Marxismo Leninismo Final Final
Marxismo Leninismo Final Final
ESTADOS MARXISTAS-LENINISTAS
COMISIÓN: 6268.
1.1. Rusia.
Al entrar en el siglo XX nos encontramos en Rusia con uno de los países más
atrasados de Europa. Desde el punto de vista económico la industrialización es muy
débil y se concentra en puntos muy concretos. La agricultura sigue siendo la base de la
economía; el atraso se demuestra en el hecho de que el feudalismo ha desaparecido de
manera oficial hace tan sólo cuarenta años, a cambio los campesinos deben pagar por
la tierra una gran cantidad de dinero al Estado y a los terratenientes. Pero lo más
alarmante es su situación política, el zar gobierna de una manera absoluta y no quiere
ni oír hablar de constituciones, cualquier intento de oposición es sofocado con la
policía o con el ejército zarista.
Desde el punto de vista político lo más destacado es el gobierno absolutista de los zares. El
poder del zar es inmenso, concentra todo tipo de poderes y gobierna por decretos sin contar
con ningún parlamento. Su persona es considerada como sagrada ya que reúne
atribuciones religiosas importantes, se considera a sí mismo el representante de Dios en la
tierra. Además, es el jefe del ejército y con este instrumento y con la policía zarista mantiene
amordazada a la oposición política que tiene que recurrir a la clandestinidad. Los poderes
del zar dependen también de su carácter personal, así Alejandro III que reinó de 1881 a
1894 fortaleció aún más el poder real y gobernó de una manera autoritaria hasta su muerte
en un atentado. Su hijo Nicolás II gobernaría hasta 1917 y a pesar de su carácter débil e
influenciable, debido a sus consejeros, actuaría de una manera enérgica con la oposición.
Referido a las clases sociales, la nobleza tiene un papel destacado en un país absolutista
como Rusia, a ella están reservadas casi todos los puestos públicos tanto civiles como
militares. Gran parte de la aristocracia rusa vive en la corte pero su poder se apoya en un
sólido dominio agrario aún cuando los siervos han obtenido su libertad. El clero tiene
también una gran importancia en un país eminentemente religioso. A la cabeza de la iglesia
ortodoxa está el zar que tiene poderes políticos y religiosos. Los distintos cargos
eclesiásticos están nombrados por él, por lo que el clero funciona como una especie de
cuerpo de funcionarios pagados por el Estado. Ante las duras condiciones de vida muchos
rusos se consuelan con la religión y otros buscan entrar en la Iglesia para acabar con sus
penurias. En cuanto a las clases medias, básicas en un país desarrollado, se puede decir
que en Rusia casi no existen. Debido a la estructura económica no existe casi burguesía y
los pocos comerciantes que hay viven casi al día. Esta burguesía va a ser proclive a
levantamientos revolucionarios. El campesinado constituye cuatro quintas partes de la
población, es decir, la inmensa mayoría de los habitantes del imperio. Sus condiciones de
vida no han cambiado desde el decreto de liberación de los siervos de 1861 ya que desde
entonces deben pagar una suma muy elevada por su libertad y eso frena su desarrollo. Las
medidas proteccionistas para favorecer la industria hacen que suban los precios y los
campesinos se encuentren indefensos ante esa circunstancia. Ante tal situación la doctrina
anarquista se va a propagar muy rápidamente por el campo ruso. Los obreros son una
minoría en el país, se puede decir que en 1914 eran sólo tres millones. Están sometidos a
unas condiciones de vida muy duras: viven hacinados en barracones, sin condiciones
sanitarias y con jornadas de hasta dieciséis horas. Por si fuera poco está prohibida
cualquier organización obrera o cualquier reunión para discutir sus problemas.
En 1905 los trabajadores rusos dirigieron una revolución con las siguientes ideas: Debe
comenzar como una revolución burguesa, para destruir los restos del feudalismo, pero no
podrá detenerse ahí. Tendrá que enfrentarse con el capitalismo, expropiando las grandes
propiedades de tierras y apoyando a los campesinos contra los terratenientes: ambas
revoluciones coincidirán. Los campesinos considerarán a los trabajadores como liberadores;
y el gobierno revolucionario será una dictadura del proletariado. La alianza de trabajadores
y campesinos será temporal porque, aunque los campesinos se unirán a los trabajadores
contra los terratenientes, no apoyarán la colectivización ni el internacionalismo. La
revolución proletaria tendrá que hacer frente a la intervención de los gobiernos capitalistas
y, a su vez, los trabajadores tendrán que incitar a la rebelión al proletariado occidental.
A comienzos del verano de 1905 los marineros del acorazado Potemkin se sublevaron
contra sus oficiales. Todo empezó porque los oficiales les obligaron a comerse la carne
comida por gusanos. El resto de los barcos reciben la orden de reducirles pero las
dotaciones se niegan a combatir.
Los cosacos se lanzaron con el sable desenvainado y cubiertos por el fuego de infantería
sobre una multitud de aproximadamente 150 mil personas que marchaban en procesión
pacífica rumbo al Palacio de Invierno para hacer entrega de una petición al zar. Los
primeros informes oficiales hablan de 96 muertos y 330 heridos, pero los periodistas
aseguran que debió haber más de mil muertos.
Después de 1905 ningún marxista responsable podía contemplar la idea de saltar la
revolución burguesa, por el simple hecho de tomar el poder. Los mencheviques tenían la
tendencia de imitar lo mejor posible a los grandes partidos marxistas de Occidente.
Pensaban que era imposible que el socialismo triunfara en Rusia antes de que se
desarrollara una industria capitalista y de que el proletariado se convirtiera en una mayoría.
La industria rusa ya había creado un proletariado, puesto que adoptó la tecnología moderna
y la organización en gran escala como cosas hechas.
La revolución rusa de 1905 fue un acontecimiento trascendental para los marxistas rusos.
Demostró que podía realizarse en Rusia una revolución burguesa. En 1905 y 1917, Lenin y
Trotsky tropezaron con la duda sobre cuál debía ser la política de un partido socialista
revolucionario respecto de un partido revolucionario burgués en una sociedad atrasada,
donde el partido de clase media estaba del lado del progreso y el partido socialista no tenía
posibilidad de lograr sus fines. Ningún marxista ruso creyó, hasta mucho después de 1917,
que la revolución rusa pudiera ser duradera si no era apoyada por otras revoluciones en los
países industrializados con mayor madurez de la Europa Occidental. La primera aparición
de Lenin como teórico marxista fue para proponer un tipo de organización para el partido, y
luego fue el jefe del ala bolchevique del Partido Socialdemócrata marxista. Fue tanto un
teórico como organizador, pero primero fue organizador y sus escritos teóricos siempre se
referían especialmente a la táctica. La controversia entre la facción Bolchevique de Lenin y
su opositora, la Menchevique, se desarrolló con la sutileza dialéctica que caracterizó
siempre al marxismo ruso. Los Bolcheviques consideraban que el centro del movimiento
debía ser la conspiración clandestina y las actividades extralegales de esa clandestinidad.
Lógicamente se desprendía que el núcleo de ese partido debía ser un grupo interno de
revolucionarios profesionales, absoluta y fanáticamente dedicados a la revolución,
rígidamente disciplinados y organizados, no demasiado amplio por la necesidad de
mantener el secreto y que actuara como la vanguardia de todos los elementos
potencialmente revolucionarios, aunque no lo fueran realmente, en los sindicatos y entre los
trabajadores. Los Mencheviques, sin negar que la acción extralegal fuera necesaria, tendían
a considerar como el fin del movimiento revolucionario la organización de la clase
trabajadora para una acción política legal. De ahí que el partido fuera para ellos una
organización de masas, tendiente a incluir el mayor número posible de sindicatos y otras
agrupaciones de trabajadores. Necesariamente su forma de organización tendría que ser
descentralizada o de carácter federal, y potencialmente democrática. Esta disputa reflejaba,
por una parte, la relación de un conspirador revolucionario con una sociedad secreta ilegal,
y por otra parte, la relación de un obrero con su sindicato. Y estas actitudes suponían, como
se verá, agudas diferencias de opinión acerca del curso que seguiría la revolución después
de su triunfo inicial.
En los dos primeros meses del año 1917 reinaba todavía en Rusia la dinastía de
los Romanov. Ocho meses después estaban ya en el timón los bolcheviques, un partido
ignorado por casi todo el mundo a principios de año y cuyos jefes, en el momento mismo
de subir al poder, se hallaban aún acusados de alta traición. La historia no registra otro
cambio de frente tan radical, sobre todo si se tiene en cuenta que estamos ante una nación
de ciento cincuenta millones de habitantes.
El ascenso de los bolcheviques no fue bien recibido por todos los sectores de la sociedad.
Las fuerzas que se oponían a la revolución se agruparon bajo el nombre de los "blancos",
incluyendo monárquicos, liberales, socialistas moderados y cualquier grupo que temiera el
gobierno comunista. La guerra civil rusa comenzó inmediatamente después de la
Revolución de Octubre y se extendió hasta 1922.
Tras la derrota de la Alemania nazi en mayo de 1945, el país fue dividido en cuatro zonas
de ocupación controladas por las principales potencias aliadas: Estados Unidos, el Reino
Unido, la Unión Soviética y Francia. Esta división y las tensiones entre las potencias
ocuparían un papel clave en la historia de Alemania durante la Guerra Fría. Las industrias
clave, como las de armamento y manufactura, fueron paralizadas o destruidas. Gran parte
de la maquinaria industrial fue desmantelada por las fuerzas aliadas como parte de las
reparaciones de guerra. En 1949, las tres zonas occidentales (estadounidense, británica y
francesa) se unieron para formar la República Federal Alemana (RFA), con Bonn como
capital. La RFA adoptó un sistema democrático y capitalista, alineándose con el bloque
occidental encabezado por Estados Unidos. En la zona oriental, bajo el control soviético, se
estableció la República Democrática Alemana (RDA) en 1949, con Berlín Oriental como su
capital. La RDA adoptó un régimen comunista, bajo la fuerte influencia de la Unión
Soviética, y su economía se orientó hacia el socialismo.
Polonia fue un país devastado por la guerra, sufriendo no solo la ocupación nazi, sino
también la invasión de la Unión Soviética. La Segunda Guerra Mundial dejó a Polonia con
millones de muertos, desplazados y una economía destruida. En 1947, el Partido Comunista
Polaco logró consolidar su poder, transformando a Polonia en una República Popular de
Polonia bajo el control de la URSS. La economía se colectivizó y se impuso un régimen
represivo, con la disidencia política reprimida y la oposición soviética silenciada.
En 1948, los comunistas checoslovacos tomaron el poder, apoyados por la Unión Soviética.
Tras un golpe de Estado, Checoslovaquia se convirtió en una república socialista. El país
fue sometido a políticas de colectivización agrícola y nacionalización industrial. El régimen
comunista tuvo un fuerte control sobre la vida política y social, y las disidencias fueron
reprimidas. Sin embargo, Checoslovaquia fue una de las naciones del bloque del Este que
experimentó un cierto nivel de bienestar económico y desarrollo industrial en los años
posteriores a la guerra.
Entre 1945 y 1949, Hungría atravesó una crisis económica devastadora. La destrucción de
la guerra, la inflación galopante y la ocupación soviética marcaron estos años. La economía
fue orientada hacia el socialismo y la planificación centralizada, con la nacionalización de la
industria y la colectivización de la agricultura, lo que resultó en una economía altamente
controlada. Sin embargo, la falta de recursos y la dependencia de la URSS limitaron las
posibilidades de desarrollo económico independiente en los primeros años del régimen
comunista.
1.3. China
Durante la Segunda Guerra Mundial, China fue uno de los países más afectados por la
invasión japonesa. Desde 1937, Japón ocupó una gran parte de China, incluyendo ciudades
clave como Nankín, Shanghái y Beijing, cometiendo atrocidades como la Masacre de
Nankín.
La Segunda Guerra Mundial dejó a China devastada, tanto por los ataques japoneses como
por las luchas internas entre las diferentes facciones políticas. Durante la guerra, China
estuvo bajo la ocupación japonesa, pero también fue un teatro de lucha entre dos actores
principales: el Partido Nacionalista dirigido por Chiang Kai-shek y el Partido Comunista
Chino liderado por Mao Zedong. Con el final de la Segunda Guerra Mundial, comenzó una
nueva guerra civil entre el Partido Comunista Chino y el Kuomintang, el cual había sido
respaldado por Estados Unidos durante la guerra. La lucha por el control del país se
intensificó rápidamente.
- Habrán de realizarse esfuerzos concertados, bajo la dirección del presidente Chiang Kai-
shek, para asegurar una cooperación duradera, evitar la guerra civil, elevar a China como
nación independiente y llevar a la práctica los Tres Principios del Pueblo.
- De acuerdo con el presidente Chiang, la nacionalización de las fuerzas armadas, la
democratización política y un estatus igual y jurídico para todos los partidos políticos habrán
de ser el camino hacia la reconstrucción nacional en la paz.
Habiendo pasado los meses de 1945, y ya producida la rendición de las fuerzas japonesas
que ocupaban grandes extensiones de China, los ejércitos nacionalistas comenzaron a
presionar hacia el norte. Como consecuencia, los incidentes y choques subsiguientes con
los efectivos comunistas empezaron a tornar dramática la situación. En efecto, el fantasma
de una guerra civil total se agigantaba día a día y la situación se hacía cada vez más
confusa. El 14 de enero de 1949, el líder comunista Mao Tse-tung dio a publicidad sus
condiciones de paz. Eran ocho puntos que equivalían a una rendición sin condiciones de los
efectivos nacionalistas. Estos últimos rechazaron de plano las pretensiones rojas el 31 de
enero, sin interrumpir por ello las conversaciones de paz entabladas. Finalmente, el 13 de
febrero se realizó una reunión en la que intervinieron representantes nacionalistas y
comunistas. La entrevista, cumplida en Pekín en la fecha citada, fracasó rotundamente, al
mantenerse los comunistas firmemente en los ocho puntos citados anteriormente. Hacia el
27 se produjo el regreso de los representantes rojos a Shanghai. La guerra civil en territorio
chino había prácticamente concluido. Hacia el 21 de septiembre de 1949, finalmente, la
Conferencia Política Consultiva de China Popular comenzó en Pekín su primera sesión. En
esa oportunidad se aprobó la organización y composición del nuevo régimen, que sería
presidido por Mao Tse-tung. El 1 de octubre, Mao proclamaría oficialmente la creación de la
República Popular China.
1.4. Cuba.
Los campesinos cubanos eran una de las clases más empobrecidas, enfrentando una baja
productividad agrícola y condiciones laborales precarias. En las zonas rurales, la latifundista
estructura económica concentraba las tierras en pocas manos, mientras que la población
indígena y los afrodescendientes sufrían una discriminación racial y social.
La educación y los servicios de salud eran deficientes en muchas regiones, y la inequidad
social se profundizaba con la escasa accesibilidad de estos servicios a las clases más
bajas.
El punto de inflexión para la oposición al régimen de Batista llegó en 1953, cuando Fidel
Castro y un grupo de jóvenes revolucionarios intentaron tomar el cuartel Moncada en
Santiago de Cuba, un intento fallido que resultó en la captura de Castro y sus compañeros.
Sin embargo, este hecho marcó el comienzo de una lucha más organizada contra el
régimen de Batista. Castro fue encarcelado, pero tras su liberación en 1955, se exilió en
México, donde organizó el Movimiento 26 de Julio con el objetivo de derrocar a Batista.
En 1956, un grupo de 82 hombres partieron hacia Cuba en el yate Granma, con la intención
de iniciar una guerrilla en las montañas de la Sierra Maestra. El viaje fue difícil, y muchos de
los guerrilleros murieron durante el viaje o al llegar a la isla, pero los sobrevivientes
comenzaron a establecerse en las montañas, donde iniciarían una lucha de guerrilla contra
el ejército de Batista.
Las victorias simbólicas de los guerrilleros, como la Toma de Santiago de Cuba en 1958 y la
caída de las ciudades bajo control de Batista, contribuyeron a crear un clima de creciente
deslegitimación del régimen.
En 1958, las fuerzas rebeldes ya controlaban amplias áreas de Cuba, y la presión sobre
Batista se intensificó. En enero de 1959, Fulgencio Batista huyó a la República Dominicana,
y Fidel Castro, junto con sus guerrilleros, entró triunfante en La Habana, proclamando el
triunfo de la Revolución.
Una de sus ideas centrales es que el capitalismo descansa sobre una estructura de
explotación: el capitalista se apropia del excedente generado por el trabajador al que llama
plusvalía. Esta explotación no es un hecho moral solamente, sino una relación estructural
inscrita en el sistema productivo. Frente a esto, Marx y Engels plantearon que la lucha de
clases es el verdadero motor de la historia: esclavos y amos, siervos y señores, proletarios
y burgueses son las figuras históricas de una confrontación inevitable. Como afirman en el
Manifiesto del Partido Comunista (1848):
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la
lucha de clases”.
El objetivo final de este proceso histórico es la superación de todas las clases sociales
mediante una revolución proletaria, que da paso a una sociedad comunista, sin propiedad
privada ni dominación de clase. En ese orden futuro, también desaparecerían las
instituciones opresoras como el Estado, la religión y el sistema jurídico burgués,
considerados parte de la superestructura ideológica de la clase dominante.
Entre las obras más influyentes del marxismo clásico se encuentran El Manifiesto
Comunista y El Capital (1867), donde Marx desarrolla conceptos clave como la teoría del
valor-trabajo, la plusvalía, la acumulación capitalista y la fetichización de la mercancía.
Además Marx participó en la fundación de la Primera Internacional, donde quiso articular la
acción política de la clase obrera a nivel internacional.
“La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores”. Esto resume
su visión del proletariado como sujeto histórico capaz de transformar radicalmente la
sociedad.
Todo modo de producción está compuesto por dos elementos: las fuerzas productivas
(tecnología, recursos, trabajo humano) y las relaciones de producción (forma de propiedad,
organización del trabajo). Cuando estas dos dimensiones entran en contradicción (por
ejemplo, cuando las relaciones de propiedad se convierten en un freno para el desarrollo de
las fuerzas productivas), se genera una crisis estructural que puede resultar en una
revolución.
Marx distingue distintos modos de producción a lo largo de la historia: esclavismo,
feudalismo, capitalismo, y cada uno fue superado por las contradicciones internas que
producía. Así Marx al capitalismo también lo concibe como un sistema transitorio, destinado
a ser superado por el socialismo y luego por el comunismo.
A partir de esta lógica de la estructura, Marx formula una célebre afirmación en el Prólogo a
la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859):
“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso general de la vida social,
política y espiritual”.
De esta frase se entiende que las superestructuras (el Estado, el derecho, la religión, la
ideología) no son independientes ni neutrales, sino que dependen directamente de la
infraestructura económica. Por lo tanto, una transformación social profunda no puede
limitarse a reformar leyes o instituciones sino que debe modificar las relaciones materiales
de producción.
Marx plantea que el capitalismo transforma todas las relaciones sociales en relaciones
mercantiles. El trabajador se convierte en fuerza de trabajo vendida en el mercado y su vida
queda subordinada a las leyes impersonales del capital. La deshumanización que sale de
esto es el fundamento de su crítica al sistema.
Es importante mencionar también que la dictadura del proletariado no fue concebida como
un régimen autoritario permanente sino como una fase de transición hacia la desaparición
del Estado mismo, alineado con la meta final del comunismo.
El materialismo histórico ofrece una interpretación estructural del devenir humano centrada
en la lucha de clases, la transformación de las condiciones materiales y la posibilidad de
construir una sociedad libre de dominación.
Para Hegel, la historia no es solo una secuencia de hechos sino la manifestación progresiva
de la razón en el tiempo. Cada etapa debe entenderse como parte de un proceso lógico y
necesario en el despliegue del espíritu, lo que hace a la historia una forma privilegiada de
conocimiento que puede revelar la racionalidad oculta tras los conflictos sociales y políticos.
El Estado tiene un lugar central en su pensamiento, es mas que una organización jurídica y
pasa a ser la encarnación de la libertad racional y colectiva. Sostiene que la sociedad civil
expresa intereses particulares y el Estado representa la unidad moral del pueblo. Hebel
rechaza el liberalismo ilustrado y el igualitarismo abstracto de la Revolución Francesa
porque considera que ignoran la dimensión histórica y espiritual de las instituciones. El
defiende la monarquía constitucional como forma superior de organización política, mediada
por cuerpos intermedios y una clase universal de funcionarios públicos orientados al bien
común. Sin embargo, usualmente se critica su idea de que “todo lo real es racional” ya que
fue interpretada como una legitimación del autoritarismo estatal, especialmente al
subordinar la libertad individual al Estado.
La dialéctica hegeliana no se limita al pensamiento, es una lógica del cambio mismo. cada
institución o idea entrecierra tensiones internas que se superan y dan lugar a nuevas formas
más complejas. Este pensamiento influyó en la filosofía moderna, en particular en el
marxismo, que retomó su estructura pero la reoriento, específicamente elaboró la
concepción materialista de la historia en oposición a la concepción idealista de Hegel.
Marx adoptó la estructura dialéctica hegeliana pero sustituyó el papel del Espíritu por el de
las condiciones materiales, reemplazando el protagonismo de las naciones por el de las
clases sociales. Esta transformación le quito al sistema hegeliano su carácter nacionalista y
conservador, creando una filosofía política radical que sentó las bases del socialismo
moderno y del comunismo del siglo XX. Aunque rompió con el idealismo, Marx mantuvo la
visión de la historia como un proceso necesario, impulsado por la lucha de clases como
motor del cambio y por el poder entendiéndolo desde lo económico más que desde lo
político.
Para Marx, al igual que para Hegel, la dialéctica era el único método capaz de explicar el
desarrollo histórico, fusionando la explicación causal y la justificación moral. Sin embargo,
Hegel veía en el Estado nacional la culminación del proceso histórico y Marx concebía una
revolución social protagonizada por el proletariado como el fin de ese proceso. Esta
revolución debía ser política, estructural y económica para poder abolir toda forma de
explotación y crear una sociedad sin clases. La filosofía de Marx era una guía para la acción
revolucionaria.
El pensamiento marxista se consolidó en dos etapas: una inicial, influida por Hegel y
Feuerbach, en la que desarrolló el materialismo histórico; y una posterior marcada por el
exilio en Inglaterra y la escritura de El capital, donde escribió la teoría de la plusvalía y
consolidó su crítica a la economía política. Aunque nunca sistematizó explícitamente su
método, su tesis central (que la infraestructura económica determina la superestructura
ideológica) se mantuvo como núcleo. Engels intentó sistematizar su pensamiento pero
introdujo interpretaciones que generaron debates en el marxismo posterior.
Marx propuso una transformación radical que supera las limitaciones de la revolución
burguesa. La Revolución Francesa destruyó el orden feudal pero consolidó el poder de la
clase media y dejó intacta la estructura de explotación. Por eso planteó una revolución
social guiada por el proletariado, que aboliera la propiedad privada y la división del trabajo,
creando una sociedad sin clases ni Estado. La eliminación de la desigualdad económica la
presentó como una necesidad estructural y un imperativo moral.
Sin embargo, la teoría de las clases sociales de Marx mostró limitaciones al simplificar la
estructura social en burguesía vs proletariado, ignoró la pequeña burguesía y las clases
intermedias, lo que dificultó la aplicación de su teoría a contextos históricos concretos. La
ideología aparece como un sistema de ideas que disfraza las relaciones reales de poder
económico y genera una falsa conciencia que no permite el reconocimiento de la
explotación. A pesar de su fuerza crítica, esta idea también implicaba que el marxismo
debía someterse al mismo examen ideológico que proponía para otros discursos.
En el análisis de la sociedad francesa, Marx identificó dos clases: una burguesía urbana
interesada en libertades políticas y un proletariado que buscaba seguridad económica. Esta
tensión estructural llevó a predicciones erróneas y a una caracterización confusa de las
clases intermedias. Por lo que, aunque la lucha de clases sigue siendo el eje del
pensamiento marxista, su vaguedad en la delimitación de las clases debilitó su capacidad
analítica.
La teoría marxista del materialismo histórico describe la historia como una sucesión de
etapas (feudalismo, capitalismo y socialismo) y cada una determinada por su modo de
producción y forma ideológica. El cambio se produce cuando las fuerzas productivas
desbordan las relaciones de producción y dan lugar a una nueva estructura, pero esta
relación causal entre base y superestructura fue más metafísica que empírica. La
ambigüedad entre fuerzas, relaciones de producción y el papel de factores
superestructurales como el derecho o la religión, causó tensiones en el modelo teórico.
Los conceptos de ideología, determinismo económico y lucha de clases son los pilares de la
filosofía social de Marx. Si bien su aplicación tiene ambigüedades y tensiones internas, su
influencia en la crítica de las estructuras de poder es innegable. Marx creó su teoría de
clases desde experiencias revolucionarias parciales como las de Francia. Pero en Inglaterra
sus predicciones no se verificaron: la clase media creció y el proletariado no se unificó como
lo había dicho. A pesar de eso, su visión introdujo una nueva forma de ver la política como
expresión de intereses estructurales.
Para Marx la política es lucha de clases por el poder. El Estado es una herramienta de
dominación de clase y el derecho es una racionalización de sus privilegios. Sin embargo,
esto genera una paradoja: una vez en el poder el revolucionario debe recurrir a las
instituciones que antes denunciaba. Así el marxismo se tambaleó entre el conflicto y la
cooperación como fundamentos del orden social, según el marco ideológico.
Marx nunca ofreció una descripción terminada de la sociedad socialista futura sólo afirmó
que la abolición de la propiedad privada y la planificación racional conducirían a una
sociedad sin clases ni Estado. Esto implicaba que la historia avanzaba hacia un fin absoluto.
La estrategia revolucionaria también se dividió: en Occidente los partidos socialistas
adoptaron una vía electoralista, en Rusia el comunismo leninista retomó la idea de una
revolución inmediata guiada por una vanguardia. Así el marxismo se dividió en dos líneas:
una legalista y otra insurreccional, ambas afirmando su fidelidad al pensamiento de Marx
pero desarrollando estrategias muy distintas.
2.4. El internacionalismo
Sin embargo, esta postura fue transformada a partir de 1924, cuando Stalin creo la doctrina
del “socialismo en un solo país”. A diferencia del internacionalismo marxista-leninista
original, Stalin sostuvo que la URSS podía construir el socialismo dentro de sus propias
fronteras incluso sin revolución en otros países. Esta posición creó una ruptura doctrinaria
porque subordinó la expansión revolucionaria a los intereses del Estado soviético,
priorizando su consolidación interna por sobre la acción internacional.
Para muchos marxistas posteriores, esta política marcó el pasaje del internacionalismo
revolucionario a un nacionalismo estatalista, centrado en la defensa de la URSS como fin.
La Komintern en sus inicios promovía la revolución mundial pero pasó a ser una
herramienta diplomática del Estado soviético, perdiendo su autonomía teórica y estratégica.
La ruptura de este principio bajo el stalinismo transformó la lógica del proyecto comunista
del siglo XX.
2.5. Modificaciones a la doctrina marxista en los estados marxistas-leninistas
Otro de los elementos clave del pensamiento leninista es su concepción del marxismo no
como una teoría cerrada sino como un instrumento de lectura y acción, capaz de adaptarse
a las condiciones de cada proceso. Esta flexibilidad le permitió a Lenin justificar decisiones
que en el marxismo clásico serían consideradas desviaciones: alianzas tácticas con
campesinos, concesiones económicas momentáneas (como la NEP) y represión de huelgas
obreras. El marxismo así se convierte en una herramienta política maleable, sujeta a la
interpretación de una elite revolucionaria.
La transformación de la teoría marxista no fue solo una interpretación sino que fue la
fundación de una nueva doctrina revolucionaria, adaptada a la toma del poder y su
consolidación en situaciones adversas. Aunque Lenin decía que el marxismo era la base de
su proyecto, en la práctica reconfiguró profundamente sus principios. El resultado fue un
modelo funcional a la concentración del poder, la supresión de la disidencia interna y la
legitimación del partido como instancia suprema de la revolución. Este modelo se radicaliza
luego con Stalin, imponiéndose como sistema autoritario en nombre del socialismo. Por eso
el leninismo es considerado el punto de inflexión que transformó el marxismo de teoría
crítica en doctrina de Estado.
Desde la visión de Stalin, el imperialismo retoma las tesis leninistas y se refuerza como una
amenaza y justificación ideológica para el aislamiento defensivo de la Unión Soviética. El
imperialismo capitalista lo entiende como una fase inevitable de expansión violenta del
capitalismo, usando eso para legitimar ante el pueblo soviético una política de autodefensa,
vigilancia extrema y militarización del Estado. Stalin toma la concepción leninista del
imperialismo pero lo vuelve un discurso permanente que el cual justificar la centralización
interna y la hostilidad hacia el exterior.
Luego del fracaso de la revolución alemana y del retroceso general del movimiento obrero
internacional, el régimen de Stalin convierte la amenaza imperialista en un principio
operativo. Se presenta al imperialismo como enemigo militar, económico y una fuerza
ideológica y subversiva que atenta contra la soberanía revolucionaria soviética. La URSS
justifica su política de “fortaleza sitiada”, incluida su expansión territorial en Europa Oriental
décadas más tarde, como una forma de defensa preventiva. Esta lógica le permitió a Stalin
presentarse no como el agresor que es sino como garante de la supervivencia del
socialismo.
El pensamiento de Mao Zedong es una adaptación radical del marxismo clásico al contexto
social, económico y cultural de China. A diferencia de Marx, que su teoría revolucionaria se
centraba en el proletariado industrial como sujeto histórico del cambio, Mao identificó al
campesinado como la fuerza motriz de la revolución china. Esta pensamiento surgió a partir
de la experiencia concreta del país, convirtió al maoísmo en una corriente revolucionaria
distinta dentro del marxismo.
Durante las décadas de 1920 y 1930, la situación en el campo chino era crítica. La mayoría
de la población pertenecía al campesinado, que era un grupo social empobrecido, explotado
por terratenientes, sometido a contratos abusivos, endeudado y víctima de hambrunas. En
este contexto, Mao desarrolló la idea de que el campesinado era víctima del orden
establecido y un actor con potencial revolucionario. En su Informe sobre la investigación del
movimiento campesino en Hunan (1927), Mao describe a los campesinos como una
tempestad capaz de barrer con el viejo régimen y transformar las estructuras de poder
desde abajo.
Mao fue controversial con la dirección del Partido Comunista Chino (PCCh), que hasta
entonces había priorizado la organización urbana y obrera. Frente a esto, Mao defendía una
revolución dirigida desde el campo hacia la ciudad, invirtiendo la dirección propuesta por el
marxismo clásico, que entendía la toma del poder como un proceso encabezado por el
proletariado urbano e industrial. Esta posición lo enfrentó a personas como Chen Duxiu,
quien era representante del marxismo ortodoxo. La apuesta de Mao por los campesinos
como sujeto revolucionario se fundaba en el peso demográfico pero también en su situación
extrema de miseria y opresión que los empujaba hacia la rebelión.
Según Mao el campesinado tenía la capacidad de resistir y de crear poder desde abajo. Las
asociaciones campesinas comenzaron como mecanismos defensivos ante la explotación
pero se convirtieron en instrumentos de lucha activa durante la Expedición al Norte y fueron
reorganizadas políticamente por el PCCh bajo influencia maoísta. Esta estrategia permitió la
creación de zonas rojas en el campo donde se experimentaron formas nuevas de poder
popular.
Mao sostuvo también una defensa de la violencia revolucionaria campesina, rechazaba las
posturas conciliadoras o humanistas de sectores pequeño-burgueses e intelectuales
urbanos. En su conocida frase: “La revolución no es un banquete...” (Mao Zedong, 1927),
afirmó que el proceso revolucionario es un acto violento de destrucción del viejo orden por
parte de las clases oprimidas.
Esta visión se consolidó en la experiencia del PCCh entre 1927 y 1935, cuando la dirección
del Partido se trasladó al campo y se organizó el Ejército Rojo. Luego la Revolución Cultural
reforzó la idea de que el poder tenía que mantenerse desde abajo, enfrentando las
tendencias burocráticas y capitalistas dentro del Estado socialista. Si bien tuvo resultados
contradictorios y consecuencias autoritarias, esta etapa mostró la persistencia del maoísmo
en rescatar al campesinado como protagonista político.
Esta crítica causó una ruptura entre China y la URSS que se desarrolló durante la década
de 1960. Los soviéticos promovían relaciones diplomáticas estables con Occidente y la
consolidación de una esfera de influencia controlada desde Moscú, y Mao denunció el
sometimiento político y económico de los países del Pacto de Varsovia como una forma de
neocolonialismo socialista. Así China se estableció como el modelo del socialismo real y
defensor de los principios revolucionarios.
Aun así este concepto tuvo consecuencias internas. El término social-imperialismo se usó
como arma ideológica para justificar el endurecimiento del régimen maoísta, más aún
durante la Revolución Cultural (1966–1976). Mao decía que el socialismo no garantizaba la
desaparición de la lucha de clases y que dentro del Partido Comunista podían haber formas
de pensamiento burgués. Así decía combatir el camino capitalista y prevenir una deriva
como la soviética pero causó purgas, persecuciones y movilizaciones masivas contra
supuestos enemigos internos.
La idea de que un Estado se podía degenerar desde dentro sirvió también como
fundamento para legitimar el liderazgo personalista de Mao. Se sostuvo que sólo una
vigilancia ideológica permanente podía preservar la revolución. Este pensamiento derivó a
un sistema autoritario donde no se aceptaban cuestionamientos y la figura de Mao era casi
sagrada. Además la política exterior de China tuvo contradicciones porque se denunciaba el
imperialismo soviético pero China tenía alianzas diplomáticas con Estados Unidos para
compensar la influencia geopolítica de la URSS. Esto fue cuestionado por sectores del
comunismo internacional, pero desde la lógica de Mao fue interpretado como una alianza
necesaria para frenar al que era considerado el enemigo principal.
José Martí es tomado por el castrismo como símbolo fundacional de la identidad cubana y
como figura clave de la lucha antiimperialista y de la justicia social. Su denuncia del
imperialismo formulada incluso antes de Lenin es reivindicada como un antecedente
latinoamericano del análisis marxista sobre el capitalismo global. Esto sirve de base ética e
histórica a la Revolución y permite modificar el marxismo a una clave nacional, cultural y
latinoamericana. En palabras de Monal, la segunda independencia de América Latina,
proclamada por Martí, se vincula directamente con el ideal de liberación nacional y justicia
social que nutre al socialismo cubano.
La legitimación del marxismo frente al pueblo cubano se construye sobre la base del legado
martiano, aparece como padre fundador de la nación y como defensor de los oprimidos. El
que lo hayan metido en el discurso de Fidel permite dar autenticidad nacional al proyecto
revolucionario y alejarlo de las acusaciones de importación ideológica y lo acerca a la
sensibilidad histórica, lo convirtió en uno de sus pilares de legitimidad y movilización.
2.5.7. Concepto de Deng Xiaoping sobre la apertura del socialismo al mercado
Deng Xiaoping fue un giro en la historia del socialismo chino. Su proyecto político fue una
ruptura con la ortodoxia maoísta sin abandonar el dominio del Partido Comunista Chino
(PCCh) sobre el Estado. En lugar de promover una revolución política socialista
democrática, Deng impulsó reformas que introdujeron mecanismos del mercado y
relaciones capitalistas dentro de la economía china.
Desde el punto de vista marxista la orientación de Deng no fue una evolución hacia el
socialismo sino un proceso de restauración capitalista conducido por la misma burocracia
que había administrado el estado obrero deformado en 1949. A la apertura al mercado no la
acompaño una democratización obrera, se mantuvo el control autoritario lo que permitió que
la burocracia estatal pudiera transformarse en una nueva clase propietaria.
La política de Deng supuestamente socialista fue una transición hacia una economía
capitalista que fue legitimada ideológicamente llamándola “socialismo de mercado”. Esta
combinación de apertura económica y autoritarismo político fue la base del modelo chino
contemporáneo.
Aspectos económicos
En los Estados socialistas puede observarse el desarrollo de las nuevas teorías económicas
que tienden a conceder a las empresas una amplia autonomía de gestión y decisión, en el
marco de una planificación más flexible. Las empresas siguen siendo de propiedad
colectiva, sus dirigentes son designados y revocados por los poderes públicos y no existe el
beneficio capitalista. El socialismo soviético se instauró en una zona de semidesarrollo
industrial y técnico. La mayor parte de la población seguía siendo agrícola, pero se daba ya
una industria de bastante importancia, con una clase obrera relativamente numerosa y con
buena cantidad de técnicos bien preparados. La planificación centralizada ha permitido a
estos países desarrollar rápidamente su infraestructura industrial.
Los métodos socialistas parecen mejor adaptados a la situación de esos países semi
desarrollados o subdesarrollados. La aplicación de dichos métodos supone ya un cierto
nivel de desarrollo, a partir del cual es posible una verdadera industrialización. La creación
de industrias modernas y el desarrollo de una auténtica planificación presuponen que en el
país existen algunos cuadros técnicos. Ello explica que el socialismo funcione así en los
países de desarrollo medio: por un lado, en los países más desarrollados de entre los
subdesarrollados; por el otro, en los menos industrializados de los países industrializados.
En 1927, Stalin presentó el primero de los Planes Quinquenales como una forma de
consolidar el poder del Partido Comunista, pero también como una forma de mejorar la
capacidad industrial y la producción agrícola. En lugar de un sistema de mercado libre, el
gobierno soviético implementó un sistema económico centralizado, en el que los planes de
producción y distribución se realizaban de manera centralizada desde Moscú, sin tener en
cuenta las fuerzas del mercado.
A pesar de las grandes dificultades, los planes quinquenales lograron convertir a la Unión
Soviética en una potencia industrial. La industria pesada creció a un ritmo impresionante, y
la URSS se convirtió en el segundo productor mundial de acero en la década de 1930. La
construcción de fábricas, plantas hidroeléctricas, ferrocarriles y otras infraestructuras fue un
logro importante.
Los marxistas sostienen que la socialización de los medios de producción es necesaria para
la liberación del hombre. El hecho de que el modelo socialista haya sido de difícil
adaptación durante mediados del Siglo XX para tales naciones, les lleva a temer que una
socialización brutal conduzca a una regresión económica, que todos deberían soportar. En
consecuencia, se inclinan a considerar la necesidad de conservar un sector privado
importante, a la espera de que se perfile un modelo socialista aplicable a los países
superdesarrollados.
El primer plan quinquenal de China se basó en las ideas de planificación centralizada que
ya habían sido implementadas en la Unión Soviética, pero adaptadas al contexto chino.
China aspiraba a industrializarse rápidamente y a crear una economía socialista. Similar a la
URSS, se establecieron metas de producción a nivel nacional, con una fuerte centralización
en la producción de industria pesada, como el acero, carbón y maquinaria, que se
consideraba clave para el crecimiento económico. Mao impulsó también una colectivización
parcial en la agricultura, promoviendo la formación de granjas colectivas (comunas) que
reemplazarían a los pequeños campesinos individuales. Esto fue el preludio de las políticas
que se llevarían a cabo durante el Gran Salto Adelante. El plan inicial generó ciertos
resultados positivos en términos de crecimiento de la industria pesada, pero a la vez,
existieron problemas significativos debido a la falta de eficiencia y la centralización excesiva
de decisiones.
El Gran Salto Adelante fue la política más ambiciosa de Mao Zedong, cuyo objetivo era
transformar China rápidamente en una potencia industrial y superar el atraso agrícola
mediante una colectivización radical y un sistema comunista de producción. Se formaron
grandes comunas populares, que incluían tanto la agricultura como la industria. Estas
comunas fueron gigantescos proyectos sociales y económicos, y a pesar de que Mao
pretendía que fueran autosuficientes, resultaron ineficaces debido a la sobrecarga
administrativa y a la falta de incentivos. La colectivización de la agricultura pasó a un nivel
aún más extremo, con el fin de consolidar todas las tierras agrícolas en manos del Estado.
Las tierras fueron divididas entre las comunas, y los campesinos se vieron forzados a
trabajar en ellas bajo el sistema comunista.
Después de la muerte de Mao Zedong en 1976, Deng Xiaoping emergió como el líder clave
que implementaría un conjunto de reformas económicas fundamentales que transformarían
a China en una de las economías más dinámicas del mundo. Las reformas de Deng fueron
un giro radical respecto a las políticas de planificación centralizada de Mao, orientándose
hacia una economía de mercado socialista.
Una de las primeras reformas clave fue la eliminación de las comunas y el establecimiento
de un sistema de contratos familiares. Los campesinos fueron autorizados a alquilar tierras
a cambio de cumplir con una cuota de producción, lo que significaba que podían vender el
excedente en el mercado. Al permitir que los agricultores se quedarán con parte de la
producción para su propio beneficio, la productividad agrícola aumentó considerablemente,
lo que mejoró las condiciones de vida rurales y promovió un crecimiento económico
sostenido. La reforma agraria fue un éxito inmediato, que mejoró los niveles de producción
agrícola, redujo la pobreza rural y proporcionó una base sólida para las reformas
económicas posteriores.
Reformas comerciales: En los años 80, China comenzó a abrir sus puertas al comercio
internacional, estableciendo relaciones con instituciones como el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las exportaciones
chinas comenzaron a crecer exponencialmente.
La URSS estableció educación gratuita, universal y secular desde la infancia, eliminando las
escuelas privadas y religiosas. En secundaria y universidad, la instrucción incluía marxismo-
leninismo, historia soviética y economía socialista (“obshchestvovedeniye”) desde 1963
hasta 1991. Prioridad en formación técnica: se combinó teoría con trabajo productivo en
laboratorios, fábricas y granjas, y los alumnos cobraban como trabajadores. Selección
ideológica: prioridad a estudiantes de origen obrero y campesino, mediante cuotas y
bonificaciones.
c) Objetivos y características del nivel primario, medio y superior en Cuba desde 1959
hasta la actualidad.
Tras 1959, educación gratuita y universal, con campaña masiva de alfabetización en 1961.
Se incorporó ideología socialista en todos los niveles, integración de trabajo práctico en
currícula y formación de profesionales para atender necesidades estatales. A pesar de la
crisis de los 90 (Período Especial), el sistema se mantuvo y se implementó formación
continua y tecnología educativa.
4.2 Políticas de salud
b) Las restricciones para los niños con patologías mentales o sensorio motrices en la
URSS y en Europa central y oriental.
Niños con discapacidades eran aislados en hospitales y escuelas especiales, sin integración
social. Se promovía el saneamiento poblacional con neto sesgo estatal.
Desde 1986, Cuba impuso cuarentena obligatoria en sanatorios para individuos HIV+, con
trazabilidad y educación sanitaria forzadas. Cumplieron funciones de hospital y prisión; en
1994 se suavizó la medida y se mantuvo educación médica extensiva. Hasta 2003
permanecieron algunos pacientes voluntarios, aunque se integraron estrategias
combinadas: sanatorio + tratamiento comunitario.
Desde 1957, el Tíbet tuvo sinización demográfica: población Han trasladada, monjes
exiliados, cultura tibetana reprimida. Política del hijo único (1980-2015): coerción estatal en
abortos, esterilizaciones y multas; produjo envejecimiento y desequilibrios de género. Estas
políticas muestran cómo el Estado marxista-leninista intervino activamente en la vida social
para imponer su proyecto ideológico y estructural sobre educación, salud y población.
Aspectos institucionales.
Las elecciones en estos sistemas existen pero se organizan con candidaturas únicas o
listas cerradas validadas antes por el partido. Aunque en las constituciones se reconocen
derechos y libertades (como el sufragio universal, la libertad de asociación, expresión y
reunión), en la práctica los derechos están condicionados a la adhesión a la ideología oficial
y a los lineamientos del partido. Las instituciones parlamentarias y judiciales son
organismos subordinados y función principal es la implementación de las decisiones
previamente adoptadas por la dirección del partido.
Además el modelo socialista suele presentar una concepción tecnocrática (un gobierno
liderado por expertos técnicos) y racionalista del poder político. La planificación centralizada
de la economía tiene una administración jerarquizada y disciplinada donde las instituciones
cumplen la función de garantizar la ejecución del plan económico y la cohesión ideológica
de la sociedad. Así el Estado se convierte en un aparato técnico, administrativo e ideológico
para consolidar el socialismo y, según la teoría marxista, con miras a su eventual extinción.
El partido único actúa como titular del poder. Según el modelo soviético y distintas variantes
de los países del bloque oriental, el partido define las orientaciones del plan económico,
dirige la administración pública, supervisa las fuerzas armadas y los servicios de seguridad,
y regula el contenido ideológico de la educación y los medios de comunicación. Los órganos
del Estado existen formalmente pero sus miembros son seleccionados por el partido para
garantizar la subordinación a las decisiones partidarias.
Aun así aunque los regímenes de partido único no toleraban el pluralismo político real, en
algunos casos permitieron la existencia de partidos subordinados con la función de reforzar
la imagen de consenso y legitimidad del régimen, como mencionaremos a continuación.
En Polonia, el Partido Campesino Unido (PSL) tuvo una evolución particular. Luego de la
Segunda Guerra Mundial había un partido campesino opositor (el PSL liderado por
Mikołajczyk) que fue desplazado rápidamente por medio del fraude y represión. Luego en
1949 se creó un partido campesino subordinado al Partido Obrero Unificado Polaco (POUP)
que mantuvo el nombre de Partido Campesino Unido (ZSL). Este partido tenía la función de
representar simbólicamente al campesinado en el sistema político socialista, promoviendo
las políticas del POUP en el medio rural y asegurando el control del campesinado por parte
del régimen. Al igual que en la RDA, el ZSL formaba parte del bloque democrático y su
participación institucional estaba regulada por el partido comunista.
El poder legislativo de la URSS era ejercido por el Soviet Supremo de la URSS. Este
organismo consistía en dos cámaras: Soviet de la Unión (con representantes de los distritos
de la URSS) y Soviet de las Nacionalidades (representaba a las diversas repúblicas de la
URSS). Los delegados del Soviet Supremo eran elegidos indirectamente, es decir, los
representantes eran seleccionados por las repúblicas, pero estos estaban bajo el control de
los órganos del Partido Comunista. Aunque el Soviet Supremo teóricamente tenía la
autoridad para legislar y aprobar leyes, en la práctica, el poder legislativo estaba
subordinado al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y a su Comité Central. La
autonomía legislativa era muy limitada, ya que las decisiones clave eran tomadas por el
Politburó.
El poder ejecutivo estaba encabezado por el Consejo de Ministros y el Presidente del Soviet
Supremo. El Secretario General del PCUS era la figura con el poder real, siendo la
autoridad máxima del poder ejecutivo en la práctica. El Politburó del Partido Comunista
tenía un control absoluto sobre las decisiones gubernamentales, y el Secretario General del
PCUS (como Stalin, Khrushchev y Brezhnev) tenía el poder para tomar decisiones clave,
incluyendo la política interna y externa. Aunque existía una estructura burocrática de
ministros y comités, la planificación centralizada controlaba la economía y el aparato estatal,
y los funcionarios solo ejecutaban las órdenes emanadas del Partido.
La República Popular China (RPC) tiene una estructura política controlada de manera
absoluta por el Partido Comunista de China (PCC), con una fuerte centralización del poder
en los órganos estatales.
El poder legislativo de China está representado por la Asamblea Popular Nacional (APN),
que es el órgano legislativo más alto del país. Según la Constitución de la RPC de 1982. La
APN es el órgano superior del poder estatal y tiene la capacidad de legislar, enmendar la
constitución y aprobar el presupuesto nacional. Está compuesta por más de 2,000
representantes, que son elegidos por las asambleas populares provinciales y locales. Sin
embargo, todos los candidatos están aprobados por el Partido Comunista, lo que asegura
su control total sobre la APN. Aunque formalmente tiene un poder legislativo soberano, la
APN está fuertemente controlada por el Partido Comunista, y sus decisiones son, en gran
medida, reflejo de las políticas del liderazgo del partido.
El sistema judicial de China está dominado por el Partido Comunista, que tiene un control
absoluto sobre los tribunales. El Tribunal Supremo Popular es el órgano judicial más alto del
país. No hay independencia judicial en China; los tribunales siguen las directrices del
Partido Comunista. Aunque en teoría el poder judicial está destinado a aplicar la ley, en la
práctica, la política del Partido Comunista predomina sobre cualquier decisión judicial.
El sistema político cubano está dominado por el Partido Comunista de Cuba (PCC), y la
constitución establece una estructura política de partido único. En Cuba, el poder legislativo
está representado por la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), que es el órgano
supremo del poder estatal. La ANPP está compuesta por 612 diputados que son elegidos
en elecciones nacionales, pero el Partido Comunista controla completamente el proceso
electoral y la selección de candidatos. La ANPP tiene la facultad de legislar, ratificar leyes y
enmendar la constitución. Aunque la Asamblea Nacional tiene un rol legislativo formal, en la
práctica, las decisiones son tomadas por el Partido Comunista, especialmente a través del
Consejo de Estado, que es un órgano ejecutivo de la ANPP.
El poder judicial en Cuba, al igual que en los otros países mencionados, está subordinado al
Partido Comunista. El Tribunal Supremo Popular es el órgano judicial más alto en Cuba. No
existe independencia judicial; los tribunales están sometidos al Partido Comunista, y las
decisiones judiciales son influenciadas por el poder político.
El arte y la cultura estuvieron bajo estricta vigilancia en la RDA, con una fuerte censura para
evitar la difusión de ideas consideradas subversivas o contrarias al régimen socialista. El
gobierno promovió el realismo socialista como estilo oficial, y aquellos que se apartaban de
esta doctrina enfrentaban severas consecuencias, como la persecución y el exilio.
La Revolución Cultural en China, liderada por Mao Zedong, fue un intento por consolidar el
poder de Mao al erradicar a la oposición dentro del Partido Comunista y la sociedad en
general. Los Guardias Rojos fueron enviados a atacar a los intelectuales, los artistas y todos
aquellos que se percibían como "contrarrevolucionarios". Muchos fueron perseguidos,
encarcelados o ejecutados. Las universidades fueron cerradas, y hubo una destrucción
masiva de cultura tradicional y arte.
En 1989, miles de estudiantes y ciudadanos en Beijing se manifestaron por la
democratización del régimen comunista y el fin de la corrupción en el gobierno. La protesta
fue brutalmente reprimida. El ejército chino disparó contra los manifestantes, y el número de
muertos sigue siendo incierto, aunque se estima que fueron alrededor de 1,000. La censura
fue masiva: las autoridades intentaron ocultar la represión mediante la censura de medios y
la prohibición de la cobertura extranjera.
Referencias:
https://cemees.org/2021/12/29/america-latina-en-el-pensamiento-de-mao-zedong/
https://cemees.org/2025/04/30/deng-xiaoping-el-mercado-y-el-socialismo/
-Cornej, P., & Pokorný, J. (2000). Historia breve de los países checos hasta el año 200.
Praga: Ed. Práh.
-Duverger, M. (s.f.). Instituciones políticas y derecho constitucional (pp. 115, 394–476, 421–
433). Ariel.
https://fundacionfedericoengels.net/index.php/quienes-somos/49-colecciones/
marxismo-hoy/marxismo-hoy-n-16/293-revolucion-proletaria-y-guerra-campesina-en-china-
1925-1949/
https://www.laizquierdadiario.com/Mao-Zedong-y-la-revolucion-campesina
-Las Luchas de Posguerra. (1969). Las luchas de posguerra (Tomo II, pp. 124–150). Ed.
Codex.
https://movimientoanexionista.com/article/marti-y-el-socialismo
-PVP (Partido por la Victoria del Pueblo). (2020, enero 2). La ideología de la Revolución
cubana.
https://www.pvp.org.uy/2020/01/02/la-ideologia-de-la-revolucion-cubana/
https://www.redalyc.org/journal/290/29058775001/html/
https://rebelion.org/deng-xiaoping-y-el-socialismo-de-mercado/
-Revista Marxista. (s.f.). La larga marcha de China hacia el capitalismo (parte I).
https://marxist.com/la-larga-marcha-de-china-hacia-el-capitalismo-parte-i.htm
-Sitio Oficial del Centro Fidel Castro Ruz. (s.f.). El atípico marxismo de Fidel en “La historia
me absolverá”.
https://fcastro.ru/es/el-atipico-marxismo-de-fidel-en-la-historia-me-absolvera/
-Touchard, J. (1980). Historia de las ideas políticas (pp. 461–504; 558–593). Tecnos.
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/eis/1930-1932-historia-revrusa-trotsky.pdf