A una mujer (Rubén Darío)
Jamás he visto quien se entrega
maravillosa y sobrehumana,
siendo la maravilla griega
y siendo la virgen cristiana.
Llenas de penas y engaños,
y de amarguras y dolores,
quisiera mandarte unas flores
que contuvieran mis veinte años.
Veinte años magníficos, puros,
quizás vagos, quizás perversos,
pero que irían con mis versos
llenos de mis ojos obscuros.
La vida pasa, pisa y vuela,
haciendo la vida en concreto,
dando los ojos de la abuela
para la sonrisa del nieto.
Sonora, pura, bella, inmensa,
permite al que siente y piensa
magnificarte y ofrendarte,
en nombre del verso y del Arte.
Y pues eres una mujer
que hay que admirar y que querer,
que hay que admirar y que amar,
que hay que buscar y que escoger,
que hay que sentir y que estimar,
que hay que vivir y que adorar,
que hay que dormir y que besar,
que hay que sufrir y contemplar