AMOR VERDADERO
Con el ruido del eclipse
   la noche quitó su enagua,
     la luna del gran silencio
     nuestra azotea palpaba
   y mientras cubría tu rostro
   el lucero de su andanada
    yo te tenía en mis brazos
    en el balcón de la playa.
    Sobre la arena embestían
    los toros bravos del agua
       y traernos el océano
      sus doce olas de plata
    por la pampa de mi pecho
     tu mejilla quedó varada.
   En el mundo de los sueños
     tus dos ojitos nadaban,
      la brisa cruzó la costa
    como una lengua salada
   y el frescor de sus caricias
   ponía en tus dos pestañas
       la veleta de los trigos
    y una sonrisa en mi cara.
   ¡Qué alegría!, ¡que dulzura!
     emanaba su joven alma,
      mi hijo pequeño dormía
       y algo bonito soñaba,
   que por eso en mis dos ojos
    la ternura vino a la fragua,
que tres meses tienen sus muecas
   que sus labios son escarlata
     y por su piel de alabastro
      mi corazón se derrama.
     Yo seguía tarareando
   de mi garganta una nana
  destrenzando pensamientos
     en poesías trenzadas
   del amor que llevo dentro
   versado en notas doradas
 cuando una fugaz estrella
  con el polvo de sus alas
   vino tras mi sonsonete
   al ver cómo te besaba.
 Yo dejé de cantar entonces
    todavía lejos del alba
  y al morir todas las luces
   de neón desordenadas
prendió en toda su grandeza
  el fulgor de la vía láctea.
     El abrazo de la concha
      en mis oídos silbaba,
    la luna hecha de papiro
     sobre ti se desgranaba
  y en ese mismo momento
    enmudecieron las arpas
 de todos mis pensamientos
 abriendo paso a las hadas
    de ese paisaje de amor
que inconsciente regalabas,
 sumiéndome por completo
 en la atmósfera de la playa,
   sumergiendo mi universo
 en los sueños de tu mirada,
sintiendo el placer de amarte
  rodeado de la dulce nada.