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Romanos de Tiratel
Romanos de Tiratel
Romanos de Tiratel
Introducción
El objetivo de este trabajo es, básicamente, el de establecer las relaciones entre las
actividades que conducen a la construcción de una colección y los estudios de usuarios.
Algunos bibliotecarios actúan como si el crecimiento de sus colecciones fuera bueno en sí
mismo, y lo hacen en el entendimiento de que cuanto más completa es una colección, más
posibilidades existen de satisfacer las demandas de los usuarios. Sin embargo, la dinámica
y, muchas veces, la existencia misma de una biblioteca se basan en la utilización que se
haga de sus fondos. Así, la atención solamente focalizada en el crecimiento indiscriminado
de la colección, cuando no se apoya en una cuidada política de selección, corre el riesgo de
descuidar otros aspectos, como son el del diseño de servicios que permitan tanto la
explotación racional de los fondos como su utilización conveniente.
El principio sustentante para guiar la formación de una colección debería ser, entonces, la
satisfacción de las necesidades de información, de formación y de recreación de la
comunidad a la que sirve la biblioteca. El aceptar este principio, implica que el estudio de
esa comunidad será fundamental, orientativo e inspirador. Por supuesto, estos estudios
variarán según el tipo de biblioteca, porque éste condiciona, a su vez, el mayor o menor
grado de "cautividad" de los usuarios, conformándose una gama que va desde la pequeña
biblioteca especializada, que sirve a una empresa o instituto de investigación con usuarios
homogéneos y fácilmente identificables, hasta la biblioteca pública enclavada en una gran
ciudad, que trabaja para grandes grupos disímiles y poco conocidos.
Es entonces válido deducir que existe una estrecha relación entre el desarrollo de las
colecciones y los estudios de usuarios, dado que, cuando se construye un fondo se lo hace
teniendo en mente la satisfacción de una comunidad determinada, y se lo podrá hacer más
eficientemente si las decisiones se basan en un conocimiento validado antes que en la mera
intuición del bibliotecario.
Definiciones iniciales
Con el objeto de clarificar los conceptos que se desarrollarán a lo largo de este artículo, se
definirán inicialmente los términos estudios de usuarios y desarrollo de la colección.
En el ámbito de la bibliotecología, los estudios de usuarios se pueden definir como un área
multidisciplinaria del conocimiento que, a través de métodos de investigación tanto
cuantitativos como cualitativos, intenta analizar los hábitos, los comportamientos, las
motivaciones, las actitudes, las opiniones, las expectativas, los deseos, las necesidades y las
demandas de las personas en relación con la información, y con los servicios y sistemas
bibliotecarios.
Básicamente, los resultados y las conclusiones de estos estudios se pueden aplicar a:
1) las actividades de planificación y diseño: de unidades de información, de sistemas, de
servicios, de espacios, de políticas (entre otras las de desarrollo de la colección), etc.;
2) las actividades de evaluación: de unidades de información, de servicios, de recursos
--tanto humanos como materiales-- (dentro de estos últimos las colecciones), etc.
En cuanto a la expresión desarrollo de la colección, el ALA glossary of library and
information science nos indica: término que abarca cierto número de actividades
relacionadas con el desarrollo de la colección de una biblioteca, incluyendo la
determinación y coordinación de políticas de selección, la evaluación de las necesidades de
los usuarios actuales y potenciales [1], la identificación de las necesidades de la colección,
la selección de los materiales, la planificación de la participación en los recursos, el
mantenimiento y el descarte de la colección [2].
Mientras que Soper, Osborne y Zweizig nos dicen que la gestión de la colección requiere
una política de desarrollo de la misma que se refine constantemente a través de un continuo
análisis de los fondos. Una parte muy importante en este proceso de planificación es la
evaluación periódica que permite observar hasta qué punto una colección satisface las
necesidades de usuarios reales y potenciales.[3]
Los estudios de usuarios y la política de desarrollo de la colección
¿Qué es una política de desarrollo de la colección? Es la manifestación escrita que funciona
al mismo tiempo como herramienta para la planificación, y como recurso para la
comunicación. Pretende clarificar los objetivos y facilitar la coordinación y la cooperación,
tanto dentro de una biblioteca o sistema bibliotecario como entre bibliotecas cooperantes.
Si está bien hecha, debería servir como herramienta de trabajo diaria al proporcionar las
pautas necesarias para llevar a cabo la mayoría de las tareas dentro del área de la formación
de la colección.
El proceso de elaboración de una política de desarrollo de la colección se inicia con la
constitución de un grupo interesado en el futuro de su biblioteca que se reúne para discutir
la mejor manera de utilizar juiciosamente los recursos asignados para gestionar sus
colecciones.
Toda buena planificación requiere una cantidad de acciones, entre las que se incluyen:
1. Definir exactamente qué se debe hacer en un grupo que "planifica un plan".
2. Recolectar el tipo y cantidad de información para tomar las decisiones correctas.
3. Formular y escribir el documento final, y
4. Determinar qué utilización se le dará al producto final, en otras palabras, ir del
documento a la implementación de las políticas [4].
De estos cuatro puntos, el que se relaciona estrechamente con los estudios de usuarios es el
segundo, porque se trata, en este caso, de recoger información acerca de aquellos
individuos y grupos con los que la biblioteca está más vinculada y comprometida: usuarios
y comunidad, para tomar decisiones convenientes y útiles para servir a los grupos
implicados.
Reunir información para la toma de decisiones requiere planificar la investigación; para ello
las fuentes que pueden concentrar la mayor cantidad de información son los usuarios y la
biblioteca mismos. Cada fuente, a su vez, proveerá dos tipos de información: primaria y
secundaria. La información primaria se recoge directamente, mientras que la secundaria
viene de otras fuentes.
La información primaria acerca de la comunidad consiste en las opiniones, necesidades,
evaluaciones o cualquier otro aspecto que la comunidad pueda comentar o que contribuya a
sus relaciones con la biblioteca. Esto puede hacerse de muchos modos: cuestionarios,
entrevistas, grupos focalizados, y reuniones amplias de la comunidad que se establecen para
satisfacer diferentes propósitos.
El cuestionario es la técnica más común que permite a los bibliotecarios recabar las
opiniones de sus comunidades. No es fácil desarrollar un cuestionario, por ello es que antes
de aplicarlo a toda la muestra habrá que hacer una serie de pruebas que conducirán a ajustes
y correcciones posteriores. Quizás una de las claves sea tener muy claro qué aspectos se
quieren averiguar a través de las preguntas y cuáles son las manifestaciones visibles sobre
las que hay que interrogar, para determinar rasgos no siempre evidentes de los usuarios.
La entrevista directa aporta datos cualitativos más matizados que el cuestionario y, al
establecerse sobre la base de una interacción directa, evita respuestas basadas en
interpretaciones erróneas de las preguntas. Pero, en mayor grado que el cuestionario puede
desembocar en aspectos o situaciones que no se buscaban y en la recopilación de datos
inútiles o irrelevantes. A pesar de ello, muchos comentarios pueden ser, ciertamente,
reveladores.
Los grupos focalizados son útiles para reunir informaciones y opiniones de grupos
especiales, pero quien opte por este método deberá conocer las técnicas que facilitan el
trabajo grupal y su manejo. Este proceso puede ser muy esclarecedor si el grupo está
formado de tal manera que todos los participantes se sientan motivados por intereses
comunes, compartan una terminología y las discusiones se concentren en el tema que
convoca a los participantes.
El método de compilar información reuniendo a la comunidad en su conjunto es el de más
difícil implementación. Muy pocos grupos se reunirán para discutir aspectos que sólo
conciernen a la biblioteca. Aprovechar reuniones generales --ya sea de la comunidad de un
barrio o de alumnos o profesores-- convocadas para tratar asuntos diversos y agregar uno o
dos puntos en la agenda referidos a la biblioteca, puede resultar en que la mayoría de las
personas se retire cuando llega el momento de su tratamiento. Si bien no se obtiene
fácilmente la información en estos casos, las reuniones amplias pueden ser muy útiles para
difundir información sobre problemas como las variaciones en las líneas presupuestarias
que llevan a comprar más publicaciones seriadas que libros o los recortes en las
suscripciones de revistas.
La información secundaria acerca de la comunidad es la recolección de datos existentes
sobre la misma en documentos y estudios existentes. Para las bibliotecas públicas, los datos
censales disponibles a partir de las publicaciones gubernamentales son una fuente valiosa
que clarifica la demografía de su población: sexo, edad, raza, grupos étnicos, educación y
nivel de ingreso son las áreas más importantes. En una biblioteca universitaria, hay muchas
fuentes de información acerca de los profesores y los estudiantes: estadísticas de ingreso y
egreso, legajos de alumnos y profesores, curricula vitae de los docentes, programas de las
materias, información sobre las publicaciones de los académicos, y datos de los censos
estudiantiles. Por otra parte, es importante que la biblioteca esté al tanto de cualquier
novedad con respecto a los cursos de grado, estudios de posgrado, planes de estudio,
profesores invitados para encarar las acciones necesarias que respondan a esos cambios.
Cada institución universitaria tiene boletines y otros medios de comunicación dentro de la
comunidad y los bibliotecarios no sólo debería archivarlos sino leerlos para mantenerse al
corriente de los problemas y tendencias en su institución.
Hay muchos medios para reunir información primaria acerca de la biblioteca misma, y
éstos coinciden con los utilizados para la comunidad en su conjunto. La encuesta a los
usuarios que van a la biblioteca, los grupos focalizados de usuarios específicamente
definidos (para las bibliotecas públicas, grupos tales como los amigos, los de discusión de
libros, los que cuentan cuentos, los pequeños líderes empresarios; y los docentes, los
investigadores, los estudiantes, el personal administrativo y otros grupos relevantes en las
bibliotecas universitarias), las entrevistas a los usuarios, y finalmente, las reuniones amplias
de los que poseen carnet de lector.
Cuando se intenta reunir información secundaria acerca de la biblioteca misma, hay que
echar mano de las estadísticas que ésta elabora. En la actualidad, las bibliotecas que están
automatizadas tienen la posibilidad de contar con una serie de subproductos derivados de
sus propios sistemas computarizados. En estos casos con más facilidad, pero en general
todas las bibliotecas llevan registros de circulación, préstamo interbibliotecario,
adquisición, catalogación, referencia, sistemas de provisión de documentos, compra,
publicidad, administración, recursos compartidos y publicaciones seriadas, para nombrar
sólo las áreas más grandes. Estos datos se convierten en repositorios sustanciales de
estadísticas, necesarias cuando se busca información para tomar decisiones. Por ejemplo,
las estadísticas de circulación pueden mostrar qué se mueve en la colección y qué no; quién
lleva materiales en préstamo y quién no lo hace; y cuándo circulan más los materiales y en
qué época lo hacen menos. La información puede dividirse por formato, número de
clasificación, encabezamientos de materia, etc. Estos datos pueden utilizarse para decidir
qué compramos, cuándo lo compramos y cuánto compramos.
Una fuente de información secundaria sobre la biblioteca, que no debe olvidarse, es
anecdótica. Cualquiera que interactúe con el público de alguna manera, como el personal
del escritorio de circulación, los que atienden las secciones infantiles, quienes reubican el
material en los estantes y, especialmente, aquellos que contestan preguntas de referencia,
tienen experiencias que pueden sumar datos a la hora de definir políticas o evaluar una
colección; implementar un nuevo servicio o abandonar uno existente; determinar
deficiencias de la colección e identificar áreas donde podrían necesitarse formatos
alternativos.
El proceso de definir las políticas de desarrollo de la colección se concreta en su
formulación escrita. En la actualidad, se tiende a una mayor extensión del documento, a que
éste sea más explícito, menos general, más procedimental y mejor escrito. Tomando como
guía el modelo que proporciona el libro editado por Elizabeth Futas[5], se ve cómo
intervienen los resultados de los estudios de usuarios en las diferentes partes que conforman
el documento que definiría las políticas de desarrollo de la colección de una biblioteca.
Así, en la formulación de la misión se debe dar una descripción de la comunidad a la que
sirve la biblioteca a través de sus fondos; en la sección dedicada a los grupos de usuarios y
a las colecciones especiales, tanto en la identificación de esos grupos (niños, jóvenes,
programas de alfabetización, nuevos lectores adultos en la biblioteca pública; diferencias
entre alumnos, profesores e investigadores en la biblioteca universitaria) como de sus
necesidades son fundamentales los estudios previos que los definan e identifiquen.
Una de las secciones más extensas del documento es la que se dedica al análisis materia por
materia de la colección. El estudio temático define las políticas que se refieren a los niveles
de intensidad de la colección, incluyendo las lenguas y formatos que se van a coleccionar y
cualquier material retrospectivo que decida poseer la biblioteca sobre ciertas materias de
interés para sus usuarios. Como se desprende de esta breve síntesis, es muy difícil que una
biblioteca sea precisa y exacta en esta formulación si no encara estudios sistemáticos de la
comunidad a la que sirve.
Por fin, la formulación de la revisión del documento está íntimamente relacionada con los
estudios de usuarios, dado que cualquier examen posterior de las políticas conlleva un
proceso de evaluación de las colecciones, y éste a su vez requiere de estudios
pormenorizados para poder actuar en consecuencia.
Los estudios de usuarios y la evaluación de las colecciones
Del Librarian's thesaurus, extractamos esta definición: La evaluación de la colección es el
proceso mediante el cual se estima su calidad, usualmente en términos de los objetivos
específicos o de las necesidades del grupo interesado en esa colección particular; este
proceso se constituye, por lo tanto, en uno de los aspectos fundamentales del desarrollo de
la colección [6].
Como vemos, cuando se aprecia el valor de los fondos de una biblioteca se establece una
relación con el grado de eficiencia en que las colecciones satisfacen las necesidades de los
usuarios. Por lo tanto, se deben estudiar los requerimientos básicos tanto de quienes utilizan
la biblioteca y sus servicios como de quienes no lo hacen.
Los procedimientos para evaluar la colección o una parte de ella se dividen, básicamente,
en dos grupos: centrados en la colección misma y centrados en los usuarios.
Tal como indica Blaine H. Hall [7], sólo a través de un plan cuidadoso la evaluación de la
colección puede ser sistemática y lo bastante completa como para producir datos exactos y
confiables, para ello hay que considerar que las evaluaciones se hacen para obtener datos
con el fin de tomar decisiones más efectivas; tienen que considerar en qué medida las
colecciones satisfacen las necesidades de los usuarios tanto actuales como potenciales;
deben basarse en la expresión de una política de desarrollo claramente formulada;
establecer los objetivos escritos y bien definidos que se espera alcanzar con la evaluación;
y, por fin, pueden reducir la subjetividad del juicio acerca de la calidad o adecuación de la
colección mediante una cuidadosa selección de técnicas tanto centradas en la colección
como en los usuarios.
Dentro de las técnicas centradas en los usuarios, se encuentran las ya mencionadas
encuestas por cuestionario, las entrevistas y las estadísticas de circulación. Además, se
puede agregar el análisis de citas, el estudio de uso de la colección in situ, el estudio de uso
de las publicaciones seriadas y las medidas de disponibilidad y accesibilidad.
Si bien uno de los pocos indicadores estadísticos de las necesidades futuras es una
evaluación cuidadosa del uso en el pasado, y esto está dado por el análisis de las
estadísticas de circulación, siempre se deberá combinar con otras técnicas porque las
condiciones en las que se desenvuelven las bibliotecas cambian así como también lo hacen
los intereses de las comunidades que éstas satisfacen. De todos modos, donde existen
registros adecuados y consistentes del uso pasado de la colección, esas estadísticas pueden
ayudar a brindar datos para una serie de decisiones: descarte, almacenamiento,
preservación, compra de múltiples copias de una obra, conversión de registros y
reclasificación.
Cuando los estudios del préstamo se utilizan como indicadores únicos del uso, enfrentan
algunas cuestiones serias con respecto a la validez, porque para algunas materias y formatos
el uso in situ es significativamente más alto que la circulación externa. Y para colecciones o
materiales que no se prestan (por ej., obras de referencia y revistas), los datos de circulación
no proporcionan datos del uso. En este caso particular, los estudios de uso in situ se ven
facilitados en aquellas bibliotecas que no organizan sus materiales en acceso libre y que
llevan registro de los pedidos para lectura en sala. Caso contrario, si bien no es imposible
hacerlos, el investigador deberá enfrentar una serie de inconvenientes que pueden malograr
los resultados de su estudio.
El análisis de citas es un método cuantitativo para identificar la literatura más importante en
una disciplina dada. Se usa para predecir, a partir de los trabajos que los autores han usado
previamente, los materiales que probablemente usen los investigadores en el futuro. El
método estudia el número de citas que los estudiosos han hecho a obras publicadas de otros
investigadores y el número de citas que han recibido esos trabajos. Si bien la mayoría de los
análisis se han basado en revistas, los libros también pueden usarse como fuentes de citas.
Si bien el uso que hacen los usuarios de las monografías puede estudiarse mejor a través de
los estudios de circulación.
Por su parte, los estudios de uso de las publicaciones seriadas utilizan una variedad de
fuentes de datos: el análisis de citas, los pedidos de préstamo interbibliotecario, los pedidos
de fotocopias, el recuento de las boletas de préstamo en sala, etc.
Finalmente, las medidas de la disponibilidad y la accesibilidad ayudan a determinar la
capacidad de la biblioteca para poner sus colecciones a disposición de los usuarios con la
menor demora y dificultad posibles. La disponibilidad se refiere a la probabilidad de que el
usuario encuentre los materiales que desea cuando los necesita. La accesibilidad se
relaciona con las dificultades (usualmente medidas en tiempo de demora) que enfrentan los
usuarios para obtener realmente los materiales. Cuando se hacen estudios de disponibilidad
y accesibilidad, se puede medir la capacidad de la biblioteca para proporcionar las obras a
los usuarios. Hay una serie de técnicas para medir estos dos aspectos en la bibliografía
especializada, pero las que describe Blaine H. Hall son relativamente simples y no lleva
mucho tiempo aplicarlas[8].
Conclusiones
En nuestro país, se carece de un volumen importante de literatura producida a partir de
estudios de usuarios y, en la mayoría de las bibliotecas, no existen documentos que
formulen las políticas de desarrollo de la colección que se han adoptado. Ambas carencias
combinadas conducen a una gestión de las colecciones muchas veces errática, intuitiva e
insatisfactoria. Los conflictos básicos que se plantean entre lo que se debe tener, lo que se
puede adquirir y lo que realmente se utiliza se resuelven irreflexivamente, sin contar con
datos validados y argumentos fundados en estudios concretos de las comunidades que se
verán afectadas por estas decisiones.
Esto lleva, en el mejor de los casos, a una asignación deficiente de los recursos financieros
de las bibliotecas, y en el peor, a que los usuarios descarten la frecuentación de esas
instituciones por considerarlas poco solventes para satisfacer sus necesidades de consulta.
Más allá de los progresos tecnológicos que afectan a la sociedad en su conjunto, los
usuarios perciben a las bibliotecas en función de sus colecciones, de lo que tienen o no
tienen. Es por ello que los fondos tienen que desarrollarse considerando las demandas
específicas de las comunidades. Aunque sea cada vez más sencillo acceder en línea y en
tiempo real a extensas bibliografías sobre un tema dado, el usuario todavía deberá acudir a
la biblioteca para que ésta le brinde los documentos que necesita o que le han interesado.
Los estudios de las comunidades donde se integran las bibliotecas son de central
importancia para establecer una relación de reciprocidad entre los bibliotecarios que
desarrollan las colecciones y las personas que hacen uso de éstas. En mayor o menor escala,
con diferentes grados de complejidad, profundidad y exhaustividad --de acuerdo con los
recursos materiales y humanos con los que cuente la biblioteca--, hay, por lo menos, dos
momentos clave en los que es imprescindible diseñar y conducir estudios de usuarios:
cuando se formulan las políticas de desarrollo de la colección y cuando se evalúan los
fondos de la biblioteca.
En este caso particular, la investigación no puede ser abandonada totalmente en manos de
los especialistas, sino que tiene que incorporarse como una tarea más de los profesionales
que trabajan en las bibliotecas y, como tal, se deberá planificar estableciendo las
condiciones para su ejecución periódica. La diferencia entre un aficionado y un profesional
se establece cuando la acción deja de basarse en la intuición y comienza a hacerlo sobre el
conocimiento validado.
[2] The ALA glossary of library and information science. Heartsill Young, editor with
the assistance of Terry Belanger... [et al.]. [2nd. ed.] Chicago : American Library
Association, 1983. xvi, 245 p.
[3] La negrita me pertenece. Soper, M.E. ; Osborne, L.V. ; Zweizig, D.L. Librarians'
thesaurus: a concise guide to library and information terms; with the assistance of Ronald
R. Powell. Chicago : ALA, 1990; p. 66.
[4] Collection development policies and procedures; edited by Elizabeth Futas. 3rd. ed.
Phoenix, Ariz.: Oryx, 1995; p. 5.
[5] Collection development policies and procedures. 3rd. ed., p. 8-13.
[6] Soper, M.E.; Osborne, L.N.; Zweizig, D.L. The librarian's thesaurus..., p. 66.
[7] Hall, Blaine H. Collection assessment manual for college and university libraries.
Phoenix, Ariz.: Oryx, 1985; p. 1.
[8] Hall, B.H. Collection assessment manual for college and university libraries..., p.
38-55.
BIBLIOGRAFÍA