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Jesús Sumo Sacerdote

Este documento explora el sacerdocio de Jesús como el Sumo y Eterno Sacerdote. Explica cómo en el Antiguo Testamento, el sacerdocio surgía de la necesidad del pueblo de Israel de estar en comunión con Dios a pesar de la distancia entre lo humano y lo divino. A través de la separación y purificación gradual de personas, lugares y tiempos, el Sumo Sacerdote podía acercarse a Dios una vez al año para representar al pueblo. El autor argumenta que Jesús cumple la mediación perfecta
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Jesús Sumo Sacerdote

Este documento explora el sacerdocio de Jesús como el Sumo y Eterno Sacerdote. Explica cómo en el Antiguo Testamento, el sacerdocio surgía de la necesidad del pueblo de Israel de estar en comunión con Dios a pesar de la distancia entre lo humano y lo divino. A través de la separación y purificación gradual de personas, lugares y tiempos, el Sumo Sacerdote podía acercarse a Dios una vez al año para representar al pueblo. El autor argumenta que Jesús cumple la mediación perfecta
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Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote

José Luis Fernández de Valderrama, MSpS.

En el AT, el sacerdocio surge de la profunda necesidad del hombre, ante la experiencia de Dios, de vivir
en comunión con Él. El pueblo de Dios experimenta a Dios actuando en su historia, y en esa actuación de
Dios en su historia, una actuación salvífica, liberadora, positiva, Israel descubre su propia identidad, se
descubre a sí mismo como Israel, como pueblo, como hombres que tienen sentido en y desde el pueblo.
El israelita va a vivir siempre una profunda necesidad: vivir en comunión con Dios. Pero el israelita
experimentaba la tremenda distancia que existe entre el hombre y Dios. ¿Cómo poder entrar en
comunión con este Dios que da sentido a la vida y sin la cual la existencia no tendría sentido, la vida sería
distinta? ¿Cómo poder entrar en comunión con el Dios que es el Santo? Y la santidad para el israelita no
consiste en perfección moral; la santidad para ellos es lo totalmente distinto, lo sagrado, lo luminoso.
¿Cómo conseguir esta unidad? A esto responde toda la institución sacerdotal.

Si el hombre difícilmente puede entrar en comunión con Dios porque es el Santo, entonces Dios toma la
iniciativa y elige un pueblo. Un pueblo que lo separa de todos los demás. Ya tiene un pueblo separado,
que eso es en definitiva lo que significa un pueblo consagrado, separado de lo profano. Pero resulta que
este pueblo, en cuanto tal, tampoco puede entrar en relación con Dios, en comunión con Él. Y hay una
nueva separación. Dios escoge a una tribu del pueblo. Escoge la tribu de Leví y la separa. Pero resulta
que esto no basta. De la tribu elige a una familia y la separa de la tribu: la familia de Aarón. Y así, toda la
tribu de Leví se va a dedicar al culto, al servicio del Templo. Pero no basta. Se ha separado a una familia.
Y hay que separarla de lo profano, de lo impuro, de lo que es totalmente distinto a Dios, de manera que
se pueda ir acercando poco a poco a Dios. De esta familia, además va a escoger a un hombre, que lo va
a separar de todos los demás, es el Sumo Sacerdote. Este hombre es el que va a poder acercarse a
Dios. Pero para acercarse a Dios tiene que estar totalmente separado, purificado, consagrado. A este
hombre se le va a purificar con baños rituales, se le va a ungir, se le van a dar unas vestiduras sagradas,
distintas a todas las demás y además va a tener una misión distinta a todos los hombres: va a ser el
encargado de acercarse a un lugar. También se necesita un lugar separado, distinto de todos los demás:
el santuario, el Templo. Y en el Templo se necesita además otro lugar más separado al que nadie puede
entrar: el santo de los santos. Hay una persona que puede entrar: ese Sumo Sacerdote. Pero solamente
un día. Se necesitan también días sagrados, distintos, separados de todos los demás. Hay tiempos,
lugares y hombres separados. De esa manera, este hombre, un día al año se acercará al santo de los
santos. Y aun así resulta que tampoco puede entrar en comunión con Dios.

Tampoco este hombre que ha sido separado de lo profano, dedicado, consagrado a la divinidad, puede
entrar en comunión con Dios, y en él entrar todo el pueblo en comunión con Dios. Se necesita un
sacrificio. Se escoge un animal, se le separa de todos los demás; un animal perfecto, que tenga una
determinada edad, y ese animal, en nombre de toda la comunidad, representando al sacerdote y a todo el
pueblo, se sacrifica, se consagra, se hace sagrado (sacrificar), se le separa del mundo de lo profano, se
le da a la divinidad y se le ofrece, de manera que el humo, al consumirse la víctima en el fuego, suba
como perfume agradable a Dios. La sangre de esa víctima se rocía sobre el propiciatorio, el lugar donde
se asienta la gloria de Dios, de manera que pueda haber comunión entre el hombre y Dios.

Esto es el sacerdocio en el AT. No es solamente una cuestión ritual. Lo que se está buscando es
establecer la comunión con la divinidad, al precio que sea, y toda una estructura cultual, ritual, para que el
hombre, de alguna manera, pueda alcanzar esa comunión con Dios. Si esto se consigue, el sacerdote se
convierte en el hombre que transmite al pueblo, como mediador, el perdón; transmite también el mensaje
de Dios, su enseñanza, su palabra, la instrucción para la vida, porque en definitiva de eso se trata, el
sacerdote es el hombre de las bendiciones, es el hombre que comunica al pueblo las consecuencias
benéficas de la relación obtenida con Dios. La bendición en el AT significa fecundidad, vida, éxito, porque
es la consecuencia de esa comunión con Dios, alcanzada por la mediación sacerdotal. Todo el
sacerdocio está en función de esa mediación, de esa comunión. Todo el sacerdocio en el AT tiene esta
doble dinámica ascendente y descendente, que tiene como centro una única realidad: el encuentro con
Dios, la mediación, la comunión.
Aun en la época de Jesús se vivía así. Los primeros cristianos no entienden a Jesús como sacerdote y la
razón es muy sencilla: ni pertenece a la tribu de Leví, ni mucho menos a la familia de Aarón, no ha sido
consagrado, no es de la familia sacerdotal, no actúa como los sacerdotes, no es un hombre del templo,
no está separado de nada, su palabra es muy distinta, su predicación, su vida, su actuación, todo. Pero,
hay un creyente que, después de haber pasado algunos años de la muerte de Jesús, se atreve a decir,
que Jesús es el único Sumo y eterno Sacerdote.

El autor de los Hebreos descubre que en Jesús se da lo que no se había podido dar en todo el AT. En Él
se realiza la perfecta mediación, la perfecta unión, la comunión entre Dios y el hombre. Eso que había
motivado toda la historia de Israel, todo el sacerdocio, eso se realiza en Jesús. Y se realice por un camino
semejante pero distinto al del AT. Hay continuidad, pero superación. Se realiza por el camino de la
ofrenda, sí, como en el AT, pero además por el de la radical solidaridad. En vez de separación,
encarnación, abajamiento, solidaridad; en vez de separación, sufrir con; en vez de separación,
misericordia; en vez de separación, compasión; en vez de separación, muerte con. Dice Hebreos: “Por
eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser misericordioso y sumo sacerdote” (Hb. 2, 17); de
tal manera que el autor de Hebreos va a descubrir en la entrega total de Jesús, en su ofrenda personal,
su consagración sacerdotal. En la pasión, muerte y resurrección, en el misterio pascual, en el misterio de
la Cruz, el autor de Hebreos va a decir: por eso Jesús es Sumo Sacerdote. Porque asumiendo
radicalmente toda la vida del hombre, Dios lo glorificó: “El cual se humilló a sí mismo, obedeció hasta la
muerte y muerte de cruz, por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre sobre todo nombre” (Fil. 2, 7-9).

Resulta que Jesús alcanza la gloria, vive en la plenitud de Dios, precisamente por su muerte, por su
radical solidaridad (Hb. 2, 9.17-18). Para Hebreos por esta entrega total, por esta obediencia radical de Jesús
al designio del Padre hasta la muerte, por esto Jesús es Sumo Sacerdote: Él sí, asumiendo toda la
realidad humana y ofreciéndose a sí mismo alcanza la gloria, consigue la perfecta unidad entre el hombre
y Dios (Hb. 5, 5-10). En Él se realiza lo que nunca se pudo realizar en todo el AT.

Esa mediación tan buscada, esa comunión tan ansiada, en Él se realiza y no a través de la separación,
sino al revés: a través de la encarnación, de la donación total, de la radical solidaridad, en la obediencia.
Y la obediencia no es aquí entendida como el designio de “tienes que ir a la muerte”. El designio del
Padre no es la muerte de Jesús. El designio del Padre es nuestra plenitud, el alcanzar plenamente
nuestra vocación, y nuestra vocación en Dios. En eso no estaba equivocado el AT. Es la comunión con
Dios. Ese es el deseo del Padre, la comunión del hombre con Dios, su plenitud, y nuestra plenitud es Dios
y eso es lo que consigue Jesús. Y lo consigue porque, de la misma manera que Él ha sido radicalmente
solidario con nosotros y por eso vive en Dios; del mismo modo nos puede comunicar su divinidad, la
gloria. Ese es un poco el pensamiento del autor de Hebreos.

Si Jesús es sumo sacerdote, si en el misterio pascual contemplamos el sacerdocio de Jesús y su


consagración sacerdotal, no será difícil entender por qué la Espiritualidad de la Cruz y la Espiritualidad
Sacerdotal no son dos cosas distintas. La Espiritualidad de la Cruz contempla y se centra en el
sacerdocio de Jesús, por eso es espiritualidad de la Cruz, porque en la cruz se realiza la consagración
sacerdotal de Jesús y la ofrenda total de sí mismo.

Jesús ha venido, dice Hebreos, para ser Sumo Sacerdote. Esa es la vocación de Jesús, esa es su misión.
Nosotros decimos que Jesús vino para la salvación del hombre. Pero ¿cuál es la salvación del hombre?
¿En qué consiste la salvación? ¿Cuál es la vida, la verdadera vida del hombre? “He venido para que
tengan vida y la tengan en abundancia”. Y la vida es Dios. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Ese es
el sacerdocio de Jesús. Porque contemplamos el sacerdocio de Jesús, por eso, nuestra Espiritualidad se
llama Espiritualidad de la Cruz.

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