Doce
Pasos que nos acercan al Camino de Dios:
Una guía para usar en grupos pequeños.
Versión española de Twelve steps to a closer walk with God: the Biblical basis for overcoming addictions
(tercera edición en inglés).
Derechos reservados © 1992, 2004, 2007 por Don Umphrey
Primera edición en inglés, College Press, Joplin, MO 1992
Segunda edición revisada en inglés, College Press, Joplin, MO, 1995
Tercera edición revisada en inglés, Quarry Press, Dallas, TX, 2004
Primera edición en español, Quarry Press, Dallas, TX, 2007
Autor: Don Umphrey
Diseño de impresión: Angie Maddox
Traducción: Georgina Tezer
Corrección de estilo: Rafael Serrano
Citas bíblicas tomadas de La Biblia, versión la Palabra de Dios para Todos (PDT)
© 2005 Centro Mundial de Traducción de la Biblia.
Impreso en los Estados Unidos de América
Library of Congress Cataloging-in-Publication Data
Umphrey, Don.
Twelve steps to a closer walk with God: the biblical basis for overcoming addictions (third edition) / Don
Umphrey.
p. cm.
Includes bibliographical references.
1. Twelve-step programs - Religious aspects - Christianity.
2. Spiritual Life - Christianity. I. Title.
BV4596.T88U47 2003
248.8’6-dc20
Library of Congress Control Number: 2006934222
ISBN 978-0-9714958-5-2
CONTENIDO
Prólogo
Introducción
Breves antecedentes
Primer Paso
Segundo Paso
Tercer Paso
Cuarto Paso
Quinto Paso
Sexto Paso
Séptimo Paso
Octavo Paso
Noveno Paso
Décimo Paso
Paso Once
Paso Doce
Apéndice
Prólogo
Cómo utilizar este libro
Este libro se puede leer como una exposición bíblica de los doce pasos que
usan los grupos de recuperación. También se puede utilizar como texto general
para un curso de trece semanas de estudio de la Biblia cubriendo la
Introducción y la Breve Información Básica durante la primera lección y de allí
en adelante tomando un paso por semana.
Sin embargo, se conseguirán mejores beneficios si se desarrolla en un
pequeño grupo cristiano de recuperación. Los participantes de estos grupos van
madurando en Dios según se van uniendo más entre sí. Una cosa es leer acerca
de los pasos, pero otra más poderosa es escuchar cómo un buen amigo ha
logrado poner en práctica un paso particular en su propia vida.
Antes de que este libro se publicara, los capítulos inéditos se utilizaron como
textos en grupos cristianos de recuperación en dos iglesias. Las preguntas que
se encuentran al final de los capítulos de este libro surgieron de esos grupos y
fueron escritas para fomentar la discusión en grupo. El apéndice de este
volumen indica la manera de iniciar un grupo cristiano de recuperación en su
iglesia y ofrece algunas normas para administrar el grupo. Estas sugerencias
surgieron de las experiencias de estos dos grupos en las dos iglesias y de las
normas utilizadas por numerosos grupos de recuperación al celebrar sus
reuniones.
Introducción
La necesidad
Un homosexual piensa que ha contraído el SIDA, lo cual le aterroriza.
Después de noche tras noche sin poder dormir por este temor persistente,
consulta a un doctor y se hace un análisis de sangre, temiendo conocer el
resultado, pero a la vez temiendo no conocerlo. Cuando llega el resultado, el
hombre se entera de que no tiene el mortal virus. Jubiloso, sale del consultorio
médico. Dos días después en un baño público tiene relaciones sexuales con otro
homosexual.
Una mujer golpea a su hija de tres años por una falta menor a las normas del
hogar. La reprimenda se torna en una golpiza que requiere tratamiento médico
para la niña. La mujer se odia a sí misma por lo que ha hecho. Con toda
sinceridad les dice a las autoridades de protección infantil que ama a su
pequeña y que esto nunca volverá a suceder. Las autoridades le responden que
más vale que no vuelva a suceder, de otra forma le quitarán a su hija. Todo
funciona bien durante seis semanas. Después, en otra ocasión la madre le causa
a la niña lesiones permanentes.
Un atleta profesional con un contrato de millones de dólares recibe una
amonestación: si su análisis de drogas vuelve a resultar positivo, su carrera
terminará de inmediato. Tres semanas más tarde, consume cocaína.
A menudo nos asombra escuchar casos como éstos. Sacudimos la cabeza sin
poder entender cómo alguien puede hacer tales cosas. Podríamos tal vez pensar
que errar es humano. Sin embargo, cuando se nos ha advertido anteriormente,
¿cómo puede alguien volver a repetir cierta conducta con absoluto conocimiento
de que sus actos podrían causar daños irreparables a sí mismo y a otros?
Podríamos agregar, con un poco de presunción, que si nosotros estuviéramos en
el lugar de esa persona, sabríamos comportarnos, no cometeríamos el mismo
error repetidamente. Tal vez sea cierto, pero ha habido muchos, incluyendo al
autor más prominente del Nuevo Testamento, para quienes no fue cierto.
Describiéndose a sí mismo, en su carta a los Romanos 7:18-19, Pablo escribe:
Yo sé que en mí el bien no tiene vida, es decir, no reside en mi
naturaleza humana. Hay en mí el deseo de hacer el bien, pero no
puedo llevarlo a cabo. En efecto, no hago el bien que quiero
hacer, sino que hago el mal que no quiero hacer.
Más tarde, en el mismo pasaje, Pablo muestra su desesperanza;
…Pero veo que aunque mi mente la acepta, en mi cuerpo hay otra
ley que lucha contra la ley de Dios. Esa otra ley es la ley del
pecado. Esa ley vive en mi cuerpo y me hace prisionero del
pecado. ¡Eso es terrible! ¿Quién me salvará de este cuerpo que
me causa muerte? (Romanos 7:23-24)
El caricaturista Walt Kelly dijo en su tira Pogo: «Hemos conocido al enemigo,
somos nosotros mismos». Sir Thomas Brown lo dijo de otra forma en su Religio
Medici, 1642.
¿Cómo podremos esperar tener caridad hacia el prójimo si no la
tenemos con nosotros mismos?
La caridad empieza con nosotros, y es la voz del mundo; y así,
todo hombre es su propio mayor enemigo, y, en consecuencia, su
propio verdugo.
Salomón parecía estar hablando del mismo fenómeno: «Hay caminos que a
uno le parecen correctos, pero en realidad llevan a la muerte» (Prov. 14:12).
Pedro escribió: «… pero ellos mismos son esclavos de hábitos que los
destruirán, pues uno es esclavo de aquello que lo domina» (2 Ped. 2:19).
Y Jesús dijo: «…todo el que se la pase pecando es siervo del pecado» (Juan
8:34).
El pastor y autor cristiano J. Keith Miller describió cómo consideraba que su
propia conducta era un tipo de adicción contraproducente y potencialmente
mortal que lo llevó al borde de un ataque cardiaco. Según Miller:
Estaba yo horrorizado de ver que esta grandiosidad egocentrista,
este pretender ser Dios que yo practicaba era «adictivo». Podía
yo de alguna forma esconderlo de mí mismo, pero, a pesar de
todos mis esfuerzos, no podía detenerme. Me di cuenta de que
este sentido de compulsión, este eterno estar ocupado en ser
suficiente, en hacer suficiente, en complacer a la gente para
ganarme su atención, su aprobación o su amor, en arreglar la
vida de todo mundo para justificarme a mí mismo, operaba como
cualquier otra adicción. Había en mí una compulsión
incontrolable de repetir esta conducta contraproducente. A veces
tenía yo la idea de que seguramente estaba demente al no poder
cambiar hábitos sencillos que ya no quería practicar…yo era
como un drogadicto prometiendo no volver a usar sustancias, y
volviendo a hacerlo casi de inmediato.1
Santiago también identificó el mismo problema. La raíz del problema, según
Santiago, somos nosotros mismos. Inclusive, el autor identifica una cierta
progresión que lleva a la muerte.
Uno es tentado cuando se deja llevar por un mal deseo que lo
atrae y lo seduce. Luego, el deseo malo da a luz el pecado, y el
pecado, una vez que ha crecido, conduce a la muerte (Santiago
1:14-15).
¿Un esclavo? ¿Su propio mayor enemigo? ¿Muerte por su propia mano? ¿Eres
éste realmente tú? Parece que, de una forma o de otra, es una enfermedad que
ataca aún a aquellos que tienen las mejores intenciones, pero sí hay esperanza.
Pablo amonestó a los creyentes, «Concéntrense en las cosas celestiales y no en
las terrenales» (Col. 3:2). Y también Pablo afirmó que hay dos direcciones
opuestas, la carne y el espíritu (ver Gálatas 5:16-25 y Romanos 8:1-7).
Obtendremos felicidad y paz caminando en la dirección del espíritu (centrados
en Dios), mientras que la dirección de la carne (no de piel y hueso, sino la
«ansiedad sobre la vida…rehusarse a aceptar la gracia pura de Dios…la vida sin,
y contra Dios»2) es la autodestrucción y lleva a la muerte.
¿Cómo puede uno evitar el camino de la muerte, esta autodestrucción? ¿No es
esto lo que la cristiandad logra para nuestro beneficio? Para muchos, la respuesta
es sin duda sí. Esta gente reclama la gracia de Jesucristo, gozan de hermandad
con otros cristianos, oran regularmente, estudian la Biblia, y llevan una vida
centrada en el espíritu. Otras personas, con las mejores intenciones, y por
muchas razones, no llevan esta misma vida. J. Keith Miller, a quien citamos
anteriormente, es un pastor y autor cristiano quien sintió que se estaba
suicidando a través de su conducta egocéntrica.
Hay muchos cristianos para quienes la religión no tiene un valor práctico en
su vida diaria. Para algunos, su religión es un hábito dominical – de cuerpo
presente, pero en algún momento la mente se escapa. Para otros, la religión
significa una serie de prohibiciones que parecen robarle a la vida toda diversión.
Otros pueden recitar hechos poco sabidos sobre los profetas menores del
Antiguo Testamento, pero no tienen idea de cómo les podría ayudar Dios a
sobreponerse a sus problemas personales. Sin duda hay muchas otras formas de
anular el poder de la religión. Al hacer esto, ¿tiene la gente la intención de
invalidar a Dios? De ninguna manera. Es muy fácil caer en la trampa; es algo
que generalmente no se hace conscientemente. El resultado final, en cualquier
caso, es que se mantiene alejada de uno la fuerza más poderosa del universo.
Solo Dios sabe cuánta gente tiene que enfrentarse a este dilema sin saber, o
cuántos no se permiten conocer los verdaderos beneficios de su religión.
En las palabras del autor Kenneth L. Bakken:
Para tanta gente la iglesia no ha logrado «predicar las buena
noticias a los afligidos» (Isaías. 61:1). Las palabras y doctrinas
de nuestra fe se han convertido en retórica vacía y piadosa al
reunirnos los domingos por la mañana –muy a menudo con una
mentalidad de club social– esperando y recibiendo poco. El
bienestar, la transformación, la libertad, y la integridad –estos
sentimientos parecen tan elusivos como el mismo Cristo a quien
creemos Señor. Hemos olvidado, o hemos perdido el significado
de vivir la buena noticia.3
David Belgum describió una iglesia hipotética en la cual, al menos según las
apariencias, todo mundo era perfecto. Pero un examen al corazón de los
feligreses reveló un cuadro muy pero muy diferente.
Supongamos que mil personas en una iglesia dicen estar
totalmente libres de pecado. Veinte de estas personas son
alcohólicos; pero no pueden creer que encontrarán su salvación
en la iglesia, ya que los otros 999 feligreses son todos «santos»
que nunca han tropezado con el pecado, o han sido tentados
como los veinte alcohólicos. Estos veinte tendrán que ir a
Alcohólicos Anónimos, ya que allí encontrarán a otros
compañeros pecadores que se han sobrepuesto a esta tragedia en
sus vidas…
Los 50 miembros de nuestra iglesia hipotética que han cometido
adulterio, o cuyos matrimonios están fracasando, tendrán que ir
a alguna asociación de «divorciados anónimos,» a consejeros
matrimoniales, y/o a agencias de servicio social. Ninguno de
ellos podría creer que alguno de los otros 999 miembros
«perfectos» de su iglesia haya tenido problemas serios, o que
podrían recibir el perdón comprensivo, el alivio y el ánimo social
necesario para una nueva vida de estos miembros.
Los 100 miembros…que sufren de ansiedad neurótica, de
depresión, o de pensamientos de suicidio, y/o que sufren de
suficiente desequilibrio para tener que tomar uno de tantos
tranquilizantes que existen, tendrán que buscar clínicas de salud
mental y psiquiatras, ya que de ninguna forma podrían compartir
sus problemas, sus tentaciones, sus pecados y sus defectos.
Aparentemente no creen el versículo que escucharon en el
servicio dominical, «todos pecaron y por eso no pueden
participar de la gloria de Dios» (Rom. 3:23).4
Cuando escribió sobre esta iglesia hipotética en 1963, Belgum declaró que no
se pueden considerar a las iglesias como puntos de reagrupación porque «ellas
han abdicado al campo de salud mental, y han repudiado o diluido muchos de
sus métodos más efectivos».5 De acuerdo con Belgum:
Mientras las iglesias no puedan encargarse de ciertos pecados, o
mientras se sientan incapaces de habérselas con estos pecados,
los miembros llevarán sus problemas a otra parte – a Alcohólicos
Anónimos, clínicas de salud mental, agencias de servicio social y
hospitales de salud mental..6
Las palabras de Belgum parecen haber sido proféticas. Este autor conoce a
una mujer que ha dedicado su vida a servir a Dios, incluyendo muchos como
misionera. Después de perder a su esposo en la madurez de su vida, se vio
infeliz, comiendo compulsivamente y aumentando de peso. Se hizo miembro de
Comedores Compulsivos Anónimos (OA por sus siglas en inglés) mientras
continuaba sirviendo en la iglesia. Contaba que el entendimiento espiritual que
había recibido del programa de los Doce Pasos de OA era algo que ella nunca
había logrado en la iglesia. OA había enriquecido su religión y la había hecho a
ella una cristiana con mayor fortaleza.
Los grupos de apoyo han brotado por todas partes. Se calcula que había de
unos 12 a 15 millones de individuos que asistían a organizaciones de grupos de
apoyo en 1988, el doble de solo 12 años antes.7 El programa de Alcohólicos
Anónimos (AA) cuenta con unos 775.000 miembros solo en los Estados Unidos
de América.8 Hay unos 200 grupos basados en el modelo de los Doce Pasos de
AA, dirigidos hacia el dominio de una gran variedad de comportamientos
adictivos.9 Estos incluyen Comedores Compulsivos Anónimos, Jugadores
Anónimos, Drogadictos Anónimos y Adictos a la Cocaína Anónimos. Hay
grupos de apoyo anónimos similares que se dedican a sobreponerse a problemas
mentales, al abuso infantil, a compulsiones sexuales y a la impotencia. Siguiendo
los mismos principios, hay otros grupos dedicados a superar la codependencia, 10
incluyendo a Alanon (familiares de personas alcohólicas), Alateen y Alatot e
Hijos Adultos de Alcohólicos. Este último grupo empezó con 14 grupos de
apoyo registrados en 1981 y había crecido a 1.100 grupos para 1988.11
Hay muchos cristianos que participan en estos grupos pero sería difícil
determinar el número exacto. Hay evidencia de participación cristiana en grupos
de apoyo aparece en las iglesias. Se ha formado el grupo cristiano de Pecadores
Anónimos. Los Doce Pasos utilizados con éxito por AA y por muchos otros
grupos han sido reconfigurados para cristianos por el Institute for Christian
Living de Minnesota12, e indudablemente, por otras entidades también. Los
Doce Pasos se estudian en las clases dominicales de las iglesias, y hay
numerosos folletos en fotocopia que circulan entre cristianos y que enumeran los
pasos y las citas bíblicas que se usan con cada paso.
En su libro Healing Life´s Hidden Addictions (Cura de las adicciones ocultas
de la vida), el Dr. Archibald D. Hart dice: «No hay programa de recuperación
que haya sido tan efectivo en ayudar a la gente a sobreponerse a sus adicciones
como los programas basados en los Doce Pasos».13 Afirma que estas adicciones
pueden tomar la forma de sustancias tales como bebidas alcohólicas y drogas o
de actos como adicción a los juegos de azar, al trabajo, al perfeccionismo —
hasta a la religión —, la lista es infinita, y afirma también que los doce pasos se
han aplicado con éxito a conductas compulsivas y a conflictos matrimoniales.14
La teoría de este libro es que:
1) Los pasos se basan directamente en principios bíblicos. Los pasos no
contienen nada que no se encuentre en la Biblia.
2) Los doce pasos son una herramienta eficaz para los cristianos. Se pueden
usar para sobreponerse a problemas específicos por medio de la gracia de Dios.
Todo cristiano que ya esté utilizando un programa de los Doce Pasos puede usar
este libro para complementar sus lecturas y para comprender las bases bíblicas
de los Doce Pasos.
3) Los Doce Pasos están diseñados para sacarlo de su egocentrismo (según se
manifieste en diferentes problemas) y llevarlo a centrarse en Dios, o sea, de una
orientación carnal a una orientación espiritual.
4) Todo individuo con problemas puede crecer espiritualmente reuniéndose en
pequeños grupos en las iglesias con otros que tengan diferentes problemas para
desarrollar los Doce Pasos.
Esto no quiere decir que cualquier persona que ponga en práctica los Doce
Pasos en su vida logrará centrarse completamente en Dios. Solo Jesucristo ha
podido lograrlo, pero todo individuo puede desarrollarse para centrarse en Dios,
y al hacerlo, puede alcanzar la felicidad y la paz que anteriormente lo eludía aún
siendo un buen cristiano.
He aquí los Doce Pasos que fueron desarrollados por el programa de
Alcohólicos Anónimos:15
1. Admitimos que estábamos impotentes ante el alcohol y que
nuestras vidas se habían vuelto imposibles de manejar.
2. Llegamos a creer que un Poder más grande que nosotros
podría restaurarnos la salud mental.
3. Tomamos la decisión de entregar nuestra voluntad y nuestra
vida al cuidado de Dios, tal como lo entendíamos.
4. Nos hicimos un inventario interno, profundo y valiente.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser
humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
6. Estábamos totalmente preparados para dejar que Dios nos
apartara de todos estos defectos de carácter.
7. Humildemente le suplicamos a Dios que nos apartara de
nuestras imperfecciones.
8. Hicimos una lista de todas las personas a quienes habíamos
hecho un mal y nos preparamos a corregir la situación.
9. A todos los que pudimos les reparamos el daño causado,
siempre y cuando eso no significara un perjuicio para ellos o
para otras personas.
10. Continuamos haciendo un inventario personal y al
equivocarnos lo admitimos prontamente.
11. Buscamos, a base de oración y de meditación, perfeccionar
nuestro contacto consciente con Dios según lo entendemos,
orando solamente para conocer Su voluntad en nuestra vida y
para tener la fuerza de implementar esa voluntad.
12. Habiendo sentido un despertar espiritual como resultado de
estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a todo alcohólico y
de poner en práctica estos principios en toda ocasión en nuestra
vida.
En los breves antecedentes que siguen verán la derivación de los Doce Pasos.
Cada uno de los pasos se discutirá individualmente en los siguientes capítulos.
Breves Antecedentes
Sería útil dar algunos antecedentes sobre Alcohólicos Anónimos y sobre el
Grupo Oxford, del cual surgió el programa de AA. Esto demostrará que los Doce
Pasos tienen sus raíces en los principios de la Biblia, y aclarará por qué son tan
útiles para gente con diferentes tipos de problemas.
Los Doce Pasos fueron creados para ayudar a la gente a sobreponerse a la falta
de voluntad frente al alcohol. Para estos individuos hace mucho tiempo que el
beber dejó de ser un animador social. Estas son personas a quienes la bebida ha
doblegado y les había hecho perder salud, trabajo y familia. Sin embargo, a pesar
de enormes esfuerzos inevitablemente perdían la batalla, y se odiaban a sí
mismos. Son personas atrapadas por una adicción. «¡Eso es terrible! ¿Quién me
salvará de este cuerpo que me causa muerte?» fue la oración de Pablo tomada de
la carta a los Romanos 7:24 y ese es el ruego de incontables adictos.
Una de estas personas era Bill Wilson,1 un veterano de la Primera Guerra
Mundial, gran bebedor y hombre de mundo que hizo su fortuna en Wall Street
durante los años de la década de 1920. Cuando la bolsa de valores se vino abajo
no pensó en el suicidio sino que se refugió en la bebida. El alcohol llegó a
dominar su vida y lo arruinó durante los años de la década de 1930. Trató de
varias formas de dejar de beber, pero no pudo. Por su propia confesión, se
convirtió en esclavo de la bebida, para 1934 estaba resignado a morir borracho.
Un antiguo compañero de escuela y compañero de juerga que vivía en otra
ciudad le llamó para avisarle que vendría a visitarlo. Bill estaba sorprendido de
saber de él, ya que le habían llegado noticias de que este hombre había sido
internado en un hospital por demencia debida al alcoholismo. Sin embargo Bill
estaba encantado con la idea de recordar viejos tiempos y beber con su amigo.
Cuando llegó su amigo, Bill se sorprendió cuando éste rechazó su ofrecimiento
de un trago. Su antiguo compañero de escuela le contó que hacía dos meses que
no se tomaba un trago. Su secreto: Dios había hecho por él lo que él no había
podido hacer por sí mismo. Al darse cuenta de que Dios podría hacer lo mismo
por él, Bill abrazó a Dios y buscó únicamente Su voluntad en su vida. No volvió
a probar un trago.
Después de la visita de su amigo, Bill se asoció con un movimiento llamado
Grupo Oxford, el cual sostenía una misión para alcohólicos en la Iglesia
episcopal Calvary en Nueva York 2 (más adelante se dará más información sobre
el Grupo Oxford). Como parte de la nueva espiritualidad de Bill, descubrió que
la única forma de mantenerse sobrio era ayudando a otros alcohólicos. Para
poder hacerlo, solicitó a médicos, a pastores y sacerdotes nombres de
alcohólicos desesperados, y empezó a visitar a gente desesperanzada en
hospitales. La idea de que «si la fe no está acompañada de hechos, así sola está
muerta» tomada de Santiago 2:17 le sirvió a Bill como guía para ayudar a otros.
El año siguiente Bill, aún sobrio, se estaba alojando en un hotel de Akron,
Ohio, en un viaje de negocios. La música del bar inundaba el vestíbulo del hotel
donde Bill estaba sentado, pareciendo invitarle a tomar una copa. ¿Iba a entrar al
bar y tomar su primera copa, la cual lo llevaría de nuevo a una borrachera diaria
y a mayor desesperación?
Para sobreponerse a esta tentación, Bill consiguió algunos nombres de
pastores del directorio telefónico que había en el vestíbulo y empezó a hacer
llamadas para ver si encontraba a algún alcohólico a quien pudiera ayudar.
Finalmente le dieron el nombre del doctor Bob Smith, conocido como el doctor
Bob, un médico que había arruinado su vida con la bebida. El doctor Bob estaba
borracho esa noche, así es que Bill hizo cita para verlo el próximo día. Todavía
sufriendo de agitación por la borrachera de la noche anterior, el doctor Bob
insistió en que la visita del extraño no durara más de quince minutos. Cuando los
dos se reunieron, conversaron durante más de seis horas.
Bill le contó cómo había logrado mantenerse sobrio usando un enfoque
espiritual. Mucha gente con buenas intenciones había tratado de ayudar al doctor
Bob, pero Bill era la primera persona que parecía saber en qué consistía ser
alcohólico. Bill había sentido la misma desesperación, la misma falta de
esperanza. Al poder identificarse con su amigo, el doctor Bob dijo que él
también quería rehacer su vida centrándose en Dios. Dos semanas después el
doctor. Bob se emborrachó durante una convención médica, pero después de este
incidente nunca volvió a tocar la bebida. Antes de conocer a Bill, el doctor Bob
había estado asistiendo regularmente a las reuniones del Grupo Oxford por unos
dos años. Las primeras reuniones de lo que más adelante sería el programa de
Alcohólicos Anónimos fueron en realidad parte de las reuniones del Grupo
Oxford de Akron, a las que asistieron tanto Bill como el doctor Bob. Las
reuniones que incluían meditación y lecturas de la Biblia se llevaban a cabo cada
mañana en el domicilio del doctor Bob. La carta de Santiago era el libro bíblico
favorito del grupo. Una de las primeras sugerencias para el nombre del grupo
que llegaría a ser AA fue el Club de Santiago (The James Club, en inglés).
El Movimiento del Grupo Oxford fue fundado en 1921 por Frank Buchman,
un pastor luterano, con la idea de recuperar los ideales del cristianismo del
primer siglo. La meta de los miembros del Grupo Oxford era «lograr una
regeneración espiritual entregándose a Dios a través de un riguroso examen
interno, de confesar sus debilidades de carácter ante otro ser humano, de hacer
restitución por daños causados a otros, y de dar sin pensar en recibir
recompensa».3 Se centraban en la oración y en orientarse hacia Dios para todo
asunto en su vida, incluyendo el estudio de la Biblia.
El núcleo del programa consistía en los «cuatro absolutos:» absoluta
honestidad, absoluto desinterés, absoluta pureza y absoluto amor. Las «cinco
Ces» (confianza, confesión, convicción, conversión, y continuación), y había
«cinco procedimientos» que también formaban parte del programa del Grupo
Oxford. Los procedimientos eran: dar a Dios, escuchar las instrucciones de Dios,
revisar la orientación, restitución, compartir como testigo y confesarse.
De acuerdo con el libro de Walter Houston Clark, The Oxford Group,4 la
hipótesis central del movimiento era:
1. Los seres humanos son pecadores.
2. Los seres humanos pueden cambiar.
3. La confesión es esencial como condición previa para cambiar.
4. El alma transformada tiene acceso directo a Dios.
5. La época de los milagros ha vuelto (a través de vidas cambiadas, incidentes
milagrosos, etc.).
6. Aquellos que han logrado cambiar deberán cambiar a otros.
John W. Drakeford5 notó que el Grupo Oxford se caracterizaba por «grupos
pequeños, informalidad, liderazgo laico, normas éticas elevadas, y por la práctica
de la confesión».
Según se van familiarizando con los pasos, verán cómo se implementaron
estos principios. El formato de grupo pequeño que utilizaba el Grupo Oxford aún
se usa en AA y en muchos otros grupos de recuperación. Es recomendable seguir
esta misma ruta cuando se formen grupos cristianos.
En 1937 la organización de AA empezó a separarse del Grupo Oxford y dos
años más adelante, el Grupo Oxford empezó a centrarse más en lo político y
cambio de nombre a «Rearme Moral». A pesar de la separación, los Doce Pasos
desarrollados por la AA conservan su influencia discernible del enfoque
espiritual del Grupo Oxford.
Cuando se examinan los doce pasos, puede sorprender que solo haya una
referencia a bebidas alcohólicas y una referencia a alcohólicos. La palabra
«alcohol» se encuentra únicamente en el primer paso donde se identifica como la
sustancia ante la cual todo alcohólico se siente impotente. La palabra
«alcohólicos» se encuentra únicamente en el paso doce, el último, que dice: «…
tratamos de llevar este mensaje a todo alcohólico…». Los demás pasos tienen
que ver con vivir una vida santificada. Es por esta razón que los Doce Pasos son
tan adaptables para tantos grupos. Los miembros de un grupo sencillamente
conectan al primer paso aquello ante lo cual se sienten impotentes y mencionan
en el paso doce a los individuos a quienes tratan de auxiliar.
Sin embargo, básicamente, ¿siente realmente el alcohólico esa impotencia ante
el alcohol? ¿o es realmente la comida lo que no puede controlar el comedor
compulsivo? Hasta cierto punto la respuesta es sí, pero en otro nivel no lo es. Por
ejemplo, la botella de whisky no obligó a nadie a que la tomara; ni el pastel de
chocolate en la pastelería se transportó por arte de magia de allí al hogar de la
persona compulsiva y la obligó a que se lo comiera con ansias. Los culpables
fueron aquellos que consumieron las sustancias ya sea consciente y
deliberadamente, por compulsión o por hábito.
En resumen, en cierta forma la verdad es que un alcohólico no está realmente
impotente ante el alcohol, sino impotente ante sí mismo; esa impotencia se ha
manifestado en forma del alcohol. Lo mismo vale para el que come
compulsivamente, para el que apuesta, para el que consume drogas, y la lista es
interminable. Para poder llevar una vida nueva y en sobriedad, dijo Bill Wilson,
«se necesita la destrucción del egocentrismo».6 Después de todo, ¿no es esa la
meta de todo cristiano también? Separarse del egocentrismo y de sus
necesidades carnales y avanzar para centrarnos en Dios, donde imitamos a
Jesucristo.
En las páginas que siguen exploraremos las bases bíblicas de cada paso y
veremos cómo cada paso nos puede separar del egocentrismo y de sus diferentes
manifestaciones, y conducirnos hacia la meta cristiana de una vida centrada en
Dios.
Antecedentes: Preguntas para evaluarnos interiormente
y para discusión en grupo
1. ¿Alguna vez se te ha ocurrido que alguien que tú conoces es su propio peor
enemigo? ¿Qué hizo esa persona para hacerte pensar de esta forma? ¿Alguna
vez se te ha ocurrido que tú eras tu propio peor enemigo? ¿Por qué?
2. ¿Cuál es la diferencia entre una adicción y un pecado? ¿Cómo se hace la
gente esclava del pecado? Si cometes un pecado en particular una sola ocasión,
¿eso te hace esclavo del pecado?
3. ¿De qué habla la Biblia cuando se refiere a la carne? ¿al espíritu? ¿Cómo
puedes saber si andas por el camino de la carne o del espíritu?
4. Si alguien en tu iglesia tuviera problemas en su matrimonio, ¿se sentiría a
gusto contándoselo a sus hermanos y hermanas en Cristo? Y ¿si tuviera
problemas con adicción a medicinas controladas? ¿con el alcohol? ¿con la
pornografía? ¿Por qué sí o por qué no?
5. ¿Por qué podríamos pensar que es hipócrita la congregación de 1.000
miembros de la iglesia hipotética de David Belgum mencionada en el primer
capítulo? ¿Qué haría que una iglesia fuera así? ¿Puedes pensar en algún caso
en el cual tú te has comportado hipócritamente?
6. ¿Por qué muchas veces un cristiano se siente más cómodo discutiendo sus
problemas en grupos de los Doce Pasos, y con psicólogos y psiquiatras? ¿Bajo
cuales circunstancias te sentirías a gusto compartiendo tus problemas con tus
compañeros cristianos?
7. Al leer los principios del Grupo Oxford y de los Doce Pasos al final de la
introducción, ¿puedes indicar algún paralelo? ¿Cuáles son los principios
paralelos entre los pasos y los principios bíblicos que tú conoces? ¿De qué
forma podrían los Doce Pasos ayudar a llevar a una persona del egocentrismo
(la carne) a centrarse en Dios (el espíritu)?
8. ¿Qué tienen en común un comedor compulsivo y un alcohólico? ¿Un
drogadicto y un jugador compulsivo? ¿Una persona llena de envidia
constantemente y un trasgresor sexual? ¿Hay algo que tengas tú en común con
todos estos individuos?
Primer Paso…
Admitimos que estábamos impotentes ante _________ y
que nuestras vidas se habían vuelto imposibles de
manejar.
El autor David Belgum cuenta la historia de una pareja muy educada que
llevaban casados quince años. Sus relaciones habían degenerado al punto de la
infidelidad. Fueron a consejeros matrimoniales durante varias semanas, y ambos
podían recitar de memoria toda la «psicología» y los manuales matrimoniales
habidos y por haber, pero de nada sirvieron, y dejaron de asistir porque, en las
palabras de Belgum «ninguno de los dos había llegado siquiera al primer paso»
De acuerdo con el autor «cada uno deseaba reformar al otro, pero ninguno de los
dos sentía remordimiento por sus propias fallas, errores, o pecados».1
El principio es que para poder «enderezarse» uno mismo, tenemos que
reconocer primero nuestros propios problemas. Ninguna de las dos personas que
formaban ese matrimonio estaba dispuesta a eso. Pero el culpar a la otra persona
no es nada nuevo en la experiencia humana. Jesucristo citó un ejemplo clásico de
esto. Contó el caso de un fariseo y un publicano que entraron al templo a orar
(Lucas 18:10-14). El fariseo, un hombre con todos los signos externos de ser
religioso, oraba a Dios creyendo ser muy bueno y justo, y dando gracias por no
ser un pecador como los demás. A diferencia de él, el publicano se mantuvo a
distancia y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, además se golpeaba el pecho
diciendo: «¡Dios, ten compasión de mí porque soy un pecador!» (v. 13). Según
Jesucristo el que fue justificado fue el publicano porque «el que se cree mucho
será humillado, pero el que se humilla recibirá honor» (v. 14).
El primer paso requiere admisión de falla o culpa que ha causado esa
impotencia y ese desorden en su vida. Tenemos que admitir que hemos estado
equivocados. Reconociendo un estado de equivocación o de pecado en sí mismo,
el publicano derrotó a su falso orgullo y a su ego cuando humildemente le pidió
a Jesucristo misericordia. Por esta simple admisión, Jesucristo declaró que sería
ensalzado. El camino mucho más sencillo y más común fue el que tomó el
fariseo. El no se humilló ante Dios porque, en su no muy humilde opinión, él
justificaba su propio comportamiento.
Para poder restaurar su matrimonio, la pareja en el ejemplo anterior habría
necesitado adoptar la actitud del publicano, pero ambos eran como el fariseo, y
el resultado en su matrimonio sería el mismo que el resultado en el alma del
fariseo.
Desafortunadamente la gente parece estar ciega frente a sus propias faltas. Un
número infinito de personas que utiliza el programa de los Doce Pasos es testigo
de que han arruinado su vida casi totalmente, antes de descubrir un problema en
ellos mismos que era obvio para los que los rodeaban. Muchos alcohólicos y
drogadictos llegan hasta el fondo de la desesperación y pierden todo, salvo la
vida, antes de estar dispuestos a dar el primer paso. Otros nunca pueden admitir
sus faltas y siguen bebiendo o consumiendo drogas hasta que su adicción los
mata.
En la parábola del Hijo Pródigo (Lucas 15:11-32), Jesús cuenta de un
muchacho que había llegado a la desesperación total y que estaba a punto de
morirse de hambre antes de reconocer su problema. Es una parábola en la cual el
padre representa a Dios, mientras que la conducta y las actitudes de sus dos hijos
representan la conducta y las actitudes de la humanidad. Varios de los pasos
están claramente ilustrados en esta historia y nos referiremos a ella de nuevo en
los capítulos siguientes.
En la parábola, el más joven de los dos hijos pidió al papá su parte de la
herencia familiar que le tocaba. El padre accedió a su petición y poco después el
muchacho se trasladó a un país lejano. En su nuevo ambiente, el muchacho
pronto acabó con su herencia, desperdiciándola llevando una «mala vida». Su
mundo se vino abajo, se encontró sin dinero, y a causa de una carestía no tenía ni
qué comer. El muchacho consiguió empleo cuidando puercos y se encontró «que
hasta quería comer lo que comían los cerdos, pero nadie le daba nada» (v. 16).
Esa es verdadera impotencia.
Tuvo que perder todo excepto la vida para poder entender su situación.
Ahora veamos esta parte de la historia desde la perspectiva de la siguiente
pregunta: ¿por qué tenía un problema este muchacho?
Se explicó en el primer capítulo que los Doce Pasos se pueden utilizar para
llevar a un individuo del egocentrismo a centrarse en Dios. La razón por la cual
este muchacho tenía problemas era porque, por su propia voluntad, se apartó de
su padre. Nosotros también nos apartamos del Señor a causa de los muchos
impulsos egocéntricos que tenemos.
Sobre el abandono del hogar por parte del muchacho, Robert R. Brown2 dice:
«Su ego fue la pasión absoluta que lo llevó a una vida descontrolada y que lo
hizo indiferente al dolor que causaba a sus seres queridos». En cuanto a la
motivación del muchacho, Brown dice:
Había muy adentro de la naturaleza del hijo menor un poder
demoníaco que lo impulsaba constantemente a ponerse a sí
mismo en el centro del universo. Tal condición no permitía que
hubiera cabida para otros porque insistía en que él se tomara
todo espacio disponible. Él era el único árbitro de su destino, y
su propia sabiduría actuaba de único juez; por lo tanto, creyó
que tener poder significaba la libertad de hacer cualquier cosa, y
sustituyó la virtud de una vida de sacrificio por la ambición
personal.3
De acuerdo con Brown, ese mismo poder demoníaco reside en cada uno de
nosotros. Esto da por resultado la creación de un individuo que exagera en alto
grado su propia importancia. En las palabras de Brown: «El ego no escucha
porque está ansioso solamente de ser escuchado; y el ego no respeta porque
tristemente busca toda oportunidad para que le rindan honores».4 Brown también
nos habla de individuos que tratan de «convertirse en los dioses que nuestra
naturaleza carnal nos susurra que somos…».5
Lo que entonces alejó al Hijo Pródigo de su padre, es lo mismo que nos aleja a
nosotros de Dios. Esto tiene muchos nombres, egocentrismo, orgullo, ego sin
control, voluntad loca, egoísmo, el gran «Yo» y muchos otros.
Esta descripción anterior, ¿te recuerda a alguien? La idea de un ego exagerado
y de tratar de ser Dios no es nueva. Es la razón por la cual Satanás,
originalmente un ángel del Señor, cayó del cielo. Lee la siguiente descripción de
Isaías 14:12-14. En él, Dios se refiere a Satanás (lucero de la mañana) y luego
cita a Satanás:
¡Qué caída tuviste desde los cielos, lucero de la mañana! Tú que
conquistaste las naciones, ¡cómo caíste derribado por el suelo!
Tú que decías: «Subiré al cielo, levantaré mi trono sobre las
estrellas de Dios. Visitaré la montaña donde los dioses se reúnen,
allá en las laderas del Safón. Subiré bien arriba, por encima de
las nubes más altas y seré como el Altísimo».
De este pasaje pueden deducir que Satanás había caído del cielo. ¿Por qué?
Satanás parece que fue el primer ser que tuvo problemas con su ego. En esta
breve cita se pueden contar cinco veces en las cuales Satanás dijo: «Yo». Su
enfoque era entonces su voluntad y no la de Dios. Este es un verdadero problema
de ego, voluntad propia enloquecida y orgullo. Como parte de todo esto, Satanás
pretendía ser «como el Altísimo». Satanás quería suplantar a Dios. ¿Esta bien
claro, entonces, de donde surgen los problemas de ego y de pretender ser dios?
Nabucodonosor, rey de Babilonia, también sufría de las consecuencias de su
orgullo (ver Dan. 5:17-23). El resultado fue para él perder la razón. Recobró su
salud mental únicamente cuando «reconoció que sólo el Dios altísimo tiene
poder sobre todos los reinos de los hombres. Sólo Dios decide quién gobierna los
países» (v. 21).
Cuando intentamos «ocupar el papel de Dios,» en cualquier forma, estamos
siguiendo el ejemplo de Satanás. Satanás fue arrojado de los cielos. El Hijo
Pródigo casi murió de hambre entre los puercos. Nabucodonosor perdió la razón.
¿Hay pruebas de que los resultados del falso orgullo, del ego exagerado, o del
amor al «Yo» serían diferentes para nosotros?
La respuesta a nuestra pregunta original, entonces, es que el Hijo Pródigo
abandonó su hogar a causa de problemas con su ego.
Ahora, veamos una segunda pregunta: ¿Qué tuvo que suceder para que el
muchacho reconociera su problema?
Cuando el muchacho se trasladó en sus viajes a un país lejano, y más tarde,
cuando su fortuna se esfumó, ¿Dio él muestras de reconocer su problema o su
impotencia? Las Sagradas Escrituras no lo indican. No hay indicación de que el
muchacho se diese cuenta en ese momento que había actuado erróneamente. Si
se le hubiera preguntado, el muchacho probablemente habría dicho que su
decisión original fue absolutamente correcta, casi al punto llegar a la impotencia
absoluta. Si se le hubiera acusado de estar equivocado, ¿no crees que habría
reaccionado fuerte y negativamente? Sin duda le habría dicho a su acusador que
no se metiera en lo que no le importaba y que no sabía de qué estaba hablando.
Esa es la naturaleza de apartarse de Dios. Insistimos en que estamos en lo cierto,
construimos un mecanismo de defensa complicado para apoyar nuestra opinión y
nos enfadamos con el que no esté de acuerdo con nosotros. Esto se llama
proceso de negación, y lo documentó Salomón en sus escritos sobre una «mujer
mala:»
Ella te conduce por un camino que lleva a la muerte; sus pasos
van directamente al sepulcro.
A ella no le interesa el camino de la vida, no tiene conciencia de
que va por mal camino. (Proverbios 5:5-6)
Salomón dijo que la mujer iba caminando hacia el infierno y ni siquiera lo
sabía. Esto es negación. De acuerdo con el Dr. Archibald D. Hart: «La negación
tiene un papel formativo en toda adicción. De hecho, parece que para que una
conducta se torne adictiva…se deberá negar primero».6 Según el Dr. Hart: «es
como si la mente conspirara para ayudar a que la adicción se mantenga
secreta».7
Desafortunadamente la naturaleza humana es tal que antes de rendirse tiene
que sufrir muchos golpes.
¿Cuántos golpes recibió el Hijo Pródigo? Para comprender totalmente la
degradación del muchacho, la parábola se debe entender desde el punto de vista
del narrador, Jesucristo. Para Jesucristo, un judío, y para su auditorio
predominantemente judío también, los cerdos eran animales impuros bajo la ley
de Moisés (Deut. 14:8). No solamente los judíos tenían prohibido comer carne
de cerdo, ni siquiera se les permitía tocar un cerdo. Ningún judío con un mínimo
de amor propio tomaría un empleo cuidando cerdos. Entonces el Hijo Pródigo
había tocado fondo porque no solamente trabajaba con cerdos, sino que les
envidiaba su comida. Fue a este punto de su degradación que el Hijo Pródigo
tomo el primer paso: admitió su impotencia, admitió que su vida se había
tornado imposible de manejar. La alternativa era persistir en su forma de vida y
morir.
De esta parte de la historia podemos deducir, entonces, que nuestro mayor
problema es el alejarnos de Dios, o diciéndolo de otra forma, colocando nuestros
propios deseos antes que los deseos de Dios para nosotros. Nuestro problema se
hace más grave cuando no vemos hacia donde vamos y nos ponemos a la
defensiva si alguien nos confronta con el problema. Si insistimos en poner
nuestra voluntad antes que la voluntad de Dios, causaremos nuestra propia ruina.
Pero, ¿tenemos que hundirnos hasta adonde llegó el Hijo Pródigo antes de
reconocer nuestro problema? Como ya hemos mencionado, muchos alcohólicos
y drogadictos han persistido en su conducta compulsiva hasta perder la vida o
hasta casi perderla. Pero, ¿puede un individuo que está sinceramente tratando de
ser un buen cristiano y que va a la iglesia todos los domingos, acabar en la
misma situación? La respuesta es afirmativa. En el primer capítulo citamos a J.
Keith Miller, pastor desde hace años y autor cristiano, quien se encontró al borde
de un ataque cardiaco a causa de su conducta egocéntrica, y también a pesar de
tratar de hacer la labor del Señor.
Así es que, aún con las mejores intenciones cristianas, podemos llegar a ser
nuestros propios peores enemigos. Sin embargo, no necesitamos estar a las
puertas de la muerte antes de descubrir nuestro problema. Como decía un viejo
amigo mío: «Puedes viajar en el carretón de basura hasta llegar al basurero, o te
puedes bajar antes de llegar». Cuando Pedro caminó sobre el agua hacia el
Señor, retiró los ojos del Señor y se llenó de temor, la Biblia no nos dice que
Pedro se ahogó, sino que empezaba a hundirse cuando le pidió auxilio a
Jesucristo (Mateo 14:30). De nuevo citamos a Robert R. Brown:
No tenemos que llegar hasta el fondo para volver en sí; ni
tenemos que sufrir los tormentos de culpa antes de levantarnos e
ir hacia el Padre. Podemos escoger ir a Él en cualquier
momento…8
Pero, ¿cómo podremos reconocer nuestro problema antes de llegar al fondo,
antes de llegar al basurero? ¿Y qué del proceso de denegación – la forma en la
cual un individuo se ciega ante sus peores problemas? De nuevo, citamos a
Brown, un examen interno a fondo es un previo requisito para el
arrepentimiento. Volviendo al fariseo y al publicano, fue el publicano el que se
examinó, y el fariseo, en cambio, examinaba a otros y no a sí mismo. Según
Brown:
Nunca podemos dar la espalda a nuestras faltas hasta conocer
con precisión cuáles son. Una vez que empezamos a ejercitar el
alma, y que nos ponemos ante la presencia de nuestro divino
Padre, podemos empezar a apreciar la malicia en nuestra
naturaleza; pero todavía necesitamos examinar individualmente
cada uno de nuestros pensamientos, cada una de nuestras
palabras, cada uno de nuestros hechos, meditar sobre ellos,
hacer comparaciones, cernir lo malo de lo bueno y distinguir las
flaquezas que requieren la gracia de Dios en especial.9
El Hijo Pródigo sabía por qué se sentía impotente. Lo mismo se puede decir
en el caso de un alcohólico, de un drogadicto, de quien come compulsivamente,
y de otros que ingresan a un programa de los Doce Pasos. Para estos individuos
el problema — o al menos la manifestación más obvia de su problema — es
obvio. Saben exactamente cuál palabra usar en el primer paso: «Admitimos que
estábamos impotentes ante ____________ y que nuestras vidas se habían
tornado imposibles de manejar». Pero un cristiano, ¿qué puede insertar en este
primer paso? Tal vez no sea obvio a causa del proceso de denegación.
Algunos cristianos que utilizan los Doce Pasos usan la palabra «pecado» en el
primer paso. De hecho, el pecado es la aflicción más grande para la humanidad
porque es:
Una condición de corazón/ mente/ voluntad/ afecto, y es el
resultado práctico de esa condición en pensamiento, palabra y
obra, lo que ofende a Dios y lo que viola su sagrada ley.10
A causa de nuestros pecados nos retiramos del Señor.
Si el concepto de estar impotente ante el pecado y de usar la palabra «pecado»
en el primer paso te acomoda, entonces úsala. Sin embargo, es posible que la
palabra «pecado» se haya convertido en una idea abstracta y demasiado amplia.
Por ejemplo, una persona podría pedirle a Dios perdón por sus pecados sin
pensar en uno específicamente. Desde el punto de vista del perdón, podría verse
como una forma de cubrir todas las bases de una sola vez. Y después de todo,
Dios sabe bien cuáles son nuestros pecados.
El problema es que una admisión en general de todos sus pecados requiere
muy poco esfuerzo y no muestra reconocimiento de que un individuo reconoce
sus propios pecados. Si un cristiano no reconoce sus pecados, está condenado a
repetirlos, y por tanto, no hay crecimiento espiritual.
El concepto amplio del pecado se usa en las iglesias, y todo mundo en una
iglesia admitirá ser pecador. Pero, al hacer esta admisión, ¿está esa gente
realmente revelando algo sobre sí misma, y sobre lo que la ha alejado de Dios?
Puesto que todo mundo es pecador, esta admisión puede no tener mayor impacto
que el admitir que necesitamos aire para respirar o comida para comer. Tal vez es
por esta razón que muchos cristianos tienen una mentalidad de club social en
cuanto a su participación en la iglesia, como se mencionó en el primer capítulo.
En cambio, un individuo que participa en un programa de los Doce Pasos se
sabe impotente, y eso que lo hace impotente no es una abstracción amplia.
Tienen algo en común porque, aunque todos son diferentes, sienten impotencia
ante lo mismo. Les da un enfoque común y un mismo adversario. A través de
esto, comparten un compañerismo y se cuidan uno al otro de una forma muchas
veces más rica que en una iglesia.
Por esta razón recomiendo nombrar en el primer paso algo muy específico
ante lo cual se sienten impotentes. Puede ser una sustancia como el alcohol,
drogas ilícitas o controladas, o comida. Puede ser una actividad como juegos de
azar o tipos de conducta sexual. El Dr. Hart ha mencionado acerca de cómo un
pasatiempo como coleccionar monedas, esquiar o pescar, pueden llevarse al
punto de obsesión, y podría ser una actividad que se pudiera mencionar en el
primer paso.11 Algún problema de codependencia podría también ser la
manifestación más obvia de impotencia para este paso. La neurosis es otra
posibilidad, como lo son la adicción al resentimiento, la envidia, los celos y otros
estados que pudieran ser considerados como enfermedades del alma cristiana.
Cualquiera que sea el problema, todo individuo tiene un sentido inmediato de
alivio una vez que se atreve a admitirlo.
¿Cuál es el lazo común que une a los cristianos que tienen problemas
diferentes y que se reúnen regularmente en grupos pequeños? Mientras un
individuo admita impotencia sobre algo todos saben que se están apartando de
Dios debido a diferentes formas de egocentrismo. Sentirán esa esclavitud en
común y al compartir esta esclavitud, tendrán una meta en común, encaminarse
juntos hacia Dios y ser más como Cristo. Si un individuo no siente una
impotencia en particular (y este puede ser el caso de muchos cristianos con
buenas intenciones) no se sentirá a gusto en el grupo, ni entenderá los pasos que
siguen.
Se recomienda que en cada sesión de un grupo los individuos se presenten
declarando cuál es su debilidad específica. Por ejemplo: «Soy Juan y me siento
impotente ante la envidia». «Soy María y me siento impotente ante el alcohol».
Esto se puede hacer recorriendo el círculo de gente al empezar la reunión de un
grupo, o según le toque hablar a cada persona. Esto sirve para recordar a todo
mundo la esclavitud que tienen en común y que todo lo que tienen más allá de
una esclavitud total es un don de Dios.
Como parte del primer paso es importante que un individuo haga todo el
esfuerzo posible por dejar de hacer lo que lo hace sentir impotente. Esto
funciona en diferentes formas dependiendo del tipo de adicción de la persona.
Por ejemplo, una persona que se siente impotente ante el alcohol necesita
apartarse de toda bebida alcohólica. Un jugador compulsivo deberá tratar de no
apostar ni un centavo. Pero este tipo de abstinencia total no es posible con todo
tipo de adicción. Por ejemplo, alguien que se siente impotente ante la comida
todavía necesita alimentarse, pero deberá tratar de comer moderadamente y no
de atragantarse de comida. Una persona que trabaja compulsivamente deberá
también de tratar de controlarse. Pero ni la moderación ni la abstinencia son
apropiadas para lo que llamamos enfermedades del alma cristiana, como lo son
el resentimiento o los celos. Cuando se sienta una debilidad de este tipo, la meta
deberá ser mejorar.
Los miembros de Alcohólicos Anónimos dicen que el alcohol era sólo un
síntoma de lo que realmente era su problema. Sin duda esto es verdad en el caso
de casi todo mundo que admita su impotencia ante algo en el primer paso.
Siendo este el caso, los individuos que participen en los Doce Pasos de su grupo
cristiano de recuperación pueden sentir debilidad ante muchas cosas, cosas
desagradables que hayan descubierto sobre sí mismos durante su examen
interno. Por ejemplo, alguien que se siente impotente ante la comida puede
descubrir que se siente agobiado también por resentimientos. Así es que ¿qué
mencionamos en el primer paso? Mencionen en el primer paso lo que los
doblegó, ante lo cual se sienten impotentes. La persona que mencionamos aquí
pondría comida en el primer paso. Los resentimientos que también son un
problema en la vida de esta persona, se tratarán en los pasos cuarto y quinto.
Según se vayan acercando a Dios, descubrirán que su meta para el primer paso
se vuelve más fácil de alcanzar. Las veces que un alcohólico piensa en beber
disminuirán. La persona que se siente impotente ante los celos observará una
mejora. Al mismo tiempo, Dios te ayudará a reconocer cosas en ti mismo que te
llevaron a la idea de tomar o a los pensamientos de celos extremados, y esto se
tratará en los pasos que siguen.
Hemos entonces ya cubierto la parte de la identificación del problema del
primer paso: admitimos nuestra impotencia ante __________. Este paso
concluye que «nuestras vidas se habían tornado imposibles de manejar». ¿Y qué
de esta imposibilidad de manejar nuestras vidas? Recuerden que así como hay
grados de impotencia, también hay grados de imposibilidad de manejo. ¿Qué tan
imposible tiene que llegar a ser la situación antes de que estén dispuestos a
reconocerla? Según pensamos en la cosa que nos hace sentir impotentes,
empezaremos a reconocer la imposibilidad de manejo en nuestras vidas
directamente atribuible a dicha cosa.
El reconocer la impotencia y la imposibilidad de manejar nuestras vidas, y el
empezar a tomar el camino correcto no es cosa fácil. Según Theodore W.
Jennings, hijo: «Este retroceder es a menudo difícil y doloroso. Después de todo,
las formas particulares que toma la esclavitud en nuestra vida usualmente forma
gran parte de lo que pensamos que somos».12 Jennings dice algo muy importante
aquí. Nuestras identidades están entrelazadas con nuestro problema, más de lo
que pensamos. Siendo éste el caso, será doloroso dejar de hacerlo. Por ejemplo,
¿cómo reacciona un bebé si de pronto le quitamos su chupón de la boca? Así nos
sentiremos cuando empecemos a tratar con nuestro problema en el primer paso.
Tal vez lloraremos como bebés. Tal vez sintamos cambios de humor muy
violentos. Indudablemente surgirán otros tipos de problemas. Un amigo me
comentó que para él fue como pisar un globo largo; la parte adonde tenía los pies
se sentía segura, pero sentía que todo enfrente de él se sacudía y cambiaba de
forma constantemente.
Un cambio, particularmente uno que se logra para bien, es normalmente
incómodo. Pero podemos estar seguros que: 1) las malas sensaciones que
sentimos pasarán; 2) Dios nunca nos da más de lo que podemos tolerar (ver 1
Cor. 10:13); 3) caer en nuestro problema del primer paso no solucionará nada.
Recordamos las palabras de Jesucristo tomadas de Mateo 6:34: «No se
preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias
preocupaciones. Cada día tiene ya sus propios problemas». Esto quiere decir que
hay que vivir un día a la vez, rogando a Dios cada amanecer que nos ayude ese
día con nuestro problema mencionado en el primer paso.
Pero, a pesar de nuestros esfuerzos, ¿qué pasa si volvemos a lo que más
queremos evitar? ¿Qué sucede, por ejemplo, si alguien que se siente impotente
ante la comida devora un galón de helado? ¿Y si el adicto al sexo visita a una
prostituta? ¿Si el alcohólico bebe? Si este es el caso, lo compartimos con nuestro
grupo, nos levantamos y seguimos adelante.
Habiendo reconocido nuestro problema, nuestra impotencia, y nuestra
imposibilidad de manejar nuestras vidas, estamos listos para pasar al segundo
paso.
Primer Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. ¿Puedes dar ejemplos en tu propia vida de cuando negabas lo que te
pasaba y te estabas retirando de Dios sin saberlo?
2. ¿Cuáles son algunas señales que se manifiestan en ti que demuestran que te
niegas aceptar que tienes un problema en particular?
3. ¿En qué formas tu problema mencionado en el primer paso es similar al
problema del Hijo Pródigo? El Hijo Pródigo tenía un empleo dando de comer a
los cerdos y casi se murió de hambre, ¿cuál es el paralelo en tu vida?
4. ¿Cuáles son algunos diferentes tipos de problemas del «Yo»? ¿Qué
problemas de este tipo has tenido?
5. ¿Qué significa vivir un día a la vez?
6. ¿Puedes recordar algún momento en tu vida cuando eras como el fariseo
del cual hablaba Jesucristo en Lucas 18:10-14? ¿Alguna vez fuiste como el
publicano? ¿Cuál era la diferencia en tu estado mental en cada una de esas
ocasiones?
7. Según se citó en este capítulo, el autor Robert R. Brown dijo que había muy
dentro del hijo menor un poder demoníaco que le impulsaba a ponerse a sí
mismo en el centro del universo. ¿Qué similitud hay entre el Hijo Pródigo
abandonando su hogar y Satanás siendo arrojado de los cielos? ¿Puedes pensar
en alguna ocasión en la cual tú te pusiste a ti mismo en el centro del universo?
¿Cómo reaccionó a esto la gente a tu alrededor?
8. ¿Cuáles son las ventajas de usar la palabra «pecado» como tu problema en
el primer paso? ¿Y las desventajas? ¿Es un pecado tu problema mencionado en
el primer paso?
Segundo Paso…
Llegamos a creer que un Poder más grande que
nosotros podría restaurarnos la salud mental.
Como pueden ver, hay dos elementos principales en el segundo paso. Hay el
reconocimiento de un «Poder» que es «más grande que nosotros» y entonces hay
la certeza de que dicho «Poder» tienen la fuerza de restaurarnos la salud mental.
La terminología en este paso puede causar problemas para algunos que se
consideren fieles cristianos.
Si una persona ha estado asistiendo a la iglesia regularmente, el admitir que
hay un poder mayor que él o ella no parece ser un ejercicio muy necesario, pero
lo es. Este aspecto del segundo paso es de suma importancia para un individuo
que ha admitido sentirse impotente en el primer paso. Una vez dado el primer
paso, podemos ver que habíamos intentado colocarnos en el centro del universo
a través de nuestro comportamiento egocéntrico y por medio de nuestros actos.
Hicimos esto al tratar de complacernos en vez de complacer a Dios y a través de
manipular a la gente de nuestro alrededor para lograr nuestro propósito.
Ciertamente no dijimos en forma consciente que éramos lo más grande y lo más
importante del universo; sin embargo a veces esperábamos que el universo y
todo lo que en él había rotara a nuestro alrededor. Así es que en nuestra propia
forma es posible que hayamos tratado de desplazar a Dios. La admisión de la
existencia de un Poder más grande que nosotros es un paso hacia la humildad y
significa reconocer que hemos tratado de suplantar a Dios. Es un paso más que
nos aleja del egocentrismo y nos acerca a Dios.
Otra razón para admitir que hay un poder más grande que nosotros es que un
cristiano a menudo le pone grandes límites a Dios sin darse cuenta. J. B. Phillips
exploró este fenómeno. Según Phillips: «Hay sin duda muchos cristianos con un
concepto infantil de Dios que no resistiría cinco minutos en el ventarrón de la
vida real».1 Continúa diciendo:
Muchos hombres y mujeres hoy en día viven a menudo con gran
insatisfacción interna, sin fe en Dios. No es porque sean malos ni
egoístas o ateos, sino porque no han encontrado con sus mentes
de adulto un Dios lo suficientemente grande y poderoso para
sentirlo capaz de ser el creador de la vida, capaz de adecuarse a
la nueva era científica, capaz de ganar su admiración y su
respeto, y por consecuencia, su colaboración voluntaria.2
Según Phillips, podemos caer en el hábito de pensar en términos de Dios
activo únicamente durante los antiguos tiempos bíblicos, pero relativamente sin
poder en el mundo muy técnico de hoy. U oramos para que Dios ilumine y guíe a
los misioneros y a los líderes mundiales, pero no pensamos en Él al manejar
nuestra rutina cotidiana. Sin embargo, la Biblia nos dice que Dios sabe cuando
un gorrión cae y conoce el número de cabellos de nuestra cabeza (Mat.10: 29-
30). El problema es que hemos olvidado (o nunca supimos) que a Dios le
importan nuestros problemas y nuestras preocupaciones diarias. Aún más, si le
es claro que su problema lo está alejando de Dios ¿no es lógico que Dios lo
quiera ayudar a erradicar ese problema?
Muchos individuos que empiezan en un programa de los Doce Pasos profesan
ser agnósticos o ateos. Aquellos que han caído en la adicción al alcohol o a las
drogas a menudo sienten desdén por la religión y pueden tener años de no pisar
una iglesia o nunca lo han hecho. Para estos individuos, el segundo paso requiere
que reconozcan que hay algo en el universo mayor que ellos mismos, y que esa
entidad tiene el poder de restaurarles su salud mental. La definición precisa de
este poder vendrá más adelante.
Aquellos individuos que van a la iglesia pensarán automáticamente en el Dios
que conocen en la iglesia cuando lleguen al segundo paso. Esto podría hacer este
paso un poco más difícil, dadas las restricciones antes mencionadas que algunos
cristianos le imponen a Dios. Siendo éste el caso, el segundo paso puede servir
como un principio, indicando un periodo de crecimiento. Este crecimiento, así
como una nueva percepción de Dios, llegará según se avance a través de los
pasos que siguen.
Pero, ¿y qué de la segunda parte del paso, la parte que nos habla de
restaurarnos la salud mental? Al admitir esto, ¿estamos indicando que antes
estábamos locos? En cierta forma sí, pero tal vez necesitamos cambiar nuestra
forma de entender lo que son la locura y la salud mental. Hay muchas formas de
locura que uno puede encontrar fuera de una institución mental. Por ejemplo,
seguramente se les ha ocurrido que la forma de conducir un auto de algunos
individuos es una locura. ¿Y qué tal los arranques de ira de algunas personas?
Una de las definiciones de la palabra «loco» es «muy tonto».3 Con esta idea de
ver la locura y la salud mental desde otra perspectiva volvamos a la historia del
Hijo Pródigo.
Después de su viaje a un país lejano, el hijo estaba indigente, tenía un empleo
alimentando cerdos y tenía tanta hambre hasta deseaba comerse la comida que le
daba a los cerdos. Entonces es cuando el muchacho dio el primer paso,
admitiendo que estaba impotente y que su vida estaba en total desorden. Al
contar la historia, Jesucristo relató lo siguiente:
Finalmente cayó en cuenta de que había sido muy tonto y se dijo:
¡Todos los trabajadores de mi padre tienen suficiente comida, y
yo estoy aquí muriéndome de hambre! (Lucas 15:17).
Entonces, cuando menciona que «cayó en cuenta» admite que se había
comportado como si fuera otra persona. ¿Es esto locura? G. Campbell Morgan
dice: «En todo el proceso bajo el cual lo vimos viajando al país lejano, y
descendiendo a lo más bajo, estaba fuera de sí, loco; sus actos estaban
caracterizados por un tipo de locura».4
Anteriormente hablamos del egocentrismo y de centrarse en Dios, Morgan lo
discute desde la perspectiva de «la locura de la irreligiosidad y la cordura de ser
creyente». El autor cita las siguientes características de este tipo de locura:
• Incluía una «pérdida de memoria». El hijo olvidó de dónde venía, olvidó su
relación con su padre y olvidó sus responsabilidades hacia su padre. También
olvidó la vida buena a la que le había dado la espalda.
• El hijo tenía «ideas distorsionadas» cuando creyó que sus «nuevos amigos»
eran individuos que lo tratarían bien, tal vez con el respeto que él sentía que
ricamente merecía. En cambio, al darle la espalda a su hogar y a su padre,
visualizaba a su padre como el villano. En su locura, lo que el hijo veía como
verdad era mentira y viceversa.
• El hijo perdió la habilidad de discernir valores relativos al cambiar la
seguridad y la felicidad ofrecidas por su padre por un periodo de «vida loca».
¿Qué pensarían Uds. de una persona adinerada que liquidara todas sus
posesiones y se las jugara en Las Vegas en dos semanas? Lo que el hijo hizo fue
mucho peor, ya que cambió algo de infinito valor por algo sin valor alguno.
• Finalmente, lo que hizo el hijo fue suicida. En las palabras de Morgan: «La
forma de suicidio más segura la tiene el pecador que persiste en su
irreligiosidad». (Pág. 36)
Así es que el hijo estaba loco y volvió en sí. Cuando lo hizo, pudo ver su vida
de forma objetiva y pudo ver exactamente adónde estaba. Y ¿adónde estaba? En
palabras del hijo «estoy aquí muriéndome de hambre». También al volver a la
cordura se dio cuenta de lo que había dejado atrás porque en ese momento el hijo
reconoció que los jornaleros de su padre tenían una vida mucho mejor que la de
él. Con esta vuelta a la cordura, entonces, el hijo recordó su hogar, recordó a su
papá y recordó de dónde provenía él. Vio cuán profundamente había caído y
percibió claramente la locura que había caracterizado su vida.
Si reflexionamos en el hecho de que el hijo volvió en sí antes de que pudiera
ver su vida actual objetivamente, nos damos cuenta que durante el tiempo en el
cual permaneció alejado de su padre, el hijo tomó características ajenas. Aún hoy
usamos la expresión cuando decimos que alguien «estaba actuando como otra
persona». En el caso del Hijo Pródigo, su verdadera naturaleza era estar con su
padre, así como nuestra verdadera naturaleza es estar con Dios, ya que fuimos
creados a Su imagen y semejanza. Si nos alejamos de Dios, actuamos como
«otra persona». Si este es el caso, entonces nosotros también nos comportamos
con locura y de forma inconsistente con nuestra verdadera.
En el capítulo anterior discutimos el proceso de negación en el que un
individuo se aleja de Dios y fabrica justificaciones complicadas para justificar
sus actos, y toma la defensiva en cuanto a su conducta. ¿Se pueden imaginar los
pensamientos del Hijo Pródigo al disiparse su fortuna, y al caer tan bajo? Tal vez
haya pensado: «Así de mala e mi suerte» o peor aún, tal vez distorsionó los
hechos de tal forma que su padre aparecía como el culpable de su mala fortuna.
Como parte de este tipo de locura es natural culpar a otros o a algo por nuestras
malas circunstancias — circunstancias que uno mismo se ha acarreado o le ha
acarreado a otra persona.
Mientras les echemos la culpa a otros nosotros no tenemos que tomar acción,
pero al volver en sí reconocemos de quién es realmente la culpa. Una vez que
llegamos a ese punto por fin podemos hacer algo positivo para remediar nuestra
situación.
Nótese también que el paso se inicia con las palabras: «llegamos a creer…».
Este proceso de llegar a creer tomará diferente tiempo para cada individuo.
Podrá tomarnos un rato para darnos cuenta que nos hemos colocado en el centro
del universo y al hacerlo hemos relegado a Dios a un segundo, tercer, o hasta
décimo lugar en nuestra vida. Admitir que nuestra conducta era una forma de
locura puede tomar algún tiempo. Si verdaderamente reconocemos el primer
paso — estábamos impotentes y nuestras vidas estaban en desorden— la locura
de nuestro antiguo egocentrismo se manifestará claramente. Lo principal es que
ya hemos tomado el camino correcto y eso nos permitirá conocer «mejor a
nuestro Señor y Salvador Jesucristo y así recibirán cada vez más de su generoso
amor» (2 Pedro 3:18).
Así como nos hemos alejado de Dios por medio de nuestra conducta
egocéntrica, ¿podemos ahora reconocer la locura de nuestros actos? Cuando
«volvemos en sí» como lo hizo el Hijo Pródigo, reconocemos que nuestra
verdadera naturaleza es la de ser como nuestro Padre Celestial; ser de otra forma
sería un tipo de locura. Y más aún, estamos progresando hacia el reconocimiento
de que no somos el centro del universo y que Dios sí lo es. Como se discutió en
el capítulo anterior, Satanás intentó desplazar a Dios y colocarse en el centro del
universo. Ya sabemos lo que pasó con él. Lamentablemente, él nos quiere llevar
con él.
Con esta nueva comprensión, estamos listos para seguir al tercer paso.
Segundo Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. Recuerden su primera percepción de Dios, ¿cómo ha cambiado esa
percepción?
2. ¿Pueden recordar conversaciones con otras personas que han creado
grandes limitaciones para Dios? ¿De dónde piensan que salieron estas
limitaciones?
3. ¿Qué limitaciones le pones tú a Dios? ¿Cómo te es posible ampliar tu
concepto de Dios para poder explicarte su poder infinito?
4. Mencione algunos ejemplos de cómo algunas veces tus actos han
desplazado a Dios de tu vida.
5. Junto con el primer paso, discutimos cómo el orgullo de Nabucodonosor le
causó locura. Según Daniel 5:21: «Lo llevaron lejos de la gente y se volvió
como un animal. Vivía entre las bestias salvajes, comía pasto como el ganado y
el rocío mojaba su cuerpo…». ¿Qué paralelo hay entre la locura de
Nabucodonosor y la de cualquier persona que sigue el programa de los Doce
Pasos y siente ganas de volver a lo que en el primer paso mencionó que lo hace
sentirse impotente?
6. ¿Has observado acciones en otras personas que tú hayas caracterizado
como de locura, según se define la locura en este capítulo? ¿Qué parecía ser lo
que movía a estas personas durante este tiempo? ¿Cómo afectaba su forma
particular de locura a las personas de su alrededor? Mencione algunos
ejemplos de tu propia vida cuando actuaste de forma loca.
7. El Salmo 14:1 dice «Los insensatos no creen en Dios», ¿cómo encaja esto
en nuestra definición de locura?
8. El primer paso nos habla de «impotencia» y de «desorden», el segundo
paso nos habla de «locura». ¿Cuál es la relación entre estos términos y los
pasos primero y segundo?
Tercer Paso…
Tomamos la decisión de entregar nuestra voluntad y
nuestras vidas al cuidado de Dios, tal como lo
entendíamos.
Los primeros tres pasos se pueden resumir como: No puedo, Él puede, se lo
permitiré. Para decirlo en forma más detallada, admitimos en el primer paso que
teníamos un problema que hacía de nuestras vidas un desorden. En el segundo
paso reconocimos que había un poder en el universo más grande que nosotros y
que este poder podía hacer desaparecer nuestro problema. En el tercer paso
empezamos a entregar nuestro problema a este poder a quien definimos como
Dios. Ahora tomamos la decisión de permitir que Dios dirija nuestra vida de la
misma forma que antes habíamos tomado decisiones que excluían a Dios de
nuestras vidas.
Vimos en capítulos anteriores cómo el Hijo Pródigo llegó a admitir su propia
impotencia, en concordancia con el primer paso. También se dio cuenta de la
locura del camino que había escogido, y reconocía que su padre tenía los
recursos para mejorar su vida. Este fue el segundo paso. En Lucas 15:18 el hijo
toma una acción que concuerda con el tercer paso, cuando dice: «Me levantaré e
iré a mi padre…». De esa forma, el hijo inicia su retorno al hogar, sin duda todo
desgarrado y hambriento pero no importa porque ahora tiene una meta: la de
llegar a casa aunque sea todo quebrantado y desgarrado. Con su nueva cordura,
el hijo se da cuenta que en su terrible estado, culpa exclusivamente de su
egocentrismo, los jornaleros de su padre viven mejor que él. Este ex príncipe
ahora se acerca a su padre con la idea de ser su servidor, ya no existen sus
anteriores ilusiones de grandeza.
Es con esta misma actitud que nos acercamos a nuestro Padre Celestial.
Nuestro camino a casa está marcado con la certeza de que por sí solos estamos
impotentes. El viaje de egocentrismo
que hicimos y que nos alejó de Dios era destructivo, y desde un principio
estaba condenado a terminar mal, pero no lo podíamos ver porque nos decíamos
que estábamos en lo correcto. Ahora que estamos vencidos, pero tenemos una
visión clara. Sabemos de dónde proviene nuestra fuerza: no es nuestra, sino de
nuestro Padre. Sabiendo que recibimos sólo lo que merecíamos, el camino a casa
es muy diferente del camino que nos alejó de casa. Nuestra marcha orgullosa se
ha tornado un paso humilde.
Nótese que el hijo tomó acción al decir: «Me levantaré…» ahora el hijo tiene
una idea clara de que si no se está cerca de Dios, ya se sabe quién fue el que se
alejó. El hijo, por supuesto, fue el que se alejó y ahora piensa acercarse. En
nuestro libre albedrío tenemos la capacidad de escoger a dónde viajar y en dónde
vivir, así como el Hijo Pródigo tuvo la libertad de irse de la casa y de alejarse por
el tiempo que quiso. Nos toca a nosotros seguir acercándonos al Padre o la
alternativa que nos queda es dejar de avanzar y atascarnos donde estamos sin
esperanza.
En nuestra ingratitud sufrimos desesperación en el país lejano y esperamos
que Dios venga a recogernos. Tal actitud parece negar el hecho de que somos
libres de escoger y que vivimos las consecuencias lógicas de nuestras decisiones.
¿Acaso pensamos que Dios creó robots y no seres humanos? Si fuéramos robots
no habríamos tenido la libertad de irnos de la casa desde un principio. Pero
puesto que ejercemos libre albedrío sobre nuestros propios destinos, la
responsabilidad de iniciar la marcha hacia la dirección correcta es nuestra, de la
misma forma en que iniciamos la marcha hacia la dirección incorrecta. Además,
si esperamos que Dios nos venga a salvar sin acción de nuestra parte,
probablemente lo que sucede es que aún estamos prisioneros de nuestro hábito
egocéntrico de no dar nada y de esperarlo todo. Esa sería una clara indicación de
que todavía estamos alejándonos de Dios y que aún no hemos dado los dos
primeros pasos que son admitir la impotencia y la locura de nuestras acciones
pasadas.
Tampoco debemos tener la idea de que Dios es un ser pasivo, como un objeto
estacionario. Esto no es lo que indica la historia del Hijo Pródigo. Lucas 15:20
dice: «Entonces el hijo regresó a la casa de su padre. Mientras el hijo todavía
estaba muy lejos de casa, su padre lo vio y tuvo compasión de él. Salió corriendo
a su encuentro y le dio la bienvenida con besos y abrazos». De ninguna forma un
padre indiferente. Tampoco iba el padre a ocultar sus sentimientos ni a permitir
que un falso orgullo le impidiera expresar sus sentimientos en público. Puesto
que el padre reconoció en la distancia a su hijo, uno se da cuenta de que lo
buscaba. Puesto que el hijo había pasado tantos sinsabores, su apariencia había
también cambiado. Cualquier otro hubiera tomado al muchacho por un mendigo
cualquiera, pero el padre no era cualquier otro. Este era un padre que había
añorado a su hijo, que tenía esperanzas, que había estado esperándolo y que lo
había reconocido a pesar de su cambio de apariencia. Al padre no le importó que
lo vieran salir de casa corriendo a abrazar y besar a su hijo.
Bien podríamos esperar que un padre hubiera aceptado a su hijo en esas
circunstancias, pero únicamente bajo ciertas condiciones. Tal vez el hijo habría
tenido que pasar un periodo de penitencia o de prueba. O tal vez el padre
aceptaría al hijo como servidor, con la idea de que poco a poco llegaría a un
nivel de hijastro. El hijo habría aceptado de todo corazón todas esas condiciones,
pero léase lo que el padre hizo (Lucas 15:22-24):
Pero el padre les dijo a sus siervos: “¡Apresúrense! Vístanlo con
la mejor ropa. También pónganle un anillo y sandalias. Maten el
mejor ternero y prepárenlo. ¡Celebremos y comamos! Mi hijo
estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido
encontrado”. Y empezaron la fiesta.
Conocemos ahora la actitud de Dios. Es un Dios que perdona y que nos quiere
en casa con Él. Sabemos que nos recibirá más cálidamente que nadie y que será
mucho más de lo que merecemos. Y sabemos también que mientras nos
acercamos a casa Dios no está esperando pasivamente sino que correrá a darnos
la bienvenida. Esto es importante porque muestra la actitud de Dios hacia
nosotros. Esta percepción de Dios nos ayudará a corregir los conceptos erróneos
que hayamos tenido de Él en el pasado. Como mencionamos en el segundo paso,
es posible que hayamos estado limitando el poder de Dios en nuestras vidas por
la forma en la cual lo imaginamos. Esta percepción puede haber sido la de un
Dios vengativo que solo espera a que demos un mal paso para arrojarnos al
infierno por toda la eternidad. También existe la idea entre mucha gente,
inclusive entre muchos cristianos, que ha cometido pecados por los cuales Dios
nunca los perdonará. Estas no son las imágenes que nos llegan de Dios en las
parábolas de Jesucristo. Para demostrar el sentimiento y el perdón de un padre,
Robert R. Brown contó la historia de un pintor oriental a quien se le dio la
comisión de pintar su interpretación del retorno del Hijo Pródigo. En las palabras
de Brown:
El artista completó su trabajo y se lo enseño a un amigo cristiano
quien inmediatamente protestó diciendo: « Entendiste mal. El
padre no esperó pacientemente a la puerta; corrió a recibir a su
hijo con entusiasmo». El artista volvió a su estudio y en unas
semanas completó otra pintura. En esta tela el padre estaba
corriendo alegremente a abrazar al hijo, pero había un detalle
que demostró lo bien que el artista había entendido el concepto.
El padre en su apuro para ir a recibir a su hijo se había puesto
dos zapatos diferentes sin notar que no eran del mismo par.1
Si aún tenemos imágenes negativas de Dios o si pensamos que Dios es menos
que el Ser Supremo de infinito poder y sabiduría que todo lo puede, necesitamos
clarificar y ampliar nuestros conceptos según continuamos en el tercer paso.
Claramente ahora podemos ver la actitud de Dios hacia nosotros. Como parte de
este paso, estaremos examinando nuestras actitudes hacia Dios. Este paso dice:
«Dios según lo entendíamos». Indica que Dios empieza desde donde esta la
gente, pero que también marca el inicio de un periodo de crecimiento espiritual
hacia una nueva comprensión de Dios como nuestro Padre amoroso.
Según vayamos contemplando este paso, tenemos que entender que el tercer
paso no nos va a llevar hasta el fin de nuestra trayectoria. Se trata aquí
sencillamente de tomar la decisión de viajar hacia casa y empezar a moverse en
esa dirección. Ya verán que los pasos que siguen les ayudarán en su trayectoria
hacia Dios. Este paso, el tercero, empieza sencillamente: «Tomamos la
decisión…». Esta decisión es algo que necesitamos considerar como meta más
que como algo que podemos hacer con absoluta perfección. Como individuos
cuyos pasados han estado dominados por varias formas de conducta egocéntrica,
esta decisión de entregar nuestras vidas al cuidado de Dios es una decisión de la
que a veces dudaremos. Habrá ocasiones en las cuales daremos un paso hacia
atrás y nos olvidaremos que estamos intentando permitir que Dios administre
nuestras vidas. Es muy difícil para un director novato incompetente
acostumbrado a estar al mando permitir que un director profesional se haga
cargo completamente. Habrá protestas amplias del antiguo director. Con su ego
herido, este antiguo director se tratará de entrometer protestando que «siempre lo
hemos hecho de otra forma». Esa será nuestra lucha mientras nos
acostumbramos a hacernos a un lado y dejar que Dios se haga cargo de nuestra
vida. Habrá días en los que permitiremos que Dios se haga cargo del dos por
ciento de nuestra vida, en otras le permitiremos el diez por ciento de control.
Habrá tal vez varios días seguidos en los cuales sentimos que ha habido una
mejora absoluta al permitir que Dios ejerza su voluntad en nuestra vida.
Empezaremos a sentirnos bastante satisfechos, solo para descubrir más adelante
que nos estábamos engañando al pensar que Dios estaba al timón, y que de
nuevo hemos caído en el egocentrismo de tratar de ser el centro de todo.
También hay ocasiones en las que surgen emergencias reales o imaginarias y
descubrimos que ha pasado un día o varios días en que no hemos pensado ni un
segundo en Dios. Cuando descubramos que nos hemos alejado del camino,
debemos levantarnos y dirigirnos de nuevo hacia Dios. Lo más importante es
seguir intentando.
Según vayamos practicamos el andar este camino, les daremos mayor
importancia a las palabras del Salmo 119:104: «Rechazo la mentira porque tus
enseñanzas me hacen sabio». Nuestra meta es ser como el individuo descrito en
el Salmo 1:1-2.
Afortunado el que no sigue el consejo de los perversos, ni el
ejemplo de los pecadores, ni se une con los que andan burlándose
de todo. Al contrario, le gusta la enseñanza del Señor y la estudia
día y noche.
Siendo novatos, reconocemos que no alcanzaremos nuestra meta de meditar
acerca de la ley del Señor las veinticuatro horas del día, pero podemos alentarnos
con las palabras del Salmo 119:105: «Tu palabra es lámpara que guía mis pasos;
luz que alumbra mi camino».
Hemos tomado ahora la decisión de permitir que Dios administre nuestras
vidas. A través de la práctica y de la persistencia, veremos mejoras en el
cumplimiento de esa decisión. Empezaremos a sentir alivio de nuestra propia
voluntad. Con este alivio, será muy fácil sentirnos satisfechos con nuestro nuevo
estado espiritual. En la superficie parecerá que estamos ya cumpliendo con
nuestro deber como cristianos. Sin embargo, todavía no es hora de sentirse
satisfecho porque hay cosas en cada uno de nosotros que harán nuestro camino
hacia Dios muy pero muy difícil, si no imposible. Descubrirán algunas de estas
cosas en el cuarto paso.
Tercer Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. ¿Qué paralelos existen entre la vida de Jonás y la del Hijo Pródigo?
2. El tercer paso nos habla de «Dios según lo entendíamos», ¿cómo entendía
el Hijo Pródigo a su padre cuando se fue de la casa? ¿De qué forma cambió
esta percepción?
3. ¿Cómo está cambiando tu percepción de Dios?
4. Recuerda una ocasión en la que a propósito excluiste a Dios de tu vida,
¿por qué lo hiciste? ¿Cómo te sentiste como resultado? ¿Cómo puedes prevenir
que esto vuelva a suceder?
5. ¿Cuáles son algunas de las formas en las cuales puedes buscar la voluntad
de Dios en tu vida?
6. ¿Alguna vez has pensado que Dios no te podría perdonar por algo que has
hecho? ¿De dónde salió esta idea? ¿Por qué se niega una persona a perdonarse
a sí misma?
7. ¿En que forma te identificas con la siguiente declaración: «Si estás muy
alejado de Dios, ya se sabe quién fue el que se alejó»?
8. Hebreos 6:1 dice: «Así que dejemos atrás las primeras enseñanzas acerca
de Cristo. ¡Maduremos!…», ¿cómo se relaciona esta cita con el tercer paso?
Cuarto Paso…
Nos hicimos un inventario interno, profundo y valiente.
Habiendo tomado la decisión de poner nuestras vidas en manos de Dios, ahora
estamos listos para auto examinarnos. Esta idea de hacer un «inventario» de sí
mismo no es común en círculos religiosos, aunque el principio es adoptado por
la mayoría de la gente cristiana, pero el cristiano usa una palabra diferente.
Después de todo, ¿no pedimos perdón por nuestros pecados? Si pedimos perdón
por un pecado en particular, ¿no tenemos primero que reconocer que cometimos
ese pecado? El reconocimiento de este pecado llega cuando nos comparamos
con Jesucristo. Al hacer esta comparación, veremos dónde fue que fallamos.
Entonces nos damos cuenta de porqué Jesús murió en la cruz por nosotros. Por
esta razón se nos pide examinarnos antes de tomar la comunión o la Cena del
Señor. «Por eso, cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan o
beber de la copa» 1 Cor. 11:28).
El principio de un examen interno o de un inventario de moral existe también
en la historia del Hijo Pródigo. El tercer paso va en concordancia con la decisión
del hijo de volver a la casa de su padre. El principio del cuarto paso sigue
inmediatamente a esa decisión en Lucas 15:18-19:
Iré a la casa de mi padre, y le diré: «Padre, he pecado contra
Dios y contra ti. Ya no merezco llamarme tu hijo; déjame ser
como uno de tus trabajadores».
Se puede ver que el hijo, desesperado, se ha auto examinado después de tomar
la decisión de volver a la casa de su padre. Si hubiera habido un espejo en el cual
pudiera verse, es seguro que el hijo habría odiado su propia imagen. Sabía que
habría un hombre totalmente diferente en esa imagen si no hubiera abandonado
su casa, pero sí lo hizo y ahora se da cuenta que esa repulsión que siente al verse
a sí mismo es consecuencia directa de su egocentrismo. También ha reconocido
que estaría mucho mejor en casa de su padre, aún en un puesto denigrante entre
los servidores.
El cuarto paso, en resumen es: «Se dónde estoy y a dónde quiero ir. Ahora voy
a examinar mi razón por haberme alejado de casa en primer lugar, y prepararme
de esa forma para mi futura confesión». El hijo examina sus acciones pasadas, y
sabe lo que tiene que decir: tiene que admitir cómo y dónde se equivocó. El
cuarto paso no es la admisión real sino el proceso de examen interno que tiene
que ocurrir dentro de uno antes de poder admitir nada.
Al pensar en términos de este proceso de examen o de inventario interno, tal
vez deberíamos pensar en lo que hace un comerciante cuando hace inventario de
su mercancía. Todos hemos visto que algunas tiendas cierran sus puertas
temporalmente durante el inventario. Lo que hace el comerciante es contar todo
lo que tiene. Esto es lo mismo que hacemos en el inventario del cuarto paso,
solamente que lo hacemos de nuestras vidas. Hacemos contabilidad de todo lo
que nos ha convertido en la persona que hoy somos. Tal como dice el paso, este
inventario debe ser «profundo», lo que significa que tendremos cuidado de
examinar absolutamente todo, hurgando en los rincones adonde se pudiera
esconderse entre telarañas algún aspecto de nuestro pasado. También se debe
hacer valientemente porque lo que encontremos bajo las telarañas puede ser algo
que tenemos años de evitar — cosas que tienen años de pudrirse bajo la
superficie.
Este cuarto paso no debe confundirse con la creencia humanista de que la
felicidad está en conocerse perfectamente a si mismo. Ese tipo de auto
conocimiento pudiera llevarlo a uno sencillamente a enfocarse más en sí mismo.
Y puesto que ya sabemos que la clave de nuestros problemas estaba en nuestro
egocentrismo no necesitamos más enfoque en esa dirección. Queremos
dirigirnos hacia Dios y alejarnos del ego. Hacemos inventario, entonces, con la
idea de descubrir la raíz de nuestro egocentrismo y de nuestros pecados
anteriores, de lo que nos alejó de Dios en un principio. De esa forma nos
podemos acercar a Dios y a la paz interna que Él nos ofrece mientras tratamos de
no repetir los mismos errores en el futuro.
Es también importante tomar nota de que el cuarto paso es un inventario de
nosotros mismos y no de otras personas. Es tan fácil para un ego echar la culpa a
otra persona, pero esto destruiría el propósito del cuarto paso. Discutiremos este
fenómeno en mayor detalle durante el octavo paso.
Este paso habla de un inventario moral, la palabra «moral» en el sentido de
frontera entre el bien y el mal. Y esto nos lleva a otra pregunta; en este cuarto
paso, ¿hacemos inventario de lo bueno y de lo malo, o únicamente de lo malo?
Puesto que un inventario se hace enumerando todo lo que existe actualmente, es
probablemente una buena idea incluir tanto lo bueno como lo malo. Hay
individuos que se concentran casi exclusivamente en lo malo dentro de sí
mismos durante el cuarto paso, y acaban pensando que son seres sin valor e
indignos de redención. El propósito de este paso es hacer un inventario honesto
de nosotros mismos para así podernos acercar a Dios. El propósito no es el de
humillarnos de tal forma que no podamos levantar la cabeza. El individuo que
ande en busca de humillación en vez de humildad deberá volver a estudiar al
padre en la historia del Hijo Pródigo. La humillación no es la voluntad del Señor
para Sus hijos.
Pero, ¿realmente tiene caso sacar a flor aspectos del pasado que parecen
muertos y que es mejor olvidar? Si en verdad creemos que Dios perdona y
olvida, ¿para qué preocuparse por el cuarto paso?
El propósito de este paso no es volver a hundirse en cosas que quedan mejor
estando olvidadas. Pero si realmente hacemos un inventario profundo y sin
temor descubriremos que aunque conscientemente no pensamos diariamente en
ciertas partes negativas de nuestro pasado, tal vez sigamos reaccionando a ellas
en nuestra percepción de Dios y en nuestro trato diario con otras personas. Por
ejemplo, es posible que hayamos creado barreras entre nosotros y el mundo a
causa de algún sentido de culpabilidad que llevamos dentro. O tal vez aún
sentimos resentimiento por no haber perdonado algún mal que nos han hecho, ya
sea real o imaginario. El propósito de este paso no es entonces hundirnos en el
pasado, sino sacar a luz los esqueletos que tenemos y que nos impiden llegar al
potencial que Dios nos ha dado.
El cuarto paso también nos permite enfocarnos en los problemas que afectan
directamente nuestro problema mayor, el que identificamos en el primer paso.
Puesto que ya sabemos cuál es el problema ahora podemos descubrir algunas de
las razones escondidas. Por ejemplo, alguien que come excesivamente podría
descubrir que sus problemas de egocentrismo crearon un vacío en su vida y que
trató de llenar ese vacío con comida –y al hacer eso, trató de reemplazar a Dios
por comida. Un chismoso puede descubrir que al difundir las peores noticias que
se saben de otras personas, está tratando de que una persona no tenga buena
opinión de otra. Podría descubrir que su motivación al hacer esto es su propia
falta de autoestima que los obliga a reducir a todo mundo a su propio nivel.
Theodore W. Jennings, hijo, escribió sobre lo que hay que confesar:
(Esto) no debe de convertirse en una recitación al azar de
faltas imaginarias, sino que debe ser una evaluación sincera de
nuestra condición. No tenemos que agonizar sobre lo que es o no
apropiado confesar. Sencillamente nos concierne lo que en
particular nos hace negar la libertad para la cual Jesucristo nos
ha liberado…lo que nos hace continuamente resistir el llamado a
la libertad, lo que nos liga al resentimiento, a la envidia, a la
enemistad…
Y continua:
Tememos ser rechazados y por lo tanto no somos libres de
amar. Tememos ser abandonados y por eso buscamos controlar y
poseer a los que nos aman, matando así su amor por nosotros o
inutilizando ese amor. En nuestro temor de ser abandonados,
nosotros mismos nos aislamos. Tememos que la gente nos rehuirá
si conocen la verdad sobre nosotros, así es que nos escondemos
tras máscaras, y estamos más solos que si nos hubieran rehuido.
Nos paralizamos con temor, ansiedad y terror secreto. Nos
colocamos bajo llave.
Pensamos que el amor es algo escaso, así que nos damos a los
celos –y nos negamos tanto amor como paz. Pensamos que la
ventaja de nuestro vecino es nuestra desventaja, así es que
gruñimos…somos esclavos de nuestro temor, resentimiento y
ansiedad. Hacemos lo mismo con nuestra religión. Nos
escondemos de Dios tras nuestra moralidad, tras nuestra
religiosidad. Huimos de Dios al convertirnos piadosos.
Utilizamos el lenguaje de la fe para tapar nuestra falta de fe.
Usamos el nombre de Jesucristo para adorar a un ídolo
imaginario…hacemos de Dios el emblema de nuestra ansiedad,
de nuestro temor y de nuestro resentimiento.
Estas son las cosas que se necesitan expresar…esto es lo que
nos destruye.1
Se recomienda que este paso se haga por escrito. La alternativa es sentarse y
hacer inventario mental. Al hacer esto, sin embargo, es fácil olvidar algunos
aspectos del pasado que pudieran ser importantes de recordar. La redacción es
una forma de pensar. Según empieza uno a escribir sobre un tema, se nos vienen
a la mente muchos aspectos de ese tema, y descubriremos que pensamos en
cosas que habíamos olvidado hace muchos años. También al escribir algo nos
parece más formal. El ver algo por escrito es muy diferente a tener un
pensamiento vago sobre el mismo tema. Al escribir algo pasamos de lo abstracto
a lo concreto. Y hablando de lo concreto Jennings habla de la importancia de dar
a todo los nombres correctos:
Gran parte de la psicoterapia se concentra en ayudar a la gente a
ponerle nombre a sus temores, a sus recuerdos, a sus esperanzas,
a sus sentimientos, y a sus relaciones. Sin darle el nombre
correcto a las cosas, no podemos enfrentarnos ni a nosotros
mismos ni a nadie más.2
Al poner aspectos de nuestras vidas por escrito, podemos identificarlos por sus
nombres correctos, dándonos así la oportunidad de hacerles frente.
Puesto que Jennings usó la palabra «psicoterapia» es importante indicar que la
preparación para nuestra confesión en este paso y la confesión real en el quinto
paso tienen más que ver con la espiritualidad que con la psicología. De hecho, es
peligroso tomar estos pasos desde un punto de vista puramente psicológico. Esto
se discutirá con mayor detalle en el próximo capítulo. Sobre este punto, A.
Snoeck comenta:
El examen de conciencia no debe tampoco hurgar en estructuras
escondidas que influencien nuestras vidas sin nuestra voluntad.
Este examen no es una cuestión de psicología a fondo que
explora todas las circunstancias que nos llevan a una decisión
pecadora. Circunstancias tales como instintos, impulsos
endógenos, obsesiones, inhibiciones, los manejos tortuosos de la
orientación, incontrolada o incontrolable, de los sentimientos,
que corren a través de la oscuridad del subconsciente, son cosas
sobre las cuales la voluntad consciente no tiene poder, y sobre las
cuales el intelecto saludable no sabe nada.3
Si ahora ya están convencidos de la necesidad del cuarto paso, ¿por dónde
empezar? El libro de Alcohólicos Anónimos sugiere empezar haciendo una lista
de resentimientos. Según el libro, los resentimientos son el ofensor número uno.
La palabra «resentir» proviene del latín, una combinación de re que significa
volver a hacer, y sentire que significa sentir.4 Cuando sentimos resentimiento
volvemos a sentir una situación que nos causó dolor o humillación la primera
vez. Aún cuando estos eventos hayan ocurrido hace muchos años, a veces
décadas antes, los sentimos y los volvemos a vivir como si hubieran ocurrido
ayer. Nos enfocamos, entonces en el individuo que nos causó el dolor y sentimos
la misma necesidad de vengarnos que posiblemente sentimos primero cuando
sucedió. De esta forma permitimos que el individuo contra quien sentimos el
resentimiento controle nuestros pensamientos y nos impida acercarnos a Dios.
Esta puede ser una de las razones por las cuales Jesucristo advirtió a sus
discípulos que oraran por sus enemigos (Lucas 6:27-28).
La idea de tomar nuestro cuarto paso haciendo una lista de resentimientos
proviene en parte de la idea de que podemos descubrir mucho sobre nosotros
mismos al examinar las razones por las cuales sentimos resentimiento contra
otras personas.
Alcohólicos Anónimos5 sugiere que aquellos que están por tomar el cuarto
paso hagan tres columnas en una hoja, como en el ejemplo que sigue:
Para ver un ejemplo más completo de este método, favor de consultar
Alcohólicos Anónimos.
Hay otro enfoque sobre el cuarto paso disponible de la Fundación Hazelden,
una corporación sin ánimo de lucro que opera una institución para el tratamiento
de alcoholismo y drogadicción. Esta fundación también tiene una editorial que
distribuye literatura sobre problemas de alcohol y drogas, y sobre los aspectos
espirituales de la recuperación. Enfocándose en particular en el cuarto paso,
Hazelden publica un folleto de 32 páginas que se titula Una guía nueva para el
cuarto paso. Se puede conseguir en Hazelden Literature Department, Box 176,
Center City, Minnesota 55012. Escriban a esta dirección para recibir información
sobre el precio, así como una lista actual de otros folletos sobre temas
relacionados.
Sin duda hay muchas otras formas de dar el cuarto paso, pero discutiremos
solamente una más. Este último método se puede usar en conjunto con los dos
métodos anteriores. Se trata de escribir sobre su vida en segmentos.
Cuando piensen sobre su pasado, probablemente su mente cataloga todo en
partes. Hay varios puntos de referencia en la vida que separan esas partes. Por
ejemplo, cuando uno se muda de un lugar a otro, cuando completa su educación,
cuando se casa, el nacimiento de los hijos y cambios de empleo. Al pensar en su
vida en estos términos en forma cronológica se empieza escribiendo sobre la
primera parte de su vida, tal vez en un cuaderno de espiral. Cuando se termina la
primera parte se sigue con la siguiente etapa. Cuando se utiliza este método
sucede que el proceso de redacción estimula la memoria. Se puede ver también
que sería muy fácil incluir en cada sección una lista de resentimientos.
No es recomendable que traten de terminar el cuarto paso en un día. Sería
física y emocionalmente agotador, además de que la calidad del inventario moral
probablemente no sería la mejor. Si dedica una porción de su día en hacer su
inventario, aunque sea 20 o 30 minutos al día, encontrará que a menudo recuerda
cosas en medio de otra actividad que podrá incluir en su redacción. Esto podrá
tomar varios días, hasta semanas, pero el resultado final será más profundo y
valiente.
No importa cual método empleen para el cuarto paso, recuerden que el
propósito es avanzar del egocentrismo a centrarse en Dios, y ayudarles a ser
constantes en la decisión tomada en el tercer paso. Por lo tanto, aún cuando este
paso es un paso solitario, no necesitan tomarlo sin apoyo. Su camino será más
fácil si piden oraciones rogando recibir ayuda y orientación en su inventario.
¿Cuándo debe hacerse el cuarto paso? No hay una respuesta definida para esta
pregunta
Algunas personas completan el cuarto paso poco después de haber iniciado un
programa de los Doce Pasos. Más tarde, después de mayor entendimiento sobre
los aspectos espirituales de los pasos segundo y tercero, estos individuos vuelven
a tomar el cuarto paso. De hecho, si la persona que toma el paso siente más
adelante que no profundizó ni se sinceró lo suficiente, podría ser una buena idea
hacerlo de nuevo. Pero, una vez que un individuo haya realmente completado
este paso, de nada sirve volverlo a repetir. Como verán, hay estipulaciones en el
paso diez para hacer un inventario continuo. Pero primero hablaremos sobre lo
que se debe hacer con la información que se ha obtenido después de completar
con éxito el cuarto paso. Esto nos lleva al quinto paso.
Cuarto Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. Después de tomar la decisión de volver a su padre, ¿qué fue lo que hizo al
hijo determinar lo que le confesaría a su padre?
2. ¿Por qué se les dice a los cristianos en Corintios 11:28 que se examinen
antes de tomar la comunión o Cena del Señor?
3. ¿Qué beneficios espirituales crees que obtendrás del proceso de examen
interno?
4. Piensa en un incidente, o en una serie de incidentes que aún afecten tu
conducta hoy en día. ¿Cómo pueden estas cosas impedir que te acerques a
Dios?
5. ¿Cuál es la diferencia entre el cuarto paso y el proceso que uno seguiría
con un psicólogo o con un psiquiatra?
6. ¿Cuáles son los beneficios de hacer una lista de sus puntos malos como
parte del cuarto paso? ¿Y de los puntos buenos?
7. Al discutir lo que se debe de incluir en una confesión, el autor Theodore W.
Jennings, hijo, indicó que algunos individuos se encierran «bajo llave» a causa
de su temor. ¿Cómo se refiere esto a ti? ¿Qué te indica esto sobre lo que se debe
de incluir en tu propio cuarto paso?
8. ¿Qué significa la palabra «resentimiento»? ¿Cómo puede ayudarte hacer
una lista de resentimientos?
Quinto Paso…
Admitimos antes Dios, ante nosotros mismos y ante otro
ser humano, la naturaleza exacta de nuestras faltas.
Lean sobre el valor de la confesión según el autor David Belgum, pero
primero en las palabras de una joven que se confesó:
Cuando me expulsaron de la escuela de enfermería mis padres
estaban molestos y mi doctor dijo que yo necesitaba ayuda.
Sugirió que fuera yo a ver a un pastor. Me imaginé que para
empezar me explicaría lo que me hizo meterme en tantos
problemas y que me ayudaría a entenderme a mi misma para que
no volviera a suceder. Pero él no me permitió evadir el problema
y finalmente le conté lo que pasó (promiscuidad). Fue muy difícil
y doloroso, pero fue lo mejor que me pudo pasar.1
El autor entonces dio su opinión sobre los beneficios espirituales que recibió
esta persona al abrirse y sacar a flote su problema.
Por primera vez en su vida vio que tenía que aceptar
responsabilidad por su propia vida, y por su propia conducta.
Todos sus aires se derritieron al sentir arrepentimiento. Después
de haberse confesado totalmente y de haber sido restaurada a su
iglesia, también aceptó responsabilidad por otras áreas de su
vida, y de pronto valores y conceptos religiosos que hasta ese
momento le habían parecido sin sentido se tornaron vitales y
prácticos en su vida.2
Santiago amonesta a todo cristiano en su epístola 5:16: «confiésense sus
pecados unos a otros…».
Hay también escrituras que claramente indican las consecuencias de no
confesar nuestros pecados. Según Proverbios 28:13 «No le irá bien al que oculta
sus pecados, pero el que los confiesa y se aparta será perdonado».
David, en sus salmos, también escribió sobre las consecuencias de no
confesarse:
Cuando yo no quería confesar mis culpas, me debilitaba cada día
más. Dios mío, tú hacías mi vida cada día más difícil. Toda mi
fuerza desaparecía. Entonces, Señor, decidí confesarte todos mis
pecados;no escondí ninguna de mis culpas. Decidí confesarte mis
errores, Señor, y tú perdonaste todas mis culpas. (Salmo 32: 3-5).
El deseo de Dios de que sus hijos confiesen sus pecados se encuentra en todas
partes de la Biblia. Por ejemplo, Levítico 5:5 y 26:40; Números 5:7; Jeremías
3:13; 1 Juan 1:8-10.
Encontramos también un ejemplo de confesión de parte del Hijo Pródigo.
Como ya se ha descrito, el hijo languidecía en un país lejano cuando se dio
cuenta de lo mucho que se había extraviado. Entonces decidió lo que le diría a su
padre. Esto lo hizo en paralelo al cuarto paso. A medida que el hijo se acercaba a
su casa, y el padre corrió a recibirle, el hijo hizo su confesión: «El hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra Dios y contra ti. No merezco llamarme tu hijo”»
(Lucas 15:21). Después de esta confesión, muy similar al quinto paso, sucedió el
encuentro lleno de gozo.
La historia eclesiástica muestra3 que la confesión se volvió parte formal de la
religión, primero como parte del arrepentimiento, y más tarde como parte del
sacramento de penitencia de la iglesia católica romana. Martín Lutero alabó la
idea de la confesión, pero la prohibió como práctica obligatoria. La idea de la
confesión poco a poco se dejó de usar en las iglesias protestantes. El paralelo
más cercano que los protestantes tienen hoy en día al sacramento de penitencia
católico se encuentra en varias formas de orientación ofrecida por un
predicador.4
Aparte de estas sesiones de orientación particulares con un predicador,
algunos protestantes responden a llamadas al altar, las cuales frecuentemente
incluyen confesiones de pecados ante todos los feligreses, pero generalmente sin
demasiados detalles exactos. Algunos cristianos pasan toda su vida sin jamás
responder a una de estas llamadas al altar. Y aunque los católicos tienen una
confesión formal con un sacerdote como parte de su religión, eso puede volverse
una rutina donde se confiesan únicamente los pecados más superficiales,
disminuyendo así la efectividad de la confesión para llevar a mayor crecimiento
espiritual. A causa del proceso de denegación y de la autojustificación resultante,
es muy posible que muchos católicos y protestantes bien intencionados jamás
hayan confesado precisamente lo que los mantiene apartados de Dios.
Belgum5 describió un tipo de iglesia moderna y esterilizada adonde los
miembros no se ayudan a llevar sus cargas (Gal. 6:2). Tampoco practican lo que
la Biblia dice en Efesios 4:25— «díganse siempre la verdad unos a otros…». El
resultado es que estos cristianos no son «miembros unos de otros», según se
menciona también en Efesios 4:25. Belgum ve esta falta de confesión en los
cristianos como hipocresía, donde se pretende ser lo que no se es.6 Según
Belgum:
La hipocresía es muy seria porque no es como muchos otros
pecados – robar, matar, cometer adulterio, etc.; es un método de
manejar el pecado que impide una solución.7
Como resultado de no confesar sus pecados, Belgum declara que estos
cristianos sufren espiritualmente, así como también mental y físicamente.
Sin embargo, la historia reciente del protestantismo no deja de tener un
enfoque hacia la confesión. El Grupo Oxford, del cual se derivó Alcohólicos
Anónimos, alentaba la práctica de la confesión, pero con un método
generalmente diferente al que se practica en una iglesia.8 En el Grupo Oxford la
persona que escuchaba la confesión era un individuo que estaba más maduro
espiritualmente que la persona que se confesaba, tal y como sería el caso cuando
se confiesa a un clérigo. Pero en vez de solamente escuchar esa persona también
compartía sus propias faltas. De esta forma, la confesión era más bien un
momento de mutua revelación y lo que revelaba la persona que escuchaba la
confesión tomaba entonces más la apariencia de testimonio que de confesión. De
esta forma, el que se confiesa puede descargarse y a la vez estar seguro de que la
persona que lo escucha también ha cometido esos pecados, se ha sentido tentado
y ha podido sobreponerse a todo por medio de la gracia de Dios. Este tipo de
relación entre el que se confiesa y el que lo escucha se usa actualmente en
Alcohólicos Anónimos y en otros grupos de los Doce Pasos en su planteamiento
del quinto paso. Es como ayudarse mutuamente a llevar las cargas.
Ahora examinemos el mecanismo del paso.
Una vez se ha completado el inventario moral a fondo y sin temor de nosotros
mismos durante el cuarto paso, descubrimos mucho acerca de por qué nos hemos
alejado tanto de Dios. También volvemos a descubrir antiguo dolor y
resentimiento que sigue afectando nuestras vidas hoy en día. Descubrimos
ejemplos constantes de nuestra manera de pensar y de nuestra conducta que
pueden haber influido para alejarnos de Dios. Notamos instancias en las cuales
el problema que identificamos en el primer paso se manifestaba en nuestra
adoración a lo mundano y no a Dios. Sabiendo todo esto, nos embarcamos hacia
el quinto paso.
De acuerdo con este paso, admitimos estas cosas – lo que hemos descubierto
en nuestro cuarto paso – primero a Dios. Esto lo hacemos por medio de la
oración, conversando privadamente con Dios, tal vez durante varios días, aún
durante semanas. Discutiendo la confesión en sí, Jennings la llamó…
…un punto de auto evaluación profunda y clara, pues aquí
declaramos no quién quisiéramos ser, sino quién somos en
realidad. Reconocemos nuestra esclavitud y nuestro desarreglo.
Si ignoramos esto, nunca podremos darle la espalda, o
acercarnos a la libertad prometida.9
Una vez que nos hemos confesado antes Dios, nos confesamos la verdad a
nosotros mismos. Sería lógico preguntarse: ¿Cómo puedo admitir estas cosas a
Dios si no las admito primero a mí mismo? El paso parece dirigirnos hacia un
nivel de admisión más profundo del que podríamos haber alcanzado cuando
reconocimos estas faltas inicialmente.
Cuando escribió sobre la confesión, el teólogo católico A. Snoeck dijo:
…el examen de conciencia se debe hacer ante Dios. Solo
entonces podremos reconocer nuestro propio carácter
pecaminoso. Entonces no habrá posibilidad de perderse en
pequeñeces; entonces no habrá peligro de desear contabilizar los
pecados con Dios hasta el último centavo. Todas estas
preocupaciones altaneras y antropomórficas desaparecen
cuando, ante el Señor misericordioso y con honda fe, uno hace
frente a sus múltiples pecados.10
Por favor tome nota de la cita arriba mencionada que este nivel más profundo
de entendimiento sobre el carácter pecaminoso de cada uno de nosotros nos llega
después de habérselo admitido a Dios. Por lo tanto, el hacer un inventario exacto
de las faltas en el cuarto paso no es igual a realmente hacer frente a estas cosas –
al menos al nivel más profundo. Es sólo cuando admitimos estas cosas ante Dios
y cuando nos damos cuenta de nuestra ubicación como pecadores en relación a
nuestro Dios perfecto que logramos este nivel más profundo de entendimiento de
nuestro propio carácter pecaminoso.
Más aún, si primero admitimos estas cosas ante Dios no podemos mentirnos
de allí en adelante. Puede haber cosas en nuestro pasado que hemos tratado de
olvidar, o que solo consideramos de forma indiferente, casi como si fuera
ficción. Si hemos escrito estas cosas en el cuarto paso y si las hemos admitido
ante Dios al principio del quinto paso, entonces tenemos que aceptarlas como
acciones propias y al hacer esto aceptamos la responsabilidad por cada una de
ellas.
Al admitir todo primero ante Dios, también nos recordamos poner a Dios
antes que nosotros. Después de todo esa es la razón para hacer los pasos.
Finalmente admitimos todo ante otra persona. ¿No es suficiente, entonces, el
responder a una llamada al altar y decir que hemos pecado? Esto puede ser parte
del quinto paso, pero no olviden que este paso nos pide que admitamos «la
naturaleza exacta de nuestras faltas». Eso también se podría hacer frente a todos
los miembros de una iglesia, tal vez de manera abreviada. Pero, puesto que
actuamos «sin temor y con profundidad» en el cuarto paso, es posible que el
quinto paso nos lleve algún tiempo, tal vez varias horas. Eso sería pedir
demasiado a su iglesia o grupo cristiano de recuperación. Tal vez por eso en este
paso se habla de «otra persona».
De preferencia, la persona seleccionada para el quinto paso deberá ser no
solamente alguien a quien se le pueda confiar algo, sino también alguien que en
el pasado haya tenido dificultad con el mismo tipo de problema que tiene usted.
Esta puede ser una de las razones por las cuales los programas de los Doce Pasos
han funcionado tan bien para tanta gente – un individuo se reúne con alguien que
ha tenido problemas similares, alcohólicos con alcohólicos, jugadores con
jugadores, etc. Entonces, durante el desarrollo del quinto paso ocurre un proceso
similar al que ocurrió durante las confesiones de los miembros del Grupo Oxford
según hemos ya descrito. La persona que escucha la confesión, o el quinto paso,
ha superado algunos de los mismos problemas y puede compartir sus
experiencias con la persona que se está confesando. Entonces sucede algo como
lo siguiente: «¿Tú hiciste eso (o pensaste o sentiste eso) también? Yo creía que
yo era el único ser en el mundo que se había sentido así. De pronto no me siento
tan solo». A veces olvidamos lo que dice 1 Corintos 10:13: «Ustedes sólo han
tenido las mismas tentaciones que todos los demás». A través de esta confesión
se rompen barreras. «Es como y cuando sabemos que somos pecadores que nos
damos cuenta de que somos hermanos», de acuerdo con Karl Barth.11 Una vez
que hemos destruido esa sensación de aislamiento podemos percibir a los demás
de forma diferente. Sobre esto Jennings escribe:
La confesión de los pecados es el nacimiento de la compasión.
Compartimos con nuestros semejantes nuestra necesidad de
liberación. Los síntomas pueden variar pero la necesidad es la
misma. Los pecados pueden variar pero el pecado es común a
todos. A través de la confesión de los pecados reconocemos
nuestra necesidad universal, nuestro desarreglo universal,
nuestra desfiguración universal, nuestra parálisis y nuestra
esclavitud universal. Una vez que pasamos por esto, nunca más
desearemos excluir de nuestra compañía y de nuestra amistad a
aquellos que han pecado.12
Otra ventaja de esta relación entre dos personas durante el quinto paso es que
el que se confiesa puede recibir las impresiones de la persona que lo escucha si
acaso no ha sido completamente honesto en su confesión. Esto es algo imposible
durante una llamada al altar. Es posible que una persona se haya estado
mintiendo (y haya tratado de hacer lo mismo con Dios) por medio de varias
manifestaciones de auto justificación y de ego. Tal vez aún estemos tratando de
culpar a otros en vez de asumir la responsabilidad. Como resultado, quizás no
hayamos hurgado sin temor y profundamente durante el proceso de nuestro
inventario moral. Si este es el caso, la persona que escucha la confesión podría
hacerle ver esto al que se confiesa, tal vez necesitando que el que se confiesa
repita una parte del cuarto paso y vuelva a exponer estas cosas ante Dios al
principio del quinto paso. Esto podría ser muy difícil para el ego y podría
requerir mucho esfuerzo, pero es un ejercicio de honestidad hacia uno mismo y
es un paso más hacia Dios.
Al pensar qué decir durante el quinto paso recuerden que el paso dice «la
naturaleza exacta de nuestras faltas». Esto indica las varias partes que vienen a
formar el cuadro completo, no un examen microscópico de cada minucia. No es
que se quiera ignorar un aspecto importante de su vida, sino que se habrán
identificado varias acciones individuales en el pasado que se repiten y son
manifestaciones del mismo pecado. No es necesario repasar toda la lista, es
suficiente con dar ejemplos, indicando cómo ese pecado en particular los ha
alejado de Dios. En la cita de Snoeck antes mencionada se expresó la inutilidad
de perderse en detalles pequeños.
Desde un punto de vista psicológico, el quinto paso parece dar resultados muy
terapéuticos. De hecho, los pacientes de varios psicólogos y psiquiatras han
encontrado alivio con solo tener a alguien que los escuchara. Sin embargo, es un
error ver este quinto paso solamente como herramienta psicológica. Recuerden
que, si la psicología tiene beneficios, sigue siendo únicamente una ciencia creada
por el hombre, y «… la sabiduría de este mundo es una tontería para Dios» (1
Cor. 3:19). En la mente de algunos cristianos, la unión de esta ciencia con el
cristianismo inadvertidamente ha diluido, sino es que ha alterado
completamente, la palabra de Dios para muchos creyentes.13 Al hablar del
confesionario católico, Snoeck dice: «es una profanidad considerar y utilizar el
sacramento como una forma de sondear psicológicamente las profundidades de
la mente y del espíritu humano».14 El considerar la confesión sencillamente
desde un punto de vista psicológico es peor que un sacerdote que moraliza al
escuchar una confesión. Según Snoeck «Debe (la confesión) permanecer como
un encuentro en el misterio de la redención de Cristo».15 Si se ve, entonces,
solamente como herramienta psicológica, se vuelve a colocar la fe en lo humano
y no en Dios y se anularán los beneficios espirituales que se logran al poner en
práctica los Doce Pasos en nuestra vida.
¿Qué puede uno esperar lograr al poner en práctica el quinto paso? Como ya
de dijo, se pierde el sentido de aislamiento y hay una nueva aceptación de otros
pecadores. Hay también otros beneficios.
Se percibe la confesión como «un asunto que afecta directamente a la
conciencia, más profundamente que en cualquier otro momento y que purifica
más profunda y completamente la mente».16
Jennings lo llamó un «abandono de la esclavitud»17, el haber logrado la
habilidad de ver claramente18, la práctica de «penetrar la ilusión, desenmascarar
a los ídolos, poner al descubierto la pretensión19, y de mostrar nuestras
cadenas…, exhibiéndolas abiertamente para que se puedan quitar de golpe».20
Claramente se ve que hay una gran promesa espiritual si se completa con éxito
el quinto paso. Después de hacer su confesión el Hijo Pródigo recibió el perdón
del padre. Por medio de la gracia de Dios lo mismo sucederá con todo cristiano
que haga su confesión. Sin embargo, una vez que se logre el perdón no hay
tiempo que perder. Mientras que es verdad que el Hijo Pródigo llegó a casa y se
le recibió con un festín, aún hay algunas cosas en nosotros que nos pueden hacer
que nos descarriemos. Según Jennings, hemos sacado a luz nuestras cadenas
para poder destrozarlas. Los pasos que siguen permitirán que esto suceda.
Quinto Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. Después de llamar a los fariseos hipócritas, Jesús dijo: «Nada está
cubierto que no será revelado, ni oculto que no se conocerá». ¿En qué formas es
cierto esto? ¿Qué importancia tiene esta cita de la Biblia para el quinto paso?
2. Piensa en alguna ocasión en el pasado en que le hayas confesado algo a
otra persona. Cómo te sentiste después? ¿Cómo afectó tu confesión la relación
con la persona a quien te confesaste?
3. ¿En qué forma se utiliza la confesión en tu iglesia? ¿En qué formas no
sería aceptada la manera de confesión del quinto paso en tu iglesia?
4. Si todo mundo en mi iglesia completara el cuarto y quinto pasos creo que el
resultado final sería __________________________…
5. ¿Cómo podemos admitir la «naturaleza exacta de nuestras faltas» a Dios
antes de poder admitirlas a nosotros mismos?
6. Si confesamos nuestros pecados a Dios, ¿por qué es necesario también
hacerlo ante otro ser humano?
7. Lo que más temo sobre confesar la naturaleza exacta de mis faltas a otro
ser humano es____________________________ …
8. Según se cita en este capítulo, el autor Theodore W. Jennings dice que la
confesión muestra «nuestras cadenas en alto para así poder destrozarlas», ¿de
cuales cadenas está hablando? ¿Cómo logrará el quinto paso hacer que
podamos destrozar esas cadenas? ¿Quién las destrozará?
Sexto Paso…
Estábamos totalmente preparados para dejar que Dios
nos apartara de todos estos defectos de carácter.
¿De cuáles defectos de carácter estamos hablando aquí? Estas son cosas
negativas que descubrimos en nosotros cuando redactamos el cuarto paso, la
cosas de la carne que nos apartan más y más de Dios. Entonces, en el quinto
paso al admitirlas a Dios, a nosotros mismos, y a otro ser humano, hemos
clarificado estas cosas y las hemos sacado a la luz.
El quinto paso nos indica lo que debemos hacer ahora.
Nótese que el quinto paso no se trata de que Dios nos separe de nuestros
defectos de carácter. Más bien se trata de prepararnos para que Dios nos los quite
de encima. En otras palabras, cuando avanzamos en el quinto paso estamos
aceptando que estamos dispuestos a cambiar para bien. En la superficie esto
puede parecer fácil —un ejercicio que requiere un mínimo de esfuerzo. Pero
puede ser más complejo de lo que se piensa.
Según se cuenta Juan en 5:2-9 Jesús visitó el estanque de Betzata donde se
encontraba una multitud de enfermos esperando ser sanados. Jesús se acercó a
un hombre que había estado enfermo por 38 años y le hizo la siguiente pregunta:
«¿Te quieres sanar?» (v. 6) ¿No les parece esta pregunta demasiado obvia? Por
supuesto que el hombre enfermo habría querido curarse ¿o no?
El mismo tipo de problema surge en la historia del ciego Bartimeo (Marcos
10: 46-52). Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» (v. 51). En la
superficie nuevamente tenemos una pregunta que parece demasiado obvia, pero
si ese hubiera sido el caso, Jesús no habría hecho ninguna de las dos preguntas.
Así es que es evidente que podría haber una razón por la cual un inválido de
años no quisiera ser curado, o por la cual un ciego no quisiera recobrar la vista.
Al explorar estas razones descubriremos el valor y la necesidad del quinto paso.
Al discutir por qué le preguntó Jesús al hombre en la piscina si quería ser
curado, Barry T. Brown declaró: «Esta es una pregunta importante. A menudo se
necesita preguntar porque es sorprendente la frecuencia con la cual la gente
invierte en estar enferma».1 Sobre el ciego, Brown preguntó: «¿Quería que las
cosas cambiaran? ¿Estaba preparado para las consecuencias sociales de poder
volver a ver?»
De acuerdo con el Dr. Kenneth R. Bakken, «El cambio lastima y a veces
preferimos no tomar ese riesgo. Es más fácil quedarnos donde estamos».2
Hay muchos individuos que han luchado contra el cáncer y han ganado por
medio de tratamientos médicos modernos. A pesar de que muchas de estas
personas tienen una razón absoluta para celebrar, la victoria para muchos de
ellos es agridulce porque se encuentran que tienen otro problema, en este caso de
naturaleza mental. Durante meses o tal vez años, estos pacientes de cáncer se
han acostumbrado a ser tratados de manera diferente. Tal vez se les ha pedido
hacer mucho menos que a los demás. Sus seres queridos pueden haber tenido
cuidado con sus acciones y sus palabras. El problema es adaptarse a que los
traten como personas sanas de nuevo.
Desde un punto de vista humanista, los psicólogos han observado el mismo
fenómeno. Freud lo llamaba resistencia.3 Los pacientes no querían renunciar a
sus deseos o a sus fantasías infantiles y exhibían lo que parecía ser una tendencia
o una compulsión por persistir en, o repetir conductas neuróticas pasadas.4
Según Abraham Maslow, un psicólogo humanista:
Cada ser humano posee ambas fuerzas. Una de estas fuerzas se
adhiere a la seguridad y a una posición defensiva por temor,
tendiendo a retroceder asiéndose al pasado, y temiendo crecer…
la otra fuerza lo impela hacia delante, a completarse como ser
humano, buscando el funcionamiento completo de todas sus
capacidades, hacia la confianza de encarar al mundo externo, al
mismo tiempo que puede aceptar su «Yo» más profundo, real e
inconsciente.5
De esta manera se ha aplicado el principio a males tanto físicos como
mentales pero, ¿y qué de los males espirituales? ¿Es posible que rehusemos
cambiar para bien y que nos acojamos a nuestros antiguos pecados? Jesús trató
con un hombre que tenía este problema. Se le conoce como el joven rico, y su
historia se relata en tres de los evangelios (Mateo 19:16-30; Marcos 10:17-31; y
Lucas 18:18-30).
Según se relata el joven se acercó a Jesús y le preguntó qué debería hacer para
alcanzar la vida eterna. Jesús empezó a repasar los diez mandamientos y el joven
afirmó que él guardaba todos estos mandamientos. Puesto que Jesús no disputó
la declaración del joven, era este joven rico, por todas apariencias, un hombre
muy religioso. Pero entonces apareció el problema, la falla de carácter que se
estaba interponiendo entre el joven rico y Dios. Jesús le dijo: «Si tú quieres ser
perfecto, ve y vende todo lo que tienes. Dales ese dinero a los pobres y así
tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme» (Mateo 19:21). La historia
tiene un final triste porque el joven no estaba dispuesto a cambiar lo suficiente
como para seguir a Jesús. Según cuenta el versículo 22: «Pero cuando el joven
escuchó esto, se marchó muy triste porque tenía muchos bienes».
El joven rico no había guardado completamente el décimo mandamiento. En
su comentario sobre la historia, R.V.G. Tasker declaró lo siguiente:
Esta es la razón por la cual le falta alegría y no hay gozo en su
vida. Sus riquezas han aumentado, y él se ha concentrado en
ellas. Se ha vuelto esclavo de lo que posee. Hay mucha riqueza en
su casa pero hay flaqueza de espíritu.6
Emmet Fox llamó a esta historia «uno de los pasajes más tristes en toda la
literatura humana».7 Según Fox:
Esta es en realidad la historia de la humanidad en general.
Rehusamos la salvación que nos ofrece Jesús —nuestra
oportunidad de encontrar a Dios— porque tenemos «muchas
posesiones»; no por tener demasiadas riquezas en dinero, la
mayoría de las personas no la tienen, sino porque tenemos
muchas posesiones en cuanto a ideas preconcebidas – confianza
en nuestro propio juicio, y en las ideas que conocemos; orgullo
espiritual que proviene de distinción académica; cariño
sentimental o material hacia instituciones u organizaciones;
hábitos en nuestras vidas que no queremos abandonar;
preocupación por el respeto de otras personas, o tal vez temor de
quedar en ridículo en público; o intereses establecidos en
honores y en distinciones mundanas. Y estas posesiones nos
mantienen encadenados a la roca de sufrimiento que es nuestro
exilio de Dios.8
Brown9 hizo una lista de varias razones por las cuales una persona, ya sea
consciente o inconscientemente, insiste en aferrarse a sus problemas:
1. Les proporcionan un sentido de identidad o una forma de lástima.
2. La amenaza de tener que manejar un cambio y las responsabilidades que lo
acompañan parece demasiado pesada.
3. Para ciertas personas es demasiado difícil encarar el hecho de que han
sentido cierta satisfacción por su condición.
4. Algunas personas temen que si buscan alivio y no lo encuentran, esto les
reforzará los sentimientos negativos que tienen hacia sí mismos.
Cuando tomamos el tercer paso, hicimos una declaración general sobre estar
dispuestos a permitir que Dios se encargue de nuestra vida. Con el quinto paso
empezamos a detallar.
En esta etapa del programa, necesitamos preguntarnos si estamos dispuestos a
avanzar hacia una vida centrada en Dios, o si preferimos continuar ahogándonos
en egocentrismo y en nuestra enfermedad espiritual. Si no estamos dispuestos a
entregar estas cosas a Dios, nos encontramos frente al peligro de querer volver al
problema que identificamos en el primer paso. Las personas que toman parte en
programas de los Doce Pasos dicen que el problema que identificaron en el
primer paso era sólo una manifestación de otros problemas implícitos. Si
realmente desean deshacerse de ese problema, tienen que estar dispuestos a
hacer frente a estos otros problemas implícitos.
Si por ejemplo descubrieron en el cuarto y quinto pasos un constante
menosprecio de sus seres queridos, tienen que estar dispuestos a que Dios
disponga de este problema. Es posible que descubran que su conducta de
menosprecio se debe a querer parecer más importante que los demás. Si están
dispuestos a que Dios les quite este problema, están en realidad diciendo que de
ahora en adelante tratarán de reaccionar de forma diferente con sus seres
queridos. Tal vez sea incómodo al principio, pero tienen fe en que Dios les dará
el poder de manejar esta situación efectivamente y de hacerlos mejores seres
humanos porque están dispuestos a cambiar.
En las palabras de Bakken:
…cuando cambiamos, nos liberamos…nos liberamos del control
de otros; estamos libres para descubrir nuestro carácter real en
equilibrio entre la actividad y el descanso; estamos libres para
servir a otros…podemos renunciar a la ansiedad de perder el
control o de ser controlados por otros.10
Una parte del quinto paso molesta a ciertas personas. La palabra «totalmente»
para algunos parece significar la perfección. Si pudiéramos lograr este y los
otros pasos, a la perfección, entonces no tendríamos necesidad de la gracia de
Dios. Como todos sabemos, siempre necesitamos la gracia de Dios. Este paso
significa no el perfeccionismo, sino nuestro cometido de hacer todo lo posible.
Según nos acercamos a Dios, continuaremos identificando defectos en nuestro
carácter, y entonces estaremos dispuestos a permitir que Dios nos los quite.
Buscamos siempre un continuo crecimiento.
…Quitemos de nuestra vida cualquier cosa que nos impida
avanzar, especialmente el pecado que nos hace caer tan
fácilmente. Fijemos nuestra mirada en Jesús, en quien la fe
empieza y termina (Hebreos 12:1-2).
Sexto Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. Compara la diferencia entre el comportamiento del joven rico y el de Pedro
y Andrés cuando Jesús los llamó (ver Juan 1:35-42) ¿Por qué se alejó el joven
rico mientras que Pedro y Andrés decidieron seguir a Jesús?
2. ¿Por qué le preguntó Jesús al hombre de la piscina si deseaba curarse?
¿Cuáles son algunas razones por las cuales el hombre no habría querido
curarse?
3. Si nos hemos hecho confesión en el quinto paso, ¿por qué es necesario el
quinto paso?
4. A veces la gente se encierra en un círculo vicioso de cometer un pecado,
arrepentirse y confesarlo, y luego volver a repetirlo. ¿Por qué la gente hace
eso? ¿Cómo podría el quinto paso ayudar a romper este ciclo?
5. ¿Cuáles son algunos defectos de carácter que tal vez tú no quisieras
abandonar? ¿Por qué sería tal vez más cómodo mantener estos hábitos?
6. Si no nos perdonamos a nosotros mismos por cosas en nuestro pasado,
¿por qué podría esto ser un defecto de carácter que debemos estar dispuestos a
entregar a Dios como parte del quinto paso?
7. ¿Cómo podrían el egoísmo y el egocentrismo ser parte de la razón por la
cual una persona no quiera abandonar sus defectos? ¿Cómo podría esto seguir
separándote de Dios?
8. Citamos al Dr. Kenneth R. Bakken en este capítulo diciendo que el proceso
de un quinto paso nos da libertad, ¿qué tipo de libertad conseguimos?
Séptimo Paso…
Humildemente le suplicamos que nos apartara de
nuestras imperfecciones.
¿A cuáles imperfecciones nos referimos?
Estas son las faltas que incluimos en nuestro inventario del cuarto paso.
Entonces en el quinto paso las admitimos a Dios, a nosotros mismos y a otra
persona. En el quinto paso, aunque fuera penoso, nos preparamos a permitir que
Dios nos quitara estas faltas. En el séptimo paso le pedimos a Dios que nos las
quite.
Llamados, «defectos de carácter» en el quinto paso, e «imperfecciones» en el
séptimo paso, son una y la misma cosa. Son lo que nos mantiene en un camino
egocéntrico y lo que nos prohíbe acercarnos a Dios.
La palabra clave en el séptimo paso es la primera: humildemente.
En estos tiempos en los cuales una persona puede ser aceptada al proclamar
«Yo soy lo máximo», y en los cuales está de moda presumir de sus propias
hazañas a través de los medios de comunicación, mientras que insiste en que
«Yo» merezco un contrato de diez millones de dólares en vez de ocho millones,
el concepto de la humildad se menosprecia y malentiende mucho. Muchas
personas lo entienden como una humillación. Nos viene en mente un perro al
que su amo ha golpeado y que vuelve con la cola entre las patas.
Como parte de las bienaventuranzas, Jesús enseño: «Afortunados los que
reconocen su necesidad espiritual, porque el reino de Dios les pertenece» (Mateo
5:3). Puesto que la Biblia enseña humildad en varios pasajes, incluyendo este
versículo en particular, mucha gente — tanto cristiana como no cristiana —
tienen una idea falsa de lo que es ser cristiano, y de lo que significa ser humilde.
J. B. Phillips dibujó un retrato hablado de esta falsa percepción de lo que es una
persona humilde:
…alguien que no se atrevería a espantar una mosca; alguien que
aguantaría una situación y evitaría conflicto donde fuera posible;
alguien con un temperamento apacible que nunca ha conocido
las pasiones humanas; alguien que es un poco de una no entidad;
tanto sin inspiración como imposible de inspirar.1
Esta descripción nos pone en mente al perro que vuelve a su cruel amo
después de ser golpeado. Y, para aquellos que consideran a Dios un amo cruel,
tiene mucho sentido que el Dios que ellos se imaginan quisiera verlos
humillados. Pero esta es una idea falsa sobre el Dios del universo (Ver los pasos
segundo y tercero). Este no es el Dios de quien Pedro dijo: «Confíen a Dios
todas sus preocupaciones, porque él cuida de ustedes» (1 Pedro 5:7).
Para aprender el verdadero sentido de la humildad, volvamos de nuevo a la
historia del Hijo Pródigo (Lucas 15:11-32). Previamente nos hemos referido a
esta historia en los pasos primero al quinto. Como ya se dijo, el alejamiento que
el hijo sufrió de su padre fue consecuencia directa de su egocentrismo, de su ego
y de su orgullo. Estaba a punto de morirse de hambre antes de darse cuenta de lo
bien que estaba en su casa. Entonces tomó la decisión de volver a casa de su
padre. La diferencia entre su viaje al irse de su casa y su viaje de regreso es la
diferencia entre el orgullo y la humildad. En su viaje a casa se dio cuenta que por
sus propias acciones estaba impotente y que merecía morirse de hambre. Ya no
pensaba: «Yo soy lo máximo». Ahora el hijo se dio cuenta de que cualquier cosa
que recibiera de su padre sería un regalo. Y sabía también que no había nada que
pudiera hacer para merecer los regalos de su padre. Regresó a casa con el
corazón de un servidor, con humildad. La Biblia menciona esto en varios
pasajes. Por ejemplo:
Tras el orgullo, viene la ruina; tras la humildad, los honores
(Proverbios 18:12)
El Señor ocupa el lugar más alto…pero aun así, el nunca
abandona a los humildes…sabe lo que hacen los soberbios y se
mantiene alejado de ellos (Salmos 138:6)
[Yavé] Se burla de los burlones, pero es bueno con los humildes
(Proverbios 3:34)
Es fácil ver cómo cada uno de estos textos bíblicos se refiere al Hijo Pródigo.
Sin embargo, debemos recordar que también se refieren a nosotros. Veamos
algunos otros ejemplos adonde la humildad se discute en relación al orgullo.
Primero, una respuesta típica de Jesús al orgullo de sus discípulos:
Después llegaron al pueblo de Capernaúm. Cuando ya estaban
en la casa, Jesús les preguntó a sus seguidores: «¿De qué
hablaban ustedes en el camino?» Pero ellos se quedaron en
silencio porque en el camino estaban discutiendo sobre quién era
el más importante. Jesús se sentó, reunió a los doce y les dijo: «Si
alguno quiere ser el número uno, entonces debe ocupar el último
lugar y servir a todos.» Luego Jesús trajo a un niño, lo puso
frente a ellos y levantándolo en sus brazos, les dijo: »El que
recibe a uno de estos niños en mi nombre, también me recibe a
mí. El que me recibe a mí, también recibe al que me envió»
(Marcos 9:33-37).2
Nótese que la lección de humildad de Jesús sigue inmediatamente después del
debate entre sus discípulos sobre quien era «lo máximo». Se puede sacar un
paralelo entre esto y la historia del Hijo Pródigo quien, en su forma, también
dijo: «Yo soy lo máximo» cuando dejó a su padre. Y así como el Hijo Pródigo
aprendió humildad, se les dio también a los discípulos una lección de humildad
al poner a un niño en su medio. Hablando del niño, John MacArthur escribió:
Un niño no se ensalza ni cree ser superior. Sencillamente se
somete al cuidado de sus padres y de sus seres queridos,
dependiendo de ellos para sus necesidades. Sabe bien que el no
puede mantenerse solo, y que no tiene recursos para sostenerse.
Esta es la forma de sumisión humilde que resulta en grandeza a
los ojos de Dios y en Su reino.3
¿No les parece esto muy parecido a la actitud del Hijo Pródigo en su viaje de
regreso a su padre?
Ahora veamos lo que nos dice Santiago sobre este tema:
«Dios rechaza a los orgullosos, pero es bueno con los humildes.
Así que, entréguense a Dios, resistan al diablo y el diablo huirá
de ustedes. Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Quiten
el pecado de su vida pecadores. Concentren su mente en Dios,
ustedes que quieren seguir a Dios y al mundo. Laméntense,
pónganse tristes y lloren. Que su risa se convierta en llanto y su
felicidad en tristeza. Humíllense ante el Señor y él les dará
honra» (Santiago 4:6-10).
De nuevo, la humildad se interpreta como lo opuesto al orgullo. Y al discutir
«las mentes dobles» Santiago habla de estas dos direcciones opuestas. Para el
Hijo Pródigo primero vino el alejamiento de su padre, seguido del acercamiento
a su padre. A los discípulos de Cristo los llevó desde una discusión sobre quién
de ellos era el mejor, hasta tener a un niño, completamente dependiente de sus
padres, entre ellos como ejemplo.
En conclusión, tenemos una paradoja: cuando parece que deberíamos estar
ensalzándonos, en realidad deberíamos de estar humillándonos. Al humillarnos
ante la presencia del Señor, seremos ensalzados. O sea, que lo que necesitamos
hacer es exactamente lo opuesto de lo que tenemos ganas de hacer y de lo que
parece obvio que deberíamos hacer. Jesucristo tenía esto en mente cuando dijo:
«Si alguno quiere ser el número uno, entonces debe ocupar el último lugar y
servir a todos» (Marcos 9:35). Lo que dijo al discutir a los fariseos santurrones
es muy similar: «El más importante entre ustedes será el que les sirva, porque el
que se crea más que los demás será humillado, y el que se humille será hecho
importante» (Mateo 23:11-12). Invocó el mismo principio al relatar la parábola
de las bodas:
«Cuando alguien te invite a una boda, no te sientes en el lugar de
honor, porque alguien más importante que tú también pudo haber
sido invitado. El que te invitó vendrá y te dirá: “Dale tu lugar a
este hombre”. Entonces tendrás que sentarte en un lugar aún
menos importante que el primero, y te sentirás avergonzado. Al
contrario, cuando seas invitado, ve y siéntate en el lugar menos
importante, para que cuando venga el que te invitó, te diga:
“Amigo, siéntate aquí, este lugar es mejor”. Qué honor tendrás
frente a todos los que estén presentes. Porque el que se cree muy
importante será humillado, y el que se humilla será
engrandecido» (Lucas 14: 8-11).
Hay muchos más ejemplos, pero hemos discutido suficientes como para
comprender la idea. Al hacer lo opuesto de lo que nos parece lógico, nos
fortalecemos. Así es como los cristianos «vivimos por la fe y no por lo que
vemos» (2 Corintios 5:7). Pero esto no es fácil de hacer. Clayton K. Harrop lo
llamó «una de las cualidades más difíciles que un ser humano puede llegar a
manifestar».4 ¿Por qué? Según Harrop:
Deseamos ser independientes. Todo nos indica que debemos ser
independientes y la idea de depender, aún de Dios, parece
contraria a todo lo que sentimos ser una parte esencial de
nuestro ser. Tenemos la absoluta intención de ser igual a, o mejor
que todos los demás. Por lo tanto, no queremos someternos a
nadie.5
Harrop también discute esa doble mentalidad de la que habla Santiago, y el
núcleo de ese problema:
El pecado ha infectado nuestras vidas y ha confundido nuestras
mentes y ha debilitado nuestra fuerza de voluntad a tal grado que
nuestro sentido de valores y nuestras lealtades se han invertido.
Parece tan sencillo comprender: Dios es nuestro creador y
nuestro redentor; Satanás es el que nos destruiría totalmente y el
que repondría todo bien con maldad. A pesar de esta lógica tan
sencilla olvidamos que, como hijos de Dios, tenemos el deber de
resistir a Satanás.6
Antes de continuar con el séptimo paso, concluyamos nuestra discusión sobre
la humildad con algunas definiciones rápidas:
• «El constante saber que sin la gracia de Dios no somos nada ni logramos
nada».7
• «La humildad se muestra en la completa sumisión ante Dios. Este es el
núcleo del cristianismo. Toda fe que no produce esta conclusión es una fe
falsa…».8
• Lo más opuesto al orgullo. Humillarse ante Dios significa que
admitimos que ante Él no tenemos recurso. Lo mejor que
podemos ofrecer no tiene valor ante Él. Nuestras pobres buenas
obras no tienen ningún valor a causa de nuestro pecado y, al
final, debemos depender totalmente de la misericordia de Dios.9
• «La humildad es la virtud por medio de la cual un hombre llega a
despreciarse a sí mismo al descubrir y al comprender lo que realmente es».10
Después de tanto discutir las virtudes de la humildad, ¿debemos concluir que
nadie vale nada ni es nada? No, eso no es lo que nos explican las Sagradas
Escrituras. Cada persona es valiosa. Si el ser humano no valiera nada, ¿por qué
entonces habría Dios enviado a su Hijo a redimirnos con su muerte? La idea
falsa de la humildad es precisamente que el ser humano no vale nada. El ser
humano es valioso, pero no a causa de los que logran o lo que son por sí mismos;
valen mucho porque son los hijos de Dios.
Ahora, ¿cómo cabe todo esto en el séptimo paso? Es con este espíritu de
humildad – el reconocimiento de que nada podemos lograr solos y que Dios lo
puede todo – que nos acercamos a Dios, pidiéndole que nos separe de nuestras
imperfecciones.
Nótese que la tercera palabra en el paso es «suplicamos». Esta es una súplica.
Habiéndonos humillado ante Dios ya no le exigimos ni le dictamos a Dios. Si
nos acordamos de algunas de nuestras oraciones anteriores a Dios, es muy
posible que descubramos que hemos pecado en exigirle a Dios, o en dictarle lo
que debe de hacer por nosotros, una vez más poniéndonos a nosotros mismos en
el centro del universo. Ahora estamos suplicándole a Dios, suplicándole con
oración y, preferiblemente, de rodillas.
Cuando suplicamos, la respuesta puede ser«sí». Hay, también, la posibilidad
de que la respuesta sea «todavía no» o «no».
¿Qué razón tendría Dios en no separarnos de nuestras imperfecciones
instantáneamente si se lo suplicamos humildemente? Podría ser que Dios quiere
vernos activos en la súplica. Tal vez nos separe de nuestras imperfecciones si ve
que fuimos completamente sinceros en el quinto paso al prepararnos para
separarnos de estas imperfecciones. O podría ser también que nos hemos,
consciente o inconscientemente, tratado de engañar sobre nuestros verdaderos
defectos de carácter en los Pasos cuarto, quinto y sexto. O tal vez Dios tenga en
mente algo completamente diferente para nosotros, y aún no somos capaces de
percibirlo en este momento.
Cuando escribió sobre la humildad, Pedro señaló que la respuesta bien podría
ser «todavía no» cuando dijo: «Cuando Dios los corrija con su mano poderosa,
acéptenlo con humildad. Después, cuando llegue la hora, él los exaltará» (1
Pedro 5:6). «Cuando llegue la hora» significa que todo sucederá cuando Él lo
indique y no necesariamente según nuestros cálculos. A través de la Biblia se
advierte a los creyentes que sepan esperar. Por ejemplo:
Confíen en el Señor. Sean fuertes y valientes, y confíen que él les
ayudará (Salmo 27:14).
Esperen la ayuda del Señor y sigan su camino… (Salmos 37:34)
Por el Espíritu recibimos la esperanza de que Dios nos va a
aprobar por la fe (Gálatas 5:5)
El apóstol Pablo indicó un ejemplo en el cual la respuesta fue un «no» porque
Dios lo podía usar con mayor provecho tal y como era.
.…Por eso el Señor me dio una dolencia: un mensajero de
Satanás, enviado a torturarme para que no me vuelva demasiado
orgulloso. Le he rogado ya tres veces al Señor que me quite esa
dolencia. Pero el Señor me dijo: «Mi bondad es todo lo que
necesitas, porque cuando eres débil, mi poder se hace más
fuerte4 en ti». Por eso me alegra presumir de mi debilidad, así el
poder de Cristo vivirá en mí. También me alegro de las
debilidades, insultos, penas y persecuciones que sufro por Cristo,
porque cuando me siento débil, es cuando en realidad soy fuerte
(2 Corintos 12: 7-10).
Así es que, si la respuesta fue un «no» para Pablo, puede muy bien ser
también un «no» para nosotros. Debemos entonces continuar la marcha hacia
Dios con toda fe, sabiendo que Él conoce lo mejor para nosotros. Dios puede
utilizar hasta los aspectos más bajos de nuestras vidas para gloria suya si se lo
permitimos. Al señalar esto, Pablo indica otra de esas paradojas: «Pues cuando
parezco débil, entonces es cuando soy fuerte».
No esperen poder lograr este paso a la perfección. Pueden estar confiados de
haberlo comprendido y en un momento darse cuenta que están totalmente
errados. Es cuestión de seguir haciendo la lucha y así de continuar su
crecimiento.
La oración para el séptimo paso de Alcohólicos Anónimos es:
Creador mío, estoy ahora dispuesto a pertenecerte del todo, lo
bueno y lo malo te pertenecen igualmente. Te ruego que ahora me
separes de todas y cada uno de mis imperfecciones de carácter
que son una barrera para que yo te sea útil a Ti y a mis
compañeros. Dame fuerza para que pueda salir de aquí a hacer
Tu voluntad. Amen.11
Séptimo Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. Cuál es la falsa percepción de la humildad cristiana? ¿Por qué tiene la
gente esta percepción? ¿Puedes recordar el nombre de algunas películas y de
algunos programas de televisión que ayudan a perpetuar esta idea?
2. Cómo defines ahora la humildad? Menciona un acto específico en tu
pasado inmediato que piensas es un buen ejemplo de tu propia humildad.
Menciona una ocasión en la cual piensas que te faltó humildad.
3. Dijimos que durante su viaje de retorno a casa el Hijo Pródigo había
adquirido humildad. ¿Cómo llegó a su humildad? ¿Debemos todos los seres
pasar por el mismo proceso para adquirir humildad?
4. ¿Cómo puede nuestra percepción de Dios afectar nuestra manera de
pensar sobre la humildad?
5. ¿Qué razón podría tener Dios para no separarnos de inmediato de nuestras
imperfecciones?
6. ¿De que forma podrían el temor y el orgullo interferir en nuestro ruego a
Dios para separarnos de nuestras imperfecciones?
7. Vamos a suponer que existe un aparato con un botón que pudiéramos
oprimir para preguntar si algo en particular es la voluntad de Dios en nuestras
vidas. Este aparato contestaría que sí con un sonido, y que no con dos sonidos.
¿Utilizarías siempre utilizarías este aparato? ¿Por qué sí y por qué no?
8. Se cita a Pablo en 2 Corintios 12:10 diciendo: «cuando me siento débil, es
cuando en realidad soy fuerte». ¿Qué significa esto? ¿Qué paralelo hay en tu
vida con esta cita?
Octavo Paso…
Hicimos una lista de todas las personas a quienes
habíamos hecho un mal y nos preparamos a corregir la
situación.
En su libro sobre el sentido de culpabilidad, el Dr. James A. Knight1 narra la
historia de un hombre de 50 años en Colombia afligido con una deformidad de
las manos adonde los dedos están invertidos hacia la palma de la mano. De niño
había tenido manos normales, pero a los 10 años le había venido esta deformidad
después de que un tío lo había golpeado severamente. Sin embargo, no fue la
golpiza lo que causó la deformidad. El muchacho, todavía enojado por haber
sido golpeado, visitó la casa de su tío ese mismo día, pero no lo encontró en
casa. En el pórtico afuera de la puerta de entrada estaba una efigie de madera de
su tío, puesta allí para proteger la casa, una costumbre local. El muchacho tomó
un remo de canoa y se lo clavó a la efigie exactamente adonde tendría el
corazón. La efigie se quebró. Unas horas más tarde el muchacho perdió el uso de
sus brazos. Una tía le dijo que ella le podía ayudar a recobrar el uso de sus
brazos, pero no de sus manos. Durante las semanas siguientes, el muchacho
recobró el uso de sus brazos, pero sus manos permanecieron invertidas,
sirviendo para continuamente recordarle de su sentido de culpabilidad por haber
simbólicamente matado a su tío.
Este caso es en realidad extremo, pero muchos de nosotros caminamos por la
vida emocional y espiritualmente lisiados a causa de la culpa que sentimos por la
forma en que hemos tratado a amistades, a seres queridos, y hasta a extraños. Tal
vez ni siquiera lo reconocemos conscientemente pero nuestra incapacidad nos
puede prohibir el acercamiento a otros, nos puede prohibir el hacer la voluntad
de Dios. En cierta forma estamos aún encadenados a nuestro pasado egocéntrico.
Para cuando llegamos al octavo paso, ya hemos logrado mucho para
establecer una nueva relación con Dios. Ahora que podemos colocar a Dios en el
centro de nuestras vidas somos capaces de volver a estudiarnos a nosotros
mismos y a nuestra relación con otras personas. Según hacemos inventario de
nuestro pasado, es casi seguro que tendremos que reconocer que hemos
lastimado a muchos seres. De hecho, si somos totalmente sinceros con nosotros
mismos, podemos descubrir que ha habido ocasiones en las cuales hemos pasado
por encima de las necesidades y las sensibilidades de todo el mundo en nuestro
deseo de obedecer a nuestra propia voluntad. Si alguien nos hubiera preguntado,
habríamos dicho que somos intuitivos en nuestras relaciones personales. Sin
embargo, pensando retrospectivamente, podemos ver que en muchas instancias
estábamos demasiado preocupados con complacer y con saciar nuestros propios
egos para pensar en las necesidades de otros. También podríamos descubrir que
muchas de nuestras buenas obras estaban motivadas por la necesidad de auto
gratificación.
Estamos incapacitados por el hecho de que nos hemos aislado de otras
personas a causa de conflictos no resueltos. Hay resentimientos en nuestro
pasado que aún hierven bajo la superficie. Como resultado, nos encontramos
frecuentemente como castillos antiguos rodeados de una fosa, y sin puente.
El daño que hemos hecho a otros se hizo más obvio al pasar por los pasos
cuarto y quinto. Si realmente estábamos preparados para permitir a Dios
separarnos de nuestras imperfecciones en el sexto paso, y le rogamos que nos
separara de estas imperfecciones en el séptimo paso, no podremos ignorar los
problemas que hemos creado a causa de nuestro egocentrismo. Toda auto
justificación habrá sido destrozada.
El completar los pasos octavo (identificar a aquellos individuos que hemos
lastimado) y noveno (hacer la reparación debida a esos individuos) nos dará
mucho alivio. Pero hay una buena razón para que estos pasos no hayan sido
mencionados antes y para que necesitemos haber completado los pasos
anteriores antes de lanzarnos al octavo paso. Al lograr este progreso, hemos
alcanzado un cierto grado de humildad, perdiendo a la vez ese sentido de
importancia que se tiene cuando se posee un ego súper inflado. Necesitamos
haber progresado espiritualmente antes de identificar a las personas a quienes
debemos incluir en nuestra lista durante el octavo paso. Sin esta medida de
humildad, continuaremos cayendo en la trampa de cobijarnos con nuestros
antiguos resentimientos. En otras palabras, empezaremos a pensar en todo aquel
que nos ha hecho mal, sin jamás pensar en aquellos a quienes nosotros hemos
hecho daño. Una dosis de humildad nos permitirá vernos internamente de forma
más objetiva.
Nuestra nueva humildad también nos ayudará a ser más perspicaces. Nos
vendrán a la mente ocasiones en las cuales el daño ha sido mutuo. Alguien nos
hizo daño y nosotros le infligimos dolor también, o viceversa. Pensando en «ojo
por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por
quemadura, herida por herida y golpe por golpe» (Éxodo 21:24-25),
consideramos que estamos a mano, aparentemente olvidando el mandato de
Jesucristo en el Nuevo Testamento:
Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente».
Pero ahora yo les digo: no te pongas en contra de una persona
mala. Mejor, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha,
deja que te pegue también en la otra. Si alguien trata de ponerte
una demanda para quedarse con tu camisa, entrégale también tu
capa. Si alguien te obliga a caminar un kilómetro con él, camina
dos (Mateo 5:38-41).
El individuo que participa en un programa de los Doce Pasos habla de ser
duro consigo mismo y suave con los demás, tal y como Cristo nos ordenó que
primero atendiéramos nuestras propias faltas (Mateo 7:3-5). Con este mismo
espíritu en mente, hacemos una lista de los individuos a quienes hemos hecho
daño (y que tal vez también nos hayan hecho daño) y nos vemos dispuestos a
rectificar la situación. ¿Y qué pasa si creemos que las personas en nuestra lista
no están preparadas a rectificar el daño que nos causaron a nosotros? Esto no nos
concierne. Nuestra labor en el octavo paso es sencillamente hacer la lista sin
pensar en el resultado. Al hacer nuestra lista en el octavo paso, ni siquiera
consideramos el noveno paso.
Según discutimos en el sexto paso, el joven rico (Lucas 18:18-30) era un
hombre religioso que tenía un solo impedimento para poder aceptar a Cristo: su
dinero. El amor que aparentemente le tenía a su dinero le impidió seguir a Jesús,
y lo mandó en dirección opuesta. Un poco después, Jesús encontró a otro
hombre rico, Zaqueo (ver Lucas 19:1-9). Zaqueo nos da un contraste absoluto
con el joven rico. Al leer estos relatos, tenemos idea de que el joven rico era un
muchacho bien parecido, de buen pensar y con muchos admiradores.
Indudablemente se le creía ser muy religioso. Zaqueo, en cambio, era odiado
como jefe de publicanos. Era de estatura corta y nos los imaginamos con un
físico napoleónico. Era conocido como pecador y estafador, pero, a diferencia
del joven rico, Zaqueo debe haber sentido un vacío en el alma. Mostró con sus
actos que estaba dispuesto a casi todo para seguir a Cristo.
Primeramente, Zaqueo se subió a un árbol para poder ver al Señor. Entonces,
cuando Jesús le pidió que bajara y le dijo que se hospedaría en su casa, Zaqueo
expuso su plan para separarse de lo que lo separaba de Jesús. Hizo el equivalente
del octavo paso. Según se narra, Zaqueo le dijo a Jesús: «Mira, Señor, voy a dar
a los pobres la mitad de todo lo que tengo, y si he engañado a alguien, le pagaré
cuatro veces más» (Lucas 19:8).
Nótese que Jesús no le pidió a Zaqueo que lo hiciera, Zaqueo lo hizo de su
propia voluntad. Primero dijo que daría la mitad de lo que poseía a los pobres;
entonces, excedió la ley del Antiguo Testamento (Levítico 6:1-5, Números 5:5-
8) que declara que al rectificar un daño se debe devolver lo que se ha tomado o
defraudado más una quinta parte del mismo. Zaqueo decidió pagar 400 % de
interés en vez de 20%. Al hacer esta promesa a Jesús, Zaqueo se puso en peligro
de acabar pobre, al contrario del joven rico. El plan de restitución de Zaqueo le
cambió el estilo de vida y sin duda tuvo que mudarse a una casa más pequeña y
vivir sin muchos de los lujos a los cuales estaba acostumbrado. Pero lo que
recibiría a cambio era de más valor para Zaqueo porque le interesaban las
riquezas espirituales.
La idea de rectificar un mal ha sido caracterizada como «perdón hecho
realidad».2 John W. Drakeford escribió lo siguiente sobre la historia de Zaqueo:
Hay un sentido bajo el cual todo pecado es un pecado contra
Dios, y solo Él puede perdonar a hombres y mujeres. Pero una
cosa es que Dios perdone y otra que el pecador sepa que ha sido
perdonado… . Frecuentemente se necesita que algo se «reponga»
antes de poder sentir el «perdón hecho realidad». …La mayoría
de los seres humanos necesitan ver evidencia física o necesitan
participar en una acción que les dé un sentido interno de que
están completos de nuevo.3
Hay otro principio bíblico sobre la rectificación de un mal que es igual en el
Antiguo y en el Nuevo Testamento, y es que para estar bien con Dios primero
debemos estar bien con la humanidad. O visto desde otro ángulo, si hay
problemas no resueltos entre nosotros y otras personas, esto nos impedirá
acercarnos a Dios.
Jesús habló sobre este principio en el Sermón de la Montaña:
Así que si vas al altar a dar una ofrenda a Dios y te acuerdas de
que alguien tiene algo contra ti, deja ahí tu ofrenda y ve a hacer
las paces con esa persona. Luego regresa para dar tu ofrenda a
Dios (Mateo 5:23-24).
Así es que mientras se puede decir que en cierto nivel ya hemos iniciado una
relación nueva con Dios al hacer los primeros siete pasos, es evidente,
basándonos en las palabras de Jesucristo, que nuestros problemas con otras
personas nos impedirán acercarnos más a Dios. Según 1 Juan 2:9-11:
El que dice que vive en la luz, pero odia a su hermano, todavía
está en la oscuridad. El que ama a su hermano vive en la luz, y
no hay nada en su vida que lo haga caer en el pecado. Pero el
que odia a su hermano está en la oscuridad, vive en la oscuridad
y no sabe a dónde va, porque la oscuridad lo deja sin poder ver.
La misma epístola dice lo siguiente:
Si alguno dice que ama a Dios, pero odia a su hermano, es un
mentiroso. Porque si no ama a su hermano, a quien puede ver,
mucho menos va a amar a Dios, a quien no puede ver (1 Juan
4:20).
Como se puede ver, el octavo paso tiene mucho que ver con el perdón. Y así
como nuestras posibles malas relaciones con otras personas crean una barrera y
no nos permiten tener una relación estrecha con Dios, así mismo nosotros
tenemos primero que perdonar antes de que Dios nos perdone a nosotros, según
Mateo 6:14-15.
En las palabras de Emmet Fox:
Sencillamente no es posible sentir a Dios en realidad… hasta que
nos hayamos quitado de encima todo resentimiento y censura
hacia otros seres humanos. Hasta que estemos preparados a
librarnos de este tipo de sentimientos, nuestros ruegos nos
servirán de mucho. La indignación, el resentimiento, el deseo de
castigar a otros, o de ver que sean castigados, el deseo de
venganza, el sentimiento de que «se lo merecen»; todo esto forma
una barrera totalmente impenetrable al poder o al progreso
espiritual.4
Es posible que ahora empecemos a preocuparnos sobre ser perdonados por
otras personas. Sin embargo, esas preocupaciones son prematuras. En el octavo
paso, nuestra única meta es perdonar. Solo así podremos reconocer el daño que
hemos hecho a otros y entonces estaremos listos y dispuestos a rectificar la
situación. Esto puede ser difícil.
Anteriormente mencionamos la proposición de mutualidad como justificante
para no rectificar una situación. De la misma forma, es apropiado mencionar la
indignación justa. El perfecto ejemplo de esto es cuando Jesucristo arrojó del
templo a los cambistas de dinero (Ver Mateo 21:12-13). Jesucristo estaba
enfadado pero no pecó. Nosotros también podemos sentir que nuestra
indignación es justificada y que por lo tanto está también justificado nuestro
enojo y las malas relaciones con otra persona, llevando así un resentimiento
todavía vivo. Pero nosotros creemos que está bien porque nuestro enojo fue
ejemplo de nuestra indignación justificada. Tengamos cuidado con esto. Es muy
posible que a causa de nuestro inmenso ego y del proceso de auto justificación
nos hayamos estado mintiendo. D.A. Carson diferenció entre el tipo de enfado
que Jesucristo mostró y el que nosotros tenemos tendencias a mostrar.
…hay lugar para encenderse contra el pecado y contra la
injusticia. Nuestro problema es que nosotros nos encendemos con
indignación y con ira, no contra el pecado y la injusticia, sino
contra una ofensa hecha contra nosotros. Ninguno de los casos
en los cuales Jesucristo mostró su ira fue a causa de su ego
personal. Más aún, cuando Cristo fue injustamente arrestado,
injustamente juzgado, ilegalmente golpeado, cuando le
escupieron con desprecio, cuando lo crucificaron, cuando se
mofaron de él, cuando de hecho tenía toda la razón de ocuparse
de su ego, entonces, como dice Pedro: «… cuando insultaban a
Cristo, él no respondía con insultos» (1 Pedro 2:23)…
Admitámoslo, en general la ira nos llega rápidamente cuando se
nos ofende y se nos insulta de manera personal, pero nos llega
más lentamente la ver el pecado y la injusticia en otras áreas.5
El juzgar a otros es también un asunto a discutir en el octavo paso. ¿Cómo es
que juzgamos? De nuevo utilizando nuestro egocentrismo como perspectiva, nos
ponemos en la grandiosa situación de poder interpretar los motivos ajenos. De
nuevo tratamos de ser Dios, esta vez tomando por hecho que podemos leer la
mente de otros. Por ejemplo, puede haber habido una persona a la cual le
teníamos envidia por alguna razón pero no identificábamos nuestro sentimiento
como envidia; más bien pensábamos que esta persona era soberbia. Un día
saludamos a la persona pero esta no respondió al saludo, nos ignoró. Tomamos
por hecho que era un menosprecio, lo cual confirmaba todo lo que ya creíamos.
El menosprecio imaginado nos enojó y nos lastimó, así es que murmuramos
contra esta persona. Lo que Dios sabía, pero nosotros no, era que esta persona
acababa de recibir mala nuevas sobre un miembro de la familia. El menosprecio
imaginado no tenía nada que ver con nosotros pero no podíamos verlo porque
estábamos demasiado envueltos en nuestro ego.
Al asignar motivos a las acciones de otros mostramos el tipo de persona que
somos. Puesto que no podemos leer la mente de los demás y no sabemos en
realidad cuáles son sus motivaciones, les asignamos los motivos que nosotros
tendríamos en una situación similar. Así es que lo que vemos en realidad son
nuestras propias faltas e imperfecciones reflejadas en la persona ajena. En suma,
si tengo un dedo apuntando hacia ti, tengo tres dedos apuntándome a mí. Cristo
habló sobre este fenómeno en Mateo 7:1-5:
No juzguen a los demás, para que Dios no los juzgue a ustedes.
Porque se les juzgará de la misma manera que ustedes juzguen a
los demás. Con la misma medida que ustedes midan a los demás,
Dios los medirá a ustedes. ¿Por qué te fijas en la pajita que tiene
tu hermano en el ojo, pero no te das cuenta de la viga que tienes
tú en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: “Déjame
sacarte la pajita que tienes en el ojo”, mientras que en el tuyo
hay una viga? ¡No seas hipócrita! Primero saca la viga de tu ojo
y verás mejor para poder sacar la pajita del de tu hermano.
De nuevo repetimos, el octavo paso no se trata de dar satisfacción a otras
personas. Más bien se trata de reconocer a quiénes necesitamos dar cumplida
satisfacción al incluirlos en nuestra lista, y de prepararnos para estar dispuestos a
dar dicha satisfacción. Se puede empezar la lista como se empezó la lista en el
cuarto paso. La lista de resentimientos en el cuarto paso probablemente revelará
a más personas que necesitan estar en la lista del octavo paso. Es útil pensar en
todas las personas que ha habido, y los conflictos que hemos tenido en las etapas
de nuestra vida. También podemos catalogar a la gente de acuerdo con el
ambiente en el cual la tratamos –por ejemplo, miembros inmediatos de la
familia, amistades, compañeros de trabajo, compañeros de escuela. Asegúrense
de incluir tanto a personas vivas como a aquellas que han fallecido, así como a
individuos que no han visto en años y que no saben adónde estarán. Este paso
podría tomar tiempo. Empiecen la lista incluyendo algunos nombres obvios.
Luego, según progrese su rutina cotidiana, pensarán en más nombres que incluir.
Si le piden a Dios orientación, Él les ayudará a deshacerse del falso orgullo que
de otra forma les impediría agregar nombres necesarios a la lista. Recuerden que
en este paso no deben preocuparse por el resultado de rectificar situaciones –
sencillamente están elaborando una lista.
Cuando la lista esté completa, empiecen con la segunda parte del paso –
prepararse para estar dispuestos a rectificar la situación con todas esas personas.
De nuevo, esto es un proceso de preparación. Es hora de prepararse a estar
dispuestos a enfrentar estas situaciones. Es hora de perdonar. Este es el mismo
tipo de proceso por el cual pasaron en el sexto paso cuando se prepararon para
estar dispuestos a que Dios los apartara de sus imperfecciones. Anteriormente
mencionamos que hay que incluir a personas que están fallecidas y también a
aquellas a quienes probablemente nunca más veremos. También nos preparamos
a estar dispuestos a rectificar situaciones con estas personas. Lo importante no es
que podamos o no dirigirnos a cada una de estas personas para pedir perdón,
sino que estaríamos dispuestos a hacerlo, si la tuviéramos oportunidad.
Recuerden que están haciendo todo esto porque quieren acercarse a Dios, no
porque la vida de otro semejante estará incompleta si no damos satisfacción por
malentendidos pasados.
¿Qué nos impedirá prepararnos a estar dispuestos a dar satisfacción a cada
persona en la lista? Las mismas cosas que nos alejan de Dios; el deseo de hacer
todo a nuestro modo en lugar de hacerlo al modo de Dios, nuestro inmenso ego,
el falso orgullo, la falta de honestidad, el egocentrismo.
Si hemos hecho nuestra lista y estamos dispuestos, estamos listos para
dirigirnos hacia el noveno paso.
Octavo Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. ¿Cuál fue la diferencia entre la actitud del joven rico y de la Zaqueo?
2. Conforme vamos haciendo nuestra lista, ¿qué tipo de problemas nos causa
el juzgar a otros? ¿Puedes recordar una instancia en tu pasado cuando juzgaste
a una persona y más tarde te enteraste de que estabas equivocado?
3. ¿Cuál es la diferencia entre la indignación justificada y la ira? ¿Puedes
pensar en una instancia cuando al principio pensabas que tu indignación era
justificada pero donde más adelante descubriste que se trataba simplemente de
ira?
4. ¿Cómo se integra el perdón en el octavo paso? ¿Por qué es un principio
bíblico que no recibimos perdón hasta que perdonemos?
5. ¿En qué formas afecta la relación que tenemos con otros semejantes
nuestra relación con Dios?
6. En Hebreos 8:12 y 10:17 se dice que Dios olvida nuestros pecados y no
tiene memoria de ellos. ¿Podemos aplicar este principio al perdonar a otros?
¿Qué piensas de la actitud expresada en la siguiente declaración: «Te perdono,
pero nunca olvidaré lo que has hecho»?
7. Si Dios nos ha perdonado, ¿por qué es necesario rectificar la situación?
8. Ahora que reflexiono sobre el octavo paso, ___________________ es una
persona a la cual nunca hubiera pensado en incluir en mi lista porque
____________________…
Noveno Paso…
A todos los que pudimos les reparamos el daño causado,
siempre y cuando eso no significara un perjuicio para
ellos o para otras personas.
Le digo al perverso: «¡Ciertamente morirás!», pero él cambia su
conducta y empieza a hacer el bien. Puede ser que devuelva lo
que le robó a los pobres. Tal vez pague todas sus multas. Tal vez
deje de hacer el mal y empiece a vivir de acuerdo a las leyes que
dan vida. ¡Entonces ese vivirá! ¡No morirá! No se tomará en
contra suya ninguno de sus pecados. Debido a que empezó a
hacer el bien, ciertamente vivirá (Ezequiel 33:14-16).
Teniendo tanto la lista de personas a quienes hemos causado mal como el
deseo de rectificar la situación tal como decidimos en el octavo paso, nos
embarcamos hacia el noveno paso. Pero no estamos del todo listos para buscar a
las personas en nuestra lista y rectificar nuestras acciones. Primero necesitamos
examinar la última parte que se enuncia en el noveno paso: «…siempre y cuando
eso no significara un perjuicio para ellos o para otras personas». Al ser estricto
consigo mismo y tolerante con otros, no podemos aliviar nuestra conciencia a
expensas de otros.
Hay varias situaciones en las cuales se podría causar un daño al querer
rectificar acciones pasadas. Una situación obvia es el caso de infidelidad
matrimonial. La persona X y la persona Y, ambos casados con otras personas, se
hacen amantes. Después de unos meses se descontinúa la relación y sus vidas
siguen por caminos diferentes. Algún tiempo después, la persona X se inicia en
un programa de los Doce Pasos y se da cuenta que esa relación fue parte de su
egoísmo. Lógicamente, esta persona incluiría a la persona Y en su lista como
parte de su octavo paso, pero no trataría de rectificar la situación en el noveno
paso porque esto dañaría a la persona Y, a su cónyuge o a otros.
En casos como este cuando resolvemos que es mejor no rectificar por el
posible daño causado, el hecho de que estamos dispuestos a hacerlo en el octavo
paso deberá bastar. Lo mismo se puede decir de individuos que han fallecido o
cuyo paradero es desconocido. Al hablar con Dios en nuestras oraciones,
podemos reconocer que estaríamos felices de rectificar nuestras acciones
pasadas si las circunstancias fueran diferentes. Dios sabe muy bien cuando
somos sinceros.
En cuanto al octavo paso, se dijo que al seguir los pasos de restitución vamos
adquiriendo la humildad necesaria para realizar dicha restitución. Sabiendo esto
y teniendo un nivel más elevado de espiritualidad podíamos más fácilmente
derrotar al ego y a la autojustificación para así reconocer a las personas a quienes
hemos hecho daño. Ahora en el noveno paso podemos discernir otra razón obvia
por la cual la rectificación y la restitución son parte de los últimos y no de los
primeros pasos. Cuando se siente humildad se está mejor preparado para
discernir si podemos causar daño al tratar de rectificar acciones pasadas. Hay
menor posibilidad de actuar impulsivamente en una situación y de causar
problemas a otros. Y también, hay menor posibilidad de que tratemos de evadir
rectificar una situación que sí lo amerite.
Puesto que es muy posible que ya haya pasado bastante tiempo desde que
dimos el primer paso al empezar el programa de los Doce Pasos, ¿quiere decir
esto que debemos esperar tanto así para rectificar situaciones con nuestros seres
queridos más cercanos? La respuesta es absolutamente no. En las primeras
etapas de un programa de Doce Pasos, podemos rectificar situaciones con
nuestros seres queridos contándoles de nuestra labor en el programa de los Doce
Pasos y asegurándoles que estamos haciendo lo posible por mejorar nuestras
vidas, pero cualquier acción específica es mejor dejarla para más adelante.
Nuestros seres queridos pueden haber oído promesas semejantes ya muchas
veces, y, como ya se dijo, al empezar los Doce Pasos nos falta aún mucha
humildad y objetividad que nos llegarán más tarde. Por lo tanto, cualquier
rectificación que hiciéramos al inicio del programa de Doce Pasos corre el
peligro de ser superficial y presuntuosa. Es aconsejable cambiar para bien al
principio, y entonces demostrar con acciones que realmente estamos mejorando.
Cualquier rectificación específica a nuestros seres más allegados vendrá después
de haber completado con éxito los primeros ocho pasos.
Ahora vamos a hacer restitución. Hay personas a quienes vemos diariamente y
a quienes podemos acercarnos y confesar nuestros errores pasados. Con otros,
necesitaremos concertar una cita. Otro grupo podrá necesitar llamadas
telefónicas o cartas. Esto no es fácil. El admitir un error requiere desinflar el ego;
nos hace humildes, y a medida que continuamos, podríamos sentir que este
asunto será humillante. Pero buscamos riquezas espirituales de por vida de ahora
en adelante. «No nos gusta cuando nos corrigen porque nos duele, pero luego de
haber sido corregidos da buenos resultados. Entonces nos llenamos de paz y
empezamos a vivir como debe ser» (Hebreos 12:11).
Al discutir el principio espiritual que dice que hay que corregir primero todo
asunto con otros seres humanos antes de poder corregirlo con Dios (para una
discusión sobre este tema, ver el capítulo anterior), Pinchas Lapide dijo lo
siguiente:
¡Es mucho más penoso poner la cara ante la persona que hemos
ofendido, tragarnos el orgullo y ofrecer disculpas que ir a la
sinagoga y confesar nuestros pecados junto con el resto de la
congregación! Y sin embargo es precisamente este sacrificio
personal lo que comprueba la seriedad de nuestras aspiraciones
de reconciliación. Es precisamente la auto trascendencia de pedir
perdón y el valor personal de extenderle la mano a una persona
que bien puede negárnosla, que nos trae el perdón de Dios.1
Si, parece que nos estamos colocando en una situación precaria. Hay personas
a quienes tememos y que tal vez nos caen mal a causa de algo que sucedió hace
años. Nos parece que lo que nos espera al exponer nuestro lado débil a estos
individuos es que se rían de nosotros y que nos pongan en ridículo. Creemos que
nos van a cerrar la puerta en las narices o que nos van a colgar el teléfono. Pero
sin embargo seguimos el camino. Rogando a Dios que nos guíe en cada
instancia, les explicaremos cómo nos equivocamos, tomaremos responsabilidad
por nuestros actos, y no trataremos de culpar a otras personas o circunstancias.
Cuando sea apropiado, expondremos un plan de restitución, y le pediremos a la
otra persona su aprobación. Tal vez sea conveniente comentarle a la persona que
estamos en un programa de los Doce Pasos y que reconocemos que la única
forma de lograr progreso espiritual es rectificar nuestras malas acciones del
pasado.
¿Qué pasa si otros individuos no están dispuestos a rectificar el mal que nos
han causado a nosotros? Eso es problema de ellos. Nosotros podemos solamente
controlar nuestros propios actos. Si nosotros hacemos lo correcto y rectificamos
los males que hemos causado no debemos preocuparnos por las acciones o la
falta de acción de otros. Además, somos nosotros los que nos sentimos
incapacitados emocional y espiritualmente por los resentimientos y la
culpabilidad de nuestras acciones pasadas. ¿Hasta adonde estamos dispuestos a
llegar para curarnos de esas enfermedades?
Cuando empezamos a rectificar nuestras acciones pasadas, a menudo nos
sorprenderán las actitudes y las reacciones de las personas que pusimos en
nuestra lista. Encontraremos frecuentemente que no teníamos de qué
preocuparnos cuando temíamos el contacto inicial con estos individuos. Nuestros
temores era producto de nuestra propia culpabilidad, y como resultado, habíamos
puesto características negativas a nuestras percepciones de estas personas.
Algunas personas a quienes nos acerquemos para rectificar una situación pueden
haberse ya olvidado del incidente que tanto nos preocupaba a nosotros. Otros
recordarán el incidente, pero no le darán la importancia que nosotros le hemos
dado. Cuando hay resentimientos de ambas partes, muy a menudo estos
individuos buscan una reconciliación y se alegran de que hayamos dado el
primer paso.
Sin embargo, existe la posibilidad de que se nos rechace en el primer
encuentro y que no tengamos la oportunidad de pedir perdón. En otros casos,
trataremos de pedir perdón solo para escuchar que no le interesa a la otra
persona, y que aún tiene una opinión muy baja de nosotros. Una vez más
tenemos que decir que no podemos controlar las acciones de otras personas.
Mientras nosotros hagamos lo más que podamos, hemos dado un paso más hacia
Dios.
¿Qué logramos después de haber completado el noveno paso con éxito? Como
se cita en el capítulo anterior, Jesús dijo: «deja ahí tu ofrenda y ve a hacer las
paces con esa persona…» (Mateo 5:24). ¿Y qué de esta reconciliación? Según
Georgia Harkness:
La reconciliación significa sobreponerse a la desavenencia, al
alejamiento, a la hostilidad y a la enemistad a través del espíritu;
y significa también el resultado de un acto de amistad, de
comprensión y de buena voluntad.2
Antes del noveno paso, entonces, sentíamos como si nos hubieran apartado,
como extraños o seres ajenos. Era un poco como ser un extranjero en un país
lejano –de hecho es posible que nos hayamos sentido así desde hacía mucho
tiempo. Después este sentimiento se aleja y nos sentimos como si estuviéramos
entre amigos. En las palabras de Harkness,
La reconciliación significa más que el amor hacia sus
semejantes; incluye la reconciliación con Dios, con nuestro ser
interno y con el mundo entero de la naturaleza y de la
humanidad… .3
La palabra «reconciliación» y sus derivados aparece ocho veces en el Antiguo
Testamento, y 12 veces en el Nuevo Testamento.4 En siete de estas instancias en
el Antiguo Testamento, la palabra se traduce como «expiar» o «dar reparación
por algo».5 Al hacer lo que se necesita para expiar o dar reparación ya no nos
sentimos alejados o apartados, sino más bien nos sentimos uno con nuestro Dios,
con nuestros vecinos y con nosotros mismos. Esto no deberá interpretarse, como
lo hacen muchas religiones del Lejano Oriente, como ser una parte de Dios
literalmente.
El hacer las paces es un sinónimo de la reconciliación.6 Las Bienaventuranzas
dicen: «Afortunados los que se esfuerzan por conseguir la paz, porque ellos
serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9). A veces se considera que los
conciliadores o pacificadores son aquellos que hacen las paces entre facciones o
países guerreros. Este no es el caso, según Emmet Fox.
Los pacificadores de los cuales hablan las Bienaventuranzas son
aquellos que crean esta paz verdadera o esta serenidad en sus
propias almas, ya que ellos se sobreponen a toda limitación y se
convierten realmente, y no únicamente potencialmente, en los
hijos de Dios. Esta condición mental es el objetivo que Jesús
busca en toda la instrucción que nos da en su Sermón de la
Montaña y en otros. «La paz sea con ustedes, que la paz los
acompañe…que no se acongoje ni sienta temor su corazón».
Mientras haya temor, o resentimiento, o esté turbado su corazón,
o sea, mientras no se tenga serenidad o paz, no es posible llegar
muy lejos.7
Con esta nueva paz que sentiremos, y con el sentimiento de estar en unísono,
el mundo parecerá ser un lugar muy diferente. Tendremos una nueva forma de
ver la vida y no tendremos necesidad de ocultarnos de cierta gente o de actuar de
manera defensiva. Habiendo hecho la paz con Dios y con nuestros semejantes,
ahora podemos sentir paz interna.
Aún cuando ya hayamos rectificado una situación, a veces tenemos la
tendencia de seguir castigándonos por haber lastimado a otros en el pasado.
Ellos nos han perdonado, y Dios nos ha perdonado, pero a menudo somos
nosotros los que no nos queremos perdonar. Esta tendencia de seguir
castigándose no está basada en la Biblia, y se puede considerar como defecto de
carácter que necesitamos rogar a Dios que nos quite. Lean lo que dijo el apóstol
Pablo. Recuerden que estas palabras vienen de un hombre culpable de la
persecución de los cristianos.
«…me olvido del pasado y me esfuerzo por alcanzar lo que está
adelante. Sigo hacia la meta para ganar el premio celestial que
Dios me ofreció cuando me llamó por medio de Jesucristo»
(Filipenses 3:13-14).
Si hemos completado con éxito el noveno paso, entonces ya no miramos atrás;
nos olvidamos del pasado. Avanzamos en el camino de Dios.
«Esfuérzate por presentarte aprobado ante Dios como un trabajador que no
tiene nada de qué avergonzarse y que enseña el mensaje de la verdad sin hacerle
ningún cambio» (2 Timoteo 2:15).
Noveno Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. Una parte muy importante del noveno paso es intuir si nuestra rectificación
causará daño. ¿Por qué es la enmienda y la restitución hacen parte del noveno
paso y no del segundo o tercer paso?
2. ¿Cuáles son algunas de las circunstancias bajo las cuales al rectificar una
situación podría causarse daño a terceras personas? ¿Cuáles son algunas
circunstancias donde sería correcto rectificar una situación?
3. ¿Por qué es importante desinflar el ego para poder discernir si se causará
daño a alguien con tu rectificación?
4. ¿Qué sucedería si en este paso descubrieras que tu restitución incluirá
pagar una suma considerable de dinero y que al hacerlo causarías daño a tu
propia familia? ¿Qué harías entonces?
5. ¿Qué harías y cómo te sentirías si alguien te cerrara la puerta en las
narices cuando trataras de pedir perdón?
6. Según este capítulo, el dar restitución te hará sentir como parte y no aparte
de algo. ¿De qué forma la restitución hace parte del noveno paso?
7. Las Bienaventuranzas dicen «Afortunados los que se esfuerzan por
conseguir la paz», ¿ha cambiado tu idea sobre este tema con la cita de Emmet
Fox en este capítulo? ¿En qué forma puedes tú ser un pacificador?
8. La persona a quien más temo al rectificar situaciones pasadas
es______________ porque _______________…
Décimo Paso…
Continuamos haciendo el inventario personal, y al
equivocarnos lo admitimos prontamente.
Muchos lectores de este libro recordarán una época muy negra en la historia
de los Estados Unidos de América – el escándalo de Watergate en 1972. Unos
ladrones relacionados de alguna forma con la campaña para reelegir al
presidente Nixon fueron arrestados por haber entrado ilegalmente en las oficinas
nacionales del partido demócrata en el edificio Watergate. Durante los primeros
días del escándalo el país se habría ahorrado muchas angustias si el presidente
Nixon hubiera admitido que se cometió un error y que pensaba investigar a
fondo el asunto. Si eso se hubiera hecho sin duda el señor Nixon aún habría sido
elegido por segunda vez como presidente por una gran mayoría (lo cual ocurrió
sin su admisión), y habría terminado su periodo de gobierno. Pero, en vez de
admitir que alguien relacionado con su compaña de reelección pudiera haber
cometido un error, el presidente y sus ayudantes practicaron tácticas
obstruccionistas. Mientras más se resistían a admitir el error más quería el
público saber la verdad. Luego hubo el encubrimiento, las audiencias largas y
muy públicas, más auto justificación y, por último, la renuncia del presidente y la
cárcel para muchos de aquellos involucrados en el asunto.
Si los resultados de no haber confesado el error en el caso de Watergate nos
parecen conocidos, es porque no era nada nuevo. Jesús habló de estas
consecuencias en Lucas 12: 2-3:
Porque todo lo escondido se pondrá al descubierto. Todo lo
secreto se dará a conocer. Es así como todo lo que digan en la
oscuridad, saldrá a la luz. Todo lo que digan a alguien al oído en
secreto, se contará a toda la gente desde las azoteas de las casas.
Y eso es exactamente lo que sucedió durante el escándalo de Watergate.
Parece ser que la naturaleza humana hace que la gente nos vuelve la cara
cuando hemos errado y no lo admitimos. Y hasta que aclaremos la situación,
aquellos que se vean afectados por nuestras acciones sentirán la necesidad de
continuar investigando y buscando la verdad. Si se deja el asunto sin resolver,
habrá sin duda consecuencias negativas. Esto es cierto tanto en nuestras
relaciones personales como en la vida pública.
Los antiguos griegos decían que el hubris, palabra definida como arrogancia
causada por demasiado orgullo1 era la ruina más segura del hombre. Al negarnos
a admitir nuestros errores, los resultados para nosotros pueden ser iguales.
Hemos manejado nuestros errores del pasado practicando los nueve pasos
anteriores con éxito, hemos hecho una limpieza interna completa y puesto
nuestras vidas en manos de Dios. Hemos logrado mucho, gracias a la
misericordia de Dios, pero, a pesar de que hemos limpiado nuestra casa,
debemos tener un plan de progreso espiritual continuo, o podríamos
encontrarnos en peor situación. Mateo 12: 43-45 describe esa situación:
Cuando un espíritu maligno sale de una persona, pasa por
lugares secos. Busca dónde quedarse a descansar, pero no
encuentra nada. Entonces el espíritu dice: “Voy a volver a la
casa de donde salí”. Al llegar se da cuenta de que está
desocupada, limpia y ordenada. Entonces va y trae a otros siete
espíritus peores que él y se van a vivir allí. Al final, esa persona
queda peor de lo que estaba antes.
En este pasaje la casa estaba barrida y arreglada, pero también estaba vacía.
Este podría ser el caso de un hombre que completa el noveno paso, tiene la idea
de que ya ha alcanzado su perfección y entonces se toma unas largas vacaciones
espirituales. Los tres últimos pasos explican cómo continuar progresando
espiritualmente, y explican que si los ponemos en práctica en nuestras vidas no
permitirán este vacío espiritual en nuestras vidas.
Seguimos cometiendo errores ya que somos humanos. Lo maravilloso de vivir
una vida centrada en Dios es que ahora estamos en mejor posición de poder
reconocer nuestros errores. Como seres egocéntricos siempre tratábamos de
justificar cada una de nuestras acciones. Como seres centrados en Dios vemos
que ya no tenemos que cargar ese peso – cuando nos hemos equivocado
sencillamente lo admitimos y podemos seguir adelante. Tenemos ahora la
libertad de poder actuar y no solamente de reaccionar.
Al continuar nuestros esfuerzos para permitir que Dios maneje nuestras vidas
(tercer paso), al haber completado un inventario moral de nuestro pasado (cuarto
paso), al estar siempre conscientes de nuestra decisión de permitir que Dios nos
aleje de nuestras imperfecciones (séptimo paso) y al haber rectificado las
situaciones apropiadas (noveno paso), estamos bien preparados para el
inventario moral continuo del décimo paso. Para cuando llegamos al décimo
paso, la idea del escrutinio interno y de corregir errores puede ya estar
convirtiéndose en hábito, y si no, entonces el décimo paso ayudará a que así sea.
Un inventario personal continuo nos mantendrá en la dirección correcta y
ayudará a impedir que vayamos a volver a nuestros antiguos hábitos.
El libro de Alcohólicos Anónimos Los doce pasos y las doce tradiciones
recomienda tres formas de utilizar el inventario del décimo paso.2 Estas tres
formas son: 1) una revisión rápida; 2) un inventario de las actividades del día al
final de cada día; y 3) un inventario periódico que pudiera ocurrir cada seis
meses o anualmente. Discutiremos el décimo paso en esos términos.
La primera forma de practicar el décimo paso es examinar cada uno de
nuestros tratos con otras personas y preguntarnos si nuestras palabras y nuestras
acciones han sido la voluntad de Dios o la nuestra. A veces podemos detectar
inmediatamente que nuestra propia voluntad y nuestro egocentrismo fueron los
que dictaron nuestras palabras y nuestros actos. Esta es una revisión rápida. Si
reconocemos que estábamos equivocados, podemos detenernos allí mismo y
decir algo como: «Lo siento, no fue mi intención interrumpir» o «Por favor
perdóneme, andaba yo con demasiada prisa», o «Juzgué mal, y lo que dije fue un
error; perdón». Es asombroso lo efectivos que podemos ser como seres humanos
cuando aprendemos sencillamente a admitir nuestros errores.
El libro de Dale Carnegie titulado Como ganar amigos e influir sobre las
personas se ha vendido por millones y aún se publica después de 50 años de
haber aparecido. En este libro, Carnegie tiene un capítulo llamado «Si estás en
un error, admítelo». Después de mencionar varias instancias en las cuales la
gente salió ganando al admitir sus errores, Carnegie concluye:
Cuando tenemos razón, tratemos de ganar a la gente con tacto y
gentileza a nuestro punto de vista; y cuando estamos equivocados
— y esto ocurrirá con sorprendente frecuencia — si somos
honestos con nosotros mismos, admitamos nuestros errores
rápidamente y con entusiasmo. Esta técnica no solo producirá
resultados sorprendentes, sino que también, y aunque no lo crean,
es mucho más divertido, bajo esas circunstancias, que tratar de
defenderse.3
Para ahora ya debemos haber comprendido que el tipo de humildad necesaria
para admitir que se está equivocado no debe confundirse con dejarse llevar por
una situación. El décimo paso dice que debemos admitir nuestros errores, no los
de otras personas. Pero debe quedar igualmente claro que al admitir nuestros
errores nos colocamos más cerca de Dios y a la vez tenemos mucho más éxito en
nuestro trato con los demás. Durante esta revisión rápida admitimos nuestros
errores de inmediato.
A veces, sin embargo, las cosas no salen así. Hay ocasiones en las cuales no
admitimos nuestros errores de inmediato y es únicamente al reflexionar sobre
algún hecho o alguna conversación que descubrimos que estábamos
equivocados. Así pues otra forma de practicar el décimo paso es hacer un repaso
de nuestras vidas diariamente, tal vez al final de día antes de acostarnos.
Entonces reflexionamos sobre lo ocurrido durante el día y lo sometemos todo a
prueba: ¿Fue cuestión de ego o fue alguna otra manifestación de voluntad propia
lo que nos causó dejar de buscar la voluntad de Dios? A veces puede pasar
mucho tiempo antes de que nuestros egos dejen de estorbarnos para poder tener
la objetividad de descubrir que fallamos en cierta situación. Al reconocer esto,
rectificamos la situación cuanto antes. Decimos, por ejemplo:«Mi amor, perdona
lo que dije ayer sobre tu madre, no debería haberlo hecho»; «Perdona mi actitud
tan áspera por teléfono cuando llamaste la semana pasada»; «Fui yo quien averió
su coche en el estacionamiento el jueves. Perdóneme por no habérselo dicho de
inmediato». La idea de una revisión rápida y de un inventario al final de día es
algo así como,
«No permitan que la ira los haga cometer pecados; que la noche no los
sorprenda enojados» de Efesios 4:26. Si tenemos conflictos a causa de nuestro
ego y de nuestra propia voluntad, necesitamos atender esa situación.
Según Emmet Fox:
Es muchísimo más fácil sobreponerse a una dificultad si se le
atiende de inmediato, en cuanto aparece, de lo que lo será si esta
dificultad ha tenido tiempo de plantarse en la mente — de echar
raíz.4
Si no abordamos estos conflictos de inmediato se hacen más grandes y
empeoran. De esto hablaba Jesús cuando dijo en Mateo 5:25: «Reconcíliate
pronto con tu adversario. Llega a un acuerdo con él mientras van hacia el
juzgado, porque si no, él te entregará al juez, y el juez te entregará al guardia
para que te meta a la cárcel.» Este pasaje tiene mucho que ver con la forma en la
cual los cristianos necesitan manejar sus vidas personales según Fox. En sus
propias palabras:
Cuando una hombre encontraba que debía dinero, le convenía
mucho llegar a un acuerdo con su acreedor de la mejor forma
posible, y cuanto antes. Aún hoy, es de suma importancia que el
deudor no permita que su caso llegue al juzgado si es posible —
tendrá entonces que pagar costos adicionales, y estos se sumarán
a la deuda original, y mientras más tiempo tarde el caso, más se
acumulan estos gastos de abogado, del juzgado, y gastos varios.
Es así también con las varias dificultades que se presenten en
nuestras vidas diarias. El problema original se multiplicará y se
complicará varias veces al no abordarlo de una vez, y no nos
podremos liberar sino hasta pagar la deuda completa. Al llegar a
un acuerdo con el adversario en primer lugar, al hacer frente de
inmediato a la situación, no aumentaremos «costos adicionales»,
y la transacción sigue siendo sencilla.5
Hay también otro aspecto del inventario continuo. A través de la revisión
rápida y del inventario al final del día reconoceremos a veces que acabamos de
pasar por una situación muy parecida a una de nuestro pasado. Notamos cómo lo
manejamos en el pasado, y cómo lo hacemos ahora, y podemos ver una mejora
inmensa. Entonces podemos dar gracias a Dios y saber que esa diferencia se
logró gracias a su misericordia.
La tercera forma de practicar el décimo paso es algo que se puede hacer una
vez al año o cada seis meses. Es muy similar al cuarto paso, un inventario moral
de nuestra vida. Puesto que cubrirá un periodo de tiempo más largo que unos
cuantos días, sería más productivo hacerlo por escrito. Si lo hicimos completa y
correctamente en el cuarto paso, no hay necesidad de retroceder a años muy
distantes. Este tipo de inventario en el décimo paso cubrirá el periodo en
nuestras vidas que ha transcurrido desde nuestro último inventario escrito. Tal
vez sería conveniente hacer también una lista de resentimientos según se discutió
en el cuarto paso. Otra forma de hacer este inventario periódico es escribir sobre
nuestras relaciones personales en las diferentes áreas de nuestras vidas, tales
como familia, amistades, iglesia y trabajo. Una vez terminado, tal vez se podría
compartir con la misma persona con la cual se compartió el quinto paso.
Al utilizar los tres diferentes tipos de inventarios que hemos discutido en el
décimo paso – revisión rápida, inventario al final del día y un inventario anual o
semestral – avanzaremos mucho en poder vivir en armonía con amistades,
vecinos y miembros de la familia. Como ya sabemos, esto es un requisito previo
para un acercamiento a Dios.
«No tengas nada que ver con discusiones tontas e inútiles porque,
como bien sabes, sólo conducen a peleas. Un siervo del Señor no
debe pelear, sino que debe ser amable con todos, ser un buen
maestro y tener mucha paciencia» (1 Timoteo 2:23-24).
«¿Lo que les escribo los anima en Cristo? ¿Quieren consolarme
mostrándome cuánto me aman? ¿Compartimos el mismo
Espíritu? ¿Me tienen verdadero afecto y compasión? Entonces
voy a pedirles algo que me haría completamente feliz: tengan la
misma manera de pensar, el mismo amor y las mismas metas. No
hagan nada por rivalidad ni orgullo. Sean humildes y cada uno
considere a los demás como más importantes que sí mismo. Que
cada uno no busque sólo su propio bien, sino el de los demás»
(Filipenses 2:1-4).
Décimo Paso: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. ¿Cómo se puede aplicar la historia de Mateo 12:43-45 donde los siete
espíritus entran en la casa después de que esta ha sido barrida? ¿Puedes pensar
en un caso donde esto le sucedió a alguien que tú conoces?
2. ¿Cómo te sientes cuando tratas a una persona que no sabe reconocer sus
errores? ¿Qué hace que esta persona sea así?
3. ¿Has conocido alguna vez a una persona que constantemente está pidiendo
perdón? ¿Esta persona está practicando correctamente el décimo paso? ¿Qué
hace que una persona esté pidiendo perdón constantemente?
4. Los griegos de antaño decían que el orgullo excesivo causaba la caída del
ser humano. ¿Cómo se aplica esto a nosotros cuando practicamos el décimo
paso?
5. ¿Te viene a la mente alguna instancia adonde una revisión rápida indicó
que necesitabas pedir perdón, y lo hiciste? ¿Se te ocurre alguna instancia en la
cual no pediste perdón? ¿Por qué no lo hiciste?
6. ¿Qué nos hace a veces no reconocer que estábamos equivocados en una
revisión rápida, y solamente después de algún tiempo reconocemos nuestra
falta? ¿Te viene a la mente algún incidente reciente en tu vida que ilustre esto?
7. Emmet Fox describió cómo crece un problema que no se aborda a tiempo.
¿Cómo ocurre esto? ¿Cómo nos alejamos de Dios cuando esto ocurre? ¿Te
acuerdas de alguna situación en tu vida donde esto sucedió?
8. Justamente antes de su advertencia en Efesios 4:26 «…que la noche no los
sorprenda enojados», Pablo dijo: «No permitan que la ira los haga cometer
pecados». Pensando en el décimo paso, ¿cómo podemos obedecer esta norma?
Paso Once…
Buscamos, a base de oración y de meditación,
perfeccionar nuestro contacto consciente con Dios, tal
como lo entendíamos, orando solamente para conocer
Su voluntad en nuestra vida, y para tener la fuerza de
implementar esta voluntad.
Imagínense que están sentados solos en el consultorio de su doctor esperando
los resultados de unos exámenes suyos. Se abre la puerta y entra el doctor con
una mirada grave y les informa que no hay duda alguna sobre los resultados del
examen: casi de inmediato tendrán que enfrentar el hecho de sufrir más de lo
imaginable, posiblemente más que cualquier otro ser humano. Van a morir
irremediablemente. Sin decir más el doctor sale del consultorio, y ustedes se
quedan solos, más solos que nunca.
Nos sudan las manos, se acelera el pulso y parece que no podemos respirar.
¿En qué pensamos? ¿Pensamos en suicidarnos? ¿Buscamos desesperadamente a
Dios en oración? ¿Y qué le decimos a Dios? ¿Nos enojamos con Él?
¿Procuramos hacer un trato con Él?
Cuando Jesús oraba en el jardín de Getsemaní, estaba al borde de un dilema
mucho más serio. Él sabía que no solo sus amigos lo abandonarían, que no
solamente sería crucificado y que sufriría una muerte agonizante, sino que
también cargaría con los pecados del mundo y que Dios le volvería la espalda.
Nos es difícil comprender las ramificaciones de está última certeza; de seguro es
una forma de dolor que es inimaginable — un dolor infinito en el centro del
alma.
Pero, en esta situación, he aquí lo que dijo Jesús: «Abba, Padre, para ti todo es
posible. Líbrame de esta copa, pero no hagas lo que yo quiero, sino lo que tú
quieras» (Marcos 14:36).
Este es el paso once. Tal vez tenemos alguna idea de lo que queremos pero
sabemos que Dios sabe lo que nos conviene a nosotros y a todo mundo, y, por lo
tanto, buscamos solamente la voluntad de Dios en nuestras vidas. ¿Cómo
podemos hacer esto? El paso indica que esto se logra por medio de la oración y
de la meditación, exactamente lo que Jesús hizo en Getsemaní. Tres veces oró
Jesús para que el cáliz le fuera retirado, agregando en cada ruego que se debería
hacer la voluntad del Padre. La respuesta de Dios a su único hijo fue «No» — el
cáliz no se le podía retirar: fue la voluntad de Dios que envió a su Hijo a la cruz.
Jesús aceptó la voluntad del Padre.
Hay un paralelo entre el tercer paso y el paso once. Durante el tercer paso
«tomamos la decisión de entregar nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de
Dios…» Se dijo que esta fue una decisión que, debido a varias formas de
voluntad propia, no respetaríamos en numerosas ocasiones, pero que
seguiríamos haciendo el esfuerzo de entregar nuestra voluntad y nuestras vidas
al cuidado de Dios. En el tercer paso también hablamos de «Dios tal y como lo
entendíamos». Habiendo dado los pasos cuatro a diez, ahora tenemos un
entendimiento de Dios mejor y más completo. Más aún, habiendo puesto en
práctica los pasos cuatro a diez en nuestras vidas, ahora titubeamos mucho
menos sobre nuestra decisión de entregar nuestras vidas al Señor. Estamos más
conscientes de la voluntad de Dios en nuestras vidas, nos acercamos más a Él y
buscamos Su voluntad por medio de la oración y la reflexión.
El auto centrismo a menudo se manifiesta por medio de conductas
compulsivas. Estas conductas tal vez no sean aquellas que producen
consecuencias sociales negativas de inmediato. Por ejemplo, aquellos que logran
recompensas sociales —gente que puede lograr mucho en un periodo de tiempo
corto. A menudo me he encontrado con reclutadores de grandes corporaciones
que visitan los planteles universitarios. Me cuentan que andan en busca de
jóvenes con excelentes calificaciones que hayan participado en numerosas
actividades extracurriculares. En otras palabras, este país busca gente que esté
constantemente rodeada de un mar de actividad —gente que tiene la impresión
que hay poco tiempo para completar sus tareas y que por lo tanto tienen que
empujarse y empujarse, y producir y producir. Aún cuando no formemos parte
de este grupo es fácil tener la impresión de que se nos va a recompensar si nos
mantenemos en constante movimiento. ¿Alguna vez han conocido a una mujer
que parece ser la madre perfecta? Su apariencia es perfecta, su casa está siempre
como espejo, forma parte de la Asociación de Padres de Familia, participa en
actividades de su iglesia, juega bien golf y tenis, sus hijos están bien vestidos y
son educados, y su esposo parece apreciarla enormemente. A veces estas madres
perfectas acaban teniendo un ataque de nervios.
El Salmo 46:11 dice: «Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios» (NVI).
Eso es lo que nos indica el paso once. Sencillamente hay que detenerse y estarse
quietos. Para poder acercarnos a Dios, apartaremos el tiempo para hacer esto.
Programaremos tiempo para orar y para meditar. Hay numerosos ejemplos en los
evangelios de Jesús retirándose para orar después de periodos de intensa
actividad. Esta es la forma en la cual Jesús buscaba la voluntad de su Padre y
parecía renovarse espiritualmente. Entonces así es cómo nosotros podemos
buscar la voluntad de Dios en nuestras vidas.
Se ha escrito mucho sobre la oración y sobre la meditación, y hay numerosas
definiciones de cada una. Me gusta la forma en que uno de mis amigos las
definió. Muy sencillamente dijo:«La oración es hablar con Dios, y la meditación
es escuchar a Dios». Ahora tratemos de discutir estos temas sin complicar esta
definición tan sencilla de mi amigo.
Para discutir la oración, no hay más que concentrarnos en la oración del Padre
Nuestro. La han llamado la oración modelo, y los miembros de muchos
programas de los Doce Pasos acostumbran tomarse de la mano y recitar el Padre
Nuestro al unísono al final de sus reuniones. Examinémoslo:
Padre nuestro que estás en los cielos,
que siempre se dé honra a tu santo nombre.
Venga tu reino.
Que se haga tu voluntad en la tierra
como se hace en el cielo.
Danos hoy los alimentos que necesitamos cada día,
y perdona nuestros pecados
como nosotros también perdonamos
a los que nos han hecho mal.
No nos dejes caer en tentación,
y líbranos del maligno (Mateo 6:9-13).
Un examen de esta oración nos mostrará la razón por la cual los grupos de los
Doce Pasos la han adoptado.
Primeramente, examinen el orden de las palabras de Jesús a su Padre.
Empieza reconociendo la ubicación de Dios (en el cielo) y alabándolo. Esto nos
sirve porque nos recuerda, una vez más, que Dios está en los cielos y nosotros
no, y por lo tanto, no estamos a cargo del universo, Dios lo está. Si recordamos
oraciones de nuestro pasado egocéntrico, es posible que hayan empezado con
informarle a Dios lo que nosotros queríamos. Desde el principio de la oración el
enfoque está en Dios y no en nosotros.
Cuando decimos «Padre nuestro», reconocemos la relación de padre-hijo que
tenemos con Dios. Dios es nuestro Padre y dependemos de Él para lo que
necesitamos así como cuando éramos pequeños dependíamos de nuestros padres
terrenales para lo que necesitábamos. Jesús hizo esta analogía en Mateo 7:11:
Pues si ustedes, aun siendo malos, saben cómo darles cosas
buenas a sus hijos, imagínense cuánto más dispuesto estará su
Padre celestial a darles lo que le pidan.
Al reconocer el poder de Dios, le entregamos nuestras vidas al decir: «Que se
haga tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo». Aquí cedemos nuestras
vidas a Dios al reconocer que Él sabe lo que mejor nos conviene. Nuestro viaje
es de la carne, lo cual significa que tenemos limitaciones y no somos infinitos.
Creemos que podemos ver el futuro y pensamos que sabemos lo que mejor nos
conviene, pero sabemos que Dios es infinito, que Él lo sabe todo, y que Él sí
tiene una visión clara de todo nuestro futuro. Por lo tanto, permitiremos que Dios
nos guíe en este viaje ya que Él conoce bien el camino. Así es como «…vivimos
por la fe y no por lo que vemos» (2 Corintios 5:7).
Como mencionamos en nuestro capítulo en el que tratamos acerca del primer
paso, las personas en grupos de los Doce Pasos hablan de vivir un día a la vez.
De eso hablaba Jesús en esta oración cuando dijo: «Danos hoy los alimentos que
necesitamos cada día». Cuando oramos así reconocemos que todo lo que nos
pertenece es el hoy y que dependemos de Dios para nuestras necesidades para
este día. Hablando también de lo mismo, Jesús dijo: «No se preocupen por el día
de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene
ya sus propios problemas» (Mateo 6:34).
El Padre Nuestro continúa: «Y perdona nuestros pecados como nosotros
también perdonamos a los que nos han hecho mal…» Esta parte es difícil porque
realmente nos carga con la responsabilidad de ser gente que sabe perdonar sin
resentimientos. Aquí le pedimos al Señor que perdone nuestros pecados en la
medida que nosotros perdonamos. Nuestra deuda es con Dios por Su amor y Su
gracia sin medida. Cuando examinamos esta deuda en comparación con las
deudas que pensamos que otras personas tienen con nosotros, podemos ver que
no hay comparación. Las deudas que otras personas parecen tener con nosotros
son insignificantes. Debemos perdonarlas. Como ya hemos aprendido, si no
perdonamos crearemos una barrera entre nosotros y Dios.
Hemos discutido solo algunos puntos de la oración del Padre Nuestro. Se han
escrito volúmenes sobre esta oración. Para instruirnos más a fondo sobre este
tema, sería bueno leer más sobre esto.
Estamos familiarizados con la oración, mientras que no siempre sabemos lo
que es la meditación. Cuando pensamos en la meditación, posiblemente nos
vienen a la mente las religiones orientales. Basándose en la filosofía hindú,
mucha gente en los Estados Unidos de América practica la meditación
trascendental (TM).1 Esto significa sentarse completamente inmóvil mientras
que la mente se enfoca en un mantra, una palabra monosilábica que no significa
nada, como «Oooaaaammmmm». El propósito de tal práctica en las religiones
orientales es «tratar de alcanzar un nirvana, la extinción de la existencia
individual y la absorción del alma dentro del espíritu supremo».2 Esto no es de
ninguna forma lo que significa la meditación para un cristiano, y algunos ahora
en día conectan esta práctica con el movimiento de la «Nueva Era». Josh
McDowell y Don Stewart dijeron lo siguiente sobre la meditación trascendental:
Aún cuando se puede lograr un grado de relajamiento al
practicar la meditación trascendental, los peligros son mayores
que los beneficios. Hay una alternativa cristiana para esto, y
consiste en la meditación sobre la palabra de Dios, la única
fuente de paz verdadera.3
Al escribir sobre la meditación cristiana, Ben Campbell dijo que Cristo es el
centro de toda sabiduría.4 He aquí como Johnson describió la meditación
cristiana:
…reflexión activa sobre textos bíblicos, sobre símbolos cristianos
y sobre la experiencia de la vida…el acto disciplinado de
reflexionar sobre el significado de una palabra, de una idea, o de
una experiencia. Por ejemplo, podríamos meditar sobre la idea
de que «Dios significa amor». El reflexionar sobre el amor de
Dios significa hacer preguntas, meditar sobre esa idea, permitir
que nazcan otras ideas que conectan con esto y ver la verdad
acerca de él en una nueva luz.5
Esto no es demasiado místico. Es como lo que David, el salmista, comentaba
cuando dijo: «Al contrario, le gusta la enseñanza del Señor y la estudia día y
noche» (Salmos 1:2).
La meditación cristiana, entonces, nos aleja de nosotros mismos y enfoca en la
voluntad de Dios. Eso es, después de todo, lo que buscamos. Al hacer esto
reforzamos el mecanismo autocorrectivo que discutimos en el décimo paso.
David hablaba sobre meditar «día y noche», mientras que Pablo escribía:
«Nunca dejen de orar» (Tesalonicenses 5:17). A veces algunas personas se
desaniman cuando leen pasajes como este, porque aparentemente no hay forma
de alcanzar esto sin ser un monje enclaustrado. Sin embargo, realmente sí
podemos hacer estas cosas, y nuestra recompensa es la medida de serenidad que
nos da. Podemos lograrlo apartando cada día un tiempo para meditar y para orar,
y encontrando tiempo durante el día para hacer pequeñas oraciones, mientras
estamos conduciendo, cuando tenemos problemas en el trabajo o en el hogar, a
cualquier hora del día o de la noche. También podemos meditar sobre la palabra
de Dios. Según vamos progresamos a través de nuestra vida cotidiana,
continuamente comprobaremos cómo algún versículo en particular de la Biblia
se puede aplicar a la situación por la cual pasamos. Si hacemos esto, estaremos
en constante estado de oración y de meditación.
David escribió sobre cómo observaba los cielos de noche y veía el dedo de
Dios en la luna y en las estrellas (Salmos 8:3). Pablo declara que el poder eterno
de Dio y su Deidad se perciben en las cosas que Él ha creado (Romanos 1:20).
Por el contrario, Isaías hablaba de aquellos embriagados que «no prestan
atención a lo que el Señor ha hecho…» (Isaías 5:12). Parece, entonces, muy
claro que aquellos individuos egocéntricos que se apartan de Dios no tienen la
habilidad de ver las obras del Señor en la naturaleza. Pero aquellos que avanzan
hacia Dios pueden ver Su mano en las montañas, en las flores, en los árboles, en
el océano, y en toda Su creación. Este es entonces, otro tipo de meditación.
Cuando pensamos en la creación de Dios – en su belleza, en su poder, en sus
misterios, empezamos a darnos cuenta de cuán poco poder tenemos nosotros y
cuánto poder tiene el Señor. Entonces comprendemos que somos como pájaros
recién nacidos, sin plumas, dependiendo totalmente de nuestros padres para
nuestro sustento.
Al entender nuestro poder en relación al poder de Dios, no tendremos
problema en aceptar la última parte del paso once. El paso especifica que
solamente pediremos «su voluntad en nuestra vida, y la fuerza de implementar
esa voluntad». Es obvio que Dios tiene el poder y que nosotros tenemos poco o
nada. Si buscamos Su voluntad en nuestras vidas, sabremos que Él nos otorgará
el poder que necesitamos para lograrlo.
Si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros…
Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los
ángeles ni los poderes diabólicos, ni lo presente, ni lo que vendrá
en el futuro, ni poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni
nada de lo que existe podrá separarnos del amor de Dios que se
encuentra en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 8:31, 38-39).
Por eso me arrodillo para orar ante el Padre, de quien toda
familia en el cielo y en la tierra recibe su verdadero nombre. A él
le pido que en su infinita grandeza les conceda a ustedes
fortaleza interior a través del Espíritu. Pido al Padre que Cristo
viva en ustedes por la fe y que su amor sea la raíz y el cimiento
de su vida. Así podrán comprender con todo el pueblo santo4 de
Dios cuán ancho y largo, cuán alto y profundo, es su amor. El
amor de Cristo es tan grande que supera todo conocimiento. Pero
a pesar de eso, pido a Dios que lo puedan conocer, de manera
que se llenen completamente de todo lo que Dios es (Efesios
3:14-19).
Paso Once: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. ¿Cuál es la diferencia entre el tercer paso y el paso once?
2. ¿Cómo se puede identificar el concepto del Salmo 46:10 «Quédense
quietos, reconozcan que yo soy Dios») con el paso once? ¿Cómo se pueden
aplicar los conceptos de este pasaje a la sociedad de hoy en día? ¿Y a ti?
3. ¿Por qué no orarías solamente para conocer la voluntad de Dios en tu
vida?
4. Nombra algunos conceptos de la oración del Padre Nuestro que se
encuentran en los pasos. ¿Cuál parte de esta oración es la más importante para
tu crecimiento espiritual actual?
5. ¿Qué diferencias existen entre la meditación trascendental y la meditación
cristiana? Menciona algunas formas en que tú has practicado la meditación
cristiana en el pasado. ¿Cuáles son algunas otras formas en las cuales podrías
mejorar tu vida espiritual por medio de la meditación cristiana?
6. Según Romanos 1:20: «…lo que no se conoce de Dios, o sea su poder
eterno y todo aquello que lo hacer ser Dios, se ha hecho claramente visible
desde la creación del mundo. El ser humano ha podido entender todo eso con
facilidad al observar la creación de Dios» ¿Por qué piensas que esto es verdad?
¿Por qué algunos ven la obra de Dios a través de Su creación mientras otros no
la ven?
7. ¿Cómo ha cambiado tu concepto del poder de Dios? ¿Cuánto poder tienes
tú? ¿Cuánto poder tiene Dios?
8. Menciona algunas situaciones que podríamos tener en nuestras vidas en las
cuales quisiéramos que nuestra oración fuera la de Cristo en Getsemaní según
Marcos 14:36: «Abba, Padre, para ti todo es posible. Líbrame de esta copa,
pero no hagas lo que yo quiero, sino lo que tú quieras».
Paso Doce…
Habiendo sentido un despertar espiritual como
resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje
a___________ , y de poner en práctica estos principios
en toda ocasión en nuestra vida.
Hay tres secciones en este último paso:
1) « Habiendo sentido un despertar espiritual como resultado de estos
pasos…»
2) «…tratamos de llevar este mensaje a_______________…»
3) « ….y de poner en práctica estos principios en toda ocasión en nuestras
vidas.»
En un sentido las tres secciones están interconectadas y dependen una de la
otra. Pero, examinémoslas por separado.
Primero, «Habiendo sentido un despertar espiritual como resultado de estos
pasos…» Según el principio expresado en el paso doce, nuestro despertar
espiritual nos llega como resultado directo de nuestros esfuerzos al poner en
práctica en nuestra vida los once pasos anteriores. Empezamos este viaje
reconociendo nuestra impotencia de la misma manera que lo hizo el Hijo
Pródigo al casi morirse de hambre en un corral de cerdos. Entonces nos vino el
darnos cuenta de que nos habíamos alejado del Señor por nuestro egocentrismo y
por nuestra voluntad centrada en lo mundano y que todo esto se manifestaba de
varias maneras. Sabíamos que Dios nos podría ayudar, así es que empezamos
nuestro viaje, alejándonos del egocentrismo y acercándonos a Dios. Esos fueron
los primeros tres pasos. Del cuarto paso al paso once intentamos acercarnos cada
vez más a Dios mientras que quitamos las barreras que existían entre Él y
nosotros. Como resultado de todo esto, tuvimos un despertar espiritual.
Pero, ¿y qué de este despertar espiritual? ¿Cómo sabemos que realmente lo
hemos tenido? ¿Y cómo se siente?
Podemos buscar en la Biblia y encontrar experiencias que instantáneamente
cambiaron la dirección de muchas vidas. Dios le habló a Moisés a través del
arbusto ardiendo (Éxodo 3:1-4:17). Jesús le habló a Saúl en el camino a
Damasco (Hechos 9:3-9). ¿Debemos, entonces, esperar tener una experiencia
como el arbusto encendido de Moisés? Como se describe en el libro de
Alcohólicos Anónimos, Bill Wilson, el cofundador de AA, dijo haber tenido un
despertar espiritual instantáneo. En sus propias palabras:
Hubo en sentido de victoria, seguido de una paz y de una
serenidad tal que jamás había yo conocido. Había confianza
absoluta. Me sentí elevado, como si un gran viento limpio de una
montaña soplara a mi alrededor. Dios les viene gradualmente a
la mayoría de los hombres, pero Su impacto en mi vida fue
instantáneo y profundo.1
Así pues, ¿son todas las experiencias espirituales del tipo del arbusto ardiendo
de Moisés? No de acuerdo con la literatura de AA. El libro de Alcohólicos
Anónimos relata:
Entre nuestra constantemente creciente membresía de miles de
alcohólicos, esas transformaciones, aunque son frecuentes, no
son la regla. La mayoría de nuestras experiencias son lo que el
psicólogo William James llama «de tipo educativo» porque se
desarrollan lentamente a través del tiempo. Muy a menudo las
personas amigas del miembro notan la diferencia mucho antes
que él. Finalmente se da cuenta que ha sufrido una
transformación inmensa en sus reacciones hacia la vida; que tal
cambio no podía haber sucedido solamente por sus propias
acciones. Lo que frecuentemente sucede en unos cuantos meses
rara vez se podía haber logrado ni con años de autodisciplina.2
Entre aquellos que no tuvieron un despertar espiritual instantáneo se
encontraba el otro miembro fundador de AA, el doctor Bob Smith.3 El doctor
Smith no tuvo la sensación de que su deseo por la bebida hubiera desaparecido
de pronto. Reportó que sintió ganas de beber los primeros dos años y medio de
mantenerse sobrio.4 Cuando en 1950 el doctor Smith murió de su hijo contó lo
siguiente:
Papá me dijo que lo que él perseguía era una revelación
espiritual, y que le podía llegar muy de pronto a algunas
personas. El esperaba que se le revelara a él de la misma forma.
Luchó por llegar a ella y como no le llegó, pensó que tal vez él
había fallado de alguna manera. Diariamente estudiaba algún
tema religioso por lo menos una hora. Fue un proceso largo y
difícil. El resultado fue que llegó a tener una comprensión honda
y profunda de asuntos religiosos y espirituales. En realidad,
había logrado su meta aunque nunca se le reveló de pronto.5
Ahora, volvamos a algunos ejemplos bíblicos. Sí, en efecto, Moisés sí tuvo
una experiencia original con un arbusto encendido; tenía 80 años por entonces.
Pasó los primeros 40 años de su vida como parte de la familia real de Egipto,
pero durante sus siguientes 40 años cuidó a sus rebaños en el campo. ¡Qué
contraste! Si alguno de sus contemporáneos de la primera parte de su vida lo
hubiera visto llevando agua a sus rebaños, tal vez habría pensado: ¡Cómo caen
los poderosos! A primera vista podría haber parecido como si uno de los
hombres más poderosos del mundo se hubiera transformado en uno de los más
comunes. Y cuando Moisés hacía sus labores con sus rebaños día tras días y año
tras año, ¿no creen que en algún momento puede haber recordado los días
aquellos cuando vivía rodeado de todo lujo en Egipto? Debe haber habido días
no perfectos a causa de alguna desavenencia con su esposa o de alguna
contrariedad con sus rebaños en los cuales Moisés se haya arrepentido de la
acción que lo obligó a escapar de Egipto (matar a un egipcio que estaba
golpeando a un hebreo). Debe haber sido muy difícil salir de la realeza y de la
noche a la mañana convertirse en una persona común y corriente. Sin duda debe
haber sido una experiencia que le inspiró humildad. Pero éste precisamente era
el plan del Señor. Y fue solamente después de que Moisés pasó 40 años siendo
pastor que Dios le habló a través del arbusto encendido.
Algunos evangelistas que creen en el así llamado «evangelio de la
prosperidad» les dicen a sus feligreses que ellos recibirán todas las bendiciones
terrenales que deseen —carros de lujo, residencias elegantes, mucho dinero— si
primero ofrecen una «prueba financiera de su fe». Al examinar la vida de Moisés
o la de Pablo no se encuentra ninguna prueba de este tipo de despertar espiritual.
«Sin culpa» ante la ley como fariseo y como hombre de muchos conocimientos,
Saúl sin duda recibió muchos reconocimientos de la gente que lo rodeaba antes
de que Jesús se le apareciera en el camino a Damasco y Saúl se convirtió en
Pablo. Por amor a Jesús, Pablo dijo: «…por Cristo he abandonado todo…»
(Filipenses 3:8). A causa de su despertar espiritual Pablo fue golpeado hasta que
lo dieron por muerto, fue injustamente encarcelado y nos dice la tradición que
finalmente fue ejecutado.
Y hay que pensar en el desaliento que debe haber sentido Moisés en los 40
años que pasó dirigiendo a los hijos de Israel, descontentos y a veces hasta
infieles.
No hay, entonces, promesa de que todo será perfecto en nuestras vidas
después de nuestro despertar espiritual. Sin embargo, aunque puede haber
confusión a nuestro alrededor, podemos aún así sentir paz interna.
Lean lo que dijo Pablo:
No se preocupen por nada, más bien pídanle al Señor lo que
necesiten y agradézcanle siempre. La paz de Dios hará guardia
sobre todos sus pensamientos y sentimientos porque ustedes
pertenecen a Jesucristo. Su paz lo puede hacer mucho mejor que
nuestra mente humana (Filipenses 4: 6-7).
La carta de Pablo continúa. Ahora, no olviden que esto fue escrito por un
hombre que estaba en prisión:
No digo esto porque necesite ayuda, pues he aprendido a
adaptarme a cualquier situación. Yo sé cómo vivir en pobreza o
en abundancia. Conozco el secreto de estar feliz en todos los
momentos y circunstancias: pasando hambre o estando
satisfecho; teniendo mucho o teniendo poco. Puedo enfrentar
cualquier situación porque Cristo me da el poder para hacerlo
(Filipenses 4: 11-13).
Ahora lean un extracto del libro Alcohólicos Anónimos. Este párrafo se
conoce como «las promesas» entre miembros de AA, y son promesas que van de
la mano con un despertar espiritual.
Vamos a conocer una nueva libertad y una nueva felicidad. Ni
nos lamentaremos por nuestro pasado ni desearemos cerrarle la
puerta. Comprenderemos lo que es la serenidad y conoceremos la
paz. No importa qué tan bajo habremos llegado, veremos cómo
nuestra experiencia puede ayudar a otros. Desaparecerán esas
sensaciones de inutilidad y de lástima de sí mismos. Perderemos
interés por las cosas egoístas y ganaremos interés por nuestros
hermanos. Se evaporará la idea de buscar su propio placer.
Nuestra actitud y nuestra perspectiva sobre la vida se
transformarán. Nos abandonará el temor de otras personas y de
la inseguridad económica. Intuitivamente sabremos manejar
situaciones que anteriormente nos confundían. De pronto nos
daremos cuenta que Dios está haciendo por nosotros todo lo que
no pudimos hacer nosotros solos.6
Así pues tendremos un despertar espiritual como resultado de poner en
práctica los pasos en nuestras vidas. Y tenemos una buena idea de cómo será ese
despertar espiritual. Ahora veamos la segunda sección del paso que dice:
tratamos de llevar este mensaje a ______________. Por supuesto que aquí es
adónde se menciona en cada grupo de los Doce Pasos a las personas que tienen
el problema mencionado en el primer paso, ya sea alcohólicos, jugadores,
comedores compulsivos, etc.
La idea proveniente de Santiago 2:17 de que la fe sin obras no es verdadera fe
fue la razón por la cual Bill Wilson, cofundador de AA, visitaba en hospitales a
alcohólicos que no tenían esperanzas de cura y buscaba de parte de los pastores y
sacerdotes que le recomendaran a individuos con problemas de alcoholismo. Fue
idea de Bill que él no podía permanecer sobrio sin ayudar a otra persona a
mantenerse sobrios también. Aunque sus esfuerzos al principio no tuvieron
éxito, AA se inició cuando Bill fue a visitar al doctor Bob Smith, según ya se
relató en el segundo capítulo.
Los miembros de los programas de los Doce Pasos dicen: «No puedes retener
nada que no entregues a otros». Y a lo que se refieren es a la libertad de su
adicción y a la felicidad que logran viviendo una vida centrada en Dios. Para
poder hacer esto, los miembros de estos programas hacen lo que ellos llaman
«labores del paso doce». Pueden ser cosas como tomar la palabra en las
reuniones, visitar cárceles y hablar con otros que sufren del mismo mal, dando
conferencias en las escuelas y tratando individualmente con otros. Puede
también incluir las labores más humildes tales como limpiar el salón después de
una reunión o llegar temprano para preparar café. Funciona así:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre
misericordioso y Dios que siempre nos da consuelo. Dios nos
consuela en todos nuestros sufrimientos para que también,
nosotros podamos consolar a quienes sufren, dándoles el mismo
consuelo que recibimos de él (2 Corintios 1:3-4).
Parece que Dios puede utilizar hasta las partes más bajas de nuestras vidas
para Su gloria si se los permitimos. El Señor dijo a Pablo: «Mi bondad es todo lo
que necesitas, porque cuando eres débil, mi poder se hace más fuerte en ti» (2
Corintios 12:9), haciendo que Pablo concluyera: «cuando me siento débil, es
cuando en realidad soy fuerte» (ver. 10). Entonces se entiende que nuestro
problema del primer paso puede convertirse en una oportunidad para Dios.
Al trabajar con otras personas, no solamente les ayudamos a ellas sino que al
mismo tiempo nos ayudamos a nosotros mismos. Nos ayudamos a nosotros
mismos porque sirve para recordarnos de dónde venimos y también nos sirve
para enfocar nuestra atención en otras personas y no en nosotros mismos.
Una de las primeras ideas de Bill Wilson sobre cómo ayudar a otros fue el dar
sin esperar recompensa. No es fácil hacer esto porque tenemos una tendencia
muy natural de dar con la expectación de recibir algo a cambio. Si estudiamos
algunos de los casos que consideramos como los más magnánimos en nuestras
vidas, a menudo podemos encontrar algo que recibimos a cambio – tal vez no en
forma monetaria, pero quizás en la forma de un contacto de negocios que más
adelante pudiera sernos de utilidad, o en la forma de una recompensa social o de
aceptación social. Si hemos estado en una situación parecida es que somos muy
humanos.
La idea de Bill de dar sin recibir ni recompensa financiera ni reconocimiento
social no fue su idea originalmente. Jesús habló de dar por el bien del hombre
más que el de Dios.
…cuando des algo a los pobres, no llames la atención de todo el
mundo como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las
calles. Lo hacen para que los demás hablen bien de ellos. Les
digo la verdad: con eso, ellos ya tienen su recompensa. Cuando le
des algo a un necesitado, no se lo digas ni siquiera a tu mejor
amigo. Lo que hagas debe ser un secreto. Así recibirás
recompensa de tu Padre que está en el cielo, porque él ve todo lo
que se hace en secreto (Mateo 6:2-4)
Dios nos recompensa por ayudar a otros cuando no hay fanfarria que lo
anuncie y cuando damos a alguien que no pueda devolver el favor. He aquí algo
más que dijo el Señor sobre esto:
«Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites sólo a tus
amigos, tus hermanos, tus familiares o a tus vecinos ricos. En
otra ocasión ellos te devolverán la invitación, y esa será tu
recompensa. En lugar de eso, cuando hagas una fiesta, invita a
los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos. Serás
afortunado de que ellos no tengan cómo pagarte, porque
recibirás tu recompensa en la resurrección de los justos» (Lucas
14: 12-14).
Al ayudar a otros sin pensar en recompensas, crecemos espiritualmente y
crecen nuestros tesoros en los cielos.
La esencia de la labor del paso doce viene de las palabras de Jesús en Marcos
9:35: «Si alguno quiere ser el número uno, entonces debe ocupar el último lugar
y servir a todos». En la historia del Hijo Pródigo, el hijo se fue de la casa
buscando su propio placer, pero volvió a casa con la idea de ser servidor (Lucas
15:19). Pero Jesús no solamente nos enseñó la importancia de servir a otros, nos
lo demostró. Durante la víspera de Su crucifixión, el Señor le lavó los pies a sus
apóstoles (Juan 13:3-17). Este momento habría sido el perfecto instante para que
los apóstoles le lavaran los pies a Jesús, pero Él fue el que tomó el papel de
servidor. Entonces nos dijo que deberíamos seguir Su ejemplo y lavarnos los
pies uno al otro (Juan 13:14). Si deseamos aliviarnos espiritualmente, debemos
dejar atrás toda discusión de nuestra propia grandeza, como lo hicieron algunos
de los apóstoles durante la Ultima Cena (Lucas 22:24). ¡Hay que irse a buscar
pies para lavar!
Para terminar, veamos la última sección del Paso Doce: «…y poner en
práctica estos principios en toda ocasión en nuestras vidas». Los principios son
los mismos que hemos aprendido al poner en práctica los doce pasos en nuestra
vida, o sea que constantemente trataremos de vivir una vida centrada en Dios y
de seguir las pisadas de Jesucristo. Haremos esto en toda ocasión en nuestras
vidas. Esto suena muy parecido a Mateo 5:48: «Sean ustedes perfectos así como
su Padre que está en el cielo es perfecto». Parece mucho pedir, pero ¿será esto
imposible para nosotros? No cuando estudiamos el contexto de la amonestación
de Jesús para que busquemos la perfección, y encontramos que el secreto está en
el amor. Con esto en mente, Pinchas Lapide dijo que Mateo 5:48 se podría
traducir como: «Sé un ser humano completo, así como tu Padre celestial es un
Ser divino completo».7 Según Lapide, esto entonces sirve para enlazar la
realización de todos los mandamientos de amor, tanto como la realización
completa de nuestro potencial humano, como, secundariamente, imitación de
Dios….8
Ahora veamos cómo interpretó Emmet Fox a Mateo 5:48. Hemos citado a Fox
ampliamente en los capítulos anteriores, y sus obras fueron muy leídas por los
primeros miembros de AA. De acuerdo con el autor:
Ahora, si realmente somos hijos de Dios, capaces de perfección
eterna y sin falta, no puede haber poder real en la maldad ni
siquiera en el pecado, para esclavizarnos permanentemente. O
sea que, con el método correcto es solo cuestión de tiempo antes
de que asumamos nuestra verdadera condición de salvación
espiritual. No hay que perder más tiempo. Hay que comenzar a
marchar hacia arriba, ahora mismo, sino es que ya comenzamos
– levántense, como el Hijo Pródigo, de entre la suciedad del
materialismo y de las limitaciones, y griten, con toda confianza
en las enseñanzas y en las promesas de Cristo: «Me levantaré e
iré hacia mi Padre».9
Y, de hecho, es exactamente lo que estamos haciendo, ¿o no?
No tenemos la expectación de que cualquier método, incluyendo los doce
pasos, nos pueda «ganar» la entrada al cielo, pero a través de la gracia de Dios y
de nuestros esfuerzos espirituales, sí esperamos que el viaje de la vida nos
acerque más a Dios, haciéndonos así seres más felices y más productivos.
Sabemos, sin embargo, que sufrimos de una enfermedad incurable porque
tenemos que vivir dentro de nuestra carne. Si pudiéramos realmente ser
perfectos, entonces la carne no sería mortal y podríamos vivir eternamente. Pero
no hemos sido perfectos y no podremos alcanzar la perfección. Por lo tanto, cada
uno de nosotros somos casos mortales, no importa cuántos esfuerzos hagamos.
Pero hay esperanza.
Jesucristo fue perfecto y derrotó a la carne. Eso significa que podría haber
vivido eternamente, pero Él quería más – quería más para nosotros. Jesús cargó
con nuestras imperfecciones, fue crucificado y murió. Cuando se sobrepuso a la
muerte y a la naturaleza mortal de la carne, nos dio la esperanza de la vida
eterna.
Según nos acercamos más a Dios por medio de la puesta en práctica de los
doce pasos, empezaremos a recibir nuestra libertad del yugo de la carne. Como
les dijo Jesús a sus discípulos: «Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres»
(Juan 8:32). Cuando lleguemos al final de este viaje y hagamos la transición al
más allá, conoceremos la libertad absoluta. Pero esto no es un sueño que
pertenece a un futuro lejano, podemos empezar a encaminarnos hacia esa
libertad ahora mismo.
Paso Doce: Preguntas para examen interno y para
discusión en grupo
1. ¿Llegó tu despertar espiritual de pronto, o fue más del tipo educativo?
¿Cómo se siente este despertar espiritual? ¿Cómo afecta tu vida?
2. Pablo escribió en la cárcel: «…pues sé muy bien contentarme con lo que
tengo» (Filipenses 4:11). Como resultado de tu despertar espiritual, ¿en qué
formas te identificas con esta declaración? ¿Hay alguna situación en la cual
puedas decir esto de ti mismo?
3. ¿Qué significa esta declaración: «No lo puedes conservar a menos que lo
regales»? Menciona un incidente en tu pasado que ilustre este punto.
4. ¿Qué ganamos con ayudar a alguien que nunca podrá devolvernos el
favor?
5. Suponte que ayudas a alguien que tiene el mismo problema que
mencionaste en el primer paso. Al principio la persona parece reaccionar, pero
entonces y casi inmediatamente, vuelve a la actividad o a la conducta que estaba
tratando de evitar. ¿Significa esto que tú fracasaste? ¿Por qué sí, o por qué no?
6. ¿Cómo podemos «poner en práctica estos principios en toda ocasión de
nuestras vidas»? ¿Qué circunstancia podría impedir que lo hagamos?
7. Lo que he aprendido sobre la gracia de Jesucristo es
_________________…
8. ¿Cómo te libera la verdad?
Apéndice…
Cómo empezar y mantener
un grupo cristiano de
recuperación
Para iniciar un grupo cristiano de recuperación en su iglesia se necesitarán uno
o más miembros que actúen de «bujías» – personas que quieran empezar un
grupo y que estén dispuestas a hacer los esfuerzos necesarios para ponerlo en
marcha. Si hay una o dos personas interesadas, el siguiente paso es ver si hay
otros interesados. Los candidatos más seguros son aquellas personas que ya
forman parte de un programa de los Doce Pasos o personas que ya han buscado
ayuda de alguna otra manera para un problema particular.
Hay varias formas de tratar de identificar a estas personas;
1) relaciónense con otros
2) pregunten a miembros del clero y a consejeros religiosos
3) anuncien en el boletín de la iglesia
4) anuncien en la cartelera de la iglesia
5) anúncienlo en la iglesia después del servicio.
Una vez que tengan unas cuantas personas interesadas, programen una
reunión organizacional para decidir el día, la hora, y el lugar (se podrá usar
cualquier pequeño salón en la iglesia) para una reunión semanal, y decidan la
fecha de la primera reunión. Una vez que esto quede decidido anuncien la
primera reunión, y asegúrense de indicar que este será un grupo anónimo.
Empiecen a reunirse semanalmente. Es casi seguro que algunos de los
miembros de su grupo ya serán miembros de algún grupo de los Doce Pasos, y
ellos serán de gran utilidad para empezar el grupo. Si su grupo está supliendo las
necesidades espirituales de los miembros, es seguro que crecerá. Sin embargo, al
principio, aquellos individuos que empezaron el grupo deberán comprometerse a
asistir regularmente a todas las reuniones.
Aquí tienen algunas normas que se sugieren para dirigir su grupo cristiano de
recuperación. Sería una buena idea discutirlas durante su reunión organizacional
y llegar a un acuerdo en cuanto a reglas específicas para el grupo en su iglesia.
1 Toda persona que asista a su grupo deberá admitir en el primer paso su
impotencia sobre alguna debilidad. Si la gente se va a sincerar
verdaderamente en sus sesiones, no quieren hacerlo enfrente de personas que
actúen como espectadores y que piensen que ellas no tienen problema alguno.
No debe asistir nadie ni siquiera un ministro religioso o dirigente de la iglesia
que no esté preparado para admitir en el primer paso su impotencia ante alguna
debilidad. Los pasos pueden ser de mayor uso para aquellos individuos que se
identifican con la impotencia que es una parte clave del primer paso, y con la
locura que se menciona en el segundo paso.
2 Mantengan el anonimato tal como lo hace todo grupo de los Doce Pasos.
Esto se manifestará por lo menos de dos formas: Primero, los nombres de
las personas que asistan al grupo deberán permanecer anónimos. Un miembro
del grupo jamás deberá revelar a nadie que no sea parte del grupo la identidad de
los otros miembros del grupo. Si la persona misma decide decirle a alguien fuera
del grupo que él o ella forma parte de un grupo no hay problema.
Segundo, las cosas que se discuten durante las sesiones nunca se hablan con
personas que no son miembros del grupo –ni siquiera con los cónyuges. Los
miembros de un grupo siguen este credo absoluto: «Todo lo que se discute en el
grupo permanece dentro del grupo». De otra manera sería como chisme, y haría
imposible el compartir confidencias dentro del grupo.
3 Todo mundo tendrá oportunidad de hablar en cada sesión. Un grupo de
estudio de pasos no consiste de una sola persona hablando sobre el paso
durante toda la sesión, sino que deberá haber participación de todos y se deberá
incluir a todo miembro para que comparta su situación. Si colocan las sillas en
círculo será más natural compartir. Si una persona no desea compartir durante
una reunión, no hay problema. En este caso, el individuo deberá presentarse ante
el grupo de la forma sugerida en el numeral cinco de esta hoja. Se espera que
esta sea la excepción y no la regla, ya que el crecimiento espiritual depende
mucho de compartir lo personal con todo el grupo.
4 Cuando un individuo habla está compartiendo sus experiencias personales.
Esto podría incluir hablar sobre sus propios problemas, sobre su
percepción en cuanto a un paso en particular, o sobre cómo algún principio
estudiado en uno de los pasos o en la Biblia le ha servido en su vida. No les
indicamos a otros sus faltas ni les decimos lo que deben hacer. A veces podemos
hacer sugerencias discretamente al compartir una experiencia personal, como por
ejemplo: «Algo parecido me ocurrió a mí el año pasado, y lo que yo hice fue…»
No debe haber una persona en el grupo que sea «el experto». El grupo
consiste de personas que quieren acercarse a Dios.
5 Cada persona se presentará al grupo la primera vez que hable durante cada
reunión mencionando su nombre y el problema ante el cual se siente
impotente. Por ejemplo: «Me llamo María, y me siento impotente ante las
drogas», o »Me llamo Juan y me siento impotente ante los celos». Esto sirve
para recordarnos nuestra impotencia personal y nuestra dependencia en Dios.
6 Las duración de las reuniones será de una hora. Siempre deben empezar a
tiempo y terminar a tiempo. Vivimos en una sociedad que siempre anda de
prisa y la gente tiene días muy ocupados. Si las reuniones duran demasiado, los
miembros no van a querer volver. Todo mundo debe tener oportunidad de hablar
durante la reunión pero debe reconocerse que el límite de una hora significa que
todo comentario individual no deberá convertirse en un monólogo. Si una
persona en el grupo sigue hablando interminablemente, robándoles a otros la
oportunidad de participar, se le deberá recordar a ese individuo cortésmente que
otros miembros también quieren participar.
7 Las reuniones se pueden iniciar con un momento de oración en silencio,
seguido de una recitación en grupo de la Oración de la Serenidad: «Dios
mío, concédeme la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor
de cambiar las cosas que puedo cambiar, y la sabiduría para saber la diferencia».
Al final de la reunión, los miembros se ponen de pie, se toman de la mano en
círculo, y recitan el Padre Nuestro juntos. Estas prácticas, o una variación de
estas prácticas, son la norma para muchos de los grupos de recuperación de los
Doce Pasos.
Algunas preguntas y respuestas sobre la conformación de un
grupo de recuperación…
P: ¿Debe haber un director para cada reunión?
R: Sí, cada reunión debe tener un director. La función del director es empezar
y terminar cada reunión a tiempo, y pedir a cada miembro que comente. El dicho
de que «El que gobierna mejor es aquel que gobierna menos» es una buena
norma a seguir para el director de un grupo de discusión. En este caso se podría
cambiar a «El que dirige mejor es el que habla menos». El propósito del director
es ver que los miembros hablen y se que identifiquen con los otros miembros.
Se puede tener al mismo director durante varias sesiones, o se puede tener a
un director diferente cada semana.
P: ¿Cómo nos ayuda este libro en nuestras reuniones?
R: Este libro fue escrito para servir como texto de estudio de los pasos. Cubre
13 semanas. La primera semana cubrirán la Introducción y los Breves
antecedentes. La segunda semana cubrirán el primer paso, y, de allí en adelante,
cubrirán un paso cada semana. Cada paso se cubre en una reunión.
Sacarán más provecho del tiempo durante la reunión si cada persona ha leído
y reflexionado sobre el material que se cubrirá en la reunión antes de que se
reúna el grupo cada semana.
Un formato alternativo sería leer un capítulo en voz alta en el grupo y
entonces discutirlo. Este, sin embargo, no es el mejor uso del grupo durante la
reunión porque todo individuo aventaja más a través de discusión en grupo – no
al escuchar a otra persona leer en voz alta.
P: ¿Cómo se desarrollan las reuniones?
R: Después de la oración inicial, el director de la reunión introducirá
brevemente el paso que se discutirá en esa sesión. Esto puede incluir el
compartir con los otros miembros cómo funcionó ese paso en su vida, algunos
pensamientos sobre el paso, o algunos principios bíblicos relacionados con el
paso. Una vez hecho esto, el director se dirigirá a otro miembro para pedirle que
opine o que comparta sus pensamientos con los otros, y entonces le pedirá a cada
persona que haga lo mismo. El director puede hacer esto en orden, alrededor del
círculo o puede escoger personas al azar.
En las primeras reuniones es posible que no haya demasiados comentarios
espontáneos, y los miembros del grupo pueden todavía sentirse un tanto
inhibidos. Si este es el caso, el director se puede basar en las preguntas al final
de cada capítulo. El director puede leer cada pregunta y preguntarle a cada
miembro que responda. Una vez que todos los miembros hayan tenido
oportunidad de responder a esa pregunta, el director seguirá con la siguiente
pregunta.
Una vez que el grupo ya se sienta más a gusto, es posible que no necesiten las
preguntas al final del capítulo. En este caso el director puede sencillamente
introducir el paso y pedirle a cada miembro su opinión o pensamiento.
P: Una vez que cubramos los pasos en las 13 semanas, ¿damos por
terminado el grupo?
R: Si el grupo desea terminarse, lo puede hacer, pero no hay razón para dejar
de reunirse cuando se hayan completado todos los pasos por primera vez. Se
puede volver a comenzar el estudio, empezando con el primer paso, y tener un
grupo de estudio continuo. O se puede discutir uno de los muchos temas que
tratan de la recuperación, tal como vivir un día a la vez, resentimientos, orgullo,
la gracia, la ira, el dolor, los celos, las relaciones, la lista es interminable. Si
dividen el año en secciones de tres meses, podrían tomar los pasos en las
secciones 1 y 3, y discutir temas durante las secciones 2 y 4.
P: ¿Deben los miembros del grupo esperar completar todos los pasos en
las 13 semanas de reunión?
R: De ninguna manera. Los pasos en realidad son un proceso de toda la vida.
La labor necesaria para un solo paso puede tomar mucho tiempo. Por ejemplo,
puede tomar varios meses, o más, para sacar el cuarto paso por escrito con éxito.
Las personas que no han avanzado en un paso en particular aún tendrán
comentarios en cuanto a ese paso; por lo tanto, una persona no tiene que haber
«completado» el paso para poder discutirlo.
P: ¿Cuántas personas debe haber en un grupo?
R: Se necesita un núcleo para poder empezar un grupo, tal vez siete u ocho
personas. Si hay menos, parece ejercer demasiada presión en los miembros. Si
hay pocos miembros, existe también la posibilidad de que habrá largos periodos
de silencio, lo cual incomodará a algunos.
Si el grupo crece a tener 14 o 15 miembros, es posible que encuentren que la
gente no tiene el suficiente tiempo para expresarse adecuadamente. Si esto
sucede, es una buena idea dividir el grupo en dos, y reunirse en salones
separados. También podrían decidir reunirse dos veces por semana, utilizando un
día para el estudio del paso correspondiente, y otro para la discusión de un tema
relacionado con ese paso.
P: Si en el grupo hay individuos que forman parte de otro grupo de los
Doce Pasos, ¿se les deberá sugerir que dejen de asistir a su otro grupo una
vez que se han iniciado el grupo cristiano de recuperación?
R: No. Sus otras reuniones tratarán muy específicamente de su problema en el
primer paso. Además de eso, esas reuniones les darán conceptos espirituales que
podrán compartir con su grupo cristiano de recuperación. Todo individuo deberá
asistir a cualquier grupo que llene sus requisitos espirituales.
P: ¿En qué difiere un grupo cristiano de recuperación a un grupo de los
Doce Pasos?
R: En la mayoría de los programas de los Doce Pasos la definición exacta de
lo que es Dios se deja a la interpretación de cada miembro, y muchos individuos
se refieren a Dios como su «Poder Altísimo». El grupo cristiano se basa en la
Biblia para definir a Dios, y Jesucristo es su Salvador.
Otra diferencia es la naturaleza del problema. Los grupos de los Doce Pasos
de reúnen con la idea de que todo mundo va a mencionar el mismo problema en
el primer paso. En el grupo cristiano de recuperación se puede reunir gente con
diferentes problemas.
Todo esto será suficiente para empezar. Sin duda aparecerán otras preguntas y
cuando eso suceda podrán confiar en los miembros del grupo que pertenezcan a
otros grupos de los Doce Pasos para guiarlos o podrán votar como grupo y usar
la «conciencia del grupo» como guía.
Les deseo todo lo mejor en su acercamiento a Dios.
Preámbulo
Lo que sigue es un preámbulo que fue adoptado por la Iglesia de Cristo de
Farmers Branch en Dallas, Texas, donde se utilizó el manuscrito de este
libro como texto de estudio aún antes de haberse publicado. El director de la
reunión lee lo siguiente al iniciar cada reunión:
Bienvenidos a nuestro grupo cristiano de recuperación aquí en (nombre de la
iglesia). Yo soy_______________ y me siento impotente ante
___________________. Antes de empezar, tomemos un momento para hacer
una oración que dirigirá (nombre de una persona en el grupo), seguida por la
Oración de Serenidad.
El grupo dice la Oración de la Serenidad en coro:
Dios mío, concédeme la serenidad
de aceptar las cosas que no puedo cambiar,
el valor de cambiar las cosas que puedo cambiar,
y la sabiduría para saber la diferencia.
El propósito principal de nuestro grupo es acercarnos a Dios imitando a
nuestro Salvador, Jesucristo, mientras que Él nos va dando alivio de nuestra
conducta adictiva diariamente. Esta es una reunión cerrada ya que todos los
presentes se sienten impotentes ante alguna sustancia, algún tipo de conducta, o
alguna forma de pensar. Como recordatorio de nuestra esclavitud común,
cuando nos presentemos, mencionaremos aquello ante lo cual nos sentimos
impotentes. Seguimos la costumbre de anonimato de otros grupos de los Doce
Pasos – en este grupo usaremos únicamente nombres de pila; no revelaremos la
identidad de los miembros de este grupo a otros, y lo que se dice en el grupo
permanece en el grupo.
Durante las reuniones hablamos de nuestras propias experiencias, de
nuestras fortalezas y de nuestras esperanzas. Aceptamos lo que otros dicen
porque para ellos esa es la verdad, y tratamos de tomar responsabilidad por
nuestras vidas en vez de dar consejos a otros. Se deberá evitar toda discusión
agitada. Es importante que todos tengan igual oportunidad para compartir.
Como sugerencia, y por consideración a los otros miembros, les rogamos que
limiten sus comentarios apropiadamente, y que no tomen la palabra más de una
vez hasta que todo el grupo haya tenido ocasión de hacerlo.
Agradecemos su presencia en esta reunión. También queremos animar a los
presentes a asistir a reuniones de recuperación que traten específicamente de su
problema. Tal vez deseen tener un patrocinador en este grupo. Si es usted nuevo
en el grupo y no está seguro sobre tener o no tener un patrocinador, sírvase
hablar con el director del grupo al terminar esta reunión. Si lo desea, se le
podrá proporcionar un patrocinador temporal.
Aunque tal vez no hablemos de ellos en cada reunión, apoyamos los siguientes
Doce Pasos desarrollados originalmente por Alcohólicos Anónimos, y que
varios grupos de recuperación utilizan actualmente:
(Léanse entonces los doce pasos. El primer paso puede ser: «Admitimos que
nos sentíamos impotentes ante alguna sustancia, algún comportamiento, o
alguna forma de pensar – que nuestras vidas se habían tornado imposibles de
manejar». El paso doce puede ser: «Habiendo tenido un despertar espiritual
como resultado de estos pasos, intentamos llevar este mensaje a otros que se
sienten impotentes, e intentamos también practicar estos principios en toda
ocasión en nuestras vidas»).
Notas
INTRODUCCIÓN
1. J. Keith Miller, Sin - Overcoming the Ultimate Deadly Addiction, Harper and Row Publishers, San
Francisco, 1987, p. 17.
2. Theodore W. Jennings, Jr., The Liturgy of Liberation - The Confession and Forgiveness of Sins,
Abingdon Press, Nashville, 1988, pp. 79-80.
3. Kenneth L. Bakken, The Call to Wholeness -Health as a Spiritual Journey, The Crossroad Publishing
Co., New York, 1987, p. 1.
4. David Belgum, Guilt: Where Religion and Psychology Meet, Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, NJ.,
1963, pp. 12-13.
5. Ibid., p. 2.
6. Ibid.
7. Patricia Leigh Brown, “Troubled Millions Heed Call of Self-Help Groups,” The New York Times, July
16, 1988, pp. 1,7.
8. Ibid.
9. Judy Howard, “ ‘12 Steps to Healing’ -Principles of Alcoholics Anonymous Help Clergy in Counseling
Compulsive Addicts,” The Dallas Morning News, Aug. 3, 1990, p. 36-A.
10. «Un codependiente es una persona que cuida a otros, pero que participa y se involucra demasiado en las
vidas de estos individuos que necesitan atención constante. Pueden ser personas obsesivas, que
controlan, y que tienen un autoestima muy baja, y les es esencial tener personas que dependan de
ellos…» según Jim y Phyllis Alsdurf, en “Generic Disease,” Christianity Today, Dic. 9, 1988, p. 30.
11. Ibid.
12. Ibid., p. 31.
13. Archibald D. Hart, Healing Life’s Hidden Addictions, Vine Books, Servant Publications, Ann Arbor,
1990, p. 226.
14. Ibid.
15. Alcoholics Anonymous, Third Edition, Alcoholics Anonymous World Services, Inc., New York, 1976,
pp. 59-60.
BREVES ANTECEDENTES
1. A menos que se indique lo contrario estos breves antecedentes de los Alcohólicos Anónimos y el origen
de los doce pasos son sacados de las obras «El Dr. Bob y los Buenos Veteranos» y el libro conocido
entre los Alcohólicos Anónimos como «El Libro Grande». Recomiendo leer esos dos libros si se quiere
conseguir información adicional acerca de los primeros comienzos de AA, del programa mismo y de los
doce pasos, como complemento a «Los Doce Pasos y las Doce Tradiciones», «AA Llega a su mayoría
de edad» y «Transmítelo», todos publicados en español por Alcoholics Anonymous World Services, Inc.,
en Nueva York, Nueva York. La presente obra no se ha escrito para sustituir ninguno de esos libros ni
tampoco como sustituto de ningún programa de los doce pasos.
2. John W. Drakeford, Integrity Therapy, Broadman Press, Nashville, 1967, p.50.
3. Dr. Bob and the Good Old Timers, Alcoholics Anonymous World Services, Inc., 1980, p.54. (Hay
edición española El Dr Bob y los Buenos Veteranos, publicada por la misma organización [nota del
Corrector].)
4. Walter Houston Clark, The Oxford Group, Bookman Associates, New York, 1951, p.168.
5. Drakeford, p.50.
6. Alcoholics Anonymous, Third Edition, Alcoholics Anonymous World Services, Inc., 1976, p.14.
PRIMER PASO
1. David Belgum, Guilt: Where Religion and Psychology Meet, Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, NJ.,
1963, p.28.
2. Robert R. Brown, Alive Again, Morehouse-Barlow Co., New York, 1964, p.25.
3. Ibid., p.23.
4. Ibid., p.24.
5. Ibid., p.19.
6. Dr. Archibald Hart, Healing Life’s Hidden Addictions, Servant Publications, Vine Books, Ann Arbor,
Michigan. 1990, pp.67-68.
7. Ibid., p. 68.
8. Robert R. Brown, p. 52.
9. Ibid., p. 57.
10. J. D. Douglas and Merrill C. Tenney, The New International Dictionary of the Bible, Zondervan, Grand
Rapids, 1987, p. 946.
11. Dr. Archibald D. Hart, p.68.
12. Theodore W. Jennings, Jr., The Liturgy of Liberation - The Confession and Forgiveness of Sins,
Abingdon Press, Nashville, 1988, p.78.
SEGUNDO PASO
1. J.B. Phillips, Your God Is Too Small, Macmillan Publishing Co., New York, 1961, p.8.
2. Ibid.
3. Webster’s New World Dictionary, Popular Library, New York, 1973, p.299.
4. G. Campbell Morgan, The Parable of the Father’s Heart, F.H. Revell Co., New York, 1949, p.36.
TERCER PASO
1. Robert R. Brown, Alive Again, Morehouse-Barlow Co., New York, 1964, p.81.
CUARTO PASO
1. Theodore W. Jennings, Jr., The Liturgy of Liberation - The Confession and Forgiveness of Sins,
Abingdon Press, Nashville, 1988, pp. 65-66.
2. Ibid., p.69.
3. A. Snoeck, Confession and Pastoral Psychology, The Newman Press, Westminster, Md., 1961, p.18.
4. Webster’s New World Dictionary, Popular Library, New York, 1973, p.485.
5. Alcoholics Anonymous World Services, Inc., New York, 1976, pp.64-65.
QUINTO PASO
1. David Belgum, Guilt: Where Religion and Psychology Meet, Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, NJ.,
1963, pp. 29-30.
2. Ibid., p.30.
3. Erik Berggren, The Psychology of Confession, E. BrilI, Leiden, Netherlands, 1975.
4. Theodore W. Jennings, Jr., The Liturgy of Liberation - The Confession and Forgiveness of Sins,
Abingdon Press, Nashville, 1988.
5. Belgum, p.30.
6. Ibid., p.8.
7. lbid., p.7.
8. Berggren, p.16.
9. Jennings, p.59.
10. A. Snoeck, Confession and Pastoral Psychology, The Newman Press, Westminster, Md., 1961, p.17.
11. Karl Barth, Epistle to the Romans, London: Oxford Univer sity Press, 1933, p. 101.
12. Jennings, p.72.
13. For example, see William Kirk Kilpatrick, Psychological Seduction - The Failure of Modern
Psychology, Thomas Nelson Publishers, Nashville, 1983.
14. Snoeck, p.8.
15. Ibid., p.9.
16. Ibid., p.5.
17. Jennings, p.59.
18. Ibid., p.67.
19. Ibid., p.73.
20. Ibid., p.71.
SEXTO PASO
1. Barry T. Brown, The Healing Ministry of the Church, The Joint Board of Christian Education,
Melbourne, Australia, 1986, p.19.
2. Kenneth R. Bakken, The Call to Wholeness -Health as a Spiritual Journey, The Cross Road Publishing
Co., New York, 1987, p.59.
3. Morris N. Eagle, “Psychoanalysis and Modern Psychodynamic Theories,” in Norman S. Endler and J.
McVicker Hunt (Eds.), Personality and the Behavioral Disorders, Vol.1, Second Edition, John Wiley &
Sons, New York, 1984, p. 83.
4. Ibid.
5. Abraham Maslow, Toward a Psychology of Being, Second Edition, Van Nostrand Reinhold Company,
New York, 1968, p.46.
6. R.V.G. Tasker, The Gospel According to St. Matthew, The Tyndale Press, Wheaton, Illinois, 1961, p.
187.
7. Emmet Fox, The Sermon on the Mount -The Key to Success in Life, Harper & Row Publishers, New
York, 1934, p.22.
8. Ibid.
9. Brown, p.37.
10. Bakken, p.59.
SÉPTIMO PASO
1. J. B. Phillips, Your God Is Too Small, Macmillan Publishing Co., NewYork, 1961, p.27
2. La misma historia se relata en Mateo 18:1-4 y Lucas 9:46-48.
3. John MacArthur, The MacArthur New Testament Commen tary Matthew 16-23, The Moody Bible
Institute, Chicago, 1988, p. 99.
4. Clayton K. Harrop, The Letter of James, Convention Press, Nashville, 1969, p.113.
5. Ibid., pp. 113-114.
6. Ibid., p.114.
7. David A Hubbard, The Book of James: Wisdom That Works, Word Books, Waco, Texas, 1980, p. 94.
8. Harrop, p.114
9. Ibid., p. 117.
10. Saint Bernard, The Steps of Humility, A.R. Mowbray & Co., Limited, London, 1957, p. 22 (originally
written about 1125 A.D.).
11. Alcoholics Anonymous, Third Edition, Alcoholics Anonymous World Services, Inc., New York, 1976,
p.76.
OCTAVO PASO
1. James A. Knight, Conscience and Guilt, AppIeton-Century -Crofts, New York, 1969, p.90.
2. James G. Emerson, Jr., The Dynamics of Forgiveness, The Westminster Press, Philadelphia, 1964, p.32.
3. John W. Drakeford, Integrity Therapy, Broadman Press, Nashville, 1967, p.64.
4. Emmet Fox, The Sermon on the Mount - The Key to Success in Life, Harper & Row Publishers, New
York, 1934, pp. 60-61.
5. D.A. Carson, The Sermon on the Mount - An Evangelical Exposition of Matthew 5-7, Baker Book
House, Grand Rapids, 1978, p.42.
NOVENO PASO
1. Pinchas Lapide, The Sermon on the Mount — Utopia or Program for Action? Orbis Books, Maryknoll,
1986, pp. 53-54.
2. Georgia Harkness, The Ministry of Reconciliation, Abingdon Press, Nashville, 1971, p. 11.
3. Ibid., p.19
4. Ibid., p.20.
5. Webster’s New World Dictionary of the American Lan guage, Popular Library, New York, 1973, p.37.
6. Harkness, p. 10.
7. Emmet Fox, The Sermon on the Mount -The Key to Success in Life, Harper & Row Publishers, New
York, 1934, p 45.
DÉCIMO PASO
1. Webster’s New World Dictionary of the American Lan guage, Popular Library, New York, 1973, p.280.
2. Alcoholics Anonymous World Services, Inc., New York, 1986, p.89.
3. Dale Carnegie, How to Win Friends and Influence People, Simon and Schuster, New York, 1937, p.178.
4. Emmet Fox, The Sermon on the Mount - The Key to Success in Life, Harper & Row Publishers, New
York, 1934, p.63.
5. Ibid., p.64.
PASO ONCE
1. Josh McDowell and Don Stewart, Understanding the Cults, Here’s Life Publishers, Inc., San
Bernardino, CA, 1982, p.110.
2. Paul Hinnebusch (editor), Contemplation and the Charis matic Renewal, Paulist Press, New York, 1986,
p.12.
3. Josh McDowell and Don Stewart, p.110.
4. Ben Campbell Johnson, To Pray God’s Will: Continuing the Journey, The Westminster Press,
Philadelphia, 1987, p.15.
5. Ibid.
PASO DOCE
1. Alcoholics Anonymous, Third Edition, Alcoholics Anonymous World Services, Inc., New York, 1976,
p.14.
2. Ibid., pp.569-570.
3. Dr. Bob and the Good Oldtimers, Alcoholics Anonymous World Services, Inc.. New York, 1980, p.307.
(Hay edición española El Dr Bob y los Buenos Veteranos, publicada por la misma organización [nota del
Corrector].)
4. Alcoholics Anonymous, op cit., p.181.
5. Dr. Bob and the Good Oldtimers, op cit., pp. 308-309. (Hay edición española El Dr Bob y los Buenos
Veteranos, publicada por la misma organización [nota del Corrector].)
6. Alcoholics Anonymous, op cit., pp. 83-84.
7. Pinchas Lapide, The Sermon on the Mount — Utopia or Program for Action? Orbis Books, Maryknoll,
1986, p.119.
8. Ibid.
9. The Sermon on the Mount - The Key to Success in Life, Harper & Row Publishers, New York, 1934,
p.91.
N O TA S
N O TA S