Reflexión final
Historia de la Cultura Material
Licenciatura en Historia a Distancia
Universidad Autónoma de Zacatecas
Aspirante:
Cynthia María del Pilar Romero
Rodríguez
23/junio/2024
Pensar, reflexionar, escribir y debatir sobre la idea de la Historia se vuelve complejo,
sobre todo cuando el punto de origen es la diferencia entre historia o Historia. Por
supuesto que existe una posible confusión entre ambas palabras por ser
homófonas, pero, considero, en mayor medida la confusión se encuentra, quizá, en
algún punto en que sus significados son tan cercanos que pueden llegar a ser
indistinguibles.
Pero, además, cuando se habla de historia, es casi imposible no pensar en el
quehacer de sus investigadores; por lo que pensar la Historia en términos
historiográficos también puede apagar la importancia de la historia lisa y llana para
enaltecer al máximo el papel del historiador; como si sin este personaje la historia
no existiera.
Más aún, si pensamos, ¿cuál es el papel que la historia juega hoy?, considero
pertinente abordar en este texto el rol fundamental que juegan las personas
comunes (como si el historiador o los políticos no lo fueran) en la reinterpretación
de la historia que le han inculcado como propia y que ha dominado el discurso oficial.
Hoy, hemos visto cómo gente de a pie ha levantado antimonumentos en diversos
espacios públicos como una forma de recuperar la memoria y, de cierta forma, la
propia historia: arrebatarle la historia al historiador que se ha alejado de su papel
social para que el pueblo recupere su propia voz y sostenga y divulgue lo que
considera su historia.
Es común que cuando uno reflexiona sobre una ciencia -social o no-, el primer paso
es intentar definirla. Sin embargo, este inicio no necesariamente es tan sencillo
como puede aparentarlo. La historia como narración de sucesos, acontecimientos,
momentos, hechos y circunstancias que se presentan en la historia de la humanidad
resultaría indefinible e inalcanzable; pero ciertamente es una forma de acercarse a
la definición.
Cuando esa historia se fragmenta y podemos definirla, alcanzarla, asirla a través de
un método que permita conocerla y estudiarla, considero, es que tenemos Historia.
Sin embargo, esto trae como elemento ligado e inseparable al historiador;
historiador no necesariamente como un profesional, pero sí como una persona que
sigue cierto sistema para tratar de comprender un fragmento de historia. Ese
sistema, que se traduce en el método, considero que sí es necesario en búsqueda
de la verdad.
Intuyo que hablar de verdad es entrar en un problema más bien filosófico, pero
entendámosla, para los efectos de este texto, como eventos que efectivamente
sucedieron y no que fueron interpretados bajo el velo de prejuicios, valores o
posturas individuales. Por supuesto que pensar en una construcción de una Historia
totalmente objetiva tampoco es real, ya que como presenta Heisenberg, citado en
Raga Rosaleny el historiador “lo mismo que los demás individuos, es también un
fenómeno social, producto a la vez que portavoz consciente o inconsciente de la
sociedad a la que pertenece…”. (Raga Rossaleny, 2007)
Por supuesto, que se entiende la importancia del historiador, ya que sin éste sería
inaccesible la historia ya que, como se mencionó, ella es tan longeva y compleja
que conoceríamos muy poco del pasado si nadie hubiera escrito Historia. Sin
embargo, esto puede provocar que la Historia pierda importancia frente al
historiador que la escribe y la difunde y alrededor de quien se crea un halo de
protagonismo que, en algún punto, puede hacer que se pierda la narración que
divulga.
Esta reflexión me permite recordar cómo los historiadores, de oficio no
necesariamente de profesión, han formado parte de grupos de poder que buscan
distribuir un discurso dominante en la búsqueda de fortalecer la idea de lo mexicano
como una continuación de intenciones que se originaron en el siglo XIX con la
construcción del estado nación.
El uso de la Historia como parte de ese tipo de propósitos conformó discursos que
enaltecían ciertos personajes que, a su vez, fortalecían en el público una visión
positiva de ciertas políticas institucionales y hasta servían para justificar gobiernos
autoritarios sobre la base de la unidad.
La presencia de historiadores que hacían uso de fama para sostener los discursos
oficialistas de los gobiernos del México reciente. Por ejemplo, cuando llegó el
periodo de la llamada transición en el año 2000, las figuras históricas que los
gobiernos de extracción nacionalista enaltecieron, se sostuvieron en un grupo de
historiadores que se dedicó, digamos, a decir la verdad de la historia y, en gran
medida a enaltecer a ciertos héroes cuyos discursos les permitían defender sus
propias luchas; para el caso de los sexenios de 2000 a 2012, esa figura fue
Francisco I. Madero. (@ExpansionMx, 2010)
Uno de esos historiadores fue Francisco Martín Moreno quien con un gran número
novelas históricas ha pretendido decir la verdad de la historia en un periodo donde
era conveniente atacar a ciertas figuras: “Las traiciones modernas cometidas por el
PRI justificarían un solo volumen de felonías. Si todos los <altos> funcionarios que
cometieron peculado y desfalcaron las arcas nacionales y ordenaron la desaparición
física de los inconformes, de los <molestos>, de los opositores, estuvieran en la
cárcel, como dice la sabiduría mexicana, no habría quien cerrara la puerta.
Hablando de traiciones, ¿qué tal recordar a Colosio?” (Moreno, 2009) Libro en el
que el autor acusa que la muerte de Benito Juárez fue por causa de
envenenamiento por una hierba llamada veintiunilla ante los ojos de Sebastián
Lerdo de Tejada a quien, según Moreno, convenía la muerte de Juárez para ser
nombrado presidente sustituto, de acuerdo con la constitución vigente en la época.
(Moreno, 2009)
Sin embargo, no es la única figura que, en México, se ve como un historiador al
servicio de intereses políticos. Pedro Salmerón Sanjinés en su libro Falsificadores
de la historia y otros extremos “relaciona el cambio político y de poderes promovido
desde el sexenio de Salinas de Gortari con una transformación cultural interesada
en modificar la historia mexicana. Personas e instituciones se ponen al servicio de
este proyecto e intentan modificar las creencias de la gente, recurriendo a la
distorsión de los hechos.” (Hernández Galindo, 2016) Esto es solo una muestra del
origen de mi inquietud en relación con papel del historiador. Quisiera que el
historiador fuera menos un líder de opinión y más un instrumento para la justicia
social y para la conformación de pensamiento crítico de las personas; pero siempre
con mucha responsabilidad y conciencia de sus propios prejuicios. Un historiador
que permita la conservación de la memoria y no coadyuve al mantenimiento de un
status quo injusto.
De hecho, en relación con la memoria, considero, estos historiadores oficialistas
han fallado tanto a las personas, que algunas comunidades han tomado la justicia
histórica en sus propias manos y han creado obras o instalaciones para revivir la
memoria y visibilizar ciertas causas. Estas obras son las llamadas antimonumentos.
La memoria “centrada en la apropiación del recuerdo por un sujeto capaz de
acordarse de sí” y como “capacidad de recorrer y de remontar los hechos en el
pasado y establecer un vínculo con el presente” (Acuña Rodríguez, 2014) es el
motor de movimientos antimonumentos que “se erigen como acontecimientos
visuales que fijan un suceso histórico particular, toda vez que simbolizan un hecho
que rompe la continuidad histórica.” (Stiftung, 2020)
Es muy interesante cómo lo que buscan los participantes de estos movimientos no
sólo es el mantenimiento del recuerdo de las víctimas de diferentes acontecimientos
(Víctimas de la guardería ABC, Movimientos estudiantiles del 68 y 71, News Divine,
entre otros) sino el reconocimiento de “la verdad” y algo que se asemeje a la justicia
para los agravios recibidos por el sistema o por actores claramente identificables.
Hablar de todo esto me parece pertinente con relación a la reflexión sobre cuál es
el papel actual de la historia y, por supuesto, del historiador. Reitero que, desde mi
perspectiva, el historiador tiene un compromiso social con la gente; las personas
que son las que, por supuesto, son el motor de los acontecimientos. Y no quiero
negar la importancia de la historia desde los líderes políticos y económicos, pero me
parece, siempre, más humano hacer un compromiso con la verdad y darle voz a
quienes, quizá, no la han tenido; error, la han tenido, pero no ha sido escuchada.
El historiador, para mí, se debe al pueblo.
Referencias
@ExpansionMx. (20 de noviembre de 2010). Expansión MX. Obtenido de
      https://expansion.mx/bicentenario/2010/11/20/la-ceremonia-del-centenario-inicia-
      con-homenaje-a-francisco-i-madero
Acuña Rodríguez, O. Y. (2014). Pasado: historia o memoria. Historia y Memoria, 57 - 987.
Bloch, M. (2001). Apología para la historia o el oficio de historiador. México: Fondo de Cultura
       Económica.
documentales, H. V. (23 de enero de 2024). Obtenido de
     https://youtu.be/yUywniTHfr8?si=QsN43_Bw_kF1McKS
Hernández Galindo, S. (24 de noviembre de 2016). Con-temporánea. Toda la historia en el
      presente. Con-temporánea. Toda la historia en el presente, 3. Obtenido de El nuevo y
      falso relato mexicano:
      https://revistas.inah.gob.mx/index.php/contemporanea/article/view/10853/11621
Hobsbawm, E. (1998). Sobre la historia. Barcelona: Crítica.
Moreno, F. M. (2009). Las grandes traiciones de México. México: Planeta.
Raga Rossaleny, P. (2007). Historia e historia. Norba. Revista de Historia, 209-224.
Stiftung, H. B. (2020). Antimonumentos. Obtenido de mx.boell.org:
        https://mx.boell.org/sites/default/files/2022-09/antimonumentos_web.pdf