Dinámica de la reconciliación/disciplina
“Debíamos una deuda multimillonaria a Dios y nos perdonó
por amor, por tanto debemos perdonar a otros cuando nos
deban una miseria”.
Es decir: Debemos recordar la enorme deuda que habíamos
contraído como pecadores contra Dios, y cómo todo fue
puesto a cuenta del Señor Jesús en el Calvario. Él pagó la
deuda de una manera plena cuando murió como nuestro
Sustituto, por eso, el mismo Señor Jesús nos enseña en la
oración modelo (Mateo 6:12) que podemos pedirle perdón a
Dios de la misma forma como nosotros también perdonamos
a otros.
No importando el lugar en que estemos, siempre hallaremos
conflictos en el trabajo, en el lugar donde estudiamos, con
algún vecino y hasta en nuestra misma casa. Aunque parezca
que en esta iglesia nunca aparecerán conflictos porque es una
iglesia amorosa, la verdad es otra, debemos estar preparados
para saber de qué forma podemos solucionarlos y llegar a
reconciliarnos. La reconciliación, es uno de los actos que más
cuesta enfrentar en la vida de las personas, pues es un cambio
de relaciones personales, entre seres humanos o entre Dios y el
hombre, por este cambio, se reemplaza un estado de
enemistad y alejamiento, por uno de paz y comunión. Dios no
solamente nos encargó su Palabra de reconciliación (2ª
Corintios 5:19) sino que también nos dio el ministerio de
reconciliación (2ª Corintios 5:18)
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Vamos a considerar, ahora, un importante principio bíblico que
proporciona una base para la esperanza, al discutir la dinámica
bíblica que lleva al cambio. El principio puede ser formulado
simplemente como sigue: los problemas interpersonales que
existen entre los cristianos tienen que ser resueltos. Quizá la
mejor manera de ejemplificar este principio es por medio de la
dinámica de la reconciliación/disciplina. Esta dinámica se
describe en (Mateo 18:15-20). La dinámica de la
reconciliación/disciplina pone fin a los cabos sueltos
en las relaciones cristianas. Es de esto que se trata; Cristo
quiere que haga precisamente esto. Una de las mayores
dificultades entre maridos y esposas, padres e hijos, y los
miembros de una congregación que tienen relaciones
interpersonales pobres, es el problema de los cabos sueltos.
Los cabos sueltos son los problemas interpersonales entre
cristianos que permanecen sin resolver.
Los problemas entre cristianos no deberían seguir sin ser
resueltos. Cuando se les permite que sigan, se socava la fuerza
de la congregación y los miembros trabajan anulando los unos
lo que hacen los otros, incluso sin querer. Los problemas no
resueltos causan daño a todos y deshonran el nombre de
Cristo. No hay lugar, pues, para estos cabos sueltos en la Iglesia.
Dios no puede permitirlo; al contrario, insiste que se resuelvan
todas las dificultades personales que aparezcan. Lo que se
interpone entre los cristianos debe ser quitado.
Toda diferencia tiene que ser aclarada por medio de la
reconciliación. Y para este propósito, Dios con su gracia ha
provisto un método por medio del cual puede realizarse.
Dinámica de la reconciliación/disciplina
Textos Base: (Mateo 5:23-24) (Mateo 18:15-20)
En Mateo 5:23-24 Cristo dice, si estás presentando una
ofrenda
sobre el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo
contra ti (o lo piensa) deja allí tu ofrenda delante del altar, y
anda, reconcíliate con tu hermano.
Note lo que sigue diciendo el Señor Jesús ( Y entonces , «en
aquel momento»; y no antes), vuelve y presenta tu ofrenda.
Estas palabras indican claramente que es urgente que tenga el
primer lugar la reconciliación. Dios dice «ve primero, o antes».
Realmente, en el ejemplo de Cristo, la reconciliación precede a
la adoración. Sin duda, ésta es una de las características
destacadas en el ejemplo escogido; al usar un contraste tan
franco como el de adoración frente a reconciliación, intenta
subrayar la importancia y prioridad de la reconciliación. Las
relaciones no reconciliadas, por tanto, constituyen una
prioridad de urgencia, que no puede ser solventadas de modo
casual, o sea cuando uno tenga la oportunidad.
De todas formas, la Palabra de Dios nos instruye en Romanos
12:18 lo siguiente: “Si es posible, cuanto dependa de vosotros,
estad en paz con todos los hombres” (alguien que quiera
explicar este versículo con sus propias palabras)
En Mateo 5:23 dice “Si tu hermano tiene algo contra ti”
(puede ser que usted siente de alguna forma que tu hermano
en Cristo está indispuesto con usted)
En Mateo 18:15, se considera el otro lado de la cuestión: si tu
hermano Peca contra ti (seguridad que ha hecho algo contra tí),
tú tienes que ir. Es siempre tu obligación el hacer el primer
movimiento; no puedes nunca decir: «¡Es él quien debería
haber venido!» Jesús no nos da lugar para esto. Tanto si tú le
has hecho algo a Él, como si Él te ha hecho algo a ti, en todo
caso (Mateo 5 y Mateo 18), tú tienes que ir. Cristo no deja
agujeros o escapatorias; Él tapa todas las salidas que tiene el
ser humano para evadir su responsabilidad.
Imagina que dos hermanos han tenido una desavenencia, y se
marchan encolerizados. Cuando se calman, el ideal sería que los
dos fueran el uno hacia el otro para hacer la reconciliación.
Cristo dice que los dos tienen que buscar la reconciliación, no
importa quién tuviera la culpa.
Los tres pasos
La reconciliación, pues, es la respuesta a los cabos sueltos en
los problemas interpersonales entre los cristianos. Pero, ¿qué
sucede si uno de los dos se niega a la reconciliación? Cristo
advierte esta posibilidad en Mateo 18. Primero, un hermano o
hermana debe ir en privado en un intento de ponerse de
acuerdo (lo cual puede significar más de una visita; tiene que
hacer todos los intentos posibles). No es simplemente que ya
hice un intento y ya cumplí, la idea es tener el deseo de llegar a
una reconciliación.
Pero, si agota este medio, si prueba una y otra vez, pero no
sirve de nada, porque el otro se niega obstinadamente a
reconciliarse, entonces tiene que dar un segundo paso. Jesús
dice que en una situación así tiene que tomar consigo a otros
dos y procurar la reconciliación otra vez. Estos otros pasan a ser
árbitros o consejeros, que tratan de persuadir al hermano a que
se reconcilie. Participan en el asunto y procuran la avenencia
de las dos partes, ayudándoles a enderezar la relación y si es
posible ayudar a conseguir una solución al problema (o
problemas) que ha dado lugar a la separación. Éstos deben
también esforzarse (quizás haciendo varias visitas si es
necesario), hasta que han conseguido la reconciliación o están
convencidos de que han hecho todo lo posible para
conseguirla, sin resultado. No tienen nada más que hacer, si
han fallado, que pasar a ser testigos, y todo el asunto ha de ser
traído oficialmente delante de la Iglesia (representada por los
ancianos); ahora, oficialmente (es decir, por medio de las
personas responsables actuando en la presencia y con la
autoridad del Cristo), buscan la reconciliación. Pero si los
ancianos también fallan (después de agotar todos los medios),
el miembro tiene que ser solemnemente expulsado de la
iglesia.
En este punto el asunto ha avanzado desde la reconciliación
a la disciplina formal. Pero incluso la disciplina, nótese bien,
tiene la vista puesta en la reconciliación. La excomunicación no
es un fin en sí mismo, pero, por lo menos de modo temporal,
resuelve el asunto. Es de esperar, que este acto serio en sí
pueda llevar al ofensor al arrepentimiento. Si el hermano o
hermana de que trata no quiere oír a la Iglesia, pasa a ser un
gentil y un publicano (esto es, queda fuera de la Iglesia,
expuesto al maltrato del maligno). Cuando ha pasado a ser
como un gentil y un publicano, incluso entonces los miembros
de la Iglesia han de procurar aconsejarle con miras a restaurarle
por medio del arrepentimiento. Los comentarios de Pablo a
propósito de la disciplina de la Iglesia en (1.a Timoteo 1:20) ;
(2.a Tesalonicenses 3:14, 15); (1.a Corintios 5:5, 9, 11);
(2.a Corintios 2:5-8), son claros sobre este asunto.
La reconciliación nos lleva a una nueva relación
Cuando Dios perdona a un pecador arrepentido, nunca deja las
cosas allí. El perdón no sólo marca un final, es un cambio de
rumbo, que también constituye el comienzo de algo nuevo. El
verdadero arrepentimiento va a dar «fruto» apropiado al
mismo.
Este fruto siempre implica cambio. El cambio en las relaciones
humanas no sólo lleva a abandonar los viejos caminos o
métodos, sino también el establecimiento de una nueva
relación. La nueva relación puede desarrollarse como resultado
de la petición (u oferta) de ayuda después de la concesión del
perdón (ver Efesios 4:28, 29).
Si no se establece una nueva relación basada en un
cambio y ayuda bíblicos, entonces es probable que uno o más
de los afectados vuelva a sus antiguos métodos o caminos. Si es
así, se desarrollará una nueva condición de falta de
reconciliación. El viejo problema nunca se resuelve realmente,
sino que pasa a ser la razón para una confrontación continua y
repetida, a base de confesión y perdón.
La respuesta a este problema se centra y se encuentra en el
interés de los dos en dar pasos inmediatamente para establecer
una nueva relación bíblica, el ofensor y el ofendido, una vez ha
sido concedido el perdón.
Perdonar y olvidar
18.21–35 EL CARÁCTER DEL Perdón en Las palabras
preliminares de Jesús hacen especialmente crucial esta
parábola del acerca del siervo que no perdonó (vídeo que
presenté al inicio). Se ofrece una juiciosa advertencia contra la
tendencia humana de olvidar el don de la gracia de Dios de
perdonar y contra la inclinación del alma de cultivar una
actitud renuente al perdón.
1) Jesús demostró cómo la actitud de no perdonar puede
limitar lo que Dios haría en otros.
(Nótese: El consiervo encarcelado está todavía en prisión al
final de la historia, lo cual revela cómo una actitud
intransigente puede «atar» a una persona a circunstancias
indeseables y perpetuar un problema.)
2) Jesús enseña cómo el espíritu de no perdonar (los
torturadores, literalmente «cobradores de impuestos»)
exige un precio a nuestros cuerpos, mentes y emociones.
Finalmente, a todos los creyentes el Señor Jesús les
instruye, es decir, les ordena mantener un corazón
perdonador hacia todas las otras personas.
3) Los privilegios del cristiano y la autoridad de la Iglesia no
deben de ser mal manejados. El no perdonar es
potencialmente peligroso para cualquiera de nosotros.
Con frecuencia se cita a Mateo 18.18 para aseverar la
autoridad de la Iglesia. Pero el poder de «atar y desatar» se
revela de inmediato como algo de mucho riesgo, si la
intransigencia a la hora de perdonar se mantiene.
Ahora bien, cuando uno ha perdonado a otro, puede haber un
cambio completo en la relación que sigue. Este cambio, no
significa que cada uno ha de olvidar el pasado inmediatamente.
Esto no es lo que mandan las Escrituras. El perdón no es un
tratamiento con electroshocks, que borra la memoria del
pasado reciente. Hay ocasiones en que puede continuar
habiendo temor que se cometa la misma transgresión otra vez.
Es comprensible y natural que la parte ofendida se sienta algo
recelosa durante un tiempo. Sin embargo, bajo las condiciones
apropiadas, (incluso en ofensas graves de tipo perturbador) el
perdonar va a ser el camino más rápido para la reconciliación y
la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento.
Si el perdonar no va seguido después de un tiempo de olvidar,
se tiene que buscar ayuda de un consejero para buscar la razón
de ello.
El perdonar significa que no se va a continuar pensando en el
pecado que ha sido perdonado.
El perdón no significa de modo necesario el olvido inmediato,
es verdad, pero implica un comprometerse a no volver a
remover la cosa otra vez.
El perdón bíblico implica también la promesa de evitar el tener
la ofensa pendiente sobre la cabeza del ofensor, la promesa de
no hablar de ello a nadie, y la promesa de no cavilar sobre
ella.
Cuando uno procura evitar estas prácticas de modo consciente
y en oración, descubre que es capaz de olvidar.
En realidad, no hay otra manera de olvidar.
El conceder el perdón, pues, no produce un olvido instantáneo,
pero implica la promesa de adoptar actitudes y prácticas que
llevan al olvido.
Por otra parte, el olvidar es facilitado, no sólo por los actos y
actitudes del ofendido, sino también por la buena voluntad por
las dos partes (y en particular el deseo demostrado por el
ofensor) de establecer una nueva relación (bíblica) que impida
la misma clase de ofensa en el futuro.
Por parte del ofensor perdonado esta buena voluntad suele
tomar la forma de procurar ayuda del que ha sido ofendido. En
cuanto al ofendido, debe haber la buena voluntad de obrar
de modo que se establezca esta nueva relación, y se ofrezca
esta clase de ayuda.
Cuando el compadecerse a uno mismo prevalece, no puede
aparecer esta nueva relación. Cuando no se procura ayuda para
el cambio, y se permite que los antiguos estilos y las antiguas
relaciones continúen, los dos están preparando el terreno para
que ocurra de nuevo la ofensa.
El esfuerzo mutuo para descubrir y resolver los asuntos
pendientes a la manera de Dios tiene que ser estimulado por
parte del consejero. La única manera de fraguar una nueva
relación que permita a los dos perdonar y olvidar las pasadas
ofensas y evitar o resolver nuevos fallos es alcanzada por medio
de este esfuerzo.
Conclusión
Cuantos hermanos dicen: “He hecho todo lo posible para
reconciliarme con mi hermano pero no he tenido resultados
positivos”. La pregunta que cabe aquí es:
¿Ha dado el segundo paso? El proceso que la reconciliación que
dice en Mateo 18 es muy claro. La dinámica de la
reconciliación/disciplina ofrece esperanza. Dios no nos ha
dejado indefensos. Hay un método bíblico para tratar los
problemas entre cristianos, ¡todos los problemas! La dinámica
de la reconciliación/disciplina es el motivo bíblico básico contra
el cual hemos de vivir nuestras vidas día tras día, como
pecadores que, excepto por la gracia de Dios, seguiríamos
obrando mal los unos con respecto a los otros.