen la realidad objetiva en la naturaleza? La significación va a ser, así, en M ead algo qu e hacem os (y que de algún m odo aportam os) -c o m o en Hegcl l^ ~ , pero, antes y de una manera ntás radicalm ente interactiva, la ve com o algo que podemos hacer consciente, deliberada y concretam ente nuestro y que es susceptib.e de ir adquiriendo claridad sobre sí m ism o, tras hallarlo previam ente d id o en la form a de actividades corporales irreflexivas en cuadros colectivos de in teracción (im pulsos en conflicto o que com piten entre ellos). No en vano, en algu­ no de los pasajes más vigorosos de su propuesta ética, dice M ead que la* l>' Es seguramente aqui donde vuelven a encajar las consideraciones que se han anticipado sobre la reflexión completa que está en la ambición de la sociología meadiana. Es precisamente en este sentido en el que para Taylor la filosofía de I legel implica, en efecto, una inversión fundamental con respecto a la teoría de la acción que legó el cartesianismo (y también c! empirismo). Viti. C h. T A Y L O R . filosofía del espíritu de HegeU, op. pp. 9 7 -1 2 2 . En concre­ to. p, 113. 61 Copyrighted material tlcorge Hcrbcrt M c j .í fórm ula del im perativo es «su ficientem ente sim ple»: «tu con d u cta debe ten er en cu e n ta todos los valores im p licad os en el p rob lem a social o moral»». Pero es él m ism o quien a con tin u ación form ula la pregunta de rigor: «¿pero cóm o definim os esos valores?»*, para pasar responderla con la m ism a diligencia: «es el propio con flicto del que ha surgido el problem a el que los tiene que definir» . D e ese m odo se puede entender bien que el afianzam iento de la libertad venga de las experiencias de entender m ejor los propios procesos y sus co n textos, y de disponerse a ellos, una y otra vez, renovadamente, en presente. Aludiré, en concreto, al par de dim ensiones axiales de la filosofía hcgeliana, la «efectiva»» (de la realización práctica de una forma de vida con sus propios patrones) y la «expresiva» (de cierta autocom prensión hum ana; aunque, co m o se sabe, en Hegel esto siem pre se entiende a la vez com o una form a de autocom prensión del espíritu en, digámoslo así, un sistema sociocultural). Sabido es que son esos los terrenos donde Hegel hizo notar y sondeó, con una penetración sin precedentes, la dim ensión «profunda» de la vida del espíritu, la que exigía plena aten ción a las m ediaciones, con el despliegue de una tortuosa atención analítica sobre ellas; toda una for­ m idable m aniobra para desbaratar la baldía (c ingenua) escaramuza dua­ lista e inm ediatista de la m odernidad cartesiana. Vamos viendo por qué dice Dewey que el pensamiento filosófico de su tiem ­ po, con sus problemas corrientes, todavía abotargados de idealismo, «no afec­ taba al problema en el que estaba él (Mead] interesado». Las concepciones habituales no eran capaces de explicar «cómo los estados mentales peculiares de un individuo -a sí, las primeras hipótesis de un descubridor que ponía en duda creencias previamente asentadas y que negaba la objetividad a cosas um­ versalmente aceptadas com o objetos reales- podían servir de fuentes de la entrada en circulación de objetos que, en lugar de ser privados y personales, en lugar de ser meramente «subjetivos», formaran parte del universo com ún y objetivo» 137 . Por eso, en los parajes de su obra encontram os ingredientes ' y* O . G . H. M E A D . «Scicntific M ethod and thc Moral Sciences», op. (ir., p. 2 60. Poco después Mead lo describe tam bién com o «la insistente demanda de que deben tenerse en cuenca todos los fines, todos los objetos valorables. instituciones y prácticas implicados», y añade que «la ciencia no trata de formulai el fin que la conducta social y moral debe segu ir... solo insiste en que nuestro objeto de conducta del»e tener en cuenta y hacer ju itu ia a todos los valores. Ibídcm, p. 25 6 . 1' C f. J- D E W E Y (19 3 2 ), «Prcfatory Rcmarks». op. cit., p. xxxvii. Tamhicn para (a cita. 62 Copyrighted material ¡afilm ofia dei preimtr para reforzar una sensibilidad especial hacia casos sugestivos de la innovación social (o de la «disrupción») com o pueden serlo los del pensador original, el reformador social, o quienes revolucionan cualquier campo o exploran liminarmente los intersticios de la vida social cambiante: el pionero, el disidente, la minoría discrepante, el refugiado, el forastero, las emigrantes con su mirada atónita e interesada por la tierra prometedora que buscaron l3'\ Nos propor­ cionan nutrientes para el estudio de todas esas fecundas figuras liminares que retarán siempre no sólo a las estructuras de integración de las sociedades, sino a las finas redes de los intentos de comprensión y explicación de los cambios sociales por abiertas y ágiles que sean. Es el reto que una desatada «inteligencia inflamada de pasión l 39>*, por muy desatada que em erja de los cadenas insti­ tucionales de la religión, incluso entendida en el fortísim o y pagano sentido de lo neorreligioso. D ecía Pcircc que «es extrem adam ente difícil prestar atención a elementos de la experiencia continuam ente presentes puesto que no disponemos de nada en la experiencia con lo que contrastarlos, y sin contraste no excitan nuestra atención... El resultado es que hay que recurrir a estratagemas de rodeo que nos perm itan percibir aquello que destella deslumbrantemente ante nuestros ojos y que una vez notado se vuelve casi opresivo en su insis­ tencia»* l4°. Pero, co m o se ha ido d ejan d o caer, lo que a m í me parece decisivamente im portante es una tremenda intuición del carácter capital, del que entiendo qu e es el problem a vertebral de las ciencias sociales: el de la com prensión en pie de igualdad, a sim ultáneo y en mutua implicación de lo personal y lo social. M ead vio (com o lo haría G urvitch más tarde) IW Promctcdota en este difícil campo de atención a lo liminar es (a investigación que viene hacien­ do Eliana Alemán Salcedo en el Grupo de Investigación «Cam bios Sociales» de la U PN A bajo la dirección de Josetxo Beriain. Un |>cquefto adelanto de lo» resultados tic la aportación de su investiga­ ción doctoral puede encontrarse en su trabajo. «Modernidad y lim inaridades políticas: Navarra en el umbral del cambio político», presentado en último Congreso Español de Sociología de Barcelona, y que será publicado en un nuevo volumen con el título Sagrado/profano, cuya edición preparo con Josetxo Beriain. * » Cf. John D E W E Y (1 9 3 4 ), A Common Faish, o¡>. rit., p. 79. 140 C h. S. PKIRCK, The C oliectedPapen (CP) I : ¡Principies o/Philosophy. Libro 1: G eneral H istórical O rientation: capítulo 3 : «Notes on Scicntiftc Philosophy»), parágrafo 1134. Agradezco a Izaskun Martínez, del Grupo de Estudios Pcircianos de la Universidad de Navarra, la rápida y precisa localiza­ ción de esa referencia en los escritos reunidos de Pcircc. C om o se puede comprobar, la cita la recoge John Dewcy (PP, pp. xxx-xxxix) en su elogio a la figura «te George Mead que encatseza el libro que presentamos. 63 Copyrighted material Gcofgc l Jcibcn Mead que el gran tema es, entonces, el del «sujeto y la sociedad», el del sí-mismo y lo social tomados en mutua implicación 141. Lo que nos interesaba especialmente era, incidir en el «planteamiento» o, mejor, en la fijación del plano desde donde partir a la hora de trabajar las situaciones de acción o las «acciones en situación» en las que Mead se ocupa. Hemos ido sugiriendo que su mirada reflexiva permite entender la realidad natural como bogar, como contexto interior de la emergencia de la socialidad humana (cuya condición de interioridad o de «autoacogida» donde emerge como experiencia es, precisamente, en o con los episodios concretos de «comunicación participada» que se dan en las vivencias de esa socialidad natural). Y por eso mismo, esa misma realidad natural se puede entender, como hogar de una experiencia humana -la personal y las colectivas—, susceptible de cobrar conciencia de sí en el interior de aquélla y como parte indiscernible de ella l42; pero también de abrirse a la continua emergencia de acontecimientos y de medirse autocontroladamentc con los nuevos presentes que emergen. 4. LA SOCIOLOGÍA, «CIENCIA DEL PRESENTE? Creo que de esta manera, al acariciar sus aportaciones en la faceta más epis­ temológica de sus propuestas, podemos aprovechar al máximo esta oportu­ 1 lace unos años el encabezamiento de uno de mis trabajos acentuó la radicaiidad del dilema de fondo que esconde la dkocomta sujeto/» «¡edad cuando se interpreta como una oposición entre contrarios. Acla­ re mi deuda al respecto con Gcorgcs Gurvitch, quien había establecido que el pretendido conflicto entre el «individuo» y la «sociedad» es uno de los «falsos problemas» que caracterizan la (dcs)orientación de la sociología (Id siglo XIX, pero ya entonces me iba yo un paso adelante, puesto que sostengo que es precisa­ mente en b posibilidad (y dificultad) de concebir a la vez «lo social» {pues conviene eludir el termino «sociedad» que emplee entonces) y lo personal donde las ciencias sociales en general y la sociología mis concretamente se juegan su propio cometido, c incluso la modulación misma del nivel de abstracción en d que dciien desempeñar SUactividad exploradora. VuL I. SÁ N C IIE Z D t LA YN CLRA (1 9 % ). «H1 sujeto y la sociedad. Iin la raíz de las dificultades teóricas*, op. d t.. p. 4 01. La referencia de base era también a (Jeorges G U R V IT C H . «Les faux problcmes de la sociologic au xix siéde», op eit 142 Aquella con la que tiembla el canto de Rílkc, de puro precariedad contingente, cuando dice: *... y ¡os sagaeei an ím ala y a notan que no atam os confiadamente en casa en el mundo interpretado...» [. ..und dic findigc Ticte merken es schon./ daxs wir nkfit sdir vcriásslich zu Haus sind/ in der gedeuteten Wdt...| para solver enseguida la voz hacia nuestros tímidos agarraderos: •nos queda e l camino de ayer y la mtnuida fidelidad de una costumbre! que se encontró a su gusto entre nosotros, y se quedó sin irse* [.. .es blcibt uns die Strassc von gestem'1 und das verzogene Treusein einer ( ícwonheit,/ der es bei uns gctícl, und so blicb sie und ging nichtj. VuL Rainer María Rll.KF.. Elegios de Duina, op dt. 64 Copyrighted material ¡ a filosofía d el presente nidad de reencuentro con el clásico, y procurar que nos sirva para re-descubrir, con un apoyo en él, la sociología como «ciencia del presente». Sin querer reducir la hermeneusis que el enlace con sus trabajos siempre exige, podríamos, sin embargo, sondear el alcance de la sentencia con la que Mead abría su intervención en las Carus Lectures de Berkeley -«la realidad existe en un presente»- cuya fuerza se redobla enseguida al rebo­ tar con esta otra: «el mundo es un mundo de acontecimientos», y con la consideración -antipositivista- con que nuestro autor envolvía el lanza­ miento de su propuesta: «los pasados en los que estamos implicados son a la vez irrevocables y revocables».145 «Para propósitos cxpericncialcs -tod a­ vía habla é l- es ocioso contar con el recurso a un pasado «real» en donde estamos haciendo constantes descubrimientos. Lo es, porque ese pasado debe establecerse frente a un presente en el que lo emergente aparece, y porque el pasado, al que se debe mirar desde el punto de vista de dicho emergente, se convierte en un pasado diferente. Cuando lo emergente aparece, siempre se descubre que se sigue del pasado; pero, por definición, antes de que aparezca no se sigue de aquél».*144 No entraremos en el pormenor del libro, pero sí procederemos a situar la naturaleza de la discusión crítica de Mead de lo que él toma como núcleo del «materialismo» de las mentalidades cientificistas, una discusión que caracteriza a su «teoría del presente». Veámoslo en este texto, orlado expre­ samente con referencias al materialismo del modelo epistemológico newtoniano, cuyo positivismo conduciría, en último término, a la nega­ ción de las novedades, de lo emergente: «no diré que no podamos conce­ bir un transcurrir donde nada suceda, pero sí osaré a decir que todo acon­ tecimiento que ocurre y que permite diferenciar el pasar tiene que tener un carácter único que no puede resolverse en términos de las condiciones en las que el acontecimiento ocurre».145 (pp.p. i). 144 (PP. 2). I j cursiva, nuestra. F.n otro lugar dice: «La tarea de la ciencia es la de desenmarañar en el presente este pasado que existe y prever el futuro íundindosc en ese presente. Y el método, el de la ideación*. (PP, p. 33). !1' (PP. 38). Los caminos de la sociología, influidos o no directamente por Mead, se han abierto a veces en ese tipo de boscaje, com o ocunc en la excelente lección ife sociología del cambio social de Mannhcim cuando plantea el problema permanente del cam bio generacional. Vid. Kart M A N N H E IM (1928) «El problema de las generaciones*. Revista Espartóla de Investigáronos Sociológicas. 62 (1 9 9 3 ), pp. 193-244 c I. SÁ N C H E Z D E LA YN CERA . *La sociología ante el problema gcncracio- 65 Copyrighted material ticoige Herbcrt Mead Cabe conectar la apuesta de Mead, y su asalto al positivismo, con la posi­ ción de Edgar Morin cuando establece los «principios de una sociología del presente». Morin contrapone, en efecto, «una sociología, dominante hoy, de la especialización disciplinaria, de la regularidad y de los métodos estadísticos» —pero que, como él mismo dice, no llega en absoluto a con­ quistar la comprobación científica que permite la experim entación-, y una sociología entendida como ciencia del presente y que se debe centrar «en el fenómeno más que en la disciplina, en el acontecimiento más que en la variable, en la crisis más que en la regularidad estadística» l46. Como en Morin, la apuesta multidisciplinar de Mead se había dispuesto a dar cuenta de los fenómenos emergentes a los que atiende cada disciplina en su correspondencia con los planos de la respectiva modulación de la aten­ ción característica de cada una de ellas. Pero lo hace de una manera cons­ picua que opta por dar cuenta también de las condiciones de posibilidad de la asimilación teórica modulada por cada una de las disciplinas (o por justificarlas racionalmente). Por eso mismo parece singularmente intere­ sante y tenrador explorar el interés que tiene esa hipersensibilidad por los acontecimientos emergentes, y por el presente disruptivo que marcan, a la hora de hacer sociología aplicada, pero, sobre todo a la hora de fundar mejor las bases de la sociología que necesitamos. A su estilo, esto ya lo había visto también el gran Hegel, pero Mead piensa más entrañablemen­ te en los episodios problemáticos de la conducta ordinaria sin caer en posibles delirios de interprete de unos renglones clave que serían los supuestos principales de la historia ,47. El sentido concretísimo de esta pirueta reflexiva lo revela el propio testi­ monio de un Mead muy al día respecto a los «impactos» en el sentido común de la comunidad científica y en el cotidiano y ordinario (más o menos cultivado) de los asombrosos avances del conocimiento científico, especialmente los de la físico-matemática teórica y en los fundamentos de nal. Anotaciones al trabajo de Kart M annhcim », Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 62 (19 9 3 ). pp. 147-192. Vid. al respecto los •Principios de una sociología del píeseme» de Edgar M O R IN en su Sociolo­ gía. Madrid, Tccnos, 1995, pp. 186-191. *' Eso lo comenta acertadamente Dewey cuando indica que esa experiencia más ancha - la del mundo que está ahí, y con respecto al que no surge el problema de una referencia externa o trascenden­ te es fundacional pata la visión de Mead, quien la asume de principio a fin. C f. J. D E W E Y (1 9 3 2 ). -Prcfatory Remarles-, op. cir.. p. xiii. 6 6 Copyrighted material l.a fiín v jij <¡tipresente teoría física U8. Pero, como se va viendo, lo que nos proponemos aquí es desvelar el otro plano «fundamental» (o los otros, pues pueden ser varios) donde las aportaciones recogidas en este volumen resultan sumamente iluminadoras de la ambición que hay en la «mirada reflexiva» meadiana. Porque, en efecto, a nuestro modo de ver, ésta condensa, por su propio nivel de compromiso y de conciencia concreta, una «sacudida» de madu­ rez en el modo de abordar la centralidad del acontecimiento presente, que es acusadamente digna de consideración. Pues Mead se ocupa tanto del problema de lo que emerge anre nosotros como de lo que nos pasa a noso­ tros ante algo que emerge. Pero esto le interesa en muchos planos (podría­ mos decir que en todos). Se trata, digámoslo así, de asimilar más y más la faceta del ser humano que construye constantemente su identidad, y que se ve forzado, al construirla, a la diferencia. Y ese es el tremendo sentido práctico que contiene su obra y la sociología que podemos extraer de ella. Es verdad que algunas de esas cuestiones sólo han empezado a poder abor­ darse de una manera más completa después, cuando el refinamiento de los recursos intelectuales durante el gran siglo del pensamiento del len­ guaje y de la comunicación humana nos ha pertrechado. En efecto, el pensador estadounidense dedica su atención principal a la teoría de la socialidad humana, pero ésta es para él, a la vez, una teoría de la acción social humana (y de la construcción activa y continua de la iden­ tidad) y una teoría de los procesos naturales (y de su «socialidad») como contexto incluyente-envolvcntc de todo lo humano. Tiene en cuenta explícita y ambiciosamente, como lo demuestra el libro, la inextricable implicación entre los diversos «tipos» de socialidad que cabe discriminar y, sin embargo, lo hace sugiriendo incluso la clave de la «compatibilidad» que acaba habiendo entre la socialidad peculiar presente en la «ideación» -en especial la que se produce en la actividad científica entendida como el uso por excelencia del método de la razón- y las otras socialidades 14v. Y C on la autoridad que le confiere su vasto conocim iento de los avalares de la historia y de la sociología de la ciencia, Juan Manuel tranzo me ha hecho ver los muchos lugares de los avances tísi­ cos, biológicos, genéticos, ncurológicos, etc., que se han dado después, y que han venido mayormen­ te a corroborar en muchos terrenos el acierto de los apuntes interpretativos que Mead hacia sobre la conciliabilidad de los niveles de socialidad en la naturaleza, desde la penumbra de unas ciencias incomparablemente menos desarrolladas sobre las realidades tísicas y naturales. (Cfr. PP. 4 9 y ss). Recordemos esa reflexión especial de Mead sobre el carácter -social- de la naturaleza (su -socialidad-) y su homología con la singular «socialidad reflexiva- que encontramos en 67 Copyrighted material Gcot^c Hctberr Mead ese enlace lo procura de un modo que puede permitirnos, sin especial esfuerzo, cobrar conciencia del altísimo nivel de «justificación racional» de la descripción y explicación del método práctico de conducta humana al que se está aspirando. Conduce, a su vez, a concebirlo como una parte muy necesaria del intento de dar cuenta de la naturaleza - la naturaleza que se vuelve reflexivamente sobre sí misma- en la propia naturaleza, de acuerdo con la convicción de que la experiencia y la inteligencia son «reconstructivas», como ya habíamos anotado IS0. No en vano distingue nuestro autor, en este mismo cuadro, entre «el pro­ blema» y «su contexto», cuando procede a trazar su raya entre dos de los sentidos del uso del término «conciencia». 1.a comparación se vuelve espe­ cialmente importante en medio del afán reflexivo de su ataque a la cues­ tión de la sucesión de tiempos (o de presentes), que viene a dibujarla como la seriación de transformaciones de la vivencia en función de los descubrimientos o de las «experiencias de la conciencia» provocadas por los acontecimientos. Tal enfoque aparece palmario en las páginas iniciales del libro, cuando Mead subraya que «la rapidez con la que se han sucedi­ do esos pasados ha aumentado ininterrumpidamente con el incremento de la exactitud crítica en el estudio del pasado» ,M; y prosigue, dando por supuesto «que nuestro método de investigación implica que el historiador de cualquier campo de la ciencia será capaz de reconstruir lo que ha sido y darle la forma de una explicación autentificada del pasado». Pero tam­ bién subrayando que, a pesar de todo, «anhelamos con vivido interés la reconstrucción que del mundo que ha sido haga el mundo que vendrá, pues comprendemos que ese mundo que será no podrá diferir del mundo que es sin rescribir el pasado que ahora vemos al volver nuestra mirada atrás. Y no obstante, el carácter de irrevocabilidad nunca se pierde» l<,:. Pero ese enfoque lo descubrimos en otros lugares de su obra, como en este pasaje, que toma el asunto a la inversa, en el curso de una explicación sobre el proceder de la mente humana, tan importante en las Conferencias Carus, donde Mead insiste en que la mente, com o la sociaiidad es la capacidad de ser varias covas a la ve/. I>0 Insistiré: rondamos la clave d e esa homología básica entre el inundo de nuestras representaciones y el mundo efectivo sobre el que t rutan, que funciona como la gran «abducción» de base que justifica la actividad científica, aun cuando se trate en realidad de una conjetura retranqueada por la propia confirmación continua en la propia experiencia. IW ( P P .p p .2 4 ). Ibidcm. 68 Copyrighted material La fiieiofia del prnenie la naturaleza de la experiencia estética: «Incluso el ingenio más creativo debe tomar prestada su materia prima de las bodegas y canteras del pasado. Toda historia es interpretación del presente: esto es, nos brinda no solamente la dirección y tendencia de los eventos, las leyes y uniformidades fiables de los asuntos, sino también la irrevocabilidad del patrón de lo sucedido, patrón en el cual pueden incorporarse los objetos que, aún inciertos e insustancia­ les, esperamos obtener. Introducimos las finalidades de las victorias y derro­ tas pasadas a las finalidades del futuro indefinido. La solidez, claridad y especificidad de nuestras empresas son ofrendas del pasado» l5-\ Impulsados en esc motivo hallamos rotundas razones para postular que, lo sepa ella bien o no, la sociología siempre es, ha sido y será tarca en el presente, y esas razones podrían valernos también para el postulado de una posición normativa consiguiente, que derivaría un deber ser de esa necesidad de aceptarla como tal, como ciencia y saber de la socialidad del presente. Me refiero tanto a su condición de disciplina científica como a su faceta profesional, vinculada a las tareas de análisis crítico-interpretati­ vo de los cambios en la organización de los ámbitos de convivencia y del sentido con el que los cubrimos (o encubrimos/envolvemos). 5. EL HOLISM O DE MEAD (I): LA SOCIALIDAD ES LA REFERENCIA. LA REALIDAD SOCIAL COMO PROBLEMA Y EL PR O B LEM A PR Á C TIC O CO M O PR O B LEM A «SOCIAL» En la exposición de la doctrina meadiana es común - y seguramente acer­ tado si se entiende cuidadosamente- arrancar remarcando su opción por situar en el fundamento de la visión sociológica (c incluso de la psicosociológica) de la convivencia un holismo irrenunciable. Así lo hace Hans Joas en su síntesis de las aportaciones cruciales de Mead, rubricada bajo el lema de «la emergencia de lo nuevo» ,54. Se puede decir que su lección primordial para la sociología se encierra en la advertencia de que para comprender y explicar lo social hemos de entrenar (o reestrenar) la imagi,M ' •' Ibídcm. II . JO A S . «La emergencia de lo nueva*, op. eir. 69 Copyrighted material George Heibcit Mead nación de modo que atienda de verdad a lo colectivo; para que aprendamos a atender, ab origine y per se, a un colectivo de organismos humanos que co-operan. Al principio, habría dicho Mead, lo que se da no es «la acción de un actor solitario, sino la acción colectiva» Esa sería, por otra parte, la razón por la que Mead convierte en tema la conciencia y la personalidad individual tomadas com o problem as. En sociología no tratamos, pues, con robinsones cuya primera tarea fuera la de entrar en relación con otros y enlazar con valores comunes y estable­ cer con ellos reglas colectivamente vinculantes. No: hemos de partir, en cambio, del «acto social»; con la acción conjunta en plena danza. Precisa­ mente ese de acción conjunta» es el nombre que Mead prefería para refe­ rirse a las acciones colectivas, con toda su complejidad de facetas ,56. Pero su ocupación en esa acción conjunta no es nada convencional, ni siquiera para los sociólogos actuales cuyo enfoque esté impregnado de influjo interaccionista de manera expresa y reconocida. No, no se trata simplemente del perspicaz planteamiento clásico -e l del insigne Aristóteles y el de tan­ tísimas capas de tradición tras é l- que vincula la sociabilidad, e incluso nuestra necesidad de cooperación, a la dramática insuficiencia que mani­ festamos como seres aislados; a que como individuos no nos bastamos para dar cuenta de nuestra vida, para proveer de respuestas a sus necesida­ des, para subvenir sus requerimientos. Su primer problema difícil es otro -M ead lo aborda con claridad en el libro-: el d e la efectiva presencia d e lo colectivo en ¡a acción com o ¡a fuente m isma d e ella. Es la idea de una «socialidad originaria o primaria de la capacidad de acción humana» de la que habla Joas 1S7. Esa aporética, con todos sus escalones de profundidad l>s,*I Ibulcm, p. i 11. O . Para esto ib ídem, p. H8. Nuestra insistencia en la concentración en el presente invita a reco­ ger ai|ui esta precisión de Mead de que es «el acto social en el que estamos comprometidos en parti­ cular el que delim ita la am plitu d d el presente donde la autoconciencia se encuentra» (PP, 8 7 . el énfasis, añadido). También dice M ead «deseo afirmar, con el mayor énfasis que quepa, la referencia de los pasados y futuros a la actividad que en el presente sea la centra!» (ibídem, 8 8 -8 9 ); y por ello mismo también, en el contexto de su explotación del sentido de la actividad científica, que «los pasados y los futuros son implicaciones de lo que se acomete y se lleva a cabo en nuestros laboratorios» (ibidem). I I. JO A S. « la génesis de J im valores»», en Creatividad, aerión y valares H ad a una teoría ¡ortológi­ ca de ¡a contingencia, op. cit., p p . 2 3 -4 7 . Pata la cita. p. 33. '* Me refiero a la inteligente propuesta heurística de Gurvirch de los «paliers» en profundidad (según su diferente dificultad de percepción analítica) que el análisis y la explicación sociológica deben tomar en cuenta para no reducir los fenómenos sociales y tomarlos en su integridad- Esa clave medular en su obra la expone, por ejemplo, en «Ij sociologie en profondeur». en G. G U R V IT C H , 70 Copyrighted material la filosofía del pm em e que son muchos. Ahí van incluidas las exigencias de la explicación de la conciencia individual y de la formación de la personalidad, o, dicho de una manera más actual, la explicación de la identidad. El asunto es bien próximo a otros correlativos y no menos exigentes, como el de la conducción y el dominio del curso de esa actividad colectiva como tal, que acaba enlazada con los temas mayores del radicalismo democrático que despuntan en el pragmatismo de Mead. Pero lo notable es que en Mead ese problema -que, bien mirado, es el crucial de la teoría de la acción colec­ tiva en sociología- condensa la temática misma de lo social. Se trata de algo así como de su modo personal de formular el «orden» de la socialidad como «problema» ,y>. Cabe pensar que la inteligencia de Dewey lo atrapó de golpe al caracterizar la originalidad de Mead por su capacidad de observar «los elementos comunes que se ignoran precisamente por ser comunes» ,6°. Y eso aun cuando hay que temer, como veremos más tarde, que Dewey no tuviera «para sí» todo el alcance de esa implicación, que querríamos ver ampliada hasta que llegara a decir todo esto: que hay en Mead una conspicua retención de la m irada teórica qu e se m odula basta hacerse capaz de ceñir lo común, lo colectivo com o tema constante de atención. No se trata, pues, del simple rescate de los elementos comunes en su dis­ persión proliferante, en lo tácito obviado, en lo mucho que se da por supuesto sin atención. El caso es que la perdida de esa neta perspectiva «socio-lógica» continúa, de manera muy frecuente, por mucho que el influjo de la sensibilidad teórica meadiana haya fertilizado las investiga­ ciones de las sociologías interpretativas y todo el giro constructivista de las ciencias sociales. No. Se trata de apuntar algo más decisivo y exigente: el descubrimiento del propio círculo interior comunal, las actividades de un colectivo (o mejor de «lo colectivo» con su diámetro siempre ensanchable y rcducible) tomadas en su conjunto, como un «adentro» único. Y de esta La vacarían M uelle de la ¡oaologic, vo! I. París. Prcsscs Univcrsitaircs de Francc, 1957 (1950). pp. 63-115 (Existe una versión española equivalente: «Sociología profunda», en Gurvitch y otros. Tratado de sociología, 2 vo!., Buenos Aires. Kapclusz, 1962, vol. 1, pp. 1 77-193). ,VI Ese gran tema, que fija (a perspectiva central de la sociología en esa problemática, lo tormula ejemplarmente, desde una perspectiva inspirada en Luhmann, José María García Blanco en sti trabajo «I-a realidad social como problema; algunas consideraciones sobre la reflexión de la sociedad moderna y la constitución de la sociología», en C . Moya y otros (comps.), Escritos de teoría sociológica en Homenaje a Luu Rodríguez Z úñiga, Madrid. Centro de Investigaciones Sociológicas. 1992. pp. 20 3 -2 2 4 . 160 J . DF.WF.Y (1932). «Prefatory Remarles., op. rít.. p. xxxvn. 71 Copyrighted material Cícorge Herbert Mead manera, concebido, entonces, como la fragua donde se forja o el hontanar desde donde nace y fluye la actividad personal, con su propio juego identitario y su propia creatividad. Si los apuntes que Dewey procura sobre la permanente atención de Mead al individuo creativo encajan aquí bien, cuánto mejor lo hace la descripción que Joas ofrece de su idea de la histo­ ria, cuando dice que ésta no se basa en una fe piadosa en el carácter racio­ nal de la evolución - q ju e Mead no tiene- sino «en la creencia en fática en la m u tabilidad d e todas las instituciones, a sí com o en la in div id u alid ad crea­ tiva , la naturaleza ilim ita d a d e la historia y las posibilidades d e l progreso histórico. Mead rechaza rotundamente no sólo todas las concepciones deterministas que eliminan el potencial de la acción humana, sino tam­ bién los enfoques ideológicos que asumen un objetivo fijo de la historia como la utopía que hay que realizar» I6>. Interesa, pues, elevar la atención a ese plano de consideración para encuadrar las situaciones de acción -o , mejor, las «acciones en siruación»en las que se ocupa Mead y percibir su propia manera de abordarlas. Su mirada reflexiva permite entender la realidad natural como hogar, como contexto interior de la emergencia de la socialidad humana (cuya condición de interioridad o de «autoacogida», donde se produce o emerge como expe­ riencia es, precisamente, en o con los episodios concretos de «comunicación participada» que se dan en las vivencias de esa socialidad). Y por eso mismo, se la puede entender, como hogar de una experiencia humana -la personal y las colectivas-, susceptible de cobrar conciencia de sí en el interior único de esa realidad natural y como parte indiscernible de esta l6‘ ; pero también de abrirse a la continua emergencia de acontecimientos y de medirse autocontroladamente con los nuevos presentes que emergen. Ocurre, por tanto, que Mead plantea el asunto también a sensu contrario. También encontraba el «hecho social total», en su estricta problemática central, en la propia complejidad con que se plantea el problema del estaH. JO A S , -La emergencia de lo nuevo, op. cit., p. 123. El énfasis, añadido. u'! Aquella que el canro inquieto de Rilke ve temblar de pura precariedad contingente cuando dice: » ... y los sagaces anim alesyo notan que no eiramos con fiad: mente en casa en el mundo interpretado und dic findigc Tiere merken es schon/ daxs wir nicht <*rhr verlisslich ?.u Haus sind/ in der gedeuteten Welt...| para volver enseguida La voz hacia nuestros tímidos agarraderos: -nos queda e l cam ino d e ayer y ¡a m im ada fid elid a d de una costum bre! que se encontró a su gusto entre nosotros. y se quedo sin irse» |...es hlcibt uns dic Suasse von gestern/ und das verzogene Treuscin cincr Gcwonhcit./ der es bei uns gcfiel. und so blieb sie und ging n iel»]. Vid Rainer María RILKE. Elegías d e Duino, op. cit. 72 Copyrighted material Lj JlloipfÜ d<l prtitntt tuto «real» (y cognitivo) de la irreductibilidad de las «ideas» y las posturas alternativas (las hipótesis novedosas, las posiciones moralmente irreduci­ bles...) sostenidas por las personas o los colectivos frente a sus colectivos de referencia que no los acogen. No consentía -y este es un aspecto radi­ cal de su maduración de la perspectiva sociológica—que la irreductible perspectiva (indiscutiblemente «subjetiva») de las réplicas individuales a las circunstancias de acción y a su problemáticas fueran expulsadas a las tinieblas exteriores, a un plano no social, negando su socialidad l6\ En efecto, ya hemos tratado de sacarle punta al testimonio de su amigo Dewey, sobre ese problema «en el que estuvo interesado» permanente­ mente; el de la emergencia de «problemas» prácticos, la cuestión misma de la comparecencia de «problemas de conciencia». Se trata de aquello que, bien mirado, podríamos decir que puede ser lo crucial en los escena­ rios reales de la acción, al menos si los tomamos seriamente como ámbitos donde lo que está en juego es la propia articulación de la actividad con­ junta conforme a la perspectiva generalizada del otro, sobre la que habre­ mos de volver después, y que constituye el aspecto propositivo más impor­ tante de este trabajo. Lo que se nos dice es que desde el principio de su carrera el problema predominaba en su mente concernía a «la naturaleza personal y privada de la conciencia» o, como Dewey dice, a la conciencia en su aspecto íntimo y exclusivamente personal. Pero, como vamos vien­ do, eso lo veía Mead estrictamente como «problema», y lo hacía, además, con ese grado de insistencia en las tramas de interacción y en la concre­ ción «social» (e interrelacional) de las situaciones prácticas que, aguzando un poco más el asunto, habría que decir que lo trataba como un problemao *l l<‘ 4 Esto está claramente presente tanto en el plano científico com o en el valorativo y moral. Joas insiste acertadamente en esc tuerte reconocimiento meadiano de lo colectivo y lo subjetivo personal en el procedimiento científico, cuando señala que para Mead, *d progreso científico ocupa un papel central poique permite demostrar en términos lógicos el carácter no pronosticable del futuro. Mead trata de evidenciar que, en principio, un nuevo paradigma científico no se puede predecir con base en uno anterior: su aparición (1 2 3 -1 2 4 ), si bien es necesaria con miras a la solución de un problema, no lo es en el sentido de una cadena causal. Para que se ptodu/ca, se tequíete de un |>emador individual con su aportación creativa. Su punto de partida no son datos sensoriales solipsistas, sino un conflicto entre la experiencia propia del pensador y la interpretación dd mundo vigente en la sociedad y plas­ mada en sus ptopios prejuicios. Si no quiere renunciar a su experiencia, tendrá que generar, para su explicación, una hipótesis no sólo individual sino con pretensión de validez universal, la cual, a su vez, deberá volverse intersubjetiva: debe tener aceptación colectiva y probar su éxito en la acción colectiva». H. JO A S , *La emergencia de lo nuevo», op. cit., p. 123. Pero esc mismo enfoque está pre­ sente en sus reflexiones eticas. 73 Copyrighted material Georgc Herbé» M tid estrictamente «sociológico». Además, dicho enfoque simboliza con toda su complejidad, la densa multigamaticidad de las cuestiones que encara la teoría -qu e Mead todavía llama la «filosofía»- del presente, como filosofía de la emergencia de lo nuevo con toda su contingencia, tanto en sí mismo como en la «experiencia de los organismos sociales humanos». Al iniciar la presentación ya mostramos la rotundidad («fiereza», decía­ mos) con la que la ética de Mead se vuelve hacia las situaciones concretas de la acción. Y también cómo se apresta a confirmar la autonomía de un sujeto individual concebido desde la raíz como sujeto social. De modo que el énfasis en la autonomía no redunda en la negación de lo colectivo. Tampoco cae en contradicción cuando afirma a la vez la autonomía y la realidad de lo colectivo y su «control» coercitivo. Recordemos que del propio Mead recogíamos que la aparente «paradoja» de las dos afirmacio­ nes simultáneas desaparece cuando se reconoce que el control por parte de la comunidad sobre sus miembros les suministra a éstos efectivamente el material con el que la conciencia moral reflexiva construye su propia situación» ,64. Tampoco olvidemos su precisión de que es el acto social en el que estamos en particular comprometidos lo que «delimita la amplitud del presente» en donde se produce la autoconciencia l65. Ni la sentencia citada arriba, que tan pertinente resulta ahora, donde se adscribe la «salva­ ción» a la plenitud inmediata de la experiencia. Implícita está la afirma­ ción de que es crucial tomar el problema práctico -el que irrumpe en las situaciones de acción- como el enfrentamiento con una situación interaccional conflictiva; la salida de ésta tiene que producirse precisamente a través del reconocimiento, bien concreto, del conflicto entre las conse­ cuencias previsibles de las acciones hacia las que uno se siente impulsado con las de todos los demás procesos y solicitaciones sociales en los que se está en ese momento implicado; la proposición inmediata del fin podrá surgir, en su mejor versión, a partir de las reconstrucciones que este reco­ nocimiento exige l66. Sólo cabe, por otra parte, reconocer la correlativi­ dad estricta de este planteamiento con la exquisita combinación que Cfr. G . H. M E A D , «l"hc Philosophical Basis o f Ethics», op. d i., p. 84. También para la cica. (PP. p. 8 7 ). Ya recogida la cita completa en notas anteriores. G . H. M E A D . -T h e Philosophical Basis o f Ethics- (1908), op. cit., p. 88. Recojamos de nuevo la formulación dd dictado moral o d imperativo categórico de la moral social que Mead ofrecía en aquel trabajo: tom íne sim plem ente en vivir tan plena y consciente determ inadam ente como sea posible (ibidem). ,M I4>' 74 Copyrighted material Lj filosofía f í l prfstntc encontrábamos entre el reconocimiento del carácter colectivo de la activi­ dad científica, incomprensible para Mead sin verla como propia de una «sociedad altamente organizada»», y la definición de los problemas y el apunte de sus soluciones, que, en el seno de aquella, se producen tempo­ ralmente «corno experiencias d e un individuo», qu e las descubre en conflicto con teorías o visiones aceptadas (aunque no como datos de una mente solipsista» 16 Todos estos ingredientes combinan, además, con los pasajes que andábamos recuperando que recogían la afirmación meadiana de la conciencia moral como la «más concreta»- de las conciencias, siendo el enunciado moral, que ya hemos ¡do descubriendo como el enunciado más inclusivo que cabe de la «experiencia inmediata» ]6S. Estamos ahora en mejor condición para notar que Joas apunta, incluso en el propio titulo de uno de sus trabajos, lo medular de la aportación Mead con su atención y reconocimiento excepcionales a la emergencia de lo nuevo. Lo diré otra vez: la potencia de la teoría social de Mead reside, precisamente en su resuelta voluntad de compleción reflexiva. Y eso se puede decir en un doble sentido: que se plantea a fondo los problemas básicos, los que aparecen en la base misma de la posibilidad de las explica­ ciones de las ciencias humanas y sociales, incluida la índole misma (intersubjetiva) de lo que significa tener o estar en problemas (1); y que trata de cubrir el ciclo completo de las exigencias de explicación: (2). 6. EL HOLISMO DE MEAD (II): UN MARCO (SOCIO LÓGICO) PARA LO PROBLEMÁTICO, A PARTIR DEL APUNTE DE JOAS Y UNAS PINCELADAS DE DEWEY PARA ACABAR DE SITUAR EL LIBRO Se ha querido explorar el sentido que en la obra de Mead adquiere el alar­ de de atención a la cuestión de «lo presente» que este libro exhibe. Tratá­ bamos de hacerlo enderezando la atención hacia aquellos aspectos que lbT Ya recogimos ¡n extenso el pasaje al que pertenecen esos apuntes. Cf. G . H. M E A D . «Scicntific M ethod and imlividu.il Thinker» (191 7 ). en A. ). RKCK, (ed.), George H rrbtrt M ead; Selected Wntingí. op. cit., p. 195. Iw Cfr. G . 11. M E A D , •The Philosophical Basis o f Frhics*. op. <•»'/. Ibidcm. p. 84. 75 Copyrighted material George Hcrbtrt Mead pueden ser más productivos para la sociología actual, que lógicamente debe de dar razón de lo social en el presente, y servir para una mejor com­ prensión de las formas de convivencia solidaria. Pero la efectividad histórico sociológica de la obra de Mead, desemboca en un torrente principal, que no es otro que la reapropiación del Pragma­ tismo y de la obra de Mead por Hans Joas, un autor que sin duda descue­ lla en el panorama de la teoría sociológica actual. Si la mediación del profesor muniqués es imprescindible por la riqueza documental de sus trabajos, que no admite parangón, resulta aun más valiosa por la singular voluntad de construcción teórica, netamente original, que los preside. Esc apoyo convierte en especialmente sugestiva la envergadura crítico-inter­ pretativa del trasfondo que Joas entrama para procurar una adecuada comprensión y recepción del Pragmatismo; un entramado que aborda de manera genuina y novedosa algunas de las cuestiones fundamentales de la historia lógica de la sociología y de las ciencias sociales ,69. Joas sondea el nivel de alcance de las propuestas de un pragmatismo «que trata de vencer los problemas reales de la acción» ,7°. Al hacerlo no se queda corto. De hecho dice sentir la tentación de atribuir a su idea central de la «búsqueda cooperativa de la verdad», «la misma relevancia histórica» asigna­ da al pensamiento de Descartes» 1 l. Se trata de la idea con la que E’circc reemplaza -y corrige contundentemente- la noción cartesiana del yo solita­ rio que piensa y duda. Supone un primer ataque de fondo, referido al plano cognoscitivo, frente al enfoque insular, monadista, de la actividad humana. La sugerencia es llamativa por cuanto irrumpe en un contexto donde se resaltaba, solemne y vigorosamente, todo lo que la obra de Descartes sim­ boliza en la antropologización del pensamiento moderno. De hecho, Joas la formula a la vez que reconoce en la obra cartesiana la expresión más consecuente de «la emancipación del individuo respecto de la evidente :b9 Por otra parte, la exigencia que impone esc nivel de consideración, hará más natural la conexión con algunos lugares principales dd idealismo alemán que se vienen apuntando, y que, aunque nunca hayan dejado de gravitar la tradición sociológica -sob re todo a través de las corrientes marxistas m is refinadas-, se vuelven especialmente significativos a la luz de algunas de las sugerencias mead ¡anas, a la vez que peraltan, de vuelta, e l calado y el poder de las intuiciones de Mead. :?u «De la filosofía del Pragmatismo a una tradición de investigación sociológica» en H . JO A S , El pragmatismo y la ttoría de la sociedad, op. a t .. pp. 19-60. La referencia, a la p. 25. ,?l Ibídcm, p. 25. 76 Copyrighted material la filosofía riel presente validez de la vigencia de las instituciones e ¡deas recibidas, que tuvo lugar en la modernidad temprana». Para él, fue Descartes quien impulsó «el derecho del individuo a la duda hasta conferirle el estatuto de un progra­ ma que convertía la certeza de sí del yo que piensa y que duda en el fun­ damento firme de la filosofía» |72. Joas insiste en la innovación de la teoría pragmatista de la conciencia, que la aborda inexcusablemente desde la socialidad, y la contrasta con los proble­ mas en los que embarrancaba el planteamiento cartesiano al abordar la socialidad desde un insularismo subjetivista. La gigantomaquia de Descar­ tes quería liberar a la conciencia de las cadenas de la tradición: «Con ello Icón su nuevo fundamento subjetivo-espiritualista), dirá Joas, resultaban eliminadas las sobrentendidas vigencias del mundo frente a la conciencia individual -la del cuerpo del yo pensante como componente de ese mundo, y las de los demás sujetos que piensan en el mundo» 1 La filosofía carte­ siana blandía frente a las ciencias, así, con su gallardo derrote subjetivista, las credenciales de su pretensión de fundamento último. Pero lo hizo pagan­ do un alto precio: el de verse obligada a cargar con las escarpadas (si no insolubles) tarcas de constituir, a partir del «yo pensante», nada menos, que el mundo, el cuerpo y el tú 1 Pues bien, concluirá Joas, la idea central del pragmatismo, que es «un alegato en favor del anclaje del conocimiento y de la conciencia en situaciones problemáticas reales» 1 3, embate en directo contra ese programa entero. Pero es que, además, habría que añadir que la teoría de la socialidad de Mead, el venero más sugestivo del Pragmatismo*17 Ibídein, p. 24. ,T-' Ib ídem. 17* O . Ibídcm. 171 Ibídcm . p. 2 5 lin cace punto Joas aduce una cita de Peircc. «El pragmatista [PcirccJ -d ice Joas para introducir las palabras del creador del pragmatismo- pone en duda el sentido de la duda carte­ siana»- la> que dice Pcircc es esto: «No podemos empezar con una duda completa, Debemos com en­ zar con todos los prejuicios que cuando nos adentramos en el estudio de la filosofía de hecho tene­ mos. Esos prejuicios no se disipan mediante una máxima, puesto que son cosas que no se nos ocurre que “puedan" ponerse en cuestión. D e ahí que esc escepticismo inicial sea un meto autoengaño y no una duda real, y que nadie que siga el método cartesiano llegue a estar satisfecho hasta que recupera formalmente todas las creencias que en la forma había abandonado [...] Es verdad que en el curso de sus estudios una persona puede encontrar razones para dudar de lo que empezó creyendo; pero, en ese caso, duda porque tiene una razón positiva para hacerlo, y no a causa de la máxima canesiana». Ch. S . P E IR C E (1 8 6 8 ). CP. 5265. No conviene olvidar que en la propia introducción a la Fenomenología, Hcgcl no veía ya en la duda otra cosa que «la penetración consciente en la no verdad del saber que se manifiesta». G . W. F. H E G E L (1 8 0 7 ). Fenomenología d el espíritu, op. cir.. p. 54. 77 Copyrighted material Ceorgc Herbé rt Mead para nuestras ciencias sociales, intensifica la mirada sociológica, al apuntar directamente al reconocimiento y la activación de la ciudadanía en su plu­ ralidad diversa, y proclamarla implícitamente, en el plano normativo, como un valor irrenunciablc («de culto**1 (1) que deriva de la propia comprensión básica de la socialidad humana. Se trataría de sugerir, entonces, que cuando la sociología del presente - o la tarea de la sociología en el presente- se entiende bien, su mirada reflexiva, que atiende al dilema de la efectiva afir­ mación de lo colectivo (en plural), tiene siempre una dimensión normativa, que fundamenta y legitima la lucha que ha de entablarse para la propia acti­ vación consecuente de la socialidad. De modo que esa idea de la busca cooperativa de la verdad tiene, pues, gran fondo y un peso epistemológico contundentel77, además de tratarse de una faceta (analítica) de las permanentes exigencias de actividad solidaria que recla­ ma a cada paso, a golpe de problemas sociales emergentes, el propio latido de la socialidad en el presente. En ningún caso cabe, pues, interpretarla como regresi­ va contra el empeño moderno de la emancipación, sino que hay que entenderla como parte de una nueva forma de descripción de los escenarios reales de la actividad social y de las propias situaciones problemáticas efectivas que nos asal­ tan en ellos; de esa actividad que aspira a estar mejor articulada, a ser más justi­ ficable. Significa, en suma, la defensa de una mejor articulación de los proble' ’ Recordemos que en su teoría de las instituciones Mead distingue entre valores funcionales, cuya referencia preside y configura las acciones y -valores de culto- que inscribimos y consagramos con ellas, por haber aprendido a dkstinguiilos com o irrenunciables y convertirlos en apuestas permanen­ tes, que con su marchamo sellan el sentido de fondo de algunos procesos de insritucionalLzación, legitimándolos y a la vez poniendo en entredicho las concreciones empíricas, siempre insuficientes, en las que se plasma fúncionalm entc dicha apuesta. No debemos pasar por alto que ese era el estatuto estricto que Mead concedía a los derechos humanos, inscritos en nuestras instituciones de gobierno. En algunos de mis trabajos (y <n especial lo he hecho en Ir» primeros donde abordaré mi sugerencia teórica de la -intimidad pública de lo social-) be denominado «simbólicas- a esas instituciones, que­ riendo subrayar el papel del discurso en la articulación y ampliación de la integración solidaria de los ámbitos sociales. V id 1. S Á N C H E Z D E LA Y N C E R A , «La intimidad de lo social. Avistando el carácter global de la solidaridad-, en Antonio Ariño (2 0 0 5 ). b u encrucijadas de la diversidad cultural, op. á t. 17 Conviene acudir de nuevo a la certera formulación de Hans Joas: -esta critica de la duda carte­ siana puede ser de todo m enos una defensa de autoridades indubitables contraria a la pretcnsión enunciparoria del yo pensante; realmente se trata de un alegato en favor de la duda verdadera, esto es, en favor del anclaje del conocim iento en situaciones problemáticos reales. U noción cartesiana lecto­ ra, la del yo solitario que duda, es reemplazada por la idea de una búsqueda cooperativa de la verdad, que trata de vencer los problemas reales de la acción-. «De la filosofía del Pragmatismo a una tradi­ ción de investigación sociológica- en H. JO A S. -E l pragmatismo v la teoría de la sociedad». Madrid, CIS/Siglo X X L 1998. pp. 1 9 -6 0 . C ito de la p. 25. 78 Copyrighted material I* filosofa del pm enle mas y las correspondientes dudas que nos sobrevienen en los aledaños de nuestra vida ordinaria1 8, y de lo que aquellos y estas verdaderamente son y significan; aparte de que sean, además y no sin motivo, los que despiertan y están en la base de nuestros procesos de conocimiento y de razonamiento mis intensos y forma­ les, así como del origen de esas depuradas tareas de socialización del conoci­ miento y del procesamiento de la gestión pública de lo común que encontramos en instiiucionalizaciones como las de la ciencia y la democracia. Se trata, otra vez, de la impugnación de planteamientos forzados o retor­ cidos cuyo abordaje del problema del conocimiento en las prácticas vitales se despega de la realidad de las formas efectivas de producción y de revi­ sión de los significados que se dan en la vida social. Estamos, por lo tanto, ante un replanteamiento de las bases de la epistemología especialmente propicio para fundamentar -aunque sólo fuera en el plano de las disposi­ ciones hacia el saber o de la actitud profunda hacia el m ism o- a los enfo­ ques constructivistas (o «constitucionalistas») con los que las ciencias sociales vienen avezando la solvencia de sus tareas durante las últimas décadas. Es verdad que esa forma de crítica gnoseológica y epistemológica es de largo aliento en el mundo moderno. No cabe olvidar la poderosa afirmación del proceso histórico de constitución autocorrcctiva del espíri­ tu subjetivo de la Fenom enología hegeliana 1 \ Tampoco es fácil esquivar aquí la resonancia de los énfasis de Apel y Habermas en los modelos dia­ lógicos necesarios para describir las tramas de la actividad humana y del razonamiento práctico l80. También es cierto que las sinuosidades que toma el curso de la memoria colectiva (y el de esa parte minúscula de ella que es la polémica del pensamiento crítico reflexivo) nos han hecho per­ der de vista que ya Hegcl había abordado expresamente, y desde bien pronto, los dos planos a la vez: el de la totalidad «ética» de la comunidad K C f. Ibídem. " Vid. I. A YM F.RICl I. l a libertadsubjetii<a en Hegel y Adorno, op. cit.. 14l> Vid. Karl O T T O A P E L (1 9 7 3 ), L a transform ación d e la F ilo so f a . Taurus. 1 9 8 5 y Jíirgcn H A BERM A S (1981), Teoría de la acción com unicativa, op. cit.. vol. I. Siguiendo de cerca a Joas y a Habermas, Honncth ha sido capaz de retrotraerse al Hegcl del periodo de Jcna. advirtiendo un brote de pensamiento dialógico hegeliano netamente ¡ntersubjetivista, que la filosofía de la historia poste­ rior en clave de fenomenología del despliegue del espíritu absoluto habría agostado y que el articula en su propia propuesta de la clave de la exigencia del reconocim iento com o fundamento para una teoría de las fuentes de la motricidad de los cambios sociales Aunque esa lectura es de enorme interés y puede orientar con sobxrncia la investigación aplicada, no conviene perder de vista que 1 lonncth lee aquí a su predecesor en la cátedra de Frankfurt con una mirada matizada por la sociología de Joas. 79 Copyrighted material Gcorgc Hcrben Mead de los hombres -frente a la «unidad de muchos» del invencible atomismo en los enfoques «empiristas»- y el de la transubjetividad del movimiento radical de la ciencia hacia la verdad 181 o, con palabras de Moya, «el del reino universal del espíritu como manifestación de la razón pura en forma de sistema de su propia trascendencia colectiva» l82. Pero el pragmatismo de Mead trata de someter esc brío descomunal a una fecunda y productiva canalización por la vía de la exploración de lo intersubjetivo, la cual es una inteligente manera de «aterrizar» o acampar el espíritu, sin perder de vista lo fundamental, que es el despliegue de una socialidad que pivota en pro­ cesos que dan cuenta de su sentido en un desdoblamiento múltiple por toda la rosa de los vientos de su propia diversidad. No tendremos sitio aquí para explorar la inversión «materialista» que infligiera Marx a todo esto en paralelo con el tipo de materialismo -ese naturalismo ampliado ya tratado- que puede operar en Mead. 7. LA CORRIENTE DEMOCRÁTICA DEL PRAGMATISMO A pesar de la importancia de las aportaciones de Peirce y James, las ciencias sociales contemporáneas han recibido como se ha sugerido su principal influencia pragmatista de las obras de Dcwcy y Mead, vertebradas con con­ cepciones socio-antropológicas innovadoras susceptibles de alimentar los debates actuales respecto a la teoría de la socialidad y a la teoría de la acción social humana. Para el propósito de esta labor introductoria interesan especialmente los aspectos que se orientan a la superación de los enfoques reduccionistas, bien frecuentes, que presentan la acción humana determinada por fines prefijados o por la influencia del entorno. Atendemos con preferencia a su M Vid. Axel H O N N F.TH . ¡.a lucha por c¡ reconocimiento, op. cit., 1997, pp. 2 3 ss. y también C har­ les 'IA Y L O R . -1.a Filosofía ilcl espíritu <le HegeU y «El atomismo», en Charles Taylor, La libertad de ¡oí modernos, Madrid. Amorrortu. 2 0 0 5 . pp. 9 7 -1 2 2 y 2 2 5 -2 5 5 . C on todo. Renaut polemizaría con este punto de vista, pues localiza la raigambre del individualismo atomista en la médula los plantea­ mientos del gigante alemán, contra dictum . EJ espectro del individualismo moderno estaría obsesiva­ mente afincado incluso en la imaginación teórica de indiscutible más alto vuelo, incluido en quien simboliza tanto el antiparticularismo en la historia de la epistemología com o es Hegel. Vid.: Alain R EN A U T. La era d el individuo, Barcelona, Destino, 1993. C . M O YA . D e la ciudad y de iu razón, op. eit., p. 21 7 . 80 Copyrighted material !j ¡ fifotefia de¡ pm entt rectificación de los enfoques ingenuamente dogmáticos y deterministas. El modelo de análisis de la actividad humana que emplean reclama una modificación prccisiva del sentido tradicional de lo «intencional», pues incorpora un refinamiento poco frecuente, no sólo frente a esas concep­ ciones que interpretan la acción como la realización de fines preconcebi­ dos sino frente a todo enfoque -algo todavía más habitual en la tradición de las ciencias sociales- que tienda a confundir el reconocimiento de lo intencional con la exigencia de que existan metas limpias, claras y distin­ tas presidiendo inequívocamente la conducta w . Ni que decir tiene que esro redunda siempre en la manera de concebir la relación entre las reglas (y los principios) y la acción conjunta que aquellas regulan (y orientan y canalizan o comprimen y estrangulan). Destaquemos que es ésta una inte­ rrelación de gran calado, pues puede ayudar mucho, como antídoto, fren­ te a las propensiones que fetichizan las reglas e invierten su realidad onco­ lógica al superponerlas al propio proceso colectivo de autoconfiguración, en lugar de verlas como un recurso esencialmente revisable que se subor­ dina al servicio de este y de su eficaz integración de lo diverso. En los pragmatistas se distingue una ardiente devoción por la libertad creadora, que descansa en la confianza en la razón dialógica (en la comunicación) y su capacidad inventiva para reafrontar lo inédito. Por eso, en este comen­ tario no se ha querido dejar de lado desde el principio la relevancia del juego -vivísim o- de continua reconstrucción de la identidad íntegra que, desde esa perspectiva, se «descubre» en realidades que «saben de sí» (o* *f 1-a propia evolución de la sociología de las organizaciones, aunque pueda no haber llegado a los niveles de comprensión interaccional y dialógica de la socialidad que se está apuntado, nos ha procurado interesantes avances en relación con la problemática de la determinación de los objetivos organizacionales y concretamente de la conveniencia de su pnorizacíón en el análisis de las mismas. Se detectan, sobre todo, los peligros de ofuscación que puede provocar un enfoque finalista, que caiga en el ciroi de la •concreción intempestiva- (Parsonx) del discurso sobre los fines (tantas veces legitimador) o de) modelo ideal de referencia a filies. Sobre este rema investiga con provecho Guillermo Otano en mi tesis doctoral sobre el problema organizativo de las - organizaciones no gubernamentales de desarrollo-. A él le debo mi puesta al día sobre esta sugestiva cuestión, muy susceptible de beneficiarse de la inteligente aprehen­ sión del carácter mayormente borroso de nuestras fines en la que abunda el pragmatismo relanzado en la sociología de Joas. Él mismo me puso sobre la pista de un trabajo muy oricntativo de Roberto G am a |R. G A RVÍA (1 9 9 5 ). -La problemática de los objetivos en organizaciones formales», A rbor, 5 92, pp. 105-126] y sobre el articulo clásico en d que Amitai Fxr.ioni supo distinguir entre un modelo «meta», que estiliza las organizaciones refiriéndolo a sus metas formales o públicas, y un modelo -sistema-, que en todo caso subraya la acción conjunta de un colectivo organizado capaz de proponerse objetivos cor­ porativos [A. Hr/ioni (19 6 0 ). «Two approachcs to Org.miz.ition.il Analysis: A Critique and a Suggcstion» en Administrarivr Science Q uarw iy 5, pp. 257-278|. 81 Copyrighted material GeotgeHctbert Mead pueden ir aprendiendo y rcaprendiendo el saber de sí) y que se tienen a sí mismas como una tarea continua, las más de las veces de fines inescruta­ bles c imprevisibles, además de estar en el quehacer de la mera autoconscrvación y autoafirmación. Así vistas, se vislumbran como proyeccos de horizonte insondable que no podrán menos que desbordar y hasta poner en ridículo cualquier manifestación concreta -tod a materialización- de su propio autoconfigurarse, y que decir concretamente del natural desborda­ miento de las autorregulaciones efectivas, las cuales, siempre siguiendo a Mead, no serán más que frágiles y provisionales derivaciones del perma­ nente proceso de «revolución institucionalizada», que el gobierno (participado=democrático) de toda forma de convivencia abierta exige. Las miradas de esos autores las determina su voluntad de detección de pro­ cesos reales. 1 lan refinado lo bastante su aparato epistemológico, sobre todo en la línea de la rcflcxividad que atiende a los procesos constituyentes de las realidades, como para detectar y rechazar ese tipo de anteojos lunáticos, que, al explorar las manifestaciones de las prácticas sociales y precisar a par­ tir de ellas las formulaciones teóricas, presentan a los seres humanos, y la activación conjunta de su social idad, lanzados como saetas hacia su diana. Como dirá Dewcy, «toda acción es una invasión del futuro, de lo descono­ cido» ,84. El enfoque post-positivista de estos pensadores está prevenido frente a los planteamientos idealistas y racionalistas, y les tiene suficiente­ mente alertas como para que busquen una vigorosa artesanía de la descrip­ ción y explicación de las tramas interactivas con su temporalidad propia, la que demarcan sus horizontes de tensión y de atención efectivos (nuestra historia y nuestros pronósticos habrán de «simpatizar» siempre con ios empeños «en los que vivimos, nos movemos y existimos», dirá Mead), que se liberan de las ataduras esclavizantes con un pasado irrevocable o con un futuro inalterable como los que ofrecen los profetismos 185. " " John D E W E Y (1 9 2 2 ). N aturaliza hum ana y conducía, op. d i., p. 23. '** Claro está que hemos vuelto sobte la ardorosa imagen de la electiva vivencia del presente con la que Mead cerró las Conferencias Cam s, según lo recogía el manuscrito que se ha traducido en este volumen. Recordemos que el pasaje integro que parafraseábamos, y que ya hemos explotado antes, dice así: «esta visión ñus lilscra. por tanto, de la esclavitud que nos ata al pasado o ai futuro. N o somos criaturas de la necesidad de un pasado irrevocable ni de la de una visión entregada en el M onte. Nues­ tra historia y nuestros pronósticos simpatizarán con los empeños en los que vivimos, nos movemos y existimos. Nuestros valores están en el presente, y el pasado y el futuro sólo nos proporcionan el inventario de medios y los planes de campaña para su realización» (PP, 89). 82 Copyrighted material Lafiloicjia ¿el prtunit Con el peculiar estilo suyo que «saca» de los demás, como si fueran de ellos, las novedades interpretativas que estrena, es Mead quien reformula esa radical afirmación de la integridad del proceso vital, que L a filo sofía d el presente recoge bien, y que se abre al reconocimiento de los procesos de interacción característicos de la experiencia social humana. Supone ésta, como venimos sugiriendo, una revisión de las teorías del significado, de la conciencia y del estatuto de los fines, y en general de la intencionalidad en los campos de la inreracción humana, en las esferas de la socialidad. En concreto, todos los procesos de conciencia, sobre los que muchos pasajes del libro reparan, serán tratados en términos de acción. Por ello abunda también en la afirmación del sólido suelo de los hábitos expcrienciales como contexto de sentido que fundamenta la actividad científica: «las ciencias naturales parten con pragmatismo de un mundo que está ahí, donde ha surgido un problema, y únicamente introducen reconstruccio­ nes hipotéticas en la medida en que su solución las requiere. Apoyan siempre sus pasos en el terreno firme de los objetos ¡ncucst¡onados de la observación y el experimento» ,ító. Su Pragmatismo traca todo lo mental como una dimensión cualitativa de los marcos de acción (inseparable de la propia forma de organización de éstos), cuyo rendimiento debe explorarse, incluso, a la luz de la funciona­ lidad práctica, y es desde ahí desde donde se muestra refractario de la vieja idea de los fines (y de su establecimiento) que tiende a verlos como resultados de los actos de una conciencia tomada por sí misma -com o actos de la conciencia «como tal»-, dotándolos de un estatuto anteceden­ te y predeterminado, desde fuera de los contextos de acción. Muy al con­ trario, la perspectiva «pragmática» (el enfoque de la acción social que auspician los pragmatistas) incluso al propio establecimiento del fin lo concibe sólo como un resultado: en concreto, como efecto de la reflexión sobre las resistencias o problemas encontrados por una conducta orienta­ da o esparcida en diversas direcciones ,87. Presenta esto íntima relación con aquel rasgo de la antropología de Mead y Devvey, tan bien capturado*187 G . H. M E A D , «The Génesis o f the Se lf and Social Control», h u tm a ú o n a lJo u rn a lo f E thin, 135 (1 9 2 5 )], pp. 2 5 1 -2 7 7 , p. 25 2 . Se recoge com o quinto ensayo complementario en esta edición. 187 Joas ofrece una magistral deliberación de todo esto en el capiculo titulado «Situation-Corporality-Society. T h e Fundamcn tais o f a Th eoiy o f Crcativity o f Action». en H . JO A S, Thr Crrarivity o f Action, op. cit., pp. 145-195. 83 Copyrighted material George Herbert Mead por Joas, de trarar sobre un ser humano (y unas colectividades humanas) concebidos com o radicalmente «en form ación», configurándose por medio de sus acciones, y no como ya estabilizado en una sustancia estan­ ca 18S. Ya apuntábamos que ni siquiera los fines podrían, entonces, con­ cebirse nunca como «establecidos», aunque eso no suponga en absoluto una negación de la intencionalidad. Por ello resulta ejemplar el camino de exploración de los cambios sociales que ha iniciado Hans Joas, pues relanza con suma potencia estos motivos pragmatistas al plantear seria­ mente la cuestión identitaria por excelencia, que es la de la del origen de los valores y de la renovación de los vínculos y los compromisos valorativos ’89. La resuelta disposición «constructivista» que anida en un acerca­ miento a esa formidable cuestión como el que inspira ese reenfoque radi­ cal, me invita con frecuencia a recurrir a la idea de «horizonte», que, cuando se entiende bien, exige hacerse cargo de un movimiento siempre pendiente de una mayor exigencia en el ahondar. Tal vez, el colmo del ejemplo al respecto, el que más obliga a hacerlo, sea el estiramiento de la inteligencia y la conversión de la voluntad de bien que reclama al creyen­ te la propia ¡dea de Dios. De los que encuentro, esos son seguramente los ejemplos máximos del desbordamiento sin límite, incondicionado, de la inteligencia y del corazón humanos. Se trata de una idea que, como nin­ guna otra, invita a trascender siempre, y más y más, cualquier perfil y cualquier acomodamiento de las referencias y de los modos de referirse o de sentir, si se me concede la licencia para este lenguaje fuerte e inusual que sugiere la importancia que confiero a todo esto l9°.*18 ,K* En plena consonancia con Mead. Dcwcy insiste en la marcada diferencia que hay entre tomar un ser «corno al ya formado» y abordarlo como algo que «aún está formándose por medio de las accio­ nes*. C f., por ejemplo. J . D EW E Y . N atu ra les hum ana y conducta, op. cit.. p. 134. 18‘'1 Esc es justamente el motivo conductor d d segundo gran libro de matriz más propositiva de Joas, que ya hemos mencionado de refilón, y donde lanza y articula el gran ataque a este asunto: H. JO A S, D ie Entstebung der Wertc, Frankfurt, Suhrkamp, 1997 [hay traducción inglesa The C enáis o f Valúes, Polity Press, 2 0 0 0 ). En castellano disponemos por ahora « la génesis de los valores», en Creatividad, acción y valores. H acia una teoría sociológica de ¡a contingencia, op. cit., pp. 2 3 -4 7 . P e este asunto empece a ocuparme en un pequeño trabajo: I. S Á N C H E Z D E 1-A YN CK RA . «Sobre la identidad de los valores. La estructuración de la convivencia navarra en su zona intim a*, en Vidal D ÍA Z D E RADA y otros. Los valores de la sociedad navarra en e l um bral d el Siglo XXI, Pamplona, Institución Futuro/lnstituto Navarro de Estadística. 2 0 0 5 . pp. 3 4-46. m Traigo esa idea-exabrupto por ser una pieza inigualable para sugerir la hondura de la concepción de un horizonte móvil c insondable, sobre la que mucho m e ha hecho pensar el extraordinario pozo de rica experiencia que reúne el mencionado libro de JA M E S. Las variedades de la experiencia religiosa y que da su sentido más móvil y desbordante a la idea/ideal de la imaginación teórica kantiana. Aun- 84 Copyrighted material LafíJoseJut tic! preieme Los pragmatistas enseñan que es en el momento en que comparece la impo­ sibilidad de seguir simultáneamente los diversos impulsos o compulsiones que mueven o conducen la acción cuando puede producirse la selección de un motivo prevalente, que vendría, entonces, sencillamente a predominar sobre el resto de los motivos, o a permitir que algunos de ellos se hagan valer sólo de una manera subordinada, y tome así la condición de «fin». Lo «abs­ traemos» y seleccionamos con arreglo a nuestros propósitos prácticos l'M. Seguramente Mead podría aplicar a nuestra atención a los fines su descrip­ ción de nuestras imágenes visuales, cuando dice de ellas que normalmente son «evanescentes, incompletas y caprichosas» |q\ Joas peralta este vigoroso realismo de la concepción de los fines que Mead y Dewey compartían, según la cual «por su misma naturaleza, la acción sólo es difusam ente teleolo­ g ía » . lira lógico, por tanto, que insistieran en que una «orientación clara respecto a un fin no es, de ningún modo, el caso normal» ,93. Ya decía Dewey que roda acción lanzada hacia el futuro ignoto que invade tiene como rasgos característicos e indiscutibles la contradicción y la incertidum­ bre l94. Ese enfoque hace ver que una teoría de la acción bien trabada y empíricamente fundamentada ha de hacerse cargo, desde el principio, de la multiplicidad y el plurimorfismo de los impulsos que mueven a los agentes sociales; pero también, como se acaba de destacar, de que éstos sólo restrin­ girán su atención y harán que prevalezca con claridad alguno de ellos, o estirarán e incluso especializarán su sensibilidad hacia ellos, cuando se lo autoimpongan autónomamente o al verse constreñidos a hacerlo l95. que William Jantes nn formule esa idea detenidamente, sus conferencias la ponen en suene repetida­ mente con sus ejemplos y estudios de caso enormes. w Vid. ). D EW EY. N aturaliza hum ana y conducti, op. c it, 134. Una versión sintética de todo esto se puede encontrar en el enjundias» articulo sobre la génesis del sí-mismo que ya Ivemos citado y que turma parte de este volumen. Pero las exposiciones sistematizadas más cuajadas -son sencillamente magistra­ les- se deben a Joas. Yo mismo me he basado para estos pasajes en las que ofrece en H. JCM S, -D e la filosofía del Pragmatismo a una tradición de investigación sociológica», op. c it. vid. exp., pp. 24-32. ,w Georgc H K R B F.R T M E A D . «The Naturc o f Acsthccic Experiencc». In tern ation al Jou rn al o f Ethict 3 6 (19 2 6 ). pp. 3 8 2 -3 9 2 . La referencia, a la p. 39 1 . C f. H . JO A S , -D e la filosofía del Pragmatismo a una tradición de investigación sociológica». op. c it, p. 27. "* John D E W E Y (1922), N aturaleza hum ana y conducta, op. cit., p. 23. ; i' En este sentido es oportuno volver sobre la idea de Mead de que, en realidad, lo que hay de claridad y solide/, en nuestros empeños nos lo procuran los recuerdos y las disposiciones que arrastra­ mos del pasado. C f. G . H. M E A D . «The Naturc o f Acsthccic Experiencc». op. cit. La referencia, a la p. 3 9 1 . Aunque convendría decir, sin alejarnos mucho, me temo, de lo que él nos dice en todo el libro que presentamos, que los desafíos del presente desvencijan una y otra ve/ las claridades y solideces con 85 Copyrighted material (¡corge Herben Mead La variante del Pragmatismo que encontramos en las obras de estos autores no concibe, pues, que lo normal en la conducta humana sea una orienta­ ción clara con respecto a un fin; sin que eso suponga negar que seamos «seres intencionales» l%. El propio William James ya lo había explorado sagazmente en sus estudios de psicología y en especial en su admirable exploración de la pluralidad de las experiencias religiosas y de sus fuentes de alimentación !<> . Pero ahora esa revisión crítica de la cuestión de la híten­ las que venimos pertrechados an te lo inédito, que com o veremos después, con Dewey, nos hacen crcaturas hechas de hábitos, y con una perversa inclinación a hacer del mundo (y de sus novedades! algo a nuestra imagen (y semejanza). D e manera que se puede entender más que bien su sugerencia de que la función prioritaria de la inteligencia sea la de liberar a la experiencia de las cadenas de la rutina y del cap rich o ... F.n ese m ism o con texto Joas muestra acertadam ente la am plitud de ese enfoque pragmático: -hasta la percepción está conformada por nuestras capacidades y posibilidades de acción. Sin embargo, el actor sólo restringirá la abundancia de sus impulsos y de su sensibilidad a una linea clara, cuando se presione a si mismo o se vea presionado por otro*. C f. JO A S , «D e la filos­ ofía del Pragmatismo a una tradición de investigación sociológica*, op. cu ., p. 27. 1 '' Destacaré la rigurosa exploración de las paradojas de la intencionalidad y del m anejo del tiempo que viene haciendo Ramón Ramos, quien -co m o Mead y como lo hace ahora con poderío Jo a s- pro­ fundiza en esa borrosidad c imprevisibiiidad de nuestros escenarios de acción y pone en su sitio la escasa solvencia de los modelos d e la acción racional para cubrir la parte mayor de nuestras horas y nuestros días, y en especial las situaciones que más nos importan. Citaré algunos de los más destacables. que no admiten desperdicio y que están pidiendo a gritos una recopilación y sistematización inmediara: «Una aproximación a Las paradojas de la acción social» [en E. L A M O D E E SP IN O SA y José Enrique R O D R ÍG U E Z IBÁ.N EZ (comps.). Problemas d e ttúritt social contem poránea. Madrid, C entro de Investigaciones Sociológicas. 19 9 3 , pp. 4 3 5 -4 7 1 j ; «Del aprendiz de b ru jo a la escalada reflexiva: el problema de la historia en la sociología de Norbcrt Elias* [R EIS 6 5 pp. 27-53): •Jano y el ornitorrinco: aspectos d e la complejidad social»cn P ÍR E / -A G O T E , A. y S Á N C H E Z D E LA YN CERA . 1. ícomps.), C om plejidad y teoría social. Madrid. CIS/ Academia. 1 9 9 6 . pp. 163-201], «Homo tragicus* [Política y S ociedad 3 0 (1 9 9 9 ), pp. 2 1 3 -2 4 0 ): y «Prometeo y las flores del mal: el problema del riesgo en la sociología contemporánea» [en R A M O S T O R R E . R. y G A R C ÍA SE L G A S, F. (comps.), G lob.dieación, riesgo, reflexividad. Tret temas de teoría social contem poránea. Madrid, GIS/Academia. 1999, pp. 249-274|. Su reconocimiento del carácter activo y orientado al futuro de la conciencia y del papel de la experiencia en la determinación y la renovación de las creencias supuso un fuerte acicate para el alum­ bramiento de la teoría comunicativa del control social que el pragmatismo aporta a la soctología. Vid. la voz «James. W.», que escribimos para el D iccionario de Sociología de Alianza ya citado, y cambien el libro de James Las variedades de ¡a experiencia religiosa. Conviene recordar que de una manera seme­ jante a com o lo hace T alco » Parsons en sus consideraciones metodológicas del prim er tom o de L a Estructura de la acción social respecto a la forma más conveniente de la recepción del significado de las feorías, James parte del postulado, tan digno de atención a la bota de tratar de construir buenas tipo­ logías, de que para estudiar la religión se debe estudiar al hombre más religioso en su momento más religioso. Pero las páginas tal vez más impresionantes, desde el punto de vista de la renovación del enfoque de la teoría de la form ación de la personalidad o de lo que hoy llamamos cambien «identi­ dad* son las páginas consagradas a la «conversión*. Vid. William JA M E S (1 9 0 3 ). Las variedades de Ia experiencia religiosa. Estudio de la naturaleza hum ana, Barcelona. Península. 2 0 0 2 . pp. 2 6 3 -3 5 0 . Los comentarios de liruner al respete i son inuy atinados. Vid. Jeróme S. BRU N F.R . (1 9 X 6 ). R ealidad m enta!y mundos posibles. Barcclc.ia. Gedisa. 2 0 0 4 . En concrcro, p. 24. La reflexión d e Parsons puede 86 La filosofía delpresente cionalidad que deja los teolologismos al margen toma caminos nuevos, de especial interés para la exploración sociológica y para la construcción de teoría l9#. Por eso en su artículo sobre la experiencia estética. Mead llega a decir que «la solidez, claridad y especificidad de nuestras empresas son ofrendas del pasado*, procuradas por la seguridad que nos aporta la repro­ ducción de modelos De esos mismos modelos que necesariamente son en parte inservibles en los abismos de contingente imprevisibilidad que se abren con los pasos de la vida humana, pues, como dice Dewey, «todo obje­ to o forma que se observa no es sino un desafío»2(>0. En correspondencia con su soltura en ese intrincado terreno que parece haber hecho siempre recular a los sociólogos, estos autores desarrollan, al analizar las experiencias de la praxis social, la sugestiva idea de la inte­ ligencia creativ a1"1, concibiéndola como la superación de problemas dé­ la acción social mediante la invención de nuevas posibilidades prácticas.19*20 encontrarse en la introducción de T. PA R SO N S (1 9 3 7 ). vol. I. L a estructura de ía acción social, 2 volúm enes, .Madrid, G uadarram a, 196 8 (T he Structure o f S o c ia l A ction. New York, M cGraw Hill. 1937. Reeditada por The Frec Press. New York. 1949). IW Rn plena consonancia con Mead, insistía Dcwcy en la marcada diferencia que hay entre tomar un ser «como al ya formado» y abordarlo com o algo que «aún está formándose por medio de las acciones». J . DEW EY, N aturaleza hum ana y conducta, op. cir., 134. 199 Cf. G corgc H crbcrt M ead. «The Nature o f A csthctic Expcrience», International Jou rn al o f Ethics 3 6 (1 9 2 6 ), pp. 3 8 2 * 3 9 2 . Ese pum o de vista, que es el q u e se debe subrayar en la línea de nuestro propósito, no está teñido con la convicción de Dewey de que «el hombre es una criatura de hábito, y no de razón o instinto», aunque no deberíamos perder de vista que lo que Dcwcy enfatiza en este caso es el aspecto posibilitante de los hábitos, que contribuyen a crear «un mundo hecho a su propia imagen». J . D EW EY. N aturaleza hum ana y conducta, op. c i t , p. 121. D e hecho en otro pasaje volverá Dcwcy sobre d aspecto limitador o condicionante de los hábitos, de los que dice Dcwcy que son •anteojeras que lim itan los ojos de la mente al cam ino que eienen enfrente». Joh n D EW F.Y (1 9 2 2 ). Naturaleza hum ana y conducta, op cit., p. 163Y en un pasaje en el que señala que tam ban «objetos» como l«s idéalo de justicia, pa*, fraterni­ dad humana, igualdad u oufen, debemos conocerlos y explorarlos por medio de investigaciones expe­ rimentales com o las empleadas para cualquier objeto natural, com o acontecimientos que son. y por tanto ligados a otros en tiempo y espacio. D e esos objetos que son los ideales dice John Dcwcy que •como los rayos, el arco iris o la tuberculosis, sólo pueden conocerse por medio de la observación extensa y minuciosa de las consecuencias causadas por su acción». Por eso mismo, según ¿I, la falsa psicología de un ser aislado y de una moralidad subjetiva pierde contacto con la importancia que el deseo y el pensamiento tienen en el ablandamiento de viejas rigideces y en la preparación del camino para la actividad que recreará un nuevo entorno. C f. J . D E W E Y (1 9 2 2 ), Naturaleza hum ana y con­ ducta. op. cir., p. 6 2 . Tam bién para la cita. 201 Vid. G ary A. C O O K , «M ead: T h e M any Faces o f Proccssivc C rcativity», en Sandra B. R O S E N T H A L (cd), C lassical A m erican Pragm atista: Its Contem porary V itality, Urbana-Cham * paign: Univ. o f Illinois Pr.. 1999. y Pete A. y G U N T E R , Crcativity in George llerb ert M ead, New York. Univcrsity Press o f America Lanham, 1990. 87 Copyrighted material Ceorgc Hctbert Mead El énfasis en esta capacidad inventiva o creatividad, tiene como presu­ puesto un tipo de singular exploración de la forma de actividad que es propia de los juegos, la de «explorar hasta el final» las posibilidades que ofrecen los marcos de juego con sus cursos alternativos de acción 202, con toda esa absorbencia suya, intensa y seria, que permitía a Huizinga reconocer en el «abandono» y el «éxtasis» los dos «polos del estado de ánimo propio del juego» 203. Precisamente la inteligencia en su forma más creativa -q u e estos pragmatistas asociarán a la dimensión ideal y normativa de la actividad científica y del procedimiento democrático de gestión de los asuntos com unes- se presenta como una forma de empleo consciente y altamente controlado de tal «exploración hasta el final» de las posibilidades efectivas de acción que descubrían en la implicación ltklica. Algo muy análogo a lo que hemos encontrado antes, al hablar de las situaciones problemáticas, y sugerir que Mead las aborda «sociológi­ camente», reclamando y restringiendo toda la atención para un concre­ tísimo reconocimiento del conflicto entre los impulsos intra e intersubjetivos y las consecuencias previsibles de los mismos interesados o implicados en ese cuadro situacional. Pero volveremos aún sobre este punto. ro’ Joas ve en este planteam iento el m otivo del interés de estos autores por el juego infantil: •Dewcy y Mead se interesaron por el juego infantil tam bién porque les servia como modelo de la acción que se prosigue con escasa presión por alcan/at fines inequívocos, y no sólo movidos por su intención de llevar a cabo una reforma pedagógica». La existencia en la creatividad no impedia, sin embargo, que ambos atinasen a reconocer, incluso al explorar los hábitos sociales, los síntomas de la alienación ptoductivista. que la ti adición crítica de las ciencias sociales contem poráneas ha subrayado tanto. C f.. p. c.: G corgc H E R B E R T M E A D , -T h e N aturc o f Acsthctic Experiencc», In tern ation al Jou rn al o f Ethics 3 6 (1 9 2 6 ), pp. 3 8 2 -3 9 2 . Vid. cóm o trata Dew cy la cuestión de la separación «entre los medios y los fines» en la mayor parte de las actividades productivas, asi como la de que la «actividad creadora» parezca concentrarse unilatcralm enle en la dirección industrial, donde se producen tareas de singular interés com o las de «configurar planes de largo alcance» o «hacer grandes síntesis acerca de las condiciones en las que se ha de actuar», donde sin embargo la com petencia por la oportunidad de hacer ostentación del poder se vuelve brutal. John D E W E Y (1 9 2 2 ), N aturaleza hum ana y conducta, M éxico, Fondo de cultura, 1 9 7 5 . esp. pp. 1 3 8 -1 4 1 . La referencia, a la p. 139. ilo n n eth ha sabido reconocer muy bien la im portancia del enfoque prag­ m atista de la «rcificación» que hay en la obra de Dewcy. aunque no em plee el térm in o, y que apunta a la perdida del compromiso existcncial con los otros de los que estamos hechos y también del consiguiente compromiso participativo que sería normativamente cxigible en un buen entend­ im iento de los espacios sociales. Vid. Axcl H O N N E T H , Reifxcación. Un eitu dio en la teoría d el reconocim iento. Buenos Aires Kara. 2 0 0 7 , pp. 3 7 -6 7 . pp. 3 7 ss. '* E lijo el matizado sentido de lo lúdico realzado por el historiador holandés por su espléndida adecuación al sentido que cobra la referencia al juego en Mead, y que Joas ha sabido realzar con toda pertinencia. Johan H U IZ IN G A , Homo ludens, op. cit., cf. pp. 36-37. La cita, de la 37. 88 Copyrighted material la filosofía del /tro m u En este punto, resulta claro que, no sólo en comparación con el endémico planteamiento utilitarista obcecado en los cursos «racionales» de la acción sino con otras querencias dominantes en nuestras tradiciones, la teoría pragmatista de la praxis social no sólo corrige y combate tales querencias sino que descubre o reclama la atención sobre nuevos ámbitos fenoméni­ cos. Por una pane, advierte y combate el desparrama miento de un mode­ lo de extrema estilización del cálculo racional, que es adecuado, en todo caso, sólo para explorar situaciones de elección relativamente simples y definidas por un objetivo esclarecido, como puede parecer que son las de consumo en un mercado con posibilidades amplias de elección. Pero reclama, además, una reintcrprctación de enclaves ya conocidos, tanto en el oleaje redivivo de las teorías de la acción racional de marchamo utilita­ rista como en las corrientes que prolongan las tendencias de las críticas que los clásicos de la sociología hicieron al utilitarismo, para las cuales este territorio intencional de la creatividad exploratoria y lúdico-vivcncial o experimental era, con todo, inapreciable si no completamente inédito2(M. Por eso, el concepto de «adaptación» de los pragmatistas no significaba únicamente rutina o pérdida de subjetividad sino, principalmente y ante todo aludía a innovaciones prácticas, a la resolución creativa de problemas reales. Algo que no ha resultado nada fácil de entender para los sociólogos europeos, por lo general muy marcados por las tradiciones de la filosofía de la conciencia y que tratan de afrontar los reduccionismos positivistas desde esa tradición o de variantes críticas de la misma como las derivadas del marxismo. Joas lo puso de relieve, en concreto, en su dura crítica a las ceguera de los sociólogos de la Escuela de Fráncfort, cuyo etnocentrismo y desdén altanero con el pensamiento americano pareció cerrarles la posi­ bilidad de enlazar, e incluso fortalecer sus propios diagnósticos críticos y su intento de elaborar una respuesta eficiente para los males de las demo­ cracias occidentales, con los recursos para una teoría cabal de la socialidad y para la fundamcntación normativa del radicalismo democrático que pudieron encontrar en el Pragmatismo 205.* *** C f. para todo esto 11. JO A S. «De la filosofía del Pragmatismo a una tradición de investigación sociológica», op. nt. w H. JO A S (1 9 9 2 ). «Una alternativa infravalorada. América y los límites de la “ Teoría Critica"», cap. 3 , en Pragm atism oy teoría He la sociedad, op. cit., pp. 9 1 -1 1 0 . La referencia, a la p. 97. 89 Copyrighted naterial tíeorge Hcrberi Mead Para Joas la manifestación más clara de la incomprensión del pragmatis­ mo por los sociólogos de la primera generación de Francfort es el trato que dieron al concepto de «adaptación». Los escritos de éstos están polé­ micamente cargados contra el presunto carácter socio-darwinista y con­ formista del concepto. No supieron reconocer que los pragmatistas distin­ guían muy diferentes clases de adaptación, cuyo espectro tipológico iba del pasivo ajuste («accomodation») a las condiciones del entorno, pasando por la adaptación activa («adaptación»), en el caso de la transformación del mundo al servicio de la vida, hasta el completo re-componerse de la per­ sonalidad, que se da, por ejemplo, en los casos de conversión religiosa («adjustment») 20(\ Pero, sobre todo, lo que habrían pasado por alto es que el concepto de «adaptación» no significaba en el Pragmatismo nunca rutina o pérdida de subjetividad, sino innovación práctica, resolución creativa de los problemas reales. Para subrayarlo Joas recurre a un pasaje de Dewey que encaja muy bien en nuestra línea argumental, y que se corresponde, por otra parte, con algunas anotaciones que veníamos haciendo sobre la madura concepción del papel de la inteligencia (y la ciencia) en el medio natural, aparte de venir a redondear el argumento que seguíamos. Realmente Dewey lo formula con la mayor claridad al explicitar la doctrina pragmatista sobre el papel de la inteligencia en la actividad práctica: «la teoría pragmática de la inteligencia significa que la tunción de la mente es proyectar fines nuevos y más complejos -liberar a la experiencia de la rutina y del capricho. La lección pragmática es ésta: el uso de la inteligencia para liberar y liberalizar la acción, y no para el cum­ plimiento de propósitos ya establecidos en el mecanismo corporal o en el estado de la sociedad»*07. Frenre a los discursos nostálgicos y restauraciolhi'dcm. La referencia. a la p. 9 7 . Dewey desarrolla « a reflexión en su trabajo «A com m on Faith», op. cit. John D EW E Y , -T h e Necd for a Rccovcry o f Philosophy», en Dewey (c t allí.). C reatiiv Intelligence. New York, 1917. pp. 6 3 ss. O ta d o por Joas, que lo reproduce integro (vid. última referencia). De la parte de Mead podemos citar pasajes del propio libro presentado, corno estas reflexiones sobre el papel reconstructor de escenarios prácticos de la inteligencia: -la reconstrucción es esencial para la conducta de un ser inteligente en el universo. Para el. la -inteligencia sólo es un aspecto de esos cam­ bios- ( ...) dentro de -un proceso vital en curso que tiende a automantcncrsc». Y donde lo peculiar a la inteligencia es que sea un cambio que implica una mutua reorganización, un ajuste (en el organis­ mo) y una reconstitución del en to rn o -. Las referencias pertenecen, además, al contexto donde se aborda la cuestión clave del concepto relaciona! de «significado- (com o una reorganización de la naturaleza como entorno del organismo) y de ••ideación» (com o el cambio concom itante en el orga­ nismo reflexivo humano al significado) (pp. 3-4). 90 Copyrighted material L afiloufia <U¡p m en u ñiscas, también precisa Dewey que la causa principal de la desintegración de las instituciones y de los hábitos -d e la anomia que en su intento de describir la naturaleza y las causas de la crisis de las sociedades contempo­ ráneas formuló su coetáneo Durkheim - es su inflexibilidad, que es, por otra parte, la principal razón que hace imposible restaurarlos, pues los adultos suelen ser «esclavos y víctimas» de un medio del que son parte y que ha sido decisivo en el proceso de construcción de sus propias disposi­ ciones y que sólo pueden cambiar con esfuerzos máximos. Lo antedicho conforma un marco idóneo para obtener provecho de algu­ nos de aquellos comentarios, con los que ya topamos más arriba y con los que John Dewey trató de bosquejar, en el momento del balance definiti­ vo, los rasgos de la figura intelectual de Mead e incluso el sentido de su singular aportación intelectual, que nos pueden venir bien para comple­ tar esta presentación. Ln el tono general domina -co m o el lector podrá apreciar con una lectura atenta de ese texto, incluido como nota prelimi­ nar y que hemos traducido en estas páginas- una intensa conciencia de la dificultad de trazar una semblanza de los rasgos del pensamiento de Gcorge Herberr M ead. Es como si a Dewey esa tarea le cohibiera 208. Con rodo, un testimonio del insigne pensador y gran reformista de la democracia (y de la educación), que fue además el amigo y el baluarte que amparó la vida profesional de George Mead, no es ciertamente un documento menor para respaldar el empeño hermenéutico de esta pre­ sentación. Por eso me resuelvo a seguir ahora la guía de la maniobra vacilante, atrevida, sesudamente reflexiva, con la que, dolorido, John Dewey quiso acercarse al misterio de la personalidad intelectual del amigo prematuramente fallecido. Dewey destacó algunos rasgos del genial talento de su amigo que debe­ mos retener. De entrada, su originalidad. Había en las preocupaciones de su mente una genuina singularidad inédita, pues «se caracterizaba porque tenía el poder de observar los elementos comunes que se ignoran precisa­ mente por ser comunes», y no tanto por interesarse en las discusiones -0* Algo que tiene mucho sentido a la vista de la dependencia, que frente a la extendida creencia que ha habido de que el dependiente era Mead, que Dewey confesaba tener respecto a la sociologi/ación del pragmatismo obrada por Mead, y de la que pude dar pruebas en mi monografía. Vid. -Discusión de la Influencia de Mead sobre Dewey», en Í. S A N O IE Z D E LA Y N C líR A . L a m irada refltxiva de G. //. M ead. Sobre la ¡acialidad y la com unicación, op. cit.. pp, 5 0 ss. 91 Copyrighted material Cicorgc Hcthen M ud predom inantes por en to n ces, de m archam o muy idealista. O bservem os que ese rasgo resulta fuertem ente elogioso en los aledaños de una discipli­ na com o la nuestra, en la que algunos de sus genios más insignes, com o M annheim , han destacado que lo más valiosos en el terreno del c o n o c i­ m iento social es precisam ente el descubrim iento de aquello que la gente da por supuesto, lo qu e se sabe tan bien que se da por sabido 2rtí>. Según Dewey, «en contraste con lo que suele ser norm a en la vida in telec­ tual» (recojo su propia observación), M ead seguía, más bien, el dictado de «sus propias experiencias íntim as», de aquellas cosas y con viccion es que sentía «profundam ente y para las que busca un m odo de sustanciarlas en los hechos aceptados y los conceptos al uso». Actuaba com o si no se hicie­ ra cargo de su acusada originalidad o, tal vez mejor, com o si quisiera hacer que sus propios hallazgos pasaran con naturalidad a convertirse en aspec­ tos del m undo ordinario que está a la vista y que cualquiera puede reco­ n o c e r -10. En este aspecto, y aunque hem os de volver sobre algún dcralle, mi opinión personal, que ya he expresado en otros trabajos, es qu e, ade­ más de un bello rasgo de m odestia, que indiscutiblem ente se aprecia en la obra meadiana, y que trasparece en las huellas de sus explicaciones trans­ critas en las reproducciones taquigráficas que fueron recogidos en libros ya clásicos, lo qu e en co n tram o s ahí es un detalle, significativo y p len a­ m ente consecuente co n las convicciones gn oseo lógicas y epistem ológicas que abundan en este libro. Es obvio que se puede concebir com o un detalle de modesta naturalidad que, cuando uno consigue «ver» algo com o antes no se había visto, un obje­ to, el panoram a de u na realidad (incluso cuando uno descubre toda una nueva form a, m uy reflexiva, de m irar a la socialidad hum ana en el seno mismo de la naturaleza, que le lleva a conferirle significados inéditos com o Agradecí» a Victoria Atiende el privilegio que me ha procurado de acceder al impecable manus­ crito de su reciente y esperada tesis doctoral, que entre otros regalos me (tajo el recuerdo de esa opor­ tuna consideración de M annheim . Ésta puede localizarse en la introducción de Karl M A N N H E IM (1 9 2 9 ). ¡citologíay utopia, traducción de Salvador Echavarría, M éxico, hondo de Cultura Económica. 2 .a ed., 1987. Para la cita. p. xxiv. La investigación, im ponente -ex inusual encontrar tcsi-s de esc ten o r-, de Victoria ALIEN D E U R TA SIJN ex ¡ mfa m ilia n i ¡a m oral católica, l a tensión entre tradición y m odernidad desde una perspectiva sociológica e histórica, tesis doctoral dirigida |«»r el Dr. Dem etrio Castro Alfín y leída dentro del Programa de Doctorado del Departamento de Sociología. Universidad Pública de Navarra. Pamplona, 4 de abril de 20 0 8 . J. DEWEY. -Prefatory Remarles», op. cit., p. xxxix. 92 Copyrighted material L t filo s o fía M p rrtm tt sucede con Mead), trate de demostrar que lo único que pasa es que uno se ha situado o se ha encontrado en una perspectiva y ante un horizonte del objeto del caso a ios que antes no se había podida acceder, y que es por ello por lo que se ve ahora lo que antes no se veía. No se veía, sencillam ente, porque no se había producido ese paso adelante en el que ahora uno está ... gracias a esa perspectiva novedosa. Esa actitud intelectual, que en M ead resulta palmaria y late por doquier en ios parajes de su obra, es bien poco arrogante y -a sí lo en tien d o - es francamente fecunda com o lección prim or­ dial. C om o lección primordial digo, porque hay algo en ella no ya de alcan­ ce heurístico, sino de calado epistem ológico, que se m e aparece com o una clave jugosa y fontal de la epistemología de las ciencias sociales. Se trata de una lección cardinal, característica de esa «mirada reflexiva» y de esa «reflexión completa» de la que hemos venido hablando y que a m i m odo de ver late especialmente en las conferencias y artículos que fueron reunidos en L a Filosofía del Presente. Invita expresamente a concebir el trabajo científico com o un trabajo en colaboración que se produce con los pasos de los demás así com o con los propios, aunque siem pre estén ahí esa posibilidad y ese reto permanentes de volver a contem plar las cosas de nuevas, que remoza el pasado y nos abre a nuevos horizontes de futuro. Se trata, adviértase, de una especie de corolario lógico —en el plano ep istem ológ ico - de la poderosa neoconcepción de la socialidad, com o dimensión íntim a de la subjetividad bien entendida, que M ead está estrenando. Peio hay aún o lio deiallc sobresaliente en el que Dcw cy repara; el de la constancia ímproba con la que M ead m antuvo una singular preocupación c e n tra l, desplegándola y d esarrollán d ola m u ltid irc cc io n a lm c n tc. D e acuerdo con su testim onio, desde cuando se conocieron, más de cuarenta anos antes, hasta el final de sus días habría habido un problem a predom i­ nante en la m ente de M ead, cuya ocupación principal concernió siempre «a la naturaleza personal y privada de la conciencia» 2,1. Parece singular­ m ente digno de peralte que M ead, el holisra que había tratado de dar un golpe de gracia a las psicologism os estuviese (¡y siempre!) m áxim am ente interesado en la cuestión del lugar y del papel del «aspecto íntim o y exclu­ sivam ente prrsonal» de la con cien cia hum ana, co m o nos aclara Dewey. J . I)H W F Y (I9 3 2 ), •Picfatory Kcnufks». op. cit., p. xxxvi. 93 Copyrighted material George Hcrbctt Mead Recordem os, en ese sencido, dos Fragmentos que en su m om ento, en m i exploración de la obra de M ead, con cebí decisivos en su ajuste de cuentas con la psicología conductista de su colega W atson. En el prim ero, Mead fija su concepción de la psicología social (o si se quiere su concepto radi­ calm ente social de la psicología; pues ésta puede tom arse com o una explo­ ración analítica de los sí-m ism os particulares dentro del interior único de la socialidad). Después de haber aclarado, en sus clases, que la psicología social aparece com o un estudio an terior a la psicología individual, pues trata la actividad o la conducta del individuo tal com o se da en el proceso social, añadía: «la conducid d e un individuo tan sólo pu ede ser entendida con arreglo la conducta d e todo el grupo social d el cu al es m iem bro , puesto que sus actos individuales están im plicados en actos más am plios, en actos socia­ les que van más allá de él y que abarcan a otros m iem bros de ese grupo»»2I2. C reo qu e éste fragm ento ya podría él solo situ arn os, pero am arrem os. Contcxtuali/.arem os un poco más ese interés principal de M ead por lo privado de la conciencia con una segunda cita referida a la actividad m en­ tal: «la cond u cta m ental - d i c e - no es reductible a con d u cta no m ental. Pero la conducta o los fenóm enos mentales pueden explicarse con arreglo a la conducta no m ental, en cuanto que surge o resulta de com plicaciones ocurridas en esta ú ltim a»21 F. sc par de aclaraciones quiere evitar bidircccionalm cnte los reducciónismos (el subjetivista y el sociologista). Reparemos ahora en la renta que podemos obtener del apunte de Dewey sobre esa formidable continuidad de inten­ ción del interés de Mead por la naturaleza privada y personal de la concien­ cia: nos permite enlazar simultáneam ente —y ponerlos en intensa tensión, si se admire el retruécano- el soberano interés de Mead por el círculo interior d e la socialid ad en la vivencia hum ana y esa querencia perm an en te que G . H. M E A D . M ind, S elf.m dS ociety, op. cu ., pp. 6 -7 . E l énfasis es añadido. Sobre todo esto pueden verse las pp. 103 ss. de la monografía referida de Sánchez de la Ynccra (L a m irada reflexiva de G. H. M ead. Sabré ta íociaU/Ltdy ¡a comunicación, op. a t.). Mantengo mi costumbre de prescindir de la traducción española que en su día el. por otra parte competente. Dr. G ino G crm ani, dejó escapar, sin que luego ni el ni la editorial Paidós se hayan molestado en mejorar a pesar de las muchas reim­ presiones de un texto que confunde y puede llevar a graves malintcrprctacioncs de lo que Mead pro­ pone. incluido ahí el subtítulo nada bien aclarado, producto de I3 edición original inglesa de las notas taquigrafiadas de sus cursos, cori el que se publicó esa obra postuma: «Froto (lie Point o f View o f a Social Behaviorist». 2>í lbid em .p . 11. 94 Copyrighted material L t ftU'-.Opit d ti frn tn u demostró por indagar el fuero de la conciencia privada del individuo. N o en vano, en el propio contexto del elogio funerario de Dewey a M ead, estas indicaciones enlazan en directo con la que parece ser su clave. Veamos: el interés de M ead por la conciencia (privada) del individuo siempre se refiere, en realidad, a la gran cuestión de la aparición de lo nuevo, y, muy especial­ m ente, a ese proceso al que veníamos aludiendo, qu e lleva a a b rir sitio a las novedades detectadas o reveladas p or las personas hasta su aceptación pública com o algo objetivo. Digamos que para él también el propio enfrentam iento de cada individuo con un problema «sólo puede entenderse con arreglo a la condu cta de todo el grupo del que form a parte». Es frecuente en M ead aplicar esto tanto a los descubrim ientos científicos com o a la renovación normativa de los escenarios de convivencia. Son, claro, las estribaciones de la cuestión de la creatividad y de la co n tin ­ gencia tan afines a la personalísima sensibilidad intelectual meadiana y al P ragm atism o. A m i m od o de ver, h em os llegado de la m an o de Jo h n Dewey a la medula de la sociología, al enclave más ín tim o de la socialidad, que es donde encaja nuestra insistencia en que el dilema central de la sociolog ía (y de los cam p os de la socialid ad ) es el de la com p ren sión sim ultanea de lo social y su pluralidad personal, y, en sum a, la cuestión dé­ la articu lació n p ráctica de la con viven cia de lo diverso. S ó lo qu e aquí adopta una de sus formas particulares más sugestivas e intrigantes, que es la faceta (a la vez cognitiva y valoran va) que ese problem a puede encerrar de com prensión y de articulación de la perspectiva singular -la s múltiples perspectivas singulares de los individuos y de las agrupaciones m en o res- y la perspectiva com ú n, generalizada (y las perspectivas colectivas particula­ res de los sí-m ism os colectivos) tom adas desde el p u nto de vista de las situaciones de cam bio. Eso es precisam ente lo qu e se amagaba an terior­ m ente cuando, en una primera paráfrasis del elogio de Dewey, sugeríamos que la m irada de M ead ante los problem as de co n cien cia , los en fren ta­ m ientos, siempre subjetivos, con los dilemas y las novedades en el terreno práctico son siem pre problem as, y problemas que hay que con cebir estric­ tam ente com o «sociales» y requerientes de un tratam iento «sociológico»». D ebo advertir que este asunto exigiría, com o tratarem os de hacer en otros trabajos, un doble abordaje analítico: uno referido a la socialidad «sincró­ nica» y otro a la «diacrónica». M ead hace abundantes referencias a ello en el libro al hablar en el sentido más abstracto del doble sentido de la socia- 95 Copyrighted mate'ial Cicotge Herhcrt M od lidad de la em ergencia, en la situación de cam bio m ism a, cuando propia­ m ente se podría decir que los elem entos están conm oviéndose y tensán­ dose en dos sistem as, el viejo y el nuevo, a la vez, com o ejes de la propia reconfiguración que se está produciendo de esos dos con ju n tos -e l nuevo y el v ie jo - q u e podrían distinguirse an alíticam en te. Pero decíam os que tam bién habla de la diacrónica, que perm ite, y obliga, tanto a las partes - y tanto más a las partes, porque son partes y en la medida en que son «conscientes» de s e rlo - com o al propio co n ju n to a establecer cesuras, en cuanto que y en la medida en que puede y tiene que reapropiarse cognitiva, em otiva y autodeterm inadam ente com o un co n ju n to nuevo que incor­ pora nuevos significados. N o cabe duda de ese em peño de am pliación del sentido de lo social que indicam os, q u e supone una disputa del terreno de lo «subjetivo» a la psi­ cología, al m enos en uno de sus aspectos no precisam ente menor, Dewey lo formula (tan feliz com o a buen seguro inconscientem ente) en este pasa­ je: M ead trataba de explicar «cóm o los estados m entales peculiares de un individuo -c o m o son las primeras hipótesis de un descubridor al poner en duda creencias previam ente asentadas y negar la objetividad a cosas u n i­ versalmente aceptadas com o ob jetos reales- podían servir de fuentes para la entrada en circulación de objetos que, en lugar de ser privados y perso­ nales, en lugar de ser m eram ente «subjetivos», form aran parte del univer­ so «com ún y o b je tiv o » 2I4. Ese m ism o en fo q u e encu en tra su sitio cru cial en el en foqu e que M ead hace de la clásica cuestión del orden y la socialización en las sociedades hum anas, al con ceb ir que el problem a radica en cóm o un com p ortam ien ­ to individual, no determ inado por la naturaleza, puede diferenciarse y a la vez integrarse a través de expectativas recíprocas de com portam ien to en el curso de las actividades grupales21\ C o m o es sabido, con su teoría antro­ pológica del origen de la com u n icación específicam ente hum ana, Mead trata de p oner al descubierto el m ecanism o o principio de organización que perm ite sem ejante diferenciación y reintegración. D e este m odo, en un principio, la com unicación sí se sitúa en el centro del análisis, pero sin que Mead caiga en una reducción de lo convivencia! a procesos de com u ­ 2,4 J . D E W E Y ( 1932). «I’retatory Renurki», op. cit., pp. xxxvi-xxxvii . H. JO A S, «La emergencia de lo nuevo [...)» , op. cit., pp. 121 ss. 96 Copyrighted material la filo to fit dtipeñerar nicación . R eprocharle un con cep to de sociedad así es un claro despiste, que suele arrancar, precisam ente, de la incapacidad para reconocer lo que hay de estricta novedad en el reenfoque que Mead ofrece de la interacción hum ana desde una perspectiva radicalm ente social o si se quiere co lecti­ vista, pero de un colectivism o concreto, intcrpcrspectivo, ínter y polisubjetivo: nada, en absoluto, abstracto. D e hecho hay en M ead una especie de corporalism o, un inteligente natu­ ralismo muy corporalista que distancia largamente a M ead del hegelianis­ m o de sus m a e stro s216. M ead m arca las d istan cias con aquel en foqu e idealista que, com o dice Dewcy, sostenía que «la m ente, entendida com o conciencia, era la materia prima del universo y constituía tam bién las for­ mas estructurales de este**; se aleja de un planteam iento en el que el aspec­ to íntim o y exclusivo de la conciencia personal hum ana, aparecía, cuanto m is, com o una resbaladiza variante confiable o escurridiza de la m ente o del espíritu u n iv ersa l21 . Bien lejos de esto se sitú a un plan team ien to com o aquel de M ead que subraya hasta la saciedad la materialidad orgáni­ ca de la vida hum ana plural, polim orfa, radicalm ente difcrcnciablc y pluriperspectiva, sobre todo en los procesos de individuación, pero siendo estos inexplicables sin los procesos m ultiform es de socialización diversa. Lo habíam os recogido ya en una nota anterior: «El m ecanism o de la socie­ dad hum ana -d ic e M ead con toda cla rid a d - consiste en el hecho de que individuos corpóreos se apoyan o entorpecen recíprocam ente en sus accio­ nes cooperativas a través de la m anipulación de objetos físicos»»218. Es ahí donde encaja la otra cara de esa preocupación de Mead por el estatu­ to trans-subjetivo de la posición y la innovación individual, que es la cues' 1'■ Sobre las influencias recibidas por Mead he d atado cu el primer capitulo de la monografía (I. SÁ N C H E Z D E LA Y N C E R A . La m irada reflexiva de G. //. M ead. Sobre la social¡d a d y la comu­ nicación, o¡>. cit.) al igual que hizo Joas (1 9 8 9 ) cu la suya, quien a su vez tira mucho de las indagacio­ nes biográficas relativamente recientes y bien documentadas de C ook. l a reciente texis doctoral de Claudio Marcelo Vialc. de buena traza, se ocupa expresamente de una posible complemcnraricdad de un aspecto de la ética de Josiah Roycc (que tuc, entre sus profesores americanos, el más apreciado por Mead) con los coloques meadianos de la ampliación ética de la democracia. Claudio Marcelo V IA LE, Comparación crítica entre la m etafítica de la personalidad de fonal) Royce y la patología social de George H erbert M ead , tesis doctoral dirigida por el Dr. Gustavo Cosacov. Universidad de Córdoba (Argenti­ na). Buenos Aires, viernes 2 de jum o de 2 0 0 6 ). Vid. Gary Alan C O O K , George H erbert M ead. The M a k in g o f a S eñ al ¡S-agmatist. Urbana y Chicago. Untver.vity o f Illinois Press. 1993. ;i J . D E W E Y (1 9 3 2 ), «Prcfjtory Rcmarks», op. dr., pp. xxxvj - x xx v ii ). JO A S , «La emergencia de lo nuevo (...]» . op. cit., p. 112. 97 Copyrighted material O rarle Herbetl Mead tión misma de la experiencia de lo nuevo. Por eso dice Dewey que ese pro­ blema que le ocupó perm anentem ente «era el de la emergencia de lo nuevo y el de su incorporación a un mundo que ahora pasaba a reconocerse com o viejo mundo (y lo fue, de largo, antes de que las palabras «evolución em er­ gente» se oyeran)» 2,!\ aunque The Philosophy o fth e Present demuestra pro­ fusamente la abundante atención analítica que M ead dedicó a las estribacio­ nes ontológicas de ese fenóm eno. Por ahí puede ir, com o sugiere el propio Dewey, el origen de su interés en el concepto de emergencia, por ejem plo. Según su propio amigo, esa atención, tan evidente en las conferencias Carus, podía tomarse com o reflejo de un factor concreto que caracterizaba su expe­ riencia intelectual: «siempre había en ella nuevas visiones en ciernes que trataba de conjuntar con lo que pensaba antes, sin que simplemente tratara de desplazar las viejas ideas. Sentía dentro de sí, a la vez, la emergencia de lo nuevo y la continuidad inevitable de lo nuevo con lo viejo. D e modo que tam bién experimentaba en su interior la lucha de las ideas, las hipótesis, los presentim ientos -q u e prim ero eran com pletam ente privados, materia de íntim a m ism idad p erso n al- por en con trar su propio sitio en un m undo público, participado, objetivo, y ocuparlo» n '\ Aunque m e he propuesto evitar en este trabajo la presencia de p lantea­ m ientos especialm ente retorcidos, no m e resisto a com pletar el argum en­ to con su antagonista. O curre que M ead plantea el asunto tam bién a sensu contrario. Hasta ahora nos hem os fijado en la cuestión que al parecer pre­ ocupaba a M ead perm anentem ente, pero insistiendo en cóm o buscaba él que las percepciones y las respuestas innovadoras ante problem as inéditos viniesen a en cajar en las anchas calles de la vida com p artid a. Pero esto puede tom arse tam b ién en el otro sen tid o: por el lado de la socialidad m ism a, de la propia afirm ación de lo in tersu b jetiv o en el curso de su acción autoconfiguradora o estructurante . Insistam os recapitulando: si el asunto en el que estuvo interesado perm a­ n en tem en te era el de la em ergencia de «problem as prácticos», estam os ahora en con d icion es de descubrir en la m ism a com parecencia de «pro­ blemas» ante la conciencia un asunto capital: el d el problem a social o d e los problem as sociales. Se trata de que, bien m irado, cabe decir que en la vida m J . D E W E Y (1 9 3 2 ). -Prcfatory Rcnurks», op. cir.. p xxxvn. lbidcm. 98 Copyrighted material I m filosofía delfrítente real, en los escenarios de la praxis, eso es lo crucial, si enrendemos en serio esos escenarios sociales com o lo que básicam ente son: escenarios donde lo que está en juego es la propia articulación de la actividad conju nta, co n ­ forme a la perspectiva generalizada del otro. Ciertamente, lo que se nos dice en primer plano es que el problema que pre­ dominaba en su m ente desde el principio de su carrera concernía a «la natura­ leza personal y privada de la conciencia» o, com o el mismo dice, a la concien­ cia humana, en su aspecto íntim o y exclusivamente personal. Pero, com o veremos, eso aparecía ante la mirada Mead y en el plano más hondo, estricta­ mente, com o un «problema». Y, además, com o un problema que simboliza, con toda su com plcj idad, la densa multigamaticidad de las cuestiones que encara la teoría - l o que él todavía llama la «filosofía'»- del presente, com o filosofía de la emergencia de lo nuevo con toda su contingencia, tanto en sí mismo com o tam bién en la «experiencia de los organismos sociales huma­ nos»221. Por eso m ism o, entendía Dewey que era preciso «apreciar cuánto más fundamentalmente adoptó él la doctrina de la emergencia que la mayoría de quienes jugaron con esa idea», y añadía que «sobre esa base, su generaliza­ ción de la idea de socialidad y su interpretación de la emergencia en el curso de la evolución adquieren un significado que de otro modo no tendrían»222. 8. LA COMUNICACIÓN, MECANISMO DE LA SOCIALIDAD (Y DE LA CIENCIA, DE LA ÉTICA, DE LA DEMOCRACIA...) Los resultados de su atenta indagación de los fenóm enos interactivos que posibilitan el dom inio de los seres hum anos sobre el significado y el acce­ so de los sujetos a la orientación reflexiva de su conducta son los que han convertido a M ead en un clásico de las ciencias sociales, al penetrar paula­ tina y capilarm ente las discusiones académicas en terrenos muy variados. Pero cabe, con todo, fijar en las obras de H aberm as y de H ans Joas (sobre todo) la mediación que trajo a la fragua de la sociología fundamental sus originales acercam ientos a las grandes cuestiones de la sociología. 2.1 l»P,p. 1 5 . D KW F.Y (1 9 3 2 ), «Prcfaiory Remarlo», 2.1 J. op. cit., p. x x x v w . 99 Copyrighted material lícoige Hcrbcn Meul Si bien la historia de la influencia de la obra de Mead está pendiente de estu­ dio cabe, en efecto, fijar un hito muy significativo para la misma en la reivin­ dicación que de ella hiciera Habermas al proponerle com o referente en su propuesta de un cam bio d e paradigma para la sociología que vendría a cen­ trarla normativamente en la atención a la acción comunicativa 223\ Pero, sobre todo, la historia de esa recepción encuentra su resorte y fuente principal en la espléndida obra del sociólogo muniqués Hans Joas, que desborda con mucho el simple alcance de una excelente labor histórico-crítica 24. Joas toma la obra de M ead, y en general los aportes del Pragmatismo estadounidense, com o fuente de inspiración de su propia exploración innovadora en sociología, la cual aparece, a su vez, presidida por un im petuoso afán cons­ tructivo que aborda cuestiones capitales para estudiar la convivencia. Aunque durante las última décadas el estudio del Pragmatismo estadounidense, y de la obra de Mead en concreto, se ha multiplicado, en el cuadro de esa recepción sobresale esa apuesta de Joas por una sociología que arranca de la acción colec­ tiva misma, y que se concibe com o una decidida baza para la renovación de las grandes cuestiones clásicas sobre la acción y el orden social. D icha sociología se destaca así en el hacer actual de la sociología por algunos rasgos inéditos, J . H A B ER M A S (1 9 8 1 ) Teoría d e la acción com unicativa, op cit. C on iodo, el gtan pensador alemán reviva ya algunos aspectos fundam ental» de « a recepción en J. H A B ER M A S (1 9 8 8 ), Pensa­ miento postm etafisico, Madrid. Taurus. 1990. 1.a sombra benéfica de la extraordinaria y original labor receptora de Joas imperaba ya elocuentem ente... Ya se Kan ido mencionando 1» principales obras de Joas. IX- (techo no son pocas, y si muy sustantivas, las observaciones críticas de Joas. frente a la forma de entender Habermas el cambio de paradigma al que se alude. Se refieren tanto I) al modo, de entender la comunicación c incluso la integridad corpórea de los procesos comunicativos humanos. 2) a la forma de encuadrarla en una tcoria general de la acción social humana, y en especial de la conexión entre la acción curativa y la acción instrumental, 3 ) a la ptionzación de la creatividad de la acción al medirse con la contingencia permattente de las situaciones prácticas frente al énfasis en la racionalidad, aunque sea la comunicativa, que para el enfoque mcadtano encontraría un sitio preciso en los contextos discursivos de justificación de las decisiones tomadas para resolver las a¡iorús prácticas, 4) la priorización en la c tk a de la perspectiva de los actor» frente a la ccntralkbd (noinutivista) que Habermas tiende a dar a la objctivización de las justificación» o a la universalización de las normas. En contraste, lo que despuma en la sociología meadiana o el horizonte de la unívcnali/acHm de los valor». Joas ha sistematizado ese apunte en el trabajo que más lientos citado, « la emergencia d e lo nuevo [...)*, op. cit., pp. 129 ss., donde él mismo aclara (p. 129) «d nivel lógico correcto- en el que debe ubicarse el -evidente* potencial innovador de la obra de Mead «para una revisión actual de la teoría sociológica de la acción*, que n o » ni el nivel dd descubrimiento de nuevos hechos empíricos, ni el nivel normativo, sino el del propio «enfoque teórico fundamental y ntetatcórico-, comparándolo con ventaja con los hallazgos de Habermas. Sobre esc aspecto el otro lugar de importancia « el trabajo (1986), «El infeliz casamiento de la hermenéutica y el funcionalismo: la temía tic la acción comunicativa de Jiitgen Habermas». rap. 6, en 11. JOAS, EJpragmatismo y la teoría d éla sociedad, op. cit.. pp. 167-198. 1 00 Copyrighted material la fílenejia del /¡mente que subrayan su potencial innovador para el análisis de las transformaciones de los escenarios actuales de la convivencia, y que suponen un aprovecha­ miento fecundo y original en sociología de ciertos rasgos de la tradición Prag­ matista, que Joas toma preferentemente de Mead225 y de John Dewey. Entre dichos caracteres destaca la cenrralidad que se confiere a la dimensión creativa e innovadora de la actividad social humana de la que ya se ha adelantado algo con un enfoque que arranca de un modelo de comprensión de la normatividad en el juego social como el meadiano, sobre el que quiero insistir especial­ mente aquí, por su especial susceptibilidad para el análisis crítico de la gestión de los cambios sociales en clave de solidaridad democrática. Como es sabido, en contraste con el de Freud, y en profunda correspon­ dencia con el poderoso dibujo que desde el pragmatismo meadiano se puede hacer del proceso de construcción de la identidad, dicho modelo se orienta a rádice por un diálogo entre las pulsiones y las expectativas socia­ les; entre los extremos de la asfixia de la represión cultural y la violencia anárquica de la búsqueda compulsiva y ciega de satisfacciones particula­ ristas. Es Joas quien ha sabido señalar ese contraste apoyado en la inspira­ dora idea del juego de los pragmatistas. Es com o si, por una parte, el Esa misma es ia razón por la que, al optar por la traducción d e un primer libro de Joas a nuestro idioma en colaboración con el C1S, se eligió el volumen que había consagrado a Las aportaciones del pragmatismo meadiano a las teorías de la acción y del orden sociales en confrontación crítica con el estado de la cuestión en la historia de la sociología (Elpragm atism o y la teoría de la acción, op. cit.). En esa obra la exégesis de joas confronta esos planteamientos con los equivalentes m is destaca bles de la sociología actual (Castoriadis, Habcrmas. d Parsons de Alcxandcr. la mejor faceta de Giddcns. etc.). No estoy seguro de que esc libro, aunque se cita, haya empezado aún a calar con toda su fecundidad, sin la cual puede quedar fuera de alcance el calado de los motivos de los libros de tenor sistemático que Joas ha escrito, com o el que dedicó a la creatividad de la acción colectiva -T h e C.reativity o f Acrion, op. c it - , y d que consagró al origen de los valores -T h e Génesis o f Valúes, op. c it - en intenso debate con los protagonistas más insignes de la polémica contemporánea sobre (Nietzsche, James, Schclcr, Dewey, etc.). También puede quedar oculta la potencia insólita de sus actuales acercamientos a la sociología de la religión (vid., p. c.: Hans JO A S . Braucht der Mensch R eligióni Freiburg. Herder, 2 0 0 4 ). M is escritos de los últimos años, aparecen poblados d e llamadas de atención sobre la excelencia de la Sociología de Joas, comparable en alcance, a mi modo de ver, con las de Habcrmas o Luhmann, entre las propuestas recientes. V entiendo que está en ese rango por su sistcmaticidad y ambición teórica, aunque él la agazape siempre tras el estilo dialógico y polémico de su obra, en la que se adivina la lección meadiana de modestia de la que se habló anteriormente. No obstante, hasta ahora sólo he dedicado un pequeóo trabajo a poner de relieve su figura y su aportación: su giro hacia la cuestión del origen de los valores y hacia las cuestiones de base de la sociología de la religión, me ha obligando a una cuidadosa atención previa hacia campos que hasta ahora eran para mí casi inéditos. Vid. 1. SÁ N C H E Z D E I.A Y N C E R A . «Para fecundar la teoría social. La sociología pragmatista de Han* Joas», Prólogo en Hans JO A S, E J Pragmatismo y la teoría d e la sociedad, op. cit., pp. vn-XXll. 101 Copyrighted material Gcorge Herbert Mead contacto con la obra de Mead le hubiera advertido de una carcomida false­ dad que encierra aquella advertencia que enfrenta la libertad, disfrazada de sumisión a un heteronormativismo estancado, con el libertinaje; pero tam­ bién que hubiera logrado inculcarle en seguida aquel sentido esplendido de la creatividad arriesgada y realizativa que su concepción de la acción social asocia con la ética. Me refiero, en este segundo escalón, a la enseñanza de Mead de que la mirada reflexiva con la que el ser humano se adentra (y se auto encuentra) en los escenarios de la acción le impone como norma una disposición resuelta a optimizar los recursos en las situaciones, a aprender a hacer todo lo posible en ellas, asumiendo los riesgos de actuar creativamente en condiciones contingentes 226. Desde allí despunta la alternativa, realista, de un enfoque de lo social donde las pulsiones que animan y sacuden lo emergente y la contención reguladora de las normas se toman, con plena conciencia y desde el principio, en abierta y tensa interacción y confronta­ ción. No se trata del «malestar» de la cultura sino de la salsa misma del des­ empeño de las libertades intersubjetivas en las encrucijadas de la praxis social, el reto fascinante de la puesta en ejercicio de la «creatividad de la acción». Esa es precisamente la senda por donde Joas prosigue las sugestiones de Mead. Su enderezamiento a una teoría democrática de la acción colectiva -u n a propuesta directiva para explorar el juego social con un modelo nor­ mativo de ordenamiento democrático- trata, entre otras cosas, de subver­ tir la aparente evidencia de una larga c imparable marcha de la sociedad contemporánea por caminos de diferenciación estructural iuncional (por­ que tal credo confunde un modelo construido inferencialmente a partir de evidencias y suposiciones de tendencias duraderas con procesos histó­ ricos reales e imparables que no pueden someterse a él, y siempre se trara en suma de una suposición, de una creencia)22?. Por esa misma razón, lamenta la debilidad de Habermas cuando, para completar su enfoque de }ii> Estas consideraciones las formula Hans Joas ejemplarmente en «Pluralismo de valores >' universalis­ mo moral», en H. JO A S . Creatividad, acción y valora [...| op. cit., pp. 49-Ó2. Vid p. e., p. 58. En un pasaje de su obra. Joas explícita la posición como una «critica radical del funcionalismo», que mira en la dirección de una teoría de la acción colectiva, cuyo centro de atención son los resulta­ dos buscados y no buscados de la acción colectiva e individual, asi como b constitución colectiva de las regulaciones normativas y de los procedimientos colectivos para negociar los conflictos normati­ vos. Las expresiones clásicas de este modo de pensar apuntan al orden social resultante de los procesos de negociación y a la constitución de la voluntad colectiva». H . JO A S. E l pragm atism o y ¡a teoría de Lt sociedad . op. cit.. p. 191. 102 Copyrighted material La filosofía del presente lo social desde la acción comunicativa, siente la necesidad de recurrir a la idea de sistema, que adquiere en él un innecesario sesgo negativista que diluye el valor analítico que quisieron conferirle Parsons o, especialmente, Luhmann) 228, en una actitud defensiva que, en el fondo, declina el reto exigente de control democrático de la economía y del estado, que un enfoque desde la acción colectiva y la regla democrática de la auto-nomía arrojan 229. El mismo sintetiza, apoyándose en Mead, ese programa teóri­ co, de este modo: «Mead desarrolló una teoría de la acción en la que comparece en primer plano la creatividad de la acción. Su teoría de la normatividad es un intento de que la dimensión de las soluciones creati­ vas a los problemas morales de la acción no resulte enmascarada cuando se subraya la intersubjetividad de la validez de las normas. Su concepción de la ciencia de lo social no es un ejemplo de cientificismo, sino el intento de conservar el legado de la filosofía práctica en las condiciones que se dan en una civilización científica y técnica. Para poder entender los intentos de Mead en esas tres áreas, y el conjunto de su obra, es preciso captar el papel central que desempeña la tensión entre la creatividad de la acción y el carácter comunicativo de la socialidad humana» 23°. En el trasfondo, como vemos, asoma esa idea que destacábamos de que los «problemas», tamo los que asaltan la vida diaria como los que se abordan en los enclaves especializados de la ciencia, son siempre problemas que -si los sometemos al tipo de escrutinio que permite una descripción densa como la que pide la concepción meadiana de la socialidad- reclaman en último tér­ mino la posibilidad/ncccsidad de ampliar {o saturar) en cada momento y en la medida de lo posible, el campo y el horizonte de conducta pertinentes con los que debe medirse la respuesta al problema planteado. Porque, cuan­ do Mead recuerda que los propósitos de conducta deben determinarse «en presencia de un campo posibilidades alternativas de acción», precisa siem­ pre que dichos fines «no tienen que determinarse de antemano, sino a la vista de los intereses que un conocimiento más completo de las condiciones despierta». Porque, en general, en una concepción «moderna», como él Aunque está presente en la médula del argumento es este tema central del segundo volumen de la acción comunicativa en el que recala a partir de la exploración de la teoría patsoniana de la diferen­ ciación funcional. Habermas, Teoría d e la acción com unicativa, op. cit. 129 C f. H. JO A S, E l pragynatismo y Li teoría de ¡a sociedad, op cit., pp. 1 9 6 -197. ,w Ibldent, j>. 273. 103 Copyrighted material Geocgc Herbert Mead designa a la apuntada, lo que predomina no es el punto de vista de la for­ mulación de valores que deben ser tenidos en cuenta, sino la exigencia de proporcionar a la sociedad el rango «más amplio de posible de alternativas de conducta en cada momento, es decir, el empeño por fijar momento a momento el campo más amplio de conducta que sea posible» 2,1. A partir de esa concepción, las normas que arbitran el juego social en los diversos ámbitos habría que concebirlas desde una perspectiva intersubjeti­ va ñera, y se descubren como radicalmente susceptibles de modificación en clave participativa (o comunicativa), mientras que los impulsos subjetivos se muestran como desarrollabas en una dirección que podríamos llamar de «intimación» de la intersubjetividad. Es así como ésta comparece tomada, a la vez, como su ámbito nutricio de procedencia y como campo u horizonte de expansión de la misma subjetividad en el plano de su creciente autorreconocimiento: siempre cabe «des-cubrirla» más y más como hecha de otros, y como proycctable allende sus actuales límites, en una autodeterminación creciente para ser más intersubjetiva, más otra en y con los otros. En la madura interpretación de Joas, esto es lo ínsito en la concepción del «otro generalizado»¿32, que se entendería, en lo básico, como un objetivo colecti­ vo válido en un ámbito de conducta social o al menos tácitamente compar­ tido por los actores que lo integran. Las expectativas de conducta que ani­ dan en ese «otro» generalizado con el que se articulan (y en ese caso van madurando, «descentrándose») los sí-mismos individuales, son las reglas de juego, o dicho en términos más generales las normas y valores del grupo o del ámbito particular de vida social del que se trate Como sabemos, la apelación a ese mecanismo de articulación de lo intersubjetivo cabe incluso extenderla a la propia descripción que es exigióle de las situaciones proble­ máticas que se dan en las encrucijadas de la actividad científica. C f. G . H. M KAD. •Scicmifk- Method and IndividualThinkcr», en: John Dcvvey V otros. Creative Intelligence: Essayt in tbe Pmgmaric Atntude, New York 19 17, p. 20 8 . También para Las citas. 1)7 El dibujo básico de la teoría de la emergencia, no sólo de la identidad personal sino de la confi­ :M guración de las identidades colectivas, aparece delineado, incluida la escueta referencia a esc concepto de «generalized ochen-, en el enjundioso articulo final sobre la génesis del si-mismo y el control social que se incluye en este volumen. Tanto en la monografía de Joas sobre Mead como en la mía puede encontrarse un tratamiento detallado y contcxtualizado de este planteam iento y de este concepto. Para una versión sintética de este últim o, véase nuestra reciente formulación en la 2 .* edición del D iccionario d e Sociología: I. S Á N C H E Z D E 1.A Y N C E R A (2 0 0 6 ). «Otro generalizado*, en Salvador G IN K R . y otros (comps.). D iccionario de Sociología, op. cit. Zii H . JO A S , *La emergencia de lo nuevo |...|», op. cit., pp. 116 ss. 104 Copyrighted material la filosofía del presente Asoma, pues, un modelo innovador, que descubre una salida para la aporía freudiana entre el principio del placer subjetivo y el frontón, contra­ puesto con el, del principio de realidad de las formas culturales. Un mode­ lo que hace comprender que la socialidad, el juego social, es susceptible simultáneamente de la expansión de una voluntariedad creativa de las acciones personales (y una afirmación de la identidad e incluso de la inti­ midad del yo) y de un incremento del reconocimiento y de la afirmación solidaria de lo otro (lo intersubjetivo) como propio. Y esto de una manera satisfactoria, máximamente alejada y alejable de los juegos de suma cero en los que se enredan los modelos atomistas, empezando por el freudiano, en la medida en que se pueda decir que este lo es al exaltar el enfrenta­ miento del deseo individual con contextos culturales frustrantes, sin que encuentre la salida, mucho más atinada, que, siguiendo al propio Freud, llegaría a descubrir W innicott explorando detenidamente los procesos interaccionales234. En esta línea de trabajo, alimentada y ensanchada en las últimas décadas por la exploración exhaustiva de Hans Joas, que fermenta, además, en la sociología original que él mismo auspicia a partir de las tradiciones demo­ cráticas de la teoría de la acción colectiva, se destacan, como guías, dos grandes ejes temáticos. Por un lado, la pregunta, casi inédita y básica para la explicación de los mecanismos del cambio social, por el origen de los valores nuevos y los nuevos compromisos axiológicos de valor en los ámbitos colectivos. La otra vertiente es una sobresaliente concepción de la identidad, que la enciende como un proceso constante c inestable de arti­ culación de la relación de un sujeto con su propia vida tomada, sincrónica y diacrónicamente, como un tod o:35. Pero esas dos cuestiones capitales que el sociólogo alemán ha introducido en la fragua de la sociología actual 2yx Vid. Donald W IN N IC O T T , R ealidad y juego, Barcelona, Gedisa, 1972. Para los efectos de este trabajo basta aludir al retrato de situación de los debates psicoanaJ (ticos a finales del X X que ofrece M itcheil, quien sitúa y enm arca perfectamente las aportaciones d e W innicott. que abundan en d detalle interaceional de los procesos de desarrollo de la personalidad y en la creatividad agcncial que se descubre en los mismos. Stcphcn A. Mitcheil, Conceptos relaciónales en e l psicoanálisis. Una integra­ ción. México, 1993. passini. El libro dispone de un excelente índice analítico. Aunque no me podré entretener en el pormenor de la justificación, me he ocupado de esa preci­ sión conceptual en la voz «Sí mismo» incluida en la 2.* edición del D iccionario d e Sociología de Alian­ za, op. ctt. He encontrado fundadas razones para ampliar esa fórmula para que, com o es natural, se extienda también a los procesos de autoconciencia y autodeterminación de los colectivos humanos. 105 Copyrighted material George Hcfbert Mead con acercamientos insólitos a las grandes cuestiones teóricas clásicas de la sociología -las de la acción y el orden-, tienen su origen, con todo, en esa gran innovación meadiana de haber auspiciado una sociología planteada en clave de comunicación (participada) 236. 9. LA COMUNICACIÓN EN EL MARCO DE UNA TEORÍA DE LA INTIMACIÓN DE LO SOCIAL. NO SÓLO AUTONOMÍA MORAL: EN LAS CIRCUNSTANCIAS NUEVAS ESTÁ LA REFERENCIA BÁSICA Pero vayamos a lo nuclear. En el centro de la aportación meadiana está su consideración de la comunicación simbólicamente mediada como meca­ nismo básico de la socialidad humana. La comunicación sería la fórmula de mediación en nuestros procesos de la conducta: un sofisticado disposi­ tivo de interacción, que consiste en el manejo simbólico de referencias a expectativas de conducta intcrvinculadas, ofrece a los seres humanos, la posibilidad de un control participado sobre las situaciones237, Anotemos, aun cuando se vaya a dejar de lado, que una característica muy importan­ te de esta concepción es su capacidad de explicar la instrumentalidad, y lo que luego se ha llamado la racionalidad instrumental, como una forma de 2i<l F.I sentido preciso de esa idea de la .com unicación participada* la he explicado a fondo en la monografía L a m irada reflexiva de G . H. M ead, op. cu. u? En un trabajo sobre el sentido de la tardía tesis doctoral de Park -q u e traduje y que introduje para el O S con Esteban Lópcz-Escobar- que presentó la edición española de ese viejo c importante trabajo casi inédito, ya se sugirió la im portancia que el encuentro de Park. a su llegada a Chicago, donde en pocos años se erigiría en impulsor y dinamizador de aquella influyente Escuela, con esa manera tan penetrante de abordar las claves de lo social, pudo tener en el olvido (aparente desdén) del propio Park de esa obra suya, madura y tardía, que en realidad constituye uno de sus escritos teóricos más serios y fundamentados. (Recordaré que esc trabajo lo vertimos del original alemán, pues sólo ha circulado en ingles en una traducción incompleta y no carente de descuidos, que no elaboró d propio Park). FJ abordamicnto del mecanismo de la socialidad en clave de comunicación se adentra en efecto con más medularidad en la respuesta a las que preguntas de fondo que Park se había hecho al elaborar su tesis concebida junto a Simmel en Berlín y elaborada junto a Windelband en efeo o sobre las claves de esc mecanismo que podía permitir entender los cambios de los escenarios sociales de la urbaniza­ ción, con la aparición de los nuevos cuadros urbanos de los públicos y los movimientos masas, que unos años después concentrarían la atención de Ortega y Gassct. Vid.-. Robcrt Edgar PARK. (1904), La mam y e l público. Una investigación lógica y sociológica, traducción de Ignacio SANCHE/. D E l A YNCKRA y Esteban L Ó PEZ -ESC O BA R . en Revista Española de Investigaciones Sociológicas. 7 4 (1996), pp. .161-423 e I. Sánchez de la Yncera y Esteban Lópcz-Escobar, «Los barruntos de Park. Antes de Chicago*. Revis­ ta Española d e Investigaciones Sociológicas. 7 4 (1 9 9 6 ). pp. 3 4 5 -3 5 9 . 106 Copyrighted material La filosofal d elpresente actividad derivativa y a posteriori de relacionalidad del ser humano, al que se describe y explica descubriendo su cuerpo y aprendiendo a modular su relación instrumental con los objetos del entorno, y con éste en general, en un proceso de refinamiento avanzado del autocontrol de sus respuestas adquirido en el seno de los contextos sociales donde se despliegan y se maduran las personalidades humanas como principios de actividad autonoma 238. De este modo, la referencia a la corporalidad humana retoma nuevamente, en la parábola reflexiva de Mead, un sentido intrínseco a esa afirmación de la socialidad única que hemos hecho que mande en este texto. La instrumentalidad aparece como en Plessner o en Gehlen ’3,) en la explicación de la «diferencia humana», pero subsumida en la potente articulación de la intersubjerividad en clave de comunicación. Volvamos sobre la advertencia que hicimos de que la intención de su obra se sitúa en medio de la discusión moderna sobre la razón autónoma y la racionalidad en general. Su fiscalización de ese «mecanismo (comunicati­ vo) de la socialidad» enlaza, así, con uno de los motivos más serios (y abortados) del pensamiento moderno. Recordemos aquel lugar central en Hegel [del volumen tercero de su H istoria d e la F ilosofía], que ponía al desnudo la insolvencia de las respuestas de Kant a los problemas de la libertad a los que ya se aludió arriba 240 . Y es que no basta con postular el principio de que la conciencia y la razón humana son solventes para medirse con el orden causal de la naturaleza, ni aquel otro de la solvencia de nuestra razón para volverse reflexiva y eficazmente hacia sí, en la inti­ midad moral. : js En esc sentido la postura de Mead procura un excelente apoyo a los intentos de superación las deformidades prod activistas que han predonnnado en los discursos sobre la vida social desde la época ilustrada, un hecho que explica el papel crucial que le atribuye Habcrmas en la rectificación de la teoría social que supone La adopción de un modelo comunicacional de explicación de las relaciones humanas y de la lógica de los ámbitos sociales. w Vid. Arnold G E H L E N (1940). E l hom bre. Salamanca. Sígueme. 1980 y Antropología filosófica. D el encuentro y descubrimiento d el hom bre p or sí mismo, Barcelona, Paidós, 1993, y Hclmuth PLESSN KK (1 9 4 1 ), luí risa y e l llanto. Investigación sobre los lim ites d el com portam iento hum ano, Prólogo de Lluís Duch. Madrid: Editorial Trotta, 2 0 0 7 (hay una primera versión castellana: Madrid. Revista de Occidente, 1960. •'l0 He tomado la indicación de I. A Y M E R IC H , L a libertad subjetiva en H egel y Adorno, op. a t ., p. 297. La cita se localiza en Gcorg W ilhclm F R IE D R IC 11 IIE G E L . U'erke in zw am zing badén, 20 vols.. es el volumen número 2 0 . el tercero dedicado a las Vorlesungen tiben d ie Geschiehte d er Philosop b ie 20. p. 370. 107 Copyrighted mate'ial Cicorgc Hetben Mead Hegel mostró cómo ese mismo postulado garantizador de solvencia para el cierre autodefensivo del yo en su parcelilla privatista hacía que la socie­ dad se presentara sólo negativamente, es decir, como límite de mi propia libertad, como lo contrapuesto a ella. Si la libertad es la autonomía carac­ terística del movimiento reflexivo de la intimidad moral, lo más fácil es que la sociedad sólo comparezca, entonces, como una peligrosa amenaza externa contra el vigor del movimiento de emancipación moral y de auto­ determinación subjetiva, que es el valor sagrado del humanismo moderno por excelencia. Eso ya lo sentía I íobbes, y Tocqucvillc lo retrató con finu­ ra en las descripciones de la convivencia que vio despuntar. Si quiero hacer que la atención repare en ese punto, es porque nuestra propia concepción de la mirada sociológica exige, en su movimiento básico de reflexión, la superación de tal insularismo atrincherado (y de su estrechez encapsulada, ya sea ésta individualista o colectivista). La propensión estrábica que tal negativismo auto defensivo engendra (en otros lugares lo he llamado «adolescente») impide el reconocimiento de la propia cepa de intersubje­ tividad que permite el desarrollo de la autonomía moral, el descubrimien­ to, en la dimensión permanente del reconocimiento y de la afirmación autodeterminativa de lo intersubjetivo, de la intimidad misma del juego social. No es frecuente insistir ya en la índole de la aportación hegeliana a esc reconocimiento de la intersubjetividad, aunque recientemente la haya rescatado Honncth en su nueva insistencia sobre la clave del reco­ nocimiento, y entre nosotros ya la supo atrapar Ortega y Gasset, insis­ tiendo expresamente en la diferencialidad del enfoque de lo sociológico contra los psicologismos241, como lo había hecho unos años antes Emile J41 La sustancia del aporre hegeliano en este flanco de la tradición de las ciencias sociales la expresó muy bien Ortega y Gasset. hasta el punto de que merece la pena reproducirlo in extenso, en su Prólo­ go a las Lecciones sobrefilosofía ele ¡a historia de Hegel: -La convivencia interindividual es una primera trascendencia de lo inmediato y de lo psicológico. 1a s formas de interacción vital entre dos individuos -am istad, amor, odio, lucha, compromiso, e tc .- son fenómenos biformes en que dos series de fenó­ menos psíquicos constituyen un hecho ultra psíquico. ( . . . ) La psicología estudia lo que pasa en un individuo, y es enturbiar su concepto llamar también psicología a la investigación de lo que pasa entre dos almas, que al pasar entre las dos no pasa a la postre íntegramente en ninguna de ellas, Por eso digo que es un hecho trascendente d e la vida in dividu al y que descubre un orbe de realidad radicalmente nuevo frente a todo lo -psíquico» entre dos almas. Esc complejo de dos vidas vive a su vez por sí según nuevas leyes, con original estructura, y avanza en su proceso llevando en su vientre m i vida y la de los prójim os. Pero esa vida interindividual, y cada una de sus porciones individuales, encuentra también am e si un tercer personaje: la vida anónim a - n i individual ni interindividual-, sino estrictam ente colectiva . que envuelve a aquellas y ejerce presiones de todo orden sobre ellas. Es preciso, por tanto. 108 Copyrighted material La fiioiofia del presente Durkheim. Y en esa línea, las virtudes que ofrece un buen apoyo en la obra de Mead son grandes242. El enlace con su obra que cabe para hacer para que desde ella la tarea sociológica gane vigor conceptual y capacidad esclareccdora, debe insis­ tir, por eso, en la comunicación como clave heurística, pero a la vez en la cuidadosa precisión de los términos de tal acento. No en vano esta­ mos precisamente ante el desfiladero «abismal» —«el de la sociedad con­ cebida como lo contrario a los individuos» 243; como «algo exterior y extraño»244- que exige un «singular esfuerzo mental» (Norbert Elias), necesario si es que se quiere «franquear el abismo que tan a menudo parece abrirse cuando se reflexiona en torno al individuo y la socie­ dad» 24\ Por esa misma razón, la parte final de esta presentación, se endereza hacia la difícil cuestión básica del sujeto -la del sí-mismo en la terminología meadiana (veremos por qué se trata precisamente de la identidad personal)- y la de lo colectivo o «lo social» (que no sería nada distinto en Mead que la de «lo otro generalizado»; y también tendremos trascender nuevamente y de la perspectiva individual avanzar hasta un todo viviente más amplió que comprende lo individual y lo colectivo: en suma: la vida social. Esta nueva realidad, una vez adverti­ da, transforma la visión que cada cual tiene de si mismo. Porque, si al principio le pareció ser ¿I una sustancia psíquica independiente y la sociedad una mera combinación de átomos suelto** y como él suficientes en sí mismos, ahora se percata de que su persona vive, com o de un fondo, de esa realidad sobrttruliiñdual que es la ¡oaedad. Rigorosamente no se puede decir dónde empieza en él lo suyo pro­ pio y dónde termina lo que de él es materia social. Ideas, em ociones, normas que en nosotros actúan. son, en su mayor número, hilos sociales que pasan por nosotros y que ni nacieron en nosotros ni pueden ser dic/sos de nuestra propiedad. Así notamos toda la amplitud ingenua de la abstracción cometida cuando creíamos plenamente recogida nuestra realidad por la psicología. Antes que sujetos psíquicos somos sujetos sociológicos (esto es lo que Hegel llamó espíritu objetivo, añade Onega en una notaj». José O R TE G A Y GASSET, «La «Filosofía de la Historia de Hcgcl y la historiología». Prólogo 3 G. W. F. Hcgcl, Lecciones sobre la filo so fía d e la historia universa!, edición de José Gaos, Madrid, Alianza, 1985, pp. 15-32. La cita, de la p. 31. •4- Vid. al icspccto La libertad subjetiva en H egtly Adorno, op. cit., 2 9 9 ). Si es obvio que mis -paseos por el jardín» hegeliano son fruto del enlace con el talento de la lectura sociológica de Ignacio Aymcrich, apañe de reconocer que apenas me siento aún capaz de soltarme de la mano de los expertos en los paseos por las avenidas (y los bosques profundos) de Hegel, quiero reconocer expresamente al profesor de la Jaunic 1 mi simpatía con la proximidad que revela desde los tiempo* de su propia tesis doctoral con este planteamiento radical de la sociología fundamcnral desde el requerimiento de pen­ sar a la vez la socialidad y la autonomía de la libertad o del fuero personal. lAi N. ELIA S, La sociedad de los individuos. Barcelona. Península, 1990, p. 32. i44 Ibídcm. :4Í Ibídcm, p. 3 2 . Poco después Elias apunta cómo esa recalcitrante propensión es inexplicable sin recurrir al reconocimiento de un auténtico «modelado» histórico d e nuestra psique, que no estaría ausente de ninguna sociedad con el proceso de civilización tal com o él lo entiende. Elias, Ibídcm, pp. 75-76. 109 Copyrighted material Gcorgc Herbcrt Mead que justificar por qué es así, y en que sentido nos pone esto ante la ancha cuestión de la identidad colectiva). Relanzando motivos meadianos en su sociología vivaz y pletórica de rigor conceptual Hans Joas muestra cómo donde comparece con mayor fuerza y centralidad ese dilema de lo personal/individual y de lo colectivo es en la dimensión de la innovación, de la emergencia de lo nuevo y de las exigen­ cias, las demandas que lo nuevo impone al juego social, ese juego social de la articulación de las diferencias del que me suele gustar hablar a partir de una vieja idea aristotélica sobre la quintaesencia del arte de la política. Tene­ mos ahí un gran campo por donde desplegar la atención, que es el que se ha estado preparando en este último tramo del comentario. Tendremos, pues, que atacar ese gran tema de la comunicación, pero con una obligada atención a los dilemas comunicativos de la innovación, de lo «natalicio»246, donde la aporía de lo personal y lo colectivo en los medios sociales surge con toda su enjundia. En este aspecto, la obra meadiana armoniza singularmente bien con esa línea, todavía poco hollada, que brota del gran hontanar del Pragmatismo estadounidense, Charles S. Peircc. No cabe duda de que la renovación del entendimiento de la lógica científica efectuada por Peirce, sobre la base del reconocer en la formación creativa de hipótesis (su «abducción» 24 ) el núcleo del proceder de la ciencia es espléndida, y obliga a que la atención regrese sobre la innova­ ción, sobre la creatividad del sujeto dentro de la comunidad de investiga­ dores. Pero Mead, reimpulsa esa sugestión y la amplía formidablemente en su concepción de la praxis social al extenderla a la ciencia, la ética y la M El fuerte sentido de lo inédito de las acciones de respuesta a las circunstancias y los problemas nuevos que hay en Mead hace que uno enlace con esa idea de Arcndt de la inesperabilidad de lo que de inédito hay y sale de las personas, y que hace que habitemos un mundo que está «vivo». Recorde­ mos aquella idea central de la obra principal de la pensadora alemana: -con cada nacim iento algo singularmente nuevo entra al m undo-. Vid Hannah A R E N D T (1 9 5 8 ), L a condición hum ana, Barce­ lona, Scix Barral, 1974, p. 2.56. Al respecto, puede verse Carmen C O R R A L . «1.a natalidad: la persis­ tente derrota de la m uerte-, en Fina Virulés y M anuel Cruz (com ps.). En torno a H annah Arcndt, Madrid, C entro de Estudios Constitucionales, 19 9 4 . Teresa Gutiérrez de Cabiedes aborda también con acierro lo natalicio en su brillante tesis -E l hechizo de la comprensión. Perfil biográfico, intelec­ tual y periodístico de Hannah Arcndt*. tesis doctoral dirigida por Alejandro Llano Cifucntcs. Pam­ plona, Universidad de Navarra. 2005. 21' V id al respecto del concepto de abducción en Ptircc. Gonzalo G f.N O V A . C harla S. Pcirce: La lógica deldtK ubrtm iento. Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra. Cuader­ nos del Almario Filosófico, 4 5 . 1997. 1 1 0 Copyrighted material Ij i filoiofla del presente democracia, que en su convergencia se muestran como retos a la capaci­ dad de acción de las comunidades humanas. Ese proceder permitirá pro­ longar la explicación de lo distintivo de la aventura moral de las socieda­ des humanas, pero abordando a la vez los planos correspondientes a los énfasis de cada una de las dos tradiciones críticas que Foucault veía abier­ tas desde Kant: la de analítica de la verdad y la del campo actual de las experiencias posibles y de su «vcridicción» (de su comunicación en un decir verdadero o veraz) 24í!, que es seguramente el de sociología, que que­ daba oculta tras la opaca rúbrica de la «oncología del presente» que acuñó el maestro francés y que hemos querido desocultar aquí. 10. A VUELTAS CON LAS CLAVES DE ESA TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN DESDE UNA PERSPECTIVA ÉTICA Es conocida la doble línea de exploración, filo y ontogenética, donde se enclava el examen que Mead hace del papel del mecanismo de la comunicación en la socialidad249, entendiéndolo como la forma de orientación y de organización de la conducta humana que se apoya en la toma en consideración del papel de los otros, de la orientación práctica de éstos, en la modulación de la propia conducta2*0. Al insistir en ello lo que quiere demostrar es cómo los suje­ 148 Sobre esto, interesa el trabajo de Martin JAY, «¿Parrcsía visual? Poucault y ia verdad de la M ira­ da» http://www.estudiosvisuaIcs.net/revisra/pdCno_suscnptorcs/jay_4.pdf. pp. 8 -2 2 . pero ya había apuntes muy sugestivos al respecto en la citada tesis de Aymcrich. * Esc es el aspecto central en el que se concentra nuestro análisis en Ignacio S A N C H E Z D E LA Y N C E R A , L a m irada reflexiva de G. H. M ead, Sobre la socialtd ad y ¡a com unicación, op. cit., pp. 2 4 6 ss. 110 Por otra paite, y aunque no vaya a ser aquí objeto de atención principal, estoy de acuerdo con Viale en que éste es uno de los aspectos m is dcstacables de M ind. S elf andSociety. donde Mead sostie­ ne que las teorías sociales, para ser consistentes, tienen que o bien poder dar una explicación coheren­ te y sistemática del surgimiento de la mente, del si-mismo y de la sociedad; o bien no ser conrrarias a las mejores explicaciones disponibles acerca del surgimiento de la mente, del si-mismo y de la socie­ dad. A partir de esta consideración la estrategia meadiana se inclina por la concepción colectivista luego de comparar sus presupuestos antropológicos con los presupuestos de las teorías individualistas. Vid. Claudio M A R C E L O V IA LE, Comparación critica entre la m etafísica de ia personaiidsidde Josiab Royct y la psicología social de G eorge H erbert M ead, Tesis doctoral dirigida por Gustavo Cosacov (Director). Buenos Aires, viernes 2 de junio de 2 0 0 6 , Universidad de Córdoba (Argentina). He usado el manuscrito original por gentileza del autor. M i tratamiento principal de este asunto puede encon­ trarse en Ignacio SÁ N C H E Z D E I-A YN C ER A , La m irada reflexiva de G. II. M ead. Sobre Id sociali­ d ad y la com unicación, op. cit., pp. 179-200. 111 Copyrighted material (ieorge Herbert Mead tos se hacen capaces, en el proceso de la convivencia humana, de respon­ der a sus propios ademanes y expresiones, y por consiguiente a modular­ los a partir de esa constancia, mediante el reconocimiento anticipado de las posibles respuestas que al respecto podrían adoptar los orro-s 251. Como explica Joas, junto a nuestra impulsividad surge una instancia evaluadora constituida por expectativas 2S2. Fijemos ahora nuestra atención en un aspecto de su exploración de dicho «mecanismo». Lo abordamos de una manera sucinta, y ateniendo sólo a ciertas ganancias que cabe extraer de esa concepción de la socialidad para la exploración de la dim ensión creativa e innovadora de la actividad en los escenarios sociales y para la propia teo­ ría de la identidad. No hemos de perder de vista, sin embargo, que el peral­ te de la importancia de ese mecanismo importa, sobre todo, porque es la Fórmula para el encuentro de la persona en lo social y de lo social en la experiencia personal, algo que podríamos decir que conduce bastante más allá (o la prolonga en la mejor dirección) de aquella simple «cruda franque­ za al exhibir y contar la verdad» (la parresía) que Michcl Foucault rescató de los griegos para explicar la condición de posibilidad de la ciencia moder­ na, en el desenganche de la «veridicción» respecto de la disciplina ascético moral255. Ya hemos ¡do viendo que Mead, en cambio, mantiene la vincu­ lación de la corrección posible en la ciencia, en la ética o en la política a una tarca de tenor ascético2V\ pero sin que la suya sea una ingenua apues­ ta por la transparencia de la verdad que Foucault combatiría, sino por el denso anidamiento del reconocimiento de la intersubjetividad (de la mulr-i Aunque esc sea c! tema recurrente de M ind, ScfandS ociety, el libro que presentamos incorpora fragmentos expresivos com o este: «sólo cu la medida en que el individuo actúa no sólo en su piopia perspectiva sino tam bién en la perspectiva de otros, y en especial en la perspectiva com ún de un gtupo. surge una sociedad, y los asuntos de ésta se convierten en objeto de indagación científica, l -i limitación de una oigan dación social se descubre en la incapacidad de los individuos pata ponerse en las perspectivas de los otros, de hacerse cargo de sus puntos de vista. ( _] lo que encontramos aquí es realmente una organización de perspectivas, y que el principio de la misma es manifiestamente evi­ dente. D icho principio es que el individuo entra en las perspectivas de otros en la medida en que puede adoptar sus actitudes o adoptar sus puntos de vista. [ ...] Aunque el principio sea un lugar común |...) sus implicaciones son muy serias si se acepta la objetividad de las perspectivas y se reco­ noce que esas perspectivas están hechas de otros sí-mismos dotados de mentes que n o hay aquí natu­ raleza que pueda estar cerrada a la mente. {PP. pp. 165-166). 2,2 Vid. H. JO A S , »La emergencia de lo nuevo [ ...] , op. d r., pp. 1 14 ss. :v' lom ado de Martin JAY «¿Parresía visual? Foucault y la verdad de la Mirada», cirado. Al respecto de ese tema en Foucault, Vid. G ary SH API R O . A nharolopes o f Vision: Foucault an dN ittzsche on Sceing andSaying. Chicago. T h e Universicy o f Chicago Press, 2003. D e la que Foucault huía espantado, como bien explica Jay en el trabajo antedicho. 112 Copyrighted material l a filosofía dt¡ presente tiperspectividad) en las encrucijadas problemáticas en las que nos sitúan las apuestas sociales (eticas, políticas, científicas...) de cada presente. Se trata de procurar el encuadre de sentido más amplio a esa doble perspec­ tiva genética a la que hemos aludido. Y hay que decir que lo hallamos por una parte, en el inevitable «presentismo reconstructivo» que Mead descubre en el funcionamiento de la mente humana, respecto a cuyo más vasto senti­ do difícilmente se pueden enconrrar mejores y más abundantes pruebas que con la lectura del libro aquí presentado. Por eso interesa volver ahora asimis­ mo sobre el bucle de «reflexión completa» que Mead impone a su explica­ ción de la socialidad humana en la naturaleza 25\ aunque repararemos sobre todo en una faceta de la creatividad, la tocante al reto de la reconstrucción continua de los escenarios sociales, y en especial de su normatividad. En el contexto comparado de las interacciones de los seres vivos la inser­ ción del mecanismo de la comunicación intersubjetiva supone la ruptura del esquema estímulo-respuesta y el surgimiento de «símbolos significan­ tes» capaces de mediar en un tipo de interacción orientada según expecta­ tivas de comportamiento. Com o sabemos, es precisamenre ése senriHo preciso de «expectativa del comportamiento» el que se corresponde con el concepto de rol 256 en el seno de su teoría de la comunicación humana. La anticipación del comportamiento del otro -la famosa adopción del Ese es el sentido más ambicioso de ese pasaje de PP, donde Mead habla de la latea que el gran empeño del idealismo moderno dejó incumplida: la de devolver a la naturaleza los caracteres y las cualidades que canto la metafísica unilateral de la mente como una ciencia, no menos rcductiva. de la materia y del movimiento concurrieron en relegar a la conciencia: y la de hacer sitio para la mente en la naturaleza de forma que la naturaleza pueda «aparecer» en el escenario de la experiencia. ( V i d PP. 161). Sobre este aspecto ya incidí con demora en dos trabajos anteriores. Vid. I. SÁ N C H E Z D E I.A Y N C E R A , •■Interdependencia y com unicación. Notas para leer a G . H. Mead» (R E IS 55 (1 9 9 1 ), PP 13 3 - 16 4 , csp.. pp, 145 y sv) c Ignacio SÁ N C IIK Z DF. I-A Y N C E R A , La m irada reflexiva de G. //. M ead. Sobre la ¡otialid ad y la com unicación , op. cit., pp. 179—200. M F.I trabajo m is importante sobre este tópico es de Joas que ya reveló en él muy tempranamente la envergadura de su talento para la sociología fundamental. El ensayo al que aludo, dedicado a la teoría de roles, tiene la importancia de sugerir una forma contundente de revisión sintética, d in a m i­ ta y situacional, del engarce de la reotia de la acción y de la teoría clásica de la coacción estructural de los encuadres sociales, que va. desde luego, mucho más allá de la propia obra de Mead en el aclaramicnto de esa gran cuestión sistemática de la sociología fundamental (com o sucede en muchos otros aspectos de sus escritos que en general pasan por ser paráfrasis o glosas de la obra meadiana). Es digno de destacar que la sustancia de ese trabajo enjundioso y de gran calado teórico estaba ya cuajada en la primera gran investigación juvenil de Joas. procedente del espectacular trabajo que presentó para su licenciatura. Vid: Haru JO A S . -I-as teorías de roles y de la interacción en el estudio de la socializa­ ción». en ídem, E lpragm atism o y ¡a teoría de la sociedad, cit.. pp. 2 4 2 -2 7 0 . 113 Copyrighted mater¡al Gcorgc Hcrbcrt Mead papel del otro (the taking the role o fth e other) - es la clave de la interactividad e intersubjetividad de las que están cuajados los ámbitos humanos de convivencia, con su versatilidad y mutabilidad. Dichas fuentes de multipcrspcctividad entretejida, y por ende de innovación y de imprevisibilidad, multiplican las ocasiones de incertidumbre y de perplejidad de los actores, pero ofrecen también planos de conciliación y de constructividad de los ámbitos no menos sorprendentes. La anticipación de expectativas sobre la conducta probable de los otros, una aptitud indefinidamente dcsarrollablc con la experiencia, posibilita a cualquier actor la modulación de la propia conducta según patrones comunes -q u e la conducta propia se pueda adecuar a las pautas de reacción potencial de los demás- y hace posible así mismo la vinculación intencional o el cruce más o menos cho­ cante de acciones diferentes entre sí. Conviene advertir, como lo ha hecho Joas, que en ese sentido «rol» no quiere nunca decir, en Mead, el «lugar» que alguien ocupa dentro de una organización, aquel donde a uno le coloca a presión la estructura de ésta, sino que indica el patrón de conducta -p or mucho que también pueda y deba ser con frecuencia máximamente presionante- que es cspcrablc de el (o de otro agente competente) en una situación concreta; lo que le viene demandando a su capacidad responsiva esa situación práctica 257. De ese modo, el alcance que las presiones «estructurales» que se dan en tales situa­ ciones puedan tener en la modelación de esa acción cspcrablc siempre sería una variable por determinar. Y lo sería, en especial, ante (o frente a) la propia capacidad aportadora o agencial con la que el sujeto acabe por resolver la incógnita de su respuesta a la situación :5R. Porque la manera -o rigin al- en la que Mead concibe la presencia de lo intersubjetivo en la acción del actor es antes «configurante» en el sentido de «constituyente» que presionante, en esc sentido coactivo del encorsetamlento cultural que Vid. H. JO A S , «Las teorías de roles y de la interacción en el estudio de la socialización», op. cit. 2,8 Por eso hay que decir que la lectura barroca, y nítidamente rousseauniana de las sugerencias de Mead que encontramos en G ofím ann, con toda la alegoría de las máscaras de su teatro mundi. se corresponde muy poco en realidad con el sentido nítidam ente ontológico de la intersubjetivídad propiamente meadiano. Mead está muy lejos de la propensión de determinista de un G olím ann que parece querer dar un alcance trascendental a su caricatura de la presión angustiantes de algunos ambientes urbanos estadounidenses. M e refiero especialmente al G offm an de La presentación de la persona en la vida cotidian a. Buenos Aires, Am orrortu, 1981 (ed. or. de 1959) o de Relaciones en público. M icroesrudios d el orden público , Madtid, Alianza, 1979. 114 Copyrighted material La filosofía del pretente parece haberse convertido en el único o al menos en el principal que nos llega de las diversas tradiciones «naturalistas» de la época moderna, ya sea, por elegir alguna, la gran fuente la tradición rotsseaniana o la más recien­ te tradición freudiana. Mead intenta que quede claro en todo caso que, en efecto, la representa­ ción de la expectativa sobre el comportamiento probable del otro (o de los otros) se convierte en modelo o patrón para la guía del propio comporta­ miento. Estrictamente en el gozne o eje del autocontrol posible a la hora de la modulación de éste; en clave, pues, de una modulación inteligente, que tenga, por ello capacidad de hacerse cargo del detalle de la socialidad intrínseca a la situación del caso 259. Esa es la clave para abordar diferen­ cialmente la socialidad humana, cuyo problema radica, entonces, como se ha venido diciendo, en comprender y explicar cómo un comportamiento individual, no determinado por la naturaleza, se diferencia a la vez que puede integrarse en una actividad grupal mediante expectativas recíprocas de comportamiento; o, dicho de otro modo, en explicar cómo esos mode­ los o patrones de expectativas mutuas se convierten en goznes de la acción colectiva a la vez que y porque se vuelven ejes del control de las conductas personales260. No nos demoraremos en este pur.to, aunque el modo semi­ nal en que Mead lo piensa ha marcado la historia de las ciencias humanas y sociales del último siglo. Pero sí remarcaremos lo que tiene de sustancial para la construcción teórica en sociología, y que hemos vuelto a apuntar cuando mencionamos de paso la alergia foucaultiana a cualquier tipo de vinculación entre esfuerzo moral y rigor científico. Sustantivo es el descu­ brimiento del papel estrictamente vertebral de la intersubjetividad, la inte­ ligencia de las expectativas de conducta o de la valoración ajena y su empleo para el autocontrol de la acción por parte de sujeto o de los colectivos humanos. Eso incluye, claro, la apertura del horizonte intencional de la temporalidad, a la que Mead presta especial atención en The Philosophy o f the Present, y en la que no nos detendremos, aunque sí hay que reparar en que es bien lógico pensar que la protensión y la recapitulación hace posible Vuelve aquí a ser pertinente el enlace con la limpia recapitulación del aporte de I legel a la detec­ ción de la ¡ntem ojetividad que encontrábamos en Ortega, y que recogíamos en una nota anterior, ese tema, al que hemos renunciado aqui puede ser una veta mayor de la historia de la lógica de la nudulaitón de las licutia» solíales. **° C f. H. JO A S, «La emergencia de lo nuevo», op. cit., pp. 111-12 y 114. 115 Copyrighted material (korge Hcrbcrt Mead el funcionamiento de la mente en virtud de ese mecanismo que nos aporta la intcrpcrspectividad, sobre el que tanto se abunda en el libro. Pero también adviene Mead que en ese mismo mecanismo de control de la propia actividad que proporciona la comunicación simbólicamente media­ da está la clave del desarrollo del sujeto humano como sujeto social261. Lo que se viene a decir es que la anticipación del comportamiento ajeno opera una singular implantación en el sujeto de instancias operativas o de dispo­ siciones a responder, dadas en forma de representaciones que incorporan tales disposiciones responsivas. Los atentos análisis meadianos tratan de describir y explicar, como es sabido, los procesos por los que, en el terreno de las prácticas interactivas (meramente amagadas o no), el sujeto se vuelve paulatinamente capaz de ser objeto de su propia observación, y, por ende, de autocontrolar su actividad, puesto que empieza a verse como le ven los otros, a anticipar la reacción del otro al ver o prever su propia conducta, y a hacer que de alguna manera esa actividad de los otros, o esas posibles reacciones, ajenas pase- a formar de su propia disposición (que anide 2b2 en él) al tomarla el mismo en cuenta a la hora de preparar la suya (y cómo poco a puco viene el sujeto a aprender, y a reaprender a calibrar su acrivi361 G ary C ook apuntó acertadamente que es necesaria una tundamentación independiente de lo que el mecanismo de com unicación ayuda teóricamente a explicar, y que. por ello, es preciso partir de una concepción básica o rudimentaria del mecanismo de la comunicación que necesita ser com ple­ mentado con un mecanismo de la socialización. Pero en la medida en que lo formula co m o una observación crítica sobre la solvencia de la teoría de Mead, su argumento, que Claudio Víale com par­ te, ve vuelve vulnerable. Am bos parecen perder de vista, el perfecto encuadre que de estos asuntos ofrece Joas. cuando, en el texto que hemos glosado en un pasaje inmediato del texto principal dice: «Para la sociedad humana, por el contrario, el problema radica en cóm o un comportamiento indivi­ dual, no determinado por la naturaleza, puede diferenciarse y a la vez integrarse a través de expectati­ vas recíprocas de comportamiento en una actividad grupal (1 1 1 -1 1 2 ). D e hecho es en ese contexto de su extraordinaria exegesis donde Joas conecta con la idea del «mecanismo de la sociedad humana» (11 2 ), que en esa exposición había planteado así: Mead se pregunta entonces cóm o es posible que el hom bic no permanezca preso de su perspectiva, centrada en su propio cuerpo, sino que sea capaz de tener dos o más perspectivas a i mismo tiempo. El problema principal es (y con esto Mead evita derivar consecuencias relativistas del pragmatismo) cóm o el hombre se vuelve capaz de la universalidad en la captación del objeto. Mead explica la capacidad del cam bio de perspectiva con la asunción de papeles, i.c. la capacidad de situarse en la perspectiva de otro (1 1 9 ). Vid. G . A. C O O K , George H erhert M ead. The M aking o f a S ocial Pragm atist. op. eit., pp. 7 9 -8 0 , C . M . V IA L E , C om paración critica entre la m etafísica d e la person alidad d e jo sia h Royce y la psicología so n a l d e G eorge H erbert M ead, op, eit., p. 126, y JO A S , «Ij emergencia de lo nuevo», op. eit., pp. 1 1 1 -1 2 y 119. La imagen del anidamicnto se la debo a la rica exploración de las lógicas de la intersubjetividad llevada a cabo por Pablo Navarro, aunque sus fuentes intelectuales y contextos polémicos sean muy distintos. Pablo NAVARRO S U S AFTA. E l Holograma social Una antología de la soeialidad hum ana. Madrid. Siglo X X I, 1994. 116 Copyrighted material La filo tafia d elpaciente dad, a ponderarla, a someterla intersubjetivamente a cierto programa). Son las claves de su teoría de la emergencia del si-m ism o 2Ó\ que en sustancia consiste, como se está apuntando, en la paulatina capacitación de los suje­ tos (y por tanto la emergencia o constitución gradual de los mismos como tales sujetos) para autoevaluar y orientar unitariamente sus acciones en cada situación intimando en ella las tramas intersubjetivas con las que están intervinculadas en cada caso. Pero esa teoría antropo- y socio-genéti­ ca la concibe, a la vez, de un modo abierto a la interacción y flexible respec­ to a ella; además de que la misma red de interacción la ve como radical­ mente variable, de manera que podría irse abriendo (lo mismo que cerrarse) con un número gradualmente creciente de interlocutores. Veremos des­ pués, así mismo, el enfoque complementario que hace del problema de la articulación de lo social en su conjunto -del plano estricto de lo colectivo, que, siendo lo de todos no puede ser de nadie en particular264— con la pluralidad de sujetos. Pero ese enfoque se alarga también (como dijimos) al ámbito de la acción instrumental, con una certera aprehensión (muy inno­ vadora y plenamente actual) de la íntima relación que existe entre ese mecanismo de la comunicación humana y la acción instrumental en su sugestivo análisis de la «constitución» de la «cosa física» 265. -'6-’ Es c! sentido, rotundo, de esa afirmación que Mead justifica en »La génesis del sí-m ism o y el control social»: «al jugar en las diferentes posiciones, ha integrado en un todo las reacciones organiza­ das de los demás hacia él, y esta reacción organizada se convierte en lo que he llamado el "otro gene­ ralizado". que acompaña y controla su conducta. La presencia de este otro generalizado en su expe­ riencia es lo que le proporciona un sí-mismo», ( i . H. M E A D , -I-i génesis del si-mismo y el control social® (PP, pp. 186-187). ' A mi gusto esa vía de explicación de la idea de lo colectivo y su -estructura» la trata con especial acierto Miguel BE1.TRÁN en su trabajo «Sobre la noción de estructura social». Revista Internacional d e Sociología (Tercera Época) 3 0 (2 0 0 1 ). pp. 7 -2 8 . Dicho trabajo se lia recogido después en Miguel BE L TR Á N . La estructura social, Barcelona. Ariel. 20 0 4 . Joas subordina la im portancia de la psicología social de Mead, con su espléndida respuesta a cómo son posibles la individuación y la cooperación solidaria, a la que confiere al planteamiento que preside los manuscritos publicados en The Philosoplry o f rhe A ct (op. cit.), donde Mead explora la cuestión de cóm o se hace posible la acción instrumental; una cuestión que Joas toma como un punto de vista mucho más radical (ex de suponer que lo es desde la perspectiva de su empeño de fondo por la adecuada fundamcntación de la sociología). C om o dice el autor alemán. Mead «indaga acerca del requisito fundamental para la manipulación de objetos dirigida a un fin determinado; a saber, la constitución de objetos permanentes. Su consideración de que la capacidad de asumir un papel repre­ senta un requisito fundamental para la constitución de la cosa física constituye un intenro importan­ te de relacionar el desarrollo de capacidades comunicativas e instrumentales en el contexto de una rcorta de la socialización». Tanto Hans loas, como Honneth, quien actualmente ocupa en Francfort la vieja cátedra de Habcrmas, su maestro, son quienes m ejor han sabido insistir en la importancia de este enfoque sistemático de la acción instrumental como una vía innovadora y más acenada de cons- 117 Copyrighted material Cicorgc Hcrtxrt Mead Parece claro que toda esta apretada madeja de movimientos reflexivos prolonga pluridircccionalmcnrc la exploración de la rcflcxividad humana, y de lo que él llama el mecanismo de la socialidad que Mead realiza, que, como ya sabemos, no es otro que esa clave de la intersubjetividad que encuentra en la comunicación entendida como un proceso de «taking thc role o f che other». Yo mismo he tratado de designar y describir esa reflexividad del juego social -en un sentido, que quiere radicalizar en su propia línea la sugerencia de Mead de concebir a la vez y en mutua implicación el sí-mismo y lo social, llevándola hasta el final- como intimidad (c inti­ mación) de lo social266. En el corazón de todo esto está ese empeño de «reflexión completa» sobre el que hablamos y que podría llevarnos muy lejos y en muchas direcciones diversas. Se prosigue así, aunque con mayor voluntad de esclarecimiento en la línea de los argumentos de la ciencia m icción de una teoría general de la praxis social aún pendiente de convertirse en eje vertebral del trabajo de las ciencias sociales. Vid. 11. JO A S . -«La emergencia de lo nuevo, op. cit. . p. 1 16 y A. I JO N * N E T H y H . JO A S (1 9 8 6 ), Com m unicativc A ction, Cambridge, Politv Press and M IT Press, 1991 (prologado por Charles Taylor). Pero el tratam iento a fondo de este asunto lo encontram os en el capitulo titulado «Situation-Corporality-Socicty. T h e Fundamentáis of 3 T h cory o f Creacivicy of Action», en H . J O A S , T h e C rea tiv ity o f A ction , op. c i t , pp, 145-195. ztí> M e he ocupado de este asunto fundamentalmente en dos pasos. En el primero, traté sobre el calado de la aportación meadiana a la comprensión del sujeto como social a radice, con la consiguien­ te corrección de lo que llame e l -síndrome adolescente de la modernidad, que en el plano epistem o­ lógico y en el moral tiende a enfrentar el sujeto al objeto (y al mundo), y en el que mayormente ten­ dieron a embarrancar los clásicos de la sociología. Retomaba mi tesis de que el problema radical en sociología es encarar la corrclatividad de sujeto y sociedad. El objetivo es fundamentar la ccntraiidad del concepto de socialidad y destapar la trampa que esconde la habitual concepción de la socializa­ ción. que pierde de vista la condición social de la persona y despersonaliza inadvertidamente lo social; y el desafio, concebir toda la sociología en clave de acción colectiva y creativa, incluido los temas clásicos de la alienación y el poder. Vid. I. SÁ N C H E Z D E LA Y N C ER A , «L'na "socialidad" y una 'personalidad" revueltas contra los clásicos. Para el vuelco reflexivo de una sociología sin "individuo" ni “sistema”*, op. cit., especialmente pp. 4 2 0 -4 3 6 . El segundo paso, que aún debe madurar, es el que apunta al concepto de -intim idad de lo social», como clave de una sociología que une las ideas de lo íntim o y lo público, y descubre así el ám bito de la deliberación y de la form ación de la voluntad colectiva com o la intimidad misma de lo social y com o la instancia donde constantemente está jugán­ dose el au toa juste de la vida colectiva como vida en común. Sobre esto volveré enseguida en el texto principal. Vid. 1. S Á N C IIE Z D E LA Y N C ER A . «La intimidad de lo social |...J», op. cit. Lse giro atcncional enlaza bien con la remontada contra corriente que se hace necesaria frente la pérdida de vista de las relaciones orgánicas «internas» («como si le fueran exteriores*. 2 7 0 ) de un mundo inter­ subjetivo de seres humanos, d e la que habla D um ont. Según él esa ceguera es consecuencia de la alicnación/objerivación, y es característica del atomismo individualista que arrastra en el plano de los valores predominantes la sociedad contemporánea europea. Véase especialmente «El valor en los modernos y en los otros», que es uno de los capítulos que dicho autor consagra a lo que ¿I llama el «principio comparativo: el universal antropológico», en Louis D U M O N T (1 9 8 3 ). Ensayos sob re e l individualism o , Madrid. Al iateza, 1987, pp. 2 3 9 -2 7 5 . En este caso, se han intercalado las correspon­ dencias de las páginas junto a las .itas. 1 18 Copyrighted material l a filou tfia d rl prtttntt experimental, una de las vías propuestas por Hegel frente a Kant. Pero donde deseamos detenernos es en los aspectos que nos conducen a la que podemos llamar su sociología del presente (del reclamo ético del presente) y de la creatividad. Elegiremos uno de los aspectos de este campo anchuroso, en el que a nues­ tro modo de ver, puede descansar buena parte de la sociología entendida como teoría de la «intimidad de lo social» 26\ pues descubre el ámbito de la deliberación y de la formación de la voluntad colectiva como la instancia donde se libra constantemente el autoajuste de la vida colectiva como vida en común, el juego intrínseco de la socialidad que se refuerza o se debilita en su tarea de integración de lo diverso que le es constitutivo. Es la vertien­ te ética de la teoría meadiana de la socialidad y de la comunicación. Por eso resulta oportuno insistir en que, como venimos diciendo, Mead entiende la comunicación, en el seno de una teoría que subraya (drástica­ mente) la intrínseca correspondencia existente entre los desarrollos (parcicipativos) de los ámbitos colectivos de actividad y los de la identidad per­ sonal (entendida normativamente como humanización/socialización) de sus miembros. Es de esa manera como el proceso de «adopción del rol (o de la perspectiva) del otro», se muestra esencial en la socialización (y bási­ co, por otro lado, para la conjetura meadiana sobre la hominización). Lo peculiar de esa concepción es que destaca que los sujetos, en principio, se hacen (pueden hacerse), capaces no sólo de interiorizar la pauta general de la acción conjunta sino de revisarla o confirmarla a cada paso. Se muestra, pues, insólitamente abierta al reconocimiento de la creatividad, de la capacidad de innovación así como de la propia construcción permanente de las vigencias que se dan por supuestas (pues esa concepción también es inteligente a la hora de reconocer la palmaria evidencia de la reproducción e incluso el dominio aplastante de ésta). El mecanismo básico sobre el que descansan ambos procesos (el de la inte­ riorización de claves para la acción conjunta o combinada y el de la movi­ lización correctiva de estas claves o códigos normativos de lo intersubjeti­ vo) es, ya lo sabemos, el de la «comunicación participada» 268, donde la 30 V id I. SÁ N C H E Z D F. LA YN CERA . v id -La intimidad de lo social |...]». o¡>. cit. *<‘® Es éste un aspecto axial de mi monografía (vid. Ignacio S Á N C H E Z D E UV Y N C E R A , L a m irada reflexiva de G. H. M ead, of>. cit.) pero puede encontrarse lo m i** sustantivo «n las pp. 3 1 8 y ss. 119 Copyrighted material Gcoigc Herbecí Mead efectividad de los modelos de acción que lo rigen se afinca en el dominio «interior» (es decir, en las disposiciones y en lo meta-dispositivo de las preferencias valorativas) de los agentes, según la teoría usual de la sociali­ zación). Esa visión interaccional de la trama de lo intersubjetivo que alienta en su obra ha marcado en buena medida el signo de las exploracio­ nes de las ciencias sociales26<J. Pero hasta Joas no se ha insistido tanto en que ese feed-back de la entrada en juego sociaiizadora se produce anunciando-reclamando-barruntando siempre -e n la antesala- nuevas revi­ siones creativas de las formas y pautas de (inter)acción (y de control gerencial o pilotaje de la acción combinada) ante la emergencia de nuevas circunstancias inéditas de interacción. Ya hemos avanzado lo bien que encaja en ese propósito la atención, típica en Mead, al tipo de actividad propia de los juegos, de «explorar hasta el final» las posibilidades que ofre­ cen los marcos de juego con sus cursos alternativos de acción» 270. 11. PRECISIONES SOBRE LA SOCIALIZACIÓN Y LO CONVIVENCIAL DE LOS ÁMBITOS SOCIALES: LOS JUEGOS EN EL PROCESO D E LA EMERGENCIA DEL SÍ-MISMO Y LA REALIDAD DE LO INTERSUBJETIVO No es casual que a la hora de describir y formular su concepción de la intrínseca correspondencia que existe entre el desarrollo de la sociedad y el de la personalidad Mead recurriera en sus clases a dos tipos principales de juegos: «play» y «gam o; en trabajos anteriores justifiqué mi opción por «juego organizado» y como «juego no organizado», para verter esos térmi'" Kmre nosotros Emilio Lamo de Espinosa introdujo ptonto la referencia hacia el cambio de protundo calado que suponía el -descubrimiento» de la mediación simbólica de los ínter accionistas tren­ te a los enfoques unívocamente productivistas, centrados en el paradigma del trabajo, sirviéndose además de ello para extraer los elem entos «culturales» de renovación, en este caso inspirados en Lukács, en la teoría weberiana de la burocracización y en la tradición psicoanalítica, que la llamada Escuela de Fráncfort habría aportado a la tradición critica de progenie marxista. Vid. Emilio LA M O DF. E SP IN O SA , La itorta de la calificación. D e M arx a la E x u d a de Erancfurt, op. eit. En esa obra asomaban, in nuce, los ingredientes básicos del avance en la comprensión de la «rcflcxividad social» que publicaría unos años después en La w aed ad reflexiva, Madrid, G IS, 1990. ’ 0 C on toda esa absorbencia intensa y seria que lleva a Huizinga a reconocer en el «abandono» y el «éxtasis» los dos «polos del estado de ánim o propio del juego. C f. J. H U IZ IN G A , H am o luden!, op. cit.. cf. pp. 3 6 - 3 7 .1a cita, de la 37. 120 Copyrighted material La f:¡asofia del presente nos2 !. Le proporcionaban ejemplos de procesos interactivos muy propi­ cios para describir y articular sus conjeturas y sus explicaciones sobre la configuración de los ámbitos de actividad colectiva, que, como venimos recordando, considera el correlativas con las que propone para los proce­ sos de constitución de las identidades autónomas de las personas (de los sí-mismos). Reparare ahora en que a ambos procesos de auroconfiguración se les puede llamar propiamente identitarios, siendo ésta una intere­ sante pista para replegar la atención hacia las revueltas de ese tema de extraordinaria riqueza, que es la correlatividad de lo personal y lo colecti­ vo; a mi entender y como vengo anticipando, el «falso problema central de la sociología. Pero vayamos a esos ámbitos de juego. Son los escenarios puros del adies­ tramiento e incluso de la «constitución» de la inteligencia práctica de lo intersubjetivo, que no sólo hace a los sujetos «sí-mismos» capaces de con­ cordar y/o atenerse estratégicamente a los comportamientos esperables en las interacciones con otros, sino de inventar su propias «jugadas» imprevi­ sibles, con las que los individuos contribuyen a la configuración de esce­ narios de acción que discurran por vías alternativas a las acostumbradas. Por eso Mead no podrá limitarse a analizar la faceta intersubjetivamente «constituida» de los sí-mismos, ni de los escenarios sociales, abriendo expresamente su atención a las facetas constituyentes e innovadoras de ambas realidades. Com o he dicho, quiero insistir especialmente en esa dirección en lo que queda. Mead tomaba esos dos tipos de escenarios Indicos como principios o fuentes de creación de actividad social e identitaria171. Al reparar espeVid. I. SÁ N C H E Z D E LA YN CERA, La nitrada reflexiva de G. H. M ead. Sobre ¡a socialidad y ¡a comunicación, Madrid, ClS/Siglo X X I, 1994, pp. 2 7 0 -2 9 1 , y la voz «Juego organizado y juego no organizado» en S. G IN E R y otros, P iccionario de Sociología, op. d e. Que yo sepa, entre nosotros ftre Juan Diez Nicolás quien o p io por primera vez por esa versión de ios términos ingleses. Vid. Juan D ÍE Z -N IC O L Á S , «Juego organizado y juego no organizado com o etapas en d proceso de socializa­ ción del niño», en Estudios d e ciencia política y en hom enaje a Carlos Ollero. Madrid. 1972, pp. 83-92. : : Aunque cualquier intento de argumentar la conexión excede los limites de este trabajo no dejaré de sugerir el paralelismo, digno de exploración, que hay entre la advenencia de Mead sobre la impor­ tancia de lo lúdico para indagar lo social con el serio tratamiento de la dimensión Itidica de la cultura que encontrarnos en Huizinga. Pienso en especial en la significatividad de la seca resistencia aclarato­ ria del gran historiador de U cultura holandés a los intentos de sus diversos editores de hacerle titular sus obras con marbetes del cipo »el dem ento de juego en la cultura» (frente a su propuesta de titulas como el elemento del juego de la cultura), viniendo a diluir asi su empeño de fondo por mostrar la 121 Copyrighted material G «xgc Herbert Mead cialmentc en esa faceta, el sucinto apoyo que vamos a tomar en ellos per­ mitirá que nuestro argumento ponga en suerte una explicación específica de lo colectivo y de los procesos ¡demitarios en clave de comunicación, que a mi modo de ver singulariza en general la mirada de la sociología, y no sólo de los apuntes en dirección a esta disciplina que hay en la obra de Mead. Esa es quizá la mejor manera de redondear la presentación del libro apuntando a la «reflexión completa» como rasgo singular de la obra de nuestro autor, y que seguramente permite justificar el exotismo de la publicación de un libro como éste en una colección de clásicos de las cien­ cias sociales. Recordemos que con esos dos ejemplos de actividad intcraccional, lo que trataba de explicar era el descentramiento paulatino que experimenta el sujeto al familiarizarse con las claves intersubjetivas en las que ha de des­ cansar la modulación inteligente (y efectiva) de sus respuestas a las situa­ ciones, y al ir cobrando, a su vez -desde los demás y desde las tramas generalizadas del juego intersubjetivo-, conciencia de sí como actor reco­ nocido y capaz de influir en las situaciones que se producen en las «juga­ das» de la actividad conjunta. Lo importante en ellos es que Mead los toma como dos hitos del proceso por el que el agente individual aprende a orientarse hacia cierta clase de objetivo que se caracteriza por ser, como tal, válida para el conjunto de los actores que entran en juego, y que Mead, denomina como es sabido «otro generalizado» ~ \ Pero, aunque sea ese el sentido de fondo, conviene optar por un acercamiento parsimonioso, que no nos haga perder de vista lo principal, evitando que el mirar quede atado por un fácil acomodo a los lugares convencionales a los que estamos «función llena de sentido» de lo lúdico, c incluso su ccmralidad en la antropogenesis y en el origen y fundamento de la cultura humana: la necesidad de -considerar la cultura sub sptcie lu dfr. Lo que quiero decir es que si el juego es central en la teoría de la cultura de Huizínga - n o en vano afirma éste que «se trata de mostrar, que el juego auténtico, puro, constituye un fundamento >•un factor de la cultura—, no menos central es para comprender la teoría de la socialidad que brota de .Mead, Vid. Johan H U IZ IN G A (1 9 3 8 ), Homo ludcns, op. (ir., vid. csp. pp. 7 y ss. Las tres citas son, respectiva­ mente, de las páginas 12, 16 y 17. ' ' Si siguiésemos aquí el sensato enfoque del significado de las «estructuras sociales» propuesto por Miguel Belrrán bien podríamos llamar a esos objetivos transubjetivos «estructurales* o «sistérnicos*. Se está apuntando aquí con claridad lo que caracteriza la diferencia entre un todo articulado y las partes o átomos que lo integran. Tendríamos, pues, pura sociología en esc sentido, apuntado por el propio Bcltrán, en el que *a la sociología, no le interesa lo subjetivo, sino lo “intersubjetivo", esto es, el sentido 'socialm cntc puesto", compartido y. por tanto, objetivo.. C f. Miguel BELTRÁ N V1LLALVA, La M m cnira social, op. cit., pp. 2 3 y 32. De la última es de donde se ha extraído la cita. 122 Copyrighted material la filosofía tu l pmeme más familiarizados mientras vuela rápido hada la comprensión del objetivo apuntado. La lentitud congelada de la «cámara lenta», puede ser benéfica a la hora de volver la atención hacia el interior único del juego social, que es de lo que se trata, y de una manera que propiciará también que se perciba el notable interés que la referencia a lo otro generalizado puede tener para una mirada sociológica hacia los escenarios de los cambios sociales. Mead distingue, pues, en esos términos, como decíamos, dos tipos de activi­ dades hidicas, correspondientes a sendos niveles de lo que nos hemos acos­ tumbrado a llamar con naturalidad la «socialización» infantil. Pero interesa advertir, insisto, en el radicalismo de su sensibilidad por el carácter estricta­ mente social de los escenarios de convivencia, de modo que, al hablar aquí de «socialización» deberíamos pensar más bien en la «entrada en juego», en el sentido de un gradual hacerse uno competente «en» el medio social (y «con» éste) para intervenir en el mismo. Y aun más, convendría acentuar en este sentido el propio proceso (y la tarea cuando ésta se produce ex profeso) de transformación del juego y su escenario -algo que nunca podría perderse de vista si se está haciendo sociología- que cualquier incorporación de novedad de ese tipo supone o puede suponer. Es así que, cuando se incorpora alguien a un escenario de convivencia, además y antes de a su propio avezamiento para incorporarse, deberíamos atender al nuevo jugar, o ese «dar más juego» o al «dar más de sí» del juego como juego, que se puede producir con esa incor­ poración. Obsérvese que eso sucede con menos evidencia garantizada en las actividades finalistas netas, es decir, cuando se trata preferentemente de la mejora en rendimiento eficaz de una actividad conjunta de los agentes, que procura la incorporación de un nuevo jugador en vistas a un rendimiento o un objetivo determinado y mensurable que se busca en esa colaboración. En cambio, el valor de esa ampliación hay que tomarlo con todo vigor cuando de lo que se trata es del propio juego «convivcncial» de los ámbitos de conviven­ cia, como tales ámbitos de convivencia. Es decir si de lo que se traía, es de su propia veniente esencial de ámbitos aptos para que convivan -para integrarles en la convivencia- quienes entran en su escenario de juego. Adelantemos que una mirada demasiado estrechamente atrapada por la mutua referencia del juego a sus reglas y de las reglas a la propia definición del juego (con el posible peligro de la pérdida de vista de lo más interesan­ te que puede haber en el estudio de lo activo de una actividad, que es la 123 Copyrighted material Gcocge Herbert Mead posibilidad de su «activación» o del refuerzo de la actividad como tal) puede descarrilar de la línea del razonamiento y perder de vista su ganan­ cia. Pero vayamos a esos dos tipos de juego. En el primero (el «play»), el niño reconstruye, mayormente jugando sólo, ciertas escenas fragmenta­ rias de la interacción social, al reproducir miméticamente274 gestos, pala­ bras o actuaciones de personajes de su experiencia cotidiana, bien directa­ mente (rasgos propios del rol de padre, de enfermo, de tendero, de niño desamparado) o bien de manera vicaria (trazos de personajes de ficción), y los articula en esquemáticos escenarios de interacción donde es el mismo quien desempeña en un momento un rol y luego otro, sin seguir otra regla que la de su propio capricho o humor. Es importante recalcar (recor­ dar) el matiz de que Mead trata el rol como las actividades que el niño se acostumbra a esperar del otro asociadas a sus propias demandas, actitudes o acciones (y viceversa), porque se trata estrictamente de escenarios mon­ tados sobre la base de esos «cortocircuitos» de interacción que el niño va configurando en su propio escenario mental y de los que se sirve para entrenar la organización, el control de su propia conducta. Con todo, no debería perderse de vista que, aun contando con su naturaleza estrictamen­ te vicaria, que invita más a pensar en juegos solipsistas que en interacciones en las que el sujeto aparece interpelado por lo ajeno, Mead está subrayando lo que hay de estricta «inter-acción» en esa actividad lúdica, y que en el curso del argumento esto aparece intermediando los procesos de «emer­ gencia» del sí-mismo en el curso de los intercambios sociales: que el sujeto camina «desde la periferia (donde se encontraba confundido) hasta su cuerpo 2 \ Este «juego no organizado» es posible cuando los niños son ya capaces de interactuar con personas singulares (los famosos «otros de refe­ rencia») adoptando de algún modo embrionario el punto de vista, la «pers­ pectiva» 2 " de éstas; es decir, cuando sus referencias a otros ya no son*• 4 Vid. al respecto en d sexto capitulo de mi libro, ¡ a m irada reflexiva de G. H. M ead las pp. 259-269. Es de nuevo Joas quien con mayor finura ha sabido precisar d sentido de la importancia relativa que Mead confiere a «gesto vocal» en el origen del habla- I j exposición sintética m is lograda o ta en G . H. JO A S. «1.a emergencia de lo nuevo», op en., pp. 112-113. 1 C f. en esta edición (PP. 119). Es el contexto en el que Mead está tratando de intervmcular los procesos de interacción en los que emerge la experiencia del «si-mismo, y el descubrimiento del pro­ pio cuerpo a partir del contacto con otros. • " En realidad Mead empieza bastante tarde a hablar de •perspectivas», precisamente con motivo del sugerente giro que, como muestra en múltiples lugares l a filo so fía de/presente, su psicología social experimenta al asociarse con su empeño por explicar las «consecuencias» que para la teoría del cono» 124 Copyrighted material La filosofía del presente meramente impulsivas, y muestran alguna señal de apertura a la otredad, de la presencia de retazos de intersubjetividad en su propia conducción. Los del otro tipo, los «juegos organizados» (como los deportes y juegos reglamentados: los «games») son ya escenarios propios de una segunda etapa de la socialización2/7. Serían aquellos donde el sujeto se ha capaci­ tado o se está capacitando para modular el desempeño de su actividad en congruencia con la de todos los demás partícipes; y por ello con las expec­ tativas regladas de todos ellos (es lo que, como decíamos, lleva a lo que Mead llama la interiorización del «otro generalizado»). Son, en todo caso, actividades de grupo que requieren que el jugador actúe con la vista puesta en el modelo (más que «imparcial», estrictamente intersubjetivo o, mejor aun, «transubjetivo») de la acción conjunta. Los otros no son ya partículas sueltas en los azarosos y volubles procesos activos del sí-mismo y domeñables a su voluntad :78. Ocupan posiciones funcionales y desempeñan com­ petitivamente roles diferenciados y orientados a la consecución de metas con arreglo a un sistema de división de las tarcas (o del «trabajo»). Son, pues, las «reglas de juego» las que articulan la actividad común. Y lo hacen, además, en un sentido fuerte, muy bien traído por Paul Valcry cuando dice que «frente a las reglas de un juego no cabe el escepticismo» *279. Pero de lo que estaríamos hablando en nuestro caso es tanto de las reglas o normas como de los principios de preferencia o «valores» (o «principios» a secas) que predominan en los ámbitos sociales o en los grupos (los valores grupales o los valores dominantes en los diversos ambientes sociales) y que esas normas consagran o resguardan, y que se toman como base para el des­ empeño, más o menos abierto y creativo de los roles. Al referirse a esas importantes realidades como «reglas de juego» la teoría de Mead alude especimicmo y para la epistemología se pueden extraer de los hallazgos de la física citmcniana, y concre­ tamente de las interpretaciones generales que de ésta ofrecían pensadores com o Ruvsell o Whítehead. Pero no hace falta insistir en esro. bien explicado por Arthur Murphy. el editor del original, en la introducción de este libro aquí recogido. 1r No me detendré en las explicaciones que la riqueza de este tema permite. 279 En esc sentido que damos a lo estructural, sobre el que reparamos al hablar del sentido de lo estructural que BcltrJn propone, y que tiene que ver con la necesidad de reconocer la insustituibilidad del otro como instancia activa y de interpelación. Además de ser imposible, la sustitución (su intento) es siempre negación del otro y negación de la realidad propia que consiste en el anidamicnto del otro en nuestra experiencia. Se trata de aquel -el y o es el nosotros y d nosotros el yo» de la Fenomenología d el espíritu de Hegcl sobre el que me llamó la atención con insistencia mi amigo y compañero Josctxo Bciiain. y que siempte está pendiente de nuevas -experiencias de nuestra conciencia». • ' Referido por 1 iuizinga. Homo ludens. op. cit.. p. 25. 125 Copyrighted material ücorge Hctbcrl Mead cíficamcntc a que articulan esas expectativas de lo «otro generalizado» que está en juego. El sujeto las interiorizaría en su «mí», que es el eje del auto­ control de la respuesta potcncialmcntc innovadora de su «yo». Estas distinciones se alojan en una teoría del desarrollo del sí-mismo (self) que Mead concibe en directa correlación con la ampliación, potencial­ mente universal, de ese «otro generalizado» de referencia. Convendrá demorarse especialmente en el tratamiento de esta clave de la orientación del comportamiento con arreglo a otros generalizados y, sobre todo, de su ampliabilidad ’8U. Según la teoría de Mead, es precisamente al jugar y en general al ir aprendiendo a actuar en diferentes posiciones como el actor se faculta para integrar en una unidad las reacciones organizadas de los demás hacia él. I.o «otro generalizado», que le acompañará en su conducta y le servirá como eje de control, consistiría precisamente en esa especie de «reacción organizada» que el sujeto interioriza y que interviene en la modulación de su conducta en clave intcrsubjcciva. Recordemos que es, además, la propia «presencia» de este otro generalizado en su experiencia interaccional lo que le proporciona un sí-mismo, le da la oportunidad de «volverse» hacia su propia conducta y hacia sus disposiciones y ganar esa estructura de autocontrol de la propia actividad que le permite plantearse un horizonte de autoperfeccionamiemo y de mejora en efectividad de la misma en los diferentes escenarios intersubjetivos. Pero ahora nos interesa reparar cuidadosamente en la indicación de Mead de que, al ser continuamente ejercitada, tal capacidad que el actor desa­ rrolla para modular el desempeño de su actividad en congruencia con la de todos los demás partícipes, puede fortalecerse, y que a partir de ella los horizontes de esa organización generalizada podrían expandirse ilimitada­ m en te^ 1. Esc planteamiento aparece, in tutee pero claramente apuntado, en un pasaje del trabajo sobre «la realidad objetiva de las perspectivas» incluido en el libro, donde Mead, luego de declarar con cierta solemnidad C f. ( I. JO A S . -I.a emergencia de lo nuevo», op. cu . , p. 1 16. Bien encaja aquí una sentencia de Dewcy. que casi aporta e! epíteto justo pata esa actividad, que suelo considerar de tercer nivel, que se vuelca y concentra todo el sentido en reforzar el propio circulo social de actividad, fortalecer sus propias fuentes (es ciato que el acento en la citculandad - o intimi­ dad- de lo social es lo que yo mismo aporto a! sentido de su afirmación: «la actividad es creadora, dice Dewcy, cuando funciona para su propio enriquecimiento como actividad, es decir, acarreando la libera­ ción de ulteriores actividades*. J . DKWHY. Naturaleza hum ana y conducta, op. cu., p. 138. 241 1 26 Copyrighted material La fiton/füid ti pratme que lo que va a abordar es el objeto mismo de la ciencia social (y de subra­ yar que este sólo puede ser experiencia de individuos), advierte que una sociedad sólo surge «en la medida en que el individuo actúa no únicamente en su propia perspectiva sino también en la perspectiva de otros, y en especial en la perspectiva común de un grupo'* ’82. Observemos que, según él, sólo esc tipo de asuntos, esta clase de realidades pueden conside­ rarse efectivamente objeto de la indagación científico social. Pero si prose­ guimos un poco la lectura, toparemos con un punto de especial interés en nuestro intento de traer la cuestión de la creatividad al primer plano. Veremos concretamente cómo esc tópico tiene que ver con la afirmación sustantiva de la socialidad de los colectivos com o tales colectivos, y podre­ mos apuntalar, con cierra revisión precisiva, el sentido de la murua corres­ pondencia entre las reglas (y principios) del juego social y la dimensión íntima de la actividad colectiva en la que éste consiste. 12. LAS LIMITACIONES DE LOS CÍRCULOS DE «INTIMIDAD SOCIAL» Y LA AMPLIACIÓN DE LOS OTROS GENERALIZA­ DOS. AUTOTRASCENDENCIA E IDENTIDAD Mead reconoce que «la limitación de una organización social se descubre en la incapacidad de los individuos para ponerse en las perspectivas de los otros, de hacerse cargo de sus puntos de vista». Para él, lo importante que hay que advertir es que, cuando tratamos de los colectivos y sus organiza­ ciones, hemos de vérnoslas con «organizaciones de perspectivas», cuyo principio «es manifiestamente evidente**: que el individuo «entra» en las perspectivas de los demás y, sobre todo, que se adentra en la perspectiva común de los grupos a los que pertenece -en la que las de los demás indi­ viduos convergen o podrían converger- «en la medida en que puede adoptar sus actitudes o adoptar los puntos de vista de otros» 283. Invirtiendo el argumento, al ponerlo en positivo, lo que esta reflexión sobre la realidad objetiva de las perspectivas revela acerca de los ámbitos sociales es que la efectividad de la organización de la vida social (y la de :a-’ PP.p. 165. Cf. PP. P. 165. 127 Copyrighted material Gcorgc Hetbcrt Mead sus ámbitos específicos) depende de la capacidad de influencia -p or la vía de su interiorización por los sujetos, que de ese modo toman parte de ella- que demuestre tener la perspectiva común en la que se expresa, como tal, la actividad colectiva. A mi modo de ver, esa «perspectiva» común habría que entenderla, más bien, como una esfera (una palestra) «pública» de articulación deliberativa o comunicativa de las diferencias; como un ámbito de confrontación y depuración de perspectivas particulares susceptibles de configurar la voluntad común (sin olvidar los estados de ánimo o emotivos), y en su caso como la manifestación o la voz resultante en la que haya de ir concre­ tándose en el curso de las peripecias convivcncialcs la expresión comunal. Hablar ahí simplemente de «perspectiva común» es recurrir a la sinécdo­ que en aras a la economía y agilidad del discurso. Pero cuando de lo que se trata es de explicar, hay que recurrir al análisis y a la verbalización deta­ llada de esos trasuntos. (Así, toda la obra de Habermas ha estado detallan­ do, verbalizando, el análisis y la explicación de los procesos de articulación de las voluntades representativas de los ámbitos colectivos de decisión). Se trata del problema de la articulación de esas inevitables y saludables diferencias que se dan -h an de darse- en el encuentro «enracimado» de personalidades y de subjetividades sociales2M en general (porque no podemos perder de vista las diferencias que se dan entre identidades colec­ tivas y su necesidad de articulación recíproca), de realidades sociales que se individualizan o autoafirman al alimentarse en, y contribuir a alimen­ tar; un ámbito de actividad conjunta, más o menos propicio y acogedor ■M Sobre la idea de «subjetividad social», y su potencia! conceptual, que tenemos pendiente de depurar, recibí muchos y atractivos estímulos de la impetuosa y admirable investigación de Marta Rodríguez Fouz. cuya tesis doctoral supo achacar a Habermas su impenitente reluctancia y ceguera por los fenómenos emotivos de la vida colectiva. D e particular interés es sti noción de «identidad emotiva», que define com o una suene de fluencia magmática y de remanencia que permite la incor­ poración de un sentimiento comunitario de aglutinación. Dicha noción combate, a la vez. «la acusa­ ción de que la llamada al sentimiento de pertenencia a una comunidad de raíces trascendentes supone una cancelación de procesos, una teificación a la voluntad dinámica de formar un grupo", una renun­ cia a la autonomía y a la capacidad creativa del presente, y por otro lado la desacertada identificación entre «afirmación de la identidad colectiva y renuncia a la identidad individual*. Vid. Marta R O D R Í­ G U E Z F O U Z , Solidaridad y memoria. De la subjetividad colectiva en Jürgen H aberm as. tesis doctoral. Pamplona. Universidad Pública de Navarra. 2 0 0 0 . http://wsvu-.lib.umi.com/disscrtations. La idea aparece en esa forma en la p. 309. Esa investigación tuvo después una secuela espléndida en un libro; M . R O D R ÍG U E Z F O U Z , Los retos de Lt identidad. Jürgen H aberm as y ¡a m em oria d e! G uerniea. Madrid. C IS . 2004. 128 Copyrighted material La filosofía iltl presente para la propia viabilidad de la armonización eficiente de esa actividad. De ese problema y también de la explicación del proceso mismo. Es el reto -u n experiméntum crucis- de la encrucijada entre dos órdenes que, según Mead nos dice en sus Conferencias Carus, emerge permanentemente, «provocada» por cada acontecimiento que surge, en el presente mismo de su emergencia2ÍI5; la tensa oposición reconstructora entre la configura­ ción de procedencia y sus elementos y la naciente figura de la nueva trama interactiva que trae consigo el asalto de lo emergente 28í\ Acudamos al respecto a este pasaje de libro: **cl mundo se ha tornado un mundo diferente; pero identificar la socialidad con ese resultado es identificar la meramente con el sistema. A lo que estoy refiriéndome es, más bien, a l tundió tntrt <7 viejo y e l nuevo sistema. Si la emergencia es un rasgo de la realidad, esta fase de ajuste entre el universo ordenado antes del surgimiento de lo emergente y. des­ pués. cuando ya lia asim ilado al recién llegado, tam bién tien e qu e ser un rasgo d e la rea lid a d » (PP. p. 4 7 -4 8 ). Aunque es tan compendioso que incluso resulta excesivamente denso en matices, reproduciré integro un comentario de su «Elogio», donde Dcwcy sigue buceando el misterio de la originalidad de Mead, y donde sus teorías de la emergencia y la socialidad aparecen presentadas como un producto singular sólo explicable por los propios rasgos singularísimos de la persona de Mead: «el interés de Mead en el concepto de emergencia, por ejem plo, es reflejo de esc mismo factor en su propia experiencia intelectual, en la que constantem ente florecían nuevos atisbos que trataba de sumar a lo que pensaba antes, sin que simplemente tratara de desplazar las viejas ideas. Sentía dentro de si. a la vez. la emergencia de lo nueva y la concinuidad inevitable de lo nuevo con lo vieja. De modo que también experim entaba en su interior la lucha de las ideas, las hipótesis, los presentimientos -q u e prrmero eran completamente privados, materia de íntima mismidad personal- p o r encontrar y ocupar un lugar propio en un mundo objetivo compartido y público. M e parece qu e su sentido de la "socialidad', como existencia sim ultánea en dos órdenes diferentes, tiene algo en común con la com binación de enorm e originalidad e inusual deferencia hacia ¡os demás que distinguía su personalidad ». J . D EW EY , •Prefatory Remarles, op. cit., p, xxxix. En ambos pasajes citados, las cursivas son nuestras. '*• Muchos recodos de las Conferencias Carus resultan pertinentes para aclarar el doble sentido de eso que Mead llama la «socialidad del emergente». Por ejemplo: «Encontramos el carácter social del universo en la situación donde el nuevo acontecimiento está a la vez en el viejo sistema y en el nuevo que su advenimiento anuncia. La socialidad es la capacidad de ser varias cosas a la vez» (PP. p. 4 9 ). O bien: «Si examinamos las bases de esta estimación de un sistema desde el otro, encontramos dos carac­ terísticas. Una es la emergencia del acontecimiento a partir de las condiciones bajo las que apareció, lo cual, com o hemos visto, otigina su historia y puede ser subsumido bajo el término general de evo­ lución. I j segunda es la continuidad de las condiciones pasadas en el presente» (ibídem). Pero espe­ cialmente oportuno es este otro que cito un poco más in extenso, donde Mead pasa del plano analítico de la tísica al de las ciencias sociales (poco antes había hecho lo mismo con el plano de la biología): •Hay otro aspecto de la socialidad. que el carácter sistemático del presente que pasa pone de manifies­ to. C om o hemos visto, en el transcurrir del pasado al futuro, el objeto presente es a la vez lo viejo y lo nuevo, y eso rige también para sus relaciones con todos los demás miembros del sistema al que perte­ nece. Antes de la aproximación del visitante estelar a nuestro Sol, el propio carácter de la porción de Sol que habría de convertirse en la Tierra estaba determinada por mis relaciones con las porciones de la sustancia solar que se convinieron en los demás planetas. Una vez situada en su posición planetaria, retiene el carácter dado por la configuración anterior a la vez que asume el nuevo carácter, que se expresa en las perturbaciones de su órbita causadas por las influencias de sus vecinos. La cuestión es que un cuerpo que pertenece a un sistema, y cuya naturaleza está determinada por las relaciones con los miembros de tal sistema, cuando ingrese en un nuevo orden sistemático, conservará, en el proceso 129 Ce ighted George Herbcrt Mead Al abordarlo desde esc ángulo y recogerlo con esa teoría de la intimidad de lo social que amagamos, el concepto de «otro generalizado», que toda­ vía ha aparecido borrosamente, encuentra su sitio y opera con mayor pre­ cisión 2ir. Joas localiza ahí «la idea rectora» de la teoría ética de Mead, íntimamente vertebrada en su teoría comunicativa de lo social ~88. En efecto, el núcleo de su concepción de lo ético consistiría en la ampliabilidad progresiva de la orientación de la conducta de los sujetos y de las actividades concertadas de los ámbitos sociales hacia «otros generalizados» cada vez más vastos 289. Desde este punto es precisamente desde donde se despliega con más claridad, en su teoría de la socialidad, una lógica del desarrollo social paralela a la del desarrollo o la evolución del sí-mismo o de la identidad personal, que Mead advierte. Por eso dice Joas que «la idea rectora de la teoría ética de Mead» es esa «orientación» de la actividad de la personas y en general de la que se produce en los ámbitos sociales «de acuerdo con otros generalizados cada vez más amplios» 29°. Si es bien conocida la descripción de etapas típicas de formación de la persona­ lidad del sí-mismo que repasamos antes -donde cabe descubrir un curso de desarrollo de la autonomía moral concebido con nítido sentido social-, en el concepto de «otro generalizado» encontramos una pieza teórica que permite a Mead sugerir -en paralelo con la primera- una lógica «social» (solidaria, porque es también de matriz moral) del desarrollo de los ámbitos de convivencia hacia situaciones caracterizadas por mayor libertad frente a la dominación; o sea, una de reajuste al nuevo sistema, algo de la narutalcza de todos los miembros del viejo sistema. Así. en la historia de una comunidad, los miembros conservarán, en los reajustes del cam bio social, los caracte­ res con que las relaciones sociales les determinaban en el viejo orden. El viejo orden se encuentra en cada miem bro; y en una revolución, se convierte en la estructura sobre la que se edifica el orden nuevo. De alii que Rousseau tuviera que hallar en el ciudadano tanto al soberano como al súbdito, y que Kant hubiera de encontrar en el ser racional tanto al promulgador de la ley moral com o al sujeto de esa ley». (PP. ibídem. pp. 51-52). Puede ser útil acotar la idea con esta explicación de “Génesis o f thc Self». donde además Mead une sí-mismo y otro generalizado: «al jugar en las diferentes posiciones, [el niño) ha integrado en un todo las reacciones organizadas de los demás hacia el, y esta reacción organizada se convierte en lo que he llamado el "otro generalizado", que acompaña y controla su conducta, l.a presencia d e este otro generalizado en su experiencia es lo que le proporciona un si-m ism o. Sólo puedo hacer aquí una mera referencia a la relación de ese juego infantil con la llamada 'magia simpatizante”. Los hombres primi­ tivas invocan en su propia actividad cierto simulacro de la respuesta del mundo circundante que buscan. .Son niños gritando en la noche» (PP, pp. 186-187). C f. 11. JO A S , -La emergencia de lo nuevo», op. cit., p. 116. m C f. Ibídem. :9Cl Ibídem. 130 Copyrighted material La filosofía del presente lógica de pura afirmación del juego interior -la intimidad- de la convivencia. La referencia explicativa es aún a aquel modelo normativo de desarrollo de la per­ sonalidad en función del incremento de la competencia de los sí-mismos para orientarse progresivamente en los círculos interactivos en los que se incorporan: a la orientación inicial de los sujetos hada -«otros» concretos le sigue la orientadón hacia grupos u «otros» organizados» 291. Pues bien, más allá de ese nivel e incluso más allá del posible conflicto entre diferentes otros generalizados Mead advertiría, según la interpretación de Joas, que se puede dar una orientación hacia unidades o círculos sociales cada vez más comprensivos y de articulación social más perfecta 292. Confe­ sare que encuentro en esa explicación un lado frágil. Asoma este, por ejem­ plo, en ese apunte de una orientación «hacia» que hemos subrayado: en rigor, Joas debería hablar de orientación «en» o «dentro de» unidades más amplias en las que orientarse, para que, sin desdeñar la referencia a personas particulares, no se pierda de vista que estamos siempre tratando de conjun­ tos sociales en interacción. Aunque es evidente que hay amplios aspectos de la conducta social en los que pueden producirse ese tipo de orientaciones de los particulares hacia círculos parciales o sectoriales, cuando el planteamien­ to se hace en ese sentido general que trazábamos, es preciso guardar celosa­ mente el nivel de tensión riguroso que las explicaciones sociológicas deman­ dan; es decir, hay que mantenerse en ese plano de abstracción concreta (preñada) que reclama la atención hacia y desde el conjunto social mismo, con su propio dinamismo autoafirmativo: el de la «intimidad de social». En •*’ C f. Ibídem. No alcanzo a ver, debo decirlo, los motivos que tiene Axcl Honneth pata achacar en este aspecto a Mead, autor sobre el que traca abundantemente, un rcduccionismo cognitivista - y una omisión de las dimensiones emotivas de los vínculos c interacciones que se producen en el curso de la socialí/ación- com o lo hace en su reciente libro sobre la R eificaaón . Es cierto que loa avances en la investigación de los procesos afectivos que durante el último siglo han llevado a cabo la psico­ logía y de psiquiatría infantil, y en los que Honneth se apoya, permiten precisar mucho las esplendi­ das intuiciones meadianas, com o también lo ha hecho el abundante despliegue de exploraciones monográficas que durante ese tiempo se ha dado en la sociología, especialmente en la americana de estirpe chicagocnsc. Pero ocurre como con sus contribuciones en «1 terreno de la exploración de la mediación simbólica: ahora sabemos mucho más, y sin embargo las sorprendentes intuiciones de Mead siguen en pie y orienran el eje vertebral de las explicaciones de más amplitud que somos capa­ ces de hacer. Pero atribuir a Mead, que arranca siempre de la corporalidad de los impulsos, y de la reflexividad «intim ado»» d e las interacciones tina especie de gnosticismo ciego a la emotividad es mostrar que uno no ha aguantado el cara a cara con el poder de la •mirada reflexiva» de G . H . Mead. Al respecto vid. A. H O N N E T H , Retfícación, Un estudio en la teoría d el reconocim iento, op. cit., especialmente pp. 6 1 -8 2 . Cf. 11. JO A S, «La emergencia de lo nuevo*, op. cit., p. 116. p. 122. 131 Copyrighted material (korgc Hcrbcrt Mead la formulación que hasta ahora ha ofrecido, podría parecer que Joas conser­ va el patrón psicologista de la orientación de las personas respecto a los cír­ culos sociales, cuando él mismo está dando paso a una explicación de la ampliación misma de esos campos de actividad social, como círculos de actividad colectiva que se activan al proceder a articularse mejor, mediante actividades de segundo orden, y de manera participativa. Lo que quiero decir es que con esas verbalizaciones inconsistentes (o al menos quebradizas, poco conceptuales), que deslizan la terca dicotomía adolescente que resulta de una distinción analítica mal administrada, se puede desviar la atención de la actividad colectiva como tal, y de la dimen­ sión autoafirmadora o autodeterminantc de la misma. Y eso supone difuminar la mirada «sociológica». Es verdad, que no resulta fácil sin retorcer el discurso la evitación constante de ese psicologismo residual que el pro­ pio Joas advierte en Mead. Pero es necesario percatarse del deslizamiento y procurar evitarlo para que la Tensión intelectual no se relaje y se ciesencauce del nivel de abstracción propio de las explicaciones sociológicas de los ámbitos de sociaüdad, incluso cuando se este hablando de la «amplia­ ción» de los mismos, y se aborde, como Mead lo hace en el corazón de sus reflexiones éticas (y en concreto al tratar la ampliación del consenso cre­ dencial de las comunidades científicas o de la amplitud integrante de las colectividades) el papel de los sujetos particulares en ella. Dijimos que el «principio» de esa ampliación y perfeccionamiento en la articulación del juego social no ha de ser otro que esa mejora en la «orga­ nización de las perspectivas» que se produce cuando, «en la medida en que puede adoptar sus acritudes o los puntos de vista de otros», el indivi­ duo «entra» en las perspectivas de los demás (y en la perspectiva común en la que podría converger entre y con ellos) 293. Lo esencial para el buen enfoque de todo esto es mantener bien templada la atención al «juego interior» que se produce en ese único «adentro» que todo círculo de acti­ vidad social implica en su diferencia. Las dificultades extraordinarias que comporta el esfuerzo por introducir precisiones analíticas en cualquier descripción de los escenarios de convivencia (y no digamos nada de las actividades organizativas que los ensanchan o los angostan com o tales escenarios convivencialcs: que los cambian como ámbitos «de convivenCf. PP.p. I6S . 132 Copyrighted material Ij! filosofía del presente cia>») proceden siempre, según creo, de la dificultad de superar esa propen­ sión «adolescente» a enfrentar (cayéndose así, en consecuencia, por debajo del nivel de abstracción de la sociología) el individuo con los círculos o ámbitos sociales, algo que hay que evitar a mi juicio con la tensa atención a lo sistémico de los círculos de actividad social que apunta el concepto de intimidad de lo social. Ya vimos en la introducción, que Mead reconoce en la relación íntima que hay entre la experiencia individual y el mundo que podría surgir legí­ timamente con las respuestas o con la realización de las ideas que aquélla genera un hito que distingue la mentalidad moderna de la antigua, y tam­ bién que insiste en que la plena madurez reflexiva de esa mentalidad sólo nos habría llegado con la disciplina metódica de las comunidades científi­ cas 2<M. Pues bien, a esa «mentalidad» me inclino a llamarla estrictamente «sociológica», en la medida en que la novedad individual se considera parte íntima de la realidad social, y la encuentro en la quintaesencia de los hallazgos meadianos de la concepción de la social idad. Al menos se ve con claridad cuando el propio Mead no nos lo emboza demasiado con las cómodas y rcsultonas imágenes psicologistas, tan típicas del discurso tra­ dicional de la «socialización», ése mismo que se autolegitima con una rápida referencia... al Mead más trivial. Recordemos que éste achacó a Hegel que no hubiera sabido reconocer por entero aquella «intimidad» entre la originalidad individual y la experiencia común :9\ como un aspecto intrínseco de los procesos de activación de la comunidad de expe­ riencia, incluso cuando se den importantes momentos transitorios en los que el individuo (tanto en el plano del conocimiento como de la expe­ riencia moral) tenga que sostener, e incluso hacerlo heroicamente, su hallazgo perceptivo o su nueva perspectiva moral frente a la mentalidad o el saber dominantes. Pero esta conveniente recapitulación no sería completa sin volver sobre otra observación de Mead que también recogimos antes, y que redondea ;'M VitL en la introducción, d entorno y el contenido de la nota 3 . 1V> Ya recogimos al iniciar el trabajo que nuestro autor reconoce al idealismo el mérito parcial de encontrar un sitio al descubrimiento científico y la reconstrucción en la dialéctica del despliegue del Espíritu (y para el papel individual en dios). Pero también recogimos su achaque a Hegel por dejarlos enseguida desdeñosamente de lado, com o fases incompletas del despliegue de la realidad, anémicas de verdad. Cf. G . H. M EA D . «Scientific Method and individual Thinkcr» (1917), op. cit.. p. 188. 133 Copyrighted material George Herbert Mead esa advertencia de fondo sobre el reconocimiento del estatuto social de lo individual en dos pasos. Mead consideraba, que el primero lo encontra­ mos en el sitio que en su exploración de la experiencia humana Hegel concedió al individuo, pues esto supuso un hito en el desarrollo de la doctrina -significativamente Mead la calificaba de «psicológica»2* ’- que venía a reconocer la «presencia» del mundo objetivo en la experiencia individual. Pero es al segundo gran paso del proceso al que quiero aferrarme ahora. Mead lo trata como un «final», y consiste en haber llegado a concebir las propias experiencias individuales (incluso las más innovado­ ras y contralácticas) como parte de la realidad objetiva de la naturaleza, y específicamente a tomarlas como experiencias de individuos que son parte de una sociedad altamente organizada y que entran en conflicto, siempre en algún aspecto acotado, con las interpretaciones establecidas en ella 297. Esas poderosas sugerencias podrían permitir el despliegue de muchos e interesantes perfiles al combinarlas con los dos tipos de socialidad, sincró­ nica y diacrónica, en los que el libro repara, sobre todo en el texto de las conferencias, y podrían procurarnos un rico bagaje para indagar las reper­ cusiones expansivas en el juego social, a las que pueden llevar las recoloca­ ciones causadas por las situaciones problemáticas y las novedades emer­ gentes. Quedémonos con esa apuesta suya por la plena aceptación de la creativi­ dad de la acción individual y de la socialidad -la intrínseca condición social- de esa acción en su visión de la «realidad objetiva» íntegra. Pues Mead no sólo incluye la «presencia» de ésta realidad objetiva «anidada»298 en la experiencia individual, sino que reconoce la propia experiencia indi­ vidual, como parte de esa realidad objetiva. Ya se señaló que ahí está la clave para el nexo íntimo entre individualización y socialización 2'r\ y que Mead revela el carácter sustantivamente «intersubjetivo» de la individuali­ * Algo que sin duda habría irritado al gran buccador y «aprchensor racional» del despliegue y repliegue del Espíritu Absoluto. C f. G . H. M K A D , •Scientific M ethod and individual Thinker» (1 9 1 7 ), op. cit.. p. 192. C f. ibídeni. op. cit.. p. 196. ^ Vuelvo a la expresión de Navarro. Vid I. SÁ N C H E Z D E LA YN CKRA (1 9 9 6 ). «FJ sujeto y la sociedad. En la raí? de las dificul­ tades teóricas», op. cit., y Georges G U R V IT C H . «1-cx faux problémcs de la sociologie ati X IX siéde». en ( i . G U R V IT C H . L a vocation actuellt de la sociologie. op. cit. 134 Copyrighted material L l jiiotofM d ti prf-ente dad como «fuente» de acción intersubjetiva tanto como presenta la Íntersubjetividad como fontana de la individuación. Habíamos dejado momentáneamente el argumento que recogíamos de la propuesta de una lógica moral del desarrollo social, que Mead ofrece en un paralelismo con los niveles de desarrollo de las identidades personales. Y lo dejamos cuando indicábamos, al hilo de la exégesis de Joas, que, en el arco de la orientación colectiva hacia otros generalizados - y al margen del problema de los conflictos posibles de orientación entre varios de ellos-. Mead despliega todo un horizonte de desarrollo social hacia situaciones más liberadas de dominación ' üu. El despliegue lógico (y desiderativo) de su imaginación teórica barrunta ampliaciones de los modos de articula­ ción y de orientación de la socialidad en círculos de convivencia cada vez más comprensivos y perfeccionados, de manera que Mead dibuja así el horizonte de un ideal pleno (o más bien de una inacabable secuencia de ideales plenos, porque siempre serán móviles si estamos - y lo estamosante una razonable comprensión de lo que es un horizonte hacia quien avanza). Regresemos a ese punto con Joas. Al explicar la idea meadiana sobre el desarrollo social, Joas muestra cómo Mead aborda la cuestión del acceso de las sociedades a «una perspectiva universalista», «a un ideal de pleno desarrollo del género humano». E incluso formula asertóricamentc lo que eso viene a decir: «accedemos a esa perspectiva universalista -escrib e- tra­ tando de comprender todos los valores que surjan ante nosotros -n o yux­ taponiéndolos sin juicio alguno de manera relativista, sino evaluándolos bajo e l criterio d e su idon eidad para establecer una com unidad universalista basada en la comunicación y la cooperación-» 301. Cortemos, por el momento la cita aquí, porque conviene coronarla, con un comentario posterior, pletórico, que acredita el carácter de «círculo máximo» de referencia que confiere Joas a esa indicación. Para Joas, esa perspectiva [la que que acabamos de plasmar] «nos eleva más a llá d e toda com unidad)' sociedad concreta y nos hace cuestionar sin m iram ientos la legim Es en «ate aspecto donde se da esa admirable congruencia de la imaginación teórica de Mead, con los afinados debates actuales sobre la democracia deliberativa, a los que aludíamos en las primeras páginas, Véase, más arriba, en el entorno de las notas 9 a 11. VJ| Hans JO A S (2002). -La emergencia de lo nuevo (...)» , op, n t,, p. 122. 135 Copyrighted mate'ial Cieofjje Herbert Mead tim id a d d e todos los estándares vigentes» 302. Es obvio que a estas alturas del trabajo, que viene llamando a su fin, no ha lugar ni a un análisis ni al simple amago de una glosa de ese texto. Pero tiene gran interés: encierra la ambición de un argumento «trascendental* 303 sobre el dinamismo de la normatividad del ideal democrático. Se trata nada menos que de la dialé­ ctica entre facticidad y validez que tensa el círculo virtuoso de la referen­ cia de los ámbitos sociales a sus normas y de éstas a la crónica necesidad de ampliación inclusiva (en términos de articulación de las diferencias) de los círculos de socialidad. En el caso de Mead no cabe la duda: su «perspectiva histórica no se centra en un proceso continuo de racionalización*, ni mucho menos, sino que se con­ centra, ante todo, «en la emergencia constante e impredecible de lo nuevo* 304. Ya sabemos que la tarea consiste en captar y abordar mejor la aventura con­ junta de la libertad, tratando abiertamente su devenir contingente. Pero el «afianzamiento en la contingencia» del que se ha hablado, y que hemos pues­ to de relieve como una de las grandes exhortaciones del libro, su llamada a la responsabilidad en presente, concibe en conexión íntima, muy sociológica, el avance de la personalización y la afirmación solidaria de los colectivos en los que se despliegan en racimo las personalidades diferenciadas. En este punto encaja impecable una consideración de Joas sobre la prueba que de acuerdo con Mead permite medir el valor moral de una sociedad dada. Consiste según él en ver si cuenta «con procedimientos racionales de conccrtación entre sus integrantes» y si, por otra parte, apuesta «por la apertura de todas instituciones ante el cambio comunicativo». Y añade que es «para semejante sociedad» -q u e se dibuja en su obra, claro está, como un modelo normativo de socialidad- para la que Mead reserva el término «democracia», aclarando que, como ya sabemos, para él, «la democracia» es la «revolución institucionalizada» 305. Tal posición conecta en íntima coherencia con sus postulados de la mutabilidad de todas las Mí lbidem. Para una precisión cualificada de ese concepto, vid. Charles TA Y LO R . «La validez de los argu­ mentos trascendentales», en Charles TA YLO R. L a libertad de los modernos, op. eit., pp. 123 -1 4 0 . 304 Cfi, Hans JO A S (2002), «La emergencia de lo nuevo (_j», op. cit., pp. 107-133- La cita, de la p. 133. ',l'' Kl apunte es de Joas. Vid. Hans JO A S (2 0 0 2 ), «La emergencia de lo nuevo op. cit., p. 123. Ya citam os el texto más parecido de Mead: «la democracia en crecim iento es la propia revolución incorporada a la institución del gobierno». G . 11. M E A D . «Natural Rights and the Theory o f the Political Institution», op. cit.. pp. ISO -170. La cita, de la p. ISO. v>f 136 Copyrighted material La /¡¡oí*fia delpreienie instituciones, de la creatividad individual y de la naturaleza ilimitada de la historia y de la posibilidad abierta de progresividad histórica. Y confirma, claro está, que la idea d e la organización dem ocrática asom a com o un id eal norm ativo p u ro que se ajusta al máximo al reto de gestión participativa que los ámbitos de socialidad exigen cuando se conciben adecuadamente, es decir, en el nivel de abstracción concreta que postulamos como el pro­ pio de la sociología, y con un además bien afianzado en la contingencia. Reconozco la importancia sociológica que tiene la convicción meadiana en la fecundidad, intrínsecamente social, del conflicto entre las experien­ cias cognitivas o morales de los pensadores individuales y las interpreta­ ciones y sentimientos del mundo vigentes en los ámbitos sociales, y que se muestran más o menos anquilosadas en los prejuicios compartidos. En ese énfasis transparece la potencia de esa mirada sociológica donde la doble entrada de lo colectivo a lo individual (y viceversa) se mantiene en cons­ tante tensión constitutiva, y rebota, como es de esperar, en un enfoque normativo de la democracia que exige un cuestionamiento permanente sobre la legitimidad y suficiencia de los estándares normativos y valoradvos vigentes. Ese enfoque se percibe muy bien, como veníamos anticipan­ do, en torno al concepto de «otro generalizado», que ahora se presenta equipado con esos matices de activación ampliativa -d e la ciudadanía, diremos- que hemos estado tratando. Por eso he escrito que con ese concepto Mead lleva a un plano «formal­ mente» sociológico la conexión de lo personal (la mismidad del sí-mismo) y lo social (el círculo de afirmación de lo conjunto -d e lo colectivo- del que lo personal forma parte, y en donde su novedad emergente irrumpe reclamando su sitio, y la consiguiente recolocación autoconfiguradora del todo y su norma) M)6. Con eso quise poner de manifiesto que el trabajo del concepto de quien ha llevado sobre todo fama de psicólogo social alcanza ahí el nivel de abstracción concreta que corresponde a la tarea sociológica en su diferencia más propia. Insistiré aquí en que un buen empleo del sintagma «orro generalizado» debe servir, entonces, «para designar los escenarios organizados d e convivencia en '' I. S Á N C I1 E Z D E LA YN C ER A (2006). «Otro generalizado-, en S. G IN E R y otros (comps.), D iccionario de Sociología, op. cit. 137 Copyrighted Geotge Herbert Mead su faceta de referencia oriencatíva general de la actividad colectiva y del des­ envolvimiento identitario de la persona» 307*. Denomina un aspecto central de ese «repliegue» sobre sí y desde sí que trato de destacar como clave de lo que he llamado la «intimidad de lo social» m . La referencia a ese objetivo comu­ nal, a esa especie de «reacción organizada» que el sujeto interioriza y que inter­ viene en la modulación de la actividad colectiva 309, se constituye también específicamente en una perspectiva o círculo máximo - y vocacionalmente móvil: tiene la estructura formal de un horizonte- con el que la actividad colectiva entra en relación dialéctica (puesto que son actividades autorrefercntes). Le proporciona el resorte principal para la distancia que la convivencia se toma con respecto a su propia actividad (en el espacio desiderativo y normati­ vo que abre en su imaginario, pero también en sus actividades de segundo orden), adelantándose con respecto a ella y pudiendo siempre ridiculizar, des­ legitimar, cualquier puesta en práctica de los valores soñados o barruntados que se inscriben como objetivo de las organizaciones concretas 31°. Jü7 Ibídcm. ■ ws Al explorar y proponer las bases de un concepto de •intimidad de lc> social» procedí a un enfoque de Icn drculos de socialidad tratándolos com o si-mismos o intimidades sociales. Intentare una síntesis escueta (y por tanto, muy prieta). Reparaba precisamente en los marcos institucionales normativos, insistiendo en su dinamismo - a l margen de las apariencias y de la lógica queja que sus insuficiencias crónicas y cosificadas despiertan- y en su carácter fuertemente recurrente (cuya constante •reproduc­ ción» fosilizante los revela en su singular forma de creatividad degenerada). Se trata de captar los círculos de la socíaiidad constituyente o, si se quiere, autoinstitucionalizante, y de tomar, entonces, las cristalizaciones instituidas en rabiosa relación dialéctica con referencia a esos círculos •interiores* de las actividades convivcnciales, que aquéllas, al constituirse en marcos, contribuyen a configurar, pero que, a su vez, las generan. Tal concepción es lo que nos daba pie para distinguir el bucle de intimidad que buscábamos. Cuando la socialidad en si, o tomada en sus ámbitos diferenciados, cualesquiera que sean, se concibe como un «sí-mismo», es cuando comparece la idea de intimidad social. (A mi enten­ der esa irrupción es, con todo, aun mucho más neta cuando junto a la figura del si-mismo converti­ mos en tema la figura del «otro generalizado».) La propuesta apunta, pues, hacia la recurrencia de la actividad colectiva, partiendo, sí, de la aprehensión básica de la rctroactividad de la vida social, pero advirtiendo especialmente la capacidad de esta para tomar nota de sí c «intimarse» al recogerse sobre si misma, y hacerlo insistiendo denodadamente en esos efectos que su actividad diversa y compleja produce sobre ella configurándola, configurando su ■sí-mismo» -su identidad propia-, así com o en el poder concom itante de relanzarla y de reorientarla (de retrotraerse y reproyectarse) que entraña. Y e s que la convivencia se muestra como socialidad íntima en su propio carácter intrínseco de actividad reflexivamente curvada por su repercusión sobre si misma, y por su propio sentimiento y continua (o discontinua) representación de sí misma, es decir, por el hecho mismo de poder saber (y poder inten­ tar controlar) su continua rc-«pcrcusión» sobre sí; y se muestra también en el consiguiente efecto de autotcnsadu y de autodistanciamicnto reflexivo. Vid. I. SÁ N C H E Z D E LA YN 'CERA. -La intimi­ dad de lo social [ ...) * . op. cit.. pp. 101-103. 309 Vid. Hans JO A S (2 0 0 2 ), «La emergencia de lo nuevo (...1 *. op. cif.. p. 122. J ’° Dicho eso en la línea de lo que Ricoeur atribuye a las funciones de las figuras «ideológica» y •utópica» del imaginario social. Sigo sin encontrar un tratamiento tan completo de esas cuestiones 138 Copyrighted material La filosofía delpresente Según esa noción, ios escenarios organizados de convivencia «son estricta­ mente ámbitos colectivos de actividad, y no parcelas de actor alguno: sus reglas representan y apuntan a lo común, a lo intersubjetivo en plural de la convivencia, cuyo despliegue articulan de manera más o menos insuficiente (lo representan incluso cuando las desigualdades injustas que contraen las prácticas y que sancionan y cosifican esas reglas/normas de ellas surgidas nie­ guen más que en parte lo común). Así, el concepto subraya esa comunalidad (las expectativas de lo otro en general donde se está envuelto: su horizonte que los rituales exploran y consagran) que despunta como verdadera referencia de los procesos de comunicación y participación, y la erige en instancia interlocutora general de las respuestas de los sujetos singulares que desempeñan sus roles en cada situación y que inventan salidas nuevas, creativas, ante proble­ mas o cometidos inéditos o bien tomados de manera inédita. Se destaca, pues, el plano formal de lo colectivo como instancia requeridora de conductas responsables y también com o horizonte normativo para la reforma de las regulaciones de tales escenarios cuando se descu­ bren angostos o incapaces de articular bien las diferencias. De este modo, el enlace con ese «otro generalizado» interlocutor es, a la vez, la cota donde en el curso del desarrollo personal se constituye La autonomía agencial de la persona y la clave de la eficiente afirmación del conju nto3" . Pero la potencia rebosante del concepto -qu e lo hace propicio para nuestro empe­ ñ o - estriba en que lo otro generalizado se presenta como un horizonte como el del autor francés al proponerlas com o los focos de lo imaginario social que representan las tensiones hacia la legitim ación y el cucstionam icnto del sistema de poder. Vid. Paul R IC O E U R (1 9 7 6 ). «I.a ideología y la utopía. Dos expresiones del imaginario social», en Educación y política. Buenos Aires. Docencia, 1 984, pp. 87 -9 9 ; se trata de una impecable síntesis del tema pero el trata­ miento cabal se encuentra en Ideología y utopia, Barcelona, Gciiisa, 1989. He recogido en síntesis lo que ya había expuesto en los lugares citados. Se ha apuntado o rozado en varios momentos la cuestión de la ciudadanía democrática. La obra de Mead, com o hemos visto, invita a plantear las cuestiones de convivencialidad en clave de problemas y situaciones problemáticas emergentes, donde siempre lo que está en juego es la afirmación plural de la ciudadanía. Y en este punto, se plantea la tarea de explorar cóm o se produce efectivamente la definición de los problemas y de las prioridades en las políticas sociales, que en el plano empírico son parámetros decisivos para la exploración de las intimidades de lo social. Y hay que saber, con Luís Enrique Alonso, que definir qué es un problem a social y delim itar las zonas problem áticas de la convivencia constituyen modos de ejercer dom inio sobre los dem ás y, por tanto, de controlar su conducta. U na señal de la buena sociología es rechazar cualquier tentación, «escncialista» al definir los problemas sociales, optando por las definicio­ nes de lo problem ático que ofrecen los propios actores-, las que ellos mismos construyen y contribuyen a convertir en la niña de los ojos de la intimidad de sus ámbitos de convivencia. Vid. L. E. A LO N SO , «Problemas sociales» (1 9 9 9 ), en S. G IN E R y otros (comps.). D iccionario de Sociología, op. cit. 139 Copyrighted material George Herbert Mead ilimitadamente ensanchable, cuyo diámetro crece con la solvente orienta­ ción social de las personas y con el nivel de inclusión participativa y de articulación de las diferencias del que sean capaces los propios cuadros convivcncialcs. Y, además, ese desarrollo, que desde la idea central que lanzamos aquí, hay que entenderlo como la ampliación y la profundización de la intimidad de lo social, se concibe normativamente, pues la propia madurez personal perseguible y deseable dependería de la efectiva articulación del comportamiento del sujeto con respecto a niveles más generalizados de actividad cooperativa312. Para concluir, me agarraré a la idea de la socialidad única -qu e es el único interior, el único dentro donde estamos, aunque no nos percatemos- y de sus ámbitos (esos circuitos más cerrados en sistema, donde sí que se pro­ duce con más frecuencia la intimidad del autorreconocimiento, de la autodeterminación y del sentimiento de pertenencia). En suma, la fórmu­ la «intimidad de lo social» daría nombre a la dimensión de la vida y de la actividad sociales consistente en la intervención reguladora de la colectivi­ dad sobre sí misma, y también a la «distancia», basada en la mediación simbólica, que la colectividad gana sobre la efectividad ¡nercial de sus prácticas, posibilitando de ese modo las intervenciones que le permiten, a su vez, relanzarse hacia nuevos horizontes de convivencia solidaria. Interrumpíamos antes una cita de Joas plena de enjundia. Lo hicimos porque el argumento del teórico alemán brindaba líneas después un pasa­ je imponente para redondear el alcance de aquel enunciado de Mead sobre el ideal de desarrollo de la organización social -u n horizonte móvil y llamado a poner en solfa cualquier realización solidaria por su inevitable insuficiencia—; pero también porque su prolongación, sin duda, habría dislocado nuestra exposición. En efecto: el pasaje se revolvía de golpe hacia nuestro gran asunto inicial, hacia el gran tema específico de La filo ­ sofía d el presente, al hacer que aquel apunte fortísimo hacia el ideal univer­ sal del desarrollo de la convivencia apuntara de lleno a la cuestión de las situaciones problemáticas: que cayera como un rayo sobre la cuestión del sentido del presente y sus urgencias. ,JJ Para todo lo últim o, vid. la citada voz «O tro generalizado» (2 0 0 6 ) y «La intim idad de lo social (...) » (2 0 0 5 ), op. cit. 140 Copyrighted material Ls filotcfia <it¡preifrue Y es que Joas formula, en una inteligente lectura de su teoría del presente, dos reglas que Mead propondría para resolver situaciones críticas: «una comunicación comprehensiva con los interlocutores» y «un comportamien­ to racional orientado al logro de la comunidad ideal»313. Porque en «cada situación moral -concluye Joas- radica la referencia a una sociedad mejor». Las dos reglas mencionadas -la que apela a los problemas sociales concretos, los propios de esa trama concreta de socialidad que gravita sobre la situa­ ción; y la que apela a la mejora intrínseca de ella misma que se sueña posi­ ble-, al ser vistas ambas en clave de otro generalizado, de pulsión colectiva hacia la autotrascendencia, nos elevan «más allá de roda comunidad concre­ ta, y nos hacen cuestionar sin miramientos la legitimidad de todos lo están­ dares vigentes»314. Es el círculo virtuoso de la creatividad de la acción colectiva, el del encuen­ tro de las comunidades humanas con su tarea más real, que es la de cons­ tituirse ellas mismas pcrfcccionadamente, abordando su propia realidad, al enfrentar -en clave de «comunicación comprensiva» y en una «apuesta por ser una sociedad m ejor- los problemas reales del presente, los únicos que tenemos: nuestra realidad íntegra cuando toca abordarla. En general, es el problema «rcalísimo» de la organización de las «perspectivas», o, si queremos darle otro nombre, el de la articulación de las diferencias, que Mead propuso a las ciencias sociales: el que siempre será el nudo de la rarea y de la teoría de la situación presente que emerge con sus retos de socialidad íntegra. Se trata del escenario rebasante de ese «reino» de la «em ergencia c o n ti­ nua», del que M ead hablaba, y que encontraba norm ativam ente inscrito en el horizonte de sentid o de la sociedad hum ana, apuntando, desde la propia base de su «organización de perspectivas» a una convivencia más participada, m ejor articulada, más digna del nom bre de sociedad dem o­ crática. El tipo de m arco de actividad avisada, y revisada por acciones recursivas susceptibles de volvernos cada vez más, a base de corregir en la práctica, «ciudadanos de la república del co n ju n to de los seres racionales» (pp. 8 9 -9 0 ). H ay m ucho horizonre avistable en el presente, en cada situa­ ción que abordem os, que podría estar más a nuestro alcance si enlazamos Hans JO A S (2 0 0 2 ). «La emergencia de lo nuevo |...|«, op. cit., p. 122. Ibídcm. 141 Copyrighted material Ckotge Hcrbert Mead con la senda que para apostarnos en presente ofrece el profundo sentido meadiano de la ciencia y de la ética, y de esa democracia que debe insti­ tuir, nada menos, que el principio de la revolución permanente. 13. BIBLIOGRAFÍA ABOULAFIA, Mitchcll (1986): The Media ting Self: Mead. Sartre, and Self-Deter- mination, New Havcn: Yale Universirv Press, USA. — (cd.) (1991): Philosophy, Social Theory, and the Thought o f George H erben Mead, Albany: SUNY, USA. A D O RN O , Theodor. 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Mead, Chicago Univcrsity Press, Chicago, 1938. Empleo la 7.a reimpresión de 1997. Se trata de un intento de edición conjunta de los manuscritos mea­ dianos. El título no es excesivamente afortunado y tampoco el modo según el cual aparecen organizados los materiales. El índice puede ser netamente desorientador. 155 Copyrighted material George Hcfbcrt Me¿d — Movements ofThought in the Nineteenth Century, Chicago, Chicago University Press, 1936. — «The Social Self», The Journal o f Philosophy, 10 (1913), pp. 374-380. — The Individual and (he Social Sel/, Chicago, Chicago University Press, 1981. — The Social Self, Irvingron Publishers, 1993. MENAND, Louis: FA Club de los metafisicos. Historia de las ideas en América, Madrid, Destino, 2002. MILLER, David L.: «McadsThcory of the Self: Its Origin an How Functions in Sociery», en G. H. Mead. Self. I.anguage, and the World, Austin, Texas. 1973, p p . 46-65. MITCHELL, Stcphcn A.: Conceptos relaciónales en el psicoanálisis. 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Murpiyy editor de la edición original inglesa y el elogio funerario de John Deutey, que también acompañó a la edición original Copyrighted mate'ial Presentación de Arthur Murphy, editor de la edición original inglesa E ST E volumen contiene el material a partir del cual L a filosofía de! presente de Mead habría debido desarrollarse. Mead no tenía intención de publicar ninguna de sus partes tal como se publican aquí, excepto los dos últimos ensayos complementarios. Los primeros cuatro capítulos recogen las Conferencias Carus tal como él las dictó en el Encuentro de la American Philosophical Association, celebrado en Berkeley en diciembre de 1930. No pretendían ser sino una enunciación parcial de un proyecto más amplio. Desafortunadamente, su posición como Director del Departamento de Filosofía de la Universidad de Chicago le obligó a emplear el tiempo que había reservado para concluir la preparación de las conferencias en asuntos administrativos de carácter inesperado y perturbador. Como consecuencia, las conferencias fueron escritas apresuradamente, en gran parte durante el viaje a Berkeley desde Chicago; y durante las semanas posteriores a su presentación Mead no tuvo oportunidad de comenzar las correcciones que ya tenía en mente. A finales de enero enfermó de gravedad y a las pocas semanas murió. Las conferencias se publican aquí, en sustancia, tal como fueron ofrecidas en Berkeley, si bien se ha revisado su redacción y se ha dividido la segunda conferencia, dando lugar a los capítulos dos y tres. Todas las notas son añadidas. 163 Copyrighted material Gcor^c H crboi Mead Después de su muerte, entre los papeles de Mead se encontraron otros dos manuscritos, que eran obviamente bocetos previos de las conferencias. Cubren en gran parte el mismo territorio que éstas, pero contienen además material adicional de importancia. Los tres primeros ensayos complementarios son partes seleccionadas de dichos manuscritos. £ n el segundo, se han conservado dos versiones paralelas del análisis. La propia dificultad de la exposición parecía indicar que la repetición era deseable. Los títulos de los ensayos son del editor. El cuarto ensayo se ha reimpreso tomándolo de las actas de Sexto Congreso Internacional de Sociología, y el quinto, del número de abril de 1925 del InternationalJou rn al ofE tbics. Cada uno presenta un aspecto esencial de la teoría de Mead que no estaba adecuadamente tratado en las conferencias. Quienes conocieron a Mead en ocasión de su magisterio académico percibirán vivamente lo incompleta que es esta presentación de su filosofía. Reconstruía constantemente su teoría a la luz del material «emergente», en la medida de sus posibilidades. En el m om ento de mi últim a conversación con el, la semana anterior a su muerte, estaba trabajando Dttrée et sim ultanéité de Bcrgson en relación con su propia explicación de la relatividad en el capítulo tres. Con todo, la importancia de este material tal como está, tanto por la explicación que ofrece del desarrollo de la experiencia social y de las hipótesis científicas, como por cómo apunta hacia la teoría más comprehensiva en la que estaba trabajando, parece justificar plenamente su publicación de la única forma en la que ahora cabe hacerlo. Tengo una gran deuda con el Profesor Blake y con Natalie Washburn por su generosa ayuda en la preparación del manuscrito para su publicación. El índice es obra de F. K. Ballaine. A r th u r E. M u r p h y Providcncc, R. I. Abril, 1932. 164 Copyrighted material Introducción de Arthur Murphy a la edición original E L cítulo que Mead eligió para estas lecciones - L a filo s o fía d el p re se n te- contiene una ambigüedad instructiva. El térm ino «presente» no se refiere aquí directamente a la situación actual de la filosofía, sino al estatuto de cualquier objeto cuando y mientras ocurre. Si todo lo que existe es temporal en algún sentido genuino, y muchos son los filósofos que parecen estar hoy de acuerdo en ello, en tal caso su punto de apoyo en la realidad se hallará en ese presente dentro del cual no simplemente fue o será sino que efectivamente es, en sentido pleno y categórico. Una filosofía temporalista debe tomar en serio los tiempos del verbo «ser», y la teoría de Mead es, por encima de todo, una filosofía de la naturaleza en tiempo presente que busca entender el mundo com o algo centrado en un presente, y ubicar el pasado y el futuro, los significados y las posibilidades en función de ese presente. Ver el pasado como pasado, por ejemplo, es verlo cuando ha pasado en relación con el presente del cual es pasado. Es una impo­ sibilidad empírica que éste, o cualquier otra cosa que se reclame exis­ tente, pueda ser con independencia de su referencia temporal y, si Mead está en lo cierto, es innecesario investigarlo. Ahora bien, la filosofía del ser presente es, además, en un sentido per­ fectam ente real, la filosofía de nuestros contem poráneos. «Proceso», «desarrollo» y «emergencia» son tópicos del pensamiento reciente y 165 Copyrighted material Georgc licrben Mead aunque su pujanza es hoy un poco menos fuerte que hace diez o quin­ ce años sigue siendo un tema dominante entre nosotros. La explica­ ción de Mead difícilmente encontrará un lugar entre las manifestacio­ nes más populares del «espíritu de los tiempos», pero nos proporciona un análisis inusualmente inquisitivo e independiente de sus tenden­ cias básicas. He aquí una filosofía temporalista que acepta sus respon­ sabilidades intelectuales, ( x i - x i i ') Quienes «toman en serio el tiem ­ po», encontrarán en ella un punto de vista com pletam ente serio y consistente desde donde poder determinar en que puede contribuir «la filosofía del presente» en la situación filosófica actual a una teoría de la realidad constructiva y consistente. I En esta teoría hay tres tendencias interrelacionadas, cada una de las cua­ les constituye una parte distintiva al conjunto de esta visión. El plantea­ m iento del problema y muchos de sus desarrollos característicos los determina una teoría pragmática del conocimiento que Mead defendió y que aquí, después de rcenunciarsc sumariamente, se acepta como base para lo demás (pp. 4-5). Su influencia es patente en (1) el enunciado de las alternativas filosóficas entre las que habría que optar, y (2) en el lugar que se concede a la «experiencia» como referente último de toda preten­ sión de conocimiento. (1) Hay para Mead todo un conjunto de teorías tradicionales basadas en una epistemología falsa que interpreta los objetos a los que se refiere el conocimiento de un modo que los sitúa «fuera de la experiencia», y no sólo en el sentido trivial de que mantengan que son algo distinto a los «datos inmediatos de la conciencia», sino en el sentido «metafísico» de excluir de su permanente y autocontenida realidad los rasgos esenciales del mundo de la experiencia ordinaria, en el que tienen lugar el experimento y la verifica­ ción. Cuando convertimos tales objetos en objetivos del conocimiento, la experiencia, inferior a tan alta realidad, deviene «mera apariencia», y la vali-1 1 F.n el caso concreto de estos textos introductorios la anotación en romanos recogida en el texto corresponde a la del original ingles. Nota de ISY a la edición española. 166 Copyrighted material La fiU iojut d fi fm e n it dación experimental que nuestras ideas pueden de hecho alcanzar resulta irrelevante para la validez trascendental a la que se supone que aspiran. En oposición a tales teorías los pragmatistas han sostenido que el conocimiento no se ocupa de la realidad «antecedente» o la «ulterior», sino de la orienta­ ción que la actividad toma en la experiencia que compartimos, y de los objetos en la medida en que éstos organizan dicha actividad en torno a objetivos significativos de la acción cooperativa, (x ji - x i ii ) El lector descubri­ rá, por ejemplo, cómo Mead traspuso a la filosofía de la ciencia este conoci­ do tema, sin ninguna modificación esencial de la dicotomía básica, en su crítica al espacio-tiempo como realidad «metafísica». (2) Mead mantiene que una visión de este segundo tipo debe defender su carácter último sosteniendo que la experiencia misma -sim plem ente «ahí», «tenida» o «poseída»- no tiene otra referencia ulterior; que el esta­ tuto de la experiencia como tal no supone un problema filosóficamente significativo. Y dado que la conciencia, que emplea ideas y significados, implica esc tipo de referencia problemática, sostiene seguidamente que la conciencia es un desarrollo ínsito a la experiencia, y no la forma final o incluyente de nuestra relación con ésta. Esta experiencia más amplia, el mundo que está «ahí», y con respecto al que no surge el problema de una referencia externa o trascendente es fundacional para la visión de Mead, y asumida de principio a fin. La filosofía pragmatista ha tendido a alentar las actividades de sus protago­ nistas en dos direcciones. En muchos casos, lo primordial ha sido el interés polémico, de modo que los pecados y pseudo problemas del epistemólogo han recibido mucha atención. No parece injusto observar que si bien esta crítica desempeñó hace tiempo un papel importante en algunas controver­ sias, que siga hoy tan excesivamente entregada a unos problemas a los que niega legitimidad no le augura un futuro muy prometedor. No obstante, cuando el pragmatismo ha llevado su entusiasmo por la experiencia hasta los propios hechos y ha llamado la atención sobre la intrincada estructura de ciertos objetos de conocimiento, sus contribuciones han sido sobresa­ lientes. Es con este pragmatismo constructivo con el que Mead se hallaba primariamente comprometido, (xtv-xv) Su enfoque de los problemas de la psicología social o de la historia de las ideas científicas no fue en absoluto el de un filósofo que busca contrafuertes para reforzar una tesis particular sino 167 Copyrighted material Georgc Hcrfccrt Mead el del investigador concienzudo que estudia de primera mano su objeto con tal grado detalle concreto que éste, al fin, nos habla por sí mismo. Esta segunda tendencia de su pensamiento se pone particularmente de manifiesto en su devoción por la «ciencia investigadora» y por los objetos y métodos que ésta presupone. Su insistencia, dirigida contra el fenomenismo y el relativismo, en que los objetos materiales que se emplean en el experimento físico no pueden ser reducidos a meros datos sensoriales ni despreciados como meras apariencias es tan enfática que le aconseja defen­ derse de la sospecha de «añorar la crápula del materialismo» (p. 148). No es el materialismo sino el sentido común, junto con un saludable respeto por el meticuloso proceso de descubrimiento en física, en contraposición a las generalizaciones atropelladas, lo que preside su discusión de los obje­ tos científicos en el tercero de los ensayos suplementarios. Su propio tra­ bajo en psicología social tiene el valor único de ser una contribución a las ciencias sociales completamente independiente de cualquier interpreta­ ción filosófica que se le pueda superponer. La tercera de las corrientes, y que quizá sea la dominante en estas lecciones, no deriva ni del pragmatismo ni de la ciencia investigadora, sino de la filo­ sofía de la naturaleza que sin duda será considerada la contribución caracte­ rística de la filosofía anglo-americana de los 20. Spacc, Time a n d Deity de Alexander fue la obra pionera en esta transición desde los problemas del conocimiento -del «realismo», del «pragmatismo» y del «subjetivismo»»-, pasando por las especulaciones sobre el espacio y el tiempo, a la metafísica y las categorías. El desarrollo de la filosofía de Whitehead, desde su preocupa­ ción primeriza por los «datos sensoriales» y las construcciones lógicas, pasando por C oncepto/N a ture, con sus «objetos» y «acontecimientos», hasta las osadas especulaciones de Process andReality, compendia admirablemente la tendencia del período, (xrv-xv) Las diversas teorías del conocimiento que señalaron fases de la «revuelta contra el dualismo» tratan todas de objetivar los rasgos de la experiencia que una filosofía dualista había considerado meramente subjetivos. Esto quiere decir que lo que previamente se había ubicado en la «mente» debe ahora encontrar sitio en la «naturaleza», y que la naturaleza debe reconstruirse con arreglo a ello. Y por último, que al extenderse la relatividad al mundo objetivo se hacía necesaria una crítica de las nociones de «perspectiva», «sistema temporal», «socialidad» y otras seme­ 168 Copyrighted material Ij i /¡b u fia <aWp reu n tt jantes, a fin de mostrar que, purificadas de sus connotaciones meramente subjetivas, podían encontrar un sitio propio en un sistema de categorías como rasgos omnipresentes de la realidad. La filosofía d el presente es una gran contribución a ese gran empeño. El propósito declarado de esta última etapa del pensamiento de Mead es mostrar que «el proceso social y psicológico es un caso más de lo que ocu­ rre en la naturaleza, si ésta evoluciona», (pp. 173-174) No se abandonan, ni mucho menos, los principios del pragmatismo, sino que se generalizan para incluir todo el proceso de la evolución y, dentro de ese desarrollo más general, hay que entender las fases distintivamente humanas o conscientes de la «social idad» y la relatividad como casos especiales de un proceso que tiene la naturaleza entera como territorio propio. Viejos problemas rebrotan aquí, pero con una diferencia. El lector super­ ficial podría ver en el primer capítulo la mera repetición de una contro­ versia demasiado manida sobre nuestro conocimiento del pasado. Pero, de hecho, la teoría no se fundamenta aquí en requisitos del conocimiento o la experimentación especiales sino en lo que significa ser pasado y en el estatuto de lo emergente y lo novedoso en los procesos naturales. El rasgo más original de estas lecciones es la osada extensión de «lo social» a lo que como mínimo es una teoría de la naturaleza, y que incluso podría ser, si esc nombre no ofendiera a un pragmatista, una metafísica (xv-xvi). Es una pena que Mead no viviese para llevar a cabo el proyecto que los capítulos tres y cuatro, todo lo más, esbozan. Si habría podido lograrlo sin salirse de los límites de la teoría pragmatista del conocimiento, es otra cuestión. Mi propio punto de vista es que, como el «sentir» de W hitchcad, la de «socialidad» es una categoría demasiado subjetiva en lo esen­ cial para abordar la metafísica del proceso en la que ambos estaban com ­ prometidos. Pero Mead, como Whitehead y Alcxander, se aventuró como un pionero en ese territorio del cambio y de la relatividad que la filosofía contemporánea tiene ciertamente que explorar, y su cartografía de esa región, tan incompleta como seguramente no puede dejar de ser, podría resultar, sin embargo, de valor imperecedero para aquellos de nosotros que seguimos, aunque sea de una manera menos arriesgada, los caminos que abrieron ante nosotros. 169 Copyrighted material Cienrge HcrfxTt Mead II Cabe dividir la tem ática de estas lecciones del siguiente modo. Incluye una teoría acerca de la naturaleza del tiempo y de la emergencia, una teo­ ría sobre la relatividad y sus implicaciones, y una síntesis de ambas en una teoría de la emergencia como algo social, y de la socialidad como un rasgo de la evolución emergente. Consideraremos esos temas en esta sección y en las dos siguientes, y por ese mismo orden. Hay que tomar el presente como lugar de la realidad. Supongo que esto significa que considerar algo como real es considerarlo existiendo en un presente o en relación con él. Ahora bien, ¿cuál es el estatuto del pasado en relación con un presente cualquiera? Esa pregunta no supone que pre­ guntemos por lo que fue esc pasado cuando era presente, porque entonces no era pasado y no estaba, por tanto, en esa relación por cuya virtud adquiere su estatuto de pretérito. El pasado de un acontecimiento no es solamente un presente antecedente, (xvi-xvn) Esta es la principal, y, omnipresente, tesis de Mead, aunque raramente expresada con la claridad de la siguiente sentencia: «cuando recuerda sus propios días de mocedad no puede uno adentrarse en ellos tal y como era, sin relación alguna con aquello en lo que uno se ha convertido; y si puede, es decir, si uno pudie­ se reproducir la experiencia como fue, no podría emplearla, pues implica­ ría su no ser en el presente donde tiene que producirse ese uso. Una ristra de presentes que puedan concebirse existiendo como presentes no consti­ tuyen un pasado» (p. 30). Es manifiesto que el rasgo distintivo del pasado en relación con el presente es su irrevocabilidad. Porque condiciona el presente, porque hace posible su existencia, el pasado tiene que haber sido de un determinado carácter. Expresa la condición estable a la que el presente se tiene que conformar y sin la cual no podría haber sido lo que es. Y esto no sólo significa un ocurrir antecedente, sino también determinación causal o, como Mead tiende a expresarlo, la «prosecución de las relaciones». El pasado es aquello a partir de lo cual ha surgido el presente y el valor crítico de la irreversibilidad -la referencia podría ser a K ant- está en función de ese condicionamiento. Pero siempre hay algo más que esa prosecución de relaciones idénticas. La doctrina de la emergencia nos propone que creamos que el presente es en 170 Copyrighted material I* film afu d elpm enu cierto sentido nuevo, repentino, algo no completamente determinado por el pasado del que surgió. Un presente, si es algo real y absolutamente nuevo, incluirá un elemento de discontinuidad temporal y causal. La reciente física cuántica nos ha enseñado a creer que esa indeterminación es plenamente consistente con un riguroso análisis físico. ¿Pero cómo cabe reconciliar esa novedad con el determinismo científico? La respuesta a esta cuestión proporciona a esta teoría sus principios bási­ cos. Antes de que lo emergente ocurra, y en el momento de esc ocurrir, no se sigue del pasado. No cabe hacer que el pasado respecto del cual fue nuevo lo contenga, (xvn-xvm) Pero una vez ha ocurrido, nos empeñamos en reconstruir la experiencia en función de él, alteramos nuestra interpre­ tación y tratamos de concebir un pasado del que se sigue el elemento recalcitrante para así eliminar el aspecto discontinuo de su estatuto pre­ sente. Un punto de vista nuevo, un nuevo conjunto de leyes, desde el que pueden entenderse Las nuevas condiciones presentes suplanta, entonces, su carácter de improm ptu. Estas leyes no pudieron formar parte de ningún pasado previo, pues en los presentes en relación con los cuales existieron esos pasados ese elemento emergente no existía. Suponer un pasado deter­ minado y singular al que todo presente tiene que estar totalmente confor­ mado significa negar por completo la emergencia. Pero, al mismo tiempo, tratar al emergente como un elemento permanentemente ajeno e irracio­ nal es hacer de él un completo misterio. Puede ser racionalizado después de ocurrido, en un presente nuevo, y en el pasado de este presente se seguirá de ciertas condiciones antecedentes, cuando en absoluto se seguía de ellas previamente. En tanto que condición del presente, el pasado variará, entonces, como varía el presente, y surgirán «por detrás de noso­ tros-, en el curso de la evolución, nuevos pasados en la medida en que cada presente «marca - y en cierto sentido selecciona- lo que ha hecho posible su peculiaridad propia» (p. 23). ¿Se da alguna contradicción entre esa novedad del pasado y su esencial irrevocabilidad? En absoluto, no, porque las dos se aplican en diferentes sentidos. El pasado irrevocable es el pasado de todo presente dado; lo que da cuenta de su ocurrir. Estas condiciones determinantes serán -s i no realmente al menos idealmente- completamente representables en el pre­ sente respecto al que son relativas. Pero cuando ba surgido un nuevo pre- 171 Copyrighted material Gcorpc Hcrbcn Mctd sentc con hechos emergentes que realmente no estaban contenidos en el presente anterior, sus condiciones determinantes - y por tanto su pasa­ d o - serán necesariamente. El dcterminismo es válido, pues, respecto del pasado implicado en cualquier presente; y la emergencia, para la relación de cualquiera de esos presentes, junto con su propio pasado, con otro presente. Para Mead esta hipótesis tiene dos ventajas principales, (xix) En primer lugar, da cuenta de la actitud del investigador científico hacia los datos que está describiendo; una actitud que es, por cierto, altamente paradóji­ ca. Las leyes de cualquier ciencia reconstruyen en cierto sentido el pasado del que han surgido sus elementos. Esto se da por supuesto al establecer determinadas leyes, y para el científico suponer que el presente no se sigue del pasado en función de las leyes que ha establecido equivaldría a negar la adecuación de éstas a los datos que interpretan. Com o esto ocurre en todos lo campos, la ciencia tiende a ser determinista. Y, no obstante, ese «seguirse» el presente del pasado es plenamente relativo a los daros sobre los que se basa la interpretación y el científico siempre ansia con ecuani­ midad una nueva interpretación, y por tanto un nuevo pasado, relativa a los datos emergentes que el futuro aporte. Según esta teoría, dicha combi­ nación de determinismo relativo y futura reconstrucción que retrata al investigador científico vale también para la naturaleza que éste describe. En segundo término, esta visión está en armonía con la emergencia de la novedad en la experiencia y con la reorganización de la experiencia en función de ella. Este es el tema del primer ensayo suplementario. Incluso quienes «bifurcan» la naturaleza más implacablemente tienen que admitir que los datos pueden aparecer en la experiencia como elementos que irrumpen en un mundo en cuya actual constitución no hay lugar para ellos. Se yerguen en contradicción con la interpretación vigente del mundo y plantean un problema a su reconstrucción. Interpretar el mundo exclusivamente desde el punto de vista de los objetos condicionantes que un determinado período ha aislado como base permanente del devenir equivale a relegar la novedad a la mera experiencia subjetiva. Pero ante datos relevantes para sus problemas propios, el científico no efectúa una bifurcación de ese tipo, (xix-xx) Lo que hace es, más bien, tratar los datos como provisionalmente aislados de un mundo que por el momento no 172 Copyrighted material La filosofía delpm rnte puede dar cuenta de ellos, pero tomándolos como candidatos a la admi­ sión en un mundo reconstituido que podría hacer de los hechos previa­ mente rechazados el verdadero centro de su interpretación. Así ocurrió, por ejemplo con el estatuto del experimento de Michelson-Morley, pri­ meramente en relación con la mecánica clásica, y posteriormente, con la teoría de la relatividad. Surgen continuamente objetos nuevos en la expe­ riencia, y un presente nuevo reorienta a la luz de los descubrimientos las condiciones establecidas en una era anterior. Y si el pasado es esa orienta­ ción de las condiciones establecidas con respecto a los datos presentes, el pasado cambia empíricamente con el curso de la evolución. Esta descrip­ ción empírica ha formado parte de la filosofía de Mead durante años. La novedad de la presente explicación surge de su correlación con la estruc­ tura de la realidad temporal como tal; de la relación de un pasado deter­ minante con un presente emergente. Llegados a este punto, es más que probable que el lector objete que lo que claramente ocurre aquí es, tan sólo, que ha variado nuestro punto de vista o nuestra interpretación. Seguro que el pasado <en sí» no lo ha cambiado ese nuevo modo de mirarlo al que hemos llegado. Pero precisamente es esta distinción la que trata de superar todo el análisis de Mead. Para una filosofía temporalista, el pasado «en sí» no es en absoluto un pasado -e l fundamento de su ser pasado es su relación con el presente. Y esta relación es, empíricamente, una relación causal. Si el devenir es real, esta relación causal nunca puede ser tal que excluya la emergencia. Cuando la emer­ gencia ocurre, se sigue de ella una nueva perspectiva del pasado, una nueva relacionalidad que es un hecho natural referido a la nueva situación, aun cuando nunca habría podido ocurrir en la antigya. Y lo novedoso aquí es, precisamente, el modo como lo que fue meramente nuevo c inopinado en el anterior presente se ha convertido en parte del mundo de los objetos causales y, por tanto, en parte del pasado a través del cual se supone que operan. La relacionalidad es real, y el pasado perspectivo que genera, el pasado del nuevo presente, es el pasado real de este presente; y, definitiva­ mente, un pasado sólo puede ser real para un presente, (xx-xxi). La ver­ sión más objetiva de esta tesis de Mead se ofrece en el capítulo dos, en su contraste del pasado relativo a un presente con el pasado absoluto. En su crítica a Alexander, especialmente, sostiene que el pasado que requiere la física es únicamente la expresión de relaciones idénticas en la naturaleza, 173 Copyrighted material G<-orgc Hcrbcrt Mead no un entorno antecedente que existe en sí mismo y origina, en su solo existir, toda realidad subsiguiente. En la metafísica de Alexander el espa­ do-tiempo parece ser una estructura matemática cercenada de su relación con los datos físicos que interpreta, y transformada, en toda su abstracta independencia, en una matriz metafísica a partir de la cual todas las com­ plejidades de la naturaleza tendrían que derivarse de algún modo. En la visión de Mead, el pasado «en sí»» sería exactamente esto, una fase condi­ cionante del proceso natural trasmutada en sustancia metafísica. No se excluye que busque esta sustancia quien le importe, pero al investigador científico no le atraen esa clase de empresas. Parece, pues, que hemos descubierto en la propia transición temporal una especie única de relatividad, y un conjunto de lo que ahora describiremos como «perspectivas temporales» o «sistemas temporales». Cada sistema de ese tipo se distingue por el centro temporal desde el que se organiza su relación con los acontecimientos pasados y difiere de los demás, primor­ dialmente, porque lo que es externo, contingente -emergente, por tantopara uno de estos puntos de vista «se seguirá» de, y estará, por tanto, reflejado en el pasado de otro. ¿Cómo están relacionadas esas perspecti­ vas?, ;y cómo tiene lugar la transición de una a otra? La respuesta sólo podrá darse cuando hayamos inquirido la naturaleza de la relatividad y sus implicaciones sociales. III Para Mead, el problema de la relatividad aparece en su forma más crucial en la teoría física de la relatividad, (x x i - x x ii ) Como hasta el lector menos avisado puede advertir, su principal preocupación es el espacio-tiempo de Minkowski. La forma misma del problema es característica, y cualquiera que sea la solución que cada cual sostenga, es claro que plantea un proble­ ma que los filósofos interesados en el tema deben encarar. Lo que la teoría de la relatividad parece haber hecho es socavar la condición de fúnda men­ tó último atribuida ai mundo de objetos materiales con el que la física experimental acostumbraba a verificar sus teorías. Como argumenta Mead en el primer ensayo suplementario, ese mundo no es en absoluto un 174 Copyrighted material ¡ a JiU m fU tie l presente mundo de datos sensoriales o de impresiones privadas. Es el mundo de los grandes objetos macroscópicos que pueden ser medidos y manipulados por cualquiera, de los objeros cuyas características permanentes y relativa­ mente aislables pueden reconocerse bajo condiciones variables y, princi­ palmente, con la remisión de la vista al tacto, con valores que van del más distante al más próximo, en lo que Mead llama «el área manipulativa». La devoción que Lovejoy manifiesta por las propiedades que posee un objeto «dentro de sus propios límites espacio-temporales» proporciona un elo­ cuente testimonio de la importancia que el sentido común y sus profetas epistemológicos adscriben a esos objetos. Son propiedades últimas, están­ dar, en el sentido de que proporcionan los criterios incuestionados por medio de los cuales pueden contrastarse los elementos dudosos de la expe­ riencia. Por supuesto que para una epistemología que problematice toda experiencia esos factores serán tan dudosos como cualquier otro, pero al científico que investiga nada de eso le turba. Su «materialismo» no ha sido una metafísica atea sino la confianza experimental en los valores de las mediciones inmediatas en la esfera de contacto. Pero si también éstos son «meramente relativos», y si sólo son válidos por referencia a otra cosa que, en sí, nunca puede alcanzarse experimentalmente, parece que hemos situado nuestra norma física de validez claramente fuera del mundo mate­ rial. Un pragmatista difícilmente puede ignorar una crisis semejante. Ahora bien, a Mead le parece que eso es exactamente lo que la doctrina del espacio-tiempo habría hecho, si se la toma en un sentido simplista o realista, (xxn-xxm ) Socava ésta la autoridad del objeto material y su lugar en el experimento científico, sin sustituirlo por nada tangible. Esto se evidencia de tres maneras: (a) la distinción entre espacio y tiempo se ha quebrado. Y para los objetos materiales ordinarios esta distinción es esen­ cial. «Pero desde el punto de vista de la relatividad ningún objeto físico puede aislarse de lo que le está ocurriendo (p. 144). No posee ningún carácter permanente que sea independiente de sus cambios. Y, asimismo, (b) los valores que asigna a cada nuevo objeto físico no son aquellos que un objeto material podría poseer por sí mismo, sino que son esencialmen­ te relativos. «La energía es un valor de transformación, como lo es el espa­ cio-tiempo» (p. 146). Esto significa que las propiedades en cuyos térmi­ nos identificábam os previamente nuestros objetos validadores son variables, no constantes, y que «la cuestión metafísica que se plantea es la 175 Copyrighted material Gforgc HcrtxTi Mead siguiente: ¿puede una cosa con dimensiones espaciotemporales y de ener­ gía cambiantes ser la misma con otras dimensiones diferentes cuando, según parece, sólo contamos con esas dimensiones para definirla?» (p. 79). En el pasado, la física relegó no pocas veces al estatuto de mera relatividad a caracteres que aparentemente eran intrínsecos, pero en este caso se trata de una alteración fundamental. Pues (c) ya no es posible interpretar los valores a distancia en términos de una posible experiencia contactual o considerar las propiedades que una cosa tiene donde está como si la carac­ terizaran específicamente. Los valores espaciales y temporales de un obje­ to distante bajo condiciones de movimiento relativo no serán idénticos, ni siquiera idealmente, a los que revelaría su medición empleando sus propias unidades de espacio y tiempo. Tampoco podemos corregir sim­ plemente los valores a distancia, expresados con señales, usando los que un observador en reposo sobre ese cuerpo descubriría, pues sus cálculos sólo cuadrarían imputándonos valores medidos que, a su vez, nuestra experiencia en nuestra área manipulativa, es decir, según nuestras normas locales de espacio y tiempo, refutarían, (xxm -xxjv) En síntesis, en la teo­ ría de la relatividad la experiencia a distancia, mediante señales lumínicas, cobra un valor autónomo que no se puede reducir a los valores de contac­ to o locales. Brunschvicg lo ha comentado con entusiasmo, y Bergson con recelo, concluyendo que los tiempos imputados -lo s que se determinan a distancia- en realidad no pertenecen en absoluto a sus objetos. Mead no saca una conclusión tan negativa; se contenta con seguir la teo­ ría a donde ésta conduzca y aceptar por espacio-tiempo aquello que el científico -e n contraste con el metafísico- descubra en ella. ¿Quiere esto acaso decir que tenemos que tratar los valores medidos de los objetos físi­ cos como «subjetivos» y establecer -desde afuera de la experiencia donde medimos y manipulamos- un nuevo objeto que con respecto a las cuali­ dades primarias esté en la misma relación que tradicionalmente mantu­ vieron éstas con la secundarias? El espacio-tiempo sería, pues, una suerte de objero material atenuado, carente de propiedades materiales. la alter­ nativa comportaría reexaminar toda relación entre la experiencia y sus objetos «reales» o normalizados, relación de la que el problema del espa­ cio-tiempo sólo es un caso particular. La contribución de Mead al tan debatido tema de la relatividad consiste precisamente en ese reexamen. La mejor ilustración de su carácter la proveen, primero, ejemplos tomados 176 Copyrighted material La filosofía del ptnonrt del tipo más familiar de interacción social que servirá de modelo para toda su explicación; luego, del campo de la física, donde la verificación científica ha operado normalmente; y finalmente, de la propia teoría de la relatividad. En todos los casos habrá que probar que la corrección y la organización de las experiencias relativas con arreglo a los objetos «reales» a la que éstas se refieren no implican una realidad no empírica con la que aquellas tendrían de algún modo que corresponder, sino, más bien, un modo de actuar que relaciona el pasado y el futuro con el presente desde el punto de vista o desde la perspectiva de su más amplio significado social. (xxv) En la experiencia social ordinaria la diferencia entre lo que alguien tien e y lo que posee es vasta. La posesión puede suponer nueve décimas partes de la ley, pero nunca la totalidad. Pues bien, ese hecho añadido, adicional a la mera posesión, no puede encarnarse en una experiencia puramente centrada en sí misma; implica una referencia a reclamaciones que un tribunal admitiría. Los derechos de propiedad son objetos de la experiencia presente en la medida en que cualquier individuo considera su propia situación como propietario en relación con las exigencias de los demás y de la ley, y reacciona en consecuencia Para entender desde este punto de vista las implicaciones de su conducta, debe verlas como los otros las ven, y debe, en consecuencia, haber llegado a tomar una actitud socialmentc objetiva hacia su propia conducta. Los significados que con­ fiere esta relación a la experiencia son para ella hechos reales e importan­ tes. Pero éstos surgen sólo para un individuo que, como diría Mead, puede reaccionar a sus propias reacciones desde el papel de sus compañe­ ros, y adoptar la postura así obtenida como autoridad que guíe su propia actividad. Así pues, «adoptar el papel del otro» es ver toda experiencia en un contex­ to nuevo, verla en función de lo que este contexto significa para, o proyec­ ta sobre, los objetos -u objetivos- que su punto de vista define como centrales. Y cuanto más domine sobre el pasado y el futuro ese punto de vista, tanto más transformará la experiencia en la sustancia misma de las cosas esperadas y en evidencia de las cosas no vistas; y, sobre todo, tanta más luz proyectará sobre la acción al conferir relevancia y valor actual a aconteceres que no se dan literalmente en la experiencia inmediata. 177 Copyrighted material (¡«Hge Herixrt M cjd La función ordinaria de los objetos normalizados es la de mediar la acción poniendo ai alcance de la selección consciente alternativas que sólo ese punto de partida más amplio puede abarcar. Es, precisamente, ese proceso de ajuste por el que un niño aprende a desempeñar los distintos papeles en una situación social, hasta que finalmente llega a juzgarse a sí mismo como persona responsable a la luz del valor que otros conceden a s j con­ ducta, y cuya autoridad su propia conciencia acepta ahora como tal al operar en nombre de ellos, lo que el ensayo final bosqueja, (xxvi) Y esta es la clave de lo que hay de más difícil y original en los ensayos anteriores. El segundo ensayo trata de extender esta explicación de la objetividad enrendida coma «adoptar el papel del otro» a nuestro conocimiento de los obje­ tos físicos. Los requerimientos de la situación -s i es que podemos tomar por buena la analogía- serán los siguientes: (1) El significado que hay que expli­ car debe ser tal que una experiencia individual no pueda poseerlo en sí misma o en su propia inmediatez; debe surgir de su interacción con agentes externos. (2) No obstante, al individuo tiene que serle posible distinguir en su experiencia entre aquello que es mera contribución suya y lo que puede identificarse, por otro lado, con la acción de la otra parte que interviene en la transacción. Para reaccionar en el rol del otro tiene que ser capaz de iden­ tificar alguna actividad propia mediante y en cuyos términos pueda actuar en calidad de su propia persona. (3) El punto de vista que así obtiene debe cobrar una autoridad tal en el contexto de la experiencia que los significados que los datos adquieran en relación con él lleguen a ser el indicador de su valor objetivo. Finalmente, (4) la experiencia que esos significados median incluirá el pasado y el futuro, introduciendo así en el presente las condicio­ nes y las consecuencias de las reacciones alternativas entre las que el indivi­ duo debe elegir. La meta de todo este desarrollo es poner las condiciones de la acción al alcance de la deliberación consciente de modo y manera que podamos dirigir nuestra conducta atendiendo a su tenor. Podemos rastrear cada uno de esos factores en nuestro conocimiento de las cosas físicas. 1) La naturaleza distintiva de la cosa física -su «tener un inte­ rior», como lo formula M ead- no es un carácter que nuestra propia expe­ riencia, tomada en su aspecto individual, pueda revelar. No descubrimos, por ejemplo, un interior en nuestros cuerpos e interpretamos, luego, a los demás con arreglo a esa analogía, (xxn). Se conoce el cuerpo como un cosa 178 Copyrighted material L i filvtofia d fl prntme física sólo en relación con otras cosas físicas. En su génesis, el niño avanza hacia su cuerpo desde la periferia (119). 2) Lo que proporciona la necesaria referencia externa es la experiencia de resistencia. Al empujar cosas y resistir­ las puede el organismo llegar a considerar su propia realidad como de idén­ tica clase que la de la cosa de marras. La acción y la reacción son reales y opuestas. De manera que al resistirnos a la cosa nos comportamos respecto a ella como ella respecto a nosotros. De allí que el «interior» de la cosa física, lo que es para sí y en su propia persona, sea lo que hallamos en la experien­ cia contactual, en el «área manipulativa». En los casos del color, el sonido y otros semejantes no se da esa persistente tendencia a hacer equivaler la coscidad de la cosa con sus efectos expericnciales. 3) Si ahora asumimos que la experiencia procedente del punto de vista de tal experiencia de contacto -lo que ella es en sus propios límites cspaciotcmporales- es su misma naturaleza real o normal, podremos juzgar sus aspectos más inmediatos correspondien­ temente. La experiencia a distancia se vuelve significativa en el acto de con­ ducirnos hasta al objeto tal como éste existe allí donde está situado. Tene­ mos aquí un punto de vista, un foco relacional de significados que, al actuar en el papel de la cosa física, cobra autoridad frente a otras perspectivas o puntos de vista. El tamaño o la forma «real» se determinan en el «área manipulativa» con mayor corrección de la que es posible a distancia. A mi modo de ver, hay cierta equivocidad en el hecho de que Mead use el término «resistencia» tanto para el alumbramiento de la propia experiencia de con­ tacto como para la autoridad que los valores de contacto adquieren a la hora de dirigir o inhibir nuestras reacciones hacia la cosa. Pero su visión principal es clara. Nuestra experiencia está involucrada en numerosos contextos. Aquel que aceptamos como estándar, determinará la dirección de la activi­ dad y sus significados. Esa norma rige, de hecho, cuando vemos el mundo como sería en el caso de la plena realización de los valores de la coscidad. (xxvm) 4) La capacidad que el animal humano tiene para descubrir esos significados transforma la experiencia presente en un mundo de objetos cuyas potencialidades consisten en posibilidades de acción. El ámbito de esa acción explica y justifica esa trascendencia de la inmediatez que los epistemólogos han subrayado con tanta frecuencia como incomprensión. La aplicación de todo esto a la teoría de la relatividad resultará ahora com­ parativamente sencilla, y el lector podrá seguirla con bastante facilidad en el capítulo cuarto y, en una formulación menos complicada, en el cuarto de 179 Copyrighted material G co iy c Hcrbcrt Mead los ensayos. Estamos nuevamente ante valores relativos que, si Mead tiene razón, son esencialmente sociales, en el sentido de que, en lo que concierne a su significado, implican una referencia a lo que existe fuera del -sistematiempo» donde son calculados. De nuevo se trata de la búsqueda de algo idéntico que permitirá al individuo «adoptar el papel del otro» c interpretar la experiencia, no sólo desde su punto de vista sino también desde, diga­ mos, el del hombre de Marte. Pero aquí el alcance de la generalización nos ha llevado claramente más allá del objeto físico y su valor de resistencia. Estamos en el reino del «otro generalizado», de una actitud que nos permite pasar desde cualquier perspectiva física a cualquier otra, ocupándolas todas -o cada una de ellas- en ese pasar, e identificando claramente en cada una sólo aquello que de hecho es idéntico, la fórmula que justifica el paso de una a otra. Tenemos, pues, en el espacio-tiempo, no ya un nuevo tipo de objeto, curioso e inalcanzable, sino una generalización de aquella objetivi­ dad social que extiende la generosa capacidad de vernos a nosotros mismos como nos ven otros hasta incluir las visiones de nuestros vecinos estelares. Es en este contexto de significado donde el mundo del espacio-tiempo encuentra su lugar y su función. Su importancia no desacredita al objeto físico visto desde dentro de sus correctos límites. La conclusión del investi­ gador científico no debe desacreditar los objetos con los que éste opera y por cuyo medio sus conclusiones se ponen a prueba, (xxix) Pero si el espa­ cio-tiempo no se entiende como el superior metafísico del objeto -com o la «realidad» respecto de la cual su ser relativo no es más que una sombra—sino como un desarrollo ulterior de esa «comunidad de interpretación» de La que el objeto físico mismo es una expresión limitada pero de elevado valor, ambos son perfectamente compatibles. Y con ello somos, entonces, capaces de aceptar la teoría de la relatividad como una fase -n o necesariamente final, por supuesto- de ese proceso por el que el hombre logra objetividad social mediante la organización de perspectivas relativas. IV Ya estamos listos para el desarrollo más osado de esta teoría. ¿Puede gene­ ralizarse la socialidad -hasta aquí considerada en su aspecto específica­ mente hum ano- hasta posibilitar la caracterización del curso entero del 180 Copyrighted material La filoiofia dri praentt d e s a r r o llo n a tu r a l? L a r e la tiv id a d e s u n h e c h o n a t u r a l : la e m e r g e n c i a im p lic a p e rs p e c tiv a s . Y p a r e c e in d is p e n s a b le c ie r ta c la s e d e o r g a n iz a c ió n d e ta le s p e r s p e c tiv a s . S i r e s u lta s e - a t o d o s lo s n iv e le s d e d e s a r r o l l o - q u e e s c r e a ju s t e fu e s e u n a f o r m a d e s o c ia lid a d , h a b r ía m o s a c e r t a d o a v i n c u la r e s a s o c i a l i d a d c o n la t o t a l i d a d d e l p r o c e s o t e m p o r a l y a v o l v e r a s i t u a r la m e n t e e n la n a t u r a l e z a , q u e s e t o m a r í a a s í s u r e v a n c h a . D e m o d o q u e la m e t a f i n a l d e la s L e c c i o n e s C a r u s e s « « p r e s e n ta r la m e n t e c o m o u n a e v o l u ­ c i ó n d e la n a t u r a l e z a e n la q u e c u l m i n a la s o c i a l i d a d q u e e s e l p r i n c i p i o y la f o r m a d e ia e m e r g e n c i a » , ( p . 8 4 ) E s t a h i p ó t e s i s c u l m i n a n t e s ó l o t o m ó f o r m a - s i p u e d o ju z g a r p o r m is c o n v e r s a c io n e s c o n M e a d - e n e l c u r s o d e la r e d a c c i ó n d e la s c o n f e r e n c i a s . Q u e d a c o m o l a m á s s u g e s t i v a y , e n s u p r e s e n t e e s t a d o , la p a r t e m á s d i f í c i l d e s u f i l o s o f í a . L a s o c i a l i d a d d e la e m e r g e n c i a y la e v o l u c i ó n d e l a s o c i a l i d a d - m e d i a n t e la e m e r g e n c i a - h a c i a e x p r e s i o n e s o b j e t i v a s s u p e r i o r e s y m á s c o m p l e j a s s o n te m a s p a r a le lo s d e e s ta h ip ó te s is . ( x x x ) ( a ) ¿ E n q u é s e n t i d o e s s o c i a l la e m e r g e n c i a ? C o m o e n la t e o r í a d e la r e l a t i v i d a d , e n la e m e r g e n c i a h a y u n a p l u r a l i d a d d e s i s t e m a s , e s d e c i r , d e d i s t i n t o s p u n t o s d e v i s t a , y , e n c o n s e c u e n c i a , t e n e m o s q u e e l « m is m o » * o b j e t o p u e d e e s t a r a la v e z e n s i s t e m a s d i f e r e n t e s . E l s i s t e m a d e la s r e l a c i o ­ n e s f ís ic a s , c o n su p r o p ia o r g a n iz a c ió n d e la e x p e r ie n c ia , e s u n a c o s a ; y o t r a e l s is te m a d e r e la c io n e s v ita le s , q u e in c lu y e , c o m o a lg o e s e n c ia l, e l e ­ m e n t o s q u e d e s d e u n p u n t o d e v is ta m e r a m e n te f ís ic o s o n e x t e r n o s y c o n ­ t i n g e n t e s . Y n i n g u n o d e l o s d o s p u e d e r e d u c i r s e a l o t r o , p o r q u e l o v ir a l r s r e a l m e n t e e m e r g e n t e y , p o r t a n t o , a d i c i o n a l a lo m e r a m e n t e f í s i c o m i e n ­ tr a s q u e lo fís ic o e s tá d e t e r m in a d o , e n s u p r o p io p u n t o d e v is ta c i e n t í f i c o , e x c lu s iv a m e n t e p o r r e la c io n e s e n la s q u e lo s ra s g o s e x c lu s iv a m e n t e o r g á n i ­ c o s d e l m u n d o n o tie n e n c a b id a . Y , s in e m b a r g o , e l a n im a l p e r te n e c e a a m b o s ó r d e n e s d e r e la c ió n y e s tá a la v e z e n a m b o s « s is te m a s » . L a c o n ­ c i e n c i a e s a lg o a d i c i o n a l a la m e r a c o n d u c t a o r g á n i c a e i r r e d u c t i b l e a e l l a , p u e s a la v e z q u e u n a s e n s a c i ó n e s u n a c o n t e c i m i e n t o o r g á n i c o , e s t á t a m ­ b i é n i m p l i c a d a e n e l s i s t e m a d e s i g n i f i c a d o s q u e , p o r o b j e t i v a r la p o s i b l e a c tiv id a d fu tu r a d e l o r g a n is m o , r e s u lta s e r e l a s p e c to d is tin tiv a m e n te c o n s c i e n t e d e la e x p e r i e n c i a . L a s o c i a l i d a d e s « la s i t u a c i ó n d o n d e e l n u e v o a c o n t e c i m i e n t o e s t á a l a v e z e n e l v i e jo s is te m a y e n e l n u e v o q u e s u a d v e n im ie n t o a n u n c i a . L a s o c ia li- 181 Copyrighted material George Herbcrt Mead d a d e s la c a p a c i d a d d e s e r v a r i a s c o s a s a l a v e z » ( p . 4 9 ) . P e r o e n s u a s p e c t o d in á m ic o e s a lg o m á s q u e e s o . E l a c o n t e c im ie n t o n u e v o n o tie n e m e r a ­ m e n t e q u e e s t a r e n d o s s is t e m a s ; t i e n e q u e a ju s t a r e s a p lu r a li d a d d e r e la ­ c io n e s s is te m á tic a s d e ta l m a n e r a q u e « su p r e s e n c ia e n u n s e g u n d o s is te m a c a m b i a e l c a r á c t e r q u e t e n í a e n e l s i s t e m a o l o s s i s t e m a s p r e v i o s a lo s q u e p e r t e n e c e » ( p . 6 9 ) a l m i s m o t i e m p o q u e s u s v i e ja s r e l a c i o n e s s e r e f l e j a n e n e l n u e v o s i s t e m a d o n d e h a e n t r a d o . M a n t i e n e s u s v i e ja s r e l a c i o n e s , m a s , e n s u n o v e d a d e m e r g e n t e , r e v i e r t e s o b r e e l v i e j o m u n d o e l r e f l e j o d e la s i n g u l a r i d a d d e s u n u e v a r e l a c i ó n . « D e la m i s m a m a n e r a o c u r r i ó q u e , R o u s s e a u h u b ie r a d e h a lla r e n e l c iu d a d a n o ta n to al s o b e r a n o c o m o al s ú b d it o , y q u e K a n t tu v ie s e q u e e n c o n t r a r e n el s e r r a c io n a l t a n t o al p r o m u l g a d o r d e la l e y m o r a l c o m o a l s u j e t o d e la m i s m a » ( 5 2 ) . Y a s í , p a r a c o m p le ta r e s te c u a d r o , e l s is te m a m o n á r q u ic o d e l q u e e m e r g ie r o n el c i u ­ d a d a n o d e R o u s s e a u y el s e r r a c io n a l d e K a n t n u n c a p o d r ía h a b e r s e g u id o s i e n d o e l m i s m o d e s p u é s d e s u a d v e n i m i e n t o , ( x x x i ) E l r e a ju s t e d e l n u e v o s i s t e m a s o c i a l c o n e l v i e j o , d e l o p r e s e r v a d o c o n l o e m e r g i d o e s la « s o c i a l i d a d » e n s u s e n t i d o m á s g e n e r a l . L a S e c c i ó n 11 e v i d e n c i a r á c ó m o e s t o s e a d e c ú a p u l c r a m e n t e c o n la « r e c o n s t r u c c i ó n » d e la e x p e r i e n c i a e n r e s p u e s ­ t a a la i n t r u s i ó n d e e l e m e n t o s n u e v o s . H e m o s h a l l a d o q u e la t e o r í a d e la r e l a t i v i d a d e s c o n s i s t e n t e c o n la « s o c i a l i d a d » e n su s e n tid o m á s r e s tr in g id o . E n el c a p ítu lo I I I , M e a d tra ta d e s u b s u ­ m i r e s t o b a j o la f ó r m u l a m á s g e n e r a l q u e r e c i e n t e m e n t e h a a l c a n z a d o . E l e m e r g e n te s e rá a q u í a q u e llo q u e a p a r e c e s ó lo p a ra c ie r ta p e r s p e c tiv a e s p e c í­ fic a o « s is te m a -tie m p o » , y q u e es a d ic io n a l a e sa id é n tic a « c o n t in u a c ió n d e r e l a c i o n e s » e x p r e s a d a e n la e s t r u c t u r a e s p a c i o t e m p o r a l c o m ú n a l c o n j u n t o d e ta le s p e r s p e c tiv a s . E l m o v im ie n t o e s r e la tiv o al s is te m a te m p o r a l s e le c c io ­ n a d o , y e l in c r e m e n t o d e m a s a q u e s e s ig u e d e l in c r e m e n t o d e v e lo c id a d s ó lo o c u r r ir á d o n d e o c u r r a el m o v im ie n to re q u e r id o . Y e s te m o v im ie n to « e m e rg e n te » c a m b ia u n c a r á c te r fís ic o d e l o b je t o - s u m a s a - e n a q u e l e s p a ­ c i o - t i e m p o d o n d e o c u r r e . A M e a d l e p a r e c e t a n o b v i a la a n a l o g í a q u e i n t e r ­ p r e ta e n e s o s t é r m in o s c a s o s m á s o r t o d o x o s d e « e m e r g e n c ia » . « L a v id a e m e r g e n t e c a m b i a e l c a r á c t e r d e l m u n d o j u s t a m e n t e c o m o la s v e l o c i d a d e s e m e r g e n t e s c a m b i a n e l c a r á c t e r d e la s m a s a s » ( p . 6 5 ) . A h o r a b ie n , e l c u e r p o q u e s e m u e v e e n u n s is t e m a e s tá ig u a l d e v e r d a d e r a ­ m e n te e n re p o s o e n u n s is te m a a lte r n a tiv o - e s t á ta n to e n u n o c o m o en 182 Copyrighted material La jiloíofitt d d presente o tr o . Y e l c a r á c te r q u e tie n e e n c a d a u n o d e e llo s s ó lo s e a p r e h e n d e a d e ­ c u a d a m e n te c u a n d o e n te n d e m o s ta m b ié n el e s ta tu to q u e tie n e e n el o tr o . D e a h í e l r e l a t i v i s t a s ó l o p u e d a e x p l i c a r la c o n t r a c c i ó n d e F i t z e r a l d : y s u s c o n s e c u e n c ia s fís ic a s s u p o n ie n d o , e n g e n e r a l, q u e lo s r e s u lta d o s f ís ic a ­ m e n te v á lid o s q u e se o b t ie n e n e n s is te m a s te m p o r a le s a lte r n a tiv o s n o c o in c i d ir á n , y q u e c a d a u n o d e e llo s d e b e s e r c o n s id e r a d o , p o r e llo , c o m o , r e l a t i v o , c o m o p r e c i s a d o d e r e c o n o c i m i e n t o y c o m o t a n l e g í t i m o c o m o lo s e a n su s a lte r n a tiv a s . E n e s te s e n tid o , [s e g ú n el c u a l e l fís ic o d e b e s e r] c a p a z d e s i t u a r s e e n u n a u o t r a p e r s p e c t i v a , la t e o r í a s e a c e r c a r e a l m e n t e a e s a [g e n e r a liz a d a ] f o r m a d e s o c ia lid a d q u e s e h a b o s q u e ja d o , y s e h a c e a sí p o s ib le r e f e r ir s e a l i n c r e m e n t o d e m a s a c o m o u n « e je m p l o e x t r e m o d e s o c ia lid a d » (p . 5 2 ) . P a ra e n t e n d e r d ic h o in c r e m e n t o c o m o a lg o r e la tiv o , c o m o a lg o q u e d e p e n d e d e u n s is t e m a t e m p o r a l, y q u e e s « e m e r g e n te » p a r a e l e s p a c i o - t i e m p o e n s í , t e n e m o s q u e v e r a la v e z e l a c o n t e c i m i e n t o e n c u e s tió n ta n to e n e l s is te m a e n e l q u e o c u r r e e l in c r e m e n to c o m o e n el q u e n o , y c o n s id e r a r lo c o m o m ie m b r o g e n u in o d e a m b o s . C u a n d o M e a d v a a ú n m á s a ll á d e e s t o y a r g u m e n t a q u e la m e d i c i ó n e fe c tiv a de un in c r e m e n to d e m asa e n un s is te m a r e q u ie r e q u e se e m p le e n , e n e s e s is t e m a , v a lo r e s d e e s p a c io y t ie m p o t o m a d o s d e u n s is te m a a lte r n a tiv o (p . 5 2 y s s .) y, p o r lo t a n t o , q u e a m b o s s is te m a s « d e j a n d e s e r a l t e r n a t i v o s » ( p . 5 4 ) , la d i s c u s i ó n s e v u e l v e m u y i n t r i n c a ­ d a , s i y o n o la h e e n t e n d i d o m a l, e n m i o p in ió n , e r r ó n e a . D u d o q u e h u b i e r a q u e r id o m a n t e n e r l a e n su f o r m a a c t u a l. P e r o la t e s is p r i n c i p a l n o r e s u l t a n e c e s a r i a m e n t e c o m p r o m e t i d a p o r la i n a d e c u a c i ó n d e l d e t a ­ lle d e su a p li c a c i ó n . Y la te s is p r in c ip a l e s é s ta : lo r e p e n t in o d e l p r o c e s o d e e m e r g e n c i a s e r e f l e ja e n u n a p lu r a l i d a d d e s is t e m a s r e l a c i ó n a l e s q u e s o n ir r e d u c tib le m e n te d is tin to s , si b ie n ta n m u tu a m e n te im p lic a d o s e n e l « p a sa r» , q u e u n o b je t o q u e p e r te n e z c a a a m b o s s is te m a s s im u ltá n e a ­ m e n te in c o r p o r a r á a c a d a u n o d e e llo s el c a r á c te r q u e su p r e s e n c ia e n el o t r o s i s t e m a l e h a c o n f e r i d o . 1 .a s o c i a l i d a d e s e l p r o c e s o d e r e a j u s t e p o r e l q u e e l o b je t o p e r d u r a e n c a d a u n o d e lo s s is te m a s a p e s a r d e e s ta r ta m b ié n e n el o tro . O sea. que los Jo s marcos J e referencia dejan de ser alternativos. F.n el cxso del acortamiento de Fitzgcrald no se produce esa suposición de estar en dos sistemas a la vez. Vid. aqui L a filo so fía d el presente (en adelante PP), p, 54. La referencias son siempre a la paginación original del libro, según el paginado que aparece intercalado continuamente en texto. Nota de ISY a la edición «palióla. 183 Copyrighted material Gcor^c H crfxn Mead ( b ) ¿ C ó m o e v o l u c i o n a la s o c i a l i d a d ? P u e s t o q u e M e a d m a n t i e n e q u e « la a p a r i c i ó n d e la m e n t e s ó l o e s l a c u l m i n a c i ó n d e e s a s o c i a l i d a d q u e e n c o n ­ t r a m o s a lo la r g o d e l u n iv e r s o » (p . 8 6 ) , d is t in g u e , c o m o e s n a t u r a l, e n t r e e l p r i n c i p i o c o m ú n d e e s t a f o r m a d e e m e r g e n c i a y la d i s t i n c i ó n e s p e c i a l q u e a d q u ie r e é s ta e n lo q u e e s, h a s ta d o n d e s a b e m o s , su e x p r e s ió n s u p e ­ r i o r . ( x x x m ) C o n e l p r i n c i p i o c o m ú n d e la s o c i a l i d a d , y a n o s h e m o s f a m i ­ l i a r i z a d o . E l c a r á c t e r d i s t i n t i v o d e la m e n t e o d e la c o n c i e n c i a s e v e m e j o r e n c o n t r a s t e c o n l a c o n d u c t a m e r a m e n t e o r g á n i c a d e la q u e h a e m e r g i d o . « M a y o r m e n t e la s f o r m a s v i v i e n t e s r e a c c i o n a n a la e s t i m u l a c i ó n e x t e r n a d e m a n e r a q u e r e s u l t e e n la p r e s e r v a c i ó n d e s u p r o c e s o v i t a l . E l m é t o d o p a r ­ t ic u la r q u e d is t in g u e s u s r e a c c io n e s d e lo s m o v im ie n t o s d e lo s o b je t o s i n a n i m a d o s e s e l d e la s e l e c c i ó n . 1.a s e l e c c i ó n e s la s e n s i b i l i d a d d e la f o r m a v i v i e n t e [ . . . ) . E l a n i m a l c o n s c i e n t e i n c o r p o r a la s e l e c c i ó n a l c a m p o d e s u s p r o p ia s r e s p u e s ta s [ . . . ) . L a v id a se v u e lv e c o n s c i e n t e e n a q u e llo s p u n to s d o n d e la s p r o p i a s r e s p u e s t a s d e l o r g a n i s m o s e i n t e g r a n a l c a m p o o b j e t i v o al q u e r e a c c io n a , (p p . 7 1 - 7 3 ) . Y a h e m o s v i s t o q u e q u i e r e d e c i r r e s p o n d e r a la s p r o p i a s r e s p u e s t a s . L a s r e l a c i o n e s e n la s q u e e l e n t o r n o e s p a t e n t e e n n u e s t r a s r e a c c io n e s s o n su s s ig n ific a d o s . R e s p o n d e r a e so s s ig n ific a d o s , e la b o r a r lo s c o m o e s tí­ m u l o s p a r a la c o n d u c t a y n o c o m o m e r o s d a t o s i n m e d i a t o s , s u p o n e h a b e r i m p o r t a d o a i m u n d o t o m a d o c o m o e x p e r i e n c i a la p r o m e s a d e l f u t u r o y la l e c c i ó n d e l p a s a d o . L o s s i g n i f i c a d o s s o n a h o r a la e s e n c i a m is m a d e lo q u e r e a lm e n t e es u n o b je t o y, a l v e r lo e n t é r m in o s d e su s s ig n if ic a d o s , al r e a c c io n a r a n t e lo q u e p u e d e h a c e r n o s e n c o n d ic io n e s c r u c ia le s o n o r m a le s , e s ta m o s o r g á n ic a s e n in tr o d u c ie n d o n u e s tra s s e n s a c io n e s u n c o n t e x t o n u e v o y e m e r g e n te . E l in d iv id u o h u m a n o e s tá v iv o y e s ta m b ié n c o n s c ie n t e . S u c o n d u c t a c o n s c ie n t e s is te m a tiz a su s s e n s a c io n e s - q u e e n s í m is m a s s o n m e r a s r e a c c io n e s o r g á n ic a s - e n f o r m a d e c u a l i d a d e s y d e s i g n i f i c a d o s d e la s c o s a s . E s t e n u e v o l u g a r e n u n s i s t e m a d e s i g n i f i c a d o s a l t e r a la r e l e v a n c i a d e l a s e n s a c i ó n . P e r o e s t a c o n d u c t a e s d e p e n d i e n t e d e l a s i n t e r a c c i o n e s v i t a l e s d e la s q u e h a e m e r g i d o y la d e p e n d e n c i a d e l p e n s a m i e n t o c o n r e s p e c t o a la s e n s a ­ c i ó n t r a n s m it e a l s is t e m a c o n s c i e n t e e l r e f l e jo d e s u s c o n d i c i o n e s o r g á ­ n ic a s . C u a n d o r e a c c io n a al s ig n ific a d o d e su s s e n s a c io n e s el in d iv id u o e s t á a la v e z e n a m b o s s i s t e m a s . 184 Copyrighted material La /¡¡oio/ia dA prrsente E l n iv e l s u p e r io r d e e x p e r ie n c ia c o n s c i e n t e e s , p o r s u p u e s t o , a q u e l e n e l q u e e l in d iv id u o p u e d e a p r e h e n d e r lo s s ig n if ic a d o s e n su m á s c o m p le ta g e n e r a lid a d , d e m o d o q u e , a s í, p u e d e c o n t a r c o n u n a v a r ie d a d t a n a m p lia d e p u n t o s d e v is ta s o b r e s u m u n d o c o m o p a ra s e r c a p a z d e a is la r lo c o m ú n a t o d o s , y q u e s e r ía v á lid o , p o r t a n t o , p a r a c u a lq u ie r in d iv id u o r a c io n a l. E s c e s e l r o l d e l « o t r o g e n e r a liz a d o » , y lo s s i g n i f i c a d o s q u e la s c i e n c ia s e n c u e n tr a n e n e l m u n d o s o n lo s q u e e s te p u n t o d e v is ta ta n im p e r s o n a l r e v e le . Y s in e m b a r g o e s p r e c is a m e n t e e n e s ta im p e r s o n a lid a d d e l p u n t o d e v is ta d o n d e e l in d iv id u o se c o n v ie r t e e n « p e r s o n a » - u n m ie m b r o real d e la c o m u n i d a d d e lo s s e r e s r a c io n a le s . P a r a p a r t i c i p a r e n la v id a d e la c o m u n id a d d e b e v e rse é l m is m o c o m o u n p a r tic ip a n te y d e b e re s p o n d e r a la s e x i g e n c i a s y r e s p o n s a b i l i d a d e s d e é s t a h a c i é n d o l a s s u y a s . P u e d e e x a m i ­ n a r e n s u p r o p i a p e r s o n a la s « p e r s p e c t i v a s » q u e l a s a c t i t u d e s i n d i v i d u a l e s e n g e n d r a n y p u e d e ¡ r e l a c i o n a r l a s c o n la s d e m a n d a s d e l p r o p ó s i t o c o m ú n e n e l q u e t o d a s e s t á n ig u a l d e i m p l i c a d a s . H a y , c la r a m e n t e , u n a d if e r e n c ia n o t a b le e n t r e e s a « s o c ia lid a d » g e n e r a l e n f u n c i ó n d e l a c u a l , u n a n i m a l , t a n s ó l o p o r s e r m a t e r i a l y v i v i e n t e e s « v a r ia s c o s a s a la v e z » , c o n l a s c o n s e c u e n c i a s r e s u l t a n t e s d e ta l p l u r a l i d a d s i s t é m i c a , c o n c o m p le ta in d e p e n d e n c ia d e c u a lq u ie r c o n c ie n c ia d e su s itu a c ió n , y la s it u a c ió n m á s e s p e c ia l e n q u e u n in d iv id u o , a J « a d o p ta r e l r o l d e o tr o » p u e d e v e rs e a s í m is m o d e s d e d ife r e n te s p u n to s d e v is ta y p u e d e h a c e r q u e la c o r r e l a c i ó n d e e s o s p u n t o s d e v i s t a s e c o n v i e r t a e n p a r t e d e l s i g n i f i c a d o d e su m u n d o . S i M e a d h a a c e r ta d o a re tr a ta r e s ta ú ltim a s itu a c ió n c o m o u n d e s a r r o llo n a tu r a l « e m e r g e n te » d e su a n te c e s o r a , h a b r á c u m p lid o su p r in c ip a l c o m e tid o . E l a r g u m e n to re g re sa a l fin a l, c o m o e ra r a z o n a b le , al p u n to d e p a r tid a . E s e n u n p r e s e n te d o n d e s u r g e la s o c ia lid a d e m e r g e n t e . Y a h o r a p o d e m o s v e r q u e e se p re s e n te n o es s ó lo u n m o m e n to d e tie m p o , a r b itr a r ia m e n te r e c o r t a d o d e u n « t r a n s c u r r ir d e la n a tu r a le z a » q u e , d e o t r o m o d o , s e r ía u n if o r m e . U n p r e s e n t e e s u n a u n id a d d e l d e v e n ir n a tu r a l; e s e l la p s o e n c u y o s e n o a lg o t e m p o r a lm e n t e re a l p u e d e o c u r r ir , ( x x x v ) L o q u e h a s id o y lo q u e p u e d e s e r t ie n e n su f o c o y su a c t u a liz a c ió n e n u n p u n t o d e v is ta p r e s e n t e , y e s d e s d e t a l p u n t o d e v i s t a c o m o la i n t e l i g e n c i a c r e a t i v a , t r a n s ­ f o r m a n d o la n o v e d a d d e la e m e r g e n c i a y la f a t a l i d a d d e la m e r a r e p e t i c i ó n e n , c u a n d o m e n o s , u n c i e r t o g r a d o d e d e s a r r o l l o s i g n i f i c a t i v o , i n v i s t e a la 185 Copyrighted material George Herberi Mead e x p r e s i ó n a r t i c u l a d a y a u t o c o n s c i e n t e d e la f o r m a g e n e r a l d e t o d o p r o c e s o n a t u r a l. E s e n c u a n t o -e s ce n a d e e s te p r o c e s o c o m o e l p r e s e n t e e s e l lu g a r d e la r e a lid a d . U n a h ip ó te s is ta n o r ig in a l c o m o e s a s u s c ita r á d u d a s y g e n e r a r á p r o b le m a s fo r m id a b le s . N o es e s t e , s in e m b a r g o , e l s it io p a r a c o n s id e r a r lo s . A n t e s q u e n a d a , la t e o r í a d e b e h a b l a r e n p e r s o n a . E n e s t a i n t r o d u c c i ó n s i m p l e ­ m e n t e h e t r a t a d o d e « a d o p t a r e l p a p e l d e l o t r o » c , i n t e r p r e t a n d o la t e o r í a d e s d e s u p r o p i o p u n t o d e v i s t a , r e u n i r a l g u n a s d e s u s id e a s p r i n c i p a l e s , e n e l m i s m o o r d e n y la m i s m a r e l a c i ó n e n q u e p o d r í a h a b e r l a s d i s p u e s t o M e a d s i h u b i e r a v i v i d o p a r a c o m p l e t a r la i m p o r t a n t e o b r a q u e h a b í a e m p r e n d id o . A rth u r E. M vrph y 186 Copyrighted material Prefacio. Elogio de John Dewey a G. H. Mead3 L A d i f íc il ca rca d e d ib u ja r u n m a p a q u e n o s b r in d e e n u n a v is ió n d e c o n ju n t o ( n o e s o t r o e l c o m e t i d o d e u n b u e n m a p a ) lo s p r in c ip a le s e le m e n to s d el p e n s a m ie n to d e G c o r g c M e a d e n s u s m u tu a s r e la c io ­ n e s d e c o r r e s p o n d e n c i a la h a c u m p l i d o e l D r . M u r p h y e n s u Introducción. D e p o c a o n u la a y u d a s e r v ir ía a l l e c t o r e l h e c h o d e q u e v o lv a m o s a p is a r e s a s e n d a q u e y a h a t r a n s i t a d o j u n t o a é l. H a y , n o o b s t a n i e , u n r a s g o e n la m e n t e d e M e a d c u y o r e c o n o c im ie n t o p u e d e p r o te g e r a l l e c t o r d e a lg u n o s d e lo s e s c o llo s c o n lo s q u e e s p r o b a b le t o p a r c u a n d o s e t r a t a c o n u n p e n ­ s a d o r o r ig in a l. S ie n d o , c o m o e r a , u n p e n s a d o r o r ig in a l, M e a d n o se s e n tía c o m o ta l. O si v iv ía c o n e s e s e n t im ie n t o , se lo te n ía b ie n g u a r d a d o . E n v e z d e p r e s e n t a r c o m o n o v e d a d e s lo s p r o b le m a s d e lo s q u e se o c u p a b a su m e n t e ( d o n d e s ie m p r e a p a r e c ía n e s t r ic t a m e n t e c o m o p r o b le m a s ) , o p ta b a p o r v i n c u la r l o s c o n id e a s y m o v im ie n t o s y a b ie n a s e n t a d o s . U n e x c e le n t e e je m p l o d e e s e ra s g o d e su c a r á c t e r lo e n c o n t r a m o s e n la p r o p i a t e o r í a p r a g m á t ic a d e l c o n o c i m i e n t o a la q u e e l p r o f e s o r M u r p h y s e r e fie r e . N o p a r e c ía M e a d c o n s c i e n t e d e l m o d o y la m e d id a e n q u e s u p e r s o n a l c o n ­ c e p c i ó n e r a u n a c o n t r i b u c i ó n n u e v a , e n c u a n t o a l a p r o p i a í n d o l e d e la 3 John D E W E Y . «Prcfatory Remarles* en G . H . M ead, The T hilotophy o f ¡he Pre¡ent, 1 9 3 2 , pp. X X X V 1-X L . Recopilado por Arthur E. Murphy. La Salle (111.), 1932 (citado de la reimpresión de 1959). La numeración en romanas intercalada en la traducción corresponde al original. Hemos oprado por c u ampliación descriptiva del título en aras de la claridad estructural del libro. Nota de ISY a la edición española. 187 Copyrighted material Geor)?c Hetbert Mead m is m a y a s u a lc a n c e ; p r e fe r ía tr a ta r la c o m o si fu e ra u n d e s a r r o llo n a tu r a l c u y a e n u n c ia c ió n p r e s e n ta b a , t o d o lo m á s , a lg ú n c a m b io d e é n fa s is . E n la é p o c a d e m i p r i m e r e n c u e n t r o c o n M e a d , h a c e y a b a s t a n t e m á s d e c u a r e n t a a ñ o s , e l p r o b l e m a q u e p r e d o m i n a b a e n s u m e n t e c o n c e r n í a a la n a t u r a le z a p e r s o n a l y p r iv a d a d e la c o n c i e n c i a . E n lo s a ñ o s o c h e n t a y n o v e n ta e l id e a lis m o p r e v a le c ía e n e l p e n s a m ie n to a n g lo - a m e r ic a n o . Y é s t e t e n ía s u p r o p ia s o l u c i ó n a l p r o b l e m a d e la c o n c i e n c i a . L a m e n t e , e n t e n d i d a c o m o c o n c i e n c i a , e r a la m a t e r i a p r i m a d e l u n i v e r s o y s u s f o r ­ m a s e s t r u c t u r a l e s ; la c o n c i e n c i a h u m a n a , e n s u a s p e c t o í n t i m o y , s e g ú n p a r e c e , e x c lu s iv a m e n te p e r s o n a l, e r a , t o d o lo m á s , s ó lo u n a v a r ia n te , fie l o v o l u b l e , d e la m e n t e u n i v e r s a l (x x x v i - x x x v ii ). C asi n u n ca escu ch é a M ead a r g u m e n t a r d i r e c t a m e n t e c o n t r a e s ta v is ió n . S u p o n g o q u e n u n c a le p a r e ­ c i ó r e a l , p e s e a q u e e r a la d o c t r i n a o f i c i a l d e s u s m a e s t r o s y , e n u n a u o t r a d e s u s v a r i a n t e s , la c o n c e p c i ó n f i l o s ó f i c a q u e c o n m á s f r e c u e n c i a s o s t e n í a n l o s e s c r i t o s f i l o s ó f i c o s d e la é p o c a . C u a n d o s e l e u r g í a a l r e s p e c t o , e n l u g a r d e c o m b a tir la , a r g u m e n ta b a q u e d ic h a c o n c e p c ió n n o a fe c ta b a al p r o b le ­ m a e n el q u e e s ta b a in te r e s a d o . In c lu s o e n e l c a s o e n q u e fu e r a v e rd a d y c o m o ta l fu e s e a c e p ta d a , d ic h a c o n c e p c ió n n o e x p lic a r ía c ó m o e s ta d o s m e n t a l e s p e c u l i a r e s d e u n i n d i v i d u o - c o m o la s p r i m e r a s h i p ó t e s i s d e u n d e s c u b r id o r , q u e p o n e n e n d u d a c r e e n c ia s p r e v ia m e n te a s e n ta d a s y n ie ­ g a n la o b j e t i v i d a d a c o s a s u n i v e r s a l m e n t e a c e p t a d a s c o m o o b j e t o s r e a l e s p u e d e n s e r la s f u e n t e s d e o b je t o s q u e , e n lu g a r d e s e r p r iv a d o s y p e r s o n a ­ le s , e n lu g a r d e s e r m e r a m e n t e « s u b je t iv o s » , p e r t e n e c e n a l u n iv e r s o c o m ú n y o b je t i v o . C u a n d o m i r o a t r á s , p u e d o v e r q u e u n a g r a n p a r t e d e la a p a r e n t e o s c u r i ­ d a d d e la e x p r e s i ó n d e M e a d s e d e b í a a q u e r e p a r a b a e n p r o b l e m a s q u e la s d e m á s m e n t e s n o v e ía n e n a b s o lu t o . A l n o h a b e r u n o b je t o d e r e fe r e n c ia c o m ú n , n o h a b í a a h í l e n g u a j e c o m ú n . S u p r o b l e m a n o e n t r a b a e n la s c a t e g o r í a s y la s c l a s i f i c a c i o n e s d e l i d e a l i s m o o d e l r e a l i s m o . H a b l a b a d e a lg o q u e lo s d e m á s n o v e í a m o s p o r q u e e s t a b a f u e r a d e lo q u e s o l ía n lla ­ m a r s e « m a s a s a p e r c e p tiv a s » . I m a g in o q u e a lg u ie n q u e tu v ie s e u n c o n o c i ­ m i e n t o s u f i c i e n t e m e n t e c o n t i n u a d o d e la b io g r a f ía in t e le c t u a l d e M e a d d u r a n t e t o d o s lo s a ñ o s q u e h a n t r a n s c u r r id o d e s d e e n t o n c e s , p o d r ía d e s ­ c u b r i r q u e p r á c t i c a m e n t e la t o t a l i d a d d e s u s p r o b l e m a s e i n d a g a c i o n e s lo s d e s a r r o lló a p a r tir d e e sa o r ig in a l c u e s tió n su y a q u e tr a ta b a d e a tra p a r. 188 Copyrighted material La /¡Uiojia tUl p rtttn tt S e g u r a m e n t e f u e e s c s e n t id o q u e é l t e n ía d e l p a p e l d e la c o n c i e n c i a s u b je ­ t i v a e n la r e c o n s t r u c c i ó n d e l o s o b j e t o s c o m o e x p e r i e n c i a s y e n la p r o d u c ­ c i ó n d e c o s t u m b r e s e in s t it u c io n e s n u e v a s , lo q u e le lle v ó a a d q u ir ir su c o n o c im ie n t o , e x tr a o r d in a r ia m e n te a m p lio y e x a c to , d e l d e s a r r o llo h is tó ­ r i c o d e la s c i e n c i a s ; u n c o n o c i m i e n t o a l q u e n o l e b a s t a b a n l o s d e t a l l e s d e l o s d e s c u b r i m i e n t o s s i n o q u e a b a r c a b a l o s c a m b i o s d e a c t i t u d h a c i a la n a tu r a le z a s u b y a c e n te s . S u in te r é s p o r e l p r o b le m a d e l s í- m is m o (s e lf *) le lle v ó , p o r u n a p a r t e , a s e g u ir la s e n d a d e l e s t u d io d e l o r g a n i s m o c o m o u n id a d b io ló g ic a c o r r e s p o n d ie n t e a l s í-m is m o . E n d ir e c c ió n o p u e s ta , e x i­ g i ó t a m b i é n e l e s t u d i o d e l s í - m i s m o e n s u s r e l a c i o n e s s o c i a l e s , q u e le c o n ­ d u j o a la p s i c o l o g í a s o c i a l , e l c a m p o d o n d e s u p o n g o s u i n f l u e n c i a h a s i d o s u p e r la tiv a p o r el e f e c t o d e su s e n s e ñ a n z a s a c a d é m ic a s s o b r e su s d is c íp u ­ lo s . S u p r o b l e m a e r a d e í n d o l e t a l , q u e , c o m o e n s e g u i d a p u e d e n o t a r s e , le h i z o a g u d a m e n t e s e n s i b l e a la s e n s e ñ a n z a s d e W h i c e h e a d , e s p e c i a l m e n t e e n l o c o n c e r n i e n t e a l e s f u e r z o p o r i n c l u i r e n l a p r o p i a c o n s t i t u c i ó n d e la n a t u r a le z a m a te r ia s q u e h a b it u a lm e n t e s o lía n r e le g a r s e a u n á m b i t o e x c lu ­ s i v a m e n t e s u b j e t i v o , P u e s t o q u e s u p r o b l e m a e r a e s e n c i a l m e n t e e l d e la e m e r g e n c ia d e lo n u e v o y e l d e su in c o r p o r a c ió n a u n m u n d o c o n o c id o y d e s d e e s e m o m e n t o v i e j o ( y e s o m u c h o a n t e s d e q u e n a d i e o y e r a la s p a l a ­ b r a s « e v o lu c ió n e m e rg e n te » *), c a b e h o y a p r e c ia r c u á n t o m á s a h o n d ó él e n e s t a d o c t r i n a d e la e m e r g e n c i a q u e la m a y o r í a d e q u i e n e s h a n j u g u e t e a d o c o n e s a i d e a . S o b r e e s t e t e l ó n d e f o n d o , s u g e n e r a l i z a c i ó n d e la ¡d e a d e « s o c i a l i d a d » y s u i n t e r p r e t a c i ó n d e la e m e r g e n c i a e n e l c u r s o d e la e v o l u ­ c ió n a d q u ie r e n u n s ig n ific a d o q u e d e o tr o m o d o n o te n d r ía n . H a y e n e l p r i m e r v o l u m e n d e la s o b r a s d e P e i r c e r e c i e n t e m e n t e p u b l i c a ­ d o , u n p a s a je q u e , p a r a m í, e x p l ic a m u y b ie n e l t i p o d e o r ig in a lid a d q u e d is tin g u ía a M e a d . D e c ía P e ir c e q u e «es e x t r e m a d a m e n t e d if íc il p r e s ta r a t e n c i ó n a e le m e n t o s d e la e x p e r i e n c ia c o n t i n u a m e n t e p r e s e n t e s p u e s to q u e n o d is p o n e m o s d e n a d a e n la e x p e r i e n c ia c o n lo q u e c o n t r a s t a r l o s , y s in c o n t r a s t e n o e x c ita n n u e s tr a a t e n c ió n ... E l r e s u lta d o es qu e hay que r e c u r r ir a e s tr a ta g e m a s d e r o d e o q u e n o s p e r m ita n p e r c ib ir a q u e llo q u e n o s m ir a a lo s o jo s c o n u n fu lg o r q u e , u n a v e z n o t a d o , s e v u e lv e c a s i o p r e ­ * En el cuarto capítulo tendremos ocasión de justificar este uso. Nota de IS Y a la edición española. 189 Copyrighted material (Icotgc Herbcrr Mead s i v o p o r s u i n s i s t e n c i a » s. L a m e n t e d e G e o r g e M e a d s e c a r a c t e r i z a b a p o r ­ q u e t e n ía e l p o d e r d e o b s e r v a r lo s e l e m e n t o s c o m u n e s q u e s e ig n o r a n p r e c is a m e n t e p o r s e r c o m u n e s (x x x v iii- x x x ix ) . E s t o e s l o q u e e x p l i c a la d if ic u lta d q u e é l te n ía p a ra t r a n s m it ir a lo s d e m á s lo q u e o b s e r v a b a . L a m a y o r p a r t e d e l p e n s a m ie n t o f i l o s ó f i c o c o n s i s t e e n tr a z a r la s i m p l i c a c i o ­ n e s l ó g i c a s d e l o s c o n c e p t o s c e n t r a l e s e n la o b r a d e u n p e n s a d o r p a r t i c u ­ la r , y r e f o r z a r -esas d e d u c c i o n e s c o n d a t o s c o n c r e t o s c o n g r u e n t e s c o n e l l a s . E s fr e c u e n t e , y h a s ta q u iz á s se a lo h a b itu a l e n é l, q u e el p e n s a m ie n t o filo ­ s ó f ic o d e M e a d in v ie r ta e l p r o c e s o . B r o t a d e s u s p r o p ia s e x p e r ie n c ia s í n t i ­ m a s , d e c o s a s p r o fu n d a m e n te s e n tid a s , m á s q u e d e p e n s a m ie n to s q u e él h u b ie r a s i m p l e m e n t e d is c u r r id o , y b u s c a p a ra e lla s a lg u n a s u s t a n c ia c ió n e n h e c h o s a c e p ta d o s y c o n c e p to s al u so . S u in te r é s e n el c o n c e p t o d e e m e r g e n c i a , p o r e je m p l o , e s r e f l e jo d e e s e m i s m o f a c t o r e n s u p r o p ia e x p e ­ r i e n c i a i n t e l e c t u a l , e n la q u e c o n s t a n t e m e n t e f l o r e c í a n n u e v o s a t i s b o s q u e tr a t a b a d e s u m a r a lo q u e p e n s a b a a n t e s , s in q u e s im p le m e n t e tr a ta r a d e d e s p l a z a r la s v i e ja s i d e a s . Sentía d e n t r o d e s í , a la v e z , la e m e r g e n c i a d e lo n u e v o y la c o n t i n u i d a d i n e v i t a b l e d e l o n u e v o c o n l o v i e j o . D e m o d o q u e t a m b i é n e x p e r i m e n t a b a e n s u i n t e r i o r la l u c h a d e la s i d e a s , la s h i p ó t e s i s , lo s p r e s e n tim ie n to s - q u e p r im e r o e r a n c o m p le t a m e n t e p r iv a d o s , m a te r ia d e ín t im a m is m id a d p e r s o n a l - p o r e n c o n t r a r y o c u p a r u n lu g a r p r o p io e n u n m u n d o o b j e t i v o c o m p a r t i d o y p ú b l i c o . M e p a r e c e q u e s u s e n t i d o d e la « s o c ia lid a d » , c o m o e x is te n c ia s im u ltá n e a e n d o s ó r d e n e s d ife r e n te s , tie n e a lg o e n c o m ú n c o n la c o m b i n a c i ó n d e e n o r m e o r i g i n a l i d a d e i n u s u a l d e f e r e n c i a h a c i a lo s d e m á s q u e d i s t i n g u í a s u p e r s o n a l i d a d . E n c o n tr a s te c o n e l tip o d e o r ig in a lid a d q u e d is tin g u ía a su p e n s a m ie n to , m e h a g o c a r g o d e q u e g r a n p a r te d e lo q u e p a s a p o r p e n s a m ie n t o o r ig in a l s o n r e e l a b o r a c i o n e s , a la l u z d e a l g u n a p e r s p e c t i v a n u e v a , d e a c t i t u d e s i n t e l e c t u a l e s d e la s q u e y a e x i s t e u n a c o n v e n c i ó n e s t a b l e c i d a ; la e x p l o t a ­ c ió n d e u n filó n p r e v ia m e n te d e s c u b ie r to a u n q u e n o a d e c u a d a m e n te e x p lo t a d o p o r o t r o s . M e h a g o c a r g o a s im is m o d e q u e e n m u c h o d e lo q u e p a r e c e u n a e x p r e s ió n lite r a r ia c la r a , lo q u e lla m a m o s c la r id a d e s ta n s ó lo n o m b r e p a ra n u e s tr a fa m ilia r id a d , m á s b ie n q u e a lg o in t r ín s e c o a l p e n s á ­ i s t ita se encuentra en C P 1.131 (T he Collected Papen 1: Principies ofPhilosophy. Booh I : General H istórica/ O rientation ; capítulo 3: «Ñutes on Sciendfic l’hilosophy»} y corresponde al parágrafo 134. Agradezco a Izislcun Martínez, «leí Grupo de Estudios IVircianos de la Universidad «te Navarra su ayuda para localización d e esa referencia. 190 Copyrighted material La filosofía dr¡ pm rntf m i e n t o . L a p é r d i d a q u e la f i l o s o f í a a m e r i c a n a ( x x x ix - x i .) h a s u f r i d o c o n la p r e m a tu r a m u e r te d e M e a d se a c r e c ie n ta c o n el h e c h o d e q u e h a b ía to d o tip o d e ra z o n e s p a ra p e n sa r q u e e s ta b a e m p e z a n d o a c o n s e g u ir u n d o m i­ n io d e s u s p r o p ia s id e a s q u e h a c ía m á s fá c il y e f e c tiv a s u c o m u n i c a c i ó n a lo s d e m á s . E l m a n u s c r it o d e e s ta s « L e c c io n e s C a r u s » - p o r c u y a c u id a d o s a e d ic ió n ta n to d e b e m o s al D r . M u r p h y - n o s p r o p o r c io n a a p e n a s p o c o m á s q u e u n a s n o ta s p rep arad as c o n p re m u ra y e x tre m a d a m e n te co n d e n sa d a s. S u p l a n e r a a m p l i a r l a s h a s t a u n a e x t e n s i ó n t r e s o c u a t r o v e c e s s u p e r i o r a la a c tu a l; e s a e x p a n s ió n h a b r ía c la r ific a d o e l p e n s a m ie n to y n o ú n ic a m e n te h in c h a d o e l n ú m e r o d e p a la b r a s . P e r o , a p e s a r d e to d a s su s lim it a c io n e s , c r e o q u e u n p ú b lic o c r e c ie n te e n c o n tr a r á , c a d a v ez m á s, e n su s e s c r ito s lo q u e s a s d is c íp u lo s h a n h a lla d o d u r a n te m u c h o s , m u c h o s a ñ o s : u n a m e n te s e m in a l d e a u té n tic o p r im e r o rd e n . J o h n D ewey 191 Copyrighted naterial CAPÍTULO I EL PRESENTE COMO LUGAR DE LA REALIDAD L A r e a l i d a d e x i s t e e n u n p r e s e n t e 6. D i c h o e n u n c i a d o re co g e el t e m a d e la l e c c i ó n . E l p r e s e n t e i m p l i c a , p o r s u p u e s t o , u n p a s a d o y u n fu tu r o ; y d e a m b o s n e g a m o s q u e e x is ta n . W h it e h e a d s u g ir ió q u e , d a d o q u e lo s p r e s e n t e s e s p e c io s o s v a r ía n e n a m p li t u d t e m p o r a l, c a b e c o n c e b i r u n p r e s e n t e c a p a z d e i n c l u i r t o d a la r e a l i d a d t e m p o r a l ; l o q u e n o s d e ja r ía a p a r e n t e m e n t e e l e s ta r p a s a n d o (passage), p e ro e lim in a r ía el 6 Toda la conferencia rebota sobre este enunciado, de modo que sería pretencioso proponer una explicación sintética. I’ucde, con todo, ser conveniente, repasar, al respecto, el cuarto punto del coro­ lario donde Mead reúne el contenido de esta conferencia. N o conviene perder de vista un texto de la p. 4 5 , proccdcnrc de la segunda conferencia: «La desaparición de un pasado absoluto y la relegación de la masa por una concepción más general de la energía subrayan los hallazgos científicos pm tntes com o prueba y com o sede de la realidad». Nota de ISY a la edición española. La lujosa oportunidad de intercambio con Juan Manuel Iranzo Amatriain que ha sido posible con ocasión de la elaboración y la revisión de esta rraducción pcrmicc ofrecer al lecror innumerables ganancias de expresividad o de precisión técnica. Suya es. por ejemplo, la sugerencia, que desatiendo ssílo momentáneamente aquí para que pueda producirse un primer efecto de sentido más natural para el lector en el intento constante que hace Mead por redamar la atención por el mero pasar sin grandes transformaciones, y poder contrastarlo con el llegar a ser de los acontecim ientos emergentes, que com o se puede ver en los textos introductorios que hemos incorporado y durante toda la construc­ ción del argumento de sus conferencias, es uno de los temas principales. Kn un pasaje como éste fue donde Juanma Iraruo me aconsejaba que optase por una versión preferiblemente única de •passing» y, •pasuige-: »" Pasar" y “paso" me parecen preferibles a “transcurrir" y “transcurso" -esas eran la expre­ siones alternativas por las que después de muchas maniobras había optado y o - por dos razones 193 Copyrighted material Gcorge Heibftt M «1 p a s a d o y e l f u t u r o . F u e r a e s o lo q u e fu e s e , n o s e r ía u n p r e s e n te , p u e s a q u e llo q u e h u b ie r e d e d e ja r d e s e r p a r a q u e é l fu e r a n o h a b r ía d e ja d o d e e x is t ir , y lo q u e h a b ía d e e x is t ir y a e s t a r ía e n e s e p r e s e n t e in c lu s iv o . C a b e d u d a r a s im is m o d e si p re s e rv a ría el c a r á c te r d e l e s ta r p a s a n d o ; p e r o en c u a l q u i e r c a s o l a n a t u r a l e z a e s e n c i a l d e l p r e s e n t e y d e la e x i s t e n c i a h a b r í a d e s a p a r e c id o . P o r q u e lo q u e id e n t if i c a a l p r e s e n t e e s su d e v e n ir y su d e s ­ a p a re c e r. M ie n tr a s el d e s te llo d e l m e te o r o e s tá o c u r r ie n d o e n n u e s tr o s p r e s e n te s e s p e c io s o s , e s tá p le n a m e n te a h í, a u n q u e s ó lo sea p o r u n a fr a c ­ c i ó n d e m i n u t o . E x t e n d e r e s a f r a c c i ó n d e m i n u t o a t o d o e l p r o c e s o —d e l q u e e s u n f r a g m e n t o - , c o n c e d ié n d o le e l m is m o e x is tir s o lid a r io q u e el d e s t e llo p o s e e e n la e x p e r i e n c ia , e q u iv a ld r ía a d e s t r u ir s u n a t u r a le z a d e a c o n te c im ie n to (event). T a l c o m p e n d i o d e la e x i s t e n c i a n o s e r í a u n p r e ­ s e n t e e t e r n o , p u e s to q u e n o s e r ía e n a b s o lu t o u n p r e s e n te . N i s e r ía u n a e x is t e n c ia , p u e s u n a r e a lid a d p a r m e n íd e a n o e x is te . L a e x is te n c ia h a m e n e s t e r d e la n o e x i s t e n c i a ; t i e n e lu g a r . E l m u n d o e s u n m undo de a c o n te c im ie n to s . ( 1 - 2 ) E s c a so p r o p ó s ito o p ro v e c h o p u e d e h a b e r e n c o n s tr u ir a n tin o m ia s y e n d e r r i b a r u n a p a r a p o n e r o t r a , o e n r e l e g a r la p e r m a n e n c i a a u n m u n d o s u b s is te n te y a te m p o r a l, m ie n tr a s e l a c o n te c im ie n to , e n el q u e n o h a y n a d a m á s q u e s u e s t a r p a s a n d o , s e c o n v i e r t e e n e l e l e m e n t o s u s t a n c i a l dé­ la s c o s a s q u e e x i s t e n . E l c a r á c t e r p e r m a n e n t e q u e n o s i n t e r e s a e s e l d e l o q u e c o n t i n ú a e n la e x i s t e n c i a y p o r c o n t r a p o s i c i ó n a l o c u a l e x i s t e t a m b i é n e l c a m b i o . E x i s t e , c l a r o , e l p a s a d o q u e s e e x p r e s a e n la i r r e v o c a b i l i d a d , s i b i e n n u n c a s e h a p r e s e n t a d o a la e x p e r i e n c i a u n p a s a d o q u e n o h a y a c a m ­ b i a d o c o n e l p a s o d e la s g e n e r a c i o n e s . L o s p a s a d o s e n l o s q u e e s t a m o s semánticas. Primero, en castellano, cuando el futuro pasa deviene el presente y cuando este pasa, cuando ha pasado, deviene el pasado. Devenir es llegar a ser; pasar es dejar de ser; estar pasando es ser. del único modo posible, en presente. Segundo, creo que se compadece más con el uso vernáculo tra­ dicional. com o en "tic tran titg loria muruii". “así pasa la gloria mundana", o en “pero lo nuestro es pasar' de Machado, o en el castizo “¿Qué pasa: pasa algo?*». Juan Manuel Iranzo, del intercambio vía web con el traductor. Luego, cuando el texto de la versión castellana se fi»e descncabritando a base de doma, me ha parecido que esas opciones resultaban suficientemente expresivas, y son las que han quedado, aunque en algún momento el recurso a esc «estar pasando» deje m is tranquilo al traductor, porque le permite acercarse m is a la connotaciones que uno asocia a «paxsing» y «passage», sobre todo a ésta última, que tiene un magnífico calco en «pasaje», pero que en los sutiles y multivalcnrcs recodos del textos de Mead se habría encaramado de un modo muy chocante. N ota de ISY (y de Juan Manuel Iranzo) a la edición española. 194 Copyrighted material La fiiw efía dti pm m tt i m p l i c a d o s s o n a la v e z i r r e v o c a b l e s y r e v o c a b l e s . E s o c i o s o , c u a n d o m e n o s e n l o q u e c o n c i e r n e a la e x p e r i e n c i a 8, r e c u r r i r a u n p a s a d o « r e a l» e n e l q u e e s ta m o s h a c ie n d o c o n s ta n te s d e s c u b r im ie n to s ; p u e s e se p a sa d o d e b e c o n ­ fr o n ta r s e c o n u n p r e s e n te e n e l q u e lo e m e r g e n t e a p a r e c e , y e l p a s a d o , al q u e s e d e b e m ir a r d e s d e e l p u n t o d e v is ta d e lo e m e r g e n t e , s e c o n v ie r t e e n u n p a s a d o d if e r e n te . C u a n d o a p a r e c e lo e m e r g e n te , s ie m p r e se d e s c u b r e q u e s e s ig u e d e l p a s a d o . A n te s d e q u e a p a r e z c a u n e m e r g e n te é s te , p o r d e f in ic ió n , n o s e s ig u e d e l p a s a d o , p e r o , u n a v e z q u e h a a p a r e c id o , s ie m ­ p r e s e d e s c u b r e a l g u n a m a n e r a d e q u e s e s i g a d e é l . E s o c i o s o i n s i s t i r e n lo s c a r a c t e r e s u n iv e r s a le s o e t e r n o s p o r lo s q u e lo s a c o n t e c i m i e n t o s p a s a d o s p u e d e n id e n tific a r s e al m a rg e n d e c u a lq u ie r e m e r g e n te , p u e s to q u e d ic h o s c a r a c t e r e s e s tá n m á s a llá d e n u e s t r a f o r m u l a c i ó n o se v u e lv e n ta n v a c ío s q u e n o s ir v e n p a ra n in g ú n p r o p ó s ito d e id e n t if ic a c ió n . E l s ig n ific a d o d e l in f in it o e n e l p e n s a m ie n t o m a t e m á t i c o a n t ig u o o e n e l m o d e r n o ilu s tr a e s ta im p o t e n c ia . S u b s i s t e la p o s i b i l i d a d d e e n c a j a r t o d a l a r e a l i d a d r e a l a u n m u n d o d e a c o n te c im ie n to s e n u n e s p a c io -tie m p o d e M in k o w s k i q u e tr a s c ie n d e n u e s t r a s e s t r u c t u r a s d e r e f e r e n c i a ; y la s c a r a c t e r í s t i c a s d e lo s a c o n t e c i m i e n ­ t o s e n u n m u n d o d e e n t i d a d e s s u b s i s t e n t e s . N o v o y a e m p r e n d e r la d i s c u ­ s ió n d e h a sta q u é p u n t o p u e d a e la b o r a r s e ló g ic a m e n te u n a c o n c e p c ió n d e la r e a l i d a d c o m o é s a . L o q u e m e p a r e c e i n t e r e s a n t e e s la r e l e v a n c i a q u e u n c o n c e p t o c o m o e l d e i r r e v o c a b i l i d a d t i e n e e n la e x p e r i e n c i a 9 . N o m a l g a s t a r é t i e m p o n i r e t ó r i c a e n p r e s e n t a r l a p e l í c u l a d e la s h i s t o r i a s q u e s e h a n s u c e d i d o d e s d e l o s m i t o s d e la s e d a d e s p r i m i t i v a s h a s t a la s e x p o s ic io n e s d e E d d in g to n o d e Jc a n s o b r e « E l U n iv e r s o q u e n o s ro d e a » " La interpretación correcta de «cxpcricncial* en el pragmarismo de Mead excede con m ucho el espacio posible en una simple nota. Es la propia riqueza de los macices que incorpora la que. en todo caso, justifica la conveniencia de recurrir a este calco del inglés para hacer posible una «traída» a nues­ tro idioma de esc uso de experiencia, crucial en la aportación intelectual del pragmatismo. Se trata fundamentalmente, y en pri mcr lugar, de justificar el empleo de esta expresión, incluso en los contex­ tos donde podría ser bien sustituida por «empírico» de acuerdo con las recomendaciones filológicas sobre el buen uso del castellano, dada la carga hermenéutica que esc término adquiere en el corazón del empeño intelectual meadiano. C om o tampoco hemos optado por adentrarnos en esc asunto en el estudio preliminar conviene remitir al lector a otros lugares. Así. el segundo capítulo de la monografía de Sánchez de la Yncera es propicio para familiarizarse con el amplio y original sentido de lo «expe­ riencia!» en el pragmatismo. Nota de ISY. a la edición española. 9 Para una explicación más completa de esta teoría del conocim iento ver «A Pragmatic Thcory o f Truth». Nota de Arthur E. Murphy. 195 Copyrighted material Gcorge 1icrbcn Mead [T h e Universe abou t UsJ. ( 2 - 3 ) T i e n e i n t e r é s s e ñ a l a r , ú n i c a m e n t e , q u e la r a p id e z c o n la q u e se lia n s u c e d id o e s o s p a s a d o s h a a u m e n ta d o in in t e ­ r r u m p i d a m e n t e c o n e l i n c r e m e n t o d e la e x a c t i t u d c r í t i c a e n e l e s t u d i o d e l p a s a d o . E s ta s p r e s e n ta c io n e s e x h ib e n u n a c o m p le t a a u s e n c ia d e fin a lid a d . P o r s u p u e s to , n u e s tr o m é to d o d e in v e s tig a c ió n im p lic a q u e e l h is to r ia d o r d e c u a l q u i e r c a m p o d e la c i e n c i a s e r á c a p a z d e r e c o n s t r u i r l o q u e h a s i d o y d a r le la f o r m a d e u n a e x p l ic a c ió n a u t e n t if ic a d a d e l p a s a d o . P e r o , c o n t o d o , a n h e l a m o s c o n v i v i d o i n t e r é s la r e c o n s t r u c c i ó n q u e d e l m u n d o q u e h a s id o h a g a e l m u n d o q u e s e r á , p u e s c o m p r e n d e m o s q u e e s e m u n d o q u e s e r á n o p o d r á d if e r ir d e l m u n d o q u e e s s in r e s c r ib ir e l p a s a d o q u e a h o r a v e m o s a l v o lv e r n u e s tr a m ir a d a a trá s . Y n o o b s t a n t e , e l c a r á c te r d e ir r c v o c a b ilid a d n u n c a se p ie r d e . L o s u c e d id o e s i r r e c u p e r a b l e , y, f u e r a l o q u e f u e s e , s u i n g r e s o e n e l p a s a d o p a r e c e h a c e r ­ l o i n a s e q u i b l e a la i n f l u e n c i a d e lo s a c o n t e c i m i e n t o s q u e p u e d a n e m e r g e r e n n u e s t r a c o n d u c t a o e n la n a t u r a l e z a . L o q u e c a m b i a e s e s c « l o q u e f u e » , t ítu lo d e ir r c v o c a b ilid a d a p a r e n te m e n te v a c ío c o n q u e s e m a r b e t e s lo q u e q u ie r a q u e lle g u e a ser. L a im p o r t a n c ia d e s u s e r ir r e v o c a b le c o r r e s p o n d e a s u s e r « l o q u e fu e -* , y e s e « l o q u e f u e » n o e s i r r e v o c a b l e . E x i s t e u n a f i n a l i ­ d a d q u e a c o m p a ñ a e l p a s a r d e c u a l q u i e r s u c e s o . 'P o d a e x p l i c a c i ó n d e d i c h o a c o n t e c im ie n t o a ñ a d ir á d ic h a fin a lid a d , c u y a im p o r ta n c ia , in roto, p e rte ­ n e c e a l m i s m o m u n d o e n la e x p e r i e n c i a a l q u e p e r t e n e c e s u e x p l i c a c i ó n . S i n e m b a r g o , f r e n t e a la e v i d e n t e i n c i d e n c i a q u e s o b r e u n p r e s e n t e t i e n e la f i n a l i d a d s e a l z a la t r a d i c i o n a l s u p o s i c i ó n d e q u e e l p a s a d o q u e n o s d e t e r ­ m in a e s tá ahí. L a v e rd a d es q u e el p a s a d o e s tá a h í, e n su c e r te z a o p r o b a b i­ lid a d , e n e l m is m o s e n tid o e n q u e lo e s tá e l e m p la z a m ie n to d e n u e s tr o s p r o b l e m a s . P r o c e d o a q u í d e s d e e l s u p u e s t o d e q u e la c o g n i c i ó n , i n c l u i d o e l p e n s a m ie n to e n ta n to q u e p a r te d e l p r o c e s o c o g n itiv o , es r e c o n s tr u c tiv a , p u e s la r e c o n s t r u c c i ó n e s e s e n c i a l p a r a la c o n d u c t a d e u n s e r i n t e l i g e n t e e n e l u n i v e r s o l0 . E s t a i d e a e s t á c o n t e n i d a e n la p r o p o s i c i ó n m á s g e n e r a l q u e Esta visión, básica en la mirada de Mead, de los procesos de reconsrrucción en l;i naturaleza hace necesaria la advertencia de que. en el curso de la traducción, podemos recurrir a ■•ajusto- por adap­ tación en determinados empleos de Mead, porque, com o se puede ver de inmediato en esta contcretuia. éste estaba familiarizado con el entonces generalmente admitido matiz spenccriano que dis­ tingue entre adaptación com o cam bio que se produce sólo cu el organismo con respecto al medio, y adaptación com o (re)ajustc reciproco, com o un proceso en ambos casos interno, pero mutuamente referido: peto esc uso no suele estar vivo en el sentido actual de la lengua. Es en este cuadro donde encajan las afirm aciones de Mead recogidas en estas mismas páginas (3 -4 ): «la reconstrucción es 196 Copyrighted material La ¡ilowfu del pram tr d i c e q u e e l u n i v e r s o e x p e r i m e n t a c a m b i o s , a c o n s e c u e n c i a d e i o s c u a l e s se tr a n s fo r m a e n u n u n iv e r s o d ife r e n te . ( 3 - 4 ) L a in te lig e n c ia s ó lo e s u n a s p e c ­ to d e e s te c a m b io , u n c a m b io q u e fo r m a p a r te d e u n p r o c e s o v ita l c o n t i ­ n u o q u e tie n d e a a u t o m a n t e n e r s e . L o p e c u lia r d e la in t e lig e n c ia e s q u e se t r a t a d e u n c a m b i o q u e im p lic a u n a m u t u a r e o r g a n iz a c ió n , u n r e a ju s t e (adjustm ent) d e l o r g a n i s m o y u n a r e c o n s t i t u c i ó n d e l e n t o r n o ; p u e s e n lo s n iv e l e s i n f e r i o r e s t o d o c a m b i o e n e l o r g a n i s m o l l e v a c o n s i g o u n a d i f e r e n c i a d e s e n s ib ilid a d y d e r e s p u e s ta y u n a d ife r e n c ia c o r r e s p o n d ie n t e e n e l e n t o r ­ n o . E s d e n t r o d e e s e p r o c e s o d o n d e s u r g e la l l a m a d a i n t e l i g e n c i a c o n s c i e n ­ t e , p u e s la c o n c i e n c i a e s t a n t o la d i f e r e n c i a q u e s u r g e e n e l e n t o r n o a c a u s a d e su r e la c ió n c o n e l o r g a n is m o e n su p r o c e s o o r g á n ic o d e a d a p ta c ió n , c o m o t a m b i é n la d i f e r e n c i a q u e e n e l o r g a n i s m o p r o d u c e e l c a m b i o q u e h a t e n i d o lu g a r e n e l e n t o r n o . N o s r e f e r i m o s a l p r i m e r o c o m o s i g n i f i c a d o , y a i s e g u n d o c o m o i d e a c i ó n . E l r e f l e jo d e l o r g a n i s m o e n e l e n t o r n o y e l r e f l e jo d e é s t e e n e l o r g a n i s m o s o n fa s e s e s e n c i a l e s e n e l m a n t e n i m i e n t o d e l p r o c e ­ s o v i t a l q u e c o n s t i t u y e la i n t e l i g e n c i a c o n s c i e n t e . C o n s i d e r a r é la i m p o r t a n c i a d e la c o n c i e n c i a e n u n a le c c ió n p o s te r io r . A h o r a s ó l o m e i n t e r e s a s i t u a r e s a a c t i v i d a d a la q u e la c o g n i c i ó n p e r t e n e c e y d e la q u e e l p e n s a m i e n t o e s u n a e x p r e s i ó n . E n p a r t i c u l a r , d i s t i n g o e n t r e e sa e x is te n c ia d e l m u n d o p a ra e l in d iv id u o y p a r a e l o r g a n is m o s o c ia l q u e s e c o r r e s p o n d e c o n el u s o m á s g e n e r a l d e l t é r m in o c o n c ie n c ia y a q u e lla o tr a s itu a c ió n q u e r e s p o n d e al té r m in o « c o n c ie n c ia d e » . E s ta ú ltim a e s, e n m i o p i n i ó n , la q u e c o n n o t a c o g n i c i ó n . L a d i s t i n c i ó n e n t r e a m b o s s e c o m ­ p a d e c e c o n la q u e h e s u g e r i d o e n t r e e l p r o b l e m a y s u e m p l a z a m i e n t o . ( 4 - 5 ) E s t e e m p l a z a m i e n t o d o n d e t i e n e l u g a r la a d a p t a c i ó n e s e s e n c i a l p a r a é s t a y c a e d e n t r o d e l o q u e p e r t e n e c e a l « c a m p o d e la c o n c i e n c i a » consciousness) ta l (field o f c o m o g e n e r a lm e n te s e u sa e s e t é r m in o - e n e s p e c ia l c u a n d o esencial para la conducta de un ser inteligente en el universo. Para él. la «inteligencia sólo es un aspecto de esos cambios* ( ,. .] dentro de «un proceso vital en curso que tiende a automantenerse*. Y donde lo peculiar de la inteligencia es que sea un cambio que implica una mutua reorganización, un ajuste en el organismo y una reconstitución del entorno. Esa misma es la cuestión clave del concep­ to relaciona] de «significado» (como una reorganización de la naturaleza com o entorno del organis­ mo) y de «ideación* (como el cambio concom itante en el organismo reflexivo humano al significa­ do) que hay en Mead. C f. I’ P. 3 -4 . Sobre este asum o tratamos muy detenidam ente en nuestra monografía sobre la obta d e Mead. Nota de ISY, a la edición española oportunamente sugerida por Juan M anuel Iranzo .V id.: I gnacio SAngulz db «.a Y ncp.ra, L a m irada reflexiva de (l. H. M ead. Sobre ¡a ¡oeialid ad y ¿r com unicaeión, Madrid, CIS/Siglo X X I, 1994. 197 Copyrighted material Gtocge Hcrbert Mead r e c o n o c e m o s la s i m p l i c a c i o n e s d e a q u e l l o q u e m á s c l a r a m e n t e s e s i t ú a e n e l c a m p o d e la c o n c i e n c i a . E l t é r m i n o « c a m p o d e la c o n s t a n c i a » awareness) s e (fielci o f u sa a v e c e s e n e l m is m o s e n tid o , p e ro é s te tie n d e a c o n n o ta r e l v a lo r d e « a p r e h e n s ió n c o n s c ie n t e d e » n o « c o n c ie n c ia » (consciousness). (awareness o f) q u e tie n e el té r m i­ E n o tr a s p a la b r a s , e n el c o n o c im ie n t o e x i s t e s i e m p r e la s u p o s i c i ó n d e u n m u n d o q u e e s t á a h í y q u e p r o p o r c i o n a l o s f u n d a m e n t o s p a r a l o s p r o c e s o s i n f e r e n c i a ! e i d e a c i o n a l d e la c o g n i c i ó n . P o r s u p u e s t o q u e e s t o r e s t r i n g e la c o g n i c i ó n o « c o n c i e n c i a d e » ness o f) (conscious­ a a q u e llo q u e p o s e e u n a te n s ió n in fc r e n c ia l in te r n a . Y e s e m u n d o q u e e s t á a h í e n r e l a c i ó n c o n e l o r g a n i s m o , y q u e e s t a b l e c e la s c o n d i c i o n e s p a r a la a d a p t a c i ó n d e l o r g a n i s m o y p a r a e l c o n s i g u i e n t e c a m ­ b io e n y d e e s c m u n d o , in c lu y e su p a s a d o . C u a lq u ie r c u e s tió n d e c a r á c te r h i s t ó r i c o la a b o r d a m o s c o n c i e r t o a p a r a t o , q u e p u e d e e s t a r r e f i n a d a m e n t e d e f in id o , y e s e m a te r ia l m á s té c n ic a m e n t e d e fin id o d e d o c u m e n t o s , te s ti­ m o n io s o r a le s y re s to s h is tó r ic o s s u b tie n d e u n p a s a d o d a d o q u e se e x t ie n ­ d e h a c ia a tr á s d e s d e la s m e m o r i a s d e a y e r y d e h o y , y q u e n o c u e s t i o n a ­ m o s . U s a m o s e s e a p a r a t o p a r a r e s p o n d e r h i p o t é t i c a m e n t e a la s c u e s t i o n e s h is tó r ic a s q u e n o s a p a s io n a n , y p a ra p o n e r a p r u e b a n u e s tr a s h ip ó te s is u n a v ez e la b o r a d a s . S e e n tie n d e , p o r s u p u e s to , q u e c u a lq u ie r p a r te d e ese a p a r a to y d e l p a s a d o d o n d e se e n c la v a p u e d e p o n e r s e e n d u d a , p e r o in c l u ­ so el e s c e p tic is m o m á s h e r o ic o , c o n to d a s su s r e n u n c ia c io n e s , n o p u e d e d e j a r d e r e c o r d a r la s p a l a b r a s e i d e a s q u e f o r m u l a n la d o c t r i n a e s c é p t i c a . S i e m p r e h a y a l g ú n p a s a d o i m p l i c a d o e n la s c u e s t i o n e s r e l a c i o n a d a s c o n e l p a s a d o . Y e s e p a s a d o q u e e s tá d a d o e x tie n d e el p r e s e n te e s p e c io s o . E s c ie r ­ t o q u e e l a c u e r d o fin a l s o b r e lo s s ig n if ic a d o s d e d o s d o c u m e n t o s p u e d e e s t a r b a s a d o e n la e x p e r i e n c i a e n u n p r e s e n t e e s p e c i o s o , p e r o ú n i c a m e n t e s o b r e e l s u p u e s t o d e la c o m p a r a c i ó n p r e v i a q u e h e m o s h e c h o e n t r e e l l o s . E s ta c o m p a r a c ió n s e p r o y e c ta h a c ia n u e s tr o p a s a d o y p e r m a n e c e in d is c u ­ t i d a h a s t a q u e a l g u i e n d e t e c t a u n e r r o r e n e l l a y la c u e s t i o n a ; p e r o s i e m p r e l o h a r á s o b r e la b a s e d e s u p r o p i o p a s a d o o d e l d e o t r o s . T o m e m o s l a s u g e ­ r e n c ia - c r e o q u e e s d e l p a d re d e G o s s e - d e q u e D io s h a c r e a d o e l m u n d o , c o n s u s f ó s i l e s y o t r a s e v i d e n c i a s d e u n p a s a d o d i s t a n t e , p a r a p r o b a r la f e d e l h o m b r e . S itu é m o n o s m e d ia h o r a m á s ta rd e . S u p o n g a m o s , p u e s , q u e e l m u n d o e m p e z ó a e x i s t i r h a c e m e d i a h o r a , c o n la e s t r u c t u r a e x a c t a q u e a h o r a tie n e , in c lu y e n d o lo q u e lla m a m o s c o n te n id o s d e n u e s tra s m e n te s , 198 Copyrighted material L i fiíeiofui dt{ prnmtt y q u e t u v i é s e m o s a l g u n a e v i d e n c i a u l t e r i o r , s i m i l a r a la s v i s i o n e s f u n d a m c n ta Jis ta s d e l S r. G o s s e , d e q u e a s í h a b ía s u c e d id o . P o d r ía m o s e x a m in a r e s a h ip ó t e s i s s o l a m e n t e a la lu z d e a lg ú n p a s a d o r e s id u a l n , p o r e x ig u o q u e fu e se . Y e s e p a s a d o se e x tie n d e in d e fin id a m e n te , s in q u e n a d a p u e d a p a ra rlo , p u e s c a d a u n o d e su s m o m e n to s , ai r e p r e s e n tá r n o s lo tie n e s u p r o ­ p io p a s a d o , y a sí s u c e s iv a m e n te . ¿ Q u é q u e r e m o s d e c i r , e n t o n c e s , c o n la p r o p o s i c i ó n d e q u e h a h a b i d o u n p a s a d o r e a l, c o n t o d o s s u s a c o n t e c i m i e n t o s , in d e p e n d ie n t e d e t o d o p r e ­ s e n te , c u y o s c o n t e n i d o s v a m o s d e s c ifr a n d o le n ta e im p e r f e c ta m e n te ? P o r s u p u e s t o , t o d o s e r e d u c e a la s c o r r e c c i o n e s q u e i n t r o d u c i m o s e n n u e s t r a in v e s tig a c ió n h is tó r ic a y al s u p e r io r g r a d o d e e v id e n c ia fa v o r a b le a lo d e s ­ c u b i e r t o e n c o m p a r a c i ó n c o n la q u e p u e d e a l e g a r s e e n f a v o r d e l a e x p l i c a ­ c i ó n d e s c a r t a d a . E s t a s u p e r i o r p r o b a b i l i d a d y la e v i d e n c i a a ñ a d i d a i m p l i ­ c a n q u e h a e x is t id o c i e r t a re a lid a d q u e a h o r a d e s c u b r im o s . H a y , p u e s , u n a r e fe r e n c ia p a lp a b le a l p a s a d o in c u e s t io n a d o , c o n c u y a e v id e n c ia in v e s tig a ­ m o s y r e s o lv e m o s lo s p r o b le m a s q u e s u r g e n . Y e l p r o p io h e c h o , al q u e m e h e r e fe rid o , d e q u e q u e p a c o n c e b ir q u e c u a lq u ie r e x p lic a c ió n a c e p ta d a d el p a s a d o , a u n q u e * a h o r a m is m o n o e s té c u e s t io n a d a , p u e d a lle g a r a p o n e r s e e n d u d a p a r e c e im p l ic a r c ie r t o p a s a d o in c u e s t i o n a b le , ( 6 - 7 ) q u e s e r ía el s u s t r a t o d e la s o l u c i ó n d e t o d o s l o s p r o b l e m a s c o n c e b i b l e s . P e r m í t a s e n o s a d m i t i r l o t e m p o r a l m e n t e , y p l a n t e a r la c u e s t i ó n a ñ a d i d a d e s i e s e p a s a d o in d e p e n d ie n te d e c u a lq u ie r p r e s e n te e n tr a e n a lg u n a m e d id a e n n u e s tr a s in v e s tig a c io n e s ; es d e c ir , ¿ tie n e é s te a lg ú n s it io , c o m o p r e s u p o s ic ió n , e n n u e s tr o p e n s a m ie n t o ? Y s i a r r u m b á s e m o s ta l p r e s u p u e s to , ¿ s u fr ir ía n n u e s ­ t r o a p a r a t o y s u o p e r a t i v i d a d e n la i n v e s t i g a c i ó n h i s t ó r i c a a l g ú n m e n o s c a ­ b o ? C i e r t a m e n t e n o , s i n o s o c u p a m o s e x c l u s iv a m e n t e d e lo s p r o b le m a s p r iv a tiv o s d e lo s h is t o r ia d o r e s e s p e c ia liz a d o s e n h is t o r ia s o c ia l o h is to r ia d e la c i e n c ia . E n e s o s c a s o s , la r e fe r e n c ia e s s ie m p r e y ú n ic a m e n t e a l p a s a ­ d o d a d o a p a r t i r d e l c u a l h a s u r g i d o u n p r o b l e m a ; y la s l í n e a s m a e s t r a s d e l p r o b l e m a y la s p r u e b a s a la s q u e s e s o m e t e n la s h i p ó t e s i s p r o p u e s t a s r e s i ­ d e n e n e s e p a s a d o d a d o . C o m o h e m o s v is to , e s e p a s a d o d a d o p u e d e p o s ­ t e r io r m e n t e v e r s e c u e s t i o n a d o y d is c u t id o . C o n c o d o , la p o s ib le in c e r te z a Sl En el curso de la traducción se usan alternativamente «mundo (o realidad, pasado, etc.) que está ahí», «mundo-dado», y otras expresiones alternativas, para traducir las equivalentes inglesas que se refieren a lo existente con el nutia de estar dado a la experiencia, tan típico de la fenomenología pos­ terior o coetánea, que las formulaciones de Mead ofrecen. Nota de ISY a la edición española. 199 Copyrighted material Ckoígc Hcrbffi Mead d e l p a s a d o n o a fe c ta e n a b s o lu to al e m p e ñ o . E s é s ta o tr a m a n e r a d e d e c ir q u e la i n c e r t e z a d e t o d o s l o s p a s a d o s p o s i b l e s n u n c a e n t r a e n e l p e n s a ­ m ie n to d e l h is to r ia d o r . E l ú n ic o p la n te a m ie n to c a p a z d e g a n a r a c c e s o a e l e s la e x i g e n c i a d e q u e t o d o s lo s p a s a d o s p r e t é r i t o s s e a n e x p l i c a d o s y a b s o r ­ b id o s p o r la v e r s ió n m á s r e c i e n t e . Y t o d o p a s a d o p r e t é r i t o s e m o s t r a r á i n c o r r e c t o e n la m i s m a m e d i d a e n q u e s e a u n a r e c o n s t r u c c i ó n . L a s i m p l i ­ c a c io n e s d e n u e s tr o m é t o d o p a re c e n a p r o x im a r n o s , a u n q u e s e a a s in tó tic a m e n t e , a u n e n u n c i a d o l í m i t e q u e c u b r i r í a t o d a s la s l a g u n a s y c o r r e g i r í a t o d o s lo s e r r o r e s . P e r o e l p r o p io h e c h o d e q u e c o r r ija m o s p a r e c e p r e s u p o ­ n e r la e x i s t e n c i a d e u n a e x p l i c a c i ó n c o r r e c t a . L a i n v e s t i g a c i ó n c i e n t í f i c a c o m p r o m e t i d a e n e s e e m p e ñ o p o d r á e x t e n d e r s e a lo la r g o d e u n f u t u r o t a n p r o l o n g a d o c o m o g u s t e m o s d e i m a g i n a r , p e r o n u n c a e s c a p a r e m o s a lo q u e im p lic a . A ú n c a b r ía d e c ir lo d e o t r a m a n e r a , s e ñ a la n d o q u e n u e s tr a ta r c a in v e s tig a ­ d o r a e s la d e l d e s c u b r i m i e n t o , y q u e s ó l o p o d e m o s d e s c u b r i r l o q u e e s t á a h í, lo d e s c u b r a m o s o n o . N o o b s t a n t e , p ie n s o q u e e s ta ú lt im a a s e v e r a ­ c ió n es e r r ó n e a , si s e s u p o n e q u e im p lic a q u e h a y o h a h a b id o u n p a sa d o in d e p e n d ie n te d e to d o s lo s p re s e n te s , p u e s e n c u a lq u ie r p r e s e n te c o n su p a s a d o p r o p io p u e d e h a b e r - y s in d u d a lo h a y - u n v a s to c a m p o q u e n o d e s c u b r im o s , y q u e , t a n t o si lo d e s c u b r im o s c o m o si n o , a d o p t a r á u n s ig ­ n ific a d o d ife r e n te y su e s tr u c tu r a c o m o a c o n te c im ie n to s e r á d ife r e n te c u a n d o s e lo c o n t e m p l e d e s d e u n p u n t o d e v is ta p o s t e r io r . ¿Se d a, acaso, u n e r r o r s i m i l a r e n la c o n c e p c i ó n d e la s c o r r e c c i o n e s d e l p a s a d o e r r o r y e n la i n s i n u a c i ó n q u e i m p l i c a l o a b s o l u t a m e n t e c o r r e c t o , a u n q u e n u n c a s e a l c a n c e ? M e r e f i e r o a la e x a c t i t u d « e n s í m i s m a » d e u n a e x p l i c a c i ó n d e a c o n t e c i m i e n t o s q u e la c o r r e c c i ó n q u e u n h i s t o r i a d o r p o s t e r i o r i m p l i c a . P i e n s o q u e la c o r r e c c i ó n a b s o l u t a q u e s u b y a c e e n la m e n t e d e l h i s t o r i a d o r la e n c o n t r a r í a m o s e n la p r e s e n t a c i ó n c o m p l e t a d e u n p a s a d o d a d o , u n a v ez e s c la r e c id a s to d a s s u s im p lic a c io n e s . S i p u d ié s e m o s c o n o c e r c u a n to n u e stra s m e m o r ia s , n u e s tr o s d o c u m e n to s y n u e s tro s m o n u m e n to s im p li­ c a n , y fu é s e m o s c a p a c e s d e c o n tr o la r to d o ese c o n o c im ie n t o , el h is to r ia ­ d o r s e c r e e r ía e n p o s e s ió n d e lo a b s o lu ta m e n te c o r r e c to . P e ro u n h is to r ia ­ d o r d e l tie m p o d e A r is tó te le s q u e h u b ie r a e x te n d id o su p r o p io p a sa d o c o n o c id o d e e s e m o d o , h a b r ía a lc a n z a d o u n p a sa d o c o r r e c to e n c o m p le ta d i s c r e p a n c i a c o n e l m u n d o t a l c o m o l o c o n o c e la c i e n c i a m o d e r n a , y la s d i f e r e n c i a s e n t r e e s a d i s c r e p a n c i a y la s q u e d e u n a ñ o a o t r o i n t r o d u c e n e n 200 Copyrighted material L * filotofU d fi prruiitr n u e s t r o s p a s a d o s l o s c a m b io s f r u t o d e la in v e s t ig a c ió n s o n s ó lo c u e s t i ó n d e g r a d o . S i n o s r e fe r im o s a o tr a c la s e d e c o r r e c c ió n « e n s í m is m a » , s ó lo p u e d e t r a t a r s e o b i e n d e la d e u n a r e a l i d a d q u e p o r d e f i n i c i ó n n o e s a c c e ­ s ib le a n u e s tr a e x p e r ie n c ia , o b ie n d e u n a m e ta r e m itid a a u n in f in it o e n el q u e c e s a r ía e l tip o d e e x p e r ie n c ia d o n d e n o s e n c o n t r a m o s . E s p o s ib le a s u ­ m ir , p o r s u p u e s t o , q u e la e x p e r i e n c i a e n la q u e n o s e n c o n t r a m o s e s tá i n c l u i d a e n a l g ú n m u n d o o e x p e r i e n c i a q u e la t r a s c i e n d e . L a ú n i c a p u n tu a liz a c ió n q u e h a g o e s q u e esa s u p o s ic ió n n o d e s e m p e ñ a p a p e l a lg u n o e n n u e s t r o s j u i c i o s s o b r e la c o r r e c c i ó n d e l p a s a d o . P o d e m o s t e n e r o t r a s r a z o ­ n e s , te o ló g ic a s o m e ta fís ic a s , p a ra a s u m ir u n p a s a d o re a l q u e p u d ie s e s e r e x p u e s to e n u n a p r e s e n ta c ió n in d e p e n d ie n te d e c u a lq u ie r p re s e n te , p e ro e s a s u p o s i c i ó n n o e n t r a e n l o s p o s t u l a d o s n i e n la t é c n i c a d e n i n g u n a c l a s e d e i n v e s t i g a c i ó n h i s t ó r i c a . ( 8 - 9 ) . A u n c u a n d o la c o n c e p c i ó n d e u n p a s a d o ir r e v o c a b le « e n s í m is m o » s e a , q u iz á s , la b a s e d e l p e n s a m ie n t o , e s i n t e r e ­ s a n te r e c u r r ir al e n u n c ia d o q u e a n te s fo r m u lé d e q u e el c ie n t ífic o q u e in v e s tig a e s p e r a n o s ó lo c o n im p a c ie n c ia s in o c o n ta n ta e c u a n im id a d c o m o a p a s i o n a d o i n t e r é s l o s c a m b i o s f u n d a m e n t a l e s q u e la i n v e s t i g a c i ó n f u t u r a a p o r t a r á a la s m á s e x a c t a s d e t e r m i n a c i o n e s q u e p o d a m o s h a c e r h o y . E l p a n o r a m a q u e e s t o p o n e a n t e n u e s tr a m ir a d a m u e s t r a u n a s e r ie d e p r e ­ s e n te s q u e s e d e s liz a n e n e l in te r io r d e o tr o s p r e s e n te s , c a d a u n o c o n u n p a s a d o r e fe r ib le a é l m is m o , c a d a p a s a d o in c o r p o r a n d o e n s u in te r io r a q u e l l o s q u e le a n t e c e d i e r o n , y r e c o n s tr u y é n d o lo s e n c ie r ta m e d id a d e sd e su p r o p io p u n to d e v is ta . D e s d e e l m o m e n t o e n q u e to m a m o s e s o s p r e ­ s e n te s a n te r io r e s c o m o e x is te n te s a p a r te d e su p r e s e n ta c ió n c o m o p a s a d o s, d e ja n d e t e n e r s ig n if ic a d o p a r a n o s o t r o s , y p ie r d e n to d o e l v a lo r q u e p o d ía n te n e r p a ra in te r p r e ta r n u e s tr o p r e s e n te y d e te r m in a r n u e s tro s f u t u r o s . P u e d e q u e e s t é n s i t u a d o s e n la g e o m e t r í a d e l e s p a c i o - t i e m p o d e M in k o w s k i, p e r o i n c l u s o c o n t a n d o c o n e s a s u p o s i c i ó n , s ó lo p u e d e n lle g a r h a s ta n o s o tr o s a tra v é s d e n u e s tr o s p r o p io s m a r c o s d e r e fe r e n c ia o p e rs ­ p e c tiv a s ; y e s o m is m o v a ld r ía p a r a lo s s u p u e s to s d e c u a lq u ie r o t r a m e t a f í­ s ic a q u e s itu a s e la r e a lid a d d e l p a s a d o e n p a s a d o s in d e p e n d ie n t e s d e t o d o p re s e n te . P r o b a b l e m e n t e p o d r í a a f i r m a r s e q u e la i r r e v o c a b i l i d a d d e l p a s a d o s e l o c a ­ liz a e n u n o r d e n i n c t a f í s i c o d e e s e t e n o r , y é s e e s p r e c is a m e n t e e l p u n t o q u e d e s e o d is c u tir . E l h is to r ia d o r n o d u d a d e q u e a lg o h a o c u r r id o ; d u d a a c e r c a d e q u é h a o c u r r i d o . T a m b i é n p a r t e d e l s u p u e s t o d e q u e si p u d i e r a 20 1 Copyrighted material George Herbert Mead t e n e r t o d o s lo s h e c h o s o d a t o s , p o d r í a d e t e r m i n a r q u é f u e l o q u e o c u r r i ó . E s d e c i r , q u e s u i d e a d e la i r r e v o c a b i l i d a d e s t á v i n c u l a d a , c o m o y a d i j e , a l « q u é » q u e o c u r r ió , a s í c o m o a l o c u r r ir d e l a c o n t e c im ie n t o . P e r o si a lg o e m e r g e s e r e f l e ja i n s t a n t á n e a m e n t e s o b r e e l p a s a d o . H a y a h í u n n u e v o p a s a d o , c o m o s u c e d e c o n e l p a is a je q u e s e e x t ie n d e t r a s n o s o t r o s d e s d e c a d a a l t u r a q u e a s c e n d e m o s : s e c o n v i e r t e e n u n p a i s a je d i f e r e n t e . ( 9 - 1 0 ) L a a n a l o g í a e s , s i n e m b a r g o , i m p e r f e c t a , p o r q u e la s c u m b r e s e s t á n a h í , y lo s a s p e c t o s d e l o s p a i s a je s q u e r e v e l a n t a m b i é n e s t á n a h í y p o d r í a n r e c o n s ­ t r u i r s e d e s d e e l p r e s e n t e d e l c a m i n a n t e s i é s t e t u v ie r a a n t e s í t o d a s la s im p lic a c io n e s d e su p r e s e n te ; m ie n tr a s q u e e l e m e r g e n te n o e s tá a h í p re ­ v ia m e n t e y, p o r d e f i n i c i ó n , n i s iq u ie r a la m á s c o m p le t a p r e s e n t a c ió n d e l p r e s e n t e p o d r í a i n c l u i r l o . S i n e m b a r g o , la r e a l i d a d m e t a f í s i c a q u e s u g i e r e la f r a s e d e E d d i n g t o n d e q u e n u e s t r a e x p e r i e n c i a e s e l a v e n t u r a r s e d e la m e n t e e n l a g e o m e t r í a o r d e n a d a d e l e s p a c i o - t i e m p o 12 s e c o r r e s p o n d e r í a c o n u n p a i s a je p r e e x i s t e n t e . E s tá t a m b ié n , p o r s u p u e s to , la d o c t r in a a lte r n a tiv a d e W h it e h c a d d e q u e la s p e r s p e c t i v a s e x i s t e n e n la n a t u r a l e z a c o m o s i s t e m a s t e m p o r a l e s q u e s e in te r s e c a n y q u e , d e e s e m o d o , n o s ó lo p r o d u c e n d ife r e n te s p re s e n te s s in o t a m b ié n s u s p a s a d o s d ife r e n te s c o r r e s p o n d ie n t e s . S in e m b a r g o , n o lle g o a v e r c ó m o p u e d e e s c a p a r W h it e h c a d d e u n o r d e n f ijo d e a c o n t e c im ie n t o s , c o n la g e o m e t r í a f i j a d e e s p a c i o - t i e m p o q u e a c e p t a , p o r m á s q u e e l « q u é » d e e s o s a c o n t e c im ie n t o s d e p e n d a d e l in g r e s o d e o b je t o s e t e r n o s q u e s u r ­ j a n p o r la a c c i ó n d e D i o s , q u e d a d e e s e m o d o o r i g e n a la e m e r g e n c i a 13. E l p u n t o e n d i s c u s i ó n e s s i la n e c e s i d a d q u e e l c i e n t í f i c o t i e n e e n m e n t e e s ta l q u e d e te r m in a e l p re s e n te a p a r tir d e u n p a sa d o q u e es in d e p e n d ie n te d e é s e o d e c u a lq u ie r p r e s e n te . U n e s p a c io -tie m p o o r d e n a d o im p lic a u n a n e c e s id a d m e t a f ís ic a a s í. D e s d e e s e p u n t o d e v is ta lo s d if e r e n t e s p a s a d o s d e la e x p e r i e n c i a s o n r c i n t c r p r e t a c i o n c s s u b j e t i v a s , y e l f í s i c o n o t i e n e in t e r é s e n c o n v e r t ir l o s e n p a r t e d e l e s q u e m a g lo b a l d e lo s a c o n t e c i m i e n ­ to s . L a filo s o fía d e W h it e h c a d es u n v a lie n te in t e n t o d e a r m o n iz a r esa c la s e d e n e c e s id a d g e o m é t r i c a c o n e l e m e r g e r y c o n la s d if e r e n c ia s e n t r e la s v a r i a b l e s p e r s p e c t i v a s . ( 1 0 - 1 1 ) N o c r e o q u e e s o s e a f a c t i b l e , p e r o m e W H ITF.H K A IX Space. Tim e andG ravitation, p. 51. Nota ilc Arthur F . Murphy. l~> recurrente discusión de W hitehcad que hace Mead se basa principalmente en The Trtnaples o f N atu ral Know ledge y en The Concept o f N ature. con alguna referencia tam bién a Science a n d the M odera World No incluyó en su discusión Proccss a n d Rea/iry. Nota de Arthur E. Murphv. 12 202 Copyrighted material L* JUtncfia ció feriente i n t e r e s a m á s la r e s p u e s t a a la c u e s t i ó n d e s i la n e c e s i d a d i m p l i c a d a e n la s r e la c io n e s e n t r e lo p r e s e n te y lo p a s a d o d e r iv a n d e e sa n e c e s id a d m e t a f ís i­ c a , es d e c ir , d e u n a n e c e s id a d in d e p e n d ie n te d e c u a lq u ie r p r e s e n te . V u e lv o a q u í s o b r e m i p r o p o s ic ió n o r ig in a l d e q u e u n a r e a lid a d q u e tr a s ­ c i e n d a e l p r e s e n t e d e b e s e r m a n i f i e s t a e n e l p r e s e n t e . E s t a e s la a l t e r n a t i v a q u e e n c o n t r a m o s e n la a c t i t u d d e l i n v e s t i g a d o r c i e n t í f i c o , t a n t o s i s u d o c ­ t r in a lo c o n f ie s a c o m o si n o . A f ir m a q u e h a y y s ie m p r e h a b r á u n a r e la c ió n n e c e s a r ia e n t r e lo p a s a d o y lo p r e s e n t e , p e r o q u e e l p r e s e n te d o n d e a p a r e c e lo e m e r g e n t e a c e p ta lo n u e v o c o m o p a r te e s e n c ia l d e l u n iv e r s o , y q u e d e s d e e s te p u n t o d e v is ta r e e s c r ib e s u p a s a d o . L o e m e r g e n t e d e ja e n t o n c e s d e s e r e m e r g e n t e y se s ig u e d e l p a s a d o q u e h a r e e m p la z a d o a l p a s a d o a n t e ­ r i o r . I I a b l a m o s d e la v i d a y d e la c o n c i e n c i a c o m o e m e r g e n t e s , p e r o n u e s ­ tra s n a tu r a le z a s r a c io n a lis ta s n u n c a se s a tis fa r á n h a s ta q u e h a y a m o s c o n c e ­ b i d o u n u n i v e r s o d o n d e s u r j a n i n e v i t a b l e m e n t e d e l o q u e la s p r e c e d i ó . N o s o m o s c a p a c e s d e h a c e r d e l o e m e r g e n t e p a r t e d e la r e l a c i ó n m e n t a l e n t r e p a s a d o y p r e s e n t e ; e in c lu s o c u a n d o p a r e c e q u e lo h e m o s a c e p t a d o , p r e ­ s i o n a m o s a la b i o q u í m i c a y a la p s i c o l o g í a c o n d u c t i s t a t a n t o c o m o p o d e ­ m o s e n n u e s t r o e s f u e r z o p o r r e d u c i r la e m e r g e n c i a a s u m í n i m a e x p r e s i ó n p o s ib le . P e ro in c lu s o si c o n c e d e m o s a l in v e s tig a d o r c ie n t íf ic o u n a v ic to r ia c o m p le ta - u n u n iv e r s o c o m p le t a m e n t e r a c io n a liz a d o e n e l q u e e x is te u n o r d e n d e t e r m i n a d o - s e g u i r á é s t e m i r a n d o h a c i a e l f u t u r o a n h e l a n d o la a p a r ic ió n d e n u e v o s p r o b le m a s q u e e m e r g e r á n e n n u e v o s p re s e n te s p a ra n u e v a m e n te s e r r a c io n a liz a d o s p o r c o n t r a s t e c o n o tr o p a s a d o q u e a c o g e r á a r m o n io s a m e n te e n s u in te r io r e l p a s a d o a n te r io r . H a y q u e c o n f e s a r q u e la c o m p l e t a r a c i o n a l i d a d d e l u n i v e r s o e s u n a i d e a f u n d a m e n t a d a e n u n a i n d u c c i ó n y q u e e l v a l o r a r g u m e n t a t i v o d e la i n d u c ­ c i ó n e s u n a c u e s t i ó n s o b r e la q u e la d o c t r i n a f i l o s ó f i c a n o h a l l e g a d o a u n a c u e r d o . S i p u d ie r a c o n c e d e r s e q u e h a y a lg u n a ra z ó n ju s t if ic a b le p a ra c r e e r e n e l l a , t o d a s n u e s t r a s c o r r e l a c i o n e s la r e f o r z a r í a n f o r m i d a b l e m e n t e . P e r o , ¿ e x i s t e e s a r a z ó n ? S o b r e e s t e p u n t o c r u c i a l p a d e c e m o s la m a y o r d e la s i n c e r t i d u m b r e s . E s e v i d e n t e q u e e l p r o c e d i m i e n t o d e l c i e n t í f i c o o b v i a e l p r o b l e m a ; p a r a é s t e n o e s u n a c u e s t i ó n q u e m e r e z c a la p e n a d i s c u t i r s e , p u e s n o es e n a b s o lu to u n a c u e s tió n m e to d o ló g ic a . S im p le m e n te in te n ta d e s c u b r ir a lg ú n o r d e n r a c io n a l y d e fo r z a r lo a l m á x im o h a c ia el p a s a d o p a r a p o d e r p r e v e r e l fu t u r o . A q u í e s d o n d e s u m u n d o - d a d o s e v u e lv e o p e - 2 0 3 Copyrighted nnaterial Gcotpe Hcrbcrt Mead r a tiv o . S i p u e d e e n c a ja r s u h ip ó t e s is e n e s e m u n d o y a n t ic ip a r m e r c e d a e lla lo q u e o c u r r e , e s a h ip ó t e s is s e c o n v ie r t e e n la e x p lic a c ió n d e lo q u e h a o c u r r id o . S i fra c a s a , o tr a h ip ó te s is o c u p a s u p u e s to y o tr o p a s a d o r e e m p la ­ z a a l i m p l i c a d o p o r la p r i m e r a h i p ó t e s i s . E n r e s u m id a s c u e n ta s , e l p a s a d o (o la e s t r u c t u r a s ig n if ic a t iv a d e l p a s a d o ) e s t a n h i p o t é t i c o c o m o e l f u t u r o . L a t e o r ía d e J c a n s s o b r e lo q u e h a v e n id o o c u r r i e n d o e n e l i n t e r i o r d e A ld e b a r á n y d e S i r i o B d u r a n t e lo s ú lt im o s m illo n e s d e a ñ o s es m u c h ís im o m á s h ip o té tic a q u e n u e s tr o c a tá lo g o a s tr o ­ n ó m i c o d e lo s e c lip s e s q u e t e n d r á n lu g a r d u r a n t e e l p r ó x im o s ig lo y lo s l u g a r e s d e s d e d o n d e s e r á n v i s i b l e s . Y la s u p o s i c i ó n m e t a f í s i c a d e q u e h a e x is t id o u n p a s a d o d e a c o n t e c im ie n t o s d e f in id o n a d a q u it a n i p o n e al r e s p a ld o c o n q u e c u e n t e c u a lq u ie r h ip ó t e s is q u e ilu m in e n u e s t r o p r e s e n te . D e h e c h o , l o q u e n o s s u m i n i s t r a e s la f o r m a v a c í a d e n t r o d e l a q u e d e s p l e ­ g a m o s y d e s a r r o l l a m o s la s i m p l i c a c i o n e s d e c u a l e s q u i e r a h i p ó t e s i s , p e r o n i s i q u i e r a p o s e e la f i r m e z a q u e K a n t h a l l ó e n s u s f o r m a s d e i n t u i c i ó n . L a s p a r a d o ja s d e la r e l a t i v i d a d , l o q u e W h i t e h e a d d e s i g n a c o m o l o s d i f e r e n t e s s ig n if ic a d o s d e l t i e m p o e n d if e r e n t e s s is t e m a s t e m p o r a le s , re v e la la n a t u ­ r a le z a h i p o t é t i c a d e l o s c r o n o g r a m a s p a u t a d o s d o n d e t e n e m o s q u e e n c a j a r lo s a c o n t e c im ie n t o s q u e n u e s tr a s te o r ía s fís ic a s d e s p lie g a n a n t e n o s o tr o s . P o d r ía m o s a p e la r a u n e s p a c io - t ie m p o a b s o lu t o , d o n d e e x is te s im u lt a n e i­ d a d e n t r e lo s a c o n t e c im ie n t o s y t a m b ié n e n t r e lo s in t e r v a lo s q u e lo s s e p a ­ r a n , p e r o h a s t a e n e s t e c a s o c a b e d i s c u t i r s i e s t a i n t e r p r e t a c i ó n d e la s t r a n s ­ f o r m a c i o n e s e n t r e u n o y o t r o m a r c o d e r e f e r e n c i a t e m p o r a l e s la d e f i n i t i v a ; s i h e m o s a l c a n z a d o la e s t r u c t u r a ú l t i m a d e l u n i v e r s o f í s i c o o s i s e t r a t a s ó lo d e u n a p a r a to m a te m á tic o m á s p o te n te c a p a z d e p r o c u r a r n o s s u p e ­ r io r e x a c t i t u d e n n u e s t r a s m e d i c i o n e s y c á l c u lo s , c u y a i n t e r p r e t a c i ó n , s in e m b a r g o , v a r i a r á e n e l c u r s o l a h i s t o r i a d e la f í s i c a m a t e m á t i c a . ( 1 2 - 1 3 ) E l e s p a c i o - t i e m p o d e M i n k o w s k i e s t a n h i p o t é t i c o c o m o la e s t r u c t u r a o n d u ­ la to r ia d e la m a te r ia d e D e B r o g lie . P e r o la ir r e v o c a b ilid a d d e l a c o n t e c i m i e n t o s u b s is te in c lu s o si n o e s ta m o s c ie r to s d e c u á l fu e e l a c o n t e c im ie n t o q u e e fe c tiv a m e n te o c u r r ió . N i s iq u ie ­ r a e l c a r á c t e r r e v e r s i b l e d e l o s p r o c e s o s f í s i c o s q u e la s e c u a c i o n e s m a t e m á ­ tic a s p a r e c e n r e v e la r m e n o s c a b a e s c c a r á c t e r d e la e x p e r ie n c ia t e m p o r a l. P u e d e c o n c e b i r s e q u e , d e s d e u n a v a s ta d i s t a n c i a , e l o r d e n d e a lg o d e lo q u e lla m a m o s lo s m is m o s a c o n t e c i m i e n t o s p u e d a d if e r ir d e s d e p e r s p e c t i­ 204 Copyrighted material La fik 'o fu d ft p m rn tt v as d ife r e n te s , p e ro d e n tr o d e n in g u n a d e esa s p e rs p e c tiv a s p u e d e e l p a s a ­ d o v o lv e r a o c u r r ir . L o q u e h a p a s a d o e n u n a p e r s p e c tiv a , h a p a s a d o , y to d a te o r ía q u e c o m p a r e z c a d e b e d a r c a b id a a d i c h o o r d e n e n e s a p e r s p e c ­ t i v a . L o s a c o n t e c i m i e n t o s s i g u e n u n a f l e c h a t e m p o r a l i n a l t e r a b l e y si p u d ié r a m o s v in c u la r a e se e s ta r p a s a n d o o tr o s p r o c e s o s , p o d r ía m o s a t r i­ b u ir le s t a n t a c e r te z a c o m o s u g r a d o d e v i n c u la c ió n ju s t if ic a s e . D a d o u n c i e r t o v a l o r p a r a la v e l o c i d a d d e u n c u e r p o q u e s e m u e v e d e n t r o d e c i e r t a s c o o r d e n a d a s te m p o r a le s d e r e fe r e n c ia , p o d e m o s d e te r m in a r c o n e x a c titu d s u t r a y e c t o r ia n e c e s a r ia . N u e s t r o p r o b le m a e s d e t e r m in a r c o n p r e c is ió n lo q u e h a p r e c e d id o a l o q u e e s tá t e n ie n d o lu g a r , d e m o d o q u e la d ir e c c ió n d e la p r o g r e s i ó n t e m p o r a l p u e d a d e t e r m i n a r c ó m o v a a s e r e s c m u n d o . E x is te u n c ie r to p r o c e s o te m p o r a l q u e a c a e c e e n la e x p e r ie n c ia . L o q u e h a t e n i d o l u g a r r e s u l t a e n l o q u e e s t á t e n i e n d o l u g a r , y e n e s e p a s a je l o q u e h a o c u r r id o d e t e r m in a e s p a c io - t e m p o r a lm e n t e lo q u e e s tá p a s a n d o a s e r f u t u r o . E n la m e d i d a e n q u e p o d e m o s d e t e r m i n a r la s c o n s t a n t e s d e l m o v i ­ m ie n t o , p o d e m o s s e g u ir su d e t e r m in a c ió n , y n u e s tr o a n á lis is p o d r á tr a ta r d e re s o lv e r lo q u e s u c e d e c o m o c ie r ta c a lid a d d e m o v im ie n t o . E n g e n e r a l, p u e s t o q u e e l p a s a r e s t á d a d o e n la e x p e r i e n c i a , l a d i r e c c i ó n d e l o s c a m ­ b i o s q u e s e s u c e d e n c o n d i c i o n a p a r c i a l m e n t e l o q u e t e n g a lu g a r . E l a c o n ­ t e c i m i e n t o q u e h a t e n i d o lu g a r y la d i r e c c i ó n d e lo s p r o c e s o s e n c u r s o f u n d a m e n t a n la d e t e r m i n a c i ó n r a c i o n a l d e l f u t u r o ( 1 3 - 1 4 ) . E l p a s a d o ir r e v o c a b le y e l c a m b i o q u e e s tá o c u r r ie n d o s o n lo s d o s fa c to r e s a lo s q u e v in c u la m o s to d a s n u e s tr a s e s p e c u la c io n e s q u e m ir a n al fu tu ro . L a p r o b a ­ b ilid a d s e e n c u e n tr a ín s ita e n e l c a r á c te r d e l p r o c e s o q u e e s tá o c u r r ie n d o e n la e x p e r ie n c ia . B u s c a m o s á v id a m e n t e e s t r u c t u r a s te m p o r a le s q u e c o m ­ p o r te n r e s u lta d o s d e d u c ib le s , p e s e a q u e n o d e ja m o s d e r e c o n o c e r e n tr e su s p r o c e s o s r e la c io n e s e n tr e su s e n tid a d e s q u e n o p u e d e n r e s o lv e r s e e n e le m e n t o s c u a n t it a t iv o s , y a u n q u e lo s c o r r e la c io n a m o s c o n c a r a c te r e s m e n s u r a b l e s h a s t a d o n d e n o s e s p o s i b l e , n o la s r e c o n o c e m o s m e n o s c o m o c o n d i c i o n e s d e t e r m i n a n t e s d e l o q u e e s t á t e n i e n d o lu g a r . B u s c a m o s e n e l p a s a d o s u s a n t e c e d e n t e s y ju z g a m o s s u f u t u r o e n f u n c i ó n d e la r e l a c i ó n d e e s c p a s a d o c o n lo q u e e s tá t e n ie n d o lu g a r a h o r a . T o d a s e s ta s r e la c io n e s c o n t e n i d a s e n lo s p r o c e s o s e n c u r s o s o n r e l a c i o n e s d e t e r m i n a n t e s d e lo q u e s e r á ; la f o r m a e s p e c í f i c a d e e s a d e t e r m i n a c i ó n c o n s t i t u y e e l p r o b l e m a c i e n t í f i c o d e to d a s it u a c ió n p a r tic u la r . L o s s u p u e s t o s y e l t ip o d e a n á lis is d e H u m e s u p r i m i e r o n la r e a lid a d ( a c t u a li t y ) d e e s a d e t e r m i n a c i ó n e n el 205 Copyrighted material Gcorgc Hcrbert Mead p asar (passage) de* la e x p e r i e n c i a d i r e c t a , y e s e s a m i s m a r e a l i d a d l o q u e d a a la d e d u c c i ó n d e la s c a t e g o r í a s d e K a n t la v a l i d e z q u e p u e d a t e n e r . L a t a r e a d e la f i l o s o f í a d e h o y e s h a c e r c o n g r u e n t e s e s a u n i v e r s a l i d a d d e la d e t e r m i n a c i ó n q u e e s e l d o g m a d e la c i e n c i a m o d e r n a y la e m e r g e n c i a d e l o n u e v o , q u e n o s ó l o p e r t e n e c e a la e x p e r i e n c i a d e l o s o r g a n i s m o s s o c i a l e s h u m a n o s s i n o q u e la e n c o n t r a m o s t a m b i é n e n u n a n a t u r a l e z a q u e la c i e n ­ c i a y la f i l o s o f í a q u e h a s e g u i d o e l c a m i n o d e é s t a h a n e s c i n d i d o d e la n a t u r a l e z a h u m a n a 14. L a d i f i c u l t a d q u e s e p r e s e n t a i n m e d i a t a m e n t e e s q u e ta n p r o n t o c o m o a p a r e c e lo e m e r g e n t e , t r a t a m o s d e r a c io n a liz a r lo , es d e c i r , i n t e n t a m o s m o s t r a r q u e é s t e , o a l m e n o s la s c o n d i c i o n e s q u e d e t e r ­ m in a n su a p a r ic ió n , p u e d e d e s c u b r ir s e e n el p a s a d o q u e q u e d a tra s é l. D e e s t e m o d o , lo s p a s a d o s a n t e r io r e s d e lo s q u e e m e r g ió c o m o a lg o q u e n o im p lic a b a n se c o n tin ú a n e n u n p a s a d o m á s c o m p r e n s iv o q u e c o n d u c e h a s ta é l. ( 1 4 - 1 5 ) E s t o s ig n if ic a q u e o c u r r a lo q u e o c u r r a , in c l u id o e l p r o ­ p io e m e r g e n te , o c u r r e b a jo c o n d ic io n e s d e te r m in a n te s - e s p e c i a lm e n t e , d e s d e e l p u n t o d e v is ta d e la s c i e n c i a s e x a c t a s , b a jo c o n d i c i o n e s e s p a c io t e m p o r a le s q u e c o n d u c e n a c o n c lu s i o n e s d e d u c ib lc s a c e r c a d e lo q u e o c u ­ r r ir á d e n t r o d e c i e r t o s l í m i t e s , p e r o t a m b ié n b a jo c o n d i c i o n e s d e t e r m i­ n a n te s d e tip o c u a lita tiv o c u y a c e r te z a e s s ó lo p r o b a b ilís tic a , e s d e c ir , q u e e sa s c o n d ic i o n e s n u n c a d e t e r m in a r á n c o m p le t a m e n t e « q u é es» lo q u e h a y a d e o c u r r ir . E l a g u a p u e d e s u r g ir c o m o a lg o d is t in t o d e o t r a s c o m b i ­ n a c io n e s d e o x íg e n o c h id r ó g e n o . L a v id a y lo q u e l l a m a m o s c o n c i e n c i a p u e d e n o c u r r i r . Y l o s c u a n t o s 1S p u e d e n o c u r r i r , a u n q u e p o d r í a a r g ü i r s e q u e e s e o c u r r i r s e a s i e n t a e n u n « n i v e l » d i f e r e n t e a l d e la v i d a o la c o n c i e n ­ c ia . U n a v ez q u e h a n a p a r e c id o , e s o s e m e r g e n te s se c o n v ie r te n e n p a rte d e 14 Ésta es una pieza clave del estilo intelectual de Mead a mi modo de ver. En estos pasajes es preci­ samente donde el texto de esta conferencia tan de última hora, resulta especialmente significativo a la hora de plantear con toda evidencia el postpositivismo meadiano. Precisamente el rasgo referido a la necesidad de concebir la naturaleza reconociendo en la perspectiva analítica la propia presencia de la mente en ella, haciéndose capaz d e comprender las leyes de la naturaleza y. a la vez. abtiendo pavo y sitio a lo nuevo y al reconocimiento de su carácter estrictamente inédito. 1.a naturaleza se hace en la mente humana capaz de saberse determinada en lo que tiene de tal. y se abre estrictamente a lo con­ tingente, y es capaz de las formas de conductas que se derivan de su reconocimiento-. E incluso en el pasaje anterior, sobre la terca obsesión conductiva, mención que iba unida a la advertencia contra la cncegucccdora propensión racionalista, son ambas paradigmáticas en la madura versión meadiana de la ciencia. Nota de ISY a la edición española. 11 C om o es sabido, en Física y de acuerdo con el D iccionario de la Real Academia (DRAF.J, el «cuanto* o «quantum - es el salto que experimenta la energía de un corpúsculo cuando absorbe o em ite radiación. Es proporcional a la Irccucncia de esta última. Nota de ISY a la edición española. 206 Copyrighted material L tfiU v Ju d fi prnrmt la s c o n d i c i o n e s d e t e r m i n a n t e s q u e o c u r r e n e n l o s p r e s e n t e s r e a l e s , y e s t a ­ m o s p a r t i c u l a r m e n t e in te r e s a d o s e n c o n c r e t a r e l p a s a d o q u e e n la s it u a ­ c i ó n a n t e r i o r a la n u e s t r a c o n d i c i o n ó la a p a r i c i ó n d e l e m e r g e n t e , y e s p e ­ c ia lm e n t e e n c o n c r e t a r lo d e ta l fo r m a q u e p o d a m o s in fe r ir d e é l n u e v a s a p a r ic io n e s d e e s e o b je t o . N o n o s o r ie n t a m o s c o n r e fe r e n c ia a l p a s a d o q u e e ra e l p r e s e n te e n e l q u e lo e m e r g e n te a p a r e c ió , s in o h a c ia u n r e p la n te a ­ m ie n to d e l p a sa d o c o m o c o n d ic io n a n te d e l fu tu r o , y ta l q u e n o s p e r m ita c o n t r o l a r s u r e a p a r i c i ó n . C u a n d o la v i d a h a a p a r e c i d o , p o d e m o s r e p r o d u ­ c i r l a y , u n a v e z q u e la c o n c i e n c i a s e h a d a d o , c o n t r o l a r s u a p a r i c i ó n y s u s m a n ife s ta c io n e s . In c lu s o el e n u n c ia d o d e l p a s a d o e n el q u e a p a r e c ió el e m e rg e n te e s tá h e c h o in e v ita b le m e n te d e s d e el p u n to d e v is ta d e u n m u n d o e n el q u e e s ta n to u n fa c to r c o n d ic io n a n te c o m o c o n d ic io n a d o . N o p o d r ía m o s r e c o b r a r e s o s p r e s e n te s p a s a d o s s im p le m e n t e ta l c o m o o c u r r i e r o n —s i e s q u e p o d e m o s j u s t i f i c a r e l u s o d e e s t a e x p r e s i ó n - , e x c e p t o c o m o p re s e n te s . L a ú n ic a m a n e r a d e p re s e n ta rlo s e x h a u s tiv a m e n te c o n s is ­ t ir ía e n r e v iv ir lo s . E s d e c ir , q u e u n p r e s e n te q u e s e e n v a in a e n o t r o n o c o n n o t a lo q u e s e s i g n i f i c a al d e c i r « u n p a s a d o » . ( 1 6 ) P e r o in c l u s o e s te e n u n c ia d o im p lic a q u e e so s p re s e n te s v e r tié n d o s e u n o s e n o tr o s e x is tie r o n y, t a n t o si l o s c o n t e m p l a m o s d e s d e e s e p u n t o d e v i s t a c o m o s i n o , p a r e c e q u e i m p l i c a m o s s u r e a l i d a d c o m o t a l , c o m o la e s t r u c t u r a e n la q u e d e b e d e s c a n s a r e l tip o d e p a s a d o q u e n o s in te r e s a , si es q u e e s u n a s p e c to d el p a s a d o r e a l . S o s l a y a n d o la s a m b i g ü e d a d e s q u e u n e n u n c i a d o c o m o é s e c o m p o r t a , q u ie r o p o n e r é n fa s is e n q u e la ir r e v o c a b ilid a d d e l p a s a d o n o d e r iv a d e e s ta c o n c e p c ió n d e l p a s a d o , p u e s e n n u e s tr o u so d e l t é r m in o i r r e v o c a b i l i d a d i n d i c a m o s l o q u e t u v o q u e h a b e r s i d o , y la f u e n t e d e e s t a n e c e s id a d s o n u n a e s tr u c tu r a y u n p r o c e s o e n e l p r e s e n te . C ie r t a m e n t e n o p o d e m o s v o lv e r a s e m e ja n t e p a s a d o y c o m p r o b a r n u e s tr a s c o n je t u r a s e x a ­ m in a n d o e fe c tiv a m e n te su s a c o n te c im ie n to s e n el m o m e n to d e su ce d e r. C o n t r a s t a m o s n u e s t r a s c o n j e t u r a s a c e r c a d e l p a s a d o b a s á n d o n o s e n la s d ir e c c io n e s c o n d ic io n a n te s d e l p re s e n te y en p o s te rio re s a c a e c e re s d el fu tu r o , q u e d e b e r á n s e r d e c ie r t o tip o si e l p a s a d o q u e h e m o s c o n c e b id o se d i o . L a f u c r / a d e la i r r e v o c a b i l i d a d s e h a l l a , p o r l o t a n t o , e n la e x t e n s i ó n d e la n e c e s id a d c o n la q u e lo q u e a c a b a d e o c u r r ir c o n d i c i o n a lo q u e e s tá e m e r g ie n d o e n el fu tu ro . L o q u e p asa d e a h í p e r te n e c e a u n c u a d r o m e ta f í s i c o q u e n o e s t á i n t e r e s a d o e n lo s p a s a d o s q u e s u r g e n a n u e s t r a e s p a l d a . 207 Copyrighted material George Hcrbcrt Mead E l a n á lis is q u e h e e m p r e n d id o lle g a a q u í, prim ero, al p aso (passage) en c u y o s e n o lo q u e e scá a c a e c ie n d o c o n d i c i o n a lo q u e s u r ja . T o d o lo q u e e s tá t e n ie n d o lu g a r t ie n e lu g a r b a jo c o n d ic i o n e s d e n e c e s id a d . Segundo, esas c o n d i c i o n e s , a u n q u e s e a n n e c e s a r ia s , n o d e t e r m in a n e n s u p le n a re a lid a d lo q u e e m e r g e . L a c r í t ic a q u e e l c i e n t í f ic o e s tá h a c ie n d o d e s u s p r o p io s m é t o d o s p a r a d e t e r m i n a r c o n e x a c t i t u d la p o s i c i ó n y l a v e l o c i d a d y la s im p l i c a c i o n e s d e lo s c u a n t o s n o s e s tá a p o r t a n d o in t e r e s a n t e s r e f le x io n e s s o b r e e sta s itu a c ió n . L o q u e e n esa c r ític a c o m p a r e c e es q u e , p o r m á s q u e n u n c a r e n u n c ia a l c o n d i c i o n a m i e n t o , e x p r e s a d o d e s d e e l p u n t o d e v is ta d e la p r o b a b i l i d a d , d e l o q u e t i e n e l u g a r p o r l o q u e h a v e n i d o s u c e d i e n d o , e l c i e n t í f i c o s e s i e n t e m u y c a p a z d e p e n s a r c o m o e m e r g e n t e s i n c l u s o lo s a c o n t e c i m i e n t o s s u j e t o s a la d e t e r m i n a c i ó n m á s e x a c t a . ( 1 7 ) N o i n t e n t o p r e v e r q u é f u t u r a i n t e r p r e t a c i ó n s e a ñ a d ir á a la s e s p e c u l a c i o n e s d e D e B r o g lie , S c h r o e d e r y P la n c k . S im p le m e n te in d ic o q u e , in c lu s o e n e l c a m p o d e la f í s i c a m a t e m á t i c a , e l p e n s a r r i g u r o s o n o i m p l i c a n e c e s a r i a m e n t e q u e e l c o n d i c i o n a m i e n t o d e l p r e s e n t e p o r e l p a s a d o t r a i g a c o n s i g o la d e t e r m i ­ n a c ió n c o m p le ta d e l p re s e n te p o r el p a sa d o . Tercero, e n e l e s t a r p a s a n d o el c o n d i c i o n a m i e n t o d e lo q u e e s tá t e n ie n d o lu g a r p o r lo q u e h a t e n id o lu g a r , d e l p r e s e n t e p o r e l p a s a d o , e s tá ah í. En e s e s e n t id o , e l p a s a d o e s tá e n e l p r e s e n t e ; y e n lo q u e lla m a m o s e x p e r ie n ­ c i a , s u p r e s e n c i a s e m u e s t r a e n la m e m o r i a , y e n e l a p a r a t o h i s t ó r i c o q u e e x t i e n d e la m e m o r i a , c o m o a q u e l l a p a r t e d e la n a t u r a l e z a c o n d i c i o n a n t e d e l p a s a r q u e s e r e f l e j a e n la e x p e r i e n c i a d e l i n d i v i d u o o r g á n i c o . S i t o d o s lo s o b je t o s d e u n p r e s e n t e e s tá n c o n d i c i o n a d o s p o r la s m is m a s c a r a c t e r ís ­ tic a s e n p a s o , e n t o n c e s su s p a s a d o s s o n im p l íc i t a m e n t e el m is m o ; p e r o si - p o r d e s a r r o l la r u n a s u g e r e n c i a t o m a d a d e la s e s p e c u l a c i o n e s s o b r e lo s c u a n t o s - u n e le c t r ó n d e c a d a d o s m il lib e r a e n e r g ía c u a n d o n o e x is te n c o n d ic io n e s d e te r m in a n te s q u e d ic te n q u e se a p r e c is a m e n te e s c e le c tr ó n y n o a lg u n o d e lo s o t r o s m il n o v e c ie n t o s n o v e n ta y n u e v e , e s e v id e n t e q u e e l p a s a d o q u e s e m a n i f i e s t a e n la c o n d u c t a d e e s t e e l e c t r ó n s e r á d e u n t i p o q u e n i s iq u ie r a im p líc it a m e n t e se rá e l m is m o q u e e l d e lo s d e l r e s to d e l g r u p o , a u n c u a n d o su s a lto e s ta r á c o n d ic io n a d o p o r t o d o lo q u e h a y a o c u r r id o a n t e s . S i e n t r e d o s m il in d iv id u o s q u e v iv e n e n c o n d ic i o n e s d e d e s in te g r a c ió n s o c ia l, u n o d e e llo s s e s u ic id a , c u a n d o , h a sta d o n d e p u e d e v e r s e , t o d o s t e n ía n la s m is m a s p r o b a b il id a d e s d e s u c u m b i r , su p a s a d o t i e n e u n a n a t u r a le z a e s p e c i a l m e n t e p a t é t i c a q u e e n lo s p a s a d o s d e lo s 208 Copyrighted material La fUorcfia del presente d e m á s e s tá a u s e n t e , a u n q u e e l h e c h o d e q u e s e s u ic id a r a n o d e ja d e se r u n a e x p r e s ió n d e e se p a s a d o . E l p a s a d o e s tá a h í c o n d ic i o n a n d o e l p r e s e n te y s u d a r p a s o a l f u t u r o , p e r o e n la o r g a n i z a c i ó n d e la s t e n d e n c i a s q u e u n in d iv id u o in c o r p o r a p u e d e h a b e r u n e m e r g e n te q u e c o n fie r a a e sa s t e n ­ d e n c i a s u n a e s t r u c t u r a q u e p e r t e n e z c a s ó l o a la s i t u a c i ó n d e e s e i n d i v i d u o . ( 1 8 8 ) L a s te n d e n c ia s q u e v ie n e n d e l p a sa r p r e té r ito , y d e l c o n d ic io n a ­ m ie n to in h e r e n te al p a sa r, se c o n v ie r te n e n in flu e n c ia s d ife r e n te s c u a n d o a s u m e n la e s t r u c t u r a o r g a n i z a d a d e e s a s t e n d e n c i a s . E s t o s e r í a t a n c i e r t o p a r a el e q u il ib r io d e lo s p r o c e s o s d e d is r u p c ió n y d e a g lo m e r a c ió n e n u n a e s t r e lla c o m o p a r a e l m u t u o a ju s t e e n t r e u n a f o r m a y s u e n t o r n o . L a r e la ­ c i ó n e s t r u c t u r a l í n s i t a e n s u e q u i l i b r i o o a j u s t e r e c í p r o c o r e v e l a la d i s p o s i ­ c i ó n d e lo s p r o c e s o s d e p a s o c u y a e s te la n o s c o n d u c e a u n a e x p lic a c ió n d e la h i s t o r i a d e la e s t r e l l a . C o m o h a s o s t e n i d o D c v v c y , l o s a c o n t e c i m i e n t o s a p a re c e n c o m o n a r r a c io n e s q u e tie n e n u n desenhice, y cu a n d o u n p ro ceso h i s t ó r i c o e s t á t e n i e n d o l u g a r , la o r g a n i z a c i ó n d e la s f a s e s c o n d i c i o n a n t e s d e l p r o c e s o e s e l e l e m e n t o n u e v o q u e n o e s p r e d e c i b l e a p a r t i r d e la s p r o ­ p ia s p a r te s s e p a r a d a s y q u e , e n e l a c t o , d is p o n e la e s c e n a p a ra u n p a s a d o que conduce a este resultado,6. La organización de cualquier cosa indivi­ d u a l ll e v a c o n s i g o l a r e l a c i ó n d e d i c h a c o s a c o n p r o c e s o s q u e o c u r r i e r o n a n te s d e q u e esa o r g a n iz a c ió n se a s e n ta s e . E n e s te s e n tid o , el p a sa d o d e esa c o s a e s t á « d a d o * * e n e l p r e s e n t e q u e e s t á p a s a n d o d e la c o s a , y n u e s t r a s h i s t o r i a s d e la s c o s a s s o n e l a b o r a c i o n e s d e l o q u e h a y i m p l í c i t o e n e s t a s it u a c ió n . E s to , lo q u e e s tá « d a d o » e n e l p a s a r, e s tá a llí, y es el p u n to d e p a r t i d a p a r a g e n e r a r la e s t r u c t u r a c o g n i t i v a d e e s t e u o t r o p a s a d o . Cuarto, e s t e c a r á c t e r e m e r g e n t e , a l s e r r e s p o n s a b l e d e la r e l a c i ó n e n t r e p r o c e s o s e n p a s o , in s ta u r a u n p a s a d o d a d o q u e e s , p o r d e c ir lo a s í, u n a p e r s p e c t i v a d e l o b j e t o e n la q u e e s t e c a r á c t e r a p a r e c e . P o d e m o s c o n c e b i r u n o b je t o - c o m o , p o n g a m o s , u n á to m o d e h id r ó g e n o - q u e h a p e r m a n e ­ c i d o s ie n d o lo q u e e s a lo la r g o d e p e r ío d o s in c o n m e n s u r a b le s , c o m p le t a ­ m e n t e a d a p t a d o a s u e n t o r n o , y q u e h a s e g u i d o s i e n d o r e a l e n e l d e s liz a r s e d e c a d a p r e s e n t e e n s u c o n t i n u a c i ó n o , m e jo r , e n u n p a s a r i n d e m n e e in v a r ia n te . ( 1 9 ) P a ra u n o b je t o a s í h a b r ía h a b id o u n a e x is te n c ia in c ó lu m e , s in p a s a d o , d e n o r e t r o t r a e r n o s a l in s t a n t e e n q u e e m e r g ió c o m o á t o m o d e l l'- Cf. John DEWF.Y, Experience an el Ñutiere, caps. 3 )• 7 . N . T . C .: Hay una versión castellana del Fondo de Cultura. Nota de ISY a la edición española, que completa !a de Mutphy. 209 Copyrighted material Gcor^e Herbert Mead h id r ó g e n o . E s t o e q u iv a le a d e c ir q u e a llí d o n d e s e r e s e x is t ir s in d e v e n ir , n o h a y p a s a d o ; y q u e la d e t e r m i n a c i ó n im p l ic a d a e n c a d a p a s o e s u n a c o n d ic ió n d e q u e h a y a u n p a s a d o , p e r o n o e s su r e a liz a c ió n . L a r e la c ió n d e p a s o i m p l i c a la e x i s t e n c i a d e n a t u r a l e z a s d i s t i n g u i b l e s e n l o s o b j e t o s a n te s d e q u e p a s a d o , p r e s e n te y f u t u r o p u e d a n s u r g ir , d e l m is m o m o d o q u e la r e l a c i ó n d e e x t e n s i ó n i m p l i c a c o s a s f í s i c a s d i s t i n g u i b l e s a n t e s d e q u e e l e s p a c io e s t r u c t u r a b le p u e d a s u r g ir . L o q u e h a c e a u n a c o n t e c i m i e n ­ t o d i s t i n g u i b l e d e o t r o e s u n d e v e n i r q u e a f e c t a a la n a t u r a l e z a i n t e r i o r d e l a c o n t e c i m i e n t o . M e p a r e c e q u e la e x t r e m a m a t e m a t i z a c i ó n d e la c i e n c i a r e c i e n t e - d o n d e la r e a l i d a d d e l m o v i m i e n t o s e r e d u c e a e c u a c i o n e s e n la s q u e e l c a m b io d e s a p a re c e e n u n a id e n tid a d , y d o n d e e l tie m p o d e s a p a re c e e n u n c o n t in u o te tr a d im e n s io n a l d e a c o n te c im ie n to s in d is tin g u ib le s , q u e n o e s n i e s p a c i o n i t i e m p o - r e f l e ja e l t r a t a m i e n t o d e l t i e m p o c o m o p a s a r s in d e v e n ir . ; Q u é e s , p u e s , u n p r e s e n te ? L a d e f in ic ió n d e W h it e h e a d n o s d e v o lv e r ía a la e x t e n s i ó n t e m p o r a l d e l e s t a r p a s a n d o d e l o s a c o n t e c i m i e n t o s q u e c o n s ­ titu y e n u n a c o s a , u n a e x te n s ió n te m p o r a l s u fic ie n te m e n te a m p lia c o m o p a r a h a c e r p o s ib le q u e la c o s a s e a lo q u e e s 1 . L a c o r r e s p o n d i e n t e a u n á t o m o d e h ie r r o n o n e c e s ita r ía s e r m á s la r g a q u e e l p e r ío d o d e r e v o lu c ió n d e c a d a u n o d e s u s e le c t r o n e s a lr e d e d o r d e su n ú c le o . D u r a n t e ta l p e r ío d o e l u n iv e r s o c o n s t it u ir ía , d e s d e e l p u n t o d e v is ta d e e s c á t o m o , u n a d u r a ­ c ió n . E l p r e s e n te e s p e c io s o d e u n in d iv id u o h u m a n o s e r ía p r e s u m ib le ­ m e n te u n p e r ío d o d u r a n te e l c u a l p o d r ía s e r é l m is m o . D e s d e e l p u n to d e v is ta q u e h e s u g e r id o e s to im p lic a r ía u n d e v e n ir . ( 2 0 ) P a ra q u e u n m o m e n ­ to p u e d a d is tin g u ir s e d e o tr o , p a ra q u e p u e d a h a b e r tie m p o , d e b e al m e n o s s u c e d e r a l g o a , y e n la c o s a , q u e a f e c t e a s u n a t u r a l e z a . P e r o e n e s t e e n u n c ia d o se d a u n c o n f lic to e n tr e p r in c ip io s d e d e fin ic ió n . D e s d e u n p u n to d e v is ta , b u s c a m o s lo e s e n c ia l d e s e r p r e s e n te ; d e s d e o t r o , b u s c a m o s el lím it e in fe r io r d e u n p r o c e s o d e d iv is ió n . M e re fe r ir é p r im e r o a e s te ú l t i m o , p u e s t o q u e i m p l i c a la c u e s t i ó n d e la r e l a c i ó n e n t r e e l t i e m p o y e l p a s a r - a q u e l l o e n c u y o s e n o p a r e c e u b ic a r s e e l tie m p o y e n té r m in o s d e c u y a e x t e n s ió n s it u a m o s e l t ie m p o y c o m p a r a m o s lo s t ie m p o s . U n a m ilé ­ s im a d e s e g u n d o tie n e u n s ig n if ic a c ió n rea l (significance), y p o d e m o s im a ­ g in a r a l u n iv e r s o h u n d ié n d o s e e n u n m a r d e e n tr o p ía e n el q u e to d o d e v e ­ ' Cf. The Principies o f N a tu ra l K n ou 4edge, 2.a cd.. pp. 22. ss. 210 Copyrighted material Ld filo icfio d ri p m m tt n i r h a b r í a c e s a d o . N o s e n c o n t r a m o s , p u e s , a n r e u n a a b s t r a c c i ó n d e la e x t e n s i ó n d e l m e r o p a s a r , e x t r a í d a d e l t i e m p o e n e l q u e lo s a c o n t e c i m i e n ­ to s o c u r r e n p o r q u e d e v ie n e n . W h i t e h e a d lo d e n o m i n a « a b s t r a c c ió n e x t e n ­ siva»», y c o n d u c e é s t a h a s t a u n a c o n t e c i m i e n t o - p a r t í c u l a d e l m i s m o m o d o q u e e l a n á lis is m a t e m á t i c o lle v a al c á lc u lo d e lím it e s y d e r iv a d a s . Y u n a c o n t e c i m i e n t o - p a r t í c u l a t e n d r í a q u e t e n e r la m i s m a r e l a c i ó n c o n r e s p e c ­ t o a a l g o q u e d e v i e n e q u e la q u e la d e r i v a d a d e u n c a m b i o c o m o l a a c e l e ­ r a c ió n d e u n a v e lo c id a d tie n e r e s p e c to a e s e p r o c e s o e n su c o n ju n t o . A s í e x p r e s a d a , la a b s t r a c c i ó n e x t e n s i v a e s u n m é t o d o d e a n á l i s i s e i n t e g r a c i ó n q u e n o d e m a n d a n in g u n a ju s t i f i c a c i ó n a p a r te d e s u p r o p io é x it o . P e ro W h i t e h e a d la e m p l e a c o m o u n m é t o d o d e a b s t r a c c i ó n m e t a f í s i c a y c r e e e n c o n t r a r e n e l m e r o o c u r r i r d e l a c o n t e c i m i e n t o la s u s t a n c i a d e l o q u e d e v ie n e . T r a n s f ie r e e l c o n t e n i d o d e lo q u e d e v i e n e a u n m u n d o d e « o b je ­ t o s e t e r n o s » q u e i n g r e s a n e n la r e a l i d a d c o m o a c o n t e c i m i e n t o s b a j o la é g id a d e u n p r i n c i p io q u e e s e x t e r n o a s u o c u r r ir . S u c e d e e n t o n c e s q u e , a u n q u e la e x i s t e n c i a d e l o q u e o c u r r e s e e n c u e n t r a e n e l p r e s e n t e , e l « lo q u e e s » d e a q u e l l o q u e o c u r r e n o s u r g e d e l o c u r r i r ; le o c u r r e a l a c o n t e c i ­ m ie n to m e d ia n te el p ro c e s o m e ta fis ic o d e in g r e s o . M e p a re c e q u e é s te es u n u s o i m p r o p i o d e la a b s t r a c c i ó n , p u e s c o n d u c e a la s e p a r a c i ó n m e t a f í s i ­ c a d e l o a b s t r a í d o c o n r e s p e c t o a la r e a l i d a d c o n c r e t a ( 2 1 ) a p a r t i r d e la q u e s e h a c e la a b s t r a c c i ó n , e n l u g a r d e m a n t e n e r l a c o m o u n i n s t r u m e n t o e n e l c o n t r o l in t e le c t u a l d e e sa r e a lid a d . P ie n s o q u e , e n o t r o c o n t e x t o , B e r g s o n s e r e f i e r e a e s e m i s m o u s o i m p r o p i o d e la a b s t r a c c i ó n c o m o la « e s p a c i a l i z a c i ó n d e l t i e m p o » , c o n t r a s t a n d o la n a t u r a l e z a e x c l u s i v a d e t a le s m o m e n t o s t e m p o r a l e s c o n la i n t e r p e n e t r a c i ó n d e l o s c o n t e n i d o s d e la d u r a c i ó n « r e a l» . S i, p o r el c o n t r a r io , a d m itim o s a q u e llo q u e d e v ie n e c o m o el a c o n t e c i­ m ie n to q u e e n su r e la c ió n c o n o tr o s a c o n te c im ie n to s e s tr u c tu r a e l t ie m ­ p o , e n t o n c e s la a b s t r a c c i ó n d e l p a s a r a p a r t i r d e l o q u e e s t á t e n i e n d o lu g a r e s p u r a m e n t e m e t o d o l ó g i c a . L le v a m o s n u e s t r o a n á lis is ta n le jo s c o m o lo r e q u ie r e e l c o n t r o l d e n u e s t r o o b je t o , p e r o s ie m p r e r e c o n o c i e n d o q u e lo a n a l i z a d o t i e n e s u r e a l i d a d e n la i n t e g r i d a d d e l o q u e e s t á t e n i e n d o l u g a r l8 . '* Conviene reparar, sin duda, en este tipo de reflexión sobre la realidad «integra*, que deja en su sitio, con suficiente nivel de toma de conciencia, el papel instrumental del análisis. Nota de ISY a la edición cspaóola. 21 1 Copyrighted material Gcorge Hcrbtrt Meid Q u e e s te e s e l r e s u lta d o d e d e f in ir e l a c o n t e c im ie n t o c o m o lo q u e d e v ie n e s e e v i d e n c i a e n la a p l i c a c i ó n y la p u e s t a a p r u e b a d e n u e s t r a s m á s a b s t r u s a s h ip ó te s is . P a ra p o s e e r a lg ú n v a lo r y s e r a d m itid a s a ju i c i o d e b e n p r e ­ s e n t a r lo s n u e v o s a c o n t e c i m i e n t o s s u r g ie n d o d e lo s v i e jo s , c o m o e n e l c a s o d e la e x p a n s i ó n d e l U n i v e r s o e n la s e s p e c u l a c i o n e s d e E i n s t e i n y d e W e i l , b a s a d a s e n e l a le ja m ie n t o a p a r e n te y a v e lo c id a d e s e n o r m e s d e n e b u lo s a s d i s t a n t e s , o la s e p a r a c ió n d e lo s e l e c t r o n e s y lo s n ú c l e o s a t ó m i c o s e n e l c e n t r o d e l o s c u e r p o s e s t e l a r e s e n la s e s p e c u l a c i o n e s d e J e a n s o b r e la t r a n s ­ f o r m a c i ó n d e la m a t e r i a e n r a d i a c i ó n . Y e s o s s u c e s o s t e n d r í a n q u e a d e ­ c u a r s e a n u e s tr o s h a lla z g o s e m p ír ic o s d e ta l m a n e r a q u e p u d ie r a n e n c o n ­ tra r su r e a lid a d en la c o n c r e c i ó n d e lo q u e e n un p r e s e n te re a l e s tá t e n ie n d o lu g a r . L o s p a s a d o s q u e e x t ie n d e n d e tr á s d e n o s o t r o s s o n ta n h ip o té tic o s c o m o el fu tu ro q u e n o s a y u d a n a p rev er. S u in te r p r e ta c ió n d e l a n a t u r a l e z a e s v á l i d a e n la m e d i d a e n q u e p r e s e n t a n u n a h i s t o r i a d e lo s d e v e n i r e s d e la N a t u r a l e z a q u e c o n d u c e h a s t a l o q u e e s t á d e v i n i e n d o ; e n la m e d id a e n q u e d e v e la lo q u e se a d e c ú a a l p a t r ó n (pattern) q u e e m e rg e d el e s t e n t ó r e o t e l a r d e l t i e m p o , y n o e n la m e d i d a e n q u e e r i j a n e n t i d a d e s m e t a f ís ic a s q u e s o n e l a n v e r s o t e n u e d e l a p a r a t a je m a t e m á t ic o . ( 2 2 ) S i , e n p a l a b r a s d e B c r g s o n , la « d u r a c i ó n r e a l» d e v i e n e t i e m p o p o r la a p a r ic ió n d e a c o n te c im ie n to s ú n ic o s q u e se d is tin g u e n e n tr e s í p o r su n a tu ­ r a le z a c u a l i t a t i v a , p o r a l g o q u e e n c a d a a c o n t e c i m i e n t o e s e m e r g e n t e , e n t o n ­ c e s , e l m e r o p a sa r es u n a m a n e ra d e o r d e n a r d ic h o s a c o n te c im ie n to s . P e ro lo e s e n c ia l e n e s e o r d e n a m ie n t o es q u e e n c a d a in te r v a lo q u e a is le m o s d e b e s e r p o s ib le q u e a lg o d e v e n g a , q u e s u r ja a lg o ú n i c o . S o m o s v íc t im a s d e u n a ilu s ió n p s ic o ló g ic a s i a s u m im o s q u e e l r it m o c o n q u e c o n t e m o s y el o r d e n q u e s u r j a d e e s a c u e n t a r e s p o n d e a la e s t r u c t u r a m i s m a d e l p r o p i o p a s a r c o n i n d e p e n d e n c i a d e l o s p r o c e s o s q u e s e o r d e n a n m e d i a n t e la e m e r g e n c i a d e lo s a c o n t e c i m i e n t o s . N u n c a a l c a n z a m o s e l i n t e r v a l o m i s m o q u e e x i s t a e n t r e a c o n te c im ie n to s , a n o se r e n c o r r e la c io n e s e n tr e e s to s y e n o tr a s s itu a c io n e s q u e e n c o n tr a m o s c o n g r u e n te s y s u s titu ib le s , a lg o q u e n u n c a p u e d e te n e r lu g a r e n e l p r o p io p a sa r. A lc a n z a m o s lo q u e p u e d e lla m a r s e ig u a ld a d f u n c io ­ n a l d e in te r v a lo s r e p r e s e n ta d o s d e n t r o d e p r o c e s o s q u e im p lic a n e q u ilib r io y r it m o , p e r o e s ta b le c e r s o b r e e s ta b a s e q u e el tie m p o es u n a c a n tid a d c u y a n a tu r a le z a e s e n c ia l p e r m ite su d iv is ió n e n p o r c io n e s ig u a le s , e s u n u so i n f u n d a d o d e l a a b s t r a c c i ó n . P o d e m o s r e c o n s t r u i r h i p o t é t i c a m e n t e lo s p r o ­ c e s o s p a sa d o s q u e e s tá n im p lic a d o s e n lo q u e e s tá o c u r r ie n d o c o m o b a se 212 Copyrighted material L ¡ fila to fla d tlfm ttm t p a r a la c o n s t r u c c i ó n c o g n i t i v a d e l f u t u r o q u e e s t á s u r g i e n d o . N u e s t r o s d a t o s e x p e r im e n ta le s n o s p e r m it e n c o n f ia r e n q u e c o m p r e n d e m o s lo q u e e s tá te n ie n d o lu g a r lo b a s t a n t e c o m o p a r a p r e d e c ir lo q u e o c u r r ir á , p e r o n o q u e h a y a m o s lo g r a d o u n a im a g e n c o r r e c ta d e l p a s a d o in d e p e n d ie n te d e to d o p r e s e n t e , p u e s e s p e r a m o s q u e e s a im a g e n c a m b i e c u a n d o e m e r ja n n u e v o s a c o n te c im ie n to s . E n e sta a c titu d e s ta m o s r e la c io n a n d o p re s e n te s a n tic ip a ­ d o s q u e s e e n v a i n a n e n o t r o s p r e s e n t e s c o n lo s p a s a d o s q u e le s p e r t e n e c e n ; p r e s e n t e s q u e h e m o s d e r e c o n s t r u i r t a n p r o n t o c o m o u n n u e v o p r e s e n t e lo s a c o g e , y q u e c o m o ta le s p e r te n e c e n a e se p r e s e n te , y y a n o m á s al p re s e n te d e sd e e l q u e h e m o s p a s a d o al p re s e n te p re s e n te . ( 2 3 ) T e n e m o s p u e s q u e u n p r e s e n t e , a d i f e r e n c i a d e la a b s t r a c c i ó n d e l m e r o p asar, n o es u n tr o z o c u a lq u ie r a s a c a d o d e la d im e n s ió n te m p o r a l d e u n a r e a lid a d q u e p a s a u n if o r m e m e n t e . S u p r in c ip a l r e fe r e n c ia e s e l a c o n ­ t e c i m i e n t o e m e r g e n t e , e s to e s , e l o c u r r ir d e a lg o q u e e s m á s q u e lo s p r o c e ­ s o s q u e h a n lle v a d o h a s t a é l, y q u e p o r s u c a m b i o , c o n t in u id a d o d e s a p a ­ r i c i ó n a ñ a d e a l o s p o s t e r i o r e s p a s a je s u n c o n t e n i d o q u e d e o t r o m o d o n o p o d r ía n p o s e e r . L a m a r c a d e l p a s a r s in a c o n t e c im ie n t o s e m e r g e n te s e s, c o m o h a s e ñ a la d o M e y e r s o n , s u f o r m u l a c ió n e n e c u a c i o n e s d o n d e lo s ll a ­ m a d o s c a s o s d e s a p a r e c e n e n u n a id e n tid a d . D a d o u n a c o n te c im ie n to e m e r g e n te , su s r e la c io n e s c o n p ro c e s o s a n te c e ­ d e n te s se c o n v ie r te n e n c o n d ic io n e s y c a u s a s . T a l s itu a c ió n es u n p re s e n te . M a r c a - y e n c ie r t o s e n t id o s e le c c io n a - lo q u e h a h e c h o p o s ib le su p e c u lia ­ r id a d . C o n su u n ic id a d c r e a u n p a s a d o y u n f u t u r o . E n c u a n t o lo v e m o s e s p a c ia d a m e n te , se c o n v ie r t e e n u n a h is to r ia y e n u n a p r o fe c ía . S u p r o p io d iá m e t r o te m p o r a l v a r ía c o n su a lc a n c e . C a b e u n a h is t o r ia d e l u n iv e r s o f í s i c o p r e s e n t a d a c o m o la a p a r i c i ó n d e u n a g a l a x i a d e g a l a x i a s . H a y u n a h is to r ia d e to d o o b je t o q u e e s ú n ic o . P e ro n o h a b r ía p o d id o e x is tir ta l h is ­ t o r i a d e l u n i v e r s o f í s i c o h a s t a la a p a r i c i ó n d e la g a l a x i a , y s ó l o c o n t i n u a r í a m i e n t r a s la g a l a x i a s e m a n t u v i e r a f r e n t e a la s f u e r z a s d i s r u p t i v a s y c o h e s i ­ v a s . S i p r e g u n t a m o s c u á l p u e d e s e r l a e x t e n s i ó n t e m p o r a l d e la u n i c i d a d q u e e s r e s p o n s a b l e d e u n p r e s e n t e , la r e s p u e s t a d e b e s e r , e n l o s t é r m i n o s d e W h ite h e a d , q u e c o n s is te e n u n p e r ío d o s u f ic ie n te m e n te p r o lo n g a d o c o m o p a r a p e r m i t i r q u e e l o b j e t o s e a l o q u e e s . P e r o la p r e g u n t a e s a m b i g u a , p o r ­ q u e la e x p r e s i ó n « e x t e n s i ó n t e m p o r a l » i m p l i c a u n a m e d i d a d e t i e m p o . E l p a s a d o t a l c o m o a p a r e c e , c o n s u p r e s e n t e y s u f u t u r o , e s la r e l a c i ó n d e l 213 Copyrighted material Gcorge Hcrbert Mead a c o n t e c i m i e n t o e m e r g e n t e c o n la s i t u a c i ó n d e la q u e s u r g i ó , y e s e l a c o n t e ­ c i m i e n t o d e f i n i t o r i o d e la s i t u a c i ó n . L a c o n t i n u i d a d o d e s a p a r i c i ó n d e l o q u e su rg e es el p re s e n te p a sa n d o al fu tu ro ( 2 4 ) . P a sa d o , p re s e n te y fu tu ro p e r te n e c e n a u n p a s a r q u e a d q u ie r e m e d ia n te e l a c o n t e c im ie n t o u n a e s t r u c ­ tu r a t e m p o r a l, y s e lo s p u e d e c o n s id e r a r la r g o s o c o r t o s c u a n d o s e lo s c o m ­ p a r a c o n o t r o s t r a n s c u r s o s . P e r o e n t a n t o e x i s t a n e n la n a t u r a l e z a , y e n la m e d i d a e n q u e e s t e e n u n c i a d o t i e n e s e n t i d o , e l p a s a d o y e l f u t u r o s o n lo s c o n fin e s d e a q u e llo q u e d e s ig n a m o s c o m o el p re s e n te , y e stá n d e te r m in a ­ d o s p o r la s r e l a c i o n e s c o n d i c i o n a n t e s d e l a c o n t e c i m i e n t o c o n s u s i t u a c i ó n . L o s p a s a d o s y f u t u r o s a lo s q u e n o s r e f e r i m o s s e e x t i e n d e n m á s a l l á d e e s a s r e l a c i o n e s d e c o n t i g ü i d a d e n e l p a s a r . L o s e x t e n d e m o s e n la m e m o r i a y la h i s t o r i a , e n la a n t i c i p a c i ó n y e l p r o n ó s t i c o . S o n e l c a m p o p r e e m i n e n t e d e la id e a c ió n , y s u lo c u s lo e n c u e n t r a n e n lo q u e lla m a m o s m e n t e . A u n q u e e s tá n e n e l p r e s e n t e , s e r e fie r e n a lo q u e n o e s tá e n el p r e s e n t e , c o m o lo in d ic a su r e la c ió n c o n e l p a s a d o y e l f u t u r o . R e fie r e n a a lg o m á s a llá d e s í m is m o s y d e e s ta r e fe r e n c ia s u r g e su n a tu r a le z a r e p r e s e n ta c io n a l. E s e v id e n te q u e p e r te ­ n e c e n a o r g a n is m o s , e s d e c ir , a a c o n t e c im ie n t o s e m e r g e n t e s c u y a n a tu r a le z a c o n t i e n e la t e n d e n c i a a s u a u t o m a n t e n i m i e n t o . E n o t r a s p a l a b r a s , s u s i t u a ­ c i ó n im p lic a a ju s t e (adjustm ent) e n r e la c ió n c o n el p a s a d o , y s e n s ib ilid a d s e l e c t i v a p a r a c o n a l f u t u r o . L o q u e p o d r í a m o s l l a m a r la e s e n c i a d e q u e s u r ­ g e n t a l e s id e a s s o n la s a c t i t u d e s d e e s o s o r g a n i s m o s ; h á b i t o s c u a n d o m i r a ­ m o s a l p a s a d o , y a ju s t e s p r o n t o s d e l a c t o a lo s r e s u l t a d o s d e s u s r e s p u e s t a s c u a n d o m ir a m o s h a c ia e l fu tu r o . E n e sa m is m a m e d id a , p e r te n e c e n a lo q u e p u e d e d e n o m in a r s e c o m o el p a s a d o y e l fu tu r o in m e d ia to s . E s ta r e la c ió n d e l a c o n t e c im ie n t o c o n su s it u a c ió n , d e l o r g a n is m o c o n su e n t o r n o , n o s lle v a , c o n s u m u t u a d e p e n d e n c i a , a la r e l a t i v i d a d y a la s p e r s ­ p e c t i v a s e n la s q u e é s t a a p a r e c e e n la e x p e r i e n c i a . L a n a t u r a l e z a d e l e n t o r n o r e s p o n d e a l o s h á b i t o s y a la s a c t i t u d e s s e l e c t i v a s d e l o s o r g a n i s m o s , y la s c u a l i d a d e s q u e p e r t e n e c e n a lo s o b j e t o s d e l e n t o r n o s ó l o p u e d e n e x p r e s a r s e e n t é r m i n o s d e la s s e n s i b i l i d a d e s d e e s o s o r g a n i s m o s . Y l o m i s m o v a le p a r a la s id e a s . A t r a v é s d e s u s h á b i t o s y a c t i t u d e s a n t i c i p a d o r a s , e l o r g a n i s m o s e e n c u e n t r a r e la c io n a d o c o n lo q u e s e e x t ie n d e m á s a llá d e su p r e s e n te in m e ­ d i a t o . A q u e l l o s c a r a c t e r e s d e la s c o s a s q u e e n la a c t i v i d a d d e l o r g a n i s m o s e r e f i e r e n a l o q u e s e s i t ú a m á s a llá d e l p r e s e n t e a s u m e n e l v a l o r d e a q u e l l o a l o q u e s e r e f i e r e n . A s í p u j s , e l c a m p o d e la m e n t e e s e l e n t o r n o m á s a m p l i o 214 Copyrighted material Iji fiiow>fid dtl frrtientr q u e la a c t i v i d a d d e l o r g a n i s m o r e q u i e r e y p r e s u m e , p e r o q u e t r a s c i e n d e e l p r e s e n t e . N o o b s t a n t e , lo q u e e s tá p r e s e n te e n e l o r g a n is m o e s s u p r o p ia a c tiv id a d n a c ie n te - y e s t o t a n t o e n s í m i s m o c o m o e n e l e n t o r n o q u e le s u s t e n t a - y ta m b ié n lo e s tá su m o v im ie n to d e sd e e l p a s a d o y m á s a llá d e l p r e s e n t e . E s p r o p i o d e lo s o r g a n i s m o s q u e l l a m a m o s c o n s c i e n t e s e l c o m p l e ­ ta r e s e e n t o r n o te m p o r a l m á s a m p lio m e d ia n t e d u s o d e c a r a c te r e s h a lla d o s e n e l p r e s e n t e . S o b r e e l m e c a n i s m o m e d i a n t e d q u e l a m e n t e s o c i a l lle v a e s t o a c a b o t r a t a r é m á s a d e l a n t e ; l o q u e a h o r a q u : e r o p o n e r d e r e li e v e e s q u e e l c a m p o d e la m e n t e e s la e x t e n s i ó n t e m p o r a l d d e n t o r n o d e l o r g a n i s m o , y q u e s i e n e l o r g a n is m o h a b it a u n a id e a e s p o r q u e d ic h o o r g a n is m o e s tá u s a n d o lo q u e e n s í m is m o s e m u e v e m á s a llá d el p r e s e n te p a ra o c u p a r el lu g a r d e a q u e ll o h a c ia lo q u e e s t á t e n d i e n d o su p r o p ia a c t i v id a d . L o q u e p r o p o r c i o n a la o c a s i ó n p a r a la m e n t e e n e l o r g a n i s m o e s la a c t i v i d a d q u e s e e x t ie n d e m á s a llá d e l p r e s e n te e n e l q u e e x is te e l o r g a n is m o . P e ro e n e s ta m is m a e x p lic a c ió n im p líc ita m e n te h e e s ta d o d a n d o p o r s e n ­ ta d o e s c p e r io d o m á s a m p lio d u r a n te el c u a l, p o r d e c ir lo a s í, u n o r g a n is ­ m o e m p ie z a y c o m p l e t a s u h i s t o r i a c o m o si a p a r e n t e m e n t e s e d ie r a c o n i n d e p e n d e n c i a d e t o d o p r e s e n t e ; y m i p r o p ó s i t o e s i n s i s t i r e n la p r o p o s i ­ c i ó n o p u e s ta d e q u e e s o s p e r ío d o s m a y o r e s n o p u e d e n t e n e r re a lid a d n i n ­ g u n a e x c e p to e n ta n to e x is ta n e n p r e s e n te s , y d e q u e to d a s s u s im p lic a c io ­ n e s y v a l o r e s s e l o c a l i z a n e n e l l o s . P o r s u p u e s t o , e s t o n o s d e v u e l v e , prim ero, a l h e c h o e v i d e n t e d e q u e t o d o e l a p a r a t o d e l p a s a d o , l a s i m á g e n e s d e la m e m o r i a , lo s m o n u m e n t o s h i s t ó r i c o s , l o s r e s t o s f ó s i l e s y o t r a s c o s a s a s í e s t á n e n a lg ú n p r e s e n t e ; y, segundo, a e s a p o r c ió n d e l p a s a d o q u e e s tá a h í, e n e l p a s a r d e la e x p e r i e n c i a , c o m o a l g o d e t e r m i n a d o p o r e l a c o n t e c i m i e n ­ to e m e rg e n te . Y en tercer lugar ; ( 2 6 - 2 7 ) a l a n e c e s i d a d d e c o n t r a s t a r la f o r m u l a c i ó n d e l o p a s a d o c o n l o s a c o n t e c i m i e n t o s q u e s u r g e n e n la e x p e ­ r ie n c ia . E l p a sa d o d e l q u e e s ta m o s h a b la n d o h a b ita , c o n to d o s su s c a r a c ­ te re s, d e n tr o d e e sc p re s e n te . H a y , s in e m b a r g o , o tr a im p lic a c ió n q u e se p r e s u p o n e , q u e e s te p r e s e n te r e fie r e a e n tid a d e s q u e t ie n e n u n a r e a lid a d in d e p e n d ie n te d e e s te y d e c u a lq u ie r o tro p r e s e n te , e l d e ta lle c o m p le to d e c u y o ser, a u n q u e , p o r s u p u e s to , y a n o se a r e c o r d a b le , in e v ita b le m e n t e s e s u p o n e . A h o r a b ie n , se d a u n a c o n fu s ió n e n t r e e s a s u p o s ic ió n m e ta fís ic a y e l h e c h o e v id e n te d e q u e s o m o s in c a p a c e s d e r e v e la r t o d o lo q u e e s tá im p l ic a d o e n c u a lq u ie r 215 Copyrighted material Gcofpc Hefbcrt Mead p r e s e n t e . Y a q u í n o s e n c o n t r a m o s ju n t o a N c w t o n , r e c o g i e n d o g u i ja r r o s t a n s ó l o e n la o r i l l a d e u n m a r ¡ l i m i t a d o . N o h a y n a d a t r a s c e n d e n t e e n e s a i m p o t e n c i a d e n u e s t r a s m e n t e s p a r a a g o t a r la s i t u a c i ó n . T o d o a v a n c e h a c i a u n c o n o c i m i e n t o m a y o r , s i m p l e m e n t e e x p a n d e e l h o r i z o n t e d e la e x p e ­ r ie n c i a , p e r o t o d o s ig u e c o n t e n i d o d e n t r o d e la e x p e r ie n c ia c o n c e b i b l e . U n a m e n t e q u e s e a m á s g r a n d e q u e la s d e N c w t o n o E i n s t e i n r e v e la r ía e n la e x p e r i e n c i a , e n e l m u n d o q u e e s t á a h í , e s t r u c t u r a s y p r o c e s o s q u e n o s o ­ t r o s n o p o d e m o s d e s c u b r i r n i v i s l u m b r a r . O a d o p t e m o s la c o n c e p c i ó n d e B e r g s o n d e t o d a s n u e s t r a s m e m o r i a s , d e t o d o s lo s s u c e s o s e n f o r m a d e im á g e n e s q u e n o s in u n d a n y q u e g u a r d a n u e s tr o s is te m a n e r v io s o c e n tr a l. T o d o e s to s e p u e d e c o n c e b i r e n u n p r e s e n te c u y a to d a r iq u e z a d e b e r ía e s t a r a d is p o s ic ió n d e e s e m is m o p r e s e n te . E s t o n o s ig n if ic a q u e lo s e o n e s q u e e s a s e s t r u c t u r a s y p r o c e s o s r e v e l a n , o q u e la s h i s t o r i a s q u e e s a s i m á g e ­ n e s c o n n o t a n p u e d a n d e s p l e g a r s e e n u n p r e s e n t e c o n la e x t e n s i ó n t e m p o ­ r a l q u e s u f o r m u l a c i ó n i m p l i c a . S i g n i f i c a , e n la m e d i d a e n q u e u n a c o n ­ c e p c ió n o im a g in a c ió n ta n d e s b o c a d a p u e d e t e n e r a lg ú n s ig n if ic a d o , q u e e l a b o r d a j e d e c u a l q u i e r p r o b l e m a q u e s u r j a e n la e x p e r i e n c i a d e b e r í a o f r e ­ c e r a n u e s tr o a n á lis is u n a r iq u e z a in im a g in a b le . E l p a s a d o q u e p a s a e s ir r e c u p e r a b le c ir r e v o c a b le ; y r in d e c u a n t a re a lid a d e x i s t e . A n t e e l a c o n t e c i m i e n t o e m e r g e n t e , la e x p a n s i ó n d e l p a s o e n c u r s o i l u m i n a y e x p a n d e e l s i g n i f i c a d o d e lo q u e e s , c o m o e l t e o r e m a d e lo s b i n o m i o s i l u m i n a la v i g é s i m o q u i n t a p o t e n c i a d e ( a + b ) ( 2 7 ) . D e c i r q u e la D e c la r a c ió n d e I n d e p e n d e n c ia s e fir m ó e l 4 d e ju lio d e 1 7 7 6 s ig n if ic a q u e , d e n t r o d e l s i s t e m a c r o n o l ó g i c o p o r e l q u e n o s r e g i m o s y s e g ú n la fo r m u la c ió n d e n u e s tro s h á b ito s p o lític o s , e sa fe c h a se m a n ifie s ta e n n u e s ­ tra s c e le b r a c io n e s . A l se r lo q u e s o m o s e n el m u n d o s o c ia l y e n el m u n d o f ís ic o d o n d e h a b it a m o s e x p lic a m o s lo q u e a c a e c e e n e s te e s q u e m a t e m p o ­ r a l , p e r o , c o m o o c u r r e c o n lo s h o r a r i o s d e l o s t r e n e s , e s t e e s q u e m a s i e m ­ p r e e s tá s u je t o a c a m b io s s in p r e v io a v is o . C r i s t o n a c ió 4 a ñ o s a . d e J C . H a c e m o s r e f e r e n c i a s i e m p r e a la e s t r u c t u r a d e l p r e s e n t e y c o m p r o b a m o s la s fo r m u la c io n e s q u e d e é l h a c e m o s s ie m p r e p r o y e c ta n d o n u e s tr o s c á lc u lo s y o b s e r v a c i o n e s h a c i a e l f u t u r o q u e a d v i e n e . S i d e c i m o s q u e a l g o s u c e d i ó e n ta l f e c h a , y a s e a q u e p o d a m o s e s p e c if ic a r la o n o , d e b e m o s q u e r e r d e c i r q u e si c o n la i m a g i n a c i ó n n o s t r a s l a d a m o s a la f e c h a s u p u e s t a d e b e r í a m o s t e n e r ta l e x p e r i e n c i a , p e r o c u a n d o u r d i m o s la h i s t o r i a d e l p a s a d o , n o e s e s o l o q u e n o s 216 Copyrighted material La fttaofía d<¡prtsenu p r e o c u p a . L o q u e r e q u i e r e i l u m i n a c i ó n y d i r e c c i ó n e s l a r e l e v a n c i a d e lo q u e e n e l p r o c e s o d e a c c ió n o d e v a lo r a c ió n e s tá e n c u r s o , y lo r e q u ie r e n d e b id o a la c o n s t a n t e a p a r i c i ó n d e l o n u e v o , d e s d e c u y o p u n t o d e v i s t a n u e s t r a e x p e ­ r i e n c i a r e c l a m a u n a r e c o n s t r u c c i ó n q u e i n c l u y e la d e s u p a s a d o . E l m e jo r e n f o q u e d e e sa r e le v a n c ia s e e n c u e n t r a e n el m u n d o d e l q u e s u r ­ g e n n u e s tr o s p r o b le m a s . S u s c o s a s s o n c o s a s d u r a b le s q u e s o n lo q u e s o n p o r e l c a r á c te r c o n d ic io n a n te d e l p a sa r. S u p a sa d o e s tá e n lo q u e s o n , u n p a s a d o q u e n o e s d e f i n i t i v o . C u a n d o e l a b o r a m o s la h i s t o r i a d e u n á r b o l c u y a m a d e r a s e e n c u e n t r a e n la s s i l l a s d o n d e n o s s e n t a m o s , d e s d e la d i a t o m e a h a s t a e l r o b l e r e c i é n t a l a d o , t a l h i s t o r i a g i r a e n t o r n o a la c o n s t a n t e r c i n t e r p r e t a c i ó n d e lo s h e c h o s q u e s u r g e n c o n t i n u a m e n t e ; y c u y a n o v e ­ d a d n o r e s i d e s i m p l e m e n t e e n e l i m p a c t o d e la s c a m b i a n t e s e x p e r i e n c i a s h u m a n a s s o b r e u n m u n d o q u e e s t á a h í . Y e s o , e n p r i m e r l u g a r , p o r q u e la s e x p e r i e n c i a s h u m a n a s s o n t a n p a r t e d e e s e m u n d o 19 ( 2 8 ) c o m o l o s e a n c u a l e s q u i e r a o t r a s d e la s c a r a c t e r í s t i c a s d e e s t e , y p o r q u e d e b i d o a e s a s e x p e r ie n c ia s e l m u n d o e s u n m u n d o d if e r e n t e . Y e n s e g u n d o lu g a r , p o r ­ q u e e n c u a lq u ie r h is to r ia q u e c o n s tr u y a m o s e s ta m o s o b lig a d o s a r e c o n o ­ c e r, e n a q u e lla p a r te d e l p a s a d o p e r te n e c ie n te a l p a sa r, in c lu s o c u a n d o e s te p a s a r n o s e e x p a n d e e n la i d e a c i ó n , e l c a m b i o d e r e l a c i ó n q u e s e d a e n t r e el p a sa r c o n d ic io n a n te y el a c o n te c im ie n to e m e rg e n te . E l r e s u l t a d o d e l o q u e h e d i c h o e s q u e la e s t i m a y la i m p o r t a n c i a d e c u a l ­ q u i e r h i s t o r i a e s t r i b a n e n la i n t e r p r e t a c i ó n y e l c o n t r o l d e l p r e s e n t e ; q u e é s ta s, en ta n to e s tr u c tu r a s id e a c io n a le s , s ie m p r e s u r g e n d e l c a m b io - q u e e s u n a p a r t e d e la r e a l i d a d t a n e s e n c i a l c o m o l o p e r m a n e n t e - y d e l o s p r o b l e m a s q u e e l c a m b i o i m p o n e ; y q u e la e x i g e n c i a m e t a f í s i c a d e u n c o n ju n t o d e e le m e n to s q u e e s tá n in a lte r a b le m e n te a h í, e n u n p a s a d o ir r e ­ v o c a b l e c o n e l q v ie r a le s h i s t o r i a s b u s c a n s i e m p r e u n a c o n c o r d a n c i a a s i n t ó t i c a , s e v u e l v e h a c i a m o t i v o s q u e s o n a j e n o s a lo s q u e o p e r a n e n la i n v e s ­ tig a c ió n c ie n tífic a m á s e x a c ta . ^ Un hermoso asunto, que comparecerá una y otra vez entre los temas obsesivos de Mead, que m antiene una inequívoca voluntad de 'am pliar» el concepto de naturaleza de manera que el ser humano, que »cum scicntia» se desenvuelve más o menos con conciencia reflexiva en la Naturaleza, deba ser reconocido como parte indiscutible de esa Naturaleza ampliada, donde hay que reconocer (eso es aquí cosecha nuestra, empleando -remedando- la explicación que ofrece Gadamcr del concep­ to dialético de experiencia en Hegel) que la «naturaleza se da la vuelta» sobre sí y se «autocontcmpla», o donde hay que reconocer, como dice Mead, que cu el ser humano el «proceso de la evolución natu­ ral* se «hace antoconscienre». Nota de ISY a la edición española. 217 Copyrighted mate'ial (Je«>tge Hctfetft Mead NOTA AL CAPÍTULO 120 L a s d u r a c io n e s s o n u n c o n t in u o d e s liz a m ie n to d e u n o s p re s e n te s d e n tr o d e o t r o s . E l p r e s e n te e s u n p a s a r c o n s t i t u i d o p o r p r o c e s o s c u y a s fa s e s a n t e ­ r io r e s d e t e r m i n a n la s p o s t e r i o r e s e n c i e r t o s a s p e c t o s . L a r e a lid a d e s t á s ie m p r e , p o r t a n t o , e n u n p r e s e n te . C u a n d o h a p a s a d o , e l p r e s e n te y a n o e x i s t e . L a c u e s t i ó n q u e s e p l a n t e a , e n t o n c e s , e s la d e s i e l p a s a d o q u e s u r g e e n la m e m o r i a y e n la p r o y e c c i ó n d e é s t a a ú n m á s h a c i a a t r á s s e r e f i e r e a a c o n t e c i m i e n t o s q u e e x is t ie r o n c o m o ta le s p r e s e n te s c o n t i n u o s q u e p a s a n u n o s d e n t r o d e o t r o s , o , m á s b ie n , a a q u e lla fa s e c o n d i c i o n a n t e d e l p r e ­ s e n te q u e e s tá p a s a n d o q u e n o s p e r m ite d e te r m in a r u n a c o n d u c t a e n r e fe ­ r e n c ia a l fu t u r o q u e e s tá t a m b ié n s u r g ie n d o e n e l p r e s e n te . ( 2 9 ) E s ta ú lt i­ m a t e s i s e s la q u e e s t o y m a n t e n i e n d o a q u í . L o q u e m i p o s ic ió n im p lic a es q u e e l p a sa d o es u n a c o n s tr u c c ió n ta l q u e la r e f e r e n c i a q u e h a y e n é l n o s e r e f i e r e a a c o n t e c i m i e n t o s c u y a r e a l i d a d e s i n d e p e n d i e n t e d e l p r e s e n t e q u e e s la s e d e d e la r e a l i d a d , s i n o , m á s b i e n , a u n a in te r p r e ta c ió n d e l p re s e n te e n su p a sa r c o n d ic io n a n te q u e c o a d y u v a rá a q u e la c o n d u c t a i n t e l i g e n t e c o n t i n ú e o p e r a n d o . E s e v i d e n t e , p o r s u p u e s ­ t o , q u e lo s m a t e r ia le s c o n lo s q u e e s e p a s a d o s e c o n s t r u y e e s tá n e n el p r e ­ s e n t e . M e r e f i e r o a la s i m á g e n e s d e la m e m o r i a y a la s p r u e b a s c o n la s q u e e d i f i c a m o s e l p a s a d o , y a l h e c h o d e q u e t o d a r e i n t e r p r e t a c i ó n d e la i m a ­ g e n q u e n o s f o r m e m o s d e l p a s a d o s e e n c o n t r a r á e n e l p r e s e n t e , y s e ju z g a ­ r á a t e n o r d e lo s c a r a c t e r e s l ó g ic o s y p r o b a t o r io s q u e p o s e a n ta le s d a t o s e n e l p r e s e n te . T a m b ié n es e v id e n te q u e e s to s m a te r ia le s , e n su lu g a r e n u n p r e s e n te , n o p u e d e n a p e la r a u n p a s a d o real q u e d e s c a n s a r ía a n u e s tra e s p a ld a , c o m o u n p e r g a m in o e n r o lla d o a l q u e p o d r ía m o s r e c u r r ir p a ra c o n tr a s ta r n u e s tra s c o n s tr u c c io n e s . N o e s ta m o s d e s c ifr a n d o u n m a n u s c r i­ t o c u y o s p a s a je s p u e d e n h a c e r s e i n t e l i g i b l e s e n s í m i s m o s y q u e d a r c o m o s ó l i d a s p r e s e n t a c i o n e s d e la c o r r e s p o n d i e n t e p o r c i ó n d e l o q u e f u e , s i n p e r ju i c io d e lo q u e p u e d a n s u p l e m e n t a l e s p o s te r io r e s c o n s t r u c c io n e s p e n ú l t i m a s d e o t r o s p a s a je s . N o c o n t e m p l a m o s u n p a s a d o i n m u t a b l e y 311 Estas páginas se encontraron entre los papeles de Mead después de su muerte. Parece que fueron escritas con posterioridad a este capitulo, y es posible que luesen fruto de la discusión crítica del mismo en el encuentro de enero de 1931 riel Philosophy Club «le la University o f Chicago. Nota «le Arthur F.. Mutphy. 218 Copyrighted material ¡m jiíeicfia d el presente d e fin itiv o q u e p u e d a e x te n d e r s e tra s d e n o s o tr o s e n su to ta lid a d , n u n c a m á s s u je t o a n in g ú n c a m b io u lte r io r . N u e s tr a s r e c o n s t r u c c io n e s d e l p a s a ­ d o v a r ía n e n a m p l i t u d , p e r o n u n c a c o n t e m p la n q u e s u s h a lla z g o s p u e d a n lle g a r a t e n e r c a r á c t e r d e f in itiv o . S ie m p r e e s tá n s u je t o s a r e f o r m u la c io n e s c o n c e b ib le s a p a r tir d e l d e s c u b r im ie n t o d e e v id e n c ia s u lte r io r e s , y d ic h a r e fo r m u la c ió n p u e d e a fe c ta r a to d o su c o n te n id o . In c lu s o el re c u e rd o m ás v iv id o p u e d e s e r fa ls o . E n u n a p a la b r a , n u e s tr a s c e r te z a s c o n r e s p e c to al p a s a d o n u n c a d e s c a n s a n e n la c o n g r u e n c i a e n t r e e l p a s a d o c o n s t r u i d o y u n p a sa d o re a l in d e p e n d ie n te d e d ic h a c o n s tr u c c ió n , a u n q u e e n e l fo n d o d e n u e s tra m e n te n o p o d a m o s lib r a r n o s d e esa a c titu d , d a d o q u e c o n tr a s ­ ta m o s n u e s tr a s r e c o n s tr u c c io n e s h ip o té tic a s in m e d ia ta s c o n el p a s a d o a c e p ta d o y n u e s t r o v e r e d ic to se b a s a e n su a c u e r d o c o n el r e g is tr o a c e p t a ­ d o ; ( 3 0 ) p e r o e s te p a s a d o a c e p ta d o e s tá e n u n p r e s e n te y é l m is m o e s tá s u je t o a s u p o s i b le r e c o n s t r u c c ió n . A h o r a b ie n , e s p o s ib le a c e p ta r to d o e s to , a d m itie n d o p le n a m e n te q u e n in g ú n e l e m e n t o d e l p a s a d o a c e p t a d o e s d e f i n i t i v o , y m a n t e n e r , s in e m b a r g o , q u e e n n u e s tr a f o r m u la c ió n d e l p a s a d o p e r s is te u n a r e fe r e n c ia a a lg o q u e o c u r r ió y q u e n u n c a p o d r e m o s e s p e r a r q u e r e s u c ite e n e l c o n t e ­ n i d o d e la r e a l i d a d , a l g o q u e p e r t e n e c i ó a l a c o n t e c i m i e n t o e n e l p r e s e n t e d e n tr o d e l c u a l o c u r r ió . E s to e q u iv a le a d e c ir q u e h a y d e tr á s d e n o s o tr o s u n a r is tr a d e p r e s e n te s p a s a d o s , a lo s c u a le s s e r e fie r e n n u e s tr a s c o n s t r u c ­ c i o n e s d e l p a s a d o , a u n q u e s i n p o s i b i l i d a d d e a l c a n z a r l o s n u n c a , y s i n la a n tic ip a c ió n d e q u e n u e s tra s c o n tin u a s r e c o n s tr u c c io n e s se a p r o x im e n a é l c o n c r e c i e n t e e x a c t i t u d . Y e s t o m e lle v a al p u n t o e n d is c u s i ó n . I n c lu s o si p u d i é s e m o s d e v o l v e r s u r e a l i d a d a e s o s p a s a d o s , e s a n o s e r í a la e x p l i c a ­ c i ó n q u e a n h e l a b a n . S i p u d i é s e m o s d e v o l v e r e l p r e s e n t e q u e s e h a ¡ d o a la re a lid a d q u e l e p e r t e n e c ía , n o n o s s e r v ir ía . S e r ía a q u e l p r e s e n te y c a r e c e r ía p r e c is a m e n t e d e l c a r á c t e r q u e le p e d i m o s a l p a s a d o , e s t o e s , e s a c o n s t r u c ­ c i ó n d e la n a t u r a l e z a c o n d i c i o n a n t e d e l p r e s e n t e p a s a r q u e n o s p e r m i t e in te r p r e ta r q u é e s tá s u r g ie n d o e n el fu tu r o q u e p e r te n e c e a e ste p re s e n te . C u a n d o u n o r e c u e r d a s u s p r o p io s d ía s d e m o c e d a d n o p u e d e a d e n tr a r s e e n e llo s ta l c o m o e r a , s in r e la c ió n a lg u n a c o n a q u e llo e n lo q u e u n o se h a c o n v e r t i d o ; y s i p u d i e r a , e s d e c i r , s i u n o p u d i e s e r e p r o d u c i r la e x p e r i e n c i a ta l y c o m o t u v o lu g a r , n o p o d r ía e m p le a r la , p u e s im p l ic a r í a s u n o e s t a r e n e l p r e s e n te e n el q u e d e b e t e n e r lu g a r e s e u s o . U n a s a r ta d e p r e s e n te s q u e p u e d a n c o n c e b ir s e e x is tie n d o c o m o p r e s e n te s n u n c a p o d r ía n c o n s titu ir 219 Copyrighted nnaterial Gcor^c Hctbcrt Mead u n p a s a d o . E n t o d o c a s o , si s e d a e s a r e f e r e n c ia , n o lo e s , e n t o n c e s , a u n a e n t id a d q u e p u e d e e n c a ja r e n c u a lq u ie r p a s a d o , y n o p u e d o c r e e r q u e esa r e fe r e n c ia , e n e l p a s a d o ta l c o m o s e e x p e r im e n tó , s e a a a lg o q u e n o te n g a la f u n c i ó n o e l v a l o r q u e e n n u e s t r a e x p e r i e n c i a p e r t e n e c e a l p a s a d o . N o n o s r e fe r im o s a u n a c o n t e c im ie n t o p a s a d o real q u e n o p o d r ía s e r el a c o n ­ te c im ie n to p a sa d o q u e e s ta m o s b u s c a n d o . O tr a m a n e ra d e d e c ir lo es q u e n u e s t r o s p a s a d o s s o n s i e m p r e m e n t a l e s d e la m i s m a m a n e r a e n q u e l o s fu tu r o s q u e e s tá n a n te n o s o tr o s e n n u e s tra s im a g in a c io n e s s o n m e n ta le s . ( 3 0 - 3 1 ) A p a r t e d e d i f e r i r p o r s u s p o s i c i o n e s s u c e s i v a s , d i f i e r e n e n q u e la s c o n d i c i o n e s d e t e r m i n a n t e s d e la i n t e r p r e t a c i ó n y la c o n d u c t a e s t á n i n c o r ­ p o ra d a s e n e l p a s a d o ta l c u a l é s te s e e n c u e n tr a e n e l p r e s e n te ; p e ro e s tá n s u j e t o s a la m i s m a p r u e b a d e v a l i d e z a la q u e s e s u j e t a n n u e s t r o s f u t u r o s h i p o t é t i c o s . Y la n o v e d a d d e t o d o f u t u r o r e c l a m a u n n u e v o p a s a d o . S in e m b a r g o , e s to p asa p o r a lto u n c a rá c te r im p o r ta n te d e to d o p a sa d o , el h e c h o d e q u e n in g ú n p a s a d o q u e p o d a m o s c o n s t r u ir p u e d a s e r ta n a d e c u a ­ d o c o m o l o d e m a n d a la s i t u a c i ó n . S i e m p r e e x i s t e u n a r e f e r e n c i a a u n p a s a ­ d o q u e n o p u e d e a l c a n z a r s e , y q u e n o p o r e l l o d e j a d e s e r c o n s o n a n t e c o n la f u n c i ó n y r e l e v a n c i a . S i e m p r e c a b e c o n c e b i r q u e la s i m p l i c a c i o n e s d e l p r e ­ s e n t e s e e x t i e n d a n m á s a llá d e a d o n d e la s l l e v a m o s d e h e c h o , y m á s l e j o s d e d o n d e n o s s e r ía p o s i b l e lle v a r la s . S i e m p r e e x i s t e m á s c o n o c i m i e n t o q u e s e r ía d e s e a b l e t e n e r a la h o r a d e s o l u c i o n a r c u a l q u i e r p r o b l e m a q u e a f r o n t a m o s , p e r o q u e n o p o d e m o s c o n s e g u ir . S i p u d ié r a m o s c o n c e b ib le m e n t e a lc a n z a r e se c o n o c im ie n t o es in d u d a b le q u e , c o n é l, c o n s tr u ir ía m o s u n p a s a d o m á s f i e l a l p r e s e n t e q u e a l b e r g a r í a la s i m p l i c a c i o n e s d e e s e p a s a d o . Y s i e m p r e s e re fie re a e s te p a s a d o e n t o d o p a s a d o q u e d e m a n e r a im p e r f e c ta se p r e s e n ta a n u e s tr a in v e s tig a c ió n . S i d is p u s ié r a m o s d e t o d o s lo s d o c u m e n t o s p o s ib le s y d e t o d o s lo s m o n u m e n t o s d e l p e r í o d o d e J u l i o C é s a r e s i n c u e s t i o n a b l e q u e t e n d r ía m o s u n a im a g e n m á s v e r d a d e r a d e l h o m b r e y d e lo q u e o c u r r ió e n s u s d ía s , p e r o s e r ía é s t a u n a v e r d a d q u e p e r t e n e c e r í a a e s t e p r e s e n t e , y u n p r e s e n te p o s te r io r lo r e c o n s tr u ir ía d e s d e el p u n t o d e v is ta d e su p r o p ia n a tu ­ r a le z a e m e r g e n t e . P o d e m o s , p o r t a n t o , c o n c e b i r u n p a s a d o q u e f u e s e i n c o n ­ t e s ta b le e n c u a lq u ie r p r e s e n t e . E n io q u e a e s e p r e s e n t e c o n c e r n i e r a s e r ía e s e u n p a s a d o d e fin itiv o , y si c o n s id e r a m o s el a s u n to , c r e o q u e es, p r e c is a m e n ­ te , a e s te p a s a d o al q u e s e r e fie r e n lo s e n u n c ia d o s q u e v a n m á s a llá d e lo q u e p u e d e a se v e ra r el h is to r ia d o r , y al q u e te n e m o s te n d e n c ia a a s u m ir c o m o u n p a s a d o in d e p e n d ie n te d e to d o p re s e n te . 220 Copyrighted material CAPÍTULO II EMERGENCIA E IDENTIDAD H E h a b l a d o d e l p r e s e n t e c o m o la s e d e d e la r e a l i d a d , p o r q u e s u p r o p i o c a r á c t e r d e p r e s e n t e i l u m i n a la n a t u r a l e z a d e la r e a l i d a d m i s m a . A l p a s a d o y a l f u t u r o q u e a p a r e c e n e n e l p r e s e n t e s e le s p u e d e v e r c o m o m e ro s u m b r a le s d e u n fr a g m e n to m in ú s c u lo d e u n a ¡li­ m ita d a e x te n s ió n c u y a r e a lid a d m e t a f ís ic a re d u c e e l p r e s e n t e a u n e le m e n ­ t o i n s i g n i f i c a n t e q u e a b o r d a e l m u n d o a c a d a i n s t a n t e . E s t a v i s i ó n d e la r e a lid a d c o m o u n r o llo d e p e r g a m in o i n f i n i t o c u y o s f r a g m e n t o s s e d e s e n ­ r o lla n a n te n u e s tr a in t e r m it e n t e m ir a d a tie n e o t r a v a r ia n te e n a q u e lla i m a g e n d e la r e a l i d a d q u e la v e c o m o u n c o n t i n u o e s p a c i o - t e m p o r a l t e t r a d im e n s io n a l d e a c o n t e c im ie n t o s c in te r v a lo s , p e r p e tu a m e n te d e te r m in a ­ d o p o r s u p r o p ia g e o m e t r ía , y d o n d e n o s a v e n tu r a m o s c o n n u e s tr o s p r o ­ p io s m a r c o s d e r e fe r e n c ia s u b je t iv o s , r e c ib ie n d o im p r e s io n e s m o m e n t á n e a s c u y o c a rá c te r p r e s e n te es u n a fu n c ió n d e n u e stra s m e n te s , y n o d e n in g ú n s e g m e n to d é lo s a c o n t e c im ie n t o s q u e s e d e n o r d e n a d o s e n el u n iv e r s o . H e s u g e r i d o q u e e s c a b o r d a j e d e la r e a l i d a d n o s e c o r r e s p o n d e c o n la t é c n i c a y e l m é t o d o c ie n t íf ic o s m e d ia n t e lo s q u e b u s c a m o s r e a liz a r d e s c u b r im ie n ­ t o s e n e l u n iv e r s o . E l p r o c e d e r d e l c i e n t í f i c o s e a fe rra a e s e n e c e s a r io c o n ­ d ic io n a m ie n t o d e lo q u e tie n e lu g a r p o r lo q u e h a t e n id o lu g a r q u e s e s i g u e d e l m i s m o p a s a r . E n la s r e l a c i o n e s e s p a c i o - t e m p o r a l e s , e s t o e s , e n e l 221 Copyrighted material Gcorgc Mctbcrr Mead m o v i m i e n t o , e s e c o n d i c i o n a m i e n t o p u e d e a l c a n z a r la c e r t e z a d e la d e d u c ­ c i ó n , a u n q u e i n c l u s o e n e s t e c a s o n o s e n c o n t r a m o s a n t e la p o s i b i l i d a d d e q u e n u e s tr a s c o n c l u s i o n e s h a y a n d e b a s a r s e , c o n f r e c u e n c ia , e n r e s u lta d o s e s ta d ís tic o s q u e n ie g u e n e s a d e te r m in a c ió n ú ltim a q u e b u s c a m o s . H a y e v i d e n c i a d e q u e e l p r o p i o e s f u e r z o p o r r e f i n a r la t é c n i c a h a s t a l o g r a r la p r e c is i ó n a b s o l u t a d e m u e s t r a q u e s u m e t a e s in a s e q u i b le . Y lo q u e n o s q u e d a e s , e n t o n c e s , la o t r a r a m a d e la d e t e r m i n a c i ó n d e l p a s a r , a l a q u e n o s r e fe r im o s c o n e l títu lo d e p r o b a b ilid a d . S e a c u a l sea n u e s tra d o c tr in a d e la p r o b a b i l i d a d , ( 3 2 - 3 3 ) a s u m i m o s q u e e l a c a e c i m i e n t o d e c i e r t o s a c o n t e c im ie n t o s p r e v io s c o m p o r t a c ie r t a d is t r ib u c ió n d e p r o b a b ilid a d p e r t i n e n t e a la n a tu r a le z a d e lo s a c o n t e c i m i e n t o s p o s t e r io r e s , in c l u s o e n el c a s o d e q u e d i c h a p r o b a b i l i d a d s ó l o p u e d a c a l c u l a r s e s o b r e la b a s e d e u n a t e o r ía c s t o c á s t i c a . E l f u n d a m e n t o d e e s ta d e t e r m i n a c i ó n d e l f u t u r o p o r el p a s a d o s e e n c u e n t r a e n e l h e c h o d e q u e e s t á t e n i e n d o l u g a r a l g o q u e p o se e e x t e n s i ó n t e m p o r a l - e n q u e la r e a l i d a d n o p u e d e r e d u c i r s e a i n s t a n t e s - , y e n q u e la s e t a p a s a n t e r i o r e s d e b e n s e r c o n d i c i o n e s d e la s f a s e s p o s t e r i o r e s . E l e m p e ñ o d e la c i e n c ia e s d e s c u b r ir q u é e s lo q u e p a sa . A d e m á s , e l e s t u d i o d e l p a s a r i m p l i c a d e s c u b r i r lo s a c o n t e c i m i e n t o s . E s t o s a c o n t e c im ie n t o s n o p u e d e n s e r s im p le m e n te p a rte s d e e se p a s a r; tie n e n s ie m p r e c a r a c te r e s q u e lo s h a c e n ú n ic o s . E l t ie m p o s ó lo p u e d e s u r g ir a tra v é s d e l o r d e n a m ie n t o d e l p a s a r p o r p a r te d e e s o s a c o n t e c im ie n t o s ú n i­ c o s . E l c i e n t í f i c o lo s h a l l a e n s u s o b s e r v a c i o n e s y e x p e r i m e n t o s . A la r e l a ­ c i ó n d e c u a l q u i e r a c o n t e c i m i e n t o c o n la s c o n d i c i o n e s b a j o la s c u a l e s o c u ­ rre es a lo q u e lla m a m o s c a u s a c ió n . L a r e la c ió n d e l a c o n t e c im ie n t o c o n s u s c o n d i c i o n e s p r e c e d e n t e s c o n s t i t u y e a l i n s t a n t e u n a h i s t o r i a , y la u n i c i ­ d a d d e l a c o n t e c i m i e n t o h a c e q u e e s a h is to r ia s e a r e la tiv a r e s p e c to a e se a c o n t e c i m i e n t o . E l p a s a r c o n d i c i o n a n t e y la a p a r i c i ó n d e l a c o n t e c i m i e n t o ú n i c o d a n o r i g e n , p o r t a n t o , a l p a s a d o y a l f u t u r o ta l c o m o é s to s a p a r e c e n e n u n p re s e n te . T o d o el p asad o está e n el p r e s e n te e n c a lid a d d e n a tu r a le z a c o n d i c i o n a n t e d e l p a s a r , y t o d o e l f u t u r o s u r g e d e l p r e s e n t e e n la f o r m a d e l o s a c o n t e c i m i e n t o s ú n i c o s q u e d i m a n a n d e é l . L a t a r c a d e la c i e n c i a e s d e s e n m a r a ñ a r e s te p a s a d o q u e e x is te e n el p r e s e n te , y b a s á n d o s e e n é s te , p r e v e r e l f u t u r o . Y e l m é t o d o , e l d e la i d e a c i ó n . H e i n d i c a d o q u e e n la f o r m a v i v i e n t e e n c o n t r a m o s u n a c o s a i n d i v i d u a l q u e s e m a n t i e n e a s í m i s m a m e d i a n t e la m u t u a d e t e r m i n a c i ó n d e la f o r m a y s u 222 Copyrighted material L l filosofía <iti preiettit e n t o r n o . E l m u n d o c i r c u n d a n t e e s t á t a n r e l a c i o n a d o c o n e l a n i m a l o la p l a n ­ ta p o r m e d io d e su s e n s ib ilid a d y s u r e s p u e s ta , q u e e l p r o c e s o v ita l c o n t in ú a . F r e n te a l a n im a l, e l m u n d o es u n m u n d o d e a lim e n t o , a b r ig o , p r o te c c ió n y s u s o p u e s t o s . F r e n t e a la c o s a i n a n i m a d a , lo s a l r e d e d o r e s n o m u e s t r a n c a r a c ­ t e r e s q u e r e s p o n d a n a la a c c i ó n q u e la c o s a r e a l i z a a l s e r l o q u e e s ( 3 3 - 3 4 ) . U n c a n t o ro d a d o es u n a c o s a d e fin id a , c o n su m a sa y su fo r m a , p e ro su s r e la c io n e s c o n la s c o s a s d e a lr e d e d o r n o o r i g i n a n e n e lla s c u a lid a d e s q u e m e d i a n t e lo s c o n t a c t o s , e l p e s o , la i n e r c i a d e l c a n t o r o d a d o l o c o n s e r v e n . E l c a n t o r o d a d o n o t ie n e u n e n t o r n o e n el s e n t id o e n q u e lo t ie n e u n a n im a l. E l s u s t r a t o d e l o b j e t o i n a n i m a d o e s la c o n s e r v a c i ó n ( e n la f o r m u l a c i ó n a c t u a l , la c o n s e r v a c i ó n d e l a e n e r g í a ) . N i n g u n a t r a n s f o r m a c i ó n a f e c t a a la r e a l i d a d d e s u s i s t e m a f í s i c o . H e m o s r e d u c i d o la m a t e r i a y la m a s a - d i c h o e n lo s t é r m i n o s e n q u e e s t o s s u p u e s t o s s e f o r m u l a b a n a n t e s - a e n e r g í a , p e r o e l r a s g o e s e n c i a l d e la d o c t r i n a h a s i d o q u e la r e a l i d a d n o e s t r i b a e n la f o r m a - p u e s la t r a n s f o r m a c i ó n p u e d e p r o c e d e r i n t e r m i n a b l e m e n t e - s i n o e n la m a te r ia , y a s e a m a s a o e n e r g ía . E n f i n , a u n q u e u n c u e r p o e s te la r h a y a t e n i­ d o s u h i s t o r i a , t r a z a b l c c o m o u n a s e c u e n c i a c a u s a l , la c i e n c i a c o m p r e n d e la r e a l i d a d d e la e s t r e l l a ú n i c a m e n t e c o n c i b i é n d o l a c o m o e n e r g í a , a la q u e n o l e a f e c t a s i la f o r m a d e e s e c u e r p o s e t r a n s f o r m a e n u n s i s t e m a b i n a r i o o e n u n o p la n e ta r io . L a fo r m a p a r tic u la r q u e u n c u e r p o in a n im a d o a d o p te es i r r e l e v a n t e p a r a « lo q u e e s » . P a r a e s e t i p o d e c u e r p o s s u e n t o r n o le s r e s u lt a ta n s u p e r ílu o c o m o e l p r o p io o b je t o . S i n e m b a r g o , la s p la n t a s y lo s a n im a le s p r e s e n t a n a la c i e n c i a o b je t o s c u y o s c a r a c te r e s e s e n c ia le s se e n c u e n tr a n n o y a e n lo q u e e x p e r im e n t a t r a n s f o r m a c i ó n s in o e n e l p r o p io p r o c e s o y e n la s f o r m a s q u e e l o b je t o a d o p t a d u r a n t e e l m i s m o . P u e s t o q u e e l p r o c e s o i m p l i c a la i n t e r a c c i ó n d e l a n i m a l o d e la p l a n t a c o n l o s o b j e t o s q u e le s r o d e a n , e s e v i d e n t e q u e e l p r o c e s o d e la v i d a r e a l m e n t e c o n f i e r e c a r a c t e r e s t a n t o a l e n t o r n o c o m o a la p l a n t a o a l a n i m a l . Y , n o o b s t a n t e , la s p la n t a s y lo s a n i m a l e s s o n ta n o b je t o s fís ic o s c o m o o b je t o s v iv ie n te s . E n t a n t o q u e o b je t o s f ís ic o s , su r e a lid a d p u e d e r e d u c ir s e a lo q u e q u ie r a q u e e s té e x p e r i m e n t a n d o t r a n s ­ f o r m a c ió n y su s f o r m a s r e s u lta n s u p e r ílu a s . E n c u a n t o ta le s , c o n c ie r n e n al fís ic o y al q u ím ic o y su s d o c tr in a s ( 3 4 - 3 3 ) A h o ra b ie n , si se r e d u c e n e s to s p r o c e s o s a e x p r e s i o n e s d e e n e r g í a , e l p r o c e s o v i t a l d e s a p a r e c e r á . Y la i n t r o ­ d u c c ió n d e u n a fu e rz a v ita l n o s e r ía d e n in g u n a a y u d a ; e n e l c a s o d e q u e s e h a l l a s e , e s t a r í a i n e v i t a b l e m e n t e s u j e t a a la m i s m a r e d u c c i ó n . 223 Copyrighted mate'ial Geotgc H ttkfrt Mead L a d if e r e n c ia e n t r e e l f ís i c o y e l b i ó l o g o e s t r ib a e n la s m e ta s q u e s u s r e s p e c t i v a s c i e n c i a s c o n t e m p l a n , e n la s r e a l i d a d e s q u e a n d a n b u s c a n d o . Y s u p r o c e d i m i e n t o r e s p o n d e a s u s m e t a s . E l d e l f í s i c o e s la r e d u c c i ó n , e l d e l b i ó l o g o la p r o d u c c i ó n . E l b i ó l o g o n o t i e n e q u e i n v e s t i g a r h a s t a q u e e x i s t e u n p r o c e s o v ita l e n c u r s o . D e b e , n o o b s t a n t e , te n e r lo s m e d io s fís ic o s a p r o p i a d o s p a r a i n d a g a r e s e p r o c e s o y , p o r la t a n t o , s e r f í s i c o a d e m á s d e b i ó l o g o . S i r e d u c e la r e a l i d a d d e la v i d a a l o s m e d i o s q u e e m p l e a , s e c o n ­ v ie r te e n u n m e c a n ic is ta . S i e l p r o c e s o v ita l a p a r e c e a n te é l c o m o u n p r o ­ c e s o q u e h a e m e r g id o d el m u n d o fís ic o , y c u y o e s tu d io se c e n tr a e n d ilu ­ c i d a r la s c o n d i c i o n e s d e s u a u t o - p r e s e r v a c i ó n , e n t o n c e s e s u n t e le ó lo g o . A m b a s a c t i t u d e s s ó l o e n t r a n e n m u t u o c o n f l i c t o s i , p o r u n a p a r t e n i e g a la r e a lid a d d e l p r o c e s o p o r q u e p u e d e r e d u c ir a e n e r g ía lo s o b je t o s q u e e n t r a n e n é l, y r e h ú s a , e n c o n s e c u e n c ia , a r e c o n o c e r q u e e l p r o c e s o q u e e s tá in v e s ­ t i g a n d o s e a u n a r e a lid a d e m e r g i d a ; o s i , p o r o t r a p a r t e , s ó l o a f i r m a la s c o s a s fís ic a s y q u ím ic a s q u e e n tr a n e n e l p r o c e s o e n fu n c ió n d e l p r o p io p r o c e s o , c o n v i n i é n d o l a s d e e s a m a n e r a e n c u a lid a d e s o a d je t i v o s a r i s t o t é ­ l i c o s . S i d e e s t e m o d o e l b i ó l o g o a d o p t a , p u e s , l a p o s i c i ó n d e q u e t o d o s lo s c o n s t i t u y e n t e s d e la s c o s a s s o n e n r e a lid a d p o te n c ia lid a d e s d e é sta s e im p lic a n su p r e e x is te n c ia , e n e s e c a s o e l b ió lo g o se tr a n s fo r m a e n u n a r is ­ t o t é l i c o o , e n u n e n t o r n o m o d e r n o , e n u n i d e a l i s t a d e f e n s o r d e la r e a l i d a d d e l o s « t i p o s » ; y s i e s c o n s i s t e n t e c o n e l l o , r i n d e la p l a z a d e la i n v e s t i g a c i ó n c i e n t í f i c a , a d e m á s d e n e g a r t a m b i é n la p o s i b i l i d a d d e la e m e r g e n c i a . L o q u e d e s e a b a e n f a t i z a r a l r e f e r i r m e a la e m e r g e n c i a d e la v i d a e s q u e é s t a c o n f i e r e a l m u n d o c a r a c t e r e s t a n g e n u i n o s c o m o l o s q u e c o n f i e r e a la s fo r m a s v iv ie n te s . E s te h e c h o se r e c o n o c e e n e l t é r m in o « e n to r n o » . T e n d e ­ m o s a u s a r e s t e t é r m i n o d e u n m o d o f e n o m e n i s t a , a l o j a n d o la r e a l i d a d d e l e n t o r n o e n s u r e d u c c i ó n f í s i c a a m a s a y e n e r g í a , y c o n c e d i e n d o a la r e l a ­ c i ó n d e l a n i m a l c o n s u e n t o r n o s i g n i f i c a c i ó n r e a l ú n i c a m e n t e e n la m e d i ­ d a e n q u e p u e d a e n u n c ia r s e e n t é r m in o s fís ic o s y q u ím i c o s . L a r e a lid a d d e l a l i m e n t o , p o r e je m p l o , s e h a lla e n e s e c a s o e n lo s á t o m o s o e le c t r o n e s y p r o t o n e s d e lo s q u e e s tá c o m p u e s t o , y su c a r á c t e r n u t r it iv o e s u n a m e r a c o n c e s i ó n a n u e s t r o i n t e r é s p o r u n g r u p o a i s l a d o d e s u c e s o s d e e n t r e lo s q u e n o s c o n c ie r n e n . C o m o h e in d ic a d o , n o p o d e m o s m a n te n e r e sa a c t i­ t u d s i n n e g a r a la v i d a la c u a l i d a d d e s e r u n a r e a l i d a d f u n d a m e n t a l . S i la v id a e s u n a r e a lid a d , su o p e r a r c o m o o r g a n is m o y e n t o r n o d e b e c o n f e r ir s u s c a r a c te r e s a to d o su c a m p o d e o p e r a c io n e s . S i el a n im a l d ig ie r e , d e b e 224 Copyrighted mate'ial La filoiojui d fip m tn u h a b e r u n a l i m e n t o q u e p u e d a d i g e r i r . O t r a m a n e r a d e p r e s e n t a r la s i t u a ­ c i ó n e s d e s d e e l p u n t o d e v i s t a d e l c o n t r a s t e e n t r e la s c o n d i c i o n e s p a r a l o q u e e s t á o c u r r i e n d o y e s e o c u r r i r c o n d i c i o n a d o , la c u a l a l u d e , t a m b i é n , a la d i s t i n c i ó n e n t r e c o s a s y a c o n t e c i m i e n t o s . E l a c o n t e c i m i e n t o q u e p a s a s e s o l i d i f i c a e n c o s a e n l a m e d i d a e n q u e , e n e l p r e s e n t e , s e c o n v i e r t e e n la s c o n d i c i o n e s e s t a b l e c i d a s d e f u t u r o s s u c e s o s . L a b u e n a d i g e s t i ó n , la s a l u d y la p r o p i a v i d a s o n c o n d i c i o n e s d e t o d a la d i v e r s i d a d d e a c t i v i d a d e s q u e e l f u t u r o n o s r e s e rv a y, c o m o ta le s , s o n c o s a s q u e c o n s t it u y e n a lg u n a s d e n u e s tr a s p o s e s io n e s m á s p r e c io s a s . S o n , e n e s p e c ia l, a q u e llo s c o n t e n id o s a lo s q u e s e a d s c r ib e n c a r a c t e r e s o a c c id e n t e s d iv e r s o s . E n o t r a s p a la b r a s , tie n d e n a c o n v e r tir s e e n s u s ta n c ia s , fra g u a d a s p o r el h e c h o d e q u e , u n a v e z id e n t if ic a d a , s u n a tu r a le z a c o n d ic i o n a n t e , c u a lq u ie r a q u e s e a é s ta , se s o lid ific a . A s í e s c o m o el fu tu r o m a tiz a c o n t in u a m e n t e a l p a s a d o e n el p re s e n te . L a d is t in c ió n q u e h e in d ic a d o a n te s e n tr e r e d u c c ió n y p r o d u c c ió n s e c o m ­ p a d e c e c o n la q u e e x i s t e e n t r e n u e s t r a s a c t i t u d e s h a c i a e l p a s a d o y h a c i a e l fu tu r o r e s p e c tiv a m e n te . R e d u c im o s e l p a s a d o a c o n d ic io n e s fia b le s , y t o d o e l r ic o c o n t e x t o q u e e l fu tu r o d e s p lie g a , si h a d e s e r c o m p r e n s ib le y u t iliz a b le , d e b e e n t r e t e je r s e c o n e s ta f ia b le r e d . ( 3 6 - 3 7 ) S u r g e n , p u e s , c o n ­ t i n u a m e n t e c o s a s n u e v a s , y la n o v e d a d d e s u o c u r r i r s e d i l u y e e n la f i a b i l i ­ d a d p r o p i a d e l o q u e ll e g a a s e r f a m i l i a r . P e r o e s a c o s a e s p r e e m i n e n t e m e n ­ t e la c o s a f í s i c a d e la e x p e r i e n c i a s e n s i b l e i n m e d i a t a . Es aquí donde e n c o n t r a m o s la r e l a c i ó n f u n d a m e n t a l e n t r e e l f u t u r o y e l p a s a d o e n el p r e s e n t e . L a e x p e r i e n c ia a d is t a n c ia e s la p r o m e s a d e la e x p e r i e n c ia d e c o n t a c t o 2 1 . L o q u e c o n s i g a m o s a p r e s a r s e r á la s u s t a n c i a a la q u e p e r t e n e ­ c e r á n la s c u a l i d a d e s d e s o n i d o , c o l o r , s a b o r y o l o r . E n e l m u n d o p e r c e p t i ­ b l e i n m e d i a t o l o q u e p o d e m o s m a n i p u l a r e s la r e a l i d a d c o n la q u e h a d e c o n t r a s t a r s e lo v is to y o í d o , si h e m o s d e lib r a r n o s d e il u s io n e s y a lu c in a ­ c i o n e s . E l d e s a r r o llo d e lo s r e c e p to r e s d e s e ñ a le s d e f u e n t e s d is t a n t e s c o n - 1 Aunque Mead está aquí estableciendo un contraste entte lo mediato y lo inmediato, la carga de referencia a lo corporal, y concretamente a la vista y el oído com o sentidos de la percepción a distancu . en su corrclatividad de control con los -sentidos de contacto*, y fundamentalmente con d tacto en U manipulación csrí m uy presente en este rrabajo. y su raíz en el em peño meadiano, de largo aliento, de fundamentar en la materialidad de corporeidad humana la critica tic la teoría kantiana del conocimiento sensible, y especialmente de la percepción del espacio y el tiempo, algo que Mead abor­ daba en el proyecto de tesis, nunca realizado, que Mead inició en Berlín con Dilthcy. Nota de ISY a la edición española. 225 Copyrighted material Gcoige Hefbctt Mead s u a p a r a t o in t e r io r , e l e n c é f a lo , h a d o t a d o a lo s a n im a le s s u p e r io r e s d e u n fu t u r o q u e s ó lo p u d o lle g a r a s e r e f e c t iv o e n p r o p o r c ió n a su p r o y e c c ió n h a c i a e l p a s a d o e n e l q u e e l a j u s t e f i n o d e la m a n o c o n c r e t ó , m a n i p u l a n ­ d o , la s e x p e r i e n c i a s d e c o n t a c t o q u e l a v i s t a y e l o í d o p r o m e t í a n ( o c o n la s q u e a m e n a z a b a n ). F u e u n a s i n g u l a r v e n t a j a p a r a la m e c á n i c a n c w t o n i a n a la e s t r e c h a c o r r e l a ­ c i ó n e n t r e s u c o n c e p t o f u n d a m e n t a l d e m a s a y e l p e s o y e l v o l u m e n d e la e x p e r i e n c i a i n m e d i a t a . S i e m p r e n o s h a s i d o f á c i l i m a g i n a r la s u b d i v i s i ó n d e l o s o b j e t o s p e r c e p t i b l e s e n p a r t í c u l a s d e m a s a y t r a d u c i r la i n e r c i a , la f u e r z a y e l m o m e n t o e n e l e s f u e r z o q u e la s e x p e r i e n c i a s d e c o n t a c t o e v o ­ c a n . E n e l p e n s a m i e n t o m e c a n i c i s t a la s c o n d i c i o n e s f i a b l e s a l a s q u e la c i e n c i a h a r e d u c id o e l p a s a d o se h a n d i c h o in h e r e n t e s a la p a r t íc u la d e m a s a , y la p a r t í c u l a d e m a s a p o d r í a c o n s i d e r a r s e c o m o u n r e f i n a m i e n t o d e la c o s a f í s i c a d e l m u n d o p e r c e p t i b l e . E s e s t a r a r a c o i n c i d e n c i a e n t r e la c o s a f í s i c a d e l a c i e n c i a y la c o s a d e la p e r c e p c i ó n l o q u e d i s p e n s ó a l l l a m a d o m a t e r i a l i s m o s u r e n o m b r e . E s a e s a c o r r e l a c i ó n a la q u e d e b e m o s a t r i b u i r - y n o e n p e q u e ñ a m e d id a - n u e s tr a te n d e n c ia in s tin tiv a a a tr ib u ir a c a m ­ b i o s f í s i c o s y q u í m i c o s e n l a s c o s a s i n a n i m a d a s la r e a l i d a d d e la v i d a . ( 3 7 - 3 8 ) E l a r i s t o t é l i c o n o v e í a d i f i c u l t a d a l g u n a e n r e c o n o c e r la v i d a c o m o a l g o c u y a n a t u r a l e z a p o d í a p e r t e n e c e r a la s c o s a s , p u e s t o q u e n o d i s p o n í a d e u n a im a g in a c ió n c i e n t íf ic a m e n t e a d ie s tr a d a q u e p u d ie r a m o s tr a r le c o s a s s u b p e r c e p tiv a s r e a liz a n d o p r o c e s o s v ita le s . D c m ó c r i t o h a b ía s u g e r i­ d o e s ta e x p lic a c ió n , p e r o s in e l r e s p a ld o d e u n a v e r ific a c ió n e x p e r im e n t a l. M e g u s t a r í a i n s i s t i r , n o o b s t a n t e , e n q u e la f a l a c i a e s e n c i a l d e e s t e m a t e r i a ­ l i s m o n o r a d i c a e n s u s u p o s i c i ó n d e l c a r á c t e r d e m a s a d e la s c o s a s f í s i c a s ú l t i m a s - p u e s la m a s a y a s e h a r e d u c i d o a e n e r g í a - s i n o e n la s u p o s i c i ó n d e q u e es p o s ib le o fr e c e r u n a e x p lic a c ió n e x h a u s tiv a d e c u a lq u ie r a c o n t e ­ c i m i e n t o q u e t e n g a l u g a r d e s d e e l p u n t o d e v i s t a d e la s c o n d i c i o n e s n e c e ­ s a r ia s p a r a q u e s u c e d a . N o d ir é q u e n o p o d a m o s c o n c e b i r u n p a s a r e n el q u e n a d a s u c e d a , p e ro sí o s a ré d e c ir q u e to d o a c o n t e c im ie n t o q u e p e r m ite d ife r e n c ia r el p a sa r n o p u e d e m e n o s q u e p o se e r u n c a r á c te r ú n ic o q u e n o p u e d e r e d u c i r s e a la s c o n d i c i o n e s d e s u a c a e c e r . E l i n t e n t o d e r e d u c i r l o a s í n o c o n d u c e ta n to al m a te r ia lis m o c o m o al tip o d e e c u a c io n e s q u e re d u c e n a i g u a l d a d lo s d o s t é r m i n o s u n i d o s p o r e l s i g n o y a u n a r e a lid a d p a r- m e n í d e a , m a c i z a e i n m u t a b l e . P o r s u p u e s t o , s i e s t a id e a f u e r a c o r r e c t a , n o h a b r í a n a d a p e c u l i a r e n la e m e r g e n c i a d e la v i d a o d e la l l a m a d a c o n c i e n ­ 2 2 6 Copyrighted material ¡m /¡íuio/ia d e if m ente cia. Estos acontecimientos podrían tener más importancia que otros acon­ tecimientos únicos, pero ha habido otros acontecimientos tan genuinamentc únicos como ellos y tan genuinamente implicados como ellos en el proceder de la realidad. El rasgo más notable en la aparición de la vida es que el proceso que cons­ tituye la realidad de un ser vivo se extiende más allá de su propia forma e involucra, para su expresión, el mundo en el que esa forma vive. La reali­ dad del proceso pertenece, así, al mundo en su relación con el ser vivo. Con los términos iorma y medio, nos referimos a esto mismo. Es una expresión de relatividad en términos de vida. El mundo es, evidentemen­ te, algo diferente de lo que sería si no existiesen la planta y el animal, y difiere para las diferentes especies de plantas y de animales, pues tienen diferentes entornos. El hecho de que podamos reducirlos todos al mundo físico de las condiciones bajo las que la vida procede (38-39), que es el campo donde tienen lugar los denominados procesos puramente físicos, no puede borrar esos diversos entornos como aspectos de la realidad. Actualmente la doctrina de la relatividad connota una relación similar entre cualquier objeto en movimiento o grupo de objetos que se están moviendo con la misma velocidad y en el mismo sentido y el resto del mundo donde ese “conjunto congruente” 22* (com entient setu ) se mueve. Las características espaciales, temporales y energéticas de los objetos varían con la velocidad de su movimiento en relación con el mundo que está en reposo respecto a ese “conjunto congruente’ en m ovim iento24. Pero, a L is comillas, que se emplean para destacar esa expresión tomada J e W hitchead, son del traduc­ tor. Enseguida p r e c i s a r e m o s el sentido de la expresión "conjuntos congruente*" (constntient «•/»; inci­ diendo en que estamos hablando de dos series de elementos, cada una de las cuales formaría un con­ junto, precisamente, por el hecho de que sus elementos mantendrían valores comunes de velocidad y sentido de desplaza mentó simultáneo. De esa forma nuestro uso de "conjunto congruente" se basaría en una sinécdoque de este conjunto compuesto por elementos congruentes en su momento y S e n t i d o de desplazamiento simultáneo. Nota de ISY a la edición cspaftola. Fsc término, ju nto con gran pane de la exposición siguiente, se toma en préstamo de W H IT E H KAD . P rincipia o f N aturalK now leJge. 2.a ed., cap. 3. Nota de Arthur F. Murpby. Esta expresión técnica procede de la filosofía de la naturaleza de W hitchcad y requiere una cuida­ dosa atención herm enéutica; aunque puede decirse, sumariamente, que designa a un con jun to de acontecimientos que tienen en común el hecho de que constituyen el campo de sensibilización de un «acontecimiento que percibe# («pcrcipicnt cvcnt» ). Este último concepto ocupa un lugar de privile­ gio en la afirmación de Whitehead. frente a buena parte de los físicos relativistas, de la necesidad del reconocimiento de la «posición absoluta* en el espacio, pata que tenga sentido real el movimiento. Whitehead lo define como -la vida corporal de la mente encarnada# y lo distingue de la mente pro- 227 Copyrighted material Georgc Herbcit Mead diferencia de la forma viva y su entorno, el conjunto congruente en movi­ miento puede también considerarse en reposo, considerando, entonces, que su entorno se mueve a la misma velocidad pero en sentido opuesto. El efecto de la relatividad es, por tanto, llevar todavía más lejos lo que he designado como la reducción de la ciencia física; pues si la misma realidad puede aparecer, indiferentemente, como el movimiento de un conjunto con referencia a otro en reposo o como el movimiento del segundo con referencia al primero, que ahora estaría en reposo, es entonces evidente que el carácter temporal de los objetos en reposo, su persistencia o paso, debe ser de algún modo igualado con el carácter temporal de los mismos objetos en movimiento. El punto-trayectoria de la primera situación se iguala a la traslación de la segunda situación. Entramos inevitablemente en un continuo donde el tiempo se convierte en una dimensión. Lo que era movimiento aquí es un intervalo entre acontecimientos en el espaciotiempo, que, al considerarlo desde puntos de vista diferentes, tanto puede ser reposo como movimiento. Un modo más simple, aunque también más crudo, de expresarlo es decir que la realidad del movimiento no resi­ de en el cambio sino en las posiciones relativas entre sí de las cosas consi­ deradas como acontecimientos. (40) En el mundo newtoniano, el medio absoluto de todo cambio -es decir, para las ciencias físicas, de todo movimiento- era un espacio pareci­ do a una caja, supuestamente lleno de éter en reposo, y cuya estructura era irrelevante para el tiempo. El nuevo espacio-tiempo absoluto no es el medio de nada, porque en él no ocurre nada. Lo único que existe son los acontecimientos y los intervalos que los separan. Este continuo posee una geometría ordenada y la materia puede traducirse a esta geometría en tér­ minos de curvatura. Pero aquí ha ocurrido algo más que la desaparición del espacio y el tiempo absolutos. En realidad éstos ya habían desaparecido con el advenimiento de la teoría relacional del espacio y el tiempo. No es más posible encontrar pruebas de un movimiento absoluto desde el punto de vista de una teoría pum ente dicha. F.I sentido concreto con ci que Mead hace suyos estos conceptos aparece especificado en un pasaje posterior de este escrito. Cfr. A. N. W H IT E H E A D , £/ concepto d e naruroleza. Credos, Madrid. 1968. pp. 1 14-135. Para la cita, p. 123. Vid. también P. A. S C H II.P y A. N. W H IT E H E ­ A D , The P hthíophy o f A lfred N orth W hitehead. N . York. Tudor Pub. C o .. 19 5 1 . N ota de ISY a la edición espartóla. 228 Copyrighted material ¡ji filotofia iü l pm tntt relacional que desde el punto de vista de la relatividad. Lo que el experi­ mento de Michelson y Morley intentaba mostrar no era el movimiento absoluto de la Tierra a través del espacio, sino su movimiento a través del éter en reposo, que se aceptaba como el medio de propagación de la luz. Pero surgió un nuevo problema cuando Einstein demostró que, para cual­ quier sistema de medida que pueda instituirse, la medición de distancias y tiempos en un sistema en movimiento, desde la perspectiva de un sistema en reposo, diferiría de la que se obtendría desde el interior del sistema en movimiento. La medida de la distancia en el sistema móvil sería más corta y el tiempo medido más largo. Y esto concuerda con las transformaciones que Lorenz halló necesarias para que las ecuaciones de Maxwell que des­ criben los fenómenos electromagnéticos resultasen invariantes. La misma variación aparecía tanto en los valores de espacio como de tiempo o ener­ gía; y coincidía con el valor constante de la velocidad de la luz, que Eins­ tein concretó a partir de su medición por medio de la comparación de señales. Y estas especulaciones convergentes del físico y del matemático explicaban con exactitud el resultado negativo del experimento MichclSon-Morley, Basándose en esta nueva hipótesis no sólo se mostró que la evidencia de un movimiento absoluto carecía de sentido, (40-41) sino también que el propio proceso de medición era altamente complejo cuan­ do implicaba objetos en movimiento y requería unas matemáticas más complejas y el genio de Einstein, quien demostró que los resultados acep­ tados de la matemática newtoniana no eran sino primeras aproximaciones a formulaciones más exactas. De este modo, la reducción de las condicio­ nes bajo las cuales se hacen las mediciones de la ciencia exacta se ha visto llevada más allá de la estructura de espacio y tiempo que se daba por sen­ tada. Y lo mismo sirve para la materia. ta s dos actitudes con respecto a la materia que subyacen a nuestra percep­ ción y nuestro pensamiento las indican las dos definiciones de masa -co m o cantidad de materia y como medida de la inercia- que ofreció Newton. La primera no tiene utilidad científica porque presupone que la materia tiene una determinada densidad; pero indica una actitud mental prevaleciente, la suposición de que puede aprehenderse la naturaleza de algo con independencia de las relaciones con otros objetos en que ese algo entre. La inercia sólo puede aprehenderse mediante las relaciones de un cuerpo con otros. El intento de definir la masa en función de la inercia es 229 Copyrighted material Gcorge HcrHcrt M<\ul tautológico (la masa se define en función de la fuerza, y la fuerza en fun­ ción de la masa). Es necesario presuponer un sistema para definir los obje­ tos que componen el sistema. Pero la concepción de la cosa física simple­ m ente com o algo que ocupa cierto volumen, incluso si no puede expresarse en una cantidad de materia determinable, parecía al menos ofrecer a la mente los objetos con los que el sistema habría de construirse. Encontramos la misma concepción en el caso del hipotético cuerpo Alpha, del que se sugirió que podría estar localizado más allá del campo gravitacional y que proporcionaría una entidad física desde cuyo punto de vista podría orientarse el universo físico. Si ahora enunciamos el «lo que es» de un cuerpo en términos de energía, (41-42) estamos implicando la existen­ cia de un sistema con anterioridad de los objetos que lo componen. Hemos llevado nuestra exposición de las condiciones que determinan la naturaleza de los objetos más allá del objeto perceptivo, y más allá del objeto subperceptivo de la doctrina newtoniana que con tanta facilidad se identificaba con la experiencia perceptiva. Y hemos perdido la noción de un medio, como el espacio y las partículas de masa newtoniano, en el que los procesos del universo físico pudieran seguir su curso. Porque un conti­ nuo espacio-temporal no proporciona tal medio. Es éste un mundo metafísico de cosas en sí, al que puede hacer referencia el aparato matemático que nos vemos obligados a usar, pero que no nos proporciona un entorno. Carece de las características que un organismo confiere a su entorno por su misma relación con él, y tiene una naturaleza a partir de la cual habrían surgido tanto el organismo como el entorno, y que, por tanto, puede con­ siderarse independiente de ellos. El mundo de las ciencias física y química proporciona las condiciones para la vida y los medios en los que la vida se puede vivir. Es evidente que un mundo que está más allá de la experiencia posible no puede ser el entorno de la experiencia. Tampoco podemos considerar que dos conjuntos congruentes que se mueven uno con respecto a otro estén en una relación de forma y entor­ no, aunque el movimiento de uno de esos conjuntos confiera al otro cier­ ta estructura debida precisamente a ese movimiento. El hecho de que cualquiera de los dos conjuntos pueda ser considerado en movimiento, al menos en lo que concierne al mencionado cambio estructural, haría que aplicar aquí la noción de forma y entorno resultase inapropiado. Lo que buscamos en el entorno es un planteamiento del mundo a partir del cual 230 Copyrighted material La Jtltoofia deipretente h a s u r g i d o e l e m e r g e n t e , y p o r c o n s i g u i e n t e , d e l a s c o n d i c i o n e s b a j o la s c u a le s lo e m e r g e n te d e b e e x is tir , in c lu s o a d e s p e c h o d e q u e s u e m e r g e r h a y a h e c h o d e e s e m u n d o u n m u n d o d ife r e n te . L a m a te r ia n e w to n ia n a en e l e s p a c io n c w t o n ia n o p r o p o r c io n a b a u n m e d io o r ig in a l e n e l q u e te n ía n lu g a r to d o s lo s c a m b io s , ( 4 2 - 4 3 ) y A le x a n d e r p r e s e n t ó e l e s p a c io y el t i e m p o c o m o u n e n t o r n o t a l q u e a p a r t i r d e l m i s m o h a b r í a n e m e r g i d o la m a t e r i a , la s c u a l i d a d e s , l a v i d a , la m e n t e , la d e i d a d . S u f i l o s o f í a e s la d e u n a e v o l u c i ó n e m e r g e n t e , c o m o la p r o p u s i e r a e l b i ó l o g o M o r g a n 25. T e n í a e l s e n t i d o h i s t ó r i c o c o r r e s p o n d i e n t e a l p e r í o d o d e la e v o l u c i ó n . L a r e l a t i ­ v id a d n o p e r te n e c e a e s te p e r ío d o . N i su s m á s p r o fu n d a s r e d u c c io n e s d e la s c o n d i c i o n e s e x a c t a s d e la e x p e r i e n c i a a b r e n p u e r t a s h a c i a e l p a s a d o . E l in te n to p r im e r o d e p r o p o r c io n a r le u n a fo r m u la c ió n m e ta fís ic a e lim in a el c a m b i o . R e d u c e e l t i e m p o a s e r u n a d i m e n s i ó n e n p a r i d a d c o n la s e s p a c i a ­ l e s , y s u s t i t u y e la h i s t o r i a p o r la g e o m e t r í a . C i e r t a m e n t e , W h i t e h e a d h a in t e n t a d o p r e s e r v a r e l m o v im ie n t o y e l c a m b io d e n t r o d e u n u n iv e r s o r e la tiv is ta , c o n s e r v a n d o lo s d if e r e n t e s s is t e m a s t e m p o r a le s c o m o p e r s p e c ­ t i v a s d e la n a t u r a l e z a ; p e r o n o p u e d o v e r q u e h a y a e v i t a d o la r i g i d e z d e la g e o m e t r í a d e l e s p a c i o - t i e m p o , n i t a m p o c o c ó m o p u e d a a b r i r la p u e r t a a lo c o n t i n g e n t e el in g r e s o d e o b je t o s e t e r n o s e n a c o n t e c i m i e n t o s q u e r e s u l­ ta n d e te r m in a d o s d e ese m o d o . P e r o lo q u e m e in te r e s a n o s o n e s to s t e m p r a n o s p r e c ip it a d o s m e t a f ís ic o s . D e la t e o r í a f í s i c a d e la r e l a t i v i d a d l o q u e s o b r e s a l e e s q u e la r e d u c c i ó n d e la s c o n d i c i o n e s d e l c a m b i o , o e n e s t e c a s o d e l m o v i m i e n t o , s e h a n r e t r o ­ tr a íd o ta n to q u e e l c a m b io o el m o v im ie n to m is m o d e s a p a re c e n . T a m p o ­ c o l l e g a m o s a u n a s i t u a c i ó n d e s d e la q u e e l c a m b i o s u r j a - e x c e p t o e n la m e d id a q u e e s ta b le c e m o s u n r e in o m e ta fís ic o q u e n o p u e d e ser u n e n t o r ­ n o e n el q u e te n g a lu g a r e l c a m b i o - . P o r e l c o n t r a r io , e l e s p a c io - tie m p o se c o n v i e r t e e n u n a r e a l i d a d d e la q u e e l c a m b i o e s u n r e f l e j o s u b j e t i v o . L o m i s m o s u c e d e s i n o s p r o p o n e m o s r e t r o t r a e r u n a t e o r í a d e la e n e r g í a , e n t a n t o q u e « lo q u e e s » d e l o b je t o f í s i c o , h a s t a la s s i t u a c i o n e s e n la s q u e s u r g e n lo s o b je t o s , q u e , c o m o ra le s , c o n s t it u y e n l o s s i s t e m a s d o n d e la e n e r g ía p u e d e m e d ir s e . ( 4 3 - 4 4 ) O s t w a ld s u g ir ió u n a d o c t r in a a s í, e s d e c ir , p ro p u s o u n a e n e r g ía e n te n d id a c o m o u n a e n tid a d m e ta fís ic a q u e , c o m o is A L E X A N D E R . Spact. Tune a n d Ddey. Libro H y Lloyd M O R G A N . Em ergentEvolution, cap. 1. Nota de Arthur E. Murphy. 231 Copyrighted mate'ial Ckwge Hctbcft Mead t a l , n o e n t r a r í a e n e l r a n g o d e la m a t e r i a f í s i c a , u n a e n t i d a d c a p a z d e c o n s ­ t it u ir u n o b je t o c o n a n t e r io r id a d a lo s s is te m a s e n lo s q u e p u d ie r a e n tr a r . L a m a sa e n te n d id a c o m o c a n tid a d d e m a te r ia o fr e c ía y a e sa c o n c e p c ió n , p e r o n o e s t a b a s u j e t a a u n a d e f i n i c i ó n e x a c t a . A ú n a s í , s e la p o d í a i m a g i ­ n a r c o m o e l v o l u m e n q u e o c u p a s e y q u e s e p o n í a d e m a n i f i e s t o e n la r e s i s t e n c i a i n e r c i a l , y , p o r t a n t o , s e la p o d í a c o n c e b i r c o m o u n p r e s u p u e s ­ t o d e l s is t e m a d e c o s a s . P e r o u n a e n e r g ía q u e p u e d e a d o p t a r d iv e r s a s f o r ­ m a s y s e g u ir s ie n d o la m is m a p ie r d e e s e v a lo r e m p ír ic o . S ó l o p u e d e p r e ­ s e n ta r s e e n u n o b je t o si y a e x is te u n s is te m a d e e s e tip o . S i n o e x is te u n s is te m a e le c tr o m a g n é tic o , d e h e c h o , n o p u e d e e x is tir e l e le c tr ó n . P re s e n ­ ta r u n c u e r p o c u y o c o n t e n id o es ta l c a n tid a d d e e n e r g ía c o n a n te r io r id a d a l s is te m a es p o s tu la r u n s is te m a m e ta fís ic o q u e n o e n tr a e n e l r a n g o d e n ­ t r o d e l c u a l o p e r a n la s h i p ó t e s i s d e l c i e n t í f i c o . N o s u p o n e e s t o d i f i c u l t a d a lg u n a e n t a n t o e sa s h ip ó te s is se lim it e n a s itu a c io n e s d o n d e e s o s s is te m a s y a e x is t e n . E l « lo q u e es» d e l o b je t o p u e d e d e fin ir s e e n t é r m in o s d e l s is te ­ m a . P e r o l a c o n c e p c i ó n d e la e n e r g í a c o m o n a t u r a l e z a d e l a c o s a f í s i c a n o n o s p r o p o r c io n a u n e n t o r n o e n e l q u e p o d a m o s c o n s t r u ir el s is te m a . T a n t o la c o n c e p c i ó n d e l a r e l a t i v i d a d c o m o la d e l a e n e r g í a e n t e n d i d a s c o m o n a t u r a l e z a d e la c o s a f í s i c a i n d i c a n q u e h e m o s l l e v a d o n u e s t r a t é c n i ­ c a d e m e d ic ió n e x a c t a y n u e s t r o a n á lis is m á s a llá d e la h is t o r ic id a d , es d e c ir , q u e n o n o s e s p o s ib le r e tr o c e d e r h a s ta e l o r ig e n ló g ic o q u e A le x a n d e r p r o p u s o e n s u v a s t a f i l o s o f í a d e la e m e r g e n c i a o d e l a e v o l u c i ó n , o s i lo h a c e m o s , h e m o s d e a c u d ir a u n r e in o m e ta fís ic o q u e tr a s c ie n d e e l p e n s a ­ m ie n to c ie n tífic o . L o m á s a s o m b r o s o e s q u e e s a s d o s f a s e s d e l o q u e h e l l a m a d o la r e d u c c i ó n d e l c o n d i c i o n a m i e n t o d e l p a s a r , la s c o n d i c i o n e s d e m e d i c i ó n d e l o q u e s e m u e v e d e s d e e l p u n t o d e v i s t a d e l o q u e e s t á e n r e p o s o y la s i m p l i c a c i o n e s d e a c e p t a r q u e la e n e r g í a e s « l o q u e e s » d e l o b j e t o f í s i c o - m e r e f i e r o a la s t r a n s f o r m a c i o n e s d e L a r m o r y L o r e n t z c o m o c o n d i c i o n e s d e la ¡ n v a r i a n c i a d e la s e c u a c i o n e s d e M a x w e l l - t u v i e r a n q u e l l e g a r a la m i s m a c o n c l u ­ s i ó n c a s i a la v e z . ( 4 4 - 4 5 ) S u e f e c t o f u e p r e s c i n d i r , e n la b a s e d e l p e n s a ­ m ie n to c ie n t íf ic o , t a n t o d e u n e s p a c io c o m o d e u n tie m p o in d e p e n d ie n te s e n lo s q u e p u d ie r a c o n s t r u i r s e u n u n iv e r s o f í s i c o , y d e u n a m a t e r ia q u e p u d ie s e c o n c e b ir s e c o m o ló g ic a m e n te in d e p e n d ie n te d e lo s s is te m a s d e c o s a s q u e s e c o n s t r u ía n c o n e lla . E s te fo n d o d e h is to r ic id a d d e s a p a r e c ió c o n e l a d v e n i m i e n t o d e la r e l a t i v i d a d y d e la t e o r í a e l e c t r o m a g n é t i c a d e la 232 Copyrighted material Lifiln tfía dtl prtstnu m a t e r i a . P a r a N e w t o n , e l e s p a c i o e r a la v e s t i d u r a d e D i o s , y l o s á t o m o s d e m a s a , la s p i e d r a s s i l l a r e s p r e e x i s t e n t e s c o n lo s q u e s e c o n s t r u y ó e l m u n d o . L a i n f l u e n c i a d e c o n c e p c i o n e s c o m o la d e u n e s p a c i o a b s o l u t o o la d e la s p a r tíc u la s d e m a s a c o n d u jo a b u s c a r lo re a l e n s e r ie s c a u s a le s q u e r e t r o c e ­ d í a n h a s t a e n t i d a d e s ú l t i m a s q u e e r a n la s c o n d i c i o n e s m c d i b l c s c o n e x a c ­ t i t u d d e la r e a l i d a d p r e s e n t e . N o e r a p a r a n a d a n e c e s a r i o q u e e l p e n s a ­ m i e n t o d e l a d e t e r m i n a c i ó n p r e s u p u s i e s e u n c o m ic n 7 x > a b s o l u t o , p e r o s u s c o n c e p t o s c o m p o r t a b a n u n a d is p o s ic ió n m e n ta l q u e id e n tif ic a b a lo re a l e n la s c o n d i c i o n e s , q u e , u n a v e z d e s p l e g a d a s , c o n s t i t u í a n e l p a s a d o a b s o ­ l u t o . L a d e s a p a r i c i ó n d e u n p a s a d o a b s o l u t o y la r e l e g a c i ó n d e la m a s a e n f a v o r d e u n a c o n c e p c i ó n m á s g e n e r a l d e la e n e r g í a , s u b r a y a n l o s h a l l a z g o s c ie n tífic o s presentes c o m o c o n t r a s t e y s e d e d e la r e a l i d a d . ¿ E n c a j a l a h i p ó ­ t e s i s d e la s c o n d i c i o n e s c a u s a l e s p r e c e d e n t e s e n l o s d a t o s d e la o b s e r v a c i ó n y d e l la b o r a to r io ? M ie n t r a s s a tis fa g a e s ta f u n c ió n , s u c o n s o n a n c ia c o n u n a im a g e n o r d e n a d a d e l p r o c e s o m e c á n ic o n o tie n e im p o r t a n c ia . T o d a h ip ó ­ t e s i s , l o m i s m o s i e s u n a t e o r í a o n d u l a t o r i a d e la m a t e r i a , e s b i e n v e n i d a . F u n c i o n a o n o f u n c i o n a . L a d i s p o s i c ió n d e la m e n t e c i e n t í f i c a h a c ia su r e a lid a d e s tá le jo s d e l p a s a d o y m ir a h a c ia u n p r e s e n te e n c u y o in t e r io r r e s id e e l t é r m in o d e c o n t r a s t a c i ó n d e lo s h a lla z g o s e fe c tiv o s . C o n to d o , n o p o d e m o s d e s is tir d e c o m p o n e r h is to r ia s ; y d e h e c h o é s ta s s e v u e lv e n to d a v ía m á s f a s c in a n t e s . ( 4 5 - 4 6 ) C o m p a r e m o s , p o r e je m p l o , lo e x c i t a n t e s q u e s o n la s h i s t o r i a s d e l o s c u e r p o s e s t e l a r e s d e E d d i n g t o n o d e J e a n s c o n l a m o n o t o n í a d e l a e s t r u c t u r a m e c á n i c a d e N e w t o n o d e la s h ip ó te s is d e K a n t o L a p la c e . P e r o n o c o m p o r t a n n in g ú n c a r á c t e r fin a l. E s p e r a m o s q u e c a m b ie n m e r c e d a n u e v o s p r o b le m a s y n u e v o s h a lla z g o s , y n o s d e c e p c io n a r ía e n o r m e m e n te q u e n o c a m b ia r a n . T a m p o c o e s p e ra m o s q u e s e v u e lv a n i n t e r n a m e n t e m á s c o n s is t e n t e s , c o m o c u a n d o d e s c if r a m o s u n m a n u s c r ito o s c u r o . E n e l p r o c e d im ie n to c ie n t íf ic o ya n o e x is te n a d a q u e e n t r e e n c o n f l i c t o c o n n u e v o s p a s a d o s q u e s u r g e n a la p a r q u e e m e r ­ g e n n u e v o s a c o n te c im ie n to s . 233 Copyrighted mate CAPÍTULO III LA NATURALEZA SOCIAL DEL PRESENTE L A n a tu r a le z a s o c ia l ( 4 7 ) d e l p r e s e n te s u rg e d e su e m e r g e n c ia . M e t e f i e r o a l p r o c e s o d e r e a ju s t e q u e la e m e r g e n c i a in v o l u c r a . P o r e j e m p l o , la n a t u r a l e z a a d o p t a n u e v o s c a r a c t e r e s c o n la a p a r i c i ó n dé­ la v i d a ; o e l s i s t e m a e s t e l a r l o s a d o p t a c u a n d o , a t r a v é s d e l o s p r o c e s o s q u e o c u r r e n e n la e s t r e l l a , p i e r d e m a s a p o r e l c o l a p s o d e l o s á t o m o s . S e d a u n a j u s t e a e s a n u e v a s i t u a c i ó n . L o s o b j e t o s n u e v o s e n t r a n e n r e l a c i ó n c o n lo s a n t i g u o s . L a s c o n d i c i o n e s d e t e r m i n a n t e s d e l t r a n s c u r r i r e s t a b l e c e n la s c o n d ic io n e s d e su s u p e r v iv e n c ia , y lo s o b je t o s q u e y a e x is tía n e n tr a n en n u e v a s r e la c io n e s c o n lo q u e h a s u r g id o . E m p le o a q u í e l c o n c e p t o « s o c ia l» n o e n r e f e r e n c ia al n u e v o s is t e m a s in o a l p r o c e s o d e r e a ju s t e . E n c o n t r a ­ m o s u n a i l u s t r a c i ó n s o b r e s a l i e n t e d e e s t o e n la e c o l o g í a . L a c o m u n i d a d d e la p r a d e r a o d e l b o s q u e r e s p o n d e a la e n t r a d a e n e s c e n a d e c u a l q u i e r f o r m a n u e v a , s i e s a n u e v a f o r m a e s c a p a z d e s o b r e v i v i r . C u a n d o la f o r m a n u e v a s e h a e s ta b le c id o c o m o « c iu d a d a n a » r e s id e n te , el b o t á n ic o p u e d e m o s tr a r lo s a ju s t e s m u t u o s q u e h a n t e n i d o l u g a r . A c a u s a d e e s e a d v e n i m i e n t o , e l m u n d o s e h a t o r n a d o u n m u n d o d i f e r e n t e ; p e r o i d e n t i f i c a r la s o c i a l i d a d c o n e se r e s u lta d o e s id e n tific a r la m e r a m e n te c o n el s is te m a . A lo q u e e s to y r e f i r i é n d o m e e s , m á s b i e n , a l e s t a d i o e n t r e e l v i e jo y e l n u e v o s i s t e m a . S i la e m e r g e n c i a e s u n r a s g o d e la r e a l i d a d , e s t a f a s e d e a j u s t e e n t r e e l u n i v e r s o 235 Copyrighted matí Gcorgc Herbért Mead o r d e n a d o a n te s d e l s u r g im ie n to d e lo e m e r g e n te y, d e s p u é s , c u a n d o y a h a a s i m i l a d o a l r e c i é n l l e g a d o , t a m b i é n t i e n e q u e s e r u n r a s g o d e la r e a l i d a d . E s t o p u e d e ¡lu s t r a r s e c o n la a p a r i c ió n d e u n p la n e t a s e g ú n e l e n f o q u e , h ip o t é t ic o , d e l v is ita n te e s te la r q u e h a b r ía o c a s io n a d o e l o r ig e n d e n u e s tr o s i s t e m a p l a n e t a r i o . H u b o u n t i e m p o e n q u e la m a s a d e n u e s t r a T i e r r a ( 4 7 4 8 ) e r a p a r t e d e la c u b i e r t a e x t e r i o r q u e g i r a b a a l r e d e d o r a l s o l . A h o r a e s u n c u e r p o s e p a r a d o d e la m a s a e s t e l a r , q u e s i g u e g i r a n d o a s u a l r e d e d o r , p e r o e n su p r o p ia ó r b ita . Q u e e l p la n e ta e x h ib a to d a v ía e n su d is ta n te ó r b i t a la m is m a i n e r c i a c o n q u e a n t e s o r b it a r a e n t o r n o a la e s t r e lla n o d e s m ie n te e l h e c h o d e q u e a h o r a e x is te u n s is te m a p la n e ta r io d o n d e a n te s s ó l o h a b í a u n c u e r p o e s t e l a r s i n g u l a r , n i q u e h u b o u n a e t a p a e n la q u e la s u s ta n c ia d e lo q u e ib a a s e r p la n e ta e s ta b a e n a m b o s s is te m a s . A h o r a b ie n , l o q u e s o l e m o s d e n o m i n a r s o c i a l n o e s m á s q u e la l l a m a d a c o n c i e n c i a d e e s e p r o c e s o ; p e r o e l p r o c e s o n o e s i d é n t i c o a la c o n c i e n c i a d e l m is m o , q u e es u n h a c e rs e c a rg o d e (awareness) A h o r a q u e d a c la r o q u e e se c a r á c te r s o c ia l s ó lo (consciotisness) la s i t u a c i ó n . p u ed e p e rte n e c e r al m o m e n t o e n e l q u e t i e n e l u g a r la e m e r g e n c i a ; e s d e c i r , a u n p r e s e n t e . P o d e m o s r e c o r d a r e l p r o c e s o m e d í a n t e la i d e a c i ó n , p e r o e s e p a s a d o n o e s u n a r e in te g r a c ió n d e l a s u n to ta l c o m o o c u r r ió , p u e s to q u e se a b o r d a d e s d e e l p u n t o d e v i s t a d e la e m e r g e n c i a p r e s e n t e , y e s m a n i f i e s t a m e n t e h i p o t é t i c o . E s e l p a s a d o q u e n u e s t r o p r e s e n t e in v o c a , y s e le p o n e a p r u e ­ b a p o r s u a j u s t e a la s i t u a c i ó n a c t u a l . S i p u d i é s e m o s a l c a n z a r , ble, p er impossi- e s e a c o n t e c i m i e n t o p a s a d o ta l c o m o t u v o lu g a r , t e n d r ía m o s q u e e s ta r e n e s e a c o n t e c i m i e n t o y c o m p a r a r lo e n e s e c a s o c o n lo q u e a h o r a p r e s e n ­ t a m o s c o m o su h is t o r ia . P e r o e s o n o s ó lo e s u n a c o n t r a d i c c i ó n e n lo s t é r m i n o s , s i n o q u e f a l s e a la f u n c i ó n d e l p a s a d o e n la e x p e r i e n c i a , q u e e s la d e u n a r e c o n s t r u c c i ó n c o n t i n u a , u n a c r ó n i c a a l s e r v ic io d e lo s p r o p ó ­ s ito s d e la in t e r p r e t a c i ó n p r e s e n t e . P a r e c e q u e n o s a c e r c a m o s a e s e r e c u e r ­ d o c o m p l e t o , s i p u e d o r e c u r r i r a e s a e x p r e s i ó n , a l i d e n t i f i c a r la s le y e s f u n d a m e n t a l e s d e la n a t u r a l e z a , c o m o l a s d e l m o v i m i e n t o , d e l a s q u e d e c im o s q u e tie n e n q u e h a b e r s id o y s e g u ir s ie n d o s ie m p r e c o m o s o n a h o r a ; y e s a q u í d o n d e la r e l a t i v i d a d r e s u l t a m á s i l u m i n a d o r a . A b i e r t a ­ m e n t e r e d u c e e l tip o d e r e a lid a d q u e p o d r ía s e r c o n t e n i d o id é n t ic o d e l p a s a d o , d e l p r e s e n te y d e l fu tu r o a u n o r d e n a m ie n to ta l d e a c o n t e c im ie n ­ to s e n el e s p a c io -tie m p o , q u e , p o r d e fin ic ió n , n o p o d r ía s e r p a r te d e n in ­ g ú n p a s a d o i m a g i n a d o p o r la c i e n c i a m á s d e l o q u e p o d r í a e n c o n t r a r s e 236 Copyrighted mate L ) fifosofut deI ¡>re«nu e n n u e s tr o m u n d o p e r c e p tiv o ( 4 8 - 4 9 ) . L a g e o m e tr ía d e l e s p a c io -tie m p o n i e g a la e m e r g e n c i a » a m e n o s q u e s e la r e i n t r o d u z c a m e d i a n t e l a m e t a f í ­ s ic a d e W h it c h c a d ; y si n o e s to y e q u iv o c a d o , e s a v is ió n d e b e r e n u n c ia r a la o r d e n a d a g e o m e t r ía d e l e s p a c io - t i e m p o q u e e l p r o p io W h it e h e a d d e fie n d e . S in e m e r g e n c ia n o se d a n lo s a c o n t e c im ie n t o s d is tin g u ib le s g r a c ia s a lo s c u a le s e m e r g e e l t i e m p o . L o s a c o n t e c i m i e n t o s e in t e r v a lo s a l o s q u e e l r e l a t i v i s t a s e r e f i e r e s o n la s c o n s t a n t e s q u e h a n s i d o e l r e v u l s i v o d e la s e l a b o r a d a s m a t e m á t i c a s q u e e l r e c o n o c i m i e n t o d e l c a r á c t e r s o c i a l d e l u n iv e r s o h a d e m o s tr a d o q u é n e c e s itá b a m o s . E n c o n t r a m o s e l c a r á c t e r s o c i a l d e l u n i v e r s o e n la s i t u a c i ó n d o n d e e l n u e v o a c o n t e c i m i e n t o e s t á a la v e z e n e l v i e j o s i s t e m a y e n e l n u e v o q u e s u a d v e ­ n i m i e n t o a n u n c i a . L a s o c i a l i d a d e s l a c a p a c i d a d d e s e r v a r i a s c o s a s a la v e z . E l a n i m a l c r u z a e l c a m p o e n p o s d e s u p r e s a , y f o r m a p a r t e a la v e z d e l s is te m a d e d is t r ib u c ió n d e e n e r g ía s q u e h a c e p o s ib le s u lo c o m o c ió n y d e l s i s t e m a d e la j u n g l a , q u e e s p a r t e d e l s i s t e m a d e l a v i d a s o b r e l a s u p e r f i c i e d e l g l o b o i n a n i m a d o . A h o r a c o m p r e n d e m o s q u e s i h e m o s d e c a l c u l a r la e n e r g ía q u e v a a c o n s u m ir p a ra s u lo c o m o c ió n , te n e m o s q u e te n e r e n c u e n t a s u f e r o c i d a d , s u h a m b r e y la a t r a c c i ó n o e l m ie d o q u e s u p r e s a e x c ita e n é l; e ig u a lm e n te r e c o n o c e m o s q u e , s i h e m o s d e e s tim a r esa s c a r a c t e r í s t i c a s d e la f o r m a , t e n e m o s q u e s e r c a p a c e s d e m e d i r la s e x p r e s i o ­ n e s -d e -e n e r g ía d e s u o r g a n is m o y d e su e n t o r n o . H a y u n a s o c ia lid a d ta n g e n u i n a e n s u r e l a c i ó n c o n s u e n t o r n o c o m o e n s u r e l a c i ó n c o n s u p a r e ja o c o n s u m a n a d a , y l a s e ñ a l d e e l l o e s t á e n q u e h a b i t u a l m c n t e m e d i m o s la s c a r a c te r ís tic a s q u e p e r te n e c e n a u n o b je t o c o m o m ie m b r o d e u n s is te m a v a lié n d o n o s d e la s q u e le c o r r e s p o n d e n e n o t r o . A s í, m e d im o s e l m o v i ­ m i e n t o e n f u n c i ó n d e la s d i s t a n c i a s c u b i e r t a s e n u n « c o n j u n t o c o n g r u e n ­ t e » e n r e p o s o , o m e d i m o s la s d i m e n s i o n e s d e e s e c o n j u n t o d e r e f e r e n c i a p o r lo s m o v i m i e n t o s q u e r e q u ie r e la m e d i c i ó n . E l r e la t i v is t a d e s c u b r i ó q u e e s t a m e d i c i ó n r e c í p r o c a ( 4 9 - 5 0 ) i m p l i c a b a u n c a m b i o e n la s u n i d a d e s d e m e d id a , y q u e s i s e q u e r í a a lc a n z a r u n id e a l d e e x a c t i t u d e r a p r e c is o h a c e r u n a t r a n s f o r m a c i ó n . P a r e c e q u e e n b i o l o g í a e s t a m o s e n la m i s m a s it u a c ió n . P a ra e s t im a r c o n p r e c is ió n e l p r o c e s o v it a l c o n a r r e g lo a d is t r i­ b u c io n e s d e e n e r g ía d e b e r ía m o s s e r c a p a c e s d e tr a n s fo r m a r e l p r o c e s o fís i­ c o -q u ím ic o in o r g á n ic o e n p ro c e s o o r g á n ic o , a lg o q u e d e s a fo r tu n a d a m e n ­ te a ú n n o h e m o s s id o c a p a c e s d e h a ce r. 237 Copyrighted material George Herbcrt M otl S i e x a m i n a m o s la s b a s e s d e e s t a e s t i m a c i ó n d e u n s i s t e m a d e s d e e l o t r o , e n c o n t r a m o s d o s c a r a c t e r í s t i c a s ; u n a e s la e m e r g e n c i a d e l a c o n t e c i m i e n t o a p a r t i r d e la s c o n d i c i o n e s b a j o l a s a p a r e c i ó , l o c u a l , c o m o h e m o s v i s t o , o r ig in a su h is to r ia y p u e d e s e r s u b s u m id o b a jo el t é r m in o g e n e r a l d e e v o ­ l u c i ó n . L a s e g u n d a e s la c o n t i n u i d a d d e l a s c o n d i c i o n e s p a s a d a s e n e l p r e s e n t e . L a a p a r i c i ó n d e l o s p l a n e t a s , c u a n d o s e r e l a c i o n a c o n la s l e y e s d e la m a s a y e l m o v i m i e n t o , v i e n e a s e r p a r t e d e u n a s e c u e n c i a o r d e n a d a y, d e s d e e s t e p u n t o d e v i s t a , s e v e a l o b j e t o c o m o s i e s t u v i e r a s u r g i e n d o d e lo a n te r io r . D e s d e el p u n t o d e v is ta d e su e m e r g e n c ia , s e lo c o n s id e r a c o m o p a r t e d e a m b o s s i s t e m a s ; p e r o s ó l o e n l o q u e i n c u m b e a la s l e y e s c o m u n e s a a m b o s . L a s u s ta n c ia d e l p la n e ta q u e s u rg e es u n a fr a c c ió n d e l S o l , y se m u e v e d e a c u e r d o c o n la in e r c ia (m om éntum ) q u e le c o r r e s p o n d e e n ta l c a l i d a d ; p e r o t a m b i é n e s u n o b j e t o d e u n s i s t e m a e n e l q u e e l S o l tie n e u n a d e t e r m i n a d a m a s a q u e s e s i g u e d e la m a s a y e l m o v i m i e n t o d e l p l a n e ­ t a c o n r e f e r e n c i a a l S o l . D e m a n e r a s i m i l a r , e n la d i n á m i c a d e C a l d c o la s a c e le r a c io n e s y d e c e le r a c io n e s e ra n e m e r g e n te s e n u n c a m p o d e m o v i­ m ie n to s d e m a sa s e n e l e s p a c io a b s o lu to . Q u e d ó p a r a la r e l a t i v i d a d e s t a b l e c e r e l p r o p i o m o v i m i e n t o C 0I11O u n a e n tid a d q u e s u r g e e n d e te r m in a d a s c o n d ic io n e s - l a s d e lo s s is te m a s d e r e f e r e n c i a - a p a r t i r d e la s c o n d i c i o n e s l ó g i c a m e n t e a n t e c e d e n t e s d e lo s a c o n te c im ie n to s s itu a d o s , y s e p a r a d o s p o r in te r v a lo s , e n e l e s p a c io - tie m ­ p o . P e r o e s a s c o n d i c i o n e s n o c a e n y a d e n t r o d e l r a n g o d e la e x p e r i e n c i a p o s ib le . S ig u e s ie n d o v e r d a d , s in e m b a r g o , q u e lo q u e e s m o v im ie n t o d e s d e l a e x p e r i e n c i a d e u n p u n t o d e v i s t a e s r e p o s o d e s d e la d e o t r o . L a r e la tiv id a d d e l m o v im ie n t o h a b ía s id o r e c o n o c id a h a c e t ie m p o , ( 5 0 - 5 1 ) p e r o c o n la r e n u n c i a a u n e s p a c i o a b s o l u t o y e l é x i t o e n e l d e s a r r o l l o d e la t e o r í a g e n e r a l d e la r e l a t i v i d a d d e E i n s t e i n , q u e e l m o v i m i e n t o y e l r e p o s o e m e r j a n a p a r t i r d e la s i t u a c i ó n m á s a b s t r a c t a q u e e x p r e s a l o c o m ú n a lo s d o s s is te m a s d e r e f e r e n c ia o p e r s p e c tiv a s , d e m o d o q u e lo q u e e n uno a p a re c e c o m o m o v im ie n to lo h a g a e n el o tr o c o m o r e p o s o , es u n a e x ig e n ­ c i a d e la l ó g i c a . Y , c o m o a c a b o d e s e ñ a l a r , d i c h a f o r m u l a c i ó n s e s a l e d e l e s q u e m a d e d e s a r r o l l o q u e h e e s b o z a d o a n t e s . C o n c i e r n e a la r e l a c i ó n e n t r e a p a r ie n c ia y r e a lid a d , e n t r e lo o b je t iv a y lo s u b je t iv a m e n t e r e a l, n o a la r e l a c i ó n d e u n o b j e t o e m e r g e n t e q u e s u r g e d e l p a s a d o c o n a q u e l l o q u e l o c o n d i c i o n a . P a r e c e q u e h e m o s a b a n d o n a d o u n a t e o r í a e v o l u t i v a d e la c i e n c i a y q u e e s t a m o s e n t r a n d o e n u n a e t a p a r a c i o n a l i s t a d o n d e la r e a l i - 238 Copyrighted material La /¡¡a ia fia d t l p ra tn te d a d se n o s o fr e c e ú n ic a m e n te e n fo r m a d e p a u ta s ló g ic a s y m a te m á tic a s . S i n e m b a r g o , t e n g o la s o s p e c h a d e q u e e s t a m o s d e m a s i a d o p r ó x i m o s to d a v ía a lo s g r a n d e s c a m b io s q u e se h a n p r o d u c id o d u r a n t e lo s ú lt im o s c i n c u e n t a a ñ o s p a r a s e r c a p a c e s d e s i t u a r l o s e n la p e r s p e c t i v a a p r o p i a d a . D e s e o s u g e r ir q u e e l c a r á c t e r s o c ia l d e l p r e s e n te o f r e c e o t r o p u n t o d e v is ta d e s d e el q u e c o n s id e r a r e s a s it u a c ió n . H e d ic h o q u e la r e s id e n c ia d e l p r e ­ s e n t e e m e r g e n t e t a n t o e n e l v i e j o c o m o e n e l n u e v o s i s t e m a r e v e l a la s i m p l i c a c i o n e s s o c ia le s d e l p r e s e n t e e m e r g e n t e ; y q u e la s o c ia lid a d v ie n e d a d a e n la r e la c ió n in m e d ia ta e n tr e p a s a d o y p r e s e n te . H a y o t r o a s p e c to d e la s o c i a l i d a d , e l q u e e l c a r á c t e r s i s t e m á t i c o d e l p r e s e n t e q u e p a s a p o n e d e m a n ifie s to . C o m o h e m o s v is to , e n el tr a n s c u r r ir d e l p a s a d o al fu tu r o , e l o b j e t o p r e s e n t e e s a la v e z l o v i e j o y l o n u e v o , y e s o r i g e t a m b i é n p a r a s u s r e la c io n e s c o n to d o s lo s d e m á s m ie m b r o s d e l s is t e m a a l q u e p e r t e n e c e . A n te s d e la a p r o x im a c ió n d e l v is ita n te e s te la r a n u e s tr o S o l, e l p r o p io c a r á c t e r d e la p o r c i ó n d e S o l q u e h a b r í a d e c o n v e r t i r s e e n la T i e r r a e s t a b a d e t e r m i n a d a p o r s u s r e l a c i o n e s c o n la s p o r c i o n e s d e la s u s t a n c i a s o l a r q u e se c o n v i r t i e r o n e n lo s d e m á s p la n e ta s . U n a v e z s itu a d a e n s u p o s ic ió n p la ­ n e t a r i a , r e t i e n e e l c a r á c t e r d a d o p o r la c o n f i g u r a c i ó n a n t e r i o r a la v e z q u e a s u m e e l n u e v o c a r á c t e r , ( 5 1 - 5 2 ) q u e s e e x p r e s a e n la s p e r t u r b a c i o n e s d e s u ó r b i t a c a u s a d a s p o r la s i n f l u e n c i a s d e s u s v e c i n o s . L a c u e s t i ó n e s q u e u n c u e r p o q u e p e r te n e c e a u n s is te m a , y c u y a n a tu r a le z a e s tá d e te r m in a d a p o r la s r e l a c i o n e s c o n l o s m i e m b r o s d e ta l s i s t e m a , c u a n d o i n g r e s e e n u n n u e v o o r d e n s is t e m á t ic o , c o n s e r v a r á , e n e l p r o c e s o d e r e a ju s t e a l n u e v o s i s t e m a , a l g o d e la n a t u r a l e z a d e t o d o s l o s m i e m b r o s d e l v i e j o s i s t e m a . A s í , e n la h i s t o r i a d e u n a c o m u n i d a d , l o s m i e m b r o s c o n s e r v a r á n , e n l o s r e a j u s ­ t e s d e l c a m b i o s o c i a l , l o s c a r a c t e r e s c o n q u e la s r e l a c i o n e s s o c i a l e s l e s d e t e r m i n a b a n e n e l v i e jo o r d e n . E l v i e jo o r d e n s e e n c u e n t r a e n c a d a m i e m b r o ; y e n u n a r e v o l u c i ó n , s e c o n v i e r t e e n la e s t r u c t u r a s o b r e l a q u e s e e d if ic a e l o r d e n n u e v o . D e a h í q u e R o u s s e a u tu v ie r a q u e h a lla r e n el c iu d a d a n o ta n to al s o b e ra n o c o m o al s ú b d ito , y q u e K a n t h u b ie r a d e e n c o n t r a r e n e l s e r r a c i o n a l t a n t o a l p r o m u l g a d o r d e la l e y m o r a l c o m o ai s u j e t o d e e s a le y . P o r v o l v e r a la e v o l u c i ó n d e l s i s t e m a p l a n e t a r i o , la ó r b i t a d e la T i e r r a t o d a v í a e s i n d i c a t i v a d e l c e n t r o d e l S o l d e l q u e f o r m ó p a r t e , y s u s m o v im ie n t o s c o n r e fe r e n c ia a o t r o s m ie m b r o s d e l s is t e m a s o la r re fle ­ j a n la s p o s i c i o n e s q u e o c u p a b a n e n e l S o l a n t e s d e la l l e g a d a d e l v i s i t a n t e e s t e la r . 239 Copyrighted naterial Gcorge Herbcrt Mead M e h e r e f e r i d o a l i n c r e m e n t o d e la m a s a d e u n o b j e t o e n m o v i m i e n t o c o m o u n e je m p l o e x t r e m o d e s o c ia lid a d . E s t o e s , si m a n t e n e m o s d e n t r o d e l c a m p o d e la e x p e r i e n c i a p o s i b l e e s e i n c r e m e n t o d e m a s a , d e b e m o s tr a ta r a l c u e r p o e n m o v im ie n to c o m o si e s tu v ie r a e n d o s s is te m a s d if e r e n ­ te s , p u e s to q u e e l o b je t o e n m o v im ie n t o t ie n e s u s p r o p io s e s p a c io , t ie m p o y m a s a d e b id o s a s u m o v im ie n t o , q u e s o n d if e r e n t e s a lo s d e l s is t e m a c o n r e s p e c t o a l c u a l s e m u e v e . L a s p a r a d o ja s q u e b r o t a n d e e s e s i t u a r s e e n u n s is te m a d if e r e n te n o s s o n y a fa m ilia r e s . L o q u e d e s e o p u n tu a liz a r e s q u e a q u í a lc a n z a m o s el lím it e e x tr e m o d e e sa s o c ia lid a d . p u e s to d o c u e r p o p o s e e c i e r t o s is t e m a e s p a c io - t e m p o r a l y d e e n e r g ía g r a c ia s a s u v e lo c id a d . P e r o d ic h a v e lo c id a d e s r e la tiv a a l s is te m a d e n t r o d e l q u e el c u e r p o se e s tá m o v ie n d o , y e s e c u e r p o t e n d r ía o t r a v e lo c id a d r e la tiv a c o n r e s p e c to a o t r o s is t e m a q u e s e e s tu v ie s e m o v ie n d o e n r e la c ió n c o n e l p r im e r o . P o r lo t a n t o , e l c u e r p o te n d r ía u n n ú m e r o in d e fin id o d e m e d id a s d e m a s a ( 5 2 - 5 3 ) en u n n ú m e r o i n d e f i n id o d e s is te m a s c o n r e f e r e n c ia a lo s c u a le s e s c o n c e b i b l e q u e s e e s té m o v ie n d o . R e s id e e n t o d o s e s o s s is te m a s d ife r e n te s . P o d e m o s a h o r a e s t a b le c e r u n e s p a c i o - t i e m p o m e t a f í$ :c o , c o n s u s c o i n c i ­ d e n c i a s e i n t e r v a l o s e n t r e a c o n t e c i m i e n t o s , c o m o la r e a l i d a d a l a q u e s e re fie r e n e s o s m a r c o s d e r e fe r e n c ia , o p o d e m o s m a n te n e r n o s d e n tr o d e l c a m p o d e la e x p e r i e n c i a y e m p l e a r la s f ó r m u l a s d e t r a n s f o r m a c i ó n q u e s e h a n d e m o s t r a d o n e c e s a r ia s p a ra u n a m e d ic ió n e x a c t a . L a c u e s t ió n e s , p r e ­ c i s a m e n t e , q u é e s t á e n ju e g o e n e l r e c u r s o a f ó r m u l a s d e t r a n s f o r m a c i ó n E n u n a s i t u a c i ó n i n m e d i a t a e n la q u e la r e l a t i v i d a d d e l m o v i m i e n t o e s t á p r e s e n t e e n la e x p e r i e n c i a , c o m o c u a n d o e l p r o p i o t r e n e s t á e n m o v i m i e n ­ to m ie n tr a s e l tre n a d y a c e n te e s tá e n r e p o s o , n o se n e c e s ita n in g u n a tr a n s ­ f o r m a c i ó n . E n e s o s c a s o s d e s e c h a m o s la s d if e r e n c ia s e n t r e s is t e m a s t e m ­ p o r a le s d i c i e n d o q u e la s d i f e r e n c i a s e n la s d im e n s io n e s e s p a c ia le s y te m p o r a le s s o n ta n m in ú s c u la s q u e re s u lta n p r á c t ic a m e n te ir r e lc v a n r e s , q u e ú n i c a m e n t e c u a n d o n o s a p r o x i m a r n o s a la v e l o c i d a d d e la l u z s u r g e n d ife r e n c ia s a p r e c ia b le s q u e h a n d e to m a r s e e n c u e n ta . E s to s u p o n e e n c u ­ b r ir u n a s u n to d e im p o r ta n c ia fu n d a m e n ta l. C u a n d o u n tre n p a sa p o r d e la n te d e n o s o tr o s , e s o a c o n t e c e e n el e s p a c io y e l tie m p o d e n u e s tr o p r o p io m u n d o . S i t o m á r a m o s la p e r s p e c tiv a r e la tiv is ta y c o n s id e r á s e m o s q u e e l t r e n e s t á e n r e p o s o y la T i e r r a m o v i é n d o s e a u n a i n m e n s a v e l o c i d a d d e b a jo d e é l, e s ta r ía m o s c ie r t a m e n t e p a s a n d o d e u n a a o tr a p e r s p e c tiv a , p e r o e n e s e c a s o e l tr e n n o s e e s ta r ía m o v ie n d o , y e n e l p r e s e n te c a s o se 240 Copyrighted material /mifib ítrfu tUlpm rn u e s tá m o v ie n d o . C u a n d o c a lc u la m o s e l c a m b io e n lo s c a r a c te r e s e s p a c ia le s , t e m p o r a l e s y d e m a s a d e u n a p a r t í c u l a a l f a e m i t i d a p o r u n á t o m o , la t r a ­ ta m o s , p o r s u p u e s to , c o m o s i e s tu v ie ra e n u n e s p a c io -tie m p o d is tin to d e l n u e s t r o , p u e s le a t r i b u i m o s la s d i m e n s i o n e s q u e p e r t e n e c e n a s u e s p a c i o t i e m p o , i n c l u i d o e l c a m b i o d e c a r á c t e r d e s u m a s a . A h o r a b i e n , d e s d e la p e r s p e c t iv a d e la r e la t iv id a d n e w t o n i a n a lo s s is t e m a s d e e s p a c i o - t i e m p o s o n a lt e r n a t iv o s , n o s e p u e d e a p li c a r d o s a u n a m is m a s i t u a c i ó n , s a lv o a l t e r n a t i v a m e n t e . P e r o c u a n d o u s a m o s la f ó r m u l a d e t r a n s f o r m a c i ó n d e L o ren z (53-54) e s t a m o s d a n d o a l c u e r p o la s c a r a c t e r í s t i c a s que p e r t e n e c e n a o t r o s is te m a e s p a c io - t ie m p o y u s a n d o e l r e s u lta d o e n e l n u e s tr o . E s t o se a d m i t e c u a n d o s i m p l e m e n t e s e e n u n c i a q u e la m a s a d e u n c u e r p o s e c o n ­ t r a e e n f u n c i ó n d e s u v e l o c i d a d , y s e o m i t e a ñ a d i r q u e la s u n i d a d e s d e m e d ic ió n e s p a c ia le s y te m p o r a le s ta m b ié n c a m b ia n ; e s d e c ir , q u e e s ta m o s e n u n m a r c o d e r e fe r e n c ia a lte r n a tiv o al n u e s tr o y q u e n o p u e d e s e r s im u l­ tá n e a m e n te a p lic a d o . N o o b s t a n t e , se n o s d ic e q u e si u n a e r o p la n o n o s s o b r e p a s a a 1 6 1 . 0 0 0 m i l l a s p o r s e g u n d o d e b e r í a m o s v e r la c o n t r a c c i ó n e s p a c ia l y la r a l e n t i z a c i ó n d e la e x t e n s i ó n t e m p o r a l d e lo s p r o c e s o s , e s d e c ir , d e b e r í a m o s v e r e n n u e s t r o s is t e m a e s p a c io - t e m p o r a l lo s e f e c t o s d e e s ta r e n o t r o s is t e m a e s p a c io t e m p o r a l. E s t o e s , q u e lo s d o s m a r c o s d e r e fe ­ r e n c i a d e j a n d e s e r a l t e r n a t i v o s . E n e l c a s o d e la c o n t r a c c i ó n d e la m a s a d e F ir z g e r a ld n o se e x p l ic it a b a e l s u p u e s to d e q u e s e e s ta b a e n d o s s is te m a s a la ve/., y e n e s t e c a s o n o h a y n i n g u n a r e f e r e n c i a a d i f e r e n c i a a l g u n a e n t r e s im u lta n e id a d e s . P u es b ie n , E in s te in in te n ta p r o p o r c io n a r el p r o c e d im ie n to p o r c u y o m e d i o p o d a m o s e s t a r e n u n s i s t e m a d e e s p a c i o - t i e m p o y r e g i s t r a r e n e l lo s e f e c t o s d e la s d i f e r e n c i a s q u e s e d e b e n a l e s p a c i o - t i e m p o a l t e r n a t i v o . P r i ­ m e r a m e n t e , e s t e p r o c e d i m i e n t o a s u m e c o m o u n h e c h o d e la n a t u r a l e z a la v e l o c i d a d u n i f o r m e d e la lu z . E n s e g u n d o l u g a r , y s o b r e la b a s e d e e s a v e lo c id a d u n if o r m e d e la lu z , s e e s t a b le c e u n s is t e m a d e s e ñ a le s p o r e l q u e p o d e m o s , e n n u e s tr o s is te m a , e s ta b le c e r q u e a c o n t e c im ie n t o s q u e s o n s im u lt á n e o s e n n u e s t r o s is t e m a n o lo s o n e n e l s is t e m a q u e s e m u e v e r e s ­ p e c to a l n u e s tr o . A d e m á s , e l e f e c t o d e e s ta d if e r e n c ia p u e d e h a c e r s e e v i­ d e n t e , c o m o lo e s e n e l c a s o d e l a e r o p la n o q u e p a s a , a tra v é s d e la v is ió n , e s d e c i r , p o r m e d i o d e la lu z . E s t o s u p o n e q u e d e s c u b r a m o s q u e la s p e r s ­ p e c t i v a s e s p a c i a l e s q u e s u r j a n e n n u e s t r o p a i s a je e s t á t i c o s o n p e r s p e c t i v a s te m p o r a le s e n r e la c ió n c o n lo s o b je t o s e n m o v i m i e n t o e n e s e p a is a je . 241 Copyrighted material Gcofjje Herbért M ud ( 5 4 - 5 5 ) E s te c a r á c te r p e r s p e c tiv o d e ín d o le te m p o r a l s ó lo p u e d e d e s c u ­ b r ir s e a n t e m o v im ie n to s d e v e lo c id a d e s m u y g r a n d e s , p e r o su p r in c ip io e s t á d a d o d e u n a f o r m a t a n d e f i n i d a c o m o e n e l c a s o d e la s p e r s p e c t i v a s e s p a c i a l e s . L o q u e e s e p r i n c i p i o d i c e e s q u e la s d i m e n s i o n e s q u e r e v e l a la m e d i c i ó n d e b e n c o n t r a e r s e e n la d i r e c c i ó n d e l m o v i m i e n t o , s i e m p r e q u e e s t o s u c e d a e n u n c a m p o v i s u a l . S i f u e s e i n f i n i t a la v e l o c i d a d d e la l u z la c o n t r a c c i ó n n o s e d a r í a , p u e s e n t o n c e s la o n d a d e l u z p r o c e d e n t e d e u n e x t r e m o d e l o b j e t o l l e g a r í a a n o s o t r o s a la v e z q u e l a d e l o t r o e x t r e m o , s i n i m p o r t a r a q u é v e lo c id a d se m o v ie r a . E s t a p e r s p e c tiv a e n t r a e n la e x p e ­ r i e n c i a , p u e s , s ó l o c u a n d o l a s v e l o c i d a d e s s e a p r o x i m a n a l a d e la l u z , y e n to n c e s s ó lo in d ir e c ta m e n te , c o m o e n e l c á lc u lo d e l c a m b io d e m a sa d e la p a r t í c u l a e m i t i d a p o r u n á t o m o . P e r o s i p u d i é r a m o s v e r l o q u e v e r í a e n e l a e r o p la n o h i p o t é t i c o d e E d d in g t o n a c c e d e r ía m o s a s u p e r s p e c tiv a v is u a l d ir e c ta m e n te , d a d o q u e , p o r s u p u e s to , el tie m p o s e r a le n tiz a e n p r o p o r ­ c i ó n a la c o n t r a c c i ó n d e la s d i m e n s i o n e s e s p a c i a l e s . L a s u p o s i c i ó n n a t u r a l s e r i a q u e e s a s p e r s p e c t i v a s t e m p o r a l e s d e b e n c o n s i d e r a r s e d e la m i s m a m a n e r a q u e la s e s p a c i a l e s . L a s d i m e n s i o n e s r e a le s y el tr a s c u r r ir te m p o r a l s o n a q u e l l o s q u e lo s o n p a r a lo s p a s a je r o s d e l a v i ó n , y s u d i s t o r s i o n a d a v is ió n d e n o s o t r o s d e b e r á c o r r e g ir s e c o n lo q u e h a y y lo q u e p a s a ta l c o m o lo e x p e r im e n ta m o s n o s o tr o s . E s e n e s t e p u n t o d o n d e e n t r a n la s t r a n s f o r m a c i o n e s d e L a r m o r - L o r e n t z y lo s r e s u lta d o s n e g a tiv o s d e l e x p e r im e n to M ic h c ls o n - M o r le y . E s a s T ran s­ f o r m a c i o n e s f u e r o n e l a b o r a d a s p a r a i n d i c a r la s c o n d i c i o n e s m a t e m á t i c a s b a j o la s c u a l e s la s e c u a c i o n e s d e l e l e c t r o m a g n e t i s m o d e M a x w e l l m a n t e n ­ d r ía n su in v a r ia n z a . L a s e c u a c io n e s n e w to n ia n a s s o n in v a r ia n te s d e n tr o d e l c a m p o d e la m e c á n i c a d e N e w t o n . E s d e c i r , s e m a n t i e n e n p a r a c u a l ­ q u ie r c e n t r o d e o r ig e n q u e s e to m e c o m o c e n tr o d e re fe r e n c ia y, e n e l c a s o d e l m o v im ie n t o r e la tiv o d e s is te m a s c o n v e lo c id a d u n if o r m e , c o n s id e r a n ­ d o c u a lq u ie r a d e lo s s is te m a s c o m o el q u e e s tá e n m o v im ie n t o . L o q u e s e d e s c u b r i ó f u e q u e ( 5 5 - 5 6 ) p a r a m a n t e n e r la s e q u i v a l e n c i a s e n la s e c u a c i o ­ n e s d e M a x w e ll e s n e c e s a r io s o m e t e r a lo s s ím b o lo s r e fe r e n te s a l e s p a c io , a l t i e m p o y a la e n e r g í a a u n c o e f i c i e n t e d e c o r r e c c i ó n 1 / c , d o n d e c e s la v e l o c i d a d u n i f o r m e d e la o n d a e l e c t r o m a g n é t i c a e n e l v a c í o , u n a d e c u y a s v a r i a n t e s e s l a l u z . L o s c a m b i o s e n la s d i m e n s i o n e s e s p a c i a l e s y t e m p o r a l e s q u e e x ig e e s a f ó r m u la d e t r a n s f o r m a c i ó n s o n id é n t ic o s a lo s q u e r e c la m a n la s p e r s p e c t i v a s t e m p o r a l e s a la s q u e n o s h e m o s r e f e r i d o m á s a r r i b a , y s e 242 Copyrighted mate'ial ¡jt filcícfLt dei pratr.tr d a la m i s m a s u p o s i c i ó n d e u n v a l o r a b s o l u t o p a r a la v e l o c i d a d d e l a lu z . A d e m á s, e sta fó r m u la d e tr a n s fo r m a c ió n d a c o n e x a c titu d e l a c o r ta m ie n to d e l d i á m e t r o d e l a T i e r r a e n la d i r e c c i ó n d e s u m o v i m i e n t o o r b i t a l q u e e x p lic a e l r e s u lta d o n e g a tiv o d e l e x p e r im e n t o M ic h c ls o n - M o r le y . A p a r r e d e la s o r p r e n d e n t e c o i n c i d e n c i a e n l o s r e s u l t a d o s a l c a n z a d o s m e d i a n t e la s f ó r m u l a s d e t r a n s f o r m a c i ó n , l a T e o r í a d e la R e l a t i v i d a d d e E in s te in y e l r e s u lta d o d e l e x p e r im e n to M ic h e ls o n - M o r le y , e l h e c h o q u e s o b r e s a l e e s la c o m ú n a s u n c i ó n d e u n a v e l o c i d a d c o n s t a n t e d e la lu z . E n e l c a s o d e la s f ó r m u l a s d e t r a n s f o r m a c i ó n n o e s s o r p r e n d e n t e q u e s e b u s c a s e u n a c o n s t a n t e e n u n c a r á c t e r t a n f u n d a m e n t a l c o m o e s e l d e la v e l o c i d a d d e la o n d a e l e c t r o m a g n é t i c a . E n e l c a s o d e la r e l a t i v i d a d , la p o s i b i l i d a d d e m e d ic i ó n m e d ia n t e s e ñ a le s d e lu z e n d if e r e n t e s e s p a c io t ie m p o s p r e s u p o ­ n e la u n i f o r m i d a d d e la v e l o c i d a d d e la l u z , y e s t o e x p l i c a e l r e s u l t a d o n e g a tiv o d e l e x p e r im e n to M ic h c ls o n -M o r le y . « S ig n ific a e s to » , c it o a W h it c h c a d , « q u e la s o n d a s u o t r a s i n f l u e n c i a s q u e p r o g r e s a n c o n u n a v e l o c i ­ dad c c o n r e fe r e n c ia a l e s p a c io d e to d o c o n ju n t o c o n g r u e n te d e l g r u p o n c w t o n ia n o p r o g r e s a r á n c o n la m is m a v e lo c id a d c r e fe rid a al e s p a c io d e c u a l q u i e r o t r o c o n j u n t o » 26. A la e x p o s i c i ó n d e d i c h a c o n j u n c i ó n , h a b r í a q u e a ñ a d i r e l d e s p l a z a m i e n t o d e l á t o m o d e s d e e l á m b i t o d e la d i n á m i c a d e m a s a s a l d e l e l e c t r o m a g n e t i s ­ m o , y la e x p r e s i ó n d e la d i s t r i b u c i ó n d e l a e n e r g í a s e g ú n la s e c u a c i o n e s d e c a m p o s ( 5 6 - 5 7 ) . L o c r u c ia l d e e s to s c a m b i o s e s q u e la r e a lid a d d e r e f e r e n ­ c ia p a sa d e s e r el c o n t a c t o in m e d ia to a a lg o d is ta n te . A n te r io r m e n te se d a b a u n a e s t r e c h a c o r r e l a c i ó n e n t r e la d i n á m i c a d e m a s a s y la r e a l i d a d p c r c e p t u a l. L a r e a lid a d d e lo q u e v e ía m o s r e s id ía e n lo m a n ip u la b le , y e s to e r a c o n g r u e n t e e n n u e s t r a i m a g i n a c i ó n c o n la m a s a e n t e n d i d a c o m o c a n ­ t i d a d d e m a t e r i a . P e r o e l p u n t o m á s i m p o r t a n t e e r a q u e s e n t í a m o s q u e la r e a l i d a d e s t a b a e n s u v o l u m e n , a b s t r a c c i ó n h e c h a d e s u s r e l a c i o n e s ; q u e la r e a l i d a d d e la c o s a p o d í a e s t a r a h í p r e v i a m e n t e a l s i s t e m a d e l q u e e r a p a r t e . T o d a s la s v a r i e d a d e s d e l o q u e h e l l a m a d o p e r s p e c t i v a s e s p a c i a l e s d e lo s m is m o s o b je t o s s e r e fie r e n a o b je t o s id é n t ic o s q u e s e e n c u e n t r a n e n e l P rincipia o f N atural Know ltdgt, 2.* ed.. p. 4 3 . La cita, tk Murphy. Recordemos el comentario anterior (p. 39) de que la expresión «conjunto congruente» indica dos series de elementos, cada una formando un conjunto por el hecho de que sus elementos mantendrían valores comunes de velocidad y sentido de desplazamiento simultáneo. Nota de ISY a la edición española. 243 Copyrighted material Cieofge Herbért Mead c a m p o d e la e x p e r ie n c ia d e c o n t a c t o - d e lo q u e , s im u lt á n e a m e n t e , v e m o s y s e n t i m o s - y e s t o v a l e t a n t o p a r a n u e s t r a s p e r s p e c t i v a s c o m o p a r a la s d e lo s o t r o s . L a v o z q u e lo e x p r e s a e x a c t a m e n t e e s « c o n g iu e n c ia » . L o q u e h e d e n o m i n a d o p e r s p e c t i v a s t e m p o r a l e s n o o c u r r e e n la e x p e r i e n c i a , s a l v o e n p r e s e n t a c i o n e s t a n a l t a m e n t e i m a g i n a t i v a s c o m o la> d e l a e r o p l a n o d e E d d i n g t o n . P e r o la s p e r s p e c t i v a s q u e i m p l i c a n d i f e r e n c i a s d e s i m u l t a n e i ­ d a d p a r e c e n s u p e r a r la r e s o l u c i ó n p e r c e p t i v a d e l c a m p o d e la e x p e r i e n c i a d e c o n t a c t o . N e c e s it a m o s la s t r a n s f o r m a c i o n e s p a r a h a c e r la s c o n g r u e n t e s . Y e s a e s e x a c t a m e n t e la s i t u a c i ó n q u e s e p r o d u c e c u a n d o d e l o q u e s e t r a t a e s d e m a n t e n e r l a s e q u i v a l e n c i a s d e l a s e c u a c i o n e s M a x w e l l . D e s d e la s p e r s p e c tiv a s d e d ife r e n te s s is te m a s e s p a c io tc m p o r a le s , c o n v a lo r e s d if e r e n ­ t e s p a r a la s u n i d a d e s e s p a c i a l e s , t e m p o r a l e s y d e c n e i g í a , e l m u n d o s ó l o p u e d e a s im ila r s e m e d ia n te t r a n s f o r m a c io n e s . E n t r e u n u n iv e r s o e le c t r o ­ m a g n é t i c o y e l m u n d o d e la e x p e r i e n c i a n o i n m e d i a t a , e l d e l a s v i s i o n e s t e ó r ic a s , y e l m u n d o d e la m e c á n ic a d e m a s a s y n u e s tr a e x p e r i e n c ia d e c o n t a c t o e x is te u n p a r a le lis m o m u y e s tr e c h o . S in e m b a r g o , e n e sa p le n a c o r r e la c ió n h a y u n a ce s u ra . C o m o y a h e in d i­ c a d o , e l in c r e m e n t o d e m a s a d e u n c u e r p o e n m o v im ie n to tie n e lu g a r e n e l s is te m a e s p a c io te m p o r a l d o n d e s e e s tá m o v ie n d o ( 5 7 - 5 8 ) , p e ro e l c á l­ c u lo d e d ic h o i n c r e m e n t o d e m a s a t ie n e lu g a r m e d ia n te u n id a d e s e s p a c ia ­ le s y t e m p o r a le s q u e p e r t e n e c e n a o t r o s is t e m a e s p a c io t e m p o r a l, a p e s a r d e q u e e l in c r e m e n to d e m a sa s s e m id e e n e l s is te m a e s p a c io te m p o r a l d o n d e t i e n e l u g a r e l m o v i m i e n t o . E n la s l e c t u r a s d e n u e s t r o s m e d i d o r e s , y c o n n u e s tr a p r o p ia s s im u lt a n e id a d e s , h a lla m o s q u e la p a r tíc u la d e m a s a r e a l­ m e n t e h a a u m e n t a d o . P o d e m o s r e g is tr a r d ic h o a u m e n t o s in n e c e s id a d d e n in g ú n a p a r a to r e la tiv is ta ; p e r o lo e x p lic a m o s e m p le a n d o u n a te o r ía q u e i m p l i c a q u e u n r e l o j s i t u a d o e n la p a r t í c u l a a l f a s e r e t r a s a r á r e s p e c t o a l n u e s tr o ; y e s a l r e c u r r ir a u n c á lc u lo q u e e x ig e t o m a r e n c u e n ta e l tie m p o d e la p a r t í c u l a a l f a c u a n d o l l e g a m o s a l c a m b i o d e m a s a q u e d e s c u b r i m o s e n n u e s t r o p r o p io s is t e m a t e m p o r a l. E n o t r a s p a la b r a s , la c o r r e la c ió n se r o m p e e n c u a n t o la s o m e t e m o s a u n c o n t r a s t e e x p e r i m e n t a l , q u e d e b e p o s e e r a l g u n a r e a l i d a d p r o p i a o n o s e r v i r í a p a r a p o n e r a p r u e b a la h i p ó t e ­ s is . T e n e m o s q u e s e r c a p a c e s d e e s t a b l e c e r l o s h e c h o s i m p l i c a d o s e n n u e s ­ tr o s p r o p io s in s t r u m e n t o s , e n n u e s t r o s r e lo je s y m e d id o r e s e lé c t r ic o s e n t é r m i n o s q u e n o d e p e n d a n d e la s t r a n s f o r m a c i o n e s d e L o r e n t z y d e la r e la tiv id a d d e E is n t e i n . Y e n e s t e m u n d o d e l a r b it r a je d e f i n i t i v o c o n re s - 244 Copyrighted material id filosofía del presentí p c c t o a n u e s t r o s i n s t r u m e n t o s , e l e d i f i c i o q u e lo s c o n t i e n e y e l s u e l o e n e l q u e s e a s i e n t a y s u s a l r e d e d o r e s , la r e a l i d a d ú l t i m a n o e s la d e la e x p e r i e n ­ c i a a d i s t a n c i a s i n o l o q u e p u e d e s e r p r e s e n t a d o e n la e x p e r i e n c i a d e c o n ­ t a c t o q u e d i c h a e x p e r i e n c i a a d i s t a n c i a n o s a n u n c i a o c o n la q u e n o s a m e ­ n a z a . S i d e l c a m p o d e la e x p e r i e n c i a n o q u e r e m o s r e c a e r e n e l m u n d o m e ta fís ic o d e l e s p a c io -tie m p o d e M in k o w s k i, c o n su s a c o n te c im ie n to s e in t e r v a lo s , d e b e m o s r e g r e s a r a l m u n d o p c r c e p t u a J d e lo s d e s c u b r im ie n t o s c ie n tífic o s . P e r m í t a s e m e e x p o n e r d e n u e v o la s i t u a c i ó n . L o s c a m b i o s q u e o c u r r e n e n e l c a m p o d e l e le c t r o m a g n e t is m o n o s e p u e d e n e n u n c ia r e n u n s is te m a d e e c u a c i o n e s e n la s q u e e l e s p a c i o y e l t i e m p o s e a n i n v a r i a n t e s . E s n e c e s a r i o a s u m ir o tr a e s tr u c tu r a e s p a c io te m p o r a l e n el c a m p o d o n d e el c a m b io e stá o c u r r i e n d o . L o s r e l o j e s m a r c h a n m á s d e s p a c i o y l o s d i á m e t r o s d e la s c o s a s d e c r e c e n e n la d i r e c c i ó n d e l m o v i m i e n t o , a l t i e m p o q u e la m a s a s e i n c r e ­ m e n t a . ( 5 8 - 5 9 ) T e ó r i c a m e n t e s o n t o d o s c a m b io s q u e s e r e g is tr a n e n e l c a m p o q u e e s tá e n r e p o s o y d e n t r o d e l c u a l e s tá t e n ie n d o lu g a r e l m o v i­ m ie n to . P e ro s u c á lc u lo im p lic a u n o r d e n a m ie n to e s p a c io te m p o r a l q u e n o p e r t e n e c e a e s e c a m p o . I m p lic a o t r o c e n t r o d e r e f e r e n c ia . L a re a lid a d p e r c e p t u a l a la q u e s e r e f i e r e n e s o s c a m b i o s e n e l c a m p o d e la e x p e r i e n c i a a d i s t a n c ia d if ie r e s e g ú n s e lo s t o m e d e s d e la p e r s p e c t i v a d e u n c a m p o d e r e f e r e n c i a o d e o t r o . E s t o s a c a a r e l u c i r la o t r a c a r a c t e r í s t i c a s o b r e s a l i e n t e d e l a s i t u a c i ó n , q u e la s c o s a s q u e p e r t e n e c e n s u s t a n t i v a m e n t e a l c a m p o d e l e l e c t r o m a g n e t i s m o n o p u e d e n d e f i n i r s e e n t é r m i n o s q u e la s s i n g u l a r i ­ c e n p c r c e p tu a lm e n te . P a ra u n a d e fin ic ió n a sí es n e c e s a r io q u e p u e d a r e c o ­ n o c e r s e e n la c o s a u n a r e a lid a d q u e p u e d e d a r s e c o n lo s ra s g o s e s p a c io t e m p o r a le s d e la p e r c e p c ió n - e n le c tu r a s d e in d ic a d o r e s , p o r e je m p l o - . C o m o h e v e n i d o i n s i s t i e n d o , e s t o e s l o c a r a c t e r í s t i c o d e la m a s a . A u n q u e s ó l o p o d e m o s d e f i n i r la m a s a e n l o s t é r m i n o s d e u n s i s t e m a d e c u e r p o s q u e e s t á n e n m o v i m i e n t o u n o s r e s p e c t o d e o t r o s , p o d e m o s p e n s a r la s u s ­ t a n c i a d e la c o s a d o t a d a d e m a s a c o m o s i c o n s i s t i e r a e n e l v o l u m e n q u e im a g in a m o s o q u e v e m o s , y a sí p o d e m o s im a g in a r la , o p o n e r la e fe c tiv a ­ m e n te , e n r e la c ió n c o n o tr a s c o s a s fís ic a s . L a e le c tr ic id a d c o m o s u s ta n c ia d e u n e l e c t r ó n s ó l o c a b e p e n s a r l a e n f u n c i ó n d e s u c a m p o , y d e la s r e l a c i o ­ n e s d e ta l c a m p o c o n lo s d e o tr o s e le c tr o n e s . L o s tu b o s d e fu e rz a y é t e r d e F a r a d a y q u e s e t o m a b a n c o m o m a te r ia lid a d e s y s e u s a b a n c o n e l p r o p ó s i­ to d e p r o p o r c io n a r e s e c o n t e n i d o in d e p e n d ie n t e , se n o s h a n d e s v a n e c id o 245 Copyrighted material Gcot^c Hctbcn M cxl e n t r e l o s d e c i o s . E l h e c h o e s q u e la c i e n c i a h a r e g r e s a d o a u n a e s t r u c t u r a d e l a s c o s a s q u e s ó l o p u e d e a f i r m a r s e c o m o e x p e r i e n c i a a d i s t a n c i a , e n lo q u e c o n c i e r n e a l a p e r c e p c i ó n . E n la e s t r u c t u r a d e n u e s t r a s t e o r í a s e s t o n o o fr e c e d ific u lta d . C o n o c e m o s el m o n t o d e e n e r g ía e n u n s is te m a y p o d e ­ m o s d is t r ib u ir la e n t r e lo s d if e r e n te s m ie m b r o s d e l s is te m a q u e p u e d e n lo c a liz a r s e e n e l e s p a c io y e n el tie m p o ; ( 5 9 - 6 0 ) p e r o n o p o d e m o s , p o r d e c ir lo a s í, c o g e r c o n lo s d e d o s u n e le m e n t o a is la d o y d e c ir q u e c o n t ie n e u n a c a n t id a d d e e n e r g ía q u e c o n s t i t u y e e l « lo q u e e s» d e l o b je t o , y r e la c io ­ n a r lo d e s p u é s c o n o tr a s c o s a s c o n c o n t e n i d o s s e m e ja n t e s . L a e n e r g ía s ó lo s e p u e d e c o n c e b ir e n té r m in o s d e u n s is te m a q u e e s tá d a d o p a ra e l p e n s a ­ m i e n t o q u e s e o c u p a d e la s c o s a s q u e l o c o m p o n e n . P a r a l o s p r o p ó s i t o s d e l m é t o d o c i e n t í f i c o la i m p o r t a n c i a d e l a e x p e r i e n c i a d e c o n t a c r o n o r e s i d e e n la m a y o r r e a l i d a d d e la e x p e r i e n c i a t á c t i l o d e r e s i s t e n c i a f r e n t e a la d e l c o l o r o d e l s o n i d o , s i n o e n e l h e c h o d e q u e t a l e s o b s e r v a c i ó n y e x p e ­ r i m e n t o s e r e t r o t r a e n a u n a e x p e r i e n c i a a d i s t a n c i a , la c u a l , d i r e c t a o i n d i ­ r e c ta m e n te , d e b e re fe r ir s e a a lg o q u e , e fe c tiv a o c o n c e b ib le m e n t e , p o d a ­ m o s m a n i p u l a r . T a l e x p e r i e n c i a s i g u e s i e n d o la p r u e b a d e la r e a l i d a d d e la p e r c e p c i ó n , y e s p o r e l l o la p r u e b a d e l h a l l a z g o c i e n t í f i c o e n la o b s e r v a ­ c ió n y en e l e x p e r im e n to , a sí c o m o es ta m b ié n la c o n d i c i ó n p a r a q u e p o d a m o s s o s t e n e r la r e a l i d a d d e l h e c h o e n s í m i s m o , c o n i n d e p e n d e n c i a d e la v a r i e d a d d e h i p ó t e s i s e s t a b l e c i d a s p a r a e x p l i c a r l o . S e a c o s t u m b r a b a a l o c a l i z a r la r e a l i d a d d e la p e r c e p c i ó n e n la e x p e r i e n c i a in d iv id u a l . D e a h í s u r g ie r o n t a n t a s p r o t e ic a s d i f i c u l t a d e s a la h o r a d e s i t u a r la e x p e r i e n c i a i n d i v i d u a l e n la r e a l i d a d d e l m u n d o a la q u e p e r t e n e ­ c e ; e n e s p e c i a l , c u a n d o s e r e c u r r e a e s a e x p e r i e n c i a p a r a c r i t i c a r la s t e o r í a s s o b r e d i c h o m u n d o . A l c i e n t í f i c o l e b a s t a b a e n c o n t r a r la m i s m a e x p e r i e n ­ c i a e s p a c i a l y t e m p o r a l e n la e x p e r i e n c i a i n d i v i d u a l y e n e l m u n d o , y a s í s i t u a r la s o b s e r v a c i o n e s i n d i v i d u a l e s e n e l m u n d o c i r c u n d a n t e c o n r o d a la e x a c t i t u d p o s i b l e p a r a la m e d i c i ó n e s p a c i o t e m p o r a l . P u e s b i e n , la r e l a t i v i ­ d a d , j u n t o c o n t o d a la t e o r í a d e l e l e c t r o m a g n e t i s m o d e la q u e e n g r a n p a r t e h a s u r g i d o , n o s ó l o h a c o m p l i c a d o e n o r m e m e n t e la t e o r í a e s p a c i o t e m p o r a l d e la m e d i c i ó n , s i n o q u e h a i n v e r t i d o l o q u e p o d e m o s l l a m a r la r c a l i d a d - d c - r c f e r e n c i a . E n l u g a r d e d e c i r q u e l a r e a l i d a d d e la s p e r s p e c t i v a s d e n u e s tr a e x p e r ie n c ia a d is ta n c ia h a y q u e e n c o n tr a r la e n u n a e x p e r ie n c ia d e c o n t a c t o f i r m e m e n t e a s e n t a d a e n la g e o m e t r í a d e l e s p a c i o e u c l í d e o y d e l f l u jo c o n s t a n t e d e u .i t i e m p o u n i f o r m e , ( 6 0 - 6 1 ) d e b e m o s d e c i r q u e 246 Copyrighted mate'ial ¡j¡ filcurfid dtiprrttm e s ó l o a l c a n z a m o s la r e a l i d a d d e l o q u e p e r c i b i m o s c u a n d o p o d e m o s d e s c i ­ fra r e n e s te e s p a c io , a p a r e n te m e n te e u c líd e o , d e n u e s tro m u n d o d e c o n ­ t a c t o la s p e r s p e c t i v a s d e p e n d i e n t e s d e l m o v i m i e n t o d e l o s o b j e t o s d i s t a n ­ t e s , y d e s c u b r i r la s f ó r m u l a s d e t r a n s f o r m a c i ó n e n t r e e l l o s . A d e m á s , n o p o d e m o s o p e r a r , c o m o p r e fe r ir ía m o s , c o n m o d e lo s p e r c e p tiv o s , y c o n s ­ tr u ir , p o r e je m p l o , u n á t o m o d e B o h r s o ld a n d o c o n u n c o n ju n t o d e p r o ­ to n e s y e le c t r o n e s u n n ú c le o a c u y o a lr e d e d o r p o d e m o s h a c e r q u e g ir e n c o m o p l a n e t a s lo s e l e c t r o n e s . L a e l e c t r i c i d a d p o s i t i v a y n e g a t i v a q u e u s a ­ m o s c o m o m a te r ia p r im a d e e sa s p a r tíc u la s ú ltim a s n o se a d e c ú a a e s te im a g in a t iv o a n á lis is p e r c e p tu a l. P o d e m o s h a b la r d e l d iá m e t r o d e u n e le c ­ t r ó n o t r a c a d e l o c a l i z a r s u c a r g a e l é c t r i c a , p e r o e l c a r á c t e r s u s t a n c i a l d e la e le c t r ic id a d n o p u e d e a is la r s e d e e s e m o d o , y el á t o m o d e B o h r se h a d e s ­ p l o m a d o . L a e s p e c u l a c i ó n r e c i e n t e h a c r e í d o c o n v e n i e n t e t r a t a r la m a t e r i a c o m o u n a f o r m a d e v i b r a c ió n , p e r o n o t ie n e s e n t id o in d a g a r q u é e s lo q u e v ib r a . Y , s i n e m b a r g o , n u n c a f u e t a n p r o n u n c i a d a la d e p e n d e n c i a d e la t e o r í a c i e n t í f i c a r e s p e c t o d e lo s h a lla z g o s p e r c e p tiv o s . D ir i g i r é m i a t e n c ió n h a c ia e s a d e p e n d e n c i a . C o m o h e i n d i c a d o , la a l t e r n a t i v a p a r e c e s e r la r e f e r e n c i a a u n m u n d o m c t a f í s i c o q u e s ó l o c a b e p r e s u m i r , u n i d a a la s u p o s i c i ó n d e q u e lo s m o d e l o s ló g ic o s q u e e n c o n t r a m o s e n n u e s t r o p r o p i o m u n d o s e c o r r e s p o n d e n c o n l o s d e ta l m u n d o m e t a f í s i c o . E n t r e t a n t o , n u e s t r a e x p e ­ r i e n c i a s e v u e l v e s u b j e t i v a s a l v o e n la m e d i d a e n q u e s e p u e d a c o n j e t u r a r q u e la s r e l a c i o n e s q u e c o n c e b i m o s m e n t a l m e n t e t r a s c i e n d a n n u e stra s e s t r u c t u r a s d e r e f e r e n c i a . E n l o s d í a s a n t e s d e l a r e l a t i v i d a d la e s t r u c t u r a e s p a c i a l y t e m p o r a l d e l h e c h o o b s e r v a d o e r a la d e l u n i v e r s o . P o r m u y r e la ­ t i v a s a l o b s e r v a d o r q u e f u e r a n la s c u a l i d a d e s s e n s o r i a l e s d e l o b j e t o o b s e r ­ v a d o , la d e f i n i c i ó n p e r c e p t i v a d e é s t e e n e l e s p a c i o y e n e l t i e m p o l e c o n ­ f e r í a u n c o n t o r n o y u n a l o c a l i z a c i ó n f i j o s d e n t r o d e la e s t r u c t u r a r e l a c i o n a l , q u e , a l m e n o s p a ra e l c i e n t í f i c o , e r a la e s t r u c t u r a a b s o lu t a d e l m u n d o , y e n la m e c á n ic a d e m a s a s p o d ía p e n s a r s e q u e e l c o n t e n i d o s u s t a n c ia l d e t o d o v o lu m e n r e s id ía d e n t r o d e e s c v o lu m e n d e f in id o . ( 6 1 - 6 2 ) L a p e r c e p c ió n a p o r t a b a t a n t o la e s t r u c t u r a l ó g i c a d e la r e a l i d a d c o m o e l h á b i t a t d e f i n i d o d e la s u s t a n c i a . L a a n t e r i o r t e o r í a d e l o s g a s e s y d e l c a l o r c o m o f o r m a s d e m o v i m i e n t o e s u n a i l u s t r a c i ó n s o b r e s a l i e n t e d e la s e n c i l l e z d e a q u e l l a s i t u a c i ó n . A h o r a , n i la e s t r u c t u r a r e l a c i o n a l d e l a r e a l i d a d n i la l o c a l i z a ­ c i ó n d e s u s u s t a n c i a s e e n c o n t r a r á n e n la s i t u a c i ó n p e r c e p t u a l . P e r o h a b i - 247 Copyrighted material Gcorge Herbert Mead d a c u e n t a d e q u e e l c i e n t í f i c o n u n c a p u e d e a l c a n z a r lo » a c o n t e c i m i e n t o s e in te r v a lo s d e e s e e s p a c io -tie m p o m e ta fís ic o , e x c e p to p o r s u p o s ic ió n , y p u e s to q u e n u n c a p u e d e a s ir e l c a m p o to ta l d e u n c o n t e n i d o e n e r g é t ic o , se v e o b lig a d o a p o n e r a p r u e b a su s h ip ó te s is s itu á n d o s e t a n t o e n su p r o ­ p i a s i t u a c i ó n p e r c e p t i v a - d i g a m o s , la d e u n s i s t e m a e n r e p o s o - c o m o e n la d e l s i s t e m a q u e s e m u e v e e n r e l a c i ó n c o n e l s u y o , y c o m p a r a r la s e s t r u c ­ tu r a s c s p a c i o t c m p o r a l c s d e lo s d o s s is t e m a s . P r o c e d e m e d ia n t e t r a n s f o r ­ m a c io n e s , p e r o tr a n s fo r m a c io n e s p o s ib le s ú n ic a m e n t e c u a n d o e l o b s e r v a ­ d o r c a p t a e n s u p r o p i a s i t u a c i ó n l o q u e i m p l i c a q u e s e s i t ú e e n la s i t u a c i ó n d e lo q u e e s tá o b s e r v a n d o . E s t o c o m p l i c a e l p r o c e d i m i e n t o , p e r o , e n lo q u e c o n c i e r n e a s u s h a lla z g o s , v u e lv e s ie m p r e a o c a s io n e s d e p e r c e p c ió n . S i n e m b a r g o , e s t o s ó l o e s p o s i b l e s i e s a s o c i a l i d a d m e n t a l p o r la q u e o c u ­ p a m o s la a c t i t u d d e l o t r o a l a d o p t a r n u e s t r a p r o p i a a c t i t u d d i v e r g e n t e d e l a s u y a e s t a m b i é n u n a c a r a c t e r í s t i c a d e la n a t u r a l e z a ^ '. L a r e l a t i v i d a d n e w to n ia n a perm itía q u e el o b s e r v a d o r se tr a s la d a s e d e u n s is t e m a a o t r o y c o n s r a r a s e q u e la s p o s i c i o n e s r e l a t i v a s d e l o s c u e r p o s e n lo s d o s s i s t e m a s s e g u í a n s i e n d o la s m i s m a s , c u a l q u i e r a q u e f u e s e e l s i s t e m a q u e o c u p a s e n , y t a m b i é n q u e la s l e y e s d e la m e c á n i c a o p e r a b a n e n r o d o s l o s c a s o s . P e r o la r e l a t i v i d a d e l e c t r o m a g n é t i c a c o n c l u y e e n n u e s t r o p r o p i o s i s t e m a r e s u l ­ ta d o s q u e n o s com pelen a r e c u r r ir a o t r o s is t e m a c o n su p r o p ia e s t r u c t u r a c s p a c i o t e m p o r a l p a r a e x p l i c a r l o s . B a j o la r e l a t i v i d a d n e w t o n i a n a l a s o c i a ­ lid a d e s t a b a c o n f i n a d a a l p e n s a m ie n t o . D a d o s d o s s is te m a s e n m o v i m i e n ­ t o r e l a t i v o r e c í p r o c o , la s c o n d i c i o n e s d e c a d a u n o d e e l l o s c o n t i n u a r í a n s i e n d o s i e m p r e la s m i s m a s , i n d e p e n d i e n t e m e n t e d e l e s t a d o d e m o v i m i e n ­ to o re p o so d e l o tr o . ( 6 2 - 6 3 ) B a jo la r e l a t i v i d a d e . e c t r o m a g n é t i c a e l a u m e n t o d e la m a s a d e l o b je t o e n m o v im ie n t o e n e l s is t e m a e n r e p o s o im p l ic a lo s d if e r e n t e s c o e f i c ie n t e s t e m p o r a le s y e s p a c ia le s d e l o t r o s is te m a . P r e c is a m e n t e e s e s ta r u p t u r a d e lo q u e h e lla m a d o la s c o r r e la c io n e s e n t r e No se debe olvidar que al decir esto Mead está adoptando una perspectiva teórica singular. Y que esto quiere decir varias cosas. I j primera, que está revolucionando la visión de la naturaleza. Y esto se pierde de vista si no se toma con la radicalídad de reconocer que Mead va más allá de Kant. No se trata sólo del giro antropologizador. Se trata de este, y al mismo tiempo de un golpe de conciencia (post-adolescente, suelo llamarlo) que supone una rclativización de esc primer movimiento de con­ ciencia. Y el hombre se vuelve «natural* al destapar la existencia de múltiples perspectivas (la multimodalidad que compone la realidad natural), en la naturaleza, a la vez que localiza en la experiencia social humana esa capacidad, que irrumpe en la naturaleza, de captar simultáneamente diversas pers­ pectivas. Nota de ISY a la edición española. 248 Copyrighted material L a fiítn o fU d t i p m tn te la s d i f e r e n c i a s d e e s p a c i o y t i e m p o e n s i s t e m a s d i f e r e n t e s la q u e r e v e l a , e n e l m u n d o p e r c e p t i v o , q u e e x i s t e e n la n a t u r a l e z a e s a s o c i a l i d a d q u e s o l í a e s ta r lim ita d a a l p e n s a m ie n to . A d e m á s , p a ra q u e su m a sa p u e d a in c r e ­ m e n ta r s e e n el o t r o s is te m a , d e b e m o v e rs e s e g ú n su p r o p io r e lo j e n u n e s p a c i o m e d i d o c o n s u p r o p i a u n i d a d d e m e d i d a . Y a h e m o s v i s t o q u e la s o c i a l i d a d e x i s t e e n l a n a t u r a l e z a p o r c u a n t o q u e l a e m e r g e n c i a d e la n o v e ­ d a d r e q u ie r e q u e l o s o b je t o s e s t é n a la v e z e n e l v i e jo s is t e m a y e n e l q u e s u r g e c o n lo n u e v o . L a r e la tiv id a d r e v e la u n a s i t u a c i ó n d o n d e e l o b je t o d e b e e s ta r c o n t e m p o r á n e a m e n t e e n v a r io s s is te m a s p a ra s e r lo q u e e s e n c a d a u n o d e e l l o s . T o d a s la s p r u e b a s e x p e r i m e n t a l e s d e la r e l a t i v i d a d r e m i ­ te n a ta le s s it u a c io n e s . H e a p u n t a d o q u e e s t o n o e s u n a n o v e d a d e n la c i e n c i a , a u n q u e s i e m p r e s u p u s o u n p r o b l e m a s i n r e s o l v e r . E n b i o l o g í a l o e n c o n t r a m o s e n la t e l e o ­ l o g í a , y e n p s i c o l o g í a , e n la c o n c i e n c i a . L a e s p e c i e a n i m a l r e s i d e e n u n s is ­ t e m a m e c á n i c o d e t e r m i n a d o t a n t o p o r la s c o n d i c i o n e s p a s a d a s c o m o p o r su s te n d e n c ia s a s o b r e v iv ir e n e l fu tu r o . L a c o n d u c t a d e l o r g a n is m o c o n s ­ c ie n t e e s tá d e te r m in a d a t a n to d e s d e su s is te m a fis io ló g ic o s u b y a c e n te , c o m o ta m b ié n p o r u n a c o n c ie n c ia q u e se p r o y e c ta h a c ia el fu tu r o . P o r s u p u e s to q u e e s o s ó lo p u e d e o c u r r ir e n u n p r e s e n te e n el q u e se e n c u e n ­ tra n ta n to el p a s a d o c o n d ic io n a n te c o m o e l fu tu r o e m e r g e n te ; p e r o , c o m o e s to s m is m o s p r o b le m a s in d ic a n , lo q u e a q u í s e h a c e n e c e s a r io , a d e m á s , e s e l r e c o n o c i m i e n t o d e q u e e n e s c p r e s e n t e la l o c a l i z a c i ó n d e u n o b j e t o e n u n s i s t e m a l o s i t ú a t a m b i é n e n l o s o t r o s . E s t o e s l o q u e h e l l a m a d o la s o c i a ­ l i d a d d e l p r e s e n t e . S i e x a m i n a m o s la s i t u a c i ó n d e s d e e l p u n t o d e v i s t a d e la r e la tiv id a d , v e m o s q u e e l p r o p io m o v im ie n t o q u e e s tá te n ie n d o lu g a r d e n ­ t r o d e l s is t e m a e n r e p o s o lle v a c o n s ig o u n a e s t r u c t u r a e s p a c io t e m p o r a l d ife r e n te q u e es r e s p o n s a b le d e l in c r e m e n to d e m a s a d e n tr o d e d ic h o s is te ­ m a e n r e p o s o . ( 6 3 - 6 4 ) S i t r a d u c i m o s e s t o a la s o t r a s d o s s i t u a c i o n e s , v e m o s s u r g i r u n p r o c e s o b i o q u í m i c o q u e l l a m a m o s v i d a , y q u e c a m b i a d e ta l m o d o la s c o n d i c i o n e s d e s u p e r v i v e n c i a q u e h a c e q u e s u r j a e n la n a t u r a l e z a s u e n t o r n o ; y v e m o s q u e la s f o r m a s v i v i e n t e s s e l e c c i o n a n la s c o n d i c i o n e s p r e t é r i t a s q u e r e s u l t a n e n e l f u t u r o m a n t e n i m i e n t o d e la v i d a y q u e , d e e s a m a n e r a , i n t r o d u c e n e n la n a t u r a l e z a v a l o r e s y , m á s a d e l a n t e , s i g n i f i c a d o s . S i p r e g u n t a m o s p o r e l p a s a d o q u e c o n d i c i o n a la e m e r g e n c i a d e l p r e s e n t e n o p o d e m o s e n c o n tr a r p a ra é l o tr a fo r m u la c ió n q u e é s ta : q u e lo q u e e m e rg e 249 Copyrighted material George Htrbert Meitl d e b e e sta r s o m e tid o al c a r á c te r c o n d ic io n a n te d e l p re s e n te , y q u e d e b e ser p o s ib le e n u n c ia r e l e m e r g e n te d e s d e e l p u n to d e v is ta d e l p a s a d o c o n d ic i o ­ n a n t e . E n la r e l a t i v i d a d n e w t o n i a n a , e n e l c a s o d e l m o v i m i e n t o n o a c e l e r a ­ d o d e u n s i s t e m a r e s p e c t o a o t r o , e l p a s a d o s e r e c a p i t u l a b a e n la a f i r m a c i ó n d e u n a m i s m a p o s i c i ó n r e l a t i v a d e lo s c u e r p o s e n c a d a u n o d e lo s d o s s i s t e ­ m a s , y e n u n a m is m a s itu a c ió n m e c á n ic a , sea c u a l sea el s is te m a c o n s id e r a ­ d o e n m o v im ie n to . E n esa s itu a c ió n n o h a y e m e r g e n c ia . P e ro si in tr o d u c i­ m o s e n e s a r e l a t i v i d a d n e w t o n i a n a e l p r i n c i p i o e s p e c i a l d e la r e l a t i v i d a d , e m e r g e n n u e v o s c a r a c te r e s d e l c u e r p o e n m o v im ie n to e n el s is te m a d o n d e s e m u e v e , e n v ir tu d d e l p r o p io m o v im ie n to . Y s i d e s c r ib im o s el c u e r p o b a j o la s a n t i g u a s c o n d i c i o n e s , t e n d r í a m o s q u e c o n s i d e r a r l o e n r e p o s o , l o c u a l s ó l o p u e d e h a c e r s e s i n d e t r i m e n t o d e la r e a l i d a d q u e e l m o v i m i e n t o e m e r g e n te tra e c o n s ig o si s u p o n e m o s a l o tr o s is te m a c o m o e n m o v im ie n ­ t o , j u n t o c o n lo s c a m b i o s e m e r g e n t e s q u e a p a r e c e n e n e s t e s i s t e m a . E n e l c a s o d e la T e o r í a G e n e r a l d e l a R e l a t i v i d a d , E i n s t e i n e m p r e n d i ó l a t a r c a d e f o r m u l a r la s c o n d i c i o n e s u n i v e r s a l e s b a j o la s c u a l e s l o s c a m b i o s - l o s c a m ­ b i o s d e b i d o s a l m o v i m i e n t o , a c e l e r a d o y n o a c e l e r a d o - e n la e s t r u c t u r a e s p a c io t e m p o r a l d e l u n iv e r s o p a r e c e n t e n e r lu g a r . I la m o s t r a d o q u e t a m ­ b ié n s e d a n c o n d i c i o n e s p a r a c a m b i o s e n la s m a s a s , y a h o r a s e o c u p a e n m o s tr a r q u e lo m is m o e s c ie r r o p a r a e l e le c t r o m a g n e t is m o . ( 6 5 ) P u e s b ie n , el p r in c ip io d e s o c ia lid a d q u e tr a to d e e n u n c ia r es q u e e n el p r e s e n te e n q u e tie n e lu g a r u n c a m b io e m e r g e n te , e l o b je t o e m e r g e n te p e r t e n e c e , e n s u e s t a r p a s a n d o d e l v i e jo a l n u e v o , a d is t i n t o s s is t e m a s , d e b id o a s u s r e la c io n e s s is te m á tic a s c o n o tr a s e s tr u c tu r a s , y su s c a r a c te r e s d e r iv a n d e s u c o n d ic i ó n d e m ie m b r o d e e s o s s is te m a s d ife r e n te s . A s í c o m o e s e p r i n c i p i o l o h a p u e s t o e n e v i d e n c i a e s p e c i a l m e n t e la d o c t r i n a d e la r e l a t i v i d a d a p l i c a d a a la t e o r í a f í s i c a , é s t a l o h a h e c h o c o n u n a c l a r i d a d d e la q u e n o e s s u s c e p t i b l e n u e s t r a e x p e r i e n c i a , d e b i d o a q u e , p o r e j e m p l o , l o s c a m b i o s d e m a s a a l a s v e l o c i d a d e s c o n la s q u e e s t a m o s f a m i l i a r i z a d o s s o n t a n m i n ú s c u l o s , q u e la s d i f e r e n c i a s e n l a a p l i c a c i ó n d e la s l e y e s d e N e w to n a lte r a n su r e s u lta d o e n e l r a n g o d e lo in f in it e s im a l. P o r o t r o la d o , la r e l a t i v i d a d e l e c t r o m a g n é t i c a h a c o n s e g u i d o p r e s e n t a r la m o r f o l o g í a d e l o e m e r g e n t e c o n g r a n e x a c t i t u d . C o n o c e m o s e l t i p o d e c a m b i o s q u e tie n e l u g a r c o n la a p a r i c i ó n d e c i e r t a v e l o c i d a d e n u n d e t e r m i n a d o s i s t e m a . T r a t a m o s a q u í s i m p l e m e n t e c o n la r e l a c i ó n e n t r e la s e s t r u c t u r a s d e l t i e m ­ p o y d e l e s p a c i o y e l m o v i m i e n t o . S i v o l v e m o s n u e s t r a a t e n c i ó n h a c i a lo s 250 Copyrighted material /-* fiiescfia d tl finiente o t r o s d o s e j e m p l o s d e s o c i a l i d a d q u e h e a d u c i d o - l o s d e la v i d a y la c o n ­ c i e n c i a - n o s e n c o n t r a m o s a n te s itu a c io n e s a lt a m e n t e c o m p le ja s y s ó lo o s c u r a m e n t e c o m p r e n d i d a s . H a l l a m o s q u e c u a n t o s a b e m o s d e la v id a r e f i e r e a l f u t u r o e n l o q u e c o n c i e r n e a l m a n t e n i m i e n t o d e s u f o r m a y a la s u p e r v i v e n c i a d e la e s p e c i e . S a b e m o s q u e e l p r o c e s o v i t a l e s u n p r o c e s o f is ic o q u ím ic o , p e r o c u á l se a e l c a r á c te r e x a c to d e e s e p r o c e s o n o lo s a b e ­ m o s d e l m o d o q u e c o n o c e m o s e l c a r á c t e r d e la v e lo c id a d . S a b e m o s , s in e m b a r g o , q u e lo s p r o c e s o s v ita le s n o s e r e d u c e n a l o r g a n is m o , s i n o q u e , t o m a d o s c o m o u n t o d o i n c l u y e n la s i n t e r a c c i o n e s d e l o r g a n i s m o c o n e l m e d i o , y l l a m a m o s a é s t e m u n d o c i r c u n d a n t e , e n la m e d i d a e n q u e e s t á i m p l i c a d o e n t a le s p r o c e s o s , el e n t o r n o d e la f o r m a y d e s u e s p e c ie . E s d e c i r , r e c o n o c e m o s q u e la v i d a e m e r g e n t e c a m b i a e l c a r á c t e r d e l m u n d o j u s t a m e n t e c o m o l a s v e l o c i d a d e s e m e r g e n t e s c a m b i a n e l c a r á c t e r d e la s m a s a s . Y s a b e m o s q u e lo s q u e lla m a m o s p r o c e s o s c o n s c i e n t e s s o n p r o c e ­ so s fis io ló g ic o s , y q u e e s o s p r o c e s o s q u e g e n e r a lm e n te lla m a m o s c o n d u c ta (behavior) u t iliz a n s u s a ju s t e s o r g a n iz a d o s p a r a s e l e c c i o n a r lo s o b je t o s a l o s q u e r e s p o n d e n , y q u e , c o m o r e s u l t a d o d e e s t a c o n d u c t a , la s c o s a s d e l e n t o r n o d e e s a s f o r m a s v iv a s c o n s c i e n t e s a d o p t a n v a lo r e s y s ig n if ic a d o s . S a b e m o s q u e lo s p r o c e s o s c o n s c i e n t e s d e p e n d e n d e u n g r a n d e s a r r o l l o d e l e n c é fa lo , q u e e s u n a e x t e n s ió n d e l m e c a n is m o n e r v io s o d e e s t ím u lo a d is ­ t a n c i a y d e la s r e s p u e s t a s d i f e r i d a s q u e l o s e s t í m u l o s a d i s t a n c i a p o s i b i l i ­ ta n . E l s is te m a n e r v io s o , e n su c o n ju n t o , p r o p o r c io n a ta n to el c a m p o c o m o e l m e c a n is m o d e s e le c c ió n o r ie n t a d o a lo s fu tu r o s d is t a n t e s , y e s ta s e l e c c i ó n d o t a a lo s o b j e t o s c i r c u n d a n t e s d e l o s v a l o r e s y s i g n i f i c a d o s q u e e s te fu tu r o s u b t ie n d e . P e ro c u á l s e a e l p r o c e s o f is io ló g ic o q u e p o n e a d is ­ p o s i c i ó n d e l o r g a n i s m o i n d i v i d u a l la s r e s p u e s t a s a l t a m e n t e o r g a n i z a d a s d e q u e se v a le p a ra d is c r i m i n a r y s e le c c io n a r , n a d ie lo s a b e , E x is te , n o o b s t a n ­ te , u n a g r a n d if e r e n c ia e n la a p lic a c ió n d e l p r i n c i p io d e s o c ia lid a d e n e s to s d i f e r e n t e s c a m p o s . E n e l c a m p o d e la r e l a t i v i d a d f í s i c a c o n o c e m o s c o n g r a n e x a c titu d el p r o c e s o d e l m o v im ie n to , p e r o s ó lo d is p o n e m o s d e tre s o c u a t r o a b s tr u s o s e x p e r i m e n t o s c o n lo s q u e h a c e r a c c e s ib le s a n u e s tr a e x p e ­ r i e n c i a l o s e f e c t o s d e la s v e l o c i d a d e s e n e l c a m b i o d e l o s c a r a c t e r e s d e la s c o s a s . P o r o t r o la d o s o n p o r d o q u ie r e v id e n te s lo s e f e c t o s q u e r e s u lta n d e l o s p r o c e s o s v i v i e n t e s y c o n s c i e n t e s , a u n q u e la n a t u r a l e z a d e e s o s p r o c e s o s h a y a p e r m a n e c id o h a s ta a h o r a e n u n a o s c u r id a d im p e n e tr a b le . N o o b s ­ t a n t e , e l p r i n c i p i o d e s o c ia lid a d o p e r a e n lo s t r e s c a m p o s . E n t o d o s e llo s 251 Copyrighted material Geoffce Herbcrt Mead h a y e m e r g e n c i a , y e l c a r á c t e r d e e s t a s e d e b e a la p r e s e n c i a d e l m i s m o o b je t o o g r u p o d e o b je t o s e n s is te m a s d if e r e n te s . D e s c u b r im o s q u e e n u n s i s t e m a c o n c i e r t o s c a r a c t e r e s d e e s p a c i o , t i e m p o y e n e r g í a , la m a s a d e u n o b je t o q u e s e m u e v e a a lta v e lo c id a d a u m e n t a p o r q u e le c a r a c t e r iz a n c o e fic ie n te s d ife r e n te s d e e s p a c io , tie m p o y e n e r g ía , y e l s is te m a fís ic o e n su c o n ju n t o s e v e p o r e llo a fe c ta d o . ( 6 6 - 6 7 ) A s im is m o , es p o r q u e e l a n i­ m a l e s s im u ltá n e a m e n te u n s e r v iv o y p a r te d e u n m u n d o f ís ic o q u ím ic o p o r l o q u e la v i d a e s u n e m e r g e n t e y e x t i e n d e s u i n f l u e n c i a a l e n t o r n o q u e la r o d e a y p o r q u e e l a n im a l c o n s c i e n t e e s t a n t o u n a n im a l c o m o u n s e r c a p a z d e m ir a r h a c ia d e la n t e y h a c ia a tr á s e n el t ie m p o e m e r g e la c o n c i e n ­ c i a c o n lo s s ig n if ic a d o s y v a lo re s c o n lo s q u e in f o r m a el m u n d o . 252 Copyrighted mate'ial CAPÍTULO IV LAS IMPLICACIONES DEL SÍ-M ISM O 28 Y A h e in d ic a d o ( 6 8 ) c u á l e s m i p o s tu r a fr e n te al lla m a d o p r o b le m a e p is t e m o ló g ic o ; a s a b e r ; q u e el c o n o c im ie n t o e s u n a ta re a q u e tie n e lu g a r s ie m p r e e n u n a s it u a c ió n q u e n o v ie n e e lla m is m a im p lic a d a p o r la i g n o r a n c i a o e n la i n c e r t i d u m b r e q u e e l c o n o c i m i e n t o b u s c a d i s i p a r . E s d e c i r , n o d e b e i d e n t i f i c a r s e e l c o n o c i m i e n t o c o n la m e r a p r e s e n c i a e n la c o n c i e n c i a d e c o n t e n i d o s d e la e x p e r i e n c i a . N i n g u n a a c t i t u d d e la c o n c i e n ­ c ia es d e p o r s í c o g n itiv a . E l c o n o c im ie n to es u n p ro c e s o c o n d u c tu a l q u e o r g a n i z a e l c a m p o d e la a c c i ó n d e t a l m a n e r a q u e la s r e s p u e s t a s d i f e r i d a s o in h ib id a s p u e d e n a b r ir s e p a s o . L a p r u e b a d e l é x it o d e l p r o c e s o d e c o n o c i ­ m i e n t o , e s t o e s , la p r u e b a d e la v e r d a d , c o n s i s t e e n e l d e s c u b r i m i e n t o o la c o n s t r u c c i ó n d e o b je t o s d e ta l ín d o le q u e m e d ie n e n t r e a c tiv id a d e s q u e e s tá n b lo q u e a d a s p o r q u e e n tr a n e n c o n f lic t o e n tr e s í o se e n c u e n tr a n p a ra ­ liz a d a s p o r a lg u n a i n c e r t i d u m b r e , y p e r m it a n a s í q u e p r o s ig a m o s n u e s tr a c o n d u c ta . E l c o n o c im ie n t o e s in fe r e n c ia l, e im p lic a s ie m p r e u n a in fe r e n c ia b a s a d a e n a l g ú n d a t o . R e f l e x i o n a r e s i n f e r i r e n e l c a m p o d e la i d e a c i ó n ; e s d e c i r , e f e c t u a r la c o n s t r u c c i ó n d e l o s o b j e t o s q u e b u s c a m o s m e d i a n t e la o p e r a c i ó n d e c o n t e n i d o s y c a r a c t e r e s d e la s c o s a s c o m o s í m b o l o s . :j| Ver al respecto de este termino, más adelante, la nota 29. Nota de ISY a la edición española 253 Copyrighted mate'ial Gcorgc H c d x n Mead E v i d e n t e m e n t e la i d e a c i ó n s u r g e d e n t r o d e l o q u e l l a m a m o s c o n c i e n c i a (coraciousness), y p o r e s o d e b e m o s s o m e te r la a n u e s tra c o n s id e r a c ió n . L a f o r m a m á s s i m p l e d e c o n c i e n c i a q u e a d s c r i b i m o s a la s f o r m a s v i v i e n t e s e s la s e n s a c i ó n . P o r l o g e n e r a l , n o a t r i b u i m o s s e n s a c i ó n a la s f o r m a s v i v i e n t e s q u e c a r e c e n d e s is te m a n e r v io s o c e n t r a l, a u n q u e al r e s p e c to s e d e n d if e ­ r e n c i a s d e c r i t e r i o . L a o p i n i ó n i n g e n u a s e r e m i t e a la e v i d e n c i a r e i t e r a d a d e q u e e l a n im a l r e s p o n d e a lo q u e e s b u e n o o m a lo p a r a é l, s u p o n e m o s , m e d i a n t e la a c e p t a c i ó n o e l r e c h a z o , y le s a t r i b u i m o s , r e s p e c t i v a m e n t e , p l a c e r o d i s p l a c e r a e s a s d o s a c t i t u d e s . ( 6 8 - 6 9 ) I n c l u s o e n la c o n d u c t a d e a l g u n a s f o r m a s u n i c e l u l a r e s s e o b s e r v a c o n e v i d e n c i a la a c e p t a c i ó n o e l r e c h a z o , y p o r e llo n o s e n c o n tr a m o s c o n b ió lo g o s y p s ic ó lo g o s q u e a tr ib u ­ y e n ta l f o r m a í n f i m a d e c o n c i e n c i a a e s e t ip o d e o r g a n is m o s . L o s p la c e r e s y d i s p l a c e r e s a p a r e c e n c o n la s e x p e r i e n c i a s o r g á n i c a s , p o r l o m e n o s e n e s a s i t u a c i ó n a la q u e m e r e f i e r o , y n u e s t r a i n s t i n t i v a t e n d e n c i a a e m p a r e ja r l a s c o n e l r e c h a z o y la a c e p t a c i ó n i n d i c a q u e e s t a m o s s u p o n i e n d o q u e la e x p e ­ r i e n c i a d e l a n i m a l i n c o r p o r a t a m b i é n lo s e s t a d o s d e s u p r o p i o o r g a n i s m o . A l a t e n d e r a e s e l í m i t e in f e r io r d e lo q u e p o d e m o s lla m a r « e m e r g e n c ia d e la c o n c i e n c i a » a s u m i m o s q u e e l o r g a n i s m o r e a c c i o n a a la s c o n d i c i o n e s d e s u p r o p i o p r o c e s o v i t a l . U n e n u n c i a d o a s í d e g e n e r a l a b a r c a m u c h a s d e la s r e a c c i o n e s d e la s p l a n t a s . N o o b s t a n t e , s i h a y a l g o q u e e x p l i c a q u e e x c l u ­ y a m o s a la s p l a n t a s d e n u e s t r a f o r m u l a c i ó n h a b i t u a l d e e s a g e n e r a l i z a c i ó n e s , p r e c is a m e n te , el h e c h o d e q u e u n a p la n ta n o r e a c c io n a c o m o u n to d o e n su s a c e p ta c io n e s y re ch a z o s. D e m o d o q u e la p r i m e r a c o n d i c i ó n d e la c o n c i e n c i a e s la v i d a : u n p r o c e s o p o r el q u e el in d iv id u o tie n d e c o n su a c c i ó n , t a n t o a p r e s e r v a r s e , a sí m i s m o c o m o a la s g e n e r a c i o n e s s i g u i e n t e s , y q u e s e e x t i e n d e , m á s a l l á d e lo q u e o c u r r e e n e l o r g a n is m o , al m u n d o c ir c u n d a n t e , y v ie n e a d e fin ir c o m o e n t o r n o d e l in d iv id u o lo d o lo q u e e n e s e m u n d o q u e d a a l a lc a n c e d e s u s a c tiv id a d e s . L a s e g u n d a c o n d ic ió n e s q u e , e n su p r o c e s o te le o ló g ic o , la f o r m a v i v i e n t e p u e d a r e a c c i o n a r c o m o u n t o d o e i n t e n c i o n a d a m e n ­ te fr e n t e a c o n d ic io n e s d e s u p r o p io o r g a n is m o . A h o r a b ie n , y a h a b ía d e f i n i d o y o la e m e r g e n c i a c o m o la p r e s e n c i a d e a l g o e n d o s o m á s s i s t e m a s a la v e z , d e m a n e r a q u e s u p r e s e n c i a e n e l s e g u n d o s i s t e m a c a m b i a e l c a r á c t e r q u e t e n ía e n e l s is t e m a o lo s s is te m a s a lo s q u e p e r t e n e c ía p r e v ia ­ m e n t e . D e m o d o q u e , c u a n d o d e c i m o s q u e la f o r m a i n f e r i o r d e la c o n ­ c i e n c i a e s la s e n s a c i ó n , i m p l i c a m o s q u e , c u a n d o l a s f o r m a s v i v i e n t e s 254 Copyrighted material I j I fitviofia d fip rtitn u e n tr a n e n u n p r o c e s o s is té m ic o p o r e l q u e r e a c c io n a n c o m o u n to d o e i n t e n c i o n a l m e n t e f r e n t e a s u s p r o p i a s c o n d i c i o n e s , s u r g e d e n t r o d e la v i d a la c o n c i e n c i a e n f o r m a d e s e n s a c i ó n . H e d a d o p o r s u p u e s t o ( 6 9 - 7 0 ) q u e s u rg e u n p r o c e s o f is ic o q u ím ic o s is te m á tic o q u e s e le c c io n a a q u e llo s o b r e lo q u e r e a c c io n a , d e ta l m o d o q u e e l p r o c e s o p u e d e p e rd u ra r, y q u e e s te p r o c e s o - q u e a p a r e c e a su v e z d e n tr o d e l m u n d o f í s i c o - e m e r g e c o m o v id a . L o q u e , d e n t r o d e e sa m is m a s it u a c ió n , lle g a s e g u id a m e n te e s u n a f o r m a q u e n o s ó l o e s t á v iv a s i n o q u e a g r e g a s u s p r o p i a s c o n d i c i o n e s o r g á ­ n ic a s , fa v o r a b le s o d e s f a v o r a b le s p a r a la v id a , a l c a m p o f r e n t e a l q u e r e a c ­ c i o n a o e n d o n d e v i v e . U n a f o r m a c o n s c i e n t e e s l a q u e p u e d e c o n v e r t i r la s fa s e s d e su p r o p io p r o c e s o v ita l e n p a r te s d e s u e n t o r n o . U n a n im a l q u e s e l e c c i o n a p a r t e s e s p e c í f i c a s d e s u s p r o p i o s e s t a d o s v i r a le s - c o m o l o s c i l i o s d e la s p l a n t a s , q u e s e l e c c i o n a n a g u a c u a n d o la p l a n t a n e c e s i t a a g u a - n o s ó l o v i v e , c o m o v i v e la p l a n t a , s i n o q u e e s t á s e d i e n t o . « S e n s a c i ó n * » e s e l t e r m i n o q u e e m p l e a m o s p a r a e s t e e l e m e n t o q u e s e a ñ a d e a la v i d a c u a n d o el a n im a l se c o n v ie r te h a sta c ie r to p u n to e n su p r o p io e n to r n o . P u e s b ie n , e l m e c a n is m o b i o l ó g i c o p o r c u y o m e d io p a r e c e q u e e s t o se p r o d u c e es e l s is te m a n e r v io s o , p u e s é s te n o s ó lo p e r m ite al a n im a l s e le c ­ c io n a r lo s e s t ím u lo s a p r o p ia d o s s in o q u e c o n v ie r t e al p r o p io f u n c io n a ­ m i e n t o d e la s s u p e r f i c i e s d e s u c u e r p o , c u a n d o e n t r a n e n c o n t a c t o c o n el a lim e n to s e le c c io n a d o , e n u n a p a r te d e l o b je t o al q u e e l a n im a l re s p o n d e . N o s ó lo in g ie r e a l i m e n t o , lo s a b o r e a . T a m b i é n h e d ic h o q u e la e m e r g e n c ia e s u n a e x p r e s ió n d e la s o c ia lid a d . E l a n im a l n o e s s ó l o p a r t e d e l m u n d o in a n im a d o , ta m b ié n lo es d e l a n im a d o : el a n im a l c o n s c ie n te n o s ó lo s e le c ­ c io n a o b je t o s , a d e m á s lo s s ie n t e , y d e e s a m a n e r a t o m a e l c a m in o q u e v a a h a c e r l e a é l m i s m o p a r t e d e l m u n d o d o n d e v i v e . L a f o r m a p r i m i t i v a d e la c o n c i e n c i a s e e n c u e n t r a e n e l c a m p o d e la e x p e r i e n c i a d e c o n r a c t o . A q u í e l a n im a l r e s p o n d e a l o b je t o y, a l h a c e r lo , se r e s p o n d e a s í m is m o , a u n q u e n o s e a u n a r e s p u e s ta fr e n te a s í c o m o u n to d o s in o ú n ic a m e n t e fr e n te al f u n c i o n a m i e n t o d e s u s s u p e r f ic ie s d e c o n t a c t o . M á s ta r d e , lo s e s t ím u lo s a d is ta n c ia r e s u lta n im p lic a d o s e n s u s re s p u e s ta s a la s c o n d ic io n e s o r g á n ic a s y t a m b i é n e n t r a n e n e l c a m p o d e la c o n c i e n c i a . E l a n i m a l s e c o n v i e r t e , c a d a v e z m á s í n t i m a m e n t e e n p a r t e d e lo s o b j e t o s d e s u a l r e d e d o r . E l g r a n a v a n c e s e p r o d u c e , n o o b s ta n te , c o n e l d e s a r r o llo d e l e n c é fa lo . ( 7 0 - 7 1 ) E n p r i n c i p io , e s e s t e e l c e n t r o n e r v io s o d e lo s im p o r t a n t e s s e n t id o s a d is t a n ­ c ia ; p e r o c o n f o r m e é s t o s s e v u e lv e n m á s p o d e r o s o s y r e fin a d o s e n s u s d is ­ 255 Copyrighted material Ceorgc Hcrbert Mcud c r i m i n a c i o n e s , la s e x p e r i e n c i a s d e c o n t a c t o a l a s q u e r e s p o n d e n s e d i f i e ­ r e n , i n c r e m e n t á n d o s e d e e s a m a n e r a la s p o s i b i l i d a d e s d e a ju s t e y d e e l e c c i ó n q u e h a y a l a h o r a d e r e s p o n d e r . C o n la s p r o p i a s i n e r v a c i o n e s d e la s a c t i t u d e s q u e lo s o b j e t o s d i s t a n t e s c o n v o c a n , e l a n i m a l s i e n t e l a i n v i t a ­ c i ó n o l a a m e n a z a q u e d i c h o s o b j e t o s t r a e n c o n s i g o . A l r e s p o n d e r a la e s tim u la c ió n d is ta n te , e x p e r im e n ta su s re sp u e sta s r e p r im id a s . S o n su s p r o p i a s r e s p u e s t a s a l a s t e n d e n c i a s a a c t u a r q u e t i e n e la s q u e l e p r o p o r c i o ­ n a n e l c o n t r o l p a ra p o d e r o r g a n iz a r to d a s su s r e s p u e s ta s e n u n a c to c o o r ­ d i n a d o , d e m a n e r a q u e s e i n c r e m e n t a la i m p o r t a n c i a d e e s o s s e n t i m i e n t o s in te r io r e s e n e l d e s a r r o llo d e l m e c a n is m o . T a n im p o r ta n te c o m o r e s p o n ­ d e r a la s p r o p i a s t e n d e n c i a s d e r e s p u e s t a e s l a s e p a r a c i ó n e n t r e e l c o n t e n i ­ d o d e la e x p e r i e n c i a y la r e s p u e s t a i n m e d i a t a q u e la e s t i m u l a c i ó n a d i s t a n ­ c ia im p lic a . A q u í e s d o n d e t o p a m o s p o r p r im e r a v e z c o n la m a t e r ia p r im a d e la i d e a c i ó n . P o r s u p u e s t o q u e e n s í m i s m a la e s t i m u l a c i ó n a d i s t a n c i a e s l o q u e e s y n a d a m á s . S ó l o c u a n d o e l p r o p i o o r g a n i s m o « s e m e t e » e n la e s t im u la c ió n a d is t a n c ia e s c u a n d o a lc a n z a e s ta e l c a m p o d e lo q u e lla m a ­ m o s c o n c i e n c i a . L a m a t e r ia p r im a d e la i d e a c ió n s e o b t i e n e , p u e s , d e l d e s p e r t a r d e la s r e s p u e s t a s q u e e s t a b a n d i f e r i d a s y e n m u t u o c o n f l i c t o e n t r e s í. P e r m í t a s e m e e n u n c i a r d e n u e v o e s a s i t u a c i ó n d o n d e la c o n c i e n c i a a p a r e ­ c e . L a s fo r m a s v iv ie n te s r e a c c io n a n p r im a r ia m e n t e a la e s t im u la c ió n e x t e r ­ n a d e ta l m a n e r a q u e p u e d a n p r e s e r v a r e l p r o c e s o v ita l. E l m é to d o p e c u ­ lia r q u e d is t in g u e s u s r e a c c io n e s d e lo s m o v im ie n t o s d e lo s o b je t o s i n a n i m a d o s e s e l d e la s e l e c c i ó n . Y e s a l a s e n s i b i l i d a d d e la f o r m a v i v i e n t e a la q u e e s a s e l e c c i ó n s e d e b e . E n l o s p r o c e s o s i n a n i m a d o s l o m á s c e r c a n o a l a s e l e c c i ó n e s la c a t á l i s i s . S e p u e d e d e c i r q u e u n a f o r m a v i v i e n t e s e a u t o c a ta liz a c o n t in u a m e n t e . E s su p r o p ia c o n d ic ió n lo q u e d e t e r m in a lo s o b je t o s e in flu e n c ia s a lo s q u e r e s p o n d e r á . E l a n im a l c o n s c i e n t e in c o r p o r a la s e l e c c i ó n e n e l c a m p o d e s u s r e s p u e s t a s . R e s p o n d e a la i n f l u e n c i a o a l e f e c to q u e el m u n d o e x te r io r p r o d u c e s o b r e é l. E l e f e c to in m e d ia to d e l a l i m e n t o s o b r e e l a n i m a l e s la i n g e s t i ó n ( 7 1 - 7 2 ) , y l o q u e h a y d e p e c u l i a r e n e l c a r á c t e r d e la v i d a s e c o n s u m a e n la s e l e c c i ó n q u e e l a n i m a l r e a l i z a , m e d i a n t e la s e n s i b i l i z a c i ó n o r g á n i c a , d e l a s u s t a n c i a a la q u e r e s p o n d e r á ; e n o t r a s p a l a b r a s , e n la s e l e c c i ó n d e l a l i m e n t o . S o m o s c a p a c e s s e n s i b i l i z a r u n a p la c a fo t o g r á f ic a m e d ia n t e d is p o s it iv o s m e c á n ic o s . L a e s t r u c t u r a d e d i c h a p l a c a la m a n t i e n e n f u e r z a s m e c á n i c a s . S i s e a u t o s e n s i b i l i z a s e c o n la 256 Copyrighted mate'ial L t filosofía del prnentr l u z h a c i e n d o o p e r a r f u e r z a s d e e s e t i p o , la p l a c a s e r í a u n a f o r m a v i v i e n t e . E l o p e r a r d e la l u z s o b r e u n a n i m a l o u n a p l a n t a e s u n p r o c e s o f í s i c o - q u í ­ m ic o ta n m e c á n ic o c o m o e l q u e se p r o d u c e s o b r e u n a p e líc u la k ó d a k . D e l m i s m o m o d o , la r e a c c i ó n d e la f o r m a h a c i a la s u s t a n c i a n u t r i t i v a c o n la q u e c o n t a c t a e s m e c á n ic a . C o m o fo r m a v iv ie n te h a s e le c c io n a d o lo q u e v a a i n g e r i r , y la m e c á n i c a s e o c u p a s e g u i d a m e n t e d e l p r o c e s o d e i n g e s t i ó n . P e ro s i, e n e s e p r o c e s o d e in g e s tió n , el a n im a l d a c o n u n e s tím u lo q u e d i r i g e , m e j o r a o i n h i b e e l p r o c e s o , o c u r r e e n t o n c e s q u e la q u e s e c o n v i e r ­ te , p o r s í m is m a , e n o b je t o d e su s e le c c ió n es u n a a c tiv id a d , y p r e c is a m e n ­ te d e esa s e le c c ió n q u e se o r ie n t a b a a m a n te n e r su p r o c e s o v ita l; a q u í, el c o m e r . E n ta l c a s o , e l a n im a l se h a v u e lto c o n s c ie n te . L a p r in c ip a l d if ic u l­ ta d c o n q u e n o s e n c o n tr a m o s al o c u p a r n o s d e e s ta c la s e d e te m a s o b e d e c e a n u e s t r a t e n d e n c i a a d i f e r e n c i a r v i d a y c o n c i e n c i a n a d a m á s c r u z a r la p ie l d e l o r g a n i s m o . L a s e l e c c i ó n e s t á i n d u d a b l e m e n t e e n la f o r m a v i v i e n t e , p e ro e sa fo r m a s ó lo p u e d e v iv ir e n u n e n t o r n o lís ic o d e c ie r t o tip o . L o s p r o c e s o s v ita le s in c lu y e n r e la c io n e s a c tiv a s c o n o b je t o s e n u n e n r o m o , y lo s p r o c e s o s v ita le s c o n s c ie n t e s t a m b ié n lo s in c l u y e n . L a r e s p u e s t a d e l o r g a n is m o a s u p r o p ia r e s p u e s ta a n te el a lim e n to in d u d a b le m e n te e s tá en el o r g a n is m o , p e r o s ó lo c o m o p a r te d e u n p r o c e s o g lo b a l d e c o m e r q u e i n c l u y e t a m b i é n e l a l i m e n t o . C o n f i n a r la c o n c i e n c i a a l a r e s p u e s t a d e l o r g a n is m o a su a lim e n t o , n o s ó lo s u p o n e s a c a r la d e su m a r c o , s in o n o a c e r ta r a r e c o n o c e r q u e s ó l o es u n a fa s e d e l c o m e r . C o m e r c o n s c i e n t e m e n ­ te e s s a b o re a r e l a lim e n to , y si se tr a n s fie r e el s a b o r e o d e l a lim e n to a o tra s r e s p u e s t a s d e l o r g a n i s m o a s u s p r o p i a s r e s p u e s t a s a la s c o s a s n o i m p l i c a s i m p l e m e n t e u n a c o m p l i c a c i ó n ir r e m e d i a b le , s i n o q u e d e s p o ja a e s a s r e s ­ p u e s ta s d e to d a s ig n if ic a c ió n . ( 7 2 - 7 3 ) L a v id a s e v u e lv e c o n s c i e n t e e n a q u e l l o s p u n t o s d o n d e la s p r o p i a s r e s p u e s t a s d e l o r g a n i s m o e n t r a n a f o r ­ m a r p a r te d e l c a m p o o b je t i v o h a c ía e l q u e r e a c c io n a . E s t o n o s c o n d u c e a la c u e s t i ó n d e lo s c a r a c t e r e s s e n s o r i a l e s d e la s c o s a s . E l p l a c e r c o n s c i e n t e q u e e l a n i m a l e n c u e n t r a e n e l s a b o r d e la s c o s a s e s e l e s t a ­ d o m e d ia n te el c u a l el o r g a n is m o re s p o n d e al h e c h o d e c o m e r s e u n a li­ m e n to d e c ie r ta s c a r a c te r ís tic a s . L a s e le c c ió n d e d ic h o s c a r a c te r e s d e l a li­ m e n to fo r m a p a r te d e l p r o c e s o v ita l, y p u e d e s e r c o m p le ta m e n te p e c u lia r d e u n in d iv id u o . D egtístibus non est disputándum . ¿ E s s u y o e s e s a b o r e n el m is m o s e n t id o e n q u e lo e s e l p la c e r ? E l a n im a l s ie n t e e l s a b o r d e u n a m a n e r a ta n re a l c o m o s ie n t e s u p r o p io p la c e r . L a fa s e c o n s c i e n t e d e e s te 257 Copyrighted mate'ial Gcorge Hcrbert Mcui p r o c e s o s e n s o r i a l e s t á e n e l p r o p i o u s o q u e h a c e d e la d i s c r i m i n a c i ó n s e l e c ­ t i v a a l o l f a t e a r ; a u n q u e e l o l o r n o e s s u y o c o m o l o e s e l o l f a t o . P e r o e n la m e d id a e n q u e s u s p r o p ia s re s p u e s ta s se in c o r p o r a n a l o b je t o o lo r o s o , es d e c ir , e n t a n t o e n c u a n t o e s te o b je t o e s a lg o q u e c o g e r o re c h a z a r , s e tr a ta y a d e u n a s u n t o d e la c o n c i e n c i a . S i v a m o s a ú n m á s l e j o s y p r e g u n t a m o s s i e l c o l o r o e l o l o r , o e l c a l o r o la s u a v i d a d d e l o b j e t o p e r t e n e c e n a l a n i m a l c u a n d o lo s t o m a m o s a p a r t e d e c u a l q u i e r r e s p u e s t a d e l o r g a n i s m o q u e l l e ­ g u e a s e n t i r l o s , p r o b a b l e m e n t e e s t a m o s p l a n t e a n d o a la v e z d o s c u e s t i o n e s d is t in t a s . U n a d e e lla s - s i e l o lo r p e r t e n e c e a l o r g a n is m o c o m o e l p l a c e r - y a la h e m o s r e s p o n d id o n e g a t i v a m e n t e . E l e s t a t u t o d e l p la c e r e s t a r ía m á s p r ó x i m o a l o q u e s i g n i f i c a m o s c o n la f r a s e « e s t a d o d e c o n c i e n c i a » . T a m ­ b i é n h e m o s r e s p o n d i d o la o t r a , la d e s i la l l a m a d a c u a l i d a d s e n s o r i a l , c u a n ­ d o la t o m a m o s a p a r t e d e s u s e r s e n t i d a , e s s e g ú n la d e f i n i c i ó n d e c o n c i e n ­ c ia q u e h e m o s p r o p u e s to un e s ta d o d e c o n c ie n c ia ; p e ro la u l t e r i o r im p lic a c ió n d e q u e e l c a r á c t e r s e n s o r ia l n o s e d a r ía si el a n im a l n o e s tu v ie r a a h í , n o s p o n e a n t e la r e l a c i ó n d e la f o r m a c o n s u e n t o r n o . A s í c o m o , s i s e t o m a n a p a r te d e l a p a r a t o ó p t i c o q u e h a c e q u e s e ju n t e n , n o e x is t e n lín e a s p a r a le la s q u e s e ju n t e n e n e l h o r i z o n t e , d e l m is m o m o d o c a b e d e c i r q u e e l c o l o r n o e x is te a p a r t e d e l a p a r a t o d e la r e tin a y d e l m e c a n is m o q u e h a y tr a s e l l a . ( 7 3 - 7 4 ) P e r o la c o m p a r a c i ó n n o e s a f o r t u n a d a , p o r q u e p o d e m o s c o n s ­ t r u i r u n a p a r a t o ó p t i c o c o n r e s p e c t o a l c u a l la s l í n e a s c o n v e r j a n , p e r o n o p o d e m o s c o n s t r u i r u n a r e t i n a c o n la q u e e l m u n d o c o b r e c o l o r i d o . N o o b s t a n t e , lo q u e r e a lm e n t e o c u r r e e s q u e e n el tr a s fo n d o d e n u e s tr a s m e n ­ t e s a r r a i g a la i d e a d e q u e la s u p e r f i c i e r e a l e s t á c o m p u e s t a d e m o l é c u l a s q u e v i b r a n , d e m a n e r a q u e e l c o l o r n o p u e d e e s t a r e n e l o b j e t o y, c o m o n o t i e n e o t r o h á b i t a t , l o t e n e m o s q u e p o n e r e n la c o n c i e n c i a . E s v e r d a d q u e la s m o lé c u la s v ib r á tile s n o s o n s u p e r fic ie s a m a r illa s . P e r o e s o n o h a c e im p o s i­ b le q u e ta le s m o lé c u la s v ib r á tile s p u e d a n s e r s u p e r f ic ie s c o lo r e a d a s p a ra a n im a le s d o ta d o s d e c ie r to s a p a r a to s r e tiñ ía n o s . P u e d e n e x is tir e sa s q u e l l a m a m o s « p e r s p e c t i v a s p e r c e p t i v a s » c o m o t a m b i é n s e d a n la s p e r s p e c t i v a s e s p a c ia le s o te m p o r a le s . E n c u a lq u ie r c a s o , si n o s a r e n e m o s al s e n tid o d e « c o n c ie n c ia » q u e h e u s a d o , e l h e c h o d e q u e a l c o l o r le lla m e m o s « e s ta d o d e c o n c ie n c ia » n o s ig n ific a n a d a . Y , n o o b s t a n t e , lo s o b je t o s p e r c e p tiv o s , c o n s u s c u a lid a d e s s e n s o r ia le s , p e r t e n e c e n a l r e i n o d e la c o n c i e n c i a ; p u e s la e x p e r i e n c i a a d i s t a n c i a s e d a c o m o u n a p ro m e s a o u n a a m e n a z a d e e x p e r ie n c ia d e c o n t a c t o , y n o h a y 258 Copyrighted material ¡ a filo so fía d elp rettn lt m á s v í a p a r a q u e e s c f u t u r o s e i n c o r p o r e a i o b j e t o q u e la r e s p u e s t a d e l o r g a n is m o a su s p r o p ia s re s p u e s ta s. E n e l m u n d o p e r c e p tiv o , el fu tu r o , q u e y a e s t á a h í , e n e l p r e s e n t e e n m o v i m i e n t o , e s t á c o n s t r u i d o c o n la s r e s p u e s t a s q u e lo s o r g a n i s m o s c o n s c i e n t e s s e d i s p o n e n a e f e c t u a r . E l o b j e ­ to d is ta n te v ie n e d e e s e m o d o a s e r lo q u e p o d e m o s h a c e r d e é l o c o n é l o p o r m e d io d e é l, o b ie n lo q u e p u e d e h a c e r n o s é l a n o s o tr o s . D e c i r q u e e x is t e e n e l in s t a n t e q u e e x is t e y q u e e x is t e ta l c o m o lo e s t a m o s p e r c i b i e n ­ d o , n o e s o t r a c o s a q u e p e d ir c o n f i r m a c i ó n d e lo q u e y a n o s e s tá d a d o e n la p e r c e p c i ó n . E s t e t i p o r e s p u e s t a s i n t e n c i o n a l e s e s t á e n e l o r g a n i s m o e n fo r m a d e t e n d e n c ia s y ta m b ié n d e r e s u lta d o s d e r e s p u e s ta s p a s a d a s , y e n su p e r c e p c ió n e l o r g a n is m o r e s p o n d e fr e n t e a e lla s . C o n fr e c u e n c ia d e n o ­ m in a m o s im a g in a c ió n (imagery) a d ic h o tip o d e re s p u e s ta p o s te r io r . G r a n p a r t e d e l o q u e p e r c i b i m o s r e a l m e n t e e s t á c o m p u e s t o c o n e l l a . E n la m e d i ­ d a e n q u e la i m a g i n a c i ó n s e p u e d e d i s t i n g u i r c o m o t a l , r e s u l t a e v i d e n t e q u e al a t e n d e r a e lla t r a t a m o s c o n e l m is m o t ip o d e m a te r ia l s e n s ib le q u e e n c o n t r a m o s e n la p e r c e p c i ó n d e c o s a s , y d e e s e m o d o c a b e c a r a c t e r i z a r la im a g in a c ió n c o m o a lg o q u e p e r te n e c e al p r e s e n te , y ta m b ié n h a b la r d e e l l a c o m o s i e s t u v i e r a e n la m e n t e y la t o m á s e m o s d e a l l í p a r a p o n e r l a e n la s c o s a s . ( 7 4 - 7 5 ) E n l o s s u e ñ o s y e n la s a l u c i n a c i o n e s c o n s t i t u y e la p a r t e m a y o r d e n u e s tr o s o b je t o s . S u r e la c ió n c o n e l s is te m a n e r v io s o es m u y o s c u r a . A u n q u e s e p u e d e p r e s u m ir q u e s u a p a r ic ió n d e p e n d e d e c o n d ic io ­ n e s q u e se d a n e n e l s is te m a n e r v io s o c e n tr a l d e b id o a e x p e r ie n c ia s p a s a ­ d a s , n o s e la p u e d e s i t u a r e n e l c e r e b r o e n m a y o r m e d i d a q u e a l o s o b j e t o s d e la p e r c e p c i ó n (percepts); y s i c a b e r e f e r i r s e a l a « m a t e r i a p r i m a » d e la s i m á g e n e s , é s t a e s d e la m i s m a c l a s e q u e la d e d i c h o s o b j e t o s . L a i m a g i n a ­ c i ó n p e r t e n e c e a la p e r s p e c t i v a d e l i n d i v i d u o . S ó l o é l p u e d e a c c e d e r a e l l a , y e n ú l t i m o t é r m i n o s e t r a t a s i e m p r e d e m a t e r i a p r i m a a p a r e c i d a e n la p e r c e p c ió n p r e v ia . S e tr a ta d e u n a p a r te d e l e n t o r n o d e l in d iv id u o h u m a ­ n o d e m á x im a im p o r t a n c ia , p e r o p o r lo g e n e r a l e s tá ta n e n tr e m e z c la d a c o n lo s o b je t o s y a c t i t u d e s c o n lo s q u e o p e r a y c o n r e a c c io n e s m u s c u la r e s in c i p ie n t e s - e s p e c i a l m e n t e e n e l c a s o d e l h a b l a - q u e r e s u lta d if íc il d e f i n i r ­ la y a i s l a r l a e n n u e s t r a e x p e r i e n c i a . L a i m a g i n a c i ó n o p e r a a m p l i a m e n t e e n la c o n s t r u c c i ó n d e n u e s t r o p a s a d o y d e l f u t u r o . L a s id e a s e s tá n e s t r e c h a m e n t e r e la c io n a d a s c o n la s im á g e n e s . T a m b i é n s e la s h a c o n t e m p l a d o c o m o f i r m e e v i d e n c i a d e q u e e x i s t e u n a m e n t e s u s t a n ­ c i a l , la c u a l s e p o s t u l a b a p r e c i s a m e n t e p a r a p r o c u r a r l e s u n h á b i t a t . P u e s t o 259 Copyrighted material Geixgc Hcifccn Mead q u e e s m u y f r e c u e n t e r e c o n o c e r lo s s í m b o l o s c o n l o s q u e p e n s a m o s c o m o s i f u e s e n i m á g e n e s d e p a l a b r a s , l a s i d e a s y la s i m á g e n e s m a n t i e n e n u n p a r e n t e s c o m u y e s t r e c h o . S u r e l a c i ó n e s , p o r s u p u e s t o , la m i s m a q u e h a y e n t r e la p a l a b r a e s c r i t a o h a b l a d a y s u s i g n i f i c a c i ó n ; p e r o , p u e s t o q u e la i m a g e n a u d i t i v a o v i s u a l d e u n a p a l a b r a p a r e c e e s t a r e n la m e n t e d o n d e e s t a r í a s i t u a d a la i d e a , n o e s i n f r e c u e n t e q u e , c u a n d o d e s e a m o s d i s t i n g u i r e n t r e la s p a l a b r a s q u e u s a m o s e n e l h a b l a y la s s i g n i f i c a c i o n e s q u e c o n n o ­ t a n , i d e n t i f i q u e m o s e l s i g n i f i c a d o c o n la s p a l a b r a s i n t e r i o r e s c o n la s q u e n u e s t r o p e n s a m i e n t o o p e r a . E n t o d o c a s o , u n a p a r t e d e la i d e a r a l c o m o a p a r e c e e n la e x p e r i e n c i a e s a l g ú n s í m b o l o p e r c e p t i v o , y a s e a d e l t i p o d e l o q u e l l a m a m o s i m á g e n e s o b i e n a l g o v i s t o u o í d o . L a o t r a p a r t e d e l a id e a - e l u n iv e r s a l c o n e l q u e tr a ta n e l ló g ic o y e l m e t a f í s i c o - s e v u e lv e h a c ia a q u e llo a lo q u e m e h e r e fe r id o c o m o a c t it u d e s o r e s p u e s ta s o r g a n iz a d a s , q u e , c u a n d o p u e d e n d e s l i g a r s e d e la s s i t u a c i o n e s e n la s q u e s u c e d e n , s e l e c ­ c i o n a n c a r a c t e r e s d e la s c o s a s . ( 7 5 - 7 6 ) S o n e n p a r t i c u l a r n u e s t r a s r e s p u e s ­ t a s h a b i t u a l e s a lo s o b j e t o s f a m i l i a r e s la s q u e c o n s t i t u y e n n u e s t r a s id e a s d e e s o s o b je t o s . L a s d e f in ic io n e s q u e d a m o s d e e llo s s o n e s o s s ig n o s s e g u r o s c o n lo s c u a le s p o d e m o s o r ig in a r e n lo s o t r o s r e s p u e s ta s id é n tic a s o p a r e c i­ d a s . N o m e i n t e r e s a n lo s p r o b l e m a s l ó g i c o s y m e t a f í s i c o s q u e h a n s u s c i t a ­ d o , s in o e l h e c h o d e q u e , c o m o ta le s r e s p u e s ta s o r g a n iz a d a s d e l o r g a n is m o , n o e n t r a n e n la e x p e r i e n c i a q u e l l a m a m o s c o n s c i e n t e . E s d e c i r , q u e d e n t r o d e l c o n j u n t o d e s u s r e l a c i o n e s c o n lo s o b j e t o s e l o r g a n i s m o r e s p o n d e a e s a s a c t i t u d e s o r g a n iz a d a s c o m o lo h a c e a o t r a s p a r te s d e s u m u n d o . Y d e e sa m a n e r a ta le s a c t it u d e s se c o n v ie r t e n e n o b je t o s p a r a e l in d iv id u o . P u e s b ie n , e s p r e c is a m e n te m e d ia n te e s o s p r o c e s o s id e a c io n a le s c o m o n o s h a c e m o s c a r g o d e la s c o n d i c i o n e s p a r a la c o n d u c t a f u t u r a , e n la m e d i d a e n q u e é s t a s s e e n c u e n t r a n e n la s r e s p u e s t a s o r g a n i z a d a s q u e h a b í a m o s c o n f i ­ g u ra d o , y ta m b ié n es a s í c o m o c o n s tr u im o s n u e s tro s p a sa d o s, al a n tic ip a r e se fu tu r o . E l in d iv id u o q u e c o n s ig u e u n d o m in io d e e s c tip o s o b r e su s r e s p u e s t a s , p u e d e l u e g o o r g a n i z a r í a s m e d i a n t e la s e l e c c i ó n d e la s e s t i m u l a ­ c i o n e s q u e la s c o n v o c a n y c o n s t r u i r a s í s u p l a n d e a c c i ó n . L a p o s i c i ó n q u e d e fie n d o es q u e e l p a s a d o se r e c o n s tr u y e s ie m p r e d e e sa m a n e r a , y q u e , p o r t a n t o , s u r e c o n s t r u c c i ó n s i e m p r e s e p r o d u c e c o n r e s p e c t o a la s i t u a c i ó n q u e h a p r o v o c a d o la a c t i t u d d e l i b e r a t i v a c o r r e s p o n d i e n t e . M e e s t o y l i m i t a n d o a d e t a l l a r la s c o n d i c i o n e s q u e e n e l c u r s o d e u n a e v o l u c i ó n e m e r g e n t e h a n h e c h o p o s ib le s e s a s s itu a c io n e s d e lib e r a tiv a s . 2 6 0 Copyrighted material La fiLuafh dtipresenxr A l t r a t a r s o b r e la s o c i a l i d a d h e i n s i s t i d o e n e s e p a s a r , e n l a e m e r g e n c i a , d e l v ie jo s is t e m a a l n u e v o ; e l m a y o r é n fa s is lo h e p u e s to e n e l h e c h o d e q u e e n d ic h o p a s o el e m e r g e n te e s tá e n a m b o s s is te m a s , y e n q u e es lo q u e es p o r q u e l l e v a c o n s i g o , a la v e z , l o s c a r a c t e r e s d e a m b o s . D e e s c m o d o , u n c u e r p o e n m o v im ie n to e x p e r im e n ta u n in c r e m e n t o e n s u m a sa r e s p e c to al s is te m a e n e l q u e se e s tá m o v ie n d o , u n o r g a n is m o v iv o tie n e u n p o d e r s e le c t iv o a la h o r a d e m a n t e n e r e l p r o c e s o v it a l e n m e d i o d e la s c o s a s in a n im a d a s , y u n in d iv id u o c o n s c ie n t e r e a c c io n a h a c ia s u s p r o p ia s re s­ p u e s t a s . D e e s e m o d o , e s t e ú l t i m o g a n a u n n u e v o t i p o d e c o n t r o l p a r a la c o n s e r v a c ió n d e l o r g a n is m o v iv o , c in v is te a lo s o b je t o s d e s u e n t o r n o d e v a l o r e s . ( 7 6 - 7 7 ) L a o t r a d i m e n s i ó n d e la s o c i a l i d a d - d o n d e e s t e t é r m i n o e x p r e s a la d e t e r m i n a c i ó n d e la n a t u r a l e z a d e u n o b j e t o p o r la s n a t u r a l e z a s d e o t r o s p e r t e n e c i e n t e s a s u m i s m o s i s t e m a - r e s u l t a e v i d e n t e e n la c o n c e p ­ c i ó n d e l o s s i s t e m a s e n e r g é t i c o s , e n e l d e s a r r o l l o d e la s f o r m a s m u l t i c e l u ­ l a r e s , d o n d e o c u r r e q u e la v i d a d e l s i s t e m a g l o b a l e s l a v i d a i n t e g r a d a d e t o d a s la s c é l u l a s d i f e r e n c i a d a s q u e l o c o m p o n e n ; e n l o s s i s t e m a s s o c i a l e s i m p l i c a d o s e n la p r o p a g a c i ó n d e la e s p e c i e y e n la i n t e g r a c i ó n d e la s s o c i e ­ d a d e s , d e s d e a q u e l l o s d o n d e e l e q u i l i b r i o e n t r e la r e p r o d u c c i ó n y e l c o n ­ s u m o d e u n a s fo r m a s p o r o tr a s s e a lc a n z a a l p r in c ip io , h a s ta a q u e llo s e n l o s q u e e l p r o c e s o s o c i a l e s t á m e d i a d o p o r la d i f e r e n c i a c i ó n d e l o s i n d i v i ­ d u o s . E n c o d o s e s t o s c a s o s l a n a t u r a l e z a d e l i n d i v i d u o e s e x p r e s i ó n d e la s n a t u r a le z a s d e lo s o t r o s m ie m b r o s d e l s is t e m a o s o c ie d a d , a u n q u e lo sea e n g r a d o s v a r ia b le s . L a d i f e r e n c i a q u e h a y e n t r e e s a s d o s d i m e n s i o n e s d e la s o c i a l i d a d e s t e m p o ­ r a l. C a b e c o n c e b i r u n s is te m a t o m á n d o lo e n u n in s ta n te . E n e s e in s t a n t e el c a r á c t e r s o c ia l d e l m ie m b r o in d iv id u a l c o n s is t ir í a e n lo q u e d ic h o in d iv i­ d u o e s d e b i d o a la s m u t u a s r e l a c i o n e s e n t r e l o s m i e m b r o s d e e s e s i s t e m a . P o r o t r o la d o , u n o b je t o s ó lo p u e d e s e r m ie m b r o d e d o s s is te m a s d iv e r g e n ­ t e s e n e l m o m e n t o d e l p a s a r , c u a n d o la n a t u r a l e z a q u e t i e n e e n u n s i s t e m a c o n d u c e a la t r a n s f o r m a c i ó n q u e s u p a s o a o t r o s i s t e m a ll e v a c o n s i g o . E n el m o m e n t o m i s m o d e p a s a r p u e d e e s t a r a la v e z e n a m b o s . L o h e i l u s t r a d o s u fic ie n te m e n te e n el c a s o d el c a m b io d e m a sa q u e se p r o d u c e c o n el in c r e ­ m e n t o d e l a v e l o c i d a d . E n e l c a s o d e la s f o r m a s v i v i e n t e s l a r e g la e s p r e s e n ­ ta r lo c o m o f a i t accompli. L a s i t u a c i ó n e n la q u e e x i s t e u n a c é l u l a v i v i e n t e q u e v iv e s u p r o p ia v id a - y d o n d e se e n c u e n tr a r e a liz a n d o e se tip o d e c o m e r c i o q u e l e p e r m i t e v i v i r la v i d a p r o p i a d e u n a f o r m a m u l t i c e l u l a r - 261 Copyrighted material Gcofgc Hcrbcrt Mead t i e n e q u e h a b e r s u r g i d o e n la e v o l u c i ó n d e d i c h a s f o r m a s ; p e r o s ó l o p o d e ­ m o s p e r s e g u ir o s c u r a m e n t e el o r ig e n d e e sa s it u a c ió n a tra v é s d e l d e s a r r o llo e m b r io n a r io , d o n d e e l m e r o h e c h o d e q u e se d é m a y o r g ra d o d e n u tr ic ió n e n u n a s c é l u l a s q u e e n o t r a s p a r e c e c o n d u c i r a la d i f e r e n c i a c i ó n . P o d e m o s c o n s i d e r a r , c o m o ú l t i m o e j e m p l o , e l d e l i n s t a n t e c u a n d o la r e a l i d a d m a t e ­ r ia l q u e h o y c o n o c e m o s c o m o e l S o l a d q u i r i ó s u n a t u r a l e z a p l a n e t a r i a , o a q u e l o tr o e n e l q u e , a c a u s a d e u n a c o r r ie n te d e e n e rg ía (tid al) o d e o tra s in f lu e n c ia s , a p a r e c ió u n a e s tr e lla d o b le . ( 7 7 - 7 8 ) E l h e c h o s o b r e s a l i e n t e d e la r e l a t i v i d a d e s q u e l o s c a m b i o s e n la s d i m e n ­ s io n e s e s p a c io te m p o r a le s o e n e r g é tic a s n o s o n p u n to s d e p a r tid a p a ra n u e v a s e s t r u c t u r a c i o n e s . T i e n e q u e h a b e r u n c a m b i o e n l o s s i s t e m a s e n lo s q u e u n c u e r p o i n c r e m e n t a s u m a s a , p e r o t a l e s c a m b i o s n o i n c i d e n e n la a p a r i c i ó n d e ó r d e n e s n u e v o s . P o r d e c i r l o a s í , la s d i f e r e n c i a s s e c a n c e l a n a l s e r a b s o r b id a s p o r c a m b io s c o r r e la tiv o s e n o tr o s s is te m a s . E s e sa s it u a c ió n la q u e f a v o r e c e la s u p o s i c i ó n d e u n a r e a l i d a d q u e e s t a r í a p o r d e t r á s d e la s d ife r e n te s p e rs p e c tiv a s - u n e s p a c io -tie m p o d e M in k o w s k i, c o n su s a c o n ­ t e c i m i e n t o s e i n t e r v a l o s - , y a la q u e p r o p i a m e n t e p e r t e n e c e r í a la r e a l i d a d d e la s e x p e r ie n c ia s q u e s e p r o d u c e n d e s d e m a r c o s d e r e fe r e n c ia d is t in t o s . E n e l c a s o d e la r e l a t i v i d a d , c o n s u s d i f e r e n t e s p e r s p e c t i v a s , s e d a s i n e m b a r g o o t r a p o s i b i l i d a d , v . g . : l a d e o c u p a r s i s t e m a s a l t e r n a t i v o s e n la e x p e r ie n c ia . W h ih e h e a d , p o r e je m p l o , s e r e fie r e a u n a d o b le « c o n c ie n c ia d e » , e n la q u e e l o b s e r v a d o r s e a u t o i d e n t i f i c a a la v e z c o n e l e s p a c i o - t i e m ­ p o d e u n t r e n y c o n e l d e l p a i s a je q u e e s e t r e n a t r a v i e s a . E s e v i d e n t e q u e la p r o p ia r e la tiv id a d s e r ía i m p o s i b l e c o m o d o c t r i n a s in e s te t i p o d e c o n c i e n ­ c ia . D e la d o c t r i n a d e E in s t e i n s e h a d ic h o q u e e s u n a t e o r ía d e s e ñ a le s . I m p lic a h a c e r s e c a r g o d e lo s d if e r e n te s s ig n if ic a d o s q u e e l o r d e n e s p a c io t e m p o r a l d e a c o n t e c i m i e n t o s t o m a a la v e z d e s d e s is t e m a s d if e r e n t e s . A h o r a b i e n , h e p r e s e n t a d o l a c o n c i e n c i a c o m o la r e s p u e s t a d e l o r g a n i s m o a su s p r o p ia s re s p u e s ta s , c o n e l c a m b io c o r r e s p o n d ie n te d e s ig n if ic a d o s q u e el e n to r n o e x p e r im e n ta . E l m u n d o es p a ra u n se r h u m a n o u n m u n d o d if e r e n t e a lo q u e e s p a r a el o t r o , c o m o lo ilu s tr a el h e c h o d e q u e u n d ó la r s ig n if ic a u n a c o s a p a r a u n o y o t r a p a r a o t r o . Q u i e n p u e d e a d o p t a r lo s d o s p u n t o s d e v is ta e s c a p a z d e o r d e n a r y f i ja r c o n é x it o el v a lo r d e s u s b ie n e s . A p a r tir d e esa c a p a c id a d s u rg e u n v a lo r a b s tr a c to d e l d ó la r c o m o m e d io d e c a m b io - u n v a lo r q u e r e g ir ía e n lo s tr e s m u n d o s . E l m u n d o d e M i n k o w s k i d e b e r í a t e n e r u n s i g n i f i c a d o d e e s c t i p o , li g a d o a la s e x p e r i e n - 2 6 2 Copyrighted material ¡m JUmofut d el presente d a s d e p e r s o n a s q u e e s tá n e n s is te m a s d ife r e n te s q u e s e m u e v e n u n o s re s­ p e c to d e o tr o s , p e ro n o es a sí c o m o se p re s e n ta . ( 7 8 - 7 9 ) A p a re c e , e n c a m ­ b io , c o m o u n s is t e m a d e t r a n s f o r m a c io n e s - y d e c o n s t a n t e s d e s p le g a d a s c o n e lla s - , q u e se c o n v ie r te n e n s ím b o lo s d e e n tid a d e s q u e n o tie n e n s itio e n la e x p e r i e n c i a . E n la s v i e ja s v e r s i o n e s d e la r e l a t i v i d a d , la s d i f e r e n c i a s e n la s p e r s p e c t i v a s , q u e s e d e b í a n a l m o v i m i e n t o , p o d í a n s e r t r a s l a d a d a s d e u n s i s t e m a a o t r o h a c i e n d o e l m i s m o c a m b i o r e l a t i v o e n la p o s i c i ó n d e lo s o b je t o s . N o h a b ía c a m b io s e n e l c a r á c t e r d e l o b je t o e n u n s is te m a d e b id o a su m o v im ie n t o e n c ! o t r o . N o r m a l m e n t e h a b ía u n s is te m a p r e fe ­ r id o a l q u e s e t r a d u c í a n t o d o s lo s d e m á s p a r a p o d e r c o m p r e n d e r l o s e n c o n j u n t o . D e m a n e r a q u e p a r a c o m p r e n d e r l o s m o v i m i e n t o s d e la s e s t r e ­ ll a s c o n r e s p e c t o a n u e s t r o s i s t e m a , s e p o d í a n t o r n a r c o m o r e f e r e n c i a la s c o o r d e n a d a s d e la s e s t r e l l a s f i ja s . L o c o m ú n a t o d o s l o s s i s t e m a s e r a n , p r e ­ c i s a m e n t e , la s p o s i c i o n e s r e l a t i v a s i d é n t i c a s d e l o s o b j e t o s . P o r s u p a r t e , la e l e c t r i c i d a d e l e c t r o m a g n é t i c a h a m o s t r a d o q u e e x i s t e u n a d i f e r e n c i a e n la s d i m e n s i o n e s e s p a c i o t e m p o r a l y e n e r g é t i c a d e la s c o s a s e n m o v i m i e n t o c o n r e fe r e n c ia al s is te m a d o n d e s e m u e v e n , d e m o d o q u e n o p o d e m o s tr a d u c ir s im p le m e n t e d e u n s is te m a a o t r o y, e n e s p e c ia l, n o p o d e m o s e s ta b le c e r u n a e s t r u c t u r a d e la s c o s a s c o m ú n p a r a c u a l q u i e r s is t e m a . E l a p a r a t a je m a t e m á t i c o p a r a la s t r a n s f o r m a c i o n e s s e v u e l v e m u y c o m p l i c a d o . La cuestión metafísica que se plantea es la siguiente: ¿puede una cosa con dimensiones espacio temporal y energética cambiantes ser esa misma cosa pero con dimensiones diferentes, cuando aparentemente sólo disponemos de las dimensiones que empleamos para definirla? Al parecer, lo más sen­ cillo ha sido decir al respecto que la cosa real está detrás de esas experien­ cias, subjetivas y fenoménicas. Pero permítasenos aceptar, en lugar de eso, que el pasar es un carácter de la realidad y reconocer que en ese paso se da el cambio en la estructura de las cosas, y que se da porque al pasar los objetos ocupan sistemas diferentes. Si reconocemos seguidamente que hay una forma de socialidad en la que podemos ir del uno al otro por medio de un sistema de transformaciones, y ocupar de ese modo ambos sistemas identificando los mismos objetos en cada uno, se vuelve entonces posible para el pasar que pueda tener lugar entre sistemas alternativos que, si se román simultáneamente, son mutuamente cxcluycntcs. (79-80) El sistema de transformaciones y la estructura matemática que se construye con él son una parte de la naturaleza como cualquier otra. Son actitudes 263 Copyrighted material Georgc Hcrbcrt M ca.í que esián respondiendo a significados de cosas sometidas a control por medio de símbolos. El paso de un sistema en movimiento a otro en repo­ so, mientras el resto del mundo pasa del reposo al movimiento, significa pasar de uno a otro en lo que llamamos mente. Esos dos aspectos existen en la naturaleza y la mente también está en la naturaleza. La mente pasa de uno a otro en lo que llamamos conciencia, y el mundo es diferente desde el punto de vista de una actitud a como es desde otra. Decimos que el mundo no puede cubrir ambos significados si son mutuamente excluyentes; pero el paso que se produce en una mente mediante transforma­ ciones lo hace posible. Lo único que necesitamos reconocer es que el mundo tiene un aspecto desde un punto de vista y que lo tiene distinto ahora desde otro, y que en la naturaleza se ha dado el mismo pasar que ha tenido lugar en la mente; al igual que las existencias del mercado pasan de un precio a otro debido a las actitudes que cambian en las mentes de los seres humanos. La cuestión que se plantea aquí es la siguiente: ;qué hay en la naturaleza que se corresponda con las transformaciones que concibe la mente del matemá­ tico? Si aceptamos la mente como algo que existe en la naturaleza y recono­ cemos que la mente pasa de un sistema a otro mediante la dimensión tem­ poral de la socialidad -d e modo que los objetos a los que el matemático se refiere en un sistema aparecen en el otro con diferentes dimensiones espaciotemporales y energéticas merced a las fórmulas de transformación-; si reconocemos así mismo que el organismo dotado de mente tiene también la otra dimensión de la socialidad -de modo que lo que aparece en un sistema y luego en otro está en el mundo, puesto que tiene un carácter idéntico para el organismo, en un sistema que responde a esc carácter del organismo dota­ do de mente-, entonces, podemos asumir que la referencia de las constantes en esas diferentes perspectivas no es a entidades que quedan lucra de la experiencia que es posible, sino que remite precisamente a ese carácter orga­ nizado del mundo que aparece en lo que llamamos mente. (80-81) Enun­ ciémoslo ahora de una manera menos escarpada: el relativista es capaz de retener dos o más sistemas mutuamente exduyentes en los que un mismo objeto aparece cuando pasa de uno a otro. Me he referido a la forma experi­ mental de este paso, concretamente a aquella en que un pasajero de un tren pasa del sistema del movimiento de ese tren al del movimiento de un tren que se aproxima. Su tren no puede estar, a la vez, en movimiento y en repo­ 264 Copyrighted mate'ial Aj /¡U'-i'/íii titl p r t u tw so, pero la mente del pasajero puede ocupar ambos sistemas en el paso de uno a orro, y retener así las dos actitudes en una relación comprehensiva con cada una de ellas y con ambas entre sí, que representa el mismo aconte­ cer desde dos puntos de vista distintos y que el pasajero puede ocupar por­ que tiene o es una mente. Si acepta las dos situaciones mutuamente cxcluyentes como legítimas es porque como organismo dotado de mente puede estar en las dos. Es a una organización de perspectivas como esa a la que, en matemáticas, pueden referirse las constantes. Lo enunciamos sumariamente y evitando complicaciones filosóficas al decir que esas matemáticas nos dan un méto­ do más preciso de formulación y medición del mundo físico; pero esto nos deja todavía la aparente contradicción de un objeto que posee, a la vez, distintas dimensiones cspaciotcmporales y energéticas, cuando en realidad el objeto sólo puede definirse mediante ellas. Esto no plantearía mayor dificultad si podemos establecer que una de las definiciones es la correcta, y atribuimos las demás a factores ilusorios (en ese caso simple­ mente tendríamos que considerar a nuestro tren estando en movimiento). Es lo mismo que hacemos cuando decimos que los dos sistemas son, sen­ cillamente, las estructuras que los objetos adoptan bajo marcos de referen­ cia diferentes. Entonces, ambos son ilusorios. Pero en ese caso tenemos que relegar la realidad a un mundo minkowskiano. (81-82) Defiendo lo contrario: que los dos son reales para una mente que, en el tránsito, puede ocupar los dos sistemas. La otra ilustración que he ofrecido es la del precio en el mundo económico; pero ya he indicado la diferencia que se da aquí: que desde sus diferentes perspectivas los individuos recurren a una enti­ dad de precio que es común en función del propio intercambio, y que ésta, que se da en forma de dinero, es algo idéntico para cada uno de ellos. En cambio, en el caso de los dos individuos que se mueven en sistemas que, a su vez, se están en movimiento uno respecto de otro, lo que ocurre es, precisamente, que no pueden encontrar en sus experiencias realidades comunes de esc tipo. Lo que consiguen, en cambio, es un sistema de fór­ mulas de transformación. Recurren a lo que Russell llama un «modelo lógico común», y lo que mantengo es que dos individuos situados en los sistemas que Einstein ha presentado -conectados entre sí mediante seña­ les luminosas, de modo que cada individuo se sitúa tanto en el sistema del otro como en el suyo- están viviendo en un mundo común, y que la refe­ 265 Copyrighted mate'ial George Herbert Mead rencia a un mundo de Minkowski es innecesaria. Los individuos que con­ viven en tales sistemas pronto tendrían a su disposición dos definiciones de todo, al igual que cuando viajamos llevamos con nosotros dos sistemas temporales. Lo que sí sería imposible es reducir esc mundo común a un instante. La dimensión temporal de la socialidad es esencial para su exis­ tencia. Ni siquiera en el pensamiento podemos estar al mismo tiempo en Chicago y en Bcrkeley; pero incluso aunque no tengamos el mismo suelo bajo los pies -q u e no puede ser el mismo en el mismo instante-, podemos mantener en el pensamiento una vida común, en ese estar pasando de nuestro presente. He insistido en la ilustración porque presenta un ejem­ plo extremo de organización de perspectivas que la socialidad cumple en sus dos dimensiones cuando pueden éstas aparecer en organismos dotados de mente. Por su forma reflexiva el sí-m ism o29 se anuncia como un organismo consciente que sólo es lo que es en la medida en que puede pasar de su Recordemos que la singularidad que el significado del término «self» tiene en el pensamiento de Mead. >•que en su momento aparecía com o un neto carácter de neologismo técnico de su propio cuño, nos llevó a justificar, en la primera versión del último ensayo preliminar de este libro, que tra­ dujimos hace unos años (RF.IS Í S . 1991. la escritura del cquis-alcntc castellano com o «sí-mismo» (el empleo que se hace aquí de la expresión con un guión en medio quiere servir para resaltar que se trata de una expresión sustantivada y técnica precisa y evitar su confusión con la expresión pronominal ordinaria cuando aparezca en el otro sentido en cualquier paraje del idioma, en su momento, el sabio consejo de un poliglota exquisito com o José María Martínez Doral me había hecho notar en los pri­ meros ano* 80 que ese «self», invitaba a pensar también en «uno mismo» y «yo mismo», dos expresio­ nes que conviene mencionar aquí para que no dejen de resonar (siempre sustantivadas) ju n to a «símismo» y a «identidad del yo» para que sepamos que es en ese enclave léxico y semántico donde se debe situar el sentido técnico de este neologismo por el que apostamos. Aunque sigue siendo verdad, a pesar de su paulatina generalización en medios profesionales, que esa opción puede ofrecer una senda demasiado retorcida y ambigua en castellano, algunos hito* científi­ cos y editoriales producidos desde 19 9 1 . nos animan a tom ar esta opción. M e refiero, en primer lugar, al paso dado por Paul Ricocur en 1990. por justificar el empleo de ese neologismo en francés, que tiene además ci interés de no haberse hecho expresamente con rclcrencia a Mead, aunque sí como fruto de una dilatada y cuidadosa atención a las discusiones de la filosofía del lenguaje anglosajón en los territorios de la enunciación de la primera persona. El otro, es la propia decisión de los editores del D iccionario d e Sociología de Alianza, quienes para su segunda edición me encargaron expresamente la redacción de la voz «sí mismo* (self). encomienda que me ha dado, en la práctica, la oportunidad de cerrar la referencia a esa voz en medio del luego cruzado de las voces dedicadas a Mead y al pragma­ tismo de las que me hice cargo para la primera edición. I a, presencia del vocablo «sí-mismo» en esa excelente -fuente de normalización* de la terminología de las ciencias sociales en lengua castellana hace ahora, a mi entender, más justificable la opción por el neologismo, máxime si se atiende con cuidado a la invitación a un juego de mutua fertilización que, dentro de ese diccionario, puede pro­ ducir una doble manera de atacar la formulación del término «identidad»; la que se recoge al definir este termino y la sugerida de paso al definir el de «sí-mismo» según la nutriz mradiana. Por supuesto 266 Copyrighted material La filo io jia d elfm en te propio sistema a los de los otros, y puede, de ese modo, al pasar, ocupar tamo su propio sistema como aquel al que está pasando. (82-83) Que esto pueda tener lugar no es, evidentemente, cosa de un solo organismo. Si estuviera completamente encerrado en su propio mundo -aquel que res­ ponde a sus estimulaciones y respuestas- no tendría entrada en posibilida­ des distintas de las implicadas en su propio acto organizado. La posibili­ dad a la que aludimos sólo puede abrirse cuando su actividad forma parte de un proceso organizado más amplio. Aunque no es esc el único prerrequisiio. La organización social de una forma multicelular es una organiza­ ción donde cada célula, al vivir su vida, vive la vida del todo; pero su diferenciación restringe sus expresiones a la función singular a la que ha llegado a adaptarse. Un individuo sólo pudo llegar encontrarse tomando la actitud de otro mientras ocupaba todavía la suya en el curso de un pro­ ceso donde un organismo podía en algún sentido sustituir a otros. Lo que presumiblemente impide a las comunidades altamente organizadas que se dan entre los insectos alcanzar la autoconciencia es el alto grado de desa­ rrollo de su diferenciación fisiológica. Lo que aún falta es el mecanismo por el que el individuo que vive su propia vida en la del grupo se sitúa en la actitud de tomar el papel de otro. Ese mecanismo es, por supuesto, el de la comunicación. Puede haber un tipo de comunicación en la que la propia condición de un órgano estimula a otros para sus propias respuestas apropiadas. En el sistema fisiológico tal sistema de comunicación lo llevan a cabo las hor­ monas. Pero éste sólo es una elaboración de la ¡nterrelación de órganos fisiológicos altamente diferenciados al funcionar en un proceso vital común. Tal como lo voy a usar, «comunicación» significa transmisión de significado. Y lo que esto implica es que se despierten en un indivi­ duo las actitudes de otros y su respuesta a las respuestas de ellos. El que he renunciado de antemano, y que me disculpen las sensibilidades más despierras al (especio, a resolver el problema añadido que esta opción plantea con respecto a las flexiones si misma/sí mismo, una misma/uno mismo que se vuelven especialmente cornudas p-or cuanto se está proponiendo la versión de un termino neurro del inglés, que se emplea específicamente para nombrar la identidad personal acentuando radicalmente su condición social. Vid- las aclaraciones iniciales de Ricoeur a su opción terminológica en Paul Ricoeur. Soi mente eom m e en nutre, Parts, Ed. du Seuil, 1990 y también las voces «si mismo-, «El yo- (I)» y «El mi» en Salvador Giner. Em ilio Lamo de Espinosa y Cristóbal Torres, (comps.). D iccionario d e Sociología, 2 .* cd., Madrid, Alianza, 2 0 0 6 . Vid. Nota de ISY a la edición española. 267 Copyrighted material (Jeorge Hcrbcrt Mead resultado es que el individuo pueda verse estimulado, en el proceso que le lleva finalmente a conseguir dar forma a su propia voluntad, a inter­ pretar varias partes del proceso común donde todos están involucrados, y que, por eso mismo, pueda encarar en el mismo proceso los diversos futuros que esos diferentes roles llevan consigo. (83-84). De este modo, la vida de la comunidad a la que pertenece se convierte en parte de su experiencia en un sentido superior del que sería posible para un órgano diferenciado dentro de un conjunto orgánico. El último escalón en el desarrollo de la comunicación se alcanza cuando el individuo al que se le ha movido a adoptar los roles de los demás, se dirige hacia sí mismo desde esos roles y adquiere de ese modo el mecanismo del pensamiento, el de la conversación interior. No discutiré aquí la génesis de la mente en la sociedad humana. Lo que quiero resaltar en primer lugar es que se trata de un desarrollo natural en el mundo de los organismos vivos y su entorno. Su primera característica es la conciencia, ese emergente que surge cuando el animal pasa de un sistema en que existía anteriormente a un entorno que surge mediante la selectividad de su propia sensibili­ dad, y así a un nuevo sistema donde las partes de su organismo y sus propias reacciones frente a ellas se convierten en partes de su entorno. El siguiente paso se alcanza con el dominio de los sentidos a distancia y de las respuestas retardadas frente a ellos. La selección y organización de esas respuestas, junto con los caracteres de los objetos que selecciona­ ron, se convierten ahora en objetos dentro del sistema del organismo. El animal viene a responder entonces a un entorno que, en buena medida, consiste en futuros posibles que se corresponden con sus reacciones diferidas, y esto viene a reforzar inevitablemente sus reacciones pasadas en forma de hábitos adquiridos. Entran a formar parte del entorno como condiciones de sus actos. Esos caracteres del entorno constituyen la materia prima de la que más tarde -cuando dichos caracteres puedan ser aislados mediante gestos en la com unicación-, surgen los valores y los significados. Esos sistemas a los que me he referido son, en todos los casos, interrelaciones entre el organismo y el mundo que se revela como entorno determinado por sus relaciones con el organismo. (84-85) Todo cambio esencial en el organismo trae consigo un cambio correspondien­ te en el entorno. 268 Copyrighted mate'ial La /¡U iffia d tl praen ir A sí pues, el paso de un sistema a otro es la ocasión para que se dé en ambos la oportunidad para una emergencia: en la forma y en el entorno. El desarrollo en la vida animal ha sido una continua introducción de cada vez más actividad de la vida animal en el entorno al que responde, un cambio producido a través del desarrollo del sistema nervioso mediante el cual podía responder tanto a sus propios procesos sensibles como también a sus propias respuestas frente a éstos en el conjunto de su actividad vital. Pero el animal nunca pudo alcanzar la meta de convertirse, en su conjun­ to, en un objeto para sí mismo hasta que no entró a formar parte de un sistema más vasto donde podía desempeñar varios roles, de modo que al adoptar un rol podría autoestimularse para desempeñar el otro rol que el primero invocaba. Y este desarrollo es el que ha posibilitado una sociedad cuyo proceso vital lo media la comunicación. Es aquí donde surge la vida mental, con su continuo pasar de un sistema a otro con la ocupación de ambos en el pasaje y con las estructuras sistemáticas que cada uno impli­ ca. Es el reino de la emergencia continua. Deseaba presentar la mente como una evolución en la naturaleza donde culmina la socialidad que es el principio y la forma de la emergencia. La emergencia en la naturaleza de cualidades sensoriales se debe al hecho de que un órgano puede responder a la naturaleza en diferentes actitudes sistemáticas y ocupar, sin embargo, cada una de esas actitudes. El organis­ mo responde frente a sí mismo como afectado por el árbol y frente al árbol como campo de sus reacciones futuras. La posibilidad del organis­ mo de estar a la vez en tres sistemas diferentes, el de la relación física, el de la relación vital y el de la relación sensible es responsable de la aparición del ramaje áspero y colorido, y del follaje del árbol que emergen en la interrelación entre el objeto y el organismo. Pero, en su sentido superior, la mente implica el paso de una a otra actitud con la consiguiente ocupa­ ción de ambas. (85-86) Tiene esto lugar en la naturaleza. Es la fase del cambio en la que en el proceso están ambos estados. La ilustración más llamativa de esta situación es una aceleración de la velocidad; y todo el desarrollo de nuestra física moderna ha dependido de que hemos conse­ guido aislar esta entidad en proceso de cambio. Pero mientras esa ocupa­ ción concurrente de diferentes situaciones a la vez ocurre en la naturaleza, ha quedado reservada a la mente la presentación de un campo donde el organismo no sólo pasa de una actitud a otra ocupando así ambas, sino 269 Copyrighted material Georgc Hcrtwft Mc-.ul que retiene también esa fase común. Puede uno pasar de la situación en la que aparece un perro, y seguir adelante hasta la aparición del elefante, y estar a la vez en todas las actitudes en tanto en cuanto todas ellas incluyen la actitud común hacia «un animal»*. Pues bien, ésta es la expresión supe­ rior de la socialidad, porque, así, el organismo no sólo pasa de una a otra actitud mediante una fase que es parte de todas esas actitudes, sino que se vuelve hacia sí mismo en el curso del proceso y responde hacia esa fase. En ese pasar debe salir de sí mismo y reaccionar frente a ese factor. He indicado el mecanismo mediante el cual se cumple esto. Es el meca­ nismo de una sociedad de organismos que se convierten en sí-mismos, ante todo al adoptar las actitudes de los demás hacia ellos mismos, y empleando entonces los gestos por cuyo medio conversan con los otros para autoindicarsc lo que resulta interesante desde las propias actitudes de ellos. No dedicaré tiempo a la discusión de esc campo fascinante del desa­ rrollo mental Deseo enfatizar el hecho de que la aparición de la mente sólo es la culminación de esa socialidad que encontramos a lo largo del universo, y que esa culminación consiste en que el organismo, al ocupar las actitudes de los demás puede ocupar, en el rol del otro, la suya propia. Una sociedad es un orden sistemático de individuos donde cada uno tiene una actividad más o menos diferenciada. (86-87) Realmente la estructura se da en la naturaleza; ya la encontremos en la sociedad de las abejas o en la de los seres humanos. Y se refleja en cada individuo en grados variables. Pero, como ya he establecido, el individuo separado sólo puede incorpo­ rársela en la medida en que es capaz de hacerse con las partes de los demás mientras asume la suya. Y es debido a la organización estructural de la sociedad como el individuo, al asumir sucesivamente los roles de los otros en alguna actividad organizada, se descubre seleccionando lo común a ellos en sus actos interrelacionados y, de este modo, asume lo que he lla­ mado el papel del otro generalizado. Este es la organización de aquellas actitudes comunes que todos asumen en sus diversas respuestas. Puede ser el de un simple ser humano, el del ciudadano de una comunidad defini­ da, el de los miembros del club, o el de un lógico en su «universo de dis­ curso». Un organismo humano no se convierte en un ser racional hasta que no ha alcanzado esc otro organizado en su campo de respuesta social. v Cf. al respecto aquí, d V Ensayo complementario, pp. 3 5 1*376. Nota de ISY a la edición española. 270 Copyrighted material ¡ J fib n o f it i ¿ tip m tn s e Es entonces cuando lleva a cabo esa conversación consigo mismo que lla­ mamos pensamiento; y es en el pensamiento -co m o algo distinto de la percepción y de la imaginación- donde se ocupa de indicar lo que hay en común en los pasajes de una actitud a otra. De este modo el pensamiento alcanza lo que llamamos universales, y estos junto con los símbolos con los que se indican constituyen las ideas. Ahora bien, esto sólo es posible en el paso continuo de una actitud a otra; pero el hecho de que no nos quedemos simplemente en ese pasar se debe a que volvemos sobre él en el rol del sí-mismo, y a que organizamos los caracteres que seleccionamos con los modelos que pone a nuestra disposi­ ción esta estructura social del sí-mismo. La amplitud del presente donde la autoconciencia se halla la delimita el acto social en el que estamos com­ prometidos en particular. Pero como suele extenderse más allá del hori­ zonte perceptivo inmediato, lo rellenamos con nuestras memorias y con la imaginación. (87-88) A lo largo de todo el empeño son estas las que hacen las veces de la estimulación perceptiva a la hora de invocar las respuestas apropiadas. Cuando alguien se dirige a una cita se va autoindicando las calles que tiene que recorrer mediante las imágenes que recuerda o con las imágenes acústicas de sus nombres. Y esto implica a la vez pasado y futu­ ro. En cierto sentido su presente incorpora el empeño completo, pero sólo puede hacerlo usando la imaginación simbólica, y puesto que aquel empe­ ño es un todo que se extiende más allá de los presentes especiosos inme­ diatos, se deslizan éscos unos dentro de otros sin solución de continuidad. Un estrepito a nuestra espalda nos arranca esc presente especioso. Su falta de relevancia para lo que está ocurriendo lo reduce simplemente al momento en que su sonido vibra en nuestros oídos. Pero nuestros presen­ tes funcionales son siempre más amplios que el presente especioso, y pue­ den incorporar amplísimas latitudes de cometidos capaces de absorber sin pausa alguna nuestra atención concentrada. Dichos presentes tienen már­ genes idcacionalcs de profundidad variada; y al vivir sumergidos en ellos nos encontramos continuamente ocupados en procesos de comprobación y organización del pensamiento. Los lindes funcionales del presente son los propios de su cometido, los de aquello que estamos haciendo. Los pasados y los futuros que dicha actividad indica pertenecen al presente. Surgen de él, y con él los sometemos a crítica y los comprobamos. Sin embargo, los cometidos pertenecen, con grados variables de intimidad, a 271 Copyrighted material Grocgc Herbért M rj.l actividades más amplias, de modo que raramente tenemos la sensación de un conjunto de presentes aislados. Deseo afirmar, con el mayor énfasis que quepa, la referencia de los pasa­ dos y futuros a la actividad que en el presente sea la central. La ideación se extiende espacial y temporalmente al campo donde tiene lugar la activi­ dad. De modo que los presentes en los que vivimos están provistos demárgenes, y su acople en una crónica independiente más amplia es, una vez más, cosa de un presente más extenso que invoca un horizonte de mayor amplitud. Pero ese horizonte más amplio pertenece a algún empe­ ño al que se refieren su pasado y su presente. (8 8 -8 9 ) Por ejemplo, la actual historia del Sol resulta relevante en el empeño por desentrañar el átomo. Ante otro tipo de análisis del átomo, el Sol tendrá una historia distinta y el universo se verá lanzado hacia un futuro nuevo. Los pasados y los futuros son implicaciones de lo que se acomete y se lleva a cabo en nuestros laboratorios. Interesa apuntar la falta de significatividad histórica que tenía la explica­ ción aristotélica del universo. En ella se tenían en cuenta, todo lo más, las pulsiones de la reproducción o de la sucesión de las estaciones. Su pasado no tiene otra función que la de repetición. Incluso el día del juicio de Platón era un asunto recurrente. En la realidad superior -e l pensamiento que se piensa a sí m ism o- el pasado y el futuro palidecen enteramente, como ocurre también en la contemplación de la realidad atemporal en el cielo platónico. San Pablo y Agustín introdujeron la historia del mundo, que aportó un horizonte cósmico definido al empeño de búsqueda de salvación que hay en cualquier alma, bien consista éste en escapar de la ira venidera o en aspirar a la visión beatífica. La Biblia y los monumentos dé­ la Iglesia se convirtieron en historia del cristianismo porque los seres humanos encontraban en ellos sus medios de salvación. Ese tipo de cróni­ ca no pudo ser sustituida hasta que la investigación científica se convirtió en una apuesta independiente. Pero el valor de la historia bíblica no sólo había que encontrarlo en la salvación de las almas de los seres humanos. La Iglesia era la estructura misma de la sociedad occidental, y el cometido de conservar los valores en dicha sociedad encontró tanto su pasado como su futuro en el plan de salvación. Pero ese empeño incluye también entre sus valores el trabajo de la investigación científica y las implicaciones de 272 Copyrighted mate'ial L i Jib fo flj <id pm tn tt csc proceso racional que nos ha liberado del aislamiento de los organis­ mos individuales y que no sólo nos ha hecho miembros de la Comunidad de Salvación, sino también ciudadanos de la república del conjunto de los seres racionales (89-90). Pero incluso en la zona de influencia de esos empeños más universales los pasados son todavía relativos a los intereses de hecho implicados en esos mismos empeños. Es con la ansiosa búsque­ da de medios para hacerlo mejor como determinamos lo que el mundo ha sido, y estamos sustituyendo la ciudad eterna del cielo, no consrruida por manos humanas, por la meta de una sociedad consciente de sus propios valores e inteligentemente concienciada para perseguirlos. Esta visión nos libera, por tanto, de la esclavitud que nos ata al pasado o al futuro. No somos criaturas de la necesidad de un pasado irrevocable ni de la de una visión entregada en el Monte. Nuestra historia y nuestros pronósticos simpatizarán con los empeños en los que vivimos, nos move­ mos y existimos. Nuestros valores están en el presente, y el pasado y el futuro sólo nos proporcionan el inventario de medios y los planes de cam­ paña para su realización. Vivimos siempre en un presente cuyo pasado y futuro son extensiones del campo donde sus empeños pueden llevarse a cabo. Este presente es el escenario de esa emergencia que siempre nos da nuevos cielos y una T ierra nueva, y su socialidad es la propia estructura de nuestras mentes. Desde que la sociedad nos ha dotado de auto-conciencia, podemos entrar perso­ nalmente en las más vastas empresas que el trato entre sí-mismos raciona­ les extiende ante nosotros. Y porque podemos vivir con nosotros mismos como con otros, podemos autocriticarnos y apropiarnos los valores en los que estamos implicados a través de esas empresas donde está comprome­ tida la comunidad de todos los seres racionales. 273 Copyrighted mate'ial Ensayos suplementarios Copyrighted material I. REALISMO EMPÍRICO N todo acto de conocimiento encontramos dos puntos de inci­ dencia: la deducción de lo que en la experiencia tendría que ocu­ rrir si la ¡dea que mantenemos es verdadera, y la reconstrucción del mundo que la aceptación de esa idea implica. De manera que encon­ tramos ilustraciones del primero en la teoría de la relatividad, en el E cálculo de la aparente posición de las estrellas cerca del borde eclipsado del sol y en la concordancia de los cálculos teóricos con la revolución de la órbita de Mercurio. La teoría de Einstein de un espacio-tiempo curvo y la doctrina de Whitehead de los sistemas temporales que se intersecan ilustran, por su parte, el segundo. Salvo cuando se dan errores de obser­ vación, las que llamamos pruebas experimentales conservan su condi­ ción de datos para cualquier teoría alternativa, mientras que el mundo reconstruido que surge a partir de la teoría nunca es definitivo por dere­ cho propio. Una teoría nueva lo reconstruirá como ésta había recons­ truido a su predecesora. Es interesante anotar que esa diferencia de valor definitivo entre los datos y las propias teorías bajo las que éstos se organizan y obtienen nuevos significados no se debe a un nivel de competencia superior en el modo de llegar a ellos. Cuanto más competentes sean el aislamiento y la observa­ 277 Copyrighted mate'ial (icotpc Hcfbctt M cxl ción de los datos, tanto más probable será que permanezcan como ele­ mentos seguros en la formulación y resolución de problemas posteriores; pero la perfección lógica de una teoría y la amplitud de su aplicabilidad no se correlacionan con lo verosímil que es su supervivencia ante nuevos problemas. En nuestros días esto lo evidencia claramente la actitud de los físicos hacia la mecánica newtoniana. De hecho, la perfección y comprehensividad de una hipótesis ve decrecer su valor pcidurablc cuando se enfrenta con problemas fundamentales (93-94). Los científicos se encuen­ tran en posesión de un cuerpo de datos fiables que crece continuamente, mientras que el carácter mismo de sus cometidos de investigación reclama la reinterpretación constante del mundo donde esa investigación se lleva a cabo. ¿Que relación puede tener todo esto con el realismo del científico, con la seguridad que éste tiene de que existe un mundo inteligible al que su investigación se enfrenta? Un fenomenista como Mach encuentra su rea­ lidad en los datos, y está dispuesto a reconocer nuevas uniformidades entre ellos (o llegaría a estarlo en su caso), sin sentir que ha cambiado el campo de lo real. Puede considerar que las cosas y el mundo compuesto por esas cosas son ordenamientos subjetivos y a conveniencia de datos, que podrían reordenarse sin que eso afectase a aquella única realidad que concierne a la ciencia. Pero nuestros científicos constructivisras (constructive scientist) no son fénomenistas. Einstein condena el fenomenismo31, y no encontramos ningún fenomenista entre teóricos como Eddington, Weyl, Minkowski o Whitehead. Por su parte, técnicos como Ruthcrford, Bohr, Sommerfcld, Planck o Schroeder sólo pueden enunciar sus hallaz­ gos partiendo de cosas y de un mundo de cosas, por muy alejados que estén de la experiencia perceptiva. Los datos son elementos aislados en un mundo de cosas. Su aislamiento resulta superado en el mundo nuevo de las hipótesis del científico, y en ese mundo está la realidad que busca. En su avance cognitivo no puede pararse en los datos. Pertenecen a un estadio de la investigación que se da antes del logro del conocimiento. Por muy incierto que pueda ser para él esc logro, su impulso no queda satisfecho hasta que sus datos toman ' O . M F.Y E R SO N . La dtduct m uLuntstt, pp. (>1 -T>2. N o n de Arthur L. Murphy. 278 Copyrighted material L¡ JiLfoJu fifi presente forma de cosas en algún tipo de todo ordenado. Esas cosas pueden apar­ tarse de nuestra experiencia perceptiva y encontrar su sede exclusivamen­ te en la intuición matemática y lógica que sólo tiene el experto; (94-95) pero es un mundo hecho de objetos, y no de datos, pues su hipótesis les otorga, al menos, una realidad provisional que no está vinculada a ellos como meros datos. Otro rasgo añadido de la realidad con la que trata el científico es su inde­ pendencia de lo observado. La teoría de la relatividad lo ha subrayado de manera sobresaliente con la geometría del espacio-tiempo. Un absoluto independiente de los marcos de referencia de todos los observadores era la meta del más fundamental criticismo de la experiencia espacial y tempo­ ral de sentido común. Por muy dispuesto que haya estado a reconocer la pcrspcctividad de toda percepción, el científico nunca se dejó infectar por los escepticismos surgidos cuando ese reconocimiento se produjo en la doctrina de los filósofos. El hombre de ciencia ha sabido reconocer mucho mejor que el lego los obstáculos insuperables que hacen que el mundo cognoscible se resista a cualquier empeño científico por comprenderlo completamente; pero nunca ha relegado su objeto de conocimiento al rango de las creaciones de su propia percepción y de su pensamiento. Siempre ha asumido la existencia de algo independiente de su percepción y del pensamiento en el que su ciencia se ocupa. Y es precisamente dicha independencia lo que respalda sus experimentos. Pero tal realidad inde­ pendiente de la percepción y del pensamiento no se presenta en los pro­ pios datos de la ciencia como algo aparte del mundo al que pertenecen. Esos datos son experiencias perceptivas. Es el propio problema con el que aparecen el que los aísla, y se dan bajo condiciones tan exigentes que puede contarse con la posibilidad de repetirlas no sólo en la experiencia del científico que las descubre, sino en la de quienesquiera otros que estén en condiciones similares. Esa realidad independiente no sería en ningún caso identificable con una medición muy refinada de puntos de una placa fotográfica o con las observaciones de un astrónomo, en la medida en que aquella y éstas contradicen la doctrina habitual. Son precisamente estos los que se constituirán después en datos de la ciencia. La realidad inde­ pendiente perrcnccc bien al mundo en cuanto no afectado por el proble­ ma o bien a un mundo ya reconstituido. (95-96) Las observaciones son indicaciones de la necesidad que hay de reconstituirlo, y son también evi- 279 Copyrighted mate'ial George Hcitxrt Mead ciencias que legitiman la hipótesis con vistas a la cual se emprende dicha reconstitución; pero com o datos no pueden pertenecer a un mundo reconstituido. El mundo del que hablamos es un sistema de cosas inteligi­ bles cuyos significados acaban con el aislamiento de los datos, e incluso pueden eliminar el valor que en su momento tuvieron para la experiencia perceptiva donde se produjeron. De este modo hemos regresado a la realidad inteligible, que es el supuesto fundamental de la empresa científica. Ya me he referido a lo que la inteli­ gibilidad de la realidad significa en la búsqueda científica de conocimien­ to. La encontramos en la posibilidad de deducir cuál tiene que ser la natu­ raleza de los acontecimientos a partir de las condiciones determinantes de esos acontecimientos tal como se dan en la experiencia. En esa inteligibi­ lidad están encerrados dos supuestos: (1) que los acontecimientos están determinados en su transcurrir, aunque este supuesto no fija el grado de dicha determinación; y (2) que en la medida en que están dadas las con­ diciones determinantes, el carácter de los acontecimientos también está dado. Hay, no obstante, una diferencia entre cómo están dadas las condi­ ciones determinantes y cómo lo están los acontecimientos posteriores. En el primer caso encontramos el modo de darse propio de la dimensión temporal de la experiencia. Pero así como en todo pasar hay determina­ ción - o dicho con una fraseología abstracta, continuidad de rclacioncsrambicn se da en lo que ocurre la indeterminación. Se dan diferencias cualitativas en el pasar, como se prolonga también a través de él la identi­ dad de la relación. El «qué» que está ocurriendo sólo se da en este aspecto rclacional. En eso se apoya la racionalidad de toda experiencia, y también la fuente del simbolismo. Aquí es donde encontramos, además, la distin­ ción fundamental entre las fases objetiva y subjetiva de la experiencia. La continuidad del curso de las relaciones es objetiva. El «qué» anticipado de lo que ocurrirá es subjetivo (96-97). Su lugar, la mente. Aquí es donde encontramos la segunda clase de modo de estar dado; el que corresponde a los acontecimientos posteriores. En la medida en que se dan en la expe­ riencia, las relaciones del pasar pasan con su identidad a los acontecimien­ tos posteriores, pero el «qué» de lo que ocurrirá sólo está presente simbó­ licam ente. Y el «qué» indeterminado implica siempre una situación posiblemente nueva con un nuevo complejo de relaciones. El carácter de dados de los acontecimientos posteriores es, entonces, una prolongación 280 Copyrighted material IjtJU áu fla d ti freien te de .a estructura de relaciones que encontramos en la experiencia, en la que el acontecimiento sólo puede definirse según su vaior rclacional, aunque en la imaginación anticipemos con grados diversos de probabilidad su carácter cualitativo. La inteligibilidad del mundo la encontramos en esa estructura de relaciones que se da en la experiencia y en la posibilidad de perseguirla, más allá del presente especioso, basta el futuro en tanto en cusnto dicho futuro está determinado. Los datos son esos acontecimien­ tos emergentes que no aciertan a encajar en la estructura de relaciones aceptada, y de ese modo se convierten en puntos nodales desde los que surge una nueva estructura de relaciones. Esos datos están así aislados, aunque se asientan en un mundo que no ha sufrida una disrupción com­ pleta. Es precisamente en su aislamiento como resultan interesantes; y puesto que se los define en función de relaciones objetivas, tienen que ser presentados en su oposición a significados previamente aceptados. Un ele­ mento relativo (relutum) que por ahora cuelga en el aire, sin la estructura de relaciones a la que pertenece, se nos da en un tipo de experiencia que puede incorporar tanto su condición de ser inherente a un mundo que está ahí rom o su contradicción con ciertos caracteres tic ese mundo '• Los hallazgos de Michelson-Morlcy ilustran este tipo de experiencia. Los anillos de interferencia permanecieron inalterados mientras las ondas luminosas viajaban con el movimiento terrestre o en ángulo recto respec­ to a este. (9 7 -9 8 ). Los movimientos simplemente estaban ahí, en un mundo de medición exacta que era la condición para todo experimento. Pero estaban en contradicción flagrante con las suposiciones de que las ondas viajaban por un éter que no se veía afectado por ese movimiento y ocupaban el espacio newtoniano de la física de curso ordinario. El incucstionado estar ahí de los anillos, en su inesperado conflicto con el carácter del mundo espacial al que habían pertenecido, expresa bien la indepen­ dencia con la que se presentan los datos frente a ciertos caracteres en la medida en que éstos están en conflicto con los hallazgos. Hay una vieja querella entre racionalismo y empirismo que nunca podrá remediarse en la medida en que ambos pretenden contar toda la historia d e la r e a li d a d . T a m p o c o es p o s i b l e d i v i d i r s a l o m ó n i c a m e n t e l o q u e h a y Para una discusión mucho más extensa, ver el ensayo de Mead -Scicntific Merhod and thc Indi­ vidual Thinker», en Cnatn'e htttlhgatce. pp 176 y ss. Nota de Arthur E Murphy. 281 Copyrighted material Gcofge Hcrbert Mead que narrar entre ellos. Cuando el relato es racionalista, la meta es una identidad parmcnídea; cuando la cuenta el empirismo, la realidad desapa­ rece en los arenales fenomenistas. Pero es que la contingencia presupone, de hecho, un orden universal necesario que ha sido transgredido, y sólo cuando triunfamos sobre las excepciones logramos una ley universal. Con su hecho duro y recalcitrante el empirismo presenta el problema, siempre recurrente; y el racionalismo, la teoría verificada donde ese problema des­ aparece. Así, por ejemplo, la interpretación de las cosas como aconteci­ mientos provoca la desaparición de las «cosas» en una geometría de espa­ cio-tiempo, que es la edición moderna del racionalismo de Descartes. Ni el espacio-tiempo de Minkowski ni las intersecciones de Whitehead de un número infinito de sistemas temporales con el ingreso de objetos eternos abren paso a realidad alguna en los hallazgos perceptivos de la investiga­ ción científica. Para la investigación científica, los hallazgos perceptivos son parte de un mundo cuya seguridad incuestionada es la base de la rea­ lidad del caso excepcional del que brota el problema, que también lo es de la fiabilidad de la verificación experimental de la hipótesis posterior; pero éstos han perdido, no obstante, el significado que les correspondía en ese mundo y que el caso excepcional ahora ha anulado. El mundo era implí­ citam ente racional hasta el advenimiento del problema. (9 8 -9 9 ) Los hechos duros del caso excepcional de la observación y del experimento tienen una realidad independiente de esa racionalidad. Afirmar que su realidad se localiza en la propia confianza que tenemos en que el mundo es racional supone sustituir el dato inmediato -qu e se autoafirma frente a un orden racional y que incluso cabe concebirlo capaz de perdurar en un universo irracional-, por un estado emotivo. Para su método y actitud es esencial que el científico acepte sus hallazgos precisamente en cuanto que están contraviniendo el significado que tuvieron, y que los tome como reales con independencia de cualquier teoría que pueda acudir a explicar­ los. De otra manera no tendrían poder probatorio. Tales casos, con los problemas que implican, constituyen la contingencia del mundo del físi­ co. Por la propia naturaleza de lo que acaece son impredecibles, y por la propia naturaleza de lo que acontece son reales, aunque no sean raciona­ les. También es cierto que cualquier hipótesis consistente supone que todas las excepciones a su uniformidad que vengan después serán desesti­ madas, o, digámoslo mejor: que cualquier caso excepcional la demolerá. 282 Copyrighted mate'ial ¡ j fUo:<>j:j ddprrttntc Por eso no es un buen argumento contra la geometría del espacio-tiempo, el que le imputa que no se abre a lo contingente. Ninguna doctrina que sea formalmente racional puede incluir en su seno los hechos que le repugnan. O tro asunto muy distinto es proponer una explicación de la realidad que no hace sitio a la autoridad de los nuevos hallazgos científi­ cos. El científico que recibe bien los hechos que no son congruentes con su teoría, debe dejar un sitio en la doctrina que defiende para la experien­ cia donde esos hechos pueden aparecer. No podemos dar cuenta del hecho que nos repugna, del emergente, relegándolo simplemente a una expe­ riencia correspondiente a la mente que se había equivocado o que ha esta­ do en el error y ahora lo corrige con una verdad o, al menos, con una explicación más verdadera de la realidad. El hecho que repugna es, sin duda, un emergente; pero la costumbre ha venido siendo la de colocar su novedad esencial en una experiencia mental, y denegársela al mundo que dicha mente experimenta. (100) Así, la radiación de los cuerpos negros presentaba hechos que repug­ naban a la formulación de la luz en términos de un proceso ondulatorio. Es presumible que se encuentre una hipótesis en la que esa repugnancia desaparecerá. Entre tanto, no cuestionamos los hechos una vez que han sido comprobados mediante una técnica homologada. Esto nos devuelve a las lecturas de medidores; pero podríamos pasar por alto que las lecturas de medidores implican un aparato matemático muy complejo y extenso, con­ juntam ente con el correspondiente arraigo de esc aparato en la física -incluyendo todo el mundo perceptivo que no está implicado en la doctri­ na concreta de la radiación- y también que esos hechos sólo son parte de ese mundo perceptivo. En dicho mundo las lecturas de medidores son emergentes. Desde el punto de vista del científico el mundo es no mental. ¿Es mental la emergencia de los cuantos? El einsteniano tiene que respon­ der a esta cuestión con un sí. No puede haber novedad en la geometría de una extensión donde el tiempo sólo es una dimensión. En todas nuestras estructuras de referencia nos topamos con acontecimientos, y toda la fres­ cura de esa novedad la encontramos en el aventurero. Whitchead localiza la perspectiva del organismo dentro del mundo con el que trata el científi­ co, e intenta abrir la puerta a la contingencia por la vía de modelos alterna­ tivos de objetos eternos que pueden ingresar en la perspectiva o en inter­ seccion es particulares de sistem as tem porales dependientes del 283 Copyrighted material Geor^c Herbert Mead acontecimiento que percibe (percipient event). Pero esta separación lógica del acontecimiento -el ocurrir- de los propios caracteres del acontecimien­ to -«lo que es» de aquello que tiene lugar- no encuentra reflejo en el obje­ to del científico. Esc «aquello que el objeto es» refleja sus caracteres al estar ocurriendo (the ocurrencc). Si en la selección de los objetos eternos se da contingencia, donde esta aparece es, seguramente, en el acontecer (happenitig). La contingencia está vinculada, y no sólo etimológicamente sino también lógicamente, con el ocurrir. Y, sin embargo, desde el punto de vista de la doctrina de Whitehead el acontecimiento es algo tan inalterable­ mente localizado en el espacio-tiempo como en la doctrina einsteniana. El emergente del científico aparece en su propia observación del hecho que le repugna (100-101). En su experiencia es incuestionable que algo nuevo ha ocurrido, y su experiencia está en el mundo. A él le interesa, por ello, establecer como un hecho que lo que es nuevo en su experiencia está tam­ bién firmemente asentado en un mundo perceptivo incucstionado. En la medida en que es nuevo -e.g., en la medida en que la radiación del cuerpo negro no se conforma con la teoría ondulatoria de la radiación- el hecho nuevo sólo existe como hallazgo experimental suyo, como experiencia per­ ceptiva suya, y debe hacer que pueda garantizarse que cualquier persona en circunstancias semejantes tendrá la misma experiencia perceptiva. La reali­ dad de esta experiencia suya o de los demás de estar llevando a cabo un experimento de esc tipo, en cuanto que se opone a los significados usuales, es la piedra angular de la ciencia experimental. El hecho nuevo no es una simple sensación del científico ni tampoco un estado mental sino algo que les está pasando a cosas que son reales. Es el hecho de que resulte repug­ nante para cierto carácter estructural de ese mundo usual lo que hace que sólo surja en la experiencia de éste, de aquel o del otro individuo; pero tales experiencias deben pertenecer, no obstante, a un mundo objetivo incues­ tionado. Es importante reconocer que ese mundo no está hecho de tales experiencias individuales. Son más bien ellas las que se asientan en esemundo. Si estuviera hecho de esas experiencias individuales perdería éste toda su realidad, cuando de hecho es el último tribunal de apelación -n o hay teoría científica que no procure su decisión, y no hay teoría que no pueda ser llevada ante él. Es plenamente concebible que puedan aparecer hechos que repugnen a la actual teoría de la relatividad, y la investigación científica prevé que ese ha de ser un día el caso. 284 Copyrighted material La jiiatofia de! fr e í fu te Lo acostumbrado es interpretar la independencia de os datos como una afirmación metafísica de un mundo real independiente de toda observa­ ción o especulación. En la metodología científica no se da una implica­ ción así. Pues lo que la metafísica afirma es una realidad final, mientras que el procedimiento y el método del científico no contemplan ese carác­ ter final. (101-102) Más bien al contrario: al encarar los acontecimientos que emergen con incesante novedad, los científicos contemplan la recons­ trucción continua. El método y la técnica del científico son los de la investigación. No puede descubrir ese carácter final en los datos a menos que una predisposición metafísica le conduzca a identificar el hecho incuestionable de que esos datos están ahí con el carácter final (finality) de un mundo metafíisicamente independiente de toda experiencia, porque sería la propia manera de predisponerse así la que les despojaría de su condición de datos y los arrojaría en medio de las cosas. Sólo en la identi­ dad relacional del pasar cabe encontrar un carácter que pueda pertenecer a esc mundo final. Pero como ha apuntado Meyerson,33 ese reflejo de realidad en las identidades que busca el método científico sólo conduce a un sólido parmenídeo. Por supuesto que el problema se puede abordar desde el punto de vista de dicha estructura relacional. Las matemáticas modernas y la lógica de rela­ ciones son ilustraciones sobresalientes de tal enfoque. El primer paso se dio en el Renacimiento, al liberarse de la intuición perceptiva las relacio­ nes numéricas de los elementos geométricos de las formas. La Geometría Analítica de Descartes no sólo abrió la puerta a un instrumento de análisis poderoso, sino que liberó también de la estructura de sentido común de las cosas el contenido cualitativo del objeto de observación. A partir de entonces el análisis científico se vio libre para atacar los problemas de la física y de la química con instrumentos moleculares y atómicos suscepti­ bles de ser definidos con las ecuaciones de la mecánica. La justificación de las construcciones hipotéticas que se hizo posible así. podía encontrarse en las propias deducciones lógicas de la teoría cuando se las sometía a prueba experimental. Fue el análisis matemático lo que liberó la mente moderna de la metafísica aristotélica al entregar a los hombres nuevos objetos susceptibles de una definición exacta en función de estructuras ” Idtntity a n d Re.diry. p. 2 3 1. Not3 de Arthur L Murphv. 285 Copyrighted material Gcorgc H crbm Mrjui r e l a c i ó n a l e s , l l e v a n d o d e s p u é s e s a s e s t r u c t u r a s a la p r u e b a d e la o b s e r v a ­ c i ó n m e d i a n t e la d e d u c c i ó n d e s u s c o n s e c u e n c i a s . ( 1 0 2 - 1 0 3 ) La profunda distinción que hay entre los elementos atómicos de la anti­ güedad y los del pensamiento moderno estriba en la exacta definición a la que la ciencia moderna somete a esos elementos con arreglo a la explica­ ción matemática de las proporciones que deben guardar y de ios cambios que deben experimentar. Una ciencia aristotélica no puede ofrecer otra definición de los elementos de las cosas que la de la naturaleza de esas cosas tal y como se da en la experiencia. F.l pensador no dispone de un método abierto al margen de la metafísica de la potencialidad y la realiza­ ción. Los elementos sólo pueden pensarse según lo que van a llegar a ser. En el átomo de Demócrito, el peso era una cualidad última que era con­ cebida como causa del movimiento y de los cambios del movimiento; pero la causa nada tenía en común con el efecto. No era posible emplear el análisis del movimiento en velocidades, aceleraciones y deceleraciones, y definir a continuación el peso -e l carácter dominante del átom o- en términos de esos elementos del movimiento que pueden ser determina­ dos. El peso era un carácter, y los cambios que éste experimentaba eran otros. Uno no podía definirse con el otro. Pero cuando la masa se pudo formular en términos de inercia, y ésta en términos de la tendencia de un cuerpo a permanecer en estado de reposo o movimiento y en términos del carácter del movimiento en que se encuen­ tra, se hizo posible emplear la explicación matemática del movimiento para definir a la vez el cuerpo y cualquier parte de éste que dicho análisis convir­ tiera en accesible al pensamiento y el experimento. No es sólo que surgiera un nuevo conjunto de conceptos para la definición de las cosas, sino que la situación surgida con el análisis matemático implicaba formulaciones racio­ nales de los objetos. Tanto la inadecuación de la doctrina de la mecánica cartesiana como el brillante éxito de la mecánica de Newton enfatizaban la importancia de los nuevos objetos físicos surgidos de unas matemáticas del movimiento. (103-104) Su indiferencia respecto a las naturalezas ideológi­ cas de las cosas en la experiencia humana, les convirtió en especialmente propicias para configurar los medios con vistas a nuevos fines humanos. La mecánica newtoniana proporcionó al hombre un control sobre la naturale­ za por un cauce que Bacon no había siquiera soñado. 286 Copyrighted mate'ial La filosofía dtlpm tn tt De igual importancia, si no aún mayor, era la prueba experimental que al científico le ofrecía la exacta deducción de las consecuencias a partir de hipótesis formuladas matemáticamente. Aquí había una m atbesis que en lugar de retrotraerse a un mundo platónico de formas se volvía hacia un mundo perceptivo que podía someterse a medición exacta, y encontraba así su último apoyo. Y el desarrollo de la teoría matemática procuró una vez tras otra la estructura donde los objetos nuevos podían definirse. Las especulaciones de Einstein sobre las relaciones del movimiento con la medición y sus unidades antecedió al momento en que él mismo cayó en la cuenta de que los hallazgos de Michelson-Morley y las transformaciones de Lorentz ofrecían los datos para la teoría de la relatividad. Por su parte, los cuantos presentaban hallazgos perceptivos en los términos de la doctri­ na usual, pero contradiciéndola. La aproximación al problema podía hacer­ se desde dos lados: desde la experiencia particular que entraba en contro­ versia con la teoría o desde el ángulo de la teoría rclacional que se había desarrollado, que ofrecía nuevos objetos a la investigación científica. Si ahora preguntamos cuál es el valor lógico o cognitivo del realismo cien­ tífico, recibimos dos respuestas diferentes. Una extrae esa actitud de la búsqueda de solución a los problemas de los que su investigación se ocupa. La otra aparece con la interpretación metafísica de esta actitud. En la pri­ mera encontramos que la suposición, por parre del científico, de la inde­ pendencia del mundo donde encontramos los datos de la ciencia y los objetos que una teoría probada revela frente a la observación y la especu­ lación del científico, se refiere siempre al mundo, en la medida en que está éste implicado en el problema con el que está comprometido y en la medi­ da en que este mundo lo revelan una hipótesis y una observación compe­ tentes, indiscutidas y comprobadas. (1 0 4 -1 0 5 ) Su aceptación de un mundo independiente de su proceso de conocimiento no está basada en el carácter final de los hallazgos de la ciencia, ya sea en sus daros o en sus teorías lógicamente consistentes y experimentalmente comprobadas. Aunque los datos de la ciencia, cuando están rigurosamente comproba­ dos, tienen en la vida de la ciencia una duración más larga que sus teorías, siempre están sujetos a revisión. Esta falta de carácter final que cabe con­ cebir no afecta a la i ndcpendencia de los datos con respecto a la observa­ ción y al pensamiento en el campo de la investigación. El mundo al que pertenecen los datos es independiente de la percepción y del pensamiento 287 Copyrighted material Gcorge Heifccn Mc.nl que fallaron a la hora de reconocerlos, y a su vez cualquier revisión de esos datos, simplemente se encontrará en otro mundo de hallazgos científicos. No tiene el científico otra manera de explicar la falta de permanencia de sus datos que la de aludir al perfeccionamiento de su técnica; y lo mismo vale para los objetos en los que esos datos se diluyen cuando una nueva teoría ha sido probada y ha resultado aceptada. Sólo son independientes de la percepción y el pensamiento propios de un mundo donde los ojos estaban todavía cerrados para ellos. Las teorías relativistas, tan elaboradas y extremadamente abstrusas, com­ portan ese carácter conclusivo que es propio de cualquier deducción con­ sistente; pero su carácter final en el curso de la historia de la ciencia depen­ derá, en primer lugar, de su competente formulación de la realidad independiente; y en segundo, de su éxito al anticipar acontecimientos futuros. El propio científico espera que esta doctrina sea reconstruida como antes lo fueron las demás. Confía en que cualquier teoría posterior asimilará los datos de la ciencia del presente-en tanto en cuanto constitu­ yen la prueba de la repetición y del perfeccionamiento técnico- y la pro­ pia lógica de la estructura relacional de las teorías del presente como la relatividad ha asimilado la estructura lógica de la mecánica clásica; pero ni su actitud como investigador científico ni su método sirven para anticipar el carácter final de esta doctrina. (1 0 5 -1 0 6 ) Lo que exige énfasis es el hecho de que el reconocimiento de la realidad independiente no implica el de su carácter final. Hemos visto que esta realidad independiente y que es parte esencial del aparato científico irrumpe en dos puntos. El primero es la experiencia acre­ ditada en el dato científico que empuja contra las interpretaciones y signi­ ficados que habían tenido un lugar en el mundo donde habíamos estado viviendo hasta ese momento: por ejemplo, los reflejos de las radiaciones de los cuerpos oscuros (dark bodies) en el problema del cuánto. Ahora bien, se trata, entonces, de un objeto nuevo, definido relacionalmcntc; de un objeto que podríamos llamar «conceptual» en la medida en que se puede dar evidencia experimental de su evidencia: por ejemplo, el electrón como fue evidenciado en el experimento del goteo de aceite de Millikan o la* * Roben Andrews Millikan (1 8 6 8 -1 9 5 3 ) fue el físico estadounidense que llevó a cabo en 1911 la primera medición de la carpa del electrón (el famoso «Experimento de Millikan», al que alude aquí 288 Copyrighted mate'ial L i fik to fit titl proem e partícula adía en las fotografías de Rutherford 33 He aquí una realidad que efectivamente está allí, que se sostiene sobre sus propios pies a pesar de los significados aceptados y las doctrinas contraventoras. Ahora bien, esa reali­ dad independiente también puede ser -en segundo lugar- la realidad de una nueva teoría, justificada por implicaciones lógicas incucstionadas y sostenida por observaciones y experimentos que dan cumplimiento a sus profecías. La punta de lanza de la independencia se dirige siempre contra los objetos o ideas pertenecientes a la misma experiencia en la que ha apa­ recido el dato científico o la nueva teoría. En las perspectivas de la experiencia perceptiva cotidiana atribuimos al objeto distante -predominantemente visual- las dimensiones que adopta o adoptará en un campo común de experiencia a distancia o de contacto. La «realidad** de un objeto visual es aquello que uno puede ver como si estuviese tocándolo. La estructura visual es la dominante, c incluso los valores de contacto están ordenados en un espacio visual; pero el espacio visual de proximidad inmediata al individuo, donde las perspectivas per­ ceptivas han desaparecido, se encuentra en una estructura espacial unifor­ me que coincide con la estructura mayor de la experiencia de contacto. (106-107) La experiencia de contacto es la «materia» del sentido común, pues es la meta de esa experiencia mediata donde se encuentran todos los objetos físicos que están en el acto fisiológico anticipadamente a la consu­ mación, y que, en organismos capaces de manipulación sirven como ins­ trumentos para la consumación final. Pero la estructura espacial se man­ tiene como visual debido a la superior finura y exactitud de la visión. Toda experiencia visual a distancia es simbólica en el sentido de Berkeley; pero no simbolizan en puridad las dimensiones de contacto en general, sino aquellas dimensiones exactas que están ordenadas en el espacio final de nuestro radio de manipulación. Con todo, la realidad perceptiva final siempre presupone contacto manipulador efectivo o posible, /'. e., presu­ pone la materia. Mead). F.n 1 9 1 6 determinaría cambien, gracias al cfccco fotoeléctrico, el valor de la constante de Planck. Nota de ISY a la edición española. Rutherford of Nelson. Físico británico nacido en Nueva Zelanda (1871-1937), En 1903 esta­ bleció (con Sody) la ley de los desplazamientos radiactivos. En 1906 demo-stró que las partículas radiactivas «alfa» están formadas por mídeos de helio, y puso de manifiesto la existencia del núcleo atómico mediante expenmentos de difusión de dichas partículas sobre láminas. Nota de ISY a la edición española. 289 Copyrighted material George Merbctt Mead La conducta del organismo individual no implica necesariamente más que una organización exitosa de los estímulos a distancia en forma de respuestas manipulativas bajo el control del campo visual. Es decir, que puede darse la conducta apropiada con referencia a un objeto distante sin la aparición de objetos en la experiencia del organismo. Pues un objeto físico en la experiencia no es simplemente un objeto cspacialmente dis­ tante al que respondemos. Es una cosa que actúa o puede actuar sobre nosotros. Y es indudable que esta experiencia de interacción la obtenemos primariamente en las presiones localizadas en las cosas que sentimos y manipulamos. La condición para esta experiencia puede encontrarse en la presión de las manos o de diferentes partes del cuerpo entre sí; pero la acción de la cosa, desde su interior, sobre nosotros es un carácter funda­ menta] del que no se puede dar cuenta de esa forma. Lo que acabamos de decir admite dos posibles planteamientos: el del pro­ blema epistemológico, y el del desarrollo de la inmadura experiencia de niño hasta llegar a adoptar la forma propia de la comunidad a la que per­ tenece. El epistemólogo ha asumido que toda la experiencia perceptiva implica caer en la cuenta (awareness), esto es, que en todo esc proceso se­ dé una referencia cognitiva hacia algo distinto de sí, (107-108) y su pro­ blema lo localiza en el intento de identificación de esta referencia cogniti­ va a un mundo que descansa fuera de la experiencia del individuo con la propia cognición del individuo que alcanza su meta en la experiencia. El epistemólogo parte, por consiguiente, de la experiencia inmediata del individuo e intenta alcanzar un mundo situado fuera de la experiencia individual mediante dicha referencia cognitiva. El biólogo y el psicólogo genético, cada uno por su lado, parten del mundo en el que se adentra el individuo c intentan mostrar cómo esc mundo configura la experiencia del individuo, y cómo éste lo reconfigura a su vez. El científico opera, por supuesto, con el planteamiento del biólogo y del psicólogo. Su investiga­ ción tiene que partir de un problema que se encuentra en un mundo incuestionado de observación y experimento. Su problema ha arrojado dudas sobre ciertos rasgos de ese mundo, pero los datos científicos se asientan en lo no zarandeado. En la medida en que la experiencia percep­ tiva del individuo es inadecuada -le falta objetividad- debe ser posible distinguir en ella lo incuestionado y que puede ser comprobado mediante la observación competente y el experimento. Tal observación y tal experi­ 290 Copyrighted material Ijtfilo u tfij detprnente mentó implican un mundo perceptivo que no entra en el área problemá­ tica. Para el científico el problema del conocimiento no surge hasta que aparece la excepción, o hasta que el desarrollo lógico de la estructura del mundo trac consigo nuevos objetos que reclaman una reconstrucción. Pero aunque el científico tenga que observar, medir y experimentar en un mundo perceptivo, las hipótesis de los años más recientes, apoyadas y confirmadas por pruebas experimentales han llevado a la construcción de objetos científicos que invaden el campo del objeto perceptivo y que pare­ cen haber convertido esos objetos, sobre los cuales y en medio de los cua­ les se llevan a cabo esas mediciones más exactas, en un problema que la doctrina científica no puede ignorar. (109) Bajo la doctrina de la mecánica clásica, las experiencias de peso y esfuerzo estaban directamente correlacionadas con la masa y la fuerza; y eran éstas continuos que podían ser indefinidamente subdivididos, ya fuera efectivamente o sólo en la imaginación. En el espacio visual-táctil de lo que hemos llamado área manipulativa, el aquí y el allí, la derecha y la izquierda, el arriba y abajo del espacio perceptivo podían abstraerse, y aún quedaba un medio continuo cuyos sistemas de coordenadas estaban sujetos a cambios arbitrarios de posición sin que la validez de las leyes mecánicas resultara afectada al aplicarla a sistemas de cuerpos relaciona­ dos con coordenadas diferentes. El espacio ncwtoniano absoluto no comportaba incongruencias cuando el físico realizaba su observación y llevaba a cabo sus experimentos en el mundo perceptivo. Su propio siste­ ma de coordenadas era reemplazado por otros sin que el valor de sus deducciones resultara afectado. De modo que la imaginación proseguía indefinidamente lo que el microscopio cumplía en su limitado alcance. Presentaba como perceptivo lo que quedaba fuera del alcance de la per­ cepción sin implicar con ello que lo que de hecho presentaba no fuera más que una parte fragmentaria de lo perceptivo. I.os físicos podían construir modelos de sus hipótesis que no eran otra cosa que una refina­ da anatomía del mundo perceptivo. Pero con las teorías del electromagnetismo llegó un análisis que propor­ cionaba elementos que ya no eran fragmentos de las cosas perceptivas. Lord Kelvin trató de hacerse cargo de ellas y estableció que no podía entender una hipótesis que no pudiese presentar en forma de modelo. 291 Copyrighted material Georgc Hcrbert Mead Pero la falta de invarianza en las ecuaciones de Maxwell, las transforma­ ciones de Largor y Lorentz con las que esta dificultad fue vencida, y la interpretación de las transformaciones de Lorentz que ofreció Einstcin dejaron atrás la estructura real del percepto. La cosa perceptiva separa el espacio y el tiempo. Es lo que es m augré el tiempo '6. Y si está sujeta a la decadencia del tiempo, la función de la ciencia sería recobrar los elemen­ tos permanentes que persisten. (109-110) Los átomos imperecederos de Ncwton poseían contenidos de masa para los que el tiempo resultaba irre­ levante. En el mundo perceptivo las cosas físicas son precondiciones para los acontecimientos. En el mundo electromagnético los elementos últi­ mos de las cosas físicas son acontecimientos, puesto que el tiempo se ha convertido en una característica esencial de sus contenidos. Las velocida­ des determinan la masa y las dimensiones. El resultado de esto es, como hemos visto, un espacio-tiempo en donde los acontecim ientos están geométricamente entramados y en cuyas configuraciones geométricas tío sólo se absorbe la energía inercial y gravitatoria sino también el electro­ magnetismo, si el programa que Einstcin ha presentado, después de su éxito inicial al tratar la gravitación, se lleva adelante hasta completarlo. El propio científico se desenvuelve en un mundo donde puede llevar a cabo observaciones que se siguen cuidadosamente, así como refinadas mediciones, y cuya realidad no cuestiona al afrontar el problema que compromete su atención. Lo que sí cuestiona son aquellos objetos del mundo donde han irrumpido las contradicciones o discrepancias. Si hace abstracción de esas características cuestionables aún le quedan objetos que constituyen sus datos científicos y que se convertirán en pruebas de cual­ quier hipótesis que él pueda anticipar como posible solución para su pro­ blema. Lo que constituye para él la realidad independiente es el dato cien­ tífico que se da en el mundo al que pertenece. En la medida en que reconoce que en cualquier parte de su experiencia podría irrumpir un problema, puede decir que dichos datos son independientes de cualquier objeto o estructura de objetos; pero dicho problema debe surgir en un mundo que se presentará con sus propios datos científicos. Es decir: el científico nunca aborda el mundo como un todo. (110-111) Tendría que ,b La expresión Francesa, que significa -a pesar de», viene del original. N ota de 1SY a la edición española, 292 Copyrighted mate'ial ¡j» filoíofia d el [retente dejar de ser un investigador científico y volverse filósofo para que el lla­ mado problema epistemológico pueda ser un problema suyo. En el campo de la mecánica clásica, el espacio y tiempo que ésta abstrae pueden concebirse en la imaginación como indefinidamente divisibles. Eran continuos cuyas partes fragmentarias configuraban las totalidades de ese espacio y ese tiempo que él abstraía. Además, en su contexto no sólo aparecían en el plano de la experiencia perceptiva volúmenes que eran continuos susceptibles de tales subdivisiones, sino también contenidos de presión y resistencia que también eran continuos susceptibles de una sub­ división parecida, y que, a su vez, se correlacionaban con el concepto físi­ co de masa, como cantidad de materia y como inercia. Dichas experien­ cias de contacto ocupan una posición crítica en la percepción, puesto que presentan dentro del área de manipulación lo simbolizado en el área de experiencia a distancia. Constituyen la «materia» del objeto físico que nuestras experiencias a distancia prometen. Los objetos que observa el científico y el aparataje que maneja y con el que hace sus mediciones más refinadas están sometidos a esta prueba de realidad perceptiva. I-a expe­ riencia de contacto debe responder a la experiencia visual si los objetos y su mundo están ahí. La estrecha correlación entre la masa y el movimien­ to con la materia de la experiencia perceptiva, por una parte, y la de los continuos del espacio y del tiempo de la ciencia física con los que se abs­ traen de la experiencia perceptiva hacían que fuera posible, sin fricciones ni incongruencias, presentar los objetos científicos de la mecánica clásica en el campo perceptivo de los propios datos científicos del hombre de ciencia. Ya me he referido a la profunda revolución en la concepción del objeto físico que Jas teorías del electromagnetismo y la relatividad provocaron. El objeto perceptivo tiene que estar ahí para que pueda durar. El objeto per­ ceptivo no puede ser un acontecimiento. Los acontecimientos presupo­ nen en el mundo perceptivo cosas físicas que tienen localizaciones y con­ tenidos materiales para los que el tiempo es irrelevante. (111-112) En la estructura del mundo perceptivo el espacio y el tiempo están inevitable­ mente separados. Un mundo de espacio-tiempo ocupado por aconteci­ mientos ya no es congruente con el mundo perceptivo, y la única correla­ ción entre ambos es la de las fórmulas de transformación. El mundo de 293 Copyrighted naterial Geor^e Hcrtxrt Mead los hallazgos experimentales del científico no puede pertenecer al mundo al que aquellos se refieren. En la teoría física más moderna hay aun otra fase revolucionaria. Mientras toda nuestra experiencia a distancia -predominantemente el mundo de la visión- apunta a una realidad de contacto, aunque ésta se sitúe y aparezca ordenada en una estructura donde ojo y mano se controlan mutuamente, el universo de la relatividad es, en cambio, enteramente visual, y aparece configurado por el mecanismo de las señales luminosas. Estas señales, directamente referidas a las cosas físicas, se reflejan de un conjunto con­ gruente a otro, de modo que su realidad nunca es hallada en ninguna cosa que se mueve o que está en reposo sino, más bien, en las fórmulas de transformación por cuyo medio una estructura a distancia se transforma en otra; mientras que el espacio-tiempo final al que éstas se refieren es una textura que se capta en su propia curvatura de una forma tal que esos símbolos a distancia sólo pueden simbolizar la propia lógica de la simbo­ lización. Es como si la posibilidad de formular cualquier conjunto de sig­ nificados en los términos de otro conjunto fuera usada para reducir todos los significados al propio mecanismo de traducción. La materia transferi­ da a la experiencia a distancia se convierte únicamente en una curvatura del espacio-tiempo. Ya he tratado ese carácter de la cosa física que se exhibe en su actuar sobre nosotros o sobre otras cosas físicas desde dentro de si, desde su interior. Este carácter no aparece en la explicación de las cosas físicas que ofrece el científico. Su enunciado de la inercia como la tendencia de un cuerpo a mantenerse en el estado de reposo o movimiento en que lo encontramos y el de la fuerza como aquello que causa tal estado son siempre enunciados en función de velocidades, aceleraciones, deceleraciones y las recíprocas proporciones entre ellas. Nunca trata éste con el interior de un cuerpo sino únicamente con el exterior que revela el análisis del iniimo. (112 113) Es obvio que las cosas que están implicadas en la observación del científi­ co y en el aparataje de su laboratorio y de su experimento no forman parte del ámbito de incertidumbre de su problema, y que tienen una realidad independiente de la solución del problema. De otro modo este nunca podría resolverse. Por ejemplo, las observaciones efectivas de las posicio­ nes de las estrellas respecto al eclipse solar, basadas en los negativos y el 294 Copyrighted material Laftltnofa del frrtenu resto dci aparato mediante ei cual fueron medidas con alto grado de exac­ titud tienen para el científico una realidad incuestionable de la que éste depende a la hora de juzgar la hipótesis de Einstein. Su realidad última se encuentra en esas observaciones y experimentos cuidadosamente diseña­ dos, y las cosas allí presentes no caen bajo la duda -a l menos hasta que surja un nuevo problema que implique a esas mismas cosas y a la expe­ riencia que de ellas tiene el científico. Pero entonces, éste abordará el nuevo problema en el marco de observaciones y experimentos igualmente bien diseñados y de las cosas físicas que éstos implicarían. También es verdad que, en el extremo contrario de su empeño, cuando el científico se ha asegurado de la validez de sus hipótesis, y la ha propuesto, por poner el caso, con ese carácter final que comporta la geometría del espacio-tiempo de Minkowski, ese carácter final que la hipótesis adopta formalmente no tiene sitio en su propia actitud científica. Ya está otra vez preparado para encontrar un problema dentro de ese sistema, como tam­ bién en cualquier parte del universo. Ese carácter final del enunciado es de naturaleza lógica; es decir: es una afirmación de que la hipótesis se ha puesto en relación consistente con todos los hallazgos pertinentes del mundo como existe para nosotros. De momento, responde ésta a las exi­ gencias que le plantean lo que llamamos hechos, como lo hizo, por ejem­ plo, durante dos centurias la mecánica de Newton. Ambas cosas, el plan­ teamiento de su problema y el exitoso dén ou rm en t'' de su investigación tienen en el mundo del científico una realidad perteneciente al presente, sin que eso suponga ni el más leve prejuicio sobre su realidad en un pre­ sente ulterior. Sólo cuando se pone a filosofar la relación recíproca entre tales presentes se vuelve problemática. No es ésta un problema científico, ni puede serlo, porque no puede enunciarse ni resolverse mediante el método experimental. Si recurrimos a la realidad de los datos en el procedimiento científico, reconocemos, como ya he observado, que los datos tienen en cierto senti­ do un período de duración más amplio que los objetos en cuyos términos se enuncian. En el caso de las fotografías de las posiciones de las estrellas partiendo del anillo que orla el eclipse solar, esas posiciones se enuncian ' Esta expresión francesa significa •desenlace», y e s del original. N ota de ISY a la edición española. 295 Copyrighted íaterial Gcorgc Hceben Mead según los cambios en las estructuras químicas de la placa. La naturaleza de dichas estructuras químicas y de lo que tiene lugar bajo la exposición a la luz probablemente cambiará en el curso del desarrollo de la ciencia física; pero las posiciones relativas de esas manchas en la placa permanecerá inal­ terada por la diferente naturaleza de la placa como objeto. De esa misma manera, las posiciones relativas de las estrellas y de los planetas pueden seguirse en los informes de los astrólogos mcsopotámicos, en los catálogos de los astrónomos griegos, en las observaciones registradas de Tycho Brahe '8, y en las de los astrónomos copcrnicanos. Los objetos que esos distintos observadores del ciclo vieron eran profundamente diferentes, pero en todos sus registros es posible identificar las mismas posiciones relativas. No obstante, sería un error suponer que el científico sólo podía observar posiciones relativas, o que en el mundo la real donde prueba sus hipótesis tales abstracciones pueden tener existencia independiente. Son abstracciones de cosas y sólo tienen realidad en la concreción de esas cosas. Puede el científico tener o no tener certeza acerca de la naturaleza de las estrellas, pero si esa incertidumbre se resolviera, las estrellas serían objetos de su mundo perceptivo que podría registrar, aunque las estrellas tendrían presumiblemente otra naturaleza para posteriores astrónomos. (114-115) Además, incluso en su incertidumbre, debería estar observando objetos perceptivos ¡ncuestionados -puntos distantes de luz y placas fotográficas. No puede construirse un mundo con datos científicos abstraídos del mundo donde surge el problema. También es verdad que, al comprobar la consistencia lógica de su teoría, el científico retrotrae el problema, al menos presuntamente, a la estructura de los objetos perceptivos no afecta­ dos por el mismo, pero si tales objetos quedan fuera del problema, contra lo que militará toda inconsistencia que pueda darse será contra la teoría y no frente a la realidad de los objetos. Ahora bien, lo que dicho carácter del método científico implica, como viene insistiendo desde hace largo tiempo el Profesor Dewey, es que el proceso de conocimiento está en la experiencia y que los llamados percepAstrónomo danés 0 5 6 4 -1 6 0 1 ) famoso por <•) gran catálogo <lc estrellas que fue capaz de preparar antes de la invención del telescopio, lis celebre su encuentro en Praga, donde trabajó como astróno­ mo de Rodolfo II, con Keplcr en 1601. Probablemente Mead ofrece aquí un guiño con la compleja figura de Brahe. quien com o cosm ólogo «regresó» al geocentrism o en plena era de la revolución copcmicana en cosmología. Nota de ISY a la edición española. 296 Copyrighted mate'ial j'.dfik u fia d d p m a ttt tos que no han quedado afectados por la duda que el conocimiento trata de resolver simplemente están ahí, y no están afectados por un carácter cognitivo. No somos conscientes de los objetos que nos rodean salvo cuando tratamos de volver a asegurarnos de su existencia, de sus cualida­ des o de sus significados; aunque en realidad, cualquier objeto puede caer bajo sospecha y convertirse en un objeto de conocimiento del que trata­ mos de asegurarnos. Tenemos que ser capaces, por motivos lógicos y metodológicos, de enunciar cosas que están simplemente ahí a partir de lo que hallamos en nuestras aventuras cognoscitivas. No argumentaré en profundidad el análisis de la cognición que hace el Profesor Dewey, porque probablemente no mejoraría su explicación al respecto ni la haría más convincente para aquellos a quienes él mismo no haya convencido. Pero me gustaría, no obstante, poner énfasis en un rasgo de esa experiencia a la que llamamos percepción incluso cuando se aplica a aquello que simplemente está ahí al margen de cualquier actitud de tomar constancia por parte de los que llamamos perceptores. Dicho rasgo es el del carácter a distancia de todos nuestros objetos perceptivos. Como ya he indicado, esta experiencia la domina la cabeza con su operar inhe­ rentemente neuronal. La cosa física ha surgido en la experiencia a través del control directo de nuestra conducta hacia ésta en la medida en que ésta está relacionada con nuestros organismos mediante los sentidos a distancia localizados en la cabeza, cuando esta relación mediada por los sentidos de distancia convo­ ca anticipadamente y controla reacciones manipulativas hacia el objeto distante que estamos buscando o evitando. El objeto perceptivo responde a un acto colapsado, y si tenemos duda de lo que vemos u oímos, tenemos que llevar adelante el acto hasta el punto del contacto efectivo. Al dubita­ tivo Tomás sólo su mano logró convencerle. Incluso la ilusión táctil sólo pueden disiparla contactos ulteriores. El mundo que se prolonga aleján­ dose de nuestra área de manipulación, especialmente en lo que toca a sus caracteres perspecrivos, es más proclive a ser arrojado al campo cognitivo, aunque éste nunca concierna más que a ciertos rasgos del mundo. Siem­ pre hay ahí un mundo de realidad perceptiva que constituye la base de nuestra investigación. Por eso es más fácil para el psicólogo y el epistemólogo, con su famoso penique, generalizar esta actitud y vincular la cons- 297 Copyrighted material Gcotge Hcrbcrt Mead tanda reflexiva a toda experiencia perceptiva. Para ellos la respuesta hay que encontrarla en la localización de su duda y en la manera que tienen de disiparla. Por supuesto que no podemos volver al mundo de la experiencia inmedia­ ta del manejo manual o de la visión del objeto. Pero tenemos que estable­ cer las condiciones bajo las que el objeto de nuestra manipulación y nues­ tra visión está ahí. Esas condiciones no sólo incluyen la estructura del mundo físico donde se encuentran los objetos, sino también al organismo relacionado con estos y con aquel. Podemos, en este sentido, seguir la luz reflejada en su viaje a la retina y su tránsito en forma de excitación nerviosa al viajar por el nervio óptico hasta los tractos centrales; y podemos seguir, de la misma manera, la excitación de los nervios que pasan por la piel, por los músculos y que se reúnen en nuestra manipulación del objeto. Pero es evidente que este análisis tiene lugar en un mundo de cosas que no se analiza de esa manera; (11 6 -1 1 7 ) porque los objetos que nos rodean son objetos unitarios y no simples sumas de las partes en los que nuestros análisis los disolverían. Y estos son lo que son en su relación con organis­ mos cuyo entorno constituyen. Cuando reducimos una cosa a partes, hemos destruido la cosa que hubo ahí. Ya no es ni mesa ni árbol ni ani­ mal, c incluso si mediante algún proceso refundimos esas partes y las con­ vertimos en las cosas que fueron, seguimos en el mismo caso, pues ya no serían las cosas que fueron en ese entorno del organismo por cuanto deja­ ron de ser partes de dicho entorno. Nos referimos a esas diferencias cuan­ do hablamos de los significados que dichas cosas tienen en relación con los organismos. Más aún, los significados pertenecen a las cosas, y son tan objetivos como lo son aquellos caracteres de las cosas que pertenecen a ellas en los entornos de otros organismos. Los caracteres sensoriales son ampliamente iguales para organismos que están dotados con el mismo aparato de percepción sensorial; aunque siempre se den diferencias en dichos caracteres debido a diferencias en dichos aparatos y a las condicio­ nes en las que las cosas entran en relación con los sentidos de los distintos organismos. Otros caracteres, como los nutricionales para el animal que puede digerir y asimilar determinadas cosas, o los del peligro o la protec­ ción, surgen igualmente como caracteres objetivos cuando los objetos entran en relación con ciertos organismos. Pales caracteres emergen, evi- 298 Copyrighted material Lj Jile io fü d el preterir dcntcmcntc, con el desarrollo de organismos y con la cambiante experien­ cia de éstos. La ciencia intenta aislar las condiciones en las que surgen o lian surgido las cosas. Abstrae a partir de las peculiaridades de la experiencia particular y busca lo que es común al máximo de experiencias posibles. De este modo encuentra cosas que bajo los supuestos del análisis tienen una reali­ dad común al margen de la experiencia particular en la que los objetos analizados existían. (117-118) Y de esa manera, cuando llegamos al límite de nuestro poder de generalización, llegamos a cosas que pertenecen a cualquier experiencia posible. La cuestión que se plantea es si aquello que responde a esas amplias generalizaciones se escapa de la experiencia, y dé­ los caracteres y significados que pertenecen a ella. ¿Podemos alcanzar con el pensamiento algo independiente de la situación en la que ese pensa­ miento se da? No planteo ese asunto desde el punto de vista del lógico o del metafísico, que parten de un aparato de pensamiento y de una cogni­ ción que son condiciones de la experiencia en la que aparecen; sino que lo hago desde un punto de vista que ha tratado de seguir el desarrollo del pensamiento a partir de tipos inferiores de conducta. Si postulamos una mente con una facultad inherente para entrar en relación cognitiva con objetos que simplemente están ahí para su conciencia reflexiva y su pensa­ miento, la mente puede ser capaz de identificar cosas que serían indepen­ dientes de las experiencias de los organismos que han llegado de alguna forma a dotarse de ese tipo de mentes. Ahora bien, también podemos, con los idealistas, transferir todos los entornos a la propia mente. Pero si la mente sólo es un carácter de ciertos organismos, que emerge en ese tipo de respuestas que ellos dirigen a sus entornos a las que llamamos inteli­ gentes, la mente nunca podría trascender el entorno donde opera. Ni siquiera puede ir más allá de cualquier posible experiencia generalizando a partir de codas las experiencias posibles, pues su pensamiento tiene que producirse dentro de alguna experiencia, y los significados que surgen de la relación del organismo dotado de mente con su entorno deben pertene­ cer al objeto de su percepción y a un pensamiento más amplio. Se puede proclamar que una evolución emergente no podría negar la posibilidad de que emerja una mente de realista la facultad de entrar en relaciones cognitivas con objetos; pero la respuesta al respecto habrá de encontrarse en la historia natural de la mente y en el estudio de las operaciones mentales. 299 Copyrighted material II. LA COSA FÍSICA35 A) Es evidente que una definición de la cosa física en términos de las experiencias manipulativa y a distancia hay que aplicársela también al organismo tomado como cosa física. El organismo se ve y se palpa. Suplimos lo que nos llega mediante la visión directa con lo que obtene­ mos a través de los espejos y las imágenes visuales, y nuestras manos entran en contacto prácticamente con toda la superficie de nuestro cuerpo. Las experiencias cinestésica y visceral sólo pueden ser ubicadas en el interior de nuestros organismos cuando éstos han llegado a tener exteriores. Si usamos las presiones recíprocas entre las superficies de nuestros cuerpos en la experiencia de otros cuerpos actuando sobre nosotros, esto sólo puede ocurrir en realidad en la medida en que el cuerpo y los demás objetos se han organizado en un campo común de cosas físicas. No cabe duda de que las superficies de contacto y las expe­ riencias orgánicas delimitadas por ellas son, en la experiencia infantil, las experiencias desde donde surgen los exteriores y los interiores de las cosas. Sin embargo, el niño sólo puede delimitar sus superficies corpo­ rales mediante cosas que no son su cuerpo antes de que logre la expe­ riencia de su propio organismo como una cosa delimitada. Genética­ mente, el niño avanza hacia su cuerpo desde la periferia. Si utiliza las Las secciones (A) y (B) de este ensayo son explicaciones paralelas (ornadas de manuscritos dife­ rentes. Nota de 1SY a la edición española. 301 Copyrighted material Gcorgc Hcrbcrt Mc-id superficies del organismo para poner interiores a las cosas, el cuerpo tiene que haber sido definido antes mediante su contacto con cosas deli­ mitadas. Es importante reconocer que en la experiencia esto sigue sien­ do una relación entre las cosas físicas y el cuerpo como cosa física, y entre cosas físicas distintas al cuerpo (119-120). Sólo logramos median­ te el análisis acceder a los interiores de las cosas cuando alcanzamos real o imaginariamente las condiciones para la experiencia de ptesión que aparece como el interior o del cuerpo o de otras cosas físicas. Los conjuntos de cosas físicas se definen por sus límites, y de esa misma manera obtiene el organismo corpóreo su definición en medio de esas cosas físicas. Si, por ejemplo, consideramos los colores y la sensación táctil de las cosas como dependientes de los procesos fisiológicos que ocurren en el organismo, el argumento procede apoyado en el supuesto de cosas físicas definibles, entre las que habría que incluir al organismo como algo que está ahí. N o se da e n la experiencia una p r i o r i d a d d e la realidad adscrita al orga­ nismo corpóreo. Si se puede concebir que la mano atravesaría la mesa que estamos viendo, igualmente cabría concebir que atravesaría la pierna que está a nuestra vista. Esas cosas físicas son todas experiencias a distancia. Es decir, están situadas en un espacio, y para estarlo se ordenan desde un cen­ tro «O» de un sistema de coordenadas. Las formas en las que aparecen son perspectivas, y la percepción se hace cargo de ellas en lo que concierne a su realidad perceptiva en función de la experiencia del área manipulativa donde están sujetas a la prueba del contacto; pero en dicha área siguen siendo objetos visuales. Dentro de esa área de manipulación desaparecen las distorsiones de las perspectivas ópticas. Las cosas adquieren tamaños normalizados (standar). Que tengan tamaños normalizados quiere decir que el centro «O» puede encontrarse en cualquier punto donde las cosas tendrían los valores espaciales que encontramos en esa área manipulativa. El postulado fundamental de la física newtoniana, de que cualquier siste­ ma de coordenadas cartesiano puede ser tomado como Dase para el ordena­ miento y la medida de las cosas y sus movimientos está implicado en nues­ tro mundo perceptivo. El pensamiento conceptual ha formulado de una manera lógica la actitud de la experiencia perceptiva. Surge, entonces, la cuestión de cuál es la naturaleza de esa actitud por la que la percepción cambia de un centro «O» a otro sin inmutarse (120-121) 302 Copyrighted material ¡jt fiiawjut del preteríle En la inmediata percepción a distancia los estímulos son adecuados para provocar la aproximación o la retirada, y los consiguientes contactos y consumaciones. La conducta exitosa del mecanismo pcrcipicnte no impli­ ca que la percepción presentaría los objetos distantes con los valores físi­ cos del área de manipulación. Decir que el recuerdo de la imagen de la estimulación a distancia tal como se da en el área de manipulación se funde con la estimulación a distancia es ocultar un proceso con su térmi­ no. Si pueden fundirse es porque la estimulación a distancia es ya una cosa física. Dentro del área manipulativa el objeto actúa sobre el organis­ mo pcrcipicnte, y la acción en la experiencia perceptiva significa presión de su volumen sobre el organismo. Hay otra infinitud de características más de su acción, su temperatura, su olor y así sucesivamente; pero todas ellas son características suyas como cosa con masa, y esta naturaleza inte­ rior de la cosa física nunca la alcanzamos subdividiendo sus límites visua­ les. Ahí aparece en la cosa física un contenido que originalmente sólo pertenecía el organismo, el de la presión, lo que Whitehead la «empujan­ za» (pushiness) de las cosas, y la cuestión es cómo llega a la cosa. Los límites visuales a distancia y los táctiles de contacto están en la experiencia inmediata. No estoy considerando la cuestión metafísica de cómo pasa­ mos de una experiencia interior a un mundo exterior a nosotros mismos, sino, más bien, cómo los objetos delimitados y distantes obtienen los interiores de los objetos perceptivos -los interiores no los revela nunca el procedimiento de subdivisión. La sugerencia que he hecho es que las pre­ siones de unas superficies corporales sobre otras -la de una mano sobre otra preferentemente- se transmiten al objeto, y la cuestión que estoy suscitando es la de cómo tiene lugar esa transferencia. La única respuesta que puedo dar a esa cuestión es que al presionar sóbre­ las cosas y al agarrarlas el organismo está identificando su propio esfuerzo con la experiencia de contactar con la cosa. (121-122) Incrementa dicha experiencia con sus propios esfuerzos. Agarrar un objeto sólido es autoestimularsc a ejercer ese esfuerzo interior. Uno suscita en sí mismo una acción que también proviene del interior de la cosa, porque la experiencia incrementa la acción de otros cuerpos sobre los organismos y sobre otras cosas que están en el mundo perceptivo. El objeto del organismo suscita en el organismo la acción del objeto sobre éste, y de esta manera viene a estar dotado de esa naturaleza interior de presión que constituye el inte303 Copyrighted naterial Cicorge Hcrbert M u d rior de la cosa física. Sólo en la medida en que el organismo, de esa mane­ ra, toma la acritud de la cosa, adquiere ésta un interior. La fórmula del proceso es la siguiente: la cosa estimula al organismo para que actúe como ella actúa sobre el, y la acción de la cosa es la resistencia del organismo a la presión tal como esta surge cuando un objeto sólido se agarra firmemente con la mano. La resistencia del objeto es continua con el esfuerzo de la mano. En el desarrollo del niño esta experiencia debe llegar antes que la correspondiente a su propio organismo como un todo. El niño debe estar colocando en las cosas ese esfuerzo procedente de su interior antes de que pueda estar en posición de identificar ese esfuerzo como propio. Sus alrededores se expanden por todas partes, y las formas coloreadas vienen a quedar situadas y se tornan familiares en un mundo donde su propio cuerpo llega finalmente a ocupar un lugar definido. Entretanto, la presión de su cuerpo y el agarrar de sus manos tienen que localizar las cosas desde una actitud interior, hasta que finalmente, y por medio de la acción de otras cosas sobre él, se alcanza a sí mismo como una cosa. El nombre que damos a esa naturaleza de las cosas es "materia”, y lo característico en ella es que es idéntica a la respuesta que convoca. El peso como presión o la inercia como resistencia al cambio de reposo a movimiento son idénticos al esfuerzo con el que se levanta el peso, o a aquel con el que cuerpo se pone en movimiento o se ve reducido a repo­ so. (1 2 2 -1 2 3 ) El cuerpo tiene otros caracteres, y abundantes, que son inherentes a la materia, pero ninguno de ellos tiene esa característica. Color, sonido, sabor y olor no pueden identificarse con las respuestas que elicitan, ya en los organismos o en los objetos, mientras que el con­ tenido interior de la materia que se experimenta es idéntico que las res­ puestas que convoca en las cosas. El logro sobresaliente de la ciencia del Renacimiento fue aislar ese carácter de la materia y la inercia. Newton pudo referirse a él bien como la cantidad de materia o bien como la pro­ piedad de la materia por la cual continúa ésta en su estado de reposo o movimiento a menos que una fuerza externa actúe sobre ella. La inercia y la fuerza pudieron así ser formuladas en una igualdad. En las ecuacio­ nes de la mecánica newtoniana la masa se define en función de la fuerza y la fuerza en función de la masa. Y aquí Newton estaba reflejando una actitud fundamental de la experiencia referida a las cosas. 304 Copyrighted mate'ial La f'ibiefia de! p rtitn tt Pienso que ya estamos en condiciones de responder la pregunta que planteábamos antes: ¿cómo llegamos a dar a la cosa que tenemos a dis­ tancia los valores físicos del área de manipulación? O tra formulación podría ser esta: ¿cuál es el fundamento cxperiencial de la homogeneidad del espacio? [ISYl 5 ) 40 En primer lugar, la continuidad entre la experien­ cia del esfuerzo y la materia de la cosa física procuran una naturaleza interior de las cosas que se reconoce cuandoquiera que la experiencia a distancia se completa con sus implicaciones de contacto. En segundo lugar, esa naturaleza interior sólo está ahí en la medida en que convoca la respuesta en forma de esfuerzo. El objeto distante, al poner en marcha las respuestas de agarrar y manipular convoca en el organismo su propia naturaleza interior de resistencia. Tenemos aquí la base para la empatia de Lipps. Sería un error considerar esta naturaleza interior de la materia como una proyección por parte del organismo de su sensación de esfuer­ zo sobre el objeto. La resistencia está en la cosa tanto como el esfuerzo está en el organismo, pero la resistencia sólo está ahí frente al esfuerzo o la acción de otras cosas. (123-124). De modo que al traerlas al campo del esfuerzo la acción y la reacción son iguales. La naturaleza inrerior de la cosa realmente es debida al organismo -a la continuidad del esfuerzo y la resistencia-. Y, no obstante, el carácter de interioridad surge sólo en la experiencia del organismo como un objeto, con la definición de superfi­ cies y experiencia del organismo que están dentro de sus partes delimita­ das. Deseo enfatizar que la cosa física, en las presiones propias del con­ tacto y cuando despierta a distancia respuestas de m anipulación anticipadoras, invoca en el organismo algo que es continuo con su pro­ pia naturaleza interior, de manera que la acción de la cosa donde ésta está se identifica con la respuesta del organismo. Esto es lo que posibilita que organismo se sitúe a sí mismo y sitúe su área de manipulación en cual­ quier objeto distante, y que extienda indefinidamente el espacio de su área de manipulación hasta alcanzar, de este modo, un espacio homogé­ neo a partir de perspectivas disonantes. Lo que es esencial es que la cosa Los docum entos y testim onios que Joas ha recabado al respecto de la estancia de M ead en Berlín durante los años 9 0 del xrx permiten apuntar que esa cuestión se corresponde con la que Mead que acordó con Dilthcy com o tema de tesis, de modo que se puede decir, que aunque aquel proyecto quedara inconcluso, no abandonó a Mead hasta el final de sus días. Vid. al respecto Hans Joas. G. H . M ead. A Conremporary Reexaminarían o f his Thougbt, 2 * cd. revisada. Cam bridge, T h e M IT Press, 1985. pp. 3 3 -3 6 . Nota de la ISY a la edición española. 305 Copyrighted material Ccorgc Hctbcit Mcul física origine en el organismo su propia respuesta de resistencia; que el organismo como materia esté actuando como actúa la cosa física. Dos expresiones que lie usado más arriba reclaman mayor comentario. Una es la identificación del esfuerzo interior del organismo con la materia del objeto. Como he indicado, no se trata simplemente de que el organis­ mo proyecte sobre el objeto un contenido interior. La resistencia está ahí frente al esfuerzo, pero en el organismo del infante no sólo se da la res­ puesta de presión sobre la cosa, sino también, mediante la integración del sistema nervioso central, el despertar de la respuesta de la presión de la otra mano sobre la mano que está presionando la cosa. El organismo actúa sobre sí, y al actuar sobre sí sus respuestas son idénticas a las que da a las cosas. La cosa despierta, entonces, en el organismo la tendencia a respon­ der como la cosa responde al organismo. (1 2 4 -1 2 5 ) En años recientes hemos aprendido que la función del sistema nervioso central de las for­ mas vivas superiores es conectar potencialmente cualquier respuesta con cualquier otra respuesta del organismo. En cierto sentido todas las res­ puestas están interconectadas por medio de esas interrelaciones de inerva­ ción e inhibición. Hay sin embargo, una distinción que hacer, entre el objeto del área manipulativa que es visto y manipulado y el objeto distan­ te que está, a la vez, fuera de alcance y en una perspectiva visual. Hemos visto que la continuidad del esfuerzo con la resistencia de la materia faci­ lita que el organismo se sitúe en el objeto distante con su propia área manipulativa. El sentido en que esto tiene lugar lo encontramos en las respuestas que se originarían en tal posicionamiento -respuestas que se originaron, aunque fueron inhibidas en el organismo. Lo que estoy ahora indicando es que el objeto distante convoca tanto la respuesta de su pro­ pia resistencia como el esfuerzo que reacciona hacia ella. Lo implicado en el estar «ahí» de un objeto distante no es simplemente la tendencia de responder a él, incluso de manera anticipada, ni su localización como un objeto físico lograda mediante una mera imagen sensorial al ser sentido -a l menos que al hablar de imagen recordada entendamos la tendencia del organismo infantil a presionar como presiona el objeto distante, con­ vocando así la respuesta a responder con la propia presión. Es esta res­ puesta posterior la que constituye en nuestra experiencia al objeto físico -algo con un interior. Estoy convencido de que esta incorporación del 306 Copyrighted mate La fíUnofia dtipreunte objeto en las respuestas del organismo es el factor esencial en la emergen­ cia de la cosa física. El objeto esta ahí en su inmediata resistencia al esfuerzo del organismo. Sin embargo, no está ahí como objeto; es decir, no tiene un interior. Lo obtiene cuando suscita en el organismo su propia respuesta y, de esta forma, también la correspondiente respuesta del organismo a su resisten­ cia. Eso que aquí hemos llamado la “naturaleza” del objeto tal com o es invocada en el organismo, aparece en la sensación de solidez o resistencia. (125-126) Com o supuso Locke, la misma naturaleza resistente y extensa que se da en el individuo, se da en el mundo; aunque en realidad para Locke ésta última se daba en la experiencia del individuo como «idea», es decir, como sensación. Si reconocemos la identidad de resistencia y esfuer­ zo, entonces, esc carácter de «idea» - i . c., de algo que pertenece a la expe­ riencia del individuo- llega al individuo cuando se despierta la respuesta del organismo en forma de resistencia, la naturaleza interior de la cosa. Ambas son, como hemos visto, de carácter idéntico. Los dos, el objeto físico y el organismo son materiales. Lo que tenemos que mostrar es que el objeto no sólo despierta en el organismo una respuesta orgánica a la cosa física sino también una respuesta hacia sí mismo como la que es pro­ pia de un objeto que reclama dicha respuesta. El mecanismo por cuyo medio se cumple esto es el cerebro. El mecanismo de la médula espinal y su bulbo simplemente consiste en respuestas a estímulos externos. Tales estímulos presentan demandas imperativas. Por su parte, el cerebro es un órgano que integra una vasta variedad de respuestas, incluidos los reflejos inferiores, y es el centro específico para los órganos sensibles a distancia que están ubicados en la cabeza. En el proceso integrador se dan diferen­ tes combinaciones alternativas, incluso para las inhibiciones que la inte­ gración implica necesariamente. Introduce éste dilación a la hora de la respuesta y un ajuste por medio de la selección del tipo de respuesta, i. e., elección. La elección implica más que la contienda entre dos o más estí­ mulos por el control de la respuesta orgánica; implica que la situación está en cierto sentido dentro del patrón de conducta del organismo. Lo que no se hace define el objeto en la propia forma de reacción hacia éste. Las superficies que delimitan un objeto, sus resistencias a las posibles reaccio­ nes hacia él, los usos para los que puede ser puesto a servir en diversos grados vienen a configurar ese objeto, y son caracteres del objeto que si las 307 Copyrighted material G«oíge H c ite n Me-id respuestas implicadas en ellos fuesen efectivamente llevadas a cabo perde­ rían su naturaleza estática. (127) Existen ciertamente competidores frente a la acción del organismo, pero en la medida en que no se llevan a cabo éstos constituyen el objeto sobre el que la acción tiene lugar, y dentro del acto tomado como un todo fijan también las condiciones de la forma que éste adopta. Todas esas res­ puestas se encuentran en el sistema nervioso como vías de la reacción interconectadas con otras vías. Ante la prepotencia de algunas reacciones todas las demás se inhiben ipso facto. Es posible seguir este proceso de inhibición con cierto detalle en el uso de los músculos antagónicos y de los reflejos condicionados. Se da una relajación definida de ciertos músculos cuando se inervan otros. Para llevar a cabo una respuesta, el cerebro inhibe otras. El sistema es tan responsable de lo que hace como de lo que no. En el campo de la materia, la resistencia que el volumen de un cuerpo ofrece a la mano, o a cualquier otra superficie corporal, y las tendencias a manipularlo cuando lo vemos a distancia aparecen organizadas de varias maneras. Existe, por ejemplo, la tendencia a recoger un libro que vemos sobre una mesa que está distante. La forma y la resistencia del libro están en cierto sentido presentes en el ajuste que ya está presente en el organis­ mo al ver el libro. Mi tesis es que las respuestas de contacto inhibidas en la experiencia a distancia constituyen el significado de la resistencia del obje­ to físico. Están, en primer lugar, en oposición a las respuestas efectiva­ mente inervadas o cuya inervación está en perspectiva. Son competidoras que compiten por el campo de la respuesta. Pero también fijan las condi­ ciones de la respuesta efectiva que se vaya a producir en el conjunto del acto. Me refiero específicamente a las respuestas que vienen a configurar la materia en la experiencia a distancia. Si veo a distancia un libro, se ori­ gina un indefinido número de respuestas manipulativas, como las muchas maneras de cogerlo, de abrirlo, de arrancar sus páginas, presionarlo, fro­ tarlo, y toda una multitud posible de ellas. La que resulta ser dominante - la de cogerlo, por ejem plo-, organiza todo el acto. (1 2 7 -1 2 8 ) Por eso inhibe las demás. Las tendencias a la ejecución de las demás implican la resistencia misma a la manipulación, y aparecen entonces en oposición directa a la respuesta prepotente. La sensación producida por el libro cuan­ do uno lo frota, sus contornos cuando pasamos las manos por ellos, etc., 308 Copyrighted mate'ial L ifilosofía iü lp rtítn tt todo eso determina la forma que adoptará el acto de agarrar y levantar el libro. En general lo que uno no le hace al libro, en la medida en que con­ voca la misma resistencia que la efectiva manipulación del libro y en tanto en cuanto está inhibido precisamente por lo que uno hace con el libro, ocupa en la experiencia «lo que el libro es» frente a la respuesta que es la expresión del acto. La inhibición no connota la falta de existencia de res­ puestas, porque las respuestas inhibidas reaccionan a su vez sobre la res­ puesta prepotente para determinar su naturaleza y su forma. La manera en que cogemos el libro está determinada por las otras vías de respuesta, tanto por las inhibidas como por los controles y ajustes parcialmente iner­ vados en las respuestas que no se llevan a cabo. El acto es un equilibrio móvil donde muchas respuestas entran en juego, dentro y fuera de la res­ puesta prepotente. Lo que no se hace actúa en la continua configuración de lo que se hace. La materia del objeto al que respondemos es la propia resistencia de lo que no hacemos. En la medida en que el mundo existe para el organismo, en la medida en que es el entorno del organismo, aparece éste reflejado en las reacciones del organismo frente a él. Aquello con lo que entramos en contacto está allí frente al organismo, pero sobre la mayor parte de lo que nos rodea no nos apoyamos y tampoco lo manipulamos. Dista de nosotros espacial y temporalmente; y sin embargo tiene un interior que es continuación de lo que tenemos bajo nuestros pies y de lo que agarramos. Esos objetos dis­ tantes no sólo invocan en nosotros respuestas directas de movernos hacia ellos o de apartarnos de ellos o de manipularlos, sino que también origi­ nan en nosotros objetos que actúan sobre nosotros desde nosotros mis­ mos. (128-129) Estoy tratando de presentar el mecanismo neurona! por cuyo medio aparece en la experiencia la naturaleza interior de la cosa externa. Si la visión del libro invoca una respuesta de movimiento hacia éste, en esta respuesta no hay nada más que la excitación del organismo para ese acto. Pero si todas las demás respuestas de las que el libro puede ser res­ ponsable se originan también, éstas sólo pueden entrar en el acto en cuan­ to inhibidas o coordinadas. Se oponen a la respuesta dominante de mover­ se hacia el libro hasta que la propia integración del acto las dispone en relaciones espaciales y temporales que proceden de la propia inhibición de 309 Copyrighted material Georgc Hcrbcrt Mead su respuesta inmediata. A esta oposición es a lo que he llamado resisten­ cia. El cerebro es la porción del sistema nervioso central que pertenece a los sentidos a distancia, pero está, no obstante, conectado con los reflejos del sistema espinal. No sólo orienta la cabeza, y con ella al organismo en su conjunto hacia los objetos a distancia, puesto que también conecta esos estímulos distantes con las respuestas del tronco y sus miembros que esos objetos invocan en el organismo con anticipación a la situación donde pueden ser efectivamente inervadas. El objeto está expresándose en el organismo no sólo al originar en él la apropiación o la retirada sino tam­ bién al despertarle anticipadamente respuestas que serán llevadas a cabo más tarde. Cuando digo que está «expresándose» quiero significar que las relaciones que configuran los objetos circundantes del entorno de los organismos están activos en el organismo. El entorno está ahí para el orga­ nismo en la interrelación entre éste organismo y el entorno. Las respuestas diferidas frente ai objeto distante que se integran en el acto constituyen el objeto como éste será, o al menos como podrá ser, para el organismo. Pero para poder éste ser objeto, necesita tener un contenido interior, al que nos referimos identificándolo como el resultado de las respuestas que ahora están siendo diferidas. (129-130) El hecho de que esas respuestas tengan que estar de alguna manera presentes en el objeto distante es lo que exige explicación adicional. Y estoy ofreciendo una explicación en términos de la resistencia que encuentran en el acto dominante y que es la referencia para la propia integración que las respuestas necesitan. Tal resistencia la hallamos en el ajuste y la dilación de la ejecución, así como en las inhibi­ ciones que aquellas imponen. Hemos hallado la fase primaria de esa resistencia en la'materia del objeto físico. La continuidad de la resistencia del objeto con las mutuas resisten­ cias de las partes del organismo es lo que constituye la materia, tanto la del organismo como la de los objetos, y aporra a los objetos la interioridad de las resistencias orgánicas frente a ellos, mientras que los objetos, con su organización espacial, conducen a la definición del organismo como un objeto físico. Pero como ya he señalado, esta resistencia sólo aparece como la interioridad de la cosa física cuando el objeto despierta en el organismo la propia actitud de resistencia del objeto. La cosa física pone en acción nuestras tendencias a resistir con anticipación al contacto efectivo; de modo que existe en la conducta del organismo, pero no como sensación 310 Copyrighted mate'ial i f i l m o p . a d e ip r e ie tite suya sino como un entrar el organismo en los objetos mediante la asun­ ción de sus actitudes, que, además, definen y controlan su propia respues­ ta. Existe, por supuesto, la respuesta inmediata del organismo a la presión que viene a su encuentro, en la que el objeto como objeto no entra. En este caso no se da un carácter del objeto que denominaríamos «sensa­ ción». Es la mera respuesta bruta del organismo a su entorno. Pero cuan­ do la actitud de resistencia al organismo puede ser suscitada en el propio organismo, frente a la propia resistencia del organismo a esa resistencia del objeto, se da entonces aquello que una filosofía eje la mente podía ubicar en el organismo como algo mental: una «idea» en el sentido de Loche. El examen del desarrollo de la experiencia infantil muestra, sin embargo, que el entorno tiene que haber entrado en las respuestas orgáni­ cas del niño como una resistencia que éste posee en común con las resis­ tencias que el organismo se ofrece a sí mismo, antes de que el organismo pueda autodefinirse y definir sus experiencias frente a las cosas que le rodean. (130-131) Lo que ha hecho posible esa puesta en acción (plüying th ep a rí) de la parte correspondiente al objeto físico en la propia conducta del organismo es el mecanismo del cerebro en sus conexiones con la médula espinal y el bulbo raquídeo. Y en particular, el organismo ha empleado para ello las respuestas manipulativas de la mano en cuanto que estas interrumpen el procedimiento de respuesta que busca la consuma­ ción. Aquí la resistencia común de cosa y mano abre la puerta para que la cosa desempeñe la parte que le corresponde en la conducta del organismo. Quedaría para la ciencia del Renacimiento el aislar esas características mensurables de la cosa física tomándolas como condiciones de todos los demás caracteres de la cosa tal como aparecen en la experiencia. En la experiencia inmediata la cosa es lisa o rugosa, placentera o penosa de manera tan directa como es resistente. La lisura, la rugosidad, lo placente­ ro o lo angustioso implican varias respuestas llevadas a cabo hacia el obje­ to distante, y éstas entran en la organización del acto incluso cuando en lo inmediato éste esté todavía inhibido. El hecho de que no se realicen de inmediato significa que están organizadas alrededor de la respuesta domi­ nante de aproximación o retirada y las reacciones consiguientes. Mi tesis es que la resistencia que la organización del acto les atribuye, identifica esas respuestas inhibidas como caracteres de la cosa, si bien lo hace en cuanto son cualidades inherentes a la cosa física como objeto resistente. 311 Copyrighted material Gcorpe I (eibcrt Mead La superficie que llamamos suave suscita una tendencia a la caricia, pero el hecho de que uno no pueda acariciarla hasta tenerla al alcance significa que la apariencia actual de un carácter suave o placentero está aún pen­ diente de la resistencia manipulativa de la cosa física. La dependencia de la aparición de esos caracteres respecto del acto organizado con referencia al momento de alcanzar el objeto físico constituye Ja fase orgánica de la realidad de contacto del objeto distante. (131-132) Lo que argumento es que la propia realidad de contacto del objeto sentido a distancia se afirma en la organización neuronal que se produce por medio de la inhibición de la reacción que esos caracteres del objeto distante suscitan a lo largo del acto organizado que los realiza. En la medida en que la tendencia a gol­ pear el suave objeto distante mantiene bloqueada la organización del acto que efectuará la tendencia, ella misma es una afirmación de la realidad condicional de la suavidad del objeto. Si no puede encajar en la organiza­ ción de ese acto, la apartamos por ilusoria; c. g., la apariencia húmeda con que la luz trémula se nos presenta sobre la arena del desierto no puede encajarse en el acto de ir hacia allí y beber el agua ilusoria. Es precisamen­ te la aceptación de las inhibiciones implicadas en la actitud organizada de aproximación la que confiere esas cualidades al objeto distante. Las resis­ tencias que están implicadas en la propia organización conducen a proce­ sos que se inician antes de que puedan ser efectuados, y que, no obstante, pueden determinar la forma del acto que los completará. El desarrollo de la cabeza y el del cerebro como sedes de los sentidos a distancia ha dado al organismo los dos caracteres fundamentales propios de la mente. Ha aportado la iniciación anticipadora de reacciones que sólo pueden realizarse cuando alcance su meta, con el cumplimiento de la reacción del cuerpo a sus resistencias inmediatas. Al organizar el acto de modo que las reacciones originadas pero aún incompletas puedan cum­ plirse, ha introducido el futuro en el mecanismo del acto, y el condiciona­ miento mutuo entre presente y futuro. Pero, además, ha hecho posible que en el organismo se excite aquella resistencia de la cosa física que es común a la cosa y al organismo. La cosa física que es externa al organismo puede convocar su propia respuesta y la reacción correspondiente del organismo. La acción del objeto distante está presente en las respuestas del organismo en forma de resistencia espacialmentc definida, con su pro­ pio valor, al excitar las reacciones apropiadas del organismo. (132-133) El 312 Copyrighted material l*i fiU to fij del /•mente objeto distante está presente en la conducta del organismo en forma de respuesta. Además, otros caracteres del objeto -cuya realización depende de que un acto orgánico se lleve a cabo- se convierten, gracias a la organi­ zación de las respuestas hacia ellos que se dan en el acto y a la aceptación de su control, en maneras según las cuales aparece el objeto en la conduc­ ta del organismo. De ese modo, el objeto puede aparecer en la experiencia a través de la reacción del organismo hacia él, pero está ahí con anticipa­ ción a las respuestas. Y porque los objetos están ahí puede el organismo mismo convertirse en un objeto en su propia experiencia. B) Existe una diferencia característica entre las cualidades primarias y secundarias. El material de la materia aparece en las cualidades primarias de extensión, de efectiva ocupación de espacio y de movilidad. Se corres­ ponden en nuestra experiencia con lo que Newton llamó cantidad de materia. Aparece en la experiencia inmediata de la resistencia espacial del cuerpo. Aparece en el momento de fuerza. Cuanto menos, es la experien­ cia del objeto ofreciendo una resistencia extensa, la de nuestros cuerpos adoptando un momento de fuerza, la del esfuerzo necesario para poner la masa de un cuerpo en movimiento y para cambiar su estado de movili­ dad. La extensión, el volumen y la resistencia a cambiar el reposo o el movimiento no pueden ser definidos con exactitud en términos de nues­ tra experiencia sensible, pero son caracteres que permiten que nosotros mismos nos situemos dentro del objeto físico. Su resistencia es igual a la nuestra. En ambos casos se experimenta lo mismo. En el caso de las cuali­ dades secundarias, los caracteres que aparecen en nuestro ver, oír, gustar y oler no pueden tomarse como si estuvieran formando parte de los caracte­ res del objeto físico al que responden. El organismo no se encuentra en relación con objetos de determinados caracteres porque sean rojos, sala­ dos, ruidosos o perfumados. (133-134) F.1 organismo está en relación con objetos resistentes resistiéndolos. Si buscamos el mecanismo biológico de esa experiencia como buscamos los correspondientes al resto de lo que llamamos sentidos, lo encontramos en las resistencias que las distintas partes del organismo se presentan una a otras. En especial, la mano pre­ siona diferentes partes del cuerpo, que, respondiendo a su presión, la resisten. Cuando uno presiona la superficie de una mesa vive la misma experiencia que cuando presiona su propia mano, salvo que en este caso la respuesta de resistencia a la presión de la otra mano estará ausente. Pero se 313 Copyrighted material (¡eofge Herfoert Mead da ahí un contenido común por cuyo medio el organismo entrará más tarde en los interiores de las cosas. En ninguna otra experiencia sensorial entramos en la cosa. Puede ésta afectarnos por su color, olor, sabor o tem­ peratura, pero la relación no configura en nosotros el carácter mismo del objeto. La resistencia, o la efectiva ocupación de espacio, la «solidez» de Locke, tiene un carácter común en la experiencia que está a la vez en el individuo y en las cosas externas, como el propio Locke lo percibiera. Si lo enunciamos en relación con una «idea», con una sensación que está en la mente, todo el asunto -el efecto externo tanto como la sensación inter­ n a - resulta encerrado en la mente, donde lo situaba Berkeley y donde Hume lo dejó para que se dispersara con las demás impresiones mentales. Lo que reclama un análisis que vaya más allá oe lo que llegó a admitir la psicología anterior, es aquella fase de la cosa física a la que me he referido como su «interior». Este término no se refiere a las nuevas superficies que se descubren al subdividir la cosa. Implica esa unidad de la cosa que Kant y sus seguidores idealistas situaban en el proceso del juicio; pero implica algo más que esto v. g., un elemento de actividad que está implicado en el termino resistencia. Cuando una mano presiona sobre otra, cada una resis­ te a la otra oesde el interior. (134-135) Como he dicho, cuando la mano presiona contra una mesa, hay en la resistencia de esa mesa un elemento que es idéntico a lo que encontramos en la mutua resistencia entre las dos manos; pero mientras la mesa resiste a la mano de una manera tan efectiva como lo hace la otra mano, esa resistencia de la mesa, si la tomamos como una experiencia en abstracto, carece del carácter activo que hay en la pre­ sión de la mano que se opone. Y eso que para retirar ese carácter de la mesa haría falta, en realidad, una abstracción. Cuando decimos que somos nosotros mismos quienes ponemos ese carácter en la cosa, cuya masa o inercia resiste las fuerzas que actúan sobre ella, eso quiere decir o bien que regresamos a la doctrina de la conciencia de cierta materia prima, teoría que viene a separar al individuo de las cosas físicas en lugar de interrela­ cionarlo con ellas, o que ignoramos el hecho de que el organismo del individuo sólo aparece en la experiencia si otros objetos lo definen y lo orientan. La suposición de que el individuo localiza un interior dentro de sí antes de hacerlo en otras cosas, no está justificada. Debería ser suficien­ temente evidente, aunque de hecho sea algo que por lo general se pasa por alto, que no nos convertimos en cosas físicas antes que los objetos que nos 314 Copyrighted material La filosofía del p re¡ente rodean, y que -com o recientemente ha señalado Russeli- sólo nos anali­ zamos a nosotros mismos como analizamos a otros. Pero es importante reconocer en la evolución del ncopalio un mecanismo mediante el cual los organismos superiores pueden vivir en un entorno ocupado por cosas físicas, incluidos ellos mismos, todas las cuales tienen un interior. Induda­ blemente, una respuesta desde un interior debe proceder de un organismo y no de una cosa física externa a él, pero no puede localizarse dentro del organismo hasta que el organismo haya sido definido en relación con otras cosas. Lo que posibilitó el desarrollo extensivo del cerebro fue la inervación y organización de respuestas con anticipación a la ejecución de éstas. En el caso de que un organismo dorado de dichos órganos descubra que su mano está presionando un objeto resistente, se dará una experiencia común entre la presión del objeto y la de la otra mano, y se dará así tam­ bién un estímulo para responder con la correspondiente presión precisa­ mente como respondería la otra mano. El organismo se habría autocstimulado mediante su acción sobre el objeto para actuar sobre sí de la misma manera que el otro objeto. Para un animal cuyo sistema nervioso central sólo incluye la columna espinal y el pedúnculo cerebral, y cuyas respuestas se producen sin demora, dicha tendencia a reaccionar a su pro­ pia reacción a un objeto sería incongruente y carecería de significado. A un animal, ai que sus exterorrcceptorcs le ponen en relación con el objeto desde lejos, y al que su ncopalio Ic permite iniciar y organizar sus respues­ tas con antelación al contacto satisfactorio o peligroso, el hecho de ser capaz de actuar de alguna manera en lugar del objeto distante y de estar listo, así, para su propia reacción subsiguiente le proporciona una ventaja inmensa. Cuando la reacción de las otras cosas sobre nosotros es en cierto grado idéntica a nuestras respuestas frente a nosotros mismos -d e manera que el propio comienzo de nuestra acción referida a ellos puede servir de estímulo para convocar en nuestros organismos la respuesta demorada que nos sitúa en sus actitudes-, esas cosas pueden convertirse en objetos para nosotros a la vez que podemos nosotros convertirnos en objetos para nosotros mismos, puesto que estaríamos así abordando nuestra acción posterior desde el punto de vista del otro. Porque nunca podemos conver­ tirnos en sí-mismos (selves) a menos que la acción donde estamos implica­ dos incluya acción hacia nuestros propios organismos. Indudablemente, 315 Copyrighted mate C ic in ^ e Hcibcri M c j.í el mecanismo de la comunicación es necesario para llegar a ser sí-mismos conciernes; pero la matriz de la comunicación es la estimulación que pro­ ducimos en nosotros mismos para actuar como lo harán aquellos hacia quienes estamos actuando. 1 lay ahí, pues, dos caracteres de la cosa física, si la miramos desde el punto de vista de la génesis de la experiencia tal como la encontramos en el indi­ viduo y tal como inferimos que ha tenido lugar en la primitiva historia de la comunidad humana. E l prim ero es el de la continuidad entre la expe­ riencia de presión en el organismo y la resistencia en el objeto físico. La experiencia del organismo de su contacto con el objeto físico es la presión, que es el carácter del objeto físico. (136-137) Como hemos visto, distin­ gue la experiencia de contacto de las experiencias de las llamadas cualida­ des secundarias. Lo que se experimenta es la resistencia de la cosa física, y la experiencia de esa resistencia es también resistencia en el organismo. Como la expresión «experiencia de- comporta peligrosas implicaciones es mejor enunciar la proposición de esta manera: que en la experiencia de contacto el carácter resistente del objeto es idéntico al carácter resistente del organismo; mientras que en la experiencia a distancia, el carácter del objeto no está de ningún modo en el organismo. E l segundo carácter, el de actuar desde dentro de sí, ya sea efectiva o potcnciahncntc, indudable­ mente el objeto lo toma en préstamo del organismo cuando se convierte en objeto. A ese carácter también lo he llamado «tener un interior». Es el carácter de idéntica resistencia en el organismo y en el objeto la que abre paso a esc préstamo. Adoptar la acritud de presionar el objeto es despertar en el organismo la actitud de contrapresión. Es esta la actitud fundamen­ tal que refleja la ley de la acción y la reacción de Ncwton. Tiene que darse una acción del objeto igual a la acción del organismo sobre él para que en nuestra experiencia pueda haber una cosa física. Al agarrar el objeto, al empujarlo, al apoyarnos en él, en cualquier manipulación del mismo, el objeto debe volverse hacia el organismo con una resistencia igual si tiene que ser una cosa y mantenerse como tal. El análisis psicológico ha emplea­ do en este caso el término imaginación cinética (kinaesthetic imagery), y el análisis estético se ha referido a ello como «empatia». No vemos el obje­ to simplemente ofreciendo resistencia pasiva, sino resistiéndosenos activa­ mente. Pero pienso que no se ha reconocido la importancia fundamental de estos hechos para la emergencia del objeto físico en la experiencia. Se 316 Copyrighted material los pasa fácilmente por alto porque la actitud de la respuesta de la cosa a la presión es idéntica a la del organismo, aunque de dirección opuesta. (137 138) Dicha oposición se revela en la aparición del organismo como objeto físico. Un objeto así sólo puede aparecer cuando el oiganismo ha adoptado la actitud de actuar hacia sí mismo, y la invitación para ello la encontramos er. el hecho de que nos hemos estimulado a nosotros mis­ mos mediante nuestra actitud de responder a la presión de la cosa física como la cosa ñas responde. Aquí hay dos asuntos que tratar. Uno es el de la abstracción, relativamente tardía, del objeto físico a partir del objeto social y la necesidad de que el organismo tome la actitud del otro para poder convertirse en un objeto para sí mismo. El otro, el de la estructura del espacio en nuestra experiencia. Encuentra su expresión en las coordenadas cartesianas y en la preservación idéntica de la estructura sin que importe donde situemos el origen del siste­ ma. Es el primer punto de la relatividad newtoniana. En nuestro espacio perceptivo el individuo encuentra el centro del sistema en sí mismo, y desde el las coordenadas se despliegan hacia arriba y hacia abajo, a derecha e izquierda, delame y detrás de él. Están orgánicamente dadas en la simetría bilateral del individuo y en el mantenimiento de su posición erecta frente al objeto distante en su línea visual. Lo que deseo apuntar es que el espacio perceptivo implica algo más que esa orientación. Las distorsiones del espa­ cio visual se corrigen en un grado considerable en la percepción. Vemos las cosas con las dimensiones y la estructura propia del área de manipulación. Ahora bien, esto sólo puede cumplirse en la experiencia inmediata si hay en la percepción un mecanismo para adoptar la actitud del objeto distante. El alcance que el hecho de ver una cosa dura tiene, es éste: que la propia visión de la cosa física distante estimula al organismo para adoptar la actitud de resistencia de tal cosa física. La visión de una cosa física en cualquier parte de nuestro campo perceptivo nos sitúa a la vez allí, en su lugar, como en el lugar donde nosotros estamos, y precisamente porque nos sitúa donde esta­ mos. (138-139) Además de implicar la tendencia a movernos hacia el obje­ to distante o a alejarnos de él, la localización inmediata en el espacio percep­ tivo implica la presencia de una cosa en ese punto, y la presencia de la cosa -m ás allá del estímulo para acercarnos o alejarnos- implica el carácter acti­ vo de ella en esc punto, su resistencia activa, que, como he dicho, se toma prestada de las respuestas del organismo. 317 Copyrighted material III. LOS OBJETOS FÍSICOS Y LA EXPERIENCIA E L proceso de conocimiento del científico sigue una ruta diferente de la del epistemólogo. El científico parte de un mundo material incuestionado y de objetos también incucstionados que aparecen con el problema del que se ocupa su investigación; partiendo de él, pro­ cede a formular, por inferencia, su hipótesis y las consecuencias que ésta implique, y seguidamente pasa a la observación y al experimento con los que comprueba la hipótesis. Aunque critica sus experiencias perceptivas y exhibe los errores e ilusiones de la percepción, esa crítica se fundamen­ ta siempre en objetos que están ahí, y sus críticas no los invalidan, puesto que a ellos ha de apelar a la hora de probar los errores que descubre. En el proceso de pensamiento que arranca de su hipótesis sus ideas simboli­ zan relaciones que se dan en un mundo que está ahí, y el trata tentativa­ mente de encontrar interrelaciones entre ellos que vengan a superar los conflictos que se dan entre los objetos y sus significados o entre diferen­ tes significados de las cosas. Finalmente, deduce los resultados que deri­ van de su reconstrucción hipotética, y mediante la observación y el expe­ rimento en un mundo no cuestionado encuentra la confirmación de lo que estaba buscando. Su proceder cognitivo parte de un mundo percep­ tivo aceptado y, a través de casos excepcionales y significados en conflic­ to, vuelve a ese mismo mundo después de que sus significados se hayan reconstruido. 319 Copyrighted mate CUwgc Htrhen .S(e*«i Por su lado, el epistemólogo procede a partir del hecho de que todas las experiencias perceptivas dependen de la relación del mundo con el orga­ nismo, y echa mano de experiencias como las ilusiones y los errores per­ ceptivos para localizar objetos perceptivos en una conciencia completa­ mente separada del mundo de objetos al que esos pcrceptos se refieren. (14 0-141) Esta posición la había fortificado poderosamente la doctrina científica del Renacimiento, según la cual las cualidades secundarias no podían pertenecer al mundo físico del que la ciencia física se ocupa. Tal y como lo concibe el epistemólogo, el conocimiento trata de proceder a partir de eses estados de conciencia, incluyendo toda la experiencia per­ ceptiva, hasta un mundo oncológicamente separado al que esos estados de conciencia parecen referirse. De este modo se ve arrastrado a concluir que toda experiencia perceptiva va ligada a una referencia cognitiva. La cues­ tión de la propia existencia del mundo al que se refieren tales estados de conciencia se convierte así en el problema epistemológico. Es importante colocar al objeto científico en relación con el mundo per­ ceptivo, que, como hemos visto, se presupone tanto en el problema que el científico se plantea como en sus datos experimentales. Dicho objeto es una abstracción del que sometemos a una medición exacta en la experien­ cia. Es además, una cosa física; es decir: ocupa una extensión de volumen que podemes concebir como si lo pusiéramos a nuestro alcance en el área de manipulación. Incluso cuando seguimos la idea de De Broglie y enun­ ciamos la materia en términos de movimiento ondular, tenemos que vol­ vernos hacia una porción definible del espacio que se encuentre dentro de lo que podemos concebir como nuestra área de manipulación hasta el punto de que nos sea posible medir las ondas. El éter, en la medida en que la ciencia continúe manteniendo que existe, puede concebirse como la sustancia que ocupa ese espacio; podrían serle adscritas, pues, la elastici­ dad y la rigidez. Si volvemos sobre los hallazgos experimentales a los que incluso las hipó­ tesis más abstrusas pueden apelar, y eso en el caso de que tal recurso sea de algún modo posible, nos encontramos con que la prueba tiene lugar den­ tro de lo que he llamado el área manipulativa. Tratamos lecturas de medi­ dores que reflejan cambios que se dan a distancia de los cambios registra­ dos por el aparato. (1 4 1 -1 4 2 ) D entro de esa área manipulativa las 320 Copyrighted material La ftletofia d tl p m tn u perspectivas visuales desaparecen, y podemos alcanzar un alto grado de exactitud en las mediciones. Como hemos visto, su estructura espacial es la del cuerpo rígido y, hasta donde las pruebas físicas puedan llegar, es la de la geometría cudídea. Particular importancia tiene el hecho de que sea en este campo donde encontramos nuestros objetos comunes, ya sea directa o indirectamente. Por ejemplo, el penique del que tanto se han ocupado los episremólogos es el mismo para los diferentes observadores, sólo que tomado desde distintos ángulos y distancias, en tanto en cuanto esos peniques visualmente diferentes se reconocen como maneras de apa­ recer de un mismo penique que todos los observadores pueden tocar y manejar bajo el control de su experiencia visual. Como resultado de un método común de manipulación, medición y localización, las áreas de manipulación de los diferentes observadores se vuelven idénticas. Es impártante reconocer que aunque cada individuo recibirá del penique una experiencia de presión que en cierto sentido será peculiar a él, el método de identificación del penique que todos reconocerán no es, en cambio, peculiar a cada uno. Tal método es un procedimiento lógico cuyas entidades y relaciones sólo existen en tanto en cuanto constituyen en la experiencia del individuo un factor universal. Es decir, que a la hora de alcanzar un objeto común el individuo no hace primero sus propias mediciones para conseguir sus propias identificaciones y compararlas des­ pués con las de otros; sino que obtiene su método de identificación de un lenguaje que sólo llega a existir, con sus diversos símbolos, por el hecho de­ que el individuo adopta la actitud común a todos los que están implica­ dos en el empeño común. Sin embargo, ese penique común sólo alcanza la realidad propia de los hallazgos experimentales en la medida en que, directa o indirectamente, regresa hasta algo que se puede medir en el área manipulativa. En la base del proceso de medición está el mecanismo fun­ damental de la percepción, donde las experiencias de distancia conducen a las de contacto, que a su vez controlan el entorno conforme al interés del organismo. (142-143) La realidad de las experiencias a distancia son las experiencias de contacto. Sin embargo, el objeto físico constituye una ruptura del proceso biológico primitivo, que encuentra su cumplimiento en la consumación que reclaman las necesidades biológicas del organis­ mo. La responsable del área manipulativa es la mano puesta bajo el con­ trol ocular. El objeto manipulado aparece en la zona intermedia entre el 321 Copyrighted material Gcoigc H crbm Mead alimento y su ingestión. Si el proceso biológico llega a consumarse sin interrupción mediante la estimulación a distancia, en la experiencia no surge objeto físico alguno. Desde el punto de vista de la biología el objeto manipulado o físico es una realidad mediata. Abstraído de la consuma­ ción es, ante todo, una herramienta (im pU m ent) y, por consiguiente, la cosa física de una ciencia ulterior. Cuando el experimento Michelson-Morley y las dificultades que la falta de invarianza de las ecuaciones del electromagnetismo de Maxwell trajeron a la luz del día expulsaron al éter del reino de las cosas físicas, el éter de la «materia prima» fue sustituido por esta última, o usando el término de Whitehead, por el «acontecimiento»; y el tiempo se incorporó como una dimensión de la cosa física. Ya hemos visto que en el mundo perceptivo el espacio y el tiempo están inevitablemente separados. El movimiento impli­ ca algo que se mueve y para lo que el proceso temporal resulta irrelevante. Un acontecimiento siempre le ocurre a algo. Un sorprendente resultado dé­ los cambios recientes en la ciencia física y de las nuevas teorías que esos cambios han originado es que el acontecimiento ha ocupado el sitio de la cosa física. En el mundo perceptivo y en el mundo de las masas en movi­ miento los acontecimientos les ocurren a las cosas. Frente al cambio hay cosas que no cambian y que son las condiciones del cambio. Es decir, que en el mundo perceptivo el espacio y el tiempo están necesariamente sepa­ rados. El espacio-tiempo no puede ser la forma de la experiencia percepti­ va. Podemos cambiar de una perspectiva a otra, y darnos cuenta de que lo que desde un punto de vista es movimiento es reposo desde otro; pero en cada perspectiva hay cosas permanentes para las que el tiempo es irrclcvantc y que dan sentido a los cambios que ocurren en el tiempo. Si las perspec­ tivas pueden reducirse a diversas formas de aparecer de unas cosas que han permanecido iguales durante todos los cambios, la relatividad no atacará la naturaleza de las cosas; pero si encontramos la naturaleza de las cosas en proceso, en un sistema de cambios, los diferentes valores que ese proceso adopta desde los punto de vista de los diferentes observadores relacionados entre sí deben afectar a la propia naturaleza de las cosas. Sin embargo, real­ mente no podemos reducir las cosas a procesos, pues no es posible que los procesos puedan ocurrir si no son procesos de cosas, y tampoco caben mediciones salvo en una situación donde se dan cosas que están al abrigo del tiempo. 322 Copyrighted material L t fiLnufiít del prexnte Mientras el acontecimiento está ocurriendo, lo miramos, lo escuchamos o lo palpamos; pero si podemos completar la conducta que éste inicia, aisla­ mos la cosa a la que le está ocurriendo dicho acontecimiento. Sin embar­ go, desde el punto de vista de la relatividad ningún objeto físico puede aislarse de lo que le está ocurriendo. Si está en reposo en un «conjunto congruente»41 según la medición de un científico, se está moviendo en otro; y no sólo cambian sus medidas espaciales y temporales con las velo­ cidades relativas de esos contextos de referencia, sino que cambia también su interno contenido de masa. No hay nada que pueda aprehenderse salvo las transformaciones de esas mediciones de un sistema a otro y las coinci­ dencias de los acontecimientos en un espacio absoluto. Pues bien, lo que eso significa es que tan pronto como hayamos aprehendido la cosa en un espacio permanente donde podemos medirla y determinar su contenido masivo interior tenemos que ponernos a distancia de ella en otro espacio, y determinar los cambios que se producen en ella debido a las velocidades relativas entre ambos espacios y entre ambos conjuntos congruentes. De esa manera hemos invertido el orden básico de nuestra conducta y hemos hecho que «lo que una cosa es» sea una experiencia a distancia en lugar de una experiencia de contacto. (144-145) El objeto situado en el área manipulativa pertenece a la experiencia del individuo, y, en la medi­ da en que esa área de manipulación puede determinarse con mediciones comunes a todos los miembros de la comunidad a la que pertenece aquel, pertenece al «conjunto congruente» del que es miembro su organismo tomado como cosa física. Sólo al ponernos nosotros mismos en el «con­ junto congruente» distante podemos hacernos cargo de que las distorsio­ nes que los objetos de esc conjunto sutren son las mismas que padecen los del nuestro cuando se los ve desde el punto de vista de aquel. Puesto que no hay un espacio absoluto al que puedan referirse esos puntos de vista, como las perspectivas de la visión pueden referirse a un área común de manipulación, no puede haber un área manipulativa a la que referir " I j s comillas, que se emplean para destacar esa expresión tomada de Whitchcad. son del traductor español. Recordemos que mas arriba (4 1 -4 2 , en la nota) aclaramos nuestra opción por la expresión ♦conjuntos congruentes», incidiendo en que se está hablando de dos series de elementos, cada una de las cuales formaría un conjunto, precisamente por el liecho de que sus elementos mantendrían valores comunes de velocidad y sentido de desplazamiento simultáneo. D e esa fotma nuestro uvo de •conjun­ to congruente» se basaría en una sinécdoque de este conjunto compuesto por elementos congruentes en su momento y sencido de desplazamiento simultáneo. Nora de ISY a la edición española. 323 Copyrighted mater Cicotpc I Icibcn Mead esas perspectivas o estructuras de referencia La unidad de medida y el reloj que nos dan el tiempo local pertenecen al área manipulativa, y las cantidades que miden cambiarán de un conjunto congruente a otro. No hay metro ni reloj comunes que todos acepten. Los diferentes observado­ res sólo pueden hacer uso de fórmulas de transformación mediante las cuales las mediciones que se hacen en un contexto puedan leerse con arreglo a las de otro. Nos hemos quedado, por tanto, con un lenguaje de señales a distancia que no pueden referirse a un objeto que sea común a la experiencia de todos. Es verdad que, aplicando fórmulas de transfor­ mación, podemos aislar un valor constante para el intervalo que se pro­ duce entre las coincidencias de los acontecimientos en un mundo de Minkowski, y que este valor constante puede considerarse como la reali­ dad común a la que se refieren en última instancia todas las diferentes mediciones, que se hicieron desde los puntos de vista de perspectivas variadas. Este espacio-tiempo abstrae, sin embargo, todo carácter de la experiencia a distancia cuyo significado se base en la referencia a un obje­ to común. Sólo quedan aquellos caracteres de la experiencia a distancia que se refieren a una singular forma de cálculo común a todas la perspec­ tivas diferentes. (145-146) Es precisamente esta abstracción la que posi­ bilita la asimilación del tiempo al espacio como cuarta dimensión. Según este cálculo, lo que en una perspectiva es intervalo de tiempo aparece en otra como intervalo espacial. Sería erróneo suponer que de ese modo hemos pasado a un campo com unicativo donde nuestros sím bolos habrían perdido toda significación aparte de la referencia a un referente común. De hecho todavía estamos en un mundo visual con un valor finito de velocidad de la luz; sólo la cosa física a la que esta experiencia visual se refiere se enuncia en términos de un valor de cálculo común para un número indefinido de experiencias visuales diversas. Cabe hacer una crítica similar a la visión qac considera que la energía constituye la naturaleza de la cosa física. Según el mundo perceptivo tiene que haber un sistema de cosas, y la energía es la medida de los cambios que se producen en el sistema cuando desde fuera se aporta una fuerza que interviene sobre él. Los experimentos y la formulación matemática con la que la termodinámica ha revestido los resultados de esos experi­ mentos han justificado, no obstante, la conclusión de que tal medición únicamente revela la energía potencial que hay dentro del sistema. El 324 Copyrighted material ¡.a fih to fis d e!fráem e ob eto de la disputa ha sido el de hasta qué punto está justificado que generalicemos extensamente la conservación de la energía, aunque, como Poincaré ha apuntado, siempre cabe asumir la energía potencial para que la doctrina se mantenga inracta. Pero cuando hacemos de la energía la naturaleza de la cosa estamos, sin embargo, saliéndonos fuera del mundo perceptivo en la misma medida en que lo hacemos cuando sustituimos el espacio y el tiempo por el espacio-tiempo. La energía es un valor de transformación, como lo es el espacio-tiempo. Como medida de la energía en el campo de la manipulación seleccionamos un proceso: el valor de la cantidad de trabajo efectuado; pero lo que se mide no se enuncia en función de la masa corpórea, sino que, por el con­ trario, la masa se enuncia desde el punto de vista de la energía. (146-147) De este modo, cuando reducimos las cosas físicas a espacio-tiempo o ener­ gía, en ambos casos estamos empleando un proceso de medición de un área perceptiva y manipulativa para obtener la naturaleza de la cosa física, aun cuando la naturaleza que se adscribe a dicha forma no pertenece a ese campo de medición. En un caso, lo que establecemos es un acontecimien­ to ocalizado en un espacio-tiempo que está fuera de la experiencia; en el otro, apelamos, como en la visión de Ostwald, a un campo metafísico igual de remoto en relación con la experiencia. La reducción de la masa a electromagnetismo nos proporcionaría una ilustración ulterior, pues el electromagnetismo y la luz han sido devueltos al mismo proceso, v.g.: el que relaciona al organismo con los objetos dis­ tantes. Si la masa puede enunciarse en términos de electromagnetismo deberíamos haber sustituido el valor manipulativo del objeto por su valor a distancia. El hecho de que tenga que enunciarse de esc modo presupo­ ne, sin embargo, que estamos empleando la formulación ondulatoria del electromagnetismo y no así la formulación corpuscular, y que no nos vemos impelidos a inrroducir el concepto corpuscular - e l fo tó n - en la teoría de la luz. Esto nos conduce al programa de Bridgman de reducir con rigidez todos los conceptos físicos a operaciones de las que hacemos uso al m edir’12. Parece ser que su propósito consiste es el empeñe) de devolver el objeto al BRIDGMAN. The Logic o f M odera l ’h itia, opecully cliaprer I . Nota de Arclnir E. Murphy. 325 Copyrighted material Gcorge Hcffacct Mead área de manipulación, pero sin interpretar la cosa física como un volumen de masa y movimiento, sino redefiniendo la cosa física del área de mani­ pulación desde la perspectiva de su empleo en la medición científica. La doctrina newtoniana simple interpretaba la luz y el calor del Sol como una prueba que ponía de manifiesto, con evidencia, las moléculas de los elementos masivos sometidas a movimientos violentos; pero dichos ele­ mentos se han convertido ahora en partículas eléctricas que cabe concebir completamente desde la perspectiva del electromagnetismo, y esto quiere decir que sólo los podemos definir con formulaciones matemáticas cuyas constantes son ciertas lecturas de medidores. (147-148) Las formulacio­ nes matemáticas fijan con toda la exactitud posible las condiciones en las que podemos obtener esas lecturas de medidores. Estamos obteniendo así, no ya un retrato de los movimientos de las cosas del área de manipu­ lación que establecen las condiciones de nuestras experiencias a distancia en el reino de nuestras observaciones, sino las condiciones ideales de con­ trol de las situaciones manipulativas donde esas experiencias a distancia podrían reproducirse. Si concebimos que el Sol lo configuran electrones y protones, podemos representar los movimientos de dichas partículas, con sus mutuas distancias y sus velocidades, en un área de manipulación ima­ ginada. Podemos presentar al electrón y al protón presionándose y mante­ niéndose separados entre sí en términos de la velocidad increíble con la que el electrón gravita en torno al protón. Pero si acudimos al retrato del electrón y el protón aplastándose en el centro del Sol, y emitiendo así, en forma de radiación, la energía electromagnética, incluida la correspon­ diente a la masa, que es el «lo que es» de esas partículas eléctricas, hemos transformado en experiencia a distancia el material o el contenido manipulativo de la cosa. La indestructibilidad de la mas?, newtoniana reflejaba nuestra actitud básica de tomar la realidad que asimos como la realidad permanente de lo que vemos, oímos o que de cualcuicr otra manera sen­ timos a distancia. Si esta realidad permanente desaparece en la radiación, y nos llega, digamos, en forma de calor y luz, o en forma de rayos cósmi­ cos, ya no sigue siendo experiencia a distancia d e cota alguna. Esto mismo vale para los campos de fuerza. Podemos decir que son acontecimientos, pero en las ubicaciones donde están no hay cosas a las que les ocurran esos acontecimientos. 326 Copyrighted material Lt/Uote/ut del presente No esroy proclamando la añoranza de toda aquella crápula de materialis­ mo del período newtoniano de la que habla Whítehead. Esa visión estaba infectada por una bifurcación, que Whítehead deploraba, y se anclaba en toda la ristra de problemas epistemológicos que Lovejoy ha puesto amplia­ mente ante nuestros ojos (1 4 8 -1 4 9 )43. Sólo trato de insistir en que, cual­ quiera que sea la visión científica que podamos adoptar hacia los extraor­ dinarios cambios que se han ido incorporando en la estela de la ciencia desde que el electromagnetismo empezara a dominar tanto la investiga­ ción como la teoría científica, no podemos despegarnos de esos hallazgos perceptivos que toda la ciencia acepta como criterio más fundamental de realidad. La apelación que la ciencia hace a sus hallazgos perceptivos como criterio de realidad implica evidentemente algo más que una mera confir­ mación de la experiencia a distancia en la experiencia de contacto; apela más bien al hecho cíe que se den en el campo de la percepción aconteci­ mientos predichos a partir de una hipótesis en orden a confirmar la hipó­ tesis. La importancia de la realidad perceptiva del área manipulativa apa­ rece cuando, ante un caso excepcional, un objeto de esa clase puede identificarse por observación y experimento; considérese, por ejemplo, la radiación de los cuerpos negros, donde la realidad del objeto como cosa perceptiva tiene que ser aceptada con plena anticipación a cualquier inter­ pretación ulterior que pueda proporcionar una hipótesis para explicarla. Alcanzamos aquí algo que permanece como un objeto que puede ser toca­ do y visto. Más aun, es evidente que la fiabilidad de las mediciones -d e las lecturas de medidores- debe asegurarse en ese mismo campo perceptivo. Incluso cuando no podemos representar el espacio y el tiempo de esa área en el espacio euclídeo de la doctrina newtoniana ni subdividir sus cosas perceptivas en partículas de masa, relacionamos, no obstante, de alguna manera la realidad de ese universo que suponemos que se escapa fuera de los límites de nuestra experiencia perceptiva con la realidad decisiva de los hallazgos del científico. Incluso cuando reducimos nuestros conceptos físicos a procesos operati­ vos tenemos que confesar que nuestras cosas físicas pertenecen al campo de nuestro control; es el campo de la medición de los cambios que se pro­ ducen en nuestra experiencia. (1 49-150) Los antecedentes causales de A. O. LOVEJOY. r/v Rnviragaimr Duahmi. Passim. Nota de Arthur E. Murphy. 327 Copyrighted m al tieorge Herhen Mcul esos cambios no pueden enunciarse ya en términos de cosas físicas en el sentido de que se puedan concebir experiencias de contacto permanentes a las que las experiencias a distancia se refieran: y, no obstante, nuestras mediciones relevantes aún deben hacerse mediante cosas físicas. El ante­ cedente causal puede, por ejemplo, ser tanto físico como mental. Puede ser un acontecim iento con atributos proporcionado al incorporarse viniendo de un mundo de objetos eternos o universales. O su expresión puede ser un elaborado aparato matemático apto para llevar a cabo medi­ ciones exactas en el campo del experimento y de la observación, como en la Logic o f the Physical Sciences de Brighman. O , puede aun ser un modelo lógico correspondiente a alguna estructura dentro de un mundo metafísico de allende la experiencia -u n mundo absoluto de espacio-tiempo cuyas coincidencias de acontecimientos e intervalos entre ellos no pueden apa­ recer en nuestros espacios y tiempos relativos. Pero en ningún caso las naturalezas de esos elementos del mundo subatómico, electromagnético pueden ocupar el lugar de las partículas físicas de masa de la doctrina newtoniana, que podían tomarse como subdivisiones de los objetos masi­ vos que vienen a nuestras manos. El derrumbe del sistema mecánico newtoniano llegó cuando, con el desa­ rrollo de las leyes de la termodinámica y la teoría del electromagnetismo, el significado de las cosas físicas que se adecúa a nuestra experiencia per­ ceptiva no pudo seguir aplicándose al llamado universo material. Encon­ tramos ahora que ocurren experiencias a distancia, determinadas con exactitud, que responden a algo que está sucediendo, pero a algo que no puede enunciarse en términos de los cambios que se dan entre las cosas del ámbito de la manipulación. De hecho, ahora, en nuestras hipótesis físicas postulamos otras experiencias a distancia, como las energías o las radiaciones, como naturaleza interior de las cosas a las que se referían antes sus experiencias a distancia. Por otra parte, en la explicación que se da de la presión de los gases, nos presentamos un retrato de partículas de masas que se bombardean recíprocamente y bombardean las paredes de su contenedor (1 5 0 -1 5 1 ). Aquí los elementos últimos son las cosas físicas concebidas desde el punto de vista perceptivo. Pero cuando hablamos del contenido de los electrones y protones como una energía que puede adop­ tar forma de radiación, los describimos en función de otra experiencia a distancia; pero de una experiencia que, además, no puede referirse a nin­ 328 Copyrighted mate'ial I m fib ru rjtii M p r e v m t guna experiencia de contacto concebible. No obstante, no podemos sim­ plemente barrer a un lado toda la experiencia perceptiva, proclamando que propiamente tratamos con objetos conceptuales propios de la ciencia, pues tanto nuestros problemas como nuestras observaciones y experimen­ tos se enuncian en la experiencia perceptiva. La cuestión tiene dos caras. Pienso que debemos admitir que la experiencia a distancia implica y debe implicar que lo que sucede a llí sería responsable de experiencias de contacto si el organismo pudiera estar en el lugar donde está sucediendo el proceso responsable de la experiencia a distancia, y si estuviese provisto de la sensibilidad apropiada. La otra cara de la cuestión es: ¿por qué no enunciamos la naturaleza del objeto desde ese punto de vista, en lugar de hacerlo en términos de la experiencia a distancia? Supon­ go que la razón es que lo que el científico busca es lo permanente; lo encuentra en la.' uniformidades de los procesos; que define sus objetos en función de esas uniformidades que encuentra; y, por ende, que es precisa­ mente eso lo que quiere decir cuando habla de objetos conceptuales. Pare­ ce así que el científico ha trascendido el campo perceptivo. Parece que ya no trata más con la experiencia a distancia o con la de contacto, sino con un sistema organizado de cambios que pueden verse reflejados en una de esas categorías en la experiencia perceptiva, pero que, en realidad, es plena­ mente independiente de tal experiencia. Se abre así de par en par la puerta a la teoría represenrativista de la percepción. (151-152) El contenido per­ ceptivo del objeto pasa a ser definido en términos de datos sensoriales que se correlacionan con los objetos científicos, pero que tienen su lugar más propio en la conciencia, o dicho de otro modo en algún lugar entre la mente y la naturaleza. Hay dos razones para que el científico no eche mano de ese reino de la conciencia, ni desde el punto de vista de la conciencia ni del de los datos sensoriales. La primera es que el mundo que está ahí fuera en sus observa­ ciones y experimentos es el mundo de la realidad. No puede trazarse nin­ guna línea que separe por una parte lo que es real para él y por otra los datos sensoriales. Este hecho se vuelve particularmente evidente cuando consideramos lo que llamamos los significados de las cosas. Están éstos inextricablemente entretejidos con lo que debe designarse con el termino conciencia; y sin embargo esos significados son la verdadera naturaleza de 329 Copyrighted material (>corge Hcrfwrt Mcjd los objetos científicos. La otra razón es que eso que llamamos conciencia está siendo incorporado en la esfera de la ciencia biológica. Ya no cabe seguir dejando la mente fuera de la naturale7a. En la medida en que el científico podía sentirse como en su casa en el mundo de la mecánica newtoniana y hasta que el átomo se desintegró en partículas eléctricas, podía mirar, con el ojo telescópico de Du Bois-Rey­ nolds, a rravés de las masas de las cosas y descender hasta las últimas par­ tículas cuyos movimientos obedecían leyes relativamente simples. La conexión de los objetos científicos y los perceptivos era lo bastante estre­ cha como para hacerle sentir que sus observaciones y experimentos se daban en el mismo mundo que los objetos de su ciencia. Es verdad que las llamadas cualidades sensoriales, ya fueran primarias o secundarias, no podían ser los caracteres reales del objeto; pero la concordancia entre el espacio euclídco de la ciencia y el de la percepción era adecuada, y la correlación del peso con la masa era hasta tal punto completa, que la ima­ ginaria subdivisión de la materia de la percepción sensorial todavía iba en paralelo son los análisis de la física. En tanto en cuanto trataba con la materia, el científico se veía compelido, por supuesto, a localizar en la conciencia las cualidades secundarias, dado que se entendía que el univer­ so mecánico simplemente consistía en partículas en movimiento y en ondas de éter (152-153). Lo que se daba en el mundo físico eran tipos de movimiento correspondientes al color, al sonido, al sabor, al olor, a la temperatura. Si hubiera sido consistente, el científico tendría que haber relegado también a la conciencia las resistencias de las cosas; pero, de facto, el empeño de su imaginación perceptiva por construir modelos mecánicos de las partículas de masa de lo que ocurría en la naturaleza, no encontró obstáculo alguno. Lord Kelvin es un excelente ejemplo de cien­ tífico de esa época que supo ponerse en congruencia con la termodinámi­ ca y el electromagnetismo, y que, sin embargo, trató de guardar en los vórtices y tensiones del éter un retrato mecánico de la anatomía del uni­ verso donde la imaginación perceptiva pudiera sentirse como en casa. Los goteos en aceite de Millikan, las fotograbas del bombardeo de los átomos con partículas alfa de Ruthcrford y los modelos de los átomos de Bohr, parecieron conectar las galaxias del mundo submicroscópico con las del espacio estelar. En la medida en que pudieron situarse en el espacio cosas 330 Copyrighted material La filmofia dtl prnentt presionantes y resistentes con velocidades calculables, la imaginación científica no abandonó el mundo de la percepción. Lo que ha cambiado todo esto ha sido la relatividad. En la geometría de espacio-tiempo de Minkowski desaparece el movimiento perceptivo. El éter se ha desvanecido y los acontecimientos ocupan el sitio de las cosas físicas. El tiempo se asimila al espacio, y la mente se aventura, con su pro­ pia estructura espacial de referencia, en ese espacio-tiempo cuya curvatura se corresponde con la constante gravitatoria. El resultado es que todo el universo de la percepción y la imaginación perceptiva resulta incorporado en perspectivas que sólo muestran una correlación lógica entre modelos sometidos a fórmulas de transformación, acontecimientos en un espaciotiempo tetradimensional c intervalos entre dichos acontecimientos. Tanto los acontecimientos como los intervalos están en este caso, y por defini­ ción, fuera de nuestra experiencia. Los alcanzamos en el proceso de cono­ cimiento por la vía de referirlos a algo que los trasciende, y mediante una teoría de la probabilidad. (153-154) En nuestras formulaciones matemá­ ticas de la experiencia científica hemos llegado a una cifra que parece refe­ rirse a entidades no experimentabas y a sus relaciones mutuas; y esta estructura hipostática de entidades lógicas satisface nuestro deseo de una realidad absoluta a la que nuestra experiencia confiesamente relativa se referirá. Sin embargo, por muy lejos que pueda llegar el procedimiento científico, nunca alcanzará una situación que no sea aquella donde tiene lugar la transiormación o una posible transformación. Si preguntamos por lo que hay detrás de tedas las transformaciones estamos preguntando por algo que está fuera de cualquier experiencia, tanto efectiva o imaginaria. Postu­ lamos, por ejemplo, etapas de desarrollo del universo anteriores a toda experiencia humana, pero cuando las imaginamos se despliegan ante un ojo interior, o al menos ante la mente. Si excluimos la imaginación, tene­ mos las abstracciones del análisis simbólico que son del mismo carácter lógico que las fórmulas de transformación a las que me refiero. Si digo que «esto es un color», y retengo ante la mente ese color en su universali­ dad, estoy aislando lo que me capacita para reducir toda otra experiencia visual a la experiencia presente, en tanto en cuanto ésta se ocupa de las cualidades visuales de las cosas como distintas de las auditivas o táctiles. 331 Copyrighted mate Gcorgc Hcrfxr» Mead Hay un modo común de actuación hacia todas las cualidades que existen para el ojo, del mismo modo que hay otro para actuar hacia las que exis­ ten para el oído; y el aislamiento de esta reacción típica me capacita para «transformar» mi conducta hacia el rojo en la correspondiente reacción mía hacia el azul, y todo ello en la medida en que soy capaz de reaccionar hacia el color con una respuesta y al sonido con otra. Lo que designamos como mental es esa actitud de aislar los rasgos comu­ nes que provocan respuestas idénticas, siempre que tengamos símbolos con los que referirnos a ellos. El establecimiento de un mundo de esencias o universales u objetos eternos donde dichas entidades subsisten o existen va en paralelo con el procedimiento para establecer un espacio-tiempo de Minkowski o un agregado terradimensional de acontecimientos. Presu­ miblemente, los objetos que están en movimiento con respecto a nosotros tienen, desde el punto de vista espacial, temporal o de la masa valores distintos a los de aquellos que están en reposo; y si los tenemos que medir como medimos los objetos que están a nuestro alrededor en reposo, tene­ mos que aislar el rasgo común -v. g., el carácter relacional del espacio y el tiempo que es común a esas dos situaciones de reposo y movimiento. La expresión de ese rasgo común que elaboraban las fórmulas de transforma­ ción que Larmor y Lorentz para mantener las equivalencias de las ecua­ ciones de Maxwell aportan implicaciones que son de máximo interés, especialmenre en lo referente a la velocidad constante de la luz; pero eso no cambia el hecho de que lo que está sucediendo es la medición en una situación dada de algo cuyos caracteres mensurables son parcialmente dependientes del hecho de que ese algo está también en otra situación. Esto no lleva consigo la necesidad de establecer un reino de espacio-tiem­ po. La postulación de ese reino se basa en el supuesto de que, debido a que el mismo objeto puede considerarse en reposo o en movimiento, este debería, por ello, estar afectado por la coordenada tiempo de la misma manera en ambas situaciones. Tal suposición suprime el movimiento y lo sustituye por las determinaciones en términos geométricos dentro de un reino tetradimcnsional externo a toda experiencia posible. Todo esto vuelve sobre lo siguiente: que la separación del espacio y el tiempo es esencial para la percepción del movimiento. Tiene que haber un espacio atemporal en el que tiene lugar el movimiento. Pero los espacios 332 Copyrighted material L i film fia tU lf>m rnif atcmporalcs difieren en función de si el individuo o el acontecimiento que percibe (percipient evetit) está en movimiento o en reposo. Si, como en el ejemplo del tren, nos transferimos del espacio de nuestro compartimento del tren al del paisaje, tenemos entonces que el espacio de nuestro com­ partimento del tren está en movimiento, y si este espacio se mide, se medi­ rá con unidades que difieren de las del espacio del paisaje. (155-156) Lo mismo vale para los tiempos. Dado el carácter relacional del espacio-tiem­ po, sus caracteres estructurales difieren con arreglo a lo podemos llamar la perspectiva temporal del individuo. Y, de acuerdo con la insistencia de Whitehead, esas diferencias pertenecen a la naturaleza. No son subjetivas. Pero el científico está satisfecho con la transformación desde una situación a otra. Acepte o no una geometría cspaciotcmporal, su operación está ocu­ pada únicamente en la transformación y no requiere que se asuma un espacio-tiempo trascendente. La meta del científico es un conjunto de ecuaciones invariantes que formularán las condiciones con las que poda­ mos controlar nuestra conducta física. Con vistas a lograr ¡nvarianza para las ecuaciones de Maxwell, e interpretar el experimento Michelson-Morley, se hizo necesario elaborar transformaciones entre una y otra perspecti­ va temporal. Estas pueden expresarse desde la perspectiva de las intersec­ ciones de acontecimientos e intervalos entre ellos en un espacio-tiempo absoluto; pero en sus transformaciones los físicos no hicieron uso de esa fórmula. En todos los casos el físico está en un mundo perceptivo, y trans­ forma, en la medida en que se hace necesario, una perspectiva perceptiva en otra. La situación no cambia cuando pasamos del principio especial al general de la relatividad. Al aplicar la teoría especial de la relatividad, las coordenadas tienen significado físico inmediato, y denotan medidas que se expresan en términos de unidades de medida normalizadas y de relojes, mientras que en la teoría general los números se refieren a un continuo que, como hemos visto, está fuera de toda experiencia posible. Por eso mismo, las constantes se conservan como meros números en función de los cuales las leyes naturales pueden expresarse de manera que se manten­ gan en cualquier marco de referencia, que una transformación de los ejes de los sistemas de coordenadas pueda ser sustituida por un campo de fuer­ za gravitatorio, y, en general, que las propiedades métricas del espacio estén completamente determinadas por las masas de los cuerpos. (156-157) Sobre la base de esos principios el genio de Einstein ha elaborado una 333 Copyrighted mate Gcorgc Hcrbcn Mead teoría física que no sólo lleva la relatividad del espacio y del tiempo hasta su plena lógica, sino que proporciona una formulación más perfecta y afinada de los procesos físicos: una formulación que, además, soportó las pruebas de la observación y del experimento en los puntos en las que se le sometió a tales pruebas. En la teoría especial formulamos valores medibles -en términos de diferentes sistemas de coordenadas- para una perspectiva perceptiva en función de otra perspectiva perceptiva, i. e., tratamos con tiempos y unidades de medida locales. Los números tienen significación física. En la teoría general obtenemos ecuaciones que son covariantes, es decir, no hacemos transformaciones entre sistemas de coordenadas, sino que conseguimos expresiones que se mantienen para todos los sistemas de coordenadas posibles. Es evidente que los números no pueden expresar diferenciadamente las medidas de tiempo y espacio de cada sistema de coordenadas. Surgen de la propia posibilidad de transformación entre posibles sistemas de coordenadas. Se logran empleando una geometría de Ricmann, con unas matemáticas de tensores múltiples y tetradimensionales. Proporcionaron éstas el aparataje matemático necesario para medir intervalos en un continuo, por muy deformado que pueda éste estar -u n continuo que, en este caso lo es de espacio-tiempo- y determinan la forma que deben tener las ecuaciones que expresan las leyes naturales para servir en cualquier sistema de coordenadas. Es como si tuviéramos que formular la transformación que experimenta el valor del dólar entre 1913 y 1930, pero también en cualquier otra posi­ ble fecha de la historia humana, y tuviésemos que trascender, entonces, las magnitudes constantes relativas al alimento, el vestido y otras análogas y sus correspondientes intercambios para llegar a un campo económico generalizado donde pudieran expresarse las distancias que se dan entre los bienes comerciales que tenemos y los que deseamos según una posible fórmula que serviría para cualquier situación. (157'138) Si estableciése­ mos un mundo así, de intervalos determinados entre valores abstractos, y si, en nuestro esfuerzo por dar a nuestras leyes económicas una formula­ ción que permitiera obtener los valores concretos al aplicarlas a cualquier situación, estableceríamos los valores en términos de su escasez, es decir, en términos de los intervalos; si lo hiciéramos con éxito, podríamos con­ cebir ese mundo económico abstracto como el mundo de la valoración real, y considerar todas las situaciones económicas que experimentamos 334 Copyrighted material La filam jia lie! f>raen te como reflejos subjetivos. La escuela ortodoxa de la economía ya lo hizo de alguna manera al reducir todos los valores al trabajo necesario para produ­ cirlos; esto es, al reducirlos al margen económico entre el material en bruto y el producto acabado, y buscó de esta forma la obtención de leyes de intercambio más exactas en el proceso económico, de manera que pudieran ser susceptibles de aplicación universal para todas las situaciones económicas. La Escuela Austríaca argumentó, en cambio, la unicidad del deseo que está detrás de la evaluación, el cual, por eso mismo, no podía ser disuelto en las abstractas fórmulas del intercambio. No quiero proseguir demasiado esa analogía, que tal vez ya hemos estira­ do demasiado, aunque puede servirnos para poner a la luz una falacia que es de común referencia en ambos casos. Las constantes que aparecen en las fórmulas de intercambio o de transformación no se refieren a entida­ des que puedan definirse en términos de intercambio o de transforma­ ción, sino que se refieren a uniformidades de esos procesos que les confie­ ren la más amplia generalización. Me permitiré decir que el exitoso desarrollo de la Teoría General de la Relatividad, con su aparente referen­ cia allende la experiencia, se ha debido en realidad a la potencia de su aparato matemático, que ha explotado el concepto de «campo», tomado del electromagnetismo e incorporado a la gravitación. La generalización que corresponde a la geometría riemanniana, a las coordenadas de Gauss y la Matemática de Tensores, al aplicarse al campo físico, sólo introduce una entidad nueva en la medida en que presupone un agregado tetradimensional múltiple donde el tiempo es una dimensión. (158-159) Como ya hemos visto, la asimilación del tiempo al espacio sustrae a la realidad el carácter novedoso que es inherente al cambio. Relega el cambio, incluido el movimiento, a la experiencia subjetiva, y lo sustituye por una geometría de espacio-tiempo donde iodo acontecimiento aparece inexorablemente marcado en el mapa. En la mecánica newconiana, atenida a uniformida­ des de la naturaleza como la ley de la gravedad, estaba implicada una determinación parecida de los acontecimientos físicos; pero la determina­ ción no procedía de caracteres formales, de modo que un lapso de tiempo pudiera hacerse equivalente a una extensión espacial, o que las dimensio­ nes espaciales o temporales se mezclaran entre sí en la determinación del intervalo romo números predeterminados. El espacio, ya fuera cuclídeo o no, era la estructura necesaria donde tenía lugar el cambio, y los cambios 335 Copyrighted material íi«0r$e Hctbcit Mead podían trazarse cspacialmentc y describirse geométricamente; pero tal necesidad no se extendía sobre las causas del movimiento. I.a mente puede estar completamente poseída por su fe en que las leyes del cambio son tan inexorables como los caracteres estructurales del espacio, pero siempre se trataría de una fe que, cuanto más, descansaría sobre una inducción que nunca puede superar el estatuto de lo presunto. Siempre puede concebirse un cambio distinto a esc. No puede concebirse que una estructura geomé­ trica y lo que se sigue de ella sea distinta a lo que es. En un espacio-tiempo cuya estructura está dada de una vez no puede concebirse nada que sea distinto de como es. En la medida en que la naturaleza aparece en la expe­ riencia con las constantes brutas (brute constants) que descubrimos, y que cambian con nuestra ulterior investigación, la referencia de fórmulas como las de la relatividad generalizada siempre será un referirse a una situación que cabe concebir distinta de como es. Según nuestra manera de pensar el mundo, no pueden desaparecer nunca en la geometría del espa­ cio-tiempo. Por ejemplo, siempre será concebible que llegue a probarse que la constante de la gravitación sea tal que no se pjeda disolver en las curvaturas del espacio-tiempo. (1 5 9 -1 6 0 ) Recurro a la afirmación que hice antes; que la referencia tanto de la relatividad general como de la especial es al campo de experiencia donde se dan los problemas científi­ cos, las observaciones y los experimentos. 336 Copyrighted material IV. LA REALIDAD OBJETIVA DE LAS PERSPECTIVAS44 A grandiosa empresa del Idealismo Absoluto de introducir en la L experiencia toda la realidad fracasó. Talló porque dejaba la expe­ riencia del ego finito desesperadamente infectada de subjetividad, y en consecuencia como algo irreal. Desde su punto de vista la vida teórica y práctica del individuo no formaba parte del avance creativo de la natu­ raleza. También fracasó porque en su dialéctica no encontraba un enun­ ciado adecuado el método científico con sus logros, los descubrimientos y la invención. Reconocía, eso sí, las dos fuerzas de la vida moderna -e l individuo creativo y la ciencia creativa-, pero sólo para abrogarlos como falsificaciones de la experiencia del ego absoluto. La tarea quedó incum­ plida: la tarca de devolver a la naturaleza los caractcies y las cualidades que una metafísica de la mente y una ciencia de la materia y del movimiento concurrieron en relegar a la conciencia; y la de encontrar un sitio para la mente en la naturaleza de modo que la naturaleza pudiera aparecer en la experiencia. Fue la psicología fisiológica y experimental la que presentó un constructivo replanteamiento del problema, pues dispuso la mente, y -T h e O bjcctivc Reality o f Perspectivcs», en Edp.ar S. B R IG H T M A N . l'roccedingt o f th e Sixth International Congreu o f IVnlotophy, l ‘>26, Nueva York 1927. pp. 75-85. (Reeditado en 1932 en The Phtloiopby o f the Pretettt). Reimpreso autorizado de lux l'roceedingi d el Sexto Congreso Internacional de Sociología. Breve apunte de Arthur E. Murphy completado pot 1SY para la edición española. M 337 Copyrighted material Gcoqge Herbcrt Mead de lina manera inextricable, en la naturaleza orgánica que reconocían tanto la ciencia como la filosofía. Al plantear razonadamente la pregunta Does Consciousness exist? [¿existe la conciencia?). William James indicó el dividendo que la filosofía reconocía obtener de ese replanteamiento. El asalto metafísico contra el dualismo entre mente y naturaleza que se había ido volviendo cada día más intolerable lo han llevado a cabo la filosofía evolucionista de Bergson, el neo-idealismo y el pragmatismo en forma­ ción de combate. (161-162) Y hasta ahora ninguno de ellos puede decla­ rar conquistada la posición. Deseo llamar la atención hacia dos movimientos ccsconcctados entre sí que me parece que están planteando una posición estratégica de gran importancia y que podemos llamar la objetividad de las perspectivas. Estos dos movimientos son, en primer lugar, la fa.se de la psicología conductista que implanta la comunicación, el pensamiento y los significados sustantivos en la naturaleza, y de una forma tan inextricable como la psi­ cología biológica lo hace con la inteligencia animal y la humana; el segun­ do movimiento, lo encontramos en un aspecto de la filosofía del relativis­ mo que ha presentado el profesor Whitehcad. El profesor Whitehead interpreta la relatividad en función de aconteci­ mientos que ocurren en un mundo tetradimensional minkowskiano. Pero el orden en que suceden dichos acontecimientos es relativo a un «conjunto congruente». Dicho «conjunto congruente» está determinado por su relación con un acontecimiento u organismo que percibe'*5. El acontecimiento que percibe establece un carácter permanente de aquí y allí, de ahora y después, y es él mismo un patrón duradero. Ese patrón se repite en el pasar de los acontecimientos. Tales patrones recurrentes pue­ den ser tomados en conjunto o aprehendidos en una unidad, y deben tener una extensión temporal como la que el organismo requiere para ser lo que es, ya sea el período requerido por el orbitar de los electrones en un átomo de hierro o el presente especioso de un ser humano. Ese acon­ tecimiento u organismo que percibe establece un «conjunto congruente» de patrones de acontecimientos que permanecen er. las relaciones de aquí y allí, de ahora y después durante ese referido tipo de períodos o épocas Vid. sup.. nota 24, p. 2 2 7 . Nota de ISY para la edición española. 333 Copyrighted material Im liltnoji.1 del [m ente esenciales, constituyendo de este modo fragmentos de la naturaleza y diferenciando el espacio del tiempo. Por lo tanto, esta perspectiva del organismo está en la naturaleza. Dentro de la perspectiva, lo que no pre­ serva el carácter duradero del aquí y el allí, está en movimiento. Desde el punto de vista de otro organismo esos objetos móviles podrían esrar en reposo, y lo que ahí está en reposo, estará en movimiento en el sistema temporal de la otra perspectiva. F.mplcando una frase de Whitchcad: en la medida en que la naturaleza es sujeto paciente de un organismo, está estratificada en perspectivas cuyas intersecciones constituyen el avance creativo de la naturaleza. (162-163) Whitehead ha enunciado con pleno éxi:o la teoría física de la relatividad desde el punto de vista de sistemas temporales en intersección. Lo que quiero seleccionar de la filosofía de la naturaleza de Whitehead es su concepción de la naturaleza como una organización de perspectivas que se dan en la naturaleza. La concepción de la perspectiva como algo presente en la naturaleza es un inesperado don de la física más abstrusa a la filosofía. No son perspectivas distorsionadas de modelos perfectos, ni yacen en la conciencia como selecciones de cosas cuya realidad debe encontrarse en un mundo noumcnico. Tomadas en su interrelación cons­ tituyen la propia naturaleza que la ciencia conoce. La biología ha tratado con ellas desde la perspectiva de las formas y los entornos, mientras que la ecología trata de la organización de los entornos; pero también se había concedido la existencia a un mundo de partículas físicas con independen­ cia de rodo enromo orgánico y de cualquier perspectiva. Whitehead gene­ raliza la concepción del organismo hasta incluir en ella toda estructura unitaria cuya naturaleza requiere cierto período de duración para poder llegar a ser ella misma, y que, por eso mismo, no sólo es una estructura espacial sino también temporal, o un proceso. Toda estructura de ese tipo estratifica la naturaleza con la intersección de su propia perspectiva, y diferencia su propio espacio y su tiempo permanentes del paso general de los acontecimientos. De esta manera, el mundo físico resulta absorbido en esc dominio de los ambientes orgánicos, y ya no habría un mundo de entidades físicas independientes del que las perspectivas serían meras selecciones. En lugar de ese mundo aparecen todas esas perspectivas en su rcc'proca interrelación. 339 Copyrighted material íicoi^c Hcibctt Mead (163-164) No deseo considerar la reedición bergsoniana de Espinosa que Whitehead propone, con su sustancia subyacente que se autoindividualiza en la estructura de los acontecimientos o con su cielo platónico de objetos eternos donde se encuentran las jerarquías de modelos, tratados como posibilidades y que experimentan el ingreso en forma de aconteci­ mientos; consideraré más bien su filiación leibniziana, tal como esta apa­ rece en su concepción de la perspectiva, tomada como el reflejarse de un acontecimiento en todos los demás. En su filosofía de la naturaleza. Leibnitz convirtió en central un proceso psicológico. Los contenidos de sus mónadas eran estados psíquicos, percepciones y pétites perceptions que resultaban inevitablemente representativas del resto de la realidad del uni­ verso, del cual ellas sólo eran expresiones parcialmente desarrolladas. El contenido representado por todas sus mónadas era idéntico, en la medida en que era claro y distinto, de modo que la organización de tales perspec­ tivas constituía una armonía preestablecida en una identidad de conteni­ do racional. El principio de la organización de las perspectivas del Profe­ sor Whitehead no es la representación de un contenido idéntico sino la intersección de un mismo cuerpo de acontecimientos con diferentes siste­ mas temporales. Lo que esto supone es, por supuesto, el abandono de la simple localización como principio de la existencia física, es decir, que encontremos la existencia del objeto físico en su ocupación de cierto volu­ men en un espacio absoluto en un instante absoluto; y también tomarse en serio el tiempo, es decir, reconocer que hay un indefinido número de simultaneidades posibles de un acontecimiento con otros acontecimien­ tos y, en consecuencia, un número indefinido de órdenes temporales posi­ bles de los mismos acontecimientos, que a su vez permite concebir que un mismo cuerpo de acontecim ientos esté organizado en un indefinido número de perspectivas diferentes. Prescindiendo de la discusión de la doctrina whitcheadiana de la aprehen­ sión de los aspectos de otros acontecímienros en la unidad de un aconte­ cimiento, que soy incapaz llevar a cabo satisfactoriamente desde los suma­ rios enunciados que al respecto he encontrado en sus escritos, deseo considerar desde el punto de vista del campo de la ciencia social, y del de la psicología conductista la concepción de un cuerpo de acontecimientos como la organización de las diferentes perspectivas de dichos aconte­ cimientos. (164-165) 340 Copyrighted mate'ial L#filo w fia d ti p m tn tt En primer lugar, parece que este es, exactamente, el objeto de la ciencia social. La experiencia humana de la que ésta se ocupa es primariamente experiencia de individuos. Sólo en la medida en que los sucesos, las con­ diciones ambientales, los valores, sus uniformidades y leyes entran en la experiencia de los individuos como tales individuos se convierten en obje­ to de consideración de tales ciencias. Las condiciones del entorno, por ejemplo, sólo existen en tanto en cuanto afectan a individuos reales, y sólo en la medida en que les afectan. Las leyes de esos sucesos no son sino uni­ formidades estadísticas de lo que sucede en las experiencias de A, B, C y D. Además, la relevancia de esos sucesos y valores debe encontrarse en las experiencias de esos individuos para que éstos existan para las ciencias en algún sentido. En segundo lugar, sólo en la medida en que el individuo actúa no sólo en su propia perspectiva sino también en la perspectiva de otros, y en espe­ cial en la perspectiva común de un grupo, surge una sociedad, y sólo entonces sus asuntos se convierten en objeto de indagación científica. La limitación de una organización social se descubre en la incapacidad de los individuos para ponerse en las perspectivas de los otros, de hacerse cargo de sus puntos de vista. No deseo machacar este punto, que ya es suficien­ temente un lugar común, sino sugerir que lo que encontramos aquí real­ mente es una organización de perspectivas, y que su principio es manifies­ tamente evidente. Dicho principio es que en la medida en que puede adoptar sus actitudes o adoptar los puntos de vista de otros, el individuo entra en esas perspectivas. Pero aunque respecto a la conducta social el principio sea un lugar común, sus implicaciones son muy serias si se acepta la objetividad de las perspec­ tivas y se reconoce que esas perspectivas están hechas de otros sí-mismos dotados de mentes (165-166); que no hay aquí naturaleza que pueda estar cerrada a la m ente46. La perspectiva social existe en la experiencia indivi4Í> En la Introducción del libro en el que se editó la mayoría de los manuscritos inéditos de Mead. T h e Philosopby o f tire Act, Charles M orris precisa que era W hitehead quien había hablado de una naturaleza cerrada para la mente («naturc dosed to mind»), con relación al problema de la organiza­ ción de perspectivas. Sobre este aspecto, se puede leer el comentario de Mead, de las páginas 5 2 7 -5 2 8 del mismo libro. Tire Pbilosophy o f thc Act. edición preparada e introducida por Charles W. Morris, en colaboración con J . M . Brewster, Albcrt M . D unham y D . L. Millcr. Incluye una nota biográfica escrita por el hijo de Mead: Hcnry C . A. Mead. Chicago University Press, Chicago, 1938. El comcn- 341 Copyrighted matei George Hcrtxrrt Mead dual en la medida en que es inteligible, y es ésta misma inteligibilidad la condición para que el individuo entre en las perspectivas de los otros, en e$prr¡al en la del grupo F.n rl rampn dr la ciencia social loe flatos objeti­ vos son las experiencias de los individuos donde cs:os adoptan la actitud de la comunidad. Por supuesto que, como también lo hace el psicólogo cuando interpreta aquello que para el individuo es un sentimiento ininte­ ligible, el científico social puede generalizar, desde el punto de vista de su universo discursivo, lo que en las experiencias de otra comunidad perma­ nece sin esperanza como algo subjetivo. No estoy hablando desde el punto de vista del epistemólogo ni del metafisico. Estoy simplemente interro­ gando acerca de lo que es objetivo para el científico social, de lo que es el objeto de su ciencia, y deseo indicar que lo que el científico social hace es, simplemente, remplazar las perspectivas sociales más estrechas de otras comunidades por la de una comunidad más altamente organizada, y por tanto, más universal. Resulta instructivo percatarse de que el carácter de esa perspectiva común nunca ha cambiado con mayor rapidez que desde cuando se ha logrado un mayor control sobre la técnica por cuyo medio la perspectiva indivi­ dual se convierte en la perspectiva de la comunidad más universal, la de los hombres que piensan; es decir, la técnica del método experimental. La facilidad que nos procuran las que podemos llamar fórmulas de transfor­ mación a la hora trasladar las experiencias de otras comunidades a la nues­ tra, podría llevarnos al engaño de atribuir un carácter final a la perspectiva de nuestro pensamiento; pero basta una rápida ojeada a la desconcertante rapidez con que se suceden entre sí los diferentes relatos; i. c., con la que pasados distintos se relevan entre ellos y surgen nuevos universos físicos, para asegurarnos de que difícilmente pueda haber una generación que haya tenido tanta incertidumbre como la actual tespecto a cuál vaya a poder ser la perspectiva de la venidera. (166-167) Nunca hemos estados tan inseguros respecto a los valores que trata de cefinir la economía, a cuáles sean los derechos y las obligaciones políticas de los ciudadanos, a cuáles sean los valores comunes de la amistad, de la pasión, del parentes­ co, de la diversión, de la bondad, de las innumerables formas de la solida taric de M orris, de la p. XLIV. Sob e esta cuestión trata Mead. p. e., c r un fragmento recogido en las pp. $27-528. Nota de ISY para la edición española. 342 Copyrighted material La filosofía d elpresente ridad o de aquellos valores que se atesoraron a la luz de las relaciones del ser humano con la comunidad superior o con Dios. Pero, por otra parte, tampoco se dio nunca un momento como el nuestro donde los seres humanos pudieran determinar con tanta prontitud las condiciones bajo las que los valores, cualesquiera que sean, pueden garantizarse. Mediante las fórmulas de transformación podemos pasar de un campo de valor a otro en función de las condiciones comunes a ambos, y estar más cerca de descubrir que es lo más valioso o al menos de ver cómo conservar cada uno de ellos. La perspectiva común es la comprehensibilidad, y la com­ prehensibilidad consiste en un enunciado que se formula desde el punto de vista de las condiciones sociales comunes. Lo importante es la relación de la perspectiva individual con la perspecti­ va com ún47. El biólogo encuentra en un hormiguero o en una colmena un entorno común posibilitado por las intrincadas relaciones sociales que se dan entre hormigas o abejas. Es enteramente improbable que esa pers­ pectiva se de en las perspectivas individuales de las abejas o de las hormi­ gas, pues no hay ai respecto evidencia alguna de comunicación. La comu­ nicación es un proceso social. Su historia natural muestra que surge de las actividades cooperativas, como las implicadas en el sexo, el parentesco, la lucha, la manada, y otras semejantes. En ellas, alguna fase del acto -qu e podemos llamar gesto- actúa como estímulo sobre las otras para que lle­ ven a cabo la parte del acto social que les corresponde. Pero esta no llega a convertirse en comunicación en pleno sentido hasta que el gesto tiende a originar la misma respuesta que origina en los demás en el propio indivi­ duo que lo realiza. (167-168) La historia del desarrollo del lenguaje exhi­ be que en las etapas más primitivas el gesto vocal dirigido a otro no sólo despierta en el individuo que hace el gesto la tendencia a responder que invoca en el otro -co m o la de coger un arma o evitar un peligro- sino, ante todo, el papel social que el otro desempeña en el acto cooperativo. Esto es lo que indican el período inicial del desarrollo del niño y toda la 4’ Es importante recoger c! comentario de Tibbctts. inspirado en Millcr, sobre la importancia de la idea Mead de que estructura lógica de la naturaleza en cuanto inteligible debe tener su base en la estructura socio-psicológica de los sí-mismos sociales interactuantes c intercomunicantes. Vid, Paul T IB B E T T S , «Mead's T h co ry o f Rcality and thc Knowcr-Known Transaction», D ialéctica. n .° 27 (1973). pp. 27 ss. l a referencia, a la p. 3 2 . Vid. también del mismo autor «Pcirce and Mead on Pcrccptual Inm cdiacy and Human Action». Phiiosophy a n d Phenom enologicai Research, 3 6 . (1 9 7 5 ). pp. 2 2 2 -2 3 2 . 343 Copyrighted i naterial George Hcrhcn Mead rica implicación social de las estructuras lingüísticas del habla de los pue­ blos primitivos. En el proceso de comunicación el individuo es otro antes de ser un símismo. Es al dirigirse hacia sí en el papel de otro como surge un sí-mismo en su experiencia. El desarrollo del juego organizado a partir del simple juego en la experiencia infantil, y de las actividades grupalcs organizadas en la sociedad humana situó al individuo en una variedad de papeles en la medida en que eran éstos parte del acto social, y fue la propia organiza­ ción de estos papeles en el acto conjunto lo que es confirió un carácter común al indicarle al individuo lo que tenía que hacer. Es así como éste es capaz de convertirse en otro generalizado, al dirigirse a sí mismo en la actitud del grupo o de la comunidad. F.n esta situación ha llegado a ser un sí-mismo definido frente al todo social al que pertenece. Esa es la perspec­ tiva común. Existe en los organismos de todos los miembros de la comu­ nidad, porque la diferenciación fisiológica de las formas humanas perte­ nece ampliamente a la fase de consumación del acto. La fase manifiesta del acto, que es donde tiene lugar la organización social, se ocupa de cosas, ya sean cosas físicas o instrumentos. En las sociedades de invertebrados, que tienen una complejidad comparable a las humanas, la organización es ampliamente dependiente de la diferenciación fisiológi­ ca. En una sociedad así, es evidente que no se da una fase del acto del individuo donde podamos encontrarle tomando la actitud de otro. La diferenciación fisiológica, dejando aparte las relaciones sexuales y parentalcs, no desempeña en cambio un papel en la organización de la sociedad humana. (168-169) El mecanismo de la sociedad humana consiste en símismos corpóreos que se asisten o estorban mutuamente en sus actos cooperativos mediante la manipulación de cosas físicas. En las formas más primitivas de sociedad, a esas cosas físicas se las trata como sí-mismos. Es decir, en la organización social de los pueblos primitivos que depende del uso de medios físicos lo que predomina es esc tipo de respuesta social que a veces adoptamos hacia las cosas inanimadas que nos sirven de ayuda o que nos obstaculizan (que también podemos detectar entre nosotros). El hombre primitivo está en rapportcon sus armas e instrumentos mediante una conversación que toma forma de ritos y de ceremonias mágicas. Por lo demás, los sí-mismos corpóreos de los miembros de su grupo social son 344 Copyrighted material L t fikfíofid d tlp rfíen tt tan claramente instrumentales como sociales son sus instrumentos; los seres sociales son cosas de manera tan neta como sociales son las cosas. La clave del desarrollo genético de la inteligencia humana la encontramos en el reconocimiento de esos aspectos. Surge en aquellas etapas primitivas de la comunicación en las que el organismo origina en sí mismo la actitud del otro dirigiéndose de ese modo hacia sí y convirtiéndose en un objeto para sí mismo; en otras palabras, se convierte en un sí-mismo; el mismo tipo de contenido del acto que constituye al otro, constituye al sí-mismo. De ese proceso surge el pensamiento; es decir, la conservación con el pro­ pio sí-mismo en el papel del otro específico y, más tarde, en el del otro generalizado, de la manera que he indicado más arriba. Es importante reconocer que el sí-mismo no se proyecta en el otro. Los otros y el símismo surgen conjuntamente en el acto social. Puede decirse que el con­ tenido del acto está en el organismo, pero sólo cabe decir que se proyecta en el otro en el mismo sentido en que se proyecta en el sí-mismo, un hecho sobre el que se apoya todo el psicoanálisis. Nos pellizcamos para asegurarnos de que estamos despiertos en el mismo sentido en que agarra­ mos un objeto para asegurarnos de que está ahí. La otra fase de la inteli­ gencia humana es la que se ocupa de las cosas perceptivas. También se originan éstas dentro del acto. Se inicia éste con un estímulo distante y conduce, a través de la aproximación o la retirada, hasta el contacto o su evitación. El resultado del acto está en la consumación, e. g., como en el comer, pero en la conducta del animal humano interviene una etapa mediata de manipulación. La mano configura la cosa perceptiva o física. La cosa perceptiva la encontramos plenamente en el área manipulariva donde a la vez es vista y palpada, donde se dan a la vez la promesa y el cumplimiento del contacto, pues lo característico de la estimulación a distancia y del acto iniciado por ésta es que en ellos ya se han originado las actitudes de manipulación -qu e yo voy a llamar actitudes terminales del acto perceptivo; esa disposición a agarrar, a llegar al contacto efectivo-, que en cierto sentido controlan la aproximación hacia el estímulo distan­ te. Es en esa operación con las cosas perceptivas o físicas que se dan, den­ tro del acto fisiológico, cerca de la consumación, donde encontramos la peculiar inteligencia humana. El hombre es un animal instrumenta]. Es mediato respecto a la consumación. La mano se lleva el alimento a la boca, o acerca el niño al pecho. Pero en el acto social esta mediación se 345 Copyrighted material George Hcibcit M cmI vuelve indefinidamente complicada, y surge la tarea de establecer la con­ sumación o el fin en función de los medios. Para que esto ocurra se dan dos condiciones: una es la inhibición, que tiene lugar cuando los modos conflictivos de compleción del acto bloquean cualquier vía de expresión, y la otra, la puesta en obra del mecanismo social que ya he descrito, por el que el individuo puede indicar a los otros e indicarse a sí mismo las cosas perceptivas que pueden ser agarradas, manipuladas y combinadas. Es den­ tro de ese campo de cosas instrumentales que señala el símbolo significan­ te del gesto, y no en la diferenciación fisiológica, donde se han desarrolla­ do las complejidades de la sociedad humana. Y. por volver sobre mi enunciado anterior, es en ese campo donde los sí-mismos son cosas físicas instrumentales, así como entre los pueblos primitivos las cosas físicas son sí-mismos. (171) Lo que sugiero es que precisamente en esta sociedad y en la expe­ riencia social interpretadas desde el punto de vista de la psicología conductista, encontramos un ejemplo de esa organización de perspectivas, a la que se refiere la frase que para mí es la más oscura de la filosofía del profesor Whitehead. En su exposición objetiva de la relatividad, la exis­ tencia del movimiento en el suceder de los acontecim ientos no sólo depende de lo que está teniendo lugar en un espacio y tiempo absolutos sino también de la relación de un «conjunto congruente» con un «aconte­ cimiento que percibe»*. Ese tipo de relación estratifica la naturaleza. Esas estratificaciones no sólo se dan en la naturaleza sino que son las únicas formas de naturaleza que hay. Esa dependencia de la naturaleza respecto del «acontecimiento que percibe»» no es un reflejo de la naturaleza en la conciencia. Los espacios y los tiempos permanentes, que son sucesiones de tales estratos de reposo y movimiento, están ahí, pero sólo están ahí en relación con acontecimientos u organismos que perciben. Podemos ir un paso más allá y decir que las cualidades sensoriales de la naturaleza están ahí, en la naturaleza, pero que están ahí en su relación con organismos animales. Podemos luego seguir avanzando hacia otros valores, a los que se ha considerado dependientes de la apetencia, del aprecio, del afecto, y devolver a la naturaleza todo aquello que la doctrina dualista había relega­ do a la conciencia, y podemos hacerlo puesto que se ha descubierto que la estructura espacio-temporal del mundo y el movimiento de los que se 346 Copyrighted material La filom fia d tl prtitnte ocupan las ciencias físicas exactas sólo existen en la naturaleza en relación con acontecimientos u organismos que perciben. Pero el reposo y el movimiento no se implican entre sí más que la objetivi­ dad y la subjetividad. Hay perspectivas que dejan de ser objetivas, como lo hizo el orden ptolemaico, porque no seleccionan esos «conjuntos congruen­ tes» con sus apropiados ejes dinámicos. Allí están también los de detrás del espejo o los correspondientes a un cerebro alcoholizado. Lo que ha ocurrido en todos esos casos, desde el más universal hasta el más particular, es que la perspectiva rechazada no consigue concordar con la perspectiva común que el individuo descubre que ocupa como miembro de la comunidad de men­ tes que es constitutiva de su sí-mismo. (171-172) De lo que se trata no es de la sumisión ante el voto mayoritario, sino del desarrollo de otro sí-mismo en el trato con otros y, partiendo de aquél en el trato, consigo mismo. Lo que sugiero es que este proceso, donde una perspectiva deja de ser objetiva, o, si se quiere, se convierte en subjetiva, y donde surgen nuevas mentes comunes y nuevas perspectivas comunes es un ejemplo de la orga­ nización de las perspectivas en la naturaleza; del avance creativo de la naturaleza. Esto nos lleva a afirmar que la mente, tal como aparece en el mecanismo de la conducta social, es la organización de las perspectivas en la naturaleza o al menos una fase del avance creativo de esta. La naturaleza es, en su relación con el organismo c incluyéndolo, una perspectiva que está ahí. Un estado mental del organismo consiste en el establecimiento de una simultaneidad entre el organismo y un grupo de acontecimientos, que se produce mediante el reposo, por inhibición de su acción, según lo que se ha descrito más arriba. Esta detención de la acción significa que dentro del organismo se dan tendencias a actuar de cara a la compleción del acto según todo un conjunto de modos distintos y que entran en conflicto entre sí. La actitud del organismo provoca o tiende a provocar respuestas en otros organismos; respuestas que, en el caso del gesto humano, el orga­ nismo invoca en sí mismo excitándose de esa manera para responder a esas respuestas. Es precisamente la identificación de esas respuestas con los estímulos distantes lo que establece la simultaneidad, dota a esos estímulos distantes de un interior, y al organismo le dota de un sí-mismo. Sin tal establecimiento de simultaneidad esos estímulos están alejados del orga­ nismo espacial y temporalmente, quedando su realidad pendiente del 347 Copyrighted mate Georgc Hetfccn Mead futuro del pasar. Esc establecimiento de simultaneidad se apodera de la realidad futura en un presente posible, pues, mis allá de la esfera de mani­ pulación, todos nuestros presentes son sólo posibilidades relativas a su rea­ lidad perceptiva. Estamos actuando hacia la futura realización del acto porque el organismo está adoptando el papel del otro. (172-173) En el caso del objeto perceptivo inanimado, el contenido orgánico que sobrevi­ ve es la resistencia que el organismo siente y a la vez ejerce en el área manipulativa. La estructura cspaciotcmporal real de os acontecimientos que se dan con esos caracteres que responden a las susceptibilidades de los orga­ nismos está ahí en la naturaleza, pero estos acontecimientos y sus caracte­ res están aleados tanto temporal como espacialmente del organismo. Su realidad está pendiente del éxito del acto. La realidad presente es una posi­ bilidad. Es lo que sería si estuviésemos allí en lugar de estar aquí. Median­ te el mecanismo social de los símbolos significantes el organismo se sitúa allí como una posibilidad, que adquiere probabilidad creciente en la medi­ da en que el organismo se adecúa a la estructura espaciotemporal y a las demandas del conjunto del acto completo del que su conducta forma parte. Pero dicha posibilidad se da en la naturaleza, pues la configuran las estructuras y los contenidos de los acontecimientos, y las posibles realiza­ ciones de los actos en forma de ajustes y reajustes en los procesos implica­ dos. Al considerar esos acontecimientos como posibilidades los llamamos «mentales» o «hipótesis de trabajo» (working hipothesis). Sugiero que el único caso de prehensión que tenemos en nuestra expe­ riencia es el de mantener unidos el futuro y el pasado como posibilidades -pues todos los pasados están tan sujetos a revisión como los futuros, y son, por lo tanto, únicamente posibilidades- y que el contenido común que permanece es aquello que hay de común en la perspectiva entre orga­ nismo y entorno. En el organismo esto se identifica con los estímulos cspaciotemporalmcnte distantes como un presente, un pasado y un futu­ ro que son posiblemente reales. La unidad está en el acto o en el proceso -la prehensión es el ejercicio de esa unidad- cuando el proceso ha sido bloqueado por tendencias en conflicto, y las condiciones y resultados de esas tendencias se tienen como posibilidades en el presente especioso. De este modo, el proceso social y psicológico no es más que un caso de lo que ocurre en la naturaleza si la naturaleza es una evolución (173-174); 348 Copyrighted mate La filosofía titl p reitn tt i. e.: si procede mediante reconstrucciones ante conflictos, y si, por eso mismo, en ella están presentes las posibilidades de las diferentes recons­ trucciones, reconstruyéndose a la vez tanto sus pasados como sus futuros. Loque introduce la posibilidad en la naturaleza es la relatividad del tiem­ po, esto es. una pluralidad indefinida de posibles órdenes de aconteci­ mientos. Cuando sólo hay un orden reconocido en la naturaleza, no hay otro sitio para la posibilidad que el de las construcciones mentales del futuro o del pasado incompletamente conocido. Pero la realidad de una situación espacio-temporal mente distante es una realidad anticipada, y toda existencia presente de ésta más allá del área manipulativa sólo puede ser una posibilidad. Hay ahí ciertos caracteres, pero, sólo podemos descu­ brir la clase de cosas que son cuando se completan los actos correspon­ dientes a esas estimulaciones a distancia. I.o que son ahora lo representan una serie de posibles estructuras cspacioremporalcs. El hecho de que esas realizaciones futuras aparezcan como posibilidades presentes se debe a la detención del acto del organismo, a la habilidad que este pueda tener para indicar dichas posibilidades. El hecho de que dichas posibilidades tengan distintos grados de probabi­ lidad se debe a la relación de las diversas tendencias que están inhibidas en el organismo con el acto en su conjunto. El organismo social humano puede autoindicarse la organización de este acto completo e indicársela también a otros. Posee éste el patrón que determina a los otros sí-mismos y las cosas físicas, al organismo como sí-mismo y como cosa física; y los significados que son indicados tienen la universalidad de la comunidad global a la que pertenece el organismo. Constituyen un universo de dis­ curso. El ajuste de las tendencias particulares a ese patrón más vasto del proceso global es lo que constituye la probabilidad de la existencia pre­ sente de las cosas que un acto implica. Su realidad plena todavía está pendiente del cumplimiento del acto, de la evidencia experimental. Lo que constituye la objetividad de la perspectiva es, en consecuencia, la coincidencia de la perspectiva del organismo individual con el patrón del acto global en el que está implicado. El patrón del acto social global puede estar en el organismo individual porque dicho acto se lleva a cabo a través de cosas instrumentales hacia las que cada organismo puede reaccionar; porque, mediante símbolos signifí- 349 Copyrighted material Gcoigc HeAert Mead cantes, cabe hacer indicaciones de esas reacciones al propio organismo y a otros. La reconstrucción del patrón puede tener lugar en el organismo, y se produce en eso que llamamos el proceso consciente de la mente. El proceso psicológico es un caso del avance creativo de la naturaleza. En las formas vivas inferiores al hombre la perspectiva distante puede existir en la experiencia de la forma por medio de la sensibilidad, cuyo engarce con los procesos ajuste conductual se corresponde con la forma­ ción de estratos en la naturaleza, pero esa reconstrucción del patrón en el que descansa la vida del organismo no se introduce en la experiencia de éste. El mantenimiento de una estructura temporal -es decir, de un pro­ ceso- también estratifica la naturaleza y origina espacios y tiempos, pero ni estos tiempos y espacios ni las entidades que los ocupan entran en la experiencia de los individuos como hechos de experiencia. La distinción entre objetividad y subjetividad sólo puede surgir allí donde el patrón del proceso más amplio, en el que el propio proceso del organismo individual se da, se introduce en cierto grado en la experiencia de dicho organismo individual; o lo que es lo mismo, esa distinción únicamente pertenece a la experiencia del organismo social. 350 Copyrighted mate'ial V. LA GÉNESIS DEL SÍ-M ISMO Y EL CONTROL SO CIA L48 O que quiero presentar es una explicación de la aparición del símismo (sclf '*‘>) en la conducta social, y reclamar así la atención sobre algunas consecuencias para el control social que se derivan de ella. L El término conducta («behavior») señala el punto de vista de esta exposi­ ción: el de la psicología conducrista. Hay un aspecto de esa psicología que requiere un énfasis que a mi entender no ha sido suficientemente remar­ cado. No es sólo su objetividad lo que ha hecho que esta psicología sea plausible. Toda la psicología reciente, por proclamar un enfoque científi­ co, ha trasladado necesariamente su interés hacia la conducta externa, en lugar de orientarlo hacia los estados psíquicos. Incluso cuando se persigue esa conducta hasta dentro del sistema nervioso central, eso no se hace para ■ ,B Este trabajo se publicó por primera vez en 1925 |G. 11. MEAD, «The Génesis of thc Sclf and Social Control». InternationalJou rn alo fE th ia (35 (1925). pp. 251-277], y fue reeditado sólo frag­ mentariamente en 1932, incluido en el libro postumo de Mead que ahora traducimos. Como aquí se reproduce el trabajo original integro, sólo dentro de algunas páginas podtcmos recuperar, como se verá, la referencia a las páginas dd original ingUs del libro. Mead habla escrito su articulo sin notas, de modo que las que acompañan a esta versión son del traductor, quien ya preparó una versión previa de esta traducción para la Revista Española de Investigaciones Sociológicas (n.° 55 (1991), pp. 165-186], aunque se ha depurado mucho para esta nueva edición. Nota de ISY a la edición española. 41 Como ya se dijo (ver nota xx al inicio del capitulo IV). la singularidad que el significado del ter­ mino «sclf» tiene en el pensamiento de Mead, invitó a justificar en la primera versión de este texto el mantenimiento de la expresión inglesa (sclf. seIvés en plural) en lugar de traducirla por un equivalen­ te castellano como «si-mismo». Nota de ISY a la edición española. 351 Copyrighted material Cicorge HírfxTt Mead encontrar el correlato de una neurosis en una psicosis sino para completar el acto, por grandes que puedan ser las distancias espaciales o temporales que se den en éste. F.sra doctrina simpatiza con el realismo y el pragmatis­ mo recientes, y concuerda con ellos en situar los llamados «sensa» y los significados de las cosas en el objeto. Mientras la psicología ha ido vol­ viendo su atención hacia el acto entendido como proceso, el pensamiento filosófico ha estado transfiriendo contenidos que fueron objeto de la psi­ cología anterior desde el campo de los estados de conciencia al mundo objetivo. La psicología preconductista caminaba sobre dos mundos. Encontraba su material en la conciencia y en el mundo de la fisiología y de la física. Se daba en ella una inevitable duplicación, pues se ocupaba de estados de conciencia que constituían objetos. Todo el aparato físico y fisiológico se pudo enunciar en función de estados conscientes, y el solipsismo rondaba en lontananza. Cabe pensar que una psicología llamada a analizar el objeto según los estados de conciencia que estudia, podría con­ cebirse como ciencia empírica siempre que su mundo no fuera coincidente con el que corresponde al trabajo de las demás ciencias. Por otro lado, una psicología conductista que no da cuenta del contenido del objeto se convierte en una ciencia afín a la fisiología y la dinámica, y evita la senda de la serpiente epistemológica. No me propongo justificar filosóficamente esta actitud de la psicología de la conducía. Sólo deseo poner énfasis en su inevitable tendencia a tratar con procesos, es decir, con actos, y a encontrar sus objetos dados en el mundo con el que trata la ciencia. Desde Descartes, el de la psicología venía siendo un país fronterizo entre la filosofía y la ciencia natural con­ denado a sufrir los inconvenientes de ios «Estados tapón». La propia divi­ sión cartesiana, inambigua y descomprometida, entre un mundo físico extenso y un mundo inextenso de pensamiento encontró en la glándula pineal un territorio ambiguo, y sólo evitó el compromiso cediendo las relaciones entre mente y cuerpo al infinito poder de su «deus ex machi­ na». Las dificultades con las que ha topado la psicología a la hora de regu­ lar esas relaciones sólo han sido metafísicas en parte; en lo fundamental, han sido lógicas. Lis ciencias naturales parren con pragmatismo de un mundo que está ahí donde ha surgido un problema, y únicamente intro­ ducen reconstrucciones hipotéticas en la medida en que su solución las requiere. Apoyan siempre sus pasos en el terreno firme de los objetos 352 Copyrighted material La filo io fk d el pm en u incuestionados de la observación y el experimento, donde Samuel John­ son aseguró los suyos al refutar sumariamente el idealismo de Bcrkeley. Acosada por el problema epistemológico, la filosofía especulativa encon­ tró su problema en la cuestión de la naturaleza y de la existencia real del mundo donde aparecen los problemas de las ciencias naturales, y que también proporciona la prueba de sus hipótesis. En consecuencia, como disciplina filosófica, la psicología importó el problema epistemológico a la experiencia individual; como ciencia, en cambio, situó el problema en un mundo dado que su propio problema epistemológico no podía aceptar como tal. De entre ambas orientaciones, sus simpatías siempre han estado con los presupuestos y el método de las ciencias naturales. Por una parte, como ciencia empírica ha procurado considerar lo que llamamos concien­ cia del individuo como algo meramente dado, en el sentido en que lo están los objetos de las ciencias naturales; pero, como los estados de con­ ciencia se seguían considerando cognitivos, heredaron inevitablemente la diátesis50 epistemológica. Por otra parte, como ciencia experimental, estaba forzada a situar los estados de conciencia dentro o fuera de los pro­ cesos que estudiaba. Situarlos en interaccionismo dentro de los procesos naturales iba contra los presupuestos de su procedimiento científico, de modo que la actitud prevaleciente ha venido siendo la del epifenomenismo, que es una adaptación de la armonía preestablecida de Leibnitz y de los atributos paralelos de Espinosa. Los estados de conciencia corrían como inofensivas sombras conscientes junto a los procesos físicos y psico­ lógicos, con los que la ciencia pudo firmar la paz de inmediato. Sin embar­ go, esa paz se reveló como un compromiso inestable. El golpeo consciente que acompaña a las neurosis ^ sólo podía responder al sentir y al pensar tomados como procesos; los estados de conciencia, entendidos como cua­ lidades y como significación de las cosas, se convertían en reduplicaciones difícilmente tolerables de éstas últimas, salvo en el caso de las cualidades secundarias. La estructura molecular de las cosas pareció apartar de los objetos hipotéticos de la ciencia los estados conscientes, y la conciencia se " El termino diátesis, correspondiente al latino «diathesis» que Mead emplea en este pasaje, pro­ cede del verbo griego «diatithenai» (distribuir) y lo usan en Patología para designar la propensión a adquirir una enfermedad. Nota de 1SY a la edición española. *" F.n este caso, como lo había hecho en un pasaje anterior del texto, Mead utiliza el término neu­ rosis con un sentido equivalente al de sensibilización neurona!. Nota de ISY a la edición española. 353 Copyrighted íaterial Gcoigc Hctbctt Mead mostró como un basurero muy a propósito para ellos. La bifurcación de la naturaleza que iba implícita aparecía igual de insatisfactoria. Los cuernos y las pezuñas van con la piel ',2. Los estados de conciencia de la experien­ cia de contacto no tienen más derecho a la existencia objetiva que los correspondientes a la experiencia a distancia. Sin embargo, la psicología no se ha interesado por estos enigmas epistemológicos y metafísicos, que simplemente le han irritado. Ha desplazado su interés hacia los procesos, allí donde el fenomenismo es más inofensivo. Se ha ido mostrando como psicología fisiológica, como psicología funcional, como psicología diná­ mica, y ha ignorado problemas como ésos, que le tienen sin cuidado. El efecto de todo ello es que la psicología tanto en su modo de proceder como en sus propios manuales ha concedido la preeminencia lógica al sistema nervioso central; una preeminencia completamente injustificada en el análisis de la experiencia individual. Inconscientemente se ha asimi­ lado al sistema nervioso central a la posición lógica de la conciencia. Aun­ que este ocupa tan sólo una etapa importante del acto, descubrimos, sin embargo, que estamos situando la totalidad del entorno individual en sus circunvoluciones. Por eso, poco puede sorprender que se haya recibido al conductismo con inequívoco alivio, pues al estudiar éste la conducta dé­ los animales, ha ignorado necesariamente la conciencia, y se ha ocupado del acto como un todo y no como arco nervioso. Pero el indicutible alivio con el que uno se dirige hacia la conducta aleján­ dose de los estados de conciencia no ha disipado -n i siquiera para el psi­ cólogo- los problemas implicados en el ambiguo término «conciencia» (consciousness). Al menos, la teoría de la percepción de Bergson daba un paso hacia la clarificación de esa ambigüedad. Reconoce esta que, en la medida en que el contenido de lo percibido puede denominarse concien­ cia, la conciencia significa más una disminución que un incremento de la realidad del objeto. Dicha disminución responde a los intereses activos del organismo, representados en el sistema nervioso central por vías de posible respuesta. Al coordinarse, dichas vías en cierto sentido recortan el objeto de la percepción. Lo percibido es relativo al individuo que percibe; pero relativo a su interés activo, no ya en el sentido de que su contenido '*' N<» limitamos a proponer aquí una versión literal <lel aforismo anglosajón («the horas and thc hoofs go with the hide») que M ead emplea. Nota de IS Y a la edición española. 354 /.4fiío ivjij delpreim te sea un estado de su conciencia. Alojar los llamados caracteres sensoriales de las cosas en el córtex, como mínimo, carece de sentido. No obstante, cuando Bergson sugiere que algunas de esas cualidades pueden consistir en una condensación de vibraciones, parece ponernos otra vez en la pre­ sencia de cualidades que son estados de conciencia. Presumiblemente, las condensaciones -e . g., la cualidad real del color- no existen en el objeto sino en la mente que condensa. Al menos, el enunciado de Bergson situa­ ba, por una parte, el sistema nervioso central en el mundo de las cosas, de los objetos percibidos, y, por otra, ubicaba en las propias cosas los caracte­ res que éstas tienen en la percepción pura; pero el divorcio de la duración -que se entiende como psíquica- y de un intelectualizado mundo estático y espacial legó una dicotomía que sólo resultaba funcional dentro de la metafísica bergsoniana. El Neo-realismo intentó devolver a las cosas todas sus cualidades, frente a una mente que simplemente estaba enterada dé­ los «sensa». Este procedimiento simple y radical dejó en herencia los pro­ blemas relativos a una percepción que todavía era de naturaleza cognitiva, y que el Realismo Crítico intentaría resolver volviendo a la percepción representativa. Aún quedó para el Pragmatismo la adopción de la posi­ ción, aún más radical, de que en la experiencia inmediata lo percibido no está frente al individuo en una relación de darse cuenta sino en una sim­ ple relación de conducta. El conocimiento es un proceso para resolver algo problemático, y no el proceso de entrar en relación con un mundo que ya está ahí. En la palabra «conciencia» se da una ambigüedad. La usamos en el senti­ do de darse cuenta, de conciencia de (consciousness of), y podemos supo­ ner que en este sentido es coextensiva con «experiencia»; un término que abarca la relación del organismo semiente con su entorno en la medida en que el entorno existe para el organismo. De este modo, la existencia de un entorno para el organismo la hacemos corresponder con la actitud deconocimiento por parte del éste. El otro uso de conciencia al que me refiero tiene el sentido de ciertos contenidos en la medida en que éstos aparecen en su experiencia. A saber: las cualidades sensoriales de las cosas -d e modo especial, las que llamamos cualidades secundarias-, las afeccio­ nes del cuerpo de los organismos semientes -especialmente las placenteras y dolorosas-, los contenidos de las imágenes de la memoria y de la imagi­ nación y los de las actividades del organismo. Hay todavía otro campo, el 355 Copyrighted mate'ial Gcorge Hcrbcrt Mead de la autoconciencia («self-conscioustiess»), al que no me refiero por ahora. Existe un carácter común que, aunque sea en diverso grado, a esos conte­ nidos; a saber: que no pueden aparecer -bien en absoluto o bien no exac­ tamente como aparecen en la experiencia del primero- en la experiencia de otro organismo. En este sentido decimos que son privados, aunque esa privacidad no implica necesariamente otra cosa que diferencias de acceso o de perspectiva por parte de los diferentes organismos. Si adoptamos la actitud pragmática a la que se hizo referencia más airiba, la conciencia tomada en el primer sentido -e n el de darse cuenta- desaparecería de la experiencia inmediata, mientras el mundo que está ahí para el organismo continuaría ahí. Desde este punto de vista, un organismo particular llega­ ría a ser consciente -es decir, habría un mundo que existiría para el orga­ nism o- en cuanto el organismo marcare o trazare o, por usar el término de Bergson, canalizare su entorno con arreglo a la expectativa de su con­ ducta futura. Para Bergson, una cosa percibida es un objeto de posible acción para un organismo, y lo que le constituye a éste en objeto es preci­ samente la relación activa del organismo con el objeto distante. La dificul­ tad planteada por el hecho de que el organismo no purda ejercer influen­ cia física sobre el objeto distante, la afronta Bergson con su suposición de que, si se la considera en el sentido al que acabamos de aludir, la concien­ cia no es en realidad una adición al objeto, sino una abstracción de todo aquello que, en la relación del organismo con el objeto, no tiene que ver con esa acción concreta. Surge así, entonces, un conjunto seleccionado de objetos determinado por los intereses activos del organismo. Resulta entonces que el entorno surge para un organismo mediante el poder selectivo de la atención que sus propios impulsos en busca de expre­ sión determinan. Tal entorno peculiar no existe en la conciencia de la f o r m a c o m o e n u n « m i l i c u » s e p a r a d o , s i n o q u e la p r o p ia c o n c i e n c i a d el organismo consiste en el hecho de que su futura conducta delinea y define sus objetos. En tanto en cuanto la organización de un individuo difiere de las de otros, tendrá ese individuo un entorno privado, y eso aunque esas diferencias puedan tomarse como diferencias de punto de vista. Son dife­ rencias objetivas. Existen en la naturaleza. La fase más fundamental de esas diferencias estriba en lo que el relativista denomina conjunto congruente 356 Copyrighted material lu t f iiú io f ij d c i p re itn te (consentían set) i.c., la selección de todos aquellos objetos que pueden ser considerados «aquí» con referencia al individua Ese conjunto que es eogredieme^ («if co-grtdient») con el individuo, constituye un entorno donde puede tener lugar el movimiento. Dichas perspectivas de la natura­ leza existen en la naturaleza, y no como material propio en la conciencia del organismo. En esta relación de un entorno peculiar con un organismo no aparece implicado un darse cuenta. Iodo lo que ésta implica es que la actividad de la forma individual que está en curso señala y define un mundo para dicha forma, un mundo que, de este modo, existe para ella y no para ninguna otra. Si eso se denomina conciencia, una psicología conduelista puede, entonces, enunciarla en términos de conducta. En la segunda acepción -la que se refiere a un contenido o a contenidos peculiares- el término «conciencia» implica relatividad en otro sentido, en el de emergencia, tal como lo define Alexander en Space, Tim e a n d Deity y lo acepta Lloyd Morgan. En la evolución no sólo han aparecido formas nuevas sino también contenidos o cualidades nuevos en la expe­ riencia. Las susceptibilidades de las formas constituyen las ocasiones para que aparezcan, en los mundos de esas formas, nuevos caracteres de las cosas, respondiendo a todos los sentidos y nuevos significados correlativos a sus nuevas capacidades de conducta. Y esos caracteres y significados nuevos existen en la naturaleza del mismo modo que las formas de los objetos físicos, aunque sean relativos a las susceptibilidades y capacidades de las formas individuales. Si arrojamos ese darse cuenta fuera de la expe­ riencia inmediata, la distinción de Alexander entte percepción y placer también podría ser expulsada de ese ámbito. Esta distinción se sitúa entre el darse cuenta de la percepción de objetos externos y el que es propio de la experiencia individual en la percepción y en sus demás procesos. Los paladares que sienten agrado y los miembros irritados o que sufren están ahí, en el mismo sentido en que lo están otras cosas u objetos percibidos.* v' Ya se adelantó que esta expresión técnica procede de la filosofía déla naturaleza de Whitehead. y que requiere un cuidadoso esfuerzo hermencutico. Recordemos que d:signa a un conjunto de acon­ tecimientos que tienen en común el hecho de constituir el campo de sensibilización de un «aconteci­ miento que percibe-, (•■percipicnt cvent*). Nota de ISY a la edición española, ** Recordemos que Mead utiliza en osle trabajo los términos «cogreditnt» y «cogrcdicnce», proceden­ tes ce la obra de Wliitchcad. Estos términos fueron anteriormente vertidos al castellano en las traduccio­ nes de los libros de este autor (vid., v.g. E l concepto d e naturaleza, cit., pp. ! 14 ss.) mediante el recurso a los calcos «cogrcdicntc* y «cogrcsión». Vid. sup. nota xx. nota de ISY a li edición española. 357 Copyrighted material Geofgc Herbctt Mead Y esto vale también para los músculos en tensión, los objetos temibles, el estómago revuelto, la cosa atractiva, etc.; tampoco podemos negar este tipo de objetividad a las imágenes (im agery) por el hecho de que el acceso a ellas esté confinado al individuo en cuyo mundo aparecen. Parte de estas imágenes encajan en el mundo que está ahí, y sólo con gran dificultad puede ser separada analíticamente de él. Aquellos aspectos que no encajan quedarán ubicados, con grados variables de definición, en nuestros pasados o futuros. Si mi amigo entra en la habitación y vislumbro su rostro, las imágenes de esa cara que recuerdo acuden a completar su semblante, y lo veo completo con todos sus rasgos. Esas mismas imágenes pueden haber configurado mi recuerdo del último encuentro con el; o el plan que abrigaba de lla­ marle la tarde siguiente. Las imágenes pertenecen bien al presente que pasa o al pasado irrevocable o bien al futuro contingente. Y para quien las percibe esas imágenes son tan objetivas como lo es eso que solemos llamar «objeto sensible». Pueden atravesar ese objeto y no distinguirse de él. Con todo, cuando es posible distinguirlas, se les reconoce su carácter privado. Es decir, que cuando suponemos que el color del objero varía de un ojo a otro aunque en algunos aspectos sea idéntico para todos los ojos como órganos semejantes que son, no suponemos que la imagen que uno tiene la tengan también otros ojos u otras imaginaciones. Si esa accesibilidad exclusiva del individuo a las imágenes por sí misma no hace que éstas se vuelvan menos objetivas, sucede además que cuando éste logra una mente que puede ser equipada con tales imágenes, este hecha las pone a disposi­ ción del individuo. Lo mismo vale para la otra clase de objetos a los que sólo él tiene acceso. Me refiero a los objetos que el individuo posee -p or decirlo así- desde el interior, como es el caso de las partes de su organis­ mo, especialmente en sus aspectos doloroso o placentero. No hay eviden­ cias de que en los animales inferiores esc ámbito privativo se organice y sea usado como el dominio de un sí-mismo. En ellos d presente que pasa no se prolonga ni en una serie rememorativa, ni en un futuro anticipado. Las imágenes sólo son una parte de la presencia del pasado en el presente que pasa. En la forma viviente, esta presencia aparece en la respuesta como facilidad; y en cuanto al estímulo, aparece en su selección, en su discrimi­ nación selectiva. Las imágenes emergen -e n el sentido de Alexander- en 358 Copyrighted material L t filv ío fta d tl p r fu n tt el estímulo como contenidos del pasado, y en la respuesta, como signifi­ cados. Antes de convertirse en material de la mente, antes, incluso, de que la mente aparezca en la conducta, las imágenes y el significado están ahí, como contenidos, en los objetos. Me he referido a la doctrina de la relatividad. Específicamente me refería a la formulación de esa doctrina en los tres libros de Whitehead, The Prin­ cipies o fN atu ra l Knowledge, The Concept ofN atu re y The Principie ofR elativity. Lo que en particular tenía en la mente era el reconocimiento por parte de Whitehead -q u e contrasta con la teoría einsteniana al uso- de que si hay que aceptar el movimiento como un hecho, debemos aceptar también la existencia en la naturaleza de conjuntos congruentes en repo­ so, determinados por su relación con lo que él llama “acontecimientos que perciben”. En la medida en que estén ordenados en distintos sistemas temporales, los mismos acontecimientos aparecen en la naturaleza en diferentes conjuntos congruentes, y este ordenamiento en distintos siste­ mas temporales depende de su relación con diferentes acontecimientos que perciben. El movimiento en la naturaleza implica en la naturaleza reposo. El reposo en la naturaleza implica cogrcsión, i.c., una relación persistente de aquí y ahí con referencia a algún individuo, y esta misma relación es la que determina el sistema temporal de acuerdo con el cual se ordenan los acontecimientos. Si en la naturaleza el reposo es un hecho, tendremos que concebirla como estratificada -p o r usar una expresión de W hitehead- por las diferentes perspectivas temporales de individuos dife­ rentes, aun cuando un grupo de individuos pueda tener la misma pers­ pectiva; aunque debemos recordar que no se trata de una estratificación de la naturaleza en un espacio estático, sino de una naturaleza cuya exten­ sión se ve afectada por una dimensión temporal. Quiero generalizar esta concepción de la existencia en la naturaleza de conjuntos congruentes determinados por sus relaciones con aconteci­ mientos que perciben, y hacerlo de modo que pueda albergar al entorno en relación con la forma viva, y al mundo experimentado en relación con el individuo que lo experimenta. Es evidente que eso sólo es posible hacer­ lo si concebimos la vida como un proceso y no como una serie de situa­ ciones físico-químicas estáticas, y si consideramos, además, la experiencia como conducta o comportamiento, y no como una serie de estados cons- 359 Copyrighted material Geotge Hcrbcrt Mead ciernes. Entiendo que esa es la esencia de la filosofía del cambio de Bergson, según la cual, nuestro mundo perceptivo lo determinan las acciones que están produciéndose. La conducta recorta y configura los objetos hacia los que la acción se dirige. El animal únicamente determina el hábi­ tat con referencia a su vida como proceso que está en curso. La ilustración más convincente de esto puede encontrarse en la diferencia entre presen­ tar la vida de una comunidad desde la perspectiva de una estática social -lo s datos estadísticos sobre la población, las ocupaciones y otros seme­ jan tes-, o desde la de las vidas reales de los diferentes individuos que constituyen la comunidad. En el segundo caso, nos damos cuenta de que cada individuo tiene un mundo que en cierto grado difiere del de cual­ quier otro miembro de la misma comunidad; de que cada uno segmenta los acontecimientos de la vida de la comunidad comunes a todos, desde un ángulo diferente al de cualquier otro. Con una frase de Whitehcad, diríamos que cada individuo estratifica la vida común de un modo dife­ rente, que la vida de la comunidad es la suma de esas estratificaciones, y que todas esas estratificaciones existen en la naturaleza. Un reconocimien­ to así saca a la psicología de su aislamiento como ciencia que trata con lo hallado en la mente individual, y la transforma en un punto de vista desde el que podemos abordar la realidad tal y como discurre. Es evidente que si enunciamos la vida de cada individuo de acuerdo con los resultados del análisis de lo inmediatamente experimentado, ofrecería­ mos un plano común de acontecimientos en cuyo seno la experiencia de cada uno sólo diferiría de la de los demás en alcance y por la integridad o falta de integridad de sus conexiones (1 7 6 )55. En las formulaciones gene­ ralizadas de las ciencias sociales tales diferencias desaparecen. Las propias experiencias de los individuos implicarían sucesiones de acontecimientos que serían distintas en cada uno, pues cada cual encara un mundo donde los objetos son planes de acción. Veamos el ejemplo más simple: dos per­ sonas que se acercan a un automóvil que pasa. Para uno de ellos es éste un objeto móvil al que se va adelantar al cruzar por el lugar de la calle donde los recorridos de ambos podrían encontrarse. El otro ve, en cambio, un* ** Nada menos que en este pasaje es donde el editor de la versión inglesa del libro que traducimos optó por iniciar la reproducción del articulo de Mead. Como anticipamos, a partir de aquí, anotamos las páginas del libro original, como hicimos a lo largo de toda la traducción para conservar la valiosa referencia a la edición principe de este libro. Nota de ISY a la edición española. 360 Copyrighted material I j¡ Jrltwp'a delpíeteme objeto móvil que pasará por el posible lugar de encuentro antes de que él pueda llegar allí. Cada uno recorta el mundo desde el punto de vista de un sistema temporal diferente. Objetos que son en mil facetas idénticos para los dos, resultan, sin embargo, fundamentalmente diferentes por su ubicación en un plano espacio-temporal que implica determinada suce­ sión de acontecimientos, o en otro. Elimínese la dimensión temporal y devuélvanse todos los acontecimientos a un instante sin tiempo, y se per­ dería la individualidad que correspondía esos objetos en la conducta, salvo en la medida en que puedan representar resultados de la experiencia pasa­ da. Pero cuando nos tomamos el tiempo en serio, nos percatamos de que el aparente carácter atemporal de nuestro mundo espacial y sus objetos permanentes, se debe al conjunto congruente que cada uno de nosotros selecciona. Para los propósitos de nuestra conducta, abstraemos el tiempo de ese espacio. Ciertos objetos dejan de ser acontecimientos, cesan de pasar como en realidad pasan, y se convierten, en su permanencia, en condiciones de nuestra acción; los acontecimientos tienen lugar con refe­ rencia a ellos. El hecho de que toda una comunidad seleccione el mismo conjunto congruente no hace que la selección sea en menor grado la que corresponde a la acritud de cada uno de sus miembros. El proceso vital tiene lugar en organismos individuales, de modo que la psicología, que estudia esos procesos en su determinante función creativa, se convierte en una ciencia del mundo objetivo. Si lo consideramos desde el punto de vista de una historia evolutiva, vemos que no sólo han surgido nuevas formas con sus diferentes entornos espacio-temporales y objetos, sino que han surgido nuevos caracteres correspondientes a sus susceptibilidades y capacidades de respuesta. Con la terminología de Alexander: aquellos han pasado a ser calificados de un modo diferente. Tan imposible resulta transferir esos caracteres de los hábitats a la conciencia de las formas como transferir la estructura espa­ cio-temporal de las cosas a eso que llamamos conciencia. Si en un univer­ so que pasa introducimos una instantaneidad ficticia, las cosas caen hechas pedazos. Las cosas que distan espacio-temporalmente de nosotros, única­ mente pueden introducirse en ese instante desde el punto de vista de nuestra inmediata experiencia de contacto. Son lo que serían si estuviése­ mos allí con nuestras manos puestas sobre ellas. Adoptan el carácter de la materia tangible. Esc es el precio de su ubicación en el momento de la 361 Copyrighted material Cieorge H ctbcrt Mead existencia de nuestros cuerpos. Pero esa visión instantánea tiene la gran ventaja de proporcionarnos una imagen de lo que la experiencia de con­ tacto será cuando alcancemos el objeto distante, y también de las condi­ ciones determinantes bajo las cuales los caracteres a distancia aparecen. Si en la experiencia el mundo existiese en un instante, estaríamos forzados a encontrar algún reino, como el de la conciencia, a donde transportar las cualidades a distancia -esas que también llamamos secundarias- de las cosas. (177-178) Si en la historia evolutiva la conciencia tiene, pues, algu­ na significación inambigua, hace ésta referencia a aquel estadio en el desa­ rrollo de la vida donde la conducta del individuo señala y define el futuro campo de objetos que configura su entorno, y donde emergen tanto en los objetos como en las susceptibilidades de los individuos caracteres que se corresponden recíprocamente. May una relatividad entre el individuo viviente y su entorno, tanto de forma como de contenido. Q u i e r o a h o r a t ra z a r el m o d o d el s u r g i m i e n t o d el s í - m i s m o y d e la m e n t e en esa conducta. Lo que este empeño implica es únicamente que ios sí-mismos tienen mentes; es decir, que el conocimiento, incluso cuando lo tomamos en la más simple acepción de darse cuenta, sólo pertenece a los sí-mismos. Por supuesto que esto no implica que no existan por debajo del estadio de autoconcicncia los caracteres sensoriales y la susceptibilidad. La autoconcicncia se logra en nuestra propia experiencia inmediata en la medida en que antes no éramos autoconscientes. También está implicado el hecho de que ese desarrollo ha tenido lugar exclusivamente en un grupo social, puesto que los sí-mismos sólo existen en relación con otros sí-mismos, del mismo modo que el organismo como objeto físico sólo existe en relación con otros objetos físicos. Hay dos campos donde han surgido grupos sociales que determinan su entorno juntamente con el de sus miembros y la individualidad de éstos. Los encontramos en el reino de los invertebra­ dos y en el de los vertebrados. Entre los himenópteros y las termitas se­ dan sociedades cuyos intereses determinan los estímulos y los hábitats, y que diferencian de tal forma a los propios individuos -principalm ente mediante los procesos sexual y alim enticio- que el individuo es lo que es por su carácter de miembro de esas sociedades. En la compleja vida del grupo los actos individuales sólo se completan con los actos de otros indi­ 362 Copyrighted material L í filo s o fía d t i fin ie n te viduos» perc la mediación de esa conducta compleja se encuentra en la diferenciación fisiológica de los diferentes miembros de la sociedad. (178-179) Como ha subrayado Bergson refiriéndose a los instintos, los medios con los que se lleva a cabo un acto complejo se hallan en la estruc­ tura diferenciada de la forma. No existen evidencias convincentes de que para poder integrar su actividad en el acto común, una hormiga o una abeja esté obligada a prever el acto de otra hormiga o abeja por medio de su propia tendencia a responder como la otra. Y siguiendo esa misma pista, tampoco hay evidencia de la existencia de lenguaje en ninguna de esas sociedades. No es necesario acudir a los invertebrados para descubrir este tipo de conducta social. Si alguien recoge a un niño que se acaba de caer, adapta ¿us brazos y su actitud a la del niño, y el propio niño se adap­ ta a su actitud; o cuando uno boxea o lucha responde al estímulo del otro por medio de un ajuste fisiológico adquirido. Entre los vertebrados existe escasa o ninguna diferenciación fisiológica heredada para mediar en las complejidades de la conducta social, al mar­ gen de la diferenciación de sexos y de la nutrición y del cuidado de las formas infantiles. Si hemos de cooperar provechosamente con otros para hacer que el acto común se produzca, debemos introducir en nosotros sus actos en curso de alguna manera. Com o acabo de indicar, sólo hay una pequeña esfera de la vida social donde esto no es necesario. Si se puede llamar actividad social a la succión de la forma infantil cuando mama o a la pelea entre perros, realmente éstas no exigen más que un ajuste fisioló­ gico heredado. Tal vez habría que incluir en esa esfera al llamado instinto gregario, pero apenas va más allá de la tendencia del rebaño a juntarse en sus diversas actividades. El cortejo y el apareamiento de las formas, el cui­ dado de las formas infantiles, el agrupamiemo de los animales en las migraciones y la lucha prácticamente agotan el repertorio de conducta social de los vertebrados hasta que llegamos al hombre. (179-180) Agotan las posibilidades que existen en la estructura de los vertebrados para mediar la conducta social, puesto que el organismo vertebrado no ha mostrado, en orden a la diferenciación fisiológica, la asombrosa plastici­ dad que pocemos atribuir a los insectos; desde las formas aisladas hasta los miembros de las sociedades de las termitas, las hormigas y las abejas. 363 Copyrighted material Gcot(?c Hcrbcrt Mead Puede definirse el acto social como aquél en el que la ocasión o estímulo que libera un impulso se encuentra en el carácter o conducta de una forma viviente que pertenece al propio entorno de la forma viviente cuyo impul­ so resulta liberado. Deseo, sin embargo, restringir el acto social a la clase de actos que implican la cooperación de más de un individuo, y cuyo objeto, tal como aparece definido por el acto -en el sentido de Bcrgsones un objeto social. Entiendo que objeto social es un objeto que responde a todas las parres del acto complejo, aunque esas partes se encuentren en la conducta de diferentes individuos. El objetivo del acto se encuentra, entonces, en el proceso vital del grupo y no sólo en los de los individuos separados. En los casos de las sociedades de los himenópteros y de las ter­ mitas, el objeto social completo no existe en los entornos de los indivi­ duos separados, como tampoco en el de las restringidas sociedades de ver­ tebrados, que sólo se basan en el ajuste fisiológico. De una vaca que lame la piel de un ternero que se ha rellenado con heno hasta que la piel se desgasta, y que en esc momento se pone a comer el heno, o de una mujer que consume su impulso maternal con un perro de lanas, no se puede afirmar que dispongan en sus entornos del objeto social completo que la totalidad de sus actos implican. Sería necesario conjuntar los ambientes de los diferentes individuos - o superponerlos- para llegar a tener el entor­ no y los objetos correspondientes a las sociedades en cuestión. Los actos sociales basados en el ajuste fisiológico, y las sociedades corres­ pondientes con ellos, han alcanzado una complejidad asombrosa, en la que las formas -co m o ocurre entre los himenópteros y las term itasdemuestran una gran plasticidad en su desarrollo. Pero una vez que esa plasticidad alcanza su límite, también topan con él el acto social y la socie­ dad. (180-181) Allí donde ese ajuste fisiológico que media el acto social es limitado y fijo -com o ocurre entre los vertebrados-, las sociedades de este tipo son, en esa misma medida, insignificantes. Pero junto a la descrip­ ción del acto social basado en el ajuste fisiológico, al menos hemos sugeri­ do otro tipo de acto social, junto a la sociedad y el objeto que se corres­ ponden con él. Se trataría de un acto tal que las diferentes partes del mismo que pertenecen a individuos diferentes aparecerían en el acto de cada individuo. Esto no puede significar, sin embargo, que el individuo singular pueda realizar el acto entero, puesto que, si eso fuera posible, dejaría de ser éste un acto social; tampoco quiere decir que el estímulo 364 Copyrighted material L a filoujfux d el pm en ie que suscita la parte del acto complejo que le corresponde pueda suscitar también las otras parres del acto en la medida en que éstas aparecen en su conducta. Si el objeto social ha de aparecer en su experiencia, debe cum­ plirse que en ella estarán presentes los estímulos que liberan las respuestas de los demás que están incluidos en el acto, pero no como estímulos para su propia respuesta, sino como estímulos para las respuestas de los otros. Y lo que esto entraña es que la situación social, que surge tras el cumpli­ miento de una fase del acto que sirve de estímulo para el siguiente partíci­ pe en ese complejo procedimiento, deberá estar presente en algún sentido en la experiencia del primer actor, tendiendo a suscitar en él, no su propia respuesta sino la del siguiente actor. Permítaseme proponer la suposición imposible de que cuando la avispa pica a una araña y la almacena junto a su propio huevo encuentra en la araña un objeto social en esc sentido que he especificado. La araña tendría que existir en la experiencia de la avispa como el alimento -u n alimento vivo pero inactivo- que luego llegará a ser para la larva, cuando ésta emerja del huevo. La avispa necesitaría estar sujeta al mismo estímulo que libera la respuesta de la larva, en orden a que la araña paralizada aparezca de ese modo ante la avispa; en otras palabras, la avispa necesitaría ser capaz en cierto grado de responder como la larva. (1 8 1 -1 8 2 ) Y, por supuesto, la avispa tendría que ver a la araña en la dimensión temporal, injertando un futuro hipotético en el presente que pasa; pero la ocasión para esto tendría que consistir en la tendencia de la avispa a responder, en el rol de larva, al alimento apropiado que ella misma está almacenando. Se presenta así, entonces, otro posible principio de organización social, que se distingue de la diferenciación fisiológica. Si los objetos que corresponden al acto social complejo pueden existir espaciotemporalmente en la experiencia de los diferentes miembros de la socie­ dad, y no sólo como estímulos que liberarán sus propias respuestas sino también como estímulos para las respuestas de aquéllos que participan en el acto compuesto, entonces, puede encontrarse un principio de coordi­ nación que no depende de la diferenciación fisiológica. Una condición psicológica necesaria para esto sería que el individuo de alguna manera tuviera presentes en su organismo las tendencias a responder como res­ ponderán los otros partícipes en el acto. Lo que estaría implicado sería mucho más que esto, pero ésta es al menos una prccondición necesaria. Cabe considerar que existe un objeto social correspondiente a las respucs- 365 Copyrighted material Gcoigc Hcíbcit M oil tas de los diferentes individuos de una sociedad, cuando las diferentes respuestas que esos individuos realizan en los actos complejos pueden encontrarse en suficiente grado en las naturalezas de los individuos sepa­ rados como para hacerlos susceptibles a los diferentes valores del objeto que se corresponden con las partes del acto. El córtex del sistema nervioso central de los vertebrados aporta, al menos, una parte del mecanismo que pudo hacerlo posible. Allí, las corrientes nerviosas que van desde la columna y la base del cerebro hasta el córtex pueden poner en relación recíproca los actos que parten desde esos cen­ tros inferiores, de modo que puedan surgir procesos más complejos. Esos centros y vías del córtex representan un número indefinido de acciones posibles, que, estando en competencia entre sí, se inhiben recíprocamente y presentan el problema de organización y ajuste de tal forma que la con­ ducta manifiesta tiene que proseguir. (182-183) En las corrientes y cruces de corrientes que suceden en la materia gris y sus fibras de asociación se dan las tendencias para un número indefinido de respuestas. En corres­ pondencia con esos ajustes, los objetos están organizados en un campo de acción, no sólo espacialmente sino también temporalmente; pues, una vez excitada, la tendencia a agarrar el objeto distante está de tal modo vincu­ lada con los procesos de aproximación, que no obtiene su expresión mani­ fiesta hasta que la distancia interpuesta resulta superada. Por lo tanto, en este tipo de aparato de conducta vertebrado, las predisposiciones ya exci­ tadas para millares de actos que trascienden ampliamente las realizaciones externas, nutren las actitudes interiores, al implicar objetos que no son objetivos inmediatos de los actos del individuo. Pero el córtex no es simplemente un mecanismo. Es un órgano que existe al cumplir su función. Si ocurre que esas tendencias de acción que no logran expresión inmediata aparecen y persisten, es porque pertenecen al acto que está en curso. Si, por ejemplo, la propiedad es en la experiencia de los hombres un objeto social que se distingue de la nuez que almacena la ardilla, lo es porque hay rasgos del alimento que uno compra que iner­ van al complejo toral de respuestas mediante las cuales no sólo es adquiri­ da la propiedad sino también respetada y protegida, y ese complejo así inervado es una parte esencial del acto por el cual el hombre compra y almacena su alimento. No se trata de que comprar alimentos sea más 366 Copyrighted material L i filoiofit! d tl preitnte complicado que recogerlos del suelo, sino de que el inrcrcambio es un acto en el que cuando un hombre hace una oferta se excita a sí mismo para entregar algo a cambio. Una oferta es lo que es porque el ofrecimien­ to es un estímulo para dar algo a cambio. Uno sólo puede intercambiar poniéndose en la actitud de la otra parte que negocia. La propiedad se convierte en un objeto tangible porque todas las fases esenciales de la pro­ piedad aparecen en las acciones de todos los que están implicados en el intercambio, y porque aquéllas aparecen como rasgos esenciales de la acción del individuo. (183-184) En un acto de ese tipo, el individuo es un sí-mismo. Si el córtex se ha convertido en órgano de la conducta social y ha hecho posible la apari­ ción de objetos sociales, eso ha ocurrido porque el individuo se ha conver­ tido en un sí-mismo, es decir, en un individuo que organiza su propia respuesta con las tendencias de los otros a responder a su acto. Puede hacerlo, porque el mecanismo del cerebro de los vertebrados capacita al individuo para adoptar esas diferentes actitudes en la formación del acto. Pero los sí-mismos han aparecido tardíamente en la evolución de los ver­ tebrados. La estructura del sistema nervioso central es demasiado menuda para permitirnos mostrar los correspondientes cambios estructurales en las vías del cerebro. La pista de esa evolución únicamente podemos seguir­ la en la conducta del animal humano. Lo acostumbrado ha sido señalar ese tránsito dotando al hombre de una mente. En la medida en que se mira a la conciencia como cierta clase de material espiritual con el que se forman las sensaciones y afecciones, y las imágenes, y las ideas o significa­ ciones, la suposición de una mente como locus de esas entidades casi es necesaria; pero cuando esos contenidos se han devuelto a las cosas, des­ aparece también la necesidad de conseguir moradas para aquel mueblaje. Excede los límites de este artículo deducir las consecuencias que aporta ese cambio a la lógica y la epistemología, pero hay una fase de todos los procesos que llamamos mentales que resulta central en esta discusión, y esa es la autoconcicncia. Si las sugerencias que he hecho más arriba resul­ tan sostenibles, el sí-mismo que es central para todo lo que llamamos experiencia mental solamente ha aparecido en la conducta social de los vertebrados humanos. El individuo se convierte en un objeto para sí mismo, precisamente, porque se descubre a sí mismo adoptando las acti­ 367 Copyrighted material Gcorgc Herbeit Mead tudes de los otros que están implicados en su conducta. Únicamente hemos sido capaces de volvernos hacia nosotros mismos al adoptar los roles de otros. (1 8 4 -1 8 5 ) Vim os más arriba, que el objeto social sólo puede existir para el individuo si las varias partes del acto social completo que los otros miembros de la sociedad llevan a cabo están presentes de algún modo en la conducta del individuo. Es verdad, además, que el símismo sólo puede existir para el individuo si éste asume los roles de los otros. La presencia en la conducta individual de las tendencias a actuar como los otros actúan puede, por consiguiente, ser responsable de la apa­ rición en la experiencia del individuo de un objeto social - i.e ., de un objeto que responde a complejas reacciones de cierto número de indivi­ duos-, y serlo también de la aparición del sí-mismo. Realmente, las dos apariciones son correlativas. La propiedad únicamente puede aparecer como un objeto, en la medida en que el individuo se autoestimula a com­ prar mediante la expectativa de una oferta de venta. Comprar y vender se implican mutuamente. Algo que puede ser intercambiado sólo puede existir en la experiencia del individuo en la medida en que, cuando este tiene en su propia disposición la tendencia de vender, tenga en ella, a la vez, la de comprar. Y el individuo sólo llega a ser un sí-mismo en su pro­ pia experiencia en la medida en que una actitud suya suscita la actitud que en el empeño social se corresponde con ella. Justamente eso es lo que implica «autoconciencia». Aparecemos como símismos en nuestra conducta en la medida en que adoptamos nosotros mismos la actitud que los otros adoptan hacia nosotros en esas actividades correlativas. Quizás una ilustración de esto, buena entre las que puedan encontrarse, sea un «derecho». Suponemos que todos los miembros de la comunidad asienten a la hora de proteger nuestras vidas o la propiedad. Adoptamos el rol de lo que puede llamarse el «otro generalizado» (generaliz ed other). Y al hacerlo, aparecemos como objetos sociales, como sí-mis­ mos. Es interesante notar que en el desarrollo individual del niño se dan dos etapas que son representativas de los dos pasos esenciales en el proceso de alcanzar la autoconciencia. Si aceptamos esa distinción, la primera etapa sería la del «juego» (pLty), y la segunda, la del «juego organizado» (gom e)*6. 1-j i l.i traducción española de M imé. S tlfan dS oásry se habla respectivamente de «juego» y «deporte*. Probablemente, el traductor utilizó ese expediente amparándose en el recurso habitual de Mead a ejem- 368 Copyrighted material ¡a filosofía dei f, re¡ente (18 5-186) En el juego, en este sentido que lo tomamos ahora, el niño actúa continuamente como padre, maestro, predicador, charcutero, poli­ cía, pirata, o indio. Es el período de la existencia infantil que Wordsword ha descrito como el de la «imitación sin fin» (endless im itation). Es el perío­ do de los juegos del Kindergarten de Froebel. En este período, como reco­ noció Frocbcl, el niño está adquiriendo los papeles de quienes pertenecen a su sociedad. Esto ocurre porque el niño está continuamente excitando en sí mismo las respuestas a sus propios actos sociales. Por su propia situación infantil de dependencia de las respuestas de los otros a sus propios estímu­ los sociales, es peculiarmente sensible a esta relación. Teniendo en su pro­ pia naturaleza el comienzo de la respuesta paterna, la suscita por medio de sus llamadas. El tipo universal de todo ello es la muñeca; pero antes de que juegue con su muñeca, el niño ya responde con el tono de voz y la actitud con que sus padres responden a sus propios gritos y gorjeos. Se ha llamado a eso imitación, pero el psicólogo reconoce ahora que uno solamente ¡mita en la medida en que el llamado acto imitado puede suscitarse en el propio individuo mediante la estimulación apropiada. Es decir, uno suscita o tien­ de a suscitar en sí mismo la misma respuesta que suscita en el otro. El juego antecede al juego organizado. Porque en el juego organizado hay un procedimiento regulado y reglas. El niño debe no sólo adoptar el rol del otro, como lo hace en el juego, sino que debe asumir los varios roles de todos los partícipes en el juego organizado y gobernar su acción en conse­ cuencia. Si juega en la primera base, es alguien a quien se arrojará la bola, ya sea desde el campo o desde el «catcher». El mismo, al jugar en las dife­ rentes posiciones, ha integrado en un todo las reacciones organizadas de los demás hacia el, y esta reacción organizada se convierte en lo que he llamado el «otro generalizado», que acompaña y controla su conducta. La presencia de este otro generalizado en su experiencia es lo que le propor­ ciona un sí-mismo. Sólo puedo hacer aquí una mera referencia a la reíapíos deportivos pata ilustrar esa etapa de desarrollo psicosocial que éste caracteriza aludiendo a la apari­ ción de la capacidad de participar en los *games»: juegos reglamentados u organizados. V id: Espíritu, persona y sociedad, Paidós, Buenos Aires, 1953 (reimpreso en 1982). que es una versión no excesivamen­ te fidedigna de M ind, SelfandSoeieey Chicago. Chicago University Press. 1934. Vid para esos términos y en general para el conjunto de los conceptos clase de Mead, las voces correspondientes en Salvador C ílN ER y otros. Diccionario de sociología, op. cit. Muy rica es la sistematización del concepto de juego llevada a cabo por Huizinga. Vid. Johan H U I7.IN G A (1 9 3 8 ). Homo ludens, Madrid. Alianza. 2 0 0 5 . esp. pp. 4 5 -6 6 . Nota de ISY a la edición española. 369 Copyrighted material Gcorge Hcrbett Mead ción de esc juego infantil con la llamada «magia simpatizante»^ 186-187) Los hombres primitivos invocan en su propia actividad cierto simulacro de la respuesta que buscan del mundo circundante. Son niños gritando en la noche. El mecanismo que lo hace posible exige que el individuo que está estimu­ lando a otros para una respuesta esté, al mismo tiempo, originando en él mismo las tendencias para esas mismas reacciones. Ahora bien, aquello que en el acto complejo sirve a otro individuo como estímulo para su respuesta no es por regla general apropiado para suscitar la misma res­ puesta en el propio individuo. Presumiblemente, el ademán hostil de un animal no asusta al propio animal. En especial, en las complejas reaccio­ nes sociales de las hormigas o de las termitas o de las abejas, difícilmente puede concebirse que la parte del acto de una forma que suscita la reac­ ción apropiada de otra esté originando una reacción similar en la forma en cuestión, puesto que aquí el complejo acto social depende de la dife­ renciación fisiológica, y existe tal desemejanza de estructura, que el mismo estímulo no puede suscitar respuestas semejantes. Para un mecanismo como el que se ha sugerido, es necesario, primero de todo, encontraren la conducta social de los miembros de un auténtico grupo, algún estímulo que suscite, en el individuo responsable del mismo, la misma respuesta que suscita en el otro; y en segundo lugar, que los individuos del grupo deben tener una estructura semejante, de modo que el estímulo tendrá para una forma el mismo valor que tiene para la otra. Ese tipo de estímu­ lo social puede encontrarse dentro de la sociedad humana en el gesto vocal. Uso el término «gesto vocal» para referirme a aquella actitud o parte del acto de un individuo ligado a un acto social, que sirve como estímulo para que otro individuo realice la parte que le corresponde en el acto com­ pleto. Ejemplos de gestos definidos de esta manera pueden encontrarse en las actitudes y movimientos de otros a los que respondemos al sobrepasar­ los en medio de una multitud; en el giro de la cabeza hacia la mirada del ojo ajeno; en la actitud hostil adoptada frente a un gesto amenazador; en las mil y una diferentes actitudes que adoptamos hacia diferentes modula­ ciones de la voz humana; o en las actitudes y amagos de los movimientos entre boxeadores y luchadores, con respecto a las que están siempre tan finamente ajustadas las respuestas. (187-188) Hay que reparar en que las actitudes a las que me he referido no son sino etapas del acto tal como 370 Copyrighted material La Jiloiofij del prnerttt aparecen ante otros, c incluyen expresiones del semblante, posiciones del cuerpo, cambios en el ritmo de la respiración, evidencias externas de los cambios circulatorios y sonidos vocales. En general, eso que llamamos gestos pertenecen ai comienzo del acto manifiesto, pues los ajustes de los otros al proceso social se hacen mejor al principio del acto. Los gestos son, pues, las etapas primitivas del acto manifiesto a las que responden otras formas comprendidas en el mismo acto. Lo que nos interesa es encontrar gestos que puedan afectar al individuo responsable de ellos de la misma manera que afectan a otros individuos. El gesto vocal es, cuanto menos, un gesto que asalta los oídos de quienes lo realizamos de la misma manera fisiológica que afecta a otros. Oímos nuestros propios gestos vocales como los oyen los otros. Podemos ver o tentar los movimientos de nuestras manos como otros los ven o los palpan, y esas miradas y palpamientos han servido, en lugar de los gestos vocales, para el caso de quienes son congénitamente sordos, o sordos y ciegos. Pero ha sido el gesto vocal el que ha proporcionado el medio de organización social preeminente en la sociedad humana. Pertenece históricamente al comienzo del acto, puesto que surge a partir del cambio en el ritmo de la respiración que acompaña a la preparación de una acción súbita, esa clase de acciones a las que las otras formas deben estar ajustadas con finura. Ocurre, entonces, que si un gesto hace surgir en el individuo que lo hace una tendencia a la misma respuesta que origina en otro, y este hecho de originar un acto del otro dentro de sí se introduce en su experiencia, el individuo se encontrará tendiendo a actuar hacia sí como el otro actúa hacia él. (188-189) En nuestra experiencia autoconsciente entendemos lo que él hace o dice. La posibilidad de esa introducción en su experiencia la hemos encontrado en el córtex del cerebro humano. Pueden allí excitarse las coordinaciones que responden a un indefinido número de actos y, mientras se neutralizan recíprocamente, entran a formar parte del proceso de ajuste neuronal que conduce a la respuesta manifiesta. Si uno pronun­ cia y se oye a sí mismo pronunciar la palabra «mesa», ha originado en sí mismo las actitudes organizadas de su respuesta al objeto de la misma manera en la que las ha originado en el otro. Comúnmente llamamos ¡dea a esa acritud organizada que se origina, y las ideas de lo que estamos diciendo nos acompañan durante toda nuestra habla significante. Si pode­ mos creer lo que se afirma en una de la epístolas de San Pablo, algunos de 371 Copyrighted material Ckofgc H eftxn Mead cnrrc los santos hablaron lenguas que para ellos no tenían significado. Elaboraron sonidos que no suscitaban respuesta en quienes los producían. Eran sonidos sin significado. Cuando un gesto vocal proferido por un individuo conduce a una respuesta de otro, lo podemos Llamar «símbolo»; cuando origina en quien lo hace la tendencia a la misma respuesta, pode­ mos llamarlo «símbolo significante». Esas actitudes organizadas que origi­ namos en nosotros cuando hablamos a otros son, entonces, las ideas que decimos que tenemos en nuestras mentes, y en la medida en que originan las mismas actitudes en los otros, están en sus mentes, siempre que sean autoconscientes en el sentido en el que he usado ese termino. Pero no es necesario que debamos hablar a otros para que tengamos esas ideas. Pode­ mos hablar para nosotros mismos, y lo hacemos en el foro interior de eso que llamamos pensamiento. Poseemos sí-mismos precisamente en la medida en que podemos adoptar y adoptamos las actitudes de los otros hacia nosotros mismos y respondemos a ellas. Nos damos el beneplácito y nos autocondenamos. Nos damos nosotros mismos palmadas en la espal­ da y nos autoatacamos ciegos de furia (189-190). En el censor plantado en la puerta de nuestra imaginación y en nuestras conversaciones interio­ res o cuando afirmamos las leyes y los axiomas del universo de discurso, asumimos la actitud generalizada del grupo. Q uod semper, qu od ubique. Nuestro pensar es una conversación interior en la que podemos estar adoptando los roles de otros conocidos específicos frente a nosotros, pero usualmente conversamos con lo que he denominado el «otro generaliza­ do», y es de esc modo como alcanzamos los niveles del pensar abstracto, y aquella impersonalidad, aquello que llamamos objetividad, que aprecia­ mos. Concibo que de esta forma se han originado sí-mismos en la con­ ducta humana; y con los sí-mismos, mentes. Es interesante el estudio de cómo surgen en cada niño el sí-mismo y su mente, y también el de los indicios sobre el modo correspondiente como surgieron en el hombre pri­ mitivo. No puedo entrar a discutirlo ahora. Deseo, en cambio, referirme a algunas de las implicaciones que esta concepción del sí-mismo tiene para la teoría del control social. Deseo recurrir a la posición, adoptada anteriormente en este artículo, de que si reconocemos que la experiencia es un proceso que continuamente está pasando al futuro, los objetos existen en la naturaleza como modelos de nuestras acciones. Si reducimos el mundo a un ficticio presente instan­ 372 Copyrighted material La filosofía Jes presento táneo, todos los objetos se caen en pedazos. No hay razón alguna que pueda encontrarse, excepto en una mente, que sería igualmente ficticia, para explicar por qué habrían de trazarse ciertas líneas alrededor de cierto número de partículas físicas constituyéndolas en objetos. De cualquier modo, esc presente de filo de navaja no existe. Incluso en el llamado pre­ sente especioso se da un pasar en el que hay sucesión, y tanto el pasado como el futuro están ahí, y el presente únicamente es aquella sección en la que ambos están implicados desde el punto de vista de la acción. Cuando tomamos en serio esc pasar de la naturaleza, vemos que el objeto de la percepción es el futuro existente del acto. El alimento es lo que el animal comerá, y su refugio es la madriguera donde escapará de su perseguidor. (190-191) Por supuesto que el futuro es, como futuro, contingente. Puede que el animal no escape, pero en la naturaleza el refugio existe como con­ trapartida de su acto. En la medida en que se dan ahí relaciones fijadas, éstas son del pasado, y el objeto implica a ambos, futuro y pasado, pero la forma que éste tiene surge del acto en curso. La biología evolutiva, en la medida en que no es mera física y química, procede, tal vez inconsciente­ mente, sobre esta suposición, y así lo hace la ciencia social en la medida en que no es estática. Sus objetos son, en términos de hábitat, el entorno. Están formados por reacciones. Simplemente afirmo la existencia de esos objetos; los afirmo como existentes en correspondencia con actos en un universo que pasa. En la medida en que existen actos sociales, existen objetos sociales, y sos­ tengo que lo que hace el control social es poner el acto del individuo en relación con su objeto social. Estamos abundantemente familiarizados con el control del objeto sobre el acto. Precisamente porque el objeto es la forma del acto, en tal condición controla la expresión del acto. La visión del objeto discante no sólo es el estímulo para el movimiento hacia éste. Con sus cambiantes valores a distancia también es un continuo control del acto de aproximación. Los contornos del objeto determinan la organi­ zación del acto de asirlo, pero en este caso, el acto completo está en el individuo, y el objeto, en su campo de experiencia. A menos que se pro­ duzca un fallo en la estructura o en la función, la propia existencia del objeto asegura su control del acto. En el acto social, sin embargo, el acto está distribuido entre cierto número de individuos. En el caso de las socie­ dades que dependen de la diferenciación fisiológica, el objeto completo 373 Copyrighted material líeorgc Híttwrt Mead no existe en la experiencia de ningún individuo, aun cuando haya o pueda haber un objeto correspondiente a cada parte del acto y que exista en la experiencia de cada individuo. El control se puede ejercer mediante la supervivencia de aquellas diferenciaciones fisiológicas que aún llevan a cabo el proceso vital implicado en el acto complejo. Ninguna complica­ ción del acto que no mediaba en éste, podía sobrevivir. (1 9 1 -1 9 2 ) O podemos también refugiarnos, como lo hace Bergson, en un factor de control dentro del acto; pero no es precisamente esa la situación que nos interesa. Las sociedades humanas en lasque estamos interesados son socie­ dades de sí-mismos. Sólo en la medida en que toma la actitud de otro hacia él, es el individuo humano un sí-mismo. En la medida en que esa actitud es la de cierto número de otros, y en la medida en que puede él adoptar las actitudes organizadas de cierto número de otros que cooperan en una actividad común, toma entonces las actitudes del grupo hacia sí mismo, y, al tomar esa actitud o esas actitudes, define el objeto del grupo, aquello que define y controla la respuesta. El control social dependerá del grado en el que el individuo asuma las actitudes de aquéllos que están implicados con él en sus actividades sociales. En la ilustración ya usada, d homore que compra controla su adquisición desde el punto de vista de un valor del objeto que sólo existe para el en la medida en que toma tanto la actitud de vendedor como la de comprador. El valor sólo existe como objeto para individuos en cuyos actcs de intercambio están presentes aquellas acritudes que pertenecen a los actos de los otros que son esencia­ les para el intercambio. El acto de intercambio se vuelve muy complicado. Varía enormemente el grado en que los actos esenciales que el acto de intercambio implica entran en los actos de rodos los comprometidos en él, y varía proporcionalmente el control que el objeto, i.e., el valor, ejerce sobre los actos. La teoría marxista de la propiedad estatal del capital -i.e ., de la producción exclusiva por parte del Estado- ¡lustra llamativamente del derrumbamiento de ese control. El objeto social -la producción económica próspera-, tal como esta teoría lo presenta, fracasa a la hora de acoger las acritudes de la inicia­ tiva individual que tal producción económica próspera requiere. El gobierno democrático, que se fundamenta en una teoría de la acción en la que se cuenta con un interés universal en los asuntos de las campañas, deja de funcionar como <ontrol y se volatiliza como tal ejercicio de gobicr- 374 Copyrighted material Lafilosofía del presente no, cuando se queda en manos de una maquinaria política cuyo objeto responde con mayor cercanía a las actitudes de los votantes y de los no votantes. (192-193) El control social depende, entonces, del grado de capacidad de los indivi­ duos de una sociedad para asumir las actitudes de los otros que están implicados con ellos en el empeño común. Pues el objeto social siempre responderá a un acto que se desarrolle con autoconcicncia. Junto a la pro­ piedad, todos los de las instituciones son objetos de ese tipo, y sirven para controlar a los individuos, quienes encuentran en ellas la organización de sus propias respuestas sociales. El individuo, por supuesto, no asume las actitudes de todos los innumera­ bles otros que de una u otra manera están implicados en su conducta social, salvo en la medida en que las actitudes de esos otros son uniformes en similares circunstancias. Como lie dicho, uno asume las actitudes de otros generalizados. Pero, incluso contando con esta ventaja del universal frente a la numerosa multiplicidad de casos, el número de respuestas dife­ rentes que entran en nuestra conducta social parece desafiar toda capaci­ dad individual para asumir los roles que serían necesarios para definir nuestros objetos sociales. Y, no obstante, aunque la vida moderna ha lle­ gado a ser indefinidamente más compleja de cómo fueron los períodos anteriores de la historia humana, para el hombre moderno es más fácil que para sus predecesores ponerse en el lugar de quienes cooperan en el intento de remediar sus propias necesidades, participan con él en las fun­ ciones de gobierno o se juntan con él a fijar los precios. Lo que tiene pri­ mordial importancia no es el número de participantes; ni siquiera el de funciones diferentes. Lo importante es si esas variadas formas de las acti­ vidades pertenecen con tal naturalidad a cada miembro de una sociedad humana como para que cuando toma el rol de otro se encuentra con que las actividades de ese otro pertenecen a su propia naturaleza. Como las complejidades de la sociedad humana no exceden las del sistema nervioso central, el problema de un objeto social adecuado -qu e es el mismo que el de una adecuada autoconciencia- no consiste en llegar a hacerse cargo de la infinidad de actos implicados en la conducta social, sino en superar de tal modo las distancias de espacio y tiempo, las barreras de lenguaje y convención y estatus que nos sea posible conversar con nosotros mismos 375 Copyrighted material G«Mgc Hcrbcit Mead desde los roles de aquéllos que, con nosotros, están implicados en el empe­ ño común de vivir. (193-194) El signo de los tiempos es un periodismo que curiosea insaciable las actitudes humanas de todos nosotros. Las otras curiosidades -co m o las que se refieren a las condiciones de vida de la gente, a cómo ésta trabaja y se com bate- se siguen de la curiosidad funda­ mental, que es la pasión por la autoconcicncia. Si hemos de ser nosotros mismos, tenemos que ser otros. La novela realista moderna ha hecho más por la formación de ese objeto social que llamamos control social que la propia educación técnica. Si podemos juntar a la gente de manera que pueda entrar en la vida de cada uno de los otros, tendrá inevitablemente un objeto común que controlará su conducta común. Sin embargo, la tarea es asaz enorme, pues no sólo implica echar abajo barreras pasivas como las distancias espacial y temporal o la vernacular, sino vencer también las actitudes fijas de costumbre y csratus en las que vivimos enclavados. Todo sí-mismo es un sí-mismo social, pero restringi­ do al grupo cuyos roles asume, y hasta que no se redescubra a sí mismo al incorporarse a una sociedad más amplia y mantenerse en ella, nunca abandonará ese sí-mismo restringido. La historia entera de la guerra entre sociedades y de las contiendas civiles demuestra con cuánta más disposi­ ción y con cuánto mayor estremecimiento emotivo nos comprendemos a nosotros mismos al oponernos a enemigos comunes que cuando colabo­ ramos con ellos. Por toda Europa, y más específicamente en Ginebra, vemos patriotas que en medio de una gran desconfianza y de continuos rechazos tratan de ponerse en los lugares de los otros y, a la vez, de conser­ var los sí-mismos que se daban sobre la base de las enemistades; y aun con todo, vemos que pueden alcanzar ese terreno común, en el que podrían evitar el horror de la guerra y mejorar las condiciones económicas tan intolerables que padecen. Un plan Dawes es un objero social de ese tipo, que nace penosamente: un objeto social capaz de controlar los conflictos de intereses entre comunidades hostiles. Pero sólo lo será si, al llevarlo a la práctica, cada uno puede en alguna medida ponerse en el lugar del otro. Otros objetos sociales de esc tipo, que diseñan planes de acción comunes, son el Tribunal Internacional y la Liga de Naciones, si es que realmente existen sí-mismos patrióticos que sean capaces de reconocerse a sí mismos en las actitudes colaboradoras de los otros. 376 Copyrighted material ÍNDEX ACONTECIMIENTO (evento), definición, 21j. unicidad del, 33: distinguido de las cosas, 36, 144 ; imposible dar cuenta exhaustiva del, 3ñi no puede ser un objeto perceptivo. 111. ALEXANDER, $.t 4 1 4 1 1 7 Z . ANIMAL INTRUMENTAL, el ser humano como, 170. ARISTÓTELES, 8.35. 38. 89. 102, 103. BACON. F., liEL BERGSON, H.. 21. 22. 26. 161.63. 164. 179. ISO. 192. BERKELEY, 107,134, BOHR, G., 24. BOHR. átomo de. 52, 153. BRAHE.T., LLi BRIDGMAN, P W.. 147. L3ÍL BROGLIE, L. de, 13, LZ, L4-L CAUSACIÓN, definición, 33, ' ' En el trabajo básico de reelaboración de este Índice ha sido esencial la colaboración de Irant7u Montiano (.íanuza. Las referencias de página siguen siendo siempre las correspondientes a la paginación del original ingló. que, com o ya se señaló se han incluido entre paréntesis a lo largo de todo el t a t o , salvo en el puñado de páginas del último ensayo complementario, procedente de una publicación anrerior de Mead, y que en su día no fueron publicadas en la edición original inglesa, f le ampliado y detallado algo más el índice analítico. M i criterio es que esta edición del O S debería conservar esa singularidad en el texto, que puede facilitar el trabajo científico. Nota del editor. 377 Copyrighted material (■corge Hcrben Mead CEREBRO, y el mecanismo que despierta la respuesta a una cosa física en el organismo, 126-133, 135-139. 160-162, 182-184. CIENCIA FÍSICA, vs. biología, ¿5; teorías de la: dependiente de los hallazgos perceptivos, 61. CINESTESICAS, imágenes (Imaginería anestésica). 137. COGNICIÓN , como reconstrucción, i 1JL 22, 107-11S, 140: como algo dife­ rente a conciencia, 4-5: pertenece exclusivamente a los sí-mismos (a los vocs), 178. ULL COMUNICACIÓN, transmisión de significado, 8 ¿ 86,82, 167. el mecanismo social y la constitución de las cosas, 170. vid. rol. CONCIENCIA, como significado c ideación, 4, 68-90: del sí-mismo, 184-190. 192-195. COSA FÍSICA, percepción de la, 120, 141-160. 169-170: cómo se relaciona con el organismo, 121-133: cualidades primarias y secundarias de la. 133, 137; como resistente al organismo. 134-139: como social, 169. Ver «mano». CUANTOS, los, 100. 104. 1Q6DAWES, Plan, 19± DEMÓCRITO, ¿8. J ü l DESCARTES, 98. 102. 103. 120, L3& DEW EY.J., !8j LL5, DU BOIS-REYMOND, E., 152, DURACIONES, como presentes que se deslizan, 2ÍL EDDINGTON, A. S., 3. liL 55, 5 7 , 2 4 . EINSTEIN, A.. 2 1 ,2 6 , 40, 41, 51, 54, 56. 58, 64, 78, 82, 93. 94. 100. 104. 109, IIP. 113. 157. EMERGENCIA, no sigue al pasado, 2¡ según la filosofía de Whitchead, 10j en el presente, 1 ¡j. tarca de filosofía: liL á2i determinada de modo incompleto, 15-16; condicionando el pasado. 18-19. 23: confiriendo caracteres al mundo, 35-36. 47. 50. 65-67; definición, 69, EMPATÍA, 13L ENERGIA, el rasgo esencial de la doctrina, 34¿ como naturaleza de la cosa física. 146-147: ver «relatividad, doctrina sobre la». ENTORNO, relación con el organismo, 4, 35-36, 42, 128. 165-195. EPISTEMOLOGÍA, el problema de la, 68; la del científico, 9 ¿ 95-96,98-106, 140, 151: relación con la experiencia perceptiva. 107-111. 140-160: y experiencia, 115. 378 Copyrighted material L>fib u fia M pm em t ESPACIO-TIEMPO, ver Minkowski. espacio-tiempo de. ESPINOZA. B., 1M . EUCLIDIA, geometría, LAL EUCLIDIO, espacio. 60. 149. 152, 159. EVOLUCIÓN, termino general que cubre la emergencia, 50; ver •^Emer­ gencia». HARADAY, M.. SO. FITZGERALD, contracción de. FROEBEL, FUTURO, su existencia denegada, 1: ver, «Pasado», y «Presente». CALILEAN'AS, dinámicas (Dinámicas Galdeanas), 5JE GAUSSIANAS, coordenadas (Coordenadas gaussianas), 158. HUME. EL IDEA, naturaleza de la, 87: ver. «Conciencia, como significado c ideación». IDEALISMO ABSOLUTO, ULL INDUCCIÓN, como base de la idea de la racionalidad del universo, 11-12. INFERENCIA, operación de la reflexión en el campo de la ideación, íilL INTELIGEN CIA HUMANA, vid. «mano», «manipulación», «presente» y «social». JAMES, W„ IElL 1EANS. 1.. 3, 12.2 1 ,4 6 . KANT, L2, 14. 52. 134. KANTIANA, hipótesis de. KF.l.VIN. 109, ISA LAPLACE, bipótesis de, 46, IARMOR, 45. 55, 109. 155. LIGA DE LAS NACIONES, 105, LEIBNIZ, 1M . LIPPS, T., LLL LOCKE, 126. 130. 1M. LORENTZ, LL A.. 40. 45. 54. 55. 58, 104. 109, LiL LOVEJOY, A. O.. ELI 379 Copyrighted material <¡íKvrgc H abcrt Mead M A C H . E ., 2 4 . MANO, manipulación c inteligencia humana, papel de la intermediación manípulativa en la constitución de la cosa física, constitución de fines en función de los medios, 170. MARX1ANA, teoría social, 122,. MATERIA, como la naturaleza de las cosas, 122; ver «Cosa física». MAXWELL, J.C ., 40* 4 1 5 3 . ¿6* 5Z* m L43.133.156. MEMORIA, se refiere a la fase condicionante del presente pasajero, 28-31. MEYERSON, E., 2 3 .1D2. M1CHELSON-MORLEY, experimento de. 40, ü 5 6 ,2L 1M. 133. LSíL M1LLIKAN, R. A., 106, 153. MENTE, locus del pasado y del futuro, 24¿ el campo mental, ¿3. 80-81, 82; como un desarrollo natural, 84-85, 172-173: sólo pertenece a los sí-mismos (yoes), 178. 184. MINKOWSKl, LL 2T MINKOWSKl, espacio-tiempo de, 2 * 1 2 3 .S íL Z ¿ L £ 2 ,9 8 J L 1 3 .l4 5 J l 5 i i 155. 162. MORGAN, L., 43. NEWTON, 2 6 .4 2 .4 5 ,6 5 , 1 10. 125. 133. 137. NEWTONIANO. mundo. 37. 40. 42. 46, 53, 55. 62, 64. 93, 98, 103, 104, 109. 113. 120. 123. 138. 147, 148. 150, 152, 159, ORGANISMO, relación con el entorno, 24-25. 33. 36, 68-90, 1Q7-1ÜL 128, 165-195; como proceso. ¿4* 33. 65l como social, 49. 165, 178; como cosa física. 119-120. 138. OSTWALD, W.. 43, 147, PARMENÍDEA, Realidad. L 3 3 .2 3 .1ÍLL RASADO, su existencia denegada, 1; revocable c irrevocable. 2-3. 13. 16* 26, 30¡ como lo percibe el historiador, 3. £L en relación con el organismo, 5-9, 88; como reinterpretación en el presente, ÜL L2. 22* 27* 2 2 .7 6 ; condicionado por el y condicionando al emergente, L5. 17-19. 25, 64; produciendo reali­ dad, 26i en la memoria, 28-31: cuan inadecuado, ¿h. su función en la expe­ riencia, PLA N C K , M „ 17,94. PLATÓN, 89. 104. 1M . POINCARÉ, J_L 146- 380 Copyrighted material La filosofía del presente PRESENTE, como viniendo a ser y desapareciendo, L ¿Si como lo concibe el cien­ tífico, 2» l l i como referente al emergente, 2¿; difusión temporal, 23-24. 90; como conteniendo todas las implicaciones y los valores que están más allá de el. 25* 27-28, 31,36, 173-174. 190; la naturaleza social del, 47* 63; el carác­ ter social del; como un punto de vista, 51, 52. PROBABILIDAD, 33* PTOLEMAICO, sistema, 171. REALIDAD, existe en un presente, h trasciende el presente, 1_L sobre la referen­ cia a la realidad como prueba y las fórmulas de transformación: homología entre la socialidad en la mente y la de las otras realidades naturales, 60-62. RELATIVIDAD, paradojas de, [2; expresada en los organismos, ¿8; la doctrina de la, 39-46. 50-51,52-67. 7 8 ,7 9 ,9 3 .9 5 ,98-100. 104. 144-146, 153. 156-157. REI.ATIVIDAD, Teoría General de la, 64* 157. 158, 160: ver «relatividad, teoría sobre*. RELATIVIDAD, Principio Especial de la, 64* 157. 160. RIEMANN, Geometría de, 157. 158. ROL (papel social), 168. vid. conciencia, cosa física, social, mente. ROUSSEAU, 52* RUSSELL, B., 82* 133* RUTHERFORD, E., 94. 106, 153. SCHROEDER. 12,24. SOCIAL, naturaleza social del presente, 42* 63i el organismo como, 49; 1 natu­ raleza del presente como un punto de vista, 51, 52; naturaleza social del pen­ samiento, 62-63: la ciencia como una perspectiva social. 165-195; acto defi­ nido como social, 180-182. SOMMF.RFELD, A., 24* SPINOZA, 1 SAN AGUSTÍN, 22 SAN PABLO, 89* 122 TRANSCURRIR (transcurso, pasaje), progreso temporal, 13-14; acontecimien­ tos condicionantes, 16-19, 33* 77* 79* 85* 88* 96* 97¿ como una abstracción, 21,23: ver «presente». TENSORES, matemática de, 158. TIEMPO, como transcurso sin devenir, 19; relación con el transcurrir, 20; ver «relatividad, doctrina de» y «minkowski. espacio-tiempo de». TRIBUNAL INTERNACIONAL, 195. 381 Copyrighted material (icotgc Hc/bcít Mead VERDAD, la prueba de la, 68. VISUAL, experiencia; la -realidad" de, 106-118, 120. VITAL, fuerza. 35. WEYL, H., 21, 94. WHITEHEAD, A. N., 1, 10, 12, 19, 20, 23. 43, 49. 56, 78. 93, 94, 98, 100, 121, 143, 148. 149, 156, 162-164,171. WORDSWORTH, \V., 186. 382 Copyrighted material