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Portela Huracán

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ii EN, L,,,," Pnln...

Ena Lucía Portela

© Ena Lucía Ponela - 1993, 1999,2003,2006,2007,2008.


Foreword, bibliography " nores © Iraid. H. López
of ,his edi,ion © S,ru;kcero 2009
1st. Stockcero edi,ion: 2009

ISBN: 978-1-934768-25-9 EL VIEJO, EL

ASESINO, YO

Library ofCongress Control Number: 2009938012

Al! rights reserved.


This book may not be reproouced. stored in a retrieval system, or transmhted,
in whole or in part, in any form or by any means, elecnonic, mechanical, pho­
tocopying, recording, or otherwise, without wrirten permission ofStoc,kcero~
Ine.
y OTROS CUENTOS

Se< in Lino,ype Granjon font family 'ypeface


Printed in the Uni,ed States of AmerÍCa on .cid-free papero

Published by Stockcero, Ine.


3785 N.W. 82nd Avenue
Doral, FL 33166
USA
stockcero@stockcero.com

www.stockcero.com
iv !N~ LucIA Pna"KI.A a_ .,.,,~ ......,..... '1ft y...... nu._ •

INDICE

Prólogo ........................................................................................................vi i

Toda generación tiene sus orígenes: Cuba al filo de los noventa


¡Qué aportan de nuevo los novísimos?
Lo contestatario y lo lúdico en los cuentos de Ena Lucía Porrela, una
escritora singular
Nota sobre la presente compilación
Bibliografía primaria ............................................................................xxvii
Cuento
Novela
Ensayo (una selección)
Testimonio (una selección)
Bibliografía secundaria ..........................................................................xxix
Datos de los cuentos de Ena Lucía Porrela ........................................xxxi
Temas de discusión e investigación ....................................................xxxv
EL VIEJo, EL ASESINO, YO Y OTROS CUENTOS
La urna yel nombre (un cuento jovial) ....................................................1

Al fondo del cementerio............................................................................ 11

Un loco dentro del baño ............................................................................33

Desnuda bajo la lluvia ..............................................................................51

El viejo, el asesino y yo ..............................................................................63

Alguna enfermedad muy grave ..............................................................85

Huracán ......................................................................................................97

En vísperas del accidente ........................................................................111

sueño secreto de Cenicíenta ..............................................................117

Alas rotas (testimonio) ............................................................................ 123

.... Luat.'-'-'" ~" .'. 2 +,. . . . . ."" IL AIUUIn. "', . . . nu."",.


"
dicen los norteamericanos, o tal vez me acusen de espionaje, porque
la verdad es que tengo cara de espía, ojos grandes y negros de ani­
malejo curioso, o sea, de espía, y quién sabe si hasta me suenen un
palazo por la cabeza y luego me deporten a las Islas Falkland o Mal­
vinas o cómo rayos se llamen, y una vez allí. .. ¿Pero qué mierdas HURACÁN

estoy pensando? ¿Qué sucede conmigor Parece un chiste, pero no.


Estoy a punto de caer en una crisis depresiva. Esto de pasar el verano
en Cuba y el invierno en Holanda (¿no debería ser al revésr) me hace
sentir que, en el fondo del fondo, no hay en el mundo entero un lugar
para mí, un rinconcito que pueda realmente llamar «mi casa». Que
mis viajes imaginario~_a todas las islas no son más que un síntoma de E'Sffii (dec~¡ón. Mía, sólo mía, y no pienso discutirla con nadie.
alguna enfermedad muy gr'ave, seguro incurable, fatal. Que lo mejor Estoy en mi derecho, ¿nor La tomé a fines de los noventa, cuando
sería, pues, acabar de una buena vez con ... No. No quiero sentir eso. tenía unos veintidós o veintitrés años, no recuerdo bien. Lo que sí sé
-Dale, Yoyo, está bueno ya de vikingos. Vámonos de aquí. es que lo hice en pleno ejercicio de mis facultades mentales, que no
Regresé en marzo a La Habana, al eterno verano. Al apagón, la estaba borracha ni bajo el efecto de ninguna droga. Claro que suele •
faltade-agmr, tos bichos, el calor de los mil demonios. A las invec­ dudarse de las facultades mentales de alguien que toma «en frlo» una
, tiVá~ de Juanita contra el gobierno y el presidente. A la pazguatería y decisión de tal naturaleza, aparentemente sin motivos. Justo por eso
los libritos. Mi vecina no entiende que yo, con lo bonita que soy, no no quiero discutirla con nadie. Ya estoy aburrida de que me tilden
me haya quedado a vivir en Europa. En realidad no soy ta" bonita, de loca.
lo que pasa es que ella me quiere. La primera oportunidad se me presentó en octubre de' 2001,
Ahora, un poquito menos emperrada, bebo más café, enciendo cuando el huracán Michelle. Para ese entonces ya mamá había fa- Al", '\
otro cigarrillo y pienso en el futuro. Tengo algunos proyectos. Cuando lIecido(d corazón, los disgustos ... ). Gracias a las gestiones de no-sé'
vuelva la luz, si vuelve, lo primero será darme una ducha frfa-fría, -cuál organi~ación internacional de derechos humanos, ll¡pá había / )Jy
bien sabrosita. Después me comeré una pizza y nadie podrá impe­ salido flor fin de la cárcel... directo hacia el avión. Ahora vivía en L.A.,
dírmelo. Más tarde le voy a escribir un e-mail a Yoyo para contarle de Califor~i~ Ami .herm~no e1_ t'I_ene>-,,-lmay()r, le habían descerr~1tdo ~ , , ! e
Meulenhoff, la editorial holandesa que me va a publicar una novela. un tiro".n la nuca,sabrá Dios por qué. Algo inconcebible. Porque el
Primero tienen que traducirla, claro. Tal vez me inviten luego a pre­ Nene, que yo sepa, nunca tuvo nada que ver con nada. Ni política ni
sentarla, tal vez no. Eso lo ignoro. Como a pesar de todo no soy ta" narcotráfico ni la mujer del prójimo. Sólo era un poco distraído, como
pesimista, en lo profundo de mi corazón albergo la secreta esperanza ausente, igual que mamá. Leía mucho. Poesía, sobre todo. Le en­
de que, si por fin me invitan, sea en verano. cantaba W. H. Auden.\ Era un buen tipo. Supongo que lo mataron
por estar, como quien dice, en el momento y el lugar equivocados. O

tal vez lo confundieron con otro. En fin, no sé. En nuestra casa del

Vedado, ya bastante deslucida pero aún sólida, nada más quedábamos

mi.h~unanitQ.fl13_,,-bo Y-Yº-·_

Wystan Hugb Auden (1907-1973), poeta y ensayista anglo-americano, considerado por


numero.'~(l.~ crhicos un maestro de la pnesfa m(x!erna. (Con todo y su cara feúcha, era una
hellfsima persona. Su compañero de toda la vida, su gran amor, fue Chester Kallman.
pemen 1935 se casó con Erika Mann para que ella tuviese un pasaporte bri~nicn y pu­
diera escapar de los nazis. ELP).
f !III IN. 1.I/a,;¡¡;;;¡¡;.ijjAljJi,t .~r ·~'"htaa,,- . .: ; ••,", 1'" AI"11Iff1t VD "",.. f:lUlNtM
"
Eran las tres y pico de la madrugad'l, a comienzos de aquel oc­ Luego a pa rcderon en panmlla imágenes de la CNN en español.
tubre. El Bebo dormía en su cuarto y yo, acurrucada en el sofá de la Con una lentitud escalofriante, Michelle había ido bordeando la costa
sala, miraba la televisión. Casi nunca transmiten nada a esas horas, caribeña de Centroamérica y los periodistas iban tras él (o tras ella, o
excepto las Olimpiadas o el Mundial de Béisbol, cuando ocurren en ¿no?) con sus cámaras y micrófonos. A prudencial distancia, por su­
países lejanos, o las noticias acerca de algún huracán muy horrible que puesto. Las imágenes eran espantosas. Crecidas de ríos, casas desplo­
ande por países cercanos. y ahí estaba. Michel/e. Como la canción de madas, árboles arrancados de cuajo, cadáveres de personas y de ani­
. los Beatles. Miche//e, ma bel/e.•• l Nombre glamoroso para un monstruo males flotando en el agua sucia, toda la miseria y el sufrimiento del
de categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, 10 cual significa vientos má­ mundo en los ojos de los sobrevivientes, que para colmo de males eran
ximos sostenidos por encima de 250 km/h. Y rachas que pueden ser gente pobre, cuyos gobiernos -dijeron algunos de ellos- no los to­
muy superiores, sobre los 300 km/h, o aún más. Lo peor que uno maban en cuenta para nada y no los ayudarían a recuperarse, etc. Al­
pueda imaginar en materia de ciclones. gunos indígenas, que quizás no hablaban español, permanecían en si­
Así pues, la capital y todo el occidente yel centro de la isla grande, lencio, muy serios, con el entrecejo fruncido. Aunque en realidad no
junto a la Isla de Pinos y algunos cayos adyacentes, estaban en fase de hubo tantas entrevistas. Muchas ZOnas habían quedado aisladas por
alarma ciclónica. En unas horas el huracán entraría en el archipiélago las inundaciones, resultaban inaccesibles por tierra, así que las imá­
cubano. Pero nadie sabía por dónde. Entraría. PUnto. Ni en el Ob­ genes (pura devastación) eran tomadas desde un helicóptero. U na voz
servatorio de Miami ni en el de Casa blanca se aventuraban a emitir en off iba diciendo en tono dramático: esta es en Nicaragua ... esto, en
un pronóstico más preciso acerca de su trayectoria. En la TV, de pie Honduras ... esto, en Guatemala ... A la altura de Be/ice -dijo la voz
junto a las imágenes del satélite (misteriosas, como siempre, jamás las en off- el poderoso huracán ba salido nuevamente al Caribe, donde
he comprendido), y algunos mapas climáticos, el director del Instituto ganará en organización e intensidad. Ahora se dirige hacia Cuba ...
de Meteorología no paraba de hablar. Decía: Ubicación actual, tantos Yen ese momento, justo en ese momento, apenas la voz hubo pro­
grados de latitud Norte y mascuantos de longitud Oeste. Velocidad nunciado la palabra «Cuba», ipaf!de~S2rtó el fluid.o elé<;!!ico. !€

de traslación, más bien lenta ... iHum r Malo, malo ... -se secaba el Imagino cómo debieron sentirse los estimados televidentes de las

sudor de la frente con la manga de la camisa-o Precipitaciones, tantos tres y pico de la madrugada, que seguro eran millones, ante aquella

milímetros. Presión atmosférica, mascuantos hectopascales. Velocidad oscuridad. Creo que escuché unos gritos a lo lejos. No sé. Ni Stephen

de los vientos huracanados ... j Uf! Muy fuertes, fortísimos ... iHace dé­ King hubiera inventado algo más terrorífico)

cadas que no se veía algo como estol Pero mantengan la calma, ¿eh? En lo que a mí respecta, no tenia ningún miedo. No eS que yo sea
-volvía a secarse el sudor-o Hay que mantener la calma, estimados te­ muy valiente, qué va. Desde niña p'!gecí toda clase de terror,,~. Fueron
levidentes, y cumplir con las orientaciones del Estado Mayor de la De­ muchos, demasiados. Tantos, que vivía en perpetua zozobra, mor­ .,\ j.,:" I

fensa Civil para casos de ca ... ca ... catástrofe.... Pobre tipo. A la legua " l'·"~
diéndome las uñas, con un nudo en la garganta ... Pero cuando tomé la
se le notaba el miedo, las ganas de mandar a la porra al puñetero "
decisión, a fines de los noventa, desaparecieron todos como por arte J' \\
Estado Mayor con todas sus malditas orientaciones, y salir corriendo de magia. ¡Zas! Fue como una especie de exorcismo. Ni siquiera volví . \.

como alma que lleva el diablo. Claro que correr no tenía sentido. No ¡¡teller R"~adiJJas"Ahora, con el corte de la electricidad, sólo me preo­ 1"
lIeg-.lría a ninguna parte. cupaba que mi hermanito fuera a despertarse por causa del calor.
Porque la noche estaba caliente, húmeda, pegajosa, y él, sin ventilador...
2 Una de las canciones rm,s popu! ares. del cuarteto bri táoico The Beades. (Las depreslones­
tropicaJes, las tormentas y los huracanes que se originan ro el Atlántico Norte St:)O hau­
tizadm, en cada temporada cidónica~ siguiendo un orden alfabético, alternando los gé­ 3 Popular escritor norteamericano contempórineo. ha escrito numerosas novelas de terror

neros,o sea. que a uno ma-.cu!inosigu.e Uno femeninu '1 viceversa. y alternando también 'f de ciencia ficción. Es también cuentista y guionista. (No le complacl61a verslón cine­

lustres idiomas COn más hablantes en d área de Centroamérica y el C1ribe: eSp.1ñol~ inglés matográfica que hiroStanley Kuhrick en 1980 de su novela TIw S/aining(El resplandor),

y francés. ELP). publicada en 1976. Para m(, con el mayor respeto, es unnue los poquísimos casos en la

historia del cine en que la pelkula resulra muy superior al libro. ELP).

J 100 ....ALuá'A ...........


... $ $ $ L·· 1.. vn!:J'h IL ".""Il¡ YU y 117M" ~tI'N"'" 101

El Bebo no era ningún chamaco. Nada d(, eso. Con 561" tft,. Míos u omisio!le~, que son legales en unos países y en otros no. según el
menos que yo, no le filltaban fuerzas pam arruinarme los planes. Y 'sis;;;; de gohierno. De manera que sobrevivíamos. mal que bien,
trataría de hacerlo, desde luego. Siempre lo hada. No quiero decir gracias a las remesas que nos enviaba un amigo de papá desde los Es­
que él fuera violento, que me maltratara o algo por el estilo, no, Pero tados Unidos. Se suponía que en algún mornento de nuestra era par­
ten[a un lado Aliosha Karamázov francamente insoportable .• Cuando tiríamos al exilio, para volver a reunir a la familia, o lo que quedaba
empezaba con aquello de que el Señor nos ama a todos y que de­ de ella. Pero hada falta un permiso de salida de Inmigración, que no
bíamos buscar la salvación de nuestras almas y no sé qué más,no había llegaba (aún no llega). El Bebo, con su problema de la columna, no
forma de pararlo. Y~.k_dJ!'Ia: Ay, Bebo, por favor, déjame en paz... era apto parad servicio militar. Eso era bueno, porque en caso con­
< y él: ¿Pero qué dic~jDéjate en paz tú a ti misma! Deja que trario se hubiera declarado objetor de conciencia y sabe Dios lo que
el Señor entre en tu corazón ... y cosas así. Mejor que no se despertara. hubiese ocurrido. En cuamo a mí... digamos que apenas existía, que
En medio de la oscuridad, fui a sentarme en el poyo de la ventana apenas existo. Vamos, que no peso ni cien libras. Según los hombres
~ue d.a al portal. Silencio absoluto. Ni los grillos del jardín chirriaban. de este país, tan adictos a las masas y los volúmenes, soy ojos verdes,
~ez se habían largado con su música a otra parte. He oído que los pelo largo y nada más. ¿Qué interés podría tener alguien en rete­
animalc;:jos perciben la inminencia de los desastres naturales mucho nerme en un lugar o en otro? Nada, que no entiendo la demora con
mejor que nosotros, que sin satélite y radares no percibimos nada de el permiso de salida. Pero me da igual. Oh, sI. Ya desde entonces me
nada, Quién sabe. El hecho es que aún no soplaba la más mínima daba igual. En esta vida hay muchas cosas que no entiendo.
brisa. La noche estaba clara, despejada, COn luna y estrellas y todo eso. El Bebo tampoco entendía. Pero él sí que se lo tomaba a pecho.
De no ser por la TV, nadie hubiera sospechado que se nos venía Durante algún tiempo estuvo muy, pero que muy ansioso, incapaz de
encima un huracán, y de los má~"po.cªlíptico~. Mis ojos (<<de gata», concentrarse en nada, loco porque acabáramos de largarnos de una
decía el Nene) se adaptaron enseguida a la oscuridad. Prendí un ci. cahrona vez -dccía-, a cualquier parte, aunque fuera a Tombuctú.
garrillo. Aún no era el momento, no había que apresurarse. Per­ Porque además semía que nos vigilaban, que habían pinchado
rnanecí allí, fumando, contemplando la noche, durante varias horas. nuestro teléfono para espiar nuestras conversaciones privadas, que
No pensaba en nada. No tenía nada en qué pensar. El Beho, por merodeaban por los alrededores de la casa (vestidos de paisano, claro,
suerte, no se despertó. para que no se les viera lo policial, ¡como si pudieran engañar a al­
Al filo del amanecer, me bajé del poyo. Estiré las piernas. Según guien 1), en fin, que pretend ¡an aniquilarnos. Yo le preguntaba
mis cálculos, ya era hora de entrar en acción. Sigilosa, procurando no quiénes y él me respondía que ellos. ¿Quiénes más podrían ser? Ellos.
tropezar con nada, fui hasta el cuarto de mi hermanito, en el fondo Los perros. Los hijoeputas. LÜsde siempre. Yo le preguntaba si estaba
de la casa. Ah[ estaba él, con la ventana abierta, arrebujado entre las seguro, si no-serian figuraciones suyas, sí, porque a fin de cuentas era
sábanas. Ajeno al calor, a la inminente visita de Michelle y a mis pro­ un poco absurdo ... Él me miraba con cara de horror. Decía: ¿Un poco
pósitos, dormía como un tronco. Vaya sueño glorioso, pensé. queeeeeé? ¡Ay, María de las Mercedes Maldolladol ¡Tú como
Ni el Bebo ni yo trabajábamos. Cmfnuestros antecedentes:.nadie siernpre, en las nubes, en los jardines colgantes de Babilonia!5 Estás
nos hubiera dado un empleo que no fu~~~;;~ l~ ~g~j"Culi:~-;~ o en la más loca ... Entre eso y la muerte del Nene, tan inexplicable, rni her­
construcción. No eran antecedentes penales, no habíamos cometido manito estuvO al borde de una crisis de nervios.
ningún delito. O quizá sí. Depende del punto de vista. Hay acciones, Entonces, un buen día, se iluminó. O sea, decidió que estaba bueno
ya de ser católico, lo que para él equivalía a ser razonable en exceso,
" Personaje de /)i'til'ya &TlIffJIJ1.'Otry (Los berman()5 Karamásov)~ última noveJa de Fi(K.f{)(
I}ovswiev!'iki. puhlkada en f 881. Al principio de: la novela, está de luwício en un mo­
nasterioow.ooxn. (Se supnnra que la novda contaría la histoda de su vida piadosa y es­ 5 Jardlnesdel palaciodd rey NabuC1xlonosor Jl. del siglo VI J. C., considerados una de las
iav{)fila. Sin embargo, el personaíe más brillante y atractivo, el auténtico protagonista, siete maravillas del mundo antíguo. (E~tar ahí, según mi maestra de tercer grado, era
e~ su hermano Iván, nihilisra, proflccidental y bellaco. Menos rnal,digo yn~ pues mucho aJ!,7tlasí como estar en las nubes, volando en el upelfn de la lx}bería en vez de atender al
me temo que con el puhrecttü Alioma nos hubiésemus aburrido de Jo lindo. ELP). pi7.arrún. ELP).
> "'IF ele
lo Y'laJU, .... ,"UINO. \'O Y " ' _ C1V1HtnI 1M
lIa ·INA LucIA """'...

falto de pasión, de auténtico fervor religioso, y se metió:l protestante. yo he tomado suelen dejar notas antes de ponerla en práctica. Escriben
Se hizo evangelista, creo. Aunque no estoy segura. Tal vez fuese lu­ algo como «No se culpe a nadie ... " o, por el contrario, «La culpa la
terano, o anabaptista, o pentecostal... En realidad no sé. Era una secta tiene Fulano de Ta!"'». o qué sé yo. Todo eso siempre me pareció muy
cuyos practicantes se la pasaban dando brincos y alaridos. A veces patético. Vamos, como si quisieran darle una suprema importancia a
calan en trance y se revolcaban por el piso, ponian los ojos en blanco un acto que, si lo miramos con un poco de objetividad, no es nada re­
y hasta soltaban espuma por la boca, vaya, corno si tuvieran un ataque levante. Ya sé que hay otras opiniones al respecto, pero en fin. Sea cual
de epilepsia, y consideraban todo eso terriblemente espiritual. Yo sea el asunto de que se trate, siempre hay otras opiniones. Si algo se
respeto las creencias de los demás, de veras que sI. Pero aquellos cre­ sobra1 entre las personas, es justo eso: las opiniones. De cualquier
yentes espasmódicos y vocingleros me ponlan los pelos de punta. No modo. yo no hubiera sabido qué escribir en mi nota sin que sonara
podía con dios. Cuando venian a casa, me encerraba en mi cuarto. falso o ridículo. El Nene siempre me decia que tengo talento para la
Sí. para que no me dijeran que yo llevaba colgado del cuello un ins­ literatura, pero no sé. no lo creo. Toda mi obra (jjc je, mi obral) se
.... trumento de tortura. ¡Dios mío, un instrumento de tortura! Los muy reduce a cinco o seis cuentos, de los cuales he publicado sólo uno, en
aimr.males se referían a una crucecita de oro de lo más inofensiva. Y una revista mexicana. Así que no le dejé al Bebo ninguna nota. Ahora
si err:pezaban con los aullidos y los berridos. me iba al parque de la me pregunto si, de haberlo hecho, eso no hubiera cambiado el curso
esquina y me sentaba a leer en mi banco favorito, debajo de un flam­ de los acontecimientos. Quién sabe. Me parece que no.
boyán. Por cierto, ahí leí un libro que ahora mismo no recuerdo de En mi mente, le di un beso a mi hermanito. Y un abrazo. Y
qué trata ni quién lo escribió, pero que me gustaba muchísimo en muchos besos más. Aunque yo no sea tan fervorosa ni tan pasional,
aquella época, no sé por qué. La campana de Islandia. creo que se tampoco soy una piedra. Me hubiera gustado tocarlo de verdad. Pero
lIamaba.f' ¿No es un lindo titulo? Pero volvamos a los evangelistas, o no debía correr riesgos. De manera que me despedí sólo en mi mente.
quienes fueran. La cuestiÓn con ellos es que, pese a toda la bullanga Le dije que lo quería mucho-mucho, a pesar de las latas evangelistas
que armaban, en cierto modo ayudaron a mi hermanito. Eso hay que (era cierto). Que ojalá no me extrañara demasiado. Le deseé suerte
reconocerlo. Con sus extravagancias lo mantenían entretenido, a salvo con lo del permiso de salida, que le llegara pronto y pudiera reunirse
de la angustia, el alcoholismo y las noches de insomflio. Verdad que eon papá. Y me fui, antes de que los vientos comenzaran a arreciar y
se volvió m uy latoso con io del Señor que nos ama a todos, pero al las hojas de la ventana a dar bandazos. Nunca volvimos a vernos.
menos dormía tranquilo de vez en cuando. Como aquella ma­ Cuando salí al portal ya amanecía, aunque apenas había luz. El
drugada, ertJ!wcra! del huracán Michelle, en que entré a su cuarto cielo estaba tan empedrado, tan gris, que deprimía a cualquiera. El
subrepticiamente. olor a humedad era muy fuerte. De un momento a otro empezarían
Cogí la linterna y el llavero, que estaban encima de la mesita de a caer los primeros goterones. Y luego, casi enseguida, el diluvio. Por
noche. Los vientos ya comenzaban a soplar con alguna fuerza, pero las condiciones del tiempo. era evidente que Michelle ya había entrado
aún había una calorana sofocante, por la baja presión atmosférica. en la isla grande. ¿Por dónde? Vaya uno a saber. Si el ojo del ciclón
Sólo enfriaría más tarde, cuando empezara a llover. Dudé por un se­ atravesaba La Habana, de por sí tan destruida, sería la í;"atástroTe¡más
gundo entre cerrar o no la ventana. Preferí dejarla abierta. No quería colosal de los últimos cincuénta años. Por un instante sentí algo pa­
que el Bebo se despertara aún. ¿Para qué? Ya se despertaría más ade­ recido al patriotismo. Odié a Michelle.· ...
lante, cuando la cosa se pusiera realmente fea. También me pregunté Del portal salí al pasillo exterior que conduce al garaje. Las ven­
si no debía dejarle una nota. Las personas que toman la decisión que tanas laterales de la casa contigua estaban todas cerradas. Estupendo,
pensé. No quería que nadie me viera.
6 Novela del escritor islandés HaUtlór Laxness (1902-1998). ganador del Premío Nohet
de 1955. (Y del Premio Stalin de Literatura en t952. Para la Academia de futocolmo, 7 Aunque el DRAh.' no rrtonoce 'sobrar' como verbo reflexivo en ninguna de 1>U$ acep­
por lo vís;to.. algunos cHlaboracionis.mos son respetables y Otros no. ELP). ciones, en Cuba se emplea asf. Es un cubanismo sintáctico,
... _-_._ .. _-­
r
.. _~--~~_

1&1 INA t.uef........L.


EL VIIJn. RL A..... N.... \'0 V "fllUl. C:U'NTO' 1M

Abe( el portón. Ahí adentro, en el garaje, estaba oscuro como bocu no sé si hombre o mujer, iba a pie por el callejón de Montero Sánchez.
de lobo. Olía a herrumbre, a moho, a gasolina. Con la linterna en­ O por el de Crecherie. No sé. Iba por un callejón perpendicular a 23.
cendida, me subí a la camioneta Ford y traté de ponerla en marcha, Se tambaleaba. Se caía de rodillas. Se levantaba, al parecer con tre­
No era fácil. Lo logré al tercer intento. No revisé el tanque del com­ mendo esfuerzo, y daba uno.s paSo.s. Vo.lvía a caerse, aho.ra de bruces.
bustible, pues ya lo había hecho la tarde anterior. Esa camioneta era Volvía a levantarse. Caminaba de nuevo, con una pata coja ... Hasta
una antigualla, una auténtica pieza de museo. Cada vez que un tu­ que la cortina de agua se convirti6 en una pared de agua y ya no vi
rista la vela, enseguida quería comprarla. O si no, retratarse jUnto a más nada. ¿Qué habrá sido de aquella persona? Jamás lo. supe.
ella. O filmarla en movimiento. Verdad que se movía de puro mi. A ciegas, seguí rodando, aho.ra un poco. más rápido.. Algo tenía que
lagro, sin que le hubieran cambiado un solo componente en más de suceder conmigo, ¿no? Estaba segura de eso. Y en efecto., algo sucedió.
cuatro décadas. Si no es un récord Guinness, le anda cerca. De pronto, la camioneta pegó como un brinco. y se detuvo. Claro
Ya en la calle, miré por el retrovisor. El portón seguía abierto. Pero que yo no tenía cinturón de seguridad. Po.r poco salgo disparada
no iba a apearme para cerrarlo. Qué va. En el garaje no había nada contra el parabrisas. De hecho, me di un buen to.rtazo en la frente con
que pudieran robarse, y a lo mejor hasta servía de refugio a alguien. el timón, o con algo, no sé. ¿Qué Co.ño. había pasado.? El motor seguía
Siempre hay vagabundos, pordioseros, borrachos, viejos locos quese encendido, pero la camioneta no avanzaba. Intenté dar marcha atrás
fugan de sus casas y luego no tienen dónde meterse cuando llegan los y nada, tampoco. podía. Nunca se vio una camioneta más inmóvil que
tllH:;lcanes. También hay perros y galOS callejeros. En fin, todo lo que aquella. ¡Ni un mulo hubiera o.Puesto tanta resistencial Aparte de
yo deshllba era a lejarme de allí lo más rápido que pudiera. A eSlas al­ «coño», mascullé otras palabrotas, aún más gruesas. En general no
turas ya había empezado a llover y el viento sacudía las copas de los soy boquisucia. Las blasfemias, si la. sueltas con frecuencia, pierden
árboles como si quisiera desguazarlas. De modo que arranqué veloz ..• eficacia. Mejor reservarlas para las grandes ocasio.nes.
bueno, más o menos veloz, rezando por que el dinosaurio Ford no Mientras, un ¡¡quido tibio me corría por el rostro.. Me IOqué. Era
fuera a darme candanga! justo ahora. sangre. Me miré en el retro.visor. La herida en la frente no. lucía tan
Creo que rodé varios kilómetros sin rumbo fijo. Di algunas bonita. Qué raro que no me doliera. Aunque eso no tenía mucha im­
vueltas. Llegué hasta el puente de hierro del Almendares y luego re­ portancia. Traté de aVanzar otra vez, y nada. Se apagó el mo.tor. Creo
gresé, por un camino distinto. No me interesaba ir a ningún sitio en que si me hubiera apeado en aquel mo.mento, quizá hubiese tenido
particular. Sólo rodaba y rodaba. La lluvia era cada vez más intensa. más suerte. Pero no lo hice. Me quedé allí, dentro de la camioneta. A
El viento la inclinaba ora en una dirección, ora en otra. Hacía remo­ mi alrededor todo era agua. La lluvia repiqueteaba contra el para­
linos, espirales, trombas. Yo. iba un poco despacio., pero sin detenerme. brisas de un modo infernal. No. sería extraño que 10 reventara, pensé,
Al principio tenía cierta visibilidad. Recuerdo vagamente las calles y esa idea me devolvió la tranquilidad.
del Vedado, sombrías, desiertas, sin vehículos ni peatones. Las farolas Lo cierto es que la camioneta se había atascado. en un bache. Nada
del alumbrado público, apagadas. Las de la camioneta, igual. Yo era extraordinario, después de todo. Ya se sabe que las calles del Vedado.,
como un fantasma que recorrfa.yna ciudad fantasma. p'o.r prim~ra al igual que otras muchas en La Habana, están llenas de huecos, al­
vez en muchos años, me sentía'fel~ gunos muy grandes y peligrosos para cualquier vehículo.. En uno de
El paisaje 'fued~sd¡b~já~~¡;;setras la cortina de agua. Era de es­ esos vine a caer. S610 con una grúa se hubiera podido sacar la ca­
perarse. Nada puede un limpiaparabrisas de medio. siglo contra la mioneta de allí. Y el problema con estos baches, aparte de lo.S atascos
lluvia torrencial. Lo último que distinguí fue una silueta humana. Yo y los neumáticos ponchados, es que se inundan cada vez que llueve
rodaba en mi cacharro de lo más beatífica por la calle 23 y alguien, un poco fuerte. Una simple tormenta tropical los hace desbordarse,
g CaManga: Cubanismo para denotar un problema u obs.táculo.
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no digamos ya Un hurncán. As! que el nivel del a¡¡ua fue ascendiendo una cerca, unos arbustos, un automóvil, y al final sólo tocó la ca­
hasta alcanzar el motor, y éste Se apagó, como es n¡¡tu"". mioneta con una de sus ramas. Yo llevaba tres días inconsciente.
Pero eso no lo supe hasta mucho después. En aquel momento no Aparte de la herida en la frente, que hubo que suturar, no tenía otras
sabía ni hostia. Encerrada en la camioneta, me molestaban el olor de lesiones visibles. Me habían hecho algunas radiografías y pruebas, y
la sangre, tan parecido al del cobre, y el calor. Porque habla mucha nada. Todo parecía estar en orden. Pero no había que confiarse. La
sangre y mucho calor. Al menos así lo recuerdo. Me preguntaba si no conmoción había sido muy fuerte. Yo debía permanecer allí, en ob­
seria conveniente bajar los cristales, para que se fuera el aire vidado servación, unos días más. En cuanto a lo de hablar... -sonrió-, pues
y entrara toda esa lluvia demendal y todo ese viento que rugía como no había prisa. Ya hablaría más adelante. Por el momento era mejor
los mil demonios ... Entonces fue cuando sentí el otro golpe. Ése sí me que guardara reposo absoluto.
dolió. Muchísimo. Pero sólo por un segundo, o quizás menos. Tras el Cuando el gordo se fue, eché un vistazo en derredor. En la sala
dolor, vino la calma. Una rara sensación de plenitud, de bienestar. de emergencias había otras camas y otros pacientes, familiares de los
. Podía oír la lluvia yel viento, sí, pero muy atenuados, ComO si estu­ pacientes y amigos de los pacientes y de los familiares, enfermeras y
~ran a miles de kilómetros de allí. Luego me entró sueño. Poco a novios de las enfermeras, la que limpia el piso, la que prepara el café,
~, me envolvió la oscuridad. el que vende pirulles ... Nada, que aquello parecía el camarote de los
Nq, tuve suerte. Desperté en la sala de emergencias del hospital hermanos Marx. 1O Todos charlaban, discutían, opinaban, interrum­
Fajardó. Me habían puesto una transfusión, un suero, una máscara piéndose unos a otros. En lo alto de una pared, frente a la hilera de
de oxígeno, un vendaje alrededor de la cabeza y no sé cuántas cosas camas, había un televisor encendido. A todo volumen, por supuesto.
más. i Hasta me habían cambiado el vestido por una especie de hati­ Conque «reposo absoluto», ¿eh?
long09 gris! Qué rabia. Mi primer impulso fue el de arrancarme todos Me puse a mirar la TV. Las aventuras de Michelle seguían acapa­
aquellos trastos, incluido el batilongo. Pero no pude ni mover un rando la atención. Tras salir de acá, había continuado su paso con
dedo. Me sentía muy débil, mareada, con una jaqueca espantosa. rumbo Noroeste por el Golfo de México, y ahora estaba acabando con
Apenas la enfermera vio que yo me había despertado, salió co­ la Louisiana o con la Florida, no recuerdo bien. En cuanto a Cuba, e!
rriendo. Enseguida apareció un médico. Un gordo cincuentón, con ojo del ciclón había cruzado por el centro. A la capital sólo habían
cara de cumpleaños. Lo primero que me dijo fue: ¡Ajajá! ¡Así que te­ llegado las bandas exteriores. O sea, la parte más «floja» de! fe­
nemos los ojos verdes! Y se abalanzó para estudiármelos con una lin­ nómeno. Lo que yo había visto en mi accidentado paseo, toda aquella
ternita. Luego me quitó la máscara de oxígeno y me preguntó cómo furia de agua y viento, no era nada en comparación con lo que había
me sentía, y también mi nombre, dirección, teléfono, parientes cer­ pasado por el centro de la isla grande, al que más tarde la ONU de­
canos, etc. No le respondí nada. No tenía ganas de hablar. Él aceptó clararía oficialmente «zona de desastre». Hacia allá se había dirigido
aquel silencio como lo más natural de! mundo. Me preguntó si yo buena pa rte de la prensa nacional e internacional. Las imágenes to­
podía oírlo. Asentí con los ojos (hacerse e! sordo es mucho más difícil madas desde el aire, que aparecían ahora en pantalla, eran todo lo ho­
que hacerse el mudo, al menos para mí). Entonces volvió a ponerme rribles que cabía esperar. Pura devastación, igual que en la costa ca­
la máscara y habló él. No recuerdo todo lo que dijo, sólo algunas cosas. ribeña de Centroamérica.
Lo que había caído encima de la camioneta era un álamo. Claro que Luego transmitieron un reportaje acerca de un pueblito llamado
no me golpeó de lleno con el tronco, pues en tal caso me hubiera hecho ¡!cara, en la región central. Era uno de esos bateyes ll insignificantes
papilla. Vamos, quien haya visto álamos sabrá que pueden ser más
altos que una caSa de dos plantas. Éste, en su caída, aplastó primero 111 Comediantes norteamericanos de la primera mitad del siglo XX. Se refren::: 3 la escena
del camamteen el film A Niglu al Ihe- ()pf!n¡ (Una noche en la úpera) (935), considerada
una de ¡as mejores de la comediografla mundial. (Mi preferido es Harpo. el mudo.
9 Ikui¡ongo: Voz cubana que significa hata l,¡trEta ue mujer. Gt1.tucho me pare<:edemasiaJo hablantín 'J, en ocasiones. bastante puj6n. ELP).
11
&k'y: Voz carlbe usada en las Antillas p<lra designar pequeños villorios en ingenios azu~
carero,~ u ott'll dase de fin,as..

101 .... LuoI. ".,.'" '!:',,4J4$IIJ.'t.;;.,... .1. AIIIIM.,. tu, nttnI mI.MM 109

que ni aparecen en los mapas. Si recuerdo e! nombre eS porque me vuelan, pero que ION vientos hablan hecho volar. También dejaron al­
hizo gracia que los lugareños se autodenominaran -jicarenses •• En rededor de una decena de víctimas fatales. Eso no es mucho para una
verdad Miche!1e se había ensañado con aquel sitio. No quedaba ni ciudad con más de tres millones de habitantes, de modo que no hubo
un bohío ll en pie, ni una palma, nada. El aspecto de los jicarenses era catástrofe humanitaria. Sólo que una de esas víctimas fue mi her­
muy similar al de los damnificados centroamericanos. Entre ellos no manito el Bebo. Encontraron su cuerpo tirado en la calle, a unas
había indígenas. Sólo negros y mulatos. Por lo demás, a simple vista cuadras de casa. Estaba muy magullado, con fracturas múltiples, una
se les notaba la miseria, e! hambre, e! desamparo. Y ahora, para colmo, de ellas en la base del cráneo. Qué sucediÓ exactamente, no lo sé. Creo
, les había caído un huracán. Sin embargo,cuandoe! periodista les pre­ que nunca lo sabré. Dadas las circunstancias, me temo que resultarla
guntó cómo se sentían, ellos respondieron que muy bien. Oh, s!. Ma­ muy difícil, tal vez imposible, averiguarlo. Y para qué especular, para
ravillosamente bien. Cualquiera hubiese creído que ironizaban, pues qué, me pregunto, si de todas formas él no va a volver...
a fin de cuentas la pregunta era un poco idiota. Pero no. LoS ¡j.:arenses Ahora estoy sola en nuestra casa del Vedado. Ya ni sé porqué digo
hablaban en serio. ¡Se sentían muy bien! ¡Habían soportado el hu­ «nuestra ». Debe ser por la costumbre. El permiso de Inmigración aún
{~cán, síl ¡Y soportarían todo lo que tuvieran que soportar por la no llega. El amigo de papá sigue enviándome algún dinerito mes tras
patti!Ly)a revolución! I Y lucharían contra el imperialismo yanqui, sí! mes, y con eSO voy tirando. La camioneta Ford, como es de suponer,
¡Hasta Ja'l1ltima gota de sangrel ¡Y que viviera por siempre el in­ después del incidente del bache y el álamo, paSÓ a mejor vida. Tengo
mortal comandante en jefe! Todo eso 10 soltaron a grito pelado, agi­ una cicatriz bien fea en la frente, pero me da igual. Si la oculto detrás
tando los puños con frenesí, como para que no quedara la menor duda de un flequillo es para no llamar la atención en la calle. No soporto
acerca de lo bien que dios se sentían. Válgame Dios, pensé, y luego que los extraños anden mirándome, siempre me ha gustado pasar
dicen que yo estoy loca ... En la sala de emergencias se escucharon al­ inadvertida. No voy a acudir a un ciru jano plástico, suponiendo que
gunas carcajadas. ¡Mira p'a eso, por tu vida! ¡Están del carajo, esos esa posibilidad estuviera a mi alcance, por la misma razón que no voy
guajiros ñongosl 13 ¡Jo jo jol Creo que nadie reprendió a los risueños. a tener un perro, ni voy a ocuparme de arreglar el jardín, ni vaya in­
Ya se sabe que la gente de ciudad suele ser un tanto burlona con la tentar escribir una novela ... Nada de eso tiene sentido para mí. Porque
gente de campo. persisto en mi decisiÓn. Vaya si persisto. Cada año, desde el I ro de
Si de veras el gordo creía que yo iba a decirle algo acerca de mi, junio hasta el 30 de noviembre, que es la temporada ciclónica, me
estaba muy equivocado. Nada le dije, ni mi nombre. ¿Para qué? No dedico a ver los noticieros en la TV. As! me entero de lo mal que anda
era asunto suyo. Permanecí varios días en silendo, más callada que el mundo y de lo bien que está todo en mi país. Pero 10 que más me
una ostra en el fondo del océano. Él trataba de sonsacarme, cada vez interesa es el parte meteorológico. Oh, sí. No me pierdo ni uno. Como,_
más nervioso. Me decía que los pacientes anÓnimos no estaban per­ Penélope a su Odisea, yo espero un huracán. 14 "'••

mitidos, que él no era mi niñera y no tenia por qué aguantar mis ca­
prichos, y hasta me amenazó con remitirme al psiquiatra. Pero no
consiguió nada. En cuanto pude, me fugué del hospital. Sólo entonces
me enteré de lo otro.
Como se conoce, las bandas exteriores de Michelle causaron un
sinnúmero de estragos en La Habana. Derrumbes, penetraciones del
mar, gran parte del tendido eléctrico por el suelo, junto a los cables
del teléfono, árboles y toda clase de objetos que normalmente no
14 En La Odiml. de Homero, Pe~lope espera durante veinte largos anos el regreso de su
cónyuge()dí~reyde ftaca~aquien le fue.siemprc fiel. (Y mira quel:l nor.elomcreda...
.2 11oJlfa: Voz caribe que significa choza.. Pero el amor es así, nada tiene que ver con lo que )a gente merezca o deje de merecer.
13 Ñongo: Término des:pettivo coloquial cuhano que significa bruto, UrlO, ignorante. (Se ELP)
U~ sobre todo aplicado a la gente del campo, los guajiros) que a veces no son tan brutos
nada, pero la gente de la ciudad cree que sí. ELP).

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