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DECISIONES.

Algunos cristianos creen que Dios ya decidió incluso antes de que una persona nazca si

será salva o no. Es decir, aquellos que al final se pierden eternamente se pierden porque

Dios, en su sabiduría (según afirma esta teología) hizo que esta persona se perdiera por

esa decisión divina. Por fin, esto significa que, independientemente de sus decisiones,

esa persona será condenada.

Afortunadamente, como adventistas del séptimo día, no adherimos a esa teología. Al

contrario, creemos que Dios decidió que todos fuésemos salvos, y que incluso antes de

que el mundo existiera fuimos escogidos en él para tener vida eterna.

Efesios 1:1 al 4; Tito 1:1 y 2; y 2 Timoteo 1:8 y 9.

Por más buena que sea esta noticia, aun así, algunos se perderán (Mat. 25:41). Y eso

se debe a que, aunque Dios nos eligió a todos, dio a los seres humanos un don

sumamente sagrado, que es el libre albedrío, la libertad de elección.

¿Qué enseña Mateo 22:35-37 sobre el libre albedrío?

El Señor no nos obliga a amarlo. El amor, para ser amor, debe brindarse libremente.

En gran medida, se podría decir que la Biblia es la historia de Dios que se acerca a la

humanidad perdida e intenta conquistar su corazón, sin coerciones. Esta realidad se

puede observar mejor en la vida y el ministerio de Jesús, y en la forma en que la gente,

mediante el uso de su libre albedrío, reaccionó ante a él. Algunos se sintieron atraídos

hacia él; otros querrían verlo muerto.

Sí, Dios nos ha escogido para salvación; pero, al fin y al cabo, somos nosotros los

que tenemos que tomar la decisión de aceptar esa salvación. No cabe duda de que, de

todas las decisiones que debemos tomar, la de servir al Señor es, con mucho, la más
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trascendental para nosotros y para quienes se ven influenciados (como nuestra familia

inmediata) por nuestra vida y las decisiones que tomamos.

Comentarios de Elena GW

Cada actor de la historia está en su puesto y su lugar, pues la gran obra de Dios, de

acuerdo con su propio plan, será hecha por hombres que se han preparado para ocupar

puestos para bien o para mal. Cuando los hombres se oponen a la justicia se convierten

en instrumentos de injusticia; pero no están obligados a tomar este curso de acción. No

tienen por qué convertirse en instrumentos de injusticia, como tampoco Caín estuvo

obligado a serlo.

Los hombres están libres para actuar de acuerdo a su propia voluntad, ya sea con el

carácter colocado bajo la influencia divina o colocado bajo el régimen cruel de Satanás

(The Faith I Live By, p. 155; parcialmente en Comentarios de Elena G. de White

en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, _ _p. 1079).

Somos hechura de Dios y su Palabra declara que somos “asombrosa y maravillosa”

formados. Ha preparado esta habitación viviente para la mente; la ha “entretejido

maestramente” como un templo que el Señor mismo ha preparado para la morada de su

Espíritu Santo. La mente rige a todo el hombre. Todos nuestros hechos, buenos o malos,

tienen su origen en la mente. Es ella la que adora a Dios y nos une con los seres

celestiales. Sin embargo, muchos pasan toda su vida sin adquirir inteligencia en cuanto

al estuche [el cuerpo humano] que contiene este tesoro (Conducción del niño, p. 338).

Lo que debéis entender es la verdadera fuerza de la voluntad. Este es el poder

gobernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir o escoger. Todo depende

de la correcta acción de la voluntad. Dios dio a los hombres el poder de elegir; a ellos

les toca ejercerlo. No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos sus
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afectos a Dios; pero podéis escoger servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que él

obre en vosotros tanto el querer como el hacer, según su voluntad. De ese modo vuestra

naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, vuestros afectos se

concentrarán en él y vuestros pensamientos se pondrán en armonía con él.

Desear ser bondadosos y santos es rectificativo; pero si no pasáis de esto, de nada os

valdrá. Muchos se perderán esperando y deseando ser cristianos. No llegan al punto de

dar su voluntad a Dios. No deciden ser cristianos ahora (El camino a Cristo, págs. 47,

48).

La ley [del amor] constituye el fundamento de su gobierno, y el servicio de amor el

único servicio aceptable para el cielo. Dios ha concedido libertad de acción a todos, ha

dotado a los hombres de capacidad para apreciar su carácter, y por lo tanto de habilidad

para amarlo y elegir su servicio. Mientras los seres creados adoraron a Dios, estuvieron

en armonía en todo el universo. Mientras el amor a Dios reinó supremo, abundó el amor

por los demás. Como no había transgresión de la ley, que es un trasunto del carácter de

Dios, ninguna nota de discordia perturbaba las armonías celestiales (A fin de conocerle,

p. 368).

Decisiones

Efesios 1:1-4; Mateo 22:35-37; Mateo 7:24, 25; Proverbios 18:24; 1 Corintios 15:33;

Eclesiastés 2:1-11.

“Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a

quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, a los dioses de

los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos.

24:15).
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¿Has notado que la vida está repleta de decisiones? Por cierto, se podría decir que, en

gran medida, lo que hacemos todo el día, desde el momento en que nos levantamos

hasta que nos acostamos, es tomar decisiones. Tomamos tantas decisiones que a

menudo ni siquiera pensamos en ellas. Simplemente, las tomamos.

Algunas decisiones son sencillas y hasta se convierten en rutina, mientras que otras

son transformadoras y tienen consecuencias eternas, no solo para nosotros, sino también

para nuestra familia.

Por lo tanto, cuán determinante es que pensemos en nuestras decisiones,

especialmente las grandes, las que pueden afectarnos por el resto de la vida.

¿Cuántos de nosotros lamentamos hasta el día de hoy las decisiones que hemos

tomado? ¿Cuántos conviven hasta el ahora con los escombros de las decisiones

equivocadas que tomaron hace mucho tiempo? Afortunadamente, existe el perdón. Hay

redención, y hay curación incluso para la peor decisión.

Comentarios de Elena GW

La voluntad es el poder que gobierna en la naturaleza del hombre, el poder de

decisión o elección. Todo ser humano que razone tiene la facultad de elegir lo recto. En

toda vicisitud de la vida la Palabra de Dios nos dice: “Escogeos hoy a quién sirváis”.

[Josué 24:15]. Todos pueden poner su voluntad de parte de la de Dios, elegir obedecerle

y así, al relacionarse con los instrumentos divinos, mantenerse donde nada pueda

forzarlos a hacer mal (La educación, p. 289).

En nuestro mundo existen dos clases. Una de ellas está compuesta por aquellos que

contemplan a un Salvador crucificado y resucitado. La otra incluye a todos aquellos que


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han elegido el alejar su mirada de la cruz y seguir las indicaciones de las influencias

satánicas. Esta última clase está ocupadísima en colocar tropiezos delante del pueblo de

Dios para inducirlo a caer, y alejarlo del camino de la obediencia, hacia la senda de la

desobediencia y la muerte…

Es tiempo de que cada uno de nosotros decida de qué lado estamos. Los instrumentos

satánicos trabajarán con toda mente que se preste a ello. Pero también hay instrumentos

celestiales, que esperan comunicar los brillantes rayos de la gloria de Dios a todos los

que están ansiosos de recibirlos.

A nosotros nos toca decidir si seremos contados entre los seguidores de Cristo, o los

siervos de Satanás. Cada día demostramos, mediante nuestra conducta, al servicio de

quién hemos elegido estar (Nuestra elevada vocación, p. 17).

A veces nos equivocamos, pero si vemos nuestros errores y los confesamos. Dios es

justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda iniquidad. Nuestros fracasos

no deberían desalentarnos, sino que deberían ser transformados en victorias. Es

privilegio tuyo escoger hoy a quién vas a servir.

Tienes a tu alcance posibilidades más que finitas. Si te ligas a Dios, y te vuelves a él

con completa decisión de alma, él aceptará al pródigo.

Haz tu decisión para siempre y por la eternidad. No dejes que ningún instrumento

humano te quite tu alma. Nadie puede pagar el rescate de tu alma. Jesús ya lo hizo.

¿Serás indiferente a tal amor?… Nuevamente digo: “Ven”. Jesús te invita; todo el Cielo

dice: “Ven” (Alza tus ojos, p. 343).

La historia de las naciones nos habla a nosotros hoy. Dios asignó a cada nación e

individuo un lugar en su gran plan. Hoy los hombres y las naciones son probados por la
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plomada que está en la mano de Aquel que no comete error. Por su propia elección,

cada uno decide su destino (Profetas y reyes, p. 393).

Tentaciones y pruebas

(heb. massâh, "prueba", "dificultad"; gr. peirasmós, "prueba", "dificultad",

tentación", "incitación").

1. Los términos que han sido traducidos de esta manera describen generalmente

cualquier situación que tenga que enfrentar una persona y que implique una

prueba de su carácter.

2. En Dt. 4:34, 7:19 y 29:3 se tradujo massâh por "pruebas" en la RVR, y se usa

para referirse a una circunstancia que puede fortalecer el carácter.

3. En Lc. 4:13 el diablo tentó a Cristo, o lo probó, con la intención de quebrantar su

decisión de obedecer a Dios. En las demás referencias que encontramos en el

NT, "tentación" tiene que ver, en general, con cualesquiera situaciones que

podrían debilitar la comunión de la persona con Dios, pero que si se las resiste

pacientemente podrían fortalecer la fe y el carácter. Por eso los cristianos podían

"tener por gozo" cuando caían en "diversas pruebas [tentaciones]" (Stg. 1:2; cf v

12), esto es, cuando encontraban dificultades que ponían a prueba la realidad de

su experiencia cristiana. En Sal. 95:8 la palabra massâh es Masah,* un nombre

propio. 2. Lugar de la tentación de Jesús en el desierto (Mt. 4:1; Lc. 4:1) y el de

la montaña a cuya cima lo llevó el diablo (Mt. 4:8); todavía sin identificación.

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