Como se hizo la lluvia
Cuentan que hace mucho, muchísimo tiempo, una gota de agua se cansó de estar en el
mismo lugar, y quiso navegar por los aires como los pájaros, para conocer el mundo y
visitar otras tierras.
Tanto fue el deseo de la gotica de agua, que un día le pidió al Sol que le ayudara: “Astro
rey, ayúdame a elevarme hasta el cielo para conocer mejor el mundo”. Y así lo hizo el Sol.
Calentó la gotica con sus rayos, hasta que poco a poco, se fue convirtiendo en un vapor de
agua. Cuando se quedó como un gas, la gotica de agua se elevó al cielo lentamente.
Desde arriba, pudo ver el lugar donde vivía, incluso más allá, puedo ver otros rincones del
mundo, otros mares y otras montañas. Anduvo un tiempo la gotica de agua allá en lo alto.
Visitó lugares desconocidos, hizo amistades con los pájaros y de vez en cuando algún
viento la ponía a danzar por todo el cielo azul.
Sin embargo, a los pocos días, la gotica comenzó a sentirse sola. A pesar de contar con la
compañía de los pájaros, y la belleza de la tierra vista desde lo alto, nuestra amiga quiso que
otras goticas de agua le acompañaran en su aventura, así que decidió bajar a buscarlas y
compartir con ellas todo lo que había vivido.
“Viento, ayúdame a bajar del cielo para ir a buscar a mis amigas” Y el viento así lo hizo.
Sopló y sopló un aire frío que congeló la gotica hasta volverse más pesada que el aire, tan
pesada, que pronto comenzó a descender desde las alturas.
Al aterrizar en la tierra, lo hizo sobre un campo de trigo, donde había muchas goticas que
recién despertaban hechas rocío mañanero. “Queridas amigas, acompáñenme hasta el cielo”
gritó la gotica y todas estuvieron de acuerdo. Entonces, el Sol las elevó hasta lo alto donde
se convirtieron en una hermosa nube, pero al pasar el tiempo, las goticas quisieron bajar
nuevamente a contarles a otras goticas sobre lo que habían visto.
Y desde entonces, siempre que llueve, significa que cada gota de agua ha venido a buscar a
su amiga para jugar y bailar en el cielo.
La increíble lluvia negra
Gustavo Gruñetas nunca está contento con nada. Tenía muchos amigos y unos papás que le
querían con locura, pero él sólo se fijaba en lo que no tenía o lo que estaba mal. Si le
regalaban un coche, era demasiado grande o demasiado lento; si vistaba el zoo, volvía triste
porque no le habían dejado dar de comer a los leones, y si jugaba al fútbol con sus
amigos, protestaba porque eran muchos para un solo balón...
Pero no contaba Gustavo con Jocosilla, la nube bromista. Un día que paseaba por allí
cerca, la nube escuchó las protestas de Gustavo, y corrió a verle. Y según llegó y se puso
sobre su cabeza, comenzó a descargar una espesa lluvia negra. Era su broma favorita para
los niños gruñones.
A Gustavo aquello no le gustó nada, y protestó aún mucho más. Y se enfadó incluso más
cuando vio que daba igual a dónde fuera, porque la nube y su lluvia negra le perseguían. Y
así estuvo casi una semana, sin poder escapar de la nube, y cada vez más enfadado.
Gustavo tenía una amiguita, una niña alegre y bondadosa llamada Alegrita, que fue la única
que quiso acompañarle aquellos días, porque los demás se apartaban por miedo a mojarse y
acabar totalmente negros. Y un día que Gustavo estaba ya cansado de la nube, le dijo:
- ¿Por qué no te animas? Deberías darte cuenta de que eres el único niño que tiene una
nube para él, ¡y encima llueve agua negra! Podríamos jugar a hacer cosas divertidas con
la nube, ¿no te parece?
Como Alegrita era su única compañía, y no quería que se fuera, Gustavo aceptó de muy
mala gana. Alegrita le llevó hasta la piscina, y allí le dejó hasta que toda el agua se volvió
negra. Entonces fueron a buscar otros niños, y aprovechando que con el agua negra no se
veía nada ¡estuvieron jugando al escondite! Aún a regañadientes, Gustavo tuvo que
reconocer que había sido muy divertido, pero más divertido aún fue jugar a mojar gatos:
Gustavo corría junto a ellos, y en cuanto sentían el agua, daban unos saltos increíbles y
huían de allí a todo correr haciendo gestos divertidísimos. En muy poco tiempo, todos los
niños del pueblo estaban con Gustavo proponiendo e inventando nuevos juegos para la
nube. Y por primera vez, Gustavo empezó a ver el lado bueno de las cosas, incluso de las
que al principio parecían del todo malas.
Entonces la nube Jocosilla pensó en despedirse e ir con otros niños, pero antes de abandonar
a Gustavo, le regaló dos días enteros de lluvias de colores, con las que inventaros los juegos
más brillantes y divertidos. Y cuando desapareció, Gustavo ya no protestó; esta vez sabía
fijarse en las cosas buenas, y se alegró mucho porque por fin estaba seco y podía volver a
jugar a muchas cosas.
El creador de lluvia
Hace muchos años una terrible sequía asoló la tierra. La falta de lluvia hizo que la hierba
desapareciera, que los ríos se secaran, que los campos dejaran de producir… Algunos
jóvenes, decidieron ir a ver al creador de lluvia.
El hechicero, llevaba una extraña máscara que nunca se quitaba delante de nadie. Y con voz
grave les dijo a los muchachos: «Tenéis que construir chozas, adornar cañas con plumas de
cacatúas, deslizarlas en el estanque y hacer hogueras encima de los hormigueros».
Los jóvenes así lo hicieron. Después, el hechicero se dirigió al cielo con unos cánticos
incomprensibles. Y entonces una terrible tormenta se desató. Rayos y truenos atemorizaron
durante varios días a toda la población y… acabó la sequía.
Pero el creador de lluvia no estaba satisfecho con su hazaña y fue a visitar a otro hechicero.
Entre los dos hicieron que una gran llanura seca se transformara en un hermoso lago.
Les dijeron a los jóvenes que se pusieran a pescar. Pero éstos comenzaron a reír porque
decían que en el agua de lluvia no había peces. Los hechiceros insistieron y los jóvenes
pescaron tantos lucios, carpas y truchas que tuvieron comida para mucho tiempo.
Debemos ser positivos y pensar que nada es para siempre. ¡Ya vendrán tiempos mejores!