EL QOHÉLET O ECLESIASTÉS
1. ESTRUCTURA, CONTENIDO Y FINALIDAD DEL LIBRO
1.1.Estructura del Libro
Qohélet no presenta un esquema literario y temático orgánico, fácil de individuar. Sus
argumentos parecen repetirse, volver una y otra vez, sin una razón clara y precisa. Prueba de
la dificultad que supone definir una estructura es la gran discrepancia que existe entre los
estudiosos. No existe un acuerdo, no solo cuando se habla de la estructura del libro, sino
tampoco a la hora de sistematizar las opiniones de los diversos autores. Las teorías propuestas
se pueden dividir en tres grupos: quienes niegan cualquier tipo de estructura dentro del libro;
quienes afirman la existencia de un plan general o de una estructura organica y quienes se
mantienen en una posición intermedia. La primera opinión, defendida originariamente por F.
Delitzsch a fines del siglo xix, gozó por mucho tiempo de una gran acogida, difundiéndose
entre los estudiosos, aunque con muchas matizaciones. En este último caso, la división más
funcional parece ser aquella que distribuye el contenido del libro en tres partes: el cuerpo de
la obra (1,12-12,8), un prólogo (1,1-11) y un doble epílogo 12,9-12 y 12,13-14); estructura
que muchos aceptan también porque, con gran probabilidad, el prólogo y el epílogo provienen
de una segunda redacción, la definitiva.
El prólogo (1,1-11) comienza con la autopresentación del autor como “hijo de David, rey en
Jerusalén” (1,1) y traza un boceto del tema de todo el libro: “¡Vanidad de vanidades! – dice
Qohélet –, ¡vanidad de vanidades, toda vanidad!” (1,2; cf. 12,8). La emblemática expresión
“vanidad de vanidades” equivale al superlativo: “máxima vanidad”, y aparece con frecuencia
en la primera parte del libro (1,12 a 6,9) especialmente en la forma “todo es vanidad y atrapar
vientos” (1,14.17, etc.). La palabra hebel (soplo, vapor, viento impalpable, o en sentido ético-
moral, “vanidad”) que aparece 38 veces en Qohélet e igual número de veces en el resto del
AT, indica el espesor mínimo, efímero, fútil y transitorio de la vida humana, o también, como
sugiere la traducción latina vanitas, la carencia de sentido, la ilusión y la desilusión que
producen las realidades que existen consideradas en sí sin ninguna referencia a un orden
trascendente.
En la parte central de la obra (1,12-12,8), desarrollada en forma de soliloquio, el autor del
libro va examinando una a una las cosas en las que el hombre intenta encontrar su goce o
felicidad. Después de una atenta consideración, concluye que ninguna de ellas es capaz de
ofrecer la felicidad plena: solo una felicidad efímera y transitoria. Qohélet muestra de este
modo que todos los bienes deseados en este mundo, aun los más noble y excelsos, tienen
límites y aspectos negativos, comenzando por la misma relatividad en la que se encuentran
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sumergidos. Qohélet describe de este modo la angustia filosófica que la razón muestra ante el
misterio del hombre, por lo que busca definir un bien – una certeza, una actividad, una
realidad – verdaderamente digno del hombre, que pueda orientar su vida de modo seguro. En
esta parte del libro, el autor se detiene en concreto, sin un orden preciso aparente y con
repeticiones frecuentes, en la ciencia (1,12-18; 2,12-17), la gama de placeres (2,1-11; 2,18-
23), el esfuerzo humano (3,9-22; 9,11-17), las riquezas (5,9-13), la sabiduría (7,19-8,8), y la
virtud (8,9-9,10).
El breve epílogo (12,9-14), además del elogio que el último redactor dedica a Qohélet y a su
obra (vv-9-12), expone la conclusión teológico-moral: “Basta de palabras. Todo está dicho.
Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal. Porque toda obra será
juzgada por Dios, también todo lo oculto, a ver si es bueno o malo” (vv.13-14). Por tanto, el
“temor de Dios”, noción profundamente enraizada en la tradición bíblica sapiencial, expresa
para el autor del libro en sentido de la vida humana y el bien máximo; un temor reverencial y
filial que, asumido en toda su radicalidad, ha de conducir al hombre necesariamente a la
observancia de la ley, consciente de la existencia del juicio de Dios. En la óptica de Qohélet,
no se trata de un temor que se pudiera llamar “servil”, fruto de una aceptación ciega de la
autoridad judicial divina, sino de un temor fundamentado sobre la búsqueda de la compresión
de la obra de Dios y de la voluntad divina (7,13-14); que sabe reconocer, por tanto, los dones
que Dios constantemente concede al hombre para su bien, también los más materiales (como
lo necesario para comer, beber y tantos otros más), dándole gracias. Bajo esta luz se entienden
los límites de los recursos y los conocimientos humanos (8,17), inadecuados para alcanzar la
felicidad, que solo se encuentra en Dios.
1.2.Contenido y Finalidad
Qohélet afronta una temática muy singular y compleja, y lo hace de modo insólito en
el amplio contexto del AT. En el libro, en efecto, no se encuentran los temas clásicos de las
grandes tradiciones antiguas, como el amor de Dios por su pueblo, la elección de Israel o la
alianza; temas que se refieren a la comunidad nacional. El tema que preocupa a Qohélet es
otro, el del sentido de la vida y a finalidad de los bienes humanos y terrenos, por tanto, el
significado de la existencia humana, de la realidad que la rodea y del tiempo que pasa. El
autor emprende una lectura de la realidad que no parte de una teoría abstracta o de tradiciones
asumidas acríticamente, sino que interpela los hechos y reflexiona sobre ellos, ciertamente, a
la luz de la fe en el Dios de Israel. Qohélet intenta “buscar, explorar” el curso de las cosas y
de los acontecimientos, y se plantea el problema de qué es lo “bueno” para el hombre. Hay
una diferencia con la sabiduría antigua: lo que atrae su interés no es tanto fijar y discutir
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experiencias aisladas, sino el conjunto de la vida y realizar un juicio conclusivo sobre ella”.
En este examen crítico de la existencia, la dialéctica y la diatriba suscitadas por el autor están
en función del mensaje del libro. Qohélet parece utilizar la diatriba1 en el sentido clásico del
término (forma literaria que tiene presente todas las objeciones que pueden surgir en la
reflexión teórico-práctica para rebatirlas) y, mediante el método dialéctico, opone
constantemente a cada tesis una antítesis, de modo que el lector pueda sacar la enseñanza
deseada como una síntesis. Para el autor del libro, el mensaje central que se deriva de la
lectura de la vida de los hombres y de la historia humana es el “temor de Dios” (12,13). Toda
pregunta sobre el sentido o sinsentido de la existencia humana es un preludio a la gran
pregunta sobre el misterio de Dios, que en la fe pide ser acogido con actitud filial reverencial.
1.3.Realismo y Optimismo en Qohélet
Debido a la complejidad del texto y a su enigmática estructura interna, Qohélet ha
representado para la exégesis un auténtico escollo interpretativo. Por esta razón se han
propuesto las más variadas explicaciones, a veces fantasiosa, marcadas por visiones parciales
y no equilibradas. Qohélet ha sido, en efecto, acusado de escepticismo, materialismo,
fatalismo, epicureísmo, etc.; generalmente, a partir de expresiones o fórmulas peculiares
tomadas aisladamente e interpretadas en marcos ideológicos determinados, sin considerar
suficientemente la visión unitaria que presenta el libro y el contexto de la revelación
veterotestamentaria. Esas expresiones, que se asoman aquí y allá a lo largo del libro, exigen
ser entendidas como reflexiones transitorias, que afloran en el soliloquio del autor: pasos
intermedios, consideraciones previas, preguntas provocadoras que buscan una clarificación
orientada a alcanzar de un modo más pleno la verdad. La afirmación de que la muerte es
preferible a la vida (2,17; 4,2; 6,3-4) o que en la tierra todo se resume en “comer, beber, y
disfrutar en medio de sus fatigas” (2,24-25; 5,17-19) pueden confundir, ciertamente, al lector
que las lee aisladamente, sin contrastarlas con tantas otras afirmaciones de Qohélet sobre la
relatividad de las cosas de este mundo y la necesidad de contemplar la existencia a la luz de la
providencia divina (2,24).
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Diatriba (del griego clásico διατριβή, diatribé, «discurso hablado», «conferencia») es un escrito violento, a
veces injurioso, dirigido contra personas o grupos sociales.
Originalmente, en su acepción griega, es el nombre dado a un breve discurso ético, concretamente del tipo de los
que componían los filósofos cínicos y estoicos. Estas lecturas morales populares tenían con frecuencia un tono
polémico, y «diatriba» adquirió pronto el sentido moderno de «invectiva».
El concepto de diatriba como escrito surgió en el siglo III a. C., atribuyéndose a Bión de Borístenes, filosófo
cínico griego. Otros cínicos como Teles (siglo III a. C.) y estoicos como Musonio Rufo (siglo I) usaron la
diatriba como su género principal.
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Comenta Buzy: “El Qohélet no es un pesimista, porque cree en la felicidad y nos
enseña los medios para encontrarla (11,1-10); no es un ateo, porque cree en Dios y en la
providencia (1,4-11.13; 3,1-8.11.14.17; 6,2-10); no es un materialista, porque cree en el más
allá y en la inmortalidad del alma (3,11; 8,12; 9,10;12; 13-14); no es un determinista, porque
afirma que nuestra felicidad depende de nosotros, como tantas otras cosas (4,13; 7,8); no es un
egoísta, porque tiene el sentido de la justicia (2,26; 3,16; 8,5-15); no es un escéptico, porque
alaba la sabiduría (3,10-17; 9,16-18) y tiene una doctrina segura sobre Dios y sobre la vida
(3,10-17). Su moral del justo medio no es mediocre, vulgar, campesina, porque el pensamiento
constante de Dios que la domina y de la que está penetrada, la eleva, transforma, e incorpora a
una moral sobrenatural (3,10-15; 5,17-19; 7,13-14; 9,7-10)”.
Se comprende que lo cierto es que Qohélet no se deja llevar por un optimismo
ingenuo, superficial, sino que, expresando con convicción un juicio sobre la inconsistencia y
futilidad de las cosas creadas, resalta que la felicidad absoluta hay que encontrarla solo en
Dios. Acercándonos de esta forma al mensaje del libro, se podría decir que la finalidad de
Qohélet está enteramente dirigida a dar una respuesta esencial y positiva al sentido de la vida.
Con la reiterada afirmación de que “todo es vanidad”, el autor pretende relativizar el continuo
trajinar y agitarse de los hombres, carente de perspectiva, estimulando a la búsqueda de la
verdadera sabiduría, que comporta, en el “temor de Dios”, el despliegue de un esfuerzo
humano razonable, en vistas de un paciente mejoramiento personal y social, siempre al interno
de la percepción de un mundo gobernado por Dios. No extraña, por eso, que Qohélet exhorte a
sus oyentes a apreciar los placeres sencillos de la vida (2,24; 3,13.22; 5,19; 8,15; 9,9), porque
esos placeres, como todas las demás cosas, proceden de la mano de Dios y se deben disfrutar
como un don recibido gratuitamente, su firme oposición se dirige contra el intento de querer
colocar los bienes terrenos – placeres, riquezas, poder, sabiduría, la misma virtud, etc. – como
objetivo primario o exclusivo de la vida, único o principal fin de la existencia humana. Por
eso, tema fundamental del libro es la realidad de la muerte (cf. Sobre todo, 3,1-22), que el
autor considera, no un argumento más entre otros, sino verdad basilar, a la luz de la cual se
deben interpretan las fatigas que el discurso de la existencia lleva consigo.
En función de esa verdad adquieren fuerza especial las reflexiones de Qohélet: la
muerte es la negación radical de cualquier intento de querer lograr la felicidad plena en esta
vida. La crítica de Qohélet somete, por ese motivo, a un examen minucioso las actividades
humanas, buscando mostrar la radical futilidad (hebel) de todas las cosas, el aspecto de
caducidad o imperfección que conllevan, su finitud, motivo por el que quienes ponen en ellas
todo su afán actúan como si “persiguiesen el viento”. Qohélet no critica, por tanto, la
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dimensión creacional que pueda tener el esfuerzo humano (Gn 1,28; 2,15), sino que creacional
que se opone a la lógica de sacrificar todo en vista del éxito en esta vida, ignorando que el
valor de la existencia está en el temor de Dios, que juzga todas las cosas, y en observar sus
mandamientos. La declaración final del libro – “Basta de palabras. Todo está dicho. Teme a
Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal” (12,13) – constituye, a nuestro
entender, una síntesis exacta del pensamiento del autor. En esta conclusión se encuentra
presente la clave de lectura del libro.
Si Qohélet ha investigado críticamente la condición humana es para enseñar a vivir
mejor, de un modo sabio, y fecundo. La búsqueda de la verdad y del sentido de la vida
implican una profundización en la verdadera relación con Dios, que se traduce en adhesión a
sus mandamientos. La mención del juicio de Dios (Qo 12,14) ilumina la teología del libro:
todo está sometido al juicio divino, el bien y el mal, y cada hombre sobre la tierra está llamado
a discernir entre lo que permanece siempre y la vanidad de las cosas que pasan.
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