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Pequeños Combatientes Wypracowanie

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El espíritu «combatiente» en un cuerpo «pequeño»: revisión de las

muestras de la dualidad niña-revolucionaria en la novela Pequeños


combatientes (2013) de Raquel Robles.

En los años 70 del siglo XX, Argentina vivió un periodo marcado por una intensa
agitación política y social que influyó profundamente en su ámbito literario. Durante esta
década, el país sufrió una serie de gobiernos inestables, golpes de estado y dictaduras militares,
siendo la más significativa la instauración del Proceso de Reorganización Nacional en 1976.
Esta dictadura estuvo caracterizada por la represión, la censura y la violación sistemática de
los derechos humanos, incluyendo desapariciones forzadas y persecuciones a opositores
políticos. La literatura de esta época refleja la convulsa realidad argentina, con escritores
comprometidos que utilizaron su obra como medio de denuncia y resistencia. La censura y el
exilio también afectaron a muchos autores, influyendo en sus temáticas y estilos, y
contribuyendo a una literatura cargada de simbolismo y crítica social. No obstante, en toda esta
creación literaria marcada por las represiones existe también una gran variedad de obras
autobiográficas entre las cuales

se destaca el corpus de textos escritos por hijos e hijas de militantes de los años 70 en los que
se recupera la memoria sobre el pasado reciente desde su perspectiva a través de la composición
de relatos que indagan lo traumático inscripto en sus propias biografías al tiempo que buscan
intervenir en la trama de discursos sociales sobre la violencia de Estado (Cobas Carral, 2023,
p. 2).

En el presente trabajo analizaremos las muestras de la dualidad entre las dos


«personalidades» de la protagonista de Pequeños combatientes (2013) de Raquel Robles que
abarcan una mente «combatiente» en un cuerpo «pequeño». Para ello, recurriremos a bases
teóricas relacionadas tanto con la etapa infantil dentro del periodo marcado por una dictadura,
como al concepto de memoria y fantasía infantiles. Nuestro objetivo es resolver la duda si en
los tiempos traumatizados por una experiencia dictatorial, hay suficiente espacio para la
imaginación infantil.
Raquel Robles nació en 1971 en Santa Fe, Argentina. Sus padres, Flora Celia Pasatir y
Gastón Robles, fueron desaparecidos el 5 de abril de 1976 por militar en la agrupación
Montoneros, organización político-militar de ideología peronista. En su novela Pequeños
combatientes (2013), Robles

reconfigura el recuerdo a través de la presentación de una narradora niña que, desde una mirada
retrospectiva, cuenta el pasaje de la niñez a la adolescencia, pasaje que implica una toma de
conciencia en torno a la desaparición de los padres (Cobas Carral, 2023, p. 2).

Durante toda la novela, el lector presencia el comportamiento de la pequeña


protagonista y su hermanito que habían sido encerrados en una «orfandad suspendida» (Basile,
2016) cuando ocurrió «Lo Peor» (Robles, 2013).

Durante los seis años en que transcurre la temporalidad en Pequeños combatientes asistimos al
pasaje entre la niñez y el inicio de la adolescencia de la narradora, entre la fábula sobre el
destino de los padres y la asunción de su muerte, entre el «mientras tanto» y el «siempre» de
un orden familiar roto por la violencia de estado (Cobas Carral, 2023, p. 9).

Para empezar nuestro análisis hemos de centrarnos en los aspectos y momentos en los
que la pequeña Raquel se comporta como una combatiente. Dado que el hermano de Raquel,
Mariano, al que Robles le dedica su novela, durante el tiempo narrativo es demasiado pequeño
para presentar comportamientos destacables para un combatiente pequeño, basaremos el
presente trabajo, sobre todo, en el personaje de la niña. A pesar de ello, consideramos dignos
de mención que Mariano ha sido, como lo denomina la propia autora, «el único compañero en
la guerra popular prolongada de mi infancia» (Robles, 2013, p.7).
Como acentúa Andrea Cobas Carral, «la narradora y su hermanito componen en la
novela una dupla entrañable, una minúscula célula militante siempre a la espera del retorno de
los padres y del contacto con los “compañeros” que les indiquen cómo entrar en acción» (2023,
p. 3). Resulta verdaderamente sorprendente la manera en la que una niña de tan pocos años
adopta los comportamientos propios del mundo adultista. Según lo que afirma Laura Fandiño

[...] los saberes que poseen estos hijos durante la infancia en dictadura en torno a la situación
política nacional y específicamente familiar revelan una gramática filial donde los hijos de los
revolucionarios no se encuentran al margen de la formación ideológica del grupo de pertenencia
(2016, p. 44).
Por ende, podemos asumir que los protagonistas de Pequeños combatientes desde la
más temprana edad han sido criados en la ideología peronista y que los padres les habían
inculcado, especialmente a Raquel, el amor a la idea del compañerismo. No obstante, hemos
de mencionar que después de la desaparición de los padres, esa infancia fue «destrozada entre
el combate, la clandestinidad y la desaparición» (Cobas Carral, 2023, p. 2). Los niños tuvieron
que adaptarse a la nueva realidad en las que les había tocado seguir viviendo. Las abuelas y los
tíos se los han llevado a vivir consigo, pero el espíritu combatiente no ha desaparecido de las
mentes de los protagonistas.

La niña, decidida a seguir con su estrategia de combate luego del secuestro de los padres, elige
el más estricto camuflaje: para resistir, para esperar el momento justo para la acción, hay que
simular ser una civil y, mientras tanto, guardar las informaciones que recoge para pasarlas,
llegado el momento, a los compañeros de la Conducción (Cobas Carral, 2023, p. 4).

Una de las abuelas con la que vivían los niños, la abuela judía, le cuenta a Raquel en
muchas ocasiones hechos relacionados con la historia de los judíos. A raíz de esos cuentos, la
pequeña desarrolla y fortalece en su mente el deseo de contribuir activamente a la causa por la
que habían secuestrado a sus padres.

La imagen de esos niños cargados de armas, arriesgando su vida en mitad de la noche, me


llenaba de orgullo y de envidia. Qué no hubiera dado yo por ser útil en el Proceso
Revolucionario, en lugar de estar masticando paciencia, esperando que se aclarara qué era lo
que tenía que hacer (Robles, 2013, p. 13).

Raquel practica mucho las técnicas de camuflaje y disimulación con la esperanza de


poder emplear en el futuro esas herramientas útiles para la clandestinidad. Se entrena frente a
un espejo para aprender a disimular sus sentimientos en el caso de ser atrapada o descubierta
como la «compañera» que se siente.

Durante horas practicaba frente al espejo. Pensaba en cosas feas (piernas y brazos rotos) o en
cosas increíblemente tristes (me acordaba de mi casa, mis conejos, mis perros [...], la cama de
mi mamá y mi papá calentita cuando me metía a la mañana entre ellos dos), y mientras por
dentro sentía toda clase de cosas, mi cara se conservaba exactamente igual frente al espejo. Era
toda una artista ( p. 37).
Además, la protagonista trata de convencer a otros niños de las ideas revolucionarias.
Cuando su prima elige una muñeca como regalo para su cumpleaños, a Raquel se le activa ese
«modo de niña adulta» y enseguida empieza con el cuento revolucionario.

Yo le quise explicar que las posesiones materiales eran un peso innecesario y además no tenían
sentido si no podían tenerlas todos, pero ella estaba muy atrás en su nivel de conciencia: “Si
todos tuvieran una muñeca como la mía, mi muñeca no sería especial”. Traté de hacerle
entender, pero no hubo caso. “No se trata de que todos tengan la misma muñeca que vos, sino
que todos puedan tenerla”, le dije (p. 70).

La protagonista de Pequeños combatientes intenta con todas sus fuerzas convencer a su


prima de las ideas que a ella le hacían tanta ilusión, pero fracasa en sus intentos. A pesar de
ello, Raquel nunca deja de lado su «parte infantil». Como subraya Victoria Deona (2015), «[...]
en la vida cotidiana de la narradora, todo el tiempo se están filtrando los preceptos y las
consignas revolucionarias con la fantasía de los libros que lee» (p. 180) . Los protagonistas se
encuentran en una especie de «burbuja de inconsciencia» bajo la que tratan de mantenerlos los
miembros de la familia con la que viven en aquel entonces. De ahí que, son precisamente los
libros que forman para la pequeña la fuente de conocimientos sobre el mundo real. Robles en
su novela menciona dos libros: uno, sobre la Segunda Guerra Mundial y otro, que constituye
un conjunto de cuentos infantiles que su madre le leía antes de dormir.
La protagonista necesita mucho la validación de sus emociones por parte de adultos,
pero ellos queriendo ayudarla, le hacen sentir que sus sentimientos no son importantes. Solo a
partir de la aparición de la amiga de sus padres, los niños pueden finalmente sentir la sensación
de estar bajo el cuidado emocional.

Todos los fines de semana nos íbamos con la amiga de mi papá y mi mamá. Desde que había
aparecido -o reaparecido- los viernes nos pasaba a buscar después de la escuela y nos llevaba a
su casa. Cada domingo antes de volver a la casa de los tíos, hacía algo que era muy
desacostumbrado en mí pero a lo que me había aficionado: me quejaba. Pasaba revista a todos
los que extrañaba, empezando por mi mamá y mi papá, hasta mis conejos y mis perros, pasando
por mi maestra del jardín de infantes que se llamaba Mona. Ella me consolaba y nunca me pedía
que parara ni que pensara en otra cosa (Robles, 2013, p. 62).

La amiga de los padres es para los niños una figura que integra los rasgos propiamente
parentales. Cuando la niña le menciona que echa de menos el libro de cuentos que se había
quedado en la casa de los Robles, la joven trata de «[...] llevar un poco de consuelo a esos niños
que combaten, sobre todo, contra el silencio y el no saber» (Cobas Carral, 2023, p. 7) y sin
prometer nada, consigue recuperar el mencionado libro. Como sostiene Anrea Cobas Carral,
«la presencia de la joven abre también un espacio para que la niña pueda salirse, aunque sea un
poco, de su papel de experta en camuflajes» (p. 6).

El libro encarna una porción de la cotidianeidad perdida, sintetiza un momento de encuentro


entre niños y madre en la escena de lectura compartida y evoca para los niños aquel orden
familiar ya para siempre también desaparecido. La reacción de los niños ante el libro es distinta:
mientras el hermanito lo golpea hasta que le duelen las manos concentrando en el libro toda la
furia por la desaparición, la niña llora por primera vez con un llanto que es, en cierto modo,
liberador ( p. 6).

A raíz de los cuentos infantiles y su imaginación que trata de ajustar los conocimientos
lógicos a su visión del mundo, la protagonista tiende mucho a «elaborar teorías fantasiosas»
(Robles, 2013, p. 26). Sirva de ejemplo la nueva religión que inventa junto con su hermanito:
el culto a la Naturaleza. No obstante, la novela está repleta de muestras de «[...] una fantasía
que permite digerir la experiencia de la pérdida» (Cobas Carral, 2023, p. 4). La niña fantasea
con ser científica y poder contribuir a la búsqueda de personas desaparecidas.

Inventaría un detector ultrasónico de personas y con sólo meter en el aparato cualquier prenda
que hubiera estado en contacto con la persona perdida, en una pantalla aparecería su ubicación.
También inventaría un arma detenedora del tiempo, que dejaría al enemigo petrificado cada vez
que viniera a atacar y los revolucionarios podrían escaparse tranquilamente, hasta podrían hacer
una valija mientras los soldados veían todo moviendo sólo los ojos pero sin poder mover un
músculo. (...) No habría Revolución en el mundo que se pudiera perder usando mis inventos
(Robles, 2013, pp. 32-33).

Por otro lado, la niña se imagina que su madre aparece después del secuestro con una
amnesia como resultado del maltrato físico.

A mi mamá siempre le había gustado mi pelo [...]. Si le habían roto las piernas y los brazos y
había quedado tirada en un bosque, a lo mejor la había rescatado algún guardaparques y había
perdido la memoria [...]. Yo sabía que si me veía el pelo se iba a dar cuenta de que era igualito
al suyo y eso le iba a provocar una corriente imparable de recuerdos (p. 58).
Hay también un momento en la historia que nos narra Robles en el que la fantasía se
une con el combate, porque la pequeña tiene que escribir una redacción sobre su familia como
una tarea de la escuela. Dado que no puede contar la verdad sobre sus padres, se sirve de su
creatividad e inventa la realidad oportuna para los tiempos socio-políticos en los que vive.

También conté con bastante detalle la parte en que sentíamos el sonido del auto de mi padre en
la puerta de mi casa y salíamos todos a abrazarlo. Eso fue un poco arriesgado, porque los tíos
no tenían auto, pero me pareció que quedaba lindo (p. 38).

En conclusión, a lo largo de toda la obra se puede observar claramente la unión de dos


personalidades de la protagonista: una niña “pequeña” con imaginación radiante y una joven
“combatiente” consciente de la situación política en el país y el mundo, pero también que aspira
a contribuir a la causa de los revolucionistas. Tanto la primera como la segunda han aprendido
a convivir en el mismo cuerpo. Para la protagonista de Pequeños combatientes vivir las
experiencias propiamente infantiles en una realidad perturbada por el peligro de ser detenida
o, en el caso de los más pequeños, mandada a «la cárcel para niños» (Robles, 2013, p. 11) como
la niña le llama al orfanato, no es ningún obstáculo para dar rienda suelta a la imaginación.

Referencias bibliográficas

Basile, T. (23 de julio de 2016). La orfandad suspendida: la narrativa de Félix Bruzzone.


CELEHIS-Revista del Centro de Letras Hispanoamericanas. 32, 141-169. Recuperado de
https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/celehis/article/view/1970/1966

Cobas Carral, A. (14 de agosto de 2023). Entre las armas y las letras: niñez y militancia
en Pequeños combatientes de Raquel Robles. Signo, 48(92), 53-63.
https://doi.org/10.17058/signo.v48i92.18194

Fandiño, L. (2007). Acomodar la vida sobre esa arena tan movediza. La memoria de
los hijos en la literatura de Argentina y Chile. UNC.
Robles, R. (2013). Pequeños combatientes. Alfaguara.

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