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Contrato de Consumo

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CONTRATOS DE CONSUMO

1.- Las relaciones de consumo


La Ley de Defensa del Consumidor Nº 24.240 (modif. por ley 26.361), define a las
relaciones de consumo en su artículo 3º al señalar que éstas son el vínculo jurídico
entre el proveedor y el consumidor o usuario. A su vez, esta definición es replicada en
el Código Civil y Comercial en su artículo 1092.
Esta necesidad de catalogar y definir a las relaciones de consumo surge de la
finalidad protectoria que tiene el derecho del consumo.
La finalidad protectoria, lo que persigue es la imposición de una serie de
obligaciones irrenunciables a los proveedores (deber de información, de seguridad,
garantías, etc.), así como también mediante la restricción de la capacidad del
consumidor para algunos actos (por ejemplo manifestar que acepta los efectos de una
cláusula manifiestamente abusiva) y la creación de presunciones e imperativos legales
(aplicación de la norma más favorable, etc.).
Por lo tanto, una regulación efectiva y protectora de los consumidores debe ser una
meta a seguir por el Estado, en tanto esto conlleva beneficios al conjunto, además de
cumplir con la función propia del derecho de proteger a los más débiles.
Ambas funciones han sido consagradas en la Constitución Nacional, en cuanto el
artículo 42 refiere a la protección de los consumidores en el ámbito de las relaciones
de consumo; de modo tal que el derecho de los consumidores, es de raigambre
constitucional.

2.- Contrato de consumo. Concepto


Específicamente, el artículo 1093 define al contrato de consumo como el celebrado
entre un consumidor o usuario final con una persona humana o jurídica que actúe
profesional u ocasionalmente o con una empresa productora de bienes o prestadora
de servicios, pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los
bienes o servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado,
familiar o social.
Desde esta perspectiva, para la existencia de un "contrato de consumo", resulta
menester que una de las partes sea considerada "consumidor o usuario", y la otra
"proveedor". Veamos, entonces, cuando se constituyen las partes en dichas
categorías:
A) Consumidor: El Código Civil y Comercial sustituyó la definición de consumidor
que daba el artículo 1º de la Ley 24.240, por otra que repitió, casi textualmente el
artículo 1092: Se considera consumidor a la persona humana o jurídica que adquiere o
utiliza, en forma gratuita u onerosa, bienes o servicios como destinatario final, en
beneficio propio o de su grupo familiar o social.
La definición citada se sostiene claramente en una posición finalista de las
relaciones de consumo, en tanto, el consumidor para ser tal debe vincularse con el
proveedor para la satisfacción de necesidades privadas suyas, o de su grupo familiar o
social. Así caemos en el típico ejemplo de considerar consumidor a aquél que compra
harina para cocinar en su casa, pero no al panadero que lo hace para producir el pan
en su comercio.
(i) Consumidor directo: Es el definido en el primer párrafo del artículo 1092; es
aquel que genera el vínculo con el proveedor en forma directa.
(ii) Consumidor "equiparado": Hemos dicho ya que el consumidor directo en su
relación con el proveedor puede perseguir la satisfacción de necesidades de miembros
de su grupo familiar o social. Estos miembros del grupo familiar o social que se
constituyen en beneficiarios del bien o del servicio adquirido por el consumidor, serán
considerados —a los fines de la protección— con los mismos derechos que el
consumidor directo, gozando entonces de las mismas acciones y legitimaciones. Su
regulación se extrae del segundo párrafo del artículo 1092.
(iii) Consumidor "expuesto": La ley de Defensa del Consumidor, antes de la sanción
del Código Civil y Comercial, contemplaba una tercera categoría de consumidor: el
denominado "consumidor expuesto". Establecía textualmente que también se
consideraba consumidor a quien de cualquier manera esté expuesto a una relación de
consumo (art. 1º, ley 24.240, modif. por ley 26.361).
Esta equiparación al consumidor directo de aquellos que hubieran quedado
expuestos a una relación de consumo, había surgido del fallo "Mosca", dictado el día
6/3/2007 por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el que se reconoció el
derecho a ser indemnizado, con fundamento en su "exposición a una relación de
consumo", a una persona que se encontraba en las afueras de un estadio de fútbol
mientras adentro se suscitaba una pelea entre hinchas de la que salió arrojada una
piedra, que impacto en el ojo de aquella persona y le provocó daños en la vista.
Esta categoría —más allá de la cuestionable técnica legislativa de la ley 26.361 que
no definió adecuadamente los alcances de esta "exposición", lo que conllevaba a
intentar aplicar la norma en situaciones para la que no había sido pensada— resultaba
de enorme utilidad para sustentar la reparación de daños a terceros derivados de un
contrato de consumo (por ejemplo al visitante de una casa en la que explota el horno a
microondas adquirido por el dueño). En el caso del ejemplo, al no ser considerado el
visitante como consumidor, se lo obliga a reclamar en el marco del derecho común,
con procedimientos más largos y sin presunción de gratuidad, entre otros beneficios
de los que gozan los consumidores y que detallaremos en el número 366.
El Código Civil y Comercial (art. 1092) y la reforma del artículo 1º de la ley
24.240, han eliminado esta categorización de "consumidor expuesto";
(
B) Proveedor La definición de "proveedor" no surge del Código Civil y Comercial,
sino del artículo 2º de la ley 24.240, categorizándolo de la siguiente manera: "Es la
persona física o jurídica de naturaleza pública o privada, que desarrolla de manera
profesional, aun ocasionalmente, actividades de producción, montaje, creación,
construcción, transformación, importación, concesión de marca, distribución y
comercialización de bienes y servicios, destinados a consumidores o usuarios. Todo
proveedor está obligado al cumplimiento de la presente ley".
(i) Los profesionales liberales como proveedores. Desde la sanción de la ley
24.240, en el año 1993, se ha mantenido el criterio de la exclusión de los profesionales
liberales del concepto de "proveedor".

3.- FORMACION DEL CONSENTIEMIENTO.-


PRACTICAS ABUSIVAS.-
Definición
Señala Ricardo L. LORENZETTI (Consumidores, Rubinzal Culzoni, 2009, p. 136) que
las prácticas comerciales son los procedimientos, mecanismos, métodos o técnicas
utilizados para fomentar, mantener desenvolver o garantizar la producción de bienes y
servicios.
Estas situaciones de abusividad en el ejercicio de las prácticas comerciales denotan
una alteración de la libertad y dignidad del consumidor, en tanto o bien lo exponen a
situaciones humillantes y vejatorias; o bien lo incitan a la adquisición de bienes y
servicios mediante el engaño o la coacción.
Puede decirse entonces que la práctica comercial abusiva se puede dar tanto en el
marco de un contrato de consumo en curso, como en la etapa previa a su concreción,
o en la etapa posterior; estando igualmente todos los supuestos tutelados por la ley.

Protección frente a las prácticas abusivas


El Legislador ha querido mediante la introducción del artículo 1096, la protección de
los consumidores frente a cualquier tipo de práctica abusiva. A) Protección frente a
prácticas comerciales engañosas. La tutela del consumidor frente a estas prácticas
será tratada al momento de analizarse el deber de información y la regulación de la
publicidad (véanse números 353 y 354).
Protección frente a prácticas comerciales agresivas. Las prácticas comerciales
agresivas son aquellas que intentan vulnerar la libertad de contratación del consumidor
mediante el ejercicio de la coacción, la intimidación o la violencia. El artículo 1099 ha
establecido como práctica agresiva, la de obligar al consumidor a adquirir un producto
o servicio para acceder a otro (por ejemplo el banco que obliga a la contratación de
tarjetas de crédito u otro producto financiero para otorgar un préstamo). La celebración
de un contrato bajo estas condiciones, traerá al consumidor la posibilidad de revisar el
contrato de la misma manera en que pueden revisarse las cláusulas abusivas.

Derecho al trato digno


En todo momento de la relación de consumo, el consumidor tiene derecho a recibir
un trato digno (art. 1097, y art. 8 bis de la ley 24.240). Este derecho implica que en el
marco de las relaciones de consumo, el consumidor no puede ver afectada su
dignidad como persona (art. 52). Se trata del derecho a no ser expuesto a situaciones
vergonzantes, humillantes o vejatorias; Tampoco puede el proveedor efectuar trato
discriminatorio alguno, lo que incluye la prohibición de establecer tarifas diferenciadas
para extranjeros.
El incumplimiento del proveedor a brindar un trato digno, acarreará el deber de
reparar todos los perjuicios patrimoniales y extra patrimoniales causados al
consumidor. Sin embargo, debe destacarse que además el art. 8º bis de la ley
24.240, párrafo final, ha señalado que dada la trascendencia del bien jurídico tutelado
por la norma —la dignidad de las personas—, la violación de este deber traerá
aparejado no sólo el deber de reparar el daño, sino también la imposición de una
sanción punitiva al proveedor en los términos del artículo 52 bis de la ley citada.

4.- OBLIGACIONES DE LOS PROVEEDORES

Deber de información
El derecho del consumidor al acceso a la información se constituye en uno de los
ejes principales de la tutela legal. Tal es su importancia, que el Constituyente lo ha
incluido junto con la seguridad, como uno de las garantías constitucionales (art. 42,
Const. Nac.). Su importancia radica en la necesidad de tutelar la última esfera que
queda de autonomía de la voluntad en el consumidor. En efecto, los contratos de
consumo —en su gran mayoría— son celebrados por adhesión, no teniendo el
consumidor otra posibilidad más de ejercer su libertad de contratar que la de decidir si
quiere o no quiere celebrar el contrato. Resulta menester, por lo tanto, tutelar al
consumidor en esta etapa de decisión, garantizándole el rango más amplio de libertad
posible para poder decidir; lo que se logra únicamente proveyéndole toda la
información que resulte determinante para formar su decisión.
El legislador ha consagrado el deber de información en cabeza del proveedor (art.
4, ley 24.240), texto que se reitera en el artículo 1100 del Código Civil y Comercial. La
doctrina coincide en señalar las siguientes cualidades que debe poseer la información
para tener por cumplido el deber:
(i) Debe ser cierta. Va de suyo que el primer requisito del deber de información es
que la misma sea verdadera. La información no puede aseverar cosas que no lo son,
ni esconder datos determinantes para formar la decisión del consumidor.
(ii) Debe ser eficaz. Aún cuando la información proporcionada sea verdadera, no se
tendrá por cumplido con el deber de informar, si carece de "eficacia". La eficacia de la
información, tiene dos planos; uno objetivo —relacionado con la información en sí
misma— y otro subjetivo —relacionado con la posibilidad de ser comprendida por el
consumidor—. En el plano objetivo, la información será eficaz cuando las afirmaciones
vertidas no constituyan datos confusos, de difícil constatación o análisis por el
consumidor o usuario. Tampoco será eficaz la información excesiva, entendiendo por
ella al cúmulo de datos —aún verdaderos— que por su cantidad impidan el juicio del
consumidor. El plano subjetivo está relacionado con la capacidad del consumidor de
comprender la información que se le presenta. Así, no podrá entenderse que se
cumplió con el deber de información si la misma contiene términos técnicos, no está
en el idioma nacional o no es presentada en forma comprensible para el público al que
está destinado el producto o servicio. Por ejemplo, la información sobre los riesgos de
un juguete para niños tiene que ser diseñada para poder ser comprendida por ellos.
(iii) Debe ser gratuita. El acceso a la información nunca puede traer un costo
adicional para el consumidor.

La publicidad
La sociedad de consumo para poder funcionar requiere de mecanismos que
permitan dar a conocer un producto o servicio, instalarlo en la sociedad y generar la
creencia de la necesidad del mismo para que sea demandado en el mercado. Esta
función se cumple a través de la publicidad y el marketing. La ley 24.240 fue pionera
en regular la publicidad en algunos aspectos, completándose la regulación con la
sanción del Código Civil y Comercial (arts. 1101 a 1103).
(i) Efectos vinculantes de la publicidad. El primer aspecto que fue regulado de la
publicidad ha sido el efecto vinculante que tiene la publicidad respecto del contrato con
el consumidor (art. 8, ley 24.240). El artículo 1103 ratifica el contenido de aquella
norma cuando —de manera absolutamente clara— establece: Las precisiones
formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos, circulares u otros medios de
difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al oferente.
Es claro entonces que el contenido de la publicidad deberá respetarse luego en el
contrato, incluyendo el precio del bien o servicio y las cualidades anunciadas. El
incumplimiento de esta norma es asimilable al incumplimiento de la oferta y dará al
consumidor el derecho de ejercer las acciones que establece el artículo 10 bis de la
ley 24.240.
(ii) Acciones frente a la publicidad ilícita. Cuando un proveedor emita una publicidad
de las enunciadas en el artículo 1101, el artículo 1102 otorga legitimación para
accionar tanto al consumidor afectado como otros legalmente legitimados. Estos
últimos deben entenderse que son: a) las Asociaciones de Protección de los Derechos
del Consumidor debidamente constituidas y autorizadas; b) el Ministerio Público Fiscal;
c) los órganos de aplicación de la Ley de Defensa del Consumidor. Las acciones que
pueden iniciar estos actores conforme el artículo 1102 son para requerir: a) el cese de
la emisión de la publicidad; b) la publicación a cargo del proveedor de anuncios
rectificatorios y/o de la sentencia condenatoria.

5.- MODALIDADES ESPECIALES DE LOS CONTRATOS DE CONSUMO


Introducción
El Código Civil y Comercial (arts. 1104 a 1107) ha regulado ciertas modalidades
especiales que pueden tener los contratos de consumo y que merecen particular
atención por parte de la legislación; ellos son: a) el contrato de consumo celebrado
fuera del establecimiento donde normalmente se adquieren los bienes o servicios; y b)
los contratos a distancia.

a.- Contratos celebrados fuera del local comercial


Dispone el artículo 1104 que es contrato celebrado fuera del establecimiento
comercial el que resulta de una oferta o propuesta sobre un bien o servicio concluido
en el domicilio o lugar de trabajo del consumidor, en la vía pública, o por medio de
correspondencia, los que resultan de una convocatoria al consumidor o usuario al
establecimiento del proveedor o a otro sitio, cuando el objetivo de dicha convocatoria
sea total o parcialmente distinto al de la contratación, o se trate de un premio u
obsequio. La nota característica de estos contratos está dada por el hecho de que no
es el consumidor quien concurre hacia el bien o servicio, sino que es a la inversa: el
bien o servicio lo sorprende en su casa (mediante publicidad que lo insta a consumir
en forma inmediata), en la vía pública o en su buena fe, invitándolo a concurrir a un
evento para luego instarlo a la suscripción de un contrato. Esta situación de "invasión"
al consumidor ha llevado al legislador a concluir que violenta la libertad de elección del
consumidor, en tanto, no ha tenido este tiempo suficiente para reflexionar respecto de
la conveniencia de la contratación. Es por ello, que a los fines de contrarrestar los
efectos de estas técnicas de comercialización, se le ha concedido al consumidor el
derecho a revocar el contrato del que nos ocuparemos más adelante.

b.-. Contratos celebrados a distancia


La regulación de los contratos a distancia del artículo 1105 constituye una evolución
de los denominados "contratos entre ausentes" de los contratos paritarios; en tanto,
son aquellos que se concluyen a través de medios de comunicación que no requieren
la presencia física de las partes entre sí.

c. Lugar de cumplimiento de los contratos de consumo con modalidades


especiales
La regla del artículo 1109 es clara respecto del lugar de cumplimiento de los
contratos que nos ocupan en este apartado. Se establece como lugar de cumplimiento
aquél en el que el consumidor recibió o debió recibir la prestación; lo cual resulta claro
para fijar la jurisdicción. Cabe destacar que en los contratos a distancia, como en todo
contrato, el consumidor puede elegir la jurisdicción entre la del lugar del cumplimiento
de la prestación, o la del domicilio del deudor.
d.- Derecho de revocación
El legislador ha querido conceder al consumidor el derecho a revocar el contrato
cuando éste se celebrare fuera del establecimiento comercial, a distancia o por medios
electrónicos, de manera de permitirle reflexionar sobre el contrato celebrado. Esta
regulación, se instituyó en forma primigenia en el artículo 34 de la ley 24.240, y se
consolidó con los artículos 1110 a 1116 del Código Civil y Comercial.
(i) Plazo para el ejercicio de la revocación. Tanto el artículo 34 de la ley
24.240 como el artículo 1110 establecen que el plazo es de diez días corridos, el cual
se computa o bien desde la celebración del contrato, o bien desde la recepción del
bien; lo que ocurra después. Aclara el artículo 1110 que si el plazo concluye un día
inhábil, se extiende hasta el próximo día inhábil. Este plazo no puede ser renunciado,
ni reducido por las partes, en tanto es de orden público. Asimismo, el artículo 1111
establece el deber del proveedor de notificarle en forma clara y en letra de fácil lectura
al consumidor su derecho a revocar el contrato. Si no cumpliere con la notificación, no
se extinguirá el derecho a revocar una vez cumplidos los diez días.

6.- CLAUSULAS ABUSIVAS.-

Protección al consumidor.-
La protección frente a cláusulas abusivas
(i) El régimen de cláusulas abusivas de los artículos 988 y 989.— El artículo 988
establece que son abusivas las cláusulas insertas en un contrato de adhesión cuando:
a) se desnaturalicen las obligaciones del predisponente; b) importen una renuncia o
restricción a los derechos del adherente, o amplíen derechos del predisponente que
surgen de normas supletorias; c) por su contenido, reducción o presentación, no son
razonablemente previsibles. Por otro lado, luego de señalar, en forma no taxativa a
nuestro criterio, los supuestos de cláusulas abusivas, el Código brinda pautas de
interpretación en el artículo 989. La regla referida remite a la potestad judicial de
integrar el contrato cuando se encontraren cláusulas abusivas y establece la
posibilidad de la revisión por parte del Juez del contenido de la cláusula aun cuando
hubiera existido autorización administrativa. A partir de las reglas señaladas, podemos
efectuar un análisis de la aplicabilidad del sistema a los contratos de consumo.
(ii) Cláusulas abusivas en los contratos de consumo.— El régimen de cláusulas
abusivas en los contratos de consumo se complementa con los artículos
988, 989, 1117 a 1122 del Código Civil y Comercial, y el artículo 37 de la ley 24.240;
conforme lo dispuesto en el artículo 1117 del Código.
El artículo 1119 es más claro que el artículo 988, en cuanto pone el acento donde
corresponde para determinar la abusividad de una cláusula; se considera que una
cláusula es abusiva cuando por aplicación de la misma se generen desequilibrios
"significativos" en los derechos y obligaciones de las partes. La nota de "significativo"
es el elemento a ponderar por el magistrado a la hora de evaluar si una cláusula es
abusiva o no. En efecto, el desequilibrio que no es "significativo" es parte del normal
acontecer de los contratos, lo que redunda en ventajas para las partes; situación que
es lícita. La abusividad requiere entonces de una ruptura del equilibrio contractual; la
obtención de una de las partes de beneficios desproporcionados en función de los
compromisos asumidos a cambio.
Entendemos que en la regulación de las cláusulas abusivas se encuentra
comprometido el orden público, en tanto su incorporación al contrato vulnera el
principio general de la buena fe. Esta conclusión queda de manifiesto con el texto del
artículo 1118 en el que se autoriza la revisión de las cláusulas contractuales aun
cuando su incorporación en un determinado contrato se haya efectuado con la
conformidad expresa del consumidor. Ello denota la sustracción de la aprobación de
su esfera de autonomía de la voluntad. Asimismo, debe considerarse que los derechos
del consumidor son parte del orden público a la luz de su regulación constitucional.
(iii) Situación jurídica abusiva.— El artículo 1120 ha incorporado la noción de
situación jurídica abusiva.
(iv) Remedios contra las cláusulas abusivas.— Detectada la existencia de una
cláusula abusiva en el contrato, el juez deberá integrarlo conforme lo establecen el
artículo 1122 y el artículo 37 de la ley 24.240. Este ejercicio importará que el juez
deberá tener por no escrita la cláusula abusiva y rellenar su lugar con los efectos que
manda la ley si ésta lo estableciera (por ejemplo en un caso de prórroga de jurisdicción
prohibida se le debe dar la jurisdicción correspondiente), con la voluntad perseguida
por las partes, o con los usos y costumbres. Este ejercicio de integrar el contrato, cabe
decir, sólo es posible si por los efectos de la integración se pueden mantener las
obligaciones principales vigentes; en tanto si la declaración de abusividad recae sobre
algún elemento esencial del contrato, la nulidad de éste será total (art. 1122, inc. c).
Entendemos que esta revisión en el caso de cláusulas abusivas, en cualquier tipo de
contrato, puede ser efectuada por el Juez inclusive de oficio, en tanto la inclusión de
cláusulas abusivas afecta el orden público, dado que contraría el principio general de
la buena fe.
(v) Límites.— El artículo 1121 establece que no pueden ser declaradas abusivas: a)
las cláusulas relativas a la relación entre el precio y el bien o el servicio procurado; b)
las que reflejan disposiciones vigentes en tratados internacionales o en normas legales
imperativas
(vi) Control Judicial.— El artículo 1222, inciso a, establece claramente la posibilidad
de revisar judicialmente las cláusulas de un contrato, aún cuando su inclusión hubiera
sido aprobada en sede administrativa.

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