Documento Caritas Sinodo
Documento Caritas Sinodo
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...el camino de la sinodalidad es
el camino que Dios espera de
la Iglesia del tercer milenio...
El sínodo es una oportunidad para ponernos a la escucha de lo que Dios quiere para nosotros en
este momento concreto de nuestra historia.
La importancia no es tanto las conclusiones, sino el proceso que hemos seguido, el itinerario donde
nos hemos puesto a la escucha, donde hemos abierto un espacio de diálogo sincero en el que
podamos, juntos, discernir la voluntad de Dios.
Es fundamental que, para responder también a la sinodalidad de una manera interna como Cáritas,
podemos orarlo, trabajarlo y compartirlo a todos los niveles: Cáritas parroquiales, interparroquiales,
centros, equipos, áreas…
Además de los cuestionarios, se proponen dos materiales previos para introducirnos en el sínodo,
que pueden ser trabajado previamente o junto a los cuestionarios.
Hay de plazo hasta el 15 de mayo para trabajar los cuestionarios, al menos el primero, y enviar las
respuestas y aportaciones al Delegado Episcopal del Cáritas Diocesana a través del correo:
delegado@caritasoa.org
Una vez recogidas todas las aportaciones, serán sintetizadas a modo de conclusión y remitidas a la
Delegación de Acción Social y Caritativa y al equipo que está llevando la fase diocesana del sínodo.
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Misa de apertura de la fase diocesana del Sínodo de los Obispos
Concatedral de San Nicolás de Alicante, 17 de octubre de 2021
En esta celebración con la que abrimos el camino sinodal en nuestra diócesis de Orihuela - Alicante,
camino al que nos convoca el Papa a todas las Iglesias del mundo, resulta de gran importancia –como
siempre- que acojamos la Palabra de Dios, que es proclamada este domingo, y que nos impulsa a
fijar la mirada en Cristo, entregado por nosotros, tal como resonaba en las palabras de Isaías (Is 53,
10-11), en su canto a la ofrenda de la propia vida del Siervo de Yahvé, y en el mensaje de la Carta a
los Hebreros, cuyo autor nos exhorta a mantener, gracias a Nuestro Señor Jesucristo, una fe firme
y perseverante y una confianza capaz de acercarnos al trono de Dios para “alcanzar misericordia” a
cuantos recurrimos a Él en el momento de la prueba (Hb 4, 14-16).
Somos impulsados, pues, a fijar nuestra mirada en Cristo que, como Él mismo afirma en el Evangelio
proclamado, “no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”; palabras
que no sólo evidencian el sentido y la razón de su vida, sino que, tal como recoge el texto de San
Marcos (Mc 10, 25-45), son pronunciadas con el deseo por parte de Él de iluminar lo que debe ser
la actitud vital de sus discípulos, llamados no al dominio, ni a sobresalir en grandezas humanas, sino
al servicio y a la entrega de sus vidas. Palabras, pues, que iluminan el ser y el hacer de su Iglesia, la
cual se ha visto impulsada en muchos momentos de su larga historia a detenerse y preguntase acerca
de sí misma, si su actuar es vivencia y reflejo del amor y entrega del Señor, y si la humildad y el
servicio que el Señor encarnó son la referencia para nosotros sus discípulos, tal y como Él nos pidió
y enseñó, y nos recuerda hoy en su Evangelio.
La iglesia guiada por el Espíritu Santo, a lo largo del camino de la Historia ha ido siendo purificada y
adecuando su hacer, su servicio, a las necesidades de la salvación de la Humanidad a la que es enviada.
Y, así, en estos momentos, tal como nos dice en su número uno el Documento preparatorio del
evento que hoy inauguramos, “la Iglesia de Dios es convocada en Sínodo… Con esta convocatoria,
el Papa Francisco invita a toda la Iglesia a interrogarse sobre un tema decisivo para su vida y su
misión: «Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del
tercer milenio». Este itinerario, que se sitúa en la línea del «aggiornamento» de la Iglesia propuesto
por el Concilio Vaticano II, es un don y una tarea: caminando juntos, y juntos reflexionando sobre
el camino recorrido, la Iglesia podrá aprender, a partir de lo que irá experimentando, cuáles son los
procesos que pueden ayudarla a vivir la comunión, a realizar la participación y a abrirse a la misión.
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Nuestro “caminar juntos”, en efecto, es lo que mejor realiza y manifiesta la naturaleza de la Iglesia
como Pueblo de Dios peregrino y misionero”.
El lema es muy sugerente: “Por una Iglesia sinodal”. En él se subraya el “por”, puesto que se trata
de un proceso, un camino, una meta hacia la que deseamos ir caminando en nuestra Iglesia. Y los
subtítulos nos ofrecen las claves para conseguir llegar a ser una Iglesia sinodal: La comunión, la
participación y la misión. Las “tres palabras clave del Sínodo”, según papa Francisco en su Discurso
para el inicio del proceso sinodal (9.10.2021). En esta intervención las señala como esenciales para
vencer también “riesgos” de los que el Sínodo no está exento: el “formalismo”, el “intelectualismo”,
el “inmovilismo”. Pues claramente señala que importa captar “tres oportunidades” que al menos nos
ofrece el evento que se inaugura: “la de encaminarnos no ocasionalmente sino estructuralmente
hacia una Iglesia sinodal”, la de “ser Iglesia en escucha”, y la de “ser una Iglesia de la cercanía”. Y en
esas palabras de Papa Francisco el pasado día 9, en el mencionado discurso de inicio, se puede ver
lo que se ha resaltado como la gran novedad de este Sínodo, que no solo es esa implicación amplia
de todas las diócesis, de la Iglesia entera y más allá, sino que se ve como la aplicación por primera
vez de las disposiciones introducidas por la constitución apostólica “Episcopalis communio” (2018),
que concibe el Sínodo, no como un evento aislado, sino como un proceso con diversas fases,
contemplado como oportunidad para promover la conversión sinodal y pastoral de cada iglesia local
para producir frutos más abundantes en la misión.
Recordemos esas fases del camino sinodal: La primera fase, diocesana, que hoy iniciamos se prolonga
hasta abril de 2022; la segunda fase, a partir de septiembre de 2022 y hasta marzo de 2023 es
continental, y en octubre de 2023 se celebrará la XVI Asamblea General ordinaria del Sínodo de los
Obispos. En este punto, “nuestro camino nos llevará a la etapa en la que nuestro Papa sacará
conclusiones a partir del Documento Final del Sínodo de los Obispos, que será el fruto de todo el
proceso de escucha y discernimiento que se inicia este fin de semana para todo el Pueblo de Dios”.
Así precisaba esa fase el cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general, en su saludo en el inicio del
proceso sinodal, del pasado día 9 (9-X-2021).
Sin duda estamos viviendo un “kairós”, un momento de gracia para nuestra Iglesia al que deseo que
nos incorporemos con fuerza, ilusión y esperanza como diócesis. Os animo a sumarnos desde las
parroquias, comunidades religiosas, movimientos, colegios, asociaciones, secretariados y servicios e
instituciones diocesanas, la puerta está abierta a todos, el camino sinodal es para todos: sacerdotes,
personas consagradas, hermanos laicos.
Para esta fase diocesana, que hoy abrimos, se nos indica especialmente lo siguiente, desde el Equipo
Sinodal de la CEE: que el método es la escucha, el camino es la participación y la meta el
discernimiento. Se insiste que la consulta sea verdadera, real y amplia. Y una consulta que no se
quede sólo en los de dentro, sino que seamos capaces de llegar a las periferias, a los de fuera; y en
la que lo importante sea ir entrando en un dinamismo y estilo sinodal (sinodalidad vivida); siendo
creativos, pensando no sólo en tener reuniones, sino también celebraciones, peregrinaciones,
etc…es decir, momento para plantearnos la pregunta fundamental: ¿cómo se realiza hoy en nuestra
Iglesia ese caminar juntos que permite a la Iglesia anuncia el Evangelio? Así mismo se ha sugerido,
desde la coordinación de la CEE, un mínimo calendario para esta fase nuestra, en la Diócesis: Tras
la apertura hoy, el proceso se irá poniendo en marcha para realizar en lo posible una Asamblea
presinodal diocesana, según el desarrollo e implicación que se vaya produciendo, encuentro pensado
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para plantearse a mediados de marzo de 2022. Procediendo posteriormente a plasmar las
aportaciones en una síntesis diocesana, que se entregará al Equipo Sinodal de la CEE, en la primera
semana de abril de 2022, para llegar a la Asamblea Sinodal española del 30 de abril.
Más allá de los detalles del camino, importa que sea un camino compartido, que involucre las
personas y comunidades, en un trabajo “apasionado y encarnado” como nos pide el papa. Importa
que vivamos este momento eclesial singular, como “ocasión de encuentro, escucha, reflexión”,
tiempo de gracia, de renovación en “la alegría del Evangelio”; con “la alegría de saber –como decía
el Papa en su homilía del domingo pasado- que, mientras buscamos al Señor, es Él quien viene
primero a nuestro encuentro con su amor”. Para todo ello la clave es, señalará, que “este Sínodo
sea un tiempo habitado por el Espíritu”. La clave es que abramos nuestra Iglesia y nuestras
comunidades concretas y nuestras personas a la obra, a la acción del Espíritu Santo; sólo abiertos a
su gracia Él hará realidad el camino de renovación que necesitamos; camino de vida que le
imploramos, con las mismas palabras con las que el Papa Francisco concluyó su Discurso de inicio
del proceso sinodal:
“Ven, Espíritu Santo. Tú que suscitas lenguas nuevas y pones en los labios palabras de vida, líbranos
de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro.
Ven en medio nuestro, para que en la experiencia sinodal no nos dejemos abrumar por el
desencanto, no diluyamos la profecía, no terminemos por reducirlo todo a discusiones estériles.
Ven, Espíritu Santo de amor, dispón nuestros corazones a la escucha. Ven, Espíritu de santidad,
renueva al santo Pueblo fiel de Dios. Ven, Espíritu creador, renueva la faz de la tierra. Amén”.
Hermanos y hermanas: el Espíritu nos conceda un camino juntos para ser la Iglesia que Él quiere y
el mundo necesita. Gracias. Así sea.
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Oración inicial diocesana
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Material previo 1
EN LA ESCUCHA DE LAS ESCRITURAS
Oración inicial
Estamos ante ti, Espíritu Santo,
reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones.
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Por eso es oportuno que nuestro camino de construcción de una Iglesia sinodal se inspire en dos
“imágenes” de la Escritura.
Una emerge en la representación de la “escena comunitaria”, que acompaña constantemente el
camino de la evangelización; la otra se refiere a la experiencia del Espíritu en la cual Pedro y la
comunidad primitiva reconocen el riesgo de poner límites injustificados a la coparticipación de la fe.
La experiencia sinodal del caminar juntos, siguiendo las huellas del Señor y en la obediencia al
Espíritu, podrá recibir una inspiración decisiva de la meditación de estos dos momentos de la
Revelación. 19. Jesús, la multitud, los apóstoles 17. En su estructura fundamental, una escena
originaria aparece como una constante del modo en que Jesús se revela a lo largo de todo el
Evangelio, anunciando la llegada del Reino de Dios. Los actores en juego son esencialmente tres
(más uno). El primero, naturalmente, es Jesús, el protagonista absoluto que toma la iniciativa,
sembrando las palabras y los signos de la llegada del Reino sin hacer «acepción de personas» (cf.
Hch 10,34). De diversas maneras, Jesús se dirige con especial atención a los que están “separados”
de Dios y a los “abandonados” por la comunidad (los pecadores y los pobres, en el lenguaje
evangélico). Con sus palabras y sus acciones ofrece la liberación del mal y la conversión a la
esperanza, en nombre de Dios Padre y con la fuerza del Espíritu Santo. No obstante, la diversidad
de los llamados y de las respuestas de acogida al Señor, la característica común es que la fe emerge
siempre como valoración de la persona: su súplica es escuchada, a su dificultad se da ayuda, su
disponibilidad es apreciada, su dignidad es confirmada por la mirada de Dios y restituida al
reconocimiento de la comunidad.
18. La acción evangelizadora y el mensaje de salvación, en efecto, no serían comprensibles sin la
constante apertura de Jesús al interlocutor más amplio posible, que los Evangelios indican como la
multitud, es decir el conjunto de personas que lo siguen a lo largo del camino, y a veces incluso
van detrás de Él en la esperanza de un signo y de una palabra de salvación: he aquí el segundo actor
de la escena de la Revelación. El anuncio evangélico no se dirige sólo a pocos iluminados o elegidos.
El interlocutor de Jesús es “el pueblo” de la vida común, uno “cualquiera” de la condición humana,
que Él pone directamente en contacto con el don de Dios y la llamada a la salvación. De un modo
que sorprende y a veces escandaliza a los testigos, Jesús acepta como interlocutores a todos aquellos
que forman parte de la multitud: escucha las apasionadas quejas de la mujer cananea (cf. Mt 15,21-
28), que no puede aceptar ser excluida de la bendición que Él trae consigo; dialoga con la Samaritana
(cf. Jn 4, 1-42), no obstante su condición de mujer comprometida social y religiosamente; pide el
acto de fe libre y agradecido del ciego de nacimiento (cf. Jn 9), que la religión oficial había excluido
del perímetro de la gracia.
19. Algunos siguen más explícitamente a Jesús, experimentando la fidelidad del discipulado, mientras
a otros se les invita a volver a su vida ordinaria: todos, sin embargo, dan testimonio de la fuerza de
la fe que los ha salvado (cf. Mt 15,28). Entre los que siguen a Jesús destaca la figura de los
apóstoles que Él mismo llama desde el comienzo, destinándolos a la cualificada mediación en la
relación de la multitud con la Revelación y con la llegada del Reino de Dios. El ingreso en la escena
de este tercer actor no tiene lugar gracias a una curación o a una conversión, sino que coincide con
la llamada de Jesús. La elección de los apóstoles no es el privilegio de una posición exclusiva de
poder y de separación, sino la gracia de un ministerio inclusivo de bendición y de comunión. Gracias
al don del Espíritu del Señor resucitado, ellos deben custodiar el lugar que ocupa Jesús, sin sustituirlo:
no para poner filtros a su presencia, sino para que sea más fácil encontrarlo... La elección de los
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apóstoles no es el privilegio de una posición exclusiva de poder y de separación, sino la gracia de un
ministerio inclusivo de bendición y de comunión. Gracias a l don del Espíritu del Señor resucitado,
ellos deben custodiar el lugar que ocupa Jesús, sin sustituirlo: no para poner filtros a su presencia,
sino para que sea más fácil encontrarlo.
20. Jesús, la multitud en su variedad, los apóstoles: he aquí la imagen y el misterio que ha de ser
contemplado y profundizado continuamente para que la Iglesia llegue a ser siempre más aquello que
es. Ninguno de los tres actores puede salir de la escena. Si falta Jesús y en su lugar se ubica otro, la
Iglesia se transforma en un contrato entre los apóstoles y la multitud, cuyo diálogo terminará por
seguir los intereses del juego político. Sin los apóstoles, autorizados por Jesús e instruidos por el
Espíritu, el vínculo con la verdad evangélica se interrumpe y la multitud queda expuesta a un mito o
a una ideología sobre Jesús, ya sea que lo acepte o que lo rechace. Sin la multitud, la relación de los
apóstoles con Jesús se corrompe en una forma sectaria y autorreferencial de la religión y la
evangelización pierde entonces su luz, que proviene solo de Dios, el cual se revela directamente a
cada uno, ofreciéndole su salvación.
21. Además existe otro actor “que se agrega”, el antagonista, que introduce en la escena la
separación diabólica de los otros tres. Ante la desconcertante perspectiva de la cruz, hay discípulos
que se alejan y gente que cambia de humor. La insidia que divide – y por lo tanto contrasta un
camino común – se manifiesta indiferentemente en las formas del rigorismo religioso, de la
intimación moral que se presenta más exigente que la de Jesús, y de la seducción de una sabiduría
política mundana que pretende ser más eficaz que el discernimiento de espíritus. Para eludir los
engaños del “cuarto actor” es necesaria una conversión continua. A este respecto resulta
emblemático el episodio del centurión Cornelio (cf. Hch 10), antecedente de aquel “concilio” de
Jerusalén (cf. Hch 15), que constituye una referencia crucial para una Iglesia sinodal.
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Para la escucha grupal y las aportaciones
1. ¿Qué experiencias más bonitas hemos vivido de querer caminar con Jesús y con la “multitud”,
de quienes buscan tener vida?
2. ¿Del testimonio de Jesús qué puede inspirar el “caminar juntos” de nuestra comunidad
parroquial?
3. ¿Qué experiencias en nuestra comunidad reflejan el estilo de Jesús?
4. ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro “caminar juntos”??
5. ¿Qué dificultades y obstáculos hemos encontrado para vivir como Jesús ese estilo de cercanía y
escucha?
Oración final
Dios Padre,
mira con bondad a esta comunidad
que, a ejemplo de Cristo,
peregrina con el compromiso
de vivir y anunciar el Evangelio.
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Material previo 2
Una doble dinámica de conversión: Pedro y Cornelio (Hch 10)
Oración inicial
Estamos ante ti, Espíritu Santo,
reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones.
Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte llamada Itálica, piadoso y
temeroso de Dios, al igual que toda su casa; daba muchas limosnas al pueblo y oraba continuamente
a Dios. Este, hacia la hora de nona, vio claramente en visión un ángel de Dios que fue a su encuentro
y le dijo: «Cornelio». Él se quedó mirando, lleno de miedo, y dijo: «¿Qué hay, señor?». Le respondió:
«Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial a la presencia de Dios. Ahora manda a
alguien a Jafa y haz venir a un tal Simón llamado Pedro, que se aloja en casa de un tal Simón curtidor,
que tiene su casa a orillas del mar». Tan pronto como se marchó el ángel que le había hablado, llamó
a dos siervos y a un soldado piadoso de los que estaban a su servicio, les contó todo y los mandó a
Jafa. Al día siguiente, mientras estos caminaban y se acercaban a la ciudad, subió Pedro a la terraza
hacia la hora de sexta para orar. Sintió hambre y quería tomar algo. Mientras se lo preparaban, le
sobrevino un éxtasis: 1contemplando el cielo abierto y una especie de recipiente que bajaba,
semejante a un gran lienzo, que era descolgado a la tierra sostenido por los cuatro extremos. Estaba
lleno de toda especie de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo:
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«Levántate, Pedro, mata y come». Pedro replicó: «De ningún modo, Señor, pues nunca comí cosa
profana e impura». Y de nuevo por segunda vez le dice una voz: «Lo que Dios ha purificado, tú no
lo consideres profano». Esto sucedió hasta tres veces y luego el receptáculo fue subido al cielo.
Estaba todavía Pedro dándole vueltas al significado de la visión que había visto, cuando los hombres
enviados por Cornelio, después de haber preguntado por la casa de Simón, llegaron a la puerta, y, a
voces, preguntaban si Simón, llamado Pedro, se alojaba allí. Entonces dijo el Espíritu a Pedro, que
seguía perplejo con la visión: «Mira, tres hombres te están buscando; levántate, baja y ponte en
camino con ellos sin dudar, pues yo los he enviado». Bajando Pedro al encuentro de los hombres,
les dijo: «Aquí estoy, yo soy el que buscáis. ¿Cuál es el motivo de vuestra venida?». Ellos le dijeron:
«El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, acreditado además por el testimonio de
todo el pueblo judío, ha recibido de un ángel santo la orden de hacerte ir a su casa y de escuchar
tus palabras». Él los invitó a entrar y los alojó. Al día siguiente, se levantó y marchó con ellos,
haciéndose acompañar por algunos de los hermanos de Jafa. Al día siguiente entró en Cesarea,
donde Cornelio lo estaba esperando, reunido con sus parientes y amigos íntimos. Cuando iba a
entrar Pedro, Cornelio le salió al encuentro y, postrándose, le quiso rendir homenaje. Pero Pedro
lo levantó, diciéndole: «Levántate, que soy un hombre como tú». Entró en la casa conversando con
él y encontró a muchas personas reunidas. Entonces les dijo: «Vosotros sabéis que a un judío no le
está permitido relacionarse con extranjeros ni entrar en su casa, pero a mí Dios me ha mostrado
que no debo llamar profano o impuro a ningún hombre; por eso, al recibir la llamada, he venido sin
poner objeción. Decidme, pues, por qué motivo me habéis hecho venir». Cornelio dijo: «Hace
cuatro días, a esta misma hora, cuando estaba haciendo la oración de la hora de nona en mi casa, se
me presentó un hombre con vestido resplandeciente y me dijo: “Cornelio, Dios ha oído tu oración
y ha recordado tus limosnas; envía, pues, a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro, que se aloja en
casa de un tal Simón curtidor, a orillas del mar”. Enseguida envié a por ti, y tú has hecho bien en
venir. Ahora, aquí nos tienes a todos delante de Dios, para escuchar lo que el Señor te haya
encargado decirnos». Pedro tomó la palabra y dijo: «Ahora comprendo con toda verdad que Dios
no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación
que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería
Jesucristo, el Señor de todos. Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por
Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con
la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos
y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le
concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a
nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de
vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben,
por su nombre, el perdón de los pecados». Todavía estaba exponiendo Pedro estos hechos, cuando
bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra, y los fieles de la circuncisión que
habían venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también
sobre los gentiles, porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios.
Entonces Pedro añadió: «¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu
Santo igual que nosotros?». Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron
que se quedara unos días con ellos.
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Del Documento Preparatorio:
22. El episodio narra ante todo la conversión de Cornelio, que recibe verdaderamente una suerte
de anunciación. Cornelio es un pagano, presumiblemente un romano, centurión (oficial de bajo
grado) del ejército de ocupación, que ejerce una actividad basada en la violencia y la prepotencia.
Sin embargo, se dedica a la oración y a la limosna, es decir, cultiva su relación con Dios y
se preocupa por el prójimo. Precisamente el ángel entra sorprendentemente en su casa, lo llama
por su nombre y lo exhorta a enviar – ¡el verbo de la misión! – a sus siervos a Haifa para llamar
– ¡el verbo de la vocación! – a Pedro. El texto se refiere, entonces, a la narración de la conversión
de este último, que ese mismo día ha recibido la visión en la cual una voz le ordena matar y comer
de los animales, algunos de los cuales son impuros. Su respuesta es decidida: «De ninguna manera,
Señor» (Hch 10,14). Reconoce que es el Señor que le habla, pero le opone una neta resistencia,
porque esa orden anula preceptos de la Torá, irrenunciables por su identidad religiosa, que expresan
un modo de entender la elección como diferencia que implica separación y exclusión respecto a los
otros pueblos.
23. El apóstol queda profundamente turbado y, mientras se pregunta acerca del sentido de lo
ocurrido, llegan los hombres mandados por Cornelio, que el Espíritu le indica como sus enviados.
A ellos Pedro responde con palabras que evocan las de Jesús en el huerto: «Yo soy el que buscan»
(Hch 10,21). Es una verdadera y profunda conversión, un paso doloroso e inmensamente fecundo
de abandono de las propias categorías culturales y religiosas: Pedro acepta comer junto con los
paganos el alimento que siempre había considerado prohibido, reconociéndolo como
instrumento de vida y de comunión con Dios y con los otros. Es en el encuentro con las
personas, acogiéndolas, caminando junto a ellas y entrando en sus casas, como él
descubre el significado de su visión: ningún ser humano es indigno a los ojos de Dios y la
diferencia instituida por la elección no es preferencia exclusiva, sino servicio y testimonio de
dimensión universal.
24. Tanto Cornelio como Pedro implican a otros en sus caminos de conversión,
haciendo de ellos compañeros de camino. La acción apostólica realiza la voluntad de Dios
creando comunidad, derribando muros y promoviendo el encuentro. La palabra asume un rol central
en el encuentro entre los dos protagonistas. Cornelio comienza por compartir la experiencia que
ha vivido. Pedro lo escucha y a continuación toma la palabra, comunicando a su vez lo que le ha
sucedido y dando testimonio de la cercanía del Señor, que va al encuentro de cada persona para
liberarla de aquello que la tiene prisionera del mal y la mortifica en su humanidad (cf. Hch 10,38).
Este modo de comunicar es similar al que Pedro adoptará cuando, en Jerusalén, los fieles
circuncidados le reprocharán y le acusarán de haber violado las normas tradicionales, sobre las que
ellos parecen concentrar toda su atención, desatendiendo la efusión del Espíritu: «Has entrado en
casa de incircuncisos y has comido con ellos» (Hch 11,3). En ese momento de conflicto, Pedro
cuenta lo que le ha sucedido y sus reacciones de desconcierto, incomprensión y resistencia.
Justamente esto ayudará a sus interlocutores, inicialmente agresivos y refractarios, a escuchar y
acoger aquello que ha ocurrido. La Escritura contribuirá a interpretar el sentido, como después
sucederá también en el “concilio” de Jerusalén, en un proceso de discernimiento que es una escucha
en común del Espíritu.
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Textos que ayudan a la reflexión
1. “Al mismo tiempo, la opción de “caminar juntos” es un signo profético para una familia humana
que tiene necesidad de un proyecto compartido, capaz de conseguir el bien de todos. Una Iglesia
capaz de comunión y de fraternidad, de participación y de subsidiariedad, en la fidelidad a lo que
anuncia, podrá situarse al lado de los pobres y de los últimos y prestarles la propia voz. Para “caminar
juntos” es necesario que nos dejemos educar por el Espíritu en una mentalidad verdaderamente
sinodal, entrando con audacia y libertad de corazón en un proceso de conversión sin el cual no será
posible la «perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene
siempre necesidad»” (UR, n. 6; cf. EG, n. 26). Punto 9 del DP.
2. “La sinodalidad «indica la específica forma de vivir y obrar (modus vivendi et operandi) de
la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos,
en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión
evangelizadora». Se entrelazan así aquellos elementos que el título del Sínodo propone como ejes
principales de una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. (punto 10 DP)
Oración final
¡Bendito seas Dios y Padre nuestro!
Escucha la oración de la Iglesia que vive un Sínodo para la renovación
de su misión evangelizadora.
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Cuestionario 1
ESCUCHAR Y TOMAR LA PALABRA
Escuchar es un buen paso, pero requiere una mente y un corazón abiertos, sin prejuicios. Dios nos
habla a través de voces que a veces ignoramos (mujeres, jóvenes, alejados, periferias, exclusión, etc.).
Nos preguntamos cómo vivimos en nuestra Cáritas esta escucha; y si nos sentimos invitados a hablar
con coraje, en libertad, verdad y caridad.
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¿Escuchamos a los “participantes” de nuestra Cáritas con tiempo, corazón y cabeza?
¿Qué voces pasan más desapercibidas, se ignoran o se silencian, tanto de agentes de pastoral
como de participantes?
¿Existen posibilidades, espacios, estructuras, dinámicas que faciliten y promuevan el “tomar
la palabra”, es decir, expresarse, opinar y proponer?
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¿Cómo promover la comunicación abierta y respetuosa, libre y constructiva de nuestra
Cáritas con nuestras parroquias y demás agentes de pastoral de nuestra diócesis?
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