UNIDAD 2: Duelo, Melancolía, Manía
DUELO
Duelo evolutivo
Para Cobo Medina, el duelo evolutivo se refiere a aquellas situaciones en las que, sin que exista la muerte
física, la vivencia de separación y pérdida es tan intensa que cumple muchas de las características del duelo
por deceso.
En estos casos no existen pérdidas afectivas fuera del sujeto, sino que se debe a situaciones que son
producidas durante su evolución normal, como por ejemplo cambios psíquicos, transformaciones del esquema
corporal, las vivencias del propio cuerpo, acceso a nuevos estadios de la mente y alejamiento de antiguas
etapas del desarrollo.
Pérdidas relacionadas con el envejecimiento
Pérdida de la juventud, de la cual se tiene clara consciencia, entre otros.
Hijos entran en la adolescencia
Pérdida de la capacidad sexual y reproductora
Pérdida de la posibilidad de iniciar una carrera profesional o de contraer un nuevo matrimonio
Pérdida de la función parental a medida que los hijos crecen, se independizan y abandonan el hogar
Pérdida de los propios padres, debido a la muerte de éstos o a su envejecimiento
Pérdida de los que pertenecen a la misma generación debido a su muerte prematura.
Todas estas pérdidas exigen que se haga el duelo correspondiente y también tienen el efecto de tornar al
individuo más consciente de su propia finitud. Este ingreso de la propia muerte a la escena psicológica, es el
rasgo fundamental de la crisis de la madurez.
Cada persona tiene una capacidad diferente de adaptación, así como una reserva particular de amor, salud y
dignidad. Por ello, para quienes poseen pocos recursos, una sola pérdida importante es suficiente.
No toda muerte entraña un duelo
Para esto, es preciso que la persona fallecida sea importante para el o los que la han perdido y que además
existan entre ellos lazos de unión estrechos. (Apego y la pérdida)
Según Freud, el duelo, incluso si la persona perdida no ha muerto, siempre hace que el individuo piense en
sus límites, su finitud y su propia muerte; además, le invita a realizar el trabajo de la muerte, esto es, la
preparación psíquica para enfrentar su propia desaparición.
La escuela psicoanalítica defiende que, en el fondo, nadie cree en su propia muerte, o lo que es igual, cada
individuo está convencido de su inmortalidad. (Increíble en el inconsciente)
La muerte imprime al duelo un carácter particular debido a su carácter de radicalidad, irreversibilidad,
universalidad e implacabilidad.
En contraste, una separación no mortal siempre deja abierta la esperanza del reencuentro.
El duelo es necesario para seguir viviendo, para separarse de la persona perdida conservando lazos
diferentes con ella y reencontrar la libertad del funcionamiento psíquico. Ahorrarse el duelo no es la mejor
manera de luchar contra los efectos disolventes de la muerte.
Operaciones para conservar a la persona amada
Según Carlos Garrido, las operaciones tradicionales para conservar a la persona amada son siempre las
mismas:
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La imagen, que consiste en colocar en un lugar destacado la fotografía del ser amado.
La oración, que implica una plegaria para rescatar el recuerdo.
Objetos que pertenecían al ser amado ya que mientras se conserven, es como si se pudiera regresar
de forma alucinatoria al momento en que la pérdida no se había producido.
Ofrendas, cuyo objetivo es mantener la relación afectiva con la persona perdida, y expresar el amor.
La tumba, porque permite conservar un vínculo sutil con alguien que ya no está por medio de sus
restos físicos.
Factores importantes en el duelo
Factores ligados a la causa y modalidad de Grado de parentesco
la muerte Grado de dependencia con el fallecido
Edad Personalidad del superviviente y estado
Duración de la enfermedad mortal y de la psíquico previo
agonía Soporte social
Carácter de la muerte Presencia de otras experiencias de duelo
Aspecto del cadáver Presencia de factores culturales que
Duelo a distancia permitan la expresión del duelo
Factores preexistentes a la enfermedad Fe religiosa
mortal Carácter y estilo de vida de la persona
Tipo de relación afectiva con el difunto fallecida (deseo de injusticia)
Duración del duelo
No hay una respuesta disponible para la pregunta de cuándo se termina el duelo. Las personas siempre
tienen una sensación de tristeza cuando piensan en alguien que han querido y perdido, pero al final del duelo,
el tipo de tristeza es diferente, no tienen la cualidad de sacudir al individuo como lo hacía antes.
Al final de este, es posible pensar en el fallecido sin manifestaciones físicas, como llanto intenso o sensación
de opresión en el pecho.
Además, el duelo acaba cuando una persona vuelve a invertir sus emociones en la vida y en los vivos.
La intensidad del duelo es proporcional a la fuerza del apego y no depende de la naturaleza del objeto
perdido, sino del valor que se le atribuye.
El duelo normal
El término duelo normal, a veces llamado duelo no complicado, abarca un amplio rango de sentimientos y
conductas que son normales después de una pérdida en el ámbito psicológico, la pérdida del ser amado es
tan traumática como herirse o sufrir una quemadura grave en el plano fisiológico.
El duelo representa una desviación del estado de salud y bienestar; por lo tanto se necesita un periodo de
tiempo para que la persona en duelo vuelva a un estado de equilibrio. En este sentido, el proceso de duelo es
similar al proceso de curación.
Es importante recalcar que duelo no es sinónimo de depresión, pero que muchos duelos pueden terminar
provocando un episodio depresivo e incluso suicidio. Duelos insuficientemente elaborados o con una
evolución anormal pueden generar un episodio depresivo u otro trastorno mental establecido.
Manifestaciones del duelo normal (Worden)
Sentimientos: Tristeza, enfado, culpa y autorreproche, ansiedad, soledad, fatiga, impotencia, shock,
anhelo, emancipación, alivio, insensibilidad.
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Sensaciones físicas: Vacío en el estómago, opresión en el pecho, opresión en la garganta,
hipersensibilidad al ruido, sensación de despersonalización, falta de aire, debilidad muscular, falta de
energía, sequedad en la boca.
Conductas: Trastornos del sueño, trastornos alimentarios, conducta distraída, aislamiento social, soñar
con el fallecido, evitar recordatorios del fallecido, buscar y llamar en voz alta, suspirar, hiperactividad
desasosegada, llorar, visitar lugares o portar objetos que recuerden al fallecido, atesorar objetos que
pertenecían al fallecido.
Cogniciones: Incredulidad, confusión, preocupación, sentido de presencia, alucinaciones.
Diagnóstico diferencial: duelo y depresión
Duelo Depresión
Identificación anormal y excesiva con el
Identificación Identificación normal con el difunto
difunto
Mayor ambivalencia e ira inconsciente
Ambivalencia Escasa ambivalencia con respecto a él
hacia él
Llanto, pérdida de peso, disminución de la libido, retraimiento, insomnio, irritabilidad,
Síntomas
disminución de la concentración y la atención. Mayor duración en la depresión
Ideas suicidas poco frecuentes
Ideas suicidas Ideas suicidas frecuentes
(reencuentro)
La culpa se relaciona con la forma en que
Culpa La culpa es global
fue tratado el muerto
Sentimientos
Ausencia de sentimientos generalizados de El sujeto se considera totalmente malo o
de
desvalorización sin valor
desvalorización
Induce empatía/simpatía En general induce fastidio, disgusto o
Induce
(recibe asertivamente el apoyo del entorno) irritación en los demás
Con el tiempo los síntomas ceden,
Duración de Los síntomas no ceden, pueden empeorar
generalmente dentro de los 6 meses
síntomas e incluso durar varios años
siguientes
Enfermedades
Susceptibilidad a enfermedades físicas Susceptibilidad a enfermedades físicas
físicas
Contactos Responde a la transmisión de confianza y No responde a la transmisión de
sociales los contactos sociales confianza, rechaza los contactos sociales
La medicación antidepresiva no es efectiva
Medicación
porque no hay algo fisiológico, sino que es La medicación antidepresiva es efectiva
antidepresiva
meramente emocional
Lo que se promueve con el diagnóstico diferencial, es evitar la psiquiatrización del duelo y la tentación de
narcotizarlo con psicofármacos.
Los antidepresivos y los ansiolíticos siempre deben ser prescritos por el médico, quien dará seguimiento al
proceso para suprimirlos en el momento oportuno y de la forma adecuada (siempre poco a poco, nunca de
manera abrupta). Además, el tratamiento farmacológico siempre debe ir acompañado, o formar parte, del
tratamiento integral del duelo.
Las cinco etapas del duelo
La gente a menudo cree que las etapas del duelo duran semanas o meses. Olvida que son reacciones a
sentimientos que pueden durar minutos u horas mientras fluctuamos de uno a otro.
Las etapas de duelo son reacciones a la pérdida que muchas personas tienen, pero no hay una reacción ni
una pérdida típica. Son instrumentos para ayudarnos a enmarcar e identificar lo que podemos estar sintiendo,
sin embargo, no todo el mundo atraviesa todas ni de manera lineal.
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Negación
Esta primera etapa del duelo nos ayuda a sobrevivir a la pérdida ya que, dejar entrar todos los sentimientos de
golpe, sería abrumador para la psiquis. No significa que uno no sepa que la persona querida ha muerto, sino
que es una situación que aún no alcanza a dimensionar. Es un “no poder creerlo”, pudiendo quedar paralizado
o refugiarse en la insensibilidad.
Ira
La ira solo aflora cuando nos sentimos lo bastante seguros como para saber que probablemente
sobreviviremos a la pérdida, cuando empezamos nuevamente a funcionar.
Es una etapa necesaria del proceso curativo, que puede emerger varias veces y de diferentes formas.
No tiene límite, podemos enojarnos con nuestro ser querido, con nosotros mismos y hasta con Dios. Por lo
tanto, si pedimos a las personas que superen la ira demasiado deprisa, lo único que conseguiremos será
alejarla de nosotros
Negociación
Antes de una pérdida, parece que haríamos cualquier cosa con tal de que no se lleven a la persona que
queremos. Después de una pérdida, la negociación puede adoptar la forma de una tregua temporal.
Comenzamos a repetirnos constantemente “ojalá…”, o “¿Y si…? Se genera culpa, por pensar si se hubiera
actuado de otro modo.
Cuando atravesamos esta etapa, la mente modifica los acontecimientos pasados mientras explora todo lo que
podría haber sido y lo que podría haber hecho. Lamentablemente, se llega a la misma conclusión: la realidad
es que el ser querido ya no está.
Depresión
Tras la negociación, nuestra atención se dirige al presente y aparece la sensación de vacío. Es decir que, el
duelo entra en nuestra vida a un nivel más profundo e intenso.
Experimentar la pérdida y explorar las emociones, permite ir superando la depresión. Es una etapa que nos
obliga a ir más lento y nos permite evaluar de forma real la pérdida, nos obliga a reconstruirnos de nuevo
desde la nada.
Por lo tanto, hay que permitir que siga su curso, vivenciarla, salvo que la intensidad o cronificación hagan
decidir medicar.
Aceptación
En esta etapa, se acepta la realidad de que nuestro ser querido, se ha ido físicamente y se reconoce como
permanente.
En la medida en que nos vamos curando, aprendemos a vivir con esa pérdida, a conectarnos con el recuerdo
y a poder establecer nuevas relaciones o dedicar más tiempo a las antiguas, generar nuevos contactos e
intereses.
Dificultad en la elaboración del duelo: duelo anormal. Duelo complicado y duelo patológico.
El duelo patológico comprende la intensificación del duelo a un nivel en que la persona está desbordada,
recurre a conductas no adaptativas, o permanece en ese estado sin avanzar en el proceso del duelo hacia su
resolución.
Cuando se pierde el objeto de amor, muchas veces queda eliminada la realidad, ya que el sujeto puede
desmentirla o hasta incluso romper vínculos con ella. De esta manera, la diferencia entre neurosis y psicosis
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se desplaza: de mantener vínculos con el objeto pasa a la sustitución de la realidad por los productos de la
fantasía.
Melancolía
Freud -en “Duelo y Melancolía”-, hace una comparación entre duelo y melancolía. En un primer momento,
afirma que tienen un mismo ocasionamiento que va a ser la pérdida de un ser querido o de una abstracción
que haga las veces de él, como, por ejemplo, la patria, la libertad, un ideal, etc. Sostiene que, frente a esta
pérdida, algunos desarrollan un duelo mientras que otros desarrollan una melancolía.
Con respecto al duelo, establece que consiste en la pérdida de un objeto consciente, que conduce a una
desviación de la conducta normal de la vida, a partir de la cual se produce un empobrecimiento del mundo
externo. Sin embargo, después de cierto tiempo, la persona se recupera, luego de que paulatinamente haya
quitado la líbido enlazada al objeto.
Por otro lado, explica que la melancolía consiste en la pérdida de un objeto inconsciente, que conduce a una
desazón profunda, pérdida de interés por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de amar, inhibición de
toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autoreproches y
autodenigraciones (estas características también se encuentran en el duelo, a excepción de la rebaja del
sentimiento de sí). Es decir que, se produce un empobrecimiento del yo, debido a que se retira por completo
la líbido del objeto y se vuelve sobre el yo, identificándose así con el objeto.
SUICIDIO
Las múltiples caras del suicidio en la clínica psicológica
El suicidio es la muerte producida por uno mismo con la intención precisa de poner fin a la propia vida, sin
embargo, dicho concepto es polisémico.
De hecho, las conductas suicidas que aparecen en la clínica psicológica se presentan de forma muy diversa,
responden a motivaciones distintas y requieren, por ello, de vías de intervención también diferentes.
El suicidio es una urgencia vital ubicada no sólo en un contexto biográfico de pérdida de la salud de la
persona, sino también de debilitamiento de sus redes afectivas y sociales. Así, en la toma de decisiones de
una persona que se implica en una conducta suicida hay tres componentes básicos:
a. Emocional: un sufrimiento intenso.
b. Conductual: una carencia de recursos psicológicos para hacerle frente.
c. Cognitivo: una desesperanza profunda ante el futuro, acompañada de la percepción de la muerte como
única salida.
Variantes de la conducta suicida
Suicidio consumado: el sujeto consigue intencionalmente acabar con su vida.
Suicidio frustrado. A pesar de que el sujeto tiene una intención inequívocamente suicida y ha
utilizado un procedimiento habitualmente letal (ahorcamiento, precipitación, arma de fuego), el suicidio
no se consuma por la inexperiencia del sujeto en el manejo del método, por la rápida intervención de
los servicios médicos, de la comunidad familiar o social, o, simplemente por azar.
Tentativas de suicidio o parasuicidios. La persona se causa deliberadamente un daño, sin la
intención aparente de quitarse la vida, con consecuencias no-fatales, pero que pueden
accidentalmente llevar a la muerte, y con el recurso a procedimientos habitualmente no letales, como
la ingestión de fármacos o las autolesiones superficiales. (PRODUCIR CAMBIOS EN EL ENTORNO)
Equivalentes suicidas: Conductas habituales en las que una persona se expone voluntariamente de
forma regular a situaciones de riesgo o peligro extremo que escapan a su control, como la conducción
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temeraria de vehículos o la implicación al límite en deportes de riesgo, o se involucra en conductas que
deterioran gravemente su salud, recurriendo, por ejemplo, al consumo abusivo de alcohol o drogas.
Las amenazas suicidas
Las amenazas suicidas suponen una ideación suicida específica expresada al entorno, pero en la que
todavía no existen conductas encaminadas a la consecución de la muerte. Pueden o no estar acompañadas
de un plan suicida.
La ideación suicida, frecuentemente no expresada a otras personas, se refiere a pensamientos sobre el
suicidio que suelen ser duraderos en el tiempo. No se trata meramente de una falta de ganas de vivir, sino de
un deseo activo persistente de poner fin a la vida.
Suicidio y trastornos mentales
Hay ciertos trastornos mentales que pueden aumentar el riesgo de suicidio, como por ejemplo: Depresión;
Trastornos adictivos; Trastornos psicóticos; Trastorno límite de la personalidad y Trastornos de la Conducta
Alimentaria (Anorexia)
El suicidio es mucho más probable cuando está presente la depresión, bien de forma pura (en la depresión
mayor o en el trastorno bipolar) o de forma comórbida con los trastornos adictivos o con la anorexia.
El riesgo de suicidio está siempre presente en las personas diagnosticadas con un Trastorno Límite de la
Personalidad y muy frecuentemente en las afectadas por una anorexia.
Ello no quita que haya suicidios que resulten imprevisibles y, por tanto, muy difíciles de prevenir. En estos
casos el suicidio adquiere un carácter espasmódico, como una especie de acting-out, donde un impulso que
se convierte en acto.
Signos de alarma de riesgo suicida
Los intentos previos de suicidio (métodos potencialmente letales); los antecedentes de suicidio en la familia; y
la expresión verbal de un sufrimiento desbordante y del propósito de matarse (en forma de gestos o
amenazas suicidas), y cuando hay una planificación de la muerte (cambios en el testamento o notas de
despedida)
Tensiones vitales múltiples
Existen situaciones que tienen un valor predictivo en personalidades vulnerables con tendencias impulsivas y
agresivas y con pocas respuestas de afrontamiento. Estas son: conflictividad familiar, la pérdida de empleo
(una situación económica desfavorable), los desengaños amorosos o el fallecimiento reciente de un familiar
cercano.
Factores de riesgo y factores de protección
Factores de riesgo
En las personas en riesgo puede haber algunos factores predisponentes, como haber sufrido sucesos
traumáticos en la infancia, tener una historia previa de intento suicida o de suicidio en la familia, mostrar un
nivel alto de impulsividad/ inestabilidad emocional o carecer de recursos de afrontamiento adecuados. Esta
predisposición puede interactuar con ciertos factores precipitantes, como la fase aguda de un trastorno
mental, los pensamientos suicidas, el fácil acceso a métodos letales, el acoso o algún acontecimiento vital
adverso reciente, sobre todo si genera humillación profunda. Aislamiento social o familiar
Factores de protección
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Esta capacidad de resistencia se relaciona con algunas dimensiones de personalidad, como una autoestima
adecuada, flexibilidad cognitiva o impulsividad controlada, estabilidad emocional y recursos psicológicos de
afrontamiento apropiados, especialmente en el ámbito de la resolución de conflictos o de las habilidades
sociales. Asimismo, el repertorio de valores del sujeto, de tipo religioso, espiritual o altruista, puede neutralizar
hasta cierto punto los pensamientos derrotistas o la ideación suicida.
Ponerse a tratamiento médico o psicológico (y seguir adecuadamente las prescripciones terapéuticas)
también es un factor de protección.
Decisiones clínicas en relación con el suicidio
La demanda terapéutica en relación con el suicidio está constituida por tres tipos de pacientes: los que tienen
ideación suicida pero aún no la han expresado verbalmente; los que acuden a la consulta manifestando
pensamientos suicidas reiterados; y aquellos que han sobrevivido a un intento de suicidio.
En la entrevista se debe favorecer la comunicación de los síntomas, sentimientos y pensamientos del
paciente, así como facilitar que éste y sus allegados se impliquen en la toma de decisiones.
Si un paciente ha tenido ya un intento de suicidio, sobre todo si ha sido reciente, el riesgo de consumación del
suicidio aumenta en las semanas posteriores, por lo que es preciso un seguimiento exhaustivo en las primeras
semanas (ayuda terapéutica, red de apoyo familiar y social, organizaciones comunitarias) y una atención
específica a los problemas psicológicos o trastornos mentales planteados.
Es muy importante prestar atención a la actitud después del intento y a la disposición para el tratamiento.
En ocasiones es necesaria la hospitalización en función de las siguientes variables: la gravedad clínica del
episodio, la planificación y letalidad del plan, el riesgo suicida inmediato del paciente, la patología psiquiátrica
de base o la presencia de comorbilidades, y la falta de apoyo familiar o social.
Hay que prestar atención específica a los problemas actuales del paciente, a las situaciones de estrés, a los
trastornos mentales, a las enfermedades físicas, al consumo de alcohol/drogas y a la presencia de ideación
suicida. Se trata de potenciar las fortalezas del paciente y sus recursos de afrontamiento, así como consolidar
el apoyo familiar, social y, en su caso, de los grupos comunitarios.
Recomendaciones de cómo, cuándo y que preguntar sobre ideación suicida
¿CÓMO PREGUNTAR?
¿Se siente infeliz o desvalido?
¿Se siente desesperado?
¿Se siente incapaz de enfrentarse a la vida diaria?
¿Siente la vida como una carga?
¿Siente que la vida no merece la pena vivirse?
¿Siente deseos de cometer suicidio?
¿CUÁNDO PREGUNTAR?
Después de que se ha establecido una empatía y la persona se siente comprendida
Cuando el paciente se siente cómodo expresando sus sentimientos
Cuando el paciente está en el proceso de expresar sentimientos negativos de soledad o de impotencia
¿QUÉ PREGUNTAR?
Para descubrir la existencia de un plan suicida: ¿Alguna vez ha realizado planes para acabar con su vida? ¿Tiene
alguna idea de cómo lo haría?
Para indagar sobre el posible método utilizado: ¿Tiene pastillas, algún arma, algún objeto peligroso o algo similar?
Para obtener información acerca de si la persona se ha fijado una meta: ¿Ha decidido cuándo va a llevar a cabo el
plan de acabar con su vida? ¿Cuándo lo va a hacer?
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Los objetivos terapéuticos deben centrarse en el cambio de los factores modificables para contrarrestar el
peso de los factores inmodificables y en la inducción al paciente de algún tipo de esperanza y de control sobre
su conducta.
Prevención: prevención primaria con los niños y adolescentes en la familia y en la escuela. Se trata de
prestarles un apoyo afectivo incondicional, de acostumbrar a los adolescentes a que pidan ayuda cuando la
necesiten y de enseñarles a afrontar emociones y situaciones negativas.
Principios fundamentales que caracterizan la terapia de la crisis suicida según Shneidman
Actividad: En las crisis suicidas el terapeuta debe ser activo, con el objetivo de resaltar la significación
de la vida del paciente y reafirmar su autoestima.
Autoridad: El terapeuta debe asumir la autoridad, cuidar y dirigir temporalmente al paciente, dado que
el sujeto en esta situación se siente incapaz de encontrar alguna solución y sus pensamientos son
ambivalentes.
Alta Letalidad, se tiene que abandonar la neutralidad terapéutica. Es necesario dar apoyo, tranquilizar
al paciente, hacerlo que se dé cuenta de que existen otras opciones disponibles, y asegurarle que uno
está listo para ayudarlo.
Implicación de los otros: El suicida se vivencia como un ser abandonado, desamparado y rechazado,
por lo tanto, otras personas -y en especial aquellos significativos en la situación- deben ayudar a
reconstruir en el paciente los sentimientos de autoestima y autoconfianza, así como a restablecer los
lazos entre el sí mismo del sujeto y los otros.
Evaluar suicidalidad y desesperanza en la sesión inicial: En contra de lo que se cree en general, la
mayoría de las personas experimentan alivio cuando el médico, psicólogo o psiquiatra los interroga
sobre esos sentimientos buscando saber sobre la planificación del acto. En este sentido, es
sumamente importante que se evalúen en la sesión inicial, la desesperanza y la ideación e intento de
suicidio, y que se determine el grado de riesgo.
Factor o situación precipitante: Las personas con conductas suicidas tienen un afrontamiento
autorreferente o ineficaz, lo cual permite que, cualquier suceso de la vida del sujeto pueda ser
percibido como muy amenazante, y que sus exigencias para afrontarlo, sobrepasen la autopercepción
de las capacidades disponibles para transformar o adaptarse eficazmente a su entorno.
Contenido: Si existe cualquier razón para sospechar de nociones o fantasías suicidas, es esencial que
el terapeuta insista en que el paciente las exprese, con los detalles tan concretos como sea posible
(facilitar la prueba de realidad) Intentos y planes previos.
Distorsiones cognitivas
Algunas de estas distorsiones, o errores de lógica, incluyen:
Pensamiento dicotómico (todo o nada): la tendencia a pensar en términos extremos.
Abstracción selectiva: la tendencia a enfocarse en un detalle negativo del ambiente.
Interferencia arbitraria: tendencia a extraer una conclusión en ausencia de evidencia que la apoye.
Sobregeneralización: la tendencia a extraer conclusiones globales con base en un hecho aislado.
Maximización y minimización: la tendencia a enfatizar en demasía la significación de los sucesos
negativos, y a subestimar la de los sucesos positivos.
Personalización: la tendencia a tomar responsabilidad por cosas que tienen poco o nada que ver con
uno mismo.
Involucrar dentro de la situación a los otros significativo: mantener alguna forma de contacto con la
persona potencialmente peligrosa para protegerlo del aislamiento y de la inactividad en su vida
cotidiana.
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Fármacos, hospitalización: Es muy útil que el terapeuta sepa quién es el médico que atiende con
regularidad al paciente, y que establezca ciertos vínculos con él para el caso en que se realice un
agudo intento de suicidio. En este caso, el médico estará mucho mejor equipado que el terapeuta para
el manejo de una urgencia médica que amenace la vida del paciente.