El Río y La Forma
El Río y La Forma
El río y la forma
Introducción a la geomorfología fluvial
551.4 Elliott Munro, Simon
E El río y la forma. Introducción a la geomorfolo-
gía fluvial / Simón Eliott Munro. – – Santiago :
RIL editores, 2009.
324 p. ; 25 cm.
ISBN: 978-956-284-710-0
1 geomorfología.
El río y la forma
Introducción a la geomorfología fluvial
Primera edición: septiembre de 2010
ISBN 978-956-284-710-0
Derechos reservados.
A mi madre Janet
A mi hermana Caroline
A mi hermana Dominique
Durante la etapa fluvial del ciclo hidrológico una
partícula de agua cae como precipitación sobre una masa
terrestre emergida. Su desplazamiento hacia el mar forjará
gradualmente la ruta que seguirán luego las partículas de
agua que la sucedan. A través de su recorrido esta partícu-
la de agua ejecutará una diminuta porción de la gran tarea
de reducir la elevación de la masa terrestre, al llevar, en
última instancia hasta los océanos, moléculas o partículas
de los materiales continentales… Las rutas posibles para
el agua y su carga son muy variadas… La geomorfología
(fluvial) se ocupa de esas rutas, de las formas que asumen
durante el proceso evolutivo del paisaje, y de los princi-
pios que gobiernan el desarrollo y las formas de esas rutas.
El Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Gobierno de Chile ha auspiciado esta edición y
para ellos va mi primer agradecimiento, en la persona de Maritza Castañeda, cuya impecable ges-
tión ha sido de gran ayuda. Claudia Gilardoni ha aportado bibliografía esencial para este trabajo
y su gestión frente a los organismos que apoyaron el proyecto hizo posible este libro. Maritza
Mercado ha aportado valiosa información técnica. El Sr. Mariano Grandjean, a través de Benthos
Ltda., también apoyó generosamente este proyecto. Cecilia Alarcón tuvo la gentileza de revisar
una versión preliminar de los textos, lo cual dio un nuevo impulso al trabajo. Don César Concha
colaboró en la digitalización y manejo de las imágenes que ilustran este libro. La dedicación y fle-
xibilidad del editor, sr. Alfonso Mallo, fueron indispensables para llevar a buen puerto el trabajo.
Índice
presentación
i. el río y la energía
i.a entre el determinismo y el azar
Procesos formativos ...................................................................................................15
Cabeceras de canales ..................................................................................................17
La red hidrográfica .....................................................................................................20
La red fluvial ..............................................................................................................24
La geometría hidráulica..............................................................................................28
El meandro.................................................................................................................33
Recapitulando: regularidad e indeterminación ...........................................................40
v. manejo y recuperación
v.a el análisis geomorfológico
Geomorfología fluvial, inicios ..................................................................................231
Geomorfología fluvial «empírica» ............................................................................232
Geomorfología fluvial «analítica» ............................................................................234
Geomorfología fluvial «realista» ..............................................................................236
Geomorfología fluvial aplicada ................................................................................237
El geomorfolólogo fluvial .........................................................................................239
anexos ................................................................................................................277
textos introductorios ...............................................................................309
bibliografía citada ......................................................................................309
índice temático...............................................................................................323
Presentación
L os ríos se organizan a sí mismos para llevar a cabo las tareas de drenaje y evacuación
de los sedimentos de un territorio hidrológicamente discreto o «cuenca de drenaje».
Al hacerlo, establecen redes que aseguran la cobertura del territorio, y tanto la trama flu-
vial como los canales que la integran, constituyen un sistema altamente organizado cuyo
trazado propende hacia formas de máxima eficiencia para los procesos que desarrollan.
Las dimensiones y formas que los ríos adoptan se ajustan a los volúmenes de aguas y de
sedimentos que transportan, y a las condiciones materiales de los terrenos que recorren.
Las comunidades humanas han procurado «mejorar las prestaciones» del sistema intervi-
viniendo los cauces aquí y allá, según las necesidades locales. En general, esas intervencio-
nes han aportado beneficios localmente, pero también han desarrollado efectos adversos
no previstos, y su efecto acumulado sobre las redes fluviales ha sido deteriorante. Nuestro
manejo del sistema fluvial ha sido torpe y las consecuencias pueden llegar a ser muy serias:
inundaciones más frecuentes y más violentas; menor recarga de los acuíferos, aridificación
del paisaje y menor disponibilidad de agua fresca; deterioro de la calidad del agua y de la
biodiversidad en los ecosistemas fluviales y ribereños.
A partir de la segunda mitad del siglo XX , la evidencia acumulada de mal funcio-
namiento en los sistemas fluviales perturbados o intervenidos, y los costos asociados,
llevaron a los países desarrollados a incorporar las variables geomórficas, y ambientales
en general, en las decisiones de manejo territorial. El creciente interés público por la
ecología ha sido un factor importante en este cambio de enfoque. El desarrollo de la
ecología fluvial ha promovido una actitud de cuidado para con los ríos, partiendo por
su funcionamiento geomórfico: un hábitat fluvial saludable solo es posible en canales
compatibles, en sus formas y procesos, con el entorno natural. En este nuevo escenario
de recuperación de los sistemas naturales, la geomorfología fluvial se ha hecho necesaria
para informar las decisiones del manejo de cuencas, los proyectos de ingeniería y las
evaluaciones de la ecología fluvial.
Puesto que la disciplina se ha desarrollado fundamentalmente en los Estados Unidos
y Europa, la literatura está en idioma inglés. La mayoría de nuestros ciudadanos no
puede leer un libro técnico en inglés, lo cual pone la geomorfología fluvial fuera de su al-
cance. Para este grupo, que incluye a muchos profesionales y administradores, cuyas ac-
tividades los llevan a tomar decisiones que tienen impacto en los ríos, así como también
para estudiantes y personas interesadas en general, hemos elaborado esta introducción a
la geomorfología fluvial. El trabajo procura presentar la disciplina tal y como es hoy en
día: lo que la geomorfología fluvial sabe con certeza y también los ámbitos inciertos; lo
que puede predecir y los límites de su capacidad predictiva.
Naturalmente, el autor preferiría que su trabajo fuese leído de punta a cabo y con
todos sus anexos. Sin embargo, distintos lectores pueden acercarse a él buscando in-
formación más o menos puntual y en distintos niveles de profundidad. Para facilitar
la lectura, el lenguaje matemático ha sido reducido al mínimo, es muy sencillo, y no
es realmente indispensable para comprender los conceptos planteados. Para facilitar la
búsqueda de información, el texto ha sido dividido en capítulos breves, cada uno de los
cuales termina en un corolario (en fondo gris) que forma parte del texto integral pero
destaca algún aspecto significativo. La manera más rápida de recorrer este libro sería a
través de esos corolarios, y quizás mirando también las ilustraciones o deteniéndose en
algún capítulo que atrapara la curiosidad del lector. Alternativamente, la primera parte
del libro «el río y la energía» constituye en sí misma una introducción abreviada
13
a la geomorfología fluvial, ya que presenta los aspectos esenciales del sistema sin aden-
trarse en los procesos fluviales ni en los métodos de la disciplina. La lectura del texto
completo es mucho más informativa, y para quienes se interesen en aspectos más espe-
cializados, están los anexos. Por otra parte, aun con todos sus anexos y corolarios, este
no es un texto avanzado y quienes quieran profundizar en algún tema deberán recurrir
a las fuentes, para lo cual presentamos una amplia bibliografía.
río laja
chile - región de la araucanía
14
i. el río y la energía
P rocesos formativos. Las gotas de lluvia entran en contacto con la tierra impactándola.
Todos hemos sentido la fuerza de una tormenta dejándose caer sobre los tejados, y
en alguna ocasión hemos debido protegernos del granizo. Las primeras gotas de agua
solo humedecen la tierra y luego se evaporan, aunque muy pronto comenzarán a infiltrar
los suelos y las rocas porosas. Eventualmente, ya sea porque la infiltración es demasiado
lenta, o porque los suelos se han saturado, una fina película de agua se acumula en la
superficie e inmediatamente es puesta en movimiento hacia las depresiones a su alre-
dedor por la fuerza de gravedad. Estos primeros escurrimientos superficiales podrían
iniciar canales, pero el impacto de las gotas de lluvia a través de la delgada capa de
agua en movimiento arroja partículas de sedimento en todas direcciones y demuele u
obstruye los canales incipientes (Dietrich and Dunne, 1993). Bajo esas condiciones, el
agua escurre por las laderas como un manto extendido e irregular. Más abajo, donde
la profundidad del agua proteja los suelos del impacto directo de la lluvia, aparecerán
las primeros micro–canales o «surcos» (rills), escurriendo entre acumulos de sedimento
(Leopold, 1994:3) (Fig. 1.1). Aunque hay pocos datos confiables al respecto, la distancia
entre la divisoria de las aguas y los primeros surcos es muy variable: pueden ser menos
de 10m en suelos desnudos e inclinados, y hasta 450m, registrados en lomajes suaves con
pastizales de Kenya Central (Leopold, 1994:5).
Los surcos no son canales fluviales verdaderos ya que son pequeños (5 a 30cm de
ancho) y generalmente desaparecen durante el invierno por la acción del hielo (Dietrich
and Dunne, 1993). Los canales fluviales comienzan algo más abajo, donde una pequeña
hondonada o «cubeta» reúna un flujo concentrado capaz de hacer una incisión perma-
nente en el terreno (Ver pág. 17 a 20). Aun así, la presencia de surcos marca un cambio
en el modo de escurrimiento de las aguas y de erosión del paisaje: antes de los surcos, los
escurrimientos extendidos dispersan los sedimentos y la erosión que ejercen es «disper-
siva» o «difusa»; a partir de los surcos, las aguas tienden a concentrarse y ejercen una
erosión «incisiva» o «concentrada». La erosión difusa produce la topografía convexa
característica de las laderas no canalizadas; la erosión concentrada produce la topografía
cóncava de los valles (McNamara et al., 2006) (Fig 1.1). El predominio de las tasas de
erosión difusa por sobre las tasas de erosión concentrada, tiende a abrir los valles lateral-
mente; el predominio de la erosión concentrada hace valles profundos y escarpados «en
forma de V» (Jain et al., 2008). La distribución espacial de las zonas de erosión difusa y
concentrada, y la intensidad de los procesos en cada una de ellas, son determinantes para
la forma del paisaje resultante.
El agua corriente es un poderoso agente erosivo y su acción modeladora del paisaje
opera a través de unos pocos procesos sencillos: drenaje, erosión, transporte y depo-
sición de sedimentos. Aunque más adelante trataremos cada uno de estos procesos en
detalle, he aquí una presentación preliminar:
Drenaje: es la evacuación de las aguas precipitadas sobre las masas continentales,
hacia su base de equilibrio, generalmente en el mar. El proceso tiende a concentrarse en
canales porque el contacto entre el agua corriente y el terreno genera fricción, lo cual
retiene el avance del flujo. Un mismo volumen de agua se desplazará más rápido en la
medida que escurra «mojando» menos terreno a su paso, para lo cual se recogerá sobre
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el río y la energía
Topografa Topografa
convexa cncava
Distancia
crtica Xc
Sedimento
en transporte
Divisoria de las aguas
Profundidad
del flujo
Erosión: es el proceso mediante el cual algún agente exógeno, ya sea el viento, hielo,
o agua corriente, desgasta y desprende partículas de las rocas y suelos. La erosión por
agua o «hídrica» comienza con el impacto de las gotas de lluvia en el terreno. El impacto
de la lluvia puede ser importante como factor de erosión de suelos, pero mucho más
importante como agente formativo del paisaje en general, es el efecto erosivo del agua
corriente (extendida o canalizada) a través de las tensiones que ejerce sobre las superfi-
cies contra las cuales escurre (Ver pág. 113 a 119, 127).
Transporte de sedimentos: es el acarreo de materiales sólidos, provenientes de las
rocas y suelos, que el agua corriente incorpora al flujo o arrastra a su paso. El proceso es
complejo ya que el sedimento viene en tallas muy diversas, desde partículas invisibles al
ojo desnudo que se confunden con el agua, hasta grandes clastos que un río solo puede
mover algunos centímetros, cuando está muy crecido. (Ver pág. 127 a 133).
Deposición de sedimentos: es el término del transporte a medida que el flujo pierde
potencia y va dejando caer los materiales que acarrea: primero los más grandes y luego
los más pequeños (Ver pág. 138 a 140). Los depósitos de sedimento aluvial forman ras-
gos característicos en el paisaje, tanto dentro como fuera de los canales.
En la literatura especializada es frecuente encontrar la expresión «transporte de se-
dimentos» utilizada en un sentido amplio que incluye las fases de erosión, acarreo y
deposición. Los tres procesos operan íntimamente ligados: cuando los caudales crecen,
tanto la masa como la velocidad del agua aumentan (drenaje), lo cual mejora su capaci-
16
el río y la energía
dad para desgastar las superficies (erosión) y para recoger materiales cada vez mayores
(transporte). Posteriormente, los caudales disminuyen y el flujo deja caer esos materiales
gradualmente (deposición). La distribución espacial de estos procesos no es homogénea,
ni en las laderas ni al interior de los canales. Las condiciones locales de flujo determinan
la intensidad y duración de los procesos locales de erosión, transporte y deposición, que
a su vez determinan la configuración del paisaje aluvial.
El agua corriente recoge materiales sólidos que encuentra a su paso; ambos, el agua
y los sedimentos que acarrea, son masa en movimiento y por lo tanto energía. Depen-
diendo de la disponibilidad de energía en el flujo, los procesos de drenaje, erosión, y
transporte de sedimentos, se desarrollan en dos etapas: (1) donde la energía no alcance
para excavar canales, los escurrimientos extendidos mantendrán solo procesos difusos
de erosión y transporte en las laderas; (2) con energía suficiente, el agua excavará un
cauce y concentrará en él todos los procesos fluviales, hasta su base de equilibrio en el
mar (Leopold, 1994: 219).
Dietrich y Dunne (1993) han definido un canal fluvial como «una incisión lineal en
el terreno con paredes laterales claramente definidas, al interior de las cuales ocurre (1)
el flujo de agua concentrado y (2) el transporte de sedimentos, de manera tal que aun
si el agua dejara de escurrir en él, la evidencia morfológica del escurrimiento sería apa-
rente, por lo menos inicialmente». Los canales capturan mayores flujos, que desarrollan
más velocidad y los hacen más profundos, lo cual les permite captar aun más agua,...
Este es un proceso que se refuerza a sí mismo: los canales fluviales, una vez establecidos,
tienden a persistir (Leopold, 1994: 219).
C abeceras de canales. Las aguas precipitadas en altura descienden por las laderas,
ya sea escurriendo sobre la superficie o a través de los suelos, hasta converger en
pequeñas depresiones topográficas (hollows) o en vegas de montaña (swales). En estas
cubetas naturales, el agua se acumula y/o emerge para hacer un flujo superficial de satu-
ración, a partir del cual nace un canal fluvial. El rasgo que inicia el canal se conoce como
«cabecera de canal» (Dietrich and Dunne, 1993).
El paso del escurrimiento extendido al flujo canalizado generalmente comienza en
una zona transicional de canalización incipiente, por surcos o cárcavas, y termina algo
más abajo del término de los surcos, en las cabeceras de canales (Ver pág. 114). La
posición exacta de una cabecera depende del juego entre los aportes de sedimentos que
tienden a rellenarla desde las laderas, y de la capacidad del flujo para retirar esos es-
combros (Dietrich and Dunne, op.cit.). El flujo de la cabecera debe ser capaz de hacer
la incisión que origina el canal, y también de mantenerla aseada. Para reunir el caudal
necesario, la zona de captación en torno a la cabecera debe ser suficientemente amplia, lo
cual significa que las cabeceras deben mantener una distancia suficiente unas con otras,
y también con las cumbres (Fig. 1.2). Este distanciamiento de las cabeceras entre sí y con
las cumbres determina los puntos de partida para las redes fluviales subsecuentes .
La distancia entre la divisoria de las aguas y el inicio de la erosión concentrada de-
fine un «umbral de no–erosión de laderas», detectado por Horton (1945). Este umbral
de Horton puede representarse mediante una línea imaginaria que recorre las laderas
manteniendo con las cumbres una distancia crítica (Xc), antes de la cual no es posible
reunir agua suficiente para hacer una incisión en el terreno (Fig. 1.1). Por encima de esa
línea imaginaria, los montes presentarían una banda horizontal de laderas no–disecta-
das, suaves y convexas, en las cuales predomina la erosión dispersiva por impacto de
las gotas de lluvia y por escurrimientos superficiales extendidos. Por debajo de esa línea
comenzarían los valles cóncavos, en los cuales prima la erosión concentrada del flujo
canalizado (Montgomery and Dietrich, 1992).
17
el río y la energía
s
agua
l as
de Zona de
ia
9
captacin
or
8
vi s
5
Di
5 3
Umbral de
canalizacin
4
3
2
Cabeceras
de canales
2
1
1
Erosin
concentrada
Erosin
difusa
Mar
Fig. 1.2 Ilustración esquemática de las cabeceras de una cuenca pequeña. Las cabeceras de la izquierda están más cerca
de las cumbres, son más numerosas y hacen una red fluvial más densa.
Puesto que la energía para hacer una cabecera proviene de la masa de agua corriente
(dependiente de la superficie drenada) y de su velocidad (dependiente de la inclinación
del terreno), las cabeceras tienden a posicionarse más arriba y requieren de menos super-
ficie en las laderas más inclinadas (Montgomery and Dietrich, 1989). Varios autores han
intentado predecir la posición del umbral de canalización mediante modelos numéricos
que cuantifican la distancia crítica entre las cumbres y las cabeceras. En general, estos
modelos se han basado en la evolución en el paisaje de la superficie drenada (acumulada
en cada punto) y de las pendientes, o bien de alguna función de ambas variables (Jain et
al. 2008) (Ver pág. 188 a 190).
Tarboton et al. (1992), por ejemplo, sostienen que el inicio de los canales fluviales
dependería fundamentalmente de la inclinación (S) y de la superficie drenada (A) en una
relación genérica ∂ S / ∂A, y que las cabeceras ocurrirían donde esta relación cambia de
signo. El cambio de signo representa el comienzo del predominio de la erosión concen-
trada, pero según Montgomery y Foufoula-Georgiou (1993), marcaría el inicio de los
surcos, no de las cabeceras de canales (Ver pág. 188). Aun así, el análisis del paisaje en
18
el río y la energía
Fig. 1.3 La cuenca de drenaje y su divisoria de las aguas, representación esquemática redibujada de Charlton (2008).
19
el río y la energía
3 1
2 1
1 1
1 1
4 1 1 2 1
2
2 1 3
2 2 1
2
1 1 3
2 3
4
1 2 1 1
2
3 1
2 1 1 2 1
1 1
4 4
L a red hidrográfica. Los ríos sirven las necesidades de drenaje de un sector topográfi-
camente bien delimitado o cuenca. En cada hoya o cuenca, las aguas escurren hacia
el punto más bajo, y para que no sean estancas, ese punto debe estar en el perímetro de la
cuenca. Toda la tierra está compartimentada en cuencas que se conectan unas con otras
desde su cota inferior para desaguar. Al conectarse las cuencas, conectan también sus ríos,
y para que el agua circule, los ríos deben conectarse a través de puntos sucesivamente más
bajos. Esto último conduce el desarrollo del conjunto necesariamente hacia el bordemar,
que es el nivel más bajo posible para las tierras emergidas (Fig. 1.3). La unidad mínima
del conjunto serían las primeras cubetas de captación de las cabeceras. Las cubetas con-
vergen en valles, que se agregan para formar subcuencas y luego cuencas de drenaje
20
el río y la energía
que entregan sus aguas al mar. Las cuencas que no pueden acceder al mar son «cuencas
arreicas», y necesariamente deben infiltrar y/o evaporar sus aguas para mantenerse en
equilibrio frentre a los aportes que reciben. Las cubetas, los valles, las subcuencas y las
cuencas, se separan unas de otras en la línea imaginaria que recorre los puntos más altos
entre ellas, o «divisoria de las aguas». La trama de canales interconectados que drena un
territorio es una red de drenaje o red fluvial, y su expresión gráfica, tal como aparece en
los mapas, es una red hidrográfica (Leopold, 1994: 223).
A B C
Unidad
de longitud
Fig. 1.5 Patrones ramificados para servir 64 unidades de superficie a partir de un punto central. El largo total de las
ramas es de 200 unidades para la configuración A, 124 unidades para la configuración B, y solo 88 unidades para la
configuración C, que es la más ramificada y eficiente (redibujado de Leopold, 1994).
En todos lugares precipita y cada rincón de la tierra debe ser servido por una red de
drenaje. Podemos imaginar múltiples configuraciones lineales para cubrir cada hoja de un
árbol, cada célula de un tejido orgánico o todo un territorio. Sin embargo, en la naturale-
za el patrón casi universal para este propósito es el patrón dendrítico, compuesto por un
tronco central que se subdivide sucesivas veces en ramas menores (Leopold, 1994:238).
También las redes fluviales se organizan de esta manera, y es por eso que todos sus ca-
nales, excepto el último, son tributarios de un canal mayor en el cual vierten sus aguas.
A fin de orientarse al interior de las redes, Robert Horton (1945) creó un sistema
jerárquico de clasificación de los tributarios, posteriormente modificado por Arthur
Strahler (1957), en el cual se asigna a los canales un número de orden jerárquico según
su ubicación en el avenamiento (Anexo 1). En la versión de Strahler, los primeros canales
permanentes son canales de orden 1 y para todos los canales subsecuentes, el orden «n»
nace en la confluencia de dos tributarios de orden «n-1» y termina en la confluencia
siguiente (Fig.1.4). Estos sistemas han permitido múltiples formas de análisis de redes,
por ejemplo: a medida que avanzamos en la dirección aguas abajo, el número de orden
de los canales aumenta, su longitud promedio aumenta, la superficie que drenan aumenta
y el número de canales de cada orden disminuye. Dos de las leyes propuestas por Horton
(1945: 291) para estas progresiones nos interesan ahora:
(1) La tasa o coeficiente de bifurcación de una red (Rb) es la razón entre el número
de canales de orden n-1 y el número de canales de orden n, según Rb = (n-1) / n. En las
redes fluviales Rb es cercano a 4.
(2) La relación o coeficiente de longitudes de una red (RL) es la razón entre la lon-
gitud promedio de los canales de orden n y la longitud promedio de los canales de orden
n+1, según RL = Ln / (Ln-1). En las redes fluviales RL varía entre 1,5 y 3,5.
21
el río y la energía
Sencillos análisis geométricos demuestran que las redes lineales son más eficientes
en su conectividad (igual cobertura con menor largo total de todas sus ramas), cuanto
más ramificadas sean (mayor tasa de bifurcación) y cuanto menor sea la relación entre
la longitud de una rama y la longitud de las ramas que se desprenden de ella (relación
de longitudes) (Fig. 1.5).
Tridimensionales
» Árboles 5,1 3,4
» Raíces 3,2 2,4
» Modelos de ensamblar aleatorios (Tinker toys) 3,3 2,3
Fig. 1.6 Valores promediados de las características de ramificación en diversos modelos (Tomado de Leopold, 1994).
Para efectos de análisis, Leopold (1994: 243) presenta un grupo de modelos den-
dríticos cuyas tasas promedio de bifurcación y de longitudes son Rb=3,8 y RL=2,6 res-
pectivamente (Fig. 1.6). En estos modelos la longitud total de las ramas cambia poco
si Rb>3,6 y RL<2.6, lo cual significa que lejos de esos valores las redes dejarían de ser
eficientes. El mismo autor analizó también una amplia muestra de redes fluviales, cuyas
tasas promediadas de bifurcación y longitudes resultaron ser cercanas a los valores de
eficiencia (Rb= 3,5 y RL= 2,3). En vista de lo anterior, Leopold (op. cit.) infiere que las
redes fluviales son eficientes, y que en la medida que se aproximan a los valores de efi-
ciencia de Horton (Rb=4; 1,5<RL<3,5), se aproximarían también a la configuración más
probable para el sistema (Fig. 1.7).
1 000 000
100 000
100 10 000
Nmero de tributarios de cada orden
Longitud promedio de los tributarios
10 1000
1 100
0,1 10
0,01 0
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Fig. 1.7 Relaciones entre el número de orden jerárquico, longitud promedio, y número de canales para cada orden,
en una red de arroyos cercana a Santa Fe, Nuevo México, EE.UU. O= Arroyo Caliente, !=Arroyo de los Frijoles,
∆=Arroyo de las Trampas, X=Río Santa Fe, Río Galisteo, Cañada Ancha (Oriente) – (redibujado de Leopold, Wolman
y Miller, 1964). Puesto que se mantienen lineales al interior de los sistemas y entre sistemas distintos, estas serían
relaciones de máxima probabilidad (Leopold, (1994: 243.)
22
el río y la energía
Shreve (1966,1969) corrobora lo anterior: plantea que las redes de canales serían
topológicamente aleatorias y demuestra, mediante un análisis de la distribución pro-
bable de la longitud de sus ramas, que los valores de Horton serían valores de máxima
probabilidad para las redes dendríticas (Rodríguez–Iturbe et al., 1992b) (Anexo 2).
Al interior de las redes, la
A D B A B A B
forma de ramificación más efi-
ciente (menor largo total de todas
sus ramas) sería una ‘Y’ con el
D
punto de encuentro aproximada-
mente en dos tercios de su altura
C C C=D (Leopold, 1994: 241) (Fig. 1.8).
Esta figura es significativa puesto
que al agregarse permite al patrón
X
Fig. 1.8 (b) Aunque su trayectoria anterior es aproximadamente perpendicular, el tributario que ingresa se deforma
para hacer un encuentro eficiente, en forma de 'Y'. Río Colorado, Región Metropolitana, Chile.
23
el río y la energía
A B
A
Bordemar 1
B
Bordemar 2
Fig. 1.9 El patrón dendrítico permite a las redes subdividirse, agregarse o crecer interiormente, conservando sus
propiedades fractales.
Las redes hidrográficas siguen un patrón ramificado «en forma de árbol», basado en
un motivo dendrítico capaz de replicarse a sí mismo a distintas escalas, o «fractal» (Figs.
1.8,1.9,1.10, 1.27). Cuando las cuencas crecen (Ej. el mar se retira) la fractalidad permite
a las redes extenderse y/o sumarse a otras redes para cubrir más superficie; cuando su ta-
maño disminuye (Ej. el nivel del mar sube), tanto las cuencas como sus redes se subdividen
sin dificultad. La trama fluvial puede extenderse también «hacia lo pequeño» para cubrir
el territorio con más detalle (Fig. 1.9). A través de todos estos cambios, las redes conservan
sus propiedades fractales y mantienen un mismo sistema de relaciones (topológicas). El
sistema logra una óptima conectividad para el todo y sus partes, combinando rutas breves
entre las cabeceras y la salida del sistema, con un mínimo largo total de todas sus ramas;
el patrón ramificado fractal es el más eficiente desde el punto de vista de la construcción,
operación y mantenimiento de las redes fluviales (Rodríguez Iturbe et. al. 1992,b).
Por otra parte, las redes hidrográficas han sido replicadas en sus formas, magnitudes
y complejidad, por modelos de avance aleatorio (random walk models) planteados con
restricciones compatibles con el flujo canalizado (avance unidireccional no reversible, ru-
tas que se funden al intersectarse, y otras) (Fig. 1.10). En vista de lo cual, Leopold (1994:
235) postula que (1) las redes fluviales serían aleatorias y (2) el patrón ramificado fractal
correspondería a la forma más probable para el sistema fluvial.
L a red fluvial. Las redes fluviales no son solo líneas trazadas sobre un papel, represen-
tan canales inclinados a través de los cuales escurre agua y sedimento, siempre en un
mismo sentido, desde la parte alta del sistema hacia el mar. Los ríos tienen una dirección,
un principio y un término. En el principio, una multitud de canales pequeños capta aguas
desde la parte alta de la cuenca, y hacia el final del sistema toda esa agua es entregada al
mar a través de un solo canal.
Hemos afirmado que la red fluvial constituye un sistema y esto es importante; en los
sistemas todas las partes están relacionadas y son interdependientes. Esto significa que en
cualquier sistema fluvial, la menor perturbación en el más pequeño de sus canales podría
hacerse sentir en otros puntos del sistema, aguas arriba y aguas abajo. Por ejemplo: un
canal que erosiona y rebaja el nivel de su lecho, obliga a sus tributarios a ajustarse erosio-
nando también sus cauces para no llegar a las confluencias a demasiada altura; lo mismo
ocurrirá con los tributarios de esos tributarios. Si un canal acumula sedimentos y levanta
su cauce, todos sus tributarios deberán acumular sedimentos también, a fin de no llegar a
la confluencia en un nivel más bajo que el canal principal. Cadenas de ajuste como estas
ocurren en las redes naturales, por ejemplo, cuando hay cambios en el nivel del mar. En
24
el río y la energía
esos casos los ajustes toman mucho tiempo (siglos o milenios), se propagan por todo el
sistema fluvial y eventualmente también hacia las laderas, a través de los umbrales de
canalización que controlan las cabeceras de canales (Ver pág. 218 a 221).
Para abordar el estudio de un siste-
ma es necesario definir bien sus límites y
en el caso del sistema fluvial no hay una
convención universal para hacerlo. La
red de canales puede entenderse como
un «sistema hidráulico», que incluye solo
el fluido y las fronteras del cauce, consi-
deradas en sus formas y texturas, con un
espesor infinitesimal. Un «sistema fluvial»
debe incluir además los procesos de ero-
sión y transporte, considerando el volu-
men y el calibre de los sedimentos, y la
materialidad de los cauces en su espesor
erosionable (Ver pág. 135). Para estudiar
el comportamiento de un sistema fluvial
bajo todo tipo de condiciones, habría que
incluir también las riberas y las superficies
que el río baña regularmente durante las
inundaciones (planas inundables). Una
visión aun más completa, que permitiera
estudiar todos los intecambios de aguas y
de sedimentos en la cuenca, añadiría los
acuíferos (profundos y someros) que inter-
cambian aguas con los canales, y también
el sistema de laderas, que aporta aguas y
sedimentos. Según Roríguez-Iturbe et. al.
Fig. 1.10 Red fluvial hipotética trazada por un modelo de
avance aleatorio programado con reglas compatibles con el (1992b), las cuencas hidrológicas bien de-
avance del flujo canalizado (redibujado de Leopold, 1994). sarrolladas se componen de dos sistemas
interrelacionados: el sistema de laderas,
que produce las escorrentías, y el sistema de canales que las evacua. El sistema de laderas
incluye la topografía de la cuenca, los suelos y su cubierta vegetal, la litología subyacente y
sus dinámicas estructurales, los acopios de nieve y hielo, entre otros. El sistema fluvial y el
sistema de laderas forman parte del «sistema hídrico de la cuenca» (Ver pág. 84 a 87).
Una vez definidos los límites del sistema en estudio, corresponde considerar sus va-
riables internas y externas. Las variables externas serían los factores exógenos capaces de
modificar el sistema; las variables internas describen la evolución de sus formas y proce-
sos. Las variables internas se ajustan en respuesta a los cambios en las variables externas.
La escala espacial y temporal de observación del sistema cambia sus variables internas y
externas (Ver pág. 205 a 207). Para el sistema fluvial en su totalidad, considerado a través
de largo tiempo, las variables externas son la geología estructural subyacente (fallas, ple-
gamientos y encuentros geológicos), los tipos de suelo y su distribución, la historia de los
alzamientos y hundimientos tectónicos en la región, y el clima imperante. Sus variables
ajustables internas serían la forma y densidad de la red, y los volúmenes de aguas y de
sedimentos que entrega al mar. En el caso de un canal breve, las variables externas son las
descargas y los sedimentos que recibe desde aguas arriba (Montgomery and Buffington,
1998); sus variables internas serían los aspectos ajustables de su morfología.
25
el río y la energía
Las variables externas e internas de los canales evolucionan a lo largo de las redes
(Fig. 1.11). Los primeros son torrentes breves y turbulentos que bajan desde los cerros
escurriendo sobre la roca desnuda o entre piedras de cantos vivos. Puesto que recogen
aguas desde un área pequeña, sus caudales son discretos y sus cauces no necesitan ser
grandes. Hacia el final del sistema, los ríos han acumulado un gran caudal y escurren
tranquilos, generalmente serpenteando a través de un paisaje plano. A lo largo del siste-
ma, los procesos de drenaje y transporte de sedimentos modifican el agua y el sedimento:
el agua aumenta de temperatura y cambia químicamente al ir incorporando minerales,
gases y materia orgánica en solución; el sedimento disminuye de tamaño según se van
quebrando, desgastando y aun disolviendo sus minerales.
Zona 1
produccin
de sedimentos Zona 3
deposicin
de sedimentos
Zona 2
transferencias
de sedimentos
io
op
ac
en
o
tam
nt
ime
ao
sed
de
gra
no
a
stic
en
c ter
el
ta
de
perfil
car
lec
Incrementos
ga
men
ar
ho
sc
ong
e
volu
d
itud
l
ancho del cana
ina
l
profundidad
velocidad media
arenas
26
el río y la energía
50 50
5 5
1 1
0,5 0,5
0,1 0,5 1 5 10 0,1 0,5 1 5 10 50
La influencia de las variables externas origina todas las variantes del patrón dendrí-
tico que observamos en las redes naturales. La geomorfología remite todas esas variantes
a solo unos pocos tipos característicos: según Shreve (1966), los patrones dendríticos
aleatorios ocurren donde no haya controles estructurales geológicos determinantes (Fig.
1.13a); donde haya una marcada inclinación lateral del territorio, las redes tienden a ser
paralelas (Fig. 1.13b); donde la geología subyacente haga un mosaico de rocas, cuyas
juntas y fallas ortogonales dominan los ríos, las redes hacen patrones rectangulares (Fig.
1.13c), y si adicionalmente hubiese inclinación lateral y/o plegamientos que hiciesen
valles profundos, el patrón sería del tipo «trellis» (Fig. 1.13d); la erosión en torno a un
domo prominente, como podría ser un volcán, suele hacer un grupo de redes radiales
(Fig. 1.13e). En general, los ríos son atraídos hacia zonas en subsidencia tectónica, como
sucede con el Po en Italia y el Ganges en la India (Parker, 2007: 102). Ocasionalmente,
el patrón de una red no puede explicarse en base a los controles estructurales activos ya
que el sistema estaría conservando formas de una época geológica anterior (Charlton,
2008: 4). Esto suele ocurrir en sistemas profundamente encajados en la roca, cuyos
ajustes son más lentos que los cambios externos (Fig. 3.22).
b c
e d
Fig. 1.13 Variantes frecuentes del patrón ramificado en redes fluviales naturales: (a) patrón dendrítico aleatorio; (b)
red en trellis; (c) red paralela; (d) red rectangular; (e) redes radiales.
27
el río y la energía
Las propiedades fractales del sistema fluvial no se limitan al trazado de las redes, también
la morfología y los procesos en los canales, así como la forma tridimensional del paisaje,
evolucionan de manera regular a través de las distintas escalas espaciales. Según Woldenberg
(1969: 97-98), las hoyas drenadas por canales de un mismo orden jerárquico son razonable-
mente similares en tamaño, presentan similares relieves y similares pendientes en sus canales
(Anexo 3). En general, las propiedades fractales del sistema son compartidas por los ríos de
todo el mundo y operan a través de múltiples escalas espaciales: Pelletier (2007) afirma que
la fractalidad sería inherente a la evolución de las geoformas fluviales.
Rodríguez-Iturbe et al. (1992a) sostienen que las relaciones multiescalares (fractales)
más significativas en el sistema serían: (1) para una misma descarga representativa (Ej. des-
carga media anual) la velocidad media del flujo tiende a mantenerse constante a través de
toda la red; (2) la profundidad media del flujo se mantiene proporcional a la raíz cuadrada
de las descargas, con una misma constante de proporcionalidad a través de todo el sistema;
(3) el ancho promedio de los canales se mantiene proporcional a la raíz cuadrada de las
descargas; y (4) la pendiente promedio de los canales se mantiene inversamente proporcional
a las descargas.
Reinterpretado, lo anterior quiere decir que según aumentan las descargas a lo largo del
sistema, la inclinación de los canales disminuye cada vez menos y su ancho aumenta más que
la profundidad, la resistencia al flujo cambia poco en la dirección aguas abajo (Ver pág. 30),
y como resultado de todos estos ajustes, el sistema logra mantener una velocidad media de
flujo aproximadamente constante a través de toda la red de canales (Ver pág. 42 a 45).
28
el río y la energía
1000
500
Ancho
200
100
b= 0,28
50
20
Profundidad
10
2
10
1
f = 0,42
0,5
0,2
5
Velocidad
2
m = 0,30
1
0,5
0,2
1 10 100 1000 10 000 100 000
Descargas
Fig. 1.14 Evolución de ancho, profundidad y velocidad del flujo en una estación del río Powder Stream, Montana,
EE.UU. (redibujado de Leopold, 1994).
Para el caso general (Fig. 1.16), la geometría hidráulica permite constatar lo siguiente:
Ancho promedio: En una estación, la variación del ancho es muy dependiente de la
forma de la sección transversal: aumenta rápidamente si la sección es abierta hacia el cie-
lo, y lentamente en cauces encajados. Aguas abajo, el ancho suele aumentar rápidamente,
en función de la raíz cuadrada de las descargas (Leopold, 1994: 176). Al encontrarse dos
canales, sus caudales se suman y el ancho combinado (wc) puede obtenerse a partir del
ancho de los tributarios, según wc " # (w21 + w22 ), y también a partir de las descargas
wc " # (Q21 + Q22 ) . Estas relaciones entre ancho y caudal son extremadamente estables
al interior de los sistemas, y comparables entre sistemas distintos (Leopold, 1994:181).
Profundidad media: la profundidad aumenta menos que el ancho, pero aumenta a
tasas similares en una estación y aguas abajo, lo cual se aprecia en la casi superposición
de sus líneas en el gráfico respectivo (Fig. 1.16). Al igual que el ancho, la profundidad es
sensible a la forma de las secciones.
Velocidad media: el comportamiento de este parámetro a lo largo del sistema ha sido
materia de controversias. La velocidad depende directamente de tres variables, una de las
cuales aumenta (descarga), y las otras dos (inclinación y rugosidad) disminuyen aguas
abajo. Tradicionalmente se creía que la velocidad disminuye en el curso inferior del sis-
tema, pero esto sería una apariencia engañosa. Según Leopold (1994: 173), la velocidad
media aumenta muy poco o se mantiene constante, pero en ningún caso disminuye aguas
abajo. En una estación, la velocidad media del flujo aumenta notoriamente con las descar-
gas (Leopold, 1994: 176).
Caudal sólido: la carga de sedimentos o caudal sólido del río (generalmente se conside-
ran solo los sólidos suspendidos) es la variable que más rápidamente aumenta en una esta-
ción, tal como se aprecia en la empinada inclinación del gráfico respectivo (Fig. 1.16). Aguas
29
el río y la energía
50
100
500
1000
En general, la geometría hidráulica «en una estación» (Fig. 1.14) cambia en los
distintos tipos de ríos, aunque conserva un comportamiento comparable entre estaciones
distintas de un mismo río (Leopold, 1994:168). En el caso «aguas abajo», los parámetros
evolucionan de manera regular a lo largo del sistema (Fig. 1.15) y de manera comparable
entre sistemas distintos (Fig. 1.17) (Leopold, 1994:173, 180). Esto último es consistente
con el carácter universal de las leyes de Horton (1945), y con todas las progresiones
regulares de la morfología y procesos, detectadas en las redes fluviales (Ver pág. 21 a 24).
Por último, la geometría hidráulica solo trata las características generales promediadas
de los canales (Ver pág. 233), aunque también los patrones y los rasgos evolucionan,
tanto en una estación como aguas abajo (Ver pág. 190 a 198, 223 a 225).
30
el río y la energía
D0 A-C
Ancho
B0
C0
A0
Profundidad
D1
B1
C1
A1
C2 D2
Velocidad
B-D
A2 B2 D3
C3
C
Sedimento en suspensin
B3
D
A3
Rugosidad (n)
A4 B4
C4 D4
Caso
"aguas abajo"
Pendiente
A5 C5
Caso "en
D5 una estacin"
B5
Caudal
Fig. 1.16 Geometría hidráulica para un caso hipotético (Redibujado de Leopold, 1994). A0 – C0 representa el aumento
del ancho en una estación cercana a las fuentes, la línea B0 – D0 muestra la misma relación para una estación del curso
inferior del río. La línea A0 – B0 representa el aumento del ancho entre las dos estaciones, frente a una descarga baja
comparable (Ej. descarga media anual). La línea C0 – D0 representa el aumento del ancho entre las dos estaciones,
frente a una descarga comparable alta (Ej. descarga a sección completa).
31
el río y la energía
4000
2000
7
1000 5 2
Ancho
1
500 4
200
8
100
50
3 1
Profundidad
20 7
10
8 2
5 4
2
6
1
3
0,5 5
Velocidad
5
4 7
3 68 2 1
2
5
1
1 10 100 1000 10 000 100 000
Ros y regiones
1 - Tombigbee, Ala. 5 - Republican, Kansas, Kan.
2 - French Broad, N.C. 6 - Loup Neb.
3 - Belle Fourche, Wyo. 7 - Mississippi, canal principal
4 - Yellowstone - Bighorn, Wyo. 8 - Canales de irrigacin en Madras, India
Fig. 1.17 Evolución aguas abajo del ancho, profundidad y velocidad del flujo en ríos de Norteamérica y canales de
irrigación en la India (redibujado de Leopold, 1994).
En cada punto del sistema, una particular combinación de los parámetros hidráulicos
de ancho, profundidad media, velocidad media, sólidos suspendidos e inclinación, resuelve
el acomodo de una determinada descarga en el cauce. Los parámetros hidráulicos consti-
tuyen un sistema de variables mutuamente ajustables en el cual todas cambian simultánea-
mente, cada una de acuerdo a su propia tasa de incremento (Leopold, 1994: 271, 277, 278).
La tasa de incremento de un parámetro hidráulico depende fundamentalmente
del exponente (hidráulico) en la ecuación exponencial que describe su comportamien-
to. Puesto que la varianza es la suma del cuadrado de las desviaciones típicas (están-
dar) y que la condición más probable es aquella que minimiza la varianza, Leopold y
32
el río y la energía
1,0 0 1,0 0
0 1,0 0 1,0
1,0 0,8 0,6 0,4 0,2 0 1,0 0,8 0,6 0,4 0,2 0
m m
Valores tericos de
Leopold y Langbein (1962)
Smith (1974)
Fig. 1.18 Diagramas triaxiales de Park (1977) con combinaciones conocidas y calculadas de los exponentes hidráuli-
cos de ancho (b), profundidad (f) y velocidad (m) – (redibujado de Leopold, 1994).
33
el río y la energía
Fig. 1.19 (b) Meandro perfectamente desarrollado en la llanura, río Innoko, Alaska, EE.UU.
34
el río y la energía
barras
Etapa 1 alternadas
Etapa 2
formacin de
rabiones y pozas
Etapa 3
rabiones en los
puntos de infleccin
Etapa 4
meandro extendido
Etapa 5 con ms de dos
rabiones por fase
erosin
rabin
poza
Fig. 1.20 Modelo de Keller (1972) para la formación de meandros a partir de barras alternadas en un canal recto
(redibujado de Charlton, 2008).
76
Nueva
York
72
68
64
60
56
b
52
32 36 40 44
Fig. 1.21 Canales sinuosos en ausencia de sedimento: (a) Canal supraglacial en Groenlandia (foto Peter Knight), y (b)
corriente del golfo de México (redibujado de Leopold, 1994).
35
el río y la energía
Esto último demuestra que los canales no son sinuosos porque el sedimento se de-
posita en los cauces, ni están allí en virtud de depresiones topográficas preexistentes: el
meandro es un fenómeno puramente hidrodinámico (Leopold, 1994:62). Entre el agua
corriente y el cauce contra el cual escurre, hay fricción, y a través de esa fricción el cauce
transmite al flujo fuerzas que se oponen a su desplazamiento. Bajo esas condiciones,
el flujo concentrado se comporta como cualquier cuerpo esbelto sometido a esfuerzos
alineados y contrapuestos: se deforma haciendo una curva (Fig.1.22a), y si es muy largo,
alterna esas curvas en un patrón sinuoso (Fig.1.22b). A la manera de un serpentín en
un calentador de agua, el meandro facilita el intercambio de energía entre el agua y
su cauce, aumentando la superficie de contacto y con ello la fricción entre ambos. Los
meandros pueden ser muy retorcidos o meramente sinuosos, pero propenden siempre
hacia una misma y muy significativa geometría.
Fig. 1.22 Deformación sinuosa en sólidos: (a) curva seno generada en deformación de una hoja de acero; (b) rieles
de ferrocarril deformados luego del descarrilamiento del tren que los transportaba, cerca de Greenville, Carolina del
Sur, EE.UU., en 1965.
36
el río y la energía
En primer lugar, los canales sinuosos de todos tamaños mantienen radios de curva-
tura aproximadamente 2,3 veces mayores que su ancho (Fig 1.23). Esta relación es bien
conocida en hidráulica ya que, aplicada a los cambios de dirección de una tubería, mini-
miza la fricción en los codos, y con ello la pérdida de presión en el fluido. En los canales
fluviales la relación 2,3/1 contribuiría a reducir la fricción entre el agua y las paredes del
cauce en los cambios de dirección (Leopold, 1994: 63,64,279).
xx
1000000 xx
500000
Meandros naturales
y artificiales
100000 x Meandros de la
corriente del golfo
100000
50000 50000
Meandro en hielo
1000 1000
500 500
100 100
50 0,98 50
L=0,47 Rm
10 10
1 5 10 50 100 500 1000 5 10 50 100 500 1000 5000 104 50000 105
En segundo lugar, los canales meándricos propenden hacia una curva «seno–genera-
da» (Fig. 1.24), descrita originalmente por Langbein y Leopold (1966), y posteriormente
corroborada por Williams (1986), utilizando datos independientes. Según se recorre esta
curva, los ángulos de desviación respecto del eje de la onda varían en función del seno del
avance, de acuerdo a la función $ = w sen (S / M) 2% , siendo $ el ángulo de desviación,
w el valor máximo de $ (donde la curva intersecta el eje de la onda), S la distancia a lo
largo del eje de la onda, y M el largo de onda (constante) (Leopold, 1994: 65,66).
Al comparar la curva seno–generada con otras curvas de igual longitud de onda y
que recorren la misma distancia (Fig. 1.25), veremos que la curva seno–generada presen-
ta la menor suma total de los ángulos de desviación respecto del eje central, y también la
distribución más uniforme del cambio angular (Fig. 1.21). Esto significa que el flujo que
recorre esta curva se ve sometido a una menor suma total de sus desviaciones angulares,
y es desviado de la manera más gradual posible. Al minimizar y dispersar los esfuerzos
requeridos para desviar las aguas, la curva seno–generada minimiza y dispersa la fric-
ción en el tramo. Esto último tiende a proteger de la erosión las paredes cóncavas de los
meandros, puesto que de estas paredes provienen las fuerzas que desvían la trayectoria
del flujo (Leopold, 1994: 67).
37
el río y la energía
b
Distancia
0 20 40 50 60 70 90 100
d
a Porcentaje de
longitud del canal
b
60
40
20
desviacin
Angulo de
a c
0
10 20 30 40 50 60 70 80 90
20
50
70
Porcentaje de d
90 longitud del canal
Fig. 1.24 Curva seno-generada con ángulo de desviación máximo de 90° respecto de la dirección aguas abajo (arriba).
La figura de abajo representa la evolución de los ángulos de desviación en función de la distancia a lo largo de la ruta
sinuosa. En el punto «a» el ángulo de desviación es cero; en «b» la desviación es máxima (90º) y la dirección del cauce
es perpendicular a la dirección aguas abajo. Redibujado de Leopold (1994).
38
el río y la energía
Esto último es muy significativo puesto que la suma de los cuadrados de las desviaciones
típicas (estándar) es lo que se conoce en estadística como varianza, y la mínima varian-
za es la condición de máxima probabilidad estadística. Según Leopold (1994: 70, 71),
puesto que la curva seno–generada es una curva de mínima varianza, el meandro sería
la ruta más probable para los canales fluviales. Esto último ha sido corroborado expe-
rimentalmente: la curva seno-generada es el curso promedio ejecutado por modelos de
avance aleatorio entre dos puntos (random walks of given lenght), planteados con reglas
de avance compatibles con el flujo canalizado. (Leopold, 1994: op. cit.).
20
10
Unidades de altitud
0
puntos
0
registrados
A B seno-curva
segmentos
-10 de crculo
curva
seno-generada
-20
0 10 20 30 40 50
Unidades de longitud
Fig. 1.25 Tres curvas de idéntica longitud de onda (51 unidades) y longitud de recorrido (100 unidades): seno-curva,
arcos de círculo, y curva seno-generada (redibujado de Leopold, 1994).
Desviacin respecto de la
direccin aguas abajo (grados) Cuadrado de la desviacin
Unidades de
distancia a lo curva curva
largo de la curva sine-curva crculo seno-generada sine-curva crculo seno generada
0 0 0 0 0 0 0
5 53 23 24 2.809 529 576
10 62 46 47 3.844 2.116 2.209
15 68 69 67 4.624 4.761 4.489
20 69 92 90 4.761 8.464 7.056
25 69 98 90 4.761 9.604 8.100
30 69 92 84 4.761 8.464 7.056
35 68 69 67 4.624 4.761 4.489
40 62 46 47 3.844 2.116 2.209
45 53 23 24 2,809 529 576
50 0 0 0 0 0 0
Fig. 1.26 Desviación angular respecto de la dirección aguas abajo, y sus valores al cuadrado, para las tres curvas
representadas en la figura 1.25. Las curvas son de igual longitud total y longitud de onda (tomado de Leopold, 1994).
39
el río y la energía
40
el río y la energía
Fig. 1.27 Fractalidad: imagen aérea del Parque Nacional y Natural de Doñana, Andalucía, España..
Tres invariantes han surgido en esta presentación del sistema fluvial: (1) la fracta-
lidad del sistema, que permite a las redes cubrir el espacio con mínimos recorridos, lo
cual representa eficiencia para los procesos de drenaje y transporte; (2) la tendencia del
sistema a mantener constante la velocidad del flujo a lo largo de las redes, ajustando
la morfología de los canales; y (3) la mínima varianza entre las variables involucradas,
como ley preeminente que rige el trazado de las redes y de sus canales, y también los
ajustes que éstos ejecutan frente a las descargas.
Estas invariantes del sistema se oponen en la forma sinuosa que predomina en los
ríos, de dos maneras: (1) el meandro es contrario a la eficiencia del trazado de las redes,
puesto que alarga los recorridos; y (2) a pesar de que el patrón sinuosos puede ser
reproducido por métodos aleatorios, y por lo tanto a través del azar, su regularidad, al
igual que la periodicidad de muchos otros rasgos aluviales, sugiere que estaría regido
por leyes físicas deterministas (Ver pág. 159 a 160, 228). Estas leyes físicas, cualquiera
que sean, estarían implícitas en esas «instrucciones compatibles con el avance del flujo
canalizado» que un modelo de avance aleatorio debe seguir para lograr hacer, a través de
la reiteración, una ruta promedio meándrica.
Una explicación cabal para el sistema fluvial y sus invariantes requeriría de una
hipótesis capaz de articular los factores aleatorios y determinísticos que participan en la
formación del sistema en general y de los meandros en particular. Según Leopold (1994:
271), esa hipótesis debiera basarse en principios físicos muy generales puesto que le co-
rrespondería explicar las similitudes subyacentes en todo tipo de ríos, en todo el mundo.
Por otra parte, las características que los ríos comparten, aunque consistentes en general,
presentan una considerable variabilidad en torno a una media. Esto último sugiere que
esa hipótesis no debiera imponer soluciones únicas, sino solo tendencias centrales, al
interior de las cuales tenga cabida el azar (Leopold, 1994: op. cit.).
41
el río y la energía
E l sistema termodinámico abierto. Los ríos son sistemas lineales que evacuan al océano
las aguas que precipitan sobre los continentes (Welcomme, 1985), y pueden concep-
tualizarse como una máquina de transporte, análogos a un aeroplano, un automóvil o
una locomotora a vapor. Estas máquinas transforman una fuente de energía potencial en
energía cinética, mediante la cual desarrollan trabajo mecánico, disipando en el proceso
parte de esa energía en calor. Así como el carbón o el petróleo son acopios de energía
potencial para los motores, la energía potencial de los ríos proviene de las masas de agua
precipitadas en altura, que la fuerza de gravedad movilizará hacia su base de equilibrio
en el mar (Leopold, 1994: 57) (Fig. 1.28). Según desciende el agua por los canales, la
energía potencial (agua en altura) se transforma en energía cinética (agua en movimien-
to). La mayor parte de esa energía es disipada en calor a través de la turbulencia y de la
fricción contra el cauce. El remanente queda disponible para ejecutar trabajos de erosión
y transporte de sedimentos, los cuales constituyen «trabajo geomórfico» puesto que mo-
difican el paisaje aluvial (Anexo 5).
N !
P !
R
T N
P
Fig. 1.28 El peso (P) de un objeto posado sobre un plano inclinado, ya sea este un automóvil o agua en un canal, puede
descomponerse en una fuerza normal (N) y una fuerza tangencial (T). Para que el fluido avance, la fuerza tangencial
(T) debe vencer la resistencia (R) proveniente del plano inclinado inmóvil.
Al igual que los otros ejemplos, y puesto que dispone de una fuente inagotable de
energía potencial, el río es un caso clásico de sistema termodinámico abierto, que inter-
cambia materia y energía con su entorno (Leopold, op. cit.). Los sistemas fluviales reciben
del medio agua, energía y sedimentos; utilizan la energía para excavar y mantener sus
canales, y para ejecutar trabajos de drenaje y transporte de sedimentos. Hacia el entorno
exportan el agua y los sedimentos que entregan al mar, y también la energía que disipan
en calor y trabajo (Leopold and Langbein, 1962). Vale la pena destacar que el ingreso de
energía y materiales al sistema es muchísimo menos regular que las exportaciones desde
el sistema hacia el entorno. Un chubasco aporta grandes cantidades de agua, energía y
sedimentos, pero solo en un sector de la cuenca y por corto tiempo; también una sequía
puede ser local y transitoria. Sin embargo, a través de todos esos eventos el sistema ex-
porta materiales desde un solo punto y la disipación de energía es permanente lo largo
de toda la red. Esto significa que los ríos tienden a regularizar, en el espacio y a través del
tiempo, el expendio de la energía que ingresa al sistema de manera dispersa y aleatoria.
42
el río y la energía
Si los ingresos localizados de energía tuviesen que ser disipados íntegramente in situ,
concentrarían en el lugar procesos intensos de erosión y transporte que deformarían los
canales. Esas deformidades, multiplicadas en el tiempo y aleatoriamente dispuestas en
el espacio, impedirían que el drenaje se organizara como sistema. Hemos visto que esto
ocurre efectivamente con los escurrimientos extendidos en laderas, los cuales no pueden
mantener sus canales incipientes frente al efecto destructivo de las gotas de lluvia. En ese
caso, el drenaje no puede comenzar a organizarse mientras el sistema no logre dispersar
el expendio de la energía que ingresa de manera puntual y aleatoria con cada gota de
lluvia (Ver pág. 15).
Para organizarse y preservarse, los sistemas fluviales necesitan administrar la energía
con tendencia a la dispersión del gasto. En termodinámica, el grado de uniformidad en la
distribución del gasto energético se asocia al concepto de entropía: a medida que la ener-
gía se dispersa por el sistema, la entropía aumenta y la probabilidad de que esa energía
esté disponible para ejecutar trabajo disminuye (Leopold, 1994:272). La probabilidad
de que ocurra un evento que concentre energía, en un determinado punto de la red y en
un mismo momento del tiempo, es muy baja. Esto significa que la máxima dispersión del
expendio de energía (entropía) es la condición más probable para el sistema (Leopold
and Langbein, 1962).
La energía está ingresando continuamente al sistema y éste nunca logrará disiparla
toda, lo cual representaría su equilibrio termodinámico. No pudiendo eliminarla, el siste-
ma procura dispersarla, lo cual tampoco logra a cabalidad puesto que el ingreso de energía
es irregular en el tiempo y en el espacio. La acción fluvial está permanentemente corrigien-
do esas irregularidades según van surgiendo en distintos puntos de la red (sustracción de
entropía), mediante la disipación en calor y trabajo de la energía que aportan (producción
de entropía), a fin de mantener constante la entropía en el sistema. A través de esta bús-
queda de uniformidad del gasto, el sistema propende hacia un modo de funcionamiento
óptimo que nunca alcanza, conocido como «estado estacionario». El estado estacionario
de funcionamiento es una condición estable de no–equilibrio en la cual no hay aumento
neto de la entropía en el sistema (Leopold, 1994:272). El sistema termodinámico abierto
se adapta al entorno, absorbiendo sus fluctuaciones (sustracción de entropía) mediante la
producción de entropía propia, a medida que avanza hacia su estado de funcionamiento
estacionario (Wagensberg, 1985: 37). Desde su estado estacionario, el sistema produciría
entropía solo a las tasas mínimas compatibles con el entorno (Prigogine, 1955: 82).
Al margen de la distribución del gasto energético, hemos visto que el sistema pro-
pende también hacia los mínimos recorridos, lo cual tiende a minimizar el expendio total
de energía. La administración de la energía con tendencia al mínimo gasto está presente
en todas las etapas del sistema: Sun et al. (1996) estudiaron la distribución espacial de
las cabeceras de canales a partir de modelos basados en principios de conservación de
energía, y afirman que la distribución espacial de las cabeceras estaría determinada por
las funciones clásicas de inicio de canales (evolución de la pendiente y de la superficie
drenada), en combinación con un requerimiento de mínimo expendio de energía en las
laderas y redes. El sistema fluvial opera con tendencia al mínimo gasto de energía a
través de todas las escalas espaciales (Leopold and Langbein, 1962; Montgomery and
Dietrich, 1992; Rodríguez Iturbe et al., 1992ab; McNamara et al., 2006, entre otros).
McNamara et al. (2006) van más allá y sostienen que las unidades geomórficas del
paisaje, tales como las montañas, valles y planicies aluviales, habrían sido dispuestas por
los procesos de erosión difusa y concentrada de manera a minimizar el gasto energético,
según fluye el agua ejecutando trabajo geomórfico en el paisaje.
43
el río y la energía
Leopold y Langbein (1962) propusieron una hipótesis que cubre todos los aspectos
(deterministas y aleatorios) del funcionamiento de los ríos, al remitir el sistema fluvial
al modelo del sistema termodinámico abierto. Los sistemas abiertos se caracterizan por
propender simultáneamente hacia dos condiciones: un expendio de energía homogéneo
y un mínimo expendio total en el sistema. En los ríos, esto se manifiesta como una pro-
pensión hacia unas tasas de trabajo uniformes por unidad de superficie de los cauces, y
hacia el mínimo trabajo total en el sistema (Leopold, 1994:57).
En general, la literatura reciente ha confirmado y completado la hipótesis anterior:
Rodríguez-Iturbe et al. (1992b) han demostrado que las características estructurales más
importantes del sistema fluvial, tales como la velocidad de flujo constante en las redes,
las relaciones entre descarga, ancho, profundidad y pendiente promedio de los canales,
al igual que las leyes de Horton y todas las características multiescalares del sistema,
se explicarían a través de los siguientes principios: (1) mínimo expendio de energía en
cualquier eslabón (canal) de la red, (2) expendio homogéneo por unidad de superficie del
cauce en todo el sistema y (3) mínimo gasto total en la red.
Mínimo trabajo y trabajo uniforme serían las leyes físicas que rigen el sistema fluvial.
Sin embargo, ambos requerimientos se oponen en los ríos: el sistema tiende a homogeneizar
las tasas de trabajo controlándolas mediante la sinuosidad de los canales, lo cual aumenta el
trabajo total ya que extiende los recorridos. Puesto que ambas tendencias no pueden satisfa-
cerse simultáneamente, el sistema debe acomodarlas en su interior (Leopold, 1994:57, 79).
La forma que adopta ese acomodo, en cualquier punto de la red, está regida por el azar con
tendencia hacia la mínima varianza, que no es otra cosa que el estado más probable para el
sistema (Ver pág. 40 a 42). Esta hipótesis, presentada originalmente por Leopold y Langbein
(1962), se conoce como «teoría de la mínima varianza» (Ver pág. 241).
Unidades de elevacin
50
40
Caso 1
30
Caso 3
20
Caso 2
10 Caso 1
0
0 1 2 3 4 5
Unidades de distancia
Fig. 1.29 Comparación de cuatro perfiles longitudinales trazados mediante S"Qz, siendo S la pendiente y Q la des-
carga: En el caso uno el exponente (z) es nulo, en el caso dos z =-0.5, en el caso tres z=-0.75, en el caso cuatro z =-1.
El caso tres es el que más se aproxima al perfil de los sistemas fluviales. Redibujado de Leopold y Langbein, 1962.
44
el río y la energía
1 100 20 0.01 1.00 0.050 0.018 1.8 0.090 0.022 2.2 0.110 0.026 2.6 0.130
2 200 40 0.01 2.00 0.050 0.012 2.4 0.060 0.013 2.6 0.065 0.013 2.6 0.065
3 400 80 0.01 4.00 0.050 0.009 3.6 0.045 0.008 3.2 0.040 0.006 2.4 0.030
4 800 160 0.01 8.00 0.050 0.007 5.6 0.035 0.005 4.0 0.050 0.003 2.4 0.015
5 1600 320 0.01 16.00 0.050 0.005 8.0 0.025 0.003 4.8 0.015 0.0018 2.9 0.009
Totales 0.050 31.00 0.250 0.051 21.4 0.255 0.051 16.8 0.280 0.050 12.9 0.250
Fig. 1.30 Valores para la pendiente (S), potencia (Qs), y potencia unitaria (Qs/w), según varían las descargas y el ancho
en los cinco tramos de los cuatro perfiles longitudinales indicados en la figura 1.29.
50
40
Avance aleatorio
Avance aleatorio
Elevacin H
30
Perfil promediado
H = 5 (5 / 6) x
20
10
0
0 5 10 15 20
Distancia X
Fig. 1.31 Perfil longitudinal trazado por un modelo de avance aleatorio (redibujado de Leopold y Langbein, 1962).
A partir de esta experiencia Leopold y Langbein (op. cit.) concluyeron que, donde no
haya restricciones para la longitud de los canales, el modo más probable de declinación
de la energía en sucesivos tramos de canales corresponde a ese perfil moderadamente
cóncavo, intermedio entre el perfil de mínimo trabajo y el de trabajo uniforme.
45
el río y la energía
Rabin
Rabin
Poza Poza Rabin
Talweg
Barra en
punta o semilunar
Fig. 1.32 Planimetría y perfil longitudinal del canal sinuoso con rabiones y pozas, incluyendo los perfiles del agua para
descargas altas y bajas.
46
el río y la energía
47
el río y la energía
Los arroyos de montaña disipan muchísima energía, sin lograr aproximarse siquiera a la
condición de trabajo uniforme.
En la parte media del sistema no hay confinamiento y los canales aluviales hacen
meandros para administrar el expendio de energía. Los patrones sinuosos prevalecen,
siempre y cuando el flujo sea competente para acarrear su carga de sedimentos, y la
cohesividad del terreno resista los cambios de dirección. De no ser así, los canales serán
rectos o bien disparán su energía mediante sistemas de cauces múltiple, trenzados o
ramificados (Ver pág. 174 a 177). Hacia el final del sistema, la energía disponible es muy
poca ya que la pendiente es casi nula, y el perfil casi horizontal del agua sugiere que el
río ha conseguido tanta entropía como es posible para el sistema. Antes de entregar sus
aguas al mar, es frecuente que los ríos se desintegren por falta de energía y dispersen sus
aguas en múltiples canales menores anastomosados (Ver pág. 194 a 198).
Los principios de mínimo trabajo y trabajo uniforme explican las aparentes parado-
jas del sistema fluvial: en las redes, los mínimos recorridos obedecen al requerimiento
de mínimo trabajo, pero el sistema necesita extender los canales mediante la sinuosidad
a fin de evitar las concentraciones de energía y homogeneizar el trabajo en las redes,
aún con cargo al mínimo trabajo total. En los canales, el principio de mínimo trabajo
también se aplica, y es por eso que la sinuosidad sigue una curva seno–generada, que
minimiza la suma de las desviaciones angulares y con ello el trabajo en los cambios de
dirección. Este menor trabajo se logra con cargo a la uniformidad del gasto que po-
dría obtenerse mediante arcos de circunferencia, en los cuales la desviación angular es
constante (Leopold, 1994:70). Por otra parte, el meandro no descuida la uniformidad
del trabajo: la concentración del gasto en los cambios de dirección se mitiga desviando
el flujo de la manera más gradual posible y disponiendo rabiones entre los cambios de
dirección, lo cual tiende a homogeneizar la rugosidad total (Ver pág. 37 a 39) (Fig. 1.32).
Los rabiones son irregularidades topográficas en el lecho y aumentan el gasto total
en los canales, pero homogenizan el trabajo cuando las descargas son altas. Esto último
es muy apropiado si consideramos que los canales escurren a plena capacidad uno o dos
días en el año, solo algunos días están tres cuartas partes llenos, y generalmente solo un
poco de agua escurre por el fondo de los cauces (Leopold, 1994: 113). La mayor parte
del trabajo geomórfico (erosión y transporte de sedimentos) se desarrolla durante esos
pocos días en que los canales están tres cuartas partes llenos o más. Esto significa que
durante la mayor parte del tiempo los canales sinuosos toleran un trabajo más disparejo,
pero las tasas de trabajo no son significativas; al homogeneizar el trabajo durante los
eventos hidrológicos importantes, los meandros homogenizan la mayor parte del trabajo
ejecutado a lo largo del año en los ríos.
48
el río y la energía
los canales para perdurar en el tiempo, como en su capacidad para contener los ajustes
morfológicos locales, evitando que se propaguen indefinidamente por las redes.
El equilibrio termodinámico es aquella condición que los sistemas alcanzan cuando
toda su energía ha sido disipada en calor y la entropía es máxima (Wagensberg, 1985:
31). En el sistema fluvial esto no es posible, pero los ríos son más robustos en la medida
que se acercan a su equilibrio termodinámico, puesto que habrá en ellos menos energía
disponible para ejecutar trabajo mecánico: un río es más robusto en la medida que se
asemeja más a una charca que a un torrente. Desde su estado de funcionamiento esta-
cionario, el sistema absorbe las fluctuaciones del medio exportando al entorno sus incre-
mentos de entropía, y su producción de entropía es mínima (Wagensberg, 1995: 36, 37).
En la medida que se aproxima a su estado estacionario, homogenizando y minimizando
el trabajo, el sistema fluvial se aleja de sus umbrales geomórficos y se vuelve más robusto.
La condición opuesta a la robustez es la sensitividad. Aun cuando un canal esté con-
servando su forma y sea, por lo tanto, estable, decimos que es sensitivo o relativamente
inestable cuando es propenso a hacer ajustes irreversibles frente a eventos relativamente
menores. Los sistemas abiertos se vuelven sensitivos lejos de su equilibrio termodinámico
puesto que la energía disponible en ellos para ejecutar trabajo geomórfico es abundante,
lo cual los vuelve sensibles a eventos antes insignificantes (Wagensberg, 1985: 42). Los
ingresos súbitos de cantidades importantes de energía alejan al sistema de su estado
estacionario y lo vuelven sensitivo. Los canales sensitivos operan en las cercanías de sus
umbrales geomórficos, y aún las fluctuaciones leves logran desestabilizarlos.
E1 E2
Distancia al equilibrio E
Fig. 1.34 Diagrama de autoorganización según el «orden por fluctuaciones» en los sistemas dinámicos complejos
(redibujado de Wagensberg, 1985).
49
el río y la energía
50
el río y la energía
muy diversas y no suelen ser las mismas para un tramo de canal que para las redes en
su totalidad (Ver pág. 205 a 207). También es necesario evaluar siempre el sistema
completo, ya que la inestabilidad de un canal podría estar condicionada por variables
macroscópicas que el estudio del canal por sí solo no revelará (Ver pág. 252 a 255).
Factores de inestabilidad en los ríos pueden ser: el ingreso de animales que dete-
rioran la vegetación ribereña, un cambio en el régimen de precipitaciones de la cuenca,
procesos de urbanización que aceleran las escorrentías en la cuenca, retiros de aguas
que reducen el caudal del río, la historia glacial del valle y su legado de escombros que
perduran por siglos después de replegados los hielos, entre muchos otros.
A utoorganización. A lo largo de toda esta presentación del sistema fluvial hemos afir-
mado que el río dispone los meandros, ajusta su inclinación y modifica sus dimensio-
nes para lograr esto y aquello, pero no hemos explicado cómo lo hace. Corresponde ahora
clarificar cuáles son los medios de que se sirve el sistema para organizarse a sí mismo.
Imaginemos la superficie de un cauce como una estructura continua, o si se quiere,
como un largo tejido tensionado en cada punto por las fuerzas que el flujo le impone.
Esta tensión en el lecho (bed shear stress) es proporcional a la velocidad y profundidad
del flujo (Anexo 5), y la capacidad del canal para resistirla dependerá de la cohesión de
sus paredes y/o del tamaño y densidad de los materiales del lecho (cuando se trata de
materiales desagregados). En cualquier momento y en cualquier punto del canal, cuando
la tensión tangencial que el flujo ejerce sobre las paredes del cauce supera la fuerza de
resistencia al flujo que el cauce es capaz de oponer, el flujo acelera o bien erosiona el
cauce e incorpora el material erosionado a su carga de sedimentos. Cuando la tensión
que el flujo ejerce es menor que la fuerza que la resiste, el agua disminuye su velocidad
y deposita los sedimentos que acarrea (Leopold, 1994-280). Ambos procesos, erosión y
deposición están ocurriendo permanentemente en los ríos, y los cauces se generan y se
regeneran materialmente a través del juego entre ellos.
La existencia de esta estructura tensional (shear–stress structure), que involucra tan-
to la erosionabilidad de los cauces como la distribución de las velocidades locales de
flujo, quedaría demostrada por la regularidad de las formas de los canales y por su per-
sistencia en el tiempo. En efecto, si los actos locales de erosión y deposición ocurrieran
con total independencia unos de otros, deformarían los canales de manera caprichosa.
Para que los canales conserven sus formas, es necesario que sus procesos de erosión
y deposición se retroalimenten mutuamente a través de esta estructura tensional del
cauce, y que lo hagan con tendencia a cancelarse mutuamente (Leopold, op. cit.). Los
canales se perpetúan en un equilibrio dinámico que les permite persistir a pesar de que
los materiales que constituyen su cauce se renuevan constantemente. A medida que los
caudales aumentan, la erosión del flujo retira algunos materiales, y cuando las descargas
disminuyen, otros sedimentos se depositan en su lugar: si el canal está en equilibrio, el
balance final no arroja cambios significativos a través del tiempo.
Este equilibrio entre erosión y deposición admite tolerancias, pero tiene límites. En
muchos casos los cauces son capaces de soportar tensiones de corte muy superiores a las
que el flujo les impone habitualmente; esos son los canales robustos. Otros operan cerca
de sus límites de resistencia a la erosión y son sensitivos al aumento de las descargas.
La sensitividad de un canal podría deberse también a la falta de capacidad del flujo
para transportar cualquier incremento en el suministro de sedimentos, en cuyo caso la
robustez sería la plena capacidad de transporte para el rango de sedimentos que el canal
recibe desde aguas arriba (competencia de acarreo). Aunque hay otras variables en juego,
muchos autores han definido el equilibrio dinámico de los canales en función de su com-
51
el río y la energía
petencia de acarreo, de manera tal que en los cauces no haya acreción ni degradación
neta a través del tiempo (Ej. Lane, 1955).
Más allá de la mera sensitividad, cuando el equilibrio entre erosión y deposición se ha
roto y uno de estos procesos predomina consistentemente por sobre el otro, los canales
se ajustan, ya sea en el eje horizontal o vertical. En el eje vertical, los canales pueden
erosionar su lecho y profundizarlo (incisión), o bien acumular sedimentos y levantarlo
(acreción). En el plano horizontal, pueden erosionar sus riberas (erosión lateral), excavar
un nuevo canal en la plana inundable (avulsión), o bien permitir que los depósitos de
sedimentos se acumulen en sus riberas y avancen hacia el centro del cauce, estrechándolo
lentamente (Ver pág. 208 a 209). Todos estos mecanismos de ajuste morfológico pueden
remitirse a procesos descompensados de erosión y deposición. En una escala más amplia,
los cambios en las variables externas del sistema generalmente demandan ajustes en su
perfil longitudinal. La continuidad de la estructura tensional de los cauces transmite esos
ajustes aguas arriba y aguas abajo por las redes, a través de los mismos mecanismos
básicos que operan en los canales: quiebres en el lecho (knickpoints) que migran aguas
arriba profundizándo los cauces a su paso (erosión–incisión), o bien acumulaciones de se-
dimento que levantan el nivel del lecho (deposición–acreción). Este tipo de ajustes puede
tardar siglos en recorrer toda una red fluvial y frecuentemente continúan mucho después
de concluida la perturbación que los desencadenó. Los ajustes en general, suelen involu-
crar fases sucesivas de retroalimentación entre las variables interdependientes afectadas,
hasta que el sistema consigue una nueva forma de equilibrio; el proceso se conoce como
autoorganización (Wagensberg, 1985: 49) (Ver pág. 211 a 213, 218 a 221).
La capacidad de autoorganización y auto-preservación del sistema fluvial demanda
que el sistema hídrico de la cuenca, que incluye todos aquellos elementos que intercam-
bian aguas con los ríos, disponga de fuentes propias de agua que permitan absorber las
irregularidades del suministro desde el entorno. Esas fuentes propias serían los acopios
de agua en las masas de hielo y nieve, en los suelos, acuíferos, lagos y humedales; todos
los cuales son también acopios de energía potencial (Ver pág. 84 a 87). También es nece-
sario que disponga de sedimentos y el sistema hace acopios de sedimentos, tanto al inte-
rior de los cauces (barras) como fuera de ellos, en las riberas y planas de inundación (Ver
pág. 119 a 121). Los ríos estabilizan su funcionamiento aportando y retirando aguas y
sedimentos desde estos acopios; la capacidad de acopio robustece al sistema y le permite
autoorganizarse hacia formas más estables y eficientes para sus procesos. En las regiones
áridas los acopios de agua son escasos y cada evento hidrológico es una riada que recon-
figura completamente los cauces; en los valles confinados de montaña no hay lugar para
acopiar sedimentos y los canales no disponen de materiales con los cuales desarrollar su
morfología aluvial (Ver pág. 190 a 193). Bajo esas condiciones, los ríos quedan a merced
de los aportes del medio, sus cauces no logran mantener secciones eficientes ni patrones
sinuosos, y el sistema difícilmente alcanzará un alto grado de organización.
La morfología fluvial depende directamente de solo dos procesos simples: la erosión
del terreno y de los cauces por parte del agua corriente, y la deposición de los sedimentos
que el agua acarrea, tanto dentro como fuera de los canales. La acción combinada de
estos procesos, con tendencia a la máxima probabilidad, es el mecanismo único que da
forma y mantiene los canales y las redes fluviales en su totalidad (Ver pág. 236 a 237).
Acomodándose a las restricciones locales que el azar dispone, pero propendiendo
siempre hacia la condición más probable, las aguas trazan rutas de máxima eficiencia
a través del paisaje. Al interior de los cauces, la distribución espacial de las velocidades
de flujo determina los procesos locales de erosión y deposición que, acumulativamen-
te, dan forma y mantienen los canales fluviales en toda su complejidad y diversidad:
«el río es el carpintero de su propio edificio» (Luna B. Leopold, 1994: 281).
52
el río y la energía
Fig. 1.35 Sucesivas exclusas para desviar y conducir las aguas en el Kennet and Avon Canal, Wiltshire, Inglaterra.
53
el río y la energía
54
el río y la energía
U so de suelos. Según Hey (2001), los sistemas de drenaje integran dos componentes:
(1) el acopio (storage) de aguas y de sedimentos en la cuenca, y (2) el acarreo de
aguas y sedimentos a través de las redes fluviales (conveyance).
La capacidad de acopio de aguas depende de la capacidad volumétrica de todos los
cuerpos de agua en la cuenca: de sus campos de hielo y nieve, de sus ríos, lagos, hume-
dales y acuíferos, y también de los suelos y de su capacidad de infiltración. La capacidad
de acopio de sedimentos depende de la topografía de la cuenca y de la actividad fluvial
en ella. En los valles estrechos no hay lugar para hacer acopios, en los valles abiertos sí.
La actividad fluvial representa capacidad de transporte. Cuando y donde la capacidad de
transporte supere los aportes de sedimentos, el río erosionará sus acopios; cuando y don-
de el río no sea competente, sus acopios crecerán (Montgomery and Buffington, 1998)
(Ver pág. 127 a 129). El buen funcionamiento del sistema hídrico de la cuenca requiere
de conectividad entre los acopios y las redes fluviales, a fin de facilitar las transferencias
entre unos y otros. El equilibrio del sistema demanda que los procesos de drenaje y trans-
porte mantengan a través del tiempo la capacidad y las formas de sus redes y canales
fluviales, y que mantenga también el volumen de sus acopios. Puesto que las riberas, las
planas de inundación, las planicies aluviales, el regolito y los suelos, son todos acopios de
sedimento que el agua corriente podría erosionar y acarrear hasta el mar, la estabilidad
del paisaje en su totalidad es inseparable de la estabilidad del sistema fluvial.
Las modificaciones introducidas al paisaje por la actividad humana han causado da-
ños severos y extendidos en sus sistemas de drenaje (Allan, 320). La deforestación y el
deterioro de la cubierta vegetal de la cuenca afectan esos sistemas de varias maneras:
(1) expone los suelos a la erosión, lo cual sobrecarga los canales con sedimento fino; (2)
debilita la resistencia mecánica de los suelos y los hace propensos a los deslizamientos,
que también aportan grandes volúmenes de sedimentos a los canales; (3) la pérdida de
suelos disminuye la capacidad de retención de agua en la cuenca, lo cual exacerba los
escurrimientos superficiales, magnifica los picos del régimen de flujos de los ríos y los
55
el río y la energía
Fig. 1.36 Extensión lateral deteriorante y pérdida de competencia por deforestación de riberas. Río Esperanza, Chile.
56
el río y la energía
57
el río y la energía
Fig. 1.38 Canal del alto Saone, en Frahier, Francia. El prado enmascara la rigidez formal y material de las riberas.
58
el río y la energía
Fig. 1.39 El tristemente célebre canal de la calle 17, Nueva Orleans, EE.UU., varios metros más alto que los terrenos
circundantes (fotografía Infrogmation).
59
el río y la energía
artificialmente confinados el nivel del agua está por encima de los terrenos circundantes,
incluso con descargas moderadas (Fig. 1.39). Según Leopold (1994: 118), una vez que
las contenciones fluviales han sido sobrepasadas por las aguas, los daños son mucho más
graves puesto que las planas han sido ocupadas al amparo de esas defensas.
Los canales naturales disipan la energía de las inundaciones a través de sus recorridos
sinuosos, de la rugosidad de sus lechos, y en sus planas laterales. También ofrecen una
mayor capacidad volumétrica que contribuye a absorber el impacto de las inundaciones
(Ver pág. 99 a 101). La eliminación de 16 meandros en el curso inferior del río Mississi-
ppi, entre 1929 y 1942, creó graves problemas de inestabilidad: la longitud del sistema
disminuyó en 220 km, la pendiente del cauce aumentó, y la erosión lateral llegó a retirar
hasta 900.000m3 de material desde las riberas anualmente (Bravard and Petts, 1996). El
aumento de la pendiente desencadenó procesos de incisión en los canales aguas arriba
del tramo intervenido, lo cual generó sedimentos que congestionaron el canal principal y
aumentaron la frecuencia de las inundaciones. Todo esto tuvo que controlarse mediante
bordos en las riberas, a una escala masiva. En algunos tramos del río Mississippi, el nivel
de las aguas ha subido hasta tres metros debido al confinamiento del flujo (Leopold,
1994: 123). En las últimas décadas el Mississippi ha protagonizado eventos catastróficos
por fallas en sus contenciones.
Algo más del 60% de las aguas corrientes en el mundo han sido reguladas artifi-
cialmente y los kilómetros de canales artificiales son incontables. Quedan muy pocos
grandes ríos sin intervenir en latitudes temperadas (Allan, 1995: 307). En los países
desarrollados las obras de canalización y regulación fluvial constituyen enormes tramas
que redibujan las redes naturales y distorsionan los regímenes de flujo en regiones com-
pletas. Según Leopold (1994: 122), en la mayoría de los grandes ríos de Norteamérica
las estaciones hidrográficas ya no reflejan la variabilidad climática regional: las descargas
estacionales aparecen alteradas por el efecto acumulado de las modificaciones introdu-
cidas al sistema para navegación, regadío, agua potable, energía, y otras. Todas estas
intervenciones fueron haciéndose gradualmente, y en la mayoría de los casos, sin una
planificación centralizada (Leopold, op. cit.).
El costo per–cápita de las defensas fluviales en los EE.UU. se incrementó por un
factor de 2,5 entre 1916 y 1985 (Leopold, 1994: 121). En Gran Bretaña, el costo de
mantenimiento de canales es muy elevado, en 1995 se estimaba que solo por concepto de
dragado superaba los 20 millones de libras anuales (Sear et al., 1995). Muchos autores
coinciden en señalar que las obras de canalización y regulación fluvial han agravado los
efectos de las inundaciones (Ej. Mackin, 1948; Leopold, 1994: 118; Soar and Thorne,
2001; Charlton, 2008: 184). En todo el mundo, el costo de los perjuicios materiales
provocados por las inundaciones es extremadamente alto; el daño a las personas y al
medioambiente no es monetizable.
E mbalses y represas. Los diques que retienen el fluir de los ríos son quizás la forma de
intervención más radical en los sistemas fluviales, y también la más polémica. Se in-
cluyen aquí embalses de distinta magnitud y para distintos propósitos, cuyos efectos sobre
el sistema son también muy variables también. Los embalses se construyen para acumular
agua para consumo humano, para riego, para control de inundaciones y generación de
energía hidroeléctrica. Su presencia necesariamente regula el flujo de los ríos de desagüe,
quedan pocos grandes ríos sin regular, y a nivel global el volumen de agua almacenado en
los embalses sería mayor que el que circula por los ríos (Brierley and Fryiers, 2005).
Los embalses para control de inundaciones que no interrumpen el curso del río y se
conectan a la red fluvial mediante canales propios, no afectan mayormente el funciona-
miento fluvial si son bien manejados. Según Hey (2001), este tipo de embalses podría
60
el río y la energía
reemplazarse por humedales. También las centrales hidroeléctricas de pasada tienen im-
pactos más bien locales, si es que operan sin embalsar las aguas.
Los embalses que detienen el curso de los ríos tienen efectos muy importantes y
proporcionales a su tamaño. Al igual que un lago natural, un embalse interrumpe el
transporte de sedimentos y los canales suelen responder haciendo acreción aguas arriba
e incisión aguas abajo del embalse (Parker, 2007: 3). Su efecto acumulado en los sistemas
puede ser muy serio. Los diques del Ebro, en España, atrapan el 95% del sedimento en
suspensión (Vericat and Batella, 2005). El río Arno, en Italia, ha hecho incisiones de
hasta 9m en algunas localidades, a causa de sus represas y de la explotación de áridos
(Rinaldi and Simon, 1998). El delta del Nilo retrocede 150m cada año frente a la erosión
marina, debido a que sus sedimentos quedan retenidos en el dique Aswan, 1000 kilóme-
tros aguas arriba (Charlton, 2008: 67).
La principal diferencia entre un embalse y un lago natural es que el desagüe de un
lago recibe aguas de acuerdo al régimen estacional de precipitaciones, y también a los
eventos climáticos puntuales, aunque de manera atenuada por el acopio en el embalse.
Los embalses artificiales liberan aguas según las necesidades del consumo de agua o de
generación de energía, de manera que el régimen de flujos aguas abajo ya no refleja el cli-
ma local. El impacto de un embalse sobre su río de desagüe depende de cómo se manejen
sus descargas: la consecuencia más frecuente es un encajamiento del río, pero también
se han documentado casos de constricción y de ensanchamiento del canal (Montgomery
and Buffington, 1998). La liberación de aguas desprovistas de sedimentos tiene un fuerte
efecto erosivo ya que disponen de abundante energía. Estas «aguas hambrientas» de-
gradan los cauces, generalmente hasta una profundidad límite en la cual establecen una
armadura estática del material más grueso disponible en el substrato (Parker, 2007: 8)
(Ver pág. 133 a 135). Si el lecho es de roca, el río erosionará preferentemente sus riberas
y el canal se ensanchará. Por otra parte, si el caudal liberado desde la represa es sosteni-
damente débil no logrará transportar sedimentos de fondo y el canal hará acreción aguas
abajo del primer tributario que aporte material grueso. Esto último ocurre, por ejemplo,
en Peace River, Canadá (Kellerhals and Gill, 1973). Al interior de los canales deprivados
de agua la vegetación acuática y ribereña prolifera descontroladamente, lo cual favorece
y estabiliza los depósitos de sedimento que tienden a estrechar el cauce. En el río Colo-
rado, EE.UU., se simulan inundaciones liberando grandes volúmenes de agua desde las
represas a fin de remover esos depósitos y despejar los canales (Anexo 71).
5000
4000
Caudal
3000
2000
1000
0
Lunes Martes Mircoles Jueves Viernes Sbado Domingo
Fig. 1.40 Descargas de una represa manejada en función del consumo eléctrico: descargas promediadas cada hora
durante una semana de Julio de 1984, en el río Nelson, bajo la represa Kettle, Canadá, (redibujado de Allan, 1996).
61
el río y la energía
Los diques de más de 15m de altura y/o con capacidad para más de 3 millones de m3
son por definición «grandes represas» y generalmente han sido construidos para varios
propósitos (WCD, 2000). Las grandes represas aportan beneficios importantes pero su
impacto sobre el medioambiente es potente: inundan un territorio y eliminan sus ecosis-
temas terrestres; emite gases que contribuyen al efecto invernadero, producidos por la
descomposición de la biota inundada; y obligan a erradicar las comunidades humanas
del lugar. Por otra parte, las aguas evacuadas desde el fondo de los embalses suelen ser
anormalmente frías, carentes de oxígeno, y en ocasiones son tóxicas. Esto último ocurre
cuando contienen ácido sulfhídrico (H2S), producto de la descomposición bacteriana en
aguas anóxicas profundales (Allan, 1995:309-312).
Puesto que acumulan sedimentos, todos los embalses se colmatan. A nivel global, la
colmatación reduce la capacidad volumétrica de los embalses entre 0,5 y 1% anualmente
(WCD, 2000). Esto significa que la mayoría de los embalses pierde la mayor parte de
su capacidad después de 25 a 30 años. Algunos han perdido hasta un 4 o 5% de su
capacidad anualmente, debido a las altas tasas de sedimentación. El embalse Cali, en
Colombia, perdió el 80% de su capacidad en 12 años, a pesar de las operaciones de
dragado (Barrow, 1987). Muchas represas han dejado de operar prematuramente debido
a la sedimentación, y en algunos casos las dificultades de operación comenzaron mucho
antes de colmatarse la represa (Charlton, 2008: 67).
En 1998 Naciones Unidas creó la Comisión Mundial de Diques (World Comission
on Dams-WCD), encargada de evaluar la situación actual de las aguas continentales en
el mundo, y de delinear estrategias para el manejo sustentable de las mismas. En el año
2000 esa comisión emitió un primer informe que establece que, al margen de sus reper-
cusiones ambientales, muchas grandes represas nunca lograron alcanzar sus objetivos
económicos. Algunos grandes embalses de los países en desarrollo, como Pak Mun, cons-
truido durante los años 1980 en Tailandia, desarrollaron graves efectos adversos por
fallas en sus estudios de factibilidad. El mismo informe indica que con la información
disponible hoy en día, esos proyectos no habrían sido autorizados tal y como se ejecu-
taron. Otros casos, tales como el desarrollo hidroeléctrico de las cuencas de Glomma y
Lagen, en Noruega, fueron bien evaluados; el impacto de este proyecto es moderado ya
que solo aumenta la capacidad de unos pequeños lagos naturales de montaña.
Las grandes represas proveen agua para riego y consumo humano, energía barata y
fácil de modular, y son también un espacio para la recreación. Sin embargo, su impacto
sobre los sistemas hídricos y el ambiente en general, es potente. Reemplazan un tramo de
río por un lago artificial, inundan un valle y sus descargas no se compadecen ni química
ni físicamente con el funcionamiento fluvial.
Las grandes represas son polémicas ya que son muy visibles. En Chile cada nuevo
proyecto es una batalla furiosa. Las posiciones en esta polémica oscilan entre quienes
quieren prohibirlas a toda costa, quienes las ven como indispensables para el desarrollo,
y aquellos que proponen mitigar sus impactos y aproximar su funcionamiento, tanto
como sea posible, a lo que sería un lago natural en el lugar. El destino de estas estructu-
ras, una vez terminada tu vida útil, también merece consideración.
El impacto de una represa depende mucho de su emplazamiento, de su tamaño, y del
manejo de sus descargas; en muchos casos un manejo sensitivo de las descargas podría
mitigar muchas de sus desventajas. El trabajo de la WCD (World Comission on Dams)
ha aportado un marco coherente y transparente para conducir los procesos de toma de
decisiones en torno estos proyectos. Patrick McCully (1996) ha revisado los impactos
ambientales, aspectos socioeconómicos, y también aspectos económicos de la industria
involucrada en la construcción y operación de estas estructuras. Su trabajo es subversivo
e interesante, merece leerse.
62
el río y la energía
Fig. 1.41 Brecha en el dique Möehne, en Alemania, varias horas después de bombardeado en 1943.
Por otra parte, las obras de regulación fluvial conllevan un potencial de desastre en
sí mismas. Los colapsos de diques han traído consecuencias trágicas y daños materiales
importantes. Uno de los primeros fue el dique St. Francis, en California, colapsado en
1928, casi inmediatamente después de su inauguración; ha habido muchos otros. Los
embalses han sido designados como objetivo de guerra; el bombardeo de los diques
Moehne y Sorpe, en Alemania, en 1943, tuvo consecuencias catastróficas (Fig. 1.41). Las
brechas en los bordos laterales de los grandes ríos también son muy graves. Las grandes
tormentas de 1993 sobrepasaron las contenciones de los ríos Mississippi y Missouri,
63
el río y la energía
64
el río y la energía
son colonizadas por organismos que generalmente horadan túneles para vivir en ellas.
Puesto que el lecho y las paredes del río son en sí mismas un hábitat importante, todas
las formas de canalización y homogenización de los cauces empobrecen el hábitat fluvial.
3) La conectividad que requiere la biota es esencialmente la misma que necesita
el sistema de drenaje para su funcionamiento. Petts y Amoros (1996) desarrollaron el
modelo conceptual del «sistema hidrofluvial», que enfatiza la importancia de la conecti-
vidad del sistema, tanto internamente como con el entorno, en tres ejes:
a) La conectividad longitudinal es importante para las especies migratorias y para
la dispersión y eventual recolonización de los ríos. También son importantes las trans-
ferencias de nutrientes y materia orgánica a lo largo del sistema. Los embalses de todos
tamaños interrumpen la conectividad longitudinal del sistema.
b) La conectividad lateral del río hacia sus planas y/o humedales aledaños, es necesa-
ria para los organismos acuáticos y terrestres que desarrollan parte de sus ciclos de vida
en ellos. Las comunidades ribereñas y de los humedales requieren de las inundaciones es-
tacionales periódicas, y si las inundaciones son artificiales, deben ocurrir en la tempora-
da en que ocurrirían naturalmente. Las inundaciones recargan los acuíferos y las planas,
y también recogen materiales biológicos y nutrientes necesarios para las comunidades
acuáticas. Las defensas fluviales y también los reforzamientos de riberas impiden estas
transferencias y separan los ríos de sus planas y humedales.
c) La conectividad vertical es necesaria para los organismos que se desarrollan en el
ambiente hiporréico durante sus fases juveniles. El ingreso de aguas subterráneas esta-
biliza la temperatura de los ríos, tanto en invierno como en verano, y contribuye al aseo
de los substratos. El acorazamiento artificial de los lechos, generalmente implementado
para evitar la incisión, impide estas transferencias. Por otra parte, la incisión de los cana-
les arrastra consigo el nivel de las napas freáticas, lo cual reseca la vegetación ribereña y
los campos aledaños al río (Anexo 47).
Aunque una medida de catastrofismo es parte de una mirada lúcida sobre el tema
de las grandes obras hidráulicas, también hay espacio para el optimismo. En la actuali-
dad hay más conciencia pública respecto de la importancia del medioambiente, del rol
que cumplen los ríos en el paisaje y de la vida en ellos. En los países desarrollados, las
prácticas de conservación y restauración fluvial están bien establecidas, la geomorfología
fluvial es consultada en los procesos de planificación territorial y su enfoque es aceptado
por la ingeniería fluvial.
Esto último es importante, la ingeniería y la geomorfología fluvial no son vertientes
alternativas ni opuestas. Gradualmente, la ingeniería ha ido incorporando las variables
provenientes de las geociencias en general, y de la geomorfología en particular. Varias de
las fuentes más citadas en este trabajo provienen de la ingeniería (Ej. Soar and Thorne,
2001; Parker, 2007, entre otras), y muchos de los fundadores de la geomorfología fluvial
fueron ingenieros (Ej. Robert E. Horton, Luna B. Leopold, entre otros). Los conflictos
en torno a las decisiones de manejo fluvial son conflictos de intereses, no conflictos entre
disciplinas científicas o de ciencias aplicadas.
Donald Hey (2001) enfatiza que en los últimos 200 años las obras de ingeniería
procuraron minimizar la retención de agua en las cuencas (storage) y maximizar la capa-
cidad de acarreo de las redes (conveyance). Esto debería revertirse en el futuro. Los crite-
rios de diseño «post–modernos» favorecerían la retención de agua, preferentemente muy
cerca de donde precipita (Hey, 2001). Esta nueva tendencia encontrará gran resistencia,
especialmente en los países en desarrollo, ya que involucra cambios y restricciones en el
uso de suelos. Por otra parte, Gardiner (1988) sostiene que el manejo fluvial con ten-
dencia a promover la evolución natural de los canales, sería más económico puesto que
el sistema tiende a generar por sí mismo formas estables al interior del paisaje existente.
65
Fig. 1.42 Extensión lateral: (a) cauce dilatado y somero por remoción de la vegetación ribereña; (b) el mismo cauce al
término del tramo deforestado, más angosto, profundo y eficiente. Río Esperanza, Chile.
ii. el sistema en funcionamiento
a c
b d
Fig. 2.1 Ilustración de las fuerzas que actúan en un fluido: (a) fuerza de gravedad, (b) fricción contra la frontera,
(c) fricción interna o viscosidad, (d) inercia.
67
el sistema en funcionamiento
R = 2,8
Seccin = 2
2
Permetro mojado = 3,57
Radio hidrulico=0,56
1
Seccin = 2 1
Permetro mojado = 4
Radio hidrulico = 0,5 Seccin = 2
Permetro mojado = 5
2
Radio hidrulico = 0,4
0,5
Seccin = 2
Permetro mojado = 5
Radio hidrulico = 0,4
4
Fig. 2.2 Radio hidráulico comparado: la sección semicircular es la más eficiente pero no es posible en canales natura-
les. Las secciones rectangulares son más eficientes cuando el ancho es aproximadamente dos veces la altura.
(b) Fuerzas de fricción. Para permanecer inmóviles e íntegras frente a las tensiones
de corte que el agua les impone, las paredes de un cauce oponen fuerzas propias tendien-
tes a cancelar el efecto de esas tensiones: las fuerzas de fricción. Las fuerzas de fricción
se aplican en el mismo plano y en la misma dirección que las tensiones de corte, pero
en sentido contrario, y también se expresan en unidades de presión (N/m2). En el plano
de contacto o «frontera» entre el agua y el cauce se produce un encuentro de fuerzas
68
el sistema en funcionamiento
opuestas, unas provenientes del cuerpo en movimiento (gravitacionales) y las otras del
cuerpo inmóvil (de fricción). Si las fuerzas gravitacionales son mayores que las fuerzas
de fricción, el fluido erosiona el plano de apoyo y/o acelera; si ambas son equivalentes, el
fluido avanza a velocidad constante y no hay erosión; si las fuerzas de fricción superan a
las fuerzas gravitacionales, el fluido desacelera (Leopold et al., 1964).
(c) Viscosidad o fricción interna. Para fluir, un cuerpo sometido a una tensión tan-
gencial debe deformarse continuamente: un fluido es un cuerpo que no tiene límites
de deformación, aun frente a esfuerzos mínimos. La viscosidad de un fluido depende
de la velocidad con que se deforma, lo cual depende a su vez de la fricción entre sus
moléculas al desplazarse unas contra otras. La regularidad de las moléculas y las fuerzas
de la atracción entre ellas, afectan la facilidad con que se deforma un fluido (Charlton,
2008:83). La viscosidad absoluta se designa con la letra griega µ (mu), y se obtiene mi-
diendo el tiempo que demora el fluido en pasar través de un tubo de magnitud conocida,
a una temperatura determinada. La unidad de medida (SI) es el Pascal–Segundo, 1Pa.
s=1Ns/m2. En hidráulica, la viscosidad suele remitirse a una cuantía llamada «viscosidad
cinemática», designada con la letra griega ) (nu), y correspondiente a la relación entre
viscosidad y la densidad del fluido. Al dividir la viscosidad por la densidad, las unidades
de masa se despejan, de manera que la unidad (SI) de viscosidad cinemática es m2/s.
(d) Fuerzas de inercia. Para acelerar, detener o cambiar la dirección de un cuerpo en
movimiento, se le debe aplicar una fuerza. Esta fuerza se conoce como fuerza de inercia
y puede concebirse como la resistencia que un cuerpo opone a cambiar su estado de
movimiento. Las fuerzas de inercia son mayores en los cuerpos más pesados y cuando el
desplazamiento es rápido: la inercia es proporcional a la masa del objeto y a la acelera-
ción. En hidráulica es frecuente sustituir la masa por el volumen de agua en movimiento,
de manera que la inercia suele expresarse como u2/d, siendo u la velocidad promedio de
flujo y d la profundidad media del flujo; o bien como uR, siendo R el radio hidráulico
(Charlton, 2008: 80, 82).
Las fuerzas gravitacionales movilizan el agua y las fuerzas de inercia tienden a man-
tenerla en movimiento. En contra de ese movimiento actúan las fuerzas de fricción exter-
nas, provenientes del cauce contra el cual se desplaza, y también las fuerzas de fricción
internas, provenientes del roce entre las moléculas de agua (viscosidad). La gravedad,
la inercia, la fricción contra el cauce, y la propia viscosidad, son todas las fuerzas que
actúan sobre el agua corriente. De la importancia relativa de estas fuerzas al interior del
flujo, dependerán su velocidad y su comportamiento, que son las condiciones hidráulicas
que determinan su capacidad erosiva y de transporte de sedimentos, que a su vez deter-
minan la morfología de los canales fluviales.
C omportamiento del flujo. Los flujos pueden separarse entre turbulentos y laminares,
dependiendo de los patrones de movimiento del agua en su interior.
En el flujo laminar, el agua se desplaza en capas paralelas infinitesimalmente del-
gadas que avanzan unas sobre otras sin mezclarse entre sí, a la manera de un mazo de
naipes deformado por un empuje horizontal (Fig. 2.3). El flujo laminar es lento, suave
y ordenado, y las partículas en su interior siguen una dirección lineal y predecible. Los
fluidos viscosos, como el aceite o la glicerina, tienden a hacer flujos laminares ya que se
resisten más a ser deformados. Puesto que su viscosidad es relativamente baja el agua
solo hace flujos laminares cuando escurre a baja velocidad y/o sobre superficies suaves
(Charlton, 2008: 81). En los canales naturales el flujo laminar es raro y una apariencia
suave en la superficie del agua no es garantía de flujo verdaderamente laminar, sin mez-
clas por corrientes secundarias ascendentes o circulares.
69
el sistema en funcionamiento
Fig. 2.3 Al igual que la láminas de un mazo de naipes, las sucesivas capas de agua se desplazan cada vez más libremente
a medida que se alejan de la frontera, haciendo un perfil de velocidades creciente hacia la superficie.
70
el sistema en funcionamiento
por sobre las fuerzas de inercia, el flujo admite turbulencias, la mezcla en su interior es
intensa y su velocidad promedio disminuye. Esto último se conoce como flujo tranquilo
o subcrítico (Charlton 2008: 80).
En los canales naturales el flujo es casi siempre subcrítico. El flujo supercrítico suele
ocurrir en tramos breve, en los cuales el canal se estrecha o su inclinación aumenta brus-
camente y el agua toma velocidad. El paso del flujo subcrítico a supercrítico se conoce
como «caída hidráulica». El paso de supercrítico a subcrítico es un «resalto hidráulico».
En un resalto hidráulico, la súbita disminución de la pendiente suele producir un ola
estacionaria en la cual el flujo de alta velocidad continúa por debajo de la ola y luego
vuelve a la superficie para incorporarse a ella (Fig. 2.4). El flujo supercrítico disipa gran
cantidad de energía cinética; en la zona del resalto la turbulencia es muy grande debido
a la fricción entre el agua que avanza aguas abajo a gran velocidad, y el movimiento
retrógrado de la ola estacionaria (Charlton, 2008: 81).
Profundidad Caida
crtica hidrulica
Resalto
hidrulico
Poza
La relación entre las fuerzas de inercia y las fuerzas gravitacionales arroja una cuantía
adimensional conocida como número de Froudre (Fr), en honor al ingeniero Inglés Wi-
lliam Froude. Una expresión matemática sencilla y frecuentemente utilizada en hidráulica
es: Fr = u / √gd, siendo u la velocidad media del flujo, g la constante gravitacional, y d la
profundidad del flujo (Charlton, 2008: 80). Cuando Fr<1, las fuerzas gravitacionales pre-
dominan y el flujo es subcrítico. Cuando Fr >1, las fuerzas de inercia prevalecen y el flujo es
supercrítico. En los raros casos en que Fr =1, el flujo está en un estado crítico o transicional.
Dependiendo del balance entre las fuerzas gravitacionales, de inercia y de viscosidad,
se reconocen 4 estados de flujo en canales abiertos. (1) laminar subcrítico: es un flujo no
turbulento de baja velocidad; (2) laminar supercrítico: es un flujo laminar, súbitamente
acelerado; (3) turbulento subcrítico: es el flujo más frecuente en canales naturales, su
velocidad es moderada y presenta vórtices y corrientes secundarias tridimensionales; (4)
turbulento supercrítico: es un flujo turbulento acelerado. Si todo lo demás es igual, el
71
el sistema en funcionamiento
flujo laminar será más veloz que el flujo turbulento y el flujo supercrítico será más rápido
que el flujo subcrítico. El flujo laminar supercrítico sería el más veloz de todos.
En general, los estados laminares y supercríticos disipan menos energía por fricción
interna, escurren con facilidad y son más rápidos, competentes y erosivos que un caudal
comparable de flujo turbulento subcrítico. Los estados turbulentos y subcríticos disipan
gran cantidad de energía en fricción interna, puesto que su estructura es más desordena-
da y distintos sentidos de avance compiten en su interior. La rugosidad de las fronteras
promueve la turbulencia del flujo, y por lo tanto, la disipación de energía en su interior.
La turbulencia incluye aspectos aleatorios que la hacen difícil de predecir y de modelizar.
Según Cao y Carling (2002b), en el futuro los avances en la modelización numérica de la
turbulencia mejorarán considerablemente la modelización del ambiente fluvial.
F lujo uniforme y constante. Flujo constante es aquel que no varía en el tiempo ya que
la cantidad de agua que ingresa al cauce desde aguas arriba es siempre la misma.
Esto no se cumple en los canales naturales ya que las descargas están variando constan-
temente, aunque no de manera apreciable al ojo desnudo. El flujo es uniforme cuando
su ancho, profundidad y velocidad son constantes, y las partículas de agua siguen líneas
de corriente paralelas entre sí. Esto último solo puede ocurrir en canales rectos que man-
tienen una misma sección e inclinación (prismáticos). La inclinación de la superficie del
agua es fiel reflejo de la tasa de expendio de energía potencial y, en condiciones de flujo
uniforme, es idéntica a la inclinación del cauce. El flujo no uniforme es «gradualmente
variado» si el ancho o la pendiente del canal cambian gradualmente, y «rápidamente
variado»si la forma del canal cambia súbitamente. En el flujo rápidamente variado son
frecuentes las "separaciones de flujo", en las cuales el agua se divide en porciones inde-
pendientes que avanzan a velocidades distintas y en distintas direcciones (Fig. 2.10) (Ver
pág. 77 a 78). Donde el flujo se separa, la fricción es importante y disipa mucha energía.
Las separaciones de flujo suelen asociarse a cambios bruscos de ancho, profundidad,
dirección, y a obstrucciones en el cauce. El flujo rápidamente variado suele incluir saltos
hidráulicos (Charlton, 2008: 77).
Para condiciones de flujo uniforme y constante, el ingeniero francés Antoine Chézy
desarrolló en 1769 la primera ecuación que establece las relaciones entre la velocidad
media del flujo (u), el radio hidráulico del canal (R), la gradiente de energía (s), idéntica a
la inclinación del canal, y un coeficiente de resistencia al flujo (C), conocido como «coefi-
ciente de rugosidad de Chézy» (adimensional). La ecuación de Chézy es: u = C √ Rs, y se
basa en dos premisas. (1) si la velocidad del fluido es constante, las fuerzas gravitaciona-
les que lo impulsan y las fuerzas de fricción que se le resisten, son iguales; y (2) la tensión
de corte en la frontera es proporcional al cuadrado de la velocidad (Leopold, 1994: 246).
A fines del siglo XIX, Robert Manning desarrolló una ecuación para flujo uniforme
y constante que incorpora un coeficiente de rugosidad determinado experimentalmente
(empírico). La ecuación de Manning para velocidad del flujo es: u = (R2/3 s1/2) / n, siendo
u la velocidad media del flujo (m/s), n el coeficiente de rugosidad de Manning (adimen-
sional), R el radio hidráulico (m), y s la gradiente de energía (adimensional) (Leopold,
1994: 248). A través del tiempo se han desarrollado tablas con valores del coeficiente n
de Manning, determinados empíricamente para diversos tipos de canales naturales (Fig.
2.5). Esto ha permitido utilizar la ecuación de Manning para predecir las condiciones
hidráulicas promediadas en canales naturales. Por su sencillez, esta ecuación es quizás
la más utilizada en aplicaciones prácticas, aunque su aplicación en canales naturales es
cuestionable (Ver pág 146).
72
el sistema en funcionamiento
Otra fórmula clásica es la ecuación originalmente desarrollada por Henry Darcy y pos-
teriormente modificada por Julius Weisbach. La ecuación de Darcy–Weisbach es basada en
física, y se la utiliza mucho en hidráulica para calcular las pérdidas de energía en tuberías.
En la forma que la presentamos aquí (tomada de Charlton, 2008: 78), se la utiliza también
para determinar la velocidad promedio en canales abiertos: u = (√ 8gRs ) / f, siendo u la
velocidad media del flujo (m/s); g la constante de aceleración gravitacional (m/s2); R el
radio hidráulico (m); s la gradiente de energía (adimensional), y f el factor de fricción de
Darcy–Weisbach (adimensional). Este factor de fricción (f) no es una constante, varía con
los parámetros morfológicos del canal y con la velocidad de flujo, y aunque es posible calcu-
larlo por diversos métodos teóricos, también se han publicado tablas con valores conocidos
de f para canales naturales.
Fig. 2.5 Valores publicados para el factor de rugosidad ‘n’ de Manning, tomados de Charlton (2008). La utilización de
estos valores, no validados localmente, ha sido controversial ya que puede conducir a errores.
73
el sistema en funcionamiento
A
2.00 5.00
6.0
5.00
1.00 2.00 3.00 4.00
A Perfil de
velocidades en A
SECCIîN TRANSVERSAL
Fig. 2.6 Distribución de las velocidades de flujo en una sección transversal asimétrica: curvas de isovelocidad y perfil
de velocidades. Nótese que la velocidad máxima suele ocurrir por debajo de la superficie del agua .
Distribución de las velocidades del flujo. Cualquiera que haya entrado a bañarse en
un río, sabe que la corriente es lenta en las orillas y más rápida hacia el centro del
cauce; también es más lenta cerca del fondo que en la superficie (Fig. 2.6). Esto se debe a
la fricción entre el agua en movimiento y las paredes inmóviles del cauce. En la frontera
entre el agua y el cauce, las fuerzas de fricción equiparan las fuerzas gravitacionales del
flujo, y una fina capa de agua adherida a la pared del cauce se detiene por completo.
Por encima de esta capa detenida, las otras capas fluyen a velocidad creciente según nos
alejamos de la frontera (Fig. 2.3). Cada capa de agua es retenida por la capa inferior más
lenta y apurada por la capa superior más rápida (Leopold, 1994: 251). De esta manera,
la fricción entre las distintas capas transmite a través del fluido las fuerzas de fricción
provenientes de las fronteras. La transferencia de estos empujes es más eficiente en los
fluidos viscosos, puesto que se deforman con más dificultad (Anexo 7).
0,0
0,2
DISTANCIA A LA SUPERFICIE
0,4 Y / Yo = 0,6
0,6
VELOCIDAD
0,8 MEDIA
0
1,0
1,2
0,0 1,0 2,0 3,0
Fig. 2.7 Perfil vertical de velocidades de flujo y tensiones de corte correspondientes (calculadas). Río Hoback, EE.UU.
(redibujado de Leopold, 1994).
74
el sistema en funcionamiento
a b
Flujo libre
5
Capa externa
1
0,5
Profundidad
Capa lmite
Capa logartmica
0,1
0,05
0,01
Capa transicional
Sub-capa viscosa
0 2 4 6
Velocidad del flujo Velocidad del flujo
Fig. 2.8 (a) Perfiles verticales de velocidad del río East Fork, EE.UU., trazados en escala logarítmica para proyectar
la curva hasta el punto de velocidad cero, algunos milímetros por encima del lecho (redibujado de Leopold, 1994);
(b) perfil de velocidades generalizado indicando la estructura estratificada del flujo (modificado de Charlton, 2008).
75
el sistema en funcionamiento
Puesto que *&es muchísimo mayor que µ, podemos despreciar µ y la ecuación pasa a ser:
' = * (+u / +y). Aunque es sencilla, esta ecuación no es fácil de utilizar puesto que * es
difícil de determinar en la práctica (Charlton, 2008: 87).
Los perfiles verticales de velocidad del flujo presentan una estructura estratificada
característica (Fig. 2.8b). Desde el fondo del cauce hacia la superficie se reconocen las
siguientes capas y sub–capas:
1) Una delgada sub–capa viscosa (un milímetro o menos) en la cual el desplazamiento
del agua es tan lento que el flujo es laminar. En esta sub-capa laminar, el perfil de velo-
cidades es lineal y se mantiene proporcional a la tensión cortante en el lecho (Charlton,
2008: 89). Los granos de sedimento inmersos en ella quedan protegidos de las fuerzas que
tienden a arrastrarlos y/o alzarlos en la turbulencia; muchos organismos bentónicos viven
al abrigo de esta sub–capa viscosa.
2) Por encima de la sub–capa viscosa se reconoce una sub–capa de flujo transicional
(buffer layer) entre (1) y (3).
3) Una sub–capa turbulenta, conocida como «capa logarítmica», porque en su interior
la velocidad media del flujo suele aumentar de manera logarítmica con la distancia a la
frontera. En esta sub–capa logarítmica, el incremento de la velocidad media es menor
debido a la viscosidad aparente (eddy viscosity). Estas tres primeras sub–capas constituyen
la llamada «capa límite» (Boundary layer), en la cual la velocidad del fluido se ve afectada
por la fricción contra la frontera. La evolución de las velocidades promedio de flujo en las
capas límite turbulentas, ha sido objeto de mucha investigación. Esto último no es sencillo
porque hay distintos tipos de turbulencia y la viscosidad aparente no es la misma en cada
uno de ellos(Charlton, 2008: 88).
4) Por encima de la capa límite está la capa de flujo libre, en la cual la influencia de la
fricción contra el cauce ya no se hace sentir. En esta capa libre la gradiente de velocidades
no es significativa y la «velocidad de flujo libre» (free stream velocity) alcanza un valor
máximo. Esta última capa podría no estar presente si el canal es somero y la capa límite
abarca toda la profundidad del flujo (Charlton, 2008:84).
Las fuerzas de fricción que el cauce opone al desplazamiento del agua retienen el
flujo y se transmiten a través de la estructura interna del fluido debido a su viscosidad.
Al interior del fluido hay un encuentro de fuerzas opuestas entre las fuerzas gravita-
cionales, que tienden a movilizarlo, y las fuerzas de fricción que tienden a retenerlo.
El balance entre estas fuerzas es la «tensión cortante» (') y arroja una diferencia que fa-
vorece a las fuerzas gravitacionales, según nos alejamos de las fronteras. Es por esto que
la velocidad del flujo hace perfiles crecientes, desde el lecho hacia la superficie y desde las
orillas hacia el centro del cauce.
La tensión de corte en las fronteras ('0) es una cuantía fundamental para la geomor-
fología fluvial, puesto que determina la capacidad erosiva y la competencia de acarreo
del flujo (Anexo 8). La tensión de corte en las fronteras es sensible a las velocidades
de flujo cercanas al lecho y aumenta con la profundidad y con la velocidad del flujo.
Desafortunadamente, aun en condiciones de laboratorio '0 es difícil de medir directa-
mente, por lo cual se hace necesario calcularla (Charlton, 2008: 88). Bajo condiciones de
flujo laminar, esto último es relativamente sencillo ya que '0 es proporcional al cuadrado
de la velocidad media del flujo (Montgomery and Buffington, 1998).
El flujo laminar es raro en los canales naturales. Sin embargo, puesto que la veloci-
dad del flujo y la tensión de corte en la frontera evolucionan estrechamente relacionadas,
cualquiera que sea el estado del flujo, la tensión de corte en el lecho puede inferirse a
partir del perfil de las velocidades de flujo cercanas al lecho (Anexo 9).
76
el sistema en funcionamiento
Sub-capa
Laminar
R esistencia al flujo. El tamaño del grano y
también el espaciamiento entre los gra-
nos del substrato afectan la estructura de los
5 < Re* flujos turbulentos y de la capa límite. Cuan-
do el grano es pequeño y alcanza a quedar
Flujo hidrulicamente suave totalmente inmerso en la sub–capa laminar,
su presencia no afecta el flujo por sobre esa
sub–capa y la rugosidad de la frontera es la
Sub-capa misma que si la pared fuese totalmente lisa
Laminar (Fig. 2.9a). Este caso se conoce como flujo (o
frontera) hidráulicamente suave. Cuando el
Re* > 70
grano sobresale por sobre la sub–capa lami-
Flujo hidrulicamente rugoso
nar, provoca turbulencias que incrementan el
expendio de energía en el tramo (Fig. 2.9b); el
Fig. 2.9 Flujo hidráulicamente suave e hidráulicamen- caso se conoce como frontera (o flujo) hidráu-
te rugoso (modificado de Charlton, 2008).
licamente rugoso (Charlton, 2008: 84).
La rugosidad hidráulica se caracteriza mediante el número de grano de Reynolds
(Re*), distinto del número de Reynolds para viscosidad, que relaciona el tamaño de los
granos con el espesor de la sub–capa laminar: Re* = -*D / v, siendo v la viscosidad cine-
mática, D el diámetro del grano, y -* la velocidad cortante. La velocidad cortante (m/s),
es una cuantía representativa de las tensiones de corte y de la gradiente de velocidades
cercana al lecho: u* = √ '0 / ( , siendo '0 la tensión de corte en el lecho y ( la densidad del
fluido. Si Re*<5 el flujo es hidráulicamente suave, si 5<Re*<70 el flujo es transicional, si
Re*>70 el flujo es hidráulicamente rugoso (Charlton, 2008: 86).
Casi todos los cauces naturales son hidráulicamente rugosos y la rugosidad aumenta
con el tamaño del grano del substrato, aunque también es importante la relación entre la
profundidad del flujo (d) y el tamaño de grano característico (D), (Ver pág. 107 a 110).
Esta relación (d/D) se utiliza frecuentemente en ecuaciones de flujo basadas en física,
para caracterizar la rugosidad total de los cauces (Robert, 2003). En canales con lechos
de arena, la profundidad puede ser más de mil veces mayor que el diámetro de los granos
individuales (2mm o menos). En canales con substratos mixtos de cantos y gravas, la
relación d/D varía entre 5 y 100, dependiendo del tamaño de grano dominante (Bathurst,
1993). En lechos de bloques, todos los cuales miden más de 250 mm, los bloques mayo-
res pueden llegar a sobresalir de la superficie del agua, en cuyo caso d/D es inferior a uno.
En los cauces de bloques y cantos, la rugosidad del grano suele ser el factor de resistencia
al flujo dominante (Knighton, 1998).
Al margen de la textura del substrato, las formas del lecho y paredes del cauce
constituyen un factor de rugosidad, puesto que obligan al flujo a cambiar de dirección,
lo cual consume energía y puede causar separación del flujo. La separación del flujo
ocurre en las inflexiones bruscas de la frontera, o bien detrás de obstrucciones tales
como rocas o troncos, cuyos contornos el flujo ya no logra recorrer y la capa límite
se desprende de la frontera para seguir su curso libremente. Cuando esto sucede, en-
tre la capa límite y la frontera queda un bolsón de turbulencia, que generalmente se
aprecia a simple vista como una estela turbulenta aguas abajo del punto de separa-
ción (Fig. 2.10). En esta zona, la diferencia de velocidades entre la capa límite despren-
dida y la lenta recirculación en la turbulencia genera importantes tensiones de corte,
lo cual consume energía (Charlton, 2008: 81). En los substratos multigranulares, las
acumulaciones irregulares de sedimento hacen rasgos que ofrecen resistencia al flujo:
las gradas y rabiones retienen el flujo en las pozas que se forman entre ellos; los rápi-
77
el sistema en funcionamiento
dos y cascadas, disipan energía en sus resaltos hidráulicos; las barras dividen el flujo,
particularmente cuando los caudales son bajos (Ver pág. 154 a 160). En los lechos de
arena, a medida que aumentan las descargas, el flujo hace una secuencia de rasgos pe-
riódicos: las estrías, dunas y antidunas, que ofrecen creciente resistencia al flujo (Charl-
ton, 2008: 80) (Ver pág. 160 a 161). Por otra parte, Leopold (2004, 64) sostiene que la
resistencia al flujo producida por los cambios de dirección en los canales sinuosos, sería
equivalente a por lo menos la suma de todos los otros factores de rugosidad del cauce.
La rugosidad de las fronteras cambia con
las descargas. Al aumentar el caudal aumen-
tan las velocidades de flujo cercanas al lecho,
lo cual tiende a adelgazar la sub–capa viscosa.
Esto podría exponer los granos inmersos en
recirculacin la sub–capa laminar haciéndolos protuberan-
tes, lo cual volvería rugosa una frontera que
antes era suave (Charlton, 2008:87). Por otra
a parte, el aumento de las descargas aumenta la
profundidad del flujo, disminuye la relación
(D/d) entre tamaño de grano y profundidad,
y tanto las texturas como las irregularidades
estela turbulenta del substrato quedan más sumergidas. Esto
último disminuye la rugosidad total y favo-
rece el desarrollo de la capa de flujo libre.
Cuando las agua salen del cauce durante las
inundaciones, la rugosidad aumenta nueva-
mente ya que el radio hidráulico disminuye y
la vegetación de la plana obstaculiza el flujo.
La evolución de la rugosidad termina de com-
plicarse si consideramos que la forma de los
cauces es ajustable y cambia con las descar-
estela gas. El flujo modifica la forma, que a su vez
turbulenta retroalimenta el flujo, todo lo cual altera la
rugosidad (Charlton, 2008: 88). También las
altas concentraciones de sólidos suspendidos
b alteran la rugosidad puesto que aumentan la
Fig. 2.10 Separación del flujo (a) en una obstruc-
viscosidad del flujo, lo cual disminuye la tur-
ción, (b) en un cambio de dirección. Modificado de bulencia y con ello la rugosidad (Knighton,
Charlton, 2008. 1998), (Ver pág. 137 a 138).
La vegetación afecta la rugosidad de distintas maneras. La vegetación acuática
puede ser el factor de rugosidad dominante cuando prolifera en canales con regí-
menes de flujos muy estables. Sus efectos son difíciles de modelizar puesto que los
tallos son elásticos y ceden frente a las descargas, y también porque su desarrollo es
espacialmente disparejo en los cauces y estacionalmente variable a lo largo del año.
Green (2005) ha cuantificado este factor de rugosidad en función del tamaño de las
plantas, de sus propiedades estructurales, de su posición en el canal, de las condicio-
nes locales del flujo, y de la proporción del lecho colonizada por las plantas acuáticas.
La vegetación ribereña aumenta la rugosidad total durante las inundaciones; los gran-
des residuos leñosos son un factor de rugosidad, especialmente en canales pequeños
(Charlton, 2008: 80). En una escala más amplia, un río confinado en un valle estrecho
aumenta su resistencia al flujo cuando entra en contacto con las márgenes del valle,
78
el sistema en funcionamiento
y ya no puede migrar lateralmente. También los tramos en que un río escurre direc-
tamente sobre la roca son muy rugosos, especialmente con bajas escorrentías, debido
a la rigidez del substrato y a los rasgos esculpidos en la roca (Charlton, 2008: 79).
Resistencia al flujo o «rugosidad total» son todos los aspectos del cauce que tienden
a disminuir la velocidad del flujo. La rugosidad de las fronteras retiene el flujo en la capa
límite y deforma su estructura interna, generando turbulencias y saltos hidráulicos que
consumen energía a través de la fricción interna (viscosidad aparente). También las for-
mas del cauce y sus cambios de dirección constituyen rugosidad, puesto que aumentan
la fricción del agua contra las paredes del canal. Estos factores de rugosidad son difíciles
de evaluar por separado y la rugosidad total es difícil de determinar directamente. Por
esta razón, la modelización numérica del ambiente fluvial suele utilizar coeficientes de
rugosidad total derivados de los parámetros de flujo en ecuaciones empíricas.
A fin de facilitar la selección del coeficiente apropiado para cada tipo de canal, se
han publicado catálogos con fotografías de canales y sus coeficientes de rugosidad (Ej.
Barnes, 1967; Limerinos, 1970; Hicks and Mason, 1991), (Ver pág. 200). Esta práctica
fue popular en los años 1970, pero ha sido criticada porque introduce subjetividad al
momento de elegir un canal de aspecto similar al que se está estudiando.
Según Beecham et al. (2005), no existiría una base teórica que apoye el uso de un
mismo factor de rugosidad a todo lo largo de un canal natural con flujo inconstante y
variado (Ver pág. 142 a 146). En las últimas décadas ha habido una activa búsqueda de
funciones que discriminen parámetros de fricción para situaciones tales como: flujo espa-
cialmente variado constante (Keulegan, 1952; Yen et al. 1972), flujo laminar extendido
bajo lluvia (Yoon and Wenzel, 1971), canales sinuosos (Da Silva, 1999), flujo espacial-
mente variado y con ingreso de flujo lateral (Beecham et al, 2005), entre otras. Todo esto
representa un gran avance respecto de la práctica tradicional, basada en un repertorio de
valores constantes, determinados empíricamente para los distintos tipos de ríos.
79
el sistema en funcionamiento
Fig. 2.11 Constricción que apura las aguas del río Glen Spean, Gran Bretaña, fotografía de Mike Burton http://www.
geograph.org.uk/photo/664876.
80
el sistema en funcionamiento
Seccin A2
Velocidad V2
Seccin A1
Descarga en 1 = Descarga en 2
Velocidad V1 A1 x V1 = A2 x V2
Fig. 2.12 Continuidad volumétrica del flujo en canales abiertos de sección variable (modificado de Charlton, 2008).
En los canales no solo la energía está sujeta a una ecuación de continuidad, la masa
de agua tampoco puede crearse ni esfumarse en el sistema. Puesto que el agua no es
elástica ni compresible, el volumen de agua que circula por un canal también está sujeto
a una ecuación de continuidad. En un tramo de río sin pérdidas ni aportes de agua, la
descarga debe mantenerse constante en cualquier sección del río (Fig. 2.12). Puesto que
la descarga (m3/s) es la velocidad media de flujo (m/s) por la sección (m2), la ecuación de
continuidad volumétrica es A1 V1 = A2 V2, siendo A1 y A2 las secciones en los puntos
1 y 2 del canal, y V1 y V2 las velocidades medias del flujo en esas secciones. La necesa-
ria continuidad volumétrica del flujo explica por qué los tramos más anchos tienden a
ser lentos y someros, y los tramos estrechos son rápidos y profundos (Charlton, 2008:
76). Esto último es importante para comprender la morfología de canales y, conociendo
las descargas, permite determinar la superficie de una sección para una determinada
velocidad de flujo, o bien la velocidad media del flujo en cualquier sección conocida. La
velocidad media del flujo permite calcular las tensiones de corte (promediadas) en las
fronteras, que a su vez permiten estimar el transporte de sedimentos en el tramo.
Tanto la energía como la masa (o el volumen) de agua disponible en los canales están
sujetas a un estricto balance: en un tramo de canal sin pérdidas ni aportes de agua, la
diferencia de energía total entre dos puntos debe ser igual a la energía expendida entre
esos puntos, y el volumen de agua que circula por unidad de tiempo debe ser el mismo en
todas las secciones del canal. De otra manera, se estaría creando o estaría desapareciendo
agua o energía, espontáneamente en el tramo (Charlton, 2008: 77).
Si a lo largo de un canal la profundidad es constante, la tasa de conversión de energía
potencial en energía cinética depende de la pérdida de elevación: aumenta con la pen-
diente. Gran parte de la energía cinética del flujo se disipa en calor a causa de la fricción
(interna y externa), aunque esto no redunda en un aumento apreciable de la temperatura
del agua puesto que ese calor se transmite a la atmósfera rápidamente (Charlton, 2008:
73). Richards (1882: 23) afirma que en los canales naturales el flujo disipa hasta un 96%
de su energía en calor para sobreponerse a todas las formas de fricción involucradas en
la circulación del agua. Una pequeñísima parte del remanente se disipa en producción de
sonido, y el resto está disponible para trabajo geomórfico de erosión y transporte.
81
el sistema en funcionamiento
Ud
Velocidades
locales Vrtices
de interfase
Planicie
inundable
Ud
tw
tb
tw Canal
tb Corrientes
secundarias
Tensin de corte
Direccin aguas abajo en las fronteras
Fig. 2.13 Corrientes secundarias asociadas al flujo de inundación. La figura distingue entre las tensiones en el lecho
('w) y en las paredes laterales ('b). Donde el flujo ingresa a la plana se forman vórtices debido a la diferencia de
velocidades entre el flujo del canal y el de la plana. La disminución de la turbulencia y tensiones de corte sobre la plana
provoca deposición de sedimentos (redibujado de Charlton, 2008).
En los ríos grandes y profundos, con flujo tranquilo, suele cumplirse un perfil de
velocidades típico, en el cual la velocidad media se ubica aproximadamente a seis dé-
cimos de la profundidad del flujo (Leopold, 1994: 189). Aún así, el flujo en esos ríos
no es simple, y en sus cauces también suele haber irregularidades y obtrucciones que
ofrecen resistencia al flujo, y ocasionalmente lo separan. A diferencia de lo que ocurre
en arroyos de montaña, en los ríos aluviales medianos y grandes, los factores de ru-
gosidad generalmente son rasgos periódicos y/o cambios de dirección creados por la
acción fluvial (Ver pág. 154 a 156, pág. 161 a 183). Estos rasgos están en fase con las
líneas de corriente del río y suelen ser el resultado de patrones de circulación secunda-
rios, laterales y helicoidales, superpuestos a la dirección del flujo primario (Fig. 2.13).
82
el sistema en funcionamiento
Las corrientes helicoidales secundarias son mucho más amplias que los remolinos tur-
bulentos, y también más débiles y más lentas que el flujo primario (Charlton, 2008: 88).
Las circulaciones transversales y helicoidales son difíciles de identificar en terreno, pero
disminuyen la velocidad promedio del flujo y hacen patrones complejos de distribución
de velocidades en el cauce, los cuales cambian con las descargas.
También en los canales rectos con substratos móviles surgen corrientes secundarias
transversales que oscilan de un lado a otro del canal (Leopold, 1994: 81). Eventualmente,
esos substratos disponen barras periódicas alternadas a ambos costados del cauce (ra-
biones), los cuales conducen el agua en una trayectoria sinusoidal. Cuando las descargas
son bajas y esas barras están emergidas, el flujo (primario) hace un patrón sinuoso por el
fondo de los canales, muy reminiscente del meandro (Leopold and Langbein 1966). Las
corrientes secundarias, sinusoidales y helicoidales, han sido explicadas como resultado
de las de barras alternadas, y también se las invoca como causa de esos depósitos y del
desarrollo inicial de los meandros, ya que al impactar alternadamente las orillas opuestas,
tienden a erosionar un cauce sinuoso (Fig. 1.15), (Ver pág. 34, 177 a 180).
En definitiva, una vez que el cauce meándrico se ha formado, sus cambios de direc-
ción son la causa operativa del flujo sinusoidal. En los canales sinuosos el flujo sinusoi-
dal es claramente dominante, y en los giros constituye un núcleo de circulación de alta
velocidad en torno al cual se disponen otras células de circulación secundaria (Tilson,
2005). El flujo helicoidal se produciría por desequilibrios locales entre dos fuerzas en
competencia: la fuerza centrífuga, causada por la curvatura del canal, y la fuerza centrí-
peta causada por una diferencia de presión entre las aguas de la cara cóncava y convexa
del giro (Fig. 2.14a). Esto último se debe a que la fuerza centrífuga arroja aguas a alta
velocidad contra la pared cóncava del cauce, lo cual produce una elevación local del
nivel del río, y un consiguiente aumento de la presión en el agua. Entre la zona de alta
presión en la orilla cóncava y la zona de menor presión en la orilla convexa, el agua cir-
cula contra el fondo del cauce y tiende a depositar los sedimentos arrancados a la pared
cóncava, en las barras semilunares de enfrente (Fig. 2.14b). Las corrientes helicoidales
son particularmente importantes para la formación y persistencia de las pozas.
1
a b
+ +
+ ++ + + + + + + + +
+ + +
+
+ + separacin
_
_ del flujo
_ _ __ _
_ _ _ _ ++
__ _ _ _
_ barra _ _ + ++ +
_ _ _ +
_ en punta +
1
Seccin 1 -1
Fig. 2.14 Circulación de agua en un cambio de dirección: (a) diferencias de presión, (b) circulación helicoidal.
Es bastante frecuente que la velocidad máxima del flujo ocurra bajo la superficie del
agua (Fig. 2.6), especialmente en los cambios de dirección, y es probable que esto se deba
al efecto de las circulaciones helicoidales secundarias (Leopold, 1994: 253).
83
el sistema en funcionamiento
«Los canales naturales presentan (1) una variabilidad organizada del lecho, como
ocurre en las secuencias de rabiones y pozas; (2) una variabilidad organizada en la di-
rección de los flujos, como ocurre en los tramos meándricos; y (3) una variabilidad
aleatoria, como resultado de la multitud de heterogeneidades en su lecho y riberas.
Estas entrantes y protuberancias producen múltiples alteraciones en la distribución de
las velocidades locales de flujo, las cuales se manifiestan como varianza respecto de las
relaciones logarítmicas ideales entre velocidad de flujo y distancia a la frontera. Todas
estas irregularidades causan turbulencias, contracorrientes y circulaciones transversales
secundarias, superpuestas al sentido de flujo primario (Leopold, 1994: 252).
La complejidad topográfica de los cauces naturales hace que las condiciones hidráu-
licas en los ríos sean extremadamente difíciles de capturar en modelos numéricos sen-
cillos. Tradicionalmente, la modelización del ambiente fluvial se basó en las relaciones
entre los parámetros hidráulicos promediados, ya sea empíricamente determinadas o
derivadas desde la física. En las últimas décadas, la computación ha permitido desarro-
llar y mejorar la resolución de nuevos modelos hidráulicos, dinámicos y espacialmente
distribuidos, que representan cada vez mejor la complejidad del ambiente fluvial (Ver
pág. 225 a 228, 243 a 246). Según Parker (2007), el uso de los mejores modelos hidráu-
licos disponibles es indispensable para mejorar la capacidad predictiva de los modelos
de transporte de sedimentos, requisito indispensable para mejorar las predicciones de la
morfología fluvial (Ver pág. 145 a 146).
E l ciclo hidrológico. Solo el 2,8% de todas las aguas del planeta ocurre en los conti-
nentes, la mayor parte de las cuales son hielos continentales (2,24%) y aguas subte-
rráneas (0,61%). Los lagos contienen un 0,009%, otro 0,001 % está en la atmósfera, y
aproximadamente 0,0001% estaría escurriendo por las redes fluviales en un momento
dado (Allan, 1995:2). El agua evaporada desde los océanos es transportada por los vien-
tos hacia los continentes, sobre los cuales precipita, para ser devuelta a los mares a través
de las redes fluviales (Fig. 2.15a). Esta secuencia de procesos se conoce como «ciclo
hidrológico». Casi todas las aguas devueltas a los océanos ingresan al mar desde los ríos.
Se estima que menos del 0,3% de las precipitaciones anuales de los EE.UU ingresan al
mar directamente desde los subsuelos (Leopold, 1994:3).
Una parte importante de las precipitaciones vuelve a la atmósfera, evaporada desde
la superficie de los ríos y lagos, sublimada desde los hielos y nieves, o evapotranspirada
desde la vegetación y los suelos. Se ha estimado que aproximadamente el 70% de las
precipitaciones totales anuales de los EE.UU. son devueltas a la atmósfera (Leopold,
1994:2,3). La intercepción de las gotas de lluvia por la vegetación aumenta la evapora-
ción de las precipitaciones, lo cual depende del tipo y densidad de la vegetación, de los
vientos predominantes, y de la intensidad de las precipitaciones (Jones, 1997).
Una vez que entran en contacto con la tierra, las aguas precipitadas se separan entre
aquellas que infiltran los suelos y aquellas que escurren superficialmente. Sin embargo,
las aguas superficiales podrían infiltrar los suelos o verse incrementadas por surgencias
desde el subsuelo, de manera que los términos «aguas superficiales» y «aguas subte-
rráneas» designan solo la posición del agua en un momento dado (Leopold, 1994: 2).
Eventualmente todas esas aguas llegarán hasta los canales fluviales por tres distintas
rutas (Fig. 2.15):
84
el sistema en funcionamiento
precipitacin precipitacin
vientos
percolacin
de nieves
y hielos
napa lago
de agua
subterrnea
evaporacin
acuifero
a
precipitacin
precipitacin
1 - escurrimiento
superficial
2 - escurrimiento
1 subterrneo
3 3 - escurrimiento
sub-superficial
4 4 - escurrimiento
napa fretica
superficial de
saturacin
2
b
Fig. 2.15 Circulación de las aguas: (a) el ciclo hidrológico; (b) drenaje de las laderas (modificado de Allan, 1995).
85
el sistema en funcionamiento
86
el sistema en funcionamiento
es retenida en acopios, tales como hielo y nieve, lagos y embalses, humedales, acuíferos
subterráneos, y también en los suelos y la vegetación. El tiempo de residencia del agua
en estos acopios es muy variable: en los glaciares permanece 20 a 100 años; en las nieves
estacionales, dos a seis meses; en los suelos, uno a dos meses; en acuíferos someros, 100
a 200 años; en acuíferos profundos hasta 10.000 años (aguas fósiles); en lagos, 50 a 100
años; y en las redes fluviales, hasta seis meses como máximo (Pidwirny, 2006).
Eventualmente, los distintos tipos de acopio van liberando sus aguas hacia los cana-
les. Estos aportes de agua en ausencia de precipitaciones desacoplan la evolución de las
descargas fluviales del desarrollo de las precipitaciones. La retención de agua en acopios
de corto plazo (Ej. suelos y humedales) determina los tiempos de respuesta de las descar-
gas frente a las precipitaciones de tormenta (Ver pág 98 a 101). En una escala temporal
amplia, los aportes desde los acopios de más largo plazo (Ej. hielos o acuíferos) desaco-
plan el régimen de flujo de los ríos del régimen estacional de precipitaciones de la cuenca.
87
el sistema en funcionamiento
3
b Climas secos
3 3 3 3 3
2 2 2 2 2
1 1 1 1 1
0 0 0 0 0
E F MA MJ J A S ON D E E F MA MJ J A S ON D E E F MA MJ J A S ON D E E F MA MJ J A S ON D E E F MA MJ J A S ON D E
Ro Lobaye, tributario Ro Pendjari, tributario Cooper Creek en Tamesis, Inglaterra Arno, Italia
del ro Congo del ro Volta Currareva, Australia
3 3 3 3
2 2 2 2
1 1 1 1
0 0 0 0
E F MA MJ J A S ON D E E F MA MJ J A S ON D E E F MA MJ J A S ON D E E F MA MJ J A S ON D E
Ro Xenisey en Igarka, Ro Amursk en Komsomol, Ro Reuss en Andermatt, Ro Massa en
Rusia Rusia Suiza Massaboden
Fig. 2.16 Hidrogramas representativos de los regímenes hidrológicos prevalecientes en diversos tipos de climas
(redibujado de Charlton, 2008).
Charlton (2008: 27) presenta una clasificación detallada de los regímenes de flujo,
desarrollada originalmente por Beckinsale (1969) en base a tipos de climas. En este
sistema de clasificación, los regímenes se caracterizan mediante dos letras. La primera
designa las precipitaciones y temperaturas medias anuales: A, climas tropicales cálidos
y húmedos, con temperaturas medias mayores que 18º C todos los meses del año; B,
climas secos, con tasas de evaporación potencialmente superiores a las precipitaciones
anuales; C, climas húmedos cálidos temperados; D, climas con estación fría y nieve, cuya
temperatura media es menor que –3º C durante los meses fríos; H, climas de montaña.
88
el sistema en funcionamiento
napa
napa
Otro aspecto de las transferencias de aguas en el sistema que afecta los regímenes
estacionales y también la evolución de las descargas a lo largo del sistema, es el balance
de los intercambios entre los canales y los acuíferos. En las regiones húmedas, las napas
subterráneas suelen aportar aguas a los canales, y se habla de «ríos efluentes»; en las
regiones áridas, el nivel freático suele estar por debajo del lecho y los cauces pierden
agua hacia las napas, esos ríos son «influentes» o perdedores (Fig. 2.17). Estos últimos
generalmente pierden también cantidades significativas de agua por evaporación y su
caudal tiende disminuir en la dirección aguas abajo. En casos extremos el río se vuelve
intermitente primero y luego desaparece por completo, lo cual puede suceder en un
corto trecho (Tooth, 2000). Por otra parte, un mismo río puede pasar de ser efluente
a influente, o viceversa, dependiendo de los cambios en los suelos y litología a lo largo
de su recorrido; y también puede suceder en un mismo lugar, debido a las variaciones
estacionales del nivel freático local (Allan, 1995: 4).
El régimen anual de flujos puede ser considerado como el «clima» del río y se carac-
teriza por las fluctuaciones estacionales de sus descargas típicas, y también por la magni-
tud y frecuencia de sus inundaciones y sequías (Charlton, 2007: 6). El régimen de flujos
es dependiente de las precipitaciones y de los tipos, tamaños y disposición de los acopios
en la cuenca, puesto que ambos aportan agua a los canales. En general, las cuencas con
poca capacidad de acopio responden prontamente a las precipitaciones, pero no pueden
sostener un flujo basal abundante. Esto suele ocurrir en zonas áridas o semiáridas, en
las cuales el desarrollo de los suelos es pobre. En las regiones húmedas, en cambio, las
89
el sistema en funcionamiento
cuencas retienen más agua y los caudales responden con retardo a las precipitaciones,
pero se mantienen más estables a lo largo del año (Ver pág. 94 a 98).
El régimen estacional de flujos es también el régimen de la energía disponible en los
ríos para ejecutar trabajo geomórfico. Esto significa que asociado al régimen de flujos
hay también un régimen sedimentológico estacional (Ver pág. 119 a 126). En definiti-
va, los ríos están sujetos a regímenes estacionales de erosión, transporte y deposición
de sedimentos, y es por eso que suelen presentar una morfología característica para su
clima (Leopold, 1994: 9). Al margen de su importancia geomórfica, los regímenes de
escurrimiento conllevan cambios en el hábitat fluvial: los substratos se renuevan, las pro-
piedades físico–químicas del agua cambian, y las variaciones del nivel del río expanden y
contraen el ambiente acuático. Todo esto tiene gran impacto sobre la biota fluvial, cuyos
ciclos de vida giran en torno a los regímenes estacionales de flujos y sedimentos.
10 000
t
ld
bo
um
H
S.
r
rio
&
pe
l
Descarga media anual
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y
Ba
10
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So
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co
on
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y
Ba
st
Ea
Superficie drenada
Fig. 2.18 Descargas medias anuales en función de la superficie drenada, en diversos sistemas del norte y centro de
California, EE.UU. Las curvas varían según la latitud y la topografía del sistema (redibujado de Leopold, 1994).
90
el sistema en funcionamiento
1000000 19
14 15
X X
11 12 16 17
90
18
13
s en
100000 to
10 da
9 los
de
4 7 ite
X8 Lm
1 5 6
10000 3
Determinaciones diversas
2 X Estaciones fluviomtricas
1000
1 10 100 1000 10 000
Superficie drenada
Fig. 2.19 Inundaciones extremas en sistemas de diverso tamaño en los EE.UU., se incluye la curva que harían los
datos disponibles hasta 1890 (redibujado de Leopold, 1994).
91
el sistema en funcionamiento
1000
100
10
10 100 1000
92
el sistema en funcionamiento
Qf son muy distintas. Este suele ser el caso en los ríos urbanos y en los canales perturba-
dos en general. Por ejemplo, el cauce del río Gila (EE.UU.) fue expandido en el pasado
por grandes inundaciones, por lo cual su descarga a sección completa es mayor de lo que
sería si su cauce reflejara el clima actual (Stevens et al., 1975); la capacidad volumétrica
de un canal fácilmente erosionable podría reflejar solo los efectos de la última crecida
(Pickup and Warner, 1976).
Más allá de la correspondencia (o no) entre la descarga a sección llena y la descarga
formativa, la validez del concepto «descarga dominante» ha sido impugnada. Heritage
et al. (2001) sostienen que las dimensiones generales de los canales mixtos, aluviales y de
roca, se ajustan a descargas muy elevadas pero los rasgos deposicionales en su interior
se ajustan a descargas menores. Lo mismo ocurriría en los canales efímeros, cuyo régi-
men es muy voluble (Stevens et al, 1975; Baker 1977). Por otra parte, Lane y Richards
(1996), afirman que en canales con substratos móviles el condicionamiento morfológico
inicial influencia las tasas de transporte, por lo cual no habría una descarga dominante
sino múltiples combinaciones de descargas y aportes de sedimentos, capaces de causar
cambios en los canales. De acuerdo a estos autores, serían los regímenes de descargas y
de sedimentos los que definen la magnitud y morfología de los canales, y no una descarga
característica de máxima eficacia geomórfica (Ver pág. 200, 236 a 237).
Descarga
efectiva
Producto de tasa por frecuencia (descarga efectiva)
Tasa de
transporte
Frecuencia del evento
Tasa de transporte
Frecuencia
Caudales
Fig. 2.21 Descarga efectiva, frecuencia de descargas y tasas de transporte de sedimentos (redibujado de Rosgen, 1996).
Aquella descarga que repleta la capacidad de los cauces o «descarga a sección llena»
refleja una discontinuidad en el funcionamiento fluvial, puesto que separa el flujo canali-
zado de las inundaciones (Charlton, 2008:32). Las dimensiones de los cauces «a sección
llena» suelen utilizarse como referencia para caracterizar su morfología: típicamente, las
dimensiones y patrones se describen en función del ancho a sección llena. La descarga
formativa es aquella que de permanecer constante, mantendría en el tiempo la capacidad
volumétrica y las características morfológicas generales de los ríos (Leopold, 1994: 126).
La descarga a sección llena es un caudal observable en terreno, la descarga formativa es
una cuantía teórica, proveniente del análisis de los procesos geomórficos (Miller et al.,
2001).
93
el sistema en funcionamiento
Muchos autores han identificado la descarga a sección completa (Qb) con la des-
carga formativa de los canales (Qf). Esta equivalencia no siempre se cumple: en canales
inestables que ajustan sus secciones, Qb necesariamente está alterado; en canales muy
rígidos, como son los canales en roca, Qb no suele reflejar los procesos formativos con-
temporáneos (Ver pág. 149, 180); en cauces muy erosionables, como son los canales en
arenas, Qf podría ser muy inferior a Qb. Todas estas discrepancias limitan la validez de la
descarga a sección llena como subrogante para una explicación geomórfica de las dimen-
siones y formas de los ríos, o como caudal de referencia para el estudio de las relaciones
entre la morfología y los procesos fluviales contemporáneos (Ver pág. 232 a 237).
300
100
50
Descarga a seccin completa
10
10
0,5
0,2
0,2 0,5 1 5 10 50 100 300
94
el sistema en funcionamiento
50000
10000
5000
1000
500
1,01 1,1 1,5 2 2,3 3 5 10 20 50 100
Intervalo de recurrencia
Fig. 2.23 Frecuencia de inundaciones para un registro de 61 años en Seneca Creek, Maryland, EE.UU. Se indica el error
que habría ocurrido en caso de estimarse una de las inundaciones a partir de la curva. (redibujado de Leopold, 1994).
95
el sistema en funcionamiento
taciones, y más tendidas en las regiones templadas y húmedas, en las cuales hay mayor
retención de agua en las cuencas (Fig. 2.24).
También es útil conocer el porcentaje de los días del año en que una determinada
descarga ocurre, y el porcentaje de días en que una descarga es alcanzada o superada. La
información compilada de esta manera es una curva de duración o de «caudales clasifi-
cados» (CCC). La curva de caudales clasificados es una curva de frecuencia acumulada
independiente de la cronología de las descargas, y puede elaborarse para las descargas
medias diarias, semanales o mensuales. En su forma más frecuente, las medias diarias
se trazan contra el porcentaje de los días del año en que son alcanzadas o superadas
(Leopold, 1994:91) (Fig. 2.25a).
10000
5000
aa
2000
5
b b
1000
1 - Salmon River cerca de Challis
500
1
descarga / descarga a seccin completa 2 2 - Ro Colorado, 18 estaciones
en el Front Range
2
200 1
3
Descargas
100 0,5
50 5
4 0,2
6
20 0,1
1
1 - Salmon River cerca de Challis
10 2 - Salmon River bajo Yankee Fork 0,05
3 - Salmon River en Stanley
4 - Valley Creek en Stanley 7
5 5 - E. Fork Salmon cerca de Clayton 0,02
6 - Yankee Fork cerca de Clayton
7 - Salmon River cerca Obsidian 2
2 0,01
0,1 1 10 20 40 60 80 90 99 99,9 0,1 1 10 20 40 60 80 90 99 99,9
Las curvas de caudales clasificados son similares para una misma región, lo cual
permite elaborar curvas adimensionales, típicas para cada región. En las curvas regio-
nales el eje de las ordenadas representa la razón adimensional Q/Qb entre la descarga
observada(Q) y el caudal a sección llena (Qb). Los datos suelen refundirse en una sola
curva que representa todas las estaciones de la región (Leopold, 1994:93). La figura
2.25b muestra las curvas adimensionales de una región húmeda (Idaho) y otra semiárida
en Colorado (EE.UU.). Las curvas muestran que en ambas regiones el 0,1% del tiempo
(aprox. 1 día cada 3 años) las descargas equivalen aproximadamente al doble de la capa-
cidad de los cauces; la descarga media anual es alcanzada o superada el 25% del tiempo,
y equivale al 23% de la descarga a sección llena en la región húmeda (Idaho), y al 13
96
el sistema en funcionamiento
% en la región semiárida (Colorado). Los ríos de Idaho sostienen un flujo basal mayor,
nunca menos del 55% de la capacidad del cauce; los ríos de Colorado fluyen por debajo
de ese nivel más del 50% de los días del año (Leopold, 1994: 93).
La forma de la curva de caudales clasificados refleja la capacidad de retención de
agua de la cuenca (Fig. 2.25a,b). Si la capacidad de retención es pobre, el flujo basal
declina rápidamente y esto se refleja en una mayor inclinación de la parte inferior de la
curva; si la hoya retiene mucha agua, la parte inferior de la curva es más tendida. La ma-
yor o menor inclinación de la curva en general, refleja la variabilidad de las descargas en
el sistema, siendo las curvas más inclinadas típicas de los cursos de agua muy variables,
cuyo caudal proviene mayormente de los escurrimientos superficiales. Las curvas menos
inclinadas son características de las hoyas con una capacidad de retención importante
(Leopold, 1994: op. cit.).
20 aos
50 aos crecida
media
anual
b
b
X
10 000
X
Descargas mximas
para cada estacin 50
20
X
1000 10
3
2,3
XX XXXX
X
X
seccin
XX
llena 1000
X
X
100
X X
X
1,03 100
XX X
Qm = 1,0 D
A
Descargas
Descargas
10
XX
X XX X
descarga
media anual
XX
10
X
1
1 10 100 1000 10 000 10 100 1000 10 000
97
el sistema en funcionamiento
de los ríos. En suma, las descargas medias anuales crecen linealmente con la superficie
drenada, pero la descarga específica (por unidad de superficie) de sus crecidas disminuye
puesto que el promedio de las precipitaciones disminuye con el aumento de la superficie
(Leopold, 1994:88, 89). También la descarga a sección llena tiende a aumentar lineal-
mente con la superficie drenada (Fig. 2.27a), y ese incremento es más pronunciado en las
regiones lluviosas (Fig. 2.27b).
10 000
0,693
Qb = 28,3 D 5000
A 8
Descarga a 6 2
seccin llena
X
X
1000 1000
7 5
500
X Descarga
X
media anual
X
98
el sistema en funcionamiento
Retardo
Hidrograma
Hidrograma
Precipitacin: mm.
primitivo
Descarga: m3/s
Descarga: m3/s
Hidrograma despus
de urbanizar
a b
Hietograma Hietograma
Fig.. 2.28 Hidrogramas de tormenta hipotéticos, sobrepuestos al hietograma correspondiente para mostrar el
retardo en la respuesta hidrológica de los canales (a) antes de urbanizar y(b) después de urbanizar. Redibujado de
Leopold (1994).
99
el sistema en funcionamiento
Distribucin de
80
PORCENTAJE DE LA DESCARGA
TOTAL DE TORMENTA
TOTAL / RETARDO
60
40
20
Inclinacin de la
distribucin de
descargas
Fig. 2.29 Distribución de descargas acumuladas e hidrograma unitario de Langbein (redibujado de Leopold, 1994).
100
el sistema en funcionamiento
Zona de la tormenta
Descarga en 2
Descarga en 3
X
2
Descarga en 4
3
X
4
X
Tiempo: horas
Retardo
Fig. 2.30 Evolución de un hidrograma de tormenta según avanza la onda de avenida, redibujado de Leopold (1994).
101
el sistema en funcionamiento
Para facilitar la lectura de las descargas en una sección conocida, se implanta en ella
una regla graduada que permite asociar los caudales registrados, con el nivel del río que
figura en la regla. El gráfico que recoge la correspondencia entre niveles y descargas, es
una curva de gasto o de caudal–nivel. Una vez que la curva de gasto ha sido elaborada,
la sola lectura del nivel del agua en la regla permite conocer la descarga. Es importante
que las curvas de gasto incluyan descargas extremas, especialmente en la parte alta del
registro, ya que las grandes inundaciones son difíciles de dimensionar y las curvas de
gasto suelen ser menos confiables en ese segmento (Charlton, 2008: 26). Una sección
del río con una curva gasto establecida, es una sección de aforo. Las secciones de aforo
se implementan preferentemente en substratos de roca, puesto que se presume que la
sección no cambiará (apreciablemente) en la escala del tiempo presente.
rollo de papel
giratorio
trazador
flotador
tubera
pozo
Fig. 2.31 Ilustración esquemática de un limnígrafo de flotación convencional comunicado con el canal.
102
el sistema en funcionamiento
103
el sistema en funcionamiento
Sjarrosedimento. El agua en movimiento acarrea cuerpos sólidos. La mayor parte son pe-
queñas partículas suspendidas en la columna de agua, una parte significativa son gui-
y piedras que el río arrastra contra el lecho, y una parte muy pequeña es disuelta
en el agua. Estos materiales constituyen la carga de sólidos del río y se conocen como
sólidos suspendidos, sólidos de fondo y sólidos disueltos, respectivamente. Los sólidos
suspendidos y de fondo son sedimento puesto que se depositan cuando el agua pierde
velocidad. Aunque una pequeña parte es de origen orgánico, casi todo el sedimento pro-
viene de la desintegración y descomposición de las rocas expuestas a los agentes ambien-
tales en la superficie de la tierra (Leopold, 1994: 183). El conjunto de los procesos físicos
y químicos que participa en la alteración de las rocas y sus minerales se conoce como
intemperización o intemperismo. La intemperización comienza con la meteorización de
la roca, que es la fragmentación y alteración in situ de un bloque de roca monolítico.
Los procesos de intemperismo físico actúan preferentemente sobre las rocas ígneas
y metamórficas, cuya estructura interna, cristalizada a altas temperaturas y presiones,
tiende a desestabilizarse al verse expuesta a las condiciones ambientales de la superficie
terrestre (Huggett, 2003:154). La descompresión tiende quebrar las rocas horizontal-
mente (lajeamiento) y la amplitud térmica las expande y contrae hasta agrietarlas (ter-
moclastía). El agua que ingresa en esas fisuras se expande al congelarse (9%) y actúa
como una cuña que abre la roca aún más (gelifracción). Los procesos de gelifracción son
más intensos en montaña y donde las temperaturas oscilen frecuentemente en torno al
punto de congelamiento. En ambientes áridos el agua suele ser salina y cuando se evapo-
ran, sus sales se expanden al recristalizarse en las grietas (haloclastía).
Los procesos de intemperización química alteran los minerales más vulnerables a
nivel molecular. Esto se desencadena al entrar la roca en contacto con el aire, el agua,
y los organismos vivos (Huggett, op. cit.). Los procesos químicos más frecuentes son la
disolución, carbonatación, oxidación, e hidrólisis (Anexo 12). En general, los minerales
más complejos son fácilmente intemperizados; los minerales pobres en iones metálicos,
tales como el cuarzo, son muy resistentes (Leopold, 1994: 187). También los procesos
biológicos y bioquímicos contribuyen a degradar las rocas: el desarrollo de raíces en sus
grietas contribuye a fragmentar las rocas; las bacterias y el ácido húmico de los suelos
las atacan químicamente.
Los procesos de intemperismo físico y químico actúan en conjunto. La disolución y
alteración química de los minerales debilita la estructura física de la roca; los procesos
físicos la abren y facilitan el ingreso de los agentes químicos. Las juntas y fallas estruc-
turales en la roca parental (no intemperizada) facilitan los procesos físicos y químicos,
puesto que constituyen rutas de penetración para el agua (Charlton, 2008: 39). El agua
participa activamente en casi todas las formas de intemperismo (Leopold, 1994: 1).
En general, los procesos de intemperismo químico son más rápidos en regiones hú-
medas y cálidas. También la actividad orgánica aumenta con la temperatura, lo cual
aumenta las concentraciones de CO2 y la producción de ácidos orgánicos en los suelos.
Según Charlton (2008: 39), las tasas de intemperismo se duplican con cada 10º C de
aumento en la temperatura media anual. La disponibilidad de agua es importante puesto
que el agua actúa como solvente y como medio reactivo. Por otra parte, todas las formas
de intemperismo son más lentas en las rocas ígneas (Ej. granito, basalto), puesto que son
duras y poco solubles. Sin embargo, no hay rocas inmunes; más tarde o más temprano,
de la roca parental se desprenderán trozos de todos tamaños. Este material no consoli-
dado y parcialmente intemperizado se acumula in situ o al pie de las laderas, y se conoce
104
el sistema en funcionamiento
como regolito (Charlton, 2008: 39). La mayor parte de la corteza terrestre está cubierta
por un manto de regolito. El regolito sigue descomponiéndose a través de sucesivos
procesos de intemperismo químico y bioquímico que alteran sus minerales primarios
(los que ocurren en la roca parental) hasta transformarlos en minerales secundarios, tales
como las arcillas (Ver pág. 106). En ambientes húmedos el regolito es colonizado por
microorganismos y plantas, cuyos desechos aceleran la meteorización química e inician
el proceso de formación de suelos.
Una parte de todos los productos de la meteorización de las rocas ingresa a los ríos,
y a medida que descendemos por el sistema esos materiales presentan grados cada vez
más altos de intemperización. En las nacientes, las laderas inclinadas arrojan la roca
meteorizada directamente hasta el fondo de los valles, donde forma un relleno conocido
como coluvio (Ver pág. 112, 149). El coluvio generalmente consiste en fragmentos de
roca poco alterados químicamente. En sectores de menor altura las laderas son menos
inclinadas y suelen estar cubiertas por regolito y algo de suelo. Estos materiales también
tienden a descender, aunque muy lentamente, y aportan a los canales clastos más o
menos descompuestos y finas partículas de suelo. Aún más abajo, los suelos predominan
y la mayor parte del sedimento que ingresa a los ríos es material particulado fino prove-
niente del "lavado de suelos" (Ver pág. 113).
El transporte fluvial recoge todos estos sedimentos y los segrega depositándolos en
lugares distintos de acuerdo a su talla y densidad. A través de mucho tiempo, los gran-
des depósitos de sedimento de fondo pasan a ser conglomerados, los cuales podrían (o
no) convertirse en roca sedimentaria, por compresión y/o cementación (incorporando
carbonatos o silicatos disueltos) (Leopold, 1994: 184). Los depósitos de sedimento fino
litificados por compresión y/o cementación, constituyen las rocas más abundantes en la
superficie terrestre (Ver pág. 106). Eventualmente, los depósitos aluviales (litificados o
no) podrían ser erosionados nuevamente, en cuyo caso sus sedimentos avanzarían en
sus procesos de intemperización. Por otra parte, el transporte fluvial también tiende a
fragmentar y a descomponer el sedimento (Ver pág. 110 a 112), de manera que - ya sea
porque ha sido intemperizado antes de ingresar a los canales o a través de los procesos
fluviales - el sedimento que los ríos exportan al mar suele estar en sus últimos estadios de
intemperización y ha sido reducido a partículas pequeñas de minerales simples.
Los relieves de la corteza terrestre están sujetos a un permanente proceso de denuda-
ción debido a la fragmentación y descomposición de las rocas expuestas a la intemperie.
El fenómeno se conoce como intemperismo e involucra procesos físicos y químicos. En
las laderas inclinadas, la gravedad y los agentes de la erosión retiran los materiales frag-
mentados, lo cual tiende a mantener la roca parental expuesta al intemperismo (Huggett,
2003: 154). El ataque químico y la disolución de los minerales vulnerables; la amplitud
térmica en la superficie terrestre; la erosión por agua, viento, hielo, o gravedad; todos
conspiran para desmoronar los relieves terrestres (Leopold, 1994: 183).
El producto de estos procesos son clastos y fragmentos de roca de todos tamaños, y
también minerales, necesarios para la formación de los suelos y para la vida en general.
El intemperismo es la fuente primaria de sedimentos: la erosión (primaria) de las laderas
aporta la mayor parte del sedimento «fresco» que ingresa a los ríos (Charlton, 2008: 38).
Las fuentes secundarias serían los depósitos de sedimento aluvial que el río removiliza
cuando los erosiona. En los canales, el sedimento es transportado, ya sea como solutos
(carga de sólidos disueltos), como partículas en suspensión (carga de sólidos suspendi-
dos), o arrastrado por el fondo de los cauces (carga de sólidos de fondo). Los sólidos
suspendidos típicamente constituyen la mayor parte del sedimento en transporte, pero en
la mayor parte del sistema, el transporte de fondo determina la evolución de morfología
de los canales (Montgomery & Buffington, 1998).
105
el sistema en funcionamiento
O rigen del sedimento. Según Leopold (1994: 184), cinco tipos de rocas cubren
aproximadamente el 90% de la superficie de los continentes:
(1) Lutitas (52%), son rocas sedimentarias poco consolidadas formadas por compre-
sión de los depósitos aluviales de arcilla, limos o arenas finas.
(2) Areniscas (15%), son rocas sedimentarias formadas por arenas de río compac-
tadas y cementadas por arcillas o silicatos. Son permeables y suelen constituir acuíferos.
(3) Granitos y graniodoritas (15%), son rocas ígneas compuestas por cristales de
cuarzo, mica y feldespato, visibles al ojo desnudo.
(4) Calizas y dolomitas (7%), son rocas sedimentarias de origen marino o lacustre,
compuestas por carbonatos de calcio y magnesio;
(5) Basaltos y gabros (3%), son rocas ígneas extrusivas (volcánicas) compuestas fun-
damentalmente por feldespatos cálcicos y piroxeno.
De acuerdo a lo anterior, las rocas consolidadas a partir de los depósitos sedimenta-
rios aluviales (Lutitas y Areniscas), cubren el 67% de la superficie de los continentes, y
si incluimos todos los tipos de roca sedimentaria, éstas cubren casi un 80% de las tierras
emergidas. Esto es sorprendente si consideramos que las rocas ígneas y metamórficas,
que son la fuente de sus minerales, constituyen la mayor parte del volumen del manto y
la corteza terrestres. La explicación para esta discrepancia son los procesos de intempe-
rismo, que reducen a sedimento las rocas expuesta a la atmósfera (Ver pág. 104 a 105).
Según Leopold (op. cit.), si combinamos la composición mineralógica de los tipos de
roca más abundantes en la superficie terrestre (1 a 5) con su abundancia relativa, tene-
mos que los minerales más expuestos a la meteorización serían:
(1) i`ië>ÌÃÊÎ䯮]Ê}ÀÕ«Ê`iÊÃV>ÌÃÊiÀ>iÃÊ`iÊÀ}iÊÌÀÕÃÛ]ÊVÕÞ>ÊvÀ-
mula genérica es XZ4O8, pudiendo ser Z = Al; B, Si y X = Ba, Ca, K, Na, NH4. Intem-
perizados químicamente dan origen a los minerales de arcilla (Anexo 12).
(2) Õ>ÀâÊÓn¯®]ÊvÀ>`Ê«ÀÊVÀÃÌ>iÃÊ iÝ>}>iÃÊ`iÊ`Ý`Ê`iÊÃVÊ-"2).
Es estable, duro, difícil de disolver y de degradar, por lo cual se lo encuentra en todo
tipo de rocas, aunque su origen es ígneo. A través de millones de años el cuarzo puede
ser disuelto en concentraciones muy bajas y redepositado (traslocado). Al acumularse en
los intersticios de los depósitos aluviales, el cuarzo actúa como un cemento muy duro,
dando lugar a algunas de las rocas más resistentes que se conocen: los conglomerados
cementados con sílice (sedimentarios) y la cuarcita (metamórfica) (Leopold, 1994: 187).
(3) iÀ>iÃÊ`iÊ>ÀV>ÊÞÊV>ÃÊ£n¯®°Ê>ÃÊV>ÃÊÃÊÃV>ÌÃÊ`iÊÀ}iÊ}iÊÞÊÃÕÊÊ
fórmula es muy variable. Los minerales de arcilla son silicatos de aluminio hidratados
(Al2Si)3O4, producto de la intemperización de los feldespatos. Al igual que otros mine-
rales secundarios, las arcillas son menos densas que sus minerales parentales (Charlton,
2008: 38). Ambas, micas y arcillas, son filosilicatos y presentan estructuras moleculares
laminares, lo cual les confiere propiedades particulares: sus láminas microscópicas hacen
estructuras capaces de retener agua y se atraen eléctricamente entre sí, lo cual las hace
hidrófilas y cohesivas.
(4) >VÌ>ÃÊÞÊ Ì>Ãʯ®]ÊÃÊÀV>ÃÊÀi>ÌÛ>iÌiÊL>`>Ã]ÊV«ÕiÃÌ>ÃÊvÕ-
damentalmente por carbonatos de calcio (CaCO3). Se disuelven lentamente en aguas
neutras aunque son muy reactivas en aguas levemente ácidas, lo cual las hace fáciles de
traslocar. La disolución y posterior recristalización de estos minerales hace depósitos y
rasgos kársticos, tales como galerías, grutas y estalactitas.
(5) iÀ>iÃÊ`iÊÝ`ÃÊ`iÊ iÀÀÊ{¯®°Ê-ÊÕÞÊÕiÀÃÃ]ÊÃÊ?ÃÊ>LÕ`>ÌiÃÊ
ÃiÀ>Ê>ÃÊ i>ÌÌiÃÊi2O3®]Ê>Ê>}iÌÌ>Êi3O4®]ÊÞÊ>Ê«ÀÌ>Êi-s). Muchos de ellos son
susceptibles a la oxidación (Anexo 12).
106
el sistema en funcionamiento
107
el sistema en funcionamiento
2007: 13). Las clases de sedimentos que presentamos a continuación han sido tomadas
de Gallegos (1996) y son las más utilizadas en todo el mundo.
108
el sistema en funcionamiento
(2007: 11), las mezclas más homogéneas, tales como las arenas, tienden a ser unimoda-
les, pero las mezclas multigranulares suelen ser bimodales. Las diferencias modales son
significativas puesto que afectan las características de transporte del substrato, y con ello
la morfología de los canales (Ver pág.127 a 129).
Por último, una representación gráfica en escala lineal o «gaussiana» de la distribu-
ción de tallas no es la más apropiada ya que la porción más fina (pero más numerosa)
del sedimento aparece como una pequeña fracción del total (Fig. 2.33d). Una mucho
mejor representación se logra remitiendo las tallas a una escala logarítmica phi (.& ),
definida como . = log2D, siendo D el diámetro del grano. Esta escala phi (Anexo 13)
permite visualizar la distribución de frecuencia de tallas (típicamente log–normal) como
una distribución normal, o similar a normal, entregando así una imagen más equilibrada
de su composición (Charlton, op. cit.). Parker (2007: 13) ilustra este punto de manera
muy convincente al comparar dos representaciones gráficas de la distribución de una
misma mezcla: una basada en su escala logarítmica / = -. , y la otra basada en una escala
lineal. El gráfico normalizado por la escala logarítmica de Parker (Fig. 2.33c) muestra
claramente que la mitad de la muestra corresponde a arena, aunque en el gráfico lineal
(Fig. 2.33d) la arena aparece relegada a una pequeñísima porción en el lado izquierdo de
la figura (Parker, op. cit.).
1 1
0,9 p( ) 0,9 p( )
0,8 probabilidad 0,8 probabilidad
)
0,7 0,7
) y pf (
) y pf (
0,6 0,6
0,5 0,5
0,4 0,4 pf ( )
pf ( )
distribucin
p(
p(
0,3 0,3
distribucin
0,2 0,2
0,1 0,1
0 0
-4 -3 -2 -1 0 1 2 -4 -2 0 2 4 6 8 10
a b
100 100
Porcentaje ms fino (pf * 100)
90 90
80 80
70 70
60 60
50
Arena Grava 50
40 40
30 30
20 20
Grava
10 10 Arena
0 0
-4 -3 -2 -1 0 1 2 3 4 5 6 0 10 20 30 40 50 60 70
109
el sistema en funcionamiento
110
el sistema en funcionamiento
localizada. Estos sedimentos frecuentemente son débiles y vienen fracturados, por lo cual
el transporte fluvial los reduce a limos y arenas en pocos kilómetros. En estos casos, si la
abrasión es despreciada, aguas abajo del evento las tasas de transporte de fondo aparece-
rán sobredimensionadas (Parker, 2007: 78)
La abrasión se cuantifica mediante un coeficiente de abrasión (av), que refleja la pérdida
de volumen (o masa) del grano característico de la mezcla, por unidad de distancia recorrida:
av =(1/Vp) (dVp/ds), siendo Vp el volumen de la partícula y s la distancia recorrida (Parker,
2007: 79). Puesto que la abrasión es muy difícil de cuantificar en terreno, los coeficientes
de abrasión suelen determinarse experimentalmente (Parker, 2007: 80).
100 1
5 6
90 2
2813
2822
3
80 4
219 924 7
2153 2687
70 2917
2 3 4 5 6 7
100
90 1
80 2822
2917
Porcentaje ms fino
70 2813
m ar
60 2687 ul en
ti gr a
50 a nu
2153
40 la
r
30 924
20
219
10
0
1000 100 10 1 0,1
Tamao de grano (mm)
Fig. 2.34 Disminución del tamaño de grano en sucesivas muestras de substrato del río Allt Dubhaig, Escocia, indican-
do el paso de las mezclas multigranulares a los substratos de arena (modificado de Parker, 2007).
111
el sistema en funcionamiento
las laderas provoca bruscos aumentos locales del tamaño de grano y una subsecuente
disminución aguas abajo, por abrasión y/o transporte selectivo (Charlton, 2008: 124).
Hacia el término de muchos sistemas se observa una transición abrupta del tamaño del
sedimento, desde grava a arena, generalmente acompañada por una marcada disminución
de la inclinación (Parker, 2007: 100). Esto corresponde a una distribución bimodal de las
mezclas, con un bache entre las arenas gruesas y las gravas. El fenómeno no ha sido bien
comprendido, y aunque es frecuente no es universal: el curso inferior del río Waipoa, en
Nueva Zelandia, es uno de los pocos casos en que predomina el grano «tamaño guisantes»
(2 a 16mm) (Parker, 2007: 99). Según Parker (2007: 98), la disminución sistemática del
tamaño de grano aguas abajo estaría asociada a la concavidad del perfil longitudinal de
muchos sistemas, particularmente de aquellos que atraviesan zonas en subsidencia tectónica
en su curso inferior (Parker, 2007: 102) (Fig. 2.34). En las serranías costeras del norte de
California (EE.UU.) los ríos fluyen entre los pliegues geológicos con dinámicas de alza-
miento, o sinclinales. Esos sistemas son menos cóncavos de lo habitual y entregan gravas
y cantos directamente al mar, sin la característica transición entre gravas y arenas (Parker,
2007: 102). En relación con esto mismo, Fujita et al. (1998) asocian la desaparición de las
planicies costeras del Japón, sumergidas debido al aumento del nivel del mar durante el ho-
loceno (últimos 12000 años), con la migración aguas arriba de las transiciones entre gravas
y arena en los ríos de ese país.
Por último, también hay casos excepcionales de aumentos del tamaño de grano aguas
abajo. En canales de laboratorio con pendientes superiores al 2% se ha observado que
la gravedad tiende a hacer rodar los granos mayores por encima de los granos pequeños,
lo cual los hace avanzar más rápido. Este fenómeno ha sido corroborado en terreno,
aunque para pendientes cercanas al 8% (Parker 2007: 101).
A lo largo de las redes, el tamaño del sedimento disminuye en la dirección aguas
abajo. Esto se debe a la disolución in situ de algunos materiales, a su desgaste y frag-
mentación durante el transporte, y al lento avance del sedimento más grueso debido a su
peso. La importancia relativa de estos factores es difícil de determinar en terreno pero,
en general, la disminución de tamaño del sedimento dependería en gran medida de la
resistencia a la abrasión de los materiales involucrados (Leopold,1994: 215).
La abrasión termina por reducir el sedimento de fondo a limos y arena, lo cual signi-
fica que hacia el final del sistema gran parte de este material pasa a ser transportado en
suspensión. Este no es solo un cambio en el modo de transporte, es también un cambio
en los substratos del río, y por lo tanto en la materialidad de los cauces, que a su vez
determina la morfología de los canales (Ver pág. 149 a 151, 197).
Vale la pena señalar que los procesos de reducción del sedimento aportan solutos
que modifican la química de las aguas a lo largo del sistema. Los desechos de la minería y
otras actividades humanas, frecuentemente contienen metales como cobre, plomo y cad-
mio, los cuales son tóxicos en altas concentraciones. Al reducir esos desechos, la abrasión
facilita la disolución de sus componentes tóxicos y su eventual biodisponibilidad.
E rosión de laderas. Las transferencias de materiales desde las laderas hacia los ríos
pueden deberse a la acción de la gravedad, a la acción del agua corriente, o a ambas
en combinación. Esto es lo que suele ocurrir:
(1) En montaña la gravedad es el principal agente de erosión ya que las rocas y
clastos caen rápidamente hasta el fondo de los valles, que es donde están los canales. El
caudal de los primeros canales no alcanza para remover ese material, conocido como
coluvio, el cual se acumula por siglos o milenios hasta que eventualmente colapsa y des-
ciende masivamente como un coluvión (Montgomery and Buffington, 1998). Lo mismo
112
el sistema en funcionamiento
sucede con los depósitos de regolito que se acumulan al pie de los montes. En terrenos
menos inclinados, el regolito y el suelo se acumulan sobre la ladera misma y descienden
muy gradualmente a medida que se acomodan (soil creep) (Charlton, 2008: 42).
(2) Los flujos no canalizados movilizan partículas pequeñas de diversas maneras.
Las gotas de lluvia hacen un cráter de impacto que compacta el suelo y desplaza mate-
riales finos. El efecto erosivo de la lluvia depende del número y tamaño de las gotas, de
su velocidad y de la ausencia de vegetación que pueda interceptarla. El efecto es máximo
cuando una lluvia cerrada de grandes gotas cae habiendo alcanzado su velocidad termi-
nal de caída, o bien impulsada por fuertes vientos (Charlton, 2008: 43). Los escurrimien-
ÌÃÊiÝÌi``ÃÊà iiÌyÜ®]ÊiÊVL>VÊVÊiÊ«>VÌÊ`iÊ>ÃÊ}Ì>ÃÊ`iÊÕÛ>]Ê«Õi`iÊ
remover grandes volúmenes de suelo, particularmente en terrenos inclinados y en suelos
desnudos y/o poco cohesivos. Esto se conoce como «erosión laminar» y su efecto erosivo
iÃÊiÊ>Û>`Ê`iÊÃÕiÃÊà iiÌÜ>à ®°Ê/>LjÊÃÊiÃVÕÀÀiÌÃÊÃÕLqÃÕ«iÀwV>iÃÊ«Õi-
den ser importantes como factor de erosión. La erosión sub–superficial (seepage erosión)
es particularmente eficaz en suelos fácilmente dispersables (poco cohesivos) y cuando el
proceso se concentra en túneles (soil pipes) (Jones, 1997), (Ver pág. 84 a 87).
Fig. 2.35 Erosión por surcos, con los correspondientes depósito de sedimento en su base al disminuir la pendiente.
113
el sistema en funcionamiento
114
el sistema en funcionamiento
de las laderas poco inclinadas (soil creep), la saturación del suelo ocasiona la mayor
parte de los desplazamientos de masas en suelos inclinados. Desplazamiento de masas o
VÀÀiÌÊ`iÊÌiÀÀ>Ê>ÃÃÊÜ>ÃÌ}®ÊiÃÊiÊLÀiÊ}ijÀVʵÕiÊÃiÊ`>Ê>ÊÃÊ`ÛiÀÃÃÊ-
dos en que las rocas, regolitos y suelos, descienden masivamente sin mediar transporte
por agua corriente, viento o hielo. Estos desplazamientos involucran escalas espaciales
y temporales muy diversas: una partícula puede avanzar solo algunos centímetros en
cientos de años, mediante un lento descenso gravitacional, y toda una ladera puede
desmoronarse en cuestión de minutos (Charlton, 2008: 39). Los tipos de desplazamiento
de masas más frecuentes son:
(a) ÃÊ`iÃâ>iÌÃÊ`iÊÌiÀÀiÊ}°ÊÓ°ÎÇ®ÊVÕÀÀiÊVÕ>`ÊÕ>Ê>Ã>ÊiÃÌ>LiÊ`iÊ
regolito y/o suelo se desliza a lo largo de su talud de corte o plano de falla. El plano de
falla es la superficie a lo largo de la cual las tensiones de corte superan la resistencia del
material y este se fractura; el talud de corte es más inclinado en materiales cohesivos y
más tendido en materiales desagregados. En general, la inclinación de una ladera corres-
ponde a su talud de corte. Sin embargo, factores tales como la acumulación de regolito,
la incorporación de agua en los suelos o la remoción de su cubierta vegetal, aumentan el
peso y/o disminuyen la cohesividad de una ladera, y esta debe ajustarse a un nuevo talud
de corte, más tendido. Los deslizamientos de tierra se desplazan conservando su forma y
el ajuste que hacen es rápido (Charlton, 2008: 41).
(b) ÃÊyÕÃÊ`iÊ`iÌÀÌÃÊ`iLÀÃÊyÜîÊÃÊ`ië>â>iÌÃÊ`iÊ>Ã>ÃÊiÊÃÊVÕ>iÃÊ
no se distingue un plano de corte bien definido y el material fluye al desplazarse, puesto
µÕiÊÃiÊ`ivÀ>ÊVÌÕ>iÌi°ÊÃÊyÕÃÊ`iÊ>ÀV>ÊÞÊ`ÃÊÕ`yÜîÊÌiiÊÕÊ>ÌÊ
contenido de agua y se desplazan rápidamente, aunque dentro de límites bien definidos.
ÃÊ yÕÃÊ iÃÊ µÕ`ÃÊ i>ÀÌ yÜ®Ê ÃÕiiÊ ÃiÀÊ Õ>Ê iâV>Ê `iÊ `ÃÊ ÞÊ Ã`Ã]Ê µÕiÊ
avanza lentamente. Las avalanchas de regolito y otros detritos, son flujos secos. La so-
liflucción hace descender lentamente una delgada capa superficial del suelo saturada de
agua; este es el más lento de los flujos y se debe a los ciclos de congelamiento y descon-
gelamiento, que hinchan y contraen el suelo superficial (Charlton, 2008: 42).
115
el sistema en funcionamiento
116
el sistema en funcionamiento
Esto tiende a ocurrir donde las corrientes convergen, después de una angostura que apura
el flujo, o bajo una caída o «salto de agua» (Anexo 15). La erosión generalizada del
substrato profundiza, encaja, o «atrinchera» los cauces. La erosión de las riberas, más que
hacer rasgos particulares, define la posición, el ancho, y la forma planimétrica o «patrón» de
los canales. Tres tipos de mecanismos controlan la erosión de riberas:
(1) Los procesos de ablandamiento o pre–debilitamiento por efecto del agua son
importantes en las riberas cohesivas, ya que éstas incorporan agua en sus poros. Las
fluctuaciones de la presión en la matriz de poros disminuyen la resistencia mecánica
de las riberas, tal como ocurre en laderas (Ver pág. 112 a 116). La erosión sub–su-
perficial intensa puede ser más debilitante que la presión positiva en la matriz de po-
ros, especialmente en riberas estratificadas, aunque esto depende enteramente del per-
wÊ `iÊ ÃÕiÊ ÝÊ et al., 2005). La vegetación ribereña generalmente es fortalecedora
(Ver pág. 151), aunque las grandes raíces de los árboles tienen un efecto debilitante ya
que favorecen la concentración de la erosión sub–superficial en túneles en torno a ellas
(Charlton, 2008: 98). En climas fríos, el desarrollo de lentes y cuñas de hielo hacia el
interior de las riberas disminuye su resistencia puesto que el agua se expande al con-
gelarse. Los ciclos rápidos de congelamiento y descongelamiento son particularmente
debilitantes (Charlton, 2008: 98). También los cambios bruscos y/o frecuentes de satu-
ración debilitan los suelos: cuando el nivel del río sube rápidamente el agua atrapa aire
en lo poros y ese aire comprimido suele causar pequeños desprendimientos de material
(Thorne and Osman, 1988). En general, las riberas son más resistentes cuando contienen
algo de humedad pero no están saturadas.
Fig. 2.39 Falla en una ribera socavada por la acción del río y por la erosión subsuperficial lateral, río Hueyusca, Chile.
(2) El flujo que escurre contra las riberas ejerce tensiones de corte que retiran par-
tículas de sus paredes, tal como ocurre en los lechos. En las mezclas multigranulares de
arenas, gravas y cantos, las partículas suelen ser arrancadas una a una. En las márgenes
cohesivas, lo que se desprende son clastos de conglomerados y terrones de suelo, más
que partículas individuales. El perfil de las planas aluviales suele presentar mezclas des-
agregadas en su base y arcillas o suelos en la parte superior; la erosión fluvial tiende a
ÃV>Û>ÀÊ«ÀiÀÊiÊ>ÌiÀ>Ê`iÃ>}Ài}>`]Ê >ÃÌ>ʵÕiÊ«>ÀÌiÊÃÕ«iÀÀÊV>iÊ>ÊV>>Ê}°ÊӰή°Ê
117
el sistema en funcionamiento
Las raíces de los pastos y arbustos contribuyen a aumentar la resistencia de la capa su-
perior cohesiva de las riberas (Ver pág. 164).
(3) Las fallas en las márgenes (bank failure) son desplazamientos de masas en pequeña
escala y ocurren cuando una ribera se vuelve inestable, y cae o se desliza hacia el canal. Al
igual que en las laderas, se distinguen distintos tipos de fallas, aunque en general se deben a
µÕiÊ>ÊV>VÊ`iÊ>ÊÀLiÀ>ÊÊVÀÀië`iÊ>ÊÌ>Õ`Ê`iÊVÀÌiÊ`iÊÃÕÃÊ>ÌiÀ>iÃÊ}°ÊÓ°{ä®°Ê
La altura de una ribera, su perfil estratigráfico, contenido de humedad, y el tipo de vegeta-
ción ribereña, controlan los procesos de falla (Charlton, 2008: 97).
Por otra parte, el agua se apoya en las paredes laterales y aporta empujes horizon-
tales que contribuyen a apuntalarlas. Es muy frecuente que las paredes cohesivas , que
son más verticales, se desmoronen cuando el nivel del río desciende bruscamente y retira
esos empujes (Charlton, op. cit.). Según Rinaldi et al. (2004), la mayor parte de las fallas
ocurre aproximadamente tres horas después de alcanzado el nivel máximo de una cre-
cida, cuando las riberas comienzan a devolver agua hacia los canales y antes de que la
resistencia del suelo aumente por succión de la matriz de poros del suelo. Una vez que la
falla ha ocurrido, los materiales que ingresan al canal son rápidamente desintegrados y
removidos por el flujo. Solo los clastos más resistentes perduran para ser meteorizados
in situ y su presencia protege las riberas del efecto erosivo de la corriente (toe protec-
tion). Cuando este material haya sido retirado, las riberas deberán seguir retrocediendo
frente a la erosión fluvial (Charlton, 2008: 97, 98).
a desprendimiento de
placa en ribera cohesiva c deslizamiento en
ribera no cohesiva
b falla rotaroria
en ribera cohesiva d socavamiento en
ribera compuesta
Fig. 2.40 Modos de erosión de riberas: (a) desprendimiento de losas (slab failure), generalmente en paredes bajas,
verticales y cohesivas; (b) en riberas menos inclinadas el plano de falla suele ser curvo y más interno; (c) las riberas no
cohesivas fallan a lo largo de planos de corte poco profundos; (d) en riberas mixtas el flujo erosiona más rápidamente
los sedimentos desagregados en su base.
118
el sistema en funcionamiento
La erosión lateral es uno de los mecanismos básicos de ajuste morfológico (Ver pág.
208 a 209). A fin de modelizar y predecir sus efectos, se ha procurado establecer relacio-
nes entre las tasas de erosión lateral y algunas variables hidráulicas, tales como caudal,
velocidad del flujo y las tensiones de corte. Piégay et al. (2005) presentan un típico índice
de erosión: E= 1/ log [(D50(Q2 / A))+10], siendo D50 la mediana del grano, (Q2 / A)
la descarga específica (m 3 / s / k m 2 ), y S la pendiente del canal. Al igual que muchos
otros, este modelo adolece por falta de algún parámetro que represente la resistencia de
las márgenes; queda mucho por hacer en modelización de la erosión fluvial (Piégay et
al., 2005). El estudio de la erosión ribereña ha recibido mucho menos atención que el
arrastre de sólidos de fondo, aunque ambos son erosión fluvial, ambos contribuyen al
transporte de sedimentos, y no siempre son fáciles de diferenciar puesto que en muchos
canales las paredes laterales se confunden con el lecho.
La erosión in situ de las rocas, regolitos y suelos (erosión primaria) es la fuente últi-
ma de todo el sedimento, aunque la mayor parte del material en transporte en los canales
proviene de la erosión del lecho y las paredes del cauce (erosión secundaria).
La erosión de los lechos se estudia en función del transporte de sólidos de fondo, y
depende de las condiciones hidráulicas en los canales y de la resistencia a la erosión del
substrato (Ver pág. 127 a 136). La erosión de las riberas involucra algunas variables
adicionales, ya que depende también de sus propios procesos de falla, los cuales tienden
a desmoronarlas. Las condiciones en las riberas son muy variables en la naturaleza, de
manera que sus tasas de erosión varían a través de varios órdenes de magnitud, desde
algunos centímetros hasta aproximadamente un kilómetro al año, como ocurre en los
cauces de arena de la planicie del Indo–Ganges (Lawler, 1993).
La erosión acelerada de las riberas ocasiona la pérdida de terrenos agrícolas y obras
de infraestructura, y genera un exceso de sedimentos que contamina las aguas y afecta
la morfología y funcionalidad de los canales. En la parte central de la cuenca del Río
Amarillo, en China, la erosión de la meseta de Loess produce aproximadamente 3700
tm/km2/ de sedimento fino al año (Ying, 1996).
Por otra parte, la erosión (moderada) de las riberas forma parte de la dinámica mi-
gratoria habitual de los canales en equilibrio dinámico (Ver pág. 206 a 207). En muchos
países desarrollados, las actuales políticas de manejo valoran la importancia ecológica
de esos procesos, y más que intentar suprimirlos, optan por delimitar un «corredor ero-
sionable» que reconoce un espacio disponible para la erosión fluvial (Piégay et al., 2005).
D inámicas de transferencia. Solo una parte del sedimento producido por los procesos
de intemperismo ingresa a los ríos y una proporción aún menor es exportada al
mar desde el desagüe del sistema. En los sistemas grandes, la exportación de sedimen-
to puede representar solo un 5% de la producción primaria de la cuenca (Walling and
Webb, 1983). Esta discrepancia se debe a que la mayor parte del sedimento es retenido
en acopios, antes y después de ingresar a los canales. Antes de los canales el sedimento
se acumula en las laderas, al pie de los montes y en los valles. En los ríos el sedimento es
acopiado en las barras, planas laterales, abanicos aluviales, depósitos lacustres y deltas
aluviales. Eventualmente, esos acopios serán erosionados y sus sedimentos serán removili-
zados; una partícula de sedimento puede ser depositada y vuelta a movilizar muchas veces
antes de ser entregada al mar (Charlton, 2008: 52).
El tiempo de residencia del sedimento en los acopios varía desde algunos segundos
hasta millones de años. Esto depende del tipo de partícula, del tipo de acopio, de su ubica-
ción, y de la frecuencia de los eventos erosivos (Charlton, 2008: 56). Los pequeños depósi-
tos al interior de los canales se renuevan con frecuencia (Ver pág. 205). La sedimentación
119
el sistema en funcionamiento
persistente en la escala del tiempo geológico, hace los grandes depósitos aluviales que
suelen consolidarse como roca sedimentaria. Bajo condiciones severas de temperatura y
presión, la roca sedimentaria se transforma en roca metamórfica. Las rocas metamórficas
son más duras, de manera los sedimentos atrapados en ellas tendrían que esperar una
época futura (miles a millones de años), en la cual un nuevo proceso de intemperismo los
liberaría para completar su proceso de evacuación al océano (Ver pág 105 a 106).
Al margen del tiempo de re-
sidencia en los acopios, los tiem-
pos de evacuación son distintos
para los sólidos suspendidos y
de fondo. El material más fino
(washload) se mantendrá en la
columna de agua mientras esta
conserve algún movimiento, de
manera que su evacuación es tan
rápida como el agua misma. El
transporte de sólidos de fondo,
en cambio, es más lento y loca-
lizado ya que demanda energía.
Sus desplazamientos son breves
puesto que están sujetos a las va-
riaciones locales de la tensión de
corte en el lecho, la cual fácilmen-
te cae por debajo de los mínimos
requeridos para el transporte.
Bogen (1995: 449) observó en el
río Jostedqla, de origen glacial,
en Suecia, que el sedimento en
suspensión sale de la cuenca en
un día, pero los sólidos de fondo
tardan décadas en salir del siste-
ma. Las irregularidades del perfil
longitudinal, tales como los lagos
o la morfología escalonada de
gradas, tienden a capturar sedi-
mentos, por lo cual controlarían
el avance de los sólidos de fondo
en montaña (Bogen, op. cit.).
Fig. 2.41 Acoplamiento de laderas y canales en montaña: máxima co- La evacuación del sedimen-
nectividad del transporte, río Colorado Chile.
to no es un proceso constante,
los sedimentos que ingresan de manera localizada y en cantidades importantes, hacen
luego una oleada de sólidos en transporte que desciende por los canales. Estas oleadas
pueden ser grandes o pequeñas: una falla localizada en una ribera haría una oleada
pequeña, imperceptible después de algunos kilómetros; un desplazamiento de masas que
desmoronara una ladera, se haría sentir hasta el término del sistema. Una gran oleada
de sedimentos que recorriera todo un sistema y tardara años o siglos en ser evacuada,
podría ser el resultado del repliegue de un glaciar, de un evento tectónico importante, o
de actividades humanas tales como la minería o la construcción de caminos (Nicholas et
al., 1995). Por otra parte, muchos de los eventos que aportan sedimentos son aleatorios
120
el sistema en funcionamiento
121
el sistema en funcionamiento
100000 100000
100000
c 100000
d
Sedimento (t / km2 /ao)
10000 + 10000
+
1000 + 1000
+ 100
100
Montaa en Norte y
Montaa en Europa no no
Sudamrica, çfrica,
10 alpina y el Artico
çrtico
10 Europa alpina + (1000-3000m)
(1000-3000m)
100000
e 100000
f
Sedimento (t / km2 /ao)
+ +
10000 ++ 10000 +
1000 1000
+
100 100
+
10 Tierras altas 10 Tierras bajas
(500-1000m) (100-5000m)
b
10000 10000
d e c
1000 1000
f
100 100 g
Planicie costera
10 10
(<1000m)
++
0, 00001 0,001 0,1 10 0, 00001 0,001 0,1 10
6 6
Superficie (km2 x 10 ) Superficie (km2 x 10 )
Fig. 2.42 Producción específica de sedimento comparada según la superficie y altitud máxima de las cuencas, (redibu-
jado de Charlton, 2008).
122
el sistema en funcionamiento
pendidos en el desagüe del sistema. Aunque los efectos de unos y otros son difíciles de
separar, la productividad de los sistemas depende de los siguientes factores:
(1) El clima incide de muchas maneras, por lo que la relación entre clima y pro-
ducción de sedimentos no es simple (Walling and Webb, 1983). Sin embargo, estudios
comparados de distintas regiones de los EE.UU. sugieren que los sistemas de climas
semiáridos serían más productivos, ya que las precipitaciones son ocasionales pero inten-
sas y la cubierta vegetal es pobre. En climas más secos las precipitaciones son demasiado
escasas y en climas húmedos la cubierta vegetal protege los suelos (Charlton, 2008: 57).
Esta tendencia no siempre se cumple e incluso puede revertirse: la producción de sedi-
mento de los ríos de las montañas semiáridas de Colorado (EE.UU.) es solo una pequeña
fracción de lo que producen los sistemas del pie de monte de Maryland y Pennsylvania
(EE.UU.) que son regiones más bajas y húmedas (Leopold,1994: 208). Según Charlton
(2008: 57), estudios recientes sugieren que el clima sería menos determinante, como
factor de producción de sedimentos, que el tamaño y la topografía de la cuenca.
(2) La geología y el tipo de suelos son determinantes para la erosionabilidad de las
laderas. Las altas tasas de producción de sedimentos en el río amarillo, China, se deben
a la erosión de la gran meseta de Loess en China central, formada por gruesos depósitos
eólicos de sedimento muy fino. Por el contrario, en el norte de Europa, Siberia, e interior
del Canadá, la producción específica suele ser muy baja, frecuentemente menos de 20 t/
km2/año (Woodward and Foster, 1997). En esas regiones, los antiguos cratones de roca
resistente presentan relieves bajos y cubiertos por vegetación (Charlton, 2008: 59).
(3) La topografía determina la altitud, la inclinación y longitud de las laderas, y
por lo tanto, su erosionabilidad. Los sistemas montañosos y en alzamiento tectónico
producen grandes cantidades de sedimentos, las tierras bajas y planicies costeras, mucho
menos. Las regiones elevadas y tectónicamente activas, como los Himalayas y los Andes,
presentan las producciones específicas más altas, pudiendo sobrepasar las 10000 t/km2/
año (Fig. 2.42a). En los ríos de las zonas deprimidas (Fig. 2.42f) y planicies costeras
(Fig. 2.42g), la producción específica puede ser tan baja como 0,5 t/km2/año o menos,
registrados en ríos de Finlandia (Charlton, 2008: 58).
(4) El tamaño de las cuencas es importante. En los estrechos valles de montaña no
hay espacio para acopios de sedimentos, y la producción específica es similar a la pro-
ducción total, y por lo tanto, muy elevada. La producción específica de sedimentos tiende
a declinar con el aumento de la superficie drenada, puesto que en los sistemas grandes
una menor proporción del territorio es montaña. Los ríos que nacen en cordilleras altas,
como el Ganges y el Amazonas, reciben la mayor parte de su producción desde las mon-
tañas. Se estima que el 80% del sedimento del Amazonas proviene de los Andes, aunque
menos del 10% de la superficie que drena es andina (Charlton, 2008: op. cit.).
(5) La historia de un sistema determina su disponibilidad de sedimentos. En cuencas
de la Columbia Británica (Canadá), Church y Slaymaker (1989) observaron que los
sedimentos fluvio–glaciales abandonados en los valles y planicies por el repliegue de los
hielos, hace más de 10000 años, todavía están siendo evacuados y aportan más que la
erosión primaria a la producción de sedimentos de esos sistemas (Fig. 2.42c).
(6) Los factores antropogénicos han alterado la producción y las transferencias de
sedimento en los sistemas fluviales. El uso agrícola de los suelos, los procesos de urba-
nización y la minería, aumentan significativamente la disponibilidad de sedimentos y la
erosionabilidad del territorio. Las alteraciones de ingeniería en los canales y en las redes
han disminuido la conectividad de los sistemas fluviales (Ver pág. 53 a 62).
El transporte fluvial se monitorea periódicamente desde estaciones sedimentométri-
cas dispuestas a lo largo de las redes. Generalmente, estas estaciones solo registran los
123
el sistema en funcionamiento
sólidos en suspensión, aunque una evaluación completa del transporte requiere de los
sólidos de fondo también (Ver pág. 126, 140 a 142). Cuanto más densa la red sedimen-
tométrica, y más frecuentes las mediciones, mejor será la resolución de nuestra imagen de
las dinámicas de transporte. Por ejemplo, el aporte de un fenómeno localizado y breve,
pero significativo, como sería un deslizamiento de terreno, podría no ser registrado si
no coincide con el período de un muestreo cercano a la localidad (Charlton, 2006: 60).
Recientemente se ha comenzado a explorar la posibilidad de monitorear continuamente
los sedimentos mediante percepción remota satelital (Ver pág. 246 a 248).
10000
1000
500
Slidos de fondo
100
50
1982 1983 1984 1985 1986 1987
Ao hidrolgico
Fig. 2.43 Evolución de las cargas de sedimentos anuales totales en Little Granite Creek, Wyoming, EE.UU. (redibujado
de Leopold, 1994).
Las cargas de sólidos suspendidos y de fondo constituyen el caudal sólido del río
(m3/s o kg/s). La sedimentometría registra las concentraciones de sólidos en el agua, a
partir de las cuales se derivan los caudales sólidos. Cuando hay datos de sólidos de fondo,
esto se hace separadamente para los sólidos suspendidos y de fondo puesto que las téc-
nicas de muestreo son distintas (Ver pág. 140 a 142). Esta información instantánea debe
proyectarse en el tiempo para estimar la producción de sedimentos de un período. Las
variaciones del caudal sólido a través del tiempo se representan en hidrogramas de se-
dimentos o sedimentogramas, independientes para sólidos de fondo y en suspensión
(Leopold, 1994: 204). Generalmente, los sedimentogramas abarcan un período de un
año en base a valores medios mensuales y registran el régimen sedimentológico del año.
Un sedimentograma que cubriera varios años, en base a valores anuales promediados,
reflejaría los cambios en la productividad del sistema durante el período (Fig. 2.43).
Las relaciones entre transporte y descarga se representan mediante «curvas de descar-
ga de sedimento» (sediment rating curves), trazando las concentraciones de sedimentos
124
el sistema en funcionamiento
(kg/m3), o bien los caudales sólidos (t/día), contra las descargas líquidas (m3/s) (Leopold,
1994:216) (Fig. 2.44). Estas curvas suelen utilizarse para inferir el transporte a partir de
las descargas, cuando no se dispone de mediciones recientes. Donde no haya registros
anteriores, solo queda recurrir a los modelos numéricos disponibles para calcular las
tasas de transporte a partir de parámetros hidráulicos (Ver pág. 142 a 145). Desgracia-
damente, la confiabilidad de estos modelos es baja (Leopold,1994: 218). Los datos de
transporte se compilan también como «curvas de duración de caudal sólido», trazando
los caudales sólidos (kgs) contra su frecuencia (días).
1000 1000
Slidos suspendidos
Slidos de fondo
s
i do
nd
100
Tasa de transporte (miles de toneladas / da)
e
sp
100
Su
Carga de sedimentos (toneladas / da)
1987
10
do
1986
10
Fon
1
1985 1987
1982
1 198
1983
8
0,1
1982 1988
1984
1985
0,1 0,01
10 100 1000 10 000 1 10 100 1000
a Caudal (m3 / s) b Caudal (m3 / s)
Fig. 2.44 Curvas de sedimentos para sólidos suspendidos y de fondo: (a) dos estaciones del río Tanana, Alaska; (b)
variabilidad a través de seis años en Little Granite Creek, Wyoming, EE.UU. (redibujado de Leopold, 1994).
Al igual que ocurre con las descargas líquidas, los caudales sólidos deben ajustarse a
una ecuación de balance, según la cual un sistema fluvial, o parte de un sistema, está en
equilibrio si la cantidad de sedimento que exporta es igual a la cantidad de sedimento
que ingresa en el período. Un río que exporta menos de lo que recibe está haciendo un
proceso deposicional en algún lugar. Si exporta más de lo que ingresa, el excedente está
siendo liberado desde los acopios y el sistema está en una fase erosiva. En cualquier
tramo de río, la continuidad del sistema requiere que las diferencias entre los aportes
de sedimentos (Qs) y las tasas de transporte (Qb) se ajusten mediante cambios en los
volúmenes de sedimento acopiado en el tramo (S1), según Qs - Qb = +S1.
La exportación de sedimentos desde los sistemas fluviales es muy variable. Los ríos más
grandes suelen entregar más sedimentos, pero aun entre sistemas comparables en tamaño,
la producción varía mucho. Esta variabilidad depende de factores tales como el clima, el
tamaño de la cuenca, su topografía, sus suelos y geología, y de actividades humanas tales
como la minería, la deforestación y la urbanización, entre otras (Charlton, 2008: 56). La
producción de sedimentos varía en distintos sectores de un mismo sistema, y es distinta para
los sólidos de fondo y sólidos suspendidos. Tanto el transporte al interior del sistema como
la exportación de sedimentos, varían también en el tiempo haciendo un patrón estacional o
«régimen sedimentológico», similar pero no idéntico al régimen de caudales líquidos.
125
el sistema en funcionamiento
Tramo 5% Tramo
inferior Tramo inferior
valle de altura valle
principal valle principal principal
30,4% 25,6%
Exportacin Exportacin
5,5% 6,7%
2
(75 m3 / km / ao) (72 m3 / km2 / ao )
Fig. 2.45 Diagramas de flujo del Balance de Trimble (1983) en la hoya de Coon Creek, Wisconsin EE.UU. Hasta la 1938
la cuenca sufrió los efectos deteriorantes de las malas prácticas agrícolas de la época. A partir de ese año se comenzaron
a implementar medidas de conservación de suelos que disminuyeron las tasas de erosión, lo cual no se vio reflejado en
la producción de sedimentos del sistema. Trimble (1983) concluye que el material erosionado durante el primer período
quedó acopiado en la cuenca, tanto en las laderas como en los valles, y habría sido removilizado durante el segundo
período (redibujado de Charlton, 2008).
126
el sistema en funcionamiento
alzamiento alzamiento
_ _
_ _ _ _ _
flujo _ _ _ _
_ _ _
Friccin arrastre + +
+ + ++
+ ++ +
+ + + +
a gravedad b
Fig. 2.46 Fuerzas y diferencias de presión en torno a un grano posado en el substrato (modificado de Charlton, 2008).
Una partícula que descansa sobre el lecho de un río está sujeta a empujes que tienden
a ponerla en movimiento y a fuerzas que resisten ese movimiento (Fig. 2.46a). Aquellas
que promueven el movimiento son:
(1) La tensión de corte en el lecho ('0), que es experimentada por los granos como
una presión ejercida sobre su cara expuesta a la corriente. Esa presión depende de la
magnitud de '0 y de la superficie de la cara expuesta a la corriente, o «protuberancia»
del grano (Leopold, 1994: 195).
(2) La fuerza de alzamiento (lift), producto de las presiones diferenciales en la cara
superior e inferior del grano. Al desviarse el agua por encima de una partícula, su ve-
locidad debe aumentar a fin de mantener la continuidad volumétrica del flujo, lo cual
disminuye la presión sobre la cara superior del grano, de acuerdo al principio de Ber-
ÕÊ}°ÊÓ°{ÈL®]Ê(Ver pág. 80). A altas velocidades, esta diferencia de presión hace un
empuje ascendente capaz de alzar partículas pequeñas (Leopold, 1994: 193). También
los vórtices turbulentos que se forman detrás de un obstáculo desarrollan componentes
ascendentes capaces de levantar sedimento fino (Leopold,1994: 185).
Las fuerzas que se oponen al desplazamiento de las partículas son:
(3) El peso sumergido del grano, que tiende a contrarrestar las fuerzas de alzamien-
to (lift). Si la fuerza de alzamiento supera el peso sumergido del grano, debería levantar-
lo, aunque en la práctica esto no siempre ocurre debido a la presencia de otras partículas
que lo impiden (Charlton, 2008: 100).
127
el sistema en funcionamiento
128
el sistema en funcionamiento
129
el sistema en funcionamiento
Albert Shields (1936) estudió las tensiones críticas a partir de una expresión adimen-
sional de la tensión de corte, conocida como parámetro de Shieds (0). Este parámetro
relaciona la tensión de corte crítica con el peso sumergido de los granos y con su tamaño:
0c = 'c / [ g((s - () D ], siendo g la aceleración gravitacional, (s la densidad del sedimento,
( la densidad del agua, y D el tamaño del grano (Charlton, 2008: 103). Puesto que la ten-
sión de corte en el lecho varía con la rugosidad del substrato, el diagrama de movimiento
inicial de Shields (1936) traza las tensiones críticas adimensionales (0c) contra el número
de grano de Reynolds (Re*), que involucra también la rugosidad de la frontera (Ver pág.
77 a 78). Al igual que el diagrama de Hjulstrøm, el diagrama de Shields muestra que los
granos inmersos en la sub–capa laminar (Re* < 5, aprox.) demandan tensiones de corte
mayores (Fig. 2.47b). Las tensiones críticas más bajas se asocian a las arenas finas, entre
0,2 y 0,7 mm, que serían el material más fácil de movilizar (Charlton, op. cit).
1000
Erosin
100 Ar
ras
Velocidad media (cm/s)
tr e
10
Transporte
a
Deposicin
1
0,1
0,001 0,01 0,1 1 10 100 1000
10
Tensin de corte crtica
adimensional ( c )
1 b
0,1
hidrulicamente suave transicional hidrulicamente rugoso
0,01 0,1 1 10 100 1000 10 000
130
el sistema en funcionamiento
1000
50 Engels
Fahnestock
20
10
0,5
0,2
0,1
0,001 0,002 0,005 0,01 0,02 0,05 0,1 0,2 0,5 1 2 5 10
131
el sistema en funcionamiento
(2) Las condiciones de apoyo de una partícula sobre las demás determinan el án-
gulo de fricción entre ellas, y por lo tanto la facilidad con la cual pueden rodar o ser
`iÃ>>`>ÃÊ}°ÊÓ°{L®°Ê>Ê>ÞÀÊÊiÀÊÀi``iâÊÞÊÃÕ>Û`>`Ê`iÊÃÕÃÊVÌÀÃÊÌ>-
bién incide en la fricción entre los granos. El grano ideal para transporte sería esférico
y suave: las tasas de transporte son menores para los granos irregulares y cantos vivos.
(3) El traslapo, el embebimiento, y todas las formas de imbricación y compactación
de los granos, hacen estructuras que el flujo debe desbaratar para lograr mover el sedimen-
ÌÊ >ÀÌ]ÊÓään\Ê£äήÊ}°ÊÓ°{V]`®°Ê1>Ê>ÞÀÊ«À«ÀVÊ`iÊ>Ài>ÊiÊ>ÃÊiâV>ÃÊ
multigranulares facilitaría el transporte, ya que su remoción hace pequeños colapsos loca-
les que debilitan el «empaquetamiento» del substrato y merman su resistencia. Jackson y
Beschta (1984) demostraron experimentalmente que en las mezclas de arenas y gravas, el
flujo retira inicialmente las arenas, lo cual desestabiliza los rabiones y mejora el transporte
de las gravas. La excepción a esta regla serían los substratos en los cuales los cantos y blo-
µÕiÃÊÃÊ`vViÃÊ`iÊ`iÃ>>ÀÊ«ÕiÃÌʵÕiÊiÃÌ?ÊiLiL`ÃÊiÊ}À>Û>ÃÊÞÊ>Ài>]Ê}°ÊÓ°{`®Ê
a b
flujo
ngulo
de friccin ngulo
de friccin
flujo c d
sedimento fino
Fig. 2.49 Factores de rugosidad derivados de la interacción entre las partículas: (a) ocultamiento, (b) apoyo, (c) imbri-
cación, (d) embebimiento (modificado de Charlton, 2008).
(4) El transporte tiende a concentrar los granos por tallas en distintos sectores del
canal, haciendo rasgos y formas características en los substratos (bedforms). Algunos
de estos rasgos, como los racimos (clusters), las estrías, gradas, barras y rabiones, son
relativamente permanentes (Ver pág. 154 a 156). Otros, tales como las dunas y anti-
dunas que surgen durante las crecidas en los substratos de arena, y excepcionalmente
también en substratos más gruesos, son transitorios (Ver pág. 160 a 161). Todos estos
rasgos constituyen factores de rugosidad y modifican las condiciones hidráulicas y por
lo tanto, el transporte en los canales (Charlton, 2008: 108). El aumento de la rugosi-
dad total disminuye las tensiones de corte en la frontera, y con ello el transporte de
sedimentos.
(5) La más generalizada (y estudiada) de las formaciones rugosas en substratos mul-
tigranulares son las corazas, pavimentos o armaduras, que se forman por acumulación
de los materiales de mayor tamaño en la superficie del lecho (Leopold, 1994: 26). Las
armaduras ejercen una gran influencia sobre el transporte de fondo ya que los granos
mayores (bloques o cantos) hacen una capa superficial protectora que impide el arrastre
de los materiales más pequeños. Esto significa que una vez que la armadura se ha for-
mado, generalmente se necesita una tensión de corte muy alta para romperla e iniciar el
transporte (Charlton, 2008: 103).
132
el sistema en funcionamiento
Los sólidos de fondo son aquella parte de la carga sólida que transmite su peso al
lecho por contacto directo, aunque sea de manera intermitente (Leopold, 1994: 186).
A fin de predecir el transporte de a partir de parámetros de flujo fáciles de medir se
ha destinado mucha investigación a determinar los umbrales de transporte, que son las
condiciones críticas de flujo asociadas al inicio de movimiento del material particulado
(Charlton, 2008: 100). Los requerimientos de flujo para poner en movimiento materiales
homogéneos se conocen bastante bien, lo cual facilita la modelización del transporte en
suspensión. El transporte de sólidos de fondo, en cambio, involucra mezclas multigranu-
lares cuyos umbrales de movimiento son más complejos debido a la interacción entre
los granos de distintas tallas. Las mezclas multigranulares suelen hacer estructuras más
resistentes al flujo que la suma de la resistencia de sus granos individuales.
Si todos los granos de una mezcla estuvieran libremente apoyados sobre el lecho, el
aumento gradual de las descargas recogería tallas sucesivamente mayores, siguiendo el
diagrama de Shields (1936). Este modelo de transporte se conoce como «transporte selec-
tivo», y asocia una tensión de corte crítica a cada una de las tallas o clases de sedimento.
Si los granos de distintas tallas se han imbricado en una estructura que aumenta su
resistencia al flujo, el transporte no podrá comenzar hasta que las tensiones de corte no
logren romper esa estructura (Leopold, 1994: 28). En este último caso, todas las tallas
entrarían en movimiento simultáneamente frente a una misma tensión de corte crítica;
este modelo se conoce como «teoría de movilidad igualitaria» (Parker et al., 1982).
133
el sistema en funcionamiento
muchas armaduras persistirían a través de los grandes eventos hidrológicos, pero como
«armaduras móviles» que aportan y reciben materiales durante el transporte. Estos in-
tercambios han sido corroborados en terreno por Andrews y Erman (1986), en Sagehen
Creek, EE.UU. Estos autores constataron que aún durante la etapa álgida de una crecida,
el lecho del río conservó una armadura móvil cuya distribución de tallas se mantuvo
similar a la armadura característica del río con bajo caudal. Parker (2007: 92) explica
este fenómeno a partir de la necesidad de movilizar todas las tallas a tasas similares, a fin
de mantener la composición de los substratos y con ello el equilibrio del sistema. Para
que esto se cumpla, la superficie del lecho debe ofrecer al flujo de manera preferente
los materiales más difíciles de transportar, a fin de compensar su menor movilidad. Las
armaduras contribuyen a sobre–representar las tallas mayores en la superficie de los
substratos, lo cual tiende a equilibrar el transporte (Parker, 2007: 92).
100
50
6/2/75 Q = 5,82 m3/s
Transporte 80
6/8/75 Q = 25,6 m3/s
10
60
5
Aguas
40
1
0,5 20
0 0
0,1 1 5 10 10 1 5 10 50 100 500
Este equilibrio del transporte ha sido documentado por Leopold (1994: 216), cuyo
seguimiento de partículas marcadas en canales naturales permitió constatar que no hay
diferencias en la frecuencia ni en la distancia del transporte de las distintas tallas, y aún
las rocas grandes (D84) se moverían con descargas iguales y ocasionalmente menores que
la descarga a sección llena (Leopold,1994: 200). Por otra parte, en canales que incluyen
bloques de gran tamaño la capacidad de transporte puede ser insuficiente solo para esas
tallas. Esta es una condición de transporte parcial en la cual la composición de la mezcla
en la superficie del lecho no cambia, a pesar de que los bloques mayores son inamovibles
(Parker 2007: 71).
La teoría de movilidad igualitaria (en sus dos modos) ha sido controversial. Según
Charlton (2008: 106), bajo condiciones de flujo constante y tensiones de corte relati-
vamente bajas, el acarreo de material multigranular es solo débilmente selectivo. Otras
observaciones, realizadas a través de un rango más amplio de descargas (Ej. Ashword
and Ferguson, 1989), enfatizan la naturaleza selectiva del transporte y reportan movi-
lidad igualitaria solo bajo condiciones extremas. Muchos autores coinciden en que el
transporte solo alcanzaría las condiciones de movilidad igualitaria con tensiones de corte
134
el sistema en funcionamiento
muy altas (Parker et al., 1982; Andrews, 1983; Marion and Weirach, 2003). También se
han observado cambios progresivos desde el modo selectivo hacia el modo igualitario
de transporte, a medida que aumentan las descargas; aunque en este caso las tensiones
de corte tuvieron que duplicar y triplicar las tensiones críticas de Shields antes de que se
desencadenara la movilidad igualitaria (Charlton, 2008: 106). En suma, aún no se ha lo-
grado establecer claramente si alguno de estos dos modelos, la movilidad igualitaria o el
transporte selectivo, prevalece en el transporte de fondo, y cuales serían las condiciones
que los acompañan y los umbrales que los separan.
Durante el transporte igualitario intenso, y también durante el transporte selectivo,
el sedimento removido del lecho no es reemplazado. Esto significa que las fluctuacio-
nes de las tasas de transporte generan variaciones transitorias en la profundidad de
los cauces (Fig. 3.12). Estas variaciones definen el espesor de la capa en transporte o
«capa activa» del substrato. Según Parker (2007: 28, 29), al interior de esta capa to-
dos los granos tendrían la misma probabilidad de ser transportados, y por debajo de
ella esa probabilidad disminuye con la profundidad. En substratos multigranulares la
profundidad de estas fluctuaciones equivale aproximadamente al tamaño de los granos
mayores en la mezcla (D90). Esta medida suele usarse para definir el espesor de la capa
activa, aunque es un tanto arbitraria (Parker, 2007: 28). En la práctica, la continuidad
del sistema demanda que en todo momento se mantenga una relación entre el espesor
de la capa activa del substrato y la tasa de transporte en el canal (Carling, 1987). Según
Montgomery y Buffington (1998), esta relación sería Ds = Qb / [ ub W (s (1-e) ], siendo
Ds la profundidad media del arrastre, Qb la tasa de transporte, ub la velocidad promedio
del transporte de fondo, W el ancho del canal, (s la densidad del sedimento, y e un factor
de porosidad del substrato. Por último, Leopold (1994: 196), explica que el transporte
de fondo no profundiza indefinidamente los lechos ya que el peso de los sólidos en trans-
porte es transmitido al lecho y tiende a inmovilizarlo, por lo cual solo una capa finita es
puesta en movimiento.
Aunque hay evidencias de transporte selectivo asociado a las descargas bajas e inter-
medias, en la mayoría de los casos el transporte de mezclas multigranulares estaría sujeto
a umbrales de descarga, más allá de los cuales una capa superficial del lecho se pone
en movimiento, con todas sus tallas (Leopold 1994: 28). La mayor parte del transporte
de fondo ocurriría con descargas cercanas a la sección completa, lo cual significa que
solo ocurre unos pocos días en el año (Leopold, 1994: 211). Parker (2007: 36), sostiene
que, si bien no habría un umbral absoluto para el transporte de fondo, existe un umbral
efectivo por debajo del cual las tasas de transporte son tan bajas que su efecto sobre la
morfología de los canales es despreciable.
Bathurst (1987a) definió dos fases características para el transporte igualitario: du-
rante la primera fase, el acorazamiento está presente y las tasas de transporte de fondo
son bajas, aunque algunos granos pequeños podrían estar ingresando desde aguas arriba.
La segunda fase comienza cuando la armadura se rompe y la tasa de transporte aumenta
bruscamente, puesto que el sedimento más pequeño ha quedado expuesto. En caso de
eventos sucesivos, la evolución de las tasas de transporte podría ser compleja: al inicio de
un segundo evento la tasa de transporte podría ser mayor que la del evento anterior, si
es que el primero rompió las corazas (Charlton, 2007:104). Por otra parte, vale la pena
tener en cuenta que Barry et al. (2004) comprobaron que la capacidad predictiva de las
ecuaciones de transporte que consideran umbrales de inicio de movimiento (antes del
cual el transporte es considerado nulo) es menor que la capacidad predictiva de aquellas
las que no consideran umbrales (Ver pág. 145 a 146).
135
el sistema en funcionamiento
136
el sistema en funcionamiento
D < 0,025mm
0,6
y/D
D < 0,025mm
0
200 300 400 500 600
Concentracin
de sedimento C (kg / m3)
Fig. 2.51 Distribución vertical del sedimento suspendido en altas concentraciones. Río Amarillo, estación sedimento-
métrica de Nanchechuan, China (redibujado de Ying, 1996). Nótese la homogeneidad del sedimento en la columna
de agua.
Por último, al entrar en contacto con los minerales el agua corriente incorpora elemen-
tos solubles. El paso de las aguas a través de los suelos y rocas porosas incorpora solutos,
de manera que las aguas provenientes del subsuelo afloran cargadas de sólidos disueltos.
La carga de sólidos disueltos no siempre es despreciable, particularmente en cuencas de
litología porosa y en climas húmedos templados (Leopold, 1994: 183). En sectores se-
miáridos del oeste de los EE.UU., la carga de sólidos disueltos suele representar solo el 1 o
2 % de los sólidos totales, pero en Pennsylvania (EE.UU.) puede constituir hasta el 64%
(Leopold, 1994: 183). El sudeste de Inglaterra es notorio por sus planicies calcáreas (poro-
sas) y en el río Creedy, por ejemplo, la carga disuelta es mayor que la carga de sólidos sus-
pendidos. Este es un río pequeño pero sus 354 toneladas anuales de sólidos disueltos son
comparables con el total de los sólidos disueltos del río Mississippi (Leopold, 1994: 214)
Al margen de su importancia cuantitativa, el análisis químico de los sólidos disueltos per-
mite identificar las fuentes litológicas de los solutos, y con ello la procedencia de las aguas
(Ver pág. 248 a 249). El vínculo entre el agua y sus solutos es químico, de manera que la
carga de sólidos disueltos es relativamente independiente de las condiciones hidráulicas
en los canales. Sólidos disueltos son todos aquellos que pasan a través de un filtro con
poros no mayores que dos micras. Por definición, los sólidos disueltos no son sedimento.
137
el sistema en funcionamiento
Aunque son pocos los balances de sedimento detallados por tipo y origen, los datos
disponibles sugieren que para el sistema en general los suelos son la mayor fuente de sedi-
mentos, a través del impacto de las gotas de lluvia, la erosión laminar y el lavado de suelos
(Leopold, 1994: 209). También las cárcavas y surcos aportan cantidades importantes de
sedimento fino, y en las regiones proclives a los movimientos de masas, los deslizamien-
tos de laderas y terrazas pueden ser la fuente principal de sedimentos de todas las tallas
(Leopold, 1994: 211). La erosión lateral es una importante fuente de sedimentos en los
sistemas más dinámicos, cuyas riberas no están protegidas por vegetación. También la
litología que el río erosiona determina el tipo y la cantidad de sedimentos en transporte.
Las cuencas de granito o basalto producen poco sedimentos fino. En la meseta de Loess
de China central, uno de los tributarios del Río Amarillo presenta las más altas concen-
traciones de sedimentos suspendidos en el mundo, alcanzando 1600kg/m3 (Ying, 1996).
La disolución de las rocas y minerales es un agente de erosión significativo, mediante
el cual se exportan grandes cantidades de sólidos disueltos a los océanos. A nivel global,
este aporte se estima en 32 a 37 toneladas métricas anuales por kilómetro cuadrado,
totalizando aproximadamente 350 billones de toneladas anuales (Leopold, 1994: 213).
Aun cuando no sean significativos como carga, ni tengan mayor influencia sobre la mor-
fología de los canales, los sólidos disueltos son importantes como atributo de la química
de aguas, y por lo tanto, de la calidad del agua.
Los sólidos totales suspendidos (SST) y los sólidos totales disueltos (TDS) dispersan
nutrientes y materia orgánica, tanto disueltos (MOD) como en partículas (MOP), y son
esenciales para los ecosistemas fluviales (Allan, 1995: 109). Por otra parte, más allá de
sus rangos normales ambos constituyen contaminación. El exceso de nutrientes tiende
a eutroficar los ambientes acuáticos. Las altas concentraciones de sólidos suspendidos
reducen el paso de la luz e impiden la fotosíntesis, obstruyen las branquias de los peces
juveniles, y al depositarse sellan los intersticios de los substratos multigranulares, que son
el hábitat de múltiples organismos bentónicos (Parker, 2007: 78).
138
el sistema en funcionamiento
139
el sistema en funcionamiento
a segregar los depósitos de sedimento por tallas, haciendo gradaciones verticales y/o
horizontales de más grueso a más fino (Ver pág. 151). Los sólidos de fondo no caen
por la columna de agua, y se depositan dónde y cuándo las tensiones de corte caen por
debajo de los valores críticos para el transporte. A pesar de lo anterior, el sedimento
de fondo también tiende a depositarse segregadamente a medida que el flujo pierde
potencia, especialmente si las descargas disminuyen lentamente y/o el flujo pierde velo-
cidad gradualmente a lo largo de su recorrido. Puesto que la segregación del material
particulado depende de los tiempos asociados al proceso, la configuración de los rasgos
aluviales depende de la rapidez con que disminuyen las descargas en la fase descendente
del hidrograma de tormenta. El descenso gradual de las aguas hace rasgos bien constitui-
dos, cuyos sedimentos aparecen bien clasificados. Las deposiciones bruscas, en cambio,
hacen un paisaje fluvial de apariencia desordenada, en el cual los materiales parecen
dispuestos al azar.
En los canales naturales la deposición del sedimento es espacialmente irregular y la
segregación por tallas hace rasgos deposicionales, cuya posición y características definen
el paisaje aluvial (Ver pág. 151 a 159, 171 a 174). El paisaje aluvial es cambiante en todo
tipo de canales, aunque los canales con lechos más móviles y dinámicos (Ej. trenzados)
nos permiten apreciar mejor el fenómeno, ya que cambian perceptiblemente después de
un evento hidrológico importante. La configuración morfológica final después de un
evento, es también la condición inicial para el evento siguiente: el sistema es «sensible a
las condiciones iniciales» (Ver pág. 229 a 230).
Al interior de los cauces, los depósitos transitorios de sedimento definen zonas más
plásticas, o morfológicamente «blandas», y otras más «duras» y refractarias al cam-
bio. La posición y extensión de unas y otras ha quedado determinada por los eventos
anteriores y determina a su vez la disponibilidad del sedimento transportable para el
evento siguiente (Lane and Richards, 1996). En consecuencia, Lane y Richards (op. cit.)
sostienen que (1) según evoluciona la morfología de los canales, evoluciona también la
capacidad de transporte en el tramo, debido a la retroalimentación mutua entre formas
y procesos; (2) en los canales más sensitivos la sensibilidad a las condiciones iniciales
genera dinámicas de cambio permanente, cuya trayectoria depende de las variables exter-
nas (descargas y sedimentos) y también del «estado» o configuración morfológica inicial
del sistema; (3) estas dinámicas de cambio podrían conducir el sistema hacia un umbral
geomórfico importante, más allá del cual su trayectoria evolutiva se vería alterada en las
escalas espaciales y temporales más amplias (Ver pág. 228 a 230, 234 a 235).
140
el sistema en funcionamiento
141
el sistema en funcionamiento
en los valles (Charlton, op. cit.). El más utilizado de los sistemas portátiles es el mues-
treador Helley–Smith (HS) (Fig. 2.52), cuyo diseño ha mejorado a través de los años. Los
más recientes logran mantener en su boca de entrada la velocidad del flujo circundante
y no perturban el transporte. Lamentablemente, el tamaño de su boca de entrada (7,6 x
7,6cm) disminuye su eficiencia de captura para materiales mayores que 16mm, en hasta
un 70% (Emmett, 1980). La eficiencia del HS disminuye también cuando las tasas de
transporte son bajas, lo cual amerita el uso de funciones de conversión para los resulta-
dos que arroja (Bunte and Abt, 2009).
En la actualidad disponemos de nuevas alternativas para estudiar y dimensionar el
transporte de sólidos de fondo, tales como las partículas trazadoras (tracer particles)
que permiten seguir los desplazamientos de los granos de distintas tallas. La manera más
sencilla de hacer esto es numerar los granos con pintura y seguirlos. Alternativamente
las partículas pueden magnetizarse o irradiarse para detectar sus movimientos median-
te sensores electromagnéticos o de radiación. El monitoreo de los substratos mediante
percepción remota, utilizando geoposicionamiento satelital (GPS) y altimetría láser (Ver
pág. 246 a 248) permite hacer repetidas mediciones de la elevación del lecho y com-
pararlas para estimar las transferencias de sólidos de fondo en gran escala (Charlton,
2008: 109).
Las estimaciones de transporte de sedimento se obtienen extrapolando, en le tiempo
y en el espacio, las cantidades de sedimento capturadas en un artefacto de muestreo,
a fin de obtener tasas de transporte promediadas para todo el canal en un período de
tiempo (día, mes o año). La extrapolación es particularmente delicada en el caso de los
sólidos de fondo ya que estos se desplazan solo a través de una parte del ancho del río
y de manera desigual a lo largo del cauce. Aun así, cuando la recolección de datos se ha
llevado a cabo de acuerdo a prácticas probadas, las tasas de transporte de fondo pueden
determinarse con precisión aceptable (Leopold, 1994, 217). En los canales naturales, los
sólidos suspendidos suelen estar bastante bien mezclados, y la evolución del transporte
es más fácil de predecir que para el transporte de fondo. En consecuencia, las tasas de
transporte en suspensión son, en general, más confiables que las de sólidos de fondo.
Recabar datos de transporte con las técnicas convencionales no es sencillo y la
información disponible acerca del transporte en general es escasa (Charlton, 2008,
108). En el caso de los sólidos de fondo la información disponible es muy poca
puesto que los métodos de muestreo son más difíciles y menos confiables. La es-
casez de datos de sólidos de fondo ha restringido la posibilidad de validar los mo-
delos de transporte de fondo, lo cual probablemente explica su limitada calidad
predictiva (Ver pág. 146). Es imposible sobredimensionar la importancia de los da-
tos de campo, y de la calidad de los datos, como fundamento de todo el edificio
de la ciencia fluvial. Eventualmente la resolución de las técnicas de percepción remota
mejorará y estas contribuirán a superar estas dificultades (Ver pág. 248 a 250).
142
el sistema en funcionamiento
hidráulicas en los canales son espacialmente irregulares y cambian con las descargas.
(8) El sedimento en transporte altera las condiciones hidráulicas en los canales. (9) El
transporte de fondo es disparejo espacialmente al interior de los cauces: para una de-
terminada descarga, algunos sectores del lecho son móviles y otros no. (10) La confi-
guración inicial de los acopios de sedimento condiciona el transporte para los eventos
siguientes (Ver pág. 228, 236 a 237). Esta es la «realidad» de los canales fluviales,
y aunque para efectos de análisis se requiera de simplificaciones y generalizaciones, vale
la pena mantenerla a la vista para saber siempre cuáles procesos están explícitamente in-
cluidos en un determinado modelo, cuáles estarían implícitos en el tratamiento de otras
variables, y cuáles han sido excluidos y por qué.
Los modelos numéricos de transporte pueden separarse entre aquellos que describen
el transporte de sólidos de fondo (los hay para mezclas multigranulares y para arenas) y
aquellos que describen el transporte en suspensión (Hardy, 2006). Algunas de las fórmulas
para materiales mixtos permiten evaluar por separado el transporte de las distintas clases
de sedimento (Charlton, 2008: 110). Los modelos pueden separarse también según la esca-
la de los fenómenos que representan: al igual que en el caso de la hidráulica, la resolución
espacial y temporal de análisis del transporte varía a través de varios órdenes de magnitud,
y los modelos para las distintas escalas suelen no ser los mismos, ya que las variables de
control relevantes cambian con la escala (Ver pág. 205 a 207).
Al margen de las distinciones entre modelos especializados, la mayoría de las ecua-
ciones generales de transporte busca determinar la tasa de transporte de fondo, que es la
cantidad de sedimento que pasa por una determinada sección del río en un período de
tiempo. Generalmente, esto se hace en base a la capacidad de transporte del flujo, dimen-
sionando la capacidad de transporte efectiva, disponible por encima del umbral de inicio
de movimiento del grano o mezcla en cuestión. Por debajo de ese umbral se presume que
no hay transporte, por encima de él las tasas de transporte aumentarían con las descargas
(Charlton, 2008: 110). La capacidad de transporte (Qc) suele definirse en función de
la tensión de corte ('). La capacidad efectiva de transporte (Qc’) se define en base a la
diferencia ('’ - 'c) entre la tensión de corte disponible para transporte ('’), una vez consi-
derados los factores de rugosidad independientes del tamaño del grano (formas del lecho
y cambios de dirección), y la tensión crítica ('c) para inicio de movimiento (Montgomery
and Buffington, 1998) (Ver pág. 129). La expresión genérica para capacidad de transporte
propuesta por Montgomery y Buffington (op. cit.) es Qb = k ('’ - 'c)n, siendo Qb la tasa
de transporte de fondo, k y n son valores empíricamente determinados. Las relaciones
de transporte deben ser exponenciales a fin de representar los aspectos no lineales de la
relación entre flujos y transporte (Charlton, 2008: 110), y el valor del exponente n suele
ser cercano a 3/2 (Robert, 2003).
Puesto que las tensiones de corte en las fronteras son difíciles de medir, aún en la-
boratorio, en las ecuaciones de transporte suelen aparecer subrogadas por la velocidad
promedio (u), o por la potencia específica del flujo por unidad de ancho del canal (1, en
w/m). Según Leopold (1994: 218), una ecuación de este tipo, sencilla y confiable bajo
ciertas condiciones, sería la ecuación empírica de Bagnol: Qb = (1 - 1& c)3/2 d-2/3 D-1/2,
siendo Qb la tasa de transporte, d la profundidad, D el diámetro de grano característico,
1 la potencia por unidad de ancho del canal, y 1c la potencia unitaria crítica necesaria
para iniciar el movimiento de partículas. Esta ecuación incluye (implícitamente) los pa-
rámetros más frecuentes en las ecuaciones de transporte: ancho, profundidad, velocidad,
inclinación, granulometría y valores empíricos para el flujo crítico (Leopold, 1994: 218).
El desempeño de esta fórmula sería (relativamente) adecuado según un estudio compa-
rativo realizado por Gómez y Church (1989).
143
el sistema en funcionamiento
Según Parker (2007: 34), las ecuaciones para transporte de mezclas multigranulares
procuran establecer tasas de transporte por unidad de tiempo y de ancho del canal (Qui),
para cada una de las clases granulométricas en la mezcla. Típicamente, estos modelos
consideran dos parámetros hidráulicos (X1 y X2), que pueden ser la profundidad, veloci-
dad, descarga, inclinación, tensión de corte, u otro; además de la densidad del agua ((),
densidad del sedimento disponible ((s), viscosidad del agua (µ), aceleración gravitacio-
nal (g), y tamaño de grano (Di). También suelen incluir parámetros que caracterizan la
mezcla disponible para transporte en la superficie del lecho (m1, m2, m3…), basados en
la media geométrica de las tallas, su desviación estándar, asimetría de la distribución de
tallas, y esbeltez de su distribución según la intensidad de sus picos extremos (kurtosis).
Su expresión genérica sería Qui= Qi / Fi "&( X1, X2 , (s , ( , µ , g , Di, m1, m2…), siendo Fi
la fracción de la masa del material disponible para transporte correspondiente al rango
de tallas i (Parker, op. cit.). Las ecuaciones que buscan precisión a escala local necesitan
escoger cuidadosamente los parámetros hidráulicos (X1 y X2), que debieran ser aquellos
que influencian de manera más directa el transporte en el lugar; esto último es menos
crítico en el caso de las ecuaciones que se aplican a una escala macroscópica (Parker, op.
cit.). Generalmente, uno de los parámetros hidráulicos es dominante y muchos investiga-
dores han asociado un valor crítico a ese parámetro dominante, a fin de representar un
comportamiento de umbral. Parker (2007: 35) desestima la utilidad de ese valor crítico
(Ver pág. 145).
Además de las ecuaciones generales de transporte, muchos aspectos parciales del
proceso han sido modelizados también: la tasas de recogida o arrastre y la distancia del
transporte (Ver Parker, 2007: 32); el espesor e intercambios de materiales en la capa acti-
va de transporte (Ver Parker, 2007: 29); las funciones de ocultamiento (Ver Parker, 2007:
40); las relaciones entre ocultamiento y umbrales de transporte (Ver Parker, 2007: 43); la
complejidad e irregularidad topográfica de los canales naturales (Ver Parker, 2007: 68);
la deposición de sedimentos fuera del cauce (Ver Parker, 2007: 120); las variaciones en el
nivel del lecho por segregación (Ver Parker, 2007: 83); las armaduras móviles y estáticas
(Ver Parker, 2007: 88), entre otros. Integrando los modelos parciales, ha sido posible
desarrollar simuladores computacionales cada vez más completos del ambiente fluvial y
sus procesos (Ver pág. 243 a 245).
El transporte de sólidos de fondo involucra aspectos hidráulicos y también los tama-
ños y disposición del sedimentos en el substrato. Estos factores se retroalimentan mutua-
mente, de manera que sus interacciones son difíciles de modelizar, y no hay consenso res-
pecto de cuáles parámetros deben estar incluidos en las ecuaciones generales de transporte
de fondo (Knighton, 1998). Según Leopold (1994: 217), todas las ecuaciones propuestas
para calcular las tasas de transporte a partir de parámetros hidráulicos involucran (implí-
cita o explícitamente) alguna combinación de las siguientes variables: peso (o densidad)
del fluido y de los sólidos en transporte, viscosidad cinemática del fluido (Ver pág. 69),
diámetro característico de las partículas, profundidad del flujo y velocidad de corte. Esta
última cuantía involucra la pendiente del cauce y la velocidad del flujo (Ver pág. 77).
Según Reid et al. (1997), todas las fórmulas de transporte incluyen elementos empíri-
cos y ninguna sería aplicable universalmente. Charlton (2008: 110) sostiene que muchas
de las ecuaciones empíricas disponibles fueron desarrolladas para canales de arena y no
debieran aplicarse fuera de ese contexto. Todas estas consideraciones son importantes,
puesto que la validez predicitiva de los modelos de transporte de fondo ha demostrado
no ser buena. Según Hardy (2006), esto último se debería a que esos modelos no pudie-
ron ser testeados apropiadamente según se desarrollaban, debido a la falta de datos de
transporte de fondo en canales naturales.
144
el sistema en funcionamiento
145
el sistema en funcionamiento
(3) El transporte parcial: aquellos canales en los cuales el transporte es parcial pre-
sentan un comportamiento particular. Es necesario desarrollar métodos predictivos que
incluyan específicamente esta condición.
(4) Las variaciones en el contenido de arena de las mezclas pueden alterar dramáti-
camente el transporte de gravas, los esfuerzos recientes por cuantificar este efecto deben
redoblarse.
(5) Las armaduras móviles: si la composición de la capa superficial del lecho cambia
con las descargas, su interacción con el sedimento en transporte podría ser intensa; los
esfuerzos para cuantificar estos efectos en terreno deben redoblarse.
(6) Mejores modelos hidráulicos: ni la resolución ni la calidad predictiva de un mo-
delo de transporte puede ser mejor que el modelo hidráulico que utiliza.
En la actualidad los parámetros de flujo que controlan el transporte de fondo, tales
como la tensión de corte en las fronteras, estarían siendo calculados mediante relaciones
de mecánica de fluidos demasiado primitivas. Frecuentemente la tensión de corte en el
lecho se estima en base a sencillas relaciones entre profundidad e inclinación, que solo
son apropiadas para canales prismáticos con flujo uniforme y constante (Ver pág. 72).
La tecnología más reciente permite medir las tensiones de corte en las fronteras, inclu-
yendo los efectos de las variaciones de las descargas, las variaciones espaciales del flujo,
los flujos secundarios, las convergencias y divergencias, etc. Estas tecnologías deben apli-
carse consistentemente a los problemas del transporte de fondo en canales con lechos
multigranulares (Parker, 2007: 75). Además, según Cao y Carling (2002), una mejor
comprensión de la interacción entre el sedimento en transporte y la turbulencia, sería
clave para mejorar la modelización matemática del ambiente fluvial.
Las fórmulas propuestas para el transporte de fondo son muchas y van desde las
simples regresiones empíricas hasta complejas ecuaciones multiparamétricas basadas en
física. Curiosamente, al contrastar las predicciones de estas ecuaciones con las tasas de
transporte de fondo efectivamente registradas en canales naturales, la mayoría de los
modelos numéricos disponibles yerra por varios órdenes de magnitud. Las ecuaciones ex-
ponenciales empíricas más sencillas (del tipo utilizado por la geometría hidráulica) surgen
como las más confiables (Hardy, 2006).
Según Leopold (1994: 197), el transporte de mezclas multigranulares en canales na-
turales debiera abordarse a través de relaciones empíricas, lo cual parece razonable en
vista del pobre desempeño de los modelos analíticos testeados (Ver pág. 232 a 236, 241
a 245). Por otra parte, en ausencia de modelos empíricos validados para la localidad en
estudio, hay consenso en que los modelos analíticos serían más confiables que un modelo
empírico no validado para el sistema (Ver pág. 274 a 275). Al margen de sus aplicacio-
nes, el desarrollo de modelos analíticos es indispensable para la ciencia fluvial puesto que
necesariamente se construyen en torno a una hipótesis respecto del funcionamiento de
los ríos, y su desarrollo refleja el avance de nuestra compresión del sistema.
Las bases de datos de transporte de fondo han tenido una gran expansión en los
últimos años, y la eventual publicación de nuevas bases de datos contribuirá significati-
vamente al desarrollo de la tecnología predictiva (Parker, 2007: 76). Mejorar la mode-
lización del transporte de fondo es de máxima urgencia, tanto para la ingeniería como
para la geomorfología fluvial y sus aplicaciones.
146
iii. morfología fluvial
G eneralidades. «Río» son todos los cursos de agua naturales, permanentes o intermi-
tentes, en todas partes del mundo: la diversidad de sus formas es ilimitada. Para des-
cribir esas formas los geomorfólogos remiten toda esa diversidad a un número limitado
de tipologías. Esto significa que en los ríos reales habrá muchos rasgos que no correspon-
den claramente a ninguno de los tipos que describiremos en este capítulo, y en muchos
casos presentarán formas mixtas. Se ha sugerido que en los ríos las formas intermedias o
transicionales serían más bien la norma que la excepción (Charlton, 2008: 137).
Morfometría es el conjunto de técnicas utilizadas para registrar las formas naturales
y sus dimensiones. Tradicionalmente, el levantamiento de los rasgos del paisaje o "geo-
formas" se ha llevado a cabo mediante las técnicas de la geomensura y la topografía, con
teodolitos, reglas y huinchas de medir. En las últimas décadas, esto se ha hecho también
mediante percepción remota, aérea o satelital (Ver pág. 246 a 248). La forma de los
canales es tridimensional y para representarla se recurre al método del dibujo técnico
de ingeniería, que remite un objeto tridimensional a vistas parciales en dos dimensiones.
Estas son vistas imaginarias, en las cuales el observador estaría infinitamente lejos a fin
de eliminar la perspectiva y permitir una representación a escala. La forma de los canales
fluviales se representa mediante tres vistas complementarias entre sí:
a
Seccin
transversal 1-1
1
c
Patrn del ro
(planimetra)
1
!y
b
poza Perfil longitudinal
poza
poza del avance del ro
en el valle
!y
poza
poza Perfil longitudinal
poza del cauce (extendido)
Fig. 3.1 Representación convencional de la forma del río en dos dimensiones.
(1) El perfil transversal del río es una vista de una sección del terreno, perpendicular
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terreno, permiten inferir aspectos de la resistencia de las márgenes y el acoplamiento
entre el canal y las laderas.
147
morfología fluvial
(2) El perfil longitudinal es una vista imaginaria de un corte a lo largo del eje longi-
tudinal del río. El perfil longitudinal es muy similar al perfil del agua e informa respecto
`iÊ>ÊiÛÕVÊ`iÊiÝ«i`Ê`iÊiiÀ}>ÊiÊiÊÃÃÌi>Ê}°Êΰ£L®°Ê-Ê>ÊÕ>ÊiÃV>>ÊÕÞÊ
pequeña tendría sentido estudiar el perfil de la superficie del agua, y no el perfil del cauce,
a fin de conocer el gasto energético del tramo.
(3) Ê«>ÌÀÊ`iÊV>>ÊV >iÊ«>ÌÌiÀ®ÊiÃÊÕ>ÊÛÃÌ>Ê`iÊÀÊ`iÃ`iÊÊ>ÌÊ}°Êΰ£V®]Ê
tal como aparecería en una fotografía aérea, aunque sin la perspectiva. Naturalmente,
no hay dos patrones iguales pero se los tipifica según sus características generales. La
distinción más importante es aquella que separa los patrones «unitarios», en los que se
aprecia un solo canal, de los patrones «múltiples» en los cuales el flujo se separa en una
trama de canales menores. La literatura reciente destaca varios tipos de patrón múltiple,
cuyos procesos formativos serían distintos (Ver pág. 176 a 177). En general, a lo largo
del sistema los patrones evolucionan en respuesta a la energía disponible para erosión y
transporte, a la cantidad y calibres de sus cargas de sedimento, y a la materialidad de sus
cauces (Ver pág. 194 a 198).
Al interior de los canales se distinguen «unidades geomórficas», que son todos los
rasgos o geoformas (landforms) que la acción fluvial hace en los substratos, en las riberas
y en las planas. Estos rasgos no son independientes de los patrones y perfiles, las barras
en punta, por ejemplo, se asocian al patrón meándrico migratorio. La diversidad de
rasgos es interminable, sin embargo, puesto que muchos de ellos se repiten, la geomorfo-
logía reconoce y estudia un repertorio limitado de unidades geomórficas típicas. Las uni-
dades geomórficas informan respecto de los procesos que las originan, y habitualmente
se distingue entre los rasgos de origen erosional y los rasgos deposicionales.
Fig. 3.2 Socavamiento de una pared lateral, la parte superior es más resistente a la erosión debido a las raíces.
148
morfología fluvial
exclusivos) de las paredes laterales cóncavas en los cambios de dirección, y forman parte
de los procesos de avance lateral y migración de los canales (Fig. 3.2).
En general, los rasgos erosionales se forman y perduran mejor en substratos cohesi-
vos y en roca (Ver pág. 161 a 163). Los rasgos deposicionales, tales como las barras y
planas, predominan en los canales aluviales con altas cargas de sedimento (Ver pág. 157
a 160, 171 a 174). Un subgrupo de rasgos deposicionales muy importante son las es-
tructuras periódicas que se forman en los substratos aluviales; a través de sus resistencia
al flujo estos rasgos regulan el expendio de energía en el sistema (Ver pág. 154 a 156).
Es frecuente que las unidades geomórficas se utilicen como caracteres diagnósticos para
los distintos tipos de ríos (Ver pág. 198 a 200).
Según Richards (1982: 2), las formas de los canales en equilibrio son el resultado
de la interacción de dos grupos de variables: aquellas que influencian las condiciones
hidráulicas y con ello las tensiones de corte en las fronteras, y aquellas que influencian
las fuerzas de resistencia a la erosión, provenientes de la cohesividad e integridad de los
materiales de cauce. La morfología de todos los tipos de canales puede explicarse a partir
de estas relaciones de fuerza–resistencia (Richards op. cit.).
En este capítulo presentaremos un repertorio de formas y rasgos típicos de los cana-
les naturales, con alguna referencia a los procesos que las originan y a los materiales que
los constituyen. Este repertorio no agota la diversidad de los ríos, pero ayuda a compren-
der la acción del sistema a través de las formas que hace. Ni este catálogo de formas, ni
otras lecturas más especializadas, pueden sustituir la observación directa, que a su vez no
será provechosa si no es informada. Para adquirir experiencia de campo no es necesario
organizar expediciones a lugares remotos; Leopold (1994: 38) ha escrito un hermoso
capítulo de lo que él llama «hidrología de patio trasero», en el cual enseña a recoger
tanta experiencia como sea posible de cualquier cursillo de agua que escurra por ahí.
Mucho se puede aprender con un cronómetro, huinchas de medir y cáscaras de naranja;
naturalmente, un día de campo en el río más cercano sería una experiencia valiosísima.
S ubstratos. Desde sus cabeceras hasta su término, los ríos escurren por un cauce que
interactúa con el flujo y cuya materialidad los determina: substrato es el nombre que
se da a los materiales o tipos de materiales que constituyen el lecho y las paredes de un
río. Se distinguen cinco tipos básicos de substrato:
(1) Coluvio: material coluvial o coluvio es aquel que se desprende de las laderas y la
gravedad transporta hasta el fondo de los valles y sus canales. Generalmente son clastos
y rocas de cantos vivos de todos tamaños, y donde haya bosque, podría incluir residuos
leñosos, grandes y pequeños. La capacidad de acarreo de los primeros canales es insufi-
ciente para evacuar el coluvio, de manera que en los valles de altura el relleno coluvial se
acumula hasta un umbral, después del cual un desplazamiento de masas (coluvión) alivia
el valle (Montgomery and Buffington, 1998). Los deslizamientos periódicos son el modo
de transporte dominante en montaña, aun en presencia de canales de primer y segundo
orden; el ciclo de acumulación entre coluviones puede abarcar miles de años. Según
Jain et al. (2008), el coluvio tiende a acumularse en valles con pendientes superiores al
Óä¯°Ê Ê«>Ã>iÃÊ`iÊiÀÊ«i`iÌiÊÃÊÕ>ÊVÃÊyÕÛ>ÊÕÞÊ«ÀvÕ`>Ê >À>ÊÕÊ
ambiente coluvial (Montgomery and Buffington, 1988).
(2) Roca: es el más resistente de los substratos, aunque esto varía según el tipo de
roca (Ver pág. 106 a 107). Solo los grandes eventos hidrológicos desarrollan la potencia
suficiente como para erosionar las paredes de roca a tasas apreciables (Ver pág. 216
a 217). Puesto que los materiales más «blandos» son erosionados más rápidamente,
la resistencia diferencial de los distintos minerales que constituyen la roca, y las jun-
149
morfología fluvial
tas entre ellas, determinan las formas de los rasgos erosionales que el agua excava en
las rocas. Esto último se percibe en todas las escalas espaciales, y puede determinar el
curso de un río que sigue las líneas estructurales de su valle, lo mismo que los rasgos
y la textura de sus paredes (Ver pág. 27, 160 a163). El tipo de roca subyacente determina
también la inclinación y el confinamiento de un valle: los valles de roca desnuda suelen
ser muy estrechos y típicamente el fondo presenta solo parches aislados de sedimento,
ya que en el largo plazo la capacidad de transporte supera los aportes de sedimento
(Montgomery and Buffington, 1998).
(3) Substrato aluvial grueso: materiales aluviales son todos aquellos que el río ha
transportado (Ver pág. 104 a 107) y los canales con substratos aluviales son «canales
aluviales». El material aluvial grueso es un material desagregado (no cohesivo) compues-
to por partículas, generalmente monolíticas y de cantos redondeados por la abrasión. Es
litológicamente heterogéneo y sus tallas van desde los grandes bloques hasta las gravas;
las arenas, arcillas y limos son materiales aluviales finos (Ver pág. 108). Los substra-
tos gruesos se muestrean de acuerdo a procedimientos preestablecidos (Anexo 17) y se
caracterizan por la dispersión y la distribución de sus tallas (Ver pág. 108 a 110). Los
canales aluviales no cohesivos suelen separarse entre aquellos cuyos lechos son dominados
por las gravas y cantos, cuya mediana estará entre 2 y 256mm, y los canales dominados por
las arenas, en los que la mediana D50 está entre 0,0625 y 2mm. La división no es arbitraria
puesto que el grano de tamaño 2 a 16 mm es poco frecuente (Parker, 2007: 15), por razones
no bien comprendidas.
(4) Arenas: las arenas son materiales aluviales pétreos de tamaño pequeño (Ver pág.
108). Aunque son más homogéneas que los substratos gruesos, las arenas incluyen tallas
desde 2 a 1/16mm, lo cual representa una dispersión de tamaños considerable (1 a 32),
aunque a simple vista todas se vean «pequeñas». Los substratos de arena suelen incluir
alguna proporción de gravas y quizás algunos cantos. Según Parker (2007: 88) esas
trazas de gravas suelen acumularse en la superficie y eventualmente podrían formar una
armadura estable. Las arenas predominan en canales poco inclinados, generalmente ha-
cia el término del sistema puesto que los procesos de transporte e intemperismo habrán
triturado y segregado el sedimento. Según Jain et al. (2008) la transición entre los canales
multigranulares y de arena ocurriría en torno a una inclinación de 0,1%. El compor-
tamiento de las arenas es distinto al de los substratos gruesos, ya que son muy fáciles
de erosionar, y por ser más homogéneas no segregan por tallas para hacer estructuras
estables. Traccionados por el aumento de las descargas, los lechos de arena hacen rasgos
transitorios ondulantes que aumentan su rugosidad (Montgomery and Buffington, 2008)
(Ver pág. 160a 161). Las riberas e islas de arena suelen ser colonizadas rápidamente por
la vegetación, aunque esto no las estabiliza definitivamente ya que al ser muy erosiona-
bles las crecidas arrasan con ellas.
(5) Limos y arcillas: son materiales aluviales cohesivos constituidos por partículas
minerales microscópicas que se atraen mutuamente por fuerzas electroquímicas. Las
márgenes de los canales con mayor proporción de limo y arcilla son más resistentes a la
erosión que aquellas formadas por arenas y gravas finas (Charlton, 2008: 6). Las partí-
culas desagregadas de limo y arcilla son transportadas en suspensión, por lo cual suelen
ser depositadas fuera del canal, sobre las riberas y planas, durante las inundaciones.
Los substratos dominados por las arcillas y limos son substratos cohesivos, frecuentes
en los ambientes de baja energía del término del sistema, en ríos que atraviesan zonas
deprimidas o lagos colmatados, en llanuras y valles poco inclinados, y en los humedales
y vegas. Donde haya suelos bien desarrollados y una cubierta vegetal fuerte, los canales
tendrán paredes laterales arcillosas, aunque los lechos sean de arena, grava, o más grue-
150
morfología fluvial
sos, dependiendo de la inclinación (Rosgen, 1996: 5-5). Las paredes cohesivas suelen
ser escarpadas, lo cual tiende a hacer canales hidráulicamente eficientes, profundos y
estrechos (Ver pág. 68, 164). Los lechos de limo y arcilla son indicio de muy baja
energía y suelen ser colonizados por la vegetación acuática.
Dondequiera que logre establecerse, la vegetación acuática contribuye a estabilizar
los substratos, ya que sus raíces aportan resistencia a la tracción, y constituye en sí mis-
ma un factor de rugosidad; la vegetación ribereña hace otro tanto con las riberas. Según
Miller et al. (2001), la vegetación arbustiva es particularmente eficaz y su densa trama de
raíces podría aumentar la resistencia a la erosión de una ribera por un factor mayor que
diez (Charlton, 2008: 123).Como factor de rugosidad, la vegetación es difícil de cuantifi-
car puesto que varía con las descargas ya que es elástica y cede frente a los flujos intensos
(Ver pág 222 a 223). En cualquier susbtrato, los residuos leñosos grandes (troncos) y
pequeños (ramas) son un factor de rugosidad considerable. Los substratos aluviales no
cohesivos, finos y gruesos, desarrollan rasgos o estructuras más permanentes, muchas
de ellas a intervalos regulares (periódicas), las cuales definen tramos hidráulicamente
característicos (Ver pág. 154 a 156).
El susbtrato de un canal es también el sedimento disponible para transporte. La
geomorfología y otras disciplinas categorizan los canales de acuerdo al substrato predo-
minante en ellos: se distingue entre canales coluviales, de roca, aluviales multigranulares,
aluviales de arena, y aluviales cohesivos de limos y arcillas. Por otra parte, es frecuente
encontrar canales mixtos, con substratos distintos en un mismo cauce, y también con
materiales distintos en el lecho y las paredes laterales.
Los canales aluviales son morfológicamente ajustables en la escala del tiempo pre-
sente, siendo más fáciles de ajustar los substratos pétreos desagregados que los subs-
tratos cohesivos. Los canales en roca obedecen solo ocasionalmente las regularidades
de los canales aluviales; sus formas suelen regirse por las características litológicas y
estructurales de la roca (Richards, 1982: 2).
Más allá de su importancia geomórfica, los substratos y los rasgos en ellos son el há-
bitat de múltiples organismos, llamados bentónicos. Muchos de esos organismos evolu-
cionaron en un determinado substrato y se han especializado para desarrollar sus ciclos
de vida, o parte de sus ciclos de vida, en él. La presencia, distribución, y renovación de
los distintos tipos de substratos es determinante para la ecología fluvial.
151
morfología fluvial
(1) El retiro diferencial de los materiales menores del lecho, a medida que aumentan
las descargas en concordancia con el diagrama de Shields (transporte selectivo), dejaría
expuestos los granos mayores (Dietrich et al., 1989; Knighton, 1991; Montgomery and
Buffington, 2008; Parker, 2007). Según Knighton (1991), frente al ingreso de una oleada
de sedimentos, la respuesta de los canales involucra una primera fase de acreción y dismi-
nución del tamaño del grano superficial, y una segunda fase de aumento del tamaño de
grano a medida que el lecho se degrada hacia su condición original. Experimentalmente,
Dietrich el al. (1989) demostraron que una disminución de los aportes de sedimentos tien-
de a reducir las zonas de transporte activo y a blindar el substrato. Según Charlton(2008:
103) el transporte selectivo ocurre durante los eventos moderados que desplazan solo
partículas pequeñas, lo cual explicaría la tendencia de los canales intermitentes a no
desarrollar armaduras, puesto que no están sujetos a flujos bajos. Sin embargo, Leopold
(1994: 28) ha observado barras superficiales de grava en canales intermitentes y sostiene
que éstas se formarían necesariamente al depositarse el sedimento tras una riada, puesto
que en esos canales las crecidas retiran todo el material superficial del substrato. En esos
casos, el acorazamiento se debería necesariamente a otras causas.
(2) Al aumentar los caudales, inmediatamente antes del transporte de fondo, cuan-
do solo algunas rocas han sido desalojadas, las partículas del substrato vibran y colisio-
nan entre sí al reacomodarse. Esas colisiones transmiten fuerzas que tienden a dispersar
los granos, llamadas «fuerzas de dispersión intergranular» (intergranular dispersive
stress). Estas fuerzas son proporcionales al cuadrado del diámetro de las partículas, por
lo cual actúan diferencialmente sobre los granos mayores, empujándolos hacia la super-
ficie, donde la dispersión intergranular es nula (Leopold, 1994: 28). Una experiencia
sencilla que ilustra este fenómeno consiste en mezclar material granular de dos tallas
(Ej. harina fina e integral) y hacerlas vibrar sobre una superficie lisa: la vibración sacará
a la superficie las partículas mayores. Aunque esta explicación es interesante, no se ha
demostrado que la dispersión intergranular participe en la formación de las corazas en
canales naturales (Leopold, 1994: 29).
(3) Experiencias de transporte de material multigranular con tallas diferenciadas
mediante colores, permitieron a Julien et al. (1993) detectar laminación por tallas en la
capa del substrato en movimiento, en ausencia de colisiones (sin dispersión intergranu-
lar). El mecanismo de segregación vertical observado fue que al rodar los granos mayo-
res, las partículas menores caen por los intersticios. Este mecanismo podría explicar la
permanencia de los granos mayores en las superficie de las armaduras móviles descritas
por Parker (2007: 91) (Ver pág 134). Por otra parte, si es que esto ocurre en los canales
naturales, el sedimento se depositaría ya laminado, lo cual significa que varios estratos
deposicionales podrían corresponder a un mismo evento y los estratos sedimentológicos
no serían necesariamente capas sucesivas en el tiempo (Julien et al, 1993).
También en el plano horizontal hay segregación por tallas: los substratos multi-
granulares suelen acumular materiales más gruesos a intervalos regulares a lo largo del
cauce. Las «gradas» en montaña y los «rabiones» en los canales de gravas y cantos, son
formaciones de este tipo (Ver pág. 154 a 157, 160 a 161). La segregación horizontal es
un fenómeno distinto del blindaje y requeriría de otras explicaciones:
(a) Cuando las partículas están próximas entre sí, se ocultan unas a otras de la
fuerza de la corriente (Ver pág. 131). Según Langbein y Leopold (1968), este «factor
de ocultamiento» (hiding factor), hace que las partículas agrupadas en proximidad se
desplacen con menos frecuencia, lo cual disminuye su velocidad promedio de avance
(Anexo 18). Siendo así, las partículas que avanzan libres de este efecto tienden a darles
alcance y se incorporan al grupo por la parte posterior. Paralelamente, desde la cara
152
morfología fluvial
frontal del grupo se desprenden unidades que avanzarán a mayor velocidad hasta en-
contrarse con el grupo siguiente. Este tipo de desplazamiento, a través de unidades que
ingresan y abandonan concentraciones mayores, se conoce como onda cinemática y se
aplica también a los automóviles en una autopista (Langbein and Leopold, 1968). Todos
los automovilistas disminuimos la velocidad al acercarnos a otro vehículo, lo cual tiende
formar grupos o «pelotones» (platoons) que se desplazan a velocidad reducida, espacia-
dos por tramos relativamente libres de automóviles.
(b) Keller (1971) propuso una «hipótesis de velocidades invertidas», según la cual
cuando las descargas son altas la rugosidad del material mayor hace que el flujo sea
más lento sobre los rabiones que en las pozas (contrariamente a lo que ocurre con flujos
bajos). Esto favorecería la remoción del sedimento más grueso desde las pozas y su
posterior deposición en los rabiones. La teoría ha sido controversial, Lisle (1979) la
>LÀ>Ê VÀÀLÀ>`Ê iÊ ÌiÀÀiÊ iÊ iÊ >ÃÌqÀÊ °11°®]Ê >ÕµÕiÊ «ÃÌiÀÀiÌiÊ >Ê
sido contestada por Carling (1991), quien observó en el río Severn (Inglaterra) que al
aumentar las descargas las tensiones de corte en el lecho tienden a homogeneizarse en
los rabiones y pozas.
(c) Robert (2003), ha planteado otra teoría, según la cual la mayor turbulencia
sobre las barras de material grueso (rabiones) genera vibraciones que favorecerían su
compactación, y por lo tanto, su permanencia como elevaciones topográficas.
Ninguna de estas teorías explica el espaciamiento regular y directamente proporcio-
nal al ancho del canal que se observa en los rasgos periódicos de los substratos aluviales
(Leopold, 1994: 77). Ni tampoco la permanencia de los rasgos periódicos, tales como los
rabiones y las gradas, en una misma ubicación a través de los años, a pesar de que sus
materiales se renuevan constantemente (Anexo 19).
En los substratos multigranulares es frecuente encontrar el sedimento segregado por
tallas, en gradaciones de mayor a menor o de menor a mayor, tanto en el plano horizon-
tal como en el eje vertical. En el plano vertical, los sedimentos de mayor tamaño suelen
hacer una capa superficial llamada armadura, coraza, o pavimento (Ver pág. 133 a 135).
Según Leopold (1994: 28) el pavimento sería una capa despojada de material menor,
más que enriquecida con granos mayores, aunque otros mecanismos participarían tam-
bién en su formación.
En el plano horizontal, el sedimento aluvial tiende a segregarse en concentraciones
de materiales mayores espaciadas a intervalos regulares, que llamaremos genéricamente
«rasgos periódicos" de los substratos aluviales». En los substratos multigranulares se
distinguen tres tipos de formaciones periódicas: estrías, gradas, y rabiones. La presencia
de unas u otras dependería de la inclinación del canal y de su ubicación en la red (Mont-
gomery and Buffington, 1998). También las estrías, dunas y antidunas que se forman en
las arenas son rasgos periódicos. Estas últimas no se forman por segregación de tallas,
aunque entre los valles y crestas de las dunas se observa algún grado de segregación (Ver
pág. 160 a 161). Todos los rasgos periódicos hacen resaltos topográficos que aumentan
la rugosidad de los cauces (Chin, 2002).
Muchos aspectos de la segregación por tallas, tanto en el eje vertical (corazas) como
horizontal (rasgos periódicos) no han sido cabalmente explicados todavía (Leopold,
1994: 28, 77; Chin, 2002). Diversos mecanismos, no necesariamente incompatibles en-
tre sí, intervendrían en su formación. Las corazas y los rasgos periódicos obedecerían a
mecanismos formativos distintos y aparentemente independientes. Sin embargo, ambos
pueden considerarse como complementarios puesto que el acorazamiento posiciona en
la superficie del lecho los materiales mayores que el transporte de fondo debe concentrar
para hacer barras periódicas.
153
morfología fluvial
154
morfología fluvial
Cascada, planta.
a
flujo
Cascada, perfil
Racimo
b c
Fig. 3.3 Rasgos característicos en substratos aluviales de montaña (modificado de Montgomery y Buffington, 1997).
(3) >ÃÊÃiVÕiV>ÃÊ`iÊ}À>`>ÃÊÞÊ«â>ÃÊ}°ÊΰÎV®ÊÃÊ>VÖÕÃÊ`iÊ}À>`iÃÊV>ÃÌÃ]Ê
fuertemente compactados por materiales más pequeños, dispuestos periódicamente a
intervalos regulares a lo largo del canal. Las gradas son rasgos relativamente permanen-
tes que abarcan todo el ancho del cauce, separadas por pozas que contienen materiales
menores (Montgomery and Buffington, 1998). El espaciamiento entre ellas disminuye en
relación inversa con la inclinación y es proporcional al ancho del canal, típicamente 2 a 4
anchos, aunque Chin (2002) ha registrado intervalos entre 0,43 y 2,40 anchos de canal.
Los substratos característicos presentan gran dispersión de tamaños, desde gravas finas
hasta grandes bloques. Las gradas se formarían solo durante los grandes eventos, de
recurrencia mayor que 25 años, capaces de movilizar los grandes bloques (Grant et al.,
1990). La altura de las gradas aumenta con el tamaño de los bloques mayores, y absorbe
casi toda la pendiente del canal (Chin, 1999). El agua que cae de las gradas profundiza
las pozas (Ver pág. 117, anexo 14) y el conjunto disipa una considerable cantidad de
energía a través de su perfil escalonado, que alterna un salto hidráulico en las gradas
y flujo tranquilo en las pozas (Montgomery and Buffington, 1998). La morfología de
gradas y pozas ocurre en canales inclinados de la parte alta del sistema, necesariamente
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155
morfología fluvial
Donde haya bosques, los residuos leñosos forman parte de las gradas (Charlton, 2008:
132). El carácter periódico de las gradas no desaparece aunque se vean perturbadas
por factores externos, por lo cual Chin (2002) sostiene que su formación responde a
mecanismos internos del sistema, que aún no han sido explicados a cabalidad. En este
tipo de canales los aportes de sedimento también serían limitados y llegarían en oleadas
esporádicas (Montgomery and Buffington, 1998). La distinción entre gradas y cascadas
«Õi`iÊÃiÀÊÃÕÌÊ}°Ê£°Îή°
(4) Los lechos planos en tramos aluviales de gravas y cantos suelen ser relativa-
mente someros y presentan un flujo homogéneo y veloz (Montgomery and Buffington,
£n®°Ê>ÊV>VÊÌ«V>ÊyÕVÌÖ>ÊiÌÀiÊ£ÊÞÊ{¯°Ê-Ê`ÃÌÌÃÊ`iÊ>ÃÊV>ÃV>`>ÃÊ«ÕiÃÌÊ
que sus bloques mayores no son tan grandes, de manera que el agua ya no cae a los
tumbos sino que fluye por el cauce. Cerca de las orillas, la escasa profundidad del cauce
y el tamaño de los bloques descompone el flujo en pequeñas células de circulación que
impiden al flujo hacer convergencia ni corrientes transversales, a partir de las cuales de-
sarrollar rasgos alternados en orillas opuestas, tales como rabiones o pozas. Los lechos
planos no ofrecen rasgos protuberantes como factor de rugosidad, pero suelen presentar
armaduras con umbrales de movilidad cercanos a la descarga a sección llena. Las pre-
sencia de armaduras y la ausencia de rasgos deposicionales (barras) indica que en estos
canales los aportes de sedimento son limitados (Montgomery and Buffington, op. cit.).
Hasta ahora la literatura especializada ha tratado las armaduras y las otras formacio-
nes rugosas de los lechos como fenómenos independientes. Sin embargo, Parker (2007:
88) observa que al disminuir los aportes de sedimento grueso los canales tienden a hacer
armaduras y también otras estructuras tales como racimos (clusters), anillos (rings), o cé-
lulas (stone cells). En vista de esto, el mismo Parker (op. cit.) plantea que el acorazamiento
no sería solo la acumulación de granos mayores en la superficie, sino la organización del
material multigranular en estructuras que aumentan su resistencia al transporte.
Donde haya sedimento desagregado en los substratos, y competencia de acarreo
para desplazarlo, la acción fluvial organizará los materiales multigranulares en unidades
geomórficas, que son rasgos morfológicos apreciables a una escala más pequeña que el
tramo de canal (Charlton, 2008: 129). La presencia en los substratos de determinados
rasgos o agrupamientos de rasgos, se asocia a modalidades de flujo y comportamientos
característicos, que la geomorfología reconoce como sub-tipos dentro de la morfología
de los canales aluviales.
Montgomery y Buffington (1998) reconocen por lo menos cinco sub-tipos de canales
aluviales de montaña, con sus morfologías de substrato y otras características asociadas
(Fig. 3.4). Según disminuye la inclinación a lo largo de las redes, esas tipologías tienden
a sucederse en el orden siguiente: (1) Las cascadas, caracterizadas por simples racimos
(clusters) de rocas en sus cauces.(2) Los rápidos, caracterizados por costillas transver-
sales y periódicas de material más grueso. (3) Las gradas y pozas, en las cuales grandes
bloques forman diques a intervalos regulares. (4) Los lechos planos, carentes de rasgos
aparentes, pero acorazados. (5) Los rabiones y pozas, que veremos a continuación.
Las tres primeras serían morfologías dominadas por sus limitados aportes de se-
dimentos; los lechos planos corresponderían a una morfología de transición hacia las
tipologías dominadas por su limitada capacidad de acarreo. La rugosidad que ejercen
estas formaciones sería decreciente en el orden antes indicado, en respuesta a la gradual
disminución aguas abajo de las tensiones de corte que el flujo impone (Montgomery and
Buffington, 1997). La relación entre la capacidad de acarreo y la carga de sedimentos de
un canal aluvial, controlaría las configuraciones rugosas que lo caracterizan (Montgo-
mery and Buffington, op. cit.), (Ver pág. 192 a 193) (Fig. 3.30).
156
morfología fluvial
Acopios de Fuera del Fuera del Fuera del Rasgos del Antes y
sedimento cauce, cauce, cauce lecho despus de Bolsones Lecho
rasgos del rasgos del obstrucciones
lecho. lecho.
Espaciamiento
de pozas 5a7 5a7 Ninguno 1a4 <1 Variable Desconocido
(en anchos de canal)
Fig. 3.4 Cuadro diagnóstico para las morfologías características de los substratos aluviales en montaña (redibujado
de Montgomery y Buffington, 1997).
B arras, rabiones y pozas. Las morfologías y los rasgos descritos anteriormente son
característicos de los canales de montaña, en los cuales la escasez de sedimentos y la
alta capacidad de transporte limitan la deposición. En las morfologías subsecuentes, los
aportes de sedimentos predominan y los canales comienzan a hacer acopios de sedimen-
to (Montgomery and Buffington, 1998) (Ver pág. 191 a 193).
Barras es el nombre que se le da a las acumulaciones localizadas de sedimento al inte-
rior de los canales. Las barras son acopios transitorios que el canal recogerá eventualmen-
te, aunque algunas perduran por años, especialmente si son colonizadas por vegetación.
Como cualquier otro rasgo protuberante, las barras aumentan la rugosidad de los cauces y
también dirigen y separan los flujos. En general, la formación de barras requiere de canales
amplios en relación a su profundidad y el proceso formativo tiende a reforzarse a sí mis-
mo: una pequeña obstrucción disminuye localmente la velocidad del flujo, provocando la
deposición de sedimentos que hacen una obstrucción mayor, que favorece más deposición
(Ver pág. 211). Las islas son barras emergidas que solo se inundan durante las crecidas
y suelen ser más permanentes que las barras, especialmente si presentan vegetación. Las
barras se separan en dos grandes grupos: las barras unitarias o simples, formadas solo por
deposición de sedimentos (Ashmore, 1991); y las barras compuestas, cuya forma responde
a una historia compleja que incluye episodios de erosión y deposición. Una barra compues-
ta fue originalmente una barra simple, posteriormente disectada y/o recortada (Charlton,
2008: 129).
157
morfología fluvial
a d
Barra longitudinal
Barra diagonal
b
e
Barra transversal
Barra transversal disectada
en barras centrales
Barra lateral
c f
Barras de
Barras semilunares o en punta confluencia
Fig. 3.5 Tipos de barras simples (a, b, c, d) y complejas (e, f). Modificado de Charlton, 2008).
158
morfología fluvial
son típicas de los lechos de gravas y cantos (Leopold, 1994: 23). Ocurren en canales con
pendientes bajas a moderadas (1 a 2%), tanto en tramos rectos como meándricos, y tam-
bién en las ramas de algunos canales trenzados (Charlton, 2008: 132). Puesto que se forman
por segregación horizontal del material multigranular (Ver pág. 151 a 153), no ocurren en
substratos de arena o limo, aunque al parecer un mínimo grado de heterogeneidad basta
para su formación: Leopold (1994: 28) ha observado barras incipientes de grava, espacia-
das regularmente cada 5 a 7 anchos, en canales intermitentes dominados por las arenas.
Los rabiones bien constituidos son rasgos estables. Cuando hay transporte de material
grueso los rabiones reciben desde aguas arriba rocas en número similar a las que pierden,
pero mantienen su posición en el canal (Leopold, 1994: 25). Los rabiones se desarrollan al-
ternadamente en las dos riberas del río, y cuando el nivel baja, el agua hace entre ellos un
curso que oscila entre ambas orillas, muy reminiscente del meandro (Leopold and Lang-
bein, 1966). El flujo sinuoso tiende a hacer erosión y deposición en orillas alternas, por
lo cual se ha especulado que las secuencias de rabiones y pozas determinarían la forma
de los meandros, y no a la inversa (Leopold, 1994: 72). Por otra parte, el perfil del agua
es casi horizontal en las pozas e inclinado en los rabiones. En los canales sinuosos esta
diferencia disminuye cuando las descargas aumentan, y con descarga a la sección llena
el perfil del agua se vuelve casi homogéneo en el tramo (Leopold, 1994: 23) (Fig. 1.32).
Los rabiones y pozas comparten algunas características con las gradas y pozas y
otras con los lechos aluviales planos. Los rabiones se distinguen de las gradas por las
siguientes características: los rabiones suelen mantenerse sumergidos, excepto con flujos
bajos; el tamaño del material es menor en relación con la profundidad del canal; el
perfil del agua es menos abrupto; el espaciamiento entre los rabiones es mayor, carac-
terísticamente cada 5 a 7 veces el ancho del canal; y la posición de los rabiones oscila
lateralmente entre ambas orillas. Tanto los rabiones como los lechos aluviales planos,
suelen presentar armaduras y umbrales de transporte cercanos a la descarga a sección
llena, para todo el substrato (Montgomery and Buffington, 1998). Puesto que el rabión
es un rasgo deposicional, su formación supone una carga de sedimentos algo mayor que
la de los canales planos, y su capacidad de transporte sería mayor que en los canales con
morfologías de gradas y pozas (Montgomery and Buffington, op. cit).
La formación de rabiones marca el comienzo de la periodicidad lateral en el sistema:
aguas arriba de los rabiones los canales son rectilíneos e incisivos, después de los rabio-
nes predominan la erosión lateral y los patrones sinuosos. Muchas de las teorías que
explicarían la segregación horizontal del material particulado, tales como el transporte
en onda cinemática (Langbein and Leopold, 1968), la hipótesis de velocidades invertidas
de Keller (1971), o la teoría de compactación de Robert (2003), han sido propuestas
también como explicación para la formación de rabiones (Anexo 19) (Ver pág. 151 a
153). Sin embargo, ninguna de ellas explica la periodicidad ni el carácter oscilatorio de
estas barras dispuestas alternadamente en orillas opuestas.
Las barras son depósitos de sedimento que el río deja caer cuando y donde deja de
ser competente, de manera que su ubicación depende de la distribución de las veloci-
dades locales de flujo en los cauces. En canales muy dinámicos, como son los canales
trenzados, las barras al interior del cauce suelen ser migratorias o libres; en canales
unitarios, rectos o sinuosos, las barras tienden a desarrollarse a intervalos regulares y
son estacionarias, aunque los materiales que las constituyen se renuevan constantemente.
Estas barras periódicas se conocen como rabiones. Al igual que las gradas y estrías de
los canales de montaña, los rabiones son acumulaciones de sedimento grueso formadas
por mecanismos de segregación horizontal, distintos de la mera deposición gravitacional
(Ver pág. 151 a 153).
159
morfología fluvial
R asgos en arena y roca. Puesto que la arena es muy fácil de modelar, los lechos de
arena en tracción hacen una sucesión de rasgos periódicos transitorios a medida que
aumentan las descargas (Fig. 3.6). Al comenzar a desplazarse las arenas aparecen en el
lecho estrías espaciadas a no menos de 15 ni más de 60cm, y no más altas que 6cm, de-
pendiendo del tamaño del grano (Charlton: 2008: 106). Si el grano es mayor que 0,6mm,
estas estrías no se forman (Leopold, 1994: 263.
Al aumentar las descargas las estrías dan paso a las dunas, distintas de las estrías
puesto que son mucho mayores: en el río Mississippi (EE.UU.) se han observado dunas
de hasta 12m de altura, espaciadas a más de 100m. Tanto las dunas como las estrías son
alargadas en su cara posterior (aguas arriba), y ambas tienden a migrar aguas abajo a
medida que las partículas trepan por su cara posterior suave (aguas arriba) hasta des-
plomarse en pequeñas avalanchas sobre su cara frontal más empinada (aguas abajo). Un
aspecto característico de este proceso es la deposición de los granos más gruesos sobre
la cresta de la duna, donde ocurre la separación del flujo (Charlton, 2008: 107). Las
grandes dunas pueden abarcar gran parte de la profundidad del cauce, y suelen llevar
estrías o dunas menores en su cara posterior (Leopold, 1994: 263).
Con descargas mayores, las tensiones de corte arrasan con las dunas y el lecho queda
transitoriamente plano, lo cual disminuye su rugosidad y aumenta considerablemente la
velocidad del flujo (Leopold, 1994: 264). Esta es una fase transicional en la cual el flujo
es crítico (Fr = 1), y muy pronto surgen las «antidunas con ola estacionaria» (standing
wave antidunes), ambas en fase ya que la superficie del agua replica la forma del lecho
(Fig. 3.6d,e). En esta etapa el sedimento está en movimiento pero la antiduna no, puesto
que la deposición en su cara posterior y la erosión en su cara frontal se compensan
(Charlton, 2008: 107). Leopold (1994: 264), sostiene que las antidunas son inestables
y cuando desaparecen el lecho vuelve a ser transitoriamente plano y la ola estacionaria
rompe hacia aguas arriba. Este ciclo de desarrollo y colapso de las antidunas puede
tomar solo un minuto, aunque en el río Colorado (EE.UU) se han observado olas esta-
cionarias de hasta 3 metros, persistiendo por varios días (Leopold, op. cit.).
Con descargas aún mayores, la antiduna y su ola estacionaria migran aguas arriba
(aunque el sedimento se desplaza aguas abajo), ya que en su cara frontal el sedimento es
removido a tasas más altas de lo que se deposita. Los flujos todavía más intensos hacen
series de caídas y pozas (chutes and pools): en las caídas los lechos son casi planos y
el flujo es supercrítico (Fr > 1), al llegar a las pozas el flujo hace un resalto hidráulico
(Charlton, 2008: 107) (Fig. 3.6f) (Ver pág. 70 a 72).
En canales mixtos, de gravas y arena, la mayor movilidad de las arenas suele hacer
rasgos transitorios como son las bandas de arena que migran serpenteando aguas abajo, y
también las delgadas láminas de sedimento mixto que se desplazan por los lechos (Charl-
ton, 2008: 108). Estas láminas portan el material más grueso en la parte frontal y mate-
160
morfología fluvial
riales progresivamente más finos hacia atrás; las láminas se vuelven menos frecuentes y
menos extensas a medida que disminuyen los aportes de sedimento (Dietrich et al, 1989).
Según Parker (2007: 2), los flujos excepcionalmente potentes hacen dunas y antidunas en
lechos de gravas y cantos, en las cuales las tallas mayores se acumulan entre las dunas. En
condiciones de transporte algo más débiles esas dunas tienden a transformarse en láminas
de sedimento que se desplazan aguas abajo en oleadas rítmicas, alternando concentracio-
nes de sedimento grueso y fino. (Parker, 2007: 2).
a Fr < 1 d Fr > 1
b Fr < 1 e Fr > 1
c Fr = 1 f Fr > 1
Contrariamente a lo que ocurre con la arena, los rasgos en roca son eminentemente
erosionales, muy permanentes, y suelen seguir las fisuras y juntas entre los distintos mi-
nerales o tipos litológicos. Entre los rasgos más característicos estarían las "marmitas",
que son perforaciones circulares horadadas por la abrasión del material particulado
que gira en su interior con la corriente; los bajorrelieves longitudinales excavados por
el flujo en las paredes laterales (Fig. 3.7); y también los pequeños canales secundarios
excavados en el lecho del canal principal. Particularmente interesantes son las paredes
ondulantes que se observan en los tramos rectos de los cañones profundos y estrechos.
Estas ondulaciones mantienen espaciamientos regulares de manera que serían rasgos
periódicos estampados directamente en el substrato, sin mediar transporte de sedimen-
tos. Puesto que se forman en lados alternados del cañón y aumentan la rugosidad total
del tramo, se ha sugerido que estas paredes onduladas serían análogas a los meandros
aluviales (Charlton, 2008: 97). Los lechos de roca también hacen islas y barras, cuando
el flujo excava múltiples sub–canales dejando «islas» de roca entre ellos. Estas islas de
roca suelen recibir depósitos de sedimento, en cuyo caso se constituyen como núcleo de
una barra mixta, sobre la cual podría desarrollarse vegetación, dando la impresión de un
canal aluvial (Charlton: 2008: 8).
161
morfología fluvial
Fig. 3.7 Grada en canal de roca, estero El Sauce, Región Metropolitana, Chile.
162
morfología fluvial
Rocas y arenas son las antípodas del río. La roca es el substrato dominante en el inicio
del sistema, y su presencia confina y restringe el accionar de los canales. La roca solo obe-
dece la acción fluvial en sus manifestaciones catastróficas (poco frecuentes) y/o a través de
mucho tiempo. Las arenas son el substrato del término del sistema, son roca procesada y
triturada que el río moviliza a su amaño, y constituyen un ambiente cambiante hecho de
rasgos transitorios.
Los canales en roca presentan rasgos erosionales distintivos y también muchos de los
rasgos que encontramos en otros substratos, aunque excavados en la roca. Las arenas,
en cambio, son fáciles de modelar y la acción fluvial hace con ellas rasgos deposicionales
transitorios moviéndolas de allá para acá, aun con flujos bajos (Charlton, 2008: 106).
La textura de las arenas aporta poco a la rugosidad de los canales, sin embargo, la ac-
ción fluvial hace con ellas una interesante secuencia de rasgos transversales periódicos.
A medida que aumentan las descargas, en los lechos de arena se forman primero estrías
pequeñas, y luego dunas y antidunas, cuyo tamaño es proporcional a la profundidad
del cauce; en los grandes ríos pueden llegar a medir varios metros de altura. Aunque
son transitorios, estos rasgos disipan una considerable cantidad de energía (Leopold,
1994:263). Ambos substratos, la arena y la roca, son pobres como hábitat para peces y
macroinvertebrados, y es frecuente que la biodiversidad disminuya en ellos.
194
DISTANCIA A LA ESTACIîN LEES FERRY 193
3575
192
191
190 3555
189
187 188
3535
3525
3505 192
3775
191
3485
3755
190 3730
ELEVACIîN (EN PIES)
189 3710
188 3690
187 3670
3650 3650
3630
Fig. 3.8 Perfil longitudinal del agua y del lecho en el río Colorado en Cataract Canyon, Utah, EE.UU., en junio de 1967
(redibujado de Leopold, 1994).
163
morfología fluvial
Stransversal.
ección transversal. Un mismo volumen de agua circula más o menos rápido por su
cauce dependiendo de la inclinación, de la rugosidad y de la forma de su sección
Aquella forma que, para una misma superficie de la sección de agua (área
mojada), minimiza la superficie de contacto entre el cauce y el agua, minimiza también
la fricción entre ellos. Este es el principio detrás del concepto de eficiencia hidráulica,
cuantificable a través del radio hidráulico, que mide la relación entre el área mojada de la
sección y el perímetro del cauce que moja (Ver pág. 68). A medida que el radio hidráulico
aumenta, aumentan también la velocidad del flujo, la tensión de corte en las fronteras, la
erosión fluvial y la capacidad de transporte. En un canal abierto el radio hidráulico sería
máximo para una sección semicircular (Parker 2007), sin embargo, los canales naturales
tienden a hacer una incisión trapezoidal o subrectangular debido a la acumulación de
sedimentos en el fondo y a la variabilidad de los niveles de flujo. Para una sección rectan-
gular, el radio hidráulico es máximo cuando el ancho es casi dos veces la profundidad del
canal (Fig 2.2). La relación ancho/profundidad es una cuantía importante ya que refleja
la eficiencia hidráulica, y en algunos casos, la estabilidad de los canales.
La relación entre ancho y profundidad depende fundamentalmente de la resistencia
diferencial de las márgenes y del lecho. Las secciones son más angostas cuando las pa-
redes laterales resisten más que los lechos y la erosión es preferentemente incisiva. Los
cauces con paredes laterales de materiales consolidados y/o reforzados por la vegetación,
son más angostos que otros canales comparables con riberas de materiales desagregados
(Leopold, 1994: 5). Según Rosgen (1996: 5-22) la relación entre ancho (a sección llena)
y profundidad (media) sería un indicador muy sensible de la estabilidad de los canales,
puesto que el ancho excesivo de un cauce desplaza las tensiones hidráulicas hacia las
orillas, lo cual tiende a acelerar la erosión lateral (Ver pág. 208). Por otra parte, a medida
que descendemos por el sistema el ancho de los canales aumenta más que la profundi-
dad, puesto que varía en función de la raíz cuadrada de las descargas (Leopold, 1994:
180). Esto hace que la relación ancho/profundidad sea mayor en los ríos grandes, y sus
secciones se asemejen más a un rectángulo tendido que a un trapecio (Leopold,1994: 5).
Otro concepto morfológicamente significativo, en relación con el ancho y la profun-
didad, es el encajamiento o atrincheramiento de los ríos (Fig. 3.9a). El atrincheramiento
(entrenchment) ha sido definido por Rosgen (1994) como la relación entre el ancho de
la zona inundable del río y el ancho del cauce a sección llena (Fig. 3.9b). La zona inun-
dable sería aquella que el canal sumerge cuando el nivel del agua sube hasta duplicar la
profundidad a sección llena, lo cual correspondería a eventos hidrológicos de recurrencia
probable cada 50 años, aproximadamente (Rosgen, 1996, 5-19). Los canales cuya capa-
cidad de transporte sobrepasa los aportes de sedimento que reciben desde aguas arriba,
tienden a erosionar sus lechos y se encajan (Ver pág. 207). Los ríos atrincherados no
pueden derramar sus inundaciones en las planicies aledañas, y al aumentar las descargas
el flujo concentrado en una caja estrecha desarrolla gran potencia, lo cual tiende a ero-
sionar las paredes laterales también (Rosgen, 1996, 5-21). El atrincheramiento tiende a
restringir el desarrollo de la sinuosidad de los canales, debido al confinamiento.
Al margen del ancho y la profundidad, la forma de la sección puede ser más o menos
abierta hacia el cielo, dependiendo de la inclinación de sus paredes laterales. Esto depen-
de a su vez de la cohesividad de esas paredes, que determina el talud de corte del mate-
rial. Los substratos desagregados hacen taludes de corte más tendidos, y por lo tanto,
secciones más abiertas que los materiales cohesivos: una pared de roca puede ser vertical
e incluso inclinarse hacia el centro del canal. Cualquiera que sea su forma, las secciones
164
morfología fluvial
Wf b
Wb
terraza
recurrencia 50 aos
2db
db
Relacin ancho / profundidad
profundida (a seccin completa) = db / Wb
d media
Atrincheramiento = Wb / Wf
Fig. 3.9 (a) Atrincheramiento en Marble Canyon, Arizona, EE.UU. (b) Dimensiones relevantes de la sección transversal.
165
morfología fluvial
a
b
b
c
c
Fig. 3.10 Secciones asimétricas de un canal sinuoso y flujo secundario helicoidal en los cambios de dirección.
Por último, las secciones de los canales aluviales están sujetas a variaciones transito-
rias durante las grandes crecidas (Fig. 3.12). Las descargas violentas purgan los fondos
de sedimento, lo cual aumenta la profundidad del cauce y disminuye su rugosidad. Al
retirarse la crecida, el sedimento se redeposita restableciendo aproximadamente los ni-
veles iniciales (Leopold, 1994: 267). Estas diferencias de nivel definen la profundidad de
la «capa activa» de transporte de sedimentos (Ver pág. 135).
La forma de la sección transversal depende de la potencia y variabilidad de los flujos,
de la cantidad y calibre de los sedimentos que el canal acarrea, y de la composición de los
materiales que constituyen su lecho y paredes laterales, incluyendo la vegetación. Puesto
que el flujo ejerce tensiones de corte sobre el lecho y las paredes del cauce, la forma de
un canal estable debe ser tal que, en cada punto del perímetro de su sección, las fuerzas
de resistencia al flujo sean aproximadamente equivalentes a las tensiones de corte que el
flujo impone (Leopold,1994: 5).
Esta correspondencia entre formas y esfuerzos permite «leer» las secciones e inferir
aspectos del flujo y de las condiciones materiales del cauce, tales como su estabilidad,
dirección preferente de los ajustes y dinámicas migratorias. A fin de investigar el com-
portamiento del sistema, la superficie de la sección llena ha sido correlacionada con va-
riables tales como superficie drenada, número de orden jerárquico, velocidad media del
flujo, y otras. La magnitud de la sección transversal se utiliza también para determinar la
capacidad volumétrica de los cauces.
El levantamiento de sucesivas secciones transversales a lo largo de un canal, forma
parte esencial de todo estudio o evaluación de geomorfología fluvial (Ver pág. 254 a
255). En canales pequeños y vadeables esto se hace como cualquier levantamiento to-
pográfico, en los ríos grandes el transecto debe levantarse desde una embarcación en
movimiento: los recursos de la percepción remota, láser u otros, facilitan esta tarea. El
monitoreo de una sección transversal se facilita insertando estacas graduadas (erosion
pins) en sus paredes, a fin de leer en ellas su repliegue o avance (Ver pág. 249).
166
morfología fluvial
Fig. 3.11 En los cambios de dirección la orilla convexa retrocede frente a la erosión y la deposición avanza en orilla
cóncava. Río Esperanza, Chile.
167
morfología fluvial
punto de esta zona transicional comience el desarrollo de las planas inundables. Las
primeras planas aparecerían donde las pendientes son menores que 0,8%. Inicialmente
son discontinuas y ocurren solo donde el sedimento queda atrapado detrás de una pro-
tuberancia, o donde las paredes de roca se apartan localmente (Jain et al., op. cit.). Aguas
abajo, en los valles parcialmente confinados, el canal oscila en el valle y las planas son
discontinuas y alternan entre una y otra orilla (Fig. 3.13). Las planas solo pasan a ser
continuas en ambas orillas donde los valles se abren y termina el semi-confinamiento.
Mayo 19
20 Junio 16
Marzo 6
10
Enero 12
a
100 000
75 000
50 000
CAUDAL
25 000
20
NIVEL DEL RêO
15
10
5
0
-5
-10
NIVEL DEL LECHO
-15
-20
DIC. ENE. FEB. MAR. ABR. MAYO. JUN. JUL. AGO. SEPT.
b
Fig. 3.12 Variaciones transitorias de la sección transversal: (a) en una sección del río Colorado, EE.UU. durante la
inundación de primavera del año 1941; (b) evolución de las descargas, del nivel del río y del nivel del lecho en la
estación Lees Ferry del río Colorado durante 1947. Nótese la profundización del lecho durante las inundaciones de
primavera (redibujado de Leopold, 1994).
168
morfología fluvial
169
morfología fluvial
Plana
abandonada
o terraza
Plana del
clima presente
Escaos
deposicionales
Fig. 3.14 Sección transversal del río con sus rasgos deposicionales característiticos : terrazas, planas y escaños.
170
morfología fluvial
pro
er g rad
os a ci
i n Gra n
nulo
m
Granulometra
etra
Bordo natural
Sentido de migracin
Fig 3.15 Sección esquemática de un bordo natural en un cambio de dirección (modificado de Hudson, 2002).
R asgos de las planas inundables. Pueden ser cicatrices de los procesos erosionales a
que han estado sometidas, o estructuras deposicionales características, tales como:
(1) Bordos laterales (levees), es el nombre que se da a los paramentos laterales,
dispuestos a lo largo de los canales, como diques alargados más altos que la plana. Estos
rasgos se forman a través de mucho tiempo, por la súbita pérdida de velocidad del agua
que sale del canal durante las inundaciones. Los bordos laterales hacen una pendiente
171
morfología fluvial
suave que se aleja del canal, a lo largo de la cual el tamaño del sedimento disminuye. El
material más grueso es depositado cerca del canal debido a la desaceleración súbita del
flujo que ingresa; el sedimento fino, especialmente los componentes del lavado de suelos,
son acarreados hacia el interior de las planas (Charlton, 2008: 111). En el eje vertical,
el tamaño del grano aumenta hacia la superficie, particularmente en los bordos que
ÀiÌÀVi`iÊvÀiÌiÊ>Ê>Û>ViÊ`iÊÕÊV>>Ê}À>ÌÀÊ}°Êΰ£x®°Ê>Ê>ÌÕÀ>Ê`iÊÃÊLÀ`ÃÊ
se ajusta al nivel del flujo que los origina, de manera que el concepto de descarga domi-
nante sería apropiado para los canales que hacen bordos. Sus brechas hacen derrames
que dejan característicos abanicos de sedimento fino o arcillas laminadas, dependiendo
del material en transporte. Los bordos laterales ocurren en todo tipo de canales expues-
tos a inundaciones regulares, aunque son más frecuentes en los canales de baja energía
ya que sus tasas de migración lateral son bajas, lo cual facilita su desarrollo (Harvey
and Schumm, 1994). En los canales sinuosos suelen ser mayores en la cara cóncava y
menores o inexistentes en la cara convexa; en los canales rectos son similares en ambas
orillas. Su formación puede tomar cientos a miles de años; las condiciones precisas que
acompañan la formación de bordos no se han cuantificado (Hudson, 2002).
Fig. 3.16 Cicatrices meándricas en arco sobre la plana del río Songhua, China.
172
morfología fluvial
incorporarse a las planas (Ver pág. 169). En canales de roca y bloques hay formaciones
similares, como son las bermas de bloques que frecuentemente se forman junto a los
canales en montaña (Charlton, 2008: 131).
(4) Arcos meándricos (meander scrolls): son relictos de las sucesivas barras en punta
abandonadas que se incorporaron a la plana. Cuando asoman sobre las planas hacen una
característica topografía ondulante de plataformas levemente radiales y concéntricas en la
V>À>ÊÌiÀ>Ê`iÊi>`ÀÊ}°Êΰ£È®°Ê>Ê`i«ÀiÃÊiÌÀiÊÃÊ>ÀVÃÊÃiÊ`iLiÀ>Ê>ÊÀiÌÀÊ`iÊ
sedimentos por parte del agua que circulaba detrás de la barra. Los meandros migratorios
no siempre dejan arcos tras de sí, y sus planas pueden ser llanas (Charlton, 2008: 136).
Según Charlton (2008: 136), los principales rasgos erosionales de las planas serían:
(a) Canales de inundación (Flood channels): son canales rectos y someros que corren
por la plana conectando dos sectores del canal principal, solo llevan agua cuando el flujo
es cercano a la sección llena.
(b) Desagües (floodouts): es el término de un canal de baja pendiente en una zona árida,
debido a las pérdidas hacia el subsuelo y/o por altas tasas de evaporación. En los desagües,
las aguas ocasionales se derraman sobre la plana, aunque el canal podría recomenzar más
abajo, haciendo un canal discontinuo. Los desagües también ocurren en canales obstruidos
por afloramientos de roca, depósitos fluviales o eólicos, tales como dunas u otros.
(c) Canales truncos (Cut–offs) y lagunas en «rabo de buey»: son giros meándricos
abandonados por la aparición de un canal nuevo que los omite (Fig. 3.17). El nuevo canal
abrevia el recorrido del canal mayor, lo cual aumenta su inclinación y mejora su com-
petencia (Ver pág. 209). Con el tiempo, los canales truncos se colmatan de sedimentos.
(d) Paleocanales: son canales abandonados, total o parcialmente sepultados bajo el
sedimento. Algunos tramos suelen quedar expuestos cuando el río actual migra y erosio-
na el sedimento que los cubre (Charlton, 2008: op. cit.).
Una planicie inundable abando-
nada por un canal que se encaja y
profundiza su cauce, o los fragmen-
tos de ella que permanecen en pie,
se conocen como terrazas fluviales
(Leopold, 1994: 11). Las terrazas son
plataformas relativamente llanas,
contiguas a los canales o en las már-
genes de los valles, más altas que las
planas actuales (Fig. 3.14). Al igual
que el piso del valle moderno, las te-
rrazas se inclinan suavemente hacia
aguas abajo, aunque su pendiente no
es la misma de la planicie actual ya
que corresponde a las condiciones
de energía y aportes de sedimento de
otra época: su inclinación es la incli-
Fig. 3.17 Laguna «en rabo de buey», Falseriver, Louisiana, EE.UU.
nación del valle antiguo (Charlton,
2008: 165). Las terrazas pueden hacer una variedad de secciones transversales escalona-
das en los valles, dependiendo de las secuencias de degradación y relleno del valle: cada
escalón representa una época (Fig. 3.18). Cuando la incisión ha sido rápida, con tasas de
degradación superiores a las tasas de migración lateral del río, las terrazas enfrentadas
quedan a la misma altura a ambos costados del valle. Cuando la migración del río y la
degradación del valle van a la par, las terrazas son dispares. También hay terrazas de
173
morfología fluvial
roca monolítica, en cuyo caso suelen estar cubiertas por una delgada capa de sedimento
aluvial (Charlton, 2008: 165). La causa más frecuente de formación de terrazas es un
cambio climático, desde un período húmedo hacia condiciones más áridas (Leopold,
1994: 11). Aunque la incisión también podría deberse a un descenso del nivel de base
local o regional, por alzamiento tectónico o isostático, o por descenso del nivel del mar
(Charlton, op. cit.).
Los rasgos asociados a las planas inundables informan acerca de las características
de los flujos de inundación, a través de los procesos erosionales que hacen en ellas, y
acerca de los sedimentos que acarrea el canal, a través de sus rasgos deposicionales.
Puesto que los rasgos perduran en las planas, sepultados bajo el sedimento, el estudio
de las planas y sus rasgos entrega información acerca del funcionamiento del río actual,
en sus capas superficiales, y acerca del río antiguo, en sus estratos profundos (Charlton,
2008 165) (Anexo 65). Bajo una capa sedimento más reciente, las planas suelen con-
servar vestigios de los canales del pasado, o «paleocanales». Las formas, dimensiones y
tipos de substrato de los paleocanales, permiten inferir las condiciones prevalecientes en
el sistema al momento de su formación.
Los paleocanales, la estratigrafía de las terrazas, y los rasgos deposicionales en gene-
ral, contienen un registro de la evolución del sistema, tanto en la escala del tiempo mo-
derno como del tiempo geológico. La información que ofrecen se utiliza para reconstruir
los regímenes de flujo del pasado, para inferir las condiciones ambientales que generaron
esos regímenes, y para comprender sus cambios (Ver pág. 253 a 255).
A Sin terraza
B Una terraza
C Dos terrazas
1 2 3
Un relleno aluvial Dos rellenos aluviales Tres rellenos aluviales
Fig. 3.18 Secciones esquemáticas de valles con secuencias estratigráficas diferentes, correspondientes a historias depo-
sicionales distintas (redibujado de Leopold, 1994).
174
morfología fluvial
dividiendo el largo del canal entre dos puntos, por la distancia entre ellos. Cuando la
sinuosidad aumenta, el largo del río aumenta y su inclinación disminuye. En la litera-
tura especializada (Ej. Leopold et al., 1964) es frecuente encontrar que se considera
rectos a los canales cuya sinuosidad es menor que 1,1; entre 1,1 y 1,5 se los considera
sinuosos, y por encima de 1,5 serían meándricos. Estas distinciones son arbitrarias
puesto que no se basan en diferencias físicas (Charlton, 2008: 138). En este trabajo
trataremos todos los canales con cambios de dirección alternados y periódicos como
canales sinuosos o meándricos, indistintamente.
En la naturaleza, los canales verdaderamente rectos no son frecuentes y difícilmente
encontraremos tramos rectos más largos que 20 veces su ancho (Leopold, 1994: 6). Dury
(1971), sostiene que los canales unitarios rectos serían intrínsecamente inestables, y en
laboratorio se habría comprobado que, aun con substrato homogéneo y alimentados con
flujo constante y alineado, los canales rectos tienden a desarrollar patrones sinuosos. Solo
en montaña predominan los patrones rectos, en los tramos de cascadas, rápidos, gradas y
lechos planos. Esto se debe al confinamiento de los canales y/o a su falta de competencia
para organizar sedimentos demasiado gruesos. En los valles no confinados y en los llanos,
los canales rectos son poco frecuentes; generalmente siguen las líneas estructurales de la
geología subyacente, o bien sus tasas de migración lateral son bajas porque disponen de
poca energía, o porque sus márgenes son resistentes a la erosión (Charlton, 2008: 7).
El ancho y la inclinación de los
canales rectos de roca suele variar en
respuesta a las estructuras geológicas
subyacentes, lo cual se puede apreciar
a escalas que van desde decenas de
metros hasta decenas de kilómetros.
Sus tramos angostos son más inclina-
dos, y los tramos anchos (menos incli-
nados) suelen presentar una delgada
capa de sedimento aluvial. Donde
los tributarios ingresan, es frecuente
observar depósitos de sedimento en
forma de abanico que restringen el
ancho del canal (Charlton, 2008: 7).
Los canales en roca pueden separarse
entre aquellos que presentan ondu-
laciones en sus paredes laterales, y
aquellos con paredes planas (Ver pág.
161). La distinción es significativa ya
que separaría los canales estables de
los inestables: las paredes ondulantes
suelen ocurrir en canales que están
haciendo incisión y serían, por lo tan-
Fig. 3.19, Correspondencia entre el patrón sinuoso del río y las to, inestables (Charlton (2008: 152).
montañas. Río Colorado, Chile. Aguas abajo de los canales rec-
tos de montaña, los patrones unitarios sinuosos predominan ampliamente. Apoyándose
en extensas observaciones de campo, Leopold (1994: 56) sostiene que a lo largo de
aproximadamente el 90% de los valles del medio-oeste norteamericano los ríos son si-
nuosos o meándricos, y todos los otros patrones serían excepcionales. El patrón sinuoso
prevalece, tanto en canales perennes como efímeros, y sus giros se reflejan en las formas
de los valles, incluso cuando atraviesan serranías (Leopold, 1994: 72) (Fig. 3.19).
175
morfología fluvial
Canales múltiples o dendríticos son todos aquellos en los que el flujo es conducido a
través de una trama de canales menores interconectados. Ha habido bastante confusión
en torno a los canales múltiples o dendríticos, ya que solía considerárselos como un
solo grupo, aunque involucran tipologías bien distintas. Siguiendo a Nanson y Knighton
(1996) y a Charlton (2008:8), en este trabajo distinguiremos dos categorías básicas:
(1) Los canales trenzados (braided channels), cuyas ramas están separadas por ba-
rras e islas deposicionales muy cambiantes e inestables. Esta categoría incluye la subca-
tegoría de los canales «divagantes» (wandering channels), intermedia entre unitarios y
trenzados, en los cuales hay más de un canal pero se aprecia claramente que uno de ellos
es dominante.
(2) Los canales ramificados (anabranching channels) son un grupo muy diverso,
cuyas ramas generalmente han sido excavadas en la plana, de manera que las islas que
las separan son más permanentes. Se incluye aquí la subcategoría de los canales «anasto-
mosados», que son sistemas múltiples propios de los ambientes de muy baja energía.
Aunque las planimetrías trenzada y ramificada son superficialmente similares, sus proce-
sos formativos son distintos (Ver pág. 183 a 187).
En algunos casos es posible observar un continuo de formas intermedias entre patro-
nes distintos, aunque es muy frecuente que la transición sea brusca, por lo cual muchos
autores afirman que habría umbrales geomórficos entre los patrones de canales (Anexo
20). Los ríos cercanos a sus umbrales suelen presentar rasgos reconocibles como transi-
cionales (Ej. barras o islas en canales meándricos), tienden a alternar entre dos patrones,
y son sensitivos frente a las variaciones en sus descargas y cargas de sedimento (Charl-
ton, 2008: 138). Henderson (1963) distinguía entre los canales con «substrato vivo»,
móviles aun con descargas bajas, y los canales «de umbral» (Threshold channels), en los
cuales el substrato es móvil solo cuando las descargas son altas.
El patrón de un canal depende de un conjunto de factores: inclinación, regímenes de
flujos y sedimentos, erosionabilidad del lecho y las márgenes, entre otros. Se ha procura-
do desarrollar modelos numéricos que permitan predecir la posición de los umbrales en-
tre patrones, pero las variables involucradas son muchas y un mismo patrón puede surgir
de diversas combinaciones de esas variables. Leopold y Wolman (1957) presentaron
una de las primeras ecuaciones para el umbral geomórfico entre los canales trenzados y
sinuosos: S = 0.06 Q-0.44, siendo Q la descarga a sección llena, y S la inclinación crítica
del canal, donde estaría el umbral. Esta relación expresa potencia, y según Piégay et al.
(2005) es incompleta ya que para modelizar los canales en equilibrio dinámico habría
que incluir parámetros para el calibre de los sedimentos y la resistencia de las márgenes.
Otras propuestas, tanto teóricas como basadas en observaciones de campo (empíricas),
han incluido la granulometría e incluso los efectos de la vegetación ribereña. Aun así,
Piégay et al. (2005) sostienen que este tipo de ecuaciones solo puede dar una idea aproxi-
mada de la posición probable de los umbrales (Anexo 20).
Canales unitarios son aquellos en los cuales el flujo se concentra en un solo cauce,
por oposición a los canales múltiples que conducen las aguas a través de una trama de
canales menores interconectados. Los canales unitarios solo son rectos cuando los con-
troles externos los dominan, como ocurre en los valles confinados, o cuando no disponen
de energía suficiente para modelar su propio cauce. Los canales unitarios que forman
sus propios cauces tienden a ser sinuosos (Ver pág. 33). Cuando un cauce no dispone de
energía para excavar una sección eficiente, o se ha extendido lateralmente en exceso, dos
o más canales con una baja relación ancho/profundidad resultan hidráulicamente más
eficientes. Esto se debe a que la suma de los radios hidráulicos de las ramas menores es
mayor que el radio hidráulico del canal unitario lateralmente extendido (Charlton 2008:
149). Esta sería la razón de ser de todos los tipos de canales múltiples.
176
morfología fluvial
Los patrones de canales cambian a lo largo del sistema y también a través del tiem-
po, en respuesta a los cambios en sus variables externas de control. Es frecuente que el
tránsito de un patrón a otro sea brusco, lo cual indicaría que entre ellos hay un umbral
geomórfico (Ver pág. 210, 197 a 199). Los primeros modelos que intentaron predecir
la posición de esos umbrales, y con ello el paso de un patrón a otro, generalmente se
basaron en la potencia del flujo, y tuvieron poco éxito. Con el correr de los años, esos
modelos mejoraron con la incorporación de más variables que reflejan las condiciones
materiales del terreno (Anexo 20). Por otra parte, muchos autores (Ej. Leopold, 1994:
178, Montgomery and Buffington, 1998) sostienen que la configuración específica que
los canales adoptan, en cualquier punto del sistema, sería indeterminada puesto que hay
más variables que relaciones entre ellas (Ver pág. 228). La modelización del sistema flu-
vial seguirá mejorando, aunque para morfología de canales, todavía está en su infancia.
177
morfología fluvial
menores que 2 corresponden a giros cerrados y producen separación del flujo, lo cual
aumenta considerablemente el gasto de energía en el tramo (Charlton, 2008: 140). Según
Leopold (1994:58), en muchos canales de todos tamaños el radio de curvatura es aproxi-
madamente 1/5 de la longitud de onda, lo que equivale a 2,3 veces el ancho del canal. Los
canales meándricos varían tanto en su grado de sinuosidad como en su regularidad y se
forman en todo tipo de substratos aluviales, incluyendo arenas, limos y arcillas, y también
en roca, generalmente asociados a potencias específicas moderadas, (Charlton, 2008: 7).
Se han propuesto muchas explicaciones para la formación de meandros:
LONGITUD DE ONDA
Arco de
crculo
ANCHO DEL MEANDRO
ANCHO DE BANDA
Radio de giro
Punto de
infleccin
10 4 D=0,085R
0,66
W=0,71R
0,89
A=0,067R
1,53
RADIO DE CURVATURA
)
)
(W
3
(D
10 )
(A
O
D
CH
IE
DA
FIC
AN
DI
R
100 PE
UN
SU
OF
PR
10
1
-0,1 -1 1 10 -1 1 10 100 10 3 10 4 10 5
PROFUNDIDAD MEDIA SUPERFICIE DE LA
A SECCIîN COMPLETA SECCIîN COMPLETA
Fig. 3.20 Geometría de los canales sinuosos o meándricos: dimensiones básicas y relaciones entre ancho, profundidad,
sección y radio de giro (redibujado de Rosgen, 1996).
Los canales adoptarían la típica forma meándrica porque la curva seno–generada que
los caracteriza sería la trayectoria de avance más probable entre dos puntos, y también la
que mejor distribuye las tasas de trabajo a lo largo de los cambios de dirección (Leopold
and Langbein, 1966) (Ver pág. 36 a 39). Esta y otras explicaciones similares, que remiten
el meandro a causas últimas o «teleológicas», relacionadas con leyes generales de admi-
nistración de la energía, aunque sean verdaderas, no explican los mecanismos formativos.
178
morfología fluvial
179
morfología fluvial
Giro con
dos pices
Meandro regurar
Fig. 3.21 Tipos de meandros según su grado de confinamiento, amplitud de su desarrollo lateral y regularidad.
T ipos de meandros. Algunos autores (Ej. Galay et al, 1973; Rosgen, 1996, 6-21)
distinguen múltiples tipos de meandros en base a los atributos de sus for-
mas, asignándoles nombres tales como «regulares», «retorcidos», o «truncados»
(Fig. 3.21). Charlton (2008:143) separa los meandros lateralmente confinados de
aquellos que escurren libremente, sin límites para su desarrollo lateral. Otra catego-
ría importante son los meandros encajados en la roca, que son similares a sus con-
trapartes aluviales, aunque más grandes ya que sus eventos formativos son mayores
y menos frecuentes. En muchos casos se trata de meandros que originalmente fueron
libres y luego hicieron incisión, a través de miles de años, generalmente en respues-
ta a alzamientos tectónicos o isostáticos del terreno (Ver pág. 218 a 221). Las rocas
resistentes tienden a preservar mejor la planimetría primitiva durante el proceso de inci-
sión, las rocas blandas permiten a los meandros disminuir su tamaño (Charlton, 2008:
152). Las paredes de los cañones meándricos conservan las huellas de los meandros del
pasado en sus terrazas de roca, cuyas formas y estratigrafía permiten conocer la evolución
del patrón sinuoso durante el proceso de incisión (Fig. 3.22).
Fig. 3.22 Meandro encajado y represa en Glen Canyon, Arizona, EE.UU. (fotografía de Christian Mehlfurer).
180
morfología fluvial
En algunos casos los meandros en roca no son una herencia del pasado, hay canales que
estarían haciendo sus meandros activamente en la roca (Charlton, 2008: op. cit.).
Otra distinción, y muy significativa, es la que existe entre los meandros que conser-
van una coordinación entre sus giros y la posición de sus rabiones, y aquellos que se han
extendido lateralmente hasta perder esa coordinación. La relación entre las inflexiones
del perfil longitudinal y el patrón sinuoso del río, forma parte de la génesis del meandro
en los canales de montaña, donde es importante funcionalmente puesto que, al mantener
las pozas en el ápice de los giros, contribuye a homogeneizar el expendio de energía
durante las crecidas (Leopold, 1994: 72) (Ver pág. 47). El quiebre de esta geometría
tridimensional en los canales separa los meandros en dos categorías: (1) los meandros
regulares, que conservan dos barras por fase, y (2) los meandros amplios o «de gran
amplitud», en los cuales hay más de dos rabiones por unidad de longitud de onda y el
patrón sinuoso tiende a deformarse aleatoriamente (Whiting and Dietrich, 1993a).
Los meandros amplios presentan múl-
tiples barras dentro del mismo giro. Cada
unidad consiste en una poza erosionada en la
b a orilla cóncava y un lóbulo deposicional inme-
rra rra
ba diatamente aguas abajo, en la orilla convexa
(Whiting and Dietrich, 1993b). Las barras son
oblicuas y terminan en una curva que apunta
barra
181
morfología fluvial
Traslacin
Extensin
lateral
La extensión lateral del patrón meándrico termina por producir meandros de gran
amplitud, típicamente en ambientes de baja energía, y su desarrollo irrestricto disminuye
la pendiente hasta que el flujo pierde competencia de acarreo. En esas condiciones opera
un mecanismo de retroalimentación negativa y el río hace un canal nuevo o «atajo» (cut
off), que omite un bucle y restablece una pendiente apropiada (Ver pág. 209). Knighton,
(1998) distingue entre atajos cortos (neck cut-offs) y atajos largos (chute cut-offs), los
atajos largos demandan más energía, los atajos cortos son más frecuentes (Fig. 3.24).
Los giros eliminados por un canal de atajo permanecen como lagunas de agua estancada
«en rabo de buey» (ox-bow lakes), generalmente solo por algún tiempo, hasta que suce-
sivas inundaciones los rellenan con sedimentos.
La condición de equilibrio de un canal meándrico cambia con la sinuosidad. Un ca-
nal estructuralmente controlado y recto podría mantener un equilibrio estable, pero los
canales sinuosos son migratorios y por lo tanto solo pueden aspirar a una condición de
equilibrio dinámico. Este equilibrio dinámico se mantendrá mientras se mantenga la coor-
dinación entre el patrón sinusoidal y los rabiones, con dos rabiones por fase. Cuando esa
coordinación se pierde, el desarrollo lateral de los meandros parece no tener límites, lo cual
conduce a una disminución sostenida de la inclinación en el canal, que a su vez conduce
hacia un umbral intrínseco más allá del cual el canal pierde competencia y no pueden
transportar sus sedimentos. En la vecindad de este umbral el sistema se vuelve propenso a
182
morfología fluvial
hacer ajustes abruptos para restablecer su inclinación y competencia (Ver pág. 209). Este
comportamiento contradice la hipótesis según la cual los ríos desarrollarían meandros
para disipar energía hasta un punto de equilibrio entre el sedimento que producen y su
capacidad para transportarlo (Riley, 1998). En la práctica, el desarrollo de los meandros
de gran amplitud es insensible al equilibrio y conduce hacia una crisis, frente a la cual el
sistema hace un ajuste severo que mutila un canal para mantener su competencia. Hooke
(2003) identifica este comportamiento con la «criticalidad autoorganizada», propia de
algunos sistemas complejos (Ver pág. 229).
lmina de sedimentos 2
incrementa la barra lmina de sedimentos 2
incrementa la barra
a b
Fig. 3.25 Mecanismos de formación de barras centrales observados por (a) Leopold y Wolman (1957) y (b) Ashmore
(1991) – (modificado de Charlton, 2008).
Los mecanismos de formación de barras centrales al interior del cauce son la cla-
ve del trenzamiento. De acuerdo a las observaciones de Leopold y Wolman (1957), en
canales de laboratorio el proceso sería el siguiente: los flujos convergentes erosionan
una poza cuyos sedimentos se desplazan como una lámina por el fondo del cauce, esta
lámina en movimiento dejaría rezagados sus materiales mayores, y a partir de esos de-
pósitos se formaría una barra central (Fig. 3.25a). Este mecanismo sería sensible a las
pequeñas variaciones locales de velocidad y profundidad, que vuelven al flujo localmente
incompetente para acarrear algunos de sus sedimentos mayores, lo cual permite suponer
que opera solo cuando y donde el flujo es débil y hace tensiones de corte que superan
183
morfología fluvial
apenas las tensiones críticas de transporte para el substrato. Ashmore (1991) observó un
proceso formativo distinto: la convergencia de flujos excava un surco recto y breve en el
substrato (chute), y puesto que las paredes del surco son escarpadas, el flujo que sale de
él hace divergencia y deposita sedimentos, que posteriormente retendrán otras oleadas
de sedimento, hasta formar una barra central (Fig. 3.25b). Este segundo mecanismo
necesita desplazar grandes cantidades de material para hacer el surco inicial, de manera
que operaría donde y cuando las tensiones de corte en el lecho estén considerablemente
por encima del umbral de transporte del substrato (Ashmore, op. cit.).
La evolución de la trama
trenzada incluye también me-
canismos erosionales que di-
sectan y subdividen las barras,
por ejemplo, cuando una rama
pierde competencia y sus aguas
deben hacer avulsión a través
de una barra (Charlton, 2008:
148). La reactivación de los ra-
males previamente abandona-
dos es muy frecuente, y un ca-
nal trenzado puede cambiar de
posición y migrar lateralmente,
abandonando unas ramas y
reactivando otras. Las tramas
trenzadas se caracterizan me-
diante índices que cuantifican
la intensidad del trenzamiento,
por ejemplo, contabilizando el
número de ramas activas en
una sección del canal (Charl-
ton, 2008: 145). Los «índices
de trenzamiento» permiten
comparar tramos distintos y
también los cambios a tra-
vés del tiempo. En general, el
trenzamiento aumenta con las
cargas de sedimentos y dismi-
nuye con la vegetación, aunque
según Coulthard (2005), en los
Fig. 3.26. Canal divagante, White River, EE.UU., fotografía de Walter canales la vegetación puede te-
Siegmund.
ner dos efectos opuestos:
(1) La vegetación acuática obstruye el flujo, lo cual favorece el desarrollo de depósitos
de sedimento al pie de las plantas, que podrían originar barras y aumentar el índice de
trenzamiento.
(2) La vegetación sobre las islas y riberas tiende a estabilizar el patrón, lo cual dismi-
nuye la erosión y la disponibilidad de sedimentos en el canal, inhibiendo así la formación
de nuevas barras.
Los canales trenzados ocurren en sectores deposicionales del sistema, y son en sí
mismos un ambiente deposicional: no es raro que hagan acreción neta. Son más fre-
cuentes en los tramos de alta energía de la parte media–alta del sistema (incluyendo
184
morfología fluvial
185
morfología fluvial
186
morfología fluvial
trucciones en los canales, tales como troncos, hielos, o dunas de origen eólico (Makaske,
op. cit.). El sistema anastomosado mantiene un equilibrio entre la avulsión, que hace los
nuevos canales, y el lento abandono de las ramas viejas obstruidas por los detritos.
El sedimento en suspensión predo-
mina en los sistemas anastomosados
y el proceso dominante de formación
de planas es la acreción vertical de se-
dimentos finos cohesivos. Las planas e
islas mantienen una vegetación profu-
sa y bien enraizada, de manera que las
márgenes son resistentes a la erosión
y los canales son lateralmente estables
(Charlton, 2008: 149). Los bordos late-
rales y los depósitos de sus brechas (cre-
vasse splay deposits), son frecuentes en
los sistemas anastomosados (Makaske,
2001). Wolman y Leopold (1957) hacen
referencia a islas completamente circun-
dadas por bordos naturales en el Ama-
zonas, las cuales capturan agua durante
las inundaciones y perduran como lagu-
nas someras cuando el nivel del río baja.
Según Makaske (2001), en los sistemas
anastomosados sería posible encontrar
canales rectos, meándricos, y también
trenzados, aunque lo más frecuente es
}°ÊΰÓÇÊ>ÃÌÃÃ]ÊÀÊ>ÕV>]Ê*Õ>Ê`iÊ i.
que sus ramales sean rectos.
También hay canales ramificados excavados en lechos de roca, cuyas ramas se han
formado por la erosión preferencial del agua a lo largo de líneas litológicas débiles; esta
tipología no es frecuente pero hay casos documentados en regiones húmedas y áridas
(Charlton, 2008: 153). El río Sabie, en Sudáfrica, es un caso interesante ya que presenta un
macro–canal, capaz de albergar todos los eventos hidrológicos, excepto los más extremos,
al interior del cual corre una trama ramificada de pequeños canales excavados en el lecho
de roca, que son los que el río ocupa habitualmente (Heritage et al., 1999).
La ocupación que los flujos hacen de un cauce múltiple es variable. Durante las
grandes crecidas la trama de canales suele quedar total o parcialmente sumergida y la
caja del río opera como un canal unitario; cuando las descargas son moderadas, todos
los canales llevan agua; y cuando son mínimas solo una parte de la trama se mantiene
activa y los otros canales se secan. Estos sistemas múltiples de canales semi–permanentes
permiten al río concentrar los flujos en un sector de la trama y mantener su competencia
de acarreo para el transporte de fondo (Nanson and Knighton, 1996).
Los canales ramificados son sistemas múltiples cuyas ramas individuales general-
mente han sido excavadas en las planas, más que separadas por barras deposicionales.
Aunque constituyen un grupo distintivo, no han sido suficientemente estudiados (Nan-
son and Knighton, 1996). En general, la investigación se ha focalizado más bien en el
sub-tipo de los canales anastomosados. Anastomosis es un término que proviene de la
anatomía y describe una trama interconectada de vasos capilares; en geomorfología el
término describe la proliferación de múltiples canales distributarios en un río que se
aproxima a su nivel de base, hacia final de su recorrido.
187
morfología fluvial
E l perfil longitudinal. Entre la divisoria de las aguas y el nivel de base del sistema, la
inclinación de los canales disminuye haciendo un perfil moderadamente cóncavo y
abierto hacia el cielo (Ver pág. 45 a 46). Este perfil longitudinal hace también inflexiones
en su concavidad, según aumenta o disminuye la tasa de declinación de su pendiente.
Esas inflexiones reflejan cambios en los procesos erosionales y deposicionales a lo lar-
go del sistema, los cuales estarían marcados por umbrales geomórficos que dependen
fundamentalmente de la potencia del flujo. La potencia del flujo depende a su vez de la
superficie drenada acumulada (A), subrogante de las descargas, y de la inclinación del
cauce (S), subrogante de la velocidad del flujo (Fig. 3.28).
P artiendo desde las cumbres hacia abajo, la primera inflexión del perfil longitudinal
es una transición entre la topografía convexa de las laderas no canalizadas y la topogra-
fía cóncava de los valles (Montgomery and Foufoula-Georgieou, 1993). Esta transición
corresponde a un cambio en los procesos, desde el modo de erosión dispersiva (gotas
de lluvia y escurrimientos extendidos), hacia los modos incipientes de erosión incisiva
(surcos y cárcavas) (McNamara et al., 2006). Según Montgomery y Foufoula-Georgieou
(1993), el umbral que marca el inicio de este cambio topográfico y de procesos ocurriría
donde la relación genérica ∂S / ∂A cambia de signo (Ver pág. 17 a 19).
Semi-
Confinamiento confinamiento No-confinado
Depresin entre los picos,
zona transicional de
inicio de los canales
aluviales y sus planas.
Primer Pico
de la Potencia Total
Mxima tasa de erosin
de la roca
Tasas de erosin
de laderas alcanzan
las tasas de
erosin de la roca
POTENCIA TOTAL - ELEVACIîN
Segundo Pico
de la Potencia Total
Tasas de erosin
de laderas
superan las tasas
de erosin de la roca
Sector de
cabeceras
de canales Potencia total
!S / !A Perfil longitudinal
cambia de
signo, paso Qc / Qs =1
de erosin la capacidad de
difusa a transporte y el
concentrada suministro de
sedimentos
se equiparan
188
morfología fluvial
189
morfología fluvial
(3) Después del segundo máximo de la potencia total, los canales aluviales se ha-
brán afianzado, ya no solo como tramos esporádicos que alternan con la roca, sino
en continuidad y con planas bien constituidas en ambos lados del canal. En adelante,
la evolución de la potencia y de la inclinación se acoplan y, haciendo abstracción de
las anomalías propias de los casos particulares, declinarán coordinadamente hasta el
nivel de base del sistema. A lo largo de ese último tramo, otros umbrales separarán los
tramos aluviales con diferentes patrones y rasgos (Ver pág. 176, anexo 20).
Hemos visto que la forma generalizada del perfil longitudinal del sistema fluvial es
moderadamente cóncava y abierta hacia el cielo (Ver pág. 45 a 46). En los sistema reales
esto no siempre se cumple: en las regiones áridas los ríos que pierden caudal por evapo-
ración y/o infiltración, hacen zonas deposicionales prematuras y sus perfiles pueden ser
rectilíneos e incluso convexos (Charlton, 2008: 124); los sistemas breves de las serranías
costeras frecuentemente no alcanzan a desarrollar perfiles cóncavos (Parker, 2007); los
alzamientos tectónicos en la parte media o baja del sistema distorsionan la concavidad
del perfil. Por otra parte, aun en los casos en que el perfil longitudinal es cóncavo, esos
perfiles suelen presentar irregularidades tales como lagos, cataratas, o cambios locales de
inclinación debido al ingreso de tributarios u otras causas.
En la escala de los segmentos de canal, la inclinación del agua refleja el expendio
local de energía. En la escala espacial del sistema completo, el perfil del agua y el perfil
de los cauces se confunden, de manera que el perfil longitudinal del sistema refleja la
evolución del expendio de energía a lo largo de las redes. La evolución de la energía total
aparece marcada por inflexiones que representan umbrales geomórficos relacionados
con la evolución de los procesos erosivos en el sistema. En montaña, estos umbrales mar-
can el tránsito entre la erosión difusa y concentrada, el comienzo del flujo canalizado, y
el término de la incisión fluvial en la roca.
Puesto que dependen en gran medida de la potencia del flujo, la geomorfología ha
estudiado los umbrales de potencia a través de la evolución en el sistema de la superficie
drenada (subrogando las descargas) y de la inclinación (subrogando la velocidad del
flujo); o bien directamente a través de la evolución de la potencia total o de algún índice
de energía relacionado (Jain et al., 2008). Si todo lo demás es igual, la morfología de un
canal dependerá de la inclinación local. Según Jain et al. (op. cit.), el conocimiento de
estos umbrales y sus implicancias, mejorará en la medida en que se incorporen al análisis
otras variables, tales como las cargas y calibres del sedimento en transporte
En suma, tanto el perfil longitudinal como la morfología de los canales dependen de
la potencia del flujo, de manera que los tres evolucionan estrechamente relacionados a
lo largo del sistema. Es por esto que el desarrollo del perfil longitudinal tiende a llevar
aparejadas secuencias características de morfologías de canales.
190
morfología fluvial
TAMAO DE LA CABECERA
GRADUAL GRADA PEQUEA GRADA ALTA CORTE PEQUEO GRAN CORTE
FLUJO SUPERFICIAL DE HORTON
< 0,1m 0,1 - 1m 1 - 10m >10m
Transporte de
sedimentos
concentrado
a b c d e
FLUJO SUPERFICIAL
DE SATURACIîN
FLUJO SUBSUPERFICIAL
napa
tunel
f g h i j
Fig. 3.29 Clasificación de las cabeceras de canales de Dietrich y Dunne (1993), según la altura del quiebre que hacen
en el terreno y el tipo de flujos que converge en ellas (redibujado de Dietrich y Dunne, 1993).
Puesto que son muy diversas, Dietrich y Dunne (1993) han propuesto una clasifi-
cación de las cabeceras en base a sus formas y al tipo de flujo dominante en ellas (Fig.
3.29). Desde la forma, las separan según la profundidad del quiebre topográfico que
hacen en el terreno, ya que los procesos formativos serían distintos para quiebres de
distintas alturas. Dependiendo del tipo de flujo, las subdividen entre aquellas dominadas
por el flujo superficial de Horton, y las que son dominadas por los escurrimientos sub–
superficiales. Según Montgomery y Dietrich (1989), en laderas suaves la erosión por flu-
jo subsuperficial (seepage erosion) tiende a hacer cabeceras abruptas y los escurrimientos
superficiales de saturación (saturation overland flow) harían cabeceras más graduales.
Esta clasificación no considera la forma planimétrica de las cabeceras, aunque por defi-
nición éstas deben presentar paredes laterales bien definidas, las cuales generalmente son
cóncavas, de manera que los canales suelen terminar «en forma de dedo». De acuerdo a
las observaciones de campo de Dietrich y Dunne (1993), el ancho de las cabeceras suele
ser menor que cinco veces su profundidad. Por otra parte, el inicio de los canales puede
ser discontinuo: algunos nacen y avanzan hasta una superficie suave no canalizada en la
cual desaparecen y sus aguas vuelven a surgir más abajo en otra cabecera. Esta secuencia
puede repetirse varias veces (Dietrich and Dunne, op. cit.).
Muchos canales comienzan en un relleno coluvial (Ver pág. 149). Según Montgo-
mery y Buffington (1997), los canales coluviales suelen escurrir confinados, y puesto que
su caudal es débil o intermitente, su capacidad de transporte es baja y solo evacuan una
pequeña parte del sedimento que reciben desde las laderas. Aunque logran redistribuir
parte del coluvio para hacer su cauce, en general el flujo avanza rodeando obstrucciones
que no alcanza a desplazar. En los canales coluviales casi no hay transporte, ni depo-
sición, ni clasificación del sedimento, ya que el gran tamaño de los clastos y residuos
191
morfología fluvial
192
morfología fluvial
tos entre sí. Los primeros son dominados por su capacidad de transporte, evacuan todos
sus sedimentos y escurren controlados por un substrato rígido (Fig. 3.4); en los segundos
predominan los aportes de sedimento, lo cual les permite hacer ajustes deposicionales en
sus cauces (Montgomery and Buffington, 1998). Con el paso del substrato de roca a alu-
vial, la morfología de los canales pasa también desde los rasgos erosivos característicos
de la roca, al predominio de los rasgos deposicionales (Fig. 3.30).
Puesto que en montaña los patrones de canales son poco variados, la morfología
de los canales de montaña es la morfología de sus substratos. Las tipologías aluviales
de montaña se describen a partir de los rasgos en sus substratos, siguiendo la secuen-
cia típica descrita por Montgomey y Buffington (1997): los racimos de material aluvial
(clusters) agrupados en torno a un clasto mayor, en las cascadas; las costillas (ribs) pe-
riódicas de material grueso, en los rápidos; la morfología de gradas y pozas periódicas
(step-pool morphology); los canales aluviales con lechos planos (plane beds), frecuente-
mente acorazados; y los rabiones (riffles) (Fig. 3.3) (Ver pág. 154 a 156). En los sistemas
reales, la sucesión de morfologías no necesariamente respetará este orden, aunque esta
secuencia refleja una progresión gradual de las magnitudes relativas de la capacidad de
transporte(Qc) y del suministro de sedimentos (Qs), según qr = Qc / Qs. Los canales
coluviales son canales limitados por el transporte (qr <1), tal como lo indica la acumu-
lación del coluvio en ellos; los canales de roca, en cambio, son canales limitados por sus
aportes de sedimentos (qr > 1). Entre 1 > qr > 1 se desarrollaría la diversidad morfológica
de los canales aluviales de montaña (Montgomery and Buffington, 1997) (Fig. 3.30).
En todas las etapas descritas hasta ahora predominan los patrones unitarios y rectos,
en los cuales cualquier cambio de dirección es impuesto por la estructura de la roca sub-
yacente. Hacia la salida de la zona de semi–confinamiento podrían aparecer los primeros
rabiones que hacen oscilar lateralmente el flujo, primero al interior de un cauce recto y
luego en un patrón sinuoso. El término del semi-confinamiento es también el término de
los canales en roca y corresponde al segundo pico de la potencia total en el sistema (Ver
pág. 188 a 190). Pasado este umbral, los valles se abren decididamente y los canales
escurren libres de confinamiento por las llanuras aluviales (Jain et al., 2008).
La morfología de los canales evoluciona de maneras reconocibles a lo largo de una
gradiente de energía que decrece en la dirección aguas abajo. Comprender esas transicio-
nes en el carácter y comportamiento de los ríos a lo largo del sistema, es esencial para la
geomorfologia fluvial (Jain et al., 2008). Los geólogos e ingenieros han reconocido desde
hace mucho las diferencias fundamentales entre los canales de montaña y sus contrapar-
tes de las tierras bajas (Montgomery and Buffington, 1997). La morfología de los canales
de montaña es más dependiente de controles externos, como son el confinamiento lateral
y el tipo y volumen de sedimento que aportan las laderas.
El ingreso de sedimentos frescos (primarios) al sistema ocurre en montaña, por lo
cual Stanley Schumm (1975) considera que la zona de cabecera del sistema sería una
zona de producción de sedimentos (Ver pág. 121) (Fig. 1.11). Los canales de montaña
son importantes por su producción de sedimentos primarios, y también porque trans-
miten aguas abajo las perturbaciones naturales y antropogénicas en la zonas de altura
de la cuenca. Por otra parte, los torrentes y arroyos de montaña son el hábitat de una
fauna característica, muy distinta de la que encontraremos más abajo en el sistema. La
funcionalidad física y biológica del sistema en general parte por la calidad de sus canales
de cabecera, y por la conectividad entre esos canales y el curso medio e inferior de los
ríos. A pesar de su importancia, los arroyos de montaña han sido menos estudiados que
los ríos de las llanuras (Montgomery and Buffington, 1997).
193
morfología fluvial
E volución morfológica en el llano. A la salida del monte los valles se abren por com-
pleto y es frecuente que la inclinación disminuya bruscamente. En este punto, el río
pierde capacidad de acarreo y deja caer el sedimento grueso, haciendo un rasgo depo-
sicional característico, conocido como un cono o abanico aluvial. Los conos aluviales
son más anchos en la base, su perfil transversal es convexo y su perfil longitudinal es
cóncavo (Fig 3.31). Dependiendo del tamaño del sistema y del volumen de sedimento
en transporte, los conos pueden medir menos de 50m de largo, aunque los grandes
mega–abanicos pueden medir hasta 60km (Harvey et al., 2005: 1).
Un cono activo es aquel que está haciendo acreción, y puesto que el río que lo atra-
viesa no tiene competencia de acarreo, el cono debe aliviarse periódicamente mediante
desplazamientos de masas que dispersan los sedimentos hacia abajo. En general, las
regiones en alzamiento tectónico tienden a hacer conos muy activos ya que producen
grandes cantidades de sedimento. Según Charlton (2008:114), en las regiones áridas
los conos aluviales son generalmente más pequeños, aunque más activos y más incli-
nados que en las regiones húmedas. En los Himalayas del sur, al ingresar el río Kosi a
la planicie aluvial del Indus hace un abanico que cubre 15000km2, y cuya inclinación
promedio es de solo 0,1% en la parte alta (Anexo 23).
El flujo que ingresa a un abanico aluvial se separa en dos o más canales distributarios
trenzados extremadamente inestables, que cambian de posición con frecuencia y recorren
el cono repartiendo sedimentos. Una disminución de los aportes de sedimentos y/o un au-
mento de la pendiente, podrían causar incisión y encajamiento del río en la cabecera del
cono. Esos cambios podrían ser de origen tectónico, climático, por cambios en el nivel de
base local o regional, o por actividades humanas (Charlton, 2008:114). Según Harvey et al.
(2005: 2), cuando el clima se vuelve árido los aportes de sedimento aumentan, debido a los
deslizamientos en las laderas, y la actividad fluvial se intensifica sobre los conos. Por otra
parte, los procesos fluviales también suelen disectar los antiguos abanicos inactivos (Harvey
et al., op. cit.).
194
morfología fluvial
Fig. 3.32 El término del sistema: (a) delta del río Lena, en Rusia, (b) estuario del Río de la Plata, Argentina.
En el otro extremo del sistema, cuando un río ingresa en un cuerpo de agua detenida,
lacustre o marítimo, el flujo se abre, pierde velocidad y deja caer sus sedimentos. Esos
depósitos hacen acreción, emergen, y el río debe escurrir por encima de ellos para llegar
hasta el océano o lago. El sistema hace aquí un segundo gran ambiente deposicional, esta
vez de sedimento fino, conocido como delta fluvial por su forma frecuentemente trian-
gular (Fig. 3.32a). La inclinación de un río que escurre sobre un delta es casi nula, por
lo cual suelen abrirse en una red de canales distributarios interconectados, generalmente
inestables y cambiantes. En los raros casos en que estos canales se estabilizan al interior
de un paisaje de ciénagas o marismas, se los puede clasificar como un ambiente fluvial
anastomosado (Rosgen 5-122).
195
morfología fluvial
Disminucin de la potencia
Disminucin del calibre del grano
CANALES DOMINADOS
POR LOS SîLIDOS DE FONDO
ALTA ENERGêA
BLOQUES DE GRAVAS DE ARENAS
Y CANTOS
DIVAGANTE DIVAGANTE
DE GRAVAS DE ARENA
Aumento del calibre del grano
Disminucin de la estabilidad
Y CANTOS
Aumento de la pendiente
Aumento de la potencia
MEDIANA ENERGêA
MEANDRICO
DE ARENA
CANALES DOMINADOS
POR LOS SîLIDOS SUSPENDIDOS
BAJA ENERGêA
DESAGUE
CADENAS DE POZAS
DELTA FLUVIAL
(AUTRALIA)
ESTUARIO
Fig. 3.33 Evolución de los patrones de canales en el llano, adaptado de Schumm (1977) – redibujado de Charlton (2008).
196
morfología fluvial
197
morfología fluvial
T ipos de ríos. Los ríos son diversos y para facilitar la comunicación en torno a ellos se
han elaborado tipologías, cada una de las cuales reúne un grupo de atributos del río.
En el lenguaje coloquial los atributos deben enumerarse explícitamente, por ejemplo: «río
con muchos canales pequeños y cambiantes que escurren por un amplio pedregal de cantos
redondeados», correspondería al tipo «canal trenzado» de la morfología fluvial.
Los tipos que agrupan atributos por conveniencia del investigador son «clases» con-
vencionales o nominales. Aquellos que recogen combinaciones de atributos que efectiva-
mente ocurren asociadas en la naturaleza, constituirían «tipos naturales» (natural kinds).
Mongomery y Buffington (1998) señalan que la geomorfología fluvial se apoya en las
similitudes de forma y función para imponer un orden artificial en un continuo de for-
mas naturales. Si esto es así, las clasificaciones de la disciplina son nominales y no habría
«tipos naturales» de ríos. Esto último ha sido muy debatido, los umbrales geomórficos
podrían estar separando «tipos naturales» de ríos, los cuales existirían «entre umbrales»,
con toda la variabilidad natural que cabe entre ellos. Hay evidencias de umbrales, por
ejemplo, entre los canales trenzados y meándricos (Leopold and Wolman, 1957; Parker,
1976; Nanson and Croke, 1992), y entre los canales en arena y multigranulares (Parker,
2007: 99). En estos casos las categorías «canal trenzado» y «canal en arena» podrían
representar tipos naturales.
Todo esto no es trivial. Según Rhoads y Thorn (1996), la clasificación de un obje-
to de estudio diverso en categorías discretas (taxa), correspondientes a tipos naturales,
forma parte importante de todas las ciencias naturales; las tipologías nominales presen-
tarían una imagen simplificada, y por lo tanto falsa, del objeto de estudio. Si los canales
naturales pudieran clasificarse por tipos naturales, todos los atributos del tipo podrían
transferirse confiadamente a cualquier canal del mismo tipo en la naturaleza. De ser así,
ya no sería necesario analizar los canales caso a caso para conocer sus características
(típicas), bastaría con diagnosticar a qué tipo corresponden, lo cual es mucho más fácil
198
morfología fluvial
y económico. De no ser así, la utilidad de las clasificaciones no pasa más allá de facilitar
la comunicación en torno a los ríos y sus características.
Ya sea que sus tipos sean naturales o no, la geomorfología ha desarrollado un sin-
número de clasificaciones, muchas de las cuales se utilizan habitualmente. El sistema de
clasificación de canales más difundido, dentro y fuera de la disciplina, es el sistema de
ordenamiento jerárquico de los tributarios de Horton (1945), posteriormente modifica-
do por Strahler (1957). Todas las disciplinas relacionadas con la geografía física utilizan
los sistemas de Horton y Strahler. La ecología fluvial ha asociado variables biológicas
al número de orden jerárquico de los canales: la hipótesis ecológica del «continuum del
río» (Vannote et al., 1980) utiliza el sistema Strahler como matriz física. Aunque estos
sistemas han permitido múltiples formas de análisis de las redes fluviales, no habría
características morfológicas inherentes a los canales de cada orden (Mongomery and
Buffington, 1998) (Ver pág. 20 a 24).
Mongomery y Buffington (1998) estiman que la más significativa de las clasifica-
ciones de canales sería aquella que los separa por tipos de substrato, lo cual habría sido
reconocido desde los inicios de la geomorfología. La clasificación de los patrones fluviales
de Leopold y Wolman (1957), que distingue entre canales rectos, meándricos y trenza-
dos, se ha incorporado al vocabulario de todas las disciplinas relacionadas con los ríos,
aunque en la actualidad se reconocen varios otros patrones típicos, tales como los canales
divagantes (wandering) y ramificados (anabranching). Posteriormente se desarrollaron
muchas otras clasificaciones, más complejas, que establecen relaciones entre la morfolo-
gía de los canales y aspectos de procesos, tales como energía y transporte (Anexo 24).
También se han desarrollado sistemas parciales que clasifican algún subgrupo de canales,
o de unidades geomórficas. En este trabajo hemos hecho referencia a una clasificación
de las cabeceras de canales, realizada por Dietrich y Dunne (1993) (Ver pág. 191); a una
clasificación de las planas de Nanson y Croke (1992) (Ver pág. 170); y a una clasifica-
ción de los canales ramificados de Nanson y Knighton (1996) (Ver pág. 186).
Montgomery y Buffington (1993) desarrollaron un sistema para clasificar los valles
y los canales de montaña en base al tipo de substrato (roca, coluvial y aluvial), discrimi-
nando luego cinco morfologías aluviales típicas. Estos tipos aluviales los separan según
su factor de rugosidad dominante (morfología del substrato), cargas de sedimentos y
capacidad de transporte, confinamiento y dinámicas de ajuste (Fig. 3.30). La relación
entre transporte y morfología se basa en la hipótesis (empíricamente verificada) de que
las morfologías aluviales hacen configuraciones rugosas específicas en los substratos, de-
pendientes de la relación Qc / Qs entre capacidad de transporte (Qc) y cargas de sedi-
mentos (Qs). Los canales serían más ajustables morfológicamente cuanto menor sea esta
relación (Montgomery and Buffington, 1997). La clasificación de Montgomery y Buffing-
ton (1993) fue desarrollada para un área restringida en Norteamérica, las Cascades en
Washington, EE.UU., y aunque sus premisas se basan en física, sus tipologías no pueden
considerarse universalmente válidas. A pesar de lo anterior, el sistema ha sido aplicado en
otras regiones y Miller et al. (2001) sostienen que funciona muy bien para las morfologías
escalonadas de alta pendiente, donde quiera que estén.
El problema de la validación restringe la aplicabilidad de todas las clasificaciones de
canales. Cualquier sistema de clasificación proviene necesariamente de datos de campo
obtenidos en algún dominio geográfico y fuera de ese dominio el sistema debe ser va-
lidado localmente antes de aplicarse. Quizás el único método que estaría libre de esta
dificultad es el de los «estilos fluviales» (River Styles). River styles no es realmente un
sistema de clasificación, sino un protocolo genérico para el análisis de cuencas y sistemas
fluviales, que incluye el desarrollo de una clasificación ad hoc para los canales del sistema
199
morfología fluvial
en estudio (Ver pág. 251). Sus categorías se constituyen a través del análisis del caso
particular, en base a criterios de procesos y de evolución de los canales, siempre con refe-
rencia a la cuenca. El procedimiento permite discriminar tipologías raras o particulares
de cada cuenca y no somete las tipologías locales a un esquema universal preexistente
(Brierley and Fryers 2005). Naturalmente, cualquier clasificación realizada en base a los
«estilos fluviales» no es útil más allá de su sistema de origen, aunque sus autores sostie-
nen que el método para desarrollar esa clasificación es aplicable universalmente.
La diversidad y complejidad de los canales naturales ha promovido el desarrollo
de sistemas de clasificación que permitan identificar tramos de río morfológica y fun-
cionalmente similares al interior de las redes (Montgomery and Buffington, 1998). Las
clasificaciones de canales establecen tipologías fluviales discretas y evalúan sus caracte-
rísticas a fin de poder extrapolar esas tipologías, con sus atributos, hacia otras provincias
hidro-fisiográficas (Rosgen, 1996; 3-3).
Por otra parte, los hidrólogos, biólogos, ingenieros y otros especialistas que estudian
o trabajan con los ríos, han desarrollado sus propias tipologías para abordar el sistema.
Los biólogos, por ejemplo, suelen usar términos como «crenón», «ritrón» y «potamón»,
que poco informan a los no biólogos. Para comunicarse entre sí, y puesto que deben
interactuar en el marco del manejo fluvial, todos estos especialistas necesitan hacer re-
ferencia a un sistema de clasificación compartido. Un sistema de clasificación ideal para
los canales fluviales ofrecería tipos naturales y válidos universalmente, sus categorías
abarcarían todo el espectro de los canales posibles, serían significativas para todas las
disciplinas interesadas, y serían fáciles de identificar y también de comunicar a los no
profesionales involucrados en el manejo fluvial.
Según Montgomery y Buffington (1998), ningún sistema de clasificación puede sa-
tisfacer todos los propósitos posibles, puesto que los ríos constituyen sistemas comple-
jos que deben ser interpretados dentro de un contexto regional e «histórico». Para la
geomorfología fluvial las clasificaciones más útiles serían aquellas basadas en procesos,
o en las relaciones entre procesos y formas. Por otra parte, la aplicación descuidada de
cualquier sistema de clasificación conduce a errores, y ninguna puede sustituir al obser-
vador alerta, inteligente y bien entrenado (Montgomery & Buffington, op. cit.).
200
morfología fluvial
Aa+
PENDIENTES
RANGO DE A
>
10
%
4- B
10% C D DA E
2 - 4% F G
< 2% < 4% < 0,5% < 2% < 2%
TRANSVERSAL
2 - 4%
SECCIîN
PATRîN DOMINANTE
TIPO DE
CANAL Aa+ A B C D DA E F G
Fig. 3.34 Morfología característica de los principales tipos de canales en el sistema Rosgen: Aa+, torrentes muy
inclinados y atrincherados, transportan escombros. A, canales de alta energía en montaña, presentan cascadas o
gradas, son muy inclinados y frecuentemente atrincherados. B, canales moderadamente atrincherados e inclinados,
dominados por rabiones ampliamente espaciados. C, canales meándricos con planas aluviales bien definidas y escasa
pendiente. D, canales trenzados de caja ancha y somera con riberas erosionables, presentan múltiples barras longi-
tudinales y transversales. DA, canales múltiples anastomosados, individualmente profundos y estrechos, con planas
cubiertas de vegetación, asociados a humedales en muy baja pendiente. E, meandros desarrollados en muy baja
pendiente, hidráulicamente eficientes y estables, estrechos y profundos. F, meandros atrincherados en baja pendiente,
anchos y someros, con rabiones. G, cárcavas extendidas con morfología de gradas, canal atrincherado y profundo con
pendiente moderada. Redibujado de Rosgen (1996)
201
CANALES UNITARIOS CANALES MòLTIPLES
TIPO DE RêO DA
A G F B E C D
202
PENDIENTE PENDIENTE PENDIENTE PENDIENTE PENDIENTE PENDIENTE PENDIENTE PENDIENTE PDNTE.
> 0,04 0,02 0,02 0,04 0,02 0,02 0,02 0,001 0,02 0,001
0,099 0,039 <0,02 <0,02 <0,02 <0,02 <,001 <,001 <,005
0,10 0,039 0,099 0,039 0,039 0,039 0,002 0,039 0,002
morfología fluvial
SUBSTRATOS
CANTOS A3a+ A3 G3 G3c F3b F3 B3a B3 B3c E3b E3 C3b C3 C3c D3b D3
GRAVAS A4a+ A4 G4 G4c F4b F4 B4a B4 B4c E4b E4 C4b C4 C4c D4b D4 D4c DA4
ARENAS A5a+ A5 G5 G5c F5b F5 B5a B5 B5c E5b E5 C5b C5 C5c D5b D5 D5c DA5
LIMO - ARCILLA A6a+ A6 G6 G6c F6b F6 B6a B6 B6c E6b E6 C6b C6 C6c D6b D6 D6c DA6
LOS VALORES DE ATRINCHERAMIENTO Y SINUOSIDAD PUEDEN VARIAR EN +-/0,2 UNIDADES; LA RELACIîN ANCHO / PROFUNDIDAD PUEDE VARIAR EN +- 2,0 UNIDADES.
Fig. 3.35 Claves para el diagnóstico de canales en sistema de clasificación de Rosgen (redibujado de Rosgen, 1996).
morfología fluvial
Aunque parece haber consenso en que es coherente, muy detallado, y útil como
modelo conceptual y como herramienta de comunicación (Simon et al, 2005), el sistema
Rosgen tiene también impetuosos detractores. Las críticas más importantes se refieren a
su base más bien empírica: el sistema no se basa en procesos y esto se hace evidente en
la falta de explicación para las evaluaciones del potencial de respuesta de sus subtipos
(Montgomery and Buffington, 1998); no explica los ajustes dinámicos ni la evolución
de los sistemas fluviales (Thorne, 1997); no considera la causalidad de los procesos que
gobiernan las formas (Rinaldi and Jonson, 1997); hay insuficientes ecuaciones para el
número de subcategorías (Soar and Thorne, 2001). Otras críticas objetan aspectos me-
todológicos: su dependencia de la descarga a sección llena, bajo el supuesto (controver-
sial) de que correspondería a una descarga formativa (Liquori, 2002); la dificultad para
identificar en terreno el nivel de la descarga a sección llena (Simon et al, 2005); su débil
metodología para evaluar la estabilidad de los canales (Juracek and Fitzpatrick, 2003);
confundiría poblaciones de sedimento distintas en una misma muestra, ya que integra las
muestras del substrato y de las paredes laterales (Simon et al, 2005); no considera el rol
geomorfológico de los residuos leñosos obstructivos (Miller and Skidmore, 2001; Rinal-
di and Jonson, 1997). Por todas estas razones, sus detractores señalan que el sistema no
debiera usarse más allá de la mera descripción de los canales. Thorne (1997: 213) añade
que su aplicación requiere de una comprensión profunda de la geomorfología fluvial, lo
cual restringiría su utilidad práctica.
Rosgen ha respondido muchas de estas críticas: ha defendido su tratamiento del
sedimento y del transporte (Rosgen, 2000), y ha precisado algunos aspectos de su me-
todología para evaluar la estabilidad de los canales (Rosgen, 2001). Otros autores han
validado el sistema y han aportado a las tipologías existentes: Annable (1995) validó
el sistema en 47 localidades del Sudeste de Ontario (Canadá); Savery et al. (2001) lo
validan para ríos de baja pendiente en Chiquamegon–Nicolet National Park (Wiscon-
sin EE.UU.); Southerland (2003) lo valida para la región de las North Cascades (Was-
hington, EE.UU.), y propone una categoría adicional «Wdom» (wood dominated), y
un método para diagnosticar su estabilidad. Newson (2002) valora su utilidad como
herramienta para el diseño de canales, puesto que proporciona datos que pueden usarse
para alimentar ecuaciones predictivas. Por último, la validación más fuerte para el siste-
ma Rosgen proviene de Luna B. Leopold (1994: 20), quien lo ha respaldado sin reservas
con todo el peso de su inmenso prestigio.
El sistema Rosgen (1994) para clasificación de canales naturales establece tipologías
en base a combinaciones de los siguientes parámetros: pendiente del cauce, tipo de subs-
trato y granulometría, relación ancho/profundidad, sinuosidad y grado de confinamien-
to (Leopold, 1994: 20). Rosgen (1994) ha demostrado que sus tipologías fundamentales
presentan coeficientes de rugosidad y relaciones de geometría hidráulica características.
Sin embargo, el sistema no se basa en procesos y ha sido duramente criticado por esto.
El sistema Rosgen no es solo un método más para clasificación de canales. Como
extensión de su sistema de clasificación, David Rosgen (1998) ha desarrollado un mé-
todo analógico de diseño para restauración de canales, basado en la imitación de un
tramo de referencia estable (Ver pág. 273 a 274). El método se conoce como «Diseño de
Canales Naturales» (Natural Channel Design). La controversia en torno a la validez del
sistema de clasificaciones de Rosgen está imbricada con la validez del uso de los sistemas
de clasificación en general como base para el diagnóstico y eventuales intervenciones en
los cursos de agua (ver Rosgen, 2006 a,b) y con la validez de los métodos analógicos de
restauración (Ver pág. 273 a 274).
203
morfología fluvial
Los métodos de Rosgen son aparentemente sencillos y muy populares entre los no–
geomorfólogos, pero su aplicación más allá de la mera descripción es vehementemente
resistida por un grupo importante de geomorfólogos profesionales. El «sistema Rosgen»
se ha vuelto particularmente popular entre los administradores y funcionarios responsa-
bles por el manejo de cuencas en los EE.UU., al extremo que muchas agencias fiscales lo
exigen para sus proyectos de manejo y restauración fluvial. Esta situación es deplorada
por un sector importante de la comunidad científica de ése país.
CONTROLES
ESTRUCTURALES PROCESOS MATERIAL INFLUENCIA ZONIFICACIîN
LITOLOGêA FLUVIALES DEPOSICIONAL DEL CLIMA ECOLîGICA
HOYA HIDROGRçFICA
RED DE DRENAJE
ESTABILIDAD:
MEDICIîN DE SEDIMENTOS NIVEL DE VALIDACIîN Acrecin / Incisin
Carga de slidos de fondo
Carga de slidos suspendidos SEDIMENTOS:
NIVEL IV Cambio en el acopio
MEDICION DEL FLUJO Granulometra
Hidrulica Tasas de erosin de riberas
Resistencia Embebimiento / Distribucin
Hidrograma Tendencias evolutivas
Estabilidad
Fig. 3.36 Diagrama de flujos para las cuatro etapas de implementación del sistema de clasificación de canales de
Rosgen (redibujado de Rosgen, 1996).
204
iv. el cambio
E scalas de ajuste. Aunque sea tan solo como una generalización muy burda, es conve-
niente asociar los cambios espaciales en los ríos, con la escala temporal aproximada
en que ocurren (Fig. 4.1). Según Allan (1995:13), las pequeñas piedrecillas del lecho de
un río son removidas varias veces al año, y las estructuras que miden desde algunos cen-
tímetros hasta metros pueden persistir por semanas a años. Las secuencias de rabiones y
pozas (metros a cientos de metros) podrían conservar su ubicación por decenas a cientos
de años, aunque las planas inundables, los canales laterales secundarios, y los meandros,
están sujetos a las migraciones del río y pueden ser efímeros. Unidades mayores, tales
como segmentos o tramos de río (cientos de metros a kilómetros) probablemente han
existido en una forma similar a la actual por cientos a miles de años (Allan, 1995: 14).
Ajustes que abarcaran el sistema fluvial completo, requerirían de un cambio tectónico
importante o de un cambio climático capaz de alterar el régimen hidrológico de la cuen-
ca (siglos a miles de años); aunque también podrían ocurrir muy rápido (decenios) por
obra humana (Ver pág. 53 a 63).
10 5
10 4
PENDIENTE
PERFIL L.
ESCALA ESPACIAL (m)
10 3 PERFIL L.
CONCAVIDAD
forma
del perfil
PENDIENTE
10 2 DEL TRAMO
LONGITUD DE
ONDA DE
MEANDROS
CONFIGURACIîN forma
10 1 LECHOS DE GRAVAS
del patrn
ANCHO DE
CANALES
10 0 PROFUNDIDAD forma de
la seccin
CONFIGURACIîN
LECHOS DE ARENA
10 -1
10 -1 10 0 10 1 10 2 10 3 10 4
Para una misma escala espacial, la escala temporal de los ajustes depende de las condi-
ciones materiales del cauce. Los cauces de arena se ajustan a flujos de intensidad moderada
y baja, y por lo tanto, frecuentes: el pulso diario de las descargas podría ocasionar peque-
ños cambios, y durante una crecida, la evolución de las barras de arena puede observarse
a simple vista. Ajustes comparables podrían tomar años en cauces de gravas y cantos, y
205
el cambio
quizás siglos en un canal de roca. Al margen de la materialidad del canal, según Charlton
(2008: 128), las secciones transversales tienden a ajustarse con más frecuencia (meses a
años) que los patrones (decenios a siglos), y el perfil longitudinal del sistema se ajusta
a través de siglos, milenios o más. Desde luego, el trazado de las redes fluviales es más
rígido que la morfología de los canales y no se deforma solo para acomodar cambios en
los regímenes de flujos y sedimentos (Ver pág. 27 a 28). La historia de las redes hídricas
se entrevera con la historia geológica del paisaje, en la escala de miles y millones de años
(Allan, 1995: 14).
Las variables independientes (causas) y ajustables (efectos) no son las mismas para
las distintas escalas de análisis (Ver pág. 25). Schumm y Lichty (1965) clarificaron la
manera en que las variables dependientes ajustables van pasando a ser variables exter-
nas independientes, a medida que las escalas espaciales y temporales de observación
se contraen (Anexo 26). Por ejemplo: en una escala temporal moderadamente amplia
la morfología fluvial es una variable interna, ajustable y dependiente del clima y de
la matriz geológica de la cuenca, que serían sus variables externas de control. En una
escala temporal más breve (uno a diez años), la morfología de canales pasa a ser una
variable independiente que determina las condiciones hidráulicas al interior de los cau-
ces (Schumm and Lichty, 1965). Por otra parte, en las escalas menores las variables de
control de la cuenca pasan a ser irrelevantes: la tectónica de alzamiento regional no es
relevante para un estudio de la evolución de las barras de un canal trenzado. A pesar de
lo anterior, existe una jerarquía invariante en las variables del sistema: todas las variables
que operan en las escalas mayores determinan, en última instancia, los eventos en las
escalas más pequeñas, aunque no sean relevantes para el análisis de los procesos a esa
escala (Charlton, 2008: 13). El clima afecta la cubierta vegetal y por lo tanto la erosión,
que a su vez determina los aportes de sedimentos, que influencian la topografía de los
substratos, y con ello las velocidades locales de flujo que gobiernan el desplazamiento de
las partículas individuales de sedimento. Sin embargo, el cambio climático no es relevan-
te para investigar el transporte de material particulado.
ESTADO ESTACIONARIO EQUILIBRIO DINçMICO EQUILIBRIO DINçMICO
METAESTABLE
ANCHO
ANCHO
ANCHO
umbral
geomrfico
Otro atributo del sistema (o subsistema) cuya percepción cambia con la escala tem-
poral de observación, es su condición de estabilidad (Fig. 4.2). Los estudios históricos
de una cuenca podrían revelar que el sistema está sujeto, por ejemplo, a una suave diná-
mica de alzamiento tectónico que lo obliga a atrincherarse lentamente para mantener su
perfil. Visto así, el sistema no está en equilibrio, aunque si en el mediano y largo plazo
mantuviera una trayectoria estable en torno a la cual fluctúan sus características de corto
plazo, sería un sistema en «equilibrio dinámico». Si esa misma trayectoria incluye un
quiebre brusco, producto de algún evento catastrófico, los especialistas diagnosticarían
un sistema en «equilibrio dinámico meta–estable» (Richards, 1982: 19). Un observador
interesado en la evolución del patrón sinuoso de ese río a través de las últimas décadas,
206
el cambio
M ecanismos básicos de ajuste. Los canales se ajustan tanto en el eje vertical como en el
eje horizontal. En el eje vertical, los ajustes posibles son dos:
(1) Hay degradación o incisión cuando los canales erosionan su lecho y profundi-
â>ÊiÊV>ÕViÊ}°Ê{°Î>®°Ê ÃÌÊ«Õi`iÊ`iLiÀÃiÊ>ÊÕÊ>ÕiÌÊ`iÊ>ÃÊ`iÃV>À}>ÃÊÞÉÊ>ÊÕ>Ê
disminución de los aportes de sedimento desde aguas arriba. Según Rosgen (1996: 6-31)
la degradación se asocia a: aumento de la inclinación del agua y mayor expendio de
energía, aumento de la pendiente del canal y tendencia compensatoria a aumentar la
sinuosidad para disminuirla, erosión de las riberas por aumento de la sinuosidad, au-
mento de la producción y transporte de sedimentos en el tramo, pérdida de contacto del
canal con sus planas, desecamiento y cambios en la vegetación de las planas por descen-
so de las napas. Según Charlton (2008: 152), en canales de roca la incisión suele ocurrir
por aumento de tamaño de las marmitas (potholes), o por migración aguas arriba de un
quiebre en el lecho (knickpoint). Estos quiebres migratorios son un mecanismo de ajuste
del perfil longitudinal del sistema y ocurren en todos los substratos.
(2) Hay acreción en los canales cuando los procesos deposicionales predominan y
iÊÃi`iÌÊ>VÕÕ>`ÊiÛ>Ì>ÊiÊÛiÊ`iÊiV Ê}°Ê {°ÎL®°Ê ÃÌÊ«Õi`iÊVÕÀÀÀÊ«ÀÊ
aumento de los aportes y/o calibre de los sedimentos, o por disminución de las descargas
y/o de la magnitud y frecuencia de los eventos formativos. Según Rosgen (1996: 6-31),
la acreción se asocia a: aumento de los acopios de sedimento en el tramo, aumento de la
relación ancho / profundidad, erosión lateral y pérdida de terrenos aledaños, aumento
de la producción de sedimentos por erosión lateral, aumento de la frecuencia de inunda-
ciones por disminución de la capacidad volumétrica del cauce, disminución de la calidad
207
el cambio
del hábitat para peces por colmatación de las pozas, deposición de sedimento fino en los
lechos de grava, y disminución de la profundidad media del cauce. La acreción severa
tiende a hacer islas que podrían llegar a trenzar los canales (Leopold,1994: 56).
La Acreción y la degradación suelen ocurrir relacionadas: un tramo que hace incisión
produce sedimentos en exceso que harán acreción aguas abajo. En los conos aluviales,
por ejemplo, el cambio de la pendiente provoca la deposición súbita de los sedimentos re-
cogido a través de los procesos de incisivos en montaña (Fig. 3.31). Por otra parte, en los
canales naturales las condiciones hidráulicas no son homogéneas, los cauces dinámicos
suelen retirar sedimentos de aquí para depositarlos más allá, dependiendo de las veloci-
dades locales de flujo. También hay alternancias de erosión y deposición en los cauces, en
respuesta a las fluctuaciones normales de las descargas. Todo esto no constituye acreción
o degradación: los canales en acreción o incisión son aquellos que hacen acreción o in-
cisión neta a través de un período de tiempo significativo (años); el equilibrio de los ríos
debe entenderse como una “media a través de los años” (Wolman and Gerson, 1978). En
el largo plazo, los procesos de acreción e incisión se proyectan hacia los valles a través
del desarrollo o evacuación de las planicies aluviales (Ver pág. 213 a 215). En el plano
horizontal existen otros tres mecanismos de ajuste:
a l
fal
Pla
de
Incr n
del emento ci
no
no
a cau sec pleta
a'
Pl a
dal com
de
a
fall
Sec l e ta
cin comp
a
Incisin
b b'
Acrecin
f il
c c'
r
rpe
rio
te
An
Estrechamiento
Fig. 4.3 Mecanismos de ajuste. (a) Incisión, encajamiento o atrincheramiento del cauce. (b) Acreción, el canal pierde
profundidad. (c) Estrechamiento o acreción lateral, por avance de las barras y escaños laterales; este proceso general-
mente se acompaña de un desarrollo de la vegetación ribereña.
208
el cambio
(3) Hay extensión lateral cuando las tensiones de corte que el flujo impone superan
la resistencia mecánica de las riberas. El proceso es más activo si los lechos son resistentes
a la erosión, puesto que las riberas quedan como único grado de libertad disponible para
ajuste. Tanto la acreción como la incisión pueden desencadenar procesos secundarios de
extensión lateral: las deposiciones excesivas desplazan las tensiones hidráulicas hacia
las orillas, donde hacen erosión lateral (Rosgen, 1996, 5-22); los canales atrincherados
mantienen cauces estrechos hasta que un evento hidrológico importante concentra en
ellos flujos de tal potencia, que los abren lateralmente (Rosgen, 1996: 5-21).
(4) Hay estrechamiento de los canales cuando los sedimentos se acumulan en las
«>>ÃÊÞÊÀLiÀ>Ã]ÊÞÊiÃÌ>ÃÊ>Û>â>Ê >V>ÊiÊV>>Ê}°Ê{°ÎV®°Ê Ê«ÀViÃÊvÀiVÕiÌiiÌiÊ
involucra la estabilización y desarrollo de los escaños deposicionales que el río hace con
descargas moderadas (Ver pág. 172 a 173). La vegetación ribereña participa aportando
resistencia mecánica a las riberas, atrapando escombros, y favoreciendo la deposición de
material fino durante las inundaciones (Ver pág. 78). Los canales se estrechan cuando
sus regímenes de flujo declinan y/o se estabilizan, ya sea por razones climáticas o por
regulación artificial del sistema (Ej. embalses). Este mecanismo es muchísimo más lento
que su contraparte, la erosión lateral (Leopold, 1994: 9).
(5) Hay avulsión cuando el flujo debe salir del cauce para hacer un nuevo canal en
la planicie inundable. Éste es el más radical de los ajustes ya que implica el abandono
de un cauce y la creación de otro nuevo. Los canales suelen hacer avulsión bruscamente
cuando sobrepasan un umbral geomórfico interno, generalmente durante una inunda-
ción (Soar and Thorne, 2001). La avulsión es más frecuente en los meandros retorcidos
y en los canales ramificados, cuyas ramas acumulan sedimentos y pierden competencia
de acarreo. El nuevo canal suele ser rectilíneo y abrevia el recorrido para aumentar la in-
clinación (Ver pág. 182 a 183, 211). El proceso deja un bucle trunco de agua estancada,
que podría reincorporarse al sistema en caso de inundación. En los canales trenzados,
la avulsión suele producirse por derrames de las aguas marginales que yacen fuera del
cauce, o cuando el flujo de inundación se concentra sobre la plana (Soar and Thorne, op.
cit.). Las planas facilitan el proceso cuando su topografía es irregular y tiende a concen-
trar los flujos, o bien cuando son menos rugosas que el cauce y el flujo que sale del canal
se acelera y las erosiona. Esto último es común en las planas recientemente despejadas
para agricultura. En general, la acreción aumenta la frecuencia de las inundaciones, y
con ello el potencial de avulsión en el tramo (Soar and Thorne, op. cit.).
Los ajustes morfológicos tienden a propagarse por el sistema. La incisión de los
canales tiende a avanzar aguas abajo, hasta donde la inclinación o la rugosidad del cauce
disminuyan la potencia del flujo. La incisión se propaga también aguas arriba, a través de
un quiebre en el lecho (knickpoint) que retrocede frente al desgaste de su vértice y/o al
socavamiento de su base (Ver pág. 218). Estos quiebres migratorios rebajan la profundi-
dad de los cauces a su paso, y se propagan hacia los tributarios a partir de la diferencia
de nivel que hacen en las confluencias. La acreción, por su parte, tiende a propagarse
aguas arriba ya que los sedimentos se depositan a los pies de cualquier obstrucción. La
acreción avanza aguas abajo cuando obliga al canal a erosionar sus riberas para exten-
derse lateralmente, lo cual produce sedimentos que hacen acreción río abajo (Rosgen,
1996: 6-31). La avulsión es un ajuste radical que hace un canal nuevo por incompetencia
del canal existente, la avulsión resuelve un problema puntual y no tiende a propagarse.
La acción combinada de estos mecanismos básicos permite al sistema modificar su
perfil longitudinal, sus secciones, sus patrones y su rugosidad, que son todos los grados
de libertad disponibles en morfología fluvial (Leopold, 1994: 9).
209
el cambio
CANALES
COLUVIALES SATURACIîN
AVALANCHAS
DESLIZAMIENTOS
CANALES
ALUVIALES
MIGRACIîN
NO CONFINADOS
AVULSIîN
INUNDACIONES
PERTURBACIONES
Y PROCESOS RELACIONADOS
Fig. 4.4 Tipos de perturbación y procesos relacionados, en canales confinados y no confinados de montaña (redibu-
jado de Montgomery y Buffington, 1998).
Los umbrales geomórficos son valores límite en los rangos de equilibrio de las varia-
bles del sistema, en torno a los cuales este se vuelve inestable (sensitivo), y más allá de los
cuales cambia súbitamente (Ver pág. 48 a 51). Un umbral es externo o extrínseco cuando
proviene de procesos ajenos al sistema fluvial, tales como un cambio en los aportes de
sedimento desde las laderas, por ejemplo. Los cambios causados por factores externos
se conocen como cambios alogénicos, y su influencia puede ser directa o indirecta: un
cambio climático altera las descargas directamente a través de la pluviometría, e indi-
rectamente modificando la capacidad de retención de agua en la cuenca, a través del
210
el cambio
DESCARGA
DEL RêO
DISTRIBUCIîN
DE VELOCIDADES
EN EL CANAL
TENSIîN DE
FORMA TIPO DE
CORTE EN EL
DEL CANAL SUBSTRATO
LECHO
TRANSPORTE DISPONIBILIDAD
SELECTIVO DE SEDIMENTOS
EROSIîN Y
DEPOSICIîN COMPETENCIA Y
CAPACIDAD DE
TRANSPORTE
TRANSPORTE
DE FONDO
Fig. 4.5 Interrelaciones entre formas y procesos en un canal dinámico con substrato de gravas y cantos (redibujado
de Charlton, 2008).
La retroalimentación es una relación reflexiva entre causas y efectos en la cual los efectos
modifican las causas. En los sistemas fluviales hay una mutua retroalimentación entre formas
y procesos: las condiciones hidráulicas modifican las formas, que a su vez condicionan los
flujos (Fig. 4.5); esto último es más evidente en los canales dinámicos e inestables (Ver pág.
228 a 230). Retroalimentación positiva es aquella cuyos efectos tienden a magnificar, profun-
dizar, perpetuar, o propagar los efectos de una perturbación. Por ejemplo, una disminución
local de la velocidad de la corriente hace un pequeño depósito de sedimentos que obstruye
el flujo, haciéndolo depositar más sedimentos en su cara aguas arriba, hasta hacer una barra
que emerge para ser colonizada por plantas que la estabilizan y atrapan aun más sedimentos.
Eventualmente, el desarrollo de esa isla podría obligar al canal a erosionar sus orillas para
hacer un cauce más ancho, lo cual generaría más sedimentos y el proceso se propagaría aguas
abajo, etc. La retroalimentación positiva sería el mecanismo que opera la transición desde los
pequeños eventos locales hacia los umbrales geomórficos y hacia la trayectoria del sistema
en las escalas mayores (Lane and Richards, 1997). La retroalimentación negativa, en cambio,
tiende a contrarrestar los efectos de una perturbación y a mantener o restablecer el estado
inicial del sistema. Un mecanismo de retroalimentación negativa característico es la avulsión,
que opera cuando el desarrollo excesivo de los meandros disminuye la inclinación del canal
hasta obligarlo a eliminar un bucle, a fin de recuperar su inclinación y competencia.
211
el cambio
212
el cambio
Para los sistemas fluviales un cambio en cualquiera de los otros sistemas naturales rela-
cionados podría constituir una perturbación, e incluso cambios biológicos y hasta biogeográ-
ficos pueden afectarlo. Por ejemplo, el castor canadiense es un roedor que construye diques
en los ríos, y su introducción accidental en la Patagonia está modificando los sistema fluviales
de Tierra del Fuego. Según Hey (2001), el retroceso de esta misma especie en Norteamérica
habría alterado profundamente los sistemas hídricos en ese continente. También las activi-
dades humanas han sido una fuente de graves perturbaciones, tanto localmente como en
sistemas y regiones completas (Ver pág. 53 a 62). La literatura especializada documenta
muchos casos de respuestas complejas, con importantes efectos no deseados a consecuencia
de las intervenciones humanas los canales y en las redes naturales (Anexo 28).
Un canal sometido a una perturbación podría traspasar un umbral geomórfico, más
allá del cual operarían mecanismos de retroalimentación entre sus formas y procesos. Estos
mecanismos harían ajustes sucesivos en diversos aspectos de su morfología, los cuales po-
drían propagarse también por el sistema. Las consecuencias de una perturbación dependen
del tipo de perturbación y de su magnitud, y también de la sensitividad del sistema afecta-
do. En los sistemas vulnerables, al borde de la crisis y el cambio, una mínima perturbación
bastaría para gatillar una cadena de ajustes complejos e irreversibles. Una vez desencade-
nadas, estas secuencias de ajuste son muy difíciles de controlar y su trayectoria no sería
previsible (Ver pág. 228 a 230).
Por otra parte, en los ríos la fragilidad es la excepción y no la regla. Lejos de las
condiciones críticas, los sistemas fluviales se caracterizan por su capacidad para absorber
el impacto de las perturbaciones sin cambio (robustez), para volver a su estado inicial
después de una perturbación (resiliencia), e incluso para hacer ajustes sencillos gradual-
mente, como ocurre habitualmente en los canales de roca. Diagnosticar la sensitividad de
un sistema o subsistema, frente a los impactos a que podría verse sometido, forma parte
esencial de cualquier evaluación de geomorfología fluvial aplicada (Ver pág. 254 a 255).
C lima y cambio. El clima rige las precipitaciones y por lo tanto los regímenes de flujos
y de sedimentos y el desarrollo de la vegetación ribereña, todas las cuales son varia-
bles de control para la morfología de canales (Soar and Thorne, 2001). El clima controla
también el desarrollo de los suelos y de la cubierta vegetal, a través de los cuales influen-
cia la capacidad de retención de agua en las cuencas, y con ello la respuesta hidrológica
de los sistema fluviales. También afecta los procesos de intemperismo, que son la base de
la producción de sedimentos y de suelos (Ver pág. 104 a 105).
A través de las tasas de erosión primaria, de la vegetación y de las precipitaciones,
el clima influencia los procesos erosivos en la cuenca. Los umbrales geomórficos que
separan los sectores de erosión difusa y de erosión incisiva, y también los umbrales
de canalización, son sensibles al clima (Ver pág. 188 a 190). Según Dietrich y Dunne
(1993) las cabeceras podrían ser el elemento del sistema acoplado de canales y laderas,
más sensible a los cambios externos, puesto que su posición depende de la relación entre
las escorrentías y los aportes de sedimentos (Anexo 29). Los grandes ciclos de incisión
y acreción que asolan los sistemas completos y sus valles en la escala del tiempo geoló-
gico, podrían deberse en gran medida a los cambios en las variables de control de las
cabeceras. La incisión y el avance hacia arriba de las cabeceras, se asocian a procesos de
erosión acelerada por cárcavas y a la evacuación de los acopios aluviales; su repliegue
hacia abajo se asocia a la acreción neta en los valles y al desarrollo de gruesos depósitos
de coluviales en las laderas (Dietrich and Dunne, op. cit.). Un aumento de las precipi-
taciones podría favorecer la formación de nuevas cabeceras, o bien la incorporación a
las redes de formas de canalización incipientes, como son las cárcavas y algunos surcos
mayores (Charlton, 2008: 45,46).
213
el cambio
El tipo de clima (Ver pág. 87 a 89) es determinante para la morfología de los canales y
sus valles: para unas mismas precipitaciones anuales, los canales desarrollarán tipologías
más estables y robustas si ese total se compone de un mayor número de precipitaciones
leves o moderadas (Leopold, 1994:9). Esto último ocurre en climas húmedos templados,
que son más estables y predecibles, puesto que el desarrollo de los suelos y la cubierta
vegetal hacen regímenes de flujo estables y predecibles. En estas condiciones los canales
suelen ser estrechos y profundos, con planas bien desarrolladas y tasas de migración
moderadas o bajas (Ver pág. 164 a 166). Por el contrario, donde predominan las gran-
des tormentas poco frecuentes y poco predecibles, los canales tienden a hacer incisión y
desarrollan patrones más dinámicos, divagantes o trenzados (Leopold, 1994:11). En las
regiones áridas y semiáridas, las cuencas no retienen las precipitaciones y hacen crecidas
violentas frente a las cuales los canales no pueden mantener secciones compactas, y es
frecuente ver caudales muy pequeños escurriendo en cajas desmedidamente amplias. Por
otra parte, en las regiones templadas húmedas los eventos climáticos que superan los
rangos habituales también pueden acarrear consecuencias devastadoras: una vez satura-
das todas las formas de acopio nada retiene los escurrimientos superficiales y la discreta
capacidad de los cauces se ve sobrepasada rápidamente. Esto ocurrió en 1993 en muchas
regiones del hemisferio norte, registrándose inundaciones sin precedentes debido a la
inusual persistencia de las precipitaciones (Leopold, 1994: 118).
Los canales reaccionan sensitivamente al clima, recientemente se han detectado ci-
clos climáticos de alta frecuencia, de años y décadas, que modifican la morfología de los
canales (Anexo 30). Leopold (1994: 11) reporta un período de erosión severa que afectó
los valles del oeste norteamericano entre 1800 y 1920, caracterizado, no por un cambio
en las precipitaciones anuales totales, sino por un cambio en la intensidad de las precipi-
taciones. Aquel fue un período de grandes tormentas y pocas precipitaciones moderadas
y débiles. A partir de los años 1950, el clima se volvió algo más frío y esos mismos siste-
mas entraron en una etapa de recuperación y estabilización, a través del restablecimiento
de la vegetación ribereña. Esta tendencia se estaría revirtiendo nuevamente, y a partir de
los años 1980–1990 habría un progresivo aumento de las temperaturas a nivel mundial,
posiblemente debido a las emisiones de gases de efecto invernadero y a cambios en las
temperaturas de los mares ecuatoriales (Leopold, 1994: 9) (Anexo 31). De continuar
esta tendencia en las próximas décadas, en muchas zonas semiáridas del planeta la ero-
sión de los valles aluviales será comparable a la ocurrida durante los siglos XIII y XIV,
aunque en este caso los efectos podrían verse agravados por las intervenciones humanas
en las redes y cuencas, las cuales tienden a exacerbar los escurrimientos superficiales y
con ello la erosión (Leopold, 1994: 118).
Las fluctuaciones climáticas de más largo plazo (centurias y milenios), con alternancia de
períodos secos y húmedos, conllevan etapas de acreción y degradación de los valles aluviales.
Generalizando, los períodos húmedos con precipitaciones frecuentes pero ligeras, favorecen
el desarrollo de los suelos y de la cubierta vegetal, lo cual estabiliza los canales y favorece
la retención de sedimentos (Leopold, 1994: 11). Estos son los períodos de acreción en que
los depósitos aluviales levantan el nivel de los valles. En condiciones de aridez, en cambio,
hay un aumento en la relación frecuencia / magnitud de las precipitaciones y prevalecen las
tormentas esporádicas e intensas (más de 25 mm al día), que profundizan y ensanchan los
canales. Estos son los períodos de degradación en los cuales los ríos evacuan los valles y
disectan sus planas, cuyos vestigios pasan a ser terrazas aluviales (Leopold, 1994: op. cit.)
(Fig. 3.18). En climas dominados por las sequías, la frecuencia de las inundaciones es baja y
hay períodos relativamente largos de estabilidad fluvial, durante los cuales los canales se con-
traen lateralmente (Charlton, 2008: 171). La evidencia geológica enseña que los procesos de
erosión son rápidos y los procesos de acreción son muy lentos. Las cárcavas precolombinas
214
el cambio
del oeste norteamericano necesitaron solo 200 años para evacuar la mayor parte del material
aluvial acumulado a lo largo de los 4000 o 5000 años anteriores, y el proceso se repitió a
fines del siglo XIX en menos de 50 años (Leopold, 1994: 19). Por otra parte, se ha demostra-
do que las condiciones locales son relevantes y los procesos erosivos no son necesariamente
contemporáneos en todo el sistema (Leopold, 1994: 17).
Los cambios climáticos severos a escalas temporales aun mayores (miles a cientos
de miles de años), traen cambios radicales para los sistemas fluviales y para el paisaje en
general, particularmente a causa del avance y retroceso de los hielos continentales (Anexo
32). El avance y posterior repliegue de los glaciares afecta profundamente los sistemas
hidrológicos, puesto que los sepulta y los vuelve a liberar, pero en una matriz topográfica
glacial. También los cambios del nivel del mar asociados al desarrollo de los hielos, afec-
tan los sistemas fluviales de manera radical. Las redes se recogen o se extienden, según
avancen o se replieguen los hielos en la parte alta del sistema y/o los océanos en su curso
inferior (Ver pág. 218 a 221). La era cuaternaria (últimos 2,5 millones de años) ha sido
una época de glaciaciones reiteradas, cuyas fluctuaciones trajeron períodos alternados
de acreción y evacuación de los valles aluviales en todo el mundo (Leopold, 1994: 9-20)
(Anexo 33). La época moderna corresponde a una etapa postglacial.
La consistencia con la cual los ríos mantienen una morfología típica para su clima
indica que son sensibles a la particular combinación de descargas y de sedimentos que
reciben desde aguas arriba (Leopold, 10994: 9). El clima ejerce influencia sobre los sis-
temas hídricos de maneras directas, a través de las precipitaciones, e indirectas a través de
sus efectos sobre la cuenca y su cubierta vegetal. Según Montgomery y Dietrich (1992),
los estudios de campo disponibles sugieren que los cambios en el paisaje en respuesta a
cambios climáticos, dependerían del efecto que éstos tuvieran sobre los umbrales de ca-
nalización, que controlan la posición de las cabeceras de canales. Puesto que incide en las
tasas de erosión, tanto de laderas como de canales, el clima determina las transferencias
de masa y energía que modelan las cuencas, a través del desarrollo (o del repliegue) de
las redes fluviales, y de la intensidad de los procesos en ellas.
La influencia del clima se hace sentir también a escalas temporales muy distintas: una
tormenta puede desencadenar deslizamientos de tierra en materia de horas; un cambio
apreciable en las precipitaciones medias anuales impactará la morfología de los canales
después de transcurridos algunos años; los cambios asociados al desarrollo de la vegeta-
ción tardan aproximadamente cien años en manifestarse (Knighton , 1998). Los cambios
en el nivel de base del sistema desencadenan ajustes que continúan por siglos y milenios.
Cualquiera que sea la morfología de un canal, la persistencia de sus formas depende
de la continuidad del clima imperante. El «clima presente» constituye un marco mayor,
al interior del cual la estabilidad morfológica del sistema es posible. El clima presente
incluye fluctuaciones cíclicas en la escala de los años y decenios, cuyos efectos pueden ser
muy difíciles de separar de los efectos de otros tipos de perturbaciones, provenientes de
las actividades humanas (Charlton, 2008: 171).
215
el cambio
(2) La duración del evento determina cuánto trabajo alcanzará a ejecutar. No solo
las grandes tormentas desbaratan los canales, también las precipitaciones excesivamente
prolongadas pueden hacer grandes inundaciones y muchos cambios, una vez saturados los
acopios (Leopold, 1994: 118). La prolongación del evento favorece el resblandecimiento
de los terrenos, y con ello las fallas en laderas y riberas (Ver pág. 112 a 116).
(3) La secuencia en que llegan los eventos hidrológicos también es importante: las
inundaciones son más efectivas si vienen precedidas por un evento mayor (Wolman and
iÀÃ]Ê£ÇnÆÊ iÜÃ]Ê£näÆÊ iÛi]Ê£n£®°ÊÃÊiÛiÌÃÊ«ÀiÛÃÊ`iÃiÃÌ>Lâ>Ê>ÃÊ>-
deras, y la respuesta hidrológica de la cuenca es más rápida si los suelos, humedales
y acuíferos ya están saturados. Puesto que los ajustes toman tiempo, los tiempos de
retirada de las aguas son determinantes para la forma y extensión de los cambios en los
canales (Ver pág. 138 a 140).
DESCARGA FORMATIVA
E
RT
MAGNITUD O FRECUENCIA
PO
S
AN
TR
DE
SA
TA
FR
EC
UE
NC
IA
DESCARGAS
Fig. 4.7 Descarga efectiva o formativa, como producto de la tasa de transporte por la frecuencia de la descarga (adap-
tado de Wolman y Miller, 1960).
(4) La aptitud para el cambio de un canal varía de acuerdo a los grados de libertad
que otorga la resistencia mecánica de los materiales del cauce, y también con el sedimento
disponible para hacer ajustes deposicionales. Los efectos de una gran inundación son dis-
tintos en un canal de roca y en un canal de arena: el cauce de roca es resistente a la erosión
y no dispone de sedimentos, por lo cual presentará pocos cambios en comparación con el
cauce de arena. Al margen de la materialidad del cauce, la aptitud para el cambio depende
también de la sensitividad o robustez del canal. Un canal próximo a un umbral geomórfico
importante podría hacer ajustes significativos frente a un evento menor que no afectaría
un canal estable y robusto (Ver pág. 48 a 51).
(5) La potencia que desarrollan los flujos de tormenta depende de las descargas y
de la inclinación del cauce, pero también de la configuración del valle y de la sección del
canal. Los canales que permiten a las inundaciones extenderse por las planas a su alrede-
dor, dispersan mejor la energía y evitan que los flujos concentrados desarrollen excesiva
216
el cambio
potencia (Ver pág 46 a 47, 164). En los canales confinados y atrincherados se concentran
flujos profundos y veloces, que desarrollan gran potencia. Las potencias extremas son
capaces de erosionar apreciablemente las paredes de roca y de acarrear gravas y cantos,
y aun bloques, como carga en suspensión (Charlton, 2008: 161).
El río Narmada (India) fluye alternando profundas angosturas de roca con tramos
aluviales amplios. Las formas y dimensiones del canal se ajustan solo frente a inunda-
ciones excepcionalmente grandes, de las cuales hubo solo tres en el siglo XX. Durante
esos eventos el flujo ocupa los 400m de ancho de la caja mayor del río, y sus paredes
laterales de 10-15m de altura sirven como riberas. Durante las inundaciones monzónicas
(normales) la profundidad del cauce varía entre 13m en las secciones más anchas, y hasta
60m en las angosturas. En este río se han registrado potencias específicas de hasta 12800
W/m2, y tensiones de corte de hasta 3000 N/m2 (Rajguru et al., 1995).
Fuller (2007) estudió un evento de recurrencia 150 años, ocurrido en febrero del
2004 en la cuenca occidental del río Manawatu (Nueva Zelandia). La erosión del evento
afectó 1,1km2 de planas inundables a lo largo de un tramo de 30 km del río Kiwitea,
el menor de los tributarios y el más afectado. El gasto total en el río Kiwitea fue de
14900 103 Joules. La diferencias en la efectividad geomórfica del evento en los distintos
tributarios se explicaría por la configuración de sus valles. Las erosión fue más intensa
donde el río Kiwitea escurre lateralmente confinado por terrazas, ya que estas aumentan
localmente la potencia de los flujos, y también en los cambios de dirección. Los ríos
Pohangina y Oroua, que escurren no confinados, permitieron una disipación más eficaz
de la energía, tanto en su corredor de erosionable activo como en la superficie del valle
(Fuller, 2007). La efectividad geomórfica de una inundación catastrófica varía en rela-
ción directa con el grado de confinamiento del valle (Erskine, 1996).
Eventualmente, los sistemas se recuperan de los efectos de las inundaciones, aunque
los tiempos de recuperación varían mucho, y en algunos casos no se recuperan sino que
se desplazan hacia nuevos estados de equilibrio. Esto último suele ocurrir cuando la fre-
cuencia de las inundaciones es menor que el tiempo de recuperación, en cuyo caso el canal
presenta una morfología dominada por inundaciones (flood–dominated morphology), sin
gran desarrollo de planas ni escaños en las riberas, sino rasgos erosivos y escombros que
perduran por largo tiempo (Charlton, 2008: 168).
En las regiones húmedas, los canales aluviales se recuperan más rápido ya que sus
inundaciones son moderadas y favorecen el desarrollo de las barras, planas y escaños, que
estrechan los cauces. La facilidad para redistribuir los sedimentos y la rapidez con que
la vegetación coloniza los acopios, facilitan los procesos de recuperación. Los canales de
arena en climas templado–húmedos tienen una alta capacidad de recuperación, ya que re-
accionan sensitivamente frente a descargas relativamente bajas y frecuentes. En canales de
roca, en cambio, el potencial de recuperación es bajo. La recuperación también es lenta en
los canales sobrepasados por sus cargas de sedimentos, puesto que normalmente no dispo-
nen de energía para redistribuir esos sedimento y organizar su morfología. Por último, un
proceso de recuperación podría ser rápido en sí, pero el inicio del proceso podría tener que
esperar condiciones favorables. Según Charlton (2008: 168), el ancho del río Cimarrón en
Kansas, EE.UU., aumentó de 15 a 365m, por efecto de las inundaciones ocurridas luego de
una serie de años secos que diezmaron la vegetación ribereña y la resistencia de sus már-
genes. El ancho aumentado se mantuvo hasta que una serie de años húmedos restableció
la vegetación, permitiendo al canal recuperar prontamente su ancho primitivo. Wolman
y Gerson (1978) consideran que el tiempo de recuperación es una variable que se debe
incorporar al concepto de «eficacia morfológica» de un evento hidrológico (Anexo 27).
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el cambio
Los cambios en el nivel del mar modifican también la extensión y densidad de las
redes de drenaje, tanto desde su extremo superior como inferior. En la parte alta del sis-
tema, los ajustes terminan por repercutir en la posición de las cabeceras de canales. Los
desplazamientos de cabeceras suelen asociarse más directamente a cambios climáticos y
de uso del suelo, pero también responden a los cambios en el nivel de base (Montgomery
and Dietrich, 1992; Dietrich and Dunne, 1993) (Ver pág. 188 a 191, 213 a 214). Según
se desplacen las cabeceras hacia abajo o hacia arriba por las laderas, las redes fluviales
se extienden o se recogen. En la parte baja del sistema, el nivel de base opera de manera
mucho más directa: al subir los océanos, el curso inferior de los ríos queda sumergido;
y cuando el mar se retira las redes deben extenderse a través del suelo marino emergido.
Este efecto es mucho más pronunciado en las plataformas continentales, que se hunden
suavemente en el mar. Según Charlton (2008: 175), durante el último máximo glacial
(18000A.p.) el nivel de los mares era 130 metros más bajo que en la actualidad. Las
redes fluviales tenían entonces un desarrollo más largo y disponían de más energía po-
tencial, puesto que la diferencia de elevación era mayor. Esto habría provocado incisión
en el curso inferior de muchos sistemas, cuyos valles profundos son hoy día cañones
submarinos (Charlton, op. cit.).
CLIMA
GEOLOGêA
SUELOS Y
VEGETACIîN
ACTIVIDAD HUMANA
TOPOGRAFêA
SISTEMA DE
TECTîNICA
LADERAS
RGIMEN RGIMEN DE
DE FLUJOS SEDIMENTOS
SISTEMA DE
CANALES Y PLANAS
NIVEL DE BASE
Fig. 4.8 Representación simplificada del sistema fluvial (redibujado de Charlton, 2008).
El clima controla el nivel de los mares a través del desarrollo de las masas de hielo en
los polos: el aumento de los casquetes polares retira agua de los océanos, y su repliegue
libera agua. Los hielos continentales pueden contrarrestar y hasta revertir estos efectos a
través del equilibrio isostático de la corteza terrestre, ya sea hundiéndola bajo su enorme
peso, o permitiéndole surgir nuevamente cuando se retiran. Puesto que estamos en una
época postglacial, en la actualidad hay procesos de alzamientos isostático en desarrollo:
la mayor tasa de alzamiento isostático se registra en Suecia occidental y es de 2cm por
año (Charlton, 2008: 176).
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el cambio
MEçNDRICO
RECTO A
MEçNDRICO
ALTOS DE
JACOBABAD - KHAIRPUR
ARCO DE DEPRESIîN
KARACHI DE KARACHI
Fig. 4.9 Perfil esquemático del valle del Indus, con alternancia de zonas en alzamiento y subsidencia tectónica (redi-
bujado de Charlton, 2008).
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el cambio
tónicos en el extremo inferior del tramo; aguas abajo de esos alzamientos locales, el río
se vuelve meándrico nuevamente y su sinuosidad aumenta con la inclinación del valle;
donde el Indus cruza domos con deformación ascendente, la incisión del río ha formado
terrazas (Charlton, 2008: 175). Por último, lejos de las zonas tectónicamente activas
las deformaciones pueden ser lentas y graduales, pero significativas: Burnett y Schumm
(1983) han observado cambios consistentes en la morfología de los ríos que atraviesan
domos de alzamiento relativamente suaves en Louisiana y Mississippi, EE.UU.
Las variables de control de la cuenca provienen de los otros sistemas naturales vin-
culados al sistema fluvial. El sistema de placas tectónicas, con sus dinámicas de falla,
plegamiento, alzamiento, subsidencia o traslación; los sistemas de circulación oceánica
y atmosférica; el clima; el sistema edáfico o de suelos; la biosfera y las poblaciones hu-
manas: todos tienen influencia sobre el paisaje y su sistemas fluvial. En su mayoría, estos
controles externos de la cuenca operan en escalas temporales amplias y sus fluctuaciones
repercuten en todas las escalas espaciales: en las redes, en los ríos, en los tramos y seg-
mentos de río, y también en sus rasgos geomórficos (Schumm, and Lichty, 1965).
Frente a los procesos tectónicos o isostáticos que controlan el nivel de los mares,
los ajustes del sistema fluvial operan con largos tiempos de retardo, siglos y milenios
después de ocurrido el evento. La respuesta del sistema frente al clima es más sensitiva, y
en algunos años pueden detectarse cambios en la morfología de los canales. Los cambios
climáticos profundos, que involucran el desarrollo de los hielos continentales, alteran dra-
máticamente las redes de drenaje, y los ajustes correspondientes se prolongan por largo
tiempo (Ver pág. 213 a 215). Los cambios naturales en la biosfera y suelos, tardarían
décadas en manifestarse en los ríos; las actividades humanas pueden transformar radical-
mente un sistema fluvial en tan solo algunos años (Ver pág. 53 a 62, 205).
A través de todos estos cambios, los relieves continentales estarán sometidos a sus
propios procesos de intemperismo y erosión, que los hacen perder elevación, y con ello
masa y energía en sus sistemas de drenaje (Schumm and Lichty, 1965). La gradual denu-
dación del paisaje viejo modifica los sistemas fluviales a través del tiempo geológico, en la
escala de los miles y millones de años.
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del canal. Schumm (1971) incorporó variables planimétricas, tales como longitud de
onda (2) y sinuosidad (p), además del ancho (W) y la profundidad (d), y trata los
ajustes frente a los caudales líquidos y sólidos mediante relaciones independientes: Q
" (Wd2) / S y Qb " (W2S) / dp. Nunnaly (1985) desarrolló la propuesta de Schumm in-
corporando el tamaño medio del grano (D5o) en la superficie del lecho. Montgomery y
Buffington (1998) incorporan más variables: incluyen la profundidad media de la capa
activa de transporte (ds) y la cantidad de sedimento acopiado (Ss), las relaciones que
proponen son: Q "&(Wd Qb ds D5o n) / Ss S y Qs " (W Qb ds Ss S) / d D5o n, siendo Q
las descargas, Qs los aportes de sedimento en el tramo, y n el coeficiente de rugosidad
de Manning (Ver pág. 72). Algunas de las variables incorporadas en estas ecuaciones
estarían sujetas a umbrales de respuesta, otras presentan respuestas continuas (Mont-
gomery and Buffington, 1998).
INCISIîN ACRECIîN
Fig. 4.10 Balanza de Lane, representa la relación de Lane para el equilibrio entre los factores de acreción e incisión
(redibujado de Lane, 1955).
Los mismos autores (Montgomery y Buffington, 1998) destacan que estas dos relacio-
nes incluyen siete variables, por lo cual sus resultados serían indeterminados. Siendo así,
los canales podrían ajustarse a las variables impuestas (descargas y cargas de sedimentos)
mediante múltiples combinaciones de sus variables propias (ancho, profundidad, inclina-
ción, velocidad, rugosidad), lo cual explicaría la diversidad de los canales naturales (Leopold,
1994: 178). Los modelos basados en las relaciones conceptuales que hemos presentado solo
entregan una idea aproximada de la magnitud de los ajustes, la respuesta específica de un
canal en cualquier punto del sistema, surgirá de alguna combinación de las anomalías locales
en las descargas y aportes de sedimento (Montgomery y Buffington, 1998). Por otra parte, en
los últimos años la resolución de los modelos que simulan el ambiente fluvial ha mejorado
y en algunos casos han logrado predecir ajustes morfológicos con bastante detalle (Ver pág.
243 a 245, anexo 52).
A fin de facilitar una primera aproximación a la probable dirección de los ajustes en
los canales, según cambian las descargas y los aportes de sedimentos, Stanley Schumm
(1969) desarrolló un sistema de algoritmos que describe los distintos casos. En este siste-
ma la descarga (Q) y la carga de sólidos de fondo (Qb) pueden aumentar (+), disminuir
(-) o ser indeterminados (±). Los cambios resultantes se indican como + para el incremen-
to, - para la disminución y ± cuando podría ser cualquiera de los anteriores.
226
el cambio
Un aumento de las descargas (Q+) típicamente se asocia a aumentos del ancho del
canal (w), de la profundidad (d), de la relación entre ancho y profundidad (w/d), de la
longitud de onda de los meandros (2) y a una disminución de la pendiente (s):
Q+ 3 w+ d+ (w/d)+ 2+ s-.
Las disminuciones en las descargas (Q-) revierten estos efectos:
Q+ 3 w- d- (w/d)- 2- s+.
Los aumentos o disminuciones en las cargas de sedimento de fondo tienen los si-
guientes efectos, incluyendo los cambios en la sinuosidad (S):
Qb+ 3 w+ d- (w/d)+ 2+ s+ S-, o bien Qb- 3 w- d+ (w/d)- 2+ s- S+.
Las repuestas a los cambios en el clima y uso de la cuenca, suelen afectar tanto el régi-
men de flujos como el régimen de sedimentos; hay cuatro escenarios posibles:
(1) Las descargas y cargas de sedimentos aumentan paralelamente. Esto suele suce-
der cuando hay expansión de las áreas urbanas, ya que esto genera sedimentos y reduce
la permeabilidad de los suelos:
Q+ Qb+ 3&w+ d± (w/d)+ 2+ s± S-.
(2) Las descargas y cargas de sedimentos disminuyen paralelamente, por ejemplo,
en caso de mejoras en el manejo de una cuenca, que favorecieran sus acopios de agua:
Q- Qb- 3&w- d± (w/d)- 2- s± S+.
(3) Las descargas aumentan y las cargas de sedimento disminuyen. Esto podría su-
ceder si aumentara la humedad en una zona semiárida, y las precipitaciones aumentaran
las descargas y mejoraran la cubierta vegetal, disminuyendo así los sedimentos:
Q+ Qb- 3&w± d+ (w/d) ± 2± s- S+.
(4) Las descargas disminuyen y la carga de sedimentos aumenta. Puede ocurrir con
el desarrollo de la minería, que consume agua y produce sedimentos:
Q- Qb+ 3&w± d- (w/d) ± 2± s+ S-.
Estos algoritmos solo indican propensiones generales de cambio, no indican su ex-
tensión ni su rapidez; muchos otros factores condicionan las formas también. Puesto
que se basan en datos provenientes de ríos de zonas semiáridas y sub–húmedas, en su
mayoría con lechos de arena, estos algoritmos no son aplicables universalmente (Charl-
ton, 2008: 158).
El desarrollo de modelos conceptuales y numéricos que permitan explicar, recons-
truir y predecir los ajustes en los canales, ha formado parte de la disciplina desde sus
inicios. Según Montgomery y Buffington (1998), los modelos disponibles serían capaces
de predecir la dirección general de los cambios, pero no las respuestas específicas en los
canales. El estado actual del conocimiento, sugiere que esas respuestas serían indetermi-
nadas puesto que en los canales reconocemos más variables que relaciones entre ellas
(Ver pág. 228). Afortunadamente, frente a las limitaciones de los modelos predictivos
disponibles, la geomorfología fluvial dispone de una gran cantidad de experiencia acu-
mulada en relación con el comportamiento de los distintos tipos de canales, bajo todo
tipo de condiciones (Montgomery and Buffington, 1998).
Un canal natural es un espacio topográficamente diverso cuyas fronteras son irre-
gulares en su materialidad y sus formas. En su interior operan flujos a distintas veloci-
dades, espacialmente distribuidos en respuesta a las irregularidades del cauce, haciendo
un campo dinámico que incluye aspectos pulsantes, periódicos y también aleatorios (Ej.
turbulencia). Con los flujos ingresan sedimentos de diversos calibres y ambos, flujos y
sedimentos, son cambiantes e interactúan entre sí y con las fronteras del cauce. Por otra
parte, el sistema reacciona a los cambios en sus variables externas e internas mediante
secuencias de ajuste que toman tiempo, y que podrían no estar completas antes de que
una nueva perturbación demande nuevos ajustes (Langbein and Leopold, 1964). ¿Hasta
qué punto es posible predecir la trayectoria de este sistema?
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el cambio
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manejo y recuperación
v. manejo y recuperación
G eomorfología fluvial, inicios. No es fácil apreciar hoy en día lo que representó al-
canzar el actual conocimiento de los procesos que modelan el paisaje. Fue necesario
superar concepciones dominadas por mitos e historias bíblicas, que enseñan que la tierra
fue creada por medios sobrenaturales en 7 días (creacionismo), y luego desfigurada du-
rante un breve período de grandes catástrofes (catastrofismo). Alternativamente habría
sido modelada por el diluvio universal, luego de emerger desde un primer océano único
como materiales sedimentarios (neptunismo), o bien volcánicos (plutonismo). Todas es-
tas teorías concebían el mundo como «cosa terminada», y solo gradualmente se llegó
a comprender que está en cambio permanente, y que sus rasgos provienen de procesos
observables aún hoy (uniformitarismo). Durante los siglos XVIII y XIX, la exploración
del subcontinente norteamericano abrió ese espacio natural como un gran laboratorio
de geografía física que estimuló el pensamiento en torno a la formación del paisaje. La
exploración del nuevo mundo convocó a numerosos geólogos y naturalistas, primero eu-
ropeos y luego norteamericanos (Kunaver, 2001); allí surgieron las ideas que originaron
la geodinámica y geomorfología tal como las conocemos hoy.
Hacia fines del siglo XIX, la geomorfología se desprendió de la geología y de la
geografía para abocarse al estudio de los relieves terrestres y de los procesos que los ori-
ginan (Bridges, 1990). Aunque muchos autores realizaron contribuciones importantes,
esta etapa suele identificarse con los trabajos de William Morris Davis, cuya hipótesis
acerca del ciclo geográfico constituye el primer modelo conceptual integral (holístico)
de la geomorfología (Anexo 40). El modelo davisiano plantea que el paisaje es primero
joven, en la etapa de los alzamientos de montañas (orogenia), luego madura a medida
que los procesos erosivos excavan los valles, y finalmente envejece cuando los relieves
han sido erosionados y solo quedan grandes llanuras o «penillanuras».
Esta primera geomorfología, frecuentemente llamada «historicista», procuraba ex-
plicar la historia evolutiva del paisaje observando los relieves naturales y registrando las
evidencias o «trazas» de sus etapas de desarrollo anteriores. Estas trazas presentan un
problema de interpretación que el científico naturalista debía resolver mediante un acto
de imaginación, en el cual escogía o «creaba» una ley general o hipótesis explicativa
plausible, capaz de dar cuenta de toda la evidencia dispersa (Inkpen, 2008). Este método
se conoce como razonamiento abductivo, y aunque aporta un conocimiento nuevo, es
débil desde la lógica puesto que infiere sus explicaciones a partir de la evidencia, yendo
desde lo particular hacia lo universal (inducción). Toda nueva hipótesis depende de con-
firmaciones empíricas, y en rigor, una sola excepción bastaría para falsearla, lo cual la
hace solo probablemente cierta y necesariamente provisioria (falsacionismo).
La teoría de Davis, aunque simplista e inexacta, dominó el pensamiento científico
hasta bien adentrado el siglo XX, quizás porque la narrativa davisiana es fácil de com-
prender y la analogía con el ciclo de vida resultó atractiva en una época convulsionada
por el darwinismo (Doyle et al., 1999). El modelo de Davis comenzó a perder relevancia
después de los años 1940, frente a los avances en el conocimiento de la corteza terrestre
y sus dinámicas de alzamiento y subsidencia, de los cambios climáticos, de los procesos
geomórficos, y frente a las nuevas técnicas de datación (Orne, 2008). Aun así, el interés
por explicar las dinámicas del paisaje no ha desaparecido y recientemente Orne (op. cit.)
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fluvial (Ver pág. 242 a 243, anexo 48); luego surgió la hipótesis de Mackin (1948) acer-
ca del equilibrio dinámico de los canales naturales en el eje vertical (graded channels); y
más tarde la geometría hidráulica (Leopold and Maddock, 1953), que constituye un mo-
delo más completo basado en relaciones empíricas entre las variables internas ajustables
de los canales, y las descargas (Ver pág. 28 a 33). Paralelamente, se desarrolló el estudio
de la morfología de los canales, en especial de los patrones sinuosos, constatándose las
relaciones entre ancho, longitud de onda, espaciamiento de rabiones, y otras.
El método característico en esta etapa consiste en observar los sistemas naturales
para recabar información a partir de la cual extraer conclusiones (método empírico),
aunque lo que se observa ahora ya no son las particularidades cualitativas del objeto
de estudio, sino las magnitudes de sus atributos (método cuantitativo). Según Rhoads
y Thorn (1996), el propósito del método es acumular grandes cantidades de datos para
trabajarlos estadísticamente a fin de detectar en ellos correlaciones o patrones regulares,
como evidencia de las leyes naturales subyacentes (empirismo lógico). Estas leyes natura-
les, constatadas pero no explicadas, suelen expresarse en forma de ecuaciones empíricas,
las cuales podrían articularse a través de hipótesis generales para crear modelos (Ej.
geometría hidráulica). Esos modelos podrían a su vez formar parte de una teoría, capaz
de explicar el sistema en su totalidad. La «teoría de la mínima varianza» de Langbein y
Leopold (1966) (Ver pág. 42 a 44) representaría la culminación del trabajo empírico–
estadístico de la geomorfología fluvial, ya que relaciona todo el conocimiento de la dis-
ciplina, con aspectos de teoría de sistemas, termodinámica moderna y física estadística.
La geomorfología fluvial cuantitativa estableció las relaciones empíricas entre velo-
cidad de flujo, profundidad, ancho, pendientes y descargas; entre ancho y longitud de
onda; entre superficie drenada y descargas, y tantas otras. Todas estas relaciones se refie-
ren a las características morfológicas promediadas de los canales. También los procesos
se tratan mediante cuantías homogeneizadas, tales como la descarga a sección completa,
rugosidad total, o tamaño de grano representativo. La validez de las relaciones basadas
en parámetros promediados ha sido cuestionada: según Lane y Richards (1997), en las
escalas espaciales y temporales breves, la evolución del sistema sería distinta de lo que
sugieren los parámetros promediados (Ver pág. 236 a 237).
La geomorfología fluvial empírica tuvo que ser impugnada, especialmente por su
tratamiento más bien funcional de la causalidad; porque registra «lo que sucede» sin
explicar «por qué sucede». Al presentar los parámetros morfológicos interdependientes
(ancho, profundidad, longitud de onda, etc.) en función de las variables independientes
(descargas), se omiten las causas físicas de los ajustes (arrastre de partículas, deposición,
turbulencia, etc.). Siendo así, las relaciones empíricas se sustentan solo en el volumen de
los datos que las corroboran, y podrían estar reflejando el comportamiento de la mues-
tra y no la naturaleza intrínseca del sistema (Lane and Richards, 1997). Por otra parte,
puesto que las mismas variables aparecen como dependientes o independientes según
la escala que se observa, al suplantar las causas físicas por variables independientes, el
enfoque empírico está proponiendo causas (funcionales) distintas para los mismos fenó-
menos, observados a distintas escalas (Schumm and Litchy, 1965). En la escala pequeña
las causas funcionales de los ajustes son las descargas, subrogando los procesos físicos y
las retroalimentaciones entre formas y procesos. Schumm y Litchy (op. cit.) consideran
las retroalimentaciones como fenómenos transitorios, propios de los canales en estado
de equilibrio dinámico, y por lo tanto, irrelevantes para la trayectoria del sistema en
general. Según Nicholas y Quine (2007), esta presunción sería peligrosa a la luz de la
evidencia; Lane y Richards (1997) sentencian que la visión tradicional de procesos y
formas causalmente independientes a escalas distintas, sería insostenible puesto que los
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el comportamiento de los procesos uno a uno, no ofrece una explicación cabal para el
comportamiento integrado de todos ellos, ni para las formas o propiedades que surgen
de esas interacciones (Wolman and Gerson, 1978; Speddig, 1997; Lane and Richards,
1997; Soars and Thorne, 2001; Rhoads, 2006).
A pesar de lo anterior, Spedding (1997) sostiene que los estudios analíticos han apor-
tado modelos numéricos y simuladores que ayudan a identificar los procesos clave que
controlan la evolución del paisaje. Por otra parte, no podemos desconocer que los mode-
los tridimensionales de alta resolución más recientes, generalmente basados en mecánica
de fluidos, integran la acción de los diversos procesos y logran representar cada vez mejor
la complejidad del ambiente fluvial, aunque para escalas reducidas (Ver pág. 243 a 245).
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preferentemente en canales pequeños con lechos móviles y muy dinámicos (Ej. trenzados
inestables), los cuales permiten registrar variaciones morfológicas varias veces al día,
de ser necesario. La dinámica fluvial se debe observar «mientras está ocurriendo», a fin
de capturar toda la secuencia evolutiva que se pretende explicar. Estos estudios utilizan
datos de campo no homogeneizados estadísticamente, y las generalizaciones que arrojan
se basan en una comprensión de la distribución interna de las formas y procesos en el
lugar (Lane and Richards, 1997). Por otra parte, la mera observación de las formas
y procesos espacialmente distribuidos, podría no detectar los mecanismos compuestos
que se pretende conocer. Es por eso que Rhoads (1994) ha señalado que sería necesario
invocar esos mecanismos mediante la manipulación experimental en canales de labo-
ratorio, a fin de provocar efectos observables que permitan caracterizarlos (realismo
trascendental–crítico).
En definitiva, el nuevo método retiene un fuerte elemento cuantitativo, casi reducc-
cionista, al interior de una perspectiva espacial y temporalmente distribuida (Spedding,
1997). Según Spedding (op. cit.), para avanzar en esta dirección no sería necesario es-
perar mayores avances en el conocimiento de la física de procesos, «el éxito dependería
más bien de la habilidad con que se logren vincular los factores causales críticos al
interior de estructuras explicativas coherentes».
La teoría de la mínima varianza (Ver pág. 44 a 45) explica la acción concertada de
los ajustes morfológicos como una propensión del sistema hacia su estado de funcio-
namiento estacionario, siguiendo las leyes de la termodinámica en sistemas abiertos:
máxima entropía y mínimo trabajo total. El análisis de los procesos explica la erosión y
deposición de los sedimentos desde la física, en las escalas espaciales y temporales más
pequeñas. Ninguno de estos dos enfoques explica los mecanismos que coordinan los
procesos simples con tendencia hacia el mínimo trabajo y trabajo homogéneo en el sis-
tema (la mínima varianza no es un proceso físico, es una constatación). Lane y Richards
(1997) sostienen que habría un terreno intermedio que la disciplina debe cubrir para
explicar la manera en que se agregan los fenómenos de la escala pequeña para hacer las
formas y comportamientos observables en las escalas mayores (Ver pág. 230).
La geomorfología fluvial «realista» ambiciona conocer esos mecanismos «verda-
deros,» capaces de explicar cabalmente la morfogénesis del paisaje fluvial (Lane and
Richards, 1997). En la práctica, el método consiste en estudiar las propiedades y estruc-
turas emergentes del sistema, mientras están ocurriendo, en la escala pequeña. Eventual-
mente, las nuevas tecnologías de percepción remota ofrecerán la posibilidad de proyectar
esta búsqueda hacia las escalas espaciales mayores, puesto que permitirán monitorear los
cambios en gran escala con mucha frecuencia, buena resolución y menor costo (Alsdorf
et al., 2007; Durand et al., 2008; Smith and Pavelsky, 2008).
Si el enfoque «realista» tiene éxito, la geomorfología habrá logrado explicar la ac-
ción fluvial a cabalidad y podrá transitar libremente a través de todas sus escalas espacia-
les y temporales, sin necesidad de ajustar sus herramientas de análisis. Esta perspectiva
promete mejorar considerablemente nuestra capacidad predictiva para el sistema. La
geomorfología fluvial «realista» ha sido dominante en los últimos años, por lo menos en
la literatura acerca de la metodología de la disciplina
G eomorfología fluvial aplicada. A partir de los años 1970, en los países desarrollados
la geomorfología fluvial ha sido llamada a participar en los procesos de toma de
decisiones que afectan los sistemas fluviales (Brookes, 1995; Thorne et al., 1997; Newson
et al. 2001; Benda et al., 2002; Somerville, 2004; Newson and Large, 2006; Eyquem,
2008; entre otros). Las aplicaciones de la disciplina son requeridas en ámbitos diferentes,
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académico del geomorfólogo fluvial encierra otra dimensión del conflicto metodológico
entre «empiristas» y «analíticos» (Ver pág. 232 a 236). Aunque en la disciplina hay
consenso acerca de la necesidad de contextualizar los análisis y proyecciones del sistema,
cualquiera que sea la escala involucrada, al interior de la historia evolutiva de la cuenca
(Ver pág. 252 a 254).
Según Doyle et al. (1999), para una mínima comprensión de un sistema o subsistema
fluvial, incluso en las escalas pequeñas, se debe ser capaz de aplicar hidráulica, geolo-
gía, estabilidad geotécnica de laderas, transporte de sedimentos, hidrología y ecología
fluvial, como mínimo. Simon et al., (2005), han sido particularmente severos en adver-
tir a quienes practican la geomorfología fluvial aplicada, respecto de su obligación de
operar bajo estándares profesionales y con «revisión por pares». A pesar de lo anterior,
no podemos desconocer que en muchos campos los profesionales y para–profesionales
colaboran eficazmente en torno a una clara definición de roles: característicamente, el
profesional diagnostica y prescribe, y el para–profesional asiste e implementa. En vista
de la escasez de geomorfólogos profesionales, la formación para–profesional podría ser
un aporte para la geomorfología fluvial aplicada. A nuestro entender, la Sociedad Geoló-
gica Americana (GSA) reconoce implícitamente esta realidad al señalar que «una forma
apropiada de entrenamiento y certificación para estas personas (para–profesionales), que
no demandara una cantidad prohibitiva de cursos, sería de gran utilidad» (GSA, 2004).
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capturar mejor el ambiente fluvial (Anexo 51). Muchos de los simuladores más avan-
zados hoy en día se basan en la dinámica de fluidos, y se conocen genéricamente como
«modelos computacionales de dinámica de fluidos» (Computational Fluid Dynamics
– CFD). Aunque originalmente fueron diseñados para modelar el comportamiento de
líquidos y gases, se han desarrollado variantes CFD que simulan el ambiente fluvial y
muchas de ellas incorporan procesos adicionales, tales como de erosión de las márgenes
y otros. Puesto que se trata de modelos de alta resolución que realizan sus cálculos
en intervalos muy breves, los simuladores CFD suelen aplicarse a fenómenos de corta
duración en espacios restringidos (Charlton, 2008: 166). Para este tipo de condiciones,
algunos modelos CDF han podido ser validados (Anexo 52). El enfoque empírico ha
sido llevado a la simulación en pocos casos, aunque casi todos los simuladores incluyen
algunos aspectos o cuantías empíricamente derivados (Anexo 53).
Un desarrollo reciente de la modelización, que aborda las limitaciones de escala
propias de los simuladores avanzados basados en física, son los «modelos de compleji-
dad reducida». El nombre es genérico y abarca un grupo de modelos que logra reducir
los tiempos de procesamiento computacional utilizando ecuaciones simplificadas. Esto
les permite ofrecer el potencial para explorar el comportamiento del sistema fluvial a
escalas temporales muy amplias (10 a 10000 años), inabordables desde otras formas de
modelización (Nicholas and Quine, 2007). Los modelos de elevación digital (DEM) son
un buen ejemplo: generalmente se basan en una malla de 30x30m, cada unidad es un
pixel, y los cursos de agua son pixeles que acumulan una superficie drenada suficiente; la
superficie drenada es un subrogante de la descarga media anual u otra descarga represen-
tativa (Rodríguez–Iturbe et al., 1992a). También hay modelos de complejidad reducida
de alta resolución, aplicables a escalas menores (Anexo 54).
Casi todos los simuladores de complejidad reducida han sido construidos en torno a
«modelos celulares», o basados en el «autómata celular». Un autómata celular representa
el paisaje en dos o tres dimensiones, por medio de una trama de celdillas (células), cuyos
posibles atributos (estados) son finitos, a través de la cual conduce las aguas y sedimentos
siguiendo reglas sencillas, generalmente basadas en física (Charlton 2008: 167). De esta
manera logra soluciones rápidas de profundidad y velocidad del agua, con las cuales
determina las funciones de erosión, transporte y deposición, que a su vez definen las
geoformas. Los simuladores celulares contribuyen a la comprensión del comportamiento
del sistema, puesto que sus reglas (determinísticas o estocásticas) definen las relaciones
entre una célula y sus vecinas, pero cualquier estructura o propiedad que surja al operarlo
es una «propiedad emergente», nueva e impredecible a partir del comportamiento de las
partes. El estudio de las propiedades emergentes es vital para comprender la evolución
de los procesos desde la pequeña escala hacia las escalas mayores (Ver pág. 236 a 237).
Según Coulthard et al. (2007), los autómatas celulares no están listos para entregar pre-
dicciones cuantitativas confiables, no todavía.
Recientemente se ha procurado robustecer los simuladores basados en mallas celu-
lares (lattice), añadiéndoles representaciones mecanicistas de procesos. Hardy (2006),
sostiene que la modelización integral de las cuencas requiere de modelos mixtos. Van De
Wiel et al. (2007) sostienen que su comportamiento deberá contrastarse con situaciones
reales para determinar hasta qué punto se justifica conducir los modelos de complejidad
reducida hacia el reduccionismo. Nicholas y Quine (2007) señalan que las comparacio-
nes entre el desempeño de los autómatas celulares y otros modelos más sofisticados, ayu-
darán a mejorar la conducción de las aguas y sedimentos a través de las mallas celulares,
y también a identificar el mínimo nivel de física necesario para capturar los aspectos
esenciales de las interacciones entre procesos y formas.
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Los modelos de evolución del paisaje (Landscape Evolution Models - LEM) son modelos
mixtos desarrollados para simular las respuestas del paisaje frente a cambios externos tales
como clima, vegetación y actividad humana, a través de miles y millones de años (Charlton
2008: 167). Suelen ser autómatas celulares 3D, en los cuales la elevación de cada célula se co-
rrige para representar los procesos de erosión. Algunos han sido modificados para conducir
las aguas a través de su malla celular, simulando la dinámica fluvial (Anexo 55). El aumento
de la capacidad de procesamiento computacional y la mayor disponibilidad de datos,
han permitido utilizar simuladores LEM para modelizar cuencas cada vez mayores y
representar mejor los procesos en canales y laderas (Charlton, op. cit.). También se los
ha comenzado a aplicar en cuencas reales: Coulthard et al. (2005), aplicaron un modelo
LEM en cuatro cuencas en Inglaterra, y aunque la correspondencia entre sus resultados y
los registros sedimentarios del Holoceno en la localidad ha sido solo parcial, este trabajo
representa un comienzo interesante. Nicholas y Quine (2007) advierten que los grandes
modelos de evolución del paisaje deberán mejorarse puesto que desestiman las retroali-
mentaciones entre procesos y formas, lo cual sería una presunción peligrosa.
Las cabeceras de canales son el origen de la trama fluvial y de sus valles. Siendo así,
el desarrollo de modelos que permitan posicionar los umbrales de canalización que con-
trolan la evolución de las cabeceras, es clave para la modelización del paisaje en general
(Dietrich and Dunne, 1993) (Ver Pág. 17 a 20, 190 a 191). Finalmente, puesto que la
geomorfología y la ecología fluvial son sistemas interrelacionados (Anexo 56), algunos
simuladores del ambiente fluvial han sido extendidos para incluir funciones ecológicas.
Esto está recién comenzando pero tendrá gran desarrollo en el futuro (Anexo 57).
La simulación computacional permite explorar múltiples escenarios hipotéticos, rá-
pida y económicamente. A través de la simulación podemos predecir y/o reconstruir la
trayectoria del paisaje, y ensayar sus respuestas frente a diversas perturbaciones y a través
de múltiples escalas espaciales y temporales. Los avances de la computación han permi-
tido desarrollar simuladores que recogen e integran el conocimiento acumulado de las
geociencias. Con el correr del tiempo, estas aplicaciones han logrado capturar cada vez
mejor las complejas dinámicas del paisaje en general y del ambiente fluvial en particular.
Sin embargo, el uso y la calibración de esos simuladores requiere de considerable exper-
ticia, tanto para obtener resultados significativos, como para identificar las limitaciones
de esos resultados (Cao and Carling, 2002a).
Los simuladores del paisaje disponibles en la actualidad solo permiten predecir cua-
litativamente la evolución de un sistema; informan acerca su estabilidad general, su sensi-
tividad frente a distintas perturbaciones, sus tendencias evolutivas y la dirección general
de los cambios (Coulthard et al., 2007). Queda mucho por hacer, tanto en modelización
como en validación de modelos, antes de que dispongamos de simuladores cuantitativa-
mente confiables para los procesos geomórficos. Por el momento, las predicciones cuan-
titativas para el sistema fluvial serían más seguras si provienen de funciones empíricas
sencillas, validadas localmente (Ver pág. 145 a 146).
Las próximas generaciones de simuladores, operados en los ordenadores que ven-
drán, arrojarán resultados más confiables, siempre y cuando los datos que se les propor-
cionen sean buenos. Eventualmente, dispondremos de modelos de evolución del paisaje
acoplados a modelos climáticos, de erosión de suelos, del sistema fluvial, ecológicos,
de desarrollo urbano, infraestructura, dinámicas demográficas, desarrollo económico y
otros. Modelizar todo esto demandará enormes cantidades de datos.
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La percepción remota aérea y/o satelital ofrece el potencial para monitorear a bajo
costo las transferencias de aguas y de sedimentos, los procesos erosivos, y también los
cambios morfológicos, tanto a escala global como regional y local. Esto no solo repre-
senta una mejor cobertura, sino también una mejor percepción de los procesos, ya que la
mayor precisión de las técnicas convencionales se ve más que compensada por la mayor
densidad de los datos satelitales (Charlton, 2008:163; Smith and Pavelsky 2008).
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Marco de
aluminio,
ancho 1m.
Malla de nylon
Plancha de
aluminio
perforado
Estacas
de acero
Fig. 5.1 Trampa portátil para sólidos de fondo, las estacas se hunden en el substrato para anclar el marco.
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2001), y luego los procesos erosivos dominantes, las rutas de transferencia, y los acopios
de sedimento (Charlton, 2008: 189). En un estudio completo, todos los procesos habrán
sido cuantificados y la exportación de sedimentos a la salida del sistema permitirá cua-
drar un balance de sedimentos de la cuenca, muy informativo respecto de la estabilidad
y condición del sistema (Ver pág. 125 a 126). Si el estudio incluye aspectos ecológicos,
los biólogos y geomorfólogos correlacionarán los ensamblajes característicos de flora y
fauna, y sus dinámicas, con aspectos de la morfología y procesos fluviales (Downs and
Gregory, 2004).
(2) Análisis «histórico» de la cuenca: La perspectiva evolutiva de la cuenca y su red de
canales es una de las contribuciones capitales que la geomorfología fluvial aporta al manejo
`iÊÃÊÃÃÌi>ÃÊ `ÀVÃ]Ê«>ÀÌVÕ>ÀiÌiÊiÊÛÃÌ>Ê`iÊV>LÊV?ÌVÊiÊViÀiÃÊ iÜÃÊ
2002). La historia evolutiva de la cuenca permite comprender la manera en que los cambios
e impactos ambientales del pasado, naturales y antropogénicos, afectaron los regímenes de
flujos y sedimentos, y con ello la morfología de la cuenca y sus ríos. También permite cons-
tatar tendencias evolutivas originadas por eventos del pasado que pudieran estar operando
aún hoy en el sistema, a fin de evaluar la estabilidad y sensitividad de los canales a la luz de
esas tendencias (Charlton, 2008: 189) (Anexo 63). Para determinar la evolución del sistema,
se procura (a) extender en el tiempo los registros hidrológicos (Anexo 64), y (b) detectar
evidencias de los antiguos patrones fluviales o «paleo-canales» y de los procesos en ellos
(Anexo 65). La evidencia debe secuenciarse y datarse para reconstruir la cronología de la
cuenca (Anexo 66).
270
a
60 000 cf s
265
40 000 cf s
Nivel (m)
260
26 000 cf s
11 000 cf s
255
6 000 cf s
3 800 cf s
250
1940 1950 1960 1970 1980 1990
Aos
Fig. 5.2 (a) Variaciones del nivel del río a través de los años, para una misma descarga en una misma estación. Un
sistema en equilibrio no presentaría tendencias al alza ni a la baja en el mediano y largo plazo. El gráfico muestra la
evolución del nivel del agua en una estación del río Red River, Arkansas, para seis descargas características, con una
leve tendencia a la baja a lo largo del período. Esto indicaría que hay incisión en el tramo (redibujado de FISCRWG,
1998, 2001).
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Relaciones de
En regiones con canales aluviales solo
geometría hidráulica Los resultados que arroja podrían
levemente perturbados y en equilibrio
y conducir a error si se aplican fuera del
dinámico, para los cuales se disponga
predictores de dominio del cual provienen los datos.
de gran cantidad de datos.
patrones
Análisis de estabilidad En canales con márgenes cohesivas Requiere de una considerable cantidad
de riberas más altas que aprox. 3m. de datos de campo.
Fig. 5.2 (b) Cuadro resumen de las herramientas más utilizadas para evaluación de estabilidad, su aplicabilidad y sus
debilidades (tomado de Shields et al., 2003).
254
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Hidrología: hidrogramas para el tramo, tan extendidos en el tiempo como sea posi-
ble; descargas medias mensuales; análisis de frecuencia y duración de caudales y curvas
de duración asociadas, entre otros.
Hidráulica: para una descarga característica, se debe determinar la velocidad media
del flujo; radio hidráulico; número de Froude; inclinación de la superficie del agua; velo-
cidades y tensiones de corte cercanas al lecho; rugosidad total y sus componentes; aplicar
ecuaciones de continuidad y energía (Ej. Bernouilli y Manning), entre otros.
Sedimentología y transporte: caracterización del substrato; caracterización de los
procesos de erosión, transporte y deposición de los sedimentos suspendidos y de fondo;
condiciones hidráulicas de inicio y término del transporte de fondo, entre otros.
Estabilidad general: evaluar tasas de ajuste vertical, tasas de ajuste lateral; correlacio-
nar niveles y descargas, evaluar relaciones ancho / profundidad, entre otros (Fig. 5.2 a,b).
Estabilidad de las márgenes: identificar y evaluar las condiciones típicas; determinar
mecanismos dominantes de debilitamiento y fallas; establecer la «condición de buen fun-
cionamiento» de riberas (Proper Functioning Conditions - PFC) o análisis equivalente,
entre otros (Anexo 67).
Un análisis geomorfológico acabado de una red fluvial y su cuenca demanda mu-
chos estudios especializados, los cuales consumen tiempo, esfuerzo y recursos, de manera
que no siempre es posible desarrollarlos todos y en profundidad. Los estudios que hemos
mencionado corresponden a los métodos «tradicionales» de la disciplina; eventualmente,
las nuevas técnicas de percepción remota ofrecerán alternativas cada vez más eficaces y
económicas, especialmente para las escalas espaciales mayores (Ver pág. 246 a 248).
Para la etapa de análisis de la cuenca, y también para los tramos y segmentos de
canales, la información recabada puede integrarse a través de simuladores computa-
cionales, aunque sin perder de vista las limitaciones de su capacidad predictiva (Ver
pág. 241 a 245). En vista de la dificultad para predecir el comportamiento del sistema
y de la ausencia de procedimientos estandarizados para estudiarlo, las conclusiones y
predicciones de los estudios de geomorfología fluvial aplicada debieran incluir bandas
de confianza fundamentadas en análisis de incerteza y sensitividad (Ver pág. 228 a 230).
255
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canalización y el drenaje de las planas y humedales descompensaron las redes fluviales al fa-
vorecer consistentemente el acarreo con cargo a la capacidad de acopio en las cuencas (Hey,
2001) (Ver pág. 57 a 62). Esto último habría magnificado la peligrosidad de las inundacio-
nes, agravado las sequías y deteriorado la calidad del agua; todo lo cual se ha visto agravado
por la deforestación, las malas prácticas agrícolas, el sobrepastoreo, el desarrollo de las áreas
urbanas, y los retiros de aguas para usos consuntivos (Hey, op. cit.).
(2) Por el mayor valor monetario que tiene y se estima que tendrá el agua dulce como
recurso escaso sujeto a una demanda creciente, de acuerdo a los escenarios probables de
cambio climático (GSA, 2004; Charlton, 2008: 177, entre otros).
(3) Porque se valora la biodiversidad en los cursos de agua y existe interés por recupe-
rarlos como ecosistemas.
Mackin (1948) predijo que un nuevo paradigma, en favor de trabajar «con la naturaleza
y no contra ella», se impondría como consecuencia inevitable de los efectos no deseados de
las intervenciones de ingeniería en los canales naturales (Soar and Thorne, 2001). Su visión
fue tan certera que en muchos países desarrollados, y particularmente en Europa, donde las
redes han sido más intervenidas, muchas de las obras de ingeniería fluvial se están desman-
telando. En muchos ríos europeos las contenciones laterales han sido retiradas para permitir
que los cauces retomen sus procesos migratorios naturales (Kondolff, 2006). En ambientes
«de alta energía» de Suiza y Austria, muchos cauces artificialmente estrechos han sido en-
sanchados nuevamente a fin de recuperar la diversidad del hábitat fluvial, y algunos de ellos
han retomado sus antiguos patrones trenzados (Rohde 2004). En Dinamarca se ha dejado
de hacer mantención en muchos canales (dragado y cortes de vegetación acuática), para
permitir que escurran libremente (Thodsen et al., 2008). En toda Europa se han restablecido
patrones meándricos en canales previamente «rectificados»; se han reinstaurado humedales
en terrenos agrícolas; y se han implementado miles de kilómetros de corredores ribereños
protegidos, reforestados con especies nativas (Jones et al., 2007). Los grandes ríos navegables
como el Danubio, el Rin, el Elba, y la Saône, están siendo restaurados gradualmente para
reconectarlos con sus planas y con sus tributarios (Rohde, 2004; Jones et al., 2007).
En Norteamérica, los esfuerzos se han orientado más bien hacia los proyectos locales
de restauración de canales (Rohde, 2004). Sin embargo, también se han abordado algu-
nos grandes proyectos de recuperación, tales como los Everglades de Florida o el delta
del Mississippi. También se han demolido muchos diques pequeños, como medida de
seguridad para embalses ya colmatados, y para recuperar la conectividad de los sistemas.
En estos casos, el manejo de los sedimentos atrapados en el embalse es delicado ya que
liberarlos a los canales acarrearía efectos adversos graves (Charlton, 2008: 193).
Las redes hídricas Europeas están lejos de recuperar su «condición natural», y en
Norteamérica las pesquerías de los grandes lagos difícilmente se recuperarán. Sin embar-
go, la inversión en medioambiente ha sido enorme y representa una tendencia de manejo
territorial firmemente establecida: la sociedad está dispuesta a invertir en la recuperación
del paisaje en general y de los ríos en particular (Poff et al., 2003). Para materializar este
mandato, las decisiones de manejo deben ser informadas por el conocimiento científico
de los sistemas naturales y sus dinámicas. Este conocimiento proviene de equipos mul-
tidisciplinarios de asesores científicos calificados. La labor de estos equipos multidisci-
plinarios no es sencilla, les corresponde actuar como un cuerpo cohesionado, capaz de
definir claramente los requerimientos del paisaje y de los ecosistemas, a fin de guiar la
formulación de políticas y acciones de manejo que equilibren las distintas demandas y
objetivos que compiten por los recursos (Poff et al., 2003).
Según Benda et al. (2006) el trabajo interdisciplinario debe comenzar por analizar la
estructura y los límites del conocimiento que cada una de las disciplinas aporta, a fin de for-
mular a cada una preguntas relevantes que esté en condiciones de responder. Posteriormente,
256
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M anejo y restauración. El manejo fluvial debe llevarse a cabo desde la cuenca como
objeto de análisis y como unidad administrativa (Soar and Thorne, 2001; Hey,
2001; Newson, 2002; Shields et al., 2003; Fishernich, 2003; Charlton, 2008: 188). Los
límites de la cuenca son también los límites del sistema hidrológico y puesto que los
ajustes en los canales tienden a propagarse por el sistema, no es posible separar una parte
del sistema para manejarla al margen de lo que ocurra en las otras partes. Cuando los
límites de la cuenca sobrepasan la unidad administrativa que pretende manejarla, se debe
establecer un co-manejo que incluya todas las unidades administrativas que participan
de la cuenca. Las grandes hoyas hidrográficas que superan fronteras nacionales, como el
Rin, requieren de acuerdos intergubernamentales para su manejo (Havinga et al., 2006).
La planificación y el manejo de cuencas supone establecer acuerdos, alianzas y com-
promisos (Poff et al., 2003). Para lograr esto es necesario involucrar a todas las partes
interesadas: los administradores y financistas, que podrían ser agencias fiscales y/o insti-
tuciones privadas; los diversos grupos de interés (stakeholders); los representantes de la
comunidad en general; y el grupo asesor de profesionales y científicos. Cada uno repre-
senta objetivos distintos y frecuentemente en competencia. En este contexto, el proceso
de toma de decisiones es complejo, especialmente si consideramos que no hay manera
de garantizar la respuesta de los sistemas naturales frente a las medidas implementadas
para manejarlos (Fig. 5.3). El manejo o gestión adaptativa (adaptive management), es
257
manejo y recuperación
un modelo de gestión que mantiene abiertos los procesos de toma de decisiones, a fin de
corregir sus objetivos y acciones a medida que se evalúan los resultados de las acciones
ya implementadas. La gestión adaptativa permite «enmendar rumbos» y aprovechar
las oportunidades. Vista la complejidad e impredictibilidad de los sistemas naturales, la
gestión adaptativa sería el mejor método para manejarlos (Gippel, 2003; Wilcock, 2003;
Palmer et al., 2003). La calidad de la evaluación ambiental y del monitoreo de la cuenca,
son críticas para informar una gestión adaptativa provechosa (Ver pág. 250 a 251).
En este contexto de especialista interactuando con la comunidad general, el conocimien-
to científico debe expresarse en términos que todos puedan comprender (Ver pág. 239). Ca-
racterísticamente, el objetivo medioambiental supremo se presenta metafóricamente como
«la salud» del territorio. En lo que toca a los ríos, se ha vuelto habitual referirse a su estado
de conservación y funcionamiento como «la salud» del río. Según Charlton (2008: 188) la
salud de un río dependería de la calidad de la estructura de su hábitat (diversidad física), de
sus características hidrológicas, de sus funciones ecológicas (biodiversidad-conectividad),
y de la calidad de sus aguas (Ver pág. 64). La «salud» del sistema fluvial es ahora una
prioridad de manejo, al igual que los requerimientos consuntivos humanos y el control de
inundaciones (Soar and Thorne, 2001). Para abordar esta tarea se dispone de una amplia
gama de opciones técnicas, algunas de las cuales actúan indirectamente sobre el sistema,
mientras que otras implican distintos grados de intervención en los canales mismos.
Financistas
Agencias fiscales & privadas
al
Definicin de objetivos
ci
("visin compartida")
so
Fu
a
er
ci
za
n
os
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Definicin de posibles
po
le
iv
Re
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acciones de manejo
lt
ce
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para conseguir y
as
In
Predecir consecuencias
de esas acciones de manejo
Ciencia e identificar medidas Partes Interesadas
de eficacia ecolgica Creencias,
Conocimiento,
Capacidad de investigacin, Valores,
Conocimiento,
Capacidad de prediccin Implementar acciones de Objetivos
manejo e investigacin /
monitoreo del sistema
Sntesis del caso
en estudio para
generalizacin
ms amplia Avance en la Conocimiento Cambio en la
comprensin nuevo, especfico
visin de los
del sistema para el caso
futuros posibles
Evaluar viabilidad de
las consecuencias
Aumento de la confianza y
apoyo social para
mayores inversiones
Polticas de Manejo
Mejoradas, Basadas
en Ciencia
Fig. 5.3 Diagrama de flujos de Poff et al. (2003), ilustrando las interacciones y circuitos de retroalimentación entre
financistas, otros interesados y científicos, en el proceso de búsqueda de las mejores políticas de manejo para los
ecosistemas fluviales (redibujado de Poff et al., 2003).
258
manejo y recuperación
259
manejo y recuperación
A cciones de manejo estratégico. El manejo estratégico aborda las causa de los pro-
blemas ambientales de la cuenca. En general, esto se refiere a la implementación de
«buenas prácticas» para todas las actividades ambientalmente relevantes. Estas acciones
pueden entenderse como un modo de restauración fluvial pasiva, puesto que sus eventua-
les logros afectarán favorablemente los sistemas fluviales, y de manera profunda. Algunos
de los objetivos y acciones característicos del manejo sustentable de las cuencas son:
Control de la erosión acelerada: El sedimento en suspensión es el principal contami-
nante de las aguas continentales en muchos lugares del mundo, y la erosión acelerada de
suelos aporta grandes cantidades de sedimentos suspendidos. El lavado de suelos agríco-
las aporta nutrientes en exceso y pesticidas (Ver pág. 112 a 116). La perdida del suelo
es económica y ambientalmente grave para el territorio, disminuye la capacidad de re-
tención de agua en las cuencas, lo cual acelera los escurrimientos superficiales y con ello
el peligro de inundaciones (Hey, 2001). El control de la erosión acelerada es materia
de buenas prácticas agrícolas y forestales: la adecuada rotación de los cultivos, buenas
prácticas de riego, terrazas agrícolas en los terrenos inclinados, erradicación del sobre-
pastoreo, contención y estabilización de cárcavas, son algunas de las medidas eficaces
para proteger los suelos (Charlton, 2008: 49). La erosión acelerada no es fácil de contro-
lar y sus efectos son muy difíciles de revertir. Las estrategias para control de erosión son
difíciles de implementar en áreas densamente pobladas debido a la presión por el uso del
suelo para agricultura o desarrollo urbano: la erosión acelerada de suelos es también un
problema social, económico y político (Charlton, op. cit.). Shields et al. (2003), advierten
que las acciones relacionadas con la sedimentación suelen ser limitantes para el desarro-
llo de las políticas de manejo de cuencas, puesto que tienen implicancias económicas e
institucionales (Anexo 68).
Manejo forestal: Los bosque y la cubierta vegetal en general, constituyen ecosistemas
valiosos en sí mismos y prestan múltiples servicios: retienen agua en la cuenca, contienen
el impacto de las gotas de lluvia, retienen los escurrimientos superficiales, favorecen el
desarrollo de los suelos, aportan oxígeno y humedad a la atmósfera, entre otros. Con-
servar los bosques naturales y reforestar apropiadamente es una prioridad mundial. El
manejo forestal incluye también la vegetación arbustiva y la cubierta vegetal en general.
La reforestación para fines ambientales favorece reinstaurar la vegetación nativa, pues-
to que una vez restablecida es autosustentable, a menos que haya sido desplazada por
especies exóticas. El manejo forestal suele incluir la erradicación de especies exóticas
inapropiadas (Anexo 69).
Control de inundaciones: Como alternativa a las defensas fluviales tradicionales, es
posible inundar en forma deliberada determinadas zonas aledañas a los canales, para
acopiar aguas transitoriamente, a fin de retardar las ondas de avenida y reducir sus
picos aguas abajo. Después de la crecida, esas aguas se liberan gradualmente. Las zonas
inundables pueden ser planas fluviales y/o humedales recuperados para este efecto, o
bien depresiones artificiales excavadas para ello (Charlton, 2008: 192). Implementar
260
manejo y recuperación
todo esto no es fácil ya que supone reasignar el uso del suelo en las zonas inundables, y
desarrollar obras de ingeniería para conducir las aguas de manera controlada, desde y
hacia las áreas inundables.
Escurrimientos superficiales en áreas urbanas: La expansión urbana impide la infil-
tración de los suelos, lo cual favorece y acelera los escurrimientos superficiales (Leopold,
1994: 119). Esto puede abordarse de dos maneras que no son mutuamente excluyentes:
restringiendo la disponibilidad de suelos para desarrollo urbano, y estableciendo en los
centros urbanos sistemas de recolección e infiltración de las aguas lluvias a través de
trincheras y pozos dispuestos para ese efecto, y/o zonas inundables para retener transi-
toriamente los escurrimientos. Donde sea posible, el uso de pavimentos permeables, el
desarrollo de áreas verdes, y la restauración de los cursos de agua en el ambiente urbano,
son también muy útiles (fisrwg, 1998-2001). Restringir el crecimiento extendido de las
ciudades no es sencillo ya que supone contener la presión por el desarrollo inmobiliario.
En última instancia, este es un problema demográfico y económico.
Polución: La recuperación de la calidad del agua suele abordarse en las fuentes
contaminantes, y también creando franjas forestales (buffer strips) y humedales en las
riberas de los canales (Soar and Thorne, 2001). Estas franjas forestales y humedales
ribereños filtran los sedimentos finos y capturan los nutrientes y sustancias químicas en
general, que ingresan en los canales de manera difusa con los escurrimientos superficia-
les (fisrwg, 1998-2001). Para implementar estas franjas es necesario disponer de las
propiedades ribereñas, ya sea devolviéndolas al fisco o estableciendo convenios de largo
plazo con sus propietarios (Hey, 2001), lo cual puede ser inviable o muy costoso. Donde
corresponda, el control de los contaminantes en las fuentes debe abordarse mediante las
buenas prácticas forestales, agrícolas y ganaderas, antes mencionadas. El control de los
vertidos contaminantes, ya sean estos riles (Residuos Industriales Líquidos) o alcan-
tarillas urbanas, comienza por establecer normas de calidad de agua para los cuerpos
receptores y para los vertidos. El cumplimiento de estas normas debe fiscalizarse a través
del monitoreo frecuente, pero no periódico, de los parámetros físicos, químicos y bio-
químicos (demanda biológica de oxígeno - DBO) de las aguas. Las fiscalización debiera
incluir también ensayos de toxicidad y biomonitoreos (Anexo 70). Donde no sea posible
cumplir con las normas se deben implementar plantas de tratamiento de aguas, a fin de
reciclar las aguas servidas y devolver al sistema aguas de calidad semejante a las que se
le retiraron. La fiscalización eficaz de las múltiples fuentes de contaminación demanda
muchos recursos, y sin embargo, es indispensable.
El funcionamiento del sistema fluvial es inseparable del territorio que drena y que
le entrega sus sedimentos. Las acciones que afectan al territorio afectarán también su
sistema de drenaje, por lo que no sería posible abordar la «salud» de los ríos de espaldas
al manejo integral del territorio (Ver pág. 55 a 57). Los ecosistemas de calidad ocurren
en cuencas saludables, con buenos corredores ribereños, planas laterales activas, canales
bien dimensionados y adecuada biodiversidad (Fishernich, 2003).
Soar y Thorne (2001) sostienen que el manejo fluvial debe abordarse de manera inte-
gral, atacando las verdaderas causas de la inestabilidad y degradación de los canales na-
turales. Fishernich (2003) advierte que el descuido de los aspectos estratégicos del manejo
fluvial conduce a una pérdida de esfuerzos, recursos y oportunidades. Abordar los proble-
mas subyacentes en el deterioro fluvial, tales como el uso del suelos, sería más económico,
más sustentable, y conllevaría menos riesgo de fracaso que enfrentar las consecuencias del
problema, como son la erosión y la degradación del hábitat fluvial (Fishernich, op. cit.).
Sin embargo, cuando las acciones que recomienda el manejo estratégico no son viables, o
los problemas en los ríos son urgentes, se hace necesario intervenir el sistema para corregir
su trayectoria; ése es el ámbito de la restauración fluvial.
261
manejo y recuperación
R estauración pasiva. La regulación artificial de los flujos es una de las principales cau-
sas de la degradación ambiental en los ríos (Ver pág. 57 a 65), y abordarla como
problema es una prioridad del manejo fluvial en todo el mundo (Charlton, 2008: 192).
Restablecer el régimen natural de flujos involucra manejar las descargas desde los embalses
artificiales de modo a garantizar: (1) caudales mínimos capaces de sustentar los ecosiste-
mas fluviales y ribereños, aun en el estiaje; (2) pulsos similares a las fluctuaciones diarias y
estacionales propias del régimen natural de flujos en la región, a fin de permitir la continui-
dad del transporte de sedimentos, la renovación de los substratos, y las condiciones hidráu-
licas que acompañan los ciclos de vida en el río; (3) calidad físico-química del agua similar
a la que ocurriría naturalmente en ese lugar y en esa estación del año; (4) Inundaciones
periódicas comparables con los eventos formativos naturales, cuya recurrencia probable
es de aproximadamente 1,5 a 2 años, dependiendo de las características hidrológicas de
la región. Esto último sería necesario para controlar el avance de la vegetación acuática
y ribereña, y también para rejuvenecer las planas (Charlton, 2008: 193); (5) aportes de
sedimentos de fondo compatibles con el régimen natural (los embalses retienen los sedi-
mentos), la manera más sencilla de hacer esto es colocar sedimentos a la salida del embalse
para que el agua los recoja (Anexo 71). Por otra parte, restablecer los regímenes naturales
de flujo supone devolver al río las aguas retiradas para usos consuntivos, en condiciones
físico químicas apropiadas. Esto último puede ser controversial, particularmente en las
regiones en que el agua es escasa (Charlton, 2008: 192).
Otra iniciativa clásica de restauración pasiva es la implementación, restauración, o
manejo de franjas ribereñas en las cuales se restaura o se favorece la recuperación de la
vegetación natural. Las riberas y la vegetación ribereña tienen gran importancia ecológica:
son el hábitat de especies y comunidades ribereñas que migran y se dispersan a través de
este hábitat elongado; los suelos y la vegetación ribereña filtran los escurrimientos super-
ficiales y sub-superficiales que ingresan lateralmente a los canales, capturando sedimentos
finos y solutos; absorben nutrientes y sustancias químicas en general (Charlton, 2008:
182). Los humedales son particularmente efectivos como filtros de agua en gran escala;
las restauración fluvial para calidad de agua suele abordarse creando franjas forestales y
humedales ribereños (Soar and Thorne, 2001). Por otra parte, aquello que la vegetación
ribereña aporta es esencial para la vida acuática: en el curso superior del sistema, los de-
tritos vegetales son la base de la cadena trófica; los grandes residuos leñosos aumentan la
diversidad del hábitat fluvial; los árboles sombrean el agua y la mantienen fresca en verano
(Miller et al., 2001). La vegetación ribereña también es importante para la morfología de
los canales: al colonizar las barras y riberas, estimula el estrechamiento de los canales y el
desarrollo de las planas, especialmente en las zonas semiáridas; aumenta la rugosidad de
los canales, lo cual retiene los flujos y aumenta la sedimentación; y favorece la estabilidad
de las márgenes (Miller et al., op. cit.). Restablecer la vegetación natural no es fácil, puede
tomar tiempo y suele hacerse por etapas, en las cuales unas especies suceden a otras; sin
embargo, su influencia es profunda (Ver pág. 112 a 119, 151, 209, 213 a 214, 222 a 223).
En los últimos años se ha hecho frecuente instaurar un «corredor erosionable» que de-
vuelve al río su caja o «lecho mayor», al interior del cual puede migrar libremente. Esta
solución reemplaza las protecciones de riberas tradicionales (rígidas) y elimina sus efectos
adversos, tales como la pérdida de los servicios ecológicos que presta la erosión lateral, la
deprivación de sedimentos, y los costos de las obras (Piégay et al., 2005). La erosión de las
márgenes es un fenómeno natural, que aporta nutrientes necesarios para la vida en los ríos,
y sedimentos necesarios para la diversidad del hábitat fluvial. Determinar el ancho mínimo
del corredor es crítico, Piégay et al. (op. cit.), describen diversas técnicas para esto: (1) en los
canales sinuosos que migran aguas abajo, se utiliza el ancho de la onda meándrica como
262
manejo y recuperación
medida de corredor; (2) en los ríos que migran lateralmente, se utiliza el ancho de la figura
resultante al superponer todas las posiciones que el río ha adoptado en los últimos 10 o 20
años, o bien (4) se define un ancho prudente en base a las tasas de migración lateral del río y
la erosionabilidad de las planas; (5) en canales trenzados, que mantienen un eje relativamente
estable, el ancho del corredor debe incluir todos los terrenos recientemente erosionados por
el río. También se puede recurrir a la simulación computacional, según Piégay et al. (op. cit.),
el modelo bidimensional mripa (Modified River Planform Adjustment), desarrollado por
Darby et al. (2002) sería apropiado para esto. La implementación a permanencia de corredo-
res erosionables es particularmente necesaria en canales «de alta energía», que erosionan sus
márgenes como parte de su dinámica natural, y en canales trenzados o inestables. En cauces
lateralmente estables representaría solo una medida transitoria, en espera de la recuperación
natural de las riberas, o sencillamente una precaución frente a los riesgos que conlleva la
erosión (Newson, 2002).
La restauración del «corredor fluvial», que no debe confundirse con el «corredor
erosionable», también se ha vuelto frecuente. El corredor fluvial es un caso particular de
hábitat en «parche», de forma elongada y capaz de vincular otros parches entre sí. Trans-
versalmente se subdivide en tres partes: (1) el canal fluvial, (2) la planicie inundable del
río, (3) las franjas transicionales de altura, que conectan el corredor con el paisaje terrestre
circundante (fisrwg, 1998-2001). El corredor fluvial es un hecho ecológico; cualquiera que
sea su condición, está ahí y es susceptible de restaurarse. La restauración del corredor fluvial
puede ir más allá de la restauración pasiva e incluir intervenciones directas en los canales.
Por último, la forma más sencilla y económica de restauración pasiva consiste en
dejar de hacer mantención en los canales que supuestamente lo requieren. En el río Gelsa
(Dinamarca), algunos tramos fueron restaurados activamente («re-meanderización» del
canal y restablecimiento de la vegetación ribereña), y en otros solo se interrumpió la
manutención habitual (dragado y remoción de vegetación acuática). Al cabo de algunos
años se pudo comprobar que los resultados eran comparables en ambos casos, tanto en
la calidad del hábitat para la trucha marrón, como en la diversidad de los organismos
acuáticos y ribereños. La gran diferencia fue que la restauración activa costó 150.000
Euros por kilómetro (Thodsen et al., 2008).
Los ríos poseen gran resiliencia y capacidad de auto-recuperación, por lo cual Ros-
gen (1996) sostiene que en los sistemas y canales degradados habría un potencial de
recuperación cuantificable. Este es el fundamento de toda restauración y es por eso que
mucho puede hacerse por el sistema y sus canales sin intervenirlos directamente, tan solo
eliminando todo aquello que les impide recuperarse por sí mismos.
Según Palmer et al., (2005), algunas medidas muy eficaces no requieren de grandes
estudios previos, sino solo de sentido común: buenas prácticas agrícolas, replantar las
riberas y alejar el ganado de los canales, por ejemplo (Anexo 72). Otras acciones, tales
como restablecer el régimen natural de flujos, demandan estudios importantes pero son
indispensables para recuperar los canales y sistemas fluviales artificialmente regulados.
La recuperación espontánea de un canal deteriorado toma tiempo y difícilmente lo
devolverá a su condición primitiva, sin embargo, la morfología y funcionalidad del canal
habrá sido restablecida, lo cual permite la recuperación de la diversidad física y biológica
que caracteriza la «salud» del río (Charlton, 2008: 193). Por último, Fishernich (2003)
lamenta la frecuencia con que los responsables de la planificación territorial descartan las
opciones de manejo estratégico y restauración pasiva, en favor de costosos proyectos de
reconstrucción de canales, ya sea porque representan menos conflictos de intereses, o por
su mera «visibilidad».
263
manejo y recuperación
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90 cm
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60 cm
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Fig. 5.4 Rabiones reconstruidos en el río Mink, Manitoba, Canadá: (a) rabión, perfil longitudinal; (b) sección trans-
versal (redibujado de Gordon et al., 2004).
264
manejo y recuperación
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b f
c g
d h
Fig.. 5.5 Dispositivos para control de ajustes en canales (ver texto principal). Modificado de fiscrwg (1998, 2001).
265
manejo y recuperación
Hay muchos otros dispositivos y todos tienen variantes. En general, los artefactos son
los mismos para ríos grandes y pequeños, aunque la tecnología para fabricarlos e insta-
larlos es distinta: en los ríos pequeños basta con troncos y piedras, aunque estos suelen
requerir mantención; en ríos grandes los dispositivos suelen construirse a permanencia,
en piedra u hormigón.
El uso de estos dispositivos es controversial, necesariamente alteran las condiciones
hidráulicas en los canales y podrían hacer efectos no deseados que los desestabilizaran.
Según Shields et al., (2003), aquellos que no sean armónicos con los procesos geomórfi-
cos del río son una pérdida de recursos y podrían dañar los ecosistemas. Por otra parte,
si las condiciones de la cuenca y las riberas se restauran, estos dispositivos pasarían a ser
redundantes (Shields et al., op. cit.). Thompson (2002) estudió los efectos a largo plazo
de los dispositivos instalados durante los años 1930 en ríos de los EE.UU., muchos de los
cuales todavía se usan, y determinó que los efectos de estas estructuras fueron negativos
y en muchos casos contraproducentes a través de las décadas. Según Charlton (2008:
199) se necesita más investigación, orientada a mejorar los diseños existentes.
Según Soar y Thorne (2001), la opción de acelerar artificialmente la recuperación de
los canales se toma por las siguientes razones: (1) devolver la estabilidad a los canales
afectados por impactos antropogénicos; (2) recuperar la biodiversidad en los ambientes
fluviales y ribereños; (3) promover el control de las inundaciones por medios naturales;
(4) recuperar los valores estéticos y recreacionales del río; (5) eliminar las estructuras
para control de la inestabilidad en los canales, y los costos de mantenimiento asociados.
Muchos autores advierten acerca de la alta probabilidad de fracaso de los proyectos
de restauración activa emprendidos sin la concurrencia de geomorfólogos experimen-
tados (Ej. Miller and Ritter, 1996; Soar and Thorne, 2001; Kondolf and Piégay, 2003;
Palmer et al., 2003; GSA, 2004; Simon et al, 2005; Kondolff, 2006; Rosgen, 2006).
En general, los proyectos de gran escala, insertos en el manejo de toda una cuenca, ofre-
cen el mejor potencial de éxito para la restauración fluvial activa (Shields et al., 2003).
Como alternativa más eficaz en relación a su costo, Thodsen et al. (2008) recomien-
dan formas de restauración «blandas», que incluyan restauración pasiva y solo algunas
intervenciones sencillas en los cauces, con troncos o rocas, donde sea indispensable.
R estauración activa de riberas. Fischernich (2003) sostiene que todos los procesos
dinámicos tales como erosión, deposición, inundaciones y sequías, que ocurren en
los sistemas fluviales saludables, son necesarios para mantener las rutas de migración
y dispersión de la biota, y para permitir la colonización de nuevos hábitat. Siendo así,
la restauración fluvial debiera orientarse hacia restablecer las condiciones de equilibrio
dinámico en los ríos. Sin embargo, restaurar un canal a su condición de equilibrio diná-
mico podría no ser socialmente aceptable si la dinámica migratoria del río amenaza la
propiedad, los recursos o la infraestructura, por lo cual suele haber alguna tensión a la
hora de decidir entre el dinamismo necesario para los objetivos ecológicos, y las nece-
sidades de control de erosión e inundaciones (Shields et al., 2003). Este conflicto entre
equilibrio dinámico y estabilidad lateral es muy frecuente en el ámbito de la restauración
fluvial, y es especialmente álgido en proyectos de restauración activa de riberas fluviales.
Como medida de restauración, en un sentido estricto, se procura restablecer en las
riberas el grado de resistencia a la erosión que tuvieron en su «estado natural». Esto
puede llevar a reinstaurar la vegetación ribereña natural, a fin de aumentar su resistencia,
o bien a desmantelar refuerzos de riberas, a fin de disminuirla y permitir que el canal se
extienda lateralmente. Como medida de limitación y mitigación de los impactos que no
es posible eliminar, las márgenes se refuerzan utilizando técnicas y materiales tan «am-
bientalmente amigables» como sea posible.
266
manejo y recuperación
a c
b d
Fig. 5.6 Estabilización de riberas en ambientes de moderada energía: (a) La ribera erosionada es rebajada hasta lograr
un talud estable, posteriormente se la estabiliza plantándola. (b) Estacas vivas de crecimiento rápido con entramado
protector de ramas para retener los sedimentos. (c) Trincheras perpendiculares a la pendiente (fascines), rellenas con
ramas y afianzadas con estacas vivas, dispuestas para atrapar sedimentos. (d) Cilindros de fibra de coco instalados
al pie de la ribera, los sedimentos que atrapa favorecen el desarrollo de vegetación desde su interior. Modificado de
FISCRWG (1998, 2001).
Al margen de sus objetivos, las técnicas de restauración de las márgenes suelen separarse
entre «blandas» y «duras», dependiendo del tipo de materiales que se usen (FISRWG, 1998-
2001). Las técnicas «blandas» provienen de la bioingeniería ambiental y utilizan materiales
biodegradables que eventualmente desaparecerán integrándose a los suelos (FISRWG, op.
cit.). En este caso, la vegetación viva debe retomar su rol estabilizador a medida que los
refuerzos blandos se descomponen. Las técnicas blandas son muchas pero pueden subdivi-
dirse en dos categorías: (1) aquellas que introducen estacas en la ribera, ya sea de madera
muerta o estacas vivas de crecimiento rápido, para tejer entre ellas una trama protectora de
ramas, o bien para hacer resaltos perpendiculares a la pendiente (fascines); (2) aquellas que
revisten las orillas con mallas geotextiles, porosas pero resistentes. Los geotextiles protegen
los suelos aportando resistencia mecánica a la tracción, permiten el drenaje y también el
desarrollo de la vegetación. Pueden ser de fibras naturales (coco o yute), o plásticas donde se
requiera mayor durabilidad. La forma de protección más «blanda» consiste en solo sembrar
pastos o juncos en las riberas (Charlton, 2008: 190). En general las soluciones «blandas»
son menos costosas que las estructuras «duras», aunque implementarlas demanda mucha
obra de mano. Una vez instaladas necesitan mantenimiento hasta que la vegetación defini-
tiva se haya afianzado, lo cual toma tiempo (Fig. 5.6). En general, las técnicas blandas son
apropiadas donde la potencia específica del río no sea demasiado alta y las instalaciones
puedan perdurar (Charlton, 2008: 190).
267
manejo y recuperación
a d
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c f
Fig 5.7 Protecciones para riberas en ambientes de alta energía. (a) Grandes rocas. (b) Solera o bordillo de roca (toe
protection). (c) Gabiones. (d) Solera o bordillo y estacas vivas. (e) Entramado de troncos (cribwall) relleno con suelo
y ramas vivas, se espera que las raíces vivas cumplirán la función de los troncos cuando estos se descompongan.
(f) Rocas, troncos con sus bolas de raíces, y plantas vivas, que atrapan sedimentos y aumentan la diversidad del hábitat
ribereño. Modificado de FISCRWG (1998, 2001).
268
manejo y recuperación
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Fig. 5.8 Contención de inundaciones: (a) Inmediatas al cauce. (b) Retiradas del mismo cauce y con idéntica sección.
(c) Canal atrincherado. (d) Excavación en torno al canal atrincherado para hacer una nueva plana inundable.
Donde sea indispensable hacer defensas fluviales contra inundaciones (levees), éstas
pueden hacerse de manera ambientalmente más amigable alejándolas del canal tanto
como sea posible (Fig. 5.8a,b). Esta solución se ha implementado con éxito, por ejemplo
en el río Elba, en Francia, y tiene muchas ventajas: (1) es más segura ya que la rugosidad
de la vegetación de la plana disminuye la velocidad de los flujos de inundación; (2) evita
perturbar el canal mismo durante la construcción; (3) permite al río inundar su plana
e interactuar lateralemente con ella, lo cual favorece la infiltración de los suelos y la re-
carga de los acuíferos; y (4) las obras son más sencillas puesto que se requiere de menos
altura para lograr una misma sección (Charlton, 2008: 190). Los mismos beneficios
pueden obtenerse en canales naturales atrincherados y también en canales artificiales
de flujo variable, excavando amplias bermas laterales para que actúen como una nueva
plana inundable, más baja y en contacto con el canal. Esta solución permite acomodar
los flujos en dos etapas, dentro y fuera del canal (Fig. 5.8 c,d). Las bermas mejoran
la interacción entre las aguas superficiales y subterráneas, puesto que la frecuencia de
las inundaciones aumenta y porque las superficies rebajadas están más cerca del nivel
freático. Por otra parte, las bermas podrían requerir de mantención ya que el sedimentos
fino podría hacer acreción sobre ellas, y un desarrollo excesivo de la vegetación podría
reducir su capacidad volumétrica y de acarreo (Charlton, op. cit.).
Por último, aunque la literatura abunda en esfuerzos por recuperar la vegetación ri-
bereña, en Europa se lamenta la pérdida de dinamismo lateral en los canales con riberas
reforzadas. En muchos ríos europeos la vegetación estabilizadora ha sido retirada para
permitir que los cauces migren lateralmente (Kondolff, 2006). En ambientes semiáridos
ha sido necesario retirar especies exóticas que consumen mucha agua con consecuencias
hidrológicas nefastas (Anexo 69). Los árboles no son necesariamente la mejor alter-
nativa para estabilizar riberas, podrían desplazar especies arbustivas cuyas raíces son
más eficaces, y sus grandes raíces suelen conducir flujos subsuperficiales concentrados
(piping) que debilitaran las márgenes (Ver pág. 117). A modo de curiosidad, presentamos
un caso documentado en el cual los bosques y arbustos ribereños naturales se talaron
para reemplazarlos por pasturas. Esto se hizo en Little Plover River, Wisconsin, EE.UU.,
en 1973. Los objetivos eran descongestionar el canal para permitirle hacer un cauce
estrecho y profundo, y dejar pasar más luz solar a fin de elevar la temperatura del agua
y mejorar la productividad biológica del río. Según Hunter (1991), el proyecto fue un
éxito: la morfometría de 1981 muestra un canal más estrecho y profundo, con gran
aumento de la vegetación acuática y de la población de truchas.
269
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270
manejo y recuperación
Fig.. 5.9 (a) Paisajismo con río serpenteante. The Leasowes, desarrollado entre 1743 y 1763 por William Shenstone
en Halesowen, Inglaterra.
271
manejo y recuperación
Fig. 5.9 (b) Paisajismo con río serpenteante, residencia de John Berney esq. Grabado de William Watts, 1782.
272
manejo y recuperación
D iseño de canales «naturales». Los métodos de diseño son básicamente tres: el méto-
do analógico, el método empírico, y el método analítico. Los dos primeros son de
base empírica, el tercero tiene base en física.
(1) Método analógico: consiste en diseñar el nuevo canal replicando la morfología
de un tramo de río existente o «tramo de referencia», que representa lo que el canal
«podría llegar a ser». De preferencia se elegirá un tramo cercano del mismo río o de una
localidad similar en la región; debe ser un canal estable pero no necesariamente «prísti-
no» o relictual (Rosgen, 2001). Para reproducir fielmente el tramo de referencia es ne-
cesario hacer primero un levantamiento detallado del mismo. Si hubiese diferencias de
escala entre el tramo de referencia y el canal a restaurar, la superficie de la sección llena
de uno y otro se comparan a fin de establecer un factor de proporcionalidad que permi-
ta dimensionar el nuevo canal (Shields and Copeland, 2006). Según Miller et al. (2001)
también es posible utilizar curvas regionales de superficie drenada / sección llena, y
hacer la regresión correspondiente. El método analógico es el más utilizado por lo sen-
cillo y económico, ya que no demanda estudios detallados de los procesos en la cuenca
y en el tramo. Según Shields y Copeland (2006), los análisis de transporte típicamente
se limitan solo a los aspectos de competencia e inicio de movimiento de los sedimentos
de fondo. Una variante bastante rigurosa del método analógico es el llamado «Diseño
de Canales Naturales» (Natural Channel Design), desarrollado por David L. Rosgen
(1996) y complementario con su sistema de clasificación de canales (Ver pág. 201 a 206).
Es muy popular en los EE.UU., e incluso mandatorio para algunas agencias de ese país
(Simon et al., 2005). El método ha sido muy criticado por ingenieros y geomorfólogos
de orientación analítica, argumentándose las siguientes debilidades:
(a) La validación y la presunción de estabilidad del tramo de referencia serían cues-
tionables. Para un río que está haciendo ajustes no habrá un tramo de referencia válido
y este sería un predicamento frecuente en la práctica (Wilcock, 2007).
(b) La sección llena no sería válida como descarga formativa de diseño , y su uso
incorpora subjetividad al momento de determinarla en terreno (Simon et al., 2005) .
273
manejo y recuperación
(c) La correcta aplicación del método requiere de gran experiencia debido a los
aspectos subjetivos que incorpora a través de la sección llena y en sus evaluaciones de
estabilidad (Miller et al., 2001).
(d) La falta de capacidad predictiva del método, que solo permite testar el diseño
después de construido el proyecto (Wilcock, 2007).
(e) Habría subjetividad en la selección de los tramos de referencia estables (Soar and
Thorne., 2001).
Rosgen (2006b) ha contestado estas críticas, señalando que habría muchísimas
condiciones en los ríos que los modelos analíticos no cubren porque jamás han sido
modelizadas (Ej. rápidos) y solo pueden reproducirse mediante relaciones morfológicas
adimensionales establecidas a partir de análogos. Puntualiza que su método prescribe
verificar la respuesta hidráulica y sedimentológica de cada diseño mediante métodos
analíticos (Rosgen, 2006b). También ha precisado los criterios para elegir el tramo de
referencia (Rosgen, 1998), y los métodos de campo para determinar la sección llena
(Rosgen, 1996). Hey (2007), ha verificado mediante ecuaciones de régimen los criterios
para seleccionar tramos de referencia.
(2) Método empírico: Establece las dimensiones y formas de diseño en base a las
relaciones empíricas entre descargas, dimensiones y formas, de la teoría de régimen, geo-
metría hidráulica, u otras, validadas para el canal a restaurar (Ver pág. 241 a 243). En
caso de inestabilidad en el tramo, las ecuaciones de régimen, las curvas regionales, y los
coeficientes y exponentes publicados de geometría hidráulica, no serían válidos (Miller
et al., 2001). En definitiva, puesto que se basa en las generalizaciones de la geomorfo-
logía empírica, este método es también un método analógico, aunque construido sobre
bases de datos y no sobre un caso particular (Skidmore et al., 2001). El método empírico
es el menos utilizado, aunque proporciona recursos alternativos para suplir las deficien-
cias en otros métodos.
(3) Método analítico. Al igual que el método anterior, infiere las magnitudes y for-
mas a partir de las descargas y cargas de sedimentos, pero utilizando ecuaciones y mode-
los físicamente basados. Este es el método de los ingenieros y geomorfólogos orientados
hacia el estudio de los procesos (Skidmore et al., 2001). Simon et al. (2007) lo definen
como un enfoque determinista basado en la cuantificación de las fuerzas opuestas que
controlan los procesos activos en la formación del paisaje aluvial (tensiones de corte
vs. resistencia al flujo), y tendría la ventaja de estar bien establecido en la literatura
científica y de ingeniería. Este método requiere de más datos y su confiabilidad depende
de la calidad de esos datos y también de la calidad de sus modelos (Miller et al., 2001).
Skidmore et al., (2001) estiman que aunque requiere más datos, más tiempo, y personal
más calificado para su aplicación, el método analítico sería indispensable cuando la esta-
bilidad del sistema está en tela de juicio, y cuando no se dispone de tramos análogos ni
de ecuaciones empíricas apropiadas. Desde el enfoque analítico distintas combinaciones
de procesos podrían originar una misma forma. Esto significa que para un mismo caso
habría diversas soluciones geométricas válidas (Simon et al., 2005), siempre y cuando
cumplan con los requerimientos de control de la erosión (resistencia al flujo) y transporte
de sedimentos (competencia) (Shields et al., 2006). Las críticas para el método analítico
generalmente se relacionan con el «estado del arte» de la disciplina, que en la actuali-
dad sería insuficiente para predecir de manera confiable el ambiente fluvial (Ver pág.
235 a 236, 243 a 245).
Shields et al. (2006), compararon las predicciones de las dos escuelas principales de
diseño (analógica y analítica) para el caso real de un canal aluvial en Maryland, EE.UU.
Los resultados fueron similares en cuanto al ancho en la base e inclinación del canal,
274
manejo y recuperación
275
Anexos
Anexo 1: En el sistema jerárquico de Horton (1945) los primeros canales son de orden 1, los
tributarios de orden «n» comienzan donde se encuentran dos tributarios de orden n-1 y se extien-
den hasta las nacientes por el tributario más largo (Fig. 1.4). Desafortunadamente, cuando más de
un tributario del mismo orden figura en los mapas con similar longitud, se hace necesario decidir
arbitrariamente por cuál de ellos se extenderá el orden jerárquico más alto. Esto significa que los
análisis de redes (Ej., pendiente promedio para cada orden) realizados con el sistema Horton po-
drían arrojar distorsiones, particularmente en la parte alta del sistema, que es donde los tributarios
están más expuestos a ser numerados arbitrariamente (Leopold, 1994:225). Arthur Strahler (1952,
1964) superó esta dificultad eliminando la extensibilidad de cada orden por sus tributarios más
largos: en el sistema Strahler el orden «n» nace en la confluencia de dos tributarios de orden «n-1»
y termina en la confluencia siguiente. Este sistema presenta sus propias dificultades: los órdenes
altos podrían cambiar según se incluyan o no en el mapa los canales efímeros, las cárcavas y los
surcos; el sistema Strahler es sensible al criterio y cuidado con que se definan los primeros canales
fluviales (orden 1). El sistema Horton es menos sensible a estos cambios menores en la planimetría;
en definitiva ambos sistemas dependen de calidad y de la escala de la cartografía utilizada. Para
lograr representaciones y análisis de redes, comparables entre sí, es indispensable estandarizar
primero los criterios y procedimientos de campo y cartográficos (Leopold, 1994:227).
Anexo 3: La sumatoria de las longitudes acumuladas (L) de los canales aguas arriba de cual-
quier punto en el sistema, mantiene una relación lineal con la superficie drenada acumulada en ese
punto (A) según ∑L=2,6A0,94 (Fig. 1.12b). Si el exponente fuese igual a 1 la red mantendría una
misma densidad en toda la cuenca (Leopold, 1994: 222). Según Leopold (1994: 221), la relación
L=1,4A0,6, entre la longitud de los canales y la superficie que drenan, es válida para muchos siste-
mas, se matiene constante a través de todo el sistema, y determina el perfil longitudinal cóncavo
característico de muchos ríos (Fig. 1.12a). La pendiente promedio de los canales (S) se mantiene
inversamente proporcional a las descargas según S=(2n-1)-0,5, siendo «n» el número de orden
jerárquico del canal (Rodríguez-Iturbe et al., 1992a)
Anexo 4: Puesto que las ecuaciones de la geometría hidráulica son exponenciales, el compor-
tamiento de un parámetro hidráulico depende fundamentalmente del valor de su correspondien-
te «exponente hidráulico». Los exponentes b (ancho), f (profundidad), m (velocidad), describen
277
anexos
tanto la geometría del canal como su resistencia a la erosión asociada a la forma y características
materiales de su lecho y paredes laterales. Por ejemplo, en un lecho amplio y somero el ancho
aumentará rápidamente con las descargas; un canal encajado (atrincherado) con paredes verticales
(muy cohesivas) mantendrá valores bajos para b, pero su profundidad aumentará rápidamente lo
cual se reflejará en f (profundidad) (Leopold, 1994:170). Puesto que la descarga o caudal (Q) es
igual a la velocidad de flujo (u) multiplicada por la sección, Q = w d u, siendo w el ancho y d la
profundidad del canal, por lo tanto los exponentes b+f+m=1 (Leopold, 1994: 169).
A partir de datos de campo (empíricamente) se han determinado valores de los coeficientes hi-
dráulicos para una multitud de casos en todo el mundo (Leopold, 1994:169). Aunque estos valores
varían considerablemente, incluso al interior de una misma cuenca, el exponente de ancho b es el
más consistente y mantiene una relación estable con la raíz cuadrada de las descargas (Leopold,
1994:177). A pesar de la variabilidad de los valores, Leopold (1994: 176) ofrece los siguientes
valores promediados como referencia.
Exponente hidráulico “en una estación” “aguas abajo”
b (ancho) 0,26 0,50
f (profundidad) 0,40 0,40
m (velocidad) 0,34 0,10
Según Soar y Thorne (2001), los valores empíricos para estos coeficientes han probado su
validez predictiva, dentro del ámbito del cual provienen los datos, y tienden a ser corroborados
desde la teoría.
278
anexos
Anexo 7: Las fuerzas de fricción contra el lecho se transmiten a través del fluido en forma
decreciente, según nos alejamos de las paredes del cauce. Esto ocurre porque el fluido es viscoso
y a través de la fricción interna del fluido se transmite el momento lineal, ímpetu o momentum,
entre las «partes» del fluido que avanzan a velocidades distintas. El momento lineal es expresión
de la cantidad de movimiento: masa por velocidad en un instante determinado (kg m/s). En un
fluido ideal (superfluido), de viscosidad nula, todo el fluido se desplaza a la misma velocidad, con
excepción de una mínima capa de moléculas adheridas a la frontera del cauce (Charlton, 2008:85).
En el flujo laminar, la transmisión de momento lineal ocurre por el intercambio de moléculas entre
las capas (difusión molecular): las moléculas aceleradas que ingresan en un entorno más lento
tienden a aportar ímpetus, y viceversa (Charlton, 2008:86). En flujo turbulento el intercambio de
tensiones es mucho más eficiente ya que ocurre a una escala mayor: al interior de la turbulencia se
intecambian «paquetes» del fluido con velocidades diferentes, esto equivale a una mayor «mezcla»
de las partes al interior del fluido y se conoce como difusión turbulenta.
Anexo 8: En canales que mantienen una velocidad de flujo constante, la fuerza gravitacional
(mgS = (ALgS) se equilibra con la resistencia ejercida por el lecho y las paredes del cauce ('0LP), de
manera que (ALgS = '0LP, siendo m la masa de agua, g la aceleración gravitacional, S gradiente de
energía, muy similar a la pendiente del canal, ( la densidad del fluido, A la sección del canal, L el
largo del canal, P el perímetro mojado, y '0 la tensión de corte total en la frontera. Redisponiendo
la fuerza en la ecuación anterior, llegaremos a la ecuación de Du Boys '0 = (gRS, siendo R el radio
hidráulico. En canales naturales cuyo ancho es mucho mayor que su profundidad media R=d, y
puede usarse la expresión '0= (gdS (Montgomery & Buffington, 1998).
279
anexos
Anexo 10: Charlton (2008: 28) lista los siguientes factores que afectan la respuesta hidrológi-
ca de las cuencas frente a las precipitaciones:
(1) Suelos: el tipo, grosor y textura de los suelos (proporciones de arena, limo y arcilla) afectan
las tasas de infiltración, los suelos arenosos son más permeables, los arcillosos no lo son. En
zonas áridas se forma una costra poco permeable sobre el suelo.
(2) Geología: las cuencas cuya geología subyacente es permeable suelen tener respuestas más
lentas a las precipitaciones, y el flujo se sostiene por más largo tiempo en épocas secas.
(3) Vegetación y uso del suelo: el tipo y densidad de la vegetación tiene importancia ya que la
vegetación reduce el impacto de las gotas y hace una estructura de suelos más «abierta», y fácil
de infiltrar. La vegetación determina también las pérdidas por evapotranspiración en la cuenca.
(4) Urbanización: las grandes áreas urbanizadas, con sus pavimentos drenajes y desagües trans-
miten rápidamente las precipitaciones a los canales haciendo mayores picos de flujo y menores
tiempos de retardo.
(5) Pastoreo y cultivos: la deforestación aumenta los flujos superficiales. La maquinaria pesada
y las pisadas de animales compactan el suelo, reduciendo su permeabilidad. El arado puede
aumentar las tasas de infiltración pero el flujo puede concentrarse en los surcos del arado que
corren perpendiculares a las pendientes y favorecer el escurrimiento superficial.
(6) Drenaje agrícola: Los drenes agrícolas hacen una rápida transferencia del agua hacia los canales.
(7) Tamaño y forma de la cuenca: el volumen total de las descargas aumenta con la superficie
drenada, las cuencas elongadas hacen respuestas iniciales rápidas pero sus picos son menores.
(8) Topografía: En zonas de altura las pendientes altas se asocian a suelos delgados y la respuesta
tiende a ser muy rápida.
(9) La resistencia al flujo de los canales y planas inundables: La rugosidad total del canal afecta
las velocidades de flujo al interior de los canales y los flujos de inundaciones son retenidos por
la rugosidad de las planas.
(10) Acopio en las planas: En caso de inundación, la capacidad de acopio de agua de las planas es
determinante para los tiempos e intensidad de la respuesta hidrológica en los canales. Natu-
ralmente, la respuesta es más rápida si la plana no tiene gran capacidad de retención de agua.
(11) Perdidas de transmisión (conveyance losses): en ambientes áridos el canal pierde flujos por
altas tasas de evaporación y exfiltración a través de las paredes del canal.
(12) Factores meteorológicos previos: determinan el nivel de humedad en los suelos antes del even-
to, si los suelos están cercanos a la saturación una lluvia pequeña puede hacer una respuesta
rápida. Cuando hay nieve, las lluvias la derriten rápidamente y causan inundaciones.
(13) Intensidad de las precipitaciones (en milímetros por hora; mm/h): las precipitaciones más
intensas tienen más probabilidad de exceder las tasas de infiltración de los suelos y hacer una
respuesta rápida.
(14) Duración de las precipitaciones: según se desarrolla una tormenta, se activan áreas que apor-
tan escurrimientos superficiales desde distancias cada vez mayores al canal. Las redes se ex-
tienden hacia arriba a medida que los canales intermitentes, usualmente secos, comienzan a
acarrear agua.
Anexo 11: En cualquier punto de la red el gasto o descarga dependerá de la superficie drenada
en ese punto. Según descendemos a lo largo del sistema, las descargas aumentan con la superficie
drenada que allí converge de acuerdo a la ecuación Q=1.0 DAe , siendo Q la descarga media anual,
D el gasto específico en la cuenca, A la superficie drenada, y el exponente e la varianza en el gasto
específico al interior del área drenada. La relación se mantiene lineal en la medida que el exponente
e sea igual o muy cercano a uno. Sin embargo, las precipitaciones suelen abarcar solo parte de la
cuenca haciendo disparejo el gasto en ella, de manera que la relación entre gasto y área drenada
no puede mantenerse lineal en todo momento. Durante una tormenta la intensidad promedio de
280
anexos
las precipitaciones, así como de las descargas, decrece con el aumento del área drenada (Leopold,
1994: 87). En zonas áridas o semiáridas, los chubascos o tormentas intensas y localizadas produ-
cen descargas más violentas en los tributarios de órdenes inferiores.
Anexo 12: Por su condición de solvente, el agua es el más importante agente de intemperiza-
ción química, ya que opera como reactivo y como medio que favorece las reacciones químicas. Se
distinguen cinco procesos químicos básicos de intemperismo:
(1) Disolución: es la incorporación de elementos a nivel molecular en el agua y es importante de
diversas maneras: (a) las gotas de lluvia incorporan dióxido de carbono (CO2) atmosférico, lo
cual las acidifica levemente y produce ácido carbónico (H2CO3), eficaz en la descomposición
de las rocas calcáreas; (b) incorpora sales minerales y otros compuestos ionizables que apor-
tan iones libres o electrolitos. (c) incorpora oxígeno disuelto, importante para los procesos de
oxidación.
(2) Carbonatación: es un proceso complejo desencadenado por la solución débil de ácido car-
bónico (H2CO3) en las aguas lluvias, que ataca las rocas calcáreas como la caliza (CaCo3),
formando soluciones de bicarbonato Ca (HCO3)2. La carbonatación es también una etapa
en el proceso de intemperación de muchos otros minerales, tales como la hidrólisis de los
feldespatos (Charlton, 2008: 38).
(3) Hidrólisis: es una reacción química entre el agua y los silicatos minerales de los suelos y rocas
(feldespatos) que ioniza de las moléculas de agua, cuyos catinones hidrógeno (H+) y aniones
hidróxilo (OH+) reaccionan con los silicatos. Esta reacción los altera drásticamente ya que
sus moléculas se dividen en dos partes, una de las partes pierde sus cationes (potasio, calcio o
magnesio), para reemplazarlos por iones de hidrógeno (H+); y la otra se asocia a los aniones
hidroxilo (OH+). La hidrólisis debilita la estructura interna de los minerales parentales y
posibilita la conversión de los feldespatos (silicatos minerales) en minerales de arcilla (alumi-
nosilicatos) (Charlton, op. cit.).
(4) Hidratación: es la incorporación de moléculas de agua, o de sus iones (H+, OH-), en la estruc-
tura de algunos minerales. La hidratación puede (o no) producir un nuevo mieral y puede
alterar (o no) su estructura molecular, pero invariablemente altera sus propiedades físicas. Los
minerales hidratados generalmente aumentan su volumen, lo cual genera tensiones mecánicas
en la roca. La hidratación del óxido de fierro (FeO) produce hidróxidos de fierro Fe(OH)2, la
hidratación de la anhidrita (CaSO4) la transfoma en yeso (CaSO42H2O), la hidratación de los
feldespatos es una etapa de la formación de minerales de arcilla.
(5) Oxidación: es la pérdida de electrones o la incorporación de oxígeno en las moléculas. Varios
metales son oxidados por intemperación, el proceso más común es la oxidación del hierro
ferroso (Fe2+) en óxido ferroso (FeO), que al combinarse posteriormente con oxígeno y agua
forma hidróxidos férricos (Fe3+), tales como Fe(OH)3 y otros óxidos de hierro, generalmente
de apariencia rojiza. La oxidación de los minerales de hierro altera sus cristales, lo cual los
debilita y expone a otras formas de descomposición (Huggett, 2003).
Anexo 13: Escala de tallas en la escala logarítmica de Phi (.&), según Charlton (2008 105):
281
anexos
Las unidades .&se determinan mediante la relación .&= - log2 D, siendo D el diámetro del
grano. La unidad logarítmica de .&utiliza números enteros para definir los límites de las clases de
tamaños de grano, y útil para transformar las frecuencias de distribución log-normales en distri-
buciones normales, o aproximadamente normales (Knighton, 1998). Según Parker (2007: 10) la
desventaja de esta escala logarítmica .&sería que aumenta a medida el tamaño del grano disminu-
ye. A fin de representar mejor la composición de las mezclas, Parker y Andrews (1985) presentaron
una escala alternativa / = ln(D)/ln(2)=-., siendo D el tamaño de grano en mm.
Anexo 14: Charlton (2008: 94), distingue tres modos fundamentales de erosión en roca:
(1) La remoción de bloques de roca desde el lecho por efecto de las fuerzas combinadas que tien-
den a arrastrarlos y alzarlos, este sería el proceso más frecuente. Tinkler (1993) reporta blo-
ques de areniscas de 1,2 x 1,45 x 0,11m removidos del lecho del Twenty Mile Creek, Ontario,
Canadá, durante flujos de invierno normales. Antes de que los bloques puedan ser removidos
hay una etapa de intemperación sub–aéra que los prepara mediante diversos procesos: golpes
por parte del sedimento en transporte; ingreso de sedimento fino en las grietas cuando están
dilatadas, impidiendo que se vuelvan a contraer; bruscos cambios de presión y vibraciones
generados por flujos de alta velocidad y por el colapso de burbujas de vapor (Knighton, 1998).
(2) La abrasión, que araña y pule las superficies a través de la acción de las pequeñas partículas
suspendidas que se concentran en las debilidades e irregularidades de la roca para formar
rasgos circulares rehundidos o marmitas. Una vez que una marmita ha comenzado, cualquier
material duro que entra en ella gira en su interior con el flujo y taladra la roca. Eventualmente
las marmitas se conectan entre sí, lo cual disminuye la elevación general del lecho (Charlton,
2008: 96). La abrasión hace otros rasgos en la roca, tales como las formas ondulantes en las
paredes laterales, que reflejan la estructura interna del flujo que las esculpe.
(3) Los cauces en rocas solubles son suceptibles a la corrosión. En las paredes de los ríos subte-
rráneos, los estratos más solubles hacen rasgos disolutivos semejantes a frisos y guirnaldas
(Charlton, 2008: 97).
Anexo 15: A modo de ejemplo, presentamos la ecuación empírica desarrollada por Mason
(1984) para predecir la profundidad (d2) de la poza que erosionaría un flujo en caída libre (altura
de caída entre 30 y 220 cm), en substratos de cantos y gravas aglomerados por arcillas húmedas
o cemento: d2 = ( 3,27 Q 0,6 h0,05 d10,15 ) / g0,3 D0,1, siendo Q el caudal por unidad de ancho, h la
altura de la caída de agua, y d1 la profundidad del agua antes de ser erosionado el lecho, D es el ta-
maño medio de las partículas del lecho, y g es la aceleración gravitacional. A partir de ésta y otras
experiencias Mason (1984) concluye que la influencia de la altura de la caída no es determinante,
probablemente debido al aire que se incorpora al flujo.
Anexo 16: Church y Jones (1982) observaron en el curso inferior del río Bella Coola (Ca-
nadá), la recurrencia de tramos relativamente inestables, con importantes acopios de sedimentos
en múltiples barras. Este sedimento habría ingresado en el sistema por erosión de las morrenas
neoglaciales durante el siglo XIX, y se desplaza en oleadas de sedimento desde un tramo deposi-
cional del río a otro. Eventualmente, el agotamiento del suministro desde la morrena ocasionó una
rápida disminución en las cargas de sedimentos. Adicionalmente, los aportes de sedimentos desde
aguas arriba fueron bloqueados por el desarrollo de un abanico fluvial en uno de los tributarios
(Church, 1983). Las aguas desprovistas de sedimentos comenzaron a retirar los sedimentos de los
tramos deposicionales aguas abajo del abanico, ocasionando dramáticos cambios en las barras que
alteraron la estabilidad en esos canales (Charlton, 2008: 61).
Anexo 17: Según Leopold (1994: 201) el problema más importante para registrar la distribu-
ción de tamaños de un substrato no es la técnica usada para recoger la muestra sino la elección del
sector a muestrear. Aunque hay muchas alternativas, la experiencia indica que se obtienen mejores
resultados escogiendo un área del sector medio (en tamaño del grano) de una barra semilunar, un
tercio de esta área de muestreo debe quedar sumergida (Leopold, op. cit.). Las técnicas de recolec-
ción, son básicamente tres:
282
anexos
(1) Tomar una muestra general e indiscriminada (bulk sample) retirando del lecho una cantidad
suficientemente grande, a fin de que los granos mayores no representen más del 1% del peso
de la muestra.
(2) Wolman (1954) propuso la técnica de muestreo más utilizada, que consiste en dividir el lecho
en una cuadrícula virtual y recoger al azar algunos granos (100 generalmente) expuestos en
cada nodo de la cuadrícula, para medir su eje «B» (intermedio). Según Parker (2007: 14), este
método encierra un sesgo hacia el material más grueso puesto que es difícil recoger granos de
arena, de manera que generalmente registra solo gravas y cantos. El método sería útil para ca-
racterizar la rugosidad del lecho, no el material disponible para transporte (Parker, 2007: 15).
(3) Klingerman et al. (1979) propusieron un tercer método que consiste en trazar sobre el subs-
trato un círculo cuyo diámetro sea por lo menos 10 veces el diámetro del mayor de los granos
en su interior. Posteriormente se debe retirar ese grano mayor y recoger todo el material
dentro del círculo, hasta la profundidad dejada por el hueco del grano mayor removido.
Este método caracteriza bien el material disponible para transporte ya que recoge todos los
tamaños de grano en la capa activa de transporte, incluyendo las arenas, que son los que
quedarían expuestos en caso de desplazarse el grano mayor. El método puede implementarse
en lechos profundos utilizando un «saca–bocados» cilíndrico («cookie cutter») operado por
buzos (Parker, 2007: 15).
Por último, también es interesante conocer el grado de embebimiento del material del lecho.
Esto se hace determinando el porcentaje de la superficie del lecho en que los granos mayores
aparecen rodeados o cubiertos por arenas, limo o fango. Las mediciones deben hacerse tomando
rocas de los rabiones, en la porción central de la cara orientada aguas arriba. Habitualmente se
revisan todas las rocas al interior de un aro de 60cm de diámetro, el tono más claro en la roca
delata la porción embebida. El embebimiento es el resultado de deposiciones de sedimento fino
en gran escala y es un parámetro importante a medir en los rabiones y rápidos de los canales de
pendiente alta. El embebimiento disminuye las tasas de transporte de las tallas afectadas, también
disminuye el espacio disponible como hábitat para macroinvertebrados bentónicos y para las ovas
y juveniles de truchas y salmones.
Anexo 19: Para ilustrar el carácter estático de los rabiones, Leopold (1994: 73) los compara
con un grupo de automovilistas detenidos frente a un semáforo: unos llegan por detrás y otros se
desprenden desde adelante, pero siempre hay un grupo detenido frente al semáforo; esta es una ana-
logía interesante pero no una explicación. Más útil es la explicación de Langbein y Leopold (1968),
quienes proponen que la onda cinemática llegaría a un equilibrio entre la tendencia a aumentar su
longitud de onda, con el aumento de las descargas, y la tendencia a disminuirla al aumentar los
aportes de sedimento. La hipótesis de Robert (2003), según la cual las concentraciones de material
grueso se compactarían por efecto de la vibración que provoca la turbulencia sobre ellas, podría
explicar la inmovilidad de estas formaciones por su rigidez. Ambas teorías asumen que las barras
permanecen en un mismo lugar, sin embargo, Leopold (1994: 28) ha observado barras de grava que
mantienen su ubicación año a año en arroyos intermitentes, a pesar de que en esos canales las cre-
cidas desalojan todo el material de los lechos. En este caso las barras no pueden permanecer en su
lugar porque sencillamente desaparecen y necesariamente se reconfiguran en el mismo sitio durante
la fase ascendente del hidrograma, en virtud de algún atributo del canal en ese punto.
283
anexos
Anexo 20: Se han propuesto muchas expresiones para los umbrales que separan los canales
trenzados y meándricos, he aquí algunos ejemplos tomados de Bledsoe et al. (2008).
La mayoría de estas expresiones busca la inclinación crítica que determina el paso del patrón
meándrico a trenzado. Las más sencillas se basan solo en las descargas, luego incorporan el tama-
ño del material del lecho, ancho, profundidad y el número de Froude.
284
anexos
Van den Berg (1995) postuló un umbral entre los meandros desarrollados y canales trenzados,
basándose en el tamaño medio del grano del substrato y la potencia específica de la descarga a
sección llena. Su función discriminante es: 1&6&75&8&a,&Sv Qbf0,3 = 900D300,42, siendo: 1 la potencia
específica en función de la inclinación del valle, de la descarga a sección llena, y del ancho de
régimen del canal (distinto para ríos de arena y de gravas–cantos); 5&es el peso específico del flujo
integrado de agua y sedimento (usualmente se usa solo el agua); a&es un coeficiente de regresión de-
sarrollado empíricamente para un determinado grupo de ríos; Sv es la inclinación del valle; Qbf es
la descarga a sección llena; D30 es el tamaño característico de partículas. La función discriminante
se aplica tanto a canales con lechos de arena como de gravas y cantos, cuyo grano característico
sea entre 0,1 y 100mm. Este modelo proviene de datos de campo obtenidos en 228 ríos de todo
el mundo y considera aspectos tanto de energía y de resistencia al flujo, implícita en el tamaño
del grano, no como un coeficiente de rugosidad (Bledsoe et al., 2008). Aunque representa un gran
avance, el modelo es insensible a la cohesividad de las márgenes.
Millar (2000) desarrolló un modelo que detecta un umbral entre trenzamiento y meandro, el
cual fue contrastado con datos de campo de 137 ríos. El modelo incorpora el efecto de la vegeta-
ción ribereña y resistencia de las márgenes, expresadas como un el ángulo de fricción (.). También
incorpora un tamaño medio de grano (D50) y la descarga a sección llena (Qbf).
Éstas y otras propuestas para cuantificar los umbrales geomórficos en base a datos de campo
son válidas dentro del contexto del cual provienen, las propuestas de base teórica difícilmente
podrán validarse para toda la gama de canales naturales. En un contexto muy restringido, la
expresión de un umbral puede ser solo una cuantía: para una localidad de montaña, Harnischma-
cher (2007) identificó un umbral de potencia en torno a los 100 W/m, antes del cual la sinuosidad
de los canales aumenta y después del cual disminuye. Detectó también umbrales similares en las
relaciones entre potencia e inclinación de las gradas y profundidad de las pozas. Estas cuantías
no deben aplicarse fuera de su localidad de origen, el uso de expresiones o valores para umbrales
geomórficos tomados de la literatura puede conducir a errores.
Anexo 21: Mediante el análisis de las formas del paisaje en un modelo digital, complemen-
tado por datos de campo, McNamara et. al. (2006) lograron obtener una visión ajustada de los
procesos erosionales en la cuenca del Pang Khum, en el norte de Tailandia. Sobre el modelo tridi-
mensional superpusieron las sectorizaciones derivadas del análisis de tres relaciones distintas entre
la superficie drenada (A) y la inclinación (S):
(1) El primer análisis se basa en la relación genérica ∂S / ∂A, la cual refleja un umbral geomórfico
de erosión al cambiar de signo (Tarboton et al., 1992). Este análisis separa el territorio en sec-
tores de erosión dispersiva y de erosión concentrada; las cabeceras de canales estarían necesa-
riamente algo más abajo de este umbral (Foufoula–Georgieou, 1993; McNamara et al., 2006).
(2) Un segundo análisis es el de la distribución de la superficie drenada acumuladas dentro de
la cuenca (Cumulative Area Distribution – CAD). El desarrollo de la probabilidad P(A>A*)
de que en cualquier punto de la cuenca una superficie drenada (A) sea superada por otra
cualquiera (A*), depende de la forma de los patrones de convergencia del flujo (canalizado o
no canalizado), que a su vez cambiaría dependiendo del tipo de erosión dominante. Al trazar
la probabilidad P(A>A*) contra la superficie drenada, la curva resultante presenta puntos
de inflexión que representarían umbrales geomórficos. Estos umbrales separan el gráfico en
varios segmentos (cinco en este estudio), correspondientes a zonas de la cuenca cuyos patrones
de convergencia de las aguas, y por lo tanto sus procesos erosionales, serían distintos.
(3) El tercer análisis corresponde a la distribución en la cuenca de un índice de energía basado
en la superficie drenada (A), subrogando las descargas, y a la inclinación (S), subrogando
la velocidad del flujo. Rodríguez–Iturbe et al. (1992a) razonaron que la distribución de las
probabilidades de la disipación de energía (potencia) en una cuenca sería proporcional a la
raíz cuadrada de la superficie drenada. McNamara et al. (2006) usan como índice de energía
la expresión EI = A0.5 S, proporcional a la raíz cuadrada del área drenada, y por lo tanto,
al ancho de los canales. Este índice, trazado contra la probabilidad de que sus valores sean
excedidos, permite detectar dos umbrales que definen tres dominios en el espacio. El dominio
de menor energía corresponde a terrenos no canalizados y aparece particionado en zonas
285
anexos
Anexo 22: La evolución de la potencia total hace dos picos sucesivos a lo largo del sistema.
Jain et al. (2008) desarrollaron una ecuación que describe el desarrollo de la potencia total (9)
a lo largo del perfil longitudinal de la hoya superior del río Hunter, Australia. La ecuación es
interesante ya que la expresión que representa la inclinación del perfil longitudinal discrimina un
término para mayor concavidad que incluye un factor de alta disminución de la pendiente (high
decay), y otro para menor concavidad que incluye un factor de baja disminución de la pendiente
(low decay). La evolución de ambos términos fue trazada por separado sobre el perfil longitudinal
de los canales de primer orden. Los puntos en los cuales estas curvas de alta y baja concavidad
interceptan el perfil longitudinal del sistema corresponderían a umbrales geomórficos, y estos um-
brales segmentan el perfil longitudinal en tres partes. El primer umbral corresponde al punto de
intersección entre el perfil longitudinal y la curva de alta declinación de la inclinación, que define
una primera zona de alta erosión. El segundo umbral es el punto de intercepción entre la curva
de baja declinación y el perfil longitudinal, a partir del cual la baja declinación domina el perfil
longitudinal. La zona transicional entre ambos puntos es una depresión en la evolución de la po-
tencia total, a lo largo de la cual las tasas de erosión de laderas alcanzan y sobrepasan las tasas de
erosión en los canales. En estas condiciones los valles comienzan a abrirse y los canales comienzan
depositar sedimento y a hacer planas laterales. La ecuación de Jain et. al. es:
9&:&5&7a Lb) . [ (k1 H0 ;1&e -b1 L) + (k2 H0 ;2&e -b2 L) ]
La primera expresión 5&7a Lb) representa la descarga, siendo 5&el peso unitario del agua, a y b
son coeficientes, L es el largo del canal.
La segunda expresión [ (k1 H0 ;1&e -b1 L) + (k2 H0 ;2&e -b2 L) ] representa la inclinación del
canal siendo: ;1 y ;2&constantes de disminución de la inclinación que representan la concavidad del
286
anexos
perfil en los sectores rápidos (aguas arriba) y lentos (aguas abajo), respectivamente, ;1 controlaría
la posición y extensión de la depresión entre los picos; H0 es la elevación en el punto inicial del
canal, k1 y k2 representan los porcentajes de la elevación cubiertos por el perfil longitudinal en los
sectores rápidos (aguas arriba) y lentos (aguas abajo), respectivamente, son interdependientes y la
suma de ambos es cercana a la unidad. Estas últimas dos variables controlarían la magnitud del
primer pico, que a su vez determina el desarrollo subsecuente de la potencia en el sistema.
La zona transicional en la que se predice que comenzaría el desarrollo de planas aluviales va-
ría entre 7 y 45 km de largo en esta hoya, esta predicción del modelo fue confirmada por fotografía
aérea. Se observaron parches con planas, sedimentológicamente distintas de los lechos, en el sector
correspondiente a la transición (elementos incipientes tales como bermas de bolones, depósitos
coluviales o abanicos, no fueron considerados como inicio de planas). También se observó que
el tramo corresponde a una transición entre el valle confinado y parcialmente confinado, en la
cual el valle se abre más de un 75%, estas transiciones pueden ser graduales (1-3 km) o abruptas
(100-500 m) (ej., ingreso de tributario). La ecuación presentada en este trabajo fue desarrollada
empíricamente y es válida solo para la región de donde proviene (Jain et al., 2008).
Anexo 23: Según Harvey et al. (2005: 3) la distinción tradicional entre conos «secos» y «hú-
medos» podría ser simplista dada la importancia del tectonismo y puesto que los procesos for-
mativos fundamentales serían los mismos para todos los conos, en todos los climas. La tectónica
influencia la producción de sedimentos en las fuentes, y en conjunto con la topografía determinaría
la ubicación de un cono y su geometría general. Los perfiles y secuencias deposicionales de los
conos se ajustarían al clima. Los conos aluviales son particularmente sensibles a los cambios en
la magnitud de las inundaciones y/o en los aportes de sedimentos (Harvey et al., 2005: 2). La
influencia que tienen los conos sobre el río que captura sedimentos aguas arriba y el río que corre
a sus pies, no ha sido suficientemente estudiada (Harvey et al., 2005: 4).
Anexo 24: Davis (1899) separaba los ríos entre «jóvenes», «maduros» y «viejos», en concor-
dancia con las etapas de su ciclo geográfico; Melton (1936) y Matthes (1956) propusieron otros
sistemas de clasificación basados en aspectos cualitativos y descriptivos (Rosgen, 1996: 3-2). El
primer sistema de clasificación de canales naturales basado en datos morfológicos cuantificables
es el de Leopold y Wolman (1957), quienes separan los patrones de canales usando el concepto
(cuantificable) de sinuosidad. Posteriormente, Culbertson et al. (1967) desarrollaron un sistema
más completo que incluye rasgos deposicionales, tales como bordos laterales (levees), arcos meán-
dricos (meander scrolls), tipo de planicie inundable, y otras variables tales como: altura de las
márgenes, vegetación, patrones de trenzamiento y sinuosidad. Thornburry (1969) plantea un enfo-
que distinto e importante, al desarrollar un sistema que separa los canales por tipo de valle. Según
Rosgen (1996, 3-2), la mayoría de estos primeros sistemas de clasificación introducían demasiados
aspectos subjetivos en el diagnóstico y tenían una escasa capacidad predictiva.
Kellerhals et al. (1972, 1976) diferencian los patrones de los grandes ríos aluviales en base a
descripciones de sus rasgos, y enfatizan su dependencia de la geología superficial, de la frecuencia
y magnitud de los flujos y sedimentos, de la relación del canal con su plana, de la altura de las pa-
redes laterales, y de la historia de las perturbaciones geológicas, climáticas y antropogénicas a que
ha estado sometido (Montgomery and Buffington, 1998). El sistema de Kellerhals es descriptivo,
fue hecho para aplicarse en ríos del Canadá y cubre una gran cantidad de morfologías (Rosgen,
1996: 3-2). Otros investigadores Canadienses, como Galay et al. (1973) y Mollard (1973) desa-
rrollaron extensos catálogos de morfología fluvial con excelentes descripciones e interpretación de
los rasgos fluviales. Según Rosgen (1996, 3-2), el sistema Canadiense es útil para clasificar a partir
de fotografías aéreas, pero el gran número de tipos lo hace difícil de usar para planificación. Otro
inventario descriptivo de canales aluviales es el de Church and Rood (1983), muy útil para agrupar
canales en base a similitudes morfológicas (Rosgen, 1996: 3-2).
Stanley Schumm (1977) desarrolló un sistema de clasificación que ha sido muy influyente
y aparece, más o menos modificado, en muchos textos posteriores (ej. Church, 1992; Charlton
2008: 138). Schumm (1977) reconoce tres zonas geomórficas en el sistema fluvial (erosional, de
transferencia, y deposicional), al interior de las cuales distingue procesos y formas característi-
287
anexos
cos. Clasifica los canales aluviales según sus patrones, tipo de sedimentos, modos dominantes de
transporte (de fondo, mixto, o suspendido), y su estabilidad relativa (Montgomery and Buffington,
1998). Según Rosgen (1996, 3-2), la necesidad de desarrollar una relación entre la carga total de
sedimentos y la carga de sedimentos de fondo, aunque útil en la etapa de interpretación, hace poco
viable el uso de este sistema para una clasificación inicial de los canales.
Posteriormente, Church y Jones (1982) clasificaron los tipos de barras y patrones, relacio-
nando explícitamente la morfología de los canales con la pendiente y la cantidad y calibres de
los sedimentos. Selby (1985) desarrolló las relaciones entre forma–inclinación y carga de sedi-
mento–granulometría, para distintos tipos de canales aluviales, desgraciadamente este trabajo no
discrimina los canales trenzados de los ramificados o anastomosados (Rosgen, 1996: 3-2). Church
(1992) clasificó los ríos con planas según un continuo de patrones asociados a distintas descargas,
inclinación, cargas de sedimentos y estabilidad (Montgomery and Buffington, 1998). Paustian et
al. (1992) presentaron un ejemplo de clasificación a escala de los valles que enfatiza las asociacio-
nes regionales entre morfología y procesos. Whiting y Bradley (1993) clasificaron los canales de
cabecera y relacionan sus procesos y morfología con el potencial de deslizamientos en su valle, ta-
maño del substrato, modos y tasas de transporte (Montgomery and Buffington, 1998). Las clasifi-
caciones recientes más importantes son las de Montgomery y Buffington (1993), y Rosgen (1994).
Anexo 25: El nivel I o «de caracterización geomórfica», asocia las características de los valles
(mediante una clasificación auxiliar de los valles en 11 típos) y relieves característicos, con los
patrones y dimensiones de los canales. Los distintos tramos del río se identifican a partir de mapas
topográficos, geológicos, de suelos y fotografías aéreas, para ser remitidos a una de las nueve clases
fundamentales del sistema. En esta etapa se define un marco inicial para organizar y comunicar
información relativa a la morfología fluvial, se identifica y prioriza la necesidad de estudios más
detallados en tramos específicos, y de estudios de otras especialidades (Rosgen 1996: 4-29).
El nivel II o «descripción morfológica» es un análisis detallado de tramos de referencia repre-
sentativos de cada una de las tipologías identificadas en la etapa anterior. Esto supone recolectar
datos morfológicos en terreno: sección transversal, perfil longitudinal y patrones de los canales.
Puesto que las dimensiones consideran el canal a sección llena, la correcta determinación en terre-
no del nivel correspondiente, es crítica. En esta etapa el análisis es específico para cada tramo, los
datos no se promedian. La información obtenida a este nivel es de mejor resolución y de acuerdo a
su autor (Rosgen, 1996:3-4; 5-2) implicaría aspectos de sedimentación, vulnerabilidad frente a las
perturbaciones, potencial para recuperación, eventuales respuestas frente a las descargas y oferta
potencial de habitat para peces.
El nivel III o «de condición» identifica las dinámicas de ajuste en el canal. Los procesos, estabi-
lidad y potenciales respuestas se infieren a partir de los patrones y rasgos depositacionales (barras,
islas, etc.) observados en terreno. Esto requiere de información adicional respecto de la vegetación
ribereña, desechos vegetales obstructivos, carga de sedimentos, régimen de flujos y sedimentos,
rasgos deposicionales, estabilidad, erosionabilidad de las márgenes y causas de perturbación. Tam-
bién se incorporan estudios pertinentes provenientes de otras áreas (hidrológicos, ecológicos y
otros). Toda esta información concurre para describir la condición del río y estimar su potencial
de recuperación. La información desarrollada a este nivel es específica para el tramo y para rasgos
particulares dentro del tramo. (Rosgen, 1996:3-4; 6-3).
El nivel IV o «de verificación de datos» consiste en verificar y cuantificar la magnitud y exten-
sión de los procesos de ajuste detectados en las etapas anteriores. Se busca establecer relaciones
empíricas de validez predictiva, con miras a la recuperación y optimización de los canales, tales
como coeficientes de rugosidad para distintas velocidades de flujo; transporte de sedimentos y geo-
metría hidráulica. Estas relaciones empíricas son específicas para el tipo de río en una determinada
condición y pueden extrapolarse hacia tramos similares para los cuales no haya datos disponibles.
Sin la contextualización geomorfológica proveniente de las estapas anteriores es difícil extrapolar
adecuadamente esta información (Rosgen, 1996:3-4; 7-1, 7-2).
Anexo 26: A continuación presentamos las relaciones entre las variables jerarquizadas del
sistema fluvial, extraídas de Schumm y Litchy (1965). Para un sistema hidrológico, las varia-
288
anexos
bles jerarquizadas son: (1) tiempo; (2) geología (litología y estructura); (3) clima; (4) vegetación
(tipo y densidad); (5) relieve; (6) paleohidrología; (7) dimensiones del valle (ancho, profundidad
e inclinación); (8) descargas medias anuales y sedimentos; (9) morfología de los canales; (10) des-
cargas y sedimentos contemporáneos; (11) características del flujo contemporáneo (profundidad,
velocidad, turbulencia, etc.). A escalas temporales sucesivamente menores las variables tienden a
volverse dependientes.
En la escala del tiempo geológico, la geología y el clima son variables independientes. La
vegetación y topografía serían variables dependientes, al igual que la paleohidrología ya que con-
trola las dimensiones del valle a esa escala. Poco o nada sabemos de las variables dependientes a
la escala menor que el valle, por lo que se clasifican como indeterminadas. En la escala temporal
intermedia o «moderna» el número de variables independientes aumenta y algunas, que antes eran
indeterminadas, pasan a ser mensurables. Las dimensiones del valle pasan a ser una variable inde-
pendiente porque fueron definidas en la escala de tiempo geológico y son ahora una característica
heredada. La descarga media anual se considera también una variable independiente puesto que
determina la morfología de los canales modernos. Solo la morfología de los canales aparece como
una variable dependiente. Si la escala moderna representa unos mil años de duración, las descargas
contemporáneas serían variables indeterminadas.
En la escala breve del tiempo presente (un año o menos) la morfología de canales asume un
status de variable independiente heredada de la escala moderna, los caudales contemporáneos
líquidos y sólidos son ahora mensurables y por lo tanto ya no son indeterminados sino depen-
dientes. Solo en esta escala del tiempo presente aparece la posibilidad de una reversión aparente
entre causas y efectos, debido a la retroalimentación desde las variables dependientes hacia las
independientes. Estas modificaciones suelen ser breves y transitorias, aunque representan una re-
versión temporal de causa y efecto, lo cual puede ser fuente de confusiones en la interpretación de
los procesos geomórficos. Esta última afirmación ha sido contestada por la geomorfología fluvial
contemporánea (Ver pág. 228 a 230, 236 a 237).
Los paisajes pueden ser considerados ya sea como un todo, o a partir de sus componentes.
Se los puede considerar como un resultado de los eventos del pasado, o como el resultado de
los procesos modernos. Dependiendo de nuestro punto de vista, los rasgos del paisaje son una
etapa en el ciclo de erosión del paisaje, o una forma en equilibrio dinámico con las fuerzas que
operan sobre ella. Estas visiones no son mutuamente excluyentes, es solo que mientras menor
es la escala espacial considerada más breve es el período de tiempo relevante. Por el contrario,
cuando nos enfocamos en la escala del tiempo geológico tendemos a generalizar y el concepto de
estado estacionario puede coincidir con el ciclo de erosión del paisaje, si es que no consideramos
que los estados estacionarios solo se mantienen por breves fracciones del tiempo geológico total
involucrado. La escala temporal influencia también la causalidad y si las variables no se consideran
en función de la escala temporal relevante, en muchos casos será difícil determinar cuales variables
son independientes y cuales son dependientes: los puntos de vista de los geomorfólogos histórica-
mente orientados y de los estudiosos de procesos pueden reconciliarse (Schumm and Litchy, 1965).
Anexo 27: Según Wolman y Gerson (1978), en regiones temperadas los canales que hayan
sido ensanchados por inundaciones de recurrencia probable desde 50 hasta más de 200 años po-
drían recuperar su ancho original en meses a años. En climas semiáridos las tasas de recuperación
serían más variables debido a la variabilidad de la cubierta vegetal en esas zonas, pero tomaría
décadas. En regiones áridas, la ausencia de vegetación y de flujos impide la recuperación y los
canales aumentan su ancho en proporción al área que drenan, hasta 100 km2. De ahí en adelante el
ancho se mantiene constante ya que las precipitaciones tienden a ser localizadas y la probabilidad
de picos de descarga simultáneos en distintos puntos del sistema es muy baja. Eventos catastróficos
de recurrencia estimada en 500 años o más, alcanzarían umbrales de potencia que transformarían
irreparablemente los canales y valles
La efectividad de los eventos climáticos en laderas y canales es inseparable de la inclinación,
litología y otras variables que controlen los umbrales para las tasas de actividad y también de
recuperación. En vista de lo anterior, las magnitudes absolutas de los eventos climáticos y sus
tiempos absolutos de recurrencia no serían satisfactorios como medida de su efectividad geo-
289
anexos
mórfica. La cantidad de trabajo geomórfico realizado por un evento hidrológico extremo podría
relacionarse con las tasas promedio de erosión en el sistema, y su eficacia como agente formativo
se puede relacionar con las tasas de recuperación de los canales o de las cicatrices en el paisaje (Ej.
deslizamientos). De esta manera se podría establecer una escala temporal para la efectividad de los
eventos climáticos, que relacionara su recurrencia probable con el tiempo de recuperación de los
rasgos del paisaje (Wolman y Gerson, 1978).
Anexo 28: La literatura especializada registra muchísimos casos de efectos no deseados pro-
ducidos por intervenciones de ingeniería en los canales fluviales, a modo de ilustración planteare-
mos solo un caso representativo. David Rosgen (1996 2-9) reporta la evolución de un canal que ha
sido ensanchado para aumentar su capacidad, rectificado y flanqueado por contenciones laterales.
Los objetivos eran: (1) aumentar la capacidad del canal aumentando su ancho; (2) aumentar la ca-
pacidad de transporte de sedimentos enderezando el río para aumentar su inclinación; (3) evitar la
subida de las aguas sobre la plana de inundación amurallando el canal; (4) aumentar las tensiones
de corte para evitar la deposición de sedimentos y mantener la capacidad del canal, aumentando
la profundidad e inclinación del canal. Lo que sucedió fue lo siguiente: (1) al aumentar la relación
ancho/profundidad del canal a sección llena disminuyeron las tensiones de corte para la descarga a
sección llena, lo cual ocasionó acreción en el cauce; (2) el río buscó recuperar su sinuosidad e incli-
nación aumentando las velocidades de flujo cerca de las riberas y erosionó las paredes laterales del
cauce, que luego requirieron de importantes refuerzos y mantención periódica; (3) por acreción en
el cauce y las defensas laterales el nivel del río subió para flujos de magnitudes menores, aumentan-
do el riesgo asociado a las crecidas. El confinamiento lateral hace que la energía cinética asociada
a cada nivel de descargas sea mayor que antes y cualquier falla en las contenciones laterales traerá
consecuencias graves. Las modificaciones resultaron en una mayor frecuencia y magnitud de los
impactos por inundaciones, lo opuesto de lo que se pretendía (Rosgen, 1996 2-9).
Anexo 29: El paisaje fluvial evoluciona mediante mecanismos que controlan los relieves lo-
cales por incisión. La inestabilidad en las cabeceras de canales puede causar flujos de detritos,
erosión por cárcavas y una importante sobrecarga de sedimentos aguas abajo. Las fluctuaciones
climáticas y los cambios en el uso del suelo que alteraran los escurrimientos superficiales y el
suministro de sedimentos pueden modificar la posición de las cabeceras. Las cabeceras de canales
podrían ser el elemento del sistema acoplado de canales y laderas más sensitivo al cambio en los
factores externos. Los ciclos de erosión y depocisión que asolan las cuencas de drenaje podrían
verse influenciados por cambios en la posición de las cabeceras. Por lo tanto, una teoría basada
en física que diera cuenta de las cabeceras sería clave para una cantidad de problemas teóricos
y prácticos en geomorfología (Dietrich and Dunne, 1993). El estudio de cabeceras de Dietrich y
Dunne (op. cit.), concluye:
(1) La cabecera de canal es el límite superior del flujo concentrado y transporte de sedimentos
entre dos márgenes bien definidas.
(2) Las cabeceras suelen ser fáciles de reconocer en terreno y pueden ser graduales o formar un
escaño, grande o pequeño (menos de 1m), o bien un quiebre mayor en el terreno (headcut).
(3) Los canales fluviales no suelen llegar hasta la divisoria de las aguas, suelen terminar en zonas
topográficamente convergentes que van desde grandes valles coluviales de poca pendiente,
hasta sutiles depresiones (swales) en laderas inclinadas.
(4) Estudios de campo revelan una fuerte correlación entre la superficie drenada y la pendiente
local en las cabeceras, en regiones semi–áridas y húmedas.
(5) El largo de la zona de captación de las cabecera es aproximadamente el inverso de la densidad
de la red de drenaje y por lo tanto del espaciamiento lateral entre los canales.
(6) Los procesos que promueven el desarrollo de las cabeceras de canales, o bien las sepultan, solo
han sido comprendidos cualitativamente.
(7) Donde los escurrimientos superficiales sean significativos, el impacto de las gotas de lluvia y
la resistencia a la erosión debido a la cohesividad del terreno y su cubierta vegetal, impiden
que la formación de canales se propague hasta la divisoria de las aguas. Las gotas de lluvia
destruyen las márgenes de los canales incipientes y la resistencia de la superficie evita la ero-
290
anexos
sión del flujo extendido. Precipitaciones de gran intensidad, baja capacidad de infiltración de
los suelos, pendientes inclinadas y suelos altamente erosionables favorecerían la erosión del
flujo no canalizado, lo cual tiende a disminuir la distancia entre las cabeceras y las cumbres.
En terrenos cohesivos las cabeceras hacen quiebres en el suelo y caídas de agua con formación
de pozas (plunge pools), en esas condiciones los movimientos de masas pueden llegar a ser un
proceso erosional importante.
(8) La erosión sub–superficial ocurre cuando las cabeceras desarrollan una gradiente hidráulica
crítica que promueve el desplazamiento de los granos y los desmoronamientos. En este caso la
superficie de la zona de captación debiera disminuir con una menor conductividad hidráulica,
mayor intensidad de las precipitaciones, marcada convergencia topográfica y laderas más
inclinadas.
(9) Los deslizamientos periódicos en el extremo inferior de los valles no canalizados pueden con-
trolar la posición de las cabeceras en sectores muy inclinados en los que predominan los flujos
subsuperficiales. La longitud de la zona de captación nuevamente debiera ser menor en laderas
con baja conductividad hidráulica, baja resistencia del suelo a la fricción, altas precipitacio-
nes, laderas inclinadas, y alta convergencia topográfica. Todas las formas de cabecera podrían
avanzar pendiente arriba, pero solo las cabeceras graduales o con grada poco profunda po-
drían replegarse al ser rellenadas con sedimentos. Las cabeceras de corte pronunciado (large
headcut) no se repliegan, aunque pueden disminuir su altura a medida que avanzan (Dietrich
and Dunne, 1993).
(10) la erosión por escurrimientos en túneles sub–superficiales (piping) debido a flujos en grietas,
raíces, túneles de animales y otros conductos, puede expandir esos conductos hasta el colapso
y formar un canal. Este tipo de prcesos es más efectivo en materiales con cementos solubles o
minerales de arcilla fácilmente dispersables.
(11) Los modelos de evolución del paisaje predicen el desarrollo de los valles, no la ubicación de
cabeceras de canales con márgenes definidas. La persistencia de largo plazo de las cabeceras
frente a la tendencia a verse rellenadas con detritos desde las laderas adyacentes, requiere que
las márgenes de las cabeceras tengan coeficientes de difusión mucho menores que las laderas o
que el canal sea frecuentemente rejuvenecido por fallas e incisión rápida. Ambas condiciones
parecen depender de la cohesividad. Siendo así, ya sea que la cebecera y sus márgenes se posi-
cionen en función de un umbral o por medio de un equilibrio en el transporte de sedimentos,
algún grado de cohesión, ya sea del material o por efecto de la vegetación, es necesario para su
existencia. Los modelos de formación de redes de canales basados solo en balances de masas
no pueden estabilizar las cabeceras como ocurre en terreno y solo predicen redes de valles o
depresiones al interior de las cuales las cabeceras no están especificadas.
Las fluctuaciones climáticas producen ciclos de erosión y deposición en laderas y ríos, pero
el nexo entre las mecánicas de ambos procesos no ha sido establecido. El comportamiento de las
cabeceras de canales es un nexo fundamental entre la respuesta de las laderas y la de los canales.
El avance hacia arriba e incisión de las cabeceras produce cárcavas y evacuación de los acopios
aluviales y coluviales. El repliegue aguas abajo de las cabeceras y la acreción en los valles puede
causar la acumulación de gruesos depósitos de coluvio en las laderas. También las respuestas del
paisaje frente a los cambios del nivel de base (marino) deben necesariamente transmitirse a las
laderas a través de las cabeceras de canales (Dietrich and Dunne, 1993).
Anexo 30: En las regiones costeras de Nueva Gales del Sur, Australia, se han detectado ciclos cli-
máticos en la escala de décadas. Las correspondientes variaciones en las precipitaciones hacen oscilar
los regímenes de flujo entre aquellos dominados por las inundaciones (FDR) y los regímenes domi-
nados por las sequías (DDR), cada cuarenta a cincuenta años (Erskine and Warner, 1988). Cuando
predominan las inundaciones aumenta la relación frecuencia–magnitud, las grandes inundaciones
son más frecuentes y ensanchan los canales. En períodos dominados por las sequías la frecuencia de
las inundaciones disminuye, haciendo períodos relativamente largos de estabilidad fluvial, durante
los cuales los canales se contraen lateralmente. También se han identificado ciclos climáticos de alta
frecuencia en la cuenca del río Tyne, Inglaterra, los cuales hacen fases alternadas de incisión y estabi-
lidad que ha venido ocurriendo desde el siglo XVIII (Rumsby and Macklin 1994).
291
anexos
Anexo 31: Goudie (2006) ha revisado los escenarios hipotéticos desarrollados para el cambio
climático por calentamiento global, y sus posibles implicancias para los sistemas fluviales. A conti-
nuación presentamos algunas de sus conclusiones, que son muy tentativas y generales.
El panorama global es de aumento de las temperaturas en las próximas décadas, con cambios
asociados en las intensidades, duración, tipo y recurrencia de las precipitaciones, lo cual afectará los
escurrimientos superficiales y recarga de acuíferos en todo el mundo. A nivel global es posible que
haya un aumento de las precipitaciones y de las descargas, aunque con grandes variaciones regionales.
Intensidad de las precipitaciones: las concentraciones de gases de efecto invernadero podrían
provocar aumentos en la intensidad de las precipitaciones en latitudes medias, y períodos de retor-
no abreviados para los eventos extremos. La tendencia al aumento de la frecuencia de las grandes
inundaciones, registrada durante el siglo XX, continuaría, con aumentos en las precipitaciones
de invierno para Europa Occidental y aumento de las precipitaciones de verano para las regiones
monzónicas de Asia. Esto último traería consecuencias potencialmente graves para regiones sus-
ceptibles a las inundaciones, como Bangladesh.
Ciclones tropicales: de ocurrir un aumento de la intensidad y frecuencia de los huracanes por
mayores temperaturas en latitudes bajas, las consecuencias serían múltiples, incluyendo aumentos
de las inundaciones y marejadas, deslizamientos de tierras y erosión acelerada. Actualmente se
debate si este aumento de los huracanes ocurrirá y también la intensidad del eventual aumento; los
escenarios proyectados son muy dispares. Si hubiese alteraciones en las circulaciones oceánicas de
«El niño», el aumento en la frecuencia/intensidad de los huracanes y la intensidad de las precipi-
taciones podría ser muy marcado.
Escurrimientos superficiales: distintos modelos indican diferentes sensitividades al cambio
climático, pero habría cambios generalizados en las escorrentías, relacionados con mayores pre-
cipitaciones más que con las potenciales tasas de evapotranspiración. Las cuencas áridas serían
más sensibles al cambio, ya que en ellas los efectos de las precipitaciones se ven amplificados. Las
escorrentías podrían aumentar globalmente en un 7,3% para mediados del siglo, con extrema
variabilidad regional. Hacia el 2080, en latitudes altas del hemisferio norte y partes de África
Central y Asia Central habrá mayores escorrentías, mientras que en Australia, Sudáfrica, Noreste
de la India, Medio Oriente y Mediterráneo, estas disminuirían. Algunos desiertos como el Namib,
Kalahari, Australiano, Thar, Arábico, Patagónico y Norte del Sahara, serán aún más secos. Tam-
bién habrá cambios en los patrones estacionales de flujos.
Regiones secas: Algunas regiones secas verán importantes disminuciones en la humedad de
sus suelos y escorrentías anuales (hasta un 60% y más). Las regiones secas parecen ser más vulne-
rables que las húmedas ya que disminuciones leves en sus precipitaciones repercuten fuertemente
en las escorrentías. Las regiones semiáridas del sudoeste de Norteamérica se verán seriamente
afectadas por disminuciones en sus precipitaciones anuales, con disminuciones en sus escorrentías
desde un 40 hasta un 70%.
Regiones frías: En el ártico aumentarán la humedad atmosférica, las precipitaciones y las
descargas fluviales, entre un 18 y 70% para el 2100. Al parecer las mayores alteraciones en el
ciclo hidrológico ocurrirían en latitudes medias–altas, donde la acumulación de nieves en zonas de
montañas disminuirá y la amplitud del ciclo de escurrimiento anual aumentará. Disminuirán las
crecidas nivales de primavera y las escorrentías de verano. El retroceso de los glaciares, particular-
mente en zonas tropicales será intenso y trerá consecuencias importantes: fuerte aumento de las
ecorrentías e inundaciones al derretirse los hielos y posteriormente una seria disminución de los
caudales, cuando los hielos ya no estén. Los derretimientos aumentarán peligrosamente los lagos
de Nepal y Bhután. También podría haber importantes avalanchas y deslizamientos asociados a
estos procesos en montaña. Las regiones actualmente afectadas por permafrost son extremada-
mente vulnerables al cambio. El permafrost (congelamiento de suelos) es vulnerable en sí mismo,
las predicciones de calentamiento para latitudes altas son mayores que las medias globales y el
permafrost controla una multitud de otras variables geomórficas que se verán afectadas. El límite
norte de varias zonas vegetacionales importantes podría desplazarse centenares de kilómetros (en
el hemisferio norte). Los cambios en las cubiertas de nieve y vegetal degradarán rápidamente el
permafrost. Por otra parte, el efecto se revertiría en climas periglaciales más severos, donde los
292
anexos
inviernos más húmedos aumentarían la duración de la cubierta de nieve. Las escorrentías aumen-
tarían sustancialmente en las regiones afectas a permafrost.
Europa: La vulnerabilidad a las inundaciones es muy alta debido a la ocupación de las zonas
inundables y a la deformación de las redes fluviales por la ingeniería heredada de los siglos XIX y
XX. Se espera una mayor frecuencia de eventos extremos en invierno, con una marcada reducción
de las escorrentías al sur de 50º N, y un marcado incremento hacia el norte. Las mayores tempe-
raturas afectarán las precipitaciones de nieve y sus derretimientos, lo cual eliminaría las crecidas
nivales de primavera en la parte sur del continente. Las descargas en el Rin podrían pasar a ser
más marcadamente estacionales, disminuyendo en un 30% en verano y aumentando en invierno.
Deltas fluviales: El aumento del nivel de los mares asociado a las mayores temperaturas afecta-
rá los deltas de muchos ríos, aunque habrá zonas localizadas de depresión de la corteza terrestre por
acumulación de sedimentos, y en algunos casos ambos efectos se podrían compensar. Los grandes
deltas deprivados de sedimentos por regulación artificial, tales como el Nilo y el Mississippi se verán
más afectados por el alzamiento de los océanos y subsidencia isostática. Los cambios en la biota por
alteraciones en la salinidad marina afectarán la morfología de los deltas, al igual que el efecto de un
eventual cambio en la actividad de los ciclones y los cambios en las tasas de erosión en sus cuencas.
Consecuencias geomorfológicas: Los sistemas sensitivos, tales como los ríos aluviales con
substratos finos, cambiarán más que los tipos más robustos, como son los canales en roca y aluvia-
les con acorazamiento. Los aumentos en las descargas inclinarán la morfología hacia los ensancha-
mientos laterales, incisión, mayor sinuosidad o patrones trenzados, y mayores tasas de migración.
La mayor magnitud de los grandes eventos hará cambios bruscos y podría gatillar inestabilidad
de largo plazo en muchos sistemas. La mayor frecuencia de las grandes inundaciones mantendrá
esos sistemas en su estado alterado. Las disminuciones de escorrentías suelen hacer canales más
estrechos y patrones unitarios más estables. En canales atrincherados o confinados por las paredes
de sus valles, la disminución de la estabilidad de las laderas facilitaría la erosión fluvial de las
paredes del valle, lo cual arrojará grandes cantidades de sedimentos a los canales, que impactarán
en su morfología (Goudie, 2006).
Anexo 32: Los glaciares son potentes modeladores del paisaje y podría considerárselos como
ríos en estado sólido, aunque su comportamiento es muy distinto. Al enfriarse el clima los acopios
de nieve y hielo se acumulan primero en las cumbres y luego descienden por los valles. Al igual que
los ríos, los glaciares evacuan las precipitaciones pero su avance es lento y acumulan un caudal
sólido de enorme masa y volumen. La mayor temperatura de la tierra bajo el glaciar y la fricción en
entre ambos, tiende a derretir hielo y el agua actúa como un lubricante que facilita su descenso por
los valles. Al ingresar un glaciar en un valle, la masa de hielo en movimiento actúa como una gran
pala que abre y profundiza el valle a su paso. El material desplazado se conoce como morrenas y
se acumula en grandes cantidades en torno al glaciar. Al replegarse, los glaciares dejan tras de sí un
paisaje difícil de interpretar, de materiales triturados y grandes rocas abandonadas erráticamente.
Donde estuvieron las márgenes del glaciar al momento de su máximo avance, quedan abando-
nadas las morrenas, formando cordones montañosos de poca altura. Ocasionalmente, la parte
frontal de estas morrenas obstruye el drenaje de los valles y se forman lagos. Estos no son procesos
sencillos ni lineales en el tiempo: el repliegue de los glaciares suele ser tentativo, pierden terreno y
lo recuperan, repasando una y otra vez el mismo valle. Los tiempos de retirada de los glaciares, así
como las secuencias de acreción y erosión fluvial, son determinantes en la configuración del paisaje
posterior. Los hielos actuales, aunque son un vestigio de lo que fueron hace 12.000 años, cubren el
10% de las tierras emergidas y contienen el 90% del agua dulce del planeta (Allan, 1995).
293
anexos
(1) el último máximo glacial desde 20 K.a. hasta 14 K.a A.p.; (2) el período de mayor transición
hacia las condiciones postglaciales, 14 K.a. hasta 9 K.a. A.p.; (3) el período en que se establecen
los actuales patrones vegetacionales, de circulación oceánica y atmosférica, desde 9 K.a. A.p. hasta
el presente. La discusión que sigue es una simplificación, hubo variaciones considerables en los
tiempos y en la naturaleza de los cambios (Charlton, 2008: 168).
20 K.a. a 14 K.a. A.p.: Mantos de hielo cubren gran parte de norte y Sudamérica, Europa
y Asia. En latitudes bajas los glaciares de montaña avanzan y vastas regiones en torno a ellos
se encuentran en condiciones periglaciales, más secas que las actuales. Los ríos que drenan los
glaciares traen grandes volúmenes de agua y sedimentos. Grandes sistemas trenzados escurren
sobre las planicies en rápida acreción. En amplias regiones actualmente tropicales y subtropicales,
prevalecieron condiciones de aridez. Esto provocó una mayor actividad eólica, con campos de
dunas cubriendo grandes regiones de África, India, Australia, Norte y Sudamérica. Estos depósitos
eólicos todavía afectan muchos ríos en esas regiones Durante este período de aridez las tasas de
actividad fluvial fueron bajas con inundaciones poco frecuentes y limitada evidencia de migracio-
nes de canales (Thorp and Thomas, 1992).
14 K.a. hasta 9 K.a. A.p.: Transición desde las condiciones glaciales a postglaciales. Al comen-
zar el retroceso de los mantos glaciales aumenta la provisión de sedimento grueso. Más adelante el
restablecimiento de la vegetación disminuye las cargas de sedimento. Los grandes lagos proglacia-
les también restringen la disponibilidad de sedimentos. La regiones antes periglaciales pasaron a
ser colonizadas por bosques. Las descargas son altas por los derretimientos y por las elevadas pre-
cipitaciones. Esto produce un cambio desde los regímenes de acreción hacia regímenes erosionales
y muchos ríos de las zonas temperadas pasaron de trenzados a meándricos. De esta época datan
los grandes paleomeandros preservados en los depósitos de las planas antiguas, los cuales tienen
longitudes de onda mucho mayores que los ríos actuales, ya que sus descargas fueron también
mayores. Durante esta época de transición los hielos avanzaron y retrocedieron muchas veces en
respuesta a fluctuaciones climáticas y durante los episodios fríos muchos ríos se revirtieron a su
forma trenzada. El último de estos episodios se conoce como el Dryas reciente, entre 12,9 a 11,6
K.a. A.p. Los flujos catastróficos ocurridos al desbordarse los grandes lagos proglaciales se asocian
a este período. Hay varios ejemplos bien documentados asociados al derretimiento de la capa de
hielo Laurenciana que cubría gran parte de Norteamérica. En los registros fluviales hay también
evidencias de aumentos en las precipitaciones en latitudes subtropicales y tropicales.
9 K.a. A.p. hasta el presente: El Holoceno ha sido un período de relativa estabilidad en com-
paración con las grandes fluctuaciones climáticas del período anterior. A principios del Holoceno
hubo una considerable reducción de las descargas en la mayoría de los ríos de las zonas tempe-
radas. Muchos ríos pasaron de haber sido dominados por el sedimento de fondo, a mixtos, a
ser dominados por la carga en suspensión. Esto condujo al desarrollo de meandros con menores
longitudes de onda. Entre 9 K.a hasta 4 K.a A.p., hubo un rápido calentamiento que culminó 4 o
5 K.a A.p. en el período «alitermal» u «óptimo climático» del holoceno medio, con temperaturas
más cálidas que las actuales. Posteriormente siguió un episodio de deterioro hacia condiciones más
frías y húmedas, entre 3 K.a. hasta 2,5 K.a. A.p.
Fluctuaciones moderadas en las temperaturas y precipitaciones pueden producir cambios
significativos en la intensidad de los procesos fluviales, grandes cambios en las frecuencias de
inundaciones se asocian a cambios relativamente pequeños en las temperaturas. Un cambio de
solo 1-2ºC puede modificar las precipitaciones en un 10-20% (Knox, 1995). En latitudes medias,
los episodios más fríos se asocian a una mayor frecuencia de las grandes inundaciones. La fase fría
más reciente corresponde a la «pequeña edad de hielo» entre 1550 y 1750, que siguió al período
cálido medieval (900 a 1250 D.C.), en el que las temperaturas fueron más cálidas que ahora. En
la última parte del Holoceno, la actividad humana ha tenido una creciente influencia sobre los
sistemas fluviales y en la actualidad, resulta muy difícil separar los efectos de la actividad humana
de aquellos provenientes de las fluctuaciones del clima (Charlton, 2008: 171).
Anexo 34: Un caso de hundimiento súbito ocurrió en Valdivia, Chile, con ocasión del terre-
moto del 22 de Mayo de 1960, el cual hizo descender abruptamente más de 1,5m toda la zona
en torno a la ciudad de Valdivia. Los ríos de la zona descendieron también en su curso inferior y
294
anexos
varios, como el río Cruces y el río Pichoy anegaron los terrenos aledaños y pasaron a ser extensos
humedales. Aunque el hundimiento ocurrió en las zonas costeras, las consecuencias geomórficas
para el sistema en general (cuenca «de los siete lagos») de este cambio del perfil longitudinal del
sistema, cerca de su nivel de base, no se han investigado detalladamente.
Anexo 35: Con ocasión del terremoto del 22 de Mayo de 1960 en Valdivia, Chile, importantes
deslizamientos de terreno bloquearon en varios puntos el río San Pedro, desagüe del lago Riñihue.
El evento fue peligroso puesto que el nivel del lago subió rápidamente y el eventual colapso de
los «tacos del San Pedro» habría causado daños muy graves en varias ciudades a su paso. En esa
ocasión fue necesario abrir con máxima rapidez un canal de desagüe alternativo para el lago. El
episodio se recuerda en Chile como «el Riñihuazo».
Anexo 36: Coreblita et al. (2007) han propuesto un modelo de sucesión biogeomórfica para
el ambiente fluvial, que describe las fases críticas sucesivas en el desarrollo de los rasgos fluviales
y sus comunidades vegetales asociadas. Cada una de estas fases representa un cambio en la domi-
nancia relativa de los procesos hidrogeomórficos y de los procesos ecológicos, en respuesta a los
procesos de bioestabilización y bioconstrucción pasiva de los rasgos fluviales. Las retroalimenta-
ciones positivas asociadas a cambios en los factores dominantes conducen al desarrollo de estruc-
turas biogeomórficas características tales como riberas arborizadas, islas o planas, cuyo desarrollo
se ve moderado por factores ecológicos que inducen o refuerzan estas retroalimentaciones. Este
podría ser un comienzo para una comprensión de los procesos integrados, bióticos y físicos que
determinan el desarrollo de la morfología de los canales.
Anexo 37: Un estudio clásico que ilustra el desarrollo progresivo de la acreción y posterior
degradación de los canales en respuesta a un aumento episódico de los aportes de sedimentos, es
el reporte de Gilbert (1917) acerca de los efectos de los detritos provenientes de la minería en los
ríos del pie de monte de la Sierra nevada en California, EE UU, entre los años 1850 a 1880. La
acreción se desarrolló de manera secuenciada a través de toda la red a medida que los desechos
de la minería eran transportados a través del sistema. Localmente la acreción se aproximaba a los
40m hacia fines de los años 1870 (Whitney, 1880). La posterior reincisión de los canales todavía
estaba en proceso al iniciarse el siglo XX. Algunos canales continuaron ajustándose por más de
cien años después de terminada la extracción minera (Montgomery & Buffington, 1998).
Las inundaciones de 1964 en el norte de California y sur de Oregon, EE.UU., duplicaron el
ancho de los canales en algunas estaciones, y se registraron acreciones de hasta 4m (Kelsey, 1980;
Lisle, 1982). Kelsey (1980), estima que un pulso de sedimentos originado en la parte alta del sis-
tema migró aguas abajo a una tasa aproximada de 1 km/año. Lisle (1982) reporta que el relleno
de las pozas disminuyó la rugosidad de los canales y aceleró el transporte en los tramos afectados
por acreción. Tanto la frecuencia del espaciamiento entre las pozas como el tamaño medio del
grano disminuyeron también en respuesta a la acreción (Kelsey, 1980). Helley y Lamarche (1973)
reportaron aumentos de los acopios de sedimento en barras de gravas y cantos a lo largo de las ri-
beras, y presentan evidencia de respuestas similares para inundaciones prehistóricas. Más de veinte
años después del evento, cantidades significativas de los materiales acarreados por la inundación
permanecían acopiados en tramos de baja pendiente, en los cuales el trenzado seguía reelaborando
esos depósitos (Sullivan et al. 1987). Este tipo de cambios en los acopios al interior de un sistema
pueden persistir por décadas (Montgomery & Buffington, 1998).
Perkins (1989) estudió los efectos del ingreso de sedimentos por deslizamientos sobre la mor-
fología de Salmon Creek, Washington, EE.UU., y concluye que el ingreso acelerado de sedimentos
tiende a expandir el volumen de las barras con cargo al volumen de las pozas, y disminuye el tama-
ño medio del grano en el tramo. En el área de estudio, la eventual evacuación de esos sedimentos
produjo una disminución de largo plazo en las cantidades de material acopiado en los cauces y
un mayor grado de control de la roca sobre la morfología. Este estudio ilustra el modo en que la
forma de los canales y los acopios de sedimento afectan el balance entre aportes de sedimentos y
capacidad de transporte (Montgomery & Buffington, 1998).
295
anexos
Anexo 38: Cohen y Stewart (1994: 3) sostienen que el desarrollo del análisis reduccionista ha
sido correcto hasta aquí, pero que se necesita aun más reduccionismo. Desarrollado a ultranza,
el reduccionismo tendería hacia el proverbial modelo a escala 1:1, idéntico al prototipo en todos
sus detalles, pero inútil como modelo puesto que no discrimina lo esencial de lo accesorio. Según
Rhoads (2006) el reduccionismo sería propio del materialismo mecanicista, según el cual la incer-
tidumbre proviene de nuestra ignorancia (incertidumbre epistemológica), por oposición a la incer-
tidumbre proveniente de la indeterminación como atributo intrínsico del objeto de estudio (incer-
tidumbre ontológica), tal como la visualiza Prigogine (1987) en torno a las bifurcaciones: «donde
ningún ‘mejor conocimiento’ nos permitiría deducir lo que ocurrirá, ni sustituir la certidumbre por
las probabilidades». Spedding (1997) plantea que el reduccionismo es útil para la geomorfología,
ya que ayudaría a identificar las interacciones clave que controlan la trayectoria del paisaje, pero
no sería necesario esperar su máximo desarrollo para avanzar en conocimiento del sistema.
Anexo 39: Desde Lane y Richards (1997) hemos extraído algunas de sus observaciones más
sobresalientes en relación con la sensitividad a las configuraciones iniciales. Los autores basan
estas observaciones en evidencia empírica obtenida durante el verano (hemisferio norte) de 1992
mediante un monitoreo intensivo (en tiempo y espacio) de un río trenzado muy dinámico, al pie
de un glaciar en los Alpes suizos. Las descargas presentan un marcado pulso diario y el canal está
completamente desprovisto de vegetación ribereña. Los autores reportan lo siguiente:
(1) Los depósitos transitorios de sedimento (barras) dispuestos a lo largo del canal definen unas
zonas más plásticas o morfológicamente «blandas» y otras más «duras» y refractarias al cam-
bio. La posición y extensión de unas y otras, en cualquier momento del tiempo, ha quedado
determinada por eventos anteriores y determina a su vez la disponibilidad del sedimento trans-
portable. Por lo tanto, la tasa de transporte en el tramo depende de los eventos anteriores.
Esto mismo ha sido ilustrado a la escala de las cuencas por Paola (1996), en cuyo modelo para
canales trenzados la capacidad de transporte evoluciona con la morfología de los canales.
(2) Lo anterior sugiere que la respuesta morfológica de los canales a los eventos impuestos depen-
dería de un condicionamiento desde el evento previo (Newson, 1980).
(3) Existiría entonces una relación de retroalimentación mutua entre formas y procesos (fee-
dback), diferencialmente distribuida a lo largo de los canales dinámicos. Este tipo de retroali-
mentación implica una condición de cambio permanente en el sistema.
(4) Esto último sugiere un comportamiento no lineal (caótico) en el sistema, el cual ha sido ob-
servado y es consistente con el comportamiento del modelo para canales trenzados de Murray
y Paola (1994). Este modelo jamás alcanza una configuración morfológicamente estable y
arroja cambios aparentemente impredecibles en la configuración del canal, indefinidamente.
(5) El comportamiento de los canales trenzados tiende a ser fractal, repitiendo comportamientos
a distintas escalas, por lo cual los procesos de formación de barras en pequeña escala pueden
tener efectos apreciables a escalas mayores. Esto último, combinado con las observaciones
anteriores respecto del condicionamiento morfológico, permite inferir que los efectos acumu-
lativos de los procesos en pequeña escala sobre el sistema en general no pueden ser represen-
tados adecuadamente por parámetros promediados. Esto no niega la existencia de estados
promediados de equilibrio, ya que estos existen aun en sistemas no lineales, pero sugiere
que los procesos en la escala pequeña podrían ser esenciales para comprender los ajustes del
sistema desde un estado a otro.
(6) En las condiciones límite de un canal cercano a un umbral de estabilidad, un evento menor de
escala muy local podría provocar una mínima desviación en la trayectoria del sistema desde la
pequeña escala que podría llevar al sistema más allá del umbral de estabilidad. Traspasado el
umbral, el canal iniciaría un proceso de ajuste. Bajo las condiciones apropiadas esa desviación
podría verse amplificada por retroalimentación positiva y modificar el sistema en las escalas
mayores y por largo tiempo.
(7) La retroalimentación entre las formas y procesos implica que no sería posible separar las
distintas escalas espaciales y temporales tan convenientemente, ya que los eventos que ocurren
a escala pequeña pueden tener un efecto neto sobre el sistema. Esto se debería en parte a la
sensibilidad al condicionamiento inicial. La retroalimentación implica que las formas condi-
296
anexos
cionan los procesos, de manera que la postura tradicional según la cual las formas y procesos
a distintas escalas serían independientes y no responden a las mismas causas no es sostenible
puesto que los procesos en escala pequeña influenciarían los procesos de largo plazo y a
escalas espaciales mayores.
(8) Incidentalmente, se ha detectado que la morfología de los canales móviles no responde a
una descarga dominante sino que una multitud de combinaciones de descargas y cargas de
sedimento es capaz de provocar cambios morfológicos, según se desplazan oleadas sucesivas
de descargas y de sedimentos a velocidades distintas a lo largo del sistema.
Según Richards (1987) los sistemas en los que la velocidad del cambio en las condiciones ini-
ciales sobrepasa la velocidad de los procesos de ajuste, hacen conductas transitorias con retroali-
mentaciones entre las variables de estado (configuración de las formas) y las variables de procesos.
Los tiempos de relajación lentos después de una perturbación, promoverían formas transitorias y
no sería posible predecir este tipo de comportamiento en base a leyes naturales de índole general.
Si el comportamiento fluvial es no lineal el problema de identificar la respuesta de los sistemas a
partir de registros de datos observados se multiplica. La dificultad para identificar los estados de
equilibrio (atractores) es bien conocida. Identificar las bifurcaciones críticas del sistema en evolu-
ción requiere de monitoreos permanentes, lo cual es muy poco usual y distinto de las búsquedas de
lo inmanente y regularidades estadísticas, habituales para la disciplina (Lane and Richards, 1997).
Anexo 40: Varios autores anteriores y contemporáneos de W.M Davis influyeron en el desa-
rrollo de la geomorfología: G. P. Marsh fue quizás el primero en aquilatar la influencia de la acción
del hombre sobre el paisaje; G. K. Gilbert aportó a la comprensión de la erosión fluvial y procesos
de incisión y sedimentación; C. E. Dutton fue un precursor de la teoría isostática que trata sobre el
equilibrio de la corteza terrestre (sólida) sobre la astenósfera (líquida) (Kunaver, 2001).
Anexo 41: La necesidad de integrar los métodos empírico y analítico fue prevista por Arthur
Strahler (1952), quien planteaba la necesidad de otorgar a la geomorfología una base dinámica fun-
dada en leyes científicas, combinando: (i) lo empírico, en que los datos de campo y experimentales
entreguen observaciones susceptibles de analizarse estadísticamente a objeto de separar las causas
de los efectos de manera objetiva; y (ii) lo racional, en que «…la invención o intuición basadas en la
suma de….toda la experiencia acumulada, se use para formular un modelo matemático…» Strahler
argumentaba que, según se acumulen más datos y avance su análisis, y con un mejor entendimiento,
«lo empírico» y «lo racional» convergerían hacia la realidad (Lane and Richards, 1997).
Anexo 42: Rhoads (1994) aclara que en ciencias «realismo», en un sentido amplio, es la
doctrina que sostiene que la ciencia busca un conocimiento verdadero de los aspectos observables
y no–observables (no–empíricos) de un mundo objetivo. De acuerdo a esto, el realismo abarcaría
todo el espectro de la investigación en geomorfología y la escuela filosófica a que alude Richards
(1990) sería la del «realismo–trascendente» (Rhoads, 1994). En relación con el sustento filosófico
de la disciplina, el mismo Rhoads (2006) ofrece proposiciones muy generales y alineadas con
las tendencias contemporáneas en filosofía de las ciencias: «la evidencia indica que la natura-
leza de la realidad (ontología), incluyendo los fenómenos geomórficos, sería fundamentalmente
procesual»…»una perspectiva de procesos fundada en la filosofía de procesos abarcaría todo el
espectro de la investigación en geomorfología y abriría nuevas avenidas para el pensamiento y la
investigación…» (Rhoads, 2006). Esta postura, equivale a definir el campo de la geomorfología
fluvial como el estudio del «devenir» del paisaje fluvial. Pudiera estar aquí la «profundidad onto-
lógica» que reclama Richards (1990) para la geomorfología.
Anexo 43: La existencia, en el sistema fluvial de «mecanismos internos» propios de los sistemas
complejos había sido detectada desde hace mucho: Wolman y Gerson (1978) los llamaron «princi-
pios relacionadores» («bridging principles») y planteaban que los cambios en los canales responde-
rían a complicados y mal comprendidos mecanismos de retroalimentación y respuestas complejas,
que no pueden ser modelizados efectivamente en ausencia de esos «principos relacionadores». New-
son (2002), menciona que a fines de los años setenta surgió una escuela «del cambio en los canales»
297
anexos
(ver Gregory, 1977), que enfatizaba la importancia de los factores que condicionan los «estados» de
los canales, a escalas mucho menores que la cuenca. Schumm, (1977), afirmaba que estudios empí-
ricos del cambio en los canales revelan «dinámicas naturales que involucran ajustes, frecuentemente
complejos, en respuesta a factores intrínsicos y extrínsicos, tanto presentes como del pasado».
Anexo 44: Según Gilvear (1999) existen cuatro contribuciones claves que la geomorfología
fluvial puede ofrecer a la profesión de ingeniería, en relación con el manejo de los ríos y planas
de inundación: (1) promover el reconocimiento de la conectividad lateral, vertical y aguas abajo,
en el sistema fluvial y las interrelaciones entre la planimetría, perfiles y secciones de canales; (2)
enfatizar la importancia de la historia fluvial y su cronología a través de un amplio rango de
escalas temporales, y reconocer el significado de los paleo–rasgos y paleo–depósitos, así como de
los rasgos activos, en tanto indicadores de estabilidad del paisaje; (3) destacar la sensitividad de
los sistemas naturales a las perturbaciones ambientales y al cambio, especialmente cuando están
próximos a umbrales geomórficos, y destacar el carácter dinámico de los sistemas naturales; y
(4) demostrar la importancia de los rasgos y procesos del paisaje en el control y definición de los
biotopos fluviales, a fin de promover una ingeniería ecológicamente aceptable (Gilvear, 1999).
Anexo 45: La convergencia de diversas disciplinas científicas en torno al manejo fluvial ha ge-
nerado un nuevo vocabulario: Coates (1976) acuñó el término «ingeniería geomorfológica» para
designar la alianza entre ingeniería fluvial y geomorfología, interesada en «mantener y avanzar
hacia la mayor integridad y balance del ecosistema integrado agua–tierra»; Petts y Amoros (1996)
se refieren al sistema hidro–fluvial para designar el ecosistema integrado de los ríos y espacios ale-
daños de intercambio con el ambiente terrestre; Stallins (2006) pregona la perspectiva holística de
la «biogeomorfología», establecida a fines de los años ochenta para el estudio de las interacciones
entre la biota y los procesos geomórficos; Newson y Large (2006) enfatizan el estudio de la «hi-
dromorfología» (fisiografía de los ambientes acuáticos), priorizada en las directivas ambientales
de la Unión Europea. Vaughan et al. (2008) promueven un enfoque «eco–hidromorfológico» para
integrar el conocimiento disperso de ecólogos, hidrólogos, geomorfólogos, expertos en manejo de
riesgo, e ingenieros, en torno a los objetivos del manejo fluvial. Todos estos enfoques tienen mucho
en común y tienen también precedentes antiguos, por ejemplo, en los preceptos del diseño «con y
no contra la naturaleza» de Ian McHarg (1969).
298
anexos
bien a través de la producción primaria de materia orgánica (fotosíntesis), y continúa en forma inin-
terrumpida hasta los peces y los mamíferos y aves terrestres que predan sobre ellos. La diversidad
e integridad de su cadena trófica es la riqueza del ecosistema, más que la cantidad de organismos
que sustenta (biomasa) y la ausencia de alguna de sus especies podría interrumpirla. En la base de
la cadena esto ocurriría, por ejemplo, si dejan de ingresar los nutrientes y detritos vegetales desde
aguas arriba, las riberas (material biológico alóctono), o bien si desaparecen las superficies que las
algas colonizan, lo cual ocurre cuando los substratos pétreos se cubren de sedimentos finos.
Anexo 47: Según Newson (2002), la geomorfología fluvial suscribe decididamente el marco
mayor para el hábitat fluvial descrito en el «sistema hidro–fluvial» (Petts and Amoros, 1996), en
cuatro dimensiones, incluyendo el tiempo. El concepto hidro–fluvial reune en un mismo sistema la
red de canales y los intercambios de energía, materia y biota al interior del sistema fluvial, con sus
zonas aledañas inudables y aguas subterráneas (ver 1C). También debe respertarse la continuidad
del sistema en el tiempo y los atributos de esa continuidad, que son los regímenes de caudales y de
sedimentos. Las fluctuaciones estacionales acompañan los ciclos de vida de las distintas especies
acuáticas y terrestres, que habitan en los ríos, planas y riberas. El sistema hidro–fluvial sería la
base del concepto de «corredor fluvial» (fisrwg, 1998-2001) como hábitat integrado, con zonas
acuáticas, ribereñas y terrestres de transición.
Anexo 48: Según Soar y Thorne (2001), la teoría de régimen proviene de la ingeniería hi-
dráulica, aplicada en canales de irrigación en la India, a principios del siglo XX. A partir de
observaciones acerca de las relaciones entre caudales y la capacidad de los canales, se desarrolla-
ron relaciones empíricas sencillas que permitían predecir de manera práctica las relaciones entre
descargas, ancho, profundidad e inclinación del canal. La teoría de régimen se basa en tendencia de
un canal a alcanzar una condición de equilibrio bajo condiciones externas constantes. Los canales
«en régimen» deben ser capaces de acarrear sus cargas de sedimentos a través del sistema sin hacer
erosión ni depositación netas, y sus dimensiones y formas «promedio» no deben cambiar en el
período de tiempo considerado (equilibrio dinámico). Por definición la teoría de régimen no se
aplica donde predominen procesos erosivos o deposicionales, tales como conos o deltas aluviales.
La teoría incluye una serie de ecuaciones empíricas exponenciales que relacionan las formas del
canal con las descargas (a sección llena), cargas de sedimentos y resistencia de las márgenes. Estas
ecuaciones son de dos tipos:
(1) Ecuaciones de Kennedy: expresan la velocidad de flujo competente (V0) en función de la
profundidad media del flujo (Dm), la expresión original es: V0 = 0,55 D m 0.64. Esta ecuación
permite acomodar las descargas en canales anchos o angostos con secciones idénticas, lo cual
constituye una debilidad importante cuando se la aplica a canales naturales, a pesar de lo cual
se la utilizó hasta los años 1930.
(2) Ecuaciones de Lacey, fueron desarrolladas para determinar la forma de equilibrio de un canal
estable o «en régimen» expresando su «perímetro mojado» (P) e inclinación (S) en función de
la descarga a sección llena (Qb) y la rugosidad del canal. Lacey desarrolló un «factor limo»,
(fs) en función del diámetro promedio del material particulado del lecho (dm). Una de las pri-
meras versiones de la ecuación de Lacey es: V0 = 0,65 (fs R) 0,5 . Las ecuaciones de Lacey han
tenido muchísimo desarrollo, tanto para mejorarlas como para hacerlas aplicables a todo tipo
de situaciones, incluyendo los diversos tipos de canales naturales (Soar and Thorne, 2001).
Anexo 49: Soar y Thorne (2001) afirman que la geometría hidráulica es una simplificación del
sistema fluvial y la validez regional de los coeficientes hidráulicos es irreal, puesto que se habría
demostrado que varían sistemáticamente con la escala espacial abordada (Dodov and Foufoula–
Georgiou, 2005a). A pesar de esto, Hardy (2006) sostiene que conocer las variaciones de la Geo-
metría Hidráulica a través de una red fluvial es esencial para abordar los problemas de manejo
fluvial en la cuenca por su pertinencia al seguimiento (routing) de flujos y sedimentos a través del
sistema (Hardy, 2006). Según Smith y Pavelsky (2008), después de la formulación del modelo por
Leopold and Maddock (1953) hubo muchos intentos por identificar similitudes entre los coefi-
cientes hidráulicos b, f, m, de distintos tipos de ríos, en distintos climas y regímenes. Esto se fue
299
anexos
dejando de lado a medida que la complejidad del sistema a escala local condujo la investigación
hacia el estudio de los procesos. Recientemente ha resurgido el interés por desarrollar relaciones
generalizadas de geometría hidráulica, ya sea homogenizando datos por tramos, o mediante técni-
cas multiescala (Smith and Pavelsky, op. cit.).
La geometría hidráulica ha sido expandida para lograr respuestas diferenciales a distintas
escalas (Stewardson, 2005; Dodov and Foufoula–Georgiou 2005ª, 2005b); para representar las
dinámicas de sedimentos (Atabay et al., 2005); para representar las variaciones de las característi-
cas hidráulicas a lo largo de un tramo (Stewardson, 2005); para incorporar relaciones estadísticas
entre morfología de canales y de planas, variabilidad de los flujos y transporte de sedimentos a
través de multiples escalas y frecuencias de descargas (Dodov and Foufoula–Georgiou, 2005b);
para incorporar aspectos de corrientes secundarias laterales en canales no prismáticos (Bousmar
and Zech, 2004). Millar (2005) ha utilizado ecuaciones de régimen basadas en física para derivar
ecuaciones teóricas para las relaciones entre los parámetros hidráulicos, su trabajo demuestra
que las funciones de geometría hidráulica pueden calibrarse para describir canales naturales con
substratos multigranulares. Smith y Pavelsky (2008) determinaron relaciones de geometría hidráu-
lica generalizadas para el río Lena (Siberia), homogenizando los parámetros por tramos en base
a datos obtenidos por percepción remota satelital (Anexo 50). La geometría hidráulica ha sido
utilizada como matriz física para modelar los cambios de hábitat fluvial (Rosenfeld et al., 2007),
y para calibrar y verificar modelos analíticos y numéricos de morfología de canales (Darby, 2004).
Anexo 50: Los módulos desarrollados por el «Hydrologic Engeneering Center» (HEC) y
el «Stable Channel Analytical Method» (SAM) son probablemente los modelos más utilizados.
HEC–1 se utiliza para escurrimiento superficial en cuencas y sus respuestas en canales; HEC–2 y
HEC–RAS, para hidráulica en canales abiertos; HEC–6, para transporte de sedimentos. SAM es
un sistema integrado de módulos, capaz de evaluar erosión, transporte y deposición en canales
aluviales rectos. Aunque no fue creado específicamente para modelación de canales fluviales, la
aplicación sistemática de varios módulos puede asistir en la evaluación de la estabilidad de un
canal natural. SAM calcula tres grados de libertad en el sistema: ancho, profundidad e inclinación
y presenta al usuario soluciones alternativas que teóricamente arrojarían nula acreción y degrada-
ción netas (Soar and Thorne, 2001). Otros modelos de este tipo: BrEase (Bridge Scour and Stream
Stability Computer Program) para monitoreo de estabilidad de canales y análisis de arraste de
sedimentos (scour analysis); TR–20 desarrollado por la nrcs (Soil Conservation Service), para
análisis hidrológico y evaluación de recursos hídricos; WMS (Watershed Modelling System), para
modelación hidrológica de cuencas sobre mapas digitales; gstars, para transporte de sedimen-
tos. Estos no son modelos de vanguardia pero están disponibles comercialmente y son fáciles de
utilizar.
Anexo 51: Más reciente y mucho más avanzado es el simulador concepts (Conservational
Channel Evolution and Pollutant Transport System). concepts es un simulador dinámico basado
en procesos y capaz de simular aspectos de hidráulica, transporte de sedimentos y morfología de
canales. Incorpora procesos de ajuste lateral y mecánica de las márgenes (Langendoen et al. 2001).
El modelo ha sido extendido y mejorado, las últimas versiones incluyen variables para erosión
lateral subsuperficial (seepage erosion) y estratigrafía de las márgenes.
Anexo 52: Hay algunos casos validados de modelación fluvial de alta resolución: Rames-
hwaran y Naden (2004), aplicaron un modelo 3D que fue capaz de capturar adecuadamente los
flujos en un ambiente topográficamente complejo, correspondiente a un giro meándrico de 130m
del río Blackwater en Gran Bretaña. Más recientemente, Ruther (2006) validó experimentalmen-
te un modelo CFD tridimensional con excelentes resultados, para un canal de laboratorio muy
realista. El modelo predice ajustes verticales y horizontales, simula flujos variados e inestables,
segregación de granulometrías, concentraciones de sólidos suspendidos, deformaciones del lecho
en los cambios de dirección, e incluso la formación de meandros a partir de un canal recto. La
correspondencia entre los resultados y las observaciones fue excelente y aunque quedarían algu-
nas incertidumbres, el autor estima que éstas debieran clarificarse en el futuro y sostiene que los
300
anexos
modelos CFD serían el camino adecuado para lograr lo que llama el «predictor universal» para la
geomorfología fluvial (Ruther, 2006).
Anexo 53: La geometría hidráulica ha sido llevada a simulación por Dodov y Foufoula (2003).
El modelo es multiescalas y refleja la dependencia de escalas de la geometría hidráulica modifican-
do los coeficientes hidráulicos en función del área drenada. El modelo es «no lineal», representa
tanto las condiciones «en una estación» como «aguas abajo» y se combina con representaciones
topológicas de las cuencas a través de un modelo preexistente. Serviría para predecir las descargas
en cuencas remotas, utilizando curvas regionales para calibrar la geometría hidráulica. También
sería aplicable a la investigación de aspectos no lineales en la dinámica de flujo por efecto de la
variabilidad temporal de los controles externos y estructura topológica de las redes (Dodov and
Foufoula, 2003).
Anexo 54: Nicholas y Quine (2007) separan los modelos de complejidad reducida en dos
categorías: (1) Los modelos celulares de alta resolución, capaces de resolver la retroalimentación
entre formas y procesos mediante una representación espacialmente distribuida de los procesos,
logrando simular en forma realista la morfología de los canales naturales y sus ajustes. Puesto que
son modelos reduccionistas que buscan predecir la morfología emergente modelando en detalle
todos los procesos, solo son aplicables a escalas espaciales pequeñas, generalmente menores que
el ancho del canal. (2) La segunda categoría abarca los modelos que incorporan representaciones
espacialmente promediadas de los procesos y de la geometría hidráulica, típicamente, basándose
en teoría de régimen y conceptos de equilibrio (Nicholas and Quine, 2007).
Anexo 55: Van De Wiel et al., (2007) han incorporado funciones propias de la modelización de
la dinámica fluvial a escala de tramos de río, a un modelo celular de evolución del paisaje preexis-
tente (caesar - Cellular Automaton Landscape Evolution Model), con el propósito de mejorar su
capacidad para representar procesos fluviales a esa escala. En esta nueva versión, ceasar simula
el flujo en canales y planas; el arrastre, transporte y deposición de sedimentos (en suspensión y de
fondo); la erosión lateral y fallas de las márgenes. También permite simular respuestas emergentes
y no lineales en gran escala, incluyendo incisión y acreción, formación de terrazas, migraciones de
canales, avulsión en meandros, transiciones entre patrones unitarios y trenzados, acorazamiento,
y formación de bordos laterales naturales. Sin embargo, en el modelo hay muchas simplificaciones
que no le permiten hacer predicciones detalladas y sus predicciones para las escalas temporales
más amplias deberán ser validadas. A pesar de sus recientes pasos hacia el reduccionismo, ceasar
sigue siendo un modelo de complejidad reducida, aunque esta versión mejorada permitiría explo-
rar, por ejemplo los efectos del cambio climático (Van De Wiel et al., 2007).
Anexo 56: Aunque tradicionalmente los componentes geomórficos y ecológicos del paisaje
han sido conceptualizados como sistemas independientes, en la práctica interactúan. Los rasgos
del paisaje determinan la distribución de la biota y los procesos biológicos influyen en el desarrollo
del paisaje, baste recordar las relaciones existentes entre vegetación, rugosidad de los canales, re-
sistencia de la márgenes, e intemperismo. Stallins (2006) ha ido aun más allá y propone un nuevo
sistema integrado ecológico–geomórfico o «biogeomórfico». El sistema sería abierto, dependiente
de configuraciones iniciales y capaz de presentar diversos estados, algunos más transitorios que
otros (Stallins, op. cit.).
A nivel conceptual, Rosenfeld et al. (2007) establecen relaciones entre la geometría hidráulica
y el modelo ecológico del contínuo fluvial (Vannote et al., 1980). El propósito es dotar al modelo
ecológico de una matriz física, a fin de representar cuantitativamente las tendencias del hábitat
fluvial en la dirección aguas abajo. Los autores evaluaron la posibilidad de utilizar las ecuaciones
de geometría hidráulica para predecir las tendencias (en sentido longitudinal) de la disponibili-
dad de hábitat y óptimos flujos para los distintos estadios del ciclo de vida de la trucha arcoiris
(Oncorhynchus mykiss). El comportamiento de estas variables presentaría patrones que surgen
como propiedades emergentes del aumento de la profundidad y velocidad en sentido aguas abajo,
así como de los cambios en las preferencias de hábitat asociados a la mayor capacidad natatoria
301
anexos
de los peces a medida que se desarrollan. Los autores concluyen que, a pesar de que simplifica la
compleja estructura de los canales, la geometría hidráulica serviría como modelo físico de base
para testear las tendencia en sentido aguas abajo de los procesos relacionados con el hábitat fluvial
(Rosenfeld et al., 2007).
Anexo 57: Pasternack et al. (2004) utilizaron un modelo hidráulico para diseñar y evaluar
configuraciones alternativas de barras de gravas, a fin de optimizar los campos de desove para sal-
món Chinook. El trabajo concluye que los mejores escenarios para este propósito serían las barras
y trenzamientos (Hardy, 2006). Bockelmann et al., (2004) aprovecharon un excepcional conjunto
de datos recolectados durante tres años en un tramo meándrico de tres kilómetros de río, para
evaluar el programa de restauración fluvial implementado en el lugar. Los autores desarrollaron un
modelo ecohidráulico capaz de predecir en dos dimensiones las velocidades de flujo, las tensiones
de corte cercanas al lecho, y las correspondientes distribuciones de hábitat para dos especies de
macroinvertebrados bentónicos. Stazner and Borchardt (1994) relacionaron la dinámica de par-
ches (distribución de mesohábitat) con aspectos de la geometría hidráulica. La dinámica de par-
ches ha sido relacionada también con los patrones de ramificación de redes fluviales (Poole, 2002).
Covertino et al. (2007) analizaron la distribución de las distancias entre los tributarios de
un mismo tamaño. Al describir las distancias que separan las superficies drenadas a sumar en las
confluencias, indirectamente abordan variables tales como descarga, ancho de los canales y zonas
ribereñas, las cuales se derivan de un grupo de presunciones hidrológicas razonables. El trabajo
usa el modelo OCN (Optimal Channel Network) y otras estructuras dendríticas teóricas, y aplica
a una función que describe la distribución de las distancias y con ella una estructura probabilística
de los tributarios de una red. La importancia de estas distribuciones radica en sus implicaciones
hidrológicas y también ecológicas, para la dispersión de las especies a lo largo de los corredores
fluviales y para la propagación de infecciones portadas por el agua. La distancia a lo largo del río
entre tibutarios de un mismo tamaño tiene importancia por lo que representa como disponibilidad
de caudal, ancho y superficie de riberas en cualquier lugar de la red, los cuales son determinantes
para la biodiversidad y servicios ecosistémicos (Covertino et al., 2007).
Anexo 58: Smith y Pavelsky (2008) utilizaron cinco años de imágenes de espectroradiometría
de resolución moderada (modis) de la nasa, para estudiar un tramo de 316 km del río Lena en
Siberia, a fin de predecir el comportamiento de los flujos y la propagación de ondas de avenida
en una estación de aforo distante 700km aguas abajo del área de estudio. El estudio correlaciona
las variaciones en el ancho efectivo del río (promediado por tramos) observadas desde el satélite
y analizadas mediante el programa «RivWidth», con las descargas medidas en tierra. Utilizando
la ecuación exponencial de geometría hidráulica para ancho y descarga («en una estación»), los
autores determinaron los valores del exponente «b» de la ecuación y construyeron las curvas
correspondientes para ancho y descarga, en tramos morfológicamente distintos. Posteriormente
compararon los resultados de la zona en estudio con las descargas registradas en una estación
de aforo distante 700km aguas abajo, encontrando una excelente correlación para un tiempo
de retardo de 8 días. La distancia y el retardo permitieron estimar una velocidad promedio de
flujos (0,97 m/s), que resultó consistente con las mediciones de terreno. El estudio demuestra
que los anchos efectivos percibidos desde el satélite (con imágenes de mediana resolución) se
correlacionan bien con las descargas, por lo que se podrían usar para predecir descargas y velo-
cidades de propagación de ondas de avenida, particularmente en zonas alejadas donde no haya
redes fluviométricas. Adicionalmente, se determinó que las curvas de ancho efectivo–descarga y el
exponente «b», determinados mediante satélite, tienden a converger para tramos mayores que 60-
90km (aproximadamente, dos a tres veces el ancho de las planicies inundables del río Lena). Esto
último es importante puesto que facilita la aplicación de estas curvas homogeneizadas para tramos
amplios, haciéndolas transferibles entre distintas localidades de un mismo tramo.
Según Smith y Pavelsky (op. cit.), para aplicar la geometría hidráulica utilizando datos de
percepción remota, ésta requiere de una puesta al día que incorpore una variable bidimensional
que le permita reconocer la superficie planimétrica del río, puesto que esa es la información que
entrega la imágen. Por otra parte, los autores afirman que en el futuro las limitaciones de la geome-
302
anexos
Anexo 60: swot (Surface Water Ocean Topography) es una misión espacial de carácter cien-
tífico propuesta por la Nasa y el Cnes (agencia espacial francesa). La misión swot combina los
propósitos de WaTER (Water and Terrestrial Elevation Recovery) con misiones de catastro de
la hidrósfera, a fin de abordar los objetivos de ambas: caracterizar la hidrología terrestre y la
oceanografía. swot entregará mediciones de las áreas inundadas, elevación de las aguas, su incli-
nación y los cambios en el tiempo. Los datos se integrarán a través de modelos hidrodinámicos
para determinar la distribución espacial y temporal de las aguas superficiales en acopios y canales,
significativas para un balance global de las aguas. Los datos provendrán de radares de apertura
sintética cuyas imágenes se procesarán mediante interferometría: el interferómetro de banda Ka
(0,8cm) de Radar (KaRIN). Este es un sistema de barrido amplio (Wide Swath), de 120 km, que
ofrece resoluciones de 10 a 70m y 50cm de elevación, con un ciclo de repetición de 10 días, aun-
que su órbita aún no ha sido definida. Se espera lograr una cobertura espacial completa del globo
terráqueo. Está previsto lanzar swot en los años 2013 a 2016 (Durand et al., 2008).
Anexo 63: Por razones de costo no siempre es viable desarrollar balances de flujos y sedimen-
tos para toda una cuenca. Según Shields et al. (2003), lo que corresponde en estos casos es definir
un dominio de análisis relevante para el proyecto, menor que toda la cuenca pero ciertamente más
amplio que el tramo a tratar. Y definir también los niveles de dinamismo morfológico que constitu-
yen «inestabilidad», aunque sea de manera utilitaria, a fin de poder evaluarla dentro del dominio.
303
anexos
Desde este enfoque utilitario, un tramo es inestable cuando el cambio morfológico (por erosión
o deposición) es lo suficientemente rápido como para causar alarma pública, o bien demanda un
mantenimiento excesivo. Desde la perspectiva científica, el río es inestable si presenta cambios
morfológicos a consecuencia de cambios en su suministro o exportación de agua y/o sedimentos.
Esto significa que el canal podría ser altamente dinámico pero considerarse geomorfológicamen-
te estable (en equilibrio dinámico) si mantiene cacterísticas morfológicas (promediadas) a largo
plazo (10 años o más). Este canal en equilibrio dinámico podría presentar tasas relativamente
altas de migración lateral y mantener un ecosistema saludable, pero amenazar la propiedad y la
seguridad de las personas: cada proyecto debe definir explícitamente qué es «cambio aceptable»,
y fundamentarlo claramente (Shields et al., 2003).
Anexo 64: La mayor parte de los registros hidrológicos sistemáticos disponibles en el mundo
son breves (muy pocos cubren más de un siglo) y puesto que las grandes inundaciones son poco
frecuentes, estos registros incluyen pocos eventos de gran magnitud. Adicionalmente, las grandes
inundaciones son difíciles de registrar ya que suelen superar la capacidad de las instalaciones
hidrométricas (Benito et al., 2008). Por otra parte, las recientes inundaciones catastróficas en
Europa, particularmente durante el año 1993, han puesto de relieve la necesidad de obtener datos
hidrológicos de largo plazo que incluyan grandes eventos en las series hidrológicas disponibles.
Las nuevas técnicas para determinación de paloinundaciones proporcionan información respecto
de los eventos extremos ocurridos 100 a 10.000 años atrás, esos datos pueden usarse en combina-
ción con datos históricos y mediciones hidrológicas contemporáneas (Benito et al., 2004). Tradi-
cionalmente, para estimar las descargas asociadas a períodos de retorno mayores que los registros
hidrológicos era necesario extrapolar los datos disponibles, lo cual podría arrojar errores de hasta
un 100%. Sin embargo, la información respecto de las inundaciones del pasado puede obtenerse
también desde fuentes no sistemáticas, tales como registros históricos basados en documentos y
crónicas, o en las marcas de inundaciones en puentes y edificios. También es posible recostruir las
grandes inundaciones del pasado a partir de los registros de la paleohidrología, una nueva rama
de la hidrología y geomorfología basada en indicadores geológicos. La técnica más frecuente en
paleohidrología es el análisis de los depósitos de sedimentos que las inundaciones dejan en los
remansos de los ríos (slackwater flood deposits). Estos depósitos indican el nivel alcanzado por las
aguas y en depósitos bien conservados el número de inundaciones en el perfil sedimentario revela
la frecuencia de los eventos (Benito et al. 2008). Otras evidencias pueden encontrarse en las líneas
de limo (silt lines) y líneas de erosión a lo largo de los canales, en las terrazas fluviales y en paredes
de los valles. Aunque estas técnicas toman tiempo, en ocasiones han permitido reconstruir series
hidrológicas completas que incluyen los mayores eventos y también la magnitud y frecuencia de
las paleoinundaciones intermedias (Benito et al, 2004). Las inundaciones del pasado permiten es-
tablecer relaciones entre los caudales y los cambios climáticos del pasado, las cuales son útiles para
predecir los efectos de los distintos escenarios de cambio climático a futuro (Benito et al., 2008).
Anexo 65: Además de los grandes eventos hidrológicos, también es interesante conocer la
evolución morfológica de los canales en el pasado. En localidades habitadas es posible obtener
evidencia de lo que fueron los canales a partir de registros históricos: documentos, notas de estu-
dios de campo, mapas y viejas fotografías, pueden ser útiles. Al usar este material es importante
considerar el nivel de precisión de los mapas y levantamientos de la época (Charlton, 2008: 162).
Por otra parte, en la superficie de las planas es posible encontrar evidencias de los paleocanales
más recientes, aunque estos suelen estar incompletos o parcialmente rellenados con sedimentos.
Mediante fotografía aérea o imágenes satelitales es posible detectar cicatrices de los antiguos
meandros. Los paleocanales más antiguos yacen bajo la superficie, ocultos por sedimentos más
recientes. Todo un registro de los cambios en el ambiente fluvial se encuentra preservado en los
depósitos de sedimento de las planas y terrazas fluviales. Ocasionalmente algunas secciones de este
registo quedan expuestas cuando el río erosiona las planas al migrar, o bien cuando hace incisión
y expone un perfil sedimentario. El estudio cuidadoso de estos perfiles y rasgos permite reconstruir
los regímenes de flujo y sedimento del pasado. Los antiguos rasgos del substrato y el estudio de
la posición y tallas de los sedimentos permiten inferir la dirección y potencia de los flujos, o si
304
anexos
acaso el canal era dominado por los sólidos de fondo o en suspensión, etc. La morfología de los
paleocanales permite estimar las condiciones de flujo que los originaron, aplicando las relaciones
empíricas conocidas entre flujos y formas. Por ejemplo, es posible estimar las descargas a sección
llena a partir de la longitud de onda meándrica de un paleocanal (Charlton, 2008: 165).
305
anexos
Anexo 68: Los cambios en el paisaje suelen hacer que partes de una hoya busquen nuevas for-
mas de equilibrio, produciendo erosión acelerada de suelos, desmoronamientos, y aumento de los
aportes de sedimentos desde las zonas de altura (McNamara et al., 2006). La erosión acelerada de
suelos (más rápida que la formación de suelos) conlleva una pérdida de fertilidad. El nuevo suelo se
produce a razón de solo algunos milímetros por centuria, en circunstancias que una sola tormen-
ta puede remover varios centímetros de un suelo vulnerable y expuesto (Woodward and Foster,
1997). En ambientes secos la erosión por cárcavas contribuye en promedio un 50 por ciento de la
producción total de sedimentos (Poesen et al., 2002). La erosión de los suelos es un proceso natural
y bajo la vegetación natural suele existir un equilibrio entre las tasas de remoción y las tasas de
formación de suelos. Sin embargo, los cambios en el uso de suelos tales como la deforestación de
laderas y otras alteraciones a la cubierta vegetal, pueden incrementar dramáticamente las tasas de
erosión. Las capas superiores del suelo son las que le otorgan cohesividad, puesto que contienen
más materia orgánica. También son las más permeables y es por eso que su remoción aumenta
los escurrimientos superficiales, que a su vez exacerban el proceso erosivo (Woodward and Foster,
1997). La erosión acelerada de suelos es uno de los grandes problemas ambientales a escala global,
según McNamara et al. (2006), entre los objetivos de manejo de cuencas para propósitos multiples
es necesario incluir (1) identificar las localidades particularmente sensitivas a los deslizamientos y
erosión por flujo superficial, y (2) comprender los efectos de las actividades humanas sobre estos
procesos. Antes de tomar ninguna decisión de manejo de suelos, se deben comprender cuales son
los procesos dominantes en la formación del paisaje (McNamara et al., 2006).
Monitorear las tasas de erosión directamente es caro y no es sencillo. Las técnicas tradi-
cionales consisten en capturar, medir y extrapolar las cantidades de suelo erosionadas desde un
área conocida, durante un período de tiempo. Alternativamente se instalan estacas graduadas
para leer en ellas las variaciones del nivel del suelo y estimar volúmenes de erosión. El monitoreo
contínuo de los procesos de erosión activos, está más allá de las posibilidades y recursos de mu-
chas investigaciones. Sin embargo, el paisaje ofrece claves que indicarían cuales son los procesos
erosivos activos, simplemente a través de su forma geomórfica. Los cambios espaciales en las
formas demarcarían umbrales geomórficos que separan los distintos mecanismos erosionales, tales
como límites entre áreas dominadas por erosión difusiva (ej. impacto de lluvias, y otras formas de
erosión no canalizada), y la erosión incisiva que conduce hacia la canalización (McNamara et al.,
op. cit.). También es posible identificar rasgos o unidades del paisaje que se encuentran cercanos o
han alcanzado umbrales geomórficos, simplemente analizando las formas del paisaje. Por ejemplo
la cabecera de un canal fluvial ocurre en un umbral geomórfico entre los procesos de erosión
predominantemente difusivos y predominantemente incisivos o algo más abajo. Este es un punto
crítico en el cual ocurre una transición en el modo de transferencia de masa y energía al interior de
la cuenca. Las cabeceras de canales son particularmente suceptibles a los cambios de uso de suelo
que alteran los procesos de erosión superficial y deslizamientos (McNamara et al., 2006).
Los sistemas de información geográfica (GIS) ofrecen herramientas útiles para derivar índices
relacionados con formas geomórficas y procesos a partir de modelos digitales 3D (DEM), com-
plementarios con los datos de campo (McNamara et al., op. cit). Mediante modelos de elevación
digitales (DEM) es posible desarrollar estimaciones volumétricas a partir de fotografía aérea, usan-
do técnicas fotogramétricas; o de altimetría láser (Charlton, 2008: 50). A la escala de las cuencas,
las tasas de erosión pueden inferirse también a partir de las concentraciones de sedimentos en
suspensión y las descargas medidas a la salida de las cuencas. Alternativamente, estudios en lagos
y embalses pueden arrojar estimaciones de los depósitos de sedimentos en ellos, para un período
de tiempo. Existen diversos modelos y simuladores que facilitan la tarea de obtener una imagen
de los procesos erosivos en la cuenca. El «Universal Soil Loss Equation» (usle) es un modelo
empírico asociado a una extensa base de datos desarrollada a partir de los años 50, aunque la re-
solución espacial y temporal de este modelo no es fina. Entre los modelos físicamente basados más
sofisticados cabe mencionar el «US Water Erosion Prediction Project» (wepp) y el «European Soil
Erosion Model» (eurosem). Ambos son modelos espacialmente distribuidos capaces de simular
las transferencias de aguas y de sedimentos en períodos breves, y también los cambios en volumen
de suelos y biomasa (Charlton, 2008: 51).
306
anexos
Anexo 69: En Sudáfrica, la introducción de especies ribereñas exóticas tales como el eucalipto
australiano, han creado problemas a causa de su elevado consumo de agua. Desde que comenzó el
programa «Trabajando para el Agua» (Working for water) en 1995, más de un millón de hectáreas
de esta invasiva especie exótica han sido despejadas. Si éstas no hubiesen sido removidas, el 30%
de los escurrimientos superficiales en los ríos se habría perdido en los próximos 20 años y el 74%
dentro de los próximos 20 a 40 años. El programa ha sido altamente exitoso en restaurar las condi-
ciones de flujo en los ríos y ha creado gran número de empleos (Charlton, 2008: 192).
Anexo 70: Los vertidos contaminantes son difíciles de controlar puesto que el río desplaza
y diluye cualquier vertido rápidamente, de manera que una muestra de agua tomada en el lugar
algunos minutos después del evento podría no detectar siquiera trazas de contaminación. Quizás
la única manera eficaz de detectar vertidos contaminantes en agua corriente es monitoreando la
condición de la biota inmediatamente aguas abajo de los desagües: en la «pluma» de los riles.
Cualquier vertido contaminante significativo y/o sostenido afectará las comunidades de organis-
mos en las inmediaciones, lo cual se reflejará en una muestra de esa comunidad, si es que se dispo-
ne de una línea base para comparar. Esto se conoce como biomonitoreo de aguas y para implemen-
tarlo se debe tener un conocimiento acabado de la ecología de las comunidades utilizadas como
indicadores, a fin de no confundir los cambios que éstas puedan sufrir por razones naturales, con
los impactos producidos por la contaminación. Por razones prácticas de sensitividad, abundancia,
diversidad y tamaño de los organismos, se suele utilizar el macrozoobentos como comunidad indi-
cadora (Cummins, 1996). Un buen programa de monitoreo de las aguas incluye variables físicas,
químicas y biológicas (fisrwg, 1998-2001).
Anexo 71: En la hoya del río Murray, la mayor de Australia y muy intervenida, se han reali-
zado múltiples acciones de manejo de caudales para fines ambientales. Grippel (2003) ha revisado
los efectos de diecinueve proyectos que incluyen aportes artificiales de agua a humedales, aumento
artificial de inundaciones, liberación de flujos variables, liberación de flujos altos para eliminar
el desarrollo excesivo de las algas (bloom), rebajes de las contenciones (weirs) en los canales, y
aperturas de compuertas para permitir el paso de los peces. El autor concluye que (a) los proyectos
se implementaron en base a evidencia científica y pueden redundar en beneficios para la «salud»
del río; (b) aunque los esfuerzos han sido solo recientes y de carácter local, aparentemente han
favorecido los ecosistemas; (c) ciertas iniciativas locales, tales como imitar los regímenes naturales
de flujo, podrían tener un impacto positivo en el sistema; (d) aún es demasiado pronto para evaluar
los efectos de estos esfiuerzos en el largo plazo y para el sistema en su conjunto (Grippel, 2003).
En el río Mittas (Australia), monitoreos comparados de la fauna fluvial en condiciones de flujos
constante y de flujos pulsantes que siguen la tendencia del régimen natural, produjeron abundante
evidencia respecto del negativo impacto de la regulación sobre la productividad del río y sus co-
munidades de macroinvertebrados (Gordon et al., 2004: 317), y también de la resiliencia de esas
comunidades al reaccionar prontamente a una buena imitación de los regímenes naturales de flujo.
Un experimento interesante y muy documentado han sido las grandes inundaciones artificia-
les en el gran cañón del río Colorado, EE.UU. El flujo en el gran cañón fue regulado en los años
setenta por la construcción del dique Glen Canyon. El régimen original incluía grandes crecidas de
verano y fue profundamente alterado por el manejo de la represa, que cambió los pulsos estacio-
nales por pulsos diarios. La retención de sedimento fino en el embalse llevó a la casi desaparición
de las barras y playas de arena en el río. Sin inundaciones que la controlaran, hubo un avance de
la vegetación exótica sobre el canal. Además, los sedimentos gruesos provenientes de las laderas
del cañón comenzaron a acumularse en el lecho, ya que el flujo regulado no alcanzaba para trans-
portarlo. En 1983 el derretimiento rápido de las nieves obligó a liberar 2750 m2/s de la represa.
Esa inundación restableció sorpresivamente muchas de las playas ribereñas de arena y mejoró el
hábitat fluvial. En vista de esto, en 1996 se liberaron intencionalmente 1270 m3/s durante siete
días, para despejar el lecho y reconstituir las playas de arena. El experimento produjo algunos
cambios ecológicamente beneficiosos y ningún impacto negativo (Gordon et al., 2004: 317). El
objetivo principal era movilizar los sedimentos aportados por los tribituarios no regulados, desde
307
anexos
las barras y redepositarlo en playas ribereñas aguas abajo a medida que se retiraba lentamente
la inundación. Esto se logró y las playas aumentaron, aunque la fuerza de los flujos no alcanzó
para erradicar la vegetación exótica que invade el canal (fisrwg 3-9). Una de las lecciones de
este experimento fue que la mayor parte de los efectos se obtuvieron en las primeras 48 horas del
evento. Aunque los beneficios son difíciles de evaluar y no son permanentes, estas inundaciones
han continuado (Gordon et al., 2004: 317).
Anexo 72: Un caso clásico de restauración pasiva muy bien documentado es la restauración
del río Camp Creeek, en Oregon, EE.UU. A continuación resumiremos el caso, tal como aparece
en Hunter (1991). El arroyo Camp Creeek corre meándrico por una planicie de baja pendiente y
muy erosionable. En 1875 el lugar fue descrito como campos húmedos con zonas de humedales,
ya en 1903 el río y sus tributarios eran cárcavas de hasta cinco y seis metros de profundidad. Esto
habría ocurrido debido a la ganadería, que habría deteriorado la cubierta vegetal, y a una gran
inundación ocurrida en 1889. El canal hizo incisión y arrastró consigo el nivel freático lo cual dejó
sin agua los suelos y la vegetación aledaños; el resultado fue un aumento de los escurrimientos
superficiales y de los sedimentos. La vegetación cambió completamente y se establecieron arbustos
y pastos de secano donde antes hubo una pradera fértil. En 1991, después de cien años de sobre-
pastoreo, en las zonas no restauradas el canal tiene más de 6m de profundidad y 30m de ancho, el
río lleva muy poca agua y la vegetación ribereña es casi nula.
En 1965 se cercó un tramo para excluir el ganado y recuperar la zona ribereña, primero
sembraron gramíneas al interior de los cercos se posteriormente se cercaron otros sectores. Desde
1965 a la fecha, en los sectores ribereños cercados la vegetación ha atrapado sedimentos y el lecho
del río ha subido casi un metro. Actualmente esas planas retienen humedad, asisten en la recarga
de los acuíferos locales y estabilizan el caudal del río. La vegetación ribereña se ha desarrollado
vigorosa, arbustos nativos han sucedido a los primeros pastos, estabilizando las márgenes y estre-
chando el canal. El agua corre ahora más rápido y asea el limo de los sustratos, en los cuales hay
ahora gravas en las que se desarrollan comunidades de insectos acuáticos. En 1991, los investiga-
dores del proyectos confiaban en lograr reintroducir truchas en el río.
Vale la pena señalar que en los años ochenta un administrador impaciente trató de acelerar el
proceso instalando gabiones fuera de los cercos, que supuestamente atraparían más sedimentos: el
río se llevó los gabiones y erosionó los suelos en torno a ellos (Hunter, 1991).
Anexo 73: En 1994, en California, un tramo del río Uvas Creek fue reconstruido como un
meandro al interior de un parque y duró solo tres meses. A pesar de sus riberas reforzadas, fue
arrasado por una inundación no catastrófica, de recurrencia 5 a 6 años. Los diseñadores son
paisajistas que intentaron utilizar el sistema Rosgen para «Diseño de Canales Narurales», y según
Rosgen (2006b) no siguieron los pasos que el sistema prescribe, tales como calcular la competencia
de transporte del nuevo canal. Este caso ilustra todo aquello que no se debe hacer, pero hay otros
casos bien documentados de restauraciones fallidas, y muchos más no documentados porque los
proyectos nunca se monitorearon ni se evaluaron. Las modificaciones en los cauces deben hacerse
con entendimiento cabal de la hidrología y transporte de sedimentos, y de sus implicancias para
la morfología de canales (Sommerville and Pruitt. 2004). Según Shields et al., (2003) los análisis
de sedimentación son críticos y muchos proyectos fallan a causa de la erosión y sedimentación
en el cauce. Soar y Thorne (2001), advierten que el éxito de un proyecto suele medirse por su
comportamiento frente a un solo evento de flujo/transporte. Por otra parte, un canal restaurado
permanecerá estable mientras se mantengan constantes las variables de control en la cuenca, lo
cual significa que la vida útil de un proyecto depende de los cambios de uso del suelo. Siendo así,
el diseñador debiera considerar la trayectoria futura del uso de suelos en la cuenca, y examinar la
sensitividad del canal proyectado frente a esos cambios (Soar and Thorne, 2001).
308
Textos introductorios
D e entre los textos introductorios en idioma inglés, A View of the River, de Luna B. Leopold
(1994) perdurará como un clásico de la disciplina. Escrito con soltura y seguridad, sus pági-
nas nos traen toda la experiencia y conocimiento acumulados en una vida de trabajo, por parte de
una de las personalidades fundadoras de la geomorfología fluvial.
Un excelente texto introductorio, muy accesible y completamente al día es Fundamentals of
Fluvial Geomorphology, de Rosemary (Ro) Charlton (2008). Fundamentals of Fluvial Geomor-
phology es la fuente más citada en este trabajo.
Fluvial Processes in Geomorphology, de Leopold, Wolman and Miller (1964), es quizás el
texto que inaugura la geomorfología fluvial como disciplina especializada. No es un texto de nivel
introductorio pero es accesible y sigue completamente vigente.
El manual de restauración fluvial del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos
de América (USACE) Channel Restoration Design for Meandering Rivers, elaborado por Philip J.
Soar y Colin R. Thorne (2001), aborda casi todos los aspectos de la disciplina en bastante profun-
didad y de manera muy clara. Es un excelente trabajo para consulta más avanzada.
Como texto de geomorfología general, recomendamos Fundamentals of Geomorphology, de Ri-
chard J. Huggett (2003), que pone los procesos fluviales y geomórficos en general, en una perspectiva
evolutiva. Este trabajo fue reeditado en el año 2007, en una versión corregida por su autor.
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Índice temático
Abrasión: 26, 105, 107, 110 a112. Determinismo: 41, 50, 228 a 229.
Acopios: 52, 55 a 57, 65, 213 a 214, 230, 247, 252, Descarga a sección completa: 91 a 93, 166, 167, 177,
259; de aguas 84 a 90, 97, 99 a 100; de sedimen- 203, 255, 274.
tos 105,106 a 107, 112,115,119 a 120, 125 a126, Descarga formativa: 92 a 93, 255, 274.
157, 167 a 169, 189, 194 a 195. Desplazamientos de masas: 115 a 116, 118, 120, 138,
Acoplamiento: 116, 120 a121, 223, 252. 149, 192, 211, 222.
Acreción: definición 207 a 209; en canales 52, 58, Dispersión intergranular: 152.
60, 61, 211 a 213, 224; en planas 170; en conos y Duna: 153, 160 a 161, 163.
deltas 194 a195; períodos de 213 a 215.
Acreción lateral: 52, 61, 169, 209, 217, 224. Ecología: 63 a 64, 90, 112, 138, 151, 238 a 239, 245,
Ajustes complejos: 23 a 24, 58 a 59, 212 a 213, 230. 256 a 257, 258, 261, 262 a 263, 266, 269, 270 a
Antiduna: 153, 160 a 161, 163. 271, 273.
Atractor: 49 a 50, 229. Eficiencia: de los recorridos 22 a 24, 39 a 41, 52; hi-
Autoorganización: 51 a 53, 229. dráulica 16, 68, 164.
Avulsión: 186, 197; definición 52, 209. Empaquetamiento: 127 a 128, 132.
Azar: 40, 41, 42, 45, 50, 228. Empirismo: 232 a 234, 242, 245, 273 a 275.
Azud: 58, 265. Energía: 17, 20, 42 a 45, 49, 52, 59, 62, 71 a 72,
79 a 81; en meandros 36 a 38; 47 a 48 en perfil
Balance de sedimentos: 125 a 126, 253. longitudinal 45 a 46, 188 a 190; en planas 170 a
Balance hídrico: 81, 89, 100, 252. 171; de los eventos 215 a 217; para recuperación
Barra: 52, 78, 152, 157 a 159, 223; en punta 169, 263 a 264.
173, 179, centrales 183 a 184. Entropía: 43, 48, 49 a 50, 237.
Bordo (levee): artfificial 54, 59 a 60, 269; natural 171 Equilibrio: termodinámico 43, 49 a 50, 230; dinámi-
a 172, 187, 197. co 50, 51, 52, 206 a 207, 208, 226, 227 a 229,
266, 275; en meandros 182 a 183, en trenzados
Cabecera de canal: 17 a 19, 39, 189, 213 a 214, 219; 185, del sedimento en transporte 134 a 135.
tipologías 190 a 191. Erosión: definición 16; acelerada de suelos 56, 113 a
Capacidad de transporte: 121, 128, 156, 193, 199. 114, 116, 213, 260; concentrada 15, 18 a 19, 116,
Cárcava: 114, 188, 213, 214, 215, 260. 213; difusa 15, 18 a 19, 105, 116, 213; lateral 52,
Cascada: 78, 154 a 156, 175, 193. 56, 119, 165, 209, 224, 270; primaria 105, 119,
Catarata: 46. 213; secundaria 105, 116, 119; sub-superficial
Clases: 198. 113, 117, 190.
Clasificaciones: de canales 198 a 204, 250, 252, 254; Estabilidad: 43, 48 a 51, 52, 55, 58, 65, 175, 210,
de canales ramificados 186; de cabeceras 190 a 271, 272 a 273; en roca 175; y clima 214 a 215,
191; de planas 170. 228; evaluación 164, 252 a 253, 261.
Colmatación: 46, 60, 61, 208. Estación de aforo: 102 a103, 247.
Coluvio: 105, 112, 149, 191. Estado del sistema: 50, 51, 225, 228 a 230, 236 a
Condiciones iniciales: 50, 140, 228 a 230. 237.
Conectividad: 55, 64, 65, 121, 123, 193, 252, 256. Estado estacionario: 43, 49 a 51, 228 a 229.
Confinamiento: 47 a 48, 79, 167 a 168, 189, 192,
217, 222. Fallas en riberas: 117 a 119, 216.
Corriente helicoidal secundaria: 82 a 83, 165, 179, Fractal: 23 a 24, 27, 39, 41, 229.
181.
Corredor erosionable: 119, 262 a 263. Geometría hidráulica: 28 a 33, 223, 225, 228, 229,
Corredor fluvial: 263. 233, 234, 242, 274.
Curva de caudales clasificados: 96 a 98. Gotas de lluvia: 15, 43, 84, 113, 116.
Curva de descarga de sedimentos: 124 a 125. Grada: 48, 78, 120, 132, 152, 153, 155 a 157, 159 a
Curva de distribución de tallas: 108 a 109. 160, 162, 175, 193, 224, 264.
Curva de duración de caudal sólido: 125.
Curva de frecuencia-magnitud: 94 a 95. Humedal: 56, 186, 197, 247, 256, 260, 261, 262.
Curva de frecuencia de avenidas: 96, 98.
Curva regional de frecuencia-retorno: 95 a 96. Incisión: 52, 58, 60, 61, 65; atrincheramiento 164;
Curva seno-generada: 37 a 39, 46, 48, 178. formacion de terrazas 173 a174, en roca 189,192;
definición 207 a 209, períodos de 213 a 215, 218.
Denudación sub-aérea: 105, 218, 221. Indeterminación: 39 a 42, 116, 227, 228 a 230, 255.
323
índice temático
Ingeniería: 53 a 55, 57 a 65, 103, 146, 238, 240, 241, Rápidos: 154 a 156, 162, 175, 193, 274.
242, 243, 256 a 257, 259, 261, 264, 265, 267, Red de canales: 20 a 24, 25 a 28, 39, 55.
274 a 275. Reduccionismo: 234 a 235, 237, 242, 243.
Intemperismo: 104 a 107, 110, 119, 121, 213. Régimen de flujos: 56, 60, 61, 78, 87 a 90, 93, 177,
Inundación: 25, 47, 53, 54, 57, 59 a 60, 61, 62 a 63, 186, 214, 221 a 222, 227, 262, 263.
78, 89, 92, 93, 94 a 98, 101 a 103, 136, 164, 167, Régimen sedimentario: 90, 93, 124, 126, 177, 221 a
170, 171 a 174, 186 a 187, 197, 209, 210, 214, 222, 227.
215 a 218, 222, 256, 260, 262, 266, 269; defini- Regolito: 104 a105, 112 a 113, 115.
ción 91. Resiliencia: 50, 210, 213.
Retardo: 86, 87, 89, 99 a 101.
Lago: 46, 53, 60 a 61, 62, 87. Retroalimentación: 50, 51, 182, 228 a 230, 234, 245;
Laguna “en rabo de buey”: 173, 182, 197; laguna definición 211 a 212, 213.
entre bordos 187. Robustez: 48 a 51, 52, 212, 213, 214, 216.
Lodo: 115, 136 a138.
Sensitividad: 49 a 51, 52, 128, 176, 210, 212, 213,
Migración de canales: 79, 119, 149, 169, 197, 205, 214, 216, 217, 221, 225, 245, 247, 253, 254, 255.
214, 220, 222, 256, 262 a 263, 266, 269 a 270, Segregación del sedimento: 105, 108, 110 a 112, 137,
273; en meandros 165, 170, 172 a 173, 177, 181 138 a140, 144, 150, 151 a 153, 154, 155, 159,
a 182, 209, 224; en patrones multiples 184 a 186. 160.
Modelos y modelización: conceptual 197 a 198, 203, Sistema: de canales 24 a 25; definición 24; de laderas
231, 241 a 242; de ajustes 213, 225 a 227, 233, 25; fluvial 24 a 28, 32 a 33, 38, 39 a 42, 43 a 45,
234, 238, 263; de avance aleatorio 24, 39, 40, 41, 45 a 48, 50 a 51, 52; hidráulico 25, 51; hídrico
45; de erosión lateral 119; de procesos 235 a 236, 25, 52, 55 a 56; termodinámico abierto 42 a 45,
242; de transporte 84, 110, 125, 133 a 135, 142 a 49 a 51.
144; de transporte (corroboración) 145 a 146; de Surco: 15, 114, 188, 214.
turbulencia 70, 72, de umbrales de canalización
18 a 19, 44, 188 a 189; de vegetacion 78, lineales Tectónica: 25, 27, 112, 120, 123, 162, 174, 186, 190,
dendríticos 22; evolutivo de patrones 177, 179, 194, 205, 206, 211, 218, 220 a 221, 223.
197 a 198, hidrofluvial 64; numérico del ambiente Teoría de la mínima varianza: 44 a 45, 228, 233, 237,
fluvial 79, 84, 103, 144, 176 a 177, 226, 228 a 241.
229, 236, 237, 242 a 245, 247, 274. Teoría de movilidad igualitaria: 133 a 135, 151 a152.
Teoría de régimen: 232 a 233, 242, 274.
No linealidad: 50, 185, 229, 230, 234, 237, 242. Turbulencia: 42, 47 a 48, 69 a 72, 75 a 76, 77 a 79,
82 a 84, 127, 128, 136, 137, 139, 140, 146, 153,
Ocultamiento: 131, 144, 152. 227, 233; viscosidad de 70, 75 a 77.
Ola de sedimentos: 120 a 121, 152, 156, 184,
Ola estacionaria: 71, 160 a 161. Umbral geomórfico: 48 a 50, 140, 182 a 183, 188,
Onda cinemática: 132, 152 a 153, 154, 159. 209, 212, 213, 216, 226, 229, 238; definición 210
a 211; de erosión y canalización en laderas 17 a
Paisajismo: 270 a 272. 19, 188 a 190, 193, 213, 215, 230, 234; de trans-
Pared ondulante: 161, 175. porte 132 a 133, 135, 142, 143, 144, 145, 149,
Perfil longitudinal: 45 a 46, 188 a 190, 112, 218 a 156, 159, 183 a 184; entre mezclas y arenas 112,
221. 197; entre patrones 176 a 177, 225; entre clases
Perfil de velocidades: 74 a 76. naturales 198.
Periodicidad: 41, 82 a 83,149, 153, 154 a 156, 159 a
160, 161, 163, 174, 179, 193. Valle: 15, 17, 19 a 20, 116, 149,150, 189, 214, 215,
Pesca: 270 a 271. 222.
Poza: 47, 116, 148, 153, 155 a 156, 159, 162, 179. Varianza: 32, 41, 237.
Propiedades emergentes: 229 a 230, 236 a 237, 244. Vegetación: acuática 58, 78, 151, 184, 222, 262; cu-
bierta vegetal 19, 25, 55 a 56, 57, 86, 87, 114,
Quiebre en el substrato (knickpoint): 52, 58, 162, 123, 213, 214, 215; ribereña 51, 56, 78, 117, 151,
207, 209, 218. 184, 214, 217, 222 a 223, 262, 263, 264, 266 a
Química de aguas: 26, 62, 64, 112, 138, 261. 269.
Rabión: 47 a 48, 78, 83, 84, 132, 152 a 153, 158 a Zonificación del sistema fluvial: 26, 121, 129.
160, 162, 205, 264.
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Santiago de Chile, septiembre de 2010
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impacto medioambiental, pues ocupa estrictamente el
papel necesario para su producción, y se aplicaron altos
estándares para la gestión y reciclaje de desechos en toda
la cadena de producción.