TEMA 4.
RESPONSABILIDAD EN LA ACTUACIÓN DE LOS
SERVICIOS PÚBLICOS DE SEGURIDAD
1. SOBRE EL CONCEPTO DE ACTIVIDAD POLICIAL
• Origen del sistema español de responsabilidad patrimonial del Estado, en dos leyes franquistas:
- La LRJAE de 1957
- La LEF de 1954
Estas dos normas jurídicas dieron lugar a una jurisprudencia del TS que consolidó una doctrina que
encontró su acomodo en la CE de 1978.
Según BARCELONA LLOP, es sobre mediados de la década de los ochenta cuando se consolida
un sistema de responsabilidad patrimonial de la Administración en el campo de los daños producidos
por actuaciones policiales.
En un sentido amplio, ha de entenderse la ACTIVIDAD POLICIAL como concepto que se refiere a
todas aquellas actuaciones materiales o formales que realicen las Fuerzas y Cuerpos de
seguridad en el desarrollo de la misión que les asigna el articulo 104 CE: proteger el libre ejercicio
de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana.
Y más en concreto, el ámbito de protección de la seguridad ciudadana implica la utilización de
métodos coactivos que, por su naturaleza, pueden causar daños que den lugar a responsabilidad.
• La misión de garantía de la seguridad ciudadana se ejerce a través de la actuación de las fuerzas y
cuerpos de seguridad, considerando incluidos no sólo los del Estado, sino también los dependientes de
las CCAA y de los Ayuntamientos: CNP, GC, Policías Autonómicas (PV, Cataluña y Navarra) y cuerpos
de Policía Local, cualquiera que sea su denominación. También se entienden incluidas las unidades del
CNP adscritas a CCAA que no tienen su propia policía autonómica (Andalucía, Aragón, Asturias, Galicia
y Comunidad Valenciana).
• Siguiendo a AHUMADA RAMOS, debe entenderse, como regla general, que cada Administración
pública será patrimonialmente responsable de los daños que sean imputables a las fuerzas y cuerpos
de seguridad que sean de su titularidad y por tanto se encuentren integrados en su organización
administrativa. En definitiva, que prima el criterio orgánico sobre el funcional para la determinación de
la imputabilidad del perjuicio.
• Mayores problemas pueden plantear aquellos CASOS EN LOS QUE INTERVENGA MÁS DE UN
CUERPO POLICIAL, como por ejemplo una persecución en la que se vean involucrados agentes tanto
de un cuerpo estatal como de otro local. En estos supuestos, habrá que acudir a las circunstancias
concretas del caso, considerando de nuevo el criterio orgánico: la Administración titular de un cuerpo
policial ha de responder del daño causado por los miembros de ese cuerpo.
• Otro supuesto, es el que plantean las actuaciones que suponen la OPERACIÓN CONJUNTA DE DOS
O MÁS CUERPOS BAJO UNA ÚNICA DIRECCIÓN OPERATIVA. La LOFCSE contempla esta
posibilidad en cuento a la actuación coordinada y conjunta de la Policía Autonómica junto con CNP o
GC, disponiendo en su artículo 46.2 que en dichos casos “la dirección de la operación” sea asumida por
los mandos del cuerpo estatal. Según AHUMADA RAMOS, en este supuestos, la solicitud
indemnizatoria deberá dirigirse al Ministerio del Interior, aunque en función de las circunstancias del
caso puede ser más prudente demandar a todas las Administraciones implicadas en el operativo policial.
2. DERECHOS Y DEBERES DEL FUNCIONARIO POLICIAL
• Todos los miembros de los cuerpos policiales son necesariamente funcionarios. Todos los funcionarios
están sometidos a un régimen estatutario, lo que significa que su relación de servicio con la
Administración se basa principalmente en un conjunto de normas que constituye su estatuto. Esto los
diferencia de los trabajadores sujetos al Derecho Laboral, cuya relación con el empleador se basa en
un contrato libremente aceptado por el trabajador y, en su caso, en un convenio colectivo negociado con
los sindicatos, dentro del respeto a las leyes (Estatuto de los Trabajadores).
• El sistema estatutario se caracteriza por tres elementos: el acceso a la función pública se produce por
un acto administrativo unilateral, que es el nombramiento de funcionario; la relación de servicio se
rige de modo impersonal por normas jurídicas de carácter general o colectivo; y el hecho de que el
funcionario, a diferencia del contratado laboral carece derechos adquiridos.
• El acceso a la función pública se produce a través de un sistema de oposiciones que tiene como finalidad
la igualdad de oportunidades de los aspirantes que cumplan los requisitos exigidos para garantizar
los principios de mérito y capacidad (artículos 23.2 y 103.3 CE).
• Por tanto, el funcionario policial tiene en principio los mismos derechos que el resto de los
funcionarios en general, en concreto el derecho al cargo, el derecho a la inamovilidad, los derechos
retributivos y los derechos sociales, principalmente los referidos al régimen de pensiones y mutualidades.
Hasta aquí, como todos los funcionarios; sin embargo, el hecho de portar armas sujeta al funcionario
policial a un régimen mucho más severo, más cercano al de los militares que al de los civiles, que
intensifica los valores de jerarquía, obediencia y prudencia. Como consecuencia, los derechos de los
miembros de los cuerpos de seguridad están sometidos a limitaciones e incluso a exclusiones, mientras
que los deberes son a menudo más estrictos.
Los funcionarios policiales están por tanto sujetos a los deberes de los funcionarios en general, (por
ejemplo, en cuanto a las incompatibilidades), más los contenidos en su propio estatuto.
En el ámbito de los cuerpos de seguridad, los derechos sindicales sufren notables restricciones:
- de las libertades sindicales del artículo 28.1 CE (afiliarse a un sindicato o fundarlo) quedan excluidos
los guardias civiles. Los miembros del CNP sólo pueden formar y afiliarse a sindicatos
profesionales propios, y sólo a nivel nacional.
- En cuanto al derecho de huelga del artículo 28.2 CE, queda radicalmente prohibido a los miembros
de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad en general (artículos 6.8 LOFCSE)
• Otros derechos fundamentales, como la libertad de expresión, están también sometidos a notables
limitaciones en este ámbito, por las especialidades del secreto profesional y los deberes de secreto y
sigilo.
• El régimen de personal de los distintos cuerpos policiales se contiene en normas específicas: el del CNP,
en la LOCFSE y en varios reglamentos de desarrollo; el de la Guardia Civil, en la Ley 42/1999, del
Régimen de Personal de la GC; y el de las policías locales, en las leyes de coordinación de las
respectivas Comunidades y en sus respectivas ordenanzas municipales.
3. LA RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL DEL FUNCIONARIO POLICIAL EN
RELACIÓN CON LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO
• El cumplimiento de los deberes del funcionario da lugar a la responsabilidad disciplinaria o penal.
Mediante la amenaza o la imposición de la correspondiente sanción, la organización administrativa se
asegura el mantenimiento de la disciplina, el buen orden jerárquico y el cumplimiento de la obediencia.
• La comisión de una conducta contraria a la norma jurídica tiene por tanto una consecuencia jurídica,
que es la sanción o la pena. Las conductas menos graves (infracciones) corresponden al ámbito
disciplinario y dan lugar a una sanción, mientras que las más graves se reconducen al Derecho Penal y
son castigadas, como delito o falta, con una pena.
• El régimen disciplinario del CNP, que se encontraba anteriormente en los artículos 27 y 28 de la
LOFCSE, cuenta ahora con una regulación autónoma que se contiene en la LO 4/2010, de 20 de mayo.
• El régimen disciplinario de la GC se encuentra regulado en la LO 12/2007, de 22 de octubre, que en
su Exposición de Motivos afirma responder las demandas surgidas de la propia evolución de la sociedad
española, a la que, en definitiva, sirve la GC, siempre bajo el valor superior de la disciplina.
• En principio, la eventual existencia de responsabilidad disciplinaria nada tiene que ver con la
responsabilidad patrimonial de la Administración ante el ciudadano. Dicha responsabilidad se deducirá
con total independencia de si el funcionario incurrió en falta o no, pues la responsabilidad
administrativa es objetiva y directa. En todo caso, la deducción de responsabilidad disciplinaria podrá
actuar como elemento de la vía de regreso, de la exigencia de responsabilidad al funcionario por parte de
a la propia Administración, una vez indemnizados por ésta los lesionados (artículo 36.2 LRJSP).
• La eventual declaración de la responsabilidad penal del funcionario exige un pronunciamiento más
matizado. Si se produce un pronunciamiento judicial que declare la responsabilidad penal del
funcionario policial, será de aplicación lo dispuesto en el artículo 109 CP, que establece que la ejecución
de un hecho descrito por la Ley como delito o falta obliga a reparar los daños y perjuicios causados.
• Esta responsabilidad civil derivada de la comisión de un delito o falta recae sobre el autor, pero en el
caso de funcionarios públicos es de aplicación el artículo 121 CP:
“El Estado, la Comunidad Autónoma, la provincia, la isla, el municipio y demás entes públicos, según
los casos, responden subsidiariamente de los daños causados por los penalmente responsables de los
delitos dolosos o culposos, cuando éstos sean autoridad, agentes y contratados de la misma o
funcionarios públicos en el ejercicio de sus cargos o funciones siempre que la lesión sea consecuencia
directa del funcionamiento de los servicios públicos que les estuvieren confiados, sin perjuicio de la
responsabilidad patrimonial derivada del funcionamiento normal o anormal de dichos servicios
exigible conforme a las normas de procedimiento administrativo, y sin que, en ningún caso, pueda
darse una duplicidad indemnizatoria. Se le puede exigir patrimonial o penalmente, pero no imponer
una doble sanción.
Si se exigiera en el proceso penal la responsabilidad civil de la autoridad, agentes y contratados de la
misma o funcionarios públicos, la pretensión deberá dirigirse simultáneamente contra la
Administración o ente público presuntamente responsable civil subsidiario.”
• Y por su parte el articulo 37 de la LRJSP establece, en consonancia con el anterior:
1. La responsabilidad penal del personal al servicio de las Administraciones Públicas, así como la
responsabilidad civil derivada del delito se exigirá de acuerdo con lo previsto en la legislación
correspondiente.
2. La exigencia de responsabilidad penal del personal al servicio de las Administraciones Públicas no
suspenderá los procedimientos de reconocimiento de responsabilidad patrimonial que se instruyan,
salvo que la determinación de los hechos en el orden jurisdiccional penal sea necesaria para la fijación
de la responsabilidad patrimonial. Es necesario imputar primero un delito para interponer la
responsabilidad penal.
• El apartado primero de este artículo 37 LRJSP contiene el único supuesto de responsabilidad exigible
por vía distinta de la contencioso-administrativa. Y así, en caso de daños causados por funcionarios con
ocasión de la prestación del servicio policial, mediante delito, cabe la posibilidad de que la
Administración sea condenada en vía penal a pagar una indemnización. Y si no se produce la condena
pena, se abrirá el plazo para reclamar la correspondiente responsabilidad patrimonial del Estado por la
vía contencioso-administrativa (un año).
• También es posible que la parte actora no exija la responsabilidad subsidiaria en vía penal del
Estado (artículo 37.2 LRJSP), y la reserve para la jurisdicción contencioso-administrativa en aplicación
del régimen de responsabilidad contemplado en el artículo 32 LRJSP, por lo que el particular tendrá
derecho a ser indemnizado por la Administración Pública correspondiente, siempre que concurran
los demás requisitos: que el daño alegado ha de ser efectivo, evaluable económicamente o
individualizado.
• Otra cosa, son lo daños causados por el funcionario con total desconexión del servicio; en estos casos
se rompe la cláusula “siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de
los servicios públicos”, y será el funcionario quien deba responder a título personal, por la vía del artículo
109 CP.
• Por tanto, como REGLA GENERAL, en el caso de daños causados a particulares por los servicios
público de seguridad, será la Administración Pública quien correrá a cargo de las indemnizaciones por
los daños y perjuicios causadas por sus autoridades y personal a su servicio.
• Esta imputación directa a la Administración no significa una exoneración de la responsabilidad del
autor. El articulo 36 de la LRJSP:
1. Para hacer efectiva la responsabilidad patrimonial a que se refiere esta Ley, los particulares exigirán
directamente a la Administración Pública correspondiente las indemnizaciones por los daños y
perjuicios causados por las autoridades y personal a su servicio.
2. La Administración correspondiente, cuando hubiere indemnizado a los lesionados, exigirá de oficio
en vía administrativa de sus autoridades y demás personal a su servicio la responsabilidad en que
hubieran incurrido por dolo, o culpa o negligencia graves, previa instrucción del correspondiente
procedimiento.
Para la exigencia de dicha responsabilidad y, en su caso, para su cuantificación, se ponderarán, entre
otros, los siguientes criterios: el resultado dañoso producido, el grado de culpabilidad, la
responsabilidad profesional del personal al servicio de las Administraciones públicas y su relación con
la producción del resultado dañoso.
• En definitiva, el hecho de que el funcionario causante del daño pueda haber incurrido en algún tipo de
responsabilidad personal de tipo disciplinario o penal no altera el carácter objetivo y directo de la
responsabilidad patrimonial del Estado.
• En todo caso, la declaración de responsabilidad penal o disciplinaria del funcionario servirá para
modular sus obligaciones hacia la Administración en la denominada vía de regreso, al declararse en la
correspondiente resolución la eventual existencia de dolo, culpa o negligencia graves. El Estado protege
a sus empleados, pero no a costa de perjudicar el interés general.
4. EL USO DE ARMAS DE FUEGO
• El artículo 104 CE establece la finalidad de la actuación de los cuerpos policiales cuando dispone que
“Las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, (...) tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los derechos
y libertades y garantizar la seguridad ciudadana.” Para el cumplimiento de su misión, y solo con este fin,
la Administración dota a los miembros de los cuerpos policiales cuya labor lo precise de los elementos
necesarios (defensa policial o “porra”, grilletes o “esposas” y arma de fuego) y les autoriza para usarlos
en los casos legal y reglamentariamente establecidos.
El ARTÍCULO 96 DEL REGLAMENTO DE ARMAS, REAL DECRETO 137/1993 exige que para
portar armas en territorio español es necesario poseer el correspondiente permiso, que dependerá del
tipo y la finalidad del arma:
• Estos elementos están diseñados para inmovilizar o causar daño físico, por lo que su regulación es
muy precisa y las prevenciones en su utilización son extremadas.
• Cuando en España se contempla el uso de armas por la policía, se hace partiendo de un contexto de
rechazo y prevención.
• En todo caso, portar estos elementos, defensa, grilletes y arma de fuego, es inherente a la prestación del
servicio público policial. En el caso del CNP, el RD 1484/1987 establece:
“Artículo 22:
Uno. —Los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía, en las situaciones de servicio activo y
segunda actividad con destino, irán provistos obligatoriamente de alguna de las armas que se
establezcan como reglamentarias durante el tiempo que presten servicio, salvo que una causa
justificada aconseje lo contrario.”
Por tanto, el arma de fuego no es un elemento que se utiliza en función del servicio a realizar, sino
que se porta en todo momento, como un componente más de la uniformidad. El régimen
disciplinario del CNP sanciona como falta grave “no ir provisto en los actos de servicio del uniforme
reglamentario, cuando su uso sea preceptivo, de los distintivos de la categoría o cargo, del arma
reglamentaria o de los medios de protección o acción que se determinen, siempre que o medie
autorización en contrario.”
• La regulación del uso de armas de fuego por funcionarios policiales se contiene en la LOFCSE de 1986,
cuyo artículo 5.2 establece que solamente deberán utilizar las armas en las situaciones en que exista un
riesgo racionalmente grave para su vida, su integridad física o las de terceras personas, o en aquellas
circunstancias que puedan suponer un grave riesgo para la seguridad ciudadana y de conformidad
con los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad en la utilización de los medios a su
alcance.
• Con anterioridad una Orden del Ministerio del Interior de 1981 había regulado por primera vez en
democracia los principios de actuación de los miembros de las fuerzas y cuerpos e seguridad del Estado.
Esta Orden hacía referencia en su Preámbulo a los principios de justicia, libertad y seguridad proclamados
en la CE, y también a la Resolución 690 del Consejo de Europa denominada “Declaración sobre la
Policía”. Este era, por tanto, un primer paso para acercar los protocolos de actuación de la policía española
a los de otras democracias europeas con mayor tradición en la materia.
• La influencia exterior provino de dos instrumentos que, sin tener eficacia jurídica vinculante, tenían un
valor político y simbólico: el Código de Conducta elaborado por la ONU y la ya mencionada Declaración
sobre la Policía del Consejo de Europa.
• El Código de Conducta establece en su artículo 1:
“Los funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley cumplirán en todo momento los deberes que les
impone la Ley, sirviendo a su comunidad y protegiendo a todas las personas contra actos ilegales, en
consonancia con el alto grado de responsabilidad exigido por su profesión”.
• Y en su artículo 3:
“Los funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley podrán usar la fuerza sólo cuando sea
estrictamente necesario y en la medida que lo requiera el desempeño de sus tareas.”
Por su parte, la Declaración sobre la Policía del Consejo de Europa dedica dos artículos a disciplinar
el uso de la violencia, el 12 y 13.
Según el primero de ellos: “En el ejercicio de sus funciones, el funcionario de policía debe actuar con
toda la determinación necesaria, sin jamás recurrir a la fuerza más de lo razonable para cumplir la
misión exigida o autorizada por la Ley.”
Y según el artículo 13: “Es necesario dar a los funcionarios de policía instrucciones claras y precisas
sobre la manera y circunstancias en las cuales debe hacer uso de sus armas.”
• La aceptación por España de estas recomendaciones formuladas por estas instancias internacionales
suponía incorporar al ordenamiento los principios de legalidad, responsabilidad y proporcionalidad
de la actuación policial.
• También son relevantes los principios básicos sobre el empleo de armas de fuego adoptados por la
ONU en 1990, que pone un especial énfasis en las cuestiones éticas relacionadas con el empleo de la
fuerza y de armas de fuego. Según esta declaración de principios (disposición especial 9a): “En cualquier
caso, solo se podrá hacer uso intencional de armas letales cuando sea estrictamente inevitable para
proteger una vida.”
• También se recogen como principios de actuación los siguientes:
4. Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, en el desempeño de sus funciones, utilizarán
en la medida de lo posible medios no violentos antes de recurrir al empleo de la fuerza y de armas de
fuego. Podrán utilizar la fuerza y armas de fuego solamente cuando otros medios resulten ineficaces
o no garanticen de ninguna manera el logro del resultado previsto.
5. Cuando el empleo de las armas de fuego sea inevitable, los funcionarios encargados de hacer cumplir
la ley:
a) Ejercerán moderación y actuarán en proporción a la gravedad del delito y al objetivo legítimo
que se persiga;
b) Reducirán al mínimo los daños y lesiones y respetarán y protegerán la vida humana;
c) Procederán de modo que se presten lo antes posible asistencia y servicios médicos a las personas
heridas o afectadas;
d) Procurarán notificar lo sucedido, a la menor brevedad posible, a los parientes o amigos íntimos
de las personas heridas o afectadas.
• Es importante señalar que estos principios operan como principios básicos, esto es, con carácter de
mínimos. Los ordenamientos nacionales pueden establecer condiciones más estrictas para el uso de armas
de fuego por parte de los cuerpos policiales. De hecho, la normativa española sobre uso de armas por
parte de funcionarios policiales no sólo ha atendido a estas recomendaciones internacionales, sino que
también ha sido sensible a los casos en los que se ha producido un uso indebido o ilegítimo de las armas,
especialmente si esos casos han tenido un especial eco mediático.
• En esta Circular General de la GC 1/1994 se establece la necesidad de iniciar una investigación
interna, en todo caso, ante todo hecho en el que se haga uso de armas de fuego, se esgriman, se exhiban
o se produzcan disparos accidentales.
• El policía es y debe ser un experto en armas. En este sentido, el artículo 23.3 del mencionado RD
1484/1987 establece:
“Todo el personal deberá conocer, de forma técnica y práctica, la utilización y uso adecuado de las
armas y demás medios coercitivos que se empleen en las actuaciones policiales, para la cual recibirá
la formación y entrenamientos precisos”.
El uso indebido del arma da lugar en todo caso a una infracción penal o disciplinaria. En el caso de la
GC, su régimen disciplinario considera falta grave “la ostentación o utilización de armas sin causa
justificada, así como su uso en acto de servicio o fuera de él infringiendo los principios y normas que
regulan su empleo”. En idéntica dirección, la norma disciplinaria del CNP establece como falta grave
“exhibir armas sin causa justificada, así como utilizarlas en acto de servicio o fuera de él infringiendo
las normas que regulan su empleo”.
En definitiva, la LEGITIMIDAD EN EL USO DEL ARMA REGLAMENTARIA exige la concurrencia
de los siguientes elementos: riesgo racionalmente grave para la vida o la integridad física (entendida
tanto la propia como la ajena), grave riesgo para la seguridad ciudadana, oportunidad de la
intervención policial, congruencia o idoneidad del medio empleado y proporcionalidad en su uso.
5. POLICÍA JUDICIAL
• La actividad de policía judicial de los cuerpos policiales, cuyo personal auxilia a los Jueces y
Magistrados en su tarea, se rige por la LOFCSE y por el RD 769/1987. Junto a unas funciones genéricas
de policía judicial que corresponden a todo agente de la autoridad por el hecho de serlo, y que obligan a
colaborar a todos los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad, cualquiera que sea su naturaleza y
dependencia, con la Autoridad Judicial o el Ministerio Fiscal en actuaciones encaminadas a la
averiguación de delitos o descubrimiento o aseguramiento de delincuentes, con estricta sujeción al ámbito
de sus respectivas competencias, nuestro ordenamiento contempla la creación de unidades orgánicas que
se hacen cargo de las funciones específicas de policía judicial bajo la dependencia funcional de Jueces,
Tribunales y Ministerio Fiscal y que constituye la Policía Judicial en sentido estricto.
• Estas unidades tienen una dependencia funcional del Poder Judicial, pero mantienen su dependencia
orgánica del Poder Ejecutivo, a través del Ministerio del Interior.
• En principio, la actuación de los agentes asignados a unidades de policía judicial ha de asimilarse, a
los efectos de la eventual responsabilidad patrimonial del Estado, a la de los demás miembros de las
fuerzas y cuerpos de seguridad pues, en este sentido, la adscripción a la policía judicial ha de entenderse
como una situación administrativa más.
• Por tanto, la reparación de los daños originados por la actuación de la policía judicial está sujeta al
régimen general de responsabilidad patrimonial de las administraciones públicas, y así lo ha venido
entendiendo la jurisprudencia.
• Según MONTERO AROCA, entiende que si el daño se produce actuando la policía
FUNCIONALMENTE de manera directa a las órdenes de un juez o tribunal, se estará ante el caso del
artículo 121 CE y su desarrollo, mientras que si el daño se produce a las órdenes del Ministerio Fiscal,
actuando la policía en uso de su iniciativa o actuando solo de manera indirecta en el cumplimiento de
órdenes de Jueces y Tribunales (por ejemplo, ejecutando órdenes de busca y captura), la responsabilidad
será la general de la Administración Pública. Sin embargo, esta opinión ofrece insalvables dificultades
prácticas en cuanto a desentrañar la naturaleza de la actuación lesiva.
• BARCELONA LLOP entiende que la clave no se halla en el tipo de órgano que actúa, sino en la
función que realiza: si el daño es reconducible al ejercicio de la función jurisdiccional, será de aplicación
el articulo 121 CE, cuestión en la que está de acuerdo con Montero Aroca. Claro está que la diferencia
entre el 121 CE y el 106.2 CE está en la exclusión del “funcionamiento normal” como cláusula de
imputación. Pero Barcelona Llop salva esta dificultad con el siguiente razonamiento: “cuando la lesión
sea producida por los funcionarios de la Policía Judicial, preciso será hacer un esfuerzo exegético para
hacer encajar su conducta en el concepto legal de funcionamiento anormal, que es lo suficientemente
flexible como para permitir que en él quepan muchas cosas.”
• Es necesario delimitar el ámbito de aplicación del artículo 121 CE, distinguir los dos tipos de actividades
que allí concurren: la actividad jurisdiccional que realizan Jueces y Magistrados como manifestación
del poder judicial que representan y la actividad materialmente administrativa del servicio público
anexo que sirve al funcionamiento del poder judicial.
• El articulo 121 CE se refiere al funcionamiento anormal porque el normal funcionamiento de la actividad
jurisdiccional no causa daños ilegítimos. En la medida en que el juez ejerce su actividad jurisdiccional
con normalidad, esto es, en el estricto cumplimiento del principio de legalidad, dicta resoluciones que, en
efecto, pueden causar un perjuicio al justiciable, pero la propia ley impone el deber jurídico de soportar
dicho daño, por lo que no concurre uno de los presupuestos para que se sostenga el derecho a la
indemnización, el que exige que el daño sea antijurídico.
• Si, por ejemplo, durante esa detención, debidamente ordenada por un juez, a un agente de policía se le
escapa un disparo accidental del que resultan lesiones personales, ¿tendría sentido atribuir a la
Administración de Justicia el daño ocasionado? Parece evidente que no; en este supuesto, debería seguirse
la vía del artículo 106.2 CE mediante una reclamación dirigida al Ministerio del Interior.
6. LA ADMINISTRACIÓN PENITENCIARIA.
• La denominada Administración penitenciaria puede ofrecer dudas, en un primer momento, en cuanto
al hecho de su integración en la Administración general, pues está vinculada por su función a la
Justicia, ya que sus competencias se refieren al cumplimiento de las penas y de las medidas que
impliquen privación de libertad, en ejecución de las resoluciones de los órganos jurisdiccionales.
• La figura del Juez de vigilancia, que fue introducida en nuestro ordenamiento mediante la LOGP (Ley
Orgánica General Penitenciaria 1/1979 de 26 de septiembre), con la finalidad de controlar la actividad
penitenciaria y garantizar los derechos de los reclusos.
• La Administración penitenciaria no se integra en el poder judicial, sino en el ejecutivo. Al poder
judicial corresponde la función jurisdiccional que ejerce personalmente jueces y magistrados, mientras
que los empleados públicos que colaboran en el materialización administrativa de la función
jurisdiccional (oficina judicial y Administración penitenciaria) quedan integrados en el PODER
EJECUTIVO.
• Se encarga de la administración de los asuntos penitenciarios a nivel nacional la Secretaría General
de Instituciones Penitenciarias, actualmente encuadrada en el MINISTERIO DEL INTERIOR, (antes
dependió del de Justicia) sin perjuicio de que las CCAA puedan asumir competencias en materias tales
como el personal de las institucionales o la sanidad penitenciaria. LOGP en su artículo 79.
• Asimismo, la FACULTAD DE DICTAR NORMAS EN MATERIA PENITENCIARIA ES UNA
COMPETENCIA EXCLUSIVA DEL ESTADO EN VIRTUD DE LO DISPUESTO EN EL
ARTÍCULO 149.1.6A CE.
• Para determinar si los asuntos penitenciarios corresponden a la ADMINISTRACIÓN GENERAL O
A LA DE JUSTICIA, es más adecuado utilizar un CRITERIO MATERIAL, y entender que los asuntos
penitenciarios corresponden a un servicio público distinto y separado del de justicia, salvo aquellos casos
en los que intervenga el Juez de vigilancia penitenciaria, y lo haga ejerciendo funciones jurisdiccionales.
Por tanto, la ADMINISTRACIÓN PENITENCIARIA presta un servicio público como cualquier otra
Administración, sin que quepan distingos a nivel doctrinal.
• En este sentido SOLCHAGA LOITEGUT sostiene que toda la actividad de la Administración
penitenciaria está sujeta al régimen general de responsabilidad patrimonial, incluso cuando la lesión
derive de la intervención del Juez de vigilancia penitenciaria.
• Por tanto, la administración penitenciaria presta un servicio público, pero cabe afirmar que se trata
de un servicio público peculiar por dos factores: la especial finalidad y el riesgo inherente. En cuanto a la
finalidad, ha de tenerse en cuenta la dificultad de conciliar los fines legalmente asignados de mantener
al recluso en situación de privación de libertad a la vez que se procura su rehabilitación y reinserción
social (artículo 25.2 CE),
• Y es también peculiar el servicio porque se desenvuelve en una circunstancias de hecho que implican
riesgos específicos; los derivados de la violencia generada por unos reclusos contra otros, contra sí
mismos (suicidio y autolesiones) o contra los funcionarios encargados de su custodia. No cabe
esperar que toda persona privada de libertad vaya a observar una conducta ejemplar, y hay que tener en
cuenta que ciertos reclusos han sido condenados por delitos especialmente violentos o que demuestran
un desprecio especial hacia los valores morales de la sociedad.
• Esto significa, que cuando el Estado, en aplicación de la legislación penal o procesal, impone la
privación de libertad como medida de seguridad o como cumplimiento de una pena, no está
despojando de libertad al individuo, sino que está limitando el ejercicio de su libertad en cumplimiento
de la ley.
• Esto explica que ciertas prácticas, como la inmovilización física o la privación sensorial, sean
consideradas ilegítimas e incluso delictivas en: nuestro ordenamiento jurídico, porque al preso se le limita
el ejercicio de su libertad en la medida que sea preciso y estrictamente necesario para el cumplimiento de
la ley.
• El interno mantiene cierta libertad deambulatoria en el interior del centro penitenciario, con las
limitaciones que impone la disciplina interna en aplicación de los correspondientes reglamentos.