1
¿Qué es el Positivismo?
Esta pregunta resulta imposible de responder tal como está planteada, en un
espacio tan breve. Como dice Kolakowsky, "el término 'positivismo' posee una
pluralidad de acepciones: además de una doctrina filosófica que no se reconoce ni como
doctrina ni como filosofía, esta palabra designa también cierto punto de vista dentro de
la teoría del derecho, así como una cierta corriente históricamente conocida en literatura
1
". Claro está que, a pesar de las diferencias, cáela una de estas corrientes conserva una
cierta orientación intelectual común con las otras que hace que todas puedan subsumirse
bajo la calificación de "positivismo".
a. El origen histórico del Positivismo
El término "positivismo", aplicado a las ciencias (y en especial a las ciencias
sociales en aquel momento no constituidas como tales) fue utilizado por primera vez por
Saint Simón (1760-1825), pero cobra significación histórica con Augusto Comte,
discípulo de aquél, en las primeras décadas del siglo XIX. Empleaba esta palabra para
designar lo "real", lo fáctico, lo observable y cuantificable, en oposición a lo metafísico,
lo especulativo; "la palabra positivo (...) considerada en primer término en su acepción
más antigua y más corriente (...) designa 'lo real', en oposición a lo quimérico. En este
sentido conviene plenamente al nuevo espíritu filosófico, así caracterizado por su
constante consagración a las investigaciones verdaderamente accesibles a nuestra
inteligencia, con exclusión permanente de los impenetrables misterios de que se
ocupaba, sobre todo, en su infancia2".
Con la concepción de la "filosofía positiva", Comte pretendía superar las
consecuencias, a su juicio negativas, del Iluminismo y de la Revolución Francesa.
Dividía la historia de la humanidad en tres estadios: era necesario alcanzar el último -el
"positivo"- a través de la reconciliación por el orden y el progreso; el "orden" provenía
del primer estadio, el teológico, y el progreso se originaba en la doctrina liberal de la
Revolución Francesa, que correspondía al segundo estadio: el metafísico, aunque las
consecuencias de la etapa metafísica eran el desorden y la anarquía. Es necesario tener
en cuenta que, durante el siglo XIX en Francia se originaron una serie de conflictos
causados, por un lado, por los intentos restauracionistas de la nobleza, y por otro, por la
organización.delniovimiento obrero francés y el surgimiento de las ideas socialistas.
Para Augusto Comte, la organización social estaba regida por un orden que
respondía a leyes naturales; existían por lo tanto desigualdades y subordinaciones
naturales. La verdadera libertad consistía en la aceptación racional de las leyes
naturales, proclamando así el peligro de la libertad de conciencia: "no hay libertad de
conciencia en astronomía, en física, en química, en filosofía (...), si ocurre otra cosa en
política, es porque los antiguos principios han caído y porque los nuevos aún no están
formados, pero perpetuar tal estado de cosas es llevar la sociedad a la anarquía3".
1
L. Kolakowsky, La filosofía positiva, Madrid, Cátedra, 1986, p. 11.
2
A. Comte, Discursos sobre el espíritu positivo, Buenos Aires, Hyspamérica,
1984, p, 136.
3
A. Comte, Curso de Filosofía Positiva, Buenos Aires, Aguilar, p. 4.
2
El espíritu científico consistía, entonces, en la búsqueda de estas leyes naturales
invariantes a través de la observación de los hechos.
Los elementos centrales del "positivismo de Comte" serían entonces:
a- la recurrencia a lo empírico, a lo observable, a los "hechos" como único origen
legítimo y tribunal del conocimiento;
b- la creencia de que en el orden social existe una legalidad "natural" que el hombre
debe "descubrir" del mismo modo que lo hace el astrónomo o el físico;
c- como consecuencia de lo anterior, más allá de diferencias de detalle que tienen que
ver con la "idiosincrasia" del objeto de estudio, se descuenta que la metodología ha de
ser la misma que la empleada por los científicos de las disciplinas naturales
indiscutidamente exitosas;
d- la creencia optimista en el "progreso" a través de la utilización de la razón, entendida
ésta como razón científica.
En lo que sigue pues, caracterizaremos las notas fundamentales del positivismo
como producto de las sucesivas interpretaciones y aportes al pensamiento de cuño
comteano, para, finalmente, abrevar en los análisis del denominado Círculo de Viena,
posición ésta que ha contribuido decisivamente en la conformación de un "paradigma
fecundo" a la par que dominante en el campo de los estudios epistemológicos, y que ha
dado en llamarse positivismo lógico, empirismo lógico o neopositivismo.
b. Características generales del Positivismo
En la actividad cognoscitiva de los seres humanos es posible distinguir diversas
cuestiones agrupables básicamente en dos tipos de problemas: los relacionados con el
conocimiento como "proceso" y los vinculados al conocimiento como "producto".
La primera clase de problemas ronda acerca de los modos y mecanismos a través de los
cuales los humanos obtenemos lo que llamamos conocimiento, tanto en los aspectos
psicológicos como históricos; la segunda clase de problemas, que parte de considerar
el conocimiento como producto ya obtenido, agrupa cuestiones atinentes a la
posibilidad de afirmar la verdad de nuestros juicios, y también, acerca de distinguir qué
es posible conocer y qué no.
El positivismo, como corriente epistemológica, se ocupa, fundamentalmente,
del análisis del segundo tipo de problemas de acuerdo a distintas perspectivas que, si
bien pueden distinguirse en su análisis, no resultan excluyentes sino más bien un
conjunto de elementos que converger en "una visión científica del mundo". Un primer
elemento presenta una relación estrecha con una posición gnoseológica que tiene su raíz
en el empirismo. El segundo aparece como un criterio de demarcación entre las
proposiciones que pueden considerarse científicas y las que no. El último se refiere más
específicamente a la concepción epistemológica del positivismo, dónde presentaremos,
como hemos anticipado, la postura neopositivista del Círculo de Viena. A continuación
detallaremos estos elementos:
3
a-Empirismo-Nominalismo: niega la distinción tradicional entre "esencia" y
"fenómeno". Según esta distinción que, con diferentes denominaciones viene desde los
primeros filósofos griegos, aquello que se presenta a nuestra percepción sensible
(los fenómenos) son diferentes modos de manifestación de una realidad (la esencia) que
no puede conocerse de un modo directo. Para, algunos filósofos como Platón, alcanzar
lo que él llamó el "mundo de las Ideas" requería un gran esfuerzo reflexivo, un
proceso dialéctico muy trabajoso que sólo los filósofos podrían realizar. Para Inmanuel
Kant (1724-1804), en cambio, el acceso a la "cosa en sí", es imposible y sólo se puede
tener conocimiento de los fenómenos, es decir, de su apariencia, en tanto son
constituidos por el sujeto.
El positivismo sostiene que sólo podemos registrar aquello que se manifiesta a
nuestra experiencia sensible. Todas las discusiones acerca de esencias inalcanzables son,
por un lado, cuestión de fe, y por otro, puro palabrerío inconsistente; son categorías
metafísicas, carentes de "sentido".
Una consecuencia de este criterio es lo que L. Kolakowsky llama "la regla del
nominalismo". Esta regla surge de la necesidad de dar cuenta de ciertas categorías
abstractas que los humanos manejamos habitualmente, como, por ejemplo, los objetos
matemáticos. En efecto, según esta regla del "nominalismo" los únicos que tienen
existencia, en un sentido "fuerte", es decir, con un compromiso ontológico4, son, por
ejemplo, los triángulos imperfectos que vemos y tocamos (en rigor de verdad los
objetos triangulares), pero no el triángulo matemático. Queda claro que es ésta una
teoría del conocimiento de tipo empirista: nuestros sentidos constituyen el único origen
de los conocimientos, y nuestras abstracciones son derivadas de aquéllos, pero sólo son
legítimas como expediente cognoscitivo, sin referente ontológico alguno. "En otras
palabras, desde el punto de vista de la crítica nominalista, todo saber abstracto
es un modo de ordenación concisa y clasificadora de los datos experimentales; no posee
ninguna función cognoscitiva autónoma, en tanto que, como saber precisamente
abstracto, nos daría acceso a territorios de la realidad alejados de lo empírico5."
b-Negación del valor cognoscitivo de enunciados normativos y valorativos: otro
elemento característico del positivismo es el de negar todo valor cognoscitivo a los
juicios de valor (éticos y estéticos) y a los enunciados normativos. Esta regla es muy
clara respecto de los enunciados normativos ya que, sencillamente, enunciados que
expresan órdenes o prohibiciones no afirman ni niegan nada en el sentido de ser
verdaderos o falsos, por lo tanto no son ni una ni otra cosa y, por eso, no tienen valor
cognoscitivo.
Pero los juicios de valor presentan una problemática un tanto más compleja, que
tendrá, como veremos, consecuencias diferentes: según la regla fenomenalista, los
valores no son elementos del mundo accesibles a nuestra experiencia, y por ello,
tenemos "derecho a enunciar nuestros juicios de valor sobre el mundo del
hombre, pero nada ni nadie nos autoriza a suponer que dependen de razones científicas
o, en general, de razones que no provengan de nuestra elección arbitraria6", Sin
embargo, el desarrollo de la epistemología posterior al Circulo de Viena mostró, en
diferentes versiones, que la ciencia no sólo no funcionaba al margen de los
4
Tradicionalmente la Ontología es aquella disciplina filosófica que se ocupa
del análisis de la estructura última de la realidad.
5
L. Kolakowsky, op. cit, p. 19.
6
L. Kolakowsky, op. cit, p. 21.
4
juicios de valor sino que está plagada de ellos, y que constituían no un subproducto
indeseado e indeseable de un inalcanzado ideal de neutralidad, sino verdaderas
"condiciones de posibilidad" de la emergencia misma del discurso científico.
c-Unidad Metodológica: referido específicamente a la concepción acerca de la ciencia,
el positivismo mantiene la fe en la unidad fundamental del método científico. Si bien se
pueden establecer matices, se sostiene que los modos de acceso al conocimiento son los
mismos para todo tipo de saber (fundados en la experiencia), y también son iguales los
modos a través de los cuales la experiencia disponible en algún campo específico es
elaborada por la reflexión teórica. Esto tiene varias consecuencias:
1- se reduce la razón a la ciencia. De este modo el conocimiento científico aparece no
sólo como el exponente más elevado y acabado de la razón humana, sino que se
constituye en la única racionalidad posible;
2- el modelo de todo saber fue durante varios siglos la física ya que, "entre todas las
disciplinas empíricas, (es la que) ha elaborado los más valiosos modos de descripción,
y cuyas explicaciones se extienden a las propiedades y a los fenómenos más universales
dentro de la naturaleza7". Este "estigma" de la física es tan fuerte que casi ningún
epistemólogo puede sustraerse a él y aunque no sean positivistas, en la casi totalidad, de
la literatura epistemológica de este siglo, la mayoría de los ejemplos de historia de la
ciencia que utilizan en apoyo de sus tesis provienen de la física;
3- a partir de lo anterior se establece una jerarquía de las diferentes disciplinas
científicas. Las diferencias cualitativas entre ellas obedecen a razones de desarrollo
histórico, es decir, aquellas ciencias que no hayan alcanzado el grado de desarrollo de
la física se encontrarían en un estadio inferior;
4- se ha postulado repetidas veces que todo saber es reductible en última instancia a la
física. Los intentos reduccionistas son una tendencia bastante común en la historia de la
ciencia, aunque en grados diversos y con dispares resultados. Como cuando se habla de
recluccionismo no siempre se quiere decir lo mismo, se hace necesario, entonces, hacer
algunas aclaraciones.
En primer lugar, podemos hablar de un reduccionismo ontológico que consistiría
en afirmar la tesis según la cual una disciplina o teoría B puede ser reducida a una
disciplina o teoría A (que podemos denominar básica) porque, en el fondo, las
entidades de B son estructuras cuyos componentes, relaciones, correlaciones y
funcionamiento corresponden a A. Algo de esto ocurrió en la química: aún hoy se suele
llamar química orgánica a aquella que trata de las sustancias que parecen, casi
por definición, estar ligadas esencialmente a los fenómenos de la vida. A principios del
siglo pasado, muchos químicos tenían la convicción de que no era posible la síntesis de
las sustancias orgánicas y que el comportamiento de éstas no era reductible
enteramente a las leyes de la química inorgánica. En la actualidad, después de haber
logrado, químicos y bioquímicos, la síntesis de compuestos orgánicos de muy alta
complejidad, parece plausible ser reduccionista en este ámbito: todo lo que se dice
7
Ibidem, pag. 21.
5
acerca de la célula y su comportamiento es reducible a conceptos físico-químicos y
termodinámicos.
El reduccionismo ontológico es una posición muy fuerte y quien la defienda
tendrá que probar que todos los fenómenos de un ámbito son explicables en otro más
básico. De lo contrario deberá mostrar estrictamente en cuáles aspectos se puede hacer
la reducción y en cuáles no, con lo cual la posición se debilita y dificulta.
Otra forma de reduccionismo más restringida es la que podríamos llamar semántica.
Aquí ya no se habla de entidades reductibles sino en los siguientes términos: el lenguaje
de la disciplina B (que es la que se quiere reducir) puede ser traducido al lenguaje de la
disciplina básica A. Sostener esta posición implica, además, suscribir una postura
determinada en cuanto a la relación entre el lenguaje y las entidades a que éste se
refiere. Sostener un reduccionismo ontológico implica el reduccionismo semántico,
aunque no a la inversa.
Hemos mostrado un ejemplo en el cual parece plausible la reducción. Sin
embargo, ésta suele operar de modo indebido en diferentes disciplinas. Esta tendencia
está directamente emparentada con la propuesta positivista de la unificación de las
ciencias, o sea la reducción paulatina a ámbitos de explicación cada vez más
unificados y abarcativos, situación que, lejos de significar una explicación más
adecuada, se convierte en una simplificación que deja de lado las especificidades que,
además de enriquecer el conocimiento, hacen del quehacer de los hombres algo
cualitativamente diferente del de la legalidad de la naturaleza. Un reduccionismo
generalizado apostaría a reducir la conducta humana a lo biológico, lo biológico a los
procesos químicos y éstos, en última instancia, a la física.
En los años '70, los autodenominados sociobiólogos propusieron la
incorporación de las ciencias sociales a este complejo ya constituido: la llamada "nueva
síntesis". Esta última incorporación puede considerarse verdaderamente como un caso
de reduccionismo ontológico poco justificado, ya que propone que las conductas
sociales están determinadas, en un sentido no trivial, genéticamente.
Más allá de estos planteos acerca de disciplinas particulares, los epistemólogos
no se ponen de acuerdo acerca de la tendencia histórica general del conocimiento en
este punto. Karl Popper ( 1902-1994), por ejemplo, sostiene que el conocimiento tiende
a unificarse con el correr de los tiempos, mientras que Thomas Kuhn (1923-1996), por
el contrario, opina que hay una tendencia a la especialización creciente. La pertenencia
de estos autores a tradiciones diferentes -aunque no tanto- quizás explique tal
disparidad.