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Unidad 2 Curso 2023-2024 Universal 2

historia universal
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Unidad 2: Crisis del capitalismo (1917-1945): nuevos modelos políticos y económicos, periodo de
entreguerras en el mundo; La Segunda Guerra Mundial, la conformación de un nuevo orden
internacional, avances científicos y expresiones sociales y artísticas. (16 horas)

Propósito:

Al finalizar el alumno: Razonará el alcance de la crisis económica y política del capitalismo liberal en las
transformaciones surgidas entre 1917 1945, a partir del surgimiento sistemas político-económicos totalitarios, de
las revoluciones sociales, los avances científicos, y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial para comprender la
configuración del nuevo orden internacional del siglo XX, así como la aparición de nuevas expresiones sociales y
culturales

Aprendizajes Temática
Analiza el contexto de la época y su relación con la La caída del régimen zarista. De las Revoluciones de
Revolución Socialista que dio origen a la URSS, en febrero a la Bolchevique. Construcción del Estado
oposición a la democracia liberal capitalista en crisis, Soviético, la URSS: Intervencionismo de las potencias
para significar el proyecto político del Estado Soviético Occidentales y reorganización económica desde el
Leninismo al Stalinismo

La revolución Rusa

El fin del imperio zarista

A finales del siglo XIX, Rusia era un país atrasado en relación con el resto de Europa. Su sistema político seguía
siendo el absolutismo, mientras que sus estructuras sociales y económicas se encontraban anquilosadas por la
rémora del pasado. Rusia era predominantemente agrícola. Los campesinos representaban el 80% de la
población, pero la tierra estaba en manos de una nobleza que mantuvo al campesinado en un régimen de
servidumbre hasta que, en 1861, el zar Alejandro II la abolió. Junto a su liberación, los campesinos recibieron una
parte de la tierra que habían trabajado durante largos años, por la que tuvieron que pagar importantes cargas a los
señores. Esta situación no significó un cambio importante en las vidas de los campesinos, que siguieron
dominadas por la escasez y la miseria, por lo que muchos de ellos emprendieron el camino hacia las ciudades
donde se estaba desarrollando una industria incipiente.

En las dos últimas décadas del siglo XIX, Rusia se fue industrializando con la ayuda de una fuerte presencia de
capital extranjero. La industrialización implicó transformaciones económicas y sociales similares a las acontecidas
en otros lugares de Europa, así la población asalariada fue en aumento y los obreros rusos tuvieron que soportar
las mismas largas jornadas de trabajo o el cobro de salarios mínimos. Sin embargo, hubo una cuestión que difirió
del resto del continente: la importante concentración de trabajadores que se dio en las fábricas rusas. Casi la mitad
de los obreros trabajaban en empresas de más de 500 operarios, ambiente que favoreció la rápida conciencia de
clase de este nuevo proletariado. Otra circunstancia, que la diferenciaba en esos momentos de Europa, era la falta
de derechos sindicales y de huelga, por lo que cualquier protesta, y la consiguiente represión, implicaba graves
enfrentamientos con empresarios y poderes públicos.

El zar Nicolás II, que accedió al trono en 1894, dirigía el país de forma absolutista, apoyado en un gran ejército y
en la iglesia ortodoxa. El zar estaba en contra de cualquier cambio que implicara una merma de sus poderes, por lo
que no aceptaba ningún tipo de control ni de representación política. En los años de cambio de siglo, aparecieron
grupos opositores al zarismo desde diferentes estamentos de la sociedad. La primera oposición vino del medio
rural, donde los anarquistas promovían el cambio en la estructura de la propiedad agraria y la transformación de la
sociedad, apoyándose, en más de una ocasión, en acciones violentas. En 1901, se fundó el partido Social
Revolucionario, que defendía principalmente los intereses de los campesinos, a quienes señalaba como sujetos de
la futura revolución.
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Por su parte, los obreros de las ciudades tuvieron en el partido Social Demócrata, constituido en 1898, su principal
baluarte. Los socialdemócratas pensaban, de acuerdo con las ideas de Marx, que el proletariado urbano era la
auténtica clase revolucionaria, aquella que estaba llamada a dirigir la sociedad que nacería tras el fin del
capitalismo. En 1903, el partido Social Demócrata quedó dividido en dos fracciones, la bolchevique (mayoría) y el
menchevique (minoría); aquella revolucionaria, ésta más moderada. Entre los bolcheviques se encontraba Vladimir
Ilich Ulianov, más conocido por Lenin, que se convirtió en el principal dirigente de esta fracción. Lenin defendía la
actuación de una minoría muy concienciada que dirigiera el partido en su cúspide de forma autoritaria, mientras
que los mencheviques apostaban por un partido más amplio y menos centralizado. Los bolcheviques querían llevar
a cabo una revolución socialista e implantar la dictadura del proletariado, mientras que los mencheviques estaban
dispuestos a colaborar con liberales y demócratas para realizar los cambios necesarios en la sociedad.

Tanto el partido Social Revolucionario como el Social Demócrata actuaban en la clandestinidad, y sus militantes
solían ser jóvenes intelectuales que pertenecían a las clases alta y media. Si en Europa, la legalización de los
partidos socialistas había facilitado su integración en el sistema democrático, en Rusia, su clandestinidad ayudó al
triunfo de las posiciones más extremistas, defensoras de la vía revolucionaria. Por último, dentro de la oposición al
régimen zarista, se constituyó, en 1905, el partido Constitucional Demócrata (KD) –los “cadetes”–, partido liberal
que estaba formado por la burguesía de la ciudad junto con los terratenientes, y cuyo objetivo fundamental era la
constitución de un parlamento elegido por sufragio.

La revolución de 1905

Las causas fundamentales que provocaron la revolución de 1905 hay que buscarlas, por un lado, en la difusión de
las ideas socialistas y liberales a través de la propaganda realizada por los partidos políticos que exigían una
sociedad más justa y democrática; por otro, estaban las protestas de campesinos y obreros que reclamaban
mejoras en su calidad de vida. Por último, las derrotas sufridas por el ejército ruso en su guerra colonialista contra
Japón, en 1905, actuaron como desencadenante de la situación.

Los obreros rusos recopilaron una serie de peticiones que pretendían hacer llegar al Zar en persona. En un
domingo de enero de 1905, una manifestación de 200.000 ciudadanos se dirigió hacia el Palacio de Invierno en
San Petersburgo, residencia oficial de los zares. Los trabajadores solicitaban la jornada de 8 horas, el incremento
del salario, la sustitución de funcionarios corruptos y la formación de una asamblea constituyente elegida
democráticamente.

El ejército ruso que custodiaba el palacio disparó contra la multitud causando la muerte a unas trescientas
personas e hiriendo a más de mil. Esta jornada se conoce como el “domingo sangriento”, y fue el inicio de una
serie de huelgas y levantamientos revolucionarios que comenzaron en San Petersburgo y se extendieron por todo
el país.

El partido Social Demócrata, en estos momentos con mayoría menchevique, organizó soviets (consejos) de
trabajadores en las principales ciudades y promovió una huelga general que se extendió por el país. Por su parte,
los dirigentes del partido Social Revolucionario capitaneaban la ocupación de tierras que llevaron a cabo los
campesinos. A su vez, los “cadetes” apoyaban el movimiento con la esperanza de lograr sus aspiraciones liberales.

Ante la grave situación creada, el zar prometió la concesión de libertades, la promulgación de una constitución y la
creación de una duma (asamblea) con poderes legislativos. Estas promesas eran suficientes para los demócratas
liberales, pero no para los socialistas. Sin embargo, la vuelta del ejército de Extremo Oriente posibilitó la represión
de los insurrectos y el fin de la revolución.

Nicolás II no cumplió sus promesas. El zar, aunque convocó la Duma entre 1906 y 1916, no permitió ningún tipo de
control político sobre su actuación, ni la participación real del pueblo, ni mucho menos la instauración de un
régimen verdaderamente democrático. Entre 1906 y 1911, su primer ministro, Pedro Stolypin, realizó una serie de
cambios encaminados a mejorar la situación del campesinado, que incluía la posibilidad de abandonar la comuna
donde trabajaban o reformas en la propiedad agraria. Sin embargo, las medidas aplicadas fueron insuficientes, por
lo que los campesinos siguieron viviendo en la miseria y reclamando tierra para trabajar.
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La revolución de febrero de 1917

La entrada de Rusia en la Primera Guerra Mundial no contó con el apoyo decidido de la inmensa mayoría de la
población, por lo que las derrotas en el campo de batalla, las pérdidas territoriales, la muerte de al menos dos
millones de soldados rusos, acompañadas de una grave crisis económica, la escasez de alimentos y la acción
decidida de los revolucionarios rusos provocaron la revolución de 1917.

La revolución rusa tuvo dos fases bien diferenciadas, la primera se inició en febrero de 1917 –marzo según el
calendario gregoriano occidental–, y la segunda en octubre del mismo año –noviembre para occidente–. La
revolución de febrero fue una revolución democrática, similar a otras que habían acontecido en Europa en el siglo
anterior, pero derivó, por el impulso decidido de los dirigentes bolcheviques, hacia la instauración de un régimen
comunista.

El origen hay que buscarlo en la oposición de la población a la participación de Rusia en la guerra mundial. Al
descontento generalizado por la evolución de la contienda, se unió una importante crisis económica que provocó el
desabastecimiento en las ciudades y, en consecuencia, la escasez de alimentos y el hambre. La población se
movilizó provocando motines y huelgas en la capital San Petersburgo, nombre de raíz germana que recibió el de
Petrogrado con el inicio de la guerra mundial.

En la capital se organizó un soviet de Diputados de los Obreros y Soldados, a lo que el zar reaccionó disolviendo la
Duma. Sin embargo, ésta eligió un comité de parlamentarios que, desde estos momentos, compartió el poder en la
ciudad con el soviet de obreros de Petrogrado. El comité de la Duma constituyó un gobierno provisional que tuvo
como presidente al príncipe Lvov. Dentro del gobierno estaba el representante del partido Social Revolucionario,
Alejandro Kerensky. El Zar intentó reconducir la situación y hacerse con el control el poder, pero los soldados de
Petrogrado se habían sumado a la revolución, por lo que Nicolas II, sin la ayuda del ejército, tuvo que abdicar el 17
de marzo de 1917.

El gobierno provisional publicó un programa que mostraba su carácter moderado, democrático y constitucionalista,
que recogía, entre otras cuestiones, la libertad de reunión y opinión, el derecho de huelga, la abolición de
privilegios o la convocatoria de una asamblea constituyente elegida mediante sufragio universal masculino. Frente
al poder del gobierno provisional se alzaba el poder del soviet de obreros que, formado por social revolucionarios,
mencheviques y bolcheviques, defendía ideas socialistas. Este doble poder del gobierno y los soviets se mantuvo
hasta el triunfo de la revolución bolchevique.

La revolución de octubre

La decisión del gobierno de no poner fin a la presencia rusa en la guerra mundial fue un hecho decisivo en el
devenir de los acontecimientos. El gobierno entendió que la retirada de la contienda podía implicar una dura
reacción de las potencias aliadas y la pérdida definitiva de vastos territorios, por lo que intentó convencer a obreros
y soldados para continuar en la guerra como defensa del nuevo régimen democrático. Sin embargo, los soviets de
Petrogrado y Moscú entendían como prioritario la salida inmediata de Rusia de la contienda, por lo que
reaccionaron convocando manifestaciones y huelgas contra la decisión del gobierno. La llegada de Lenin a Rusia
en abril de 1917, procedente de Suiza donde había pasado los años de la guerra, dio un nuevo impulso a la
revolución. Lenin defendió, en sus famosas “tesis de abril”, el fin inmediato de la participación rusa en la guerra, la
no cooperación con el gobierno provisional –al que tachó de burgués–, exigió que el poder pasara a los soviets y
se posicionó en contra de las democracias parlamentarias.

El gobierno provisional prometía reformas, pero éstas no llegaban. Las revueltas se sucedían y se creaban soviets
en toda Rusia, al tiempo que las derrotas continuaban en el frente. Con el empeoramiento de la situación, el
gobierno provisional de Lvov tuvo que dimitir, y Alejandro Kerensky ocupó el puesto de primer ministro. En julio, los
bolcheviques protagonizaron un levantamiento armado que fracasó, algunos de sus dirigentes fueron detenidos
mientras que otros, como Lenin, lograron huir.
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Al mes siguiente, un antiguo general zarista, Lavr Kornilov, intentó dar un golpe de estado dirigiendo sus fuerzas
contra Petrogrado. Sin embargo, Kornilov fue derrotado por los soldados y revolucionarios presentes en la ciudad,
con una actuación destacada de los bolcheviques. Este intento de golpe supuso el descrédito de Kerensky,
mientras que significó el reconocimiento popular de los bolcheviques que, desde este momento, incrementaron su
presencia en los soviets de todo el país. Lenin lanzó su consigna: ¡Todo el poder a los soviets!, al tiempo que supo
interpretar la realidad de la situación y los deseos del pueblo ruso en un programa de cuatro puntos: paz inmediata
con las potencias centrales, reparto de tierras entre los campesinos, control obrero de las fábricas y entrega del
poder a los soviets. La influencia de los bolcheviques iba en ascenso, así el soviet de Petrogrado, que desde el
principio estuvo en manos de social-revolucionarios y mencheviques, pasó, desde septiembre, a estar dominado
por los bolcheviques, que colocaron como presidente a León Davidovich Trotski.

El 10 de octubre, Lenin imponía sus tesis revolucionarias en el Comité Central del partido bolchevique, que decidía
llevar a cabo la insurrección para alcanzar el poder. Se fijaba la fecha del 25 de octubre –7 de noviembre en
Occidente–, día en el que se celebraba en Petrogrado el II Congreso de Soviets de toda Rusia. En los días 24 y 25,
la Guardia Roja dirigida por Trotski, junto con los marinos de la base de Kronstadt y grupos de soldados y obreros
simpatizantes de los bolcheviques ocuparon los lugares claves de la ciudad, como la oficina de teléfonos, las
estaciones de ferrocarril o las instalaciones eléctricas. Por último, la sede del gobierno, el Palacio de Invierno, fue
ocupada el día 25, mientras que Kerensky huía con destino a EE.UU.

El Congreso de los Soviets nombró un nuevo gobierno, bajo el nombre de Consejo de Comisarios del Pueblo.
Lenin fue el presidente, mientras que los restantes ministerios estuvieron ocupados, entre otros, por Trotsky, en
Asuntos Exteriores; Stalin, en Nacionalidades; Lunacharsky, en Cultura; Antonov Ovseenko, como ministro de
Guerra o Rykov, en Interior. Lenin presentó dos primeras medidas: las negociaciones para la consecución de una
paz justa sin anexiones ni indemnizaciones y la confiscación de la propiedad de la tierra sin compensaciones para
su distribución entre los campesinos.

Tras el triunfo de la revolución, el gobierno celebró las elecciones para la Asamblea Constituyente el 12 de
noviembre de 1917. Los bolcheviques obtuvieron el 25% de los votos, mientras que los social-revolucionarios
consiguieron el 60%. La Asamblea se constituyó en enero de 1918, e inmediatamente Lenin la disolvió. El líder
bolchevique no había llevado a cabo la revolución para establecer un régimen democrático, sino para instaurar la
dictadura del proletariado. Desde este momento, fueron prohibidos los partidos liberales y constitucionalistas, que
pasaron a formar parte de las filas de la contrarrevolución, mientras que los mencheviques y social-revolucionarios
mantuvieron la legalidad durante algunos meses. En marzo de 1918, el partido bolchevique pasó a denominarse
Partido Comunista.

Uno de los graves problemas al que tuvo que enfrentarse el nuevo régimen fue la negociación de paz con las
potencias centrales. Tras difíciles conversaciones, los dirigentes rusos firmaron el tratado de Brest Litovsk con
Alemania, en marzo de 1918, por el que Rusia perdía Polonia, Finlandia, Letonia, Estonia, Lituania, Georgia y
Ucrania. Pero, además de las grandes mermas territoriales, los problemas derivados de la participación rusa en la
guerra vinieron de sus antiguos aliados, que se unieron a las fuerzas contrarrevolucionarias para acabar con el
poder bolchevique.

Rusia se vio envuelta en una guerra civil con participación de las potencias extranjeras. Los bolcheviques estaban
solos frente a los liberales, demócratas, burgueses y campesinos propietarios, a los que se fueron uniendo, según
la represión se extendía, los social-revolucionarios y mencheviques; por otra parte, se enfrentaron a las potencias
occidentales, que ayudaron al conglomerado contrarrevolucionario con la esperanza de conseguir la vuelta de
Rusia a la guerra mundial. Las fuerzas internacionales estuvieron formadas por japoneses, que veían la posibilida d
de ampliar su imperio a costa del ruso, estadounidenses, franceses e ingleses.

Fuente: https://www.cerasa.es/media/areces/files/book-attachment-3313.pdf
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El comunismo de guerra

El sistema político y económico organizado por la Rusia soviética durante la Guerra Civil se conoce como
comunismo de guerra. El objetivo de esta política era mantener a las ciudades, y sobre todo al Ejército Rojo, bien
alimentadas para evitar revueltas.

Las principales características de este sistema fueron:

Control absoluto de la economía y la política por parte del Estado.


Nacionalización de empresas.
Férrea disciplina laboral y prohibición de las huelgas.
Requisas de todo el alimento disponible (lo que llevó a la Gran Hambruna).
Racionamiento.
Prohibición de la propiedad privada.
Control militar de los ferrocarriles para transportar a los soldados del Ejército Rojo.
Creación de las primeras granjas colectivas.

Consecuencias:

A nivel político, asistimos a la fusión entre el Estado soviético y el Partido Bolchevique. Se van poniendo las bases
para la creación, en 1922, de un nuevo estado: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

A nivel económico, afectó al campesinado debido a las requisas del excedente. Esto condujo a la caída en picado
de producción y a la aparición del mercado negro.

A nivel social, no se consiguió una mayor adhesión de la población a la causa bolchevique.

A continuación, se presenta una gráfica que muestra la evolución de la producción de cereales, carbón y acero
entre 1913 y 1927. ¿Qué justificación histórica hay para explicar los intervalos de 1913-1917 y de 1918-1921?

Fuente:
https://descargas.intef.es/recursos_educativos/It_didac/Geo_Hist_ESO/4/06/La_Revolucin_Rusa_y_la_experiencia
_sovitica_hasta_1939/el_comunismo_de_guerra.html

Reconstrucción económica de la URSS

La nueva política económica.

Finalizada la guerra civil en 1921, se puso fin también a la economía de guerra que estaba generando un fuerte
descontento entre la población.

Se puso en marcha un nuevo proyecto llamada Nueva Política Económica (NEP) de 1921 a 1928, que puso fin a
las requisas y confiscaciones en el campo, permitiendo a los campesinos la libre disposición de sus productos y su
libre comercialización a cambio de lo cual pagaban un impuesto en metálico. Se produjo también la
desnacionalización de pequeñas industrias.

Estas medidas conllevaron un aumento de la producción y una mejora en el abastecimiento de las ciudades,
aumentando el grado de satisfacción de sus habitantes, produciendo también un aumento en el precio de los
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productos agrarios y el surgimiento de un nuevo grupo social formado por prósperos comerciantes y campesinos
ricos, reapareciendo la desigualdad social.

Esta nueva situación generó un doble posicionamiento dentro del bolchevismo entre aquellos que lo veían positivo
y que el proceso debía continuar con un aumento de la democratización política, y los que rechazaban estos
cambios incidiendo en una rápida y total colectivización de toda la producción y el mantenimiento de un poder
fuerte y centralizado, cuya figura más representativa era Stalin.

A la vez que se establecía esta nueva política económica se configura el nuevo Estado. En 1922 nacía oficialmente
la URSS, como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

En 1924 moría Lenin, hasta ese momento líder indiscutible de la revolución y del país, desatándose una pugna
interna por el control del poder que suponía también la victoria de uno de los modelos en litigio. Stalin, que
controlaba ya la burocracia del partido comunista, logró deshacerse progresivamente de sus adversarios
estableciendo, a partir de 1929, una auténtica dictadura personal.

La dictadura stalinista.

Stalin creó una dictadura de carácter personal que estuvo caracterizada por un control pleno del partido y de las
instituciones del Estado, sin que nada se desarrollase al margen de sus decisiones.

a.-Rasgos políticos:

• La dictadura se basaba en un fuerte culto a la personalidad mediante una gran exaltación propagandística,
convirtiéndose en el padre de la patria, adquiriendo el aura de los antiguos zares.

• La persecución de los disidentes, una persecución implacable que conllevó fuertes limpiezas incluso dentro del
propio partido bolchevique, persiguiendo cualquier crítica e imponiendo un régimen de terror mediante continuas
purgas políticas. Para ello se creó la NKVD [Consejos de Comisarios del Pueblo la Unión Soviética], sucesora
de la antigua “checa”.

• El partido bolchevique se convirtió en un partido de masas, al ser obligatoria la afiliación al partido para poder
acceder a cualquier cargo político o administrativo.

• El partido bolchevique hizo gala de un fuerte nacionalismo ruso, rusificando la sociedad.

b.- rasgos económicos:

La NEP se sustituyó por una política económica fuertemente planificada y controlada desde el poder central,
acorde con las tesis stalinistas. El Estado y el partido decidían qué, cuanto, cómo y dónde se producía. A la vez se
inició una rápida política industrializadora del país.

• Se desarrollaron planes quinquenales, en la que se diseñaban objetivos económicos que había que cumplir.

• Se produjo la colectivización de la agricultura, desapareciendo totalmente la propiedad privada, creando:

• koljoses: granjas de propiedad colectiva controladas por el Estado que era además el dueño de la maquinaria.

• sovjoses: granjas estatales que emplean obreros asalariados.


• Se apostó por la industria pesada impulsando la creación de bienes de producción frente a los bienes de
consumo, desapareciendo prácticamente el artesanado y el comercio privado.

c.-Consecuencias del Stalinismo:

• La URSS se convirtió en una potencia industrial a nivel mundial

• Se consolidó un poder centralizado y autoritario basado en la autocracia del partido único como centro de poder.
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• Se garantizaron unos servicios mínimos extendidos a toda la población, asequibles y gratuitos, garantizados por
el Estado para todos.

• A pesar de eso se mantuvieron unos fuertes desequilibrios:

• La agricultura permaneció atrasada frente al fuerte desarrollo industrial.

• Se desarrolló un importante mercado negro ante la falta de libertad de precios y la ausencia de un mercado
privado.

• Se apostó por la autarquía económica a pesar de la reducción de la calidad de vida que supuso.

• El impulso de un régimen represor que se basó en el exilio, las deportaciones, los campos de trabajo, las penas
de muerte, Esto supuso que durante el Stalinismo fueron víctimas de esta represión entre 10 y 20 millones de
personas.

Título adaptado. Fuente: http://clio.rediris.es/n37/oposiciones2/tema64.pdf

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Aprendizajes Temática
Distingue los cambios económicos del periodo de Los felices años 20’s y la nueva cultura popular en
entreguerras, conceptualizando la crisis de 1929 y su Estados Unidos. Situación económica en Europa y en el
propagación mundial para entender la reestructuración mundo en el periodo de entreguerras. La crisis
del Estado Capitalista. económica del 29 y su impacto internacional: El modelo
Keynesiano y el New Deal.

'Los locos años 20': cómo cambiaron el cine, la moda y las ciudades

Repasamos la historia de este periodo en el que Estados Unidos y Europa vivieron realidades muy distintas y que
tendría como final el 'Crack del 29', una fecha que marcaría el devenir de las siguientes dos décadas

Hace ya cien años que dieron comienzo los ‘locos’, ‘maravillosos’ o ‘felices’ años 20. La moda, las ciudades, el
cine, la música, el arte, la historia cambiaron por completo durante diez años en los que se vivieron realidades muy
distintas dependiendo del lugar donde nos centremos.

En ‘Hoy por Hoy’ hemos hecho un repaso de la historia de esa década que tuvo la felicidad por bandera, sobre
todo en Estados Unidos, después de la I Guerra Mundial. No tanto así en Europa, tal y como nos ha
explicado Juan Jesús Pleguezuelos, profesor de Historia en el instituto Virgen de las Nieves de Granada, quien
ha asegurado que la situación social era diametralmente opuesta entre Estados Unidos y Europa.

Europa sufría las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y que vio como la posguerra fue un periodo de
crisis y que vivía bajo dos “amenazas” como el fascismo y el comunismo.

También, en el Reino Unido, recalca Pleguezuelos, que se lograba el sufragio universal y mientras, en Estados
Unidos, se formaba una burbuja económica que acabaría con el ‘crack del 29’, poniendo en jaque la economía
mundial y provocando el ascenso del nazismo y fascismo en Europa y la consecuente II Guerra Mundial.
El sonido llega al cine y el jazz alcanza su esplendor

Antonio Martínez, director y presentador del programa “Sucedió una noche” nos ha explicado la evolución del
cine durante esa década, en la que se empezó a gestar eso que hoy conocemos como ‘Hollywood’ y en la que se
pasó del cine mudo al sonoro.

Chaplin y Keaton serían por entonces lo que hoy son Leonardo DiCaprio o Robert de Niro en películas como ‘El
aviador’ o ‘Soñadores’.

Tampoco nos hemos olvidado de cómo ha reflejado el cine esa década años después, sobre todo, la obra maestra
de Al Capone y su reverso Elliot Ness en la que se reflejaba el periodo de la Ley Seca.

En cuanto a la música, el jazz alcanzaba su esplendor gracias a la aparición de artistas como Louis Armstrong o
Duke Ellington, o de la Orquesta King Oliver. Una época en la que además, se popularizó la venta de
gramófonos y que ayudó a una mayor difusión de este arte y de otros estilos como el charleston o el ragtime.

Los rascacielos, protagonistas en la modernización de las ciudades

¿Y las ciudades? Los años 20 arrancan con unas ganas tremendas de cambiarlo todo y eso se muestra, sobre
todo, en las ciudades. Culto al arte de vanguardia, se fomenta el deporte popular, se llenan los cafés, la
música, como ya hemos visto trae nuevos ritmos y las salas de cine se popularizaban.
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En las calles, los carruajes dejaron paso a los automóviles, con marcas como el Bugatti Tip 35 o los míticos
Ford T. En las casas se popularizaron los gramófonos. Llegaron la radio, los teléfonos de sobremesa y
el metro se instaló en ciudades como Madrid y Barcelona.

También es una época de grandes revueltas y se construyeron los primeros barrios obreros, mientras que en el
centro de las ciudades se empezó a dar forma al urbanismo con nuevos modelos arquitectónicos gracias al
triunfo de las escuelas como la Bauhaus o el Art Decó. empezando con el furor de los rascacielos.

La moda, transgresora y atrevida en un cambio de tiempos

Las mujeres, tras la guerra, se vieron obligadas a asumir labores que tradicionalmente ejercían los hombres, se
introdujeron rápidamente en el mercado laboral, hasta entonces masculino, así que optaron por abolir la rigidez
del corset, acortar faldas y aflojar los patrones de vestidos.

Para ellas boas, capas, tocados, redecillas, medias de rejilla, maquillaje muy marcado. Para ellos el bastón, el
monóculo y las largas boquillas

Además, se instauró la moda de llevar el pelo corto, estilo garcone, por debajo de las orejas, con flequillo y
patilla, con ondas al agua. Se hace también muy habitual el uso de turbantes, bandas, boinas y sombreros,
especialmente el cloché.

La moda era la forma de mostrar personalidad al llevar o no llevar un complemento; Maruja Mallo, pintora de la
generación del 27, fue una de las ‘sinsombrero’ en España

Gabrielle Chanel, Coco Chanel, fue una de las causantes de la revolución en la moda de los años 20. Admiradora
de los diseñadores que en ese momento comenzaban a despuntar.

El español Cristóbal Balenciaga durante los años 20 formó la casa Balenciaga Lizaso y abrió una tienda llamada
EISA. La Familia Real española y la aristocracia llevaban sus diseños, antes de marcharse a Francia, donde
se convertiría en el maestro de los maestros.

Fuente: https://cadenaser.com/programa/2020/01/01/hoy_por_hoy/1577878908_226465.html
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Felices Años Veinte en Estados Unidos

La denominación felices años veinte o años locos corresponde al periodo de prosperidad económica que tuvo
Estados Unidos desde 1920 hasta 1929, como parte del periodo expansivo de un ciclo económico. Esta
prosperidad benefició a toda la sociedad e hizo que la economía siguiera creciendo a un ritmo que no se había
registrado antes, generando una burbuja especulativa. Pero esta prosperidad duraría un corto periodo que -
finalizaría el 24 de octubre de 1929, conocido como el Jueves Negro, y con la llegada del Crack del 29 que
culminaría finalmente con el advenimiento de la Gran Depresión.

Causas.

• En la Primera Guerra Mundial EEUU había exportado grandes cantidades de armamento y otros productos a los
países europeos. Al finalizar la guerra, la economía de Europa quedó tocada seriamente. Al acabar la guerra,
Inglaterra tenía deudas de guerra con EEUU, al igual que muchos países europeos, lo que lógicamente favoreció la
economía de EEUU al ser receptor de estas.

• Estados Unidos se vio frente a un exceso de demanda lo que provocó ingresos estadounidenses crecieran
vertiginosamente mientras Europa se reconstruía.

• La expansión de Estados Unidos se basó en una profunda transformación productiva dominada por la innovación
técnica. De esta forma se disminuían costes y se aumentaba la producción, obteniendo más beneficios.

• Fue en esta época donde se popularizó el uso del teléfono, el automóvil y los electrodomésticos. Estos aparatos
eran demasiado caros, y fue entonces cuando se aplicó por primera vez la venta a plazos. Esto creó una oleada
consumista que hizo que se comprara tanto hasta el extremo de que los consumidores se endeudaran por encima
de sus posibilidades.

• También fue objeto de popularidad la difusión de la radio como medio de comunicación masivo, ya que era un
dispositivo económico y al alcance de toda la población.

• En estos tiempos la fábrica Ford innovó con la utilización de la cadena de montaje. De esta forma se reducían
costes y tiempos de producción. Este método se aplicó a otros sectores (siderurgia, cristal,etc).

También tuvieron efectos positivos la demanda de la construcción de rascacielos. Todo esto tuvo una gran
influencia en el mercado de trabajo, dejando la tasa de desempleados en Estados Unidos muy baja. Se vivían unos
años de excelente bienestar y de gran optimismo frente al futuro.

Henry Ford 1913-

Con la producción del modelo de coche T de Ford, creó un sistema que permitieran incrementar la producción y
reducir costes para democratizar su producto. El sistema es la basado en la minimización de los operarios y del
producto mediante la cadena de montaje.

Los Estados Unidos se convirtieron en la locomotora de la economía mundial. El modelo de vida americano fue
exportado por todo el mundo.

Se trataba del "American way of life" que rápidamente sedujo a los europeos, cimentado en el consumo individual
de bienes (automóviles, teléfonos, electrodomésticos), impulsado por la publicidad y sostenido por un crédito fácil y
las ventas a plazos.

Los espectáculos de masas (cine, deportes, cabarets, teatro), el interés por la alta costura, las nuevas corrientes
musicales (jazz, charleston, blues) se convirtieron en objetos de consumo y alimentaron a toda una industria que
hasta entonces no había sido significativa. La prensa conoció un gran esplendor, proliferaron las revistas
11
especializadas, las deportivas, las dedicadas a la mujer. Fenómeno destacado fue el de la radio, cuyas ondas se
difundieron por campos y ciudades y comenzó a utilizarse como excelente instrumento de publicidad. Al final de la
década existían casi 14 millones de receptores en Estados Unidos.

La América opulenta se reveló a los ojos de todo el mundo como el paradigma de las libertades, de las
posibilidades de enriquecimiento y el bienestar. Los valores que la impulsaban eran los del éxito, la iniciativa y el
esfuerzo individual.

Por contra, la pobreza y el fracaso fueron considerados signos de pereza, falta de inteligencia, debilidad e
incompetencia.

El país se exhibió como en un escaparate donde toda iniciativa conducía al éxito, se proyectó a través de los
medios los medios de comunicación de masas (cine, publicidad, etc.) como la Meca soñada para los que iban en
busca de la fortuna. Una fuerte inmigración comenzó a a-fluir desde todos los rincones del mundo (Alemania,
Polonia, Italia, China) en busca de oportunidades, agolpándose en las ciudades en barrios abarrotados de
extranjeros donde reinaban la pobreza y la exclusión.

Pero esos inmigrantes eran portadores de lenguas, religiones, costumbres y diferentes ideales políticos, de modo
que en no pocas ocasiones chocaron con los valores de los ya establecidos, que reaccionaron aferrándose a los
conservadores ideales del modelo "WASP" (blanco, anglosajón, nativo y protestante).

La percepción de la "otra América", la de los que llegaban, se convirtió en un grave problema social, político y
moral.
La Administración conservadora republicana optó por una política de control de la emigración (Leyes de 1921) y
desde postulados racistas prohibió la entrada de individuos de origen asiático restringiendo asimismo la entrada de
europeos -especialmente de eslavos y latinos- mediante leyes como la Immigration Act de 1924

Desde una mentalidad puritana, se difundió la opinión de que el país estaba siendo corrompido por ideas y modos
de vida extraños y se identificó a los inmigrantes con la ingesta de alcohol. El gobierno prohibió su consumo,
fabricación y venta ("Ley Seca"), fomentando con ello la creación de bandas organizadas que ejercieron el control
de un floreciente contrabando y mercado negro, favoreciendo indirectamente el fenómeno de las masas y el
gansterismo (Al Capone y otros).

Este optimismo que en Estados Unidos impregnó a las clases altas y medias fue menos intenso en el resto del
mundo, reduciéndose a los sectores más acomodados, aquellos con suficientes recursos para imitar el modo de
vida americano.

El ciclo expansivo fue interrumpido bruscamente a raíz de la crisis desencadenada por el hundimiento de la Bolsa
de Nueva York en octubre de 1929. En su lugar se instalaron en el ambiente el pesimismo y la desesperanza que
caracterizaron el período de los "Treinta".

Fuente: https://todoesfundamentosdelarte.files.wordpress.com/2016/10/tema-6-los-felices-ac3b1os-20-art-
deco1.pdf
12

El origen de la crisis de 1929

La expansión de las ventas a Europa durante el conflicto militar y durante los primeros años de posguerra llevó a
muchos agricultores norteamericanos a endeudarse para invertir en sus granjas y mejorar su producción,
adquiriendo para ello medios mecánicos (sembradoras, cosechadoras, sistemas de riego, etc.) y de transporte. La
caída de las ventas agrícolas ante la irrupción de otros países emergentes con gran potencial agrícola como Brasil,
Argentina, Canadá y Australia, y también el hecho de que se fuera produciendo una progresiva recuperación de la
producción agraria europea, dio lugar a una sobreproducción agrícola mundial que precipitó la caída de los precios
agrarios y llevó a la ruina de muchos agricultores que no podían devolver sus créditos, para los que habían
hipotecados sus granjas, que eran, además, sus viviendas familiares.

La situación de sobreproducción también se dio en la industria, aunque con un menor impacto inicial, pues siempre
la recuperación de la planta industrial en Europa iba a ir por detrás de la recuperación de la economía
agropecuaria. Además, y a diferencia de los granjeros, que eran economías familiares, las industrias, al empezar a
percibir una caída de las ganancias (beneficios en relación con los costos de producción), retiraron inversiones y
emplazaron capitales en la Bolsa, para tratar de compensar la pérdida de rentabilidad productiva, mediante
ganancia especulativa en una Bolsa que no dejaba de progresar al alza.

La quiebra de los granjeros, sin poder hacer frente a los pagos de sus deudas a los bancos, tendría como
consecuencia la expulsión de muchos de ellos de sus tierras (que eran también sus viviendas), incautadas por los
bancos. La acumulación por parte de los bancos de un enorme stock de granjas carentes de valor real en su
contabilidad los llevó a restringir los créditos bancarios.

La restricción de créditos bancarios provocó una gran falta de liquidez en el sistema. Para intentar conseguir
liquidez por parte de particulares y empresas, se daban órdenes de venta en la Bolsa. Todo el mundo necesita
vender y lo que se precipitó fue el crac bursátil. Muchos títulos que habían sido artificialmente inflados perdieron
todo su valor y se empezaron a producir masivos cierres de empresas y un espectacular aumento del paro.

En ese cuadro general, en marzo de 1929 comienzan a producirse bruscos vaivenes en la Bolsa de Nueva York
(caídas fuertes pero seguidas normalmente de recuperaciones). El lunes 24 de marzo tiene lugar una venta
masiva, 8 millones de títulos, que provoca una caída de 9,5 puntos, ampliada aún más el día siguiente. Pero la
intervención compradora de Mitchell, presidente del National City Bank, permite lograr la recuperación. En octubre,
el viernes 18, de nuevo se produce una venta masiva, otros 8 millones de acciones, que hace caer el índice 7
puntos y el sábado siguiente otros 12 puntos. Una nueva compra lleva a pensar que se ha tratado de una caída
momentánea. Finalmente, el 24 de octubre (el «jueves negro») la Bolsa padece varias caídas menores y después
una primera gran caída del 9%; sin que, en principio, nadie la contrarreste comprando. Se desata el pánico, pero a
última hora llega una entrada de entre 20 y 30 millones de dólares de los bancos, que reduce la caída total del día
al 12%. Sin embargo, tras leves recuperaciones los días siguientes, el lunes 28 y, sobre todo, el 29 de octubre (el
«martes negro») el índice se derrumba y las caídas persisten hasta el mes de noviembre. El Dow Jones toca fondo
el 8 de julio de 1932, con una cotización que suponía una caída del 89,2% respecto al nivel máximo menos de tres
años antes: de 381,17 el 3 de septiembre de 1929 a 41,22 el 8 de julio de 1932. Y hasta 1954 no alcanzará los
niveles previos a la crisis. (Fuente: Xabier Arrizabalo).

Además, la reacción del gobierno republicano de Hoover, siguiendo la ortodoxia liberal que se había aplicado en
otras épocas, típicamente deflacionista (cuyo objetivo primordial era el control de la inflación), provocaría una
mayor caída de los precios, al retirar liquidez (oferta monetaria) del sistema, lo que no hizo sino profundizar la
crisis.

Ante la falta de liquidez, se iba a producir además una repatriación de capitales norteamericanos emplazados de
Alemania y Austria, donde habían llegado en aplicación del Plan Dawes, lo que hizo que se extendiera
inmediatamente la crisis a Europa. Alemania ya no podía pagar a Francia y Reino Unido, y Francia y Reino Unido
tampoco iban a poder devolver los créditos a EE.UU. El efecto será multiplicador y de alcance internacional. La
13
reacción defensiva de muchos países fue poner en marcha políticas proteccionistas que incrementaron la caída del
comercio internacional. Al mismo tiempo, tal y como hizo la administración Hoover en EE.UU., se pusieron en
marcha políticas deflacionistas clásicas que restringieron la cantidad de dinero en circulación y que provocaron una
mayor recesión, el cierre de empresas y el aumento del paro.

La Gran Depresión y la búsqueda de soluciones. El «New Deal»

En EE.UU., el giro no se produciría hasta 1933, momento en el que el nuevo presidente norteamericano, ahora del
Partido Demócrata, Roosevelt, puso en marcha el New Deal («Nuevo Contrato»), formulado por vez primera en su
discurso ante la Convención Nacional del Partido Demócrata del 2 de julio de 1932 en Chicago, que le proclamó
como candidato para las elecciones de noviembre, asumiendo la presidencia en enero de 1933. Seguía así
Roosevelt la orientación del economista británico Keynes, basada en la expansión de la demanda efectiva (cuya
formulación más acabada sería, sin embargo, posterior, de 1936, con su Teoría general del interés, la ocupación y
el empleo). Las medidas adoptadas por Roosevelt no se iban a limitar al desarrollo de una política monetaria
menos restrictiva, sino que van a intervenir directamente sobre los procesos productivos para favorecer su
recuperación. Vamos a enumerar las medidas de mayor alcance:

Para mejorar el poder adquisitivo de los agricultores, se iban a otorgar ayudas crediticias y se instituiría un banco
regulador de los precios agrarios.

Para mejorar también el poder adquisitivo de los obreros industriales, se iba a reconocer legalmente la negociación
colectiva y la institución de convenios colectivos, dando un importante protagonismo a los sindicatos, que tendría
como efecto la mejora de los salarios. Además, se establecían las vacaciones pagadas y un sistema de protección
social para los desempleados (subsidio de paro).

Para impulsar la producción industrial y generar empleo, se acometería un plan de inversiones públicas en
infraestructuras (carreteras, ferrocarriles, puertos, hospitales, escuelas, etc.) mediante contratos públicos con las
empresas privadas, que de esta manera encontrarían un estímulo para la actividad, garantizada además por el
desembolso del Estado.

Evidentemente, también se pondrían en marcha diferentes medidas de carácter monetario y financiero. Así, para
favorecer las exportaciones, se devaluó el dólar y se abandonó (abril de 1933) el patrón-oro. Y para garantizar la
vigilancia de las prácticas bancarias por parte de la Reserva Federal (equivalente al Banco Central de otros países)
se reformaría el sistema bancario, separando los bancos de depósitos, de los de inversión.

La recuperación fue lenta y dificultosa. De hecho, la salida efectiva de la crisis de 1929, no se produjo hasta el
relanzamiento de la economía de armamento que precedió a la II Guerra Mundial. Con este paquete de medidas
que ponían un cierto límite a la acumulación capitalista salvaje, Roosevelt pretendía evitar un estallido social que
podía haber sido inminente, tal y como reflejan magníficamente algunas novelas que tratan aquellos terribles años,
como Las uvas de la ira de John Steinbeck (llevada a las pantallas por el director John Ford).

La extensión de la crisis a Europa y al resto del mundo

La crisis de 1929 supuso un duro golpe también para la recuperación europea:

En Alemania la repatriación de capitales americanos produjo una situación de total falta de liquidez que frenó de
golpe el proceso de recuperación iniciado en la segunda mitad de la década, provocando un importante aumento
del paro y de la conflictividad social. Caldo de cultivo para un proceso de radicalización política a derecha y a
izquierda. En esas circunstancias, desde EE.UU., en 1931, se propuso una moratoria para el pago de las
reparaciones alemanas (moratoria Hoover) que implicaba también una moratoria en la devolución de los créditos
contraídos por los aliados europeos con EE.UU. Ante la complicada situación que se vivía en la economía mundial,
en Lausana (1932) se intentó cancelar definitivamente los pagos alemanes por reparaciones, pero el plan fracasó
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porque el Congreso norteamericano rechazó cancelar las deudas de los aliados franco-británicos con EE.UU., que
estos vinculaban a su aceptación para poner fin a los pagos por reparaciones por parte de Alemania.

En septiembre de 1931 el Reino Unido suspendió la convertibilidad de la libra esterlina al oro. A partir de diciembre
de 1931 Estados Unidos se enfrentó a importantes salidas de oro para intentar mantener estable su precio. Estas
salidas de oro se dirigían fundamentalmente a Francia, y en abril de 1933, el presidente Roosevelt decidió
abandonar este sistema cambiario, como parte del paquete de medidas dirigidas a relanzar la economía doméstica
que se ha visto más arriba. Otra treintena de países lo abandonarían también entre 1929 y 1933. Así pues, una de
las consecuencias de la crisis de 1929 iba a ser el abandono del patrón cambios-oro tan sólo unos pocos años
después de haberse acordado en la Conferencia de Génova de 1922. Reino Unido trató de enfrentar la crisis
aplicando una política comercial fuertemente proteccionista para su área colonial (Commonwealth), reservándose
ese espacio comercial frente a las otras potencias industriales. En Francia, el impacto de la crisis fue algo menor
que en Alemania y Reino Unido. Pero tras aplicar los sucesivos gobiernos conservadores políticas económicas que
fracasaron, en 1936 accedió al gobierno el Frente Popular (alianza de socialistas y radicales con apoyo de los
comunistas), dirigido por el socialista León Blum, que implementó un paquete de medidas en la línea del «New
Deal» norteamericano: impulso de obras públicas, aumento general de salarios, reducción de la semana laboral de
48 a 40 horas, institución de un salario mínimo, vacaciones pagadas, nacionalización de industrias estratégicas,
etc., que daban gran protagonismo a los sindicatos y que provocaron la reacción y radicalización de las fuerzas
conservadoras.

Pero las consecuencias de la crisis no sólo iban a extenderse a Europa. Una de las medidas adoptadas por el
presidente Roosevelt, como fue la devaluación del dólar para favorecer las exportaciones norteamericanas, iba a
tener como contrapartida la caída de las importaciones procedentes de América Latina, que también verían
limitado el acceso a los mercados europeos, tanto por la caída de la demanda, como por la orientación
proteccionista que se impuso en las potencias industriales. Así pues, la crisis de 1929 iba a irradiar desde EE.UU.
al resto del mundo. La única notable excepción iba a ser la Rusia soviética, sumida en su propia crisis agrícola y
ganadera derivada de la colectivización forzosa estaliniana, pero que, sin embargo, iba a conocer en estos años
tasas anuales de crecimiento de la industria de dos dígitos (se estima un 12,1% de promedio anual para el período
1928-1937), pues no iba a estar sometida a los vaivenes del mercado, ni las inversiones iban a atender a criterios
propios de la economía capitalista como el de la búsqueda de una tasa de ganancia suficientemente atractiva. En
este caso, las inversiones iban a responder a las decisiones marcadas desde la cúpula gubernamental y del partido
en el marco de una economía estatal planificada, que se marcaba objetivos económicos a partir de la elaboración
de los planes quinquenales.

Años 30: crisis social y radicalización. El camino hacia la guerra

Las condiciones sociales derivadas de la crisis de 1929 iban a generar un clima de radicalización, tanto a derecha,
como a izquierda, en los países europeos que todavía conservaban regímenes parlamentarios, que no eran
muchos, puesto que se habían ido imponiendo diferentes regímenes autoritarios. Como en Hungría, con la
dictadura del almirante y regente Horthy desde marzo de 1920. O en Italia, con la dictadura fascista de Mussolini,
encargado de gobernar por el rey Víctor Manuel III desde octubre de 1922. O en España, con la dictadura de Primo
Rivera en complicidad con el rey Alfonso XIII desde septiembre de 1923, aunque luego constituiría un rara avis en
el convulso contexto internacional, al proclamarse la II República en abril de 1931. O en Polonia, con la dictadura
militar de Piłsudski desde mayo de 1926. Y Portugal, con un régimen autoritario desde 1926, dirigido a partir de
1933 por Salazar. Y por, último, en esta lista no exhaustiva, Yugoslavia, con una dictadura encabezada por el
mismo monarca Alejandro I desde 1929. Dejando aparte, por el carácter particular de economía de propiedad
estatal que tenía, la dictadura estalinista en la Unión Soviética, constituida tras el giro de finales de los años 20 y
una vez eliminados la mayoría de los viejos camaradas bolcheviques que lideraron la Revolución de octubre de
1917.

En este contexto tan poco favorable para el mantenimiento de un sistema político parlamentario, el Partido Nazi iba
a fortalecerse en Alemania y en 1930 alcanzaría ya los 107 escaños en el Reichstag (Parlamento alemán). La
incapacidad de socialdemócratas (SPD) y comunistas (KPD) de constituir un frente común, permitiría que en 1933
15
Hitler accediera a la cancillería del Reich. Dejó inmediatamente de pagar las reparaciones, al mismo tiempo que
iniciaba el rearme (al igual que lo iniciaba Francia). Alemania abandonó la conferencia de desarme que se venía
celebrando en Ginebra y también la Sociedad de Naciones. Francia, por su parte, comenzaba la construcción de la
línea Maginot para tratar de proteger Alsacia y Lorena de una posible invasión alemana.

En 1935 Francia e Inglaterra (de nuevo con un gobierno laborista) sellan un acuerdo con la Italia de Mussolini en
Stressa (norte de Italia) para intentar frenar la expansión alemana hacia Austria (Anschluss), pero la invasión de
Abisinia (Etiopía) por parte de Italia hizo que se rompiera este pacto. A la vez que Hitler y Mussolini se
aproximaban en el marco de colaboración que establecieron en la Guerra Civil Española ayudando militarmente a
Franco, decidiendo además apoyarse mutuamente en la remilitarización alemana de Renania y la conquista
italiana de Abisinia.

En Francia, en 1938, se abre una crisis en el seno del gobierno del Frente Popular francés y el radical Daladier,
que había sustituido a León Blum en la Presidencia del gobierno, ante la convocatoria de una huelga general por
parte de la CGT, desencadenaría una represión tan brutal, que iba a suponer la liquidación definitiva del Frente
Popular. En este marco de debilidad de Francia, Hitler decidió ocupar Austria y tras la Conferencia de Munich
(septiembre de 1938), en la que junto a Hitler participaron el radical francés Daladier, el conservador británico
Chamberlain y el fascista Mussolini, se iba a sentir avalado para ocupar los Sudetes (en Checoslovaquia).

En mayo de 1939, Alemania e Italia firmarían el Pacto de Acero, en el que se apoyaban mutuamente para la
conquista italiana de Albania y la ocupación del corredor de Danzig por parte de Alemania. En agosto de 1939 se
firmó el Pacto germano-soviético, con sus cláusulas secretas de reparto de Polonia y la anexión de otros territorios
por parte de los soviéticos. Como consecuencia de este pacto, el 1 de septiembre Alemania ocupó el corredor de
Danzig e invadió Polonia, declarando a continuación Francia e Inglaterra la guerra a Alemania y dando así
comienzo a la II Guerra Mundial.

A modo de conclusión

El diseño de la paz de postguerra nació lastrado desde el principio por el hecho de que la institución que se iba a
encargar de ello, la Sociedad de Naciones (SdN) dejara fuera a Alemania y a la Rusia Soviética, pero, sobre todo,
porque su gran impulsor, el gobierno norteamericano presidido por Wilson, fue desautorizado por el Senado
norteamericano y EE.UU. nunca llegaría a formar parte de la institución.

Inicialmente, sobre todo bajo los gobiernos conservadores de la derecha francesa, se mantuvo por parte de
Francia una actitud muy dura, casi de resarcimiento, hacia Alemania, que generó momentos de gran tensión y
crisis como la del año 1923 con la ocupación del Ruhr y la hiperinflación. El cambio hacia gobiernos no
conservadores en Reino Unido y luego en Francia contribuyó a generar un marco de entendimiento que, bajo el
paraguas financiero norteamericano, permitió que la situación económica se estabilizase durante los años 1924 a
1929. Aunque todo el diseño se vino abajo con el estallido de la crisis del 29.

La década de los 30 iba a venir marcada por las consecuencias sociales calamitosas del crac de 1929 y una nueva
deriva hacia el expansionismo militar, el autoritarismo y el fascismo, que conducirían, de nuevo, al estallido bélico
de la II Guerra Mundial.

Tasa de paro sobre la población activa 1929 1933 1937


EE:UU 3, 2 % 24,9% 14,3%
Alemania 13,1% 26,3% 4,6%
Reino Unido 10,4% 19,9% 10,8%

Algunos autores llegan incluso a formular la controvertida tesis de que más que dos guerras mundiales, en realidad
hubo una guerra mundial que duró 30 años, desde 1914 a 1945, con un período de tregua, pues las fuerzas
fundamentales que confrontaron en una y otra etapa fueron básicamente las mismas, el mundo germano-austriaco
frente a Francia, Reino Unido y Rusia, a los que posteriormente se unió EE.UU. Aunque también es cierto que,
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entre las grandes potencias, hubo dos que sí cambiaron de bando: Italia y Japón, que durante la Segunda Guerra
Mundial se unieron al Eje alemán. Entre los historiadores más conocidos que defienden esta controvertida tesis
estaría Paul Preston que habla de una Guerra Civil Europea de 30 años que desangró a Europa y que se saldó
finalmente con el dominio de EE.UU. y la URSS.

Fuente: De Blas Ortega, Jesús. “Las dos grandes crisis económicas de entreguerras: hiperinflación alemana y crac
del 29” en Descubrir la Historia. https://descubrirlahistoria.es/2019/03/las-dos-grandes-crisis-economicas-de-
entreguerras-hiperinflacion-alemana-y-crac-del-29/
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Aprendizajes Temática
Distingue las características de los Estados Totalitarios Similitudes y características particulares de los Estados
vinculados con el estallido de la Segunda Guerra Totalitarios: fascismo italiano, nazismo alemán,
Mundial para comprender sus intereses imperialistas de stalinismo soviético y militarismo japonés y sus
las grandes potencias. expresiones de cultura ideológica y de adoctrinamiento.
La guerra Civil Española y el Franquismo.

Crisis de la democracia y ascenso de los totalitarismos

En el periodo de entreguerras, los países europeos de mayor tradición liberal (Reino Unido y Francia) y Estados
Unidos mantuvieron la democracia. Sin embargo, muchos estados del centro y del sur del continente adoptaron
regímenes totalitarios, que controlaron el poder político, la economía, la sociedad, la cultura y el arte.

• Las causas del ascenso al poder de los totalitarismos fueron varias: la escasa consolidación de la democracia; la
crisis económica, de la que se culpó a los gobiernos liberales; el deseo de ciertos grupos sociales de evitar la
expansión del comunismo, y la formación de grupos ultranacionalistas, que rechazaban los tratados de paz de la
Primera Guerra Mundial (sobre todo, en Alemania y en Italia).

• Los apoyos sociales de los sistemas totalitarios fueron la clase media, que bajó su nivel de vida debido a la crisis;
el gran capital, deseoso de detener el auge del comunismo; muchos excombatientes y parados descontentos; y los
sectores sociales más conservadores.

Características de los totalitarismos.

Los sistemas totalitarios tuvieron ciertos rasgos comunes:

• La imposición de un sistema político autoritario. En él, el Estado concentra todo el poder y lo ejerce a través de un
líder carismático (el duce Mussolini, o el Führer Hitler), que es considerado infalible y exige una obediencia ciega.
No hay libertades personales, ni pluralismo político, sino un partido único que reprime con violencia cualquier
oposición mediante la policía política (Gestapo alemana; Ovra italiana) o las fuerzas paramilitares (como las SS
nazis)

• El control económico y social. El Estado dirige la economía y se proclama anticapitalista y anticomunista.


Además, controla la sociedad mediante la propaganda, la censura de los medios de comunicación y la educación.

• El rechazo de la igualdad. Defiende la superioridad de los miembros del partido respecto a los demás; la de los
hombres sobre las mujeres; y la de unas razas sobre otras, consideradas inferiores.
• El pensamiento irracional. Proclama el fanatismo y la obediencia ciega. Para reforzarlo, se recurrió a los
símbolos, escudos, cantos y uniformes que fomentaban la unidad de los seguidores.
• El ultranacionalismo. Exalta la grandeza de la propia nación y realiza reclamaciones territoriales para lograr su
unidad o para dotarla de un espacio vital que permita su supervivencia.
• El militarismo. Se defienden la fuerza y la guerra como instrumentos de poder, prestigio y progreso de los
pueblos.

El fascismo italiano. Benito Mussolini

El fascismo surgió en torno al periodista Benito Mussolini. Éste fundó en 1921 el Partido Nacional Fascista, que
contaba con grupos paramilitares (los fasci de combate, conocidos como “camisas negras”) dedicados a reprimir al
movimiento obrero. Con ello, se ganó el apoyo de los grandes propietarios, de la pequeña burguesía, de la iglesia y
del rey Víctor Manuel III, descontentos por las repercusiones de la Guerra Mundial, el endeudamiento, la inflación,
el paro y la extensión de los movimientos revolucionarios.
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En 1922, la exitosa intervención de los fasci contra los sindicatos y las huelgas obreras llevó a Mussolini a reclamar
el poder. Para presionar al Gobierno, organizó una Marcha sobre Roma con sus “camisas negras”, logrando que el
rey le nombrase jefe del Gobierno.

Aunque al principio respetó el régimen parlamentario, a partir de 1925 fue imponiendo la dictadura fascista:

• Concentró todo el poder en sus manos, nombrándose Duce (jefe, caudillo)


• Suprimió los partidos y sindicatos, manteniendo como único partido, el fascista, que controlaba el Estado y se
identificaba con él
• El Parlamento fue sustituido por un Gran Consejo Fascista
• Las huelgas se declararon ilegales y los trabajadores se organizaron en corporaciones.
• reprimió cualquier oposición mediante la policía política (Ovra)
• dirigió la economía
• controló todos los aspectos de la vida social mediante la propaganda y la censura. • Reforzó el ejército y defendió
el militarismo

El fascismo se adornó con desfiles militares, el saludo romano, uniformes e insignias y banderas que se
convirtieron en señas de identidad.

El nazismo alemán. Adolf Hitler

El nazismo surgió en torno al antiguo soldado Adolf Hitler. Este fundó en 1920 el Partido Nacional Socialista de los
Trabajadores de Alemania (NSDAP o nazi), que contaba con una organización paramilitar (las Secciones de Asalto
o SA). Sus ideas totalitarias, anticomunistas, antiliberales, racistas y antisemitas las había expuesto en su libro Mi
lucha. Pretendía como objetivos para Alemania:

• Formar el III Reich, uniendo a todos los alemanes que vivían en Europa (pangermanismo)
• Rechazo al tratado de paz impuesto en 1919 y remilitarización de Alemania
• Conseguir para Alemania un espacio vital, mayor territorio.

El partido ganó apoyos tras la crisis económica de 1929, de la que culpaba a los judíos, a los comunistas y a los
demócratas. Así, se atrajo a buena parte de las clases medias arruinadas y a los capitalistas opuestos al
comunismo.

En 1933 el partido nazi fue el más votado y el presidente Hindenburg nombró a Hitler canciller. Al año siguiente
murió Hindenburg y Hitler ocupó también su cargo. Se convirtió en Führer (jefe, caudillo) e impuso la dictadura
nazi:

• Persiguió a los partidos de izquierda y a los sindicatos


• Las fuerzas paramilitares del partido –las SS (escuadras militares de protección) y la Gestapo (policía secreta del
estado)- eliminaron la oposición al nazismo
• Buscó la cohesión social en torno a la idea de la superioridad de la raza aria y la persecución de los judíos.
• Controló la educación, la cultura y el arte mediante la propaganda y la censura
• Controló la economía, procurando la autarquía basada en el desarrollo industrial
• Adoptó una política militarista y agresiva, basada en el rearme, el rechazo del Tratado de Versalles y las
reivindicaciones territoriales, necesarias para dotar a Alemania de un “espacio vital”.

Todas estas actuaciones condujeron a la Segunda Guerra Mundial.

Fuente: https://www.iesgalilei.org/joomla/images/0_files_pdf/COVID19/4ESO/GH_TAREA7-4ESO(GRUPOSAyC).pdf
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La guerra civil española

El comienzo del conflicto

La Guerra Civil Española comenzó el 17 de julio de 1936, cuando los generales Emilio Mola y Francisco Franco
iniciaron una sublevación para derrocar a la República elegida democráticamente. Los esfuerzos iniciales de los
rebeldes Nacionalistas por instigar revueltas militares en toda España solo se lograron parcialmente. En áreas
rurales con una fuerte presencia política derechista, los confederados de Franco generalmente ganaron. Ellos
asumieron rápidamente el poder político e instituyeron la ley marcial. En otras áreas, particularmente en ciudades
con sólidas tradiciones políticas izquierdistas, las revueltas se toparon con una fuerte oposición y a menudo fueron
mitigadas. Algunos oficiales españoles siguieron leales a la República y se negaron a unirse a la sublevación.

Ayuda externa y no intervención

Dentro los primeros días de la sublevación, la República y los Nacionalistas pidieron ayuda militar extranjera.
Inicialmente, Francia se comprometió a apoyar la República española, pero pronto se retractó de su oferta para
perseguir una política oficial de no intervención en la guerra civil. Gran Bretaña rechazó inmediatamente el llamado
de ayuda de la República.

Enfrentando una posible derrota, Franco pidió ayuda a la Alemania nazi y a la Italia fascista. Gracias a su apoyo
militar, Franco pudo transportar por aire a las tropas de Marruecos español a tierra firme para continuar su ataque
a Madrid. Durante los tres años que duró el conflicto, Hitler y Mussolini proporcionaron apoyo militar crucial al
Ejército Nacionalista Español.

Aproximadamente 5,000 efectivos de la fuerza aérea alemana sirvieron en la Legión Cóndor, que proporcionó
apoyo aéreo para los ataques coordinados a tierra contra posiciones Republicanas y llevó a cabo bombardeos
aéreos en las ciudades republicanas. El más infame de estos ataques fue el 26 de abril de 1937, cuando aviones
alemanes e italianos arrasaron la ciudad vasca Guernica en un ataque que duró tres horas y que mató a más de
200 civiles. La Italia fascista suministró 75,000 tropas además de sus pilotos y aviones. España se convirtió en un
laboratorio militar para probar el armamento más nuevo en condiciones de batalla.

El conflicto español generó rápidamente un terror mundial de que podría explotar una guerra por toda Europa. En
agosto de 1936, más de dos docenas de naciones, incluyendo Francia, Gran Bretaña, Italia, la Alemania nazi y la
Unión Soviética, firmaron un Acuerdo de no intervención en España. Los últimos tres signatarios violaron
abiertamente el acuerdo. Italia y Alemania siguieron aprovisionando a las fuerzas de Franco, mientras la Unión
Soviética proporcionó asesores militares, tanques, aviones y otros pertrechos de guerra a la República. Algunos
eruditos argumentan que el Acuerdo de no intervención benefició a Franco, que compraba armamento a crédito a
sus aliados mientras la República tenía que pagar moneda fuerte a los traficantes de armas para obtener, con
frecuencia, armas anticuadas y buscar maneras de transportarlas al país embargado.

En Estados Unidos, la administración de [Franklin D.] Roosevelt decidió no intervenir oficialmente en el conflicto,
aunque el Presidente intentó proporcionar clandestinamente alguna ayuda a la República sitiada después de 1937.
La Guerra Civil Española dividió la opinión pública americana entre quienes apoyaban a la República y quienes
condenaban a las fuerzas de la República por atacar a la Iglesia Católica. El aislacionismo también demostró ser
una motivación efectiva de no intervención. Los temores de guerra y los conflictos extranjeros ayudaron a dar
forma a la política estadounidense en la década de 1930.

Para muchos liberales e izquierdistas en todo el mundo, la Guerra Civil Española representaba un ensayo con
vestuario de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto sin resolver entre las fuerzas de la democracia y el fascismo.
A mediados de los 1930, el fascismo y el autoritarismo parecían estar aumentando en Europa. En 1936, cuando
Franco inició su rebelión, los regímenes derechistas tenían el poder en Alemania, Italia, Hungría, Rumania,
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Polonia, Portugal, Finlandia, Austria y Grecia. Había partidos políticos abiertamente pro fascistas y pro nazis en
muchos otros países, incluso Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.

Entre 35,000 y 40,000 voluntarios de más de 50 países se apresuraron a unirse a las Brigadas Internacionales
para defender a la República. Un número menor de reclutas extranjeros se unió a las fuerzas de Franco.

Violencia masiva

La Guerra Civil Española provocó violencia política masiva de ambos lados, en el campo de batalla y en las calles
de la ciudad. Los nacionalistas incluyeron monarquistas ultra reaccionarios (carlistas), fascistas (falangistas), así
como conservadores tradicionales, que consideraban a los partidarios de la República "ateos bolcheviques"
(comunistas) que debían ser erradicados con el fin de crear una nueva España. El ejército franquista también
incluyó tropas árabes de Marruecos. Los rebeldes describían la lucha como una "cruzada", "guerra santa", contra
una conspiración "judeo-masónica-bolchevique". La propaganda antisemita, incluyendo la célebre obra de ficción,
los Protocolos de los Sabios de Sión, circulaba en todo el territorio retenido por los Nacionalistas. Los Nacionalistas
también intentaron combatir el nacionalismo vasco y catalán, considerados una amenaza a la unidad nacional.

Las fuerzas republicanas (lealistas) también incluían un amplio espectro de posiciones políticas desde demócratas
moderados, liberales y socialistas hasta izquierdistas más radicales, como comunistas (tanto estalinistas como
trotskistas) y anarquistas. En ocasiones, esta coalición degeneró en violencia mutuamente destructiva.

La Guerra Civil demostró ser un caldo de cultivo para cometer atrocidades en masa, llevadas a cabo por
beligerantes ansiosos por erradicar a sus oponentes ideológicos. Aproximadamente 500,000 personas perdieron la
vida en este conflicto. De ellos, aproximadamente 200,000 murieron como resultado de asesinatos sistemáticos,
violencia de las turbas, tortura u otras brutalidades. Los anarquistas y otros radicales con frecuencia ventilaban su
ira contra el clero católico, a quien consideraban un obstáculo para las reformas importantes. Casi 7,000
sacerdotes, frailes y monjas fueron asesinados, principalmente durante los primeros meses de la revuelta. Para
mayo de 1937, la mayoría de los asesinatos en masa de sacerdotes, perpetrados por izquierdistas radicales, había
disminuido. Las fuerzas franquistas también asesinaron a integrantes del clero de pensamiento liberal o lealistas.

Los Nacionalistas libraron una guerra brutal contra los partidarios de la República. Las mujeres de la República
fueron violadas o humilladas públicamente al afeitarles las cabezas. Para 1940, más de 500,000 personas fueron
reunidas y enviadas a casi 60 campos de concentración. Grandes números de prisioneros fueron reclutados para
realizar trabajos forzados o para combatir en el ejército de Franco o fueron juzgados por tribunales militares.

Durante la guerra, 100,000 personas fueron ejecutadas por los Nacionalistas; después de que la guerra terminó en
la primavera de 1939, otras 50,000 fueron asesinadas. La Ley marcial siguió vigente en la España franquista hasta
1948 y los exrepublicanos fueron sometidos a diversas formas de discriminación y castigo.

El desplazamiento interno y los refugiados españoles

La guerra y la persecución dieron como resultado varios millones de españoles desplazados. Muchos huyeron de
las áreas de violencia para buscar refugio en otros lugares. Solo algunos países, como México y la República
Dominicana abrieron sus puertas a los refugiados españoles. Cuando la Guerra Civil terminó en 1939 con la
victoria de Franco, aproximadamente 500,000 Republicanos españoles escaparon a Francia, donde muchos fueron
colocados en campos de prisioneros en el sur, como Gurs, St. Cyprien y Les Milles. Después de la derrota
alemana de Francia en la primavera de 1940, las autoridades nazis reclutaron a los Republicanos españoles para
realizar trabajos forzados y deportaron a más de 30,000 a Alemania, donde aproximadamente la mitad de ellos
terminó en campos de concentración. Aproximadamente 7,000 de ellos fueron encarcelados en Mauthausen; más
de la mitad de ellos murió en el campo.

Fuente: Enciclopedia del Holocausto en https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/spanish-civil-war


21
Militarismo japonés

Los caminos de la guerra

Lothar Knauth, gran académico experimentado en la historia política del siglo XX identifica dos tendencias
primordiales de la época: el militarismo y la reafirmación de valores ultranacionalistas encarnados en el gabinete de
Tanaka Giichi y que termina con el período de expansionismo militar de Konoe Fumimaro. No obstante, señala que
esa transición es el resultado de campañas imperiales del Japón sobre Rusia (1894-1895) y China (1904-1905),
que se convirtió en sucesor de Alemania en el Este de Asia y en los archipiélagos del Pacífico durante la Primera
Guerra Mundial.

Con esos antecedentes, en los años treinta del siglo pasado, Japón bajo la influencia de valores alemanes impulsó
la militarización de la sociedad, anclada en la ética de los samurái, que buscaba la expansión ultramarina y
activaba la respuesta ante el imperialismo euroamericano procedente de la Renovación Meji de 1868, fundamental
en la estrategia de industrialización japonesa. Además, se incluía la doctrina del Tenno [Tennô es la palabra para
referirse al emperador de Japón. Es una figura política, histórica, cultural y religiosa imprescindible para entender
Japón. Conforme a la Constitución japonesa, el tennô es el símbolo del Estado y de la unidad del pueblo, cuya
posición deriva de la voluntad del pueblo, en el que reside el poder soberano. Actualmente, no ostenta poder
político], primordial en la unificación familiar y la supremacía religiosa. No obstante, los límites de esa
transformación histórica son ampliamente conocidos: el pueblo chino, el bloque euroamericano y la Unión
Soviética.

En el plano interno, con el asesinato de Inukai [Tsuyoshi, primer ministro, asesinado en 1932] se cierra el periodo
de los gabinetes de partido y se abre claramente el de los ministros militares. Período en el que no se permitirían
las ideas radicales y la sociedad estaría bajo estricta vigilancia del ente en el espíritu nacional. En estas
condiciones, Japón se acercaba a la Alemania nazi y al fascismo italiano con Mussolini a la cabeza.

Sin embargo, la nota singular de Japón en esa época es que va desarrollando una especie de destino manifiesto,
el cual reside en una "verdad en el cielo", en una supremacía cultural que orienta sus pasos y sus acciones, tanto
en Manchuria, con una política imperial como en su retiro de la Liga de las Naciones, organización con la que
discrepa profundamente. Con el acceso a los recursos naturales de Asia Oriental y el control férreo de la industria
nacional, y con la incursión de un destino manifiesto, surge el Estado de la Defensa Nacional, ideología y
estructura al servicio del imperio.

El Estado de la Defensa Nacional conforma una revolución en doctrina militar, organización política, ideales
ultranacionalistas y la reorganización de la economía, las finanzas, la agricultura y la política exterior.

El gran orquestador de la Defensa Nacional fue el ejército, y el pueblo un actor conferido a la retaguardia. La obra
señala que la guerra es parte del entorno global insoslayable, el cual requiere la fusión de fuerzas espirituales y
físicas a prueba de cualquier duda, reforzada por el mantenimiento de la fe en el Estado, la victoria, la abnegación,
la fidelidad y el patriotismo.

Del movimiento fascista a la asociación de apoyo a la política fascista

Paso a paso, Japón va armando una bomba: establece una alianza entre la ultraderecha y el sector joven
militarista, camina hombro a hombro con el sector burocrático, militar y financiero hacia un ultraestatismo. "El
fortalecimiento ideológico del Estado japonés y su organización combativa son obra de los dioses mismos, en su
fin de alcanzar un fin absoluto".1 En estas ideas, en estas motivaciones, hay un fuego cruzado con Estados Unidos
y el Reino Unido mucho antes de que se enfrentaran militarmente.

Un férreo impulso de unidad nacional entre marinos y militares, entre sociedad y gobierno, hilvanaba un espíritu
invencible y buscaba superar a Estados Unidos y a Europa entre 1929 y 1945. Eran la ideología, la doctrina, la
estructura y las decisiones de un Estado expansionista que suspendió el orden constitucional y las dos cámaras,
22
además de buscar un territorio para una población en rápido crecimiento. El imperio vaticinaba el impulso de una
deidad, de su Majestad:

Después de la guerra mundial que se avecina, la modernización y universalidad de Japón iluminarán al mundo y ni
siquiera el Renacimiento Europeo podrá comparárseles. La fusión de las civilizaciones de Oriente y Occidente dará
por resultado un pensamiento asiático japonizado y universal que llevará la luz a los pueblos actuales que poseen
un bajo nivel cultural [de esa forma ], la bandera del sol naciente deberá iluminar con sus rayos a toda la
humanidad.2

En 1940 se prepara el camino para el reinado del Tenno, así como la disolución del movimiento socialista a la
Guerra del Pacífico. En la gestación de la guerra existe un acuerdo tácito entre Japón, Alemania e Italia para
respetar la preeminencia de sus colonias y de su poderío en el caso de estos dos últimos en Europa y del primero
en el Asia Oriental, y para aliarse contra aquellos que reaccionarían en la guerra.

El Estado del Tenno buscaba defender un linaje milenario y afinar el sentido de su misión histórica. Esta ideología
y esta estructura propiciaban una obediencia absoluta a su majestad el Tenno en el campo de batalla. Buscaba
que el ejército y el pueblo se convirtieran en un solo cuerpo y corazón, que reverenciara a los dioses, y para el cual
el deber es sagrado: "Superando la vida y la muerte, el soldado debe lanzarse con el solo propósito de cumplir su
deber. Habiendo entregado todas las fuerzas de su cuerpo y de su corazón, debe sentirse feliz de vivir
sosegadamente en la gran causa eterna." Esto llevo al extremo de la guerra, desató una guerra brutal, cruenta.
pp.19-121

Título adaptado. Fuente: Rodríguez Sumano, Abelardo (Mayo-agosto 2016) “Reseña Política y pensamiento
político en Japón, 1926-2012” [117-124] en México y la Cuenca del Pacífico.
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2007-53082016000200117

Fuente: http://terrestrium-navalium.blogspot.com/2015/03/el-militarismo-japones-1920-1945.html
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Aprendizajes Temática
Analiza la Segunda Guerra Mundial relacionando los Origen y Desarrollo: de la Segunda Guerra Mundial y
intereses de las grandes potencias para comprender la conflictos armados en el mundo. Conferencias de la
configuración geopolítica de un nuevo orden mundial y Potencias Aliadas. La Bomba Atómica y la rendición de
la reestructuración del sistema capitalista. Japón: Fin de la Guerra.

Ve el vídeo: Video: La Segunda Guerra Mundial en 17 minutos


https://www.youtube.com/watch?v=AYQ8hT8cVTE

Ciencia, política y muerte: el legado de la bomba atómica

Elisa Domínguez Álvarez-Icaza

La guerra nunca nos ha sido ajena; sin embargo, hace 78 años, a mediados del siglo XX, un arma como la bomba
atómica, con capacidades destructivas sin precedentes, superó las dimensiones conocidas.

Su desarrollo durante la Segunda Guerra Mundial se convirtió en un elemento clave en la carrera armamentista.
Recordemos que el inicio de esta gran guerra fue en 1939, tras la invasión del ejército alemán de Adolf Hitler en
Polonia. Tras la caída de Alemania y a casi seis años del conflicto, Japón resistía. Entonces el presidente de los
Estados Unidos, Harry S. Truman, decidió usar las armas nucleares. El 6 de agosto de 1945, la ciudad japonesa de
Hiroshima, recibió el impacto de “Little Boy”, una bomba de Uranio-235. Fue resultado del proyecto Manhattan, una
división científica-militar del gobierno estadounidense dedicada al desarrollo de armas nucleares liderada por el
físico Robert Oppenheimer (1904-1967), quien hoy vuelve a ser el centro de conversaciones a raíz de la película
que lleva su nombre.

Entre 90 y 120 mil personas fallecieron. Miles sufrieron quemaduras. A mediano y largo plazo, la radiación impactó
en las vidas de los habitantes de las ciudades atacadas. La infraestructura y riqueza histórica de la ciudad fueron
destruidas.

Tres días después, Nagasaki, una ciudad en el sudoeste de Japón fue impactada por “Fat Man”, otra bomba aún
más poderosa. Las montañas de la ciudad limitaron su alcance, pero aun así murieron de 60 a 70 mil personas.
Los japoneses anunciaron la exigida rendición el 15 de agosto.

Las secuelas físicas y psicológicas de poco a poco se revelaron al mundo, así como los alcances de un
conocimiento científico hasta antes solo plasmado en teorías.
De la física teórica a la guerra

En 1938 los científicos alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann


(https://www.aps.org/publications/apsnews/200712/physicshistory.cfm) llevaron a cabo un experimento. Se dieron
cuenta de que al bombardear núcleos de uranio con neutrones, el núcleo se podía separar en dos núcleos de
elementos menos pesados. En el proceso se liberaba energía y otros elementos como el bario. El fenómeno recibe
el nombre de fisión nuclear.

A partir de ese descubrimiento, las posibilidades de crear una liberación de energía y una explosión masivas a
partir de una reacción en cadena se volvieron realistas. Durante la Segunda Guerra Mundial había sospechas de
que el frente nazi desarrollaba una bomba bajo este principio.
En respuesta, Estados Unidos reclutó a científicos y científicas para el Proyecto Manhattan, el nombre que usaban
para la investigación nuclear secreta. Ellos fueron los primeros en demostrar el éxito esos principios teóricos de la
física.
24
“Los núcleos atómicos liberan energía cuando se “rompen” núcleos pesados de isótopos como el Uranio-235, así
como al unir núcleos ligeros de deuterio o tritio”, comenta el doctor Julio Herrera Velázquez
(https://ciencia.unam.mx/leer/1043/un-mundo-sin-armas-nucleares-sueno-imposible-), investigador del Instituto de
Ciencias Nucleares (https://www.nucleares.unam.mx/)de la UNAM.

El “rompimiento” de un átomo pesado genera neutrones y átomos con núcleos medios. Así, se liberó energía,
átomos de bario y Kriptón y neutrones como radiación, los cuales impactaron en otros núcleos de uranio
generando múltiples colisiones que causaron una reacción en cadena.

La primera bomba estratégica “Little Boy” contra Japón, se activó cuando se disparó un proyectil
(https://www.bbc.com/mundo/resources/idt-67d6f259-8dcb-480e-94c3-
b208e8f279a2#:~:text=El%20mecanismo%20interno%20de%20Little,en%20un%20proceso%20llamado%20Îsi%C
3%B3n.) hueco de uranio-235 hacía dos anillos del mismo material.

Entonces se producen las reacciones, una onda térmica y una exposición instantánea a la radiación. Quienes
sobrevivieron y quedaron expuestos sufrieron lesiones, algunos desarrollaron cáncer, además nacieron bebés con
deformaciones. En dosis menores, la radiación produce alteraciones en el aparato gastrointestinal; y en la médula
ósea.
La detonación generó la destrucción y el desplome de edificios, el mal funcionamiento de dispositivos electrónicos
y suministros de energía.

Posteriormente durante la Guerra Fría, narra el académico, continuó el desarrollo de armamento por la presión
entre las naciones enfrentadas, el deseo de demostrar poder frente al mundo, un efecto psicológico, dice Herrera
(https://sigi.nucleares.unam.mx/sgiicn/people/user/view/id/34), quien es experto en fusión nuclear.
Durante las décadas de los 50 y 60 del siglo XX, se realizaron múltiples ensayos nucleares terrestres,
atmosféricos, subterráneos y submarinos, que contaminaron de radioactividad el planeta.

También se desarrollaron bombas H o de hidrógeno, que parten del principio de fusión nuclear, en lugar de fisión.
Tienen un poder destructivo mayor porque la energía liberada en la fusión es mayor.

De acuerdo con la Unión de Científicos Conscientes (https://es.ucsusa.org/recursos/como-funcionanarmas-


nucleares), la fusión nuclear consiste en un proceso contrario, en lugar de separar los átomos, se busca que
algunos núcleos ligeros se pueden fusionar para formar núcleos más pesados, y se libera energía. Las armas
nucleares pueden funcionar por medio de la fisión, la fusión o en combinación de ambos principios.

La bomba de hidrógeno más grande fue la bomba del Zar de Rusia en 1961, con un poder destructor 3,300 veces
(https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53951839) mayor que la bomba de Hiroshima.

Alcances de las armas nucleares

Al lanzar las bombas en 1945, no había certeza de los efectos a mediano y largo plazo. De acuerdo con el portal
Science (https://www.science.org/content/article/watch-hiroshima-survivor-explains-why-75-years-radiation-
research-so-important), después de los bombardeos, investigadores japoneses y estadounidenses se reunieron en
la zona para monitorear la salud de los pobladores y y recabar conocimiento para futuras guerras nucleares.

Estados Unidos decidió no brindar tratamientos para las enfermedades porque podría asumirse como una
admisión de culpa.

La dimensión humana fue relegada a pesar de que los hallazgos permitieron establecer límites globales en las
dosis de radiación a los que la gente puede estar expuesta al deducir la relación entre las dosis de radiación que
recibieron los sobrevivientes y el riesgo de desarrollar cáncer.
25
A la par, durante las décadas siguientes al bombardeo, el debate en torno al uso de armas nucleares creció. En
1970 entró en vigor el Tratado de No Proliferación Nuclear (https://www.un.org/es/conferences/npt2020), hasta
ahora Îrmado por 191 países. Fue creado para prevenir la propagación de armas nucleares y promover el uso
pacíÎco de la energía nuclear, pero solo propone prohibiciones parciales.

Además, existe el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares


(https://disarmament.unoda.org/wmd/nuclear/tpnw/?_gl=1*79vppd*_ga*MTA2MDA3MTEwMi4xNjYwOTMxMDcz*_g
a_TK9BQL5X7Z*MTY5MTA4Njk3OS40LjEuMTY5MTA4NzQyOS4wLjAuMA..) que contempla llegar a que se
eliminen por completo.

Más allá de los tratados y regulaciones, muchas personas abogan por la eliminación total de las armas nucleares.
Y es que hay buenas razones para temer su utilización. El Instituto Internacional de Investigación para la Paz de
Estocolmo, (https://www.sipri.org/media/press-release/2023/statesinvest-nuclear-arsenals-geopolitical-relations-
deteriorate-new-sipri-yearbook-
outnow#:~:text=The%20nine%20nuclear%2Darmed%20states,capable%20weapon%20systems%20in%202022.)
en el 2023 reportó que la cantidad de armas nucleares operativas comenzó a aumentar a medida que avanzan los
planes de modernización y expansión de la fuerza.

Debate abierto

A la fecha, el papel de la comunidad científica en una de las mayores masacres de la historia sigue debatiéndose.
Se descubrió que los reactores nucleares podrían servir para producir energía eléctrica, siendo una fuente de
energía de bajas emisiones de carbono. Un tema igualmente controvertido.

El surgimiento de movimientos que abrieron discusiones sobre cómo la dimensión ética atraviesa cada paso del
método científico, sigue activo.

Tecnología en manos del poder. El acceso a la tecnología nuclear sigue marcado por las desigualdades, menciona
Gisela Mateos (https://ciencia.unam.mx/leer/1268/energia-nuclear-usos-ydesaÎos-), investigadora del Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM. Las posibilidades son asimétricas, lo
que inclina la balanza a un futuro susceptible a guerras injustas.

Hoy en día hay al menos 12,500 armas nucleares en manos de nueve países, Estados Unidos, Rusia, Reino
Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel. 90 % de esa cantidad está en manos de Estados
Unidos y Rusia. Otro dato alarmante es que a raíz de la guerra en Ucrania ha disminuido la transparencia respecto
a las fuerzas nucleares.

Fuente: Domínguez Álvarez-Icaza, Elisa. Ciencia, política y muerte: el legado de la bomba atómica
https://ciencia.unam.mx/leer/1437/ciencia-politica-y-muerte-el-legado-de-la-bomba-atomica-
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Aprendizajes Temática
Analiza la situación de América Latina y el Caribe en la Panorama de las regiones de América Latina y el
primera mitad del siglo XX, relacionado con la Caribe en la primera mitad del siglo XX: formas de
dependencia de los intereses de los Estados Unidos en gobierno e inserción en la economía mundial. Los
la zona para comprender su injerencia política y intereses exteriores, políticos, económicos y
económica en el periodo de entreguerras. estratégicos de los Estados Unidos en el Continente.

América latina y los Estados Unidos


Mientras que la posición estadounidense se sustentaba en la "Doctrina Monroe", postulada desde el año 1823.
Antes de convertirse Estados Unidos en un país industrial a partir de 1890, ya la república del Norte del continente
se había fijado en sus vecinos del Sur. Con la Doctrina Monroe, Washington empezó a asumir un papel
protagónico en los destinos del subcontinente. Además, el célebre "Corolario Roosevelt", añadido a dicha doctrina
en 1904, le otorgó a Estados Unidos una especie de derecho de policía internacional de América Latina y el
Caribe; según este se consideraría cualquier intervención europea en la América española como un acto "hostil
hacia los Estados Unidos", y de paso al proclamar "América para los Americanos" se sentaron las bases que
dieron soporte (aunque de forma irregular, pues no fue una sólida integración hasta 1948) a la ideología del
panamericanismo al estilo hegemónico. Con ello, Estados Unidos asumiría el papel de protector y garante de la
seguridad en el continente americano (Kóning, 1998; Rouquié, 1991). Vale agregar que en un principio la Doctrina
Monroe era una enunciación unilateral por parte de Estados Unidos, más en función antieuropea que en favor de la
solidaridad continental.

En el transcurso de la primera mitad del siglo XX los postulados hegemónicos estadounidenses tuvieron distintos
matices; por ejemplo, William Taft optó por una política con mayor énfasis económico al lanzar en 1912 la
"diplomacia del dólar". Y en el año 1934 Franklin D. Roosevelt con su política del "Buen Vecino" hacia los Estados
latinoamericanos, afirmaba que "había terminado el tiempo de la búsqueda exclusiva de la satisfacción de los
intereses norteamericanos", aunque en la práctica sólo era un recurso retórico que tenía el propósito de establecer
unas relaciones de confianza con América Latina y le serviría (además) para favorecer, un año más tarde del New
Deal, la recuperación de la economía estadounidense gracias a los mercados y materias primas de Latinoamérica

Desde 1900 hasta la Gran Depresión económica las relaciones en el continente americano estuvieron dominadas
por la política implantada por la república hegemónica: la big stick diplomacy [Diplomacia del Gran garrote]
alternaba con la "diplomacia del dólar". Los principales afectados fueron las pequeñas naciones del Caribe y
Centroamérica, además de Panamá en donde los Estados Unidos ocuparon una zona colonial alrededor del Canal.

A partir del año 1933, con el presidente Franklin. D. Roosevelt, las relaciones interamericanas adquirieron una cara
nueva ante los "peligros" que rondaban al mundo. Se implementó la política de "buena vecindad", que contemplaba
el abandono táctico de la intervención directa a fin de reducir las tensiones existentes entre Estados Unidos y los
países de la región americana. Los propósitos de esta nueva política eran neutralizar el "antiamericanismo" y poder
contar con aliados seguros en caso de conflictos internacionales. Por ejemplo, los Estados Unidos aceptaron por
primera vez el principio de no intervención en la VII Conferencia Panamericana realizada en Montevideo en 1933, e
iniciaron una fuerte ofensiva diplomática para unir al hemisferio contra peligros extracontinentales, en especial a
partir de 1935 cuando Roosevelt comenzó a difundir la idea de que el nazismo y el fascismo constituía un peligro
para la paz mundial. En resumen, lo que cambió fue la estrategia, dadas las condiciones de la política internacional
y las resistencias que el intervencionismo directo generaba en los países latinoamericanos.

Cuando Estados Unidos entró a la Segunda Guerra Mundial acrecentó su poder sobre sus vecinos y obligó a los
países del continente a declarar la guerra a las potencias del Eje. Al final de la guerra se consolidó como nueva
potencia global, y se incrementó la dependencia económica y militar de los países latinoamericanos con respecto a
la nueva potencia, país que reemplazó a las naciones europeas. La favorable situación en la que quedó Estados
Unidos le ayudó a detentar el dominio sobre la región después de la guerra. Posterior a 1945 la dependencia
27
económica de Latinoamérica fue acumulativa. Además, se agudizó la dependencia en el plano político, a través de
los pactos militares y de los compromisos adquiridos con los Estados Unidos en el marco de la Organización de
Estados Americanos, OEA (a partir de su creación en 1948).

Haciendo un balance de los resultados de las Conferencias Panamericanas con relación a la integración efectiva
de los países de América hasta 1928, se debe concluir que fueron pobres sus alcances, por dos razones: 1) la
disparidad de criterios en las cuestiones más fundamentales de los países; 2) el apogeo que alcanzaba el
imperialismo estadounidense durante las dos primeras décadas del siglo XX (reflejado en la creación artificial de
Panamá, con la soberanía adquirida por los Estados Unidos en la Zona del Canal; y la aplicación de la Enmienda
Platt para el caso cubano). Estos fueron los principales eventos que impidieron un acercamiento mayor entre los
países del continente americano.

El "panamericanismo" de la primera mitad del siglo XX estuvo marcado por los intereses hegemónicos de los
Estados Unidos en Latinoamérica y, posteriormente, en el mundo. Sólo a partir de 1948 el "panamericanismo"
empezó a cambiarse paulatinamente por el concepto "interamericanismo", tras la creación de la Organización de
los Estados Americanos, OEA. En la IX Conferencia Panamericana, realizada en Bogotá, se instauró la
Organización con otro aparato jurídico más complejo y sistemático, que reemplazó a la vieja Unión Panamericana
(la cual quedó reducida al nombre de su Secretaría General). La Organización misma pasó a ser llamada "Sistema
Interamericano".

La institucionalización del proyecto regional político más conocido hasta nuestros días se dio con la creación de la
OEA, la cual no logró diluir del todo las tensiones entre los Estados Unidos y los países latinoamericanos, ya que
estos más que estar interesados en la seguridad hemisférica, pretendían impulsar su crecimiento económico.

En la primera mitad del siglo XX hubo poca simpatía por parte de los países del continente con el vocablo
"panamericano", en tanto que, en vez de servir para incentivar la unidad, sirvió para resaltar la dualidad entre la
América Sajona y la América Latina. Es justamente a partir del año 1948 que se empezó a hablar cada vez más de
"Las Américas". En ese rompimiento con el concepto "panamericanismo" fue determinante el pensamiento crítico
de América Latina. La crisis del "panamericanismo" resultó de la misma crisis producida en niveles académicos,
políticos y culturales; al mismo tiempo se daba la afirmación y propagación del latinamericanismo, el cual desde su
aparición en París en 1836 hasta 1948 había sido considerado por el sector oficial como un concepto sumergido,
aunque valga aclarar que estuvo en ascenso, a tal punto que desde finales de los años cuarenta emergió con
fuerza en el orden jurídico internacional.

Título y Texto adaptado. Fuente: Fuente: Bermúdez Torres César Augusto. Proyectos de integración en América latina
durante el siglo XX. Una mirada a la integración regional en el siglo XXI en
https://rcientificas.uninorte.edu.co/index.php/investigacion/article/view/2869/4604
28
América Latina a fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX

I. Inicios de la gran expansión imperialista (1885 - 1929).

Los países latinoamericanos se desenvuelven desde fines del siglo XIX en un contexto histórico mundial
caracterizado por la introducción de los núcleos del sistema capitalista metropolitano en su proceso de producción
y no sólo como se había hecho hasta entonces, limitado a la esfera de la circulación. Con esa modificación, las
potencias industriales, en respuesta a las necesidades de sus monopolios, se convirtieron ya no sólo en
exportadores de mercancías, sino también de capitales, dando origen a una agresiva política recolonizadora.

Paralelamente cobraba fuerza la lucha de las grandes potencias industriales por la posesión de las fuentes de
materias primas, los mercados y por un nuevo reparto del mundo.

Para la América Latina los efectos de ese proceso fueron múltiples. La penetración del capital extranjero impuso a
este Continente una estructura socioeconómica dependiente, en un esquema de división internacional del trabajo
en el cual se asignó a las naciones latinoamericanas la simple condición de exportadores de materias primas y
alimentos e importadores de mercancías elaboradas. Las bases de esta desigual relación fueron creadas mediante
el dominio por parte del capital extranjero de la producción, el transporte y la comercialización de los artículos
latinoamericanos, liquidando cualquier posibilidad de desarrollo propio. Así, a unos se les llevó a especializarse en
la producción de azúcar, bananos, guano o petróleo, mientras a otros les correspondía el suministro de carnes,
cereales, salitre, estaño o café, en correspondencia con la orientación que ya España había impuesto a sus
colonias en las postrimerías de su Imperio de ultramar.

El fracaso de los intentos de ciertos sectores del liberalismo por vertebrar una revolución "desde abajo" facilitó el
triunfo de una vía oligárquica de transición al capitalismo, basada en un compromiso de clase entre las distintas
facciones aristocráticas antes en pugna. La venta de las propiedades eclesiásticas, la división de las comunidades
indígenas y el crecimiento sin precedentes de la economía agrario-minera exportadora fueron, entre otros, factores
que sirvieron de fundamento para liquidar las viejas pugnas de clase entre liberales y conservadores. Por estos
motivos la definitiva imposición del capitalismo en América Latina no produjo una sustancial modificación de la
atrasada estructura agraria, sino que, por el contrario, el latifundio se fortaleció, preservándose muchas
características de la economía precapitalista. Ese proceso fue favorecido por la capacidad de la burguesía
comercial latinoamericana para aprovechar y conservar en su acumulación formas de producción y explotación
precapitalistas. El aburguesamiento de los viejos terratenientes o la aparición de un nuevo sector de latifundistas
asociados a intereses comerciales reflejaba la gradual transición a un nuevo orden económico y social en América
Latina.

La homogenización de los terratenientes, interesados en aplicar sólo de manera parcial las relaciones de tipo
burgués, facilitó el ascenso al poder desde fines del siglo XIX de los círculos más reaccionarios del liberalismo.
Junto a la consolidación del estado liberal oligárquico se configuró una "nueva" élite en cada país latinoamericano,
diferente en cierta forma a la precedente por su vinculación y dependencia mucho más directa con el capital
extranjero y por su más completa integración a escala nacional. Así se establecieron dictaduras de corte liberal-
positivista al estilo de Porfirio Díaz en México (1876-1911), Guzmán Blanco en Venezuela (1870-1889), Varela y
Latorre en Uruguay (1875-1880), Juan Vicente Gómez en Venezuela (1908-1935) y Estrada Cabrera en Guatemala
(1898-1920). A ellas puede sumarse, entre otras, la República Velha en Brasil, fundada en 1889, tras la caída del
Imperio de Pedro II, por el Ejército y un grupo de políticos positivistas que proponían un tipo de Estado similar en
más de un aspecto al implantado por los "científicos" en el México porfirista. La República oligárquico-liberal,
despojada de todo vestigio democrático, se conformó así en íntima asociación con el capital extranjero.

Al margen de la estructuración de la oligarquía nacional, del vertiginoso crecimiento de las capas medias y la
pequeña burguesía, fue en estos años cuando se registró la aparición de los primeros conglomerados apreciables
de obreros en América Latina. Ello fue posible gracias a las necesidades de fuerza de trabajo calificada, que
produjeron las masivas construcciones de líneas férreas, sistemas de comunicaciones y transportes, silos de
cereales, ingenios de azúcar, explotaciones mineras, frigoríficos, instalaciones portuarias y mediante el avance de
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ciertas industrias como la textil, aunque el ritmo de este proceso, como el del propio capitalismo, fue desigual en
los países latinoamericanos. Por esas razones, los sindicatos y primeros partidos obreros surgieron en América
Latina donde se desarrollaban con mayor rapidez y profundidad las relaciones de producción capitalistas
(Argentina, Chile, México y Uruguay) y en los que las influencias foráneas provenientes de la inmigración se hacían
sentir con fuerza. La llegada de cientos de obreros franceses, así como de inmigrantes europeos de diferentes
nacionalidades, fundamentalmente al Brasil central y meridional, Argentina y Uruguay, con una elevada conciencia
social, ayudó directamente a la difusión de las ideas anarquistas y socialistas en el seno del naciente movimiento
obrero latinoamericano. En otros lugares, como en Bolivia, Perú o Colombia, donde la influencia de la inmigración
fue menor -sólo en este sentido fue también la situación de México-, la casi totalidad del proletariado se constituyó
sobre la base de campesinos e indios expulsados de sus tierras o por artesanos arruinados.

a) Predominio indiscutido del capital británico (1885 - 1898).

Hasta esta época Inglaterra se había conformado con monopolizar el comercio desde afuera, pero desde la
segunda mitad del siglo XIX trató de asegurar su posición privilegiada dominando no sólo la comercialización de
los productos y el crédito, sino también la producción y el transporte de las materias primas dentro de los países
latinoamericanos. Por esa razón desde esa época y hasta la crisis capitalista de 1929 las inversiones extranjeras
se caracterizaron, junto con la preponderancia inglesa a nivel continental, por la creación de toda una
infraestructura que facilitara la explotación eficaz de las materias primas y su exportación. O sea, comenzó la era
de las llamadas inversiones tradicionales o de tipo colonial: ferrocarriles, telégrafos, instalaciones portuarias,
teléfonos, frigoríficos, electricidad, etc. Todo con vistas a facilitar la exportación de los productos que requería la
moderna industria capitalista europea y norteamericana. Al mismo tiempo se intensificó la actividad minera,
desarrollándose nuevas ramas. Con la formación de las grandes urbes latinoamericanas se creó un mercado para
ciertos productos que por sus características no podían ser importados, como la electricidad. Estos cambios
tuvieron una gran repercusión en la América Latina.

Hasta ese momento los productores nacionales habían tenido una participación importante en la explotación de los
recursos naturales, pero en lo sucesivo el capital extranjero se esforzaría por dominar directamente esos recursos,
así como las fuentes de materias primas que la industria requería.

Como resultado de ello los países latinoamericanos fueron convirtiéndose en una especie de semicolonias de las
grandes potencias industriales.

La penetración del capital extranjero estuvo acompañada de la implantación de un esquema de división


internacional del trabajo vinculada al mercado mundial que terminó por especializar a los países latinoamericanos
en uno o dos productos de exportación: países exportadores de productos agrícolas de clima templado como
Argentina y Uruguay con carnes y cereales; países exportadores de productos agrícolas tropicales como Brasil,
Colombia, Ecuador, América Central, Venezuela y el Caribe con azúcar, café, cacao, bananos, tabaco, etc.; países
exportadores de productos minerales como México, Chile, Perú y Bolivia con plata, cobre, salitre, estaño y
petróleo.

A esta época corresponde también la consolidación del dominio británico en el Continente como resultado de dos
sangrientas contiendas fratricidas entre países latinoamericanos, la Guerra de la Triple Alianza de Argentina, Brasil
y Uruguay contra Paraguay (1864-1870) y la del Pacífico entre Chile, Perú y Bolivia (1879-1883); así como la
derrota del primer gobierno nacionalista que intentó frenar la penetración del capital británico, el de José Manuel
Balmaceda en Chile, por el alzamiento oligárquico de 1891.

Los primeros episodios de la rivalidad entre Estados Unidos e Inglaterra en la etapa del capitalismo monopolista
tuvieron también lugar en esta etapa. En los años de 1881 a 1882 los intereses de ambas potencias aparecieron
enfrentados en la Guerra del Pacífico. En este conflicto Inglaterra apoyó al gobierno chileno, para quedarse con los
ricos yacimientos salitreros en disputa con Bolivia y Perú, enfrentamiento que terminó con la derrota de las
aspiraciones de Estados Unidos. Casi paralelamente Washington diseñó su proyecto panamericano con el
propósito fundamental de contrarrestar la creciente influencia inglesa en el Continente, idea que fructificó en 1889
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en lo que sería la 1ª Conferencia de las naciones americanas, pero cuyos resultados quedaron por debajo de las
expectativas de sus promotores.

Pero el choque más agudo entre las dos potencias fue en 1895, con motivo de los problemas fronterizos entre la
Guayana británica y Venezuela, que determinaron el envío por el gobierno de Estados Unidos de la nota Olney,
que acusaba a Inglaterra de violar la doctrina Monroe.

b) Comienzos de la expansión imperialista norteamericana (1898 - 1918)

A finales del siglo XIX Estados Unidos, con la guerra contra España de 1898, inició una violenta ofensiva
expansionista que combinó los viejos métodos colonialistas con las más modernas formas de penetración del
capitalismo. El interés por apoderarse de las últimas colonias españolas en este hemisferio, Cuba y Puerto Rico,
no sólo tenía que ver con su valor material -fuente de materias primas y mercados-, sino también con su
importancia estratégica como futuras bases de operaciones para la irrupción del capital norteamericano por el resto
del Continente. Los siguientes pasos de esa ofensiva estuvieron relacionados a la firma con Inglaterra del Tratado
Hay-Pauncefote (1901), que dio luz verde a Estados Unidos para apoderarse de Panamá (1903) y concluir la vía
canalera iniciada por los franceses a fines del siglo XIX, así como llevar después adelante una serie de
intervenciones militares en el Caribe y Centroamérica bajo el amparo del corolario Roosevelt (1904) a la doctrina
Monroe. La primera víctima de su aplicación fue la República Dominicana (1905), a la que seguirían otras
intervenciones militares, entre ellas Nicaragua (1909), México (1914 y 1917), Haití (1915) y Santo Domingo (1916).
Como parte de esa ofensiva desenfrenada, Estados Unidos logró convertir al Caribe en un verdadero mare
nostrum norteamericano, mediante una brutal expansión intervencionista (garrote) y los más sutiles mecanismos
de dominación económica, diplomacia del dólar. Esa política agresiva, típica de una potencia imperialista que
llegaba tarde al reparto del mundo, terminó por convertir a los países de la región en un rosario de repúblicas
bananeras o en simples eslabones de una cadena de virtuales protectorados sometidos al absoluto control del
monopolio yanqui.

En vísperas de la primera guerra mundial las inversiones de Estados Unidos en la región de Centroamérica y el
Caribe alcanzaban la magnitud de las inglesas. Ambas potencias tenían capitales estimados en poco más de mil
millones de dólares cada una, aunque el panorama global del Continente seguía favorable a Inglaterra. Para esa
fecha las inversiones extranjeras en América Latina ascendían a unos 8 mil 500 millones de dólares, de los cuales
3 mil 700 correspondían a Inglaterra, 1 700 a Estados Unidos, 1 200 a Francia, 900 a Alemania y el resto a otros
países. La penetración alemana era básicamente de carácter comercial y se había intensificado a partir de la
década del ochenta, hasta alcanzar el tercer puesto en el comercio exterior del Continente; y sus inversiones,
ubicadas en el Cono Sur y ciertas partes de América Central, se dirigían principalmente a plantaciones de café,
electricidad y la minería.

El comienzo de la primera guerra mundial trajo aparejado una repentina desarticulación del comercio exterior
latinoamericano y una contracción de las exportaciones, las que sólo retomaron su ritmo expansivo después de
1916. El propio conflicto favoreció también un rápido incremento de los precios y ciertas dificultades con los
abastecimientos, debido a la orientación bélica de la economía europea y los efectos de la guerra submarina de
Alemania.

Todo ello determinó una reorientación del comercio exterior de América Latina hacia Estados Unidos y en algunos
países un incipiente proceso de industrialización.

c) América Latina entre la primera posguerra y la gran crisis económica (1918 - 1929)

Este es un periodo de nuevos avances de la expansión económica de los Estados Unidos sobre América Latina. La
apertura del canal de Panamá en 1914 favoreció la invasión del capital y las manufacturas norteamericanas sobre
los países del Pacífico, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y Chile. Los capitales norteamericanos iniciaron entonces
sus operaciones en gran escala en América del Sur y en unos pocos años (1919-1929) duplicaron sus inversiones
de 2 mil millones de dólares a 5 mil. Este descomunal desarrollo de la expansión norteamericana fue casi absoluto
en la etapa anterior, sobre todo en América del sur, en estos años se hizo sentir la presencia norteamericana por
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primera vez, principalmente en el área centroamericana y del Caribe. Los infortunios de Alemania y Francia y el
desplazamiento de Inglaterra como eje financiero y comercial del mundo dieron la pauta para la futura hegemonía
norteamericana en todo el continente. Estas circunstancias crearon la coyuntura para que Estados Unidos
penetrara al cono sur, zona de predominio británico, afectada por las crecientes modalidades parasitarias del
capital inglés. Ello estuvo asociado también al fin de la era del ferrocarril, cuando la emergente industria automotriz
norteamericana estuvo capacitada para hacerle frente a los viejos sistemas británicos de transportación.

Por otra parte, la ocupación militar norteamericana de varios países de Centroamérica y el Caribe alimentó los
sentimientos de rebeldía en vastos sectores populares de América Latina. De ahí la espontánea reacción armada
de campesinos en Haití (les cacos encabezados por Charlemagne Peralte) y República Dominicana (los
gavilleros) e incluso la resistencia a las agresiones directas de Estados Unidos de sectores gubernamentales
nacionalistas-liberales como el nicaragüense José Santos Zelaya (1909), el dominicano Federico Henríquez y
Carvajal (1916), el venezolano Cipriano Castro (1908) así como Francisco I. Madero y Venustiano Carranza en la
extraordinaria revolución mexicana de 1910-1917, representativa del estallido de violentas revueltas campesinas,
junto al auge de las luchas obreras y la formación de partidos comunistas bajo el impulso que representó el triunfo
de la revolución rusa (1917).

Otras expresiones fueron la radicalización de las capas medias (Reformas de Córdoba extendía después por casi
toda la América Latina, el tenentismo brasileño, coronado por la legendaria marcha de la Columna Prestes, etc.),
así como el auge de movimientos populares antiimperialistas como el de Augusto César Sandino en Nicaragua y la
fundación de Ligas Antiimperialistas, junto a la creación en México (1924) de la Alianza Popular Revolucionaria
Americana (APRA) por Víctor Raúl Haya de la Torre.

Desde otra perspectiva, el estallido de la primera guerra provocó la desvinculación temporal de algunos países de
sus proveedores tradicionales, principalmente aquellos ubicados en la zona de influencia inglesa, y ello impulsó el
crecimiento e hizo posible el ascenso de nuevos grupos burgueses decididos a desplazar a la vieja oligarquía
exportadora. La tendencia a relevar a los tradicionales grupos de poder por emergentes grupos burgueses o
pequeño burgueses, se generalizaría en América Latina después de 1929, sin que por ello la burguesía comercial y
terrateniente perdiera en lo fundamental su preeminencia económica. Sus manifestaciones en esta etapa se
expresaron en el Uruguay con los regímenes ballistas y sobre todo durante el gobierno de Batlle y Ordoñez de
1911 a 1915; en la Argentina con el predominio del Partido Radical de Hipólito Irigoyen, en particular durante su
mandato de 1916 a 1922 y en México como resultado de la primera revolución social del siglo XX. Pero el carácter
del proceso de industrialización por "sustitución de importaciones" -que por razones estructurales y coyunturales
agota sus posibilidades en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial- no propició abiertos antagonismos
entre la naciente burguesía industrial y la oligarquía tradicional. Incluso hubo casos, como México (Carranza,
Obregón y Calles) y el Brasil de la Republica Velha, de temprana asociación entre ambas. En otras ocasiones se
trataba de empresarios medios, muchas veces de origen inmigrante, que prosperaban en los intersticios de un
mercado dominado por el gran comercio importador, nacional o extranjero.

2. Crisis del Estado Liberal y hegemonía de Estados Unidos (1929 - 1959)

Los acontecimientos de 1929 marcaron un punto de viraje para la economía y la sociedad latinoamericanas. Sus
efectos se dejaron sentir en forma directamente proporcional a las deformaciones sufridas por los distintos países
en el proceso de integración a la división internacional del trabajo.

En este período se produjo, bajo los embates de la crisis económica de 1929, el descalabro del tipo de Estado,
caracterizado por el laissez faire, establecido en los países latinoamericanos con las reformas liberales, a la vez
que se producía el desplazamiento definitivo de Inglaterra por Estados Unidos y se acentuaba la dependencia
neocolonial de la América Latina. Ello trajo aparejado, tras la conclusión de la segunda guerra mundial, los años
del absoluto predominio norteamericano en lo económico, político, militar e institucional, que le permitió crear un
verdadero bloque latinoamericano al servicio de sus intereses mundiales de dominación.

a) La década de las revoluciones frustradas (1929 - 1939)


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La crisis capitalista de 1929-1933 abre una nueva etapa en la historia de América Latina. Esta hecatombe
financiera, industrial y comercial afectó sobre todo a aquellos países de América Latina más estrechamente
vinculados al mercado internacional, exportadores y monoproductores. La caída del precio y el volumen de las
exportaciones tradicionales, una aguda contracción en la capacidad de importar y la consiguiente bancarrota fiscal,
conmovieron los cimientos de un orden socio-económico basado en los privilegios de las oligarquías
agroexportadoras. Estas trataron de retener el poder estatal recrudeciendo la represión y patrocinando una serie
de maniobras golpistas destinadas a liquidar experiencias reformistas y la democratización emprendida por
exponentes de la burguesía nacional en algunos países como Argentina y Uruguay, o recomponer en otros con la
ayuda del ejército la alianza entre las oligarquías nacionales y el capital extranjero (Perú, Cuba y buena parte de
Centroamérica).

El colapso del sector externo y el abrupto retroceso en los ingresos del estado golpearon a la clase obrera, el
campesinado y las capas medias provocando desempleo masivo, subempleo generalizado, disminución en los
salarios de la población económicamente activa.

Al calor de los efectos de la depresión florecieron en América Latina una serie de movimientos nacionalistas,
sublevaciones populares, revueltas campesinas y fallidos intentos revolucionarios que estremecieron al Continente
de un extremo al otro. Entre esos movimientos se pueden mencionar la sublevación de los trabajadores
salvadoreños en 1932 encabezados por Agustín Farabundo Martí; los experimentos socialistas de Chile bajo la
égida de Marmaduke Grove, que condujeron a la implantación de la efímera República Socialista; la huelga general
obrera que derribó la dictadura de Gerardo Machado en Cuba en 1933; las victorias del movimiento liberador en
Nicaragua contra la ocupación norteamericana, que se desarrolló hasta la muerte de Sandino (1934) y la revuelta
comunista de la Alianza Nacional Libertadora de Brasil (1935) dirigida por Luis Carlos Prestes.

A este proceso también estuvo asociado el desarrollo de movimientos nacionalistas burgueses, que defendieron o
impusieron nuevas políticas orientadas a promover el desarrollo interno sobre la base de una serie de medidas
progresistas, típicas del capitalismo de estado.

Para los países latinoamericanos que contaban con índices relativamente altos de urbanización y crecimiento
industrial, en los cuales la burguesía nacional era más o menos fuerte -Brasil, Argentina, México, y en menor
medida Colombia, Chile y Uruguay- ese proceso comenzó con la crisis capitalista de 1929-1933. Al contrario de lo
que sucedió en el resto de América Latina, en donde la depresión económica se trató de resolver mediante la
recuperación de los mercados perdidos y con una mayor entrega al capital foráneo, en aquel grupo de países los
efectos del crack bancario de 1929 se combatieron desatando los mecanismos inflacionarios, levantando tarifas
proteccionistas y con una mayor intervención estatal en la infraestructura, la esfera productiva y los gastos
sociales. De este modo se acentuó el desarrollo del capitalismo de estado. La política de "crecimiento hacia
adentro" y "sustitución de importaciones", puesta en práctica en América Latina por los gobiernos nacionalistas
para beneficio de la burguesía industrial, terminó por alterar la tradicional división internacional del trabajo impuesta
a finales del siglo XIX por las grandes potencias. Sin embargo, ello no impidió que en la mayoría de esos países
los sectores industriales llegaran a un compromiso con la oligarquía agrario-exportadora, para no afectar su
principal fuente de recursos en divisas. Sin duda, una excepción lo constituyó el México de Lázaro Cárdenas, entre
1934 y 1940, lo cual explica el carácter revolucionario de su régimen, que llegó a nacionalizar el petróleo e
impulsar una reforma agraria radical.

La otra cara de la moneda fue Brasil con El Estado Novo (1937) de Getulio Vargas, que siguió al breve ensayo
corporativo establecido por la Constitución de 1934, inspirado en el modelo fascista y erigido sobre las cenizas de
la insurrección comunista de 1935. Nacionalismo de corte conservador y antidemocrático, totalmente diferente al
mexicano, cuyos rasgos autoritarios se fueron atemperando en los años de la segunda guerra mundial.

Detrás de ese esquema se ocultaba también una estrategia de desarrollo integral y la búsqueda de la
independencia económica y política. La estabilidad del sistema no sólo se fundamentaba en la alianza de la
oligarquía exportadora y la burguesía industrial, sino en un nuevo tipo de relaciones con el proletariado, el cual se
encuadraba en organizaciones sindicales manejadas por el Estado por medio de líderes corruptos, a cambio de
ciertas concesiones derivadas de una legislación social bastante avanzada.
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La llamada década de las revoluciones frustradas favoreció, como en Brasil, la eclosión de las más diversas y
encontradas tendencias políticas e ideologías, entre ellas las impulsadas por el apogeo del falangismo español y el
fascismo alemán. 1

Tributarios de la primera fueron aquellas agrupaciones reaccionarias, como la Falange Nacional de Chile (1937) y
la Falange Socialista Boliviana (1938), surgidas en el contexto de la guerra civil que estremecía a España y que se
nutrieron en muchos casos de los núcleos de emigrados españoles, mientras que las segundas aparecieron
asociadas por lo general a los avances de la penetración nazi en América Latina.

Uno de los elementos a tomar en consideración para valorar la influencia de estas corrientes en América Latina es
la atracción ejercida en muchos sectores de la sociedad latinoamericana por la revalorización ultranacionalista del
fascismo. La defensa y exaltación de los valores nacionales sin duda levantó simpatías en países sometidos
históricamente por las grandes potencias, como ocurrió, por ejemplo, en Bolivia, traumatizada por su aplastante
derrota en la Guerra del Chaco (1932-1935). Aquí, bajo los gobiernos militares de los coroneles José Toro y
Germán Busch, iniciados en 1936, la defensa de los intereses nacionales apareció envuelta en proyectos e ideas
de clara matriz fascista, lo que explica las medidas adoptadas por esos regímenes y la fundación del llamado
Partido Socialista de Gobierno. Lo mismo puede decirse para algunas otras experiencias militares de ese periodo
en América Latina.

Otro aspecto a tener en cuenta es que en el cono sur fue donde mayor desarrollo alcanzaron las agrupaciones de
corte fascista. particularmente en Chile y Brasil, debido a la existencia de numerosas colonias de emigrados
alemanes. También en esto influyó que los países de esa región estaban alejados de la influencia de los Estados
Unidos, lo que favoreció la considerable penetración económica, comercial e ideológica de la Alemania nazi.

Sin duda la mayor amenaza a la preponderancia norteamericana en este continente, en los años que anteceden a
la segunda guerra mundial, provino de la expansión del comercio y las inversiones del Reich hitleriano. En 1938
este país ocupaba el segundo lugar en el mercado latinoamericano, sólo detrás de Estados Unidos. En ese año
Alemania exportó el 16.9% de todas las mercancías consumidas en América Latina e importó el 17.9% de materias
primas y productos agropecuarios de este continente. En algunos países del cono sur este intercambio comercial
fue aún mayor, pues Brasil llegó a consumir el 37% de mercancías alemanas y Chile un 26%, mientras Guatemala,
donde existía desde principios de siglo una activa colonia de alemanes dedicados a la exportación de café, registró
el 32.4%, cifras alcanzadas en gran medida gracias al comercio de trueque (Marcos Aski). Incluso el capital alemán
llegó a controlar todo el transporte aéreo en la América del sur.

Para su actividad conspirativa y propagandística en América Latina los alemanes se apoyaron en grupos
declaradamente profascistas como la Unión Nacional Sinarquista de México, el Movimiento Nacional Socialista de
Chile o el Partido Integralista de Brasil. Quizás el punto culminante de la actuación de los simpatizantes del
nazismo en este continente se alcanzó en 1938, cuando los grupos fascistas intentaron hacerse del poder en Brasil
y Chile, países donde estas fuerzas actuaban amparados por los gobiernos derechistas de Getulio Vargas y Arturo
Alessandri. Así en Brasil el Partido Integralista de Plinio Salgado, cuyos seguidores incluso usaban camisa verde y
un brazal con la letra sigma, que había servido de fuerza de choque al Presidente Vargas en noviembre de 1937
para la instalación del Estado Novo, intentaron su propio putsch en mayo de 1938 que fue aplastado. En
consecuencia el Embajador del Reich en Río de Janeiro fue declarado persona non grata y expulsado del país.

En el caso de Chile los acontecimientos fueron muy parecidos. Aquí el Partido Nacional Socialista, dirigido por un
descendiente de alemanes, Jorge González von Marees, se lanzó con sus adeptos al asalto del gobierno, sin
ningún éxito, en septiembre de 1938 y el resultado fue la muerte de 75 jóvenes fascistas masacrados en el Edificio
de la Caja del Seguro Obrero.

1
En ese contexto cobró fuerza una corriente historiográfica nacionalista oligárquica, de corte aristocrático e hispanista, surgida
a fines del siglo XIX en el Cono Sur. Esta vertiente proponía un nacionalismo elitista de corte hispanizante y católico que en
muchas ocasiones llegó a exaltar el pasado colonial hispanoamericano y a dar su aval a gobiernos dictatoriales de derecha.
Aquí pueden inscribirse los argentinos Adolfo Saldías, Ernesto Quesada, Carlos Ibarguren, Ernesto Palacio y Manuel Gálvez;
los mexicanos Francisco Bulnes y José Vasconcelos; el peruano José de la Riva Agüero y el chileno Francisco A. Encina.
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Frente a la creciente penetración alemana, y para estimular al mismo tiempo las relaciones económicas y
comerciales con los países latinoamericanos, deterioradas por los efectos de la crisis de 1929, los Estados Unidos
impulsaron una nueva política hacia el continente que denominaron del "buen vecino". Al margen de sus
implicaciones diplomáticas y políticas (no intervención), la buena vecindad incluía el establecimiento de un sistema
de cuotas, firmas de "tratados de reciprocidad", estímulos a las inversiones del capital norteamericano y la
fundación de una entidad crediticia (EXIMBANK), todo lo cual facilitaría, junto a las consecuencias derivadas de la
segunda guerra mundial, la imposición de la hegemonía norteamericana.

b) América Latina durante la Segunda Guerra Mundial (1939 - 1944)

Con el estallido de la segunda guerra mundial, en 1939 la región fue escenario de un aparatoso combate naval
entre ingleses y alemanes que arrojó el hundimiento del "Graff Spee" en la desembocadura del Río de la Plata, y el
consiguiente alineamiento de la mayoría de los países latinoamericanos con los Estados Unidos, la influencia
fascista entró en rápida decadencia.

Una de las pocas excepciones fue Argentina, donde un grupo de militares de derecha que simpatizaban con la
Alemania nazi se hizo del poder en junio de 1943, adoptando una serie de medidas autoritarias y ratificando la
neutralidad argentina en el conflicto mundial. En represalia una escuadra de guerra de Estados Unidos bloqueó el
puerto de Buenos Aires en enero de 1944, hasta obligar a la Junta Militar a romper con el Eje fascista y convocar a
elecciones.

En este periodo la América Latina se comportó como una especie de retaguardia aliada, proporcionando materias
primas y alimentos a bajos especies con la promesa de un futuro trato preferencial. Además, se aceptó la creación
de una hipotética zona de seguridad de 300 millas, dentro de la cual reclamaba que los países beligerantes se
abstuvieran de actos de guerra, así como la concesión a los Estados Unidos, mientras durase el conflicto, de
numerosas bases militares en el hemisferio.

Título adaptado. Fuente: Guerra, Sergio (1997). Etapas y procesos en la historia de América Latina. Cuaderno de
Trabajo No. 2, Veracruz: Universidad Veracruzana/ Instituto de Investigaciones Sociales. En
http://biblioteca.clacso.edu.ar/Mexico/iih-s-uv/20170608043740/pdf_473.pdf
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Aprendizajes Temática
Conoce las manifestaciones sociales ocurridas en el La industria de la guerra. Pérdida de fe en el progreso y
periodo entreguerras y la Segunda Guerra Mundial, la humanidad. Expresiones culturales y artísticas del
relacionadas con las innovaciones tecnológicas para período.
significar las expresiones culturales de la época.

Ciencia, cultura y arte al filo de la Gran Guerra


Antonio López Vega

El celebrado escritor austriaco Stefan Zweig se refería de manera categórica en sus memorias a la sensación de
euforia que cundía en el inicio de aquel año de 1914: «Nunca fue Europa más fuerte, rica y hermosa». Y no era
para menos. El Viejo Continente estaba gozando de un periodo prolongado de paz, si bien este se había
comenzado a resquebrajar con el estallido de las guerras balcánicas (19/11/1912).

Europa había asistido en la segunda mitad del siglo XIX a un crecimiento económico sin precedentes, fruto de la
industrialización. La explotación de nuevas fuentes de energía —y las materias primas llegadas desde las
colonias— posibilitó la mejora de los transportes —sobre todo marítimos y ferroviarios— y el aumento del comercio
internacional, dotando de un papel creciente a la nueva clase empresarial y bancaria que emergió entonces.

Entre 1870 y 1914 se construyeron en Europa más de 100.000 kilómetros de vías férreas. Esa modernización
económica originó que, a comienzos del siglo XX, se asistiera al proceso de transformación de la sociedad
industrial, que había dominado el final del siglo XIX, en una sociedad de consumo —y de masas— que
caracterizaría el siglo XX.

Las circunstancias de la vida cotidiana habían mejorado sustancialmente para las clases medias acomodadas
europeas. Los cuartos de baño o el teléfono —patentado por Alexander Graham Bell en 1876— ya no eran un lujo
exclusivo de las grandes fortunas. Las vacaciones se extendieron con el nuevo siglo a la pequeña burguesía
europea. Comenzó a ser frecuente, que los domingos —el descanso dominical era una reciente conquista en la
lucha por los derechos laborales— fuesen aprovechados por las familias para disfrutar de un día de campo y
descanso. Y también que estas pudieran permitirse una semana de vacaciones —en la playa, generalmente—
durante la cual olvidaran el ajetreo de la vida moderna.

Las posibilidades de desplazamiento de la población europea —ya fuera en ferrocarril, barco, bicicleta, motocicleta
o automóvil— habían aumentado como nunca antes. La técnica había irrumpido en todos los ámbitos de la
experiencia humana. La velocidad era el motor de la vida y, como tal, se aplicaba a las industrias vinculadas a los
transportes. Los ferrocarriles llevaban claramente la delantera. La competencia era creciente. En tan solo una
semana del año 1903, el récord de velocidad de una locomotora se superó en dos ocasiones; si Siemens logró
alcanzar los 206 km/h, AEG llegó a los 210 km/h. La aeronáutica avanzaba, igualmente, a velocidad pasmosa.

El francés Blériot fue el primero en sobrevolar mar abierto, al cruzar el canal de la Mancha

Tras sus inicios de la mano de Otto Lilienthal en Alemania o de los hermanos Wright en Estados Unidos, en 1912,
el francés Blériot fue el primero en sobrevolar mar abierto, al cruzar el canal de la Mancha. Resultaba, además,
posible emplear los aviones como medio de transporte y, en consecuencia, aquel primero de enero de 1914 se
abrió la primera línea aérea regular en Florida: unía Tampa y St. Petersburg. La industria naval no pasaba por su
momento de mayor popularidad. El hundimiento del Titanic, en abril de 1912, conmocionó al mundo. Dos años más
tarde, el 29 de mayo de este año de 1914, el transatlántico inglés Express of Ireland, chocó con un petrolero
noruego, falleciendo también cientos de pasajeros.

¿Y qué decir de la industria automovilística? No hacía mucho que había asistido a uno de los mayores avances en
productividad de la historia, cuando el norteamericano Frederick W. Taylor desarrolló la cadena de montaje. Henry
Ford fue el primero en aplicar la cadena de montaje en los Estados Unidos al introducirla, en 1908, en la
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fabricación del Ford T, que salió al mercado con un precio de 828 dólares. Era el primer utilitario de la historia. En
1914 se fabricarían más de 300.000 unidades en EEUU y más de 50.000 en Alemania.

Las primeras décadas del siglo XX asistieron a la emergencia orgullosa de la ciencia y la técnica que, tras los
descubrimientos del siglo XIX, ofrecían múltiples y novedosas posibilidades. A los trabajos sobre la electricidad de
Michael Faraday se sumaron las innovaciones de Thomas Edison, que había inventado la bombilla incandescente
y las pilas, y que construyó en 1885 la primera central eléctrica. Junto a George Westinghouse —diseñador del
motor de energía alterna—, y con capital de la Banca Morgan, creó la General Electric, que se convertiría en una
de las compañías eléctricas más importantes del mundo, reflejo de cómo ese nuevo escenario técnico estaba
también transformando la economía mundial.

La información se movía a gran velocidad. Las noticias alcanzaban uno y otro lado del Atlántico a golpe de código
Morse desde que, en 1865, se había lanzado el primer cable telegráfico intercontinental por el fondo marino. Solo
la última hora era interesante para los habitantes de las grandes urbes europeas y norteamericanas. Las agencias
de noticias que lanzaban teletipos ininterrumpidamente —Reuters se fundó en 1851— mostraban al ciudadano de
comienzos del siglo XX, por primera vez en la historia, lo que sucedía en lugares hasta entonces muy remotos,
prácticamente en tiempo real.

La luz eléctrica y el tranvía habían cambiado la vida de Europa desde finales del siglo XIX. Los europeos vivían
una época de confort y posibilidades de entretenimiento sin precedentes. El cine tenía ya una presencia
destacadísima en las grandes ciudades, si bien su auge definitivo llegaría tras la Gran Guerra con la sonoridad.
Frente al teatro que permitía, únicamente, disfrutar de una función en un recinto determinado de una ciudad, a una
hora precisa, el cine ofrecía la posibilidad de reproducir las películas cuantas veces se quisiera sin necesidad de
tener presentes a los actores y actrices.

Los hermanos Pathé entendieron bien el negocio y desde comienzos de siglo pusieron en marcha una cadena de
salas que iluminarían ciudades como Nueva York, Moscú, Berlín, Viena, Londres, Ámsterdam, Milán o Barcelona.
Un poco más tarde, en las colinas de Los Ángeles, David Horsley escogió un pueblo llamado Hollywood para
fundar los Nestor Studios. Paralelamente, aparecieron las primeras estrellas del celuloide, Max Linder o la bella y
sensual Sarah Bernhardt y, ya tras la guerra, Charles Chaplin, Valentino, Greta Garbo, Buster Keaton o los
hermanos Marx.

Pero la industria del entretenimiento no se reducía al cine. Desde la invención y extensión del gramófono, había
dejado de ser un privilegio reservado a unos pocos escuchar a Enrico Caruso —el gran tenor de la Metropolitan
Opera que vendió más de un millón de copias en 1907 de su «Vesti la giubba» de I Pagliacci de Leoncavallo—.
Junto a las nuevas industrias de entretenimiento, los deportes se convirtieron entonces en fenómenos de masas. Y
así, comenzaron a construirse los primeros estadios que albergaron a los principales clubes de fútbol. Si en
Francia se puso en marcha el Tour en 1903, en Inglaterra también arrastraba una afición creciente Wimbledon o el
críquet.

Si en París se crearon las galerías Lafayette, en Londres nació Harrods, en Nueva York Macy’s, o en Alemania
Wetheim o Tietz

Las grandes ciudades europeas rebosaban luz, belleza, suntuosidad. En sus anchas calles y bulevares se abrían
comercios lujosos y elegantes. Los grandes almacenes se abrieron por entonces como un lugar de
entretenimiento, capaz de ofrecer todo cuanto una persona pudiera necesitar o, mejor aún, desear: masajes, moda,
perfumes, comida… Si en París se crearon las galerías Lafayette, en Londres nació Harrods, en Nueva York
Macy’s, en Moscú Muir & Mirriles o en Alemania Wetheim o Tietz. Junto a ellos, llegaron, claro, los primeros
anuncios —Kellogg’s, máquinas de coser Singer, cámaras Kodak o Coca-Cola— y los primeros estudios de
mercado y con estadísticas que buscaban sistematizar los hábitos de consumo del momento.

Cuando aquel año de 1914 alumbraba Europa, las teorías de Freud y Einstein, junto a los primeros avances de la
evolución hacia la genética, socavaron definitivamente los valores absolutos que venían ordenando el pensamiento
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tradicional. Verdad, belleza, ciencia —positivismo—, fe en el progreso y la razón, parecían haber perdido su
vigencia frente a la irrefrenable irrupción de estas nuevas teorías que habían traído de la mano nuevos gustos
estéticos que parecían buscar respuestas novedosas a los problemas clásicos de la humanidad.

Ciencia e investigación básica y aplicada asistieron a un momento de esplendor que tuvo su epicentro en
Alemania. Con poco más de 25 años, Albert Einstein, publicó en 1905 en Annalen der Physik un trabajo «Sobre la
electrodinámica de los cuerpos en movimiento» (Teoría de la Relatividad especial) que completaría una década
más tarde, en 1916, con Teoría de la Relatividad General, que iba a remover los cimientos de la física newtoniana.
La naturaleza del tiempo y el espacio ya nunca se entendería igual. Cuando comenzaba el siglo, la ciencia
buscaba una explicación al movimiento de la luz y las ondas eléctricas por el espacio. Albert Einstein pensó lo
ilógico. Y formuló una teoría según la cual el tiempo (medido en relación a la velocidad de la luz que es constante:
299.792.458 metros por segundo), no era un valor absoluto, sino relativo en función del movimiento del
observador. Aunque, lógicamente, la física cuántica mostraba que, si bien es imposible que ningún objeto con
masa alcance la velocidad de la luz, cuanto más se acerque a esa velocidad, el tiempo discurre más lento respecto
de un observador que se mueva a menor velocidad.

Las teorías de Einstein, por tanto, rompieron con los conceptos de espacio y tiempo que venían de atrás. Ello tuvo
infinidad de consecuencias, entre las más graves, que desde entonces no se pudiera confiar en los sentidos. La
ciencia abría vetas al conocimiento antes inimaginables, pero, paradójicamente, rompía con la confianza en la
percepción —y, a la postre, en la razón— que había caracterizado el mundo del pensamiento en los últimos
cuatrocientos años. Filosóficamente, se concluyó que la experiencia humana era un constructo social y, en buena
medida, una ilusión individual percibida de manera diferente por cada persona.

El mundo científico y cultural asistía de esta manera a la aparición, casi simultánea, de obras decisivas para el ser
humano contemporáneo. Acompañando la revolución einsteniana, Max Planck había expuesto la teoría cuántica
sobre la energía irradiada por los cuerpos en 1900, Ernest Rutherford estudió la radiación para entender la
composición de la materia, lo que le llevó, a la postre, a describir, junto a Niels Bohr, la estructura del átomo en
1913. Junto a la einsteniana, el psiquiatra judío Sigmund Freud había encabezado una revolución análoga en el
área de la psicología y el conocimiento humano. Era ya un personaje célebre y rodeado del escándalo tras la
publicación en 1900 de La interpretación de los sueños. Apenas un lustro después, alumbró sus Tres ensayos
sobre la teoría de la sexualidad, trabajos en los que sostenía que el individuo, lejos de estar guiado por la razón,
estaba sometido a la fuerza de los instintos.

Las nuevas comodidades de la vida moderna y la seguridad que emanaba la sociedad en aquel comienzo de siglo
dieron pie a la aparición de nuevas enfermedades nerviosas, entre las cuales destacaba la neurosis. Por toda
Europa proliferaron sanatorios para tratar los nervios de los ciudadanos del siglo XX. El individuo estaba exhausto,
el hastío frente a la realidad y los convencionalismos sociales le habían llevado a una situación clínicamente —y
personalmente— insostenible. Por eso las enfermedades nerviosas eran, sin duda, las dolencias del momento, el
malestar que llegó con la modernidad. El agotamiento nervioso, la neurastenia, comenzó a afectar a personas
abrumadas por la sobrecarga de trabajo. Lo que, un poco más tarde, conoceríamos como estrés, se convirtió
entonces en reflejo de un estilo de vida, asociado a la gran ciudad, llena de energía y velocidad, que no todas las
contexturas nerviosas soportaban. En todo caso, Freud alteró ya para siempre la sensibilidad moral del ser
humano.

En la aplicación del radio como terapia para el tratamiento del cáncer resultaron fundamentales los trabajos de
Marie Curie

En medicina, tras el descubrimiento por Röntgen de los rayos X, se había revolucionado el método diagnóstico: se
podía ver las posibles lesiones sin necesidad de realizar incisiones en el organismo. Además, introdujo un halo de
misterio y desveló la levedad del ser y la existencia humana tal cual era. Los tratamientos más vanguardistas
llegaban de la mano de la aplicación del radio como terapia para el tratamiento del cáncer —en lo que resultaron
fundamentales los trabajos de Marie Curie—. Se empleó por vez primera también en aquel mes de enero de 1914
en el Hospital Middlesex de Londres. También en los albores del siglo, los botánicos De Vries, Correns y
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Tschermark demostraron que los genes eran la clave de la herencia. El primero de ellos, precisamente en 1914,
desarrolló asimismo la teoría de las mutaciones y desviaciones genéticas, planteando su influencia en el proceso
de la evolución. Faltaba comprender el mecanismo de la mutación y la recombinación de los genes, así como la
estructura del material genético, algo que llegaría en 1953, cuando Watson y Crick descubrieron la doble hélice del
ADN.

Así, frente al optimismo que describía Zweig, cundía cierto desasosiego ante la sensación de que todas las
certidumbres parecían estar viniéndose abajo —Durkheim, padre de la sociología contemporánea, eligió como
tema de estudio el suicidio en 1897—. De una u otra manera, la filosofía de la primera mitad del siglo XX buscó
una explicación de la vida en sí misma. Ya fuera mediante opciones nihilistas o mediante filosofías raciovitalistas,
el ser humano se puso ante el espejo y se observó. Al tiempo que las certezas se desvanecían y desfiguraban el
mundo, la vida como realidad radical se convertía, por decirlo con el filósofo español Ortega y Gasset, en pura
posibilidad.

Freud creyó que el individuo y su moral autoimpuesta eran meros ejercicios de narcisismo

Ya en 1899, Henri Bergson, intuyendo lo que Einstein demostraría después matemáticamente, había argumentado
que el tiempo era rehén del espacio, que la experiencia era víctima de cuanto le rodeaba mensurable. William
James, por su parte, afirmó que únicamente era verdad lo que comportaba efectos beneficiosos para el individuo;
más allá de esa visión, solo había caos. Bertrand Russell y Alfred N. Whitehead publicaron en 1913 Principia
Mathematica. De su filosofía se infería una loa al hedonismo individual, fruto de una concepción de la verdad, la
belleza o la moral como malentendidos sociales. Derivado de todo ello, Ludwig Wittgenstein cuestionó que el
lenguaje tuviera sentido, y Sigmund Freud creyó que el individuo y su moral autoimpuesta eran meros ejercicios de
narcisismo. La percepción del yo romántico individual había muerto. Solo la filosofía raciovitalista de Bergson —
que en La edad creadora (1907) habló de la vida como una nueva posibilidad en cada instante nuevo del
individuo—, Husserl u Ortega y Gasset buscaron una solución para el individuo.

El ámbito de la literatura y las humanidades no se quedó atrás. Rainer Maria Rilke se fijó en la desorientación del
hombre marcado por la urbanización creciente y la economía en expansión. James Joyce publicaba Dublineses
(1914), donde hacía un análisis de la sociedad irlandesa como anclada en el siglo XIX, ahogada por los
convencionalismos sociales y morales de la religión católica. Marcel Proust publicó también entonces Por el
camino de Swann, el primero de los siete volúmenes que luego compondrían En busca del tiempo perdido. Junto a
reflexiones sobre la literatura o sobre la psicología humana, su gran obra tendría mucho de evocación del mundo
aristocrático que entonces se desvanecía ante la emergencia de las masas.

En buena parte de las principales ciudades europeas de entonces florecieron en esos primeros años del siglo XX
focos de entidad cultural con entidad propia; Viena resultó especialmente incitante en el fin de siglo –como mostró
el famoso libro de Carl E. Schorske; Bloomsbury en Londres, «Die Brücke» (El puente)— en Dresde, el futurismo
en Milán, los salones en Viena de Eugeni Schwarzwald y Bertha Zuckerkandl, o el círculo orteguiano y la
Residencia de Estudiantes en Madrid.

El mundo artístico también asistía entonces a una revolución. El 29 de mayo de 1913 Igor Fyodorovich Stravinsky
había estrenado en un abarrotado Théâtre des Champs-Elysées el ballet La consagración de la primavera, que
marcó un antes y un después en la historia de la música. Era el tercero de los ballets rusos de Stravinsky y
alternaba momentos de enorme fuerza y de calma sobrecogedora. Aquella era una música escrita como nadie
nunca antes lo había hecho. La revolucionaria pieza abandonaba las estructuras tradicionales, rompiendo con dos
siglos de predominio de la armonía y de la melodía sobre el ritmo. Suponía, de hecho, el cenit del modernismo y el
inicio de una ruptura que culminaría con los trabajos del compositor y pianista húngaro Béla Bartók.

A partir del estreno de La consagración de la primavera, la experimentación en el mundo musical se abrió paso de
la mano de Arnold Schönberg y Alban Berg, entre otros. En un proceso paralelo al que seguiría la pintura
abstracta, buscaron reducir la estructura y función del lenguaje musical a su forma más elemental y sencilla: la
serie de doce semitonos que conforman una octava completa. Había llegado la composición musical dodecafónica
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que, en cierta manera, ahondaba en la matemática musical, aunque esta abdicase de las pretensiones
emocionales que hasta entonces, y fruto del influjo romántico, caracterizaban la creación musical. Ahora lo esencial
era la estructura, no lo melódico.

Si eso era lo que sucedía en el ámbito musical, ¿qué estaba ocurriendo con otras formas de creatividad? Uno de
los campos que anticiparon el extraordinario cambio que habría de llegar con el siglo XX fue el de la arquitectura.
El motivo quizá radique en las implicaciones sociales y políticas de esta manera artística —podemos elegir visitar o
no un museo, leer o no un libro, o ver o no una película; transitar por las calles de tu ciudad no es una elección—.
El nuevo orden social burgués comenzó pronto a reflejarse en transformaciones urbanísticas y arquitectónicas,
ejemplificadas por el París de Napoleón III, cuya fisonomía cambió radicalmente entre 1853 y 1870 de la mano del
barón Georges Haussmann, o en la Barcelona de finales del XIX donde Ildefonso Cerdá diseñó el Ensanche. Tanto
en el caso de París como en el de Barcelona, se aprovecharon los cambios para introducir nuevos sistemas de
alcantarillado y saneamientos, así como todo tipo de estrategias urbanísticas, dejando claro que, en adelante,
arquitectura y urbanismo irían de la mano. También por entonces, los avances en las técnicas derivadas de la
industrialización hicieron que, a partir de 1870, se comenzase a emplear el acero para la fabricación de puentes,
vigas o edificios. Había nacido la conocida como «arquitectura de los ingenieros». Se abrió paso entonces una
nueva forma arquitectónica: el rascacielos, de la que fue pionero Louis Sullivan. Chicago se convirtió en escaparate
de estos nuevos gigantes. Los rascacielos pasaron a simbolizar la nueva arquitectura de la industrialización. Pero
también supusieron una revolución estética que marcó el nacimiento de la arquitectura contemporánea.

En adelante, en buena parte del mundo occidental se asistió a la renovación de la arquitectura de la mano del
racionalismo. Frank Lloyd Wright, discípulo de Sullivan, se abrió camino sobre la base de la libertad y la intuición.
Si sus primeras construcciones se fundamentaron en módulos rectangulares, en torno a un núcleo central, que
trataba de integrar con la naturaleza, con el paso del tiempo fue introduciendo nuevos materiales y adaptando
formas más complejas de desarrollo tridimensional. Lo fundamental de una construcción era su función, de la que
derivaba la idea arquitectónica. Si Otto Wagner buscó unir en sus edificios utilidad y belleza, Alfred Loos empleó,
en su característica «Casa Steiner» (1910), la forma cúbica y la ausencia de decoración. Un poco más tarde, el
estilo internacional, que en su vertiente alemana se fundiría con la Bauhaus, bautizada por Walter Gropius y se
centró en la idea del «diseño industrial», buscando una simplificación formal hacia formas cúbicas. Entre los que se
formaron en la Bauhaus, estuvieron figuras como Hannes Meyer o Ludwig Mies Van der Rohe, entre otros.
Comentario aparte merece Charles-Édouard Jeanneret-Gris, más conocido como Le Corbusier, cuyas
construcciones se convirtieron en el paradigma del racionalismo arquitectónico. Con el tiempo, su obra derivó hacia
una concepción más abstracta de la construcción, como se ve en su memorable «Casa Saboya». De estructura
cuadrada y fijada sobre pilotes de hormigón, sus ventanas continuas, intercaladas de superficies lisas, producen
sensación de ingravidez.

La pintura fue punta de lanza en la experimentación. Las revoluciones física —einsteniana— y psíquica —
freudiana— fueron también perceptibles en las expresiones artísticas. Tras la prosperidad y el desarrollo propios
de una época marcada por la fe en el progreso, la creación artística se enfrentó a un mundo que se había tornado
en incierto e incomprensible. Tras la muerte de Van Gogh, Gauguin y Cézanne —en 1890, 1903 y 1906,
respectivamente—, que habían iniciado una etapa de creatividad experimental inédita en la historia de las
creaciones humanas, llegó la época de las vanguardias. Los nuevos movimientos artísticos se caracterizaron por
un espíritu de exploración continua que, en último término, reflejaba el choque generado por los cambios a los que
se estaban asistiendo en aquel inicio de siglo. La nueva estética, cuya última motivación era indefinible y
contradictoria se inició con el fauvismo, el cubismo con Las señoritas de Avignon de Picasso, en 1907, y el
expresionismo alemán. Este, no solo se manifestó en la pintura, sino también en la literatura —Kafka—, la música
—Richard Strauss o Alban Berg—, el cine —Murnau— o la arquitectura —el célebre pabellón de cristal de Bruno
Taut para la Werkbund de Colonia de 1914, o la Torre Einstein de Mendelsohn, diseñada para comprobar una de
las predicciones de la teoría de la relatividad: la del desplazamiento de radiaciones procedentes de objetos
astronómicos debido al campo gravitacional; algo que nunca se pudo verificar—.

La escultura debía buscar su hueco dentro del nuevo paradigma. Por definición, era una forma artística vinculada a
lo clásico. Por eso, en aquel universo artístico de los inicios del siglo XX, donde se abría camino todo lo
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anticonvencional, el gran dilema vino planteado en las décadas finales del siglo XIX por Auguste Rodin quien trató
de emancipar la escultura de la estatua. Rodin buscó el movimiento, la intensidad y la fuerza como modos de
expresar la tensión de la fugacidad de la existencia. Sus obras lograron transmitir los sentimientos esenciales del
ser humano —placer, dolor—, de manera que sus figuras adquirieron una hondura psicológica, una visión del
hombre arrebatado por una fuerza desgarradora. Rodin entendía que una parte del cuerpo es lo suficientemente
atractiva como para merecer un tratamiento aislado, lo que le llevó, en ocasiones, a prescindir del pedestal. Fue así
pionero en valorar lo inacabado, en concebir el espacio escultórico al margen del lugar donde se vaya a ubicar la
obra. Con las vanguardias, la escultura perdió su dimensión figurativa, rompió con el sistema de perspectiva y con
su condición de objeto macizo, buscando transparentar su estructura interior. Picasso, Matisse o Modigliani, entre
otros, experimentaron, en esta línea, con diferentes materiales como el hierro soldado o con la articulación de
planos, hueco o formas, aspectos que tanto darían que hablar durante todo el siglo XX.

En suelo europeo se habían disfrutado de más de cuarenta años de paz. Pronto Europa se suicidaría

Así, el ambiente que se respiraba en 1914 era frenético. La velocidad marcaba el ritmo de la vida cotidiana. Las
comodidades se extendían a capas sociales cada vez más amplias. La ciencia y la técnica vivían una revolución
paralela a la que generaron las teorías freudianas que cambiarían para siempre la concepción moral del individuo.
Ese giro también tuvo su reflejo en el mundo del arte que rompió con la tradición tal y como se había entendido
desde el Renacimiento. Los años que habrían de venir tras ella serían años de experimentación artística, de
vanguardia permanente. Con todo, pronto se vería también que la ciencia podía conllevar destrucción y muerte. En
los últimos años se había venido sembrando la tempestad que pronto estallaría con todo su furor. Desde finales de
siglo los estados de derecho liberales mostraban síntomas de agotamiento frente manifestaciones de un creciente
nacionalismo racial que tendría como expresión la escalada diplomática —y de armamentos— a la que se venía
asistiendo desde comienzos de siglo. En suelo europeo se habían disfrutado de más de cuarenta años de paz.
Pronto Europa se suicidaría.

López Vega, Antonio. Ciencia, cultura y arte al filo de la Gran Guerra. Nueva revista de política, cultura y arte. En
https://www.nuevarevista.net/ciencia-cultura-y-arte-al-filo-de-la-gran-guerra/

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