Resumen Corto Adultos
Resumen Corto Adultos
UNIDAD 1
La enseñanza de la clínica en la universidad. La psicología clínica y sus variantes. La
clínica psicoanalítica. La clínica actual, psiquiatría y neurociencias. Perspectivas en lo
social. El caso clínico: sujeto - yo, singularidad - individualidad.
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La clínica da lugar a la emergencia del sujeto. Implica aislar el sintoma y hacerlo
hablar para ver que lo determina, de donde y por donde aparece, a que obedece.
Cada vez que llega un paciente se reiventa la clínica, porque no esta garantizado que
uno pueda hacer de esa persona un sujeto, no esta garantizado que se pueda aislar el
sintoma, que se pueda producir la enfermedad artificial transferencia.
El acto clínico implica responsabilidad, va mas allá de todo lo que pueda establecerse
como protocolo, como universal, el acto es fundante, funda la dimensión singular.
La ética clínica implica no hacer entrar al sujeto en un universal, hay que relativizar los
saberes y las experiencias previas, mantener la tensio entre universal y singular.
Síntoma: formación del inconsciente. Es siempre singular (de cada sujeto). Tiene dos
caras: una de sentido (síntoma) y una de goce (sinthome; más allá de la interpretación
y del fin de análisis).
Leer el síntoma: consiste en privar al síntoma de sentido. Mantener a distancia la
palabra y el sentido que ella vehiculiza a partir de la estructura como fuera de sentido,
como letra. La lectura, por sobre la interpretación por la palabra (agrega sentido),
apunta a la materialidad de la escritura, a la letra en tanto que produce el
acontecimiento de goce que determina la formación de los síntomas. La interpretación
como un saber leer.
UNIDAD 2
Sujeto, sujeto del icc
Cuerpo
Pensar en la nocion de cuerpo, marca un pasaje entre el psicoanlisis claisco y la
practica actual, en el clásico el punto de partida era el OTRO y en la actual es el
cuerpo.
Cuerpo en los 3 registros
Cuerpo imaginario, aquel que se separa del cuerpo- organismo y que se constituye
como efecto de una imagen sobre el organismo y que se cosntituye como efecto de
una imagen sobre el organismo. Hablamos en términos de efecto formativos de la
imagen sobre el cuerpo. Algo conforma al cuerpo que no es del orden del organismo,
es del orden del narcisimo. Se erogeniza la superficie de la piel, sobre la que se adosa
lo imaginario. El imaginario es la realidad de cada uno y ese imaginario puede cariar,
en nuestra civilización prolifera mucho lo imaginario.
Cuerpo simbólico, retomando a lacan cuando dice el Otro es el cuerpo, y y se enteidne
que todo sistema simbólico se inscribe en el cuerpo. Lo simnolico es un sistema
autónomo, independiente de los órganos.
Cuerpo real, en psicoanálisis hay un real propio que no es el real material. El cuerpo
real en psico es el cuerpo que esta hecho para gozar. El organismo por si solo no
goza, goza porque hay otro real en el cuerpo irreductible al cuerpo material que
nombramos con la palabra goce. Es el cuerpo del goce, pero tambien es el cuerpo de
la angustia, de los afectos que se sienten en el cuerpo.
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Entre estos existe un anudamiento, lo cual permite tener un cuerpo.
Laurent retoma lo imposible de enseñar, y retoma a Lacan con lo real de los 3
discursos que separan los 3 imposibles, Freud: psicoanalizar, gobernar y enseñar,
Lacan: discurso del analista, discurso amo y discurso universitario.
Miller sostiene que hay que saber pero hay que huir de lo ya sabido, y teniendo en
cuenta ello es donde se produce la conversación.
Inicio:
Recepción, como se recibe al paciente. Donde hay que ser mas relajado según lacan,
no parecer una estatua.
Cuando se recibe a un paciente, no hace falta tener un semblante ostentado, que
aparente algo. Pero esto no quiere decir que uno se ponga a tomar mates o comer,
sino no forzar el semblante., no ponerse ni como amigo ni como juez.
En cuanto a las coordenadas , el primer momento es la recepción de la angustia.
Lacan retoma que el icc se ve en diferentes formas, el paciente toca otro timbre, dice
otro nombre, y estos son signos de angustia tambien.
La finalidad es poder producir una recepción de la angustia, que el sujeto atraviese el
umbral entre la entrada a la entrevista y la entrevista misma.
La entrevista no comienza si el psicólogo no aloja la angustia inicial. Si el padeciente
no cede esa angustia inicial, si no se deposita en la relación con el psico, no comienza.
Para el padeciente implica estar frente a otro cuyo deseo se desconoce. Desde su
punto de vista, se podría pensar asi: desconozco que es lo que ese otro analista,
quiere de mi, no se que soy para ese otro, no se lo que quiere.
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La cuestión es como se alivia la angustia a los fines de que pueda hablar. Tampoco
aliviarlo tanto, siempre tiene que haber un resto que ponga a trabajar, que quede un
punto enigmatico, no ponerse a la altura.
Si se ha alojado la angustia y el sujeto les esta hablando y quiere isncribir su palabra
en el oído del psicólogo, hemos devenido otro significativo.
INVERSION
Si el sujeto experimento su angustia alojada y puede pasar a hablar, como efecto, el
psicólogo deviene otro al que vale la pena decirle algo, dirigirse. Laurent decía que
hay que conseguir que el sujeto nos hable y que suelte algo de su carozo angustioso,
y esto hará que el psicólogo se ubique como otro distinto. Se busca que lo angustioso
del sujeto pase al Otro, del analista.
Es importante tener cierta sensibilidad, no sobre lo que se puede oir sino comom
registrar el semblante del otro.
Dependiendo de como se supera la recepción veremos como vamos a dar el paso a la
palabra, pero nunca en toda la entrevista se pierde de vista la dimensión de la
angustia.
FASE INTERMEDIA.
La primer entrevista con el psicoanalista dice que hay que lograr que un sujeto hable,
que quiera hablarnos, y que nos dirija un discurso, relato. Mannoni dice que hay que
ayudar al sujeto a articular su demanda.
Una demanda es la respuesta a la pregunta ¿ para que me dice lo que me dice?. La
demanda esta en lo que dice el sujeto pero en otro plano, y por ende eso hay que
averiguar. Lacan dice que toda demanda es demanda de amor.
A su vez el silencio es importante, en cuanto a no responder a esa demanda por
completo
Entonces los 2 silencios de una entrevista:
CIERRE
Como cortar? Con que criterio? Porque si es por tiempo es fácil, pero no se puede
dejar sujeto a esto. Así como la sesión debe cortarse con algo y no por el reloj,
tampoco es cortar, rajar del consultorio y que lo venga a buscar una secretaria que lo
lleve a la puerta y que Dios lo ayude.
Es ese punto donde vuelven a encontrarse dos cuerpos cara a cara y hay que
despedirse de algún modo y asegurarse de que vuelva ese sujeto y que se
reconstituya un poco.
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Laurent decía que no importa si el tratamiento o la entrevista fue corta o larga, “lo
importante es que seamos inolvidables, que sea un encuentro inolvidable”. Suena
pretencioso, pero remite a este punto: una marquita que me señaló, aplicado y
retomado por alguien que dio cuenta de haber escuchado y alojado el padecimiento, y
donde asimismo resulta que ese significante empalma con algo, “recordé que me
decían así cuando…”, por ejemplo. Siempre en el discurso del sujeto van a haber
expresiones muy singulares. Esa marquita que después el sujeto puede traer, retomar,
a la que puede volver, a eso refiere lo inolvidable: algo que puede ser un significante
que no se reabsorbe fácilmente en el discurso corriente.
Supongamos que ese momento aconteció, ahora viene el momento de la
SEPARACIÓN. Tenemos que suponer que la eficacia de la palabra produce
efectivamente división subjetiva, un efecto de desconcierto, entonces esa persona se
va de ahí y no sabe ni cómo se llama, tiene un efecto de descomposición imaginaria,
es un momento intenso, se pueden sacudir bastantes cimientos.
Por ese motivo, el cierre tiene dos cortes:
1. El primero es de “UNA PUNTUACIÓN CUALQUIERA”, aunque sea decir
“dejamos acá”, pero en algo que el sujeto dijo, es el corte que va a tener la
intervención sobre el discurso del sujeto.
2. el segundo es el de “SEPARACIÓN”, el corte del lazo momentáneo.
En el primer corte se suelen producir todos estos efectos de división, de
desorientación, a veces de los fantasmas de abandono, etc. (eso no alcanza para que
se dé una relación transferencial) donde el sujeto queda como un resto caído de una
operación de palabra. No solamente tenemos las palabras, sino que en las palabras
circula otra cosa, hay un resto del que es necesario que nos ocupemos y que quede
en el consultorio, que quede de nuestro lado.
Nuestra responsabilidad no termina en lo que podamos puntuar del discurso, sino que
se extiende hasta otro final, que es una especie de “te sostengo más allá de los
acontecimientos de palabra que puedan haber”. De modo que volvemos a las
holofrases del principio: a veces pensadas como recurso para lograr pequeñas
conversaciones, tonterías, pero que hablan de otro momento.
Entrevistas preliminares: apuntar a
En cuanto a la relación con los discursos: el paciente llega con el discurso del
amo; en las EP tiene que permitirse la histerización del discurso (para que
emerjan los significantes; para implicar una rectificación subjetiva (aparece el
sujeto del inconsciente); y, con la entrada en análisis, el discurso analítico
donde el sujeto desarrolla su verdad, su historia.
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INICIO DE ANALISIS
No responder a la demanda implica que no respondo tal cual es formulada
inicialmente, que no comprendo rápidamente si el paciente por ejemplo viene a
decirme que viene acá porque quiere curarse de los síntomas. Lacan en “psicoanálisis
y medicina” dice: no crean que quiere que lo cure, a lo mejor quiere que lo autentifique
su enfermedad. Si ustedes ratifican esa posición, lo que hay que hacer es que
rectifique esa posición. Interrogar esa demanda, interpretarla, eso es “no responder a
la demanda”. Lacan decía si alguien viene porque quiere conocerse mejor yo no tomo
ese paciente en análisis, porque para analizar algo tiene que haber un síntoma
necesariamente, lo hago hablar de eso y si habla que surja otra cosa, o no, pero para
verificar eso tengo que interrogarlo primero, no tomar las cosas literal. Eso es crucial
porque a veces se interpretan algunas cosas de forma literal y se hace mucho lio con
eso.
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Que la interpretación sea eficaz quiere decir que produce efectos, que tiene
consecuencias.. Suarezz reconoce 3 momentos de la eficacia de la interpretación en
los diferentes momentos del análisis:
PRECIPITACIÓN DEL SÍNTOMA E INSTALACIÓN DE LA TRANSFERENCIA
Corresponde al tiempo de las entrevistas preliminares y la entrada en análisis.
En un primer momento encontramos una interpretación que funda la razón de la
eficacia de todas las interpretaciones posteriores: la INTERPRETACIÓN
INAUGURAL.
Es una interpretación que busca:
(a) instalar el Sujeto Supuesto al Saber y la transferencia en su vertiente simbólica;
(b) hacer que el paciente considere de otro modo sus síntomas (que los considere
como efecto de una causa que puede encontrar hablando);
(c) hacer pasar de la queja a la pregunta por su lugar en los enunciados sufrientes
(aquel célebre “cuál es tu parte en aquello de lo que te quejas” es un dicho que el
analista agrega a los dichos del paciente, que apunta a hacer surgir algo que el sujeto
desconoce. Si da en la tecla; por la vía de esa “parte” no sabida, el sujeto se conectará
con la dimensión del inconsciente).
(d) introducir al sujeto en la creencia en el inconsciente. El sujeto se va a relacionar
con el síntoma como producto de un saber que no sabe, pero que supondrá
organizado y resultado de una causa. El síntoma se funda como interpretable y se
sustituye la suposición de saber.
- Eficacia de la interpretación: la instalación del SUJETO SUPUESTO SABER.
- Efecto terapéutico: habrá un cierto alivio de la angustia, sin levantamiento del
síntoma, como resultado de que un orden empieza a advertirse y una posición se
obtiene para el sujeto que deja de estar en la indeterminación. Es una interpretación
que le otorga una posición nueva, la posición del analizante.
Lacan ubica este efecto con la escritura del ALGORITMO DE LA TRANSFERENCIA
ASOCIACIÓN LIBRE E INTERPRETACIÓN SIGNIFICANTE
El primer momento está constituido por institución de la creencia en el inconsciente;
este segundo momento está dado por el de la verificación de su existencia.
En el primer momento obtenemos la institución de la pregunta del sujeto por su deseo;
en el segundo momento debemos obtener la revelación de las falsas respuestas
que se ha dado a lo largo de su historia para resolverlo.
- Eficacia de la interpretación: revelar al sujeto cuál es el significante que lo
retiene en la vía de su deseo.
Para esto es necesario que la interpretación dé en la tecla con el significado del
significante reprimido.
Efecto terapéutico: el RELANZAMIENTO DEL DESEO.
Esto último es lo que Freud llamaba la “DISPONIBILIDAD LIBIDINAL”.
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¿Cómo es que se produce la identificación con un significante? Un significante se
constituye en Ideal y da un significado al sujeto fijando su posición. Lo que se conoce
como la caída de los ideales es una caída del lugar del significante en su
capacidad de fijar al sujeto, lo cual va a producir un movimiento.
Este proceso va constituyendo una serie S1, S2, ... Sn, que será el producto del
trabajo analítico. Esa pequeña serie no aparece por generación espontánea de la
asociación libre, aparece como resultado de sucesivas interpretaciones eficaces. Estas
interpretaciones deben estar aseguradas en un medio-decir que impida que el sujeto
se vuelva a identificar en el mismo acto, ahora, a la palabra del analista.
DESTITUCIÓN DEL SUJETO SUPUESTO SABER Y LO INDECIBLE
La interpretación significante es operativa durante el análisis, pero en un momento
deja de serlo, en tanto si uno apunta a la relación de un significante con otro, sucede
que el análisis se infinitiza, porque siempre es posible seguir interpretando.
Se hace necesaria otra eficacia de la interpretación. Una interpretación que no se
dirige a dar justo en el significante, sino que apunta a un intervalo muy particular. Es el
momento en que la interpretación, para Lacan, “deberá desplegar su virtud alusiva
[dado que] se dirige al horizonte deshabitado del ser”, como llama en este momento al
PUNTO INDECIBLE.
Ya no se trata de una interpretación que pueda dar justo, sino de lado, de coté, de
través, porque dar justo era un término aplicable al significante, y ahora nos
enfrentamos al problema del objeto del deseo que, como tal, no tiene significante.
Las INTERPRETACIONES “DE CÔTÉ” permiten en todo caso ubicar las marcas de
goce, mediante rodeos, pretendiendo que el sujeto adquiera un cierto saber hacer con
ese modo de gozar
La interpretación aquí implica un rodeo del objeto y la producción de un corte entre el
significante y el objeto.
- Eficacia de la interpretación: al separar significante/objeto produce la caída del
Sujeto Supuesto Saber, en la medida en que ya no se trata de que el analista tiene
un saber acerca del significante que ancla al sujeto en la vía del deseo, sino que el
saber queda del lado del sujeto como un “saber hacer”.
Efecto: más que un efecto terapéutico, el sujeto se encontrará en este punto con el
DUELO de lo que ha sido para él la causa de su deseo. Al confrontar al sujeto con lo
imposible de decir, se lo confronta con lo imposible de obtener. El efecto, un duelo por
lo que nunca se tuvo.
Se duela la caída del analista del lugar que se le había conferido. El analista se
encargaba de semblantear el objeto a, objeto causa del deseo que motorizaba el
trabajo del analizante. Si pensamos que el objeto tiene una dimensión de causa y otra
de resto, al caer el analista de ese lugar, deja de semblantear el objeto y persiste en
su pura dimensión de resto. El analizante deberá duelar esta caída, teniendo lugar un
duelo por lo que nunca se tuvo, siendo que el analista tampoco tenía ese objeto, hacía
las veces del objeto, lo semblanteaba, haciendo de cuenta que lo tenía, pero en
realidad nunca lo tuvo (porque nadie lo tiene, es un objeto perdido desde siempre y
para siempre).
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Al hacer aparecer lo imposible de decir, la eficacia de la interpretación en la
clínica psicoanalítica es la realización de su propia ineficacia.
TRANSFERENCIA
Es a propósito de este último punto en que vale aclarar que podemos distinguir
DOS VERTIENTES DE LA TRANSFERENCIA:
1. IMAGINARIA: en cierto sentido “garantizada” de antemano, en la medida en que
remite al desplazamiento de afectos que ya se pone en juego en la elección misma
que realiza el paciente de un determinado analista por sobre otro.
2. SIMBÓLICA: es preciso propiciarla. El momento oportuno es en el marco de las
entrevistas preliminares, en las que mediante una interpretación inaugural se debe
propiciar la instalación del Sujeto Supuesto Saber y la instauración de la transferencia
simbólica.
Primero sería la TRANSFERENCIA (la dimensión libidinal de la transferencia), y
luego la INTERPRETACIÓN.
Es una posición que critica mucho Lacan, dice que es una inversión de cómo
funcionan las cosas a nivel de la estructura, se creía a la transferencia como
condición de la interpretación y PARA LACAN ES LA INTERPRETACIÓN LA
CONDICIÓN DE LA TRANSFERENCIA.
En la posición anterior (posfreudismo) habría una inversión de los términos, cuando en
realidad ES UNA INTERPRETACIÓN LA QUE CAUSA LA TRANSFERENCIA -en el
sentido analítico del término-.
Tenemos que suponer que si alguien viene a consultar / demanda algo de
nosotros es porque ha habido en su mundo, en su relación con los otros o con
su cuerpo, algo que ha roto la relación entre significante y significado.
pero hay que suponer que surge algo que está en ruptura y eso es lo que causa
la transferencia, lo que causa que uno se dirija al otro.
1. SIGNIFICANTE-SIN-SENTIDO.
2. RUPTURA DEL SENTIDO DE MI MUNDO.
3. BÚSQUEDA DE UN OTRO QUE RESTITUYA EL SENTIDO.
Lacan funda en la transferencia una relación significante: la transferencia se
produce porque hay un significante que no tiene sentido y puja a buscar a otro
para obtener un sentido posible.
Aislar eso es el papel de la INTERPRETACIÓN INAUGURAL.
La interpretación inaugural es aislar o producir el significante enigmático, es eso
lo que va a causar o producir el lugar del otro supuesto a descifrar o saber algo de ese
enigma.
MILLER
Admitimos a alguien en análisis cuando pensamos que la potencia patógena de
la causa del síntoma puede desaparecer una vez que dicha causa es revelada,
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enunciada explícitamente: lo admitimos cuando pensamos que su síntoma podrá
curarse por medio de un enunciado formulado en forma explícita.
Pensamos que la causa es este enunciado mismo en la medida en que subsiste en el
sujeto sin poder ser formulado por él. Así podemos acercar el inconsciente a alguien
que no tenga idea de él. El INCONSCIENTE es esta suposición de que hay síntomas
cuya causa es un enunciado que no puede ser formulado.
Freud elabora este “modo de subsistencia subjetiva de un enunciado indecible como
causa del síntoma” bajo el nombre de REPRESIÓN.
Un enunciado indecible es asimilable a un enunciado escrito que no sabemos leer
como es debido. Lo que Freud llamó inconsciente a partir de su práctica es lo que
Lacan nos presentó como un texto “escrito indescifrable”. Lacan toma así de
Saussure los términos significante y significado, y habla de u¿Cómo comienzan los
análisis?
Primeramente, comienzan por el consentimiento de admitir a alguien para la
operación analítica, a condición de asegurarse de que los síntomas que motivan
la demanda de análisis son síntomas de tipo analítico y no de tipo médico.
Hay que asegurarse de una segunda cosa: que el paciente candidato sea capaz
de aportar un texto para leer e incluso de leer de diversas maneras lo que él
mismo aporta.
El texto a leer, el texto analizable, es la denominada “ASOCIACIÓN LIBRE” -
significantes en libertad que el sujeto es capaz de producir sin retroceder ante la
incoherencia, lo absurdo, la obscenidad, el sinsentido. n SIGNIFICANTE
DESPROVISTO DE SIGNIFICADO.
Según Lacan, el primer mecanismo simbólico de la transferencia es la
DEMANDA, y así vinculó de entrada la transferencia con el registro de la
interpretación.
Lo que se enuncia en análisis es siempre una demanda, siempre está en el
horizonte el Otro que puede satisfacerla, y que el analista está en la posición de
ese Otro de la demanda.
¿Qué es un analista? ¿Cuál es su función aquí?
La de ser otro significante con respecto al cual ustedes esperan saber cuál es la
significación del primero, y por eso Lacan reduce aquí al analista a ser apenas
un significante cualquiera. Es el otro significante en relación con el cual el primero
puede adquirir una significación.
Para ir a lo del analista es preciso haber interpretado el propio síntoma dándole una
significación de inconsciente. Para apelar a él, hace falta que a partir del significante
de la transferencia ya se haya pensado que la significación de este significante es una
significación de inconsciente, un “no sé leerlo solo”.
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Lacan aborda el concepto de CONTRATRANSFERENCIA, resaltando la “simetría”
que eso parece implicar entre analista y analizante, como si los dos estuvieran en
posición de sujeto en la cura. El concepto de contratransferencia, en su popularidad,
lleva a pensar en esos términos la cura analítica. Lacan sostiene que hablar de
contratransferencia es una impropiedad conceptual.
Si hay algo con lo que se puede pensar esta dirección es que el analista dirige la
cura, pero NO estando en la misma posición que el analizante. No existe tal simetría,
no es un diálogo entre pares.
Se establece el orden: interpretación para que haya transferencia. La dirección de la
cura supone el concepto de DESEO: deseo del analista y deseo del analizante. La
cura es una relación de deseo a deseo.
EL ANALISTA DEBE ENCARGARSE DE DIRIGIR LA CURA.
Esto significa hacer respetar al analizante la regla analítica fundamental: la
ASOCIACIÓN LIBRE, que el analizante se atenga a la regla por la cual no debe
oponer ningún tipo de censura sobre sus ocurrencias, ni retroceder ante el sinsentido o
el absurdo. La asociación libre marca una dirección. Esta dirección será sostenida por
el uso de la palabra de un modo distinto al uso habitual: se trata de prestarle atención
al malentendido, al equívoco, a la determinación inconsciente.
Dos puntos parecen quedar claros:
- No hay que hacer uso de la contratransferencia como vector de la cura.
- En la dirección de la cura, el analista no es un “director de conciencia”.
Para Lacan, se trata de hacer aplicar la regla analítica freudiana de la libre asociación,
aunque piensa que la libre asociación no sea tan libre como pudiera parecer.
El analizante siempre paga algo por su análisis. El analista también paga: paga con su
palabra, con su interpretación, con su ser de deseo, su síntoma formado. Presta su ser
en la transferencia. Lacan apela al concepto de “libertad”. ¿El analista es libre?,
¿puede hacer lo que quiere? No. Por ocupar el lugar que le da la transferencia, siendo
oyente e intérprete del malestar del paciente en el seno de la cura analítica, el analista
“paga”, en el sentido de poner algo de su parte (es decir, no es sin costo subjetivo).
Esta conceptualización es una forma de dar cuenta de su lugar, con las distintas
modulaciones que puede tener este pago en relación a la libertad. Los TRES PAGOS
DEL ANALISTA serían:
1. PAGA CON SUS PALABRAS: en relación a la interpretación, el analista se abstiene
de intervenir desde su Yo, o desde su propia fantasmática; interviene retomando los
significantes enunciados por el analizante y devolviéndoselos de manera invertida, de
modo tal que sea el propio analizante el que produzca una lectura de los mismos
(desde su posición singular de enunciación). Para el analista es el momento de mayor
libertad, haciendo uso de las intervenciones que considere convenientes (calculo a
verificar) que tendrán un estatuto de interpretación a partir de sus efectos en el
analizante. La corroboración siempre será “indirecta”, como dice Freud en
“Construcciones”.
2. PAGA CON SU PERSONA: en relación a la transferencia, el analista presta su
persona como soporte para los fenómenos transferenciales (no solo en términos
ideales, sino con su propio cuerpo, al soportar lo que sea que se presente en el
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análisis), al mismo tiempo que asume la posición del muerto (posición de
silenciamiento del Yo, por la cual se abstiene de llenar con su opinión, con su
respuesta), lo que permite la emergencia de lo que el sujeto analizante tiene para
decir. Cuando hablamos de “sujeto” nos referimos al sujeto del inconsciente, barrado,
atravesado por el lenguaje, que no está presente todo el tiempo en el análisis sino de
manera intermitente, emergiendo “por fogonazos” a través de lo que Freud denominó
formaciones del inconsciente. En lo habitual, el analizante habla desde su Yo y es
preciso que mediante las intervenciones logremos propiciar un efecto sujeto, es decir,
que tenga lugar la emergencia del sujeto del
inconsciente. Acá el analista ya no es tan libre, porque se determina desde el
analizante: el lugar que el analista ocupa en la transferencia es el que el analizante le
depara. El analista deberá reconocer ese lugar.
3. PAGA CON SU JUICIO MÁS ÍNTIMO: el analista opera con lo que sabe acerca de
su propio inconsciente. No interviene desde su Yo, con sus pasiones o buenas
intenciones (como lo podría hacer en la vida cotidiana), sino que interviene con lo
que sabe de su falta en ser: opera con lo que “sabe” de su inconsciente. El operador
político del acto analítico es justamente el deseo del analista, que consiste en
mantener viva la dimensión del deseo inconsciente: no proponer ningún objeto como
fin al cual llegar, ningún fantasma, ni ningún significante al que identificarse
imaginariamente. Trata más bien de los puntos suspensivos que abre el deseo. El
deseo del analista es una función que tiende a separar, desidentificar y atravesar, vía
la interpretación y la transferencia. Este pago se vincula con la dimensión “menos
libre” de la actividad del analista, en tanto depende del lugar al que ha arribado en su
propio análisis. Es esperable que, en el marco de este recorrido analítico, haya
emergido en el analista algo del orden del deseo de analizar, de devenir analista para
un otro analizante, que no esté movido por el ideal, sino que resulta del análisis que él
mismo protagonizó.
En esta línea, podríamos retomar las TRES DIMENSIONES DE LA ACTIVIDAD DEL
ANALISTA (cada una de las cuales se relaciona con uno de los pagos, numerados de
la misma forma):
1. TÁCTICA: la dimensión “más libre” de la actividad del analista, en tanto remite a la
dimensión de la intervención y el analista interviene en los momentos en los que le
parece más conveniente. Hace referencia a la intervención y a la interpretación, como
el uso particular que el psicoanálisis hace de la palabra.
2. ESTRATEGIA: tiene que ver con la transferencia y la asunción de la “posición del
muerto” por parte del analista.
3. POLÍTICA: la política del deseo hacia la que debería apuntar todo análisis (opuesta
a la completud), orientada a que algo falte, al no-todo, de modo tal de hacer surgir algo
del orden del deseo del analizante. Si se define a la ética del psicoanálisis en relación
al deseo (que va más allá del “Bien” y “La Felicidad”), se puede delinear de forma clara
una política de la cura hacia donde el analista debe orientar su acción específica: el
acto analítico, que remite al “¿hacia dónde se quiere ir?”, al trabajo sobre el deseo y el
goce.
orden de libertad decreciente (desde lo más libre, la “táctica”, a lo menos libre, la
“política”). Desde la cátedra se invierte este orden (pasando a ser política-estrategia-
táctica), en tanto la política se constituye como aquello que comanda la cura, que traza
su horizonte. La estrategia y la táctica serían medios para arribar a esa “finalidad”, que
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en el psicoanálisis queda del lado de la política del deseo, la castración, el no-todo,
etc., siendo lo terapéutico un efecto añadido de la cura y no su finalidad]
El analista es entonces un intérprete, su operatoria consiste en lograr hacer
puntuaciones, silencios, cortes, respecto de los dichos del analizante. El analista como
intérprete pone en juego las significaciones inconscientes de los dichos del analizante.
El análisis no es un espacio al que se invita al analizante a hablar sin cesar o a
“descargarse”, sino a atenerse a la regla analítica fundamental, la asociación libre, a la
cual el analista responde con la atención parejamente flotante, que supone no
“jerarquizar” un emergente por encima de otro.
DISCURSOS
Lacan introduce la lógica de los discursos. El discurso, en primer lugar, se refiere a
un punto donde el habla y el lenguaje se cruzan. Los cuatro discursos representan las
cuatro formulaciones posibles de la red simbólica que pueden tomar los lazos sociales
y pueden expresarse como las permutaciones de una configuración de cuatro términos
Las cuatro posiciones en cada discurso son:
Agente: arriba a la izquierda. Éste es el orador del discurso.
Otro: arriba a la derecha. Esto es a lo que se dirige el discurso.
Verdad: abajo a la izquierda. Esto es lo que el discurso intentó expresar, pero está
velado.
Producto: abajo a la derecha. Esto es lo que ha creado el discurso.
Las cuatro variables que ocupan estas posiciones son:
S1: el significante amo. Refiere al “círculo marcado del campo del Otro”, es el
significante principal.
S2: el conocimiento/saber. El S2 es “la batería de significantes, que ya existe” en el
lugar donde “uno quiere determinar el estado de un discurso como estado de
declaración”, eso es conocimiento (salvador). S1 entra en juego en una batería
significante que conforma la red de conocimiento.
$: es el sujeto barrado, marcado por la línea ininterrumpida que lo representa y es
diferente del individuo vivo que no es el lugar de este sujeto.
a: el objeto a (excedente de goce). El objeto desperdiciado o la pérdida del objeto que
ocurrió cuando tuvo lugar la división originaria del sujeto, el objeto que es la causa del
deseo: el plus-de-jouir.
En función del ordenamiento que adquieran estos elementos (que se van desplazando
por los lugares conforme a las agujas del reloj), nos vamos a encontrar con cada uno
de los discursos:
DISCURSO DEL AMO: si hay amo, no hay analista, porque el amo cree saber de
antemano lo que le sucede al analizante y cómo “resolverlo”, al modo de los
terapeutas de la egopsychology. El amo aporta significación y obtura el despliegue del
sujeto del inconsciente. Es el discurso básico del que se derivan los otros.
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La posición dominante está ocupada por el significante maestro, S1, que representa el
sujeto, S, para todos los demás significantes: S2. En esta operación significante hay
un excedente: objeto a. Todos los intentos de totalización están condenados al
fracaso. Este discurso enmascara la división del sujeto, ilustra la estructura de la
dialéctica del amo y el esclavo. El amo, S1, es el agente que pone al esclavo, S2, a
trabajar: el resultado es un excedente, objeto a, que el amo lucha por apropiarse.
DISCURSO UNIVERSITARIO: se vincula a la burocracia universitaria (podría
pensarse también en línea con la lógica de la “transmisión” como opuesta a la
“enseñanza”). Es causado por un giro en sentido contrario a las agujas del reloj del
discurso del amo.
La posición dominante está ocupada por el conocimiento (saber). Un intento de
dominio puede rastrearse detrás de los esfuerzos para impartir conocimiento neutral:
dominación del otro a quien se transmite el conocimiento. Esta hegemonía es visible
en la modernidad con la ciencia.
[Entiendo que el discurso universitario se podría plantear así: hay un saber (S2) sobre
la causa del deseo y el excedente de goce (a); el que transmite ese saber produce la
división subjetiva en el que aprende ($) porque ese aprendiz nunca va a poder saber
todo; y la verdad que queda velada/oculta es el carácter de amo que termina
detentando ese saber, S1, que se presenta como “aquel que siempre tiene algo para
decir sobre”]
DISCURSO HISTÉRICO: Se efectúa mediante un cuarto de vuelta en el sentido de las
agujas del reloj del discurso del amo. No es simplemente “lo que pronuncia el
histérico”, sino un cierto tipo de articulación en la que se puede inscribir cualquier
tema. El sujeto dividido, $, el síntoma, está en la “pole position”. Este discurso apunta
hacia el conocimiento.
Es el modelo ejemplar del discurso de analizante, que supone un sujeto barrado ($),
que se dirige a un otro (S1) en busca de una respuesta (S2) acerca de aquello que
motiva su padecer (a).
Se trata de un discurso que está más garantizado en la Histeria (de ahí su nombre),
mientras que en la obsesión -dada la consistencia yoica con la que el obsesivo llega al
análisis- es preciso propiciar la histerización del discurso, que se divida, que se
disponga a construir su síntoma analítico en partenaire con el analista. “La cura implica
la introducción estructural del discurso del histérico por medio de condiciones
artificiales”: el analista histeriza el discurso del analizado.
DISCURSO DEL ANALISTA: discurso propiamente analítico, que supone que es el
analizante el que posee el saber -un saber no sabido e inconsciente- y no el analista.
El analista debe encargarse de semblantear el objeto a, el objeto causa de deseo,
para motivar/motorizar el trabajo del analizante. El analista es aquel que ha renunciado
a la pretensión de gobernar y educar; aquel que es nadie, que no se sostiene en
identificaciones, puesto que -de lo contrario- reforzaría la pantalla imaginaria a la que
el Yo del analizante tiende a alienarse, obturando la emergencia del sujeto del
inconsciente.
Se produce por un cuarto de giro del discurso del histérico, de la misma manera que
Freud desarrolla el psicoanálisis dando un giro interpretativo al discurso de sus
pacientes histéricos. La posición del agente, el analista, está ocupada por el objeto a:
14
el analista se convierte en la causa del deseo del analizante. Siendo este discurso el
reverso del discurso del amo.
UNIDAD 3
ESTRUCTURAS CLINICAS
HISTERIA
Pensamos a la NEUROSIS como una PREGUNTA formulada a nivel simbólico.
Mientras que en la Neurosis Obsesiva se plantea una pregunta por la existencia, en la
Histeria se trata de una pregunta por la sexualidad/feminidad.
Lacan, específicamente en “Función y campo de la palabra”, habla de una especie de
“método diferencial” para responder a un sujeto: considerar el lugar del sujeto y el
lugar del Yo (Ego).
Se trata de poder diferenciar todo lo que se habla desde el “Yo”; de la
“manifestación subjetiva”, de la división subjetiva. En qué lugar del discurso habla
el sujeto del inconsciente, en qué lugar éste se manifiesta, en qué punto habla sin
saber o con un saber que está más allá de lo que está diciendo.
El Yo para la clínica analítica es una especie de “creencia/delirio” que tenemos todos,
que nos sirve para muchas cosas. Es el creer que sabemos lo que decimos, lo que
queremos, creer que somos amos de nuestras palabras y deseos, creer que sabemos
a dónde vamos, etc.
Nos abrimos a una posibilidad de clínica analítica cuando eso se destituye, cuando
alguien experimenta que no sabe para dónde va, que no sabe de dónde viene, ahí
podemos decir que tenemos una chance de seguir el discurso del sujeto más allá de lo
que dice “yoicamente”.
Se trata de saber “por quién” y “para quién” el sujeto plantea su PREGUNTA, es
una especie de diferenciación entre “medios” y “fines”. Uno puede decir: ¿para
qué me cuenta lo qué me cuenta, por qué habla tanto de x tema? Ese hablar tanto
sería el medio y no el fin del asunto.
Cuando habla de un tema cualquiera, no está hablando de ese tema cualquiera,
para la clínica analítica está hablando de otra cosa a través de eso. Eso es un
principio: “¿de qué otra cosa estará hablando?”. En tanto analistas al principio no se
sabe de qué está hablando, pero uno está mejor ubicado preguntándose esto que al
ubicarse a nivel de creer en el delirio yoico que tiene y que nos dice (y que nosotros
avalemos eso).
Pasamos entonces a la Histeria por medio de su posición de enunciación, por la
pregunta: “¿POR QUIÉN / PARA QUIÉN PLANTEA SU PREGUNTA?”.
Paradigmáticamente podemos pensar en una persona que se sienta frente a nosotros
y nos habla de su partenaire; por ejemplo: habla del novio. Partimos de suponer que
para ella todos sus problemas son el novio (“que no le funciona, que no entiende, que
no escucha, que es un embole, que es un pobre tipo, que no le da”) y por eso se
queja. Pero el tema no es el novio, el novio es un partenaire del discurso.
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La clínica analítica empieza cuando uno no se queda a nivel de que el problema
es la relación de pareja. También se tiene que hacer la misma distinción que
hacemos para la obsesión. Si trabajamos diez años el problema que la pareja tenía
con ella, y después pasamos diez años más trabajando el problema que ella tenía con
la madre, no vamos a terminar nunca. Se trata de no tomar la cosa a nivel dual.
A nivel de la realidad de lo que plantea, esto no quiere decir descartarlo, sino
considerar que ese es el medio. No es que no tomamos eso, sí lo tomamos, porque
es el material con el que el sujeto se está haciendo una pregunta.
Lacan en el Seminario XVII dice: “el mérito de la Histeria es instalar en el lazo social la
pregunta por la sexualidad, por el deseo, por la relación sexual”, sea hombre, mujer,
trans, no importa, pero colocado en el lazo social como cuestión. Lacan dice que es
mérito de la Histeria que hablemos de eso y nos interese como tema; si fuera por la
obsesión no estaríamos hablando de esas cosas. Que la sexualidad y el deseo se
instalen como como cosas que dan que hablar es la Histeria funcionando como
un discurso.
Podemos pensar a la histeria en función de un triángulo, que incluye tres vértices: el
sujeto histérico en una punta; abajo ponemos la identificación viril (el lugar del hombre
en este paradigma) y la Otra mujer.
La cuestión no se juega en el plano imaginario (el de la identificación viril), en tanto el
deseo de la histérica no es el hombre (esa es su identificación, donde tiene el Yo, el
hombre es a quien se identifica para acceder a otro plano). Está el otro paso: el
verdadero objeto de deseo. Lacan plantea a un objeto en singular, privilegiado: la Otra
mujer, que cautiva una intriga refinada.
En Dora ¿qué es una mujer?”. No es querer tener como objeto, no es problema de
deseo de la otra como objeto, más bien es ADMIRACIÓN / FASCINACIÓN: una
admiración sobre cómo la otra sostiene el deseo de los otros, una fascinación sobre
cómo hace para causar deseo
es la importancia que tiene la Otra como sostén de un deseo.
Esto Lacan lo resume como una pregunta: ¿QUÉ ES UNA MUJER?
Otra de las variables de las que se formula la pregunta subjetiva es ¿SOY HOMBRE O
SOY MUJER? El sujeto histérico pivotea entre esos dos lugares.
Cuando se plantea “La Otra mujer”, es una clínica donde frecuentemente se plantea
este paradigma: “éste no se da cuenta lo que es esa otra mujer”, el sujeto histérico
puede admirar en una mujer algo que un hombre jamás vería; es decir, para la cual
ningún intermediario sirve porque no tiene esa sutileza de apreciar cosas “solo de
mujer a mujer sabemos ciertas cosas y ciertos manejos, intrigas, o ciertas formas de
presentarse, que ellos no captan”. El intermediario tiene sus límites; esto es importante
considerarlo como indicación para no clavar las orejas en el partenaire, en lo dual, esto
es solo un material, hay un paso más. Si se aprende esto, en sus variantes clínicas, se
puede empezar a poder seguir a la Histeria.
¿Qué pasa si es un hombre histérico? En el segundo capítulo de “La pregunta
histérica” Lacan dice que, en la histeria masculina, a cierto nivel, también hay una
pregunta por lo femenino. Lo que tenemos clínicamente son modalizaciones de las
preguntas. Los triángulos los tenemos que mantener igual, pero pueden cambiar/hacer
algunas variaciones. Por ejemplo, la pregunta, como es frecuente que se modalice en
16
los sujetos masculinos, puede que se presente como pregunta por el padre: “¿soy o no
capaz de ser padre? ¿soy capaz de procrear? ¿soy o no capaz de tener hijos?”.
Lacan menciona que hay una comunidad estructural entre la Histeria y lo que
falta, lo que no tiene un significante: “lo femenino” no tiene un símbolo que
resolvería la cuestión, no hay una definición que diga “la” definición.
“Lo masculino” tiene una definición y es generalizable al significante de lo masculino,
se puede hacer un concepto de eso, de “lo fálico”. Como dice la verdad popular “todos
los hombres son iguales”; en un punto
son iguales, no tienen misterio, se puede definir, y si no lo tiene (si no tiene ese goce),
empezamos a dudar si se trata de un hombre, pero hay una definición, hay un
símbolo.
en los estallidos sintomáticos en la Histeria masculina, tiene que ver con el momento
de asumir la función paterna, o ser jefe, la posición de mando, asumir un significante
amo, ahí tenemos la sintomatología frecuente. Todo el mundo tiene problemas con
la asunción del significante amo, pero en la Histeria tiene una resonancia con el
problema de ser padre, asumir funciones de responsabilidad, alguna
responsabilidad.
¿Cómo distinguir la pregunta de qué es ser un padre en cuanto a la asunción de la
posición viril en la Histeria y la Neurosis Obsesiva? Hay una diferencia en el modo
de asumir y la sintomatología que acarrea: sustracción del cuerpo en la Histeria;
anulación en la Neurosis Obsesiva.
El factor común en la posición femenina y masculina, la pregunta es por la
procreación, la paternidad al igual que la amternidad tiene una esencia problemática,
son términos que no se situan pura y simplemente a nivel de la experiencia.
Existe de todos modos una cosa que escapa a la trama simbólica, la procreación
en su raíz esencial: que un ser nazca de otro. La procreación está cubierta, en el
orden de lo simbólico, por el orden instaurado de esa sucesión entre los seres. Pero
nada explica en lo simbólico el hecho de su individuación, el hecho de que un ser sale
de un ser. Todo el simbolismo está allí para velar la creación. Nada explica en lo
simbólico la creación.
Lacan formaliza el desencadenamiento de la neurosis en el Seminario III, con el
desencadenamiento de una pregunta que estuvo de alguna manera respondida:
en el desencadenamiento sintomático tenemos la caída de esa respuesta y la
emergencia de la pregunta; no es el tema de lo traumático, lo traumático reactiva, -
actualiza- en todo caso una cuestión/pregunta que estaba en el sujeto: los síntomas
encarnan la pregunta de ese sujeto.
El Seminario XVII nos da otras fórmulas para poder seguir entendiendo un poco más
el funcionamiento de la Histeria. Lacan ahí define lo que sería el DOBLE
TRIÁNGULO que sostiene al sujeto histérico y las DOS VERTIENTES:
1. LA VERTIENTE DEL PADRE: el “PADRE IDEALIZADO”, es el lugar del PADRE
CASTRADO. La figura del padre en la Histeria no es simplemente un padre, está
siempre un poco ensalzado: “pobre mi papá”, “él es tan bueno”, “él es la bondad en
persona”, siempre se va a traducir a nivel discursivo.
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2. LA VERTIENTE DEL HOMBRE: el “HOMBRE DEL ÓRGANO” (fálico), es el lugar
del HOMBRE DESEANTE.
En la Histeria el primer problema es que ella presente su falta y que el analista se
realice como el amo que tiene el saber. Dice Lacan: “la Histeria pone a trabajar al
amo”.
¿Cómo hacer trabajar a la Histeria? Es todo un tema, porque la presentación del
sujeto histérico de por sí implica mostrarse como sujeto dividido, con la falta, con la
seducción, con el no saber, con el “estar enfermo”.
El analista no debe creerse ese lugar de Amo, no debe operar desde ahí. No debe
despreciarlo, pero lo peor es creerse ese lugar, porque puede llevar a ocupar ese lugar
y caer en serie.
Miller dice que uno puede “dejarse engañar”. ¿Por qué dejarse engañar? Para
entrar en la transferencia, si uno es un poco obsesivo no va a entender nada de la
Histeria, por medio de esta especie de “puesta en escena” va a mostrar su malestar,
va a largarnos su síntoma, va a presentarse la figura de la división subjetiva, con el
menos, con el “no puedo”, con el “me falta”, con todo tipo de faltas.
Uno puede decir “qué grave lo que te pasa”, y hacer como que se entra en eso.
Otra cosa es creer estructuralmente eso, porque si uno cree… o se pone a
trabajar, o le rechaza todo (que ha sido la forma en que la ciencia ha tomado a la
Histeria: como una mentirosa, como una falsa enfermedad, como no teniendo
correlación orgánica). El primer paso es tomar el engaño, pero no hace consistir en
eso ni hacerse consistir en eso.
Histeria: la neurosis tiene estructura de pregunta y en la histeria el sujeto se pregunta
por su posición sexual. ¿Qué es ser una mujer? (es una pregunta cuya determinación
es inconsciente, por eso también está entramada en los síntomas; pregunta desde lo
simbólico), donde hace una identificación viril como medio para aproximarse a esa
definición (respuesta desde lo imaginario). Y esto se debe a que en la histeria no se
inscribe en lo simbólico ese significante. En esta estructura clínica entonces el sujeto
va a intentar responder a aquello para lo cual en lo simbólico falta el significante. La
histérica se apropia del deseo del Otro identificándose con él; pero sólo sostiene el
deseo del Otro con la condición de no ser ella el objeto de su deseo, la histérica no
soporta ser objeto del deseo porque eso haría revivir la herida de la privación.
Ejemplo: “mi mujer no es nada para mí”, se le ofrece el goce del Otro y ella no lo
quiere porque ella lo que quiere es el saber cómo medio de goce (ella representa al
amo castrado). Debe cumplir la función de ser el falo. En el análisis: la histérica
hablará de un objeto privilegiado (no perderse en este tema sino ver lo que hay entre
líneas); hay que orientarla a que conozca la pregunta que sostiene su estructura (por
la sexualidad femenina); y buscar cuál es su implicación en lo que le pasa.
NEUROSIS OBSESIVA
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Según Freud lo que tenemos como hipótesis del elemento causante de la
obsesión es la aparición de algo que puede llamarse una idea, una
representación, que caracteriza como inconciliable, insoportable y compulsiva.
Para Freud, lo que motivaba la compulsión era entonces una “representación
inconciliable”, una idea insoportable que advenía, que se imponía al sujeto, que tenía
una especie de carga energética diferente de las otras representaciones.
Según Lacan tenemos a un niño que tiene a nivel del Gran Otro (A) todo el sistema de
ideas, con nexos y relaciones con otras ideas, todo un mundo organizado, éste sería el
sistema de representaciones conciliable:
Y de pronto viene una representación o idea que no hay manera de ligarla con
ninguna de las otras, y es por eso que tiene esta característica de traumática. La
aparición de esa idea inconciliable, insoportable, hace que su universo se vuelva
completamente inconsistente. Es una idea que no hace pareja con ninguna otra, es
una idea cargada de afecto sexual (Freud), de un goce (Lacan) inconciliable
Freud: El problema de la DEFENSA era CÓMO QUITAR ESA CARGA, cómo quitar
el peso a esta idea inconciliable que es una suerte de “meteorito” para el
psiquismo.
Freud decía que “se separaba el monto de afecto de esa idea, y ese monto de afecto
iba a una idea ‘anodina’”, habría un desplazamiento de esa carga, cuestión que
permite explicar que retorne lo compulsivo en otra cosa. La idea
insoportable/inconciliable que se impone en la obsesión genera una defensa
compulsiva: cada vez que aparece esa idea, el sujeto intenta hacer algo para
exorcizarla.
Por COMPULSIÓN, Freud enfatiza una idea que se impone y que puede repetirse; no
es una sola vez, sino que adviene, y uno puede construir una cierta defensa, pero esa
defensa nunca es tan perfecta porque puede volver, otra vez, a presentarse esa idea
inconciliable.
La causa de esas tres grandes defensas sería la emergencia de un significante
distinto de los otros (porque no hace cadena, no se relaciona con otro significante y
con otro significante), es un significante que desorganiza todo el universo de los
significantes, es un significante complejo que vale por sí mismo, y por su
característica de introducir en el aparato psíquico, un goce.
En Freud este significante y EL GOCE DEL QUE SE TRATA ES SEXUAL, es un
significante vinculado a un goce que es la irrupción del significante fálico como tal.
Tenemos entonces que la defensa en la Neurosis Obsesiva es definida como
“ARMAR UN GRAN OTRO”.
En la obsesión, lo inquietante, como punto de partida, se presenta en el plano del
“deseo del Otro”. Para Lacan, la causa de esa defensa obsesiva (armar un Otro)
tenía que ver con defenderse de la inquietante presencia del “deseo del Otro”
(plano radical donde uno no conoce ni su motivación, ni su causa, ni a dónde se
dirige). El deseo del Otro remite a un orden inconsistente. Se trata de intentar nombrar
eso que se presenta como innombrable, de pretender darle consistencia a eso que se
presenta como inconsistente. De lo que hay que defenderse es de la castración del
Otro (Ⱥ), del deseo del Otro.
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De ahí que Lacan piense a la DEFENSA OBSESIVA COMO MODO DE REDUCIR EL
DESEO DEL GRAN OTRO A LA DEMANDA. Cuando estamos en el plano de la
demanda los deseos adquieren un nombre, el Otro pierde el carácter inquietante.
Si nosotros sabemos lo que el Otro quiere, ya no nos inquieta
No vemos hasta acá nada del orden de un “significante compulsivo”; al revés, lo que
vemos es que solamente hace falta carecer de un significante ordenador y que
aparezcan signos o señales del deseo del Otro para que el obsesivo tenga que anular
ese deseo del Otro y constituir un Otro cerrado, completo, etc.
Por eso muchas de las maniobras defensivas en la obsesión han sido descritas como
intentar que el Otro demande, que el Otro pida, que el Otro diga lo que quiere.
Para el obsesivo es muy importante que el Otro constituya un orden consistente,
un orden no solo completo, sino que además sea lógicamente consistente. Para
arriesgar cualquier cosa, un deseo, el obsesivo va a necesitar asegurarse que el orden
no va a cambiar, que el orden no se va a caer. Siempre va a hacer mucho cálculo ante
cualquier riesgo.
Todo el tema en la obsesión es el Gran Otro; es un problema de aparición -del deseo
del Otro- y de la necesidad del obsesivo de armar/parchar -hasta con un cuaternario,
con una solución- esa A barrada (Ⱥ).
Hay una angustia clave en el obsesivo vinculada al deseo del Otro, no soporta
ese deseo del Otro, tiene que anularlo y constituir el Gran Otro. La duda, las
postergaciones, todo eso se entiende a partir de esta necesidad fundamental del
obsesivo de constituir un Gran Otro garante, completo.
Así que Lacan deduce tanto la DUDA como la POSTERGACIÓN en el intento de
sostener un orden: Lacan deduce al síntoma por el “SOSTENER AL OTRO
COMPLETO”.
Ese “sostener el orden” aparece porque el orden contingente lo angustia.
Se desea mantener un Otro completo y desde ahí deducimos los síntomas: duda,
postergación, anulación de lo acontecido.
Lacan aclara que el analista debe saber escuchar eso, pues en la relación del Yo
con los objetos se vislumbra la relación del sujeto con el Otro. En la obsesión
Lacan siempre recomendaba “no intervenir, no llevar la oreja pegada a la relación del
Yo con los objetos”.
El problema no está ahí, el problema se plantea a otro nivel, en la relación del sujeto
con el Gran Otro, no con el pequeño otro. De ahí su insistencia clínica: “oriéntense en
la clínica; es inútil trabajar a este nivel; es necesario abrir acá la cuestión del deseo del
Otro, y a veces muy activamente desde el punto de vista del analista, para que el
obsesivo se interrogue sobre qué es lo que lo angustia al nivel de ese deseo del Otro”.
Es inútil intervenir sobre el tema de la relación con los objetos (del kiosquero y el
cambio, el tema de la lluvia, etc.). Para Lacan lo importante es seguir el relato
hasta el final: al final de la hazaña, de su fantasía, vamos a poder verificar la
verdadera relación que tiene con el Gran Otro.
Hay que tener mucha paciencia para poder seguir la historia y no intervenir a
nivel de la escena como tal.
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La insistencia de Lacan es que el individuo no está ahí, nunca vamos a dar
cuenta de su deseo si interpretamos ahí. Lo esencial de su defensa es que él
tiene este DESDOBLAMIENTO por el cual se instala, convirtiendo al Otro
castrado (Ⱥ) en Otro completo (A).
el desdoblamiento en la obsesión: está un poco en la escena, pero también está un
poco en otro lado, un poco fuera del deseo.
Ubica un narcisismo, un Yo, pero no en la escena de competencia o trabajo con los
demás, sino que lo instala al nivel del Gran Otro, se identifica con el Gran Otro,
completándolo.
[Cómo entiendo la parte de arriba del gráfico: la instalación del narcisismo en el Otro
castrado (Ⱥ) le permite al obsesivo, vía aislamiento, encontrar una “clave”, el falo
imaginario, que le servirá para nominar eso que desea el Otro, para armar un Otro
completo (A). La “clave” (φ) le servirá como explicación y le permitirá salvaguardarse
de las inconsistencias e incongruencias que supone el deseo]
El rasgo clínico más importante y constante según Lacan es el hecho de que lo
que hace a la defensa obsesiva es no estar nunca en las escenas del deseo,
estar siempre en otra parte, viendo todo desde ese Gran Otro. Todo el nudo
insistente inicial en Lacan es ese, no hay ninguna observación vinculada a la parte
compulsiva.
Lo que Lacan llama el “nudo” de esa defensa, es la instalación en el Otro. El
obsesivo se defiende del deseo del Otro con esta instalación en el Otro, a partir de lo
cual va siguiendo su vida, medio vivo, medio muerto, siempre en estado de
autocontemplación, no está en la escena sino mirándose siempre en la escena. Su
ubicuidad, no estar nunca en el compromiso del deseo.
Lacan nos habla del modo en que el obsesivo planea sus deseos: nos habla de su
relación con los objetos, una relación de cierta tensión, que ser un domador de fieras
de circo lo ejemplifica. Todo lo que habla tiene esa tonalidad de “quién gana a quién” y
de un estilo de domesticar fieras. Lacan hace de eso un rasgo clínico general de todo
lo que está dentro de esa jaula, y en eso va bien la metáfora del domador.
Para Lacan (respecto de la metáfora circense) si hay algún goce, no está en la
escena, está después de que dominó el riesgo (riesgo que es calculado, no es un
riesgo real, va a estar un poco exagerado el peligro; si hubiese sido realmente un
peligro raja). El riesgo relatado nunca es tan así, pero hay que aprender a dejarle
pasar esto para llegar a otro punto. Lacan dirá: “si la satisfacción está en algún
punto… es en el homenaje”. El goce está en el “HOMENAJE AMBIGUO” al que
está en el palco.
Grandes angustias aparecen cuando todo el sacrifico que hizo no es
reconocido/retribuido. Por ejemplo, hacer de todo por esos amigos y que, cuando a él
le pase algo, no haya nadie. Si bien esa situación suscita odio y angustia, al mismo
tiempo puede servir de ocasión para que se pueda plantear “¿para qué hice lo que
hice? ¿para qué el sacrificio?”. Es una especie de salida, ahí hay una chance de
intervención.
VIII. Intervenciones del analista y salidas de la obsesión:
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Conducir al sujeto en sus compulsiones a la anulación retroactiva, es
exactamente lo que Lacan llama SINTOMATIZAR LA COMPULSIÓN, la manera en
la que pueda tal vez perder el goce propio de la compulsión.
Sobre el camino/dirección del análisis, la manera de intervenir implica revelar que esa
compulsión tiene que ver con el síntoma de aislamiento, revelar que, bajo la forma de
“más allá del goce” que le da la compulsión, él intenta borrar lo sucedido (anulación de
lo acontecido) y llevarlo a ver la imposibilidad de eso. Sabemos la resistencia que el
sujeto puede oponer, en la medida en que se disfrutan mucho estos ejercicios
totalizantes del Uno (ejemplo: lavarse las manos compulsivamente).
el obsesivo encuentra un modo de GOCE ESCÓPICO en el aislamiento. Siempre
el aislamiento es el síntoma, pero esa renuncia al goce fálico (en fin, la renuncia al
goce de realización en sus escenas), ahora se realiza en el armado de un Otro total, a
los fines de que ese Otro lo ame, lo reconozca, le festeja la proeza: “sos único, es una
cosa increíble lo que has hecho con esos tigres, eres el héroe…”.
Lacan decía que el lugar de la maniobra del analista implica poder CORRERSE
DEL GRAN OTRO DEL PALCO QUE AVALA, que también gozaría, que felicitaría.
El obsesivo dirige la hazaña al analista, y es en ese punto, no antes, que se interviene.
Hay un TIMING, hay un tiempo. Si uno le bosteza cuando empezó a contar, no va,
pero en el instante del homenaje, cuando dirige la dedicatoria, un “bostecito” podría
fomentar un “para qué mierda conté…” (por parte del analizante), una pequeña salida
de lo yoico. Lacan va a decir que es necesario tener TACTO TRANSFERENCIAL,
para que el obsesivo no se lo tome como un rechazo/desprecio, sino para que
experimente la inexistencia de ese lugar que arma. En el mejor de los casos, reconoce
que por ahí le gusta domar tigres por el goce que puede haber en domar los tigres; o
reconoce que, si el goce que puede haber en cada escena de la vida está siempre
dedicado y se espera siempre a que el Otro lo reconozca, eso sería lo que lo
empobrece (refiriendo a la pobreza vital que hay en la Neurosis Obsesiva).
La maniobra transferencial de acuerdo a cierto timing implica tratar de correrse
un poquito de ese lugar de “Otro del reconocimiento”; si hay un Otro que le avala
las hazañas no se sale nunca de la obsesión.
La salida de la obsesión puede verse cuando el sujeto se plantea el “para qué”.
En este sentido, Miller reconoce que, al final, la vida misma produce efectos analíticos
mejor que el propio análisis, pero indefectiblemente puede llevar muchos más años. La
vida puede mostrar para ciertos sujetos el imposible y lo absurdo de esa defensa. Se
puede salir de la obsesión con el tiempo... la vida va demostrando que todos los
sacrificios que uno hace pueden no tener sentido, que no hay el Otro del palco (hijos
que no te reconocen nada de lo que hiciste, ahorros que se pierden por malas políticas
económicas, parejas que te dejan, lo que sea). La vida y el análisis sacuden esto de
“la parte retentiva para gozar después”.
Por eso Miller termina hablando de cómo conmover a la defensa: no se trata de
destruir al sujeto a traumas ni nada de eso, se trata de pensar cómo “romper”
con mucha precisión. Hay que conocer muy bien el mapa para ver dónde se pueden
producir las pequeñas fisuras/conmociones.
Lacan propone el DESDÉN. El desdén no es sinónimo de desprecio, es una figura de
una maniobra femenina de otra época. Ante la dedicatoria, el desdén; un poquito de
indiferencia, lo suficiente para que el tipo no se desaliente y lo siga intentando (pero
22
por otro lado). Que no diga “listo, la tengo, ya está”. Uno tiene que tener tacto con
cada singularidad para poder desarmar algo de esto.
El “HISTERIZAR EL DISCURSO” es una cuestión general. La histerización del
obsesivo es el resultado: se pone un poco más deseante, arriesga un poco, se
interesa un poco más por la aventura. Es un efecto, no se trata de que uno lo quiera
histerizar. Si forzadamente se lo histeriza… o se angustia más, o se defiende más.
La defensa de la NO, tiene 2 caras, una de la compulsión y otra del gran otro
completo.
Lacan plantea una tríada: necesidad, demanda y deseo para explicar la relación
del sujeto con su deseo.
NECESIDAD: nivel básico que remite a necesidades específicas (cuyo paradigma es
el alimento).
DEMANDA: la demanda preexiste a la inserción del hombre en el campo del deseo.
Es una palabra dirigida a un Otro, de quien se espera una respuesta
DESEO: la demanda desdobla al Otro, por una parte, es el que satisface esa supuesta
necesidad, pero también podría no darla.
HAZAÑA Y PALCO DEL OBSESIVO.
PERVERSION
Muy poco frecuente es que un sujeto verdaderamente perverso consulte.
Generalmente aparece por una demanda o un sufrimiento de un otro. Pero es una
posición que debemos conocer ya que, por ejemplo, podemos atender perversos
encarcelados.
Se caracteriza su posición por no tener una pregunta sobre el goce, de aquí la
importancia clínica
Por el lado de la perversión, como tal, no encontramos una pregunta, sino que,
respecto del sexo, tienen su fórmula/dispositivo/invento para gozar sexualmente, y no
se hacen ninguna cuestión ni de angustia, ni de culpa, ni de falla de identidad, ni de
síntoma (en el sentido que conlleve división subjetiva), por supuesto, en tanto el
dispositivo funcione. El perverso tiene su saber en lo sexual, y por eso es bastante
descreído del otro, no va a consultar. No tiene dudas, no tiene problemas.
Partimos de pensar que la clínica no es un hecho individual -aunque vayamos al
caso por caso- sino un hecho social. Esto se ve en la misma definición de
Perversión: va cambiando de acuerdo a cómo cambia la consideración social acerca
de lo que es a/normal, lo que es sexualmente permitido, y lo que no es tolerado.
La primera cuestión diagnóstica implica adentrarnos en el debate respecto de lo que
Freud llama las “condiciones eróticas” (cómo a partir de la no relación sexual, de la
no programación sexual de la especie, se vuelve necesario un velo a esa castración
para poder excitarse) y el cómo diferenciarlas de los “fetiches”.
23
El fetiche como una condición erótica hace a la perversión, pero aquí se trata sobre
cómo diferenciarlo de la condición erótica estructural, si partimos de la base de
considerar que para tener sexo son necesarias las condiciones eróticas (como no hay
relación sexual, son necesarias condiciones eróticas).
La segunda cuestión diagnóstica pasa por el debate acerca de los mecanismos de
defensa. Freud tenía en su clínica inicial, una manera de considerar tres tipos de
defensas:
- Neurosis: represión.
- Psicosis: rechazo.
- Perversión: renegación.
Pero nosotros vamos a tener un operador, que es el FALO: el falo siempre va a
incluir un elemento de renegación de la castración, y precisamente por esa razón
siempre fue difícil diferenciar cuándo eso es perverso o es neurótico. Ese fue el lugar o
punto ciego que se llenó de conceptos morales.
Siempre tiene que haber una “CONDICIÓN ERÓTICA”: si no hay condición erótica y
se trata de seres humanos, no se produce ninguna excitación. En la clínica de la
perversión, a esa condición erótica se la ha llamado FETICHE.
La operación que hace Lacan con este problema es diferenciar fetiche de condición
erótica no por la “rareza”, sino por su “localización en el fantasma”
Lo que dice Lacan es que la diferencia tiene que ver con dónde se
localiza ese rasgo/objeto/suplemento: en la neurosis está siempre del lado del
partenaire (la condición erótica va a ser algo que corresponde al otro, que está en el
campo del Otro); en el perverso, el fetiche está en el campo del sujeto. Lo que
tenemos que localizar clínicamente, es dónde está eso en el fantasma.
El deseo perverso se origina por el fetiche. El punto de partida es el fetiche.
El truco es que el partenaire del perverso es el sujeto dividido, todo pasa por
producir en el otro la división subjetiva. División subjetiva que va a lograr por medio
de la ANGUSTIA. No es que al perverso le interese angustiar en sí, por el amor al arte,
sino que angustia al otro porque es una vía para producir una división.
Cuando ella estaba en plena división, en su “¿qué hago? ¿lo piso o no lo piso? ¡Si sigo
lo voy a terminar matando!”, ese era el momento de máxima excitación para ese
sujeto. EL PARTENAIRE DEL PERVERSO SIEMPRE ES UN NEURÓTICO: debe ser
alguien que se conflictúa, y es eso lo que le interesa al perverso. Tiene que haber un
conflicto, una división que el sujeto perverso capte.
CINISMO Y CANALLADA.
Nos adentramos en la temática de las POSICIONES. La “posición perversa” la vemos
como paradigmática, pero fuera del ámbito de la perversión aparecen sujetos que
también se sostienen en una “posición de objeto”, en una posición donde lo que
aparece en primer plano es la cuestión de su goce, de su modo de gozar.
24
Nos introducimos así en el CINISMO y la CANALLADA. Tenemos un texto de Morao
que se llama “Sobre la individualidad canalla”: no se van a presentar como sujetos
divididos, sino como indivisos, serían entonces individuos. No se van a presentar
preguntándose por un “malestar”, sino que tienen una posición decidida
respecto de su goce, respecto del otro.
No es frecuente que consulten, sí es frecuente encontrar esas posiciones en ámbitos
como podría ser la cárcel, donde por una razón o por otra nuestra práctica se cruza
con subjetividades ubicadas de esa forma, y ahí hay que atravesar el paradigma de la
clínica de la neurosis.
Tenemos entonces la clínica de la neurosis, de la psicosis, y una CLÍNICA DE
POSICIONES.
La clínica de las posiciones comienza en el punto donde el sujeto se presenta
bajo la forma de una “POSICIÓN DECIDIDA” respecto de su estar en el mundo,
de su modo de goce, y de su modo de ubicar al otro -que no es al modo de la
neurosis-. Este otro va a ser “testigo de la verdad” de ese individuo, va a recepcionar
su síntoma; estas serían posiciones que no esperan una respuesta del otro.
No hablamos en términos de estructura, hablamos de la perversión y dejamos
una puerta abierta a posiciones que hacen algo con la a del objeto.
Interesa trabajar la “posición canalla” desde y en relación a la posición del
psicoanalista. Para ello, es necesario diferenciar dicha posición de la estructura
perversa y de los rasgos perversos en una neurosis.
Ahí se perfila entonces una diferencia: creerse el Otro y desde ahí gozar (lugar de
un canalla) no es lo mismo que ser el instrumento de goce del Otro (lugar de un
perverso).
En la posición canalla se sostiene un no querer saber nada de la existencia del
deseo, sólo estaría la demanda, a la que se trata de sacar el máximo provecho.
Desde esa posición, un canalla se dedica a
proponer a los otros la ilusión de un significante supremo que contenga toda
significación posible, en la idea de que éste sería el que nombraría el anhelo de todos
los sujetos, apuntando también a un universal que abole justamente la singularidad.
Otra cuestión es en el terreno de la neurosis donde el sujeto se propone -desde su
fantasma- insustituible, ocupando un lugar de objeto fálico del Otro, queriendo su
completud, mediante el aporte de plus de goce que supone falta a ese Otro. La
experiencia del análisis es experiencia de castración, de un más allá del fantasma de
cada quién, anoticiándose de los puntos renegatorios de éste. Pero es posible también
que el saldo de un análisis sea una posición cínica enlazada a lo canalla. Esto es así
cuando, frente a la evidencia de la inexistencia del Otro en términos de saber y goce
absoluto, se sale de un análisis creyéndose libre de toda determinación, aún del
inconsciente.
Lacan denomina CANALLAS a aquellos que no creen demasiado en la verdad. Cada
vez que nos encontramos ante un modo canalla se puede verificar que la relación de
aquel con la creencia y la verdad se halla en déficit, lo que pone de relieve el impasse
del lazo transferencial. Se constata en la clínica contemporánea, en el psicoanálisis
aplicado a la toxicomanía, que cuando se trata de una modalidad canalla no se
produce el desciframiento del inconsciente (no es vivido como verdadero).
25
En cuanto a la articulación del síntoma y la creencia Lacan indica que “cualquiera que
viene a prestarnos su síntoma allí cree, si nos demanda nuestra ayuda es porque el
síntoma es capaz de decir algo”.
ANGUSTIA
Lacan inventa esta formulación lógica algebraica para definir “lo irrepresentable para el
sujeto del cuerpo del que emerge al asumir el significante”.
El concepto va teniendo diversas funciones según el momento de la teoría en que va
operando: es resto, plus de goce, causa de deseo, objeto del fantasma, objeto de
identificación en la melancolía, etc. Por ejemplo, hablar del objeto a como “objeto
causa del deseo” implica que el propio deseo adquiere el valor de algo que es causado
Como objeto, no sólo supone una dimensión de resto, sino también de causa
(comporta este doble estatuto): es objeto causa de deseo ya que, en virtud de la
distancia entre aquello que el niño pide (la necesidad) y lo que la “madre” interpreta
sobre lo que el niño parece estar demandando, se instaura el deseo, que va en la
dirección de intentar recuperar aquello que se perdió. El deseo pasa a ser
consecuencia y el objeto a causa (siendo así el ordenador ético de cualquier
búsqueda en análisis).
El objeto a no sólo es resto de la operatoria simbólica, sino que es causa, es causa del
deseo del sujeto
26
instancia está fundada en la lógica del significante y su sujeto: el sujeto como
efecto del significante, que se refiere a otro significante.
La posibilidad de desciframiento del síntoma depende del significante, de las
posibilidades de interpretación. Esta clínica obedece entonces al significante, al
lenguaje, que para nosotros sería todo.
La CLÍNICA DE LA ANGUSTIA, a diferencia de la clínica del síntoma, va a tener
como referencia el objeto a. La pregunta que va a estar en juego no es qué es uno
como sujeto sino qué lugar ocupa uno como objeto en el deseo del Otro. En esta
clínica no se tratará de interpretar, porque no hay un sujeto que pueda leer la
interpretación (no está en juego la dimensión del sujeto, sino la del objeto)
La angustia es algo que separamos de la lógica del significante y la escribimos con la
“a” de angustia, es una escritura algebraica distinta de la lógica del significante. La “a”
es otra cosa distinta del lenguaje.
Pasamos al “afecto-angustia”, la angustia es el AFECTO por excelencia, es algo
que escapa a las redes del significante. Desde el punto de vista de lo simbólico
situamos a la angustia como “sin palabra”.
El síntoma es engañoso, en tanto versa sobre la relación entre significante y
significado, remite tanto al malentendido como al hecho de que siempre se puede
desplazar metonímicamente (puede ser “eso” pero también “otra cosa”); siempre
puede aparecer una significación más que venga a decir algo sobre eso que estaba
cifrado. La angustia en cambio es un afecto que no engaña; y si no engaña es porque
no remite a lo simbólico ni a lo imaginario, sino que guía hacia lo real.
La angustia es señal de lo real: si uno sigue su vía nos lleva a lo real, a ese agujero,
a eso que es imposible. Si seguimos la pista de la angustia, nos vamos a encontrar
con aquello que para ese sujeto se presenta como real: el real de la muerte y de la
sexualidad. Y las soluciones que se ha inventado para hacer con ese real (el
fantasma, el síntoma), y el punto en que esas soluciones vacilan, fallan.
El interés primero de la reflexión sobre si la angustia tiene o no que ver con el deseo
pasa por preguntarnos si es necesario que en psicoanálisis tratemos la angustia o no
(esta es la cuestión ética).
No hay problema en medicarse, pero el punto sería indagar la razón de la angustia,
porque para el psicoanálisis en ese punto angustiante se juega una cuestión de deseo
fundamental y radical para ese sujeto.
Para la psiquiatría, la angustia es un “síntoma a eliminar”. Los fármacos, las drogas, se
constituirían como objetos que vienen a obturar esa dimensión, ese vacío. Laurent dirá
que en psicoanálisis no se trata de eliminar la angustia (no “desangustiamos” ni
“desculpabilizamos”), sino que se la intentamos anudar al síntoma, lo que tiene como
efecto que el sujeto se alivie (en tanto le permite salir de la indeterminación absoluta).
La intervención es intentar que esa angustia empiece a anudarse, a capitonarse
en ciertos significantes, no para hacer mera catarsis, sino para localizar qué es
lo que angustia, y esa localización -por añadidura- genera efectos de alivio. La
angustia se vuelve operativa al dispositivo analítico, motoriza el trabajo analítico.
todos somos sujetos deseantes y objetos deseados.
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Desde el punto de vista de la clínica del sujeto, el sujeto es sujeto deseante, agente de
un deseo; cuando nos ubicamos en el nivel de la angustia nos ubicamos en el nivel de
objeto deseado, y lo que sea deseado va entonces en el CAMPO DEL OTRO, en ser o
no deseado por el Otro (o tener o no lugar en su deseo).
mientras que si uno tiene miedo sitúa ese algo ante lo que tiene miedo (araña, caballo,
persona, etc.). Parecería que el miedo sitúa un objeto y la angustia no (para esa
escuela).
En Lacan hay dos definiciones de la angustia a poner en serie:
- “La angustia es cuando nos falta la falta”. Definición de la angustia viniendo desde el
deseo simbólico, que es siempre una falta, y mientras hay falta hay insatisfacción,
entonces se sigue deseando. ¿Cuándo nos angustiamos? cuando falta la falta, cuando
la falta se obtura, cuando nos falta el deseo en términos simbólicos. cuando falta la
falta”, es una fórmula verbal con la que podemos definir la angustia.
Respecto a la definición de Freud de “es angustia ante algo”, Lacan la convirtió en una
fórmula “la angustia no es sin objeto”. Tiene un objeto, pero no es inmediatamente
accesible. Uno no puede terminar de decir cuál es el objeto de la angustia, pero hay
una presencia, no hay ausencia. Ahí más bien recuperaríamos para este punto todo lo
que en el género del terror pone una presencia donde parece no haberla.
Desde el punto de vista del inconsciente los deseos son infinitos.
Desde el punto de vista de la angustia, los deseos son finito
Hay un valor en la angustia que tiene un sentido ético. Si no fuera por la angustia los
seres hablantes no realizarían nada importante en su vida. Eliminar la angustia de
un sujeto es eliminar una parte constituyente de un ser hablante como lo es el
lenguaje. Si se le amputa el lenguaje va a parecer que no es humano, y si se le
amputa la angustia también, nada más van a quedar cosas distintas: uno un robot y el
otro un hombre sin lenguaje, el salvaje de Aveyron, por ejemplo.
La dimensión ética de la angustia tiene que ver con que la angustia es
constituyente del ser humano, si no se la considera como tal desde el punto de vista
clínico no se la considera como una cuestión de deseo, y va a haber algo importante
que ese sujeto no va a poder resolver.
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La clínica de la angustia y sus transformaciones no tiene nada que ver con la
interpretación y la asociación libre.
En la clínica de la angustia vemos el actuar, no el hablar. Freud decía que “lo que no
es verbalizado es actuado”. Eso no significa que quien está angustiado está mudo, no,
significa que eso no se resuelve por la vía de la elaboración simbólica primero.
Es por eso que la angustia tiene una dimensión ética insoslayable, en tanto
eliminar la angustia (eliminarla en tanto descartarla) sería eliminar una dimensión
fundamental del deseo humano.
En este sentido, el PASAJE AL ACTO es algo que se efectúa con una velocidad tal
que a un analista no le da tiempo para intervenir antes, implica un cortocircuito. El
ACTING OUT es el que más requiere y permite nuestra intervención.
Vamos delimitando algunos puntos:
1. No contamos con el sujeto ni en el pasaje al acto, ni en el acting out.
En el PASAJE AL ACTO la angustia se resuelve de una manera rápida, SIN
OTRO. En el pasaje al acto, tras actuar, el sujeto mismo se puede sorprender como
sujeto, después del acto puede decir “¡¿qué hice?!”, pero hay un intervalo en el cual
desaparece como sujeto; es sin otro y tiene esa desaparición, esa fugacidad del
sujeto.
En el ACTING OUT, la actuación es dirigida A UN OTRO, es una ecuación
mostrada, hay una ecuación que es mostrada y dirigida al otro para convocarlo, pero
es actuada, no es hablada.
2. El movimiento con respecto a la escena no es la misma en el pasaje al acto
que en el acting out.
Lacan en el Seminario X hace una distinción entre la escena y el mundo. La escena es
lo que entra dentro del registro simbólico e imaginario (significantes e identificaciones);
el mundo remitiría a lo real, aquello que no puedo significantizar ni imaginarizar. Si uno
representa la realidad en la que vivimos como una escenificación, como una escena,
uno va a ver que en el PASAJE AL ACTO siempre es algo que se arroja afuera de
la escena, se usa una expresión “caer / dejar caer”; en el ACTING OUT el
movimiento implica tratar de subirse a la escena, como si dijera, “se está cayendo,
hora de subirse”; el movimiento del sujeto es “subirse a la escena” o, mejor dicho, el
movimiento del objeto es subirse a la escena, haciendo referencia a una actuación que
hace un sujeto sin sujeto.
El acting out es una acción que muestra, no es premeditado, a veces es de
manera extrema, violenta, angustiante. En el acting out en última instancia se puede
pensar como convocar para concernir al otro, no para manipularlo.
Lacan sitúa dos condiciones necesarias para que tenga lugar el PASAJE AL ACTO:
1. La identificación absoluta del sujeto con el objeto al que se reduce: una
identificación del sujeto al objeto en su dimensión de resto, cuestión que entraña una
disolución del sujeto; por un momento, el sujeto se convierte en puro objeto. Debemos
recordar que Lacan plantea dos estatutos del objeto a diferentes: el objeto como causa
del deseo (un objeto que está perdido por estructura y nunca puede volver a
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encontrarse; somos sujetos deseantes en tanto siempre algo nos falta, un objeto
perdido que opera como causa y motoriza una búsqueda infinita); y el objeto como
resto (el objeto como lo que cae, como deshecho de lo que no entra en lo simbólico e
imaginario, y que nos precipita a lo real).
2. La confrontación del deseo y la ley. La confrontación del deseo del Otro sobre el
que está construida toda la conducta del sujeto, con esa ley que se presentifica de
alguna manera y hace que el sujeto se sienta definitivamente identificado al deshecho
y, al mismo tiempo, rechazado, “deyectado” fuera de la escena. En el pasaje al acto, el
sujeto cae de la escena, se precipita al mundo real. Desaparece la dimensión del
sujeto. En el pasaje al acto no hay sujeto: al estar identificado al objeto en tanto resto,
consecuentemente no habría sujeto que pueda relatar qué le sucedió durante el
pasaje al acto, no va a poder decir nada.
Tenemos entonces una oposición entre acting out y pasaje al acto:
- en el ACTING OUT marcamos entonces su MARCADO CARÁCTER
DEMOSTRATIVO en dirección al Otro. Es una “acción loca” dirigida a convocar al
Otro, es un llamado enloquecido al Otro. El acting es la transferencia salvaje, en el
sentido de que convoca al Otro de una manera salvaje. En relación a la escena del
acting out, el sujeto trata de subirse a la escena.
- en oposición, en el PASAJE AL ACTO no encontramos ese carácter sino una
AUSENCIA DE RELACIÓN CON EL OTRO, el sujeto
Lo que pone en juego el acting out es “¿QUÉ LUGAR TENGO EN EL DESEO DEL
OTRO?” de la manera más radical. No alcanza el “te quiero”; pasa por tener una
certeza del lugar que se tiene en el deseo del Otro. Esto es algo que normalmente
está velado y es muy radical, se puede pensar en el sentido de la incondicionalidad, de
ser un objeto a, ser recibido no como sujeto sino como objeto.
Cuando vacila ese lugar, aparece la angustia (y, consecuentemente, sus
transformaciones). Aparece cuando vacila la certeza de tener un lugar en el
deseo del Otro.
Si se pone en dudas, lo que aparece como acting out se dirige a verificar el lugar
que uno tiene en el deseo del Otro.
Quien entra en acting out es alguien que ha perdido su lugar en el deseo del
Otro. Es alguien cuyo lugar en el deseo del Otro vacila. Es alguien que siente que no
tiene asegurado su lugar en el deseo del Otro.
Y para radicalizarlo, para llevar esta lógica al extremo, lo hacemos valer como
objeto, no como sujeto.
No se trata del lugar que uno tiene como sujeto en el deseo del Otro, es el lugar
que se tiene como objeto en el deseo del Otro: en este caso, que el Otro me desee
en tanto objeto a.
Esto no tiene ninguna connotación sexual, se trata de un lugar que uno tiene en el
deseo del Otro en tanto incondicional. Aquí se trata de esa incondicionalidad en tanto
objeto: “que sea lo que sea lo pueda tener igual a ese lugar, sea el ideal que vos
esperabas de mí, o sea un cachivache, igual tengo ese lugar en tu deseo”.
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Lo observable es el acting out. Ahora le agregamos un elemento más, el por qué esa
persona se angustia y comienza a actuar: porque ha perdido su lugar en el deseo del
Otro como objeto, no como sujeto.
Llegamos a un punto con la noción de objeto a que está a fuera del significante.
Uno puede circunscribir ese lugar de a, incluso decir que está articulado, porque
opera, pero nunca voy a tener las palabras que me digan cómo. Tratamos de entender
una lógica de funcionamiento que está más allá de la palabra.
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permitiría advertirlo son dos momentos -en los que Little dice haber “expresado sus
sentimientos”-:
DAMIANO
Su hipótesis siguiendo a Lacan en el Seminario X será que la interpretación no
solo no lo resuelve, sino que genera más acting out. Por lo tanto, podemos deducir
una indicación técnica: NO INTERPRETAR.
¿Por qué no interpretar? Porque el acting out no es un síntoma. Es un hecho
establecido que tiene una dirección al Otro, pero no hay en él un sujeto que pueda leer
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la interpretación. Por el contrario, en el caso del síntoma suponemos el sujeto del
inconsciente, pero solo es posible descifrarlo si puede establecerse la dimensión del
Otro, la transferencia.
Lacan dice: “…el acting out llama a la interpretación (…) para eso se hace el acting out
(…) el sujeto sabe muy bien que lo hace para ofrecerse a la interpretación”. Si se
demanda interpretación, no responder a la misma será condición para acceder al
deseo del que se trata.
¿Por qué la interpretación no produce efectos e inclusive produce más acting out?
Porque la completud del Otro que interpreta no logra hacer un lugar como objeto en el
deseo del Otro (el Otro completo se vuelve inconsistente) y el objeto a queda sin tocar
e insiste en hacerse reconocer más allá de todo significante.
Las interpretaciones del analista deberían responder a la fórmula: “te amo, aunque no
lo quieras”, a la “incondicionalidad”. Articula por eso la fórmula infalible: “te deseo,
aunque no lo sepa”.
FOBIA
Lacan propone su concepción de fobia siguiendo a Freud, subrayando la
diferencia entre fobia y angustia: la angustia aparece primero, y la fobia es una
formación defensiva que convierte la angustia en miedo, concentrándola en un objeto
específico.
Sin embargo, a diferencia de Freud, Lacan no identificará el objeto fóbico como
“representante del padre”, sino que dirá que la característica fundamental del
objeto fóbico es que no se limita a representar a una persona sino a distintas
personas sucesivamente. Al distinguir entre significante y significado, Lacan
establece que ninguno de los elementos significantes de la fobia tiene sentido
unívoco, ninguno equivale a un significado único:
Lacan señala los diversos modos en que Hans (caso paradigmático) describe los
caballos temidos en diferentes momentos de su fobia: teme que un caballo lo muerda,
que un caballo caiga… En cada uno de esos momentos el caballo representa a una
persona distinta de la vida de Hans. De modo que el caballo, el objeto fóbico, no
funciona como un equivalente de un significante único, sino como un significante que
no tiene un sentido unívoco y es desplazado sobre diferentes significados sucesivos.
El caballo juega un papel marcado por un carácter dialéctico. El caballo está
marcado de una profunda ambigüedad: es un signo para todo uso, exactamente como
un significante típico.
Lacan sostiene que Hans desarrolló la fobia a los caballos debido a que su padre
real no intervino como agente de la castración, que era el rol que le correspondía
en el Complejo de Edipo. Pero el significante “caballo”, además de cumplir de forma
terminal esta función metafórica (de equivalente del padre), ha jugado
papeles/funciones distintas en el desarrollo de Hans: el significante sintomático está
constituido de tal forma que por su naturaleza y por su función cubre, en el curso de
la evolución, múltiples y diversos significados.
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Esta creación imaginativa da cuenta de un postulado novedoso en Lacan: el hecho de
que el énfasis no ha de ser puesto en pensar al síntoma fóbico como descifrable, sino
en la función estructural que cumple. La creación imaginativa no es separable del
síntoma fóbico, pero es algo de distinto orden: se ordena con respecto al síntoma y se
despliega progresivamente en pos de reordenar los elementos del mundo que le fue
conmovido a un mundo que le sea manejable.
En sí, el problema de las primeras erecciones también remite al hecho de que no hay
nada ordenado previamente en el orden imaginario para permitirle a Hans asumir ese
fenómeno de crecimiento. Como no hay nada predeterminado en el plano imaginario,
la aparición de este fenómeno que implica una parte de su cuerpo (y por ende es del
orden de lo imaginario) pero que es vivido como algo completamente ajeno, distinto,
aporta un elemento esencial de perturbación.
El problema del desarrollo de Hans está vinculado con la ausencia del padre. La fobia
se produce en la medida en que Hans debe afrontar su complejo de Edipo en una
situación que exige una simbolización particularmente difícil. Pero que la fobia se
desarrolle como lo hace (al punto de producir semejante proliferación mítica en Hans),
nos indica la complejidad del fenómeno que está en juego cuando para el niño se trata
de integrar lo real de su genitalidad, y subraya el carácter fundamentalmente simbólico
de este momento de pasaje.
En ausencia de la intervención del padre como agente de la castración, Hans se
ve obligado a encontrar un sustituto en la fobia. La fobia emplea un objeto
imaginario (el caballo) para reorganizar el mundo simbólico del niño, y de tal modo
ayudarlo a pasar del orden imaginario al orden simbólico.
La fobia convierte en pensable, vivible, una situación traumática, mediante la
introducción de una dimensión simbólica, aunque esta sea sólo una solución
provisional.
El objeto fóbico es entonces un elemento imaginario que puede funcionar como
significante al ser utilizado para representar todos los elementos posibles del mundo
del sujeto (su padre, su madre, su pequeña hermana, sus amigos, él mismo). En el
proceso de desarrollar todas las permutaciones posibles en torno al “cristal significante
de su fobia”, Hans pudo agotar todas las imposibilidades que bloqueaban su pasaje
desde lo imaginario a lo simbólico, y de tal modo encontrar una solución a lo imposible,
recurriendo a una ecuación significante.
Respecto del debate de si la fobia se constituye como un síntoma o como una
estructura en sí misma, es preciso detenerse en el seminario de 1968, donde Lacan
sostiene que no puede verse en la fobia una entidad clínica una estructura), sino una
PLATAFORMA GIRATORIA DE EMPALME, algo que hay que elucidar en sus
relaciones con aquello hacia lo cual usualmente tiende: los dos grandes órdenes de la
neurosis (la Histeria y la Obsesión), y también el empalme que realiza con la
perversión.
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El vínculo con la perversión puede verse en las SEMEJANZAS ENTRE EL FETICHE Y
EL OBJETO FÓBICO, que son por igual sustitutos simbólicos de un elemento que
falta, y que sirven para estructurar el mundo circundante. Además, tanto la fobia como
la perversión surgen de dificultades en el pasaje desde el triángulo preedípico
imaginario hasta el cuaternario simbólico-edípico.
Texto de Miller
Reconocemos tres momentos/escansiones importantes en Lacan respecto de la
cuestión central del falo:
- En un primer momento tenemos el intento de resolución de la cuestión a nivel de la
noción de significante, lo que exige a Lacan a hablar del falo como un significante
especial: es un significante, pero diferente a otros.
- En un segundo momento ese significante ya queda en equivalencia al elemento
significante como tal, al Uno, y empieza a tallar la cuestión de su escritura. Y tenemos
el Lacan del abordaje del falo como función fálica, que es una manera de escribirlo al
modo de una lógica-matemática.
- En el período de los nudos, la cuestión de un falo real como crucial para transformar
en un agujero real lo que si no sería falso agujero para cualquier forma de articulación
posible de simbólico e imaginario.
Tenemos esas mismas tres perspectivas en el Seminario IV. La del falo como
significante es explícita en Hans, pero tenemos también el detalle para Lacan de la
inventiva de Hans para hacer del falo un rasgo escrito, un algo puesto en el papel y un
algo abollable: una función.
Lacan insiste en tratar de diferenciar un poco lo que desde Freud se adjudica a
la función del padre de la cuestión del falo como tal. El valor de la intervención
paterna en Freud es estrictamente un valor vinculado al falo y, por lo tanto, como
agente de castración. Todo lo demás que se puede construir perfectamente en torno al
significante del Nombre del Padre no hace a la cuestión propiamente freudiana que es
la articulación de lo que llamamos falo.
La fobia de Hans es un síntoma, pero no es un síntoma vinculado a la
castración: sucede como acontecimiento del cuerpo en una fase de
FRUSTRACIÓN. Aunque con ese tipo de síntoma habría chances de que se gire a
construcciones neuróticas (la idea de la fobia como placa giratoria).
El enfoque de Lacan de la fobia implica no considerar que la fobia fuese una formación
sustitutiva que estuviese ligada a la represión y a la castración. La fobia no sustituye
nada. Lacan da variados ejemplos acerca del callejón sin salida del desciframiento de
ese síntoma.
La fobia para Lacan no es un síntoma a descifrar. Y, sin embargo, se va a esforzar
por introducir hasta una “técnica” al principio del capítulo “El significante y el chiste”
que va a tomar del análisis estructural del mito de Lévi-Strauss. Lacan se afirma en
esto y dice que no va a hablar de construcción mítica en Hans en un sentido
metafórico, sino en el estricto sentido del análisis estructural del mito de Lévi- Strauss
y de la fórmula escrita propuesta por él para explicar el funcionamiento del mito.
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Toma como ejemplo el caballo: el síntoma es un significante propiamente hablando.
Dice Lacan: lo inmediato, lo primero que se les ocurrió a Freud y al padre, es darle un
significado. Ese significado fue “padre”, caballo-padre. Lacan se esfuerza para dar
mejores interpretaciones: “es muy fácil decir esto de que el caballo es el padre. Es
muy fácil y es como si dijera que sería lindo que la figura orgullosa de sí y viril de un
caballo, el lindo caballo es lo que ha venido a metaforizar esa imagen del padre. Es
una línea que habría que probar que el caballo es un rasgo del ideal a nivel del padre”.
Si estamos con caballo-padre, llegaríamos a eso seguramente porque estará primero
el padre de la hostilidad, después el del amor y en el último tiempo el de la
identificación a los rasgos paternos de la virilidad, el Ideal del Yo, etc.
Sería muy fácil decir todo eso, dice Lacan, pero cuando este significante aparece,
estamos lejísimos de una cosa así. Tenemos, en cambio, un caballo que es un caballo
atado al carro. El significante fóbico tiene distintas caras. Hans se ocupa muchísimo
acerca de si está atado o no. Si está atado, ¿es en un carro de un solo caballo o es en
un carro de dos caballos? Eso ya no sería lo mismo: si se lo ata en uno de uno o en
otro; y tampoco sería lo mismo si el carro está cargado o no está cargado. Con lo
mismo que le causa un miedo (Hans elucubra cuando habla de eso, se ocupa de eso,
inventa eso) desarrolla estas relaciones de atado o no atado a un carro y carro
cargado-no cargado, etc. Múltiples significaciones.
Lacan dice que seguramente todo eso tiene sentidos distintos, que seguramente iría
en dirección a un caballo que representa a la madre y seguramente también al pene,
pero al pene como atado, indisolublemente agarrado al carro-madre, y se puede ir de
ahí con el “cargado y descargado” a todo el tema del embarazo, las preocupaciones
de Hans sobre el embarazo, sobre el nacimiento, etc. Hasta acá Lacan quiere que
veamos
hasta qué punto el síntoma fóbico es un significante -que no posee significado
unívoco-, porque una cosa es ir a parar al caballo orgulloso y viril vía paterna, y otra
cosa ir a parar al bebé, los nacimientos y la madre.
Dice Lacan que, si entendemos esto, viene la regla de oro: lo que hay que seguir en el
despliegue del síntoma no es su diversidad de producción de sentidos sino si otro
significante se articula para producir esa diversidad. No interesa la diversidad de
sentidos, sino el modo en que el síntoma articula otros significantes. Desde la
fobia podemos articular carro cargado, carro descargado, y así. Va a haber muchas
relaciones más. Son relaciones entre significantes. Otra cosa es decir que el sentido
de “cargado” es “madre embarazada”, esos son sentidos. Por supuesto que se
producen todos esos sentidos. Pero lo que dice Lacan es que hay que seguir la
articulación de ese síntoma fóbico con cierto otro número de significantes. Y
considerar esa articulación desde un punto de vista lógico.
La angustia a la que respondió la fobia no es exactamente la de esta diferencia
de los sexos: lo real que está en juego es otra cosa. El puro valor significante del
falo está para establecer una diferencia por ausencia, para aplicarla a la diferencia de
los sexos, la pura diferencia significante de un significante y el significante cero. El falo
funciona de ese modo puramente simbólico. No tiene correspondiente, pero su
ausencia sirve para ubicar a las mujeres y su presencia a los hombres. Aunque Hans
acusó el golpe y entendió esta cuestión del falo en ellos y en ellas, él prosigue su tarea
sólo y sin sacar partido de eso para nada. Como si dijera: “si papá, entendí, fenómeno,
no te preocupes, lo tengo bien enraizado en el cuerpo, crecerá conmigo; pero mi
problema es otro, así que sigo con la fobia”.
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Lacan nos da la siguiente regla (después de “la de oro”, de articular los significantes
por una lógica que será a la larga una lógica para elaborar algo del goce): tener
presente que lo que hace Hans con la jirafa y con el “caballo mancha negra”, da
cuenta de que el significante no reproduce nada, sino que crea, transforma. Inventa
saber. No es que lo descubre Hans ni que porque ahora lo veamos así se va a aplicar
automáticamente a otro niño. Hace a la singularidad de lo que se inventó Hans. El
significante es transformador, creador, inventivo; tema fundamental en la última
enseñanza de Lacan para el síntoma y para el saber inconsciente: su carácter singular
e inventivo.
Esta tercera regla ya nos muestra un algo del psicoanálisis propio de Lacan distinto en
este punto crucial del mismo instrumental que va a tomar de Lévi-Strauss. Porque
Lévi-Strauss al observar esta lógica mítica que no va por el sentido sino por una
estricta lógica de resolución de imposibles, y como la estudiaba a nivel de una
producción de las antiguas culturas en general y en todos los lugares del planeta, era
lógico que tendiese a pensar que la lógica mítica era un automatón y entonces
seguramente sostenido en alguna propiedad del cerebro que algún día la neurología
descubrirá. Y ahí Lévi-Strauss se limpiaba las manos y decía: yo llegué hasta aquí con
mis recursos. En cambio, en ese justo punto tenemos ya en Lacan en el mismo
momento que va a aplicar las ideas permutativas del funcionamiento significante
mítico, ya con Hans nos señala que acá hay otra cosa: hay una cosa de
transformación, de inventiva, singular.
Lacan afirma que la fobia es la plataforma giratoria que puede dirigirse hacia la
Histeria y la Neurosis Obsesiva; y que puede efectuar un enlace con la
estructura de la perversión.
El autor se pregunta si la fobia, en tanto plataforma giratoria, implica un momento de
efectuación de la estructura, considerando admitido que el sujeto, al confrontarse
inauguralmente con la angustia de castración, la resuelve de modo provisional
ligándola al significante.
Para hablar de ese momento de efectuación primero nos adentramos en la
constitución del síntoma fóbico.
EL SÍNTOMA FÓBICO:
La constitución del síntoma fóbico se da en el punto de la división del sujeto,
dice Lacan. Ese punto de división subjetiva es un nudo a partir del cual el sujeto se
amurallará con una fobia: es desde ahí que surgirá el fetiche o tomará el paso
vacilante de la neurosis.
Lacan: “el pasaje del campo de la angustia no es sin objeto, es aquel donde se devela
la verdadera función de la fobia, que es la de sustituir el objeto de la angustia por un
significante que provoca temor. A la vista del enigma de la angustia, la relación
señalada de peligro es tranquilizadora”.
Lacan se refiere a la fobia en tanto plataforma giratoria como previa a la definición de
la estructura -neurosis o perversión-, y de sus modos, Histeria o Neurosis Obsesiva.
Desde la perspectiva del saber verdadero, nos proponemos entender la construcción
de la plataforma fóbica con relación a los tiempos lógicos.
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LOS TIEMPOS DE LA FOBIA:
- INSTANTE DE VER:
Corresponde a la revelación de un saber que hasta el momento ni se intuía. En el
ejemplo clínico, a partir del instante en que sucede la experiencia con el hermano, se
configura para el niño una situación que se define a partir de su relación con el saber:
primero hay un saber sobre el goce de ser el falo (el objeto de deseo que colma a ese
Otro); luego hay un “saber verdadero” que le produce horror. En ese “saber
verdadero” hay en
juego un saber sobre la diferencia de los sexos, la relación sexual y sobre la
castración, lo que implica saber la verdad de la madre como deseante, es decir,
castrada. Esto produce horror, perplejidad y angustia en el sujeto. No hay elementos
significantes que puedan simbolizarlo.
El instante en que el hermano del niño dice «gallina» separa un antes (donde gallina
remitía al goce de ser objeto de la madre), de un después (el de un goce con valor de
letra). La gallina como objeto de goce que implica la castración será lo que genere la
angustia; formará parte de la matriz de goce fantasmático.
El instante de ver es el instante del enfrentamiento con un saber que no se
alcanza: un saber en los límites de lo Real.
- TIEMPO DE COMPRENDER:
En el ejemplo, «gallina» toma un valor significante a partir de la interpretación
del sujeto. Así, «gallina» pasa de letra de goce a significante uno (S1) que inicia el
delirio fóbico.
El tiempo de comprender es el que permite al sujeto colocar un significante (el
significante fóbico) como mecanismo precario de defensa. Es un mecanismo
precario porque la fantasía no está plenamente establecida, y es de defensa en tanto
que se trata de un significante que viene a sustituir a la angustia, creando, a través de
una metáfora, una articulación en la cadena significante.
Se problematiza aquí el pasaje de la fobia a la perversión: si no tiene lugar la
interpretación inconsciente, la plataforma girará hacia la constitución de una
estructura perversa.
Por ejemplo, a Hans le interesan las bombachas de la madre en tanto velo que oculta
la respuesta a su pregunta por el falo materno; pero las mismas, retiradas del cuerpo
materno (es decir, en tanto objeto, pero sin ser objeto fetiche), suscitan en él
formaciones reactivas de tipo neurótico. La perversión, al construir con la bombacha
un fetiche, desmiente la castración y otorga al (A) la compleción que le falta.
En “Inhibición, síntoma y angustia” Freud coloca el horror a la castración como el
motor de los procesos defensivos neuróticos (vemos así cómo la interpretación fálica
denigra la posición de objeto, lo femenino y la castración). Sin embargo, es el aumento
de tensión pulsional lo que coloca al sujeto frente al peligro de la castración. Lacan
recuerda que es la erección de Hans a los cuatro años lo que pone en cuestión su
capacidad de dar una respuesta satisfactoria a la madre. En la neurosis, la castración
y el aumento pulsional aparecen mezclados o confundidos.
Dos saberes se revelan bajo el relámpago:
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- el primero es un saber sobre el goce del sujeto, sobre a;
- el segundo, que es una deducción lógica, es el saber de la estructura “todos estamos
castrados, no hay relación sexual” (-Φ), que implica una posición ética del sujeto frente
al saber verdadero S(Ⱥ).
El perverso desmiente el saber de la estructura y goza del saber de su goce.
En la neurosis, el giro hacia la Histeria o hacia la Neurosis Obsesiva dependerá del
tipo de defensa como elección forzada del sujeto. El neurótico obsesivo llega a saber
de la estructura por la vía del saber sobre su goce. La histérica, en cambio, afronta la
inconsistencia del A y, de allí, deduce el saber sobre su goce. Esta diferencia implica
seguramente espacios topológicos diferentes. La disposición perversa polimorfa
persiste: en el neurótico en forma fantasmática; en la perversión en forma de acto.
En el tiempo de comprender, el sujeto, al unir la angustia de castración al significante,
la interpreta como proveniente del Otro. El Otro es así tomado como agente de la
castración, y el sujeto aparece como objeto de ese goce. Así, el propio goce es
atribuido al Otro.
- MOMENTO DE CONCLUIR:
Es el momento en el que la fobia, como plataforma giratoria, debe definirse.
Miller destaca que la creación del objeto fóbico de Hans implica una interpretación.
Hans se enfrenta con un problema y trabaja para resolverlo. Lo hace agregando un
elemento más, en forma de interpretación. Tradicionalmente uno podría pensar que la
fobia está presente por la ineficacia de la función paterna para metaforizar el deseo de
la madre; pero desde la perspectiva de la fobia en tanto que plataforma giratoria, el
elemento síntoma viene para dar cuenta de la falta en la estructura.
El síntoma, en cuanto letra de goce, permite indexar el elemento faltante (el síntoma
sería un trabajo sobre ese a). La letra de goce del síntoma es el elemento estabilizador
de la estructura, es lo que permite enlazar lo simbólico, lo imaginario y lo real.
El paso de la angustia al miedo se instituye por un significante fóbico, significante que:
- tiene algo de simbólico,
- tiene algo de imaginario,
- es un objeto (y en tanto objeto, está constituido por un núcleo real rodeado por un
halo imaginario).
Es la relación con lo simbólico lo que permite, a nivel de lo imaginario, hacer aparecer
el objeto a (velado). El significante de la sustitución, en su íntima articulación con la
letra de goce (a), toma una función de suplencia. Es un significante que proviene de la
vertiente del objeto y que apunta al goce oculto del sujeto (saber del goce), y al vacío,
a la nada (saber de la estructura).
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- el fetiche desmiente la función metafórica paterna (en la clínica se ve la traba
estructural al trabajo del inconsciente, verificando su carácter incurable, en tanto no
encuentra su castración sino como castración real).
La fobia se constituye como una suspensión de la función paterna. Miller se
refiere a la maniobra defensiva que el neurótico hace como primer movimiento. Esta
consiste en la transformación del Ⱥ (el “Che vuoi?”) en algo no angustiante mediante el
recurso al fantasma del Otro completo. La fobia -en tanto placa giratoria, porque como
tal no es ubicable en la pantomima histérica u obsesiva que se despliega como el
deseo insatisfecho o imposible-, deja una apertura rudimentaria del Ⱥ. Falla el recurso
al fantasma del A completo, y el modo como se responde al “Che vuoi?” angustiante
es con el objeto de miedo, que funciona como
significante para todo uso para suplir la falta del Otro. La idea misma de suplencia
indica que en el punto justo de la fobia, no opera el Nombre del Padre como
pacificador del deseo del Otro.
El significante fóbico se trata de un significante muy particular en Lacan: es un
significante cuya particularidad es no representar al sujeto para otro significante, salvo
para el supuesto saber, lo que lo hace dócil para la transferencia, pero opaco para su
resolución como “formación del inconsciente” (todo esto porque es un significante que
puede tener varios significados, no un sentido unívoco).
El objeto fóbico vale para el sujeto como signo, no supone un estatuto
metafórico. Si la x tiene una solución por fobia es porque está como suplencia. No
tiene estatuto de metáfora efectiva. Parece faltar una vuelta a la constitución de la
represión como tal: no contamos con un significante que esté en sustitución de otro
caído bajo la barra ($).
El trabajo alrededor de este significante fóbico, decía Indart, “puede conducir a crear a
su alrededor una especie de tejido simbólico ( ... ) una lenta creación de un mito ( ... )
que justamente mantenga bien a distancia la angustia que es suscitada por el deseo
del Otro”. Indart llama la atención acerca de no confundir este trabajo creativo con un
trabajo asociativo que revelase los significantes amos reprimidos del sujeto (no pasa
por su interpretación, sino por la función estructural que está cumpliendo).
En términos de cura (y no de fin de análisis) se trata más bien de que la metáfora de la
castración se efectivice y el significante de evitación deje paso a un verdadero
significante de represión. En estos casos ocurre que la metáfora paterna alcanza el
punto mismo donde estaba la fobia.
El trabajo de las formaciones del inconsciente puede ubicar ese momento estructural
donde se ha instalado el significante supletorio como lugar que puede ser “ganado” por
la metáfora paterna (y su efecto de represión). Esto explica una mejoría en cuanto a
las fobias.
El trabajo de las formaciones del inconsciente parece ir en igual sentido cuando se
trata del fetiche, pero aquí hay que considerar que su lugar no logra ser ganado por la
metáfora de la castración: ante la insistencia de aquello que podría revelar la
castración, el sujeto perverso encuentra la posición de certeza con la cual pasa lisa y
llanamente a oponérsele.
Miller plantea que el fantasma es una máquina que se pone en juego cuando se
manifiesta el deseo del Otro. Lo que angustia es el deseo del Otro, y el fantasma viene
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a cubrir la angustia suscitada por este deseo. La angustia misma aparece cuando hay
un desfallecimiento de la cobertura fantasmática.
Esto se ve muy bien en la cobertura que supone la fobia (que es un medio de cubrir la
angustia a través de un miedo). Las distintas estructuras fantasmáticas y clínicas
pueden ubicarse como modos de respuesta a la cuestión del deseo del Otro.
El deseo fóbico es un deseo prevenido por una señal de que hay un deseo del Otro,
quedando el sujeto prevenido, avisado. La señal anticipa lo señalado e impide
acercarse al deseo del Otro. El miedo es una manera de protegerse de la angustia
suscitada por el deseo del Otro.
Para Lacan, la fobia no es una entidad clínica especial sino una plataforma giratoria,
un momento anterior donde se puede elegir una estructura clínica. El problema en la
Histeria y en la Obsesión, es que no está la señal cuando se manifiesta el deseo.
41
producen grandes reformulaciones en el entendimiento de la estructuración del
aparato psíquico, estableciendo como universal el carácter inexorablemente
traumático de la sexualidad. Lo traumático es definido ahora como un exceso de
excitación que irrumpe en el aparato anímico produciendo una desregulación en
su economía. Esta vertiente real del trauma será ligada a la compulsión a la repetición
que confronta al sujeto con el desvalimiento que atraviesa y estructura toda existencia
humana. Hilflosigkeit lo llamará Freud, y constituirá aquello a lo que el sujeto deberá
responder.
El trauma en Lacan:
La emergencia del trauma como encuentro fallido con lo real, concepto desarrollado
por Lacan en el Seminario XI, es equiparada a la tyche aristotélica. El trauma se
diferencia y opone al funcionamiento del inconsciente freudiano y sus leyes, que
trabajan en pos del principio de placer en solidaridad con el principio de realidad.
Desde la perspectiva del trauma, el llamado sistema inconsciente aboga en favor del
sueño y participa de la función de la fantasía en tanto velo y barrera a lo real. El real
propio del trauma viene a agujerear a ese sistema señalándonos una dimensión
del más allá del principio del placer identificado ahora con la función del
despertar (y del goce).
Más adelante Lacan forja su noción de LALENGUA. A diferencia de Freud, Lacan
plantea que el verdadero núcleo traumático es la relación a lalengua, en tanto ésta se
padece, se sufre y deja marcas incurables en el cuerpo que dan consistencia al
sinthome. La tesis que propone con este neologismo es la del inconsciente como
“saber sin sujeto”. El conjunto significante en este nivel no alcanza para producir un
saber respecto del goce, pues “el saber es lo que se articula” en los dichos de la
palabra [mientras que el goce, en tanto está relacionado con el objeto a, “está
articulado, pero no es articulable” completamente en palabras].
Lalengua aparece de este modo como el gran depósito, el aluvión de los significantes
de donde si bien el descifrado extrae algunos fragmentos, algo permanece como un
saber inexpugnable. Lalengua afecta el goce viviente del ser que habla y sus efectos
serán los afectos.
Lacan por un lado afirma que, si se puede mover el goce del síntoma mediante el
verbo a partir de la experiencia psicoanalítica, es porque en el “encuentro con las
palabras con [el] cuerpo algo se perfila”. La interpretación no apunta a la reducción de
los síntomas, sino que lo hace en función de los primeros encuentros con la realidad
sexual. Concluye que habría una coalescencia entre el sexo y el verbo que serán los
dos resortes para una interpretación eficaz.
Lacan privilegia el periodo de la primera infancia, en que se recibe el discurso que
define en términos de impregnación del lenguaje: “el inconsciente es la manera que ha
tenido el sujeto de ser impregnado por el lenguaje, de llevar su impronta”. Para cada
cual, lalengua proviene del medio sonoro del discurso, que envuelve al sujeto con sus
sonidos, con sus ritmos y sus silencios. Se trata de un continuo sonoro de lo oído a-
estructural que, como restos, serán situados como lo real fuera de sentido, y le
adscribirá la forma del Uno sonoro recibido de eso que se oyó. Lacan desplaza así el
peso del discurso del Otro, articulado como lenguaje, al peso de lalengua oída del
Otro, en un pasaje de lo Simbólico a lo Real.
El trauma entendido como lugar donde se ubica el horror, pero también como
lugar donde se aloja un trozo de real para cada ser hablante. El trauma no se trata
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de un acontecimiento producido en el mundo exterior del cual el sujeto sería pura
víctima; tampoco en algo puramente interior que coloca al Yo como único culpable. La
perspectiva de la cátedra consiste en pensar al trauma como aquello que lo confronta
con una EXTIMIDAD (neologismo creado por Lacan ex + intimidad): la extimidad de lo
real se introduce desde el principio cuando el verbo afecta al cuerpo. El término
“extimidad” se construye sobre “intimidad”. No es su contrario, porque lo éxtimo es
precisamente lo íntimo, incluso lo más íntimo. Esta palabra indica, sin embargo, que lo
más íntimo está en el exterior, que es como un cuerpo extraño.
DEPRESION Y MELANCOLIA
Dentro de las posibilidades clásicas en este tema, tenemos las temáticas vinculadas al
DUELO. El duelo pone en juego la problemática de la pérdida de algo significativo que,
dependiendo de la importancia que tenga para nuestro deseo, pueden ser muchas
cosas. Cuando uno hace un duelo, no lo hace por lo que se fue, sino por el lugar que
perdió en ese otro que se fue. Hacemos un duelo por el otro para el cual fuimos
importantes, por el lugar que teníamos en él como objetos.
Muchas veces la “depresión” se asocia al “duelo” y a la “tristeza”, pero hacemos la
salvedad de que la palabra tristeza, a diferencia de la categoría de depresión del DSM,
al menos recupera algo de la dimensión del sujeto; y que se distingue del trabajo que
supone el duelo.
Como una manera de seguir la problemática del duelo, tenemos una serie necesaria
de pasos que seguir. Esos pasos están vinculados a los TIEMPOS LÓGICOS:
- INSTANTE DE VER
- TIEMPO DE COMPRENDER
- MOMENTO DE CONCLUIR
Considerar la cuestión del “tiempo” nos mete en un debate sobre “lo normal del duelo”
y el “duelo patológico”: hasta dónde el duelo es normal y hasta dónde excede el
trabajo del duelo. El aporte que hace el psicoanálisis es considerar que los duelos no
están ligados meramente a tiempos cronológicos sino a tiempos lógicos. Los tiempos
lógicos por supuesto conllevan tiempos cronológicos, lo que pasa es que nosotros no
establecemos un tiempo cronológico, sino que decimos que se necesitan ciertos
pasos.
Instante, tiempo y momento no son lo mismo.
Lo que llamamos el “instante de ver” es justamente un instante en el que el sujeto se
anoticia de la pérdida, y esa pérdida se inscribe como tal.
Luego de que el sujeto se anotició de la pérdida viene un “tiempo de comprender”,
un tiempo de elaboración de la pérdida.
Luego de eso viene lo que llamamos el “momento de concluir”, en el que el sujeto se
encuentra liberado, fortalecido, habiendo trabajado esa pérdida.
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El problema clínico más importante surge en el primer tiempo, cuando en el
instante de ver algo no se produce. O fracasa el admitir la pérdida, o fracasa el
inscribirla. Puede ser: no admito / la rechazo / no inscribo esta pérdida. La experiencia
clínica nos muestra que ahí, cuando la pérdida no es admitida, tenemos los
problemas y dificultades más graves de la MELANCOLIZACIÓN.
La melancolización en términos psicoanalíticos implicaría que el sujeto se
identifica con el objeto perdido, con el objeto a que es lo que se perdió, se
identifica en tanto resto, deshecho. Para entender la pérdida es necesario pasar por
la identificación, pero tenemos un problema grave en el duelo cuando eso se fija y se
eterniza.
Donde no hay inscripción de la pérdida, el problema más importante es la
melancolización. Es un problema vinculado al instante de ver, sin eso no es posible
después nada del proceso de duelo. En casos extremos vamos a tener lo que vemos
en ese caso: alucinaciones (no necesariamente psicóticas), y la posible identificación
del sujeto a esa pérdida. Lo que Freud decía metafóricamente “la sombra del objeto ha
caído sobre el Yo”.
Se diferencia la melancolización de la melancolía. La melancolía es un término que
en psicoanálisis destinamos a la psicosis. Uno puede tener una melancolización
clínicamente en un sujeto en duelo sin ser necesariamente psicótico, los duelos se
pueden melancolizar.
Quizás la melancolía sea una de las categorías más complejas, en donde se pueden
marcar dos o tres cosas:
1. A diferencia de la psicosis tradicional, la psicosis melancólica se desencadena a
partir de una pérdida, no del encuentro con Un Padre. Puede ser una pérdida que no
parezca tan significativa o sí, pero, a partir de ese momento, el sujeto entra en una
melancolía.
2. Lo que destaca Soler es la presencia del “delirio de indignidad” en la melancolía: no
merecer la vida, no merecer nada. ¿Por qué es un delirio? porque es indialectizable. El
contenido puede parecer más o menos acorde, los argumentos pueden ser ajustados
a la realidad del sujeto o pueden ser notoriamente delirantes, pero no importa tanto
como el hecho de que no hay manera de dialectizar. El sujeto se identifica a un resto:
“soy una mierda” y esto de manera inamovible, inquebrantable, certera.
3. Lo otro también presente que marca Soler, es el “delirio de culpabilidad” en donde el
sujeto se hace culpable de la pérdida.
En el caso de la melancolía psicótica, la melancolización es muy extrema, al punto en
que a veces vemos a un sujeto sin energía vital, postrado en una cama. En la
melancolía propiamente psicótica o en los estados melancólicos cuando se patologiza
el duelo vamos a tener siempre el peso del objeto, objeto que no se consigue pasar al
campo del Otro. En el melancólico, el eje imaginario, el empobrecimiento del Yo, es
correlativo del empobrecimiento de la realidad. La mirada del mundo me resulta
trágica, no hay deseo que valga la pena, ni siquiera el narcisismo, que es un deseo.
Ya si uno tiene ganas de arreglarse, por ejemplo, se valora; acá se muestra como el
narcisismo es un deseo. Esto de lo imaginario en esta problemática, tanto del lado del
sujeto como del lado de los objetos, son como arrasados. Basta con ver un duelo
normal para ver esto. Esto nos demuestra que para constituir la realidad uno tiene que
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pasar el objeto al campo del Otro. Una vez que el objeto a está en el campo del Otro,
los objetos del mundo resultan agradables.
El suicidio merece debate. Implica una clínica por la que tenemos que pasar. El
suicidio puede ser legítimo en un punto, eso podría ser efectivamente una elección
subjetiva. Puede inclusive ser abalada, como en la eutanasia: ese es el Dios médico
que dice cuándo tenemos que morir y cuándo tenemos que seguir viviendo, la
eutanasia es por el saber médico, en muchas sociedades se acepta que “si lo abala la
medicina, listo”, ahora ¿si lo decís vos no? Eso hay que pensarlo, de ahí empezamos
a retroceder porque no siempre nosotros podemos salvar a la gente. Esa clínica es
muy dura y hay que formarse mucho éticamente.
Un punto es el “diferir el acto”, y esto se dice para no retroceder y no renunciar. Esto
habla de la importancia de la sesión, de mantener la transferencia, de ofrecer un lugar
para el sujeto, aunque nosotros no podemos saber si va a cambiar de posición; no
obstante, lo acompañamos.
Muchas veces para nosotros conocer un poco de la clínica de la melancolía y de la
psicosis nos permite aportar una gran colaboración, puede ser sacarlo a ese sujeto de
la situación que lo confronta con la forclusión y muchas veces alentar suplencias. Hay,
por ejemplo, cómicos, artistas y pintores geniales que son grandes melancólicos. El
tema es que el punto melancólico muchas veces no tiene suplencia, a eso se está
fijado; entonces ese artista después de hacer su arte se toma mil litros de whiskey
para levantar un poco el peso de su existencia; son grandes melancólicos, pero tienen
salidas sublimatorias, tienen suplencias y hacen arte.
Nosotros vamos a detectar eso también, porque si solo nos fascinamos con la
posibilidad de acto, del suicidio y de la melancolía como tal -en su peor vertiente- nos
paralizamos clínicamente. Por el lado de la suplencia, de la actualidad, del sostén
transferencial, todos esos son lugares que tienen mucho para hacer sin el ideal de
curar, salvar y volver deseante a todo el mundo.
PSICOSIS
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Una cuestión muy frecuente es el problema de diagnosticar la psicosis. Debemos
tener como principio clínico ir a búsqueda de la psicosis, si no se encuentra está bien,
pero siempre hay que tener la hipótesis a mano. Hay más psicóticos de los que
podemos llegar a diagnosticar. Muchos están atendiendo a un montón de psicóticos y
no se dan cuenta, sea porque no era evidente el carácter delirante del discurso, el
estatuto de las alucinaciones o algo de la significación personal, o porque a un brote
no se le da ese estatuto.
Los FENÓMENOS ELEMENTALES no son fenómenos fáciles de aislar, y más difícil
será si uno no tiene a mano la hipótesis de que el sujeto que tiene enfrente puede ser
un psicótico.
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preliminar…” Lacan menciona que se trata de hecho de un efecto significante por
cuanto su grado de certidumbre (la dimensión de certeza, el grado de certeza que
tiene ese sujeto frente a eso que escuchó) tiene un peso proporcional al vacío
enigmático que se presenta primeramente en el lugar de la significación misma. “Yo no
sé qué significa, pero menos sé que significa y más tengo la certeza de que significa
algo”. Empieza así una construcción con el carácter de amenaza.
Tenemos un vacío de significación, una perplejidad, que adquiere así el “colmo del
sentido” (Lacan), algo que precisamente no tiene sentido se vuelve imperativo que lo
tenga, “algo significa… y me concierne”.
Silvestre en “Transferencia e interpretación en la Psicosis” sostiene que para aceptar
una demanda de análisis no es necesario conocer la estructura clínica del sujeto. Esta
solo debe ser tenida en cuenta para modular la respuesta. Lo que importa es saber
cómo el psicótico llega a enunciar una demanda y por qué decide comenzar la
cura. El punto de partida de la demanda es una significación en suspenso que le
resulta amenazante en la medida en que no puede atribuirle un sentido. Esta
imposibilidad proviene de la forclusión del significante del Nombre del Padre, del
AGUJERO FORCLUSIVO.
El significante que podría darle un sentido no opera; el compañero de trabajo si lo
tenía operando es el significante del Nombre del Padre, y vemos su operatoria
cuando él puede decir “quedate tranquila que no pasa nada”. La significación fálica da
esa “fe” que tiene el sujeto neurótico de tener siempre el significante a mano, y poder
encontrarle una explicación, un sentido común, un “eso es el falo, quedate tranquilo”.
La significación fálica permite tener a mano una explicación sobre qué es lo que quiere
el Otro: que por más inquietante que sea el sentido de lo que el Otro quiere, va a ser
alguna de las formas del falo. Sabemos lo que quiere el Otro y eso nos tranquiliza.
Aunque nos pongamos muy nerviosos, sabemos eso y eso permite que no aparezca la
angustia ni la inquietud. Cuando eso se pone en cuestión es que empieza la angustia,
en cambio si el Otro se conforma con lo que yo creo que quiere y que le ofrecemos,
ese Otro se vuelve un Otro domesticado, el Nombre del Padre es un significante
que domestica al Otro y que siempre nos dice “el otro quiere el falo, el otro quiere…”.
Siempre es necesario construirse un saber sobre lo que el Otro quiere, la cuestión
pasa por el carácter que cobra ese saber, si es en tanto CREENCIA (neurosis) o
CERTEZA (psicosis).
Si planteamos la constitución subjetiva nos remitimos al momento en el que no
se sabe A ese significante primordial y ordenador de sentido lo llamamos
significante del Nombre del Padre y que siempre da una significación al deseo
del Otro como falo lo que el Otro quiere (“Che vuoi?”), pero sí se sabe que quiere
algo.
El sujeto psicótico se acerca al analista a la espera de que este haga emerger
esa significación que no puede advenir por la ausencia del significante
primordial. Es en ese momento de indecisión que el analista puede ofrecerle el relevo
del Sujeto Supuesto Saber (esto no se produce para todo psicótico). Se le supone al
analista un “saber hacer” con la función de la palabra. Si el delirio toma impulso a partir
de la introducción del Sujeto Supuesto Saber es porque la palabra va a ser utilizada
por él para producir la significación que le falta, para construir una metáfora sustitutiva
que produzca significación, que sustituya a la metáfora paterna.
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Cada COYUNTURA DE DESENCADENAMIENTO va a poner en evidencia el
agujero forclusivo que siempre estuvo. La cuestión es que ese agujero
forclusivo siempre estuvo, pero estuvo cubierto, y mientras ese sujeto no deba
enfrentarse a una determinada situación que lo haga “desencadenar”, va a poder
sostenerse. Por esta razón el analista debe ser cauteloso y preservar al sujeto de
esas experiencias en la medida en que a lo largo del análisis, el analista va
adquiriendo un saber acerca de dónde podría llegar a presentarse aquello que
conmueva el sujeto, que fracture la trama simbólica que lo organiza.
La consecuencia primera del significante del Nombre del Padre es someter la
significación a la castración. El significante del Nombre del Padre supone un pacto,
un contrato que hace el sujeto con el Otro para compartir el goce. Es un artificio por el
cual el sujeto trata de conciliar lo real y lo simbólico. Si se puede hablar de delirio a
propósito de la metáfora elaborada por el psicótico, es porque esta metáfora (delirante)
fracasa en su reproducción de ese contrato. Fracasa en tanto poner una limitación del
goce.
En el caso de la psicosis hay un vacío, un agujero, por lo cual el sujeto emprende la
construcción de un delirio que le permita localizar el deseo y el goce del Otro. Todo el
delirio viene a ocupar el lugar de un significante que otorga significación a esa
amenaza primera. Hay vacío de la significación porque el significante del Nombre del
Padre no está operando; luego vendrá la metáfora delirante a reemplazar esto, como
un segundo significante. Esta metáfora delirante permite la estabilización, vuelve a
dar una función de la palabra que basta para organizar el campo del lenguaje,
pero en cambio el goce sigue desencadenado. Este equilibrio es precario, lo deja
desarmado frente a la intrusión en lo que remite al goce.
Lo que conecta al sujeto neurótico con el goce es el fantasma, pero si el fantasma
enmarca el goce, es en tanto que la función de castración circula en él entre el sujeto y
el objeto. La exclusión de la castración tiene como efecto desencadenar el goce;
entonces hace falta otra cosa para mermar el goce al cual el psicótico se
encuentra a merced: que el analista se ofrezca a encarnar la transferencia.
El sujeto psicótico va a tener una demanda, que va a partir de la x del agujero
forclusivo: en el fondo, lo que demanda un sujeto, lo que va a buscar, es un
significante, un saber que detenga esa significación en suspenso en que lo deja la
ausencia del Nombre del Padre. Cuando se produce la ruptura, se produce el estallido
de aquello que otorgaba una significación o que estaba en el lugar del Nombre del
Padre, cuando eso se rompe la significación queda en suspenso. Silvestre dice que es
desde allí que puede partir la demanda del sujeto psicótico: para que le demos el
significante, o le avalemos el significante que vendría a detener la hemorragia de la
significación.
El Sujeto Supuesto Saber tiene en la psicosis un estatuto de real, tiene certeza
de lo que sucede. Si el analista se ubica en ese lugar, el sujeto psicótico quedará
en un lugar de objeto de goce de ese Otro que sabe, que detenta el poder del
sentido y la transferencia va a tomar una vertiente erotomaníaca. Posteriormente,
el analista puede convertirse en un perseguidor, el que goza, el Otro gozador. No es
un saber acético. “El que sabe lo que a mí me pasa es parte del complot”. El estatuto
del saber para el psicótico es real y el sujeto se transforma en el objeto de ese goce
del Otro que sabe.
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Entonces hay que encontrar las maneras de sustraerse de ser ubicado en ese lugar
del Otro. La interpretación debe apuntar a desalojarlo del lugar de objeto y
nosotros como analistas es corrernos de ese lugar del Otro. Hay que tratar de
pesquisar el esbozo de esa transferencia, pero hay cortarlo y no dejar pasar ciertos
comentarios que dan cuenta de ello, sino que hay que intervenir, corriéndose.
El fracaso de la cura no es tanto que el sujeto no se cure, porque relativizamos la idea
de cura. El fracaso de la cura es que nos transformemos en los Otros gozadores;
tenemos que evitar colocarnos, o que nos
coloquen, en el lugar del saber. Si podemos corrernos del lugar del saber nos
preservaremos de ocupar el lugar del Otro gozador, porque están juntos en la psicosis.
El psicótico nos va a llamar a ese lugar, no es por bueno, ni por malo, sino que la
estructura nos lleva a ese lugar. La demanda parte del agujero forclusivo y se dirige al
Otro que sabe realmente, solo tiene que encontrar las encarnaduras. Si tenemos un
paciente psicótico vamos a ir al lugar del perseguidor si no nos substraemos a que nos
coloque en cierto lugar.
¿Cómo se puede evitar caer en ese lugar? Primero sabiéndolo, sabiendo que
vamos a ir a caer a ese lugar. Solo se pueden dar ejemplos y solo fallidos, no
van a servir para el siguiente. Te tenés que correr con la misma fuerza que tenés la
imputación. Mostrar un enojo, una falta, una indignación frente a esa atribución es una
manera de evitarlo. Mostrarse en falta, en el lugar del que no sabe, para que el
saber lo tenga el sujeto. Cómo se encarna el “no saber” es todo un tema, pero esa
es la orientación. Para atender la psicosis hay que estar un poco curado de la culpa
neurótica de creerse causa de todo.
La interpretación y la transferencia giran alrededor de este problema
fundamental. Podemos interpretar, decir, agregar, siempre y cuando no prediquemos
sobre el agujero forclusivo, sin tocar el vacío de la forclusión. Hay cosas de las que no
podemos hablar, ni expresar algún saber.
Esquivar todo esto es de una gran actividad para el analista. El molde en que el
que el sujeto te coloca es precisamente el que hay que evitar. La clínica de la psicosis
es muy activa respecto de no caer en estos lugares, lo primero es eso, es transpirar
para zafar de eso a lo que te lleva el trabajo psicótico. Hay que trabajar mucho para
quedarnos en el lugar del pelotudo… del que no entiende, del que hay que explicarle.
Por un lado, entonces, la posición del analista debe ser la de correrse de ese lugar de
darle sentido a eso, que podría responder por el sentido en suspenso; no hay que
responder a la demanda de sentido. Porque quien sabe del sentido, que para el sujeto
es enigmático, será quien lo goce: “el que sabe será quien gozará de mí”. Para el
psicótico, el Otro devendrá perseguidor. El Otro que sabe me goza. Entonces no hay
que responder a la demanda de sentido y no agregar ningún sentido. Podemos sí
aceptar el lugar de quien escucha, acompaña y sostiene el lugar donde ese
testimonio se inscribe.
No debemos ubicarnos en el lugar del que sabe, del que puede decir sobre. La
posición del analista clásico era que podía decir tal o cual cosa sobre lo que estaba
diciendo el paciente, era la tendencia a que se organice
un sistema interpretativo tal que cuando habla de esto, de “x”, en realidad está
diciendo tal otra cosa: el paciente decía una frase, y luego venía la del analista que lo
49
traducía. Lo interesante es que eso puede tomar la pendiente de estar haciendo un
metalenguaje permanente.
Esta posición de “no hay metalenguaje” es un principio. Si nosotros hacemos uso de
un metalenguaje daremos lugar a la transferencia psicótica por la cual pasaremos a
ser perseguidores, la voz invasora, el organizador del complot.
La pretensión psicótica es la de constituir una “lengua fundamental”, un
metalenguaje; lo construye de modo delirante, o podrá ser construido en la
Esquizofrenia, por ejemplo, con un órgano que interpreta
La “lengua fundamental” va a decir qué es lo que quieren decir las palabras,
cómo está valorado el mundo. A falta de significante del Nombre del Padre, ese
armado le dice lo que significan las palabras de una manera particularísima. El
Nombre del Padre finalmente, para Lacan, no deja de ser un síntoma, un delirio
también, pero que, a diferencia de la singularidad del fenómeno psicótico, transforma
todo en significaciones compartidas mediante la significación fálica. La respuesta al
Nombre del Padre siempre es que el otro quiere el falo, y si ya sé que quiere el falo
entonces estoy relativamente tranquilo; puede ser inquietante, pero ya sé lo que
quiere.
El sujeto psicótico por medio del delirio va a armar su cosmovisión para poder
darle sentido a aquello que ha devenido enigmático. Pero el otro movimiento es
el de querer inscribir eso en el Otro, es decir, quiere inscribir la manera que él
tiene de entender el lenguaje en el mundo, en el Otro.
En la interpretación no hay que añadir nuevos significantes ni nuevos personajes, solo
los que da el sujeto. La interpretación es una puntuación, que debe apuntar al sentido
del objeto de goce con la paradoja de que el objeto es algo que circula entre líneas,
pero nunca llegará a enunciarse. En el mismo nivel en el cual el sujeto despliega su
texto, la puntuación interviene como interpretación. Tanto en neurosis como en la
psicosis se construye una lengua fundamental, para asegurarse que la palabra
signifique. Pero en la neurosis eso se da en relación a que hay Otro y una metáfora
paterna operando. En cambio, en la psicosis no está la metáfora paterna: tenemos el
lugar del Otro como tal y la búsqueda de una regulación. Ese es el esfuerzo del delirio
ya sea en su vertiente más paranoica (con una construcción más sistematizada) o en
su vertiente esquizofrénica (con tentativas, pedazos de elaboración, fragmentados).
Hay que ver en cada caso qué fue lo que estaba sosteniendo la estructura y qué
estaba supliendo la ausencia de este significante fundamental que ordena y que
impide que nosotros alucinemos este significante. En el fondo una de las
funciones del Nombre del Padre es decir “bueno, son todos significantes en lo
simbólico, tranquilo”. En la neurosis lo simbólico nunca se vuelve real, en la psicosis
cuando desencadena eso se vuelve real.
Luego se trata de cómo vuelve a restituir, cómo hace callar al significante, cómo
el trabajo psicótico logra un punto de capitón, un punto de abrochamiento que
haga que este significante en lo real retorne en el cuerpo, retorne en las voces,
en los objetos;
En la psicosis nos encontramos con el problema de cómo detener la producción
del sistema que el psicótico se crea, ya que en éste se da la producción de una
neolengua en búsqueda de un dispositivo de capitón que sustituya la metáfora
paterna que no está.
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Lo que se nos va a plantear como la orientación de la cura va a ser que el psicótico
consiga un punto que más o menos abrocha y hace callar a los significantes en lo real.
Se busca detener la metonimia o el suspenso de las significaciones, que pueda dar
testimonio de lo que está pasando, que empiece a construir su teoría.
La pregunta de la orientación de la cura implica ver cómo consigue un analista
detener las producciones, la hemorragia, el desorden. La orientación de la cura
sería cómo detener este desplazamiento que se produce por el agujero que deja
la forclusión. Cómo conseguir una separación, un divorcio, entre los fenómenos
elementales que invaden, que acosan, que angustian, y el sujeto. Cómo lograr el
silencio del significante en lo real.
El delirio hay que saber orientarlo; hay zonas del delirio que conducen a la ruptura de
una trama, a la ruptura de lazos. Esto no quiere decir que el psicótico delira y tiene
certeza en todo, va compartiendo y te va trayendo tramas, ahí está la posibilidad para
maniobrar. La cuestión es qué descartamos y qué tomamos, y con qué criterio
descartamos y con qué criterio tomamos eso.
Los dos factores de estabilización son un nombre y un lazo al otro.
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Y esta significación que provee la metáfora paterna es la significación fálica,
significación que se le da al sujeto al entender al Falo como significante de una falta
(puesto que el único Falo que cuenta para Freud es el que la madre no tiene). Ahora
bien, la falta del Nombre del Padre entraña un agujero en la significación: a falta
del Nombre del Padre, falta la significación fálica, esto se escribe como P0→F0.
Es de la misma manera que debemos comprender el efecto del delirio cuando Lacan
habla de METÁFORA DELIRANTE: el delirio restituye una significación para el
sujeto y viene así, en cierta manera, al lugar del Nombre del Padre. Es en ese
mismo sentido que Freud dice que el delirio es un proceso de curación.
“Para que la psicosis se desencadene, es necesario que el Nombre-del-Padre,
“verworfen”, forcluido, es decir sin haber llegado nunca al lugar del Otro, sea llamado
allí en oposición simbólica al sujeto (…) Es la falta del Nombre-del-Padre en ese lugar
la que, por el agujero que abre en el significado, inicia la cascada de los retoques del
significante de donde procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se
alcance el nivel en que significante y significado se estabilizan en la metáfora
delirante”.
Tenemos ahí los tres tiempos:
- COYUNTURA DEL DESENCADENAMIENTO, lo que provoca el
desencadenamiento,
- FENÓMENOS DEL DESENCADENAMIENTO, el desastre imaginario,
- RESTITUCIÓN O ESTABILIZACIÓN POR EL DELIRIO.
Sobre la coyuntura: “Para que la psicosis se desencadene, es necesario que el
Nombre-del-Padre, «verworfen», forcluido, es decir sin haber llegado nunca al lugar
del Otro, sea llamado allí en oposición simbólica al sujeto”.
Sobre los fenómenos imaginarios del desencadenamiento: “Es la falta del Nombre-del-
Padre en ese lugar la que, por el agujero que abre en el significado, inicia la cascada
de los retoques del significante de donde procede el desastre creciente de lo
imaginario”.
En todo desencadenamiento psicótico, como en el caso de Schreber, el efecto
inmediato del desencadenamiento es un deterioro de lo imaginario del sujeto. Vive en
un mundo de hombres reducidos a fantasmas, de hombres hechos a la ligera, como él
dice en su texto. Él mismo queda reducido a una sombra, lee el anuncio de su muerte
en un periódico, se ve como un cadáver leproso llevando otro cadáver leproso,
observa en su cuerpo los signos de la peste, etc. Presentaba lo que en la psiquiatría
clásica se llamaba un “estado de catatonía”.
Sobre la restitución por el delirio: todo el delirio de Schreber, de gran amplitud,
consiste en restablecer una trama imaginaria que restituya la significación y la imagen
del cuerpo: “…hasta que se alcance el nivel en que significante y significado se
estabilizan en la metáfora delirante”.
La cuestión que se trata de precisar es la de la coyuntura que hace desencadenar. Y
es lo que Lacan precisa: “Pero, ¿cómo el Nombre-del-Padre puede ser llamado por el
sujeto en el único lugar desde el que podría haber advenido y en el que nunca
estuvo?”. Y él responde: “Por ninguna otra cosa sino por un padre real, no en absoluto
necesariamente por el padre del sujeto, por Un-padre”.
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Lo que hace desencadenar la psicosis, lo que provoca la aparición de
fenómenos elementales y del delirio, es el llamado al Nombre-del-Padre por Un-
padre. ¿Qué es Un-padre? Un padre real, dice Lacan. Miller comenta esto: “El
nombre del padre es un semblante, ¡qué lo muestra más precisamente que la psicosis
en la que se ve operar de manera más cruda a un padre como real, este Un-padre real
que el velo del semblante del Nombre-del-Padre, finalmente, evita encontrar! La
forclusión del Nombre-del-Padre quiere decir que no hay semblante del Nombre-del-
Padre, no hay el semblante del padre para un sujeto. Y es en la medida en que el
padre es imposible para un sujeto, que puede haber lo real del padre tal y como puede
encontrárselo”.
Se destacan tres puntos esenciales a tener en cuenta al respecto del comienzo de las
psicosis:
1. LA INICIATIVA DEL OTRO: el comienzo de las psicosis, como franqueamiento del
límite que falta, queda definido con precisión por el momento en el que Otro toma la
iniciativa. Este momento se localiza cuando una pregunta se plantea sin que el sujeto
sea quien la ha formulado. No es necesario que se plantee literalmente una pregunta,
el momento surge como consecuencia de la alusión que evoca algún significante que
viene del Otro, encarnado en algún semejante. Por ejemplo, para un joven el momento
del desencadenamiento tuvo lugar en el instante que la madre le dice: “sos el único
hombre de la casa”; para una señorita mayor, en ocasión de que un sobrino le diga:
“sos como una madre”. Como efecto de la forclusión del Nombre-del-Padre el sujeto
no posee los significantes con los cuales responder y no soporta la alusión del Otro
que ha llegado al lugar del código produciendo una ruptura en la cadena significante,
un estallido, un agujero. El sujeto no puede responder a la iniciativa del Otro.
2. EL SUJETO AL BORDE DEL AGUJERO: cuando un sujeto psicótico en
determinada encrucijada de su historia es confrontado con la falta de significante,
surge en él un sentimiento de que ha llegado al borde de un agujero. En ese instante
donde la alusión del Otro resulta literalmente insoportable, pues la cadena significante
no soporta y se rompe, el sujeto queda al borde de un agujero pues se produce un
estallido de las significaciones, una verdadera despoblación significante. Esto debe
tomarse al pie de la letra. No se trata de comprender, se trata de concebir qué ocurre
con un sujeto cuando la pregunta le viene desde allí donde no hay significante. La falta
de significante se hace sentir como tal, como al borde de un abismo. Este momento es
un estallido en la relación del sujeto con el Otro. Se revelan brutalmente que el
significante del Nombre-del-Padre no se ha inscripto, y que no hay significante fálico
con el cual responder. Ambos están
ausentes, y el sujeto se encuentra absolutamente solo, lo cual quiere decir,
absolutamente solo para arreglárselas con el imperativo superyóico que ordenará el
goce del Otro, que es siempre goce de la Madre.
3. EL SUJETO PERPLEJO: la ocasión del desencadenamiento causa en el sujeto la
máxima perplejidad, o sea: “irresolución, incertidumbre, duda”. El sujeto sabe que algo
le ha ocurrido, lo experimenta, tiene la impresión de que súbitamente todo en él ha
variado y no sabe cómo responder. El sujeto ha quedado realmente inerme. Las
descripciones fenomenológicas de la semiología psicopatológica clásica señalan la
perplejidad conjuntamente con la ausencia de las categorías de espacio y tiempo (falta
de conciencia de espacio y tiempo). Frecuentemente este es el momento en donde
surgen los fenómenos elementales que posibilitarán al sujeto la salida del estado de
perplejidad.
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Al operar con los matemas Otro y objeto pequeño a, deberemos tener en cuenta que
eso implica la distinción entre goce fálico y goce del Otro. En las psicosis, se trata del
goce del Otro.
En cuanto al objeto a, se distinguen varias funciones: causa del deseo, soporte del
fantasma, lugar del goce... Es esta última función del objeto en tanto lugar del goce lo
que muestran las psicosis.
En la neurosis, el goce del cuerpo del Otro está prohibido por la ley del deseo,
que implica que el hombre no goce del cuerpo del Otro, sino de lo que de éste se
exila, es decir, un objeto exterior al cuerpo. El goce del Otro hay que representarlo
como inexistente e imposible, en la medida en que el padre es el padre muerto (padre
simbólico). Por lo tanto, si el padre no responde, su función, el Nombre-del-Padre, va a
hacer oficios de respuesta diciendo “no” al goce del Otro. Esta función del padre va a
dar un goce de sustitución pasando por el significante del goce fálico. La respuesta del
padre es pues el falo simbólico, que da cuerpo a un goce separado irremediablemente
del cuerpo del Otro. Pero este cuerpo es simbólico: el goce de todo ser hablante será
el goce de un cuerpo simbólico, será goce fálico, que no debe confundirse con el
significante falo simbólico que lo soporta. El goce fálico procede de una cobertura de lo
real por lo simbólico, lo que se muestra en el nudo borromeo.
Si el Nombre-del-Padre no funciona diciendo “no” al goce del Otro porque está
forcluido, el goce no podrá localizarse en la función fálica puesto que le falta un
cuerpo simbólico, un cuerpo simbolizado, ordenado por el significante.
La psicosis es el rechazo del inconsciente como discurso, pero es este rechazo
mismo el que sitúa la estructura del sujeto. A partir de esto sólo una función
interesa: el aparejo del sujeto al goce.
La demanda de análisis es una manifestación del sujeto, desde este punto de vista
el analista puede responder a ella, responder interpretándola y aceptándola.
La primera interpretación que hace el analista es aceptar la demanda de análisis
mediante lo cual prepara la puesta en función del Sujeto Supuesto al Saber.
La demanda de análisis, para ser interpretada, no tiene que ser remitida a priori a
una estructura clínica, ya que basta con referirla tan solo al sujeto. Si el analista se
hace una idea de la estructura clínica en la cual
se abriga el sujeto, es solamente para modular su respuesta y ajustar su après-coup.
No hay otras indicaciones de la cura más que la determinación del sujeto a
comprometerse en ella.
La demanda de análisis del psicótico proviene de la forclusión. El punto de
partida de su demanda de análisis es una significación en suspenso, una
significación que amenaza, una significación que se convierte amenazante. El
psicótico va a ver a un analista porque espera que éste haga llegar a su término
esta significación que, a falta de un significante privilegiado ordenador (el
significante del Nombre del Padre), no puede advenir. El analista no tiene el poder de
injertarle el significante, pero está hecha la apertura de un saber supuesto, lo cual es
esencial.
La confrontación del psicótico con el fenómeno elemental es el enfrentamiento con un
real sin mediación, y sin la mediación de un saber. El psicótico se esfuerza por
reencontrarse en esos fenómenos, en domesticarlos, se esfuerza por darles una
54
significación, cuando busca un saber para operar esta mediación. Es en ese momento
de indecisión del sujeto cuando un analista puede ofrecer el relevo del Sujeto
Supuesto al Saber, aunque esto no se produce para todo psicótico.
Si un delirio puede tomar impulso a partir de la introducción del Sujeto Supuesto al
Saber, es porque la palabra va a ser utilizada por el sujeto para producir esta
significación que le falta, para construir una metáfora sustitutiva de la metáfora
paterna, es decir, una metáfora que produzca efecto de significación: la METÁFORA
DELIRANTE.
Si la Metáfora Delirante puede permitir la estabilización, es porque vuelve a dar
una función de la palabra que basta para organizar el campo del lenguaje. Este
equilibrio es precario ya que lo deja desarmado frente a la intrusión del goce. En este
campo, el goce esta desencadenado, dando fe de ello las voces, las alucinaciones.
La demanda inicial del psicótico es demanda de significación. Espera del analista
significantes propios para organizar los trastornos de su mundo.
La instalación de la transferencia hará emerger la segunda demanda: el psicótico
propone su goce al analista para que éste establezca sus reglas. Es mediante este
rodeo como parece instalarse como objeto a y darse, entregarse, como tal, al goce del
analista.
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que tiene el centro del lenguaje en la pierna, esta pierna le habla y le dice lo que
quieren decir las palabras.
En la psicosis se da la producción de una neo-lengua, en busca de un
dispositivo de capitón que sustituya a la metáfora paterna que no está. ¿Cómo
detener la producción de este sistema?
En la sesión con el psicótico, no es ayudarlo a delirar, no es un empuje al delirio,
sino que es elegir en el trabajo del delirio, lo que va hacia una nominación
posible. No una adecuación. Hay que alentarlo a una elección posible, a una
orientación.
El sujeto psicótico va a demandar que el analista se ubique en el lugar del Otro
que podría dar una significación a ese significante en lo real.
El Sujeto Supuesto Saber tiene un estatuto de real, tiene certeza de lo que sucede.
Si el analista se ubica en ese lugar, el sujeto psicótico quedará en el lugar de objeto de
goce de ese Otro que sabe, la transferencia va a tomar una vertiente erotomaníaca.
Entonces hay que encontrar las maneras de sustraerse de ser ubicado en ese lugar
del Otro que sabe, que detenta el poder del sentido. Hay que correrse de ese lugar
del Gran Otro, no hay que responder por el sentido de suspenso, no hay que
responder a la demanda de sentido. Ese Otro puede devenir perseguidor, el Otro que
sabe “me goza”. Podemos sí aceptar el lugar de quien escucha, acompaña y sostiene.
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- por un lado, es un Otro barrado (Ⱥ), se pone en juego la barradura del lado del
analista, que se dispone a alojar lo que la paciente tiene para decir de sí, de su
padecimiento; testigo de lo que tiene para testimoniar (analista testigo).
- por otro lado, es un Otro consistente, un orientador del goce en su doble faz:
limitativa y positiva. Un Otro que prohíbe y, de ese modo, provee una orientación al
goce; regula un goce que en la psicosis aparece masificado, como un exceso que
retorna en lo real, un goce en más.
La única función que le compete al analista es la de hacer de límite de este goce;
la función del significante ideal, en tanto único elemento que puede sustituir o suplir la
ausencia del significante del Nombre del Padre (y que, a falta de la ley paterna, puede
constituir una barrera al goce).
El analista oscila entre una posición de silencio testigo y de apuntalamiento de límites,
ya que apuntala la posición del propio sujeto para que él mismo pueda regular su
goce.
Se alcanza una suerte de estabilización en esta paciente, precaria o frágil, y que tiene
que ver con la puesta en juego de tres términos: ficción del delirio, fijación del goce y la
fixión del ser. Estabilización frágil porque está muy ligada la función de la presencia del
analista (a pesar de la sublimación que le provee su actividad artística), lo que no
promete ningún fin de análisis.
ESQUIZOFRENIA Y PARANOIA
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sujeto que está dentro del lenguaje, pero fuera de discurso”, fuera del lazo
social, que justamente permite organizar el cuerpo (mediante esas prácticas
discursivas que de alguna manera “civilizan” al sujeto, a partir de reglas para el
tratamiento del cuerpo). Ante esto, se tiene que inventar recursos singulares para
“tener” un cuerpo, para poder disponer de él, para que esté anudado.
En la neurosis la castración permite un tratamiento del goce, se produce así una
operación de extracción. En el neurótico algo de su goce ha sido extraído y queda
solamente un resto libidinal a la forma de un “borde pulsional” a partir del cual solo
puede aspirar a recuperar un poco de goce a partir de que algo del objeto que está
fuera de él le “retorne” al cuerpo (por ejemplo, comiendo, bebiendo, leyendo,
escuchando, hablando, y un infinito etc.). Ese es el “poquito” de goce que puede
experimentar a nivel de las pulsiones. En la neurosis el objeto a se ve expulsado y va
a parar al campo del Otro; que eso haya sido extraído quiere decir que no tiene un
goce adherido a su cuerpo, sino que está del lado del mundo, del lado del Otro y hacia
allí el neurótico se dirige en su búsqueda.
En la esquizofrenia hay un resto libidinal, un goce, que no está atravesado por la
castración. Aquello que retorna en lo real lo hace bajo la forma de un goce que invade
a una parte del cuerpo, un órgano, que no se halla expulsada, desprendida. A
diferencia de la neurosis, Lacan habla del “objeto a en el bolsillo” del psicótico. En la
esquizofrenia, hay una parte del goce que queda como prendida al cuerpo, no
expulsada afuera al campo del Otro. La operación esquizofrénica es la de concentrarlo
al goce en algún órgano, para después ver cómo puede expulsarlo. Los tratamientos
que se inventan pueden incluso llevar a los cortes del cuerpo, el querer separase de
esa parte del cuerpo que lo invade, que lo acosa, que lo hace padecer.
Esta “no extracción de goce” tiene que ver con la forclusión, es la manera en que
se traduce en la esquizofrenia la forclusión. Hay un goce no extraído, hay un cuerpo y
hay un órgano que se presenta como el equivalente al significante en lo real, ese
órgano habla, dice cosas, puede traducir mensajes del otro.
Esta pluralidad de los S1 en la esquizofrenia es radical: el sujeto se cree uno y
después se cree otro. Siempre hay un drama a nivel de la identidad, porque no es
una duda sino es una certeza de que es uno, y otro, y otro, y a veces coexisten las
personalidades. No es un problema de la identidad en sí, sino un problema en tanto la
identidad debería estar comandada por un significante que organiza, pero esto no
ocurre. Es otro registro de la forclusión esto de los significantes dispersos. No es
solamente a nivel de la identidad, sino que a veces también “se purifican los objetos”,
lo múltiple que puede ser el objeto, puede decir que vos tenés otra personalidad.
¿Cómo se interviene si la palabra tiene tanto peso? Es importante reconocer el peso,
no tiene peso porque no tiene función representativa, por eso se vuelve pesada, por lo
tanto, nuestra palabra no puede ser liviana. Nuestras intervenciones van a tener que
respetar la ausencia de la función representativa.
¿Cómo podemos pensar a un sujeto en la psicosis?
Lacan distingue dos sujetos, el SUJETO DEL SIGNIFICANTE y el SUJETO DE
GOCE. El psicótico es un sujeto que no se divide bajo los efectos del significante, sino
que es un sujeto de goce.
Cuando un sujeto está en cadena, está representado, es un sujeto que tiene
movilidad, es decir, que hoy se representa por un significante y mañana por otro. El
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sujeto es móvil, porque no está fijado a una posición (esto es lo que daña en el campo
de la neurosis) es un sujeto que está dividido y tiene cierto grado de indeterminación,
que es de estructura, porque el sujeto está representado por significantes que se
mueven y al moverse, desplazan al sujeto en su representabilidad.
Cuando los significantes no se mueven, el sujeto está clavado en esos significantes
que lo representan, porque esos significantes no tienen movilidad. El discurso yoico
también fija al sujeto, pero de forma imaginaria e inconsciente. Fija ya no el
significante que representa al sujeto, sino la palabra que representa a un Yo, que es la
palabra del diccionario, y que no representa al sujeto sino a la voluntad de decir. El
discurso que arma el Yo siempre es frágil en su base, por lo tanto, la presencia del
sujeto siempre es posible. Está ahí, vale un traspié, un olvido para que el sujeto de
signos de su presencia. El hablar implica estar al borde de esa presencia, por esa
inconsistencia del Yo.
La función representativa del significante amo se pluraliza en la Esquizofrenia.
No va haber uno solo, sino diversos S1. En vez de un S1 que me representa para
otros significantes, va haber un enjambre de significantes, me representan distintos
significantes. En la medida que lo representan varios, no se producen
entre estos significantes efectos de articulación o de encadenamiento entre ellos
(metáfora, punto de capitón, anticipación, retroacción)
MANÍA Y MELANCOLÍA
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contrastadas manifestaciones de la exaltación maníaca con la que llamamos
habitualmente depresión. De la una a la otra, el mismo pecado. Lacan dice: la misma
causa subjetiva, la cobardía. Es una causa que adopta la forma de la culpa, y que no
deja de evocar resonancias de la libertad, con lo que Lacan denominaba “la
insondable decisión del ser”.
El pecado de la manía es mortal en cuanto conduce a la muerte. Lacan unifica la
tristeza con la excitación maníaca a nivel de una misma causa subjetiva: LA
COBARDÍA MORAL.
No se trata de enumerar los fenómenos de la Melancolía, pero podemos ordenarlos en
dos grupos:
1. Los que pertenecen a la categoría de MORTIFICACIÓN.
2. El “DELIRIO DE INDIGNIDAD”.
¿Cómo se desencadena un episodio melancólico? Inicia con una PÉRDIDA, invocada
u observable en los hechos. No obstante, es difícil precisar la naturaleza de esta
pérdida. Freud en el “Manuscrito G”, habla de pérdida y de “hemorragia libidinal” y
luego, en “Duelo y Melancolía” habla de la pérdida de un objeto. No son lo mismo en
absoluto. Sin embargo, ya Freud nos prevenía insistiendo en el hecho de que tanto al
melancólico como al clínico les cuesta precisar qué era ese objeto para el sujeto.
Sea cual fuere el contexto, lo que domina el cuadro es una VIVENCIA DE
PÉRDIDA tan fundamental que a menudo hará desaparecer toda idea de defensa.
Como psicosis, la melancolía no desencadena tanto el encuentro con un padre,
como por el de una pérdida. Esta pérdida introduce al sujeto en algo que va mucho
más allá del sentimiento de pérdida: aparecen los FENÓMENOS DE
MORTIFICACIÓN:
- no querer levantarse de la cama;
- indiferencia;
- abulia;
- no hay queja ni demanda;
- hay mortificación libidinal, que se traduce en conductas de desapego de los objetos;
en repliegue sobre la persona, como si el vector de apetencia diera media vuelta sobre
su trazado, en un movimiento de involución sobre el cuerpo propio:
Esto no sólo sucede en la Melancolía, también en la Hipocondría se fija sobre un
órgano en beneficio de un goce. Se le añade un daño más que involucra la vida misma
y la conservación del organismo. Ejemplo: anorexia, insomnio.
La mortificación afecta la homeostasis vital. Aquí podemos hacer una analogía con
lo que Freud denominó “la sombra de la muerte ha recaído sobre el sujeto”.
El problema es cómo referimos todo esto a la causa del lenguaje en el sujeto, y
al mecanismo de la forclusión.
Hay que partir de que Lacan enfatizó la NEGATIVIDAD ESENCIAL DEL LENGUAJE,
que procede al asesinato de la cosa. El lenguaje, que introduce a la falta en lo real,
que implica una sustracción de vida, condiciona para todo hablanteser una virtualidad
melancólica. El nombre de esta negativización del lenguaje, tal como es revelada
60
en la neurosis, es “castración” (-φ), y que se significa como renuncia al goce
masturbatorio. Se trata de una mutilación de goce, pero de una mutilación parcial que
reclama una “condición de
complementariedad” promoviendo a la búsqueda del objeto, precisamente en su valor
compensatorio. El -G (menos-de-goce) de castración condiciona la búsqueda del +G
(objeto-plus-de-goce):
En la melancolía se observa que la instancia de la pérdida se ha desencadenado
y absolutizado. No opera la condición de complementariedad y cae bajo la exclusiva
acción de la negatividad del lenguaje. Entonces el lazo con la forclusión es que: lo que
retorta en lo real es la castración forcluída. Se acentúa en forma exclusiva el retorno
de lo real del “filo mortal del lenguaje”.
Otra cuestión fundamental: el melancólico subjetiviza la pérdida como “dolor
moral”. Esto implica que además de estar desposeído, mutilado de líbido, cree
carecer de todo lo que le da valor a la vida: amor, fortuna, fuerza, coraje, etc.
La falta adopta la significación de culpa: DELIRIO DE INDIGNIDAD. Es más que el
delirio de pequeñez, le suma la idea de una responsabilidad delirante. El sujeto eleva
la falta y toma la culpa a su cargo (culpabilidad). Esto es opuesto a la paranoia, el
paranoico es siempre inocente.
Lacan no habla como Freud de “dolor moral” sino de “dolor de existir”. Para él, “la
culpa fundamental del hablanteser es la culpa de existir (…) por el hecho de que el ser
existe al Otro”. Este dolor, presente en todo hablanteser, en el melancólico lo
encontramos en estado puro. Casi nunca se encuentra así, sino mixto o dividido por
una razón estructural: el falo hace de significante de vida y media entre la falta del Otro
y el ser del sujeto.
Para concluir, Soler hace un paralelo con la mortificación en la Paranoia y en la
Melancolía. Este fenómeno también en la Paranoia está presente, aunque suele pasar
desapercibido: la mortificación como retorno en lo real de la instancia negativa del
lenguaje jamás está ausente en la psicosis. La diferencia es que mientras
que el melancólico asume la culpa, el paranoico la carga cobre otro. El paranoico está
del lado del buen derecho, del lado del orden. A su vez, el paranoico identifica al goce
en el lugar del Otro y el melancólico, lo localiza, encarna, fuera del lugar del Otro.
Notas sobre el texto:
Mientras que la depresión es trans-estructural, la melancolía se emplaza en el campo
de la psicosis, al encontrar como causa esencial la forclusión del significante del
Nombre del Padre.
La causa ocasional del desencadenamiento melancólico no se da por el encuentro con
un-padre en lo real (como en la Paranoia), sino por una vivencia de pérdida, que
introduce al sujeto en los fenómenos que caracterizan a la melancolía: fenómenos de
mortificación, cenestopáticos y delirio de indignidad (que no necesariamente se
establece, sino que puede prevalecer lo que Lacan entiende como “dolor de existir”).
En el DELIRIO DE INDIGNIDAD, el sujeto se considera indigno, encarna lo inmundo y
lo innombrable. En la melancolía, tiene lugar la identificación al objeto en su dimensión
de puro resto. Nos encontramos con fenómenos cenestopáticos que aparecen en lo
real del cuerpo, y que pueden conducir incluso a la muerte, al suicidio. Esto se
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constituye como efecto de la ausencia de la significación fálica, ausencia por la cual no
hay vitalización del cuerpo, lo que se pone en evidencia en el cuerpo desvitalizado
propio del melancólico. La ausencia de la significación fálica no permite unir lo positivo
y lo negativo del goce, lo vivificante pero también la pérdida, no permite hacer un
“menos de goce”.
Otra característica central es el DELIRIO DE CULPABILIDAD del sujeto melancólico:
en la melancolía, hay certeza de que se es culpable y cualquier acontecimiento
reactualiza esa culpa (a diferencia de lo que acontece en la Paranoia, donde la culpa
está del lado del otro y el sujeto queda como “objeto” de lo que ese otro hace o deja de
hacer).
Lo que retorna en lo real en la melancolía es el autorreproche. La indignidad, la
mortificación, se traduce como un autorreproche. No es una duda, sino que hay
certeza (y en esto radica su carácter de real, en tanto es prácticamente inconmovible).
En la manía-melancolía, al momento del desencadenamiento, se suelta lo simbólico y
avanza lo real sobre lo imaginario. Lo imaginario no puede atrapar ese real. No se
suelta lo imaginario como en la Esquizofrenia, por lo que el cuerpo no se vivencia
como fragmentado sino como mortificado.
El niño experimenta una sensación de fragmentación a nivel del cuerpo. En el estadio
del espejo, tiene lugar esta contradicción o paradoja entre ese sentimiento de
afectación/fragmentación y la imagen que percibe al modo de una Gestalt entera,
completa. Lo que une lo real que se siente en el cuerpo y lo imaginario como forma es
el Otro, la mirada. ¿Qué pasa cuando la mirada del Otro no está? Este es el caso de la
melancolía, en donde nos encontramos con una mirada no mirante, una mirada que no
envuelve, que no logra unir lo real y lo imaginario. Entonces, a partir de un momento
de pérdida, se evidencia la desconexión y ese real, ese “en más”, ese cuerpo que se
traduce como mortificación, avanza sobre la imagen (dando lugar a los fenómenos
cenestopáticos).
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Sin embargo, no basta sólo con la forclusión del Nombre del Padre, no se
constituye esta causa como suficiente para que tenga lugar una psicosis
desencadenada o una presentación clínica, ya que se le debe agregar una
“causa ocasional”: un acontecimiento en la vida del sujeto, coyuntura dramática, que
supone la llamada o convocatoria del elemento simbólico, de ese significante que no
está. Se trata del encuentro con UN-PADRE-EN-LO-REAL que se constituye
como una “EXIGENCIA DE SIMBOLIZACIÓN”: el sujeto constreñido a simbolizar esa
exigencia se orienta a la búsqueda del significante del Nombre del Padre, que no está,
y que nunca estuvo, confrontándose por lo tanto con un agujero.
A nivel de la construcción de la realidad en la psicosis, hay dos agujeros:
El nudo borromeo es un grupo de tres anillos eslabonados de tal modo que, si se corta
uno cualquiera de ellos, los tres se separan. Lacan emplea el nudo borromeo para
ilustrar la interdependencia de los tres órdenes (lo real, lo simbólico y lo imaginario).
Señalará que lo que mantiene unidos a los tres registros es un cuarto término que, en
el caso de la neurosis, es el significante del Nombre del Padre. Sin embargo, da lugar
a la invención para dar cuenta de la capacidad del sujeto para “inventar un cuarto
término” cuando no ha operado este significante (como en la psicosis). Puede,
entonces, que el término sea el Nombre del Padre o que sea otro, pero siempre
desempeñará una función de “cuarto” que permite el anudamiento.
En la psicosis, este cuarto término puede estar provisto por el delirio. De todos modos,
cabe destacar que siempre el anudamiento es fallido (incluso cuando el cuarto término
es el Nombre del Padre); si no, no habría síntomas. Ahora bien, no será igual servirse
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del Nombre del Padre para anudar los registros que servirse de otro término. Es decir
que la forma de anudamiento y de construcción del yo-cuerpo-realidad no será igual
según haya operado o no el significante del Nombre del Padre.
Este cambio culmina con la introducción del término SINTHOME: el sinthome designa
un núcleo de goce inmune a la eficacia de lo simbólico; es lo que proporciona una
organización singular del goce. La tarea del análisis será llevar, sobre el final de
análisis, a la identificación con el sinthome [¿podría pensarse en términos de “saber-
hacer” con las marcas de goce?]. El sinthome sería, entonces, inanalizable.
Se amplía la teoría del nudo borromeo (propuesta como estructura esencial del
sujeto), al añadir el sinthome como cuarto anillo a la tríada de lo real, lo simbólico y lo
imaginario: el sinthome sería aquello que mantiene unido un nudo (que amenaza con
desanudarse). La función del sinthome es, entonces, anudar lo real, lo simbólico
y lo imaginario.
Lacan, entusiasta lector de Joyce, leerá la escritura de Joyce como un extenso
sinthome, un cuarto término cuya adición al nudo borromeo de “RSI” le permite al
sujeto mantenerse unido. Enfrentado en su niñez con la no-función/ausencia/carencia
radical del Nombre-del-Padre, Joyce logró evitar el desencadenamiento de la psicosis
desplegando su arte como SUPLENCIA. Lacan introduce un juego de palabras:
sinthome = “synth-homme”, que remite a la autocreación “artificial” que el sinthome
supone. Joyce se constituye como un caso paradigmático que pudo inventar un nuevo
modo de usar el lenguaje para organizar el goce.
Es el traumatismo del significante, del significante enigma, que obliga a una invención
subjetiva. Eso Joyce lo pone en evidencia. Él pudo elaborar el trauma recibido de la
relación con lalengua. No se descubre en Joyce ningún significante amo capaz de
instaurar un orden. El nombre propio es puro índice, hay siempre un malestar cuando
se empieza a dar sentido al nombre propio. Es pura relación con lo real. Joyce deseó
hacerse un nombre e inmortalizarlo haciéndose un lugar en la memoria universal.
Lacan lo refiere a la carencia paterna de la que padecía Joyce, con su nombre
propio habría llegado a hacer una clase de Nombre del Padre artificial. Esto se
debe a la falta de un punto de almohadillado normal. Joyce sabía que le faltaba algo a
su nombre y su obra lo complementa. Es un artificio por la falta de punto de
almohadillado. Hay suplencias y la obra es una suplencia. En Joyce la escritura le ha
permitido estabilizarse.
Algunos términos:
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lo simbólico sino en lo real. No se piensa, entonces, en términos de un efecto sujeto,
en tanto lo que irrumpe en lo real es un
significante suelto (un S1), no un significante que remite a otro o que hace par. En ese
sentido, el dispositivo analítico apuesta al efecto sujeto o a la emergencia de la
dimensión subjetiva, a partir de la promoción de un S2 que permita armar un cierto
sentido, que puede ser el analista, la actividad artística, o incluso el delirio mismo. El
análisis apuesta a que se arme un S2, que el paciente no vuelva sobre sí mismo, sea
mediante la metáfora delirante u otro tipo de arreglo (como puede ser lo artístico).
SUPLENCIA: supone suplir/reemplazar la ausencia del Nombre del Padre por otro
elemento. Va en la línea del sinthome (un cuarto término cuya adición al nudo
borromeo de RSI le permite al sujeto mantenerse unido). Lacan sostendrá sobre el
final de su enseñanza que no hay una única solución, sino que hay muchas, tantas
como sujetos. Lacan llama “suplencia” a estas múltiples soluciones. Se diversifican las
estrategias que pueden llevar adelante los sujetos. La suplencia, entonces, es algo
que está en lugar de otra cosa. Un elemento que tiene como función anudar los
registros: lo simbólico, lo imaginario y lo real. Puede pensarse que, en Joyce, el arte
operó como suplencia que permitió un anudamiento de los registros. Puede vincularse
con la idea de “invención”: la capacidad del sujeto de inventar un cuarto término que
posibilite el anudamiento entre los registros, y la construcción del yo, el cuerpo y la
realidad.
ESTABILIZACIÓN: permite una reorganización en lo imaginario y en lo simbólico, a
partir del desbaratamiento que supuso la confrontación con el agujero forclusivo.
Remite a la función de la metáfora delirante. La metáfora permite la estabilización, la
reorganización de las significaciones y las identificaciones. La confrontación del sujeto
con el agujero, inicia la “cascada de los retoques del significante, de la que procede el
desastre creciente de lo imaginario, hasta que se alcanza el nivel en el cual
significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante”.
Partiendo de la definición de síntoma como metáfora, se pasa fácilmente a una
definición diferencial de la psicosis. Los fenómenos de la psicosis, como los de la
neurosis, tienen una estructura de lenguaje, pero el síntoma psicótico no es una
metáfora. He ahí la gran y simple diferencia, que da la clave de la clínica diferencial:
en un caso, metáfora (neurosis); en el otro, la ausencia de metáfora (psicosis).
La metáfora es un principio de estabilización. Constituye un punto de detención al
deslizamiento del significado bajo el significante. Es el efecto que Lacan llama “punto
de capitonado”. El punto de capitonado es una estabilización del significante y
del significado sin la cual el deslizamiento del significado deja en suspenso, en
la indeterminación. La metáfora es lo que permite fijar, “retener” la significación.
Lacan distinguió una metáfora que no es cualquiera, la Metáfora Paterna, que es
justamente la que da significación al ser de viviente del sujeto. Al sustituir el
significante del Deseo Materno por el Nombre-del-Padre, el significante del padre, -y
ésta es la sustitución metafórica-, hace surgir una significación: la significación fálica,
que le da sentido al ser del sujeto, al ser de viviente. El Nombre-del-Padre sustituye
al Deseo de la Madre y hace venir al lugar de lo significado la significación del
falo.
De la definición de la desestabilización se podría casi inferir, a priori, la única
solución pensable, que es encontrar una metáfora de compensación. Lo que
Schreber ilustra, al comenzar su delirio y su enfermedad como un perseguido por Dios
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y al terminar, “restablecido”, con un delirio en el que ya no es más el perseguido por
Dios, sino la mujer de Dios. Esta idea de la Metáfora Delirante sigue el hilo de la
tesis de Freud según la cual el delirio no es la enfermedad sino la tentativa de
curación. El delirio mantiene en la psicosis un lugar homólogo al trabajo de la
transferencia en la neurosis, que también es una reorganización significante. La
solución es aportada por una metáfora de reemplazo, una metáfora de suplencia.
Se puede escribir la metáfora delirante de Schreber y sus efectos en lo imaginario. Allí
donde faltaba el Nombre-del-Padre, adviene la gran I del ideal, que Schreber mismo
designa con la expresión “orden del universo”. En su delirio, Schreber se hace el
soporte del orden del universo I/NDP. En lo imaginario, en la significación, allí donde
faltaba el falo adviene una significación de suplencia que es “ser la mujer de Dios” =
M. de Dios/Φ0. Esta metáfora tiene una función de límite manifiesta.
Lo que no cambiará:
La singularidad del sinthome existe en cada uno, pero está recubierta. Uno se
empeña en encarnar algo muy distinto: su trama, su destino, la herencia de su familia,
un gran personaje, ideales. Joyce se mantuvo encarnando el sinthome en el espacio
del desabonamiento del inconsciente, y de este modo mostró algo que la clínica
disimulaba.
La “clínica del sinthome” es en primer lugar una clínica plana; no está
escalonada, estratificada, no se distinguen en ella el síntoma y el fantasma, ni siquiera
se puede hablar de un avance y de una resistencia, no podemos hablar allí de una
salida (se prohíbe la entrada a todo el que tenga la intención de salir) y lo que
prevalece en ella, es el dar vueltas en circulo.
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El verdadero Nombre del Padre ha sido su nombre de escritor, su producción le ha
permitido ubicarse en el significado que le faltaba, es el punto de almohadillado:
pasando por ese dispositivo, le ha permitido librarse de los ecos amenazantes del
significante poniéndolos en el papel.
Hoy en día podemos decir que se perdió esa primacía del registro simbólico por sobre
el orden real y el imaginario. ¿Qué pasa hoy en día con el orden simbólico?
Para responder a esta pregunta, los lacanianos han planteado una primera tesis: la
declinación del Nombre del Padre, la declinación del discurso del Amo. Recordamos
entonces que la sociedad puede ser estudiada y analizada a partir del estudio de los
cuatros discursos (más uno: el discurso capitalista).
¿Cómo se vería afectada la sexuación hoy en día en relación a los productos del
complejo de Edipo? La sexuación, a partir del complejo de Castración (segundo
tiempo de Edipo) remite a la “elección” entre hombre o mujer. En el primer tiempo ser
el falo no implicaba la elección por ningún sexo, ni hombre ni mujer. En el discurso del
Amo la sexuación se elige en relación al falo. Debemos elegir: “ser y no tener” o “tener
y no ser”. La cuestión es que esta elección conlleva un costo donde la pérdida (o lo
que se tendría que perder) no se acepta sencillamente: quien eligió ser, toda su vida
querrá tener, y quien eligió tener, toda su vida querrá ser. La castración aparece ahí
para indicar que todo no se puede. El tema es que al anular el tiempo dos
obtenemos una versión del falo no sexuada. Hasta acá tendríamos la declinación
del discurso del Amo y un ORDEN SIMBÓLICO SIN CASTRACIÓN.
El ordenamiento edípico, el del Nombre del Padre, incide en la raíz de la
sexualidad. En todas las culturas hay una versión de la Ley que ordena, que
establece qué debe quedar en la imaginación y qué se puede realizar. Es el Nombre
del Padre el que establece que el amor se despliegue dentro de los límites de lo
permitido.
El orden simbólico del siglo XXI, al ser un orden sin castración, es también un
ORDEN SIMBÓLICO SIN AMOR, al menos sin ese amor que suponía una articulación
al Nombre del Padre. El amor simbólico se vale de la Castración. Es el amor que
Lacan refería al amor que se construye en las amistades, en los lazos, en preocuparse
por el otro, querer al otro (no apunta específicamente al amor de pareja). Este es un
amor en ejercicio constante entre los seres parlantes, un amor que teje lazos (y que
por ende se ve afectado por nuevas funciones paternas y maternas).
Es un amor “ejercitable” (Lacan) en el vínculo social. Si en el discurso de Amo antiguo
la nominación era el “Nombre del Padre” (porque entre otras cosas, el Nombre del
Padre lo que hace es nombrar: la gente se nombra por su nombre y apellido, por
ejemplo), en el orden simbólico del siglo XXI eso está sustituido por el “nombrado
para…” (Lacan) donde el nombre no se obtiene por relación a la familia, al Nombre del
Padre, sino en relación a lo social, el nombre que se le da en lo social.
En el orden simbólico del siglo XXI la versión de la función materna es diferente.
En el orden antiguo la madre remitía al padre para su nominación (el Nombre del
Padre es el que diga la madre). Ahora se remite al ADN, hay otro tipo de problemas;
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remite a un orden que es forclusivo, porque importa quién cumplió su función, NO
quién aportó el espermatozoide. En el nuevo orden del siglo XXI, la madre, la
función materna, reenvía a lo social, no al Nombre del Padre.
Y el saber que hoy comanda el mundo, fundamentalmente, es el saber proclamado
“científico”, el saber llamado “Laciencia”; así escrito es una expresión un poco
peyorativa que se refiere a un efecto observable en la sociedad actual, un efecto de
creencia en la ciencia. Si se dice: “lo dijo Dios”, no lo creen; si se dice “se demostró en
la Universidad de Kennedy…” sí creen, es un efecto de creencia.
Se sustituye el S1 (significante Amo) por el S2 (significante ligado al Saber). Refiere al
saber científico que es vehiculizado por el discurso universitario. Lo que se instala es
el predominio del Saber. El nuevo Amo hoy en día es el Saber, un saber ligado a la
productividad, un saber productivo. El amo universitario te dice “cómo hay que vivir”.
Este saber científico se rige por el número. En materia del discurso universitario
tenemos un saber científico y numérico, un S2, que produce un numero (por ejemplo,
un alumno como objeto), dando por resultado la presencia de síntomas, se produce
un “SUJETO SIN IDENTIFICACIONES” (por ejemplo, los alumnos que consideran
“no ser nada más que legajos”, con las consecuencias visibles al rendir un final: la
extensa producción síntomatica).
El vínculo que tiene el estudiante, el trabajador, con ese saber, es un vínculo más de
objeto. Donde siempre tiene que aprender, nunca se sabe suficiente. Por ejemplo, el
mercado laboral hoy se basa en las capacitaciones, la formación del “recurso
humano”. Eso no era así en el discurso del Amo, lo que se promueve allí como
trabajador consiste en un saber hacer.
El tema de “sin identificación”: es el sujeto que produce, es una lectura posible del
discurso universitario. Este discurso produce un sujeto sin identificaciones, y un sujeto
sin identificaciones “puede hacer cualquier cosa”. Lo laboral: un sujeto que puede
estar hoy en Argentina, mañana en China, Australia, etc. es una virtud. Si vos tenés a
un tipo muy atado a sus raíces y costumbres, no…
Para el discurso universitario cobra relevancia la biopolítica, “la salud de las
poblaciones” (por ejemplo, que la gente busque comer lo que hace bien para la salud),
que lleva a que el cuerpo quede capturado por medidas, pesos, cantidades… eso
antes no era así en el discurso del Amo. De la misma manera, los objetos que se
venden en el mercado para el consumo son objetos elaborados, producidos, por el
discurso científico y el discurso capitalista (dando cuenta del nexo discurso científico –
universitario – capitalista).
¿Cuál es el segundo elemento que sustituye al discurso del amo? El DISCURSO
CAPITALISTA.
Solo interesa el saber que sea rentable y productivo, si se les da por tocar la guitarra,
pintar o cantar por puro ocio, eso es desdeñado, no es un saber productivo; esto
desde el discurso capitalista, será productivo
para uno, pero es un saber que no produce, que no es rentable, que no vende si lo
hacen por puro ocio, si no lo comercializan, es un saber hacer que a las empresas e
industrias no les interesa.
El orden simbólico en el siglo XXI se caracteriza entonces por producciones
subjetivas:
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- SIN CASTRACIÓN
- SIN AMOR
- SIN IDENTIFICACIÓN.
“Orden de hierro” es un dicho de Lacan de su Seminario del año 1974, que refiere
sobre el alcance de la transformación actual del orden simbólico.
Al ordenamiento que Freud llamó “edípico”, Lacan lo llamó “el Nombre del Padre”. Es
así como la lógica de ese ordenamiento incide en la raíz de la sexualidad. En todas las
culturas históricas hay una versión de la ley en el Nombre del Padre; al presentarse
diversas, múltiples, colectivizan los fantasmas sexuales lo suficiente como para
ordenar qué debe quedar en la imaginación y qué se puede realizar. Pero lo decisivo
en este ordenamiento es que el amor puede ser ejercido, justamente, en el mismo
Nombre del Padre, en tanto éste admite (según cada versión) que se despliegue
según reglas diversas en la amplia zona abierta de lo permitido. La idea de imponer
una regla de amor uniforme para todos en lo universal está excluida.
Con el Nombre del Padre, la mujer-madre introduce ciertas prohibiciones en su
cría diciendo NO. Pero no dice NO a cualquier cosa, sino que dice NO a lo
ilimitado del goce fálico. Lo sutil de esta invención es que ella al decir NO, no lo
hace en su nombre, porque lo femenino que la habita y que sostiene no sabe decir
NO. Lo hace por amor, en el nombre del Nombre del Padre, encarnándolo en al menos
algún hombre. Así, esta moneda tiene de un lado el semblante del Nombre del Padre
y, del otro, no tiene un valor de cambio cuantificable, sino el paso de un amor a un
valor sustentable en el ejercicio de su despliegue fuera de la reglamentación mercantil.
Así era, pero aquí la cosa cambia. Las mujeres se acomodan y frente a la caducidad
creciente del viejo orden paternal han cedido. Ahora prefieren enviar a sus crías a la
categoría del nuevo orden “nombrándolas para” algún lugar en él, según lo que este
ofrece: reglamentos para rendimientos ilimitados con evaluaciones y sin amor. El
nuevo orden de hierro no es un amo severo a la antigua que domina una
comunidad de esclavos donde reina un amor en ejercicio. Este orden es de
hierro porque recluta siervos, ya inválidos para ejercer un amor, y que por esa
fragilidad subjetiva no soportan el mismo orden al que se entregan sin los
graves síntomas que se registran.
PSICOSIS ORDINARIA
Lo que nosotros podemos decir es que antes teníamos “la” neurosis, “la” psicosis, y
Miller dice que acá tenemos una frontera que se va engrosando. En la neurosis
funciona el Nombre del Padre; en la psicosis podemos poner el Nombre del Padre 0,
no funciona; y en la psicosis ordinaria lo que tenemos es una SUPLENCIA, hay
algo que está haciendo de compensador de la estructura; puede ser la medicación
o una identificación, lo importante es que el sujeto tiene ese auxilio en la suplencia. En
la psicosis ordinaria, no hay Nombre del Padre en el sentido clásico, pero hay un
aparato suplementario.
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La psicosis ordinaria es una clínica de pequeños índices de la forclusión, es una
clínica de la tonalidad. Ciertas psicosis no van nunca al desencadenamiento,
evolucionan sin ruido, sin explosión, pero con un agujero.
Esta suplencia, que hace que la psicosis no se manifieste clínicamente, la vamos
a pensar en términos de SINTHOME, que desempeña una función de
anudamiento de la estructura del sujeto, permitiéndole establecer una relación
con el lenguaje, con su cuerpo y con los otros. Ante esto, se advierte el peligro del
“furor curandis” y la normalización: tener cuidado con levantar una fobia o una adicción
“porque sí”, “porque hay que normalizar”, ya que ese síntoma puede estar
desempeñando una función compensatoria en ese sujeto. Si no sabemos la función
que está cumpliendo en ese sujeto tal o cual síntoma vamos a tener que tener otra
prudencia: no se trata de dejar las cosas como están, pero no podemos pasar por alto
la función que cumple ese síntoma en ese sujeto.
No es un síntoma que nosotros debamos descifrar, no es el síntoma freudiano, aquí lo
que nos va a interesar del síntoma es su función de anudamiento. Por ejemplo, una
relación singularísima con el trabajo que anuda la estructura de ese sujeto, le da una
relación con el lenguaje, con su cuerpo y con los otros.
El sinthome es transestructural. El término sinthome se utiliza para la teoría de la
psicosis, que es aquello que va a estabilizar, va a compensar la estructura y que no es
el Nombre del Padre, sino que ocupa el lugar del Nombre del Padre; también es un
término que se utiliza para pensar la relación entre los sexos “la pareja sinthome”,
implica pensar a esa pareja como un síntoma que los ordena y del cual se ocupan.
Hay una generalización en la última enseñanza de Lacan de la psicosis: esta
generalización significa que no hay un verdadero Nombre del Padre11. Este no existe,
es un predicado.
Damiano hablaba de la declinación del Nombre del Padre, y podemos pensar al
sinthome como una forma que ordena. Se van plurificando las maneras de
ordenarse. Nos encontramos, entonces, con una pluralización de aquello que
organiza al sujeto. A nivel de la relación al lazo social, vimos que hay ejemplos de
desinserción que pueden llegar hasta la errancia, un sujeto que no se inserta en
nada, que no puede entrar en ningún lugar que el otro social le otorga o se procura en
el otro social
ANOREXIA Y BULIMIA
La anorexia no supone que el sujeto no tenga hambre o deseos de comer, sino que
pasa por un RECHAZO: la anorexia como síntoma es un NO al alimento, un NO a
la comida, un NO al objeto alimenticio.
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La categoría de anorexia lo que tiene de interesante es que da cuenta de una actividad
del sujeto en el síntoma que dice no a la comida. Por ejemplo, un sujeto podría no
comer porque no siente apetito o no tiene ganas de comer porque está deprimido, y
eso no es una anorexia. En el “no-comer” anoréxico no es que no se tiene hambre
o deseo de comer, es un rechazo al alimento. Es un NO del sujeto a lo que se
articula en ese síntoma.
En el Congreso de Gottingen de 1965 (congreso que quería romper con la concepción
de la anorexia como trastorno pulsional para introducir la anorexia como trastorno
esencial de la integración de la imagen del cuerpo) se obtiene un consenso sobre tres
puntos:
1. existe la “anorexia mental” con una estructura distinta de la neurosis;
2. el conflicto no es a nivel pulsional ni a nivel de las funciones alimentarias
sexualmente investidas, sino a nivel del cuerpo;
3. hay una incapacidad de asumir el rol genital.
BLANCO
En función de esto, podemos distinguir varios tipos de presentaciones:
1. Las anoréxicas que rechazan ingerir comida más allá de un límite,
subjetivamente fijado y cada vez más escaso. La necesidad de control, en relación
con ese límite, las convierte en auténticas expertas en dietética. Controlan
obsesivamente el contenido en proteínas, calorías de los alimentos, etc. Este tipo de
sujetos suelen ser obedientes y disciplinadas (excepto si se les pide que coman), y
suelen ser estudiantes o trabajadoras excepcionales mientras se mantienen en la
posición anoréxica. ¿Cuál es la relación a la culpa de estos sujetos? La culpa, muy
intensa, aparece cuando traicionan la anorexia, cuando comen más del límite
subjetivamente fijado. La culpa no aparece en relación a lo que desde afuera
llamamos su síntoma, sino justamente cuando lo abandonan.
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2. La anorexia por bulimia. Son aquellos sujetos que comen sin límite. Al atracón
sigue el vómito. Se llenan para provocar un vacío. Saben que si comen normalmente
no tendrán que vomitar, pero no pueden dejar de sobrepasar el límite, lo que les
genera culpa. La culpa le permite pedir ayuda para limitar un goce que los conduce a
lo peor.
3. La bulimia sin vómitos. Son los sujetos que no pueden parar de comer, que
comen después de haber comido, lo que los lleva al autodesprecio y provoca la culpa.
Culpa que hace signo de la cobardía ante el deseo, del que se defienden con el anhelo
por el objeto-comida que nunca es suficiente. Esta “ansiedad por comer” deforma el
cuerpo del bulímico que, cuanto más se llena, más vacío se encuentra repleto de la
nada que lo alimenta. Para el bulímico, todo lo que comió es nada. Lo que importa es
lo que aún no comió, por eso tiene que seguir comiendo. El bulímico, como el
anoréxico, también come nada. Pero el bulímico se autodesprecia por no saber parar
de comer. Lo vive como un síntoma y pide ayuda.
El autor se centra en el primer tipo: las anoréxicas de tipo restrictivo, las que se
sienten culpables si comen.
Lacan indica que “comen nada”, porque la nada es el objeto que interponen frente a la
demanda del Otro. Un Otro que “confunde sus cuidados con el don de su amor”. Ese
otro impositivo que frente a la demanda de amor que abre a lo que no puede darse, al
infinito, a lo que no puede saciarse ni colmarse, responde con un objeto, con algo que
ofrece, con algo que tiene para dar. Así “confunden sus cuidados con el don de su
amor, esta ignorancia es lo que el sujeto anoréxico no perdona”.
Se niega a satisfacer la demanda de que coma, que lo dejaría reducido a ser
tratado en el plano de la necesidad. Juega con su rechazo como un deseo. Así, la
anoréxica confunde deseo con rechazo, se instala en su causa. Causa que supone
negar la necesidad. Solo se siente culpable si traiciona su causa.
El sujeto anoréxico cada vez come menos, se fija un límite cada vez menor y se
siente culpable si lo traspasa. Esta es la principal dificultad para el tratamiento ya
que la anoréxica no tiene problema por no comer, sino por hacerlo. Sabemos la
importancia de que el síntoma sea vivido como tal por el sujeto para que se decida a
interrogarse sobre él, para obtener en el psicoanálisis una respuesta sobre lo que
causa su sufrimiento. Una respuesta sobre el conflicto que está al origen de todo
síntoma.
La anoréxica hace síntoma para su medio, para la familia, amigos, profesores,
pero no para ella misma. Lo que le hace sentir mal a la anoréxica es comer.
Si el sujeto anoréxico no tiene límite en su renuncia a alimentarse, el médico debe
actuar para limitar en lo real, la autodestrucción. Ese proceso en el que el cuerpo se
alimenta de sí mismo. Pura pulsión de autodevoración.
Blanco cuestiona que la anoréxica sea una histérica, ya que el rechazo no es la
insatisfacción. La anoréxica no hace síntoma para someterlo a la transferencia. Su
rechazo es a la demanda del Otro, cierto, pero objeta el goce fálico (que es el deseo
de vida que se puede superponer a la necesidad). La anoréxica rechaza cualquier
placer corporal.
Lo que realmente pretende la anoréxica es eliminar la necesidad, anularla. Por
eso la culpa aparece cuando cede a la necesidad y come. Cuando supera el límite,
cada vez menor, que se impone. La anoréxica niega que es un animal vivo.
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En la anorexia se produce un RECHAZO A LA SEXUALIDAD diferente al de la
Histeria.
En la Histeria la insuficiencia de ese goce, no lleva a su exclusión. Incluso puede
cobrar la forma de continuos encuentros sexuales, para repetir la insatisfacción.
La anoréxica hace objeción al placer, al deseo de vida y a la transmisión de ese deseo
en las generaciones. Una de las consecuencias más evidentes de la anorexia es la
eliminación de todos los rasgos sexuales secundarios, en la mujer, y la retirada de
la menstruación. Todo el cuerpo se desfaliciza, pierde todo brillo y capacidad de
operar como instrumento femenino de seducción. Pasa a evocar un signo de muerte,
del triunfo de la pulsión de muerte.
Muchas anorexias se desencadenan en la pubertad coincidiendo con el paso a “ser
mujer” y el encuentro con la sexualidad adulta. Encuentro con el goce que resulta
traumático e inasimilable.
La anorexia impide no solo el encuentro sexual, sino también la maternidad. La
anorexia se aleja de la madre. La culpa solo aparece cuando cede al apetito, cuando
no se priva. Eso es lo que hace síntoma para ella, no el no comer. Esta es la dificultad
principal del tratamiento;
tratamiento que no puede pasar por ofrecerle un saber precocinado sobre la anorexia,
ya que lo rechazaría como el alimento.
La anorexia se distancia de la histeria en varias cuestiones:
- No es la identificación fálica la que aparece privilegiada en la anorexia, sino la
identificación al objeto resto, que encarna.
- La causa de la anorexia, del desencadenamiento, tiene que ver con un encuentro
inasimilable con la sexualidad. La respuesta anoréxica supone negar que se tiene
un organismo que sostiene al viviente y que, como cuerpo, puede ser campo de
placer.
Lacan pretende sustituir la lectura psicoanalítica clásica de la bulimia que apela a la
noción imaginaria de regresión, por otra lectura que se funda en la estructura simbólica
del amor. En el centro de la cuestión bulímica sitúa este esquema: DEMANDA ->
FRUSTRACIÓN -> COMPENSACIÓN
1. LA DEMANDA DE AMOR DEL SUJETO HACÍA EL OTRO PRIMORDIAL: hay una
demanda de amor del sujeto hacia el Otro primordial, eso se pone en juego en el
objeto alimenticio. Hay madres que no dan signos de amor ni deseo. En estos casos
vemos que la madre alimenta, pero no con un don simbólico de amor (al menos así es
la versión que nos da el sujeto de ese Otro materno). Se registra que hubo una falla en
el signo de amor, en el don. Se presenta como un Otro completo que da lo que tiene,
alimento, no da amor (porque dar amor es dar lo que no se tiene, cuestión que
motoriza el deseo).
2. LA FRUSTRACIÓN DE DICHA DEMANDA POR PARTE DEL OTRO A QUIEN EL
SUJETO SE DIRIGE PARA OBTENER EL SIGNO DE SU AMOR; la madre frustra esa
demanda de amor. En el cuadro donde Lacan nos habla de privación, frustración y
castración, sitúa en la frustración al objeto real de la necesidad y el agente es el
Otro completo. La palabra “signo” de amor es importante, no dice “significante de
amor”, porque lo que verdaderamente simboliza el “dar lo que no se tiene” no tiene un
73
significante, no es una palabra, sino otra cosa: un signo. El signo es lo que representa
algo para alguien. Por ejemplo, alimentar puede ser un don de amor; ese “signo de
alimentación” tiene que representar un “signo de amor” para ese sujeto. Acá tenemos
los tres términos: necesidad, demanda (como demanda de amor) y deseo. La
respuesta aparece como satisfacción de la necesidad y en relación a eso un síntoma
de anorexia o de bulimia (cuando hay atracón). Ambos en relación al objeto oral y
ambos en relación a un Otro completo. Hasta este punto hay una analogía de la
bulimia con la anorexia, solo que, en el caso de la bulimia, habría un atracón como
respuesta a esa no obtención del signo de amor.
3. LA COMPENSACIÓN IMAGINARIA DE ESTA FRUSTRACIÓN DE LA DEMANDA
DE AMOR, que se produce a través del consumo (por parte del sujeto) del objeto real
de la necesidad (del que el pecho materno constituye la ejemplificación paradigmática
del niño con la madre.). La compensación es una satisfacción pulsional.
El síntoma anoréxico es un NO, es un RECHAZO al objeto alimentario propuesto
como satisfacción de necesidad, porque en este caso hay una demanda de amor.
En el caso del síntoma bulímico, el síntoma es una COMPENSACIÓN. Es necesario
tener en cuenta el signo de amor que el Otro no da y que se ubica en el plano de la
frustración de la demanda de amor.
Es esencial aislar la función del síntoma bulímico en el marco de la estructura
del sujeto: en las bulimias neuróticas el peso que reviste la dimensión simbólico-
metafórica del síntoma es esencial y es necesario tenerlo muy presente en el
tratamiento. La bulimia, además, encarna una función de defensa respecto a un goce
no dominable y una modalidad de goce autista, alternativa al goce sexual y al vínculo
amoroso (se ve la afinidad con la toxicomanía).
El síntoma anoréxico mostraba que la necesidad básica es desear: prefiero no
comer y seguir deseando.
En Lacan, tenemos el plano de la PRIVACIÓN - FRUSTRACIÓN - CASTRACIÓN
(Seminario IV). En la bulimia el Otro no da signo de amor, lo ubicamos en el plano
de la frustración de la demanda de amor. Es la frustración la que tiene como
respuesta el atracón bulímico, que sería aplastante con el objeto de la necesidad. Con
la papilla atiborrante. Pero está situado como una problemática de amor vinculada al
amor en relación al Otro maternal, al Otro primordial (no necesariamente la madre,
sino con la función).
La palabra FRUSTRACIÓN nos pone en relación a un síntoma que tiene una
gravedad diferente de los síntomas que habitualmente articulamos a la
CASTRACIÓN (es decir, a los síntomas neuróticos).
Los síntomas neuróticos están vinculados a la castración. El sujeto neurótico
puede regresar a la frustración, pero ya es alguien que pasó por la castración.
En la anorexia y la bulimia es muy frecuente que pase a primer plano como
problema la imagen del cuerpo propio, problemática en relación al cuerpo
imaginario. Por ejemplo, pesar 40 kg y verse obeso, lo que Lasegue había descrito
como “adelgazamiento extremo”. O comer dos bocados y sentir que se engordó 30 kg.
Se trata de una problemática en relación al CUERPO IMAGINARIO. Tenemos que
estudiar, discutir, en cada caso, cómo se arma un cuerpo, ese sujeto, con ese
síntoma.
74
Por ejemplo, en el atracón bulímico y en las adicciones hay que ver que cuándo es
que son síntomas compulsivos. Es muy importante para decir algo de la gravedad del
síntoma y para saber qué es lo que detiene la compulsión. Si lo que detiene la
compulsión es algo como un efecto de castración, algún tipo de
“basta”, de límite que viene de lo simbólico y que tiene un efecto sobre el síntoma.
Cuando eso no es lo que detiene al síntoma, hay que prestar atención a qué es lo que
lo detiene.
En la actualidad muchos sujetos arman su cuerpo así. En un sentido todos lo
hacemos, porque ya nadie deja de tener en cuenta el peso, cuánto mide, cuánto
consume, lo que es sano o no, estamos todos atrapados por este discurso. Pero en
estos casos la relación a esas cantidades y números tiene una auténtica función de
suplencia. Está en relación a la psicosis ordinaria. Hay rigidez. Todo eso es importante
abordarlo con una lógica en relación al caso, porque de nada podemos hacer un
absoluto. En muchos casos ese régimen es lo único que les permite hacerse un
cuerpo. La problemática del cuerpo es muy frecuente que aparezca con el problema
del síntoma anoréxico y bulímico.
TAXICOMANIA Y ALCOHOLISMO
En la clínica hay dos cuestiones:
1. Aunque un sujeto consulte por una adicción, no debemos tomar la
toxicomanía como un síntoma en sí mismo, sino escuchar la estructura
clínica en que ese sujeto con uso problemático de drogas está incluido.
2. Debemos preguntarnos qué uso hace el sujeto del tóxico. Todo el mundo habla
del tóxico como “objeto de goce”. Otra cosa diferente es preguntarnos qué
función cumple en ese sujeto. Esto nos remite a su singularidad.
Lacan pone a la ruptura con el goce fálico en línea con el falo. Si tengo falo es porque
hubo una operación con el Nombre del Padre. La utilización de tóxicos lleva a pensar
que puede haber producción de esta ruptura con el goce fálico sin que haya forclusión
del Nombre del Padre (si tengo falo con el que romper una relación es porque
efectivamente operó el significante primordial). Hay una ruptura con el goce fálico,
pero no necesariamente con el Nombre del Padre, por lo tanto, Nombre del Padre y
goce fálico son cosa separada. Como consecuencia: la tesis de que la toxicomanía no
es un síntoma.
A su vez, esto supone una ruptura con las particularidades del fantasma, con lo que el
fantasma supone objeto del goce en tanto que incluye la castración. Es por eso que el
toxicómano no es un perverso, porque la perversión supone un uso muy específico del
fantasma. Mientras que la toxicomanía es un uso del goce fuera del fantasma.
En la neurosis podemos significar las cosas porque hay una significación fálica. El
Nombre del Padre es un significante que introduce el goce en el cuerpo y da una
regulación posible. A eso lo identificamos como “falo simbólico”, pero se puede hacer
desde otras significaciones.
75
En la psicosis, hay un momento en la vida en el que el sujeto rompe con el Nombre del
Padre. Recordamos que en la psicosis no es que no se inscribió el Nombre del Padre,
se inscribió, pero se lo forcluyó, quedando un agujero de significación.
No se trata la toxicomanía de una estructura clínica, sino de una operación sobre
la estructura, y esa es también la chance clínica que consiste en deslindar la
experiencia con la droga de la estructura que la experiencia oculta.
Una de las condiciones para que sea posible una intervención analítica es que la
droga ya no aporte esa solución, y que la cuestión del deseo se infiltre en el
vacío de la experiencia.
No hay que desatender la relación del sujeto con la intoxicación, hay que situar el
hacer de la intoxicación en relación a las determinaciones del sujeto. Estas
determinaciones no son evidentes ya que la operación toxicómana está ahí para que
no lo sean.
La operación toxicómana evacúa toda la significación. La satisfacción de la
intoxicación requiere del silencio ya que el hablar es ya restituir algo de la significación.
La intoxicación requiere no hablar.
Una indicación clínica de Miller: hay que obtener que el sujeto de sentido (sexual) a
su experiencia, esto quiere decir que el significado del falo recubra la positividad sin
palabras de la experiencia vacía de la droga. Esta dirección misma está en la dirección
opuesta a la operación toxicómana, ya que negativiza, agujerea la experiencia.
Nombra, saca del hacer hacia el decir.
La clínica muestra el efecto angustiante y sorprendente para algunos sujetos por la
aparición de una pregunta, pregunta anterior a que la droga entrara en su vida y que
se formula en un lugar mismo donde la intoxicación daba hasta entonces su respuesta
muda e impecable.
La intoxicación no se interpreta. No se trata de dar una interpretación a la operación
toxicómana, sino por el contrario se trata de obtener una interpretación, esa
interpretación que es el síntoma, los sueños, las formaciones del inconsciente, la
transferencia misma (el trabajo del inconsciente). Eso que hay que hacer existir es el
inconsciente y solo existe si hay un analista. Solo la función del intérprete del analista
produce la significación de un saber supuesto.
La operación del analista en la clínica con toxicómanos es la de producir en el
comienzo la significación de una falta de saber como causa del padecimiento.
Una dirección que va entonces: de la droga a la falta de saber.
Hay una oposición entre la experiencia del tóxico y la experiencia del análisis, entre la
operación toxicómana y la operación analítica. Una rechaza el inconsciente y la otra,
como operación de castración, espera producirlo.
Tanto la toxicomanía, como los síntomas de la anorexia y la bulimia son presentados
en relación con la psicosis ordinaria porque mayormente son síntomas que no
corresponden ni estrictamente a una neurosis ni estrictamente a una psicosis en el
sentido clásico.
76
O se inscribió el significante primordial en sus tres tiempos y tenemos una neurosis, o
se rechazó por forclusión al significante del Nombre del Padre y tendremos una
psicosis.
Cuando presentamos el tema de los síntomas contemporáneos,
metodológicamente tenemos que empezar considerando si es psicosis o
neurosis. Porque la categoría de Psicosis Ordinaria queda como “inclasificable” según
la clasificación que usamos. En el psicoanálisis usamos una clasificación mínima, y es
porque los diferentes materiales por los que están hechos resultan direcciones de la
cura diferente, posiciones transferenciales diferentes, no podemos obviar eso.
El síntoma siempre se presenta como repetición con sufrimiento. Esto nos sirve como
modelo para pensar el síntoma compulsivo, y considerar que una bulimia, por ejemplo,
es una compulsión a comer. Pero ¿la bulimia es distinta de una compulsión obsesiva?
¿por qué? Porque cuando decimos compulsión pensamos en la compulsión propia de
la Neurosis Obsesiva como síntoma clásico. Si uno se queda en la compulsión como
síntoma obsesivo, esa compulsión tiene un límite, y cuando el sujeto atraviesa cierto
límite lo detiene la culpa. Hay un “basta” que el sujeto se pone a sí mismo, que es
cuando experimenta un exceso de goce, ese basta, ese límite simbólico, es la
castración. El sujeto se siente culpable.
Un síntoma articulado a la frustración es un síntoma que, por no estar articulado
a la castración, no la detiene ni la culpa ni la angustia. Cualquier compulsión se
aplica a todos los síntomas que vimos, sea bulimia, anorexia, alcoholismo, el tema es
que, si es un síntoma compulsivo, uno puede tener una pista por las coordenadas en
las que el síntoma se desencadenó y dónde termina, dónde para el síntoma.
La bulimia, la toxicomanía, o el alcoholismo se convierten en un problema donde uno
empieza a pensar en un diagnostico diferente, o cuando vemos que no remite a una
estructuración neurótica, es decir, cuando no encontramos ese límite. La repetición
compulsiva del síntoma no nos da la pauta del diagnóstico, sino que esa compulsión
encuentre o no un límite por la castración. Si aparece culpa y/o angustia es síntoma
neurótico, porque está articulado a la castración. Cuando ese límite que da la
castración por la vía de la
culpa y/o la angustia no está vemos síntomas que son repeticiones, pero esta
repetición es una compulsión que remite a otro orden.
Cuando tenemos repetición, pero el límite falta, no lo detiene ni la culpa ni la
angustia. En uno de los casos de bulimia (Caso Carla) vemos a una joven que
tiene como límite el dolor. Hay algo impresionante de ese caso, porque siguiendo la
lógica del síntoma vemos que esta repetición compulsiva (donde ella tiene una ingesta
de alimentos muy importante) se detiene cuando siente un dolor, e inmediatamente
después se duerme. Hay un cambio en la economía de goce, porque uno
generalmente no se duerme después de estar en una compulsión alimenticia
imparable, si sos neurótico no te podés dormir después de que te pase eso. En este
caso la frena el dolor. Para dormirse hay que pasar al principio de placer, y poner
como una pantalla fantasmática a todo lo que es pulsión (salvo que tengamos una
pesadilla). Pero lo que se observa en el caso de la psicosis ordinaria es que a ese
síntoma no lo detiene la castración, sino que perfora el fantasma (al operar la
castración el fantasma es lo que vela, y al velar detiene).
¿QUÉ DIFERENCIA HAY ENTRE SÍNTOMA Y SINTHOME? Que el síntoma clásico
lo entendemos como una disfunción, por eso lo tratamos como algo que vas a
77
resolver. Sin furor curandis, pero planteas una terapéutica. Mientras que el sinthome
es una función, una solución.
Implica un cambio de paradigma. Al síntoma uno lo lleva a análisis porque lo siente
como una disfunción, como algo que molesta, algo que uno se quiere sacar de
encima. Así lo toma el psicoanálisis. Y después tenemos la cara de goce del síntoma
que se resiste al tratamiento.
El enfoque desde la noción de sinthome, de los nudos, implica que el síntoma es otra
dimensión del ser parlante. Así como tenemos un imaginario, un simbólico y un real, el
ser parlante tiene una dimensión tan
importante como esa que se llama síntoma y algunos seres humanos pueden
hacer/resolver su síntoma completamente en base al sinthome. Otros seres humanos
pueden resolver su vida con los ideales, los deseos, el falo, y si se caen se levantan
con algo de todo eso. De la misma manera, hay sujetos que pueden hacerse su vida a
partir del síntoma. Entonces una dimensión totalmente novedosa la que se produce en
la última enseñanza de Lacan: cuando algo no se lo puede resolver con el Nombre del
Padre, aparece el paradigma Joyce que trata de un tipo que hizo del síntoma su vida,
hizo un sinthome.
SEXUACION
78
El punto de partida es entender que NO HAY RELACIÓN SEXUAL, no tenemos un
programa, un modo predeterminado, una fórmula que nos diga qué hacer con nuestro
cuerpo y con el cuerpo del otro; sino que todo eso se va inventando. Los modos de
relación entre los sexos nos demuestran que no hay relación sexual natural.
El problema es que, al no haber relación sexual, nadie tiene manera de garantizar
su sexo en base a la relación sexual. En base a esto, podemos pensar que no hay
una identidad real, una identidad en la que el sujeto se encuentre definitivamente
seguro, sino que hay síntomas.
- GOCE MASCULINO (TODO)
- GOCE FEMENINO (NO-TODO)
NO SON COMPLEMENTARIOS, no hacen relación (conforme a este principio de la
“no relación sexual” → el goce masculino y el goce femenino no son
“complementarios”, no se “juntan”, en todo caso puede haber un “suplemento”, que
queda más bien del lado femenino, del no-todo).
Del lado del hombre, rige el universal: “todos los hombres están afectados por la
castración”, pero hay una excepción, en tanto existe uno para quien ella no rige.
Del lado de la mujer, según Lacan, rige la lógica del no-todo: elimina la excepción (no
hay alguien que diga que no a lo fálico-castrado), lo que da lugar a un conjunto abierto
(no cerrado), ilimitado. Si no hay uno que diga no a la función, no hay límite; es un
universo en expansión. Se niega el todo, se niega el cierre del conjunto (no hay
conjunto cerrado, no hay universal). Esto nos lleva a pensar que, tal como sostiene
Lacan, La mujer no existe como universal (no es pasible de generalización), sólo
puede hablarse de una por una en lo singular.
GOCE MASCULINO - GOCE FÁLICO - GOCE DEL UNO
Lacan llama al goce del llamado “hombre”, el goce del Uno. La lógica del modo
de goce masculino responde a la lógica del TODO y la excepción. Cuando los
hombres gozan parten de la lógica del todo, de lo universal; pero no se reduce a eso,
sino que la cuestión es alcanzar el punto de excepción, donde hay una lógica
fálico/castrado. Por ejemplo: en un torneo de fútbol, hay que llegar a ser la excepción:
salir campeón o el récord Guinness. El goce masculino siempre se orienta por un
universo cerrado y por la excepción, ser un sujeto de excepción de ese universo, uno
distinto, que tenga una cosa diferente. El modo de goce se basa justamente en
alcanzar el TODO y un puntito más, la EXCEPCIÓN.
El problema de la histérica es que se busca un hombre que está en esa lógica del
todo, necesita un hombre “igual a todos”, pero para luego querer transformarlo en el
hombre de excepción (trata de fabricar la excepción en él).
El goce masculino es fuera del cuerpo, pero cuando obtiene algo, el objeto
parcial, siente como que se conecta al cuerpo. Siempre el goce masculino apunta a
una parte del cuerpo del otro o a una parte, un algo, que se pueda designar; cuando
consiguen ese goce ahí obtienen como una unidad corporal, una consistencia
corporal. Los hombres se realizan en un punto.
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS:
- Tiene una localización y una articulación.
79
- Necesita de un instrumento (puede ser del propio cuerpo o de un objeto).
- Es un goce contable, se puede contabilizar.
- Es un goce “del propietario”: hay miedo a perderlo.
- Es repetitivo: lo constitutivo de ese goce es algo que se repite.
- Estas repeticiones tienen pequeños intervalos. Ese elemento unario se repite en una
seriación, que tiene un intervalo determinado. Se cuenta, hace serie.
- Tiene una orientación a un TODO; el intento es que haya un elemento de la serie
final que englobe, que dé sentido a todos los anteriores de la serie (“escalar el
Aconcagua, pasito a pasito, lo que cobrará sentido cuando se llegue a la meta, a la
cima”).
- La brevedad de la satisfacción: el momento cúlmine no tiene continuidad, sino
discontinuidad (su satisfacción dura poco).
- Se experimenta fuera del cuerpo: se lo trata de atrapar, sin lograrlo. Nunca la
experiencia que produce es suficiente.
Este es el goce fálico, del Uno, masculino, que se va a ejercer sobre un objeto,
que puede ser el aportado por el objeto de la pulsión.
Lacan sostiene que el goce masculino tiene algo de “fetichista”, en tanto siempre
apunta a una parte del cuerpo del otro, parcial. Para tener una satisfacción va a tener
que imaginar (en la fantasía) un punto donde se apropia de alguna manera de esa
parcialidad. Y cuando lo consigue, ahí va a alcanzar una cierta unidad corporal, una
consistencia. El goce masculino es “fuera del cuerpo”, pero cuando obtiene algo del
objeto parcial, en ese momento siente como si se conectara al cuerpo.
GOCE PULSIONAL
A veces se lo homologa al goce fálico, pero hay que distinguirlo. Es el goce que
Freud nos describe de la pulsión y su objeto. Es darle vueltas a una especie de
“vacío”, porque en el goce pulsional el objeto es el medio, no el fin. Es la experiencia
del propio cuerpo contorneado a un objeto.
La tarea es distinguir el goce fálico del pulsional. El goce del Uno se va a ejercer
sobre un objeto. Y esos objetos pueden ser aportados por los objetos de la pulsión.
Así que la pulsión te da el objeto oral (por ejemplo), pero lo que hace el Uno con el
objeto oral, es morderlo, destruirlo, es evanescente, busca otro objeto. Ese goce
masculino no se va a quedar contorneando/bordeando el objeto de la pulsión (por
ejemplo, el objeto oral, “dando besos toda la tarde”). En algún momento va a tener que
articular el Uno.
GOCE FEMENINO – OTRO GOCE
Para las mujeres, no está “vedado” el goce fálico (dirá Lacan). Las sexuadas mujeres
también “tienen eso” pero van a encontrar otro goce más, suplementario. Así, en la
mujer se articula un modo de goce masculino más otro; es decir que participa del todo
y la excepción, propia del goce masculino, pero hay algo suplementario de goce en
ella que no existe en los varones (en tanto lo masculino se define por tener ese modo
de goce -masculino- y no querer saber nada de ningún otro goce). Este goce
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suplementario es el goce femenino, que no es explicable por el Uno contable. Es
una experiencia corporal, pero que no pasa por el Uno, ni por el significante o la
articulación de lo simbólico, sino que es un goce que se experimenta en el cuerpo.
el goce femenino no es localizable en una zona (a diferencia del fálico que parasita
el órgano o parte del cuerpo y no es un misterio en ese sentido; el goce femenino sí es
misterio, porque no se localiza). Es un goce que se experimenta como en todo el
cuerpo, pero ese cuerpo tampoco es un todo cuando se experimenta el goce:
pierde sus límites, su contorno corporal, como si el cuerpo se desarmara cuando ese
goce entra. Y es ahí cuando se experimenta algo, es casi un fuera de límites (esto a
diferencia del goce fálico, en el que el orgasmo masculino provee al sujeto de una
cierta consistencia corporal, una “erección” de la imagen yoica).
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS:
- No es localizable.
- No es instrumetalizable.
- No es repetible.
- No es decible.
- No medible ni cuantificable, inconmensurable.
- No se puede apropiar, no es un goce “del propietario”.
La lógica del modo de goce femenino es suplementaria, tenemos una articulación
al modo de goce masculino más otro. Lo femenino participa del todo y la excepción y
accede a ese modo de goce, PERO hay algo suplementario de goce. Lo que está
negado en la lógica femenina es el todo, no se tiene un conjunto cerrado, por eso se
habla de la lógica del NO-TODO.
Según Lacan, es un goce que nunca entra del todo en lo simbólico, el goce
femenino nunca es entendido. Siempre tiene algo por fuera. Se trata de meter a lo
femenino en lo universal, pero siempre escapa.
Es un goce que viene después de la relación. Lo propiamente femenino como una
experiencia de goce, es un goce suplementario.
Hay una elección de goce, uno que predomina, que no significa que el otro esté
vedado. Son elecciones precoces, muy tempranas.
El ser hablante viene parasitado de un goce con el que no sabe qué hacer. Hay
que reconocer esos modos de goce, porque se van a presentar en la clínica y hay que
saber cómo están constituidos.
Lacan decía que son importantes las dos modalidades de goce en la crianza, tanto
que puede transmitir qué hacer con el goce parásito, como introducir los goces
pulsionales; Lacan decía que sólo un goce femenino puede introducir los goces
pulsionales (las madres al hablarle a los bebés, jugarles, constituirles un cuerpo con
esos juegos; algo que se le dificulta a los hombres). Son importantes los dos porque
no hay complementariedad, ni tampoco se elabora el uno por el otro, después
son elecciones.
La mujer para un hombre: para un hombre, la mujer es un fantasma, es un fetiche,
vale por lo que pueda obtener a partir de su goce. El hombre quiere que sea parcial.
81
En este sentido, el hombre trata de encajar al partenaire (mujer) en el lugar del objeto,
lo que lo puede llevar al pasaje al acto, al maltrato e incluso al femicidio. Distinto es el
caso de la mujer que deviene síntoma para el hombre. Si es un síntoma no se
reduce a ser un objeto fantasmático. Al decir de Laurent, es difícil tener una mujer que
sea medio de goce y no se vuelva la voz que le hace síntoma. Volverse síntoma es el
lazo más fuerte que pueden tener. Si es un síntoma real es incurable, y exige que se le
dé sentido a eso, que se preocupe y ocupe por eso (lo que puede marcar una
orientación de la cura). El síntoma siempre supone una localización, un límite, algo
acotado y descifrable.
El hombre para una mujer: un hombre para una mujer no es un síntoma, sino que
puede ser un estrago. En la lógica del estrago, a diferencia de la del síntoma, no hay
límite. No se encuentra la función del límite, y en eso reside el drama de los sexuados
femeninos: cuando por amor no pueden poner límites y no hacen un síntoma, no dicen
que no. Lacan dice que es deseable un síntoma histérico porque enseguida dice que
no, aunque sea con síntomas (pone excepciones de todo tipo y con eso hay un límite).
En la clínica del goce femenino hay una imposibilidad de decir que no, que
constituye el punto de angustia, el punto estragante, en tanto implica un
sufrimiento pero que no constituye un síntoma, sino estrago. La clínica del
estrago es la clínica del “sin límites”, y nos habla de la imposibilidad del sujeto de
ponerle límite a la situación. Es la clínica del no poder decir que no. El goce femenino
es un estrago en sí mismo, es un goce que no tiene límite, que no tiene una ley, que
no tiene un significante que lo circunscriba. Desde el punto de vista de la orientación
de la cura, no se trata de empujar de la sexuación femenina a la masculina, sino de
que una mujer pueda habitar el goce que lo habita y hacer algo con eso.
Miller: en función de la estructura del No-Todo, la pareja-síntoma de la mujer se torna
la pareja-estrago. El estrago es la otra cara del amor, es el retorno de la demanda de
amor, esto quiere decir que “es como” el
síntoma, excepto que tiene un índice infinito. El síntoma tiene algo de localizado, del
lado masculino, y es por eso, además, que podemos hablar de sintomatología: porque
a los síntomas podemos identificarlos, contarlos, clasificarlos; mientras que, del lado
femenino, marcado por la estructura del No-Todo, nos encontramos con el estrago.
“DIFERENCIA SEXUAL”
Para Lacan, la masculinidad y la feminidad no son esencias biológicas sino
posiciones simbólicas, la asunción de una de ellas es fundamental para la
construcción de la subjetividad, en tanto el sujeto es esencialmente un sujeto sexuado.
“Hombre” y “mujer” son dos significantes que representan estas dos posiciones
subjetivas.
Lacan, por su parte, considera que el complejo de Edipo siempre supone una
identificación simbólica con el Padre, y por lo tanto la identificación edípica no puede
determinar la posición sexual. De modo que no es la identificación, sino la relación
del sujeto con el falo lo que determina la posición sexual.
La asunción de una posición sexual es fundamentalmente un acto simbólico, y
la diferencia entre los sexos sólo puede concebirse en el plano simbólico
El único significante sexual es el falo, y no existe ningún equivalente “hembra”
de este significante.
82
Lacan llama SEXUACIÓN a la decisión de un sujeto -que se autoriza de sí mismo
y de algunos otros- en su sexualidad. Las formulaciones psicoanalíticas sobre la
sexuación están específicamente articuladas con las nociones de Edipo, Nombre del
Padre y Falo. Se puede abordar la conceptualización sobre la sexuación revisando
esa articulación.
La pregunta que cabe aquí es ¿qué es la sexuación en psicoanálisis? Y es en función
de esta pregunta que se deben considerar y articular dos dimensiones:
1. LA RELACIÓN SEXUAL: la relación sexual es imposible por estructura, de ahí el
“no hay relación sexual”. Para Lacan la sexuación depende de un decir: un decir que
no está escrito, pero que puede escribirse. En otras palabras, el “no hay relación
sexual” lleva al ser hablante a inventar, no hay nada escrito del orden del “instinto”, de
la codificación genética que nos comande y nos imponga qué y cómo hacerlo, cómo
relacionarnos con “el otro sexo”; todo lo contrario, del “no hay relación sexual” cada
uno podrá hacerse un saber. La posición sexuada aparece así como invención del
sujeto en relación a lo real del “no hay relación sexual”. La relación sexual, la
“complementariedad entre los sexos”, será entonces “lo imposible”.
2. EL FALO: uno podría preguntarse ¿por qué no hay relación sexual entre los seres
hablantes?, ¿por qué no hay complementariedad entre los sexos? Y lo que
descubrimos ahí es que el falo tiene algo que ver con esa imposibilidad: el falo
aparece en tanto instrumento pero, al mismo tiempo, aparece en tanto obstáculo en la
relación. El falo, la función fálica, hace “parecer” que hay relación, enmascara la
ausencia, el vacío primordial.
En síntesis:
En sus fórmulas de la sexuación, Lacan introduce dos lógicas de funcionamiento
diferentes del parlêtre respecto de la función fálica:
- el no-todo, es la lógica que rige del lado femenino,
- del lado masculino rige la lógica del todo y la excepción.
Cada ser parlante puede situarse en uno u otro lado de las fórmulas, quedando ambos
ubicados en la función fálica, pero de modos diferentes.
Del lado hombre, rige el universal: todos los hombres están afectados por la
castración. Pero hay una excepción, existe uno para quien ella no rige. En la
elaboración de Lacan, lejos de contradecir el universal, la excepción, como existente,
funda el universal al mismo tiempo que lo limita. Es justamente por extraer algo del
conjunto que el todo se arma y se constituye un conjunto cerrado. La lógica masculina
es entonces una lógica de la incompletud. Es lo que dio lugar a pensar en las mujeres
como castradas, en falta.
Del lado mujer, Lacan revierte la desvalorización de la mujer freudiana afectada por la
incompletud, y la ubica en relación a la función fálica de un modo diferente, en una
duplicidad. No está por fuera de la función fálica, pero no está toda en ella. Sobre el
universal hay una barra. No se trata de “ninguna” sino de un “no toda”. Esta afirmación
es correlativa de eliminar la excepción, “no existe ninguna que no”. No hay nada que
funcione como límite. Las consecuencias de esto se plasman en una lógica no-todo
que se caracteriza por lo
83
ilimitado, es abierta, no forma clase. “LA mujer” (escrita con el símbolo “ð”, o como LA
mujer) no existe como universal, solo puede hablarse de una por una.
Las fórmulas de la sexuación dan cuenta del exilio de los sexos y de lo imposible de
escribir la relación sexual en tanto la sexualidad humana está afectada por la función
fálica. Se trata de un real que ordena la clínica en la última enseñanza de Lacan.
Si no puede escribirse la relación sexual, los encuentros que se producen entre
hombres y mujeres son siempre sintomáticos. Nuestra clínica consiste en ubicar
los diferentes modos en que, a pesar del exilio, síntomas y semblantes velan y suplen
la relación sexual que no hay. Y hay dos modalidades de hacerlo: “hay la manera a lo
macho de darle vueltas, y luego la otra: … cómo se elabora eso a lo hembra. Se
elabora con el no-todo”.
En el piso de abajo de las fórmulas Lacan menciona las condiciones de goce
estructurales de cada sexo sobre las cuáles podrá constituirse el partenaire-síntoma
de cada sujeto, modos sintomáticos en que se goza del partenaire haciendo de él un
síntoma. ¿Cómo inciden las lógicas del todo y del no-todo en la modalidad sintomática
de cada uno de los sexos?
Lo típico de la elección masculina es buscar el objeto a de su fantasma, objeto fetiche,
en el cuerpo del Otro, aun cuando pueden encontrarse variaciones en las cuales hace
del falo, su partenaire.
Del lado femenino en cambio, encontramos la duplicidad que la caracteriza. Por un
lado, cada mujer puede relacionarse con el falo bajo la forma del semblante fálico del
ser o del tener. También puede ofrecerse como partenaire-síntoma de un hombre
haciéndose semblante del objeto a de su fantasma, ofreciéndose como causa, pero
asegurándose de quedar no-toda como objeto.
Pero Lacan ubica del lado del no-todo Otro goce, enigmático, “del cual quizás nada
sabe ella misma a no ser que lo siente”, suplementario respecto del goce fálico, un
goce que la hace no-toda.
Lo ilimitado del no-todo, puede bordear en algunos casos la locura. Una mujer puede
ser llevada fuera de sí, sin medida fálica. La pareja-síntoma de la mujer puede
tornarse estrago, como retorno de una demanda de amor ilimitada. En otros casos lo
ilimitado del no-todo puede dar lugar a la intensidad de los celos femeninos articulados
a “la exigencia que muestra la mujer...de que el hombre sea todo de ella”. También
puede conectar con las figuras más feroces del superyó femenino.
¿Cómo actuar en el análisis con lo ilimitado del goce femenino? Laurent retoma la
invitación de Lacan a que “los dichos del superyó femenino sean refutados,
inconsistidos, indemostrados, indecididos” y así producir un desplazamiento que
permita acceder a las vías del decir. Se trata de hacer aparecer la dimensión del S(Ⱥ).
A la exigencia femenina de un goce no fálico responder que “no hay Otro del Otro”,
enviando a la verdadera lógica de la posición femenina, que es denunciar los
semblantes que sostienen la consistencia del Otro. [¿se refiere a histerizar y barrar al
Otro?]
¿Qué consecuencias tiene entonces para la experiencia analítica la lógica del no-
todo? Reconocer el Otro goce y sus diferencias, no implica conducir a las mujeres a la
locura ni hacer del Otro goce un ideal a lograr. Tampoco implica la feminización del
analista. Pero en cambio algo del no-todo lo atraviesa si se piensa al analista como
semblante de objeto a, articulando un saber en el lugar de la verdad, un saber no-todo.
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Del fin de análisis se espera también una relación con el S(Ⱥ) que articule un límite a
lo ilimitado por la vía del agujero y no de la medida fálica. Eso implica ubicar el modo
sinthomático del goce de cada uno como funcionamiento, uno por uno, más allá
del ideal y de su lógica unificante. Pero no es sin el falo, tampoco sin semblantes.
Lo real sólo se bordea por las vías del semblante y la verdad no puede decirse toda.
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¿De qué manera se relacionan el amor y estrago? Miller dice que tienen una relación
estrecha, ambos tienen como principio el Ⱥ, el no-todo en el sentido del sin límite. El
amor es esencialmente sin límites porque está más allá, precisamente más allá del
tener. Recordemos la definición lacaniana del amor: dar lo que no se tiene. Para que
haya amor debe haber una condición de castración, se trata del principio mismo del
complejo de castración para tener el falo, para poder servirse de él, es preciso,
justamente, no serlo.
El estrago, por su parte, es la otra cara del amor, es el retorno de la demanda de
amor. De la misma manera que el amor es la anulación de todo tener, y que es la
búsqueda del ser proseguida con la anulación de todo bien (de todo tener), el estrago,
en este sentido, es solamente la faz de goce del amor. Quiere decir: dar todo, es
aquí donde está lo infinito.
En la pareja-estrago, de lo que se trataría es del partenaire alojado en el Ⱥ, es decir en
el lugar de lo ilimitado, es por eso que la pareja-síntoma de la mujer se tornaría la
pareja-estrago. Esta falsa solución, en donde entre el todo y la nada el sujeto quiere
asegurarse un lugar en el fantasma del hombre, consintiendo a él en posiciones
subjetivas donde dolor y humillación están unidos, es la que antes de Lacan estaba
situada en el registro del “masoquismo femenino”. Y es a partir del concepto de
privación, como instrumento para repensar el ser de las mujeres, que Lacan puede
mostrar cómo el punto del goce de la privación está en fabricarse el ser a partir de la
sustracción en el tener.
Laurent dice que en la crítica que Lacan hace del masoquismo femenino se desliza la
idea de que si hay un ser de la mujer, está en el suplemento. ¿Qué quiere decir eso?
Que si bien tanto el hombre como la mujer lo que buscan en el campo del Otro es el
objeto a, es decir, apuntan al Otro para extraer su plus de gozar, la mujer se relaciona
además con la falta del Otro: Ⱥ, que no se busca en el campo del Otro, sino que es
como si hubiese del lado femenino una relación extraña y al mismo tiempo contigua
con el Ⱥ. Es ese aspecto bizarro, extraño y al mismo tiempo enigmático en la relación
con el Otro, lo que Lacan valoriza en la sexuación femenina.
En la sexuación femenina puede verse como esa relación moviliza la “otrificación” del
cuerpo. Lacan lo explica diciendo que la mujer es Otra para sí misma; su modo de
goce atañe un cuerpo que, para el propio sujeto, se tornó Otro. Se trata de una
relación especial con un goce que ya no tiene la medida fálica, se trata de un
suplemento con relación al significante. Sobre él no hay un saber, no hay significante
que venga a decir aquello que es la mujer (como puede verse en las fórmulas con el
“La mujer” barrado). Por eso el ser de la mujer es siempre un suplemento, un invento,
no hay palabras para ello.
Mientras que en el hombre, por su modo de goce esencialmente limitado,
circunscripto, localizado, silencioso, fálico, la mujer es siempre a, partenaire-síntoma,
en la mujer en cambio por su modo de goce impone a la pareja una forma distinta. En
función de lo ilimitado, lo que de este lado toma un lugar central es la demanda de
amor: es preciso que su pareja sea aquel al que le falta alguna cosa y que esa falta lo
haga hablar. Es un goce que necesita pasar por el amor en tanto el amor habla. Es en
este vínculo en donde encuentra un límite que fija la deriva pulsional y la mantiene en
una relación vital, siempre y cuando el partenaire se inscriba en ese vínculo “de la
buena manera”, es decir, que logre inscribirse en el fantasma de la mujer, que ocupe
un lugar en el discurso que toca su goce más allá del falo, la posición de objeto que
ella ocupa para el Otro.
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Se plantea una posible salida al estrago cuando se ubica al padre como solución
al deseo sin ley, cabe la pregunta sobre si ese significante del deseo tiene que
estar encarnado en un alguien o puede venir a ocupar ese lugar cualquier otra
cosa.
OTROS DISPOSITIVOS
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no se considere de utilidad hablar con el servicio de psicología. Es necesario conocer
la historia clínica, solicitar información y explicaciones sobre el cuadro o la
enfermedad en curso. Se trata de armar pausadamente la noción del campo en el
cual nos movemos.
Nuestra intervención es diferente de la urgencia psiquiátrica, aunque esta es la más
requerida porque se la supone la única eficaz para acallar los efectos de la
subjetividad. Esta respuesta al síntoma, la más frecuente, se puede contraponer a
otras que advierten sobre lo que sucede a nivel de la subjetividad y, por lo tanto,
atender a otro tipo de contención.
Es muy conveniente que sea el médico quien introduzca la intervención del psi
de la mejor manera para que pueda iniciarse la transferencia con él (si es que no
había un tratamiento previo en curso o una solicitud del propio paciente). Sería
deseable que el médico deje en claro que no solo el organismo está implicado cuando
hay un malestar. Si esto se da en una institución puede ser una excelente modalidad
de incluir en la entrevista al profesional psi. Es necesario precisar que no se trata de
una interconsulta más con un especialista de otro aspecto del organismo, sino de la
inclusión de la subjetividad en la asistencia del paciente, que generalmente se omite
desde el mismo discurso médico.
La posibilidad de aceptar la apuesta de la clínica de la subjetividad en territorio médico
puede ser una experiencia enriquecedora, pero puede explicar también más de una
fuga o una actuación contraproducente. No es un lugar fácil. La apuesta por la clínica
de la subjetividad en la enfermedad médica implica una apuesta a sostener en un
territorio que todavía es médico. La habilidad para insertarse en la práctica
institucional, trabajando a la par de lo médicos, depende de la posibilidad de
sostenerse con una adecuada conceptualización.
Se sigue repitiendo esa situación paradojal con consecuencias nefastas para la salud
del paciente, en la cual el médico luego de la lectura de los diversos estudios
encuentra que no hay causa del padecimiento a nivel del organismo. Desde ese punto
de vista es verdad que no tiene nada, pero es una falacia desde el punto de vista
conceptual pues se olvida que ante él está presente un sujeto, como lo es él mismo.
Decir: “Ud. no tiene nada” es lisa y llanamente un disparate. Más desconcertante aún
es lo que suele seguir a esta afirmación, que es una indicación de derivación a un psi
o al servicio de salud mental o psicopatología. El paciente con justa razón puede
preguntarse: “Si no tengo nada, ¿por qué me pasa algo? ¿por qué me manda a ver un
psi? ¿me falla algo en la cabeza? ¿debió mandarme a ver un neurólogo o estaré
medio chiflado?”.
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depende de cómo el médico incluya o no a la subjetividad del paciente como un factor
en juego en la situación.
Clínica de la subjetividad en la enfermedad medica:
La transferencia del enfermo es con el saber puesto en el médico o la confianza es la
institución por esta razón es fundamental para el buen curso de nuestra tarea que la
intervención en un territorio que por ahora es básicamente médico sea clara y
aceptada por el paciente.
La clínica de la subjetividad en este campo debe precisar ciertas pautas para organizar
sus posibilidades operativas. Es necesario un recorte adecuado de lo que se considera
más urgente y necesario trabajar, aceptando descartar cuestiones que no
corresponden tomar en cuanto en el momento de esta consulta. Puede ser útil,
organizativamente, precisar estos tres aspectos de la interconsulta psi:
a. Diagnóstico presuntivo y situacional.
b. Punto de urgencia.
c. Objetivo limitado.
Toda intervención supone un cálculo previo y que generalmente, uno advierte su
efectividad retroactivamente, cuando puede ubicar la eficacia o no de su movimiento.
Son muy raros los casos de unidades médicas, no solamente terapia intensiva, que
tienen un psi adscripto para dedicarse a la asistencia de los pacientes.
El síntoma es social:
La experiencia del análisis se asienta en el hecho social por excelencia, dado que
hablar es, ante todo, hablar a otros. En este caso, hablar de la solución, cuando ésta
se muestra inoperante, fallida, generando sufrimiento y malestar. El síntoma es el
resultado, el producto, la formación de compromiso entre dos dimensiones
heterogéneas:
- una dimensión simbólica, humana, demasiado humana, en la que la palabra se
muestra como alteridad, lo que el Otro dijo, lo que silenció, la forma en que el sujeto
incorporó o rechazó atributos, prohibiciones, seducciones y sentencias.
- otra dimensión real, no simbólica, constituida por las pulsiones egoístas, crueles,
asociales, que constituyen la parte inhumana en lo humano, rebelde a la palabra, a la
educación.
El psicoanálisis como lazo social:
Definido por Lacan como uno de los modos lógicos de lazo social, el psicoanálisis,
además de un método terapéutico, es un método de interpretación de la cultura.
Gracias a ello estudiamos los cambios sintomáticos que se constatan en la clínica
como efecto de los cambios que acontecen en la civilización.
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Enfocando la interconsulta psiquiátrica en el hospital general en este marco, el acto
médico comienza con:
1. LA RECEPCIÓN DEL PEDIDO DE INTERCOSULTA:
Conviene que esté hecho por escrito, porque es una forma de lograr que el solicitante
se dé tiempo para pensar en los motivos que lo llevan a pedir la interconsulta.
Debería constar de: nombre, apellido y edad del paciente, servicio y cama en que está
internado, motivo de internación, motivo del pedido de interconsulta. Fecha, firma y
sello del médico solicitante (datos que nos permiten localizarlo).
Se aconseja la confección de hojas preimpresas de pedidos de interconsulta. Su
utilidad radica en que promueve la formulación correcta de los pedidos y en ese
sentido nos permite ejercer un efecto docente sobre los médicos generales.
La regla de oro es la flexibilidad en la tarea. Jamás se rechaza el pedido que no está
escrito en formulario; lo que se hace en ese caso es mostrarle al médico cómo hacer
los pedidos en el futuro, y reconocemos que el informe escrito a mano algo nos está
indicando en sí mismo.
Las características del pedido nos permiten tener una primera impresión (a confirmar
en el segundo paso) al respecto del paciente y de la relación médico-paciente.
2. ENTREVISTA CON EL MÉDICO SOLICITANTE:
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b. La enfermedad somática es un elemento permanente, hace falta incluirla. Resulta
conveniente iniciar la entrevista con el enfermo internado hablando sobre algunos
aspectos “concretos” de la enfermedad física. Al instalar al paciente sobre el terreno
conocido, se logra reducir la ansiedad ante la interconsulta dado que, a lo que el
paciente está habituado, es a que el médico lo interrogue sobre los aspectos
somáticos. A partir de esto se puede ir pasando a lo relacionado con la situación de
enfermar:
- reacción emocional propia;
- repercusión de la enfermedad sobre el proyecto vital del paciente;
- relación establecida entre paciente/familia y médico/institución.
Hacia el final de la entrevista es importante dar al paciente:
- una impresión diagnóstica, por lo menos en lo que se refiere al impacto emocional de
la enfermedad,
- un esquema terapéutico posible, incluyendo información sobre los pasos a seguir y
sus objetivos.
A esta altura de la interconsulta podemos tener en claro cuál es la modalidad de
funcionamiento de la personalidad y cuáles son los recursos defensivos que están
siendo implementados. Se debe ser extremadamente respetuoso de la modalidad
operativa de cada paciente y no intentar modificar defensas.
4. ENTREVISTA CON LA FAMILIA:
Se realiza si está presente en ese momento. Si no lo está, puede dejarse una citación.
Debe consistir en:
- esclarecimiento de aquellos elementos de funcionamiento del paciente, modulados
por la enfermedad, que estén interfiriendo en la relación con la familia, y de aquellos
elementos de funcionamiento que influyan en la adaptación del paciente a la
enfermedad;
- esclarecimiento de aquellos elementos psicopatológicos en el paciente o los
miembros del grupo familiar que interfieran en la relación;
- orientación sobre el manejo de las relaciones familiares;
- orientación sobre la relación con el equipo médico.
5. INFORMACIÓN AL MÉDICO SOLICITANTE:
Conviene dar de forma escrita cuanto oral. En la historia clínica de la sala se deja un
informe breve y claro en la que debe constar:
- examen mental;
- características generales de personalidad;
- modalidad de adaptación a la situación actual;
- características de la relación médico-paciente;
- impresión diagnóstica;
- sugerencias terapéuticas.
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Para que la interconsulta sea de utilidad, conviene incluir en el informe la respuesta al
motivo del pedido, empleando un lenguaje médico que facilite la comunicación.
También es útil mantener una nueva conversación con el médico a cargo para
intercambiar con él información sobre el paciente; y sobre qué opina el interconsultor
de la situación y qué orientación sugiere para el manejo de la misma. Se pide
información en particular sobre aspectos mencionados por el paciente o familia,
buscando clarificar actitudes a fin de reestablecer la relación médico-paciente más
adecuada posible.
Concluye así el primer acto de la interconsulta médico-psicológica en el hospital
general. Cuando en este primer acto se detecte patología específica que requiera
tratamiento especializado, éste se llevará adelante sin dejar de lado al resto del equipo
médico, ya que el interconsultor debe ser vivido (y sentirse) como un miembro más del
equipo tratante de cada paciente y debe promover el trabajo interdisciplinario. No
puede perderse de vista la promoción de la figura del médico a cargo como médico de
cabecera, referente imprescindible para el paciente y la familia.
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El duelo anticipado y la conspiración del silencio son procesos de
desubjetivación; denuncian la dificultad en la comunicación y tiene
consecuencias graves ya que, privando al paciente de sostén,
deshumanizándolo, conlleva a la muerte anticipada. Además, ambos fenómenos
van en contra de lo que supone la Ley de Salud Mental.
En relación a esta última es sumamente importante pensar el rol del analista, en
donde se sostiene que no hay que perder de vista que estamos trabajando con sujetos
de derechos. Como analistas nuestras herramientas de trabajo son la escucha y el
darle lugar a la palabra, buscando generar un espacio en donde el sujeto pueda hablar
de aquello que padece, y que gracias a ello se dé un cambio de posición subjetiva.
Desde el punto de vista ético al comienzo del análisis hay una violencia del acto
analítico que se presenta así: recibimos un sujeto que sufre y que padece de cosas
sobre las cuales él no puede hacer nada, sus síntomas.
A este sujeto lo recibimos con una acción, y todo el dispositivo le devuelve un mensaje
implícito: que él es el responsable. En cierta medida lo invitamos a pasar de una
alienación a otra.
Tenemos nuestras razones para ejercer esta violencia del acto analítico, pero
éstas no se perciben antes del verdadero final. Hay dos razones:
- PARA OBTENER UN EFECTO TERAPÉUTICO: solo cuando hay efectos
terapéuticos se ven cambios a nivel de los síntomas. El efecto terapéutico es siempre
parcial, no hay sujeto sin síntoma. Toda relación humana, de trabajo, amorosa, la
investidura de los objetos pasa por la determinación inconsciente. Eso es lo que
queremos decir cuando decimos que el sujeto tiene síntomas. Síntomas remodelados,
que incluso pueden ser satisfactorios. El efecto terapéutico siempre es parcial y algo
precario, no aporta seguridad de por vida.
- POR EL EFECTO QUE SE OBTIENE AL FINAL DEL ANÁLISIS: cuestión que
realmente justifica y otorga fundamento a la violencia del acto analítico. El análisis
logra su verdadero objetivo ético cuando lleva a un sujeto hasta una IDENTIDAD
DE SEPARACIÓN.
Es una identidad que no se define por la vía de la identificación a los significantes, a
los valores, a los ideales del Otro del discurso. Es la idea de que al final de un análisis
se debería producir un sujeto liberado de la duda sobre qué es, obtener un efecto que
pusiera un punto de capitón, un cierre.
¿Qué soy para tener los síntomas que tengo? ¿Qué significan mis síntomas e
inhibiciones? Una identidad de separación es una identidad que no le debe nada
al Otro del discurso.
¿Qué pasa con el analista al final? ¿Cuál es el beneficio para él cuando ha
conducido a un paciente hasta el final? Cuando Lacan dice que “el analista es el
desecho de la operación” significa que al final del análisis el analista pierde la
idealización transferencial, esta cae al final del análisis. Mientras más elabora el
paciente su inconsciente, más cae el Sujeto Supuesto Saber. Entonces al final el
analista deja de ser idealizado.
Barrar al Otro Absoluto es el mejor antídoto cuando la autoridad del juez resulta
aplastante. A la demanda del juez se le debe aplicar la misma política que a cualquier
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otra demanda: no satisfacerla, sino interpretarla. Lo que les interesa a los jueces es la
relación que el sujeto tiene con el delito que cometió, su relación con la ley.
Armar una clínica en entornos jurídicos-asistenciales supone inventar algo donde no lo
hay.
Esta clínica debería incluir al menos tres puntos:
1. La escucha del sujeto.
2. Una estrategia política en la que se haga pasar esa escucha a otros discursos.
3. La elaboración de esa experiencia clínica junto a otros
Cuando hablamos de responsabilidad subjetiva nos referimos a hacerse
responsable no solo de los dichos sino del goce implícito en los actos.
No intervenir a veces es una forma de intervención. El analista nunca se debe
ubicar en el lugar de representante de la ley universal, por lo que debe desprenderse
de sus prejuicios y su compasión.
Para el psicoanálisis el sujeto nunca es una víctima, sino que está planteado
como respuesta de aquello que le viene del Otro.
CLINICA Y ETICA
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despegue un poco un goce fijo vinculado a una imagen, a una fantasía, se consigue
una fantasía más castrada, más relativa.
- la del TRABAJO SOBRE EL RESTO SINTOMÁTICO. Acá se trata no sólo de una
cuestión curativa del síntoma, sino con lo que de esos síntomas quedó como resto
hacer algo productivo. No hay sujeto sin síntoma. En la última enseñanza de Lacan el
síntoma pasa a ser un cuarto registro, el síntoma es una dimensión en sí mismo
(obviamente, no se desecha lo otro) es un registro que se anuda a los otros.
La ética clínica comienza con el síntoma y el deseo y termina con el fantasma y
los restos sintomáticos (comienza así a ser una CLÍNICA DEL SINTHOME).
Si uno se interroga sobre lo que debe ser el fin del análisis, evoca necesariamente un
orden de obligaciones que no dependen de la necesidad, eso es la ÉTICA: una
obligación que no depende de lo necesario. Por eso hay éticas en plural, no una
sola, porque está implicada una elección, al menos una orientación. Toda la
cuestión radica en saber en relación a qué: la respuesta de Lacan es que la ética
consiste en orientarse en relación a lo real, el cual no permite la elección.
¿Dónde encontrar la norma que fija el fin de análisis? La pregunta por el fin del
análisis puede abordarse desde una doble faz. Desde el plano práctico y desde el
plano clínico.
El plano práctico consiste en interrogarse sobre la secuencia terminal del
psicoanálisis, sobre un momento de la transferencia: aquél en que la relación de
transferencia se deshace, y en tratar de precisar cuál es la operación que interviene en
ese momento. Esta es la pregunta práctica.
El plano clínico consiste en interrogarse por la diferencia entre el sujeto tal
como es a la entrada y a la salida. Cuál es la diferencia entre el sujeto a tratar y el
sujeto tratado. Cuál es la diferencia entre el sujeto determinado por la neurosis, y el
sujeto a la salida, que Lacan llama “lo incurable”. Esa es la pregunta clínica
Cuarta conferencia:
Para Lacan, el análisis no es interminable, es finito. Lacan rechaza que el fin descripto
por Freud sea un impasse, y plantea el principio de que el analista no se autoriza sino
por sí mismo.
Lacan logra construir una doctrina del fin de análisis que no es natural, sino lógico; y
logró crear un efecto de transferencia al respecto. El efecto de transferencia detiene,
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para el acto. Mientras el efecto de transferencia sea poderoso, el acto es aplazado. La
transferencia detiene el acto analítico prematuro. Al final del psicoanálisis, el Sujeto
Supuesto al Saber detiene el acto.
Lacan traza una partición en la duración de un psicoanálisis:
- un primer tiempo donde el Sujeto Supuesto al Saber es el pivote de la transferencia y
el objeto está latente, por lo que no vale la pena obnubilarse desde las primeras
entrevistas preguntándose dónde está el objeto a;
- un segundo tiempo donde al término de la elaboración del trabajo de la transferencia,
al término de la elaboración del saber inconsciente, el objeto se desnuda, queda como
una presencia sostenida por el analista.
El síntoma, en esta elaboración de saber, está del lado del S2, porque la definición
lacaniana es que el síntoma es una arquitectura significante, es metáfora, es
sustitución de un significante por otro. El significante en cuestión es el significante
del trauma sexual. Es lo que se vehiculiza en la metáfora del síntoma, lo que llama el
significante enigmático del trauma. Interpretar el síntoma es deshacer una metáfora.
La interpretación procede en sentido inverso al síntoma, deshace la metáfora, hace
reaparecer el significante elidido por el efecto metafórico.
El efecto terapéutico no es más que un desplazamiento o sustitución
significante. Por eso la curación del síntoma pasa por su desarrollo: es desplegando
el síntoma por la palabra que se lo reduce. La correlación del síntoma con lo sexual es
visible.
No hay sujeto sin síntoma simplemente porque para todo sujeto hay significantes en
los que se inscribe la memoria de su encuentro traumático con lo sexual.
¿Al final qué es lo que queda? El efecto terapéutico no es lo más importante, tampoco
el humor. Queda el saber asegurado. Queda un Sujeto Seguro del Saber. Queda
un sujeto que ha cambiado su seguro, cambia el seguro que obtenía de su fantasma
(el fantasma es un seguro). Es por eso que cada vez que se encuentra un sujeto
totalmente seguro de algo, se está seguro de la consonancia fantasmática de lo que
allí está en juego. Cuando el sujeto no duda, es el seguro del fantasma el que
funciona. Este seguro, el sujeto lo cambia, lo trueca por otro, más seguro, que ese
saber.
Hay dificultades para concebir un saber que no se sustente en el Sujeto Supuesto
Saber. Este Sujeto Seguro del Saber podrá historizarse por sí mismo, que es lo
que no hace el analizante. El analizante se historiza con
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el Otro, con el analista, con el objeto que causa su deseo y que está operando a todo
lo largo del análisis. Una historización por sí mismo: no es el Otro la causa de su
trabajo de historización. Para ello hace falta un deseo de saber.
y cuando se dice “no hay clínica sin ética” se le hace esa pregunta al analista mismo:
¿qué es lo que quieres obtener? Puede que quiera obtener sujetos que encajen en el
orden del mundo o que se las arreglen bien con el Amo, un efecto de reparación, etc.,
todo esto no deja de tener consecuencias en el paciente.
Hay una parte de la experiencia y práctica del analista consistente en tranquilizar y
atemperar al paciente. Cuando llegan en pánico o angustiados hay como una
necesidad de la vida de atemperarlos, reasegurarlos, darles cierta serenidad. Pero no
es esto el todo del análisis.
La cuestión ética para el analista está en el decidir cuándo un análisis puede
empezar y también decidir que éste no ha concluido. Empieza más allá del
supuesto bienestar del que consulta. También es aquí donde la responsabilidad del
analista es pesada, porque ir más allá de ese punto supuesto del bienestar es estar en
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ruptura con los ideales comunes de nuestra sociedad. La ética propia del psicoanálisis
supone adoptar valores inaceptables por parte de cualquier poder constituido.
El paciente, a propósito de su síntoma, habla (y mucho) para lamentarse de él. Es la
razón por la que se analiza. El síntoma se vincula con la dimensión del DISPLACER.
Respecto del fantasma, el paciente no se lamenta, sino que a través de él obtiene
placer. Se vincula con la dimensión del PLACER. El paciente encuentra en su
fantasma un recurso contra su síntoma, un consuelo.
El sujeto HABLA ABUNDANTEMENTE DE SUS SÍNTOMAS, pero ES RETICENTE A
HABLAR DE SU FANTASMA porque le avergüenza, porque se le presenta en
contradicción con sus valores morales (manifiesto ejemplo de la división subjetiva). El
sujeto muy generalmente toma del discurso de la perversión el contenido de sus
fantasmas.
“Más allá del principio de placer” lo que hay es una “dimensión de goce”: el
fantasma aparece como un MEDIO PARA ARTICULAR LA DIMENSIÓN DE GOCE
CON LA DEL PRINCIPIO DEL PLACER.
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no es un placer sino un displacer). EL OBJETO a, COMO PLUS DE GOZAR,
TAMBIÉN ESTÁ PRESENTE EN EL SÍNTOMA.
Planteamos al fantasma como un medio no contingente sino esencial para poner el
goce dentro del principio del placer. La operación del análisis es abrir de nuevo la
dimensión del “más allá”. Es cierto que los fantasmas están bajo la ley del principio
del placer, pero al mismo tiempo son una vinculación entre el goce y el placer. Están
en ese punto mismo de articulación. Una articulación fantasmática permite dominar el
goce por vía de la relación de objeto.
Para que algo funcione como SIGNIFICANTE es necesario que se sitúe en oposición a
otro. El efecto (de significación) SE MUEVE Y DESPLAZA con el significante, dando
lugar a la dimensión de las formaciones del inconsciente.
El OBJETO en análisis no se plantea por oposición a otro. El objeto, a diferencia de la
“movilidad” del significante, determina la INERCIA del análisis y la REPETICIÓN.
“Ⱥ” es un matema que se puede traducir como “el deseo del Otro”, en tanto es
necesario para que el Otro pueda tener un deseo que algo le falte. La ventaja de Ⱥ
reside en que es una escritura única para dos significaciones:
1. deseo del Otro
2. una falta de significante, en el campo del significante.
Esto, cuando se trata de la cuestión del fantasma, corresponde tanto a la
manifestación del deseo del Otro, como a la manifestación de una falta en el campo
del significante. Por eso el fantasma se presenta en la clínica como un TOPE, y como
una RESISTENCIA A LA INTERVENCIÓN DEL ANALISTA. Estos fantasmas
subsisten aparte del resto del contenido de una neurosis. En el fondo, no encuentran
un lugar apropiado en su estructura.
Hay una conexión directa entre Ⱥ y la fórmula del fantasma.
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2. La dimensión simbólica, aspecto más escondido. Se lo observa en el hecho de
que el fantasma consiste en una pequeña historia que obedece a ciertas reglas,
ciertas leyes de construcción que son las leyes de la lengua. Hay una gramática y una
lógica del fantasma. Este aspecto simbólico no aparece en un primer nivel de la
experiencia. Solo cuando la selva del fantasma se decanta completamente lo
obtenemos como frase con algunas variaciones gramaticales. El fantasma
fundamental es ese tipo de frase que en lógica se llama “axioma”, es algo que tiene
que ver con Ⱥ, con esa falta en el campo del significante.
3. La dimensión real, dimensión fundamental del fantasma. Como real, es un
residuo de la experiencia analítica que no puede modificarse. Lo imposible de
cambiar. Para Lacan, el fin del análisis es el logro de una modificación de la
relación del sujeto con lo real del fantasma.
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