[go: up one dir, main page]

0% encontró este documento útil (0 votos)
10 vistas10 páginas

0658 APU A Qué Llamamos Renacimiento M1 242Q

El Renacimiento, un movimiento intelectual y cultural que emergió entre los siglos XV y XVI, se caracteriza por un cambio hacia el antropocentrismo y un resurgimiento del interés por el conocimiento clásico, en contraposición al teocentrismo medieval. Este periodo también vio el crecimiento de las ciudades, el surgimiento de la burguesía y el desarrollo de nuevas rutas comerciales y exploraciones, como la llegada de Colón a América en 1492. A pesar de los cambios significativos, algunos investigadores sostienen que el Renacimiento fue un proceso gradual de continuidades y discontinuidades con la Baja Edad Media.

Cargado por

allamijazmin
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
10 vistas10 páginas

0658 APU A Qué Llamamos Renacimiento M1 242Q

El Renacimiento, un movimiento intelectual y cultural que emergió entre los siglos XV y XVI, se caracteriza por un cambio hacia el antropocentrismo y un resurgimiento del interés por el conocimiento clásico, en contraposición al teocentrismo medieval. Este periodo también vio el crecimiento de las ciudades, el surgimiento de la burguesía y el desarrollo de nuevas rutas comerciales y exploraciones, como la llegada de Colón a América en 1492. A pesar de los cambios significativos, algunos investigadores sostienen que el Renacimiento fue un proceso gradual de continuidades y discontinuidades con la Baja Edad Media.

Cargado por

allamijazmin
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 10

¿A qué llamamos Renacimiento?

El contexto histórico, político, económico y social que lo generó y los cambios


que se produjeron entre los siglos XV y XVI.
¿A qué llamamos Renacimiento? ¿Es un movimiento, un período o un momento destacado
de la historia? Si es así, ¿Por qué? ¿Qué nos lleva a definir a alguien o a algo como
“renacentista”?

Para comenzar a responder estos interrogantes nos tenemos que trasladar a la época del
Renacimiento y a las discusiones que, en ese tiempo, daban algunos pensadores de la
época. A partir de allí podemos indagar los conceptos y definiciones que se tuvieron en
siglos posteriores del Renacimiento, en la que algunos autores definieron al Renacimiento
no solo como un importante movimiento intelectual que influyó en todos los ámbitos de la
vida florentina del siglo XV, sino también como una nueva “Epoca” que repercutió tanto en
la época Moderna, como la del Humanismo, o la de los humanistas (términos a los que nos
referiremos más adelante).

Con algunos estudiosos del Renacimiento, además, surgirán -o resurgirán- términos y


expresiones que habían quedado adormecidos durante la Edad Media. Se hablará de
antropocentrismo (teoría que afirma que el hombre es el centro del universo) por el
marcado protagonismo del individuo poseedor de un pensamiento racional, y no ya del
teocentrismo del Medioevo que ubicaba en el centro a Dios. Es así como, dentro de esta
centralidad humana, algunos investigadores creerán en la existencia de un profundo
cambio de paradigma que trajo aparejado una incipiente secularización del conocimiento.
El ser humano, dotado de gran curiosidad y deseo de investigar, conocer y destacarse por
sobre otros, desarrollará las ciencias, la tecnología y el arte a partir del estudio
pormenorizado de la naturaleza y de una revisión de todo el pasado “iluminado” por el
pensamiento racional, como el de la Antigüedad clásica grecorromana, dejando de lado la
“oscuridad” medieval.

Sin embargo, más allá de la convicción de un cambio que separa la vida medieval de la
moderna a partir del siglo XV, otros investigadores del período se alejan de la postura del
cambio contundente y entienden el comienzo de la Edad Moderna, y con ella del
Renacimiento, como un paulatino proceso de continuidades y discontinuidades derivados
de la baja Edad Media.

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 1


Conscientes de estas posturas, intentaremos aquí abordar nuestro estudio del
Renacimiento considerando tanto sus influencias, continuidades y relaciones con el mundo
y el arte medieval; como así también sus diferencias, rupturas y características opuestas. El
propósito de este estudio es entender que, si bien hubo un cambio importante motivado
por diferentes sucesos que se dieron en los albores de la Edad Moderna, no podemos
desconocer que gran parte de este cambio es deudor de determinados hechos y
circunstancias que se generaron desde fines de la Alta Edad Media y a lo largo de todo su
último momento, denominado Baja Edad Media.

La continuidad y desarrollo de los cambios de la Edad Media


Dentro de lo que denominamos el contexto histórico renacentista es importante tener en
cuenta que en muchos aspectos prevalecía el mundo sociocultural medieval. El proceso dio
lugar al resurgimiento de las ciudades comenzó con el fin de las migraciones/invasiones
bárbaras y con la consolidación de los diferentes reinos que éstas habían generado.
Habiendo zanjado el problema del año 1000 y con una creciente estabilidad en comparación
con los siglos pasados, el siglo XI posibilitó que en Europa el sistema feudal se haya
instalado, intensificando su producción gracias a la roturación de nuevas parcelas, a la
rotación trienal de los cultivos y a la invención del molino hidráulico, entre otros adelantos
tecnológicos. Como consecuencia, se produjo un excedente en la producción dispuesta a
ser comercializada en el mercado local, lo que generó que muchos campesinos tuvieran que
procurarse otro método de subsistencia, migrando del campo a las ciudades con el objetivo
de encontrar un lugar en la actividad comercial -que había resurgido con creces- o a la
fabricación de artesanías.

Sumado a esto, como consecuencia del fin de las Cruzadas se habían reabierto las vías de
comunicación con Oriente, situación que provocó que las ciudades se posicionarán como
importantes centros políticos, económicos, y administrativos, y al mismo tiempo creciera la
producción de manufacturas. En este sentido se destacaron las ciudades que eran
atravesadas por concurridas rutas comerciales, como, por ejemplo, las de la península
itálica y noreste de Europa. Por otra parte, las ciudades que en tiempos románicos se habían
convertido en los principales centros de peregrinación mantuvieron su estatus y vieron
crecer su importancia gracias a un cada vez más creciente “turismo” religioso. Para las
ciudades las peregrinaciones que formaban parte del recorrido o que ostentaban una
reliquia significaron mucho más que un posicionamiento religioso, ya que posibilitaron la

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 2


creación -en aumento- de hospedajes, hospitales y lugares que ofrecían comida, bebida y
todo lo que pudiera necesitar el viajante.

Los studia humanitatis


Además del crecimiento urbano, se produjo un marcado interés por la búsqueda de
conocimiento multiplicándose la creación de universidades y de instituciones educativas,
muchas ya laicas y relacionadas con el interés por la literatura filosófica, científica y poética
antigua. Si bien en la Baja Edad Media se habían creado casi una centena de universidades,
la primera laica fue la de Nápoles, fundada en 1224. La difusión del conocimiento se vio
ampliamente favorecido por la invención en Occidente, por parte de Johannes Gutenberg,
de la imprenta de tipos móviles, ocurrida en 1440.

El interés por la erudición había comenzado a notarse en los cancilleres florentinos ya a


fines del trecento cuando Coluccio Salutati (1331-1406), canciller de Florencia, demostró su
creencia en los studia humanitatis, que situaban al saber como un medio eficaz para lograr
la felicidad. La expresión studia humanitatis provenía de una pieza de oratoria de Cicerón
(106-43 a. C.) del 62 a.C., que había sido hallada por Petrarca (1304-1374) en la biblioteca
de la catedral de Lieja, Bélgica. Si bien Petrarca no reutilizó lo allí escrito, hizo una copia en
1333, marcó la frase y evidentemente quedó impresionado por el uso social de la poesía ya
que dicha expresión había servido a la defensa del poeta Arquías, por parte del político y
filósofo romano. El discurso Pro Archia explicaba los méritos del poeta, entre los que se
encontraban los studia humanitatis, saberes nobles y de elevado carácter moral, necesarios
para adquirir la ciudadanía romana.

Petrarca era contemporáneo de Giovanni Boccaccio (1313-1375) y Coluccio Salutati,


discípulo de Boccaccio, habría sido quien utilizó por primera vez la expresión, ya que se sabe
que poseía una copia de Pro Archia, la que le habría servido de modelo para designar las
competencias y habilidades que debía ostentar todo buen orador. El discípulo de Salutati,
Leonardo Bruni (1369-1444), fue quien finalmente llevó el sintagma studia humanitatis a
sus escritos, reflexionando acerca de sus características y usos y distinguiéndola de las
habilidades formales de un buen orador, para designarlas dentro del contenido, de las
doctrinas adecuadas a la vida del hombre y como el origen de la plenitud humana.

De esta forma, los llamados “humanistas” del Renacimiento, hombres que afianzaron su
saber en base a exaltar la dignidad, el carácter racional, la autonomía y la libertad del
hombre, expandieron los studia humanitatis, prolongando además los estudios del trivium

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 3


medieval (gramática, retórica y lógica), mantuvieron la gramática y la retórica, sustituyeron
la lógica con la poesía e incorporaron la historia y la filosofía moral. Sin embargo, para el
campo artístico aún no regía el concepto de las Bellas Artes, tal como lo entendemos hoy
en día.

Los viajes y las aspiraciones de la burguesía


Otras industrias también se fueron perfeccionando, entre ellas la de herramientas de
trabajo y la bélica, con la creación de nuevas y más sofisticadas armas de fuego, entre ellas
el cañón. La industria naval también experimentó un gran crecimiento con la producción de
mejores embarcaciones, instrumentos y mapas. Esto último alentó viajes y expediciones
como la que culmina en 1492 con el hallazgo y posterior colonización de América. El Nuevo
Mundo, por su parte, generó nuevos interrogantes, cuestionamientos religiosos y
existenciales, al mismo tiempo que despertó renovados intereses económicos y de poder.

Debemos señalar también que el siglo XV estuvo plagado de eventos, incluso antes de la
llegada a América. La caída de Constantinopla, símbolo del Imperio Romano de Oriente, en
1453 significó un duro golpe en todo el mundo occidental, si bien la invasión otomana era
una amenaza latente desde hacía por lo menos dos siglos. Después del cisma entre la iglesia
católica y la ortodoxa, la capital bizantina había permanecido indiferente para Roma, hasta
que con la llegada del emperador bizantino Juan VIII Paleólogo al XVII Concilio ecuménico
de Basilea-Ferrara-Florencia (ocurrió en los tres lugares desde 1432 y hasta su finalización
en 1445) comenzaron negociaciones para intentar conseguir ejércitos de apoyo para
combatir a los otomanos.

El objetivo del concilio era solucionar los problemas de la fe, eliminando la herejía husita y
reinstalando la unión con la iglesia ortodoxa. Como consecuencia de las acciones del
concilio, la iglesia ortodoxa reconoció como cabeza de la iglesia al Papa, resultado que había
sido propiciado por Juan VIII, junto con Basilio Bessarión, patriarca latino de Constantinopla,
y el patriarca ortodoxo, Gregorio III. También se resolvieron las diferencias en torno al
Filioque, del latín “y del Hijo”, la compleja cláusula cristiana en la que desde occidente se
afirmaba que el Espíritu Santo, procedía del Padre y del Hijo, mientras que para Oriente se
aceptaba sólo la procedencia del Padre. Esta controversia que había llevado más de un
milenio, se resolvió en el concilio con la aceptación de los ortodoxos del Filioque, acuerdo
que con la oposición de un gran sector monástico griego y con la posterior conquista de
Constantinopla por parte de los otomanos, culminó en la ruptura definitiva entre las iglesias
en 1472.

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 4


El avance otomano, junto con el cierre en 1440 del paso por los estrechos de Bósforo y
Dardanelos (estrategia previa a la conquista de Constantinopla), sumado a la disgregación
del Imperio Mongol, resultó en la necesidad de nuevas rutas, ya que los mercaderes
cristianos no disponían de las vías, marítimas o terrestres, hacia China o a la India, ambos
proveedores de las especias más requeridas, los conservantes de carnes, como así también
de los pigmentos, telas, perfumes, papeles y otras mercancías de lujo. Fue así como en la
Europa occidental se iniciaron proyectos de búsqueda de rutas alternativas.

Los reinos de Portugal y Castilla estuvieron a la cabeza de las exploraciones por el Atlántico
aprovechando su ubicación geográfica. Portugal se centró en África, conquistando Ceuta en
1415 y Goa en 1498, y los castellanos que habían concentrado todos sus esfuerzos en la
reconquista de los territorios de la Península Ibérica bajo dominio islámico y en la guerra de
sucesión de la propia corona, se sumaron a la conquista del control marítimo disputando
con Portugal. Finalmente, esto derivó en el Tratado de Alcácovas-Toledo, donde Portugal
reconoció a Isabel la Católica en el trono de Castilla y entre ambos estados se repartían los
territorios atlánticos. Fue así como los Reyes Católicos financiaron la expedición del
navegante Cristóbal Colón, quien pretendía llegar a Asia por el oeste, atravesando el océano
Atlántico, intento que culminó en 1492 con la llegada y consecuente exploración y
colonización de América.

Mientras tanto en las ciudades se asentaba cada vez con más presencia y fuerza un nuevo
grupo social: la burguesía. La aparición de esta nueva clase social desestabilizó la vieja e
inamovible pirámide social, permitiendo que la división jerárquica de los miembros de la
sociedad, presente en el orden estamental medieval, tambaleara y posibilitara ascensos
antes impensados. Fue así como grandes familias burguesas se posicionaron junto con la
aristocracia clerical o de sangre, superándola en ocasiones en poder económico. La
incursión de este nuevo grupo en las altas esferas de la sociedad produjo cambios de valores
en el seno de la misma. Surgió así una nueva cosmovisión asentada en la valoración del
individuo, en la confianza en sus capacidades, su desempeño y en el carácter de sus
producciones, y en la que el hombre será, tal como lo enuncia Kenneth Clark en su texto
Civilización -retomando a Protágoras- “la medida de todas las cosas”.1

1
CLARK, Kenneth (1979), “El hombre, medida de todas las cosas”, en Civilización, Cap. 4, Alianza, Madrid, pp.
141-178.

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 5


El mundo artístico renacentista
En la Edad Media las artes se dividían entre liberales y mecánicas. Las primeras se
caracterizaban por la actividad mental y creadora, mientras que las segundas por el trabajo
físico y manual. Este último se consideraba de escaso valor social en comparación con el
trabajo intelectual, que era detentado tanto por el clero monacal, como por la aristocracia.
Dentro de las artes liberales estaban la gramática, la retórica, y la lógica (lo que era
denominado el trivium); y la aritmética, la geometría, la astronomía y la música (dentro del
quadrivium). Las artes plásticas, en cambio, por ser trabajos manuales eran agrupadas junto
con otras producciones que pasaron a llamarse artes mecánicas, y que eran consideradas
de menor valor y producto de una enseñanza técnica. Entre ellas estaban las que se
ocupaban de la alimentación de las personas (ars victuaria), las de la vestimenta (ars
lanificaria); las de la vivienda (architectura); las de los medios de transporte (suffragatoria);
las de la medicina (medicinaria); las del comercio (negotiatoria) y las de la defensa
(militaria). Luego vendría la innovación de los humanistas ya mencionada.

Los trabajos escultóricos o pictóricos se llevaban a cabo en pequeños y grandes talleres que
eran sometidos a un estricto control de división del trabajo gremial. Allí los artistas oficiales
o aprendices dependían de un maestro que era quien disponía de los proyectos que
encargaban los comitentes, contaba con los materiales necesarios para los trabajos y
determinaba el estilo. Los encargos quedaban bajo su nombre. Cuando un artista novato
era elegido aprendiz, era “apadrinado” por el maestro a cambio de hospedaje, comida y
vestimenta. Esta situación podía darse con niños, tal como se dio con muchos grandes
maestros, entre ellos, Giotto. Luego de aprendiz venían las instancias de oficial y después,
si se destacaba, se convertía en un nuevo maestro.

Todos estos artistas estaban a su vez agrupados en poderosos gremios que regulaban las
horas de trabajo, los cobros y demás cuestiones legales. Eran los gremios los que además
se ocupaban del embellecimiento de las ciudades comisionando a los artistas de manera
directa o llamando a concurso como en el caso de las puertas del baptisterio de la catedral
de Florencia. Quienes también se ocupaban de sustentar estos talleres artísticos eran la
Iglesia y los nobles. Estos habían sido los principales comitentes durante la Alta Edad Media,
en particular el clero monástico en el Románico, pero luego este papel lo comenzaron a
cumplir las escuelas catedralicias -durante el gótico-, y durante el Renacimiento muchos de
los grandes comitentes pertenecían a grandes familias adineradas. Estos últimos
potenciaron el crecimiento de obras de formato más discreto, de uso privado, incluyendo
cajas, arcones, relicarios y otras piezas de gran valor.

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 6


A partir del siglo XV, la posesión de dichas piezas significó un alarde del status de los
individuos poderosos, generando una creciente necesidad de obras en la sociedad,
elemento que elevó la posición social del artista plástico. La importancia de la figura del
artista derivó en el libro Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, de
Giorgio Vasari (1511-1574), escrito en su primera versión en 1550, entre otras publicaciones
biográficas o de tratados acerca de las técnicas. Estas últimas fueron muy difundidas ya que
si bien los artistas trabajaban a partir de los encargos, y con pautas muy estrictas,
comenzaron a hacer estudios y a experimentar dando lugar a la búsqueda de una aún tímida
originalidad en la obra2, algo que se evitaba en el arte medieval ya que este -como símbolo-
debía conservar sus características de manera rigurosa para la transmisión del mensaje que,
en la mayoría de las veces, era cristiano.

Otro cambio que se produce en el siglo XV -con algunos antecedentes en los siglos XIII y XIV-
se relaciona con la autoconciencia del propio artista, ya que éste comienza a firmar sus
obras e incluso se hace merecedor de una biografía propia. Con esa acción, y en algunos
casos con la inclusión de su autorretrato en la obra (ya sea escultórica o pictórica), el artista
se reconoce como un actor importante de la cultura y con un rol estratégico en la sociedad,
distante ya del simple artesano de las artes mecánicas. Esto irá in crescendo gracias al
mecenazgo de grandes las familias, como la de los Médici, los Sforza, los Montefletro, los
Gonzaga, entre otras. La fama irá de la mano del éxito económico y de la figura de “genio
artístico” o creador que caracterizará a muchos artistas del Renacimiento. Fue así como
también se expusieron vanidades personales que condujeron luego a la reflexión filosófica
acerca de los lujos y los placeres, como así también al cuestionamiento de perseguir la
fortuna en lugar de hallar la sabiduría.

Los artistas, además, se sintieron estimulados para realizar investigaciones, estudios, y


producir escritos teóricos que incluían desde análisis de la composición, los materiales y las
técnicas, pasando por la matemática, la geometría, y la óptica, entre otras ciencias, hasta
llegar a consideraciones estéticas, poéticas y retóricas, que sin duda intentaban posicionar
a las artes visuales dentro del espacio de las artes liberales. Como ejemplo de estas
búsquedas cabe mencionar que desde los primeros tiempos renacentistas proliferaba en

2
La expresión “aún tímida originalidad” se sustenta en la opinión de Larry Shiner quien subraya que de la
misma forma en que el arte renacentista carecía del lugar privilegiado que tiene en la contemporaneidad, los
artistas del renacimiento no buscaron destacarse y ser originales tal como propusieron muchos historiadores
del siglo XIX. Más bien, para este historiador, se sostuvo una prolongada continuidad con la Edad Media, en
este sentido, aunque se produjeron notables mejoras en la imagen artística, particularmente de músicos,
pintores y escritores. En SCHINER, Larry, (2004), La invención del arte. Una historia cultural, Paidós, Barcelona,
pp. 69-71

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 7


los ámbitos humanistas y artísticos la premisa horaciana Ut pictura poesis (“la poesía es
como la pintura”) con el claro objetivo de demostrar que la pintura era mucho más que un
arte mecánico.

Los pedidos proveniente, cada vez más, de ámbitos no eclesiásticos, proveerá de nuevas
funciones y sentidos a las obras de arte, como parte de un creciente proceso de
secularización social donde lo religioso va a pasar a la esfera privada. El cristianismo y los
encargos religiosos seguirán estando presente pero no serán comitentes exclusivos, ya que
pelearán el primer puesto con los grandes señores devenidos en mecenas o en grandes
consumidores de arte. Así, es posible observar cómo el arte se va integrando a la vida civil,
con funciones novedosas -relacionadas con el poder de quien lo encarga-, y provisto de
nuevos sentidos a partir de imágenes que, religiosas o no, están dotadas de mensajes que
trascienden el dogma cristiano. De esta forma una Epifanía, es decir una Adoración de los
Magos, se transforma en un instrumento de propaganda del comitente que busca
demostrar su poder o rango social: ya sea desde un rey, un noble, un textilero, o un
banquero, a un comerciante u otro profesional exitoso; actores que en tiempos medievales
no tuvieron acceso a poseer una pieza artística. Este interés por la adquisición de obras,
ligado a una jerarquización del individuo, se sumará a la curiosidad que dará lugar al
coleccionismo y a la creación -ya más extrema- de los gabinetes de curiosidades.

Entonces, ¿qué es el Renacimiento?


Sin duda el Renacimiento se trató de un momento enriquecedor y complejo, a tal punto
que el historiador Johan Huizinga, en un artículo publicado en 19303, sostiene que este
momento fue una suma de movimientos parciales y contradictorios a la vez, y que es
necesario captar la multiplicidad de la época y analizar también sus contradicciones para
estudiarlo. Por su parte Larry Schiner en La invención del arte. Una historia cultural4
establece que el periodo entre los años 1350 y 1600, llamado Renacimiento, fue parte de
una larga y gradual transición desde el antiguo sistema del arte y la artesanía hacia el
moderno sistema de las artes. Es por eso que, para este filósofo estadounidense, no
debemos pensar en un cambio abrupto, sino más bien en algo paulatino ya que, por
ejemplo, las tres artes visuales no se emparentaron a la poesía o a la música para formar

3
En GRANADA, Miguel Ángel (1994). “¿Qué es el Renacimiento? Algunas consideraciones sobre el concepto y
el período”. En Cuadernos sobre Vico, Número 4, pp. 123-148.
4
SCHINER, Larry, (2004), La invención del arte. Una historia cultural, Paidós, Barcelona, pp. 69-71

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 8


una nueva categoría; por el contrario, en el siglo XVII, la escultura y la pintura eran, para
muchos, parte de las artes mecánicas, junto con la sastrería, la orfebrería y la agricultura.

Sin embargo, la búsqueda de este ascenso existía. En 1563, Vasari fundó junto a otros
pintores y escultores florentinos una academia de dibujo, con la premisa de que sus
miembros quedaran exentos de toda regla gremial reafirmando la idea del arte como un
arte liberal que no debía estar sujeta a reglamentos gremiales. Este cambio se instaló en un
momento en que las artes decorativas estaban en el podio de las comitencias de los grandes
señores, de forma tal que un salero como el creado por Benvenuto Cellini para Francisco I,
se emparentaba al trabajo de pintores y escultores, y viceversa.

Es también a Vasari a quien debemos mencionar para hablar del término Renacimiento, ya
en el proemio a su obra de 1550, escribió acerca del Renacimiento como un ciclo vital de la
naturaleza donde el viejo estilo griego (bizantino) comenzó a extinguirse con la aparición
de Cimabue, y murió del todo al aparecer Giotto, ya que fueron estos los creadores del
nuevo estilo, al que llamó estilo Giotto, “por ser creación de él y de sus discípulos, y luego
universalmente imitado y elogiado”5 [5]

Para Vasari este nuevo estilo acabó con la rigidez de las figuras toscamente recortadas, con
las miradas demenciales, con los pies y las manos tiesos y terminados en punta, con la
carencia de sombreado y “otras monstruosidades de aquellos griegos”. Luego el término
será retomado por el historiador francés Jules Michelet (1798-1874) en su Histoire de
France au XV siècle. La Renaissance (1855) y unos pocos años después, en 1860, por Jacob
Burckhardt (1818-1897) quien escribirá La cultura del Renacimiento en Italia. Ambos
historiadores del siglo XIX retomaron el término Renacimiento de aquella tradición
historiográfica que ya se había dado en Vasari y los humanistas.

Entonces, ¿qué es el Renacimiento? Como vimos, la respuesta y sus matices abundan, no


obstante, en un intento por sintetizar podemos decir que el Renacimiento fue un fenómeno
cultural de los siglos XIV, XV y XVI originado, principalmente en la ciudad de Florencia, y
luego en otras de la hoy llamada Italia, como Ferrara, Milán o Venecia; que luego se
expandió a otras regiones de Europa como Flandes (parte de Bélgica, Francia y los Países
Bajos), Reino Unido, Francia, zonas de la actual Alemania y España. Un fenómeno cuyo
espíritu crítico ocasionó progresos en los campos filosófico y científico; y cambios
significativos en lo político, económico y social, generando –a su vez- una nueva concepción
del arte y de sus actores. Se trata de nuevos rumbos pensados en su totalidad, como un

5
GRANADA, Miguel Ángel (1994). Op. Cit., pp. 123-148.

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 9


renacer; es decir como una luz dirigida al conocimiento de un mundo ahora
antropocéntrico, superada “la oscuridad” del teocentrismo, buscando recuperar aquellos
saberes de la Antigüedad clásica que significaron un elogio a la virtud, la voluntad y a la
dignidad humanas.

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 10

También podría gustarte