La Constitución de 1834
A Víctor García Toma.
                                                                         “...la nota predominante de la Constitución
                                                                      que examinamos es su espíritu antimilitarista.”
                                                                                     Manuel Vicente Villarán, 1934.
Por: Fernán Altuve-Febres Lores
Al analizarse la Constitución de 1834 ha sido común, entre juristas e historiadores, considerarla como una
repetición, copia o replica de aquella de 1828. Contrariamente a esta opinión, que ya se encontraba en las
Cuestiones Constitucionales (1854) de Toribio Pacheco, nosotros apreciamos en aquella Ley Fundamental un
instrumento que, si bien mantiene muchos artículos de su presedesora, introduce variantes que han resultado de
enorme importancia para modelar el carácter constitucional de la Republica. De ahí que demos relevancia ha un
tiempo y a un texto interesante para nuestra historia.
I       La Convención Nacional
En el año de 1833 el gobierno de Don Agustin Gamarra anuncio que reuniria una Convencion Nacional en
cumplimiento del articulo 177 de la constitución de 1828 que estipulaba que después de estar una vigencia de
cinco años, es decir:
                “ En julio del año de mil ochocientos y treinta y tres se reunirá una Convención Nacional ,
                autorizada para examinar y reformar en todo o en parte esta Constitución”
                (Ugarte:1978.p,251)
Las Juntas Preparatorias se instalaron el día 2 de Julio de 1833 pero la instalación de la flamante Convención
Nacional ante el Presidente encargado Braulio del Camporredondo, se demoro hasta el 12 de Septiembre a fin
de completar el quorum debido a los retrasos de algunos representantes. Primero Se aprobó el Reglamento y
seguidamente se eligió a Francisco de Paula Gonzales Vigil (1792-1875) para la primera presidencia de duración
mensual.
El 18 de septiembre se conformo la comisión constitucional de ocho miembros; Tomás Dieguez, Jose Freyre,
Tomás Rodríguez, Rafael Ramírez de Arellano, Juan Ignacio Garcia, Juan B. Mejia, Mariano Escobedo y Jose
Luis Gomez Sánchez.
En las discusiones iniciales estuvieron presentes los aportes de Manuel Lorenzo de Vidaurre (1773-1841) quién
como Presidente de la Corte Suprema había enviado un proyecto de reforma en lo referente a la judicatura donde
adecuaba todas las instancias al principio “el poder emana del pueblo”1 mientras que a titulo personal había
escrito unas reflexiones tituladas “Artículos Constitucionales que son de adicionarse a la Carta para afianzar
nuestra libertad política”.
Pero los debates fueron breves y la labor de la comisión transcurrió sin mayores avances hasta el mes de
noviembre. Santiago Tavara (1790-1874) nos cuenta lo que aconteció a partir de entonces:
                “El señor Luna se presento el 13 en la comisión, represento a sus miembros la necesidad de
                obrar antes que llegara la crisis del 19 de Diciembre, lo que no podía conseguirse procediendo
                en sus trabajos con la lentitud consiguiente a la discusión suelta que había sido aceptada.
                Presentó su proyecto; que se llamo Proyecto traído de Arequipa en la petaca; fue aceptado, se
1 Proyecto de Reforma de la Constitución peruana en cuanto al Poder Judicial , de orden de la Excelentísima Corte
Suprema de Justicia para presentarlo a la Convención Nacional. Lima, 1833
                 adicionó, corrigió y modificó en pocos días, y presentado a la asamblea principio a discutirse
                 el día 9 de Diciembre” (Tavara:1951, p.125)2
La crisis que en ese entonces preveía Luna Pizarro para el 19 de diciembre de 1833, día en que expiraba el
periodo de cuatro años del General Gamarra, tenia su origen en las elecciones presidenciales convocadas para
ese año se fustraron3 y no sabiase a ciencia cierta como iba a realizarse la sucesión presidencial.
El preludio de esta crisis estuvo marcado por una intensa discusión realizada en todos los círculos académicos,
políticos, parlamentarios y periodísticos. El tema era definir los limites y alcances de los poderes de la
Convención Nacional, por eso la polémica verso sobre la naturaleza del poder constituyente y si este, en palabras
de hoy, era originario del pueblo o derivado de la legalidad precedente. La idea generalizada era que la Carta
de 1828 había buscado ensayar el modelo de una revisión ad hoc de la Constitución mediante un cuerpo que
detentase un poder constituyente limitado exclusivamente a este fin mientras se mantenían vigentes los órganos
y cuerpos del poder constituido.
El diario conservador La Verdad, en su Nº 69, correspondiente al 2 de octubre de 1833, defendía esta ultima
tesis diciendo:
                 “La Convención no es un cuerpo legislativo, no es un congreso, no vota contribuciones, no
                 sanciona leyes, en fin no es más que una academia científica erigida para discutir las
                 enmiendas de que pueda ser suceptible el pacto fundamental del Perú” (Tavara:1951, p.123)
Ahora bien, independientemente de la voluntad de los constituyentes de 1828, fue el enrarecido y polarizado
proceso político el que de hecho sentó el precedente constitucional que determino la supremacía del pouvoir
constutuant sobre el pouvoir constitués. Benito Laso (1783-1862) resumió en un discurso (28-VI-1834) la
gestación de este antecedente diciendo:
                 “El congreso Constitucional, único al que era dado conceder facultades extraordinarias, se
                 hallaba en receso (...) y como la Convención Nacional era la única Representación Nacional
                 legislativa, existente el único cuerpo deliberante, a nombre de la nación entera se arrogo y
                 debió arrogarse esas facultades que no le estaba detalladas. Así es que, en virtud de la misión
                 Constitucional de los representantes en la Convención, nunca han podido ejercer otros actos
                 que los que la Carta les señalo; y si los han ejercido, han sido solo en observancia de la
                 imperiosisima ley de la necesidad sola, pues, una ley mas imperiosa que la Carta misma, fue la
                 que autorizo a la Convención para nombrar Presidente provisorio y darle facultades
                 extraordinarias” (Basadre:1983. T.II, p. 4)
Así en fue como en la historia constitucional peruana quedo desechado el modelo de revisión constitucional ad
hoc y se entendió que el poder constituyente, concebido por Emmanuel Sieyés (1748-1836), no estaba vinculado
a formas jurídicas y procedimientos preexistentes, es decir, que cuando actúa siempre esta en “estado de
naturaleza” y por ello la reforma de las leyes constitucionales no es una función normal del Estado sino una
facultad extraordinaria.
De lo expuesto se entiende como la opinión general fue aceptando lentamente que la Convención nombrara a un
Presidente Provisorio que realizase nuevas elecciones, más aún cuando Gamarra se negó a la prorroga que sus
partidarios le pedían, declinando toda aspiración a favor de su Ministro de Guerra, Pedro Bermúdez.
2 El 2 de Diciembre de 1833, Luna Pizarro escribió a Nieto sus impresiones sobre la propuesta ya discutida: “Mañana
puede estar impreso el proyecto de constitución, qe. remitiré por el correo. No ha agradado a ningún partido. Los unos
dicen qe. se autoriza mucho al Ejecutivo- los otros qe. se le ponen demasiadas trabas. Estando exaltados los ánimos de
unos y otros, me parece que tal vez es lo menos malo qe. sea posible hacer, puesto qe. guarda un medio y no cae en
extremos” (Tauro:1959. p,68)
3 En estas elecciones frustradas Riva Aguero salio vencedor en Lima con 174 sobre 165 votos (Ravago: 1959,p.75).
El desprendido gesto de Gamarra y tendía a apaciguar los ánimos en una momento en que abundaban los
ataques provocadores de los liberales4 y en que no se podía negar que su gestión administrativa había dado
resultados muy positivos, razón por la que existían decididos partidarios del cesarismo militar y de lo que este
significaba como gobierno de orden. En 1833 el diario La Verdad presentaba la siguiente reflexión:
                 “El cabo, el sargento, el capitán, el coronel son verdaderos administradores de las masas
                 respectivas que corren a su cargo. El espíritu de orden, de regularidad, de responsabilidad, de
                 subordinación empiezan de ese modo a impregnarse en su conducta (...) De ahí sin duda el
                 fenómeno que presenta la historia, hasta de las republicas: los mejores gobernantes han sido
                 militares...”(Villaran :1962,p.65)
En este contexto se desenvolvieron una dramática serie de hechos que desembocaron en una durísima guerra
civil. El primer acto de esta trama lo interpreto Francisco Xavier de Luna Pizarro (1780-1855), líder de la
mayoría liberal en la Constituyente, quien había asegurado al Presidente Gamarra y a sus aliados conservadores
o “persas”, que eran fuertes en las cámaras constituidas, que no debían temer a la elección hecha por los
convencionales puesto que no tendría inconveniente en elegir al General Pedro Bermúdez quién había sido
Edecán del Mariscal La Mar y cercano al partido liberal.
Ricardo Palma (1833-1919) en su tradición titulada Seis por Seis rememora los sucesos de aquella época donde
se destacaba la esposa del Presidente, Doña Francisca Zubiaga de Gamarra y nos narra que:
                 “Dona Francisca manejaba los bártulos, y con tanta destreza, que el partido de la oposición
                 casi pierde la esperanza de sacar triunfal a su candidato, que era el general Orbegoso.
                 Ochenta y cinco diputados formaban la convención, y dona Francisca decía sin embargo que
                 contaba con cuarenta votos de barreta, o sea representantes palaciegos, a quienes ella daba la
                 consigna u orden del día, amen de los diputados cubileteros, que no bajaban de doce”.( Palma
                 :1964, p.1057)
Pero lo cierto era que una vez aceptado que la elección la realizase la Convención se había hecho viable el plan
secreto de los liberales y sus aliados los seguidores del Mariscal Riva Agüero, los llamados “copetudos” 5, que
no querían elegir al General Bermúdez sino a uno de los suyos, y de la misma forma sorpresiva en que termina
la tradición de Palma, fue elegido el General Luis José de Orbegoso para sorpresa de todos. La intempestiva
elección había roto la tregua tácita entre los partidos, de la misma forma como en 1827 los liberales habían
elegido intempestivamente a La Mar en 1827.Era la declaratoria de guerra.
Inmediatamente se inicio un segundo acto protagonizado por el general Pedro Bermúdez con el apoyo del
General Gamarra, Doña Francisca y sus partidarios quienes dieron un pronunciamiento el 4 de Enero de 1834.
Pero este fracaso en su intento de capturar al Presidente Orbegoso quien se refugio en las fortalezas del Callao
con la Convención que ahí celebro tres sesiones. Frustrado el golpe en Lima se produjo un motín en la ciudad
con la ayuda de colonos franceses6 que determino a Bermúdez y sus seguidores a retirarse a las provincias del
interior que se habían manifestado mayoritariamente contra los liberales.
Desencadenada la contienda civil, Orbegoso pudo regresar a Lima (29-I-1834) y pasado unos seis meses se
interno con sus tropas “cívicas” en el valle del Mantaro para encontrárse con el Ejercito del general Bermúdez,
como asi ocurrió en el campo de Huaylacucho (17-IV-1834). Después de esta grave derrota el General Orbegoso
tuvo que retirarse a Lima por la vía de Jauja.
4 Cristobal Aljovin identifica estos ataques en los diarios El Globo (febrero,1833) y El Telégrafo (octubre, 1833)
5 Manuel Telleria presidente del Senado constituido y a quien le hubiera correspondido remplazar interinamente al
Presidente por mandato del articulo 83 de la Constitución de 1828 se presento en la convención y ante los asistentes
renuncio públicamente a ejercer dicha función acatando la decisión esta asamblea. Telleria era desidido partidario del
Mariscal Riva Agüero.
6 Heinrich Witt observo durante aquellos días como los pobladores de Lima eran“...incitados y ayudados por franceses que
no habían olvidado la revolución de julio de 1830, abriendo fuego sobre las tropas de palacio.’ (Witt:1998. T.I,p.327)
En este momento se produjo un tercer e inesperado acto que decidió el desenlace final del conflicto. En el
campamento del Ejercito victorioso, en la misma noche del triunfo, sucedio una deleznable traición por parte de
algunos oficiales encabezados por José Rufino Echenique quienes depusieron del mando a Bermúdez y
acordaron entregar el ejercito vencedor a los derrotados. El 24 de abril de 1834 ambas fuerzas de encontraron en
una localidad cerca de Jauja y se estrecharon en esa representación que la historia conoce como el Abrazo de
Maquinguayo.
El 3 de Mayo Orbegoso entro triunfante a Lima sin haber ganado una sola batalla, lo acompañaba el Mariscal
Riva Agüero cuyo partido poderoso en la capital había sostenido a los liberales durante la guerra civil. Se
iniciaba entonces la “purificación” entre los oficiales de las fuerzas armadas y una intensa persecución contra los
personajes y símbolos del régimen derrotado. El teatro, la prensa y los salones denigraron a todo lo que
identificaban con lo “militar” adjudicándole responsabilidad de todos los males, mientras el partido “persa” y
sus hombres eran proscritos. En este entonces tuvieron que exiliarse dos de las figuras mas interesantes de la
historia republicana y a quienes la muerte no les permitiría volver a ver su tierra: José Maria Pando (1787-
1840) de quien una vez se dijo que fue el mayor talento del Perú y la formidable Doña Francisca de Gamarra,
La Mariscala, a quien Abraham Valdelomar evoco diciendo:
                “gobernó a hombres, condujo a ejércitos, sembró odios, cautivo corazones; fue soldado audaz,
                cristiana fervorosa; estoica en el dolor, generosa en el triunfo, temeraria en la lucha. Amo la
                gloria, consiguió el poder, vivió en la holgura, velo en la tienda, brillo en el palacio y murió en
                el destierro” (Valdelomar; 2001.T1.p,371)
II      La constitucion “civica”
En el contexto de la guerra civil de 1834 se difundio un liberalismo romántico similar al que recorrió Europa
poco tiempo antes durante la revolucion llamada de las tres gloriosas y por eso una vez terminada la
confrontacion, se sintio que en esta etapa precisa de nuestra historia habia llegado el momento de construir una
ilusoria sociedad civil ajena a todas las ideas, símbolos e instituciones que encarnaban el principio de autoridad.
Así este sentimiento de “civismo” reforzó el credo liberal de los diputados de la Convención y dio como
resultado la Constitución de 1834.
Ahora bien, hasta antes del estallido de la Guerra Civil el tema de mayor relevancia que trato la Convención, se
referia a la reunión entre el Perú y el otrora Alto Perú y que era visto como una especie de “federalismo” por los
liberales. Este se distinguía del fusionismo de carácter mas conservador y que aspiraba a reunir al Perú y Bolivia
en una sola Republica.
El polémico tema que tantas rebeliones había generado durante el gobierno de Gamarra, especialmente en los
departamentos del sur, se encontraba vedado por la Constitución de 1828 (Art. 2) que disponía que: “La Nación
Peruana es para siempre libre e independiente de toda potencia extranjera [ y no] admitirá con otro estado
unión o federación que se oponga a su independencia”. Por ello, durante las discusiones del nuevo texto
fundamental se introdujo sigilosamente una novedad, como nos cuenta Santiago Tavara en su Historia de los
Partidos (1862):
                “Al discutirse el articulo primero del proyecto, correspondiente al segundo de la Constitución
                de 1828, algún diputado noto que se había suprimido el tercer miembro de dicho articulo,
                relativo a la prohibición de “ admitir con otro Estado, , pacto de unión o federación que se
                opusiera a la independencia”.Objeción este siendo algunos diputados y entonces el señor
                Luna dejo la silla presidencial, subió a la tribuna e hizo una animada peroración, postulando
                el derecho de la nación para constituirse de la manera que quisiera y le conviniera, cuando ya
                no le conviene lo presente, sin mas condición que la de consultar por medios genuinos su
                verdadera voluntad. Iba a continuarla, entrando en las ventajas de la federación, cuando, sus
                 amigos que estábamos en el secreto, le llamamos la atención con ademanes expresivos, los
                 comprendo, ceso y bajo a ocupar su asiento’(Tavara:1951,p. 125)
Fue por esta razón que la futura Confederación Perú-Boliviana se pudo construirse al amparo del orden
constitucional de la carta de 1834 y, mas aun, ella sirvo de constitución supletoria para los Estados Nor-Peruano
y Sur-Peruano en todo aquello que las Leyes Fundamentales acordadas por las asambleas de Sicuani y Huara no
hubiesen prescrito.
Ahora bien, mientras se proponía esta especie de “federalismo” hacia el exterior, análogo al asociacionismo
romano o foederis, en el interior se postulaba la consolidación del Estado unitario mediante la cancelación de las
Juntas Departamentales que hasta ese entonces habían servido como sucedáneos de las aspiraciones federalista
de los liberales peruanos. De aquí se entiende que el 18 de noviembre de 1833 Luna Pizarro escribiese a
Domingo Nieto diciéndole:
                 ”Las juntas departamentales concluyeron su carrera: es muy pronunciada la opinión contra su
                 permanencia. Se ha discurrido poner municipalidades en las capitales de departamento y de
                 provincia revestidas de regulares atribuciones Si luego la ley respectiva gira sobre la base de
                 que no sean municipales sino propietarios de tanta cantidad puede que peguen mejor estas
                 corporaciones que no las juntas” (Tauro:1959, p.65) 7
También nos cuenta Santiago Tavara 8 que el debate mas encendido verso sobre la propuesta de homologar las
funciones de las cámaras. Ello genero muchas discusiones y termino introduciendo por primera vez en nuestra
historia la confusa exigencia de que ambas cámaras sesionen reunidas en un solo cuerpo a fin de tratar
determinados asuntos (Art.42).
El fin que se aprecia con mayor nitidez es el fortalecimiento del Congreso para volver ha convertirlo en el centro
del diseño constitucional como había ocurrido la constitución de 1823. Entre las variaciones del Legislativo se
destacan esta la reducción de la edad mínima para ser diputado de 26 a 25 anos (Art.19, inc. 2), el aumento del
numero de senadores de 3 a 5 por cada departamento (Art.25), la inmunidad penal y civil de todos los
representantes (Art.46) y la renovación parlamentaria por mitad cada dos anos.
Para lograr esto era menester debilitar la Presidencia de la Republica que era el eje orgánico de la carta de 1828
a pesar de algunas deficiencias. En Consecuencia se prohibió la reelección inmediata y se flexibilizo el derecho
de veto sobre las leyes permitiendo que la insistencia del parlamento no requiera una mayoría calificada de dos
tercios.
En cuanto a la Vicepresidencia que su abolición estuvo vinculada al desprestigio que la institucion tuvo en
tiempos del General La Fuente, concluyéndose que era mejor la experiencia incidental que establecieron los
tres Presidentes del Senado que se encargaron del mando entre 1831-33.9 . No es extrano entonces que se
dispusiese que corresponderia al Presidente del Consejo de Estado encargarse interinamente el poder ejecutivo.
Otra de las formas de mediatizar la acción del Ejecutivo fue el robustecimiento del Consejo de Estado, hasta
entonces una comisión permanente de 10 senadores. La reforma de este cuerpo en cuanto a sus atribuciones
permitio que fuese un verdadero poder moderador, en tanto que su composición se aumento con dos integrantes
por departamento y se amplio permitio que hubieran miembros que no fueran parlamentarios.
Es importante aquí señalar que silenciosamente se introdujo en este texto la segunda institución del régimen
parlamentario que nuestra tradición constitución ha incorporado después del refrendo ministerial, y es la
asistencia de los ministros a los debates de las cámaras como estipulaba el articulo 92:
7 . En concordancia con el Art 137 de la constitución la primera ley de municipalidades fue sancionada en 1834. A ella
siguieron las leyes de 1853, 1856, 1861, 1873, 1892, 1945/46, 1963, 1978 y 1983.
8 Tavara, Santiago. Historia de los Partidos. Lima, 1952. p.128
9 Andres Reyes, Braulio del Campo Redondo y Manuel Telleria.
                  “Los Ministros de Estado pueden concurrir a los debates de cualquiera de las cámaras, y se
                  retiraran antes de al votación” (Ugarte:1978,p.273)10
En este sentido los artículos 89, 90 y 91 crearon un importante mecanismo de comunicación entre los poderes al
preceptuar la obligación de los Ministros de presentar “una memoria del estado de su respectivo ramo” al
abrirse las sesiones del Congreso. Esta disposición se mantuvo en todas los textos constitucionales hasta el de
1933.
Por otra parte el sistema de acusaciones constitucionales fue generalizado permitiéndose que cualquier
ciudadano pudiese interponer acusaciones contra los ministros (Art. 95) para lo cual poco tiempo después se
sanciono una draconiana ley de responsabilidad de la función publica (20-VI-1834) que puso en jaque a los
funcionarios mientras ejercian sus atribuciones.
En lo que se refiere al poder judicial se aprecia la influencia del informe de Vidaurre. El objeto de la
modificación era acercar el modelo de la justicia peruana al modelo norteamericano, por eso se separa
claramente a los fiscales que dependerían del ejecutivo como los Attorneys de las instancias jurisdiccionales que
dependerían de la soberanía popular. Al respecto Manuel Vicente Villaran observa que:
                  “Se privo al Ejecutivo de toda ingerencia en el nombramiento de vocales de la Corte Suprema
                  y de las Cortes Superiores y de jueces de primera instancia. Solo se le concedió la facultad de
                  nombrar fiscales” (Villaran:1962 p.63)
Pero el problema de esta construcción se presentaba porque a diferencia del modelo anglosajón las magistraturas
no podían hacerse electivas y entonces equipararon la elección directa del pueblo con una designacion indirecta
a traves de las cámaras. Por este motivo la Constitucion estipulo que los jueces de primera instancia fueran
escogidos por los diputados (Art.24), los vocales superiores por los senadores (Art. 32) y los vocales supremos
por ambas cámaras reunidas en Congreso (Art.51, inc.26), todo lo cual resultaba en una politización exagerada
de la justicia que pasaba a depender de las mayorías partidistas.
En este orden de cosas también se crea, bajo inspiración de Vidaurre, un Consejo Supremo de Guerra con
vocales y “un fiscal” nombrados por el Congreso (Art. 110) para tratar las causas militares.
Otro punto donde se puede apreciar la gran influencia de Vidaurre es en la importancia que los constituyentes
dan al proceso de codificación del cual era adalid el primer presidente de la Corte Suprema, por lo que se
considera a la legislación entonces vigente que en su mayoria el derecho indiano como provisional tal como lo
dispone el articulo 177 disponga que : “Todas las leyes que no se opongan a esta Constitución, quedan vigentes
hasta que se publiquen los Códigos de Legislación”(Ugarte: 1978, p.283)
Ideologicamente la Constitución de 1834 fue el resultado de dos defectos uno de la razón y otro del
sentimiento, uno a favor de la discusión y otro en contra de la decisión. El primero pensando que todo los
problemas se solucionan con una deliberación ad infinitum y el segundo sintiendo que a quien tiene que decidir
es enemigo del dialogo, cuando en realidad una decisión es el resultado inexorable de toda discusión.
De aquí las dos actitudes claramente marcadas de los constituyentes, una en pro de los ciudadanos y otra en
contra de los soldados. Asi, embargados de un espíritu “cívico”, y después de definir restrictivamente la
nacionalidad11, ampliaron el catalogo de derechos entre los cuales se destaca la prohibicion de extranamiento
del pais como clara reaccion a las deportaciones ocurridas durante el gobierno de Gamarra indicando el articulo
10 Este articulo tenia como antecedente uno similar contenido en el reglamento del Congreso de 1822.
11 José Pareja Paz Soldan dice que la constitución reacciono contra la prodigalidad en que se había incurrido al otorgar la
nacionalidad peruana a los extranjeros limitándola a los nacidos en el territorio nacional, en el extranjero con algún padre
peruano, a los casados con peruanos o a los que sirvieron a la Republica. Esta mayor conciencia de la nacionalidad será mas
clara en 1839 (Pareja:1981,p.64)
149 que: “Ningún peruano puede ser expatriado sin previa condena judicial, ni obligado a mudar de domicilio
sin ella” (Ugarte: 1978,p.280)
Pero la gran paradoja en relación a este avanzado postulado es que el liberal gobierno compuesto por los
partidarios de la inclusión de este precepto en la Constitución decretó (6-VI-1834) el destierro del Obispo de
Arequipa, Jose Sebastian de Goyeneche, señalando Basadre que la “...orden vino dentro del termino de cuatro
días si en el plazo de cuatro horas no pagaba cien mil pesos oro” (Basadre: 1983, T.II, p.22)
Ante el extorsionador mandato se produjo una aguda polémica (28-VI-1834) en la Convención Nacional donde
Benito Laso “un partidario moderado de la autoridad”, según decía Felix Denegri Luna, ataco lo arbitrario e
ilegal de la medida gubernamental mientras que los paladines de las libertades, Francisco de Paula Vigil y
Francisco Xavier Mariategui, argumentaba insistentemente en favor del cumplimiento de la orden oficial.
Pero el tema no pudo prosperar, y no por falta de voluntad política, sino gracias al pueblo llano y su sentido
común que dieron su veredicto a favor del Obispo, quien en una dirigida carta al Papa (7-X-1834) le relataba
que:
                “En la tarde del 26 de junio, apenas se divulgo en la población la noticia de que se iba a
                desterrar a su Prelado con sus inocentes hermanos solo por no poder pagar la enorme
                cantidad de oro pretendida, los feligreses de toda edad, sexo y condición se levantaron,
                llenando las plazas publicas, llorando y dando voces de estar listos a morir antes de que se
                realizara tan sacrílego crimen contra su pastor. Entre tanto creímos oportuno dejar el palacio
                episcopal y ocultarnos por pocos días, para que por nuestra causa no se derramara una gota
                de sangre.(...) Aunque por temor al pueblo los perseguidores abandonaron su proposito, Nos
                fuimos libres de la pena de destierro, sin embargo no cesaron las persecuciones” (Rada: 1917
                T. I. p,316-317)
En cuanto a la actitud antimilitar de los constituyentes se puede apreciar en la fijación “anual” de las fuerzas de
Mar y Tierra por parte del Congreso (Art. 51, inc. 3), en la limitación del numero de altos grados (Art. 142) y el
requisito de la aprobación del Congreso para los ascensos (Art 5, inc 25 y 85, inc 16).
También se prohibió el reclutamiento militar y los auxilios de los pobladores sin permiso de los funcionarios
civiles (Art. 166), mientras que con reminiscencias de la revolución francesa se creo la Guardia Nacional como
rival de la fuerza armada y se dispuso que todos los ciudadanos no exceptuados tenían incorporarse a ella (Art.
175), pero se le arraigo a la jurisdicción de su provincia (Art. 141) y se declaro solemnemente las sanciones
contra quienes en el futuro usurpasen el poder (Art. 173)
Como conclusión cabe resaltar la importancia de una carta con caracter “reservado” de fecha 4 de junio de
1834 dirigida al General Domingo Nieto por Francisco Xavier de Luna Pizarro, autor del anteproyecto
constitucional, quien reconocía el el poco merito de la obra de la Convención Nacional y opinaba sobre la ley
fundamental próxima expedirse diciendo:
                “La nueva constitn. es en mi juicio mas defectuosa qe. la anterior, se resiente de las
                circunstancias. El proyecto trabajado de prisa por mi, encierra cosas y muchas que no eran de
                mi opinión; pero en qe. tuve qe. capitular, porque hubiese proyecto pronto, que era mi objeto.
                El ejecutivo con ella se va a encontrar lleno de trabas, y puede decirse qe. con ciertos artics.
                añadidos, se ha colocado en ella la palanca de las revoluciones. Esta es la panacea universal,
                según el concepto de la mayoría convencional qe. la va hacer jurar.” (Tauro:1959 p, 91)
El 10 de junio de 1834 el Presidente Provisorio promulgo la nueva constitución elaborada por la Convencion
Nacional y esta clausuro sus sesiones el 11 de Agosto de 1834. En sus Memorias el Mariscal Luis Jose de
Orbegoso concluyo anos despues que:
                “La Constitución había sido formada, como he dicho, en medio de los transtornos de la guerra
                civil. Los representantes afectados por los recientes sucesos y bajo la influencia de las pasiones
                dominantes en esas cirscunstancias, al discutir cada articulo, tenian, en mente la
                administracion pasada, y no apartaban la vista de las personas de Gamarra y Bermudez. Ellos
                quisieron de tal suerte organizar la ley fundamental, que prisionase la accion del gobernante,
                de manera que el mas perverso, hiciera un buen Jefe del Poder Ejecutivo, y se enganaron,
                dando al fin, en la Constitucion del ano de 1834, el semillero de males posteriores, y creando
                en ella un manantial fecundo de conspiraciones y desordenes. Antes de jurarse en toda la
                Republica, ya la desaprobaban duramente los mismos diputados que la habian
                firmado.”(Orbegoso:1939,p.72)
Poco tiempo después de la jura de la Carta, 22 de febrero de 1835 se produjo la revolución de Felipe Santiago
Salaverry que devino en la terrible “Guerra a Muerte” (7-VII-1835)
III     El parlamento frente al Veto
El veto presidencial es, probablemente, una de las instituciones de mayor importancia para lograr un modelo
constitucional equilibrado. Contrariamente a esta premisa nuestra historia constitucional ha visto reiteradamente
como se ha debilitado esta prerrogativa presidencial dando origen a lo que se conoce como el veto atenuado
peruano.
A diferencia de la constitución de 1823 que no establecía la posibilidad de veto presidencial aceptando solo una
propuesta de consulta al senado por tres días ya que negaba al ejecutivo la intervención en el proceso legislativo
hasta de esta forma negativa de la observación legal, la constitución de 1826 fue la primera en permitir el veto
de la ley por el Jefe del Estado y la reconsideración de esta, la insistencia, requería el voto de la mayoría simple
de las tres cámaras que entonces existían.
Ahora bien, las dos constituciones mencionadas tuvieron una vigencia nominal. Sin embargo la primera con
vigencia real; la carta de 1828, se inspiro en la Constitución de los Estados Unidos de 1787, y concibio un veto
presidencial fortalecido (Art. 55) que estipulaba que una vez observada la ley se requería en la cámara de origen
un voto favorable dos tercios del numero de sus miembros presentes, en tanto se precisaba una mayoría absoluta
en la otra para que se consolidase la insistencia de la ley.
Al revisarse, en 1834, este medio negativo de intervención del Ejecutivo en la formación de las leyes, tuvo gran
importancia el debate sobre el veto, ocurrido en norteamerica dos anos antes en torno a las facultades del
Presidente Andrew Jackson (1829-1837), quien logro evitar que se le limitara esta prerrogativa. Mas en nuestro
pais, el ejemplo sirvio para afianzar los argumentos contrarios a la Presidencia y por esta razon se dispuso que la
reconsideración de una ley se lograra sin una mayoría calificada de las cámaras (Art. 57), de aquí que Manuel
Vicente Villaran (1873-1955) dijera que:
                “ ...el presidente en la Constitución del 34 tiene un veto menos eficiente que el concedido por
                la Constitución del 28, que a su vez es menos fuerte que el de la constitución de los Estados
                Unidos, en que se exige que las leyes vetadas sean sumamente aprobadas, para quedar
                sancionadas, por dos tercios de votos en las dos cámaras” (Villaran:1998, p.537)
El debilitamiento del veto en ley fundamental de 1834 también se producía por dos razones. Primero por que el
Ejecutivo requería, para ejercer esta facultad, consultar previamente la opinión del Consejo de Estado (Art. 56) y
segundo por que ademas, la constitución creo la formula (Art. 66) de una “promulgación paralela” por parte del
Presidente del Consejo de Estado, si pasaban seis días sin que el Presidente de la Republica promulgase una
ley reconsiderada por el parlamento.
Esta modalidad fue repetida en la carta 1839 (Art.67) y desde 1856 (Art.67) las leyes constitucionales peruanas
la han consagrado como una “promulgación parlamentaria” en la persona del Presidente del Congreso y de esta
manera ha llegado hasta nuestros días.
Analizar el origen de esta decisión de los constituyentes de 1834 es interesante ya que se puede encontrar su
origen claramente en el primer en el gobierno de Agustin Gamarra (1829-1833) cuando este mandatario tuvo
que hacer frente hasta un total de diecisiete rebeliones contra su administracion.
En este levantisco contexto el Congreso aprobó dos leyes (20-XI-1832) que estaban destinadas a limitar las
medidas que el gobierno tomaba en su defensa. La primera ley señalaba que nadie podía ser expatriado sin
sentencia judicial previa y calificaba a la nave que zarpase con un deportado como “buque pirata”. La segunda
ordenaba que todos aquellos que se levantasen en rebelión deberían ser juzgados por el fuero común y no por la
jurisdicción militar.
Tal era la gravedad de estas normas y la dificultad que ponían a un administración cercada por las continuas
sediciones, que ambas leyes fueron vetadas por el Ejecutivo dentro del plazo de diez días que entonces se
requería (30-IX-1832) y devueltas a las cámaras, las cuales insistieron en ellas (7-XII-1832), y exigieron la
promulgación inmediata de ambas leyes.
En la encrucijada; aprobar dos instrumentos que convalidasen la anarquía o violar la constitución el Presidente
Gamarra opto por una tercera vía: acatar el acuerdo del legislativo y al mismo tiempo diferir la promulgación
hasta un momento oportuno debido a que no estaba obligado por plazo perentorio alguno, logrando en los
hechos un veto indefinido12 que recién fue superado cuando estas normas fueron puestas en vigor durante el
gobierno de Orbegoso (4-VI-1834).
La misma tesis fue sostenida por el Mariscal Ramon Castilla años después debido a que la constitución de 1856
(Art. 67) no estableció los plazos para que procediera la promulgación parlamentaria, motivo por el cual los
liberales dieron una ley el 17 de abril de 1857 estableciendo un termino máximo de 10 días para la
promulgación por el Presidente de la Republica y en defecto de este 24 horas para que lo hiciera el Presidente
del Congreso y que es el mecanismo que con pocas variaciones se ha mantenido hasta la actualidad.
Un liberal, pero notable jurista, quien vivió esta convulsionada época, estuvo a contracorriente de las posiciones
de los partidarios del liberalismo, y por esta razón José Silva Santisteban (1825-1889) en su Curso de Derecho
Constitucional, cuya primera edición data de 1856, entendió claramente los efectos negativos de un veto frágil
diciéndonos:
                 ‘ nuestra constitución actual es en esta parte defectuosa, y puede decirse que ha anulado una
                 de las mas preciosas garantías del gobierno, exigiendo para los casos de inflexibilidad igual
                 mayoría que para las votaciones comunes” (Silva Santistevan: 1874, p.191)
Algunos anos después, en 1899, un brillante constitucionalista como Luis Felipe Villaran (1845-1920) expresó
con gran lucidez los graves efectos que se derivan de esta deficiencia del diseno constitucional y reconoció en su
Constitución Peruana Comentada que:
                 “...no hay, pues, en ella [Constitucion] el veto, atribución indispensable bajo todo régimen (...)
                 Se han preocupado mucho los constituyentes en los peligros del abuso de los presidentes y los
                 han investido de una autoridad débil. Tal vez sea esta circunstancia, una de las causas del
                 exceso del poder que se arrogan con frecuencia ” (Villaran:1899 p.283)
Concientes de estos defectos los constituyentes de 1919 restituyeron la plenitud del veto presidencial y exigieron
para la reconsideración de una ley una votación favorable de dos tercios de los miembros de cada cámara. La
Comisión Villaran en su Anteproyecto de Constitución de 1931 ratificó esta restauración presidencialista y solo
redujo el maximum para la insistencia a tres quintos de los votos del parlamento (Art. 55).
12 El Abate Sieyes critico en la Asamblea Nacional (7-IX-1789) la idea de un veto indefinido sostenida por
Mirabeau y apoyo la tesis de un veto suspensivo.(Sieyes: 1990,p.120)
 Pero el Congreso Constituyente imbuido en los demagógicos postulados de un legislativo como “primer poder
 del estado” agravo la situación al no contemplar la atribución presidencial de vetar las leyes en el articulo 128 de
 la carta de 1933. Solamente la incluyo en la Sexta Disposición Transitoria de manera provisional disponiendo
 que la reconsideración era por mayoría simple y solo hasta que se constituyese el Senado Funcional.
 En vista de la tremenda precariedad en que se había dejado a la Presidencia de la Republica, el plebiscito de
 1939 a través de su Séptimo Articulo modificó la Constitución y consagro el requisito de tres quintos de los
 votos de las cámaras para que proceda la insistencia del Legislativo retomando la propuesta de la Comisión
 Villaran, pero esta importante reforma quedo anulada en 1945 y se volvió a la normativa transitoria.
 La ultima gran polémica sobre el veto presidencial se produjo en 1946 debido a que la mayoría aprista del
 Congreso, en su rivalidad con el Ejecutivo, propuso una ley que interpretaba que aquellos supuestos que
 mantenían el veto provisional ya se habían cumplido. Recordándonos ese episodio el Presidente José Luis
 Bustamante i Ribero nos confiesa:
                 “ Yo hice ver como ese proyecto tendía a destruir una larga tradición del derecho publico
                 positivo de nuestra Patria; como el veto, en modalidad simplemente suspensiva que admite la
                 Constitución, no afecta los fueros del Parlamento i significa solo una invitación a considerar
                 por segunda vez la ley observada; (...) el veto atenuado que reconoce la formula constitucional
                 vigente es la única i mínima defensa del Gobierno i del país contra la eventualidad de errores
                 graves o de una dictadura política de las mayorías legislativas (...) Se impone restablecer la
                 disposición plebiscitaria de 1939” (Bustamante: 1949, p.50)
 El proyecto no prospero pero tampoco la opinión de Bustamante y así se ha mantenido hasta nuestros días el
 veto atenuado que tuvo su origen en la observación de las leyes antigubernamentales de 1832 y en los artículos
 55, 57 y 66 de la Constitución de 1834.
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Corte Suprema de Justicia para presentarlo a la Convencion Nacional. Lima, 1833
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-Diario, 1824-1890 un testimonio personal sobre el Perú del siglo XIX. Vol, I. Lima,1992
Sentados los principios, la primera excelencia que deseamos en la constitución que se nos va a
preparar es la brevedad en la redacción, porque en nuestro sentir, toda constitución larga y minuciosa
es esencialmente tiranica, ya que, fijada para simpre, otras tantas barreras pone al espiritu de mejora y
adelante, cuantas son las disposiciones subalternas que abraza” MP 5.3.1833