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LA PARTICIPACIÓN DE LOS JÓVENES:
  “un pilar para el fortalecimiento del sistema democrático”
       En    la   actualidad,    muchas    democracias     enfrentan      una
profunda crisis de confianza. La ciudadanía expresa desencanto por
las instituciones y su aparente falta de representatividad, y la
participación     electoral     muestra   una   tendencia     a    la    baja,
especialmente entre los jóvenes.
       Sin embargo, en este mismo contexto, los jóvenes también
han   encabezado      movimientos     y   liderado   iniciativas   que    han
transformado la política y la agenda pública.
      Estos contrastes reflejan una verdad importante: en una época
de cambios rápidos y desafíos complejos, la participación de los
jóvenes en el sistema democrático es más relevante que nunca.
      La participación de los jóvenes es esencial para fortalecer la
democracia, ya que su aporte permite renovar el sistema político,
impulsa el cambio social y fomenta una representación más
inclusiva.
      La voz juvenil, muchas veces ignorada en los procesos
formales, es en realidad una fuente de creatividad, dinamismo y
justicia social que puede revitalizar los sistemas democráticos y
asegurar su relevancia para el futuro.
La participación de los jóvenes en la política y en los espacios de
toma de decisiones es una de las principales fuentes de renovación
para cualquier democracia. La juventud suele estar más abierta al
cambio y en contacto con las nuevas tecnologías, lo cual le permite
analizar y cuestionar las prácticas tradicionales.
      Esta capacidad para pensar fuera de lo convencional es
fundamental en un sistema democrático que necesita adaptarse a los
tiempos y responder a nuevas problemáticas. Un claro ejemplo de
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esta renovación es el liderazgo juvenil en el tema del cambio
climático. “Greta Thunberg1”, una joven activista sueca, ha inspirado
a millones de personas en el mundo a exigir medidas efectivas contra
la crisis climática. Su movimiento, “Fridays for Future”, ha
despertado una conciencia global y ha impulsado a gobiernos y
organizaciones a responder de manera concreta.
      Además, estudios demuestran que los jóvenes suelen priorizar
temas como la justicia social, la inclusión y el medio ambiente, lo que
ha ayudado a posicionar estas cuestiones en la agenda pública. Al
aportar ideas innovadoras y desafiantes, los jóvenes ¿permiten que
las democracias se adapten y no se vuelvan irrelevantes para las
futuras generaciones.
      La política que integra las voces de los jóvenes es capaz de
evolucionar    y   mantenerse     actualizada,   lo   cual   asegura   su
permanencia en un mundo en constante cambios.
      Además de aportar nuevas perspectivas, los jóvenes son
también importantes agentes de cambio social. Los movimientos
recientes liderados por jóvenes en diversos países demuestran su
compromiso por lograr una sociedad más justa y equitativa.
      Estos movimientos no solo destacan por su energía, sino
también por su capacidad para organizarse, articular demandas y
promover la acción política. Ejemplos significativos incluyen el
movimiento “Black Lives Matter”, en Estados Unidos, donde jóvenes
de distintas razas y géneros han liderado marchas y protestas en
contra de la violencia racial y en favor de la justicia social.
      En América Latina, las protestas estudiantiles han sido
determinantes para exigir reformas educativas y justicia económica.
La influencia de estos movimientos ha sido tal que han llevado a los
gobiernos a replantear sus políticas y adoptar reformas en áreas
clave como los “Derechos Humanos y la Educación”.
       Estos movimientos juveniles fortalecen la democracia porque
promueven una participación activa y constante, más allá del acto de
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votar. Cuando los jóvenes participan en la vida política, no solo
legitiman el sistema democrático, sino que lo enriquecen y lo vuelven
más inclusivo y dinámico.
      Un tercer aspecto clave es el aumento de la representatividad y
legitimidad del sistema democrático gracias a la participación de los
jóvenes. En muchos países, los jóvenes constituyen una parte
significativa de la población, pero, en general, su presencia en los
espacios de decisión es mínima. Esta falta de representación puede
generar apatía o desconfianza hacia las instituciones.
      No obstante, cuando los jóvenes son incluidos en los procesos
democráticos y se sienten escuchados, desarrollan un sentido de
pertenencia y compromiso hacia el sistema político. Diversos
estudios muestran que los países que han adoptado políticas para
aumentar la representación juvenil en las instituciones políticas,
como Noruega y Finlandia, han visto una mejora en la confianza
pública y una mayor participación electoral entre los jóvenes.
      La inclusión de jóvenes en la toma de decisiones permite que el
sistema democrático refleje mejor la diversidad de la sociedad y
atienda las preocupaciones de todos sus sectores. Además, una
democracia que representa a todas las generaciones tiene una mayor
legitimidad, pues responde a los intereses de toda su población, no
solo a los de una élite política o económica.
      De esta forma, la participación de los jóvenes ayuda a construir
un sistema democrático que no excluye a ningún sector y que se
percibe como justo e incluyente.
      La participación de los jóvenes en el sistema democrático es
fundamental para su renovación, cambio y legitimidad. Los jóvenes
aportan perspectivas innovadoras que permiten que la democracia se
mantenga relevante y adaptada a los tiempos modernos.
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     Al   actuar   como    agentes   de   cambio    social,   impulsan
movimientos que buscan mejorar la justicia social, la equidad y el
bienestar común, lo cual fortalece el tejido democrático.
     Finalmente, la inclusión de las voces juveniles asegura que el
sistema democrático sea representativo de toda la sociedad,
aumentando su legitimidad y su capacidad para responder a las
necesidades y aspiraciones de las futuras generaciones.
     Es necesario que tanto los gobiernos como las instituciones
impulsen políticas que promuevan la participación juvenil en todos
los niveles. Los jóvenes no solo representan el futuro de la
democracia, sino una parte esencial de su presente. Al fomentar su
participación, se garantiza una democracia inclusiva, justa y
resiliente, capaz de enfrentar los desafíos del mañana.