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Fotografía y Narrativa en Afganistán

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PREFACIO

The Kabuler surge de la colaboración entre Lorenzo Meloni y Cristina de Middel, ambos
fotógrafos de la agencia Magnum con enfoques y estilos divergentes. Uniendo sus fuerzas, se
propusieron desafiar la narrativa que ha impregnado uno de los conflictos más documentados
del siglo XXI: la Guerra en Afganistán.

En enero de 2022, recorrieron el país en su totalidad para capturar el regreso al poder de los
talibanes después de la retirada de las fuerzas extranjeras. En este breve lapso, los talibanes se
concentraron en redefinir su imagen en el escenario internacional, buscando presentarse no
solo como un grupo guerrillero, sino como una entidad política capaz de ejercer un gobierno
efectivo sobre la nación.

A lo largo de 30 días, Meloni y de Middel llevaron a cabo entrevistas con políticos, soldados
talibanes, ciudadanos comunes y figuras destacadas de la sociedad. Este proceso les permitió
recopilar perspectivas directas acerca de las transformaciones en curso. Con el propósito de
proporcionar al lector una visión más completa de la situación en Afganistán, también se
analizaron los indicadores sociales clave a la luz de su contexto histórico.

Con esta colaboración los autores desafiaron sus roles y perspectivas habituales para concebir
una publicación con formato de revista occidental. Esta publicación nace con la vocación de
remediar la persistente falta de comprensión de un país sobre el que se han hecho infinidad de
reportajes. La fusión entre la fotografía documental y de conflicto de Meloni, junto con el
enfoque más conceptual de De Middel, busca revitalizar las interacciones usualmente estáticas
entre el texto y la imagen. Al mismo tiempo, suscita cuestionamientos auténticos por parte del
lector sobre los significados ligados a la guerra, la historia y la identidad nacional.

La revista presenta informes, entrevistas y artículos de opinión de manera que estimulan al


lector a involucrarse de manera activa y reflexiva frente a la información presentada. Este
enfoque tiene como objetivo superar las tendencias simplistas y sesgadas comúnmente
encontradas en los medios de comunicación tradicionales.

Al momento de la edición, Afganistán ha desaparecido de las portadas de los periódicos. Ahora


se encuentra atrapado en un ciclo de noticias perpetuamente superficiales, a pesar de los
desafíos en curso. Estos incluyen una grave deterioración de los derechos humanos, el inicio
de una crisis alimentaria y la materialización de algunas de las predicciones más pesimistas que
los talibanes buscan contrarrestar.

La revista tiene la intención de capturar un momento histórico crucial y convertirse en un


testimonio perdurable, desempeñando el papel de una herramienta afgana en su totalidad.

1
ENTREVISTA MULLAH ABDULLAH SARHADI
“SIEMPRE QUE DIGAN LO CORRECTO SERÁN BIENVENIDOS”

El gobernador tuerto de Bamiyan,


Mullah Abdullah Sarhadi, encarna las complejidades de Afganistán.
Presunto responsable de la masacre contra la minoría Hazara, fue enviado a la cárcel de
Guantánamo, y recientemente ha sido acusado de expolio al buscar tesoros en las ruinas de los
Budas que él mismo mandó destruir.

Hace más de dos décadas, Abdullah Sarhadi solía ser un comandante activo de las fuerzas
especiales talibanes, supuestamente implicado en la demolición de las enormes estatuas de
Buda que conmocionaron al mundo. Sin embargo, Sarhadi no limitó su furia únicamente a
obras de arte inmóviles o símbolos de diferentes religiones. Se dice que estuvo involucrado en
la masacre de más de 300 personas en el distrito de Yakaolang en Bamiyan en 2001.

Después de la invasión de Estados Unidos en Afganistán más tarde ese mismo año, Sarhadi fue
capturado y enviado a la tristemente célebre prisión de Guantánamo, donde permaneció
durante cuatro años. Regresó a Afganistán a través de Pakistán y los talibanes recientemente
premiaron su lealtad otorgándole el control del gobierno en Bamiyan, donde ahora gobierna
sobre la provincia que en un momento aterrorizó. Oficialmente, no hay motivo para
preocuparse, ya que su agencia de prensa repite constantemente las mismas declaraciones:
"La seguridad está asegurada, los hazaras no están siendo perseguidos, los talibanes están
generando empleo y la economía va bien".

Según Sarhadi, si Afganistán continúa enfrentando problemas, entonces la culpa recae en el


mundo occidental y sus periodistas. Tras una conversación cordial sobre su propio pasado y el
de Afganistán, en esta entrevista inusual, la tensión crece cuando la discusión se centra en la
situación actual del país y su futuro incierto.

Después de la derrota de los rusos, el fundador de los talibanes, Mullah Muhammad Omar, se
convirtió en el líder supremo del país, gobernando desde 1996 hasta 2001. Y Sarhadi estaba a
su lado en todo momento. "En ese entonces, mucha gente estaba causando problemas en
Afganistán. En particular, Abdul Ali Mazari, el líder de los hazara, estaba matando a pashtunes
en gran número", recuerda.

"Mullah Muhammad Omar eliminó a Mazari y sofocó la oposición. Estableció el primer


gobierno talibán en Afganistán. En ese entonces, lo obedecí igual que obedezco al mando
central hoy en día. Si el líder dice que debemos dirigirnos a un puesto de control, lo hacemos.
Si nos ordena ocupar el lugar del gobernador, tomamos nuestro puesto. Todo gira en torno al
liderazgo".

¿Cómo se unió a los talibanes?


Desde muy joven, fui enviado a una madrasa [escuela religiosa] fuera de la provincia para
estudiar el Corán. Ese era el deseo de mi familia. Paso a paso, me convertí en un Talib, un
estudiante que busca comprender el Islam y aspira a seguir a Dios en esta vida y en la otra.
Aprendemos constantemente, sin fin. Muhammad, el último profeta, trajo luz a este mundo.
Así es como el Islam se convirtió en nuestra religión.

2
¿Ha evolucionado la ideología política de los talibanes a lo largo de los años?
¿Cuáles son sus objetivos actuales?
Somos los mismos talibanes de antes y los de ahora, no hemos cambiado en absoluto. Durante
la lucha contra los rusos, éramos vistos como los liberadores de la nación. Pero cuando Estados
Unidos llegó y comenzamos a combatir contra ellos, de repente nos convirtieron en los
villanos. Estados Unidos y el mundo occidental etiquetan al Talibán como terrorista, pero eso
es parte de su plan para reprimir a Afganistán.

El cambio surgió cuando Mullah Muhammad Omar decidió brindar refugio a Osama Bin
Laden. Fue en ese momento cuando los talibanes fueron tildados de terroristas ¿Cree que
Mullah Muhammad Omar lamentó esa decisión?
Cuando Osama Bin Laden estaba combatiendo contra los rusos, era considerado un mujahidin,
un luchador por una causa justa, y Estados Unidos le proporcionó armas. Pero cuando usó esas
armas contra Estados Unidos, de repente se convirtió en un terrorista. Desde nuestra
perspectiva, él estaba luchando en Afganistán, por lo que, de una forma u otra, estaba
defendiendo a nuestro país y ayudando a nuestro pueblo a proteger su tierra.
“¿TENÍAIS QUE VENIR AQUÍ Y DESTRUIR TODO AFGANISTÁN SOLO POR BIN LADEN? ¿TENÍAS
QUE LANZAR LA 'MADRE DE TODAS LAS BOMBAS', MATANDO A CIVILES Y NIÑOS?”

Luego atacó a civiles en un país extranjero, y eso marcó la diferencia. Pero, ¿realmente tenían
que venir aquí y destruir todo el país para encontrar a un solo hombre? ¿Era necesario lanzar
la 'madre de todas las bombas', matando a civiles y niños? ¿Qué estaba haciendo Estados
Unidos aquí si ni siquiera podía resolver las tensiones raciales en su propio país?
En cuanto a los derechos humanos. Mi celda en Guantánamo medía 1,5 por 2 metros. Íbamos
al baño, comíamos y rezábamos exactamente en el mismo lugar.
¿Llamarías a eso humano? ¿Tratarías así a un animal? Los europeos, que son amigos de
Estados Unidos: ¿dónde estaban cuando cometieron todos estos crímenes contra nuestra
gente?

Europa también ha sido víctima de ataques terroristas de Al-Qaeda. Por ejemplo, el ataque a
la estación de tren de Madrid en 2004, donde murieron casi 200 personas. Así que es
comprensible por qué algunos países apoyaran a Estados Unidos.
¿Eso justifica todas esas bombas para destruir Afganistán? Durante la guerra contra los rusos,
los estadounidenses estaban suministrando armas a Al-Qaeda, pero después de eso nos
estaban matando. Primero estaba luchando en una yihad respaldada por Occidente, ahora
estoy defendiendo a mi país de Estados Unidos y sus aliados. Y luego, de repente, me llaman
terrorista. Hablan de derechos humanos, pero para ustedes no se aplican a los afganos. No
hicimos nada a su país, entonces ¿por qué nos están matando? Lo que estoy diciendo es: no
vengan a nuestro país y hagan cosas por nosotros. Haremos lo que sea necesario por nuestro
propio país. Siempre que digan lo correcto serán bienvenidos.

¿Es bienvenida la ayuda financiera de las Naciones Unidas o de países individuales? Y, como
gobernador, ¿tiene una idea de cómo se distribuyen estos fondos?
Contrariamente a las insinuaciones en Occidente, el dinero no va a los ministerios ni al
gobierno, va directamente a las personas que lo necesitan. A través de una organización que
estamos estableciendo, yendo puerta por puerta, podemos verificar la situación de las
personas y garantizar que los más pobres reciban la primera ayuda. El gobierno anterior era
corrupto y se quedaba con el dinero. Todo lo que el resto del mundo vertía en el país,
terminaba en los bolsillos de los ricos. Nuestro gobierno, el Emirato Islámico de Afganistán,
está completamente libre de corrupción. Todos los fondos se transfieren al banco del Emirato
y permanecerán allí hasta que las necesidades más urgentes estén claras. Tomaremos dinero

3
de las personas más ricas de la comunidad, que tienen suficiente comida y oro, y lo
distribuiremos entre los pobres. Sólo una economía sin corrupción puede crecer.

Según más de un informe, la hambruna amenaza a partes importantes de Afganistán. ¿Cómo


es la situación en su provincia?
En algunos países extranjeros, incluyendo América, las personas no tienen suficiente para
comer, pero puedo asegurarle que en Afganistán nadie morirá de hambre. Lo cual no significa
que no queramos cooperar con otros países para hacer de Afganistán un lugar mejor para
todos. No tenemos enemigos.

En un tono más personal: ¿qué hace cuando no está trabajando? ¿Lee el Corán o sale a
caminar? ¿Qué tipo de persona está detrás del político?
Incluso cuando no estoy de servicio, mis pensamientos y sentimientos siempre están al servicio
de mi pueblo. Incluso anoche, a las 3 de la madrugada, recibí un mensaje de que un par de
personas estaban atrapadas en las montañas. Así que inmediatamente envié bulldozers allí
para rescatarlos. Siempre estoy disponible, día y noche. Cualquiera puede llamarme en
cualquier momento.

¿Tiene tiempo para la familia? ¿Tiene incluso una familia?


Tengo hijos, tengo una familia, pero servir al pueblo es lo primero. Mi trabajo como
gobernador significa ser responsable de todos los seres y criaturas vivientes en el área, incluso
los animales. Tengo que cuidar de todo: agua, ropa, electricidad y vivienda. Bajo mi
administración, todos están unidos: hazaras, tayikos y pastunes. Estamos juntos, hombro a
hombro.

Las mujeres hazaras se visten de manera más informal que las mujeres en otras áreas del
país. ¿Planea imponer reglas talibanes para las mujeres aquí?
Los talibanes no van a decir nada al respecto. Tenemos gente hazara en el ejército y en la
administración, y pueden vestir lo que quieran. Incluso las escuelas aquí están abiertas para los
hazaras.

Como última pregunta, queremos saber su opinión sobre la destrucción de los Budas.
Originalmente, Mullah Muhammad Omar estaba en contra, porque casi no quedaban
budistas aquí y Afganistán podría beneficiarse del turismo que generaban las estatuas.
¿Qué cambió?
Lo que Dios diga, lo hacemos. En nombre del Islam, los Budas tenían que ser destruidos.

¿Puede citar la sura en el Corán que dicta esto?


Dios solo hay uno.

REPORTAJE HAIRSPRAY VS SPRAY DE PINTURA


Durante el primer mandato de los talibanes, de 1996 a 2001, se llegó al extremo de amputar
dedos a las mujeres por usar esmalte de uñas. Los centros de belleza y peluquería cerraron sus
puertas. Desde el 15 de agosto de 2021, un temor inquietante ha vuelto a instalarse en el
ambiente. Muchas mujeres, que previamente habían encontrado independencia en la
industria de la belleza, ahora deben ocultarse. Las imágenes y los anuncios que exhiben rostros
maquillados y peinados son tapados o arrancados. Sin embargo, detrás de los velos
obligatorios, perduran tesoros ocultos: manos decoradas con henna, uñas pulidas y largas,

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rizos y extensiones. La industria de la belleza no ha cesado, solo ha sido forzada a operar en la
sombra.
Oculto tras las imágenes que alguna vez mostraron ventanas repletas de mujeres (ahora
manchadas con pintura en aerosol), el salón de belleza funciona en silencio. Antes, esos
rostros maquillados solían dar la bienvenida a los clientes en la entrada. Ahora, su papel es
resguardar a quienes se encuentran en su interior, en un mundo exterior hostil que, una vez
más, se ha vuelto complejo para las mujeres.
Este es un salón de belleza secreto. Similar a un lugar donde entras sigilosamente para verte
bien cuando nadie te observa. El salón está en penumbra pero se mantiene pulcro. Cuenta con
seis pequeñas habitaciones para tratamientos especiales y tres áreas más amplias donde las
mujeres se congregan para compartir los resultados, susurrando sus alegrías frente a los
espejos. El ambiente, impregnado de laca para el cabello, se siente alegre y cauteloso. Un niño
corretea por ahí, buscando la atención de su madre, quien recién ha sido embellecida con un
juego de pestañas excepcionalmente largas. Ella lo aparta con ternura, pidiendo un minuto
para sí misma. Las pestañas destacan entre los tonos vibrantes de azul y rosa de su sombra de
ojos.
Este grupo de diez mujeres se está preparando para la boda de una prima. Estas ceremonias
familiares son unas de las raras ocasiones en las que tienen la oportunidad de mostrar su
belleza y, durante unas horas, brillar en público. Le dedican mucho tiempo y muchos recursos
a ofrecer la mejor versión de sí mismas.
En la sala VIP, otra novia (de una boda diferente) está en medio de sus preparativos. Conoció a
su futuro esposo en Canadá, país al cual planean regresar una vez casados. Decidieron casarse
en Kabul para poder compartir con su familia un momento tan especial y que llena de orgullo a
su madre.
Inicialmente, la novia acepta ser fotografiada y permitir la publicación de las imágenes, pero
tras conversar con su futuro esposo, cambia de parecer. "De ninguna manera", declara él,
enfatizando en que no es seguro y que se debe ser más precavida. A pesar de esto, acepta
siempre y cuando no se la pueda reconocer.
Durante seis horas, la novia será atendida en el salón de belleza por tres esteticistas atentas.
Mientras tanto, sus hermanas y amigas están recibiendo tratamientos en otros salones de
belleza de la ciudad.
Aunque hemos sido invitados a la boda, al llegar al Stars Palace junto con aproximadamente
otros 350 invitados, su esposo nos niega la entrada. Argumenta razones de seguridad. Nos
quedamos afuera, bajo la nieve, contemplando la balaustrada dorada y las extravagantes
lámparas de araña.
Mientras tanto, en el interior —al menos eso esperamos—unas 100 mujeres se divierten,
presumiendo de sus largas pestañas, sus sonrisas y sus movimientos de baile, al menos
mientras dure la música.
Cristina de Middel

Donde campan los rebeldes


Paisajes de cicatrices y guerras
JEAN MARIE WARD

Las palabras que un escritor plasma en la página son tan solo la mitad del relato. El resto lo
crean los lectores a través de sus historias, esperanzas y necesidades. Lo mismo aplica para el
resto de las artes. Lo que un público extrae de una canción o una película tiene más que ver

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con lo que el espectador decide ver que con la disposición concreta de notas o de destellos de
luz en la penumbra de una sala.

George Lucas, por ejemplo, tenía un plan para La guerra de las galaxias. Quería crear un mito
moderno siguiendo el patrón definido por Joseph Campbell en su libro El héroe de las mil
caras. Campbell sostenía que todas las narrativas míticas cuentan, en esencia, la misma
historia, una historia que él dio en llamar «La aventura del héroe» y que, en nuestros días, la
mayoría conoce como «El viaje del héroe», una versión simplificada de los mitos helenos que
hablan del acceso a la mayoría de edad. En el viaje del héroe, un hombre joven (los héroes de
Campbell solo pueden ser hombres) es obligado a emprender una expedición inviable, que se
verá sin embargo coronada por el éxito a pesar de los obstáculos. Tras su periplo regresa
triunfante a su hogar con el objetivo de abatir la malvada figura del padre que lo había enviado
a morir. La trama ha funcionado con eficacia a lo largo de los tiempos y en todo tipo de
lugares, pues al deshacerse de la maligna figura paterna el héroe destruye también,
simbólicamente, el poder del pasado y abre la puerta a un futuro nuevo e idealmente mejor.

Pero Lucas no cree en ese futuro feliz: creció oyendo historias de la Segunda Guerra Mundial,
se encontraba en la universidad cuando la implicación de Estados Unidos en Vietnam fue
escalando hasta desembocar en una guerra no declarada, creía que las democracias acaban
inevitablemente convirtiéndose en dictaduras y veía al presidente estadounidense Richard
Nixon como una versión suavizada, pero más taimada, de Hitler. Lucas trasmitió a sus
personajes de ficción sus miedos más íntimos. Dio el nombre de Stormtroopers a las tropas de
asalto de su malvado Imperio Galáctico, la misma denominación empleada por el brazo
paramilitar del Partido Nazi de Hitler. Vistió a su «malísimo» Darth Vader con una versión
futurista del uniforme de los oficiales de las SS. Adornó sus cinco películas de La guerra de las
galaxias con réplicas de los actos de masas hitlerianos que recorren las concentraciones de la
Alianza Rebelde, pero también las de sus enemigos.

Fascinados por la magia de un cuento de hadas de ciencia ficción protagonizado por unos
atractivos personajes que, a pesar de estar en inferioridad de condiciones, superan todo tipo
de obstáculos para alcanzar un (por ahora) feliz final, pocos de los fans americanos y europeos
que llenaron los patios de butacas en las primeras proyecciones de La guerra de las galaxias, El
imperio contraataca y El retorno del Jedi prestaron demasiada atención al subtexto. Las luchas
de Luke, Han y Leia encajaban a la percepción en sus respectivos mitos nacionales, lo que es
particularmente cierto en el caso de los Estados Unidos, que en cierto modo se identifican con
esa tripulación doméstica de davides coloniales que se deshicieron de los goliats británicos de
casacas rojas. Si hubiera que asignar una base histórica a los malos, los verían como nazis,
posicionando firmemente a los EEUU y sus aliados en el lado de los ángeles, o de la Alianza
Rebelde.

Pero algo extraño sucedió en la entrada al siglo XXI: Star Wars se convirtió en patrimonio del
mundo.

Pero Occidente no es el mundo. Otros ojos ven esas películas. Otras gentes dejan su huella en
esas historias. En una ocasión, un combatiente de al-Qaeda declaró a la antigua oficial de la
CIA Amaryllis Fox: «Todas esas películas americanas, como Independence Day, Los juegos del
hambre o La guerra de las galaxias, hablan de una banda de rebeldes pequeña y combativa
que hace lo imposible para repeler, con los escasos recursos de que dispone, a un invasor
extranjero dotado de tecnología avanzada. Y de lo que no os dais cuenta es de que, para
nosotros, para el resto del mundo, el Imperio sois vosotros. Nosotros somos Luke y Han.
Vosotros sois los alienígenas, nosotros, Will Smith».

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Lucas ya advirtió esa posibilidad en 2005, cuando vio paralelismos en las guerras de Vietnam y
de Irak. Pero el alcance de dichas correspondencias es limitado. Desde el principio, los
escenarios de las películas, series de televisión y videojuegos de La guerra de las galaxias están
repartidos por todo el mundo. Hay escenas icónicas rodadas por todas partes, de Túnez a Tikal,
de California a Tailandia, Bolivia, Jordania… Pero la elección de localizaciones respondía más a
la conveniencia que a la singularidad. Otros lugares ofrecen entornos visuales similares. Otras
vistas resuenan en idénticas frecuencias emocionales. Si al asomarte a la ventana observas
algo que parece salido de La guerra de las galaxias, ¡cómo no vas a verte a ti mismo cómo
héroe de la saga!

Algo especialmente aplicable a Afganistán. Las heladas montañas de sombras azuladas de las
provincias de Bamiyan y Wardak se sentirían como en casa en el planeta helado Hoth,
ubicación de una base secreta rebelde y donde se libra una gran batalla en El imperio
contraataca. Bajo un cielo diáfano, esos picos dentados crean entre sí simas de un silencio tan
profundo que el eco de un grito o un disparo reverbera hasta la eternidad. Son, sin embargo,
escenario también de tormentas atronadoras, más estrepitosas que el lanzamiento de un
cohete espacial. Las avalanchas retumban ladera abajo y las ventiscas de nieve reducen a
raíces la vegetación más resistente. El aire cortante de las alturas castiga los pulmones y
quema las partes del cuerpo expuestas a la intemperie. Las imponentes pendientes están
plagadas de cuevas, lo que las hace técnicamente habitables y al mismo tiempo tan inhóspitas
que solo los más desesperados buscarán refugio en ellas: eremitas, exiliados, bandidos,
muyahidines, al-Qaeda o los talibanes, rebeldes todos ellos.

La provincia de Herat podría ser gemela de Tatooine: un lugar árido de arenas ocres en
movimiento y rojas puestas de sol que rivalizan con el atardecer binario de los dos soles de
Tatooine. Unos pináculos rocosos observan altivos a los humanos y las cabras que, a duras
penas, tratan de sobrevivir a sus pies. Las tumbas excavadas en los peñascos y las casas bajas
que puntean la superficie del valle recuerdan las granjas de humedad creadas por colonos
humanos como la tía y el tío de Luke Skywalker, o los campamentos de los ingeniosos y
esforzados jawas, cuyos reptadores de arenas mecánicos emiten quejidos casi tan sonoros
como los de los camellos locales.

El ajetreo y la apariencia arenosa de Mos Eisley podría encontrar su réplica en los zocos y
bazares de la región. Unos arcos en ruinas evocan imágenes, tanto de la capital de Naboo
como del brutal poder imperial del Imperio Galáctico. Una mezquita con cúpula se
correspondería a la perfección con la cabaña, también con cúpula, que el Jedi conocido como
«Ben Kenobi» habitó durante su exilio, ocupándose de un Luke todavía menor de edad. La
similitud de ambas estructuras sirve también para recordarnos que es posible encontrar
maestros en cualquier tiempo, lugar y disciplina espiritual.

Como Tatooine y muchos de los demás mundos de La guerra de las galaxias, Afganistán es una
tierra donde lo futurista coexiste con lo medieval. A pesar de contar con aeropuertos, canales
de televisión e Internet, la mayor parte de la población viste de una forma que parece haber
cambiado muy poco desde la Edad Media, lo que obedece tanto a motivos prácticos como al
conservadurismo religioso. Llevar capas de prendas sueltas y envolventes es la única manera
sensata de vestirse en un mundo en el que todo es arena, una arena que, además, nunca está
quieta.

Los hombres de las tribus y los talibanes portan teléfonos móviles y kalashnikovs a lomos de
unos caballos enjaezados como los corceles de las miniaturas persas. Pero las similitudes con la
Alianza Rebelde y sus mentores Jedis trascienden lo meramente visual. El pueblo de Afganistán

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lleva mucho tiempo repeliendo invasores externos. Británicos, soviéticos y estadounidenses no
son sino los últimos en una larga cadena que incluye también persas, árabes, turcos y mogoles.

Irónicamente, es el espíritu díscolo e independiente del pueblo afgano lo que atrajo en un


primer momento a sus potenciales conquistadores, que asumían que las interminables luchas
internas de la región convertían el país en fruta madura para su cosecha. Esta actitud queda
claramente reflejada en los relatos de los viajeros británicos y norteamericanos que, en el siglo
XIX, buscaron aventuras y fortuna en lo que para ellos representaba el último lugar
inexplorado del planeta. Anhelaban vivir el viaje del héroe, sustituyendo las represivas figuras
paternales por emires, pachás y primitivos jefes tribales.

Pero las cosas nunca salieron tal como se habían planeado. Por mucho que Hollywood lo
intente, la vida real nunca sigue el guion de Campbell. La vida ofrece lecciones más oscuras, y
el Afganistán del XIX encontró su escriba a comienzos de la década de los ochenta de ese siglo
en la figura de un joven periodista británico radicado en Lahore, por entonces, India.

Rudyard Kipling era un escritor-trabajador, creador en serie de relatos breves con los que
suplementar su modesto salario. No intentaba dar con un hipotético monomito con el que
incrementar sus ingresos, pero, como George Lucas, tenía un plan. Kipling tramaba crear una
historia trepidante sobre la nación indómita que se extendía al otro lado del Paso Jáiber. Como
La guerra de las galaxias, su historia tuvo un impacto muy superior a la intención inicial de su
creador, definiendo durante generaciones la visión popular sobre Afganistán y, como La guerra
de las galaxias, hablando tanto de principios como de finales, en este caso, el del Imperio
Británico.

En su relato El hombre que pudo reinar, Kipling narra las aventuras de Daniel Dravot y Peachey
Carnehan, dos pícaros desertores del ejército británico que planean convertir en rey a un jefe
tribal afgano como primer paso para hacerse con todo el país, un proyecto que, combinando
su astucia, experiencia militar, conocimiento de la masonería y la veintena de modernos rifles
que llevan consigo, casi logran llevar a término. Su caída llega cuando Daniel es declarado «rey
dios» y se casa con una joven local contra la voluntad de esta. Al intentar besarla, la joven lo
muerde, con el consiguiente derramamiento de sangre que prueba que no es ni dios ni diablo,
sino tan humano como las gentes a las que pretendía gobernar. La venganza de las tribus por
el engaño será rápida y terrible.

En contraste con Lucas, los elementos del relato de Kipling se inspiran en la realidad. La trama
se localiza al oeste del Paso Jáiber, en la provincia de Nuristán, que en tiempos de Kipling se
conocía comúnmente como Kafiristán, «Tierra de los Infieles» en la lengua pastún del lugar. A
pesar de una campaña de siglos promovida por sucesivos gobernantes nativos y extranjeros,
por entonces la provincia no se había convertido por entero al islam. Varias tribus poderosas
seguían practicando una particular amalgama de rituales hinduistas y animistas, se
proclamaban con orgullo descendientes de Alejandro el Grande y estaban familiarizados con
muchos de los símbolos que, con el tiempo, la masonería acabaría haciendo suyos.

Con la excepción del periodista sin nombre a quien Peachey cuenta la historia (obvio trasunto
del propio Kipling), los personajes combinan rasgos de personas reales. Los modelos más
obvios son los del aventurero norteamericano Josiah Harlan, que se convirtió en príncipe
heredero de Ghor antes de morir en anonimato en San Francisco; y el de otro estadounidense,
Alexander Gardner, quien pasó décadas al servicio de múltiples gobernantes punjabis y
afganos y sufrió las mismas heridas que las infligidas a Peachey por las tribus, entre las que
destaca una llaga en la garganta que había que cerrar cada vez que se alimentaba. Sin olvidar

8
al infortunado explorador Adolf Schlagintweit, cuya cabeza salió de China en el interior de un
saco.

Aquellos intrépidos buscadores de aventuras, y otros cuyas misiones Kipling entrelaza en su


relato, se embarcaron, qué duda cabe, en odiseas heroicas. Pero no son los viajes de héroes lo
que Hollywood nos ha acostumbrado a esperar. Como en la breve novela de Kipling, las
experiencias de aquellos hombres encarnan esa totalidad llena de matices de los mitos
helenos que la simplista narrativa de Campbell oculta. Las aventuras campbellianas están
atadas y bien atadas: acaban con el triunfo de una era nueva sobre otra antigua. Las aventuras
de los más célebres héroes griegos no concluyen cuando matan al malo; los héroes griegos
envejecen y se vuelven irrelevantes, o cometen los crímenes más atroces y merecen su propia
destrucción.

El destino de esos héroes remite al pesimismo de Lucas en relación con las democracias y
dictaduras. Demuestra que el nuevo orden que creemos no tiene por qué ser necesariamente
mejor que el orden pasado que hemos derribado, recordándonos que el futuro no pertenece a
Luke o Han, sino a Rey Skywalker, y que en última instancia también ella será superada por
héroes que están por venir. Esa es la verdad universal que subyace a cualquier historia de
héroes, una verdad que se desarrolla ahora mismo en las calles de Irán, China o Brasil y que los
talibanes deberían tener en mente si aspiran a gobernar el indómito espíritu de sus
compatriotas; una verdad que sus predecesores aprendieron, a base de golpes, a lo largo de
los siglos.

El caballero oscuro, una película sobre otra figura mítica, Batman, lo dice mejor: «O mueres
como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano».

A pesar de las críticas internacionales, el líder talibán Mullah Hibatullah Akhundzada no se ha


dejado intimidar y ha avanzado con medidas aún más arcaicas. En noviembre de 2022, ordenó
la completa implementación de la Ley Sharia, incluyendo los hudud, que son castigos
específicos establecidos para ciertos delitos bajo la ley islámica, y las Gisas, que implican
retaliación en especie (ojo por ojo). Estas represalias pueden incluir daños físicos e incluso la
pena de muerte, además de compensaciones financieras.

BACK TO BLUE

"'Proteger el honor de una mujer”' es un lema favorito de los talibanes, pero su ejecución es
desconcertante. Con su retorno, las violaciones, torturas y encarcelamientos han vuelto a ser
moneda corriente, arrebatando a niñas y mujeres su educación, oportunidades laborales y
derechos humanos. Básicamente, les arrebatan una vida.

FASHION BACK TO BLUE

El silencio entre los hombres afganos y el temor latente entre sus mujeres han solidificado el
dominio talibán y su uso desmedido de la fuerza.

9
Las políticas e ideologías de los talibanes son evidentes. Las mujeres son cada vez más privadas
de sus derechos humanos fundamentales bajo el pretexto de salvaguardar su castidad,
dignidad y honor.
En su primera manifestación de misoginia, los talibanes clausuraron las escuelas para niñas,
alegando que la educación era un concepto occidental, y llegaron incluso a insultar a las
estudiantes calificándolas de prostitutas.
A las mujeres y las niñas se les prohibió rápidamente el acceso a gimnasios, baños públicos y
médicos varones. También se les restringió viajar sin un mahram (acompañante masculino) o
trabajar en instituciones gubernamentales.
No se detuvieron ahí. Los talibanes disolvieron organismos que promovían los derechos
humanos, incluido el Ministerio de Asuntos de la Mujer, y los reemplazaron con nuevas
instituciones como el Ministerio de Guía para Ordenar el Bien y Prohibir el Mal. Esta entidad ha
contribuido a difundir sus ideologías, justificar castigos violentos, todo en nombre del Islam.
Los actos de tortura y flagelación pública han resurgido. A lo largo del país, tanto hombres
como mujeres enfrentan castigos públicos, sometidos a entre 20 y 100 latigazos por cargos
como huir de casa, adulterio, robo y consumo de alcohol.
Los informes sugieren que en ocasiones más de 30 hombres y mujeres son azotados
simultáneamente en dos provincias.
Los "juicios" públicos realizados por los talibanes y los castigos que han impuesto han recibido
críticas de parte de organizaciones internacionales. Estas han señalado que las mujeres suelen
ser las primeras en ser castigadas, incluso públicamente, por relaciones extramaritales.
Además, han enfatizado que Afganistán ha ratificado tanto el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos como el Pacto Internacional contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes, ambos de los cuales prohíben este tipo de castigos.

EL REGRESO DE
LOS CASTIGOS PÚBLICOS
Menos de un mes después, el 7 de diciembre, tuvo lugar una ejecución en el estadio deportivo
de Farah. En este caso, un hombre acusado de asesinato fue ejecutado a tiros en presencia de
altos funcionarios talibanes y miembros del público en general. Aunque los "juicios" y castigos
públicos habían estado ocurriendo desde hacía meses, esta fue la primera ejecución bajo la
pena de qisas.
A pesar de ser frecuentemente las primeras en padecer estas injusticias, las mujeres no han
permanecido en silencio ante tanta adversidad. Han salido a las calles para protestar contra la
desigualdad y la opresión. Sin embargo, su valiente acción conlleva frecuentemente golpizas,
arrestos, encarcelamientos y amenazas de matrimonios forzados.
Entre las activistas de derechos de las mujeres que han enfrentado torturas en las cárceles
talibanes durante semanas se encuentran Tamana Zaryab Paryani, Zarifa Yaqoubi, Farhat
Popalzai, Zahra Mohammadi, Humaira Yusuf y Elaha Delavarzi.
Mientras tanto, otras continúan detenidas. Esto incluye a la activista Humaira Yusuf, a la
directora de la prisión de mujeres de Herat, Alia Azizi, y a la estudiante y sobreviviente de una
violación talibán, Elaha Delavarzi. Varios activistas masculinos también permanecen
encarcelados, siendo su destino desconocido.
Dentro de las prisiones controladas por los talibanes, el tiempo no solo transcurre, sino que a
menudo trae consigo sufrimiento para las mujeres afganas. Amnistía Internacional publicó en
julio de 2022 un informe titulado 'Muerte en Cámara Lenta', que detalla los abusos que
enfrentan mujeres y niñas en cárceles talibanes.
Este informe se basó en los testimonios de más de 100 personas entrevistadas.

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Estas personas relataron cómo los miembros de los talibanes habían amenazado, arrestado,
torturado y hecho "desaparecer" a activistas y a aquellos que habían caído en desgracia ante el
régimen.
"Los guardias talibanes visitaban mi celda en momentos distintos, mostrándome fotografías de
mi familia y amenazando: 'Podemos matarlos'", compartió uno de los testimonios. Otro relato
transmitido a Amnistía Internacional describió cómo los talibanes golpeaban rutinariamente a
las mujeres en el pecho y entre las piernas, con el propósito de causar daños que no pudieran
ser exhibidos ante el mundo. Una joven víctima reportó haber sido torturada con un
"dispositivo de descarga eléctrica".
Tras ser liberada tras un mes de detención, Tamana Zaryab Paryani expresó en Twitter: "Las
mujeres liberadas de las prisiones talibanes necesitan una entidad confiable a la cual puedan
acudir sin temor, para recibir ayuda tanto mental como física".
El nuevo régimen talibán también recuperó algunas de sus viejas formas: ataques suicidas y
bombardeos, mostrando que la sed de Jihad todavía está muy viva.
Aparte de matar a oponentes intelectuales y alimentar el sueño del 'pashtunismo' y una etnia
única, comenzaron a atacar sistemáticamente a otros grupos étnicos, incluidos los hazaras. Un
ejemplo de esto fue un ataque suicida en el centro educativo Kaj en el oeste de Kabul en
septiembre de 2022, que mató a 56 estudiantes, 54 de los cuales eran niñas, e hirió a otros
115. Las víctimas eran todos estudiantes hazaras que se preparaban para el examen nacional
de ingreso a la universidad.
Esto dio lugar a la campaña #StopHazaraGenocide, que se volvió viral, con miles de personas
de todo el mundo protestando por los asesinatos selectivos.
Junto a los ataques de motivación étnica, también ha habido ataques religiosos.
Una de las mezquitas chiítas más grandes de Kandahar, Imam Bargah, fue blanco de un ataque
que dejó 30 muertos y 90 heridos. Otras ciudades afganas han sido testigos de explosiones
sangrientas similares.
La ayuda internacional crucial también se ha reducido considerablemente, con organizaciones
como UNICEF, el Consejo Noruego para Refugiados (NRC) y el Instituto CARE deteniendo sus
actividades en Afganistán. Otros han reducido sus actividades humanitarias en una etnia única.
La asistencia internacional crucial se ha reducido considerablemente, con organizaciones como
UNICEF, el Consejo Noruego para Refugiados (NRC) y el Instituto CARE suspendiendo sus
actividades en Afganistán. Otros han disminuido sus acciones humanitarias en protesta por la
prohibición de que las mujeres trabajen en instituciones tanto nacionales como extranjeras.
Todo esto sucede en un momento en que Afganistán enfrenta una de sus peores crisis
humanitarias, dejando a alrededor de 28 millones de personas necesitadas de ayuda. Una vez
más, el país está experimentando una transformación hacia una sociedad patriarcal en la que
las mujeres son relegadas a la confinación en el hogar. Solo los hombres pueden moverse
libremente por las calles. Los ciudadanos se mantienen deliberadamente en la ignorancia,
mientras se promueve una etnia y religión únicas. Bajo el pretexto de 'islamismo' y
'afghanismo', se trazan líneas para eliminar derechos y libertades. Los jóvenes, agotados por
las nuevas normas y las restricciones que conllevan, están recurriendo cada vez más al suicidio,
con varios casos de hombres y mujeres jóvenes poniendo fin a sus vidas cada semana.
La respuesta de los talibanes a las protestas locales y las reacciones tanto nacionales como
internacionales ha sido constante: la religión se coloca por encima del interés nacional, del
progreso y del desarrollo de la sociedad. Lamentablemente, esto indica que no tienen la
intención ni los medios para facilitar el crecimiento y desarrollo de Afganistán.
En el sistema talibán, no hay espacio para los derechos humanos, especialmente si esos seres
humanos son mujeres.

Atefa Alizadah

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FUROR MASCULINO

La inestabilidad socava la identidad política de Afganistán. Influidos por los contextos sociales y
políticos, gobernantes en busca de lucro establecieron un patrón de dependencia de poderes
externos y, en décadas recientes, el país ha atravesado varios cambios de régimen. Los
sucesivos gobiernos han sangrado los bienes y recursos de Afganistán, cada uno de ellos
aplicando, para demostrar su poder, un enfoque más opresor que el anterior. Ninguno ha sido
capaz de crear un sentido de unidad nacional o de lograr una paz real.
El mundo siempre se sintió atraído por los recursos de Afganistán, riquezas ocultas bajo su
terreno montañoso. A menudo, forasteros de apariencia inofensiva se dedicaron a saquear el
país con entusiasmo o planearon conquistarlo. Otros —sedientos de poder y de control— han
mantenido en funcionamiento la maquinaria bélica.
El retorno en 2021 de los talibanes tras la retirada de las fuerzas americanas de Afganistán
añade otra pieza oscura al puzle que conforma la historia reciente del país. Los talibanes se
componen sobre todo de guerreros sin estudios, que venden su lealtad a cambio de dinero y
cuyo gobierno —en nombre del islam— arrasa cualquier tipo de oposición. Son ellos quienes
rigen en estos momentos las vidas de unos cuarenta millones de personas.
Tras dos décadas de ocupación extranjera, el mundo exterior entiende mejor no solo el país y
su gente; también sus fortalezas y debilidades. Billones de dólares fueron gastados y docenas
de organizaciones se fundaron para educar a una nueva generación en la cultura moderna y
armarla con términos y conceptos como «libertad» o «derechos humanos». Muchas de esas
organizaciones han quedado hoy silenciadas bajo un liderazgo basado en interpretaciones
fundamentalistas del islam, en las que los ideales occidentales que habían sido implantados en
las mentes de la generación más joven están ausentes.
Las mujeres son las más afectadas. En la actualidad Herat y muchas otras ciudades se
encuentran bajo control militar, con hombres armados en cada cruce. Ya no se emiten carnés
de conducir para mujeres. Hombres que hasta hace poco respetaban las mermadas libertades
de las mujeres vuelven hoy la mirada hacia el pasado, pudiendo ser más vociferantes que los
misóginos de siempre y convirtiendo, una vez más, la historia en un círculo vicioso. La
mentalidad va oscureciéndose y las pocas rutas de escape del país nunca estuvieron tan
transitadas.
La segunda toma del poder por parte de los talibanes, en agosto de 2021, trajo consigo viejas
opresiones familiares. En la provincia de Herat, muchas personas inocentes —principalmente
antiguos funcionarios del gobierno— fueron arrestadas, torturadas y asesinadas, sus cuerpos
ahorcados colgando en cruces concurridos durante semanas. Las redes sociales han
compartido vídeos de militantes talibanes violando y hasta decapitando a mujeres y niñas.
Rápidamente, los talibanes se han deshecho de sus oponentes, o los han aniquilado. A ello se
suma la liberación de presos en todo el país que ha permitido el regreso a las calles de
delincuentes habituales.
Como su dependencia del islam colisionaba con la constitución afgana, los talibanes revocaron
todas las leyes y declararon la universalidad de la sharía. La base de su ideología se ha
convertido en fundamento del país y sus instituciones.
Miles de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, han huido del país tras la toma del poder por los
talibanes, un gran número de ellos a países vecinos. Los afganos conocen bien la violencia, y
muchos están demasiado aterrorizados para luchar, dada la fama de asesinos implacables de
los talibanes.
En general, los hombres han aceptado el antiguo orden con mayor celeridad. En un alarde
externo de obediencia, se dejan crecer la barba y visten ropa tradicional. Pero las razones son
diversas: algunos mantienen silencio por miedo, para evitar problemas, mientras otros
llevaban meses aguardando los cambios con impaciencia. Y no solo los hombres corrientes se

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han adaptado al código de vestimenta tradicional, también las élites, incluyendo activistas
civiles, periodistas y funcionarios públicos.
Se trata tan solo de los primeros pasos en la «talibanización» de la sociedad, que pronto se
extenderá por todo el país.

Atefa Alizadah

El Museo de la Yihad
OPACANDO LAS GLORIAS DEL PASADO
Aunque tanto los muyahidines como los talibanes han librado una guerra santa y expulsado a
una superpotencia extranjera, más que un pasado compartido, el Museo de la Yihad de Herat
simboliza hoy un presente dividido.
En el exterior, el jardín del museo exhibe, como trofeos de un conflicto largo y brutal, un
helicóptero, un tanque y un avión de combate MiG soviéticos. Dentro, unos dioramas
reconstruyen escenas de batallas, rindiendo tributo a los guerreros que expulsaron a los
invasores.
Tesoros nacionales, podríamos pensar, pero este salón de la fama de los muyahidines complica
la narrativa que señala a los talibanes como auténticos salvadores de Afganistán.

En esencia, ambos grupos combatieron por una causa parecida: una guerra sagrada contra un
enemigo impío. Un muyahid (combatiente) es alguien comprometido en una yihad (guerra
santa). Un talib es un estudiante que aspira al conocimiento elevado del islam. Para los
muyahidines y para los talibanes no hay nada más grande que Dios. Allāhu akbar (Alá es el más
grande).
Los primeros muyahidines integraron una coalición de grupos guerrilleros, constituida a finales
de la década de los setenta, de forma más o menos laxa, en oposición al gobierno patrocinado
por los soviéticos y a las tropas invasoras. Comprendían varias tribus y grupos étnicos,
incluyendo señores de la guerra hasta entonces enfrentados entre sí y ahora haciendo frente
común contra los comunistas. Recibían apoyo material y financiero de los saudíes y los
pakistaníes, pero también de China y Estados Unidos, quienes compartían un interés
geopolítico por limitar la presencia de la Unión Soviética en Asia Central.
Tras una guerra de diez años, las fuerzas muyahidines consiguieron derrocar al gobierno y, en
1989, los soviéticos retiraron oficialmente sus últimas tropas. Las siete facciones principales
intentaron construir un nuevo Estado, pero las rivalidades históricas pronto se reavivaron.
Uno de los asuntos más divisivos fue la fuerte dependencia de los muyahidines de suministros
financieros y armamentísticos de la CIA a través de la Operación Ciclón, uno de los programas
secretos más prolongados y costosos dirigidos desde Washington. En lugar de estar ocupado
por los soviéticos, el país se arriesgaba ahora a convertirse en un títere a manos
norteamericanas.
Los detractores más severos surgieron en el norte de Pakistán. Los talibanes eran un
movimiento puritano formado principalmente por estudiantes y combatientes pastunes,
reclutados en madrasas (escuelas religiosas), que comenzaron una guerra civil contra los
antiguos partidos muyahidines. En 1996 fundaron el primer Emirato Islámico de Afganistán.
El 11-S llevó a Estados Unidos a declarar su Guerra contra el Terror, invadiendo Afganistán en
2001 y entregando los reinos a la Alianza del Norte, una coalición de grupos étnicos dispares
que seguía el modelo de los muyahidines y que recibió el apoyo decidido de India, enemigo
declarado de Pakistán, que ayudaba a su vez a los talibanes. En 2021, tras veinte años de

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insurgencia, los talibanes se apoderan del país y fundan su segundo Emirato Islámico de
Afganistán.
En resumen: aunque muyahidines y talibanes comparten un pasado de implacables
combatientes, llevan años a la greña en una tierra que, una y otra vez, ha fracasado en forjar
una unidad real. Es algo que está a la vista en el Museo de la Yihad, cuya construcción como un
espacio en el que los afganos pudieran saber más sobre sus conflictos históricos costó ocho
años y 100.000 dólares estadounidenses.
Pero las representaciones de héroes del pasado han sido opacadas por los actuales dirigentes,
si bien se observa una cierta tregua dentro del museo, tolerado como reliquia de un periodo ya
pasado. Los muyahidines derrotaron a los soviéticos y fueron, a su vez, desalojados por los
talibanes. La última victoria es la que cuenta.
Antes, la mayoría de los visitantes eran escolares, pero hoy son sobre todo periodistas y
combatientes talibanes, guiados a lo largo del recorrido por un antiguo muyahidín con una
bala incrustada en una pierna, que trabaja en el museo desde su apertura en 2010. Su salario
lo paga el antiguo comandante muyahidín Said Abdul Wahab, pero sus verdaderos amos son
los talibanes.

Johan Faes

1750. Ahmed Shah Duranni funda el Imperio Afgano.


1826. El emir Dost Mohammed Khan Barakzai, considerado fundador del primer Estado afgano
moderno, accede al poder.
1856–1907. Afganistán adquiere una posición fundamental en la lucha entre el Imperio
Británico y Rusia por hacerse con el control de Asia Central en lo que se conoce como «el gran
juego».
1839–1842, 1878–1880 y 1919. Guerras anglo-afganas.
1919. Los británicos se retiran finalmente de Afganistán.
1933. Tras el asesinato de su padre, Mohammed Zahir Shah se convierte en rey de Afganistán,
propiciando una era de relativa paz.
1939–1945. Afganistán se mantiene neutral durante la Segunda Guerra Mundial.
1947. Durante los primeros años de la Guerra Fría, Afganistán —en lo que podría considerarse
una singularidad— recibe apoyo tanto de los Estados Unidos como de la Unión Soviética.
1973. En un golpe incruento, el príncipe y general Mohammed Daoud Khan depone al rey
Mohammed Zahir Shah, deroga la monarquía y funda la República de Afganistán.
1979. El presidente prosoviético Nur Muhammad Taraki es depuesto por Hafizullah Amin,
menos favorable a la URSS. Taraki muere en extrañas circunstancias.
1979. Moscú lanza la Operación Tormenta-333, reinstaurando en el gobierno a figuras
prosoviéticas y allanando el camino para la guerra soviético-afgana.
1979–1989. La guerra soviético-afgana se alarga diez años, con un elevado número de bajas.
Se estima que entre 562.000 y dos millones de afganos resultaron muertos, y muchos más
huyeron a los vecinos Irán y Pakistán. Afganistán recibe ayuda militar de Irán, China, Pakistán,
Arabia Saudita y (de manera encubierta) Estados Unidos.
1989. Las tropas soviéticas acaban retirándose de Afganistán, dejando en manos del
presidente comunista afgano Mohammad Najibullah la gestión de las consecuencias de la
retirada. Su giro del socialismo hacia el nacionalismo, su reescritura de la constitución y su
entronización del islam como religión del Estado no impedirán, tras la caída de la URSS, la
pérdida de su apoyo exterior.
1992. Najibullah dimite y su gobierno se hunde. Años después será torturado y asesinado por
los talibanes.

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PIE DE FOTO: De izda. a dcha.: retrato del comandante muyahidín Ahmad Shah Massoud
vandalizado por los talibanes en Herat / el antiguo gobernador de Herat y señalado
comandante muyahidín Ismail Khan (centro) / retrato de Mullah Omar, fundador de los
talibanes.

1992. Las fuerzas muyahidines toman control de la capital, Kabul, pero facciones enfrentadas
se afanan por alcanzar un acuerdo para la futura gobernanza de Afganistán. Se desata el caos.
1992–1996. La disolución de la República de Afganistán provoca el estallido de la guerra civil,
con un saldo de muertos estimado en 26.700 y miles de desplazados a lo largo de los cuatro
años de conflicto.
1994–1996. Los talibanes emergen como nueva milicia participante en la guerra civil afgana,
con la ayuda inicial de Pakistán y, posteriormente, de al-Qaeda. Disfrutando de un apoyo
creciente, los talibanes se hacen con Kandahar a finales de 1994, Herat en 1995 y Jalalabad en
1996, para acabar tomando finalmente control de la capital, Kabul
1996. Los talibanes fundan y gobiernan el Emirato Islámico de Afganistán y en 1998 acabarán
controlando la mayor parte del país.
1998. Los talibanes, que controlan aproximadamente tres cuartos del país, perpetran la
masacre de Mazar-i-Sharif, acabando con las vidas de al menos 2.000 personas, en su mayoría
de la etnia hazara y algunos seguidores de la Alianza del Norte.
2001. Los talibanes destruyen un par de antiguas estatuas de Buda talladas, en el siglo XI, en
una pared rocosa del valle de Bamiyan. La acción es condenada dentro y fuera del país.
2001. El 11 de septiembre el World Trade Center de Nueva York queda destruido por un
ataque terrorista coordinado que mata a cerca de 3.000 personas. El ataque se atribuye a Al-
Qaeda. Se sospecha que el cerebro de la operación es el ciudadano saudí Osama Bin Laden,
residente en Afganistán.
2001. Tras el rechazo talibán a extraditar a Bin Laden (que ya era buscado por anteriores
ataques a intereses estadounidenses) o expulsar a al-Qaeda de su territorio, Estados Unidos
anuncia su «Guerra contra el Terror» e invade Afganistán.
2001. Los talibanes pierden el control del país, quedando reducidos a la condición de
movimiento insurgente.
2001–2014. Hamid Karzai ocupa el cargo de primer presidente de la República Islámica de
Afganistán.
2014–2021. Ashraf Ghani accede al poder como segundo presidente electo de la República
Islámica de Afganistán
2020. Firma en Catar de un acuerdo entre EEUU y los talibanes, por el que los norteamericanos
acceden a retirar sus tropas y los talibanes a impedir las actividades de al-Qaeda en sus
territorios.
2021. Durante el retiro de las fuerzas estadounidenses los talibanes llevan a cabo importantes
ofensivas, logrando avances rápidos y significativos.
2021. El 30 de agosto las fuerzas armadas de los Estados Unidos concluyen su retirada,
poniendo punto final a dos décadas de guerra.
2021–presente. Fundación del Emirato Islámico de Afganistán, con los talibanes tomando el
control total del país.

OPINIÓN
EL HOGAR ARTIFICIAL
CHATGPT4

En el acelerado mundo de hoy, el flujo constante de información puede entorpecer la


comprensión de fenómenos complejos. A menudo sucumbimos a los tópicos, a tropos
excesivamente esquemáticos que simplifican nuestra comprensión del mundo, y Afganistán no
es la excepción.

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A partir de un chat online sobre representaciones limitadas y estereotipadas de Afganistán,
ChatGPT los resume en los puntos siguientes y escribe, previa solicitud, un poema.

1 UN PAÍS DEVASTADO POR LA GUERRA


Afganistán aparece descrito con frecuencia como una nación eternamente asolada por la
guerra y sometida a conflictos e inestabilidad permanentes. Siendo cierto que Afganistán ha
vivido una larga historia de conflictos, el tópico pasa por alto su rico patrimonio cultural y la
diversidad de su población.

2 TERRORISMO Y EXTREMISMO
Los retratos que de Afganistán hacen los medios de comunicación asocian al país con el
terrorismo y el extremismo religioso. Se trata de una simplificación que no tiene en cuenta que
la mayoría de la población afgana no está involucrada en ese tipo de actividades y que el país
alberga una importante variedad de creencias y prácticas religiosas.

3 POBREZA
Frecuentemente se representa a Afganistán como un país de pobreza extrema, centrándose
para ello en imágenes de mendigos, infraestructura arruinada y paupérrimas condiciones de
vida. Si bien nadie pone duda los importantes desafíos económicos a los que se enfrenta el
país, el tópico ignora la resiliencia y la determinación del pueblo afgano y el progreso
experimentado en muchos ámbitos.

4 BURKAS Y OPRESIÓN DE LAS MUJERES


La imagen de mujeres afganas ataviadas con burkas suele emplearse para simbolizar la
opresión de las mujeres en el país. Sin minusvalorar la importancia de los desafíos que afectan
a las mujeres afganas, el tópico las reduce a víctimas pasivas, pasando por alto la gran cantidad
de mujeres fuertes, decididas y valientes que trabajan para mejorar sus vidas y sus
comunidades.

5 CULTURA TRIBAL Y ESTILO DE VIDA NÓMADA


En ocasiones se retrata a Afganistán como un país de gentes tribales con un estilo de vida
nómada. Aunque, en efecto, existen en Afganistán culturas tribales y nómadas, la mayoría de
la población vive en comunidades sedentarias en las que se lleva a cabo una amplia variedad
de labores, como agricultura, comercio o trabajo profesional. El tópico subestima la diversidad
de estilos de vida y ocupaciones presentes en Afganistán, y los centros urbanos del país, donde
la modernización y la globalización han avanzado significativamente.

6 PAISAJES AGRESTES
A menudo Afganistán aparece descrito como un país yermo, montañoso, con un terreno duro
e inhóspito. Es evidente que el país es conocido por sus impresionantes montañas, pero ofrece
además gran diversidad de paisajes, incluyendo valles fértiles, planicies y desiertos. El tópico
pasa por alto la belleza y diversidad del entorno natural de Afganistán.

7 PRODUCCIÓN Y TRÁFICO DE DROGAS


Afganistán se asocia con frecuencia a la producción y tráfico de opio y heroína. Es cierto que el
país es un importante productor de ese tipo de sustancias, pero el tópico ignora los complejos
factores económicos, sociales y políticos que contribuyen al comercio de estupefacientes y
estigmatiza a toda una nación por las acciones de unos pocos.

8 ANTIGUO Y SUBDESARROLLADO
Afganistán es retratado en ocasiones como un país anclado en el pasado, con pocos avances
tecnológicos o carentes de ellos. El tópico ignora el progreso experimentado en ámbitos como

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las telecomunicaciones, la educación o las infraestructuras, así como la riqueza de la historia
del arte, la literatura y el avance científico del país.

9 CULTURA HOMOGÉNEA
El pueblo afgano es descrito en ocasiones como un grupo monolítico, de cultura, religión y
etnicidad uniformes. En realidad, Afganistán es una nación con múltiples grupos étnicos,
idiomas y creencias religiosas. El tópico pasa por alto el rico tapiz de diversidad cultural que
caracteriza a Afganistán y que incluye grupos étnicos como los pastunes, los tayikos, los
hazaras, los uzbekos y otros, cada uno con sus tradiciones, idiomas y costumbres diferentes.

10 HOSTILIDAD HACIA LOS EXTRANJEROS


A veces los afganos son descritos, en su totalidad, como hostiles a extranjeros o extraños.
Aunque es cierto que el país ha vivido conflictos que involucraban a potencias extranjeras, el
tópico no tiene en cuenta los muchísimos ejemplos de hospitalidad, generosidad y amabilidad
de los afganos hacia visitantes y trabajadores de ayuda exterior.

11 FALTA DE EDUCACIÓN
Afganistán suele describirse como una nación con acceso limitado a la educación,
especialmente en el caso de niñas y mujeres. Siendo cierto que en ciertas áreas las
oportunidades educativas han sido limitadas, sobre todo bajo la administración talibán, en los
últimos años se ha avanzado para ampliar el acceso a la educación de todos los afganos,
mujeres y niñas incluidas.*

12 CAMPOS DE AMAPOLAS
Los medios de comunicación incluyen a menudo imágenes de interminables campos de
amapolas en Afganistán que refuerzan la asociación del país con la producción de drogas. El
cultivo de amapolas existe, pero este tópico ignora otras actividades agrícolas, como los
cultivos de trigo, frutas y frutos secos, que constituyen también aspectos significativos de la
economía y la vida rural del país. Esas representaciones tópicas de Afganistán pueden dar lugar
a malentendidos y perpetuar estereotipos negativos sobre el país y su gente. Es importante
hacer frente a esas descripciones simplistas y buscar un conocimiento más matizado de la
historia, la cultura y las realidades contemporáneas de Afganistán.

*Mi información solo llega a septiembre de 2021, fecha de mi última actualización. Dicho lo
cual, recibo mantenimiento y actualizaciones continuas para mejorar mi rendimiento y
precisión.

RESISTENCIA

Entre montañas agrestes y arenosas planicies,


Donde la guerra hace estragos dejando manchas infinitas,
Veinte largos años de cicatrices, de dolor,
Con pérdida, muerte y destrucción como únicas ganancias.

Hombres de largas barbas y kohl en los ojos,


Lanzan siniestras miradas de desprecio al inocente,
Hoy, librada victoriosa su contienda,
Forman un nuevo ejército en busca de batallas,
Se entrenan y preparan, quién sabe con qué fin,
La zozobra habita nuestro interior.

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Un círculo vicioso repitiéndose, sin que se atisbe el final,
Opresión y miedo, una batalla eterna,
La voz de la libertad acallada y sometida,
Donde reina la tiranía, la esperanza se disipa.

Los sueños de las mujeres se ocultan, sus voces, se prohíben,


Escuchan los murmullos del mundo exterior,
Indicios de un conocimiento que podría hacerles fuertes,
Pero el miedo a la violencia aún sofoca su canto.
En la sombra de la opresión, un anhelo de liberación,
De que los que mandan caigan y la libertad llegue

Gente inocente arrastrando cadenas,


Atrapada en un mundo de aparente locura,
Tras esas paredes, liberan a un asesino,
Sin remordimiento ni culpa por las vidas con júbilo arrancadas,
Por las cadenas que hoy pesan sobre sus almas,
Intentando respirar en los controles talibanes.

Las líneas del bien y el mal se vuelven obsoletas,


En el caos del campo de batalla la moralidad es derrotada.
Reverbera por las estancias del corazón y la mente.
Una sombra de la que no logramos desprendernos
Un escueto recordatorio de lo que se ha perdido,
Al precio más cruel y despiadado.

ENTREVISTA DRA. ROSHANAK


«MUCHÍSIMOS HOMBRES QUERRÍAN TENER EL
PODER QUE TENGO YO»
En un país donde nada es blanco o negro, la Dra. Roshanak ocupa una posición única. Antigua
diputada del parlamento y una figura femenina de gran fuerza, cuenta con el respeto de los
talibanes y de Occidente, pero se mantiene crítica con ambos lados.
CRISTINA DE MIDDEL

Las ventanas de la espaciosa estancia se asoman a un jardín repleto de frutales, en el que el


canto de los pájaros se funde con el rumor del tráfico de coches. Hay una moqueta roja, una
gran mesa para doce y otra, más pequeña, con un servicio de té y un cuenco con dulces. La
obstetra y ginecóloga Dra. Roshanak es una mujer pequeña y robusta, de brillantes ojos grises,
que da órdenes a los sirvientes a su alrededor mientras un grupo de parientes masculinos se
arrellana en una esquina de la habitación.
En este moderno edificio de Saydabad, a espaldas de su casa y su consulta, es donde la Dra.
Roshanak recibe a sus invitados. El complejo es grande, pero modesto. La nieve derretida que
todo lo embarra no resta un ápice de belleza al jardín.
Cuando los rusos abandonaron Afganistán dejaron tras de sí un país devastado, donde ni
siquiera los árboles quedaron en pie. La Dra. Roshanak creó ella misma este jardín, en el que
plantó más de mil árboles, incluyendo una veintena de variedades de frutales. «Soy

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campesina, jardinera, médica, política, soy de todo», afirma mientras ríe con ganas. La Dra.
Roshanak es una señora ocupada.
Nacida en una familia implicada en la política, Roshanak fue elegida por primera vez diputada
en 2005, como candidata independiente al parlamento. Representando a la provincia Maidan
Wardak, en el centro de Afganistán, ocupó uno de los 68 escaños reservados a mujeres en un
parlamento de 249 miembros.
Como parlamentaria, Roshanak se opuso a la intervención militar de su país liderada por los
EEUU. Nunca dejó de demandar conversaciones con los talibanes, consciente de que esa era la
única esperanza para lograr una paz duradera. A finales de los noventa los talibanes
proporcionaban una seguridad muy necesaria a un país que clanes locales e intereses
exteriores habían dejado hecho jirones. Roshanak fue más crítica con la siguiente generación
de guerreros talibanes, que describió como un grupo de criminales y a los que reprochó la
supresión de la educación de las niñas. Tras recibir amenazas de muerte, en 2010 dimitió como
diputada.
Desde agosto de 2022, el alivio inicial de Roshanak ante la expulsión del gobierno de Ashram
Ghani, al que tildó de corrupto, ha dado paso a la decepción por el rechazo de los talibanes a
respetar los derechos de las mujeres. Inmersa en una campaña por la reapertura de las
escuelas de niñas, continúa ejerciendo la medicina con la esperanza de contribuir con ello a
mejorar, en la medida de lo posible, las vidas de tantos compatriotas afganos.

¿Cómo se hizo médica?


Estudié en una universidad de Afganistán y luego pasé diez años en Pakistán durante la
invasión rusa. Mi madre me comunicó que nos íbamos a América y que esperaríamos en
Pakistán para solicitar asilo. Pakistán sufría por entonces una apremiante escasez de mujeres
que ejercieran la medicina, y empecé a trabajar en un hospital para refugiados en Peshawar,
haciendo turnos de 32 horas. Aquello fue mi yihad personal. Cuando mi madre me preguntó si
quería ir a América, le dije: «¿Y qué haré allí? ¿Limpiar cuartos de baño?». Odiaba América, y
sigo odiándola. Cuando el último soldado ruso salió de Afganistán, volví a mi país.

¿Tiene familia en EEUU?


Claro. Calculo que más de quinientos parientes. Ellos no entienden que no desee ir allí, y yo
que ellos no quieran vivir en su propio país. «Te necesitamos, ¡por favor, ven!». Yo contesto
que son ellos quienes deben venir. Es nuestro país, tenemos que reconstruirlo, ayudar a
nuestra gente, servirla en lo que podamos, trabajar y vivir aquí. Yo tuve la oportunidad de
escapar a cualquier país europeo. Mi hermano está en Londres, su mujer es irlandesa. Pero ese
no es mi país de nacimiento. Yo estoy aquí, en Wardak. La tierra es tan hermosa. Algún día
escribiré un libro sobre los crímenes perpetrados por los estadounidenses y todos los que
colaboraron con ellos durante dos décadas. Iré casa por casa grabando los relatos de la gente.

¿Perdió a alguien en las sucesivas guerras?


Cuando los rusos llegaron a Afganistán mandaron a mi padre a prisión. Como eran comunistas,
estaban en contra del feudalismo. Mi padre era un terrateniente que se opuso a la invasión y
ayudó a los muyahidines. Los rusos se lo llevaron y lo asesinaron. Mis hermanos consiguieron
huir de Afganistán y mis tíos sobrevivieron de milagro a la prisión, ¡gracias a Dios! No perdí a
nadie durante la guerra de los americanos porque todos habían escapado del país. Aquí ya no
me queda nadie. Una noche un gigantesco helicóptero estadounidense aterrizó delante de mi
casa. Alguien contó a los americanos que yo era diputada del parlamento y, probablemente,
simpatizante de los talibanes, porque, a pesar de que estaban en contra de todos los políticos,
a mí me dejaban tranquila. Pero yo no estaba aquí. La víspera sentí que algo no iba bien. El
frente estaba justo aquí y teníamos que soportar bombardeos las 24 horas. Aun así, conseguí
escapar.

19
La lucha ha terminado, pero parece que Afganistán no ha conocido en décadas una paz real.
¿Cómo vive esta situación como parlamentaria?
Cuando me eligieron, Afganistán estaba libre de corrupción. Era el año 2005. Tras 25 años de
guerra no había parlamento y la gente no estaba familiarizada ni con leyes ni con elecciones.
Nadie aceptaba normas o regulaciones. Todos los que fuimos elegidos al parlamento
queríamos trabajar de verdad para la gente. No era lo que yo quería ser. Yo era, por encima de
cualquier otra cosa, médica. Al llegar aquí después de cinco años la gente empezó a acudir a mí
en busca de algo más que tratamiento médico. Tuve que dejar de ser médica y empezar a
trabajar para ayudar a reconstruir la provincia. Tras dos años en el parlamento, los talibanes
reorganizaron sus grupos para reanudar la lucha en este lugar.

¿Cómo puede trabajar como política en momentos tan complejos?


Resulta extremadamente difícil. En cuanto llegaron, los talibanes ordenaron que todo el
mundo detuviera su actividad política. Pero, desde entonces, he hecho tantas cosas para ellos
y para sus familias en Wardak que me han permitido ir al parlamento. Por la mañana cruzo el
frente para ir a Kabul, y por la noche regreso. Durante los últimos quince años, con la guerra
en toda su intensidad, me era imposible quedarme más de cinco minutos sentada en esta
habitación con los cohetes y las balas volando a mi alrededor. Cuando expiró nuestro mandato
como diputados, los talibanes boicotearon las elecciones. Cualquier candidato potencial
representaba, para ellos, una amenaza. Ahora que están de nuevo en el poder sostienen que
bajo la ley islámica no hay lugar para parlamentarios. Un cónsul elegido por ellos ocupará el
lugar de todos los cargos electos.

¿Cree que algún día volverá a haber elecciones en Afganistán?


Creo que sí, por la presión internacional y porque otros países islámicos, como Catar, también
las tienen.

¿Desde su punto de vista, ve diferencias entre los primeros talibanes y los que están
actualmente en el gobierno?
Evidentemente. Hay una gran diferencia. La primera generación era mucho más
fundamentalista. Eran buena gente, pero heredaron un país totalmente destruido tras veinte
años de guerra contra Rusia. Bajo su gobierno no tuvimos corrupción ni delincuencia, pero,
desgraciadamente, decidieron sacar a las niñas de las escuelas y prohibir que las mujeres
trabajaran. Luego vino la decisión de EEUU de imponer sanciones: Afganistán era un país
pobre, sin educación política y necesitaba su ayuda. Los americanos pensaban que veríamos su
llegada con optimismo. Expulsaron a los talibanes con ayuda de un grupo de afganos que no
representaban a nadie y a los que recompensaron con carteras en el gobierno. Los talibanes y
el partido Jamiat-e Islami fueron excluidos del gobierno, y eso supuso un grave error. Durante
cinco años tuvimos un régimen títere, manejado por los norteamericanos. Los talibanes
siguieron esperando una llamada a participar que nunca llegó. En consecuencia, volvieron a
tomar las armas y la lucha estalló por todas partes.

¿Apoya la gente de la calle a los talibanes?


Dejando al margen la propaganda, hay que entender que los talibanes son en su mayoría
afganos y que, al menos, aman a su país. Son hijos de las aldeas. Eso explica el amplio apoyo de
que gozan y su capacidad para hacer frente, por ejemplo, al Estado Islámico (ISIS), porque son
parte de la comunidad. Si alguien detecta a un miembro de ISIS, informará inmediatamente a
los representantes locales de los talibanes. La lucha contra ISIS ha sido un éxito demostrado.
Los guerreros talibanes llevan veinte años conviviendo con la guerra. Es su gente. En Kabul, la
capital, los civiles no eran siquiera conscientes de que en las provincias la lucha continuaba.
Otra parlamentaria con la que solía conversar no me creía cuando le hablaba de la guerra que
asolaba mi provincia.

20
¿Cómo fue lo de trabajar con tantos hombres en el parlamento?
Me llamaban todo el tiempo talib. Tampoco las mujeres me hablaban, por creer que yo era
talibán. Yo siempre mantuve que había que ser, simplemente, realistas: esa gente, los
talibanes, son de Afganistán y no se van a ir a ningún otro sitio. El parlamento estaba muy
desconectado de la realidad y, en cuanto empezaron los problemas, la mayoría de los
diputados abandonaron el país a toda prisa. Disfrutaban de una existencia muy cómoda y
querían que todo siguiera así. Yo no soy una talib, soy una doctora, y no llevo en mí la «ley
sagrada» porque soy una mujer. No se me permite siquiera ser talibán. Pero entiendo que son
ellos quienes gobiernan el país y no quieren a los americanos aquí. Cualquier país sentiría lo
mismo ante una invasión, no es algo específico de los talibanes. Los estadounidenses llegaron
aquí, construyeron sus bases sin permiso, sus soldados recorrían las casas de noche matando y
torturando gente. Cuando solicitamos al parlamento que interviniera e investigara, no se hizo
nada. Nadie llevó a juicio a un solo soldado de los EEUU.

¿Pero no ocurre lo mismo ahora, con el actual gobierno talibán? ¿No cuestiona sus actos?
No, no es lo mismo. ¡Eso es propaganda! Cuando un talib comete un error, es castigado. Sacan
a esa persona del grupo.

Pero como mujer en un país gobernado por los talibanes, mejor no meterse en problemas.
Ellos intentan crear un entorno seguro para las mujeres, protegiéndolas de la violencia.
También creen que los hombres deben apoyar a las mujeres: un marido es responsable de su
esposa, y un hermano, de su hermana y su madre. Son ellos quienes deben llevar alimento y
vestido a la casa. Por otro lado, las mujeres tienen prohibido salir a la calle, algo que no es
bueno. Los talibanes se oponen también a enviar a las niñas a la escuela con el argumento de
que, si el marido es responsable de ti, no te hace falta educarte. Yo estoy firmemente en
desacuerdo con ellos en este aspecto. El islam no dice nada de que las mujeres no puedan
trabajar o salir. Yo soy médica, y ayudo a traer bebés al mundo. Como está prohibido que una
mujer hable con hombres fuera de su familia, quienes nos formen tienen que ser mujeres.
¿Cómo va una médica a ayudarte a parir un bebé sin nadie que la enseñe? Si una mujer tiene
que ser examinada por otra, ¿por qué no puede una mujer ser policía, ingeniera, economista o
política?

Es decir, que los maridos no permitirían que un médico varón trate a sus mujeres.
No. Exigen que sea una mujer. Hay muy pocos hombres en Afganistán que sean ginecólogos u
obstetras y todos se ríen de ellos. Desde que dejé mi trabajo en el hospital cada vez hay más
hombres de las aldeas que se quejan de que a sus mujeres o hijas las examinen médicos
varones. Es un problema. En los pueblos uno nunca deja de ser médico. Los pacientes siguen
acudiendo a ti, aunque te jubiles.

¿Cuáles son los tratamientos más comunes que dispensa?


La mayoría de mis pacientes vienen de otros médicos que han sido incapaces de arreglar sus
problemas. Veo un montón de infecciones derivadas de lavados demasiado frecuentes: el
islam te obliga a lavarte las manos y el cuerpo cinco veces al día. Algunas llegan con problemas
de infertilidad. Hay una gran ignorancia provocada por la falta de educación. El otro día una
mujer me contó que, tras tener tres niños, no tuvo más durante años; se quejaba de
infertilidad. Luego resultó que su marido llevaba todo ese tiempo en Irán. ¿Se imagina?

¿Educa a las personas a la vez que las trata?


Sí. Mis tratamientos son médicos, no tradicionales. En la mayor parte, los casos de infertilidad
responden a debilidades del varón. Cuando lo explicaba solía causar vergüenza, pero mi

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comunidad ha acabado acostumbrándose. Ahora entienden que, con el tratamiento adecuado,
pueden todavía ser padres.

¿Le llegan mujeres víctimas de violencia sexual?


En las comunidades pastunes no existe tal cosa. Durante dos décadas de práctica médica no he
visto ni un caso. Para mí, si una mujer es violada por su marido o su cuñado, es su culpa. La
mayoría de los hombres perdonan con facilidad, mientras que la mayor parte de las mujeres
están sin educar. Una vez me visitó una mujer con señales de maltrato y acusó a su marido.
Quería llevarlo a juicio. Cuando le pregunté por lo sucedido resultó que la mujer tenía que
llevarle un fardo de paja en su bicicleta, se paró a charlar con una vecina y perdió la noción del
tiempo. Había dejado a su marido esperando a pleno sol durante horas. Cuando por fin llegó,
el marido la golpeó. Yo le dije a la mujer que la culpa había sido suya. No es la primera vez, ni
será la última, que algo así ocurre. También hay muchas mujeres que cuchichean sobre sus
cuñados o suegros creando tensiones en la familia. Una razón más para educar a las niñas.

¿Ha sido usted alguna vez maltratada por su condición de mujer?


Sinceramente, tengo un carácter muy fuerte. Muchísimos hombres querrían tener el poder
que tengo yo. En el parlamento yo no quería limitarme a centrarme en los derechos de la
mujer, porque a mí nadie me ha arrebatado nunca los míos, lo que me impide hablar en
nombre de otras mujeres. Yo tomé, por mí misma, mis derechos ¡y hasta me apropié de los
derechos de mis hermanos! (ríe) La lucha de las mujeres en Afganistán no siempre fue la mía.
No estoy casada. Mi vida es muy distinta.

Usted que tiene contacto con mujeres con regularidad, ¿ha apreciado algún cambio en su
actitud en relación con el nuevo gobierno? ¿Están preocupadas?
¡Pero si la mayoría no sabe siquiera que el gobierno ha cambiado! La vida en los pueblos es
muy distinta de la vida en la ciudad. Son mujeres sin educación que pasan el día ocupadas en
sus tareas domésticas. No les importa la política. Sus maridos e hijos son su única
preocupación. En la ciudad las cosas son diferentes. Las mujeres están desesperadas. Han
llegado a colgarse de las alas de un avión para escapar de Afganistán. Una gran vergüenza para
todos nosotros.

En la calle los talibanes recriminan a mujeres que lleven burka en lugar de nicab, por
considerar que es menos respetuoso con el islam. Se dice que han llegado a quemar burkas
en público.
¡Está totalmente equivocada! En Parwan fueron las propias mujeres quienes quemaron sus
burkas como acto de protesta. ¡Querían llevar hiyab en lugar de burka! Con hiyab tienes las
manos libres y puedes trabajar. Para las mujeres que no trabajan el burka resulta más cómodo.
No se fíe nunca de las redes. Es una vergüenza que haya mujeres creando fake news en redes
sociales.

¿Entiende que haya mujeres activistas que quieran irse del país por sentirse en peligro?
Perdone, pero le autorizo a ahorcarme si ve a algún talibán haciendo daño a una mujer. Los
talibanes no hacen eso. En primer lugar, no consideran a las personas de sexo femenino seres
humanos completos. ¿Qué sentido tendría entonces enfrentarse a ellas? Es sencillamente
imposible. Algunas mujeres siguen su propia agenda. Tratan de crear problemas a la gente y al
gobierno. Pienso que debemos conceder a los talibanes el beneficio de la duda. Darles tiempo
de explicarse.

¿Qué me dice de las escuelas que han cerrado? ¿Cómo cree que evolucionará la situación?
Es muy bueno que haya presión internacional. Por lo que yo sé, la mayor parte de las escuelas
y universidades han reabierto. Incluso las niñas pueden ahora asistir a clase hasta el grado 12º.

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Pero en la provincia de Wardak las cosas son algo distintas. Los talibanes me aseguraron que
reabrirían las escuelas al comienzo del año solar. Veremos. Estoy convencida de que la
comunidad internacional mantendrá la presión. Los norteamericanos aseguran ahora que
gastaron billones en operaciones militares y que invirtieron 367.000 millones en la
reconstrucción de Afganistán, pero todas nuestras escuelas están en domicilios privados o en
tiendas de campaña. Ya no tenemos construcciones escolares. Es importante que entendamos
la necesidad de contar con espacios separados para hombres y mujeres. Es la forma de
eliminar los abusos.

Hay que proteger a las mujeres, ¿pero no habría que enseñar a los hombres a no tratar a las
mujeres de la forma en que lo hacen?
No creo posible educar a los hombres en eso. Es un hábito, y eso no se puede cambiar. Los
hombres siempre van a ver a las mujeres como algo para su propio disfrute.

Usted ha viajado por países occidentales y puede comparar, por tanto, la forma de vida de
las mujeres. ¿Qué le llama la atención?
En países musulmanes como Irán o Tayikistán las cosas no son tan diferentes: las mujeres que
pasan todo el tiempo en casa permanecen sin educar, pero las niñas tienen acceso a la
escuela. En países no musulmanes, como Alemania, he visto personas haciendo sexo en
público, besándose en trenes, en parques, algo para mí inaceptable, porque hay niños
alrededor.

¿El que los niños y las niñas comprendan el mundo y su lugar dentro de él no es también una
cuestión de educación?
Si de mí dependiera daría inmediatamente la orden de abrir todas las escuelas de niñas aquí
también. En segundo lugar, mejoraría el nivel de la enseñanza, también en las escuelas de
chicos. La educación genera prosperidad, confort y amabilidad. Hace un año dejé mi trabajo en
el hospital e inicié, junto con UNICEF, una red de escuelas para niñas en la región. Las clases
tenían entre 25 y 30 alumnas, todo chicas. Con apoyo de la comunidad internacional
trabajamos duramente para mejorar la calidad de la enseñanza. Cuando educamos a una niña,
educamos a toda una familia, pues ella criará luego a sus hijos con educación y conocimiento.
Educar a un hombre no tiene el mismo efecto en la familia.

¿Cómo ve el futuro de Afganistán?


Soy optimista. Inshallah! [si Dios quiere]. Si la gente colabora con el gobierno y la comunidad
internacional echa una mano al gobierno talibán, mejoraremos y ocurrirán cosas
importantísimas en el país. Si acabamos con la corrupción, las luchas intestinas y la educación
deficiente, alcanzaremos una posición mejor. Y entonces el resto del mundo podría dejar de
preocuparse por Afganistán. Espero que algún día podamos llegar a ayudar a otros países, pues
somos ricos en recursos. Tenemos todo tipo de metales y minerales.

¿Qué puede hacer el resto del mundo por Afganistán?


¡Dejar de donar dinero! Eso maleduca a la gente y crea dependencia. No hay peor hábito que
la mendicidad. Debemos ser independientes y aprender a generar dinero, a reconstruir
nuestro país y a trabajar. Los países extranjeros deben presionar a nuestro gobierno hacia una
mejora de los derechos humanos y los derechos de las mujeres. Conseguir que los talibanes
reabran las escuelas de niñas es mucho más importante que donar billones al país. Estoy muy
agradecida por la ayuda y el apoyo de las agencias internacionales, pero falta transparencia
sobre la gestión y distribución de sus fondos. Sus empleados ganan sueldos elevadísimos. La
UNICEF estima que harían falta 3,8 mil millones para reconstruir Afganistán: me temo que el
80% de ese dinero sería para pagar sus salarios, su seguridad y sus gastos. El pasado enero
visité el comité sueco para Afganistán, responsable de nuestro sistema de salud, en busca de

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ayuda para construir escuelas. Respondieron que en su presupuesto no tenían ni un dólar para
eso. Luego fui a UNICEF y la persona al mando me dijo que los talibanes no se lo permitirían.
¡Pero si yo contaba ya con su permiso! Entras en sus oficinas y te parece que estás en Estados
Unidos: las casas, los tejados, el patio, tres escáneres de seguridad. Las habitaciones están
limpísimas y siempre confortablemente caldeadas. El dinero que se gasta ahí no se invierte en
Afganistán. En la pared, se leía: «UNICEF para cada niño» en pastún, inglés y farsi. Yo les
pregunté: «¿Estáis seguros?». Si no pueden hacer nada, deberían marcharse. Me prometieron
320 aulas para la provincia de Wardak y todavía estoy esperando. Dijeron que no tenían dinero
y viven en un palacio.

En estas condiciones de polarización usted se las arregla para navegar entre extremos,
reconociendo méritos de los talibanes sin dejar de ser crítica con ellos.
¿Sabe por qué están equivocados? Porque el 99% de sus madres están sin educar, lo mismo
que sus hijas. ¿Cómo vamos a esperar que ellos lo estén? Esos chicos crecieron ahí mismo,
delante de mis ojos. Marchaban a Kabul como soldados y al regreso me decían: «¿sabe usted,
doctora?: ¡allí las mujeres son peligrosas! No son como nuestras madres». (ríe) Pero sus ideas
van poco a poco cambiando. Algunos han estado en Doha, en Catar, y han visto que las cosas
pueden ser diferentes. Les dijeron que todos eran árabes, como ellos, y que no se debe
gobernar desde las tripas, sino con respeto y dignidad. Ahora han vuelto al gobierno y están
asumiendo responsabilidades. Una vez más, soy optimista. Inshallah!

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MERCADO DE BUSH
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LIQUIDACIÓN TOTAL

DINERO SANGRANTE
Durante las dos décadas que siguieron al 11 de septiembre de 2001, el mundo occidental trató
de imponer su voluntad sobre Afganistán a cualquier precio, con un coste real considerable. El
eco de los fracasos resuena hoy por sus campamentos fantasmas.

CUADRO
Contribuciones acumulativas a instituciones multilaterales en Afganistán desde 2001, en miles
de millones de dólares
EEUU 2,313 billones
REINO UNIDO 30.000 millones
ALEMANIA 19.000 millones
CANADÁ 18.000 millones
AUSTRALIA 10.000 millones
ITALIA 8,5 mil millones
JAPÓN 7.000 millones
ESPAÑA 4.000 millones
FRANCIA 4.000 millones
PAÍSES BAJOS 1,5 mil millones
NORUEGA 1.000 millones
BÉLGICA O,5 mil millones

PIE DE FOTO: Combatiente talibán en un puesto de vigilancia de la valla perimetral de Camp


Arena, una antigua base militar de OTAN/ISAF, que albergó tropas estadounidenses, italianas y
españolas. Izda.: torre de vigilancia del aeródromo de Bagram.

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EEUU
Cálculos oficiales estiman que los Estados Unidos pagaron durante las dos décadas de guerra
en Afganistán entre 815.700 millones de dólares (según el Pentágono) y 2,313 billones (según
el Proyecto de Costes de Guerra de Brown University). Al margen de cuál sea la cifra correcta,
los Estados Unidos sufrieron una sangría económica durante sus veinte años de presencia en
Afganistán.
Gran parte de esos fondos se invirtieron en operaciones militares —despliegue de armamento,
tanques, vehículos blindados y portaviones— y el combustible y munición necesarios para su
funcionamiento. También en los incontables ataques aéreos.
Millones fueron despilfarrados en una flotilla de reactores que un año después acabó
vendiéndose como chatarra, en uniformes militares que en lugar de camuflar a los soldados los
convertían en un objetivo más visible, o en un complejo hotelero inservible.
Asumiendo 2 billones como cálculo conservador, la cifra supondría 300 millones de gasto
diario para los EEUU durante dos décadas, o 50.000 para cada uno de los cuarenta millones de
afganos.
Las cifras incluyen 800.000 millones de dólares en gastos directos de combate, con 85.000
millones extra para entrenar al ejército afgano, que colapsó inmediatamente tras el cierre por
EEUU de la base aérea de Bagram, que dejó de proporcionar un apoyo crucial.
Luego está el coste humano. Unos 2.500 miembros del personal militar estadounidense y cerca
de 4.000 contratistas civiles murieron en Afganistán. La atención médica inmediata para los
20.000 heridos estadounidenses supuso un gasto de 300.000 millones de dólares, con 500.000
millones más para pagar cuidados de larga duración.

REINO UNIDO
El Reino Unido fue el segundo país en cuanto a número de efectivos militares en Afganistán,
con un gasto estimado de 30.000 millones de dólares en operaciones militares en el país.

ALEMANIA
Se estima que Alemania habría pagado 19.000 millones de dólares en el curso de la guerra.

CANADÁ
La guerra en Afganistán costó a Canadá unos 18.000 millones de dólares, con 158 soldados
canadienses muertos en acción y otros 2.000 heridos.

AUSTRALIA
Los cálculos apuntan a que Australia gastó cerca de 10.000 millones de dólares durante la
guerra.

ITALIA
Las dos décadas de misión italiana en Afganistán costaron al país unos 8,5 mil millones de
dólares.

JAPÓN
Tras la intervención norteamericana de 2001, Japón contribuyó con unos 7.000 millones de
dólares.

ESPAÑA
El ministro español de Asuntos Exteriores ha afirmado que la guerra ha costado a su país 4.000
millones de dólares y las vidas de 99 soldados españoles y dos intérpretes.

FRANCIA
Los gastos de Francia giran en torno a los 4.000 millones de dólares.

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PAÍSES BAJOS
Los cuatro años de misión militar de Países Bajos en Afganistán tuvieron un coste de 1,5 mil
millones de dólares.

NORUEGA
La contribución del país escandinavo a la guerra de Afganistán gira en torno a los 1.000
millones de dólares.

BÉLGICA
Bélgica gastó 0,5 mil millones de dólares en Afganistán.

PIE DE FOTO: Acceso a una instalación médica junto a un refugio antibombas en el interior de
Camp Arena, una base militar en otro tiempo ocupada por tropas estadounidenses, italianas y
españolas y tomada recientemente por los talibanes.

COSTE HUMANO DE LA GUERRA


Civiles y fuerzas de seguridad locales constituyen más de la mitad de la estimación de bajas
producidas durante el conflicto afgano.
Militares y policías afganos 66.000
Combatientes de la oposición 51.191
Civiles 47.245
Contratistas de EEUU 3.846
Militares de EEUU 2.442
Otras tropas aliadas 1.144
Empleados de organizaciones humanitarias/ONG 444
Periodistas y empleados de medios de comunicación 72
Departamento de Defensa de EEUU 6

PIE DE FOTO: Los talibanes ejecutan en una céntrica plaza de Herat a un hombre acusado de
raptar a niños e intentar huir.

EL HOMBRE Y LA MÁQUINA
Los mototaxis o rickshaws son especialmente populares en las ciudades de Jalalabad, Mazar-i-
Sharif y Kunduz. Son el orgullo y la alegría de sus propietarios y adoptan toda suerte de estilos
y colores.

SALARIO
En un día normal, ganan entre 300 y 500 afganis. Con anterioridad al retorno de los talibanes
ganaban el doble de esa cifra, pero muchos clientes potenciales han abandonado el país.

JORNADA DE TRABAJO
La jornada de trabajo suele comenzar a las 5:30 h y termina a las 19:00 h.

PRECIO
El precio de un rickshaw nuevo oscila entre 60.000 y 65.000 afganis. Uno de segunda mano
cuesta entre 20.000 y 25.000.

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DECORACIÓN
Con campanillas, silbatos y todo tipo de adornos imaginables, los propietarios tunean sus
rickswaws con diseños personales. Un lavado de cara modesto cuesta en torno a 10.000
afganis y un cambio total, unos 20.000.

ESPERANZA DE VIDA
Las deficientes condiciones de las carreteras hacen que los rickshaws tengan una corta
esperanza de vida de entre tres y cuatro años.

CONSUMO
Cada día gastan entre 100 y 300 afganis en combustible. Cada vez con más frecuencia se
arreglan los motores para que funcionen con gas licuado del petróleo (GLP), reduciendo con
ello el coste del combustible y las emisiones.

Todas las cifras están expresadas en la moneda nacional de Afganistán, el afgani afgano (AFN).
1 AFN se cambia por aproximadamente 0,012 dólares.

Conectando contrapuntos
Un viaje a través del tiempo por el espacio afgano
Enero de 2022. No está del todo claro cómo llegar a Afganistán. Las regulaciones por el Covid
cambian de una hora para otra y según la aerolínea. La ruta más sencilla parece ser volar vía
Dubái, con una escala de ocho horas seguida de una cola interminable para intentar averiguar
cómo transportar el equipaje a Kabul con KamAir, rezando para que todo salga bien.
Digámoslo desde el principio y seamos fieles al tópico: viajar a Afganistán es como viajar al
pasado. Si te abstraes de la situación política y no tienes en cuenta las banderas, sientes como
si te movieras por el tiempo en lugar de por lugares y espacios.
Llegamos a Kabul el 7 de enero. El termómetro marca temperaturas bajo cero y la luz no tiene
nada que ver con la que solemos trabajar como fotógrafos. La presencia de una mujer entre
nosotros complica los asuntos a resolver. La falta de costumbre de llevar velo y la pérdida de
unos 210 grados en el campo de visión es, como mínimo, frustrante, sobre todo ante paisajes
tan amplios.
Los signos de la toma de poder de los talibanes son bien visibles. La ciudad está llena de
puestos de control y los grafitis que embadurnan las paredes muestran la forma en la que el
nuevo partido oficial trata de borrar los rostros de mujeres y de representantes del anterior
gobierno. Después de una rápida vuelta por Kabul, decidimos volar a Herat. Tenemos poco
tiempo y eso nos obliga a organizarnos bien.
Herat está situada en la frontera norte con Irán. En nuestro vuelo con Ariana Afghan Airlines, la
línea aérea más antigua del país y una de las dos que continúan en funcionamiento,
atravesamos en diagonal un enorme territorio, sobrevolando un paisaje que cambia
radicalmente de picos nevados a planicies desérticas.
Es muy exótico. No solo por los paisajes vírgenes y los claros cielos sin nada que obstaculice
nuestra vista, sino porque te das cuenta del valor icónico de unos lugares que has visto miles
de veces en los telediarios. Como viajero del tiempo, tienes la sensación de vivir dentro de un
libro de historia. Sabes que lo que ves a tu alrededor es importante precisamente porque ha
dado forma a la historia contemporánea.
La nueva terminal del aeropuerto de Herat está dedicada al capitán Massimo Ranzani, un
oficial italiano muerto en acción en esta provincia en 2008. Italia pagó 137 millones de euros

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por la ampliación del aeropuerto. La placa conmemorativa de la entrada reproduce un
simbólico apretón de manos entre dos ejércitos representados por un escudo de armas que
forma una bandera que, en realidad, no existe.
Quedan los tonos ya tenues de un tercio de la enseña italiana, y tres cuartos de vieja bandera
afgana, sustituida ahora por la blanca del Emirato. Dos calendarios diferentes —el islámico y el
gregoriano— marcan la distancia entre las dos culturas a pesar de la idea inicial de quien
concibió esta representación como símbolo de unión.
Nos recibe el sol cálido y un largo desfile militar de vehículos americanos sobre los que ondea
la bandera talibán. Los niños corren tras ellos y los adultos los graban con sus móviles, con
nosotros, extranjeros occidentales, convertidos en atracción extra.
Herat es una ciudad amable, llena de color, con mercados concurridos y agradables
restaurantes. Dicho lo cual, hubimos de contemplar una ejecución pública en una de las plazas
del centro, donde fusilaron a un hombre acusado de secuestro de niños.
Viajando por Afganistán te topas con un grado de realidad brutal, al que nuestras cómodas y
filtradas existencias occidentales no están habituadas. La combinación de destrucción y
recreación genera un inspirador cortocircuito, que borra de un plumazo nuestros modestos
problemas y amplía nuestra perspectiva sobre el sentido de la vida. Y de la muerte. No hay
lugar aquí para el fingimiento. Tampoco presupuesto. Lo que ves es lo que hay.

Hacemos acopio de azafrán, una de las especialidades locales, y nos preparamos para regresar
a Kabul. Pero no antes de tomar un par de retratos de nuestro traductor para enviárselos a su
amante alemana. Parece que los retratos tuvieron un efecto positivo, pues meses después
supimos que se habían casado en Pakistán, el único lugar donde podían encontrarse en
persona.
No lejos del aeropuerto de Kabul hay un parque infantil, con helados, sándwiches, comida frita
y kalashnikovs. Curiosos, los combatientes talibanes deambulan por la feria, descubriendo
atracciones y tentaciones en otro tiempo vedadas para ellos. No todos aprecian la ironía de las
imágenes que tomamos. Nos rodean recordándonos que está prohibido hacer fotos de
«guerreros sagrados» columpiándose, una imagen que contrasta con su adorada visión épica a
lomos de sementales persas, melenas al viento. Pero a los talibanes de hoy parecen gustarles
más los columpios y las camionetas.
Volvemos a salir de Kabul para desplazarnos por carretera a las provincias de Wardak y
Parwan. Desde que los talibanes retomaron el control del país, viajar en coche se ha vuelto
más seguro, aunque continúa siendo lento. El estado de las carreteras es malo, los camiones
abundantes y los puestos de control agobiantes. Dicho lo cual, una vez llegas a la autopista
sientes que te embarga, paradójicamente, una sensación de paz y libertad. Obviamente, se
trata de una diminuta capa de aventura dentro de una imagen general de miseria, pero suaviza
el pesimismo predominante y la desesperación ante las condiciones de vida de la gente. Sí, la
destrucción es total, pero no, no afecta a la belleza del territorio: sus montañas, ríos, bosques
y cielos. Ni la versión más terrorífica del hombre ha conseguido perturbarlos.
Visitamos una madrasa de jóvenes aspirantes a talibanes. Conducimos cruzando paisajes
salvajes que muestran las cicatrices de los choques de los combatientes talibanes y la ISAF
(International Security Assistance Forces) y llegamos a la base aérea de Bagram, el mayor
complejo militar de Afganistán. Visitar una base militar abandonada es un acto de arqueología
del presente. Descubres fragmentos dejados atrás en plena huida, como Pompeya, pero sin los
detritos volcánicos. Cepillos de dientes, colillas, raciones de comida y sábanas. Hasta el olor
sigue ahí.
Regresamos brevemente a Kabul desde donde partimos hacia Bamiyan, un viaje que puede
llevar entre seis y doce horas, dependiendo de la nieve y de su efecto en la carretera.
Atravesamos montañas a una altura de 2.000 metros. Es casi un paisaje lunar. Fuera, la
temperatura desciende a -20º. Sacar simplemente una mano del bolsillo se convierte en una
prueba de extremo valor.

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Cuanto más avanzamos, más gruesa es la capa de nieve que se acumula sobre la carretera, que
acaba por hacerse invisible. Vamos abriéndonos paso por aldeas abandonadas y poderosas
montañas.
Tras conducir siete horas, llegamos a la ciudad de los budas; mejor dicho, de los budas
destruidos por cortesía de los talibanes. Entre las cuevas excavadas en las montañas nos
encontramos con un grupo de hazaras, una minoría étnica perseguida históricamente por los
talibanes.
El hotel en Bamiyan se construyó para alojar a políticos de alto rango y turistas extranjeros.
Nos dan una habitación que se asoma a los budas desaparecidos. El vestíbulo, enorme,
contiene lámparas de araña, alfombras interminables, mobiliario dorado y una tienda de
artesanía y suvenires de algo que ya no existe, o que no se te permite ver. En otra pequeña
tienda de suvenires de la ciudad nos tropezamos con la «niña afgana» de Steve McCurry. La
icónica imagen se tomó aquí y, para el puñado de extranjeros que deambulan aún por
Bamiyan, sirve de recordatorio de lo increíblemente fotogénico que es este lugar. En este
contexto, la «niña afgana» tiene una apariencia perfectamente normal, la típica mirada del
lugareño ante una persona occidental, una combinación de curiosidad, temor y repulsión.
Volvemos a Kabul tras nuestra breve estancia en Bamiyan. El invierno avanza y con él la nieve.
Esta vez, nos vemos obligados a optar por una ruta más larga para regresar, cruzando también
la alta montaña. El paso de Shibar continúa salpicado de restos de las guerras entre los
muyahidines y el ejército ruso.
De vuelta en la capital, nos queda un día para visitar algunos lugares destacados antes de
partir. El estadio de Ghazi, donde los talibanes llevaron a cabo ejecuciones; Bagh-e Babur, las
tumbas de los reyes; el distrito de Wazir Akbar Khan, con sus colinas. Lugares donde la historia
ha quedado sellada en el pasado, como hipoteca de un futuro de paz que una y otra vez se
niega a materializarse. Aquí, hasta el presente se siente como simbólico. Solo el tiempo dirá
qué es lo que aguarda a Afganistán.

Cristina de Middel
Lorenzo Meloni

EL MOMENTO DECISIVO
PLAYGROUND
Un niño juega al críquet frente a una antigua base militar estadounidense abandonada.
A pesar de la prohibición oficial impuesta por los talibanes en contra de la práctica deportiva,
la pasión por el críquet se niega a ser sofocada.

SOPA DE LETRAS
“You Can ‘Dari’ To Try!”
Mejora tu conocimiento de los idiomas y la cultura de Afganistán con este desafiante
rompecabezas. Las palabras pueden ir en cualquier dirección y pueden compartir letras.

29
STARS PALACE
Salón de Bodas
El lugar para celebrar eternamente

Solo 20.000 USD para una fiesta de 300 invitados.


(Música sin interrupciones por + 9.000 AFN)

SINFONÍA AGRIDULCE

Hay escasez de casi todo, y los ingredientes básicos se encarecen de un día para otro. Pero la
cocina afgana —una mezcla de las de India, Asia Central y Persia— es conocida por su
ingeniosidad, por la magia que crea al combinar hierbas y verduras locales. A pesar de la
creciente carestía de los alimentos, cocinar un buen plato tradicional forma todavía parte de la
cultura y resiliencia de los afganos.

CRISIS ALIMENTARIA

Una severa sequía que afecta a todos los sectores de la agricultura, una economía zozobrante
tras la llegada de los talibanes al poder y los disparados precios de la harina como
consecuencia de la guerra de Ucrania, han creado la tormenta perfecta que empuja a
Afganistán hacia una crisis alimentaria crónica.

Los precios de ingredientes básicos como el azúcar han aumentado hasta un 23%, y el trigo
cuesta un 50% más que antes de la toma del poder por los talibanes.

Para empeorar aún más las cosas, según el Banco Mundial, a comienzos de 2023 la inflación
interanual de los productos domésticos básicos alcanzó el 40%.

En Kabul, el precio de un saco de harina oscila ahora entre 2.800 y 3.000 afganis, el doble de lo
que costaba hace tres meses. Antes, 2.000 afganis habrían bastado para adquirir 20 litros de
aceite de cocinar, mientras ahora con ese precio no se compran ni 10 litros. Medio kilo de
arroz cuesta 48,90 afganis, una docena de huevos 110, y una botella de un litro de leche, 52.

La mayoría de los afganos no puede pagar esos precios por productos de uso diario y más de la
mitad de la población —unos 23 millones de personas— está amenazada de malnutrición.

MANTU
INGREDIENTES

• 1 huevo
• 400 gramos de harina
• 300 gramos de carne picada de res
• 2 cebollas de tamaño mediano
• 1 cucharadita de polvo de chile rojo
• 1 cucharadita de pimienta negra

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• Cilantro
• Sal
• Polvo de cúrcuma
• ¾ taza de yogur
• 1 tazón de chana dal
• 1 cucharada de menta seca
• 2 dientes de ajo
• 3 cucharadas de pasta de tomate
• ¼ cucharadita de comino
• 1 taza de guisantes partidos amarillos secos

RECETA

Comienza preparando el relleno y la salsa de tomate, luego envuelve los Mantu y cuécelos al
vapor. Finalmente, haz la base de yogur.

Para la masa

› Bate un huevo en un tazón y agrega medio vaso de agua. Continúa batiendo y agrega
gradualmente 375 gramos de harina, 1 cucharadita de sal y 2 cucharaditas de aceite.
› Mezcla con las manos (agregando agua extra si es necesario) hasta que la masa ya no se
pegue.
› Cubre y deja reposar durante 30 minutos.
› Estira la masa sobre una superficie plana hasta que quede muy delgada, aproximadamente
2-3 mm.
› Corta tiras rectangulares largas y luego divide estas en cuadrados de 6 x 6 cm.
› Espolvorea estos ligeramente con harina.

Para el Relleno

› Pica en cubos 2 cebollas de tamaño mediano y sofríelas suavemente en 4 cucharadas de


aceite.
› Agrega 300 gramos de carne picada y revuelve.
› Añade 1 cucharada de sal y pimienta y 1 cucharadita de cúrcuma.
› Vierte una taza de agua en la sartén, cubre y cocina a fuego lento durante 30 minutos.
› Añade 1 cucharadita de cilantro.
› Agrega chile rojo y verde.
› Deja enfriar.

Rellenando los Mantu

› Coloca 1 cucharada de relleno en el centro de un cuadrado de masa.


› Sumerge el dedo en agua y humedece una esquina.
› Monta las esquinas opuestas entre sí y presiona.
› Toma las otras esquinas y sella los bordes.
› Repite este paso, envolviendo todos los Mantu.
› Hierve agua en una olla y coloca un vaporizador encima.
› Coloca los Mantu en el vaporizador, cubre y deja cocinar al vapor durante 20-30 minutos, o
hasta que los Mantu estén tiernos.

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Salsa de tomate

› Remoja los guisantes partidos amarillos durante 30 minutos.


› Ralla 2 dientes de ajo en una sartén con aceite caliente y agrega las chana dal.
› Añade 1 cucharadita generosa de sal.
› Agrega el cilantro, la cúrcuma y las semillas de comino.
› Añade 3 cucharadas de pasta de tomate.
› Cocina a fuego lento durante unos 45 minutos.
› La consistencia no debe ser ni demasiado espesa ni muy ligera.

Base de yogur

› Vierte ¾ de taza de yogur en un tazón.


› Agrega ½ cucharadita de sal y 2 dientes de ajo machacados.
› Mezcla bien.
Para servir:
› Vierte de 3 a 4 cucharadas de la base de yogur en un plato.
› Coloca los Mantu sobre el yogur y vierte salsa de tomate sobre el plato.
› Agrega un poco más de yogur encima.
› Adorna con cilantro y pimienta negra.
› ¡Disfruta!

KABULI RICE
INGREDIENTES

• 2 tazas de arroz basmati


• 350 gramos de carne de res
• 500 gramos de aceite de semillas, ghee o mantequilla
• agua - según sea necesario
• 4 zanahorias medianas
• 3 cebollas medianas
• 1 taza de pasas
• sal al gusto
• 1 cucharada de semillas de alcaravea
• 1 cucharada de semillas de comino
• 1 cucharada de cardamomo verde
• 1 cucharada de azúcar

RECETA

› Lava el arroz dos veces bajo agua corriente y luego déjalo reposar durante al menos 2 horas.
› Pica las cebollas y sofríelas en aceite de semillas (o alternativo) durante unos 5 minutos.
› Cuando las cebollas estén ablandadas, agrega la carne de res.
› Cocina durante 20 minutos.
› Agrega sal, las semillas de alcaravea, las semillas de comino, el cardamomo y el azúcar.
› Mezcla y cocina durante unos 10 minutos.
› Agrega alrededor de 500 ml de agua, revuelve y cocina a fuego lento durante otros 30
minutos.
› En una sartén aparte, corta las zanahorias en rodajas finas, mézclalas con las pasas y saltéalas
en aceite durante unos 5 minutos.
› Agrega las zanahorias y pasas a la sartén principal.
› Agrega aproximadamente 400 ml de agua caliente y lleva la mezcla a ebullición.

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› Agrega sal y especias al gusto.
› Agrega el arroz y revuelve bien.
› Cubre con una tapa de sartén envuelta en un paño y cocina a fuego bajo-medio durante unos
10-15 minutos.
› Cuando el arroz esté cocido, permite que se enfríe durante unos minutos antes de servir.

EDITANDO UN CONFLICTO
Confesiones de una editora de fotos
ALICE GABRINER

Siete semanas después del 11 de septiembre, Estados Unidos lanzó su operación militar en
Afganistán y la revista Time publicó su primera portada sobre la guerra: un primer plano de un
soldado estadounidense de ojos azules junto a las palabras "Going In" (Entrando).

En los meses siguientes, mientras trabajaba como editora de fotos nacional de la revista, la
mayoría de las portadas de Time se centraban en el miedo, la ansiedad y la amenaza de más
ataques terroristas. Otros titulares indicaban que Estados Unidos estaba decidido a vengarse:
"Target: Bin Laden", "The Hunt for Bin Laden" y "Inside the Manhunt". Una portada - "Facing
the Fury" -, mostraba el rostro de un hombre musulmán paquistaní gritando.

En 2002, Time envió a cuatro fotógrafos a Afganistán para documentar la vida después de los
talibanes. Una doble página de la revista mostraba a una niña bailando, con su cabello
fluyendo mientras miraba coquetamente a la cámara. Las historias sobre las mujeres en
Afganistán eran populares entre nuestros lectores.

Quizás la narrativa de las mujeres desechando sus burkas hacía que el coste de la guerra fuera
más aceptable para los estadounidenses.

Me trasladé a la sección internacional de Time en 2003, cuando la atención de los medios


estadounidenses se desplazó a Irak. Este conflicto se desarrolló en mi pantalla de computadora
a través de una corriente constante de imágenes de agencias de noticias, freelancers y
colaboradores de Time, ya que inicialmente teníamos ocho fotógrafos en misión, todos
equipados con las últimas cámaras digitales.

El aclamado fotógrafo de guerra de Time, Christopher Morris, envió las primeras imágenes de
soldados estadounidenses preparados con rifles de asalto, despejando un edificio, dos de las
cuales aparecieron como spreads de apertura en un número especial de marzo de 2003 que
marcaba el inicio de la guerra.

En los meses y años siguientes, las imágenes de militares extranjeros entrando por las puertas,
insurgentes, funerales y mujeres en duelo se hicieron demasiado familiares. La fotografía de
noticias estaba migrando cada vez más para el online y la revista impresa, con sus capas de
supervisión editorial, competía por la atención de los lectores con sitios web que producían
presentaciones de diapositivas.

A diferencia de las icónicas fotografías de la Guerra de Vietnam, que habían provocado un


despertar público, las imágenes de Irak tuvieron el efecto contrario.

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Nuestro editor dijo que la revista no se vendía cuando Irak iba en portada. Los
estadounidenses apartaban la mirada.

A pesar del bajo interés de los lectores, Time mantuvo su oficina en Bagdad hasta 2008,
manteniendo la cobertura de Irak regularmente en la revista y en Time.com.

Pero Afganistán quedó en un segundo plano. De los pocos artículos que yo produje sobre
Afganistán entre 2003 y 2008, dos tenían el mismo titular: "The Other War" (La Otra Guerra).
La agenda de cobertura de conflictos de Time fue consistente. La revista presentaba una
perspectiva estadounidense a sus suscriptores estadounidenses. El conflicto en Irak era la
prioridad porque más soldados estadounidenses estaban luchando y muriendo allí.

En ese momento, no podíamos comprender completamente cómo los medios de


comunicación estaban cambiando radicalmente o que la impresión, basada en un modelo de
negocio publicitario, estaba colapsando. A medida que las ganancias de Time se desplomaron,
el departamento de fotos sufrió importantes despidos y recortes presupuestarios, lo que
significaba que ya no podíamos respaldar a los fotógrafos que trabajaban en el campo durante
largos períodos.

Antes de dejar la revista en 2009, cuestioné cómo podríamos cubrir eficaz e incluso éticamente
las guerras cuando las misiones duraban como máximo una semana.

Hoy me pregunto qué es lo que la mayoría de las personas recuerdan del registro visual
producido por los fotoperiodistas, o por muchos otros, incluido el personal militar, que
también fotografiaron el conflicto. Por imperfecto, sesgado y repetitivo que pueda ser este
archivo, cada imagen es un registro histórico.

Afganistán e Irak fueron las guerras más fotografiadas en la historia. También fueron los
primeros conflictos importantes documentados por la fotografía digital y ampliamente
difundidos al público a través de los medios digitales.

La aparición de la fotografía digital permitió una transmisión más rápida de imágenes,


generando una inundación de imágenes en los escritorios de noticias internacionales. En esta
avalancha de imágenes, como editora de fotos, alenté la visión personal de los fotoperiodistas
con los que trabajé, creyendo que sus historias se destacarían en un paisaje visual abarrotado.

¿Provocaron estas interminables imágenes siquiera un destello de comprensión? Si no


podemos recordar imágenes de estas guerras que influyeron en la opinión pública a gran
escala, ¿será porque el fotoperiodismo ha perdido su impacto? Aunque las fotografías
excepcionales ya no se graban en la memoria colectiva, imágenes singulares todavía pueden
dejar una impresión duradera en las personas. Pero ¿cómo puede una imagen convertirse en
un recuerdo compartido cuando ya no miramos las mismas publicaciones o las mismas
imágenes al mismo tiempo?

Solía leer The New York Times de principio a fin, mirando cada imagen publicada ese día, pero
ya no es mi fuente definitiva.

Las organizaciones de medios publican más fotos, artículos y videos en 24 horas de lo que
cualquier persona puede absorber. En 2020, The New York Times publicó 204.000 imágenes y
4.980 videos.

En las últimas dos décadas, he sido testigo de cómo la tecnología ha transformado la velocidad
y el volumen en que se toman, transmiten, editan y entregan las fotografías al público. Ahora

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estamos al borde de otra revolución tecnológica, donde las imágenes generadas por
inteligencia artificial tienen el potencial de confundir y desinformar. Al igual que con todas las
innovaciones, hay beneficios, pero me resulta difícil creer que sea posible simular
artificialmente el alma, esa cualidad elusiva que emana de las fotografías más evocadoras.

Junto a los cambios que he presenciado en 35 años de trabajo en el campo del fotoperiodismo,
ha habido una constante: la falta de cultura visual en los periódicos, que siguen dominados por
el texto. Hoy en día, la importancia de las imágenes y la velocidad a la que fluyen las
comunicaciones y la información ya no se pueden ignorar.

Ahora más que nunca, se necesitan editores de fotos inteligentes y perspicaces en roles
superiores en los medios de comunicación.

El actual panorama mediático está polarizado y fragmentado, y genera desconfianza pública en


las autoridades en lugar de crear y consolidar narrativas compartidas. Parte de esta
desconfianza se origina en cómo se han representado, y tergiversado, conflictos importantes e
históricos como los de Irak y Afganistán.

A medida que avanzamos tecnológicamente, la alfabetización de los lectores y espectadores


será cada vez más crucial. Para mantener y nutrir el periodismo esencial del siglo XXI,
necesitamos modelos de negocio innovadores y un nuevo conjunto de estándares para
reconstruir la confianza y la credibilidad de los lectores en las fuentes de información que
reciben.

Los lectores deben asumir el papel de sus propios editores, analizando meticulosamente las
fuentes de noticias para comprender las agendas subyacentes y la autoría, ya que existe una
distinción clara entre la opinión y un artículo informado respaldado por pruebas concretas.

Los televidentes ya desempeñan el papel de editores de imágenes, escogiendo entre cientos


de fotografías en sus pantallas y dispositivos móviles cada día, tomando decisiones sobre lo
que consideran relevante. A medida que los medios digitales toman la delantera, los lectores y
espectadores obtienen sus noticias, tanto locales como internacionales, de una amplia gama
de fuentes, lo que contribuye a dar forma cada vez más a sus propias "publicaciones"
individuales y únicas.

AGRADECIMIENTOS
The Kabuler

Primera edición publicada en 2023, como una edición limitada de 1.000 ejemplares.

Directores Editoriales: Cristina de Middel y Lorenzo Meloni. Editor de fotografía y diseño: Gert
Verbelen. Editor: Johan Faes.

Escritores colaboradores:

Atefa Alizadah es una periodista afgana que ha trabajado para la organización mediática de
mujeres afganas Rukhshana Media, así como para The Times, The Guardian y The Kabul Times.

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Jean Marie Ward. Escritora estadounidense de ficción y no ficción, Ward trabajó durante años
en el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, gestionando publicaciones,
comunicaciones y programas de política familiar.

Alice Gabriner es una editora visual independiente con más de 30 años de experiencia en
publicaciones como Time, National Geographic, The New York Times y The New Yorker. Fue la
Subdirectora de Fotografía en la Casa Blanca durante la administración de Obama.
Actualmente, es miembro de la facultad en el Centro Internacional de Fotografía.

Editor de idioma inglés: Tom Westcott.

Agradecimientos especiales a: Giulietta Palumbo, Alejandro Cartagena, el equipo de Obscura,


Andrea Holzherr, Javi Al Cuadrado y Victoria Copello Hurst. Y en Afganistán: Samir Sahil,
Rohullah, Gul, Parasto y Rozina.

Fotografías © Cristina de Middel y Lorenzo Meloni. Texto © Jean Marie Ward, Atefa Alizadah,
Johan Faes, Cristina de Middel, Lorenzo Meloni y Alice Gabriner

Apoyado por: (MAGNUM AND KUNSTHAL) / Publicado por: (THIS BOOK IS TRUE)

ISBN 978-84-09-49759-1

Impreso en die Keure, Bélgica

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta
publicación, el almacenamiento en un sistema de recuperación o la transmisión de cualquier
forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico u otro, sin obtener previamente el
permiso de los propietarios de los derechos de autor y los editores.

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