La formación humanista en educación superior.
Resumen
En el presente ensayo se reconoce a la educación humanista como una estrategia pertinente
para la educación superior universitaria. La educación humanista es uno de los aspectos
fundamentales para el proceso de formación en el nivel superior para lograr una sociedad más
justa. Por ello, al trabajar con el estudiantado se requiere aplicar métodos educativos que
enseñen a una persona a tener un determinado código de conducta con él mismo y los demás.
Papalia, Martorell y Feldman (2006) señalan la necesidad de reconocer el respeto a las reglas
para concertar a una sociedad justa y participativa. Para el devenir de la educación, es necesario
recuperar el enfoque de la formación humanista en la universidad. El humanismo se concibe
como un proceso selecto para el establecimiento de relaciones más humanas, transformaciones
dialógicas y métodos de colaboración, por medio del ejercicio colectivo entre semejantes; desde
luego, con la invaluable ayuda de los profesores. Es necesario que esta idea humanista de la
educación se refleje en la cotidianidad del aula escolar; no se trata que sea una teoría que
analicen las academias de profesores universitarios, sino este enfoque sea llevado de manera
práctica en cada relación o interacción del profesorado con su estudiantado. Además, se analiza
la educación en valores como elemento fundamental en esta época; la educación integral es una
peculiaridad pedagógica en todos los procesos de formación humana.
INTRODUCCIÓN
El propósito de este manuscrito es destacar algunas premisas esenciales del paradigma
pedagógico denominado como humanismo. En el campo educativo, el interés de los humanistas
se centra en proponer una educación integral para alcanzar un desarrollo total de la persona,
para alcanzar la autorrealización del alumnado. La persona estudiante es un ser único,
irrepetible con necesidades personales de crecimiento y tendrá que ser visto como persona no
como sujeto fragmentado.
Desde esta perspectiva pedagógica, la persona docente se percibe como un guía y un facilitador
de las potencialidades que poseen los educandos. Las actividades que realicen deben estar
encaminados a fortalecer el autoaprendizaje y la creatividad. Hoy existen innumerables estudios,
de diferentes índoles, sobre el paradigma humanista y su relación con la educación. Sin
embargo, lo que se propone en el presente trabajo es una revisión del paradigma pedagógico
humanista de cómo trabajarlo en el aula con el estudiantado.
La educación humanista, así como las estrategias de acompañamiento en el nuevo paradigma
educativo y su impacto en los procesos centrados en los aprendizajes de los estudiantes, se ha
convertido en la última década, en objeto de análisis y estudio. Los constantes cambios y
transformaciones de la educación ante el nuevo paradigma formativo, dirigido al aprendizaje de
los estudiantes, exige reflexionar sobre los métodos de orientación, el desarrollo de
conocimientos actitudinales y valóricos, que son aspectos medulares en la educación integral de
las personas estudiantes.
Las instituciones de educación superior, esencialmente las universidades públicas, tienen el reto
de ubicar sus métodos pedagógicos hacia conocimientos y aprendizajes enfocados a la formación
de recursos humanos calificados tanto como profesionistas, así como personas como mecanismo
clave para incidir en el desarrollo al país. En este reto, las Instituciones de Educación Superior
(IES), tendrán los siguientes desafíos: reducir el fracaso escolar, la deserción escolar y el
abandono definitivo de la universidad, por parte de algunos estudiantes, cuya salida y abandono
suele marcarle para el resto de su existencia. De ahí el acento de este artículo en la construcción
de programas de atención que admitan fortalezcan la formación humanista, pero destacando
siempre el papel fundamental del profesor universitario.
Por tal motivo, es necesario reflexionar en torno a las funciones del profesorado en la formación
humanista como estrategia para la formación integral de calidad ante el nuevo paradigma
educativo centrado en el estudiantado y plantear elementos claves para el perfeccionamiento de
estrategias oportunas y exitosas.
Las transformaciones que se han desarrollado actualmente, toman rasgos de una nueva
sociedad con base en el conocimiento; sin embargo, resulta necesario cimentarlas en premisas
humanistas y la formación en valores, con sujetos críticos egresados con orgullo de una
universidad. Es importante se ñalar que un conocimiento relacionado sustancialmente con la
ética será el medio para facilitar un mundo más igualitario. La nueva sociedad del conocimiento
corresponderá relacionarse con los aspectos socio-afectivos que favorecen el éxito escolar.
Con frecuencia, la formación humanista se enseña de manera similar como se enseñan los
contenidos disciplinares y el resultado inmediato es una “intelectualización”, todo dispositivo
cognitivo (conocimiento) suele tener como resultado que no llegue a la parte sensible del ser
humano. Es preciso pensar en términos científicos e intelectuales también, pero relacionarlo con
el mecanismo afectivo (emociones). Como lo establecía el educador Alexander S. Neill, (1979),
cuando sostenía que “corazones, no solo cabezas en la escuela”. Los valores humanistas
agudizan los sentidos en cuanto a las acciones de los sujetos en el devenir cotidiano de su vida,
cada individuo debe instituir su apropiado esquema humanista. La función de los profesores, en
este contexto, es beneficiar el proceso, permitir y desdoblar atmósferas en el entorno de los
estudiantes para que vivan y aprecien los valores fundamentales, y de esta manera, sean
interiorizados por ellos.
La educación humanista se ocupa de los espacios morales de las personas, para proporcionar
terreno a la independencia, al uso del diálogo en todo proceso de comunicación. Al mismo
tiempo, se constituyen en un habilitador en la cimentación de elementos y políticas que, al
sostener un humanismo como base, podrán ser más adecuadas y más responsables (Rollano,
2004). Tanto el diseño, la innovación, así como la implementación de planes y programas en
educación humanista, logran establecer con capacidad de diálogo y autoconocimiento, la
cimentación de sujetos con calidad moral, para alcanzar la auténtica formación integral.
La educación centrada en procesos humanistas, permite restituir los procedimientos para el
fortalecimiento de un determinado tipo de aprendizaje significativo y apropiarlos en la
correspondencia a la educación humanista. Las acciones encaminadas a fortalecer la formación
humanista, las cuales se formulen en la institución en diferentes trabajos, instituirán el tipo de
formas que observarán la formación del estudiantado.
Es importante que las instituciones de educación superior sean sensibles al sentir de las
personas estudiantes. Tradicionalmente, la educación ha estado más centrada en la presencia
del profesorado, a pesar de que lo anterior es correcto, hace falta incluir la otra parte: la voz del
estudiantado. En este sentido, como complemento a la reflexión teórica de este manuscrito, se
aplicó un cuestionario a personas estudiantes universitarias, con la finalidad de conocer sus
puntos de vista en torno a cómo aprecian ellos la intervención y la práctica del profesorado.
Al final de este documento, se incluyen algunos resultados y conclusiones en torno al paradigma
del humanismo y en relación con cómo lo perciben los estudiantes. Desde luego, se incluyen las
fuentes en las que se basaron cada una de las reflexiones conceptuales, motivo de este ensayo.
DESARROLLO DEL TEMA
En la historia de la educación, el proyecto que predomina es, en particular, el perfeccionamiento
humano; mediante este se trasfieren conocimientos, acciones, hábitos y valores encaminados al
bienestar social; por lo tanto, este constructo logra el establecimiento de las instituciones
educativas. La educación, sin duda, es uno de los grandes retos de la sociedad.
Didriksson (2005) señala que la educación, y sustancialmente a la superior, le corresponde ser
transformadora y a partir de un proceso creativo y compromiso pedagógico independiente debe
impactar a la sociedad. Estas determinaciones precisan funciones de autoconstrucción de los
estudiantes y el perfeccionamiento de prácticas para reconocerse como individuos activos,
constructores y reformado res del conocimiento. De igual forma, al maestro le corresponderá
desenvolver habilidades de un guía activo que auxilie la innovación para el perfeccionamiento
humano, apropiada a las nuevas exigencias de la dinámica social.
Por otra parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura,
UNESCO (1998), en la Declaración Mundial de la Educación Superior, subraya la importancia que
este subsistema tiene en el avance sociocultural y económico. Las nuevas generaciones tienen
que obtener los elementos teóricos y prácticos para constituirse en elementos transformadores
de su entorno. Para ello, resulta necesario que adquieran conocimientos, habilidades y
competencias, para ayudar al cambio educativo del presente y del futuro.
En esta misma línea, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación
Superior, ANUIES (2000), en La educación superior en el siglo XXI, insiste en constituir líneas
significativas de perfeccionamiento y de perspectiva sobre el sistema de educación superior, así
como los rumbos por los cuales han de caminar las universidades, para de este modo plantearse
los desafíos al presente con un enfoque prospectivo.
Desde luego que esta idea planteada en párrafos anteriores es compleja, debido a la situación
por la que estamos viviendo en la actualidad, donde la incertidumbre y una sociedad líquida,
como la prefiere llamar Bauman (2007). Líquida, en el sentido de que nada es estable, todo
cambia sin que el ser humano esté realmente preparado para ello. Los acontecimientos se
suceden demasiado rápido.
En cambio, para Rodríguez (2000), en un intento de dar una respuesta a este mundo un tanto
caótico señala que lo incuestionable es que el cimiento de un sistema de educación superior es
un trabajo nacional y los retos que tiene este nivel educativo solo conseguirán ser iniciados si se
camina en dirección a una educación más cerca del sujeto, con todos los problemas que
consigan proferir esta perspectiva.
Algunos problemas actuales
La educación en general y, de manera particular, la universitaria, está ante un mundo
desconcertante: el resurgimiento de una forma más sutil, pero más eficiente de un sistema
capitalista y neoliberal, trae bastantes retos a las universidades. Muñoz (2000) expone que
concurren problemas que es importante enfrentar, como la deserción universitaria desde los
primeros semestres, la reprobación y los bajos niveles de titulación. Estas, asociadas a los
problemas de la falta de inclusión al campo laboral, conciben que la sociedad no debe minimizar
las funciones de la educación superior. El papel de las universidades involucra no solo
innovaciones de forma, sino de fondo significativas que admitan a la educación superior
constituirse en una sólida columna para el país.
La globalización incide en las instituciones de educación superior por medio de la reducción de
recursos públicos y procesos de privatización. Si bien las propuestas actuales no son ineficientes,
pero sí lo son en contextos diferentes. México, con las desigualdades sociales, no puede
permitirse un esquema de privatización de la educación.
En primer lugar, es necesario reducir las desigualdades (Brunner; 2001). Por otro lado, la
perspectiva de los estudiantes universitarios ha cambiado; hace algunas décadas había cierta
seguridad laboral para un egresado universitario. En cambio, actualmente todo es más azaroso,
más de riesgo, debido a los cambios inesperados que se viven a nivel mundial.
Por tanto, las IES demandan evolucionar para la innovación, con ello se enaltece la calidad
educativa en la producción y la transmisión de conocimientos. La universidad está obligada a
convenir y desempeñar con las funciones procedentes del nuevo contexto mundial, para recobrar
el reconoci miento de épocas pasadas.
Las estrategias de cambio son necesarias; el impulso de acciones para el beneficio de
aprendizajes apropiados e innovadores para el discernimiento y la investigación son elementos
clave. Para ello, el impulso de planes y programas institucionales, como la tutoría, son precisos
en un proceso pedagógico selecto para conseguir aprendizajes adecuados para la vida.
Una posibilidad: los programas universitarios de tutorías
Ante la necesidad de perfeccionamiento de los procesos de la educación superior, la Asociación
Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) (1999), y al
reconocer la urgencia de adopción de estrategias concretas dirigidas a la atención individual e
integral de los estudiantes, plantea considerar el Programa Institucional de Tutoría (PIT) como el
conjunto de acciones encaminadas para apoyar a los estudiantes durante su trayecto escolar en
las instituciones educativas, con el fin de proporcionarles dispositivos académicos en los
aspectos que influyen en su desempeño académico, logro profesional, que la conceptualiza como
un proceso de acompañamiento durante la formación de los estudiantes, se sintetiza mediante el
cuidado individualizado a un estudiante o a un grupo reducido de estudiantes, por parte de
académicos voluntarios, formados para esta función, apoyándose conceptualmente en las teorías
del aprendizaje, más que las de enseñanza.
La oferta de la ANUIES con el PIT, intenta abatir los índices de reprobación y rezago escolar,
reducir las tasas de deserción y elevar la eficiencia terminal. A partir de 2000, gran parte de las
instituciones de la educación superior desplegaron proyectos y acciones de tutoría, desde luego,
con resultados diferentes, debido a que las acciones de la tutoría son versátiles, según los
contextos, los rasgos corporativos y los colaboradores; por lo cual Baudrit (2000) la observa
como un formulario de usos y variedades múltiples. En el ámbito educativo, los tutores han
transitado a partir de la instrucción en áreas con problemas para el aprendizaje, hasta como
consejeros y orientadores en el proceso educacional.
El principio de la tutoría se inicia en los años sesenta del siglo XX en los países europeos. Para
Topping (1989), los actores del proceso siempre han sido el tutor, el tutorado y el proceso
tutorial en sí mismo; no obstante, tendría que registrar la atribución que asumen en el proceso
elementos como el currículum, la institución y el modelo académico, entre otros. En México,
desde el siglo XIX surge la figura y el monitor y el tutor en el contorno educativo con los
estudiantes de mayor rendimiento académico, con el propósito de educar a sus similares en las
áreas del conocimiento, apoyando a los compañeros de niveles inferiores, así como a los de
mayor insuficiencia académica.
La experiencia descrita surge precisamente con el modelo pedagógico denominado Escuela
lancasteriana; solo era necesario un profesor para un grupo de hasta cien alumnos; pues los
monitores se encargaban de ir compartiendo lo que aprendían con el resto. La escuela
lancasteriana no llegó a triunfar más allá de la enseñanza primaria.
En gran parte de las universidades y las IES, la estrategia de tutoría logra un avance
significativo y privilegia el tipo llamado tutor, consultor o asesor, cuyas particularidades se
consideran en la siguiente concepción propuesta por Rodríguez (2004), quien señala que la
tutoría es un método de atención a estudiantes que se ocupan de la investigación, formación y
orientación personalizada y centra su cuidado en proporcionar la adaptación a la universidad, el
proceso de aprendizaje, perfeccionar el rendimiento académico; asimismo como situar la
elección curricular y profesional.
Desde esta perspectiva, García Nieto (2005) señala que la tutoría es un proceso formativo
elaborado por el profesor-tutor, enfocado al perfeccionamiento integral, profesional, intelectual y
humano de los estudiantes. La figura de profesor-tutor significa que una persona profesora
universitaria, de medio o tiempo completo, realiza, además de sus actividades docentes, un
trabajo extraordinario; auxiliar a los estudiantes en su vida académica mediante programas
específicos de tutorías.
La función de guiar al alumnado durante el tránsito universitario, se efectúa por medio de
acciones heterogéneas: entrevistas, llenado de formatos de datos particulares para concertar
expedientes de las contextos socioeconómicos, familiares y afectivos, como coadyuvantes en la
localización de problemáticas extra académicas, así como concertar responsabilidades y horarios
para las sesiones de trabajo. Las acciones se efectúan con la intención de ubicar al estudiante
hacia programas de apoyo institucional: asesoría académica, atención psicológica,
psicopedagógica, alimentación y médica, principalmente.
En ese sentido, se piensa que la estrategia tutorial requiere interesarse también en los
contenidos de los cursos académicos, con el fin de proporcionar un camino al tipo de tutoría
complementaria, que conseguirá ser efectuada en combinación entre las figuras de tutores
docentes y tutores entre iguales de mayor rendimiento académico que, en esta forma clásica, se
benefician los métodos de comunicación, la confianza recíproca y la estimulación a los
estudiantes (tutelados) superar las dificultades escolares. Habrá que insistir y trabajar más en
las academias de profesores para comprender y hacer suyos aspectos sustanciales de las
tutorías universitarias.
Un aspecto importante es la relación de hermandad entre personal docente-tutor y tutores para
conseguir el rendimiento para el éxito del programa (Baudrit, 2000); pues la parte subjetiva ha
de ser manejada de la mejor manera. Quizá la relación afectiva entre los estudiantes y el
profesor y tutor es la clave del éxito. En la tutoría entre pares es interesante contar con el
soporte de un compañero, al mismo tiempo trabajar conocimientos y habilidades, la información
de percepciones y métodos en un clima de pares, ayuda a formar compañerismo en el tutelado
y, al tutor-estudiante, le permite desarrollar sus métodos cognitivos que favorece al bien de
otros (Vadillo, 2011). En esta dirección se justifica, puesto que la tutoría se ha pensado como el
asunto de acompañamiento en la formación integral del estudiante, con la intención primordial
de reconocer al nuevo paradigma centrado en la forma cómo consiguen los conocimientos, las
habilidades y las actitudes de los estudiantes.
En este aspecto, Castellanos, Venegas y Ramírez (2003) expone que, en los sistemas
institucionales, la tutoría desenvuelve un enfoque integral y humanista; por lo tanto, considera
necesario la formación de valores en el aprendizaje del estudiante. Las instituciones
universitarias se colocan en otras vías para desarrollar la estrategia tutorial y la curricular, que
por medio de trayectorias buscan formar y defender el paradigma del aprendizaje, el cual esté
indeleble y para el progreso del ser humano.
De acuerdo con la definición de Vadillo (2011), el docente debe concebir el curso en el tejido
global de toda acción de aprendizaje en que quedará sumergido el estudiante; es señalar, que
cada curso le corresponderá relacionarse con los demás, de tal manera que la
transdisciplinariedad posee como objetivo crear el perfil de egreso ambicionado, al mismo
tiempo subrayar tanto el desarrollo de contenidos (conocimientos expresivos) como de prácticas
de forma y de actitudes.
Además, la vía institucional, específica por sus adecuadas experiencias formativas, influye en la
cimentación de sus estudiantes, de forma que el ambiente áulico, la cual es la variable que da
más cuenta del provecho escolar, es el clima que se vive en el salón; mientras las reglas y su
cultura quebrantan en la formación de hábitos y actitudes que serán precisas en la formación
exhaustiva de los sujetos.
En esta perspectiva se toma en cuenta los aspectos tanto a nivel personal como las relaciones
interpersonales, en unión con las inicialmente detalladas. Todos estos relativos admiten marcar
los elementos clave para la maniobra metodológica del asunto tutorial, en el objetivo de la
formación integral de los estudiantes. El curriculum, el diseño, la actualización e implementación
de planes y programas facilitarán y mejorarán los aprendizajes significativos de los estudiantes.
En el marco humanista se promueve el desarrollo integral de la persona: aspectos físicos,
mentales, espirituales y sociales con sustento en valores que son aceptados por todos. La
educación centrada en los estudiantes plantea estrategias para la solución de dificultades hacia
la deferencia de los contenidos requeridos para el beneficio de aprendizajes pertinentes y
significativos. Conseguir que el estudiante valore y formalice las normas sociales, como
elementos necesarios para la formación de los individuos independientes, es una de las metas de
una concepción humanista de la educación. La formación de estudiantes comprometidos consigo
mismos y los demás es una tarea de la formación en valores. Es justamente en estos aspectos
que le paradigma pedagógico humanista hace hincapié de manera reiterada.
El enfoque de competencias para las tutorías universitarias
Transformar esencialmente la ecuación conocimiento-docente-estudiante, se pasa de los saberes
a las competencias será viable si se toma conciencia, se rediscute y se retornan los ejes
elementales que subyacen al presente modelo de educación (Aguerrondo,1993). El enfoque por
competencias tiene como fin el perfeccionamiento de estudiantes autónomos que se
autoconstruyan, los cuales asimilen a aprender haciéndolo de manera eficaz y apropiada. Las
innovaciones en los procesos educativos de la educación superior requieren nuevas disposiciones
que soportan el cambio de paradigma de la experiencia educativa.
La transformación en la forma de enseñar y aprender son hechos incuestionables influidos por la
mejora tecnológica, que propicia una nueva forma de acción del proceso didáctico, el
establecimiento de las relaciones interpersonales y el de los valores, los cuales son
recapitulaciones fundamentales del nuevo modelo educativo para disminuir el fracaso escolar. El
enfoque por competencias en el ámbito universitario no está en contradicción con el humanismo.
El desarrollo humano comprende diversas dimensiones que se constituyen e integran en la
interacción con el medio cultural. Las competencias humanas son una forma de conciencia,
producto de la integración de conceptos, destrezas y actitudes, que dota al ser humano de una
capacidad de entendimiento, acción y transformación de sus relaciones con el mundo.
El enfoque de formación de competencias, de acuerdo con Pimienta (2012), como el trabajo
integral de la persona estudiante, que involucra conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes
y valores dentro de un contexto ético, sostiene que en este enfoque alcanzará las operaciones
para solucionar dificultades para la vida. La educación centrada en el aprendizaje subraya la
innovación en la forma para adquirir los contenidos, en el cual se privilegia el contexto. Ello
admitirá mover nuevos conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes para interponerse en la
solución de escenarios problemáticos, con el resultado de mejora o generación de nuevas
competencias.
La acción tutorial, como parte de la tarea educativa, ha destacado la acción de la instrucción,
como anota Martín, Puig, Padrós, Rubio y Trilla (2003), al reseñar especialmente al aprendizaje
de conocimientos y adquisición de habilidades y destrezas rentables para la vida. No obstante,
también cree que debe administrar su trabajo a los procesos pedagógicos, ya que esta subraya
los aspectos de formación en valores que inciden en la personalidad de los tutorados, sus
relaciones con los restantes y la sociedad.
El humanismo en el aula universitaria
Desde el punto de vista humanista, la educación está interesada en ayudar a los estudiantes
para que decidan lo que ellos son y lo que quieren llegar a ser. La educación humanista se basa
en la idea de que todos los sujetos son diferentes y los ayuda a ser más como ellos mismos y
menos como los demás. Para Hamachek, citado por Hernández (1997) es necesario auxiliar a los
estudiantes a explorar y comprender más adecuadamente el conocimiento de su persona y los
significados de sus experiencias vivenciales. Esta idea ha de buscar formatos dentro del aula y
fuera de la misma.
La educación debe tener un sentido para cada estudiante: hacia dónde van, qué desean de la
vida, para qué estudian determinada carrera universitaria. Pero este sentido ha de construirse
con bases firmes y considerar la realidad que vive cada uno de ellos. En este sentido, es
importante la presencia en el aula del profesor, como el sujeto que inspira que muestra al otro
no aquello que debe hacer, sino el camino que él mismo ha recorrido. Para Rogers (1978) la
educación debiera fomentar el aprendizaje significativo y vivencial que involucra a la persona
total del alumno.
La educación debe recrear un clima de libertad total para que el alumno se sienta en un
ambiente educativo, lo cual favorece la realización de él no solo como estudiante o parte de una
universidad, sino sustancialmente como sujeto. Esta parte es la esencia de este paradigma
humanista; lograr que el estudiante vea más allá del aula y la institución, que se vea en un
futuro inmediato como una persona diferente.
En la educación humanista el docente permite que los alumnos aprendan, mientras impulsa y
promueve todas las exploraciones, experiencias y proyectos que estos preferentemente inicien o
decidan emprender con el fin de conseguir aprendizajes vivenciales con sentido. De acuerdo con
el paradigma humanista, los alumnos son entes individuales, únicos, diferentes de los demás;
personas con iniciativa, con necesidades personales de crecer, con potencialidad para desarrollar
actividades y solucionar problemas creativamente. Las nuevas reformas universitarias insisten
en esa parte subjetiva del proceso educativo. El docente ha de estar reconciliado con el
adolescente o el joven que fue, para que de esta manera esté en mejores condiciones de ayudar
a sus estudiantes (Rodríguez, 2000).
Los estudiantes no son seres que solo participan cognitivamente, sino personas con afectos,
intereses y valores particulares, a quienes debe considerarse en su personalidad total. Gobernar
almas no es el propósito final del docente humanista, sino formar a los estudiantes en la toma
de decisiones dentro de ámbitos, en los cuales prime el respeto a los derechos de la persona y lo
justo y lo injusto, como dogma, se cuestione. Cambiar a nuevos esquemas pedagógicos siempre
es complicado, los docentes, tienen una larga tradición en sus formas de llevar a cabo su acción
educativa. Luego entonces, es necesario señalar algunos de los rasgos que debe asumir el
educador dentro del contexto humanista, de acuerdo con lo presentado por González (2004):
a) Ha de ser un maestro interesado en el alumno como persona total.
b) Procura mantener una actitud receptiva hacia nuevas formas de enseñanza.
c) Fomenta en su entorno el espíritu cooperativo.
d) Es auténtico y genuino como persona, y así se muestra ante sus alumnos.
e) Intenta comprender a sus estudiantes poniéndose en el lugar de ellos (empatía).
f) Actúa con mucha sensibilidad hacia sus percepciones y sentimientos.
f) Rechaza las posturas autoritarias y egocéntricas.
g) Pone a disposición de los alumnos sus conocimientos y experiencia.
Estas proposiciones son básicas en el devenir de los maestros universitarios en el aula. El
humanismo implica estas consideraciones pedagógicas que debe tener en cuenta el docente,
cuando está en relación pedagógica con cada uno de sus estudiantes. Desde luego, para muchos
profesores no es fácil hacer este tipo de cambio, pero con trabajo colegiado se puede conseguir
resultados que mejoren la calidad del trabajo áulico.
El paradigma humanista en la educación, señala Hernández (1998), hace una crítica a la
educación tradicional como partidaria de la enseñanza directa y rígida, predeterminada por un
currículo inflexible y centrada en el profesor. El humanismo vuelve a mirar al estudiante como
un sujeto que siente, vive un contexto determinado y está marcado por una historia que es
individual, el que vive intensamente su experiencia dentro del contexto universitario.
Percepciones de los estudiantes sobre sus maestros
Basado en lo anterior, es importante conocer la percepción del alumnado acerca del profesorado
en este ámbito. Para ello, se llevó a cabo un estudio de tipo diagnóstico basado en cuestionario
aplicado a 60 personas estudiantes del quinto semestre, para conocer su percepción y saber en
qué asignaturas consideran que la persona docente es predominantemente humanista. Al
analizar la información se muestra que perciben que aún falta que el profesor se sustente en el
humanismo. Un 86% de los jóvenes indica que todos los profesores en algunas sesiones sí
muestran características humanistas, pero el resto es tradicional. Desde luego que en un primer
momento se les explicó qué era el humanismo y las características de un profesor bajo este
enfoque, y así se procedió a que ellos dieran a conocer su percepción.
En función a las asignaturas que consideran que ya emplean esta modalidad en su mayoría de
sesiones, mencionan que son: “Metodología de la Investigación”, “Ecología”, “Ciencias de la
Salud” y “Psicología”. El factor que indican no observar en ningún profesor es que no perciben
que los docentes disfruten dar sus clases, factor relevante para considerar con los compañeros
docentes para mejorar en medida de lo posible. Este elemento llamó la atención. Los estudiantes
son muy perceptibles a los estados de ánimo de los maestros. Esta idea es válida desde los
niveles de preescolar, hasta los ámbitos universitarios. El maestro trabaja con su cuerpo, sus
afectos y sus emociones.
Una vez que se analiza la información cualitativa que ofrecen los jóvenes, se perciben que aún
falta que el profesor se sumerja en el humanismo; un 86% de los jóvenes indica que todos los
profesores en algunas sesiones sí muestran características humanistas, pero el resto de ellos
vuelve a ser tradicional. En función a las asignaturas que consideran que ya emplean esta
modalidad en su mayoría de sesiones, mencionan que son “Metodología de la Investigación”,
“Ecología”, “Ciencias de la Salud” y “Psicología”. Los estudiantes señalan que no observaron a
ningún profesor disfrutar sus clases, factor relevante para considerar con los compañeros
docentes para mejorar en medida de lo posible. Este aspecto llama la atención; el ambiente
áulico debe ser óptimo, con cierta calidez y hasta un tanto divertido, lo cual no significa, desde
luego que se pierda la seriedad con la que deben tratarse todos los temas en el aula.
SÍNTESIS Y REFEXIONES FINALES
A lo largo de este documento se ha planteado la necesidad de hacer ciertas recuperaciones del
orden pedagógico. Las universidades con sus esquemas muchas veces descontextualizados, en
los cuales reina la rigidez de los programas y la presencia, casi absoluta del profesor, se hace
necesario hacer una “revolución” en el sentido de establecer las bases para una educación
centrada más en el estudiante. En los paradigmas pedagógicos surge el denominado paradigma
humanista, quien pone el acento en el estudiante como persona. Desde luego, que lo anterior no
significa hacer a un lado la figura del profesor, pero sí poner más énfasis en el estudiante. El
esquema, muchas veces rígido de la universidad ha de dar paso a una flexibilización pedagógica.
Para ello, instituciones como ANUIES han propuesto diversas opciones de cambio entre los que
se pueden destacar los programas de tutorías. Es preciso, para la educación superior, abordar
con eficiencia los procesos de acompañamiento de los estudiantes con la tutoría como estrategia
para regular sus procesos de aprendizaje, estancia, permanencia y culminación exitosa.
También, la estrategia de educar en valores es apreciada como tema notable para la
construcción integral de los sujetos que, en la actualidad, se enfrentan a retos cada vez más
complejos en este siglo XXI. (Brovetto; 2000).
Los aspectos de educación y formación no consiguen reflexionarse independientes, más bien son
sumados del proceso educativo en el beneficio de una formación integral. No obstante, se
considera necesario atender especialmente los aspectos formativos porque la formación o la
educación en valores es necesaria en la construcción de la personalidad moral y la formación de
una ciudadanía responsable y, además, porque la formación es indispensable para lograr la
instrucción educativa.
En otro término, no hay instrucción sin la educación en valores. En el nuevo modelo educativo
universitario los valores y la tutoría; además de otros procesos educacionales, constituyen
elementos clave para lograr una educación plena que responda a los estándares de las
expectativas de la sociedad contemporánea y el futuro. Mirar al estudiante como un sujeto con
deseos, esperanzas, pero también con incertidumbres es el reto que los profesores universitarios
deben asumir.