DÍA 18: AVIVADOS
Semana III: Avivamiento y Unidad Tema Principal: Reavivar nuestro espíritu y fortalecer la
unidad en Cristo y Su iglesia.
Versículo: 2 Timoteo 1:6. Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en
ti por la imposición de mis manos.
Vivimos tiempos que demandan líderes e iglesias fuertes. En medio de la desesperanza por
guerras, pandemia, el caos y el dolor reflejan desafíos que amerita un avivamiento de nuestra vida
espiritual y de nuestra iglesia.
"Avivar" - avivamiento, hace referencia a prender fuego, como si se hiciera con un fuelle.
Cualquiera que haya cuidado alguna vez de una hoguera sabe que avivar las brasas de un fuego
moribundo puede hacer que esas brasas vuelvan a encenderse y ardan con más intensidad.
A esto hacía referencia el Apóstol Pablo, en la carta que dirige a Timoteo desde la cárcel mientras
esperaba su ejecución. Le quedaba poco tiempo antes de su muerte y sabía que Timoteo se
enfrentaba a una enorme responsabilidad al frente de la Iglesia, y quería animar al joven a
mantenerse firme, salvaguardando el Evangelio y difundiendo el mensaje de salvación en
Jesucristo. Timoteo debía asegurarse de que su don espiritual no se enfriara por desuso; debía
"avivarlo" y mantener el fuego encendido.
Pablo estaba muy interesado en la vida y el ministerio de Timoteo, y quería asegurarse de que
Timoteo utilizara eficazmente el don que se le había concedido, para la gloria de Dios. No es que
Pablo pensara que la fe de Timoteo era débil o que se estaba extinguiendo, sino que quería que
Timoteo experimentara la plenitud del don de Dios. Los dones que recibimos del Señor a través de
la llenura del Espíritu Santo no nos son dados completamente desarrollados, sino que necesitan
ser fortalecidos y madurados a través del uso. Todos los creyentes reciben el don del Espíritu
Santo.
El don que Timoteo debía estimular era probablemente el don de la administración pastoral o el
don de la predicación, necesario para la proclamación audaz del Evangelio. Pablo relaciona su
encargo de avivar el don con la personalidad tímida de Timoteo. Justo después de recordar a
Timoteo que debe avivar el don espiritual que Dios le dio, Pablo dice: "Pues Dios no nos ha dado
un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina" (2 Timoteo 1:7, NTV). El
Espíritu Santo no transformará necesariamente a una persona tímida en una extrovertida, pero le
proporcionará los recursos que necesita para cada situación (Lucas 12:11-12; Hechos 1:8;
Romanos 8:26). Dios nos da Su poder cuando somos débiles. Su amor para tratar con aquellos que
parecen poco amables, y Su disciplina para los momentos en que no tenemos dominio propio.
Además, Pablo no estaba sugiriendo que Timoteo mantuviera encendida la llama del Espíritu por
su propio esfuerzo humano. Por el contrario, Pablo sabía que el Espíritu Santo requiere nuestra
cooperación voluntaria para llenarnos y capacitarnos (Colosenses 3:10, 12-15; 2 Pedro 1:5-8).
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti”
Como sabemos, Pablo escribió esta epístola para dar ánimo y fortalecer a Timoteo, aquí
encontramos la primera exhortación para que siga constante en el ministerio, atravesaban por
hostilidad, persecución, muchos cristianos habían muerto por la causa, incluso Pablo estaba
encarcelado por la misma razón (2 Timoteo 4:6). Esto implicaba que Timoteo tendría que tomar el
relevo y asumir nuevas responsabilidades. Sin duda, esto podría asustarle, más aun cuando
algunos lo consideraban joven (1 Ti 4:12) (2 Ti 2:22), y también su salud no era buena (1 Ti 5:23) y
eran tiempos peligrosos (2 Ti 3:1-13).
Frente a este escenario no debía desalentarse, y Pablo lo anima a avivar el fuego del don de Dios
que estaba en él. Timoteo había recibido un don que le capacitaba para desarrollar cierto
ministerio, y ahora se le exhortaba para que lo desarrollara por medio de su uso diligente. Con
este no estaba reprochando a Timoteo que estuviera siendo negligente o perezoso en el desarrollo
de su ministerio. Pero como sabemos la tendencia del fuego es apagarse, y las circunstancias
podían asfixiarlo, se trataba de una exhortación preventiva.
Y por supuesto, nosotros también debemos recibirla. Tenemos que vigilar el fuego en el altar de
nuestro corazón, alimentar constantemente nuestra relación con Dios, ejercitar los dones
recibidos, para así no perder el celo y el entusiasmo para la obra del Señor, ni apagar su Espíritu en
nosotros (1 Tesalonicenses 5:19)
¿Cómo cooperamos con el Espíritu Santo para avivar el don?
Avivamos el don usando el don que hemos recibido. Despertamos el don a través de la disciplina
piadosa, que produce el fruto de la naturaleza de Dios en nuestras vidas: "Mas el fruto del Espíritu
es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales
cosas no hay ley" (Gálatas 5:22-23). Mantenemos el don encendido evitando que nuestro ser
espiritual se enfríe o, peor aún, se vuelva tibio, como lo dice (Apocalipsis 3:15-16). Avivamos las
llamas de la fe "manteniéndonos al ritmo del Espíritu", siguiendo la dirección y la guía del Espíritu
Santo en todos los aspectos de nuestra vida (Gálatas 5:25). Avivamos el don no apagando ni
descuidando el Espíritu de Dios, sino permitiendo que prospere en nosotros como un fuego vivo y
ardiente (1 Tesalonicenses 5:19; 1 Timoteo 4:14).
Que el fuego de Dios inunde nuestras oraciones. Las oraciones que levantamos al Señor
de manera apasionada desprenden un aroma, una fragancia que agrada especialmente a
Dios. Cuando oramos de manera apasionada, con fuego en la oración, ocurre el
avivamiento personal. Aquellas oraciones llenas de sinceridad, que provienen de lo más
profundo de nuestro corazón, son como incienso precioso ante la presencia de Dios. Dice
la Biblia en Apocalipsis que “otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un
incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los
santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono […] Y el ángel tomó el
incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra” (Apocalipsis 8:3).
Avivemos el fuego del don de Dios en nuestras vidas. Dios nos ha dado dones, y ha
puesto en nosotros fuego que acompaña a esos dones. Cuando más nos acercamos a Dios,
mas fuego sentimos en nuestro corazón, y más deseo sentimos de servirle; cuando el
fuego de Dios nos mueve a usar nuestros donde, es cuando Su luz brilla radiante a través
de nosotros!
Renovemos el fuego y pasión por Dios. Que el fuego nos acompañe siempre y crezca a
pesar de las dificultades.
Además de avivar nuestro espíritu, los creyentes también estamos llamados a fortalecer la unidad
en Cristo y su iglesia. Esta es una labor exige nuestro mejor esfuerzo, nuestra pronta atención y
mucha dedicación de parte de cada uno de nosotros que formamos parte del cuerpo de Cristo. Sin
cumplir esta labor, la vida del creyente, y la iglesia, no tendrían razón de ser. Es crucial para la
iglesia es: guardar la unidad.
La unidad es un regalo de Jesús para todos los que creen en él. La oración de Cristo por la unidad
en cada creyente fue eficaz y se cumplió. El Espíritu Santo vino y unió nuestros corazones bajo un
mismo nombre, un mismo sacrificio, un mismo perdón, un mismo bautismo, una misma
esperanza, y un mismo futuro glorioso y eterno con Dios. Todo en una misma comunidad, que es
la iglesia.
Efesios 4:3-4 .3 Hagan todo lo posible por vivir en paz, para que no pierdan la unidad que el Espíritu
les dio. 4 Sólo hay una iglesia, sólo hay un Espíritu, y Dios los llamó a una sola esperanza de
salvación. 5 Sólo hay un Señor, una fe y un bautismo. 6 Sólo hay un Dios, que es el Padre de todos,
gobierna sobre todos, actúa por medio de todos, y está en todos.
El regalo de la unidad, ya está dado, nuestra labor simplemente es conservarla. Por lo tanto, no es
necesario crear nuevas ideas o motivos para la unidad. Dios nos llama para guardar esa unidad;
protegerla en nuestro corazón, “guarden la unidad del Espíritu” porque la unidad proviene de él,
no de nuestras intenciones o nuestras buenas ideas.
Guardar la unidad requiere de ciertas cualidades y virtudes que Dios ha puesto a nuestro alcance
por medio de su presencia. Dios quiere que nos esforcemos por conservar la unidad, porque solo
la unidad nos abrirá la puerta para experimentar el amor de Dios en todo lo que hacemos.
Solamente la unidad abre las puertas para que la iglesia sea efectiva en todo lo que planea.
¿Qué virtudes necesitamos cultivar con el fin de guardar la unidad en Cristo?
En primer lugar, necesitamos ser creyentes auténticamente “mansos y humildes”. Jesús dijo a sus
discípulos: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaran descanso para su
alma” (Mateo 11:25).
También es necesario que desarrollemos una “paciencia amorosa” para soportarnos
mutuamente. Es más que una simple paciencia en la que aguantamos hasta el límite para no
explotar. Esta es la paciencia en la que Dios quiere formarnos. Es decir, necesitamos edificar un
carácter paciente basado en las virtudes del amor que nos enseña la palabra de Dios.
Andemos de una manera digna, demostrando las virtudes de un carácter manso, humilde, y
pacientemente amoroso en todas las áreas de nuestra vida, comenzando por nuestra propia
familia y siguiendo con todos los miembros de la iglesia. Una misma forma de ser en la iglesia y
fuera de ella, luchar por conservar la unidad que Jesús nos dio.
1 Corintios 13:4 nos dice que “el amor es paciente y bondadoso”. El amor no es celoso, ni
fanfarrón, ni orgulloso, ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni
lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra
cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fie, siempre tiene
esperanzas y se manifiesta firme en las circunstancias.
Oración para avivar nuestro fuego espiritual:
Señor, nos presentamos ante ti con un corazón apasionado, sincero y abierto, para que le llenes de
tu fuego al orar. Te pedimos Señor que nos ayudes a discernir nuestros mejor nuestros dones y a
servirte en todas las áreas de nuestra vida, a avivar tu fuego en nosotros, a mantenerlo siempre
ardiendo, y a estar siempre apasionados por Ti.
Señor, quiero estar lleno de Ti. No quiero poner excusas, y no quiero distracciones, solo te quiero a
Ti, y quiero estar lleno de Tu Presencia, de tu Santo Espíritu y de tu fuego. Señor, que tu fuego arda
tan fuertemente en mí que toda mi vida sea conmovida, transformada de gloria en gloria, por la
obra de Tu Santo Espíritu. Ayúdame a avivar tu fuego en mi vida cada día, para la gloria de Tu
Nombre. ¡Gracias, Dios mío, porque escuchas mi oración, y porque vas a contestar más
abundantemente de lo que puedo incluso imaginar!
Señor, transforma nuestro carácter en creyentes genuinamente mansos, humildes, pacientes en
amor e íntegros, para que así podamos reflejar la gloria y el amor de Cristo. Ayúdanos a estar
unidos en nuestro compromiso de hacer presente tu reino, y mantener la unidad de la iglesia como
un solo cuerpo.
En el Nombre de Jesús. ¡Amen!