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Súplica Pascual de Un Docente Por Antonio Caponnetto

El poema es una súplica de un docente dirigida a Jesús, en la que expresa lo agotador que es su trabajo y pide fuerzas para continuar enseñando. Menciona las largas horas de trabajo, el cansancio físico y emocional, y cómo la mirada de Jesús lo reconforta. Finalmente, pide a Jesús ser su fuerza para seguir educando con esperanza y alegría a través de la resurrección.
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Súplica Pascual de Un Docente Por Antonio Caponnetto

El poema es una súplica de un docente dirigida a Jesús, en la que expresa lo agotador que es su trabajo y pide fuerzas para continuar enseñando. Menciona las largas horas de trabajo, el cansancio físico y emocional, y cómo la mirada de Jesús lo reconforta. Finalmente, pide a Jesús ser su fuerza para seguir educando con esperanza y alegría a través de la resurrección.
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SÚPLICA PASCUAL DE UN DOCENTE

Por Antonio Caponnetto


Cuántas horas los días se hacen arduos, se vuelven

calendarios de esfuerzos que fatigan los meses,

entonces Te contemplo con la cruz ominosa

izándote del suelo, una, dos y tres veces.

Cuántas tardes la voz se me quiebra en trajines

o las manos se cansan sujetando papeles,

de posarse en los hombros repartiendo consejos

y me alza Tu mirada de sangrantes claveles.

Cuántas aulas recorro y un alma en casa mesa

aguarda esa palabra ganada al ajetreo,

el verbo que defina, laudantemente claro,

y me siento un instante tu Simón Cireneo.

Cuántas lecciones dadas, no siempre recibidas,

libros, mapas,retratos, vestigios de las cosas

terrenas y celestes que guardan sus misterios,

me acompaña en el trance Tu Madre Dolorosa.

Cuánta niñez que llora al cruzar los umbrales,

cómo se vuelven patios de risa adolescente,

penas y sueños danzan una marcha de edades

igual que esa corona que aureolaba tu frente.


Cuántas noches en vela retocando labores,

esa cita que auxilia para lanzar la red

al corazón abierto de asombros admirables.

Me retumban tus labios gritando:¡tengo sed!

Cuántas generaciones descifrando sus signos,

camadas de recuerdos que atesoro y cosecho,

llegadas, despedidas, derrotas y victorias,

hazme lugar acaso en Tu herida en el pecho.

Dame, Señor, un cielo de pizarras y tizas

para escribir tu gloria que anonada al quebranto,

clávame a tu madero, será mi mejor clase:

la Esperanza nacida del mismo Viernes Santo.

Dame, Señor, la fuerza de los viejos pupitres,

la música concorde de la fe y la razón,

ser el lienzo que alivia tu faz atribulada

discípulo festivo de tu Resurrección.

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