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Batalla de Toro

Batalla de Toro
Parte de guerra de sucesión castellana
Fecha 1 de marzo de 1476
Lugar Vega de Toro (Zamora)
Coordenadas 41°31′32″N 5°23′28″O / 41.52555556, -5.39111111
Resultado Indeciso:[n 1]​ ambos bandos proclamaron[n 2][n 3]​ y celebraron la victoria;[n 4][n 5]​ victoria estratégica isabelina.[n 6][n 7][n 8][n 9]
Beligerantes
Reino de Portugal
Juanistas
Corona de Aragón
Isabelinos
Comandantes
Alfonso V de Portugal
príncipe Juan de Portugal
obispo de Évora
arzobispo de Toledo
Fernando II de Aragón
cardenal Mendoza (h.e.c.)
García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo, I duque de Alba de Tormes
Enrique Enríquez de Mendoza, I conde de Alba de Liste (P.D.G.)
Fuerzas en combate
Cerca de 8000 hombres:[n 10]​ 5000 peones y 3500 caballeros. Cerca de 8000 hombres:[n 10]​ 5000 peones y 2500 caballeros.
Bajas
Cerca de 1000 (muertos y prisioneros).[n 11] Similares,[n 12]​ aunque inferiores a las del enemigo.

La batalla de Toro se libró en las inmediaciones de dicha localidad (perteneciente en la actualidad a la provincia de Zamora, en España) el 1 de marzo de 1476 entre las tropas de los Reyes Católicos, por un lado, y las de Alfonso V de Portugal y del príncipe Juan de Portugal, por otro, dentro del transcurso de la guerra de sucesión castellana. Terminó el conflicto con la victoria del príncipe heredero Juan de Portugal frente al ala derecha de la Corona de Castilla,[n 13][n 14]​ y con victoria de las restantes tropas fernandinas sobre Alfonso V.[n 15][n 16]

No obstante su resultado incierto,[n 17][n 18]​ representó una gran victoria política para los Reyes Católicos,[n 19][n 20]​ asegurando el trono en manos de Isabel y la unión de las coronas de Castilla y Aragón.[n 21]

Contexto

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La crisis sucesoria producida por la muerte de Enrique IV de Castilla alentó la formación de una coalición, apoyada por Luis XI de Francia y encabezada por Alfonso V de Portugal, que invadió Castilla desde Portugal en apoyo de Juana la Beltraneja, hija del fallecido rey, y con la cual se casó (mayo de 1475). Cuando fracasaron las negociaciones con Isabel, hermanastra de Enrique IV, y casada con Fernando II de Aragón, se inició una guerra civil de contornos internacionales por el trono de Castilla y una guerra naval en el Atlántico con Portugal.

Disposición de los ejércitos

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Ejército castellano-aragonés de Fernando II

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Vista panorámica de la ciudad de Toro.

Centro: comandado por Fernando, incluía la guardia real y los hombres de algunos hidalgos, como el mayordomo mayor Enrique Enríquez. Pero predominaban las milicias populares de las ciudades, como Zamora, Ciudad Rodrigo o Valladolid.

Ala derecha: formada por seis batallas de caballeros ligeros,[1][2]​ lideradas por sus capitanes: Álvaro de Mendoza (el principal capitán), el obispo de Ávila y Alfonso de Fonseca (estos dos hombres compartían el mando de una batalla), Pedro de Guzmán, Bernal Francés, Vasco de Vivero y Pedro Velasco. Estaba dividida en dos líneas:[2]​ cinco batallas delanteras y una detrás. Algunos de sus hombres habían seguido de cerca a los luso-castellanos desde Zamora hasta Toro, por lo que esta ala es designada frecuentemente como de vanguardia.

Ala izquierda: era la más poderosa. Incluía a muchos caballeros con armadura pesada y estaba dividida en tres cuerpos: el izquierdo, cerca de los portugueses, era comandado por el almirante Enríquez; el centro era dirigido por el cardenal Mendoza, y por último, el derecho estaba bajo el mando de García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo, I duque de Alba de Tormes.

Fuerzas de reserva: los hombres de Enrique Enríquez de Mendoza, I conde de Alba de Liste (tío del rey Fernando y gobernador de Galicia, será hecho prisionero por los portugueses);[1]​ y los caballeros del marqués de Astorga.

Ejército castellano-luso de Alfonso V y del príncipe Juan

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Centro: comandado por Alfonso, estaba formado por cuatro cuerpos de infantería con las espaldas viradas para el río Duero, los caballeros castellanos bajo el mando de Ruy Pereira y algunos nobles de su Casa.

Ala derecha: formada por las tropas castellanas del obispo de Toledo, Alfonso de Carrillo y tropas portuguesas de algunos nobles.

Ala izquierda: era formada por la élite del ejército portugués (caballeros). Incluía muchos ballesteros y la artillería portuguesa (arcabuceros). Era comandada por el príncipe Juan que tenía como su principal capitán el obispo de Évora. Incluía también una batalla en su retaguardia, liderada por Pedro de Meneses.

Debido a la división del liderazgo entre el rey y el príncipe, el ejército portugués luchó dividido en dos partes que no se ayudaron:[n 22]​ ala izquierda -o batalla del príncipe,[n 23]​ y centro-derecha o batalla real.

La batalla

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Litografía portuguesa conmemorativa de la batalla de Toro titulada Hecho heroico de Duarte de Almeida el Decepado (siglo XIX). El estandarte real portugués fue sucesivamente tomado y perdido por los castellanos partidarios de Isabel en la confusa batalla.[n 24][n 25]

Las tropas portuguesas y las de los partidarios de Juana regresaban a Toro, después del cerco de Zamora, pero fueron alcanzadas a una legua al oeste de Toro por las tropas de Fernando II de Aragón, que venció a las fuerzas bajo el mando de Alfonso V (centro y derecha portuguesa),[n 15][n 16]​ huyendo este rey hasta Castronuño. Por su parte, el ataque victorioso del príncipe Juan de Portugal (izquierda portuguesa), que derrotó al ala derecha castellana,[n 26][n 14][n 27][n 28][n 13]​ recuperó el estandarte real portugués[n 24][n 25]​ y mantuvo la posesión del campo de batalla,[n 29][n 30][n 31][n 32][n 33][n 34]​ permitió que ambos bandos se considerasen vencedores. Pero los Reyes Católicos lograron, a mediano plazo, su objetivo estratégico,[n 35]​ ya que casi tres meses y medio después de la batalla, Alfonso V decidió retirarse al verificar la falta de apoyo que tenía en la Corona de Castilla la causa de la princesa Juana:[n 36][n 37]

Los dos ejércitos chocaron en los campos de Toro, y la batalla resultó indecisa. Pero, mientras el Rey de Portugal se dedicaba a reorganizar sus tropas, Fernando envió correos a todas las ciudades de Castilla, y a varios reinos extranjeros, dándoles la noticia de una gran victoria, en la que las tropas portuguesas habían sido aplastadas. Ante tales noticias, el partido de la Beltraneja se disolvió, y el portugués se vio forzado a regresar a su reino.” (Justo L. González)[3]

La batalla tuvo lugar en la vega de Toro (Zamora), cerca de la localidad de Peleagonzalo (situada entonces en la ribera del Duero, a un kilómetro de su ubicación actual), bajo una lluvia y niebla intensas, lo que aumentó la oscuridad de la noche y la confusión del combate.[n 38][n 39]​ Los dos ejércitos tenían aproximadamente 8000 hombres cada uno.[n 10]

Consecuencias

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Numerosas ciudades y fortalezas fueron cambiando de partido. Hubo muchas deserciones entre los soldados portugueses[n 40]​ y una transferencia masiva de los partidarios de Juana para el partido de los Reyes Católicos, engrosando sus números, lo que ponía a los portugueses en gran inferioridad. Sin embargo, el ejército portugués en Castilla mantuvo capacidad operacional, habiendo incluso organizado pocos días después de la batalla de Toro (abril de 1476) dos grandes operaciones militares para capturar primero al propio rey Fernando (durante el cerco de Cantalapiedra), y después a la reina Isabel (entre Madrigal y Medina del Campo).[n 41][n 42]

Más de un mes después de la batalla de Toro, una pequeña fuerza de 400 jinetes al mando del príncipe Juan[n 43]​ regresó a Portugal durante la Semana Santa de 1476 (primeros días de abril)[4]​ para defender la frontera de los continuos ataques castellanos.[n 44]​ Pero Alfonso V, acompañado de Juana[n 45][n 46]​ y con el grueso de las fuerzas portuguesas,[n 47][n 48]​ permaneció en Castilla por casi tres meses y medio, efectuando muchos ataques en las regiones de Salamanca y Toro.[n 49]​ Solo regresó a Portugal el 13 de junio de 1476.[n 50][5]​ Alfonso quería ir personalmente a Francia para convencer a Luis XI de no renovar la tregua con Aragón, que expiraría en julio de 1476.[6]

Con la retirada del ejército, el partido de Juana de Trastámara rápidamente perdió fuerzas, llevando, después de tres largos años, al fin de la guerra. La fortaleza de Zamora se entregó el 19 de marzo de 1476, pero Toro permaneció firmemente en manos portuguesas durante más de medio año: la ciudad se entrega al 19 de septiembre,[7]​ aunque su pequeña guarnición de 300 portugueses,[n 50][8]​ asediada en la fortaleza, solamente capitula el 19 de octubre de 1476 durante un ataque no relacionado con la batalla de Toro.[7]

Guerra y paz

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Los Reyes Católicos recuperaron la otra fortaleza aún en poder de los portugueses, Cantalapiedra (28 de mayo de 1477), y las restantes fortalezas juanistas, defendidas por fuerzas fundamentalmente castellanas[n 51]​ (Castronuño, Sieteiglesias, Cubillas Villalonso, Portillo, Villalba).

Un cuerpo de 500 caballeros portugueses y 200 castellanos,[n 52]​ enviado por Alfonso V en socorro de la condesa de Medellín, hermana del marqués de Villena, fue derrotado en la Albuera (24 de febrero de 1479) por Alonso de Cárdenas, maestre de Santiago, con la pérdida de 85 caballeros muertos y algunos prisioneros (según el cronista Alfonso de Palencia); pero el grueso de las tropas lusas logró alcanzar las ciudades de Mérida y Medellín,[n 53]​ su objetivo estratégico.

Por su parte, los portugueses retomaron todas las fortalezas que los castellanos habían conquistado en Portugal (Ouguela, Alegrete y Noudar),[9]​ y lograron conservar varias ciudades y fortalezas conquistadas u ocupadas en Castilla, hasta el final de la guerra:[n 54]Tuy, Azagala, Ferrera, Mérida y Medellín (con estas dos últimas resistiendo a duros asedios hasta la paz).[n 55][n 56]​ También desbarataron[n 57][10]​ una fuerza de 2000 caballeros castellanos en Mourão (Alentejo, Portugal, 1477) al mando del mismo maestre de Santiago: más de 100 caballeros fueron aprisionados y los restantes desbandaran, según los cronistas Garcia de Resende y Damião de Góis. En el frente naval y colonial, las armadas lusas lograron neutralizar las expediciones castellanas para conquistar Ceuta (1476),[n 58][n 59]Gran Canaria[n 60][n 61]​ (1478) y la ruta de Guinea con sus minas de oro (1478),[n 62]​ fuente del poder portugués.

Finalmente, el Tratado de Alcazobas ponía fin a una guerra en la que vencieron los castellanos en tierra y los portugueses en el mar:[n 63]​ Isabel y Fernando eran reconocidos reyes de Castilla, y Portugal lograba el monopolio de la ruta atlántica en la costa africana.[n 64]

Frases y citas célebres

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“Así venzan los enemigos del nombre Cristiano!” [11]​ (Cronista Juan de Mariana criticando la proclamación de victoria portuguesa)

“En la batalla de Toro / fue divino su valor / en fin, salió vencedor.” [12]​ (Lope de Vega, exponente máximo de la literatura española, refiriéndose al príncipe Juan de Portugal en su obra de teatro El Príncipe Perfecto)

“Si no viniera el pollo [el príncipe Juan de Portugal] , preso fuera el gallo [Alfonso V de Portugal]”.[13]​ (Fernando de Aragón resumiendo la batalla de Toro a Isabel de Castilla en carta privada. Episodio recogido por el cronista Esteban de Garibay que sigue escribiendo que el príncipe Juan nunca fue en auxilio de Alfonso V)

“La conclusión, así única como breve, sea que, de esta batalla de Toro, la honra fue del Principe Don Juan, el provecho del Rey Católico; la victoria, de ninguno”[14]​ (Pedro Barbosa Homem, jurista del siglo XVII en Discursos de la Jurídica Razón de Estado, libro dedicado al rey de España Felipe IV)

Relevancia

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Sin negar la influencia de la batalla de Toro, algunos historiadores consideran que su importancia fue sobrevalorada a expensas de otros acontecimientos: cuando fue aclamada reina de Castilla, en Segovia (13 de diciembre de 1474), Isabel logró apoderarse del tesoro del reino (que se encontraba en el Alcázar de Segovia a cargo de su alcaide Andrés Cabrera), lo que le permitió desde el inicio atraer con prebendas a la aristocracia castellana, tornando aún más hegemónica su popularidad en la sociedad castellana.[15]

Además, las enormes deserciones en el ejército luso y la desbandada del grueso de los partidarios de Juana habían comenzado antes de la batalla de Toro, estando su foco en la rendición de Burgos, 28 de enero de 1476.[16][17]​ A pesar de las cartas de auxilio militar enviadas por Alfonso a los grandes nobles juanistas que habían solicitado su intervención en Castilla, ninguno se mostró disponible (ni siquiera el poderoso marqués de Villena, Diego López Pacheco y Portocarrero). De todos ellos, solo Alfonso Carrillo de Acuña (arzobispo de Toledo) estuvo al lado del rey portugués en el día de la batalla (1 de marzo de 1476).[18]

Sin embargo, la batalla de Toro puede considerarse como el enfrentamiento terrestre más importante del conflicto (a causa de su dimensión e influencia), al igual que la batalla naval de Guinea (1478) fue el acontecimiento clave en la guerra naval y colonial de 1475-79.

Véase también

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Notas

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  1. Victoria castellana: Hernando del Pulgar, Andrés Bernáldez, Alfonso de Palencia, Alonso Palma y Juan de Mariana (5 cronistas castellanos); Esteban de Garibay (cronista basco) y Jerónimo Zurita (cronista aragonés). Victoria portuguesa: Rui de Pina, Garcia de Resende, Álvaro Lopes de Chaves, Damião de Góis (4 cronistas portugueses).
  2. [...]. La batalla fue reñida e incierta, por lo que ambos bandos se atribuyeron la victoria. El príncipe Juan, hijo de Alfonso de Portugal envió cartas a las ciudades portuguesas declarando la victoria y Fernando de Aragón hizo lo mismo. Los dos quisieron beneficiarse de la propaganda de la victoria [Sin embargo, mientras que la opinión pública castellana era decisiva para el desenlace de la guerra civil, la portuguesa no lo era]. (...) Es difícil valorar la importancia de esta batalla desde el punto de vista militar. Lo cierto es que fue un revulsivo moral para el partido de Isabel y Fernando. [...]. Véase Isabel I de Castilla Y la sombra de la ilegitimidad, propaganda y representación en el conflicto sucesorio (1474-1482), Carrasco Manchado (2006), pp. 195-196
  3. [...]. Esta batalla de Toro, enteramente inconclusiva desde un punto de vista militar, tuvo una ventaja sobre las otras batallas en el sentido de que permitió a cada lado declarar victoria. Los castellanos, habiendo derrotado al rey de Portugal, han escogido considerar que Aljubarrota estaba vengada, mientras los portugueses aclamaron como vencedor a su propio príncipe. ¿Podría alguien negar que ello había quedado solo en posesión del campo de batalla? [...]. Véase The Perfect Prince: a biography of the King D. João II, Sanceau (1959), p. 97
  4. [...]. Al que ignore el fondo de estas circunstancias no dejará de parecer extraño que al mismo tiempo que los Reyes Católicos erigían en Toledo un templo en honra de la victoria que Dios les concediera en aquella ocasión, se conmemorase festivamente en Portugal el hecho mismo con solemnes procesiones en el aniversario de la batalla. [...]. Véase La batalla de Toro (1476). Datos y documentos para su monografía histórica Archivado el 25 de enero de 2012 en Wayback Machine., Fernández Duro (1901), p. 250.
  5. El historiador español Ramón Menéndez Pidal describe un episodio curioso y instructivo: [...] estando el Rey don Fernando una siesta oyendo música, cantóle su músico un romance, cuya letra contenía la victoria tenida contra el Rey don Alfonso [en Toro] ; y una vez acabado preguntó don Fernando al Fernão da Silveira [noble portugués fugitivo de la ira del nuevo rey de Portugal, don Juan II, y refugiado en la corte castellana] que le parecía. Y pudiendo más en el desterrado la naturaleza de portugués que el odio particular que tenía al Rey don Juan, respondió: «Señor, muy bien está el romance del padre, mas hágame Vuestra Alteza ahora merced que mande cantar el villancico del hijo». La aguda respuesta alude a que el rey don Juan, siendo príncipe, peleó en Toro valientemente, y mientras su padre era derrotado, él hacia huir las tropas de seis capitanes castellanos. Esta hazaña proponía Silveira que se añadiese para rematar el romance, según costumbre de cantar al final un villancico por desecha. Sin la ironía de Silveira, los oyentes en la corte intervenían para ajustar a la verdad estos relatos poéticos. [...]. Véase Romancero hispánico, Menéndez Pidal (1953), Vol. 2, página 30.
  6. [...].Desde un punto de vista estrictamente militar, no puede considerarse la batalla de Toro como una clara victoria castellana, sino solamente como un encuentro ventajoso para los Reyes Católicos. No es su valor intrínseco lo que provoca la jubilosa explosión de los cronistas, sino las consecuencias que de ella se derivaron. Decide la guerra, eso es todo, porque desanima definitivamente a los partidarios de Juana (página 157)Pero en esto documento [la carta en la que Fernando comunicó su victoria a las ciudades] … no se contiene más que la escueta atribución de la victoria a las armas castellanas, lo que non contradice en modo alguno la realidad del hecho de que una parte del ejército portugués, vencedora del ala derecha castellana, permaneciera sobre el campo y pudiera retirarse al día siguiente sin ser molestada. Batalla sin interés desde el punto de vista militar, lo tiene muy grande desde el político, y en este sentido es enteramente favorable a los Reyes Católicos (página 161) No victoria militar, pero sí victoria política, la batalla de Toro constituye, por si sola, un acontecimiento decisivo, porque resuelve la guerra civil a favor de los Reyes Católicos (página 163) [...]. Véase La España de los Reyes Católicos (1474-1516), Mata Carriazo; Suárez Fernández; Fernández Álvárez (1969; 1995), pp. 157, 161, 163.
  7. […] mientras parte del ejército portugués se hallaba en completa desbandada, huyendo su Rey hasta Castronuño, el que obedecía a su hijo conservaba el campo más tiempo que los castellanos…La batalla de Toro, si no decisiva, inclinó la balanza a favor de Don Fernando y Doña Isabel [...]. Véase Historia de la Muy Noble, Muy Leal y Antigua Ciudad de Toro, Con Noticias Biográficas de Sus Más Ilustres Hijos, Calvo Alaguero (el gran cronista zamorano de los tiempos modernos) (1909), p. 216; citado por Orestes Ferrara en Un pleito sucesorio: Enrique IV, Isabel de Castilla y la Beltraneja, Orestes Ferrara (1945), p. 403.
  8. Álvarez Palenzuela: [...] Tal es la batalla de Toro; el ejército portugués no había sido propiamente derrotado, pero, sin embargo, la sensación era de total hundimiento de la causa de doña Juana. Tenía sentido que para los castellanos Toro fuera considerado como la divina retribución, la compensación querida por Dios para compensar el terrible desastre de Aljubarrota, vivo aún en la memoria castellana. [...]. Véase La guerra civil castellana y el enfrentamiento con Portugal (1475-1479) (2006).
  9. El historiador Francés Jean Dumond: [...] En el centro, al frente de las milicias populares, Fernando se alza con la victoria, apoderándose de los estandartes del rey de Portugal y poniendo en fuga a sus tropas. En el ala derecha [portuguesa] , las huestes de los señoríos del cardenal, del duque de Alba y de los nobles hacen lo propio. Pero en el ala izquierda [portuguesa] , frente a los asturianos y gallegos, el ejército de refuerzo del príncipe heredero de Portugal, bien provisto de artillería, puede abandonar el campo de batalla con la cabeza alta [venció a sus oponentes, reagrupó los fugitivos de su padre, recuperó el estandarte real portugués y quedó señor del campo] . El enfrentamiento resulta, pues, algo indeciso. Pero su resultado global [que trasciende la mera perspectiva militar para medir sus consecuencias políticas, estratégicas y morales] queda enseguida decidido por la retirada del rey de Portugal [pero solo 3 meses y medio después, el 13 de junio 1476] , la rendición en manos de Fernando de la fortaleza de Zamora, el 19 de marzo, y las múltiples adhesiones de los nobles a los jóvenes príncipes. [...]. Véase La "incomparable” Isabel la Católica, Jean Dumond (1993), p.49.
  10. a b c Aproximadamente 8000 hombres en cada ejército: 3500 de caballo y 5000 peones (ejército portugués); 2500 de caballo y 5000 peones (ejército castellano) - de acuerdo con el cronista y partidario activo de los reyes católicos Andrés Bernaldez. Véase Historia de los Reyes Católicos, Andrés Bernaldez, Tomo I, capítulo XXIII.
  11. Valera y Bernáldez estiman, respectivamente, un total de 800 y 1200 portugueses muertos: véase respectivamente Crónica de los reyes católicos, Valera (1927), capítulo XX; y Historia de los Reyes Católicos, Bernaldez (1856), Tomo I, capítulo XXIII. Cifras probablemente infladas ya que Juan de Mariana escribió que las bajas en combate fueron escasas: […] La matanza fue pequeña …, y aun el número de los cautivos no fue grande […], véase Historia General de España, Juan de Mariana (1839), tomo V, libro XXIV, capítulo X, p. 300; Zurita no logró inventariar más de tres nobles portugueses muertos (véase Anales de Aragón, volumen VIII, libro XIX, capítulo XLIV); y las pérdidas parciales reportadas en las cortes de Lisboa, en 1476, fueron muy reducidas: los procuradores de la ciudad de Évora recordaron al príncipe Juan el fuerte contingente de soldados proporcionado al ejército de su padre (lo que era expectable, una vez que se trataba de la segunda ciudad más poblada de Portugal), de los cuales diecisiete hombres murieron en la batalla de Toro, como orgullosamente declararon los mismos procuradores. Esto número, sorprendentemente bajo, solo hace sentido admitiendo bajas muy reducidas en el ejército portugués (véase Estudos Eborenses, Historia- arte- archeologia, Gabriel Pereira (1890), p.9-10.
  12. Pérdidas “elevadas” en ambos bandos es un hecho corroborado por fuentes de ambas partes: […] é fueron muertos muchos de la una parte é de la otra […], véase Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Hernando del Pulgar (1780), capítulo XLV, p. 88; […] y en la batalla hubo muchos muertos, presos y heridos de una parte y de otra […], véase Livro de apontamentos (1483-1489), Álvares Lopes de Chaves (1983), p. 73, 74. Entre los principales líderes castellanos, uno fue capturado (Enrique Enríquez, conde de Alba de Liste) y otro resultó herido (el cardenal Mendoza); varios hombres de la hueste y caballeros del consejo real que se reunió diez días después de la batalla de Toro, declararon haber perdido hijos, hermanos y parientes en ella, véase Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Pulgar (1780), capítulo XLVII, p. 90. También el Cronista Palencia informa que cuando Alfonso V regresó a Toro, inmediatamente después de la batalla, existían cerca de medio millar de soldados castellanos prisioneros en la ciudad de Toro, y refiere que el rey luso resistió a la tentación de vengarse en hombres que habían contribuido para su derrota en la dicha batalla: [...] [Alfonso V] perdió la ocasión de pasar a cuchillo o arrojar al río a cerca de 500 enemigos, peones y caballos. Véase Palencia, Década III, Libro XXV, Capítulo IX.
  13. a b cronista Esteban de Garibay (vasco): [...] don Alonso de Fonseca primero, y después don Álvaro de Mendoza … y luego otros [capitanes] suplicaron al Rey les hiciese merced que ellos acometiesen los primeros al escuadrón, en que el Príncipe heredero de Portugal estaba, que era la fuerza del ejército portugués [su ala izquierda] , y como el Rey les dejase, mas antes arremeted todos juntos, salieron las seis batallas [que formaban la ala derecha del ejército Castellano] , primero nombradas. Los cuales hiriendo a los escuadrones del Príncipe y del Obispo de Évora, fueran rebatidos con muerte de muchos, por la artillería y ballestería, que la infantería portuguesa disparó y fortaleza que en los portugueses hallaron, de modo que … por mostrarse al principio la victoria por los portugueses […]. Véase Compendio Historial, Esteban de Garibay (1628), tomo 2, libro 18, capítulo VII, p. 597.
  14. a b Cronista Garcia de Resende (portugués): [...] Siendo así las batallas ordenadas de una parte y de la otra para combatir siendo casi sol puesto, el rey mandó decir al príncipe que le mandaba la bendición de Dios y la suya, y que con ella atacase duramente en los contrarios; Y él, por le obedecer …, después de hecho el señal por las trompetas, … bramando todos por el nombre de San Jorge, con gran fuerza y ímpetu invistió tan bravamente en las batallas contrarias [castellanas] , que teniendo mucha más gente, no pudieron sufrir ni resistir a los grandes y duros combates, y sin mucha demora fueron luego desbaratadas y puestas en huida, con mucha perdidas … y el príncipe, como prudente capitán, mirando la gran victoria que Dios le diera y la buena ventura de aquella hora, quiso mantener más la honra de tamaña victoria que continuar la persecución [Sin embargo, los cronistas portugueses declaran unánimemente que la mayor parte de los hombres del príncipe persiguió a los castellanos derrotados durante mucho tiempo y distancia, lo que dejó las fuerzas del príncipe momentáneamente sin poder operacional hasta el regreso de ellos y de los fugitivos de su padre] [...]. Vida e feitos d’El Rei D.João II, Garcia de Resende, capítulo XIII.
  15. a b Hernando del Pulgar (castellano): [...] [mientras el ala derecha castellana era desbaratada por el ala izquierda portuguesa] El Rey é los de su batalla [centro] , é los otros Grandes é Caballeros que iban en las otras escuadras á la mano izquierda, encontraron [respectivamente] con la batalla del Rey de Portugal [centro] … , é contra las otras de los Portugueses que iban en el ala de su mano derecha (...). Al fin no pudiendo los portugueses sufrir las fuerzas de los castellanos, fueron desbaratados, é vueltas las espaldas se pusieron en huida por escapar en la guarida que tenían cerca en la ciudad de Toro. É muchos de los peones Portugueses é otros caballeros, se lanzaron en el río de Duero pensando escapar nadando (...). El Rey de Portugal … con tres ó cuatro que quedaron con él de todos los que tenían cargo de guardar su persona, aportó esa noche á Castronuño … fue tomado por el Cardenal … el estandarte del Rey de Portugal … y encomendó el estandarte á dos caballeros … los cuales lo tornaron á perder [la unanimidad de los cronistas portugueses y también los cronistas españoles Antonio de Nebrija (traductor para latín de la crónica de Pulgar, Década I, libro V, capítulo VII) y Esteban de Garibay (Compendio Historial, tomo 2, Barcelona, 1628, libro 18, capítulo VII, p. 597), confirman que los portugueses reconquistaron su estandarte real] … é fueron muertos muchos de la una parte é de la otra ... [los castellanos] repartían los despojos que habían habido: como quier que por ser de noche é muy escura, fueron en poca cantidad [...]. Véase Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Hernando del Pulgar (1780), capítulos XLV y XLVII, p. 87-90.
  16. a b Garcia de Resende (portugués): [...] Y así como el Príncipe desbarató estas dos grandes batallas [ala derecha castellana dividida en 6 cuerpos dispuestos en 2 líneas o batallas] , así la batalla grande de El Rey D. Fernando desbarató la del Rey D. Afonso, porque venían en ella mucha y muy gruesa gente de armas, y muchos cubiertos [armaduras pesadas] y gran soma de espingarderos que hicieron gran daño a los caballos [...]. Vida e feitos d’El Rei D.João II, Garcia de Resende, capítulo XIII.
  17. El historiador irlandés John B. Bury: [...] Después de nueve meses ocupados con ataques fronterizos y negociaciones infructuosas, los ejércitos castellano y portugués se enfrentaron en Toro … y libraron una batalla indecisa, ya que mientras Alfonso fue derrotado y huyó, su hijo Juan destruyó a las fuerzas que se oponían a él. [...] VéaseThe Cambridge Medieval History, Bury (1959), volumen 8, página 523.
  18. Los portugueses se pusieron en orden de batalla en un llano al este de Toro, donde se estrelló, a principios de marzo, la famosa batalla de Peleagonzalo. Aunque este encuentro ha terminado sin una clara victoria para cualquier lado, el prestigio de Juana […].Véase The council of the Santa Hermandad: a study of the pacification forces of Ferdinand and Isabella, Lunenfeld (1970), página 29.
  19. [...] el rey de Portugal había hecho un llamamiento al príncipe Don Juan, heredero de la corona portuguesa, que acudió a Castilla con su ejército. La confrontación [batalla de Toro] se produjo el 2 de marzo de 1476, y el resultado fue incierto, pero los Reyes Católicos obtuvieron de ella incuestionables beneficios de orden político. [...]. Véase Enrique IV de Castilla y su tiempo, Fundación Gregorio Marañón, Cortes de Castilla y León, Universidad de Valladolid (2000), página 61.
  20. Townsend Miller: [...] Pero si el resultado de [la batalla de] Toro, en termos militares, es discutible, no hay dudas respecto a sus enormes efectos psicológicos y políticos. [...]. Véase The Battle of Toro, 1476, en History Today, Miller (1964), Volumen 14, p. 270.
  21. Rafael Domínguez Casas: [...] San Juan de los Reyes es el resultado de la voluntad real de fundar un monasterio para conmemorar la victoria en una batalla de resultado incierto, pero decisivo, la reñida en Toro en 1476, que consolidó la unión de los dos reinos más importantes de la Península.[...]. Véase San Juan de los reyes: espacio funerario y aposento regio en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, Domínguez Casas (1990), n. 56, p. 364.
  22. [...]. Ya sendo el tiempo muy corto para que el rey [Alfonso] y el príncipe [Juan] ordenasen y repartiesen su gente en batallas, como cumplia en tan apretada necessidad, y viendo como las del rey D. fernando ya estabán mui cercanas … y dispusieron luego toda su gente en no más de dos batallas … la primera …. fue la del rey Alfonso, que con su bandera real se puso cerca del rio, frente a la batalla donde estaba la bandera real [castellana] pero no la persona del rey D. Fernando, lo cual, prudentemente se protegió de los reveses de la fortuna … después de ordenar su batalla y entregar su bandera a buenos caballeros y capitanes, [Fernando] volvió a la retaguardia … donde se posicionó con una pequena batalla. (…) y la segunda batalla [portuguesa] , con menos gente, pero muy limpia y cortesana [de élite], fue la del príncipe, que con su bandera se colocó lejos, a la mano izquierda del rey su padre. [...]. Véase Chronica de El- rei D.Affonso V..., Rui de Pina (1902), 3º libro, capítulo CXC.
  23. El historiador Carlos Pereyra : [...] Cinco años después, el príncipe [Juan] mandaba el ala portuguesa vencedora de los castellanos en la batalla de Toro, [...]. Véase La conquista de las rutas oceánicas; La obra de España en América, Carlos Pereyra (1986), p. 44.
  24. a b El cronista Esteban de Garibay (vasco): [...] El rey de Portugal … habiendo perdido una vez su estandarte Real y preso el Alférez, que fue llevado a Zamora, y despojado de sus armas, que después por mandado por los reyes fueron puestas en la Capilla de los Reyes nuevos de …iglesia de Toledo, (…), aunque cobraron el estandarte por negligencia de Don Pedro de Velasco y Pedro Vaca, a quienes dando para que la guardasen, les quitaron los portugueses [...], en Compendio Historial, tomo 2, Barcelona, 1628, libro 18, capítulo VII, p. 597. La recuperación del estandarte por los portugueses es también confirmado por el cronista castellano contemporáneo Antonio de Nebrija, traductor para latín de la crónica de Pulgar, en Década I, libro V, capítulo VII, citado por Oliveira Martins en O Principe Perfeito, 1896, p. 207, nota al pie nr. 34: “Captum est Lusitani vexillum cuius erat insigne vultus, sed Petri Veraci et Petri Vaccae ignavia quibus traditum est, ut asseverantur, ab hostribus postea est receptum” (en castellano: [...] El estandarte lusitano es capturado, lo cual era una insignia de valor, aunque debido a la negligencia de Pedro Velasco y Pedro Vaca, a quien le fue entregado, como se ha mencionado, fue posteriormente retomado por el enemigo. [...]. Aún otro cronista castellano, Pedro de Medina: [...] Los castellanos embistieron al estandarte de Portugal…y lo ganaron fácilmente por cobardía y poca resistencia de su Alférez, y de los que lo guardaban…pero no se llevó el estandarte, [a Zamora] porque viéndolo en la misma batalla perdido, algunos caballeros portugueses lo volvieron a cobrar, combatiendo valerosamente. [...]. Véase Primera y segunda parte de las Grandezas y cosas notables de España, Pedro de Medina (obra impresa por primera vez en 1548, fue nuevamente publicada en 1595, mucho después de la muerte del cronista), p. 219.
  25. a b La unanimidad de los otros cronistas portugueses corrobora lo que Damião de Góis así sintetizó: […] la bandera real de Portugal, tomada por los castellanos, fue puesta bajo la custodia de Pero Velasco y de Dom Pedro Cabeza de Vaca, y al verla llevada por el campo … un valiente escudero portugués llamado Gonzalo Pires, servidor de Gonzalo Vaz Pinto … no pudiendo sufrir tamaña injuria, se unió con otros esforzados portugueses que juntos arremetieron y los hicieron huir [a los castellanos] y la tomaron de las manos de un hidalgo con el apellido Sotomayor … que fue preso … y [el escudero] llevó la bandera al Príncipe [el escudero recibirá 5000 Reales y el apellido noble de Bandeira por carta de armas de 4 de julio de 1483, concedido por el rey D. Juan II, como recompensa por el hecho, pasando a llamarse Gonzalo Pires Bandeira] […]. Véase Chronica do Principe D. Joam, Damião de Góis (1724), capítulo LXXVIII, p.303, 304.
  26. cronista Hernando del Pulgar (castellano): [...] las batallas se invistieron unas en otras (…). É luego aquellos seis capitanes Castellanos, que habemos dicho que iban á la mano derecha de la batalla del Rey contra los cuales vino á encontrar el Príncipe de Portugal y el Obispo de Évora, volvieron las espaldas, é se pusieron en huida … porque la batalla de los Portugueses iba toda junta, é la de los Castellanos repartida en seis partes, en especial por el gran daño que á los primeros encuentros recibieron de la muchedumbre de las espingardas é artillería que venía en la batalla del Príncipe … aquellas seis batallas de los Castellanos desbaratados … por el Príncipe de Portugal […]. VéaseCrónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Hernando del Pulgar (1780), capítulo XLV, p. 87- 88.
  27. El Cronista Pedro de Medina (castellano): [...] y rompiendo primero la batalla castellana que estaba en la mano derecha con el cuerno, o lado izquierdo de los portugueses, donde estaba la gente del príncipe de Portugal y la del Obispo de Évora se comenzó una batalla muy cruel pero fueron en ella vencidos los castellanos: (…) cayeron luego muertos muy grande numero de castellanos, y fue menester sacar otra gran muchedumbre de gente herida. Y los demás como hallaron gran resistencia en los portugueses de aquella parte por ser…lo más fuerte y firme de su ejército, tuvieron forzosamente que retirarse…vencido así con tanta facilidad el lado derecho de la batalla castellana, las otras dos por vengar la afrenta, y daño recibido acometieron a sus contrapuestos enemigos [...]. Véase Primera y segunda parte de las Grandezas y cosas notables de España, Pedro de Medina (obra impresa por primera vez en 1548, fue nuevamente publicada en 1595, mucho después de la muerte del cronista), pp. 218-219. También el cronista Juan de Mariana (castellano) describe este enfrentamiento: [...] Dióse la señal de acometer y la gente de á caballo que llevaba Don Álvaro [ala derecha castellana dividida en 6 batallas de caballeros, siendo Álvaro de Mendoza su principal capitán] se adelantaron ... recibiólos Don Juan Príncipe de Portugal ... cuya carga el esquadron de Álvaro de Mendoza no pudo sufrir, antes se desbarataron y pusieron en huida. [...]. Véase Historia General de España, Juan de Mariana (1839), tomo V, libro XXIV, capítulo X, p.299.
  28. cronista Damião de Góis (portugués): […] el príncipe D. Juan fue herir las 5 batallas [castellanas] , y lo mismo hizo D. Pedro de Meneses en la sexta, que se apartara de las otras como ya he dicho, y el primero de todos que rompió fue Gonçalo Vaz de Castelo-Branco: estas dos alas [las 6 batallas que formaban el ala derecha castellana estaban dividida en 2 líneas o alas, las 5 primeras en la vanguardia y la sobrante en la retaguardia] que iban todas a la mano derecha de la batalla real de los castellanos, de quien los nuestros fueron recibidos como de esforzados caballeros, porque muy valerosamente llamando Santiago se encontraron con los [hombres] del príncipe, cuya fuerza no la pudiendo sufrir, comenzaran de huir, matando, y cautivando los nuestros muchos de ellos, y de los que escaparan algunos se acogieran a su bandera real y batalla real, que estaba a la mano izquierda de estas seis batallas [castellanas] [...]. Véase Chronica do Principe D. Joam, Damião de Góis (1724), capítulo LXXVIII, p.298, 299.
  29. cronista Hernando del Pulgar (castellano): [...] visto el vencimiento que el Rey [Fernando] é los de las otras batallas que con él eran habían hecho por la parte do peleaban (…). El Príncipe de Portugal, visto que la gente del Rey su padre era vencida é desbaratada, pensando reparar algunos de los que iban huyendo [hombres de Alfonso V] , subió sobre un cabezo, á donde tañendo las trompetas, é haciendo fuegos, é recogiendo su gente, estuvo quedo [los cronistas portugueses informan que se unieron al príncipe Juan no solo hombres de Alfonso V pero también sus hombres retornados de la persecución de los castellanos derrotados por ello y también refuerzos de Toro, formando una gran fuerza. Esto demuestra lo fácil que era llegar al príncipe.] (...). Contra el cual [el príncipe Juan] el Cardenal de España, y asimismo el Duque de Alba, quisieran ir con algunos que pudieran recoger de aquellos que venían del alcance, é de otros que andaban derramados por el campo tomando caballos é prisioneros: é no pudieron recoger la gente ni moverla, porque la noche era tan escura, que ni se veían ni se conocían unos á otros, é la gente estaba cansada, é de ellos no habían comido en todo el día, porque de Zamora habían salido mucho por la mañana. El Rey [Fernando] volvió luego para la ciudad de Zamora, porque le dijeron que podría venir gente del Rey de Portugal, de la que había quedado en la ciudad de Toro por la otra parte del río, a dar en las estanzas que dejó sobre la fortaleza de Zamora. Y el Cardenal y el Duque de Alba quedaron en el campo recogiendo la gente, é volvieron con ella á la ciudad de Zamora [El cronista oficial de los reyes católicos no solo muestra que Fernando se retiró del campo antes del cardenal Mendoza y del duque de Alba, pero también que el ejército castellano se retiró igualmente para Zamora- después de una tentativa frustrada para atacar el príncipe portugués- que se quedó solo en el campo. Pulgar siente la necesidad de justificar esta retirada castellana con circunstancias que también se aplicaban al enemigo. Si los fugitivos de Afonso V pudieron alcanzar el príncipe, como dice Pulgar, los castellanos también lo podrían] [...]. VéaseCrónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Hernando del Pulgar (1780), capítulo XLV, p. 88- 89.
  30. cronista Andrés Bernáldez (castellano): […] E al fin el rey D. Afonso fue vencido ... e mucha de su gente muerta ... E su hijo el Príncipe de Portugal quedó con una gruesa batalla de caballeros a una parte encima de un cabezo que nunca osó romper [por su parte, los castellanos también nunca osaron atacarlo] ... la gente del Rey D. Fernando, así peones como caballeros, cogieron el campo y toda la presa que allí obtenieron delante del Príncipe de Portugal [la expresión "delante" muestra como portugueses y castellanos permanecieron cara a cara] , que no se movió nunca aquella noche de encima de un cerro, hasta que ... el Rey D. Fernando se partió cogida su gente con la presa a Zamora. Entonces el Príncipe de Portugal se partió para Toro [Bernáldez muestra así que el ejército del príncipe regresó à Toro solamente después de la retirada Castellana hasta Zamora] [...]. VéaseHistoria de los Reyes Católicos D. Fernando y Dª Isabel, Andrés Bernáldez (1856), Tomo I, capítulo XXIII, p.61-62.
  31. cronista Álvaro Lopes de Chaves (portugués y testimonia ocular): [...] [Después de vencer en su sector, el Príncipe Juan] volvió sobre las batallas del dicho rey Fernando, y aunque por la gente que de sus batallas se había desparramado en persecución de los desbaratados, quedó con él tan poca gente que la que estaba en la batalla de los contrarios era mucha más en número, sin embargo dio en ella y la desbarató [probablemente algunos castellanos dispersos, saqueando los despojos portugueses] , siguiendo hasta dar [toparse] en otras batallas de los contrarios, y cuando las reconoció Y vio la multitud de los contrarios, por recoger alguna de su gente que andaba desmandada en el alcance, mandó estar queda a su batalla, porque la gente de los contrarios seria tres tantos como la suya, donde estuvo queda algunas horas, y tan cerca una gente de la otra, que algunos caballeros de una y otra parte salían de las batallas á arremeter con las lanzas [combates medievales individuales] ...y los contrarios...arrancaron del campo yendo-se camino de Zamora como desbaratados [desordenadamente] [...]. Véase Livro de apontamentos (1483-1489), Álvares Lopes de Chaves (1983). (Una traducción castellana de este relato de la batalla se puede encontrar en La batalla de Toro (1476). Datos y documentos para su monografía histórica Archivado el 25 de enero de 2012 en Wayback Machine., Boletín de la Real Academia de la Historia, Fernández Duro (1901), tome 38, p. 254-257).
  32. cronista Juan de Mariana (castellano):[…] los enemigos, que con D. Juan Príncipe de Portugal sin ser desbaratados se estuvieron en un altanazo en ordenanza hasta muy tarde. (…): así a vista los unos de los otros [castellanos y portugueses] se estuvieron en el mismo lugar algunas horas; los portugueses guardaron más tiempo su puesto [...]. Véase Historia General de España, Juan de Mariana (1839), tomo V, libro XXIV, capítulo X, p.299-300.
  33. cronista Rui de Pina (portugués): [...] el príncipe después del desbarato que hizo … recogiendo su gente [desparramada en persecución de los castellanos vencidos] …a que muchos de la batalla vencida del Rey D. Afonso … se recogieron, con los cuales, y con otros … que vinieron de [la ciudad] de Toro, reconstituyó una gruesa batalla … el Rey D. Fernando … cuando luego vio vencidas y desbaratadas sus tamañas y primeras batallas [ala derecha castellana] , por las batallas del Príncipe … creyendo que así lo serían las otras suyas por las del Rey D. Afonso, fue aconsejado a retirarse como lo hizo, y se fue a Zamora. Por lo cual su gente [peligrosamente dispersa y dividida entre perseguir a los portugueses derrotados y saquear sus despojos] se encontrando en el campo sin Rey … con temor de la batalla del Príncipe que veían reconstituida … se reconstituirán también junto a ella en otra batalla de que unos y otros no se podían ver pero si oír; porque en este tiempo la noche era casi cerrada, y todo el daño que de una parte y de la otra se hacían era solamente gritos y tocar las trompetas y atabales que nunca cesaban [procedimientos de intimidación] . Y estando así en el campo juntas ambas estas batallas contrarias, la de los castellanos por estar sin Rey y dudosa de su ventura … comenzaron a agitarse … mostrando claras señales de derrota se fueran acometidos. (…) y sin alguna disciplina y con mucha desorden se acogieran a Zamora. Por lo que encontrándose el Príncipe solo en el campo, y sin haber sufrido derrota, antes lo había hecho en los contrarios, se tuvo por heredero y señor de su propia victoria. [...]. Véase Chronica de El- rei D.Affonso V..., Rui de Pina (1902), 3º libro, capítulo CXCI, p.99-101.
  34. cronista Damião de Góis (portugués): [...] El Príncipe [Juan] …, lo cual, hasta el tiempo del desbarato del Rey su padre, estuvo persiguiendo las seis alas [ala derecha castellana] por ello desbaratadas, pero dándose cuenta de lo que estaba sucediendo [con las tropas de su padre] comenzó a recoger los [sus hombres] que las perseguían en demasía, y no lo pudiendo hacer por orden [verbal] … con la gente que consigo tenía, haciéndose fuerte en una asomada … donde con las trompetas y atabales … y con fuegos … daba señales a los esparcidos en el campo para que se acogiesen a ello, y así lo hicieron no solamente los que faltaban de su ala, pero muchos de los destrozados … del Rey , y con toda esta gente hizo el Príncipe una gruesa y fuerte batalla con la cual había determinado, por la mañana , acometer la … batalla de los Castellanos que se formara en el campo, y se pusiera tan cerca de la suya que de una a la otra se oía claramente lo que hablaban … siendo ya pasada gran parte de la noche, sabiendo los castellanos … como el Rey D. Fernando se acogiera para Zamora…partieran del campo…sin que el Cardenal de Castilla, ni el Duque de Alba les pudiesen poner orden; los cuales viendo como la gente toda se escapaba, con la que les quedó se fueron à Zamora lo más silenciosamente que pudieron, y puesto que su retirada fuese sentida por el Príncipe…que no quiso seguirlos…temiendo [que la retirada castellana fuese] uno ardid de guerra, pero esto no era la intención de los Castellanos, porque por la mañana ninguno de ellos fue visto en el campo ni en las montañas…quedando el Príncipe D. Juan victorioso con toda su gente en orden … envió todos los prisioneros [castellanos] para Toro…quiso quedar-se en el campo los tres días del vencedor [tradición de la caballería de la época basada en la costumbre germánica de Sessio Triduana, que determinaba que el comprador de una propiedad debería permanecer en ella durante los tres días subsecuentes a la compra, para consumar la apropiación, que de esto modo se quedaba indisputable] , lo que el Obispo de Toledo no lo aconsejó, mostrándole…que tres horas…se podían tomar por tres días…con lo que…el Príncipe, contrariado…se fue [pasadas las 3 horas y hecho todo el ruido necesario] con las banderas desplegadas [y tocando las trompetas y atabales en señal de victoria, como relatado por el cronista portugués Garcia de Resende en Vida e Feitos D' El-Rey Dom João Segundo, capítulo XIII] a camino de Toro [...]. Véase Chronica do Principe D. Joam, Damião de Góis (1724), capítulos LXXVIII y LXXIX.
  35. [...] los negrillos de Peleagonzalo. No hubo allí ni vencedores ni vencidos, pues, a pesar del empuje castellano, el infante Juan defendió con gallardía el ala de su ejército. Pero Isabel y Fernando lograron su propósito: expulsar a Alfonso V, que había saltado el Duero y alcanzado tierras zamoranas en solemne procesión, [...] . Véase La Raya de Tordesillas: 1994, Agustín Remesal (1994), p. 12.
  36. El historiador español Ballester y Castell: […] El rey de Portugal se limitó á estar á la defensiva, y el 1º de marzo de 1476 fue atacado por don Fernando frente á la ciudad de Toro. La batalla quedó indecisa; pero los partidarios de los reyes católicos se afirmaron en su triunfo y el rey portugués se retiró, mientras los Señores rebeldes eran vencidos en Castilla. Los reyes católicos fueron reconocidos por todos. […]. Véase Histoire de l' Espagne (edición francesa), Ballester y Castell (1928), página 132.
  37. El historiador español Ignacio Olagüe: […] Hubo una batalla indecisa en Toro el 2 de marzo de 1476; pero el portugués [Afonso V], frente al dinamismo de Fernando…abandona la lucha. […]. VéaseHistoire d'Espagne (edición francesa), Ignacio Olagüe (1958), p.192.
  38. […] la llovizna y la noche sembraron tal confusión que nadie sabia quiénes eran los enemigos, huyendo a tientas y en desbandadas. Las puertas de Toro se cerraron, temiendo una traición. No hubo ni vencidos ni vencedores; pero doña Isabel, que acechaba los movimientos desde Tordesillas, mandó luego celebrar la victoria y la notificó sin demora a todo el reino. Otra vez un juego de estrategia inclinó a su favor la suerte de las armas.[…], véase Santa Teresa y su tiempo: Doña Teresa de Ahumada, Steggink (1982), página 19.
  39. […] la tarde ya estaba muy adelantada cuando [Fernando] alcanzó los portugueses. Su ala izquierda cerca del rió hizo retroceder D. Afonso en desorden, pero en la izquierda portuguesa, el príncipe Juan fue igualmente victorioso. Como en ese momento era muy oscuro, brumoso y lloviendo a cántaros, nadie sabía lo que había sucedido en realidad. […], véase Portugal and the quest for the Indies, Bell (1974), página 130
  40. La deserción entre los portugueses ya era muy alta antes de la batalla de Toro (véase Chronica de El-Rei D. Affonso V, Rui de Pina, 1902, 3º libro, capítulo CLXXXIV) sobretudo después de la fracasada expedición a Burgos, y aumentó después de esta batalla (Crónica de los Señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Hernando del Pulgar, 1780, capítulo XLVII). Aproximadamente 10 días después de la batalla de Toro (el cardenal Mendoza durante el consejo real: “Pero sería cosa inhumana, pasados diez días de la batalla” , véase Crónica de los Señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Pulgar, 1780, capítulo XLVII, p. 91), algunos desertores portugueses fueron aprisionados y muertos o castrados, cuando intentaban cruzar la frontera en Sayago. Cuando algunos portugueses, para evitar luchar, propusieron comprar su pasaje, el cardenal Mendoza aconsejó el rey Fernando, en el consejo real, a ordenar que no matasen ningún prisionero ni tampoco ofreciesen resistencia a los que intentasen cruzar la frontera, pues de contrario, estos hombres no tendrían otra alternativa que no fuese luchar, y de esto modo, prolongar la guerra e destrucción dentro de Castilla. El cardenal reconocía así a estos hombres, muchos días después de la batalla, poder ofensivo y destructivo, lo que muestra que se trataba de desertores, no de fugitivos (véase Crónica de los Señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Pulgar, 1780, capítulo XLVII.). El grueso del ejército portugués permaneció en Castilla durante los 3 meses y medio que se siguieron a la batalla de Toro.
  41. Véase Chronica do Principe D. Joam, Damião de Góis (1724), capítulo LXXXIV (... de una armadilla que El Rey D. Alfonso lanzó al Rey D. Fernando) y capítulo LXXXV (Como El Rey D. Alfonso lanzó una armadilla a la Reina Doña Isabel entre Madrigal y Medina Del Campo…).
  42. Grandes operaciones para capturar Fernando y después Isabel: véaseChronica de El-Rei D. Affonso V, Rui de Pina (1902), 3º libro, capítulo CXCII.
  43. 400 caballeros: véase Historia general de España, Juan de Mariana (1839), tomo V, libro XXIV, capítulo XI, p. 302.
  44. Damião de Góis: [...] sabiendo El Rey D. Alfonso como los Castellanos hacían muchas entradas en Portugal, sin encontrar resistencia, acordó con su consejo, que era necesario que el Príncipe volvieses al reino [...]. Véase Chronica do Principe D. Joam, Damião de Góis (1724), capítulo LXXXIII.
  45. Juana la Beltraneja regresó a Portugal con su marido Afonso V (y no con su primo Juan, el Príncipe Perfecto, como erróneamente supuso Juan de Mariana) precisamente al tiempo de celebrar la fiesta del Corpus Christi en Miranda de Duero (en la frontera): véase Chronica de El-rei D.Affonso V, Rui de Pina (1902), 3 ºlibro, capítulo CXCIII, (De cómo se ordenó la ida del Rey a Francia, y se volvió a Portugal con la Reina D. Juana).
  46. Véase Chronica do Principe D. Joam, Damião de Góis (1724), capítulo LXXXVIII (Como el Rey D. Alfonso se volvió a Portugal con la Reina D. Juana).
  47. [...] El Príncipe se despidió del Rey [Alfonso V] en la Semana Santa [Pascua de 1476: primeros días de abril] con muy poca gente, porque la demás, y más noble, quedaba con el Rey [...]. Véase Chronica do Principe D. Joam, Damião de Góis (1724), capítulo LXXXIII.
  48. [...] y con ello [Principe Juan] el Conde de Penela... y así poca gente; porque todo los más quedaron en Toro con el Rey [...]. VéaseChronica de El- rei D.Affonso V, Rui de Pina (1902), 3º libro, capítulo CXCII (Como el Príncipe volvió a Portugal y lo que hizo entonces el Rey Alfonso en Castilla).
  49. Damião de Góis: [...] [Alfonso] nunca dejó de hacer cabalgadas y entradas por la tierra, [actuando] más como capitán frontero que no como Rey, como sería apropiado para su persona real. [...]. Véase Chronica do Principe D. Joam, Damião de Góis (1724), capítulo LXXXVII (...Y de la destrucción que El rey Dom Afonso hizo por toda la comarca de Salamanca). Góis aclara que cuando terminó el cerco castellano a Cantalapiedra, Afonso V habiendo alcanzado su objetivo, retornó de las tierras de Salamanca y volvió a Toro. Aquí, tomó conocimiento de que las fuerzas castellanas (que habían cercado Cantalapiedra) fueron enviadas a Salamanca, y lo lamentó por haber perdido así una oportunidad de trabar batalla.
  50. a b Alfonso V dejó [...] trescientas lanzas de las que allí tenía al conde de Marialva para guarda de la ciudad de Toro…y él se partió…para Portugal 13 de junio de 1476 [...]. Véase Manuscrito anónimo- Crónica incompleta de los reyes católicos (1469-1476), Real Academia de la Historia, Julio Puyol (editor), 1934, p.303.
  51. Suárez Fernández: [...] guarniciones que eran fundamentalmente castellanas [...]. Véase Los Reyes Católicos: La Conquista del Trono Archivado el 25 de octubre de 2012 en Wayback Machine., Suárez Fernández (1989), p.278.
  52. Hernando del Pulgar: [...] El Obispo de Évora capitán mayor traía en su batalla setecientos hombres de caballo, en los cuales había doscientos hombres de armas castellanos [...]. Véase Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Hernando del Pulgar (1780), capítulo LXXXVII, p.152.
  53. El número de prisioneros fue muy reducido: [...] Al día siguiente...atrajo a Mérida a más de quinientas personas, [portugueses] de forma tal, que - faltando solo los que habían sucumbido en el combate [de la Albuera] - acudieron todos los demás [...]. Véase Década IV, Alfonso de Palencia (1970), libro XXXIV, capítulo 3.
  54. [...] y las capitulaciones [tratado de Alcáçovas] con respecto a la devolución de las fortalezas [castellanas] de Azagala, Tuy, y Ferrera [...].Véase As navegações atlânticas no Séc. XV Archivado el 6 de octubre de 2011 en Wayback Machine., Fernandes Costa (1979), p.34.
  55. [...] [Los Portugueses de Mérida y Medellín, liderados por el Obispo de Évora] se mantuvieron durante todo el verano hasta la firma de la paz [...]. Véase Chronica de El-Rei D. Affonso V, Rui de Pina (1902), 3º libro, capítulo CCV.
  56. Pulgar: En esta manera fue hecha y firmada la paz (…). Y luego fueron alzados los sitios, que estaban puestos sobre las fortalezas, y la villa de Mérida fue restituida…y la de Medellín [...]. Véase Crónica de los Señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Hernando del Pulgar (1780), capítulo CXI, p. 158.
  57. Batalla de Mourão: véase Vida e feitos d’El Rei D.João II, Garcia de Resende, capítulo XVI.
  58. Ladero Quesada:[...] en agosto, el duque asediaba Ceuta y se hacía por un momento con toda la ciudad salvo la ciudadela pero ante la llegada del mismo Afonso V en la armada que le llevaba a Francia, prefirió abandonar la plaza. De rechazo, aquello fue el fin para el intento de poblar Gibraltar con Judeoconversos…, que D. Enrique de Guzmán había permitido en 1474, puesto que los responsabilizó del fracaso de la acción [...]. Véase Portugueses en la frontera de Granada, Ladero Quesada (2000), p.98. Si los castellanos hubiesen logrado ocupar Ceuta, eso forzaría una partilla del derecho de conquistar el reino de Fez (Marruecos) entre Castilla y Portugal en vez del monopolio portugués, como ocurrió (tratado de Alcáçovas).
  59. López de Coca Castañer: [...] aquel verano, D. Enrique de Guzmán cruzaba el Estrecho con cinco mil hombres para tomar Ceuta, llegando a ocupar parte del recinto urbano tras la primera embestida, [la ciudad portuguesa fue cercada al mismo tiempo por un ejército musulmán y por otro castellano] pero opta por retirarse al saber que venía el rey de Portugal con refuerzos para los sitiados [...]. Véase El papel de Granada en las relaciones castellano-portuguesas (1369-1492), en Espacio, tiempo y forma, Serie III, Historia Medieval, Coca Castañer (2004), tomo 17, p.350.
  60. La campaña de Canarias: véase Década IV, Alonso de Palencia (1970), libro XXXI, Capítulos VIII y IX (...preparación de dos flotas [para Guinea y para Gran Canaria, respectivamente] para que con ellas juntas a su tiempo El Rey Fernando aplaste a sus enemigos [los portugueses]...).
  61. Véase Decada IV, Alonso de Palencia (1970), libro XXXII, capítulo III: los portugueses enviaron una flota que expulsó a la armada de 25 carabelas enviada por Fernando II de Aragón para conquistar Gran Canaria, capturando 200 hombres y 5 de sus naves. Esta victoria permitió al Príncipe perfecto utilizar las islas Canarias como moneda de trueque por el monopolio portugués de navegación y comercio en todo el océano Atlántico “para bajo y adelante” de esas islas, en el tratado de Alcáçovas.
  62. Batalla naval de Guinea: véase Década IV, Alonso de Palencia (1970), libro XXXIII, Capítulo V (...Desastre entre los enviados a las minas de Oro [en Guinea]. Acusaciones contra el Rey...), p.91-94. Esta fue una batalla decisiva porque después de ella, los reyes católicos, a pesar de sus esfuerzos, no fueron capaces de enviar nuevas flotas para las Canarias o cualquier parte del imperio luso hasta el final de la guerra. El Príncipe Perfecto envió una orden para que todas las tripulaciones castellanas capturadas en el futuro en las aguas de Guinea fuesen lanzadas al mar. Incluso, hasta los navíos castellanos que habían partido hasta Guinea antes de la firma del tratado de paz tuvieron que pagar el impuesto del Quinto a la corona portuguesa, cuando regresaron a Castilla después del tratado de paz. Los reyes católicos tuvieron que pedir permiso a Afonso V para que este impuesto le fuese pagado en puertos castellanos. Naturalmente, todo esto provocó rencor y revuelta contra los reyes católicos en Andalucía.
  63. [...] En una guerra en la cual los castellanos quedaron vencedores en tierra y los portugueses en el mar, [...]. Véase Foundations of the Portuguese empire 1415-1580, Bailey W. Diffie y George D. Winius (1985), volumen I, p.152.
  64. Luis Rojas Donat: [...] Castilla negoció entonces la corona a cambio de Guinea; esto es, que al ganar el trono para Isabel, Castilla debió ceder en exclusividad a Portugal la ruta de Guinea [...]. Véase El tratado de Alcáçovas y el proyecto Colombino, Revista de estudios histórico-jurídicos , Rojas Donat (1997), nº 19, p. 2.

Referencias

[editar]
  1. a b Hernando del Pulgar (1780).Crónica de los Señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, capítulo XLV.
  2. a b Damião de Góis (1724).Chronica do Principe D. Joam, capítulos LXXVII y LXXVIII.
  3. Justo L. González García (1994).Historia del Cristianismo, Tome 2, Parte II (La era de los conquistadores), p.68.
  4. Suárez Fernández (1989). Los Reyes Católicos: La Conquista del Trono Archivado el 25 de octubre de 2012 en Wayback Machine., p.158.
  5. Juan de Mariana (1839).Historia general de España, tomo V, Capítulo XI, p.304.
  6. Manuela Mendonça (2007). O Sonho da União Ibérica -guerra Luso-Castelhana 1475/1479, p. 81.
  7. a b Álvarez Palenzuela, Vicente (2006). La guerra civil castellana y el enfrentamiento con Portugal (1475-1479). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. 
  8. Damião de Góis (1724). Chronica do Principe D. Joam, capítulo XCI.
  9. Garcia de Resende en Vida e feitos d’El Rei D.João II, capítulos X y XV.
  10. Damião de Góis (1724). Chronica do Principe D. Joam, capítulo XCVI, p. 361-365.
  11. Juan de Mariana (1839).Historia general de España, tomo V, libro XXIV, capítulo X, p. 300.
  12. Lope de Vega (1614). El Príncipe Perfeto, parte primera.
  13. Esteban de Garibay (1628). Compendio Historial, tomo 2, libro XVIII, capítulo VIII, p.598.
  14. Pedro Barbosa Homem en 1624, citado por Cármen Parrilla, La defensa de Toro según la Crónica Incompleta de Los Reyes Católicos en De la lettre à l' esprit, 2009, pp. 386-387.
  15. Edward McMurdo (1889). The history of Portugal from the reign of D. Diniz to the reign of D. Alfonso V'', vol. II, Sampson Low, Marston, Searle & Rivington, Londres, pp. 115-116.
  16. Álvarez Palenzuela, Vicente Ángel (2006). La guerra civil castellana y el enfrentamiento con Portugal (1475-1479).
  17. Ruy de Pina (1902). Chronica de El- rei D.Affonso V . Libro 3, capítulo CLXXXIV.
  18. Góis (1724). Chronica do Principe D. Joam, cap. LXXIV.

Bibliografía

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Enlaces externos

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