TRABAJO CONFLICTOS MUNDIALES DESDE 1945
- Libro escogido: “La Unión Soviética. El espacio ruso- soviético
en el siglo XX”, del autor Carlos Taibo.
1.) RECENSIÓN DEL LIBRO
La lectura que hoy nos reúne en este trabajo es el libro elaborado por el politólogo
anarquista Carlos Taibo “La Unión Soviética. El espacio ruso- soviético en el siglo
XX”. En la ya mencionada obra (necesito poner el contexto bajo el que se desarrollará
mi comentario crítico) se tratan todos los asuntos, tanto interiores como exteriores, que
rodearon a los territorios de la ya extinta U.R.S.S. durante todo el siglo XX, desde el
tardío imperio zarista hasta la Rusia de Boris Yeltsin, con el fin de explicar las
características que definieron a la Unión Soviética durante toda su existencia, además de
las razones de su surgimiento y posterior caída, y el mundo que surgió en torno a los
países exsoviéticos en los años 90, puntos que se recogen en la obra en un total de 10
apartados (siendo el último, más bien, una conclusión del autor sobre la Rusia
postsoviética).
Personalmente, si tuviera que definir la sensación que me ha dejado la obra tras haberla
leído, diría que es de carácter agridulce. ¿Y por qué? Pues esto se debe a que, si bien es
cierto que el análisis de la realidad de los territorios de la antigua U.R.S.S. que realiza
está bastante logrado, cae en los errores de omitir información que podría ser
importante, hacer un análisis sesgado de la información que trata en más de una ocasión
(priorizando unos datos sobre otros, por ejemplo), y tratando todo lo referente a la
U.R.S.S. con un cierto condicionante ideológico a la vista. Para tratar este tema más a
fondo, vamos a centrarnos en los capítulos que tratan al país en tiempos de Stalin (los 3,
4, y 5, específicamente), ya que son aquellos en los que he observado que esto mismo es
más visible.
Empezando en el tercer capítulo, nos centramos en la muerte de Lenin en 1924, la cual
se produce en medio de la N.E.P. Aquí, Taibo nos explica la disputa de poder que hay
tras su muerte, la cual girará en torno a cuatro personalidades importantes: Trotsky,
Stalin, Zinóviev y Kámenev, siendo los dos primeros las encarnaciones de dos
percepciones del marxismo en la U.R.S.S. completamente distintas: mientras el
ucraniano defendía la idea de la “Revolución permanente”, Iósif defendía el
“Socialismo en un solo país”, pero fue Stalin en esta batalla “a cuatro bandas” quien
acabó haciéndose con el poder absoluto en el país tras las expulsiones del Partido
Comunista de Zinóviev y Kámenev en 1926 (con quienes Stalin compartía el poder),
convirtiéndolo así en la figura con mayor poder dentro de la Unión Soviética, y el
posterior exilio de Trotsky en 1929 no hizo sino reforzar esta postura, bien es cierto.
Después de este cambio en los acontecimientos, no obstante, el georgiano decidió seguir
con la N.E.P. hasta 1928, cuando su visión del “socialismo en un solo país” culminaría
con el comienzo de los “Planes Quinquenales”, los cuales serán mejor tratados en el
siguiente capítulo.
Bien, en este punto del texto hay una cosa que me gustaría sobre todo criticar, y es el
hecho de que me da la impresión de que Taibo, dentro del contexto de la disputa de
poder en la que saldrá ganando Stalin, trata a éste como un teórico mediocre que sólo
podía destacarse por su maquiavélico e insensible carácter (el cual le ayudaría a tomar el
poder) frente al pasional, ilustrado e ingenuo Trotsky, cuando no puede ser una visión
más alejada de la realidad. Stalin fue una figura importantísima dentro del desarrollo del
marxismo en la U.R.S.S., y si bien existen corrientes dentro del marxismo que son
críticas con su teoría (lo cual es perfectamente normal, como es el caso de los
bordiguistas italianos), considero injusto darle ese trato a una persona que desarrolló las
ideas defendidas por Lenin, teniendo además un repertorio teórico digno de un
verdadero intelectual (de hecho, el propio término “marxismo- leninismo” es creado por
él). Además, considero también que el autor omite información de considerable
importancia, tal y como ocurre cuando afirma, mencionando una cita de Reiman, que
“toda oposición fue directamente un delito político penado con las más duras
sanciones”. Taibo, con esto, se ve que no tiene en cuenta que siguió existiendo
oposición crítica con Stalin (la cual éste último llegó incluso a tolerar) después de las
expulsiones de Zinóviev, Kámenev, y Trotsky, bajo la forma por ejemplo de notorias
figuras dentro del movimiento bolchevique, tales como la propia Aleksandra Kolontái,
quien criticó ferozmente tanto a Lenin como a Stalin en diversas ocasiones (valiéndola
más de una discusión fuerte con el primero en consecuencia). Es por ello por lo que,
sinceramente, el análisis de la oposición a Stalin se me ha hecho un poco incompleto,
honestamente. No por ello, sin embargo, es un mal capítulo: me parece que explica muy
bien el cómo se desarrolló el proceso de la N.E.P., la rivalidad que había entre las tesis
estalinistas y las trotskistas (socialismo en un solo país vs revolución permanente) tras
la muerte de Lenin, y el proceso de ascenso al poder del político georgiano desde 1922,
quien prolongará durante dos años más (desde que ostenta el máximo poder en 1926) la
Nueva Política Económica, para cambiar el panorama político, económico, y social de
la U.R.S.S. completamente al comenzar el primer plan quinquenal en 1928, el cual era
la culminación de su tesis del “socialismo en un solo país”.
Finalizado el tercer capítulo, comenzamos por el cuarto, en el cual se nos narra el
período comprendido desde 1928 hasta 1941, caracterizado sobre todo por el ya
indiscutible poder de Stalin, por ser el período en el que la U.R.S.S. viviría una rápida
industrialización y colectivización agraria, fruto de los tres primeros planes
quinquenales (los cuales, como señala Taibo, están repletos de controversias, las cuales
analizaremos más tarde), por la expansión del país socialista hacia el oeste (Polonia
Oriental, los países bálticos, partes de Finlandia, y Moldavia, básicamente), y por la
gran represión que, según el autor, vivió la disidencia soviética en general en estos
tiempos, la cual alcanzó su apogeo con los asesinatos políticos (procesos de Moscú) y
las hambrunas. Sin embargo, en este mismo capítulo, el politólogo español también
analiza otros temas que considera importantes para el período tratado, tales como la
veracidad de una existencia de “continuidad ideológica” del leninismo con las tesis
estalinistas, y la creación de un “culto a la personalidad” en torno a la figura de Stalin.
Este capítulo, aunque en materia sea distinto al ya presentado anteriormente, igualmente
tiene aspectos bastante criticables que veo necesario tratar en esta recensión. Como
aspecto primero, me gustaría empezar con el tan mencionado por la historiografía
moderna “culto a la personalidad” en torno a la figura de Stalin, y es que esta visión,
muchas veces, tiene más parte de exageración ideológica que de realidad, y es que, si
bien es cierto que Stalin tuvo errores notorios durante su mandato (tal y como lo
muestran las mencionadas deportaciones de checheno- ingusetios, o la de los tártaros de
Crimea, que no pudieron volver a sus tierras hasta la época de Gorbachev), estamos
hablando asimismo de un político que ha recibido una difamación de proporciones muy
grandes por figuras como personalidades nazis (véase Goebbels) o el mismísimo
Randolph Hearst, quien era un propietario de periódicos muy importante en los EE.UU.
que se convirtió en un ferviente anticomunista, tanto así que llegó a dar voz en sus
periódicos a jerarcas nazis y posteriormente apoyó la caza de brujas anticomunista
llevada a cabo por McCarthy en la EE.UU. de los años 50. No es de extrañar, por ello (y
con esto entramos en el punto de la colectivización de la tierra), que fuera uno de los
principales difusores de la hambruna soviética de 1932-33, la cual algunos llaman, con
una cierta carga nacionalista, “Holodomor”, asunto el cual trataremos más en
profundidad dentro de poco. Volviendo al “culto a la personalidad” de Stalin: me parece
curioso este tema, porque Taibo, pese a que menciona a más de un autor que defiende
que existió (véase Cohen), no nombra en ningún momento a las personalidades que lo
negaron, como sucedió con el famoso diplomático norteamericano Joseph E. Davies,
quien, gracias a que representó a los EE.UU. en Moscú, tuvo la oportunidad de hablar
con Stalin, a quien describió como una persona sencilla y tranquila. Más esclarecedor
será, sin embargo, lo que escribirá el periodista norteamericano Isaac Don Levine,
quien, siendo un fuerte anticomunista que trabajó hasta para el propio Hearst, diría de
Stalin en una de sus propias obras que “Stalin no busca honores. Aborrece la pompa. Es
contrario a todo tipo de demostraciones públicas. Podría llevar en el pecho todas las
insignias nominales de un gran estado. Sin embargo, prefiere mantenerse en un segundo
plano.” (Levine, 1931; p. 248-49).
Por último, en lo referente a este apartado, me gustaría mencionar el cómo se trata el
asunto de los tres primeros planes quinquenales de la U.R.S.S., los cuales me vuelven a
recordar ese sabor “agridulce” que dije al principio de esta recensión que me había
dejado el libro. Primero de todo, me gustaría enfocarme en los aspectos acertados que el
autor ha hecho con respecto a este tema, y es que me ha parecido muy bien que Taibo
fuese específico (de la manera correcta) con los tipos de industria que se fomentaron en
cada plan quinquenal, siendo por ejemplo que me sorprende para bien que mencionara
que el crecimiento industrial astronómico por el que la U.R.S.S. pasó se basó
principalmente en la industria pesada (la cual fue mayoritaria en el primer y segundo
plan quinquenal). Sin embargo (y esto es otra cosa que me gusta del libro), el autor
también mencionó que en estos planes quinquenales (más concretamente el segundo y el
tercero) se fomentó también a la industria ligera, la cual era responsable de los bienes de
consumo, cosa que fue completamente verdad, y que cierto es también que pudo haber
originado una cierta descompensación entre ambas industrias. También me parece
reseñable que nombrara a los “koljoses” y a los “sovjoses” como los ejes vertebradores
sobre los cuales giraría el proyecto de colectivización de la tierra llevado a cabo durante
el primer plan quinquenal. Sin embargo, como bien he dicho ya anteriormente, este
apartado tampoco se libra de sus errores, y es que la visión de Taibo sobre los planes
quinquenales y las consecuencias que tuvieron debería ser más completa. Por ejemplo,
cuando habla del propio programa de colectivización y de la represión derivada del
mismo, el politólogo, aún a sabiendas de que no existe un consenso entre las cifras de
muertos, comete el error de darle más importancia a las cifras más catastrofistas, tal y
como vemos en la obra con la cifra dada por Robert Conquest de los muertos de la
represión estalinista entre 1936 y 1950, la cual era de 12 millones de personas: número
que sube el autor a 15-20 millones de personas, fruto de la colectivización de la tierra
del primer plan quinquenal. En cambio, si bien veo que se ha mencionado a los muertos
por la colectivización agrícola, y con ello, indirectamente, a la hambruna de 1932-33, no
veo por ningún lado un factor fundamental en ésta última, y es que en 1932 se produjo
una gran sequía en la R.S.S. de Ucrania que afectó seriamente a la producción agraria de
1932-33, siendo un factor que debemos tener muy en cuenta a la hora de analizar la
hambruna, además de que el libro tampoco tiene en cuenta (o menos de lo que debería)
el hecho de que el gobierno soviético trató de disminuir la hambruna por muchos
medios, ya que existen documentos de envío de grano hacia Ucrania firmados por el
propio Stalin, por ejemplo, lo cual choca con la visión altamente discutida de que la
hambruna del 32-33 fue provocada deliberadamente por el georgiano para acabar con el
creciente movimiento nacionalista ucraniano y proseguir con la rusificación de Ucrania.
Dicho esto, considero, tras haber concluido con mis mayores críticas, al punto número 4
como cerrado.
El punto número 5, como más de uno habrá pensado, cubre el resto de años de vida de
Stalin, desde la entrada de la U.R.S.S. en la Segunda Guerra Mundial a raíz de la
Operación Barbarroja (1941) hasta la muerte del dirigente soviético en 1953, la cual
estuvo causada por una hemorragia cerebral. En este punto, se narra con detalle el
desarrollo de la Segunda Guerra Mundial en la Unión Soviética y sus devastadoras
consecuencias (con las Conferencias de Yalta, Teherán y Potsdam también tratadas), la
formación de los dos bloques hegemónicos de la segunda mitad del siglo XX
(capitalista y comunista), la partición de Alemania en zonas de influencia, el bloqueo
del Berlín capitalista por Stalin en 1948, la guerra de Corea, y el resurgimiento de una
rivalidad renovada entre estadounidenses y soviéticos que comenzaría a notarse muy
fuertemente en los años 50. Este punto, si bien es cierto que trata de una manera muy
objetiva y meticulosa aspectos como el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial en la
U.R.S.S. y sus consecuencias dentro del país, considero asimismo que también vuelve a
caer en la visión altamente ideologizada del “culto a la personalidad” hacia Stalin (la
cual ya he tratado anteriormente), pero por lo demás, considero que este punto está más
“logrado” por así decirlo, que los otros dos anteriores (voy a hacer como que no he visto
la sandez esa de que “hay quien dice que Stalin admiraba en secreto a Hitler”, porque
ningún historiador serio podría sostener esa afirmación).
Así que, en resumen, y ya para finalizar con mi análisis, considero que, si bien este libro
tiene tanto sus aciertos como sus errores, ofrece un análisis de Rusia (sobre todo
hablando de la U.R.S.S.) el cual considero que es exhaustivo y que tiene validez
historiográfica como medio informativo, por lo que me parece un libro recomendable
para cualquier persona que esté interesada en la historia de la Unión Soviética y quiera
tener una introducción en condiciones. Sin embargo, como todo en la vida, los
documentos historiográficos se tienen que leer desde un prisma crítico, y ésta no es la
excepción.
- Nicolás Rodríguez Charte, 10/12/23.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA