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Leyenda Rómulo y Remo

Rómulo y Remo, los fundadores de Roma, fueron abandonados como bebés y salvados por una loba. De adultos fundaron Roma, pero entraron en disputa sobre quién sería el líder. Rómulo mató a Remo después de que este saltara la muralla de la ciudad recién construida. Rómulo gobernó Roma solo y expandió su territorio a través de conquistas y alianzas. Después de 38 años como rey, Rómulo desapareció misteriosamente y se le consideró un dios protector de la

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Leyenda Rómulo y Remo

Rómulo y Remo, los fundadores de Roma, fueron abandonados como bebés y salvados por una loba. De adultos fundaron Roma, pero entraron en disputa sobre quién sería el líder. Rómulo mató a Remo después de que este saltara la muralla de la ciudad recién construida. Rómulo gobernó Roma solo y expandió su territorio a través de conquistas y alianzas. Después de 38 años como rey, Rómulo desapareció misteriosamente y se le consideró un dios protector de la

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LEYENDA RÓMULO Y REMO (Fundación de Roma)

Unos pasos vacilantes, impulsados por la obediencia debida, se dirigen hacia las
crecidas aguas del Tíber para confiar a una muerte casi segura a dos niños recién
nacidos: Rómulo y Remo. Los pequeños eran el fruto de una deshonra: la
violación de Rea Silvia, protectora del fuego sagrado de Vesta, por Marte, el dios
de la guerra.

Solo él había podido rebasar las barreras que Amulio, tío de la virgen vestal, había
interpuesto entre el mundo y la hija de su hermano Numitor, a quien había
despojado del trono de Alba Longa. Amulio temía que una nueva criatura de la
sangre de su hermano (primogénito y legítimo heredero del rey Procas de Alba
Longa) le arrebatase el trono que él había usurpado.

SALVADOS DE LA CORRIENTE
Sin embargo, el destino tendría más fuerza que el ansia de poder de Amulio,
vergüenza del pío linaje de Eneas: en la corriente resonaba el gemelo lamento de
quienes tenían asignado un hado bien distinto al de perecer ahogados, ya que la
cesta que llevaba a las dos criaturas se paró en un remanso del río, bajo la
higera Ruminal. Una loba que amamantaba a sus cachorros les ofreció sus ubres
y les salvó la vida, hasta que Fáustulo, un porquerizo de Amulio, los llevó a su
cabaña y se hizo cargo de ellos.

Rómulo y Remo habían superado la misma prueba que habían pasado ya otros
reyes y semidioses. Habían sido abandonados en una cesta, como los treinta
hijos de la reina Kanesh, fundadores de Zalpuwa en el mito hitita; la corriente los
había arrastrado, tal como el Éufrates había llevado a Sargón, futuro rey de
Babilonia, hasta Aqqi; una fiera los había amamantado, como Spako ("perro" en
persa) había salvado a Ciro después de que fuera arrojado al Tigris; y un pastor
los había recogido, como Pólibo a Edipo, el hijo de Layo. Todos ellos habían
nacido para reinar y debían legitimar su poder recorriendo un largo
camino bajo el signo de una muerte casi inevitable.

Bajo el cuidado de Fáustulo y de su mujer Larencia, Rómulo y Remo se


convirtieron en dos jóvenes corpulentos e intrépidos, unidos en cuerpo y
alma. Inmersos en un mundo salvaje, amigos de vagabundos y bandidos, se
mantuvieron fieles el uno al otro mientras la naturaleza dictaba la ley de su vida.
Pero la rivalidad fraternal surgiría (el destino así lo había dispuesto) y solo el
fratricidio resolvería la ambigüedad del doble nacimiento.

VENGANZA Y FUNDACIÓN DE ROMA


Un día Remo, en ausencia de Rómulo, se enfrentó con los pastores de Numitor,
quienes lo hicieron prisionero y lo llevaron ante el rey, quien lo entregó a su vez a
su hermano Amulio. Rómulo, mientras, volvió a casa, donde Fáustulo le desveló
el secreto de su nacimiento. Entonces marchó a Alba Longa, dio muerte a
Amulio y liberó a Remo, reponiendo en el trono a su abuelo Numitor.
Tras estos sucesos, los dos hermanos resolvieron fundar una
ciudad. Decididos a que los dioses eligieran al fundador a través de los auspicios
delimitaron una zona del cielo con el bastón curvo que, desde entonces, llevarían
como emblema los augures. Cuando se presentó a Rómulo el doble número de
buitres que a Remo, aquel consideró que la divinidad lo había designado
fundador de la ciudad, que quedó inaugurata tan pronto como le dio el nombre
(effatio) de Roma y la liberó de presencias sobrenaturales (liberatio).

El ritual etrusco, según el mito, continuaba con la excavación de un


pozo (mundus) al que se arrojaban las primicias de la fundación y un puñado de
tierra de la patria de la que procedían los primeros colonos. Dese este
lugar, Rómulo trazó el sulcus primigenium con un arado de madera de olmo,
tilo y haya, al que iban uncidos una vaca blanca y un buey negro. Vestía
el cinctus gabinus, una toga que cubría la cabeza y que constituía el hábito de los
fundadores y de los sacerdotes del templo de Jano, cuyas puertas se abrían al
declararse la guerra.
Remo, en un acto de soberbia, saltó los límites sacralizados de la ciudad y Rómulo
de dio muerte mientras lo increpaba: "De ahora en adelante, así perecerá quien
trate de sobrepasar mis murallas". Rey de lo salvaje, Remo murió antes de llegar
a la edad adulta, incapaz de someterse a las leyes de lo civilizado, al otro lado
de Roma, cuyas puertas están cerradas al furor guerrero y a la violencia.

UNA CIUDAD DE HOMBRES


Rómulo quedó solo en una Roma habitada únicamente por hombres. Formó un
consejo de cien ancianos, el Senado, y seleccionó a los tres mil hombres más
hábiles en el manejo de las armas y a los trescientos jinetes más expertos;
nacía así la primera legión. 

Resuelto a remediar la falta de mujeres, Rómulo convocó unos juegos en el Circo


Máximo, a los que invitó a los pueblos vecinos. En medio de la competición, se
alzó y abrió su capa teñida de púrpura, la señal convenida con sus hombres para
el rapto de las sabinas. Solo capturaron a las solteras, salvo una, Hersilia, a la
que cogieron por error y que acabó desposándose con Rómulo.

Al núcleo mítico de la saga de Rómulo pertenece también la serie de guerras y


alianzas con las que el primer agro de Roma se amplió considerablemente. A las
conquistas de Antemnae y Caenina siguieron las de  Crustumerium y
Fidenas. Además, se enfrentó con el sabino Tito Tacio, enfrentamiento que acabó
ante los lamentos y las súplicas de las propias sabinas en el campo de batalla. La
última guerra en la que intervino Rómulo fue contra Veyes. Desde entonces su
actitud se hizo altanera y arrogante.
Cuentan que un día, de repente, el rey de Roma desapareció. Según algunos, la
noche se lo tragó en las afueras de la ciudad. Nadie volvió a verlo. Julio Próculo
refirió al pueblo que se lo había encontrado al regresar de Alba y que él le había
dicho: "Los dioses han dispuesto que, por haber fundado una ciudad de gran poder
y gloria regrese como habitante del cielo. Yo, bajo el nombre de Quirino, seré
siempre vuestro genio tutelar". Cuando desapareció, contaba 54 años de edad y
38 de reinado.

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