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MIERCOLES 1 DE NOVIEMBRE DE 2023
                                                  TODOS LOS SANTOS DEL CIELO: SOLEMNIDAD.
                                                  Este día se celebran a todos los millones de personas que han llegado al cielo,
                                                  aunque sean desconocidos para nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo,
                                                  algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como
                                                  ejemplos de vida cristiana. La comunión de los santos, significa que ellos participan
                                                  activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la
                                                  transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no
                                                  dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los
                                                 santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder
                                                 por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana. Su
                                                 intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles
                                                 que intercedan por nosotros y por el mundo entero. Este día es una oportunidad
                                                 que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad.
                                                 Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino
                                                 simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por
                                                 amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de
                                                 que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el
                                                 desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones. Los
                                                 católicos distinguimos tres categorías de culto: Latría o Adoración: Latría viene del
                                                 griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de
                                                 adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios. - Dulía o
Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los
ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos.
Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a
Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen,
sino a lo que representa. - Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto
a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la
oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.
                                                 LITURGIA DE LA PALABRA
                                                  Vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran
                                                  individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y
                                                  lenguas.
                                           Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 7, 2-4. 9-14
                                           Yo, Juan, vi a un ángel que venía del oriente. Traía consigo el sello del
                                           Dios vivo y gritaba con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados
                                           de hacer daño a la tierra y al mar. Les dijo: "¡No hagan daño a la tierra,
                                           ni al mar, ni a los árboles, hasta que terminemos de marcar con el sello
                                           la frente de los servidores de nuestro Dios!".
                                           Y pude oír el número de los que habían sido marcados: eran ciento
                                           cuarenta y cuatro mil, procedentes de todas las tribus de Israel.
Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas,
de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una
túnica blanca; llevaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: "La salvación viene de nuestro
Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero".
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron
rostro en tierra delante del trono y adoraron a Dios, diciendo: "Amén. La alabanza, la gloria, la sabiduría, la
acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza, se le deben para siempre a nuestro Dios".
Entonces uno de los ancianos me preguntó: "¿Quiénes son y de dónde han venido los que llevan la túnica
blanca?". Yo le respondí: "Señor mío, tú eres quien lo sabe". Entonces él me dijo: "Son los que han pasado por
la gran tribulación y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
                                                         Iglesia San José
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                                        Del salmo 23
                                        R/. Ésta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
                                        Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan,
                                        pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos. R/.
                                        ¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto
                                        santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso. R/.
                                        Ése obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Ésta
                                        es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob. R/.
                                        Veremos a Dios tal cual es.
                                        De la primera carta del apóstol san Juan: 3, 1-3
                                        Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos
                                        llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce,
                                        es porque tampoco lo ha reconocido a él.
                                        Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado
                                        cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a
                                        ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
                                        Todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo
                                        para ser tan puro como él.
                                        Palabra de Dios.
                                        Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN Mt 11, 28
R/. Aleluya, aleluya.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio, dice el Señor.
R/.
                                              Alégrense y salten de contento, porque su premio será
                                              grande en los cielos.
                                                  Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 1-12
                                                  En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió
                                                  al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos.
                                                  Enseguida comenzó a enseñarles, y les dijo: "Dichosos los
                                                  pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos
los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán
misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque
se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de
los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa
mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
REFLEXIÓN: Una de las verdades más consoladoras de nuestra fe es la “comunión de los santos”, o sea, la unión
misteriosa que existe entre ellos y nosotros, entre la Iglesia de los bienaventurados del cielo y la Iglesia peregrina en la
tierra. Son personas que han tenido los mismos oficios y las mismas dificultades y tentaciones que nosotros, que han
seguido a Cristo, viviendo su Evangelio, y ahora gozan de la plenitud de la vida en Dios. Entre ellos, están la Virgen María
y los santos más importantes y conocidos, los patronos de la diócesis o de la ciudad o de la parroquia, los fundadores de
comunidades religiosas. Otros, la mayoría, nos son desconocidos, pero han tenido el mérito de una fe sufrida y humilde,
y ahora gozan de Dios. Entre ellos, seguramente, familiares y conocidos nuestros.
                                                     Iglesia San José