[go: up one dir, main page]

Academia.eduAcademia.edu

Formas de descontento y movimientos sociales, siglos XIX y XX

2005

FORMAS DE DESCONTENTO Y MOVIMIENTOS SOCIALES, SIGLOS XIX Y XX SERIE HISTORIA-HISTORIOGRAFlA DIVISiÓN DE CIENCIAS SocIALES y H UMANIDADES f,ORMAS DE DESCONTENTO Y MOVIMIENTOS SOCIALES, SIGLOS XIX Y XX JOSÉ R ONZÓN y C ARMEN V ALDEZ (COORDINAOORES) (Cuerpo Académico Histo ria e Historiografía) 2 885 81!" UNMRSlDAD I\UTONOMA METROPOUTANA CX\ "" __ •"""" Azcapotzalco 1m c... -.". .. _ UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA Rector Gelleral Doctor Luis Míer y Terán Casanueva Secretario G('IU:,ml Doctor Ricardo Salís Rosales UNIVERSIDAD AUTQNOMA METROPOUTmA ex\. """""""""'" Azcapotzalco Rector Maestro Víc to r Manuel Sosa Godínez Secretario Maestro Cristian Eduardo Leriche G uzmán ~ DMS¡Ón de Ciencias Sociales l' H Ufl1anidades Director Licenciado Guillermo Ejea Mendoza Secretaria Académica Doctora Susan a N únez Palacios Jefe del Drpartaml'flto de Huma nidades Licenciad o Alejandro J. de la Mora Ochoa Coordinadora de Dij",:;ióII y Publicaciones Maestra Begana Arieta Gamerdinger Diseñ o de portada: Mig uel Án gel Sánchez Macías Pri mera edición, 2005 © Pa ra la presente edición, Universid ad Autónoma Metrop olitana-Azcapotzalco ISBN,970-654-956-0 Depósito Lega l Derechos reservados conforme a la ley. Se prohibe la reproducción por cualquie r medio sin el consen timien to de los titulares de los derechos de las obras Impreso en México ! Pilltt'd in Mt'xico Contenido Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 13 La diversidad de la ll/cha social y Sl/S horizontes. (Es tl/dio introdl/ctorio a las fo rmas de descontento) José Ranzón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 15 Respuestas al dominio. Los pobres en el ca mpo mexicano en la segunda mitad del siglo X IX Romana Falcón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 27 PRIMERA PARTE Tensión política Pensar la rebelión en una cultura política basada en la ins urgencia Silvia Pappe ......................... . . ........ 57 Rebelión política en Sonora 11876-1877) Saúl Jerónimo Romero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 75 Represen tación y territorialidad. Las tensiones entre los es tados, el presidente y el Congreso de la Unión (1867-1910) María Luna Argudín. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 95 CONTEN IOO Las huelgas tranviarias como rupturas del orden urbano. Ciudad de México , de 1911 a 1925 Georg Leidenberger . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 139 Desabasto de agua y violencia política. El motín del 30 de noviembre de 1922 en la ciudad de México: economía moral y cultllra política Ariel Rodríguez Kuri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 167 SEGUNDA P A RTE Descontento y protesta Descontento, protesta y resistencias suba/temas: un contexto historiográfico Pedro San Miguel .. ........ ... . 205 Vecinos en revl/elta: dos manifestaciones patrióticas en el antiguo Hermosil/o (1827-1828) Aarón Grageda Bustamante ........ . , . . , . ... 237 Lucha y defensa de los pueblos: el derecho al agua en el centro de México (1856-1868) Diana Birrichaga .... . ...... ., . . . .. 255 Tumultos mineros al principio de la era independiente Arme Staples Vivir en tierra adentro. Alternativas frente al co ntrol social en la frontera pampeana a mediados del siglo XIX Sara Ortelli . Los "fuera de la ley" en el estado de C/¡illUalllla: su perfil a fines del siglo XIX María Aparecida de Souza Lopes ..... . ... .. . 10 ...... 283 297 ., . . .. 319 CONTENIDO TERCERA PARTE Manifestaciones de resistencia Reflexiones en torno a los procesos de resistencia Nora Pérez-Rayón . .............................. . .. . ... 345 Tensiones, protestas y resistencias en el puerto de Veracruz durante el ocaso del Porfiriato. Cuestionamientos y desafíos al proyecto modernidad urbana José Ranzón .......................... . . ............. 355 De feligreses a insurrectos. Génesis de la rebelión cristera en la vicaria de Va/paraíso, Zacatecas Ramona Isabel Pérez Bertruy . . . . . .. 375 Dominación y resistencia en el Maximato. ¿Educación sexual o educación de la pureza para la juventud? Carmen Imelda Valdez Vega ....... . . . ... 413 Los discursos de resistencia: habitar lo artístico. Lo que es y no es histórico, la paradoja. Teresita Quiroz Ávila ................................... 455 Lo percepción de la temporalidad como factor de resistencia. Tradición y utopía en los movimientos sociales Javier Rico Moreno ............ . ....... . .. , . . . . . . 11 481 Agradecimientos ESTE LIBRO TUVO su ori gen en el coloquio "Formas de desconten- to, resistencia y tensión en México y América Latina" que se reali zó en La casa del tiempo de la UAM en noviembre del año 2000. En la conferencia inaugural Romana Falcón, con la agudeza, originalidad y entusiasmo que la caracteriza, nos reveló la importancia de nuevas líneas de investigación dentro de la historia social y nos invitó a realizar esfuerzos interpretativos sobre los movimientos sociales. En buena medida, este libro es un reconocimiento a la labor historiográfica de Romana Falcón quien ha contribuido de manera importante a la apertura de brechas sobre las re flexiones del comportamiento human o más allá de las estructuras de poder en México y América Latina. En aquel encuentro, también nos vimos beneficiados con los comentarios de Gloria Villegas y Jane Dale Lloyd, que por compromisos anteriores no nos pudieron acompañar en la edición del libro, pero están presentes en las generosas intervenciones y críticas que vertieron en el coloquio y que fueron retomadas por varios de nosotros. La experiencia académica de aquella reunión se tradujo en promesa de los asistentes para transformar sus ponencias en artículos, y los organizadores ofrecimos su publicación. De esta forma, el libro es un esfuerzo colectivo y esperado durante varios años. La d euda instituciona l que contrajimos en aquel coloquio finalmente la podemos pagar. Por su p aciencia debemos da r las gracias a los 13 AGRADECIMIENTOS colaboradores que en repetidas ocasiones escucharon con tolerancia y comprensión "ya merito .. ", "casi lo tenemos .. ", "en unos meses más". Los coordinadores del ahora libro agradecemos a nuestra casa de trabajo, la Universid ad Autónoma Metropolitana, el respaldo en esta empresa. De igual manera, expresamos nuestra gratitud a Alejandro de la Mora Ochoa, jefe del Departamento de Humanidades, por la d istinción que siempre nos brinda. Todo libro que alcanza la luz editorial tiene una historia que contar con sus múltiples ava tares y las ayudas obtenidas para el arribo a buen término. No desperdiciaremos este espacio para contar los obstáculos que tu vimos que vencer para entregar lo prometido. Tan solo diremos que gracias a ello revitalizamos lazos de unión con colegas y amigos. Un lugar especia l merece Eisa Muñiz por su solidaridad . Además de entusiasta promotora de este libro, Eisa 10 cuidó en su andar editorial y supo lidiar con pericia los vericuetos y entuertos que se fueron presentando. En la sección editorial de la DCSH contamos con ayudas invaluables que nos trataron con respeto y supieron entender el compromiso que la institución tenía con los colaboradores de esta edición. Allí debemos reconocer la diligencia y buen tacto d e la licenciada Lourdes Delgado, la eficiencia de la licenciada Rocío Silva y la experiencia de la maestra Teresita Quiroz. En la edición de este libro contamos con la asistencia de María del Carmen Nava Pardo, quien leyó concienzudamente el texto y corrigió notas y bibliografía. Au relio Meza Valdez y Carlos Martínez nos ayudaron en las búsquedas de p endientes bibliográficos. Finalmente, dejamos constancia de que este libro es un trabajo realizado dentro del Área y Cuerpo Académico d e Historia e Historiografía del Departamento de Humanidades. N uestros compañeros han sido pródigos en comenta rios y consejos. Silvia Pappe no ha dudado en orientamos en cómo sortear la tarea y nuestra lista de deudas con ella crece. CARMEN V ALDEZ 14 Y JOSÉ RONZÓN. Febrero de 2005 La diversidad de la lucha social y sus horizontes (Estudio introductorio a las formas de descontento) José Ronzón' E L CONTEXTO DE LA DISCUSIÓN LA H1STORlOGRAFiA CONTEMPORÁNEA pone de manifiesto nuevas preguntas y nuevos problemas para quienes nos dedicamos al estudio de las sociedades, sus componentes, actores y dinámicas. Sin duda, pensar en comportamientos sociales remite necesariamente a examinar formas de organización, sobrevivencia, negociación, enfrentamiento y resistencia, que se colocan en distin tos espacios de discusión. El presente libro es prod ucto de este tipo de reflexiones y se propone estudiar las maneras de articular la contienda, la resistencia y el enfrentamiento desde diferentes ámbitos y experiencias de análisis. Es un abanico de miradas, visiones, horizontes y perspectivas analíticas. Los autores, desde sus propios temas y experiencias, analizaron las diversidades de los movimientos sociales, su naturaleza, necesidades, demandas, orientación, dinámica, visiones, expectativas y derivaciones, así como las percepciones que han generado tanto en su momento como en quienes se han p reocupado por estudiarlos . • Uni versidad Autónoma MetropoJi tana-Azcapo tzalco. 15 ¡ OSÉ RO NZON El libro tras(iende va rios planos reflexivos, que podrían ubicarse en la tensión y la confrontación en la esfera política; el descontento y la protesta social, subalterna y marginal, y las manifestaciones de resistencia cotidiana. Por medio de estos ejes de trabajo se pensó en responder a preguntas del hpo: ¿cómo se establece el orden, el dominio y el control?, ¿cómo se ejerce la política?, ¿cuáles son sus contrapartes?, ¿cómo se dan las formas de negociación políticas y sociales? ¿cómo reaccio na la socied ad ante las formas de orden, control y dominio?, ¿cómo se manifiestan las formas de descontento?, ¿cómo se articulan la protesta y los movimientos socia les?, ¿cómo se generan las forma s de resistencia?, ¿cómo se manifiestan los hechos y las acc iones de resistencia pasiva? A partir de estas interrogantes los autores se aproximaron al comportamiento social en movimientos de di versa natura leza orga niza ti va e intenciones diferenciadas. El estudio se inserta en una discusión his toriográfica de cuestiones metodológicas sobre lma posible vía de trabajo, como las relaciones que se establecen en el ejercicio del poder entre quien lo detenta y quien lo aca ta. Lo que se plantea es que el pod er, por su propia naturaleza, mantiene una contraparte: la resistencia. A partir de ejes como la economía moral y la resistencia es posible abordar aspectos que trascienden lo político y lo económico y revelan, muestran y exhiben otros muchos mecanismos de la dinám ica social, en particular cómo ocurre la construcción de d iques, barricadas y barreras ante las estructuras de d ominio. Desde estas formas, las investigaciones expuestas manifiestan que la socied ad está muy lejos de acep tar pasivamen te el statll qua y tod as aquellas situaciones que actúan en su perjuicio. Elementos como la tradición, la costumbre e incluso la sanción explican cómo la sociedad actúa y se ramifica, y nos permiten ingresar al terreno de lo expresado por escrito, las normas ap rendidas en la propia experiencia y la convivencia diaria. En conjunto estas normas conforman la tradición, y cuando se viola o tran sgrede será objeto de sanción. Parhendo de la tradición y la costumbre, James c. Scott ingresa al ám bi to de la vida cotidiana, donde se crean estrategias y mecanismos disfrazados de cód igos públicos para ocultar su I 16 L A DIVERSIDA D DE LA LUCHA SOClAL y SUS HORIZONTES identidad o p ara enviar mensajes d e desacuerdo con lo establecido. Entre estas estrategias están los rumores, los ritos espiritua les, los anónimos, eufemismos, símbolos, lenguajes, etc., e incl uso la protesta popular abierta.' Scott (al igual que Thompson) invita al abordaje de la vida diaria desd e la economía moral.' De lo que se trata es de ana liza r las formas típicas de resistencia a partir de la cotidianidad , la costumbre y la tradición, e intentar desentrañar los códigos de subsistencia, aquellas acciones que aparentemente son rutinarias en el ámbito público. Es decir, códigos ocultos formad os por elementos culturales de resistencia, como los ritos, lenguajes y simbolismos, entre otros, pero no sólo para explicar el ori gen y la forma, sino también la función que estos elementos d esempeñan en la vida diaria. Scott señala que las armas de los débiles son el disimulo, la deserción, la falsa comp licidad , el robo, el fingir ignorancia, la calumnia, la difamación, la p remeditación, el sabotaje, etc., algunas p laneadas pa ra confrontar a la autoridad y otras implíci tas o no planead as. La tercera parte d e este lib ro entra de lleno en planteamientos como los enunciados por Scott y, desde una diversidad de temas, ofrece posibilidades de análisis. Dichos p lanteam.ientos llevan a argumentos como: Las estructuras de control nunca son absolutas. y quienes ocupan los últi mos peldaños de la jerarquía social se resisten y la desafían, en ocasiones de manera abierta, pero en muchas otras de forma ve lada, en un plano simbólico o de pequeñas res istencias personales. Son los propios grupos subordi nados qu ienes buscan que sus acc iones y omisiones no sean interpretadas como retos abiertos.) 1 jam es C. Scott, DOIII;nafiol1 n/zd fhe Arts o[ Resista nce. Hidden Transcripts, 1990, pp. 136-182. 2 ja mes C. Scott, Tlle Moral Ecol1omy o[ the PeaSllnt: Subsistence and Rebe/lion in Su/heast Asia, 1976; E. P. Thompson, Tradición, revuelta y concicncia de clase: estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, 1984. J Romana Falcón, "Límites, resistencias y rompimiento del orden", p. 387, en Falcón y Raymond Buve (comps.), DOIz Porfirio presidel1te ... /l/mea omnipresel1te. Reflexiones, hallazgos y debates, México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 385. 17 ¡ OSE RONZÓN Estas pequeñas alteraciones del o rden debilitan las estructuras de dominio e incluso llegan a derrocarlas, son producto de pugnas soterradas que a final de cuentas pretenden tanto proteger como agraviar, e incluso llevan a enfrentamientos violentos y frontales, como rebeliones, revueltas o revoluciones." Es desd e esta perspectiva de análisis diversa, polémica y compleja, como los trabajos que conforman este libro abordaron temas sociales y de acción humana. EL LIBRO Y SU ESTRUCTURA Abrimos con el trabajo titulado "Resp uestas al dominio. Los pobres en el campo mexicano en la segunda mitad del siglo XIX" . En este ensayo se desa rrolla un planteamiento sobre los mecanismos de defensa impulsados po r grupos étnicos y campesinos frente a la marginalidad del liberalismo deci monónico. La autora explica -desde una perspectiva teó rica de la resistencia- cómo se articulan las armas de defensa de es tos sectores frente a las es tructuras de dominio. Es lma invitación a adentrarse en aspectos de la vida social desde los que se trama y desarrolla en el interior de los grupos marginados, de los desplazados d e las esferas de poder. A partir de estas bases los colabo rado res abordamos diversos aspectos de la lucha y movimientos socia les. Los auto res intentamos aportar elementos para esta discusión por medio de nues tras investigaciones y reflexiones exp uestas en diferentes trabajos. De esta manera, el libro es una di versidad de matices de las luchas sociales y de los ho rizontes de análisis de las mismas.5 4 El libro se inserta en discusiones y debates que han iniciado otros esfuerzos colectivos. Al respecto, véase Gilbert M. 10seph y Daniel Nugent (eds.), Everylfay Forms of State FormatiOll. Revolutiol1 mld tln' Nego tiatioll or Rule ill Modem Mexico, 1994. También Historia y Grafía, d e la Uni ve rsidad Iberoa merica na, el número 12, " Historia y subalternidad ", y el 13, "Proyectos modernizad ores y resistencia en los siglos XVlH XX". 5 Respecto de 105 trabajos de Falcón, véase Romana Falcón, " Límites ... ", op. cit.; Las rasgaduras de la descolollizaciól1. Espmioles y mexiwlIos a mediados del siglo XIX, 1996; y México descalzo. Estrategias de sobrevivl'lIcia fm ltl.' tl la morlemi:::aáólI {ilh'ra/, 2002. 4 18 LA DIVERSIDAD DE LA LUCHA SCX:lAL y SUS HORIZONTES El libro considera tres secciones. En cada una se presenta un texto que ubica historiográficamente los temas y problemas estudiados, y que igualmente inicia discusiones con los autores agrupados en las secciones. Los invitados a elaborar las introducciones realizaron lUla lectura crítica de los trabajos y señalaron los aportes encontrados, toda vez que formularon preguntas y cuestionamientos que, sin duda, provocan controversias temáticas y metodológicas en los tres ámbitos sobre los que se pretende reflexionar. Los articulos plantean los laberintos de las temáticas abordadas a lo largo del libro. En la primera parte, dedicada a la tensión política, discuten cómo las tensiones y los enfrentamientos se ubican en distintos ámbitos de la acción social y dejan claro que el campo de la política no es ajeno a aquélla. 6 Allí mismo se generan situaciones de insubordinación, rebelión, descontento y enfrentamiento. El concepto analítico que trasciende a los trabajos de este apartado es la tensión como motor de la acción politico-sociat es decir, manifiestan que la tensión, en sus distintas formas, se convierte en el generador de acciones sociales y políticas que van derivando en una gran gama de matices. Lo interesante de la propuesta es que las colaboraciones argumentan que esta tensión no es sólo de "jugadas" políticas, como entenderían algunos politólogos, sino que tiene que ver con intereses y posiciones sociales y grupales. No es lUla visión de pleitos de élites, sino una reflexión sobre la complejidad social de las tensiones políticas, toda vez que revisan fuentes y documentos que manifiestan voces sociales situadas en esferas políticas y organizaciones sociales. La tensión política en este sentido brinda posibilidades de análisis discursivos, de agrupación, negociación, acción y de organización social con objetivos políticos y de protesta. En esta primera parte tanlbién se abordan cuestiones de una defensa que puede ir desde los ámbitos simbólicos hasta las confrontaciones abiertas. Llaman a escena varios puntos que se espe6 Sobre la tensión entre grupos de poder y la resistencia popular, véase el trabajo de Gilbert Joseph, "La última batalla del orden oligárquico. La resistencia popular y de las élites durante el 'Porfiriato prolongado' en Yucatán (1910-1915)", México, 1998. También José Ronzón, "La resistencia ante la muerte del régimen. Félix Díaz y la rebelión de octubre de 1912 en Veracruz", enero-abril, 2000. 19 JOSÉ RONZÓ N ra sean debdtid os po r los lecto res, críticos y comentaristas de es te lib ro. Los temas disc utidos en los trabajos son di versos y oscilan entre el d isc urso, la acción po lítica, la asociación grupal, la acción social, la demanda socia l y política, la convivencia entre la ges tión gubernamental y las necesidades sociales elementales de servicio. El d ebate teóri co p ropone una discusión que invita a introducirse en las esferas de la acción político-social con nuevas preguntas y vis iones de análisis: ¿cómo se constiru yen los grupos p o lítico~socia l es?, ¿cómo se construyen las negociaciones políticas?, ¿desde dónde se construyen?, ¿cómo se dirimen sus diferencias?, ¿cómo es el d iscurso y la es trategia política? De igual man era, se em prenden temas particulares que ayudan a reflexionar en este sentido y proporcionan nuevas vías de investigación que contribuyen a retomar discusiones en to m o a la práctica politica y la acción social Las nuevas vías responden a una propuesta amp lia que inspira a pensar la acc ión po lítica-social como dinámica, d ivergente y contradictoria. Las alianzas y enfrentamientos en las élites políticas permean la acción social, pero ésta también incide en la definición de las lineas y acción política. 7 En la introd ucción de la primera parte este d ebate condu ce a pensar la acti tud y la acción rebelde desde la confo rmación d e una cultura política basada en la insurgencia. Las in ves tigaciones que integran esta sección son las que abordan la rebelión po lítica, como el trabajo de Sa úl Jerónimo Ro mero, que se ocupa d e un movimiento de esta naturaleza en Sono ra durante los años 1876-1877 y plantea preg<mtas respecto a la tensión y confrontació n política d el momento en ese espacio. Po r su parte, el ensayo "Representació n y territorialidad . Las tensiones entre los es tad os, el presidente y el Congreso de la Unión (1867-1 910)" contribu ye a esta línea de investigación desde la territoria lidad y la rep resentación como elementos de tensión entre el presidente y el Cong reso en el último cuarto del siglo XIX. En los o tros d os textos que cierran la sección, "Las huelgas tranviarias como rup turas del ord en urban o. Ciudad 7 La sociedad está lejos de ser pasiva e indiferente a lo que le atañe, ofende, transgrede y rompe con su cotidianidad . Al respecto de la cultma social, códigos y acciones véase Norbert Elias, El procl'SO dI' la cilliliznciólZ. InucstigaciolZl's socio~l' "é t icas y psicogl'1léticas, 1997. 20 L A DIVERSIDAD DE LA LUCHA SOCIAL Y SUS HORIZONTES de México, de 1911 a 1925" y "Desabasto de agua y violencia politica. El motin del 30 d e noviembre de 1922 en la ciudad de México: economía mora l y cultu ra política", sus autores, desde una perspectiva político-urbana, discuten los mov imientos y conflictos ubicados en ámbitos como la economía mora l, la cultura política, las protestas urbanas ante la demanda de servicios básicos y elementos de subsistencia. En ambos trabajos hay una interesante reflexión metod ológica acerca del comportamiento y la percepción social en tom o a los servicios y obligaciones de l Estad o y un cuestionamiento de la actitud de la socied ad ante estos problemas. En ellos se retoma la acción social desde la perspecti va teórica de Rud é y Thom pson.8 En este sentido, ambos textos son muestra de facetas y matices diferentes del com portamiento socia l que enfrenta n a las jerarqu ías políticas y las disposiciones que sobre ellas se establecen. La segunda sección, titulad a "Desconten to y protesta", aborda va rias experiencias sobre las maneras de representa r el descontento, la protesta y la resistencia. El conjunto se abre con una revisión historiográfica en tom o a la cultura d e la resistencia s ubalterna. El autor ub ica el terreno donde se desa rro llan estos procesos socia les y busca las discusiones historiográficas que d ieron origen a los planteamientos metodológicos de la resistencia subalterna. Aquí se expone la trayec toria de los an álisis de la res is tencia desd e los argu mentos de Thompson, Hobsbawm y Scott en torno a la economía moral, el descontento y la resistencia, para a partir de allí ubicar la historiografía latinoamerican a. 9 Un logro im portan te de estas contribuciones es tra tar de analizar experiencias en México y en otras latitudes, como Argentina. Con ello los autores p roponen abrir fo rmas de com paración y análisis conjunto de la reacción social. Las gradaciones y naturaleza de movimientos sociales quedan ex puestas en las colaboraciones que se centran en las revueltas, rebeliones, tu m ultos, bandoleris8 Véase Georg Rudé, La multitud elll(l/listori(l. Los disturbios en Frallci(l , 1730- 1848, 1979. También Edwa rd P. Thompson, TradiciólI ... , op. cit., 1984. <1 Véase Ba rrington Moore, Lt1 injustici(l; bases soci(lles de 1(1 obedienci(l y 1(1 rebelión, 1989; E. P. Thompson, op. cit ., 1984; Eric Habsbawm, Rebeldes primitivos: estudio sobre I(lS form(ls (lrC(licas de los movimientos sociales ell los siglos XIX y XX, 1974; James Seatt, The Moral .. ., op. cit., 1976; James Seott, Domúwtioll . .. , op. cit, 1990. 21 JOSÉ RONZON mo, acciones de la cultura de frontera, etc. En conjunto, las seis investigaciones son una mirada a la naturaleza de las organizaciones sociales frente a las estructuras de dominio y control establecidas por las esferas de poder. La tercera sección, "Manifestaciones de resistencia" conjuga experiencias de investigaciones de resistencia. Siguiendo las premisas de James c. Scott, reflexionan sobre los grupos sociales dominados, subalternos y marginados que actuaban y resistían frente a las acciones d e control de los grupos dominantes. El concepto de resistencia remite a una tradición amplia y compleja de elementos metodológicos con larga tra yectoria en los movimientos sociales analizados por diversos autores, como Barrington Moare, E. P. Thompson, Eric Hobsbawm, James c. Scott y, en buena medida, por la escuela de Subaltem Studies. Sin lugar a dudas, estos postulados permiten analizar las formas de organización socia l de los grupos marginales y subalternos, cuyas armas para enfrentar y resistir las acciones de control van desde las vías de hecho y la utilización de mecanismos legales, hasta las resistencias simbólicas. En conjunto muestran diversos ámbitos de dominio, relaciones d e poder y sumisión, pero también la confrontación, la tensión, las diferencias, la aparente pasividad y la resistencia. Esta última entendida como una forma d e acción soterrada, subalterna, simbólica y elaborada desde la clandestinidad. 10 Las colaboraciones de la tercera sección se inscriben en el problema de la resistencia y advierten de su complejidad a partir de tres estudios, en los que hay ciertos matices de res istencia pasiva, en ocasiones oculta (siguiendo el concepto de Hiddell Tml1scripts), y otras manifestaciones abiertas de enfrentamiento por las vías de hecho. También examinan, desde ángulos diferentes, la problemática de la resistencia pasiva. De esta manera, súnbolos, discursos y acciones sociales fueron analizados por medio d e la dive rsidad de manifestaciones sociales ocultas y eventualmente so terradas. I 10 También es necesario remitir a la tradición de estudios subalternos. Véase Ranajit Guha, Selected Subaltem Studies, 1988, y Saurabh Dube, Sujetos slI!J¡llt mlOs, 200 1. 22 LA DIVERSIDAD DE LA LUCHA S<XIAL Y SUS HORIZONTES EL LIBRO Y SUS CONTRIBUCIONES En su. conjunto, la obra viaja por diversos parámetros de investigación y es un abanico abierto de las naturalezas, intenciones, objetivos y componentes de los movimientos sociales. Intenta abrir caminos de discusión e investigación en un terreno que, aun cuando en México ha sido andado, todavía restan vías de exploración que permitan a nuevos investigadores profundizar en estas líneas de reflexión. !1 Aclaro que de ninguna manera se pretende que sean investigaciones que expresan la última palabra, sino que en todas se ha cuidado el objetivo de abrir el debate con otras tradiciones y planteamientos en tomo al comportamiento social amplio, que lo mismo se desarrolla en las esferas políticas, que en la cultura y el acontecer cotidiano. El libro constituye un elemento de debate para continuar investigaciones que expongan la diversidad del comportamiento social más allá de su condición política, económica, social y cultural Los trabajos pretenden romper con viejos esquemas de división de clase social y de élite para apuntar hacia el problema del comportamiento humano, proyectan dirigir reflexiones hacia las tensiones que en cualquier tipo de relación social se establecen, y exhortan a observar las relaciones entre las personas y los grados d e tensión, descontento, divergencia, confrontación, negociación, convivencia, resistencia y sobrevivencia que se suscitan entre ellos. La estructura del libro ofrece posibles explicaciones y vías de reflexión, sin que esto signifique que sean las únicas, sino apenas tres de las perspectivas que se vislumbran desde los estudios históricos. Los enfoques deben ser, sin embargo, multidisciplinarios, y bien valdría la pena buscar alternativas desde otros campos con diversos paradigmas explicativos. Desde la diversidad de horizontes que estos textos ofrecen, se comprende la realidad de problemas como la existencia de una cultura política, la representación del poder, la acción sub11 Dos experiencias ampliamente recomendables en estas temáticas son los números 12 y J3 de Historia y Grafía de la Universidad Iberoamericana, op. cit. 23 JOSÉ RONZÓN alterna, las respues tas de los ma rginad os, los ex pulsados de los proyec tos políticos y la lucha fro ntal. Para terminar, qui zá sólo res te decir que las in ves tigaciones contribu yen a poner en claro la divers idad d e fa cetas de la lucha socia l y de los sectores marginados y s ubalternos, con lo que se vislumbran nuevos horizontes analíticos sobre los actores y la confrontación política, social y cultura l. SIGLAS y REFER ENCIAS Dube, Saurabh, Sujetos suba/temos, México, El Colegio de México, 2001 , 279 p. Elias, Norbe rt, El proCl'so de In civiliznciól1. Jll vestignciO/'/('s sociogelléticas y psicogt'/Iéticns, Colombia, Fondo d e C ultura Econó mica, 1997, 581 p. Falcón, Romana, Lns rasgaduras de !Il dese% nización. Espoil0/es y 1I1exico/loS n 1I1t'Clindos del siglo XIX, México, El Colegio de México, 1996,368 p. - - , "Límites, resistencias y rompimiento d e l orden ", en Falcón y Buve (comps.), DOII Po/firio preside/lft'.. 1I1f11m ollllliprcse/lte. Reflexiolles, hallazgos y deba tes, México, Uni versidad [beroamericana, 1998, p. 385. - - , México desca/:o. E strn f e~ias de sohrl'vii)l'l1cia [rell fe a la 11I0der"i:ació" liberal, Méx ico, Pla za y Janés, 2002, 365 p . C uha, Ranajit, 5e1ecfed 5 I/ lmlte1"': 5tl/rlies, N ueva York, Oxford Uni versi ty Press, 1988, H4 p. Hobsba wm, Ene, Reht'lrlt'S prilllitivos: l'Stlldio sobre las formas m·caicas de los 1II0vil/limtos sociales eI/ los [.iglo XIX y XX, Barcelona, Ariel, 1974, 368 p. Joseph, G ilbert, " La ú ltima bata lla d el orden oligárquico. La resis tencia popular y de las éli tes durante el ' Porfiriato pro longado' en Yuea tán (1910-1915)", en 0 0// P01f irio presidelltl> ... I/Ill/ca ollll/ ipreSl'/lfI!. Reflexioll(,[', hallazgos.tl debates, México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 407. - - (ed .), EVl'r.llday FOr/lls oI51ofe Formatioll. R('po/¡Ifioll mui lile Negof iatioll al" RlIle ill M odt'l"lI México , Durham y Londres, Duke Uni versity Press, 1994, 432 p . 24 LA DIVERSIDAD DE LA LUCHA SOCIAL y SUS HORIZONTES Moore, Barrington, La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión, México, Instituto de Investigaciones Sociales-uNAM, 1989, 481 p. Ronzón, José, "La resistencia ante la muerte del régimen. Félix Díaz y la rebelión de octubre de 1912 en Ve racru z", Históricas. Boletíl1 del Instituto de In vestigaciones Históricas, México, UNA M, núm. 57, enero-abril, 2000, p . 22. Rudé, Georg, La multitud en la historia. Los dis turbios en Francia, 17301848, Madrid, Siglo Veintiuno, 1979, 277 p. Scott, James, The Moral ECOllOmy 01 the Peasal1t: Subsis tence and Rebelliol1 in Sutheast Asia, New Haven, Yale University Press, 1977,246 p. - - , Domination and the Arls of Resistance. Hidden Tran scripts, New Heaven y Londres, Yale University Press, 1990, 251 p . Thompson, Edward P., Tradición, revuelta y conciencia de clase: estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, Crítica, 1984, 318 p . 25 Respuestas al dominio. Los pobres en el campo mexicano en la segunda mitad del siglo XIX Romana Falcón" SlN DUDA ES DlFfCIL precisar en pocas páginas las muy di versas fo rmas que adoptó el dominio sobre los grupos étnicos y los cam pesinos comuneros en el sig lo xLX, es d ecir, sobre la mayoría de los mexicanos pobres del campo. Tanto o más importante es dilucidar cuáles fueron las maneras que encontraron los marginados para defenderse, limitar y hacer frente a las demandas de trabajo, recursos nahuales, impuestos, servicios de armas, así como de sumisión y deferencia. La idea central que anima estas páginas es destaca r que quienes habitaban el amplio y oscu ro fondo de la pirámide social estu vieron lejos de aceptar pasivamente estos requerimientos. Respondieron con una amplia gama d e mecanismos que iban d esde las defensas simbólicas hasta la rebelión social profunda y sostenida. El reto como inves tigadores consiste en adentrarse en la perspectiva no sólo de quienes va n d efiniendo las formas y el propósito del mando -€s decir, la manera tradicional de hacer historia, desd e arriba y desde el centro---, sino también en el punto de vista de los marginados y subalternos. El objetivo es ir desentrañando cómo y con qué d efendieron sus bienes materiales, costumbres y tradiciones, identidad y búsqueda de un futuro mejor. Pa ra ello orientamos las preguntas que hacemos al ayer a fin de tomar en cuenta la conciencia de los participantes y observar a las clases populares como creadoras de su propia historia; no como • El Colegio de Méx ico. 27 R OMANA F ALCÓN eternas víctimas, sino como actores capaces de adelantar, hasta cierto punto, sus demandas yesperanzas. El objeto de este ensayo es alejarse d e la noción - reforzada muchas veces por el tipo de archi vos gubernamentales que utiliza mos los analis tas del pasado- en la que todo parece fluir desde el Estado, sus gobernantes y autoridades hacia abajo, y en la que los pueblos e indíge nas desempeñan un papel opaco, de damnificados y receptores de las ideas, proyectos y movilizaciones que venían de lo a lto y de afuera. Pa ra ello es necesari o hacer hincapié en los mecanismos que permitieron a estos actores crearse un nicho en la estructura del poder formal y del informa l: acuerd os y negociaciones con los poderosos, resistencias simbólicas y de la vida diaria, presiones colecti vas, amenazas y dosificación de la violencia, tumultos y lo que fueron eventos excepcionales, como revueltas y rebeliones que, por tener ese carácter y el hecho de ser más conocidos, no serán considerad os en este ensayo.l Se intenta, pues, arrojar luz sobre el arco iris de respuestas de quienes habitaban el último esca lón socia l, independientemente de sus resultad os, por lo general insignificantes y magros, las más de las veces meros paliativos de la difícil vida cotidiana y, en ocasiones, incluso detonantes de medidas represivas. A fin de lograr la debida concreción histórica, se iluminarán estas acciones y omisiones de los grupos populares en la segtmda mitad de la centlUia decimonónica: la conflicti va era de la Refonna, el breve Segundo lmperio, la República liberal que restaurara Benito Juárez, así como el largo gobierno de Porfirio Díaz. En este amplio parámetro 1 La bibliografía sobre las rebeliones ca mpesinas es suma men te extensa . Debe mencionarse entre las esenciales tl John Tutino, From /11 5I/rrecl;011 lo Revo/ lItioll ;n Mexico. Tlll' Social Bases 01Agrnrian V iO/cllCC, 1986; Leticia Reina, LAs rt'bdiOl les campí's illas I!JI M éx ico (181 9- 1906), 1988; Le ticia Reina, " La respuesta rural en México fre nte al proyecto modernizador del siglo XIX", en Guerrero Bonilla (ed.), Los campesinos de/a s Américas. Efllicidad, wltl/rn l' historia ('/1 el siglo XIX, 1996. Para la larga rebelión cruzoob en Yuca tán, véase Don Dumond, T/u' Mac1u'lt' (wd TIlI' Cros5. Campesino Rt'bellio l! ill Yl/catril1, 1997. Para la rebelión de Tomóchic véase Paul Vanderwood, Tllc Pou'a of God Agaillsl Ihe GI/IIS 01 GoVt'mmeut. Rt'ligiorls Uplwmml ;11 M cxico nt tlle TI/m of tll~' Ni/rele('lItlr Ce/l/ury, 1998. En torno a los sucesos de la República Restaurada \;éase Romana Falcón, México descalzo: l'straft'gins de sollrí'vivnrcia frt'l1fc a la mOl.ft>mi:;aÓÓII liberal, 2002. . 28 REsPUESTAS AL DOMINIO temporal se observa lo que acaso constituye la característica clave de ese largo y desgarrado siglo: la transición difícil y errática de una sociedad corporativa de viejo régimen a tula de corte más individualista ---<en lo político, el ciudadano; en lo económico, el propietario privado- y acorde con los parámetros de modernización. DI AGNÓSTICOS y REMEDIOS Comuneros y grupos étnicos tu vieron que hacer frente a un entorno institucional, legal, político, ideológico y de valores extremadamente negativo. Entre los diversos proyectos de Estado-nación elaborados a lo largo del primer siglo d e vida independiente no se les asignó un lugar adecuado y honroso. Se consideró un camino posible de progreso: lograr -si era necesario, a marchas forzadas y por la fuerza- el ingreso de México al "concurso de los países desarrollados de Occidente". En estos propósitos, poca o nula cabida tenían las culturas ancestrales donde hundían sus raíces la mayor parte de los pobres d el campo. Estos anhelos de "modernización" hermanaron a las facciones políticas que por décadas lucharan a muerte entre sÍ. Conservadores y liberales, republicanos y monarquistas, federalistas y centralistas se mostraron seguros de que, para bien de México, era indispensable acabar con las viejas formas corporativas de organización, propiedad y, más importante aún, de pensamiento, cultura e identidad que eran vistas como escollo central para la modernización y felicidad del país. Esta transformación social era tan honda que prácticamente equivalía a tul cambio civilizatorio. 2 Este complejo de ideas, propósitos y valores creó, en el tejido social, un país minoritario que se organizaba según normas y aspiraciones que sólo en parte eran compartidas por el grueso de la población. A este fenómeno el antropólogo Guillermo Bonfillo denominó "el México imaginario" en contraposición al "México profundo", aquel donde se encontraba la mayoría, y donde había una presencia fuerte, viva y multiforme de la civilización 2 Guillermo Bonfil, México profundo: !lna ciuilizaciól1l1egada, 1987. 29 ROMANA F ALCÓN mesoamerican3. Las relaciones entre esos dos Méxicos han sido conflictivas y esporádicamente violentas a lo largo de siglos y, como se ve, lo siguen siendo. La coincidencia de poder y adopción del modelo occidental en un polo, y la de sujeción y herencia mesoamericana en el otro fue resultado de la perpetuación de un patrón de colonización interna que aún no se cancela. 3 En suma, para quienes guiaron a México durante el largo y abigarrado siglo XIX, no había cabida para los grupos é tnicos ni para la propiedad y formas de organización corporativos. Este empeño modernizador nos unió profundamente con América Latina y el resto del mundo hispano. Se expresó en un proyecto integral, multifacético que, en lo esencial, buscaba ir fracturando aquellas condiciones de la era virreinal que, en opinión de muchos liberales, habían mantenido al indígena "artificialmente" fuera del "mundo raciona}" . Pocos documentos más claros que la Memoria de gobierno de Guanajuato que, al inicio de la era independiente, propuso la igualdad ciudadana y denunció los males que habían acarreado los "privilegios" que la corona había concedido a los indios. Ni "el aumento de los pueblos", ni el " fomen to y adelan tos de la Ilustración" habrían de suceder mientras no se destruyan de raíz unos privilegios tan indecorosos, que se concedieron con el dañado intento de mantener el embrutecimiento y la degradnciólI de los illdígellns [ ... ] Abolidos los privilegios de los indios se verá muy pronto tomar otro aspecto a sus pueblos ¡... ] se encontrará no muy tarde la patria con hijos que la lJenen de glori a, cuando ahora sólo le ca Ujan tristeza y desconsuelo.4 Con todo. como ha mostrado Charles Hale, a los liberales no les preocupaba gran cosa la "cuestión indígena". Confiaron en redimir al indio convirtiéndolo en ciudadano y en pequeño propietario integrado al México progresista que querían construir. Con relativa indiferencia hacia su problemática, se esforzaron en borrar la designación de "indio" de la vida mexicana. Las declaraciones legales 3 ¡bid. ~ Citado en Donaid Fraser, "La política de desa mortización en las comlmidades indígenas, 1856-1911", Historia Mexicana, abril-junio, 1972, p. 620. Cursivas de la autora. 30 REsPUESTAS AL DOMINIO de 1810 a 1821, tanto de las cortes españolas como de los insurgentes, legaron la doctrina de igualdad como piedra fundamental del México independiente. Se suprimió el tributo, se abolieron las distinciones de casta y raza, así corno las antiguas "repúblicas de indios" y se crearon condiciones jurídicas para que todos los habitantes disfrutaran iguales derechos y obligaciones. Se buscó ir eliminando el concepto de indio, no sólo del marco legal e institucional, sino también de la vida real y cotidianas Un escrito típico de mediados de la centuria decimonónica sintetizó la "reforma social" necesaria: prohibir los clialectos indígenas y, lo que era el meollo, distribuir definitivamente sus bienes de comunidad a fin de terminar con el "espíritu de tribu" que obstruía su asimilación al país y el incremento de la productividad de sus tierras que, ahora, eran casi estériles. 6 En el orden político se intentaba pasar de los actores colectivos a la construcción del ciudadano. Este se convirtió en el núcleo legítimo del futuro y base del edificio político institucional. De ahi que el orden republicano en México adoptase como su basamento jurídico el principio de la igualdad política. En la vida concreta y cotidiana dicho principio se contradecía con las formas de sociabilidad y referencias culturales acostumbradas. Con el correr del tiempo, esta norma acabó suscitando profundas reservas incluso entre los propios miembros de la élite progresista, quienes buscaron limitar la participación de las mayorías en la vida pública pues, en la práctica, la igualdad política acabó siendo vista como una amenaza para la estabilidad de la nueva nación. La concepción moderna del individuo en una sociedad, en buena medida constituida por actores colectivos, dio pie a dificultades, retrocesos, obstrucciones y dilemas generados por la falta de coherencia entre lo establecido en el ámbito jurídico y las prácticas y valores en los di versos rincones del país? s Charles Hale, El liberalismo en la época de Mora, 1821-1853, 1972, pp. 223-224; Romana Falcón, op. cit., 2002, pp . 36-37. 6 Citado en Donald Fraser, op. cit., p. 625. 7 De ahí que el derecho casi universa l al sufragio masculino, establecido en la Consti h.JciÓn de 1824, se fue limitando de diversas maneras a lo largo del sig lo. ef Beatriz Urías Horcasitas, Historia de una negación :la idende igualdad en el pensamiwto político mexicano del siglo XIX, 1996, pp. 9-13. 31 R OMANA F ALCÓN Corno en muchas otras naciones de América, el derecho emanado de las nuevas instituciones soberanas fue confirmando leyes que integraban cada vez menos las especificidades culturales de las etnias y sus sistemas jurídicos consuetudinarios. Sin importar los altos costos sociales de esta transición, con voluntad férrea se fue sustituyendo la designación diferenciadora del indio por la igualdad jurídica del ciudadano' Pero la realidad fue otra. Sobre la igualdad jurídica se impuso la supeditación económica y social en que rea lmente vivían los grupos étnicos y comuneros. Aun cuando el concepto y la construcción de la ciudadanía buscaban desmantelar las diferencias económicas, sociales y étnicas, acabaron por perderse los pocos mecanismos for males que se habían pensado para dotarlos de cierta protección, a unque siempre fuera en calidad de sometidos -por ejemplo para resguardar sus tierras y dejarlos exentos del servicio militar-, sin brindarles posibilidades reales de ejercer sus derechos, y menos a ún de enfrentar a los poderes económicos y políticos reales. 9 La redención del indio también se intentó por medio de la ed ucación y de l viejo anh elo de "extinguir" las ra zas, fundiendo a la indígena con la blanca . Se creyó que la colonización por europeos permitiría ir solucionando los conflictos agrarios, raciales y políticos. Se pensaba arrancar así a los grupos étnicos de su ancestral aislamiento, disminuir el peligro de nuevas rebeliones populares y formar una frontera segura con Estados Unidos. Francisco Pimentel - un intelectual nacido en la aristocracia terrateniente y mu y influyente en los años sesenta del siglo XIX- elaboró lm diagnóstico ilustrado y cuidadoso de los "males" de la " raza indígena" y de los "remed ios" para su redención . Esperaba que la fusión de razas acabase con e l "sistema de com unidad y el aislamien to"; ProclÍrese que fas illdios se rocen coI/los blnllcos; 110 se les deje vivir aislados. A fin de que el indio sea propietario, proporciónesele el mismo med io de adquirir que a los blancos, el trabajo: que la propiedad continúe siendo 81bid., pp. 152-155. '1 "Introducción", en Leticia Reina y Cuauh lémoc Velasco (coords.), Ln rl'illdill- lIizaciÓI1 de A",hica Lntilla, 1997, p. 17. 32 REsPUESTAS AL DOMIN IO accesible a todos; pero nada de pri vilegios ni de leyes especiales que nos encierren de nuevo en el círculo fatal de las Leyes de lndias .. . 1O Ahora bien, d e todas las políticas diseñadas para lograr la modernización de México, ninguna tan trascendente como el intento por desmantelar las bases económicas, sociales y culturales de las corporaciones civiles, es decir, de los pueblos comunitarios. El meollo residía en la propiedad comunal. El anhelo por individualizarla, que provenía d e la era ilustrada y que se había tornado en propuesta legislativa en las postrimerías de la era colonial, anidó en la legislación de casi todos los estados. El intento de que las tierras de las corporaciones civiles ingresaran al mercado abierto de compraventa, a fin de que rindiesen frutos económicos, pretendía hacer tabla rasa del significado profundo y diferente que para muchos, en especial los habi tantes del viejo altip lano central, tenía la tierra y el agua. No sólo permitían la subsistencia, sino que eran el luga r donde estaban enterrados los antepasados, donde se practicaban los ritos y mitos de la identidad comunitaria, donde se desarrollaba la red social, religiosa, política y cultural que servía de sustento cultura l y de identidad, y donde se esperaba que viviesen las generaciones futuras. El impulso desamortizador adquirió una dinámica federa l intensa a partir de la famosa Ley Lerdo de 1856, que prohibió a toda corporación, civil o religiosa ---€s decir, pueblos e iglesia- poseer y administrar "propiedades rústicas y urbanas". Las imprecisiones de la ley, y la manera como fue incorporada a la Constitución de 1857, crearon enormes vacíos y confusiones legales que dieron pie a una aplicación un tanto casuística, así como a holgados márgenes de interpretación que fueron utilizados por autoridades, interesados y agraviados como armas de negociación, acomodo e implantación de barreras. Comuneros y grupos étnicos tu vieron una considerable gama de reacciones ante los procesos de desamortización y deslinde: desde apoyos a la priva tización hasta abierta oposición y grandes rebeliones. 10 Francisco Pimentel, Dos obras de Francisco Pime/ltel, 1995, pp_166- 177. Cursivas de la autora. 33 ROMA NA FALCÓN No sólo hubo enormes diferencias de región a región y de pueblo a pueblo, sino que dentro d e estos hubo respuestas diferenciad as: mientras fue común que se apoyara la titulación individual d e los terrenos de repartimiento -que de por sí eran ya usufructuados y heredados por determinadas familias-, se buscó conservar la posesión y el usufructo corporativo de las otras formas d e propiedad de las comunidades. En éstas -que solían incluir ejidos, propios, montes y aguas- estaba fincad o el futuro para los hijos y la fl exibilidad con que cad a una decidía quienes, cuándo, cómo y en qué condiciones formaba pa rte de la red social d el vecindario y, por tanto, de sus obligaciones y derechos. De ahí que mientras el Estad o nacional no introdujese sus redes centralizadoras en los pequeños mosaicos del país, los ritmos y resultados de la desamortización tuvieron que ver, principalmente, con las condiciones pueblerinas, en especial con sus divisiones de riqueza, poder y cultura, la fuerza y legitimidad de las redes caciquiles, así como con sus nexos con las facc iones regionales. A pesar de su inmensa importancia historiográfica, se desconoce con precisión cuál fue el desarrollo, avance y costo de los procesos de desamortización y de ocupación de tierras "baldías", en especial si se busca adop tar la perspectiva pueblerina. En zonas como la Huasteca, las comunidades conservaron y hasta aumentaron sus propiedad es haciendo uso de la legislación liberal. En otras, corno las colonias militares del noroeste de Chihuahua, los procesos impuestos en el porfiriato tardío llevaron a que la mayoría -que no era de origen indígena- perdiese sus tierras, aunque no a manos de fuereños sino de los ricos de dentro. I I Aun cuando el estado actual de la inves tigación impide precisar el avance y significa~.o de la titulación indi viduat muchas comunidades lograron esquivar estos procesos, en especial las que se encuentran en zonas aisladas y poco fértiles, es decir, menos apetecibles para el desarrollo agrícola modernizador. De ahí la desesperación de la élite gobernante y de los p ropietarios por lo 11 Véase Antonio Escoba r, "¿Fraccionamien to opérd ida de los espacios agrarios de los indígenas (1870-1930) ", t. 1, 2000, pp. 105-126; Jane Dale Lloyd. "Desamo rtización tard ía: el caso de privatización porfiriana en el noroeste de Chihuahua, 1905-1911", 1998. 34 REsPUESTAS AL DOMINIO poco O mal que se habían puesto en práctica estas disposiciones. De ello da cuenta la queja d el gobernad or de Oaxaca en 1902: Este gobierno no ha apartado su atención del ramo sobre repartimiento y adjudicación de terrenos comunales, y si no ha podido conseguir lo primero en todas las poblaciones del estado, es por la apatía e indolencia de la clase indígena, que no se preocupa de asegurar para cada ciudadano una propiedad predial que lo ponga a cubierto de la mi seria. 12 L EGITIMIDADES, DEFERENCIAS Y SUBTERFUG IOS Corno se señaló al inicio, es imprescindible llevar el análisis a las propuestas de los grupos marginales, así como a las reacciones complejas y contradictorias con que fueron negociando su lugar en la estructura de dominación. Para ello es necesario explorar el dominio en el plano d e lo que la escuela d e la resistencia llam a la "transcripción oculta", aquella velada y sernioculta a los espacios públicos del poder y especialmente diseñada para evitar una confrontación directa. Para lograrlo, no sólo se deben destaca r las disputas materiales ---<ierechos de propiedad, impuestos, terrenos, trabajo, cosechas, comercio, etc.-, sino también las centradas en los valores y la moral, las querellas por la apropiación de símbolos, por cómo entender el pasado y el presente, identificar las causas de los eventos, señalar culpas y dar significado a la historia locaL" Las estrategias que caracterizaron las luchas campesinas tuvieron mucho que ver con sus nociones del bien y d el mal, d e lo acostumbrad o, lo preferible, lo "moral", lo socialmente aceptable, "humano" y "decente". Se defendieron ideas y símbolos, expresados en las concepciones que los campesinos tenían d e la justicia y la protección de recursos y derechos tradicionales, corno el uso del monte. También se pro12 Citado en Francie Chasen, "¿Capitalismo o comunalismo? Cambio y continuidad en la tenencia de la tierra en la Oaxaca porfirista", en Romana Falcón y Buve (comp.), Don Porfirio presidente ... , op. cit. , p. 179. 13 James Scott, Weapons o/ tire Weak en Everyday Forms o/ Peasant Resistance, 1985; James Scott, Dominatíon ... , 1990. 35 R OM ANA F A LCÓN tegieron aquellos trozos de los sis temas pa tem aHs tas que beneficiaban a los grupos marginados, como la costumbre d e recibir raciones de comida y otras formas de protección que tradicionalmente se otorgaban a algunos peones en ciertas haciendas. 14 Parte d e la efecti vidad con que los actores colectivos del campo entablaron alianzas, peticiones y negociaciones consistió en encontrar consideraciones sobre el pasado y fragmentos de la historia local que les fueran titiles como respaldo jurídico o fuerza simbólica. Como signo de identidad, ampa ro y fuente de legitimidad, los indígenas argu mentaron que ellos eran los ve rd aderos poseedores del territorio nacional y que les había sido usurpado desde la Conq uista. Para buen ntimero de comunidad es la pieza clave eran los títulos recibidos desde la era colonia l o sus bienes "anteriores a los españoles". A pesar de ir a contraco rriente d e las ideas modernizad oras y d e la legalidad liberal imperante, hicieron hincapié en que eran posesiones desde " tiempos inmemoriales", llegando a hacer d e esta frase un estrib illo casi indispensable pa ra litigantes, voceros, abogados, repr~sentantes, " tinterillos" y has ta para las prop ias a utoridades. El pasad o o, más propiamente, aquellas partes d e su historia y de la nación seleccionadas con ese fin, se convertían en la médula d e sus a rgumentos. El uso de la etnicidad como estrategia fue especialmente claro d urante el Segund o Imperi o. Las leyes que entonces se expidieron, así como la maqu inaria administrati va de la Protectora d e las Clases Menesterosas, abrieron un espacio en el que se dio cabida a los argumentos de ac tores colecti vos e, incluso, indígenas. Los subordinados d esarrollaron iden tidades múltiples, fluctuantes y contrad ictorias, así como tras lapes entre legitimidades y fórmulas. políticas, como lo muestra la autodenominación d e "ciudadanos indios" que utili za ron los de Yahua lica en la Huasteca. En suma, los pobres d el campo requerían , solicitaban y pactaban adap tándose a los rituales y al contexto ideológico apropiado a cada caso. Manejaban todos los símbolos d e la historiogra fía ofi cial, Véase He rbert Nickel (ed. ), Pa tenwlismo y {'cOIJomía moral ('11 las Iwciefldas y Ricardo Rendón, "Aportaciones al esh ld io de las relaciones económico-morales entre hacendados y trabajadores. El caso de d os haciendas pulqueras en Tlaxcala", 1987. H mexicaflas del Po rfiria to, 1989; 36 RESPUESTAS AL OOMI NIO adecuando a conveniencia hasta las den ominaciones de las medidas agronómicas y la man era de nombrar las tierras -ya fuese tierras de comunida d, "d e santos", de ejidos u olras- , según las leyes en vigor a las que apelaran. Como ha señalado Raymond Buve, usaban estos conceptos, instituciones y valores como un "menú a la carta" .15 Un caso de cientos, entre los esfuerzos de las comunidades por identificar causas, señalar culpas, dar significado a la historia local, es la d efensa que, en el ocaso d el siglo XIX, fo rm uló el poblado de Pachuquilla en Tenancingo, Estado de México, en su lucha por recuperar los terrenos que le había quitado la hacienda de Chiltepec. Cuando ésta levantó una queja porque los de Pachuquilla presionaban mediante "abusos que cometen diariamente", ad emás de obstaculizar las labores ap ostando a hombres a rmados en las tierras en disputa, aquéllos invirtieron los términos de la legitimidad y la historia. Mos traron una visión contrastante de lo que consideraban justo: ellos nunca se habían introdu cido en propiedades ajenas, a las que siempre habían respetad o. Se habían limitado a usar lo que "legítimamente" les pertenecía. Resaltaron su apego a las leyes e instituciones al señalar que se habían limitado a "reclamar de manera comedida y p acífica " cuando Chiltepec había usurpado sus bienes. Había sido la falta de respuesta de las autoridades lo que los obligó a la mera recuperación de lo que era legítimamente suYO. 16 En esta querella por la dignidad y la moral, son particularmente significativas las quejas por los abusos físicos y los símbolos de la sumisión . De ello d an cuenta las repetidas querellas que fo rmularon las comunidades de la sierra de Puebla, tanto ante autorid ades 15 Véase Raymond Buve, "Caciques, vecinos, autoridades y la p rivatización de los terrenos comunales: un hierro candente en el México de la República Restaurada yel Porfiriato", 1996. Un tratamiento detallado de estos aspectos en la era de la República Restaurada se halla en Romana Falcón, México descalzo .. ., op. cit ., capítulo 1I1. 16 Archivo Histórico del Estado de México, c. 0.79, v. 159, exp. 39, 6 ff., correspondencia entre el presidente municipal de Coatepec, jefes políticos de Tenancingo y Su ltepec y el gobernador, octubre-noviembre de 1896, citado en Romana Falcón, "Lím ites, resistencias y rompimiento del orden ", op. cit., pp . 402- 403. 37 ROMANA F ALCÓN locales y estatales como de antiguos dirigentes liberales. Los años ochenta y noventa del XIX era ya una época muy difícil, pues casi les habían desmantelado sus antiguas bases de poder. En este tenso ambiente, numerosos peones de haciendas denunciaron ante el jefe político un hecho que era una vergüenza en sí mismo: aún existían "tlapixqueras, castigos injustificables, azotes y demás, que los hacendados imponen a sus peones". Este funcionario hizo saber al gobernador que continuamente recibía querellas y reproches por estos moti vos, por lo que añadió una lista de los hacendados abusivos. A través de su intensa re lación con un destacado general liberal, Juan Francisco Lucas, estas comunidades indígenas de la sierra poblana llegaban también hasta e l gobernador y el propio presidente Díaz. En la correspondencia de Lucas aparecen denuncias campesinas que iluminan las hwnillaciones típicas que sufrían, como los abusos a que eran sometidas las mujeres que acudían a visitar a sus esposos en la cárcel. Otro episodio tuvo lugar cuando el hijo de un jefe político golpeó e hirió a un vecino de Xochiap ulco, "sin que para ello hubiese más motivo que no haber querido quitarse el sombrero ... como se lo ordenaba Bernal hijo". La molestia se exacerbó porque "este hecho escandaloso" había quedado impune. Aun cuando es difícil saber el final de estas tensiones sociales y hasta qué punto fueron atendidas, las autoridades parecían - por lo menos formalmente- "presas" de la legitimidad de estos argu mentos populares, por lo que intentaban suavizar las tensiones. Ése fue el caso, en 1890, de un conflicto violento entre xochiapulquenses y este mismo jefe político y su familia. El propio p residente pidió al gobernador que resolviera este incidente, al que consideró sumamente peligroso "para las relaciones con nues tros a migos de la sierra" . A juzgar por la correspondencia, en los conflictos entre la "gente de ra zón" de Cuetzalán y los indígenas comtmeros la simpatía de Díaz siempre estuvo del lado de éstos, sus antiguos aliados durante las campañas militares de 1867 a 1877. Existen cartas de principios del siglo xx, en las que el anciano presidente advierte la necesidad de atender las quejas indígenas. Con todo, ni estas simpatías en el pináculo del poder de la nación, ni las redes con dirigentes pueblerinos, evitaron 38 RESPUESTAS AL OOMINIO que las comunidades de la sierra sufrieran las tiranías de ciertas autoridades y propietarios." DEFENSA COTIDIANA Y USO DEL APARATO LEGAL Menos costoso, más sencillo y tal vez más eficaz que una rebelión abierta, era sencillamente posesionarse de parte de los bienes en disputa; en vez de un ataque frontal a los graneros, llevarse la comida poco a poco; en lugar de una rebelión, destruir los signos físicos con que haciendas y ranchos limitaban sus propiedades, u obstaculizar sus labores agrícolas. Pocos escritos más claros que la recomendación de carácter privado que en 1869 hiciera Francisco Leyva, hombre fuerte y gobernador de Morelos, a su homólogo del Estado de México, Mariano Riva Palacio, respecto a las acciones soterradas de los de abajo. Entre la rebeldía y la resistencia callada, Leyva consideraba a esta última mucho más dañina, y señalaba la necesidad de buscar mecanismos para lograr que los pueblos dejasen de estar "como hasta ahora", oponiendo "la fuerza de la inercia que es tal vez peor que la rebelión declarada, porque a ésta queda al menos el recurso de combatirla". 18 Como en el viejo refrán virreinat se obedecía, pero no se cumplía. Para resistir y negociar cómo se desamortizarían sus tierras, las comunidades de Michoacán "perdieron" documentos oficiales, formaron y disolvieron de manera perpetua las comisiones locales encargadas por ley de la priva tización, fingieron titular las parcelas a nombre individual, cuando en realidad las siguieron trabajando según sus costumbres y conveniencias e interpusieron interminables medidas clilatorias, alegatos y clarificaciones." También 17 Guy Thompson, "Porfirio Díaz y el ocaso del partido de la Montaña (18791892). ¿Fin del liberalismo popular en la sierra de Puebla?", pp. 376-381. 18 Francisco Leyva a Riva Palacio, 5 de noviembre de 1869, en Archi vo Mariano Riva Palacio (en adelante AMRP), núm. 8228. Cursivas de la autora. Citado en Romana Falcón, México descalzo ... , op. cit., p. 101. 19 Véase el excelente artículo de Jennie PumeU, "With all Due Respect: Popular Resistance to the Priva tization of Cornmunal Land in Nineteenth-Century Mjchoacán ", LAtín American Researcll Review, vol. 34, núm . 1, 1999, en especial p . 87. 39 R OM ANA F ALCÓN pasa ron a la acción directa, como muestran las reclamaciones que los tarascos de la Cañada d e los Once Pueblos, en este mismo estado, fo rmularon durante los años setenta y ochenta. Reclamaron de dive rsas formas los terrenos que consideraban les habían usurpado los hacendados, entre otras tomando parte de las propiedades en disputa e incendiand o los pas tos. 20 En Jalisco, algunas autoridades locales simp lemente informaron que en sus jurisdicciones no había terrenos pa ra repartir, o que la desamortización se había a trasado porque desconocían sus lúnites precisos. La mayoría de las comunidades ja liscienses mostraba una calculada ignoran cia o indiferencia. Había, ad emás, una justificada confusión y un mar de pleitos, pues varios individuos que desde hacía mucho habían recibid o tierras de los antiguos pueblos, ya las había n enajenado mediante cesiones y ventas. Estos continuos cambios d e man os originaban confusiones y conflictoS. 21 Desd e luego, las estrategias no siempre tuvieron éxito o sólo funcionaron por breve tiempo. Así lo corroboraron los mineros d e Zimapán cuando buscaron seguir trabajando su mina en form a de cooperativa . Alegaron, sin mucho fundamento, que la propia Ley de desamorti zación preveía que estas propiedades podían ser considerad as bienes públicos. En esta ocasión, como en otras, el gobierno federal ordenó la aplicación a rajatabla d e las disposiciones generales, aun cuando lastimase los intereses particulares de los vecinos: "no sólo en ese mineral, sino ta mbién en varias partes, ha presentado algunos inconvenientes la desamortización, pero siendo insignificantes en comparación con los irunensos beneficios que resultan de ella, no se p uede vacilar en la elección y por eso, a pesar de haberse p resentad o aquellos, se dictó la ley ... "" Al igual que otros cam pesinos de todo el mlmdo, los d e México defendieron códigos y prác ticas nuevas que les eran titiles, junto con lo que quedaba de aquellas tradiciones que les ayudaba a apuntalar su autonomía política, identidad y recursos. Trenzando lo an20 Moisés Franco Mendoza, LA ley y In cost llmbre CII In Cnlindn dc los OIlCt' PueMos, 1997, pp. 103. 21 Robert Knowlton, " La individ ualización de la propied ad corporativa civil en el siglo XIX", 1978, p. 31. !2 Citado en Donald Fraser, "¿Capitalismo o comlmalismo? .. , oJ1. cit., pp. 642-643. 40 RESPUESTAS AL OOMINIO ~ tiguo con lo nuevo, resguardaron su uso de montes, terrenos y pastizales;el acceso a los lugares de donde obtenían leña, tequesquite y otros productos de uso cotidiano; los terrenos donde llevaban a pastar a sus animales, sus fuentes de agua y la explotación de ciénagas y canales. Protegieron sus derechos de servidumbre, en especial el tránsito por caminos vecinales o el acceso a recursos naturales. Todo ello formó parte sustantiva tanto de sus luchas cotidianas como de sus insurrecciones de envergadura. Sobran los botones de muestra, como la contienda entre la hacienda de Chapingo y varias comunidades limítrofes que, a pesar de haber tenido ya conflictos con las autoridades d istritaJes, no sólo siguieron explotando el bosque, sino que defendieron ese derecho enfrentándose directamente al dueño y personal de la hacienda." Muchas de las acciones y omisiones de los campesinos se encontraban en ese punto de engarce entre las oposiciones calladas y ubicuas y las medidas de carácter abierto, hostil e intimida torio. Era en este clima donde, día a día y metro por metro, se iban lidiando las querellas dentro de los pueblos y entre éstos y los propietarios vecinos. Todos actuaban con una mezcla de intenciones y un uso interesado de aquellas partes de la legalidad imperante que convenía a cada cual. Ilustrativa es la cadena de tensiones entre San Vicente Chicoloapan en Texcoco, Estado de México, y la hacienda contigua de Costitlán. Desde la era virreinal disputaban un monte que la hacienda alegaba haber comprado a un antiguo cacique del lugar, mientras que los vecinos sostenían que había sido usurpado por el propietario. Durante 1867 y 1868 la situación dio un vuelco dramático cuando cientos de comunidades de la zona contigua a Chalco decidieron empuñar las armas y montar una rebelión extendida, sostenida, radical y profundamente agrarista, una lucha armada "clásica" por recuperar sus propiedades usurpadas, amparados en la fuerza política y militar del movimiento. En la primavera de 1867 los de San Vicente aprovecharon esta terrible presión política y militar para posesionarse de parte de las tierras en disputa. La situación 23 Véanse otros ejemplos en Tlalnepantla en Tuñón Cañedo a Riva Pa lacio, 26 de mayo de 1871 , núm . 9217; Tuñón Cañedo a Riva PaJacio, 18 de junio de 1871, núm . 9285, todas en AMRP. 41 ROMANA FALCÚN era tan crítica que ni propietarios, ni jefes políticos, ni los generales a cargo de la represión del movimiento, ni las autoridades estatales pudieron oponerse a este hecho consumado. Sin embargo, en julio de 1868 la rebelión fue aplastada militarmente; los dirigentes, capturados y fusilados; los principales activistas y sus bases de apoyo social, prisioneros, y muchos de ellos mandados de leva fuera de la entidad y deportados sistemáticamente a Yucatán. Fami.lias enteras, incluyendo ancianos, fueron obligadas a dejar sus poblados y llevadas a vivir en condiciones terribles en la lejana peninsula. Este giro dramático permitió que ese mismo mes se llevaran a cabo diligencias formales para restaurar a Costitlán las tierras que los comuneros habían tomado meses atrás, aunque en una situación tan inestable y volátil poco duraban los arreglos. Tres meses más tarde, según queja del administrador de la hacienda, los campesinos ya estaban, acompañados de un "agrimensor, midiendo los terrenos de esta finca sin consentimiento de ninguna autoridad ni de esta !lilca". Era pues un toma y daca perpetuo, una intrincada dialéctica del poder donde nada parecía resolverse de manera permanente.24 Debe destacarse que ni comuneros ni indígenas se propusieron, en ningún momento, un regreso a ultranza a antiguas prácticas y formas de vida centenarias. Por el contrario, fueron tomando y adaptando aquellas partes de la cambiante realidad que convenían a sus intereses, au tonomía y defensa. No sólo amoldaron el lenguaje y los rituales, sino que, en ciertas regiones, encontraron mecanismos embozados para continuar su existencia comunal utilizando instituciones que les permitían subsistir de acuerdo con modelos formalmente correctos. De ello da cuenta la proliferación de "sociedades agrícolas" que servían como paraguas para la independencia y fuerza de las corporaciones. En la Huasteca, ésta fue un arma especialmente útil. Cuando las disposiciones que buscaban individualizar la propiedad pusieron a los antiguos pueblos de indios en seria desventaja, se vieron obligados a buscar la vuelta dentro de la legislación imperante para H Correspondencia entre el jefe politico de Texcoco, e l alcalde·de Chicoloapan yel administrador de la hacienda, en Archivo Histórico Mtmicipal de San Vicente Chicoloapan (en adelante Ramo Tierras, vol. 1, exp. 1, 1868) . 42 REsPUESTAS AL DOMINIO que la estructura de la propiedad y el poder no se volviese, aún más.. en su contra . Se vieron obligados a tomar en renta sus antiguas pertenencias, para luego recuperar la mayoría de estas tierras comprándolas a los ayuntamientos por medio de apoderados. Así, a pesar de las leyes desamortizadoras, por lo menos parte de estos grupos étnicos volvieron a tomar posesión de sus tierras. Otro mecanismo embozado para continuar su existencia comunal bajo modelos formalmente correctos fue el condueñazgo, que les permitió ensanchar los márgenes de independencia y su control de recursos. 25 Por su parte, ciertas poblaciones de Texcoco -y probablemente de cientos de otros rincones de la República- ampararon y escondieron sus bienes convirtiéndolos en tierras de la "iglesia " y de los "santos" . Pero, a la larga, fueron cayendo bajo el control de los ayuntamientos.'6 Aceptar formal y legalmente el reparto no siempre significaba acatarlo. Hubo denuncios colectivos de tierras para no perderlas. Con ese fin, la Asociación para administrar pastos de uso común de Sultepec, Estado de México, compró terrenos indivisos. En toda la República ciertas "sociedades agrarias", como la que se erigió en 1865 en Veracruz como Sociedad Agrícola Huatusqueña, funcionaron como mamparas legales con que las comunidades ampliaron los bordes de su territorio y su autonomía política. 27 La decisión de fraccionar también fue utilizada como estrategia defensiva ante el temor de que vecinos y arrendatarios se quedasen con estos recursos. Así lo reflejaron los de Dzitbalché, Yucatán, cuando en 1873 expusieron el grave peligro que representaban las haciendas vecinas y los denuncios de baldíos, que ponían en riesgo terrenos dentro de los ejidos que legalmente les correspondían. Pidieron que se procediera al deslinde "como una medida de conveníencia pública", lo que efectivamente se llevó a cabo para 25 Antonio Escobar, De la costa a fa sierra. LAs Huastecas 1750- 1900. Historia de los pueblos indígenas de México, 1998, p. 153; testimonio de venta a la Sociedad Agrícola de Todos Santos, Almolonga, Puebla, 1878, núm . 331, en Olmedo, 2001 , p. 186. 26 Diana Birrichaga, "Administración de tierras y bienes comunales: política, organización territorial y comunidad de pueblos de Texcoco, 1812-1857", cap. IV. 27 Escobar, De la costa a la sierra ... , op. cit., 1998; Falcón, México descalzo ... , op. cit., p.103. 43 ROM ANA F A LCÓ N asegurar que sus pertenencias no pasasen a engrosar las propiedades conti guas. l8 Tampoco se opusieron a la privatización cuando se lograba hacer entre los vecinos y "naturales", pero sí a perder las tierras ---en propiedad o usufructo- que consideraban su herencia y su legado para las futuras generaciones. Hubo regiones -por ejemplo en Santiago Tomatlán, Michoacán, y en Texcoco, Estado de México- donde las comunidades pusieron en práctica las leyes desamortizadoras sobre cierto tipo de propiedades, como forma de asegura rlas para sus hijoS.l9 y es que frecuentemente había una actitud diferenciada. Mientras los comuneros solían solicitar la propiedad individual de las tierras de repartimiento que, en la vida real, estaban adjudicadas a las familias desde hacía mucho, solían unir lanzas para defender como unidad común las propiedades de uso general, ya fuese que se arrendasen o trabajasen para fines de todos los vecinos --como las tierras de los santos, las dedicadas a la educación, a la obtención de le.ña, pastizales, etc.- , o bien porque eran la reserva para las generaciones futura s. Fue en este tipo de tierras ,-formalmente consideradas como propios, ejidos, montes y aguas- donde se centraron los artificios de las resistencias. A pesar de que debe tenerse cuidado de no exagerar el alcance de estos miles de actos de insubordinación, obstrucción y evasión, no hay duda de que la manera incompleta en que se aplicó la desamortización y el deslinde tiene mucho que ver con estas medidas dilatorias, disimulos y tácticas evasivas. Además, únicamente en raras ocasiones, si es que alguna vez sucedió, el enfrentamiento se dio entre una comunidad unificada 28 Braca monte, 2000, pp. 169-1 71, citado en Fa lcón, Méx ico descnlzo ... , op. cit., pp. 73-74 . 2'1 Jennie Pumell, "With AU Due Respect: Popular Resistance to the Privatization of Communal Land in Nineteenth-Century Michoacán", en Lntil¡ American Resenrcl¡ Review, vol. 34, núm. 1, 1999, p. 93; Birrichaga, en preparación. Las jefaturas políticas expidieron numerosos títulos indi viduales de los antiguos "terrenos de comunidad " en los que se solía asentar que habían sido poseídos por los pueblos "desde tiempo inmemorial". Véase, por caso, el título a Cirilo Colorado, expedido en 1872 por la jefatura política de Toluca de los antiguos terrenos de San Francisco, Zinacantepec, Estado de México, AHEM, c.075. L vol. 149, exp. 23, 10 ff. 44 R ESPUESTAS A L OOMJNIO e indiferenciada contra un gobierno, invariablemente aliado a los hacendados que buscaban usurpar los bienes de los comuneros. Sobra decir que las condiciones del tejido social eran infinitamente más complejas. La historia concreta nunca es en blanco y negro, sino que está teñida de una escala de matices grises que dan cabida al ancho mundo de los acuerdos, la cooperación, las resistencias y los retos. No sólo había tensiones entre comunidades, autoridades y propietarios, sino acomodos y, en ocasiones, hasta cooperación entre ellos. Encima, en cada uno de estos actores había numerosos estratos internos, conflictos y diferencias de ingreso, poder, familia, facción, religión, etnia y otros. De ahí el origen multifacético de las querellas - y, concomitantemente, el de las resistencias-: por la capacidad de definir y poner en práctica el contenido de las leyes sobre la propiedad, por la libertad local, las cuestiones fiscales y el acceso a mercados, la secularización y prácticas religiosas, moral y valores, entre otras. Los campesinos y etnias -como suelen hacer todos los grupos subordinados- iban adecuándose a los conceptos, valores y rituales apropiados a cada interlocutor. Ante el imperio atendían al extremo sus signos de deferencia y sumisión, tanto en sus escritos y comunicaciones orales como --en particular- en los escenarios públicos, al ser recibidos por los emperadores en palacio o en el castillo de Chapultepec. Típica fue la "completa adhesión" que personalmente ofrecieron a Maximiliano y Carlota unos campesinos de Tepoztlán, quienes les agradecieron que permitieran "que unos pobres indígenas" se dignasen ver sus caras. 30 Si bien el trato a los emperadores se daba en términos de la mayor sumisión y deferencia, ante los liberales la actitud y los escritos se adecuaban a la dignidad ciudadana. Frente a estos interlocutores acentuaban, como fuente de legitimidad, su contribución armada, o por lo menos política a la causa republicana, así como la defensa de los principios constitucionales, liberales e individualistas. La coincidencia de ideales con poderosos y autoridades solían colocarla en el corazón de sus alegatos, tanto en los trámites formales como en los que llevaban a cabo de viva voz y cuerpo presente. A estas alturas 30 Periódico Oficial del Imperio Mexicano, 28 de junio de 1865, citado en Teresa Rojas (coord.), El illdio en la prensa nacional mexicana. Catálogo de /loticias, 1987, p. 22. 45 ROMAN A FALCÓN es imposible juzgar simplistamente como "reales" estos conceptos y alegatos por estar contenidos en los documentos o en las reseñas de los hechos públicos. De igual manera, sería insensato rechazarlos como "aparentes", debido a la utilidad que podía reportar a quienes formulaban el requerimiento. La interpretación es difícil, pero como investigadores tenemos la obligación de preguntamos sobre lo escurridiza que puede resultar la verdad histórica. En la relación directa de cuerpo presente con las estrellas locales y nacionales del poder, los comuneros, indígenas y peones pudieron presionar, demandar, resaltar, quejarse, delatar, exigir, implorar y, en fin, buscar mecanismos para paliar los requerimientos de su trabajo, servicios, propiedades y deferencias. Una ventana privilegiada para analizar estas acciones es la correspondencia entre las comunidades de la sierra de Puebla, el general Francisco Lucas, líder histórico e intermediario político y militar de raigambre liberal, con el gobernador y el presidente Díaz. En las décadas de los años ochenta y noventa lidiaron con Lucas los asuntos más variados: la negativa de las autoridades a reconocer los títulos de sus propiedades que, según ellos, fueron erróneamente adjudicadas en la desamortización; solicitudes de inmunidad fiscal y, de manera reiterada, conflictos con las guardias nacionales: la negativa de éstas a obedecer a las autoridades locales, los abusos que cometían en los poblados y el pago injusto de contribuciones referentes a este servicio. Otro cuerpo importante de sus condenas se refiere a la tensa relación y a las humillaciones que les infligían ciertos jefes políticos. Se quejaron de las expediciones que estos llevaban a cabo para detener peones que se habían fugado de las haciendas, así como de las arbitrariedades con "indígenas", en especial cuando estos ocupaban cargos locales, como el de presidente municipal. Además, se lamentaron de que los jefes políticos llevaban de leva a los campesinos "por venganzas personales a causa de la política local", coaccionaban la libertad religiosa y empleaban mañas e imposiciones en los procesos electorales.3 l JI Esta correspondencia, básicamente proveniente del archivo particular de Juan Francisco Lucas, los papeles de Rosendo Márquez y de la ColecciÓn Po rfirio Díaz, la analiza Cuy Thompson, op. cit., 1998, pp. 376-38 1. 46 REsPUESTAS AL OOMlNlO VIOLENCIA A CUENTAGOTAS En vista de que las insurrecciones grandes y sostenidas fueron hechos poco comunes, es preciso que la búsqueda historiográfica atienda estrategias más modestas, pero más representativas de los métodos con que los pobres del campo intentaron frenar ofensivas y exacciones. Debe, pues, analizarse la utilización graduada, anónima y escondida de la violencia, las amenazas y presiones colectivas, hasta llegar al filo de acciones más virulentas y abiertas, como tumultos y motines. Para la defensa de su autonomía y territorialidad, los pueblos utilizaron una cuidadosa dosificación de la violencia que, a pesar de ser más riesgosa que los canales formales y pacíficos, poseía efectividad en determinadas coyunturas y subrayaba la urgencia de encontrar soluciones pacíficas. Cientos de instancias hubo en que los campesinos destruyeron mojoneras y se apropiaron de bienes que reconocían como propios. Con frecuencia se "introdujeron a las fincas", "apedrearon" a quienes les impedían llevar a pastar a sus animales, amenazaron con su sola presencia armada y vigilante, causaron" graves perjuicios", "asesinaron con saña", se" amotinaron sin motivo aparente", destrozaron intencionalmente, incendiaron pastos e instalaciones de las haciendas, " robaron" ganado, víveres y herramientas, realizaron ataques furtivos contra quienes cuidaban bosques, milpas y linderos, destruyeron y cambiaron de lugar las mojoneras que limitaban las propiedades colindantes, o bien atacaron a quienes restringían el uso de bienes tradicionalmente considerados de acceso público, como los caminos vecinales o el uso de la leña del monte." Consta en los resultados -relativos y modestos- que, en ocasiones, alcanzaban climas intimidatorios. Un botón de muestra tuvo lugar en 1894, cuando los de Santiago Miltepec, Estado de México, lograron que los funcionarios del distrito suspendieran los acuerdos del ayuntamiento en tomo a un terreno que disputaban con particulares, por lo menos en tanto se calmaran "los ánimos 32 La información de periódicos da cuenta de numerosos ejemplos, por ejemplo, El Monitor Repu.blicano, 28 de noviembre de 1873. Véase una recopilación en Leticia Reina, l.Jls rebeliones campesinas en México (1819· 1906), 1988. 47 R OMANA F ALCÓN exacerbados por cuestiol1es de capricho y amor propio y antes así [ ... ] los vecinos del pueblo entren en una vía de razonamiento, prudencia y conciliación" .33 En general sólo se compraba algo de tiempo. Pocos casos más adecuados para ilustrarlo que las intimidaciones que durante años lleva ron a cabo los indígenas movilizados en la sierra de Puebla con objeto de presionar a favor de que el proceso de individualización de sus propied ades avanzase por determinados caminos o, de plano, se detuviese. Una muestra concreta fue la amenaza del uso de las armas que profirió el cacique indígena Pala Agustin DieguiHa de Cuetza lán, Puebla, con el fin de evitar la privatización de propiedades comunales a manos de personajes acaudalados que no eran indígenas. Aun cuando por un tiempo las autoridades locales, los hombres fuertes y los campesinos organizados y movilizados entraron en com plejas negociaciones que detuvieron la ofensiva, a la larga, estos campesinos decidieron paga r los costos de lanzarse a la rebelión.J.i Así, las consecuencias del uso de la violencia a cuentagotas eran poco previsibles y recorrían un amplio registro: desde efectos casi imperceptibles hasta represión desatada en contra de los grupos populares. Las más frecuentes se sihIaban entre estos extremos: detener por un tiempo y en cierta medida las políticas que les agredían o, por lo menos, negociarlas, suavizarlas y esquivarlas. CONCLUSION El México independiente no dio un sitial adecuado a los grupos étnicos, no obstante que la ma yoría de la población tenía en ellos profundas raíces. Se generó un dominio colonizado, semejante al de otros países de América Latina, pero quienes ocupaban los puestos bajos de la escala social encontraron mecanismos diversos para ir paliando estas exigencias y resguarda r algo de su culhIra y su forma de vida. 33 f...¡¡ Gaceta del Gobiemo [del Estado de Méx ico¡, 7 de marzo de 189-1, citad o en Romana Falcón y Ra ymond Bu ve, 0011 Porfirio presidcut(· ... , op. cit., .p. 392 . .H Guy Thompson, citado en Raymond Buve, op. cit., 1996, pp. 31-32. 48 REsPUESTAS AL OOMIN IQ Los pobres del campo, a título individual o colectivo, fueron negociando su lugar en la estructura de poder con pequeñas acciones cotidianas y semiocultas. Evitaron confrontaciones directas con los acaudalados, los poderosos y la autoridad e hicieron uso de entendidos y redes informales y ubicuas. Mostraron sensibilidad y capacidad política para adecuar su discurso y acciones a las formas política e ideológicamente correctas. Esgrimieron su conocimiento de las leyes y de su espíritu para invoca r aquellos elementos que les convenían y desechar los que podrían perjudicarlos. Al hacer esta reconstrucción selectiva del pasado, de los rituales y de las representaciones de la realidad, usaron su propia historia y la de la nación como argumento y legitimidad. No fueron defensores a ultranza del pasado, sino que ajustaron sus costumbres y tradiciones, incluso las recién inventadas, a las formas recientes que podían beneficiarlos. Cuando las negociaciones y presiones no dieron resultado, y cuando la coyuntura local, nacional e incluso internacional permitía un atisbo de esperanza, tomaron las armas. Para concluir, es vital insistir en que en este drama del campo decimonónico nunca se dio una oposición cerrada, sistemática y homogénea por parte d e dos bloques: gobernantes, pod erosos y acaudalados unidos en contra de los comuneros. Los ejes de la negociación eran muchos. No sólo giraban en torno a la propiedad yel usufructo de la tierra y el agua. Había también que definir los límites del territorio, los parámetros de la independencia política, quiénes formaban parte de los "hijos naturales" de los pueblos, cuestiones fiscales, de tradiciones, religiosas y morales, entre otras. También debe tenerse cuidado d e no idealizar la capacidad de defensa de los grupos subaltern os. Tod o el siglo XIX fu e extremadamente difícil para ellos, la mayoría sólo logró ese frágil y difícil equilibrio en el que era una verdadera hazaña simplemente posponer las pérdidas. SIGLAS y REFERENCIAS AGN AHEM Archivo General de la Nación . Archivo Histórico del Estado de México. IIIIIIIIIIUU 2895914 49 R OMANA F ALCÓN AHMSVCH AMRP ¡PCM Archivo Histórico Municipal de San Vicente Chicolapan, Estado de México. Archivo Mariano Riva Palacio, Austin, Texas, EUA. Junta Protectora de las Clases Menesterosas, México, O.F. Diario del Imperio, México. El Monitor Republicano, México. La Gaceta del Gobierno, Estado de México. Periódico Oficial del Imperio Mexicano, México. Bailón, Jaime, Carlos Martínez Assad y Pablo Serrano, El siglo de la Revolución mexicana, 2 vo1., México, rNEHRM , 2000. Birrichaga, Diana, "Administración de tierras y bienes comunales: política, organización territorial y comunidad de pueblos de Texcoco, 1812-1857", tesis de doctorado, México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2003, 333 p. Bonfil, Guillermo, México profund{); una civilización negada, México, Foro 2000, Secretaría de Educación Pública, 1987, 250 p. Bonilla, Heraclio y Amado Guerrero (ed s.), Los campesinos de las Américas. Etnicidad, cultura e historia en el siglo XIX, Colombia, Universidad Industrial de Santander, Escuela de Historia, 1996, 313 p. Buve, Raymond, "Caciques, vecinos, autoridades y la privatización de los terrenos comunales: un hierro candente en el México de la República Restaurada y el Porfiriato", en Heraclio Bonilla y Andrés Guerrero (ed s.), Los pueblos campesillos de las Américas. Etnicidad, cultura e historia e/1 el siglo XIX, Colombia, Universidad Industrial de Santander, Escuela de Historia, 1996, p . 162. Chassen, Francie, "¿Capitalismo o comunalismo? Cambio y continuidad en la tenencia de la tierra en la Oaxaca porfirista ", en Romana Falcón y Raymond Buve (comps.), 0 0/1 Porfirio presidente.. nunca omnipresente. Reflexiones, "allazgos y debates, México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 153. Dwnond, Don, Tite Mac{¡ete and Tite Cross. Campesi/1o Rebellion i/1 Yucatan, Lincoln y Londres, University of Nebraska Press, 1997,571 p. Escobar, Antonio, "¿Fraccionamiento o pérdida de los espacios agrarios de los indígenas (1 870-1930)", en Ba ilón, Martínez y 50 REsPUESTAS AL DOMINIO Serrano (coords.), El siglo de la Revolución mexicana, t. 1. México, INEHRM, 2000, p. 105. - - , De la costa a la sierra. Las Huastecas, 1750-1900. Historia de los pueblos indígenas de México, México, ClESAS-INI, 1998, 253 p. Falcón, Romana, "Estrategias frente a la modernidad. 'Sublevados pacíficos' ante el imperio de Maximiliano", en Gladis Lizama (coord.), Modernidad y modernización en América Latina. México y Chile, siglos XVlII al xx, México y Chile, Universidad de Guadalajara /Centro de Investigaciones Diego Barros Arena, 2001, p.123. - - , México descalzo. Estrategias de sobrevivencia frente a la rnodernización liberal, México, Plaza y Janés, 2002, 365 p. - - , Las naciones de una república. La cuestión indígena en las leyes y el Congreso mexicanos, vol. 1, t. 1, México, El Congreso de la Unión, Instituto de Investigaciones Legislativas, Legislatura del Congreso del Estado de México (Biblioteca Parlamentaria de México, serie V), 1999. - - , "Límites, resistencias y rompimiento del orden", en Falcón y Buve (comps.), Don Porfirio presidente ... nunca omnipresente. Reflexiones, hallazgos y debates, México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 385. - - Y Raymond Buve (comps.), Don Porfirio presidente.. nunca omnipresente. Reflexiones, hallazgos y debates, México, Universidad Iberoamericana, 1998, 572 p. Ferrer, Manuel y María Bono, Pueblos indígenas y Estado nacional en México en el siglo XIX, México, UNAM-Il], 1998, 700 p. Franco Mendoza, Moisés, La ley Y la costumbre en la Cañada de los Once Pueblos, México, El Colegio de Michoacán, 1997, 232 p. Fraser, Donald, "La política de desamortización en las comunidades indígenas, 1856-1911 ", Historia Mexicana, núm. 84, abril-junio, 1972, p. 615. Hale, Charles, El liberalismo en la época de Mora, 1821-1853, México, Siglo XXI, 1972, 347 p. Katz, Friederich (comp.), Revuelta, rebelión y revolución, la lucha rural en el México del siglo XVI al siglo XX, 2 vol., México, Era, 1990. Knowlton, Robert, "La individualización de la propiedad corporativa civil en el siglo XIX", Historia mexicana, núm. 109, 1978, p. 24. 51 R O M ANA F ALCÓN Lizama, Gladys (coord .), Modernidad y modernización en América Lnti/w. México y Chile, siglos XVIII ni XX, México y Chile, Universidad de Guada lajara / Centro de Investigaciones Diego Barros Arena, 2001,357 p. Lloyd, Jane Dale, "Desamortización tardía; el caso de privatización porfiriana en el noroeste de Chihuahua, 1905-1911 ", en Roman a Falcón y Raymond Buve (comps.), 0011 PO/lirio presidente ... 11/111en ol1lnipres/!l1te. Hallazgos, reflexiol1es y debates, 1876-1911 , México, Un iversidad Iberoamericana, 1998, p. 201. Nickel, Herbert (ed.), Patemalis/ll0 .tl cco/lO/nÍa /Iloral ell las haciendas mexical1as del Por/iria/o, México, Uni versidad Iberoamericana, 1989, 217 p. Olmedo, Regina , Catálogo de docUIIlelltos históricos del Archivo General Agrario, vol. 2, México, ClESAS/ RAN, 2001. Pimentel, Francisco, Dos obras de Frm¡cisco Pimel/tel, México, Conacu lta (Cien de México), 1995, 334 p . Powell, T. G., El liberalislI/o y el cn>l1pesillndo el1 el eel1tra de México, 1850-1876, México, SEr (Se psetentas, núm. 122), 1974, 190 p. Purnell, jennie, "With AIl Due Respect: Popular Resistance to the Privatization of COInJnlUlal Land in Nineteenth-Century Michoacán ", Lntil1 A II/erienll Resenrch Review, vol. 34, ntun. 1, 1999, p. 85. Reina , Leticia, Las rebeliolles campes il1as l'll México (1819- 1906), México, Sig lo XXI, 1988, 437 p . - - (coord.), La reit¡dimlizacióll de América Lnti/¡a, siglo x/x, México, Siglo XXI, 1997, 382 P - -, "La respuesta rural en MéxlLo frente al proyecto modernizador del s iglo XiX" , Bonilla y Guerrero (eds.), Los enll/pesillos de lns Américas. Etnicidad, cultum e historia el1 el siglo X IX, Colombia, Universidad Industrial de Santander, Escuela de Historia, 1996, p.254. - - Y Cua uhtémoc Velasco, "Introducción", en Reina (coord.), La reil/(fim¡izaciól/ de América Latina , siglo x/x, México, Sig lo XX I, 1997, p. ]5. Rendón, Ricardo, "Aportaciones al estudio de las relaciones económico- mora les entre hacendados y traba j ador~s. El caso de dos haciendas pulqueras en Tlaxcala ", en Herbert Nickel (ed .), 52 REsPUESTAS AL DOMINIO Relaciones de lrabajo en las haciendas de Puebla y Tlaxcala (]7401914). Cuatro análisis sobre reclutamiento, peonaje y remuneración, México, Universidad Iberoamericana, 1987, p. 87. Rojas, Teresa (coord.), El ¡'1dio en la prensa nacional mexictl/w. Catálogo de nolicias, 3 vol., México, ClESAS, 1987. Scott, james, Weaponsoflhe Weak. Everyday FormsofPeasanl Resislance, New Haven y Londres, Yale University Press, 1985, 389 p. - - , Domination and tite Arts o/ Resistance. Hidden Transcripts, New Haven y Londres, Ya le University Press, 1990, 251 p . Thompson, Cuy, "Porfirio Díaz y el ocaso del partido de la Montaña (1879-1892) ¿Fin del liberalismo popular en la sierra de Puebla?", en Romana Falcón y Raymond Buve (comps.), Don Porfirio presidente ... nunca omnipresente. Reflexiones, hallazgos y debates, México, Universidad Iberoamericana, 1998, p . 36l. Tutino., John, From Insurrection to Revollltion in Mexico. Tite Social Bases o/ Agrarian Violen ce., Princeton, Princeton University Press., 1986, 425 p. Urías Horcasitas, Beatriz., Historia de una negación: la idea de igualdad en el pensamiento político mexicano del siglo x/x, México, UNAM., 1996, 214 p. Vanderwood, Paul, The Power ofGod Againsllhe GIlns ofGovernmenl. Religiolls Upheaval in Mexico al Ihe TIlrn of Ihe Nineleenlh Cenlllry, Stanford, Stanford University Press, 1998, 409 p . 53 PRIMERA PARTE Tensión política Pensar la rebelión en una cultura política basada en la insurgencia Silvia Pappe' Soy la reacción a 10 que soy. Paul Valéry La historia es una mirada al pasad o desde el futuro, una mirada a lo ocurrido desde el punto de vista de una idea sobre la norma, la ley, el código, sob re lo que eleva el suceso al rango de hecho histórico y hace percibir los acontecimientos como poseedores de sentido. Yllri M. Lotman 1 COMENTAR LOS CUATRO TRABAJOS que se agrupan bajo el título de "Tensión política" no es tarea sencilla cuando no se pretende realizar una simple glosa, un resumen que introduzca al lector, o la aportación de unas cuantas referencias que permitan contextualizar las temáticas respectivas. El comentario que sigue pretende unir ciertas ideas a partir de trabajos independientes -aun cuando los investigadores se conocen y reconocen por sus investigaciones-o Se han leído en algún momento y no les son ajenas ni las temáticas, ni el diálogo, ni el debate en torno a preocupaciones compartidas. No obstante, se trata de estudios autónomos que tien en propósitos propios que se pued en leer en función de aquello que, independientemente de la temática, ocupa en los intereses de cada investigador el primer plano y que, a su vez, se sostiene mediante argumentos y un orden discursivo que obedece a facetas relevantes y reveladoras para las ~ Uni versidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. 57 SILVI A PAPPE posibles lecturas y, sobre todo, para los procesos de significación a partir de acontecimientos, hechos, experiencias y huellas del pasado, sucesos que cobran y recobran nuevos espacios en distintos momentos, que ocupan un lugar en la memoria y se actualizan en representaciones que marcan las expectativas de cada presente sucesivo. "Rebeliones", "revueltas", "formas de resistencia", "tensiones políticas", entre otras más, sirven de ca tegorías para los movimientos socia les más disímiles; a la vez, son usadas como conceptos en estudi os que an a lizan desde resultados y logros políticos concretos has ta su función como símbolos populares; a partir de sus interpretaciones por los historiadores, estos se enfrentan a un problema de semántica histórica. Por eso, lo más acertado, aparentemente, sería comentar los eshldios agrupando los movimientos por sus referencias comunes y la temática de una época: el siglo XIX en la política nacional o regional; los años veinte en la ciudad de México. Los trabajos titulados "Representación y territorialidad . Las tensiones entre los estados, el presidente y el Congreso de la Unión (1867-1910)" y "Rebelión política en Sonora (1876-1877)" se enfocan al estudio de las instituciones, sus procesos de construcción, el uso que hace de enas la sociedad (gru pos, indi viduos, ciudad anos, representantes, entre otros) con el fin de acruar en hmción de problemas que pretenden resolver; en otras palabras, se enfocan a los formatos "políticos" que se utilizan en el siglo XIX para expresar descontento, rebelarse desde líls instituciones en contra de otras instituciones, o bien desde la construcción de nuevas instituciones en contra del uso de otras. Los espacios que tocan los dos investigadores son político-jurídicos en el ámbito nacional y estatal. Por su parte, en "Desabasto de agua y violencia política. El mo tín del 30 de noviemb re de 1922 en la ci ud ad de México: economía moral y cultura política" y en "Las huelgas tranviarias como ruphlIas del orden urbano. Ciudad de México, de 1911 a 1925" la a tención se centra en los movimientos de actores sociales que expresan sus demandas mediante el cuestiona miento no tanto de l ~s instituciones como de las autoridades que las encabezan. En estos movimientos no se observan propuestas para sustituirlas, aunque sí para deponer 58 PENSAR LA REBEUÓN a algunas o, en todo caso, la exigencia de una solución inmediata a los problemas concretos que provocaron el levantamiento: tanto la huelga de tranviarios como el motín en protesta por el desabasto de agua son interpretados como ruptura del orden establecido. Aquí el espacio investigado es social y urbano. Las distintas formas de agrupación podrían catalogarse dentro de la historia política o, más específicamente, de la historia institucional y la historia social, enfocándola a grupos ciudadanos en un caso, y organizaciones sindicales en el otro. Los alcances de los dos grupos temáticos se centrarían, aSÍ, en la constitución y reconstitución de las relaciones entre ciudadanos, representantes e instituciones por un lado, y en asuntos de la ruptura social en el ámbito urbano por el otro, y los comentarios señalan las características de lo que se concibe, en cada momento, como "rebelión social", quiénes la organizan, en qué circunstancias y con qué fines. Desde una visión distinta, los estudios podrían agruparse en función de los intereses de los investigadores. Un ejemplo es la visibilidad de las fuerzas (María Luna Argudin y Georg Leidenberger); otro, la problemática de la relación entre prácticas informales y usos poco regulados de las instituciones, que ponen al descubierto el debilitamiento de las estructuras mediante prácticas que llevan a la reconstrucción de una institucionalidad diferenciada (la rebelión en Sonora sería un excelente ejemplo; en menor medida, encontramos estructuras similares en el trabajo de Ariel Rodríguez Kuri). La búsqueda de la visibilidad de los conflictos, de aparecer para el lector actual los "registros ocultos", como los llama María Luna, se presenta de diferente manera en cada investigación: a partir de un conflicto aparentemente delimitado -el motín que estalla en ocasión del desabasto de agua en la ciudad de México-, Ariel Rodríguez Kuri señala los hilos que se pueden seguir: provocaciones, pugnas, debates, polémicas, intereses políticos, espacios de poder, entre muchos otros. Asimismo, el estudio de las huelgas tranviarias muestra relaciones igualmente complejas y frecuentemente ocultas entre los distintos grupos y poderes. Por otra parte, el amplio panorama que resulta del cuidadoso estudio de la aparente institucionalidad formal, le permite a María Luna Argudin descubrir las relaciones, exigencias, demandas y efectos 59 SILV IA P APPE que carac teri za n la política, a l presentar una visión pormenorizada poco usua l en estudios de periodos p rolongados y mostra r, justame nte, esos registros ocultos en otros estudios. Aqu í la pregun ta obligada se dirige a la manera en que cada inves tigador plantea un tema, cómo constru ye, a partir de un "acontecimiento", e l problema que inves ti ga, y a qué planteamientos teóricos, a qué cuestiones políticas y socia les, a qué horizontes cultura les recurre. Precisamente en relación con estos, cabe pregunta rse, as imismo, hasta dónde se mezcla en los estud ios la visión del mundo del investigad or: su experiencia de la vida urbana, de las orga nizaciones independientes, de su relación con las autorid ad es, la acción de ciudad anos independientes, entre muchos otros, y sobre todo su conocimiento histórico y la manera en que éste forma su visión d el mundo: los ámbitos referencia les con que relaciona los acon tecim ientos desde el momento de jerarqui za rl os en tom o a los signi ficad os que adquieren potencia Lmente para nuestro presente. El lector observará así Ids distintas posibilidades de esos estud ios para la construcción del conOCimiento en fo rma de memoria colectiva, siemp re parcial, potencia lmente integrado ra de nuevos horizontes cultu ra les, a partir de los cuales los grupos socia les actua les p uedan pa rticipar en la sociedad . Sin embargo, y antes de aventura rme por este ca mino, cabe desde ahora la observación de que tratamos con ca tegorías que lleva n im plíci tos s us contrari os; las usa mos en el entendido d e que alguien rom pe con cierto ord en, a un cuand o este alguien (sujeto, ac tor socia l) no expone claramen te en qué consis te ese orden, por qué hay que rom pe r con é l, ni - del lado contrario- qué es lo que debe ser protegido o reo rdenad o. En otras pa labras, no siempre hay ulla conciencia ex p lícita en torno a los elementos de fondo contra los que va d irigida o a los que a fectaría en s u momento una rebelión o rev uelta, aun cuando se observa n aq ue llos que provocan d irectamente los acontecimientos. De la misma im portancia resultan va rias preguntas estrechamente ligad as a la observación anterior: ¿qué se entiende por "rebelión" o "revue lta" en una socied ad que fund amenta toda su memoria his tóri ca y su identidad actual (por lo menos la reconstrucción y el sentido d e los ú ltimos d os siglos) precisa mente en la rebelión, 60 PENSAR LA REBEUÓN la revolución, la lucha contra un orden impuesto por la fuerza? ¿Qué características se advierten .-en el sentido de una categoría de este tipo- en una sociedad cuya cultura política se legitima en tanto proceso revolucionario en discursos cívicos, ciudadanos y político-históricos creadores de una conciencia histórica frente a la cual se juzgarán las acciones tipificadas mediante las categorías mencionadas? ¿Cómo se ubica, en esta sociedad, lo que se entiende como norma impues ta y cómo se le distingue de una norma creada a partir de movimientos sociales de resistencia y abierta rebelión político-social realizada por grupos de ciudadanos y organizaciones que se identifican con causas populares y en cuyo nombre se acepta y justifica (¿moralmente?) esta rebeld ía? Me pa rece que la afirma ción de Pau l Valéry, "Soy la reacción a lo que soy", resume en buena med ida la problemática circular que asoma en cada uno de los cuatro trabajos en cuestión, una problemática circular que vuelve difusos los límites de categorías entendidas como portadoras de sentidos opuestos. Resume, además, la compleja relación entre pasados y presentes que claman para sí la tradición revolucionaria justificada y legalizada mediante normas, y el derecho de volver a rebelarse en caso necesario en contra de las normas y en nombre de la tradición. Por ello un presente que se comprende a sí mismo a partir de la experiencia de una crisis social o política, revive y da nuevo significado a esta compleja relación, retomando una de sus más importantes funciones: representar históricamente una tensión irresuelta en el presente. Este punto se enfoca desde dos perspectivas distintas que pongo a su consideración: la primera surge de la propia sociedad en que nos encontramos, con el enorme interés que despierta un coloquio sobre descontento, rebeliones y motines; en una sociedad en movimiento en la que los papeles acostumbrados de los distintos grupos y actores se están transformando y alterando, donde la inconformidad acumulada se observa en función de las crecientes posibilidades de reagruparse de manera novedosa. Y siempre existe la opción de percibir esos ca mbios ya como desestructurnción, una especie de caos que se apodera de la sociedad, ya como perspectiva de participar en los espacios políticos, sociales y culturales que se crean para este 61 SIL VlA P APPE fin. Creo que esa experiencia cotidiana de la actualidad es lo que despierta un interés renovado sobre la problemática. La otra perspectiva pertenece al ámbito de la historiografía: ¿cómo se hace presente algo que sucedió en el pasado?, ¿cómo lograr que el pasado ocupe un lugar en el presente -es decir, en la memoria-, y cómo observar eso que está en el lugar de la memoria, cómo reflexionar en tomo al proceso de haberse constituido en memoria, en tomo a las transformaciones que sufre, vive y representa el pasado histórico junto a otras cosas que también ocupan un lugar? ¿Qué Ocurre entre las huellas materiales y su potencial significativo, y la memoria que acoge determinados fragmentos de esos procesos? ¿Hasta dónde esa memoria es compartida, cultural, colectiva? ¿Cómo se hace no sólo presente, sino visible, y en qué forma, representación o actualización? Y para los casos que nos ocupan, ¿cómo es que la memoria coloca una rebelión del lado de lo que sería la norma aceptada (justificación posible, identidad, incorporación a la legitimidad, etc.) o, por el contrario, del lado del derecho a rebelarse contra esta norma y romper el orden? En medio de las referencias cruzadas de este ámbito, tanto social como teórico, resulta significativa la expresa declaración de cada uno de los investigadores de querer enfocar los temas estudiados de manera distinta a como lo han hecho otros. En concreto, pretenden evitar la oposición excluyente entre dominados y élites que puede resultar maniquea, con el fin de diversificar mucho más el estudio de los problemas sociales, profundizar en la pregunta de los motivos de fondo de las rebeliones, rf·flexionar en tomo a las posibilidades de establecer contra qué se organizan levantamientos, analizar el carácter difuso de la dirección organizada y la participación muchas veces espontánea en los motines, y presentar ideas para aportar, desde fuentes distintas o que no se habían tomado en cuenta en estudios anteriores, elementos más claros acerca de las consecuencias y los significados de los acontecimientos. A eso se añaden interpretaciones que no restringen al lector a los actores clásicos de un motin, es decir los que se rebelan y participan directamente en los acontecimientos, sino que le permiten observar también todos los espacios, ámbitos y actores secundarios que se ven afectados por esas rebeliones. A fin de cuentas, se trata del tipo 62 PENSAR LA REBELIÓN de memoria que se construye en una sociedad y a tra vés de ella . Las investigaciones se presentan, indirectamente, como formas de resistencia contra otras memorias con las que los estudiosos no están conformes; marcan una ruptura en la tradición del conocimiento. Este elemento, me parece, es un denominador común en los estudios presentados, independientemente de los temas abordados, las épocas y los espacios examinados. II Más que evaluar cada ensayo por separado, más que expresar una opinión en tom o a los objetos de estudio investigados por los especialistas, me interesa esencialmente establecer relaciones, ver lo que hay detrás de los trabajos que, si bien difieren en temática, en el análisis y en la forma de hacer historia, comparten problemáticas y enfoques, puntos de contacto que señalan con precisión hacia dónde se dirigen las investigaciones y cómo permiten enfocar determinados aspectos que se relacionan con las temáticas generales del coloquio. Al rebasar los ámbitos temáticos particulares, necesariamente tenemos que observar las formas de problema tizar generadas por y en los estudios respectivos. Esas formas se derivan de un horizonte común que se comparte con una sociedad en movimiento, con gran movilidad interna, en la que se transforman los papeles tradicionalmente asignados; ello puede verse como desestructuración, como inestabilidad, lo que provoca la necesidad de reflexionar en tomo a los posibles efectos sobre la cultura política. Es así como pretendo centrar mis observaciones en una lectura que retoma cuestiones cuyo planteamiento, enfoque y examen comparten los investigadores, señalando las condiciones y posibilidades de pensar una problemática común. Eso se relaciona (y relaciona a los investigadores) con la ac tualidad y con la manera en que se plantean no sólo el objeto de estudio, sino también la forma en que se enfrentan las preocupaciones y los intereses propios de su tiempo, que hasta cierto punto dirigen su trabajo y se reflejan en él. La reflexión en tomo a lo que se privilegia en los 63 SI LV IA PAI'PE estudios, se inserta en los resultados que ofrecen las posibles lecturas sobre una época, una problemática, un conflicto y su realización o superación. Especialmente releva nte es el lugar donde se ubica el in vestigador-observador que anali za un conflicto: en su particular visión, debe cuestionar quién se rebela y frente a qué o a quién-a un grupoen el poder, sus manejos, cambios (por ejemplo legislati vos o constitucionales), a una normati vidad li mitante o bien a otra que es rota por otro grupo, frente a privilegios, intereses, derechos ajenos-; asimismo, debe preguntarse por la fo rma d e orga nización que toma este confl icto: protesta, planes, líderes y seguidores, motines espontáneos, hilos e intereses más bien ocultos ... Esas preguntas a su vez nos permiten ver qué muestra la protesta, el morol Oel confl icto acerca de una sociedad: ¿qué es lo que esta sociedad o lUl grupo determinado construyó para que otros sectores sientan la necesidad de cuestionarla, y cuáles son las funciones de estos cuestionamientos en una cultu ra política? ¿Las rebeliones permiten cambios estructurales en una sociedad o sirven ün icamente para desahogos inmediatos, de poca trascendencia? A pa rtir de los trabajos propongo poner al descubierto una estrucnua comlUl constitu ida por tres espacios. Mientras dos se perciben más fác iJmente, el tercero presenta Wl aspecto mucho más borroso. En primer luga r tenemos el espacio de la legalidad, de los ámbitos jurídicos y las prác ticas desde la norma, es decir, de aquello que rige en lo legal a una sociedad. En el otro extremo nos encontramos con la percepción que tienen de sus derechos los distintos grupos, actores sociales, representantes e indi viduos, y que puede ir desde el derecho al agua, al transporte público o, en general, a los diferentes servicios, como vemos en los esnldios sobre el desabasto de agua y la huelga de tranviarios. De ello forma parte incluso lo que señala Saúl Jerónimo: la percepción cada vez más manifiesta de un derecllo natural de poder vota r, independientemente de la raza, del grupo al que se pertenece, del arraigo social o geográ fico que se tenga. Este espacio de la percepción de necesidades que se tienen y que se pueden y deben cubrir se lUle a la idea de que se tiene derecho a exigir, normalmente dentro de los ma rcos legales y jurídicos, de la estructura que proporciona la propia sociedad a través del gobienlo, de las instituciones, de los representantes y de las organizaciones. 64 PENSAR LA REBELIÓN En medio de los dos extremos hay lUl espacio mucho más borroso, creo yo, al que identifico con la denominación "de justicia": justicia es lo que se percibe, en ambos extremos, como aquello que sería no sólo lo indicado, lo adecuado, sino lo justo para que estos dos espacios convivan de alglUla manera. En este sentido predomina un espacio jurídico, legal, como la Constitución, que permite ciertas cosas y otras no. Eso no significa que la gente que actúa según esta norma jurídica crea que eso sea justo; al contrario, su percepción de justicia puede llevarlos a protestar, a tratar de organizarse con el fin de proponer y obtener modificaciones, yeso puede provocar, como vimos en el artículo de Saúl Jerónimo, lul empate "técnico" entre dos grupos, cada uno con su propio gobierno, su Constitución, su Congreso, sus formas de tratar de mantener lUla legalidad . Pero esta situación inclu ye también a ciudadanos descontentos, porque ante este empate no funciona nada, ni de lul lado ni del otro; y finalmente.. implica un tercer o cuarto espacio político que, en este caso. es la Federación, con la expectativa de que tenga capacidad política (normati vidad , poder y apoyo) para resolver el asunto. Algo similar sucede en el ámbito político que estudia María Luna Argudín en su trabajo, y en el que una de las bases para llegar a las observaciones que hace es el manejo impresionante de información (parece conocer a cada diputado federal y a sus familiares en todo el siglo XIX, y en todas las entidad es). A partir de las acciones y los intereses de cada lUlO de esos actores, trata de indagar no sólo los espacios de la legalidad . sino la manera en que cada actor percibe dentro del sistema constitucional esta legalidad , relacionándola con su propia forma de ver la política al averiguar las posibilida des de actuar. Asimismo. busca explicaciones acerca de por qué con todo y el marco jurídico y constitucional que esos actores tienen a su disposición . piensan que así no marchan bien las cosas y que deberían de funcionar de otra manera. A su vez. eso concuerda parcialmente con lo que vemos en las otras dos investigaciones y su relación con el presente . ya que la ciudad . hasta la fecha. presenta este problema: en lul mismo espacio físico conviven marcos jurídicos sobrepuestos que pertenecen a diferentes instancias. En el trabajo de Ariel Rodríguez Kuri eso queda muy claro: en un momento dado se observan intereses diferentes 65 SILVIA P APPE del municipi<l, del Distrito Federal, del gobierno federal, de los cuerpos de seguridad que tienen distintas competencias, y todos amontonados alrededor del Zócalo: instituciones que representan diferentes espacios de poder y que señalan, aunque no siempre distinguen claramente, los espacios simbólicos correspondientes. Los marcos jurídicos que rigen a cada uno dentro de su competencia se vuelven borrosos ante conflictos concretos. La gente que cree que siempre ha tenido servicio de agua y que protesta an te el desabasto, recurre a las diferentes instancias que se echan mutuamente la culpa al actuar según la idea de que todos son "autoridad ", por lo que el interés por ubicar claramente la responsabilidad de cada una pasa a un segundo plano. Los espacios jurídicos sobrepuestos que se reflejan en los espacios de poder también sobrepuestos vuelven extremadamente complejo el análisis de cualquier investigador, como decía Georg Leidenberger: si los actores son difusos y los espacios en que se movilizan resultan borrosos, ¿cómo dar cuenta claramente, cómo narrar lo que slh,:ede en esos movimientos cuyo significado rebasa los acontecimientos en sí? Como si no fuera suficientemente complejo, detectamos por lo menos dos, cuando no tres, ejes que cruzan esos tres espacios: el de la ética (en momentos, de la moral) se relaciona con el espacio de la gente que cree tener derecho a algo y que exige el cumplimiento de este derecho; a ella le parece amorat antiético, que las instituciones no le proporcionen aquello a lo que tiene derecho. Le parece amoral, por ejemplo, que los indígenas de Sonora no puedan votar, simplemente como consecuencia de tradiciones culturales diferentes, como la de no viv ir en asentamientos fijos, que son los espacios reconocidos por los municipios del gobierno local para determinar la ca lidad de ciudadano. Por su parte, el eje del poder es aún más complejo cuando no equívoco, pues tiene que ver con el ejercicio del poder, pero también con la administración; tienen que ver con los espacios políticos, con los servicios que se proporcionan, con las representaciones - sobre todo en el caso de las investigaciones de María Luna y Saúl Jerónimo-, porque la gente pretende ejercer sus derechos mediante sus representantes: puede votar o no por etios, en forma directa o indirecta, y supone que los representantes verán por sus 66 PENSAR LA REBELIÓN derechos, por su bien, por que las cosas funcionen. Y cuando llegan esos representantes a los espacios de poder, parece que empiezan a actuar de manera distinta a la esperada, en parte porque sus intereses cambian, porque el espacio de poder los limita en sus funciones, y porque los distintos espacios de poder, de política, de administración, se sobreponen unos a otros. y es en este punto de la observación donde el investigador se ve obligado a tomar una decisión en cuanto a su enfoque, es decir, su propia posición, ya que de ella dependerá el resultado del estudio. Ésta es, en relación con los actores estudiados, de suma importancia, ya que establece una gran diferencia verlos como beneficiados o como afectados en el movimiento social. Los primeros suelen ser los que, hasta cierto punto, tienen posibilidades de participar en los marcos jurídicos y legales y en el suministro de los servicios; los que pueden verse favorecidos por todas esas contingencias. Incluso entre los que se inconforman y se amotinan, hay beneficiados, como se observa en el trabajo de Romana Falcón que inicia este libro: la ley los ayuda aun cuando se amotinan. Del lado opuesto se encuentran los perjudicados y los que muchas veces creen serlo, ya sea por no saber cómo acudir a la ley, cómo hacerse justicia o porque realmente están excluidos, como en el caso de los indígenas que no pueden acudir a votar y que, probablemente, tampoco creen en los beneficios de un sistema político de representación indirecta, porque sus intereses, su organización social y su manera de obtener derechos son distintos. Esta última diferencia entre afectados o perjudicados y beneficiados directamente, no completa de nuevo el cuadro del investigador y, además, se confronta con quienes en los conflictos mencionados ni siquiera tienen injerencia, como los usuarios de los tranvías, que se ven afectados porque los servicios dejan de funcionar a causa de la huelga. Lo que en un primer momento es un problema laboral, además de un conflicto de intereses entre sindicatos, lo que se plantea corno conflicto de espacios de poder, afecta también a los posibles usuarios, a los habitantes en general, generando así un nuevo conflicto en potencia. En el caso de la investigación sobre la política en Sonora, por ejemplo, al haber dos poderes igualmente fuertes y cada uno con 67 SILV IA PAPPE su propia legitimidad, los ciudadanos perjudicados por el vacío de poder se ven afectados en segundo término por un conflicto político, y se rebelan a su vez contra la situación, recuperando las formas de legitimidad , pero no los espacios de poder instituidos. Los distintos hilos que se descubren en esta lectura conectan entre sí a actores que son secundarios --desde el punto de vista del enfoque principa l de cada in vestigación-, aunque cobran mayor importancia para el conjunto. Otros ejemplos serían el sindicato de panaderos o los empleados del Palacio de Hierro, que aparecen apenas en el centro de los análisis sobre las rebeliones y huelgas en la ciudad de México de la década de 1920, aun cuando tienen una función importante en más de lm motín. Lo mismo va le para d eterminados políticos loca les de alguna parte d e la República que, sin desempeñar un papel principal, tienen presencia en los estudios sobre la rebelión política en Sonora y las relaciones entre ciudadanos, representantes y ejecutivo; en ambos casos, los actores secundari os, que d esde el punto de vista del estud io ocupan posiciones al margen, señalan funciones relevantes de las redes sociales observadas. III En tomo a los espacios y los ejes que los atraviesan, los investigadores se enfrentan a visiones anteriores, a percepciones de los acontecimientos que han fij ado lm significado previo al de la in vestigación actual y que con frecuencia se constituye en un acceso im portante al conocimiento de los motines y las rebeliones. Hay que considerar, sin embargo, hasta qué punto se suele trabajar tanto o más con intereses que se hacen públicos como percepciones y testimonios, que con datos concretos. Esas percepciones se conocen, sobre tod o a fina les del siglo XIX y a lo largo del XX, gracias a los medios, que no sólo exageran mucho respecto a lo que acontece duran te los conflictos, sino que buscan a su vez una ventaja: participan activamente en alglmo de los bandos y son determinantes en cuanto a dar o quitar apoyo (además, con frecuencia se trata también de juegos de poder entre los medios) . 68 PENSAR LA REBELIÓN En la narración de la experiencia por los propios participantes en el motín, como en el caso del desabasto de agua, y en los reportajes de los periódicos, no se menciona sino como lejana posibilidad la idea de un sabotaje en el control de las bombas, mientras que 40 años después se habla fuertemente de este supuesto sabotaje y de intereses políticos para crear inestabilidad -situación de la que se quieren deslindar quienes continúan teniendo intereses políticos y que, por ello mismo, pretenden corregir la memoria creada en el momento de los acontecimientos-o Las percepciones transmitidas durante los días previos al motín, los juicios que se emiten y los valores manejados forman parte de los aspectos éticos mencionados y constituyen una memoria que separa lo que parece correcto de lo que no lo parece en el ámbito de los conflictos. Una de las iunciones de los medios se perfila a través del ejemplo de los reporteros y comentaristas de El Universal, una especie de conjunción de distintas funciones que desempeñan como reporteroscomentaristas-provocadores, no desde una intervención en tanto actores o personajes, sino como parte de un medio que observa el potencial de las tensiones y que interviene en los conflictos incluso desde antes de su estallido, los atiza y dirige, incidiendo así en las coyunturas de la política en general a través de los nexos que se establecen desde una posible revuelta social, desde hechos cotidianos sin mayor trascendencia, inmediatos, ocasionales. De manera paralela está la idea de un orden obligatorio en la ciudad y de que todo lo que va en contra de las autoridades constituidas -aun cuando se habla de derechos legítimos de la población- es considerado en los medios un rompimiento, como la imposibilidad manifiesta de llevar a cabo correctamente las relaciones entre los diferentes grupos de la sociedad: representantes, a utoridades, administrativos y encargados de suministrar y garantizar los servicios para los ciudadanos y, en general, de hacer funcionar el sistema político establecido de acuerdo con las normas. El choque entre diversas maneras de observar el desorden y de ubicarlo en distintos espacios queda claramente visible en la investigación de Georg Leidenberger sobre las huelgas de los tranviarios en la ciudad de México. Este rompimiento del orden tiene también diferentes posibilidades de ser analizado, por ejem- 69 SILV IA PAPPE plo, desde el punto de vista de los reportajes, que describían escenas tenebrosas, cadáveres en los bordes de las calles y gente muriéndose porque no pasaba el camión. Para otros de los que se encontraban en esta situación, por el contrario, el desorden era todo aquello que provocó que estu vieran en la calle: d esde la huelga en sí, los que rompieron el orden fueron los huelguistas, pero desde el punto de vista de los huelguistas los que rompieron el orden fueron los que no cu mplieron con respetar sus derechos, los que organizaron otros sindicatos dirigidos en contra de sus intereses, las compañías municipales o privadas que no respondieron a sus demandas laborales. Esas compañías, por su parte, afirmaban que el desorden lo provocaba el gobierno, incapaz de controlar a las corporaciones. El que haya orden o desorden es relativo, fina lmente depende del horizon te de cada quien. "Orden" sería ese improbable caso en que legalidad y marco jurídico, necesidades, derecho y justicia coincidieran desde el punto de vista de todos. Esta ficción de orden es lo que da las pautas al investigador y termina siendo la norma a partir de la cual puede hablar de desórdenes, rompimientos, connotaciones y significados que surgen a partir de los discursos, interpretaciones, experiencias y representaciones que estudia. Por eso es muy difíci l -yeso 10 vemos en todos los trabajoshablar del final de un motín, una rebelión o LUl movimiento social. En ninguna de las in ves tigaciones se observa un desenlace claro: un motín no termina cuando la gente se va finalmente a casa, cuando se cuentan los muertos y los heridos, cuando destituyen a algún político o cuando intervienen las fuerzas fed erales. NingLUlO de esos acontecimientos significa la conclusión del movimiento. El fin provisiona l usual mente es el inicio de la siguiente rebelión -y ésta surge a partir de nuevos intereses, nuevas necesidades de construir LUla memoria, de constituir el conoci miento-. Si pensamos, por otra parte, que el fin de lUla revuelta se determina cuando la gente amotinada tiene la impresión de que sus problemas se han resuelto, eso no quiere decir que también sea el término de la investigación. El final del motín en el caso de la gente que protesta por el d esabasto del ag ua, por ejemplo, llega cuando en la noche, algunos son detenidos, otros se van a su casa y el incendio se apaga, aun cuando no sabemos si al d ía siguiente ya había agua -y uno supone que 70 PENSAR LA REBELIÓN más bien no, ya que las bombas siguen descompuestas-, pero a la vez, no es el fin del conflicto, porque los grupos en pugna siguen, sobre todo aquellos que no están involucrados directamente y sí tienen intereses palpables. El fin del desastre urbano por la huelga de los tranvías no termina cuando los sindicatos regresan a trabajar, porque los camiones siguen descompuestos, la gente se sigue amontonando en los camiones y, en general, el transporte público sigue siendo un problema sin resolver. Este problema historiográfico se ve con mucha claridad en el trabajo de Saúl Jerónimo: el fin del conflicto político en Sonora no queda determinado por la llegada del ejército federal. Tiene que ubicarse en otro momento desde que la propuesta del estudio, en lugar de enfocarse a la solución del conflicto o de sus causas inmediatas, se centra en la escalada hacia otros conflictos. En otras palabras, no se pregunta quiénes ganan, sino que observa cómo y por qué se hacen visibles los intereses y el comportamiento de los actores, cómo se ven a sí mismos en cuanto a la fuerza que puede tomar su movimiento y en función de su evaluación de los opositores, con lo que se amplía la visión que la investigación proporciona para el conocimiento sobre el siglo XIX. El final del motín es un problema para el investigador. No sabe nunca con precisión dónde colocarlo. El problema, sin embargo, no es sólo de enfoque, de los métodos de investigación, de la escritura que representa el proceso de constitución del conocimiento; es uno que relaciona, finalmente, el pasado con el presente de la investigación: tiene que ver con lo que le sucede a la sociedad en general, con su percepción y sus necesidades de recordar, su manera de identificarse con unos y otros actores partícipes en las rebeliones, sus causas y sus consecuencias, la relevancia que ciertos acontecimientos tienen para quienes los perciben y describen, el significado que adquieren. Es decir, si no hubiera observadores y gente que se queja de que ya nada funciona, los amotinados difícilmente obtendrían la respuesta que reciben en el momento en que otros actores retoman parcialmente sus preocupaciones o reaccionan por su parte frente a los acontecimientos. Por cierto, plantear un inicio es igualmente complejo y significativo para el estudio. Tomemos un motín: hay algo que lo pro- 71 SILVIA PAPPE voca - la escasez de agua, la interrupción de un servicio-, pero lo que menos se observa es la presencia de los directamente afectados, como muestra la inves tigación de Ariel Rodríguez Kuri respecto a la virtual ausencia de las mujeres en el caso del desabasto de agua. Los amotinados son grupos, fuerzas, algunos conscientes, otros que los siguen y que tarde o tem prano se hubieran rebelado en contra de las autoridades. Se rebelaron, de hecho, bajo otros signos, si bien los objetivos parecieran similares. Aquí es esencial realizar W1a lectura de los distintos niveles de los acontecimientos y de las fuentes que nos remiten a ellos, incluyendo las percepciones y la expresión de intereses aparentemente lejanos. ¿Dónde empiezan a manifestarse los signos de descontento? Las muchas historias posibles, según las estra tegias del historiador para descubrirlas, relacionarlas, significa rlas, siempre dependen de la pregunta indirecta y las reflexiones en torno al ti po de conocimiento que se produce. Las estrategias ad optadas por los cuatro investigadores en ningún momento consideran !a posibilidad d e limitarse a una representación meramente descripti va de hechos, ni se conforman con ponderar las fuentes ante la posible o esperada credibilidad . Tam poco hay malos y buenos entre los ac tores, no hay planes preconcebidos que dieran las pautas, ni formatos disciplinarios suficientes en función de una historia política o sociaL IV Las maneras de plantear problemas y de argumentar proporcionan al lector no sólo un conocimiento en torno a los temas propuestos por los investigad ores, o en torno a la socied ad y la idea que plasma sobre cómo se ve a sí misma, sino que además ponen en el centro de la atención las ideas sobre historia y política que manifiestan los actores y, ante ellos, los propios investigadores. De las forma s que tiene W1a sociedad de observar y de observarse, podemos derivar también lo que le parece históricamente relevante, y lo que vale para las épocas estudiadas, ciertamente es provechoso para el presente de la investigación realizada. En ambos momentos resul tan notables los procesos de significación y resignificación (en el sentido de una 72 PENSAR LA RESELlON semántica historiográfica) de los conceptos centrales del debate: rebelión, motín, tensión política ... Existe claramente una memoria sobre motines, rebeliones, levantamientos y episodios de descontento popular, que distingue también entre aquellos movimientos cuyos resultados se pueden relacionar con beneficios actuales y que tuvieron efectos positivos para la sociedad en su manera de verse a sí misma; movimientos que -yeso tiene mucho que ver con la interpretación de la Revolución mexicana- se han convertido en acontecimientos simbólicos y que son reconocidos como acciones de la sociedad que marcaron la diferencia entre el Porfiriato y la era posrevolucionaria. Aun cuando sabemos que en parte se tra ta de visiones míticas, su significado y su fuerza simbólica los sigue conectando con acciones político-sociales posteriores que se autolegitiman precisamente mediante esos antecedentes, pero que también son reprimidas bajo la misma lógica, como muestran los estudios sobre motines y huelgas en la ciudad de México de los años veinte. La imagen de los gobiernos posrevolucionarios en la ciudad cambia, hay más inconformidad y represión de lo que se dice normalmente: al observar esta sociedad en confrontaciones, exigente, con sectores organizados y agrupaciones espontáneas, con elementos que atizan los conflictos por intereses de terceros que no siempre muestran la cara, empieza a cambiar la memoria que tenemos al respecto. Los procesos de transformación de las memorias colectivas - resultado constante de los estudios históricos-es quizás el problema más complicado en la investigación. Cómo incluir revueltas, motines y rebeliones -que muchas veces parecen casos aislados- en la memoria de una historia más o menos marcada en cuanto a los significados que tiene en el presente, y que por lo mismo posee tintes míticos y simbólicos, si sabernos que esta inclusión altera precisamente estas connotaciones y valores. Esos procesos de transformación revelan los contenidos de las memorias colectivas que se hacen presentes en forma de estudios históricos; conllevan asimismo valores que, para el caso de las rebeliones, resultan evidentemente contradictorios en el contexto de un Estado que basa su legitimación en la insurgencia y la revolución, a la vez que reprime en forma violenta muchos de los movimientos sociales que parten del derecho de rebelión. 73 SIL ViA PAPPE Una de las preguntas pendientes en la historiografía actual, es cómo se integran ciertos movimientos en un horizonte de rebelión hecho gobierno, Estad o, norma y legalidad , sin perder de vista la constitución de una experiencia que afirma el derecho y la legitimación de las causas de quienes se rebelan. Al compartir esas "raíces" comunes, el sistema político hace suyas ciertas demandas con el fin de mantenerse en el poder. Al mismo tiempo, reprime las rebeliones porque se reserva el derecho de representar esas demandas, de dirigir los procesos de solución y, en fin , de actuar en un contimw m. Los motines (las demandas de cada presente) se inscriben en una tensión en la que se pretende hacer coincidir las experiencias del pasado con las expectativas para el futuro. De hecho, se observa un rompimiento anterior a cualquier rebelión, que es la percepción acerca de quién tiene derecho a representar las demandas sociales ya no de un pasado histórico convertido en gobierno, sino de los p rob lemas y conflictos del presente. Lo que los movimientos sociales resuelven momentáneamente mediante una forma de insurgencia, el gobierno o las autoridades responsables lo convierten en promesas, en expectativas creadas para un futuro p róximo en el marco de la legitimid ad . La historiografía, finalmente, muestra la necesidad de hacer visibles esos procesos ocultos y de presentar una memoria colectiva en confrontación con un uso retórico de la historia, una memoria que inclu ye la idea de participación como parte de una cultura política, aun cuando no se identi fica concretamente con los actores presentes. 74 Rebelión política en Sonora (1876-1877) Saúl Jerónimo Romero' INTRODUCCIÓN EL MOVIMIENTO SOCIAL que describiré se refiere a una movilización ciudadana para restituir el Estado de derecho en Sonora en 1876. Se trata de una rebelión política en estricto sentido, toda vez que busca resolver un problema de legitimidad constitucional y, sin embargo, no es un problema que haya involucrado únicamente a la clase política, ya que un gran número de vecinos de casi todos los municipios de la entidad participó en el conflicto. El origen de la rebelión fue la negativa del gobernador de la entidad, Ignacio Pesqueira, a llevar a cabo las reformas que el Congreso local hizo en 1872 a la Constitución estatal. Este conflicto me permitirá reflexionar sobre la legitimidad y representación política de los grupos de poder, la soberanía popular y el trato que guardaba el gobierno nacional con los estados. La relación entre las diferentes instancias de gobierno, nacional, estatal y municipal siempre es compleja y, la mayor parte de las veces, conflictiva. La indefinición respecto a los límites de autonomía entre unas y otras casi siempre es motivo de antagonismo, y la solución de los problemas entre ellas ha sido, la mayoría de las veces, casuística. Similar tirantez se observa en la relación entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Ambas tensiones estuvieron presentes en el problema que a continuación expondré. A pesar de que son asuntos de relativa importancia para comprender el .. Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. 75 SAÚL JERÓN IMO ROMERO conflicto, los trataré mu y brevemente y me centraré en explicar la representación po lítica qu e asumieron los vecinos del estado d e Sonora en el m omento de desconocer a sus a uto rid ades. EL IN ICIO DEL CONFLICTO El triunfo de los liberales después de la Guerra de Tres Años permitió a va rios estad os trans fo rm ar sus constituciones y adecuarlas al Es tatuto de 1857. En la Constitución nacional la orientación había sido limitar el papel del poder ejecutivo y fo rtalecer al legislativo.' En la carta estatal aprobada el 13 de febrero de 1861' las funcio nes del poder ejecutivo es ta tal quedaron limitadas p OTuna visión similar a la nacional, en la que el ejecuti vo tenía que poner a consideración del Cong reso local la m ayoría de sus decis iones y nombramientos. Además, el Cong reso ratificaba las elecciones tanto de los propios d iputados com o del gobe rn a d o~ y de los miembros del poder judicial. Por o tra pa rte, el ejecutivo sólo tenía la oportunidad de inconformarse con las leyes en los ocho días siguientes a la iniciativa del Congreso.' A pesar de esta norma tiva tan restricti va, en 1869 el Congreso local propuso una serie de reformas. El artículo 120 de la Cons titución de 1861 planteaba en los sig uientes términ os el procedimiento para realizar modificaciones al código es tatal: "En todo tiempo puede ser re fo rmada o adicionada la presente Constitución . Pa ra que la adición o reforma sea mirada como pa rte de la Constitución, se requiere María Luna, "Entre la convención y el consenso: ... ", 2000, pp. 389-391. El Congreso Constituyente se conformó con diputados que representaban a tres distritos electorales: Ures, con 4 dipu tados; Hermosillo con 4 y Álamos con 3. Véase Manuel Corbalá Acuña, SOllora y SI/ S constituciones ... , 1992 (la. ed., 1972), pp. 86-87. J En el ed itorial del periód ico oficial se quejaba n al respecto: "Exped ida la Constitución de Sonora sólo cuatro años después de la federal de 57, tuvo por la fue rza que seguir la condición de ésta, d ando al cuerpo legislati vo esa cuasi omnipotencia que en aquellas circunstancias era necesaria para asegu rar las conquistas del pueblo", "Las reformas" , l.n Estrella de Occidente, nüm. 325, 2a. época, Ures, noviembre 22 de 1872, en Biblioteca Central de la Universidad de Sonora, Fondo Pesqueira (en adelante BCUSFP), Documelltos para /n/Jistoria dt' Sonora, la. serie, t. IX. ff. 152. I 2 76 REBELIÓN POLíTICA EN SoNORA 1876-1877 que ella sea iniciada por las dos terceras partes de los miembros del Congreso, y aprobada po r ig ual número de votos de otra diversa legislatura",' con lo que se buscaba una ponderación legislativa y mostrar así que la reforma obedecía a un interés legítimo y no al espíritu d e grupo, lo qu e obligaba a un intenso trabajo po lítico. El artículo era polémico, pues parecía q ue el Cong reso podía realiza r modificaciones con el consenso únicamente de la legislatura, y los otros poderes, ejecutivo y judicial, sólo tenían que obedecer lo dispuesto por aquélla. En este marco, los legisladores de Sonora enviaron una iniciativa de reform a a la legislatura que empezó sus trabajos en 1868 y, d espués de diversas negociaciones, conclu yeron en 1869. La iniciativa fue aprobada por el Cong reso local elIde noviembre de 1872. En dichas reformas se limitaba todavía más el poder del ejecutivo es tatal, se definía con mayor p recisión la división d e pod eres y se acentuaba el proyecto liberal. Las reformas propues tas fueron dieciséis, pero sólo m e detendré en tres, que a mi pa recer marcan el espíritu de la enmienda y fueron las que mayo r polémica provocaron entre el ejecutivo y el legislativo. A continuación presento el texto d e 1861 y la propuesta d e m odificación de 1872: Constitución de 1861 Reforma de 1872 Artículo 36. Son ciudadanos del Estado los que a la calidad de sonorense reúnen los siguientes requisitos: 1· Haber cum p lido d iez y ocho años siendo casado, y veintiún si no lo son . r Tener un modo honesto de vivir. 5 Artículo 36. Son ciudad anos del Estado los que a la calidad de sonorense reúnen los requisitos para ser ci udadanos mexicanos que exige la Constitución de la República y además el de viv ir en poblaciones organizadas civilmente con arreglo a las leyes del Estado. En consecuencia, las tribus errantes y las de los ríos Yaqui y Mayo no gozarán de los derechos ciud adanos sonorenses, entretanto conserven la organización anómala que hoy tienen en sus rancherías o pueblos; los ind ivid uos de las mismas tribus que residan en ff. 86. En Man uel Corbalá, op. cit, la redacción que a parece respecto a este tema es la siguiente: "Artículo 36. Son ciudadanos del Estado los que a la calidad de sonorense 4 BCUSFP, Docl/melltos para fa historia de SOllora, op. cit., 5 77 SAÚL JERÓNIMO ROMERO Artículo 70. La Elección de Gobernador será popular indirecta en primer grado conforme a la ley electoral. El Congreso hará el escrutinio y declarará por un decreto quien es el Gobernador, debiendo recaer dicho nombramiento en el ciudadano que hubiera obtenido mayoría de votos. Pero en caso de que dos o más personas, tengan igual y el mayor número de votos, la Legislatura elegirá una de dichas personas, el Gobernador lomará posesión de su encargo el d ía 15 de octubre de cada bienio? poblaciones organizadas del Estado, tend rán expedito e l ejercicio de dicha ciudadanía.6 Artículo 70. La Elección de Gobernador será popular directa en los ténninos que la ley designe. El Congreso en uso de la VI de sus fac ultades, hará la computación de los votos y declarará por un decreto, Gobernador del Estado al ciudadano que hubiera obtenido plu ralidad o a l designado por la suerte en caso de empate. El Gobernador tomará posesión de su encargo el primero de septiembre, durará en él cuatro años y no podrá ser reelecto hasta pasado igual periodo. Para sustituir al Gobernador en sus faltas temporales, se elegirá, en los mismos términos, un Vicegobernador, que tampoco será reelegido para el cuatrienio siguiente para el mismo cargo ni para el de Gobernador, como ni éste para el de Vice. reúnen los requisitos para ser ciudadanos mexicanos exige la Constitución de la República y además el de vivi r en poblaciones organizadas civilmente con arreglo a las leyes del Estado. En consecuencia, las tribus errantes y las de los ríos Yaqui y Mayo no gozarán de los derechos ciudadanos sonorenses, entre tanto conserven la organización anómala que hoy tienen en sus rancherías o pueblos; los individuos de las mismas tribus que residan en poblaciones organizadas del EStéldo, tendrán expedito el ejercicio de dicha ci udadanía". Corbalá Acuña, op. cit., p. 114. Sin embargo, en Fernando Pesqueira, Docl/melltos para la historia de SOllora, 3a. serie, t. IX, 1853+1898, fs . 57, la redacción es la que aparece en el cuad ro de arrib.1. El punto es muy importante, porque tal parece que Corbalá intenta mostrar que la Constitución de 1861 ya legislaba en tomo a que los yaquis no fueran considerados ciudadanos, pero según se desprende del primer texto, en realidad es una modificación propuesta por la legislatura de 1869 y aceptada por la de 1873, y fue justamente Ignacio Pesqueira quien se opondría a que se excluyera a los yaquis como ciud adanos, según se expond rá más adelante. Esta versión contradice la historiografía al respecto, pero los documentos de Pesqueira la ava lan, toda vez que en la respuesta que dará al Congreso en ese punto argumen ta en contra de que se quiten los derechos ciudadanos a los indígenas. 6 Manuel Corba lá, op. cit., p. 114. 7 Nuevamente hay una diferencia entre la versión de Corbalá y la de los do+ cumen tos de Pesqueira, pues mientras en la prime ra se establece que la elección del gobernador será directa, en los documentos se dice que el proced imiento de e lección será indirecto en primer grado. 78 REBEUÓN POLrnCA EN SoNORA 1876-1877 Artículo 78. El Gobierno económico político de cada Distrito estará a cargo de un funcionario que se Artículo 78. El gobierno económico politico de cada Distrito estará a cargo de un ciudadano nombrado por el gobierno, que se denominará ¡'PREFECTO del distrito" y será nombrado por denominará PREFECTO, el cual el mismo distrito en elección popular directa, será nombrado y removido sin poder ser reelecto hasta pasado un periodo. libremente por el ejecutivo. Éste será de dos años y comenzará a contarse desde el16 de septiembre de cada bienio. Por cada propietario se e legirá un sustituto. EL ENFRENTAMIENTO ENTRE LOS PODERES Es importante destacar que la propuesta de elección directa, la de limitar los derechos ciudadanos de los indígenas y la elección por votación popular de los prefectos era una estrategia política porque: a) obstaculizaba al gobernador sus métodos tradicionales de control de pequeños grupos de electores, propios de las elecciones indirectas; b) abría la posibilidad de implantar un sistema político que requería una mayor capacidad de negociación política; e) la exclusión de los yaquis de los procesos políticos eliminaba cualquier compromiso con ellos y permitía que fueran tratados como enemigos, por lo que sus bienes y preciadas tierras corrían el riesgo de ser conquistadas y privatizadas, lo cual era un viejo proyecto de la élite local,* y d) la elección popular de los prefectos le reducía drásticamente al gobernador el control sobre los pueblos, pues una elección no aseguraba que los candidatos oficiales ganaran los cargos. Ante estas propuestas hubo una resistencia muy clara y concreta por parte de Pesqueira, quien alegaba que la reforma no obedecía al interés general sino al de los partidos, que únicamente los municipios de Ures y Magdalena habían aprobado la reforma y que los otros 63 ayuntamientos no habían expresado su opinión. Apelaba, entonces, a la ra zón, toda vez que las reformas obedecían a la "fiebre de los partidos" y, además, habían sido juzgadas desfavorablemente por .. Lo anterior desde que se formó el Estado de Occidente y permaneció al instituirse el estado de Sonora. La ca usa de ello fue el continuo enfren tamiento entre los yaquis sonorenses. 79 SAÚL JERÓNIMO ROMERO la opinión publica. 8 En ese momento, recurrir a la opinión pública como árbitro de los conflictos políticos era una práctica común; se trataba de un invitado sin rostro y con la s uficiente presencia como para ejercer presión sobre cualquiera de los actores políticos. 9 En particular sobre el artículo 36 Pesqueira comentaba lo siguiente: La privación de los derechos de ciudadanía qu e establece el articulo 36 para los habitantes d e los ríos Yaqui y Mayo sería tan dura como injusta e injuriosa para esa gran porción de los pobladores d el estado, que no pueden tener otro delito que el de la fa lta de una instrucción, y que son capaces d e recibir como cualesq uiera otros d e la familia sonorense: pobladores no menos aptos para las artes, y que siend o al mismo tiempo los brazos de l estado para el trabajo de la agricultura y de la minería, no deben ser confundidos con las tribus nómadas, bárbaras y semibárbaras que en él existen. ¿Con qu é derecho despojar a esa sola clase de la sagrada prerrogati va que todo ciudadano tiene para votar en las elecciones p opulares? De acuerdo COII todos los autores de Iluestro derecho constituciollal, cOllsideral1 como f Ulldamel/tal el pri/lcipio de que el derecho de votar es 1m derecho /latural; que los poderes públicos SOl! delegadas, y que la sobera nía res ide esencial y orig;'/(iriamellte ell el pueblo. Por cOllsiguie/lte, na podrá concebirse cómo, sil! despojar al puebla de fa faClfltad de delegar el poder plÍblico, plldiera llegarse a las ciudadanas el derecha de sufragio, cualquiera que sea el pretexta que para el/o se il/voque. IO La respuesta de Pesqueira fue muy elocuente. En primer lugar subrayaba el hecho de que los yaquis no eran nómadas, ni tampoco parásitos de la sociedad, sino más bien la mano de obra, los brazos del estado, por lo que no eran comparables a los apaches, contra quienes sí había una guerra declarada . En segundo lugar, asumía una posición jusnaturnlista, es decir, que el derecho al voto era un derecho natural y no lUlO que debía gana rse cumpliendo ciertas prácticas sociales, como lo querían los diputados. Romper ese principio implicaba cuestionar todo el derecho al sufragio y el 8 " Respuesta del gobernador del estado a los diputados sobre la reforma constitucional ", Úl Estrrl/a de Occidente, núm . 325, 2a. época, Ures, noviembre 22 de 1872, en Pesqueira, Documelltos para la historia de Sallara, la . serie, t. IX, ff. 14.3-145. 9 Hilda Saba to (coord.), Ciudadanía política yformaciólI de las I/aciol/cs, 1999, p. 26. Al respecto, véase también Roger Cha rtier, Espacio público, crítica .t¡desncmlizaciól/ e1l el siglo XVIII, 1995, pp. 33-80. 10 " Respuesta ... ", op. cit., ff. 145. 80 REBELIÓN POlm eA EN SoNORA 1876-1877 derecho a delegar el poder público consagrado en la Constitución. Debe notarse que la posición de los diputados respondía más a una visión aparentemente liberal, pero finalmente justificaba el despojo de tierras, pues no respetaba compromiso alguno con los enemigos de la sociedad, situación que no era priva tiva de las élites sonorenses. 11 La percepción del gobernador implicaba la tesis d e que el derecho al voto era inalienable, y coartarlo, faltar a la justicia. Todavía más radical declaraba que el desorden en el que vivían los indígenas se debía al incumplimiento del Estado, que por falta de presupuesto y por los continuos disturbios no había protegido a los indígenas como lo reclamaba su condición de excepción. Según esta concepción patemalista, se considera al indígena necesitado de apoyos económicos que lo lleven a tener un estilo de vida más acorde con las normas de vida occidentales. 12 La redacción de la reforma al artículo 36, dejaba ver que lo que molestaba a los legisladores era que esos pueblos no vivían en urbanidad, por lo que el derecho se recuperaría cuando cumplieran con ese requisito o emigraran a otro lugar. El gobernador comprendía que era iluso pedir a los indígenas abandonar sus pueblos para ejercer el voto: "No podríamos pues, sin cometer grave injusticia, obligar a diez y ocho mil ciudadanos a salir fuera de su propia residencia para ejercer el derecho de sufragio so pena de perderlo" .1 3 Hilda Sabato, op. cit., p. 14. "Dice el derecho común que lo que a todos interesa por todos debe ser tratado, y este principio debe ser aplicable al derecho de sufragio con más razón que a ningún otro. Si este principio es justo, como no puede menos de serlo, rehusar su aplicación en el caso sería declarar que la política rechaza las ideas de justicia, y que la asociación importa una violación del derecho. Será pues injusto a toda luz el precepto que tenga por objeto privar a los indígenas yaquis y mayos del derecho de votar tan solo porque no residen en poblaciones bien organizadas. A esta consideración debe contestarse que si los habitantes del Yaqui tuvieran canales para la irrigación de sus tierras, sus poblaciones serían más regulares, y no estarían diseminadas como lo exigen los accidentes del terreno y las inundaciones del río, y si no están a la altura de la civilización de los demás pueblos del estado, la falta es del gobierno que, a causa de los continuos d isturbios y de los escasos recursos de que puede disponer, ha descuidado la protección que reclama su condición excepcional." "Respuesta .. op. cit., ff. 146·147. 1) lbid., ff. 147. 11 12 81 SAÚL jERÓNlMO ROMERO Respecto al sufragio directo, el gobernador recurrió a la misma argumentación que los teóricos de principios de la década de 1930 usaban contra el voto de las masas incultas: el voto directo se prestaba a la manipulación debido al atraso cultural de los habitantes del es tado; una representación de esa naturaleza podría implicar la reelección constante de las personas más influyentes de cada pueblo, rancho o hacienda, lo que quizá hubiera servido para tener una representación más amplia de todo el territorio. Sin embargo, Pesqueira pensaba que la poca preparación de los ciudadanos les impedía hacer una mínima calificación de los posibles representantes. En cambio sostenía que "los colegios electorales reunían a lo más ilustre de la población y por lo mismo los más aptos para elegir a los mejores ciudadanos para los cargos".J4 La propuesta de elegir por votación directa a los prefectos molestaba al gobernador Pesqueira, quien aducía que el poder ejecutivo era el "brazo vigoroso del pueblo" y que para su ejercicio necesitaba de los prefectos para comunicar toda su acción a la maquinaria administrativa. En el caso de que alguno de estos funcionarios fallara , lo único que se podría hacer para castigarlo sería levantar un juicio inútil, pues el delito sería negligencia y el resultado la ineficacia de la administración pública. 15 Por estas razones, y algunas otras, se devolvió la iniciativa al Congreso. Ante la negativa del gobernador, el Congreso declaró que en ejercicio de su soberanía se modificaría la Constitución, acción 14 " La elección directa que establece el artículo 44, si bien introduce un sistema en armonía con nuestras instituciones esencia lmente democráticas. el ejecutivo lo considera extemporáneo y muy peligrosa e inconveniente su adopción en el estado . de ilustración en que aún se encuentran nuestras masas. ¿Quién podría dudar que la persona más influyente en cada pueblo, en cada rancho, en cada hacienda será siempre la designada por sus habitantes para representarlos en la administración pública? ¿Quién no ve que una gran mayoría de nuestro pueblo carece por desgracia de la instrucción bastante para hacer una mediana calificación de la aptitud de las personas para llenar sus deberes en los puestos públicos a que sean llamados? No sucede otro tanto en los colegios electorales, compuestos generalmente de las personas más ilustradas de cada población, y por lo mismo más capaces de fijar la elección de los ciudadanos aptos para los ca rgos, a cuyo fin viene en auxilio la discusión que precede a acto tan solemne. Razones son éstas que deben persuadimos de lo inconveniente que alffi entre nosotros es la elección directa ," lbid., ff. 147-148. 15 BCUSFP, Docl/melltos pnra /a historia de SOllora, primera serie, t. IX, ff. 151. 82 REBELIÓN POLmCA EN SONORA 1876-1877 totalmente legítima porque representaba al pueblo, y nadie, ni siquiera el gobernador, estaba por encima del pueblo. Además, el artículo 120 de la Constitución estatal marcaba como único requisito que la reforma fuera propuesta por una legislatura y aprobada por otra, requisito cabalmente cumplido. En el periódico oficial, vocero del gobernador, se acusó al cuerpo legislativo de comportarse de manera tiránica, de reducir drásticamente el poder del ejecutivo, de propiciar la omnipotencia del legislativo y de hacer distinciones sociales que herían los principios de la democracia y la soberania popular. Sobre todo, reprochaba que los diputados se erigieran en los únicos representantes del pueblo, toda vez que éste no había delegado en ningún poder o persona su soberanía, sino que la ejercía a través de los distintos poderes y cualquier resolución del Congreso debía ser observada por los otros, ya que el Congreso no era constitutivo 1 ' Finalmente, acusaba a los legisladores de haber aprovechado la ausencia de algunos diputados y de aprobar las modificaciones en tan sólo cinco horas y en día festivo. Las reformas se realizaron después de que cinco legisladores abandonaron el Congreso (Carlos 1. Velasco, Rafael Corella, Joaquín M. Aztiazarán, G. Tato y Próspero S. Bustamante), por lo que únicamente se quedaron sesionando seis, con los que no se reunió el quórum para continuar la sesión. Al día siguiente se llamó al suplente de uno de los diputados para continuar el proceso y declarar formal y legalmente aceptadas las modificaciones a la Constitución. 17 El debate en torno a las modificaciones continuó en los meses siguientes, nuevas preguntas se desprendían de los hechos pasados. ¿A quién representaban los diputados que las llevaron a cabo? Los diputados que no asistieron, ¿tenían responsabilidad con sus electores, con los preceptos constitucionales o con las exigencias de sus compañeros legisladores? Evidentemente había dos posiciones: la de los legisladores reformistas, que consideraban que el pueblo les había delegado un poder autónomo, incluso a pesar de los otros poderes del Estado, y quienes pensaban que los tres poderes, los " [bid., ff. 152-153 Y 155-162. 17 ¡bid. , ff. 164-165. 83 SAÚL j ERON IMO ROMERO ciudadanos o, en su defecto, los aYW1tamientos debían discutir ampliamente sob re las resoluciones del Congreso, pues to que en última ins tan cia eran los ciudadanos los que debían estar de acuerdo con las modifi cacio nes. El problema no era sencillo. En la primera opción los diputados se asumían como rep resentantes del pueblo, con todo el poder para decidir sin ma yor consulta que su propio criteri o. En la segund a, los diputados tendrían que recurrir a ' algún ti po de consulta para resolver los problemas po líticos del estado. Ca be acla rar que ning uno d e los dos proced i.rn.ientos estaba regla mentad o, por lo qu e la solución era, más que jurídica, política, En su defensa los legis ladores que llevaron a cabo las reformas argumentaban que era el pueblo de Sonora el que pedía las m odificaciones: Demasiado pública y demasiado es, quizá has ta el ex tremo, la voluntad de l pueblo d e Sono ra a favo r d e las reformas sancionadas el d ía 10 [d e nov iembre} q uien no sólo desea, que no sólo quiere, sino que exige de una manera pal pable; de la manera q ue. expresan su voluntad los pueb los q ue carecen de prensa. Finjamos mil periód icos en Sonora y escucharemos no una simp le op inión periodística emitida por todos ellos, sino la vo lu ntad de todo un p ueblo socia l que quiere las refo rmas de su carta fu nd amental , ini ciada s constituciona lmente y sa ncionadas por la mi sma forma legaL ltl El diario oficial La Estrella de Occidellte respondió a los legisladores alegand o qu e su pretensiun d e comparar el sistema político es tad unid ense con el mexicano resultaba absurda . En primer lugar, porque cada un o provenía de un a trad ición distinta, pues mientras Estados Unidos e ra más federal , México era más democrático. Es to se debía a que las colonias inglesas funcionaban más como lma federación qu e se uni ó para constituir una nación, mientras que los mexicanos se sac udieron el y ugo de un gobierno op resor, por lo qu e pensaban más en la democracia como norma de vida qu e los es tadunid enses. En segund o lugar, porque la organización del 11'1 "Com unicación del Congreso del Estad o al gobernad or", en Pesqueira, oJ'ocit .• ft 174, 84 REBELIÓN roLfTICA EN SONORA 1876-1877 gobierno es diferente, pues en México e l presidente lo es de todos los ciudadanos, se entiende de manera directa con los estados y una Cámara popular representa a dichos ciudadanos. En cambio, en Estados Unidos el presidente lo es de los estados y no de los ciudadanos, que se entienden con los gobiernos locales y estatales que tienen sus propias leyes y regla mentos.1 9 En México no serviría de nada, pues los ciudadanos no estaban preparados pa ra un sistema de esa naturaleza. Curiosamente, el editor de La Estrella volvía a la idea de una representación ilustrada capaz de interpretar lo que los ciudadanos querían, pero que -según su interpretación- no sabían elegir representantes, es decir, sabían qué querían pero no quién podía hacerlo. El debate incluyó a otros tan tos ciudadanos. En una carta, más de 176 vecinos de Ures se p ronunciaron en contra de las reformas, y algunos de los firmantes agregaron la siguiente frase a su rúbrica: "Firmo porque los representantes que exigen las reformas, no más soñar en eUos para ningún cargo público, y mucho menos para representantes del pueblo".2o La anotación es interesante porque implica que los ciudadanos conocían la fuerza de sus votos y que también podían presionar a los actores políticos cuando emitían sus opiniones en un ámbito público, es decir, en los diarios. La "voz pública" adq uiría forma y representación, no en los órganos de gobierno sino en los periódicos, desde donde se advertía sobre la posición de un grupo de ciudadanos. El ayuntamiento de Ures también envió un comunicado para protestar contra las reformas y añadir algunos a rgumentos más que es conveniente desglosa r: Sabéis también conciudadanos regidores que esa división de los poderes no es tan absoluta que importe una verdadera independencia en tre ellos, porque semejante fenómeno sería contra la organización natural de sociedades compuestas de ho mbres libres. La inteligencia que concibe (el poder legislativo) no es independiente de la razón que juzga (poder judicial) ni estos dos poderes son independientes de la voluntad que ejecuta (poder ejecuti vo). ]9 " Las reformas" (parte dos), Lo Estrella de Occidente, Ures, noviembre 29 de 1872, en BCUSFP, op. cit., pp. 189-191. 20 "Carta abierta ", Lo Estrella de Occideflte. en Pesqueira. op. cit., ff. 180-183. 85 SAÚL JERÓNIMO ROMERO En tales facultades consiste la personalid ad del hombre, y en las mismas la personalid ad del pueblo, puesto que éste se compone d e hombres libres. Quitar al ejecuti vo toda injerencia en las concepciones d el poder legislativo, es convertir la voluntad ejecutora en ciego instrumento d e este poder, es convertir en esclavo el brazo d el pueblo y obligarlo a ejecutar, pueda o no, todo lo que al legislativo se le ocurra, aunque el brazo se rompa. 21 La pro testa hace una interpretación interesante de la división de poderes y de la necesidad de que los tres resuelvan los asuntos públicos, porque se trataba de tres poderes y no de uno subordinando a los otros; de lo contrario se estaría hablando de la acumulación de funciones en uno solo de ellos. La discusión en tomo al derecho de veto del poder ejecuti vo y la relación entre los poderes había sido motivo de a rduas discusiones d esde la fundación del sistema republicano, como lo mues tra el caso de Estados Unjdos. 22 Los indígenas mayos, miembrús del ayuntamiento del pueblo de Navojoa, también enviaron una carta para pedir al Congreso que reconsiderara s u actitud, pues no se les podía quitar el derecho al vo to como si fueran criminales; por el contrario -decían-, los pueblos del Yaqui y del Mayo han logrado una estab ilidad como nWlca antes, y los conflictos politicos a los que recientemente se habían enfrentado los habían resuelto por medios políticos y pacíficos. Pedían paz, legalidad y descanso, conceptos que entendían en 2\ "Protesta del Ayuntamiento de Ure,,", en Pesqueira, op. cit., ff. 195. n El famoso observador político A. Hamilton escribió al respecto en 1788: " El motivo fundamenta l que existe a favor de atribu ir al ejecu tivo la fa cultad de que tratamos Iderecho úe veto l, estriba en capacitarlo para que se defienda; en segundo luga r, se persigue aumentar las p robabilid ades de que la comunidad no tenga que sufrir la aprobación de leyes inconvenientes, debidas a la festinación, falta de cuidado o propósitos culpables. Mientras más veces sea objeto de deliberación una medida y mayor la diversidad de situaciones de las personas encargadas de estudia rla, menor será el peligro de los errores que resultan de la falta de reflexión o de esos pasos falsos a que impulsa el contagio de alguna pasión o interés común. Es mucho menos probable que todas las partes del gobierno se ha llen contaminadas por miras crimina les, de cualquier clase que sean, al m ismo tiempo y relativamen te a idén tico obje to, que el que esa clase de designios dominen y descam inen sucesivamente a cada una de eUas. Alexander Hamilton, El Federalista, 1998, p . 313. 86 REBELIÓN POLInCA EN SoNORA 1876- 1877 los siguientes términos: "pero la paz con el cumplimiento estricto de la Constitución federal; la legalidad , por medio del sufragio libre; el descanso con la responsabilidad de los gobernantes".23 La discusión no se resolvió por medios políticos; unos y o tros se reclamaban haber infringido el Estado d e derecho." La mayoría de los autores que ha analizado el problema ha tomado partido por los legisladores, pero desd e mi punto d e vista ambos bandos proponían matices dentro de un programa liberal. Cuando la reforma iba a ser ratificada a pesar de la oposición del gobernador, el diputado Juan Antúñez d ecidió no participar en esta sesión, pues no consideraba conveniente aprobar una ley con la que el ejecuti vo no estaba de acuerdo. Ante tal situación, la legislatura se disolvió y publicó un manifiesto en el periódico El Pueblo Sonorense. Consultaron también a tres juristas en la ciudad de México, Rafael Martinez de la Torre, Ezequiel Montes y Francisco Gómez Palacio, quienes ratificaron la idea de que el ejecutivo no podía impedir las reformas,25 lo que por cierto no debe de extrañar, pues en la ciudad también se vivía la tensión entre poder ejecutivo y legislativo y había una fuerte corriente a favor de disminuir el poder del ejecutivo. El 10 de diciembre d e 1872 los dipu tados que se habían retirado del proceso de ra tificación de las reformas se reunieron y convocaron a tres suplentes, constituyeron entonces una nueva legislatura, que inmediatamente declaró nulas las acciones del Congreso anterior. En abril del año siguiente los diputad os partidarios de Pesqueira hicieron una reforma constitucional en la que to maban en cuenta las observaciones d el gobernador y preparaban el camino para 23 "Protestas contra las reformas, Ayuntamiento de Navojoa", La Estrella de Occidente, núm. 331. 2a. época, Ures, 3 de ene ro de 1873, en Pesqueira, op. cit., ff. 215-219. 24 Autores como Sordo Cedeño conside ran que el siglo XIX fue la "época de oro de los congresos en la historia de México. La explicación es simple: el liberalismo político se funda menta en la idea de soberanía nacional, que se ejerce a través de sus legítimos representantes". Reynaldo Sordo, El COlIgreso en la primera rep ública centralista, 1993, p. 139. Va ldría la pena preguntarse de dónde obtiene su legiti midad el poder ejecuti vo. 2S Stuart Voos, On file Peripliery of Nillefeetl1 Cenfr¡ ry, 1982, p. 250. 87 SAÚL JERÓNIMO ROMERO una posible reelección. El proceso electoral despertó suspicacias en a lgunos ciudadanos de Álamos y resistencia a aceptar los resultados, por lo que reclamaron el reconocimiento de la Constitución de noviembre de 1872. La respuesta fue el envío de tropas para tomar la ciudad de Álamos y acabar con la oposición. 26 A pesar de que el movimiento fue derrotado con relativa facilidad, Pesqueira insistió en cobrar contribuciones extraordinarias para cubrir los gastos ocasionados por el levantamiento, lo que lo enemistó aun con sus aliados y le dio al conflicto una dimensión social y económica que no tenía en un principio. L A REBELIÓN POLÍTICA En las elecciones de 1875 Ignacio Pesqueira no se presentó como candidato sino su primo José J. Pesqueira, quien ganó en unos conflictivos comicios. Ante este panorama, se unieron los agravios por las contri buciones extraord inarias cobradas por la fuerza y lo que se sentía como lUla imposición del gobernador sa lien te, por lo que se inició una revuelta armada en Hermosillo, Ures y Álamos en diciembre de ese año. Ante la rebelión, el gobernador pidió auxilio a la federación, cuyas fuerzas militares estaban al mando de Jesús Ga rcía Morales, candidato opositor derrotado, por lo que se creaba un conflicto de intereses mu y grande. Además, el nuevo gobernador impuso más contribuciones extraordina rias. Los opositores también solicitaron la intervención federal. Ante la igualdad de fuerzas, el conflicto de intereses y las peticiones, el presidente de la República Sebastián Lerdo de Tejada nombró gobernador interino y jefe de las fuerzas federales en el estado al gen eral Vicente Mariscal, quien de inmediato, e l 14 de marzo de 1876, declaró Estado de sitio para enterarse de los pormenores de la situac ión en la entidad, acción con la que terminaron las funciones de José Pesqueira. 2b " Programa de los opositores de Álamos" e "Importantes noricias", Ln Estrella de Occidente, núm. 370 y 371, 2a. epoca, Ures, 3 y 10 de octubre de 1873, en Pesqueira, op. cit., ff. 364-375. 88 REBELIÓN POLfTICA EN SoNORA 1876-1877 Durante el interinato de Mariscal hubo asam bleas populares en la mayoría de los ayun tamientos d el estad o (48 de 65, 74%), unas a petición de los ciudadanos y otras por iniciativa de las autoridades, en las que se ped ía a Mariscal que intercediera por los ci udadanos d el estado para que el Senado de la República tomara en cuenta su derecho de petición. Med iante éste solicitaban se considerara insconstituido el es tado, tod a vez que las autoridades y representantes nombrad os desde 1873 no tenían legitimidad , pues habían sido electos en una legislación espuria, como también lo era la Constitución aprobada por el Congreso pesqueirista. Hacían gran hincapié en que a pesar de haberse reunid o en las oficinas de los ayuntamientos, el reclamo d e declarar inconstitllido el estado lo hacían como ci udadanos y no como autorid ad; eran ciudadanos que ejercían el derecho de petición, po r lo q ue no obstante que las p eticiones iban firmad as por las autoridades, también lo estaban por tod os los ciudadanos presentes. Este derecho obligaba a la autoridad nacional, en este caso el Senado de la Rep ública, a responder por escrito su petición.27 Los firmantes eran de casi tod os los municipios de la entidad , de todas las condiciones; algunos sabían leer y escribir y otros solicitaron que se firmara po r ellos; en ciertos casos se nota claramente la intervención de autoridades y que hubo presión par a asistir a la junta, en otros hay un p roceso de comprensión d el p roblema que se discutía. 28 Ante la posible pregun ta d e por qué no se habían quejado con anterio rid ad y sólo lo hacían hasta ese momento de crisis política, se adelantaban a responder: Si antes no nos habíamos quejado, C. presid ente, ante el poder respectivo, d e los agravios que los habitantes d e Sonora recibíamos de continuo, y m uy especialmente en las épocas de elecciones a los pod eres del estad o, era porque nuestra voz se ahogaba bajo la p resión tiránica d e Jos que a mansalva d ispusieron por veinte años d e los destinos de los ci udad anos; por eso es que ahora, convencidos de que la intervención p uesta por el Supremo Gobierno nos otorga las ga rantías Felipe Tena, Leyes fundamentales de México, 1808-1998, 1998, p. 608. "Rep resentaciones de los habitantes de Sonora", Archivo General de la Nación (en adelante ACN), ramo gobernación, sección segun da, 1876 (4)(4) ff. 27 28 89 SAÚL JERÓNIMO ROMERO en el ejercicio d e nuestros legítimos d erechos, elevamos nuestra voz por el d igno conducto del Gobernad or y Comandante Militar [... ] égid a de esa intervención sal va dora qu e se ha visto precisado a establecer, se verifiquen nuevas elecciones de los p od eres del Estado, a fin de que ellas sean la ve rdad era exp resión del p ueblo d e Sonora ; así como lo es la súplica que ahora dirigimos para que sean escuchadas nuestras quejas y comprend idos n uestros sufrimientos. 29 Esta cita introduce el p roblema de cómo an a lizar los procesos de crisis política en los que, por lo general, se hace tabla rasa del pasado y no se d iferencian las etapas de un gobierno, dirigente u organización; todo qued a en blanco y negro, sin matices. En este sentido, memoria y política se acomod an según las circunstancias. Las protestas de los ciudad an os sonorenses canalizadas por los ayuntamientos cuestionaban la legitimidad del régimen, atribuían el despotismo de Pesqueira a su personalidad y pugnaban por el regreso al Es tado de d erecho mediante el nombramiento de un gobernador interin o que reconociera los cambios en la Constitución y convoca ra a elecciones pa ra elegir nuevo gobernador. Los d ocumentos d e las representaciones muestran cómo los ciudadanos as umieron la soberanía estatal y trataron de hacer un pacto con el gobierno fede ral para que se respeta ran las acciones Llevadas a cabo por el Congreso que ellos consideraban legítimo. Sin embargo, Mariscal -que efecti va mente es nombrad o gobernador interino--no puso en vigor la Constitución reformad a para no encender los ánimos de las pa rtes, según su justificación .30 El agrav io político no estaba resuelto y a esto se agregó la confiscación de bienes y el pago de contribuciones extraordinarias, por lo que tan pronto Mariscal se hi zo ca rgo d el gobierno, p ueblo por pueblo se inventarió lo que las tropas del gobernador tomaron, incluso con la oposición de los dueños. 3 ! Así se exigió que se les indemnizara o restitu ye ran sus animales, dinero, armas, 29 " Representación de los hab itantes de Álamos", AGN, ramo gobernación, sección segunda, 1876 (4)(4) ff. 36. 30 Juan Antonio Ruiba l Corella, Cnrlos R. Ortiz, elfédrrnlistn , 1984, p. 41 . JI "Préstamos forzosos impuestos por el gobierno de Pesquei ra", ACN , ramo gobernación, sección segunda , 1877, (1)(4), ff. ]-8\'. 90 REBELIÓN roúnCA EN SONORA 1876-1877 monturas, alimentos y hasta unos cuantos centavos, por lo que queda claro que no importaba tanto el monto de lo conculcado, sino la ilegalidad en la que había incurrido el gobierno, pues esas acciones estaban expresamente sancionadas en la Constitución nacional.32 CONCLUSiÓN La rebelión política de 1876 puso en el primer plano de la representación política a los ciudadanos y a los ayuntamientos. Es mu y importan te dejar claro que esta representación estaba muy alejada del espíritu que predominó cuando una Junta de notables asumió en 1808 la representación de la Intendencia de Arizpe y después se a utodenominó Ayuntamiento de Arizpe. En esta ocasión se trataba de grupos de ciudadanos de 48 municipios que participaban de manera activa; de los 48 municipios únicamente en dos las autoridades firmaron los documentos, y en no más de tres es evidente que usaron un macho te, por lo que probablemente eran inducidos; en los otros, más bien parece un enorme coro de voces que exige la restitución de la legalidad. Se trata, entonces, de ciudadanos activos y enterados de los problemas políticos de la entidad, que se enfrentaron a la autoridad y pidieron reconstituir su legitimidad política, incluso para defender una posición que atacaba a quienes no compartían con ellos las formas de hacer política, como los pueblos indígenas. ¿Por qué usan los ciudadanos para realizar sus asambleas y emitir su opinión la estructura del municipio, que se vuelve la instancia de gobierno que aglutina y convoca? Desde mi punto de vista, el municipio se ganó un espacio en la vida política y logró sustituir a la Iglesia como espacio público y también al sistema de redes de notables que se conocían entre sí y, por lo mismo, eran los convocan tes y únicos concurrentes a las asambleas. Ambos 32 El articulo 26 de la Co nstitución establecía: "Articulo 26. En tiempo de paz ningún militar puede exigir alojamiento, bagaje, ni otro servicio real O personal, sin el consenti.miento del propietario. En tie mpos de guerra sólo podrá hacerlo en Jos términos que establezca la ley". Felipe Tena, op. cit. , 1988, p. 610. 91 SAÚ L JERÓNIMO ROMERO métod os fueron sus tituidos por una instancia que, ante la ausencia de partidos, de autoridades legítimas en el ámbito estatal y de procesos electorales, fue la única opción cercana a los ciudadanos. Al cumplir es ta función de rep resentación política volvían a ubica r el conflicto político en el espacio de los territorios pequeños y a la vez rebasaban la esfera de lo municipa l. Finalmente, es oportuno preguntarse si esta aprop iación d e la sobe ranía fue algo p laneado por los ayuntamientos o si fueron sólo la estructura que permitió a los ci udadanos expresar su opinión. ¿Quién usó a quién? También es importante des taca r que era un movimiento res taurador de la lega lidad, pues no se discutía si las modificaciones a la Constitución eran más o menos libera les, ni tampoco su pertinencia, sino la imposición del gobernador sobre un procedimiento constitucional, aunque éste era un tema no resuelto en la jurisprudencia del siglo XIX. Los argumentos que esgrimieron para descalificar a los ac tores políticos son interesa ntes, rues manifestaban que ante la fuerte pugna entre los bandos más representativos y el empate de fuerzas que había entre ellos, ante el origen ilegítimo de los poderes judicial, ejecuti vo y legisla ti vo por emanar de una legislación esp uria, ninguno es taba calificado para representar a la entidad y ninguno rep resentaba a las instituciones, por lo que so licitaron la intervención federa l para declarar inconstituido el estado y reiniciar su proceso político con otras bases. Frente a este panorama, la imagen de un Estado nacional disp uesto a intervenir en cualquiera de las entidades federa tivas para establecer un rígido control sobre ellas no se sosti ene; más bien hay una interacción entre ciudadanía e instituciones que, ante la ilegitimidad, busca el respaldo de la autoridad política nacio nal; una ciudadanía que conoce sus derechos y las formas legales e info rmales (la prensa) de hacerlos valer. SIGLAS y REFERENCIAS AGN Archivo General de la Nación, ramo gobernació n, México, D. F. 92 REBELIÓN POLÍTICA EN SoNORA 1876-1877 BCUSFP Biblioteca Central de la Universidad de Sonora, Fondo Pesqueira, Sonora. Corbalá Acuña, Manuel, Sonora y sus constituciones, Hermosillo, Publicaciones del Gobierno del Estado de Sonora e Instituto Sonorense de Cultura, 1972, 298 p. Chartier, Roger, Espacio público y desacralización en el siglo XVIl, Barcelona, Gedisa, 1995, 263 p. Hamilton, Alexander, El Federalista, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, 430 p . Luna Argudín, María, "Entre la convención y el consenso: el presidente, el Congreso de la Unión y la intervención federal en los estados (1867-1917)", en Ricardo Forte y Guillermo Guajardo (coords.), Consenso y coacción. Estado e instrumentos de control político y social en México y América Latina (siglos XIX y xx), México, El Colegio de México/Colegio Mexiquen se, 2000, p. 389. Ruibal Corella, Juan Antonio, Carlos R. Orti2, el federalista, México, Porrúa, 1984, 172 p. Sabato, Hilda (coord.), Ciudadanía política y forlllación de las naciones, México, Fondo de Cultura Económica/ El Colegio de México/ Fideicomiso de las Américas, 1999, 450 p. Sordo Cedeño, Reynaldo, El Congreso en primera república centralista, México, El Colegio d e México/Instituto Tecnológico Autónomo d e México, 1993,473 p. Tena Ramírez, Felipe, Leyesfundamentales de México, 1808-1998, México, Porrúa, 1998, 942 p . Voos, Stuart, On the Periphery of Nineteet/¡ Cent ll ry Mexico. Sonora and Sinaloa 1810-1877, Tucson, University of Arizona Press, 1982, 325 p. 93 Representación y territorialidad. Las tensiones entre los estados, el presidente y el Congreso de la Unión (1867-1910) María Luna Argudín"" EL ESTUDIO DE REBELIONES Y resistencias en los siglos XIX y XX es una empresa que no sólo se justifica sino que resulta obligada si se tiene en cuenta el desarrollo, a p artir de la década de 1980, de una historiografía que busca recuperar la voz de los sectores dominados y que ha puesto de manifiesto que las más de las veces dichos sectores resisten a la dominación con un cód igo y un discurso propio, con medias palabras que obligan a los investigadores a hacer una lectura de un registro oculto. El trabajo que aquí se presenta es d e índole distinta: analiza la integración de la clase " dominadora" regional y nacional en el periodo de 1867 a 1910; indaga en las tensiones, los conflictos y la conciliación entre los estados y los poderes federales, y el papel que el Congreso d e la Unión desempeñó en este proceso; en particular estudia al Senado. Las rebeliones apenas son un trasfond o, los grupos dominados d e esta era liberal (campesinos, trabajadores e indígenas) se desdibujan . En cambio, el acento está en las alianzas y coaliciones que formó la élite política . .. Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. Agradezco el eficiente apoyo de Carlos Martínez, quien elaboró los anexos que acompañan este artícu lo y, asimismo, pacientemente se encargó de la transcripción de las diversas versiones de este trabajo. 95 M ARÍA LUNA ARGUDÍN Con estds páginas se busca matiza r viejas verdades repetidas ' acríticamente por la historiografía tradicional que señalan que se transitó de la lucha de facciones de la República Restaurada a la centrali zación y estabilidad porfirista, en la que los estados quedaron d ominados por el presidente. Se propone que la relación entre los pod eres federales y las entidad es fue mucho más compleja que el maniqueísta binomio dominación-dominados. En este artíc ulo se indaga en las tran sformaciones operadas en tres niveles estrechamente vinculados: (1) el marco institucional. b) las prácticas in formales o extraconstitucionales que desarrollaron las élites estatales para acceder al poder y que se expresan en la elección de los gobernad ores, c) la relación entre los estados y los poderes .federales que se manifiesta en los vínculos entre las entidades federati vas y el presidente, y entre éstas y el Congreso de la Unión.1 EL SISTEMA ELECTORAL La conflicti va que aquí se estudia surge del sistema representativo insti tuido en la Constitución de 1857, que estableció una repüblica federa l y, por lo tanto, reconoció una d oble soberanía: la de los poderes federales y la de los estados. En la vida política la conflicti va surgió al discutirse cuáles serían los límites de cada una de las esferas y cuáles los mecanismos de integración de los intereses (frecuente mente di vergentes) de las entid ades y de la federación. La Carta Magna hizo de la soberanía popula r el sustento del Estado, en consecuencia, el voto formalmente articulaba las demandas de la sociedad y sus representantes. La Ley Orgánica Electora l de 1857 -que aunque reformad a en varias ocasiones se mantuvo vigente hasta 1911- especificó qué mexicanos serían considerados ciudadanos y, en consecuencia, 1 En este texto sintetizo las concl usiones de una investigación mayor, cuyos resultados se dan a conocer en mi libro El COllgreso de la Uuió" y la política mexicalla, 1857- 1911 (en prensa). No obstante, en e l presente articulo he añad ido el análisis de diversas iniciativas de ley que no prosperaron y e l estudio de la in tegración de varias legislaturas que no lnc\uí en el libro. 96 REPRESENTACIÓN y TERRITORIALIDAD tendrían derecho a votar y a ser votados: los varones, mayores d e edad y vecinos.. es decir, con trabajo o inversiones en la entidad, por lo que las élites frecuentemente fueron vecinos de varios estados; pero la vecindad era una calidad que se definía de municipio en municipio.. por lo que la ciudadanía mantenía un vínculo territorial,2 característica que se extendía a electores y diputados federales. El mismo ordenamiento estableció un s istema electoral indirecto para la elección de los poderes federales. Los ciudadanos votaban por electores y estos a su vez por candidatos, mientras que en el ámbito municipal solía practicarse el voto directo. En algunas entidades el sistema era mixto: voto directo para diputados e indirecto para gobernador, o viceversa, según la tradición del estado. 3 LA COMPETENCIA POLÍTICA EN LA REPÚBLICA RESTAURADA (1868-1876) En la República Restaurada se observa una gran renovación d e los ejecutivos locales, fruto de una gran competencia electoral entre los notables regionales. Son muchas las razones que lo explicarían: el interés por participar en la reconstrucción y en la transformación del país por medio de las instituciones liberales, la defensa de cotos políticos y militares creados durante las guerras d e Reforma y en contra d el Segundo Imperio, etc. Quizás el motivo más importante fue que la guerra contra la intervención condujo a la movilización de una ciudadanía armada que combatió al lado de los liberales y que demandó el ejercicio de sus derechos políticos, lo que se tradujo en un notable incremento del número de electores, cu ya participación cambió los equilibrios y alianzas que la élite había alcanzado y dio paso a nuevos actores políticos. 4 2 Marcello Ca rmagnani y Alicia Hemández, "La ciudadanía orgánica mexicana, 1850-1910", 1999, p. 384. 3 ¡bid. , p. 378. Sobre la pluralidad de sistemas electorales véase también Marcello Carmagnani, "Del territorio a la región ... ", 1991, vol. 2, pp. 235-236. 4 El estudio de Carmagnani y Hemández, op. cil .¡ presenta un detallado análisis del incremento de los ciudadanos y electores en este periodo. 97 M ARiA LUNA ARGUOiN En cada estado la política interna se desarrolJó a partir de sus !· propias particularidades, pero, en términos generales, se puede afirmar que en las entidades había por lo menos dos grupos políticos diferenciados. En algunas, como en Guerrero, la competencia política se dio entre los jefes militares que con iguales credenciales en su lucha contra el Imperio reclamaban el poder civil. Frecuentemente la lucha de facc iones encubrió intereses regionales divergen tes, como en el caso de Puebla, di vidida entre llaneros y serranos. 5 En estados de reciente creación, como Campeche, la competencia política estalló entre los clanes que habían sido protagonistas del movimiento separatista. Chihuahua ilustra las excepciones, pues la elección de Benito Juárez como presidente constitucional en 1867 sirvió para ratificar la alianza suscrita, desde 1861, entre éste y Luis Terrazas. Es así como, en la ma yor parte de los estados, se mostraba una misma problemática: las alianzas que entabló el llamado "Partido Liberal" para enfrentar al Imperio se habían roto con la restauración de la república. Las caracterís ticas diferenciadas que adquirieron la competencia política y las contiendas electorales en cada entidad fueron potenciadas por dos elementos d e la legislación electoral: el a rraigo loca l de la calidad de vecino y la pluralidad d e formas de sufragio. El vínculo territorial y el incremento de los actores políticos permitieron que frecuentemente en las legislaturas estatales quedaran representados notables de los distintos grupos contendientes, lo que se tradujo en una conflictividad extrema entre el gobernador y el poder legislativo local. El hecho de que accedieran los notables de varias facciones políticas a la Cámara de Diputados fa vo reció que ahí también se manifestaran las pugnas locales, lo que contribu yó a crear el clima de ingobernabilidad que carac terizó a este periodo. Ello se ilustra con la solicitud que presentaron en septiembre de 1869 al Congreso de la Unión los diputados campechanos Joaquín Baranda 5 Los llaneros fueron grupos que se aglutinaron en fu nción del podeno económico de un personaje del lugar, las más de las veces un' hacendado o rico comerciante, mientras que los serranos fueron grupos que p roven ían de la sierra norte del territorio del estado. 98 REPRESENTACIÓN y TERRITORlALlDAD (por el Distrito Federal) y Juan Sánchez Azcona (por Tabasco) para desconocer al gobernador Pablo Gareía. El Gran Jurado, en mayo de 1870, ordenó al gobernador que se separara de su cargo y le suspend ió sus derechos políticos. Tomás Aznar, quien había sido electo vicegobernador, se convirtió en gobernador interino, pero ante las presiones internas se vio obligado a renunciar. En las elecciones resultó victorioso Joaquín Baranda y tomó posesión en diciembre del mismo año. 6 El ejemplo campechano confirma que durante este periodo en el Congreso de la Unión había una representación de carácter territorial que estaba íntimamente relacionada con las facciones regionales. Asimismo ilustra la manera en que la ingobemabilidad local repercutió en el Congreso de la Unión, pues al estar representados los diversos grupos políticos de las entidades, favoreció que fuesen los estados los que solicitaran la intervención federal para dirimir la problemática interna. Cabe destacar que los grupos opositores solían manifestarse en las legislaturas estatales y en el Congreso de la Unión. En cambio, los grupos gobiernistas, además de contar con representantes en la legislatura local, frecuentemente buscaron el apoyo del ejecutivo (ya fuese Juárez o Sebastián Lerdo de Tejada), lo que indica una articulación diferenciada entre los grupos políticos regionales y los poderes de la Unión. Pocas veces la oposición tuvo éxito, yen ese sentido el caso campechano es una excepción, pero que prosperara una acusación en el Gran Jurado en contra de un gobernador denota la creciente capacidad de los diputados para establecer alianzas y coaliciones dentro del Congreso y con los otros poderes federa les. A partir del proceso electoral de 1871, en el que contendieron por la presidencia de la República Juárez, Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, se expresa con claridad que en el Congreso de la Unión no sólo había una representación de los intereses locales, sino también una "partidista" de carácter nacional. Pese a que en la República Restaurada hubo un alto porcentaje de diputados que votaban conforme a su conciencia (representación fiduciaria ), la mayor parte se identificó con alguno de los tres grandes grupos políticos: juaristas, lerdistas o porfiristas. 6 Aleja ndro N egrín Muñoz, Campeche, l/na historia compartida, 1991, p. 95. 99 MARIA L UNA ARGUDfN juaristas y lerd istas favorecían el fortalecimiento del poder federal y del poder presidencia l, mientras que los porfiristas se inclinaron porque se mantuviera un sistema unicameral, con una poderosa Cá mara de Diputados pa ra controlar mejor al ejecuti vo, al tiempo que desde un horizon te confedera l defendieron la soberanía de los estados. 7 Porfiristas había prácticamente en tod as las entidades de la República, ya fuese por los vínculos personales y lealtades militares a Díaz, ya fu ese como oposición al gobierno caáa vez más autoritario, primero de juárez y después d e Lerdo, o bien porque se inclinaban por el programa político que aca udillaba Díaz. La Ley Orgá nica Electora l -que fue reformada en 1871 pa ra da r tma mayor representatividad a la plura lidad política del pa ísreforzó el ingreso de los diversos grupos regionales a la Cámara de Diputados federal, pues estableció que los electores prima rios votaran primero para di putado titular y, enseguida, por el diputado suplente. Este procedimiento daba cabida a que se reorganizaran de modo distinto las facciones en la segunda votación. Con estos cambios en la legislación electoral -a firman Alicia Hernández y MarcelloCarmagnani- se "procuró ga rantizar la representahvidad de las distintas facciones políticas en la medida en que dio cabida a la construcción de mayorías y minorías, pues cada tumo electoral permitía incluir como suplente a un candidato de las mino rías",8 mecanismo que ftmcionó tanto en lo estatal como en lo federal. La reforma de 1871 a la Ley Orgá nica Electora l fu e formulada en el Congreso de la Unión en circunstancias políticas nacionales excepcionales. La Cámara d e Diputados estaba dominada por La Liga -<:oalición de lerd istas y porfi ristas en contra d e juárez-. Por eso es posible que con las modificaciones introducidas a la legislación, yen pa rticular a l sustitu ir las antiguas secciones por el distrito electoral, buscaran favorecer las alianzas regionales con los tres grandes caudillos. Las secciones se habían organizado con base en los intereses de cada loca lidad, de lo que resultaba un mosaico 1 Para un análisIs detallado de las diferencias entre fede ralistas y confedera listas véase Ma ría Luna Argudín, El Congreso de In ... op. cit. 8 Marcello Carmagnan i y Alicia He mández, op. cit., 1999, p. 390. 100 REpRESENTACiÓN y TERRITORIA LIDAD fragmentado de particularidad es. En cam bio, los nuevos distritos agrupaban intereses interregionales, y con ello se reagruparon y recogieron los hilos de esas red es políticas locales previas en una organización más extensa y en torno a la cabecera política distrita1. 9 Posiblemente esta modificación al ordenamiento electoral favo reció que en los estados los electores mostraran una inclinación política diferenciada por regiones. Al restablecerse el Senado en 1875, el Congreso debatió la manera en que debía integrarse. Nuevam ente afloraron los grupos tradicionalistas que d efendieron la rep resen tación territorial fincad a en la calidad de vecino. La minoría propuso la elección indirecta y la supresión del requisito d e vecindad, requisito que, según reconocieron los diputados, era frecuentemente violado. El Congreso acord ó que cada estado eligiera el sistema de elección conforme a su legislación particular. 10 Este ordenamiento marca un nuevo sentido en la representación, pues se buscó superar su arraigo localista y lograr que fuera nacional; paradójicamente, se institu yó en la Cámara que representaba a los estados y no en la d e Diputados, que representaba a la población . En pocas palabras, durante la República Resta urada en el Congreso de la Unión se fusionaron varias formas de representación : la fid uciaria, que se expresa en el voto independiente; la partidista de origen local, que se manifiesta en la exp ansión de los conflictos estatales al Congreso; la partidista nacional y una representación territorial, que se fincaba en el manda to imperativo (representación por espejo, es decir, los diputados votaban de acuerd o con las instrucciones que las legisla turas de sus estados les habían girad o). 9 1dem. JO Para mayores detalles véase María Luna Argudín, "Entre la convención y el consenso: el presidente, el Congreso de la Unión y la intervención federal en los estados (1 867-1917)", 2000. 101 MARiA LUNA ARGUDíN NUEV AS FORMAS DE INTEG RACIÓN ENTRE LA FEDERACIÓN Y LOS ESTADOS, INTENTOS FALLIDOS Y PRÁCTICAS IN FO RMALES El anexo 1 m uestra cómo el trimúo de la rebelión de Tuxtepec condujo a que la mayor parte de los gobernadores fuera sustituida por comanda ntes milita res de la facción victori osa, lo que aunado a los procesos electorales para restablecer el ord en constitucional en todas las entidades de la República p ropició una recomposición de las alianzas entre la federación y los estad os. Las nuevas alianzas sentaron las bases de una nueva gobernabilidad, pero aún era endeble porqu e la estabilidad política en la mayor pa rte del país se alcanza ría plenamente hasta la segunda mitad de la décad " de 1880. Prueba de ello es que en casi tod os los estad os del centro - México, Morelos, Tlaxcala, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, San Luis Potosí- encontraron una pronta estabilidad fincada en alianzas militares. En otros, como Chi!lUahua, la fede ración y los poderes locales for maron a lianzas ante enemigos comunes: los indios bárbaros. En cambio, destaca n por su inestabilidad cua tro estados norteños: Nuevo León, Coahu ila, Sonora y Ta maulipas. A los que se añaden d os entidades del centro: Puebla y Zacatecas. En un clima de recom posición política, los diputados federales sometieron d iversas iniciativas para reformular la representación, mismas que se sin tetizan en el cuad ro 1. Una iniciativa de corte conservad or fue presentad a en 1878 por dos legisla turas de los estad os, \-¡ue p rop usieron reducir a la mitad el número de di putados federales corno lm sacrificio que debía hacer el Congreso de la Unión para redu cir los gastos en el marco de una profunda crisis económ ica. 11 Más significa ti va resulta la segunda parte d el mismo proyecto de ley porque responde a una arra igada tradición que demandó la restricción del voto ciudad ano a través del sistema indirecto y con base en uno d e los siguientes criteri os: renta o que los ciudad anos 11 "Proyecto de enmienda a los arts. 53 y 55 constihlcionales·". VlII Congreso. Sesión del 21 de noviembre de 1878, Diario de los debates dI' la Cámara de DiJ1iItados, t. L 1879, p. 667. (En adelante se ci tará como Diplltados). 102 REpRESENTACIÓN Y TERRJTORlALTDAD Cuadro 1 Iniciativas de reforma a la Constitución y a la Ley Orgánica Electoral d e 1856 presentadas por los diputados entre 1878 y 1881 Fecha 1878, 19 octubre 1878, 21 noviembre 1880, 3 mayo 1881, 20 mayo Reforma Propuesta por COI/tenido Ley Orgánica Electoral, 12 de feb rero de 1857. Arts. 33, 35, 37, 39,41 Y fra cción V del arto 54. Diputados Guillermo Rivera y Río, Joaquín Ramos, Martínez, Mata, Garduño, Becerra Fabre y Zapata. Propone que las elecciones para diputados propietarios y suplentes no sean sepa radas, sino que se nombre diputado propietario al candidato que obtenga mayoría, y suplente al competidor inmediato. Reforma a los arts. 53 y 55 de la Constitución. La Legislatura de Guanajuato, secundada por la Legislatura de Querétaro. Reducir el número de diputados federales a la mitad para contribuir a disminuir los egresos de la fede raciÓn . Proponía la elección indirecta en segundo grado y que se requiriera a los electores que supiesen leer y escribir. Reforma al art. 34 constitucional y al56de la Ley Orgánica Electoral. Que en las elecciones para El diputado Adolfo Obregón diputados se exigiera ser y secundada por mexicano por nacimiento. la diputación de Campeche. Reforma al arto56 de la Constitución . Suscrita por 103 diputados. Que en las elecciones para d iputado se suprima el requisito de vecindad ya cambio se exija ser mexican o por nacimiento. Fuente: Diario de los debates de la Cámara de Diputados. 103 MARÍA L UNA ARGUDIN supieran l e~r y escribi.r. Esta tendencia se había concretado en las d iversas constituciones de la primera mitad del siglo XIX, qu e estab lecieron una gran dife rencia entre las condiciones de elegibilidad de los electores prima rios, secundarios y de los altos funcionarios federales. La Constitución de 1857 suprimió al elector secund ario, así como las restricciones impuestas que tendían a instituir un vo to notabiliari o. No obstante, un amplio sector político continuó dem and an do en la segunda mitad del XIX y en la primera década del XX12 que se restringiera la ciudad arúa. Los miembros de la comisión de dictam en señalaron que no aceptarían que se restableciera el electo r secund ario, " pues el principio democrá tico se afecta ría p rofundam ente con la elección ind irecta en segundo g rado".13 La demanda por restringir el vo to confluía con la de la opinión pú blica que buscaba impedir que los ciudadanos libres de los munici pios fueran utilizad os como "ins trumentos electo rales al servicio de los candidatos que favorezcan las autori da des estatales" . 14 Esta d oble exigencia propició que la comisión de d ictam en de 1878 aceptara la iniciativa guanajuatense en lo qu e se refería a que los electores no fuesen analfabetos porq ue "la experiencia nos ha enseñado q ue una de las causas principales de los abusos que se cometen en los colegios electo rales es la ignorancia de los electo res, ya porque fácilmente se les sorp rende, ya po rque jam ás pueden autentizarse [sic] las ac tas de elección . Natural es que se les exija a los electores que tengan los requisitos indicados, para evitar estos inconvenientes" .1 5 El dictamen no fue presentado ante el pleno posiblemente porque en ese mo men to se d iscutía en el Cong reso una iniciativa para \2 Véase, por ejemplo, Emilio Rabasa, Ln Cm/stitución y la dictadura , 1912; Manuel Calero, "Cuestiones electora les", 1908; Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciolles de AY/ltla y de Reforma, 1905; Ricardo García Granados, Juárez y la Reforma, 1906. 13 "Dictamen al p royecto de enmienda a los arts. 53 y 55 constitucionales", VIJI Congreso. Sesión del 21 de noviembre de 1878, Diputados, t. I, 1879, p. 668. 14 Ln Patria, 18 de mayo de 1877, citado por Alicia Hernández Chávez en Ln tradició" republicona dd buen gobierno, 1993, p. 74 . 15 "Dictamen al proyecto de enmienda a los arts. 53 y 55 consti tuciona les", VIII Congreso. SesiÓn del 21 de noviembre de 1878, Diputados, t. 1, 1879, p . 668. 104 REpRESENTACIÓN y TERRITORIALIDAD garantizar la autonomía municipal. El movimiento municipalista asignaba a los jefes de familia el papel de organizar económica, social y políticamente a la comunidad en el Ayuntamiento, y a los miembros del cuerpo de electores en el Distrito. "Bajo esta fórmula -afirma la historiadora Alicia Hernández- el munkipalismo favorecía la progresiva conformación de una ciudadanía en continua interacción con las instancias superiores de gobierno: el estado y el gobierno federal ".16 Introducir nuevas restricciones a los electores hubiera limitado esta articulación en un momento en que importantes movilizaciones populares exigían que se expandiera. La iniciativa guanajuatense tuvo un destino similar al de los proyectos de ley para reglamentar la autonomia municipal: el Congreso resolvió que "siendo tan delicada la materia, nada se modificaba".!7 Reorganizar la representación era tan delicado que simplemente no se discutió. Al presentarse la iniciativa de 1880 la comisión de dictamen se vio obligada a revisar los proyectos que se habían presentado con anterioridad, por lo que nuevamente debieron pronunciarse sobre la posibilidad de que se restableciera el sistema indirecto en segundo grado. Los comisionados declararon que la mayor parte de las legislaturas se habían opuesto, e incluso algunos congresos estatales proponían que se estableciera la elección directa. La comisión rechazó la iniciativa porque era un "sistema que desnaturaliza el principio democrático, se presta al falseamiento del sufragio público, haciendo que el resultado no sea la expresión de la voluntad popular, sino la influencia de la autoridad"." Con ello se impidió que el pleno debatiera la iniciativa de 1878 que exigió que la legislación tuviese una orientación nota biliaria. En 1878 se presentó otra iniciativa que buscó reformar las prácticas informales que se registraban en las elecciones de los congresistas. La iniciativa proponía que la elección del diputado suplente reca yera en el candidato que hubiera obtenido el segundo Para mayores detalles véase Hemández Chávez, op. cit. , pp. 71-75. [bid., p. 75. 18 "Dictamen de la Comisión de Puntos Constih.lcionales", VIII Congreso. Sesión del4 de nov iembre de 1880, Diputados, t. 1, 1880, p. 919. 16 17 105 MARÍA LUNA ARGUOiN lugar en número de votos, 19 posiblemente con el objeto de simplificar los comicios, ya que la Ley Orgánica Electoral de 1856 ---<:omo se recordará- estableció que la elección de diputados propietarios y suplentes eran dos procesos separados. Este procedimiento permitía incluir como suplente a un candidato de las minorías. 2o La comisión no presentó su dictamen, quizá porque no estaba dispuesta a que se pusiera en peligro la representación de las minorías. Dos años después se presentó una iniciativa que propuso que los d iputados hleran mexicanos por nacimiento y, en consecuencia, no podrían desempeñarse en este ca rgo los extranjeros naturalizados. Este proyec to ex presaba una tradición de desconfianza hacia los no nati vos, pues se temía que desde los cargos de representación popular favorecieran los intereses estadunidenses o de las potencias europeas, en menoscabo de los nacionales y de la soberanía nacional. 21 Este temor fue exacerbado por la experiencia de las intervenciones que vivió el país en el siglo XIX y en la primera década del xx, hasta concretarse en la Constitución de 1917, que estableció como requisito para ser presidente de la República no sólo que el cand idato fuese mexicano por nacimiento, sino que, además, fuera hijo de padres mexicanos. No obstante, en 1880 el proyec to ni siquiera fue dictaminado por la comisión. 22 La iniciati va de 1881 resulta especialmente interesante porque conjugó dos demandas: que los diputados fuesen mexicanos por 19 La fu ente no reproduce la exposición de motivos que sustentaba esta iniciativa. 2Q Carmagnani y Hernández, op. cit., p . 381 . 21 Al discutirse en 1881 la iniciativa de reforma al articulo 36 constirucional, que también propuso que los diputados fuesen mexicanos por nacimiento, el diputado Frías y Soto expresó su adhesión seña lando que México era país hospitalario con los extranjeros, pero a la vez se vcía " mu y afectado por los mismos" . lntervenciÓn de Soto y Frías, X Congreso. Sesión del 20 de mayo de 1881 , Dip1ltados, 1. n, 1881 , w' p.673. :!2 La iniciativa propuso que el artículo 56 se reforma ra para establecer: "para ser diputado se requiere Ser ciudadano mexicano precisamente por nacimiento .. ." Al a rtículo 34 debía añadirse una adición que señalara que, en el caso de los diputados, "en ningún caso pueden ser nombrados los extranjeros naturali zados ". "lniciativa de reforma a los artículos 34 y 56 de la ConstihlCión ", IX Congreso. Sesión del 3 ab ril de 1880, Diplltados, 1. rv, 1880, p. 40. 106 REPRESENTACIÓN y TERRITORIALIDAD nacimiento y que se suprim..iese el requisito de vecindad, que era otra vieja exigencia que se encontraba ya en el Constituyente. En 1856 se manifestaron dos tendencias opuestas: unos legisladores se pronunciaron en favor de que los congresistas mantuvieran una representación territorial y notabiliaria; otros, porque las condiciones de elegibilidad fuesen las mismas para ciudadanos electores y representantes federales. Conviene indicar que el requisito de vecindad fue una solución para un país altamente diferenciado social, económica y étnicamente. La calidad d e vecino permitía que cada región y localidad reconociera en sus miembros ciertas cualidades para otorgarles los derechos políticos, pero al variar los requisitos de localidad a localidad impedía que se estableciera una ciudadanía uniforme en México. En 1881 los argumentos que se hicieron oír para demandar la supresión del requisito de vecindad fueron: Primero, la necesidad de adecuar la legislación a la praxis política mediante el establecimiento de reglas más claras para los actores, por lo que la ma yoría de los diputados demandaba que se suprim..iera un requisito que se había violado de manera sistemática desde 1867. Segundo, el acelerado crecimiento que experimentaba el país borraba las diferencias regionales, lo que hacía innecesario mantener el arraigo territorial de los congresistas. 23 Durante el debate, los diputados que se oponían a la iniciativa expresaron su temor a que la profesionalización de los congresistas aumentara su desvinculación con los estados y con su baseelectorat de modo que la supresión del requisito de vecindad reforzaría la tendencia que "se ha creado en el centro de la federación de un grupo de ciudadanos que no ha tenido por oficio más que ser diputados" .24 A pesar de las objeciones de la oposición, la iniciativa fue aprobada en lo general con 121 votos en favor y 20 en contra." X Congreso. Sesión del 20 de mayo de 1881, Diputados, t. 11, 1881, p. 673. Intervención del diputado HermosilJo, X Congreso. Sesión del 20 de mayo de 1881, Diputados, t. U, 1881 , p. 673. 25 X Congreso. Sesión del 20 de mayo de 1881, t. 11, Diputados, 1881, p. 673. 23 24 107 MARIA L UNA ARGUDLN La coa lición que apoyó la iniciati va se orga nizó antes de que ésta se presenta ra en e l Congreso,26 por lo que el deba te resultó más interesa nte debido a lo que om.itió que por los argumentos esgrimidos por los diputados. La primera omisión se refi ere a la estrech a articulación que se estab lece entre ciudad anía y representación. La X Legislatura, que fue la que impu lsó la iniciati va que nos ocupa, mostró una transformación cua lita ti va al desa pa recer el mandato imperati vo. La creciente pérd ida de representatividad territorial favoreció que se consolidara una representación fiducia ria que otorgó mayo r autonomía a los congresistas respecto a sus representados, y en especial a nte las legislaturas d e los estados, pero parad ójicam ente aumentaría su vinculación con el ejecutivo fed eral y esta tal. En otras pa labras, los d iputad os que d efendían el req uisito de veci ndad sostu vieron que el congresista debía asumir la plena responsabilidad de velar por los intereses de su localidad mediante una rep resentación fincada en el territorio. La in icia ti vLl contenía una segunda omisión : únicamente propuso que se s uprimiera el requisito de vecino como condición de elegibilidad de los di putados, pero nada señaló sobre ese requisito para desem peñarse como elector o para adquirir la ca lidad de ciudada no. Así, no hubo una de manda que condujese a una misma definición ju rídica para que todos los mexicanos va rones fueran ciudada nos. Pese a que el p royec to de ley fu e apoyad o por la mayoría absolu ta de los di putados, no pasó a la Cámara colegislad ora, por lo que no fue promulgad o. La tendencia a que di putados y senadores asumieran lma representación de tipo fiducia ri o tu vo u_n efecto negativo: se fracturó el vínculo que unía a d iputados y senadores con los estados que rep resentaba n . Más aún, propició que se rompiera la a rticulación entre representación y ci udad Ll nía. La l egi ~l ació n electora l cum ple con una doble función: orga niza r la representación política de los ciudad an os y regula r los controles que los representados ejercen sobreslls representantes; sin emba rgo, 21> X Cong reso. Intervención del diputado Frias y Soto, Sesión del 20 de mayo de 1881 , Diprttados, 1. 11, 1881. p. 673. 108 REpRESENTACIÓN y TERRITORlALJOAD en el periodo estudiado no hubo ninguna iniciativa que se ocupara de la segunda parte de este binomio. El fracaso d e cada una de las iniciativas presentadas dio luga r a que.. a partir d e los vacíos d e la legislación, se establecieran nuevas prácticas políticas informales; las más destacadas se revisan a continuación. La prensa d e la época y la historiografía tradicional han insistido en que los comicios estaban ma rcados por el fraude. En efecto, las jornadas electorales frecuentemente eran violentas y no era raro que en los distritos se alteraran los resultados de los votos. Entonces cabe pregunta rse: ¿cuál era el sentido de los procesos electorales?, y más específicamente: ¿cómo se construía la representación del Congreso? La intervención más importante de los poderes federales y estatales en los procesos electorales estaba en la selección de can didatos. Desde la República Restaurad a se cuenta con evidencia de que se formaban listas que se sometían a la aprobación del gobernador y d el presidente. En pa labras de Daniel Cosía Villegas se tra ta de "un entendimiento inteligente que satisfaga los intereses de los dos contratantes: el gobernador escoge con bastan te libertad sus diputados, pero en la inteligen cia de que serán leales a la política y a la persona del presidente y, ocasionalmente, de alguno de sus ministros" .27 Sin embargo, el reconocido historiador utiliza esta evidencia pa ra concluir que en México no había democracia, y se le escapa que la importancia de esta práctica radicaba en que permitía la conciliación de intereses de los estados y los de la federación. Este procedimiento implicaba que las negociaciones entre el ejecuti vo y los gobernadores en cada estad o tenían características y 27 Cosío Villegas, op. cit., p. SOL La misma observación sobre la integración de la Cámara de Diputados se encuentra en Salvador Quevedo, quien afirmó que "se habían hecho emisiones de d ip utados como pud ieran hacerse bonos o billetes, en los estados de la República, de conformid ad los emi tidos con la vol untad y beneplácito particular de Manuel Gonzá lez. La consigna a los gobernadores en cuan to a las respectivas dip utaciones de sus estados podía haberse fo rmulad o en esta expresión, muy mejicana: Mándeme gen te buena. La gente buena, en el sentido que le daba Manuel González y le dan los p residentes de espada, es la gente más mala en el sentido de la conciencia y de la dignidad parlamentaria". Salvador Quevedo y Zubieta, Manllel Gotlzález y S il gobierno en México, 1956, p. 134. 109 MARÍA L UNA ARGUDfN resultados diferentes. Era frecuente que algunos estados enviaran a la Cámara de Diputados a sus representantes, en otros, los candidatos fueron "impuestos" por el presidente. Al integrarse la X Legislatura, los gobernadores "de Hidalgo y Puebla, por ejemplo, sacrifican sin piedad a sus paisanos para acomodar a los recomendados de fuera". La influencia del presidente "en el caso de Vicente Riva Palacio es también palpable: resulta electo por tres dis tritos de los estados de México, Michoacán y San Luis Potosí".28 Sin embargo, el control que ejercieron los gobernadores y el presidente sobre los procesos electorales no llegó a ser absoluto, pues de lo contrario no se explicaría la presencia de grupos opositores en el Congreso. Más aún, sabemos que la permanencia en la legislación electora l de procesos separados para la elección de diputados y senadores propietari os y suplentes duran te la d écada de 1870 sirvió para incluir como suplente a un candidato de las minorías, pero, a l desaparecer de la escena política las facciones más o menos delimitadas, serviría, en la década de 1880, para abrir nuevas prácticas de conciliació n entre los estad os y la federación, lo que de suyo era importante porque en la X Legisla tura se había perdid o la vinc ulación directa entre les congresistas y los intereses de sus loca lidades. A partir de la XI Legislatura se ensayó W1 nuevo procedimiento, que se consolidó en el decenio de 1880. Los gobernadores empezaron a disponer de los cargos de los suplentes a su total discreción a cambio de su lea ltad a las decisiones del poder ejecutivo relati vas a los candidatos a propietarios. Gracias a este acuerdo informal entre gobern ador y presidente, numerosos su plentes se desempeñaron como senadores o diputados federales por renWlcia de los propietarios.29 A la postre la nueva práctica brindó mayor poder personal al gobernador, pues gozó de una amp lia au tonoITÚa en la designación ¡¡¡ Daniel Cosío Villegas, Historia modmln de México. El porfiriato. Vida política, prim/'ra part/', 1970, p. 500. :!9 Marcello Carmagnani, " El fede ralismo liberal mexicano", 1993, p. 168. Este autor afirma que es una práctica que se inaugu ra a fines de la década de 1880 v se consolida en la siguiente décad a. No obstante, por lo que se refiere al Senado, ~ registra en 1880, favorecida por la negociación entre una pluralidad de actores: gobernadores, Porfi rio Díaz y Manuel González. 110 REpRESENTACIÓN y TERRITORIALIDAD de sus candidatos a los poderes federales y en los candidatos a la legislatura y al Tribunal de Justicia del estado.'" Este compromiso conduciría a una mejor conciliación entre entidades y federación, pero es probable que también disminuyera el control que las legislaturas, los auténticos actores representados, ejercían sobre la designación de los congresistas federales. Esta naciente práctica se ilustra con la composición de la Cámara de Senadores del XI Congreso en el cuadro 2. Cuadro 2 Senadores que integraron el XI Congreso (1882-1884) Estado Nombre Calidad González, Agustín R. Aguascalientes Segundo propietario Baranda, Pedro Campeche Segundo propietario Montalvo, Juan Campeche Segundo suplente Salas, Ismael Coahui la Segundo propietario Urrueta, Eduardo Chihuahua Primer suplente Fernández, Ignacio Chihuahua Segundo suplente Dublán, Manuel Distrito Federal Segundo suplente Sá nchez Castro, Pedro Durango Segundo suplente CevaUos, José Guanajuato Segundo propietario Landázuri, Ped ro Guerrero Segundo suplente Hinojosa, Ped ro Hidalgo Segundo propietario Rincón GaUardo, Francisco Jalisco Primer propietario Balandrano, Da río Jalisco -- ---- --- Segundo propietario - --- 30 Esta creciente au tonomía se ilustra con el hecho de que si bien los gobem adores solían enviar al presidente de la República la lista de sus candidatos para la legislarura y el Tribunal de justicia del estado para su aprobación, encontraban una aprobación total de esa lista. En los úl timos años del Porfiriato los gobernadores dejaron de env iar las listas y únicamente mandaban una simple comunicación de los elegidos a los cargos esta ta les. Marcello Carmagnani, "El federa lismo liberal mexicano", 1993, pp. 168-169. 111 MARÍA L UNA ARGUDÍN Cuadro 2 (collcluye) Senadores que integraron el Xl Congreso (1 882-1884) Estado Noml 1re Lalane, Jesús Calidad México Segundo propietario Fernández, Octaviano Michoacán Segundo propietario Sagaceta, Gabriel Michoacán Primer suplente Vaca, Fr,lncisco Michoacán Primer suplente Segundo propietario Mier y Terán, Luis Morelos Garza Ca rda, Genara N uevo León Primer propie tario Carda, Canuto Nuevo León Segundo propietario Ballesteros, Atenógenes N uevo León Primer suplente Villarreal, Bibiano 1. N uevo León Segund o suplente Sodi, Carlos Oaxaca Segundo suplente Aub ry, Carlos María Puebla Segund o propietario Rubio, Enrique María Querétaro Segund o propietario Escontría, Bias San Luis Po tosí Segundo propietario Escudero, Ignacio M. Sinaloa Segundo propietario Otero, Jesús T. Sonora Segundo propietario Briseño, Wenceslao Tabasco Primer sup lente Palo mino, Gui llermo Tabasco Segundo propietario Gojón, Juan Tamaulipas Primer su plente De la Peña, Miguel Tamaulipas Segundo propietario Cuéllnr, Rómulo Tamaulipas Segun do propietario ArgüelJes, Ped ro Tamaulipas Segundo suplente Del Río, Agustín Tlaxcala Segundo propietario Chávez, Ignacio P. Veracruz Segundo sup lente Maldonado J. Francisco Yucatán Segund o propietario Cervera, Juan Yucatán Primer suplente Loera, Jesús Zacatecas Segundo suplente Fuen te: Hugo Castro Aranda, Mal/ual del Sellado: leyes, n'g/as y procedimie1ltos relatil'Os al Sellado de/a República, 1971. 112 I I I REPRESENTACIÓN y TERRITORIALIDAD El cuadro anterior muestra que 45% de los senadores eran suplentes, por ende representantes de los estados. El mejor ejemplo del arribo al Senado de los suplentes con el acuerdo de que los propietarios renunciarían lo brinda el Distrito Federal, cuyo candidato propietario era Porfirio Díaz, y su suplente el destacado jurista Manuel Dublán. Lo mismo ocurrió con Carlos Díez Gutiérrez, candidato a senador propietario por Veracruz que, al llegar Díaz en 1884 a la silla presidencial por segunda ocasión, fue nombrado secretario de Gobernación, por lo que la curulla asumió su suplente, Ignacio Chávez. Los senadores propietarios que efectivamente asumieron sus curules eran viejos porfiristas con gran experiencia parlamentaria: el general Pedro Baranda, Ismael Salas y Daría Balandrano, quienes se habían desempeñado como senadores desde la República Restaurada. El sector militar estaba representado por los senadores propietarios Pedro Hinojosa; José Ceballos, antiguo lerdista; e Ignacio M. Escudero, oficial mayor de la Secretaría de Guerra. JI Al formar la lista de candidatos para la XI Legislatura no sólo mediaron los gobernadores y el presidente d e la República, sino que también intervinieron ~anuel González y Porfirio Díaz como representantes del ejecutivo con el objeto de garantizar que la sucesión presidencial de 1884 fuese pacífica. El análisis de la permanencia de los senadores en sus cargos expresa una representación mixta que conjugó la territorial con la de los intereses de la federación. Así, se encuentran senadores con un importante arraigo territorial y sin duda apoyados por los gobernadores de su estado. Es ilustrativo el caso de Eduardo Urrueta, quien fue electo sin interrupción como senador suplente por Chihuahua desde el restablecimiento de la Cámara federal en el VIll Congreso (1876-1878) hasta el XIV (1888-1890). Otro ejemplo es Enrique María Rubio, quien se desempeñó como senador propietario por Querétaro desde el IX Congreso (1878-1880) hasta el XV (1890-1892). Junto a ellos se encuentra a senadores que eran impulsados por la federación y que, de igual manera, fueron reelectos en )1 La caracterización de estos senadores es la que brinda Daniel Cosío ViIlegas, op. cit., 1970, p. 690. 113 MARíA LUN A ARGUDÍN repetidas ocasiones, pero por diversos estados, como Pedro Díez Gutiérrez, hermano del secretario de Gobernación y miembro destacado de la oligarquía potosina, quien de la VIII (187ó1878) a la X (1880-1882) Legislatura rep resentó al estado de San Luis Potosí; en el XII (1884-1886) Y XIII (1886-1888) Congreso, a Querétaro; para el XIV (1888-1890) Y XV (1890-1 892), nuevamente fue electo por San Luis Potosí. El éxito de las negociaciones que lograron un consenso entre los diversos grupos políticos para integrar el Senado se muestra en que esta Cámara, al asumir su función de colegio electoral, no debatió ninguna de las credenciales de los congresistas, así como tampoco fue necesario que presentaran aclaración alguna. J2 Una última consideración acerca de la Xl Legislatura (18821884). En el cuadro 2 es notorio que no todos los estados fueron representados por dos senadores como indicaba la ley; probablemente la complejidad de intereses implicados en las negociaciones impidió retmir el número suficiente de candidatos aceptables para el gobernador, el presidente y el ex presidente al mismo tiempo. Sin duda, el hecho de que 19 estados enviaran un solo senador dio por resultado una subrepresentación de los intereses regionales en la Cámara federaL Con base en las prácticas descritas podría suponerse que en los procesos electorales intervinieron fundamentalmente los gobernadores de los estados jlmto con González y Díaz, y que en consecuencia se trataría de un Congreso controlado por el ejecutivo, imagen que nos ha transmitido la historiografía tradicional y que ha conducido a una sobresimplificación de la representación y representatividad del Congreso. Conviene hacer dos aclaraciones: Primera: aunque se ha señalado una tendencia al rompimiento de la articulación entre las legislaturas de los estados y los congresistas federales, la ruptura no fue inmediata ni absoluta, por lo que en ocasiones continuaron llegando al Congreso federal miembros de distintas facciones de los grupos regionales. Segunda: las nuevas prácticas para la elección de congresistas necesariamente modificaron la relación entre electores y candidatos, 32 ¡bid., p. 691. 114 REPRESENTACIÓN y TERRITORIALIDAD puesto que la complejidad de las negociaciones entre la federación y los estados exigía participar en ellas. Infortunadamente, apenas se han iniciado los estudios que permitirán conocer la interrelación entre ciudadanía, electores, facciones locales y las coaliciones que formaron con los poderes federales y estatales. En síntesis, en la década de 1880, en lo que se refiere al ámbito de la representación en el Congreso, se operan importantes cambios cualitativos facilitados por la tendencia a la desaparición del mandato imperativo que fue sustituido por una representación de corte fiduciaria, lo que a su vez condujo a una tendencia a la profesionalización de los congresistas. Sin embargo, esta transformación tuvo como consecuencia que los miembros de las cámaras perdieran su articulación directa con los poderes locales y, por tanto, que se perdiera también el control que los representados ejercían sobre los congresistas. Esta realidad política se expresó en la demanda de suprimir el requisito de vecindad como condición de elegibilidad de los legisladores. Por último, cabe señalar que los cambios registrados en la representación en el Congreso fueron de la mano de un proceso que tendió a la rigidez del cuerpo de electores que retroalirnentaría la posibilidad de que se estableciera un nuevo compromiso entre los estados y la federación," a través de la selección de los candidatos. Sin embargo, no conocemos el papel que los electores desempeñaron como mediadores entre las facciones locales para la designación de candidatos a congresistas. En el periodo de 1880 a 1885, junto con los cambios cualitativos señalados, se observa una oleada de renovación de los ejecutiJJ Carmagnani y Hemández muestran que partir de la década de 1880 hasta 1910 se registró una tendencia, con importantes matices regionales, que condujo a que el número potencial de electores que se establecía por el crecimiento de la pob lación fuese muy inferior a Jos electores reales, convirtiéndose en un grupo político intermed io ca racterizado por su larga permanencia en el desempeño de su fun ción . Es posible que tendiera a convertirse en un reducido grupo por su grado de autonomía y porque, en general, no accedían a puestos más altos, lo que los condujo a actuar como jefes o cabezas de fa cciones locales, por lo que probablemente obstaculizaron el acceso a nuevos miembros --<omo estaba previsto por la legislación- para ev itar que se alterasen los precarios equ ilibrios locales y su relación con los poderes fede rales. Marcello Carmagnani y Alicia Hemández, op. cit., 1999, pp. 396-399. 115 M ARIA LUNA ARGUOlN vos locales, que obedeció a la reforma constitucional de 1877 que prohibió la reelección consecutiva. En particular a raíz de los comicios d e 1880, en los que resu lió electo Manuel González como presidente, todos los gobernadores meron renovados. Ase la reforma constitucional abrió la posibilidad, aunque de manera limitada, de que llegaran al poder nuevos grupos poüticos. Las elecciones de 1884, por las que Porfirio Díaz regresó a la silla presidencial, obligaron a una recomposición de alianzas entre los estados, en las que muy posiblemente influyeron tanto el presidente entrante (Díaz) como el saliente (González). En algunos estados de la República las alianzas continuaron basadas fundamentalmente en lealtades de carácter militar (Tamaulipas y San Luis Potosí) . En el resto, fue una oportunidad para que llegaran al poder nuevos grupos políticos que establecieron con los poderes federales un tipo diferente de alianzas basadas en la repartición de concesiones y contratos para la construcción de obras públicas que los gobernadores comenzaron a otorgar discrecional.m ente en sus entidades, lo que fortalecería el poder personal de los mandatarios loca les. Al iniciarse el decenio de 1880 la venta de tierras baldías y nacionales, la explotación minera y las nacientes ins tituciones de crédito quedaron reguladas, tras una reforma constitucional por parte de la federación, para formular una política económica y facilitar la inversión extranjera que se juzgaba tan necesaria ante el escaso ahorro interno. Los estados aceptaron perder facultades y rentas a cambio de participar de los beneficios de un inédito crecimiento económico. Durante esta década la compra-venta de terrenos baldíos y nacionales, el tendido de vías férreas, la instalación de telégrafos y la construcción de obras públicas se convirtió en un nuevo recurso político para la integración de las élites poüticas locales y nacionales. La reorganización en los estados no siempre se hizo a partir de intereses comunes entre la fed eración y aquéllos. Por el contrario, en algunas entidades la relación llegó a ser tan conflictiva que entre 1882 y 1884 el Senado d eclaró la desaparición de poderes en va ri os estados. Debe destacarse que la Cámara federal sólo intervenia 116 REPRESENTACIÓN y TERRITORIALIDAD cuando las fricciones regionales habían llegado a tal punto que había un conflicto de poderes entre el ejecutivo y el legislativo o cuando un movimiento armado -no reprimible por el gobemadorrompía el orden constitucional. Era común que las legislaturas de los estados desconocieran al gobernador constitucional y designaran uno propio. La federación, al intervenir, enviaba un comandante militar que asumía provisionalmente el ejecutivo local, mientras el Senado declaraba desaparecidos los poderes y ordenaba que se designara un gobernador interino que reorganizara el estado y convocara a elecciones que lograran la reconciliación interna y menguara la conflictiva con la federación. 34 El recambio de gobernadores se observa claramente en el anexo 2 para Coahuila, que contó en 1884 con seis mandatarios, y Jalisco, que entre 1882 y 1883 conoció cuatro gobernadores.35 LA CANCELACIÓN DE LA COMPETENCIA POLÍTICA (1887-1911) Las reformas constitucionales de 1887 que permitieron la reelección consecutiva por un periodo del presidente y gobernadores, y la reforma de 1890 que instituyó la reelección consecutiva ilimitada condujeron a que disminuyera notablemente la competencia política, lo que propició que por largo tiempo se mantuviera una misma persona, clan o grupo político al frente del estado. Éste fue el caso de Puebla, Estado de México, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Querétaro, Sonora, Tabasco.. Tlaxcala y Veracruz. a los que se añade Nuevo León, regido por el general Bernardo Reyes, quien ejercía su influencia sobre Coahuila y Tarnaulipas. }I Acerca de la desaparición de poderes en la República Restaurada yel Porfi riato véase María Luna Argudín, El Congreso de la Unión y la política mexicana, 1857·1 910, op. cit. 3S Sonora y Oaxaca forman casos aparte. En el anexo 2 se observa que los movimien tos en Sonora se deben a ausencias largas del gobernador electo, coronel Luis Torres, quien en varias ocas iones fu e sustih.Jido por el vicegobernador, Francisco Gándara. En Oaxaca había sido e lecto Porfirio Díaz, quien también al inicio del gobierno de González fue designado para desempeñarse en e l gabinete. En ausencias largas fue sustl h.J ido por Francisco Meixueiro, y después por Mariano Jiménez. 117 MARíA LUNA ARGUOlN A pesar de que la reelección fue la forma más socorrida en la mayor parte de la República para mantener los equilibrios alcanzados en los estados, y entre estos y la federación, hubo importantes excepciones. El anexo 2 muestra una gran competencia política en el Sureste --con excepción de Tabasco--. En el centro, Aguascalientes se encontró en la misma situación en los años 1883-1903. En unas cuantas entidades la lucha de las facciones continuó creando un clima de ingobernabilidad dentro de las entidades, como en Zacatecas y Jalisco. La profunda crisis económica por la que atravesó el país en 1892, a ca usa de la deva luación del precio internacional d e la plata, golpeó todos los ámbitos de la vida económica . Como desesperada respuesta, el Congreso aprobó -sin debate- la reforma a la legislación sobre terrenos baldíos, m_inas y bancos, favoreciendo un mayor impulso a la inversión extranjera en cuyas manos quedaría la m_inerÍa. La nueva regulación alentó el desarrollo de la agricultura comercia l de exportación y propició que la política deslindadora se convirtiera en el principal recurso de conciliación de las élites regionales, al tiempo que los empresarios locales dejaron de invertir en obras de infraestructura. Junto al creciente poder personal de los gobernadores en sus territorios y a la negociación directa entre el ejecutivo federal y los locales, en la Cámara de Diputados se registró una creciente marginación de los intereses de los estados. En la política de presu puesto los grupos representados fueron perdiendo la ca pacidad de influir en su formulación, mIentras que el ejecutivo aumentó su capacidad para reformarlo a través de decretos. A partir de 1894 los grupos de interés ---que en orden de importancia eran los financieros, empresarios, especuladores y los intereses de los estados- comenzaron a negociar directamente con el secretario de Hacienda,36 lo que fortalecería los canales informales y dejaba de lado la conciLiación que debía llevar a cabo el Congreso a tra vés de sus facultades legislativas. El decremento de la representación de los intereses de los estados en el Congreso tu vo cuatro efectos negati vos: pri_m ero, el Congreso 36 Marcello Carmagnani, "El federali smo liberal mexicano", 1993, p. 1¡3. 118 REPRESENTACiÓN Y TERRITORIA LIDAD perdió la capacidad de diseñar el conjunto de la política económica del país; segundo, la Cámara de Diputados dejó de ejercer su facultad de definir el presupuesto y, con ello, tercero, los estados más débiles perdieron la capacidad de influir en el gas to federal; cuarto, la concentración de las decisiones político-financieras en manos del ejecutivo, y en particular de su secretario de Hacienda, terminó de destruir la tendencia redistributiva entre la federación y los estados que había permitido que ambas esferas participaran en el decenio de 1880 de los beneficios derivados del crecimiento económico. 37 En el ámbito de la representación, la Cámara de Diputados muestra la consolidación de un nuevo grupo político, el de los "científicos", con características auténticamente nacionales; sus más connotados diputados federales -Pablo Macedo y Joaquin D. Casasús- se afianzaron como enlaces entre las compañías de capital extranjero --de los que frecuentemente eran sus representantes legales- y los poderes públicos. En el Senado la representación continuó siendo fundamentalmente territorial, a pesar de que la Ley Orgánica Electoral suprimió el requisito de vecindad con el objeto de formar una representación nacional. En la década de 1890 y en la primera del siglo xx se observan dos mecanismos que convivieron: uno fue el de los senadores suplentes que eran designados por los ejecutivos locales y que se mantendrían por largos periodos en sus cargos a través de la reelección, patrón que se registra con especial claridad en Chihuahua, Coahuila, Durango, Hidalgo, Michoacán, Querétaro y Sonora. El otro, era el ingreso y permanencia de ex gobernadores en el Senado que, sin embargo, representaron a muy di versos estados. Este mecanismo se registra desde el restablecimiento del Senado con Ismael Salas en 1875, por ejemplo, que fungió como líder de la facción porfirista en la Cámara federal. A partir de 1884-1885, fue una constante; baste ejemplificarlo con la integración de la XV Legislatura (18901892), a la que tocó enfrentar la crisis de 1892 y la rectificación de la política económica. De un total de 56 senadores, había siete que eran ex gobernadores -Cutolene, Cuéllar, Pedro Díez Gutiérrez, 31 ¡bid. 119 MARÍA LUNA ARGUOfN Enríquez, Gómez Hom edo, Meixueiro y Montalvo-, dos hermanos de los gobernadores - Man uel González Cosía y Juan Montalvo-, y el imprescindible consuegro de Díaz, Genaro Raigosa. Más aún, a Vicente Villada su elección en el Senado le permHiría afianzar su elección para el ejecuti vo del Estado de México. La aparente estabilidad construida en la década de 1880 y prolongada hasta la siguiente con base en la consolidación de grupos regionales hegemónicos pronto empezó a mostrar signos de agotamiento. En varios estados, entre los que destacan Chihuahua, Guerrero y Coahuila, se desarrollaron movimientos annados dirigidos por las élites regionales que trataban de evitar la permanencia de sus gobernadores. La sig uiente oleada de renovación se registró entre los años 1900 y 1904. Al revisar el anexo 2 se aprecia que se había operad o una transformación cualitativa en el funcionariado político respecto de 1892, cuando sólo ocho gobernadores eran civiles y los veintiún restantes, militares. Para 1903 la situación se había invertido -ocho gobernadores militares y veintiún civiles-o Los militares -Villada, Pimentel, Ma rtinez, Cahuantzin, Ahumada, Reyes, Curiel y Cañedo-- habían demostrado·ampliamente s us capacidades administrativas y politicas. 38 Fueron muy variadas las razones por las que se renovó a los gobernadores. En primer lugar, empezó a desaparecer una generación y con ella la lucha de facciones que había caracterizado a los poderes regionales. Varios manda tarios estatales fallecieron: el coronel Francisco Santa cruz, gobernador de Colima; el coronel Vicente Villada, gobernad or de l Estad o de México; Luis Garda Mézquita, de Campeche, y el coronel Manuel Ala rcón, de Morelos. El ya anciano Luis C. Curiel, gobernador de Jalisco, se vio obligado a renunciar por problemas de salud, mientras que Luis Terrazas, en 1903, a sus 73 años, volvía a desempeña rse como gobernador, pero la edad le impidió continuar reeligiéndose. En segundo luga r, el grupo político de los "científicos", al iniciarse el siglo xx, era capaz de influir en la designación de los ejecutivos locales. De acuerdo con el testimonio de Ramón Prida, 38 Daniel Cosío VilIegas, op. cit., 1970, p . 425. 120 REPRESENTACIÓN y TERRITORIALIDAD los siguientes gobernadores eran "amigos" de los científicos: Tomás Aznar Cano, de Campeche; Emilio y Ramón Rabasa, de Chiapas; Rafael Izábal, de Sonora; y Olegario Malina yA. Muñoz Aréstegui, de Yucatán. A ellos se une el yerno de Luis Terrazas, Enrique C. Creel, considerado como miembro de este grupo. 39 En tercer lugar, se suscitaron varias sublevaciones en los estados. Con el nuevo siglo el poder tendió a concentrarse en la persona del gobernador, de tal manera que los amigos y familiares controlaban todos los hilos de la política local. En cuarto lugar, es de suponerse que la reforma de 1901 a la Ley Orgánica Electoral, que introdujo una nueva distritación de la República, impactó en la conformación de nuevas redes políticas; sin embargo, hacen falta estudios locales que se ocupen de este problema. Las recomposiciones en los estados fueron acompañadas de una nueva integración del Senado. A los miembros de la Cámara federal les ocurría lo mismo que a los gobernadores: muchos morían y otros eran tan ancianos que se veían obligados a abandonar la palestra pública, lo que permitió que accediera una generación de senadores más jóvenes, aunque esto no modificó la dinámica parlamentaria. Los nuevos miembros continuaron sin debatir la política económica del país, mantuvieron un Congreso de la Unión atrofiado y, como sus predecesores, se caracterizaron por reelegirse constantemente representando a una misma entidad. Al revisar la integración de la XXIV Legisla tura (1908-1910), la penúltima del periodo porfirista, observamos que de un total de 62 senadores, 19 representaban a los estados y se habían reelegido por 10 menos desde 1902. Ocho escaños los ocupaban ex gobernadores -As pe, Baranda, Curiel, Enríquez, Izábal, Prieto, Rabasa y García-, todos miembros del grupo político que se mantenía en el poder en sus respectivos estados. A ellos se agregan cuatro senadores que eran parientes de los gobernadores: Carranza, del círculo íntimo del gobernador Cárdenas de Coahuila; Carlos Ayala, de Nuevo León; Eduardo Villada, hermano del que fuera gobernador del Estado de México; y Manuel Mercado, pariente del :w Ramón Prida, De la dictadura a la anarquía, 1956, pp. 11 7-120. 121 MARIA LUNA ARGUDIN gobernador de Michoacán. Regresaron antiguos parlamentarios que se habían desempeñado en el Congreso desde los primeros años de la República Restaurada: Manuel Zamacona y Manuel Sánchez MármoL El resto de los senadores, en su mayoría, era de nuevos miembros que llegaba n a la Cámara federa l como suplentes, por lo que es de suponerse que los gobernadores los designaban directamente. Frecuentemente se ha seilalado que el Senado era un depósito de ex funcionarios a los que se les encomendaba un cargo decorati vo, pero cubierto de honra.'¡o Por el contrario, en este artículo se ha tratado de demostrar que el Senado era el poder federal en el que estaban representados los intereses c!.e los estados. Una curul era codiciada por los ex gobernad ores y las élites locales en general, pues como senad ores podían no sólo vigilar y defender los intereses de sus entidades y del grupo político al que pertenecían, sino formar alianzas y coaliciones que trascendían el ámbito regional. Cabe destacar que el Congresv de la Unión transitó por varias formas de representación. Al restablecerse la República, la Cámara de Diputados mantuvo un arraigo localista favorecido por el requisito de vecindad, aunque también había lU1a representación fiduciaria de tendencia nacional y lU1a "partidista", en la que se amalgamaban los intereses regionales y los de las luchas de facciones. En el Senado durante el periodo 1875-1880 subsistieron estas formas de representación, aunque aumen tó la importancia de las alianzas militares. Al consolidarse el Porfiriato, las alianzas se fincaron en los intereses econón licos que compartían la federación y los estados, lo que propició que las concesiones y contratos se convirtieran en un recurso político de integración. Sin embargo, al no haber partidos ni facciones claramente delimitados, los gobernadores y los miembros de la Cámara federal es tablecieron diversos tipos de alianzas interregionales y se aliaron con los distintos miembros del gabinete, que terminaron por articular los intereses regionales con los nacionales en una política de corte palaciego. -10 Fran,ois-Xavier Guerra, México: del Antig/lo Régimel/ a la Rel'olució/!, t. L 1991 , pp. 116-117. 122 REPRESENTACIÓN y TERRITORlAUDAD Las prácticas que aquí se indican no se nutrieron de la falsa dicotomía entre una Constitución imaginaria o ficticia y el mundo político de "lo real", En este trabajo se ha propuesto que el marco institucional encauzó las prácticas. Los actores desarrollaron un campo de acción a partir de sus vacíos y omisiones en el ámbito del registro oculto, pero éste sólo se define y adquiere sentido en relación con el discurso público, Anexo 1 Gobernadores de los estados (1867-1885) Estado Periodo de desempeño Nombre Aguascalientes 1866-1871 1871-1876 1876 1876 1876-1879 1879-1881 1881-1883 1883-1887 Jesús Gómez Portugal Ignacio T. Chávez Carlos Barrón Rodrigo Rincón Gallardo Gral. Francisco Gómez Homedo Miguel Guichard Librado Gallegos Gral Francisco Gómez Homedo Campeche 1867-1870 1870-1877 1877-1878 1878-18801 1880' 1880-1883 1883-1887 Pablo Carda Marcelino Castilla José María Blengio Domingo Duret Prudencio Rosado Arturo Shiels Joaquín Baranda Coahuila 18671 1867' 1867-1869 Juan A. de la Fuente And rés S. Biseca Victoriano Cepeda Juan A. Arizpe Victoriano Cepeda Melchor Lobo Rodríguez Victoriano Cepeda Francisco de la Peña Fuen tes Victoriano Cepeda Hipólito Charles Ismael Sa las Victo riano Cepeda Mig uel Pa lacios Juan N . Arizpe 1869 1 1869-1870 1870 1870-1871 1871 1871 1871-1872 1872 1 1872 1872 1 1872 123 M ARIA L UNA ARGUOfN -- Allexo 1. (COll t il/llaciólI ) Gobernadores de los estados (1867-1885) Estado Periodo de desempelio Nombre Coa hui la 1872 1872-1 873 1873 1873 1 1873-1874 1874 1874- 1876 1876 1876-1877 1877 1877-1 879 1879-1880 1880 18801 1880-1882 1882-1883 1883 1883! 1883-1814 1884 1884 1 1884 1 1884 1884-1886 jesús Valdés Mejía Victoriano Cepeda Jesús Va rdés Mejía Victoriano Cepeda Carlos Fuero Ismael Salas An tonio García Carrillo Bias Rodríguez Hipól ito Cha rles Melchor Lobo Rodríguez Hipólilo Cha rles Jesús Valdés Mejía Hipólito Cha rles Enca rnación Davila Evaristo Made ro Antonio V. He rnández Evaristo Madero Enca rnación Dá vila Bias Rod ríguez Evaristo Madero Francisco de Paula Ramos Práxedis de la Peña Telésforo Fuentes Julio M. Cervantes Chiapas 1873-1875 1875-1876 1876 1876\ 1876-1877\ 1877-1878 1878-18791 1879-1883 1883- 1887 José Pantak-'Ón Domínguez Moisés Rojas C m \. Carlos Borda St'bastian Escobar Nicolás Ruiz Ju lian Gra jales Mariano Agu iJ ar Miguel Utrilla josé María Ram írez 1865-1873 1873-1877 1877 1879 1879-1884 1884-1886 Gra l. Luis Terrazas Lic. Antonio Ochoa j~sé Eligio Muñ~z Angel Trías Gral. Luis Terra zas Gral. Carlos Pacheco Chihuahua 124 I I I : REPRESENTACIÓN y TERRITORIALIDAD Anexo 1. (co ntinllación) Gobernadores d e los esta dos (1867-1885) Estado Periodo de desempeiio Nombre Colima 1867-1869 1869-1871 1871-1873' 1873-1875 1875-1876 1876-1877 1877-1879 1879' 1879-1883 Ramón R. de la Vega Dr. Francisco J. Cueva Francisco Santa Cruz Filomena Bravo Francisco E. Treja Filomeno Medina Doroteo López Gral. Ped ro A. Galván Francisco Santa Cruz Durango 1867-1868 1868-1871 1871-1 872 1872 1872-1877 1877-1880 1880-1883 1883- 1884' Líc. Francisco Gómez Palacios Lic. Juan Hem ández y Marín Tomás Borrego Florentino Ca rrillo Lic. Juan Hem ández y Marin Juan Manuel Flores Francisco Gómez Palacio Cml. Abel Pereyra Guanaj uato 1867-1877 1876-1880 1880-1884 1884-1885 R Francisco An ti1l6n Francisco Z. Mera Manuel Muñoz Ledo Manuel Rocha y Porrá Guerrero 1867 1870-1873 1873-18761876' 1876-1881 1881-1885 Diego Álva rez Gral. Francisco O. Arce Diego Álvarez Vicente Jiménez Gral. Rafael Cuéllar Diego Álvarez 1869~ Cml . Juan Cristónomo Doria Antonio Tay le Lic. Justino Fernández Joaquín Cla ro Tapia Rafael Cra vioto Francisco Cravioto Miguel Ayala Rafael Cravioto Simón Cravioto Hidalgo 1869-1873 1873-1876 1876 1876 1876' 1876-1877' 1877-1881 1881-1885 125 MARIA LUNA ARGUOIN Anexo 1. (colltinunciófl) Gobernadores de los estados (1867-1885) Estado Periodo de desempe,io Nombre 1882-1883' 1883-1885 Antonio Gómez Cuervo Emeterio Robles Gil Antonio Gómez Cuervo C rn!. Flo rentino Carrillo Aurelio Hermoso Jesús Leandro Camarena Ignacio L. Vallarta Jesús Leandro Camarena José CevaJlos Jesús Leandro Camarena Fermín González Riestra Gral. Manuel González Antonio 1. Morales Ped ro Landázuri Francisco Tolentino México 1867-1870 1870-1872 1872-1876 1876 1876 1876-1880 1880-1 889 José María Martínez de la Concha G ral. Mariano Ri va Palacio Jesús Alberto Carda G umersindo Enriquez Felipe N. Chacón Juan N . Mirafuentes José Zubieta Michoacán 1868-1871 1871 -1876- Justo Mendoza Lic. Rafael Carrillo Man uel G. Lama G ral. Epitacio Huerta LuisCou to Manuel G. Lama G ral. Fe lipe N. Chacón G ral. Manuel González Lic. Bnmo Patiño Rafael Montaño Ramiro Octaviano Femández Lic. Pudenciano Dorantes Jalisco 1867- 1868 1868- 1869' 1869-1870 1870 1870.1871 1 1871 1 1871-1875 1875-1876 1876-1877 1877-1879 1879-1880 1880-1882 1882 1 1876118761 18761 18761876-1877 1877 1877-1878 1878-1879' 1879-1881 ' 1881-1885 Morelos 1869 1 Gral. Pedro Baranda Francisco Leyva Feliciano Chavarría Francisco Leyva 1869- 1870 18701 1870-1872 126 II I I I ¡ I REPRESENTACIÓN y TERruTORIALIDAD Anexo 1. (confil1llación) Gobernadores de los estados (1867-1 885) Estado Morelos Periodo de desempeiio 1872-1874 1 1874 1874 1 1874 1 1874-1875 1 1875 1 1875 1 1875-1876 1876-1879 1879-18801• 1880-1884 1884-1887 Nayarit 1867-1872 1872-1873 Juan Sanromán Manuel Rivas Fernando de los Ríos Juan Saruomán Francisco Tolentino M. R. Álvarez José María Alfara Nicolás Pérez G uillermo Carbó Jes ús Bueno Nicolás Pérez Leopoldo Romano Jesús Bueno José María Alfaro Bonifacio Chávez Ignacio María Esclldero Rosendo Márquez Ignacio María Escudero Rosendo Márquez Leopoldo Romano 1873 1 1873 1873-1876 18761 1876 1 18761 1876 1876 18761 18761 1876-1877 1877 18771 1877-1879 1879 1 1879 1 1879-1880 1880-1884 Nuevo León Nombre Luis Flores y Caso Francisco Leyva Francisco Clavería Agustín Clavería Miguel Quiñones Francisco C lavería Vicente Llamas Inocencia Guerra Carlos Pacheco Carlos Quaglia José Anastasia Rego Carlos Pacheeo José Eleuterio González Jerónimo Treviño Cenara Garza Garda Lázaro Garza Aya la Narciso Dávila José Eleuterio González Ramón Treviño 1870-1871 1871 1871-1872 1872 1 18721 1872-1873 1873-1874 127 MARIA LUNA ARGUOIN Anexo 1. (co ntinllacióll) Gob e rnad o res d e los estados (1867-1885) Estado Nuevo León Periodo de desempeiio 18741 José Eleuterio González Francisco González Doria Ca rlos Fuero Narciso Dávila Canuto Carda Cena ro Ga rza Carda Viviano L. Villarreal Cena ro Ga rza Ca rda Bernardo Reyes Cena ro Garza Carda 1874-1875 1875-1876 18761 18761 1876-1879 1879-188 1 1881-1883 1883-1885 1885 Oaxaca Nombre I I I 1866-1867 1867· 1867 1 1867-1871 R 1871-18721 18721 1872- 1874 1874- 1876 Gral. Alejand ro Carda Gral. Juan Maria Maldonado Miguel Castro Gral. Félix Díaz 1876- 1879 1879-1880 1880- 1881 1881- 1883 1883-1884' 1884-1887 Félix Romero Gral. Ignacio Ala to rre Miguel Castro José Esperón Fidencio H emández Fra ncisco Meixueiro José María Castro FrancISco Meixue ro Porfirio Díaz Mariano j iménez Luis Mier y Te rán Pueb la 1867-1869 1869- 1873 1873-1875 1875-1876' 1876-1877 1877-1878 1878-1879 1879-1880 1880-1884 1884-1885 Rafael J. Carda Ignacio Romero Vargas Ignacio R. Alalorre juan Gómez José María Cutolene Ca rlos Pacheco José de J. López Juan N. Méndez 1uan Cristónomo Bonilla Ignacio Enciso Que rétaro 1867 1867-1870 1870-1872 Manuel Oomínguez Julio M. Cervantes Julio N. Rubio 1876 1 128 ! REpRESENTACIÓN y TERRITO RIALID AD Anexo 1. (continuación) Gobernadores d e los estados (1867-1885) Estado Periodo de desempe,io Nombre Querétaro 18721 18721 18n-1 873 1873-1874 1874-1875 1875.18761 18761 1876 18761 1876 18761 1876-1880 1880-1883 1883-1887 Julio M. Cervantes José Francisco Bustamante Benito Santos de Zenea Francisco ViUaseñor Benito Santos de Zenea Francisco Villaseñor León Covarrubias Francisco ViIlaseñor Antonio Ruiz Carlos Castilla Carlos Rubio Antonio Gayón Lng. Francisco G. Cosío Rafael Olvera San Luis Potosí 1867-1868 1868-1869 1869-1870 18701 1870-1871 18711 1871-18n 1872-1873 1873-1874 1874 1 1874-1876 1876' 1876 1 1876-1881 1881-1884 Juan Bustaman le Carlos Tovar Juan B. Barragán Miguel María Esparsa Gral. Mariano Escobedo Jesús Díaz de León Diódoro Corella Gral. Mariano Escobedo Manuel Muro Gral. Mariano Escobedo Pascual M. Hem ández Juan Robles Linares Manuel Sánchez Rivera Ca rlos Díaz Gutiérrez Ped ro Díaz Gutiérrez Sinaloa 1867-1868 1868-1869 1869-1870 1870-1873 1873-1876 1876-18771 1877-1880 1880-1884 Domingo Rubí Eustaquio Buelna Manuel Márquez Eustaq uio Buelna 1esús María Gaxiola Francisco Arce Francisco Cañedo lng. Mariano Martínez de Castro 129 M ARIA L UNA ARGUOIN Anexo 1. (C01ltillllacióll) Gobernad ores de los es tados (1867-1 885) Estado Nombre Periodo de desempeiio 1884 1884 1 1884-1886 Gral. Ignacio Pesqueira José J. Pesqueira Vicente Mariscal Vicente Marisca l Fra ncisco Serna Cm!. Luis E. Torres Lic. Carlos Rod rigo Ortiz Antonio Esca lante Cirilo Ramírez feliza rdo Torres Crnl. Luis E. To rres Francisco Gándara Cml. Luis E. Torres Francisco Gándara Cm!. Luis E. To rres Francisco To rres Cml. Luis E. To rres Tabasco 1867-1876 1876-1892 Felipe de Jesús Serra Simón Sa rla! Nava Tamalllipas 1866-1867 1867 1867- 1869 1869-1870 1870- 1872' Ascensión Gómez Felipe Escandón Fra ncisco L. Sa ld aña Serva ndo Canales Ramón Guerra José Martínez Sonora 1867- 1875 1875- 1877 18771 1877- 1879 1879 1879- 188 1 188 1- 1882 1882 1 1882 1 1882- 1883 1 1883- 18&< 18&<' 1884 1884 1 1872-1876 1 1876-1877 1877- 1878 1878-1879 1 I I I I I I I 1uan Cojón 1884-1888 Franc isco Echartea Juan Cojón Frimcisco Echartea Jua n Cojón G regorio León 1867- 1872 1872 1 1872 1 1872-1875 1875-1876 1876-1877 1877 1 Miguel Lira y Ortega Pedro Lira Gra l. Francisco Pa z Melquiades Carvajal José María Sa lda i,a Doroteo León Manue l Sevilla 1879- 18801 1880-1884Tlaxcala I --- 130 I I REPRESENTACiÓN y TERRITORLALIDAD Anexo 1. (continuación) Gob e rnadores d e los estados (1867-1885) Estado Periodo de desempe/lo 1 Nombre Tlaxcala 1877 1877-1881 1881-1884 1884-1885' Pedro Lira Miguel Lira y Ortega J. Mariano Grajales Teodoro Rivera Veracruz 1867-1872 1872-1875 1875-1876 1876-18771 1877-1880 1880-1884 Francisco Hemández y Hemández Francisco Landero y Cos Lic. jasé María Mena Gral. Marcos Carrila Luis Mier y Terán Apolinar Castillo Yuca tán 1867-1 868 1868-1869 18691 1869-1870 1870-1872 18721 1872-1873 1873 1873 18731 18731 1873-1874 1874-1876' 1876-1877 1877-1878 1878-1882 1882-1886 Manuel Cepeda Peraza José Ceballos jasé Apolinar Cepeda Peraza Manuel Orerol Gra l. Francisco Cantón Vicente Marisca l Ignacio R. Alatorre Francisco Zavala Ignacio R. Alatorre Miguel Castellanos Sánchez Francisco Zavala jasé Ma tilde Alcocer Gui llermo Palomino Protasio Guerra Romero Ancona üctavio Rosado Guillermo Palomino Zacatecas 1866-18671 1867-1868 1868-1869 1 1869-1870 Miguel Auza Miguel Auza Severo Cosía Gral. Trinid ad Ga rda de la Cadena Rafael G. Femiza Gabriel Ca rda Elías Man uel G. Cosía jacinto Ordóñez José María Echeverría Gabriel Gard a 1870-1871 1871-1872 1872 1872 1 1872-1873 131 MARIA LUNA ARGUOlN '. Anexo 1. (concluye) Gobernadores de los estados (1867-1885) Estado Zaca tecas No mbre Periodo de desempeño 1873 1 Wenceslao Yáñez Gabriel Carda Agustín López de Nava Mariano Cabrera Ángel Martínez Gral. Trinidad Carda de la Cadena Antonio Sánchez Dá vila Trinidad G. de la Cadena Cenara Raigosa Trinidad G. de la Cadena Gral. Jesús Aréchiga Francisco Acosta 1873-1874 1874-1876 1876 1876 1876 1876-1877 18771 1877-1880 1880-1882 1882-1883 1 1883 Jesús Aréchiga 1883-1 884 1 Jesús Canales 1884 1884 Jesús Aréchiga 1884 1 Manuel Caballero 1884-1885 Marcelino Martín Chávez Marcelino Martín Chávez Anexo 2 Gob e rnado res de los estados (1885-1910) Estado Aguasca lientes Campeche Coah uila Periodo de desempeiio 1883-1887 1887-1895 1895-1899 1899-1903 1903-1911 Nombre Gral. Francisco Gómez Homedo Alejandro Vázquez d el Mercado Rafael Arellano Carlos Sagredo Alejandro Vázquez del Mercado 1888-1891 1891-1895 1895-1898 R 1898-1901' 1901-1903 1 1903-1905' 1905-1910 Joaquín Kerlegand 1884-1886 1886·1893 R Ju lio M. Cervantes C ml.J osé María Garza Galán Leocadio Prevé Pedro Montalvo Ca rlos Gutiérrez Macgregor José Castellot Luis Ga rda Mézquita Tomás Aznar Cano 132 REpRESENTACIÓN Y TERRITORlALIDAD Anexo 2. (continuación) Gobernad ores de los estad os (1885-1910) Estado Coahuila Periodo de desempeño 18931 Nombre 1893-1894 1894 1894-1896 18961 18%-1897 18971 1897-1909 1909' 1909' 1909-1910 Francisco Arizpe y Ramos Lic. José María Múzquiz Francisco Arizpe y Ramos Miguel Cárdenas Francisco Arizpe y Ramos Miguel Cárdenas Francisco Arizpe y Ramos Miguel Cárdenas Práxed is de la Peña Gabriel Valerio Jesús del Valle Chiapas 1883-1887 1887-1891 1891-1894' 1894-1895[ 1895-1899' 1899-1905' 1905-!9! 1 José Maria Ramírez Manuel Carrascosa Emilio Rabasa Fausto Moguel Cml Francisco León Gral. Rafael Pimentel Ramón Rabasa Chihuahua 1886.18871 1887-1892 1892-1896 1896-1903 1903 1 1903·1904 R 1904-1910 Gral. Carlos Pacheco Crnl. La uro Carrillo Cm!. Miguel Ahumada Crnl. Miguel Ahumada (reelecto) Lic. Joaquín Cortázar Gral. Luis Terrazas Enrique C. Creel Colima 1883-1887 1883-1902 1893-1902' 1902-1911 Esteban Carda C ildardo Cómez Cral. Francisco San ta Cruz Lic. Enrique O. de la Madrid Durango 1884-1897' 1897-1900 1900-1904 1904-1911 Gra l. Juan M. Flores lng. Leandro Femández Lic. Juan Santa Marina Lic. Esteban Femández Guanajua to 1884-1885' 1885-1893 1893-1911 Pablo Rocha y Porru Manuel González Lic. Joaquín Obregón 133 MARíA LUNA ARCUOíN - -- I Allexo 2. (colltill1wción) Gobernad ores de los estad os (1885-19 JO) Estado Guerrero 1- - Periodo de desempeiio 1885- 1893 11 1893 1 1893- 1901 R Gral. Francisco O. Arce Mariano Ortiz de Mon tellano An tonio Mercena rio Agustín Mora Ma nuel Guillén Demiá n Flores 1901- 1904 1904-1907 1907- 19 11 -- Hidalgo 1885- 1889 1889-1895 1895-1897 1897-1901 Jalisco 1885-1889' 1889-1890 1890-1892' Francisco Cravioto Gral. Rafael Cravioto Fra ncisco Crav ioto Ramón Rivera l Ped ro L. Rod ríguez 190 1- 1911 Ra món Corona Mariano Bárcena Gral. Ped ro Calvan Lic. Lu is C. Cu riel Mi guel Ah umad a 1893-1903 11 1903-19 10 Méx ico Nombre 1885-1886 1 1904- 191 0 Gral. Jesús Lalane Lic. José Zubiela Gral. Vicente Villada Gral. Fernando Conzález Gra l. Fernando Conzá lez Michoacá n 1885-1892 1892-1910 Mariano Ji ménez Arislea Mercado Marelos 1884- 1887 1887-1895 1895-1909' 1909- 191 1 Ca rlos Pacheco Crnl. ]esüs Preciado Crnl. Manuel Alarcón C ml. Pablo Esca ndón Nayari t 1884-1897 1897- 1904 1904-191 1 Leopoldo Romano Pablo Rocha y Portú Mariano Ruiz Nuevo León 1885-1887 1887-1889 1889- 1900 1900- 1902 1902- 1909 1909- 1910 19 10-191 1 Berna rdo Reyes Láza ro Garza Ayala Be rna rdo Reyes Ped ro Benítez Leal Berna rd o Reyes José Ma ria Mier Leobardo Chapo 1886-1889 1889-1904' 19041 134 I REPRESENTACIÓN y TERRITORJ AU DAD Anexo 2. (contil/uación) G obernadores de los estados (1885-1910) Estado Periodo de desempeño Nombre Oaxaca 1887-1888 1888-1890 1890-1902 1902-1910 Agustín Canseco Albino Zertuche Gral. Martín González Emilio Pirnentel Puebla 1885-1892 1892-1911 G ral. Rosend o Márqu ez Gra l. M ucio P. Martínez Querétaro 1887-1911 lng. Francisco G. Cosío Sinaloa 1884-1 909 1909-1911 Francisco Cañedo Diego Redó Vega Sonora 1887-1891 1891-1895 1895-1899 1899-1900 1900-1911 Ramón Corral Luis E. Torres Ramón Corral Lu is E. Torres Rafael lzaba l San Luis Po tosí 1884-1898 1898-1906 1906-1911 Carlos Díaz Gutiérrez BIas Escontría José M. Espinosa y Cu evas Tabasco 1876-1892 1892-1909 1909-1911 Simón Sarlat Nava Gral. Abrah am Bandala Francisco S. Carvajal Tam aulipas 1888-1896 1896-1901 19011 1901-1908 1908-1911 Alejand ro Prieto G uadalupe Merino Alejandro Prieto Pedro Argüelles 1uan B. Castellot Tlaxcala 1885-1911 Crn!. Próspero Cahua tzin Veracruz 1884-1892 1892-1911 Juan d e la Luz Enríquez Teodoro Dehesa 135 MARIA LUNA ARGUDIN Anexo 2. (concluye) Gobernadores de los eslados (1885-1910) Estado Yucatán Zaca lec,lS Nombre Periodo de desempáio 1886-1889 1889- 1894 1894- 1897 1898- 1902 1902-1910 Guil lenno Palomino 1880- 1884 1884- 1888 1888- 1900 1900-1904 1904-1 908 1908-1910 Jesús Aréduga Marcelino Morfín Chávez Jesús Aréchiga Cenara Carda Eduardo Pankurst I Juan Pío Manzano Carlos Peón y Contreras Gral. Francisco Cantón Olega rio M olina Ing. F. Zárale I Nota : no se hiln tomad o en ('lenta las ausencias temporales de los gobernadores cuando fueron sustituidos por interinos . • Ind ica que fa lleció en el desempeño de su cargo. R: Indica que renunció a la gubernatu ra. 1: Indica ¡nlerinato SIGLAS y REFERENC IAS y las '"evo/¡tciol/e5 de AYllfla y de Reforma, México, Antigua Imprenta de Murguía, 1905, 651 p. Ca lero, Manuel, "Cuestiones electora les", en Gloria Vi llegas Moreno (selec. y estudio preliminar), El debnte político el, México, 1901 -191 6, México, Instituto Nacional de Estudios His tóricos de la Revolución Mexicana, 1989,345 p. Cá mara de Diputados, Dinrio de los Debntes de In Cámnra de Dip"tndos, México, 1876-1896. Carmagnani, Marcello y Alicia He rnández, "La ciudadanía o rgánica mexicana, 1850-1910", en Hilda Saba to, Cilldnlinllín políticn y !orlllnciÓ ll de las I1nciolll's. Perspectivas históricas de América Lntúw, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 215. Bu)nes, Francisco, IlIárez 136 REpRESENTACIÓN y TERRlTORiALIDAD Castro Aranda, Hugo, Manual del Senado: leyes, reglas y procedimientos relativos al Senado de la República, México, Suma/Senado de la República, XL VIll Legislatura, 1971, 386 p. Cosío VilIegas, Daniel, Historia modema de México. El porfiriato. Vida política, primera parte, vol. 5, México, El Colegio de México, 1970. Garda Granados, Ricardo, La Constitución de 1857. Las leyes de reforma en México: estudio histórico-sociológico, México, Económica, 1906, 135 p. Guerra, Franc;ois-Xavier, México: del Antiguo Régimen a la Revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, 453 p. Hemández Chávez, Alicia, La tradición republicana del buen gobierno, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, 224 p. Luna Argudín, María, El Congreso de la Unión y la política mexicana, 1857-1911, México, Fidecomiso para la Historia de las Américas/ El Colegio de México/ Fondo de Cultura Económica, 324 p. (en prensa). - - , "Entre la convención y el consenso: el presidente, el Congreso de la Unión y la intervención federal en los estados (1867-1917)", en Ricardo Forte y Guillermo Guajardo, con la colaboración de María Luna (coords.), Coacción y consenso: instrumentos de control del Estado en América Latina. Siglos XIX y xx, México, El Colegio de México/El Colegio Mexiquense, 2000, p. 389. Negrín Muñoz, Alejandro, Campeche, una historia compartida, México, Instituto Mora, 1991, 233 p. Prida, Ramón, De la dictadura a la anarquía. Apuntes para la historia política de México durante los últimos cunrenta y tres mios, El Paso, rx, Imprenta de El Paso del Norte, 1914, 2 vol. Quevedo y Zubieta, Salvador, Manuel González y su gobierno en México, anticipo a la historia típica de un presidente mexicano, México, Nacional, 1956,315 p. Rabasa, Emilio, La Constitución y la dictadura, México, Porrúa, 1988, 246p. Sabato, Hilda (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones, México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México / Fideicomiso de las Américas, 1999, 450 p. 137 Las huelgas tranviarias como rupturas del orden urbano. Ciudad de México, de 1911 a 1925* Georg Leidenberger** LA GUERRA REVOLUCIONARIA MEXICANA de 1911 a 1916 nunca se llevó a cabo düectamente en la ciudad de México, así que los capitalinos se salvaron de ser testigos de bataUas en las calles y plazas de la ca pital. Inlortunadamente este hecho dio como resultado cierto desinterés de los historiadores respecto al papel de la ciudad central en la Revolución. Sólo recientemente se ha investigado con ma yor cuidado el impacto del conllicto a rmado en la ciudad. El historiador John Lear, por ejemplo, estudió cómo los cambios frecuentes de gobiernos municipales durante la g uerra afectaron la política local de servicios y las relaciones laborales. Asimismo, Ariel Rodríguez Kuri indagó el efecto de la guerra en el abastecimiento de la ciudad, que fue una seria crisis de hambre en la urbe durante 1914 y 1915.' • Este texto fu e publi cado en una prime ra versión en Historias (I nstituto Nacional de Antropología e Histo ria) 56, septiembre-diciembre 2003. El trabajo forma parte del p royecto de investigación "Ciudades mexicanas del siglo XX: problemas históricos de la urbanización en México, ca. 1890-1970" financiado por el Consejo Naciona l de Ciencias y Tecnología (Conacyt-2002-C01-39653.) El autor agradece a los organizadores del seminario de " Rebeliones sociales" de la maestria en Historiografía de la Universidad Autónoma Metropolitana· Azcapotzalco, especialmente al Dr. José Ranzón. G radas también a la Maestra Yael Bitrán por su meticulosa revisión del manuscrito. *" Uni versidad Autónoma Metropolitana·Azcapotzalco. I John Robert Lear, "Workers, Vecúlos, and Citizens: The Revolution in Mexico City, 1909·1917", tesis doctoral, Berkeley, Universidad de California, 1993; Ariel Rod ríguez Kuri, LA experietlcia olvidada. El ayun tamiento de México: polttica y gobierno, 187ó·1912, 1996, Y "Desabasto, hambre y respuesta política, 1915", en Carlos lIIades 139 GEORG LEIDENBERGER Al considerar la escenografía de la ciudad como parte del drama de la Revolución, los investigadores han m ostrado que los conflictos urbanos, aunque no necesariamente de naturaleza militar, sí fueron sumamente impo rtantes para la dinámica revolucionaria. En o tras palabras, insisten en que no basta medir el impacto de la guerra sobre la ciudad, sino que es necesario ver cómo estos conflictos urbanos influyeron en to rno a la Revolución en general. Lear sugiere, por ejemplo, qu e el fracaso de la alianza de los zapatistas con los sindicatos de la ciudad se explica po r la incapacidad (percibida) de aquéllos para administrar efi cientemente la ciudad, y no tanto por razones de cultura o religión . Rodríguez Kuri pro pone qu e los motines populares ocurridos en la ciudad en mayo de 1911 (descritos por la gente de esa época como "orgías de democracia"), más que los acontecimientos conocidos como los "Tratados de Ciudad Juárez", fu ero n los que pro vocaron la renuncia de Porfirio Díaz en ese mes. G racias a es tos estudios y otros más, sale a la luz la importancia que tu vo la política urbana para la Revolución mexican a, en términos de relaciones sociales e institu cio nales, pero también respecto de las ideas políticas.' El orden urbano me parece un punto clave para entender la relación ciudad-revolución. Es decir, la manera en que las distintas facciones revol ucionarias podían asegurar y mantener el o rd en de esta ciudad y de otras tu vo mucho que ve r con su fortuna para liderar en el ámbito nacional. Por "ord en" no sólo se debe entender el funcion amiento de la ciudad en términos prácticos (por ejemplo, res pecto a los servicios) sino también en cuanto a la paz social y el gobierno, por un lado, y los viejos y nuevos actores sociales, por el otro. El ord en social dependió de acuerdos explícitos e implícitos entre gobernantes y gobern ados respecto a la forma de representación y comuni cación políticas. La búsqueda de una nueva cultura política que res tableciera el orden interrumpido por la Revolución m arcó los conflictos en todo el país, pero fu e en las ci udades, y sobre todo en la capital, d onde por primera vez as umi ó importancia y visibilidad. y Ariel Rodríguez Kuri (coords. l, IlIstituciollt?S y ciudad: oello estlldios históricos sobre la d I/dad de México, 2000. 2 Ariel Rodríguez Kuri, ibid. , pp. 223-224. 140 LAS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO Las luchas políticas sobre los servicios urbanos, más que ningún otro elemento de la vida en la ciudad, fueron clave para la redefinición del orden social y político. Sobre todo la cuestión del transporte público - tema de esta investigación- se politizó y debatió ampliamente durante los años de la Revolución y en la década posterior. Aquí se juntaron razones de funcionalidad ----<:ómo man tendrían los tranvías la circulación de personas y de bienes, esenciales para una ciudad- con varios otros debates que incluían lo laboral: el poder que debe rían tener los nuevos sindicatos sobre un servicio público y la relación entre los gremios con el nuevo gobierno; lo empresarial y gubernamental: la función regulativa del gobierno sobre un servicio público en manos de una empresa extranjera; y, fin almente, lo cultu ra l: el significado de un objeto ejemplar de la modernidad ---€l tranvía eléctrico- para una ciudad y una ciudadanía con aspiraciones de ser modernos. Ningún otro servicio urbano fue tan esencial y visible para la vida privada y pública como el tran vía.' Los momentos en que la polftica d el transporte adquirió más urgencia y visibilidad fueron cuando los tranvías no circulaban por las calles y avenidas d e la ciudad, lo que ocurri ó princi palmente durante las huelgas laborales. Al analizar y com parar las frec uentes huelgas tranviarias entre 1910 y 1920 en la ciudad de México, propongo en tenderlas no sólo como confli ctos laborales entre empresa, sind icato y gobierno, sino como problemas urbanos que representaban una crisis del orden de la ciudad en un amplio sentido. Dichas huelgas no sólo enfrentaron a uno de los sind icatos y a una de las empresas más poderosos del país, sino que implicaron una parálisis de la comunicación intraurbana, con graves consecuencias para el funcionamiento de la vida económica y cultural de la ciudad . Además, p rovocaron que las calles de la u rbe deja ran de ser arterias de transporte y sitios de comercio y convivencia para convertirse en lugares de conflictos físicos, no sólo entre huelgu_istas, esquiroles y policías, sino entre vecinos, pasajeros, reporteros, militares e incluso gobernadores. Veremos las frecuentes huelgas 3 Adopté una perspectiva parecida al estudiar el transporte de Chkago. Véase "Private Streetcars and Public Utopias: Urban Transportation and Chicago's City Body in the Early Twentieth Century", Anuario de Espacios Urban os, 1998. 141 GEORG L EIOENBERGER entre 1910 Y 1920 en la ciudad de México no desde el punto de vista de un actor específi co -sea el sindicato, la empresa o el gobierno-, sino desde la perspecti va del espacio y la esfera públicos' En lo que sig ue analizaré cómo las huelgas de tranvías interrumpieron la vida y el o rden de la ciudad y las reacciones qu e p rovocaron tales crisis en los residentes de la urbe. En la primera parte ad vierto hasta q ué grado los pa ros interrumpieron la comunicación vial del área urbana y hago énfasis en el papel del camión como medio altern ati vo de transporte. En la segunda, describo cómo afectaron los paros el funcionamiento genera l de la ciud ad, incluyendo el im pacto que tu vieron en o tros servicios públicos, la violencia que ocasionaron, así como las rupturas m ás generales del o rden social. En la tercera y última pa rte me refie ro a los actores y doy voz no sólo a los huelguistas y a la compañia, sino también a d istintas auto ri dades y a los usuari os del tran spo rte. En la lucha por sus intereses particulares estos acto res aseguraron al público general que querían mantener el orden de la ciudad . Seleccioné las huelgas tranviarias más impo rtantes o más rep resentativas de la ciudad de México entre 1910 y 1920, period o que ve ría los m ás in te nsos y frecuentes confli ctos en el secto r del tran spo rte. L AS HUELGAS Y EL SERVICIO DE TRANSPORTE Todas las huelgas tra nviari as, desde 1911 hasta 1925, afec taron g rave mente el tráfico d e la ciu dad . Sin embargo, hubo g randes diferencias dependiendo de la disponi bilida d de alternati vas de transporte. La huelga de 1911 es un caso ejemplar de los conflictos de esta décad a. Fue la primera y q uizá m ás severa ruptura de la com unicación vial. Cuando en julio de ese añ o los trabajadores de la Compañía de Tranvías de México (CTM) d eclara ron la huelga, el servicio se suspend ió casi por completo duran te casi un a sem ana,s ~ Un estudio que tiene una perspectiva parecid a sobre las huelgas fe rrocarrile ras de EUAes el de David Q. Stowell, Strects, Railroaris, Ill1ri tlu.' Creat Strike 0[1877, 1999. s El Demócrata, 2 a 8 de julio de 1911 ; El Imparcial, 2 a 9 de Jul io de 19 11; El Ahuizote, junio de 1911; Miguel Rod ríguez, Los trmwiarios y elllllarquismo /'11 México (1920- 1925), México, uAP/l nstituto de CienciaS/CEe, 1980, pp. 141-144. 142 LAS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO Figura 1. El "rápido" de San Ángel, El imparcial, 5 de julio de 1911. y tuvo un efecto muy severo en la vialidad porque había pocas opciones de tran sporte a lternativo. Hubo coches de alquiler y carros guayines, "grandes carros con sillas y bancas" que ofrecían servicio a pueblos foráneos, como Churubusco, Tacubaya y Guadalupe. Incluso se transportaba gente en burros (figura 1) y se planteaba la posibilidad de que las Líneas Naciona les de Ferrocarriles brindaran servicio de vapor entre las municipalidades foráneas y la ciudad. 6 Sin embargo, estas medidas nunca resolvieron la falta de transporte tranviario. 7 El Demócrata, 4, 5 Y6 de julio de 1911. Las huelgas de 1914 y 1916 fue ron parecidas a este primer conflicto. No las incluí en este artícu lo para concentra rme en la década de los años veinte, en la que observamos cambios más significativos. Estud ios sobre las huelgas tranviarias de 1914 y 1916 se incluyen en Rodríguez, op. cit ., pp. 147·154; Lear, op. cil .; Guillermo A. Nájera Nájera, manuscrito sin títu lo sobre la huelga de 1916. 6 7 143 GEORG LEIDENBERGER En la década siguiente, la ciudad de México seguía sufriend o de frecuentes parálisis del transporte. En di ciembre de 1921, por ejemplo, estalló una huelga de los mecánicos del taller. A unque los mo toristas no parti cipa ron (con excepción de un día ), el servicio se veía afectado po r la g radu al desa parició n de carros dañad os, ya que nadi e los repa raba . El 16 de di ciembre 200 de los 500 carros tran viari os qued aron fu era de servicio. El conflicto se resolvió cinco días después. 8 A los seis meses, en junio de 1922, los tranviari os, con apoyo de los panaderos, declararon la huelga con el fin de conseguir el reconocim.iento o fi cia l de la compañia. Durante ocho días la ciudad qu edó sin servicio de tran vías. 9 O tra ruptura impo rtante ocurrió en enero de 1923 y, al igual que la huelga de 1921, fue causada por el paro de los mecáni cos. El 14 de enero, a los pocos días de su inicio, ya se no taba la falta d e car ros. El1 8 sólo circulaban 200 de los 400 disponi bles." Po r último, en 1925 otro sindicato de tra nviari os paralizó to talmente el servicio, situación que d uró m ás de d os sem an as.u El impacto que tu vieron los paros de los años vein te fu e m ás limitado qu e el de la décad a an terio r debido a la apa rición de una H u e lga s tranv ia rias selectas, ciudad d e México 12 Fecha Dll rnci6/1 1911, junio 6 días 1921 , d iciembre 6días 1922, junio 8 d ías 1923, e nero 13 días 1925, ma rzo 15 días El Un iversal, 15, 16 Y 17 de diciembre de 1921; Rodríguez, op. cit., pp . 162- 166. /bid., 14 Y 22 de junio de 1922; Arie l Rodríg uez, op. cit., pp. 170-178. 10 El Diario, 18 de ene ro de 1923. 11 Excelsior, 1 y 15 de marzo de 1925; Arie l Rod ríguez, op. cit., p . 205. 11 \1 12 Pa ra una lista completa de todas las hue lgas tranviarias, desde 1889 hasta 1925, véase Mig uel Rodríguez, op. cit., 1980, pp. 222·224. Pa ra una breve descripció n de las hue lgas durante el Porfiriato, véase Moisés Gonzá lez Nava rro, "La vida social ", en Daniel Ca rd a Villegas (coord.), Historia modenm de México, vol. 4, 1957. 144 LAS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO formidable alternativa de transporte: el camión. Los vehículos motorizados tuvieron sus inicios en los últimos años de la década de 1910 en la forma de "fordcitos", una modificación "casera" del modelo T de Ford. Ya en 1923 los camiones operaban en 34 rutas urbanas y 11 foráneas, en las que viajaban hasta 280 000 pasajeros por día." Dicho volumen casi alcanzó al de los tranvías, que habían disfrutado de un virtual monopolio en las décadas previas. Para 1922, por ejemplo, la CTM reportó un promedio de 300 000 pasajeros diarios 1 ' Ya en el paro del 12 de diciembre de 1921, el día de la virgen de Guadalupe, los fordcitos sustituyeron por primera vez a los tranvías, llevando a las multitudes a la Villa. "Los fieles guadalupanos no han menester de los carros de la Compañía ---comentó El Universal-, habrá camiones, au tomóviles, coches y carros de tracción animal, y si estos no son suficientes, la calzada que conduce de la capital a la Basílica es muy amplia" para hacer el camino a pie. ls Durante la década de 1920 el número de camiones en circulación aumentó drásticamente. Durante una huelga en 1922, sustitu yeron casi por completo a los tran vías en huelga. Según un periódico, a pesar de la falta d e trenes, el ánimo de la ciudad fue el de siempre: "Todas las líneas del servicio de tranvías fueron cubiertas por camiones, tanto de la capital como de las municipalidades" .16 Y un año después, en enero de 1923, los camiones inmediatamente ampliaron su servicio y brindaron una alternativa efectiva de transporte. Para el 21 de enero había aumentado el número de camiones de 2 000 a 3 000 unidades. " Debido a este incremento, los pasajeros trasladados diariamente en ellos creció de 90 000 a 150000, según las estadísticas del Departamento de Tráfi co del D.F.18 Los camiones no sólo se encargaron del transporte de pasa13 Reporte del Departamento de Tráfico, DDF, 1922-1 923, Fondo Obregón-Calles, Archi vo Gene ral Nación (AGN ), 242-D2-T-16. Véase también la entrevista con George Co nway, director de la aM, en Exce/sior, 23 de enero de 1923. 14 AG N, Secretaría de Comunicación y Obras Públicas, Informe al/l/al, SCOP, 1922, fo lio 3/ 865-1 . 15 El Uni versal, 12 de diciembre de 1921. 16 ¡bid., 14 de junio de 1922. 17 Excelsior, 15, 22 Y 23 de enero de 1923. I S El Universal, 23 de enero de 1923. 145 GEORG LEIDENBERGER jeros, sino del correo de la ciudad, el cual fue llevado por camiones públicos de la Oficina de Correos1 9 Mientras, El Universal afirmó: "El público ha sufrido menos que otras ocasiones los efectos de la huelga [ ... 1 gracias al gran número de camiones en servicio".2o El Excelsior estu vo de acuerdo: "podemos afi rmar que prácticamente la huelga ha fracasad o por lo que respecta a perjuicios para el público"'l Dos años después, en la huelga de 1925 el número de camiones en circulación había aumentado considerablemente de 3 000 unidades en 1921 a 15524" Muchas voces en la prensa expresaron su satisfacción con el servicio brindado. Al tercer día de la huelga Excelsior comentó: "El servicio de transporte se ha sostenido con bastante regularidad "." Y, según El Ulliversal, la parálisis de los tranvías ya no tenía ningún e fecto significativo para la urbe: " El público [ ... ] ya no se inquieta como hace varios años [ ... ] por las condiciones del tráfico urbano y suburbano modificadas con el crecimiento acelerado de los camiones [ .. . 1 Lo que antes era una amenaza formidable, es hoy un incidente que no modifica la vida cotidiana de los ciudadanos".2-I No hay duda de que la aparición de los camiones durante los años veinte cambió significati vamente el impacto que tenían las huelgas tranviarias; sin embargo, por una va riedad de razones, la alternativa del camión no sustituyó fácilmente a los tranvías. Hubo ambiva lencia respecto a los camiones y su capacidad de asegu rar el buen funcionamiento de la ciudad. Los mismos pe riódicos que celebraron la eficiencia del transporte sobre ruedas también consideraron que no eran suficientes "para llenar las necesidades del servicio".25 Incluso en 1925, cuando los camiones ya eran un medio de transporte común en la ciudad, El U"iversal comentó: "El servicio de camiones -decía- no está equipado ni organizado para transformarse de un día a otro en medio exclusivo de transporte". Haciendo referencia a las frecuentes fallas mecánicas Excelsior, 24 de enero de 1923. El Uni versal, 25 de ene ro d e 19 23. 21 Excelsior, 24 de enero de 1923. u /bid ., 14 de m arzo de 1925. D /bid., 3 de marzo de 1925. 2~ El Ulliversal, 2 de marzo de 1925. 19 20 25 lbid., 9 de m arzo de 1925. 146 LAS HUELGAS TRANVIARlAS COMO RUPTURAS D EL ORDEN URBANO de carros sobrecargados de gente, el editorial seguía: "aunque en México estamos acostumbrados a las improvisaciones", los camiones no han podido sustituir a los tranvías. 2b Los pasajeros que pudieran haber estado de acuerdo con esta afirmación fueron los que viajaban diariamente entre la ciudad y los pueblos foráneos. En estas rutas subu rbanas los camiones no lograron brindar un servicio eficiente. Esto se debía en parte a las largas distancias, que a menudo producían fallas en los camiones. En 1923, por ejemplo, a lo largo de las calzadas que conectaban la ciudad con los municipios foráneos se encontraban (de manera buñuelesca) camiones "con las llantas despedazadas, con los ejes rotos [y} con las rayas retorcidas". Debido a la fa lta de servicio fo ráneo, se reportaron grandes grupos de empleados públicos que esperaban sin suerte, en las calles del centro, la llegada de los trenes rá pidos,27 por lo que el gobierno anunció que sus trabajadores -muchos de ellos habitantes en zonas alejadas- trabajarían horas corridas. De esta manera no tendrían que regresar a sus casas durante la hora de comida.2B Las huelgas tranviarias no sólo afectaron al traslado de personas. También se veía intemnnpido el transporte de carga, en ese entonces efectuado en gran parte por tranvías. Durante los conflictos laborales se haá a sentir la falta de materiales de construcción, así como de productos en los mercados. En 1911, por ejemplo, en el centro de la ciudad se notaba una escasez de flores, ya que los vendedores "tuvieron que emprenderla a pie desde Huipulco, XochimiJco, Santa Anita, Mixcoac y Coyoacán"; también faltaban legumbres y frutas. 29 En una huelga posterior, un inspector del gobierno comentó que los perjudicados de la huelga no sólo fueron los pasajeros, sino también "muchas industrias de construcción, hilados, tejidos [ ... } cuyos materiales primos o combustibles son transportados por trenes eléctricos, y esa paralización dejará sin trabajo a varios miles U lbid., Excelsior, 1 de febrero de 1923 y 12 de marzo de 1925. Excelsior, 20 y 22 de enero de 1923. 28 El Universal, 23 de enero de 1923; Excelsior, 12 de marzo de 1925; memorando del 22 de enero de 1923, AGN, Fondo Obregón-Ca lles, 121-G-H-2. 29 El Imparcial, 5 de julio de 1911. 21 147 GEORG LEIDENBERGER de obreros y operarios".'" En 1925, estando escasa d e combustible, la empresa Establecimientos Fabriles de Tacubaya pidió que "los huelguistas permitieran sa lir algunas góndolas por [sic] remolcar unos carro-tanques de petróleo que estaban sobre la vía de Cuern avaca, para ser enviados a esos establecimientos". La CfM, sin embargo, se negó por temor a causar ma yor desorden público.3! También los pueblos foráneos sufrie ron de falta de bienes que llegaban desde la ciudad, como fu e el caso de l pan." En resumen, las crisis laborales de la Compañía de Tranvías interrumpieron significati va mente el funcionamiento de un servicio crucial d e la ciudad . Tanto el movimiento de los pasajeros como el d e la carga se veía n seriamente afectados. Los camiones constituyeron ciertamente un sustituto de los trenes y disminuye ron el efecto de las huelgas en la circulación . No obstante, no llega ron a brindar por completo este servicio, debido a la falta d e carros y la pobre calidad de servicio. Tal problema se manifestaba sobre todo respecto a l transporte foráneo. LAS HUELGAS Y EL ORDEN URBANO Las huelgas tran viarias durante 1910 y 1920 significaron una ruptura del orden en términos que iban más allá d el servicio de transporte. Por un lado, la parálisis de los trenes y la aparición de los camiones traían consigo temores de que huelgas más generales dejaran la ciudad sin ningún servicio y, de esa manera, interrumpieran por completo la vida económka. Por otro lado, las huelgas generaron protestas y violentos enfrentamientos en las calles, que incluían no sólo a huelguistas y a la policía, sino también a los pasajeros, así como a jóvenes sin ningún interés aparente en los conflictos. El desorden no se limitó al funcionamiento de un servicio: se hi zo evidente en toda la ciudad para toda la gente. Además, el camión, más que resolver la crisis, fomentó la sensación de desorden urbano. 30 lllforml' auual, scOP, 1922; AGN, Secretaría de Comun.icaciÓn y Ob ras Públi cas, folios 3 / 865- 1 y 3 / 1039. J I Exct'lsior, 12 de marzo de 1925. 148 LAS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO Durante los años veinte las huelgas de tranvías recordaron a los capitalinos y al gobierno posrevolucionario que el nuevo o rden, tan deseado, seguiría siendo frágil . Las huelgas tranviarias frecuentem ente amenazaron con involucrar a otros sectores clave de la economJa urban a. Durante cada una hubo temores de que el conflicto se extendiera a la Compañía de Luz y Fuerza, compañía asociada y bajo la misma gerencia que la CTM. Invariablemente el paro de actividades en la CTM afectó al servicio de luz, ya que las dos empresas com partían ciertos talleres. Por ejemplo, en 1921, debido al bloqueo del ta ller de la CTM por parte de los huelguistas se agotaron los ca rbones de las lámparas del alumbrado público: " LA CIUDAD A PUNTO DE QUEDAR A OSCURAS" amenazaba El Universal." Igualmente, en 1923 el sistema del alumbrado público quedó "semiabandonado".34 Aunque los electricistas solían hacer declaraciones de apoyo moral (y financiero) a los tranviarios en huelga, nunca hicieron un paro de solidaridad con ellos. (El sindicato electri cista no formó parte de la CCT, asociación sindical a la que pertenecían los tranviarios.) No obstante, los temores de que el conflicto afectara al servicio de luz permeaban en la prensa. Durante la huelga de junio de 1922, por ejemplo, Excelsior exigió la intervención del presidente Obregón con el fin de evitar lo que consideraba un inminente apagón. 35 Otros servicios también se veían afectados por las huelgas tranviarias. Los paros provocaban acciones de solidaridad de otros sindicatos afiliados a la ceT; de ellos, los panaderos solían ser los más militantes. 36 En 1922, se sumó tal número de sindicatos de la Confederación al paro de los conductores, qu e la ciudad enfrentó una huelga cuasi general. Quedaron cerradas las panaderías, inte32 II El Imparcial, 5 y 6 de julio de 1911; El Ulliversnl, 2 de marzo de 1925. El U"iversal, diciembre de 1921 ; carta de Abraham Conzález, presidente mu- nicipal, al presidente Alvaro Obregón, 14 de diciembre de 1921, AGN, Fondo Obregón-Cal les,407-T-1. J.I Excelsior, 25 de ene ro de 1923. 35 Ca rta del Excelsior al presidente Obregón, 13 de junio de 1922, AGN, Fondo Obregón-Ca lles, 407-T-1. 36 Ca rtas de la Unión de Obreros Mol ine ros de Trigo y Simila res del O.F. a l presidente Obregón, 13 y 15 de diciemb re de 1921 , AGN, Fondo Obregón-Calles, 407T-1. 149 GEORG L EIDENBERGE R rrumpido el servicio telefónico y paradas por lo menos seis fábricas de textiles. Además, a mena zaron los electri cistas, así como los emplead os de El Palacio de Hierro, con apoyar a los tranviarios. 3i Tan g rave fue la situación, o po r lo menos la percepción de ella, qu e la Cáma ra de Comerci o de la ciudad escribió al presidente que consideraba es te conflicto como una amena za fundamental para el "principio en que descansa la propied ad en México".38 y aun cuand o las huelgas tranviarias no pro voca run actos d e solidaridad y los cam io nes hicieran de "vehículos esquiroles", los conflictos de transporte siempre paralizaron buena parte de la act ividad citadina. En 1922 se hab ló de la posibilidad de suspender dos terceras partes de las escuelas, no por paros de maestros sino por falta de medi os de transpo rte. Durante la intensa huelga de 1925 se evaluaba la si tuación de la s iguiente manera: "Todas las ac ti vidades comercia les, burocráticas, industriales y sociales es tán entorpecid as [ ... J las ti end as, los teatros, las fábricas y las escuelas funcionan a medi a rn áq uin a" .39 En un intento de cuantificar el daño al decimotercer día del paro, el Exce/sior estimaba que las bajas "en las ven tas del pequeii.o y gra nde comercio del cent ro" llega ban a $1500000 debido a la huelga. Y muchos comercios cerraban sus puertas. "La ci ud ad se p rese nta casi muerta por las tardes", decía e l Exce/sior. Sea por paros de solidaridad o por efectos secund arios asociados a la falta de transporte eléctri co, las huelgas tran viarias significaban una crisis del funcionamiento de la ci ud ad. olO Además, las huelgas fueron casi siempre acompañadas de confrontacio nes violentas, y no en si tios poco visi bles, como en el espacio cerrado de un a fábrica, s ino en las principales calles del centro. Lo peor ocur rió cuand o la compaii.ia intentó mantene r el serv icio con esqu iroles o con sindica tos ama rill os. En 1911 , por ejem plo, hubo frecuentes choqu es entre los esquiroles, la po licía y las multitudes parad as encima de las vías para bloquear los trenes en operación. Los ge ndarmes respondían con "verdade ra crueldad " El U"i¡ ll'I":>tI/, junio de 1922, AGN, Fond o Obregón-Calles, 407-T-I. Carla d<.' la Confederació n de Cámaras de Comercio al presi{it.>ntt.> Obregón, 16 de jun io de 1922, AGN, Fondo Obregón-Calles, 407-T-l. N El U"i¡wI"$/11, 9de marzo dt.> 1925. ~o Exct'l:-;iol", 2 y 12 de marzo de 1925. '7 \~ 150 L AS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO a los intentos de bloquear el tráfico. 41 En una ocasión durante el mismo conflicto se vio involucrado el gobernador del Distrito FederaL Deseoso de confirmar con sus propios ojos la situación en las calles se subió a un tren, y cu ando su paso fue impedid o por una multitud, intentó convencer a la gente de dejarlo pasa r. Al final, la confrontación se resolvió por la fu erza: el inspector general de la policía ord enó a la caballería carga r contra los manifestantes. 42 Otro enfrentamiento en el taller de la com pañía en Ind ianilla dejó muertos a va rios homb res y mujeres. Fue durante la huelga de 1923 cuando ocurrió la peor y más record ad a violencia. En la calle de Uru guay, en el mero centro, las fu erzas armad as mataron a varios huelguistas que intentaron bloquear un tren conducido por los "amarillos", el sindicato ri val que estaba rompiendo la huelga. En las memorias sindica les y en la historiografía de las huelgas "la ma tanza de Uru guay" llegó a tener una importancia simbólica, ya que significaba la determinación del gobierno de romper con el sindicalismo independiente de la CGT. 43 Sin descartar su importancia en este sentido, hay que ve r el hecho ta mbién como uno de los varios disturbios de la paz pública, es decir, que no sólo constitu yó un momento clave en la relación sindical-gubernamentat sino ta mbién la ru ptura todavía no resuelta del orden público, una ruptu ra visible e impac tante para todos los habitantes de la ciudad. Por cierto, la violencia durante las huelgas no se limitaba a choques entre los grupos directamente involucrad os en el conflicto. En 1911, por ejemplo, se reportaron "desórdenes" provocados por jóvenes que se subían a los trenes abandonados por toda la ciudad .44 En otro caso, soldados -" los rurales del 140"- ataca ron con sables a un os jóvenes que lapidaban un tranvía de la línea San Ángel. Las peores imágenes de anarquía urbana se generaron en la mente de la muchedumb re y de los peri odistas. De esta manera, un relati va mente pequeño d isturbio real se conve rtía en una amenaza ~J El Imparcial ,7 de julio de 1911 . 4,lbid.; Lea r, op. cit. , p. 252. 43 Excelsior, 2 de feb rero de 1923; Miguel Rodríg uez, op. cit., 1980, pp. 182-203; "La matanza de tranviarios e n la avenida Uruguay, en 1923", Desfile sangriento, 1936. 44 E/Imparcial, 4 y 6 de jul io de 1911. 151 GEORG L E1DENBERGER s in límites. La fa lta de servicio fúnebre, por ejemplo, provocó temores respecto a posibles epide mias, ya qu e se vio paralizado por los bloqueos de las vías por parte de huelguistas y simpatizantes. Como resultado, lamentaba El IlIIparcial, ya había cadáveres depositad os en la ca lle que emitían o lores espantosos. Sugiriend o las impli caciones epidemiológicas, e l periódico revel ó que incluso " las ca rrozas de los pobres llamadas gave tas, con ge ntes muertas de tifo, tampoco pudie ron llegar a l panteón" .45 No sa bem os qu é tan rea listas era n los temo res de epidemias, ni siquiera s i eran reales o fu e ron motivados po r razones partid a ri as. El hecho es que la gente leía ta les notas y las incorporaba a su imaginario de la ciudad en deso rden. El caos de las huelgas se mani fes taba también en las relaciones dia ri as entre los residentes. Parecía que las crisis tran viarias afectaban las reglas no escritas de comportamiento entre clases sociales, y entre ho mbres y mujeres en la vid a pública. Durante la huelga se observaba "gente bien vestida [hasta] un a seño ra con so mbrero elega nte" subid a en carros de mulas o directamen te encima de la mula. Los ilu strado res se d eleitaban en dibujar tales escenas, una de las cuales mostraba cómo un ho mbre de clase popular empujaba el trasero de una seliora elegante, echándola dentro de un carro de mulas ya bastante lleno de pasajeros (figura 2) .46 La llegada de los camio nes e mpeoró la crisis d e conducta. En 1925 se describían los conges tio namientos alrededor y adentro de los ve hícul os como sig ue: tI los ca miones se ven materia lmente asaltados por un a turba d e em plead os públicos, enloquecidos por e l hambre", y tanta, que ni se preocupaban por el pelig ro inminente de viaja r así; hubo "hornadas de gente, como dispuestas a ser condu cidas al sacrificio" .47 En otra ocasión, cuando se descompuso la llanta de un camión, los pasajeros hambrientos "atacaron a un dulcero". Mien tras la locura reinaba en las ca lles, dentro de los carros se llevaba a cabo algo semejante a una orgía: "la peor parte la llevan los ocupantes de las bancas, as fi xiados bajo el peso de 4' l/lid. , 4 de juli o de 19"11. 41> II/id., 5 d e julio d e 19"11 . 47 Excd sior, 8 de ma rzo d\? 1925 . 152 LAS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO Figura 2. Carro completo, El imparcial, 5 de julio de 191 1. los demás que, sin res petar la diferencia de sexo, se sientan las unas sobre las otras en la más familiar promiscuidad" .48 Durante las huelgas tranviarias se alteraban las jerarquías sociales y el comportamiento de la gente en los espacios públicos. Por lo menos, según los periodistas dominaban la locura y los instintos sobre el decoro y la civilidad. En términos de orden urbano los camiones no sólo no resolvieron las crisis, sino que las aumentaron. Ya an otamos las dificultades del nuevo medio de transporte para brindar un servicio eficiente y cómodo; sin embargo, el problema no fue sólo la insuficiente cantidad, sino la resistencia de mucha gente a usarlos. El Excelsior 48 ¡bid. 153 GEORG LEIDENBERGER atribu yó "la falta de movimiento en la capital" durante la huelga d e 1923 a que "a muchas personas no les agrada viajar en camión y prefieren caminar por temor a un accidente".49 La práctica de los camioneros de cobrar tarifas excesivas durante las huelgas y d e llenar sus carros con exceso de pasajeros ciertamente no ayudaba a cambiar tales percepciones. 50 Se veía al nuevo medio con una profunda ambivalencia, ya que se admiraba n y se temian d os de sus ca racterísticas: su velocidad y su capacidad de recorrer la ciudad por cuolguier lado. Comentaba un peri odista: "[Los camiones] pasan como ráfagas por las avenidas de la urbe y por las calzadas que llevan a los municipios en una como visión [sic} de pesadilla [Ellos] cruzan como exhalaciones, ba rriendo huracanadamente las calles extáticas, abriéndose paso de manera triunfadora" .51 Tal rapidez y poder fue difícilmente controlable por las autoridades: enfrentand o a estas " ráfa gas", "los agentes del tráfico son una sombra de lo que fueron", comentaba el mismo editoriap2 El gobierno mismo deploraba la "ana rquía" resultante d e camiones que seguían cualqu ier ruta sin autori zación ninguna. 53 La imagen del camión como fuerza incontrolable y peligrosa no fue sólo de los peri od istas, sino de muchos usuarios, que preferían caminar o quedarse en casa a a rriesgar su vida en un camión.54 En contraste con ciertas visiones optimistas de periodis tas contemporáneos e his toriadores posteri ores, queda claro que las huelgas tran via rias de entre 1910 y 1920 a fectaron profundamente la vida de la ciud ad . No sólo parali za ron, al menos en parte, el servicio de transporte, sino que afecta ro n más ampliamente el ord en de la ciudad. lmaginémosla como un organismo cuya circulación fue Excelsior, 22 de ene ro de 1923. El Ulliversnl, 27 de ene ro de 1923; Excelsior, 8 y 12 de marzo de 1925. Incl uso antes de la llegada de los camiones, los transportes alte rnativos durante las huelgas cobraron tarifas excesivas. En 1911. por ejemplo, un viaje en carro ti rado por mula cobraba entre 50 centavos (ciudad de México-Tacubaya) hasta 2 pesos (dudad de México-Coyoacán). El Imparcial , 4 de julio de 19 11. La tarifa normal variaba de 5 a 10 centavos. 51 El Demócrata, 8 de marzo de 1925. 52 Exce/sior, 8 de marzo de 1925. 53 ¡bid., 23 de enero de 1923. 54 /bid. , 2 Y 12 d e marzo de 1925. 49 50 154 LAS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO severamente limitada y cuyas actividades comerciales, industriales y sociales eran mínimas. Imaginemos el paisaje urbano lleno de tranvías abandonados, de camiones atravesando los bulevares como "huracanes" o descompuestos, de calles llenas de pasajeros desesperados, de ataúdes en las banquetas, de gente temerosa de epidemias, de multitudes peleándose, de gendarmes disparand o. Tales escenas de anarquía se manifestaron en las huelgas y estaban vivas en la imaginación de los capitalinos. Además, amplificaron e hicieron más visibles los temores gene rales sobre cómo debería constituirse un nuevo orden urbano después de una guerra revolucionaria devastadora . No sólo las reglas de tráfico estaban todavía por ser fijadas. L AS HUELGAS Y LOS ACTORES Hay que entender las actuaciones d e una variedad de actores en vista de estas realidades y percepciones de disfuncionalidad urbana. La profunda ruptura del ord en social conmovió no sólo a los participantes en el conflicto - hue lguistas, empresarios y funcionarios del gobierno-, sino también a usuarios, vecinos y "opinjón pública", representada por la prensa citadina. Veremos en lo que sigue las maneras en que los involucrados en las huelgas de tranvías relacionaron sus intereses particulares con la cuestión del orden urbano. Los sindicatos y la compañía lo hicieron a partir de su noción del bien común, que consistía en tener una ciudad con servicios funcionales y accesibles al público y, más generalmente, una ciudad ordenada y padfica. Tanto compañia como huelguistas manifestaban públicamente su deseo de man tener los servicios esenciales intactos. Durante el paro general de 1922, que incluyó a los panaderos, por ejemplo, hicieron todo para asegurarse de que hubiera pan en los hospitales. Igualmente, en respuesta a temores por epidemias se comp rome tieron a mantener intactos los servicios funerarios. 55 En los casos en que quedaron interrumpidos, como ocurri ó, por ejemplo, con el servicio fúneb re durante la huelga de 55 El U"iversal, junio de 1922. 155 GEORG LEIDENBERGER 1911, los sindicatos, así como la empresa, culparon públicamente a su contraparte de ser el responsable de la situación. Obreros y empresarios también incorporaban cuestiones de calidad de servicio en sus argumentos y defensas públicos. Ambos grupos solían publicar en los periódicos manifiestos, hasta de una página entera, dirigidos al público en general y a los usuarios. 56 La Federación de Tranvia rios, por ejemplo, exigió mayor vigilancia de las finanzas de la compañía, ya que ésta siempre rechazaba las demandas de aumento de sueldo con declaraciones de su preca ria situación financiera. 57 Los trabajadores alegaban que la compañía usaba el argumento de sus pobres recursos como excusa no sólo para negarles mejores salarios, sino para rehusar la moderni zación de equipo. De esta y otras maneras, los tran viarios intentaron apelar directamente al usuario. En otro instante, durante el conflicto de 1923, el sindicato hizo un llamado a los pasajeros con abono, sugiriéndoles que reclamaran a la compañía por vía judicial los daños sufridos durante la huelga. 58 También es notable el intento de los sindicatos de proyectar una imagen de orden, disciplina y civismo en sus manifestaciones públicas. Pasaban los tranviarios en formación militar, vestidos con uniformes impecables por la avenida juárez y el Zócalo. Por su parte, la Compañia de Tranvías hizo todo para mantener el respaldo del público durante las huelgas. Como si supieran que una crisis laboral estaba a punto de iniciar, justo antes de un conflicto los gerentes anunciaron el mejoramiento del servicio, sea por la remodelación de carros o la inauguración de una nueva ruta. En una entrevista durante la huelga de 1923, el gerente George Conway aseguraba que la compañia tenia que reducir su pe rsonal porque ya había terminado un amplio proyecto de modernización de carros. 59 La compañia intentó asociar el buen funcionamiento y continuidad de servicio con la paz de sus relaciones industriales. Cuando en 1925 el sindicato incitó a una huelga, Conway afirmó en 56 /bid. S1 /bid. Excelsior, 22 de enero de 1923. [bid ., 23 de enero de 1923; Secretaría de Comunicación y Obras Públicas, /lIforllh' mllml, SCOP, 1922, AGN, 3-1044. 58 59 156 LAS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO entrevista con Excels ior que por dos años la compañia había vivido en paz con sus trabajadores, "con beneficio de sus empleados y del público"; al mismo tiem po, culpó al nuevo sindicato de la parálisis del transporte.'" El actor más comp rometido a asegura r el fu ncionamiento de los servicios y de mantener el ord en u rbano fu e, por supuesto, el Estado. La actuación del gobierno federal varía bastante de conflicto a conflicto. En general, tanto el gobernador del D.E como el presidente de la República hicieron todo para asegurar la continuación del servicio, lo que normalmente significa ba apoyar a la empresa a romper las huelgas. Esto equi valía a una intervención armada en un conflicto. Por ejemplo, en 1911, cuando casi se paralizó por comp leto el servicio de tran sporte, las autoridades manda ron tropas para proteger a los conductores esquiroles y de esta manera lo mantuvieron activo, derrotando al sind icato de la CTM, pero a costa de mucha violencia y vidas humanas. Además, la actuación del gobierno fue en sentido inverso a la postura de la opinión pública, que se oponía a la compañia y favorecía al sindicato. 61 Quizás esta ex periencia explica que en la mayoría de los conflictos siguientes la actuación gubernamental fue ra un poco más moderada. Durante la huelga de 1922 no forzó la reanudación del servicio de tranvías, a pesar de las exigencias en tal sentido, con lo que aquél quedó paralizado por dos semanas 62 Sin embargo, Exce/sior, 8 de marzo de 1925. Este caso es un ejemplo de la dificultad del gobierno maderista para, por un lado, mantener el orden social y, por el otro, buscar una efectiva base popular en la ciudad de México. Ariel Rodríguez Kuri, "El ayuntamiento y el fracaso de la milicia municipal de 1912", en Experiencia olvidada, el ayuntamiellto de la dudad de México: po/aica y administración, 1876-1912, 1994. 62 El Universal, junio de 1922. Un veterano revolucionario de la guerra civil escribió al presidente Obregón para sugerirle que se entrenaran tropas de la reserva para conducir los trenes du rante las huelgas. Anunciando su propia situación económica como "desesperada", el veterano ofreció sus servicios en este sentido. Carta del coronel Ernesto D. La ra al presidente Obregón, 19 de junio de 1922, AGN, Fond o Obregón-Calles, 407-T-1. Tal exigencia fue repetida por el jefe militar de la Guarnición de la Plaza de México, quien pidió al secretario de Guerra autorización para que individuos que careóan de ocupación en el ejército practicaran el manejo de tranvías y fue ran utilizados "en caso de que haya una huelga de tranvia rios". El Universal, 5 de enero de 1921. 60 61 157 GEORG LEIOENBERGER cuando el problema se extend ió a o tros servicios y plantas, las autoridades intervinieron con toda su fuerza . En 1922 la ciudad quedó bajo una vigilancia militar impresionante: la Jefatura de la Guarni ción de la Plaza dividió el área en dos sectores militares, y cada cual incluyó "verdaderos puestos militares.. que pueden moviliza rse violentamente para reprimir cualquier desorden", asegu raba El UlIiversal. 63 De esta manera el gobierno rompió la huelga de solidaridad de los panaderos. Al insistir en que el pan era un "articul o de primera necesid ad" obligó a la apertura de las panaderías de la ciud ad . También intervino en los paros de la industria de la comunicación, restableciendo por la fuerza el servicio telefónico. Y para prevenir actos de solidaridad por parte de los electricistas, mandó vigilar las plantas generadoras de la Compañía de Luz y Fuerza. 64 Impresionada por esta actuación de las autoridades, la Cámara de Comercio de la ciudad mandó al presidente Obregón un telegrama que se publicó en la prensa : "Jamás hemos dudado ni dudaremos de que Ud. cumpla su s altas funcio nes de Primer Magistrado del país, sino dentro de la Ley y la mora!" 's El gobierno no dejó d ud a de su voluntad para prevenir una huelga de índole general en la ciudad . El desempeño de la administración federal durante las huelgas de los años vein te se ha explicado en referencia a una incipiente alianza corporativista entre gobierno y sectores clave del sindicalismo. Cuando en 1921 los tranviarios, organizados en la Federación de Empleados y Obreros de la Compañía de Tranvías de México, se afiliaron a una asociación anarcosindicalista, la Coruederación Gene ral del Trabajo (CGT), el gobierno federal declaró la guerra a esta agrupación e hi zo todo para destruir al sindicato. Fue la asociación sindical ri val, la Confederación Regional de Obreros Mexicanos (CROM), la que estu vo dispuesta a aliarse con el nuevo b3 El UuiversaJ, junio de 1922. M ¡bid., AGN, Fondo Obregón-Calles, 407-T·l . 65 Obregón aparen temente se sentía incómodo por tantas porras y le insistió a la Cá mara de Comercio para que la resolución del confl icto no quedara en sus manos, ya que él sólo podía dar "apoyo moral y persuasión" al respecto. P.resid ente Obregón a la Confederación de Cá maras de Comercio, 21 de junio de 1922; El Ulliversal, 20 de junio de 1922. 158 LAS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO gobierno de O bregón y, más aún, con el de Calles. 66 La huelga tranviaria de 1923 fue un inciden te clave para el establecimiento de la alianza entre la CROM y el gobierno, y para derrotar al sindicalismo independiente. Cuan do la Federación anarcosindicalista declaró la huelga de enero de 1923, surgió un sind icato tranviario riva l, la U nión Sindicalista de Empleados y Obreros de Tran vía, que se asoció a la CROM y rompió la huelga con pleno apoyo moral y físico del gobierno de Obregón. El gobernador del Distrito Federal decretó que cada carro fuera escoltado po r dos soldados adelan te y dos atrás para proteger a los condu cto res "ama rillistas".67 Como resultad o, la huelga terminó en un fracaso para la Federación cegetista. Al decidir su intervención en un conflicto de transpo rte urbano, los gobernantes tu vieron que considera r m últiples in tereses, pues d urante las huelgas no se limHaba n al uso de fue rzas policiacas o militares, también recurrieron a la política de aumentar lo más posible la circul ación del vehículo-esquirol: el camión. En enero de 1923, el Departamento de Tráfico del D.E auto rizó ISO licencias adi cionales para los condu ctores de camiones. También di o de alta a aquellos que habían sido removidos de la circulación, y prometi ó no multar a los que viajaban con exceso de pasajeros. 68 Sin em bargo, en su intento de romper huelgas, el gobierno tu vo que mediar con cuestiones de seguridad pública. Insistió, po r ejem plo, en penaliza r infracciones por exceso de velocidad y violación de otras reg las de tránsito, ya qu e q uería evitar el aumen to de atro pellamientos que tenía luga r durante las huelgas, como había ocurrid o con anterioridad .69 Por 10 menos en este caso, el inte rés del Estado en apoyar al sindicalismo amarillo entró en conflicto con su interés por mantener el ord en d e la ciudad . 66 Miguel Rodríguez, op. cit., 1980, pp. 128·133; Samuel Malpica Uribe, "Anarcosind icalismo o sindicalismo revolucionario en México (1906· 1938)", en Jaime Tamayo y Pa tricia Va lles (coord s.), Anarquismo, socialismo y sindicalismo e¡¡ las regiones, 1993. 61 AGN, Fond o Ob regón-Calles, 407-T-45. 68 Eree/sior, 21 y 23 de enero de 1923. 69 Ibid., 21 de enero de 1923. 159 GEORG LEIOENBERGER Tal confl icto de intereses se evidenció todavfa m ás en la huelga de 1925, cuando el gobiern o se vio en la posición d e contribuir activamente a la parálisis de l transporte tranviario de la ciudad . En marzo de 1925 la agrupació n cromista, aho ra conocida como Alianza de Empleados y Obreros d e la Compañía de Ómnibus y Tranvías de México, entró en huelga para asegurar el reconocimiento - po r parte de la compañía- como sindicato p rincipal de los obreros. El gobierno, ansioso de deshacerse d e los tranviarios cegetistas, po r primera vez apoyó acti va mente una huelga. Por un lado, al estalla r el paro, el presidente Calles rechazó las peticiones de la CTM de reanudar el servicio y declaró que cualquier desorden resu ltado de la ope ración de tranvías esquiroles sería responsa bilidad de la compañía.'o Además, el gobierno apoyó las manifestaciones públicas de los huelg uistas. El d omingo 8 de marzo, 15 000 huelguistas y simpa ti zantes de la Alianza marcharon por las calles, y fre nte al Teatro Nacional fueron saludados po r el secretario del Gobierno del D.F., quien "montaba brioso alazán, y lucía un vistoso traje de ch arro de color negro con guarniciones de plata" .1 1 Como consecuencia de este conflicto, la Alianza estableció su hegemonía en el sindicalismo tranviario, expulsó de la empresa a los anarcosindica lis tas y estableció lazos estrechos con el gobierno de Ca lles. Po r lo menos en el secto r del transporte, el incipiente corpo rativismo instauró la paz labora l por m ás de q uince años n Sin dud a, las huelgas tranvia ri as de la década de 1920 fu eron mo mentos clave en el p roceso de consolidación del naciente gobierno revolucionario y del corporativismo de los años treinta. No es suficiente, sin embargo, ve r este asunto sólo desde la perspectiva de las nuevas a lianzas laborales-estatales. La legitimidad del nuevo gobierno se medirá en buena parte po r su habilidad para mantener el orden de la ciud ad. Es decir, las decisiones que deberá tomar respecto al tipo d e alian zas que formará no obedecen exclusiva mente a cuestio nes ideológicas o a preferencias persona7U Informe a/lll(/l, SCOP, 1922, AGN, Secreta ría de Com unicación y Obras Publicas, 3 / 268-1; fxeel sior, 9 de marzo de 1925. 71 Ibid. n Miguel Rodríguez, 01'. cit ., 1980, p. 130. 160 LAS HUELGAS TRANViARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO les, sino que se toman en el contexto de recurrentes crisis de orden social, funcional y cultural de la metrópolis. Por muchos años, la prioridad del gobierno fue asegu rar la continuidad del transporte urbano durante los conflictos labora les. A falta de opciones a los tran vías, el gobierno intervino militarmente en los conflictos, como en 1911. Cuando los camiones ya brindaban buena parte del servicio, la actuación gubernamental era más flexible y se regía por consideraciones de otra índole, especialmente por su determinación a romper el sindicalismo independiente de la Federación." Como resultado, a partir de 1925 el orden urbano quedó asegurado: gracias a la estrecha alianza entre gobierno y sindicato, se mantendría la paz laboral y se evitarían interrupciones del servicio de transporte. La lucha del gobierno federal por mantener el orden urbano lo enfrentó a otros adversa rios: las municipalidades de la región ca pitalina. El Ayuntamiento de la ciudad se declaró constantemente a favor de las huelgas tranviarias y criticó la actitud hostil del gobierno federal. De hecho, hasta 1925 el Ayuntamiento de la ciudad fue controlado por partidos opositores a los obregorustas. 74 En 1923, en la huelga que implicó enfrentamientos violentos entre los cegetistas y los esquiroles cromistas -apoyados por el gobierno federal-, el Ayuntamiento apoyó a los huelguistas y lanzó severas críticas contra la intervención del gobierno federal que -argumentó-- actuaba por razones poLíticas?5 Los municipios también se resistieron a la estrategia del gobierno de utiliza r camiones para romper las huelgas. Respondieron con 73 El intento del gobierno fed e ral de entrar en alianza con los trJ.nv iarios tuvo preceden tes en la década de 1910. La huelga de 1911 puso en duda la habilidad del gobierno de Madero para asegura r el funcionamiento de la ciudad y mantener el orden. En 1914, los tranviarios se aliaron con el gobierno carrancista y apoyaron, por medio de los batallones rojos, la lucha bélica de esta facción de la Revolución. Sin embargo, a partir de 1916 los estrechos lazos entre gobie rno y tranviarios se vieron debili tados, ya que el gobierno carrancista rompió violentamente una huelga general en la que participaron en la ciud ad de México. Véase Barry Ca rr, El movimie71 fo obrero y/a po/frica en México, 1910-1929, 1982. 74 Ma ría Soled ad Cruz Rod ríguez, Crecimiento flrbano y procesos socia/es en el Distrifo Federal (1920-1928), s.f., pp. 81-85. 15 El Universal, febrero de 1923. 161 GEORG L EfOENB ERCER acciones opuestas a la práctica del Departamento de Tráfico de aumentar a toda costa la circulación de camiones. Varios municipios del exterior de la ciudad les cobraron impuestos para entrar en sus respectivas regiones: Xochimilco, Guadalupe, Tacuba y Coyoacán, entre otros. Según el Excelsior, estos impuestos "tienen el carácter de verdaderas alcabalas y están terminantemente prohibidas por la Constitución" .76 Los municipios justificaron estas medidas arguyendo que ninguna de las rutas estaba autorizada. En respuesta, el gobierno del Distrito Federal aseguró a los municipios que insistiría en que los camioneros registraran las rutas y exigió a cambio que los municipios dejaran de cobrar cuotas de entrada a los vehículos. Al parecer, la práctica no cesó, ya que el gobierno del Distrito Federal repetía sus circulares a los municipios con las mismas exigencias hasta el final de la huelga ." (Aquí hay otra causa de la falta de un efica z transporte foráneo durante las huelgas de tranvías: las inte rvenciones fiscales por parte de los municipios.) Finalmente, al analizar las reacciones de los distintos actores hay que mencionar a un grupo directamente afectado por las crisis del servicio: los usuarios, que hicieron su aparición pública como actores políticos en la huelga de 1911 . Entre ellos, los más perjudicados fueron los "abonados", personas que tenían boletos mensuales para viajar entre su residencia en las zonas periféricas de la ciudad y el centro, donde trabajaban. Molestos por la falta de servicio y por el temor de haber perdido su pasaje, va rios grupos entraron directamente en el conflicto y pusieron el tema en el centro de la discusión pública. Al comiervo de la huelga lanzaron una ola de protestas contra el mal serv icio que brindaba la compañía, de la mala calidad de los trenes, de las tarifas excesivas y de la discriminación por clase social que ejercía la CTM ?8 Un grupo de abonados de AzcapotzaJco, por ejemplo, culpó a la compañía del conflicto y aprovechó para criticar el mal servicio brindado a la población foránea; otro grupo de 500 abonados de Guadalupe, Hidalgo, pidió indemnizaciones a la compañia. 79 En una reunión celebrada Exce/sior, 23 de e nero de 1923. n /bid., 23, 25 Y 27 de enero de 1923. 18 El Demócrata, 4, 5 Y 6 de julio de 1911; El Imparcial, 4 de julio de 1911. 79 El Demócrata, 4 de julio de 1911 y 5 de julio de 1911. 7& 162 LAS HUELGAS TRANVIARIAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO por abonados de Tacubaya, se acordó exigir la indemnización "en metálico, que será invertida en mejores materiales de la ciudad".80 Tal resentimiento general contra el servicio que brindaba la CTM generó un amplio apoyo público a la causa de los trabajadores en 1911, incluyendo el de todos los periódicos. Las quejas no eran nada nuevo, se expresaron en cartas dirigidas a instancias g ubernamentales, y a la opinión pública. 81 (Tales quejas se mezclaban con una nueva retórica nacionalista característica de la Revolución, que identificaba a la gerencia de la CTM con empresarios extranjeros que maltrataban a los empleados y a los usuari os mexicanos, pues, ¿no decía el gerente Haro Harsen que "estos desgraciados mexicanos están acostumbrados a ganar una peseta y comer tortilla con sal"?)82 Sin duda, la medida más radical y especta cular fue la tomada por parte de 20 em pleados públicos ansiosos de regresar a su casa a la hora de la comida. El 3 de julio de 1911, unas 20 personas con abonos de la compañía de tranvías, al salir de su trabajo en el centro a la hora de la comida, subieron a un carro abandonado, encontraron la llave del motor abajo de un asiento, lo arrancaron y se diri gieron hacia su población al poniente de la ciudad . "Uno de ellos se puso de motorista, otro de conductor en la plataforma cuidando el trolley, y los demás por las ventanillas iban alerta, por si encontraban a los huelguistas, "a los cuales les gritaban: ' No somos de la empresa, somos ciudadanos pacíficos q ue vamos a comer a nuestras casas; pase el que g uste, nada se cobra' " .83 La huelga de 1911 no sólo comenzó con una fase de intenso conflicto laboral en la industria del transpo rte, sino que dio inicio a un debate, o por lo menos a un intercambio públiLo, sobre la cuestión del servicio, catapultando al escenario a nuevos actores, como los usuarios. 80 El Imparcial, 6 de ju lio de 1911 . Leidenberger, "Los tranv ías en la ci udad de México: desde la elect rificación hasta la Revolución, de 1900 a 19 11 ", ponencia presentada para el coloq uio Espacios urba1l0s y la construcción de lo público, Semi na rio de Histo ria Urbana del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Institu to de Cultu ra de la Ciudad de México, 28 a 30 de junio de 2000. 82 El Demócrata, 4 de julio de 1911 . 8J El Imparcial, 4 de julio de 1911 . 81 163 GEORG L EIDENBERGER Sin embargo, tal activismo ciudadano durante las huelgas no parece haber perdurado en las siguientes décadas. En la huelga de 1922, por ejemplo, no hubo mayo res protestas de los usuarios, con excepción de un grupo de abonados que exigió indemnizaciones a la CTM. 84 Mientras en 1911 el gobierno apoyaba el rompimiento de la huelga y estaba en plena oposición a la opinión pública, en 1922 no hubo ataques al servicio por parte de los usuarios y el gobierno no pareció actuar en contra de la opinión pública. Queda en duda la razón del rápido ecl ipse de una discusión abierta sobre la naturaleza del servicio de transporte, iniciada en gran medida por los propios usuarios. El intento de asegurar un orden urbano en los años posteriores a la lucha armada de la Revolución parece haber tenido éxito; se acabaron los hechos que significaron, más que cualquie r otro incidente, la interrupción de tal orden: las huelgas tranviarias. Sin embargo, este logro tuvo su precio: se neutralizó el derecho de los trabajadores a forma r sindicatos independientes, y se acabó con la pluralidad política al abolirse los municipios del Distrito Federal en 1928. Quizá la tendencia más sutil y más grave ocu rrió en el plano de) activismo ciudadano que, como sugerimos, perdió la presencia revolucionaria de los años 1910. Además, el éxito por habe r solucionado la crisis del transporte tranviario tuvo otra consecuencia, que no ayudaría a tener una ciudad más ordenada: me refi ero al auge impresionante de los camiones. No sólo hacemos referencia a los contemporáneos de esta tnnsición del medio de transporte que, como vimos, reaccionaron con mucha ambivalencia; también hay que mencionar la dificultad gubernamental pa ra regular un transporte sumamente descentrali zado y que operaba según premisas empresa riales y gremiales de corto plazo, sin ningún interés evidente en tener una ciudad planeada y ordenada. SIGLAS y REFERENCIAS ACN IH Archi vo General de la Nación, México, D.F. El Uuiversnl. junio de 1922. 164 LAS HUELGAS TRANVlARlAS COMO RUPTURAS DEL ORDEN URBANO El Ahuizote, México, D.E El Demócrata, México, D.F. El Diario, México, D.E Excelsior, México, D.F. El Imparcial, México, D.E El Universal, México, D.E Carr, Barry, El movimiento obrero y la política en México, 1910-1929, México, Era, 1982, 282 p. Cruz Rodríguez, María Soledad, Crecimiento urbano y procesos sociales en el Distrito Federal (1920-1 928), México, Uni versidad Autónoma Metropolitana-División de Ciencias Sociales y Humanidades, 1994, 201 p. González Navarro, Moisés, "La vida social", en Daniel Carda Villegas, Historia moderna de México, vol. 4, México, Hermes, 1957. IIIades, Carlos y Ariel Rodrígu ez Kuri (coords.), Instituciolles y ciudad: ocho estudios históricos sobre la ciudad de México, México, Uníos, 2000, 277 p . Lear, John Robert, "Workers, Vecillos, and Citizens: The Revolution in Mexico City, 1909-1917", tesis doctoral, Berkeley, Universidad de California, 1993,320 p. Leidenberger, Georg, "Los tranvías en la ciudad de México: desde la electrificación hasta la Revolución, 1900 a 1911", ponencia presentada para el coloquio Espacios urbanos y la construcción de lo público, Semina rio de Historia Urbana del Instituto Nacional de Antropología e Historia / Instituto de Cultura de la Ciudad de México, 28 a 30 de junio de 2000. Malpica Uribe, Samuel, "Anarcosindicalismo o sind icalismo revolucionario en México (1906-1938), en Jai me Tamayo y Patricia Valles (coords.), Anarquismo, socialismo y sindicalismo en las regiones, México, Universidad de Guadalajara, 1993, p . 9l. "Private Streetcars and Public Utopias: Urban Transportation and Chicago's City Body in the Early Twentieth Century", en Anuario de Espacios Urbanos, México, UAM-Azca potzalco, 1998, p. 77. "Reporte del Departamento de Tráfico, DDF, 1922-1923", Fondo Obregón-Calles, AGN, 242-02-T-16. 165 GEORG L EIDEN BERGER Rodríguez, Miguel, Los Iranviarios y el anarquismo en México (19201925), México, Uni ve rsidad Autónoma de Puebla-Instituto de Ciencias-Centro de Estudios Conte mporáneos, 1980, 261 p . Rodríguez Kuri, A ri e!, La experiencia olvidada. El ayun tamiento de México: polaiea y gobiemo, 1876-1912, México, El Colegio de México, 1996, 301 p. Stowell, David O., Slreels, Railroads, OIld lite Greal Slrike of 1877, Chicago, Uni ve rsity of Chicago Press, 1999, 181 p . 166 Desabasto de agua y violencia política. El motín del 30 de noviembre de 1922 en la ciudad de México: economía moral y cultura política Ariel Rodríguez Kuri>t Los ACONTECIMlENTOS del 30 de noviembre de 1922 en la Plaza de la Constitución de la ciudad de México son ocasión fascinante para identificar y analizar las prácticas políticas locales y para vincularlas con los ritmos y contenidos de la política en el ámbito del ejecuti vo federal y del Congreso. La idea central que ordena este trabajo es que los disturbios fueron, sobre todo, de carácter político, no obstante que tanto la manifestación como la violencia suscitada en la plaza y en el interior del Palacio del Ayuntamiento tuvieron su origen precisamente en la interrupción del servicio de agua potable en una zona importante de la ciudad. Afirmo que se trató de algo parecido a un motín político, aunque con esta caracterización no quiero disminuir una clara motivación material que afectó -en una magnitud que es difícil estimar- las condiciones de vida de un sector de la población capitalina. Se trató, en fin, de un motin político, aunque dicho adjetivo no lo utilizo en su connotación más pedestre, esto es, como sinónimo de manipulación o de maquiavelismo de alguna persona, grupo de personas o entidades. Al contrario, propongo que alrededor de los acontecimientos del ~ El Colegio de México. Agradezco a José Ronzón, Saúl Jerónimo y Sil via Pappe, de la maestría en Historiografía de la UAM, sU inv itación a participar en este libro y sus comentarios en el seminario. Romana Falcón, Pablo Piccato y María Eugenia Terronescomenlaron por separado el trabajo. Lo mismo hicieron los miembros del seminario interno del Área de Estudios U rbanos. A todos elJos mi agradecimiento. 167 ARlE L ROORlCUEZ K URl 30 de noviembre se desplegaron, como en toda historia verdadera, voluntades y elementos azarosos, p lanes e imponderables, visiones preconcebidas y rectificaciones. Las nociones d e manifestación popular y de motín son clave en este artículo. Con esa prio ri da d deben considerar se ---con alguna pro fundidad- los acontecimientos del 30 de noviembre, en relación tanto con ex periencias de amo tinamientos y dis turbios en la ciudad de México, como con o tras relacionadas con los usos de la calle y la movilización pop ular para demanda r la solución de problemas concretos. La historiografía ya proporciona pistas al respecto. 1 Estudi os desde o tras d isci plinas sugieren miradas y técnicas pa ra entender la movilización callejera y los usos de los espacios públiC05. 2 Ambos instrumentos son necesarios para identificar lo nuevo y lo q ue no lo es tanto en cuanto a valores y prác ticas d e la cultura política de la ciudad. No renuncio a la tentación de agrupar los mo tines y otras fo rmas de acción popular d irecta en d 0s gran des verti entes: d e un lad o estaría la significada por moti vaciones ma teriales directas, típicamente po r la escasez y carestía d e a limentos (o de o tros p roductos de consumo popular, como la cerveza o el vino), o por la modifi1 Un estudio paradigmático en el análisis del motín popular en la ciudad de México es el de Silvia M. Arrom, "Popular Politics in Mexico City: The Parián Riot, 1828", Hispanic Americml Historienl Review, vol. 68, núm. 2, mayo de 1988, luego rep roducido en Silvia M. Arrom y Servando Ortoll (ed s.), Riots in the Cities. POPlllar Polities alld file Urbnn Poor il! Latin Americn, 1765-1910, 1996. Utilizo esta última edición. Es sumamente importan te otro trabajo de Silvia M, Arrom, " Rethinking urba n politics in Latin America beforl. de Populist Era ", en Arrom y Ortol!, ¡bid., pp. 1-16. De cua lquier fo rma, sospecho que los motines en las ciudades mexicanas -antes y después de la Revolución-esperan a sus historiadores. Alan Knigh t planteó la importancia del morul urbano en la disolución del modelo político porfiriano en TIJe MexiCflIl Revolutiol/, 1990, voL !, pp. 208-218. He tratado de mostra r la enorme importancia de los motines de mayo de 1911 en la redefinición del universo político de la ciudad de México en la Revo!m:ión en mi trabajo La experiencia olvidada, El ayuntamiento dI' Méx ico: política y gobiemo, 1876-1912.1996, pp. 217-227. Otro estudio de caso es el de Avital H. Bloch y Servando Ortoll, "¡Viva México! ¡Que mueran los yanquis! The Guadalajara Riots of 1910", en Arrom y Ortoll, op. cit., 195 Y ss. 2 Véase, por ejemplo, Sergio Tamayo, "Cultura ciud adana, espacio público (' identid ades colectivas. Estudios de caso de los cierres de ca mp"ña del PRO, PAN V PRI en la ciudad de México, 28 y 29 de junio de 1997", Anllario de Espacios Urbn,/O~. Historia, Cultura, Diselio, 1999. 168 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLÍTICA cación en las formas percibidas popula rmente como tradicionales o "justas" para acceder a los alimentos. Estamos ante lo que un autor ha llamado "el motín de subsistencias". En la otra vertiente se clasifican aquellos fenómenos cuya motivación está vinculada de manera más clara, y en ocasiones explícitamente, a determinadas concepciones y percepciones de lo que es y debe ser un orden político. La "multitud" - pa ra usar el término de George Rudéllega en determinadas coyunturas a valorar o revalorar aspectos aparentemente determinados e inmutables: la jerarquía política, el estatus social y la obediencia; o el sentido profundo -a veces interpretados teleológicamente- de la impartición de justicia y de la administración del castigo. Estas nuevas valoraciones llevan a cons tituir o reconstituir nuevos imaginarios sociales en los que se formula, casi de manera axiomática, que debe existir reciprocidad entre las obligaciones fiscales de los hombres y su derecho a participar en la conducción de la comunidad y el gobierno (es sólo un ejemplo); o, en sentido más amplio, que el derecho del gobierno y la autoridad a ser ta les y comportarse como tales pasa por una aceptación y legitimación (tácita o explícita, formalizada o no) de parte d e uno o va rios agrupamientos de la multitud, o de la figura ---elevada a categoría política- de "pueblo'" Como toda dicotomía, la anterior muestra, pero también oculta. Porque en tratándose de la escasez o carestía de alimentos, y con todo lo espontán ea y virulenta que pueda ser la acción directa de la multitud, dicha acción tal vez no esca pa a una valoración cultural y política de lo que significa el orden y el papel de la autoridad en el mantenimiento o modificación de ese orden. De hecho, y como lo ha planteado Louise A. Tilly, las grandes hambnmas - para utilizar un ejemplo extremo- no sólo ponen en dud a el asunto de la disponibilidad absoluta de alimentos en una región dada, sino también el repertorio político, jurídico y cultural de que disponen J Hago mi propia síntesis a partir de los siguientes trabajos: Georg Rudé, Ln multitud en la !listoria. Los disturbios populares en Francia e fllg/aterra , 1730-1848, 1979; del mismo autor, Revuelta poplllar y conciencia de e/ase, 1981 ; E. P. Thompson, Tradición , revuelta y conciencia de e/ase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustriaf, 1984, esp. 62-78; Ba rrington Moore, Ln injusticia: bases sociales de /a desobedimcia y fa rebelión, 1989, pp. 47-58; Arrom, "Rethinking ... ", op. cit. 169 ARlEl RODRÍGUEZ K URI los hambrien tos para acceder a los alimentos d e manera incluso gratui ta.4 De otra suerte, la movilización popular por cuestiones políticas, ideológicas o religiosas, y la reformulación de imaginarios colecti vos respecto al orden deseable puede ser desencadenada por una afectación p rofunda, y en ocasiones muy rápida, de los niveles de vida de grupos importantes de la sociedad . Otro aspecto que d ebe al menos plantearse es el grado de "exterioridad" del motín y de otras formas de acción directa respecto a las coordenadas y contenidos de una cultura política. Una hipótesis: quizás el motín no sea en todos los casos la negación de los valores y prácticas que conforman una cultura política; en ocasiones puede ser su continuación e incluso su culminación . Dicho en otras palabras, ciertas formas de protesta popular, incluido el motin, estarían esta tuidas como modalidades para comunicar y d emandar atención a problemas que en la percepción de grupos populares serían de la primera importancia. s ¿Cómo abordar el motin de noviembre de 19221 Desde mi punto de vista, su aná lisis obliga a considerar cua tro perspectivas: los orígenes directos -ma teriales, técnicos- del d esabasto de agua en la ciudad; las percepciones populares sobre el sentido de la p rovisión de un servicio como el del agua potable; las características de la cOylUltura y las prácticas políticas en 1922, no sólo referidas a la ciudad de México, sino al gobierno naciona l; y - finalmente- la dinámica propiamente dicha de los acontecimientos en el Zócalo y sus alrededores la tarde y noche del 30 de noviembre. 4 louise A. TilIy. " Derecho a los alimentos, hambre y conflicto", en Robert 1Rotberg y Theodore K. Rabb (comps.), Ellullllbre en la Iristoria, 1990. He tratado de discutir ese repertorio, durante los meses aciagos del hambreen la ciudad de México, en mi trabajo " Desabasto, hamb re y respuesta política, 1915", 2000. s En relación con el motúl como expresión, y no necesariamente negación, de una cultura política (dentro de ciertos límites) véase Thompson, Tradición y rt'7.l/Ie/ta ... , op. cit.; asimismo Paul A. Gi lje, "The Baltimore Riots of 1812 a nd the Breakdown of the Anglo-American Mob Tradition", 1980, esp. 547-550. En la historiografía de tema mexicano contamos con un trabajo indispensable, poco más o menos en la misma perspectiva que los anteriores: Erick van Young, "Island s in the Storm. Quite Ci ties and Violent COtmtryside in the Mexican Independence Era ", 1989. pp. 130-155. 170 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLtnCA EL SISTEMA Y LA SED: ALGUNAS HIPÓTESIS Uno de los aspectos más notables del motín es que se originó con la interrupción del servicio de agua potable a las casas-habitación que, bien vistas las cosas, no dejaba de ser una novedad urbanística y tecnológica en la ciudad de México. La construcción de un sistema moderno de distribución de agua potable para la ciudad tu vo lugar entre 1903 y 19l2. Básicamente, el sistema consistía en captar agua de cuatro manantiales de Xochimilco, que luego era bombead, y conducida por un acueducto de 26 kilómetros a una casa de máquinas en la Hacienda de la Condesa. Ahí el agua almacenada se bombearía de nueva cuenta a cuatro depósitos con capacidad de 52000 metros cúbicos cada uno, ubicados en el paraje de Molino del Rey (otras fuentes lo llaman Dolores). Desde estos receptáculos el agua bajaba en tres redes de tuberías cerradas de distínto diámetro a las casas y a los edificios privados y públicos· Un sistema de ese tipo encuentra casi naturalmente momentos y lugares críticos y vulnerables. Uno de ellos resultó ser la casa de bombas de la Condesa. El funcionamiento del sistema Xochimilco dependía de qu e el agua fuera subida desde las instalaciones de la Condesa a los grandes depósitos de Molino del Rey, pues estos últimos receptáculos eran en realidad los reguladores (y no depó" Esta descripción se basa en la que a mi juicio es una fuente excelente para entender el sistema Xochimilco, tanto por la ca lidad de los argu mentos como del material gráfico: Obras de provisión de aguas po/ables para la ciudad de México, México, Imprenta de Juan AguiJar, 1910. Otros relatos que deben consultarse son: Ignacio L. de la Barra, "Los grandes problemas de la ciudad . El agua potable", Boletbr de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística , t. XLII, 1930, pp. 185-187, Y Alfonso Villa, "Seis siglos de abastecimiento de agua en la ciudad de México", en Ingeniería, 1941 , pp. 302-303. Análisis recientes, en los que también me apoyo para esa reconstrucción se encuentran en los siguientes trabajos: Manuel Perló, Historia de las obras, planes y problemas hidráulicos en el Distrito Federal, 1989; Elizabeth Mancilla, "Aspectos económicos y política de desarrollo en las obras públicas en la ciudad de México durante el Porfiriato: el caso de la obra hidráu lica", tesis de licencia tura, ENEP-Aca tlán, UNAM, 1990; Patricia Romero Lankao, "Historia de las obras de abastecimiento de agua y drenaje de la ciudad de México y de su impacto socioambienta l", 1991 , pp. 76-79; Ariel Rodríguez Kuri, "Gobierno local y empresas de serv icios: la experiencia de la ciud ad de México en el Porfiriato", 1999, pp. 169- 170. 17l ARlEL ROORlCUEZ KURI sitos de tiempo largo) para una distribución sistemática dellíquido. Más aún, el volumen almacenado por los cu atro depósitos de Molino de Rey era apenas suficiente para proveer a la ciudad durante 24 horas. De hecho, el sistema tenía considerado que en determinadas circunstancias (las de noviembre de 1922, por ejemplo), los depósitos pudieran recibir -por simple gravedad o por bombeo de menor intensidad- agua de los manantiales de Chapultepec y Santa Fe.' Así pues, no debe extrañar que los constructores del sistema tuvieran claro desde un principio la importancia de la casa de máquinas de la Condesa para todo el sistema. El proyecto original incluyó la instalación de cuatro bombas eléctricas y centrifugas, con capacidad para 850 litros por segundo (que ascendía a 1 060 litros en caso de necesidad), convenientemente protegidas por cámaras de cemento armado para evitar el contacto de los motores con el agua. Seglm los constructores, bastaban tres bombas para alimentar los depósitos y, por esa vía, a la Liudad, aunque la cuarta bomba estaría disponib le para el caso de cualquier percance. 8 El lunes 20 de noviembre de 1922 El U/liversal informaba de un accidente en la casa de máquinas de la Condesa. Según la versión del periódico de Félix F. Palaviccini, una va riación en el voltaje de la corriente interrumpió el trabajo de las bombas. Éste habría sido un percance menor, a no ser por lo ocurrido inmediatamente: uno de los trabajadores de la planta -siempre según el periódico- no abrió suficientemente las compuertas de un canal de desfogue; el agua regresó a la casa de máquinas y la inundó; esta inundación afectó de manera seria los motores e léctricos de las bombas. Al día siguiente el agua había sido desalojada de la sala de máquinas, pero el daño estaba hecho: los motores, empapados, deberían ser desarmados, secados, reparados y v ueltos a armar. 9 Nadie, a ciencia cierta, sabía cuánto tiempo tomaría ese trabajo. No fue sino hasta el jueves 23 de noviembre cuando el presidente municipal Manuel Alonzo Romero notificó del percance al Obras de provisión .. ., op. cit., pp. 12-20. 81bid., pp. 16-20. 9 El Universnl, 20 y 21 de nov iembre de 1922. La crónica de E:m'lsior, 21 y 22 de noviembre de 1922 es muy parecida. ? 172 DESABASTO DE AGUA Y V10LENClA POLÍTICA , presidente d e la República, Álvaro Obregón. El munícipe, en un I telegrama pormenorizado, consideraba que "la desgracia" ocurrió debido a "la torpeza d e un empleado"lo En un libro que publicaría en 1923, Alanzo Romero insistió en que se trató de "un hecho absolutamente fortuito", aunque en un contexto de enorme tensión política en la ciudad l l No obstante, en los informes que Alanzo Romero anexa a su alegato, Mariano M. Barragán (responsable del Departamento d e Obras Públicas de la ciudad ) y el ingeniero Luis R. Ruiz adelantan juicios, al menos ambiguos, sobre el ori gen del percance. Barragán encuentra que la responsabilidad del accidente recaía en el trabajador encargado de la compuerta del canal de desfogue, pero también en el empleado que manejaba el tablero de control de la casa de máquinas. El primero sólo abrió la compuerta de desfogue parcialmente, lo que ocasionó que el agua regresara a la casa de máquinas. El encargado del tablero de control, por su parte, no avisó oportunamente al operad or de la compuerta que las bombas estaban apagadas, y que por tanto urgía desalojar el agua que se acumulaba en el cárcamo de la casa; este empleado "por cualquier razón que sea, obró con lentitud y con cierto abandono". Barragán encuentra, además, incoherencias en el informe del responsable del tablero, sobre todo en el tiempo transcurrido entre la d etección de los problemas y la toma de decisiones. Ruiz suscribe el punto de vista de Barragán, y agrega un nuevo elemento: los empleados encargados de la operación y vigilan cia de las bombas eran empleados de la Compañía de Luz y Fuerza, no del Ayuntamiento, y se tomaron más tiempo del razonable para alertar al encargado del tablero que las bombas estaban sin funcionar por la variación del voltaje. 12 10 Archivo General de Nación (en adelante AGN), FOC, exp. 242-M I-A-2, de Miguel Alonzo Romero (p residente municipal) al presiden te de la República Álvaro Ob regón, 23 de noviembre de 1922. 11 Miguel Alonzo Romero, Un a,io de sitio (1 la presidencia municipal. Cr6nica y comentarios de una labor accidentada, 1923, p. 44 . 12 Mariano M. Barragán, "Informe sobre la inundación acaecida en la planta de bombas de la Condesa el1 9 de noviembre de 1922",9 de diciembre de 1922 e inrorme de Luis R. Ruiz a Edua rdo Mestre, 4 de diciembre de 1922, ambos en Alonzo, ibid., pp. 402-412 Y 423-424. 173 ARJEL RODRíGUEZ KURl En el contexto político de la ciudad, en aquel otoño de 1922, el asunto de la responsabil idad sobre la virtual paralización del sistema de agua de Xochimilco era más que una disputa sobre responsabilidades burocráticas. Ha yal menos otras dos versiones sobre la descompostura de las bombas. En una, difundida por la prensa y algunos diputados, se atribuía el percance a la corrupción de los miembros del Ayuntamiento que o bien no cambiaron las válvulas de las bombas cuando era debido, según un principio indispensable de mantenimiento del equipo, o bien traficaron de plano con las piezas de repuesto.13 O tro plrnto de vista es el de Jorge Prieto Laurens. Al día siguiente del motín, en una intervención dramática ante el pleno de la Cámara de Diputados, Prieto Laurens aseguró que la administración municipal de 1921 (no la de 1922) había traficado con la herramienta, la tubería y las piezas de repuesto de la casa de bom bas de la Condesa. Concretamente acusó a los regidores del Partido Liberal Constitucionalista, Rafael Zubarán Capmany, Herminio Pérez Abreu, Eduardo Mestre y otros, de haber hecho una venta fraudulenta de los materiales. La mayor parte de esos regidores repitieron en el Ayuntamiento de 1922, pero erar. enemigos jurados del presidente munkipal Manuel Alanzo Romero. Ahí estaban los orígenes del percance. Sin embargo, en un testimonio mucho más tardío, que aparece en las memorias políticas publicadas 46 años después del motín, Prieto Laurens acusó directamente al gobernador del Distrito Federal, Celestino Gasea, y al jefe de los Establecimientos Fabriles Militares, Luis N. Morones, ambos miembros del Partido Laborista, de "realizar tUl criminal complot" para "sabotear las instalaciones del servicio de agua potable de esta ciudad y de Tacubaya". Prieto Laurens era en 1922 diputado al Congreso de la 13 Esta versión la sostuvo e l ingeniero Modesto Rolland en El Universal, 23 de nov iembre de 1922 y algo se vuelve a insinuar cuando el mismo periódico informa de la entrega de "unos documentos" del ex regidorJulio Zapata el29de noviembre de 1922. Una versión más neutra sobre la denuncia de Zapata se encuentra en Exce/sior, 29 de noviembre de 1922. El dipu tado Roque González Garza alegó en la tribuna contra la acusación de corrupción en el Ayuntamiento de 1922 en la venta de válvulas; véase su intervención en Diario de debates de la Cámara de Diputados (en adelante DDD), XXX, sesión de 23 de noviembre de 1922. 174 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLtnCA Unión por el Partido Cooperatista; hacia noviembre de 1922 se perfilaba claramente como el candidato con más posibilidades de ganar una regiduría y la presidencia del Ayuntamiento de la ciudad en 1923. Era claramente una estrella política en ascenso. Pero don Jorge tenía otra buena razón para hacer una acusación tan directa en sus memorias: un cuñado suyo --{)ficial de policía- fue asesinado en medio de la violencia de130 de noviembre. 14 LA ECONOMÍA MORAL DEL SERVICIO No conozco una estimación sistemática del alcance de la distribución del agua potable a los hogares y edificios públicos y privados de uso no habitacional a partir de la inauguración del sistema Xochimilco. Éste sería un dato de primera importancia, pues contribuiría a la evaluación de los impactos verdaderos del desabasto de agua en la ciudad en aquel noviembre. Algunas estimaciones, quizá excesivamente optimistas, indicaban que hacia 1912, cuando el sistema estaba prácticamente terminado, se abastecía a 14 000 casas de la ciudad. Pero hay otras versiones. Según Alfonso Villa, en 1913, un año después de que el sistema entró en operación, la demanda había aumentado en 50%, al pasar el consumo de 160 a 240 litros por habitante. En todo caso, hay evidencia de que el crecimiento de la demanda, y tal vez las limitaciones del sistema, llevaron a que el agua escaseara en 1917, 1922, 1923, 1925 Y1929." Es claro, además, y a partir de las fuentes consultadas, que una de las tareas más difíciles de cumplir es ubicar con alguna exactitud las zonas afectadas por la escasez del líquido. Una autora sostiene que la definición espacial 14 La intervención del diputado Prieto Laurens se encuentra en DDD, XXX, 1 de diciembre de 1922. Véase su libro Ci1!Wenta mios de pnlítica mexicana. Memorias políticas, México, 1968, pp. 138-139. Un autor, en principio más imparcial como 10hn W. Dulles, Ayer t'n México. Una crónica de/a Revolución 0919-1936), 1982, pp . 126-127, también habla de sabotaje a las bombas de la Condesa. 15 Para el número de casas servidas por el sistema, véase De la Barra, "Los grandes problemas ... ", op. cit., p. 186; elementos sobre el comportamiento de la demanda y las crisis de abasto en tre 1917 y 1929, se encuentran en Villa, "Seis siglos ... ", op. cit., p.303. 175 ARIEL RODRlCUEZ KURI del sistema Xochimilco claramente reforzaba la segregaClon social de la ciudad porfiriana, pues la distribución del agua por gravedad desde Molino del Rey privilegiaba el abasto d e las nuevas zo nas residenciales, del tipo de la colonia Condesa o juárez. Sin descartar esa hipótesis, parece indispensable matiza rla. El diputado Salvador López Olivares informó que vecinos de la colonia La Bolsa -una de las más pobres y populosas de la ciudad- se le habían acercado para plantear la urgente necesidad de que se regularizara el abasto de agua. Más aún, vecinos de la primera d emarcación (o primer cuartel mayor), que dijeron haberse reunido en "Junta comunal ", solicitaron al presidente Obregón que los tanques móviles recorrieran los "barrios más populares" pa ra abastecerl os de agua. 16 Esta evidencia, parcial y fragmentada, indica en todo caso que algunas zonas populares en la ciudad sí estaban recibiendo agua del sistema Xochimilco hacia 1922. Quizá valga la pena inquirir si un sistema como el de Xochi mi lco, que supone cierta cuota de gene ralización de la innovación tecnológica, contribu yó en alguna medida a contrarrestar el fenómeno de segregación socioespacial que el desarrollo económico y el modelo político porfiriano habían propiciado en la ciudad . 17 Pero las caracte rísticas físicas y espaciales del sistema de distribución de agua van de la mano de otro problema, quizá más difícil de documentar, pero no tan difícil de adi vinar: el papel que desempeñaba el servicio de agua potable en las percepciones sociales sobre el gobierno loca l y la naturaleza de los servicios que ofrecía. Ya en el Porfiriato temprano se había suscitado una enorme 16 La idea de que el siste ma Xochimt.1co consolidaba la segregación es de Romero Lankao, " Historia de las obras... ", op. cit . La intervención del diputado López Oli vares, en DDD, XXX, 28/ XI/ 1922. Para la solicitud de los vecinos de la prime ra demarcación, AGN, FOe, exp. 242.MI -A2, del presidente de la Junta Comunal al presidente de la Reptiblica, 28 de noviembre de 1922. La colonia La Bolsa se fund ó en 1890, es d ecir, con mucha anterioridad a la construcción del sistema Xochimilco; para una cronología de la formación de colonias en la ciudad véase Rod ríguez Kuri, La experit.. ,¡cia olvidadll. op. cit., p. 95. l' Véase JOM Lear, " Mexico City . Space and CJass in the Porfirian CapitaL 18841910", 1996. Lear es el historiador que con argume ntos de mayor peso sostiene que la ciudad porfiriana atravesó por un proceso de segregación socioespacial en el periodo. 176 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA roLtncA polémica en la prensa y en los medios políticos respecto al estatuto jurídico del servicio. En 1884 el gobierno del presidente Manuel González intentó concesionar a un particular la infraestructura de distribución de agua potable. Una parte importante de los periódicos capitalinos, el Ayuntamiento en pleno de 1885, y muy probablemente el mismo Porfirio Díaz, maniobraron para anular la concesión. El Ayuntamiento de la ciudad llegó a un acuerdo con el empresario para anular el contrato, ya partir de entonces nunca más se manejó en los medios políticos de la ciudad la posibilidad de una aventura semejante. lB Es como si la naturaleza pública del servicio hubiese quedado estatuida en el inlaginario político de la ciudad. Si bien este acontecimiento es casi 40 años anterior a los disturbios que se analizan, al menos debe considerarse que, a diferencia de otros servicios en la ciudad (los tranvías o el alumbrado público, que eran provistos por empresas particulares), la generación, distribución y administración del agua potable no perdió su carácter municipal durante el Porfiriato. Debe agregarse a esta peculiaridad uno de los aspectos menos explorado del periodo: que la modernización de los servicios en la ciudad (por ejemplo, la electrificación del alumbrado o los tranvías, a partir de 1896, o la propia construcción del sistema Xochimilco) recibían del gobierno y de las empresas una importante publicidad en la prensa. Esto convertía a los servicios en lo que George BasaBa ha llamado una necesidad percibida, es decir, una necesidad que sólo existe, propiamente hablando, cuando la población se confronta -vía la publicidad o la misma presencia física del servicio-- con el nuevo producto o servicio. 19 Un ejemplo: en otro estudio he tratado de mostrar que la demanda de alumbrado público por parte del habitante común de colonias y barrios aumentó sensiblemente sóloa partir del momento en que fueron electrificados y promocionados ampliamente como un logro en la modernización de la ciudad.'o El ciudadano pide Rodríguez Kuri, "Gobierno loca!... ", op. cit., pp. 169-177. Véase George Basalla, l.J;¡ evolución de la tecnología, 1991; también Mark J. Bouman, "Luxury and Control. The Urbanity of Street Lighting in Nineteenthcentury Cities", 1987. 20 Rodríguez Kuri, l.J;¡ experiencia olvidada, op. cit., pp. 181 Y ss. 18 19 177 ARlEL RODRiCUEZ KURI aq uello que conoce, que ve, que es tangible para su experiencia. La moderni zación de los servicios moderniza también su demanda. La construcción del sistema XóchimiJco (1903-1912) seguramente creó una necesidad percibida respecto al agua potable. La interrupción del suministro, en noviembre de 1922, generó en la población la ce rteza de que se vio laba su derecho a recibir el agua en el propio grifo de su casa o del barrio, con todo y que este sistema de d istribución, en realidad, no tenía más de diez años de funcionar en la ci ud ad. Pero la escasez también evidenció al menos otros dos fenómenos. En primer lugar, las autoridades loca les -a veces de ac uerdo con las nacionales y con algunos es tablecimientos particulareso rganizaron un sistema de abasto emergente. Así, se habilitaron ca rros au tomóviles o de tracció n anima l con tanques y tambos para recorrer las zonas más afectadas de la ciudad y repartir agua. También se recurri ó al expediente de desazolva r pozos a rtesianos, colocar pequeñas bombas eléc tricas o manuales, y repartir liquido gratuitamente, tal como sucedió en las colo nias C uauhtémoc y Nuevo Rastro. Una empresa cervecera, e l contratista de limpia de la ci udad, los Ferrocarriles Nacionales y a lgunos establecimientos comerciales o industriales también aprovecharon sus pozos O su equipo móvil para proveer de agua a los ciudad anos.21 No todos los habitantes vivieron de la misma manera la emergencia. En 1922 es perceptible en algunas fue ntes una clara distinción de la calidad social d e los habitantes. El periódico Exee/sior mostró que la distinción de clase, sobre todo con el recurso d e hacer visible el estatus, ocu paba un lugar central en la definición del paisaje humano en la ci ud ad: En muchos hoga res de la clase media, donde no se cuenta con servidumbre, debido a la escasez de criados q ue se han agotado a últimas fechas, se presenciaron escenas conmovedoras por falta de ~] Véase, por ejemplo, AGN, FOe, exp. 242-Ml -A.2, del secretario general del Ayuntamiento al presidente de la República, 29 de noviembre de 1922; lnforme de la Compañía Mexicana de Limpia y Transporte. 28 de noviembre de 1922; exp. 242MI-A, lniorme del jefe del Departamento de Ob ras Públicas, 30 de noviembre de 1922. 178 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLfTiCA agua. Al principio, las señoras y señoritas pertenecientes a esas familias se resistían a salir a la calle en busca de agua [pero] no tuvieron más remedio que hacerlo, y tomando cubetas, cacharros, y otros recipientes, se encaminaron [ ... 1 Cubriéndose el rostro con los pañuelos y chales, esas señoras se estacionaron frente a las fábricas [que ofrecían agua]. Otras fueron más afort unadas y no tuvieron que exponerse a esa vergüenza. U Esta evidencia no es menor, ni está aislada. Otros testimonios indican que hacia 1915, durante la crisis de desabasto y hambre en la ciudad, la comercialización de productos textiles y zapatería diferenció entre lugares y sistemas de racionamiento para "la clase media" y lugares y sistemas de racionamiento para el "pueblo".23 Este reportaje de Excelsior da cuenta de que hacia 1922 subsisten las miradas en las que la sociedad se representa como un sistema de diferencias. LA POLÍTICA EN LA CIUDAD Manuel Alonzo Romero (1887-1964) ganó la presidencia del Ayuntamiento de México a los 34 años. Médico de profesión, fue diputado constituyente por un distrito de Yucatán en 1916-1917, y diputado y presidente de la Cámara en la XXVII y XXIX legislaturas. Llegó a regidor en 1922 con el patrocinio d el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), cuando éste comenzaba su declive como organización política hegemónica de la familia revolucionaria.24 Alanzo Romero fue sincero: reconoció que se presentó como candidato por el séptimo distrito de la ciudad de México en la elección de diciembre de 1921 porque contaba con el apoyo del presidente Álvaro Obregón. De hecho, Alonzo se definió a sí mismo como uno de los pocos obregonistas en Yucatán, en tiempos de la muy Excelsior, 22 de noviembre de 1922. Cursivas mías. Véase Rodríguez Kuri, "Desabasto, hambre ... ", op. cit., pp. 157-160. 24 Sobre la pérdida de influencia del PLC en el Congreso, véase el esclarecedor artículo de Pablo Piccato, "El parlamentarismo y la construcción de una esfera pública posrevolucionaria", 1998. Picca to atribuye ese debilitamiento a las derrotas del PLC en sus proyectos para reformar la Constitució n y quizá introducir e l régimen parlamentario en México durante la XXIX Legislatura (1920-1922). II 23 179 A RIEL RODRiGUEZ KURI áspera y finalmente trágica disputa entre Carranza y el general inv icto por la sucesión presidencial de 1920. 25 Sin embargo, para una evaluación correcta del ambiente y las disyuntivas que rodean los disturbios de 1922, resulta clave no sobrestimar la naturaleza del hombre fuerte, aunque éste se llame Álvaro Obregón. Si el de Sonora pa trocinó a Alanzo en su carrera por la presidencia d el Ayuntamiento, no obstan te rápidam ente aparecieron diferencias entre ambos alred edor del problema de la política d e salud pública en la ciudad, evidentes en documentos de una retórica fuerte, áspera quizá . Alanzo pretendía controlar esa política desde el Ayuntamiento; Obregón argumentó que se trataba de una jurisdicción federal en la ciudad . El asunto d e la salud pública en la capital era un tema central en la agenda política de la ciudad revolucionaria, y de ning una manera se trataba de una disputa menor.26 En contraste con la mitología que rodea a Obregón, estudios recientes tienden a mostrar que éste resultó uno de los presidentes de la posrevo!ución que más batalló en sus relaciones con el Congreso. Estas dificultades en las relaciones Ejecutivo-Legislativo bien pudieron deberse a que el diseño constitucional, tal como operaba en 1922, definía al Congreso como un verdadero pod er, y más en las condicio nes de competencia po lítico-electo ral de la primera mitad de la década. Por otra parte, una cierta debilidad del presidente Obregón en sus relaciones con los diputados también pudo haber obed ecido a su inexperiencia política ." En el caso de la 25 lrúormación sobre Alonzo Romero se encuentra en DicciOllario de ¡listaría y biografía de la Revolución mexicmza, 1992, t. VII ; además, véase su libro Un mio de sitio, op. cit., pp. 3-13. 26 Sobre la dispu ta alrededor de las políticas de salub ridad, Alonzo, Uf! mio de sitio ... , op. cit., 51 y ss. La importancia ~ e la salud pública en la definición del Estado revoluciona rio en México la presenta Kathe rine Bliss, "The Science of Red.emption: Syphilis, Sexual Promiscuity, and Reformism in Revolutionary Mexico City ", 1999. 27 Un estudio que presenta indicios de que Obregón fue uno de los presidentes más débiles de la posrevo!ución frente al Congreso es el de Jeffry A. Weldon, "El presidente como legislador, 1917-1934" , en Pablo Piccato (ed .), El poda legislathlO t'/1 las décadas posrevoluciollarias, 1908- 1934, 1997 . Un ejemplo: de las 194 iniciati vas que Obregón presentó a la Cámara de Diputados, sie te (3.6%) fueron consideradas de obvia resolución, 74 recibieron dictamen fa vorable (38. 1%), 17 recibieron dictamen 180 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLfTICA xxx Legislatura, que se instaló ell de septiembre de 1922, hay más de un indicio de que el Partido Cooperatista resultaba mayoritario en la Cámara de Diputados, aunque es difícil establecer la magnitud de su mayoría. Como se sabe, al menos otros tres partidos estaban representados en aquella Cámara: el Liberal Constitucionalista, el Nacional Agrario y el Laborista. Un eslabón que vincula la política en la Cámara de Diputados, el funcionamiento del gobierno municipal y la respuesta a la escasez de agua en noviembre se encuentra en la figura del gobernador del Distrito Federal. Antes de la descompostura de las bombas de la Condesa (es decir, del 20 de noviembre), y durante los días de emergencia por el desabasto, los diputados estaban discutiendo el presupuesto de egresos de 1923, y específicamente las partidas correspondientes a la gubernatura del Distrito Federal. Aquella discusión acabó por convertirse en un verdadero cuestionamiento de la naturaleza del gobierno del Distrito Federal. Los cooperatistas no sólo disminuyeron el salario del gobernador del Distrito y de otros funcionarios en una votación que ganaron holgadamente (124 a 20), sino que alegaron ampliamente sobre la necesidad de desaparecer ese puesto del organigrama del gobierno federal. De manera sintomática, no se cansaron de llamar al gobernador del Distrito "jefe político" o simple "jefe de sección", cuya única función era controlar a los ayuntamientos e incautarles sus ingresos. Pero hay más: el alegato cooperatista reflejaba un asunto imperfectamente reconocido por los historiadores del periodo: que el municipalismo en el programa revolucionario y en el discurso constitucional posterior a 1917 era algo más que retórico. Ese municipalismo se expresaba en organizaciones políticas como la del Partido Nacional Cooperatista, quizá una de las fuerzas más coherentes y de mayor arraigo nacional dentro de la familia revolucionaria, al menos desfa vorable (8.8%), pero 96 (49.5%) no fueron dictaminadas. Si sumamos estos dos últimos indicadores, casi 60% de las iniciativas de Obregón fra casaron en la Cámara durantesu periodo presidencial. A su manera, Dulles,op. cit., pp. 168 Yss., también ha reparado en esa debilidad . Es necesario consultar Picca to, "El parlamentarismo ... ", op. cit., para entender algunas de las ca racterísticas del trabajo de los diputados poco antes y poco después de la Constitución de 1917. 181 A Rl EL RODRle UEZ K URl hasta antes de su caída con mo tivo del pronunciamiento delahuertista de 1923-1924.28 La disputa sobre la fig ura y el papel de la g uberna tura era un as unto añejo en la his toria d e la ciudad de México. De hecho, la pugna entre el gobernado r y el Ay untamiento es uno de los elementos más pec uliares de la histo ri a política d e la ca pital. Debe quedar es tab lecid o qu e la g ubernatura no fue en ningún m omento d es pués d e 1824 (es d ecir desd e la fun dac ión cons tituci ona l del Distrito Federa l), y tampoco después de la pro mulgación d e la Constitución de 1917, un cargo electivo. El goberna dor del Distrito Federal era un m.iembro de l gabine te presidencial, sólo responsable an te el presidente de la República. Para efectos prác ticos, era el ho mb re de l presidente en el gobie rno de la entidad. No es de extrañar que la mayor pa rte de los co nflictos hayan aparecido alreded o r d e los ámb itos de competencia del gobernado r y del Ayuntamiento. Hacia 1922, por ejem p lo, la administración del agua potable era un asunto municipal, pero la segu rid ad pública y el control de las policías (m ontad a y de a pie) era atribución del gobernador.29 Ala nzo, por la na turaleza del cargo q ue oc upaba y por sus propias dotes políticas, era un hombre fuerte en la política local y un co nocido en la nacional. Como se d ijo, ganó su regid uría con el apoyo de l Partid o Li beral Constitucionalista , pero deb ió contar en momentos críticos de su ges ti ón con el apoyo de los cooperatistas de Prieto La urens en la Cáma ra d e Diputados y del único regidor cooperatista d el Ayun tamiento de 1922, Jo rge Carregha 3 0 Pero en el period o no hay una defini ción perm an ente o duradera d e 2B La d iscusión sobre el presupuesto del Distrito es crucial para entender las tensiones en tre el Ejecutivo, la Cámara y el gobierno nllmicipal de la ciudad ; se puede seguir el debate en DDD, XXX, sesión del 23/ XI / 1922, sobre todo las intervenciones de Prieto Lau rens, Luis N. Morones, José F. Gutiérrez, Aurelio Manrique y José Siurob. De la na tu raleza del cooperatismo y de su programa político hacia 19221923, escribe María Eugenia Terrones, "El Partid o Coopera tista ", 1993. 2'l Se ilustran y argu mentan estos destinos encontrados del gobernador y el Ayuntam iento en mi trabajo Ln experiell cia olvidada , op. cit., cap. 1. 30 Del apoyo cooperatista a Alanzo, el mejor testimonio es la in tervención d e Prieto Laurens en la Cámara al día siguiente del motin; véase DPD, XXX, sesión del 1 de noviembre de 1922. 182 D ESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLíTICA los bloques políticos ni en el Congreso ni en el Ayuntamiento. Es probable que algunos miembros del PLC hicieran política en contra de Alanzo, de tal suerte que en agosto tu vo que solicitar un voto de confianza a los regidores frente a las acusaciones de que se extralimitaba en sus funciones, sobre tod o en el ámbito financiero. El voto le fue otorgado en una sesión de cabildo en que 16 regidores expresaron su apoyo a Alanzo, pero cinco se lo negaron.31 Lo de agosto fue apenas una escaramuza. Al declararse la emergencia d el agua en la ciudad, la p resión sobre el Ayuntamiento se incrementó de manera notable. El presidente Álvaro Obregón recibió peticiones encendidas para que el Ayuntamiento fuera destituido y en su lugar se creara un órgano de administración local extraordinario. Los organizadores de la manifestación del 26 de noviembre -donde sobresalfan periodistas y redactores de prensa- solicitaron a Obregón que interpusiera "toda su fuerza moral para que el actual Ayuntamiento renuncie en masa". Una persona que telegrafió anónimamente al presidente, también pidió el "cese" de los muníci pes, a quienes llamó "ladillas". Un tal José D. Salazar llamó a exp ulsar a los "politicastros" de los negocios municipales. Y Juan Sánchez Azcona ofreció su ayuda en el caso de que el presidente decidiera sustituir al Ayuntamiento con un Consejo de administración, compuesto de un máximo de cinco personas. Un buen día, el periódico El Demócrata llamó a fo rmar un "soviet municipal" para el gobierno de la ciudad, como respuesta a la ineficacia del Ayuntamiento. Obregón respondió en todos los casos de manera similar: que no era facultad del Ejecutivo a su cargo "d isolver" el Ayuntamiento de la capital ni sustituirlo de ninguna forma.32 31 Archivo Histórico de la Ciudad de México (en adelante AHCM), Secretaría General, Gobernación, vol. 3933, copia certificada de la sesión extraordina ria , 11 de agosto de 1922. l2 Véase los telegramas a Obregón y las respuestas de éste en AGN, FOC, exp. 242MI-A, del comité o rganizador al presidente, 26 de noviembre de 1922; de José Guatti Rojo al presidente, 26 de nov iembre de 1922; anónimo al presidente, s/f; de José D. Sa lazar al presiden te, 2 de d iciembre de 1922; de Juan $ánchez Azcona al p resid ente, 3 de d iciembre de 1922; de grupos feministas al presidente, 1 de d iciembre de 1922. Para la formación de l "soviet", véase AHCM, Secretaría Particular, Prensa, vol. 4015, "Cuestionario ... ", 23 y 24 de noviembre de 1922. 183 AR!EL RODRlCUEZ KUR! El debate en la Cámara de Diputados sobre el desabasto de agua expresaba tanto los recursos argumentales de legitimación como los programas inmediatos que asumían e impulsaban los actores políticos. Los cooperatistas de Prieto Laurens insistían en que se trataba de una campaña que iba más allá de la escasez de agua: diputados y grupos afines al laborismo de Luis N. Morones estaban tra tando de defenestrar el Ayuntamiento con el fin último de desaparecer el régimen municipa l en la ciudad de México. Los diputados laboristas e incluso algunos agraristas, como Antonio Díaz Soto y Gama. asumieron el desabasto como una oportunidad para dar rOS ITO y mo ti vo a su oposición al Ayuntamiento de 1922, pero también como una oportunidad de impedir la llegada de Jorge Prieto Laurens y los cooperatistas al Ayuntamiento d e 1923. No es difícil imaginar que el juego politico en la ciudad requería de habilidades políticas importantes, de sentido de la oportunidad y, sobre todo, de la creación y control de maquinarias politicas. El recurso de la violencia en la política local evidentemente existía, pero no careció de cierta racionalidad y cierto sentido específico. Un momento clave era la jornada electoral: controlar las mesas de votación y las juntas computado ras en las elecciones municipales -según lo muestran los testimo nios de protagonistas- requería de algo parecido a grupos de choque: contingentes dispuestos a intimidar, empujar, apedrear, usar garrotes, tomar locales y, eventualmente, hacer uso de armas de fuego. Jorge Prieto Laurens da cuenta de es ta práctica a propósito de las elecciones municipales de 1919: "Formamos grupos de choque, encabezados por militares revo lucionarios, retirados o po~tergados , que mantuvieron a raya a los polizontes y esbirros, durante la propaganda, el día de las elecciones y al instalarse la junta computado ra en el Palacio de Minería. 3J Pero el problema para un político como Alonzo era que, por una parte, no controlaba la fuerza pública de la ciudad (que dependía del gobernador del Distrito Federal, Celestino Gasca, es decir, de uno de sus enemigos del momento), y por la otra, es probable que su liderazgo y la evolución misma del PLC se estu vieran JJ Prieto Laurens, op. cit., p. 58. 184 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLíTICA retrasando en cuanto al desarrollo de formas de encuadramiento y movilización clientelar de grupos populares. En otras palabras, Alonzo era más débil a la hora de generar movilizaciones y concentraciones de personas que sus enemigos laboristas o que sus amigos cooperatistas. Ya desde el primer semestre de 1922, Alonzo había tomado cartas en el asunto, pues sabía de sus desventajas comparativas. Hacia finales de junio, y con cargo al presupuesto del Ayuntamiento, estaba constituida una Guardia Municipal compuesta por alrededor de 50 hombres. Ese contingente tenía por misión vigilar el Palacio Municipal y al propio presidente del Ayuntamiento, incluso en su residencia particular. Era como una guardia de corps. De hecho, en abril se reportó la aprehensión de dos hombres que rondaban la casa particular de Alonzo, y que amenazaron a los guardias del munícipe.34 Esta guardia municipal desempeñaría un papel importante la tarde y noche del 30 de noviembre. ¿MOTÍN, ASALTO? Entre el 20 y el 30 de noviembre el desabasto de agua generó una gran espiral de violencia verbal y física en la ciudad. El Ayuntamiento, es decir, la instancia de gobierno responsable del aprovisionamiento del agua, enfrentó al menos dos detractores de primera importancia dentro del universo político capitalino: la prensa y los contingentes del Partido Laborista. Como dije, el Partido Laborista, desde la Cámara, desde el gobierno del Distrito Federal y en las movilizaciones callejeras, vio en la escasez de agua una oportunidad para expulsar a Alonzo del gobierno municipal y, sobre todo, para impedir la victoria del Partido Cooperatista en las elecciones municipales de diciembre. 34 Sobre la Guardia Municipal, véase AHCM, 5ecretar1la General. Gobernación; vol. 3932, del oficial de guardia al secreta rio general, 29 de abril; "Relación que manifiesta los individuos que forman la Guardia Municipal", 29 de junio; "Relación que manifiesta los indi viduos que vienen a reforzar a la escolta del ciudadano presiden te municipal", 17 de mayo de 1922. 185 ARJEL RODRÍGUEZ K URJ La prensa en la primera mitad de la década de 1920 era un ámbito de la política mexicana que gozaba de cierta autonomía respecto al gobierno nacional y los partidos, y era en sí misma un actor, con sus propias prioridades discursivas. Esa prensa no sólo "reflejaba" lo que acontecía en el país y en la ciudad; con sus énfasis temáticos y de estilo creaba una suerte de agenda para la discusión pública de algunos asuntos. En el que era quizá el periódico más influ yente del momento, El Universal, el desabasto de agua ocupó los titulares de la primera plana prácticamente tod os los días previos al 30 de noviembre. El 22 cabeceó: " La ciudad desesperada por la fa lta de agua. El público pide que el Ayuntamiento sea disuelto en vista de su ineptitud ". Al día siguiente preguntó: "¿El Ayuntamiento está engañando a la ciudad?" Al reseñar una manifestación celebrada el 26 de ese mes, tituló: "¡Agua! ¡Agua l ¡Agua l Fue el grito metropolitano". Y para el 28 sentenció: "La ciudad continúa sin agua y el Ayuntamiento sigue sin renunciar", Excelsior, a su vez, otorgó también una muy amplia cobertura a la escasez de agua. El 24 de noviembre cabeceó a ocho columnas: "Se acentúa notablemente la indignación popular por la falta de agua". y en el caso de El Un iversal, por ejemplo, se percibe coherencia en su política editorial. En caso de que fuera posible identificar la política del diario respecto al gobierno local, ésta consistía en señalar la inoperancia del gobierno municipal para una ciudad como la de México. Lncapacidad técnica y administrativa y corrupción de los regidores eran los caballos de batalla del periódico en sus comentarios sobre la adminis tración de la ciudad. En los días previos a la descompostura de las bombas una nota en primera plan a decretaba: "No la ciudad de los palacios, sino de la basura", y dos días después, un editorial argumentó en fa vor de que entrara al Ayuntamiento "gente honrada ".35 En éste estaban claros respecto del ambiente que preva lecía en la prensa. Durante octubre y noviembre, en la Secretaría particular del presidente municipal intentaron un seguimiento sistemático de las opiniones de los periódicos respecto a la gestión del gobierno local. 35 El Universal, 12 y 14 de noviembre de 1922. 186 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCiA POlÍTICA Tal seguimiento incluyó la elaboración de guiones y definición de prioridades para que Alonzo Romero estuviera capacitado para responder los cueshonamientos de los reporteros. Esa política de información quizá culminó unos dJas antes de la descompostura de las bombas. EllO de noviembre Alanzo y el contratista de limpia recorrieron con periodistas las obras de pavimentación en el centro de la ciudad yen la colonia Roma. 36 Pero no sólo la prensa, sino también los periodistas (o al menos un grupo de ellos) desempeñaron un papel claramente militante que marcó los ambientes y, de alguna manera, el desenlace de los acontecimientos de noviembre. Fue una de las organizaciones gremiales de periodistas (conocida como la Liga de redactores) la que llamó a dos manifestaciones para exigir la renuncia del Ayuntarniento, y a la formación de un consejo municipal designado por el presidente de la República. La primera manifestación, el 26 de noviembre, partió del Hemiciclo a Juárez, pasó frente al Ayuntarniento en el Zócalo, enfiló para la Alameda, la rodeó, y regresó por la avertida Juárez al propio Hemiciclo. Dos días antes de esta marcha se informaba del "aspecto extraño" que mostraba el palacio mWlicipal con las azoteas "ocupadas por gendarmes y soldados" y con la "guarclia de corps del alcalde" armada con revólveres. En la demostración del día 26/ la policía montada escoltó a los manifestantes "para el caso que se pretendiera disolverla [a la manifestación] con elementos del Ayuntarniento" ." La segunda manifes tación fue anunciada para el 30 de noviembre, y partió de la calle Belisario Dominguez (ver plano), justo frente al centro social de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), la central obrera dirigida por Luis N. Morones y brazo sindical del Partido Laborista . La marcha tomó por la calle de Aquiles Serd án, pasó frente al edificio del Correo, dobló por Hidalgo, llegó y se detuvo en la calle de San Diego (justo frente a la sede del gobier36 Esa suerte de política de comunicación social -diría en un vocabulario anacrónjco-- se encuentra en AHCM, Secretaría Particula r, Prensa, vol. 4015, "Cuestionario para la prensa", 31 de octubre de 1922 y 11 , 24 Y 25 de noviembre de 1922. Para la visita a las obras de pavimentación, El Ul1iversal, 10 de noviembre de 1922. 3? Para la convoca toria de los periodistas a la marcha, véase AHCM, Secretaría Particular, Prensa, vol. 401 5, "Cuestionario ... ", 23 y 24 de noviembre de 1922 y El Universal de los días 25, 26 Y 27 de noviembre de 1922. 187 ARlEL RODRlcUEZ KURI Plano MmJifestaci6n del 30 de noviembre de 1922 Realiznció" Técnica: Bárbara Ve/arde Dibujó: Alejandro Diol/ido Carrera 188 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLfTICA no del Distrito, encabezado por Celestino Gasea, miembro prominente del laborismo) . Después se dirigió hacia la avenida Madero, donde hizo un mitin frente al Salón Rojo. En la desembocadura de Madero en la Plaza de la Constitución se les unieron los contingentes -<lice una crónica- de los "obreros rojos", quizá de la Central General de Trabajadores. Poco después de las seis de la tarde, los marchistas se encontraban frente al Palacio del Ayuntamiento. ¿Quiénes participaron en esa manifestación? Según una fuente, el Centro Social de Choferes, grupos de obreros tejedores de las fábricas de San Ángel y de la capital, y obreros d e las artes gráficas; un sindicato de actores, uno de zapateros y otro de cerveceros; empleados de limpia y transporte del Ayuntamiento; un grupo de sastres y otro de trabajadores de El Palacio de Hierro, y un sindicato de billeteros ambulantes. Deben agregarse dos contingentes más: mineros de Pachuca y obreros de las fábricas de equipo militar de la Secretaría de Guerra. El Universal estima que originalmente partieron unas 2 000 personas de la sede de la CROM, pero hacia las siete de la noche habría entre 4 000 Y 5 000 personas en los alrededores del edificio del Ayuntamient0 38 Un análisis del comportamiento de los manifestantes y de las personas que se encontraban en el interior del edificio sugiere que se tenian noticias de una intentona de parte de los primeros para tornar por la fuerza las oficinas municipales. El Partido Cooperatista publicó al día siguiente un boletin donde señalaba que desde el mediodía del 30 sabía de las intenciones de "los amarillos" de Celestino Gasea de invadir el recinto municipal, pero es igualmente importante saber que ningún regidor se encontraba en las instalaciones del palacio municipal después de las cuatro, y el número de empleados en el recinto hacia las seis de la tarde (sin contar a la guardia municipal) era de unos diez, entre mozos, taquígrafas y algunos funcionarios menores; además, por órdenes superiores, se había adelantado la paga de algunos empleados." 38 La ruta de la manifestación y los participantes son descritos en El Un iverSDI, 1 de diciembre de 1922. Prieto Laurens aseguró en la Cámara que entre los manifestantes había mineros de Pachuca; véase DDD, XXX, 1 de diciembre de 1922. )9 El boletín, en El Universal, 1 de diciembre de 1922. Véase los testimonios de Pedro Soto, conserje, y Apolinar Gil Herrera, intendente del palacio en AGN, FOC, 189 ARlEL RooRlGUEZ K URI Un asunto crucial pa ra entender la dinámica y el sentido del 30 de noviembre es la manera como se iniciaron los disturbios. Como vimos, una multitud ca lculada entre las 4 000 Y 5 000 personas había culminado la manifestación frente al palacio municipal en el Zócalo. Este grupo fue antecedido unos diez minutos por un pequeño contingente d e 50 hombres que, en palabras de un oficial de la policía montada, "comenzaron a insultar a toda la policía [y le a rrojaron) palos y piedras, pero sin detenerse en [el) edificio" municipal. Esto es, cuando arribó el contingente mayo r, ya había tenido lugar un conato de violencia frente al palacio. A su vez, el regidor Jorge Carregha recuerda que cuando la manifestación pasó por la esquina de 16 de Septiembre y Bolívar, en dirección a la Plaza de la Constitución, el grito de los manifestantes era "muera Prieto I.a urens y toda su pandilla "; incluso asegura Carregha que dos ex regidores del Ayuntamiento (Francisco Mejía Mora y otro de apellido Concha) incitaron a la multitud "para que lo linchara" (a Carregha, se entiende)'O Celestino Gasea (gobernador del Distrito Federal), al informar a Obregón la noche misma de los acontecimientos, sostu vo que "el tumulto" se había originado cuando la multitud fue balaceada por la "guardia que custodiaba el edificio" , Es necesario aclarar que en principio exis tían dos grupos armados custodiando el inmueble: unos 20 hombres de la gendarmería montada (dependientes del gobernador Gasea), que se encontraban a fuera del edificio, en los portales; y unos 15 de la guardia municipal (que dependían direc tamente del presidente municipal), en el interior. El comandante del destacamen to de la mo ntada, sin embargo, recuerda que antes degue se iniciara la balacera, la puerta del palacio fue "violentamente cerrada" desde dentro; esta acción dejó a unos 15 elementos de su pelotón (incluyéndolo a él) en los portales exteriores del edificio. El comandante no tu vo más remedio que tratar de calmar a los manifestantes, que para ese momento ya habían arrebatado la exp. 242-MI -A, informe del jefe de la Policía Judicial al Procurador del O. F., 8 de diciembre de 1922. -MI AGN, FOC, e xp. 242-Ml-A, informe del jefe de la Gendarmería montada , 2 de diciembre de 1922; del jefe de la policía judicial al Procurador del D. F., 8 de diciembre de 1922. 190 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLÍTICA ca rabina y el sable a un gendarme. La respuesta que recibió de los manifestantes a sus intentos de moderar los ánimos fue "que no nos metiéramos en nada [los de la gendarmería montada]" pues lo que "[queremos es] matar al presidente municipal"'l El argumen to del comandante de la policía montada es importante, sobre todo porque brinda información que no aparece en la cobertura periodística d el tumulto y, de hecho, modifica la secuencia de los acontecimientos. El Un iversal, por ejemplo, al enumerar tres versiones sobre el origen de los primeros disparos (que se hicieron desde las torres de la Catedral; o desde el interior del edificio municipal; o que fueron los propios manifestantes los que dispararon sobre la guardia del inmueble), sugirió que fue precisamente después de los disparos contra los manifestantes cuando éstos tomaron como ariete una viga de los andamios que servían en la reparación del edificio y derribaron una puerta. El jefe del destacamento policiaco afirmó lo contrario: que los manifestantes en los portales tomaron una viga, arremetieron contra la puerta, y sólo en ese momento se escucharon los disparos. Esta aseveración coincide con el dictamen de la policía judiciat según el cual los gendarmes dispararon una vez que la puerta había cedido ante el empuje del ariete de los manifestan tes" Con el derribo de la puerta se inicia un enfrentamiento entre dos grupos de personas claramente diferenciados. De una parte los elementos de la guardia municipal y d e la gendarmería montada, que sumaban unos 25 hombres, armados los primeros con revólveres y los segundos con carabinas y sables. De la otra, unos 200 manifestantes (que se habrían separado del grupo mayor de 4 000 o 5 000) provistos de palos, piedras y -al menos algunos de ellos~ I AGN, FOC, exp. 242-MI-A. Del gobernad or Celestino Gasca al presidente Obregón, 30 de noviembre de 1922; informe del jefe de la gendarme ría montada, 2 de diciembre de 1922. 42 Véase El Universal y El Univesal Gráfico, 1 de diciembre de 1922. Este último publicó el testimonio de un dirigente sindical, quien aseguró que los dispa ros se hicieron desde e l edificio de l Centro Merca ntil y desde una de las torres de ca tedral. Pa ra la versió n del comandante de los gendarmes y de la policía judicial, véase AGN, FOC, exp. 242-MI -A, informe del jefe de la gendarmería montada, 2 de diciemb re de 1922; del jefe de la policía judicial al procurador de justicia del D. F.,S de diciembre de 1922. 191 ARIEL RooRfCUEZ KURI revólveres. Este último punto es clave, pues ya fuera por costumbre o porque la ocasión lo ameri taba, algunos de los hombres que protestaban en la manifestación estaban armados. Estos, después de forcejear en la puerta e irrumpir en el patio interior del edificio, acabaron por hacer uso de sus pistolas, como relataron después algunos testigos. Al menos un manifestante (miembro de uno de los sindicatos más importantes de la CROM) declaró a la policía judicial que disparó sobre los gendarmes y la guardia municipal. El comandante de la montada, a su vez, informaría a sus superiores: "me interpuse entre la puerta derribada y los manifestantes para evitar que siguieran introduciéndose en el edificio, pero me fue imposible por haber sido atacado por los mismos a pedradas, balazos y palos" 4 3 Al ceder la puerta, los gendarmes de la montada se replegaron al primer piso y trataron de controlar la escalera. En la planta baja, los manifestantes habrían volado algunas cerraduras de las puertas de las oficinas y destruido mobiliario. rero sobre todo -según el testimonio del comandante- habrían emprendido "un ataque formal contra mis fuerzas con distintas armas de fuego". Una vez más, los gendarmes se replegaron al siguiente nivel , para descubrir que el oficial mayor del Ayuntamiento y algunos empleados municipales estaban disparando sus revólveres contra los manifestantes de la planta baja. Según el comandante, llamó la atención al oficial mayor y a sus compañeros con el argumento de que semejante acción "no era procedente en esos momentos de agitación popular" -vaya eufemismo-. El oficial mayor habría respondido que disparaba porque los manifestantes estaban entrando a la tesorería municipal. donde había importantes caudales. Le pidió entonces al comandante que sus hombres regresaran a la planta baja a proteger el dinero. HSobre el asun to de las annas de los manifestantes véase AGN, FOC, exp. 242·MlA, informe del jefe de la gendannería montada, 2 de diciembre de 1922; del jefe de la policía judicial al procurador de justicia del D. F., 8 de diciembre de 1922; véase en este último documento los testimonio del mozo Luis S. Sánchez y, sobre todo, el de Roberto Serrano, quien es identificado po r la policía judicial como "líder obrero" de la curtid uría de los establecimientos militares . Serrano reconoció haber disparado contra los gendarmes. Los entrecomillados son del primer documento. 192 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLITIC A Los gendarmes habrían accedido a semejante petición. Hicieron disparos al aire para amedrentar y bajaron las escaleras "bajo continuo fuego que nos hacían con sus pistolas los manifestantes que se encontraban en el patio del palacio municipal" . Según esta versión, los gendarmes desalojaron a los manifestantes de los salones de la planta baja y de la tesorería, y se dedicaron en seguida a apagar un incendio en el Departamento de Empadronamiento. El incendio se había iniciado debido a las estopas empapadas de gasolina que se arrojaron desde la calle a través de las ventanas rotas, aunque la policía judicial manejó después la versión de que un chofer introdujo una lata con gasolina que fue vaciada en el piso. En todo caso, la extinción del fuego se hizo "bajo un nutrido tiroteo que los manifestantes nos hacían la través] de las rejas de las ven tanas", es decir, desde la calle hacia la oficina de empadronamiento. Al menos un gendarme y un manifestante fueron recogidos en ese lugar por la Cruz Roja, cada uno con herida de bala en una piema. 44 Lo que sucede a continuación es más confuso. En todo caso, después de apagar este primer incendio en la oficina de empadronamiento, el comandante de los gendarmes, Saúl Pérez Granja, fue relevado por otro oficial, el coronel Javier Echeverría. Según la versión de Pérez Granja, poco después de su relevo un grupo de manifestantes regresó al edificio municipal e incendió de nueva cuenta las mismas oficinas. No obstante, el dictamen de la policía judicial no menciona un segundo incendio. El Universal, en cambio, da cuenta de que los bomberos no pudieron cruzar la Plaza de la Constitución en virtud de la gran cantidad de personas que bloqueaban el acceso al palacio. Excelsior sugiere que los bomberos estaban actuando con una parsimonia sorprendente, dadas las circunstancias. En todo caso, los tragahumo estaban ya en retirada cuando su comandante los obligó a regresar desde la calle de Madero para que mcieran su trabajo. Además de la versión periodística, ni el parte de la gendarmería montada ni el de la 44 AGN, FOC, exp . 242-MI -A, informe del jefe de la genda rmería monti'lda, 2 de diciembre de 1922; del jefe de la policía judicial a l procurador de justicia del D. F. , 8 de dicie mbre de 1922. 193 ARlEL RODRlCUEZ KURI policía judicial mencionan pa rticipación a lguna de los bomberos en la ex tinción del fuego ..J5 A estas alturas, es necesario plantear el problema de la duración de la refriega. Según la información disponible, la manifestación llegó al Zócalo a eso de las 6:30 de la tarde; la carga sobre la puerta y la balacera habría iniciado unos 20 minutos antes de las ocho de la noche. Pero no es posible establecer el tiempo que transcurrió entre la irrupción de los manifestantes en el interior del palacio y su desalojo o salida voltmtaria del mismo. En todo caso, sabemos del arribo al Zócalo - hacia las 8:30 de la noche- de fuerzas del 49" batallón de infantería, reforzado por elementos de los batallones 22°, 27' Y47'. Estas unidades fueron enviadas de emergencia por el comandante de la gua rnición de la plaza. Existen indicios de que el propio secretario de Guerra y el comandante de la plaza recorrieron el Zócalo, aunque no es posible establecer en qué momento. De cualquier forma, la manera como terminaron los disrurbios en el Zócalo es qui zá la parte menos detallada por los informantes. El saldo del enfrenta miento en el pa lacio municipal fue de 11 o 12 muertos y más de 60 heridos, pero existe un elemento adicional que es fundamental para entender aquella jornada en la ciudad . Han quedado reportados, inmediatamente después de los enfrentamientos en el Zóca lo, otros dos hechos que llaman poderosamente la atención. Según un informe periodístico, las instalaciones del Partido Naciona l Coopera tista (en las calles de San Juan de Letrán) fueron también atacadas por hombres armados. Es difíc il es tablecer si ese ataque fu e simultáneo o pos terio r a los hechos en el Zóca lo. También la casa particular del presidente municipal fue obje to de un asa lto. Éste arrojó, según un periódico, un saldo de cinco heridos de bala, pero según otro, la friolera de ocho muertos. Es de notarse que la casa del presidente municipal se ubicaba en las calles de Tabasco, en la colonia Roma. Ello hace supone r que los asaltantes -que habrían salido del Zócalo- mu y probablemente ~5 AGN, FOC, exp . 242-M ¡-A, informe del jefe de la gendarmería montada , 2 de diciembre de 1922; de l jefe de la policía judicial al procurador de ju sticia del D. F.. 8 de d iciembre de 1922. Véase, además, Exct'lsior y El Universnf, 1 de diciembre de 1922. 194 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLÍTICA se transportaron en camiones. Que algo se sospechaba sobre este último ataque, lo evidencia el hecho de que -según Excelsior- 200 hombres de las tropas federales habrían relevado a los gendarmes montados que protegían la casa de Alanzo." CONCLUSIONES ¿Cuál es la naturaleza política y social de los acontecimientos del 30 de noviembre de 1922? La evidencia disponible y su análisis permiten aventurar algunos puntos de interés que deben alimentar una discusión más amplia sobre las relaciones entre el crecimiento de la ciudad, por un lado, y las modalidades de encuad ramiento político, los mecanismos de interlocución y las formas de representación simbólica y de acción directa, por otro. Por principio de cuentas, es muy probable que un sistema de agua potable como el de Xochimilco haya tenido una cobertura más amplia de lo que las interpretaciones segregacionistas suponen. Los estudios sobre el desarrollo del sistema de agua potable (y, en general, sobre los servicios públicos) en la ciudad porfiriana atacan más el problema de la oferta que el de la demanda. La irritación popular que la prensa recoge y las comunicaciones de colonos con el presidente de la República, con el Ayuntamiento y con los diputados, sugieren que zonas populares de la capital efectivamente estaban recibiendo el líquido en el momento del accidente (o del sabotaje) en la casa de bombas de la Condesa. La verdadera extensión y calidad del servicio es una asignatura pendiente en la historiografía. Y esto no sólo en términos de las capacidades de planeación y regulación de la autoridad local, sino de los aprendizajes colectivos sobre los usos materiales y políticos del servicio. La gente de los barrios y de las colonias debió aprender a relacionarse con el gobierno local para garantizar su acceso al agua o para incrementar la calidad del servicio. En otras palabras, hay una verdadera historia política detrás de la llave comunal o particular. 46 Para los saldos de muertos y heridos y los ataques al PCN y la casa de Alonzo, véase El Universal y Excelsior, 1 de diciembre de 1922. 195 ARIEL RODRÍGUEZ K URI El motín de noviembre de 1922 es una estación modesta, pero con sus elementos irrepetibles, en la historia política y cultural de la urbanización mexicana. Debe considerarse en seguida lo que llamaré la autonomía relati va de la política en la ciudad de México en la d écada de 1920. Hablo de autonomía en el sentido de que los partidos y los hombres políticos forjad os alreded or de la competencia electoral por el Ayuntamiento definían en buena medida sus estrategias, su vocabulario y sus tiempos. El Ayuntamiento y los políticos municipales mantenían relaciones estrechas y permanentes con la presidencia de la República y con el Congreso, pero no eran subordinadas. Que sea posible documentar una atención sistemática del titular del Ejecuti vo federal y de los diputados a las circunstancias d e la vida local, habla de la centralidad política de la capital nacional. La esfera política local es también relativamente autónoma debido a la peculiaridad de sus ma terias y problemas, entre otros, la de la gestión y administración d e servicios públicos como el del agua potable. Concluyo, en tercer lugar, con un hecho en buena medida sorprendente. Del análisis de los participan tes y de su número en la manifes tación del 30 de noviembre destaca la nula, o al menos no registrada, presencia de mujeres. Esto es así a pesar de que en los días previos la prensa destacó en fotografías filas de mujeres en las fuentes p úblicas o en las afueras de los establecimientos comerciales que estaban regalando agua. Como sabemos por los trabajos de Geo rge Rud é y E. P. Thompson, y al menos desde el siglo XV UI, en las explosiones de descontento durante las crisis de precios y de abasto de alimentos, la participación femenina es siempre defini tiva. En este caso particular, ni en la preparación de la manifestación, ni en los hechos violentos en el palacio municipal, ni en el reporte de herid os y muertos, ni en los imormes de la policía montada, ni en los testimonios recogidos por la policía judicial, encontré referencia a mujeres. Los rumores aquel día presagiaban tormenta. Quizá tirios y troyanos, ante la inminencia de un asalto violento al edificio del A Y'mtamiento, llevaron al extremo una suerte de masculinización de la política: se- manifestaron, se golpearon y se balacearon sin mujeres a la vista. 196 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENClA POLITICA Finalmente, es necesario reconocer que una caracterización general de los acontecimientos del 30 de noviembre de 1922 es harto compleja. De una parte, parece inobjetable que el desabasto de agua generó enojo y beligerancia en importantes sectores de la ciudadanía. La falta de suministro se interpretó como una falta grave de la autoridad en la medida en que la población en general habría ya percibido e introyectado la distribución del agua potable por tubería a las casas o a la llaves públicas como un derecho adquirido e inamovible. De otra suerte, sin embargo, en la violencia propiamente dicha que estalló después de la manifestación del 30 de noviembre, se encuentran -juzgo yo- elementos que no pueden ser considerados meramente como espontáneos. Que algunos manifestantes portaran armas de fuego tal vez obedeciera a los usos y costumbres del momento, pero la presencia de contingentes como los mineros de Pachuca y los ataques simultáneos o posteriores a la sede del Partido Cooperatista y a la casa particular del presidente municipal Manuel Alonzo dejan entrever una cierta estrategia de violencia organizada y con fines más específicos. En medio del enojo público por el desabasto de agua, no es improbable que el Partido Laborista y la CROM hayan intentado un verdadero golpe de mano contra el Ayuntamiento en funciones, en manos todavía de los políticos del Partido Liberal Constitucionalista que, como hemos visto, era una organización política en franca decadencia en el segundo semestre de 1922. Los laboristas tenían en la mira, sobre todo, bloquear el ascenso del Partido Cooperatista y de su estrella política Jorge Prieto Laurens, quien fue, tal vez, el primer cachorro civil de la Revolución mexicana. Los cooperatistas y Prieto Laurens, finalmente, arrasarían en las elecciones municipales de diciembre de 1922, seguramente porque tenían la más eficiente y poderosa maquinaria política en la ciudad. La hegemonía del laborismo en la ciudad de México debió esperór mejores tiempos, los que llegaron con la desbandada cooperatista luego del pronunciamiento militar de Adolío de la Huerta contra el presidente Álvaro Obregón y su candidato presidencial, Plutarco Elías Calles, en diciembre de 1923. 197 ARtEL RODRICUEZ K U RI SIGLAS y REFERENCIAS AGN A rchi vo Gene ra l de la Nación. A HCM Archi vo Histórico de la Ciudad de México. Diario de los Debales, México, D. F. El Ull iversal, México, D. F. El Ulliversal Gráfico, México, D. F. Boletíll de la Sociedad Mexicmw de Geografia y Esladíslica, México, D. F. Alan zo Romero, Manuel, U,¡ n/ID de sitio a la presidencia mllnicipal. Cróllica y cOlllell lario de ,,"a labor accidelllada, 1923, p . 389. Arrom, Silvia M., " Popular Politics in Mexico City: The Parián Riot, 1828", Hispanic Americall Historienl Review, vol. 68, núm. 2, ma yo de 1988, p . 245. - - Y Serva ndo Ortoll (eds.), Riols ill lile Cilies. Poplllar Polilics a/1d lile Urball Poor ill Litl;,t Alllerica, 1765-1910, Wilmintong, Schola rl y Resources, 1996, 248 p. - - , "Rethinking Urban Politics in Latin America befare the Populis t Era", en Arrom y Ortoll (eds.), Riols i/1 lile Cilies. Poplllar Polilics alld lile Urball Poo,. ill Litlill AII/erica, 1765- 1910, Wi lmintong, Schola rl y Resources, 1996, p 1. Ba rra, Ignacio L. de la, " Los grandes problemas de la ciudad . El agua potable", Bolelíll de la Sociedad Mexicalla de Geografia y EsladíSlica, t. XLII , 1930, p. 185. Barragán, Mariano M " " Inform e sobre la inundación acaecida en la plan ta de bombas de la Condesa el19 de noviembre de 1922", 9 de dicie mbre de 1922. Basa lla, George, Lit evolllciólI de la leCllología, México, ConacultaC rítica, 1991, 292 p . Bliss, Catherine, "The Science 01 Redemption : Syphilis, Sexual Promiscuity, and Reformism in Revo luti onary Mexico City", Hispal1ic Americnll Historienl Revh.'w, voL 79, n(¡m . 1, 1999, p. 53. Bloch , Avital H. y Servando Ortoll, "¡Viva México! ¡Que mueran los ya nquis! The Guadalajara Riots 01 1910", en Arrom y Ortoll (eds.), Riots ¡" tite CiNes. Po/mlnr Politics nlld lile Urbn ll Poor ;,¡Liltil¡ Americn, 1765-1910, Wilmintong, Scholarly Resources, 1996, p. 195. 198 DESABASTO DE AGUA Y VIOLENCIA POLiTICA Bouman, Mark J., "Luxury and Control. The Urbanity of Street Lighting in Nineteenth-Century Cities", Joumal 01 Urball History, vol. 14, núm.!, noviembre de 1987, p . 7. De la Barra, Ignacio L., "Los grandes problemas de la ciudad. El agua potable", Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. XLII, 1930, p. 185. Diario de debates de la Cámara de Diputados, XXX, sesión del 23 de noviembre de 1922. Diario de debates de la Cámara de Diputados, XXX, "Intervención del diputado López Olivares", 28 de noviembre de 1922. Diccionario de historia y biografía de la Revolución mexicana, México, Instituto Nacional de Estudios Histó ricos de la Revo lución Mexicana, 1992, t. VII. Dulles, John W., Ayer en México. Una crónica de la Revoli¡ción (19191936), México, Fondo de Cultura Económica, 1982, 653 p. Cilje, Paul A., "The Baltimore Riots of 1812 and the Brea kdown of the Anglo-American Mob Tradition", Joumal 01 Social History, vol. 13, núm. 4, 1980, p. 547. Knight, Alan, The Mexican Revolution, Lincoln y Londres, University of Nebraska Press, 1990, 2 vol. Lear, John, "Mexico City. Space and Class in the Porfirian Capital, 18841910", Joumal olUrban Histonj, vol. 22, núm. 4, mayo de 1996, p. 45. Mancilla, Elizabeth, "Aspectos económicos y política de desarrollo en las obras públicas en la ciudad de México durante el Porfiriato: el caso de la obra hidráulica", tesis de licencia tura, México, ENEP-Aca tlán, UNAM, 1990, 175 p. Moore, Barrington, La injusticia: bases sociales de la desobediencia y la rebelión, Sara Sefchovich (trad.), México, IlS/UNAM, 1989,481 p. Obras de provisión de aguas potables pora la ciudad de México, México, 1910. Perló, Manuel, Historia de las obras. planes y problemas hidráulicos en el Distrito Federal, México, IlS-UNAM, 198. 63 p. Prieto Laurens, Jorge, Cincuenta años de política mexicana. Memorias políticas, México, Editora mexicana de periódicos, li bros y revistas, 1968, 422 p . Rabb, K. (comp.), El hambre en la "istoria, el impacto de los cambios en la producción de alimentos y los modelos de consumo sobre la sociedad, Madrid, Siglo XXI. 1990,371 p. 199 ARlEl RODRle uEz KURI Romero Lankao, Patricia, "Historia de las obras de abastecimiento de agua y drenaje de la ciudad de México y de su impacto socioambienta l", tesis de maestría en sociología, México, FCPS-UNAM, 1991,325 p. Rodríguez Kuri, Arie!, La experiencia olvidada. El Ayuntamiento de México: política y gobiem o, 1876-1912, México, El Colegio de México y Universidad Autónoma Metropolitana, 1996,331 p. - -, "Gobierno local y empresas de servicios: la experiencia de la ciudad de México en el Porfirialo", en Priscilla Connolly y Sandra Kuntz (comps.), Ferrocarriles y obras públicas. Lecturas de historia económica mexicana, Instituto Mora / El Colegio de Michoacán/ El Colegio de México / lIH-UNAM, 1999, p. 165. - -, "Desabasto, hambre y respuesta política, 1915", en Carlos Illades y Ariel Rodríguez Kuri (comps.), Instituciones y ciudad. Ocho estudios históricos sobre la ciudad de México, México, FP / Uníos / Soner, 2000, p. 125. - -, "Gobierno local y empresas de servicios: la experiencia de la ciudad de México en el Porfiriato", en Priscilla Connolly y Sandra Kuntz (comps.), Ferrocarriles y obras públicas. Lecturas de historia económica mexicana, México, Instituto Mora / El Colegio de Michoacán / El Colegio de México/ Instituto de Investigaciones Históricas, 1999, p. 16. Rudé, Georg, La multitud en la historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra, 1730-1848, Ofelia Castillo (trad.), Madrid, Siglo XXI, 1979, 275 p. - - , Revuelta popular y conciencia de clase, Jordi Beltrán (trad.), Barcelona, Crítica, 1981, 242 p. . Tamayo, Sergio, "Cultura ciudadana, espacio público e identidades colectivas. Estudios de caso de los cierres de campaña del PRO, PAN Y PRI en la ciudad de México, 28 y 29 de junio de 1997", en AllI/ario de Espacios Urbanos. Historia, Cultura, Dis,,!o, 1999, p. 75. Terrones, María Eugenia, "El Partido Cooperatista", Boletín Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblonca, núm. 13, mayo 1993, p. 55. Tilly, Louise A., "Derecho a los a limentos, hambre y conflicto", en Robert 1. Rotberg y Theodore K. Raab (comp.), El hambre en la historia: el impacto de los cambios en la producción de alimentos y 200 D ESABASTO DE AGUA Y VIO LENCIA POLmCA los modelos de consumo sobre la sociedad, Madrid, Siglo Veintiuno, 1990,371 p . Thompson, E. P., Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preilldustrial, Eva Rodríguez (trad .), Barcelona, Crítica, 1984, 275 p . Van Young, Erick, "Islands in the Storm. Quite Cities and Violent Countryside in the Mexican Independence Era", Past and Present, núm. 118, febrero de 1989, p . 130. Villa, Alfonso,"Seis siglos d e abas tecimiento de agua en la ciudad d e México", Ingeniería, 1941, p. 302. Weldon, Jeffry A., " El presidente como legislador, 1917-1934", en El poder legislativo en las décadas posrevoluciollarias, 1908-1934, 19081934, México, Porrúa / lnst'ituto de Investigaciones Legislativas / Cámara de Diputados, LVI Legislatura, 1997, p . 25. 201 SEGUNDA PARTE Descontento y protesta Descontento, protesta y resistencias subalternas: un contexto historiográfico r edro Sa" Miguel' U NA MIRADA HISTORI OGRÁFICA EL ESTUDIO DEL DESCONTENTO, las rebeldfas, las protestas y las resistencias po pulares cuenta con una respetable traQ.ición que se ha ampliado y di ve rsificado durante los últimos años. Lo que comenzó a perfilarse hacia mediados del sig lo xx como un modesto riachuelo, se ha convertido actualmente en un verdadero to rrente de in vestigaciones y refl exiones en torno a cómo los sectores dominados han manifestado su descontento, intentando, en ocasiones, transformar sus condiciones de v ida. En ese largo transitar historiográfico por las rebeldías han ocurrid o algunas modificaciones significativas en los modelos teóricos, las concepciones po líticas y hasta en el lenguaje que se ha utilizado en el estudio de las resistencias a la o presión y a la dominación. Una breve revisión de las tendencias principales que han prevalecido durante las últimas décadas nos ayuda rá a ubicar con mayor precisión los enfoques, acentos y apo rtaciones de los trabajos que componen esta sección del presente volumen. Sobre el particular propongo una lectu ra de la historiografía en to rno a las res istencias que, de alguna manera, subvierte el canon prevaleciente, el que tradicional.mente ha privilegiado las aportaciones provenientes d e Europa y Estados Unidos, pasando • Universidad de Puerto Rico-Recinto de Río Piedras. 205 PEDRO SAN MIGUEL por alto las contribuciones de los lla mados países del Tercer Mund o 1 Esta apreciación soslaya, en primer luga r, que en muchos países de esta región lo subalterno ha representado desde siempre una zona es pecialmente problemática, por lo que ha constituido un ámbito de reflexió n intelectual de primer o rd en . En América Latina y el Caribe, por ejemplo, lo suba lterno ha estado configurado por facto res como la raza, el colo r, la etni cidad y la cultura, y no solamente por crite ri os económicos o de clase. Por tal razón, a partir de la Conquista surgió toda un a tradición de deba te sobre la posición de los secto res indios, negros y mes tizos en las sociedades latinoamericanas y caribeñas. 2 Estas discusio nes adquirieron m ayo r algidez con el surgimiento d e los estados naciona les debido, en buena medida, a la adopció n de las diversas variantes d e los credos repu blicano y li beral, los qu e plan teaban como un a cuestión acucian te el problema de la ciudada"ía; es decir, de la posible incorpora ció n de las g randes masas a las nuevas entidades nacionales q ue eme rgieron con e l derrumbe de los sistem as coloniales. 3 Asistid os po r los letrados de las recientes nacio nes, los nuevos amos del poder articularon ideologías que constituían, en lo fundamental, here ncias de las antiguas discursivas colo niales y que, como éstas, estaban fuertemente ancladas a conce pciones raciales.~ Las clases subalternas fueron concebidas como lastres del progreso nacional debido a sus orígenes étnicos, raciales y culturales; po r ende, era necesa rio modificarlas o e rradica rl as. Percibidas como "clases pelig rosas", como símbolos de la barbarie, com o refractarias al desarrollo econó mico y a la mode rnid ad , los sectores populares -sobre todo si eran campesinos de o ri gen negro o indígena- fu eron tra tad os como "otros interi ores", como una amena za intrínseca. Veáse Joseph Fontana, HIstoria: allólisis del pasado y proyecto social. 1982. Sobre el Caribe en particular, véase Pedro San Miguel, "Las resistencias de los subalternos en la historiografía d el Caribe", Secl/f'ucia. Rellista de Historia y Ciellcias Socialt'S, num oSO, nueva época, México, Institu to Mora, 2001, pp. 6-23, Y "Visiones históricas del Caribe: entre la mirada imperial y las resistencias de los subalternos", Rellista 8rasileira do Caribt', 2001, pp. 61-73. J Para una presentación de estos debates en Méx ico, véase Ferna ndo Ese" lante Gonzalbo, CilldadallOS imagillarios, 1993. 4 Richard Graham (ed .), Tlle Idea of Race i" Lati" Amt'rica, 18iO-1940, 1990. I 2 206 D ESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS Por eso había que "domesticarlos", transformarlos en materia prima que los grupos dirigentes pudieran morigerar, controlar y dominar. Desde esta perspectiva, las formas de vida, las culturas y las resistencias de los subalternos no eran sino expresiones de su barbarie, de su innata incapacida d para integrarse a la civilización, apuntaladas por las economías de mercado y por el Estado nacionaP No obstante, los complejos procesos sociales, políticos, económicos y cultura~es que sufrieron los países de América Latina y el Caribe durante las primeras décadas d el siglo xx contribu yeron al surgimiento de nuevas reflexiones en tom o a los sectores subaltem os. 6 En su mayoría, el foco de atención de estas nuevas reflexiones estribó en las aportaciones de las clases populares a la definición de las culturas nacionales, razón por la cual las resistencias abiertas -como las rebeliones, motines y revueltasfu eron apen as abord ad as por esas obras. Aun aSÍ, y a pesar de sus numerosas contradicciones y ambigüed ades frente a "lo popular", constituyeron hitos importantes en la reconsideración de lo subalterno y, en consecuencia, en las nuevas nociones acerca de las identidades nacionales. Y si bien la histo riografía marchó a la zaga en esta ingente labor de revaloración de lo popular, lo cierto es que varias de las obras más influyentes provinieron de pensadores y escritores cuyas indagaciones, afincad as principalmente en la sociología y la antropología, poseían una fue rte impronta histórica. Valga mencionar como muestra al mexicano Manuel Gamio, al haitiano Jean Price-Mars, al peruano José Carlos Ma riátegui, al cubano Fernando Ortiz y al brasileño Gilberto Freyre-' No por casualidad entre estos autores se encu entran algunas de las figuras fund acionales de l indigenismo y del movimiento de la negritud . .5 Pedro San Miguel, " La ciudadanía de Calibán: poder y discursiva campesinista en la era de Trujil lo", Revista Mexicana del Caribe, 1999, pp. 6-30. Además, Romana Falcón, México descalzo ... , 2002. 6 Ped ro San Miguel, " Visiones históricas del Caribe ... " op. cit., p . 57. 7 Manuel Garnio, La población del Valle de Teotilruacall, 1979; jea n Price-Ma rs, Así habló el Tio, 1968; José Ca rlos Mariá tegui, Siete wsayos de interpretación de la realidad peruana, 1973; Fernando O rtiz, El engaño de las razas, 1975, y Los negros ese/avos, 1987; Gilberto Freyre, Casa-gral/de y senzala, 1977. 207 PED RO SAN MIGUEL Por importan te que fu ese la obra de estos autores, lo cierto es que su inquietud central residía en la cuestión nacional. Su problema fundamental estribaba en dilucidar cómo lograr la plena integración de los "otros interi ores" a la nación; en consecuencia, sus expresiones de rebeldía y resistencia continuaron siendo un incordio, diHciles de aborda r y de incorporar a las narrativas nacionales. Por tal motivo, pocos autores se plantearon estudiarlas de forma sistemática; mucho menos las consideraron como un factor determinante en la formación de las socied ades latinoamericanas y caribeñas. En tal sentido, la obra d e C. L. R. James, The Black Jacobil1s, publicada originalmente en 1938, constitu yó un acontecimiento historiográfico inusual en ese momento, ya que en ella las masas de esclavos de la colonia de Saint Domingue son los ve rdaderos héroes de la lucha contra la esclavitud y el régimen colonial francés. Son también los forjadores de la nación haitiana, la segunda en ser fundada en el continente americano.8 Sin embargo, este tipo de perspecti va, según la cual las clases populares no aparecen como meros apéndices de las acciones y las decisiones de los caudillos, los caciques o los pa tricios, contó con escasísimos seguidores en América Latina y el Caribe. No sería sino hasta décadas más tard e cuando se iniciaría una corriente de indagación sobre las resistencias de los subalternos que, en el caso del Caribe, tendría como eje central las rebeliones y las cimarronadas de los esclavos. 9 Fue precisamente, en el contexto de la segunda posguerra mundial cuando se dieron las condiciones para el incremento del interés por el estud io de las resistencias de los subalternos. A ello contribuyero n varios factores, como los movimientos de descolonización y libe ración nacional en el Tercer Mundo, al igu al que los movimientos de protesta en Europa y Estados Unidos. Las revoluciones china y vietnamita, al igual que las luchas anticoloniales en África y los movimientos sociales en América Latina -sobre todo los de origen rura l-, le brindaron una nueva pers pectiva a las revolu ciones mexicana y rusa de 1910 y 8 C. L. R. James, The Black lacobil/s: Tou ssaill t rOllverture ami tire San Domillgo Revo/utioll, 1963. 9 Pedro San Miguel, "Visiones históricas del Caribe . .. ", op. cit., pp. 65-67. 208 D ESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS 1917, respectivamente, Estas conmociones sociales, en los mismos albores de la centuria, y la secuela de grandes revoluciones ru rales que las sucedieron, hicieron patente que el siglo xx -que desde la teleología marxis ta se prefigu raba como la era de las revoluciones proletarias-, se convertía de hecho en la época de las grandes revoluciones campesinas, Por ta l razón, se comenzó a reva lorar las resistencias, las protestas y las sublevaciones de los sectores premodem os, en especial de los campesinos y de los trabajadores ag rari os. lO Esto suscitó que en Europa y Estados Unidos se desarrollara un inusitado interés en los conflictos y en los movimientos sociales que emergían en ese "Otro" mundo que era el llamado Tercer Mund o. Ello se evidenció, por ejemplo, en la obra de algunos historiad ores marxistas, como Eric Hobsbawm. Amén de producir investigaciones innovadoras sobre la historia social y de realiza r iluminadoras reflexiones acerca de "lo popular",ll el mérito más destacado de este autor estribó en impugna r, mediante su labor historiográfi ca misma, el d ogmatismo que aquejaba al marxismo hacia mediados del siglo xx. H obsbawm rom pió con el rígido análisis de clase del marxismo dogmático, con su esquemático énfasis en la oposición explotad or-ex plotado, y prestó atención a determinadas formas de conflicto que se ubicaban no en el terreno de la lucha económica desembozad a, sino en otros ámbitos de la confrontación social. Así, aunque rea lizó di versos estud ios en torno a la clase obrera y a los artesanos, sectores sociales que, según el esquema marxista, constituían las clases ex plotadas por excelencia en el sistema capitalis ta, también prestó atención a lo que denominó "rebeldes primitivos", entre los que detectó una di versidad de resistencias, expresadas a través de modos no convencionales, como el bandolerismo y la organización de empresas económicas violentas como la "mafia" .1 2 Concebidos por Hobsbaw m como ex ponentes de las rebeldías "arcaicas", tales " rebeldes primitivos" ex presaban su descontento Eríe R. Wolf. Peasant Wars of the Twentieth Cmtury, 1973. Eríe Hobsbawm, Trabajadores: estudios de historia de la clase obrera, 1979, y Sobre la historia, 1998. 12 Eríe Hobsbawm, Primitive Rebels: Stlldies in Are/taie Forms of Social Movement in the 19th and 20th Cellturies, 1976. \1} 11 209 P EDRO SA N MICUEL median te fo rm as "prepolíticas", ya q ue carecían de lo que, según constituyen las ex presio nes mode rnas d e organización de las luchas sociales, como los sindica tos y los partid os políticos. No por casualidad esas luch as "prepolíticas" se ubi caban principalmente en contextos rurales o en socied ades d onde prevalecía un capitalis mo inci piente o poco desa rrollado, fue rtemente matizad o po r estru ctu ras "feuda les", cam pesinas y p reca pita lis tas en general. Por tal razón, y aunqu e no exentos de críti cas y coloracio nes, los modelos propuestos por Hobsbawm fu ero n aplicados principalmente a países y épocas históricas do minados po r el mundo rural. 13 Imaginada po r Hobsbawm la historia social en el m arco general de la metana rrativa de la mod erni zación, en sus modelos im pera la noción de que lo político se define a base de las mod alidades de l confl icto social p revalecientes en las sociedades modernas. Por ende, en las sociedades rurales "tradicionales" las luchas sociales apenas gene ran fo rmas "p repolíticas" de acció n. Lo pro piamente político se ubica sólo en la mode rnid ad . Debido a su énfas is en las ex presiones culturales de las clases po pulares p revias a la industria lizació n, esfu erzo cercano al de la antropología,!' E. P. Thompson, el o tro gran ex ponente de la histo riografía ma rxista británica, pudo evitar esa trampa. En su fa moso ensayo " La economía moral de la multitud en la lnglaterra del sig lo XVIII ", 15 q ue es, sin duda, uno de los más influ yentes desd e el punto de vista conceptuat Thompson evidencia que los sectores populares ingleses - rurales y u rbanos- poseían concepciones sobre la prod ucció n, el intercambio y el comercio mu y distintas a las de los secto res dom inantes. De ello se desprende que tenían nociones propias ace rca de la justi cia, las relaciones entre los ét Como ejemplos, véase Anión Blok, Tlle Mafia o/ a Siciliall Village, 1860-1960: o/ Vio/i'lIt Peasou! Elltreprwwrs, 1975; Richard W Slatta (ed .), Baudidos: Tlle Varieties o/ lAtí" American Bmlditry, 1987; Louis A. Pérez, Jr., Lords 01 file MOl/llfaill: Social Ballditry alld Peaso,,1 Protes/ ;11 CI/ba, 1878-1918. 1989; Elizabeth J. Pe rry. Rem'ls a"d Rwo/lltiOllnries ill Nortll Chilla, 1845-1945. 1990; y Pau\ J. Vanderwood. Disorder alld Progress: Bal/di/s, Palia, alld Mexicon Developmellt. 1992. 14 E. P. Thompson, TIre Making o/ tire ElIglis/! Workillg C/uss, 1966. e Historia social y alltropologÜl, Méx ico, 1994. IS E. P. Thompson, TradiciólI. revl/elta y consciencia de clase: estlldios sobre la crisis dt' la sociedad prcilldustrial, 1979, pp. 62-134 . 13 A Study 210 DFSCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBA LTERNAS diversos sectores sociales y del papel de las fuentes de poder. rara Thompson, las multitudes inglesas de la época preindustrial, por muy premodernas que fueran, inscribían sus acciones en un entramado po[(tico en la medida en que pretendían alterar las relaciones de fuerza a partir de ese conjunto de percepciones que conformaban su idea de una "economía moral". Además, su noción de la clase obrera como resultado de las experiencias y las vivencias mismas de los sectores trabajadores, y no como producto automático de las fuerzas económicas, lo hizo rechazar las interpretaciones más socorridas del marxismo.16 Hobsbawm y Thompson no fueron sino la punta de lanza de la renovación de los estudios históricos que ocurrió luego de la segunda Guerra Mundial y que se aceleró durante las décadas de 1960 y 1970. Entonces emergieron nuevas propuestas en torn o al estudio de las clases subalternas, entre cuyas vertientes más importantes se encuentran: la "historia popular", la "historia desde abajo" (history from Ihe botlom up) y los "estudios campesinos". " A partir de entonces se suscitó una verd adera avalancha de indagaciones sobre las clases subalternas desde una diversidad igualmente impresionante de técnicas, enfoques metodológicos y teorías, las que incluían el estudio de las mentalidades y la vida cotidiana --exploradas especialmente por va rios de los miembros de la "escuela de los Annales" -, la microhistoria, la "economía moral" y la lucha de clases. 18 El surgimiento de la sociología histórica fue uno de los factores que más contribuyó a la renovación de estudios sobre los movimientos sociales y de las protestas de los sectores populares. El uso sistemático de la computación y la aplicación de los métodos estadísticos posibilitaron el análisis de gra ndes cantidades de E. P. Thompsoo, The Poverty ofTheory & Otlzer E.ssays, 1978. muestras, véase Raphael Samuel (ed .), Historia poplllar e historia socialista, Barcelona, 1984. También las revistas History Works}¡op y Joumal of PeasalZt Studies, que comenzaron a publicarse en 1976 y 1973, respectivamente. 18 Entre muchos otros: Emmanuel le Roy Ladurie, MOl/fail/oll: Th e Promised lAnd 01 Error, 1979; CarIo Ginzburg, The Cheese and the Worms: The Cosmos of a SixteenthCentllry Mil/u , 1982; James Scott, The Moral E.conomy of the Peasara: Rebellion and Subsistence j " Souflleast Asia, 1976; Eugene D. Genovese, Rol/, Jordan , Rol/: Tlle World the Slaves Made, 1976. 16 17 Como 211 P EDRO SAN MIGUEL datos con el fin de ex plorar la relación entre diversas variables o causas en el surgimiento y desa rrollo de las protestas, las revueltas y las insurrecciones po pula res. 19 También se realiza ron ingentes esfuerzos por ex plicar el papel de las clases populares en los g randes procesos de mode rni zación y de identificación del sustrato éti co de sus p rotestas, descontentos y rebeldías, como ejemplifican los influye ntes trabajos de Barringto n Moo re. 2o La fascinación de los histori ado res y de los científicos sociales euro peos y estadunid enses con las insu rreccio nes, rebeldías y revoluciones en los países del Te rcer Mundo se manifestó con mayo r intensidad a partir de los años sesenta del siglo xx, cuando en los mismos centros metro politanos se dejaron sentir los ecos d e las rebeliones anticoloniales y de los movimientos d e reivindicación social. En Estad os Unidos, po r ejemplo, se ex presó en un creciente interés por la histo ria de los p roblemas y los m ovimientos agrarios en los países de América Latina. 21 En ocasiones, tal interés redund ó en obras innovad o ras qu e se han convertid o en verd aderos clásicos de la historiografía la tinoameri cana. Tal es el caso, para mencionar uno de los ejemplos más conocidos, del estudio de John Wo mack sobre la Revolució n mexicana, obra en la qu e los campesinos za patistas del estad o d e Mo relos desempeñan el papel protagónico del relato.22 Con esta o bra, Womack contribuyó decidid amente a la renovación de la histo ri a social y po lítica d e México; a pa rtir de entonces, las g randes masas del país no pod ía n ser concebidas meramente como espectad oras de los acontecimientos: ahora tenía n qu e ser percibidas como age ntes acti vos en los procesos histó ri cos q ue han moldead o al México contemporáneo. Desde en19 Como ejemplos: Charlt:>S lilly el al., T/¡e Rebelliolls Ct'lI tury, 1830-1930, 1975; Jeffery M. Paige, Agrariall Revolu tioll: Social MOIlt'IIU'IltS and Export Agriwlttm' in tll e' Ullderdeveloped World, 1978. 20 Barri ngton Moore, Social Origills o/ Dictatorsllip alld Democracy: Lord and Peasallt ill tlle Makil/g o/ tlll' Modem World, 1966, e IlIjustice: Tllf.' Social Origills 01 Obediellce (lIId Revolt, 1978. 21 T. Ly nn Smith (ed.), Agrariml Relorm il/ Latin Americn, 1965; Henry A. Landsberger (ed.), LAtí" Americall Pensant MOVflllents, 1969; RodolfoStavenhagen (ed.), Agrariall Problems alld Peasalll MOUl'mellls Íl I Latil/ Ameriea, 1970; Alain de lanv ry, Tll e Agrarial! Q/lestioll Q/ld ReJormism il! LAtill AmericQ, 1983. 22 John Womack, Zapata alld tll/: Mexicnll Revo/ll tioll, 1970. 212 DESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS tonces no ha cesado el interés estadunidense por la Revolución, al igual que por la participación de las clases populares en otros acontecimientos clave de la historia mexicana, como la Independencia y los conflictos armados en el siglo XIX. 23 Las rebeliones campesinas en Asia también desempeñaron un papel crucial en el estudio de la subalternidad. Los movimientos agrarios en el sudeste asiático constituyeron la base para discusiones acerca de las reacciones de los campesinos ante el avance de la economía de mercado, debate de honda tradición en los estudios sociológicos y antropológicos N Uno de los aspectos centrales de este debate, que ha incluido también a América Latina y África," ha girado en tomo a las relaciones causales entre el desarrollo de las economías mercantiles, la transformación de las sociedades rurales y el surgimiento de movimientos de rebeldía. En estas discusiones han ocupado un papel protagónico las propuestas de James Scott, primero sus nociones sobre la "economía moral ", que heredó de Thompson, y más recientemente sus planteamientos acerca de las "resistencias cotidianas" y las " resistencias ocultas" .26 Originalmente las teorías de Scott sobre el "arte de las resistencias" fueron criticadas aduciendo que había pocos estudios que, para América Latina al menos, pudieran demostrar esas resistencias cotidianas. 27 No obstante, hoy en día existe una impresionante 2) Entre las obras más connotadas de esa amplia literatura hi stórica se encuentran: Friedrich Katz (comp.), Revuelta, rebelión y revoluci6n: la hidra rural en Méxieo del siglo XVI al siglo XIX, 1990; john Tutino, From fn sllrrectioll fo Revolufion il/ Mexico: Social Bases of Agrarian Violence, 1750-1940, 1988; Eric van YounS- Tlle Otl,er Rebrlliol/: Popular Vio/enCl', ldeoiogy, alld tlle Mexica/l Sfruggle for llldependwce, 1810-1821,2001. 24 James Seott, op. cit., 1976; Samuel L. Popkin, Tlle RatiOllal Peasallf: Tlle Po/itica! Eco1/omy of Rural Society in Vietl/am, Berkeley, 1979; Pedro San Mig uel, Los campesil/os del Cibao: econom(a de mercado y transformaci6n agraria en la República Domillicalla, 18801960, 1997; José Luis Calva, Los campesinos y su devenir w las eco/1Omias de mercado, 1988. 25 Frederick Cooper et al., Confrolltillg Historieal Paradigms: Peasallts, Lnbor, a/ld tlle Capitalist World System in Africa alld LAtin America, 1993. 2& James C. Scott., Weapolls of tlle Weak: Everyday Forms of Peasmlf Resisfance, 1985, y Domi11atiOll alld the Arfs of Resista/ICe: Hiddell Tral1scripts, 1990. 27 Matthew C. Guttman, " Rituals of Resistance: A Critiq ue of the Theory of Everyday Forms of Resistance" , Lntin American Perspectives, vol. 20, núm. 2, 1993, pp. 74-92. 213 P EDRO SAN MIGUEL literatura histórica qu e tiende a evidenciar las diversas formas en qu e las g randes masas de esta región se opusieron a los esquemas de ex plo tación y do minación usa nd o esas "arm as del débil" que constitu yen las "resistencias cotidian as y ocultas". Tal se puede decir qu e fu eron los casos de las poblaciones de esclavos y libertos que, con sus acciones, incidieron en el proceso abo licionista, al igual que en los arreglos labo rales posteri o res a su emancipació n;28 o las d ive rsas maneras en qu e los campesinos y t:-abajad o res rurales se defendieron frente al acoso de los terratenientes, los comerciantes y el Estado. 29 En consecuencia, actu almente son cad a vez más las in vesti gaciones sobre las clases populares q ue ad optan sistemáti camente las conce pcio nes de Scott acerca de las "resistencias cotidianas". Uno de los rasgos m ás notables del es tudi o de las clases pop ul ares du ra nte las úl timas d écad as ha s ido el intento de incorporar la cultura como va ri able determinante de las resistencias de los secto res d ominados. Esto respo nde a va ri os fac to res, en tre ellos a las influencias de la antropo logía. Histó ricamen te, la an tro po logía se ha disting uid o po r estudiar a los O tros, entend iend o po r tales a los no occidentales. Esta sedu cción po r lo distinto, lo ignoto y lo distante se centró en el estu dio de la cultura q ue era, a fin d e cuentas, lo qu e di fe renciaba a los "primiti vos" de los occidentales. Irónicamente, la fascinación por lo ex traño prod ujo, p ri mero, cierta 211 Entre o tros ejemplos, Rebecca j. Scott, 51aue Emmltipatioll ill Olba: Tlle TrmlsitiOI! fa Free Labor, 1860-1899, 1985; Thomas C. Holt, Tlle Problem of Freedom: Race, Labor, al/d Politics il/Jamaica (md Britain , 1832-1938, 1992 . 29 Fernando Picó, LiIH.'rtad y si'rllidl/mbre e/I el PI/erto Rico del siglo XIX: los joma/ero::; ¡lflladi'iíos ell lIísperas del allge del eafé, 1983; jeffrey L. Gould, To Lead as Eql/als: RI¡ral Prolest alld Poli/ieal COlIsciollSl1eSS il/ Chinalldega, Nicaragua, 1912-1979, 1990; Gilbert joseph y Daniel Nugent (eds.). ElIeryday Forms of Slafe Forma/ion: Rt'l'olll tiol1 ami tlrt' Nego tiatiol/ of Rule i,r Modall Mexiro, 1995; Ca therine Legra nd, " Informal Resistance on a Dom in ican Suga r Plantation during the Trujillo Oiclalo rshi p", His,mllir Americal1 Historienl R/'l!iew, vol. 75, n úm. 4, 1995, pp . 555-596; Romana Falcón, op. ti! .. 2002; Ped ro San Miguel, " Peasant Resistance lo Sta te Oemands in the Cibao during the U.s. Occupa tion", Lnfill AIII('ficmr Pt'rspecliues (Estados Unidos), vol. 22, nú m. 3, 1995, pp. 41-62, El pasado fi·lt'gado: estl/dios sobre la Iristoria agraria domillienna, 1999. " Historias de g ringos y campesinos: una rev isita a la ocu pació n eSladunidense de 1,1 Replíb lica Do minica na, 1916-1924" , 5t'CI//'IIcia. núm . 55, 2003, pp. \O7-1--l1 , "La SJlt'rm 5i/l'llci05a": las IlIdlas sociah's ellla fIImlfa dominicana (en prensa). 214 D ESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS empatía con los "nati vos", lo qu e se exp resó en el deseo de da rles voz, de rescatar su palabra, de transmJtir lo qu e se consideraba qu e era su propio mensaje. Si bien con ambi valencias y ambigüedades -después de todo se trata de exp resa r lo qu e son los Otros-, la antropología ha desempeñad o un pa pel determin ante en ese intento de representar a los secto res populares como agentes históri cos autóno mos con un a perspectiva propia. JO Este esfuerzo se evidenció en la décad a de 1960, cu and o va ri os antropólogos se dieron a la tarea de recuperar esas voces, trad icionalmente marginadas. JI Este interés po r los sectores p remodernos ha tom ado un nuevo gi ro durante las últimas décadas debido a los debates que se han generado en la disci plina de la antropo logía en torno a lo que se ha denominado el "problema de la representación", es decir, a la posibilidad (o más bien, a la imposibilidad) de significar cabalmente al Otro y de hablar por él." Éste, por cierto, ha sido uno de los p rob lemas fundamentales ventilados por el grupo de investi gadores que constitu yen la escuela de los "estudi os subalternos" , qui enes se han preguntado: "¿Puede hablar el subalterno?"JJ Como es sabido, esta corriente se ori ginó en la India y ha aun ado los esfuerzos de una di versidad de disciplinas." Partiendo, precisamente, de l problema de la representación, los subalternistas han cuesti onad o los d iscursos acerca del mundo colonial y poscolonial, sobre todo los que se refieren 30 Ped ro Sa n Miguel, " Falsos (además de confu sos) comienzos de una d ig resión sobre historia y antropología", Revista de/ Celltro de IlIvcstigaciolles Históricas U,úversidad de Puerto Rico, Río Piedras, núm. 11, 1999, pp. 33-61. )] Miguel Bamet, Biografía de 1111 cimarr6n, 1979; Sidney W. Mintz, Worker i,z the Cmze: A Puerlo Rica/I Lije Hislory, 1974; Paul Fried rich, Agrarial/ Revolt il! a Mexicmz Vil/age, 1977; Osear Lewis, 7711' Chifdren o[Sállcllez: Autobiograplly o[ a Mexicml Fami/y, 1963. 32 }ames CJ iffo rd y Ceorge E. Ma reus (eds.), Writillg C/llture: Tlle Poelics al/d Politics o[ Etlmography, 1986; CJ iffo rd Ceertz el al" Ef sllrgimiwto de la al/tropologta posmoderna, 1996 . 33 Cayatri Chakravorty Spivak, "Can the Su ba ltern Speak?", en Cary Nelson y Lawrenee Crossberg (eds.), Marxism al/d IIze II/terpretatio/l o[ Culture Urballa, 1988, pp. 271-313. J..I Ranajit Cuha, "The Prose of Counter-lnsurgency", en Ranajit Cuha y Cayatri Chakravorty Spivak (005.), Se/cefm Suballem Sfudies, 1988, pp. 45-86; Saurabh Dube (coord.), Pasadosposcoloniales: colecd6n de ensayos sobre/a nueva hislorin y el/lografíade la J/ldia, 1999; Vinayak ChatUlvedi (ed.), Mapping Subaltem SIL/dies a/ld lile Postcolonial, 20Xl. 215 PEDRO SAN MIGUEL a sus secto res populares. Así. han puesto en entredicho tanto los discursos occidentales como los discursos nacionaListas generados en los propios países coloniales y poscoloniales; estos últimos, a rguye Parth a Chatterjee, no son sino un "discurso derivati vo" de los primeros. Por tal ra zón, la escuela de los "estudios subalternos" ha centrado su atención en los "fra gmentos de la nación", en esos sectores sociales que tradicionalmente eran marg inados tanto en las historias generadas en Occidente como en los discursos nacionalistas. 35 Uno de sus énfasis particulares ha estribado en estudiar, desde nuevas premisas teó ri cas, las resistencias y los movimientos sociales de las clases y los g rupos s ubalternos, tomando en consideración que el dominio y la subo rdinación son relacionales. Por ende, han incorporado en sus análisis una d iversidad de factores o va riables, como la clase social, la etrucid ad, el o ri gen nacional, la cultu ra y el género. Am én de ofrecer una di versidad de estudios sobre la partici pació n de los trabajado res y los campesinos de la India en los grandes procesos histó ricos que contribuye ron a erradi car al colonialismo inglés y que, en consecu encia, redundaron en el establecimiento de un Estado-nació n, el grupo de los "es tudios subal ternos" ha evidenciado un g ran interés po r debatir los problemas epistemo lógicos, teó ri cos e ideológicos que implica escrutar el pasado de los sectores subalternos. ¿Cómo recurrir, po r ejemplo, a las fuentes oficiales -producidas por los o rganismos represivos del Estado o por sus funci ona rios- para estudiar las rebeliones cam pesinas, o a los documentos generados por los patronos para investigar las condiciones d e vida de las clases trabajado ras?36 ¿O qué papel ocupan las mujeres y las relaciones de género en los discursos coloniales y en los nacionalistas?37 )5 Partha Chatte rjee, T}¡c Nat ioll alld its Frngmcllts: C%llia/ alld Postca/Ollial Histories, 1993, y Natiolla/ist Thollgllt alld tllC C% llia/ World: A DcrivatilJe Discollrsc?, 1995. 36 Ranajit Guha y Gayatri Chakravorty Spivak (eds.), Selected SlIbaltcm Stlldies, 1988; Dipesh Chakrabarty, "Cond itions for Knowledge of Worki ng-C1ass Condi tions", en Ranajit Guha y Gayatri Chakravorty Spivak, ibid., pp. 179-230. 37 Lata Mani, "Tradiciones en d iscordia : el debate sobre la sa ti en la India colonia l", en Saurabh Dube (coord .), Pasados pose% llia/cs .... op."cit., 1999, pp. 20925 1; Chatterjee, Partha, Minneapolis, University of Minnesota Press, "La nación y sus mujeres", en Saurabh Dube, ibid. , pp. 403-428. 216 DESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBA LTERNAS Convertida en una influyente tendencia intelectual, los "estudios subalternos" han comenzado a diseminarse en diversas partes del mundo, y ya cuentan con una presencia destacada en América Latina, si bien la misma se ha manifestado mayo rmente por carambola, mediante investi gaciones realizadas en Estados Unidos.38 No obstante, debido a que muchos de sus postulados fundamentales guardan paralelismos significati vos con varias de las corrientes intelectuales actualmente en boga en los países latinoamericanos, es previsible que su recepción aumente en estos en el futuro inmediato. Por lo demás, el hecho de que se trate de una tradición intelectual que se origi nó en el Tercer Mundo debe constituir, en sí mismo, un acica te para que los inves tigadores latinoamericanos se aproximen a ella. J9 D ESCONTENTO y PROTESTA A la luz de la esquemática presentación anteri or en torno a la historiografía sobre las resistencias y las rebeldías populares, ¿cómo ubicar los trabajos que componen esta sección? ¿Qué problemas, temas y debates asumen? ¿Con qué obras y autores dialogan? ¿En qué tendencias se ubican y en qué tradiciones se insertan? Valga señala!" que estos cinco trabajos se distinguen mayo rmente por su carácter empírico más que por sus pretensiones teóricas. Es decir, más que partir de cuestiones generales que operen como un marco de referencia conceptual, los autores ofrecen ejem plos concretos, provenientes de diversos contextos históricos, sobre las manifestaciones de descontento y rebeldía que generaron determinados sectores sociales ante circunstancias específicas. 36 Por ejemplo, Florencia E. Ma llan, "The Promise and Dilem ma of Subaltern Studies: Perspectives from Latí n American Studies", Americal/ Historical Rroiew, vol. 99, núm. 4, 1994, pp. 1491-1515, Peasal/ t and Nation: Tlle Maki1/g of PostcolOl/ial Mexico and Peru , 1995; John Beverley, Subaltemity al/d Represeutatiou: Argwnel/ts il/ Cultural Tlleory, 1999; Ileana Rodríguez (ed.), Tlle LAtil/ Amerieau Suba/teru SII/riies Reader, 2001. 3'1 Para una d iscusión de los "estudios subal ternos en el contexto mexicano" véase Guillermo Zermeño Padilla, LA e/lltllra modema de la ¡listoria: IlIIa aproximaci6n te6rica, México, 2002. 217 PEDRO SAN MIGUEL Como era de es perarse, la mayoría de los trabajos comentados se ubican en México; sólo uno de ellos aborda otro país (A rgentina). Esto, po r un lado, limita las posibilidades de realizar comparaciones sistem áticas entre México y los demás países de América Latina. No obstante, debido a q ue todos los trabajos se refieren al siglo XIX, es factible realizar alg un as reflexiones en torno a las relaciones entre los sectores de poder y el Estad o, po r un lado, y los sectores subalternos, por el otro, que, de un a u otra forma, enfrentaron (Y, con frecuencia, padecieron) los procesos vinculad os con el establecimiento del Estado nacional durante la centuria decimonónica. Es decir, este conj unto de trabajos nos permite entrever ciertos moti vos de los descontentos subalternos en el siglo XIX y, por lo tanto, conocer algun as de sus quere llas e intentar contes tar: ¿contra qué protestaron y ante qu é se resistieron? En los ensayos titulados "Vecin os en revu elta: dos m anifes taciones patrió ti cas en el an ti guo Herm osillo, 1827-1 828" y "Tumultos mineros al principio de la era independiente" se detallan el resentimiento de los trabajadores, mineros en este último caso, y de un sector plebeyo d e extracción menos precisa, en el primero, contra ciertos grupos de extranjeros. En Hermosillo el m alestar se vertió contra los españoles, fu ertemente anclados en el comercio de la región. Por su parte, en la comunidad minera de El Oro, localizada en el Estado de México, la ira d e los trabajadores tuvo como objeto a los ingleses y los alem anes vincul ados con las acti vidades extractivas de la localidad en calidad de em p resa ri os, administradores y técnicos. En ambos casos resulta evidente que existía un confli cto en el que se entrec ru zaban la "clase" y el o ri ge n nacio nal. Tanto en Herm osillo como en El Oro las autoridades tendieron a proteger a los extranjeros, usand o en ocasio nes la fuerza militar, por lo que los conflictos entre los mexicanos de las clases populares y los extranjeros que ocupaban posiciones de poder econó m ico ge neraban una sutil tensió n entre las identificaciones sociales y la discursiva nacional. Por ta l razón, ambos trabajos sugie ren que los secto res populares desa rroll aron concepcio nes propias en torno a la patria, la nació n y el patriotismo. La oposició h popular a los espaii.oles en Hermosillo e ra parti cul armente s ignificativa, ya q ue constituía un enfrentam.iento tardío con q ui enes, en esa localidad, 218 D ESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS seguían representando, en el imaginario subalterno, a la antigua metrópoli. En tal sentido, el antagonismo contra los españ oles fue, en Hermosillo, uno de los modos en que los sectores populares construyeron, por oposición, una imagen de "lo mexicano"; en cierto sentido, fu e una manera de participar en la fo rja de una identidad. La inquina contra los españoles constituyó una fo rma de tra mitar las d iferencias y los conflictos sociales por medio de los símbolos y el lenguaje d el patriotismo, e, inclu so, de la xenofobia. 4o En la medida en que tanto el primer trabajo como el segun do remiten a las relaciones entre la "clase" y el origen nacional, y que apuntan hacia las maneras "plebeyas" de concebir "lo mexicano", entroncan con las refl exiones de los "estudios subalternos" acerca de la formación de las naciones modern as, si bien cada uno de ellos posee énfasis par ticulares. A mi modo de ver, el autor del ensayo referente a El Oro se concentra en la pugna entre los trabajadores mineros y los patronos, por lo que su estud io se vincula más con aquellas posturas que encuentran en la economía el origen fundamental de los conflictos sociales. Asimismo, debido a que, según él, los inversionistas extranjeros "se erurentaban a una fu erza de trabajo que se negaba a aceptar las innovaciones que iban en detr imento de sus antiguos pri vilegios", su ensayo sugiere que los mineros desarrollaron su luch a contra una moderni zación que les resultaba desfavo rable. Para deci rl o en otras palabras: como la "multitud" inglesa de l siglo XV III estudiada por Thompson, en El Oro tam bién se lidiaba en defensa de una "economía mo ral", fuertemente amenazad a por una concepción del progreso que ponía en peligro la supervivencia de l trabajador minero. Por su parte, el ensayo referente a las mani fes taciones patrióticas de Herm osillo está más cercano a una historia del conflicto en la que las defini ciones de clase, en su sentido económico más riguroso, resultan difíciles, si no im posibles, de establecer. En consecuencia, los personajes centrales de su narración remiten a categorías di fusas M} Como ejemplo del papel de la xenofobia en la construcción de los discursos nacionales, véase Pedro San Miguel, " Discurso racial e identidad nacional: Haití en el imaginario dominica no", en La isla imaginada: historia, ide/ltidad y IItopía en La Espmiola, 1997, pp. 59-100. 219 PEDRO SAN MIGUEL -como "multitud ", " plebe", "pueblo" o " muchedumbre" -,~l términos emplead os con frecu encia para re fe rirse a sectores cuyo origen social queda difuminado por la imprecisión de la evidencia histó ri ca o po r la ambigüed ad mis ma de las acti vidades en que participan sus miembros. ¿Cómo definir de manera categó ri ca a ese Ram ón Sosa qu e, supuestamente, e ra el líder de los sediciosos, y qu e, según las fu entes judiciales consultad as po r el auto r, era contrabandista, amén de enemigo declarado de los es paño les? ¿Se trataba meramente de un delincuente habitual, dedicado al comercio ilícito, y qu e, po r eso, había generado esa inquina virulenta contra los comerciantes es paño les? ¿Cómo, por otro lado, se arti cul aba su patri otismo plebeyo, que bordeaba la xenofobia, con su posición social y sus orígenes de clase? En fin, parece poco probable que se pued an ofrecer defini ciones sociales precisas sobre la mayoría de los pa rticipantes en las acciones colecti vas contra los españoles, como también que se ofrezcan indicaciones más exactas y rigurosas sobre el o ri gen y la naturaleza de esos "rumo res" q ue, según el auto r, constitu ye ron una parte fund amenta l d el arsenal de la "plebe" en contra de los encumbrad os señores es paño les que do minaban e l comercio en Herm osillo y contra quienes se verti ó su furor.42 Otros fu eron los objeti vos y las metas de la ira subalterna, según la d etallad a investigació n titulad a "Lucha y defensa de los pueblos: el de recho al agua en el centro d e México, 1856-1868" . Este trabajo se distingue de los anterio res po r d os facto res principales: primero, po r el contex to en e l que se desa rro llan los antago nismos sociales; y, seg und o, po r la época es tudiada. Mientras que los dos 41 George Rudé, rile Crowd i l! H istory: A Sllldy o[Poplllar D ist urbal/Ct'S ;1/ Frailee alld EI/glal/d, 1730-1848, 1964; Eric J. Hobsbawm y George Rudé, Captaill Swillg: A Social H is tory o[ file Crea! Ellgl isll Agricultll raf Uprisil!S o[ 1830, 1975. ~2 El estud io del "rumor" constituye una de las ve rtientes actua les de las indagaciones en torno a las resistencias de los sectores populares, como ejemplifican las propuestas de James C. Scott, Weapol/s o[ /l1t' Weak: El't'ryday Forms o[ Peasa"f Resista/Ice. 1985, Domil!atioll Qlld file A r ts o[ RI.'S isfallce: H iddm Tra ll scripts, 1990; Spi vak, op. cit., 1988b, pp. 21-26. No obstan te, este aspecto de la in vesti gación de los conflictos sociales cuenta con an tecedentes im portan tes, como evidencia la obra de Georges Lefebv re en torno a la historia de la Revolu ciÓn francesa. Véase Georges Lefebvre, TIIi' Creat Fear of 1789: Rural Pa"ic ill Rei'O/utiollary FraIlCt', 1973. 220 DESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBA LTERNAS trabajos antes analizados tienen como telón de fondo áreas más o menos urbanas ---el Hermosillo decimonónico y el poblado minero de El Oro-, y, en consecuencia, sus protagonistas principales se dedicaban a actividades ajenas a la agricultura, este artículo tiene como escenario el mundo rural del área central del país. Región de gran trascendencia en la historia de las luchas agrarias de México,43 hacia mediados del siglo XIX se escenificaron en esta zona conflictos que, en alguna medida, prefiguraron las tensiones que provocarían el estallido social de 1910. Precisamente la indagación del tercer artículo se centra en los años cincuenta y sesenta, cuando las comunidades rurales sufrieron el embate de las Leyes de Reforma. Además de afectar sus tierras, el liberalismo mexicano trastocó el acceso de los "pueblos" al agua. No obstante, como señala la autora, "los usos del agua en los pueblos" y sus luchas por defender su acceso al preciado líquido apenas han llamado la atención de los historiadores. Por tal razón, este trabajo examina una veta poco explorada de las luchas rurales del México decimonónico. Además, lo hace desde una perspectiva conceptual fundada en las nociones de Moore sobre la "afrenta moral" y las de Scott acerca de las resistencias.44 Éste es, a mi entender, uno de los trabajos de la sección que recurre de manera más sistemática a las nociones teóricas a fin de crear una armadura conceptual que le permita discernir tanto los orígenes del malestar y del descontento de los "pueblos" como las expresiones de sus rebeldías y su oposición a hacendados y autoridades gubernamentales, las que, en connivencia con los primeros, contribu yeron con frecuencia a la degradación de las comunidades rurales. El ensayo posee varias dimensiones, esbozadas por su autor, que constitu yen importantes áreas de reflexión en torno a las luchas de las clases subalternas. Entre otras, vale la pena mencionar las confrontaciones entre campesinos y autoridades gubernamentales en tomo a las medidas legales que afectaban intereses de las comunidades. Tales enfrentamientos apuntan hacia el problema de la ciudadanía, es decir, de los deberes y derechos que corresponden <13 44 JOM Womack, op. cit., 1970, Y Tutino, op. cit., 1988. Barrington Moore, op. cit., 1978, YJames Scott, op. cit., 1990. 221 PEDRO SAN M IGUEL a los miembros de una comunidad po lítica d etermin ad a, Iró nicamente, a pesar de qu e a medi ados del siglo XIX las po líticas esta tales es taban d efinid as po r el li beralismo, la posició n de las clases s uba lternas en la nació n mexica na continuaba s iend o entendida más a base de sus obligacio f¡es qu e de s us derechos, conce pción más a fín a l conservaduris mo que a l libera lis mo, Entre o tras cosas, es to sug ie re qu e, hacia medi ad os de la centuria decimonó ni ca, pugnaba n en los imag inar ios políticos d os nocio nes so bre la pusició n y el pa pel de ltls clases su ba lternas en la nació n: aqu ella fund ad a en la idea de l "a ntig uo régimen" d el miembro de la polis co mo súbdito, y la q ue se desp rend ía de l li bera lismo y el republ ica nismo, q ue lo concebía como cilldadal1o, J5 Además, mientras los "pueblos" reivindicaba n prerroga ti vas a Í1ejas, adq uiridas dura nte la Colonia y qu e se basaban en una concepción corpo rati va d e la lega lidad, e l gobiern o y los hace ndados p re tendían e rigir un o rd en q ue enfa ti zaba el derecho indi vid ua l, lo q ue perjudi ca ba los intereses de las co munid tld es rU ia les, Eran distintas, también, las ma ne ras de refrenda r un os y o tros derechos. As í, m ientras los gobe rn antes y terra tenientes privilegiaba n la ley de la nació n co mo la fuente de la legitim idad y la prop iedad - lo q ue en la prác ti ca bene ficiaba a los hace ndados-, los "pueblos" insistía n en los fueros supu es ta mente adquirid os en la época colo nia l. Con toda razó n, buena pa rte d e los alega tos en de fensa d e s us ti e rras y ag uas giraba en torn o a memo ri as d e antig uo o rigen que, co mo tod a memo ri a, contenía n mucho de recreació n y de a rtilu gio. Es ta re lac ión entre resis tencia y memo ri a es o tra de las cues ti o nes suge rid as po r es te trabajo que amerita explo ra rse a fo nd o. El autor a punta, entre o tras cosas, hacia el papel de la memo ri a en las luchas sociales d e los secto res s llba lte rnos.-I6 En ese "d eseo de perdu ra r", q ue es, a fin de cuentas, lo qu e ex presa la memo ri a, s ubyacía s in dud a un a co ncepció n propia acerca de la 4 ~ Sob re es to, véase Fern<l nd o Esc<lla n te Gonz<ll bo, Ci w fanllllO:> imaginrlrio:::, 1993; Pedro S.m Mig uel, 01' . dI" 1999a , 4.. ~' r ~l' C ruzinski, UI lo/cmi:lláOl¡ d(' {o ill1/1o,:i/1ario: :::IICil'dndc:> i/l{U~I',rn::: Ij O(fÍnl 'I1 /I1/izaciól1 1'/1 d M éxico t':'III1;;ol , SiSfo::: XVI-X\; III, 199 1; Alain" Bre tó'n y 1.~cq ues Árnnuld (coords,), Lo::: ""'ya:::: 1/1 1'11:::;6/1 flor lo:, m¡ /t'JJ¡/:'i/(fo~ , d dl':>I'o dI' J't'n/¡mlr, 199..1. y I\ 'dro S<l ll Mig lK'1. en p n.' nsa , 222 DESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS pertenencia de los "pueblos" a la entidad política que representaba la nación mexicana. Por ello, las historias contenidas en los documentos titulares de los "pueblos" encerraban una noción muy propia que, en el contexto del Estado-nación, constituía una especie de "patriotismo campesino". Identidad política, como aclara la autora de este artículo, que constituyó un aspecto nodal de la lucha de los " pueblos" de la región central de México en defensa de sus bienes y, en consecuencia, de su esencia como comunidad posible. Finalmente, dos trabajos cierran esta segunda parte del libro: "Vivir en tierra adentro: alternativa frente al control social en la frontera pampeana a mediados del siglo XIX" y "Los ' fuera de la ley' en el estado de Chihuahua: su perfil a fines del siglo XIX". Son éstos los ensayos que más se asemejan entre sí en lo que respecta a la temática general que abordan: ambos estudian la vida en las fronteras, ofreciendo interesantes análisis sobre los sectores populares que en ellas existían, al igual que sobre sus conflictos y resistencias al poder y a la autoridad. Ambos trabajos se inscriben en una incipiente corriente historiográfica de investigación en tomo a las fronteras que, en el caso de América Latina, ya ha comenzado a ofrecer resultados sugerentes. 47 No obstante, sus formas de abordar el estudio de las fronteras difieren de manera significativa. Por un lado, el autor de "Vivir en tierra adentro" inicia su trabajo brindando una perspecti va general de las fronteras en la Argentina decimonónica. En particular, discute la idea, muy generalizada, de que la frontera es sinónimo de marginalidad. Para él la frontera, más que un límite que separa a las sociedades, es un espacio de encuentro~ . Desde esta postura revisionista, alude a las recientes investigaciones acerca de la sociedad rural argentina, que tienden a mostrar una imagen harto distinta del mundo de gauchos y forajidos que po pularizó la literatura costumbrista. Esa sociedad rural, desde inicios de la vida independiente, sufrió los efectos de un doble proceso. En u Donna J. C uy y Thomas E. Sheridan (eds.), COlltested Groulld: Comparative Frontiers on tlle Norlhern alld SoutIJern Edges of file Spallish Empire, 1998; Robert H. Jackson (ed.), New Views of Borderlmlds History, 1998. 223 PEDRO SAN MIGUEL primer lugar, los intentos del Estado por validar su poder en las zonas de frontera, pobremente controlad as por el antiguo régimen colonia l; y en segundo, las transformacio nes econórrticas que fu eron modificand o las relaciones entre los di ve rsos secto res sociales qu e habitaban en el dil ata d o campo argentino. Este proceso du al, unid o a las modificaciones ocurrid as durante la época de la Independencia, terminó po r romper el "equilibrio" que había en el tardío siglo XV III entre los "grupos indios y la sociedad colonial" . Entonces se agudi zó la "competencia por tierras y ga nados" lo que constitu yó el acicate para las campañas milita res que tuvieron como fin el d ominio de la "frontera pampeana". Se impuso un a lógica militar q ue implicó el es tablecimiento de controles sobre la población rura l y q ue conllevó, entre otras cosas, la codifi cación y reg lamentación de los comportamientos. Como en otras partes, la regul ac ión de costumbres, hábitos y estilos de vida de las clases popu lares rep resentó un o de los aspectos fundamenta les de ese esfu erzo por impo ner un o rden mode rno, ideal civili za torio cuyos p ilares eran la econo mía mercantil, el dominio de la to talidad del territo rio por un poder central y, en consecuencia, la subordinación del conjunto de la sociedad. 48 En este contexto de crecientes presio nes el autor examina las respuestas de la población rural a las exige ncias de los poderes en la Argentina decimonónica. De esas resp ues tas, enfa ti za la práctica de "refugia rse en territo rio indígena", es pecie de fuga colecti va que históricamente ha constituido una importante vía de evasión para contingentes significa ti vos de las clases subalternas. 49 En ocasiones, es tas fugas colecti vas han estado asociadas o han I 4~ Fernando Picó, Los gallos pe/endos, 1983, y Alfilodel poder: sllbaltenlos y domhlfl ntes en Puerto Rico, 1739-1910, 1993; Sa ntiago-Valles, Kelvin A., "S lIbject Peop/e" mld ColOll ial DiscOllrses: ECO/lOmie Trallsformation alld Social Disorder ill PIU'rto Rico, 1898· 1947, 1994; Y San Miguel. op. cit., 1995, 1999 Y 2003. 49 En tre otros ejemplos Richard Price (ed.), MaroO Il Societies: Rrbd Slat>t' Commlll/í/ies ill fIJe Americas, Carden City, 1973; Jean-Marie Pesez y Emmanuel Le Roy· Lad urie; "The Deserted Vi llages of France: An Ove rview", e n Robert Forster y Orest Ranurn (eds.), Rll ral Society ill Frallce: Se/ectiol/sfrom tlle "A mia/es: ECOl/omies, Sociétes, Civilisatiol/s", ]977, pp. 72- 106; Mats Lundah l, "Sorne Mechanisms of Prolest in Haiti : From the Colonial Pe riod lo the End o( Ihe American Occupation", Politics or Markefs? Essays 0/1 Haitiml Ul/rlcrdevt'lopmCll t, 1992, pp. 325-344. 224 DESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS ' contribuido al surgimiento de movimientos religiosos populares que, en circunstancias extremas, han desembocado en tendencias milenaristas o mesiánicas. 50 Asimismo, quienes han buscado refugio en "áreas remotas" o de difícil acceso usualmente han pertenecido a grupos que, por una u otra razón, han huido de las autoridades. Tal fue el caso en Argentina, donde el fugitivo era con frecuencia un desertor del ejército o había cometido algún delito, por lo que la "frontera pampeana " se convirtió en un santuario, en un refugio o en una zona de repliegue. Al entrar en contacto con las poblaciones aborígenes de la pampa, el fugitivo se transmutaba en un agente de contacto entre las sociedades criolla e indígena, razón por la cual cumplieron un destacado papel como articuladores entre ellas. Y desde esta perspectiva, insiste la autora, habría que repensar el concepto de "marginalidad ", que tradicionalmente se ha endilgado a estos grupos y a la vida fronteriza misma. Planteamiento, valga señalar, que sugiere nuevas maneras de pensar la formación de las sociedades latinoamericanas, donde las fronteras han figurado insistentemente en los imaginarios nacionales debido a que en ellas se ha localizado discursivamente la conflagración entre "civilización y barbarie", como ejemplifica la obra canónica de Sarmiento. 51 Por su parte, en el estudio sobre Chihuahua se ofrece un perfil sociodemográfico de los grupos " fuera de la ley" . Ubicando su trabajo en el debate sobre el bandolerismo impulsado por los planteamientos de Hobsbawm, la autora pretende demostrar, entre otras cosas, que "la 'actividad d elicti va' no representaba el modus I SO Todd A. Diacon, Millmarian Visioll, Capitalist Reality: Brazil's COlltestado Rebeffioll, 1912-1916, 1991; Jan Lundius, "The Great Power of God: Syncretism and Messian ism in the Dominican Republic", tesis doctoral, Lunds Universiteil, 1995; Norman Cohn, 01 TIJe Pllrsllil o[ file Mil/enil/m: Revolulionary Mil/enarism and Mystical AnarcIJisls lIJe Middle Ages,1970; Nelson Reed, TIJe Casle War o[Yucaf(lfI, Stanford, 1979. 51 Domingo Fa ustino Sarmien to, FaCIIlldo, 1974. Como ejem plos de nuevas investigaciones sob re las fronteras en las discursivas nacionales, véase Lauren Derby, " Haiti ans, Magic, and Money: Raza and Society in the Haitian-Dominican Borde rlands, 1900 lo 1937", Comparative St udies in Society and History, vol. 36, núm. 3, 1994, pp. 488-526; Carlos D. Altagracia Espada, "El cuerpo de la patria: imaginación geográfica y paisaje fronterizo en la República Dominicana durante la era de Trujillo", Secuencia, pp. 145-180. 225 PEDRO SA MIGUEL vivendi de buena parte de aquellos ac to res sociales" que fu eron clasificados como criminales por las autorid ades de Chihuahua. Como res ultado de su puntual análisis estadís tico d e las fuente,s oficiales, Sousa Lopes logra ofrecer una imagen minuciosa de aquellos que, en los documentos oficiales, aparecen como meros violadores de la ley. Éstos, para empeza r, no concuerd an con el estereotipo, tan difundido en el siglo XIX, del asal ta nte de caminos que formaba parte de una "partida de bandoleros que asolaban el centro de México hacia la década de 1860", noción popularizada por algunas de las obras de ficción más connotadas de esa época. Es decir, el individuo que aparece en las estadísticas de criminalidad no era un desarraigado que se dedicaba al bandolerismo de tiempo completo como actividad principal o exclusiva. Esto apunta hacia la relación entre las actividades fue ra de la ley y las resis tencias cotidianas de las clases subalternas, cuestión que ha sido abordada frecuentemente por los estudiosos de la criminalidad y que sugiere que la di visoria entre ésta y la supervivencia no constituía una línea claramente demarcada, sino más bien una zona difusa en la cua l se confundían una y otra. 52 Habría además que toma r en consideración que, con frecuencia , la percepción del delito y del criminal estaba suped itada a las definiciones del poder, que solía catalogar como actividades delictivas ciertos comportamientos tradicionales de las clases populares. Ya fuese con intención de beneficiar a los empresarios eliminando la competencia de los pequeños productores -con el fin de obtener mano de obra para los patronos o meramente con el propósito de controla r y domesticar a las clases subalternas-, se criminalizaron actividades habituales que iban desde la elaboración de bebidas alcohólicas has ta los bailes y e l juego de gallos. 53 Las muchas leyes contra la "vaga ncia " que se implementaron en los diversos países de América Latina dan fe de esa tendencia a controlar, morigerar y domesticar a las clases subalternas. Para decirlo ~2 Carlos A. Aguirre y Robert Buffington (eds.), RecoIIslructillg Criminali ly iu Luli" America, 2000. 53 Picó, op. cit., 1983; S.,ntiago-Valles, op. cit., 1994; Aviva Chomsky y Aldo Lauri,lSantiago (eds.), Idl'llti ty alld Strugg/e nt tl1(' M argillS 01 tlle NatiOl/-Stafl': rlll' w11Orjll,~ Peoples 01 Celltral Aml'rica alld ¡lIe H ispnllic Ctlrillbmll, 1998. 226 DESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS en términos de Foucault, las prácticas sociales originaban una "verdad jurídica" que culminaba en med idas cuyo fin principal era "vigilar y castigar" 54 CONSIDERACIONES FINALES Como resulta rá evidente, los trabajos comentados exceden por mucho el tema general de la sección, que lleva como rótulo "Descontento y protesta ". En ellos se cru za n -a veces de manera explícita, otras meramente como sugerencia- a lgunas de las cuestiones fundamenta les planteadas durante las últimas décad as por las investi gaciones y las reflexiones en tomo a los conflictos sociales, las luchas y las resistencias de las clases subalternas. En estos ensayos es patente, por ejemplo, la presencia del Hobsbawm del "bandolerismo social", al igual que el Scott de las " resistencias cotidianas"; menos obvios pueden resulta r los planteamientos de los "estudios s ubalternos", aunque algunas de las tensiones sociales examinadas por los au tores apuntan directamente a las propuestas de esta corriente his toriográfica. Sobre el particular, quiero retomar la sugerente idea de Chatterjee acerca de "los fragmentos de la nación ". 55 El siglo XIX fue la época de instauración de las naciones latinoamericanas. Y a pesar de la retórica de los sectores cri ollos más antiespañoles, lo cierto es que la discursiva y las prácticas sociales coloniales siguieron pautando d e manera predominante las relaciones entre las clases populares y las élites latinoamericanas. Es ésta una de las razones principales -si no es que la principa l- por la cual las sociedades de América Latina enfrentaron tantas dificultades y escollos para crea r entidades políticas estables e integradas en las que se reconociera a los sectores populares como ciudadanos plenos. En las jóvenes y turbulentas polis latinoamericanas, las narrativas nacionales continuaron gravitando en torno a las discursivas coloniales; constituyeron, como diría Chatterjee, un "discurso ~ Michel Foucau lt, Discipline and PlIlIisl/: Tl,e 8irll, of lile Priso", 1979, y Ln verdad y las formas jurídicas, 1995. ss Partha Chatte rjee, op. cit., 1993. 227 PEDRO SAN MIGUEL deri va ti vo". Por ello, los márgenes sociales y culturales de la nación siguieron siendo problemáticos y conflictivos. Las clases populares resultaban imprescindibles en virtud de su potencial productivo -si bien éste siempre fue estigmatizado y cuestionado-, pero, por otro lado, sus rasgos culturales y étnicos, al igual que sus prácticas cotidianas, representaban, según las concepciones dominantes, lastres que había que vencer para que América Latina se encauzase por la vía de la modernid ad y el progreso. A la "plebe" había que controlarla, moderarla y modela rla. Este gran proyecto "civilizador", que corre hasta nuestros días, enfrentó múltiples obstáculos. Uno de los más importantes -si no el que más- fue, precisamente, la resistencia que opusieron las clases subalternas al mismo. En gran medida por eso los sistemas políticos latinoamericanos oscilaron hacia el autori tarismo y el despotismo. Fue ésta la respuesta de las élites, empeñadas en imponer sus criterios al conjunto de la sociedad, ante la oposición de esos "fragmentos de la nación" que, a duras penas, eran considerados como tales por los grupos de poder. Por tal motivo, amén de constituir una importante cuestión historiográfica en sí misma, adentrarse en las resistencias, oposiciones, disidencias, insatisfa cciones, rebeldías y descontentos de las clases subalternas es una manera de reflexionar sobre la tortuosa y enmarañada formación de las naciones latinoamericanas. Reflexión ésta, valga subraya rl o, que posee hoy tanta vigencia como en ese, a la vez, remoto y cercano siglo XIX nuestro. Hoy, como entonces, los sectores subalternos de América Latina pugnan porque se les estime como algo más que un simple e inservible "fragmento de la nación", como un mero residuo desechable de una ciudadanía que, para las masas, siempre parece ser elusiva. SIGLAS y REFERENCIAS Aguirre, Carlos A. y Robert Buffington (eds.), Recollstrllctillg Crillli'lnlihj ill Lntill Alllerica, Wilmington, Scholarly Resources, 2000, 254 p. Altag racia Espada, Ca rlos D., "El cuerpo de la patria: imaginación geográfica y paisaje fronterizo en la República Dominicana 228 D ESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS durante la era de Trujillo", Secuencia, núm . 55, México, lnstituto Mora, 2003, p. 145. Barnet, Miguel. Biografia de un cimarrón, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1979, 233 p. Beverley, JOM, Subalternity and Representation: Argu ments in Cultural Theory, Durham, Durke University Press, 1999, 202 p. Blok, Anton, The Mafia ofa Siciliall Village, 1860-1960: A Study of Violen t Peasant Entre prelleurs, Nueva York, Harper & Row, 1975, 293 p. Breton, Alain y Jacques Arnauld (coords.), Los mayas: la pasión por los antepasados, el deseo de perdurar, México, Grijalbo y Conaculta, 1994, 284 p . Calva, José Luis, Los ca mpesÍ1lOs y su devenir en las economtas de mercado, México, Siglo XXI, 1988, 664 p. Chakraba rty, Dipesh, "Conditions for Knowledge of WorkingClass Conditions", Se/ected Subaltern Studies, Nueva York, Oxford University Press, 1988, p . 179. Chatterjee, Partha, The Nation and its Fragmellts: Colonial and Postcolollial Histories, Princeton, Princeton University Press, 1993, 282 p. - - , Nationalist Thoughf alld fhe Colonial World: A Derivative Discourse?, 2' imp., Minneapolis, University of Minnesota Press, 1995, 181 p . - - , "La nación y sus mujeres", en Saurabh Dube (coord. ), Pasados poscoloniales: colección de ensayos sobre la nueva historia y etnografía de la India, Germán Franco Toriz (trad.), México, El Colegio de México, 1999, p. 403. Chaturvedi, Vinayak (ed.), Mapping Subalterll Studies and the Postcolonial, Londres y N ueva York, New Left Review, 2000, 304 p . Chomsky, Aviva y Aldo Lauria-Santiago (eds.), lden tity alld Struggle at the Margin s of the Nation-State: The Laboring Peoples of Central America and fhe Hispanic Caribbean, Durham, Duke University Press, 1998, 404 p. Clifford, James y George E. Marcus (eds.), Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography, Be rkeley, University of California Press, 1986, 305 p . COM , Norman, The Pursuitoffhe Millenium: Revolutionary Millenarism and Mystical Anarchists of the Middle Ages, N ueva York, Oxford Uni versity Press, 1970, 411 p. (ed . rey. y ampliada). 229 PEDRO SAN MIGUEL Fred~rick et al., Confronting Historical Paradigms: Peasants, Labor, and the Capitalist World Sys tem in Africa and Latin America , Madison, University of Wisconsin rress, 1993, 422 p . Derby, Lauren, °Hai tians, Magic, and Money: Raza and Society in the Haitian-Dominican Bo rd erlands, 1900 to 1937", Co mparative Studies in Sociely and History, vo l. 36, núm. 3, 1994, p . 488. Diacon, Todd A., Millenarian Visioll , Capitalist Reality: Brazi!'s Con testado Rebellioll, 1912-1916, Durham, Duke University rress, 1991,199p. Dube, Saurabh (coord .), Pasados poscoloniales: colección de ensayos sobre la n/leva historia y etnografía de la India, Germán Franco Toriz (trad.), México, El Colegio de México, 1999, 658 p . Escalan te Gonza lbo, Fernando, Ciudadanos imaginarios, México, El Colegio de México, 1993, 308 p. Falcón, Romana , México descalzo: estrategias de sobrevivel1cia frente a la modernidad liberal, México, Plaza & Janés, 2002, 365 p . Fontana, Joseph, Historia: análisis del pasado y proyecto social, Barcelona, Crítica, 1982, 339 p. Foucaul!, Miche l, Discipline and P'lI1is/¡: The Birt/¡ of the Prisoll , Nueva Yo rk, Vintage Books, 1979, 259 p. - -, La verdad y las formas jurídicas, 4' ed., Barcelona, Gedisa, 1995, 174 p . Freyre, Gilberto, Casa-grande y sell zala, prólogo y cronología de Oa rcy Ribeiro, Caracas, Ayacucho, 1977, 577 p . Friedrich, Paul, Agrariall Revolt ill a Mexicall Village , Chicago, University of Chicago Press, 1977, 162 p . Ga mio, Manuel, La población del Valle de Teotillllacan , ed. facsimila r, México, Instituto Nacio nal Indigenista, 1979, 100 p . Geertz, Clifford et al., El sllrgimieuto de la antropología posmoderna, en Carl os Reynoso (comp.), 3" ed., Barcelo na, Gedisa, 1996, 334 p. Genovese, Eugene O., Roll, lordall , Roll: TI" World t/¡e Slaves Made, Nueva York, Vintage Books, 1976,823 p . Ginzburg, Cario, T/¡e C/¡eese and the Worm s: The Cosmos of a SixteenthCentllry Miller, Nueva Yor k, Penguin Books, 1982, 177 p . Gould, Jeffre y L., To Lead as Eqllals: Rural Protest alld Political Co nsciousness ill C/únandega, Nicaragua, 1912-1979; Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1990, 377 p. Cooper, 230 DESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS Graham, Richard (ed.), The Idea 01 Roce in Lnlin America, 1870-1940, Austin, University of Texas Press, 1990, 135 p . Gruzinski, Serge, La colonización de lo imaginario: sociedades indígenas y occidentalización en el México espai101. Siglos XVf-XV f//, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, 311 p. Guha, Ranajit, "Ihe Prose of Counter-Insurgency", Selecled Subaltem Sludies, Nueva York, Oxford University Press, 1988, p. 45. - - Y Gayatri Chakravorty Spivak (eds.), Selecled Sl/baltem SIl/dies, Nueva York, Oxford University Press, 1988,434 p. Guttman, Matthew c., "Rituals ofResistance: A Critique of the Iheory of Everyday Forms of Resistance", Latin America/1 Perspectives, vol. 20, núm. 2, Newbury Park, Cali fornia, 1993, p. 74. Guy, Donna J. y Thomas E. Sheridan (eds.), Conlesled Crol/nd: Com- paralive Frol1liers on the Northem and SOl/lhem Edges 01 the Spanish Empire, Tucson, University of Arizona Press, 1998, 435 p . Hobsbaw m, Erie, Primitive Rebels: Studies in Archaic Forms of Social Movement in the 19th and 20th Centuries, N ueva York, W.W. Norton, 1959, 208 p. - -, Bandidos, Barcelona, ArieJ, 1976, 181 p . - -, Trabajadores: es tudios de historia de la clase obrera, Barcelona, Crítica, 1979, 434 p . - - , Sobre la historia, Barcelona, Crítica, 1998, 298 p . - - y George Rud é, Copla in Swing: A Social Hislory ollhe Creal English Ag ricultural Uprisingol 1830, Nueva York, W.W. Norton, 1975,384 p. Holt, Ihomas c., The Problem 01 Freedom: Roce, Lnbor, al1d Polilics in Jamaica and Brilain, 1832-1938, Baltimore, Johns Hopkins Uni- versity Press, 1992, 517 p. Jackson, Robert H . (ed.), New Views 01 Borderlands Hislory, Albuquerque, Universi ty of New Mexico Press, 1998, 242 p . James, c. L. R., The Block ¡acobins: TOl/ssain l ['Ouverlure and Ihe San Domingo Revolulion, 2' ed., Nueva York, Vin tage Books, 1963, 426 p. Jan vry, Alain de, rile Agrarian Questioll and Refonnism in Latin America, 2' imp., Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1983, 311 p. Joseph, Gilbert y Daniel Nugent (eds.), Everyday Forms 01 S late Formalion: Revolulion and Ihe Negolialion 01 Rule in Modem M exico, 2' imp., Durham, Duke University Press, 1994, 432 p . 231 PEDRO SAN M IGUEL Katz, Friedri ch (com p .), Revuelta, rebelión y revolució ,,: la lucha rural e" México del siglo XVi al siglo XiX, 2 vol., México, Era, 1990. Landsberge r, H enry A. (ed .), Latin American Peasant Movements, Ithaca, Nueva Yo rk, Co rnell Uni versity Press, 1969, 476 p . Lelebvre, Ceorges, TIle Great Fearol1789: Rural Panie in Revolutionary Fra"ee red . en Irancés d e 1932], Joan White (trad .), N ueva York, Vintage Books, 1973, 234 p. Legrand, Catherine, "Info rmal Resistance on a Do minican Sugar Plantati on During th e Trujillo Dictato rship", Hispanie Amerieml Historieal Review, vol. 75, núm . 4, 1995, p. 555. Le Roy Ladurie, Emmanu el, MOll tail/oIl: rhe Promised Land 01 Error, Barbara Bray (trad .), N ueva Yo rk, Vintage Books, 1979, 383 p . Lewis, Osear, r}¡e C}¡ildren 01 Sáne}¡ez: AIltobiography 01 a Mex iean Family, N ueva York, Vintage Books, 1963, 499 p. Lundahl, Ma ts, "Sorne Mechanisms 01 Protest in H aiti: From Ihe Colonial Period to the End 01 Ihe Am eri can Occupation", Polities or Markets? Essays 011 Haitian Underdevelopmenf, Lo ndres y Nueva Yo rk, Routled ge, 1992, p. 325. Lundius, Jan, "The C rea t Power olCod: Syncretism and Messianism in the Dominican Republic", tesis doctoral, Lunds Universiteit, 1995,340 p . Mallon, Flo rencia E., "The Promise and Dilemma 01 Subaltern Studies: Perspecti ves from Latin American Studies", American Historieal Review, vol. 99, núm . 4, 1994, p . 149J. - - , Pensan! a1¡d Natioll: The Making o[ Postco/DlIial Mexico and Peru, Berkeley, Uni ve rsity 01 Calilorni a Press, 1995, 472 p . Maní, Lata, "Tradi ciones en discordia: el debate sobre la sati en la india colonial", en Saurabh Dube (coord .), Pasados poseoloniales: colección de ensayos sobre la nueva historia y etnografla de la Indio, Gennán Franco Toriz (trad .), México, El Colegio d e México, 1999, p. 209. Mari átegui, José Carlos, Siete ensayos de in terpretación de la realidad perIlana, 26' ed ., Lima, Am auta, 1973,342 p . Mintz, Sidney W, Worker in t/le Cane: A PIlerto Rica" Lile Histonj, N ueva York, WW Norton, 1974, 288 p . Moore, Barringto n, Social Origins olDietatorship mId Demoeraey: Lord and Peasa"t in t}¡e Making 01 t}¡e Modenl World, Boston, Beacon Press, 1966,559 p. 232 DESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENCIAS SUBALTERNAS Moore, Barrington, ¡njustice: The Social Origins of Obedience and Revolt, White Plains, Nueva York, M.E. Sharpe, 1978, 540 p. Ortiz, Fernando, El engallo de las razas, 2' ed., La Habana, s.e., 1975, 435 p. - - , Los negros esclavos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1987,525 p. Paige, Jellery M., Agrarian Revolution: Social Movements and Export Agriculture in the Underdeveloped World, Nueva York, The Free Press, 1978, 435 p. Pérez, Louis A., Jr., Lords of the Mountain: Social Banditry and Peasant Protest in Cuba, 1878-1918, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1989, 267 p. Perry, Elizabeth J., Rebels and Revolutionaries in NortlI China, 18451945, Stanford, Stanford University Press, 1990, 385 p . Pesez, Jean-Marie y Emrnanuel Le Roy-Ladurie, "The Deserted ViIlages 01 France: An Overview", en Robert Forster y Orest Ranum (eds.), Rural society in France: selectionsfrom the "Annales: Economies, Sociétés, Civilisatiol1s", Baltimore, ]ohns Hopkins University Press, 1977, p. 72. Picó, Fernando, Los gallos peleados, Río Piedras, Huracán, 1983, 179 p. - -, Libertad y servidumbre en el Puerto Rico del siglo XIX: los jornaleros utuade,;os en vísperas del auge del café, 3' ed ., Río Piedras, Huracán, 1983,191 p. - - , Al filo del poder: subalternos y dominantes en Puerto Rico, 17391910, San Juan, Universidad de Puerto Rico, 1993, 205 p. Popkin, Samuel L., The Rational Peasant: The Political Economy of Rural society in Vietnam, Berkeley, University 01 California Press, 1979,306 p . Price, Richard (ed.), Maroon societies: Rebel slave Communities in the Americas, Carden City, NY, Anchor Press/Doubleday, 1973, 445 p. Price-Mars, Jean, Así habló el Tío, trad. de Virgilio Piñera y prólogo de René Depestre, La H abana, Casa de las Américas, 1968, 298 p. Reed, Nelson, TheCaste WarofYucatan, Stanford, Stanford University Press, 1979,308 p . Rodríguez, Ileana (ed.), The Latin American subaltern studies Reader, Durham, Duke University Press, 2001, 459 p. 233 PEDRO SAN MIGUEL Rudé, George, rile Crowd in History: A Study 01 Popular Disturbances in France and England, 1730-1848, Nueva York, Wigley, 1964, 277 p. Samuel, Raphael (ed.), Historia popular e historia socialista, Barcelona, Crítica, 1984, 317 p . San Miguel, Pedro L., "Peasant Resistance to State Demands in the Cibao during the U.s. Occupation", Phillip Berryman (trad :), Latin American Perspectives (Estados Unidos), vol. 22, núm. 3, 1995, p. 41. - - , Los campes inos del Cibao: economía de mercado y transformación agraria en la República Dominicana, 1880-1960, San Juan, Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico y Decanato de Estudios Graduados e lnvestigación- UPR, 1997,374 p. - -, "Discurso racial e identidad nacional: Haití en el imaginario dominicano", La isla imaginada: historia , identidad y utopía en La Espa/iola, San Juan y Santo Domingo, Isla Negra y Librería La Trinitaria, 1997, p . 59. - - , "La ciudadanía de Calibán: poder y discursiva campesinista en la era de TrujiJlo", Revista Mexicana del Caribe, vol. IV, núm. 8, Universidad de Quintana Roo, 1999, p. 6. - -, El pasado relegado: estudios sobre la his toria agraria dominicana , Santo Domingo, Librería La Trinitaria, Flacso y Decanato de Estudios Graduados e Investigación-UPR, 1999, 304 p. - -, "Las resistencias de los subalternos en la historiografía del Caribe ", Secuencia, núm. 50, México, Instituto Mora, 2001, p . 6. - -, "Visiones históricas del Caribe: entre la mirada imperial y las resistencias de los subalternos", Revista Brnsileirn do Caribe, Brasil, Centro de Estudos do Caribe no Brasil, Universidade Federal de Goiás, vol. 1, núm. 2, 2001, p . 37. - -, "Historias de gringos y campesinos: una revisita a la ocupación estadunidense de la República Dominicana, 1916-1924", SeCllencia, núm. 55, México, Ins tituto Mora, 2003, p. 107. - -, " La guerra silenciosa": las luchas sociales en la ruralía dominicana, México, Instituto Mora (en p rensa). Santiago-Valles, Kel vin A., "SI/b}ect People" and Colonial Discourses: Eco nol1lic Transformation and Social Disorder in Puerto Rico, 18981947, Nueva York, State University of New York Press, 1994, 325 p . 234 D ESCONTENTO, PROTESTA Y RESISTENC IAS SUBALTERNAS Sarmiento, Domingo Faushno, Facundo, 6a ed., Buenos Aires, Losada, 1974, 344 p. Scott, James e , The Moral Economy 01 the Peasant: Rebellion and Subsisfence in Soufheas f Asia, New Haven, Vale University Press, 1976,246 p . - -, Weapon s 01 the Weak: Everyday Fonns 01 Peasant Resistance, New Haven, Yale University Press, 1985, 389 p. - -, Domination and fhe Arfs of Resistan ce: Hidden Transcripts, New Ha ven, Yale University Press, 1990, 251 p. Scott, Rebecca j., Slave Emancipation in Cuba: The Tran sition to Free Labor, 1860-1899, Princeton, Princeton University Press, 1985, 327p. Slatta, Richard W. (ed.), Bandidos: The Varieties 01 Latin American Banditry, N ueva York, Creenwood Press, 1987, 218 p . Smith, T. Lynn (ed.), Agrarian Relorm in Latin America, Nueva York, Alfred A. I<nopl, 1965, 206 p . Spivak, Cayatri Chakravorty, "Can the Subaltern Speak?", en Cary Nelson y Lawrence Crossberg (ed s.), Marxism and the Interpretation 01 Culture, Chicago, University 0 1 lllinois Press, 1988, p . 271. - - , "Subaltern Studies: Deconstructing Histo riography", en Ranajit Cuha y Cayatri Chakravorty Spivak (eds.), Se/ected Subaltern Studies, N ueva York, Oxlord University Press, 1988, p. 3. Stavenhagen, Rodollo (ed.), Agrarian Problems and Peasant Movemmts in Latin America, Carden City, NY, Anchor Books, 1970, 583 p . Thompson, E.P., Tlle Making 01 the Englisll Working C/ass, Nueva York, Vintage Books, 1966, 3v. - - , The Poverty 01 Theory & Other Essays, Nueva York, Monthly Review Press, 1978, 404 p. - - , Tradición , revuelta y consciencia de clase: es tudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, Crítica, 1979, 318 p. - - , Historia social y antropología, México, Instituto Mora, 1994, 82 p. Tilly, Charles et al ., Tlle Rebellious Century, 1830-1930, Cambridge, Harva rd University Press, 1975,354 p . Tutino, 1ohn, From lnsllrrecfion fa Revolution in Mexico: Social Bases 235 PEDRO SAN MIGUEL 01 Agrariall Violence, 1750-1940, Princeton, Princeton Uni ve rsity Press, 1988, 425 p . Vanderwood, Paul J., Oisorder alld Progress: Bandits, Police, and Mexicall Oeve/oplllell , 2' ed. rev. y ampliada, Wilmington, Scholarly Resources, 1992, 269 p. Van Young, Eric, The Other Rebellion: Popular Violence, Ideology, and the Mexican Struggle for Independence, 1810-1821, Stanford, Stanford University Press, 2001 , 702 p . Wolf, Eric R., Peasant Wars 01 the TWe/l tieth Centl1ry, New York, Harper & Row, 1973,328 p. Womack, John, Jr., Zapata and the Mexic"" Revollltioll , New York, Vintage Books, 1970, 435 p. Zerm eño Padilla, Guillermo, La cul tura moderno de la historia: roza aproximaciólI teórica, México, El Colegio de México, 2002, 246 p . 236 Vecinos en revuelta: dos manifestaciones patrióticas en el antiguo Hermosillo (1827-1828) Aaról1 Grageda Bustamante'" EL ODIO QUE ALlMENTA el desprecio y la desigualdad torna a muchos o a pocos en contra de cualquier orden . La lucha contra el sistema de cosas heredad o, si se cultiva en terreno fértil, llega a desbocar incluso en los más acalorados ánimos reivindicatorios. En el presente trabajo pongo a consideración d el lector dos modalidades de militancia patriótica, manifestadas ambas en una población de la Sonora meridional durante los años de 1827 y 1828. Poniendo énfasis en las fo rmas d e participación política, vis ibles en el rumo r y la revuelta popular de las clases bajas, se remontan algunos indicios relacionad os con la exp ulsión de los españoles en el norte de México. Dentro d e ese ambiente de persecución, se analizan procesos judiciales dirigidos a pobladores de la "clase ínfima", los cuales fueron sujetos d e investigaciones sumarias en la fecha, por provoca r a lteraciones a la tranquilidad pública, en lo que se dijo fue entonces "un sentimiento patrió tico mal entendido". Con tales elementos se inten ta indaga r, finalment~, tanto la convoca toria de las clases subalternas como la respuesta social de una comunidad no rteña que, incitada a hacer patria frente al español, enemigo jurado de la nación independiente, se permitió construirlo y esti gmatiza rlo en imágenes sacad as desde su propia experiencia, haciend o de él un nuevo enemigo del imaginari o y el discurso nacionalista. Siend o el noroeste m exicano, durante las primeras tres décadas del sig lo X1X, un territorio especialmente a tractivo para las empresas .. Universidad Autónoma de Sonora. 237 AARÚN GRAGEDA BUSTAMANTE comerciales y mineras del extranjero, numerosas expediciones de reconocimiento que a travesa ron este espacio geográfico legaron un buen número de memorias, cartas y rela tos descriptivos sobre la calidad de los caminos, ciudades y gentes. A una de ellas debemos un vívido retrato del Pitic, antiguo Hermosillo. En su paso hacia la sierra sonorense, como parte del contingente británico de ex ploración comercial, el coronel Bourne, agregado d e Henry George Wa rd, nos dice que en el Pi tic, hacia 1827: La población está constru id a de una manera muy cu riosa, ya que no hay nad a que se pa rezca a una ca Ue; las casas están d ispersas en todas direcciones, con tan poca intención de tener orden como si h ubieran s ido acomod ad as por lUla tormenta. En el centro hay una plaza grande, con la iglesia a lUl lado y alglUlas buenas casas a los otros; d e hecho hay muchas casas excelentes en el Pi tic, en especial una n ueva, construida po r un español an tiguo, d e no mb re Monteverde, que es como u n palacio y está ad ornada con gran número de cuad ros y grabaciones; su esti lo es superior a cuan to me haya tocado encontrar desde que salí de Guadalajara. 1 Más allá de esta descripción de la Villa d el Pi tic, el agregado comercia l de su majestad el rey de Ingla terra, no abunda sin embargo lo suficiente en el carác ter d e los residentes españoles, ni en el sentimiento socia l hacia ellos. Este elemento que no pasa inadve rtido para Jolm Alfred Robinson, comerciante neoyorquino que se establece en Guaymas, como hombre de negocios y, posteri ormente, en calidad d e cónsul d el gobierno estadunidense. Tanto d e la población sonorense, como de la idea que ésta misma poseía de los españoles, Robinson nos brinda una clara imagen : Había tres clases de gen te [en Sonora] los ind ios, los descend ientes d e viejos espa ñoles y una clase de mezcla p roduc ida por matrimonios de españoles con indígenas. En el año de ]828, el Congreso mexicano emitió un decreto exp ulsan do a todos los españoles del pa ís. Ellos habían gobernado el país ocu pa ndo todos los puestos importantes; los mej icanos, celosos de ello, habiend o tolerad o q ue tomaran el pa ís, se revolucionaron y, cuando hlvieron el poder, los expulsa ron. El sentimiento contra el español era en b uena med ida co mparab le al 1 Henry George Ward , M¡lxito {'// 1827, 1981 , p. 758. 238 VECI NOS EN REVUE LTA sentimiento de Kea rny y sus seguidores contra los chinos, quienes gritaban : ¡chinos lárguense! El grito de estos era: ¡españoles lárguense! Muchos de quienes tenían sang re mezclad a en su s venas llegaron incluso a decir que si supieran cu al pa rte d e ésta era española, abrirían sus venas y la tirarían .2 Si asumimos como ve rd adero el carácter hispanofóbico sonorense d escrito en la opinión anterior, nos qued a la idea de una sociedad tradicional mu y agraviad a en la época por las formas contrastantes de vida, alimentadas durante los últimos años del ord en colonial. En el ambiente político de la primera república independiente, la "chusma" - individuos desposeídos y de sangre mezclada, sujetos sociales marginales- no tenía derecho a intervenir en la ac ti vidad política formal y, debido principalmente a la exclusividad de sus miembros, no habría de encontrar tampoco cabida en las logias masónicas y demás sociedades políticas que ya existían en Sonora durante esos años. El d ebilitamiento de la legitimidad política de la antigua a uto ridad colonia l (erosionada por el a rribo de l nuevo discurso nacional independiente), los intereses oligá rquicos regiona les y el contexto social predominante, permitieron que en la década de 1820 se improvisaran , por parte de las clases subalternas, for mas hasta entonces inéditas de asociación para partici pa r en la constitución de sus derechos políticos. La población que hemos descrito párra fos antes fue parte d e ese fenómeno. En 1827, contando por entonces con cerca de 8 000 habitantes,3 se suced ieron en la Villa del Pi tic una serie de acontecim.ientos que, relacionados con cierto espíritu patriótico, propugna ban contra la presencia de los españoles en la población . Durante los meses de mayo y julio de l mismo año, no sólo llegó a am enaza rse abiertamente la tranquilidad pública por esta razón, sino que se puso también a prueba la impa rcia lidad de la administración loca l d e justicia. Z Mex ican Man uscripts, Bancroft Libra ry Collection, reel 7, Stateme,r t o[ Jol11l Alfred RobillSOIl, f. 1, University of Arizona. 3 Ma rcos Medina Bustos, Vida y ml/erle del antiguo Hermosillo, 1773-1828, 1997, p.228. 239 AARON GRAGEDA BUSTAMANTE Los antecedentes de hispanofobia entre los pitiqueños eran relati va mente recientes en esa época y fueron, en parte, adquiridos en préstamo del discurso independentista de corte jacobino y nacionalista vigen te en el centro del p aís. Haciendo un estudio en los arc hi vos del poder judicial, se observa en el Pitic el primer caso de amenaza a los españoles res identes en mayo de 1827; en ese mes se redacta , en la oficina de l juzgado local, el informe incompleto de un s umario recabado en contra de d on Miguel Castañed a, vecino de dicha població n, quien había sido acusado y hecho prisionero por haber gri tado en la calle: "¡ Mueran los gachupines!""' Dos meses después, para desgracia de los españoles de la villa, se descubriría que este acontecim iento no era un hecho fortuito. El domingo 29 de julio del mis mo año, siendo entre las nueve y diez de la noche, se presentó ante el juez segun do de paz un vecino de nombre Ramón Sosa, para hacer del conocimiento de la autorid ad que había sido enterado por su madre, de "que se decía entre los españoles del lugar" que la noche siguiente serían atacad os en sus casas, señalándolo a él como cabecilla de la facción que buscaba el linchamiento de los comerciantes peninsulares. Ramón Sosa solici taba de esta manera al juez de paz de la Villa del Pi tic, don José María Navarro, que: no pud iend o ver con ind iferenc ia impos tura tan crimina l de la que está y ha es tado muy di stante 1... 1pedía en justi cia hiciese comparecer a los merca deres don Francisco Martínez, don Miguel Polo y don Manuel Gánda ra, sin perjuicio de los demás que conv iniera cita r, para que expusiesen los motivos q ue tenían para esparcir la citad as voces, pi diendolle ] en consecuencia, se proced iese por el o rden de la ley a la más completa aver iguación, ya para castigar a los que res ultan cu lpables, ya para que se le sa ti sfaga de u na ca lumnia contraria a todo pacífico ciudadano ... 5 ~ Proceso seguid o con tra Miguel Castañeda, Archi vo Histórico de l Gobierno del Estado de Sonora (en adelante AHGES), Archi vo del Supremo Tribunal de Justicid, t. 3, ramo civil, f. 10. s Causa su maria segu ida con tra Ramón Sos., por sed ició n contra espailoles, en ibid., f.l. 240 VECINOS EN REVUELTA Noticioso de la gravedad del asunto, momentos después el juez de paz llamó a comparecer a los comerciantes españoles invo lucrados. Teniéndoles ante sí y habiendo expuesto lo argumentado por Sosa, los españoles expresaron que sólo podían decir que sabían de "oídas vulgares" lo del asalto, pero quien podía decir más sobre el particular era un vecino de nombre Ygnacio Hortega, apodado el Colmenero; añadía además uno de ellos, el español don Miguel Polo, que a él se lo había dicho un individuo desconocido, pero que interrogando al tal Hortega podrían dar con su paradero' La información sumaria establece claramente cómo el 30 de julio comparecen ante el juez de paz dos pitiqueños más, presuntamente involucrados en el intento de motín: don Leandro Muñoz y don Agustín Ximénez. Ambos dijeron que tanto Ramón Sosa como su madre, doña Ana María, les habían comentado que se rumoraba en el pueblo que ellos, madre e hijo, pertenecían a la facción que se estaba tramando para atacar a los españoles en sus casas. Argumentaban, además, que ese acontecimiento no parecía incomodarles, pues también les dijeron que, "siendo cosa de querer, podían bien desentenderse tanto por hallarse inocentes como por ofender su decisión al orden y a las leyes".' Ese mismo día, pero momentos más tarde, el alcalde del Pi tic, Ambrosio García Noriega, hace comparecer al Colmenero, individuo de cuarenta años de edad, quien después de escuchar lo informado por Ramón Sosa respondió que lo único de su competencia era que "ayer, domingo 29, como a las diez del día, habiendo llegado a la tienda del español don Francisco Martínez [fue] preguntando por éste que si no sabía de un pelotón que se había formado con el fin de saquearlos". El declarante dijo haber contestado que nada sabía al respecto, a cuya respuesta fue estrujado violentamente por el español Martínez, quien le dijo que él sí tenía conocimiento de lo que se estaba tramando; a lo que continuó diciéndole el deponente: "que no sabía otra cosa sino haber hoydo voces vulgares de que se trataba salieran de la república todos los españoles'" [bid., f. 2. lbid., f. 3. 8 lbid., f. s/ n. 6 7 241 AARÚN GRAGEOA BUSTAMANTE Pasa ndo el tiempo y llegando sin embargo la fecha del motín, no se presentó la celada . La conclusión del sumario en torno a l primer caso de sedición contra los españoles habría d e quedar posteriormente en la interrogante, toda vez que el acta final d e la investigación seguida había sido extraviada días d espués. En un documento contiguo al expediente de la causa de sedición contra Ra món Sosa y su madre, se consignaba que el juez de paz en 1827, don José María Nava rro, al hacer entrega d e los casos como encargad o de dich o archivo, señalaba la pérdida inexplicable de la ave riguación judicia l elaborad a. 9 La sumaria en contra de Ra món Sosa -·se suge ría- había sido extraviad a o sustraída intencionalmente por uno de los encargad os d el juzgad o, al pa recer d e reputación dudosa, permitiendo de esta forma la salida de l implicado por falta del expediente en su contra. José María Nava rro señ alaba en un oficio: Al arregla r mis papeles de segundo Alcalde para entrega rlos al que me sustitu ye, me he encontrado con la ca usa criminal segui da con tra d on Ramón Sosa; que es taba al cargo d el escribiente don Luis Ga rda, que no d a otro d esca rgo que d ecir que Ma nuel Rochín p udo haberle tomad o; este di cho no me sa tis face, respec to a que va rias veces le co nv ine al expresado don Lu is a efec to de q ue no consin tiera desquicios de aquel mozo, po r la nota fea que co rría en mi noticia, desp ués de haberle visto de su ayudante escribien te. Por lo tanto suplico a Us [ ... 1active todas las prov incias a fi n de que d icho Ca rda entregue la expresada causa, por gravitar sobre mi honor la culpa, y no tra to d e que el p úbli co critique sobre mí, p untos q ue no son ni serán propios de mi ca rác ter. 10 De esta man era, con la participació n consciente o no de los man dos bajos d el juzgado, no se pudo mantener por mucho tiempo la reclusión de don Ramón Sosa, aun que, como veremos más ad elante, no habría d e pasa r much o tiempo antes de que éste visita ra nuevamente los endebles separas de la cárcel pública d el Pi tic. 9 Índice de las ca usas y correspondencias segu idos en este juzg¡tdo en los años de 1828 y 1829 por José Ma ría Navarro, en ibid., f. s / n, documento núm . 3. IO Carta del segundo alcalde del Pitic, enviada el JO de noviembre de 1828 al juez p rimero de paz en el mismo punto, en ¡bid., t. 3, f. s / n. 242 VECINOS EN REVUELTA Realizando una investigación archivística sobre los antecedentes personales de los involucrados en la intriga del Pitic, se ubicó con mayor claridad el contexto local en que se da el intento de lincharrtiento español. Ramón Sosa, acusado de ser el caudillo de la sedición, muestra en sus antecedentes una personalidad conflictiva. En los expedientes delictivos del ramo civil, loca lizados en el Supremo Tribunal de Justicia del año de 1827, aparece procesado por contrabando de ropa l l Dos años después, en 1829, vuelve a verse inmiscuido en una causa seguida en su contra por haber "insultado de manos" a uno de los más prominentes comerciantes del Pitic, don Francisco Monteverde, cuando éste arribaba de altamar, probablemente en el puerto de Guaymas. I ' Del mismo modo, se documentó dentro de la sumaria, que Ygnacio Hortega, alias el Colmenero, era un "ciudadano de tercera" y que no habría de firmar sus dec.laraciones por no saber hacerlo.!3 Por su parte, el perfil de los peninsulares define también importantes rasgos de su posición social. El primero de ellos, Francisco Martínez, con comercio en el Pitic, había sido propietario de una balandra que utilizaba en el comercio portuario de Guaymas. Manuel María Gándara, a su vez, hacia 1827 era uno de los principales comerciantes de plata en pasta del Pi tic que mantenia estrechos vínculos comerciales con don José María Tapia en el recientemente poblado San Fernando de Guaymas. l ' Dos fueron las interrogantes que en este punto de la investigación asaltaron nuestra atención: ¿qué elementos alimentaron la repulsión de los "ciudadanos de tercera" hacia los españoles?, y ¿cuál era la modalidad del trato otorgado por el sonorense contra el español, declarado enemigo público del nuevo orden nacional? Advertimos que la actitud de entorpecimiento de la justicia, denunciada por el juez de paz y mostrada por los bajos mandos del Ayun tamiento, puede ser entendida como una forma cotidiana de resistencia y sorda participación en contra de los "españoles de nombradía en el 11 índice de las causas civiles registradas en 1828, en ¡bid., ramo civil, f. s/n, documento núm. 2. 12 /bid., ramo civil, ff. s / n, documento núm . 8. 1) lbid., f.l. 14 lbid. , t. 3, f. s / n. 243 AARÓN GRAGEDA BUSTAMANTE Pitic". 15 Estas prácticas representaban en la época un ca rácter casi revolucionario, si se toma como referente el temor de la autoridad institucional ante las prácticas autonormativas que adquLrían las turbas populares, bien conocidas por sus sangrientas consecuencias en el centro del país. De esta manera, donde la desigualdad de condición había sido el patrón predominante, empezaron a vislumbrarse posibilidades de escape para las determinaciones del estatus heredado y mayores posibilidades de movilidad política ante la debilidad ejecuti va de un Estado que se venia consolidando no sin contradicciones percibidas tanto en su discurso como en sus intereses. A la luz de estos primeros acontecimientos del Pitic, es necesario hacer algunas consideraciones pertinentes. Toda vez que el intento de sedición de Ramón Sosa y otros se da seis meses antes de la promulgación del primer decreto estatal de expulsión, y cuatro antes del federal de su misma clase, afi rmamos que la lejanía territorial de Sonora no significó durante los primeros años de la vida independiente la indiferencia ostensible de las capas bajas de la población. La incomwücación con el centro de la repüblica, lugar común de la historiografía regional sonorense, parece haber sido, más bien, parte de una retórica tendente a la autoafirmación política, más que una realidad vivida . Teniendo el intento de sedición en el Pitic como antecedente, el 30 de enero de 1828 fue publicado por el Congreso del Estado Libre de Occidente el decreto nlÍmero 43, relativo a la expulsión de españoles del estado.I ' Se ordenaba así la salida de todos los ibéricos en un plazo menor a 30 días después de publicado el mismo, en especial de aquellos que hubieran servido a la milicia del gobierno peninsular en 1828 y que no se hubieran dedicado a prestar el mismo servicio a la causa de la Independencia. Con el anterior respaldo, al parecer se exacerbó el patriotismo local en el Pi tic y se despertó nuevamente el deseo de expulsión en ese partido por parte del pueblo llan o, "la plebe". El odio y el 15Así lo ha sugerido, por ejemplo, James c. ScOtl, Domination alld tlu.' Arts: 01 tlli' Resistellu: Hiddms Transcripts, 1990, p. 251 . 16 Colección di' docultlflltos del Estado de Owdm te, 11 parte, p . 42. 244 VECINOS EN REVUELTA deseo de acelerar la salida de los "gachu pines" alimentó entre los vecinos, desd e el 7 de febrero, el rumor de que la alcaldía los estaba protegiendo al ocultar la p ublicación de la primera ley de expulsión estatal, p roclamad a en Álamos hacía ya un mes. Esparcida la especie entre la población, se conformaron bandos que, al salir a la calle en reclamo, se enfrentaron en actos violentos durante cuatro días, exigiendo por un lado la publicación del d ecreto estatal y la salida efectiva d e los españo les del Pitic y, por otro, su permanencia en la villa. El informe de Ygnacio Loaiza, encargado del ord en en dicha demarcación resumía: 17 Hace cuatro o cinco días se dejó introducir en este lugar cierto rumor que tendía a alterar el ord en y p ública tranquilidad; ya con el pretexto d e pedir la expulsión de los españoles, ya que la defensa de estos ligados con la plebe, apoyándose aquéllos según se ha percibido, en que habiendo llegado aquel d ecreto, se ha sofocad o por los alca ldes de esta villa. Al principio nos fue d ad o el av iso tan recabado por consideraciones d e su autor y [dio] margen a que con la averiguación del hecho estallase más pronto la revolución.18 Después de haber iniciado la asonada en el vecindario, la autoridad civil acuerd a en sesión secreta dejar para después las averiguaciones de los hechos, según el procedimien to acos tumb rado, y sofoca el estado de intranqu ilidad pública que llevaba más de tres d ías, dic tando medidas represivas, entre las que estaba movilizar los contingentes del comandan te militar de la plaza. En el rela to de los hech os, el alcalde describe al gobern ador el movimiento de tropas efectuado por Francisco Villaescusa. Por lo que para él corresponde, se puso por el citado cuerpo sobre las armas inmediatamente, la fuerza cívica local que componen las dos compañías que únicamente es tán instalad as, d oblándose la vigilancia por ambos cuerpos y lográndose por este med io que hasta la fecha presente, no haya habido rompimiento alguno, y mucho menos habiendo 17 Exp licación que de los acontecimientos hace la alca ldía del Pitic al gobernador del Estado de Occidente, en Expulsión de espmloles, 1. 1064, exp .1, f.1 , AHGES. 18 lbid., observaciones e n tomo a las rev ueltas del Pitic por pa rte de Ygnacio Loaiza, alcald e segundo, d irigidas al gobierno del estado. 245 AARÓN GRAGEDA BUSTAMANTE anoche ap rendid o una de las patrullas del comand ante militar, a quien desde el principio se dijo ser el au tor de aquel germen, el que al instante se puso a disposición mía [... } En este estado de cosas, presidiendo ya de lo que se había propuesto esta corporación, se procedió inmediatamente a la fo rmación de una sum aria correspondiente. 19 El promotor de la asonada contra los españ oles en el Pitic sería un ciudad ano de " tercera" lla m ado José Justo Aguirre, conocido en el pueblo como el Marelio. 20 El parte comunicado al gobierno estatal por el alca lde daba noticia d e la turba en la villa y era emitido a las cua tro de la tarde del día 11 de febrero. Se sugería, después del arresto del revol u ciona rio, que: A consecuencia, pues, de esto, quedamos en una agitación que, seguramente, si dura algú n tiempo, se hará insoportable, por lo que V. E. se se rvirá en contestación decir a este cue rpo cómo deba conducirse en lo sucesivo, si lo q ue se ha prac ti cado aquí es de superio r aceptación o si enviar(á) instrucciones más precisas. 21 Una nota interesa nte que resultaba de este hech o es que Ygnacio Loaiza, alcalde del Pitic, decide, a partir de los acontecimientos, publicar la ley de expulsión, reiterando al gobernador que: "Hoy mismo se publicó la proclama de que acom paño copia y parece que ha surtid o los efectos que se propuso a nte este Ayuntamiento a l dictarla " .22 El mismo día escribe, en un ex ten so m anifiesto dirigido al pueblo del Pi tic, el punto de vista de la alcaldía, recriminando a su vez las consecue ncias del m alentendido: Habilan tes del Pibe; los movimienlos pop ul ares que ha ad vertid o esta corporación desde hace cuatro días ll aman impe riosamente a su 1~ Explicación que de los acontecimientos hace la alcaldía del Pitie al gobernador del Estado de Occidente, AHCES, Expulsi611 dI' I'spmloh's, 1. 1064, exp. 1, f. 2. 2tI Saúl Jerónimo Romero, " La expul sión de los españoles de Sonora, 1828-1834", en Mrmorins dd vr COllgreso dI' Historj¡¡ Rt'giollnr, 1990, pp. 218-228. En este trabajo, pionero sobre la temática, se expone por primera vez la revuelta de ('/ MomiO. Intentaremos aquí ser más ex tensi vos en torno a la información que nos transmite la fuente, asumiendo el riesgo de ser muy descripti vos en nuestro intento. 21 ¡bid. 22 Nota a la explicación hecha por la alca ldía del Pitic al gobernador del Estado de Occidente, MICES, Expl//sión de espmlolt's, 1. 1064, exp. 1, f. s. n. 246 VECINOS EN REVUELTA atención, como que es la única responsable d e las d esgracias que se cometieron en el pueblo [... ] Pitiqueños, tres o cuatro d íscolos que por d esgracia hay en esta socied ad quieren trastornar el orden en que vivís y que tantas veces habéis tra tado d e conserva r, aun en situaciones que amenazan nuestro reposo. Si esos genios del mal, cualquiera que sean esos fines que se propongan en su perversa imaginación, nad a podrán conseguir: este Ayuntamiento se p ropone d e bosotros que no dareís hoido a las pa labras seductivas con que ellos querieran comprometerlos a segu ir empresas que por ser en contra del espíritu d e las leyes, no pod rían permanecer sino por poco tiempo.23 Más que la seguridad pública en sí. lo que Loa iza parece ve r en riesgo con las alteraciones a la tranquilidad y al orden es su capacidad mediad ora como a utoridad entre los intereses de los españoles, a quienes desde hacía tiempo representaba en los as untos legales, y la "chusma", contraparte de la que debe obtener respeto y reconocimiento como instancia . Lo anterior podría ex plicarnos el porqu é del discurso peyorativo contra los ca usantes de la revuelta: Un pa triotismo mal entendido por mexicanos poco afectos a la conservación d e la qu ietud públi ca, O una actitud de defensa por los españoles residentes en es te p unto, es lo que hasta ahora se tiene por ori gen de los daños que sobrev inieron a esta sociedad, si el Ayuntamien to constitucional lo remi tiera todo al silencio y a la impunidad . No, pitiqueños, vivid tran quil os y aguan tad en el seno de la paz las medidas sa lvadoras d e la pa tria, que a la vez están tomad as por nuestros sa bios represen tantes en el Honorable Congreso. Creo con verd ad en que los sentimientos que animan a los miembros que componen esta corporación por buestro bien p rocomunal, no permitirán que d emore un solo instante el cumplimiento de la ley que parece hoy obliga a med ir los d esastres que se asoman. No des pues creencia a lo que sin más fund amen to que fingir según las bajezas de sus almas, han querid o persuad ir de que los alcaldes han sofocado la ley d e expulsión de españoles que ya existe en es te p unto. Estad ciertos qu e aún no viene tal ley y que un aten tad o como el que se imputa a estos fun cionarios es sólo una evid en te impostura d e que está bien satisfecho 23 Procla ma de Ignacio Loaiza, alcalde segund o de l Pitic, a sus ciud adanos, 11 de febrero de 1828, ¡bid., f. 4. 247 AARÓN GRAGEDA BUSTAMANT E este Ayun tam ien to. Él viene del gob ierno y nunca estu viera al arbi trio de uno de sus competentes incurrir en defectos d e aquella orden.2'¡ Esta proclama de Ygnacio Loa iza ad vertía una abierta contrad icción con lo planteado al gobernador del estado esa misma tarde; anteri ormente, Loaiza había escrito al representante d el pod er ejecuti vo que ese mismo día se publicaba la ley de expulsión del Pitic, mientras que en la segun da proclama decía a los ciudad anos que tod avía no existía en ese punto de Sonora. Lo que se atestigua es una posición de negación por parte de Loa iza, med iando los intereses del gobierno del estado, de los españoles y la legitimidad de su autoridad d e cara al pueblo llano. El 18 de feb rero, siete días después de remitido su ofi cio al gobernador, Loaiza recibe una carta del mismo d onde se especifica: Cuando se remi tió la carta d e Us. , ya se había dado providencia pa ra q ue se contubiese cualquier alteración q ue pu d iese haber en la en trega del coma nda nte ge neral o p ublicación de la ley sobre expulsión d e españoles. Es tas precauciones eran sólo tomad as por cartas particu lares [... ] El velo de Uso para precaver un ma l y d e afianza r de un modo reco mendable la opin ión de nuestro sistema en ese p ueblo le merece la p rim era cons ideración de este gobierno. El gobernador le ordena no perde r de vista la conduc ta de 10sé 1usto Aguirre, porque muy bien pued e ramifica rse ésta en algunos hab itan tes de este suelo. 25 La in fo rmación que se encuentra en los archi vos no sólo muestra, contrario a lo orde nad o por el gobernado r, que la conducta de el Momjo se perdió de vista por pa rte de l alca lde, sino que llegó a ser incluso víctima de l acoso de los "gachupines" del Pitie cuando estaba en prisión . En un documento resca tad o de los a rchi vos d el Supremo Poder Judicia l, aparece una ca rta de Ygnacio López, resguard o de la cá rcel loca l, quien en un tono enérgico comunica a lila d e los enca rgados d el orden püblico la situación que se suscitaba el 18 d e febrero por la noche: 24 25 Jbid. Instrucciones del gobernador del Estado de Occidente al alcalde d el Pi tic, ibid. 248 VECINOS EN REVUELTA A hora que son las ocho de la noche, recibí la adjunta queja que el original acompaña a Us., cuyo contenido me llevó violentamente a la cárcel pública d e esta villa. Su au tor me ha informado de que anoche, como a las oraciones, penetró aquel edificio el español apellidado Prieto, quien dirigiéndose al Mareiio que allí existe preso, pretendía saber la causa por que lo estaba, añadiendo que ya sabía el plan proyectado aquí, que no era otro que el de robar a los españoles, y que se le imputaba quería incendiar la casamata. Hago a Uso este comunicado por la extrañeza que me causa este acontecimiento y porque puede interesar a la causa pública unos procedimientos tan rastreros como llenos de malicia.26 La actitud hostil mostrada por el español contra el nacional parecía, a los ojos del denunciante, una flagrante arbitrariedad; sin embargo, debemos acotar que este tipo de agravios era posible en sitios como el Pitic, donde la cárcel pública no era en la fecha más que un tapiado inseguro. 27 De esta manera, el Ma reiio fue consignado por "sedicioso y levantisco contra las autoridades" del A yuntamiento de la villa. Su perfil, a grandes rasgos, coincidía con el de Ramón Sosa, acusado de sedición seis meses antes. José Justo Aguirre había tenido como antecedente criminal una causa que le llevó varios días a prisión en 1823. En aquella ocasión fue acusado por " ebrio, escandaloso e inobediente a las autoridades", siendo recluido junto con otros cuatro cómplices, los cuales salieron después de varios días de arresto por no haber podido constar fianza. En lo referente al español que ilegalmente acomete al Mareño en la cárcel pública, se trataba de don Ramón Prieto, comerciante de la villa del Pi tic y vinculado con intereses comerciales de "gente de razón" en la región. Después de los acontecimientos de la cárcel, 26 Carta con carácter de reservado, remitida por el resguardo de la cá rcel publica del Pitic al alcalde de seglU1do voto, Martín Espinoza de los Monteros, AHGES, Archivo del Supremo TribUllal de Justicia, ramo civil , tomo 3, f. 9. 27 Juicio de liberación de Antonio Barceló, AHGES, en Archivo del Supremo Tribunal de Justicia, ramo civ il, tomo 3, f. sin. El vigilante de la cá rcel pública y centinela de la gúa [sic ] del Pitic, hace una descripción detallada de la misma, donde expone la necesidad de que se levanten a la altura que corresponden las paredes del corral donde se coloca a los presos. 249 AARÓN GRAGEDA B UST AMANTE habiendo llegad o noticia de ello al propio gobernador Escalante y Arvizu, éste solicita se integre una averiguación contra Prieto; en las listas que resumen los casos consignados en esa época se documentó también que antes de que el español partiera de Sonora, como incluido en la expulsión, fue víc tima de atraco por un pitiqueño en la misma villa. Es importante señalar, finaLmente, que en el enfrentamiento entre espa ñoles y "la chusma" del Pibe la pugna entre fami lias con arraigo en el punto también se hizo presente. Mientras el español Ramón Prieto acosaba al Mnreiio en la cárcel pública, el comisa rio militar del Pibc, José María Vélez Esca lante, denunciaba como expulso ante las autoridades locales, el 21 de febrero, ni más ni menos que a Francisco Monteverde, "español comprendido en los artíc ulos siete y ocho del decreto de expulsión" . Vélez Escalante era, desde 1824, maestre de la logia yo rkina en el Pitic 28 y aprovechaba de esta forma la situación de rev uelta para denunciar a lino de los más prósperos comerciantes de la villa, como lo documentara a principios de este trabajo el coronel Bourne. Francisco Antonio Monteverde no era en ese entonces tan sólo el propietario de la mejor finca urbana, sino Wl0 de los más aca uda lados comerciantes, "de religiosas costumbres", a quien le tocara por esos años organizar la colecta para la capilla del Pitic [SiCJ.29 Los intentos del yorkino por inclu ir en la expulsión a uno de los representantes más visibles de la riqueza económica local, asociada comúnmente a los españo les, resultó sin embargo estéril. 30 2H Francisco R. Almada, Dicciollario de historia, biografía y geografía SO IIOrt'llSe, 1983, p. 381. Aquí se señala que las prime ras logias establecidas en el antiguo Hermosillo da tan de 1826 y 1827. Una de ellas, de nombre " Ind ia Yaqui Núme ro 64 ", e ra dirigida por José María Vélez Esca lante, con grado de " venerable maestro". :!'I José Francisco Velasco, Noticias estadisticas del estado de SOl/ora, 1985, p . 45. En este traba jo se apunta que don Francisco Monteverde fue depositario de los fondos qu e se jun ta ron pa ra la construcción de la cated ra l de Hermosillo. 11) Rodney Anderson, " Race and Social Stratification: A Comparison of Workingdass Spaniard s, Indians and Casta s in Guadalajara , Mexico in 182 1", Hipall ir America Relliew, 1988, p. 241 . En este trabajo se señalan los cambios en la movilidad sodoeconómica de los notables en Guad alajara, como consecuencia de las políticas poste riores a la Independencia; aunque no es el caso en Sonora , describe la clCtitud 250 VECINOS EN REVUELTA Los acontecimientos vividos en este punto de Sonora arrojan elementos importantes para nuestro análisis. En la tercera década del siglo XIX, el peninsular conservaba aún su importancia como beneficiario visible y us ufructuario de la economía regional, en una época marcada particularmente por la escasez, lo que debió alimentar la envidia y la hostilidad de las clases bajas. Tanto los pitiqueños como los españoles competían por recursos materiales y simbólicos limitados: por un lado estaba la propiedad y la seguridad económica que el miserable local intentaba arrebatar a los peninsulares como parte de lo que la imaginería patriótica sancionaba como justo;31 por otro lado (d e mayor importancia tal vez), se ubicaba la necesidad de negar por primera vez en los hechos, dentro de la comunidad de vecinos, la antigua distinción que imponía al español como ciudad ano de primera categoría, frente a "la plebe", identidad antes desplazada, provista ahora de un discurso radical, yorkino y patriótico-reivindicador, que les hacía compartir entre ellos un imaginario nacional, entendido como comunidad ideal a sus intereses y prometedora de jushcia. 32 Junto a los españoles y las clases bajas estaría la primera autoridad nacional republicana construyendo su propia legitimación no de las castas e indios hacia el blanco acaudalado; "Of cou rse, creales at the time would not have taken the decline oE oEficial racism to means the race counted for nothing. Rather, they understood that what was being said was that outmoded corporate distinctions 'artificiall y' imposed on colonial society by spaniards ru le were being replaced by the naturallaws wrnch govemed social contracts [...1Under those circumstances, it hardly seems to matter whether what had been documented in this study presents upward mobility for the indians and castas or downward mobil ity for poor whites". 31 Michael M. Swann, Migrants iJl the Mexican Nortl1. Mobility, Economy and Society in a Colonial World, 1989, p . 155. Desde una perspecti va afín el autor coincide: "The sharpest demografic and economic differences ex isted between the na tive-bom residents and the peninsulars who inmigrated in the large numbers in the eighteenth century. The m.iddled-aged Spaniards, were less likely to be wealthy and to carry high socioeconomical status than any other group in the Norther Towns". 32 Esto último nos acerca a las perspecti vas analíticas sugeridas por Benedic Anderson. COIMllllÍdades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difllsión del nacionalismo, 1993. Especialmente en lo referente a la capacidad de movilización que una idea compartida de nación pudo haber d ifundid o a la luz del nuevo discurso republicano, liberal y jacobino. 251 AARÚN GRAGEDA BUSTAMANTE sin contradicciones. Poseedora de un discurso que daba idea de los hechos, no lo usaba para esclarecerlos y procurar el entendimiento estricto de las partes, sino para mediar entre la realidad política y proteger su posesión de beneficio. Por lo menos así lo demuestran decenas de transacciones comerciales en el Pitic, en las que el alca lde fungía como el más frecuente representante comercial de los españoles acosados, de ahí que al tornarse violento el conflicto entre los pobladores y los peninsulares, su estrategia fu era negociar, desde la fuerza de las armas y el discurso del poder legítimo, el peso d e su autoridad formal. El alcalde se permitió así declarar una cosa al gobernador y hacer otra diferente ante la población en revuelta; intentó, en pocas palabras, negociar un lugar entre la ley, la obed iencia y sus intereses. SIGLAS y REFERENCIAS A HGES A ST) Archivo Histórico Ge/1eral del Estado de SOllora, Sonora, México. Archivo del Supremo Tribunal de Justicia, ramo civil, Sonora, México. Almada, Francisco R., Diccionnrio de historia, biografín y geografín sonorel1se, Hermosillo, Gobierno del estado de Sonora, 1983, 746 p. Anderson, Rodney, "Race and Social Stratification: A Comparison of Working-c1ass Spaniards, Indians and Castas in Guadalajara, Mexico in 1821", Hipnllic Alllericn Review, vol. 63, núm. 2, University of Duke Press, 1988, p . 275. Benedic, Anderson, Comunidades ¡IIIngilladas. Reflexiones sobre el origen y la dIfusión del llaciOlwlismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, 315 p . Jerónimo Romero, Saúl, "La expulsión de los españoles de Sonora, 1828-1834", en Memorias del VI COl1greso de Historia Regiol1al, Sinaloa, Instituto de In ves tigaciones Económicas Sociales/ Universidad Autónoma de Sinaloa, 1990, p. 218. Medina Bustos, Marcos, Vida y lI1uerte del alltig llo Herlllosillo, 17731828, Hermosillo, Secretaría de Educación y Cultura, Gobierno del estado de Sonora, 1997, 334 p . 252 VECINOS EN REVUELTA Mexican Manuscripts, Bancroft Library CoHection, reel 7, Slalemenl 01 John Alfred Robinson, f. 1, University of Arizona. Scott, James c., Domination and Ihe Arts 01 the Resis/ence: Hidden s transcrip/s, New Haven, Yale University, 1990, 251 p. Swann, Michael M., Mig ranls in the Mexican Nort/1. Mobilily , Economy and Socie/y in a Colonial World, San Francisco, Westview, 1989, 202 p. Velasco, José Francisco, Noticias estadísticas del es tado de Sonora, Hermosillo, Gobierno del estado de Sonora, 1985, 292 p. Ward, Henry George, México en 1827, México, Fondo de Cultura Económica, 1981, 788 p . 253 Lucha y defensa de los pueblos: el derecho al agua en el centro de México 1856-1868 Diana Birrichaga* LA HISTORIA d e los usos del agua en los pueblos es un tema muy poco explorad o en los estudios históricos. 1 La estructura de los pueblos ha sido analizada por diversos autores y desde d istintas perspecti vas, sobre tod o en las problemáticas que se desarrollan en to m o a la cuestión agraria,2 en cambio la variable hidrológica ha sido ignorada o tratada de manera secundaria en la historiografía mexicana. Sólo en las últimas décadas han aparecid o algunos trabajos que muestran las distintas formas de aprovechamiento de los recursos hidráulicos. 3 En contraste con la ausencia de referencias • El Colegio Mexiquense. ] El estud io de los usos sociales del agua se refiere al análisis de las relaciones sociales y políticas implicadas directamente en tomo a los ap rovechamientos hid rá ulicos. Luis Aboites Aguilar, "Apuntes pa ra la historia de los usos del agua en México en los siglos XIX y XX", Estlldios Socia/es, vol. 5, núm. 9, enero-junio, 1994. 2 Véase Eric van Young, " La historia rural de México desde Cheva lier: historiografía de la hacienda colonial ", Historias, núm. 12, enero-ma rzo, 1986; Brígid a von Mentz, Pueblos de indios, mulatos y mestizos, 1770-1870. Los campesinos y las transformaciones protoindustriales en e/ ponien te de More/os, 1988; JOM Tutino, From ¡1lSlIrrectioll to Revollltio/l in Mexico: Social Bases 01 Agrarian Vio/enee, 1750-1940, 1986. J A med iados de los años se tenta la inte rrelación de tierra yagua fue estudiada por algunos especialistas del periodo colonial. En 1975 Taylor, en un artículo p ionero, ana liza las mercedes de tierras yaguas de los pueblos del cen tro y sur de la Nueva España . Este autor concluye que los derechos sobre estos recursos se yuxta pusieron en la práctica cotidiana. En el trabajo de Meyer se ana liza el impacto de los recu rsos hid ráulicos en la fo rmación de asentamientos y la colonización del árido norte novohispano. Por su pa rte, Von Wobeser considera la va riable del 255 DIANA BIRRJC H AGA bibliográficas, los archi vos contienen gran cantidad de doc umentos que muestran cómo en esta etapa d e la historia mexicana los pueblos tu vieron que desplega r di versas estrategias para d efender su derecho al usu fructo de los mencionados recursos. En los siglos XV II y XV III , pueblos y haciendas habían orga nizado d istintos repartimientos del agua d e ríos y manantiales pa ra establecer e l tandeo. Sin embargo, durante la primera mitad d el siglo XIX la política liberal sobre la propied ad de los pueblos permitió que la!:J élites regiona les, haciend o uso d e las nuevas instancias gubernamenta les, se apropiara n d e gran pa rte de tales recursos. Es te trabajo ha rá hinca p ié en describir la manera en que las nuevas leyes li bera les lograro n que los elementos tradicionales de los pueblos sobre derechos y obligaciones de los usos del agua fueran reelaborados. Asimismo, intentaré describir los elementos que utili za n los pueblos en la d efensa de su derecho a aprovechar el agua. En el nuevo ma rco juríd ico confo rmado a lo largo de l siglo XIX, los propieta rios d e haciendas y ranchos controlaron grandes volúmenes de ag ua mediante su compra, a rriendo o usurpación . Ante el ca mbio de fuerzas en el dominio del agua, los pueblos -a mparados en el marco ju ríd ico- ac udieron a las autorid ades <lgua como factor expl ica ti vo de los conn ictos agrarios en los siglos XVII y XVI1J. Desde la misma perspectiva, Lipsell p ropone estudiar la reladón entre tierra y agua pa ra explicar los conflictos agra rios ocu rridos en la región de Pueb la de 1680 h,l sta 1810. Sin e mbélrgo, est,l .:mtora in troduce nuevos elementos al análisis: la élcti vidad ganadera, la defor€'Stación y la trans formación del paisaje. En general, las propuestas de estos autores tienen de fondo distintos enfoques, que van d esde el socia l hasta el económico. Empero, todos consideran que los d ife rentes mecanismos de ad judicación de los recursos hidráulicos fueron detonantes de conflic tos. Will iam Ta ylor, "La nd and Wa ter Rights in the Viceroya lty of New Spain ", Nt'w M('xico Historital Reuh'w, vol. 50, núm . 3, julio, 1975; Gisela von Wobeser, " El uso del agua en la región e n Cuernavaca-Cua tla d uran te la época colonial", Historia MI'xirmla, vol. 32, núm. -l, 1983; Sonya Lipsett, "Tie rr<l y agua en Pueb la colonial ", en EflCI/!' IIfro, vo l. S, nú m . 17, octu bre-d iciembre, 1987, e " Lndigenous Communities and Water Right in Colon ial Puebla: Pallems of Resistance", TI/{' Ameriras,.vol. XLV III. abril. 1992; Jea n Meye r, "La Junta Protector<l de las Clases Meneste rOs.ls, indigenismo y agrarismo en el segundo Imperio", en Antonio Escobar Q. (coord.), IlIdio, IIl1áóll y comrmidad ('" 1'1 Mrxico 1ft>{ si~lo XIX, 1997. 256 LUCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS para tratar de recuperar, o al menos de no perder, su patrimonio. Sin embargo, algunas comunidades mostraron resistencia cuando percibieron que los caminos legales resultaban insuficientes para recuperar la propiedad del agua. En términos más específicos, se intenta mostrar que los pequeños robos de agua, la destrucción de presas, los litigios y el desvío de los cauces de los ríos son estrategias de defensa frente a un acto considerado injusto. El marco temporal de esta investigación abarca de 1856 a 1868. En 1856 el gobierno nacional promulgó la Ley de desamortización de bienes de manos muertas, mientras que en 1868 -después del intento fallido del segundo Imperio--, el presidente Benito Juárez aplicó va rias reformas legales encaminadas a acelerar el proceso de enajenación de los bienes corporativos de los pueblos. Este trabajo está organizado en tres apartados. En el primero señalo brevemente las disposiciones legales del régimen colonial respecto al dominio de los recursos hidráulicos e indico los principales cambios en la normatividad de las leyes decimonónicas. En el segundo, reviso brevemente las respuestas de los pueblos en relación con los embates que sufren en su forma de vida comunitaria. En particular se destaca cómo trataron los pueblos de encontrar resquicios legales para defender su derecho al uso de las aguas comunales. En el tercer apartado analizo las formas de resis tencia cotidiana formulad as por los usuarios para enfrentar a las autoridades y los hacendados, principales usurpadores de las aguas comunales. Para este fin, resulta útil retomar algunos elementos de la obra de James Scott, que señala que en las relaciones de poder los grupos subordinados crean sus propios códigos de resistencia. EL AGUA PARA PUEBLOS Y HACIENDAS En el contexto histórico parece necesario revisar algunos antecedentes del periodo colonial para entender el código público de los usos sociales del agua' En la época colonial la disponibilidad ~ El concepto de "código público" debe entenderse como una vía de análisis de la interacción abierta entre dominadores y subordinados. James SeO!!, Domination and tlle Arts o[ Resistance, 1990, pp . 2-5. 257 DI ANA BIRRICHACA de agua era requisito de primer orden al momento de elegir el sitio de un asen tamiento, pues era uno de los recursos prünordiales para desa rrollar acti vidades económicas como la agricultura, minería y cu rtiduría, y para el consumo doméstico. Todas estas acti vidad es consumían agua en abundancia, por lo que frecuentemente se suscitaban conflictos entre los distintos usuarios, razón que obligó a las autoridades a emitir disposiciones lega les que regularan el acceso a este recurso. El rlomi nio y propiedad del agua correspondía originalmente a la corona española, que podía ceder sus derechos a los particulares, a las ciudades, villas o pueblos. El derecho castellano establecía que el uso privado de las aguas debía ser sancionado por W1a merced concedida por el rey o en s u nombre. La diversidad de acti vidades desa rrolladas en torno al agua p rovocó la com petencia por el control del recurso entre los usuarios. Los más desprotegidos fueron los pueblos, pues tenían por costumbre rentar parte d e sus aguas comunales a terra tenientes para obtener mayores ingresos, empero, esta p rác tica permitió que muchos hacendados esgrimieran derechos sobre ei recurso hidrá ulico. Después de la Independencia la administración de las aguas con1Lma les de los pueblos del centro de México pasó a manos d e los ayuntamientos. El 9 de feb rero de 1825 el Congreso constituyente del Estado de México d eterminó que los bienes de los pueblos se consideraran como propiedad civil vinculada, y estu vieran representados por los ayunta mientos. En este tenor, las aguas, tierras, bosques y pas ti zales de uso com unitario pasa ron a ser administrados por las autori dades. Los vecinos de los pueblos, sin embargo, tenían la facultad de reclamar an te los mand os estatales cuando consideraban que sus fu ncionarios hacían uso indebido de los bienes comuna les. Los ayuntamientos establecían pactos para ceder o arrendar el recurso a particulares, y los arrendamientos del agua en los pueblos eran una práctica que se venía realizando desde la época colonial, pero con numerosas restricciones legales. 5 s En el reglamento de bienes de la comunidad de Texcoco ~e 1808 se acordó que los remates fueran en subasta pública y con un término menor de cinco años, prefiriéndose como postores a los vecinos de los pueblos. Sin embargo, en la práctica los únicos postores eran los p ropietarios de las haciendas. Véase Diana Birrichaga 258 LUCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS Los ayuntamientos no tenían dificultad para negociar constantemente los términos de los contratos para ceder agua, siempre que vieran una ventaja para sus vecinos. En las subastas públicas invariablemente estaban presentes los propietarios o los apoderados de haciendas. Por ejemplo, el 7 de julio de 1830, al remate de las aguas de Papalotla (Texcoco) se presentaron Nicolás Campero, propietario de la hacienda La Blanca, y Miguel de Cervantes, dueño de la hacienda La Grande. La subasta fue ganada por Campero, que ofreció más dinero por el arrendamiento. 6 Los ayuntamientos, como representantes de los pueblos, también estaban autorizados a firmar contratos de cesión de agua con otros pueblos. El 27 de febrero de 1846 los vecinos y au toridades municipales de Huexotla acordaron ceder el agua de su cañería al pueblo de Tequesquinahuac para su uso doméstico. Además, "por mera gracia", permitirían que tomaran toda el agua únicamente los domingos desde las cuatro de la tarde hasta las seis de la mañana del lunes? A veces los pueblos recibían indemnizaciones por ceder sus recursos hidráulicos. Por ejemplo, en noviembre de 1849, el Ayun tamiento de Texcoco renunció a 15 días de agua en fa vor del pueblo de San Andrés Chiau tla. A cambio, este último pagó 600 pesos por indemnización. 8 Los pueblos no siempre arrendaban o cedían sus aguas, pues sus recursos eran utilizados por el vecindario. Sin embargo, muchas veces requerían establecer acuerdos de servidumbre para tras ladarlas por los terrenos de las haciendas o de otr03 pueblos' El 27 de Gardida, "El arrendamiento de los propios de los pueb los en el Estado de México, 1824·1835", en lrache ta Cenecorta y Birrichaga Gardida (coords.), A la sombra de la primera República Federal en el Estado de México 1824·1835, 1999, pp. 320·321. 6 Archi vo de Notarías de Texcoco (en adelante ANT), Protocolos 1830: contrato de arrendamiento de las aguas de Papalotla, Texcoco, 22 de septiembre de 1830. 7 ANT, Protocolos 1846: escri tura de transacción entre los pueblos de Huexotla y Tequesquinahuac por uso de agua, Texcoco, 27 de febrero de 1846. 8 ANT, Protocolos 1849: escritura de transacción de 15 días de agua entre la municipalidad de Texcoco y Chiautla, Texcoco, 12 de noviembre de 1849. 9 La serv id umbre era e l derecho de uso "de los edificios o heredades ajenas en utilidad de las nuestras o de nuestras personas". La servidumbre para llevar agua a un molino o para regar tierras de cultivo facultaba al dueño del p redio dominan te, el usuario que aprovechaba la servid umbre, al uso ¡rrestricto del recurso. Este derecho 259 DI ANA BI RRICH AGA febrero de 1837 el Ayun tamiento de Papalolla, a nombre de dicho pueblo, celebró un contrato de servidumbre con la hacienda La Blanca para qu e sus aguas de la tanda del río Papalotla transitaran por terrenos d e la hacienda . La Blanca, además, cedía un terreno para formar dos depósitos de agua; és tos serían propiedad del pueblo, pe ro no se permitiría el paso del ga nado a beber. El pueblo se compro metía con la mitad de la compos tura de la presa cada vez que el río la derrumba ra. Por compensación de los terrenos, Papalotla cedía cinco horas de agua de su tanda .1O Durante los breves años de la dictadu ra de Antonio López de Santa Anna, se ex pidió la Ley del 31 de julio de 1854, que ordenaba la restitu ció n d e la propiedad comuna llls urpada a los pueblos. 11 Al recibir es ta noticia, g ran número de pueblos enviaron represe ntantes a la capital del país para obtener copia de los títulos que los a mpara ban en la posesió n de sus bienes comunales. 12 Otros, que sí contaban con documentos que amparaban sus derec hos a sus bienes cornunales, iniciaro n la restitución de las ti erras yaguas usurpadas po r los hacendados. Es el caso del pueblo de San Juan Teotihuacan, que durante parte de l siglo XIX había intentado recuperar la propiedad de los rn anantiales qu e brotaban en su pueblo, agua que hab ían usurpado las haciendas de San José Acolman y la Cadena. 13 se adquiría po r contrólto o concesión, por volunl<1d testamen taria, por costu mbres inmemoria les y por d isposición de un juez. Mariólno Ca lvAn, Ordí'/UIII:aS dí' tierras y aSIlaS o st'a formulario S/'oll1 í;t r ico-judlcial para la /it'sigllaciólI, í'stab/t>cimÍt'lIto, /IIí'Sl/ra , at' tinras, sitios, ca/1allnias .11 amojOlrami('//t0.ll ar'sli"dr' de las l'o/llacio/1{'s .ti lodas SI/r'rf c's criad/'ros dI' grillado mayor y 111/'llor .ti //I/'ret'des dl' aglla, 1849, pp . 13-15. IU ANT, Protocolos 1837: con trato de servidumbre de las aguas de Papalotla, TL'xcoco, 27 de feb re ro de 1837. 11 M<l nuel Fabila , Cinco S(I1/0S ar' lt'gislllciólIlIsrnria ·/493-1940, 1981, pp. 100-102. 12 Esta ley impon í<l 1<1 oblig<lción de presentar los títulos que ampMaban los bieneS usurpados. Muchos p ueb los envia ron representantes al Archi vo General p<lr<l obtener una copia de sus bienes comunal es. Tecamachalco pagó 300 pesos y Temama tl a 500 por sus títulos. Archivo Gene ral d e la NaciÓn (en ade!,1nte AGN), Ayuntam ien tos, vol. " 7, exp . 91, f. IOOv: informe de l sub pre fecto de Chalco al pre fecto de Texcoco, 2\ de noviembre de \854. 11 En 182" el Ay untamiento de Texcoco impuso una contribución por esta a gua . Los propie tMios de las haciendas solicitMon a Melcho r Müzqui z, gobern<ldor del Estado de México, qu e rech<lZ<lra la pretensión de Teotihuac<ln. L<l respu("St<l de 260 L UCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS La ley emitida por Santa Anna dio esperanza a Teotihuacan de recuperar la propiedad de sus aguas. José Nicolás Ga rda, representante del pueblo, presentó la demanda de restitución nnte la Secretaría de Fomento. En su escrito, Carda señalaba que era tiempo d e que se les rociera justicia para recuperar el agua: "Solicitó que el juez del partido llevara a cabo dos diligencias; prLmero, una 'vis ta de ojos' de los manantia les en disputa, y segundo, que los hacendados presentaran los títulos que amparaban la propiedad de sus aguas". La caída del gobierno santanista canceló el proceso iniciado por Teotihuacan. 14 En ]856 se produjo un cambio radical en la relación entre pueblos y haciendas: el 25 de junio Ignacio Comonfort, presidente de la República, promulgó la Ley de d esamortización de bienes de manos muertas, que preveía que los bienes de las corporaciones tanto civiles como eclesiásticas debían adjudicarse en propiedad a los que las tenían arrendadas. La ley definía a las corporaciones como "todas las comunidades religiosas de ambos sexos, cofradía s y archicofradías, congregaciones, hermandades, parroquias, ay untamientos, colegios y, en general, todo establecim.iento o fundación que tenga el carácter de duración perpetua". En el texto de la ley se exceptuaba a los pueblos de la enajenación de sus edificios, ejidos y terrenos destinados exclusiva mente a l servicio público, pero la imprecisión del término "servicio público" creó confusión en la ap licación de la leylS Respecto a la propiedad de las aguas, entra ron en el proceso d e us urpación de los bienes comunales con dos va riantes. La primera consistió en despojar exclusivamente a las comunidades de las aguas del común. La segunda vía estu vo aunada al proceso de desamortización de las tierras de las comuMúzqu iz fue enviar al licenciado José María Esquivel, juez de letras del partido, para poner en posesión de las haciendas el agua despojada por el Ayu ntamiento. Archivo Histórico de la Biblioteca del Museo de Antropología, Colegio de San Gregorio, vol. 159, ff. 328-336: informes de los gastos por la restitución del agua a la hacienda de San José Acolman, Texcoco, 22 de abri l y 7 de mayo de 1824. 14 Ca rta de José Nicolás Ga rda al presidente Santa Anna, 11 de septiembre de 1854, AGN, Ayunta mi entos, vol. 47, exp. 103, f. 292; sobre este conn icto véase Diana Birrichaga, 1997, pp. 176-179. 15 Manuel Fabila, op. cil., pp. 103-109. 261 DIANA BIRRlCHAGA rodades indígenas. Muchos particulares habían usurpado desde siempre las aguas comunales de los pueblos aprovechándose de argucias lega les, pero la promulgación de la Ley de desamortización de 1856 modificó el marco jurídico para que las haciendas, molinos, trapiches y fábricas legalizaran el despojo. IMPACTO DE LA LEY DEL 25 DE JUNlO DE 1856: LA EXPOSICIÓN AL INFORTUNI0 16 En este apartado planteamos tres planos en las resp uestas de los pueblos ante la transformación de los usos sociales del agua impuesta por la Ley de desamortización d e 1856. Un primer plano define cómo encuentran los vecinos resquicios legales para defender sus derechos comunales. El segundo eshIdia la memoria colectiva d e los derechos de los pueblos. Por último, el tercero es la visión de las autoridades respecto a las demandas de los pueblos. El proyecto liberal, como señalamos antes, transformó la estruchIra agraria al desaparecer la tenencia comunal de las tierras pertenecientes a los pueblos indígenas y a los ayuntamientos. Si consideramos lo señalado por Moore -que la brusca imposición de una ley o cambio económico implica una ruphIra con las reglas y coshImbres admitidas-, es claro que la desamortización provocó ca mbios en el modo de vivir del campesinado,1 7 pues fue uno de los principales factores de los conflictos entre pueblos y haciendas. Veamos un ejemplo. El 22 de julio de 1856, días después de la promulgación de esta ley, Agustín Cruz, dueño del molino de San José Atoyac, ubicado en las orillas de ChimaLhuacán, acudió a la prefechIra de Texcoco a denunciar un herido por lm molino que 16 Utiliza mos este concepto en e l mismo sentido que Barrington Moore, es decir, e l principal elemento que sirve para diferenciar a un grupo de subordinados de otros grupos sociales es la exposición que hacen sobre una serie de calamidadE's e infortunios de los que son víctimas. Moore, Ln il/justicia: bases sociales de fa obedie,¡cia y la rebelión, 1996, pp. 194-195. J1 En contraste, "u n deterioro económico paula tino puede ser aceptado con el tiempo por sus vícti mas como algo propio de la si tuación norma l", Moore, op. cit, p.383. 262 LUCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS pertenecía a los bienes del pueblo desde 1571, cuando el virrey Martín Enríquez les hizo merced a los naturales. La prefectura acordó traspasar a Cruz los derechos sobre las aguas del pueblo, y los habitantes de Chimalhuacán presentaron un recurso para evitar el despojo. La respuesta llegó pronto: no obstante que el dueño del molino había adquirido derechos en virtud de la enajenación, la prefectura decidió que debía firmar un arreglo con los moradores a fin de evitar un futuro conflicto. Dos cond iciones destacan del pacto; la primera fue la autorización a los vecinos para aprovechar el agua que salía por el lado oriente después de dar movimiento a las máquinas. El segundo punto permitió la construcción de obras hidráulicas a fin de facilitar la explotación del recurso. Sin embargo, años después, cuando la propiedad fue vendida, el nuevo dueño del molino desconoció el acuerdo. En 1865 el regidor decano del Ayun tamiento de Chimalhuacán, a nombre de 90 vecinos, envió una misiva al emperador Maxirniliano para informar de las dificultades con el dueño del molino de San José Atoyac. En la carta solicitaban la protección del soberano para hacer valer, conforme a las leyes y por los medios que ellas determinasen, sus derechos sobre sus aguas.18 Durante el gobierno de Maximiliano se inició lUla febril acti vidad legislativa encaminada a modernizar el Estado mexicano. Una de sus principales preocupaciones fue la falta de un marco jurídico que regulara las relaciones entre pueblos y haciendas. Maximiliano apoyaba las tesis del liberalismo respecto a la desamortización, pero durante su gobierno tomó diversas medidas para mitigar sus efectos. Quizá la medida proteccionista más importante hacia las clases desprotegidas fue la creación de la Junta Protectora de las Cla18 En la misma solicitud los naturales de Chimalhuacán también solicitaban el apeo y deslinde de los terrenos de común repa rtimiento, que el emperador expidiera un decreto que arreglara los pactos de los operarios del ca mpo con los labradores y que se les liberara del pago de ciertas contribuciones exigidas por los párrocos. Archivo General de la Nación, junta Protectora de las Clases Menesterosas, vol. 1, expediente 2, f. 8: informe de la subsecretaría de la junta al ministro de Gobernación, 24 de mayo de 1865; AGN, Gobernación, Legajos 1144-1, caja 1376, expediente 3: carta de Rica rdo Sa ldívar, regidor decano del Ayuntamiento de Santo Domingo Chi malhuacá'1 al e mperador, 11 de mayo de 1865. 263 DIANA BIRRICHAGA ses Menesterosas, que además de recibir los reclamos de los grupos subordinados, estaba facultada para proponer al emperador soluciones. Parte de su trabajo fu e la formulación de leyes encaminadas a reglamentar el trabajo del campo, la dotación de fundo legal y ejidos a los pueblos carentes de ellos, y dirimir litigios sobre tierras y aguas. 19 La respuesta de Faustino Chimalpo poca, presidente de la Junta Protectora de las Clases Menesterosas, sobre el caso del molino de ChimaLhuacán ilustra claramente cuál era la orientación política del gobierno de Maximiliano. Chimalpopoca señalaba que el convenio pactado en 1856 fijó los derechos de ambas partes, de manera que no debían atenderse los hech os anteriores. El nuevo pacto invalidó los anteriores, "estableciendo otros nuevos, indudablemente útiles a la población, pues les restituyó el uso que por la enajenación d e las aguas habían perdido". Chimalpopoca únicamente sugería que ambas partes del convenir- cumplieran con los términos del mismo.2o Queda claro que Maximiliano no estaba en contra del proyecto de desamortización, pues él también quería transformar la estructura agraria de México. Aun así, no todas las solicitudes de restitución d e aguas presen tadas ante la Junta Protectora tu vieron respuestas favorables. En octubre de 1865 Ventura del Carmen Yxquixuchitl Cuapango informó que por los derechos otorgados a un antepasado, don Valeriano An tonio de la Cruz, el agua que brotaba de los cerros altos de San Francisco le pertenecía, a pesar de la usurpación hecha por la hacienda La Blanca. La respuesta de Chimalpopoca fue que el emperador no debía conceder su protección a todo aquel que la pide pues Si bien es cierto q ue uno de los principales deberes del gobierno es proteger al desgraciad o, lo es también que es ta protección d ebe cir* 19 Jaime del Arenal Fenochio, "La p rotección del indígena en el segundo Imperio mexicano: la Junta Protectora de las Clases Menesterosas", Ars ¡!Iris, 1991, pp. 2*8; . Jean Meyer, op. cit, p. 330. 20 AGN, Junta Protectora de las Clases Menesterosas, vol. 1, exped iente 2, ff. 11v12: carta de Faustmo Chimalpopoca, presidente de la Junta, al ministro de Gobierno, México, 18 de julio de 1865. 264 LUCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS cunscribirse a ciertos límites que fija la misma justicia y lim itarse sólo a los casos en que de una manera clara y ev idente aparezca la necesidad de ella. De otro modo esta protección se convertiría en un arma terrible que heriría los intereses má s sagrados, reconocidos por la ley y el mismo gobierno, interesado como toda la sociedad en que se fije n los derechos de los particulares, los pondría en duda ha ciend o nuctuar la p ropiedad [ ... ] y destruir con esto la presc ripción qu e sabiamente fu e introducid a po r el derecho civil respecto de los bienes de particulares y de aquí vendrá indudablemente una verd adera revolu ción soc iaJ.21 Aunque no se resolvió el reclamo de los pueblos, resulta pertinente señalar que, durante el segundo Imperio, el nuevo marco jurídico permitió la expresión de descontento de los inconformes. En el caso particular de la reglamentación de los recursos hidráulicos encontramos que en 1864 el emperado r señalaba que las ordenanzas que regían has ta entonces el ramo de ag ua eran "oscuras, vagas, defectuosas e inadecuadas", por lo que decidió emitir leyes y reglamentos para regular su U SO. 22 Los pueblos elevaban distintas peticiones al emperador para tratar de resolver sus dudas respecto al proceso de desamortización del agua. Así, en septiembre de 1865, el Ayuntamiento de Huejotzingo hi zo al Ministerio de Gobernación una solicitud para declarar libres de enajenación dos caballerías de tierras de pastoreo y ocho y medio surcos de agua. Respecto al agua, se señalaba que el recurso estaba destinado al bien público; as imismo, destacaba que el trabajo de los campesinos sería improductivo si no contaran con agua para regar periódicamente sus escasos sembrados. La ins titución plan21 AGN, Junta Protectora de las Clases Menesterosas, vol. 11 , exp. 34, fí. 437-445: carta de Ventura del Ca rmen Yxquixuchitl C uapango, en representación de los demás descendientes del cacique Valeriana Antonio de la Cruz, solicita la posesión de los terrenos yaguas que les tiene usurpadas la hacienda La Blanca. II Memorias de los prillcipales ramos de la policía urbana y de los f01ldos de la ciudad de México, preselltadas a la serenísima regencia del Imperio en C1/mplimiellto de SI/S órdenes supremas y de las leyes por el prefecto municipal el! 1864, México, Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalan te, 1864, p. 37. Ell de noviemb re de 1865 el emperador emitió una ley d e pol icía que facu ltaba a los ayuntamien tos y municipa lidades a vigilar el aseo de los acued uctos y depósitos de agua. Un año después se dio a conocer el reglamento higiénico que seña laba algunas mejoras en las condiciones de los sistemas de ~basto de agua en las villas y ciudades. 265 DIANA BI RRIC HAGA teaba que si bien el proceso de desamorti zación produciría algún ingreso al municipio, con esta acción se perdería el derecho a cobrar a los usufructuarios un real por cada surco de agua que se usare al día. Asimismo, indicaba que el p roblema principal para los vecinos sería que pocos podrían comprar su derecho al agua. En este sentido, Felipe Lozada, subprefecto de Huejotzingo, planteaba al gobierno de Maximiliano que si bien el Ayw1tamiento contaría con dinero, "¿qué ven tajas podría aca rrea rle ese mis mo aumento, si la multitud de familias que hoy alcanzan la subsistencia por medio del culti vo de s us pequeños huertos, vivía en la miseria o abandonaban la població n para radicarse en otras, dond e hicieran fr uctífero su trabajo r 23 ElIde noviembre de 1865 el gobierno del imperio promulgó una ley para solucionar las diferencias sobre tierras yaguas entre los pueblos. En el artículo primero ordenaba que todos los pueblos que tuvieran demandas por la p ropiedad o posesión de tierras o aguas con otro usuario presentaran su exposición ante la prefectura política superi or de su departamento. También estip ulaba que las disputas suscitadas entre dos pueblos se resolverían dando posesión a quien tu viera mejor derecho. En los casos en que la demanda fuera contra un particular, el prefecto, si encontraba elementos suficientes, otorga ría a los pueblos demandantes licencia para litigar." Siguiendo los términos de esta ley, el pueblo de Tepetlaoxtoc solicitó la restitución del agua que por merced disfrutaba del río Papalotla, derecho que le negaban los hacendados de la zona. 25 Con base en la legislación imperial, los pueblos acudieron ante el emperador tratando de recuperar los bienes de sus pueblos. En 1865 los auxilia res del pueblo de San Juan Tuxtepec, de la jurisdicción de Jilotepec, iniciaron un litigio sobre despojo en el 23 AGN, Ayuntamientos, voL 86, exp. 42: carta del Aylm ta miento y vecindario de Huejotzingo, 15 de septiembre de 1865. 24 Manuel Fabila , op. cit., pp . 147-148. Los pueblos debían obtener licencia del prefecto para iniciar cualquier acción legal; si carecían de este' documento sus gestiones e ran improcedentes. 2S AGN, Ayuntamientos, vol. 92, exp. 59: solicihld de Tepetlaoxtoc para la restitución de una merced de agua , Texcoco, agosto de 1865. 266 L UCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS uso de las aguas por parte de la hacienda Ducuay. Solicitaron al emperador que amparase "las aguas que fueron concedidas a sus antepasados desde tiempo inmemorial ", puesto que a pesar de sus títulos fueron despojados de sus derechos por el juez de Jilotepec. La junta ordenó a los representantes del pueblo acudir a la prefectura para dirimir sus diferencias. En el dictamen final de la junta se propuso un arreglo conciliatorio: ambas partes manifestaron estar dispuestas a un acuerdo. Sin embargo, el desinterés de la hacienda por respetar el nuevo pacto propició que los demandantes acudiesen a la prefectura superior política a tramitar un permiso para litigar. En 1866 la prefectura acudió ante la junta protectora para solicitar instrucciones; la respuesta de la dependencia fue que cumpliera las disposiciones relati vas a los usos del agua sancionadas en el decreto del 1 de noviembre del año pasado. 26 Los pueblos consideraban que los pactos con las haciendas eran las vías más adecuadas para conservar sus recursos hidráulicos. Moore establece que las sociedades crean la noción de legitimidad del sufrimiento con base en un contrato social implícito, e incluso explícito, de derechos y obligaciones; los términos de dicho contrato deben ser siempre renegociados. 27 En los usos sociales del agua encontramos que algunos pueblos, ante el despojo, preferían pactar con el grupo dominante nuevos términos para acceder al recurso. Las haciendas habían practicado la usurpación de las aguas comunales de los pueblos desde la época colonial. En este contexto se presentaron ante el emperador los vecinos de Xochitlán y Yecapixtla para solicitar la posesión de las aguas del ojo de Alcualan. Los pobladores informaron a la Secretaría de Gobernación que, después de años de litigio, en 1807 acordaron con 26 AGN, vol. 11, exp. 26, ff. 382-395: dictamen p resentado a la Junta Protectora de las Clases Menesterosas, México, 4 de mayo de 1866. 27 Los principales fa ctores que influyen en el desafío a la autoridad se dan por el incumplimiento de las autoridades a p roporcionar protección y seguridad material a los subordinados. Una de las causas para resistir a la sociedad "sucede cuand o los dirigentes imponen a la población privaciones materiales demasiado severas en aras de propósitos que éstos no comparten porque están demasiado alejados de su modo de vida y de sus in tereses", Barrington Moore, op. cit., pp. 22-24. 267 DIANA BIRRlCHAGA An tonio Monteagudo, propietario de la hacienda de Tezontetelco, un convenio para ap rovecha r las aguas después que salieran del ingenio de azlIca r. Los términos del contra to fueron que Xochitlán recibiese seis surcos y el otro pueblo tres, los cua.les conducirían por cañería construida a sus expensas; por su parte, la hacienda se comprometía a costear a los de Xochitlán la construcción de W1 jagüey regu la r. En 1865 los demandantes exigían que el nuevo propietario de la hacienda mantu viera los acuerdos firmados. 28 Los ac uerdos entre usuarios del agua era la vía preferida para resolve r confl ictos, pues los pueblos preferían establecer convenios antes que enfrentar un costoso juicio. Así, en 1866 e l licenciado Juan Rodríguez de San Miguel informó a la Secreta ría d e Gobernación que el juzgado de Cuerna vaca lo había nombrado aseso r d e Tesoyuca para resolver el despojo de aguas que las haciendas de San Vicente y Chinconcuac habían cometido. En su dictamen informó que los vecinos del pueblo decidieron llegar a un a rreglo con las haciendas.29 El reclamo de los pueblos ante el emperador estaba encaminad o a la restitución de tierras y aguas. En 1866 Manuel Gómez Bureau, subprefecto d el d istrito de Texcoco, solici taba a la Junta Protectora de las Clases Menesterosas que a los vecinos del pueblo de Nexquipa yac les vendiesen terrenos yagua, y que les cediesen tul pedazo de la laguna para sacar tequesquite, a modo d e remediar sus necesidades. En su exposición a l emperador señalaba que el pueblo contaba con más de 1 200 almas, pero que el lugar no telÚa 28 AGN, Gobernación, Legajo 1144-1, caja 1376, exp. 2: solicitud de los vecinos de Xochitl án y Yecapix tla, 28 de julio de 1865. ~ Las haciendas de San Vicente y Chinconcuac estaban enclavadas en la región cañera de Cuernavaca. Desde el siglo XVIII se reporta un incremento en los litigios por tierras y aguas, principalmente por el crecimiento demográfico )' la expansión del cu ltivo de cañaverales. Sin embargo, fue la imposición de una nueva lógica económica derivada de las políticas liberales lo que provocó el descontento de los pueblos de la región. En 1856 se produjo uno de los episodios más violentos: el asesinato de varios españoles, pero como señala Falcón, detrás de estos actos hubo una gama de acciones de resistencia. Romana Falcón , "Descontento campesino e hispanofobia . La Tierra Caliente a mediados del siglo XIX",' Histori(l Mt'xicn/l(l, vol. XXI, núm. 4, abril-junio, 1995, pp. -l63 Y ss.; AGN, Jun ta Protectora de las Clases Menesterosas, vol. IV, expediente 12, ff. 90: carta del licenciado Juan Roo ríguez de 5.:1 n Miguel al ministro de Gobernación, Cuernavaca , 22 de junio de 1866. 268 L UCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS espacio para crecer porque apenas contaba con las 600 va ras de fundo legal, por estar limitado -yen cierta manera estrechadopor propiedades particulares de haciendas. Como causa principal de su miseria apuntaba que las leyes contra la propiedad comw'lal afectaron sus tierras y cita: Esta carencia tenía ya 43 años, porque comenzada la Independencia las tierra s que rodeaban los pueblos co mo ej idos para pastos comunes, igualmente las que se llaman rea lengas para en caso de aumento d e la población tu viere el gobierno tierras d e donde dar a las nuevas familias [... ] inmediatamente comenzaron a desaparecer; aumen tándose la injusticia como resultado del poder del más fuerte y del silencio de toda autoridad que pudiera refrenarlo. JO Otro punto de la exposición se refiere a la carencia de agua para la elaboración de la sa l, a pesar de que en 1841 el pueblo contribuyó con 1 500 va ras de tarea en la apertura de un canal de riego. La participación de la gente tuvo como motor la promesa de que en el futuro aprovecharían las avenidas y derrames de este cauce de agua. Los propietarios de las haciendas cercanas les negaban, sin embargo, todo acceso a la laguna. Ante el deterioro en su fo rma de vida informaron que no era ya posible vivir en el pueblo, y declaraban desesperados ¿Y podrá consen tirse que se desbarate más bien una sociedad de más de mil al mas, sólo porque vivan en sus anchas aque llos a que se les dispensen consideraciones, por cuanto a que siempre están destinadas por grado o por fue rza a tomar las armas en la mano para defender la nación en caso de in vas ión, mientras que tales propietarios desca nsa n y duermen mu y bien en sus casas?31 A manera de suposición, creemos que esta clase de reclamos fue la base para elaborar la Ley del 26 de junio de 1866 sobre terrenos de comunidad y de repartimiento. Si vemos algunos artículos de esta ley, encontramos alguna respuesta a los clamores. Así el emJO AGN, Junta Protectora de las Clases Menesterosas, vol. 111 , expediente 21, ff. 323-325v: exposición del pueblo de San Cristóbal Nexquipayac al emperador, 25 de diciembre de 1865. El subrayado es de la au tora. JI ¡bid. 269 DIANA BIRRJCHAGA perador, tratando de resolver los conflictos, cedió en plena propiedad los terrenos de comunidad -que en muchos casos incluían el usufructo del agua- y de repartimiento a los naturales y vecinos de los pueblos, pero no de manera comunal sino de manera individual. Esta ley también reglamentó que no se repartieran ni adjudicaran "los terrenos destinados exclusivamente al servicio público de las poblaciones, las aguas y los montes" usufructuados por los vecinos de los pueblos"." Resulta evidente que la política imperial no estaba en contra de la desamortización; la intención de Maximiliano era, más bien, evitar el descontento de los pueblos al ofrecerles medidas conciliatorias con los hacendados. Después de la caída de Maximiliano, el gobierno liberal de Benito Juárez siguió aplicand o la Ley de desamortización. En octubre de 1867 Francisco Maldonado y Benigno Uribe, vecinos de Texcoco, solicitaron que se adjudicaran las aguas a su pueblo conforme a la Ley del25 de junio de 1856. Ante la denuncia el jefe político, ordenó una averiguación para establecer que el agua no era necesaria para el pueblo. Sin embargo, el Aytmtarniento presentó argumen tos para invalidar la solicitud de los demmciantes. Años después, Maldonado y Uribe seguían insistiendo en su denuncia. 33 Ahora bien, ¿qué sucedía cuando los pueblos no lograban renegociar por la vía legal los pactos establecidos en tomo a los usos del agua? LA LUCHA POR EL AGUA El estudio de la resistencia de los pueblos implica conformar un conjunto de conceptos e ideas que nos expliquen los mecanismos utilizados por sus habitantes para enfrentarse a la adversidad y al sufrimiento.J.i Con base en la teoría de la resistencia de James 32 Artículos 1° y 6° de la Ley de 26 de junio de 1866. Véase Manuel Fabila , op. cit., pp. 149·1 50. 33 AGN, Nacional ización de Bienes, vol. 279, exp. 106/21: denuncia de la s aguas de la comunidad de Texcoco, octubre de 1867. ).1 En el siglo XVII encontramos diferentes formas de resistencia de los pueblos an te el despojo de sus derechos al agua; sobre el lema véase Sonya Lipsett, "lndigenolls . .. ", op. cit. 270 L UCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS Scott, explico las acciones cotidianas de los campesinos encaminadas a enfrentar el despojo de sus recursos. Es claro que una de las causas de la resistencia surgió cuando el grupo de poder impuso a las poblaciones privaciones materiales demasiado severas en aras de propósitos que no compartian porque estaban demasiado alejados de su modo de vida e intereses. Desde esta perspectiva vemos que los campesinos consideraron que el proyecto de los Liberales decimonónicos transformaba rápidamente la estructura agraria y, por consiguiente, su modo de vida.35 La primera estrategia de los pueblos fue defender por la vía legal los derechos sobre sus aguas. Al no encontrar respuesta, expresaron por otros caminos su resistencia. Ésta fue un arma en defensa de sus derechos; entre las principales prácticas estaban los actos de sabotaje, la aparente aceptación de las jerarquías, la difamación y el robo, entre otras. 36 En la docwnentación escrita este tipo de respuesta se manifiesta como un acto encaminado a restituir a las comunidades el derecho a usufructuar el agua. Veamos varios ejemplos de cómo los pueblos se enfrentaron a los hacendados. En 1850 el propietario de la hacienda de San Juan Acolman informó a las autorid ad es que el Ayuntamiento de San Juan Teotihuacan toleraba que los campesinos pusieran estorbos en los acueductos. En una vista de ojos a los manantiales del pueblo el prefecto de Texcoco encontró una enra mad a y un tro nco de árbol atravesado en el cauce de agua. 37 El hacendado tam bién indicaba 35 En otras regiones del país también hubo resistencia de los pueblos por mod ificaciones a los usos del agua. Así, en 1823, en la villa de la Pun ta de Lapazos en el estado de Nuevo León se registra ron d isturbios por la manera de repartir el agua de riego. El conflicto involucró a dos grupos; el pri mero apoyaba la forma trad icional. que consistía en un pacto para el uso comunitario de las aguas; el segund o reclamaba la venta de los derechos de riego. En 1843 los ca mpesinos de Quechultenango, Guerrero, se subleva ron por la defensa de sus tierras y por el desvío de las aguas que abastecían el pueblo, entre otras causas. Lcticia Reina, Las luc}¡as populares en México el! el siglo XIX, 1983, pp. 36- 49. 36 Jam es Seott exp lora el concepto de la resistencia pa ra ex plica r las acciones cotidian as encaminadas a rechazar el agravio. Los pequeños actos son elementos de análisis para d iscernir los fac tores que infl uyen en que una sociedad asuma como respuesta el leva ntamien to. 1ames Seott, Weapol1 s of fhe Weak. Everyday Forms of Peasant Resistallce, 1985, pp. 29~32. 37 AGN, Ay unta mientos, vol. 47, exp. 103-104: copia del acta de cabildo del Ayuntamiento de San Juan Teotihuacan, 16 de abril de 1850. 271 DIANA BIRRICHAGA que la colocación de las ramas provocaba que los bordes de las zanjas se humedecieran y arruinaran. Cabe seña lar que la destrucción de las obras de irrigación permiti ó a los pueblos hacer uso del agua para sus riegos mientras se efectuaban las obras de reparación. Otras fo rmas fu eron el desafío y el reto. Los hacend ados resultaban los p rincipales enemigos de las comunidades, pues casi siem pre empleaban art imaiias para apropia rse de los bienes de los pueblos. En mayo de 1844 Antonio Ga licia, apoderado de San Mig uel Coa tlinchan y Santiago Cuautlalpan, presentó denuncia de despojo de los manan tiales qu e abastecían a estos pueblos por parte de la hacienda de Chapingo. Meses después, ante la falta de respuesta de l juez del partido, los vecinos de Coatl.inchan desafiaron al propietario de la hacienda al impedir el s uministro de agua. Luis Gonzaga Cuevas, due¡'\o de Chapingo, informaba a las autoridad es judiciales de Texcoco que "el 30 de ochlbre los vecinos del pueblo de Coatlinchan, en número de vein te a pie y ocho a caballo, tapa ron el ojo de agua I.lamado Tula, más bien la zanja que conduce el agua; causand o un violento despojo a la hacienda" ..18 El reclalno de Gonzaga tuvo respuesta inmediata. Ell1 de diciembre José Antonio Guerrero, juez sustituto del pa rtido, dio posesión de las aguas de Tula al ad ministradordeC hapingo. Los vecinos y autoridades de los pueblos afectad os no se presentaron a esta diligencia como forma de protesta. Otro ejemplo que ilustra modos d iferentes de reto y desafío es el enfrentamiento en tre la hac ienda de Ocotepec y el pueblo de Almoloya en la municipal idad de Apa m. En 1848 Andrés Quintana Roo, m inis tro de la Sup rema Corte de Justicia de la Nación, presentó querella legal contra el pueblo de Almoloya por el despojo de las aguas que utiliza ba en sus riegos. Después de meses, las au torid ades jud iciales fallaron a favor de la hacienda y ordenaron la restitución de las aguas. El 27 de marzo de 1849 se intentó cumplir con la entrega de las aguas al hace ndado Quintana Roo; sin embargo, los habitan tes del pueblo se presentaron a irnpedirl o ..J9 Vicente Guzmán, .\ti A I'I1\IT, Fond o Independencia, c.lja 18 .... , s / n: Informe de despojo del ilgua de la hacienda de Chapingo, Texcoco, 9 de noviembre de 1844. W El acto de posesión consistí<l en un ritual tradicional quel'stipu laba que [,l,lutoridad , a nombre del Il<lcendado, paseast.' por [" S aguas a m,mera de est<lblecer 1,1 propied<ld. 272 LUCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS letrado de Apam, narró que los campesinos empezaron a gri tar "con voces altas y alarmantes" que estaban dispuestos a evitar la posesión. Los naturales del pueblo propusieron al hacendado una transacción ventajosa para ambas partes. Sin embargo, Quintana Roo rechazó la oferta e insistió en que las autoridades llevaran a cabo el acto de posesión. Guzmán señaló que, cuando entró, los campesinos impidieron el paso con piedras en las manos gritando nu se daba la posesión, sino sobre ellos; y por último se tendieron todos boca abajo, hombres, mujeres y niños sin soltar las piedras, para que sobre ellos anduviese y de esta manera se diese la posesión, y di rigiendo, además, miles de insultos a mi autoridad ya la parte del seño r Quintana ROO.40 Días después, Vicente Guzmán volvió a presentarse a tomar posesión de las aguas, pero los naturales de Almoloya "volvieron a ocupar todo el terreno con sus cuerpos echados en la tierra". El conflicto provocó que los propietarios de finca s rústicas de todo el estado protestaran por la fa lta de autoridad del gobernador del Estado de México. 4 1 Los enfrentamientos muestran que los habitantes de Coatlinchan y Almoloya consideraban un acto ilegítimo la decisión de otorgar el agua a las haciendas. En estos conflictos encontramos los tres planos de análisis de las respuestas al sufrimiento: la creación de una identidad política, las distintas formas de expresión del sufrimiento y la definición de los enemigos. La primera respuesta de los habitantes ante el agravio moral fue sobreponerse a la autoridad judicial manifestándose como una comunidad agredida en sus derechos. Los documentos consultados no muestran los argumentos explicativos de sus sufrimientos, pero no serían diferentes -10 Carta de Vicente Guzmán al gobernador del Estado de México, 3 de abril de 1849, cit. en Pilar lracheta Cenecorta, "Andrés Quintana Roo vs. el pueblo de Almoloya: un litigio por posesión de agua", Boletín del Archivo General del Estado de México, núm. 8, mayo-agosto, 1981, p. 14, 41 "Manifestación que hace al público el ciudadano Lic. Mariano Arizcorreta contra la comunicación dirigida por los propietarios de fincas del Estado de México con motivo de la llamada circular de 18 de junio del gobierno del mismo estado"; Jean Meyer, Problemas campesinos y revueltas agrarias, 1821-1910, p. 54. 273 DI ANA BIRRICHAGA a los manifestados por otros pueblos. Por último, vemos que los ca mpesinos identifican a sus enemigos con las figuras de los hacendados. 42 Otra forma de resistencia fue el desafío y el reto. En 1865 los veci nos del pueblo de Acuitlapiko, jurisdicción de Zacualpan, solicitaron al emperad or Maxirniliano la segregación de su pueblo de la municipalidad de Coatepec para unirse a la de lxtapa de la Sal, "por sernas la primera enemiga, a la vez que usurpadora, y prestarnos la segunda toda clase de ga rantías". La ca usa principal era el apoyo de la municipa lidad de Coa tepec al propietario de la hacienda Cercada, quien destru yó las sementeras del pueblo con la apertura de una zanja . Los naturales, ante el agravio recibido, se presentaron con el hacendado para suplicarle e incluso amenazarlo, pero éste dijo "que continuaría el daño que decía mos nos hacía hasta tan to la autoridad se lo impidiese". El emperador ordenó suspender la obra. H El conflicto anterior formó parte de otro mayor, el enfrentamiento de las municipalidades de lxtapa y Coatepec. En 1865 la primera solici tó la suspensión de la licencia concedida a la segunda para litigar por WlaS aguas. El pueblo de Acuitlapiko tomaba las aguas del de Ma lina ltena ngo, y este último se amparó con arreglo de sus títulos que presentó al juzgado. En el ac to de la posesión Miguel Izquierd o, prefecto municipa l de Coatepec, manifestó que en virtud de aquel acto, nada tenia que ver en lo sucesivo Malinaltenango con Acuitlapilco, pues Coatepec tomaba el asunto a su cargo. Al poco tiempo, Izquierdo tomó la resolución de abrir una nueva zanja y tomar los veneros de vertientes deagua que Malinaltenango había disfrutado desde la época colonial. Para la obra ord enó que todos los vecinos de Coatepec sa lieran a trabajar lffia fracción de la za nja, e indicó a los auxiliares que al que se resistiera lo llevarían a la cárcel. A los vecinos no les dio paga alguna, porque dijo que el agua había de servir en el riego de un pedazo de terreno de la cofradía del pueblo. Este prefecto festejó la conclusión de la zanja con música y cohetes, "sin duda para entusiasmar a los de su pueblo y anonadar a los de Malina ltenango" . 42 H Barrington M oore, op. cit ., pp. 94-95. AGN, Junta Protectora de las Clases Menesterosas, \'01. V . exp. 23, ff. 195- 198. 274 LUCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS Los de Malinaltenango no protestaron en ese momento, porque las lluvias cayeron temprano, lo que hizo innecesario reclamar este despojo atendiendo a que el tiempo para la siembra de maíz era ya cercano. La falsa aceptación de las órdenes del prefecto Izquierdo dio tiempo a los habitantes de Malinaltenango de reunir el dinero para iniciar el litigio. En la época de estío, iniciaron pleito con los de Coatepec por usurpación de las aguas del pueblo." En el análisis documental entrevemos que los conflictos entre estos dos pueblos tenían como base un enfrentamiento de grupos sociales. Recordemos que en el siglo XIX los pueblos estaban étnica y socialmente bastante diferenciados entre sí. Los pueblos de indios muchas veces estaban en pugna con los pueblos de mestizos y españoles por el control del agua; es el caso del conflicto entre estos dos lugares. Malinaltenango fue agregada al municipio de Coatepec en 1825, a fin de completar el número de habitantes que la ley señalaba para la creación de los ayuntamientos. Este pueblo tenía origen indígena, por su parte, Coatepec tuvo su asiento primitivo en terrenos de compra y venta y los habitantes en su mayoría eran españoles. Desconocemos el desenlace de este conflicto. Otra forma de resistencia fue el sabotaje. La destrucción de presas o jagüeyes era resultado de conflictos por la propiedad del agua. En 1843 los vecinos de Mixcoac se enfrentaron a Juan de Dios Pradel, propietario de la hacienda de San Francisco de Borja, por la posesión de las aguas del río del Desierto de los Leones o Cuajimalpa 4s En 1868 Pradel informó al Ayuntamiento de la ciudad de México que los vecinos de Mixcoac, después de varios juicios por las aguas del río de San Borja, "han apelado a medios extremos, destruyendo día a día ya la presa y sus compuertas de fierro que a costa del tesoro mexicano se construyeron; empleando para esto la fuerza y poniendo cohetes" de pólvora, además de derrumbar .w AGN, Ayun tamiento, vol. 87, exp. 71, fE. 3-7: exposición del Ayuntamiento de Ixtapa, 2 de marzo de 1865. 45 En 1626 la Audiencia de México ordenó la repartición del agua de este río para evitar conflictos entre los distintos usuarios de esta corriente. Los términos del contrato se mantuvieron vigentes hasta 1870. Un reciente estudio nos muestra el proceso de formación de la hacienda de San Francisco de Borja. Leticia Reina, op. dt. 275 DI ANA BIRRJCHAGA parte del acued ucto." El gobernador del Distrito Fed era l ordenó una investigación de los hechos y el Ayuntamiento de Mixcoac fue el enca rgado de los interroga torios de los testigos. Los testimonios presentados muestran que los habitantes habían desarrollad o una identidad política fre nte a la a utoridad , pues ninguno de los testigos aceptó conocer los hechos violentos. En un oficio remitido a la autoridad se seña laba que por las declaraciones de 19 testigos, vecinos de Mixcoac y personas de p robidad, el referido caso de destrucción no había llegado a su conocimiento has ta que se les llamó a declarar, y que están ciertos de no ser los au tores de ello los vecinos de Mixcoac, porque algo se hubiera traslucido ya, máxime cuando siendo muchos los culpables, según afirma Pradel, la más leve indisc reción de alguno, la confidencia d el amigo a l amigo, a l padre o hermano, habría revelado un secreto que no se concibe pued a permanecer oculto tanto tiempo siendo muchos los poseedores.47 El presidente de la República intervino en este conflicto y acordó remitir el asunto al juez primero de lo civil. El juez de terminó la reparación de las obras a rruinad as, que se concluyó e l 28 de noviembre d e 1868. El desaca to a la a utoridad siguió. El 2 de diciembre nuevamente fue destruida la presa. El gobernador determinó, ante el desprecio de los mandatos judiciales, que dos policías vigilaran la presa durante los meses de riego a fin d e evitar nuevas destrucciones. 48 Es claro que un actor importante en el conflicto fue el Ayuntamiento de Mixcoac; sus representantes asumieron la defensa d e los d erechos de l pueblo. En un informe señalan que Pradel, durante .u. El 13 de diciembre de 1853 el juez letrado de Tacubaya restiruyó la posesión lega l de las aguas a la hacienda de San Borja. Pradel in ició la construcción de una presa que afectó el suministro del vita l líquido a los vecinos de Mixcoac. Este pueblo inició un juicio contra la hacienda . En 1865, al término d e las obras, los pobladores destruyeron la cortina de la presa y se llevaron la pesad a compuerta de fie rro. Años después repetirían la acción. Archivo His tórico de la Ci udad de México (en adelante AHCM), ramo Gobierno del Distrito, Aguas, inventario 1310, legajo S, exped iente 256: carta de Juan de Dios Pradel, 8 de junio de 1868. ~? AHCM, ramo Gobierno del Distrito, Aguas, inventario 1310, legajo 5, exped iente 256: informe del Ayun tamiento de Mixcoac, 17 de noviembre de 1868. 48 AHo.'l , ra mo Gobierno del Distrito, Aguas, inventa rio 1310, legajo S, expediente 256: in forme del gobernador del Distri to Federal, 17 de dic iembre de 1868. 276 LUCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS el imperio de Maxirniliano, fue "espía y delator de liberales". Pese a sus actos, el gobierno de Juárez apoyaba sus acciones, quizá por ignorar los antecedentes" Al parecer, los argumentos del Ayuntamiento sirvieron para que el gobierno del Distrito Federal reconsiderara sus disposiciones, pues hasta 1869 Pradel no contaba con la seguridad prometida. Ahora bien, cuando la vía legal y las distintas formas de resistencia cotidiana no funcionaban para los vecinos dé los pueblos, estaba el camino de las armas. En diciembre de 1867 los habitantes de la región de ehaleo y Texcoco participaron en una rebelión contra los hacendados 50 El 23 de febrero de 1868 julio López, líder del movimiento, solicitaba el apoyo de todos los vecinos porque Hace muchos años, ciudadanos, que hemos trabajado por la vía judicial, no hemos conseguido más que puros prometimientos que nunca han tenido efecto; porque siempre nos han hecho perder el tiempo y el dinero en balde, y no hay otro remedio más que el propuesto para que vosotros y vuestros hijos disfruten de sus verdaderos derechos, y tanto las haciendas como las poblaciones quedarán con sus legítimas posesiones.51 La rebelión tuvo un impacto notable en Chalco; muchos vecinos de otras jurisdicciones también apoyaron el movimiento. En marzo aparecieron en Tepetlaoxtoc 300 sublevados gritando "mueras a los hacendados"5' El gobierno de Benito juárez sofocó el levantamiento tras el fusilamiento de julio López; sin embargo, entre los hacendados había el temor de más brotes de violencia. El 19 de octubre de 1869 Macedonio Uribe, alcalde constitucional de Texcoco, informaba a Mariano Riva Palacio, gobernador del 49 A HCM, ramo Gobierno del Distrito, Aguas, inventario 1310, legajo 5, expediente 256: informe del Ayuntamien to de Mixcoac, 30 de diciembre de 1868. 50 La rebelión dura un año (diciembre de 1867-d iciembre de 1868). Sobre este movimiento véase Gastón Garda Can tó, El socialismo en México, siglo XIX, 1969, pp. 71 Yss.; Leticia Reina, LAs rebeliones campes;,¡as en México (1819-1906), 1988, pp. 64-82; Marco An tonio Anaya Pérez, Rebelión y revolución en Clralco-Amecameca, Estado de México, 1821-1921, México, INEHRM, 1997, t. 1, pp. 97 Y ss. 51 Citado en Leticia Reina, op. cit., p. 72. 52 Mario Antonio Anaya, op. cit, p. 107. 277 DIANA BIRRICHAGA Estado de México, que esperaba que los vecinos cooperaran para conseguir la pacificación y organización del partido. 53 Para evitar nuevas rebe liones, el gobernador dio amplias atribuciones a los jefes políticos a fin de regular la vida de los pueblos. Para dirimir confli ctos en torno a los usos del agua, el jefe político convocaba primero a juntas de avenencia. El 8 de noviembre el 1869 E. Trejo, jefe político de Texcoco, presidió una junta con los representantes de los pueblos de Santa Inés, San Joaquin, Santa Cruz Mexicapa, Papalotla y el barrio de Axotla, y con los administradores de las haciendas La Grande y la de Ara ujo para terminar con las diferencias en el reparto de medio surco. 54 Después de los levantamientos los hacendados preferían la vía de la conciliación antes que enfrentar la furia de los pueblos. A MANERA DE CONCLUSlON A lo la rgo del siglo XIX el papel proteccionista del Estado respecto a los pueblos se transformó paulatinamente en una mayor vinculación entre autoridades y hacendados; tal relación supuso una restrucru ración de los valores morales de la sociedad. Este proceso, sin embargo, no estuvo exento de conflictos. La resistencia de los pueblos por la vía legal o la pasiva permite detectar la respuesta ante el agravio suscitado por el despojo del agua. En esta investigación encuentro indicios de las distintas maneras en que los pueblos resintieron el agra vio moral por el ataque a sus derechos respecto a los usos del agua. Así, los cambios en los usos de tierras yaguas dieron origen a los actos de resistencia campesina. Asimismo, encontramos que algunos vecinos se sumaron a movimientos armados cuando percibieron que los caminos legales resultaban insuficientes para restablecer sus derechos. Empero, la mayoría no recurrió al uso de las armas ante el despojo. Primero buscaron 53 Colección Mariano Riva Palacio, documento 8160: ca rta de Macedonio Uribe al gobemador del Estado de México, Texcoco, 19 de octubre de 1869.. S-! Archi vo Histó rico del Agua (AHA), Aprovechamientos superficiales, caj.l 919, exp. 13,039: copia certificada de la junta de avenencia por dispu ta de agua, Texcoco. 15 de noviembre de 1869. 278 LUCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS pactos con las haciendas para el usufructo del agua. En el caso de que una hacienda impusiera la fuerza, la resistencia fue la principal vía en la defensa de sus derechos, por lo que los actos de sabotaje, la aparente aceptación de las jerarquías, la difamación y el robo fueron hechos encaminados a restituir a los pueblos el derecho a usufructuar el agua. SIGLAS y REFERENCI AS AGN AHCM ANT AHA AHBMA AHMT Archivo General de la Nación, México, D. F. Archivo Histórico de la Ciudad de México, México, D. F. Archivo de Notarías de Texcoco, Estado de México. Archivo Histórico del Agua, México, D. F. Archivo Histórico de la Biblioteca del Museo de Antropología, México, D. F. Archivo Histórico Municipal de Texcoco, México. Aboites Aguilar, Luis, "Apuntes para la historia de los usos del agua en México en los siglos XIX y xx", Estudios Sociales, vol. 5, núm. 9, enero-junio, 1994, p. 227. Anaya Pérez, Marco An tonio, Rebelión y revolución en CltalcoAmeca meca, Estado de México, 1821-1921, México, INEHRM, 2 v. Arenal Fenochio, Jaime del, "La protección del indígen a en el segundo Imperio mexicano: la Junta Protectora de la Clase Menesterosa", Ars luris, 1991, 20 p . Birrichaga Gardida, Diana, "El arrendamiento de los propios de los pueblos en el Estado de México, 1824-1835", en Pilar Iracheta Cenecorta y Diana Birrichaga Gardida (coords.), A la sombra de la primera República Federal en el Es tado de M éxico 1824-1835, Zinacantepec, Edo. de México, El Colegio de Mexiquense, 1999, p. 313. Fabila, Manuel, Cinco siglos de legislación agraria 1493-1940, México, Secretaría de la Reforma Agraria /Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1981,2 v. Falcón, Romana, "Descontento campesino e hispanofobia. La Tierra Caliente a mediados del siglo XIX", Historia Mexicana, vol. XXI, núm . 4, abril-junio, 1995, p. 461. 279 DlA NA BIRRJCHAGA Calván, Mariano, Ordenanzas de tierras yaguas o sea formulario geométrico-judicial para la designación, establecimiento, mesura, amojonamien to y deslinde de las poblaciones y todas suertes de tierras, sitios, caballerías y criaderos de ganado mayor y menor y mercedes de agtla, México, Librería del Portal de Mercaderes, 1849. Carcía Cantú, Gastón, El socialismo en México, siglo XIX, México, 1969,514 p. Iracheta Cenecorta, Pilar, "Andrés Quintana Roo vs. el pueblo de Almoloya: un litigio por posesión de agua", Boletín del Archivo General del Estado de México, núm . 8, ma yo-agosto, 1981, p. 8. Lipsett, Sonya, "Tierra yagua en Puebla colonial", EnCllentro, vol. 5, núm. 17, octubre-diciembre, 1987, p. 87. - - , "lndigenous Cornmunities and Water Right in Colonial Puebla: Patterns of Resistance", The Americas, vol. XLvrn, abril, 1992, p. 57. Memorias de los principales ramoS de la policía urbana y de los fon dos de la ciudad de México, presentada a la sere,-¡ísima regencia del Imperio en ClImpli/l/iento de sus órden es supremas y de las leyes por el prefecto mllllicipal en 1864, México, Imprenta de j. M. Andrade y F. Escalante, 1864. Mentz, Brígida von, Pueblos de indios, mulatos y mestizos 1770-1870. Los ca mpesinos y las transformaciones protoindustriales en el poniente de Morelos, México, CIESAS, 1988, 189 p. Meyer, jean, " La junta Protectora de las Clases Menesterosas, indigenismo y agrarismo en el segundo Imperio", en Antonio Escobar O. (coo rd .), Indio, naciólI y com /midad en el México del siglo X I X, México, CEMCA Y CIESAS, 1997, p. 329. - - , Problemas ca/l/pesinos y revueltas agrarias, 1821-1910, México, Secretaría de Ed ucación Pública, 1973, 235 p. Moore, Barrington, Ln injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1996, 481 p. Reina, Leticia, Las l!lchas populares en México en el siglo XIX, México, CIESAS, 1983, 522 p. - - , Lns rebeliones campesillas ell México (1819-1906), México, Siglo XXI, 1988, 437 p. Scott, ja mes, Dominatioll and the Arts of Resistance, New Haven, Ya le Uni versity Press, 1990, 251 p. 280 LUCHA y DEFENSA DE LOS PUEBLOS Scott, James, Weapons 01 the Weak. Everyday lorms 01 Peasallt Resistance, New H aven, Ya le University Press, 1985,389 p. TayJor, William, "Land and Wa ter Ri ghts in the Viceroya lty 01 New Spain", NelO Mexico Historien/ RevielO, vol. 50, núm. 3, ju Lio d e 1975, p . 189. Tuhno, John, Fro117 lnsurrection to Revolutiol1 il1 Mexico: Social Bases 01 Agrarian Vio/enee, 1750-1940, Princeton, N. J., Prineeton University, 1986, 425 p . Van Yong, Erie "La historia rural d e México desde Cheva lier: historiografía de la hacienda colonial", Historias, núm. 12, enero-marzo, 1986, p. 23. Wobeser, Gisela von, "El uso del agua en la región en CuernavacaCuautla durante la época colonial", Historia Mexical1a, vo l. 32, núm. 4, 1983, p . 467. 281 Tumultos mineros al principio de la era independiente Anne Staples' LA PRESENCIA DE EXTRANJEROS en suelo mexicano inmediatamente después de la guerra de Independencia provocó no poco revuelo en los centros mineros, pues introdujeron irmovaciones en las formas de organización, en tecnología y relaciones laborales que, en muchos casos, eran cambios inaceptables para los usos y costumbres de los trabajadores. Se han documentado levantamientos de barreteros en Real del Monte, Pachuca, Guanajuato y Zacatecas. En este último caso, lUlQS ingleses estuvieron cerca de perder la vida. Hasta la esposa del encargado de negocios británico Henry George Ward se vio en peligrol No es difícil entender la fuente de tanto descontento. En un esfuerzo por maximizar sus ingresos y minimiza r sus egresos, las compañías extranjeras intentaron suprimir algunas prácticas, como el partido, o trataron de reducir las oportunidades para robar el mineral de buena ley. Desde luego que los operarios aguzaron su ingenio para conservar las prácticas que les permitían un nivel de vida mínimo aceptable. Estos conflictos, originados por la introducción de métodos, tecnologías o ideas exógenas son parte de una larga historia laboral minera, ya de porsí combativa. Tradicionalmente los obreros fueron de los grupos menos dóciles a los dictados de una clase opresora: los dueños de minas y haciendas de benefi cio. La belicosidad experimentada durante la guerra misma en nada contribuyó a .. El Colegio de México. ! Henry Ceorge Ward, México en 1827, México, 1981, p. 672. 283 ANNE S T APLES suaviza r el carácter de l operario, de modo que los reales de minas fueron escena rios de huelgas, inconformidades, amenazas y frecuentes súplicas al Estad o, de pa rte de los dueños, de estacionar en ellos tropas regulares para mantener la paz entre sus agresivos habi tantes.' U NA PAZ FORZOSA El papel de l ejército para contener y evitar los alborotos en las décad as inmediatamente posteriores al Plan de Iguala no se ha examinado en gran deta lle. Se sabe que a partir de 1821 los gobiernos hacían lo posible pa ra facilitar el ingreso de ca pita les extranjeros, pero no se ha documentado el apoyo que el Estado estaba dispuesto a ofrecer a las compañías extranjeras en la supresión de inconformidades obreras. En el pasado no tan inmediato, pero todav ía presente en el recuerd o colecti vo, estaban las medidas draconianas impuestas a los rea les mineros que no habían aceptado algunas reformas borbónicas y, sobre todo, la expulsión de los jesuitas. En 1767 el visitador José de Gálvez castigó dura mente a Guanajuato por su rebelión en contra d e las innovaciones en el estanco del tabaco y especialmente por su nega tiva a "calla r y obed ecer" cuando llegó la ord en d e ex pulsar a los hijos de San Ignacio.' Este empleo del ejército en contra de la población civil fue lma experiencia nueva y s umamente dolorosa pa ra los obreros de las minas. Como el resto de los novohispanos, éstos suponían que la creación de las milicias locales y la llegada de tropas regula res de España se destina rían a la de fensa de las fronteras en contra de una invasión francesa o inglesa. Ja más pensaron que serían utili zadas contra los muy leales súbditos del rey. En los reales, y en poblaciones como Pátzcua ro y Uru apan, la saña con que Gálvez azotó, exilió o ahorcó a los opositores de la política gubern amenta l, pa ra después a rrasa r sus 2 Cfr. " El O ro", en Anne Staplcs, BOlUlJIliIS y borrascas mi/It'ras: el Estado dí' México, 181/ -1876. 1994. pp. 109-146. 3 José de CA lvez, IlIforl1lí' sobn' las TI'bt'liol1('s ,Jop"laTl's de 1767 y otros dcxrillll.'l1tos iliMitas, 1990. 284 TUMULTOS MINEROS AL PRINCIPIO DE LA ERA INDEPENDIENTE viviendas y sembrar con sal el lugar que habían ocupado, llenó de horror, resentimiento y deseos de venganza a los aguerridos mi neros. En Guanajuato el gravamen al maíz, que servía para sostener a las tropas realistas ---encargadas de imponer el cumplimiento de leyes punitivas-, propició entre los oprimidos un gran odio hacia el ejército que explica en a lguna medida el furor observado en el saqueo de esa ciudad en 1810. Para mediados de la década de 1820, el papel del ejército como fuerza represiva estaba plenamente establecido. 4 El recuerdo de las experiencias de la guerra estaba fresco, sobre todo en zonas mineras muy afectadas, como las del centro del país. La identificación de los militares con los intereses extranjeros también estaba clara. Tan ansiosos se mostraban los gobiernos estatales de agradar a ingleses y alemanes recién llegados que, por lo menos en el Estado de México, Guanajuato y Zacatecas, aceptaron las solicitudes de las compañías de enviar tropas regulares a los reales mineros. Es importante notar que los hombres que se requerían para esas misiones eran soldados del ejército nacional, no miembros de la milicia cívica. Ésta se formaba con los vecinos del luga r, por lo que era difícil que dispararan sobre sus familiares a la hora de una huelga o disturbio popular. Por esta razón se buscaba emplear a tropas de línea o, a veces, a la milicia d e a lguna población vecina. Un caso curioso de los primeros años de independencia tuvo luga r en El Oro, Estado de México. Los protagonistas no fueron, como era costumbre, los barreteros, sino las mismas tropas encargadas del orden. El incidente muestra uno de los obstáculos a los que se enfrentaron los extranjeros al acomoda rse en un país que no desd eñaba su dinero, pero que no toleraba muy bien su presencia. Lucas Alamán había logrado formar en Londres la United Mexican Mining Association, que inició labores en El Oro a mediados del decenio de 1820' Fue necesario contratar barreteros de Gua~ Véase Juan Ortiz Escami lla, El ejercicio del poder dl/mllte la gl/erm de /"depende/lcia México, 1810-1823, 1992; Chrislon 1. Archer, El ejérci fo ('11 el México borbónico, 17601810,1983. 5 Lucas Alamán, Historia de Méjico, vol. 5, 1969, p. 756. 1'11 285 ANNE STAPLES najuato y peones para cons truir las obras de infraestructura minera: ca minos, presa, socavones, haciendas d e beneficio, viviendas y una tesorería, que a su vez era residencia de un nmcionario de la compañía. 6 Estos inmig rantes no simpatizaban con los habitantes originales del Rancho de C uadalupe, donde estaba ubicado el real. La compañia inglesa, tal vez aconsejada por el mismo Lucas Ala mán , hi zo los arreglos necesari os para que un destacamento del ejército se estableciera en El Oro. Es to significaba lU1 desembolso que la Secreta ría d e Guerra y Marina no estaba en condiciones de soporta r, de modo que la com pañía le cubría sus gastos al comand ante del destacamento, pa ra luego cobrar los recibos en la Tesorería General d e la Nación en México. Este sistema se in s tituyó en El Oro, probablemente a principios de 1829. Durante algún tiempo funcionó como se esperaba. El comandante de las tropas se apersonaba cada miércoles y sábado ante el tesorero de la compañía para recolecta r 50 pesos y con ellos paga r los haberes de los soldad os, pero la raya del 3 de mayo de 1829 fue especialmente cuantiosa, y el tesorero tu vo que recurrir a un inglés rad icad o en el vecino Tlalpujahua [¿Carlos?] O'C orman, para relmir el d inero necesario y paga r a los trabajadores y al comanda nte. En consecuencia, hubo lm pequeño retraso en la entrega de los fond os, lo que no pareció molestar al militar. Grande fue la sorp resa del tesorero cuando el sa rgento apa reció en su casa en la noche, con la tropa fo rmada con las bayonetas calad as, lis to para tomar por la fuerza una barra d e plata en pago de sus servicios. Dos ingleses, de apellidos Widder y Eva ns, que se encontraban en ese momento, sacaron de sus bolsillos los 100 pesos requeridos de man era tan poco amistosa, pero es ta demostración de fuerza no la olvidaron los d isgustad os funcion ari os de la Mining Association . Recurrieron al gobierno de su majestad , cuyo encargado de negocios, Richa rd Pakenham, envió Wla nota diplomá tica a José Ma ría Bocanegra, secretari o d e Relaciones Interiores y Exteriores. En ella exp resaban su inconformidad por la falta de seguridad en el rea l, por la insubordinación de la tropa, el comandante, y el poco e b T. G raham , Rl'nl del Oro, its Post H is l ory, i ts Pn's('n l COfldilioll s and il s Futun' Possib ilities, fll l' Ricl1l'st Go/d Camp in M ex ico, 1899. 286 TuMULTOS MINEROS AL PRINCIPIO DE LA ERA INDEPENDIENTE afecto del vecindario hacia los ingleses.7 De hecho, creían que el propósito era correr a los ingleses de El Oro pa ra dejar en manos de los na ti vos las minas -que habían sido desaguad as y estaban en bonanza gracias a los británicos. Indicativo del cisma cultural que había entre los ingleses y los mexicanos fue la solución sugerida p or aquéllos. Pakenham, a nombre de la compañia, propuso al gobierno enviar un magis trado honrado, inteligente y resp onsable, desligado de los intereses locales, que luciera regir un Es tado de derecho. Debería ser alguien que "ded icaría su tiempo a la ad ministración estricta e imparcia l de las leyes en el Distrito". Éste no fue el camino escogido por e l gobierno. Con tod a p risa la Secretaría de Guerra y Marina relevó de su comando al sargento chantajista, cuya única disculpa era que los soldados no habían recibido dinero d esde hacía tres días y que estaban a punto de insubordinarse. La Secretaría de Relaciones Interiores y Ex teriores expresó su disgusto al gobierno del Estado de México y le ordenó tomar las medidas necesarias para controlar a los vecinos y ver que no se molestara a los ingleses en nada. El apaciguamiento del vecinda rio no iba a ser empresa fácil. Según el tesorero de los ingleses, quien dirigía la animad versión hacia los extranjeros era el padre Archundia, seguramen te indignado por la convivencia con herejes protestantes o indiferentes en materia de creencias. La tolerancia religiosa era rechazada en México en esos años por convicción y por ley. El artíc ulo tercero de la Constitución Federal d e los Estados Unidos Mexicanos de 1824 d eclaraba religión oficial y única a la católica y prolubía el ejercicio de cua lquier otra. Este punto era tan delicad o que incluso se había atrasad o la firma del tratado de comercio, amistad y navegación entre México y Gran Bretaña debido a la intolerancia. 8 Si fallecía un inglés no católico en México, ¿d ónde se le enterraba? El cuerpo del 7 Oficio "El gobierno del Estado de México participand o que el destacamento del mine ral del Oro exigió con sus a rmas 150 pesos del tesorero de la Compañía de Minas de GuilJermo Egerton", Archi vo General de la Nación (en adelante AGN), México, caja 6, exp . 20, ramo Gobernación, sección 1, Tranquilidad Pública, 1829. 8 Cfr . Macrma Rabadán Figueroa, " Propios y extraños: la presencia de los extranjeros en la vida de la ciudad de México, 1821 -1860" , tesis doctoral en historia , 2000. 287 ANNE STAPLES primer muerto tuvo que ser enterrado en el jardín del encargado de negocios de su majestad británica. 9 Fue necesario un par de años para resolver favorablemente este espinoso problema, mediante la creación del cementerio inglés, pero en los pueblos el estatus diplomático de los extranjeros no importaba. Eran vistos como una amenaza al modo tradicional de vida y a los m ás sagrados valores de la sociedad mexicana. El cura, seguramente portavoz de esta corriente ideológica, no descansaría hasta correr a los intrusos. "Apostaría mi vida que esto ha sido obra del padre Archundia, y añad iré que estoy plenamente convencido, lo mismo que otros, que mientras permanezca éste en El Oro, los negocios no marcharán bien por mucho tiempo", decía un fW1cionario de la compañía. lO El párroco, el alcalde y el comandante militar, representantes de las tres fuerzas fUl'"'damentales en la vida del pueblo, estaban en contra de los extranjeros. Esta mezcla tan incendia ria necesitaba poca mecha para estallar. Unos cinco meses después, surgió en El Oro un problema entre la milicia y los operarios. El moti vo d e la "convulsión", como las autoridades lo llamaron, fue la exigencia de parte d e unos operarios de prestarles un fu sil de los pertenecientes a los cívicos de Temascalcingo, encargados de la paz en El Oro. Desp ués de una función dominical de marometas, los obreros, tal vez animados por la bebida, quisieron seguir con la diversión. Los cívicos se negaron a prestar el arma, cosechand o a cambio gritos e insultos, y decidieron retirarse a su cuartel, no sin antes dar "algunos cañonazos" . En vez de asustar a la población, ésta se enardeció. El sargento " mandó hacer fuego a todo el pelotón de los curiosos y chocados", es deci r, disparó al pueblo, ya de por sí enemistado con los temascalcinguenses. "Efectos de una favorable suerte", dice lacónicamente el informe del gobierno, no salió ningún tiro de los oxidados fusiles de los milicianos, debido a la mala calidad de la <ji Robert. W. Randall, Real del Monte: r//ln l'mprl'Sll mincrn británica en México, 1977, p. 155. ro Archivo Histórico del Estado de México, Tol uca (en adela nte AH EM), " El señor prefecto dando parte de lo ocu rrido en el mineral del Oro con los cív icos y el pueblo", Toluca, 1829, Sección del gobiemo del Estado de México, C. 17 1.17.912, año 1829, caja 18, exp. 54, 13 ff. 288 TuMULTOS MINEROS AL PRINCIPIO DE LA ERA lNDEPEN DlENTE pólvora. Fue lo único que evitó una masacre en El Oro. lI Los ri vales de Temascalcingo fueron enviados a su casa y sustituidos por 25 hombres de Ixtlahuaca, acompañados por cívicos d e El Oro, pero desarmados.1 2 Un actor en este incidente fue el inglés Guillermo Egerton, tesorero de la compañía inglesa. Es probable que tu viera relaciones de amistad o de negocios con Lorenzo de Zavala, entonces gobernador del Estado de México I3 Egerton culpó a los operarios y consideró que aquel domingo los cívicos se habían portado "con honor y moderación". Si se castigaba a los de Temascalcingo, retirándolos a su pueblo, existía un peligro: los operarios se "insolentarían". El prefecto de Toluca aceptó la interpretación de Egerton; regresó a los 25 hombres de Ixtlahuaca a su lugar de origen, llevó de nuevo a los cívicos de Temascalcingo a El Oro y los reforzó con otros 10 elementos.14 Es evidente que el gobierno estaba dispuesto a acceder a las sugerencias de los ingleses y a seguir la solución por ellos propuesta. Parece que la tropa acantonada en El Oro pertenecía al Batallón de Toluca, mismo que le había costado a la com pañía 1 334 pesos entre marzo y mayo de 1829. Para principios de junio, fue sustituido por el Sexto Regimiento Permanente, cuyo mantenimiento era todavía más caro -1 337 pesos, nada más para junio y juli<>-. La compañía propuso a la Secretaría de Guerra y Marina cambiar en junio el regimiento por un piquete de 30 hombres armados de infantería. Se consultó al presidente Vicente Guerrero, quien denegó el permiso mediante el encargado del ramo, Francisco Moctezuma, pues alegaba la falta de infantería y el temor de que "si se lo permite, los demás mineros pedirán hacer lo mismo y esto con el tiempo traerá seguramente resultados desagradables", Il ldem. 12 ldem. \3 Según Mario Moya Pa lencia en su novela El México de Egertoll , 183 1-1842, 1990, pudo haber tenido algo que ver con la mue rte de su hermano Thomas David Egerton, un extraordinario pintor asesinado en Tacubaya en 1842. Véase Mario Moya, El México de Egertoll , 1831-1842, 1990. 14 AHEM, "El señor prefecto dando parte de lo ocurrido en el mineral del Oro con los cívicos y el pueblo", Toluca, 1829, Sección del gobierno del Estado de México, C. 171.17.912, año 1829, caja 18, exp. 54, 13 ff. 289 ANNE ST APLES específicamente la presencia de grupos armados en muchas pa rtes de la república. I ' Al ra to, el gobierno ya no podía prestar soldados de ningu na arma del ejército; en agos to de 1829 el secretari o de Relaciones ordenó al gobierno del Estado de México sustituir al destaca mento con un piquete de un oficia l y 12 hombres, y otro con un oficial y 22 hombres de la milicia nacional d e infantería, "para evita r desa liento en los interesados de aquellas negociaciones", es deci r, a los d ueños de las minas. 16 Tanto ingleses como a leman es, convencid os de su superioridad técnica, intelectua l y moral, p rovoca ron reacciones ad versas en suelo mexicano, sin comprender el porqué. Sin embargo, no escondieron su desprecio hacia los trabajad ores. Al poco tiempo de establecid a la compañía inglesa en El O ro, Lucas Alamán viajó hasta ese rea l para remp laza r con un extranjero al encargado mexicano de las obras. En ese caso, no sabemos si realmente era inepto o si era una medida pa ra tranquiliza r a los inve rsionistas londinenses. En Real del Monte, el administrador inglés, capitán James Vetch, afirmaba que no se pod ía coloca r a mexica nos en puestos d e confi anza .17 Se hjzo a un lad o a los antiguos propietarios d e las minas --criollos o españoles- al formar las compañías de extranjeros, como si su experiencia no fue ra clave pa ra el éxito. Esto revela que la falta d e comp rensión no fue únicamente hacia el humilde trabajador, sino hacia los cuad ros más prepa rados. Hu bo otro real en el Estad o de México con problemas laborales que degenera ron en violencia. En el otoño de 1827 corri ó la sangre en el mineral de Capula, de la prefectura d e Tulan cingo - hoy estado de Hidalgo-, cuando los ba rreteros se d eclararon 15 Archivo Histórico de la Secretaría de Defensa, Secretaría de Guerra y Marina (en adela nte AHSD), " Noticia de las cantidades que la Compañía de minas del mineral del Oro facil itó al Batallón de Toluca y al Regimiento número 6", Méx ico, 12 de septiembre de 1829; borrador oficio a la Secretaría de Hacienda, México, 12 de septiemb re de 1829, en "A l exmo. Señor secretario de Estado y del Despacho de la Guerra don Francisco Moctezuma a Lucas Alamá n", ff. 6,8, 16,17, en expediente número 85 sobre el destacamen to del Real del Monte, 22 de julio de 1829, vol. 616. 16 Archivo Histórico de la Secretaría de Defensa (AHSD), borrador de oficio d irigido a la Secretaría de Relaciones, 18 de agosto de 1829, f. 13, 17 Robert W. Randall, Real del Monl r: 111/(/ i' lIIprt'Sll minera brilállica f'n México. 1977, p. 155. 290 TUMULTOS MINEROS AL PRINCIPIO DE LA ERA INDEPENDIENTE en huelga. La empresa llevó esquiroles de Guanajuato, que fueron recibidos a golpes por los operarios locales. lB EL MODO DE PAGAR No cabe duda de que la causa de las mayores desavenencias fue el partido. Mientras no hubo trabajo en los reales, los operarios no reclamaban sus prestaciones tradicionales. 19 Llegaban a El Oro o a Real del Monte con la esperanza de encontrar empleo, sin ganchos de ningún tipo, pero tan pronto como entraba en bonanza alguna mina, los operarios exigían su parte de la producción, además del sueldo. El pleito ocasionado por el pago del partido desencadenó una de las primeras huelgas en Real del Monte en 1776. 20 El partido seguía siendo motivo de violentos disgustos en el México independiente. En Real del Monte, a finales de 1826 y durante casi todo 1827, los barreteros y otros operarios rechazaron el sistema de pagos introducido por los ingleses. Se fueron a la huelga, y los británicos tuvieron que recurrir al gobernador del Estado de México, Lorenzo de Zavala, a quien solicitaron tropas para mantener el orden. 2l Como se había visto en El Oro, ese recurso era un arma de doble filo. En primer lugar, la compañía corría con los gastos, aunque fuera a cuenta de impuestos por cobrar. En segundo, los milicianos contribuían a la agitación pública. El capitán Vetch comentó en Real del Monte que si la milicia cívica 18 "Ocurre un choque sangriento en el mineral de Capula, de la prefectura de Tulancingo, entre barreteros de la región que se han declarado en huelga y unos 'esquiroles' traíd os de Guanajuato por la empresa minera", 9 de noviembre de 1827, en Mario Colin, Guía de documentos impresos del Estado de México, vol. 56, 1976, documento 476, p. 131. 19 Eduardo Flores Clair, "M inas y mineros: pago en especie y conflictos, 17901880", 1986, pp. 51-67. 20 Doos M. Ladd, Gestación y desarrollo de l/na huelga: las ludiaS de los mineros mexicanos de la plata e'¡ Real del MOl/te, 1776-1775, 1992. 21 La huelga fue declarada en junio de 1827. El gobernador Lorenzo de Zavala nombró al titular de la Diputación Territorial de Minería, Rodrigo de Castelazo, para que interviniera "como amigable componedor". "Ocurre un choque sangriento .. " op. cit. 291 ANNE STAPLES resguardaba las minas haría más mal que bien. Consideraba que los 200 hombres que se pensaba reclutar se convertirían en un peligro para la paz pública. "Poner armas en las manos de estos mineros haría necesa rias dos compañias de las mejores tropas regulares españolas para conservar la paz en este lugar". ¿Quién, se preguntaba, vigilaría a los vigilantes? Los operarios se portaban de manera todavía más insolente o exigente en presencia de una fuerza armada que tenía la misión de proteger los bienes y los intereses extranjeros. No era útil la milicia cívica compuesta por residentes del mismo reat poco dispuestos a disparar sobre sus compañeros, vecinos y familiares. Durante la huelga de Real de Monte de 1827 se tuvo que pedir tropas a Tulancingo y a Texcoco, "tanto de irúantería como de caballería". Hubo una escalada de violencia poco tiempo después, cuando los barreteros, el grupo más levantisco, atacaron en agosto de 1827 en la mina Morán a los ingleses y los nacionales que los protegían. Estos azotaban a los peones que la tropa obligaba a trabajar bajo tierra, creando odios entre los propios trabajadores que no debieron olvidarse fácilmente. 22 Otro incidente tu vo lugar al año, cuando los barreteros de Morán dejaron de trabajar para presionar a la compañía a reconocer su derecho a nombrar a l administrador d e la mina. El problema se negoció, pero no antes de surgir otro escándalo, provocatfo por la presencia de soldados en el real. Chocaron con los operarios un sábado a la hora de ra yar, con un saldo de varios heridos graves. Como bien habían visto los ingleses, el tener que recurrir a la fuerza militar para mantener el orden provocaba, a su vez, múltiples dificultades. Utilizar al ejército era, para los extranjeros, el menor de los males. Después del susto que pasaron los esposos Ward en Zacatecas, surgió otro incidente en 1828. En Veta Grande, los barreteros se rebelaron en contra de la compañía inglesa y se fueron a la huelga. Las pláticas de conciliación no resultaron fruc tíferas y, como apun ta Eduardo Flores Clair, " los huelguistas decidieron atacar las propiedades de la Compañía y prendieron fuego a los malacates y II Robert W. Randall, op. cit. 292 TUMULTOS MINEROS AL PRINCIPIO DE LA ERA INDEPENDIENTE a varios edificios de la negociación ".23 Llegó el ejército e impuso la calma por la fuerza. U NA TENSIÓN CONTINUA Es p robable que una revisión cuidadosa del Archi vo de la Defensa Nacional llevara al d escubrimiento de otros incidentes en los que la participación del ejército fuera la clave para mantener la tranquilidad pública en los reales mineros, sobre todo aquellos que gozaban de financiamiento extranjero y que tenían esperanzas de entrar en bonanza. Como los estados recibían 3% de la producción minera por concepto de impuestos, estaban dispuestos a promover esta importante fuente de ingresos. El emergente Estado mexicano, sobre todo en el ámbito local, deseaba sacar a la industria minera de su postración, invertir en grandes obras de infraestructura y devolverle a la p roducción el éxito que había tenido a finales del virreinato. En much as p artes d e la rep ública la minería, más que la agricultura, era la fu ente p rincipa l de riqueza. No es difícil entender, en consecuencia, la buena disposición hacia las demandas extranjeras de p rotección . H asta los gobiernos estatales más progresistas, como el de México o el de Zacatecas, reconoCÍan la necesidad de mantener en orden a la población, hacerla respetuosa de las leyes y, ante todo, de la p ropiedad privada. El instrumento para lograrlo fue el ejército, esa organización prácticamente desconocida en México después d e la Conquista, traída a la Nueva España para acallar las quejas de los inconformes durante la expulsión de los jesuitas, mantenida en el país para asegurar la paz entre una población cada vez más rebelde y, por último, durante las primeras décad as del México independiente, alquilada al mejor postor. Los innumerables pronunciamientos de estos años atestiguan el hech o." Uno de los grupos que podía llegarles al precio a los ambiciosos oficiales eran los inversionistas extranjeros en minas, que se 23 Harry Edward Cross, "The Mining of Zacatecas, Mexico in the Nineteenth Century", 1976, citado en Ed uardo Flores Clair, op. cit. 24 Cfr. Planes ellla nación mexicana, 1987. 293 ANNE ST APLES enfrentaban a una fuerza de trabajo que se negaba a acepta r las innovaciones que iban en detrimento de sus antiguos privilegios. En 1827 se descubrió el plan del padre Joaquín Arenas para restaura r en México el dominio de Fernando Vil. La ex pulsión de los españoles siguió al poco tiempo y hubo una efervescencia en el país alimentada por e l temor de una reconquista, intentada finalmente desde La Haba na en 1829. No fue buen momento para los extranjeros en México, que poco hicieron para mejorar su popularidad entre el pueblo" Su falta de tino y respeto por las costumbres autóctonas, aunado a lo que a los ojos de los mexicanos era una extraña manera de proceder, junto con la fuerza militar que respaldaba y protegía sus inversiones, pueden ser considerados como causa parcial de su fracaso en la minería mexicana de principios del siglo XIX . Los levantamien tos en su contra, sumados a la inconformidad de los operarios en otros reales, aunque fueran manejados por nacionales, contribuyeron a la inestabilidad de las empresas y de la vida rural en esos años. SIGLAS y REFERE NCIAS AHEM AGN AHSD SGM Archivo His tórico del Estado de México, Toluca. Archivo General de la Nación, México. Archivo His tórico de la Secretaría de Defensa, México. Secretaría de Guerra y Marina, México. Alamán, Lucas, Historia de Méjico, vol. 5, México, Jus, 1969, 719 p. Archer, Christon l., El ejército eII el México borbónico, 1760-1810, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, 419 p. Cámara de Senadores, LIll Legislatura, Plnnes etlln lindó" mexicana, México, s.e., 1987, vol. 1l. Colín, Mario, Gl/ía rlerloC/lmelltos impresos del Estado de México, vol. 56, 1976,131 p. 25 La excepción sería un inc idente resenado por José Joaquín Femández de Lizardi. Véase "Generosidad de los ingleses y baile benéfico a los apestados", O/1m;; XIII, folletos (1824-18271, 1995, pp. 405-413. 294 T UMULTOS MINEROS AL PRINCIPIO DE LA ERA IN DEPEN DIENTE Femández de Lizardi, José Joaquín, "Generosidad de los ingleses y baile benéfico a los apestados", Obras XlII, folletos 11824-1827), 1995, 405 p. Flores Clair, Eduardo, "Minas y mineros: pago en especie y conflictos, 1790-1880", Historias, vol. 13, abril-junio, México, Departamento de Estudios Históricos-INAH, 1986, p . 5I. Gálvez, José de, Informe sobre las rebeliones populares de 1767 y otros documentos inéditos, México, Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Nacional Autónoma de México, 1990, 123 p. Graham, T. C, Real del Oro, its Past History, its Present Conditions and its Future Possibilities, the Richest Gold Camp in Mexico, México, CB. Hamilton, 1899, 59 p . Ladd, Doris M., Génesis y desarrollo de una huelga: las luchas de los mineros mexicanos de la plata en Real del Monte, 1775-1776, México, Alianza, 1992, 233 p . Moya Palencia, Mario, El México de Egerton, 1831-1842, México, Porrúa, 1990, 735 p. Ortiz Escamilla, Juan, El ejercicio del poder durante la gllerra de independencia en México, 1810-1823, México, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, 1992, 276 p . Rabadán Figueroa, Macrina, "Propios y extraños: la presencia de los extranjeros en la vida de la ciudad de México, 1821-1860", tesis doctoral en historia, México, El Colegio de México, 2000, 457 p. Randall, Robert W., Real del Monte: una empresa minera británica en México, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, 284 p . 5taples, Anne, Bonanzas y borrascas mineras: el Estado de México, 1821 1876, México, El Colegio Mexiquense, 1994, 375 p . Ward, Henry George, México en 1827, México, Fondo de Cultura Económica, 1995, 788 p. 295 Vivir en tierra adentro. Alternativas frente al control social en la frontera pampeana a mediados del siglo XIX Sam Orlelli' I NTRODUCCIÓN TRABAJADORES ESTACIONALES, d esocupados o subocupados, ex con- victos, prófu gos de la justicia, d esertores del ejército, ex esclavos ... Estos son algunos de los personajes que han generado y albergado las sociedades de las fronteras hispanoamericanas. En general se les considera como marginales, desplazados de manera voluntaria u obliga toria de su socied ad de origen, que fluctúan entre d os mundos sin pertenecer ni integrarse, finalmen te, a ninguno de ellos. Se plantea frecuentemente que estos hombres compartían una doble marginalidad, geográ fica y socia l: eran habitantes de la periferia, de los márgenes de un dominio, alejados de los núcleos urban os (centros d e la vida política y socioeconómica), que no ocupaban un papel social fijo, desarrollaban actividades delictivas y se encontraban frecuentemente en el límite d e la ilegalidad .! Entre las di versas estrategias de acomodo y s upervivencia que llevaron a .. Universidad de Tand il. I Peter Stem, "Marginals and Acculruration in Frontier Society", en Robert H. Jackson (ed .), New views of Borderlands History, 1998, p. 157; Thierry Saignes, "Entre bárbaros y cristianos. El desafio mestizo en la frontera chiriguano", AI/uario, vol. 4, lnstihlto de Eshldios Histórico-Sociales, 1989, p. 29. 297 SARA ORTELLI cabo, existe una opción que no ha sido investigada a profundidad: su incorporación a las sociedades indígenas, es decir, la decisión de ir a vivir con los indios. En las páginas que siguen se aborda este problema para el caso de la frontera pampeana del actual territorio argentino, mediante el análisis de las prácticas y estrategias desarrolladas por individuos que se integraron de manera funcional al mundo de la frontera . En tal contexto se propone rediscutir la idea de margillalidad. El trabajo se organiza en cinco partes. El primer apartado se refiere a las características del mundo rural rioplatense a partir de los estudios que en los últimos años han redefinido aspectos de la organización socioeconómica del campo bonaerense, del mundo indígena pampeano y de la idea de frontera. El segundo, ubica al mundo rural rioplatense y al espacio fronterizo en el contexto político de mediados del siglo XIX. Luego se presenta una parte dedicada a explica r las ca racterísticas del control social que se desa rrolló en dicho mundo rura l. Estos tres primeros apartados constitu yen el contexto a partir del cual se desarrollan las dos partes med ula res del trabajo: la opción de refugiarse en territorio indígena como una de las respuestas al control social bonaerense y la manera en que estos hombres comienzan a desempeñar funciones que articulan el mlmdo fronterizo. EL MUNDO RURAL RI OPLATENSE En los últimos 15 años, la historiografía argentina ha avanzado significativamente en el estudio del mundo rural rioplatense colonjal y decimonónico. Las in ves tigaciones han demostrado que durante la época tardía colonial y la primera mitad del siglo XIX esta zona rural era compleja y diversificada desde el punto de vista económico: convivían en ella varios tipos de unidades de producción y, al contrario de lo sostenido a lo largo de muchas décadas (y que había contribuidoa moldear una imagen distorsionada del proceso histórico pampeano), la ganadería no era la principal actividad. 2 2 Esto se corresponde con las corrientes de interpretación que cuestione," la idea de la presencia del latifundio ganadero -posiblemente más acorde con un 298 VIVIR EN TIERRA ADENTRO Esa diversificación económica refleja, asimismo, una imagen compleja de la sociedad . La idea del ga ucho "vago y malentretenido", habitante rural que podía instalar su ran cho o chabola en cualquier lugar, trabajar cuando quisiera y vivir d e lo que p udiera conseguir o cazar, ha sido remplazad a por la de un campesino. 3 Este espacio estaba organizado en pequeñas y medianas explotaciones ded icadas, según los casos y las zonas, a la agricultura cerealera, hortícola y frutícola, al pastoreo y a la ganadería. El desarrollo de tales acti vidades estaba determinado por ciclos estacionales, que generaban fenómenos como la desocupación y subocupación y la alta movilidad geográfica de parte de la población en función de las necesidades y tiempos d e las actividad es produ ctivas. Otro elemento que se ha sumad o a la comprensión del mundo rural pampeano es la redefinición de la idea de frontera. Hasta hace pocos años aún se seguía pensando en ella como un límite que separaba dos sociedades. Según esta concepción, la frontera era la línea de separación, bien definid a, que marcaba la transición entre d os mundos con diferencias prácticamente irred uctibles, tan ajenos e irreconciliables que únicamente se relacionaban mediante la violencia y la guerra. En este trabajo no se suscribe d icha idea de frontera -que la concibe como línea limítrofe y que enfatiza la separación-, sino desarrollo posterior de finales del siglo XIX-, cuan do Argentina se incorporó al sistema económico mund ial como exportadora de carnes, cueros y granos. Véase Juan Carlos Ga ravaglia, "Un siglo de 'estancias' en la campaña de Buenos Aires: 1571-1853", en curso de publicación en Hispanic American Historiea{ Reuiew, 1998, p. 168, así como "In tensidad de uso de la tierra y tasas de ocupación ganadera en la pradera pampeana (1816- 1852)", 1998, p. 57, Y "Pastores y labradores de Buenos Aires. Una his toria agraria de la campaña bonaerense, 1700-1830, 1999, p. 74; Jorge Gelman, "Un gigante con p ies de barro. Rosas y los pobladores de la campaña", en Goldman y Salva tare (comps.), Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a 11/1 viejo problema, 1998, p. 294, YJorge Gelman, Campesinos estancieros, 1998, p. 336. l Esta p roblemática se discute en articulas de varios especialistas en el mtmdo rural rioplatense - reun idos por una revista en 1987-, que debatieron el tema de los trabajadores rurales y de la ma no de obra en el campo de Río de la Plata. Véase la sección "Estudios sob re el mundo rural", Anuario, vol. 2, lnstihlto de Estudios Histórico-Sociales, 1987, pp. 23-70. 299 SARA ORTELLI que se a lude a l concepto pensando que representa un espacio de encuentro, de interrelación e interacción entre dos o más sociedad es. 4 Como bien señala un historiador, las fronteras hispanoamericanas eran zonas complejas de interacción cultural, social, económica, genética, militar, politica, religiosa y lingüística entre algunos grupos de gente diferente.' ¿Con qué sociedad interactuaba el mundo rural rioplatense? La contracara de ese espacio fronterizo eran los grupos indígenas pampeanos. También en este caso puede a firmarse que, en las últimas décadas, la historiografía argentina ha avanzado en la reconstrucción de los procesos históricos que desarrollaron estas sociedades. El periodo comprendido entre 1750 y 1850 representó pa ra ta les grupos un momento de transición hacia formas económicas y sociopolíticas más complejas. 6 Las transformaciones económicas se vincularon con el estrechamiento de las relaciones de comercio con la Araucania chilena, a partir del incremento de la demanda de ganado -básicamente caballar- desde el mercado chileno y con la consolidación de las redes de circulación e intercambio de animales - fundamentalmente cabaUos- que atravesaban el territorio y que determinaron un vuelco de la economía indígena hacia la producción ganadera. Una extensa red de circulación de bienes sustentada en el ganado comenzó a vincular a las distintas áreas del territorio indígena, y a éste en su conjunto, con el controlado por los blancos. A partir d e estas transformaciones se desarrollaron procesos que hicieron más compleja y jerárquica la sociedad, que se reflejaron en la tendencia a generar mecanismos de herencia del poder y a la posterior conformación de grandes cacicazgos pampeanos durante la segunda mitad del siglo XIX. En síntesis, se trataba de una sociedad compleja y dinámica " David Weber, "Borbones y bárbaros. Centro y periferia en la reformulación de la política de España hacia los indígenas no sometidos", Anuario, vol. 13, Tandil, Lnstituto de Estudios Histórico-Sociales, p. 148. 5Peter Stem, op. cit., p. 29. 6 Raúl Mandrini, "Las transformaciones de la economía indígena bonaerense (1600-1820)", en Mandrini y Reguera (comps.), Huellas ellla tierra. llldiO!', agriwltores y ¡mCl'ndados en la pampa bonaerense, 1994, p. 56. 300 VIVIR EN TIERRA ADENTRO que desarrolló intensas relaciones múltiples y cambiantes con la sociedad que no era indígena, a través de la frontera, espacio permeable que señalaba los territorios formalmente reconocidos y controlados por ambas sociedades. EL ESPACIO FRONTERIZO EN EL CONTEXTO pOLÍTICO DE MEDIADOS DEL SIGLO XIX A mediados del siglo XIX, el espacio fronterizo pampeano describía una amplia curva que se extendía a través de las actuales provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza. Los grupos indígenas se ubicaban d e norte a sur entre esta frontera y los ríos Negro y Limay, y de este a oeste, entre la cordillera de los Andes y la costa atlántica. En las últimas décadas de la época colonial y los primeros años d el periodo independiente, este espacio -especialmente el sector que se extendía sobre la actual provincia de Buenos Aires- se mantuvo en paz, posiblemente como consecuencia de la estabilidad alcanzada entre los grupos indios y la sociedad colonia l desde mediados d el siglo XVIll .' Desde fines de la década de 1810 ese equilibrio comenzó a romperse y las relaciones entre ambas sociedades se hicieron cada vez más violentas y conflictivas. La integración de la región pampeana a la economía mundial mediante la exportación de materias primas (cuero, carne, tasajo y granos) impulsó una política d e expansión hacia el sur, sobre las tierras que estaban en poder de los indígenas. 8 Esta competencia por tierras y ganados determinó la organización de campañas militares, cuyos objetivos eran el avan ce de la frontera y el establecimiento de fortines para conseguir un dominio cada vez más efectivo del 7 Leonardo León Solís, Ma/oqueros y cOllc1mvadores e/I Araucallía y las Pampas, 1700-1800, 1986, pp. 75-104; Raúl Mand rini, "Guerra y paz en la fro ntera bonaerense durante el siglo XVIII ", pp. 26-35. 8 Sobre la expansión ganadera y la ocupación d e tierras para el caso de la p rovincia de Buenos Aires, véase e l excelente estudio pionero de Tulio Halpe rín Donghi, " La expansión ganadera de la campaña de Buenos Aires (1 810-1852)", Desarrollo Económico, vol. 3, núm. 1-2, 1963. 301 SARA ORTELLI territorio. Las campañas consolidaron el nuevo territorio fronterizo, que se mantu vo sin cambios apreciables durante las décadas siguientes. 9 Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, entre 1829 y 1852, se establecieron estrechas relaciones con los grupos indígenas denominados "amigos", lo cual no era más que una continuación de la política ap licada en los últimos añ os de la colonia, llamada ahora "negocio pacífi co con los indios". Los "caciques amigos" actuaban como defensores de la frontera y aliados políticos del gobernador Rosas. 10 De todas maneras, esa pacificación coyuntural en la frontera de la provincia de Buenos Aires no asegu raba la tranquilidad en otras provincias, que eran asolad as por los indígenas. La caída del régimen rosista en 1852 y la separación de la provincia de Buenos Aires d e la confederación de provincias presidida por Urqui za acentuó los confl ictos con los grupos que habían celebrado pactos con el ex gobernador, y llevó a una década de dificultades. Con la unificación del país bajo el gobierno de Bartolomé Mitre -quien asumió la presidencia en 1862, luego de vencer al ejército confederado de Urquiza- y el desarrollo de proyectos tendentes a lograr la conformación del Estado nacional, se hizo especial hincapié en la cuestión de las denominadas "fronteras interiores" con los indios. Dicha cuestión enfrentó a los sectores que proponían diversos proyectos: el avance de la frontera y el desplazamiento de los grupos indígenas hacia el sur, su integración en el proyecto nacional o su exterminio, alegando que no tenían cabida en dicho proyecto porque eran "bárbaros" y "sa lvajes", retard atarios del "progreso" y obstác ulos para la "civilización". Finalmente triunfó la política d e expan sión del ejército nacional sobre el territorio indígena, estrategia que se llevó a cabo mediante la denominada "Conquista del desierto" de 1879, a cargo del general Roca, futuro presidente de la República yen aquel momento ministro de Guerra del primer manda tario Nicolás Avellaneda (1874-1 880). ~ Entre ellas pueden mencionarse las ca mpañas de Martín Rod ríguez al comenzar la década de 1820, y las de IU<ln Manuel de Rosas, entre 1833 y 1834. 10 Silvia Ratto, "El negocio pacífico de los indios. La frontera bonaerense du rante el gobierno de Rosas", 1994, pp. 32-46. 302 VrvlR EN TIERRA ADENTRO EL CO NTRO L SOCIAL EN EL MUNDO RURAL RIOPLATENSE Dice el historiad or Juan Carlos Caravaglia, al referirse al problema del control social sobre los pobladores rurales - jornaleros, campesinos, labrad ores y pastores-, que no parece haber ru pturas demasiado tajan tes entre las políticas emanadas del periodo colonia l, en las primeras décad as del siglo XIX y duran te el régimen . rosista. 1l De todas maneras, a partir de la década de 1820, cuando la élite porteña 12 comenzó a manifestar interés en los territorios que se extendían al sur del río Salado y en sus recursos potenciales, las autoridades desa rrollaron proyectos de expansión de la frontera y de seguridad fron teriza mediante el establecimiento de puestos militares (los llamados "fortines") y la perman encia de cuerpos de vigilancia, generalmente poco numerosos y mal provistos de armamentos y elementos de primera necesidad. Tanto las autoridades coloniales como los gobiernos emergentes con la independencia intentaron organizar este territorio y disciplinar a sus habitantes. Este reforzamiento de la militari zación en la zona rural condujo a la aplicación d e medidas disciplinarias muy duras y, en algunos casos y épocas, a una verdadera represión por parte de las autoridades hacia los sectores rurales del actual territorio bonaerense. Lo que sí parece haber representado una transformación importante durante el gobierno de Rosas, es que los sistemas de control se volvieron más eficaces. En efecto, la política de vigilancia instaurada en ese momento consigu ió de manera bastante exitosa una cierta disciplina de la población considerada en el discurso como peligrosa, pero al mismo tiempo ind ispensable para las ta reas agrícolas. 13 Rosas instauró un mecanismo de control que mantuvo bajo su vigilancia personal para hacer cumplir en forma efectiva las d isposiciones lega les vigentes desde hacía tiempo. 11 Juan Ca rlos Garavaglia, "Paz, orden y trabajo en la campaña: la justicia rura l y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852", 1997, p. 261. 12 Se conocen como "porteños" a los habitantes de la ciudad-puerto de Buenos Aires. 13 Juan Carlos Garavaglia, "Pa z, orden y .. .", op. cit ., pp. 241-262. 303 SARA ORTELLI La función central de tal aparato disciplinario debe ser analizada a la luz del p roceso que condujo a la extensión d e la ocupación d e la tierra en la frontera sur y la ex pans ión tanto cuantitati va como cualitativa de la prod ucción pecuaria, fenómeno en marcha desde la década de 1820.1' ¿Quién representaba al Estado en la ca mpaña bonaerense rasistal Los nuevos personajes que aparecieron durante ese periodo fueron los jueces de paz, que remplaza ron a los antiguos alcaldes de la Hermandad, cuando se hizo e fecti va la desa parición del Cabildo en 1821. " En este contexto, el Ju zgado de paz se convirtió en la columna vertebral de lo que podría llamarse una incipiente estructura estata l local. Por ejemplo, en el caso de Areco, uno de los pa rtidos bonaerenses, la composición de esa estructura de poder local en 1851 era de 9 alca ldes y tenientes d e alcalde, 5 maestros de posta y 20 postillones, 3 policías, 1 preceptor, 2 escrib ientes, 1 sacristán, 44 soldad os mil icianos activos y 30 pasivos.1 6 En gene ral, los jueces de paz eran originarios de la propia provincia de Buenos Aires y, en mucr.as ocasiones, de la cabecera del pa rtido en e l que legislaban. Al mismo tiempo, la gran mayoría de los miembros de los juzgados tenía ocupaciones relacionadas con el mundo agrario. Garavaglia los caracteriza como pertenecientes a un sector medio rural, integrado por pequeños y medianos pas tores y lab radores. Lo que interesa resaltar a parti.r de esta cuestión es que no había una eno rme distancia social entre los representantes de es ta es tructu ra de poder local y el resto de los habitantes --<!ntre represores y reprimidos-, en tanto que ambos secto res participaban de la mis ma estructura campesina y, en general, eran convecinos de los detenidos. A l mismo tiempo, no puede dejar de mencionarse que en un muestreo de ocho a ños (1832-1 839), analizado para seis partidos de la cam paña, se constata que 50% de los detenidos por di ve rsos delitos son inmig rantes del interio r (básicamente de la zona de Tucumán y de Cuyo, con Santiago de l Estero en primer término). ¡bid. , p. 26 1. ¡bid. , p. 24 1. 16 Ibid. , p. 245. l~ 15 304 VIVIR EN TIERRA ADENTRO En este mundo rural, los jueces y sus suba lternos se debatían con frecuencia entre las exigencias reiteradas del gobierno y la necesidad de respetar las normas de convivencia establecidas por la costumbre 1 ' En efecto, el control de la población rura l que llevó a cabo el régimen rosista no se instauró sobre una sociedad sin normas, sino sobre una en la que parte importante de las relaciones sociales no estaban ord enadas y reguladas esta talmente. lB Por lo tanto, la tensión entre ley y práctica no desapareció: intentó "moralizar" y "ordenar" las prácticas sociales, "restaurar" la vigencia de "la ley", definir un orden político e imponer un ord en legítimo de la sociedad organizando hábitos y costum bres sociales y haciéndolos concordar con una noción específi ca de la diferencia que separaba lo lícito de lo ilícito. 19 Va ri os años más tarde, y luego de la san ción de la Cons titución, hacia mediados de la década de 1860, el movimiento codificad or (Códi go Civil, Código Rura l de 1865, Código de Comercio) intentó subsanar la distancia entre ley y prác tica, imponiendo nuevas costumbres que daban cuenta de los cambios y las continuidades en la estructura agraria provincia l y tendía n, funda menta lmente, a la a firmación del derecho de p ropiedad . Entre los delitos de los que eran ac usados los pobladores rurales se cuentan, sobre todo, robos, vaga ncia, deserción del ejército y transitar sin d ocumentación . Pa ra el periodo entre 1831 y 1852, Rica rdo Salva tore ha sistematizado la información proveniente de los Partes de Novedades, como se denominaba a los informes trimestrales o cua trimestrales que enviaban los jueces de paz al gobernador Rosas. A parti r d e esta fuente establece que se cometieron 1 669 delitos que organiza en seis tipos: Contra la p ropiedad: representan 33.1% del total y eran básicamente robos (92%). 2) Contra las personas: 12.9% y se trata de herid as y golpes, siguiéndole los homicidios. 1) 17 /bid., p. 259 . Raúl Frad kin , " Entre la ley y la práctica: la costumbre en la campaña bonaerense de la p rimera mitad del siglo XIX", 1997, p. 147. 19 1bid., p. 146. 18 305 SARA ORTELLI 3) Contra el Estado: 37.6% del total de deli tos, y entre ellos se mencionan mayoritariamente la deserción del ejército y la falta de documentación. 4) Contra el o rd en público: 13.5% y se trata en gran medida de personas arrestadas por el delito de vagancia (62%). 5) Delitos públicos: constituyen apenas 1 por ciento 6) Otros delitos: representan 1.9% y no aparece especificado a qué se refieren.20 La vaga ncia era la principal ofensa dentro de los delitos considerados "contra el o rden público" . La mayor parte de las veces se trataba de una ca racteri zación social de la persona y no de un deLito en particular. En general, es te tipo de ca rgos hleron usados selectiva mente para subra ya r la va loración negativa que hacía la comunidad de ciertos sujetos considerados peligrosos por ser desconocidos o no tene r d omicilio fijo . El término vago se usaba, entonces, para reforza r la culpabi lidad de un reo acusado de otro delito." Según la gravedad de las acusaciones, los jueces decidían si los reos debían ser sancio nados con una pena leve (p . ej. ser obligado por unos d ías a reali za r trabajos públicos, barriendo la plaza o ayudando a construir la iglesia, entre o tras actividades) o si debían ser enviados a Buenos Aires o a alg uno de los destacamentos militares de la ca mpaña . La posición de los jueces era difícil: entre las presiones del gobierno, las necesidades de negociar con los poderosos locales, con los jefes militares y con los vecinos de consideració n y, al mismo tiempo, hacerse respetar por la mayoría de los habitantes. Frente a es te panorama, en ocasiones los jóvenes inmigrantes y recién llegados del interior eran "ca rne de cañón", que permitían cumplir con las exigencias del gobie rno s in afectar los intereses, los vínculos y las relaciones locales." Garavaglia y Sa lva tare coinciden en señalar la pasividad de los campesinos frente a es te apa rato represivo,n pero una de las 20 Ricardo S,l lvatore, " Los crímenes de los pa isanos ", 1997, p. 93: " Ib;d., pp. 92-93. u Juan Ca rlos Ga ravaglia, "Paz, orden y ... ", °11. dI., p. 260. :!J Ibid., p. 257. 306 VMR EN TIERRA ADENTRO estrategias que no aparecen consideradas por estos autores era la fuga de la sociedad de origen con el fin de refugiarse "tierra adentro", en el "desierto", integrándose de manera voluntaria a la vida de las tolderías indígenas.24 Esta alternativa no representó una expresión de resistencia, ni significó la condena a la margmalidad para estos individuos. En muchos casos les permitió desempeñar un papel sumamente activo, desarrollando una integración efectiva en el mundo de la frontera y la posibilidad de consolidar su posición a partir de funciones que permitían la articulación de ambas sociedades. UNA ALTERNATIVA: REFUGIARSE EN TERRlTORlO INDÍGENA Los territorios americanos controlados por grupos indígenas que, en mayor o menor medida, mantuvieron una posición autónoma frente a los sistemas colonial y republicano en los siglos XVIII y XIX, funcionaron como zonas de escape y refugio para muchos que no eran indígenas y que, por diversas razones, huían de su sociedad de origen. 25 La frontera rioplatense fue uno de esos territorios que funcionaron como válvula de escape. 2~ El término deri va de "toldo", aplicado a la vivienda característica de la región. La toldería era la unidad socioeconómica esencial del mundo indígena . Cada toldo era ocupado por una familia ampliada que llegaba a incluir a varios matrimonios y sus hijos. La toldería en su conjunto constituía un grupo de parentesco, lazos que se ex tendían a otras tolderías. Varias de ellas integraban una tribu, y diversas tribus constiruían un cacicazgo. 25 Farris menciona el fenómeno de la frontera como "válvu la de escape" para el caso de la sociedad maya, que habría constiruido un territorio de refugio para los mayas y los blancos que huían de los territorios pacificados por la dominación espanola . Na ncy Farris, Ln sociedad maya bajo el dominio colonial, 1992, pp. 37-40, 124, 126,140, 197-200, 213,240-4 L 321-322, 453-454 Y470. También las comunidades indígenas formalmente integradas al sistema colonial fungieron como zonas de refugio pa ra quienes, por diversas razones, debían alejarse de la sociedad blanca. Puede consultarse el trabajo de Sa ignes, quien en su estudio sobre los mestizos en la frontera ch iriguano plantea que: "Los pueblos chiriguano [ ... ] se convierten en refugio para los fugitivos del mundo colonial, ya sean estos espanoles, negros, mulatos o mestizos", Thierry Sa ignes, op. cit., p. 18. 307 SARA ORTELLI Entre los que no eran indígenas y vivían en las tolderías pampeanas distinguünos dos categorías: los que estaban por su propia voluntad y los que habían sido raptados o capturados durante los ataques a los asentamientos de la frontera y que se incorporaban a la socied ad india en ca lidad de cauti vos. En este trabajo nos ocupamos únicamente d e los individuos que dec idieron de manera voluntaria vivir con los indígenas y los identificamos como agregados. Hay que tener en cuenta que la noción de volun tad es a mbigua y dinámica. Los voluntari os pudieron haber optado por integrarse al mundo ind ígena como única solución a la condición de ilegalidad en la que vivían anteriormente. Es deci r, se tra ta d e una incorporación volunta ria en la med ida en que eligieron la opción de irse a vivir entre los indios, aunque forzados por las ci rcuns tan cias. Al mis mo tiempo, los que ingresaron a las tolderías como ca utivos, es decir, de manera invol untaria, en muchos casos terminaron integránd ose y d ecidiendo perman ecer voluntariamente en la nueva situación. Quienes se establecían en territorio indígena por su voluntad eran varones. Las ed ades fluctuaban en su ma yoría entre los 18 y los 40 años. El ori gen étnico se menciona pa ra algunos casos, siendo la mayo ría mestizos. Los moti vos por los que estos hombres abandona ron su sociedad de origen eran hu ir de la justicia o d eserta r del ejército. En general, los problemas con la jus ticia se relacionaban con prácticas de robo y homicidios. Salva ta re ha contabilizado que 70% de los robos cometidos en la campaña era de animales (caba llos y vacas), siguiéndole el robo de "efectos" (p . ej., ropa o cuero) y el de dinero. Según este a utor, los robos eran cometidos por uno O dos individuos en el ámbito de la estancia, la chacra, la pulpería o las casas y, en muchos casos, los pro tagonistas eran personas ajenas a la comunidad, como trabajadores itinerantes o viajeros. 26 De todas maneras, record emos lo expresado por Ga ravaglia en el sentido de relativizar la culpabilidad de ciertos sectores en estos delitos, ya que en ocasiones se convertian en chi vos ex pia torios. que permitían dirimir situaciones loca les. 26 Salvatore, op. cit., p. 95. 308 V IVIR EN llERRA ADENTRO Según los testimonios recabados entre quienes se encontraban viviendo con los indios, uno de los delitos más frecuentes de los prófugos de la justicia eran los crímenes por causas pasionales. Una vez más, este tipo de crimen involucraba por lo general relaciones entre individuos pertenecientes a diferentes sectores sociales.. "amores prohibidos" que eran reprimidos por los poderosos, que estaban resp aldad os por las autoridades fronterizas, el comandante militar del fortín y el juez. Muchos agregados eran desertores del ejército, que huían de las duras condiciones de vida en los fortines militares. A la escasez de provisiones, la incomunicación y la obediencia de ciertas reglas d e organización militar, se sumaba el peligro permanente, real o potencial, de las invasiones indígenas. Así, en muchas oportunidades, estos personajes preferían ir a vivir con los indios donde, según expresaban , "gozaban de libertad ". Durante el régimen rosista, a pesar del control relativamente eficaz que hemos comentado, se acentuó la falta de cooperación de los pobladores rurales con el aparato militar. En ese momento, entre los arrestados por este delito, 71% reconoció no haber cumplido con el registro obliga torio en las milicias, y entre los que declararon haberl o hecho, sólo 6% pudo mostrar los papeles que lo acreditaban.27 La mayo ría había sido agricultor, horticultor o pastor antes de huir a instalarse entre los indios. Generalmente se trataba de contratados temporales, es decir, trabajadores subocupados que recorrían estaciona lmente las chacras y estancias, alquilándose por un salario en los momentos de mayor activid ad, como la siembra, la cosecha o la matanza de reses. Un caso muy interesante es el de Mora - un mestizo hijo d e un indio mapuche- que antes de incorporarse de manera más o menos perman ente a las tolderías había desempeñad o va rias funciones clave en la socied ad "blanca", ya que había sido lenguaraz o intérprete d e un jefe militar fronterizo, trabajad or rural y comerciante. Su incorporación se había concretado a partir de recurrentes visitas a territorio indígena acompañando caravanas 27 ¡bid., p . 97. 309 SARA ORTELLI de comerciantes que se internaban frecuentemente a vender sus mercandas. 28 Estos hombres se integraban al mundo indígena a tra vés de diversas actividades. Era común que participaran en los malones, una de las actividades económicas más importantes de los grupos indígenas. Se denominaba así a las in vasiones a los asentamientos fronterizos con el objetivo fundamental de robar ganados y capturar rehenes o cautivos. Se trataba de verdaderas empresas económicas militari zadas, a partir de las cuales se definía y redefinía la situación económica y social de los participantes. El reparto del botín obtenido durante los malones permitía el acceso a bienes de prestigio, como ga nado, tejidos y objetos de plata . Así, la posibilidad de obtenerlos mediante la participación en las incursiones redundaba en una in tegración más profunda a la sociedad india: permitía la intervención en los circuitos de intercambio y, eventualmente, la compra de una esposa, que era la forma en que se obteruan las mujeres en la sociedad indígena. El ex bandido de ori gen cord obés apellidado Vargas -de quien Mansilla dice "vive como indio"_29 tenía varias mujeres. El casamiento -ya fuera con indígenas o con criollas cautivasy la procreación de hijos en las tolderías constituían uno de los principales mecanismos de integración y eran, al mismo tiempo, fuertes ra zones para no retomar a la sociedad de origen. MansiUa registra cinco testimonios en que los encuestados alegan que no retomarán a vivir entre los blancos, si no pueden llevar a sus mujeres y a sus hijos. En el mundo indígena, estructurado con base en la pertenencia a linajes, eran fundamentales los mecanismos de reciprocidad económicos y políticos que se establecían con los parientes. A med ida que las relaciones con la sociedad ubicada del otro lado de la frontera se fueron haciendo más complejas, muchos de los blancos que se incorporaron a las tolderías pasaron a formar parte del grupo de mantenidos de los caciques y capitanejos más 211 También Sa ig nes señala que los mestizos casi sie mpre se incorporaban y serv ían a la sociedad paterna. Véase Thierry Saignes, "Entre bárbaros y cristianos. El desafio mestizo en la fro ntera chiriguano", 1989, p. 13. 2'1 Lucio V. Mansilla, Una excursión a los i'ldios rmlqut'les, 1984, p. 74. 310 VIVIR EN TIERRA ADENTRO importantes, actuando como consejeros, espías, secretarios, y acompañándolos en los malones y en las juntas. No parece frecuente que uno que no era indígena gozara del prestigio suficiente para tener un grupo de mantenidos o allegados, pero hay algunas excepciones a la regla, como el caso de Chafulao, originario de la provincia de Córdoba, refugiado polihco que era capitanejo y tenia un séquito, atributos que reflejan que gozaba de una posición privilegiada entre los indios. El ya mencionado mestizo Mora era agregado en el grupo del cacique Ramón, tenía bienes materiales porque participaba activamente en los malones, estaba casado con una india, tenía hijos en las tolderías y era lenguaraz. Estas características denotan una profunda integración, tal vez facilitada en su caso por la condición de ser hijo de indio. LA FUNCIONALIDAD DE LOS NO IN DÍGENAS EN EL MUNDO DE LA FRONTERA Del mundo rural fronterizo (formado por campesinos subocupados y desocupados, peones temporales a sueldo, mujeres, desertores del ejército o de los grupos armados de los caudillos provinciales que habían sido desarticulados, mercachifles que recorrían los caseríos fronterizos e incluso se internaban en territorio indio para comerciar) surgieron tanto los voluntarios ---que optaron por refugiarse en las tolderías- como los involuntarios ---que fueron capturados por los indios-o Una característica que unificaba a estos hombres en tierras de indios era su condición de no ser indígenas. Una vez entre los indios, e independientemente del mayor o menor grado de integración y asimilación que lograban en la nueva sociedad, otra característica que los agrupaba era que no perteneCÍan a un linaje en un mundo que funcionaba con base en el sistema de parentesco. JO Algunos de los que no eran indígenas lograban JO Pablo Zizur, "Diario", editado por Mi1cíades A. Vignati, Revista del Archivo General de la Nación, año m, núm. 3, Buenos Aires, 1973, pp. 76 Y 83; Lucio Mansilla, op. cit., p. 275. 311 SARA ORTELLI superar esa situación fo rmando parte del grupo de man tenidos y paniaguados de los capitanejas o de los caciques. En esos casos, rea lizaban funciones clave por sus características y actividades dentro de la toldería. Por ejemplo, el Negro del acordeón, desertor del ejército y músico que se refugió en territorio de los ranqueles, aprovechaba e l ejercicio de su música para recorrer la toldería actuando como espía d el cacique Mariano Rosas. Mansilla relata que los que rea lizaban espionaje en Leubucó (capital de los grupos ranqueles gobernados por Mariano Rosas) podían ser "un cristiano sucio y rotoso, que andaba por allí haciéndose el distraído; lffi indio pobre, insignificante al parecer, que acu rrucado se ca lentaba a l sol, y a quien yo le había dirigido la palabra sin obtener una contestación, no obstante que comprendía y hablaba bien el castellan0 3 \ La experiencia del viajero Guinnard, que permaneció tres años en las tolderías, también puede servir d e ejemplo. Se dedicó a l cuidado de rebaños hasta que los indios d escubrieron que sabía leer y escri bir, hecho que modificó s u cond ición, pues pasó a ser secretario del cacique. Estos individuos articulaban el mundo de la frontera a través de varios mecanismos. Algunos iban y venían constantemente de un lado a otro del permeable espacio fronterizo, estableciendo comunicación entre los refugiados y cautivos y sus familiares, intercambiando información y noticias, bienes y productos. Por ejemplo, los herman os Videla, refugiados entre los indios, iban y venían cuando querían, recorrían distintos rumbos de la campaña, tomaban animales, compraban lo que querían en las tiendas rurales (pulperías) y después regresaban a las tolderías con cartas para otros refugiados.32 El mismo coronel Mansilla se perca taba de las intensas relaciones establecidas y de la información que manejaban los indios cuando expresaba: "Como Leubucó es el centro principal de los refu giad os políticos, la santa federación esta a \J í a la orden d el día. Y aunque parezca broma o exageración, debo decirlo, las noticias no escasean".33 JI/bid. , p. 232. J2/bid., p. 164. J.J /bid. , p. 183. 312 VTVIR EN TIERRA ADENTRO Una de las funciones que más frecuentemente aparecen desempeñando estos individuos era la de lenguaraz o intérprete. El desarrollo de esta actividad los colocaba, sin lugar a dudas, en una posición de privilegio frente a las dos sociedades. Participaban en las juntas y parlamentos y ejercían influencia en el desarrollo y resultado de las mismas, eran pieza clave en la discusión y firma de tratados de paz, se convertían en hombres de confianza de los caciques y de los jefes militares, gozaban de cierto tipo de inmunidad --cuasi diplomática- por la importancia de su función. Era de estas filas de agregados y también de algunos ex cautivos de donde supieron sacar ventajas de las destrezas que adquirieron durante su permanencia entre los indios -de quienes habían aprendido la lengua y las costumbres-, de donde se reclutaban intérpretes y soldados que sirvieron de guías en las incursiones militares al sur de la frontera. Otra de las funciones que cumplian los agregados era la participación en las actividades económicas de las tolderías. Cuando no desempeñaban tareas especializadas, se dedicaban al cuidado de rebaños. Así cumplían con la tarea de incrementar la fuerza de trabajo en tierra de indios. Es hora de considerar, entonces, a qué se alude al hablar de marginales, y de discutir si es válido aplicar esta categoría en el caso que analizamos. Como ha señalado Santamaría, los grupos que en el discurso oficial hispanoamericano de los siglos XVUl y XIX aparecen como marginales comparten algunas características: una fuerte heterogeneidad étnica y social, una relativa independencia política de l poder, no se someten a la ley vigente, no pagan impuestos y viven en concubinato con mujeres indias. Por esto se pensaba que impedían el desarrollo de políticas eficientes de dominación de las poblaciones aborígenes y la colonización pacífica de sus tierras. Estos sectores mantenian estrechos contactos sociales y cul turaJes con el mundo indígena, lo que era visto por las autoridades como una amenaza militar y como una fuente incontrolable de promoción y amparo del comercio ilegal. con perniciosos efectos económicos, sociales y políticos." 3-1 Daniel Santamaría, "Apóstatas y forajidos. Los sectores sociales no controlados en e l Chaco. Siglo XVIII ", en Ana Teruel y Ornar Jerez (comps.), Pasado y presente de 1/11 313 SARA ORTELLI Como sabemos, la formulación de la ley crea dos campos diferenciados: el d e lo legal, que abarca lo autorizado, y el de lo ilegal, que alude a lo prohibido y lo punible. El orden ilegal en el que se ubicaba el esta tus de estos hombres, así como el d e determinadas actividades y condiciones que los caracterizaban, permitía configurar espacios de articulación alternativos. Uno de esos espacios se relacionaba con las funciones que cumplían a partir de su vinculación a ambas sociedades en el mundo fronterizo. Si se define a estos sectores como marginales, se corre el riesgo de entender la estructura social como dual, conformada por sectores desarticulados entre sí. Desde este punto de vista, marginalidad e integración representan una fa lsa disyuntiva. En efecto, estos hombres sirvieron en gran medida como articuladores de las relaciones con los grupos indígenas ubicados en "tierra adentro" . Desempeñaron hmciones centrales para el desarrollo de las relaciones interétnicas y para el establecimiento de contactos que gene raron influencias mutuas y facilitaron el mestizaje, la integración de a lgunas pautas culturales y el desarrollo de circuitos de intercambio de bienes y productos. Un síntoma del grado de integración de estos sectores se nota en las visiones que se iban construyendo desde el poder. Las medidas represivas contra los indígenas comenzaron a implicar cada vez más a estos pobladores rurales, en la medida en que ambos grupos y el modo de vida que representaban se fueron superponiendo en la perspectiva d e los propietarios, las leyes parecían tratarlos en muchos casos en forma indiferenciada. 35 CONCLUSIONES Desde la época colonial las autoridades realizaron eshlerzos por organizar el territorio rural pampeano y disciplinar a sus habitantes. fl/ llIIdo postergado. Estudios de allt ropología, historia y arqueología del Chaco .11 Pt'defl/oll te Suralldillo, 1998, pp. 15- 17. 35 Da vid Viflas, ¡lidios, ejército y frolltera, 1982, p. 97. 314 VIVIR EN TrERRA ADENTRO Esta preocupación fue heredada a los gobiernos independientes, que intentaron disminuir la distancia entre ley y práctica en un mundo que arrastraba normas vigentes desde el siglo XVlIL Frente a la política de disciplina y represión que se implementó desde los años veinte del siglo XIX, algunos hombres optaron por refugiarse en las tolderías pampeanas, mtegrándose al modo de vida indígena y desempeñando funciones que los colocaban, en muchas oportunidades, en una posición privilegiada en el marco de las relaciones interétnicas que conformaban el mundo de la frontera. Esto parece confirmar la idea de la permeabilidad del espacio fronterizo y la vinculación estrecha entre ambas sociedades. Para el caso de la frontera rioplatense, esta idea se ha proclamado frecuentemente, pero pocas veces se ha desarrollado a la hora de plantear investigaciones concretas. En general, los estudios sobre el mundo rural, la historia agraria y el problema de los levantamientos rurales quedan desvinculados de los procesos que se desarrollaban en la sociedad indígena. Al mismo tiempo, los estudios sobre las sociedades indias pampeanas han estado preocupados por redefinir la caracterización económica y sociopolítica, pero aún no han logrado plenamente la integración de los procesos que se desarrollaban fuera del mundo indígena como factores explicativos de procesos que se relacionan e influyen mutuamente. La presencia de estos sectores, que se mueven entre ambas sociedades, nos muestra la complejidad de los procesos sociales. Profundizar en el estudio de estos problemas para distintos casos y contextos ayudará a una mayor y mejor comprensión de los procesos históricos que se operaron en las fronteras hispanoamericanas. SIGLAS y REFERENCIAS Farriss, Nancy, La sociedad maya bajo el dominio colonial, Madrid, Alianza, 1992, 633 p. Fradkin, Raúl, "Reflexiones sobre historia agraria, regional y comparada: el arrendamiento de tierras de agricultura cerealera 315 SARA ORTELLl en la colonia tardía", Quinto Sol. Revista de Historia Regional, núm. 1, Uni versidad Nacional de la Pampa, 1997, p. 147. - - , "Entre la ley y la prác tica: la costumbre en la campaña bonaerense de la primera mitad del siglo XIX", Al1ltario, vo l. 12, Instituto de Es tudios Histórico-Sociales, 1997, p. 159. Garavaglia, Juan Carlos, "Un siglo de 'estancias' en la campaña de Buenos Aires: 1571-1853", Hisp(iI1ie Amerieml Historieal Review, 1998a, p . 168. - - , "Intensidad de uso de la tierra y tasas de ocupación ganadera en la pradera pampeana (1816-1852) ", Ql/il/IOSo/, núm. 2, lnstituto de Historia Regiona l-Uni versidad Nacional d e la Pampa, 1998b, p.57. - -, Pastores y labradores de Buenos Aires. U/la historia agraria de la campaiin bonaerellse, 1700-1830, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1999, s / n. - -, "Paz, orden y trabajo en la campaña: la justicia rural y los juzgad os de paz en Buenos Aires, 1830-1852", Desarrollo EcolIó/nico. Revista de Ciellcias Sociales, vo l. 37, núm . 146, Buenos Aires, Instituto de Desarrollo Económico y Social, 1997, p. 241. Celman, Jorge, "Un gigante con pies de barro. Rosas y los pobladores la cam pañ a", en N. Coldman y R. Salvatore (co mps.), Cal/dilIismos riopla tel1f.~es. Nllevas miradas a 1111 viejo problema, Buenos Aires, Eudeba, 1998a, p. 294. - - , Campesin os es tnl/cieros, Buenos Aires, Los libros del riel, 1998b, p .336. Halperúl Donghi, Tulio, " La expansión gan adera de la campañ a d e Buenos Aires (1810-1852)", Desarrollo Económico, vol. 3, núm . 1-2, Buenos Aires, Instituto de Desarrollo Económico y Socia l, 1963, p. 57. Jackson, Robert H. (ed .), New vinus 01 Border/m,ds Hislory, Albuquerque, Universi ty of New Mexico, 1998, 424 p . León Solís, Leonardo, Maloqueros y cOllchavadores en AraucallÍa y las Pampas, 1700-1800, Temuco, Uni versidad de la Frontera, 1986, 245 p. Mandrini, Raúl, "Las transformac iones de la economía indígena bonaerense (1600-1820)", en Raú l Mandrini y Andrea Reguera (comps.), Huellas en la tierra. fI¡dios, agricultores y hacel1dados en 316 VIVIR EN TIERRA ADENTRO /a pampa bonaerense, Tandil, Instituto de Estudios HistóricoSociales, 1994, p. 56. Mandrini, Raúl, "Guerra y paz en la frontera bonaerense durante el siglo xvm", Ciencia Hoy, vol. 4, núm. 23, p. 26. Mansilla, Lucio, Una excursión a los indios ranqueles, Caracas, Ayacucho, 1984, 414 p. RatIo, Silvia, "El negocio pacífico de los indios. La frontera bonaerense durante el gobierno de Rosas", Siglo XIX, vol. 15, enero-junio de 1994, Monterrey, Universidad Autónoma de N uevo León, 1994, p. 32. Saignes, Thierry, "Entre bárbaros y cristianos. El desafío mestizo en la frontera chiriguano", Anuario, vol. 4, Tandil, Instituto de Estudios Histórico-Sociales, 1989, p. 29. Salva tare, Ricardo, "Los crímenes de los paisanos", Anuario, vol. 12, Instituto de Estudios Histórico-Sociales, 1997, p. 95. Santamaría, Daniel, "Apóstatas y forajidos. Los sectores sociales no controlados en el Chaco. Siglo XVIII ", en Ana Teruel y Ornar jerez (comps.), Pasado y presente de un mundo postergado. Estudios de antropología, historia y arqueología del Chaco y Pedemonte Surandino, 1998, p. 15. Stern, Peler, "Marginals and Acculturation in Frontier Society", en Robert H. jackson (ed.), New Views of Borderlands History, 1998, p.157. Teruel, Ana y Ornar jerez (comps.), Pasado y presente de un mundo postergado. Estudios de antropología, historia y arqueología del Chaco y Pedemonte Sumndino, 1998, p. 15. Viñas, David, Indios, ejército y frontem, México, Siglo XXI. 1982, 326p. Weber, David, " Barbones y bárbaros. Centro y periferia en la reformulación de la política de España hacia los indígenas no sometidos", Anuario, vol. 13, Tandil, Instituto de Estudios Histórico-Sociales, p. 148. Zizur, Pablo, "Diario", en Mikíades A. Vignati (ed.), Revista del Archivo Genera/ de /a Nación, año I1I, núm. 3, Buenos Aires, AGN, 1973, pp. 76-83. 317 Los "fuera de la ley" en el estado de Chihuahua: su perfil a fines del siglo XIX María Aparecida de Souza Lopes* Él era joven, no tenía mala figura: su color blanco impuro, sus ojos de ese color azul cla ro que el vulgo llama zarco, sus cabellos de un rubio pálido y su cuerpo esbelto y vigo roso, le daban una apariencia ventajosa; pero su ceño adus to, su lenguaje agresivo y brutal, su risa aguda y forzada, tal vez le había hecho poco sim pático a las muje res. EL ZARCO, MANUEL ALTAM lRANO ESTA DESCRIPCiÓN provoca el interés por conocer un poco más a este indi viduo misterioso que combina ambigüedades fascinantes: y severo", "solitari o y atrayente", el Za rco resume los adjetivos de los buenos personajes de la literatura. ¿Serían "buena figura estas parad ojas meros artificios narrati vos utilizados por el autor para atraer a sus lectores? En cierta medida, Manuel Altamirano expresa en este pequeño texto la dificultad conceptual que los estudiosos e interesados en el tema de los "marginados sociales" enfrentan. Confundidos entre mito y realidad, las interpretaciones que de e llos se han hecho varían según el énfasis que se da a uno u otro aspecto. Pese a que e l imaginario predominante acerca de estos personajes se debe en gran medida a los relatos lite rarios, la historia también ha contribuido a ello, pero al intentar acerca rse a los motivos y razones de los "fuera de la ley" se inmiscuyó en un resba ladizo terreno analítico . • Un iversldade Estadua l Paul ista, Franca . 319 MA RÍA APARECIDA DE SOUZA LOPES En los iniciales estudios que se escribieron en el auge de los pa rá metros ma rxistas de an álisis --en algunos de los cuales se p ropugnaba el carácter potencialmente "revolucionario" de los "bandoleros sociales"-, se a travesó una fase d e profundo cuestionamiento que puso en evidencia las limitaciones del modelo de Eric Hobsbawn, uno de los primeros historiadores en llamar la atención sobre las potencialidades del tema.1 En términos generales, la tipología propuesta por este autor buscaba dilucidar la ac tuación de aque llos sectores margina les de la socied ad que se alzaban en armas sin objeti vos aparentemente definidos. Debido a su origen e identificación campesina, los bandidos solían compartir los mismos valores de su comunidad y luchaba n en contra del desconocido; no cuestionaban la pobreza en sí, sino la exacerbada explotación, no querían el derrocamiento de un sistema, pero en ocasiones comba tían a sus representantes y beneficiarios. Por estos moti vos, según Hobsbaw m, sus demandas tenían un carácter "prepolítico" y correspondían a una form a de protesta "primiti va" y desorganizad a en nombre de un orden tradicional. Sin emba rgo, los asaltos d e las gavillas y los enfrentamientos en contra de las autoridades podían ser precursores d e movi.mientos revolucionarios.2 El trabajo coordinado por Richard Slatta, Bandidos. The Varieties o/ Latín American Bnnditry, revisó el planteamiento clásico de Hobsbawm a partir de análisis empíricos del bandidaje en América Latina.' A la luz d e su modelo fueron estudiados los casos de Venezuela, Bras il, Argentina, México, Cuba, Bolivia y Colombia. Sus autores llega ron a la conclusión de que en América La tina el bandido social posee más disimilitudes que coincidencias con el prototipo de Eric H obsbaw m. La crítica fund amental al paradigma de este autor se refiere a la idea mistificada y romántica del bandolero social divulgada en su estudio, ya que él se atu vo básicamente a las baladas y a la literatura de cordel, fuentes que destacan sus haza ñas. Por esta razón los colaboradores del libro hicieron hinca pié en 1 Véanse Eric J. Hobsbawm , Primitive Rebels. Studies ill Arc/mie Forms 01 Social MOVi.' /11l'nt ill the 19t1l nl/d 20th Cel/turíes, 1965, y Bnlldíts, 1971 . 2 Eric J. Hobsbaw m, op. cit. , 1971. 3 Richard W. Slatta (coord.), Bnlldidos. T/¡e Vnrieties 01 Lntil/ Americnll Bnllditry, 1987. 320 L os "FUERA DE LA LEY" EN EL ESTADO DE C HIH UA HUA la necesidad de confrontar dicha visión con documentos de otra na turaleza, como las fuentes judiciales. El presente artículo se inserta en este d ebate, dia logando con nuevas aportaciones teórico-metodol ógicas respecto a l estudio de los movimientos sociales en general y de los "grupos subalternos" en pa rticular, y propone una vía d e análisis que combina la utilización de fuentes judiciales con una metodología cuantita tiva. La tesis fundamental aquí sostenida discute la relación ca usaefecto que ciertos estudios han establecido entre "marginalidad " y "criminalidad ", es decir, cuestiona el impulso que generalmente se tiene de identificar al "fuera d e la ley" como un ma rginal social. Como veremos, la reconstrucción de algunos aspectos de la vida privada d e los enjuiciad os d el estad o de Chihuahua a fines d el siglo XIX nos muestra un panorama en el que la "acti vidad d elicti va" no representaba el modus vivendi d e buena parte de aquellos actores sociales que fueron catalogados en los regis tros judiciales como" criminales". En el ámbito teórico las discusiones de James Scott y E. P. Thompson fueron especia lmente valiosas. En lo que concierne al estudio de los movimientos sociales, ambos autores han tratado de a lertar sobre la importancia de cambiar el foco de atención de los enfrentamientos abiertos y orga nizados hacia el aná lisis de la arena de conflicto cotidiana, en la que sucesos aparentemente intrascendentes -como el robo, por ejemplo- pueden contener indicios de protesta socia1. 4 Las principales aportaciones de este texto están basadas en el análisis d etallad o y minucioso de una fu ente inédita: las Es tadísticas criminales del estado de Chihuahua. Son bien conocidas las críticas de ord en metodológico a las fuentes judiciales. Así, al establecer indicadores acerca de la criminalidad, se tiene presente que estos datos refl ejan única y exclusivamente aquellos delitos que fueron captados por las autoridades judiciales, p or lo que no tenemos condiciones d e conocer todo comportamiento "ilegal" que escapaba a los cánones institucionales. En segundo lugar, la superioridad 4 Véanse James c. Scott, "Everyday f orms of Peasanl Resistance", Thc }oumal 01 Peasanf Studics, vol. 13, núm. 2, 1988; E. P. Thompson, Custollls ;n Commoll, 199 1, pp. 97-142. 321 MARIA A PAREC IDA DE SOUZA LOPES de ciertos delitos en estos registros se relaciona en mayor medida con la forma en que las autoridades captan estas infracciones, y en menor medida con las ocurrencias criminales reales. Es decir, la promulgación de leyes más estric tas y la organización de cuerpos policiacos para la persecución de ciertos delitos - generalmente aquellos que más preocupaban a las autoridades-, son factores paralelos que alteran y a veces determinan el contenido de las estadís ticas judiciales. A pesar de estos problemas no se pued e soslayar la importancia d e este tipo d e fuentes, puesto que mediante ellas es posible adentra rse en un aspecto d e la vida de ciertos grupos sociales que difícilmente encontramos en otros registros históricos. Dichas estadísticas se componen en dos libros; el primero abarca los años 1886 a 1890 y el segundo desd e 1890 hasta 1897 5 Los datos de los mismos se di viden en: nombre del enjuiciado, vecindad, edad, delito, oficio, fecha de inicio y resultado d el proceso, y finalmente distrito del fa Uo. Para elaborar pste artículo se hizo énfasis en un aspec to específico de la información contenida en estos registros; se procesaron y analizaron los datos acerca del oficio, edad y estado civil de los enjuiciados. El rango "edad " fue clasificad o según el empad ronamiento estad ístico de 1886-1897, por ello en la gráfica 2 se presenta la denom_inación mayor de edad, siendo que menor de edad fue combinada con el grupo 10-1 9. Los demás fu eron reunidos en conjuntos de 10 años, y el último, debido a la poca representación, lo clasificamos en el grupo 70-89. Asimismo, en el rango oficio se recolectaron aproximadamente 100 ocupaciones, reagrupadas en los siguientes campos: profesiones (abogados, dentistas, médicos ... ), cultos, escolares, administración pública, ag ricult ura (adminis tradores y dependientes del campo), minería, comercio, bellas artes y oficios (a lbañiles, carroceros, panaderos, zapateros ... ).6 Además, fueron introducidas otras tres categorías: oficios vinculados a la ganadería, en la que se optó por ver a este rango separadamente debido a la im portancia que tu vo en s Archi vo del Supremo Tribunal d e Ju sticia del Estado de Chihuahua (en adelante y 11, 1886- 1897, sin clasificación. /:> Clara ]usidman Rapopo rt, El cOI/cepto de po/¡/ncióll eco//ómicnlllentl' acti¡m /'11 105 cmsos de poblndól/lllexicnl/os 1895 n 1970, 1975, anexo 11-2. ASTJECH), Estadísticas criminall'S delesfndo de C/¡ilwnl!lIn, libros I 322 L os "FUERA DE LA LEY" EN EL ESTADO DE CHIH UAH UA la dinámica económica del estado de Chihuahua; de la misma forma la ocupación ranchero fue destacad a del conjunto an te la especificidad de este grupo en la socied ad rural norteña y, finalmente, el rango labrador fue presentado individualmente para evidenciar su superioridad en relación con los otros oficios de los referidos registros. La información d e las estad ísticas relativa a los oficios ofrece algunas dificultades. A partir d e los expedientes judicia les observamos que .. a veces, los enjuiciad os que se decla raron labradores aparecen en la sumaria del proceso como jornaleros, o que el propio acusado testifica su oficio aclarando que" en aquel momento tenía otro ejercicio",? por lo que resulta prácticamente imposible capta r una dinámica bastante común a los trabajadores de la zona, como es el caso d e los jornaleros o peones que laboraban en el campo durante la época de cosecha y que en contextos de crisis agrícola se empleaban en la minería, en los ferrocarriles o aun emigraban hacia Estados Unidos en la búsqued a de otras a lternativas laborales, pues el empad rona miento mantenía el oficio con el que el enjuiciado se identifica ba durante el p roceso judicial. EL PERFIL Eran, pues, ind ivid uos jóvenes, con una energía biológica prop ia d e su edad , que no encon traban in tegración al sis tema económico a través de un trabajo estab le, y que no tenían fami lia propia a la cua l liga rse. Estas características cla rificaban el fu erte con tenid o d e desa rraigo e inestabilidad presente en el band idaje, elementos definitorios de las motivaciones socioeconómicas y psicosociales que se hallaban detrás d e esta actividad delictual. 8 7 Es el caso de José Valenzuela, acusado de abigeato en 1824. El enju iciado declara ser de oficio "zapatero, y en la actualidad si rviente de la Hacienda del Torreón", en ASTJECH, 30 de noviembre de 1824, "Criminal instru ido con tra Jesús López y cómplices por robos de reses, ejecutados en la Hacienda del Torreón ", sin clasificación. En otro expediente, Jesús Guerrero, acusado del robo de un caba llo, declara ser jornalero, pero "desde el año de ochenta y cuatro que le dieron de baja del 190. Batallón aq uí en Chihuahua", en AST¡ECH, 16 de noviembre de l900, "Criminal con tra Jesús Guerrero por el delito de (robo) ab igeo", sin clasificación. 8 Jaime Va lenzuela Má rquez, Bandidaje rural ell Chile Central. CI/riró, 1850-1900, 1999, p. 120. 323 M ARÍA A PARECIDA DE SOUZA LOPES Uno de los puntos de controversia en los estudios que tratan d el bandolerismo se refi ere al significado del pillaje como form a de supervivencia. A partir de algunos casos analizados y de la información de las estadísticas criminales verificamos que el bandido "de tiempo completo", hacia fines del siglo XIX en Chihuahua, era más bien un mito. Se constata la presencia de un tipo de "criminal " que no corresponde al arquetipo de las partidas d e bandoleros que asolaban el centro de México hacia la década de 1860. El "proscrito" de fines del XIX no tenía una existencia repleta de hazañas, ni se ocupaba en raptar y convencer a mujeres "naturalmente ambiciosas" a compartir una vida de aventuras y libertad apartada del mundo de las leyes' Esto, porque un número considerable de ellos tenia vivienda fij a, algunos eran casados y tenían oficios. Por estas y otras razones su inserción en las "estadís ticas de la criminalidad " no refleja una situación constante, sino más bien circunstancial. Un historiador que analizó el fenómeno del bandolerismo en los Andes entre 1882 y 1930 llegó a conclusiones similares: "Para la mayoría de los salteadores el bandolerismo no era una ocupación a tiempo completo. La mayoría de los malhechores tenían vínculos estrechos con la tierra y poseían un campo en algún lugar de la provincia, o eran peones en alguna hacienda".lO Por otro lado, las partidas de bandoleros fueron menos que en la prLmera mitad del siglo XIX. Con base en las referidas estadísticas se observa que gran parte de las infracciones de fines del XIX eran cometidas indi vidualmente. Analizando el fenómeno en México a lo largo de esa época, Paul Vanderwood concluyó que una de las características que distingue el bandolerismo del Porfiriato de a quel que proliferó a mediados del mismo siglo en México, fue la casi inexistencia de bandas y la actuación individual.II La formación de partidas armad as, para el period o que estudiamos en Chihuahua, parecía estar más limitada a los asaltos a la infraestructura Ignacio M. Altamirano, El Zarco y Navidad t'/llas IIIO/ltl1lla5, 1982 (c1901). Erick D. Lange r, "Bandolerismo andino y organización comuna l campesina, 1882-1930", 1990, p. 267. 11 Pau l Vanderwood, "Nine teenth-Century Mexico's Profiteering Band its", 1987, pp. 18-19; Gilbert M. Joseph, "On the Trail of Latin American Bandits: A Reexam ination of Peasant Resista nce", 1990, p. 32. <¡ 10 324 Los " FUERA DE LA LEY" EN EL ESTAOO DE C HIH UA H UA ferrocarrilera o minera y al abigea to. Este último, cuando se realizaba de manera organizada, se ex tendía po r una red bastante compleja que abarcaba tanto a pastores como a pequeños y g randes propietarios involucrados en el comercio ilegal de carnes y cueros e incluso a bandas m ayo res a l servicio de los terratenientes. De acuerdo con diversos análisis del fenó meno del bandolerismo, los miembros de las partidas solían corresponder al tipo joven y soltero, en algunos casos con antecedentes criminales, sin un oficio definido y con relativa movilidad espacial. 12 En el caso que se estudia, aunque sea correcto ap1icar la teo ría según la cual los jóvenes eran los que mayormente incurrían en la criminalidad, cuando analiza mos las referencias acerca del tipo de delito que Gráfica ¡ Distribución porcentual de los delitos por estado civil ('Il el estado de C}¡ilwallllo 50 J 45 40 35 ' 30 .. 25 1 20 15 10 5 O Asallo y robo Lesiones Abigeato Homicidio Crimen propiedad Crimen Crimen individuo autoridad . soltero . casadc D viudo ano especificado Fuente: Estadísticas criminales del estado de Chihuahua, libros I y 11, 1886-1897, en ASTJECH, sin clasi fica ción. 12 Véase Vanderwood, ¡bid., p. 14; Ja ime Va lenzuela Márquez, Ba1ldidaje mml C/I Chile Central. Curic6, 1850-1900, 1991, pp. 45-46, Y Ca rlos Nara njo Gutiérrez, " Pilar }iménez, bandolero. El bandolerismo en el Valle Central de Costa Rica (1 850- 1890)", 1994, p. 89. 325 M ARfA A PARECIDA DE SOUZA LOPES cad a grupo cometió, así como los da tos respecto a l estado civil, percibimos importantes discrepancias con el modelo teórico plantead o. Al observa r la gráfica 1 se nota que el número de "no especificados" es suficientemente amplio como para cuestiona r el porcentaje de las otras variables ace rca d el estado civil de los enjuiciados. No obs tante, es posible hacer a lgunas aseveraciones acerca de la vida social d e nuestros personajes. Como se ve, la presencia de solteros es superi or en la mayoría de los delitos de ca rácter violento, como asalto y robo, lesiones, homicidio y crimen en contra d el individuo,\3 mientras que el grupo de los casados se destaca en abigea to y crimen en contra de la a utoridad . En e l caso de este ültimo se debe mencionar que en esta va riable fueron clasificados delitos como rebelión, motín y resis tencia a la autoridad .14 En relación con el robo d e ga nado, curiosamente la in.fracción que d ema ndaba mayor movilidad -<uando se practica ba en gru po-, era lffia de las que más se destacaba entre las personas que mantenía n vínculos matrimoni ales. l ;; Al anali zar los da tos relativos a las edades (véase gráfica 2), se observa un panora ma re la ti va mente similar, es deci r, las personas de más ed ad se des taca ban d e igua l forma en la conlisión de abigea to y crímenes en contra de la au torid ad . La in fracción de mayor in cidencia entre los grupos 40-49 has ta 70-89 fu e, precisamente, el robo de ga nado. Nótese que este delito también sobresa lía entre el rango mayor de edad, g ru po que englobaba tanto a las personas mayores de 18 a ños como a los individuos que no sabían l' Nól(>S(' que el robo con as" lto SOIí,l estar acomp" ñado de agresión ,1 1,1 vjc- ti ma. H Esta variable presenta algunas d ifi cultades; es n('Cesario acla rar que las a utorid ,l des cl asi fi caba n como "resistencia el la autorid ad " fa ltas como resistcnci,l a una orden de arresto, d(>S..l ca to a la autoridad , e tc. Por otro lado, de acuerdo con el Cód igo de Procedim ientos Pe nnles, el motín estaba asociado ,1 una reuniÓn de p('rsonas q ue come tía n cualquier trastorno a la tranq uilidad pública, como unn borr,lCher" , una peleil , entre otros. En CÓffi'í¡o pl'l1al I1II'.Ü ClIII O. 511:: mOl il'os, COlú-ordrl/ldll :: 1/ 1t't¡I'~ 605, ( omp/ellll'lIlar in::. 1. 1, 1880, pp. 73 1-733 Y 750; (Migo pl'llal del estado li /w.ll ::~111'f{~ 110 df' Cllillllaltl ll1, 1897, pp. 187- 19 1. , ~ En ASTJCl I, Estn,1t:.:;l irns criminales lid 1"S lado dI' CI,;ll/lI1/l/1a , libros I y 11, 18S6-189 7, sin c\asific,lCión. 326 " N W o 1'" . 10 111 . 1' -. II I tl , ' -. 1I 111 1' • 1I 'W 11: . Asalto y robo • Homicidio C Crimen propiedad 20-29 El Abigeato edad Mayor 40-49 60-69 • Lesiones D Crimen autoridad C Crimen individuo r 20 » c: :t ;: c: » :t () 1il 8 ~ m Z m "' r m !j; ¡; 1il m 2)' @ 30 Fuen te: Estadísticas crimil/ales del estado de Chilwfllwa, libros I y 11 , 1886-1897, en ASTECH, sin clasificación. * 40 50 60 Distribució" porcentual de los delitos por edad en el estado de Chihuah ua (1886 -1897) Gráfica 2 M ARí A APARECIDA DE SOUZA LOPES su ed ad con exactitud . Toma nd o como parámetro el crimen contra la autor id ad , se nota un a presencia más "cons tante" entre las eda des más avan zadas, a excepción del g rupo 60-69. En lo que respecta a los jóvenes (ran gos 10-19, 20-29 Y 30-39), la infracción que ocupaba el primer luga r entre e l tota l d e delitos por ellos cometidos fue asal to y robo, seguid o de abigea to, ho micidio y lesiones, respecti vamente. Pese a la prepond era ncia de los d elitos en contra de la prop iedad , la proporción de delitos violentos cometidos por jóvenes es rela ti va mente superi or a la qu e se ve rifica en los rangos compuestos por individuos de edades más ava nzadas. Pese a qu e se puede a firmar qu e los jóve nes come tían más d elitos, deb ido a que la soltería y la juventud propiciaban que es te g rupo tuviese más oportunidad es d e adoptar com portamientos que contradecía n e l orden lega l, no se debe despreciar la presencia de las personas de edad más ava nzada o de los casados en alg unas tra nsgresiones, fund amenta lmente porque la participación de los miem bros de es tos d os sectores en los grados de delincuencia es diferenciad o. Mientras que los p rimeros fueron los principales responsables po r la comisión de de litos d e ca rácter violento, los seg und os se des taca n en fa ltas qu e contienen ciertos elem entos de resistencia o protes ta socia l, como se nota en los casos de las infracciones qu e a tentaban contra el orden público, como motín y rebelión, además del ab igea to; es te último caso merece una explicació n más detal lada. Segllll las leyes contra e l ab igea to que se promulgaron en 1880 y 1893 en e l estado de Chihua hua, prácticas como la compra de carne robada o de un a nima l s in doc um entos, la falta de l registro o de la ma rca de herra r, la condu cció n de semovientes s in "ca rta de envío" y el " libre pastoreo", entre otras fa ltas, eran casti gadas como crimen abigeo. lb De es ta fo rma, pequeños criadores y pastores llegaban a los tribuna les de jus ticia acusad os por mo ti vos meramente circuns ta ncia les, muchas veces s in haber siquiera robado una cabeza de ga nado. Por lo general, cuand o se ejecutaba indi vidualmente, el robo de semoviente no e ra resúltado d e una I~ Gobie rno del ('St<ldu de Chihuil h uil, " Ley para clasificar, juzgtlr y sentenci.lr el de lito del <lbigeatu", 1880, Paiódico Oficial dd EM(/(fo di' (/¡il/!la/l1Il1 , Chihuah ua (POEC II), 12 d e octubre dt' 1889 Y 22 dl' julio de 1893. 328 Los "FUERA DE LA LEY" EN EL ESTAOO DE CHIHUAHUA acción planeada con anterioridad con objetivos definidos, sino más bien que ciertos individuos robaban ganado, compraban carne robada o no registraban a sus animales por necesidades sociales, antes que para "complementar sus ingresos por encima del nivel de subsistencia" .1 7 En otros casos, estos individuos alegaban no tener la "costumbre" de tomar las medidas que dichas leyes declaraban obligatorias para comprobar la posesión sobre sus semovientes y sus tierras de pastoreo. Por lo tanto, en Chihuahua el robo d e ganado no solía estar supeditado al nomadismo o a la inestabilidad familiar, requisitos apuntados por algunos estudios como característicos de los miembros de las partidas de bandoleros del centro de la República mexicana a mediados del siglo XIX; más bien, este delito era producto de una superposición de factores, como las alteraciones en el entorno de la economía ganadera, así como de la promulgación de leyes más estrictas para castigar el abigeato a fines del XIX. 18 Vale resaltar que este perfil del "fuera de la ley" se sostiene en el modelo propuesto por Hobsbawm. Al intentar establecer algunas precisiones acerca de las partidas de bandoleros, este autor destacó como características singulares d e su s miembros la debilidad de los vínculos familiares, la juventud y la inestabilidad económica (lo que puede ser detectado en la ausencia de un oficio o en la reincidencia delictual).19 Como en nuestro caso se verifica una mayor presencia de delitos "individuales", la conceptuación de este autor debe ser revisada. Corno se verá los elementos que Hobsbawm propone como propios del bandolero social deben aplicarse con mayor precisión a los estudios de casos latinoamericanos correspondientes a otro contexto y entorno históricos, por ejemplo, a los cangaceiros del noreste de Brasil a fines del siglo XIX o a las partidas de bandoleros que asolaron el centro de la República mexicana después de las guerras de independencia, como lo ha señalado William Taylor." Erick D. Langer, op. cit., 1990, p . 259. E. P.Thompson, Customs in Common, 1991, p. 135 Y ss. 19 Erick Hobsbawm, op. cit. , 1971, pp. 25-27. 20 WilIiam B. Taylor, " Bandolerismo e insurrección: agitación rural de la rebelión de Hidalgo en la región de Guadalajara ", t. 1,1990, pp. 188-189. 17 18 329 MARÍA APARECIDA DE SOUZA LOPES A semejanza de lo ocurrido en otros países de América Latina, en México y lo que podemos estimar para Chihuahua, la incidencia del bandolerismo endémico, así como la presencia d e cuadrillas armadas, parece habe r sido más común a partir del proceso de independencia o en los contextos de crisis (guerras o colapso del Estado, por ejemplo)." Particularmente en México "no fue sino has ta la explosión de la guerra civil en 1857, cuando los malhechores empezaron a dominar la región [central de México]". 22 Infelizmente, debido al estado precario en que se encontraban ciertos archivos en el momento de realizar esta investigación, se tuvieron serias dificultades para recabar expedientes judiciales ante riores a 1870. No obstante, se localiza ron algW10s casos que permiten considera r que toda vía en la década de 1860 la presencia de gavillas y partidas armadas en el estado de Chihuahua fue más común que a fines del siglo XIX. 23 Las bandas solían componerse de dos o más m.i embros -algu nos de ellos emparentados- quienes, por lo genera l, eran reincidentes que gozaban de "mala fama en materia de robo ... "2.¡ Particularmen te importan te en el contexto no sólo de Chihuahua, sino del norte en general, fue el llamado problema con los "indios bárbaros", quienes hleron considerados como los principales responsables de la alteración de la tranquilidad pública en esta región de México, después de las guerras de lndependencia. El conocimiento acerca de las incursiones de los apaches y comanch es en Chihuah ua es todavía relativamente vago. No se sabe 21 Tal como en el caso de los campesinos y artesanos peruanos que adopta ron el bandidaje durante y después de la guerra con Chile. El colapso del Estado tanto como los préstamos forzosos y la introducción de nuevos impuestos para financiar la guerra del Pacífico (1879-1883), ademas del hecho de que algunos ca mpesinos estaban familiari zados con el uso de armas, fueron motores suficientes para que muchos de ellos se rehusasen a cultivar en sus labores )' retomasen al bandidaje. En Lewis Taylor, " Los orígenes del bandolerismo en Hualgayoc, 1870-1900", 1990, p.234. :u Paul j.Vanderwood, op. cit., p . 22. 2' Véase Archivo del Juzgado de Letras del Distrito Guerrero (en adel.mle AJG), Chihuahua , rollo 13. 24 En ASTJECH, 29 de marzo de 1841. "Criminal seguido de oficio por el juez del Primera Instancia de este distrito (Bra vos l a los reos José, Polonia y Anastacio Madrilla por ladrones de reses, reincidentes en ese crimen ", sin clasificación . 330 Los "FUERA DE LA LEY" EN EL ESTADO DE CHmUAHUA exactamente en qué medida sus "correrías" perjudicaban o "paralizaban" la economía local o cuáles eran los mecanismos de defensa de los vecinos ante la presencia de los indígenas. Algunos estudios han señalado, más bien, que a fines del periodo colonial, al lado de los robos y atropellos que sí existieron -pero que variaron en intensidad y duración de acuerdo con la zona-, hubo paralelamente un intercambio entre ciertos bandos, comerciantes y ganaderos de Louisiana y los asentamientos de españoles en Texas y N uevo México." A falta de estudios de esta naturaleza duran te el Porfiriato, algunas fuentes hacen referencia a partidas de indígenas --cuyas incursiones fueron disminuyendo en los últimos años del siglo )(])(- dedicadas al robo de ganado, sobre todo en la zona noroeste del estado. 26 En los últimos años del siglo XIX, sin embargo, la situación fue relativamente distinta. El "bandolerismo" de este periodo se revistió de otras características relacionadas con los cambios de una sociedad que comenzaba a ser regida por códigos de conducta y comportamiento acordes con el auge económico y la estabilización política de Chihuahua en particular y de México en general. En tanto el desarrollo económico y el fortalecimiento de la justicia como apara to de Estado ataca ron ciertas formas de uso y convivencia, fomen taron el surgimiento de otras categorías de delitos directamente vinculadas a la imposición de nuevos códigos y leyes propios del sistema liberal. 27 Por eUo la infracción delictiva de este periodo solía estar relacionada con una serie de condicionantes de carácter social y económico que mostraba un perfil básico de los ac tores que, en algunos casos y debido a circunstancias fortuita s, pasaban a componer las estadísticas de la ilegalidad. Los inculpados generalmente estaban asociados a la 25 William Merrill, "Culhlral Creativity and Raiding Bands in Eighteenth-Century Northem New Spain", 1994; MichelJe Perrot, "Délinquance et systeme pénitentiaire en France au XIXe siecle", 1975, pp. 138-139. 26 Informe de la comisión pesqui5lldora lie la frolltera norte al ejecutivo de la Unión en cu mplimiento del artículo 30. de la ley de 30 de setiembre de 1872, 1877, pp. 43-52; Informe de la comisión pesquisadora de la frontera norte al ejecutivo de la Unión sobre depredaciones de fos indios y ot ros males que sufre la frontera mexicana, 1877, pp. 163-167. 27 Michelle Perrot, op. cit., p. 73. 331 MARíA APARECIDA DE SOUZA LOPES venta ilegal de ga nado, disputas loca les por un bien, intrigas entre caciques, e incluso una acción considerad a ilícita era parte d el quehacer de un trabajad or. És te es otro elemento que distingue al "fuera de la ley" de fines del siglo XIX, pues los inculpados no sólo tenían oficios, sino que la ac ti vidad delicti va no representaba su /1/0dUS vivelldi. El perfil de los enjuiciados que se propone en este a rtículo corresponde a la clasificación de un sector de la sociedad chihuahuense insertado en el proceso d e d esa rrollo económico y refleja precisamente la tensión y a mbi va lencia de la manera en que estos actores sociales fueron introducidos en esta " modernización " de la sociedad. 28 Fue justamente esta "transición" la que posibilitó el forta lecimiento de las penas para las infracciones vinculad as, por ejemplo, a la reg ulari zación de la propied ad privada. 29 Una excepción que merece a tención en el con texto la tinoamericano es el caso de l noreste de Brasil, región en que los corolléis solían mantener grupos de c{l/lgaceiros, una fuerza armada que actuaba al margen de la ley, como miembros de la guardia del coronel. Los callgnceiros - provenientes de los más di versos grupos socialesprac ticaban robos y " resolvían " las disputas entre los líde res locales por recursos económicos y puestos políticos. El robo de ganado, por ejemplo, fue una acti vidad común de aquellos que pretendían aumentar s us riquezas. 211 Anton Blok hace nota r que el desarrollo de la mafia en Geouardo (Sici lia) estu vo vinculado al surgimien to de grupos al te rnativos de poder entre el Estado y la comuni dad , ta nto como a la emergencia de nuevas formas de p roducción que posibili ta ron la desvinculación "legal " del campesino de sus a marras feuda les dejá ndolo a disposición del mercado capital ista. En Anton Blok, T/¡t' Mafia ofn Sicilinl! Vil/nge: 1860-1960. A S /udy of Viole"t Pt'IlSllllt Elltrt'pn'm'urs, 1974, pp . 55-57. N James c. Scott afi rma que una característica que distin gue a los estados "mode rnos" de los precedentes es la p rogresiva apropiación que los admin istradores hicieron de los mecanismos pa ra "medir y cuantificar" la propied ad de la tierra, bosques, montes, e tc., por med io de los cuales lograron adopta r crite rios "racionales y uniformes " para cob rar impuestos, parcela r o pri va tizar tierras; por ejemplo. De esta for ma, el " medir y cuantificar" se convi rtió en " un atributo del poder y un instrumen to para mantener el p rivilegio de clase ". Véase James C. Scott, St't'illg Likl' (/ Stnlt'. H ow entni/l Stlll'l/It's fa IlIIproiJt' Hrll//n/l COl/ditiolls Hnpt' Faiftod , 1998, pp. 1-l-29 (trad ucción de la au tora l. 332 Los "FUERA DE LA LEY" EN EL ESTADO DE CHIHUAHUA En Chihuahua la formación de bandas armadas alrededor de un cacique local parece haber sido menor que en Brasil en el periodo analizado. Esto, entre otros motivos, porque en México los efectos de la estabilidad política -al igual que el ma yor control social por parte de las autoridades policiales y judiciales- lograron si no liquidar, al menos disminuir la incidencia de las partidas de bandoleros en distintos puntos de la República, o tal como dijo Paul Vanderwood, no por la inexistencia de bandidos o caciques, sino porque unos y otros lograron ocupar un espacio "legítimo" en el nuevo orden. 3D El bandolerismo brasileño, sin embargo, no fue solamente uno de los mecanismos de los grupos de mando locales para afianzar vinculas políticos y resolver disputas de poder. A fines del siglo XIX y principios del xx surgió una importante cantidad de bandas independientes durante los periodos de sequía que asolaban la región y resultaban en crisis cíclicas de subsistencia. A diferencia de lo que verificamos en Chihuahua, el canga¡:o "fue un medio de vida en el que se podía gozar de ciertas facilidades socioeconómicas y alcanzar prestigio social".31 Los miembros de las bandas armadas pretendían diferenciarse de los proscritos comunes, el cangaceiro se vestía con garbo: ropa estilo vaquero, usaba sombrero de cuero adornado con piezas de oro, pañuelos de seda de colores vistosos, varios anillos, unas cuantas medallas de los santos de su devoción y mucho perfume. 32 Uno de los más famosos, Lampiao comandó un grupo de casi cien hombres que durante 16 años peregrinó por va rios estados del noreste de Brasil hasta 1938, cuando fue asesinado por las fuerzas policiales del estado de Sergipe. Su leyenda todavía es recordada por la literatura popular: Sei que ninguém aponta / um defeito em Lampiao / a ele podemos chamálo / o grande heroi do sertao / quem vé que estou errado dé sua o pinüio Paul J. Vanderwood, "Nineteenth-Century Mexico's Profiteering Bandits", 1987. Maria ¡saura Pereira de Queiroz, Os cflllgaceiros, 1977, pp. 207-208. n /bid., pp. 13-15; BilIy jaynes Chandler, "Brazilian Cangaceiros as Social Bandits: a Critica l Appraisal", 1987, p. 99. 30 J! 333 MARiA APARECIDA DE SOUZA LorES Pa ra os meninos e mO\os / d o sertaa pa raibano / Lampiao era um heroi / com ares de soberano / porque vencia as volantes / como o poder do arca no.)) En este caso lo que vemos es un pa trón de comportamiento que encaja perfectamente con el prototipo del bandido de "tiempo completo", el típ ico personaje d e las novelas y ba ladas que también encontram os en México, como Heraclio Bem al, Chucho el Roto y Santanón.34 Pero, como se verá a continuación, este modelo discrepa en muchos aspectos del perfil de los individuos de las listas de criminalidad del Sup remo Tribunal de Justicia de Chihuahua. L os OFICIOS El an álisis de los oficios d e los inculpados en las Estadísticas criminales del estado de Chih uahua presenta cuestiones sugerentes. En p rimer luga r, el número de incul pados que se declaró sin ofi cio u ocupación fu e bastante limitad o; en segundo lugar se nota que un porcentaje muy elevado de los empadronados fue d enominad o como labrador O bien a lbañil, carrocero, pan adero, za patero, entre otros identificados en el recuento estad ístico en la categoría oficios. Como se argumentará enseguida, estos d atos permiten estimar que la mayoría de los "fuera d e la ley" captad os por estas estad ísticas correspondía a un ind ividuo con vínculos laborales, mismos que no se limitaban a las actividades agrícolas. Con base en los da tos del cuadro 1 se puede afirmar que existe cierta correspondencia entre oficio y d elito, tal como se observa en el rango oficios vinculados a la ganadería, en el que casi 50% de las infracciones fueron abigea to. El impresionante índ ice de robo de gan ado verificado en los rangos rallcheros Y oficios vinculados a la ganadería se debió a va rios factores: pequeños y grandes p ropieta rios (quizá rancheros) y sus trabajado res (como pas tores y vaqueros) solían operar de común acuerd o para roba r sem~v i entes, pues )J Manoel de Almeida Filho, "Os cabras de Lampeao", ci tado en Maria Christina Russi da Mata Machado, "Aspectos do fe nómeno do canga.:;o no nordeste brasileiro", 1973-1974, p. 198. ~ Paul J., Vanderwood , op. cit., pp. 130-140. 334 Los "FUERA DE LA LEY" EN EL ESTADO DE CHIHUAHUA Cuadro 1 Porcentaje de oficios en relacióll COIl los delitos en ChillUahlla (1886-1897) Sector ocupado Abigeato Agricultura 22.1 Asesina- Crimen Crimen Crimen Homi- LesioTotal to y robo auto indo prop. cidio "es 29.5 7.5 4.9 4.1 13.9 18 100 Minería 14.3 16.8 10.6 8.3 O 31 19 100 Comercio 5.6 31.5 14.8 7.4 5.6 11 24.1 100 Oficios ganaderos 48.9 21.3 O 2.1 2 10.7 15 100 Oficios 17.6 29.9 6.6 3.9 2.2 18.2 21.6 100 Ranchero 80 20 O O O O O 100 Labrado r 37.3 14.8 9.7 5.2 3.3 17.2 12.5 100 Sin oficio 25 50 O O O O 25 100 23.7 9.7 8 14.2 8.2 100 No especif. 25.9 --- ---- - 10.3 --- Fuente: Estadísticas criminales del estado de CJrihllaJllla, libros l y 11, 1886-1897, en ASnECH, sin clasificación. cuando se trataba del robo de varias cabezas, la colaboración de dos o más personas era imprescindible. En otros casos, cuando los animales invadían sus tierras de pastoreo, los propietarios y sus emplead os se apoderaban d e ellos alegando que eran mostrencos; cuando estos procesos llegaban a los tribunales de justicia, dichos trabajadores -especialmente los pastores- solían ser acusados de abigeato. Por otro lado, del an álisis de los expedientes judiciales se desprende que en di versas ocasiones los vaqueros fueron acusados de abigeato por pastar a los animales que tenían a su cuidado en "tierras particulares" o por conducir el ganado -en busca de pastos y aguajes- sin documentos que comprobasen la p ropiedad de los mismos, lo que, de acuerdo con las leyes de abigeato de 1880 y 1893, constituía un delito. 35 3S Gobierno del estado de Chihua hua, "Ley para clasifica r, juzgar y sentenciar el delito del abigeato", 1880; Periódico Oficial del Estado de ChiJlllaJllla, "Ley para clasifica r, jU.lga r y sentenciar el de lito de abigeato", 22 de julio de 1893. 335 M A RiA APARECIDA DE SoUZA L OPES El elevado Óld ice de crímenes violentos entre quienes se ocupaban en la minería ---el homicidio y las lesiones representaban 50% del tota l d e infracciones cometidas por los empleados en este sectorpudo haber tenido di versas causas. El sector minero se caracterizaba por la constante fluctuación de man o de obra debido básicamente a que muchos trabajad ores que se emp leaban en las explotaciones y refinerías mineras conhnuaban manteniendo vínculos con la agricultu ra, de mod o que solían abandonar dichos trabajos y regresar a sus labores en el campo en los periodos en que este sector ca recía de mano de obra. Algunos estudiosos han señalado que hacia fines del siglo XIX las empresas mineras de la región norte de México constitu yeron un punto de atracción para trabajadores de otros estad os de la República debido a sus "elevad os" salari os. 36 De esta forma, el perfil de estos "empleados" correspond ía a un individ uo con vínc ulos frágiles con la zona en que se asentaba, y que estaba más ex puesto a contradecir el "orden" legal. Por otro lado, algun os trabajadores que se empleaban en la minería abandonaban sus luga res de origen movidos por los sueños de independencia y enriquecimien to rápido, lo que a su vez p udo tener relació n con la a lta p roporción de asa ltos y robos en este sector. 37 Aunque con exageración, las autoridades de las zonas mineras constantemente se quejaba n de que sus em pleados no demostraban interés por el trabajo y "preferían " enriquecerse por medio del robo.38 .lb Wi lliam E. French, Pmcefullllld Workillg Peop/e: Tlze IlIw/ealiOIl of ¡he Capita/isl Work E/h ic ill a M exicu/l Millillg Oislriel (Hidalgo Districl, (!Jill1llllwa , 1880- 1920), 1990, p. 238; Cheryl English Marti n, Govcmallce Il lld SOcit'ly ill ColOllial M cxico. ClJilll/alll/a ill Ilu' Eiglltecnt/¡ Ct'ntury, 1996, p. 56. 37 Es común encontrar entre los expedientes judiciales de la zona minera de Ch ihuahua procesos por " robo de metales". En la hacienda del Fuego (Uruachic, d istrito Rayón), en 1885, fueron encontradas "cuatro arroba s diez libras metal piedras grandes en bruto", el roho fue descubierto gracias a las noticias que circulaban en d icha población de que en esta hacienda se fundía n minera les "mal habidos" de la com pañía de Pinos Altos. En Arch ivo Municipal de Uruach ic, Sección justicia, "Juicio cri minal seg uido a promoción del e.e. Miguel Campos representante del Ministerio Público, en averiguación de un robo de metales de la Negoc iación de Pinos Altos, principiCldo en 20 de enero del año presente", 16 de mayo de 1885, caja 7, exp. 5. JI! Marti n,op. cit., 1996, p. 49. 336 L os "FUERA DE L A LEY" EN EL ESTADO DE CHIHUAHUA Ad emás de estas clasificaciones hay algunos puntos que merecen mayor a tención: la elevada proporción de enjuiciados bajo las categorías oficios y labradores, ya que ambas fueron resp onsables de más de 60% d e los delitos juzgados en Chihuahua entre 1886 y 1897.39 No obstante, dichas denominaciones revelan problemas de análisis y metodológicos. En el caso de los labradores, la definición más irunediata y quizá la más obvia no está exenta de imprecisión. De entrada se puede afirmar que se trataba de una gran masa de campesinos, p ero incluso esta categoría, que muchas veces era aplicad a como sinónimo de jornalero, abarcaba a pequeños propietarios, peones, medieros o aparceros, siendo por lo tanto arriesgado concluir que la mayoría d e los labradores que incurrían en delitos eran individuos que se ded icaban "exclusivamente" a las labores d e la tierra o que eran" campesinos desposeídos". La magnitud del sector oficios es de difícil explicación, pero se entiende debido al amplio universo de ocupaciones que fueron catalogadas en este renglón. Igualmente consideramos que una persona dedicada a su ocupación, como panaderos, albañiles, carroceros, entre otros, solía combinarla con otras ac tividades. Sin embargo, aunque el número de individuos dedicad os a los oficios esté sobrestimado, nos habla del aumento de las actividades terciarias propias de un contexto d e crecimiento poblacional y de expansión de las ciudades. 40 Por otra parte, también p udo estar relacionado directamente con el a uge minero, pues un sinn úmero de labores vinculadas a la minería, como la herrería y la mecánica -<:lasificadas bajo el renglón oficios-, eran ejercidas de man era com p lementaria por los pequeños y medianos rancheros, tal como se ha verificado en la zona noroeste del estado de Chihuahua. De esta forma, un enjuiciado que se autonombraba labrador o que declaraba ejercer alguna ocupación bajo la categoría oficios, 39 Un investigador que trabajó el bandolerismo en Boliv ia se encontró con la misma situación: en la prov incia de "Padilla la ocupación más común entre los procesados fue la de labrador. Infortunadamente, el término era empleado de fo rma indiscriminada tanto para los pequeños propietarios de tierra como para los peones de hacienda, lo que hace imposible distinguir en tre los dos", en Erick D. Langer, op. cit., 1990, p. 266 . ..o Mark Wassennan, Capitalists, Caciques, alld Revolutioll. The Native Elite nnd Foreign Enterprise in Chillllalllln, Mexico, 1854-191 1, 1984, pp. 96-97. 337 M ARÍA APARECIDA DE SOUZA LOPES bien podía serlo de tiempo completo o ejercer dicha función en el momento en que era encarcelado, o aún combinar di versas actividades de acuerd o con la d emanda de brazos en el mercado de trabajo. Todos estos matices hablan de una de las principales carac terís ticas de la mano de obra de la región norte de México insertada en el auge económico d el Porfiriato: la di versidad labora l. De hech o, entre algunos sectores sociales de Chihuahua, ejercer más d e una ocupación no era novedoso, como en el caso d e los rancheros de la región noroeste del estado, que complementaban la actividad agrícola con el comercio, la minería o la arriería. 41 Lo importante para nuestro análisis es que mientras estos sectores económicos no eran afectados por una crisis genera Lizada, incluso los trabajadores que no tenían trad ición de emplearse en más de un oficio podían hacerlo debido a la relativa "expan sión" del mercado laboral" COMEN TA RIOS FINALES El "fuera de la ley" de fines del siglo XIX en Chihuahua no fue producto de lm estan camiento social. Su inserción en las estadísticas d e la criminalidad fue resultado de un contexto de d esarrollo económico, combinado con el " fortalecimiento" de los aparatos de justicia d e la entidad . A partir de 1880 la "tranquilidad pública " se convirtió en uno de los princi pales focos de atención no sólo del gobierno esta tal, sino también de México como un todo. La "modernización " de los mecanismos de justicia, además d e refl ejar condiciones de estabilidad política y p rogreso económico, cumplía la ftmción d e legitimar el sfafu qll a y de reforza r las nociones de comporta miento legal e ilegal; no hay d uda de que estos cambios permitieron que el Estad o lograra obtener un mayor con tro l sobre la vida de los mexicanos durante los últimos años d el Porfiriato. Por esta razón una pa rte considerable de los proscritos chihuahuenses no encuentra semejanza con los m¡e.m bros d e las ~l Jane- Dale Lloyd , CI/ltl/m mater ial rallchera {'11 el lIor()('st/' de C/ti/llla/ma, 1995, pp. 62-68 Y 11 3- 11 9. ~2 Friedrich Katz, La st'rvid/llllbre agmria e/1 México l'/1 la época po~firi,llw , 1976, p. 58: Wasserma n, op. cit., 1984, pp. lI S- 1I 6. 338 Los "FUERA DE LA LEY" EN EL ESTAOO DE CHIHUAHUA partidas que asolaban el centro de la Rep ública a mediados del siglo XIX, ni con los personajes de la literatura decimonónica ni con los bandoleros de renombre popular del Porfiriato. La mayoría de los inculpados que localizamos en Chihuahua estaban implicados en procesos criminales por situaciones circunstanciales, puesto que su "supervivencia" diaria no dependía de la ac ti vidad delictiva. El hecho de que el enjuiciado no correspondiera al modelo de indi viduo sin arraigo social es un ejemplo de lo an terior. En este sentido, es bastante arriesgado establecer una relación causa-efecto entre el "marginal social" y el "fuera de la ley", especialmente cuando el Estado tiene mayor capacidad de control social y cuando el cuerpo legal es suficientemente amplio para abarcar como delitos criminales los "rompimientos del orden" de di versa naturaleza. Tal fue el caso de Chihuahua a fines del siglo XIX. SIGLAS y REFERENCIAS Archi vo del juzgado de Letras del Distrito Guerrero, Chihuahua, México. Archivo Municipal de Uruachic, Chihuahua, México. AMU ASlJ ECH Archivo del Supremo Tribunal de justicia del Estado de Chihuahua, México. Periódico Oficial del Estado de Chihuahua, México. POECH AJG Altamirano, Ignacio Manuel, El Zarco y Navidad en las montmlas, México, Porrú a, 1982, 125 p. Blok, Anton, The Mafia of a Sicilian Village: 1860~1960. A Stlldy ofViolent Peasant Entreprenellrs, Oxford, Basil Blackwell, 1974, 293 p. Chandler, Billy jaynes, " Brazilian Cangaceiros as Social Bandits: A Critical App raisal", en Richard Slalta (coord .), Bandidos. The Varieties 01 Latin American Banditry, Nueva York, Greenwood Press, 1987, 218 p. Código penal mexicano. Sus motivos, collcordancias y leyes complementarias. Obra dispuesta por el licenciado Antonio A. Medina y Ormaechea, México, Imprenta del Gobierno, 2 tomos, 1880. 339 M ARÍA A PARECIDA DE SoUZA LO PES Código penal y de procedimientos penales del estado libre y soberano de C/¡ illllalllla, Chihuahua, Imprenta del gobierno, 1897. Estadísticas criminales del estado de Ch ihuahua, libros I y Il, 1886-1897, ASTJ ECH, sin clasificación. French, William E., "Peacehll and Working People: The lnculcation of the Capitalist Work Ethic in a Mexican Mining District (Hidalgo District, Chihuahua, 1880-1920)", tesis de doctorado, AIbuquerque, Uni versity of New Mexico, 1990, 262 p . Gobierno del Estado de Chihuahua, Ley para clasificar, jl/ zgar y senteuciar el delito de abigeato, Chihuahua, Imprenta del gobierno, 1880, 46 p . Hobsbaw m, Eric J., Primitive Rebels. Stl/dies in A rchaic Fonns o¡Social Movelllell t ¡ti the 19th and 20t" Cen turies, N ueva York, Norton Library, 1965, 202 p. - - , Bandits, Nueva York, Laurel Editions, 1971, 128 p . lnforme de la comisión pesquisadora de la frontera norte al ejecutivo de la Unión sobre depredaciones de los indios y otros males que sufre la frontera mexicana, México, lmprenta del Gobierno, 1877. Informe de la comisión pesquisadora de la frontera notre al ejecuti vo d e la Unión en cumplimiento del artículo 3° de la ley de 30 de septiembre de 1872, México, Imprenta d el Gobierno, 1877. Joseph, Gilbert M., "On the TraU of La tin American Bandits: A Reexamination of Peasant Resistance", Latill Americall Researcll Review, vol. 25, núm . 3, 1990. jusidman Rapoport, Clara, "El concepto d e población económicamente acti va en los censos de población mexicanos 1895 a 1970", tesis de licenciatura, México, 1975, 211 p . Katz, Friedrich, La servidllm bre agraria en México en la época porfirial1a, México, Secretaría de Educación Pública (col. SepSetentas, núm. 303), 1976, 115 p . Langer, Erick D., "Bandolerismo andino y organización comunal campesina, 1882-1 930", en Carl os Aguirre y Charles Walker (eds.), Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminalidad y violell cia ell el PerlÍ, siglos XVlll-XX, Lima, Ins tituto de Apoyo Agrario, 1990, 303p. 340 Los "FUERA DE LA LEY" EN EL ESTAOO DE CHIHUAHUA Lloyd, jane-Dale, "Cultura material ranchera en el noroeste de Chihuahua ", tesis doctoral, México, Universidad Iberoamericana, 1995,318 p. Machado, Maria Christina Russi da Ma ta, "Aspectos do fenómeno do canga.:;o no nordeste brasileiro", Revista de História da Universidade de Sao Pa"lo, vol. XLVI, núm. 93, 1973-1974,35 p. Martin, Cheryl English, Covernanee and Sociely in Colonial Mexieo. Chihl/ahua in Ihe Eighleenlh Cenlury, Stanford, Stanford Urúversity Press, 1996,264 p. Merrill, William, "Cultural Creativity and Raiding Bands in Eighteenth-Century Northern New Spain", en WilIiam B. Taylor y Franklin Pease (eds.), Violellee Resislanee, ."d S"rvival in Ihe Amerieans. Nalive Amerieans and Ihe Legaey 01 Conquesl, Washington / Londres, Smithsonian Institution Press, 1994, 34 p. Naranjo Gutiérrez, Carlos, "Pilar jiménez, bandolero. El bandolerismo en el Valle Central de Costa Rica (1850-1890)", en Iván Molina jiménez y Steven Palmer (eds.), El Paso del cometa. Eslado, políliea social y culluras populares en Cosla Rica 11880- 1950), San José, Porvenir, 1994,35 p. Perrot, Michelle, "Délinquance et systeme pénitentiaire en France au XIXe siecle", A'tlnales, Économies, Sociétés, Cilivistions, París, vol. 30, núm.l, enero-febrero, 1975, 67 p. Queiroz, Maria Isaura Pereira de, Os cangaceiros, Sao Paulo, Livraria Duas Cidades, 1977, 185 p. Scott, james c., "Everyday Forms ofPeasant Resistance", The ¡ournal 01 Peasanl SIl/dies, vol. 13, núm. 2, Londres, F. Cass, 1988, 5 p . - - , Seeing Like a Slale. How Cerlain Sehemes lo lmprove Hl/man Condilions Have Failed, New Haven, Yale Uni versity Press, 1998, 445 p. Slatta, Richard W. (coord.), Bandidos. The Varielies 01 Lalin American Bandilry, Nueva York, Greenwood Press, 1987, 218 p. Taylor, Lewis, "Los orígenes del bandolerismo en Hualgayoc, 18701900", en Carlos Aguirre y Charles Walker (eds.), Bandoleros, abigeos y monloneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos XVI/IXX, Lima, Ins tituto de Apoyo Agrario, 1990a, 76 p. Taylor, William 8., "Bandolerismo e insurrección: agitación rural de la rebelión de Hidalgo en la región de Guadalajara", en Friedrich 341 MARÍA A PARECIDA DE SoUZA LOPES Ka tz (com p .), Revuelta, rebelión y revolución . La lucha rural en M éxico del siglo XVI al siglo XX, vol. L México, Era, 1990b, 187 p. Thompson, E. P., Customs in C011l1110n, Londres, The Merlin Press, 1991,547 p . Va lenz uela Márquez, Jaime, Bandidaje rural en Chile cen tral. ClI ricó, 1850-1900, Santiago, Centro de In ves ti gaciones Diego Barros/ Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, 1991, 159 p. Va nderwood , Pa ul J., Desorden y progreso. Bandidos, policías y desarrollo lIlexicO/iO, México, Siglo XXI, 1986, 269 p . - - - , "Nineteenth-Century Mexico's Profiteering Bandits", en Richard Slatta (coord .), Bandidos. The Varieties 01 Latin American Banditry, N ueva Yo rk, Greenwood Press, 1987, 218 p . Wasserman , Mark, Capitalists, Caciq ues, and Revolution. The Native Elite and Foreign En terprise in Chihuahua, Mexico, 1854- 1911, Chapel Hill / Londres, The Uni ve rsity 01 North Carolina Press, 1984,232 p . 342 TERCERA PARTE MANIFESTACIONES DE RESISTENCIA Reflexiones en torno a los procesos de resistencia Nora Pérez-Rayón* LA RE LAC iÓN DEL SER humano con el mundo se perfila progresivamente a partir de su nacimiento en un entorno familiar, socioeconómico, temporal y espacialmente determinado. Un sinnúmero de contactos personajes, vivencias y experiencias van conformando el universo mental con sus creencias, actitudes, prejuicios, conocimientos, sentimientos, deseos y temores. La familia, la religión, la escuela, la tradición oral y la relación con la autoridad constituyen un conjunto de referentes en la conformación de las identidades individuales y colecti vas, con sus respectivas normatividades y valores socialmente reconocidos. La concepción del mundo, resultante dinámica de dichas vivencias, determina la construcción de la realidad y no simplemente la descubre o la refleja; concepción que se expresa en múltiples discursos y comportamientos. Si bien México se está modernizando desde la época de los Ba rbones a fines del periodo coloniat es durante el último cuarto del siglo XIX cuando, bajo el régimen de Porfiri o Díaz (1877-1911), las condiciones nacionales e internacionales posibilitaron el desarro llo de un proyecto de modernización que a partir de entonces y con diversas modalidades se ha venido imponiendo en el país. El análisis de los discursos vinculados a la modernidad a través de la identidad de sus emisores y sus arg umentaciones, así como del perfil d e sus receptores y sus formas de resistencia son el objeto de estud io d e los artículos contenidos en esta sección . En los mismos se entrecruzan elementos tanto para conocer lo que se ha denominad o cultura de élites o dominante, o discurso desd e el • Uni versidad Autónoma Metropoli tana-Azcapotzalco. 345 NORA P~R EZ-RA YÓN poder, como aq uellos que enriquecen lo que se ha llamado cultura política popular. Cabe señalar que hay que tener presente que una y otra se confrontan en una relación diná mka y se realimentan, y que categorías como tradición y modernidad no son estáticas, ni pueden ana liza rse sino en compleja y permanente interrelación . En el conjunto de artículos que integra la tercera parte de este libro se confrontan discursos desde el poder que impulsan, planean, argumentan y justifican un proyecto de modernización implementado con gran entusiasmo por las élites porfiri stas y continuad o por las revoluciona rias y pos revolucionarias en el siglo xx. Esta moderni zación se hace presente en todos los campos, incluido el de la cotidianidad , en diferentes espacios urbanos y rurales, ca pitalinos o regiona les, y al ser Wl proceso de larga duración con dimensiones culturales, además de económicas y políticas, se constru ye día con día. Gilbert M. Joseph y Daniel Nuge nt sostienen en el li bro Everydnys 10rl1ls 01 sta te lormntioll. The Ilegotintioll of mle in Revollltio1lary a"d PostrevollltiDllnry México, 1que la d ia léctica de la lucha cultural que se manifiesta en contextos de poder desiguales implica ap ropiaciones, ex propiaciones y transformaciones recíprocas. James Scott, a utor citado en va rios artículos de este libro, hizo va rias preguntas relacionad as con las preocupaciones de nuestros a utores, quienes -a mi modo de ver- contribu yen a da rles respuesta ya la discusión sobre la formación d el Estado, la cultura popular, la modernidad porfirista y revoluciona ria. 2 ¿Qué tan integrados, desde el punto de vista his tórico, son los proyectos hegemónicos d e las élites? Asumiendo que pueden ser d escri tos en el plano de las ideas como razonablemente enlazados, ¿lo son cuando pasan del discurso a la praxis? ¿Cuáles son las funciones que las ideas, rihtales y "tributos simbólicos" d esempeñan en estas prácticas? ¿Qué tan cerrados son los proyectos hegemónicos, qué tan fác il es especificar precisamente lo que integran y lo que excluyen como materia de principio? Y ¿cuáles son .las audiencias a quienes se diri gen estos procesos hegemónicos? ¿Qué tan ¡m· 1 Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent, E¡¡aytlays Form s 01 Stat,' FormrltiOl/. Tlle N('gotiatiol/ 01 Rllk ill R('¡'OJlltiol/ary al/d Postn'l'O/lItiollury M,'xico, 199... 2 James Scott. Dominatiol/ al/ti Arts 01 R('sistall({'. Hidd"" Trallscril'ts . 1990. 346 REFLEXIONES EN TORNO A PROCESOS DE RESISTENCIA portante es el alineamiento normativo y el consentimiento de las clases populares y cómo se manifiesta en su caso el rechazo? ¿Qué tan significativos son los procesos hegemónicos para la cohesión, la confianza en sí mismos y los objetivos moralizadores de las propias élites estatales? Los trabajos aquí incluidos ---excepto el último- tienen como eje el discurso de la modernidad y las variadas modalidades de resistencia que generó su implementación en la sociedad. En este conjunto de textos es central la relación entre las acciones o prácticas sociales que resultan de dicho discurso, es decir, dLrigen sus baterías hacia los receptores y sus reacciones, que incluyen a sectores medios y a las clases populares, subalternas, marginadas como acto res pensantes y demandantes. Los espacios sobre los que discurren son: rurales, como la Vicaría de Valparaíso; urbanos, como Vera cruz y la ciudad de México; o tienen como referente a la nación. Los tiempos tocan diferentes momentos de un siglo en el ocaso del Porfiriato, en las primeras décadas del México posrevolucionario, las definitorias de 1920 y 1930, Y los últimos años del mismo siglo xx. Documentos oficiales, informes técnicos especializados, memorias, prensa e impresos de contemporáneos, son las fuentes utilizadas en estas investigaciones de carácter historiográfico. En "Tensiones, protestas y resistencias en el puerto de Veracruz durante el ocaso del Porfiriato. Cueshonamientos y desafíos al proyecto de modernidad urbana" y en "Dominación y resistencia en el Maximato. ¿Educación sexual o educación de la pureza para la juventud?" -dos artículos de esta última parte del libro-- se analizan los discursos sobre la modernidad en campos como el de la salud y la higiene. El autor del primer ensayo, José Ranzón, se ocupó de las prácticas discursivas de la modernidad urbana a fines del Porfiriato (cómo se construyeron los idearios de ciudades y las imágenes generadas desde sus espacios de enunciación) analizando el caso de las obras de saneamiento del puerto de Vera cruz. Destaca los argumen tos utilizados para legitimar los cambios, alternando declaraciones que afirmaban el nacionalismo con otros que sustentaban su cosmopolitismo y " la apropiación de saberes técnico-científicos" de los países civilizados con la finalidad 347 NORA PEREZ-RA YÓN de ganar prestigio y proyec tar la imagen de Veracruz como puerto moderno e higiénico y parte del imaginario d el " orden y progreso" del régimen porfirista. Para la selección de fuentes, uno de los criterios a cons iderar es el receptor. En este artículo se utilizó, por una parte, la memoria descripti va de las obras d e 1902 dirigida a un público general. en tanto que la reseña del saneamiento de la ciudad de Veracruz de 1905 fue escrita para un público especializad o. El análisis de estos escritos y sus contextos permiten a Ranzón mostrar la construcción de un imaginario legitimado r de un discurso hegemónico. El interés central es el conocimiento de las respuestas de las clases po pulares, subalternas o marginales al discurso modernizado r. El camino en este caso es sobre todo la prensa, y en particular el diario liberal El Dictamen de Veracruz, uno de los más impo rtantes de provincia en el Porfiriato y que mantenía una línea crítica. La lectura de los diarios con sus editoriales, reportajes, publicidad y cartas de quejas es fuente fundamental para adentram os en la cosmovisión de las percepciones y valores de una sociedad en su cotidianidad . Las actitudes y compo rtamientos de secto res sociales populares no son fác iles de recuperar histó ricamente, sobre todo las referentes a las complejas y va riadas fo rmas de mostrar las inconformidades ante un orden político, jurídico y social. Algunas de las investigaciones que han cobrado impulso en los últimos años han sido estimuladas por E. P. Thompson, James Scott, Barrington Moore y Carlo Ginzburg, entre otros. Dichos comportamientos cubren una amplia gama de modalidades - ironía, burla, evasión, simulación, anonimato, justicia propia, encubrirnientos-, implementadas po r actores que no rechazan la mod ernidad en sí misma, sino la falsed ad o hipocresía del d iscurso modernizado r sobre una realidad insalubre, de aguas estancadas, falta de drenaje, peste, p atios de vecindad en comp leto abandono, y para quienes llegaba a amena zar su sobrev ivencia. Po r su parte, Carmen Va ldez, en el artículo "Dominación y resistencia en el Ma ximato. ¿Educación sexual o educación de la pureza para la juventud?" expone los nuevos principios sobre hig iene y moral física y sexual implícitos en la iniciativa de la Secretaría 348 REFLEXIONES EN TORNO A PROCESOS DE RESISTENCiA de Educación Pública que intentó instaurar la educación sexual en las escuelas mexicanas entre 1933 y 1934, en el contexto de cambios en materia educativa que propugnaba el proyecto de educación socialista y su utopía del "hombre nuevo", lo que llevó al debate de fondo sobre el derecho a educar de los padres de familia y del Estado. La élite educativa legitimó su propuesta con la intención de proporcionar un conocimiento científico que previniera los conflictos sociales, morales, de higiene y salud derivados de la ignorancia predominante acerca de la estrucnlfa física y la fisiología del sexo. Se ve el entusiasmo por discutir estos temas entre médicos, psicólogos y psiquiatras, nacionales y extranjeros, para lograr "una castidad serena y sabia". Este discurso confrontó una visión del mundo predominante entre la sociedad mexicana, herencia de la cultura judeocristiana, cuyas apreciaciones sobre la sexualidad y sus definiciones sobre los valores de la verdad, la pureza, la castidad y la moral eran francamente confrontados y violentados. En este caso son los padres de familia y sus organizaciones, así como los representantes del magisterio, los que encabezaron las protestas apoyados por la Iglesia. Las acciones de resistencia incluirían la prohibición a los padres de enviar a sus hijos a escuelas oficiales, la difusión de todo tipo de rumores y la publicación de folletos argumentativos en favor de la espiritualidad y la ignorancia de la sexualidad. Es interesante constatar la continuidad y fuerza de los discursos que se contrapuntean en este artículo, pues hoy en día se encuentran en la agenda de discusión sobre la educación en México a principios del siglo XXI, como lo muestra, entre otros ejemplos, el debate sobre la Guía para padres impulsada por la Fundación Vamos México, relacionada con la presidencia de la República, recientemente lanzada a la circulación. En cierto sentido vinculado con la temática de este artículo, en el texto "De feligreses a insurrectos. Génesis de la rebelión cristera en la vicaría de Valparaíso, Zacatecas", de Ramona Pérez, el discurso de la modernidad es analizado en su dimensión laica y secular. El discurso modernizador del Estado revolucionario buscó controlar y subordinar a la Iglesia católica e hizo del argumen to anticlerical uno de los enunciados definitorios de su identidad. El 349 NORA PÉREZ-RAYÚN anticlericalismo tiene raíces anteriores a la Constitución de 1917, pero la autora de este ensayo muestra cómo repercu te desde la Revolución en localidades de la región de Jalisco y Zacatecas que se vieron afectadas por la violencia revolucionaria y que sufrieron las consecuencias del anticlericalismo, agudizado con el ascenso de los sonorenses y sus nuevos clientes rura les, los agraristas, que pregonaban sus doctrinas contra la Iglesia e intentaron convencer a los de Va lparaíso de que los feligreses eran instrumentos de la jerarquía católica. La rebelión eristera constituyó, en palabras de la autora, un desafío a l proyecto moderni zado r impulsado por el Estado. Un aporte sus tanti vo del artículo es la hjpótesis central que cuestiona la va lidez de la ma yo ría de las interpretaciones sobre la cristiada, que insisten en des tacar el carácter espontáneo del movimiento. Pérez m uestra en este estudio d e caso la planeación y participación directa del clero y de g rupos ca tólicos organizados desde años an tes del estallido propiamente dicho de la guerra, a principios de 1926. Aquí sea nali za el proceso de toma de conciencia que permitió a los ca tó licos acceder a estas apreciaciones y organizarse (asociaciones piad osas y agrupaciones relig iosas), bajo la g uía de sus sacerdotes, hacia la cruzada mís tica por la fe. Las reformas anticlerica les del Estado posrevolucionario igno raron la fuerza de la identidad reli giosa y su papel determinante en la integración o cohesió n social, sobre todo en contextos cultura les como el d e Zacatecas y Jalisco. Los actores d e la resistencia en sus di ve rsas moda lidades cru za ron aquÍ todas las clases socia les de la localidad y mostraron una gran capacidad de respuesta. En este trabajo, y a diferencia de las resis tencias observadas en el estudio de caso de Veracru z o de las generadas por e l proyec to de edu cación sex ual (q ue sí llevaron a incidentes d e violencia extrema), se llega a la rebelión armada sin excluir las otras modalidades de protesta: boicot, rumor, etc. En cambio, lo que comparten los trabajos de Carmen Valdez y de Ramona Pérez son problemáticas en que se confrontan dos cosmovisiones, en principio excl uyen tes, apoyadas en ideologías y es tructuras ins titucio nales qu e perseguían proyectos distintos de país. Se rechaza la modernid ad por constituir un orden indeseable e ilegítimo. 350 REFLEXIONES EN TORNO A PROCESOS DE RESISTENCIA La preocupación por conservar el patrimonio histórico y artístico, como otra cara de las prácticas discursivas de la modernidad, dio pie al artículo titulado "Los discursos de resistencia: habitar lo a rtístico. Lo que es y no es histórico, la paradoja", de Teresita Quiroz. Un conjunto de casas construido en los últimos años del Porfiriato (como parte de un fraccionamiento campestre de tipo francés, ampliamente promocionado con los argumentos de la modernidad), es considerado, un siglo más tarde, primero como monumento histórico, y, después, artístico, lo que dotó al Estado, en cada caso, de derechos limitados sobre estas construcciones. La afectación real y potencial de lo privado, valor privilegiado en el imaginario de los habitantes actuales, es vivido como amenaza y genera resistencia. Mediante entrevistas realizadas entre 1988 y 1995 a los vecinos del área que conforma el eje patrimonial Tacuba-Azcapotzalco, respecto a la legislación que los afectaba, la autora describe los procesos de resistencia de los amenazados, que implicaron rumores sobre expropiaciones y consignas de no vender, argumentos jurídicos como el amparo, y la socialización de evidencias sobre el pasado. El hecho mismo de habitar y ejercer el derecho sobre la propiedad como acto de resistencia pone en juego la lucha entre una visión tradicional -asumida desde la casa y el propietario que habita un espacio construido, conservado como patrimonio privado- y la visión de cambio que propone preservar las construcciones como un espacio colectivo, síntesis de la memoria del pasado. Tradición contra modernidad plantea la autora en un proceso que resignifica el pasado en diversos sentidos; aquí la tradición intenta poner l.ímites a la acción pública sobre la propiedad privada, la modernidad propone que lo privado pase a ser monumento de orgullo colectivo. Por último, en "La percepción de la temporalidad como factor de resistencia. Tradición y utopía en los movimientos sociales", Javier Rico propone identiJicar la tensión que se genera en los binomios pasado-futuro, tradición-utopía, resistencia-cambio, como componente de ciertos movimientos sociales. Uno de sus planteamientos es concebir la utopía no sólo como proyección de un futuro mejor a partir del presente que se niega, y asociada al 351 NORA P~REZ-RA YÚN carácter potencialmente dinámico o revolucionario que la acompaña, sino añadirle, paradójicamente, un elemento conservador, en tanto consiste en una intencionalidad que alberga elementos de restauración . Esto develaría en los proyectos utópicos o revolucionarios un trasfondo mitico. Si en general la utopía se asocia con el futuro y la tradición se concibe en relación con el pasado, para el presente constituye la herencia histórica y aparece con un carácter ambivalente: por una parte representa un conjunto de expresiones simbólicas, creen- cias y prácticas de vigencia prolongada; y por otra, esta tradición conforma un mecanismo de regulación social, es decir, un conjunto de procesos que fortalecen la continuidad y reprod ucción de la vida comunitaria que, al proporcionar una sensación de seguridad, desempeña un papel conservador y de resistencia al cambio. El autor plantea, por el contrario, que la tradición no siempre se vincula con una situación social estática, sino que puede con- vertirse en elemento dinarnizador cuando la expansión de un nuevo orden socioeconómico irrumpe y altera la estructura de la vida comunitaria. Se genera entonces la posibilidad de que los miembros de una comunidad decidan oponer a la agresión externa un movimiento de resistencia al cambio que equivale a una acción en defensa de lo que se considera propio. Los esquemas interpretativos racionalistas, en el análisis de los movimientos sociales, no contemplan la dimensión mítica, ese intento de restauración del pasado idealizado, como recurso pecuJiar de resistencia y movilización. De ahí que procesos sociales definidos como de resistencia, restauración y proyectos revolucionarios se asocien a la aspiración de un futuro mejor. Pasado, presente y futuro no constituyen tres compartimentos totalmente diferenciados. El artículo que cierra esta sección del libro constituye, a mi modo de ver, una invitación a los cuatro textos anteriores. Resulta interesante plantear, tanto a las prácticas discursivas y sociales legitimadoras de la modernidad desde el poder, como a las prácticas alternativas que se generan desde la cultura popular, algunas preguntas sobre las modalidades en que la temporalidad, la tradición, la utopía y la modernidad misma, como categorías históri- 352 REFLEXIONES EN TORNO A PROCESOS DE RESISTENCIA cas, se entrelazan }' redefinen una y otra vez en los variados contextos espaciales y temporales. ¿Qué tanto hay de tradición y utopía en las prácticas discursivas y sociales de la modernidad yen las modalidades de la resistencia que oponen sus receptores? Philip Corrigan y Derek Sayer, en su obra The Great Areh: English State Formation as Cultural Revolution, dan cuenta de un ejemplo específico de transformación cultural que transcurrió durante ocho siglos en Inglaterra, para llegar a la conclusión de que el triunfo de la civilización capitalista moderna implica también una omniabarcante revolución cultural, una revolución de las formas y modalidades en que el mundo adquiere sentido a lo largo de las generaciones, tan importante como el proceso de desarrollo que transforma la producción e intercambio de los bienes materiales. Esta revolución implica el conocimiento de las percepciones y valores sobre la realidad que las sociedades van elaborando y plasmando en sus discursos y experiencias históricas a lo largo de la historia. El conjunto de artículos de este libro alimentan estas líneas de investigación para el caso mexicano.3 SIGLAS y REFERENCIAS Corrigan, Philip Y Derek Sayer, The Great Areh: English State Formation as Cultural Revolution , Basil Blackwell, Oxlord, 1985, 268 p. Joseph, Gilbert M. y Daniel Nugent, Everyday Fonns 01 State Formation: Revolution and the Negotiation 01 Rule in Modern Mexieo, Duke University, Durkham, 1994, 432 p. Scott, James, Domination and Arts 01 Resistan ee. Hidden Transcripts, New Haven y Londres, Yale University Press, 1990, 251 p. J Philip Corrigan y Oerek Sayer, The Creaf Are/¡: Eng/is/¡ $tafe FormafiOIl as Cultural Revo/utiol1 , 1985. 353 Tensiones, protestas y resistencias en el puerto de Veracruz durante el ocaso del Porfiriato. Cuestionamientos y desafíos al proyecto de modernidad urbana José Ronzón* EL OBJETIVO de este trabajo es analizar las tensiones, p rotestas y resistencias que originó la construcción del proyecto de saneamiento para los puertos en el México de finales del Porfiriato, y de manera concreta para el puerto de Vera cruz. Esta reflexión se ubica en el análisis del discurso en primer luga r e intenta regirse según las siguientes preguntas: ¿cuál era el discurso político-modernizador urbanís tico del Porfiriato?, ¿cuáles eran los elementos constructores de dichos discursos?, ¿cuáles los conceptos y categorías?, ¿cuál la estructura narrativa? En segundo lugar se intenta analizar la recepción de este discurso a partir de la resistencia, el descontento y la protesta, con cuestionamientos del tipo ¿cómo veía la sociedad el problema sanitario? ¿cuál era la cotid ianidad de la sociedad porteña en términos de problemas de higiene?, ¿cuáles las tensiones que se deri va ron de las prácticas discursivas y las prácticas sociales? El trabajo se div ide en dos partes, en la primera se atiende a las prácticas discursivas de la modernidad urbana en los inicios del siglo xx, y en la segunda a las prácticas sociales en los últimos años del Porfiriato veracruzano. I ~ Universidad Autónoma Metropoli tana-Azcapotzalco. 355 Jos~ RONZÓN EL DISCURSO MODERNO-URBANtSTlCO La segunda mitad del siglo XIX fue testigo de la proyección y planeación de las grandes ciudades acorde con los proyectos de modernización de la época. Muchos centros urbanos comenzaron a tener transformaciones impo rtantes en su confección urbana, dejando atrás las v iejas trazas para convertirse en ciudades funcionales para el desarrollo del capitalismo mundial. En América el proceso recorrió el continente desde los viejos asentamientos ingleses del norte hasta el cono SUf. Ciudades como Buenos Aires, Lima, la ciudad de México, Nueva York, etc., fueron objeto de las más sofisticadas y vanguardistas planeaciones urbanís ticas del momento. Entre estas po líticas decimonónicas, los puertos fueron puntos prioritarios debido a la importancia geopolítica y económica que desempeñaban en los procesos de impulso de capitales. En el caso de México, el puerto de Veracruz estuvo en la mira yen la acción del Estado porfirista . El gobierno del caudillo de Tuxtepec entró de lleno a la modernización y generó diversos proyectos de tipo social. cultural y urbanístico, entre otros.' El objeti vo de este apa rtado es ver cómo se construyeron -€n el proceso de modernización-los idearios de las ciudades mediante prácticas discursivas e imágenes generadas desde sus espacios de enunciación; para tal efecto se eligieron dos documentos que servirán para analizarlos. La propuesta consiste en aproximarse a los idearios urbanisticos plasmados en la cons trucción y enunciación del discurso,2 en plantear algunas reflexiones acerca de cómo el uso 1 El proceso de modernización en México ha sido estudiado desde diversas perspecti vas. Quizá dos de los trabajos más significa ti vos dentro de la historiografía contemporánea sean los libros de Pricilla Connolly y Mau ricio Tenorio. Connolly se ocupa del tema mediante el análisis de las inversiones y contratos de las obras ma teria les de la ciudad de México y Veracruz. Tenorio, por su parte, dedica su investigación a explica r el proceso de modernización en México a partir de la exportación de imágenes de desarrollo en las ferias mundiales de París, Río y Sevilla . Pricilla Connolly, El con tratista de don Porfirio: obras públicas y modemi:nción dl'Sigual, 1997; Mauricio Tenorio, Artilugio de la nación modemn. México ell las t'.TJ1OSiciolles ImiverStlll-s , 1880-1930, 1998. ! Por discurso se entiende todo aquello que quiera exp resa r y transmi tir mensajes, s ignificados abiertos u ocultos, exp resos o impresos, esc ritos u orales. De esta forma , 356 TENSIONES, PROTESTAS y RESISTENCIAS EN EL PUERTO DE VERACRUZ y manejo de sus constructores (conceptos, categorías y nociones) los convierten en discursos dominantes por sus propios giros conceptuales y por las imágenes que desde su espacio de enunciación pretenden generar, toda vez que evidencian los cánones del orden, buen gobierno y buena adrrtinistración. Las fuentes de la primera parte son La memoria descriptiva de la Gran Mejora hoy se ha inaugurado. Las obras del puerto de Veraeruz (1902), elaborada expresamente para la inauguración de las mejoras materiales realizadas por Pearson and Son, Company, y la Reseña de las obras del pl/erto de Veracruz y del saneamiento de la ciudad por el ingeniero Mateo Rojas Zúñiga con moNvo de la excursión anual de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México el día 12 de febrero (1905). Las fuentes fueron elegidas en función de que los documentos están dirigidos a públicos diferentes (el primero a uno más general y el segundo a uno especializado),' por lo que los espacios de recepción son diversos. En ambos, sin embargo, los constructores del discurso guardan algunas similitudes y lineamientos de enunciación que hablan de ciertas fases de este ideario urbano de modernidad de finales del siglo XIX. Los idearios contenían un cuerpo conceptual y filosófico fundamentado en los preceptos higienistas y sanitarios del desarrollo de la ciencia médica, como la prevención, el aislamiento, etc., pero también en las visiones que el positivismo generó en las definiciones que estos hombres de finales del siglo XIX mantuvieron de sí mismos y de su pasado. Así, el discurso urbano planteaba una se incluyen actos, gestos, situaciones. rituales, textos escritos, imágenes. etc. James Seatt. Dominaticm olld Arfs ofResistallce. Hidden Transcripts, 1990, pp. 1-16. El concepto de idearios servirá para entender los mecanismo de construcción y apropiación que un determinado sector, desde un contexto específico, hace de una situación anhelada o deseada. Roger Chartier, El mundo como representación, 1992, pp. 1 Y n. 1 En los documentos es posible establecer diferencias en giros lingüísticos importantes. LA memoria descriptiva (902) mantiene un lenguaje común y la Reseña (1905) utiliza un lenguaje técnico. Por ello se eligieron, pues muestran dos horizontes que buscan crear imágenes discursivas similares. Por horizonte de enunciación se entiende todo aquello que abarca el objeto de estudio producido u objeto-sujeto del que se hable, incluyendo el lugar y lo visible desde e l punto de enunciación. Silvia Pappe. "El contexto como ilusión metodológica", 2002. 357 JOSÉ RONZÓN concepción en el tiempo y dejaba en claro las diferencias d el presente respecto del pasado. Si bien reconocían avances en la planeación urbana, para ellos era esencial señalar la singularidad de su momento. Ejemplo d e ello fue, en 1902, cuando el ingeniero Luis L. C. y Abasca l, con moti vo de la inauguración de las obras de remodelación del puerto de Veracruz, apuntaba en su introducción que denominaba " Reminiscencias del pasado ... " Desd e la época de la Independ encia, los gobiernos de México comprendieron la necesidad de hacer d e Verac ruz un puerto d ebidamente equi pado con las facilid ades que correspond ía n a su supremacía como p uerto de importancia [ ... ) Pero las luchas intestinas, las finanzas desarregladas y las dificultades inherentes a la tarea, impidieron su se ria conside ración hasta que co menzó la era estab le y próspera del señor general do n Porfirio Díaz:' Pa ra Abascal era evidente que se vivía en y pa ra "la modernidad ", definida ésta como el Estado positivo y la culminación del desa rrollo. Un estad o de auge, crecimiento y bienestar que obligaba a seguir adelante y construir ciudades funcionales y operati vas para el desarrollo del ca pital. Así se referían a Veracru z, y ad vertían : " lo que más lla ma la a tención d el observador, es no sólo la conducta li beral e ilustrada d el gobierno al hacer provisión para las actuales necesidades del puerto de Veracruz, sino la previsión que ha desplegado en sus preparati vos para las necesidades futuras".5 Es decir, inten taban crear imágenes de esta modernidad que justificaran los cambios materiales e ideológicos en tom o a los espacios urbanos. Para logra rlo, el discurso tenía que transformarse en hegemónico, dominante y busca r s u legitimidad en los posibles inlaginarios que surgieran a través d e éL6 De a llí que el argumento que se difwldía sobre los benefi cios de las obras d e saneamiento fu era que éstas debían ser moti vo d e regocijo y de proyección de "lo va nguardis ta", lo que colocaban al puerto de Veracruz entre los ~ Ln mmlOria dí'scri"t il1a dí'/a grml //Ií'jora /10.11 Sí' 1m il/nl/surado. Lns ol1ms dt'/ pm'rto dí' Ví'rncn/!, 1902, p. 7. $ l/lid., p. 13. b James ScOIl, op. cit.. I990, pp. 136 Y ss. 358 T\~SIONES' PROTESTAS y RESISTENCIAS EN EL PUERTO DE VERACRUZ d~á~\altura y competitividad, siempre dentro de los marcos del bu';;;''§ilbiemo. A partir de las mejoras materiales se demostraba que los puertos artificiales serían la solución para el desarrollo comercial. En este sentido, las obras de Veracruz debían ser moti vo de orgu llo, tanto para los porteños como para el país en general. En la construcción del discurso resulta claro un nacionalismo y una competencia por saber quién utilizaba los últimos adelantos técnico-científicos. Así se señalaba lo siguiente al referirse al equipo que sirvió en el dragado de la bahía: La draga de cubos "Majestic", que ahora se ha vendido al gobierno argentino, era absolutamente única en su clase, pues fue inventada especialmente para el dragado en roca, y es la más poderosa y completa que hasta ahora se haya construido. Excepción hecha de una draga de arena que pertenece a las autoridades d el puerto de Liverpool, la de México es la draga más grande y completa de su clase. Fue proyectada especialmente para la obra en Veracruz y costó cerca de $500 000. 7 Lo mismo s ucedía en cuanto al personal, del que se aseguraba que los buzos expertos venían de Inglaterra, y que los aux iliares eran mexicanos "del más alto nivel", lo que hablaba de una política "Patriótica y progresista" y era evidencia del desarrollo técnico de México. A partir de consideraciones como éstas, reflexionaban en torno a su modernidad como contraparte de lo viejo, lo anticuado y rezagado. El momento que vivían era el de la modernidad, y políticas y prácticas debían cobijarse bajo sus argumentos. Las imágenes que proyectaban de las nuevas obras de saneamiento convertían al puerto de Veracruz en punta de lanza de los alcances técnicos que redundaban en beneficio de la na vegación al convertirlo en puerto seguro. Estas representaciones debían transmitirse al exterior para obtener "prestigio" y presencia como puerto moderno, higiénico, confortable y ftmcional para quien visitara o necesitara realiza r actividades en él. En este mis mo sentido los difusores de las obras de modernización en Vera cruz ex plotaron el hecho de que era un puerto artificial 7 La memoria descriptiva, op. cit., p. 15. 359 ¡OSÉ RONZÓN de p rimera, "igual a cualquiera del mundo y dotado de todas las facilidades modernas" . Tanto en La memoria descriptiva ...de 1902, como en la Reseña .. de 1905, destacaban detalle a detalle lo "grandioso" del malecón, lo "impresionante" de los muelles, la "capacidad" de sus almacenes, la " funcionalidad" de sus bodegas y "lo majestuoso y confortable" de su desembarcadero. A partir de estos conceptos construían imágenes que trataban de planear la ciudad ideal, la ciudad del futuro, la ciudad modelo. Para ello tenían que señalar, explotar, argumentar, pero sobre todo proyectar hacia el exterior las bondades y logros de las acciones materiales que se habían realizado en el puerto. Las imágenes de exportación del puerto jarocho eran de "ciudad hermosa y cómoda", "puerto atractivo", "capital cosmopolita", etc., e incluso se afirmaba: No hay luga r más interesante que un bullicioso puerto de ma r, y uno de sus principales atractivos siempre consiste en su carácte r cosmopolita. Se puede decir que ésta es tambié n una característica de cualquier gran capital. Pero e l modo de ser de una me trópoli siempre tiene tendencia a modifica r los tipos que caracterizan a las diversas naciones. Lo contrario sucede en un puerto. Por ejemplo, el que en Veracruz se sienta bajo los frescos portales puede observar los distintos tipos nacionales en su pureza. A medida que llegan los di versos vapores, sus capitanes saltan a tierra para consul tar con sus respectivos agentes, y uno después de otro se ven pasar e l alemán, el inglés, el americano, e l francés y el escandinavo.8 Era claro, pues, que la modernidad significaba cosmopolitismo y uni versalidad, pero también vanguardia. De allí que al hablar de las instalaciones se dijera que estaban a la altura de cualquier capital europea. De esta manera, al referirse a la construcción de las habitaciones en donde do rmirían los ingenieros ingleses que participaron se ad vertía que: Éstas [las habitaciones ] se han construido dentro del malecón y sobre el terreno ganado al mar. Una ojeada al interi or de cualquiera de ellas 8 Ibid. , p. 23. 360 TENSIONES, PROTESTAS y RESISTENCiAS EN EL PUERTO DE VERACRUZ al pasar revela esa atención de confort, aseo y decencia que caracteriza a los ingleses donde quiera que vayan. Cada habitación está dotada de todas las comodidades y recursos de la madre patria. La colonia, pues así se puede denominar, puesto que en sí misma constituye una verdadera población, se surte de agua potable y pura por su propia cañería, que viene desde el río Jamapa, teniendo un excelente sistema sanitario y luz eléctrica en todas las casas por medio de una instalación particular ... " 9 Estas imágenes que trataron de exportar a través del discurso insistían en señalar y exacerbar las líneas políticas que en materia de saneamiento seguía el gobierno de Díaz, tanto en el ámbito federal como en el estatal, y apuntaban: Habiéndose mejorado las condiciones del puerto de Veracruz, las autoridades [ ... ] comprendieron que para poner la ciudad en situación de disfrutar de la prosperidad a que tiene título por su preeminencia mercantil, sería absolutamente necesario mejorar sus condiciones sanitarias. Esto se considera enteramente factible, y cuando lleguen a su término las obras proyectadas, no sólo se verá un gran incremento de la población permanente, sino que Veracruz se convertirá en residencia popular y favorita para el invierno de los habitantes de la meseta central. \O En la argumentación se encargaban de destacar los beneficios de las obras: Sería un gravísimo perjuicio para un puerto de la importancia del de Veracruz, el que los buques de esa procedencia tuvieran que entrar en cuarentena al llegar a cualquier puerto extranjero. Pero una vez que se terminen las nuevas obras d e saneamiento, no habrá peligro de que tal cosa suceda, especialmente en vista d e las precauciones que tomará el gobierno en la estación sanitaria para la desinfección de los pasajeros, equipajes y mercancías. J1 Estas imágenes de "modernidad" y "desarrollo" buscaban en todo momento lavar la mala lama que del puerto habían dilun' [bid., pp. 16 Y 17. p. 18. ll 1bid., p. 18. 10 ¡bid., 361 J os~ RONZON did o muchos viajeros que visitaron o atravesa ron el territorio veracruzano, quienes en repetidas ocasiones señalaron lo ma lsano de la ciudad y la peligrosidad del clima. En combinación, ambas circunstancias habían hech o del sitio el luga r ideal pa ra la proliferación d e enfermedades infecto-contagiosas, como la fi ebre a ma rilla, el cólera, la malaria, la peste bubónica, etc. Esta situación ocasionaba que en tem porad as d e verano las in versiones baja ran de manera signi ficativa y que la población mercantil evitara la plaza pa ra rea liza r sus transacciones. Ahora, con las obras de saneamiento, esto había quedado atrás: El cl ima de Veracruz es caluroso, pero sa no. Siempre le sienta al hombre que por algún tiempo ha vivido a gra n altu ra, bajar al nivel del mar, transpira ab undan temente y sa tura su sistema con el rico aire oxigenad o. Cuando sopl a un norte benign o en Veracruz, es un luga r d e los más d eliciosos, y si así fuera siempre, no habría ci udad de Méx ico, o más bien, se interca mbiarían la población y ex tensión de las d os ciudad es, pues no habría comparación en tre la salubridad y ventajas de los dos puntos como residencia. 12 Con ello buscaban que los visitantes habituales del puerto (comerciantes, em presarios y turistas) olvidaran sus temores. Intentaron difundi r este perfil en diversos á mbitos. En la reunión de ingenieros y arquitectos d e 1905, Mateo Rojas Zúñiga se esforzó en que se lleva ran una buena imagen de esta "modernidad " y de lo benéfico de las obras que allí se habían rea lizado. Rojas Zúñi ga fue más a llá, e incluso incorporó al discurso e l "bien común" como la ún ica razón para emprender las obras, tod a vez que proponia llevar este proceso al limite en la ciudad " idea l" y "modelo". Así, apuntaba: [En ] 1882 [.. ] el ayuntamien to de Veracruz {... J lanzó al agua la pri mera pied ra d e 10 que veinte años después vend ría a ser una de nuestras obras monumentales y origen d e otras mejoras igual mente ¡m'p o rtan tes para el serv icio d el tráfico y el hermosea miento de la ci udad de Veracruz. que en fec ha 110 leja na le harán pe rd er más O menos com pletamen te 12 ¡bid., p. 23. 362 TENSIONES, PROTESTAS Y RESISTENClAS EN EL PUERTO DE VERACRUZ su monótono aspecto colonial para convertirla en una villa de corte moderno, respirando por todos lados comodidad y las mejores condiciones d e salubridad , para sus moradores. \3 Definitivamente, para Rojas Zúfuga el proceso de modernización del espacio urbano era un camino que se había iniciado y que debía concluir, pues al final estana la ciudad modelo, es decir, la ciudad confortable, saneada, agradable, dinámica y funcional. En otras palabras, "la ciudad moderna" . En realidad, Rojas Zúfuga respondía a las indicaciones que le habían hecho los dirigentes de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México, quienes en su carta le indicaban que la impresión que se llevaran los asistentes sería fundamental para la difusión de la imagen del puerto veracruzano. De allí que le solicitaran que la Reseiia-guÍa debía poner énfasis en los logros y beneficios de las obras, y fueron enfáticos al señalar que cooperara en el "mejor lucimiento" .14 Rojas Zúñiga respondió a la petición y se encargó de cuidar puntualmente la cons trucción de la nueva imagen urbana del puerto y su vinculación con la "buena" administración del régimen, que no sólo se reflejaba en el saneam.iento del puerto de Veracruz, sino en "la nación moderna". Ase apuntaba: Realizad a la grande y legítima aspiración del gobierno de tener un puerto cual corresponde a un país civilizado y lleno de nobles entusiasmos por su progreso y bienestar, no podía de ninguna manera quedar la población de Veracruz en la lamentable condición en que antaño había viv ido y la sorprendió el siglo xx, y fue preciso también pensar en su mejoramiento, afron tand o desde el saneamiento de la ciudad y su abastecimiento d e agua potable para ahuyentar d el lugar, de manera efica z, el fantasma terrorífico del vómito y las fiebres pa lúdicas que por centurias se ha cernid o sobre él, con implacable constancia. 15 Queda claro cómo a tra vés de estos discursos se intentó justificar, argumentar y legitimar el proceso de modernización urbana a 13 Resella de las obras del puerto de Veracrllz y del saneamiento de la ciudad por el ingeniero Mat eo Rojas ZlÍliíga con /Ilativo de la excursión allual de la Asociación de lllge"ieros y Arquitectos de México el día 12 defebrero, 1905, p. 8. H lbid., p. 1. IS lbid., p. 16. 363 ¡OSÉ RONZÓN pa rtir de la proyección de imágenes que difundieran los "beneficios" y "logros", pero sobre todo que "dimensionaran" desde su perspectiva las obras de saneamiento de las ciudades porfirianas. A manera de conclusión de esta primera parte es posible señalar que un análisis como el presentado permite observar las formas de construcción del discurso y sus componentes a partir de destacar las diversas lecturas -desde diferentes espacios- que es tos urbanistas hacía n de la redefinición del espacio en términos de políticas urbanas y de las propias mejoras materiales, así como de las imágenes que generaron y que, a su vez, se convirtieron en detonadores de los diarios de " la ciudad modelo" e incluso del futuro. De esta manera, el discurso de la modernidad urbana intentó legitimarse a partir de la obra material y de las imágenes que de ésta se pudieran proyec tar, y que sirvieron como "evidencias" de "la buena adminis tración y buen gobierno". Pero ¿cuál fue la recepción de este discurso? ¿Cuál la lectura social de estos espacios? ¿Cuál la percepción social del proyecto urbanístico? ¿Qué tipo d e opinión se tenía de estas obras? ¿Se sentían "modernos" los habitantes? ¿Cómo v iv ían esta "modernidad" tan pregonada? Éstas son apenas algunas preguntas que pretenden guiar la reflexión sobre la acogida que tuvo e l proyecto urbano-sanitario y la modernidad porfiriana a partir del análisis de algunas facetas de las prácticas sociales. LAS PRÁCTICAS SOCIALES FRENTE AL DISCURSO El objetivo de la segunda parte es mos trar las visiones e imaginarios que la sociedad generaba a partir del problema sanitario, cómo afectaban a algunos aspectos de su cotidianidad y qué protestas y resistencias generó el discurso, proyecto y política de modernidad urbana en el á mbito del puerto de Veracruz. Las quejas y desacuerdos servirán para ejemplificar las tens iones po lítico-sociales y permitirán hacer algunas reflexiones en to rno al problema de la recepción del discurso. Las fuentes son principalmente algunos desplegados en periódicos, publicidad, cartas de quejas, editoriales, etc. La intenció n es mostrar posibles vías de anális is e inv itar a continuar con el planteamiento y complementarlu con otras fuentes. 364 TENSIONES, PROTESTAS y RESISTENCIAS EN EL PUERTO DE VERACRUZ Cabe aclarar que para esta segunda p arte la reflexión se ubica en tomo a las reacciones sociales frente a las estructuras de dominio y control que se intenta imponer en aras del desarrollo. La propuesta de trabajo consiste en analizar las estrategias d e la sociedad para construir barricadas que les permitan sobrevivir. El problema se inserta en un análisis de las clases populares, subalternas y marginadas que, más allá de tomar actitudes de sumisión y pasividad ante el ejercicio del poder, son actores pensantes, con códigos de entendimiento, y que realizan una actividad de defensa cuyo objetivo, en muchas ocasiones, no es otro que la sobrevivencia. En realidad, el discurso, prác tica y política urbanista-sanitario encontró su contraparte al dialogar y negociar con otras visiones y versiones de lo que significó el proyecto de reconstrucción urbana y de modernidad. Si bien los urbanistas mexicanos querían mostrar el progreso a través de idearios, en la prác tica cotidiana persistian los problemas de insalubridad, y las demandas sociales por falta de saneamiento seguían a la orden d el día. Aun cuando se decía que las calles y barrios del puerto se encontraban en "muy buenas" condiciones, la lectura de otros sectores era totalmente contraria. Se publicaban denuncias de que los patios de vecindad ubicados en sectores populares de la ciudad estaban en "completo abandono". Cartas como la siguiente apa recían en el periódico local El Dictamen: En el patio "La Ninfa". Los patios que, por su nombre, debían ser más atildados y limpios, de aquéllos en los que se deseara vivir aunque fuese pagando doble, resultan los que peores condiciones reúnen. Aquí tienen ustedes el patio "La Ninfa", que no resulta deidad ni mucho menos. Los vecinos dicen que es una peste insoportable la que se desprende del excusado de ese patio que se halla si tuado en la ca lle de Prim, antes Pitahaya (s ic), debido a que no se halla en condiciones de soportar lo que debe contener, tanto que hasta el agua se filtra cuand o, como es natural, tratan d e limpiar ese sitio. No es extraño por consiguiente que los vecinos y hasta los que por casualidad pasan por el frente de esa casa, pongan el grito en el cielo pidiendo en todos los tonos que hagan las necesa ri as y ordenadas obras d e d renaje, a ver si de ese mod o se concluyen esos malos olores. La verdad es que a quien correspond a 365 JOSÉ RONZÓN debía gi rarse una [solicitud del visita a tanta casa que, como la del patio " La Ninfa ", continúan como hace 30 años respecto a la higiene.16 Evidentemente, la lectura de los que vivían en el patio "La Ninfa " no correspo ndía a los idearios de ci ud ad moderna y vanguardista, y mucho menos les había llegado el "prog reso" y "modernidad" tan divulgados y "afamados" en los discursos que se presentaron en foros y en las propias obras de inauguración. Lo mismo sucedía con o tros sitios, como el patio "Nuevo Mundo". Allí protestaban por la falta de mantenimiento al canal del desagüe, d ebido a que las aguas estancadas de los lavaderos representaban un gran peligro no sólo po r el mal olor, sino por los moscos que allí crecían y se reproducían ,l7 Esta situación da pauta para analizar a lgunas reacciones sociales expresadas como resistencias en di versas fo rmas: ironía, burla, anonimato, justicia por propia mano, encubrimiento, evasión y simulación,!' acciones que fueron impulsadas por parte de la sociedad ante la marginación, pues evidentemente, en el nuevo modelo de ciud ad moderna no tenian luga r las viejas costumbres y tradiciones, ni todo aquello qu e significa ran espacios pa.ra moscas, mosquitos, malos olores, presencias indeseables, alimañas, aglomeraciones, etc., ni para los vendedores a mbulantes, tanto por lo insalubre de s us productos, com o por la mala imagen que daban ante los visitan tes. Si bien los comunicados oficiales ad vertían y exaltaban la limpieza impulsada por las autoridades, encontramos d esplegados E.I Dictall1el1 , 28 de septiembre de 1906. Otro ejemplo de estas reclamaciones fueron las del patio "EI paraíso", donde se quejaban del ma l estado de los excusados. El Dictamel1 , 7 y 14 de septiembre de 16 17 1906. 18 El concepto de resistencia perm ite explicar parte de los diversos sentidos de las prácticas sociales frente al discurso de modernidad urbana, es decir, a partir de los diálogos, tensiones, confrontaciones veladas, ocultas, disfrazadas, etc. Es posible esbozar algunas vias de análisis en el complejo entramado de la vida social y cotidia na que, en ocasiones, difiere de manera radica l de los ámbi tos formales de la política o del discurso al crear diques y barricadas que permitan soportar los actos de dominación y del ejercicio del poder. James Scott, los domillados y 1'1 art(~ dI' la resistel1cia. México, 2000, pp. 1-16 Y 136-182. 366 TENSIONES, PROTESTAS Y RESISTENClAS EN EL PUERTO DE VERACRUZ de prensa que señalaban todo lo contrario. Incluso satirizaban los discursos oficiales y se burlaban de la miopía de quien los pronunciaba. La ironia junto con el eufemismo se convirtieron en armas utilizadas por parte de la sociedad para mostrar su desacuerdo, e incluso para resistir ante unas imágenes que consideraban erróneas en contraste con su cotidianidad .19 Así, se afirmaba que lo publicitado era producto del desconocimiento, porque no habían hecho un recorrido por la ciudad ni por las calles en las que se desarrollaba la vida diaria. Aparecían mensajes como: "Esperamos que el H. Consejo se dé una vueItecita por [y ponian el punto en conflictO]".20 Las manifestaciones de desacuerdo señalaban que el descuido de la información proporcionada por los discursos oficiales ponia en peligro la integridad social de los porteños, pues en repetidas ocasiones las autoridades no sólo decían que el problema de saneamiento estaba resuelto, sino que no hacían nada por solucionarlo. Por ejemplo: A quien corresponda. Los vecinos de la ca lle de Morelos se quejan d e los peligros que para la salubridad presentan las aguas estancadas que hay en dicha calle y que han entrado en plena putrefacción, transformándose en cuartel general d e la malaria, el paludismo, la fiebre mala o como se llame, con olores nad a católicos que, si no se pone remedio, van a convertir aquellos luga res en una parodia de las lagunas y pantanos. y que conste que por ahí no andan los encargados de los trabajos d e pavimentación y embanquetado. 21 Las quejas mostraban descontento por lo desatendido de las responsabilidades de las autoridades sanitarias, y aseguraban que el huismo y los comerciantes tarde o temprano se darían cuenta del desaseo de la ciudad , pues el descuido no sóolo era en barrios populares, sino en lugares públicos y por donde normalmente pasaban los comerciantes. Las protestas apuntaban: "Desde hace varios días se hace insoportable pasar frente al baluarte de Santiago ]9 La ironía y el eufemismo son anotados por James Scott como armas de resistencia ante los patrones de autoridad . James Scott, ¡bid., pp. 183-187. 20 El Dictamen, 27 de septiembre de 1906. 2] El Dictamen, 14 de diciembre de 1906. 367 ¡ OSÉ RONZÓN por donde corren las líneas de los tranvías d e la Huaca, debido al mal olor que se siente, produ cido sin duda por algún animal muerto. Con estos calores y esa peste ya tenemos bastante para que se desarrolle el cólera. 22 Entre estas resistencias, el anonimato se convirtió en otro mecanismo para patentizar la marginación d e algW10s sectores. Por ejemplo, los dulceros que por años se establecieron en los muelles de desembarco, fuero n desalojad os de las instalaciones con la nueva planeación urbana. Eventualmente burlaban la vigilancia y se colocaban de nuevo, pero tan pronto como eran descubiertos los castigaban . Ante estos hechos, poco a poco fueron manifestando su inconformidad por tal exclusión . Ase era frecuente que en las mañanas, en "los majestuosos" muelles, diques y malecón, se encontraran materias fecales sin poder identificar a los autores de "tales agravios". Es decir, desde el anonimato intentaban insultar a quienes los habían agredido quitándoles su única fuente d e trabajo." Algunas de estas p rotestas se generaron por el desacuerd o con la constru cción de la obra y como elemento d e resistencia ante "la modernid ad de élite" . No era que la gente no quisiera la higien e, sino que se resistían al desa lojo del que fueron objeto al no quedar insertos dentro del nuevo p royecto de modernidad urbana y su única forma de expresar su d iscrepancia era median te este tipo de manifestaciones. También porque mientras las obras se realizaban, algunos sectores vivían en la inmund icia o en cinturones de miseria sin las mínimas condiciones d e higiene, es decir, constituían lugares donde la modernidad urbana no llegaba y los habi tan tes padecían graves problemas de insalubridad. No es que fue ran "anti modernos" sino que la modernid ad urbana --como la entend ían algunas autoridades-, en lugar de beneficia rlos, los dejaba ma rginados y ocasionalmente sin su único med io d e sobrevivencia. 24 En el caso I 22 El Dictamm, 7 de septiembre de 1906. 23 El Dictamell, 20 de septiembre de 1906. H En tomo al anonimato $cott apunta : "Un subordinado oculia su discurso a los poderosos en gra n medida por m ied o a las rep resal ias. No obstante, si se puede exp resar el discurso oculto len este caso las prácticas) al tiempo que se disfraza la identidad de su autor, mucho de ese mied o se disipa ". James $cott, op. cit., 2000, p. 171. 368 TENSIONES, PROTESTAS Y RESISTENCIAS EN EL PUERTO DE VERACRUZ de los desacuerdos por el dique y el malecón, el mensaje era claro: la modernidad y el confort favorecían sólo a determinados sectores, y los excluidos no estaban dispuestos a aceptarlo de manera pasiva, por lo que desd e el anonimato buscaron armas de desafío. También hubo justicia por p ropia mano, y los agentes sanitarios y judiciales fueron objeto muchas veces de golpizas por los agraviados. En el momento d e hacer las investigaciones y deslind ar responsabilid ad es, se ocultaban entre sí o fingían no saber nada al respecto. En ocasiones evadían la justicia mediante llamadas de alerta, como chiflidos u otros gestos que anunciaban la presencia de "los contrarios". Hay que señalar que el comportamiento social es tan complejo que encontramos distintas conductas, pues si bien algunos recurrían a acciones violentas como las golpizas, otros actos por propia mano se manifestaban en maniobras de limpieza, una especie de brigadas sanitarias populares. Ejemplo de ello fue el patio "Tres palmas", donde era más o menos frecuente que los vecinos se organizaran para limpiar y d esyerbar, pues los reclamos iban en el sentido que allí se rep roducían culebras y tod a clase de animales ponzoñosos y transmisores de enfermedades. Otro caso ocurrió con el problema que representaban las gallinas en el patio d e " La plata", donde los vecinos, por orden d el p ropio dueño d el patio, mataron y se comieron cualquier gallina que entrara en ese espacio sin importar su propietario. Cuando eran acusados, se defendía alegando que dichos animales los perjudicaban de di versas maneras al ensuciar sus patios. 25 Con otro tipo de animales, como con los perros callejeros, los vecinos también tomaban justicia por propia mano y los mataban, sobre tod o en temporada d e calor, cuando la rabia se convertía en un problema para la ciudad.26 Los alimentos y su venta, causaron igualmente controversia social y moti varon acciones de evasión y simulación. Los lecheros, por ejemplo, fueron expertos en estos mecanismos de resistencia. Las autoridades se quejaban de ellos por vender leche adulterada y en mal estado, e impulsaron medidas para detenerlos y mantener2S 2& El Dictamen, 22 de septiembre de 1906. El Dictamen, 15 de septiembre de 1906. 369 JOSÉ RONZÓN los fuera del puerto. Nombraron agentes responsables que evitaban su entrada a la ciudad y tenían órdenes precisas de detenerlos en el momento en que lo intentaran. Como no los dejaban vender, los lecheros utilizaron a los niños para hacerlo, pues como eran mucho más rápidos, en caso de ser descubiertos por los inspectores escapaban corriendo o, si eran detenidos, apelaban a su minoría de edad, argumentando que la leyera clara a l señalar que no se podía d etener a un menor. 27 El problema d e los alimentos en mal estado no se limitaba a la leche, también los chicharroneros vendían sus productos a l aire libre y lo mismo sucedía con los vendedores de pescado en el mercado.28 Los dulceros fueron otros que se enfrentaron a la supuesta modernidad que, según algunos, se vivía en el puerto cosmopolita. De ellos se decía: Venta de dulces. Aquí que en toda época abundan las moscas, transmisoras d e todas las enfermed ades, pa rece increíble que el Consejo Superior d e Salubridad no haga que la autoridad prohiba la venta de dulces por las ca lles, en la forma qu e se viene haciendo. En cajones descubiertos, exponiendo la mercan cía al polvo, po r lo general invaden la atmósfera, cubiertos los dulces de millares de moscas; véa nse en las esquinas a los vendedores sin que haya alma ca ritativa que les ob ligue a presentar su mercancía en cajas vidrieras que las libre de mil suciedad es a que están exp uesta s. Sin ir más lejos, ayer vimos a un dulcero que transi taba por una de nuestras calles en ocasión en que en un balcón sacudían un tapete que quien sabe lo que habría estado cubriendo, así como se ve con frecuencia cri adas que barren p ara la ca lle d esd e los altos sin que la policía imponga una multa a los dueños d e las casas en que esto se hace. Mientras no se tomen ciertas med idas por nuestras autoridades, de nada vale el Consejo Superior de Salubridad ni las brigadas de d esi nfección. 29 27 Nuevamente la resistencia se evidencia en la simulación y formas de evasión del "orden" impuesto por el Estado y el ejercicio del poder. Jam.es Scott, 1990, ap. ci/., pp. 1-16. Romana Falcón y Raymond Buve, 0011 Porfirio presidl'II /I' ... , I/IIIICII Olllllipotl'lI/e. Hallazgos, n'flexiom.'s y de/mIes, 1876-1911 , México, 1998, pp. 385-386. E! Dic/alllm , 25 de abril de 1907. Z8 El Dictall/t'II, 19 de octubre y 27 de diciembre de 1907. 29 El Die /nmí'lI, 11 de marzo de 1907. 370 TENSIONES, PROTESTAS Y RESISTENCIAS EN EL PUERTO DE VERACRUZ Evidentemente esto contrastaba de manera notable con las imágenes de modernidad y desarrollo que se intentaba proporcionar con los discursos, en los que se pregonaban los beneficios del progreso material y lo vanguardista y cosmopolita que era el puerto de Veracruz durante el Porfiriato. Algunos editoriales del periódico local afirmaban que era innegable el mal estado que tenía "el primer puerto de la República ". Las calles sucias y el mal olor -aseguraban- se podían observar y percibir desde antes de desembarcar de los buques que llegaban a la bahía. Así se leía: Es verdaderamente lamentable el estado en que se encuentra la vía pública en la parte que corresponde a la ca lle de Montesinos, entre Independencia y Bravo, así como el pedazo de la ca lle de Hidalgo que está situado entre Montesinos y Pastora. Esos lugares parecen más [ ... ] que vía pública de una población civilizada, [ ... ] ca mpo abierto que sirve de potrero a los animales. La fecundidad de esos terrenos es pasmosa, y cualquiera que quiera hacer un buen negocio bien puede pedir al ayuntamiento permiso para que pasten en ese lugar las bestias, ya que se hacen sin ninguna utilidad para él y violando los reglamentos que condenan la vagancia de animales, y de seguro que con el zaca te, que en esas calles y avenidas existe, la engorda que haría pronto.JO Lo anterior era un hecho y generaba medidas instrumentadas por las autoridades. Sin embargo, también fue una realidad que los lecheros, dulceros y demás trabajadores necesitaban desarrollar sus actividades para conseguir el sustento diario; en ese sentido no había punto de entendimiento entre ambas partes, por lo que constitu yó una tensión generadora de una dinámica político-social de conflicto. CONSIDERACIONES FINALES Retomando los planteam.ientos iniciales sobre las visiones políticas y sociales del problema higiénico, la cotidianidad de la sociedad porteña y las tensiones sociales derivadas tanto del proyecto como 30 El Dictamen. 25 de septiembre de 1906. 371 J os~ RONZÓN del discurso modernizador, es posible asegurar que el gobierno y la sociedad plantearon perspectivas divergentes -yen ocasiones contradictorias- en torno al problema de la sanidad. El gobierno construyó un proyec to y un discurso sanitario que resultaban totalmente ajenos a la cotidianidad d e la sociedad porteña, y que la condujo a articular barricadas de resis tencia y confrontación. A manera de conclusió n es posible apuntar que, en conjunto, las prácticas discursivas y sociales generaron tensiones y elementos de descontento y resistencia que pusiero n de manifiesto desacuerdos en materia urbanística, al punto de llevar el proyecto de modernidad urbana a l banquillo de los acu sados y ser reiteradamente cuestionado y desafiado desde d ive rsos ángulos, por med io de diferentes prác ti cas sociales que ind icaron un buen número de desen- cuentros y diversas lecturas, posiciones y perspectivas que hubo sobre el problema de la sanidad, la higiene y el d esarrollo urbanístico moderno. Lo expuesto ejemplifica las relaciones que se establecen en el dominio, ejercicio del poder y prácticas discursivas, y las formas (descontento, rompimiento del orden y manifestaciones de d esacuerdo) que la sociedad utiliza para contestar, cuestionar y desafiar el stat lls que se pretende establecer, elementos que se entretejen entre sí y que ponen al descubierto facetas que invitan a penetrar en los terrenos de estas prácticas sociales a través de las tensiones, protestas y resistencias. SIGLAS y REFERE NCIAS El Dictamen. Veracru z. M éxico. Connolly. Prici lla. El com ratista de don Porfirio: obras públicas y moder· nizaóón desigual. México, FCElUA M. 1997.432 p. Chartier. Roger. El ,mOldo como represe fl1aóón. España: Gedisa. 1992. 276 p. Falcón. Romana y Rayrnond Bu ve. DOI/ Porfirio preside1l1e .... I/unca omnipOlefl1e. Hallazgos, reflexiones y debates. 1876·1911. México. Departamento de Historia. Uni versidad Iberoamericana. 1998. 572 p. 372 TENSIONES, PROTESTAS Y RESISTENCIAS EN EL PUERTO DE VERACRUZ La memoria descriptiva de la gran mejora hoy se ha inaugurado. Las obras del puerro de Veracru z, México, s.e., 1902,55 p. Pappe, Silvia, "El contexto como ilusión metodológica", en José Ronzón y Saúl Jerónimo (coords.), Reflexiones en torno a la historiografía contemporánea, UAM, México, 2002, p. 23. Reseña de las obras del puerto de Veracruz y del saneamiento de la ciudad por el ingeniero Mateo Rojas Zúñiga con motivo de la excursión anual de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México el día 12 de febrero, México, Imprenta y fOlotipia de la Secretaría de Fomento, 1905,60 p. Ronzón, José y SaÓI Jerónimo (coords.), Reflexiones en torno a la historiografía contemporánea, México, UAM, 2002, 384 p. Scott, James C., Dominarion and Arts of Resistaflce. Hidden Transcripts , New Haven y Londres, Yale University Press, 1990,25 1 p. - - , Los dominados y el ane de la resistencia, México, Era, 2000, 324 p. Tenorio, Mauricio, Anilugio de la nación moderna. México en las exposiciones universales, 1880-1930, México, FCE, 1998,409 p. 373 De feligreses a insurrectos. Génesis de la rebelión cristera en la vicaría de Valparaíso, Zacatecas Rn1l1DI1n Isabel Pérez Bertruy'" L A R EVOLUCiÓN MEXICANA fue un movimiento d e g r an en ver gadura q ue li beró fuertes tens io nes políticas y socia les, para cuyo encauza miento se fo rmul ó un a nueva Constitución. Alg unas de las disposicio nes contenidas en ésta encontraron fuertes resistencias entre va rios g ru pos trad icionales. El clero ca tólico se sintió agraviad o porque la Cons titución de 1917 confi rmó los postul ados anticlericales del li bera lismo d ecimonónico que limitaba n la libertad que tu vo durante el Porfiriato y que hizo posible el fortalecimiento d e las o rganizaciones ca tó licas, siempre q ue no inte rfi rieran en la po lítica. Frente a las restri cciones q ue les imponía el Estado revolucionari o y mod ern izador, los ca tólicos trataron de reconquista r el terreno perdi do. Sin embargo, las condiciones im perantes en el país eran distintas a las qu e p reva lecieron en el último tercio del siglo XIX y, po r ello, la confrontación cul mi nó con una insurrección a rmada, conocida como "la cris tiada". La mayoría d e las publ icaciones que recrean la G uerra Cristera ! y la actuación de los grupos • Uni versidad Nacional Autónoma de México. La primera obra que le d io una d imensión académica al tema fue Ln cristiada, escrita por lea n A. Meyer en 1973. Jea n A. Meyer, Ln cristiada, Méx ico, Siglo XX I, 1994,3 vol. Las in vestigaciones que se han enfocado haci<1 la región de los Altos de Jal isco son: losé Guadalupe de Anda, Los ais/cros. Ln gl/erra sall/a 1'11 los Altos, 1987; Cá ndid o González Pérez, "Aca ti c durante la cristiada ", 1993, pp. 48-59; Salvad or Rueda Smithers, " El movimiento cristero en los Altos de Ja lisco. Un caso atípico", Jornadas de Historia dd Deciden/e. MovimiC'/1tos poplllares /'11 /'1 occidt'lI/e de México, siglos XIX y XX, Jiquilpan, 1980, pp. 113-120, Y Jim Tuck, TlI{' Holy War ill Los Altos; A Regiollal Analysis 01 MI'.l:ico's Cris /ero Rebcllioll, 1982. 1 375 RAMONA ISABEL PÉREZ BERTRUY católicos,2 no consideran que éstos hayan influido en el surgimiento del levantamiento regional a rmado. Además, algunos autores que se ocupan del tema afirman que no existió una preparación previa de la insurrección cristera en el campo y que explotó de manera repentina tomando por sorpresa, no sólo al gobierno, sino a la propia iglesia católica,3 y sustentan la tesis de la rebelión espontánea en que no hubo una vinculación entre jerarquia eclesiástica, rancheros y campesinos descontentos en el momento de la insurrección ." En el presente artículo dicha tesis se ma tiza mediante la identificación y el estud io de las fuerzas políticas y los actores sociales que estimularon o p repa raron el levantamiento armado en la población católica. Para mostrar claramente este proceso se reconstruye aquí la ac tividad que desplegó la iglesia católica en comunidades tradicionales y su incidencia en las agru paciones locales, así como el papel que desempeñaron los grupos católicos y los sacerdotes con el fin de formar los cuadros d e la resis tencia y los futuros líderes de la rebelión cristera. Se trata, pues, de averiguar cómo se generó el descontento de los católicos en el campo y de ubicar los factores o fenómenos que contribu yeron a que la gente de los pueblos se levantara en armas. Asimismo, aborda las formas operativas d el movimiento y sus mecanismos de resistencia para explicar el estallamiento y el desenlace de la rebelión cristera. El suroeste de Jalisco ha sido evaluado por Víctor Manuel Castillo Girón, "La cristiad a: desarrollo y efectos en el suroeste de Jalisco", Estudios Jalisciel/ses, 1994, pp. 47-63. Hay algunos estud ios para el estado de Colima: Paula Azevedo y Francisco Vicente, Los cris/aos del volcán de Colima. Escenas de la luc/¡a por la libertad religiosa 1.'11 México, 1926-1929, 1961, 2 vol., y lean Meyer, Ln cristiada en Colima, 1993. 2 Heriberto Navarrete, Por dios y por la patria. Memorias de mi participación en la defelIsa de la libertad de cOl/ciellcia y culto, durallte la persecución religiosa 1.'11 México de 1926 a 1929, 1964; Yolanda Padilla Rangel, El catolicismo social y el movimiento cristao 1.'1/ Aguasca/imtes, 1992; y Antonio Ri us Facius, La jUUI.'IItud católics y la Revolución mexicana, 1910-1925, 1963. l 1ean A. Meyer, Ln cristiada, 1994, t.l, p . Xl. 4 Esta línea de interpretación la desarrolla el historiador estadunidense David Ba iley, ¡Viva Cristo Rey! rile Cristero Rebelioll and file C/wrc/r State COllflict ir, Mexico, 1974. 376 D E FELIGRESES A INSURRECTOS La investigación también plantea que el conflicto entre Estado e iglesia incluye varios procesos de carácter político, ideológico y sociocultural. Así intenta recrear el escenario en el que estas dos instituciones se disputaban el control de la población e identifica las ideologías que se confrontaron . De igual man era, alude a la política secularizadora auspiciada p or el Estado revolucionario y la reacción d e los grupos rurales, a fin de esclarecer cuál fue el detonador que desencadenó el descontento d e los rancheros católicos y los llevó a tomar las armas. En suma, este artículo vendría a reforza r una de las tesis planteadas por los estudiosos de la Revolución en los últimos años, quienes consideran que la rebelión cristera constituyó un desafío al p royecto nacional mod ernizador imp ulsado por el Estad o revolucionario. 5 Para reconstruir la génesis de la insurrección cristera se estudia la región donde se suscitaron los primeros estallamientos cristeros, en la jurisdicción d e la vicaría de Valparaíso, Zacatecas. Es te municipio es el centro económico6 y p olítico de la región y, a la vez, sede religiosa de varios pueblos fronterizos entre el sur de Zacatecas, El Refugio, Adjuntas y el norte de Jalisco: Huejuquilla el Alto y Mezquitic.' Las fuentes documentales utilizadas para tal 5 Alan Knight propone esta explicación en "The Revolutionay Project, Recalcitrant People: México, 1910·1940", Tlle Revolutionary Process in Mexico. Essays on Political and Social Change, 1880-1940, 1990, pp. 227-264. 6 Valparaíso es un territorio fronterizo ubicado al sur de Zacatecas y delimitado al norte por Jalisco. En la década de 1920 con taba con aproximadamente 12 000 habitantes; su economía era dinámica y giraba alrededor del comercio, la ganadería y la minería . El auge de esta última durante el Porfiriato favoreció el desarrollo de una importante red ferroviaria. Su extenso valle, la calidad de sus suelos y de su clima harían de Valparaíso una tierra propicia para la ganadería y la agricultura. Además, sus bosques y la variedad de su fauna permitian la explotación maderera y la cacería, recursos que lo convirtieron en el centro económico de la región y de los pueblos situados al norte de Jalisco. Los habitantes de estos últimos se dedicaban a la agricultura, cacería, arriería y artesanales, y carecían de vías de comunicación debido al relieve montañoso de su geografía. Cfr. Mariano Bárcena, "Ensayo estad ístico del norte de Jalisco", Lecturas históricas del norte de Jalisco, 1991, pp. 270-284; José Hemández, Geografía de Valparaíso, 1945, pp. 16-21; Depa rtamen to de Estadística Nacional, Censo general de habitantes, 1921, p. 191, Y Quinto censo de población. Estado de Zacatecas, 1930, pp. 32 Y57-58. 1 La vicaría de Valparaíso pertenece a la d iócesis de Zaca tecas. José Hemández, 1945, p. 16. 377 RAMONA ISABEL PÉREZ BERTRUY propósito son variadas: testimonios orales, crónicas y memorias que dejaron los principales protagonistas de la revuelta que se encuentran en el Fondo Aurelio Robles Acevedo (ARA), ubicado en el Centro de Estudios sobre la Unive rsidad, en la Universidad Nacional Autónoma de México. LAS SECUELAS DE LA REVOLUCIÓN y EL ANTICLERlCALlSMO La rebelión cristera se fue configurando en tiempos distintos, según los entornos socioeconómicos y culturales del país. La revolución de 1910 esbozó la confrontación entre la iglesia católica y el emergente Estado moderno mexicano. Los efectos de la guerra y la forma como se involucraron los distintos actores sociales en el país marcaron la dinámica de un nuevo conflicto religioso en las primeras décadas del siglo xx. La Revolución mexican a impactó al norte de Ja lisco y a l sur de Zacatecas. Contribu yó a ello la geografía montañosa de la región, ya que sirv ió como refugio de partidas de los grupos en pugna y se convi rtió en un lugar de paso de los ejércitos revolucionarios por su ub icación geopolitica. La posición de algunos pueblos a favor del maderismo y del villismo 8 la hizo una zona conflictiva; azo te de bandas orozquistas, villistas y zona de reconquista d e las fuerzas carrancistas,9 de tal manera que la región sufrió los e fectos !< Por su filiación maderista sob resalieron Va lparaíso y Monte Escobedo, Zaca te~ cas, donde se formaron clubes antirreleccionistas y se levantaron los contingentes armados que fueron recogiendo adeptos en Huejuquilla el Alto y Mezquitic, Jalisco. Entre los jefes maderistas del sur de Zaca tecas destacaron Justo Ávila y Santos Bañuelos, quienes se adhirieron a las fuerzas comandadas por Luis Moya y Pánfilo Natera . Más tarde, estos cabecillas de la región se dividieron en villistas y carrancislas. Entre los primeros sobresa lieron, en Hllej uquilla, López Calindo. quien se había unido desde 1912 a la banda de Santos &lñuelos; en N"ostic, Mezqllitic, Néstor y Juan UUO<l y. en el sur de Zaca lecas; el genera l Santos B.:lñuelos y Tomás Domínguez. Cfr. Manuel Caldera y José Ramírez, op. cit., pp. 63~68 ; Fernando Robles Romero, " La revolución en el norte de Jalisco", 1991, pp. 309~3 I"¡ . ~ El orozqllismo cometió desmanes en la región de Hllejuquilla el Alto, que fue sitiada por Francisco del Toro, quien quemó el pueblo en 1912. Por su p,ute, Ev,uisto 378 DE FELIGRESES A lNSURRECTOS devastadores de la guerra; los poblados fueron constantemente amedrentados, saqueados y quemados. La violencia creó un clima de inseguridad, muerte y miserias, además de que estimuló la migración de los pobladores hacia ciudades cercanas. Disminuida la actividad agrícola como consecuencia de la lucha, sobrevinieron el hambre y las epidemias, agudizadas por las exacciones de los ejércitos constituciona Listas y villistas que exigían a los pobladores alimentos, vestidos y caballos y, por lo tanto, eran vistos con temor por los lugareños. 10 En estas circunstancias, la Revolución no dejó un saldo positivo en la región; por el contrario, acentuó la pobreza]] y mostró los primeros signos del an ticlericalismo que profesaban los carrancistas. El apoyo de la iglesia al gobierno de Huerta ahondó las discrepancias entre católicos y constitucionalistas, que se acentuaron aún más cuando el general Diéguez, jefe militar constitucionalista d e Jalisco, descubrió una conspiración de sacerdotes en su contra. Oropeza amenazó constantemente a los habi tantes del sur de Zacatecas. A partir de 1915, cuando las fuerzas de Obregón derrotaron a las de Villa en Cela ya, éstas crearon incertidumbre en la región porque regresaron a sus lugares de origen y se encargaron de cometer todo tipo de arbitrariedades. Los facciosos obligaron a los pobladores a organizarse, armándose para proteger vidas y propiedades, como lo habían hecho desde 1869 y desde el inicio de la Revolución de 1910. En ese momento, los pobladores tuvieron que confiar en la protección del ejército carrancista . La intervención de Pedro Quintanar, oriundo de Huejuquilla, fue fundamental para que se diera este vínculo y acabó con los reductos villistas: mató a Bañuelos y dispersó a su gente. Cfr. Caldera, Ceniceros y Carda, "Ai vienen los fa ldilJones", 1991, pp. 315-320; Manuel Ca ldera y José Ramírez, Los vil/istas se acabaron el aiio del hambre, 1997, pp. 63-68; y los relatos de Isauro Landa Rentería y Luis de la Torre, "Aquel diciembre ca torce, doce para terminar", 1997, pp. 23-34. !O Cfr. Manuel Caldera y José Ramírez, op. cit., 1997, pp. 63-69, Y Manuel Caldera, Guadalupe Ceniceros y Cabino Carda, op. cit., 1997, pp. 69-74. 11 La zona del norte de Jalisco ha sido trad icionalmente la parte más atrasada del estado; cuenta con tierras de barrancas y montañas, suelos de ma la calidad y escasea el agua. Es una región con economía de autoconsumo y jornales bajos. Se ca racteriza por su aislamiento geográfico y pocas comunicaciones. Hay baja densidad demográfica y sobresale la marginación de las comunidades indígenas. Ja ime Tamayo, Jalisco desde la Revolución. La conformación del Estado moderno y los conflictos políticos, 1917-1929, 1988, Y Jaime Tam ayo, El movimiento agrario y la revolució" maderista (Ialisco 1910- 1913), 1983, p. 16. 379 RAMONA ISABEL PÉREZ BERTRUY Las autoridades respondieron expulsando a los clérigos del estado y dictando medidas contra el culto católico: cierre temporal de templos, autorización a los presidentes municipales para que se instalaran escuelas en los edificios eclesiásticos y, más tarde, en abril de 1915, la prohibición de poner nombres de santos, personas vivas o animales a lugares y servicios públicoS,12 La política anticlerical del carrancismo alcanzó a los pueblos del norte de Jalisco y llegó al centro religioso de la región: Valparaíso, Zacatecas (véase mapa). En los primeros, los militares acantonados en Huejuquilla utilizaron el templo como cuartel y no respetaron ni el mobiliario ni los emblemas religiosos. 13 Este acto fue considerado por los habitan tes como un sacrilegio. Asimismo, en Valparaíso, estos "jacobinos" disolvieron las organizaciones católicas surgidas durante el Porfiriato. De momento, los feligreses de la zona no reaccionaron ante las acciones de Id autoridad . Más tarde, los lugareñ os d e los alrededores de Monte Escobed o, donde el obispo Miguel de la Mora se encontraba en visita pastoral, serían testigos de actos semejantes. Los poblad ores de las rancherías habían acudido a misa para bautizar y confirmar a sus hijos. La congregación de fieles y las muestras de júbilo se extendieron a la calle. En cumplimiento de la medida dictad a por Venustiano Carranza hacia septiembre de 1916 -que p rohibía todo tipo de manifestación religiosa- }' una escolta d el ejército apresó al obispo en la iglesia y lo llevó a Mezquitic, Jalisco'!' Estaba ya claramente delineada la confrontación entre la iglesia católica y el Estad o revolucionario. El ala carrancista había declarado una guerra sin cuartel contra la riqueza y el pod er de la iglesia ca tólica. Los feligreses, por su parte, aun cuando no actuaro n con violencia frente a las manifestaciones anticlericales revo lucionarias, 12 Juana E. Macías Huerta, Revolución y revolucionarios el! Ja lisco, Guada lajara, 1985, pp. 58-59. Manuel Caldera y José Ramírez, op. cit., 1997, p. 64. Juana E. Macías Huerta, op. cit., 1985, p. 37. ]5 Josefa Robles Velaseo, Luis Sandoval, Luis de la Torre y Enedina de la Torre Ocampo, "El obispo de la Mora, preso en Mezquitic", 1997, pp. 81·86. 13 ]4 380 - ~ Dibujó: Alejandro Oiorudo Carrera Diseño de la a utora conforme a un mapa actual de la república mexicana . Ejecución técnica: Rocío Silva Refugio ZACATECAS • Valparaíso Mapa. Pueblos cr;steros de la vicaría de Va/paraíso y 5115 proximidades ~ ~ > rn rn Ci r o '" ;:¡ RAMONA ISABEL P ÉREZ BERTRUY mostraron desde entonces su adhesión y respaldo hacia las autoridades eclesiásticas. 16 En concordancia con estas determinaciones, la Constitución de 1917 restringiría la participación activa y legal del clero en la vida pública mexicana medi ante los artículos 2, 4, 24, 27 Y 130,17 que serían un permanente factor de tensión en las relaciones entre la iglesia y el emergente Estado revolucionario. La confrontación tuvo matices y ritmos distin tos en la República, y en a lgunos estados suscitó protestas, mo tines y violencia. l B En las ciudades del centro y lb En Mezquitic, Jalisco, se mov ilizaron las mujeres ca tólicas para cuid ar que el ejérci to no utilizara la fue rza en contra del obispo, y cuidaron que no le faltase alimento y abrigo durante su prisión. Josefa Robles Velasco, op. cit., 1997, pp. 81-86. 17 Estas d isposiciones afectaban de manera diferente a los integrantes de la iglesia católica mexicana . A la institución, porque los templos queda~on bajo el control de la Secretaría de Gobernación y en lo sucesivo se requería a utorización para abrir nuevos templos. También la Constih lción prohibió a la iglesia ca tólica la posesión de bienes muebles e inm uebles, ya que e ran propied ad de la nación. Med iante el a rtículo 30 la obligaba a impa rti r una instrucción laica en las escuelas abiertas a la población. Al clero regular le prescribió que su profesión sería como cualquier otra, y negó reconocim iento a las insti tuciones ec lesiales para impartir la carre ra de sacerdote. También prohibió el establecimiento de órde nes monásticas y precisó que los sacerdotes, pa ra efec tos de la ley, tendrían que ser mexicanos; además, les negó cualquier tipo de acti vidad política y el derecho a voto. Asimismo, pretendió restringir el número de ministros en cada estado y limitó su derecho a recibir bienes por herencia. Por su parte, a los feligreses les prohibió que las publkaciones periódicas tuv ieran carácter confesiona l y comentaran asuntos políticos; limitó el uso de denominaciones religiosas en las agrupaciones políticas y negó reconocimiento a las organizaciones religiosas. Quedaba a discreción del Estado el ejercicio del derecho de libertad religiosa, es decir, la manera en que se debía realizar el cu lto religioso, y no reconocía el matrimonio como un acto religioso sino como un contrato civ il. Yolanda Padilla Rangel, El catolicismo social y e/movimiCllto cristero el! Aguascaliclltes, 1992, pp. 75-76. 18 Las disposiciones constitucionales en con tra del culto religioso no entraron en vigor de inmediato; no obstan te, entre 1918 y 1923 los gobiernos de Ca mpeche, Coahuila, Jalisco, Sonora, Tabasco y Durango inicia ron una reglamentación restrictiva del cu lto ca tól ico. Estas disposiciones iban d irigid as a limitar el número de sacerdotes en sus territorios, a fija r los horarios de las celebraciones religiosas y a prohibi r las confesiones. Ade más, se dieron otras medidas más enérgicas: expulsión de sacerdotes ex tra njeros, prohibición de que intervinieran en aSlmt05 políticos, incau tación de muchos tem plos, sin contar los extremos a que llega ron las autorid ades subalternas con motivo de la imposición de dichas reglamentaciones. Alicia Olivera Sedano, "Tres jefes cristeras " 1986, pp . 59-60. 382 DE FELIGRESES A INSURRECTOS occidente del país se dio una lucha ideológica y partidista apoyada por las clases medias y la alta jerarquía católica mexicana en contra de los postulados anticlericales del texto constitucional. La población rural del sur de Zacatecas y la del norte de Jalisco no se agitaron entonces, sino tres años después, como respuesta a la política populista y clientelar del presidente Álvaro Obregón en los años veinte. EL GRUPO SONORENSE y LA POLARIZACIÓN DE LAS FUERZAS POLÍTICAS Y SOCIALES EN LA REGlÓN La política agraria emprendida por el "grupo sonorense" en el ámbito federal, hacia los inicios de la década de 1920, alteró la vida de estos pueblos y fomentó la división entre sus habitantes, pues con el afán de obtener apoyos y alianzas para consolidar el nuevo Estado, auspició movilizaciones de campesinos con la promesa del reparto de tierras. En el año de 1921 las fuerzas del centro se hicieron presentes en el escenario político de la región con la formación de una organización agraria en Valparaíso, Zacatecas. Rigoberto Valdés fundó un centro filial en la cabecera municipal denominado " Agrupación Progresista de Agricultores" (APA), de conformidad con la convocatoria del segundo congreso de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) celebrado en Zacatecas." El gobierno federal entregó tierras" y les cedió un 19 Apuntes persona les de Aurelio Acevedo, en Jean A. Meyer (comp.), El coraje cristero, 1981, p . 87. El original del documento se encuentra en el Fondo Aurelio Robles Acevedo, caja 47, exp. 102, CESU-UNAM. 20 La Reforma Agraria fue raquítica en la región y tardía en los pueblos del norte de Jalisco. Llegó primero a Valparaíso, Zacatecas, en 1924, porque los terrenos comunales en ese municipio eran insuficientes. La restitución estipuló 14 hectáreas para cada unidad familiar y se afectaron las haciendas de Gambuta (400 ha), San Juan de la Tapia (2000 ha) y San Agustín Vergel (9164 ha). En el norte de Jalisco el reparto agrario se inició en la década de 1950 y favoreció al municipio de Mezquitic, donde existían asentamientos indígenas. Dos fueron dotaciones y uno confirmación de terrenos comunales. Entre los primeros figura el poblado de Nostic, Mezquitic, 383 RAMONA ISABEL P~REZ BERTRUY espacio en la administración pública municipal, lo que fracturó las alianzas politicas locales que habían prevalecido en la región, como lo veremos en las siguientes páginas. Frente al ascenso de estas fuerzas políticas en la zona, los católicos de Valparaíso se reorganizaron y surgieron nuevas agrupaciones. En abril de 1922, el an tiguo círculo de obreros católicos se transformó en Sindicato Interprofesional León xm (SIL), conforme a los estatutos de la recién instalada Confederación Naciona l Ca tólica del Trabajo (CNCT).'I Por su parte, la Asociación Católica d e la Juventud Mexican a (ACjM) estableció en 1923 una sucursal en Valparaíso a iniciati va de los obreros católicos. Las damas católicas del pueblo también qued aron "corporatizadas" y sujetas a los estatutos de la Confed eración Naciona l Ca tólica de Guadalajara (CNCC).22 La im portancia de estas agrupaciones en la región radica en que fue a través de su estruchIra o rganizativa como los pueblos desplegaron acciones articuladas ante las autoridades revolucionarias. Según los católicos, para 1925 el SIL contaba aproximadamente con 450 miembros distribuidos en las rancherías que confo rmaban la vicaría de Valparaíso, mientras la membresía de la Agrupación Progresista de Agricultores (APA) permaneció estancada - tenia 40 socios desde 1922" Los gobiernos revolucionarios se habían propuesto detener el creciente control de la Iglesia sobre la población, por lo que trataron de acabar con las relac iones cl ientelares y corporativas afian zadas que elevó su petición al gobierno federal el 11 de agosto de 1937. Casi 20 años después, el 21 de agosto de 1951, fue confirmado sobre una superficie de 2 394 hectáreas. También los de Amoles, Mezqu itic, recibieron un ej ido de 6 116 ha, de acuerdo con la resolución presidencial del 14 de noviembre de 1951. Más tarde, la Comisión Naciona l Agraria y el presidente de la República confirmaron los títulos de los terrenos comuna les (240,447 ha) de San Sebastián Teponahux tlan y su anexo Tuxpam. Archivo General de la Nación (en adelan te AGN), ramo: Secretaria de la Reforma Agraria: repartos agrarios, microficha 9908, 9863 Y 9908, rollo 16, y Fondo Presidentes, ramo: Comisión Nacional Agra ria . Resoluciones Presi.d enciales, vol. 21 , pp. 59-61. 21 Apun tes persona les de Aurelio Aceved.o, en Jean A. Meyer (comp.), ibid. n Memorias de José Adolfo Arroyo, en el fo ndo Aurelio Robles Acevedo (en adelante ARA), caja SO, exp. 7, pp. 21 ·22. 23 Apuntes persona les de Aurelio Aceved.o en jean A. Meyer (comp.), ¡bid. 384 D E FELIGRESES A INSURRECTOS durante el Porfiriato y que permanecieron una década después de la caída de este régimen. Antes de que Obregón llega ra a la presidencia, se mantenían vivas las alianzas y la influencia de los católicos en el poder local. Un ejemplo d e ello fue su apoyo para la elección de algunas au toridades, a ca mbio de lo cual tu vieron puestos en la burocracia. Para despresti gia r a los catóhcos y contrarrestar la influencia que telÚan sobre la población y el poder loca l, los agraristas utiliza ron una serie de estra tegias y artimañas. De esta manera, se entabló una lucha por el poder en Val paraíso, en la que se vieron confrontados los grupos católicos y se evidenciaron los intereses que representaba la APA, de ahí las disputas y los a taques recíprocos que habrían de desencadenarse entre el SIL y la APA durante la presidencia de Álvaro Obregón. El gobierno del municipio, de filiación ag raria, acusó a José Hern ández, vicepresidente del SIL de Valparaíso de malversar fondos de la Agencia del Timbre que estaba a su cargo. El plan de los gobiernis tas dio res ultado y provocó que muchos de sus miembros abandonaran la orga ni zación; incluso a lgun os empezaron a acerca rse a la APA. El sindicato obrero católico decayó notablemente y las deserciones fueron la nota del día, al g rado d e que disminuyó de 400 a 100 miembros. De igua l manera, e l problema se reflejó en el grupo de las obre ras católicas, las cuales decrecieron en la misma proporción de ]00 a 25 socias. N Otro factor que contribuyó a polariza r los conflictos de las fuerzas políticas locales fue la revuelta delahuertista. Los ag ra ristas " recién implan tados" en Valparaíso y los de Jerez, Zacatecas - un pueblo cercano-, apoyaron a l gobierno de Álvaro Obregón y enfrentaron la s ublevación militar que encabezó Adolfo de la Huerta. Los agraristas-ob regonistas se apodera ron d e la cabecera del municipio de Valparaíso para hacer frente a sus opositores políticos. Los de Je rez ati za ron las discordias entre las auto ridades 24 Los agraristas saca ron p rovecho de la mala admi nistración que había en el sindicato. Los ca tólicos del Sindicato Interp rofesional León XJII habían comprado un local cuya adq ui sición fue festejada con gran pompa, tod o lo cual generó deudas, a las que no pudo hacer frente la di rectiva de la orga nización y, por lo tanto, el Si ndicato Llterprofesional León XJII se declaró en bancarrota. Memorias de José Adol fo Arroyo, ARA, caja SO, exp. 7, pp. 24-25 Y29. 385 RAMONA ISABEL PÉREZ BERTRUY locales de Valparaíso y las asociaciones católicas, esgrimiendo que la iglesia y sus fieles estaban coludidos con el enemigo. En consecuencia, el 16 de febrero de 1924 los agraristas tomaron el local del sindicato católico como cuartel militar y arrojaron a los niños que estaban en la escuela. La situación se agravó por la muerte del jefe agrarista, Jesús Talamantes, hermano del presidente municipal de Valparaíso. 25 Durante su entierro, los de Jerez se encargaron de pregonar las doctrinas del agrarismo en contra de la iglesia e intentaron convencer a los de Valparaíso de que los feligreses eran instrumento de la jerarquía católica y, por lo tanto, sus en emigos. Este acto fue significativo porque aJú se perfiló la retórica de la ideología agrarista que utilizarían los gobiernos de la Revolución y sobre la cual fincarían su amenaza contra los católicos y los futuros cristeros. Hacia 1925 la marea revolucionaria había dejado secuelas profundas en las regiones más apartadas del país; en los pueblos del norte de Jalisco y sur de Zacatecas había polarizado fuerzas sociales, pero también selló alianzas locales que encontraron su correspondencia en el plano nacional. En el ámbi to de las sociedades tradicionales, estos lazos y enemistades fueron el caldo de cultivo en que se gestó el conflicto religioso que se avecinaba. Por un lado, se encontraban los gobiernos norteños y anticlericales surgidos de la Revolución con sus nuevos clientes rurales, los agraristas, a los cuales les había dado poder y estaban sedientos de tierras" y, por el otro, la iglesia y sus feligreses. Así pues, ¿en qué momento los católicos de la región fueron conscientes de que el proyecto de la Revolución iba en contra de su libertad para ejercer su culto? ¿Cuándo se concientizó la nueva generación de católicos, que Ibid., pp. 27-28. u. En las primeras décadas del siglo xx, Valpa raíso, Zacatecas, contaba con 14 grandes haciendas en manos de unas cuantas familias y se multiplicaban los proletarios agrícolas. La situación del norte de Jalisco en cuanto a tenencia de la tierra era comparable con la de los Altos de Jalisco: coexistían la pequeña prop iedad de 1 a 3 yuntas en manos de la cuarta parte de la población. Las propiedades restantes estaban controladas por rancheros acomodados. Huejuquilla el Alto, por 3 o 4 familias de terratenientes, y en Mezquitic, los rancheros aceleraron su riqueza monopolizando el comercio y el munerario. Jean A. Meyer, op. cit., t. 3, 1994, pp. 17 Y 19, Y op. cit. , 1993. 25 386 DE FELIGRESES A INSURRECfOS habitaban en el campo y en lugares distantes, de que el programa de la nueva clase en el poder era antagónico a sus creencias religiosas? A estas preguntas tratará de responder el siguiente apartado. L A MILITANCIA DE LOS CATÓLICOS Y EL CATOLICISMO SOCIAL Los católicos de Valparaíso se organizaron, después de permanecer ocho años inactivos, tras el revés que sufrieron sus agrupaciones en 1913 con el movimiento constitucionalista .27 Las asociaciones católicas del lugar que resurgieron en los años 20 se habían fundado a fines del Porfiriato a partir de las encíclicas de León XIII y Pío XI, al amparo de la política de conciliación de Porfirio Díaz, que hizo posible su consolidación. 28 En 1921, emulando la antigua tradición d e enviar sacerdotes a las comunidades católicas para promover y difundir el pensamiento y la acción social, arribó a Val paraíso, con el cargo de "vicario cooperador" para estimular la sindicalización de su parroquia, el cura José Adolfo Arroyo, recientemente ordenado como sacerdote. 29 La elección de Arroyo no fue aleatoria; él era originario de esa población y conocía la idiosincrasia de su gente. El presbítero se dedicó a organizar a los feligreses conforme la estrategia que impulsaba el clero nacional para contrarrestar el avance de los grupos gubernamentales, que buscaban disminuir la influencia de las instituciones religiosas en la sociedad mexicana. Así, Arroyo se dio a la tarea de reorganizar en Valparaíso los antiguos círculos de obreros de varones (SIL) y mujeres (Unión de Obreras Católicas, uoc) durante la década de 1920 y trasmitir a sus miembros los lineamientos ideológicos del apostolado cristiano. Estos organismos asumían los postulados del catolicismo social (el 27 Véase Apuntes personales de Aurelio Acevedo, en Jean A. Meyer, op. cit., 1981 , p. 87. 28 Martín Sánchez, Grupos de poder y centrafiwción política en México . El caso de Michoacáll 1920-1 924, 1993, pp. 60 Y 71. 29 ARA, caja SO, expediente 7, pp. 21-22. 387 RAMONA ISABEL P ÉREZ B ERTRUY respeto a la religión, la familia, la p rop ieda d y la unión de clases),'" tratando de intervenir en la conciliación d e intereses entre capital y trabajo, según los principios de justicia y carid ad , pa ra que los obreros y pa trones dirimieran sus diferencias sin recurrir a las instancias de negociación labora l establecidas por el Estad o. JI Esta ideología fu e llevada a las rancherías y poblad os pertenecientes a la vicaría de Va lpa raíso, reclutando a la mayo ría de s us a fili ad os en las zonas ruralesJ2 y logrando una comunicación mu y importante entre los sacerd otes d e Valpa ra íso y sus feligreses. Las pa rticu la ridades culturales de la región, y es pecialmente la incl inación religiosa de sus habitantes, ex pl ican la proliferación de ag rupaciones ca tólicas en el campo y su entramado. El trabajo desempeii.ad o por el vica ri o coo perad or también se orientó hacia los jóvenes, cuya a tención intentó capta r a través d el ca tecismo y las cruzad as eucarís ticas. Como resultad o d e la labor constante d e Arroyo, y bajo su vigilancia, los obreros católicos d e Va lpa raíso forma ron una sucursal de la Asociación Ca tólica d e la Ju ventud Mexica na (ACjM). Es ta asociación duró muy poco, y a l cabo de cua tro meses se extinguió. JJ No obstante los problemas que enfrentaron estas organ izaciones en su inicio, s u importancia radi ca en que fu e a tra vés de estas estructuras corpora ti vas como los ca tólicos se concienti za ron y aprendieron que la iglesia tenía un proyecto socia l dis tinto al que pretendieron impla nta r los revolucionari os. El ca tolicismo socia l incorporó posiciones políticas a l esquema relig ioso, sosteniendo ideas propias sobre las relaciones laborales y agrarias. Los círculos de estudios d e la ACjM, y más tard e los congresos organi zados por la Confed eración Católica del Trabajo (eCT), fu eron propicios pa ra que los habitantes de la región acaba ran por entender que la iglesia tenia una posición pa rtic ula r en rn ateria lO Fra ncisco Barbos,l Guzmán, " De la acción ca tólic,l a la cristiada ". 1993, p . 10. \ 1 Martín 5.i nchez, 01'. fil. , 1993, pp. 74-75. '2 Según los Apuntes persona les de Au relio ACC\'MO, 01'. d i .. p. 87. H,Kia 1923, el Sindicato Interprofesional León XIll contaba con 60 miembros. y h,lci" 1925 teni,l 450 miembros afiliados y distribuidos en los 1-4 ranchos que integr.,ban 1,1 \·icMí" de Valparaíso. \\ Memorias de Jase Adolfo Arroyo, ARA, ca ja .50. ('xp. 7. pp. 21 -22 388 D E FELIGRESES A INSURRECTOS agraria: frente a la política de fraccionamiento y la dotación de terrenos impulsada por el Estado, la iglesia - tra tan do de evitar tensiones sociales- se inclinaba por la pequeña propiedad , independientemente de que se usufructuara por compra o arrendamiento.34 La defensa de intereses y creencias as wnidas por las autorid ades eclesiásticas de Valparaíso no era un fen ómeno a islado. AlgWl0S hechos corroboraron que se trataba de un movimiento nacional. El asistente eclesiástico de Valparaíso promovió la asistencia de los representantes de los grupos católicos a los congresos obreros. Los d elegados del SIL de Valparaíso, Aurelio Acevedo y Manuel Luna, concurrieron al congreso obrero que se celebró en Guadalajara 35 para contrarrestar la influencia d e la Cámara Nacional de Trabajadores (CNT), de orientación oficial. También accedieron a la ceremonia que se llevó a cabo en el Cerro del Cubilete, situado entre León y Silao, Guanajuato, el l l de enero de 1923, y fueron testigos del surgimiento del culto a Cristo, proclamado como el rey de la nación mexicana, cuya imagen fue el estandarte que empuña ron los cristeros de esa región durante la rebelión. 36 Este encuentro tan esp ectacular dio cohesión y conciencia de su fuerza a los católicos mexicanos, en tanto se congregaron ahí el episcopad o mexicano, los Caballeros de Colón, grupos de damas católicas, la Confederación Nacional Católica del Trabajo (CNCT), la ACJM, numerosos sacerdotes, miles de feligreses (50 000 aproximad amente), entre los que se encontraban representantes del SIL de Valparaíso, como Aurelio Acevedo y los de la uac. Como se sabe, el acto despertó la ira d el presidente de la República, Álvaro Obregón, quien ord enó, dos días más tarde, la expulsión de monseñor Ernesto Philippi, d elegad o apostólico, por realizar una ceremonia religiosa fuera de los templos, con lo que violó las disposiciones constituciona les.37 Francisco Ba rbosa Guzmán, op. cit., 1993, pp . 9 Y l I. Memorias de José Adolfo Arroyo, ¡bid., p. 23. 36 Fue hasta el 11 de d iciembre de 1925 cuando el papa Pío XI instituyó la fies ta litú rgica de Cristo Rey, ARA, caja 45, exp. 95. 37 Memorias de José Adolfo Arroyo, ¡bid., p. 23, Y Alicia Olivera Sedano, Aspectos del conflicto religioso de 1926 a 1929; SI/S antecedentes y consewencias, 1966, p. 92. 34 35 389 RAMONA ISABEL P ÉREZ BERTRUY La reacción de los partidarios de la iglesia de Valparaíso ante las disposiciones gubernamentales en materia religiosa estuvo determinada, en buena medida, por el efecto que produjeron en ellos los congresos nacionales, donde pudieron constata r que el gobierno y la iglesia concebían de manera diferente a la sociedad mexicana. Dispuestos y preparados a resis tir los embates gubernamentales contra la libertad de expresión religiosa, se perfilaba una cruzada mistica por la fe, ya que las reformas anticlericales del Estado revolucionario a tentaban contra la cohesión de las sociedades tradicionales y desconocían su apego a la religión, como lo veremos más adelan te. L A RESISTENCIA DE LOS CATÓLICOS Y LA IGLESIA LOCAL An te la radicalización de la política anticlerical con la entrada de Plutarco E. Calles al gobierno de la nación, el "vica rio cooperador" Arroyo organizó a sus feligreses para defender la religión católica. Era necesari o responder con firmeza a la decisión presidencial de auspiciar una Iglesia de corte nacionalis ta que liberase a los católicos mexicanos de la sujeción a los cánones del papado y a la exigencia de que los clérigos del país se registraran en el pad rón de la Secretaría de Gobern ación. Se desencadenó, entonces, la persecución religiosa de la que fue víctima el presbítero Nava de la vica ría de Valparaíso, quien anduvo a salto de mata por las rancherías hasta su muerte.38 Como consecuencia d e lo anterior, el sacerd ote Arroyo, encargado provisionalmente de la parroquia de Va lparaíso, incorporó a otros sectores de la loca lidad para de fend er a la iglesia católica. Así, reagrupó a la juventud católica y abrió un comité de la A CJM en agosto d e 1925, con sede en Zacatecas. Facilitó su integración el anhelo de que un miembro sobresaliente de la ACJM , Lucio Caldera, ori gina rio de Monte Escobedo-de la vjca ría vecina--=-, era conocido del sacerdote Arroyo y llegó a Va lpa raíso al entierro d el párroco Nava. Caldera era un distinguido a lu mno del colegio Margalli y J8 Memorias de José A dolfo A rroyo, ibid., pp. 32 Y 37. 390 DE FELIGRESES A INSURRECTOS amigo de varios adolescentes de la localidad,39 lo que favoreció la formación de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana . Fue fundamental para atraer a la juventud ca tólica la labor que previamente había realizado Arroyo. Este convivió con los niños y jóvenes durante el catecismo, el recreo y creó una caja de ahorro'" Estas formas de sociabilización entre la iglesia y la población facilitaron la emergencia de este tipo de agrupaciones. La función que desempeñaba la iglesia católica en la cultura local fue fundamental, pues la religión regulaba todas las facetas del individuo y cohesionaba la vida social del pueblo. Ella estaba presente en las actividades cotidianas, en la moral, las relaciones económicas y políticas, incluso en las horas de diversión y asueto. Hacia finales de 1925, el asistente eclesiástico había logrado fortalecer interiormente las organizaciones católicas, al grado de que el sindjcato obrero había adquirido otro local para brindar a la sociedad valparaisiense un espacio de sociabilización más generoso. Éste contaba con una enfermería, un taller de trabajo, una cooperativa de consumo y un círculo de estudios en el que se ofrecían clases de escritura, lectura, aritmética, dibujo, costura, canto, religión, gramática y encuadernación. 41 El desarrollo de estas ac tividades emprendidas por los clérigos de Valparaíso indica que la religión era el eje de la dinámica social del pueblo. En estos espacios, el cura no sólo daba instrucción religiosa, sino también enseñaba los principios sociológicos sobre los que descansaba la filosofía del hombre cristiano en materia civil y laboral, acercaba a sus feligreses a la interpretación sobre las leyes mexicanas que afectaban al clero y les brindaba información sobre los últimos acontecimientos políticos contra la iglesia. 42 Ésta era la manera cómo la iglesia formaba y educaba a los futuros mártires de la resistencia católica. Hacia los primeros meses de 1926 aumentó la tensión entre el Estado y la iglesia. El gobierno federal facultó a los distintos estados para emitir leyes locales reglamentando el artículo 130 de la Ibid. , pp. 31 Y 33-36. Ibid., p. 31. 4 1 lbid., pp. 26·27. 39 40 42 Francisco Barbosa Guzmán , op. cit. , 1993, pp. 5-21. 391 RAMONA ISA BEL P ÉREZ BERTRUY Constitución de 1917 y, por su parte, el secretario d e Gobernación giró instru cciones pa ra que se clausuraran los establecimientos religiosos que no funcionasen conforme a las reglamentaciones puestas en vigor. En los estad os de Colima, Durango, Pueb la, Jalisco y Zacatecas, los sacerdotes fueron perseguidos, y clausurados los conventos, seminarios regulares y escuelas católicas.'13 Los fieles de la región se sintieron agraviados, pues las autoridad es arremetieron contra sus instituciones educati vas: clausuraron el colegio del Esp íritu San to en Huejuquilla y el seminario establecido en Mezquitic, Jalisco." Sin du da, la pérd ida del sacerdote principal de la vica ría de Valpa raíso, ocurrida meses atrás, fue un gran golpe para los de su grey por el papel que d esempeñaba en la comunidad . Pero ahora, además, las nuevas medidas gubernam entales dejaban en cierto desam paro a los hijos de la región, ya que por lo regula r se educaban en estos centros religiosos. 45 Frente a las acciones de las autoridades, la comunidad católica de Valparaíso y los pueblos más recónditos del norte de Jalisco reacciona ron. Los sectores más jóvenes de la cabecera religiosa de la región emprendieron una cruzad a de carácter nacional, como la que realizaba la Liga Naciona l Defensora de la Libertad Religiosa. Esta p lanteaba la derogación de los artículos 3, 5, 24 Y 130 de la Cons titución, que iban contra el clero, y protestaba con tra las medidas dictadas por el gobierno para contra rrestar las acti vidades del catolicismo organizad o. 46 En esta tarea de resis tencia contra el gobierno participaron ac ti vamente los jóvenes "acejotaemeros"47 del país y las sucursales de la liga; ambos se encargaron de obtener las firmas de adhesión por toda la República pa ra respaldar la petición de derogación de dich os artículos. Las a utoridades de ~3 Memorias de José Adolfo Arroyo, ARA, caja 50, exp. 7, p . 38. ¡bid., pp. 37, 53 Y 54. ~s En el co leg io Margal li había a lumnos del p ueblo d e Va lparaíso, como Manue l Muñoz y Roque Aceved o, "acejotaemero" . José Adolfo Arroyo .era o riginario de Valparaíso y se había ordenad o sacerd ote en el Seminario d e Zacatecas. Véase Mem orias d e José Ad olfo Arroyo, ibid., pp. 37, 53 Y 54 . .u. Alicia Oli vera Sedan o, Aspectos del conjlicto rl'ligioso de 1926 11 1929: SI/S antecedentes y cOllsewl'ncins, México, INA H, 1966, p. 115. ~7 Fi liales de la Asociación Cató lica de la Ju ventud Mexicana. +1 392 DE FELlGRESES A INSURRECTOS Valparaíso dictaron orden de aprehensión contra van os Jovenes de la ACJM que recogieron firmas, el "vicario cooperador" Adolfo Arroyo y del nuevo presbítero de la pa rroquia Mateo Correa'8 Según el jefe militar, estos últimos habían instigado a los jóvenes "acejotaemeros" a cometer delitos contra la au toridad pública.49 Los primeros fueron aprehendidos con prontitud. Sin embargo, en el caso de los curas, aun cuando el presidente municipal de filiación agrarista y la Jefatura de Operaciones Militares estaban dispuestos a coadyu var en su detención, no pudieron ser arrestad os en ese momento por temor al pueblo. 50 Los católicos d el lugar se organizaron para impedir que los sacerdotes acusados y los jóvenes prisioneros fuesen enviados a la cárcel de la capital. Los fieles movieron toda clase de influencias y tocaron puertas en las altas jerarquías políticas del estado de Zacatecas. En estas labores de solidaridad, las damas católicas se movilizaron y, por lo menos, lograron convencer al jefe militar de que los detenidos llegaran por sí solos a la ciudad. También buscaron el apoyo de su representante en la Legislatura del estado, el diputado valparaisien se Leonardo Recéndez Dávila, de ascendencia católica, para que interviniera en el conflicto, pero todas estas acciones no dieron resultado,51 por lo que los jóvenes detenidos y los clérigos involucrados fueron a parar a la cárcel de Zacatecas. Los valores religiosos, basados en la confraternidad cristiana, se pusieron en práctica para ayudar a los prisioneros de Valparaíso durante el proceso que les seguía el Ministerio Público. Las víctimas del rigor gubernamental fu eron protegidas y asistidas todo el tiempo. Un grupo de mujeres católicas, entre las que destacaba la propia esposa d el jefe milita r de la zona y los miembros del colegio MargaUi, se distribuyeron los tumos d e los alimentos y proporcionaron los implementos para el descanso nocturno (cobijas y petates)" Durante la estancia de los prisioneros en la cárcel de la ciudad Memorias de José Adolfo Arroyo, ¡bid., p. 84. La prueba eran las ca rtas recibidas por el comité central y las fir mas. Memorias de José Adolfo Arroyo, ibid., p. 44. ~ ¡bid. , pp. 40-41. SI Ibid., pp. 40-42. 52 ¡bid., pp. 43-45. -18 49 393 RAMONA ISABEL P ÉREZ BERTRUY fueron visitad os por distintos grupos católicos, desd e la jerarquía eclesiástica, hasta la seglar: las Hijas de María, los miembros más prominentes de la ACjM y el hijo d el diputado por Valparaíso, Rodrigo Recéndez, ex acejotaemeros de Valparaíso. 53 Hasta el último momento, los ca tólicos respaldaron a los de su grey. Así, cuando el juez del distrito dio el fallo a favor de los prisioneros católicos de Valpa raíso, éstos regresaron aco mpañados por los estudiantes del colegio Margalli que estaban ligad os a la ACjM. 54 Por su parte, la población los recibió con gran regocijo arrojándoles fl ores por haber defendido a la iglesia católica. El festejo fue tan conmovedor que hizo de este acontecimiento una muestra elocuente de los vínculos tradicionales de una sociedad que se desenvolvía a partir de la religión . Para corroborar lo anteri or, cabe d ecir que la iglesia no fue abandonada en ningún momento, a pesar de la a usencia de sacerdo tes de la parroquia. En esa semana santa de 1926, las asociaciones piad osas y las agru paciones religiosas se organiza ron para atender los oficios religiosos de la temporada, y el templo fu e as istido constantemente por los fieles. En las oraciones comunales estu vieron presentes los ruegos por el regreso de los mártires católicos del pueblo." Es ta forma de integración social de los valparaisienses mediante el culto religioso explica su capacidad de respuesta para organiza rse y hacer frente a los embates del gobierno. Tales expresiones de solidarida d cristian a d emostraban el vigor de sus vínculos, lo que resulta significativo pa ra comprender la manera en que se organi zaron los católicos de la ciudad duran te la guerra que más ta rd e emprenderían los fieles d e las ran cherías. La liberación de los d etenidos en Zacatecas fue importante para el movimiento católico d e la región, ya que se fo rtaleció la organi zación de los acejotameros a l emp render los jóvenes de la cabecera mW1icipal actividades de di vulgación politica en las rancherías. 56 SJ ¡bid., pp. 46 Y 48. El automóvil donde los católicos de Valparaíso fu eron conducidos a su pueblo era del joven Cafuentes, nativo de esa localidad. Memorias de José Adolfo Arroyo, ibid., p. 51. ss Memorias de José Adolfo Arroyo, ¡bid., p . 51. St. La Asociación Católica de la Juventud Mexicana contaba con más de 25 socios en la cabecera mw-ucipal, lo cual era significati vo pa ra un pueblo tan pequei\o de 54 394 DE FELIGRESES A INSURRECTOS Asimismo, la presencia de los curas y seminaristas en el campo, mientras se desarrollaban los procesos penales en Zacatecas, fue muy importante, pues de viva voz comunicaron a los de su grey lo que pasaba en la cabecera religiosa de Valparaíso. 57Así, la estancia de los presbíteros en la ranchería El Capulín favoreció el surgimiento de un pequei\o grupo. Jesús Pérez, miembro de la ACjM había hecho una campana previa en la hacienda El Astillero. En la hacienda San Mateo se consolidó otro centro mucho más grande que los anteriores, el cual quedó presidido por José Antonio Salas, uno de los acejotameros de Valparaíso que estuvo preso en Zacatecas. En aquellos lugares donde la presencia de las autoridades agraristas era mayor, el trabajo de la ACjM fue difícil; así en Trojes sólo consiguieron que entraran a la organización seis adeptos. 58 Es importante señalar que el funcionamiento de las organizaciones religiosas se entretejía sobre la base de una red de conocidos, a través de la cual se diseminaba la información de lo que pasaba en la capital del estado y se sabía de las injurias y persecución perpetradas por los federales y el gobierno central contra los católicos. Los feligreses de esta región percibían que las acciones contra los acejotaemeros eran una amenaza contra su religión y contra su propia comunidad, formada por parientes y amigos. Los católicos seguramente magnificaron los acontecimientos para promover adhesiones, de tal manera que para abril de 1926 los jóvenes de las rancherías participaron activamente en los hechos políticos que se desarrollaban en Valparaíso, al colocar manifiestos y proclamas de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. 59 La respuesta 2 000 habitantes aproximadamente. Entre los jóvenes acejotaemeros sobresalieron por su participación en estas actividades proselitistas Francisco González, Manuel Tabuyo, Manuel Carrillo, Jesús Pérez, Vicente Rodarte, Pascual Padilla, Nicolás Recéndez, pariente del diputado de Valparaíso y Juan Jara . Cfr. Memorias de José Adolfo Arroyo, ¡bid., p. 52, Y Dirección General de Estadística, Quinto censo de población . Estado de Zacatecas, 1930, pp. 57-58. 57 El cura Arroyo se trasladó a la ranchería de Sa n Miguel para resguardarse, y por su parte el sacerd ote Juan Ibarra, de Huejuquilla, recién removido de Valparaíso, se encargó de hacer labor de proselitismo por la zona. Memorias de José Adolfo Arroyo, ibid., pp . 39, 41 Y 84. SS /bid., p. 52. S9 Ibid., pp. 55-56. 395 RAMONA ISABEL P ÉREZ BERTRUY de la au toridad no se hizo esperar. Se inició la detención de los jóvenes católicos implicados: jesús Pérez, propagandista entusiasta oriundo de la hacienda El Astillero fue a pa rar a la cárcel del pueblo, al igua l que Francisco Gonzá lez, vicepresidente de la ACJM de Va lparaíso, y Manuel Tabuyo, por ser el responsable de fijar los carteles en las paredes. 60 Hacia agos to de 1926, la situación en Valparaíso se volvió intolerable para los acejotaemeros. Francisco Ortiz, de 13 años de edad, fue tirado al suelo por cuatro policías para arrancarle el d istinti vo de la organización que era la imagen de la virgen de Guadalupe. 61 Estos eventos, más las restricciones que impondrían las autoridades a los actos del culto, determinaron la participación ac ti va de varios jóvenes en el movimiento que surgiría en agos to de 1926. LA GOTA QUE DERRAMO EL VASO La llamada " Ley Calles", expedida el14 de junio de 1926, precipitó los acontecimientos a l reglamenta r en 33 artículos lo prescrito por la Consti tución federal en materia religiosa. En términos generales, decretaba la suspensión de todos los servicios religiosos de la iglesia católica que exigieran la presencia de sacerdotes y, por lo tan to, de templos, capillas privadas y conventos, disminu yendo asimismo la presencia de sacerdotes en las loca lidades. También cancelaba la licencia de escuelas particulares manejadas por religiosos. 62 La suspensión de cultos conmocionaría la v ida socia l, puesto que ésta se encontraba basada en la religión. Un mes después, los valparaisienses se levantarían en a rmas, convencidos de que el gobierno revol ucionario, con su oferta secularizadora, a tropelló los valores de las sociedades tradicionales. Los creyentes de la vicaría de Valparaíso asumieron que poner en práctica las nuevas disposiciones sign ificaba un reto-a la región y, en un principio, se negaron a entregar las iglesias a la Secretaría de 1>1 /bid., p. 56. /bid. , ca ja 45, exp. 1>2 Al icia Olivera Sedana, op. cit., 1966, pp. 121- 122. bU 95. 396 DE FELIGRESES A INSURRECTOS Gobernación. En la acción de la defensa del templo destacaron los fieles de las corporaciones religiosas63 y ellos mismos impidieron que el culto religioso fuese suspendido."' A pesar de la vigilancia que mantuvieron las autoridades militares y administrativas en la cabecera municipal de Val paraíso sobre los católicos, los oficios se llevaron a cabo de manera encubierta. El traslado de va rios sacerdotes a las haciendas, villas, rancherías y pueblos distantes del centro religioso fue garantía para que las manifestaciones del culto católico continuaran siendo públicas. El d esacato de los católicos a las disposiciones relativas a la suspensión de cultos condujo al gobierno a organizar una represión sin precedentes, que se extendió hasta las poblaciones más alejadas del campo y alcanzó la vicaría próxima de Monte Escobedo.65 Este hecho no fue fortuito; los sacerdotes del sur de Zacatecas estaban comprometidos en las labores de resistencia que organizaba la Unión Popular a iniciativa del sacerd ote Buenavenrura Montoya, en Huejuquilla, y de los hermanos Cabral, presbíteros asignados a la ranchería de Laguna Grande, que se encontraba en los límites de la parroquia del Refugio de Adjuntas, filial d e la vicaría de Valparaíso. 66 Para someter a los católicos, volvieron a aparecer en escena el jefe militar de la zona y los agraristas. Recordemos que estos últimos habían sido beneficiados a través de su acceso a la tierra y al poder municipal. Ambos lograron cerra r los templos y levanta r el inventario para entregarlos a la federación. También clausuraron 63 Los ca tólicos de Valpara íso se apoderaron del templo y actuaron solidariamente en defensa de su religión. Se valieron de la organización de los grupos católicos para hacer gUilrdia tod as las noches. Los acejotaemeros y miembros del sindicato obrero vigilaban que nadie destruyera o se apoderara de los bienes de la iglesia . La situación en Va lparaíso se resolvió cuando el diputado Leonardo Recéndez Ávila intervino en el conflicto y los fieles entregaron el templo. Quedó la parroquia de Va lparaíso en manos del gobierno y se pudo levantar el inventario correspondiente. Memorias de José Adolfo Arroyo, ARA, caja 50, exp. 7, p. 60. M Apuntes personales de Aurelio Acevedo, en lean Meyer, op. cit. , 1981, pp. 87-88. 6S Memorias de José Ad olfo Arroyo, ¡bid., pp . 59-60. 66 Victoria Álva rez Berumen y Luis de la Torre, "Memoria del padre Montoya", en Pueblos del vietlfo lIorte, 1997, p. 213. 397 RAMONA ISA BEL P ~REZ BERTRUY los centros de las orga nizaciones religiosas d e tipo gremial y las confesionales. 67 El único pueblo donde el gobierno no pudo llevar a efecto la aplicación de la ley fue Huejuquilla el Alto, al norte de Jalisco," porque en esta pequeña villa, los lazos entre la comunidad y las corporaciones católicas marian as y mutualistas eran sólidos. 69 Durante la resistencia, las redes de parentelas y conocidos establecidas entre los dirigentes de los grupos religiosos de HuejuquilIa y los curas asignad os en Valpara íso fu eron básicas pa ra mantener la comunicación y prepa ra r movilizaciones. 70 Los vínculos entre los católicos de Huejuquilla no sólo respondían a su jurisdicción eclesiás tica, sino también a la geopolítica. Por lo tanto, mantu vieron contacto con la Unión Popula r que operaba en e l norte d e Jalisco71 y, 67 Apuntes persona les de Aurelio Acevedo, op. cit., pp. 87-88, Y Memorias de José Adolfo Arroyo, ibid., p. 56. Jean Meyer (comp.), op. cit . &8 Los caciques "gobiemistas" no pudieran enfrentar a los católicos de esa localidad por fa lta de refuerzos agrarios y mili tares del va lle zacatecan o. Memorias de José Adolfo Arroyo, ibid., p. 68. 69 En esta localidad ex istía el sindica to ob rero, las ligas marianas, las Hijas de María y la de Jesús Sacramentado, di rigidas por el cura Arroyo. La ACJ~'I se estableció en Huejuquilla hasta el 30 de jlmio de 1929 y se denominó "Círculo San Luis Gonzaga ". Cfr. ARA, caja 12, exp. 44, doc. 6844, f. 5544, Yexp. 45, doc. 7011. f. 5624. 711 El sacerdote José Félix había sido asignarlo a la parroquia de Valparaíso y era oriundo de Huejuquilla; el capellán Juan ¡barra, que estuvo en la parroquia de Valparaíso, tenía parientes en HuejuquiJIa y la presidenta de las Hijas de María, Carmen Rob les, que se destacó por su participación en la rebelión cristera era su sobrina. A la vez, ésta nació en la hacienda San Juan Ca pristano, d e Va lparaíso, y su fervo r religioso la vinculó con el padre Arroyo, asistente eclesiástico de la congregación. J::ste, además, tenía contacto con Maria Trinid ad González, natural de Huejuquilla, a través de la liga Eucarística Jesús Sacramentado, y su compromiso con la religión fue tal que se convirtió en la mujer que más apoyó a los cristeros desde el inicio de la rebelión. Cfr. Apuntes personales de Aurelio Acevedo, o,.,. cit.• 1981, pp. 79 Y 105; ARA, caja 40, exp. 74, doc. 1955, y caja 45, exp. 951. 71 Organización recién creada por el acejotaemero AnacJeto González Flores en Guadalaja ra y bajo la d ire<:ción del pad re Montoya en Huej uquilla. Esta asociación había ganado muchos adeptos en el norte de Ja lisco y su infl uencia lIeg'lba hasta el ultimo rincón de las rancherías. En esta acción colaboraron mu jeres pertenecien tes a la liga Hijas de Maria, que más ta rde se destaca ría n por su participación en la rebelión cristera. Apuntes personales de Aurel io Acevedo, o,.,. cit. , p . 91 , Y Memorias de José Adol fo Arroyo. ¡bid .• p. 67. 398 D E FELIGRESES A INSURRECTOS asimismo, sus enlaces transcendieron fuera de la región: se vincularon al boicot de carácter comercial que preparaba la Liga Defensora de la Libertad Religiosa n La ac titud d e este pueblo en defensa de su religión fue capital para el desenlace de la rebelión cristera. Un miembro del sindicato obrero de Huejuquilla, Pedro Quintanar, fue el primer católico en levantarse en armas contra el gobierno central, y con su ejemplo encendió la mecha de la rebelión. Si bien este suceso no aconteció en Huejuquilla sino en Chalchihuites, Zacatecas,'3 lo perfiló como un líder. A partir de este momento, los católicos de la región lo buscarían para que encabezara la luch a militar, ya que existía un plan previo en la comarca p ara rebelarse. Si antes no lo habían hecho, fue por la ausencia de un dirigente militar que no era ajena a la tibieza que había mostrado la Liga Defensora de la Libertad Religiosa para ir a la luch a. Los feligreses de la región se lamentaban " de que no hubiera en la capital alguien que encabezara una defensa armad a, pues no creíamos que se pudiera conseguir la libertad (religiosa) por otros medios" . 74 Pedro Quintanar era el hombre indicado y pertenecía a la comunidad católica de la región . El sacerd ote de la hacienda de Milpillas, lugar donde nació en el año de 1860, fue su padrino n Memorias de José Adolfo Arroyo, ibid., p. 62. 7J Quintanar se encontraba en ChaJchihuites, Zacatecas, realizando una venta de lotes de cabras cuando vio que una escolta de la federación, comandada por el jefe militar de Zacatecas, llevaba preso al párroco de ese pueblo, Luis Batiz, director de las agrupaciones religiosas, y a tres acejotaemeros destacados. Pedro Qu intanar, conocido por los habitantes de esa localidad por el papel que había desempeñado como militar durante la Revolución en el movimiento carrancista y delah uertista , organizó un grupo que salió a perseguir a los soldados. El jefe de los militares, al percatarse de que se acercaba la gente del pueblo, decidió fusilar a los prisioneros, quienes huyeron hacia Zaca tecas después de una reyerta con los soldados. Al darse cuenta el grupo de Quintanar del fallecimiento del sacerdote y de los acejotaemeros, regresó a Chalchihuites en busca de los gobiemistas para que respondieran por sus actos. Las au toridades aban donaron las oficinas del ayuntamiento y los católicos agraviados las tomaron, quemaron el registro civil, el juzgado y se apoderaron de los fond os públicos. Pedro Quintanar distribuyó el botín entre sus acompañan tes y se reti raron a Huejuquilla para refugiarse. Jean A. Meyer, op. cit., U , p p. 107-108, Y Alicia Olivera Scd ano, op. cit., p. 140. 74Apuntes personales de Aurelio Acevedo, op. cit., p. 88. 399 RAMONA ISABEL PÉREZ BERTRUY de bautizo. Quintanar era un hombre multifacéti co que creció y se desarrolló en este ámbito socio-cultural caracterizado por su relig iosidad, pasó su infan cia y su juventud en Valpa raíso, se casó en Monte Escobed o, Zaca tecas, sitio en el que tenia un rancho hasta qu e la Revolución interrumpió su apacible vida campirana;entonces se trasladó a la villa cercana del norte de Jalisco: Huejuquilla el Alto, dond e se convirtió en comerciante. A los 66 años d e edad , Pedro Quintan ar tenía prestigio socia l en el pueblo de Huejuquilla por sus años de militancia en la Revolución mexicana y como lU1 miembro destacado d el sindicato obrero/ 5 aunqu e en realidad, Quintanar no había sido un partid ario convencido de la Revolución . Pa ra afrontar los acechos constantes q ue s ufrió su rancho por pa rte de los villistas y carran cistas, creó en Huejuquilla las "de fensas sociales". Más ta rd e, el mundo de violencia qu e provocó la guerra en el campo lo Llevó a radicar en Guadalajara . En 1913 se vinculó con las fuerzas huertistas como jefe de la sección d e guías comandadas por el general Medina Barrón para repeler el ataque de los villistas (dirigidos por el general Pánfilo Na tera) a la ca pital de Zaca tecas y, más ta rde, se uniría a los carrancistas en su campaña emprendida en Chihuahua contra los villistas. La ex periencia de Quintanar com o revolucionari o fue am arga . Había perdido un hijo pequeño y se había qu edad o s in su p ropiedad . Entonces tu vo que trabajar como administrad or de ha· ciendas, función qu e lo llevó a tener no pocas fricciones con los agraris tas que empezaron a tener presencia en la región por la década de 1920. El enírentamiento d e Pedro Quintanar con el jefe agrario de la hacienda San Miguel, al que hirió de muerte, provocó que quedase suj eto a la autoridad pública. En 1924 el movimiento delahuertista lo salvó de la cárcel; entonces se incorpo ró a és te?6 Tal acontecimiento fu e trascendental para Quintanar, pues romp ía con el gobierno establecido po r la Revolución y se enemis taba con sus futuros opositores locales en la lucha cris tera, a saber,- los agra ris tas favorecidos po r la po lítica cliente lista de O bregón y posteri ormente de Calles. 75 76 Alicia Olivera Sedano, op. cit., p. 140. ARA, caja 41, exp. 76, doc . 1856. 400 D E FELIGRESES A lNSURRECTOS Los ÚLTIMOS PREPARATIVOS El padre josé Adolfo Arroyo, asesor eclesiástico de las agrupaciones católicas, desempeñó un papel relevante para la estrategia que llevarían a cabo los católicos: organizar un levantamiento de carácter rural en el que participaban dos vicarías próximas al sur de Zacatecas y d e las que formaban parte algunos pueblos de la zona de los cañones de Jalisco. Arroyo llevaba meses poniéndose de acuerdo con la Unión Popular, mediante los sacerdotes de la vicaría vecina de Monte Escobedo para rebelarse. 77 El sacerdote Arroyo pudo llevar a cabo sus planes porque había desarrollado durante seis años trabajos de militancia política en las agrupaciones religiosas. El reclutamiento de estos grupos sirvió para mantener la resistencia de los católicos, que se convertiría próximamente en la base de la insur rección cristera. El sacerdote preparó a los p rincipales protagonistas del levantamiento armado y aprovechó la organización de la socied ad trad icional para que, mediante parientes y conocidos, qued aran incorporadas personas de su confianza que, por cierto, tuvieron una participación trascendente en la revuelta cristera ?8 El caso más representativo es el del ranchero Aurelio Acevedo Robles, ori ginario de Potrero Gallegos, sitio que pertenecía a la municipalidad de Valparaíso. Éste era sobrino de Arroyo y había tenido cargos relevantes en la directiva del SIL y en la ACjM de Valparaíso.7'J Durante su permanencia en estas organizaciones fue adquiriendo prestigio y su labor fue importan te para que los sacerdotes de Valparaíso le enpersonales de Aureüo Acevedo, op. cit., p. 89. En lo que respecta a la organización de las mujeres, el sacerdote utilizó la misma lógica. La prop ia hermana del asistente eclesiástico, María Trinidad Arroyo, quedó en la presidencia de la UOC, y en la vicepresidencia Inocencia Betancourt, señorita de fami lia católica, que contaba con la confianza del presbítero Arroyo. La militancia de estas mujeres fue tan significa tiva que en la revuelta cristera se ordenaría su expu lsión de Va lparaíso. Boletín de las Operaciones Militares del grupo libertador al mando del coronel Pedro Quintanar, ARA, caja 12, exp . 45, doc. 7011, f. 5624, p. 15, Y Memorias de jasé Adolfo Arroyo, ARA, caja SO, exp. 7, p. 77. 79 Aurelio Acevedo ocupó puestos d irectivos en la primera organización de la ACJM en el año de 1923, y desde 1924 fung ió como secretario del SIL. Memorias de jasé Adolfo Arroyo, ibid. , pp. 21-22 Y 29-30. 71 Apuntes 18 401 RAMONA ISABEL PÉREZ BERTRUY cargasen, hacia agosto de 1926, organizar la revuelta armada. Los capeLlanes de la parroquia d e Valparaíso tenían plena confianza en que el agricultor d e 26 años de edad, recién casado, que vivía en el El Verd e, rancho de su propiedad, era el hombre indicado para preparar la lucha por su compromiso moral con la religión. Así, le confirieron dos comisiones: ponerse de acuerdo con los rancheros católicos d el valle pa ra iniciar la rebelión y buscar la adhesión d e Pedro Quintanar, quien era, a su vez, miembro d estacad o del SIL en Huejuquilla el Alto. Fue importante la colaboración que prestaron elementos desa fectos al gobierno80 y miembros d e la Unión Popular para concertar la entrevista que sostu vieron Quintanar y Aceved o en un ran cho de Mezquitic, Ja lisco, situado en el área de las barrancas, d onde qued ó seLlado el compro miso d e lucha. Por su parte, las autoridades eclesiásticas de cada uno de los "cortijos" de la región buscaron el apoyo de las agrupaciones religiosas en la asamblea de católicos, celebrada en Laguna Grande para preparar el levantamiento armado en los cinco pueblos correspondientes a las vicarías de Monte Escobed o y Valparaiso, Zacatecas: Huejuquilla el Alto, Mezquitic, Monte Escobedo, Laguna Grande y Adjuntas. De acuerdo con los planes, Aceved o giró órdenes a los miembros de la división d el sindicato obrero en los ranchos circunvecinos para sublevarse. Los primeros feligreses del SIL que se s umaron a los planes d e la rev uelta fueron los rancheros de Pefutas y Peñas Blancas, al mando de Vicente Sán chez 8 1 Estos, a su vez, recibieron el apoyo de las mujeres d e HuejuquHla, mediante la liga mariana eucarística Jesús Sacramentado. 82 La ac tuación del padre Arroyo fue fundamenta l para el cumplimiento del plan . Se trasladó al ranch o d e Santa Teresita del Niño Jesús, propiedad de su familia, ubicado en Los Tanques, en el 80 Aurelio Acevedo se valió de Román Álvarez para localiza r a Quintanar. Álvarez había sido compañero de lucha de Quintana r con una jerarquía menor y enfrentó al gobierno ob regonista durante la rebelión delahuertista. Véase Apuntes persona les de Aurelio Acevedo, op. cit., pp. 91-92. 8] Apuntes personales de Aurelio Acevedo, op. cit., pp. 89-92, Y Memorias de José Adolfo Arroyo, ARA, caja 50, exp. 7, p. 27. 82 ARA, caja 40, exp. 74, doc. 1955. 402 DE FELIGRESES A INSURRECTOS camino entre Huejuquilla y Valparaíso,8J para tener libertad de transitar en el campo y contactar a los feligreses que estu vieran interesados en apoya r el levantamiento armado. Acevedo, organizador civil de la revuelta, logró movilizar a la liga de obreros católicos de las rancherías. 84 Entre ellos, destacó Manuel Luna, miembro sobresaliente del SIL que había asis tido a los congresos católicos nacionales. Éste fue encargado de transportar al rancho de su compadre Aurelio Acevedo, en Potrero Gallego, una remesa de armas y municiones para la rebelión. ss Por su parte, los socios acejotaemeros hicieron tareas de espionaje y protegieron a Aurelio Acevedo en su travesía hacia Laguna Grande, para que diera aviso a la vicaría vecina de que el compromiso aceptado por Pedro Quintanar era reunirse en Huejuquilla el Alto, el 29 de agosto de 1926, para iniciar la lucha. 86 La emboscada que le tendieron los agraristas a Manuel Luna y la sublevación prematura que iniciaron los rancheros católicos de Pefutas,S7 desató una gran violencia en la cabecera municipal y en el campo. Estos hechos obligaron a huir a los católicos hacia Huejuquilla, luga r de reunión para iniciar el movimiento cristero. Allí estaban reconcentrados con el presbítero Buenaventura Montoya, de la Unión Popular,88 el sacerdote José Adolfo Arroyo, guía espiritual del movimiento católico en Valparaíso, con sus obreros católicos y acejotaemeros," y Ma ría Natividad González, de la liga 83 ARA, caja 38, exp.65. Memorias de José Adolfo Arroyo, ARA, caja SO, exp.7, p. 63. 85 Apuntes personales de Aurelio Acevedo, op. cit., pp. 94-95. 86 lbid., p . 93, Y Memorias de José Adolfo Arroyo, ibid., pp. 67-68. 87 Au relio Acevedo convenció a los de Peñi tas de adherirse a las filas de Pedro Quintanar. Al frente de este grupo estaba el joven José Pas illa, quién había sido soldado y tenía conoci mientos militares. Más tarde, éste ganó la confianza de los cristeros y se convertiría en el teniente coronel del Regimiento Valparaíso. Los alzados de Peñitas se encontrarían con Au relio Acevedo y Pedro Quinta nar en Huejuqu illa el 29 de agosto de 1926. Apuntes personales de Aurelio Acevedo, op. cit., pp. 96-98, Y Boletín de las Operaciones Militares ... , ARA, caja 12, exp. 45, doc. 84 7011, f. 5624. Victoria Álva rez Beru men y Luis de la Torre, op. cit., pp. 217-225. 89 Cfr. Boletín de las Operaciones Militares ... , id., Y Memorias de José Adolfo Arroyo, ibid., p. 68. 88 403 RAMONA ISABEL P ÉREZ BERTRUY Jesús Sacram entado, cuya casa se conve rtiría, posteri ormente, en el cuartel de los cristeros. 90 La desca rga d e una p istola, el domingo 29 de agosto de 1926, a las 11 d e la mañana,91 fue el anuncio de una luch a más organizada entre los pueblos de la región para iniciar el movimiento. La toma d e HuejuquiUa, después d e saca r a las autorid ades civiles partidarias d el ca llismo,92 marcaba una nueva etapa en la lucha sos tenida por los católicos de la región; este pueblo más tard e se convirtió en la capital d el gobierno civil y militar de los cristeros en Zacatecas. El que la rebelión cristera prendiera en este sitio no era casual. Su posición geográfica, como sitio estra tégico, fue determinante, ya que era un pueblo cercano a Valparaiso (12 leguas) y filial d e esta parroquia. Este hecho confirmó el carácter de Valparaísocomocentro director de la rebelión, porque en su eta pa d e preparación se habían consolidado los vínculos culturales ancestra Lmente arraigados entre los vecinos de la región, por medio del ca tolicismo. Los conflictos en Valparaiso definieron los perfiles de las figuras que posteriormente condujeron al primer gobierno cristero que se form ó en la pa rte norte d e Jalisco, en los límites del sur de Zacatecas. Los tres nati vos ca tólicos de la región fueron jefes destacados de d istinta jerarquía, gracias al trabajo desempeñado previamente. Pedro Quintanar se convirtió en general brigadier y en la a utoridad máx ima de carác ter militar d el movimiento cristero en esa región .93 Aurelio Aceved o, representaría a l "segla r", líder d e carác ter civil vinculado a las organi zaciones católicas. Él fue el segund o enca rgad o en el Gobierno para establecer las autoridades ad ministrativas de la región y recibió el nombramiento de gobernad or cris tero de Zaca tecas, con residencia provisional en Huejuquilla el Alto. Por último, el sacerd ote José Adolfo Arroyo, asesor "espiritua l" e impulsor de las agrupaciones religiosas, fue consejero <¡(J Esta mujer atend ió a la tropa crislera con alimentos, ropa y medica mentos. Su hogar sirvió de oratorio público y refu gio de sacerdotes. Su colaboración fue tan importante que cubría una red de comunicación y guardaba los recu rsos económicos del Regimiento Valpara íso, función que le encomendó su asesor eclesiástico, el sacerdote José Adolfo Arroyo. Véase ARA, caja 40, exp. 74, 1955. 9 1 Memoria s de José Ad olfo Arroyo, ¡bid. , p. 68. 'l2 ARA, caja 41, exp. 76, doc. 1856. 'o ARA, caja 38, exp. 65. 404 DE FELIGRESES A lNSURRECTOS del Regimiento Valparaíso. Nunca abandonó a sus feligreses, se dedicó a acompañarlos en las campañas militares y, con una gran conciencia del significado de estos acontecimientos, asumió el papel de cronista de la brigada. Por otro lado, la enseñanza que recibió el católico Aurelio Acevedo de su instructor "espiritual" fue definitiva para la difusión y propaganda del movimiento cristero, aun después de acabada la resistencia y la fase militar del mismo. 94 Detrás de estas tres figuras se encontraba un conjunto de clérigos y seglares, formado también por jóvenes varones y mujeres que colaboraron en las agrupaciones católicas y asociaciones piadosas de la primera mitad de la década de 192095 y que dieron su vida por la religión que profesaban . Para los católicos, esta lucha significaba en el fondo la defensa de un estilo de vida, amenazado por el proyecto de nación laico y modernizador de los dirigentes revolucionarios. A MODO DE CONCLUSiÓN La configuración de la rebelión cristera en los pueblos correspondientes a la jurisdicción eclesiástica de la vicaría de Valparaíso 94 El cura Arroyo editaba el semanario Peoresnada durante el primer periodo de la rebelión cristera y el encargado de d istribuirlo era Aurelio Acevedo. Posteriormente, éste se convirtió en el editor de la revista El David, que duró aun después de concluido el movimiento militar de los cristeros. Cfr. Boletín de las Operaciones Militares ... , ibid., y Memorias de José Adolfo Arroyo, ¡bid., pp. 117 Y 145. 9STodas los sacerdotes ligados a la vicaría de Valparaíso se unieron al movimiento cristero, acompañaron a los feligreses en las campañas militares y arriesgaron su vida, como el padre Mateo Correa, quien apresado por el jefe mi litar Ortiz, murió en Durango el 8 de febre ro de 1927. Cito algunos nombres que tengo a la mano de miembros que sufrieron la represión o murieron en los hechos armados. Por ejemplo, las líderes de la Unión Obrera de Valparaíso fueron expulsadas del pueblo por el jefe militar. En tre los acejotaemeros, cayeron en batalla Rosario Recéndez, Doroteo Acosta, José Alcalá, Simón Magallanes y Heraclio Castorena. De los obreros católicos participaron Pedro Acosta, Jesús Pérez, los Basilio, José Pasilla y Vicente Sánchez. De las congregaciones marianas de Huejuquilla, tanto Ma ría del Carmen Robles como María Trinidad, que transformaron su casa particular en un oratorio religioso, cayeron en manos de los federales y perecieron. Véase ARA, caja 40, exp . 74, doc. 1955; caja 41, exp. 76, doc. 1856; caja 12, exp. 45, doc. 7011, f. 5624; caja 45, exp. 95; Memorias de José Adolfo Arroyo, ibid., pp. 78,90,95, 113, 134, 135 Y 138. 405 RAMONA ISABEL P ~REZ BERTRUY tiene como telón de fondo acontecimientos políticos nacionales, en buena medida producto de la revolución de 1910. Las medidas implementadas para d ar cumplimiento a l proyecto mod ernizador y secularizado r de la nueva clase política en el poder desencadenaron la movilización de los católicos mexicanos hasta en lugares remotos. El entorno socioeconómico y cultural determinó la presencia de distintos actores sociales en el campo y en la ciudad, definiendo el carácter de la confrontación entre grupos locales de la f¿gión. Frente a los planes anticlericales del gobierno d e la República, la iglesia católica mexicana organizó a sus feligreses mediante las agrupaciones gremiales y confesionales reorganizadas en la primera mitad de la d écada de 1920. Estas estructuras corporati vas permearon el pensamiento y la acción social de la iglesia hasta en los sitios más recónditos del país; sirvieron para reclutar adeptos y convencer a los católicos de que el gobierno quería implanta r proyectos que violentaban las formas d e vida tradicionales. El catolicismo social fue el soporte ideológico del movimiento, y las o rganizaciones que generó fueron piezas clave en las activ idades de resistencia y en la formación de cuadros para la insurrección cristera. La diseminación rápida de las agrupaciones católicas - por los pueblos y las rancherías- y la comunicación mediante una estructura social de carác ter tradiciona l (de conocidos y parentelas) fueron factores d eterminantes para que prosperara la rebelión. Asimismo, contribuyó a fortalecerla la solida ridad que en las zonas rurales se articuló mediante la red de "conocidos". En este sentido, la habilidad de la iglesia radicó en que pudo adaptar los preceptos del catolicismo social a cierto tipo de comunidades donde, por las características d e éstas, su proyecto era viable. La reciedumbre y el vigor de la organización así constituida se hizo patente en un movimiento que adquirió proporciones imprevisibles, de ta l manera que ni la propia jerarquía eclesiástica ni el gobierno d el centro pudieron controlarlo. Es evidente que la rebelión no se gestó en un pueblo determinad o, sino en una región cuyas características socioeconórnicas y culturales la convirtieron en campo propicio para la confrontación entre las formas tradicionales y la oferta modernizadora del gobierno del centro. Así, la sede religiosa ubicada al sur de Zacatecas, Valparaíso, fue 406 DE FELIGRESES A INSURRECTOS el crisol ideológico y doctrinario de la lucha y, en Jalisco, Huejuqui!la el Alto tuvo un papel estratégico para las acciones militares. En esta región se forjaron al calor de la lucha política y religiosa tres tipos de militancia católica, representadas por Arroyo, Acevedo y Quintanar. En una primera fase el guía espiritual desempeñó una función relevante al fungir como coordinador de los grupos religiosos establecidos sobre la base de la orgartización tradicional del poblado e inspirado en la doctrina social de la iglesia. Posteriormente, cuando las medidas del gobierno del centro propiciaron la radicalización de los católicos, emergieron líderes con otras características, pero guiados ideológicamente por el asesor espiritual; entonces el seglar Acevedo y el dirigente Quintanar se convirtieron en las figuras protagónicas de la lucha. En conclusión, el éxito del movimiento impulsado por los sacerdotes rurales y dirigido por los líderes cristeros radicó en que se sustentaba en la estructura tradicional del pueblo, a diferencia del proyecto modernizador del centro que la violentaba. SIGLAS y REFERENCIAS CESU ARA AGN SRA CNA Centro de Estudios sobre la Universidad , Universidad Nacional Autónoma de México. Fondo Aurelio Robles Acevedo. en CESU . Un ivers idad Nacional Autónoma de México. Archi vo General de la Nac ión. Secretaría de la Reforma Agraria: repartos agrarios, en AGN. Comisión Nacional Agraria: resoluciones presidenciales, en AGN. Álvarez Berumen, Victoria y Luis de la Torre, "Memoria del padre Montoya", en Pueblos del viento norte, México, Ex Libris Ediciones- Yasmid Femández Uriza, 1997, 2 13 p. Anda, José Guada lupe de. Los crisleros. La guerra sama en los Altos. México, G. de Anda, 1987, 234 p. Azevedo de Paula, Francisco Vicente de, Los cristeros del volcán de Colima. Escenas de la lucha por la liberrad religiosa en México, 1926- 1929, México, Jus, 1961 ,2 vol. 407 RAMONA ISA BEL PÉREZ BERTRUY Bailey, David, ¡Viva Cristo Rey! T/¡e Crislero Rebelion and the ChurcJ¡ State Conj1ict in Mexico , Austin y Londres, University of Texas Press, 1974,346 p, Barbosa Guzmán, Francisco, "De la acción católi ca a la cri stiada". Estudios Jaliscienses, núm. 13, agosto de 1993. México, El Colegio de Jalisco, p. 5. Bárcena, Mari ano, "Ensayo estad ístico del norte de Jalisco", Leclliras históricas del norte de Jalisco, México. Gobierno del Estado de Jalisco, 1991. p, 269, Caldera, Manuel. Guadalupe Ce ni ceros y Gabino García, "Ai vienen los faldillones", en Pueblos del viento norte. México, Ex Libris EdicionesYasmid Femández Uriza, 1997, p, 69, Caldera Robles, Manuel, " El asalto a Huejuq uill a; 1912", LeclIiras históricas del I/orte de Jalisco. México, Gobierno del Estado de Jalisco, 199 1. p, 3 15, - - y José Ramírez. "Los villistas se acabaron el año del hambre", Pueblos del viento norte. México. Ex Libris Ediciones-Yasmid Fernández Uriza, 1997,p, 63, Castill o Girón, Víctor Manuel, " La cristi ada: desarrollo y efectos en el suroeste de Jalisco" , l:.studios Jaliscienses. México. El Colegio de Jalisco. núm , 18, noviembre de 1994, p, 47, Departamento de la Estadística Nacional, Censo general de habitantes. /92/ , México, Talleres Gráficos de la Nación, 1925- 1928. vol. 3 1 (rollo 4). - - , Quimo censo de población Estado de Zacatecas, México, 1930, 260 p. Díaz. José y Román Rodríguez. El movimiento cristero. Sociedad y COIlflicto en los Altos de Jalisco. Méx ico, Nueva Imagen/Ce ntro de In vestigac iones Su periores de l Instituto Nacional de Antropología e Historia. 1979.242 p. Dirección General de Es tadística. Quinto censo de población. Estado de Jalisco, Méxi co. 1930. 130 p. Dooley, Francis Patrick, Los crisleros, Calles y el catolicismo mexicano. Méx ico. Secretaría de Educación Pública. 1976,2 14 p. Espín. Jaime y Patricia de Leonardo. Ecollomfa y sociedad en los Alros de Jalisco, México. Nueva lmágenllnstituto Nacional de· Antropología e Histori a, 1978. Gándara, Mau rilio y Luis de la Torre. "El padre Montoya nunca entregó las armas", en Pueblos del vielllo l/arre. Méx ico. Ex Libris EdicionesYasmid Fernández Uri za. 1997. p. 2 17. 408 DE FELIGRESES A INSURRECTOS Martínez Saldaña, Tomás y Leticia Gándara Mendoza, Política y sociedad en México: el caso de los Altos de Jalisco, México, Instituto Nac ional de Antropología e Historia/Secretaría de Educación Pública, 1976, 289 p. González Navarro, Moisés, "La Iglesia y el Estado en Jalisco en vísperas de la rebelión cri stera", Historia Mexicana, núm. 130, voL 33, octubrediciembre de 1983, México, Colegio de México, p. 303. GonzáJez Pérez, Cándido, "Acati c durante la cristiada", Estudios Jaliscienses, México, Colegio de Jalisco, núm. 13, agosto de 1993, p. 48. Gutiérrez, José Antonio, Los Altos de Jalisco. Panorama Histórico de una reg ión y de su sociedad hasta 1821, Méx ico, Conaculta, 198 1, 549 p. Hanley, Timothy, Civilian Leadership 01 tite Cristero Movement: The Liga, Michigan/Londres, Uni versity Microfilms Intemational, Ann Arbor, 1977, 2 vol. Hemández, José, Geografía de Valpa raíso, Méx ico, 1945. Guerra, Francois-Xavier, México: del antiguo régimen a la revolución , t. 1, México, Fondo de Cultura Económi ca, 1988. Junta Regional de Autoridades Administrati vas y Judiciales, La epopeya cristera y la iniciación de un derecho nuevo, Mezquitic, México, 1938. Knight, Alan, "Revolutionary Project, Recalcitrant People: México, 19 101940", en Tlze Revolwionary Process in Mexico. Essays on Political and Social Change, 1880- 1940, EUA, University ofCalifo mia, 1990, p.227. Landa Rentería, lsauro y Luis de la Torre, " Aquel di ciembre catorce, doce para terminar", en Pueblos del viento norte, México, Ex Libris Ediciones-Yasmid Fem ández Uri za, 1997, p. 23. - - , "Las dos veces que vi a Néstor Ulloa", en Pueblos del viento norte, México, Ex Libris Ediciones Yasmid Femández Uriza, 1997, p. 35. - - , "Primero mataron a don Agapito, luego a don Juan UlIoa", en Pueblos del viento norte, Méx ico, Ex Libris Ediciones-Yasmid Femández Uriza, 1997, p. 53. - - , "Los últimos villistas en Guaynamota", en Pueblos del viento norte, Mé xico, Ex Libris Ediciones-Yasmid Femández Uriza, 1997, p. 45. Macías Huerta, Juana E., Revolución y revolucionarios en Jalisco, Guadalajara, Departamento de Educación Pública del Estado, 1985. Meyer, Jean, La cristiada en Colima, Méx ico, Instituto Colimense de Cultu ra, 1993, 124 p. - - , La crisliada, Méx ico, Siglo XX 1, 1994 , 3 vol. 409 RAMONA ISABEL PÉREZ BERTRUY Meyer. Jean , (comp.), El coraje cristero, México, Un iversidad Autónoma Metropoli tana, 198 1, 160 p. Navarrete. Heriberto, Por dios y por la patria. Memorias de mi participació" en la defensa de la libertad de conciencia y culto, durante la persecución relig iosa en México de 1926 a 1929, Méx ico, Jus, 1964.282 p. Oli vera Sedano, Ali cia. Aspectos del conflicto religioso de /926 a /929.sus antecedellles y consecuencias. Méxjco. Instituto Nacional de Antropología e Historia. 1966,292 p. - -, HLa dirigencia cristera", ESllldios Jaliscienses, núm. 6, noviembre de 199 1, Zapopan, México, El Colegio de Jalisco, p. 56. - - , "Tres jefes clisteros", IX Jornadas de Historia de Occidente. Revolución y contrarrevolución en México, 27-29 de noviembre de 1986, Ji qui lpan. México, Centro de Estudios de la Revolución Mex icana Lázaro Cárdenas, p. 143. Padilla Rangel, Yolanda, El catolicismo social y el movimiento cris/ero en Aguascaliemes. Méx ico, Gob ierno del ESlado de Ag uascalienlesl Instituto Cultura l de Aguascalientes. 1992, 145 p. Rius Fac ius, Anlonio. La j uventud católica y la revolución mexicana. /9/0-/925. México, Jus, 1963.324 p. - - , Méjico crisTero. Historia de la ACJM (1925-/93/). México. Patria, 1960,5 10 p. Robles Romero. Fernando. "La Revolución en el norte de Jalisco". LecTUras hisróricas del norTe de Jalisco. Guadalajara. Méx ico. Gobierno del Estado de Jalisco, 1991 , p. 309. - - , "El día que se fonnó la defensa de Mezquilic". Lecturas hisTóricas del nOrTe de Jalisco, Guadalajara. Méx ico. Gob ierno del Estado de Jal isco, 1991. p. 329. Robles Velasco, Josefa. Luis Sandoval. Luis de la Torre y Enedina de la Torre Ocampo, "El obispo de la Mora, preso en Mezquitic", en Pueblos del viento norte, México, Ex Libns Ediciones- Yasmid Femández Unza, 1997. p. 8 1. Rueda Smithers, Sal vador, "El movimiento cnstero en los Altos de Jalisco. Un caso atípico", Jamadas de HislOn'a de Occidente. Movimielllos populares en el occidente de México. siglos XfX y xx. Jiquilpan. México. Centro de Estudios de la Revolución Mexicana Lázaro Cárdenas. noviembre de 1980. p. 11 3. Sánchez, Manín , Grupos de poder y cemralización política en México. El caso de Michoacán /920-/924. Méx ico. InstitulO Nacional de Estudios de la Revolución Mex icana, 1993.203 p. 410 DE FELIGRESES A INSURRECTOS Shadow, Robert y María J. Shadow, "Religión, economía y política en la rebelión cristera: el caso de los gobiemistas de Villa Guerrero, Jali sco", Historia Mexicana, núm. 4, vol. XLII], abril-junio de 1994, México, El Colegio de México, p. 657. Tamayo, Jaime, El movimiento agrario y la revolución maderista (Jalisco 1910-1913), México, Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1983, 103 p. - - , Jalisco desde la Revolución, vol. 4: La confonnación del estado moderno y los conflictos políticos 1917-1929, México, Gobierno del Estado de Jalisco/Universidad de Guadalajara, 1988, 230 p. Tuck, Jim, Th e Holy War in Los Altos; A Reg ional Allalysis of Mexico's Cristero Rebellion , Tucson, University of Atizona, 982 p. 411 Dominación y resistencia en el Maximato. ¿Educación sexual o educación de la pureza para la juventud? Carmen ¡melda Va/dez Vega'" EL OBJETIVO CENTRAL de este trabajo es analiza r los valores de verdad, pureza, castidad y moral subyacentes a la tensión social generada entre di versos sectores sociales por la tentativa de la Secretaría d e Educación Pública de ins tituir la educación sexual de los jóvenes en la escuela mexicana en 1933. Se examinan a quello ~ valores implícitos en los "nuevos" principios y normas de higiene m oral y Hsica inherentes a la propuesta educativa ofi cial, al tiempo que se reflexiona sobre su significad o en diversas expresiones de descontento e inquietud que m ostraron ciertos gru pos de médicos, psicólogos, profesores y padres de fa milia frente a tal pretensión . Se confronta la significación q ue le dieron estos sectores sociales a los valores para comprender así la tTansgresión de creencias, prácticas y costumbres frente a la amenaza de que la juventud fuera instruida en tem as referentes a su sexualidad .] ~ Uni versidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. investigaciones que documentaron de manera precisa el conflicto político que confrontó al establecimiento de la educación sexual en la escuela pública mexicana fueron publicadas por John A. Britton, " La educación sexual y la renuncia de Bassols", Educación y radicalismo en México. Los años de Bassols 0931-1934), 1976, pp. 97-116; Ernesto Meneses Morales, Tendencias educativas oficiales en México, 1911-1934, 1986, p. 640. Dos trabajos recientes son el capítuJo "La educación sexual, 1932-1934", escrito por Ma . Eugenia Espinosa y jorge Mesta, publicado en Luz Elena Galván (coord.), Miradas en tomo a la educación de ayer. 1I1vestigación educativa 1993-1995, 1997, pp 267-277. Y el capítulo tercero, titulado "Narciso Bassols o la derrota de la educación sexual", del libro de Belinda Arteaga, A gritos y sombrerazos. Historia de fos debates sobre educación sexual el! México 1906-1946, 2002, pp. 85-1 19. 1 Las 413 CARMEN lMELDA V ALDEZ VEGA El análisis de los símbolos y de los valores que se enfrentan en dicho conflicto, desde la perspectiva de James &ott, permite la comprensión de la resistencia sociat influida por las creencias que avalaba la tradición judeocristiana que obstaculizó la institución de los nuevos valores. 2 Al mismo tiempo, muestra que las costumbres y las sanciones a las prácticas sexuales, consecuentes con aquella tradición, son elementos que explican la manera en que la sociedad creó redes de acción para bloquear a la élite revolucionaria triunfante en su intento por establecer una educación sexual para los jóvenes en la escuela pública, así como para confrontar a la educación socialista y, sobre todo, a la política cultural del régimen posrevolucionario. 3 Para observar los distintos significados que ru vieron estos valores, se seleccionaron dos textos publicados en 1933. El primero, La educación sexual en la escuela mexicana. Libro para los padres y los maestros, es obra del doctor Juan L. Soto y del maestro Atenógenes Pérez y Soto. Libro en el que se observa la base científica de los valores de verdad, pureza, castidad y moral implícitos en la preocupación de algunos médicos y maestros de que los niños y los jóvenes recibieran educación sexual en el ciclo primario y secundario. El segundo escrito es un folleto titulado Educación sexual: ¿qué es, quién debe darla, cómo debe darse? que contiene la conferencia impartida por el doctor y psiquiatra José Mesa y Cutiérrez en un mitin celebrado el domingo 11 de junio de 1933, en la ciudad de México. En este texto se identifican los principios morales de la tradición judeocristiana prevalicientes en aquellos años. 4 I 2 James c. Seott, Los domi/lados y el arte de la resiste/lcia: discursos ocultos, 2000, 314 p . La obra d e Seott ha suscitado un replanteamiento de las nociones de subordinación, resistencia. hegemonía, cul tura popular y movimientos sociales. 3 E. P. Thompson, "Rough Music. La cencerrada inglesa", Historia social y mrtrOJX1logín, 1994, pp. 60-63. Thompson plantea que la tradición, la cosh1mbre e incluso la sanción son los elementos que explican la manera en que la sociedad crea redes de acción para bloquear a la élite dominante. "J uan L. Soto y Atenógenes Pérez y Soto, Ln edllcaciÓ/I sexual mla escuI'la mexicana. Libro para los padres y los maestros, 1933, 305 p.; José Mesa y Gutiérrez, Educació" sexual: ¿qué es, quién debe darla , cómo dcbt' darse? 1933,32 p. 1osé Mesa, presidente honorario de la Asociación Nacional pro libertad de enseñanza, dihmdió este folleto en el mitin celebrado el domingo II de j'mio de 1933 en la ciudad de México. El 414 DoM1NACIÓN y RESISTENCIA EN EL MAXIMATO La crisis social que vivió México entre 1931 y 1934 fue antecedida por la inestabilidad económica y política desatadas por la muerte de Álvaro Obregón en 1928 y el crack económico de 1929. Una de aquellas tensiones sociales fue la controversia provocada por la propuesta que la Sociedad Eugenésica Mexicana presentó a Narciso Bassols en 1932 para establecer la educación sexual en los planes y programas de la escuela pública. Muchas voces, sobre todo las respaldadas por la alta jerarquía eclesiástica, expresaron su rechazo y reivindicaron el derecho de la sociedad para determinar el tipo de ed ucación que requería la juventud. 5 Junto a la iniciativa propuesta a la Secretaría de Educación PÚblica, los médicos organizados en la Sociedad Eugenésica entregaron un informe en el que mostraron los problemas morales y físicos que ocasionaban las prácticas sexuales tempranas en la juventud y en la adolescencia. El informe contenía la reflexión médica sobre el alto índice de embarazos de adolescentes y las consecuencias sociales de la prostitución, abortos y enfermedades venéreas como la sífilis y la blenorrea. 6 Dicha sugerencia médica provocó gran inquiemaestro Atenógenes Pérez y Soto ya había escrito otros libros, como Lecturas clásicas y modernas, libro de consulta para los maestros que laboraban en escuelas estatales e incorporadas. Véase Redención, 11 de agosto de 1925, ci tado en Marcela Tostado Gutiérrez, El intento de liberar a 1111 pl/eblo. Educación y magisterio tabasqueño con Garrido Camoal: 1924-1935, 1991, p. 245. 5 Véase John A. Britton, op. cit., pp. 97-116. El doctor Rubén Lisker, del Instituto Nacional de la Nutrición, define la eugenesia como la aplicación de las leyes biológicas al perfeccionarn.iento humano. Según él, el movimiento eugenético se inició en Inglaterra al finalizar el siglo XIX. Francis Galton, primo de Charles Darwin, empleó por primera vez este término. El movimiento eugenético se difundió rápidamente en Europa y en Estados Unidos, donde se pensó que "todas las debilidades humanas resultaban de una dotación genética. Con el avance de las investigaciones antropológicas y psiquiátricas, los científicos se alejaron de estas ideas. La eugenesia se desprestigió completamen te después de que ésta sirvió para las deplorables atrocidades realizadas en la Alemania nazi en los años treinta y durante la segunda Guerra Mundial". Véase José López, en José Álvarez y Miguel E. Bustamante el al., Historia de la salubridad y de la asistencia en México, 1960, p. 23. También Jesús González Gutiérrez, Manual de in¡ectología, 1984. 6 La sífilis o morbus galliws es una enfermedad producida por el treponema, que es abundante en el chancro duro y en las placas mucosas. El agente de la sífili s fue descubierto por el profesor alemán Schudinn en 1905. Juan L. Soto y Atenógenes Pérez y Soto, op. cit., p. 297. 415 CARMEN IM ELDA VALDEZ VEGA tud y temor entre amplios sectores de la sociedad mexicana, que la confrontaron pública y abiertamente. El debate quedó abierto francamente desde que la misma comisión consultiva de profesores, asignada por la Secretaría de Ed ucación Pública para definir los contenidos de los planes y programas de la ed ucación sexual, se dividió al resolver sobre el punto. LA EDUCACIÓN SEXUAL DE LOS JÓVENES PARA EL CONTROL SANITARIO DE ENFERMEDADES VENÉREAS Uno de los tantos problemas que exacerbó la convulsión revolucionaria de 1910 fue el trastorno que hubo en la salud pública por las p rácticas sexuales realizadas fuera de los cánones establecidos hasta entonces, por lo que muchos médicos, maestros y profesionales mostraron su interés por discutir algunas alternativas a los inconvenientes aledaños a aquellas prácticas sexuales. Desde principios del siglo xx algunos médicos intentaron promover la sa lubridad y el control sanitario de la sífilis, enfermedad venérea a la que no se había encontrado cura. Particularmente en 1907, el dermatólogo Jesús González Ureña hizo un llamado a los educadores de la juventud para dejar de lado los "falsos pudores" y los "temores jesuíticos" y quitar la "venda" a los " inexpertos" en lo que se refiere a cuestiones sexuales y alerta rlos "con discreción" de los peligros de contagio de enfermedades venéreas como la sífilis. 7 Otros comenzaron la práctica clínica, que diagnosticó la enfermedad más temida en aquellos años por medios experimentales. Uno de ellos fue el doctor González Fabela, quien en 1910 ap licó la "reacción semiológica Wasserman" para identificar la presencia de sífilis. 8 7 Ana María Carrillo, historiadora y profesora de la UNM." , escribió que Jesus González Ureña fu e el primer mexicano en manifestarse por educar a la juventud inexperta para prevenirla de los males derivados de su ignorancia sobre temas sexuales. Ana María Ca rrillo, " De la sífilis al SIDA: vidas privadas y paranoias públ icas", La jornadn, Letra S, suplemento mensual, núm. l5, 2 de ochlbre de 1997. 8 Véase jasé López el al. , op. ál. También Jorge Vikhis Villaseñor y Rodolfo Verástegui l'f ni., "Las enfermed ades venéreas como problema de salud pública en México. Bases para su control", en Jesús Kumate, Mellloria de la primera COI/t!.'11ÓÓI1 416 DoMINACIÓN y RESISTENCIA EN EL MAXIMATO La preocupación era mayor, pues aún no se había encontrado la cura científica para las enfermedades propias de quien tenia contacto sexual con más de un individuo. Sobre todo, no había control sanitario de la sífilis, la blenorrea y otras enfermed ades venéreas que afectaron a las prostitutas y los militares, sectores de a lto riesgo. El uso de sulfamidas y antibóticos que combatió y controló eventualmente tales enfermedades se masificó hasta d espués de la segunda Guerra Mundial.' En el año más señalado del movimiento bélico d e la Revolución mexicana se reformó el Cód igo Civil-el 12 de febrero de 191 7-. Una de las modificaciones fue para prevenir la difusión de las enfermedades que habían sido el terror de la época. En aquel decreto se determinó como causal de divorcio "que cualquiera de los cónyuges pad eciera sífilis o tuberculosis", además de ser una causal que impedía celebrar el contrato matrimonial. Estos cambios fueron los antecedentes jurídico-sanitarios del control de la sífilis. 10 Después de más de quince años, la franca movilización social, consecuente con la crisis política y económica de aquellos añ os, obligó a l refrendo de los compromisos pactados d esde 1917, por lo que en 1933 se confirmó la idea de industrializa r a l país, sólo que ahora se forta leció la vía agraria con e l apoyo de la educación socia lista para lograr la mejoría económjca. Dicho pacto quedó plasmado en el primer Plan Sexenal. ll nacional de salud (973), t. lll: Ellfermedades transmisibles, 110 trallsmisibles y de trabajo, 1974, p. 659, Y Jesús Gonzalez Gutiérrez, Manllal de illfectología. 9 Véase José López en José Álvarez Amézquita et al., op. cit., p. 425; Jorge Vi lchis VilIaseñor y Rodolfo Verástegui f'f al., op. cit., p. 659. 10 José Álvarez Amézquita el al., Historia de la salubridad desde 1910a 1960, 1960. Los impedimentos para celeb ra r con trato ma trimonial quedaron definid os en la fracción VIII del capítulo 11: " Del matrimonio y de los requisitos necesarios para contraerlo", :le la Ley sobre relaciones familia res, decretada el 12 de abril de 1917. Dicha ley mod ificó el Cód igo Civil decretado en 1884. Por otra pa rte, en la fra cción VI: " Del :l ivorcio", de la misma ley, se defini ó como causal de divorcio el padecimiento de ;ífilis o tuberculosis por pa rte de cualquiera de los cónyuges. Véase Manuel And rade, :ódigo Civil vigente del Distrito y Territorios federales, 1931, pp. 133-151. II La detinición del Plan dividió a la "fa milia revolucionaria". Plutarco Elías : alles, el jefe máximo, quedó derrotado fre nte al agra rismo en el debate interno del 417 CARMEN l MELDA V ALDEZ VEGA La restitución de los derechos económicos del campesino y la distribución de ejidos fortalecieron la educación rural, ya que el campesino indígena fue considerado como pieza clave en la construcción del "nuevo" hombre requerido para la modernización d el país. Había que "civiliza r" a la sociedad para lograr la industrialización, por lo que su educación era una tarea imp rescindible. La escuela rura l se constituyó en el eje cenITal de la política edu cati va d e los gobiernos posrevolucionarios, particularmente del régimen cardenista. Al consolidarse la tendencia agraris ta, y con el forta lecimiento de la que apoyó la política social de la Revolución, México quedó entonces atrapado entre el ideal socialista y la realidad capitalista.!' La coyuntura histórica de esos añ os permitió la expresión de di versas posiciones, incluso opuestas, en muchos ámbitos. En ese sentido, la controvertida reforma d el artículo 3° constitucional abrió paso al raciona lis mo y a las nociones científicas que pretendieron civiliza r y forma r al "nuevo hombre" . El establecimiento de la educación socia lista en la reforma educativa de 1933 parecía cerrar añejas discusiones sobre la Libertad d e enseñanza y el carácter laico de la edu cación, generad as d esde 1917, 13 pero no fue asÍ. Las diferentes posiciones para definir la orientación de la educación fueron elementos de controversia en la sociedad mexicana a lo largo d el sexenio card enista. En aquella época ciertos intelectuales tuvieron en el centro d e sus preocupaciones la descripción del mexicano. Quizás el más representativo fue Samuel Ramos, quien identificó las raíces culturales e hjstóricas d e la sociedad para ex plicar las carac terísticas Partido Nacional Revolucionario. Lorenzo Meyer, El conflicto social y los gobiemos di'l Maximato, 1981 , pp. 94-98. 12 Plan Sexenal, 1934. Daniela Spenser plantea que "cuando la Unión Soviética empezó a prod ucir asombrosos resultados a consecuencia de su Primer Plan Quinquenal y el mundo capi talista alcanzó el fondo de la depresión después de la quiebra de 1929 [ .. . ) el viejo dilema resurgió: México estaba atrapado entre el idea l socialista y la realidad capitalista, entre la Unión Soviética idea lizada y los Estados Unidos existentes en realidad ". Oaniela Spenser, El triángulo imposible. México, Rusia soviética y Estados Unidos en los mios veinte, 1998, pp . 240-24 1. 13 Victoria Lemer, Ln edllcnciólI socialista , 1998. 418 DoMINACIÓN y RESISTENCIA EN EL M AXIMATO del ser mexicano. En el ámbito jurídico se observa con claridad la tensión social que hubo en la definición de los modelos de conducta del hombre, de la mujer y de la familia, por lo que se propuso una reforma al Código Civil en 1928, que fue discutida por notarios y abogados a lo largo de cuatro años. 14 Por su parte, médicos y psiquiatras también se expresaron de manera clara y directa sobre asuntos no resueltos que afectaban la salud de la humanidad y que tenían consecuencias graves en su salud mental. En México, después de 1930, año en que se realizó el VI Congreso Panamericano del Niño en Lima, un grupo de médicos, atendiendo la recomendación que se hizo en aquel acto, propusieron a la Secretaría de Ed ucación Pública que niños y jóvenes recibieran ed ucación sexual en los niveles educativos elementales. 15 Así, el doctor Isidro Espinoza de los Reyes, entonces jefe del Servicio de Higiene Infantil en el Departamento de Salubridad Pública, asistió como delegado oficial a dicho congreso y dirigió la delegación mexicana, integrada por los doctores Everardo Landa, Antonia L. Ursúa y Cayetano Ardides. Al año siguiente, en 1931, otro grupo de méd icos, dirigido por el doctor Alfredo M. Saavedra, creó la Sociedad Mexicana de Eugenesia e hizo llegar aq uella iniciativa a Narciso Bassols. De igual manera, los psiquiatras se manifestaron de acuerdo con la iniciativa de los médicos. Así lo hicieron Manuel Guevara Oropeza, Leopoldo Salazar Viniegras, Mario Fuentes, Alonso Millán, Edunto Buentello V., José Quevedo B., Antonio Monzón, Enrique Bulman y Matilde Rodríguez Cabo, que prestaban sus servicios en el Manicomio General de Mixcoac y que además fueron miembros de la Sociedad para Estudios de Neurología y Psiquiatría. 16 Detrás de la propues ta de que la Secretaría de Ed ucación PÚblica se encargara de impartir educación sexual a la juventud 14 Manud Andrade, Código Civil vigeJI te del Distrito Fl'deral y territorios jedern/es, México, Hermanos Herrero, 1931. 15 Véase 10sé Álvarez Amézq uita el ni., Historia de In $fIlubridad y de In nsisteJIcia C/l México, 1960, p. 337. " Los derechos del niño", Boletín Medico de Chile, 12 de mayo de 1928, 6° de recho, ci tado en El maestro rural, 1 de enero de 1935, p. 11. 1& José Álva rez Amézq uita, ¡bid. 419 CARMEN lMELDA VALDEZ VEGA mexicana estaba la preocupación méd ica por comba tir los efectos negati vos de la ignorancia en tod o lo relacionado con la sexualidad humana. Una de las cuestiones de fondo de la controversia era d efinir quién tenia derecho a educa r en este delicad o terreno: la socied ad o el Estado. Cómo se debía educar y qué valores morales deberían ser trans mitidos, eran asuntos que debían ser precisados. Unos creyeron que esos va lores fomentarían la creación d el "nuevo hom bre": sobrio, trabajador, naciona lista, civilizado, sano y producti vo.17 En el m.is mo sentido, muchos médicos, psiquiatras y di versos profesionis tas estu vieron de acuerd o en mostra r la ve rd ad a los jóvenes pa ra modificar los efectos negati vos d e la ausencia d e una educación sexual. En sentido opuesto, otros sectores socia les, influidos por la tradición judeocristian a, consideraron que las formas tradiciona les de edu cación deberían permanecer. Antepusie ron valores morales que habían prevalecido hasta entonces para mantener las tradiciones, usos y costumbres d e aquellas prácticas cotid ian as. La reivindicación de los valores y símbolos propios de esta trad ición y su di fusión entre la juventud constituyeron uno de los diques que bloquearon la Lmplantación de los "nuevos" va lores en la socied ad .lB Por la coyuntura histórica abie rta en lo nacional y en lo internacional entre 1932 y 1934, hubo una especie d e subve rsión social que mov ilizó a obreros, campesinos y di ve rsos grupos sociales. En especial, aq uella a terrad ora p ropuesta educati va provocó en su contra muchas manifestaciones d e descontento, rechazo y protesta d e numerosos grupos sociales. En este period o fue cla ra la pugna entre unos y otros va lores, unos y otros símbolos, que hizo 17 Alan Knigth, "Estado, revol ución y cu ltura popular en los años trei nta", en Marcos Tonatiuh y Alberto Enríquez (coord s.), Pnsl'é'ctil'fls sobre 1'1 ((lrdmis ll1o. Ensayos solm' ('COIIOIII;a , trabajo, ,JolíticrI y CIIltllra 1'11 los mios trcillta , p . 299. 18 Véase Roger Chartier, Escribir las prácticas. FOIICrll/lt, de G'rtí'nrl, Marin. Argentina, Ma nan tial, 1999, pp. 7-11. L.l herram ienta teórica que construyó Chartier puede servi r para que el análisis de las connictividades se aleje de las apreci,lCiones demasiado simples de la dominación . 420 DorvrINACIÓN y RESISTENClA EN EL MAXTMATO público el reto social frente a la propuesta cultural y educativa del régimen aún en construcción. En aquella controversia se ve con mayor claridad la violencia simbólica que sufren las tradiciones, costumbres y usos arraigados entre sectores mayoritarios de la sociedad mexicana por el planteamiento de la propuesta de impartir la educación sexual a los jóvenes y, por lo tanto, se observan los distintos, e incluso contradictorios, sentidos de los discursos referentes a la práctica sexual de la época. Atendiendo a la inquietud de los médicos, Narciso Bassols solicitó un dictamen a la Comisión Técnica Consultiva, integrada por el franciscano doctor Pedro de Alba, director de la Escuela Nacional Preparatoria, el profesor César Ruiz, el doctor Pruneda, y otroS.1 9 Dicha comisión planteó que: era correcta la ed ucación sexual prevista para transmitirse; aseguraría un desarrollo sexual equilibrad o; que eran los maestros y no los padres de familia quienes debían dar este tipo de educación, " pues en nuestro medio, la ignorancia, la indolencia, la mojigatería o los p rejuicios tradicionales" eliminaban por completo la acción de los padres; que la educación sexual debía impartirse a los alumnos antes y durante la pubertad; "a rmon izando con cada época la clase de conocimientos que se juzgara necesarios"; que para determinarse cómo debía d arse la educación sexual era necesario el estudio de una comisión de expertos que formularan los programas respectivos bajo la dirección de la Secretaría de Psicopedagogía e Higiene. 2o Se abrió el debate entre sectores preocupados por las consecuencias de tipo moral y sanitarias que implicaban las prácticas 19 En un artículo periodístico Félix Palavicini recuerda que la propuesta del franciscano, doctor Pedro de Alba, para incorporar la cá tedra Higiene de la adolescellcia y de la juventud en el Plan de estudios de la Escuela Nacional Prepara toria fue aprobada por el Consejo Académico en el año de 1930. SEP, Algullos datos y opilliolles sobre fa educación sexual en México, México, Talleres gráficos de la nadón, 1934. Véase Félix F. Palavicini, "Sexualidad, sinceridad: ayer y hoy", El siglo, Torreón, Coahuila, 22 dejwtio de 1933. En un artículo periodístico titulado "Sobre la educación sexual", publicado el 18 de jwtio de 1933, el doctor Pedro de Alba expuso su posición frente al asunto. 20 Excplsior, 25 de mayo de 1933. Citado en Martaelena Negrete, Relaciones entre la Iglesia y el Estado en México, 1930-1940, México, El Colegio de México / Universidad Jberoamericana, 1988, pp. 164-171. 421 CARMEN IMELDA V ALDEZ VEGA "insanas" de la sexualidad, entendidas éstas como "el incesto en sus varias formas, la bestialidad, la sodomía, la violación de vírgenes, el ad ulterio, el comercio sexual en lugares púbLicos, las prácticas antina turales, la prostitución, la masturbación, la cópula promiscua, la exhibición del cuerpo desnudo, etc. "21 La ventilación pública de cuestiones tan privadas genera ron malestar, inquietud y descontento, que se expresaron abiertamente en diferentes círculos sociales a lo largo de 1933. La comisión asignada para definir el contenido de los programas respectivos no obtu vo acuerdo y quedó dividida. Situación tensa que se exacerbó por el a mbiente preelectoral de la sucesión presidencial y por la discusión generada en tomo a la educación socialista estipulada en la reforma al artículo 30 constih.lcionaL22 Además, la preocupación de la mayoría de los padres de familia coincidió con la irritación de los maestros, de los universitarios y de otros sectores. Situación decisiva para que el minjstro de Educación Pública, Na rciso Bassols, fuera expulsado de su puesto, y aquella iniciati va no progresara. u La destitución de la controvertida figura se justificó por el carácter au toritario de Narciso Bassols, elemento importante por considerar, pero que no fue quizás el 21 E. Martínez Ulloa, El Jaliscience, Guadalajara, 28 de junio de 1933. Este escritor fue uno de los tantos que participaron en la polémica expresada entre la prensa a lo largo de 1933 y 1934. Citado en un libro que difundió los argumentos a favor y en contra de la educación sexual en las escuelas. Véase SEP, Algunos datos y opilliollt's sobre la educación sexual {'II México, 1934, p. 34 . :u John A. Britton, op. cit. El año de 1934 fu e electoral. el conmcto cobró ma yor tensión y tornó el ambiente político muy "caliente", lo que favoreció el bloqueo de la tentativa de educar a los jóvenes en su práctica sexual. Aun así, con el alto a la educación sexual y la salida de Bassols de la Secretaría de Educación Pública en ese año, la educación socialista se mantuvo hasta 1945. 2J Además, desde 1929, la Universidad Nacional había adquirido una autonomía parcial y una serie de conflictos se manifestaron, tanto internos como contril la Secretaría de Educación. El pronunciamiento de Vicente Lombardo Toledano a favor de la orientación marxista en las tareas docentes, cultura les ycientíficas de la máxima casa de estudios provocó una fue rte reacción de un grupo de un ive rsi tarios que se negaba a que se instituyera el marxis mo y exigía la libertad de cá tedra . El ampa ro legal por parle de la Ley orgá nica de la Universidad , creada desde 1929, frenó el estableci mien to del monopolio educativo de la tendencia socialist,l. JOM A. Britton, op. cit. 422 DoMINACiÓN y RESISTENCIA EN EL M AXIMATO único que determinó la confrontación de maes tros, p adres de familia y universitarios contra la ed ucación pública. El reclamo social generalizado se hacía contra el despotismo y autoritarismo más duro del Estado mexicano en ciernes que Bassols representaba. Ésta fue, como plantea Falcón, una de aquellas coyunturas en que los grupos dominados tuvieron posibilidad de retar de frente al orden dominante e intentaron definir las estructuras del Estado. 24 Lo delicado del asunto se entremezcló con las pugnas políticas, lo que agudizó su complejidad. Los tiempos preelectorales ya habían arrancado, y la violencia que implicó la am enaza de implantar la educación sexual en los planes y programas de la escuela pública con un sentido racional y científico desató la confrontación de distintos símbolos y valores que subyacían en la querella social. La defensa de grandes grupos de psicólogos, doctores y padres de familia de aquellos símbolos y valores morales con significado propio de la tradición judeocristiana se expresó en distintos discursos. La reivindicación de aquellos mismos valores, pero en otro sentido, que hicieron muchos médicos, maestros, abogados y demás profesionales, antepuso argumentos con base científica para avalar el establecimiento de la educación sexual en la escuela mexicana. 2S Si bien la élite triunfante controló el orden político, hubo una pugna social, a veces velada y a veces pública . La insubordinación de distintos sectores se identifica en diferentes actos, en rumores, boicots y confrontaciones públicas que la ma yoría mostró ante el intento de la SEP para a tender tan delicados asuntos. Algunos sectores sociales percibieron gran violencia simbólica en la propuesta educativa, por lo que cuestionaron las ideas racionales y 2~ Romana Falcón, "Límites, resistencias y rompimiento del orden ", en Romana Falcón y Raymon Buve, Don Porfirio presidmte ... , nunca omnipotente. Hallazgos, reflexiones y debates. 1876-1911, 1998, pp. 387-400; E. P. Thompson, Tradición, revuelt" y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de /a sociedad preindustrial, 1984. 25 Además del libro de Juan L. Soto y Atenógenes Pérez y Soto, y del fo lleto de José Mesa y Gutiérrez, se publicaron en la prensa de la época algunos otros textos que dan cuenta de la p reocupación sobre los asuntos relacionados con las prácticas sexuales de la juventud. En el siguiente año hubo dos textos más: SEP, op. cit., 1934; Rice Thurman B., Cartilla de educación sexual: dedicada especialmente a los njijos de 11 " 13 mios (adaptación Rafael Ramírez), 1934, p. 54. 423 CARMEN IMELDA V ALDEZ VEGA científicas que la avalaban. La violencia simbólica y de valores que implicaba aquella medida provocó la resistencia social, que dificultó el establecimiento de las ideas racionales y científicas que sustentarían la cons trucción de los nuevos modelos sociales. 26 LA CASTIDAD BASADA EN LA CREENCIA RELIGIOSA VS. LA CASTIDAD BASADA EN EL CONOCIM IENTO CIENTíFICO Además del desafío abierto, en un plano simbólico las pequeñas resistencias personales intentaron modificar las estructuras de control del Estado revolucionario en ciernes. La propuesta médica de ed ucar a la juventud para que fuera consciente de su práctica sexua l impl icó la transformación de los valores de verd ad, castidad, mora lidad y pureza." La instrucción de la rtiñez y la juventud mexican as en temas de sexualidad pretendió prevenir los conflictos sociales, morales, de higiene y sa lud derivados d e una completa ignorancia de la estructura física y de la fisiología del sexo. El conocimiento científico de ambas llevaría a cambios en las prácticas de la sexualidad . La ed ucación sexual de la juventud daría paso a la construcción de un hombre sin vicios y san o, pero sobre todo sin prejuicios mora les, que rebasara los conceptos "erróneos y exagerados" sobre el sexo. En este sentido se pensó que la curiosidad natural de los niños tenía que ser sa tisfecha por los "fund amentos de la biología" y no por "mitos elaborados sobre temores e ignorancia". Eran necesarios los conocimientos científicos referentes a la sexualidad para ed ucar "integralmente a l hombre disciplinando su inteligencia, su corazón y su volun tad ".28 Otro grupo que contribuyó desde la misma perspectiva a la discusión sobre los principales problemas cercanos a las prácticas de la sexua lidad de la época fueron los médicos poblanos, quienes propusieron la inclusión de una cá tedra de biología general y Romana Falcón, op. cit., p . 387; E. P. Thompson, op. cit ., 1984. se trata con muchos p rej uicios )' cuidados. 28 El Maestro Rllral, 1 de febrero de 1933, pp. 22-23; }uan L. Soto, op. CIt., p . 305. 26 27 Tema sibilino que al inicio del siglo XXI aún 424 DoMINACiÓN y RESISTENCIA EN EL MAxIMATO eugenesia aplicad a a la ed ucación en el plan de estudios del Instituto N ormal del estado de Puebla." Por su parte, el doctor Juan L. Soto, jefe de la Clínica de vías urinarias del H ospita l Militar, difundió un libro, jun to con el maestro Atenógenes Pérez y Soto, para justificar la educación sexual en la escuela mexicana. Además d e mostrar la preocupación por el aspecto sanitario e higiénico de las p rác ticas sexuales de la época, en aquel libro dejaron plasmados diversos juicios morales que hacían referencia a los valores de castidad, pureza, verdad y moral. En coincidencia con esta obra, también en otros fo ros se escucharon voces de méd icos, maes tros y profesionistas a favor de aquella tentativa, que avalaba el derecho de la Secretaría de Educación Pública a establecer la edu cación sexual de los jóvenes en la escuela pública. Así, en El Universal, el Exce!sior, El Nacional y la prensa de algunos estados, se expresaron opiniones favorables ante ]a posibilidad de impartir enseñanza sexua l a los jóvenes. JO Al deba te se integraron Alfonso Francisco Ramírez, Pedro Gringoire, Eduardo Paliares, junto con Jesús Gui za y Acevedo, entre otros. Tanto en el discurso periodístico, corno el emitido por los médicos, se aprecia una preocupación por moralizar los hábitos y las costumbres relativas a las prácticas de la sexualidad. Casi tod os, tanto los que ap robaron corno los que se opusieron a la tentativa edu cativa, coincidieron en la necesidad de comba tir la ignorancia en este terna; la diferencia radicó en el significado de los valores de verdad , castidad, pureza y moral que tiñó la opínión de unos y otros, como analiza remos más ad elante. 31 Ningún otro grupo de profesionales discutió con tanto interés la problemática de la sexualidad entre los jóvenes como el d e los 29 Sind icato d e Médicos y Profesionistas conexos del estado de Puebla, Biología general y eugenesia aplicada a la educación. Reforma al plan de estudios del In stituto Normal del Estado de Puebla, 1933, p . 12. 30 El Nacional, 8 y 17 de agosto de 1933, cita do en Negrete, p. 169. Un man ual editado por la SEP al año siguiente fu e la Cartilla de educación sexual: dedicada especialmente a los niiios de 11 a 13 años, versión de Rice Thurman B. y adaptación de Rafael Ramírez, México, Patria, 1934, p. 54. 31 Exce/sior, 28 de mayo, 2 de junio y 8 Y 17 de agosto de 1933. Citados en Martaelena Negrete, op. cit., pp. 167 -168. 425 CARMEN IMELDA V ALDEZ VEGA médicos, psicólogos, psiquiatras y maestros, quienes por estar tan cerca de los problemas de higiene y de salud pública eran más sensibles a observar su efecto social y se esforzaron por prevenir las consecuencias morales y de enfermedad que tenía la ausencia de este tipo de educación en la sociedad. Además de los médicos, el sector profesional que también hizo público su interés por encontrar solución a aquellos problemas fue el de los abogados, quienes enfocaron desde otra perspectiva la problemática social ligada al ejercicio de la sexualidad con más de un individuo. Varias tesis de años posteriores al año de 1933 son ejemplo de esta preocupa,ión, como es el caso de la d e Carlos Iglesias Soto, El problema jurídico social de la prostitución. Otro abogad o que avaló la discusión y difusión abierta del problema social que era la prostitución, fue el director deJ Instituto de Ciencias PenaJes de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Héctor Salís Quiroga, quien prologó el libro del doctor Saavedra sobre la prostitución.32 El ejercicio de la sexualidad no sóJo implicó problemas sanitarios, detrás de las prácticas sexuales permitidas o prohibidas había cuestiones morales muy controvertidas. La iniciativa de los médicos, retomada por el ministro de Educación, puso fin a la tregua, y la "batalla por las conciencias" se reanudó. 33 Desde antes, en los púlpitos había comenzad o el comba te del uso de los términos sexo, sexualidad y sexual, pues causaban temor y repugnancia. El papa Pío XI marcó la línea a seguir desde diciembre de 1929 para encubrir u omitir aquellos vocablos en la discusión pública, al denunciar a la educación sexual como "pretensión peligrosa y con feo nombre".J.I 32 Alfredo M. Saavedra, Prostitución 110 reglamentada, 1968. Carlos Iglesias Soto, "El problema jurídico-sacial de la prostitución ", 1942. Tesista que discutió sobre la necesidad de la reglamentación del intercambio sexual con las prostitutas y que probablemente tomó en cuenta la prostitución en México en los años an teriores. Se presupone que la investigación para d icha tesis qu izá fue real izada en la década anterior a 1942. 33 Pablo Yankelevich, f...¡¡ batalla por 1'1 dOlllillio de las cOllcil'1lcias: la experiellcia de la educaciÓII socialista 1'11 Jalisco, 1934-1940, 1993, p. 28; Martaelena Negrete, "Un ptmto de vista sobre la educación", en ibid., 1988, pp. 151-171 . 34 Encíclica Diuilli i!liliS magistri, dada a (onacerel 31 de diciembre de 192gen Dodrilla po"tificia, t.U, documentos políticos, citado en Martaelena Negrete, op. tit., p. 165. 426 DoMINACiÓN y RESISTENCIA EN EL MAxlMA TO Así, aunque tod os aquellos problemas referentes a la sexualidad humana, higiene y ética sexual preocupaban, resultó escabrosa la discusión pública de asuntos relacionados con el aborto, la prostitución, los embarazos tempranos y enfermedades venéreas, pues se encontraban empañados por los va lores morales que mantenía la tradición judeocristiana. Antes de que Narciso Bassols ocupara la dirección de la Secretaría d e Educación Pública en 1932, se reanimó la pugna iglesia-Estado con la publicación del decreto que dio facultades a las instituciones educativas oficiales para imponer la "laicidad absoluta" en las escuelas secundarias particulares. Así, en 1931, el arzobispo Pascual Díaz ordenó el boicot a la escuela pública al solicitar a los padres de familia que sus niños asistieran a las escuelas católicas. 35 ¿Cuál era el significado de los valores que alteraron el orden preestablecido? Primero se examinará el sentido de verdad, morat castidad y pureza en la obra titulada La educación sexual en la escuela mexicana. Libro para los padres y los maestros que publicaron el doctor Juan Soto y el p rofesor Pérez y Soto; después se observarán estos mismos valores en la conferencia del doctor Mesa y Gutiérrez. En el total de la primera obra se nota el conocimiento científico del médico y la didác tica del maestro, p roducto de su formación y experiencia profesional en la medicina y en la pedagogía. Además, al final del libro se expusieron de manera didáctica y sencilla algunos temas y conceptos referentes a la sexualidad . La pluma del doctor Soto se percibe en la totalidad d el texto. Lo comprueba la cita y discusión de las principales obras de médicos y psiquiatras contemporáneos, la mayoría franceses, que definieron distintas alternativas a la problemática en tom o a las prác ticas sexuales de la época. A lo largo d e los cuatro primeros cap ítulos es patente elleguaje técnico médico, en tan to que en el quinto, los autores sintetizaron el plan del doctor Sicard d e Plauzoles para ofrecer una técnica general de educación sexual para los alumnos lS Decreto publicado en el Diario Oficial en diciembre de 1931. Instrucción Pasto ral, 17 de enero de 1932; Pascual Díaz, arzobis po de México, Gaceta Oficial del Arzobispado de México, Pedro Benavides, secretario, en Guadalupe Monray Huitrón, Política educativa de la RevolucióII 191O-1940, 1985. También citada en John A. Bri tton, op. cit., pp. 150- 151. Decreto publicado en el Diario Oficial en diciembre de 1931. 427 CARMEN IMELDA VAlDEZ VEGA de 4° a 6° año del nivel primario y d el secundario. En esta sección hicieron varias sugerencias didácticas, los contenidos básicos de los programas con materiales clasificados y definidos con sencillez, claridad e inocencia.36 Ambos profesionales mexican os estaban convencidos de que era necesario informar y edu car a la juventud sobre la sexualidad humana otorgándoles conocimientos científicos para "lograr una castidad serena y sabia" en ellos. Los dos epígrafes con los que inicia la obra evidencian las ideas centrales de sus autores, pues se observa claramente que era necesario anteponer "la verdad científica a la igno rancia y a la hipocresía para comprender a l sexo sin tapujos y así obtener la más alta moral individual y social". Hay que sustituir el misterio del sexo por la verdad del sexo; la casti dad pe ligrosa d e la ignorancia -que por no saber nada lo presume todopor la castid ad serena d e la sabiduría. Marañón A la obscu ridad debe suceder la luz; a la barbarie debe suceder la verdad era civilización, A la hipocresía queremos sustituir po r la verd ad. Y obrand o así tenemos la con vicción absoluta de ser los propagadores d e la más alta moral individual y social. A. Pinard 37 Los conocimientos objetivos y comprobables eran la base de aquellos valores. El sentido racional, objetivo y científico de la verdad, la moral, la pureza y la castidad s ubyace en los nuevos modelos de conducta social. Estos conocimientos basados en la ciencia fueron contrap uestos a las creencias y saberes que sostenían a los J6 Las obras citadas sólo contienen el registro del autor y el titulo. Queyrat y Sicard de Plauzoles, Mmwe/ d'Educntioll Prophy/actique. 37 Gregario Marañan fue un médico español, profesor de patología en el Hosp ital Provincial de Madrid, quien publicó varios textos referentes a las ~ tapas de la vida sex ual. Los citados en el libro de Juan L. Soto fueron los siguientes: Tres ensayos sobre la vida sexual, La edad crítica y Los estados illtcrsexl/ales Cilla especie humana. Además de estos tres libros, en la biblioteca del lnsti tuto Juárez (Taba sco) podían consulta rse, del mismo autor, dos obras más: Amor, colIVl'nit'll(Ía y t'lIge/l('sia y La vida St'.n wl de la juvelltud colltemporállea. Véase Marcela Tostado Gu tiérrez, El i"tmto de lim'rar a 1II/ pl/I.'blo. Edllcació" y magisterio fabasq/ll.',io COII Garrido Cmlabal: 1924-1935, 1991 , p. 8 1. 428 DoMINACiÓN y RESISTENC IA EN EL MAXIMATO valores avalados por la tradición judeocristiana y que deberían reproducirse a través de la familia cristiana. El significado de los últimos era consecuente con las creencias y la fe religiosa que habían prevalecido como verdades y certezas por muchos siglos, además de que habían sido el sostén de las prácticas sexuales hasta entonces. 38 Los autores fundamentaron laB ideas expuestas en su libro con la cita de los principales médicos y psicólogos de la época, especialistas e interesados en reflexionar sobre la sexualidad humana. En su diálogo con los franceses, suecos, alemanes e ingleses mostraron la forma como percibían aquellos científicos los principales problemas sociales derivados de la propagación de enfermedades infecciosas venéreas, y las recomendaciones sanitarias para obtener una salud mental y física en el ejercicio de la sexualidad. Más de la mitad de las obras de los citados médicos, parteros o psiquiatras fueron escritas en español yen francés.39 Las obras consultadas por los autores mexicanos fueron las investigaciones de Calverton y Schmalhausen, Dartigues, Gilbert, Laurent, Mantegazza, Saldaña, Steinach, Thorek y Sergio Voronoff, Feré, Alfredo Fournier, Forel, Sigmund Freud, Havelok Ellis, Gregario Marañón, Elías Metchnikoffn, Wasserman y Pinard. 40 Además de ellos, otra fuente de gran apoyo para su libro fue el diccionario de medicina de Gilbert, que les resultó útil para que registraran una sección de vocabulario al final del texto, en la que definieron algunos términos referentes a las enfermedades venéreas y a las partes "nobles" del cuerpo humano. En esta sección quedaron registrados cerca de 200 voca blos que explicaban los tecnicismos científicos y las nociones referentes a una enfermedad, una parte genital o cualquier otra expresión relacionada con la sexualidad humana. En esta sección se describió la blenorragia o blenorrea, esto es, la inflamación de vías urinarias y genitales producida por el gonococo, chancro, epidídimo, gonococcemia, gonogcoco, granuloma, Luis ViIloro, Creer, saber y COllocer, 1999, pp. 197-249. Al final del libro registraron el nombre de los autores ci tados y su obra. Juan L. Soto y Atenógenes Soto, op. cit., 1933 . .w Juan L. Soto y Atenógenes Soto, ibid., 1933. 38 )9 429 CARMEN IMELDA VALDEZ VEGA varicocele y la sífiHs. 41 Además, los autores del libro mostraron con d eta lle las causas, el desarrollo y la profilaxis de algunas enfermed ad es adquiridas por contacto sexual, las consecuencias funestas que llevaron a los individuos contagiados a tener trastornos neuromotores, menta les, ceguera o a encontrar su muerte temprana. A lo largo de la obra se observa la preocupación de los médicos y psiquiatras de la época por comprender problemas que no habían sido controlados hasta entonces, como la impotencia sexua l o la sífilis. La denominación d e los genHales en el glosario fue mucho más precisa cuando se refirieron a l sexo masculino, y quedó patente la ausencia de los términos alusivos al femenino. Así que mientras encontramos diversas definiciones d e pene, escroto, espermatozoide, falo, etc., los términos de vagina, matriz, ovarios, trompas de falopio y otros, no tienen un lugar definido dentro del vocabulario o sólo fueron referidos en función de los primeros.42 Además de los términos alusivos a los genHales, quedaron registrad as las nociones referentes a las etapas de la vida sexual, algunos fenómenos, doctrinas y cien cias, como "orgasmo, orquitis, menopausa [sic], menopausia, salpingo-ovaritis, doctrina pansexualista, va rias enfermedades del espíritu o psicológicas, sexuologia [sic], sexología y eugenesia"." De las investigaciones de campo realizadas hasta entonces, los médicos mexicanos obtuvieron argumentos objetivos para hacer lffi llamado a educar a la juventud en sus prácticas sexua les y así prevenir los d esequilibrios de impotencia, o emociona les, que ocasionaban las prácticas disipadas de la sexualidad . Así, por ejemplo, los ex perimentos con monos practicados por un cirujano vienés y uno ruso intentaron mostrar que la impotencia sexual tenía cura, incluso por medio de operaciones para regenerar la función "1 Juan L. Soto y Atenógenes Soto, op. cit., p . 303. "2 /bid., pp. 302-305. H El pansexualismo fue la doctrina freud iana que consideró que el instinto sexual domina y dirige todos los actos humanos conscien tes o inconscien tes, desde los más simples hasta los más complicados. Eugenesia deri va de l'lI , bit'lI Ygéllf.'sis, nacimiento: ciencia nueva que tenia por objeto estable<:er los principios que rigen la procreación de seres humanos perfectamente dotados y libres de todo defecto. Fomentada para fa vore<:er la generación de razas fuertes. Juan L. Soto, 01'. cit., 1933. 430 DoMINACiÓN y RESISTENCIA EN EL MAxlMATO sexual del pene, mientras que las pruebas de otro médico vienés apoyaban la idea de que todo desequilibrio psíquico tenía su origen en el instinto sexual. 44 Los resultados d e aquellas y otras investigaciones realizadas por algunos médicos fuera del país dieron base objetiva para que los profesionales mexicanos propusieran una vía científica para el control de las consecuencias negativas de la temprana vida sexual de la juventud. Había que prevenir y convencer a los jóvenes de los posibles "desarreglos" físicos y morales que acarreaba una práctica precoz de su sexua lidad . Para abordar el primer tema planteado en este libro, que giró en tomo a ciertos escollos de la educación sexual, los autores consideraron la obra de Stell, Forell y Mary AlIen. Se apoyaron en Forell para analizar los inconvenientes de una educación sexual prematura, porque pocHa "ser brutal revelación al niño, niña inocentes, al joven no iniciado, en la joven intacta de toda idea de corrupción", pues se les pued e despertar el "hambre sexual " [sic]'5 A su vez, citaron a Austregesillo, Sigmund Freud, Kraft Ebing y Feré al examinar las enfermedades de indole psicológica ligadas a la sexualidad humana. Reconocieron la influencia sexual en el origen de innumerables transtomos nerviosos y psicológicos, aunque consideraron un poco exagerada la doctrina pansexualista de Freud. 46 Por otra parte, estu vieron de acuerdo con Feré, quien pensaba que debía "evitarse el manejo incorrecto de los niños con caricias y besos en exceso por parte de maestras, niñeras o los propios padres, pues esto ori gina en el futuro degenerados, prostitutas, adúlteras, meretrices, lujuriosos, viciosos, pervertidos e incestuosos".47 .w Juan L. Soto y Aten6genes Soto citan a dos médicos que habían realizado ciertos experimentos con monos, en sus respectivos países. para lograr el "rejuvenecimiento": Steinach, cirujano vienés, quien intentó e l rejuvenecimiento al provocar la reactivación del testículo por la ligadura de l cana l deferente; y Sergio Voronoff, méd ico ruso, naturalizado francés. quien intentó injertar partes de testículo de un mono al hombre con el fin de regenerar la función sexual. Véase Juan L. Soto, op. cit., 1933. " [bid., pp. 20 Y 62. " [bid .. pp. 29, 36 Y39. 471dem. 431 CARJvfEN t MEl DA V AlDEZ VEGA Para abordar el tema de la intersexualidad, el hermafroditismo, la virilización, la femenización y la homosexualidad utilizaron las obras de Havelock Ellis, Orlows ki y, sobre todo, las obras de Gregario Marañón.48 Aquí, además de exponer sin engai\os y en forma mu y directa las diversas posibilidades de relación sexual entre individuos de sexo opuesto o del mismo sexo, muestran lo funesto de las prácticas sexuales "desarregladas" .49 Así pues, pensa ron que la práctica del onanismo o masturbación podía tener gra ves consecuencias pa ra la salud física y moral del individuo, quien incluso podía llegar a la 10cura. 50 Además, tomaron en cuenta las ideas de Bizard y CarIe al mostrar los conflictos de tipo moral que tenía la prostitución . La obra d e aquéllos les permitió -al doctor y al maestro- presentar cad a una de las enfermed ades venéreas que se derivaban de una práctica sexual disipad a ligada a la prosti tución . La propuesta didáctica d e los mexican os fue much o más elemental que el programa de estudios para sexto año de primaria di fundido en un periódico de la época, aunque ambas coincidieron en que los jóvenes tendrían que adquirir los elementos básicos de higiene y del funcionamiento del cuerpo humano para prevenir cualquier contagio por vía sexuaL De acuerd o con el program a publicado en el Excelsior, la juventud debería tener conocimiento de: 1) las glánd ulas sexuales masculinas y femeninas, su importancia en el crecimiento y la reproducción; los cuidad os higiénicos de la mujer durante la secreción menstrua l; 2) la conjugación de las celdillas sexuales; fecundación, cuidados y características del embarazo; 3) la influencia de los padres segím sus condiciones d e salud en la vida y robustez d e sus hijos; 4) la Véase Juan L. Soto y Atenógenes Pérez y Soto, op. cit., pp . 55, 63, 67 Y 127. Juan L. Soto y Atenógenes Pérez y Soto, op. cit., p. 248. so La locura provocada por la sífilis era lUla de las pruebas objeti vas de la verdad de estas ideas. En el vocabulario, el término ona1lismo es igualado a la masturbación. Onán es un personaje bíblico, hijo de Judá, qu ien fue obligado por su pad re a casarse con Tamar, viuda de su hermano, para que hiciera vida marital con ella y pudieran p reservar la descendencia de la familia. Pero Onán no cub re las expecta tivas del pi1dre, pues no tiene hijos, ya que practicó el coito in terrump ido. Gran dicóonar;o enciclopédico illlstrado, t. VIII , 3" reimp ., Selecciones del Reader's Digest, 1988. .ij! ~9 432 DoMINACIÓN y RESISTENCIA EN EL M AXIMATO significación individual y social de la vida sexual, y 5) el cuidado y aseo de los órganos sexuales. 51 Para aquel médico y aquel maestro, la implantación de la educación sexual en la escuela mexicana tenía dos propósitos: forjar el carácter físico y la voluntad de los jóvenes. A ellos se les tenía que formar conciencia de los deberes biológicos que les esperaban en el futuro, además de educar su moral. Para los autores en cuestión, la moral sexual era entendida como una doctrina de la conducta humana en la que no había ni bondad , ni maldad, en lo que coincidían con ForeU, quien planteó que " la palabra moral se emplea por la generalidad de las gentes para significar sexualidad y castidad, es decir continencia, mientras que la palabra inmoral sugiere la idea de incontinencia, o libertinaje". Ellos creían que se hacía mal uso de las palabras, puesto que la sexualidad en sí, como fenómeno biológico, nada tiene que ver con la moral, como no lo tiene el comer, andar o dormir: " La sexualidad en sí no es moral ni inmoral, es el instinto reproductor de la especie cuyo servidor es el individuo, pequeño eslabón en la interminable cadena de las generaciones que sucesivamente van poblando la tierra ".52 El tema sexual, tabú para la tradición judeocristiana en tanto noción de moralidad, estaba ligado al valor castidad en las prácticas sexuales. Los voceros de la tendencia proeducación sexual en la juventud denunciaban esto cuando hablaban de "la existencia de prejuicios seculares, a los padres, a los maestros, a los educadores ya los religiosos, les repugna tratar de estos asuntos con sus hijos o con sus discípulos".53 Al final de la exposición de cada tema mostraron medidas destinadas a impedir la aparición o la propagación de enfermedades venéreas. Había que mostrar las bondades que ofrecía la educación sexual en la prevención de las enfermedades del sis tema nervioso y las mentales; al mismo tiempo promovieron la higiene física y moral entre los jóvenes. 51 Excelsior, 8 enero de 1933, 1· plana, l Asección. La QuestiO/1 Sexlle1le( médico y educador 5uizo). Juan L. Soto y Aten6genes Pérez y Soto, op. cit. , p. 15. 51 ldem. 52 ForeU, 433 CARMEN lMELDA V ALDEZ VEGA En la última parte del libro quizá el espíritu docente d e ambos les permitió proponer, en tres lecciones didácticas, una manera sencilla de adquirir nociones elementales relativas a la transmisión de la vida, preverúrlos contra las enfermedades contagiosas y hereditarias correspondientes a las relaciones sexuales del hombre y la mujer, y recomendar que los jóvenes debían ser conscientes de su papel biológico en la reproducción de la humarúdad y de su papel en la constitución de la farrúlia. Contra la educación asexuada difundida por la tradición judeocristiana, los científicos pretendieron que los jóvenes reconocieran la existencia del sexo en el hombre y de sus funciones reproductivas y hereditarias. "Lo que nos interesa ---decían- es presentar un método activo de esta materia que tanto espanta a la razón mística ya la moral cívica de nuestro país, donde por mucho tiempo se ha enseñado a los niños una anatomía y lma fisiología asexuales. 54 Mostrar las funciones sexuales de los seres vivos fue lo más peligroso de la propuesta de la formación del "nuevo hombre", pues aunque el objetivo era enseñar a los jóvenes las nociones esenciales relati vas a la reprod ucción de la v ida humana y los conceptos básicos de la anatomía y la fisiologia sexuales de seres inferiores, léase "plantitas y arúmalitos", en el fondo de la discusión estaba un problema mucho más complicado que las técnicas de educación sexual que ellos sugerían, pues de hecho se cuestionaba la creencia en el origen divino d el hombre que la tradición judeocristiana había propagado como verdad hasta entonces. El valor de verdad científica conterúd o en la propuesta de educación sexual para los jóvenes se oponía frontalmente al va lor de verdad del origen divino del hombre. ¿Quién había creado al hombre? ¿De dónde provenía? Apoyándose en Gréard, los autores proponían que los jóvenes no debían ignorar de "dónde vienen, lo que son y lo que deben a las generaciones que les suceden" S5 La respuesta de los científicos a la cuestión del ori gen del hombre llevaba a la conclusión de que el joven debía saber que él era producto de la tmión sexual de sus padres y que era necesario que él tu viera conciencia de las consecuencias morales y físicas que te$4 ¡dem. ss ¡bid., p. 249. 434 DoMINAC iÓN y RESISTENCIA EN EL MAxlMATO nía su práctica sexual. ¿Cuál era la verdad, que se confrontaba? La prevaleciente en la tradición judeocristiana: la creación divina del hombre. Si se aceptaba la "nueva" verdad, esto es, que el hombre era producto de la unión sexual, entonces quedaría invalidada la idea de que Dios creó al hombre. Esa peligrosa verdad provocó una reacción inmediata por parte de los sectores sociales más aferrados a la verdad promulgada por la tradición judeocristiana .56 La publicación d el libro tenia el propósito de secundar la campaña que en ese momento se libraba en pro de la educación sexual. Nosotros --decían los autores d el libro- queremos contribuir d e este modo en la pequeña medida d e nuestro esfuerzo a resolver la cuestión de manera afirmati va, ya que valientemente y con fines revolucionarios y patrióticos la Secretaría d e Educación ha puesto el asunto a la consideración de nuestro medio social, sin otra mira que dejar deslindada la cuestión sobre si se debe o no dar educación sexual en nuestra escuela. 57 Para refutar el principal argumento esgrimido por algunos sectores de la sociedad en el sentido de que "este tipo de educación avivaría el fuego sobre los latentes instintos eugenésicos de la niñez", lo que " traería como consecuencia Wl desquiciamiento del pudor, el recato y el equilibrio orgánico de nuestros educandos, con las caídas consiguientes en el mundo de la prostitución y del delito", el médico y el doctor propusieron Wla revisión general de los programas y horarios escolares para: reorganizar el régimen disciplinario en cuanto atañe a las normas d e conducta escolar, para buscar un equilibrio entre las energías orgánicas d e cad a al umno y la capacidad d e esfuerzo que reclam a la diaria labo r d e la escuela al mismo niño, d e modo que la vida mental y física del educando esté totalmente absorbida por las diversas actividades de 56 Los rumores propagados respecto a que "se trataba de pervertir a la niñez y a la juventud quitándole, por una parte, su virtud y su integridad y, por otra, su fe religiosa " tenían la in tención de desprestigiar la iniciativa oficial de la SEP. Tan deHcado asunto, mezclado con los conflictos en otros ca mpos, provocó un ambiente social muy violento. 57 Juan L. Soto y Atenógenes Pérez y Soto, op. dI . 435 CARMEN lMELDA VALDEZ VEGA la enseñanza, no dejando margen, ni en tiempo ni en lugar, para que los nmos o jóvenes escolares se entregu en a discurrir en las delectaciones del sentimiento sexual favorecido por el excedente de energía, siendo de tal manera el control d el gobierno y dirección de la escuela, que se d eberá aprovechar el consumo total de aquélla para los fines dinámicos generales de la vida escolar.58 Al can a liza r en forma equilibrada la energía del educando en actividades físicas e intelectuales, decían ellos, no hay "excitación sexua l prematura, ni desviaciones morbosas de la niñez", por lo que proponían suprimir lecturas románticas y eróticas, malas compañías, vida perezosa, exceso de alimentación, retraimiento hogareño, falta de sociabilidad. Al mismo tiempo, había que promover entre los jóvenes actividades deportivas, trabajos intelectua les o materiales, ejercicios físicos, actividades !'ociales, elementos de gran valor y de gran atracción para que canalizaran sus energías exuberantes y así apartarlos de "las garras de la prostitución que conduce a la lujuria, a las enfermedades venéreas y a otros vicios como el alcoholismo, el cocaísmo, y otras toxicomanías tan extendidas entre los jóvenes modernos que viven en la depravación y en la holganza".59 Al igual que la tradición moral judeocristiana, el doctor Soto y el maestro Atenógenes Pérez creían que era necesario que la ed ucación sexual debería estar encaminada a logra r la pureza, pero advertían que los consejos de "una moral rígida" podían tener efectos desastrosos, pues no producían pureza, sino temor. En el mismo sentido que la tradición judeocristiana, el valor de pureza también estaba asociado a la abstención sexual de los jóvenes. 60 Tan inútil es rogar como ordena r a la humanidad que no fume, que no beba, que no ejercite las prácticas venéreas, por eso la moral científica consistiría enenseñarel camino útil pa ra la salud y la manera de seguirlo; suprimir en el medio ambiente toda actividad y manifestación ya d e orden material, ya de orden psíqu ico que fueran nocivas al desarrollo 58 Ibid., pp. 250-251. Se percibe una intención de vigilar y con trolar las actividades de la juventud. 59 lbid., p. 52. liO ¡bid., p . 64. 436 DoM INACIÓN y RESISTENCIA EN EL M AXIMATO normal del instinto genésico; en d eri va r hacia ca uces provechosos, placenteros y fáciJes de seguir las energías superabundantes en el niño yen el joven.61 A la moral a temorizante y sobrecogedora que propugnaba la tradición judeocristiana, ellos an teponían una "moral científica" que se basaría en el convencimiento del joven de la abs tención sexual para que la práctica fuera pura y sana. La pureza sexual no se lograría con base en el temor, sino con el conocimiento científico de la sexua lidad d el hombre. "Lo opuesto a la pureza -decían ellos- no es el rito genésico, sino la lujuria, esa corrupción humana d el amor, esa viciosa rebeldía contra el orden natura l de la vida sexuaL"62 Había quecombatiral "misterio del sexo" con la "verdad científica del sexo"; había que sustituir la castidad peligrosa basada en la ignorancia por la "serena castidad " con base en los conocimientos científicos de las prácticas sexua les. La castidad entre jóvenes se lograría cuando ellos se abstu vieran de tener una sexualidad acti va convencidos de que ello era lo más sano para su salud moral y física. "La moral científica -afirmaron- es la que conviene a los desvíos de l amor o d el instinto sexual, pues el sabio no ordena, no amena za, no promete cosas ideales, muestra el camino para la salud , para la conciencia, para la vida, para la especie y para la humanidad."ó3 Por otra parte, la pureza física y moral que pretendían lograr entre los jóvenes también tenía ciertos elementos afines al culto de la eugenesia, propios de la época. 64 " La eugenesia despojará a la humanidad -decían- de muchas de las lacras, eliminará de la vida todo fac tor social inútil o nocivo, y conducirá al hombre, por caminos de perfección creciente, al más a lto grado de felicidad posible."" A lo largo de toda la obra, los distintos problemas p lanteados tu vieron como ejes rectores tres cuestiones a definir: ¿quién debería ed uca r a la ju ventud en estos asuntos tan delicados y escabrosos?, 61 ¡bid., pp. 64-65. 62/bid., pp. 25-26. 63 /don . 6-1 Véase Juan L Soto y Atenógenes Pérez y Soto, idem. L Solo y Atenógenes Pérez y Soto, ibid., p. 70. 65 Juan 437 CARMEN IMELDA VALDEZ VEGA ¿cómo había que impartir este tipo de educación?, y ¿qué se le podría enseñar?, asuntos que confrontaron a la sociedad mexicana en ese ti empo.66 ¿Quién debería dar esta educación sexual? Explícitamente ellos aseguraron que los padres y los maestros podían ser los instructores en este terreno, "previamente ins truidos" por los médicos, psiquiatras y demás profesionales especializados. Aquéllos tendrían que hacer a un lado prejuicios dogmáticos propios de la trad ición judeocristiana y ser preparados por los méd icos y psicólogos. ¿Cómo debería ser impartida la ed ucación sexual? De manera sencilla, amena, didác tica y basada en conocimientos científicos. En la última parte de su libro los autores mostraron varios procedimientos para iniciar esa educación. En tres lecciones a seguir en los cursos de primaria y secundaria proponían que la instrucción sobre la anatornJa y la fisiología sexuales debería ser lenta y progresiva, que tendría que partir del conocimiento de los organismos inferiores (léase plantitas) pa ra ir ascendiendo hasta el conocimiento de la anatomía y fisiología reproducti va de organismos superiores (léase "animalitos"). En la primera fase sugerían describir los ó rganos sexuales de la rosa y el alcatraz; en la segunda, que los jóvenes deberían conocer las etapas d e gestación y reproducción de las aves para inferir las nociones de fisio logía sobre la función de la reproducción humana. Nunca se planteó la descripción gráfica de los ó rganos sexuales humanos. La forma sencilla y clara del libro, sobre tod o en la propuesta didáctica del último capítulo, quizá fue producto de la experiencia docente de ambos autores, ya que tanto el d octor Soto como el cated rático Pérez y Soto impa rtieron cursos de Higiene, en el Colegio Militar y en la Escuela Normal de Profesores de Xala paEnríquez, respectiva mente. Es probable que la cercanía con los jóvenes en sus colegios, y el conocimiento del debate d e la época por el control sanitario de la vida sexual de éstos en otras pa rtes del mundo, orillara a su participación en la controversia mediante la publicación de su Iibro. 67 Martaelena Negrete, ibid. , p. 165. El doctor Soto hizo sus estudios en e l extranjero, pues fue alumno de la Clínica Necker en París e ingresó como médico interno en el Hospital de Eppendorf, 66 67 438 DoMINACIÓN y RESISTENCIA EN EL MAXIMATO La didáctica inocente y delicada expresada en el libro del médico y del maestro, le dio un significado diferente a los valores de pureza, moralidad, verdad y castidad, así como a los símbolos del "hombre sano" física y mentaímente y de "hombre instruído" que lleva a cabo sus prác ticas sexuales de acuerd o con su "libre albedrío". La base científica de los valores implícitos en la propuesta d e educar a los jóvenes en su práctica sexual comba tió, de hecho, las creencias de la tradición judeocristiana que habían orientado y determinado las p rácticas sexuales de aquel entonces. 68 Por ello se comprende la reacción social de grandes sectores de padres de familia, maestros, médicos, psiquiatras, abogad os, sacerd otes y otros, frente a aquella inocente, pero peligrosa propuesta educativa . ¿EDUCACIÓN DE LA PUREZA O EDUCACIÓN SEXUAL? Desd e 1932, año en que se hizo público el infor me que la Socied ad Eugenésica para alertar a la sociedad sobre los males venéreos que traían las prácticas sexuales, comenzó la inqu ietud entre varios sectores sociales. Al año siguiente, el debate quedó abierto cuando se dividió la Comisión Técnica Consul tiva, asignada por la Secretaría de Educación Pública, en sondeo del proyecto propuesto para impartir cursos d e educación sexual a los niños de las escuelas primarias. 69 Hamburgo. Por su parte, el p rofesor Pérez y Soto ocupó puestos ejecutivos en el ámbito educativo de Veracruz; además, fue inspector de escuelas en el Distrito Federal y subd irector de la Escuela Nacional Prepara toria, y ocu pó la Dirección General de Educación del mismo estado. Véase Juan L. Soto y Atenógenes Pérez y Soto, op. cit., pp. 6-8. 68 Colocando en primer lugar la profilaxis moral, los contenidos del programa propuestos en el ciclo secundario eran los siguientes: reglas de higiene sexual, ventajas de la continencia, nociones sobre las enfermedades venéreas, sus consecuencias en el individuo, la fami lia, la raza y la sociedad, nociones indispensables sobre profilaxis y nociones de eugenesia . 69 Martaelena Negrete, "Contra el laicismo", op. cit., 1988, pp. 151·170; Ernesto Meneses Mor<lles, "El p royecto de la ed ucación sexual ", op. cit., pp. 629-644. 439 CARMEN lMELDA V ALDEZ VEGA La división de la Comisión animó la expresión de va rias organizaciones de padres de familia contra la iniciativa de la Secretaría de Educación Pública, que encontraron dirección en la Unión Nacional de Padres de Familia, el Consejo de la Federación de Agrupaciones de Padres de Familia y la Asociación Nacional pro Libertad de Enseñanza, mismas que impugnaron abiertamente el establecimiento de la ed ucación sexual en la escuela. Detrás de ellas se encontraba "la labor del clero".'o Desde 1917 se fundó la Unión Nacional de Padres de Familia para modificar el artículo 3° constitucional. Todas reivindicaron el derecho de los padres de familia a educar a s us hijos, además de dedicarse a la defensa de la ed ucación cristian a, escudados en la libertad de enseñanza?l A lo largo del último semestre de 1933, en casi todos los periódicos se expresaron las opiniones a favor y en contra de la ed ucación sexual para la juventud. Los cuatro puntos que centraron la confrontación pública fueron: a) por qué debe darse la educación sexual, b) quiénes deben darla, e) y d) cuando y cómo debe darse." Los argumentos contra la ed ucación sexual de niños y jóvenes en la escuela pública seguían implícitamente los lineamientos del papa Pío XI. Está muy difundido el error de los que, con p retensión peligrosa y con feo nombre, p rom ueven la ll amada educación sexual, es timando falsamente que podrían inmunizar a los jóvenes contra los peligros de la concupiscencia, con medios puramente naturales, cual es tu1a temeraria iniciación e instrucción preventiva para todos indistintamente, y, lo que es aún peor, exponiénd olos p rematuramente a las ocasiones para acostumbrarl os, según dicen ellos, y como para curtir su espíritu contra aquellos peligros. 73 ?a Vicloria Lerner, op. cit., p . 43. El Consejo de la Federación de Agrupaciones de Padres de Familia se creó el 16 de mayo de 1933, de acuerdo con el Reglamento de la s Agrupaciones de Padres de Familia en el D.F. Martaelena Negrete, op. cit., 1988, pp. 164-171 . 7J Va lentina Torres Septién, "La Unión Nacional de Padres de F.amilia. La lucha por la enseñanza de la religión en las escuelas particulares", ponencia presentada en el Congreso de Historiadores México-norteamericanos de Oaxaca, 1985. Citada en Martaelena Neg rete, ibid., 1988, p. 166. n Martaelena Negrete, ibid. p. 165. 73 Encíclica Divilli il/lls magistri, 31 de diciembre de 1931, en Doctrilla J'ollt!ficia, 1. 11, documentos políticos, pp. 524-525, citada en Martaelena Negrete, iNd., p. 165. 440 DoMINACIÓN y RESISTENCIA EN EL MAXlMATO Al iniciarse el año de 1934 la inquietud entre los padres de familia se enfocó hacia el conjuro de una huelga contra la ed ucación sexual. Las acciones se fueron dando de manera gradual. Conforme se fue acercando la fecha de las elecciones presidenciales, se reanimó la controversia hasta el punto de constituirse en un conflicto político muy serio. El momento más alto de la tensión que provocaron las críticas y las expresiones de descontento de los padres de familia llegó cuando el conflicto se unió al descontento magisterial por problemas gremiales y a l conflicto universitario, lo que obligó a la salida de Na rciso Bassols de la Secretaría en mayo de 1934. 74 Meses antes, en un mitin celebrado el 7 febrero de 1934 en Mixcoac, el presidente de la Unión Nacional de Padres de Familia, Ignacio Bravo Betancurt, denunció las similitudes de la educación sexual y la educación socialista. A la par de acciones públicas como ésta, muchos padres de familia también utilizaron estrategias como el rumor, el envío de cartas de protesta al presidente, el boicot y el cierre de escuelas para bloquear la implantación de la ed ucación sexuaJ.75 Por ejemplo, corrió el rumor de que algunos maestros habían seducido a niñas en nombre de la ed ucación sexual. Tales historias se creían fielmente, ya que se citaban nombres y lugares, que se repetían ante oyentes deseosos de creerlas. Años después, Verna Millán describió la situación de la campaña de rumores desatada en la ciudad de México: "La protesta se volvió una histeria verdadera [ ... ] la suciedad que se inventó durante ese tiempo me horrorizaba y me causaba espanto".76 Pero no todos los rumores eran falsos. Así lo hizo saber el doctor Miguel Manzur Kuri, quien entonces cursaba el segundo o tercer año de primaria en la escuela República del Perú: 74 Los maestros de primaria del Distrito Federal estaban mu y inquietos debido a la creación de una Ley de escala fón en julio de 1933, instrumento que aparentemente permiti ría la homologación de sus condiciones de trabajo, pero que de hecho creó inseguridad en la situación laboral entre la mayoría, pues muchos profesores no tenían legalizada su fo rmación profesional, ya que habían sido improvisados para educar y no poseían título. John A. Britton, op. cit. 7S Ernesto Meneses Morales, op. cit., 1986, p. 640. 76 Citada en John A. Britton, op. cit., pp. 97-116. 441 CARMEN IMELDA V ALDEZ VEGA el profesor usó, como ejemplo de anatomía femenina, a una niña de la clase. Durante las dos o tres semanas que siguieron, los alumnos estuvieron muy perturbados por esa experiencia. Aunque no fueron muchas las clases de ed ucación sexual, si fu eron las sufici entes y lo suficientemente crudas para espantar a los niños. La experiencia fue terriblemente agresiva. n Los ánimos se tranquilizaron temporalmente con la expulsión de Bassols de esta Secretaría, pero después de las elecciones del 1 de julio de 1934 un discurso anticlerical d e Plutarco Elías Calles, conocido como el "Grito de Guadalaja ra", avivó la confrontación sociaJ.78 En este discurso Calles afirmó: "Sería una torpeza muy grave [ ... ] para los hombres de la Revolución, que no arrancáramos a la juventud d e las ga rras de la clerecía y de las garras d e los conservadores [ ... ] La Revolución tiene el deber imprescindible de apoderarse de las conciencias, de desterrar los prejuicios y de formar la nueva alma nacional. 79 En sentido opuesto, la directriz de la a lta jera rquía confrontó aquella iniciati va oficial y ordenó a los padres d e familia preferir las escuelas católicas y que no enviaran a sus hijos a las escuelas oficiales. Uno de los voceros de esta tendencia fue el arzobispo de México, quien median te instrucciones pastorales reivindicó el derecho de los padres de familia a elegir el tipo de educación moral y espiritual que deberían recibir sus hijos. Y, de acuerdo con las disposiciones creadas por el Concilio Plenario Latinoamericano, amena za ron con no absolver en el sacramento de la penitencia a "aq uellos católicos que pertinazmente, y pudiendo impedir el 7? Entrevista con el doctor Manzur Kuri hecha por el doctor Meneses en 1985. Citad a en Ernesto Meneses Morales, op. cit. , 1986, p . 640. El mismo testigo explicó que el escándalo no fue ma yor, pues difícilmente se hacía púb lico lo referente a la sexualidad . "No la comentó [la experiencia ) con sus padres, pues, en ese entonces, no se acostumbraba a hablar de esos temas con ellos." ¡bid., p. 641. ' 78 JOM A. Britton, op. cit., pp. 97-11 6; Victoria Lemer, op. cit., p. 75. 79 E/JI/formador, Guadalajara, 21 de julio de 1934. Ci tado en Pablo Yankelevich, " La bata Ila por el dominio de las conciencias: la experiencia de la educación socia lista en Jalisco, 1934-1940"; Susana Quintanil la y Mary Kay Vaughan, Eswc/a y socil'dad {'II el período m rdm ista, 1997, p . 111. 442 DoMINACIÓN y RESISTENCIA EN El MAXIMA TO daño que para las almas de los niños se sigue d e una educación antirreligiosa, no lo hacen".80 Siguiendo esta pauta, se aprestaron diversas plumas para bloquear la educación pública y difundir el derecho de la sociedad a educar a las generaciones jóvenes bajo los preceptos cristianos. Un ejemplo claro del tipo d e discurso que fund amentó la permanencia de la tradición judeocristiana en el ámbito educativo es el folleto de José Mesa y Gutiérrez· ' En aquel texto, escrito en tono delicado y moralizante, se definió a la castidad y la pureza como valores fundamentales que avalarían una buena educación sexual. En el artículo del doctor Mesa se escuchan las voces de los sacerdotes de la tradición judeocristiana que también estaban atentos a la problemática sobre la educación sexual de los jóvenes que tanto inquietaba a la sociedad en aquella época. Con fundamento en diversas publicaciones de sacerdotes jesuitas, registradas al final del folleto, el conferencista coincidió con los médicos y demás profesiona les que creían necesaria la ed ucación sexual integral, pues había que formar al sujeto en todos los planos, esto es, en su estructura fisiológica, intelectual, social, espiritual y moral." Pero el a rgumento del doctor Mesa implicó un significado diferente al que teman los discursos proeducación sexu al para los 80 Pascual Díaz, ins trucción pastoral que dirige en forma confidencial a sus párrocos y demás sacerdotes el excmo. y revmo. sr. arzobispo d ~ México, México, s.p.i., 1934, p . 7, citado en Guadalupe Monroy Huitrón, Política educativa de la Revolución 1910-1910, México, SEP (col. Cien de México), 1985, pp . 37. 81 John A. Britton, ibid., pp. 97-116; José Mesa y Gutiérrez, op. cit. En un artículo publicado en El Nacional el 26 de junio de 1933, Sobre la educación sexual. HigienE' psíquico-biológica y superación moral, el doctor Pedro de Alba, quien formó parte de la Comisión Técnica Consultiva, menciona que el d octor José Mesa y Gutiérrez impartía un excelente curso de psiquiatría en la carrera de Medicina . 82 El listado de los libros que el doctor Mesa cita al final del folle to son: Educació11 de la castidad y Educación moraf, presbítero Ruiz Amado, sacerdote jesuita; Combate de la pureza, P. G. Hoornaert, sacerdote jesuita; Pureza, J. Guibert; Moral de fa ju ventud, Ernesto Hull; Educación de fa pI/reza y Preparació" para 1'/ matrimonio de las jóvenes, por el doctor H. Abrand ; iQue te cases ... !, presbítero Ruiz Amado, sacerdote jesuita; Iglesia y educación sexual, Manual pora los padres y edllCadores, Barcelona, Litúrgica; Moral del joven, Vie 5txlleffe, Vie a deux, et mariage?, doctor Surbled. 443 CARMEN IM ELDA VALDEZ VEGA jóvenes, pues aunque también alertó contra los peligros de ord en físico, psicológico y moral, consecuentes a la ignorancia respecto al sexo, su reivind icación contenía la sugerencia de eliminar el término "sexual " para "no promover ninguna práctica sex ual impura" , por lo que en su luga r tendría que hab larse d e educación de la pureza, que debería preserva r la inocencia de los jóvenes. El valor de pureza en la tendencia contra la educación sexual quedó ligada a la noción de inocencia. s3 Las princi pales consecuencias de esta ignorancia - decía- son las siguientes: la adquisición de enfermedades venéreas, como la blenorragia, sífilis, esterilidad o atrofiamiento de las glándulas vitales e, incluso, la loc ura. Al citar en su folleto la encíclica La edllcació/¡ cristiana y la juventud del papa Pío XI, el d octo r Mesa reconoció la directriz cristi an a en la cuestión ed ucati va,54 en la que se propone que la educación sex ual debería ser "puramente espiritual, prescindiendo de toda descripción anatómica o fisiológica", pues es " tal y tanta nuestra miseria y la inclinación al pecad o, que muchas de las cosas que se dicen para remedio de los pecados se toma ocasión e incitamiento para el mism o pecado" .85 Las bajas pasiones pod ían desa tarse, creían los voceros de la trad ición judeoc ris tiana, si se mostraba la es tru ctura y la fisio logía del sexo del hombre o de la mujer. Por su parte, después de hacer una traducción de la encíclica Divil1i illills mngistri, publicada el 31 d e diciembre de 1929, el pad re Meneses conclu yó que en este d ocumento: Se rech aza la educación sex ual por lo siguien te: 1) p rescindir del d esorden de la naturaleza, 2) estimar que en los medios puramente josé Mesa, op. cit. john A. Britton, op. cit., p. 33. "Muchos ca tólicos mexicanos interpretaron esta encíclica como el asentimiento de la alta jera rquía eclesiástica para renovar su lucha a favor de la enseñanza rel igiosa. Para diciembre de 1931, la iglesia en México reafi rmaba su influencia pública en una celeb ración masiva del 400 aniversa rio de las apariciones de la vi rgen de C uadalupe. Por su parte, el anticlericalismo también había cobrado nuevo vigor con el nombramiento de Bassols como ministro de Educación." Casi a un mes de realizada esta manifestación ca tólica, el gobierno redujo a 25 el número de sacerdotes acreditados en el Distri to Federal. Francisco Arce Curza, " En busca de una educación revoluciona ria", en Josefina Zoraida Vázquez et al., El/sayos sobre la historia dI' la edllcnciólI ('1/ México. 1986, p. 176. liS josé Mesa y Gu tiérrez. op. cit. 8.J 84 444 DoMINAC iÓN y RESISTENCIA EN EL MAXIMATO naturales se inmuniza a los jóvenes con tra los peligros del desorden, 3) pretender dar una iniciación e instrucción preventiva igual para tod os y en público; 4) exponer prematuramente a los jóvenes a las tentaciones, so pretexto de curtir su espíritu; 5) suponer que el desorden moral viene má s de la ignorancia, que de la volun tad d ébil, sobre todo si ésta carece de apoyos morales o religiosos. La encíclica concluye que si se hace necesaria la ins trucción sexual, queda a cargo de los padres de las familia s, quienes recibieron de Dios la misión educativa .86 En el folleto del d octor Mesa, presentado como un decálogo de la edu cación de la pureza, se siguieron aq uellos lineamientos católicos. Así, por ejemplo, en la octava regla se planteaba que era necesario explicar al adolescente: El dogma y verdad históri ca uni versal, y verdad individu al, personal de él [sicJ, del Pecado Original ". "Nuestro cuerpo cristiano -decía el doctor Mesa- es templo vivo del Espíritu Santo, como lo dij o san Pablo, pero también es cierto que en el indi viduo ha y dos sujetos de opuestas tendencias: el uno tira hacia abajo, a la vida animal de los instintos, al hedonismo, al placer sin control, al placer como fin; el otro tira hacia arriba, a la vida espiritual. El segundo d ebe dominar al primero fo rtaleciendo ideas buenas". Por lo que proponía que "la ilustración va destinad a a calmar inquietudes, a evitar peligros: d ebe inclinar al adolescente a la abstención tempora l, en espera del momento oportuno que es el matrimonjo, o definitiva, en caso de vocación religiosa".87 La noción de pureza que aquí se considera es ]0 contraparte del pecado. La actividad de la vida sexual no es el fin, el hombre es sólo unmediodel mandato divino. El placer derivado de la práctica sexual se asocia con el estigma del pecado original que cometieron Adán y Eva, p ero que "por la gracia del bautis mo" queda "perdonado": "La obra de la generación en la que colaboramos con Dios, es toda hermosa, toda pura. Si se afea y se vuelve repugnante, es porque la animalizamos. Si se d egrada y se pervierte, es porque pecamos, tomando como fin el placer que tan sólo es medio providencial" .88 86 87 Ernesto Meneses Morales, op. cit., p. 635. José Mesa y Gu tiérrez, ¡bid. U /den!. 445 CARME N lM ELDA V ALDEZ V EGA Se plantea que hay un eterno conflicto en cada hombre, pues en el mismo individuo ha y un "hombre malo" que atiende a sus instintos sexuales, y un "hombre bueno" que enriquece sus "pensamientos puros". Por lo tanto, las prácticas sexuales son pecaminosas. La abstención sexual garantizaba la pureza en el hombre, pero en esta tendencia la pureza es la oposición al pecado. Para generar una práctica sexual pura entre los jóvenes, se muestra en ese decá logo la forma y el contenido de esa educación . En el argumento de estas reglas, a semejanza d e los diez mandamientos, se conciben como impuras ciertas prácticas sexuales, como "el pecado de Onam" [sic ], la masturbación, la concupiscencia de la carne, el aborto, la prostitución y el homosexualismo.59 Consecuente con la directriz de la alta jerarquía católica y cristiana, el doctor Mesa planteó que los padres teman el derecho inalineable de educar a sus hijos. Esto aseguraría la influencia moralizad ora de la Iglesia . Sólo era necesario instruirlos correctamente. Esto qued ó considerado en la 3' regla del d ecálogo: "Únicamente los padres, y de preferencia la madre, son los encargados p rov idencialmente de tarea tan d elicada y tan suya. Sólo en ausencia de ellos el sacerd ote puede sustituirlos para educar a los hijos de manera pura mente espiritua l, prescindiendo de toda descripción anatómica o fi siológica".90 La exclusividad de este derecho era para los padres de familia . N inguna otra persona o ins titución podían , en tan deLicado asunto, ins truir a la niñez y a la juventud . Retomando la opinión de Luis Cabrera, quien con el seudónimo de 0 011 BIas Urren reclamó, en diferentes periód icos, el d erecho de la familia para crear valores morales y sociales. El doctor Mesa jus tificó: Los únicos que tienen el d erecho y el deber d e d ar esa instrucción son los padres pa ra sus hijos ad olescentes y las mad res pa ra sus niñas y d oncellas. Sólo los padres de fa milia pueden atender el problema de d ar educación sexual a sus hijos para ev itar q ue la Secretaría. d e Educación ponga este asun to tan d elicado en manos d e parteras, méd icos y 89 Onán. Personaje bíblico. Gra1l diccionario t'lIciclopédiw ilustrado, Selecciones Reader's Digest, 1988. 90 José Mesa y Gunérrez, op. cit. 446 DoMINACIÓN y RESISTE NCIA EN EL MAXIMATO maestros de escuelas. Los únicos que p ued en sustituir a los pad res son los sacerdotes, los buen os, y los padres adoptivos. 9\ En la portada del folleto de la conferencia citada quedó reflejada esta idea, pues en ella se muestra la imagen de una mujer de pelo corto sentada en una silla con una jovencita hincada a su lado, quien tiene las manos juntas cerca de su barbilla en posición de rezo. La mujer mantiene colocada la mano izquierda en la cabeza de la chica. Lo que muestra esta imagen es a una madre que educa a su hija dentro de los principios morales cristianos. Esta figura refleja claramente la influencia de los lineamientos cris tianos que la encíclica Divini illills magistri ya había otorgad o al padre de familia para hablar del tema con su rujo, pero con tod a la cautela de la educación cristiana tradicional92 (véase imágen). El d octor Mesa sugirió que al anular el término "sexual", sería mejor pensar en una educación de la pureza, que debería ser estrictamente individual, oportuna, progresiva y gradual, siempre en la verdad, impregnad a de espíritu y de fe. La creencia religiosa era la base principal del valor de pureza y de la verdad en esta propuesta; la abstención sexual temporal en los adolescentes, otro; la explicación de las enfermedades a que se expone el pecad or y, p or último, el apego a los mandamientos de la ley de Dios relativos a la vida sexual. La reivindicación de la mora l, la verdad, la castidad, la pureza y otros valores en el sentido propio de la tradición judeocristian a estaba en el fondo de las acciones de protesta públicas o an ónimas de muchos padres de fa milia que no permitieron el establecimiento de tal educación . [bid. ¡bid. José Mesa menciona a Don BIas. Este seudónimo se utilizó años después y sirvió como un canal de expresión que justificó la supremacía de la educación familiar en contraparte de la educación pública. Victoria Lemer cita la discusión Luis del Toro y don Bias Urrea en lom o al punto. Véase Luis del Toro, "El cuento de la abuela y la cátedra de D. Bias", en La prensa, 4 de diciembre de 1936, pp. 2 Y 4. Publicado en respuesta a Luis Cab rera, que utilizó el seudónimo de Bias Urrea. Véase "La Revolución de entonces y la de ahora", Diario de Yll catán, 24 de noviembre de 1936, p. 3. Citados en Negrete, op. cit., p. 165. 91 92 447 CARMEN IMELDA V ALDEZ VEGA Educación Sexual o o •• QUE ES •• QUIEN DEBE DARLA •• COMO DEBE DARSE Los valores de pureza, castidad, moral y verdad que acompañan a una práctica sexl1al "correcta", concebida dentro de la tradición jl1deocristiana, constituyeron infranqueables "diques" para el avance de la tendencia científica que pretendió da r a aquellos valores otro sentido para instituir al "nuevo hombre" que requería la época . La aceptación de los "nuevos" significados d e estos valores implicaba la disolución de costumbres añejas y d eshechar 448 DoMINACIÓN y RESISTENCIA EN EL MAXIMAro las prácticas sexuales asociadas al temor de dios. La adquisición de "nuevas" verdades llevaba a la sustitución de aquellas prácticas por tul ejercicio sexual que tendría como base la libre decisión del individuo. No resultó fácil de comprender, ni de aceptar. A MANERA DE CONCLUSIÓN Como se vio en este artículo, el análisis de algunos elementos ideológicos de este conflicto social, expresado en 1933, mediante el examen de la confrontación de los valores de pureza, verdad, castidad y moralidad, muestra la base simbólica de la resistencia social influida por la tradición judeocristiana que constitu yó una "barricada" que frenó el avance general d e ésta y otras propuestas educativas y culturales d el régimen d ominante. Además, explica la gran influencia y el respeto que tuvo, ha tenido y tiene la tradición judeocristiana en grandes sectores de la sociedad mexicana, incluso ahora que hemos entrad o al siglo XXI. La tensión social provocada por la implan tación del conocimiento científico de los valores morales implíci tos en la propuesta educativa del régimen posrevolucionario para establecer la educación sexual de la juventud en la escuela pública frente a la permanencia de los valores sostenidos por la tradición judeocristiana se mantuvo a lo largo del siglo xx. Aun con la institución de la educación sexual en la escuela pública al finalizar la décad a de 1950, cuando la SEr distribuyó gratuitamente libros de texto en los que se daban lecciones sobre el tema, se abrió nuevamente el debate y la sociedad mexicana se confrontó. Al descifrar el significado y el sentido de la querella de los valores propios de la tradición judeocristiana de importantes sectores sociales frente al emba te de los valores de la propuesta científica y racional educativa, se comprenden las resistencias al cambio en el ámbito educati vo en México que permanecen al inicio del siglo XXI. La expresión pública de aquellos sectores sociales que manifestaron su apoyo o rechazo a la tentati va de establecer la educación sexual en la escuela pública ofrece tul panorama claro de los prejuicios morales que obstaculizaron el ejercicio de las prácticas 449 CARMEN IMELDA V ALDEZ V EGA sexuales en una sociedad que, para 1930, era casi en su totalidad cristian a. 93 Los términos que se discutieron para argumentar los pros y los contras eran los mismos, ya que ambas tendencias, tanto la científica como la judeocristiana apelaron a la mora l, las buenas costumbres, la verdad sobre el sexo, la pureza y la castidad . Las sutiles diferencias radicaron en el sentido que se daba a estos valores en cada una de ellas. La primera radicó en la reivindicación d e los valores hecha por la tendencia científica que tu vo como base los conocimientos científicos, experimentales y objetivos, mientras que para la tradición cristiana los saberes referentes al sexo y a la sexualidad humana, la verdad , la moral, la castidad y la pureza estaban basados en las creencias religiosas. Casi todos recomenda ron pureza y castidad , pues creyeron que la abstención sexual entre la juventud era la solución a todos los males d e una vida "disipad a y desordenada", pero mientras que para algunos científicos es ta cas tidad d ebería tomar en cuenta la libre decisión d el individuo, pa ra los segund os la castidad se lograría atendiendo los principios ordenados por la moral cristiana. Detrás de la controversia se encontraba la cuestión de definir los principios éticos que lograrían la pureza y la castidad en las prácticas sexuales. En el centro del debate por el establecimiento d e la educación sexual de la juventud y de la niñez mexicana estuvo la preocupación por apuntalar lo ético y mora l de la conducta humana respecto a sus prácticas sexuales. En cuanto a la mora l referid a por unos y otros, también se encontraron diferencias que radicaron en la comprensión de las normas morales a que apelaron cada uno d e ellos. La base de las normas morales era dis tinta en la posición científica y en la cristiana, ya que el valor de verd ad para los méd icos que intentaron la creación del "hombre nuevo" tenía como base el conocimiento científico de la sexualidad, mientras que para los que se mantuvieron puntua lmente dentro de la tradición judeocristian a los valores morales de verdad, castidad y pureza fueron fieles a las creencias basad as en la fe y el dogma religiosos. 94 93 94 Martaelena Negre te, op. cit. Luis VilIo ro, Creer, saber y conocer, 1999, pp. 222-249. 450 DoMINACiÓN y RESISTENClA EN EL MAXIMA TO A la verdad alusiva a la fe teológica cristiana y que corresponde al espíritu de Dios, se contrapuso la verdad con fundamento científico. Los valores, símbolos e imaginarios que acompañaron la intención de formación de una nueva sociedad no pudieron desplazar a las creencias y saberes cristianos que sustentaban una práctica de la sexualidad en aq uellos años. SIGLAS y REFERENCIAS El Maestro Rural, México, D.F. Excelsior, México, D.F. El Nacional, México, D.F. Álvarez Amézquita, José, Miguel E. Bustamante et al., Historia de la salubridad desde 1910 a 1960, México, Secretaría de Salubridad y Asistencia, 1960, 230 p. Andrade, Manuel, Código Civil vigente del Distrito y territorios federales, México, Hermanos Herrero, 1931, 133 p. Arce Gurza, Francisco, "En busca de una educación revolucionaria", en Josefina Zoraida Vázquez et al., Ensayos sobre la historia de la educación en México, México, El Colegio de México, 1986, 176 p. Arteaga, Belinda, A gritos y sombrerazos. Historia de los debates sobre educación sexual en México 1906-1946, México, Universidad Pedagógica Nacional/G rupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, 2002, 85 p. Britton, John A., Educación y radicalismo en México. Los años de Bassols (1931-1934), t. 1, México, Sep-Setentas, 1976, 97 p. Carrillo, Ana María, "De la sífilis al SIDA: vidas privadas y paranoias públicas", La Jornada, Letra S, suplemento mensual, núm. 15, 2 de octubre de 1997, pp. 4-7. Chartier, Roger, Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marin, Argentina, Manantial, 1999, 220 p. Galván, Luz Elena (coord .), Miradas en torno a la educación de ayer. Investigación educativa 1993-1995, México, Consejo Mexicano de Investigación Educativa-Universidad de Guadalajara, 1997, 267 p. 451 CARMEN IM ELDA V ALDEZ VEGA González Gutiérrez, Jesús, Manual de infectología, México, 1984, 135 p. Falcón, Romana y Raymond Buve, Don Porfirio presidente... , nunca omnipotente. Hallazgos, reflexiones y debates. 1876-1911, México, Universidad Iberoamericana, 1998, 572 p. Cran diccionario enciclopédico ilustrado, t. VIII, 3' reimp., México, Selecciones de Reader's Digest, 1988, 89 p. Iglesias Soto, Carlos, "El problema jurídico social de la prostitución. México", tesis, México, Facultad de Derecho y Ciencias SocialesUNA M, 1942, 76 p. "Instrucción Pastora l", 17 de enero d e 1932, Pascual Díaz, arzobispo de México, Caceta Oficial del Arzobispado de México, Pedro Benavides, Secretario. Guadalu pe Monroy Huitrón, Política educativa de la Revolución 1910-1940, México, sEr/Cultura (Colección Cien de México), 1985, 89 p. Knigth, Alan, "Estado, Revolución y cultura popular en los años treinta", en Marcos Tonatiuh y Alberto Enríquez (coords.), Perspectivas sobre el cardenismo. Ensayos sobre economía, trabajo, política y cultura en los años treinta, México, UAM-Azcapotzalco, 1996, p. 34. Kumate, Jesús, Memoria de la primera convención nacional de Salud (973), t. In Enfermedades transmisibles, /lO tra/lsmisibles y de trabajo, México, Secretaría de Salubridad y Asistencia, 1974, 659 p. Lemer, Victoria, La educación socialista, México, El Colegio de México, 1998, 234 p. Meneses Morales, Ernesto, "El proyecto de la educación sexual", Tendencias educativas oficiales en M éxico, 1911-1934, México, Universidad Iberoamericana, Centro de Estudios Educativos, 1986, 629 p. Mesa y Gutiérrez, José, Educación sexual: ¿qué es, quién debe darla, cómo debe darse', México, Ediciones d e " El libro bueno", 1933, 32p. Meyer, Lorenzo, El conflicto social y los gobiernos del Maximato, México, El Colegio de México, 1981, 335 p. Negrete, Martaelena, "Contra el laicismo", Relaciones entre la Iglesia y el Estado en México, 1930-1940, México, El Colegio de México/ Universidad Iberoamericana, 1988, 347 p. 452 DoMINACIÓN y RESISTENCIA EN EL MAXIMATO Quintanilla, Susana y Mary Kay Vaughan, Escuela y sociedad en el periodo cardenista, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, 281 p. Rice, Thurman, Cartilla de educación sexual: dedicada especialmente a los niños de 11 a 13 años, B. (adaptación Rafael Ramírez), México, Patria, 1934, 54 p. Saavedra, Alfredo M., Ln prostitución frente al problema venéreo, México, 1934. Conferencia sustentada por el Dr. Saavedra en la Semana de Estudios Eugenésicos, del Ateneo de Ciencias y Artes de México, celebrada durante el mes de junio de 1933. - - , Prostitución no reglamentada, México, Sociedad Mexicana de Eugenesia, 1968, 79 p. - - , México en la educación sexual, prólogo de Héctor Solís Quiroga, México, Costa Amic, 1967, 148 p. Scott, James c., ÚJS dominados y el arte de la resistencia: discursos ocultos, México, Era, 2000, 314 p. Secretaría de Educación Pública, Algunos datos y opiniones sobre la educación sexual en México, México, Talleres gráficos de la nación, 1934,46 p. Sindicato de Médicos y Profesionistas conexos del estado de Puebla, Biología general y eugenesia aplicada a la educación. Reforma al plan de estudios del Instituto Normal del Estado de Puebla, Estado de Puebla, 1933, 12 p. Soto, Juan L. y Atenógenes Pérez y Soto, ÚJ educación sexual en la escuela mexicana. Libro para los padres y los maestros, México, Patria, 1933,305 p. Spenser, Daniela, El triángulo imposible. México, Rusia soviética y Estados Unidos en los años veinte, México, Centro de Investigaciones y Estudios de Antropología Social/ Miguel Ángel Porrúa, 1998, 269p. Tostado Gutiérrez, Marcela, El intento de liberar a un pueblo. Educación y magisterio tabasqueño con Garrido Canabal: 1924-1935, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia (col. Divulgación), 1991,259 p. Thompson, E.P., Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, Crítica, 1984, 318 p. 453 CARMEN IMELDA V ALDEZ VEGA Thompson, E.P., "Rough Music. La cencerrada inglesa", Historia social y antropología, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1994, p. 60. Vilchis Villaseñor, Jorge y Rodolfo Verástegui et al., "Las enfermedades venéreas como problema de salud pública en México. Bases para su control", en Jesús Kumate, Memoria de la primera convención nacional de sallld (973), t. lll. Enfermedades transmisibles, 110 transmisibles y de trabajo, México, Secretaría de Salubridad y Asistencia, México, 1974, p. 359. VillorQ, Luis, Creer, saber, y conocer, México, Siglo XXI, 1999, 310 p. Yankelevich, Pablo, La batalla por el dominio de las cOl1ciencias: la experiencia de la edllcación socialista en ¡alisco, 1934-1940, Zapopan, México, El Colegio de Jalisco, 1993, 198 p. - - , "La batalla por el dominio de las conciencias: la experiencia de la educación socialista en Jalisco, 1934-1940", en Susana Quintanilla y Mary Kay Vaughan , Escllela y sociedad en el periodo cardenista, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, 72 p. 454 Los discursos de resistencia: habitar lo artístico. Lo que es y no es histórico, la paradoja Teresita Quiroz Avila" Por eso los habitantes creen vivir siempre en la Aglaura que crece sólo con el nombre d e Aglaura y no ven la Aglaura que crece en tierra. y yo mismo que quisiera tener separadas en la memoria las dos ciudades, no puedo sino hablarte de una, porque el recuerd o de la otra, p or falta de palabras para fijarlo, se ha perdido. El resultado es éste: la ciudad de que se habla tiene mucho de lo que se necesita para existir, mientras que la ciudad que existe en su lugar existe menos [ ... ] Pero tampoco esto sería verdadero: a ciertas horas, en la perspec tiva de algunas ca lles, ves abrirse la sospecha d e algo inconfundible, raro, acaso magnífico, l LA ClUDAD EXISTE MENOS DESDE CIERTO LUGAR EL PROCESO DE RESISTENCIA de los vecinos de la zona de Azcapotzaleo, habitantes de casas construidas en la primera década de 1900, se genera específicamente a partir del decreto que considera las edificaciones como monumentos históricos en 1986, y en 1988 como inmuebles artísticos. La variable fundamental del análisis se delimita mediante la confrontación por la condición legal del patrimonio colectivo de la propiedad privada entre diferentes actores: pobladores y autoridades estatales, grupos que sostienen diferentes discursos de conservación de lo que son las evidencias .. Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. !talo Cal vino, LAs ciudades invisiblrs, 2002, pp. 81-82. 1 455 Figura 1. Ubicación de las colonias de la ciudad de México hasta 1910 Formadas hasta 1900 1. De los Arquitectos 26. La Viga 2. Santa María la Ribera 27. San Alvaro 3. San Miguel Chapultepec 28. Chopo 4. Escand6n o Cuartelillo 29. Cuauhtémoc 5. Guerrero 30. Imparcial 6. La Teja 31 . Daniel Garza 7. Violante o de Tepito 32 . Campestre 8. Morelos 33. Roma Sur 9. Umantour 34 . Altavista 10. El Rastro 35. Romero Rubio 11. Indianilla 36. 12. El Carmen 37 . Huerta del Carmen 13. San Rafael 38. Del Valle y Nueva Col . del Valle 14. Diaz de Le6n 39 . Vallejo 15. Carrera Lardizabal 40 . Central 16. Toriello Guerra 41 . Concepci6n 17. Del Paseo 42 . 18. Nueva del Paseo 43 . Ex-Molino de Sto. Domingo 19. Valle G6mez 44 . Magdalena Mixhuca 20. Tlaxpana 45 . Maza Santa Julia Carreteraco Formadas de 1900 a 1910 [ ] 21 . Napoles 46 . Albert 22. La Blanca 47 . San Felipe 23. La Estanzuela 48 . Scheibe 24. Roma 25. Condesa lnformación que se elaboró a pa rtir d el "Plano de la ciudad de México, 1930", presentad o por Jorge H. Jiménez Muñoz. La traza del F'oder. H istoria di' fa poUtica y los negocios urbanos 1'11 e/ D is tr ito Federal . DI' SI/ S orígl'lII'S a fa df'sa,mricióII dt'l Dibujó: Alejandro Dionicio Carrera Ayuntamiento 0824-1928). México, Dedalo, Codex, 1993, p. 333-334. Presenta cua tro periodos que única mente indicaré: fo rmadas hasta 1900 (1 a 20), de 1900 a 1910 (21 a 48) I J, de 1910 a 1920 (49 a 63), 1920 a 1930 (64 a 96) I J. TERESIT A QUlROZ Á VILA arquitectónicas. La zona ha sufrido un complejo fenómeno de deterioro que implica, entre otros factores, un cambio en la fisonomía de las edificaciones; lentamente se han ido dando usos distintos del suelo, sin importar el significad o de la condición de patrimonio cultural e histórico del barrio. Las evidencias recogidas mediante entrevistas realizadas entre 1988 y 1995 muestran , por una parte, la visión d e los habitantes de casas porfirianas incluidas en el área del eje patrimonial TacubaAzcapo tzalco. La visión d el Estado, por otro lad o, se documenta en la info rmación publicad a en el decreto y en los Catálogos de monumentos históricos y artísticos de Azcapotzalco. La ciudad existe menos desde un conjunto de calles y casas que se construyeron en Azcapo tzalco hace un siglo, en un fraccionamiento campestre de tipo francés cuyos avances tecnológicos en la construcción se crearon para las clases acomodadas del Porfiriato. Cien años más tarde, las casas se cons ideran reliquias de la histo ria y son p rotegidas legalmente por el Estado. La afectación de lo p rivado, considerado esto último como va lor privilegiado en el imaginario de los actores, sintetizó un desacuerdo histórico: el derecho sobre las modificaciones de la propied ad . Sin embargo, la falta de acciones conjuntas de conservación entre el Estado y los vecinos ha contribuido fina lmente a la desaparición paulatina de l fraccionamiento. El desarrollo de nuevos proyectos de uso d el suelo ha definido una nueva orientación del medio construido en la zona de referencia. Desde tal perspectiva, las evidencias muestran una ciudad cuya síntesis histórica, expresada en el barrio mediante lo edificado, es cada vez menos significati va. Si las calles fueron observadas originalmente por los actores de hace un siglo como parte de una perspectiva de lo urbano como entorno veraniego, en nuestros días la traza urbana adquiere una perspectiva nuevamente orig inal; se destruye para edificar la diferencia como oposición a la preservación. 458 Los DISCURSOS DE RESISTENCIA: HA BITAR LO ARTÍSTICO UBICACIÓN DE LA ZONA Y CARACTERÍSTICAS DE LAS CASAS CAMPESTRES Las construcciones de Azcapotzalco se levantaron con una influencia típicamente europea de lo campestre: chalets y residencias de veraneo construidas con tepetate, ladrillo, concreto, techos inclinados y jardines. La moda francesa de la época mostraba un claro eclecticismo que respondía, hacia la segunda mitad del siglo XIX, al triunfo de la arquitectura doméstica y vernácula de la campiña francesa; la idea constructiva sembró en los municipios aled años a la ciudad de México d e finales del XIX y las p rimeras décadas del xx, una moda que arquitectónicamente dejó en Azcapotzalco una inquietante huella. La zona de referencia se ubica en lo que originalmente fue la hacienda de Clavería y el rancho San Álvaro, enmarcada por el rancho de Nextitla, la Escuela de Agricultura y el pueblo de Popotla. Al realizar un recorrido por la zona, se podía mirar el pueblo d e Tacuba por los rumbos que llevaban a TIalnepan tla . En este camino de ahuehuetes, y sobre los terrenos cercanos a la línea de Ferrocarriles Nacionales de México, se fraccionaron las colonias de San Álva ro y El Imparcial; la primera atravesada por las vías del ferrocarril a Toluca, y la segunda, por el caminodefierro que conducía has ta el pueblo de Azca potzalco. La traza reticular sobre la que se ubican estas casas está conformada por manzanas irregulares, los nombres de las calles aluden a un imaginario cosmopolita de ciudades europeas y estadunidenses, además de hacer referencia a héroes e importantes diarios nacionales, sin olvidar a algunos personajes distinguidos de la localidad . El im pulso de la zona privilegia a la colonia El Imparcial, la cual es promocionad a en el periódico del mismo nombre y en el folleto promocional de la Colonia "El Imparcial" y su ampliación, editad o con fecha de 1907. Las fincas de descanso se anunciaban en el suburbio norteño, del que se decía: li la población de la colonia se compone de honorables y distinguidas familias"; predomina el avance tecnológico de las construcciones con el Sistema Garzo, que pone de "manifiesto de manera concluyente la superioridad del cemento armado sobre los otros materiales de 459 TERESIT A QUIROZ Á VILA construcción"; las facilidades de pago se establecían con base" en abonos mensuales tanto del valor del terreno como de la casa en un término de diez años con réditos de banco sobre las cantidades insolutas": El lu gar en que se halla situada la colonia es, sin duda, el más sano é higiénico del Distrito Federal, tanto por su situación topográfica, como porque siendo los vientos dominantes en el Valle de México los del N. y P., la colonia no recibe los aires viciados de la capital, como sucede en otros lugares del Distrito, contribuyendo poderosamente á la higiene de la colonia las obras de saneamiento de que está dotada y abundancia de agua potable con q ue cuenta.2 El Mundo Ilu strado hace énfasis en las condiciones higiénicas que ofrecen las municipalidades foráneas, mensaje dirigido a consumidores con ingresos fijos en búsqueda de mejores condiciones de vida con un "toque moderno", aun cuando su localización estu viera en las zonas rurales del Distrito Federal: "el 'éxodo', se impone de manera apremiante": La clase media vuelve instintivamente los ojos a los pueblecillos de los alrededores buscando en ellos un remedio a su situación. Las casas en México, son, por lo general, cuando no inhabitables, muy caras, hay que dirigirse al campo para proporcionarse habitaciones económicas, cómodas, bien ventiladas y sob re todo "independientes": el campo brinda sa lud, tranquilid ad, bienestar. Mientras subsistan las viejas casas de vecindad, fuentes de epidemias, la vida d e la clase media está en peligro en las viviendas d e lm segundo o tercer patio. Los caserones se transforman en fábricas, en almacenes de mercancías, en bodegas; el "éxodo", se impone de manera apremiante. 3 UNA PROBLEMÁTICA CON RAÍCES Y HOJAS EN EL PASADO El 9 de diciembre de 1986 apareció publicado en el Diario Oficial el "Decreto de monumentos históricos de la delegación de AzP. Garda Galán, ColOllia " El Imparcial" y S il ampliación, 1907 . " El problema de las habitaciones", E/ MilI/do /Ju strado, año XV, t. 1., núm . 823, febre ro de 1908. Tomado de Vicente Martín Hemández, Arqrútectura do mést ica dI' /a d lldad de M éxico ( 1890-1925), 198 1, p. 119. 2 J 460 Los DISCURSOS DE RESISTENCIA: HABITAR LO ARl1snco capotzalco", que presenta la importancia del corredor histórico Tacuba-Azcapotzalco, la justificación de tal resolución para la conservación del patrimonio, la legislación en la cual se basa dicha determinación y su referencia normativa (véase figura 2). Anexa un listado de direcciones con el objeto de registrar aquellos inmuebles referidos en el d ecreto. Se determina la preservación de las obras que representan la historia construida con el propósito de salvaguardar el patrimonio material; los edificios que fueron realizados en el pasado quedan protegidos bajo la vigilan cia del Estado, y se prolube toda alteración de los edificios. Sin embargo, existe una particularidad sobre estos inmuebles cuyo valor público es reconocido a partir del decreto: propiedades de adscripción privada con uso de vivienda. Tal circWlStancia suscita dudas acerca de cómo algo que tiene en su origen un valor privado puede ser definido, cien años después, como bien público. Nosotros no podemos modificar la fachada ni nada [ ... ) no dan permiso, [si no se pide permiso) vienen me clausuran y me ponen multas, interv iene INAH, Bellas Artes y ... quién sabe que tantas COSdS, todos esos intervienen l... ) Modificar no, no hay dinero para modificar, no hay dinero. Nada más la mantenemos. Por ejemplo, en la casa de allá enfrente vive un arquitecto [la casa gemela de los Almanza ] dejó también su fachada porque no le dieron permiso, adentro la recons truyó tod a, pero la fachada se tenía que quedar ... [lo que impo rta son las fachadas ) aden tro puede uno hacer lo que quiera:' En relación con las modificaciones de los interiores, el decreto da libertad a los propietarios para realizar los cambios conforme a sus necesidades y de acuerdo con las adaptaciones o la transformación total del diseño; por ejemplo, en algunas casas, en lo que origina lmente era el sótano d e ventilación y una planta, se adecuaron dos niveles. Esto significa el reconocimiento a la libertad de acción del dueño sobre la propiedad privada, al permitir el uso que el particular haga sobre ella; y a l patrimonio famili ar, 4 Vecinos de las colonias San Álva ro, Popotla, Azcapotzalco y Ángel Zimbró n. Entrevist.l realizada por Teresita Quiroz Ávila y Roberto Salazar Guerrero en la ci ud ad de México, febrero de 1998. 461 IV ... cr- t Dibujó: Aleja ndro Dionicio Carrera ... Información que se elaboró a partir d e los mapas que aparecen en los Catálogos de Monumentos Históricos y Artísticos Inmuebles de la Dele gación Azcapotzalco. México, INA H, INBA, 1988. se compone actualmente por las colonias: 6. San Alvaro 7. Popotla . (Delegación Miguel Hidalgo) Colonia San Álvaro Colonia El Imparcial se compone actualmente por las colonias : 1. Azcapotzalco 2. Angel Zimbrón 3. Clavería 4 . El Recreo 5. Nextengo Zona Artística _ Decretada Zona Histórica _ Perímetro A _ Perímetro B ----- Figura 2. Plano actual de la Delegación Azcapotzalco Eje Patrimonial His tórico-Artís tico de Tacuba-Azcapotzalco'" ~ 2 >- ~ ~ rn :;1 Los DISCURSOS DE RESISTENCIA: HABITAR LO ARTfSTICO pero conservando la fachada pública, que es parte del patrimonio nacional. Articulación de un proceso de preservación en el que existen contradictoriamente restricciones y márgenes de acción en beneficio de los propietarios. Para los vecinos, el decreto adquiere una dimensión desde lo aparente por su caracterización escenográfica: la conservación de las fachadas, lo demás puede ser modificado bajo la justificación de mayor funcionalidad de la vida privada familiar; el exterior debe mantener la fisonomía y los rasgos originales de la casa en su diseño, materiales y terminados. El acto de sostener la cara pública de la construcción de uso particular propone que el cascarón quede como un decorado urbano de principios de siglo. La caUe, entonces, se convierte en un escenario en el que la conservación de los edificios se vuelve un acto de fan tasía, en el que el conjunto adopta una apariencia de ficción cubierta, pues únicamente las fachadas mantienen la originalidad, mientras que en el interior de las moradas no hay una consigna específica de preservación; los vecinos que tienen recursos económ.icos transforman sus viviendas, la adaptación depende de una base financiera. La visión arquitectónica fracturada por las diversas épocas señala que no es un entorno de conjunto homogéneo el que se conserva, sino piezas sueltas de un rompecabezas que refiere a un pasado urbano de principios del siglo xx. Al lado de estas viejas construcciones se observan otro tipo de edificaciones de la época que se precipitan a la desaparición, lo permanente se pierde; otros son inmuebles que nada tienen que ver con el escenario del 1900 y que rompen brutalmente la imagen perseguida: bodegas, talleres y condominios generan una nueva visión del ambiente urbano, donde lo reciente se suma paso a paso a las obras que hablan dolorosamente del pasado. Monvos DE CONSERV ACIÓN y ACTORES INVOLUCRADOS Para el Estado y sus instituciones, conservar un inmueble significa reproducir las evidencias tangibles de la historia sobre el tipo de 463 TERESITA QUlROZ ÁVILA edificación que se realizó en una etapa constructiva importante; básicamente reproducir un discurso estético del pasado. En este sentido, y con la consigna del Estado como poseedor d e todos los bienes que se encuentran en el territo rio nacional para la defensa del patrimonio público, la historia construida en piedra es identidad de los mexicanos que no debe ser destruida; el Estado vigila que esto se cumpla, además de promover proyectos cultura les y de inversión para financiar su conservación. El Estado, al no ser propietario, controla y se preocupa por conservar la apariencia de la calle, evita que el museo callejero desaparezca; la acción estatal consiste en que" cualquier obra de cons trucción, restauración o conservación en la zona de Monumentos Artísticos deberá realizarse mediante solicitud del particular presentada ante el INBA ", a quien corresponde "vigilar el cumplimiento de lo ordenado por este dec reto", así como a l gobierno de! D. F. Y a las dependencias de Desarrollo Urba no y Medio Ambiente "auxiliar al lNBA en el cumplimiento".' En la Ley orgánica del DDF de 1970 se establecen las zonas patrimoniales en el eje Tacuba-Azcapotzalco a finales de l siglo XIX y principios del XX, y se inicia el desarrollo urbano d e la a rquitectura según menciona el delegado de Azcapotzalco en 1988: Ante esas características, significados po r un rico acervo que se detecta, analiza y evalúa cuidadosamente, resu lta de gran importancia la acción emprendid a por el Gobierno del Distrito Federal, a través de la autoridad delegacional, ya que a base de esfuerzo constante y programas bien definid os, se logró que e l presidente de México, Lic. Miguel de la Madrid Hurtado, promulgase un dec reto mediante el cua l todos esos edificios fueran catalogados, y garantizar así su preservación, como un legado histó rico y artístico para los mexicanos. 6 La conservación de las evidencias arquitectónicas ha s ido lma preocupación del gobierno d esde el siglo XIX. En 1972 se publica la Ley Federal sobre monumentos y zonas histó ricas, artísticas j " Decreto de monumentos artísticos de A zcapotzalco", artícu los S, 6 )' 7, en INBA, Catálogo de motllmlel/ tos artís ticos de Azcapotznlco. 1988. p. 124. t> Ibid .• p. 6. 464 Los DISCURSOS DE RESISTENCIA: HABITAR LO ARTÍSTICO y arqueológicas; en 1984, al modificarse dicha ley, se pueden ejercer acciones más concretas para la protección, y predominan la catalogación o identificación única, además de establecer la vinculación de las dependencias involucradas, como la de administración pública, turismo, desarrollo urbano y asentamientos humanos. Otro novedoso elemento en el proceso que inició el Estado, es un cambio de concepción de la conservación, pasando de monumentos aislados a la preservación de "colonias y barrios que conforman zonas urbanas con personalidad propia, que a su vez se identifican con sus habitantes", se conserva el conjunto para tener una visión integral de "la ciudad en la historia".1 Esto se da en un marco internacional en el que la UNESCO convoca a los diferentes países a emprender medidas concretas para la conservación del patrimonio; con esta intención se toma una decisión de orden político cuyo objetivo es elaborar y adecuar leyes, reglamentos y decretos. Para que el país contara con los instrumentos necesarios para legalizar la conservación, se integraron equipos en los gobiernos locales dedicados a realizar inventarios para identificar bienes muebles e inmuebles, con respaldo político desde la presidencia. El caso de Azcapotzako es un ejemplo del proyecto de dimensión nacional y mundial. Con la coniormación de un catálogo que sirva como "instrumento informativo", con "respeto y dedicación, la Delegación [ ... ] entrega este libro a la ciudadanía, con el deseo de contribuir a la preservación de nuestro acervo histórico y artístico, para que sea cuidado rigurosamente, como testimonio de la capacidad artística y cultural de nuestros antepasados y de la inmensa riqueza de nuestro devenir histórico"; en el sexenio de Miguel de la Madrid, el grupo abanderado por el delegado Fernando GarciJita señala la importancia de haber realizado trabajos de catalogación. A través de la Delegación Azcapotzako, en 1986, con asesoría de la Secretaría de Educación Pública, se realizó una investigación y catalogación a fin de conformar el documento publicado en el Diario Oficial, en el que se decreta una Zona de Conservación de Monumentos Históricos,' además de presentar el Catálogo de 7 8 Ibid., p. 9. Diario Oficial., 9 de diciembre de 1986. 465 TERESIT A QUIROZ Á VILA monumentos históricos de Azcapotzalco, publicado por el INAH. Se trata de clasificar para saber que cada casa es lÍnica. Un grupo que interviene en los asuntos relacionados con los terrenos es el que controla el mercado inmobiliario, encargado de poner las propiedades en el ámbito de la compra-venta. En esta traslación de dominio, las empresas que se ocupan de las operaciones se basan en la oferta y la demanda, según las fluctuaciones del mercado. Se actúa de cerca con empresas o comercios que están en condiciones de adquirir una propiedad considerada corno monumento; conservar de acuerdo con los lineamientos establecidos por las instituciones responsables posibilita la exención de impuestos al contribuir a la preservación de un bien cultural de significación histórica, lo que representa esta tus cultural. MECANISMOS DE RESISTENCIA CONTRA EL AGRAVIO Para los propietarios, el objetivo de mantener en buen estado el espacio tiene que ver con la representación de la casa familiar donde habita la prole, y significa el patrimonio de la parentela en términos intangibles y concretos (véase figuras 3 y 4). A todo bien material se le atribuyen dos tipos de provecho: el uso cotidiano del espacio que alberga a la familia y la ganancia posible mediante la enajenación de la propiedad. La reacción de los vecinos de oponerse a las acciones del Estado surge ante la situación que p lan tea el decreto de preservar la zona histórica, ya que reconocen dicha pretensión como intrusiva de los espacios privados de la propiedad. Se llevan a cabo actividades en contra de tales "actos de injusticia", como lo conciben los pobladores: Las estructuras de control nunca son absolutas y quienes ocupan los últimos peldaños de la jerarquía social se resisten y desafían, en ocasiones de manera abierta, pero en muchas otras d e' forma velada, en un plano simbólico o de pequeñas resistencias persona les. Son los propios grupos subordinados quienes buscan que sus acciones y omisiones no sean interpretadas como retos abiertos.9 9 Romana Falcón, "Límites, resistencias y rompimiento del orden ", 1998, p. 387. 466 Los DISCURSOS DE RESISTENCIA: HABITAR LO ARTISTICO En los procesos de resistencia se pone en juego la lucha entre una visión trad icional asumida desde la casa y el propietario que habita un esp acio construido, conservado como patrimonio privado, y otra de cambio, que p ropone p reservar las construcciones como un espacio colectivo, síntesis de la memoria del pasado; tradición contra modernidad en un as unto que resignifica el pasado en diversos sentidos. La tradición trata de p oner límites a las acciones del dominio público en relación con la propied ad privada, la modernidad propone que lo privado pase a ser monumento de orgullo colecti vo con intervención sobre la propied ad particular; se plantea una conservación que mira al futuro en cuanto trata de que no desaparezcan los inmuebles, la tradición quiere continuar con las condiciones de total control sobre aquello que "sólo es suyo". La resistencia de los vecin os surge en dos etapas: la coyuntural, que va de 1986 a 1988, y la silente, prolongada hasta nuestros días. En la primera identificamos lo siguiente: 10 a) Fortalecer a través del rumor los peligros de una expropiación debido a la "tran sferencia coactiva de propiedad pri vada a la administrac ión pública por razón de in terés público, previo pago de su valor económi co"; si el Estado define las bases para no mod ifica r la propiedad pri vada, puede sobreponer el argumento de la utilidad pública. Aunada al rumor, va la consigna de no vender ni aceptar indemnizaciones; el propietari o es quien dec ide sobre su territori o. Tanto el rumor como la co nsigna son indicadores de un a vía de resistencia informal que detona otras acciones. b) Argumentos j urídi cos como el amparo ante los efectos J el decreto tratan de impedir cualquier incidencia de una posible ex propiac ión e indemn ización a valor catastral, menor al valor comercial, así 10 Aunque para el episod io que revisamos sobre Azcapotzalco no se vincularon los antecedentes organiza tivos de los habitantes de la ciudad de Méx ico y su reacción más oportuna y enfrentam iento con el Estado durante los sismos de 1985, no se puede dejar de a puntar la importancia que represen taron para la organización de la sociedad civil los terribles acontecimientos de septiembre del 85. Aunque poco se afectaron las casas porfirianas por los movimientos telúricos, 1986 representa un año de organización socia l en lucha por sus espacios de habitabilidad. 467 TERESIT A QUIROZ Á VILA como la justificación mediante la legislac ión, logrando que las co nstrucciones porfirianas pasen de ser monumentos históricos a monumentos artísticos. Dichos argu mentos y acciones son una vía de resistencia que emplea la normati vidad y la legislación, herramientas importantes del Estado. c) La sociali zación de evide ncias sobre el pasado que conforman los ';archi vos fa miliares", en los que se resg uarda la memori a de la propiedad con el objelO de reconocer su importanc ia como obra porfiri ana. Estos archi vos se componen de escrituras, títul os de propiedad, fotografías de las casas a principios de siglo, Catálogo de monumentos históricos y artísticos, el folleto promocional de la Colonia "E/ Imparcial " y otros libros publicados sobre la zona, como es el caso de AzcapOlzalco en el tiempo y Azcapotzalco. una historia y sus conflictos. La socialización de estos docume ntos se da por la vía info rm al entre vecinos y fami liares, creando archivos alternati vos a los estatales mediante los cuales demuestran un discurso de pertenencia y propiedad. Del periodo que va de 1988 a la fecha, en cuanto a los mecanismos d e resistencia silente o de aparente fin, se identifican los siguientes: a) Tan to la consigna de no vender como la sociali zación de las evide n- cias se mantienen como una forma de oposición a la intervención estatal ejecutada mediante el dec reto y la restricción de no ejercer li bremente acciones que destruyan el patrimoni o construido, considerado como una man ifes tación de la estéti ca arq uitectóni ca deci monónica. Esta altern ativa de resistencia informal muestra a indi viduos ajenos a su comunidad las acciones de los propietari os. Un ejemplo lo constitu ye la propietaria de una casa de la aven ida Azcapotzalco. la cual permite el acceso y muestra las mod ificac iones en el interior para demostrar el li bre ejercicio sobre su propiedad; otros veci nos descri ben la hi storia de l proceso y ensenan sus archivos familiares. b) Habitar y ejercer el derecho sobre la propiedad resulta un acto de resistencia. Acciones de oposición silente. en una aparente tranquilidad. en la que los vec inos mant ienen un a insistente defensa 468 Los DISCURSOS DE RESISTENCLA: HABITAR LO ARTíSTICO de la propiedad como casa- habitación. Espacio privado en el que el interés público y estatal no participa. Se vive entre la vigi lancia de los representantes de l Estado, interesados en la supervisión de los inmuebles. Por otra parte, vari as de estas casas tienen problemas de adecuación legal al no tener actuali zada las sucesiones; en estas situaciones no se puede enajenar la propiedad, y hay problemas con los intestados. Habitar es la única fonna de ejercer el control sobre el espacio familiar. e) Vender, rentar o modificar es, por otro lado, ejercer el derecho de propiedad: reto al Estado desde el punto de vista de los propietarios. Sin embargo, las medidas de oposición ante la propuesta del Estado de un posible proyecto de puesta en va/orll de la zona generó un vaCÍo con un triunfo aparente de los vecinos, que impidieron la conservación al redinamizar la zona por parte del Estado; los habitantes proponen un proyecto de conservación doméstico: cada vec ino es responsable de dar mantenimiento a su inmueble. Esta situación ofrece condi ciones para la entrada de nuevos actores. que aprovechan los intersticios de la confrontación, y cambi an los usos del suelo para desarrollar proyectos que, finalmente, no conservan la zona, como es el caso de los condominios y negocios que se ubican en las casas antiguas, corno talleres o esc uelas. Ejemplo: la escuela de computación que reconstruyó la fi sonomía de un chalet y que en lugar de utili zar los materiales originales (cemento y tepetate), repuso paredes exteriores con bloq ues de uni cel. 11 La puesta en valor consiste en implementar mecanismos para conserva r zonas o monumentos patrimoniales a efecto de redinamiwr el uso de suelo y hacer atractiva la inversión con el objeto de que qujenes tienen capital para mantener los inmuebles obtengan ganancias o exención de impuestos y pago del predial a cambio de invertir en mantenimiento (la exención del pred ial la pueden ejercer los propietarios, siempre y cuando esté en orden la situación legal de la propiedad y se invierta en la preservación de época del inmueble). Los grupos que se incorporan a los proyectos de puesta en valor de una zona patrimonial consideran p restigioso dedica r parte de sus recursos a la conservación del pasado. Dichos inmuebles las utilizan las instituciones del gobierno para museos, centros culturales y oficinas públicas; en el caso de la inversión privada, para resta urantes, bancos, oficinas, sedes culturales privadas, etcétera. 469 T ERESIT A QUIROZ Á VILA Dos MOMENTOS DE RESISTENCIA: LA COYUNTURA Y EL APARENTE FIN Efecti va mente, el momento coyuntural (1986-1988) fue cuando se puso en juego la mayor dinámica del proceso, aquel en que las acciones contra el dominio son más evidentes y es más difícil ubicar la postu ra p ropositiva de los grupos; sin embargo, el tiempo de mayor resistencia surge después del fin de la crisi", cuando se acaba la confrontación abierta y se entra en un periodo de aparente tranquilidad y triunfo vecinal. Entonces aparecen otras formas veladas de resistencia, de dominio, y nuevos actores. Habitar y reunir evidencias desde los archivos familiares posibilita la resistencia frente a los embates del Estado. En este sentido, habitar es la ubicación en la trinchera y en la d efensa del espacio privad o que, al mismo tiempo, es un patrimonio d e carácter público con el com promiso del Estado de resguard ar. En este fin de la crisis y continuación del conflicto silente, aparecen nuevos actores que se aprovechan del vacío entre autoridades y vecinos; se crean las condiciones para transformar la zona sin conservar las características arquitectónicas originales que le dieron significad o para la colecti vidad y la p rotección . En esta segun da etapa, vecinos y Estado se preocu pan por la p reservación del patrimonio arquitectónico de la zona sin disponer de un proyecto conjunto. L A PARADOJA DE LO QUE ES Y NO ES HISTÓ RICO La Ley Federal sobre /110lll//1 /el1tos y zonas arqueológicos, artísticos e históricos, publicado en el Diario Oficial en el año de 1972, marca claramente que las edificaciones no forman parte de los considerados "históricos", sino de los denominados "artísticos", por lo que con esta ley se hallan periodos clara mente establecidos en los que se determina que aquellos inmuebles y bienes que ofi cialmente se reconocerán como evidencia del pasado tienen una categorización distinta a la que se usa en la difusión del d iscurso sobre la historia. El artículo 36 de dicha ley señala que son monumentos históricos: 470 Los DISCURSOS DE RESISTENCIA: HABITAR LO ARTISTICO "Los inmuebles construidos en los siglos XVI al XIX[ ... J Los muebles que se encuentren o se hayan encontrado en dichos inmuebles y las obras civiles relevantes de carácter privado realizadas en los siglos XVI al XIX inclusive". El Instituto Nacional de Antropología e Historia es el responsable de la supervisión de los monumentos históricos,!' así como el Instituto Nacional de Bellas Artes lo es de aquellos con carácter artístico, edificados en el siglo xx. Teniendo como base esta reglamentación, se promueve el " Decreto de monumentos históricos de Azcapotzalco" del 9 de diciembre de 1986, y es hasta 1988, dos años después, cuando se recomienda declararla zona de monumentos artísticos, en la sesión del 25 de julio de 1988, así como en la edición del Catálogo de monumentos artísticos, con lo que las casas consideradas históricas, oficialmente pasan a ser de carácter artístico. Para los propietarios el sentido de lo histórico deja de ser y es institucionalizado por el Estado mediante sus dependencias e instrumentos (decretos y catálogos), al argumentar, conforme a la ley, que lo que se decretó como monumento no es histórico sino artístico, puesto que las casas se construyeron a principios del siglo xx. Con esta denuncia en colectivo, los civiles evidenciaron que el Estado se vio limitado en la aplicación de las leyes referentes a monumentos históricos; los vecinos demostraron que el Estado tuvo un error y que éste creó confusión por la acción en relación con la norma. Después de la participación de los pobladores involucrados, dos años después se llevó a cabo la corrección del desacierto con la presentación y publicación del Catálogo de monume,ltos artísticos de Azcapotzalco. Con este manejo, los vecinos argumentaron que, conforme a lo estipulado en la ley, "los monumentos históricos son los producidos de la época prehispánica al siglo XIX; los inmuebles y bienes elaborados en el siglo xx, dignos de conservarse, son monumentos artísticos, por tanto, las casas del Porfiriato no son 12 "Artículo 44°. El INAH es competente en materia de monumentos y zonas arqueológicos e históricos." "Ley Federal sobre monumentos y zonas arqueológicos, artísticos e históricos", Diario Oficial, México, 6 de mayo de 1972. 471 TERESITA QUIROZ Á VILA monumentos históricos sino artís ticos", Adem ás, estas edificaciones perdieron importancia al demostrarse que eran artís ticas, ya que según el artículo 46 existe una categorización de pred ominio. "Para los efectos de com petencia, el carácter arqueológico de un bien tiene prioridad sobre el carácter histórico, y éste a su vez sobre el carácter a rtístico", así que pasó de la segunda categoría a la tercera, y para tales efectos existe una jerarquía en la conservación de lo a rqueológico, lo his tórico y, al final, lo artístico. La extravagancia d e esta discusión llevó dos años. A la fecha los vecinos tienen una visión lineal de que gracias a su intervención se corrigió un error que los afectaba en el plano de lo institucionalizado, aunque en el manejo de la imagen que tienen de su entorno, el que sean casas que se construyeron en el Porfiriato, época importante de la historia de México, es uno d e los elementos de prestigio y hay una intenciór. d e relacionarse con este grupo privilegiado. La parad oja se ubica en que fue histórico hasta que se demostró que, siendo histórico, era artístico. Afirman, sin embargo, que "son casas de l Porfiria to" y les interesa el reconocimiento que da el estatus frente a otros vecinos de la zona, "aunque es histórico, para efectos prác ticos, a nadie le importa. " Primero se d ijo que eran históricos, pero se hizo una apelación o una especie d e amparo que no proced ía porque, según las leyes, según escritos del lNAH, un monumento pasa a ser histórico si es del sig lo pasad o, si no fue construido en el sig lo pasado, XIX, y es tas casas son d el siglo xx, d e p rincipios, d e 1906 a 1920 fu e construida tod a esta zona . En tonces fue que le cam biaron y le pusieron monumentos artísticos [ ... ] pero el chiste era seguir teniéndolo ca talogad o, no sé con que fin. Sí, se metió el amparo, se les hizo ver que estaban equivocados en cuanto a monumento histórico, que d ebe ser d el siglo XiX y no siglo Xx [ ... ] Yo me temo, que ... por alguna artimaña ... quieran intervenir, pero se puede uno amparar en cuanto a esoY Es te proceso de entrecruzamiento de discursos y argumentación por parte d e los pobladores y propietarios sobre los efectos del 13 Vecinos de las colonias San Álvaro, Popotla, Azcapotzalco y Ángel Zimbr6n, entrevista realizada por Teresila Quiroz Ávila y Roberto Sa lazar Guerrero en la ciudad de México, febrero de 1998. 472 Los DISCURSOS DE RESISTENClA: HABITAR LO ARTÍSTICO decreto deja ver algunos momentos de clara preocupación sobre las acciones que tomaría el gobierno sobre sus propiedades y, por ende, sobre su patrimonio familiar. En 1998, después de aparecer el " Decreto de monumentos" en 1986, los vecinos eran un grupo que actuaba en conjunto, en el que no había diferencias de acción u opinión; todos participaban al mismo ritmo frente a lo que sucedía. Asimismo, informados sobre las líneas generales de los argumentos que utilizaron, se detectó que los vecinos daban a conocer una visión lineal y armada de los sucesos, como si todo el proceso se hubiera realizado paso a paso y sin crisis (a una situación A responde B), y en el que los entrevistados forman parte de los protagonistas que resolvieron el problema venciendo al Estado mediante un recurso legal como el amparo y un argumento incluido en la legislación sobre monumentos. Pero en el hilo de la narración vecinal existe la paradoja sobre los sucesos y las respuestas de los diversos actores a consecuencia del decreto, y según esta tendencia dominante "una concepción de historicidad que privilegia el eje pasado-presente"." Se van constituyendo como sujetos sociales, identificados por la sustancia de una problemática particular que afecta a los propietarios-pobladores de viviendas que mantienen el uso original de casa-habitación, edificadas en una coordenada espacio-temporal sobre las propuestas del grupo oficial, un decreto que varía el concepto de habitación y posesión sobre tales construcciones y confronta la posesión privada con la pública ubicada en un espacio determinado y en referencia a un lugar claramente identificable por la catalogación. Se crea el espacio civil de comunidad, donde se insertan las identidades colectivas y se discute la cosa pública,l5 lo que es evidencia 14 "Dicha tendencia dominante plantea una cuestión de lo más paradojal, a saber, el hecho de que tal atemporalidad del análisis, lograda mediante la necesaria fijación de realidades, se inserte dentro de un cierto parámetro de tiempo y espacio cuyo despliegue se asume linealmente. Nos referimos a una concepción de historicidad que privilegia el eje pasado-presente, donde el presente es ese punto de llegada que se ha solidificado en un recorte empírico establecido." Emma León, "El magma constitutivo de la historicidad ", op. cit., p . 45. 1S " La urbe no está hecha como la cabaña o el do mllS para cobijarse de la intemperie y engendrar, discutir la cosa pública. Nótese que esto significa nada menos que 473 TERESIT A QUIROZ Á VILA del pasado social con pertenencia no sólo por quienes la habitan, sino por quienes la viven desde la calle y la colectividad que debe reconocer dichas evidencias. En tal dirección, los vecinos se ampa raron en contra del "Decreto de monumentos históricos" tratando de quitarse el peso del pasado oficial que ahora cubría sus casas. Argumentaron y demostraron que la zona fue edificada en el siglo xx, por lo que los monumentos eran artísticos. El control del Estado, sin embargo, ya había ejercido su poder en la zona y había catalogado sus construcciones como evidencias de un periodo importante de la historia oficial, como lo es el Porfiriato, y registradas y clasificadas la acción del Estado se mantiene. Un joven vecino habla de las consecuencias de un decreto, sea para la preservación de monumentos históricos O artísticos: la expropiación por parte del Estado y la consigna de no vender por los propietarios; en contraparte, un proyecto de inversión de comerciantes que establecieran la puesta en valor con un corredor comercial. cultural y turístico. I Nosotros pensábamos: con este decreto, cualquier monumento, no importa artístico o histó rico, si el gobierno, en un momento dado quiere esa propiedad para algo, no para beneficio propio sino para la comunidad, puede expropiarla y se le pagará el va lor catastral: el valor catastral es muy bajo, ése era nuestro temor, que en un momento el gobierno dice: aquí va un ed ificio público y tú te sales. ¿Por qué? Con lo que nos den no vamos a vivir [... ] si en algún momento el gobierno le quería expropiar algo a algún vecino, pues el respaldo de los demás, que tu viera el respa ldo del resto. Eso fue en lo que quedamos [... ] El grupo comercial de aquí de Azcapotzalco estaba proponiendo que todas estas casas fuera un corredor comercial y ... bancos y .. restaurantes y ... cosas así, que fuera muy bonito, pero no [ ... ] Que se hiciera un corredor comercial en todo esto, muy lujoso ... que hubiera comercios nada más ... después del decreto andaban con eso. Entonces la invención de una n ueva clase de espacio, mucho más nuevo que el espacio de Einstein 1... 1 limitando un trozo de campo mediante unos muros que opongan el espacio incluso y finito al espacio amorfo y sin fin. He aquí la p laza [el! la qm'l el hombre crea un ámbito puramente humano. Es el espacio civil. " J. Ortega y Gasset Nuestra idea del ml/lldo, 1982, pp. 134-135. 474 Los DISCURSOS DE RESISTENCiA: HABITAR LO ARTfSTICO dijimos nadie venda [ ... ] Eso sí, todos teman que protegerse, si alguno le llega ran a expropiar, todos le respa ld áramos ... 16 Para este momento queda claro cómo surge un proceso en el que, mediante la consigna "nadie vende" y contra la aparente expropiación, se encuentra la defensa de los habitantes propietarios contra la acción posible del decreto: expropiar para conservar. Si se expropia un predio, a l dueño se le paga el precio catastral, que está por debajo del comercial, y el edificio se destina a un uso diferente, con una actividad que promueva su valor histórico o estético, por 10 que no se utilizará como vivienda. Así el gobierno lo revende a bajo costo a un comprador que pueda restaurar el inmueble; más tarde, con el nuevo uso comercial que se le otorgue a la zona, sumando el destino de exclusividad, por lógica del mercado inmobiliario habrá un incremento del precio del suelo por encima de su precio comercial con uso habitacional. Para los pobladores esta acción institucionalizada por el decreto tiene su explicación en los usos o puesta en valor de los predios construidos: la primera es la utilidad pública (por ejemplo, para museo), y la segunda, un corredor comercial. Se observa la constitución de sujetos a partir del espacio íntimo donde se vive un proceso de desestructuración que reconstituye subjetivamente la identidad local y da legitimación sobre su propiedad. Para la formación de esta colectividad en resistencia, es importante saber que el punto por el cual se logra el consenso tiene que ver con la posible expropiación de su propiedad y así se entiende cómo se logró la vinculación de un interés común sobre las permanentes diferencias que habían vivido desde su cotidianeidad,17 logrando un consenso ante el decreto de "nadie vende" y 16 VffinOS de las colonias San Álvaro, PopoHa, Azcapotza1co y Ángel Zimbrón, entrevista rea lizada por Teresita Quiroz Ávila y Roberto Salazar Guerrero en la ciudad de México, febrero de 1998. 17 "Sin embargo, como veremos posteriormente, se requiere que ese marco se oriente más nacia una reflexión basada en la lógica de una racionalidad comunicativa, en tanto el problema básico de la coexistencia y la comunidad, al que aluda el espacio, requiere que se examine cómo es que se logra el consenso, para una comprensión o entendimiento rffíproco, un conocimiento compartido, una confianza mutua y un acuerdo sobre la normatividad de lo que es justo [... ] La 475 TERESIT A QUlROZ Á VILA con el gesto silente de "nadie vende a un precio menor de lo comercial, aunque sea para beneficio social, primero está el beneficio particular". Esta argumentación contra el decreto, y por ende contra la expropiación, baja de categoría a los monumentos, que de históricos cambian a artísticos; reduce el interés del grupo comercial de Azcapotzalco de participar de manera colectiva en el proceso de puesta en valor de estas casas. Al parecer, los vecinos se enteraron de la propuesta de este grupo, que inyectaría un fuerte capital para la renovación del uso y la restauración de los edificios, dejando a su concesión la salvaguarda de los mismos; sin embargo, el proyecto no tuvo mayores repercusiones. De 1986 a 1998 el uso de la avenida Azcapotzalco es principalmente habitacional; los negocios son talleres mecánicos y escuelas, estas últimas tratan de preservar los espacios como parte de un atractivo característico y son principalmente privadas, de nivel medio superior, con impacto local; otras empresas establecidas son la Sony, que tiene una construcción moderna (1989), y la pastelería El Globo. El sentido de conservación debería tener la intención de preservar no solamente las casas, sino el significado de convertirlas en símbolo histórico ubicable en las coordenadas urbanas originales del Azcapotzalco campestre del Porfiriato, resignificación del espacio como evidencia del pasado que valora las características estéticas e históricas. La intención verbalizada por uno de los miembros jóvenes de la comunidad tiene que ver con la conservación de baluartes que se ha dado en todos los barrios an tiguos de la ciudad de México; es decir, colocar a Azcapotzalco y su zona antigua a la misma altura de otros barrios históricos de la ciudad que han sido revalorados al darles un nuevo significado a partir del espacio construido. generación de nuevos significados es típica de la coexistencia porque es a través de la apropiación y la producción de nuevas palabras en los d iscursos sociales típicos en los cuales las expresiones toman su verdadero significado, al crear nuevas form as de expresar la realidad ." Medardo Tapia Uribe, " El espacio íntimo en la construcción intersubjetiva ", op. cit. , pp. 159-170. 476 Los DISCURSOS DE RESISTENCIA: HASIT AR LO ARTÍSTICO [ ... ] supongo que para conservarlo, de la manera en que ... se ha conservado por ejemplo, en Coyoacán, el Barrio de la Conchita y otros barrios que hay, que representan, digamos, un álbum palpable de lo que es la historia d e México, lo que ha sido a lo largo de por 10 menos este siglo ... que han ocurrido muchos cambios ¿no? Por ejemplo, estas casas son del Porfiriato, entonces representan algo d e la historia; es palpable, uno las puede ver, no están en un museo, no están en una foto, se pueden admirar, se puede [... ] conserva rlas así, como atracción, atracción de la misma ciudad, ser un ... un tesorito de la ciud ad [ ... ) junto a otros barrios, y Azcapotzalco, que también tiene mucho que ver con la historia d e ... lo que es la historia de México [ ... ] supongo que es una cosa similar el conservar estas casas. Conservar es ... mostrar el estilo de vida que se tenía en esa época ... d e mucha opulencia, mucho dinero; representar que estas casas fueron construidas en ese tiempo cuando había mucho dinero.18 Al organizar el control de los acontecimientos y articular explicaciones, el habitante se comunica con otros sujetos del barrio, esta información sustenta un discurso que hilvana ideas del pasado y del presente en que se habita. Narración lúdica que se elabora en la calle, en la sobremesa familiar, en la comunicación entre ellos, armando con algunas piezas sueltas el rompecabezas de la imagen que tienen de sí mismos los pobladores sobre su entorno en el tiempo y el espacio, a partir de las evidencias visuales y las historias orales corregidas y aumentadas sobre el origen, el ancla de su llegada y los distinti vos materiales que se suman a los imaginarios de los que habitan lo privado y lo público de esta zona. Los CAMBIOS DE SUELO, ¿ES O NO ES HISTÓRICO? Ya, hoy en día ya no me molesta (mientras no sea para mal). Cuando empezó este problema, uno se pone a pensar mil cosas. ¿Bueno, para qué es esto? Ya ha pasado mucho tiempo, no ha trascendido más allá d e ponerlo en un catálogo, no ha habido ningún problema, no se han 18 Vecinos de las colonias San Alvaro, Pepotla, Azca potzalco y Ángel Zimbrón, entrevista realizada por Teresita Quiroz Ávila y Roberto Salazar Guerrero en la ciudad de México, febrero de 1998. 477 T EREsrr A QUIROZ Á VILA d ad o más edictos que yo sepa, ya no me es molesto, a veces se olvid a. Recién salió esto, la mayor parte d el tiempo me sentaba a pensar en él, pero hoy en día ya no tanto, obviamente no se le ha perdido de vista, no se le ha olv id ado. 19 La intervención de agentes externos en la conservación y el deterioro se da paulatinamente hasta que las casas d esaparecen; habitar es tejer resistencias. Sin embargo, se crea un vaCÍo al no haber un proyecto d efinitivo que involucre a los interesad os en la conservación de la zona; vecinos y grupos gubernamentales se ven enfrentados. Al carecer d e una inversión más rentable para la puesta en va lor, se produce un proceso de contradicción y resisten cia en el que se mantiene el estilo original de la zona y el tipo de uso del suelo habitacional. Se habita sin un proyecto modernizador de preservación y, al mismo tiempo, se sucede una intervención externa sin conservación, un proceso lento de transformación poco controlado por las instituciones del Estado, carac terizad o por un ambiente de corrupción y especulación; silenciosamente los grupos del mercado inmobiliario tradicional van invadiendo poco a poco la zona, con apoyo d e funcionarios corruptos, con arreglos y propinas que permiten la modificación del paisaje urbano. Cambia el uso del suelo de manera violentamente silenciosa; la corrupción resta valor a lo histórico, según lo expresa un entrevistad o: El arco en un taller mecánico, un portal de adobe y tepetate .. . una de las construcciones más antiguas de la zona, del siglo pasad o, antes de 1900, en tonces ¿por qué la tira ron? La tiraron para construir esos departamentos. Supuestamente era parte de la hacienda de Ángel Zimbrón ... por qué la tiraron, por qué no se conservó como tal .. . Se tiro sin más ni más. No se le dio la importancia que, supuestamente, estos decretos d icen que se le d ebe dar, estos d epartamentos tienen cuando mucho cinco años ... ¿Por qué se hizo? Así como esos, hay muchos detalles que la colonia tenía, como la parada d el tranvía, que estaba donde esta la pastelería El Globo; era de madera, con tu1a banquita que d u ró, que ésa si era del tiempo en que los tranvías tod avía eran jalad os por caba llos, era una d e las paradas princi pales rumbo a Azcapotzalco. Desapareció. Hoy está la pas telería El 19 ¡bid. 478 Los DISCURSOS DE RESr5TENClA: HABITAR LO ARTíSTICO Globo, uno de los centros comerciales que se ufanan de que fueron creados en el periodo del Porfiriato, decora sus tiendas con fotos de 1900; pero el pasado local no les interesa, vino a ubicarse donde estaba la estación del tranvía, esto es una contradicción. y todos nosotros no hicimos nada, de hecho la Escuela Liv ingston acaba de rentar la casa de enfrente [ ... 1de hecho, a la siguiente cuadra hay más comercios [ ... ] En la siguiente cuadra hay una casa que se está cayendo, la están dejando caer, y también fue declarada monumento histórico, pero d ecían: por una mód ica cantidad le quitaban lo histórico [ ... 1 entonces qué pasó, dónde queda el decreto, es lo que yo digo. ¿De qué se trata? ¿Es o no es digno de conservarse?, ¿es o no es histórico?20 EL DETERlORO y LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO Finalmente se concluye que para los pobladores actuales la fuente del orgullo está centrada en la propiedad: la casa como patrimonio y seguridad de la familia. Ésta adquiere un valor simbólico, materialización de una historia oficial; los proyectos urbanos de la época cosmopolita del Porfiriato, plasmados en muros y ladrillos, cantan desde hace noventa años loas a un gobierno afrancesado. Hoy el antiguo esplendor apenas se distingue entre las demás construcciones y difícilmente se perciben las casas que cumplen, en el cambio de siglo, cien años. SIGLAS y REFERENCIAS Calvino, Italo, Las cilldades invisibles, 8' ed., traducción d e Aurora Bemárdez, Madrid, Siruela (Biblioteca Calvino, 3), 2002, 183 p. "Decreto de monumentos históricos de Azcapotzalco", Diario Oficial, México, Talleres gráficos de la nación, 9 de diciembre de 1986. 20 ¡bid. 479 TERESITA QUlROZ ÁVILA Falcón, Romana, "Límites, resistencias y rompimiento del orden", en Don Porfirio presidente... , nunca omnipotente. Hallazgos, reflexiones y debates, 1876-1911, México, Universidad Iberoamericana-Dep artamento de Historia, 1998, 572 p . Gaos José, Historia de nuestra idea del mundo, FCE, 1973, 748 p. Gareía Galán P., Colonia "El Imparcial" y Sil ampliación, México, Talleres de Tipografía y Fotografía de El Mundo Ilustrado, 1907, p.27. Hemández, Vicente Martín, Arquitectura doméstica de la ciudad de México 11890-1925), México, UNAM, 1981, 320 p. Instituto Nacional de Bellas Artes, Catálogo de monu mentos artísticos de Azeapotzalco, México, INBA, 1988, 130 p. León, Emma y Hugo Zemelman (coords.), Subjetividad: umbrales del pensamiento social, México, Anthropos, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias-UNAM (col. Autores, textos y temas de Ciencias Sociales, 14), 1997, 174 p. "Ley Federal sobre monumentos y zonas arqueológicos, artísticos e históricos", Diario Oficial, México, Talleres gráficos de la nación, 6 de mayo de 1972. Vecinos de las colonias San Álva ro, Popotla, Azcapotzalco y Ángel Zimbrón, entrevista realizad a por Teresita Quiroz Ávila y Roberto Zalazar Guerrero en la ciudad de México, febrero de 1998. 480 La percepción de la temporalidad como factor de resistencia. Tradición y utopía en los movimientos sociales Javier Rico Moreno· Para la men te humana, historia es aq uello que se recuerda y que se espera. En sí, la historia no sabe d e barreras, de épocas diferenciadas, de periodos. D. C. West y S. Zimdars John Womack se propuso sintetiza r en apenas dos líneas el contenido de su libro sobre el za patismo, no podía menos que incurrir en una especie de contrasentido: "Éste -anticipa a sus lectores- es un libro ace rca de unos campesinos que no querían cambiar y que por ello mismo hicieron una revolución" ,\ La frase es una paradoja que enlaza una voluntad de resistencia al cambio (no querer cambiar) y una acción (hacer una revolución) cuyo sentido radica en un afá n por transformar la realidad, es decir, un impulso revolucionario. La fuerza retórica de la frase, sin embargo, no sólo consiste en acercar dos elementos opuestos, sino en el vínculo lógico que se establece mediante el nexo enfático "y que por ello mismo": el hecho de que aquellos campesinos se volvieran revolucionarios se debió, precisamente, a su deseo de conserva r los elementos que eran el fundamento de su identidad colectiva. A lo largo de los once capítulos y el epOogo de su relato, Womack elabora una representación histórica en la que el zapa tis mo se despliega como un movimiento CUANOO EL HISTORIADOR ESTADUNIDENSE ... Uni versid ad Nacional Au tónoma de Méx ico. 110hn Womack, Zapa/a y la Revolllciólllllexical1fl, 1978, p. XI. 481 JAVIER RICO M ORENO social cuya naturaleza descansa en la tensión que generan las fuerzas -apa rentemente opuestas- de la utopía y la tradición, fenómenos que por lo genera l se asocian a los dos extremos de la temporalidad : pasado y futuro. Va le la pena pensar si esa paradoja res ulta efecti va mente de un contrasentido d e Womack, d e una contradicción histórica del za patismo, o bien d e alguna dinámica pa rticular que define el ca rác ter de ciertos movimientos sociales. El presente trabajo tiene e l ca rác ter de un ensayo más próximo a la historiografía antes que el de una monografía histórica; no pretende establecer las ca racterísticas de cualquier mo vimiento social ni determinar una dinámica de la tempora lidad aplicable a todo proceso histórico que se defina como resis tencia. Su propósito es sugeri r rumbos de reflexión, y acaso una perspectiva desde la cual pueda observarse el dinamismo de fenómenos que, en apariencia, se desa rrollan exclusivamente en términos d e la relación presente-futuro . La vía de exploración consiste en identificar la configuración de las manifestaciones utópicas y su vínculo con una determinada percepción de la temporalidad. Se trata de identificar la tensión que se forma en los binomios pasado-futuro, tradición-utopía, resistencia-cambio como componente de ciertos movimientos sociales. Las referencias al za patismo giran en torno a la representación historiográfica elaborada por Womack en su ya clásico libro sobre la revolución en el estado d e Morelos. 1 Se suele pensa r que la utopía, en tanto imagen de un orden social arm ónico y, por tanto, deseable, pertenece a la dimensión del tiempo futuro, de l tiempo por venir; es decir, un fenómeno que se define, ante todo, como proyecto; y el tiempo de los proyectos es el futu ro. Frente al sentido común, las utopías se distinguen por su ingenuidad (son producto del sueño, más que d e la vigilia), por subordina r la realidad al d eseo y por contradecir los dictados de la renlpolitik. También es común loca liza r la génesis de sus manifestaciones en la an ti güedad clásica a partir de Ln república de Platón, o bien, se 482 LA PERCEPCiÓN DE LA TEMPORALIDAD COMO FACTOR DE RESISTENCIA le reconoce un origen moderno o renacentista con las obras de Francis Bacon Nueva Atlántida, de Tomasso Campanella Cilldad del Sol y, particularmente, la Utopía de Tomás Moro. No obstante, como fenómeno asociado a la percepción de la tempora lidad, la imaginación utópica tiene raíces mucho más antiguas, y se pueden apreciar, a l menos, cua tro formas distintas. Si, como punto de partida SE.' considera al fenómeno en cuestión como la representación de un orden social idea l, basado en la armoIÚa de las relaciones entre los seres humanos, entonces se puede constatar la presencia de un s ustrato utópico en algunos relatos míticos. En este ámbito, la imagen de una sociedad ideal apa rece bajo la forma de una edad de oro; se configura a partir del difuso recuerdo colectivo de una eta pa que se pierde en el pasado inmemorial, un antes en el que la humanidad vivía exenta de pena lidades, plena de armonía y de felicidad. Aunq ue se encuentra práctica mente en todas las culturas antiguas, en Occidente una de sus expresiones más conocidas es la que Hesiodo incluye en su relato de la sucesión de edades. En Los trabajos y los días el devenir transita por un camino que va de lo ideal a lo imperfecto. El mito de la edad de oro reaparecerá en las Sat urnales de Luciano y, junto con Platón y Tomás Moro, fo rmará parte de las lecturas que animaron el proyecto utópico de Vasco de Quiroga. Esta tem prana expresión de la imaginación utópica -en la que la sociedad idea l se ubica en el pasado y no en el futuro- parece ser el germen a partir de l cual los proyectos revolucionarios se distinguirán por su ca rácter ambivalente: su tendencia a la innovación suele contener, en el fondo, una intención restauradora. Tiempo después, cuando la difusión del pensa miento judeocristiano sustituyó a la concepción cíclica del devenir, predominante en el mundo antiguo, por otra de marcado ca rácter lineal, se hizo posible una nueva significación de pasado, presente y futuro. En el marco de una tendencia de reinterpretación de los textos de la Biblia, muy generalizada en el siglo XII, el abad cisterciense 2 Joaquín de 2 JO<lquín de Fi ore era miembro del Cister, orden religiosa de San Bernard o en el siglo XI., Joaquín de Fiare, Liber ... in expositiol/clII iI¡ Apocnlipsilll, o.c. L 11, ci tado e n Georges Baudot, Utopín e ¡lislorin ('/1 México, 1983, p. 90. Delno C. West y Sandm Swartz,op. cil., 1986, pp. 11 -17. 483 ¡ AVIER RIco MORENO Fiare (1135- 1202) concibió para sí la misión de anotar "la multitud de ideas, visiones, símbolos y figuras que flotaban en su mente".3 Se dio entonces a la tarea de aplica r un riguroso método exegético mediante el eua) se constataba que la historia tenia "un significad o y una orientación sólo observables si se interpretaba con exactitud las Sagradas Escrituras" .'¡ ASÍ, en la historia de la humanidad distinguía claramente tres e tapas: la primera, que corresponde a la letra de l Antiguo Testa mento, es la época de Dios Pad re y abarca desde Ad án hasta la venida de Cris to. La segunda corresponde a la letra d el N uevo Testamento; periodo intermedio entre la carne y el espíritu, es la etapa d e Dios Hijo, y duraría desde la venida d e C ris to hasta 1260. La tercera etapa sería la que precede al fin del mundo, es decir, el Reino d e los Mil Años, anunciado en el Apoca lipsis. Esta última será la etapa del Espíritu Santo, cuya proximidad estaría an unciada por tres acontecimientos históricos de especial importancia para la cristiandad: la conversión al cristian ismo de todos los gentiles, la reedificación de Jerusalén y la libe ración d el Santo Sepulcro. De ac uerdo con los cá lculos que Joaqu ín de Fiore ex puso en Libe/" COllcordíe lloví nc veferís Testnmellti {Arlllol1ín elltre el NI/evo y el Viejo Tes tamentos}, el reino prefigurado en e l Apocalipsis debía comenza r en 1261, y se convirtió en un hori zonte utópico fundado en e l advenimiento de un reino de justicia, pero tenía serias implicaciones pragmá ticas. Era necesario preparar la llegada del reino med ian te la abolición de la propiedad privada y del ma trimonio, así como mediante una radica l transformación de la Iglesia, que suponía la sustitución del clero secular por una iglesia de misioneros (que eran el medio por el cual obraría el Espíritu Santo). Esa esperanza se concibió -seña la Geo rges Baudot- como una misión propia de los sectores más pobres de la baja Edad Media . El reino mi lena rio de la caridad pura, igualitaria, pertenecía con toda naturali dad , a los pobres, a los más humildes, a los últimos de todo. Ld ' Oelno C. West y Sand ra Zmid ,m.-Swi"l rtz, Joaql/ín di' Fiore. l/l/ti l'i::iól1l'spiritl/ll/ dl,/tI historia, 1986, pp. 11 · 17. Los autores subr.,)'<m que, a pesar de su import,mci<l en la Edad Media , la lectura de la Biblia no er.l fuente de histo ria sino, ,ml(' todo, un drama de s., lvación; enseñaba "cómo debería haber sido, debería ser \' scrí.l la ,'il.:i.l ", 410hn Womack, 01', á t" 1978, p, 23, . 48 .. LA PERCEPC iÓN DE LA TEMPORALIDAD COMO FAcrOR DE RESISTENCIA nueva Jeru sa lén sólo podía ser constru ida por los más pobres, fuera d e toda institución jerarquizada (y, por ta nto, fu era de la iglesia sacerdotal preparusíaca), y los religiosos, sa l de la tierra entre los más pobres, eran los instrumen tos elegidos para dirigir el fin del mundo. 5 Tal es el origen del milenarismo o quialismo, que en el siglo XIII animó buena parte de las sublevaciones ca mpesinas, conocidas como movimiento de la pobreza, que recorrieron el sur de Fran cia y el norte d e ItaHa. Por circuns tancias que es difícil detallar en este espacio, las aspiraciones milenaristas se enla zaron con la convicción de Francisco de Asís a favo r de la pobreza como forma de vida a uténticamente cris tiana y d el retorno a una vida basad a en el Evangelio. El sentido moderno de las mani fes taciones u tópicas se p roduce en el marco de los deseos de renovación que en dive rsos aspectos configu ra el Renacimiento. En la trilogía que conforman las representaciones d e Moro, Campanella y Bacon, la p royección de un orden social ideal puede verse como el deseo de restablecer la unidad y la naturaleza humana perd idas; pa ra ello fu e necesario reivind icar una sociedad que viviera acord e con los principios del Eva ngelio, en la que no exis tiera la propiedad privada y fuera posible restablecer la comunidad original.' En todas ellas destaca la aparición d el Estad o como entidad moderna, a unque en este caso fundado en relaciones sociales armónicas, una forma de organización en la que el amor de los hombres se extendería por la práctica de la ca rid ad . Cabe destacar que si esas sociedad es ideales se conciben como alejadas no por una distancia temporal sino espacia l (en el Nuevo Mundo la Utopía de Moro, en Ceylán la Ciudad del Sol de Campanella, y en el Pacífico septentrional la Atlántida de Bacon), es porqu e s us autores las considera n realizables en cualquier parte d onde exis ta voluntad para ello. De ahí que las utopías se 5 Georges Baudot, Historia y /ltopía en México. Los primeros crOllistas de la civilizaciólI mexicana (1520- 1569), 1983, p. 90. lo Este aspecto no excluye, como se verá más adelante, esa otra d imensión por medio de la cual la s utopías constituyen una crítica del orden socia l vigente al momento en que fu eron concebidas por sus autores. 485 1AV IER RICO M ORENO caractericen no por una imposibilidad absoluta (nunca en ning ún luga r), sino po r un a im posibilid ad de rea lización relativa: ahora. pero no aqu í; o bien: aquÍ; pero no aho ra. Precisa mente po r es ta imposibilid ad rela ti va, y muy a pesa r de los esfuerzos de Marx y de Engels po r dotar de un ca rácter científico a sus proyeccio nes, el socia lismo sig ui ó s iend o la ex presión de una aspiración utópica, cuyo último re ferente se encuentra en la: suposición o existencia hipotética de una comunidad primiti va exenta de las pena lid ades que aq uejan a las sociedades humanas qu e, desd e el esclavismo has ta el capita lismo, se o rga ni za ron a partir de las formas que adoptaron la ex plotación del trabajo y la di visión d e la sociedad en clases. A partir de estas ideas genera les se pueden señala r las constantes más visibles en las mani festaciones utópicas en relación cun la percepció n de la temporalidad. En primer lugar, son la rep resentació n, más o menos de ta llada, de una sociedad ideal basad a en re laciones ar mó nicas y tendiente a la consecución de la fe licidad huma na. No representan deseos indi vidu ales sine asp iraciones colecti vas; por e llo, de acuerd o con Mannheim, exp resan la existencia de un " principio d e intranquilidad " que llega constituir un efi caz ferme nto que hace "ava nza r la histo ria ", con la confianza en la perfectibilid ad de la naturaleza humana y, por tan to, de la sociedad .; En seg un do luga r, las uto pías se confi g ura n a partir de un vas to horizonte cultural. De ahí que para Ga ltung, po r ejemplo, las utopías se d iseiian a pa rtir de la "cosmo logía social", un amplio esquema formad o p or la id eología, la religión y la escatología; di cho conjunto viene a ser "la profunda estructura que reg ula la fo rmació n de 7 Cfr. " Utopí,,", artículo en el que M,mnheim si ntetiza los pl.mteamientos t'V puestos en su libro fdcofogín y utopia. Ambas, señ" la , coinciden en ser \· i~onl'~ de 1" realidad determina.das posicionalmente; no ob~tan t e: " Dt:'sde el punto do.:' \"i~ t il sociológico, tale~ construcciones intelectlla!t:>s p ued en .1li opt"r princip.llm,,·nto.:' dúS formas: son ' ideológicas' si si rven d la intención de glo rificar o t'st" biIi7M 1,1 rl\llLd.ld social ex istente; son 'ut6picas' cUi"lndo sug ie ren 1Ill<l actividMI colcct i\·,l qut' intl'nlt.' cdmbiílr de tal forma la realid ad que eStd conClll'rde con ~ u s llbii;'ti\ ·o~ tr.1 ~(t'n~knh.'s ala re,llidad ", Gl'orgCS l3.ludot, 011. nt., 1983, p. SS (entrl'ú)mill.1dos ~kl .1l1!l1r). 486 L A PERCEPCiÓN DE LA TEMPORALIDAD COMO FACTOR DE RESISTENCIA visiones de un grupo dado [ ... ] y que es a esas entidades lo que la personalidad ' es a la persona " .8 En tercer lugar, se puede definir al fenómeno utópico como el proceso de una intenciona lidad dia léctica, pues su natura leza descansa no tan to en la expresión de sus deseos, sino en la negación de lo que no desea, condición que lleva a pensar que "si la realidad existente es la negación de una rea lidad posible mejor, la utopía es entonces la negación de la negación".9 De ahí que en ocasiones se reconoce que el valor rea l de las utopías reside en su ca pacidad de crítica de la realidad presente. Finalmente, es indudable que las manifestaciones utópicas se producen en momentos de crisis: "Cuando la escasez es grande -señala Ernst Bloch-, abundan los deseos y la pasión impregna los ideales, especialmente los religiosos, aunque en ellos la pasión tiene un doble rostro: el de consolar la miseria y el de rebela rse contra el1a" .lO Pero vale la pena detenerse en una cuestión que, por evidente, puede dejarse de lado y suscitar equívocos: las crisis no son un continuo ininterrumpido, sino el momento de un proceso que supone la existencia de un tiempo pasado distinto. De ahí que, en buena medida, las utopías se configuren no sólo en el marco de la relación presente-futuro, sino también a partir del deseo de restauración o de búsqueda de 10 perdido; no importa si ese pasado mejor sólo existe como un recuerdo v ago e impreciso, como cons trucción imaginaria o hipotética, o apenas como un punto de referencia . En este sentido, la utopía no es sólo la proyección de un futuro mejor a partir del presente que se niega; a l carácte r potencialmente dinámico o revolucionario que acompaña a las utopías se añade, paradójicamente, un elemento conservador, en tanto que consiste en una intencionalidad que a lberga elementos - difusos si se quiere- de reslauración o búsqueda de lo perdido; la esperanza en la 8 Joha n Gal tung, " Esca tología, cosmología y la formació n de visiones", en Elcanora Masini, Utop ía y sociedad, 1983, pp. 61-81 (entrecomillados del autor). \1 A. Neiisus. " Dificultades de una sociología del pensa miento utópico", Karl Mannheim, op. cit., 1966, p. 25. 10 Ernest Bloch, "A portaciones a la historia de los orígenes del Tercer Reich ", Utopía, 1971, p. 108. 487 JAVIER RICO M ORENO proxim idad de un futuro mejor se funda en la confianza de que ha existid o un pasado mejor, cuya res tauración se toma deseable. Es to develaría en los proyectos utópicos y revo lucionarios lUl trasfo ndo mítico: el mito de la unidad perdida (en el pasado) se convierte en el mito de una unid ad por restaurar (en e l futuro); una aspiración que el romanticis mo literario alemán llevó a su má xima ex presión' en el siglo XIX. 11 Las representac io nes de la edad de oro, del reino milenari o y de la sociedad idea l imaginada po r Moro se hicieron presentes en mo mentos sing ul ares de la historia de México. La necesidad de vivi r y no sólo predicar el Evangelio (tal como lo hicieran Jesús y sus apóstoles) y su convicció n en fa vor de la pobreza como forma de vida auténticamente cristiana, fu eron los principios fundamentales con los qu e Francisco de Asís fund ó la o rden de los frailes menores en 1209. Tales principios se hallaba n cerca de las aspiraciones milenaristas que resurgieron a principios del s iglo XV I. La labor eva ngelizado ra y de reco pilació n etnográ fi ca de los franciscanos en N ueva España fu e parte de la prepa ración del advenimiento d el Reino de los Mil Años, cuya cercanía les pareció an unciada po r va ri os acontecim ientos. Sus esfuerzos se o rientaron a preservar de toda contaminación la va liosa materia prima qu e vieron en los indígenas america nos: aprender sus dialectos en luga r de enseñar el castellano, la indagación acerca de las costumbres y creencias de los catecúmenos y la funda ción y operación del Colegio de Santa C ru z de Tlatelo lco, fueron parte de un proyec to qu e para Georges Baudo t consistía en preparar los cuadros que tendrían en sus manos preparar el adven imien to del milenio. Casi en forma paralela, Nueva España se convirtió en el escenari o de la enca rnación del mito de la edad de o ro y de la sociedad ideal de To más Moro. Entus ias mad o por la naturaleza indígena, Vasco de Quiroga escribía, junto a sus impresiones, una velada crítica a la sociedad del Viejo Mundo: " porque no en va no, sino con mucha causa y razó n, és te de acá se llama Nuevo Mundo y es e l Nuevo-Mundo, no porque se halló de nuevo, sino porque es en 11 Cfr. Albert Béguin, El nlmn romlÍl1tifa y d :'lIci'o. EII:,n.1/O :,o¡'rt' t'l rom,lIItl";:,II/O 1I{¡'lIIlÍlI y la pot'::,iafmllccSfl, 195-1. 488 L A PERCEPCiÓN DE LA TEMPORALIDAD COMO FACTOR DE RESISTE NCIA gentes y cuasi en todo como fue aquél de la edad de oro, que ya por malicia y gran codicia de nuestra nación ha venido a ser de hierro y peor" .1 2 Esta image n de los indígenas no era totalmente ingenua, pues más adelante añade: "viven derramados como ani ma les por los campos sin buena policía y se crían a esta causa ma los, fieros, bes tiales y crueles, perjudiciales, inhumanos e ignorantes e tiranos d e sí mismos".13 Descartando el componente de la esclavitud, Quiroga sed io a la ta rea de organizar los pueblos-hospital siguiendo el modelo trazado por Moro; s us aspiraciones no se orientaban a instaurar un ord en totalmente nuevo. Resultado de una menta lidad que albergaba elementos lo mismo renacentistas que d e la mística medieva l, sus aspiraciones mostraban una faceta restauradora, tanto de la na turaleza humana como de la Iglesia: "Me parece que veo [ ... 1en esta primitiva. nueva y renaciente Iglesia de este Nuevo Mundo una sombra y dibujo de aquella primitiva Iglesia de nuestro conocido mundo del tiempo de los santos apóstoles". " Il Si en general la utopía se asocia con el tiempo futuro, la tradición, en cambio, se concibe como un fenómeno que se muestra a través de sus ineludibles lazos con e l pasado; para el presente constituye siempre una herencia histórica. Ubicada en esta dimensión temporal, opuesta a la de la utopía, la tradición aparece con un ca rácter ambivalente: por una parte representa un conjunto de ex presiones simbólicas (lenguaje, costumbres, celebraciones, prácticas religiosas, mitos y rela tos); por la otra, conforma un mecanismo de regulación social. El contenido d e las tradiciones es un conjunto d e valores creados y reactualizados por un g rupo social; su legitimidad se arraiga en el uso cons uetudinario, y llega a representar el criterio de 12 Vasco de Qu iroga, "Ordenanzas", citado por Silvio Zavala, LA Ut opía de Tomás Moro mla Nueva Espll/la, 1937, p. 60. 1) lbid., p. 357. 14 Vasco de Quiroga , ci tado por JOM Phelan, El rt'illo mi/maria de los frallciscallos ell el Nllroo Mundo, 1972, p. 73. 489 JAVIER RiCO MORENO ve rd ad y de va lidez, tanto del conocimiento como de las prácticas sociales entre los miembros de un g ru po. Si las utopías no son ind ividua les, tampoco las trad iciones; éstas son concOInitantes a la comunidad, es d ecir, a un espacio articulado por W1 conglomerado de sentidos a partir del cual se cons tru yen redes de relación y patrones de identidad. Entre esos modelos de identidad , tanto individua l como de grupo, la percepción de la temporalidad desempeña lm papel de suma im porta ncia: si bien el sentido de pertenencia se ve rifica en el presente, en rea lidad se fund a en la convicción de compartir lm origen y un pasado (se reconoce a un miembro de la comunidad no sólo al que vive en elJa, sino al que tiene vínculos con el pasado común ). En buena medida, si los miembros de rula comlmidad conservan y defienden sus tradiciones es porque en ellas ap recian un valor que les es dado por su prolongada vigencia (p rác ticas y creencias que se mantienen porque así pensaban o lo hacían los ma yo res, los abuelos, los antepasad os). En tanto mecanismo de regu lación, se considera a la trad ición como u na serie d e procesos que fo rta lecen la continuidad y reproducción d e la vida comunita ria, lo que eq ui va le a una forma de extend er el pasado o, mejor aún, de fund ar los ac tos d el presente en la extensión o prolongación de l pasado, lo que sin dud a se asocia a una sensación de seguridad . Por ello mismo, las tradiciones desempeñan un papel conservador y de resis tencia al cambio (como la irrupción de un futuro no previsto), un rasgo sobre e l que la antropología socia l puso énfasis al estudiar a las comruudades trad icionales en s u relación con los procesos d e modernización. Esta perspecti va, desarrollada por Robert Redfie ld y a m pliamente difundida en la academia estad unidense en la d écada de 1960, impulsó ab undantes estudios sobre la cultura desde la polaridad campo-ciudad )' tradición-modernid ad . 15 De hecho, la represen tación his tori ográfica de l zapatismo que Womack cons tru ye como una dramática lucha entre tradición y modernidad, comparte esa perspecti va de l diálogo que a partir de aquellos años se estableció entre la a ntropología y la historia. I ~ Cf r. Ja vier Rico Moreno, Pa::;ndo .11 f l/tl/m M¡'x;oma, 2000. 490 ¡'II la II/Moriosrll,.,11 dI' 111 R1,'t,I",ltlll L A PERCEPC IÚN DE LA TEMPORALIDAD COMO FACTOR DE RESISTENCIA En su inves tigación en torno a los rasgos d e una comunidad tradicional (Tzintzuntzan, Michoacán) en la que Vasco de Quiroga había puesto en práctica su proyecto utópico, Georges M. Foster sostiene que los supuestos básicos del cambio cultural -en el que identifica una condición esencial para el desarrollo- consisten en la asimilación de valores ajenos por parte de los grupos menos desarrollados. De a hí que dis tinguiera, como ca racterísticas inherentes a las comunidades tradicionales, un sentimiento de impotencia frente al mundo exterior y el rasgo esencialmente improductivo de la economía campesina; elementos que sólo podían traducirse en un significativo conformismo. 16 Sin embargo, la tradición no siempre se vincula con una situación social estática; sino que puede convertirse en un elemento dinamizador cuando la expansión de un nuevo orden socioeconómico irrumpe y altera -en ocasiones violentamente- la estructura de la vida comunitaria: desde las formas de la tenencia d e la tierra y el carácter de la producción, hasta los patrones alimenticios y de relaciones simbólicas con el medio. Se genera entonces la posibilidad de que los miembros de una comunidad decidan oponer a la agresión externa un movimiento de resistencia al cambio, que equiva le a una acción en defensa de lo que se considera propio. Cuando la alteración de las estructuras comunitarias se produce en forma paulatina y menos violenta, suele iniciarse una movilización en tomo al rescate de las trad iciones perdidas o amenazadas. Es en el curso de estos procesos cuando aparecen nuevas asp iraciones comunitarias que se integran en un horizonte utópico. La defensa de las formas legitimadas por el pasado alimenta un anhelo restaurador, que equi va le a ese eficaz fermento que hace avanzar la historia a partir de un principio de intranquilidad . III Volva mos ahora a la paradoja con la que Womack construye la imagen histórica del zapatismo. Al despuntar la segunda década del 16 Cfr. Georges M. Foster, Lns wltllras tradicionales y los cambios téClJicos, 1966, y Tzil1tzlllltzon : los cnmpesil10s mexical10s 1.'/111/1 /l/undo 1.'11 cambio, 1976. 491 JAVIER R ICO MORENO siglo xx, la revolución za patista en el estado de Morelos expresará su especificidad en el despliegue d e lo qu e podría llamarse una futurizaci ón de su pasad o a partir d e una cosm ología propia. En el marco de un proceso revolucionario qu e se distinguió po r la heterogeneidad histó rico-cultura l d e sus ac tores, los elementos tradicio nales de las comunidades de la región desempeñaron un papel cuya importancia se aprecia en tres dimensiones. Primero, como un conjunto d e valo res qu e de finió los mecanism os de regulación (cohesión social, reconocimiento d e la auto rid ad propia, rechazo a la injerencia externa). Segund o, como trasfond o d e la vida cotidiana qu e resulta alterada po r la penetración de elementos propios d e un proceso d e mod erni zación. Y tercero, como sustrato de las aspiraciones q ue hacen de un movimiento social un proceso de vuelta a los o rígenes. Desde una perspecti va qu e aün es tá en espera de mayor desa rrollo - la histo ria comparada-, esos rasgos del za patismo aparecen con mayor cla rid ad . Se consta ta, en este sentid o, que la histori ografía de la Revolución mexica na ha hecho de las regiones de Chihuahua y de Mo relos d os espac ios paradi gmá ti cos del proceso revolucio nari o, no obsta nte, los rasgos qu e las definen como tales se remontan a la época prehispánica. El norte se perfiló como un espacio de m ayor dinamism o y apertu ra que dio cabid a a dis tintas corrientes migra tori as, ac tividad es económicas, red es de relación, pa trones de vida cotidian a y relac iones con el exterio r (favo recid as o fo rzadas por su condició n de fro ntera territo ria l). La región de Morelos, en cambio, se distin gui ó po r una significa ti va permanencia de elementos trad icionales y d e resis tencia al cambio (la tenencia d e la tierra, fo rmas de o rga ni zació n y relaciones con el exterio r). La fo rma en q ue los actores de a mbas regiones se inco rporaron a la lucha armada fu e una ex tensión d e su his toria y cultura propias. Los revolucionarios d el no rte se vieron fo rzad os a romper con casi todos los aspec tos de su vida cotidiana, lo que a su vez les permitió integra r un ejército regul ar qu e se desplazaba hasta regiones lejanas para emprender un a campaña milita r. Por el contrario, los za pa tis tas ad optaron un carác ter revo lucionario que, en buena medida, era una extens ión d e sus patrones d e vida cotidiana (sin 492 L A PERCEPCiÓN DE LA TEMPORA LI DAD COMO FACTOR DE RESISTENCIA duda teniendo en mente la imagen de los combatientes vietnami tas, Womack resalta en la lucha de los cam pesinos de Morelos la alternancia de labores agrícolas y milita res). No es extraño, en este sentido, que en 1918 Zapata suscribiera d os manifiestos políticos en lengua náhuatl. 17 Por un breve tiempo, delimitad o por la efímera hegemonía de la Convención, el za pa tismo tomó la forma d e realización utópica: a la restitución de las tierras usurpadas a las comwlidades se sumó la confiscación de los ingenios azucareros 1S y, por gestión de Manuel Palafox, la creación de las escuelas regionales de agricultura y una fá brica de herramientas agrícolas. También se trató de impulsar y for talecer la autonomía de ayuntamientos y munici pios, al tiempo que se creaba el Centro de Consulta para la Propaga nda y la Unificación Revolucionaria, cuyas funciones serían la d ifusión de los planes y manifiestos y la formación ideológica de los p ueblos. Por una vía distinta, y casi veinte años antes de que Womack publicara el trabajo que resultó de su tesis d octoral, Octavio Paz había iniciado el examen de la dinámica de la temporalidad como fac tor funda mental d el za patismo en El laberin to de la soledad. Como sucede en tod a revolución -señala en el capítulo sexto de la segunda edición-, las aspiraciones que se proyectan hacia un futuro próximo, se fund an en la pretensión de restau rar un orden pasado que en algún momento fue tra nsgred ido por lma fuerza opresora d e efectos perversos. En este hecho simple ---el de un p royecto revolucionario que se funda en la restauración de un pasad o rea l, no imaginario- Paz encuentra la viabilidad histórica del za patismo. Primero, como "rectificación de la historia de México y el sentido mismo de la nación ",19 que no serán ya proyecto sino retorno a los orígenes. 17 Cfr. Miguel León-Portilla , Los manifiestos en mí/lllatl de Emiliallo Zapata, 1978. El empeño de Zapata por hacerlos funciona r se vinculaba, al parecer, con la intención de impulsar una agricultura comercial. "Si ustedes siguen sembran do chi les, cebollas y tomates - les dijo ¡Zapata] a los agricultores de Villa de Ayalanu nca sa ldrán del estado de pobreza en el que siempre han vivido; por ello deben, como les aconsejo, sembrar caña ... " Womack, op. cit., 1978, p. 237. 19 Oct..lvio Paz, Ellaberillfo de la soledad. Posdata, V/lelta a E/laberinto de la soh'dad, 1999. p. 143. 18 493 JAVIER RICO M ORENO Segund o, a l d efinir el rasgo ori gina l d e la revolución, es d ecir, su radicalidad, no como postura extrema sino como un movimiento que se pliega sobre sí mismo en busca de la raíz propia. Tercero, en tanto que se propone resca tar "la parte vá lida de la trad ición colonial"20 -el cnlp/llli- como base de la organi zación económica y socia l. Cua rto, al afirm ar im plíci tamente que toda construcción política, si quiere ser realmente fecunda, "d ebe pa rtir de la porción más antigua, estable y duradera de nuestra nación : el pasado indígena" .2J El za patismo ex presa, entonces, esa peculiar faceta d e la Revolución mexicana que la d istingue como un instinti vo retom o a "la más antigua y permanente de nuestras tradiciones".22 Pero en esta in terpretación el zapa tis mo res ulta, más que un retroceso histórico O repetición cíclica, enca rnación d e un proceso dialéctico. Negación de la negación : al negar la Re forma liberal, que fue a su vez negación del pasado indígena, el za patismo se define como afirmación de la tradición propia. De ahí que Paz encuentre en el tradicionalismo de Za pata lU1a muestra d e su profunda conciencia histórica. IV A contracorriente de los esquemas y modelos de interpretación que han tratado d e da rle una expresión racional a los movimientos socia les, éstos parecen mostrar su faceta mítica : ese s ustrato mediante e l cual no sólo son la tendencia hacia un futuro nuevo, sino también una búsqued a de lo perdid o, un intento de restauración d el pasado. Los fenómenos de resistencia se p rodu cen como reacción de un grupo ante la presencia d e un elemento externo que pone en riesgo o altera los elementos constituti vos d e la vida cotidiana de la comunidad . Un elemento peculiar d e la resis tencia consiste entonces en la apelación a un ord en previo, cuyo va lor y legitimidad están 20 lbid. 21 lbid. 22 lbid . 494 LA PERCEPCIÚN DE LA TEMPORALIDAD COMO FACTOR DE RESISTENCIA consignados por la tradición. De ahí que procesos sociales definidos como de resistencia, restauración y proyectos revo lucionarios pueden asociarse a la aspiración de un futuro mejor. Pero esa intencionalidad no está exenta de la apelación -silenciosa o implícita, consciente o inconsciente- a un pasado mejor. En un sentido profundo, los tres tipos de procesos, que en la realidad no son independientes unos de o tros, expresan un sustrato mítico, un carácter mágico de la relación con la naturaleza y la presencia de la religiosidad como marco de la vida comunitaria. Sólo que estos rasgos resultan más visibles en el ámbito rural, es decir, en espacios donde la tradición tiene más posibilidades de permanencia . Pasado, presente y futuro no constituyen tres compartimientos temporales totalmente diferenciados unos de otros, por más que los historiadores se vean precisados a establecer límites cronológicos que marcan la aparición de cambios, de rupturas, transformaciones, finales y principios. Tal es el sentido de afirmar que para la mente humana la historia (no la histo ria conocimiento, sino la historia vida) "no sabe de barreras, de épocas diferenciadas, de periodos". Los procesos sociales a los que hemos aludido pa recen fundarse, más que en la plena distinción entre presente, pasado y futuro, en una relativización de la temporalidad . Por ello el zapa tismo resulta a la vez conservado r y revoiuciona rio, tradicionalista y utópi co. SIGLAS y REFERE NCI AS Baudo t, Georges, Historia y utopía en México. Los primeros cronistas de la civilizac ión mexicana (1520-1569), Madrid, Espasa-Calpe, 1983, 542 p. Béguin, Albert, El alma romántica y el sueijo. En sayo sobre el roman ticismo alemán y la poesía francesa, trad. de Mario Monteforte, México, FCE, ] 954, 500 p . Bloch , Ernest. Utopía, Barcelona, Seix Barral, 1971 , 178 p. Foster, Georges M., Las culturas tradicionales y los cambios técnicos, México, FCE, ]966, 261 p . __, Tzi/¡tzll11tzrm: los campesinos mexicanos en 1111 1I11mdo en cambio, México, FCE, 1976, 366 p. 495 J AVIER RICO MORENO Galtung, Johan, "Escatología, cosmología y la fo rmación de visiones", en Mas ini, Eleonora et al. (comps.), Utopía y sociedad, México, Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo-Nueva Imagen, 1983, p . 61. León-Portilla, Miguel, Los manifiestos en l1állllatl de Emilia l10 Zapa ta, México, UNAM, 1978, 11 2 p . Ma nnheim, Ka rl, Ideología y utopía. Il1troducciól1 a la sociología del cOI1Dcimiellto, traducción del inglés por Eloy Teri ón, Madrid, Aguilar, 1966,447 p. Paz, Octavio, Ellaberillto de la soledad . Posdata , Vuelta a Ellaberillto de soledad, México, FeE, 1999, 332 p . Phelan, John, El reillo milenario de los f ranciscanos en el NI/evo Mllndo, México, UNAM, 1972, 188 p . Rico Moreno, Javier, Pasado y futuro ellla historiografía de la Revolución mexicalla, México, UAM-Azca potzdlco e INA H, 2000, 272 p . Vasco de Quiroga, "Ord enan zas", citad o por Silvio Zavala, La Utopía de Tomás Moro ellla Nueva Espoiio y otros es tudios, México, Antigua Librería Robred o, 1937, 60 p. West, Delno C. y Sandra Zmidars-Swartz, Joaquíll de Fiare. U/la visióll espiritual de la historia, México, FCE, 1986, 147 p. Womac k, John, Zapata y la Revolucióll mexical1a, México, Siglo XXI, 1978, 443 p . UAM HN120 M4 2895914 Formas de descontento Y m F6.75 La edición e impresión de Formas dí' dl'SC01/t¡'llto y movimit'lltos social!'s, siglos XIX y XX estuvo a! cuidado de SM, Serv icios Gráficos. Tel . 534 1 7-t80. Se terminó de imprimir en abril de 2005. 496 11II11II1II1 2895914 UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOUTANA IJA\ <+) ca.a ..."", . """", Azcapotza\co OOS::I COORDINACIÓN DE SERVICIOS DE INFORMA CIÓN Formato de Papeleta de Vencimiento El usuario se obliga a de"volver este libro en la fecha señalada en el sello(f~ente _ Código de barras. ~591q FECHA DE DEVOLUCION • Ordenar las fechas de vencimiento de manera vertiCal. - Cancelar con el sello de ·OEVUELTO· la fecha de vencimiento a la entrega del libro