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Feldfeber "La Propuesta Educativa Neoliberal"

El documento critica la propuesta educativa neoliberal, destacando su tendencia a privatizar la educación y asociarla con la eficiencia del mercado, mientras descalifica la educación pública como ineficiente. Se argumenta que tanto el neoliberalismo como el neoconservadurismo buscan reordenar la sociedad, promoviendo un modelo que prioriza la libertad individual y la competencia del mercado sobre el bienestar social. Además, se señala que estas ideologías representan un retroceso en las políticas sociales, incluyendo la educación como un derecho social.

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Feldfeber "La Propuesta Educativa Neoliberal"

El documento critica la propuesta educativa neoliberal, destacando su tendencia a privatizar la educación y asociarla con la eficiencia del mercado, mientras descalifica la educación pública como ineficiente. Se argumenta que tanto el neoliberalismo como el neoconservadurismo buscan reordenar la sociedad, promoviendo un modelo que prioriza la libertad individual y la competencia del mercado sobre el bienestar social. Además, se señala que estas ideologías representan un retroceso en las políticas sociales, incluyendo la educación como un derecho social.

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Feldfeber, Miriam (1997) “La propuesta educativa neoliberal” Publicación de la FFyL UBA.

Revista Espacios de crítica y producción

La propuesta educativa neoliberal

En nuestros países necesitas el convencimiento suficiente como para postular una sola visión
de la vida, que excluya y condene todas las demás. Hay que ser fundamentalista, en suma,
como Vargas Llosa (…) No me gusta prestarme para destruir la democracia e imponer la
materialidad totalizante del nuevo liberalismo, por ejemplo, que me parece funesta.

En estos términos criticaba José Donoso a los intelectuales, personificados en la figura de


Vargas Llosa, que abrazaron con fervor el proyecto neoliberal.

“Privatizar enteramente la educación dejando que funcione dentro del mecanismo de la


eficiencia del mercado”, fue la propuesta de Vargas Llosa en la conferencia “Los desafíos de
fines de siglo, la cultura de la libertad”, pronunciada en Mendoza el 18 de diciembre de 1995.
Esta afirmación del escritor peruano no es original: hace ya muchos años ya fue formulada por
Milton Friedman. “Lo muerto se apodera de lo vivo” –diría Bourdieu- en este caso,
lamentablemente.

Si bien la propuesta de Vargas Llosa refleja un discurso extremo, condensa, en realidad, un


proyecto educativo que responde a un modelo socio-económico neoliberal, que en nuestro
país intenta convertirse en hegemónico. Por otra parte, esta propuesta nos remite a la
problemática sobre el rol de los intelectuales orgánicos –desde la conceptualización
gramsciana- en la construcción de hegemonía, y con un modo predominante de hacer política,
que rechaza y descalifica toda posibilidad de disenso.

En general, los neoliberales y los neoconservadores, no se definen a sí mismos como tales. La


lucha por imponer significados, visiones del mundo, contribuyen a crear el acto nombrado,
ejerce, en términos de Bourdieu, efecto de teoría. Esta cuestión es muy significativa debido a
que el proyecto de la nueva Derecha intenta constituirse en hegemónico, creando un nuevo
sentido común. De este modo, al referirse al Estado y a la Educación pública los
neoconservadores y/o neoliberales la denominan “estatal”, y así la asocian a lo ineficiente,
burocrático y lejos del control de los “usuarios”. En cambio, al ámbito del mercado y lo privado
lo identifican con la eficiencia, la eficacia, la productividad y especialmente con la libertad.

Las propuestas del neoliberalismo y del neoconservadurismo significan un retroceso en la


implementación de políticas sociales, y entre ellas, la educación entendida como un derecho
social.

Un nuevo acuerdo hegemónico

¿A qué nos referimos cuando hablamos de neoconservadurismo, neoliberalismo y/o nueva


derecha?. En primer término debemos señalar que son recomposiciones del capitalismo frente
a la crisis de Estado de Bienestar y que, tal como lo señala Sara Finkel, la expresión “Nueva
Derecha” encierra una multiplicidad de matices y es en el plano de las políticas concretas
donde pueden encontrarse los rasgos que configuran su identidad.
Si bien el neoliberalismo y el neoconservadurismo remiten a dos tradiciones diferentes, ambas
corrientes sostienen que es necesario reordenar el funcionamiento de la sociedad. Para los
neoliberales es el mercado actuando libremente el que va a restablecer el orden social. Los
neoconservadores también defienden los argumentos de la economía neoliberal, pero desde
el plano político sostienen que el estado es quien debe imponer el orden y difundir valores de
disciplinamiento. En definitiva, tal como lo señala Dubiel (1993), acuerden en lo principal: que
el sistema de competencia del capitalismo está en orden.

Estos términos tuvieron significaciones diferentes de acuerdo a cada contexto histórico y a las
políticas implementadas por los diferentes gobiernos. El término neoconservadurismo ha sido
utilizado, generalmente, para describir las políticas diseñadas por los gobiernos de Reagan en
los E.E.U.U., Thatcher en Inglaterra y los gobiernos dictatoriales latinoamericanos, para
enfrentar la crisis del estado de Bienestar, que combinaron elementos de una propuesta
económica afín a los postulados del liberalismo con elementos conservadores en lo político. En
cambio, cuando se utiliza el concepto de neoliberalismo, se hace referencia a las propuestas
económicas, de vuelta al estado mínimo (liberalismo económico) y al (supuesto) libre
funcionamiento del mercado. En la actualidad, la gran mayoría de los estudios, utiliza la
expresión neoliberalismo para definir el modelo predominante en esta etapa de
recomposición hegemónica del capitalismo.

Más allá de las consideraciones precedentes, debemos recordar tal como lo señala la historia,
que “la refundación de un orden económico liberal –esto es que deje las manos libres a las
fracciones más dinámicas y concentradas del capital- exige la constitución de un orden político
crecientemente autoritario” (Borón, 1991: 67).

Paviglianiti inscribe la propuesta del neoconservadurismo dentro de la vanguardia de la


“Nueva Derecha”, ideología que se dirige a sustituir a todas las ideologías, que de alguna
manera están centradas en el igualitarismo: cristianos, liberales, socialistas. El propósito
explícito de la Nueva Derecha es difundir un sistema de valores que actuará a largo plazo y
que se llevará a cabo mediante una estrategia metapolítica, es decir, situada fuera de las
instituciones políticas, tanto en el plano del lenguaje como en el de las aspiraciones de los
hombres.

Para el caso chileno, el Proyecto neoconservador surge como una reacción contra la voluntad
de emancipación social y se propone como objetivo, según el título de la obra de Hayek, “La
contención del poder y el derrocamiento de la política”. Hayek y sus discípulos chilenos, señala
Lechner, abogan por la subordinación de todas las relaciones sociales a las leyes del mercado,
universo totalitario del cual nadie debería sustraerse. Es la utopía de una racionalidad formal,
como ley absoluta, eliminado todo conflicto entre postulados materiales contrapuestos, o sea,
aboliendo la política. Los neoconservadores defienden un concepto de libertad negativa
(ausencia de coacción), y consideran que el mercado es más democrático que el régimen
político que exige sometimiento. Los fundamentos liberales del proyecto neoconservador son:
la autonomía individual, el mercado como integración a través de su mano invisible y la
autoridad impersonal. La política es vista como coacción y el Estado un artificio contractual
para garantizar la propiedad privada.
Podemos situar el nacimiento del neoliberalismo de acuerdo con el trabajo de Perry Anderson-
después de la Segunda Guerra Mundial, a partir del trabajo de Hayek, “Camino de la
Servidumbre”, publicado en 1944 y la fundación de la sociedad Mont Pelerín con el propósito
de combatir el keynesianismo, entre quienes encontramos a Hayek, Popper, Friedman, Von
Mises y Lipman. Como en ese momento las políticas keynessianas se encontraban en pleno
auge no resultaron creíbles sus postulados. Recién a partir de la crisis capitalista de los ’70
estos comienzan a difundirse nuevamente.

El neoliberalismo, de acuerdo con Anderson, es un movimiento ideológico verdaderamente


mundial como el capitalismo jamás había producido en el pasado. Se trata de un cuerpo de
doctrina coherente, autoconsciente, militante, decidido a transformar a todo el mundo a su
imagen en su ambición estructural y su extensión internacional.

Algunos autores critican la posibilidad de asimilar el neoliberalismo al neoconservadurismo.


Para Santi Di Pol, el término neoliberalismo, por su crítica virulenta al socialismo, al
asistencialismo, al estatismo y a las formas democráticas radicales, ha recibido la
denominación impropia de “nueva derecha”. De acuerdo con este autor, existen importantes
diferencias entre neoliberales y neoconservadores.

Mientras los primeros proponen un modelo de sociedad que se realiza mediante el desarrollo,
el consenso y la confrontación de ideas y no aceptan ninguna forma de centralización del
poder, los neoconservadores defienden un modelo de sociedad más cerrada y estática,
opuesta al cambio y aceptan diferentes formas de centralización del poder y son, en general,
nacionalistas y religiosos.

En la actualidad creemos que es más apropiado pensar en términos de un nuevo acuerdo


hegemónico en conformación que agrupa en su seno sectores diversos neoliberales,
neoconservadores, grupos religiosos, autoritarios, populistas, fundamentalistas y una fracción
particular de la nueva clase media (Apple, 1966). De aquí que entre los impulsores de las
actuales políticas educativas, encontremos, entre otros, a quienes descreen del espacio de lo
público como ámbito de materialización del derecho a la educación por la excesiva burocracia
e ineficacia del sistema, quienes sostienen la necesidad de introducir la lógica del mercado en
la gestión del sistema educativo, quienes propugnan la vuelta de un fuerte disciplinamiento y a
los valores más tradicionales, incluyendo la dimensión religiosa como parte de la formación
escolar(…) y quienes defienden un concepto de calidad reducido a la posibilidad de medir
resultados y formar competencias en función del nuevo mercado laboral.

Respuestas a la crisis del estado de bienestar

Históricamente las corrientes neoliberales y neoconservadoras surgen como respuestas a las


crisis del Estado de Bienestar. La crisis de los ’70 es caracterizada, en general, como una crisis
estructural del capitalismo. Como indicadores de la misma se pueden señalar, entre otros, los
siguientes: la crisis fiscal y el consecuente proceso inflacionario, la caída de la rentabilidad del
capital que impactó en el descenso del crecimiento y el aumento del desempleo, la rigidez del
modelo fordista de organización del trabajo que imposibilita la introducción de innovación
tecnológica y se convierte en un obstáculo para la valorización y acumulación del capital, el
aumento de los precios del petróleo y el endeudamiento mundial (fundamentalmente deuda
externa latinoamericana); y la crisis política de representación.

Las causas que explican esta crisis desde la perspectiva neoconservadora estarían dadas por la
creciente intervención del estado (burocrático e ineficiente) que coarta la libertad individual y
las fuerzas del mercado. Los monetaristas encuentran la explicación de la crisis en el aumento
excesivo de los salarios, lo cual asociado a una expansión del gasto público, más las coberturas
sociales con gastos crecientes, dieron como resultado un proceso inflacionario. Estos factores
críticos contribuyeron a la caída de la rentabilidad del capital con el consecuente descenso o
anulación del crecimiento y el aumento del desempleo.

También el subsidio a sectores industriales no competitivos –garantizado por la presión de los


sindicatos para evitar la caída del empleo- profundiza el estado de crisis. El Estado de Bienestar
redujo el incentivo a la producción, ya que el capitalista no se ve “motivado” a invertir, y el
obrero a trabajar por todos los beneficios sociales que posee.

Dentro de esta explicación de la crisis, se considera que el desarrollo de programas de


bienestar ha generado un alimento excesivo de demandas, lo que produce ingobernabilidad,
porque no hay ninguna instancia que armonice los intereses contrapuestos. Los planes de
bienestar desde esta perspectiva han traído efectos negativos sobre el tejido social. “Tales
proyectos –dice Friedman- debilitan la familia; reducen el incentivo al trabajo, al ahorro y a la
innovación; impiden la acumulación del capital y limitan nuestra libertad. Estos son los
patrones fundamentales por los que se los debería juzgar”.

La salida es desmantelar el Estado de bienestar keynessiano y volver a un estado mínimo, al


mercado y al individuo. El supuesto es que el mercado actuando libremente es el “mejor
distribuidor de recursos y riquezas de la sociedad”, “el más justo” y el “mejor disciplinador
social”. En tanto la crisis es considerada eminentemente política, un simple cambio de
gobierno no resolvería el problema: se trata de la propia naturaleza del Estado de Bienestar y
se propone una profunda transformación esencial de las estructuras institucionales del sistema
socio-político y de sus relaciones de poder inherentes. Se proclama la muerte del
keynesianismo, y el dominio del monetarismo. La fórmula keynessiana de incrementar el gasto
público para garantizar el pleno empleo es juzgada como inviable al generar inflación y
estancamiento. El desempleo es considerado, en todo caso, como un fenómeno natural –
dentro de ciertos límites- de todo sistema económico.

La propuesta retoma un individualismo extremo, basado en el individualismo metodológico y


posesivo popperiano: todos los fenómenos sociales deben ser considerados como el resultado
de las decisiones y acciones de los individuos humanos, y nunca debemos conformarnos con
explicaciones elaboradas en función de los colectivos.

Asimismo se considera que en tanto el hombre es un individuo propietario de sí y de sus


bienes, esto lo convierte en un sujeto económico, apropiador ilimitado e incesante
consumidor. Los hombres son naturalmente desiguales, sólo debe haber igualdad política ante
el mercado y la Ley.
El estado debe regular la competencia y se debe evitar el ejercicio paternalista del poder
público.

En cuanto a las políticas sociales se propone la privatización de los servicios atendidos por el
Estado y el mantenimiento de una red mínima de seguridad social estatal. En definitiva, un
estado (pobre) para los pobres.

El proyecto educativo de la “nueva derecha”

Desde la óptica neoliberal, el Estado de Bienestar ha coartado la libertad de los individuos y su


posibilidad de elegir, lo que redujo la calidad y variedad de la instrucción.

La educación, señala Friedman- es otro ejemplo más, como la seguridad social, del elemento
común que tienen el autoritarismo y las filosofías socialistas. “En el caso de la enseñanza, esta
enfermedad ha adoptado la forma de una privación a muchos padres del control sobre el tipo
de educación que reciben sus hijos (…) el mal se ha agravado debido a la creciente
centralización y burocratización de las escuelas, en especial en las grandes ciudades”.

Es claro que desde esta perspectiva el fenómeno educativo es analizado como cualquier otra
actividad de la sociedad y no se trata de una diferencia entre la educación y otras actividades,
sino entre unas disposiciones bajo las cuales el consumidor tiene libertad para elegir y una
medida con arreglo a las cuales el productor está en el poder, por lo que el consumidor tiene
poco que decir. Si el consumidor tiene libertad para elegir una empresa solamente puede
crecer si produce algo que éste prefiere debido a su calidad o precio” (Friedman, 1979: 219).

Sería interesante preguntarle al premio nobel de economía cuál es el “producto” de la


“empresa educativa”. Friedman señala que el mismo fenómeno se presenta siempre que la
burocracia estatal se hace cargo de algún servicio a expensas de las posibilidades de elección
del consumidor, sea correos, en la recogida de basuras o en cualquiera de los casos de los
otros capítulos”. Así desde la perspectiva recoger la basura, enviar una carta o educar a las
jóvenes generaciones son actividades perfectamente comparables.

La mercantilización del fenómeno educativo, la privatización de los servicios de educación, la


introducción de la logia de la gestión privada al sector público y el entrenamiento del sujeto
para el puesto de trabajo constituyen los ejes centrales de la propuesta
neoliberal/neoconservadora para la educación. El Estado desde un rol subsidiario, sólo debe
garantizar la libertad de elección de los padres (de ahora en más los consumidores) y brindar
apoyo únicamente a quienes no pueden comprar educación en el mercado.

La educación es un derecho básicamente individual y no social. “En la educación –afirma


Friedman- los padres y los hijos son los consumidores y el profesor y el administrador de la
escuela, los productores” y en la “industria educativa” su composición determinará la
competencia”.

Esta misma noción de mercado educativo es defendida en nuestro país por la fundación Grupo
Sophia. En un trabajo reciente titulado “Hacia una escuela con mayor autonomía” plantean
que la libertad de las escuelas posibilita la existencia de procesos educativos diferenciados,
ofertas educativas distintas, que contribuyen a ampliar la cantidad de opciones de los
consumidores de la educación. Proponen un financiamiento a partir de la demanda, es decir,
financiar a cada escuela de acuerdo con la cantidad de alumnos que asistan a ellas para que las
escuelas tengan “incentivos para mejorar la calidad del servicio educativo para atraer más
alumnos y así obtener mayor cantidad de recursos”.

Hay una creencia que, bajo el dominio del mercado, la calidad de la enseñanza va a mejorar
“automáticamente”. El Estado debe determinar niveles mínimos de instrucción y dejar
principalmente en las instituciones educativas y en el sector privado –más dinámico y abierto
al cambio- la organización y gestión de la enseñanza.

El privilegio de la libertad para elegir por sobre la igualdad de oportunidades educativas en una
sociedad que desde la lógica neoliberal es la suma de individuos desiguales por naturaleza,
introduce la lógica meritocrática en el campo educativo de la nueva derecha.

“El estado debería entregar cupones a las familias para que elijan libremente los colegios
donde enviar a sus hijos”, fue la propuesta de Vargas Llosa a fines del ’95. Nada original.
Prácticamente hace 20 años ya fue formulada por Milton Friedman, quien propuso una
enseñanza primaria y secundaria a base de de vales o bonos para garantizar a los padres una
mayor libertad de elección, conservando a la vez las actuales fuentes de financiación. Los vales
podrían ser utilizados en escuelas privadas o públicas, lo que otorgaría mayor libertad de
elección y estimularían la competencia. Las dimensiones de la escuela pública estarían
determinadas por el número de clientes que lograra atraer. A su vez, la extensión generalizada
de los vales acabaría con la falta de equidad en el uso de los impuestos por la cual los pobres
sostienen la educación de los ricos y los ricos que concurren a las escuelas privadas pagan dos
veces por el servicio educativo.

Con el sistema de bonos se desarrollaría un mercado educativo donde no lo hay. La


introducción de un sistema de vales acercaría más a los padres y profesores. El padre
preocupado por su hijo lo sacaría de la escuela que no le proporciona un buen servicio y lo
llevaría a otra que sí lo hiciera. Pese al interés que despertó en diversos círculos la propuesta,
las experiencias llevadas a cabo fueron poco exitosas. Friedman atribuye estos fracasos a la
resistencia de la burocracia escolar y a la resistencia corporativa de los enseñantes.

La propuesta de Friedman al igual que la de Vargas Llosa reducen el problema educativo a una
cuestión económica de eficiencia y racionalidad de gasto despojado de todo valor ético y
social. Aún cuando muchas de las propuestas actuales no sustenten el sistema de bonos,
introducen la misma lógica mercantil para el análisis de los fenómenos educativos.

La sociedad del conocimiento representaría la superación de las desigualdades por las formas
de regulación social del mercado capitalista. Por ser el conocimiento un bien supuestamente
disponible y apropiable por todos, esta sociedad tendría la capacidad de eliminar las
diferencias y las desigualdades. Esta perspectiva olvida que en nuestras sociedades
fuertemente desiguales y cada vez más dualizadas, el conjunto de los excluidos de los bienes
materiales y culturales de la sociedad es cada día mayor.

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