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Apuntes complementarios al Tema 2. Influencia social
Tomado de: Cuadrado, I., y Navas, M. (2005). Procesos grupales: liderazgo, influencia
social y polarización. En A. J. Cangas, A. Maldonado y M. López (Eds.), Manual de
Psicología Clínica y General, vol. IV, Metodología, Psicología Social y Psicología
Evolutiva (pp. 373- 393). Granada: Alborán.
La influencia social
Mediante el estudio de la influencia social se intenta comprender cómo se modifican la
percepción, los juicios y opiniones, las actitudes, intenciones o comportamientos de una
persona por el mero hecho de relacionarse con otras personas, grupos, instituciones, o con
la sociedad (Pérez, 1999a).
En los primeros intentos de estudiar la influencia ésta se equiparó con la sugestión (p.e.,
LeBon). Su estudio sistemático comienza en 1935 con los trabajos de M. Sherif sobre la
normalización, continúa en los años 50 con los estudios de S. Asch sobre el conformismo, y
a finales de los sesenta, S. Moscovici inició el estudio de la innovación social o influencia
social minoritaria. Estas son las tres grandes modalidades de influencia social estudiadas en
Psicología Social. Finalmente, abordaremos otra forma importante de influencia social, la
ejercida por una figura de autoridad, cuyo autor más representativo es S. Milgram (1974).
La influencia social mayoritaria: la normalización y el conformismo
Normalización
Se refiere al estudio de los procesos de influencia recíproca que se dan cuando ninguna
de las personas implicadas en la interacción dispone de un juicio o norma previa, cuando se
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carece de todo marco de referencia (Pérez, 1999a). En 1935 Sherif, recurriendo al efecto
autocinético, inició el estudio sistemático de dichos procesos.
¿Por qué se produce la normalización? Los principales factores o mecanismos implícitos
en este proceso de influencia social son dos y ambos se consideran explicaciones
complementarias de este proceso. Por una parte, las respuestas de otras personas influyen
en los juicios de la persona porque definen un marco de referencia que parece hacer suyo:
lo interioriza e influye en sus juicios posteriores. Por otra, existen un conjunto de
expectativas comunes a los miembros del grupo que les indican que deben buscar el
consenso, evitando así la creación de conflictos mediante compromisos mutuos.
Conformismo
Esta forma de influencia social hace referencia a aquellos casos en los que las personas
tienen ya elaborado su propio juicio o norma y adaptan sus juicios o comportamientos a los
de algún otro (normalmente un grupo) como consecuencia de la presión real o simbólica
ejercida por éste (Pérez, 1999a). El paradigma experimental de S. Asch (1951) marcó un
hito en el campo de la influencia social.
¿Cuáles son los factores que aumentan o disminuyen el conformismo? Los más
estudiados son:
El tamaño del grupo: Los estudios realizados muestran que existe una relación
curvilínea entre el tamaño del grupo y la tasa de conformismo. Así, el conformismo
aumenta a medida que aumenta el tamaño del grupo hasta 3 ó 4 miembros, y a partir de ese
número permanece prácticamente invariable. Esto ocurre porque a medida que aumenta el
número de personas del grupo que responden de modo diferente al sujeto, éste se hace más
visible, experimenta más incertidumbre y se hace más consciente de sí mismo (aumenta la
autoatención, la conciencia objetiva de sí). Cuando una persona se opone a otras cuatro, su
grado de incertidumbre ya alcanza un 75% (1 sujeto frente a 4). Por tanto, por más que
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aumente el tamaño del grupo, sólo queda un 25% de margen para alcanzar la
incertidumbre total.
La unanimidad del grupo: la tasa de conformismo de un individuo se reduce con que
haya una sola persona -un cómplice- que se desvíe del juicio del grupo. Esto ocurre porque
el individuo percibe entonces que existen puntos de vista diversos en la situación –no sólo
el suyo, sino el de otros-. Además, disminuye el miedo al rechazo del grupo, es decir, se
reduce la presión normativa del grupo. No obstante, se ha comprobado que estos resultados
dependen del tipo de temas que se aborden en la tarea. Así, en temas subjetivos o de
opinión no sirve la opinión de cualquier otro –se necesita un “aliado” que piense igual que
el sujeto-, pero en temas donde existe una respuesta objetiva correcta, basta con un
disidente para no someterse a la opinión de la mayoría.
La implicación: cuanto mayor sea el grado de implicación de una persona en su
respuesta o actitud, más tiende a mantener esa posición durante toda la interacción. En las
investigaciones se ha encontrado que la persona que cede a los primeros items –o al
principio de la interacción-, se muestra conformista prácticamente en todos los que siguen,
pero la que resiste a los primeros items tiende a mostrarse consistente y resistente también
en los restantes.
La influencia social minoritaria: La innovación
La innovación se refiere al proceso de creación de nuevas normas con el fin de
reemplazar las ya existentes. Aunque dicho proceso puede venir “desde arriba” (p.e., desde
un líder), lo más frecuente es que proceda de individuos o grupos minoritarios. Según Pérez
(1999b) nos encontramos ante una situación de influencia minoritaria siempre que el
“blanco” de influencia se vea a sí mismo en una posición superior a la de la fuente de
influencia (p.e. autóctono vs. extranjero; un grupo de 6 personas frente a un grupo de 2).
Los estudios realizados al respecto por Moscovici et al. en 1969 han demostrado que una
minoría, si se muestra consistente, puede lograr influir en la mayoría. La consistencia hace
referencia a un estilo de comportamiento caracterizado por la adhesión firme a un postulado
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o creencia, por la evitación de la contradicción o, incluso, por la elaboración de una
prueba lógica para demostrar la solidez de esa creencia a la que uno se adhiere (Pérez,
1999b).
Los resultados del estudio realizado por Kiesler y Pallak en 1975, con el fin de estudiar
la incidencia de los cambios de respuesta de la mayoría y de la minoría sobre las reacciones
de un individuo de la mayoría, mostraron un efecto interesante, conocido como el efecto
“bola de nieve”. Consiste en que la mayor influencia de la minoría se produce en las
condiciones en las que un miembro de la mayoría deserta de ésta y se acerca a la opinión o
punto de vista defendido por la minoría, o directamente cambia totalmente hacia la minoría.
En definitiva, las investigaciones realizadas sobre la influencia minoritaria en la década
de los 70 y 80, fundamentalmente por Moscovici, Pérez y Mugny, mostraron que grupos
carentes de un poder normativo importante o de credibilidad podían, pese a ello, producir
alguna influencia. Esto sirvió para dejar sentado que las minorías también pueden ejercer
influencia social. Ahora bien, ¿hasta qué punto la influencia obtenida por las fuentes
minoritarias tiene la misma naturaleza que la de las fuentes mayoritarias?
Como hemos visto, los estudios realizados al respecto muestran que a las fuentes
mayoritarias con alta credibilidad les es más fácil obtener una influencia pública sin
modificar las respuestas privadas (complacencia). Sin embargo, las fuentes minoritarias
obtienen una influencia fuera del control consciente del sujeto (influencia latente) y se
encuentran con serias resistencias a la hora de lograr una influencia en el ámbito público;
este efecto es conocido como conversión. En palabras de Moscovici y Lage (1976; cit. en
Pérez, 1999b) “la influencia mayoritaria opera en la superficie, mientras que la minoritaria
tiene efectos profundos”.
Mediante el denominado “paradigma azul-verde”, Moscovici y colaboradores mostraron
que los sujetos adoptan el juicio de la minoría sin tener conciencia de ello (efecto de
conversión). Estos mismos autores realizaron un estudio sobre lo que denominaron
influencia asociativa. Los resultados de este estudio revelaron que, pese a que tanto las
mayorías como las minorías obtuvieron un mismo grado de influencia manifiesta, no
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obtenían su influencia mediante el mismo proceso. Las fuentes minoritarias lograron
producir efectos latentes, esto es, mayor influencia asociativa.
Asimismo, los resultados de algunos estudios realizados por Nemeth y sus colaboradores
en la década de los 80, parecen indicar que la minoría induce un modo de funcionamiento
cognitivo más bien de tipo divergente -se tienen en cuenta y utilizan todas las estrategias y
puntos de vista posibles-, mientras que la mayoría tiende a influir hacia un funcionamiento
de tipo convergente -los sujetos se conforman con imitarla-.
Por tanto, según lo expuesto hasta el momento, la mayoría tiende a producir
complacencia (cambio público, pero no privado) y prima un funcionamiento cognitivo de
tipo convergente. Por el contrario, la minoría tiende a producir el efecto de conversión
(cambio latente, indirecto, pero resistencia a cambiar públicamente), que parece asentarse
en un funcionamiento cognitivo de tipo divergente.
Los efectos paradójicos de la denegación y la censura sobre la influencia
minoritaria
La denegación consiste en no conceder la mínima verosimilitud al punto de vista
defendido por una minoría y afirmar así que las únicas ideas correctas son las de la mayoría
(Pérez, 1999b). Su finalidad es contrarrestar la influencia de la minoría y seguir
manteniendo a la mayoría como el marco de referencia por excelencia. El efecto paradójico
de la denegación es que, al provocar un conflicto psíquico intenso y requerir un trabajo
mental más elaborado que la mera aprobación del mensaje, indirectamente puede acabar
produciendo un cambio de opinión en dirección al punto de vista defendido por la minoría.
Por tanto, la denegación impide o bloquea la influencia directa de la minoría, pero
facilitaría la indirecta, es decir, produciría un efecto de conversión. Gracias a los trabajos
realizados en la década de los 80 por Moscovici, Pérez y Mugny, se conocen algunas
características de este fenómeno. La denegación sólo parece aumentar la influencia diferida
de una minoría y no la de una mayoría (aunque también se ha encontrado que depende del
tipo de temas: objetivos o de opinión). Por otra parte, para que la denegación del mensaje
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minoritario produzca el efecto paradójico explicado, la crítica debe estar centrada en el
contenido de los argumentos del mensaje, no en las características psicológicas de la fuente.
Por otro lado, se sabe también que la censura, aplicada a un mensaje, en lugar de
disminuir su impacto a veces lo incrementa. La supresión de un objeto del pensamiento
parece realizarse siguiendo un pensamiento del tipo divergente (se recurre a una mayor
diversidad de objetos para distraerse). Esta negación del objeto supone una actividad
cognitiva de descentración, lo que parece requerir más esfuerzo mental que la
concentración y puede llevar por tanto a un mayor impacto persuasivo del mensaje.
Procesos en la influencia mayoritaria y minoritaria
Algunos autores opinan que las mayorías y las minorías obtienen la influencia siguiendo
un mismo proceso. Sin embargo, las teorías propuestas se centran únicamente en la
influencia manifiesta, sin explicar, por tanto, por qué los grupos mayoritarios tienden a
obtener una influencia manifiesta y los minoritarios una influencia latente.
Otros autores creen que las mayorías y las minorías obtienen su influencia siguiendo dos
procesos distintos. La explicación más aceptada de los dos procesos en la influencia
mayoritaria y minoritaria es la propuesta por Moscovici y Personnaz en 1980, según la cual
la influencia de los grupos mayoritarios se produce por la dependencia normativa e
informativa, a través de un proceso de comparación social: el individuo compara sus
respuestas con las de la mayoría y advierte que mantiene un punto de vista diferente. Ante
eso puede hacer dos cosas: acaba con el conflicto y la incertidumbre sometiéndose a la
mayoría, o mantiene su juicio (evitando la connotación negativa de someterse), pero se
expone a ser rechazado por el grupo. Normalmente, el individuo se inclina por el primer
caso.
Sin embargo, cuando la fuente de influencia es minoritaria el individuo no reduce el
conflicto del mismo modo; la información de la minoría se percibe como poco digna de
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confianza y la fuente minoritaria como desviada. Cuando se adopta un comportamiento
consistente, en el caso de la mayoría aumenta la presión al conformismo, pero una minoría
consistente genera un conflicto, sugiriendo que tiene buenas razones para actuar como lo
hace. Esto lleva a un proceso de validación, es decir, a un examen más atento de la
adecuación entre las respuestas de la minoría y el objeto de juicio. Resumiendo, Moscovici
y Personnaz defienden que la mayoría obtiene su influencia a través de la comparación
social y la minoría a través del proceso de validación.
El efecto de la psicologización: la resistencia a la influencia de las minorías
Si bien hemos visto que las minorías suelen producir conversión (más influencia
indirecta o privada, que directa o pública) y que la denegación de la credibilidad de sus
argumentos paradójicamente aumenta este proceso de conversión, existe una estrategia
denominada psicologización, que bloquea la aparición del efecto de la conversión. La
psicologización consiste en explicar el origen del comportamiento o del mensaje de una
fuente (mayoritaria o minoritaria) mediante características psicológicas estables. Cuando la
fuente del mensaje es un grupo mayoritario, estas características psicológicas atribuidas
suelen ser positivas, de manera que la psicologización aumenta la influencia de las
mayorías. Sin embargo, cuando la fuente del mensaje es un grupo minoritario, las
características psicológicas que explican su comportamiento son negativas (“están locos”,
“son utópicos”), minusvalorando de esta forma a la minoría. En estos casos, el efecto de
bloqueo de la conversión probablemente se deba a que se explica el valor que pueden tener
unos argumentos mediante atributos psicológicos de tipo reduccionista. Es posible, por
tanto, que su efecto se deba a que los atributos psicológicos de la fuente adquieren una
amplitud tal que el valor alternativo de sus argumentos queda reducido o vinculado a dichos
atributos (lo que cuenta es “lo que uno es”, no “lo que uno hace”).
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La obediencia a la autoridad
Milgram (1974) diseñó un ingenioso estudio de laboratorio con objeto de llegar a
comprender la naturaleza de determinados hechos trágicos en los que personas
aparentemente normales obedecían órdenes de un extraño que les instaba a causar daño a
otra persona (p.e., holocausto nazi).
En sus experimentos, Milgram informaba a los participantes de que iban a formar parte
de un estudio sobre los efectos del castigo en el aprendizaje. Un cómplice del
experimentador, que hacía de alumno, debía identificar la segunda palabra de una serie de
pares de palabras una vez hubiese oído la primera. La tarea de los participantes, que hacían
de profesores, era leer las palabras y castigar los errores del alumno mediante el suministro
de descargas eléctricas que oscilaban desde los 15 hasta los 450 voltios. Según órdenes del
experimentador, a cada error cometido por el supuesto alumno, el participante debía
aumentar la fuerza de la descarga (realmente el cómplice no recibía ninguna). Dado que en
el experimento el alumno estaba entrenado para cometer muchos errores, los sujetos se
encontraban pronto frente al dilema de continuar castigando a la persona o rechazar seguir
participando. Cuando dudaban, el experimentador les presionaba para que siguiesen con
frases que variaban en su grado de presión (desde “por favor, continúe”, hasta “no hay más
remedio: Vd. tiene que seguir”). Ya que los participantes en el experimento eran
voluntarios y se les había pagado con anterioridad, se podría predecir que la mayoría
rechazarían las órdenes del experimentador. De hecho esto fue lo que predijeron un grupo
de estudiantes universitarios, psiquiatras y otros licenciados cuando Milgram les explicó el
experimento: respondieron que sólo un 1% o 2% de los sujetos que participaran (el grupo
“patológico”) llegarían a aplicar la máxima descarga.
Sin embargo, el resultado real del experimento de Milgram fue que el 65% de los
participantes se mostraron totalmente obedientes y administraron al alumno –su victima-
toda la serie de descargas hasta llegar a los 450 voltios. Por el contrario, las personas que
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participaron en el experimento que no recibieron las órdenes por parte del experimentador
ya señaladas usaron niveles de descarga muy bajos. Es decir, cuando a los sujetos se les
ordenaba que siguiesen, una gran parte cedió a la influencia del investigador y continuó el
experimento, incluso cuando la “víctima” golpeaba la pared fingiendo que no resistía los
dolorosos shocks (a los 300 voltios ya dejaban de responder después de golpear las paredes
del laboratorio sonde estaban encerrados, lo que era considerado –a órdenes del
experimentador- como errores y, por tanto, los participantes debían seguir administrando
descargas). En otras variantes del experimento se demostró que cuando el experimentador
delegaba en otra persona cuya función consistía supuesta y únicamente en registrar los
tiempos de reacción del alumno, sólo el 20% de los sujetos obedecían en presencia de este
“delegado”.
Así, estos trabajos muestran que un alto porcentaje de participantes eran capaces de
obedecer, hasta un punto peligroso para otra persona, a una autoridad –un experimentador-
con la que establecían una relación más bien efímera y sin estar ellos mismos sometidos a
condiciones de particular estrés. Los estudios realizados en varios países demostraron que
la obediencia, tal y como se presenta en el paradigma de Milgram, es un fenómeno
constante, transcultural y relativamente estable en el tiempo.
* Dado que Reicher y Haslam (2011; 2012) han cuestionado tanto las conclusiones
elaboradas a partir de los datos obtenidos bajo este paradigma experimental como la
explicación teórica proporcionada por el propio Milgram (1974), se actualiza a
continuación esta información.
Los niveles de obediencia obtenidos en estos trabajos no dependen sólo del rol del
experimentador (figura de autoridad al pertenecer a una universidad de reconocido
prestigio), sino de las relaciones que se establecen entre los tres actores del paradigma de
Milgram: el experimentador, el alumno y el sujeto experimental (Reicher y Haslam, 2011).
Como afirmó Milgram (1965), los participantes se hallaban en un dilema al tener que
escuchar las peticiones del experimentador y las peticiones del alumno. A medida que se
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hacía más presente la “voz” del alumno, a medida que eran más audibles sus quejas, se
hicieron más patentes las conductas de desobediencia.
Asimismo, según Reicher y Haslam (2011; 2012), cuando el sujeto experimental y el
experimentador están juntos en la misma habitación y el alumno está en otra, es más
probable que el participante se sitúe a sí mismo en la misma categoría social que el
experimentador. Al principio de cada estudio, los participantes se identificarían con el
experimentador al ser el representante de la categoría “ciencia”, por lo que estarían
dispuestos a obedecer al compartir la misma identidad social (Turner, 1991). Reicher y
Haslam (2011; 2012) propusieron a la teoría de la categorización del yo (Turner et al.,
1987) como marco teórico para explicar los resultados obtenidos en el paradigma
experimental de Milgram (1974). El concepto clave para comprender la influencia desde
esta teoría es el concepto de influencia informativa referencial: una fuente de influencia
(individuo o grupo) logra influir en la medida que es categorizada como endogrupo, y por
esta coincidencia categorial delimita las opiniones y conductas que son normativamente
válidas.
Por tanto, según Reicher, Haslam y Smith (2012), la obediencia a la autoridad (incluida
la obtenida con el paradigma experimental de Milgram) debe ser explicada por los niveles
de identificación social activados en la situación grupal generadora de obediencia. En las
variaciones del paradigma de Milgram habría condiciones que fomentarían la identificación
con el experimentador (y, por lo tanto, con la comunidad científica), mientras otras
fomentarían la identificación con el alumno (y, por extensión, con la comunidad en
general).
Los experimentos de Milgram fueron diseñados cuidadosamente para provocar
obediencia (Russell, 2011; 2014). Fueron realizados de tal forma que una autoridad
legítima (un experimentador representante de la comunidad científica) iría dando órdenes
cada vez más ilegítimas, de naturaleza más destructiva. Ha sido ampliamente constatado
que la obediencia se reducía drásticamente cuando el experimentador proporcionaba la
orden número cuatro (“Usted no tiene otra opción, usted debe continuar”), orden que
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expresamente se alejaba de las exigencias de la lógica científica y el experimentador
quería imponerse más taxativamente (Reicher y Haslam, 2011).
A lo largo de la Historia se observa la presencia de múltiples individuos y grupos que se
han resistido a la autoridad, que han desobedecido y se han organizado para combatir a la
autoridad y al orden social con el que estaban en desacuerdo. Y muchas personas han
puesto su vida en peligro en tales acciones. Cualquier modelo teórico que intente explicar la
obediencia y la desobediencia deberá tener en cuenta el contexto grupal en el que tenga
lugar la relación entre la figura de autoridad y los miembros del grupo, las estrategias
utilizadas para conseguir ser obedecida y el grado de identificación de los miembros del
grupo con su grupo y con la autoridad (Reicher y Haslam, 2011; 2012). Además, se deberá
prestar atención al grado de interiorización de la obediencia, si es asumida plenamente o
simulada, a las distintas respuestas de desobediencia (pasiva o activa) y a las consecuencias
de la misma. Tanto la obediencia como la desobediencia ante las órdenes de una autoridad
(legítima o no) son opciones, porque siempre es posible la resistencia en los procesos de
influencia. La Historia lo demuestra, los experimentos de Milgram también.
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