[go: up one dir, main page]

0% encontró este documento útil (0 votos)
350 vistas20 páginas

Méndez Parnes - Democracia PDF

Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
350 vistas20 páginas

Méndez Parnes - Democracia PDF

Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 20
Capitulo iV Democracia Maria Soledad Méndez Parnes y Juan Javier Negri 1, Presentacion La democracia es un régimen politico, es decir un conjunto de reglas que determinan quién ejerce el poder y c6mo serd ejercido, el cual goza de una popularidad notable de extensién mun- dial desde aproximadamente treinta afios. Aunque su existencia primigenia se remonta al sigio Va.C. en la Atenas ciisica, es a partir de estas tiltimas décadas que se ha transformado en un sistema de gobierno casi indiscutido en todo el mundo. El impetu de esta ola de democracia ex- plica el interés creciente por su estudio por parte de ta ciencia politica. El objetivo de es:e capitulo es repasar las principales cuestiones vinculadas a la democra- cia politica que interesan a la disciplina. Por lo tanto se presentan, en primer lugar, las defini- 7 ciones més utilizadas en la ciencia potitica con ia intenci6n de establecer el estado del arte de Ia discusi6n académica, Luego se analizan a las instituciones y las reglas de acceso y ejercicio del poder que caracterizan a un régimen democritico, para, ulteriormente, compararlo con los regimenes no democr‘iticos, tales como los autoritarismos y el totalitarismor En tercer lugar, se revisan las distintas tcorfas contempordneas de la democracia y los usos que se le ha dado a es- te término, enfatizanio el estudio sobre los tipos y modelos de democracia, Por otro lado, se parte de considerar que todo orden politico no es estitico; muy por el contrario, se caracteriza, por su dinamismo, raz6n por la cual se aborda a la democracia como un proceso hist6rico. En especial, interesa reforzar el estudio de los procesos de transicién a la democracia desde regt- menes autoritarios, Por ditimo, se analizan cuestiones relativas a la calidad democrética y los desafios presentes y futuros de la democracia, incluyendo la incertidumbre, ingrediente estruc- tural de todo fenémeno politico, y que abre un abanico de escenarios posibles vinculados a los problemas de la consolidaci6n y estabilidad democrética. 2. Democracia: definieién(es) El significado etimol6gico de Ia palabra democracia es el de gobierno de! pueblo y, como se ha mencionado, su origen hist6rico se produjo unos quinientos afias antes de Cristo, cuando en la Atenas de Peric'es, sus habitantes tuvieron la original idea de que el gobierno no debfa ser ejercido por pocos sino por todos o, al menos, por muchos més que pocos. En tal sentido, Ia de- ‘mocracia nace como l sistema de gobierno de una ciudad Estado cuyo rasgo fundamental es la participacién directa de tos ciudadanos en el proceso de toma de decisiones colectivas. Muchas son las diferencias que separan a la democracia ateniense de la moderna, pero ambas compar- ten ese niicleo primienio que representa el ideal de una forma de gobernar més abarcativa. En Grecia la idea fuerza de la democracia estaba asociada a la nocién de igualdad entre los ciudadanios, to que posibilité la existencia de un demos en condiciones de gobernar (Held, 1997). ‘Sin embargo, este modelo inspiradar no carecié de opositores y de limitaciones. Por ejemplo, Aris~ a4 Politica. Cuestiones y problemas {Gteles manifestaba su moderado desacuerdo, iemeroso del poder que se les darfa en una democra- cia alos pobres; mientras que su maestro Plat6n, enérgicamente, la rechazaba.con el argumento de que la democracia era el gobiemo de los incapaces. En cuanio a sus limitaciones, es sabido que el concepto de igualdad ciudadana ateniense s6lo se aplicaba a los ciudadanos varones de la polis, quedando marginados otros grupos sociales como las mujeres. los extranjeros y los esclavos. En conelusi6n, la nocién de igualdad ateniense, aunque novedos:. no se concebla como un derecho natural de Ia humanidad, Por otro lado, ta idea de igualdad descansaba en un altisimo grado de ho- mogeneidad entre los ciudadanos, lo cual timitaba la democrac‘a a las pequefias polis gricges. A pesar de los obstéculos mencionados, este ideal se fil:rarfa a la Roma Imperial y, desde entonces, quedarfa en el imaginario de la humanidad como wn sistema de gobierno deseable. ‘Aunque la Edad Media no es recordada como una era democr.tica, la historia ensefia que algu- nas regiones de la peninsula itélica, como la Repaiblica Veneciana entre los afios 1233 y 1797, ~ implementaron sistemas democréticos de gobierno," Sin em>argo, la democracia, como se la, concibe en la actualidad, tardaria siglos en aparecer. El surgir:iento del Estado nacional moder- no fue el hecho histérico que dio lugar a la formacién de un conjunto de instituciones polfticas nuevas como la representacién, los mecanismos de eleccién ce autoridades y la nocién de de~ rechos civiles y politicos, entre otros. Aunque todas estas instituciones fueron posteriormente asociadas con la democracia, desbordan su concepcién primisnia, Asimismo, se debe conside- rar que el sostén ideol6gico de las democracias modemas recoroce como fuentes no s6lo al ideal agriego, sino también, a la tradici6n republicana de Roma y Venecia y al principio del gobierno representativo desarrollado, fundamentalmente, por el pensamiento politico anglosajén en los siglos XVI y XVI (Dahl, 1989, 1991). d Por las transformaciones que a io largo de la historia ha :ransitado la democracia, hoy es, sin lugar a dudas, un fenémeno complejo para definir, muitifacético y ambiguo. Como han se~ fialado Gerardo Munck y Jay Verkuilen (2002), los estudios sore democracia se enfrentan a los desafios de una adecuada conceptualizaciGn y correcta medic’ Sn. A su vez, se debe contemplar el hecho de que muchos Estados de distintas regiones del mundo institucionalizaron regimenes demoératicos, pero la manera en que éstos se implementan y desarrollan difiere de un pais a otro, por lo que no existen dos regimenes democréticos idénticos. Esta situacién explica por qué un grupo importante de cientistas sociales, en pos de lograr una mayor precisién conceptual, adicionan al término democracia el uso de adjetivos calificativos. En otras palabras, 1a cienci politica ha tenido problemas a la hora de definir qué es y qué 0 es democracia, Ademés, no se trata Gnicamente de un concepto que significa o denota algo, sino un término que suele asociar- se aun valor positivo ideal. Por lo tanto, los estudios sobre el tema se enfrentan a una tensién significado/valor que influyen en el debate te6rico conceptual (Sartori, 1987). Asf, en Ia teorfa politica conviven perspectivas mis filos6ficas y prescriptivas (Bachrach, 1973; Nino, 1997; Gar- garella, 1995) con otras més empiricas y descriptivas (Schumpeter, 1947; Dahl, 1989; Sartori, 1987). Las primeras se inclinan por el uso de una definicién maximalista; mientras que los se- ‘gundos desarrollan definiciones minimalisias de democracia asociadas a la presencia de varia~ bles mensurables, ~ Esta tensién, sumada a la sobreutilizacién del término dernocracia, es la que ha Hevado a Robert Dahl (1989) a definir a los regimenes politicos democréticos posibles como “poliar- quias”, Este autor reserva la idea de “democracia” para hacer referencia a un valor universal per- fecto que sirve como modelo, pero al que nunca se puede aspirar a alcanzar en su totalidad. Por lo tanto, juzga més atinado referirse con la denominaci6n de “poliarqufas” a la hora de analizar los casos reales. Parad6jicamente, su nocién de poliarqufa se convirtié en la definicién clésiea de democracia en la disciplina, asociada con ocho requisitos que deben estar presentes para que e1 régimen politico de un pais sea calificado como polifrquico. De acuerdo con este criterio, la “democracia posible” o poliarquia es una variable discreta; en consecuencia, los requisitos, que se presentan a continuaciGn, sirven como un umbral o barrera de distincién entre poliarquias y régimen no polidrquico. En otras palabras, cualquier Estado que no cumpla uno de ellos no pue- de ser considerado una democracia: Demoorscia as Derecho al voto Derecho a ser electo Derecho de ios ifderes a competir por el voto popular Blecciones libres y justas Libertad de asociacién Libertad de expresién Libertad de prensa ‘Que las instituciones pablicas dependan del voto popular PAAVAYNE De acuerdo con Dahil (1991), estos requisitos son los necesarios para permitir que los ciu- dadanos formen sus preferencias, las manifiesten y reciban igual trato en la ponderacién de tas mismas, Los cuatro primeros criterios hacen referencia a las libertades politicas y son bastante sencillos de entender, Los primeros dos apuntan a que todos los ciudadanos puedan votar y ser yotados. El tercero y el cuarto intentan lidiar con los casos en los que hay 1a democracia de fachada con elecciones fraudulentas o en la cual la oposici6n estd imposibilitada de actuar én libertad. La quinta, sexta y séptima se relacionan con la sociedad civil y son las que permiten que los ciudadanos formen sus preferencias libremente. El tltimo requisito es de cardeter ins- trumental y supone que el voto popular define la mayor parte de los mecanismos de gobierno (Doht, 1989 y 1991; Lijphar,, 1989). En la introduccién se ha definido al régimen politico como el conjunto de reglas que deter- minan quién y c6mo se accede al poder y la manera en que éste se ejerce. Por lo tanto, al vin- cular esta definici6n con los criterios que postula Dahl para caracterizar a la poliarqufa, parece- rfa claro que en este régimen cualquiera puede aspirar a ejercer el poder y una ciudadanta amplia serd In que decide quién, Nétese que uno de los componentes de esta concepcidn es Id compe- tencia entre candidatos para ser electos a cargos representativos, Este dltimo aspecto est au- sente en las teorfas clisicas de la democracia de rafz rousseauniana, que sostienen que las deci- siones colectivas deben ser adoptadas por consenso mediante la participacién directa de los ciudadanos en instituciones deliberativas (Schmitter y Karl, 1991). Se suele advertir que esta nocién de poliarquia asociada al cumplimiento estricto de los, ‘ocho requisitos mencionados, brinda a la idea de democracia un contenido mas empirico fun- cional al estudio de casos. En virtud de ello, se la suele calificar de procedimental, lo cual im- plica que ta poliarquia supone, en esencia, ta existencia de elecciones regulares, competitivas y libres. Ello da lugar a una definicién minimalista o electoralista (segiin sus criticos) que limita la democracia politica a la idea de competencia por el poder. Por ejemplo, Adam Przeworski (1991) en sus estudios sobre la relacién entre régimen politico y desarrollo econémico, define ala democracia como “un sistema en el cual algunas partidos pierden las elecciones”, peto no incluye ninguna de ias otras caracteristicas enumeradas por Dahl (Przeworski, Alvarez, Chei- bub y Limongi, 2003). Arend Lijphart utiliza también una definicién minimalista en su estudio sobre los modelos de democracia (Lijphart, 1984, 1989). Por su parte, Joseph Schumpeter des- ctibe a la democracia como un instrumento institucional para arribar a decisiones politicas en base al cual las elites obtienen el poder de decidir a través de una competencia que tiene por ob- jeto el voto popular (Schumpeter, 1947). Como se puede observar, las definiciones minimalistas no especifican nada sobre otras cuestiones consideradas relevantes por parte de otras perspectivas teéricas. Por ejemplo, las teorfas participativas y deliberativas (Bachrach, 1973; Gargarella, 1995; Nino, 1997) mani- fiestan la necesidad de incluir en los estudios sobre la democracia temas relacionados con la importagcia de un debate pablico lo més participativo posible, la extensién de mecanismos democréticos al mbito socioeconémico, tos mecanismos de control vertical y horizontal de las autoridades, la necesidad de evitar, o al menos reducir, ef poder de los actores extra insti- tucionales (las grandes corporaciones, militares, medios masivos de comunicacién y grupos de interés). Existen otras definiciones de democracia que sirven para especificar atin mis el objeto de 86 Politica. Cuestiones y problemas estudio, Por ejemplo, las corrientes marxistas siempre hicieron uso del término “democracia ca- pitalista” para referirse a las democracias occidentales, en las cuales el mado de produccién ca- pitalista se apoya en este régimen politico para su legitimaci6n y supervivencia, Hoy, el empleo de dicha terminologfa excedi6 los limites de la connotacién marxista y suele emplearse paraha- cer referencia a las democracias de Europa y los Estados Unidos, sin necesariamente suscribir a las criticas marxistas. Similar aplicacién se le adjudica al concepto de “democracias indus- + trializadas”. Como ya se ha aclarado es comtn que la literatura especializada utilice, de modo habitual, adjetivos calificativos de la democracia para resaltar, con mayor profundidad, alguna caracteristica que la hace Gnica sin salir de la familia de los regimenes democréticos. Por ejem- plo, democracia “electoral”, “delegativa”, “deliberativa”, “participativa”, “elitista”, “hibridas”, “problematizadas”, entre otras. Mis alld de este debate de cardcter conceptral y de cudn atinada se considere a la contri- buci6n teérica de Dahi, ta aplicacién de ia definicién minimalista, quizs ta mas utilizada en el campo de la ciencia politica, no esté exenta de problemas al momento de analizar experiencias nacionales. Los Estados Unidos, considerados por muchos como la primera democracia moder- 1a del mundo, no universatizé el derecho al voto hasta el afio 1965. En Suiza, tas mujeres no pudieron votar hasta 1971. Precisamente, cuestiones come las sefialadas junto con los casos in- termedios son los que llevaron a algunos autores, aun dentro de la corriente empirista, a defen- der una concepci6n de democracia como variable continua en lugar de discreta. En otras pala- bras, se propone medir la democracia como una cuestién de grado para poder dar cuenta de los casos “problemticos”. = Segiin este criterio, a cada pais le corresponde un “nimero” que representa su “grado de democracia” a partir del cual es posible ubicario dentro de una escala, A su vez, ese néimero se construye en base a una serie de indicadores que el politélogo debe considerar en su ejer- cicio de medici6n. De todas maneras, esta novedosa e interesante perspectiva de andlisis tam- bién se enfrenta con problemas. En este caso, la dificultad reside en la clasificacién y en qué punto ubicar el umbrat a partir del cual se puede calificar como democratica al régimen po- Iitico de un pafs. ,Qué significa que un pafs tenga un 6.4 en una escala de 10%¢Es una de- mocracia? ,Qué dice este nimero sobre las libertades pablicas o el tipo de vida cfvica que sus ciudadanos estén autorizados a llevar? Muchas veces estos estudios cuantitativos descan- san en poderosas herramientas estadisticas pero descuidan la calidad de sus datos. Por ejem- plo, timitan sus bases de datos a las democracias de la segunda posguerra o a determinadas regiones del mundo, lo cual disminuye el valor del estudio en tanto producto de aplicacién universal, : Resuita importante destacar que estos dos criterios de democracia (como variable discreta © como variable continua) sirven para usos diferentes. Es decir, segtin el tipo de estudio que se Quiera realizar se va emplear uno u otro. Si la intencién es resaltar las diferencias que separan a la democracia de los regimenes autoritarios, seguramente se utilizar como herramienta a la democracia como variable discreta. Por el contrario, si se encara un trabajo estadistico en el cual se asocian variables, por ejemplo “democracia” con “desarrollo econémico” para verificar sies- tin correlacionadas positivamente, se privilegiard la medicién de la democracia como variable continua (sobre la definicién y los tipos de variables, véase capitulo 2). Esta breve presentacién sobre ei debate en toro al significado de la democracia y sus usos muestra que no existe una tinica definicién ni una sola modalidad de aplicacién det término. Sin embargo, se puede concluir que la ciencia politica suete asociar a la democracia con la imagen de un régimen politico en el cual los gobernantes estén, de algin modo, limitados por la ciuda- dania, ya que son electos por ella, y estén sujetos a una serie de restricciones producto de la exis- tencia de libertades cfvieas y potiticas. Democracia a i Tipos y modelos de demoeracia 7 Durante el siglo XX numerosos pafses desarrollaron sistemas politicas democriticos; sin embargo, no ha existido. ni existe en la actualidad, una democracia igual a otra. Por el contra- rio, los factores socioeconémicos, las précticas culturales y los disefios institucionales explican las diferencias que prescntan las democracias entre sf. Estas diltimas tampoco disponen de al- gin orden socioeconémico en particular: existen democracias liberales en las que el Estado tie ne una participacién reducida; mientras que en las socialdemocracias es al revés, y ambas son consideradas igualmente legitimas. Por consiguieate, Ics democracias pueden diferir en varios aspectos, por ejemplo, respec- to del grado de consenso, del nivel de participacién, del acceso de los ciudadanos a los servi- ios bisicos, el grado en que los gobernantes siguen las pautas y demandas de ta ciudadanta, el tipo y extensiGn del control que ejercen los ciudadanos sobre las acciones y decisiones de ios gobiernos, entre otros componentes, Ademés, pueden diferenciarse en materia electoral y de disefio institucional. En relaci6n a este tiltimo aspecto, en los pafses con forma de gobier- no parlamentaria es ¢l poder legislativo y el gabinete de ministros et pivate del sistema, mien- tas que en las replicas presidencialistas ocupa ese lugar el poder ejecutivo (véase capitulo 4). También se pueden distinguir por las caracteristicas del sistema de equilibris tre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, en el grado de institucionalizaci6n.¢ influencia de los partidos politicos, y en materia de ordenamiento territorial (federal o unitario) (Schmit- ter y Karl, 1991). Para analizar esta compleja realidad, 1a ciencia politica cuenta con herramientas, tales co- ‘mo la construccién de modelos y tipologtas que facilitan e! estudio sistemitico de los regime- nes politicos. ;Qué son y para qué sirven estas herramientas? En primer lugar, un modelo es un instramento de conocimiento de la realidad por medio de la representacién de hechos en el pla- no de las ideas, que per:nite descomponer y recomponer los datos a través de Ia ereacién de un enguaje cuyos signos y simbolos adquieren un significado determinado. En otras palabras, el modeio funciona como un cuadro de referencia, utilizado en tareas descriptivas y explicativas. En segundo lugar, una tipologfa es un esquema de clasificacin que retine hechos distintos pe- ro pertenecientes a una misma clase o especie? En la ciencia politica contemporinea, el control comparado de los fentmenos potticos es una de las metodologias més utilizada. La comparacién constituye una excelente oportunidad para desarrollar el arte de la distincién, lo cual implica, en términos conceptuales, separar una cosa de la otra, Esta es 'a tarea que realizan los polit6logos al elaborar tipos, subtipos y mode~ los de democracia, enriqueciendo el lenguaje de 1a ciencia politica con conceptos y categorfas de andlisis novedosas.? El ejercicio intelectual de'la comparacién permite clasificar a los regt- ‘imenes politicos segdin cl grado que alcanza un determinado atributo dentro de una escala de es- timaci6n (variable continua), o también, respecto de la presencia o ausencia de una determina- da cualidad o componente (variable discreta). Estas modalidades de clasificacién facilitan la elaboracién de tipologias utilizadas en el anflisis sincrénico de las instituciones que caracteri- zan a los regfmenes politicos (Munck, 1996). Resulta necesario aclarar que en la actualidad, el debate académico sobre la democracia se cifcunscribe a las lamadas “democracias representativas”. La mayor parte de la literatura espe cializada en la materia afirma que el instituto de la representacién es connatural a la democra- cia modema. Por lo tar:0, se sobreentiende que la dindmica democrética es representativa y, en consecuencia, las decisiones colectivas son tomadas no directamente por aquellos que forman parte de la comunidad politica, sino por un grupo de personas elegidas para tal propésito. Este tipo de democracia busca solucionar el dilema provocado por la imposibilidad de mantener vi- gentes las précticas de !a democracia directa en comunidades politicas complejas y extensas en términos,territoriales y demogréficos, preservando la participacién ciudadana en el gobierno ahi, 2004). Por su parte las derocracias directas se definen por la participaci6n, sin intermediaci6n, de as Po:'tioa. Cuestiones y problemas Jos ciudadanos con su voz y voto en los procesos institucionales de toma de decisiones. Notese que los dos tipos de democracias a los cuales se hace referencia comparten el principio de legi- timidad, en virtud det cual et poder es considerado vlido y, por ende, obedecido. En ambas la legitimidad estarfa otorgada por el consenso de quienes son los lestinatarios de la dominacién politica* En el caso de la democracia directa, éste se expresa sin mediaciones, en consecuen- cia, el ciudadano reunido en la asamblea delibera y decide; mientras que en la democracia mo- derna son los representantes quienes actian a nombre y por cuenta de quienes estén en ta base del régimen (los representados). En Atenas en la primera mitad del siglo V antes de Cristo, et pueblo se componfa por los ciudadanos, atenienses, varones mayores de veinte afios, repartidos en unos cien distritos que hhacfan las veces de unidades de gobierno. En ellos los ciudadanos participaban activamente y en igualdad de condiciones en la Asamblea (Ecclesfa). De heco, el fundamento de la demo- cracia ateniense fue la participacin plena y directa de los ciudadanos en el establecimiento y modificacién de las leyes que regian la sociedad. Ms atin, se consideraba que Ia participacién era necesaria para el desarrollo de la persona humana. En tal sentido, Ia vida politica no sélo representaba una actividad social natural, sino una extensiGn armoniosa de sf mismo (Dahl, 1991). ‘A modo de sintesis, los rasgos que caracterizaron a la democracia directa griega han sido: La igualdad de los ciudadanos ante la le El derecho de todo ciudadano de participar y expresar: El derecho de todo ciudadano a ocupar cargos piiblicos. El ciudadano se reconoce a sf mismo como soberano: crea ta ley y disefia las institu- ciones adecuadas para el autogobierno. + Bl autogobiemno se basa en la idea del bien comtin, entzndido como et poder de coin- cidir en fo que es bueno para la ciudad. + Laiinexistencia, desde el punto de vista modemno, de le privado. isi6n entre lo paiblico y lo En Atenas, el principal 6rgano deliberativo era la Asamblea compuesta por la totalidad de los ciudadanos y Ia funcién ejecutiva recafa en el Consejo de los 500, el cual eon la colabora- cién del Comité de los 50, se encargaba de organizar el trabajo deliberative de la Asamblea. Por otra parte para la administracin de la ciudad se disponia de un conjunto de Magistrados, quie- nes duraban un aio en sus cargos y eran designados por voto, sortzo orotacién, Por itimo, exis- tian también los Tribunales que funcionaban como grandes juracos populares conformados por 200 a 500 ciudadanos elegidas también por voto, sarteo 0 rotaci‘n. - Una democracia con las caracteristicas insttucionales y la: précticas politicas descriptas slo podia funcionar bajo ciertas condiciones: primero, unidades politicas pequefias y auténo- mas; segundo, una economia esclavista, en virtud de ta cual los ciudadanos gozaban de tiempo libre para dedicarse alos asunios pblicos; tercero, nimero reducido de ciudadanos habilitados para participar en Ia Asamblea; y cuarto, un alto grado de homogencidad de interesés entre ellos (Held, 1991). Como se puede abservar, estos rasgos no se preseatan en las sociedades moder- nas, caracterizadas por unidades politicas grandes en términos territoriales, la aboliciGn de la esclavitud, ata densidad demogrifica scompafiada por niveles crecientes de heterogeneidad y complejidad social, En conclusién, las diferencias estructurales mencionadas entre la sociedad ateniense y las contemporéneas explican, al menos parcialmente, la adopcidn de la democracia representativa como sustituto de la democracia directa, cao El estudio de las actuales democracias representativas obliga a informar sobre su variabili- \ dad. Por ello, la teorfa de Ia democracia en las tiltimas décadas ael6 a Ia construccién de tipo- logfas con el objetivo de incrementar la diferenciacién analitica para captar, asi, las dstintas for- ‘mas de democracia, Esta tarea intelectual destinada a la identificaci6n de tipos y subtipos de democracia requirié del empleo de procesos de hibridacién conceptual basados en la adicin de Demooracia 89 un atributo extraflo al tipo de régimen bisico 0 en la sustraccién de un elemento propio del ti- po. Resulta necesario comprender que los subtipos representan conceptos derivados que se for- man “en referencia a” ylo “como modificacién de” algin otro concepto. Esta estrategia asume el riesgo del estiramiento conceptual y la incertidumbre sobre la autenticidad de los subtipos respecto de los tipos de los cuales derivan (Collier y Levitsky, 1997). Norberto Bobbio (1994) establece paral estudio de las democracias representativas un do- ble criterio de clasificaci6n. El primero de ellos descansa en pautas procedimentales del régi- ‘men politico. El segundo, en cambio, se apoya en la mayor o menor realizacién de los valores esenciales de la democracia, entre ellos, la tolerancia, la no-violencia, la paz, la igualdad y el grado de amplitud de la libertad personal. Su presencia o ausencia indican el grado, contenido y esencia a la denominada “calidad democratica”. De acuerdo con ello, resulta factible reconocer al menos dos subtipos de democracia. El primero representa a las democracias consolidadas, caracterizadas por altos niveles de calidad democritica, con tradiciones pluralistas muy arraigadas, en sociedades relativamente homogé- reas con capacidad para corregir las desigualdades sociales, contando para ello con una socie- dad civil activa y clevados niveles de institucionalizacién politica y eficaces mecanismos de con- trol. Como contrapartida, un segundo subtipo retine a las democracias imperfectas o cuasi democracias con serios déficit en materia de calidad democrética. Este agrupa casos con una larga historia de tradiciones autoritarias con bajos niveles de institucionalizacién politica, en combinaci6n con ciudadanias pasivas y sociedades civiles fragmentadas por la presencia de im- portantes tensiones sociales. Los polit6logos incluyen en este subtipo a las democracias emergentes y postransiciona- Jes las cuales reciben distintas denominaciones segin el autor: democracias problemiticas (Co- ier y Levitsky, 1997), democracias delegativas (O"Donnell, 1993), democracias hibridas (Ma- oy, 1992), democracias restringidas (Lechner, 1999). Se trata de democracias que subsisten pese a la debilidad de sus instituciones politicas y la presencia de mecanismos no formaliza- dos pero fuertemente operativos, como la discrecionalidad ejecutiva, el clientelismo y el pre- bendarismo. Al respecto, Guillermo O’Donnell (1993) sostiene que en estas demoeracias, en particular “] cn las delegativas, quien gana las clecciones estaria facultado para gobemnar el pafs como lo con- sidere conveniente y en la medida en que se lo permitan las relaciones de poder existentes. Co- mo consecuencia, se recrean tendencias con inclinacién mayoritaria e individualista: tos elec- tores expresan sus opciones en procesos sumamente emotivos y consagran un ganador absoluto, una especie de Leviatén o un delegado capaz de situarse por encima de los conflictas, aislindo- se del resto de las instituciones y convirtiéndose en el tinico responsable de los aciertos y erro- res, La dindmica de estas democracias afecta tanto al sistema de divisién de poderes (provoca- do por el aumento del decisionismo ejecutivo), como las funciones de los ciudadanos, reducidos al papel de elector-lelegador al momento de Ia eleccin, y tras ella, a una mera condicién de es- pectador pasivo,> Como se puede ver, estas democracias reflejan la preacupacién planteada por Alexis de Tocqueville en su obra La Democracia en América (1978 [1848-1851}) sobre la po- sibilidad de que la democracia recaiga en nuevas ¢ insidiosas formas de dominaciGn. ara retomar la propuesta de Bobbio (1994), se analiza el criterio procedimental a partir del ‘cual es posible identificar las formas particulares que puede adoptar el régimen democritico: 1, Tipo a: democracia presidencial; Tipo b: democracia parlamentaria: Ia distancia entre ambos descansa en Ia constitucién, estructura y posibilidad de destituciGn dei poder ejecutivo y las tégicas que caracterizan la relacin entre el poder ejecutiva y el legis- lativo. 2, Tipo a: democracia mayoritaria; Tipo b: democracia consociativa: la diferencia radica :en las reglas de los sistemas electorales mayoritario y proporcional, asi como también en las normas y précticas del proceso de toma de decisiones. 90 Polftica, Cuestiones y problemas Se considera oportuno sefialar los rasgos de la democracia mayoritaria y consociativa, La primera se caracteriza por la fusién de ias funciones legistativas y ejecutivas, la institucional zaciGn de un'sistema de partidos basado en las reglas del bipartidismo, sistemas electorales mayoritarios, la centralizaci6n politica propia del sistema unitario y la constitucién no escrita (Lijphart, 2000). Este modelo se muestra como una opciGn valida destinada a fortalecer a los gobiemos y a agilizar el proceso politico de toma de decisiones a través de ia construccién de tun consenso democritico de carécter procedimental, basado en la regla de la mayoria (Sarto +i, 1987). Esta regta se presenta como una alternativa al problema de la falta de unanimidad en ‘el proceso decisorio. AI dar por descontado la imposibilidad de alcanzar esta titima, se la reemm- plaza por la obtenciGn de mayorias consistentes segiin las reglas adoptadas. En palabras de Sar- tori (1992) 1a democracia mayoritaria puede ser entendida como un mado posible de forma- ci6n y gesti6n del consenso, Este modelo corresponde a la iradici6n anglosajona, en especial, inglesa, cuya sociedad tiende a presentar niveles relativamente importantes de homogencidad social sin profundos cli- vajes sociales y una vida politica cuyos pilares son el parlamentarismo, la existencia de dos par- tidos institucionalizados que compiten por el voto con altas expectativas de rotacién en la com- posicién de Ia mayoria legislativa y bajos niveles de descentralizacién politica. Quienes defienden este modelo subrayan la importancia del consengo mayoritario para la estabilidad po- litica y la gobernabilidad, Asimismo, hacen hincapié en que la regla de la mayorfa es un palia- tivo eficaz contra ta fragmentacién social y politica, viabilizando, de este modo, la democracia representativa en sociedades complejas. Quienes cuestionan este modelo, basan sus objeciones en la préctica de la regla mayoritaria, 2 la cual consideran de cardcter no consensual, puesto que su aplicacin posibilita que las leyes y polticas pablicas sean aprobadas por un tinico partido relativamente cohesionado con mayorfa legislativa, sin tomar en consideracién al resto de las opiniones. | En cambio, la democracia consociativa aparece como un modelo adaptable a sociedades nacionales con altos niveles de heterogeneidad social, apoyada en ta convicci6n que ta gober- nabilidad descansa en la constitucién de consensos sélidos que maximicen toda la extensiGn de la representaci6n politica, cumpliéndose, asi, con el ideal de la igualdad en el proceso de toma de decisiones4 Ello demanda la institucionalizaci6n de amplios acuerdas, de la negociacién y el ‘compromiso politico. Este tipo de democracias surgen como una solucién al problema de los gobiernos de mayarfas débiles o considerados directamente minoritarios. Arend Lijphart (1984, 2000), uno de los més importantes te6ricos de la democracia consociativa, identifica los cuatro pilares de su dindmica funcional: 1. La formaci6n de grandes coaliciones conformadas por lideres politicos de todos los sectores de ia sociedad pluralista, 2, Lautilizaci6n del veto mutuo por parte de las minorfas concurrentes, 3, La proporcionalidad como regla de la representaci6n politica, los convenios de 1a so- ciedad civil y 1a distribuci6n de los fondos paiblicos. 4, La autonomia de los segmentos o de cada sector de Ia sociedad para arreglar sus asun- tos internos. Este modelo de democracia se presenta en los casos de los paises de 1a Europa continental ‘como Holanda y Bélgica. Quienes se pronuncian a favor del mismo destacan los beneficios de Jos arregios consensuales al generar apoyos pablicos amplios, favoreciendo Ia legitimidad de moeritica y la consolidacién de pricticas deliberativas y participativas. En este sentido, con: deran que el modelo consensual responde a las necesidades de sociedades heterogéneas, plura- les e incluso fragmentadas social, cultural y polfticamente y presenta como ventaja que sus instituciones posibilitan el acuerdo por sobre la polarizaci6n extrerna, En otras palabras, sus de- fensores sostienen que la polarizacién puede ser controlada por las précticas consociativas, evi- tando la desintegraciGn del sistema, a pesar de las condiciones que a priori pueden ser conside- pemocracia on radas desfavorables (Lijphart, 1989). Quicnes lo cuestionan estiman que la democracia conso- ciativa descansa en una premisa equivocada respecto de la confianza en la existencia y desarro- Ilo de elites politicas cooperantes y solidarias. Al respecto, basan sus criticas en la fragilidad de las maxicoaliciones polit'cas, manifiestan desconfianza respecto de su perdurabilidad en el tiem- po, advierten sobre los religros del veto mutuo a favor de las minorfas, y opinan que las situa- ciones mencionadas pueden afectar la formacién y estabilidad de! gobierno y el proceso de to- ma de decisiones. En relacién con este tiltimo aspecto, sus criticos insisten en que el modelo ceonsociativo no s6lo desacelera el proceso de toma de decisiones, sino también puede llegar a bloquearlo generando situaciones de pardlisis institucional. ‘Como se puede apreciar, el estudio de ambos tipos es particularmente interesante, puesto que permite abarcar los problemas técnicos asaciados con las reglas del proceso de toma de de- cisiones. Por otra parte, '2 institucionalizacién de uno u otro modelo influye en las proyeccio- nes politicas en materia de pluralismo, diversidad social y cultural, cuestiones no menores en un mundo cada vez més complejo y globalizado. 4. Las alternativas no demoeraticas Como ya se ha mencionado, la democracia es un tipo de régimen politico, es decir, una de las alternativas posibles en que fas comunidades politicas pueden ordenar Ia manera en que se accede al poder (quiénes y e6mo) y la manera en que éste se ejerce. Aunque hoy en dia, las al- ternativas no demoeréticas no gozan de reputacién alguna, siguen existiendo. Un problema no menor para su estudio ¢s el desorden tedrico-conceptual que presenta el debate académico. Un ejemplo de ello, ¢s la variedad de denominaciones y clasificaciones que se emplean en el estu- dio de estos regimenes, identificados a lo largo del tiempo como de absolutistas, aristocréticos, autocriticos, autoritarics, desp6ticos, dictatoriales, mondrquicos, oligérquicos, plutocréticos, sultanistas, tirénicos, to:alitaristas, tradicionalistas. Més atin no siempre esté muy claro en qué difiere uno de otro. La obra del politéiogo Juan Linz constimye uno de los pilares més valiosos en el estudio de la interacei6n entre democracia y alternativas no democréticas. Intrigado por la caida de la Segunda Repiiblica y el advenimiento del franquismo en su Espafia natal, Linz examin6 los fac- tores que Hevaron a la quiebra de tas democracias (Linz, 1978; Linz y Stepan, 1978); luego en- ¢ear6 el proyecto de anslisis més exhaustivo sobre las alternativas no demoersticas (Linz, 2000; Linz y Chehabi, 1998), y por ditimo, se ha destacado por sus investigaciones sobre la transici6n a la democracia (Linz y Stepan, 1996). Bs en virtud de estos importantes aportes que en esta secciGn se describe su clasificacién de regimenes politicos no democriticos. Linz parte de la premisa que ia simple dicotomia entre democracia y no democracia oseu- rece las variantes y matices de este Gltimo grupo, cuyo rasgo en comin es la negacién de clec- ciones como medio para llegar a las posiciones de poder. A su vez, intenta poner orden concep- tual en un campo donde las valoraciones personales explican la utilizacién indiscriminada det término “totalitario”. Por ello, construye una tipologia prolija, en términos conceptuales y ex- plicativos, con a finalidad de posibilitar y avanzar en la comparacién de casos. Es preciso des- tacar que Linz dirige su atenci6n a los regimenes no democriticos modernos, en especial, los ue se dieron en el sigio XX sin analizar a los regimenes precontemporfineos. A lo largo de su extensa obra, Linz elabora distintas clasificaciones y tipologias de regime- res no democraticos. En su primera versiGn distingufa entre totalitarismos y autoritarismos se- iin el grado de penetracién del Estado en la vida politica y social. Luego, en sus estudios so- bre democratizacién Linz incluye la categoria novedosa de regimenes “post totalitarios” para referirse a los pafses de Europa del Este durante los aftos posteriores a Stalin y previos a la de- mocratizaéi6n. Por dltimo, en trabajos recientes identifica los aspectos més destacados de los regimenes autoritarios mas tradicionales y autocréticos, agrupados bajo el término de “sultanis- mo” (Linz y Chehabi, (998). 92 . Politica. Cuestiones y problemas Para el estudio de los regfmenes no democriticos, Linz construye tipos ideales por medio de 1a identificaci6n de caracteristicas bésicas y particulares atcibuibles a cada uno de ellos. De este modo, sostiene que un régimen puede ser considerado toralitario si presenta los siguientes atributos: la ausencia de todo tipo de pluralismo y/o centro de oder por fuera del niicleo gober- nante (oficialmente, un partido), una elaborada y ut6pica ideclogia que sirve como “guia”, in- tentos explicitos de movilizacién de la ciudadania en apoyo «el régimen y un liderazgo sin If mites precisos ¢ impredecible por esta misma raz6n, La primera y ia ditima de las caracterfsticas mencionada; hacen referencia a las elites di- rigentes y evidencian que en el totalitarismo existe un centro de poder monista, aunque puede 10 ser monolitico, En consecnencia, en el caso que legaran ¢ existir instituciones o grupos no oficialistas, se infiere que éstos se encuentran mediados por la autoridad monista, siendo de es- te modo, creaciones artificiales més que fuerzas espontdneas de la sociedad civil, Por otra par- te, el liderazgo y 1a ideologfa oficial juegan un papel central tanto en los totalitarismos de de- recha como de izquierda. Se presume que existe un compromiso profundo con creencias y principios de los cuales se deriva la politica del Estado, su fanatismo y el esfuerzo destinado Para que los sibditos los incorporen. En algunos casos, como el nazismo, estos dogmas suelen ‘equipararse con un credo religioso, que sirve al régimen para imponer su filosoffa, Esta cuali- dad cobra fuerza por el hecho de que los totalitarismos se oponcn a cualquier tipo de culto prees- tablecido, encontrandose las religiones “oficiales”, por lo general, prohibidas, tal como ocurri6 en los totalitarismos europeos de mediados de siglo XX. Todc ello explica por qué en los tota- litarismos se defienden determinadas creencias con fervor relizioso. En palabras de Linz, estos sistemas Ilenan con el culto al Estado el vacto espiritual provocado por la secularizaci6n del Estado. En conclusiGn, sus ideologfas son més que un mero programa de inclusi6n de algiin ti- po de significado dltimo y metafisico: transmiten una particular interpretacién de la realidad social (Linz, 2000). Por iiltimo, en tos totalitarismos se apela a la participacién de la poblacin en actividades politicas y sociales, comtinmente, canalizada a través de un pa-tido politico monolitico y agru- paciones secundarias monopolizadas, Esta caracterfstica busca reflejar la aparente legitimidad del régimen puesto que una alta participacién de la ciudadanfa en la vida politica de un pais brin- a la imagen de su aceptaci6n voluntaria, Por supuesto, la participacién controlada garantiza un ‘mayor dominio sobre el individuo y la sociedad en su conjunto. Los partidos totalitarios son una rara avis dentro de la familia de partidos poltticas dado que sus propdsitos difieren en extremo de los objetivos de estos tiltimos bajo situaciones de competencia electoral (Sartori, 1976). Las funciones de tos primeros se timitan a: 1. la polinizacién de las masas y su incorporacién a los cuadros partidarios; 2. la integracién, concientizacién y conversién a la ideologia dominante (si fuese nece- sario); 3. ladisminuci6n de tos 1az0s del individuo con ideologias no oficiales mediante la des- truccién de la autonomia de cualquier otro tipo de organizaciones; 4. el reclutamiento, seleccién y entrenamiento de las elices politicas. Cabe destacare que estos partidos totalitarios se basan en 1a propaganda, la educacién y Ia ccoerci6n para lograr sus abjetivos. Enel libro Totalitarian Dictatorship and Autocracy escrito por Carl J. Friedrich y Zbigniew Brzezinski (1956), también, se describe y clasifica a los regimenes totalitarios a partir de seis caracteristicas: fprimero, una ideologia impuesta; segundo, un partido de masas Gnico liderado por una tinica persona; tercero, un sistema de control policial basado en el terror; cuarto, mono- polio del control de los medios de comunicacién y el acceso « 1a tecnologfa; quinto, dominio sobre las fuerzas armadas; y sexto, control estricto de la economfa. Como puede observarse, la caracterizaci6n de Linz, analizada en paginas anteriores, retoma los aspectos ms relevantes de la imagen trabajada por Friedrich y Brzezinski. Por otra parte, e! autor espafiol fusioné algunos Democracia 93 de los rasgos de los totalitarismos en la nocién de ta fuente monista de poder; y a diferencia de estos autores no presta atenci6n a la dimensién econémica dando por sentado que dicha tarea corresponde a las atribuciones del lider en ejercicio del poder. Desde una perspectiva més filoséfica, Hannah Arendt también examiné el fenémeno to- talitario (Arendt, 1951). Para ella, este no es solamente un régimen politico existente en un punto del tiempo, sino la meta final de la evoluci6n conjunta de la intolerancia corporizada en cl antisemitismo y la evolucién del Estado nacional hacia el imperialismo. En algtin mo- mento estos rasgos se fusionan en un movimiento totalitario que puede o no hacerse con ¢! poder de algin pais, Esta caracterizacin estd influida por el recuerdo fresco de la Alemania nazi y el peso de la Uni6n Soviética estalinista, ambos regimenes con claras tendencias im- perialistas, ‘Segdn Arendt, una vez en el poder, el totalitarismo se manifiesta por la existencia de tres elementos: el Estado totalitario, 1a policfa secreta como brazo operativo del mismo y a situa- cién de dominacién que resulta de los dos anteriores. Nétese que esta perspectiva més filos6fi- ea esté menos preocupada por la caracterizacién analitica de un régimen politico; no obstante, llega a resultados y conclusiones similares a los aportes provenientes de Ia ciencia politica. En comparacién con Linz y Friedrich y Brzezinski, Ia contribuci6n més significativa de la obra de Arendt es la inclusin en el andlisis de la dimensién internacional del totalitarismo, Segdn su opinién, este tipo de régimen presenta una tendencia marcada hacia la expansién de Ia ideolo- fa totalitaria en el mundo. Por su parte, los regimenes autoritarios fueron conceptualizados por Linz en oposicién a los extremos democriticos y totalitarios en un continuurt imaginario. Por consiguiente, no re- sulta dificil deducir los atributos que presentan. En tal sentido y en comparaci con los total tarismos, ef autoritarismo no intenta un control total sobre la sociedad civil y sobre el émbito privado, Por el contrario, toleran un pluralismo politico limitado, aunque desalientan la movil zaci6n y participaciGn de la ciudadania. Asimismo, no basan su accionar en una ideologia abar- cativa y elaborada, ni cuentan necesariamente con liderazgos fuertes. En ellos el poder se ejer- ce, aun, bajo reglas no establecidas pero de algin modo més predecibles. En primer iugar, este tipo de régimen no descansa en una autoridad monista, ni recrea una concepeién tan centralizadora del poder. Por ello, aunque expresan una predisposiciGn desfa- vorable a la apertura del juego politico, no evaltian como necesario la proscripci6n total y ab- soluta de todo tipo de manifestaci6a politica. El caso mas emblemético de este pluralismo li- mitado es el de la dictadura brasilefia (1964-1985) que no solamente autoriz6 la existencia de tun partido opositor, sino que permitié que ganara algunos cargos legislativos en condiciones de elecciones semi competitivas.© En el caso del dltimo gobierno militar en la Argentina (1976- 1983), si bien la represiGn fue brutal, el dilogo con los representantes de los partidos politicos tradicionales nunca se cort6, e incluso éstos en distintas oportunidades hacfan apariciones en Jos medios de comunicacién, En pocas palabras, en los regimenes autoritarios se tolera una mo- dcrada manifestaci6n de ideas mediante partidos opositores controlados y una prensa censura- a pero no abolida, En segundo lugar, los autoritarismos desarrollan una mentalidad distintiva acerca del po- der y la politice, pero carecen de una ideologia claborada que aspire a convertirse en la matriz de regulacién social. Ello no significa que los gobernantes autoritarios sean una tébula rasa en cuanto a bagaje ideol6gico; sin embargo, y por lo general, sus construcciones ideolégicas son apenas vagas y su contenido consiste en afirmaciones voluntaristas sobre cémo deberia funcio- nar un sistema politico y no la sociedad en su conjunto. A modo de ejemplo, aunque los autori- iarismos latinoamericanos contaban con una matriz ideolégica sobre la base de una particular convergencia de ideas nacionalistas, cat6licas, jerérquicas y antidemocréticas, no tradujeron esa cosmovisiGn en medidas sisteméticas de ideologizaci6n de la poblacién. En-tercer lugar, este tipo de régimen no incentiva ni alienta la movilizacién popular. Ello se explica, al menos parcialmente, por la ausencia de una ideologia-fuerza generadora de leal- tad absoluta y, a su vez, por la falta de interés en penetvar capilarmente en la sociedad civil con 94 Politica, Cuestiones y problemas 1 objetivo de controlarlo todo. Por el contrario, los autoritarismos muchas veces prefieren una sociedad civil desmovitizada con bajos indices de articulaci6n de demandas y conflictos. Esta situaci6n se evidencia en los regimenes autoritarios que suceden al fracaso de la democracia provocado por las tensiones y/o la activacién popular. Los rasgos descriptos permiten a ios autoritarismos, a diferencia de los totalitarismos, pre~ servar algin grado de previsibilidad en el ejercicio del poder e incluso avanzar en el camino de su institucionalizacién, Para ilustrar esta cuestiGn, ef caso argentino sirve de ejemplo, ya que durante la Gitima dictadura, la junta militar en el gobierno estaba regulada por una serie de pau- tas y reglas destinadas a organizar el ejercicio del poder. Esto no ocurre en los regimenes tota~ litarios. Como se ha sefialado, el término “régimen post totalitario” fue acufiado por Linz para des- cribiria situacién de los regimenes totalitarios luego de la primera renovaci6n generacional. Es- tos tiltimos estén intimamente relacionados con la figura del lider alrededor del cual surgen, pre~ sentando, luego, serios inconvenientes para sobrevivir a su desaparici6n, De este modo, tras la muerte de Stalin, el sistema totalitario estalinista y sus satélites se transformaron en experien- cias totalitarias “atenuadas”, caracterizadas por un cierto pluralismo econdmico y social; aun- que no politico, ya que el partido Gnico continué gobemando. Aunque los componentes ideolé- gicos del régimen siguieron siendo fuertes, se dej6 de convocar y defender a la ideologfa con la misma frecuencia e intensidad que antafio, lo cual explica el descenso en los niveles de partici- pacién. Por otra parte, frente a la ausencia de un lider tinico y omnipotente, el liderazgo se ¢s- tructuré de manera distinta, contando para ello con un grupo de dirigentes menos carismaticos, surgidos del ascenso politico en el aparato del partido. Por tiltimo, Linz introduce la categorfa de regfmenes sultanistas que combinan rasgos to- talitarios y autoritarios. En ellos, existe una importante y arbitraria manipulaci6n de los sim- botos y un marcado despotismo personalista come consecuencia de la glorificacién del lider, aunque no presentan una ideologia ut6pica movilizante. En virtud de ello, se apela menos a la ‘movilizacién popular, salvo para ocasionales eventos ceremoniales destinados a idolatrar al lider, quien ejerce su autoridad de manera personalista, arbitraria, nepotista y sin Ifmites ra- cionales y legales. Asimismo, en los sultanismos se tolera cierto pluralismo social y politico, pero sujeto al control e intereses del lider. Los casos empfricos identificados con este tipo de ' experiencias son: Rumania bajo Nicolae Ceaucescu (1965-1989), Haiti y Nicaragua bajo las sendas dinastfas Duvalier (1957-1986) y Somoza (1936-1963 y 1967-1979), Ferdinand Mar- cos en Filipinas (1965-1986) y Rafael LeGnidas Trujillo (1930-1952) en la Repiblica Domi- nicana, Antes de concluir esta seccién es necesario efectuar algunas aclaraciones. En primer lugar, se debe considerar que la base de la distincién entre regimenes democriticos y no democréti- 08 descansa en las reglas que determinan y organizan la distribuci6n de poder. En consecuen- cia, ello deja sin explicar factores asociados a los resultados de la accién de gobierno, como por ejemplo, su eficiencia y grado de apertura econdmica, la modalidad de gestién administrativa, laestabilidad y gobernabilidad (Praeworski, Alvarez, Cheibub y Limongi, 2003). Bn segundo lugar, y a pesar de los esfuerzos ¢ intenciones de los politélogos, la diferen- cia entre democracia y no democracia es, a veces, més sutil de lo que a priori parece. Como ha sefialado Alexis de Tocqueville, la democracia, si se la evaliia como un valor supremo por en- cima de la libertad, es extremadamente riesgosa, Idea que refuerza la advertencia formulada por los padres fundadores del constitucionalismo estadounidense: que 1a tentaciGn autoritaria seduce a las democracias, puesto que siempre presentan el riesgo de degenerar en Ia tiranfa de la mayorfa. Por tiltimo, las clasificaciones descansan en el concepto weberiano de tipos ideales, cu- ya funciGn heuristica se alcanza por medio de la construccién de mapas conceptuales que en ningdin caso buscan reproducir la compleja realidad. Probablemente, durante el andllisis de ios casos empfricos se concluya que éstos no cumplen con todas las caracteristicas de los tipos puros; aunque si deberfan hallarse la mayorfa de ellas, pues en caso contrario, se infiere que ‘Demooracta os 1 tipo ideal tiene errores de elaboracién. Asimismo, es posible hallar atributos que a priori no le corresponden a ia luz del tipo ideal, o bien, puede ocurrir que el abjeto de estudio re- presente una situaciGn limite o mixta entre dos categorias analiticas, constituyendo un tipo ‘mixto © impuro,? 5. La primera democratizacién. Ala hora de explicar el surgimiento de la democracia existen dos escuelas teGricas moder- nas que desarrollan argumentos y metodologfas de andlisis distintas. La primera, de sesgo mas cuantitativo, emplea datos agregados de variables socioeconémicas y las correlaciona estadis- ticamente con la existencia de regimenes democriticos, utilizando un gran niimero de casos en forma simulténea. Esta corriente es ahistérica, y en consecuencia, su faco de interés se centra en el estudio sincrénico de datos agregados, descuidando el andilisis del desarrollo histérico de cada pats. Esta escuela defendié la hipGtesis segdn la cual existe una alta correlaci6n estadisti- enentre democracia y desarrollo econémico, concluyendo que el iltimo es condicién necesaria para la primera, Esta visiGn evolucionista, y en cierto sentido optimista, considera necesario al- canzar un determinado nive! de desarrollo econémico para institucionalizar las reglas de la de~ mocracia, independientemente de los procesos hist6ricos. Por el contrario, los estudios con un enfoque mds cualitativo que cuantitativo, usan a la his- toria como herramienta explicativa de los caminos que conducen a la democracia. Este enfo- que teérico analiza minuciosamente las transformaciones de las condiciones socioeconémicas alo largo del tiempo para dilucidar el surgimiento de los regfmenes politicos. Segtin esta linea argumental, la democracia es el resuitado de una constelacién particular de eventos histéricos que tuvieron lugar en los paises de Europa y en las colonias briténicas de ultramar (come los. Estados Unidos, Canada y Australia). Porto tanto, quienes comparten esta visién son cautos en sus opiniones y conjeturas sobre la consotidacién de las democracias en tos pafses en vias de desarrollo. En pocas palabras, mientras que la escueta cuantitativa hace hincapié en las condiciones necesarias para la democracia, la escuela cualitativa resalta las trayectorias que conducea alla, La primera se preocupa por enumerar cuidadosamente los elementos necesarios para el surgi- miento de un régimen pluralista; en cambio, la segunda analiza las rutas a la modernizacién des- de sociedades tradicionales. Numerosos esfuerzos se han destinado al estudio de las condiciones que hicieron y hacen ala democracia posible. Aunque es ¢asi titfnico hacer un resumen de la vasta literatura sobre este tema, se presentan a continuacién algunos de los aportes mas significativos. Desde Aristételes en adelante, los fildsofos y teGricos politicos, con distintos argumentos, han intentado establecer y comprender tas condiciones de determinados regimenes politicos. Por ejemplo, Max Weber analizé las condiciones que hacen a un pats democrético. En sus es- critos sostuvo que fa democracia madera s6lo era posible en Estados con regimenes econémi- cos capitalistas, y a la vez szgiri6 que los pafses protestantes estaban mejor preparados que los cat6licos para desarrollar ua régimen democrético (Weber 1930 [1905)). Para el autor alemdn, este diltimo fue el resultado de una serie de eventos histéricos propios del espacio geogrifico de los paises del norte de Europa, donde las condiciones econémicas post revolucién industrial con- solidaron el poder de las burguesfas que presionaron y accionaron para lograr la apertura gra- dual de los regimenes monérquicos tradicionales. N6tese que, a partir del argumento weberia- no, se generaron sendas corrientes de andlisis emparentadas, pero diferentes entre sf, en el seno de la ciencia politica moderna: por un lado, los estudios empiricos que insisten en correlacio- nar democracia y desarrollc econémico; y por el otro, los enfoques mas histéricos, que profun- dizan el examen de la cultura politica y sus manifestaciones. Los priméros trabajos académicos respecto de las condiciones favorabies para el desarro- llo de regimenes democriticos y competitivos fueron escritos en la segunda mitad del siglo XX, Spe at un pygate ee va 96 Politica. Cuestiones y problemas en un contexto hist6rico marcado por la cafda de los regimenes totalitarios de Europa y la des- colonizacién en Africa y Asia, que dieron lugar a una gran cantidad de nuevas pero endebles de- mocracias, Asimismo, durante esos afios América Latina se encontraba atrapada entre las con- tradicciones de regimenes populistas y la amenaza de los golpes militares. Con este marco de referencia, cientistas politicos de los pafses del Primer Mundo, y en especial de los Estados Uni- dos, ayudados por el desarrolio de los métodos estadisticos, inicizron el estudio de las variables que explican la condicién democrética de un pais. El primer aporte destacado de la corriente empirica de ta democracia corresponde al esta- dounidense Seymour Martin Lipset, quien publicé en 1959 un ensayo considerado fundacional en la disciplina y que luego completard con su libro El hombre politico (1960). Lipset evalué un grupo de hip6tesis posibles sobre la incidencia de las variables sociales y econémicas sobre la democracia. Incluyé en su estudio numerosos indicadores, como por ejemplo, el nivel de al- fabetismo, el grado de industrializaci6n, la urbanizaci6n, el PBI per cépita, entre otros. Y estos. / datos fueron recolectados a nivel mundial para su andlisis. En su artfculo Lipset ubicé al desarrollo econémico y a la legitimidad como caracteristicas estructurales de una sociedad con un régimen democritico estab'e. No obstante, fue el primer aspecto mencionado el que desencadené una larga serie de novedc sas investigaciones acerca de Ja interaccién entre modelo y desempefio econémico y democr.cia (Cutright, 1963; Bollen, 1979; Muller, 1988; Praeworski, Alvarez, Cheibub y Limongi, 2003). Incluso Lipset (1959), de alguna manera, subsumié fa legitimidad democratica al desarrollo al argumentar que su princi- pal fuente provenia de los resultados econémicos. Asimismo, sug:rié que la prosperidad mate- rial favorece el surgimiento y expansi6n de una clase media ms educada y tolerante con tiem- po libre para invertir en actividades destinadas al fortalecimientc de la sociedad civil frente al— aparato estatal. Con respecto a la perspectiva hist6rica, los politélogos se han preguntado sobre la impor- tancia det devenir de los procesos hist6ricos en el surgimiento de ‘as poliarqufas 0 democracia politica posible, Aunque varios autores se han ocupado de este tena, posiblemente Ia contribu- cién més divulgada corresponde al trabajo realizado por Barrington Moore (1966), cuyo eéle- bre libro se titula precisamente Los origenes sociales de la dictadu.ra y la democracia, El sefior y el cdmpesino en la formacién del mundo moderna. El autor toina prestado del marxismo el concepto de clases sociales como factor explicativo del desarrollo politico. De esta manera, es- tudia con una perspectiva histérica y comparada las relaciones de clase a lo largo del tiempo co- mo factor condicionante del resultado politico, tomando como referencia un grupo de experien- cias nacionales. . El trabajo de Moore es uno de los més acabados ejemplos de la sociologia hist6rica, a ya senda se surnaron obras como las de Skocpol (1979), Luebbert (1991) y Mahoney (2001). Moore intenté rescatar el valor de la historia en un contexto en el cual se privilegiaba la influen- cia de los factores culturales y econémicos para explicar los procesos de modernizacién politi- a. Especificamente, y como se anuncia en el prefacio de su obra, el abjetivo consiste en L...] explicar los distintos roles politicos jugados por ta clase alta terrateniente y el campesinado en la transformacién desde una saciedad agraria {...] a una sociedad moderna industrial {en un intento por] [...j descubrir las condiciones histbricas bajo las cuales uno o ambos grupos fueron fuerzas importantes en la emergencia de la ver- sién occidental y parlamentaria de la democracia por un lado, y las dictaduras de de- recha e izquierda por el otro (Moore, 1966). Asf, Moore identifica tres rutas hacia la conformacién de sociedades modernas. Todas ellas comparten el punto de partida representado por una sociedzd agricola, pero difieren en el desenlace politico: la democracia occidental, el fascismo y el comunismo. En el camino, cada ruta atraviesa un evento critico, definido en términos de revolucién y ruptura con el pa- sado, que condiciona el resultado politico del proceso de modernizacién. En los casos de la pemocracia o7 primera ruta, Gran Bretafia, Francia y los Estados Unidos, la “revoluci6n burguesa” (1642- 49, 1789 y 1861-5, respectivamente) posibilita la interacci6n fntima entre democracia y eco- nomfa capitalista. En la segunda ruta a la modernizaci6n, el punto de ruptura con la sociedad tradicional se dio por una “revolucién desde arriba”, es decir, desde el Estado y sus institu- ciones, y ¢l desenlace fue una dictadura fascista. En el libro se citan los ejemplos de la Ale- ‘mania nazi (1933-1945) y el Japén durante las dinastfas Meiji (1868-1912) y Taisho (1912 hasta 1945, aunque la dinastfa Taisho continéia en el trono imperial). Por tiltimo, en la terce- ra via Ia “revolucién campesina” creé las condiciones para la institucionalizacién de dicta- duras comunistas. Los casos paradigméticos estén representados por Rusia (1917) y China 1949). (Sas andiss sobre a modernizaién el autor identifies tes variables explicativas. En pri- ‘mer lugar, la influencia de los intereses comerciales y burgueses en el surgimiento de regimenes democriticos. Moore entiende que la clase burguesa pujé por una apertura gradual del sistema, provocando una situacién de relativo equilibrio que impidié la afirmacién de una monargufa de masiado fuerte o de una aristocracia terrateniente excesivamente independiente. “Sin burguesta 10 hay democracia”, escribe Moore y concluye que esta clase social fue la fuente principal de este régimen en la primera ruta, mientras que su influencia fue acotada en la segunda y muy dé- bil en el caso de las revoluciones campesinas. Sin embargo, también sostiene que el campesi- nado fue el agente catalizador que, con sus alianzas y acciones, contribuy6 en el desarrollo de determinadas instituciones polfticas. Ello dependié de las restantes variables explicativas iden- tificadas por el autor: por un lado, el nivel de represiGn ejercido por la aristocracia terratenien- te contra los campesinos (labor repressive agriculture) y la persistencia en el tiempo de lazos de solidaridad dentro del campesinado; y por el otvo, la orientacién hacia el mercado del sector agricola, como factor esencial de la alianza entre burguesfa y sector terrateniente. La clave des- ccansa en saber si la alianza fue agrario-burguesa en contra del poder terrateniente, hecho que fa- vorecié un resultado democrético, o si fue aristécrata-burguesa en contra del campesinado, afec- tando Ia perspectiva democratica, El libro de Moore ha recibido numerosas criticas y observaciones por la manera poco sis- temética, desorganizada y confusa en la que presenta el andlisis. Entre ellas, algunas indican que el libro brinda detalles histéricos particulares de cada pais, en lugar de desarrollar una explica- ci6n acabada del proceso de modemnizacién. También se suele sefialar que ignora casi por com- pleto a la clase obrera como actor social (Skocpol, 1973; Rueschemeyer, Stephens y Stephens, 1992), Adin asf, la obra es considerada una pieza fundamental en la literatura sobre los orfgenes de la democracia, puesto que logré identificar algunas explicaciones clave, como por ejemplo cl papel desempefiado por la burguesfa; por otra parte, tuvo fa virtud de dar lugar a una vasta li- teratura sobre el tema, Otros trabajos han seguido el punto de vista de Barrington Moore. El politélogo argentino Guillermo O° Donnell (1973) explicitamente retoma su metodologia para estudiar las perspec- tivas de la democracia en los pafses del Cono Sur. En abierta oposici6n a los prondsticos que auguraban un horizonte democritico a los paises més desarrollados de ia regién, O’ Donnell ela- bora argumentos que explican por qué éstos no se cumplieron, a partir de un andlisis minucio- 80 de la relacién entre las variables de politica econémica (estructura econdmica, clases socia- les, el Estado y las alianzas e interacciones entre ellos) y las relaciones de clase que éstas generan. Més atin, sefiala que los paises econémicamente més importantes (Brasil y Argentina en la versi6n original de! libro, Chile y Uruguay en refinamientos posteriores) fueron los que sufrieron quiebres de las instituciones democréticas y culminaron, finalmente, originando las condiciones para la instalaciGn de los regimenes burocréticos autoritarios, El libro Capitalist Development and Democracy de Dietrich Rueschemeyer, John Stephens y Evelyne Huber Stephens (1992) es otro buen ejemplo de la tradicién hist6rica sociolégica. En 4 los autores desarrolian un modelo que reconoce y sintetiza las contribuciones de los andlisis tanto cuantitativos como cualitativos, con la finalidad de compatibitizar los resultados de ara- bas escuelas. Sin embargo, el libro sigue a Moore al analizar las variables macro-sociol6gicas | | a a i 28 Politica. Cuestiones y problemas y la trayectoria particular de cada regi6n, pero toma distancia de la visiGn de este autor al in- cluir a la clase obrera como agente democratizante. El trabajo sobre fa potiarquta de Robert Dahl, definida como la interacciGn entre participa- cién y oposici6n, puede ser considerado un desprendimiento de ta escuela hist6rica (Dahl, 1971), ‘Aunque analiza a la democracia desde una perspectiva més cuantitativa, identifica tres posibles trayectorias desde situaciones caracterizadas como de “hegemonta cerrada”, por la inexistencia dei debate piiblico (public contestation) y la escasa participaci6n. En la primera opcién la libe- ralizaci6n del régimen precede a la representaciGn. En palabras mas sencillas, se abre el deba- te pablico pero sin extender en demasfa los derechos politicos. El resultado de ello es ta trans- formaci6n de la hegemonfa cerrada en una oligarqufa competitiva, que luego puede evolucionar hacia una poliarquia si se incrementa la capacidad de representaciGn del régimen. Este caso es- td ilustrado con los ejemplos de Europa occidental, en especial el inglés. Una segunda via reco- re una trayectoria inversa, por ende, la participacién antecede la liberalizaci6n, que origina pri- mero una hegemonia competitiva y, luego, una poliarquia. El ejemplo presentado por Dahl es la Alemania desde Bismarck hasta la Repiiblica de Weimar (1871-1933). Por dltimo, se encuen- tra la “via rfpida” donde un régimen cerrado sdbitamente se transforma en una poliarquia, abriéndose al debate piblico, liberalizando y permitiendo elecciones competitivas. E! ejemplo emblematico es Francia post revoluci6n de 1789. En su obra, Dabi analiza las democracias exis- tentes al momento de la publicaci6n del libro y las ubica en cada trayectoria, brindando un ané- lisis interesante sobre las dificultades intrinsecas de cada una. Para finalizar, vale la pena realizar algunas breves referencias acerca de un tercer enfo- que, el culturalista. Esta corriente, cuyos representantes més importantes son Gabriel Almond, Sydney Verba y Lucien Pye, sostiene que el surgimiento y 1a estabilidad democritica se expli- can por 1a presencia de habitos culturales en la poblacién; entre ellos se suele destacar la to- lerancia, la moderaci6n, el respeto mutuo, la obediencia a las reglas establecidas, 1a inclina- cin al compromiso y 1a confianza en las autoridades. Como se observa, para estos autores el factor explicativo de la viabilidad democrética descansa en la existencia de una cultura polf- tica demoeritica previa (Almond y Verba, 1965, 1980; Pye y Verba, 1965; Pye, 1988). En ba- se a este tipo de argumentos se ha defendido la hip6tesis segiin la cual en América Latina el fracaso de la democracia se explica por la existencia de una cultura politica verticalista y au- toritaria, heredada de la Espafia cat6lica y tradicional; mientras que la cultura politica protes- tante y anglosajona, mas abierta y pluralista favorece el ejercicio de la democracia (Wiarda, 1974). Aunque estas conjeturas puedan parecer razonables y cuenten con importante evidencia es- tadistica y empftica que las sostienen, el enfoque culturalista presenta algunas notables falas, metodolégicas. En primer luger, brinda una explicacién estitica con serias dificultades al mo- mento de explicar los cambios que se producen en algunos paises en direccién hacia la demo- cracia que, « prior, por sus componenies culturales, no la favorecerfan (por ejemplo, los patses del sur de Europa), Ademds, investigaciones recientes demuestran que el peso de la cultura po- litica no es tan central, ya que muchos paises se han vuelto demoeréticos sin resignar aspectos vitales de su cultura. En tercer lugar, no esté claro que la direccionalidad de la explicacién sea la correcta. Como sefialan Muller y Seligson (1994), podrfa ocurrir que Ia inexistencia de un ré- gimen democritico en un determinado pafs es el que tleva a la ausencia de una cultura politica democrética y no al revés. La historia reciente de paises como Espaiia, Portugal y Grecia hace pensar que esta critica es acertada. En todo caso y a la luz de las criticas recibidas, 1os enfoques culturalistas han perdido su contenido més determinista (Wiarda, 2001). En la actualidad este tipo de estudios se han en- caminado hacia dos direcciones. Por un lado, tienden a enfatizar la importancia de la sociedad civil como variable fundamental de los procesos de democratizacién. Asf, la democracia apa- rece como el resultado més menos directo de la existencia de una robusta tradicién de aso- ciacionismo y colaboracién entre la ciudadanfa (Putnam, 1993). Por otro lado, los enfoques. culturalistas también se han dedicado a explorar las caracteristicas de las sociedades “postin- Demooracia 29 dutriales” (Inglehart, 1990). En esta linea de investigaciéa, se sostiene que las sociedades que evolucionan hacia este estadio han superado el discurso de clases, y por consiguiente, recrean ‘comportamientos caracterizados por la tolerancia, el optimismo y la aceptacién de la democra- cia capitalista, 6. Crisis y caida de las demoeraeias Durante la primera mitad del siglo XX, y en especial en las décadas del veinte y del trein- ta, un fuerte viento antidemocrético barri6 con varios de los ensayos democréticos europeos. En efecto, la Revolucién Boichevique de 1917 aborté tos primeros atisbos de parlamentarizacién del régimen zarista, Desde entonces y hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, las demo- ‘eracias cayeron en Italia, Portugal, Espafia, Austria y Alemania. Como se sefial6, este proceso fue acompafiado por corricntes ideolégicas contrarias al credo democrético y que legitimaban las alternativas antoritarias y corporativistas que se instalaron en su lugar. Por su parte, Améri- ca Latina tampoco fue ajena a esta oleada autoritaria, Durante la década de 1930, movimientos autoritarios tomaron el poder en Argentina, Brasil e hicieron tambalear la democracia urugua- yay chilena, cambiando e! destino politico de los cuatro casos que parecian encaminarse hacia ia consotidaci6n de sus respectivos regimenes democriticos. Esta “contraola” generé, afios mAs tarde, un conjunto de investigaciones desde Ia ciencia politica dirigidos al andlisis de las causas que explican la cafda de las democracias. La obra de Lipset es significativa al respecto, Su trabajo parte del supuesto de que existen factores estruc- turales, aparte del papel jugado por los liderazgos antidemocréticos individuales (como Hitler y Franco, por ejemplo), que explican ta caida de tas democracias. Lipset basa sus argumentos en la literatura sociolégics sobre a modernizacién, cuya tesis central postula que la modemni- zaci6n econ6mica y social produce tensiones que muchas veces las democracias no pueden ma- nojar. Algunos aportes te6ricos que siguieron esta Ifnea de investigaci6n se tornaron determinis- tas en exceso, encontrando limitaciones para explicar las perspectivas de la democracia en sociedades que atraviesan procesos de cambio (Huntington, 1968). Para escapar a esta situacién Linz y Stepan (1978) deserrollan argumentos contrarios a esta aparente “inevitabilidad”. Estos autores consideran que el quiebre de las democracias era uno de ios posibles resultados, pero noel tnico, de tas tensiones provacadas por la modemizacién y el avance del comunismo a prin- cipias del sigio XX, tal como lo ilustran los casos de los Paises Bajos, Gran Bretaiia o tos pai- ses escandinavos. tras contribuciones con un sesgo més hist6rico resaltaron, de mado adecuado, el papel de! miedo al comunismo, asi como también, el efecto que ese temor tuvo en las burguesias euro- peas de principios del siglo XX (Nolte, 1966; Hobsbawm, 1994; Furet, 1999), También existen una serie interesantisima ce trabajos que se dedicaron al estudio de! papel jugndo por las ideo- logias reaceionarias con mareado contenido nacionalista de la Europa finisecular y como ésia exploté con violencia durante el perfodo de entreguerra, caracterizado por fuertes liderazgos an- tidemocraticos (Gentile, 1975; Mosse, 1985; Furet, 1999). En el contexto latinoamericano, ta primera explicaci6n politolégica del fenémeno fue a del libro ya mencionado de Guillermo O'Donnell, Madernizacién y autoritarismo (1973). En este trabajo el autor refuta la hipétesis de Lipset sobre fa correlacién entre democracia y desarrollo econémico. Como ya se ha adelantado, el libro sefiala que en el Cono Sur fueron, sorpresiva- ‘mente, los paises mAs desarrollados econ6micamente los que vieron sus democracias desmoro- narge, Donde Ia,teorfa espcraba que Ia democracia se fortaleciera se instalaron, en cambio, los Namados regimenes burocr tico-autoritarios. La explicacién de O’ Donnell apunta al estudio del tipo de desarrollo econémico que estas sociedades desplegaron y las alianzas de clases que en torna a aquélge generaron. Paralelamente, se difunde la Teoria de la Dependencia, que destacé on sus estudios el de- sarrollo econémico dependiente que condenaba a la regiGn. Segiin esta perspectiva de andlisis, 200 Politica. Cuestiones y problemas las sociedades latinoamericanas estén atrapadas en un cfrcul . vicioso, producto de la alianza de {os pafses contrales con las clases terratenientes vernéculas para promover la extracci6n de bienes primarios, para luego comercializarlos a cambio de productcs industrializados con mayor valor agregado, Debido al hecho de que los productos primarios ven decrecer su precio en el tiempo, los pafses latinoamericanas se empobrecen y se vuelven més dependientes (Valenzuela y Valen- zuela, 1978). En relacién con ello, intelectuales, cientistas sociales y la Comisi6n Econémica para América Latina (CEPAL) coinciden en la necesidad d2 industrializar a estos paises para poner fin a los niveles crecientes de dependencia. Los cambios en la economia mundial explican el viraje de las economias latinoamerica- nas hacia una industrializacién répida. Esta fue la estrategia econémica adoptada por los re- gfmenes populistas en alianza con los sectores obreros y 11s incipientes burguesias naciona- les urbanas en apoyo a las politicas de industrializaci6n a través de mecanismos de sustitucién de importaciones (Ios casos paradigméticos de populismos son el peronismo argentino de 1946-1955 y el varguismo brasilefio de 1930 a 1945). Esta modalidad, aunque exitosa en el corto plazo, mostré sus limitaciones en el tiempo. Los paises nunca pudieron desarrollar una industria que pudiera competir con la extranjera y su produccién se ditigié al mercado inter- no. A su vez, segufan siendo dependientes de tas importaciones necesarias para el desarrollo industrial, lo cual gener6 continuas crisis en la balanza de pagos, que se intentaron solucionar con inflacién, Billo abri6 el paso a presiones fortisimas para volver a una estrategia econdmi- ca mas ortodoxa que privilegiaba los intereses agrarios. Sin embargo, la clase obrera, una vez, activada, no se mostré dispuesta a deponer sus demandas, sobre todo en situaciones econémi- as delicadas, Esto incentiv6 la coalicién de intereses agrarios y fuerzas armadas con el doble objetivo de desactivar a la clase obrera y reorientar el prosrama econ6mico. El resultado de ello fue fa instalacién de los regimenes burocrético-autoritarios, caracterizados por la presen- cia de las fuerzas armadas como institucién interviniendo en el sistema politico en alianza con los intereses econémicos agrarios y la clase media, temerosa del desorden politico (O’Don- nell, 1973). Por otra parte, Juan Linz, Alfred Stepan y Arturo Valenzuela han desarrollado argumentos institucionatistas para explicar la caida de las democracias en América Latina (Linz, 1990; Linz y Stepan, 1996; Linz y Valenzuela, 1994), En pocas palabras, esta corriente sostiene que la ines- tabilidad de las democracias obedece a la forma de gobierno adoptado en la regién, cuya carac- terfstica principal es la tendencia a un marcado presidencis!ismo. El niicleo explicativo es de carfecter normativo. En tal sentido, se juzga al régimen parlamentario como mejor capacitado institucionalmente para sortear con éxito las crisis politicas; mientras que en el presidencialis- mo ello no ocurre, convirtiéndose en un sistema de gobierno “peligroso”. Segdin esta visiGn, el parlamentarismo, por la necesaria dependencia del jefe de gobierno de una mayorfa parlamentaria, favorece la formacién de cos|iciones; a ello se suma la flexibili- dad en la duracién de los cargos, lo cual evita fas situaciones de gobierno dividido que con fre- ‘cuencia ocurren en el presidencialismo, generando pardlisis institucional y la subsiguiente cri- sis politica. Como se puede observar, el presidencialismo es un sistema rigido en el que el presidente debe permanecer en su cargo un tiempo fijado ex ante, més alld de los cambios que se producen en el contexto politico y del hecho de que euenten 9 no con mayorfa en el parla- mento, Mas atin, en este sistema tanto el presidente como los legisladores estin investidos de la legitimidad electoral, ambos son votados independienteme ite el uno del otro, to que explica por qué las crisis entre ellos no puedan ser resueltas facilmente. Estos costos el parlamentaris- mo los ahorra al institucionalizar una estructura flexible que determina que el primer ministro gobierna s6lo mientras dure la confianza de! parlamento. Por otra parte, la ausencia de incenti- ‘os institucionales més el estilo personalista de gobierno que caracteriza al presidencialismo conduce a la competencia politica hacia los extremos. La esiricta separaci6n entre poderes eje- cutivo y legislativo hace que la contienda por el cargo sea de ‘suma cero”, debido a que el par- tido ganador se leva todo, Esto, a su vez, desalienta ia formaci6n de coaliciones entre partidos en el gabinete (Linz, 1990). También, y enfocados en el contexto Latinoamericano, se argumen- Demooracia 101 ta que el presidencialismo reproduce y exacerba las caracteristicas caudillistas, personalistas y plebiscitarias de los pafses de la regiGn. Ast, segtin estos autores, el régimen presidencial latinoamericano es la causa principal de la inestabilidad politica en la regi6n. Esta corriente fue muy influyente en los afios de 1a ditima transici6n a la democracia, abriendo la discusién y el debate sobre una posible parlamentariza- cidn de los disefios politicos latinoamericanos (Consejo para la Consolidacién de la Democra- cia, 1988; Linz, 1990; Linz y Valenzuela, 1994). Sin embargo, como han sefialado varios auto- res, estos argumentos no incluyeron el hecho de que los presidencialismos difieren entre sf, empleando una versi6n estilizada y rigida de los mismos, desconociendo que atin dentro del es- quema presidencial existen alternativas que permiten evitar sus debilidades institucionales (Shu- gart y Carey, 1992). Por otra parte, el sistema presidencial, con sus defectos, prove de algunas virtudes, como una mejor rendicién de cuentas hacia el electorado y una mayor identificacién ala hora de votar (Mainwaring y Shugart, 1997).$ En conelusién, este debate académico muestra, con claridad, que no existe una explicacién unicausal para la quiebra de las democracias. En ellas intervienen una constelacién de factores (Gispositivos institucionales, alianzas entre clases sociales, contexto econémico global, entre otros) en el que dificilmente sea factible ponderar uno de ellos como el més sobresaliente. Pe- ro ante la evidencia hist6rica de los casos europeos y latinoamericanos, es necesario tener en cuenta la poderosa influencia que juegan, ante la crisis y/o inestabilidad en los regimenes de~ mocraticos, la existencia de alternativas con cierto prestigio ideolégico o intelectual. Es decir, alternativas que logren transmitir no solamente los defectos del régimen democritico en desgra- cia sino las supuestas bondades de la alternativa, Esto ocurri6 con las frdgiles democracias eu- ropeas durante los afios 30, ante la seduccién que despertaba el fascismo y en América Latina, donde los regfmenes autoritarios se presentaban ofreciendo orden, progreso material y la erra- dicacién de la “politiquerfa”. Precisamente el impresionante éxito de la democracia en las tilti- ‘mas décadas del siglo XX puede explicarse por el desprestigio que las alternativas no democré- ticas lograron ganarse. 7. Transiciones a la democracia Producto de la “ola de democratizacién” (Huntington, 1991) de fines de los setenta y prin- cipios de los ochenta en el sur de Europa, América Latina, tos paises del bloque soviético e in- cluso algunos asisticos, el estudio de las iransiciones desde el autoritarismo a la democracia re- nacié para volver a ocupar un lugar importante en Ia ciencia politica. Nuevos trabajos intentaron desmenuzar los nuevos procesos de democratizacién. En este apartado se discutird sucintamen- te primero las causas que provocaron las transiciones a la democracia y luego se revisard parte de la literatura que ha analizado estos procesos. 7.4. Demoecratizacién Los factores que desembocaron en Ia instalacién de un régimen democritico fueron dife- rentes en cada una de las distintas “olas” de democracia. Como se ha sefialado, en la primera democratizacién (que se extendié desde aproximadamente ia mitad det siglo XIX hasta comien- 208 del XX) tuvieron un desempefio fundamental el desarrollo econ6mico, la industrializaci6n, laurbanizacin y el surgimiento de una clase media. En la segunda ola de democratizaci6n ape- nas terminada la Segunda Guerra Mundial, los factores militares y geopoliticos fueron la expli- cacién fundamental. Sin embargo, ésta parece ser la menos interesante en términos te6ricos de las tres olas, pues en ella, la democracia aparece como el resultado de la imposicién de los Alia- dos en los paises derrotados, Es la tercera ola, que abarca desde la revolucién portuguesa de 1974 hasta la cafda del co- 102, Politica. Cuestiones y problemas ‘munismo en Europa Oriental, la que aparece como més relevante para un andlisis te6rico. Por tuna parte, ella obedece, al menos en gran medida, a la presencia de procesos endégenos y ade- mAs, esta ola agrupa a un niimero creciente de paises con trayectorias politicas muy distintas entre sf. Algunos habfan tenido una larga experiencia democrética interrumpida s6lo una vez, como Uruguay; en otros ésta habfa sido breve, como en Espafia; otros, en cambio, habian sufri- do un ciclo inestable de democracia y autoritarismo como la Argentina; y, finalmente, un cuar- to grupo de casos nunca habfan experimentado con la democracia, como buena parte de los paf- ‘ses comunistas. De acuerdo con Huntington (1991), Ios factores que explican la democratizaci6n son: 1, los profundos problemas de legitimidad provocados por el bajo desempefio econémi- co de los regimenes autoritarios; 1a aceptacién universal de 1a democracia como un valor; el comportamiento de actores externos, como la Comunidad Europea ¢ incluso una ré- novada Iglesia cat6lica, que también contribuyeron en el cambio democritico: 4. el “efecto demostraci6n”, ayudado por la expansién de los medios de comunicacién. 2 3. La crisis de legitimidad de los regimenes autoritarios tuvo lugar cuando éstos no pudieron mostrarse como mis eficientes que la democracia para alcanzar el ansiado desarrollo econ6mi: co y Ia garantfa de bienestar a sus ciudadanos. En ello influyeron las consecuencias econ6mi cas desatadas por la Crisis del Petr6leo de 1973, ademAs de las coyunturas sociales de cada pats. Allo se puede agregar las desastrosas experiencias bélicas de casos como Grecia en 1975 y Ia Argentina en 1982. En definitiva, los autoritarismos no estaban en condiciones de explicar su raz6n de ser, io cual se expresé en crisis de legitimidad. Notese que los problemas de legitimi- dad no son un fenémeno privativo de los regimenes autoritarios, pero éstos se encuentran en peores condiciones que las democracias para resolverlos, ya que no cuentan con un sistema de elecciones peridicas que renuevan la confianza de la ciudadanfa en sus gobernanies (véase c2- pitulo 6). Todo esto en un contexto donde la democracia se transformé en un régimen indiscu- tido en cuanto a sus ventajas comparativas. En otro orden de cosas, los actores internacionales jugaron un papel activo en la tercera ola hacia la democracia. Si bien es cierto que en la segunda ola los Aliados establecieron regime- nes competitivos en Alemania, Italia y el Japén, el efecto final fue més ambiguo porque la UniGn Soviética, a su vez, instal6 regimenes no democréticos en su zona de influencia. Por otra parte, Jos mismos paises que habfan impuesto regimenes democriticos a los vencidos en la guerra, fueron fervientes impulsores de regimenes no democriticos en regiones como la latinoamerica- na, cuando éstos parecfan defender mejor sus intereses. El papel negativo desempefiado por los Estados Unidos para la demacracia latinoamericana es un hecho précticamente indiscutido en la literatura (Schoultz, 1998; Smith, 2004). En la tercera ola, sin embargo, el efecto de los ac- tores internacionales fue més directo y positivo, Los Estados Unidos cambiaron su actitud ha- cia los regimenes autoritarios. Ademés, las instituciones financieras internacionales comenza- ton a exigir apertura democratica a los pafses a cambio de paquetes de ayuda econémica. La ‘Comunidad Econémica Europea (que luego devendria en la Unién Europea) fue, también, un incentivo importante en la democratizacién de los paises del sur de Europa. B incluso la Iglesia Catética, pero s6lo en algunos pafses, tuvo un importante desempefio como opositora a las dic- taduras (como en el bloque comunista y en Chile), Por tiltimo, el efecto demostracién o “bola de nieve” es relevante ya que genera incentivos en los agentes democratizadores de algunos pafses para seguir en su bdsqueda de la apertura de! régimen. Estos incentivos son fuertes si estos actores son testigos del éxito de procesos simila- res en otros paises. En particular, este efecto es més evidente cuando un pafs de la misma regién inaugura una democracia. Por ejemplo, es indudable que para América Latina el caso espafiol tuvo una influencia importante, lo mismo ocurrié en Brasil o Uruguay, tras la elecciGn funda- cional en Argentina en 1983. En el contexto europeo, ef hecho de que la Unién Soviética “au-

También podría gustarte