[go: up one dir, main page]

0% encontró este documento útil (0 votos)
424 vistas14 páginas

Una Cancion de Navidad

El documento describe la época en la que Charles Dickens escribió Una canción de Navidad, incluyendo los cambios sociales y económicos de la Revolución Industrial en Inglaterra, así como aspectos biográficos del autor como su experiencia trabajando en una fábrica siendo adolescente.

Cargado por

Jose Taborda
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
424 vistas14 páginas

Una Cancion de Navidad

El documento describe la época en la que Charles Dickens escribió Una canción de Navidad, incluyendo los cambios sociales y económicos de la Revolución Industrial en Inglaterra, así como aspectos biográficos del autor como su experiencia trabajando en una fábrica siendo adolescente.

Cargado por

Jose Taborda
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 14

Una canción

de Navidad

CHARLES DICKENS
Una canción de Navidad

Charles Dickens
Jefe del Departamento de Arte y Diseño: Lucas Frontera Schällibaum
Gerencia de Preprensa y Producción Editorial: Carlos Rodríguez Puertas de acceso
Los contenidos de las secciones que integran esta obra han sido elaborados
por Marcela Groppo y Adriana Imperatore
Traducción y notas: Teresita Valdettaro
Corrección: Silvia Tombesi, Martín Vittón y Cecilia Biagioli

Dickens, Charles
Una canción de Navidad. - 2a ed. 4a reimp. - Boulogne: Cántaro,
2015. 160 p.; 19 x 14 cm. - (Del mirador)

ISBN 978-950-753-255-9

1. Narrativa Inglesa. 2. Novela. I. Título


CDD 823

De esta edición:
© Editorial Puerto de Palos S. A. 2009
Editorial Puerto de Palos S.A. forma parte del Grupo Macmillan.
Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Internet: www.puertodepalos.com.ar
Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723.
Impreso en la Argentina
Printed in Argentina
ISBN 978-950-753-255-9

Este libro no puede ser reproducido total ni parcialmente por ningún medio, tratamiento
o procedimiento, ya sea mediante reprografía, fotografía, fotocopia, microfilmación o
mimeo- grafía, o cualquier otro sistema mecánico, electrónico, fotoquímico, magnético,
informático o electroóptico. Cualquier reproducción no autorizada por los editores viola
derechos reser- vados, es ilegal y constituye un delito.
Escribir en el siglo xIx
Charles Dickens escribió y editó sus novelas en una
época en la que, por fin, el gran público tuvo la posibilidad
de acce- der a la literatura. Una canción de Navidad apareció
en Inglate- rra, en 1843.
El momento histórico en que el texto se produjo, la sociedad
en que tuvo lugar su aparición, las condiciones en que fue escri-
to y el modo en que se leyó no son un mero escenario anecdóti-
co y exterior, sino que le han dejado sus huellas, evidentes algu-
nas, menos perceptibles que otras. Si aprendemos a
descubrirlas, nos revelarán sentidos insospechados.

Un episodio decisivo en la vida de Dickens


Charles Dickens nació el 7 de febrero de 1812 en el seno de
una familia de clase media. Su padre, un empleado de comercio
12 Puertas de acceso Puertas de acceso 13

que además escribía poesía, no pudo evitar el deterioro econó- de extraños. Pocos de nosotros penetramos en la radiante
mico en el que se hundía su familia y fue encarcelado, en 1824, adivinanza de la calle, los extraños personajes que le pertenecen
por que no había podido pagar sus deudas. El pequeño Charles, únicamente a la calle, los que viven en la calle, los nómadas que,
quien ya había demostrado su afición a la literatura, debió aban- generación tras generación, han guardado sus antiguos secretos al
donar la escuela y fue a trabajar a una fábrica de tintes. Allí pleno resplandor del sol. Muchos de nosotros sabemos menos
se encontró, de pronto, pegando etiquetas en botellas de aún de la calle por la noche. La calle por la noche es una gran
betún, junto a un ejército de muchachos tan desgraciados casa cerrada. Pero Dickens tenía, si algún hombre la ha tenido
como él. Su madre vivía entonces en una humilde casa, en el alguna vez, la llave de la calle; sus estrellas eran las lámparas de la
norte de Lon- dres, e intentaba dirigir un colegio de niñas, al calle; su héroe era el hombre de la calle. Podía abrir la última puerta
cual prácticamen- te no asistía nadie. Cuando terminaba la de su casa, la puerta que conduce a ese pasadizo secreto bordeado
extenuante jornada la- boral, Dickens pasaba la noche en la de casas, con el techo de estrellas1.
prisión, junto a su padre, o volvía a una pensión para
Chesterton establece un contraste entre la vida tranquila
muchachos pobres, que regentea- ba una anciana de mal
y cómoda de quienes se refugian en el calor de un hogar,
carácter, cuyas características autorita- rias aparecerían en
des- pués de una jornada de trabajo, y las desventuras de
distintos personajes de sus novelas. También la fábrica se
quien, como el joven Dickens, no tiene adónde ir. Por otra
presentó con el nombre de Murdstone y Grinby’s, en su
parte, se- ñala que una de las mayores virtudes del escritor, la
novela David Copperfield; en tanto La pequeña Dorrit tie- ne
percepción sensible y precisa de la “calle”, procede de aquella
como protagonista a una niña cuyo padre vive en prisión a
tragedia de su juventud.
causa de sus deudas. Durante toda su vida, mantuvo oculto este
episodio, decisivo a la hora de templar su sensibilidad y sus per-
cepciones sobre los estratos más postergados de la sociedad. Un viaje por la novela de la Revolución Industrial
La época en la que Dickens produjo sus textos se caracteriza
La experiencia personal y la literatura por profundos cambios que comenzaron a manifestarse, en
En un trabajo dedicado a Dickens, Gilbert Keith Chesterton In- glaterra, en los primeros dos tercios del siglo xIX, y que,
reflexiona acerca de la experiencia del adolescente que, cuando luego, influyeron en la economía, el comercio y la producción
terminaba de trabajar en la fábrica, no tenía otro recurso que va- del res- to del mundo. La creciente explotación minera de
gar por las calles de Londres: hierro y car- bón, la invención de nuevas máquinas que se
emplearon en la industria textil y la revolución en el mundo
Cuando le cerramos la puerta a algo, quedamos excluidos de del transporte (con la máquina de vapor y el ferrocarril)
ese algo. Cuando cerramos la puerta de calle, quedamos excluidos constituyeron los ejes de la
de la calle. Pocos de nosotros comprendemos la calle. A pesar de
que sali- mos a la calle como si se tratara de una casa o de una
habitación llena 1 Chesterton, Gilbert Keith. “La Navidad de Dickens”. En: varios autores. A propósito
de Charles Dickens y su obra. Barcelona, Norma, 1994, p. 26.
14 Puertas de acceso Puertas de acceso 15

Revolución Industrial, proceso que transformó, de un modo de-


finitivo, la organización del trabajo y el modo de vida. y, al mismo tiempo, disciplinar a los
Esta fabulosa expansión económica estuvo acompañada desocu- pados. Los hombres, instruidos
tam- bién de un aumento demográfico: la población inglesa, en los co- rreccionales, iban a resultar
que ya había aumentado en el reinado de Jorge III (1760-1820), mejores traba- jadores. Por eso, se
llegó a duplicarse en tan sólo cincuenta años. Paralelamente, gran restringió toda ayuda para los pobres que
parte de los campesinos, que vivían en tierras comunes con el no quisieran ingresar en los institutos.
permiso de sus propietarios, debieron abandonar la vida rural, La pobreza, según la ley, era un
porque se comenzaron a cercar los terrenos para la cría de crimen, un estigma social del cual los
ovejas. Esta situa- ción determinó que los campesinos se pobres eran cul- pables por sus propias La noche en el refugio.
concentraran en las ciuda- des y se ofrecieran como mano de faltas o por su propia incapacidad para Grabado de Gustave Doré.
obra en la naciente industria generar riqueza.
Por otra parte, la aplicación de la ley
textil. En 1836, cuando Dickens empezó a publicar, la mitad especialmente destinados para ellos, sitios parecidos a
de la población inglesa era urbana y no rural. Solamente los correccionales. De este modo, se esperaba controlar a los
cambios mencionados modificaron notablemente las trabajadores independientes
condiciones de vida de la gente. El hacinamiento de los obreros
en viviendas precarias, las extensas jornadas de trabajo, la falta
de una legislación adecua- da y los bajos salarios configuraron
un cuadro de explotación y sufrimientos para la naciente clase
obrera. Incluso, era frecuente el trabajo infantil en las minas,
pues el menor tamaño de los ni- ños facilitaba su tarea en los
angostos pasillos.

A propósito de la “Ley de Pobres”


Las novelas de Dickens describen espacios característicos de
la época de la Revolución Industrial, como las minas y las
fá- bricas, y se preocupan por denunciar las condiciones en que
vi- vían los sectores desprotegidos de la sociedad. En Una
canción de Navidad, el personaje Scrooge se refiere a la “Ley
de Pobres”, de 1834, tan criticada por el autor. La ley establecía
que los po- bres recibirían ayuda si aceptaban vivir en lugares
trajo aparejadas terribles consecuencias: la vida en los correc-
cionales era tan severa y cruel, que los desocupados preferían
aceptar limosnas, trabajos esporádicos o ayudas mínimas,
antes que ingresar en institutos que, en realidad, eran
“cárceles para pobres”. La medida despertó severas críticas,
y uno de sus más férreos opositores fue Charles Dickens.
Para él, los desposeídos sabían valorar los afectos, eran
conscientes de la mutua solida- ridad y tenían la capacidad
de compartir los pocos bienes de que disponían.

Un escritor “victoriano”
La situación social se agudizó en la primera mitad del siglo
xIX. En la novela Tiempos difíciles (1854), Dickens describe
la nueva ciudad industrial, contaminada por el humo de las
fábricas, aun- que no ahonda en la dramática situación de los
recién llegados.
Entre 1837 y 1901, Victoria I gobernó Inglaterra, y su
largo reinado se convirtió en símbolo de la consolidación del
Imperio Británico (Inglaterra había extendido sus colonias
por todo el mundo, especialmente en Asia y en África).
16 Puertas de acceso

En el plano social, la “era victoriana” se caracterizó por una


moralidad en extremo conservadora, que se tradujo en una
in- quebrantable rigidez en las costumbres. Aunque podemos
ha- llar en Dickens una crítica manifiesta al egoísmo y a la
avaricia, los estudiosos coinciden en señalar que sus novelas no
llegan a cuestionar las convenciones sociales y morales de la
época. En ese aspecto, se lo considera definitivamente
“victoriano”.

La Navidad, una atmósfera propicia


Charles Dickens presenta una amplia galería de personajes
de la sociedad en la que le tocó vivir e inscribe, en sus tex-
Una canción
tos, las condiciones adversas de su época. Algunos de sus rela- de Navidad
tos instalan la narración social en un ambiente mágico, el de
la Navidad. ¿Por qué Charles Dickens elige la atmósfera
navideña para ambientar la historia? Chesterton explica las
razones con las siguientes palabras: CHARLES DICKENS
La Navidad es, como lo he dicho, una de las incontables fiestas
antiguas europeas cuya esencia es la combinación de la religión y
el jolgorio. Pero es, entre aquellas fiestas, también especial y dis-
tintivamente inglesa en el estilo de su jolgorio y hasta en el
estilo de su religión. Porque el carácter de la Navidad [...]
reside princi- palmente en dos cosas; primero, del lado terrenal,
está la nota de comodidad más bien que la nota brillante; y por el
lado espiritual, la caridad cristiana más bien que el éxtasis
cristiano. Traducción y notas de Teresita Valdettaro
La comodidad, especialmente esta visión de la comodidad
navideña [...] se basa en un contraste, el contraste entre el fuego Título original: A Christmas Carol.
del hogar y el vino dentro de la casa, y las lluvias torrenciales fuera Primera edición: London, Chapman and Hall,
de ella 2. 1843.

2 Chesterton, Gilbert Keith, ibídem.


Prefacio

En este pequeño libro de fantasmas, he intentado evocar el fantasma de


una Idea que no ponga a mis lectores de mal humor consigo mismos, con
el otro, con la época navideña o conmigo. Ojalá hechice agradablemente
sus hogares, y nadie desee dejar de leerlo.
Su devoto amigo y servidor,

CHARLES DICKENS
Primera estrofa: El Fantasma de Marley
Empecemos por decir que Marley estaba muerto. No hay
ninguna duda al respecto. El acta de su defunción la habían
fir- mado el clérigo, el escribano, el agente de la funeraria y el
princi- pal miembro de la comitiva fúnebre. Scrooge la había
firmado, y el nombre de Scrooge era bueno en la Bolsa, en
cualquier papel sobre el que pusiera la mano. ¡El viejo Marley
estaba tan muerto como el clavo de una puerta1!
¡Cuidado! No estoy diciendo que yo conozca por experien-
cia propia lo que tiene particularmente de muerto el clavo de
una puerta. En lo personal, me hubiera inclinado a
considerar el clavo de un ataúd como la pieza de ferretería más
muerta que se puede obtener en los comercios del ramo. Pero el
dicho refle- ja la sabiduría de nuestros ancestros; ¡qué sería de
nuestro país si lo alterara con mis manos impías! Me
permitirán entonces que repita enfáticamente que Marley
estaba tan muerto como el cla- vo de una puerta.
¿Scrooge sabía que estaba muerto? Por supuesto que lo sabía.
¿Cómo podría ser de otra manera? Scrooge y él fueron socios
por no sé cuántos años. Scrooge era el único ejecutor de su
testamen-

1 Las puertas, en la época de Dickens, eran de anchos tablones de madera ensamblados


con clavos de hierro, de cabezas salientes.
26 Charles Dickens Una canción de Navidad 27

to, su único administrador, su único beneficiario, su único y solitario como una ostra. El frío de su interior congelaba
here- dero universal, su único amigo y el único que fue a su sus viejas facciones, helaba su puntiaguda nariz, marchitaba sus
entierro. Y ni siquiera Scrooge se vio tan terriblemente afectado me- jillas, endurecía su paso, enrojecía sus ojos y ponía
por el triste acontecimiento, como para no actuar como un azulados sus delgados labios; y se lo escuchaba nítidamente en
excelente hombre de negocios aun el mismo día del funeral, su voz irritan- te. Una escarcha canosa cubría su cabeza, y sus
que celebró con una oferta muy tentadora. cejas, y su ner- vudo mentón. Su propia baja temperatura iba
La mención del funeral de Marley me lleva a donde siempre consigo: enfriaba su oficina en los días de mucho
comen- cé. No hay ninguna duda de que Marley estaba muerto. calor y no la caldeaba ni un grado para Navidad.
Esto debe comprenderse claramente, o nada maravilloso puede El frío y el calor exteriores ejercían poca influencia sobre
proceder de la historia que estoy por relatar. Si no estuviéramos Scrooge. No había calores que lo entibiaran, ni frío invernal que
convencidos a la perfección de que el padre de Hamlet ha lo estremeciera. No soplaba viento más punzante que él, ni nie-
muerto antes de que co- mience la pieza2, sería tan poco digno de ve que cayera más empeñada en su propósito, ni las ráfagas
atención el que salga a dar un paseo nocturno, con viento del de lluvia eran menos abiertas a las súplicas. El mal tiempo no
este, por las murallas de su pro- pio castillo; así como que sabía por dónde atraparlo. La lluvia más copiosa y la nieve y el
cualquier otro caballero de mediana edad se dé vuelta granizo y la helada podían hacer valer sobre él una sola ventaja:
abruptamente, de noche, en un lugar ventoso –diga- mos, por a veces, piadosamente “amainaban”; en tanto Scrooge,
ejemplo, el cementerio de la Catedral de Saint Paul– para dejar jamás.
literalmente paralizado de terror a su impresionable hijo. Nadie lo detenía nunca por la calle para decirle, con
Scrooge nunca borró de la entrada el nombre del viejo Mar- mirada alegre: “Mi querido Scrooge, ¿cómo estás?, ¿cuándo
ley. Ahí estaba todavía, años después, sobre la puerta del alma- vas a venir a visitarme?”. Ningún mendigo le suplicaba que le
cén: Scrooge & Marley. La firma se conocía como Scrooge y regalara unas monedas, ningún niño le preguntaba la hora,
Marley. A veces, personas nuevas en el negocio llamaban ningún hombre ni ninguna mujer le interrogaron a Scrooge en
Scroo- ge a Scrooge y otras veces, lo llamaban Marley, pero él toda su vida el cami- no para ir a ningún lado. Hasta los perros
respondía a ambos nombres: le era exactamente lo mismo. de los ciegos parecían conocerlo y, cuando lo veían venir
¡Ah! ¡Pero era duro como la maza de un mortero este Scroo- arrastraban a sus dueños a los umbrales y patios interiores, y
ge! ¡Un viejo tacaño que todo lo estruja, lo exprime, lo explota, luego meneaban sus colas como diciéndoles: “¡Mi pobre amo
lo araña y lo agarra! Duro y cortante como el pedernal3 del que en tinieblas, vale más no tener ojos que tenerlos malvados!”.
ningún eslabón sacó jamás generoso fuego; callado y hermético ¿Pero qué le importaba a Scrooge? Si era exactamente lo que
le gustaba: seguir su ruta por los populosos caminos de la vida,
2 Alusión a la obra de teatro homónima de Shakespeare, que comienza con la aparición advir- tiendo a toda humana simpatía que mantuviera distancia,
del espectro del rey Hamlet –asesinado a traición– que se pasea por las murallas del
castillo. (Ver en Cuarto de herramientas). eso era para Scrooge lo que los golosos considerarían “una
3 El pedernal es un trozo de cuarzo que da chispas al ser golpeado por un trozo de acero delicia”.
llamado eslabón. Una vez, hace mucho tiempo –era el mejor de los días del
año, el día de Nochebuena–, el viejo Scrooge estaba atareado
en su
28 Charles Dickens Una canción de Navidad 29

despacho. El clima era frío, triste, crudo y además nublado; de Scrooge; su cara era colorada y gentil, sus ojos brillaban y de
podía escuchar a la gente que pasaba por las callejuelas nuevo echó humo su aliento:
resoplando, gol- peando sus manos sobre su pecho y pateando –¡La Navidad una tontería, tío! –dijo el sobrino de Scrooge–.
con sus pies sobre las piedras del pavimento para calentarlos. Los ¿Supongo que no estás hablando en serio?
relojes de la ciudad acababan de dar las tres, pero ya estaba –Sí –dijo Scrooge–. ¡Feliz Navidad! ¿Qué derecho tienes tú
bastante oscuro: no había habido sol en todo el día, y las a ser feliz? ¿Qué razón tienes para ser feliz? Eres bastante
candelas brillaban en las ventanas de las oficinas vecinas, como pobre.
manchas rojizas en la palpable atmós- fera gris. La niebla –Veamos entonces –replicó el sobrino jovialmente–: ¿qué
penetraba, derramándose por cada grieta y por el ojo de cada de- recho tienes tú a ser pesimista? ¿Qué razón para ser agrio?
cerradura, y era tan densa afuera que, aunque la calleja era de Eres bastante rico.
lo más angosta, las casas de enfrente eran meros fantasmas. Al Como a Scrooge no se le ocurrió una respuesta mejor,
ver cómo avanzaba la plomiza nube de niebla y se dejaba caer dijo “¡bah!” otra vez, seguido de “¡tonterías!”.
sobre todo, se hubiera podido pensar que la Naturaleza había –¡No seas malhumorado, tío! –dijo el sobrino.
instalado allí cerca una fábrica de nubes. –¿Cómo no serlo –respondió el tío–, cuando vivo en un
Scrooge tenía abierta la puerta del despacho de modo de po- mundo de tontos como éste? ¡Feliz Navidad! ¡Basta de Feliz
der vigilar a su empleado que, un poco más allá, en una estrecha Navidad! ¿Qué es para ti la Navidad, sino un tiempo de pagar
dependencia lúgubre, una especie de depósito, copiaba cartas. cuentas sin plata, un tiempo de encontrarte un año más viejo y
Scrooge tenía en su chimenea un fuego muy pequeño; pero ni una hora más rico, un tiempo de hacer el balance en todos
el fuego del empleado era tanto más pequeño, que parecía de tus libros y que te cierre en contra? Si pudiera ejecutar mi
un solo carbón. No obstante no podía avivarlo, porque Scrooge voluntad –dijo Scrooge indignado–, haría que cada idiota que
te- nía la caja de carbón en su propia habitación, y era seguro anda por ahí con el “Feliz Navidad” en los labios fuera hervido
que no bien el empleado entrara con la pala, el amo en su propia salsa y enterrado con una esta- ca de acebo4 clavada
anunciaría que debían despedirse. Por tal motivo, se había en el corazón. ¡Lo haría!
puesto su bufanda blanca y trataba de calentarse con la vela, –¡Tío! –suplicó el sobrino.
esfuerzo en el que no tenía éxito, dado que era un hombre de –¡Sobrino! –replicó el tío fríamente–, festeja las Fiestas a tu
poca imaginación. manera y déjame festejarlas a la mía.
–¡Feliz Navidad, tío! ¡Dios te bendiga! –gritó una voz –¡Festejarlas! –repitió el sobrino de Scrooge–. Pero tú no las
alegre. Era la voz del sobrino de Scrooge, que había llegado festejas.
a su lado tan repentinamente, que éste fue el primer indicio –Déjame tranquilo, entonces –dijo Scrooge–. ¡Porque a ti te
que tuvo de su presencia. han hecho tanto bien! ¡Siempre te hacen tanto bien!
–¡Bah! –dijo Scrooge–, ¡tonterías!
Había entrado tanto en calor con su rápida caminata entre la
niebla y el frío, que estaba totalmente “encendido” este sobrino 4 El acebo es un árbol con cuyas hojas y ramas se confeccionaban, en Europa, las guir-
naldas de Navidad.
Índice La construcción del clima 137
Estructura de un relato 137
Literatura para una nueva escuela 7 La Navidad 138
La literatura por entregas 138
Puertas de acceso 9
Escribir en el siglo XIX 11 Cuarto de herramientas 139
Un episodio decisivo en la vida de Dickens 11 Charles Dickens 141
La experiencia personal y la literatura 12 La ciudad industrial 146
Un viaje por la novela de la Revolución Industrial 13 La Inglaterra victoriana 148
A propósito de la “Ley de Pobres” 14 Cocinando con Dickens 150
Un escritor “victoriano” 15
La Navidad, una atmósfera propicia 16 Bibliografía 152
Escritores y lectores 17
Las entregas y las consecuencias estéticas 18
La lectura pública 19
La literatura y las imágenes 20

La obra: Una canción de Navidad 21


Prefacio 23
Primera estrofa: El Fantasma de Marley. 25
Segunda estrofa: El primero de los tres Espíritus. 50
Tercera estrofa: El segundo de los tres Espíritus. 72
Cuarta estrofa: El último de los tres Espíritus 100
Quinta estrofa: El final de la historia 118

Manos a la obra 127


Un narrador muy particular 129
Los personajes 130
El Fantasma de Marley 133
Los Espíritus 134
Espacios 134

También podría gustarte