Testimonios de sobrevivientes de la ESMA
Los testimonios que siguen fueron seleccionados del archivo de Memoria Abierta, una
coordinadora que nuclea a organizaciones argentinas de Derechos Humanos y trabaja para
recopilar y difundir información sobre el terrorismo de Estado en Argentina. Tiene un vasto
archivo de testimonios orales de personas que fueron víctimas del accionar represivo.
La tortura
«La experiencia de la tortura es única. No se puede comparar con ninguna otra experiencia de la
vida. Tengo un recuerdo de la tortura con el registro de todos los sentidos. Lo digo porque hay
personas a las que no les pasa así, que en el recuerdo se ven, por ejemplo, como si fueran una
tercera persona mirándose desde una cierta distancia. Yo tengo ambos, y hasta incluso he soñado
con eso. Para mí, lo terrible de la tortura es que delante de uno hay alguien, un ser humano en
apariencia, inflingiéndole a otro lo peor que puede hacer para obtener de él lo más preciado que
guarda. Es una experiencia tan extrema, tan primaria que yo creo que en sí ésa es la tortura.»
(Memoria Abierta, testimonio de Cristina Aldini, Buenos Aires.)
Los «paseos»
«Alfredo Ayala (alias "Mantecol") cuenta cómo era la vida cotidiana dentro del CCD: “Los primeros
meses en la ESMA sufrí mucho: las primeras torturas, las primeras salidas. Prácticamente, ese
primer tiempo no estuve en la ESMA, me sacaban todos los días, me llevaban a citas que ya tenían
ellos para “chupar” compañeros, me llevaban a “paseos”. Una noche entera me tuvieron de
Constitución a Tigre en el [colectivo] sesenta, otras veces fui a José León Suárez, me tuvieron todo
el día en la estación de tren. Me llevaban a “pasear” por el centro de San Isidro, me llevaban a
espectáculos públicos, a todos lados. A “cantar” no creo [se refiere a la delación], pero sí a ver
quién se me arrimaba. Después me llevaban de vuelta a la ESMA y me hacían estar presente
cuando caían otros compañeros, para ver cuál era la reacción. La peor tortura para mi era cuando
me presentaban a los recién caídos y les decían: “Si vos te portás bien, la vas a pasar bien. Mirá
como está ‘Mantecol’, él está acá tranquilo, ya está iniciando otra nueva vida”. Le decían: “Vas a
sufrir un poco, pero vas a estar como él”. Y eso a mí me apenaba mucho porque me hacía cómplice
de algo que yo no quería ser. Creo que muchos compañeros se sintieron así. Y a veces se me
volaban las chapas, algunas veces me iba al baño y me golpeaba contra la pared.»
(Memoria Abierta, testimonio de Roberto Ayala, Buenos Aires.)
Las maternidades clandestinas
«En simultáneo con el funcionamiento de la institución militar y el CCD, existía una maternidad
clandestina en la que dieron a luz mujeres secuestradas por los Grupos de Tareas de la ESMA, y
otras provenientes de distintos centros de reclusión. Durante el parto eran asistidas por médicos y
enfermeros destinados en la ESMA y por otras detenidas. En caso de complicaciones eran llevadas
al Hospital Naval. Martha Álvarez relata su experiencia: “Estoy en ‘capucha’ hasta el mes de
octubre cuando me pasan a una habitación, a uno de los cuartos que ellos llamaban ‘camarotes’
que estaba del otro lado de ‘capucha’. Ahí paso todo mi embarazo (…). Después, pusieron una
enfermería en el sótano, allí era donde iban a poner a las compañeras embarazadas, había
también otra compañera embarazada, y ahí era donde iban a nacer los bebés. En el momento del
parto, empiezo con los dolores, me bajan a la enfermería, pero venía complicado y decidieron
trasladarme al Hospital Naval, me llevan a la noche y a la madrugada nace mi hijo.
Inmediatamente me llevan de nuevo a la Escuela y al otro día lo llevan al bebé”.»
(Memoria Abierta, testimonio de Marta Álvarez, Buenos Aires.)