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Curso Virtual

Edit Beatriz Tendlarz

Desde Lacan

Vamos a ocuparnos de trabajar hoy algunas cuestiones de los fenómenos


psicóticos en el Seminario 3: Las psicosis. Habíamos visto cómo, en “Acerca de la
causalidad psíquica”, Lacan toma el estadio del espejo como punto de partida para la
constitución de la imagen y, con esto, del ser humano. En ese mismo texto dice que esta
unificación inicial imaginaria ya representa el “nudo imaginario esencial” 1 de la
condición humana en tanto singular. Pero también anuncia la relevancia central de otro
registro: el de la palabra. La palabra no es signo, sino “nudo de significación” 2 No hay
forma de duplicar realidades en el sentido de que cualquier palabra lleve a una
comprensión básica. “Se trata del lenguaje como instrumento de la mentira del hombre,
en tanto (...) está atravesado de parte a parte por el problema de su verdad.” 3

Será en esta dirección que el discurso del psicótico nos confronta en un más allá
de lo lineal, con lo polifónico, un pentagrama4. Y la verdad adquirirá un estatuto
singular, en tanto la mentira -aquello que se presenta fallido, soñado, que se comprende,
donde uno se ríe con otro y luego demuestra solo ser un malentendido- es lo que nos
muestra en los decires del sujeto del inconsciente. La subversión de encontrar la verdad
del sujeto del psicoanálisis en la mentira misma de "sus" palabras, que no son tales. El
suspiro que acompaña este “desencuentro” del humano con sus objetos, con sus decires,
con sus otros, siempre implica una verdad: la de la angustia, la inhibición, el síntoma, el
embarazo, la emoción, la turbación, el impedimento5, y -con Lacan- el delirio y la
alucinación. En pocas palabras: La verdad de la falta en ser.

• La realidad de la palabra.

1
J. Lacan: Escritos 1: “Acerca de la causalidad psíquica, Los efectos psíquicos del modo imaginario”,
Siglo XXI, Buenos Aires, 1988, p. 176.
2
Ibídem, p. 157
3
Ibídem, p. 156
4
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Vengo del fiambrero”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 83
5
Lacan, J.: Seminario 10: La angustia, “Clase 14/11/62”, Inédito, Buenos Aires, 2002, p. 11

1
¿Qué verdad entonces suponerle a un psicótico donde ya Freud había marcado
su peculiaridad en cuanto a la forma de aparición de los síntomas?6 Lacan propone
escuchar al psicótico desde esta perspectiva simbólica pero de una manera novedosa:
Ahí donde lo que se dice parecería incomprensible y, si comprendemos, hacemos mal, 7
Lacan se sirve de la estructura del lenguaje para empezar a pensar cuál es el mecanismo
específico de las psicosis. Vemos aquí como maniobra con su “no comprender” en
contra de lo que podríamos calificar como lo psíquicamente homogéneo. No se trata de
un sujeto unificado. Se trata del sujeto del inconciente, escindido pero desde una
profunda a-subjetividad8. Lacan concibe, define el inconciente como “(...) el discurso
del Otro.”9 No hay psicogénesis, porque no se trata de comprensión, ni de la unidad de
la personalidad, ni de función de síntesis, ni se trata de funciones inferiores o superiores;
de lo que se trata es de que “Todo lo que en el comportamiento humano es del orden
psicológico está sometido a anomalías tan profundas, presenta en todo momento
paradojas tan evidentes, que se plantea el problema de saber qué hay que introducir para
dar pie con bola.”10

Se tratará entonces de otra cosa que entra a jugar en el campo de las psicosis.
Pero esta “otra cosa” sin duda tendrá que ver con este Otro que por sobre todo, le habló,
y lo que tuvo lugar ahí, en el hablar del Otro, es de lo que depende la condición del
sujeto: ya sea neurótico o psicótico. 11 Será en este sentido que Lacan cuestionará el
concepto de la alucinación en tanto percepción sin objeto. Es que justamente si lo
tratáramos como un problema netamente imaginario de una verdad a la cual las pruebas
de la realidad darán lugar a una corrección, no estaríamos más allá de lo que se probó
como la imposibilidad misma, la mentira del humano: el Uno,12 la correspondencia
absoluta entre significado y significante, la unidad del signo lingüístico. En otras
palabras: este sujeto imaginarizado, comprendido, completo, unificado “(...) es en

6
Cfr. S. Freud (1911) Punto III de “Sobre un caso de paranoia descripto autobiográficamente”, en Obras
completas, Volumen XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1986.
7
Lacan, J.: “Vengo del fiambrero”, Op. Cit., p.75
8
Lacan, J.: “Temática y estructura del fenómeno psicótico: El fenómeno psicótico y su mecanismo”, en
Seminario 3: Las psicosis, Op Cit., p. 145
9
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”: 1. Con
Freud, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 531
10
Lacan, J. : Seminario 3: Las psicosis, “Introducción a la cuestión de las psicosis”, Paidós, Buenos
Aires, 2002, p. 17
11
Cfr. J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”: 1. Con
Freud, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002,p. 530
12
J. Lacan: Escritos 2: “La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo: 1. Hacia Freud”, Siglo XXI,
Buenos Aires, 2002, p. 799

2
cuanto yo, (...) en cuanto ese mismo percipiens imbatible, como se lo invoca en la
motivación de la psicosis. Ese percipiens tiene completo poder sobre su correlativo no
menos incambiado: la realidad, y el modelo de ese poder se toma en un dato accesible a
la experiencia común, el de la proyección afectiva.” 13

Los fenómenos de la psicosis no son abarcables entonces desde una experiencia


común. Pero lo que la experiencia común excluye es justamente al sujeto del
inconsciente en tanto portador de una verdad singular. Hay algo de esta subjetividad
singular que se produce de otra manera. Es en este sentido, entonces, que todas las
teorías que intentan abarcar las alucinaciones “(...) se atienen a pedir razón al percipiens
de ese perceptum, sin que a nadie se le ocurra que en esa pesquisa se salta un tiempo, el
de interrogarse sobre si el perceptum mismo deja un sentido unívoco al percipiens aquí
conminado a explicarlo.”14

“Sentido unívoco”, dice Lacan. Ubicamos que ahí donde la significación se


detiene, ahí donde la palabra es vacía o plena, estribillo o plomada –en la red del
discurso: el neologismo- hay algo que se muestra solo; no es ocultado al modo neurótico
para ser revelado, descifrado a modo de síntoma neurótico.

También puede haber testimonio, pero de una manera indialectizable. Pero este
testimonio del psicótico parece ser dado desde un lugar particular donde no habla de
cualquier cosa sino de algo ardiente, interesante, donde se compromete de todos
modos.15

Podríamos decir entonces que el psicótico nos presenta en forma deformada


justo aquello que los neuróticos buscan ocultar como secreto.16 En palabras de Schreber:
“Me fueron dadas luces raras veces dadas a los mortales.” 17

• El inconsciente estructurado como un lenguaje

13
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: 1. Hacia
Freud”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 523
14
Ibídem, p. 514
15
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “El Otro y la psicosis”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 60, el
destacado es nuestro.
16
Cfr. S. Freud (1911) Introducción de “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente”, en
Obras completas, Volumen XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1986.
17
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “El Otro y la psicosis”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p.50

3
En los años del dictado del Seminario III hay una fuerte presencia del
estructuralismo. Una estructura implica que las partes de un todo están ordenadas de un
modo tal que se subordinan a éste, según una organización lógica. Ya no se trata de una
forma aparentemente diferente. Se trata de reconstruir un objeto o fenómeno de manera
que salgan a la luz sus leyes de funcionamiento.

Podríamos pensar que, en función de las estructuras, le permite darle una


interioridad al fenómeno de las relaciones del humano con su verdad: Por un lado, será
la rivalidad implícita en la palabra donde el otro puede o no estar de acuerdo.18 Con
esto, sitúa un problema político en la base de la constitución humana. Pero que
involucra una “no complementariedad”: hay un lugar vacante, en tanto significante. Por
otro lado, zanjar la cuestión relativa a las psicosis de una manera novedosa para con
aquello que aún representaba un fenómeno imposible de abarcar desde el
psicoanálisis.19

Y aquí se abre entonces la estructura en tanto hay un elemento de este conjunto


co-variante20 que no hay. No sólo que no lo hay, sino que aparte de esto permanece por
afuera de toda dialética. De esta manera podríamos decir que la noción de conflicto
entre fuerzas psíquicas tal como lo había postulado Freud, gana una dimensión
unidireccional en cuanto se trata en la psicosis de una sola fuerza: la realidad ha sido
sepultada. Pero paralelamente, dentro de lo que una estructura define, se excluye
conceptualmente la posibilidad de establecer una relación dialéctica para un elemento;
incluye como grupo que se define justamente por un elemento que hace de tensor: es un
subíndice que no necesita estar opuesto a otra fuerza sino que como tal define la
estructura. De esta manera, podríamos pensar que Lacan reinscribe la noción
psicoanalítica de conflicto pero como algo que no incluye al terceridad edípica y el
conflicto desde esta perspectiva. Así como la alienación para él es condición de
posibilidad del advenimiento del humano, el conflicto está en su base en tanto hablantes

18
Lacan, J. : Seminario 3: Las psicosis, “El Otro y la psicosis”,Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 62
19
Cfr. Zizek, S., La suspensión política de la ética, FCE, Buenos Aires, 2005.
20
“Covariante” se refiere al índice inferior de un tensor, el cual se define, en filosofía, como fuerza
establecida entre dos opuestos que jamás se concilian. Se distingue de la dialéctica porque no hay síntesis
entre contrarios. Para Heráclito, el concepto de tensor explica la existencia del mundo sensible, equilibrio
conseguido por la lucha de los elementos opuestos en su deseo de autoconservación. En la psicología,
Herbart usó la idea de “tensor” relacionado con el conflicto provocado por tendencias o intereses
psíquicos antagónicos.

4
seres. Podremos entender, entonces, que el inconsciente está estructurado como un
lenguaje: el sujeto del inconsciente de Freud y ahora desde Lacan.

La estructura como tal ya está constituida, no hay un origen, una causa para la
misma21; lo que le subyace es un accidente del registro simbólico. 22 Se trata de una
creencia23, como forma de respuesta en cuanto posición subjetiva singular. Si con Freud
la mentira está en este malestar elidido, escotomizado24 del humano con su cultura, que
es su propia creación y a su vez es percibido como fuente de malestar, para Lacan este
malestar se torna observable -o mejor dicho, escuchable- en función del lenguaje: no
hay forma de caerse del mundo, del lenguaje. Será a través del lenguaje que el humano
intenta puentear este malestar y la mentira podrá devenir un “trozo” de verdad.

Pero lo central es que conserva la noción estructural de alteridad en tanto que


implica una “(...) referencia de algo que es coherente a alguna cosa, que le es
complementario.”25 Si el inconciente está estructurado como un lenguaje y, en sí,
representa esta alteridad en función de otra estructura, es porque lo central está en el
inconciente. Pero no dice: el inconsciente es una estructura idéntica al lenguaje; dice
“como un lenguaje”. Apunta a una legalidad, un ordenamiento de estas estructuras que

21
Lacan, J.: Seminario11: Las psicosis, “La transferencia del analista: Presencia del analista”, Paidós,
Buenos Aires, 2001, p. 134 y 135
22
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: V. Post-
scriptum”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 556
23 Tomamos el concepto de “creencia” en el sentido cartesiano del mismo ya que mismo convoca Dios
como garante de todo conocimiento en tanto verdad. “Quedaba, pues, que hubiese sido puesta en mi por
una naturaleza que fuera verdaderamente más perfecta que yo, y aún que tuviera en sí todas las
perfecciones de las cuales yo no pudiera tener idea, es decir para explicarme con una sola palabra que
fuera Dios. A lo cual añadía que, por supuesto que yo conocía perfecciones que no tenía, yo no era el
único que existía (...), sino que era preciso necesariamente que hubiera otro ente más perfecto, del cual yo
dependiera y del cual hubiese adquirido yo cuanto tenía. Pues si yo hubiese sido solo e independiente de
todo otro, de suerte que hubiese tenido de mi mismo todo este poco en que yo participaba del ente
perfecto, por la misma razón habría podido tener de mí todo lo más que yo conocía que me faltaba y ser
pues yo mismo infinito, eterno, inmutable, omnisciente, omnipotente y en fin, tener todas las perfecciones
que yo podía advertir que estaban en Dios.” Descartes R.: Discurso del método, “Cuarta parte”,Losada-
Océano, Barcelona, 1998, p. 53 y 54.
Es importante considerar, en este sentido, que tanto Descartes como Hegel se basan en ello en la
búsqueda de conocimiento. Será en esto que Lacan nuevamente hace hincapié en las cuestiones relativas a
que se trata de un saber pero no de un conocimiento. De esta manera y desde la prevalencia del registro
simbólico esto le permite a Lacan despejar al sujeto del inconsciente freudiano siguiendo las huellas
cartesianas en sentido inverso: la subversión del sujeto del conocimiento. Para Lacan más centralmente y
desde lo simbólico esta verdad subjetiva es singular – ya no universal- y aparece como algo “des-
completo” y supuesto a la alteridad: “Partamos de la concepción del Otro como lugar del significante.
Todo enunciado de autoridad no tiene allí más garantía que su enunciación misma, pues es inútil que lo
busque en otro significante, el cual de ninguna manera podría aparecer fuera de ese lugar.”,J. Lacan:
Escritos 2: “ La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 793
24
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Vengo del fiambrero”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 70
25
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “El significante, en cuanto tal, no significa nada”, Paidós, Buenos
Aires, 2002, p. 262

5
se pueden abarcar desde el lenguaje. Esto le permite ubicar como apertura de esta
misma estructura al inconciente concebido por Freud.

¿Cómo lo concibe Freud? En su texto “Lo inconsciente” (1915) menciona cuatro


características.26 Pero lo que menciona Lacan es que las vicisitudes de la vida psíquica
son las vicisitudes del significante en su “procesamiento” psíquico. Cuando Lacan habla
del sistema tripartito de la primera tópica del aparato psíquico, dice -refiriéndose a la
conciencia: “Es el momento en que el significante, una vez constituido, se ordena
secundariamente respecto a algo distinto que es la aparición del significado.” 27 Además
remite a las funciones superiores memoria y percepción al mismo tiempo
dislocándolas28 de la siguiente manera: “El significante registrado en una de esas etapas
no pasa a la siguiente, con el modo de reclasificación retroactiva que necesita toda
nueva fase de organización significante-significación en la que entra el sujeto.” 29 Se
trata entonces de la represión, la Verdrängung.

Lacan parte de la clínica de la neurosis freudiana para pensar desde las psicosis
su propia clínica de las neurosis. En otras palabras: hay algo que se muestra en la
psicosis que es absolutamente consistente con el inconsciente freudiano. Al situar el
inconsciente como elemento propio de la estructura, le permite entonces una apertura en
relación a una alteridad inmanente, interior al ser, pero que a su vez implica
necesariamente que el sujeto puede trascenderla -por lo menos hasta cierto punto- desde
su discurso en tanto discurso del Otro. Será en este sentido que en el hombre se produce
una verdad que atraviesa el instrumento de su mentira30 ahí donde aparece su forma
singular de puentear el malestar: el inconsciente como discurso del Otro y que, en el
caso de la psicosis, deja perplejo al sujeto.

26
Recordemos aquí los caracteres específicos que postula Freud para el inconsciente. Primero, es
atemporal. Segundo: principio de no contradicción, es decir que distintas huellas de características
opuestas pueden convivir en un espacio de contigüidad: no hay negación, ni duda y la certeza desconoce
grados. Tercero: funciona según el proceso primario. Sus cargas son más altamente desplazables por los
mecanismos de condensación y desplazamiento. Cuarto: no posee ningún miramiento por la realidad. En
este sentido es que sustituye la realidad externa por la psíquica. Cfr. S. Freud (1915) “Lo Inconsciente”,
en Obras completas, Volumen XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 1986, pp. 161 y ss.
27
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Del significante y del significado”, “Qué es una mujer”, Paidós,
Buenos Aires, 2002, p. 259. El destacado es nuestro.
28
Nótese que con Freud los mecanismos psíquicos Verdrängung (represión), Verleugnung (desmentida),
Verdichtung (condensación), Verschiebung (desplazamiento), e inclusive la Verwerfung que toma Lacan
para situar su conceptualización de las psicosis, todas estas palabras empiezan con el prefijo “Ver-” lo
cual en este idioma ya es indicativo de un cierto dislocamiento, algo que toma una posición distinta a lo
que el verbo en general anexado al final del compositum (palabra compuesta) indica.
29
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Del significante y del significado”,”Qué es una mujer”, Paidós,
Buenos Aires, 2002, p. 259
30
J. Lacan: Escritos 1: “Acerca de la causalidad psíquica, La causalidad esencial de la locura”, Siglo
XXI, Buenos Aires, 1988, p. 156.

6
Vemos cómo entonces desde la lectura que Lacan produce sobre los textos de
Freud, el significado deviene algo secundario al significante. Lo que nos interesa
mostrar es que Lacan señala que el inconciente está estructurado como un lenguaje. Y
su vía de acceso regia sería entonces el significante, ya que “Nuestro punto de partida,
el punto al que siempre volvemos, pues siempre estaremos en ese punto de partida, es
que todo verdadero significante es, en tanto tal, un significante que no significa nada.” 31
Y aquí se abre entonces la estructura: hay un elemento de este conjunto covariante que
no hay.

Hasta aquí, dos cuestiones que queremos dejar planteadas para pensar cómo
Lacan se sirve del concepto de estructura sin terminar nunca de definirse como
estructuralista. La posibilidad que le da el concepto de “estructura”, para evitar el
callejón sin salida en el que se encontraban las conceptualizaciones desde la psiquiatría,
en tanto la nosología no podía establecer causas orgánicas válidas y, centralmente, todo
remitía a la herencia o a la degeneración biológica cuando las primeras fallaban. Le
permite, además, evitar las psicologizaciones oscuras de las que se servía la misma
disciplina cuando intentaba diferenciarse de la neurología: por más elaboradas que
fueran, no se correspondían con la clínica. Darle a la psicosis un estatuto de estructura
en su oposición a la neurosis le permite despegarla del concepto de déficit o error que
subyacía a todas las conceptualizaciones de la época. Salvo a una: la clínica inaugurada
por Freud.

Así como lo había hecho Freud con las histéricas, para Lacan ya no se trata de
un sentido sino de un sin-sentido singular. Se trata de algo que si bien conforma y es
condición de posibilidad de la estructura subjetiva no cesa de inscribirse y se caracteriza
por su “no-relación” con cualquier otro elemento.

• Acerca de la cadena que se detiene y la que está rota

Lacan logra zanjar otra cuestión problemática del psicoanálisis. No duda en


ubicarlo en el plano imaginario. “El complejo de Edipo significa que la relación

31
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “El significante, en cuanto tal, no significa nada”, Paidós, Buenos
Aires, 2002, p. 264

7
imaginaria, conflictual, incestuosa en sí misma, está prometida al conflicto y a la
ruina.”32 Sin embargo, continúa y dice que ninguna formación imaginaria es específica
o determinante en la estructura o en los procesos33: Se trata de una terceridad, en tanto
hay algo que debe intervenir como función de corte. Con esto, dicha relación imaginaria
“No es decir suficiente: hace falta una ley, una cadena, un orden simbólico, la
intervención del orden de la palabra, es decir del padre. No del padre natural, sino de lo
que se llama el padre. El orden que impide la colisión y el estallido de la situación en su
conjunto está fundado en ese nombre del padre.” 34 Pero, como el mismo Lacan insiste
apenas unas líneas después, esto es un orden superpuesto como condición de que haya
vida animal posible y que hace del humano alguien de una complejidad profundísima y
cargada de paradojas.

Siguiendo la línea que plantea Lacan, es interesante pensarlo desde algo que
sostiene Saussure en su lingüística estructuralista, donde dice: “(...) se podría decir que
no es el lenguaje hablado el natural al hombre, sino la facultad de constituir una lengua,
es decir un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas.” 35 Pero
además de esto, el carácter propio del signo lingüístico es su arbitrariedad; tiene también
un costado de imposición: “(...) ninguna sociedad conoce ni jamás ha conocido la
lengua de otro modo que un producto heredado de las generaciones precedentes y que
hay que tomar tal cual es.”36 Vemos aquí cómo Saussure ubica la alteridad en el
lenguaje mismo. Según plantea Lacan desde “Acerca de la causalidad psíquica”, no hay
otra posibilidad que la alienación en la base de la constitución humana. Una alienación
que tendrá que ver primero con la imagen especular producto del narcisismo. En “De
una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” Lacan dirá que se trata
de la alienación en los Significantes del Otro. 37

Pero sobre todo hay que señalar que la misma frase de Saussure nos indica algo
fundamental: si nuestra facultad propia como humanos es constituir una lengua que solo
conocemos como producto heredado, es porque no hay nada en el significante que diga

32
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “La disolución imaginaria”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 139.
33
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: III. Después
de Freud”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 527 y 528
34
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “La disolución imaginaria”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 139.
35
F. de Saussure: Curso de lingüística general , “Primera parte: Principios generales: Cap. III: “Objeto de
la lingüística”, & 1. “La lengua, su definición”, Losada, Buenos Aires, 1986, p. 38
36
F. de Saussure: Curso de lingüística general , “Primera parte: Principios generales: Cap. II:
“Inmutabilidad y mutabilidad del signo”, & 1. “Inmutabilidad”, Losada, Buenos Aires, 1986, p. 97
37
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: V. Post-
scriptum”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 564

8
que realmente significa lo que significa. Para Lacan, el significante mortifica al
viviente. La existencia del sujeto es “(...) radicalmente inasimilable al significante”, el
cual “(...) lo considera muerto de antemano” 38 por su misma imposibilidad de
significado. El mismo sistema simbólico que hace del humano lo que es, es el que no
provee nada como respuesta a la creación en todos sus niveles: creación en tanto
“hacer” de un humano. Retomando lo que habíamos planteado anteriormente, para el
humano no hay otra forma de estar que el malestar.

Saussure dirá que cada desplazamiento en función a esta relación de coherencia


de los elementos del signo lingüístico, la correspondencia unívoca entre significante y
significado, hace surgir un nuevo signo. Si bien Saussure primero asevera que el sistema
de la lengua no se ve modificado por ello, cuando incluye la temporalidad, desde la
lingüística diacrónica dice los siguiente: “(...) no es el conjunto el desplazado ni que un
sistema haya engendrado a otro, sino que este elemento del primero ha cambiado, y eso
basta para hacer nacer un nuevo sistema.”39

Podríamos pensar que Schreber, con la creación de su “Grundsprache” 40 -su


“Lenguaje Fundamental”- es saussuriano a pies juntillas. Sin embargo, no es así: Lacan
conduce todo esto a un nivel mucho más fecundo. La relación entre significante y
significado es también arbitraria. Habíamos dicho que, como lengua, implica una
colectividad: “La colectividad es necesaria para establecer valores cuya única razón de
ser está en el uso y en el consenso generales; el individuo por sí solo es incapaz de fijar
ninguno.”41

Habría una sobredeterminación 42 implícita en este desplazamiento interior al


signo lingüístico, como nos enseña Lacan en el Seminario 3, siguiendo a Freud. Por lo
tanto, habría que estar atentos acerca de la heterogeneidad misma implícita en el signo -
la unidad lingüística saussuriana. Lo que nos muestra el fenómeno psicótico es

38
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Del significante y del significado”, “Qué es una mujer”, Paidós,
Buenos Aires, 2002, pp. 256 y 257
39
F. de Saussure: Curso de lingüística general, “Primera parte: Principios generales”: Cap. III: “La
lingüística estática y la lingüística evolutiva”, & 3. “La dualidad interna ilustrada con ejemplos”, Losada,
Buenos Aires, 1986, p. 110
40
Schreber, D. P.: Memorias de un enfermo nervioso, “Dios y la inmortalidad”, Petrel, 1978, Buenos
Aires, p. 32
41
F. de Saussure: Curso de lingüística general, “Primera parte: Principios generales: Cap. IV: “El valor
lingüístico”, & 1. “La lengua como pensamiento organizado en la materia fónica”, Losada, Buenos Aires,
1986, p. 137. El remarcado es nuestro.
42
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Temática y estructura del fenómeno psicótico: "Del sin-sentido y
de la estructura de dios”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 173. Lo que nos interesa aquí es destacar la
lectura lacaniana particular de sobre la sobredeterminación freudiana relacionándola con las psicosis.

9
justamente esto: el mismo conjunto heterogéneo comporta cierto elemento ausente en el
nivel -con Lacan- subjetivo: la falta misma, como originariamente alienados que nunca
nos completamos. ¿Falta de qué? De ese significante que explica la presencia-ausencia
del y en el otro.

Para Lacan, será entonces la arbitrariedad propia del lenguaje la que lo hace
aparecer como unidad ilusoria dentro de un discurso caracterizado por palabras que
forman cadena, pero que siempre nos ubican frente a diferentes posibilidades de
segmentación ya sea como frase, palabras o sílabas.43 La palabra aparece como pacto,
mediación con el otro. Si Saussure postula que la alteración de la unidad del signo
lingüístico se produce en tanto “la infidelidad al pasado es solo relativa”44, diríamos
aquí que para Lacan no hay posibilidad de palabra verdadera sin alteración, sin un
sistema nuevo; y que además, como alteración, es condición de posibilidad de la
estructura misma. La alteración de la lengua por el individuo ya no configura otro
sistema sino que es parte y condición de la estructura misma de la palabra: ya no
hablamos entonces de individuo sino del sujeto del inconciente. Se trata de la
posibilidad o imposibilidad de respuesta frente a un sistema que consta de dos
elementos heterogéneos entre sí -significante y significado- que además no se recubren
completamente entre ellos.

• La polarización de los significantes: Del “Fort-da!” y el


significante último

Es en este sentido que los psicóticos no son máquinas con palabra 45; a ellos
también se les juega esta cuestión acerca de su existencia (ausencia-presencia) como
sujeto del inconciente; y en la psicosis, dicha cuestión posee la característica de

43
Ibídem, p. 172
44
F. de Saussure: Curso de lingüística General, “Primera parte: Principios generales: Cap. II:
“Inmutabilidad y mutabilidad del signo”, & 2. “Mutabilidad”, Losada, Buenos Aires, 1986, p. 100
45
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “El Otro y la psicosis”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 63

10
extenderse hasta “su relación intramundana con los objetos” 46 y la existencia del orden
del mundo mismo.47

Podemos decir, que esta mortificación y el orden de la creación del mismo


sujeto, se pone en su máxima evidencia en el fenómeno psicótico. ¿Por qué? Porque lo
que habíamos caracterizado como hacer del psicótico es una clara traducción deformada
de este “a-ser”48 del significante en tanto lenguaje que no tiene, no es una lengua vecina
sino que conlleva una falta que pone, o no, a trabajar a cada sujeto a su manera.

El fenómeno psicótico, como lo va circunscribiendo, dibujando, ciñendo Lacan


en su Seminario III, se puede entender como “la emergencia en una realidad de una
significación enorme que parece una nadería –ya que nunca entró en el sistema de
simbolización-”49, que en la estructura psicótica produce una catástrofe.

Se trata del hacer en relación con la búsqueda de un sentido unívoco50, del cual
solo da cuenta un significante reducido a su mínima expresión en tanto no significa
nada, no dice nada acerca del sujeto. Ahí donde había inicialmente una significación de
significación, ya que el significante se ausenta como pacto posible. Es lo que Lacan
denomina “cadena rota”, ahí donde lo que se dice no es del orden de lo decible. Pero
que además no se trata de un retorno mediado, desde el simbólico, sino de un retorno
desde lo real. “El sujeto, por no poder en modo alguno reestablecer el pacto del sujeto
con el otro, por no poder realizar mediación simbólica alguna entre lo nuevo y él
mismo, entra en otro modo de mediación, completamente diferente del primero, que
sustituye al mediación simbólica por un pulular, una proliferación imaginaria en los que
se introduce de manera deformada y profundamente asimbólica, la señal central de la
mediación posible.”51

Vemos entonces que el significante como tal funciona de manera distinta en la


estructura psicótica: hay algo que retorna por una vía ajena a lo simbólico. Hay algo de
la arbitrariedad del lenguaje que se manifiesta en su discurso de manera dislocada.

46
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: 1. Con
Freud”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 532
47
Ibídem.
48
Jugamos con la homofonía en castellano de “hacer” y “a-ser”.
49
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Temática y estructura del fenómeno psicótico: El fenómeno
psicótico y su mecanismo”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 124
50
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: 1. Hacia
Freud”, Siglo XXI, Buenos Aires., 2002, p. 514
51
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Temática y estructura del fenómeno psicótico: El fenómeno
psicótico y su mecanismo”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 127

11
Pero centralmente, la función del significante es detener la significación, en
tanto ella misma siempre remite a otra significación. De esta manera, ya en “Acerca de
la causalidad psíquica” Lacan escribe que “(...) lo ideogénico no es otra cosa que la
búsqueda de límites de la significación.” 52 Ahora, a la altura de su escrito “De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de psicosis” podríamos decir entonces
que solidifica su posición. No se trataría, entonces, de un detenimiento de la cadena de
significantes en la estructura psicótica. Se trata de una cadena rota. 53 El inconsciente,
como lugar del Otro, como memoria de la indestructibilidad de ciertos deseos es el que
se muestra solo, de manera diferente.54 “(...) Responderemos por la concepción de la
cadena significante, en cuanto una vez inaugurada por la simbolización primordial (que
el juego Fort! Da! sacado a la luz por Freud en el origen del automatismo de repetición,
hace manifiesta), esta cadena se desarrolla según los enlaces lógicos cuyo enchufe en lo
que ha de significarse -a saber, el ser del ente- se ejerce por los efectos de significante,
descripto por nosotros como metáfora y metonimia.” 55

Lacan sostendrá ahora, basándose en la obra del lingüista Roman Jakobson56,


que es esencial el desplazamiento de significado para que pueda, en un segundo tiempo,
surgir la metáfora. Pero primero hay que entrar en el lenguaje. De esta manera en
función de un tiempo mítico, la metonimia sería condición de posibilidad de la
transferencia de significado. 57 Para la diacronía, Lacan elige entonces el término
“función”, en tanto que la significación solo se cierra con su último elemento y se arriba
en el sentido de la frase por retroacción.58 En cambio, cuando habla de la sincronía lo
hace de la siguiente forma: “(...) la estructura sincrónica, (...) es ella la que nos lleva al
origen. Es la metáfora en cuanto que en ella se constituye la atribución primera, la que
promulga `el perro hacer miau, el gato hacer gua gua´, con lo cual el niño de golpe,
desconectando a la cosa de su grito, eleva el signo a la función del significante, y la
realidad a la sofística de la significación y por medio del desprecio de la verosimilitud,

52
J. Lacan: Escritos 1: “Acerca de la causalidad psíquica, La causalidad esencial de la locura”, Siglo
XXI, Buenos Aires, 1988, p. 158
53
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: III. Hacia
Freud”, Siglo XXI, Buenos Aires., 2002, p. 517
54
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: V. Post-
scriptum”, Siglo XXI, Buenos Aires., 2002, p. 556
55
Ibídem.
56
Roman Jakobson (Moscú, 1896 - Boston, 1982), lingüista ruso.
57
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Del significante y del significado”, “Metáfora y metonimia (II)”,
Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 322
58
J. Lacan: Escritos 2: “La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo”, Siglo XXI, Buenos Aires,
2002, p. 785

12
abre la diversidad de las objetivaciones a verificar de la cosa misma.” 59 No hay
posibilidad de nominación significante articulada, si prescindimos de esta función
posicional del lenguaje, en tanto a su vez implica una relación de cierta equivalencia
con/desde el Otro. “El lenguaje, para nacer, debe siempre ya estar tomado en su
conjunto. En cambio, para que pueda ser tomado en su conjunto es necesario que
primero sea tomado por el lado del significante.” 60

Pero además de ellos podríamos pensar que se trata de una pérdida que en la
psicosis se presenta a nivel del signo; la realidad sucumbe a la catástrofe ahí donde el
grito aún debe producirse en tanto el psicótico aún está de un modo u otro conectado de
una forma particular con la cosa. Abreviando: primero el significante (que mortifica al
viviente), luego su coordinación sincrónica como estructura (metonimia), es decir,
definida por sus relaciones de oposición y similitud; y ahí, paralelamente, la
transferencia de significado como metáfora entendida como ese momento, cuando la
palabra logra su máxima eficacia en tanto diciendo otra cosa logra decir algo. 61

Por otra parte, podríamos decir que si hablar es ante todo hablar a otros hay algo
indialectizable en este hablar del psicótico; si el psicótico trata a las representaciones-
palabra como representaciones-cosa es porque nos encontramos en un campo donde la
significación no se desplaza: no hay transferencia de significado posible. 62 Ya hemos
mencionado que para Lacan “Bajo los significantes, se producen, con el correr de los
años, deslizamientos de significación como esos que prueban que no puede establecerse
una correspondencia bi-unívoca entre ambos sistemas.”63 No hay forma de hacer
coincidir el registro imaginario con el registro simbólico. En el nivel del registro
simbólico siempre hay uno-en-falta.

Podemos pensar esto en función de los dos ejes que sobredeterminan el discurso
en tanto involucra un tiempo, un orden, una diacronía a producirse a modo de
pentagrama.64 El otro eje que lo constituye como discurso se caracterizará por la
estructuración de grupos opuestos entre sí. “La existencia sincrónica del significante

59
Ibídem.
60
Lacan, J. Seminario 3: Las psicosis, “Del significante y del significado”, “Metáfora y metonimia (II)”,
Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 328
61
Ibídem, p. 322
62
Cfr. S. Freud, “El discernimiento de lo inconsciente”, cap VII de “Lo Inconsciente”, en Obras
completas, Volumen XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 1986, pp. 193-203.
63
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Temática y estructura del fenómeno psicótico: “Del sin-sentido y
de la estructura de dios”, Paidós, Buenos Aires, 2002, Pág. 172
64
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Vengo del fiambrero”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 83

13
está caracterizada suficientemente en el hablar delirante por una modificación (...), a
saber, que algunos de sus elementos se aíslan, se hacen más pesados, adquieren un
valor, una fuerza de inercia particular, se cargan de significación, de una significación a
secas.”65 Es la presencia del significante a nivel del neologismo, aquello que constituye
una plomada o un estribillo en el decir psicótico pero que, por plenitud o ausencia de
significación.66 Se trata en la psicosis de significantes que no entran en la dialéctica del
lenguaje.67

• La indeterminación subjetiva: Cuando el significante no dice lo


que dice

De esta manera, entonces, debemos entender -y metérnoslo en la cabeza- que el


lenguaje es un sistema de coherencia posicional 68: donde haya metonimia deberá, o no,
advenir la metáfora, en tanto una palabra puede, o no, ser tomada por otra. Si no adviene
en tanto polo opuesto a lo fundante, palabras fundantes, no habrá contraseña.

Pero además de esto, la palabra no podrá en este sentido indicar otra cosa que el
vacío mismo de significado. De esta manera, sostenemos que de lo que menos se trata
en el lenguaje, sobre todo, es de la significación. Será lo posicional lo que entrará a
jugar entre los dos polos. Se trata centralmente del significante: no hay recubrimiento
entre el orden de las cosas y el orden de las palabras. Podríamos entender esto como a la
iniciativa del Otro que Lacan menciona como síndrome de acción exterior ahí donde se
muestra claramente la exterioridad del psicótico con respecto al conjunto del lenguaje 69,
ahí donde el Otro que habla es desconocido y no hay posibilidad de reconocimiento, de
mediación simbólica posible. Y si no, ¿cómo se dice “Mueran los sapos!” 70 en
esperanto? Podemos pensar en este sentido lo que Lacan muestra en relación con las
lenguas artificiales que se basan en la significación.

65
Ibídem, p. 84
66
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “El Otro y la psicosis”, Paidós, Buenos Aires, 2002, pp. 52 y 53
67
Ibídem, p. 62
68
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Del significante y del significado”, “Metáfora y metonimia (II)”,
Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 259
69
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Los entornos del agujero: El llamado, la alusión”, Paidós,
Buenos Aires, 2002, Pág. 359
70
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Vengo del fiambrero”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 82. Lacan
lo menciona como un dialecto de Jamaica. El equivalente en castellano rioplatense sería: “¡Qué muera la
yuta!”

14
• El hombrecito de las clavijas

Será aquí donde Lacan articulará el inconciente a modo de lenguaje. Al


psiquiatra, “escuchar a un señor proferir afirmaciones a la vez perentorias y contrarias a
lo que se suele admitir como orden normal de la causalidad, es algo que lo perturba, y
su principal preocupación es que las clavijas encajen en los agujeritos, como decía
Péguy en sus últimos escritos, refiriéndose a la experiencia que él asumía, y a esas
personas que quieren, en el momento en que se declara la gran catástrofe, que las cosas
conserven las mismas relaciones que antes.” 71 Pero sigamos entonces, como lo hace
Lacan, al significante. Cuando habla de “clavijas”, ¿a qué se refiere? “Si el inconciente
es tal como Freud lo describió, un retruécano puede en sí ser una clavija que sostiene un
síntoma, retruécano que no existe en una lengua vecina.” 72 ¿Qué estatuto para esta
clavija, en la psicosis?

Lacan cita a Schreber de una manera particular, aclarando que es una “(...) muy
singular expresión: [...]”73; quisiéramos remarcar la forma en que está impreso en el
seminario, ya que podríamos pensar aquí en algo que remite realmente a lo que excede a
la palabra: “[...]”.

Dirá que “es una palabra rara muy difícil de traducir” y que demás conlleva una
“connotación técnica” similar a la de los cazadores cuando siguen el rastro de los
excrementos de los animales de caza mayor. Aquí es donde Lacan ubica “(...) lo que
llamo la palabra de base, la clave, la clavija última, más que la solución.”74 Pero, ¿de
qué clavija se trata entonces? Siguiendo esta orientacioón, podemos decir lo que dijo
Schreber: “Quisiera que me mostraran a alguien que, frente a la alternativa de volverse
loco sin perder sus atributos masculinos o volverse mujer pero sana de espíritu, no
optara por la segunda solución.”75 Schreber se inventa una clavija en tanto significa algo
para él imposible de significar. Podríamos decir que para la condición humana, aunque
Schreber lo desconozca, no hay solución. En este sentido, se trata de un

71
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Temática y estructura del fenómeno psicótico: “Del sin-sentido y
de la estructura de dios”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 174
72
Ibídem, p. 172
73
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Los entornos del agujero: El punto de almohadillado”, Paidós,
Buenos Aires, 2002, p. 371
74
Ibídem.
75
Schreber, D. P.: Memorias de un enfermo nervioso, Cáp. XIII: “La voluptuosidad del alma como agente
de atracción. Consecuencias”, Petrel, 1978, Buenos Aires, pp. 180 y 181

15
desconocimiento, pero que además implica para Schreber una “Versöhnung”76,
reconciliación; algo que se mediatiza en tanto expiación77, esperando su condena, pero
que centralmente lo define como “la mujer de Dios”.

Se trata entonces de un poder hacer con aquello que perfora el simbólico y


retorna desde otro lugar, la metáfora a inventar allí donde no hay significación fálica
posible, para relativizar esto donde el Otro en tanto absoluto no está de acuerdo. Ahí
donde la metonimia se muestra abiertamente en la proliferación de estos pequeños otros.
De esta manera, Lacan, dirá: “Para que la psicosis se desencadene, es necesario que el
Nombre del Padre, verworfen, precluido, es decir sin haber llegado nunca al lugar del
Otro, sea llamado allí en oposición simbólica al sujeto.”78

El Nombre del Padre es una clavija que polariza, que permite sostener la
realidad que, como el mismo Lacan dice, es la realidad de la palabra para el humano.

Podríamos sostener entonces que las clavijas son estos significantes, aquellos,
que por estas vicisitudes imaginarias de unidad ilusoria que creemos ser los humanos
hablantes. Pero son estos mismos significantes los que siempre dicen más allá de lo que
dicen, porque su esencia, en sí, es un no-ser otra cosa. Se trata de algo entonces como
un hacer que lleva al agujero en tanto por más que nos esforcemos, el agujero sigue
estando ahí. Pero en la vida no hay otra cosa que hacer. Aunque lo llenemos de clavijas,
el agujero no deja de aparecer.

Lo que este registro presupone es un orden, una legalidad, y es este orden el que
al señor de las clavijas le exigen sus voces: Ordénese! Es que para poder entender algo
de la esencia humana, del mundo son necesarias luces, como las de Schreber, aquellas
que rara vez se dan a un mortal. 79 No se trata, entonces, de comprender la vivencia
psicótica para entender qué le pasa al psicótico. Se trata de algo que al psicótico le
concierne. Parafraseando a Lacan, al contrario de Claudel al psicótico ya le aconteció lo

76
Más allá de la traducción correcta del término sea “reconciliación”, quisiéramos llamar nuevamente e la
atención sobre el prefijo “Ver-” señal de dislocamiento y su compuesto con la palabra “Sohn” traducible
como hijo.
77
Por estructura y por la falta del significante del Nombre-del-Padre, Schreber no puede “hacerse hijo”,
correlato literal -más que traducción- del verbo, “sich ver-söhnen”, ahí donde el padre no medió, la
oposición posible podría ser “hacerse mujer”. Esto conlleva paralelamente a la exclusión, forclusión de
una terceridad edípica tal como la plantea Lacan en términos de Ley simbólica.
78
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, V.
Postscriptum, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 558
79
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “El Otro y la psicosis”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 50

16
peor y tiene la certeza de que le está dirigido. 80 No hay duda, ni pregunta. Hay algo en
este discurso del psicótico que revela su carácter original, o mejor dicho primordial,
absolutamente consistente con el inconsciente concebido por Freud.

En esta apertura la estructura ya no puede ser más concebida en función de


déficit subjetivo: son modos de retorno en la diferencia. “Lo importante es ver cómo
esto responde a la demanda, indirectamente realizada de integrar lo que surgió en lo
real, que representa para el sujeto algo que nunca simbolizó. Una exigencia del orden
simbólico, al no poder ser integrada en lo que ya está puesto en juego en el movimiento
dialéctico en que vivió el sujeto, acarrea una desagregación en cadena, una sustracción
del tapiz, que se llama delirio.”81 Es aquí, en esta apertura, donde algo de la subjetividad
puede producirse en tanto verdad radicalmente singular; pero, que además no se cura
sino que se acota, y es portadora de un sentido que si bien representa un saber, no
comporta el menor conocimiento. Es un sin-sentido, el Unsinn82 de Schreber que se
transpone, que podríamos sostener desde el retorno de Lacan a Freud.

Lacan funda la psicosis no en cuanto error o déficit sino en tanto se inscribe


como diferencia para la cual no hay explicación. O, mejor dicho, con Lacan no hay
significante en el Otro. De ahí su carácter del Otro como absoluto en la psicosis.

• [...]83

El gran enigma de esto es que, ya desde el vamos, no tenemos todas las clavijas,
parafraseando a Lacan. Y ahí nos puede tocar creernos, por ese accidente del registro
simbólico, estar en posesión de una clavija que siempre está en otro lugar: el falo. Esta
clavija puede funcionar con la diferencia en tanto abre la posibilidad de producción de
la significación fálica. Se trata de una significación que, como tal se desplaza: “(...) el

80
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Temática y estructura del fenómeno psicótico: El fenómeno
psicótico y su mecanismo”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 109
81
Lacan, J. : Seminario 3: Las psicosis, “Temática y estructura del fenómeno psicótico: El fenómeno
psicótico y su mecanismo”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 128
82
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Temática y estructura del fenómeno psicótico: “Del sin-sentido y
de la estructura de dios”, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 177. La cita completa, que contiene la traducción
de Lacan del alemán, es: “Aller Unsinn hebt sich auf!, ¡Todo sin-sentido se anula, se eleva, se
transpone!”
83
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Los entornos del agujero: El punto de almohadillado”, Paidós,
Buenos Aires, 2002, p. 371

17
falo (...) siempre se pasea. Está en otro lugar.” 84 Ahí donde no hay explicación para el ir
y venir de la madre, su existencia como deseante en un más allá de su hijo; ahí, en este
mismo gesto -fort!da!-, poder tener con este ritmo de ausencia-presencia el falo
implica el escamoteo al saber sobre la falta en el Otro. Es esa misma falta la que por un
lado permite el advenimiento del niño dentro de este deseo de la madre: la relación de
madre e hijo se inicia en un proceso ilusorio de falicización recíproca. “En cuanto al
niño, no hay dudas, varón o hembra, localiza muy tempranamente el falo, y se nos dice
que se le otorga generosamente a la madre (...).”85 Será a través de la función de corte
del Padre que se inscribirá su Nombre. De esta manera, el niño primero es el falo y nada
más; pero que luego este falo “(...) es aquello que debe existir en la dialéctica
imaginaria, para que el falo sea otra cosa que un meteoro.”86

Desde esta perspectiva es que en la psicosis nadie detenta un falo, sino que el
psicótico mismo lo es y no hay preguntas: Es eso y no hay implicación posible del no es
eso.87 Podríamos decir que el psicótico es este falo en tanto no es un-Padre que lo tiene
en el trío88, sino que el mismo niño lo es. Lo imposible de decir adquiere entonces un
nuevo estatuto para la psicosis, “En el punto donde (...) es llamado el Nombre-del-
Padre, puede pues responder en el Otro un puro y simple agujero, el cual por la carencia
del efecto metafórico provocará el agujero correspondiente en el lugar de la
significación fálica.”89 De esta manera, entonces, al ser el falo, lo que queda por fuera
es la elección del tener. Podríamos pensar esto en función de vel que permite la reunión
de dos cosas de orden opuesto y que encima se definen en función de un no-ser otro
para la neurosis forcluido en la psicosis.90 “(...) los hombres libres, los verdaderos, son
precisamente los locos. No hay demanda al a minúscula, su a minúscula él lo tiene, es lo
que él llama sus voces (...).”91

No habría metáfora paterna, sino delirante en la psicosis. “Este significante será


pues el significante por el cual todos los otros significantes representan al sujeto: es
decir que a falta de este significante, todos los otros significantes representan nada.

84
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Los entornos del agujero: El falo y el meteoro”, Paidós, Buenos
Aires, 2002, p. 453
85
Ibídem.
86
Ibídem.
87
Ibídem, p. 452
88
Ibídem, p. 453
89
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: 1. Por el
lado de Schreber”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 540.
90
J. Lacan: Escritos 2: “Posición del inconsciente”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 820.
91
J. Lacan: Traducción inédita de Petits écrits et conférences: “Breve discurso a los psiquiatras. El 10 de
noviembre de 1967”, 2004, p. 19.

18
Puesto que nada es representado sino para.”92 Algunos inventamos más, otros menos.
Algunos nos ordenamos más, otros menos. Pero recordemos aquí el valor que tiene para
el psicótico el testimonio, lo indialectizable de su verdad. Y aunque nos estemos
expresando con más o menos, se trata justamente no de una cantidad, sino de la
inscripción de un “mediatizador” de agujeros: el significante del Nombre-del-Padre. El
Nombre-del-Padre sería como un tensor estructural, que permite la inscripción del falo
como opuesto al agujero de la castración como lo irrepresentable en lo simbólico: para
el neurótico la castración en este Otro; para el psicótico su propia castración.

Si bien las clavijas están todas ahí, nosotros sólo nos podremos “servir” de
algunas. Y el juego que jugaremos presupone una Ley, las reglas de juego, un
ordenamiento. Por esto podemos ser “un poquito animales” e imaginar un encuentro
donde todo es des-encuentro o re-encuentro... con un resto. Podríamos decir entonces,
siguiendo esta metáfora de Lacan, que, además, la portación de una clavija en particular
permite entonces polarizarlas, oponerlas o relacionarlas siempre desde un ordenamiento.
Se trata de la metáfora paterna donde se inscribe el falo como opuesto a la castración.
La castración, en tanto prohibición propia de la Ley, además implica que el goce sea
rechazado.93

Esta inscripción permite, por un lado, la significación fálica producto de la


metáfora paterna. Por el otro, y más centralmente, permite al sujeto subordinarse a la ley
del deseo. “Pues es el placer el que aporta al goce sus límites, el placer como nexo de la
vida, incoherente, hasta que esta otra prohibición, esto no impugnable, se eleve de esa
regulación descubierta por Freud como proceso primario y ley pertinente del placer.” 94
Ahí adonde el sujeto no logra ordenarse por falta de este mediatizador, a saber, el
Nombre-del padre, el goce irrumpe y todo empieza a hablar: nada es y todo habla. No
hay nexo de la vida; en todo caso, confrontado con el agujero, el psicótico intentará
crear un mundo.

Se trata entonces en las psicosis del falo en tanto, parafraseando a Lacan, lo que
hace subsistir empero para nosotros, al punto de poder hacernos preguntas sobre él, se
debe únicamente al eso es del origen, a saber, la nominación. 95 Hay un significante

92
J. Lacan: Escritos 2: “La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo”, Siglo XXI, Buenos Aires,
2002, p. 799.
93
Ver J. Lacan: Ibídem, p. 807.
94
Ibídem, p. 801
95
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Los entornos del agujero: El falo y el meteoro”, Paidós, Buenos
Aires, 2002, p. 452

19
particular que debe inscribirse para que esta polarización pueda ser re-presentable; el
Eso es, el falo, pueda no-ser, la castración, para “a-ser” algo y ese algo no se muestre
solo, como lo hace en las psicosis. Podríamos ejemplificar esto con lo que Lacan
menciona en relación a Schreber: “Sin duda la adivinación del inconciente ha advertido
muy pronto al sujeto de que, a falta de poder ser el falo que falta a la madre, le queda la
solución de ser la mujer que falta a los hombres.” 96 Y, siguiendo esta línea, se trataría
entonces de una relación dual madre–hijo-(falo), allí donde la terceridad, (padre)-falo-
madre –hijo.

Sin esta inscripción, sin esta clavija, entonces, que es un significante primordial,
es impensable la resolución y el atravesamiento del complejo de Edipo. Se trata del
Nombre-del-Padre, que en tanto significante abre así el recurso a una terceridad y con
ello a algo que puede decir nada diciéndolo todo: la metáfora como eficacia máxima del
lenguaje97. Sin este significante del Nombre del Padre, no habrá posibilidad de
representación y lo que debería re-presentarse, se presentifica sin mediación simbólica
posible. Esto es lo que está en diferencia en la estructura psicótica y que le da un
estatuto de verdad al decir psicótico.

Ahí donde el Nombre-del-Padre no se ha inscripto, los efectos serán dados por


todos los fenómenos propios de la psicosis. No hay para el humano otra posibilidad que
hablar y hablar desde su subjetividad más absoluta y trastocada por hablantes seres. Será
en este sentido, su sentido, que Schreber encuentra entonces esta clavija última: “[...]”. 98
Podríamos pensar neuróticamente en un término técnico muy difícil de traducir que
describe el rastro excrementicio de un animal a ser muerto por su cazador. Por un lado,
se trataría de un Cazador: el Otro en tanto absoluto sin mediación simbólica posible en
tanto metáfora delirante. Por el otro, se trataría de aquello, el inconciente, que no
admite lengua vecina y por lo cual el todo habla, por lo tanto todo es posible de “ser-
dicho” y nada más: “[...]”

96
J. Lacan: Escritos 2: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: 1. Por el
lado de Schreber”, Siglo XXI, Buenos Aires., 2002, p. 547
97
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Del significante y del significado”, “Metáfora y metonimia (II)”,
Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 322
98
Lacan, J.: Seminario 3: Las psicosis, “Los entornos del agujero: El punto de almohadillado”, Paidós,
Buenos Aires, 2002, p. 371

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