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Kant Immanuel Cecilia Pourrieu - Guia de Lectura

El texto expone la ética formal de Immanuel Kant, centrada en la idea de que solo las acciones realizadas por deber moral son buenas, independientemente de sus consecuencias. Kant distinguía entre la voluntad determinada por inclinaciones y la determinada por la razón a través de la ley moral.
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Kant Immanuel Cecilia Pourrieu - Guia de Lectura

El texto expone la ética formal de Immanuel Kant, centrada en la idea de que solo las acciones realizadas por deber moral son buenas, independientemente de sus consecuencias. Kant distinguía entre la voluntad determinada por inclinaciones y la determinada por la razón a través de la ley moral.
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Immanuel Kant (1724 – 1804)

Cecilia Pourrieux

En este texto se expondrá la ética de Immanuel Kant, considerada como


el paradigma de lo que se conoce como ética formal. Entre las obras
sustanciales para la comprensión de su pensamiento en el terreno de la ética
se encuentran Fundamentación de la metafísica de las costumbres escrita en
1785 y Crítica de la razón práctica escrita en 1788. Este texto se desarrollará
en su mayor parte en torno a la primera de las obras mencionadas.
Para poder comprender en líneas generales, el pensamiento de este
filósofo veamos rápidamente el marco conceptual-histórico en el cual éste se
desarrolla: la Ilustración. Se designa con ese nombre el período
correspondiente al siglo XVIII y que comprende, entre otros países a Alemania.
Desde un aspecto intelectual, social y político suele caracterizarse a la
Ilustración como la época en la cual reina un optimismo en el poder de la razón
humana y su capacidad para organizar la sociedad en base a principios,
obviamente racionales.
Justamente, en una visión panorámica del sistema kantiano, el tema
moral se inserta a partir de las afirmaciones realizadas en su obra: Crítica de la
Razón pura en donde se analiza la imposibilidad de la metafísica de
constituirse como ciencia en razón de que las ideas de la Razón no pueden ser
transcriptas en objetos de conocimiento. Ahora bien, hay una esfera en la cual
la metafísica se inserta de nuevo y es la esfera práctica o ámbito de la
moralidad. Las ideas de Dios, alma mundo, libertad aparecen como postulados
de la razón práctica y por lo tanto se hallan más firmemente arraigadas en la
Cecilia Pourrieux: Immanuel Kant

Immanuel Kant (1724-1804) afirma que la ideas de la Razón (como Dios, libertad, bien, etc.)
no pueden ser objetos de conocimiento, de igual modo en que un fenómeno de la naturaleza
puede ser objeto de las ciencias naturales. Así como los objetos de la naturaleza están regidos
por ciertas leyes que no se ven, pero que los hacen posibles, así también las acciones morales
están regidas por una Ley moral o un principio formal que las hace posibles más allá de su
diversidad. Es una Ley que el hombre se da a sí mismo y que sin embargo no es objeto de la
experiencia.

La ética formal (deontología)


Hay dos modos de estudiar la moral, o dos maneras distintas de abordarla:

1) Por su aspecto “material” (p. 2).


Según Kant, el peor servicio que se le puede prestar a la moralidad es querer hacerla derivar
de unos cuantos ejemplos. Los motivos empíricos son convertidos en conceptos universales
mediante una simple comparación entre distintas experiencias. Así se forja un concepto de
obligación que no tiene absolutamente nada de moral. En efecto, la acción material siempre
mira las consecuencias y los resultados. En última instancia, la experiencia mostraría que la
acción se guía por un egoísmo más o menos refinado (forma de escepticismo).

2) Por su aspecto formal (p. 2).


-No interesa qué se hace, sino cómo se hace (formalismo ético). Lo que interesa es la “forma”
del acto, y no sus contenidos o sus consecuencias. Así pues, Kant no estudia los
comportamientos morales concretos, sino la fórmula o la Ley que hace posible una acción
moral.

La ley moral como ley absolutamente necesaria


Ley moral es universal o “absolutamente necesaria” porque:
1) Obliga en todo tiempo y lugar, sin excepción alguna.
2) Vale para todo ser racional.
3) No puede inferirse desde la experiencia, pues a ese nivel todo cambia (contingencia).
Todos los conceptos morales son formulados a priori y por la razón. Es decir, no pueden ser
abstraídos a partir de un conocimiento empírico y por lo tanto contingente.

Los dos órdenes causales


Según Kant, el hombre pertenece a dos órdenes causales distintos:

1) El orden natural, basado en la experiencia.


Es también el orden de los instintos, donde las acciones responden a la dirección natural del
querer, o a un “egoísmo instintivo”. El fin del orden natural es la felicidad entendida como
maximización del placer o de los buenos sentimientos y reducción del dolor o de los malos
sentimientos. Aquí pueden entrar perfectamente las acciones altruistas que se realizan para
aminorar el dolor causado por la miseria del otro.

La imposibilidad de deducir la ley moral a partir de la “naturaleza humana”


Todo aquello que se deduzca de la naturaleza humana, o de ciertos sentimientos presentes del
hombre, jamás sirve para proporcionar una ley incondicionada. Todo lo que sea empírico ni
siquiera sirve como complemento del principio de la moralidad. En otras palabras, no hay que
esperar nada de las inclinaciones del hombre. El fundamento de la moral no deberá buscarse
entonces en la naturaleza humana o en las circunstancias del mundo, sino más bien
exclusivamente a priori en los conceptos de la razón pura.

2) El orden racional
El hombre posee dos puntos de vista desde los cuales pude considerarse a sí mismo y
reconocer las leyes de su acción: por un lado, puede considerarse como perteneciente al
mundo sensible y bajo las leyes naturales; por el otro, puede reconocerse como perteneciente
al mundo racional y bajo leyes fundadas exclusivamente en la razón. Como ser racional, el
hombre pretende guiar su voluntad para convertirla en una “buena voluntad”.

La buena voluntad
La voluntad es el núcleo primero y único de lo moral (p. 4).1 La buena voluntad es lo único
que puede ser tenido por “bueno” sin restricción alguna. Los demás talentos del espíritu
(perseverancia, tenacidad, temperamento, etc.) pueden ser dañinos si la voluntad que los

1
Relacionar con Cortina: la formación del carácter.
utiliza no es buena. Ahora bien, ¿qué es aquello que hace a la bondad de la voluntad? La
buena voluntad se guía por la razón y no por la sensibilidad (p. 4.), ¿pero qué quiere decir
esto?

La bondad por el querer y no por el efecto (contra el utilitarismo)


La buena voluntad no es buena por aquello que produzca o logre, sino por su “querer”.
Es el querer aquello que la hace buena de suyo. El valor moral no depende de los propósitos
(sentimientos) que orientan a las acciones ni de los efectos esperados (p. 5), sino más bien del
principio de la voluntad, que es el “deber”. Hay que hacer algo porque así se debe, y no
porque traiga buenas consecuencias.

Para el hombre que se debate entre dos órdenes, la Ley Moral siempre aparece como un
“deber”, pues su voluntad se ve arrastrada por lo sensible. La “voluntad” es la capacidad de
elegir sólo aquello que la razón reconoce como prácticamente necesario e independiente de
toda inclinación. Si la voluntad fuese determinada únicamente por la razón, entonces no
habría ningún acto proveniente de las inclinaciones. Se trataría de una voluntad
“perfectamente buena” en donde el querer coincidiría necesariamente con la ley objetiva. Las
acciones de esa voluntad serían objetiva y subjetivamente necesarias, y por lo tanto no se
requeriría de la moral.

La acción por deber como acción según el principio (formal) del querer
La voluntad siempre permanece entre su principio a priori (formal) y su móvil a posteriori
(material). Para que una acción se realice por deber, tiene que verse determinada por el
principio formal del querer (es decir, tiene que sustraerse de todo móvil material). La acción
por deber no depende entonces de un objeto real, sino del principio del querer según el cual
sucede tal acción.

La acción por deber como acción por respeto hacia la ley


Las acciones morales no se realizan por inclinación, sino más bien por “respeto”. El respeto
es la conciencia de que la voluntad se encuentra exclusivamente determinada por la ley.
La acción por deber está determinada objetivamente por la ley (es decir, por ningún objeto
real) y subjetivamente por el respeto hacia esa ley práctica.
Los imperativos
Todos los imperativos se expresan mediante un deber-ser. Kant distingue dos tipos de
imperativos:

1) Los imperativos “hipotéticos”


Los imperativos hipotéticos dicen que una acción es buena para la consecución de algún
propósito posible o real. La cuestión no es si el fin resulta razonable o bueno, sino lo que ha
de hacerse para conseguirlo.

2) Los imperativos “categóricos”


-El imperativo categórico es la “forma” de la acción moral. Es lo que representa una acción
como objetivamente necesaria por sí misma (es decir, sin referencia a ningún otro fin). La
acción se representa como buena en sí, o como necesaria en aquella voluntad que es conforme
con la razón.

Kant presenta tres imperativos categóricos:


a) El primer imperativo manda a obrar según aquella máxima por la cual se pueda querer
que el mismo tiempo se convierta en ley universal (p. 8).

Matar para conservar la vida no puede ser un imperativo categórico, pues cuando la acción se
universaliza, la muerte coincide con la vida. Si todos matamos para conservar nuestra vida,
entonces llegamos a un punto donde: o ya no hay vida, o hay que dejar de matar. Lo mismo
ocurre cuando se piensa que es posible mentir para evitar un mal mayor. Si todos mentimos
creyendo eso, entonces provocamos el mal mayor. Al universalizarse, la acción se
autodestruye.

El imperativo categórico no presta atención al contenido de la acción ni a sus efectos, sino a


su forma y a su principio. En tal sentido, el imperativo tiene la forma de una Ley universal,
que como tal vale en todo tiempo y lugar.

De ahí un segunda formulación del imperativo categórico:


2) Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, en ley universal de
la naturaleza.
Así como las leyes de la naturaleza hacen posibles los objetos de la experiencia, así también
los imperativos categóricos, formulados como leyes universales, hacen posible una acción
moral.

3) La tercera formulación del imperativo categórico señala lo siguiente:


Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio (p.
10). Se trata de distinguir a los seres racionales como fines en sí mismos y nunca como
medios. Los seres racionales son “autónomos” en la medida en que pueden legislarse o darse
una ley para la acción. Es también una voluntad que no se somete a las leyes del reino natural,
sino a las leyes que se da a sí misma.

En tal sentido, la autonomía es el fundamento de toda dignidad humana (p. 11). Según Kant,
la dignidad de la humanidad consiste en la capacidad, presente en todo ser racional, de
constituirse como “legislador universal”, aún con la condición de estar justamente sometido a
esa legislación.

La libertad
De ahí la idea kantiana de “libertad”, que no consiste evidentemente en seguir las
inclinaciones del orden natural (pues en este caso el hombre se somete a una ley exterior a sí
mismo), pero tampoco en no seguir orden alguno. La voluntad libre es aquella que se somete
ante las leyes del orden racional, es decir, a las leyes que se da a sí misma. Es una voluntad
no “heterónoma”; o inversamente, una voluntad “autónoma” capaz de darse a sí misma su
propia ley.

Así pues, una “buena voluntad” es aquella que quiere guiarse únicamente por las Leyes del
orden racional, que son leyes válidas en todo tiempo y lugar, y que la voluntad se da a sí
misma como legisladora universal, convirtiéndose en “autónoma” y por lo tanto “digna”, es
decir, sin estar sometida a otro fin que sí misma.
existencia humana que si dependieran únicamente de los argumentos
producidos por la razón pura.
Los términos “Razón Pura” o “Razón Práctica” tienen que ver con los
distintos usos de una sola razón. Por lo tanto, la razón práctica es en efecto la
razón en su uso moral. Kant expresa que el estudio de la moral se apoya en:
1- Un aspecto formal, que no toma en cuenta el contenido de una moral
determinada, sino que se ocupa del conocimiento a priori o puro de la moral. O
sea, desde un aspecto independiente de la experiencia.
2- Un aspecto material atendiendo a los diferentes modos por los cuales
se estructura una moral en un tiempo y espacio determinados, tarea de la cual
bien puede ocuparse la antropología, la sociología o cualquier otra disciplina
que tenga un fundamento empírico (basado en la experiencia).
Kant escribe una Fundamentación de la metafísica de las costumbres,
con el propósito de elaborar una fundamentación de la moral. Establecer una
fórmula por la cual se originen los diferentes principios morales posibles. Esta
fórmula o Ley Moral es universal, o sea, válido en todo tiempo y lugar. Su
propuesta no pretende establecer un idéntico modo de comportamiento para
todos los hombres sino más bien pretende encontrar una idéntica manera de
querer la diversidad de los principios que componen los distintos sistemas
morales propios de un grupo social. Así la ética kantiana no pretende indicar
cómo actuar frente a una determinada situación sino más bien establecer
cómo es la formulación de esta Ley Moral con la cual hemos de elaborar
una máxima de acción. (un ejemplo de máxima moral: “no mentir”).
Kant tiene el propósito de elaborar una ética autónoma, la cual consiste en el
poder de la voluntad de darse a sí misma una ley que es la LEY MORAL, que
ha de regir el modo de asumir como moralmente positivos, los múltiples
principios prácticos (o máximas) que desde los más diversos orígenes se le
presentan al hombre como orientadores de la acción. La autonomía peculiar a
la ética kantiana es el poder de la voluntad de determinarse -por una ley
surgida de ella misma- a seguir unos principios prácticos antes que otros.
2- La naturaleza humana
En este apartado, utilizaremos la distinción que realiza Kant entre fenómeno y
nóumeno para designar respectivamente, aquello que se le presenta al hombre
en la experiencia, “lo puesto” (fenómeno) y aquello que constituye “la cosa en
sí”, o sea el noúmeno.
Para Kant, el hombre se encuentra constituido en base a dos dimensiones.
 Como ser racional, puede ser considerado como realidad pura (a priori)
noúmeno.
 Desde un aspecto natural, biológico, basado en la experiencia, también
pertenece al orden de lo “fenoménico” o sea, es también realidad empírica.
Esta doble dimensión del hombre hace que la conducta del hombre, se
determine en base a dos causas o, lo que es lo mismo, obedezca a dos
órdenes causales:
 El orden de la causalidad libre (racional).
 El orden de la causalidad natural (sensible)
En Kant está presente la jerarquización tradicional entre razón y sensibilidad.
La razón constituye la naturaleza superior de la realidad humana, la
sensibilidad, la naturaleza inferior. Cabe aclarar, que de acuerdo a la
concepción Kantiana, la sensibilidad trasciende el marco de lo meramente
instintivo, de los sentimientos relacionados con afecciones sensibles para
comprender en él a todos los sentimientos en la medida que estos pueden
estar nutridos por la dirección natural del querer o lo que es lo mismo
responder al egoísmo instintivo.
A cada orden le corresponde una finalidad distinta. La finalidad de la
sensibilidad es la felicidad -entendida como el estado en que se encuentra el
hombre cuando todo ocurre según su deseo- . El instrumento adecuado para
ello son los instintos. Entonces ¿cuál será la finalidad de la razón? Con
seguridad no es la de meditar sobre los medios adecuados para conseguir la
felicidad, porque entonces aparecería en el hombre como un instrumento
gratuito, superfluo, que realiza la misma finalidad que el instinto y además la
realidad nos muestra que razón y felicidad no son atributos fáciles de conciliar,
en la medida en que a veces la razón nos trae desdicha antes que satisfacción.
En realidad, la razón se aparta radicalmente de la dimensión
sensible para cumplir con el siguiente fin: guiar a la voluntad,
produciendo una buena voluntad y guiar a la voluntad significa ser una
facultad práctica. Es decir que la voluntad humana se debate en base a
una doble exigencia: Por un lado las exigencias de la razón y por otro
lado las exigencias de la sensibilidad. Si bien el instinto es el instrumento
adecuado cuando se trata de alcanzar la felicidad, Kant pone a la voluntad
como aquella instancia en la cual se sopesan las imposiciones del
instinto y las propuestas de la razón. La voluntad resulta ser el núcleo
originario, primero y único de lo moral. Por ello, los términos morales
“bueno” o “malo” están referidos a una buena o mala VOLUNTAD. Por
ejemplo, no encontramos en su obra, la afirmación de que lo bueno sea el
hombre, antes bien, el hombre resulta ser bueno por su voluntad racional. “ Ni
en el mundo ni en general, tampoco fuera del mismo, es posible pensar nada
que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una
buena voluntad”. Todo lo que comúnmente se acostumbra a llamar bueno y se
considera como un bien: el honor, la riqueza, la inteligencia, la fortuna, la
capacidad de discernir y conocer, el coraje, la perseverancia, son moralmente
neutros en la medida que se confunden los fines y los objetos relacionados
con nuestra acción. Ellos pueden ser llamados buenos únicamente cuando los
usa una buena voluntad. Y también pueden tornarse malos cuando la que los
usa es una voluntad moralmente negativa. Por eso decimos que la Buena
Voluntad tiene un valor absoluto; todo lo demás es relativo a ella.”Una
Buena Voluntad es tal, no por sus obras o por sus éxitos, tampoco por su
aptitud para alcanzar tal o cual meta propuesta, sino solamente por el
querer, es decir que ella es buena en sí misma, y considerada en sí
misma, ella debe ser estimada, sin comparación, como superior a todo lo
que por medio de ella podría ser alcanzado en beneficio de cualquier
inclinación”. Esta Voluntad puede no ser el único Bien, ni todo el bien, pero de
todas maneras ella es, necesariamente, el bien más alto, condición de la cual
depende todo otro bien, aún la felicidad. Si la Voluntad moralmente valiosa es
la voluntad guiada por la razón, el modo de guiar a su voluntad no lo adquiere
el hombre a través de enseñanza ni de ejemplos, sino que todos los hombres,
por el solo hecho de ser racionales, tienen a priori, la capacidad de producir
una Buena Voluntad.
Ahora bien, en la vida humana, en su esfera emocional, hay una
diversidad de sentimientos que pueden determinar a la voluntad
inmediatamente, conduciéndola a querer y fundar acciones que son coherentes
con una serie de principios prácticos. Pero esos sentimientos, en el contexto
moral ideado por Kant, no pueden constituirse en el origen de un obrar
moralmente positivo. Tal como lo expresamos anteriormente, Kant ubica a los
sentimientos en la misma dimensión que la sensibilidad. El núcleo de lo moral,
esto es una Buena voluntad, tiene que contener en sí la idea de obrar por
Deber, pues la voluntad humana, de acuerdo a lo expresado anteriormente, se
desarrolla en base a dos órdenes causales, los de la razón y los de la
sensibilidad. El deber implica mandato, constricción. La voluntad humana sólo
puede prescindir de los contenidos de la sensibilidad por el sojuzgamiento
(sometimiento) de los mismos.
Para considerar el concepto de deber Kant explicita que aunque se
realicen actos conformes al deber no tienen sin embargo un valor moral
verdadero, pues pueden estar fundados en ciertas inclinaciones. En realidad
una acción que tenga contenido moral es aquella que es realizada en contra
de la inclinación y por deber. En segundo lugar, una acción hecha por deber
tiene su valor moral, no en el propósito o fin que por medio de ella se quiere
alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta. Esto significa que no
depende pues de la realidad del objeto de la acción, sino meramente del
principio del querer, (de la voluntad) según el cual ha sucedido la acción. En
consecuencia, los propósitos por los cuales se realiza una acción y los efectos
de dichas acciones en tanto fines o motores de la voluntad no son los que
proporcionan a las acciones un valor absoluto moral. Entonces ¿en dónde
reside este valor? Kant dirá que dejando de lado los fines que pueden
realizarse por medio de la acción, el valor de los mismos reside en el principio
de la voluntad.
“Pues la voluntad, ubicada justo en medio de su principio a priori que es
formal y su móvil a posteriori que es material, está como en la separación de
dos rutas, y puesto que es necesario que ella sea determinada por algo, deberá
serlo por el principio formal del querer en general, cuando una acción sucede
por deber, puesto que como hemos visto, todo principio material le ha sido
sustraído”
También es necesario establecer que el deber es la necesidad de
una acción por respeto a la ley. Y Objeto de respeto y por lo tanto
mandato, sólo puede serlo aquello que se relacione con mi voluntad
como simple fundamento y nunca como efecto, aquello que no esté al
servicio de mi inclinación, sino que la domine. Entonces una acción
realizada por deber en la medida que excluye por completo el influjo de la
inclinación responde a una voluntad determinada objetivamente por la
Ley Moral y subjetivamente por el respeto puro a esa ley práctica. Por lo
tanto, el fundamento determinante de la voluntad es la representación de la ley
en sí misma, la cual se encuentra en el ser racional y constituye lo que Kant
denomina bien moral. Pero el deber es sólo la forma bajo la cual la razón
presenta algo a la voluntad para constituirla en buena. Ese algo, lo debido, es
la Ley Moral que expresa la validez universal que han de adquirir los principios
que primariamente aparecen como contenidos del querer.
En síntesis, aquello que la razón le presenta a la voluntad es la Ley
Moral. Todos los principios que normalmente se llaman principios prácticos son
llamados sucesivamente por Kant preceptos prácticos, máximas, reglas de
habilidad, a fin de distinguirlos del único principio que inviste al querer de valor
moral: la Ley Moral. En la distinción entre la ley moral y estos principios, que
orientan el obrar sin conferirle valor moral, juega un papel fundamental el
concepto kantiano de lo material. cuando un ser racional quiere pensar sus
máximas como leyes universales prácticas, solo puede pensarlas como
principios que solamente por la forma y no por la materia , contienen el motivo
determinante de la voluntad”. Kant define lo material como todo objeto cuya
realidad se apetece. Y aquí se trata de la apetición sensible involucrada
en la dirección instintiva del hombre hacia la felicidad. Todo principio
que, suponiendo la representación o la existencia de un objeto, aunque
nos parezca remota, vincule a la voluntad directamente con nuestra
dimensión emocional, poniendo en juego los sentimientos de placer y
dolor, es material. Estos sentimientos, moviéndose hacia el objeto, se
anteponen al principio mismo y, la voluntad sigue a este, no por sí mismo
sino por el placer esperado o el dolor a evitar. Es decir que la determinación
de la voluntad se realiza por los sentimientos. En síntesis, la definición de
material comprende todo lo perteneciente a la sensibilidad del hombre, por lo
tanto, se extiende a todos los principios que movilizan a la voluntad por medio
de una referencia a los objetos del mundo, por la representación de fines
complicados en las exigencias empíricas, por la referencia a algún sentimiento
o a alguna inclinación.
Desde el momento en que todo principio práctico ha de tomar la forma
de la ley moral para adquirir validez universal y como tal ser querido, la
condición primera para aquellos principios que suponen la representación o la
existencia de un objeto ha de ser despojarse de su materialidad. Hacer
abstracción de la materia de las máximas, entendidas como principios
subjetivos del querer, es prescindir de la referencia a los objetos. Pero también
significa prescindir de todos los sentimientos, aún de los más altruistas, no
solamente de los de placer y dolor, como mediadores entre el principio y la
voluntad.
Todos los principios prácticos, las máximas, orientan la acción hacia la
realización de contenidos que de ningún modo pueden confundirse ni con los
objetos que la acción alcanza o sobre los cuales ella recae, ni con los
sentimientos que su realización puede despertar en el ánimo del hombre, en
síntesis, con lo material en sentido kantiano. Al ser excluido todo contenido de
los principios determinantes del querer, él mismo queda, dentro de la moral
como aquello sobre lo cual recae la acción. La ley moral, en su
independencia de todo lo material, sensible contingente, ha de ser
universal, objetiva y necesaria.
En un ser puramente racional como es Dios, la voluntad coincide con la
necesidad objetiva de la ley. Pero la voluntad humana, debatiéndose entre dos
direcciones heterogéneas, coincide desde su dimensión racional con la
necesidad objetiva de la ley pero subjetivamente desde su dimensión sensible
no siempre lo hace, no siempre la siente como necesaria. Muy por el contrario,
para Kant, el hombre parece estar, desde su subjetividad, en constante
disposición para realizar acciones cuyo último fundamento es la búsqueda de
placer. De allí que la razón tenga que presentar a esa voluntad humana,
empíricamente determinable, la Ley Moral como DEBER, cuya formulación es
un IMPERATIVO. “La representación de un principio objetivo, en tanto
este principio constriñe a la voluntad, se llama mandato de la razón y la
formulación de este mandato se llama imperativo”.” Para un ser en el cual
la razón no sea el único fundamento de determinación de la voluntad, esta
regla es un imperativo, es decir una regla que mediante el deber expresa
la obligación objetiva de la acción”.
Todo imperativo es la formulación de un mandato y contiene en sí la
necesidad de la acción. Más sólo cuando la acción es presentada como
necesaria en sí misma y por sí misma, nos encontramos ante el IMPERATIVO
MORAL o sea ante el Imperativo Categórico. Pues los imperativos también
pueden ser hipotéticos, los cuales también expresan la necesidad de una
acción, pero la subordinan a los resultados que se quieren conseguir, a la
consecución de un fin, de modo tal que el contenido de la voluntad no es la
acción misma, sino aquello que con la acción se ha de poder realizar.
Para establecer la diferencia entre los imperativos Kant expresa que el
imperativo Categórico muestra la necesidad (algo sólo puede ser de esa
manera y no de otra) de lo que se afirma o niega y el imperativo categórico
muestra la necesidad de la acción. Muy distinto es el caso de los Imperativos
Hipotéticos que establece qué acciones son necesarias para ciertos fines.
Estos pueden distinguirse como reglas de habilidad o reglas de sagacidad.
Esta clase de imperativos no tienen valor moral pues incluyen por ejemplo,
tanto las acciones que debe seguir un médico para curar como las que puede
seguir un asesino para matar.
En la primera formulación del imperativo categórico ya podemos
encontrar distintas maneras de seleccionar una máxima. Dice así: “obra solo
según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne
ley universal”. Este imperativo indica la transformación de la máxima en Ley
universal a través del principio de no contradicción. Querer que mi máxima
valga universalmente, no significa solo querer que ella sea aplicable a todos
los seres racionales, sino también en todos los tiempos y en todas las
circunstancias. O sea, querer mi máxima como ley universal significa quererla
siempre de ese modo, establecerla en el acto de mi voluntad como válida para
todas mis acciones futuras. Por lo tanto no puedo quererla hoy como
universalmente válida para luego no quererla como tal. En síntesis, no puedo
querer y no querer al mismo tiempo la validez universal de mi máxima. Otra
formulación dice: “obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse,
por tu voluntad, ley universal de la naturaleza”. Kant define naturaleza
como “la existencia de los objetos en tanto ella es determinada por leyes
universales.” A través de una serie de ejemplos, Kant explicita esta
formulación del imperativo Categórico.; es decir procura delimitar la
“naturaleza” cuyos objetos son determinados, en su existencia, por la Ley Moral
universal, naturaleza que no puede ser puesta en contradicción cuando se
transforman las máximas en principios de validez universal.
Vamos a tomar un solo ejemplo para esclarecer esta afirmación: nadie
puede elevar a principio con validez universal la máxima nacida del deseo de
no vivir más, porque quien llega a esta situación es a causa de que la vida se le
ha hecho insoportable. Lo que lo lleva a querer morir es el sentimiento de amor
a sí mismo. Pero el amor a sí mismo tiende por naturaleza a preservar y
desarrollar la vida. Querer que la máxima “quitarse la vida por amor a sí mismo”
valga como ley universal es imposible porque la ley no puede instaurar la
existencia de principios que contradigan la naturaleza del amor a sí mismo.
Kant da un paso más y propone analizar el concepto de la voluntad de
un ser racional en general. La voluntad es pensada como una facultad de
determinarse uno a sí mismo a obrar conforme a la representación de
determinadas leyes. Semejante facultad solo puede hallarse en los seres
racionales. Ahora bien, vimos que fin es lo que le sirve a la voluntad de
fundamento objetivo de su auto determinación y dicho fin cuando es puesto por
la sola razón debe valer igualmente para todos los seres racionales. En
cambio, lo que constituye simplemente el fundamento de la posibilidad de la
acción, cuyo efecto es el fin se llama medio. El fundamento subjetivo del deseo
es el resorte, el fundamento objetivo del querer es el motivo. Por eso se hace
esa distinción entre los fines subjetivos, que descansan en resortes o móviles y
los fines objetivos que desembocan en motivos y que valen para todo ser
racional.
Los principios prácticos son formales cuando hacen abstracción de todos
los fines subjetivos; son materiales cuando consideran los fines subjetivos y
por lo tanto a determinados móviles. Estos últimos son relativos, pero
supongamos que haya algo cuya existencia en sí misma posea un valor
absoluto, algo que como FIN EN SÍ MISMO, pueda ser fundamento de
determinadas leyes, entonces sólo en ellos estaría el fundamento de un
imperativo categórico. Ahora bien, es el hombre y en general todo ser racional
quien existe COMO FIN EN SÍ MISMO, NO SOLO COMO MEDIO, Las cosas
tienen una existencia relativa, en cambio, los seres racionales son PERSONAS
porque su naturaleza los distingue ya como fin en sí mismos, esto es, como
algo que no puede ser usado lisa y llanamente como medio. Esta es la idea
que da forma a la formulación de otro imperativo: “obra de tal modo que uses
la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro,
siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un
medio”.
El sujeto de todos los fines es todo ser racional, como fin en sí mismo,
de donde se sigue la idea de la voluntad de todo ser racional como una
voluntad universalmente legisladora. Así, la voluntad está sometida a la ley
pero legislándose a sí misma. Si hay un imperativo categórico sólo podrá
mandar que se haga todo por la máxima de su voluntad tal que pueda
tenerse a sí misma al mismo tiempo como universalmente legisladora.
Este principio es denominado por Kant Principio de la AUTONOMÍA, en la
medida en que todo ser racional se considera como universalmente
legislador en oposición a la heteronomía o leyes que tienen otro origen
distinto al de la razón.
A través de estas afirmaciones es que nos introducimos en el concepto
de reino de los fines. Kant dice:”por reino entiendo el enlace sistemático de
distintos seres racionales de acuerdo a leyes comunes”, que recibe su
denominación en la medida que cada uno de sus miembros debe tratarse a sí
mismo y a los demás, nunca como simple medio siempre como fin.
Un ser racional pertenece al reino de los fines como miembro de él,
cuando forma parte de él como legislador universal, pero al mismo tiempo está
sujeto a esas leyes. Si no fuera legislador no podría considerarse tampoco
como fin en sí mismo. Esto último por la idea de dignidad que porta cada ser
racional que desarrolla Kant de la siguiente manera: en el reino de los fines
todo tiene precio o dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por
algo equivalente. Es intercambiable por otra cosa. En cambio, lo que se halla
por encima de todo precio y por lo tanto no puede ser intercambiado por nada,
eso tiene dignidad.
Aquello que es fin en sí mismo. La persona, no tiene un valor dado de
afuera sino tiene un valor interno, tiene dignidad. La moralidad es la
condición bajo la cual un ser racional puede ser fin en sí mismo; porque
solo por ella es posible ser miembro legislador en el reino de los fines. La
humanidad, en tanto que es capaz de moralidad es lo único que posee
dignidad. En otras palabras, la AUTONOMÍA es pues el fundamento de la
dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional. En palabras
del propio Kant: “la dignidad de la humanidad consiste precisamente en
esa capacidad de ser legislador universal, aún con la condición de estar
al mismo tiempo sometido justamente a esa legislación”.
Kant considera la libertad no solo en tanto la voluntad no se somete a las
exigencias de las inclinaciones, o sea desde un punto de vista negativo, sino
que al quedar eliminadas todas las determinaciones pertenecientes al mundo
empírico, la voluntad es libre de las leyes que responden a ese orden causal.
La voluntad liberada del orden de la heteronomía no puede estar en
relación a una ley que la determine desde fuera. Por lo tanto, la voluntad,
bajo el influjo de la razón se libera de la causalidad necesaria,
heterónoma, para ser ella misma el origen de su ley, para darse a sí
misma su propia ley. Y darse a sí misma su propia ley es ser autónoma.
Ahora bien, la ley que la voluntad humana se da a sí misma, es la LEY
MORAL que es universal, o sea válida para la voluntad de todo ser racional.
Es así que, el concepto positivo de libertad nos muestra su vínculo con
el concepto de razón. Al comienzo se dijo que, la finalidad de la razón es ser
facultad práctica y esto significa dirigir a la voluntad, producir una buena
voluntad. Se vio también que la voluntad que es dirigida por la razón es la
voluntad humana, complicada en el mundo y sometida a las exigencias también
de su sensibilidad pero que puede ser buena en tanto acomoda la forma de sus
principios a la ley moral. Vimos también que la voluntad humana, trascendiendo
el orden de lo empírico se eleva a una instancia racional, y es en ese ámbito
que se da a sí misma la Ley Moral. Ésta es la voluntad racional y libre. Así, el
hombre, no se descubre libre para llegar a ser moral, sino que desde la moral
se encuentra con su libertad.

Bibliografía utilizada:
 Immanuel Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
 Marta Mateo: Razón y sensibilidad en la ética de Kant.

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