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O Iglesia Evangelizadora o Iglesia Mundana - La

El documento analiza el enfoque del Papa Francisco sobre la Iglesia, enfatizando la necesidad de una Iglesia evangelizadora que se aleje de la autorreferencialidad y se dirija hacia los pobres y las periferias existenciales. Se destacan cinco documentos clave que delinean su visión, incluyendo la importancia de la sinodalidad y la crítica a la cultura del descarte y el individualismo. Francisco promueve una espiritualidad madura y un discernimiento moral que aborde las complejidades de la vida contemporánea.
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O Iglesia Evangelizadora o Iglesia Mundana - La

El documento analiza el enfoque del Papa Francisco sobre la Iglesia, enfatizando la necesidad de una Iglesia evangelizadora que se aleje de la autorreferencialidad y se dirija hacia los pobres y las periferias existenciales. Se destacan cinco documentos clave que delinean su visión, incluyendo la importancia de la sinodalidad y la crítica a la cultura del descarte y el individualismo. Francisco promueve una espiritualidad madura y un discernimiento moral que aborde las complejidades de la vida contemporánea.
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VIDA DE LA IGLESIA (HTTPS://WWW.LACIVILTACATTOLICA.ES/CATEGORY/TEOLOGIA-E-IGLESIA/VIDA-DE-


LA-IGLESIA/)

«O Iglesia evangelizadora o Iglesia


mundana»
Ildefonso Camacho (https://www.laciviltacattolica.es/author/ildefonso-camacho/) septiembre
16, 2022
© Johannes Krupinski / Unsplash

En su discurso a la Congregación General de


Cardenales antes del cónclave de 2013[1], el entonces
(http://www.facebook.com/sharer.php?
cardenal Jorge Bergoglio dijo: «Cuando la Iglesia no
u=https%3A%2F%2Fwww.laciviltacattolica.es%2F2022%2F09%2F16%2Fo-
iglesia-evangelizadora-o-iglesia-mundana%2F)
sale de sí misma para evangelizar, se vuelve
autorreferencial y entonces se enferma. […] Cuando la
Iglesia es autorreferencial, sin darse cuenta, cree tener
(http://twitter.com/share?
su propia luz. Deja de ser el mysterium lunae y da lugar
url=https%3A%2F%2Fwww.laciviltacattolica.es%2F2022%2F09%2F16%2Fo-iglesia-
evangelizadora-o-iglesia-
al gravísimo mal de la mundanidad espiritual. […]
mundana%2F&text=«O%20Iglesia%20evangelizadora%20o%20Iglesia%20mundana»)
Simplificando, hay dos imágenes de la Iglesia: o la
Iglesia evangelizadora que sale de sí misma, […] o la
Iglesia
(mailto:Escriba mundana
la dirección que vive
de correo en sí misma,
electrónico de sí misma,
aquí?subject=La
Civiltà Cattolica - «O Iglesia evangelizadora o Iglesia mundana»
&body=¡Oye!para sí misma.
Creo Esto debe
que realmente iluminar
te gustaría los posibles
este artículo. Aqui cambios
y reformas que habrá que hacer para la salvación de
esta el link:
https%3A%2F%2Fwww.laciviltacattolica.es%2F2022%2F09%2F16%2Fo-
las almas. Pensar en el próximo Papa: un hombre que,
iglesia-evangelizadora-o-iglesia-mundana%2F)
fundado en la contemplación de Jesucristo y en la
adoración de Jesucristo, ayude a la Iglesia a salir de sí
misma hacia las periferias existenciales, que la ayude a
ser la madre fecunda que vive “la dulce y reconfortante
erahS

alegría de evangelizar”».

En estas palabras ya está en estado embrionario lo que


será el programa del Papa Francisco. Ahora, en el
décimo año de su pontificado, trataremos de ilustrar
cómo se está realizando, considerando cinco
documentos principales: tres exhortaciones apostólicas
(Evangelii gaudium [EG], 2013; Amoris laetitia [AL], 2016;
Gaudete et exsultate [GE], 2018) y dos encíclicas
(Laudato si’ [LS], 2015; Fratelli tutti [FT], 2020).

«¿De dónde?». Iglesia en salida, hospital de campaña,


pobre y para los pobres
En el centro del pensamiento de Francisco está la
Iglesia, pero una Iglesia que evangeliza y que encuentra
su razón de ser en la evangelización. EG lo afirma
abiertamente. A este documento, que apareció tras un
sínodo que Francisco no había convocado ni dirigido,
supo imprimirle un tono muy personal. Lo ha convertido
en un texto de cierta forma programático, en plena
sintonía con Pablo VI, que proclamaba: «Evangelizar, en
efecto, es la gracia y la vocación propia de la Iglesia, su
identidad más profunda. Existe para evangelizar»[2].
Francisco retomó la definición de la Iglesia dada por el
Concilio Vaticano II, que puso en el centro la «misión»,
concebida según la categoría de «sacramento»,
profundamente arraigada en la tradición más antigua
y demasiado olvidada en los últimos siglos.

La preeminencia dada a la evangelización excluye una


Iglesia cerrada (autorreferencial). Francisco lo ilustra de
manera muy clara cuando reclama una Iglesia en
salida, cuyas acciones concretas resume con cinco
verbos: «tomar la iniciativa» («primerear»),
«involucrarse», «acompañar», «fructificar» y «festejar»
(EG 24).

El Papa quiere afrontar los problemas internos de la


Iglesia con una «conversión pastoral y misionera» (EG
25): habla de «una impostergable renovación eclesial»
con medios adecuados «para la evangelización del
mundo actual más que para la autopreservación» (EG
27). Esta orientación se ilustra con la imagen del
«hospital de campaña»: «Veo claramente que lo que
más necesita la Iglesia hoy es la capacidad de curar las
heridas y de calentar el corazón de los fieles, la
cercanía, la proximidad. Veo a la Iglesia como un
hospital de campaña después de una batalla. Es inútil
preguntar a una persona gravemente herida si tiene el
colesterol y el azúcar en sangre altos. Uno debe tratar
sus heridas. Luego podemos hablar de todo lo
demás»[3].

Esta imagen está muy relacionada con el tema de la


«misericordia»: una misericordia que debe manifestarse
con urgencia para curar las heridas. Este tema es
central en la vida y la espiritualidad de Jorge Bergoglio.
Y la convocatoria del Jubileo Extraordinario de la
Misericordia (del 8 de diciembre de 2015 al 20 de
noviembre de 2016) se explica en este contexto.

También hay que recordar el ardiente deseo que


Francisco expresó a los periodistas tras convertirse en
Papa: «¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los
pobres!». No se trata de un capricho retórico del recién
elegido. Esta preocupación se remonta al menos a
Juan XXIII y al Concilio Vaticano II[4].

Posteriormente, la fórmula se enriqueció con nuevos


matices. Para Francisco, la opción por los pobres no
puede reducirse a una forma de asistencialismo (cfr. EG
199), ni debe convertirse en una instrumentalización
ideológica[5]. Los pobres no deben ser considerados
como objeto de la acción de la Iglesia, sino como
sujeto: los cristianos están llamados a crear las
condiciones adecuadas para que los pobres sean
protagonistas. «Para la Iglesia la opción por los pobres
es una categoría teológica antes que cultural,
sociológica, política o filosófica» (EG 198). Esto ayuda a
entender a Dios y al mundo desde la perspectiva de
Dios. Los pobres son el «lugar hermenéutico» desde el
que mirar la realidad. Ser amigos de los pobres significa
no sólo acercarse a ellos con benevolencia, sino dejarse
evangelizar por ellos (cfr. EG 198). Por lo tanto, estamos
lejos del asistencialismo paternalista que no pocas
veces ha caracterizado la actividad caritativa de los
cristianos y de las instituciones de la Iglesia.

«¿Quién?» Iglesia comunidad de todos, Iglesia sinodal

La Iglesia concebida por Francisco es la Iglesia formada


por todos los creyentes. Se vincula, pues, al Concilio y a
su revalorización del papel de los laicos (cfr. EG 102).
Hay que destacar dos elementos en particular.

En primer lugar, la crítica al clericalismo, verdadera


plaga de la Iglesia. No sólo impide que los laicos
asuman su papel, sino que constituye una perversión
del ministerio sacerdotal, que deja de ser servicio para
tratar a los laicos como «mandaderos»[6].

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En segundo lugar, Francisco señala con énfasis la


sinodalidad como una forma renovada de ser Iglesia.
La sinodalidad es una categoría esencial[7].
Recordemos el discurso de Francisco en el cincuenta
aniversario de la institución del Sínodo (17 de octubre de
2015), en el que se manifiesta un cambio de
perspectiva: el Sínodo es una institución, la sinodalidad
es un modo de ser Iglesia que se inspira en la
etimología (sin–odos, «caminar juntos»). El carácter
sinodal es una «dimensión constitutiva de la Iglesia»;
impide la rígida separación entre Ecclesia docens y
Ecclesia discens. Una Iglesia sinodal es «una Iglesia de
la escucha». El Sínodo es «el punto de convergencia de
este dinamismo de escucha realizado en todos los
niveles de la vida de la Iglesia»[8]. Para Francisco, la
sinodalidad constituye también «una estrategia de
acción». Ha dado forma a los tres procesos sinodales
de su pontificado, con indudables avances en la
conciencia y el comportamiento eclesial.

«¿Cómo?». Una espiritualidad humanamente madura


en el horizonte de la santidad

Para que todo el mundo sea protagonista, deben


cumplirse ciertas condiciones. Podemos recordar tres
de ellas: espiritualidad intensa, santidad como
horizonte, madurez humana y moral.

Tres grandes escritos de Francisco – EG, LS y AL –


concluyen con un capítulo dedicado a la espiritualidad.
Buscan contrarrestar la mentalidad – muy extendida en
la Iglesia – de que son los que tienen la autoridad y el
poder los que deben, de alguna manera, aportar las
soluciones a los problemas. Para Francisco, el mundo lo
debemos mejorar entre todos, unidos; y para un
cristiano, esta responsabilidad está estrechamente
relacionada con una espiritualidad profunda, orientada
a dejar que la experiencia de Dios impregne la visión de
la vida y la conducta personal.

El Papa dedicó su exhortación apostólica Gaudete et


exsultate a la llamada a la santidad en el mundo
contemporáneo. Pretendía acercar la doctrina de la
Iglesia a la vida de los cristianos de a pie. No hay que
pensar sólo en los beatos y canonizados, porque «el
Espíritu derrama santidad por todas partes» (GE 6; la
santidad «de la puerta de al lado», GE 7). Francisco
consideró esta santidad en relación con dos antiguas
herejías todavía presentes en el mundo, aunque sus
nombres quizá ya no sean tan familiares: el gnosticismo
y el pelagianismo.

La madurez humana es valiosa para la vida cristiana y


la moral personal. En este sentido, la exhortación Amoris
laetitia es importante, no sólo por el modo en que trata
el tema de los divorciados y vueltos a casar, sino
también por la perspectiva moral con la que aborda
esta cuestión y sus consecuencias pastorales. El Papa
menciona a Juan Pablo II y la «ley de la gradualidad»
(AL 295); hace referencia a la Congregación para la
Doctrina de la Fe cuando, a propósito de la eutanasia,
dice que la imputabilidad y la responsabilidad de una
acción deben considerarse a la luz de las
circunstancias (cfr. AL 302). Pero la categoría
fundamental es el «discernimiento»: «Es mezquino
detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona
responde o no a una ley o norma general, porque eso
no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad
a Dios en la existencia concreta de un ser humano» (AL
304). Al tratar situaciones humanas complejas, la moral
y la pastoral deben estar de acuerdo.

Detrás de esta posición está la espiritualidad ignaciana.


No sólo porque el discernimiento se trae aquí
repetidamente a colación, sino porque Francisco
retoma la visión humanista que animaba a San Ignacio:
en el centro está el individuo como sujeto autónomo,
capaz de una relación personal e irrepetible con Dios. El
núcleo de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio
reside precisamente en la búsqueda, en el
discernimiento de lo que Dios espera del ejercitante.

«¿Qué hacemos?». Crítica y denuncia

Francisco también adopta tonos de denuncia. A veces


sus palabras son duras, incluso provocadoras. Critica el
modelo socioeconómico actual por ser excluyente: «No
puede ser que no sea noticia que muere de frío un
anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída
de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. […] Hemos
dado inicio a la cultura del “descarte” que, además, se
promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno
de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo:
con la exclusión queda afectada en su misma raíz la
pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no
se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino
que se está fuera. Los excluidos no son “explotados”
sino desechos, “sobrantes”» (EG 53).

El Papa denuncia «la autonomía absoluta de los


mercados y la especulación financiera […] una nueva
tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma
unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas» (EG 56).
También critica las actitudes que alimentan este
sistema económico: la idolatría del dinero, el afán de
lucro, el consumismo desenfrenado.

En Laudato si’ se denuncia el antropocentrismo


desviado. Está en el origen de la crisis integral, a la vez
social y ecológica (cf. LS 48; 49; 122; 137). La crítica de
Francisco no se dirige tanto al antropocentrismo, giro
típico del pensamiento moderno, como a su desviación,
que vincula todas las esferas de la realidad humana y
social a la aplicación del paradigma tecnocrático
según el cual el sujeto, gracias a la técnica, es capaz de
dominar y transformar el objeto como realidad externa
a él. Esta lógica acaba imponiéndose como la única
forma de concebir las relaciones entre el sujeto
humano y la realidad que le rodea. En consecuencia, el
sujeto se siente legitimado para no seguir ningún otro
criterio en su relación con cualquier objeto que le
interese, y de este modo todo se instrumentaliza,
incluida la persona humana (cfr. LS 101-136).

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Vinculado a este antropocentrismo desviado está la
denuncia del individualismo, que se destaca en FT. Hay
que pensar no sólo en el individuo en sentido estricto,
sino también en el «individuo colectivo» (LS 89; 102). El
individualismo no se opone a la colectividad, sino al
«otro», a los que se consideran diferentes por cualquier
motivo. Por tanto, es la absolutización de lo particular
(del individuo aislado o del grupo). Para Francisco, las
manifestaciones del individualismo son el liberalismo y
el populismo (cf. FT 155), en los que ve una amenaza a
la realidad del pueblo, tan central en su pensamiento. El
individualismo conduce a un fenómeno recurrente en
nuestras sociedades: la indiferencia hacia el «otro». En
FT, con el largo e inspirado comentario a la parábola
del buen samaritano, Francisco deplora la indiferencia
del sacerdote y del levita y critica a quienes en nuestro
mundo viven encerrados en sus propios intereses e
indiferentes a todo lo demás (cfr. LS 113).

Como contrapunto a todas estas críticas está la


categoría de pueblo. Se nutre de una antropología que
tiene profundas raíces cristianas: la persona humana,
su dignidad sagrada, la apertura a los demás, la
voluntad de compartir proyectos comunes, la
capacidad de actuar creativamente. Es precisamente
lo contrario del individuo aislado, encerrado en sí
mismo, atento sólo a sus propios intereses, incapaz de
abrirse al otro, a lo diferente.

«¿Qué hacemos?». Categorías inspiradoras

Actuar es importante; pero no hay que buscar un


activismo sin sentido, sino una actitud que podemos
resumir en cuatro categorías.
La alegría es el efecto de una experiencia profunda de
Dios, de un encuentro con él, «cuando le permitimos a
Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para
alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el
manantial de la acción evangelizadora. Porque, si
alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido
de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de
comunicarlo a otros?» (EG 8). Evangelizar no es tanto un
mandato impuesto desde fuera, como la reacción
normal de quien ha percibido el sentido del Evangelio y
el encuentro con Jesús, capaz de transformar vidas. Por
eso el Papa, con sutil ironía, critica a los cristianos que
«parecen tener un estilo cuaresmal sin Pascua» (EG 6),
a los que tienen «permanentemente cara de funeral»
(EG 10), a los que carecen de confianza en el mensaje y
se convierten en «pesimistas quejosos y desencantados
con cara de vinagre» (EG 85).

La fraternidad universal se basa en el amor. Las páginas


del FT «no pretenden resumir la doctrina sobre el amor
fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en
su apertura a todos» (FT 6): un amor que no conoce
fronteras, precisamente en un mundo marcado por
tantas «fronteras» que separan a los pueblos y grupos
sociales.

Al cuidado de la casa común está dedicada la


encíclica Laudato si’. La creación es un don de Dios para
todos (cfr. LS 155; 232); la respuesta adecuada a este
don es el cuidado, en contraste con la actitud que el
mundo moderno adopta en su relación con la
naturaleza (basada en la capacidad de dominio, que
refuerza el antropocentrismo desviado). Francisco, en
línea con la ética actual, aplica la cura de la naturaleza
y del prójimo, especialmente de los más vulnerables.

Las páginas sobre la espiritualidad cristiana (cfr. LS 216-


227) muestran las dimensiones que debe tener ese
cuidado. Invitan a una conversión, a la gratitud y a la
gratuidad, a «un modo alternativo de entender la
calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y
contemplativo, capaz de gozar profundamente sin
obsesionarse por el consumo» (LS 222), a una sobriedad
vivida con libertad y con la conciencia de estar liberado
(cfr. LS 223).

Todas estas categorías inspiradoras se entienden mejor


desde la experiencia cristiana de Dios, que es la
«misericordia». Esta no es siempre la idea que la gente
tiene de Dios. El Jubileo de la Misericordia pretendía
renovar la conciencia de la Iglesia de un Dios
misericordioso; y los documentos que lo acompañaron
–Misericordia et misera y Misericordiae vultus– ilustran,
en el tono pastoral y afable de Francisco, lo que
significa la misericordia de Dios y la misericordia como
disposición del cristiano y del pastor en el sacramento
de la confesión. Lo vemos en el capítulo que en AL trata
de los casos problemáticos que crean malestar y
desazón en muchos ambientes eclesiales
(«Acompañar, discernir e integrar la fragilidad»), y en el
pasaje que se dedica a la lógica de la misericordia
pastoral (cfr. AL 307-312)[9].

«¿Qué hacemos?». Estrategia operativa


Ahora queremos proponer una estrategia de cuatro
puntos, típica de Francisco: inclusión de los excluidos,
ecología integral, diálogo, construcción de comunidad.

La inclusión de los excluidos es la propuesta de EG


sobre la dimensión social de la evangelización. Si no se
explica debidamente esta dimensión, el sentido
auténtico e integral de la misión evangelizadora queda
desfigurado (cfr. EG 176). Observamos la contraposición
inclusión-exclusión. Desde el inicio de su pontificado,
Francisco ha denunciado «una economía de la
exclusión y la inequidad» (EG 53). Cuando habla de la
misión evangelizadora, indica para la Iglesia la tarea de
«inclusión social de los pobres» (EG 186). La de la
inclusión social podría parecer una misión poco
«religiosa», pero Francisco aclara: «Cada cristiano y
cada comunidad están llamados a ser instrumentos de
Dios para la liberación y promoción de los pobres, de
manera que puedan integrarse plenamente en la
sociedad» (EG 187). Para ello es fundamental «escuchar
el clamor de los pobres».

El Papa vincula estrechamente las crisis social y


medioambiental (cfr. LS 137-142). Tienen una causa
común. La ecología integral expresa el modo en que la
propuesta de Francisco pretende abarcar tanto la
dimensión humana y social como la medioambiental.
Por tanto, el término «ecología» adquiere un significado
nuevo y más completo. La «casa común» no es sólo el
entorno natural, sino también el humano. Está en juego
la armonía de toda la creación (cfr. LS 225).
El diálogo es la consecuencia del deseo constante de
Francisco de acercarse a la persona concreta, de
considerarla como sujeto y no sólo como objeto de
nuestra acción. El diálogo implica una relación humana
en sentido pleno, entre seres de igual condición,
abiertos a la comunicación. El Papa también identifica
los componentes del diálogo: «Acercarse, expresarse,
escucharse, mirarse, conocerse, tratar de
comprenderse, buscar puntos de contacto» (FT 198). El
capítulo seis de FT es una reflexión serena y
esclarecedora sobre el diálogo, sus perversiones y sus
condiciones de autenticidad.

Por último, hay una imagen a la que Francisco recurre a


menudo: la del «poliedro», que se contrapone a la
esfera. Mientras que en esta última hay equidistancia
del centro, en el poliedro domina la diversidad (cfr. EG
236). El Papa utiliza esta imagen en su idea de construir
una comunidad. Esto debe hacerse integrando la
riqueza de la diversidad, sin imponer la homogeneidad,
sin reducir a las personas a individuos (cf. FT 144; 145;
190; 215). La referencia aquí es clara al tan denostado
individualismo, que hace de la sociedad una
aglomeración de sujetos incapaces de interactuar
salvo para competir, y nunca para colaborar y
construir.

Una interpretación de la realidad

Para concluir este camino, quisiéramos recordar los


cuatro principios a los que Francisco se refiere a
menudo al considerar la realidad. Los enumeró y
explicó sistemáticamente en su primera exhortación
apostólica. Son: el tiempo es superior al espacio; la
unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más
importante que la idea; el todo es superior a la parte
(cfr. EG 222-237).

No nos detendremos en cada uno de estos principios.


Para Francisco, son los signos que, en la compleja
sociedad en la que vivimos, nos hacen caer en la
cuenta de que siempre estamos amenazados por la
tentación de la simplificación. Estos principios son
importantes en una realidad marcada por las
«tensiones bipolares». Sirven no sólo para interpretarla y
comprender mejor sus dinamismos y contradicciones,
sino también para orientar la acción, incluida la acción
pastoral de la Iglesia. Este es un tema sobre el que
Francisco ha reflexionado durante mucho tiempo y que
ya estaba presente en sus escritos de los años 70. Hoy
en día, estos principios ayudan a comprender mejor su
pensamiento y su acción[10].

***

El propio Francisco entra en la categoría de los que él


llama «poetas sociales», «en la medida en que tienen la
capacidad y el coraje de crear esperanza donde sólo
aparecen descartes y exclusión». En efecto, «poesía
significa creatividad», que es más necesaria que nunca
en una Iglesia demasiado bloqueada por una inercia
que le dificulta afrontar los grandes retos, tanto internos
como externos, que se le plantean hoy.

Copyright © La Civiltà Cattolica 2022


Reproducción reservada
1. Supimos de la existencia de esta intervención gracias al cardenal
Jaime Ortega, obispo de La Habana (Cuba), que se refirió a ella
durante la misa celebrada en la catedral de su ciudad el 23 de
marzo de 2018. A petición suya, Bergoglio le había entregado el
texto de esa «intervención manuscrita, tal como la recordaba». ↑

2. Pablo VI, s., Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (1975), n. 14.



3. A. Spadaro, «Intervista a Papa Francesco», en Civ. Catt. 2013 III 449-
477. ↑

4. Juan XXIII utilizó la expresión «Iglesia de los pobres» en su mensaje


radiofónico emitido un mes antes de la apertura del Concilio
Vaticano II (11 de septiembre de 1962). Y el cardenal Giacomo
Lercaro se refirió a ello en un memorable discurso al final de la
primera sesión del Concilio (7 de diciembre de 1962). ↑

5. Cfr R. Luciani, «La opción por los pobres desde una Iglesia pobre y
para los pobres», en Medellín, n. 168, abril-mayo 2017, 347-374. ↑

6. Cfr. las reflexiones de Francisco en su carta del 19 de marzo de 2016


al cardenal Marc Ouellet, presidente de la Comisión Pontificia para
América Latina. ↑

7. S. Madrigal, De pirámides y poliedros. Señas de identidad del


pontificado de Francisco, Santander, Sal Terrae, 2020, 93. ↑

8. Francisco, Discurso, 17 de octubre de 2015. ↑

9. Ya en su primer Ángelus (17 de marzo de 2013), comentando el


Evangelio de la adúltera (leído en el quinto domingo de
Cuaresma), Francisco citó el libro de W. Kasper, Misericordia.
Concetto fondamentale del Vangelo. Chiave della vita cristiana
(Bolonia, Queriniana, 2013): un libro -dijo el Papa- que «me hizo
mucho bien». Y añadió que la misericordia cambia el mundo: «Un
poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo». ↑

10. Sobre el origen, desarrollo y referencias a estos principios, cfr. J. C.


Scannone, «Cuatro principios para la construcción de un pueblo
según el Papa Francisco», en Stromata 71 (2015) 13-27. ↑
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(https://www.laciviltacattolica.es/2022/09/16/la- lucha contra la
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Ildefonso Camacho
(https://www.laciviltacattolica.es/author/ildefonso-
camacho/)
Doctor en Teología y Licenciado en
Filosofía y en Ciencias Sociales. Enseña
«Moral Social» y «Doctrina Social de la
Iglesia» en la Facultad de Teología de
Granada, y «Ética social y empresarial»
en la Facultad de Ciencias
Empresariales (ETEA) de Córdoba. Entre
sus publicaciones, se cuentan: La
encíclica «Rerum novarum». Su proceso
de elaboración a través de los
sucesivos textos preparatorios
(Granada, 1984); La economía, Instituto
Internacional de Teología a Distancia
(Madrid, 1989) y Doctrina Social de la
Iglesia. Una aproximación histórica (Ed.
Paulinas, Madrid, 1991).
(https://www.laciviltacattolica.es/)

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