Sanidad Sexual – ¿POR QUÉ LA
GENTE SE MANTIENE EN PECADO
       SEXUAL Y ESCLAVITUD? 
RAZONES PARA NO SER LIBRE
Uno de los momentos más frustrantes en el ministerio es cuando uno abre su corazón y
sabiduría a alguien, para ayudarlo a liberarse de un problema de pecado, y la persona no
cambia. Esos momentos lo llevan a uno a través de todo tipo de pensamientos y emociones
(ej. «¿He fallado?» «¿Es verdad lo que estoy enseñando?» «¿Esta persona es una
excepción?» «¿Se está burlando de mí o es que realmente no quiere ser libre?»). Realmente
vivir con este tipo de duda y confusión puede quitarle a uno la energía para seguir.
Aunque no quisiéramos sacar este tipo de conclusiones, puede ser que no quede otra
alternativa sino reconocer que el enemigo está usando a un hermano o hermana para
quitarnos la fe y la visión que Dios tiene para el llamado en nuestras vidas. Si éste es el
caso, es importante reconocer tan pronto como sea posible los casos en que la gente que
busca libertad y transformación no está dispuesta a hacer lo que se necesita.
Luego de buscar una respuesta del Señor, El me proporcionó dos preguntas que debíamos
hacer a cada persona al inicio de la conversación:
        «¿Está usted dispuesto a hacer lo que sea necesario para sanar, ser liberado,
         transformado, etc.?»
       «¿Qué quisiera exactamente que Dios haga por usted ahora?»
Al hacer estas dos preguntas a cada persona, el enfoque de la conversación cambiaba del
problema al poder, provisión e intención del Señor a proporcionar sanidad y cambio
permanentes. Nuestras expectativas de que Dios nos iba a dar realmente algo concreto para
responder en medio de nuestra oración aumentaron. Y como era de esperarse, cuando
recurrimos a Dios para obtener respuestas con esta nueva fe expectante que habíamos
encontrado, Él nos las dio. De hecho, abrió las puertas a palabras de sabiduría y
conocimiento del Señor de parte de otras personas participantes.
Lo que pasó fue que los que estaban llamando sólo para charlar y buscar lástima por su
situación pero que realmente no querían cambiar, de repente se enfrentaban con que tenían
que tomar una responsabilidad guiada por el poder del Espíritu para cambiar sus vidas, y
muchos se dieron cuenta de que no querían hacerlo. Estaban consiguiendo demasiada
afirmación y atención al mantenerse disfuncionales y no iban a hacer nada que arriesgara
eso.
¿Con qué frecuencia usted ministra a alguien que tiene un problema de pecado y no es
capaz de hacer o decir nada que produzca un cambio permanente en su vida? Déjeme
sugerir que usted está tratando probablemente con una persona que no sabe qué hacer para
ser libre, o alguien que no está dispuesto a hacer lo necesario para ser libre. Esas mismas
dos preguntas de diagnóstico que el Señor me dio pueden ayudarle a usted a llegar al fondo
de las cosas con la persona que aconseja.
Cuando la gente no está dispuesta a hacer lo que sea para ser libre, usualmente no le dice
eso. Habitualmente, usted necesita pedirle a Dios que le dé discernimiento en esta área.
Mucha gente que no quiere hacer lo necesario, ni siquiera está consciente de este hecho.
Ellos realmente creen que están dispuestos y se engañan a sí mismos.
Con regularidad encuentro áreas en mi vida donde yo mismo me engaño al creer que quiero
algo cuando realmente no lo quiero. Por ejemplo, recuerdo rogarle a Dios llorando por más
de una década que me liberara de cierto pecado habitual. ¡Llorando, imagínese! ¡Rogando!
Un día cuando estaba suplicando que me liberara, el poder de Dios cayó sobre mí y supe
que la lucha había terminado finalmente. Dios me había llenado con un poder sobrenatural
que acabaría permanentemente con ese pecado en mi vida. Y sin embargo, tan pronto como
me di cuenta de lo que esto significaba, que nunca más podría recurrir a ese pecado, de
muy dentro de mi corazón salieron las palabras: «¡Oh, no!». Cuando me di cuenta de que
Dios hablaba en serio, finalmente pude admitir ante mí mismo que yo realmente no podía
vivir sin ese pecado. Muy dentro de mí estaba convencido de que tenía que tener ese
pecado como un mecanismo de escape en mi vida. De hecho, me alejé del poder liberador
de Dios y me aferré nuevamente al pecado. Las capas de autoengaño en esta área habían
sido tan cuidadosamente construidas que por años yo había creído que quería libertad de un
pecado que yo todavía amaba y quería.
La mente y el corazón del hombre tienen una capacidad asombrosa para el autoengaño.
Esta es la razón por la que la segunda pregunta del diagnóstico que Dios me dio es tan útil:
«¿Qué es exactamente lo que quisiera que Dios haga por usted ahora?» Esta pregunta le
proporciona tanto a usted como a la persona que está tratando de ayudar una manera
tangible de probar su voluntad interior verdadera. También le permite a usted ver más
claramente cuándo Dios ha respondido a una oración, porque si usted ha sido específico en
su petición y la respuesta llega, entonces es aún más obvio que Dios lo hizo. Entonces El
recibe la alabanza, en lugar del «espíritu de coincidencia».
He trabajado en una considerable cantidad de consejería, uno a uno y en grupo, a través del
ministerio que Dios me ha dado para gente sexualmente quebrantada. Además, he
aprendido que las razones por las que la gente no se libera de los pecados que los acosan
son más numerosas de lo que las dos preguntas de diagnóstico pueden explicar. Un día me
estaba compadeciendo sobre mi fracaso con una persona a la que aconsejaba y le pregunté
al Señor cuáles eran las razones más comunes que explicaban el por qué cierta gente no
conseguía ser libre. El me dio siete razones.
1. No Comprometerse a una Santidad Total.
Muchos de nosotros queremos que Dios nos libere de un área de pecado mientras nos
mantenemos firmes en que no queremos que nos libere de otra. Por ejemplo, puedo
pasarme años suplicándole a Dios que me libere de mi adicción a la pornografía, pero si no
estoy dispuesto a que me libere de la mentira, estoy completamente desorientado. Ahora,
Dios puede elegir liberarme de un pecado aún si continúo con otro, pero esa es Su pre-
rrogativa basada en muchas consideraciones que yo ignoro. Sin embargo, si yo trato de vivir
la vida cristiana «selectivamente», no debería sorprenderme si El no responde a tales
oraciones. El Reino de Dios no es un supermercado.
Yo creo que ésta es una de las mayores razones por las que Dios no nos libera de pecados
particulares que son una preocupación para nosotros. No estamos dispuestos a cooperar con
El para que nos libere de otros pecados que Él ya nos ha hecho ver. Dios quiere que nos
comprometamos completamente a la santidad. Puesto que el Espíritu Santo trae los pecados
a nuestra atención, ningún área de pecado debería quedar sin tocarse. Caminar en el
Espíritu y en el poder del Reino de Dios requiere de un compromiso completo a la santidad.
Aquí no estamos hablando de realizar obras (es decir, perfección sin pecados), sino más
bien, de la intención del corazón y el establecimiento permanente del corazón hacia el Dios
de la santidad y poder absolutos.
Si rehuimos en incredulidad ese prospecto, es porque de alguna manera creemos que tiene
que ser nuestro esfuerzo de justicia el que lo lleve a cabo, y sabemos que somos incapaces
de tal hazaña. Sin embargo, la verdad era, es y seguirá siendo, que Dios ofrece infundirnos
su poder de justicia para «evitar que caigamos» (Judas 1:24) y para hacer que estemos
«ansiosos de hacer lo que es bueno» (Tito 2:24). No sólo tenemos salvación por gracia, sino
santificación también por gracia. Habiéndonos ya dado todo’ lo que necesitamos (2 Pedro
1:3), es el propósito de Dios darnos poder para caminar santos «en esta era presente» (Tito
2:12).
Aquellos a que aconsejamos, al igual que la iglesia en general, necesitan hacer un
compromiso de caminar en santidad en cada área de la vida. Hs nuestro llamado, nuestro
testimonio y la gloria de Dios que lo hace así. Aun cuando tendemos a eludir el compromiso
por algo que conocemos, no podemos hacerlo, una vez que hayamos realizado el
compromiso, descubriremos que Dios es fiel para darnos el poder de mantenerlo. Nuestros
resultados flaquean sólo cuando flaquean nuestra fe y resolución. Pero Dios se mantiene
constante.
2. No Creer y Actuar con el Poder que Dios Tiene para Liberarnos y Mantenernos.
Muchos somos ignorantes e incrédulos en lo que se refiere al conocimiento del poder de
Dios, Su voluntad y la capacidad bajo Su mano guiadora y libertadora. La mayoría
necesitamos que se nos lo recuerde. Existen muy buenos libros en esta área que se han
publicado en años recientes. Una gran parte del proceso de consejería para esa gente es
educarlos en quiénes son en Cristo y en la autoridad que Dios les ha dado para hacer y ser.
Esta es un área de «fe» en la que debemos buscar y recibir revelación del Padre. En un
sentido muy real, necesitamos recibir la «fe de Dios» para nosotros (Marcos 11:22), que es
un regalo de Dios (Ef.2:8). Necesitamos tener el nivel de fe de Dios. Necesitamos buscar a
Dios y luchar con El hasta que nos bendiga con una gran fe (Gn.32:26). Parte de esta
búsqueda de fe se logra practicando la presencia de Dios (mencionada bajo la razón 5) y
otra parte se logra a través de lo que yo llamo «terapia de la verdad». La «terapia de la
verdad» implica meditación regular sobre las verdades de las Escrituras. En este caso son
aquellas que contradicen lo que sentimos y experimentamos en nuestra batalla con el
pecado.
El hecho es que nuestros pensamientos y sentimientos naturales nos mienten
constantemente. Un día yo estaba enseñando un seminario, y una mujer abruptamente se
levantó y se salió del cuarto. Inmediatamente me asaltaron pensamientos y sentimientos de
fracaso. Pensé: «¿Qué hice para ofenderla?» «¡Soy un patán insensible!» «¡No debería
siquiera estar enseñando cuando soy obviamente deficiente en mi sensibilidad interpersonal
básica!» Y mi mente continuaba dando vuelta al asunto mientras empecé a sentirme y a
creer que era un verdadero fracaso. En cuestión de segundos, ahí en medio de mi charla,
empecé a sentirme deprimido y abatido. Minutos más tarde, ella volvió a la sala v se sentó
en su silla. Había ido al baño.
Cuando existe una falla al ser plantado en el terreno de mi identidad en Cristo, Su llamado
para mi vida y el poder que me da ese llamado, me siento abatido por los pensamientos y
sentimientos que periódicamente invaden mi alma.
La gente que tiene problemas en aferrarse a la verdad acerca de quiénes son y lo que tienen
en Cristo son con frecuencia gente que ha estado tan esclavizada a sus sentimientos que
son incapaces de creer en nada más. Muchos no son conscientes de que pueden decir «No»
a los sentimientos y emociones. Piensan que sería hipócrita o artificial hacerlo. Están
profundamente engañados y necesitan poner a Cristo v a Su verdad en el trono de sus vidas
y aprender a negar y destruir la tiranía del dios de la emoción. Esto no quiere sugerir que
nieguen sus sentimientos y emociones, sino que disciernan los que son falsos, y los alejen
de la verdad que viene de Dios y Su palabra.
La «terapia de la verdad» también incluye adorar a Cristo centrándonos en aquellos
atributos que son de Él y que nosotros necesitamos. ¿Necesitamos pureza de mente,
corazón y acción? Entonces necesitamos adorarle por Su pureza. Necesitamos verlo «a
través de los ojos de nuestro corazón» en Su santidad. En Efesios 1:18 Pablo ora para que
«…les sean iluminados los ojos del corazón para que conozcan la esperanza a la que Él los
ha llamado, la riqueza de su gloriosa herencia en los santos, y la incomparable grandeza de
su poder para los que creemos». Es a través de esta misma iluminación que recibimos la fe
para creer v para apropiarnos del poder sobre el pecado.
¿Nos sentimos impotentes contra el pecado? ¿La omnipotencia del poder del mal en nuestro
mundo nos ha engañado para que creamos que el mal es más poderoso que el bien? Si es
así, debemos meditar repetidamente sobre el poder de Dios y adorar al Señor por Su poder.
Al alimentar nuestra mente y espíritu sobre estas verdades, se volverán más reales para
nosotros. Empezaremos a creer que están disponible para nosotros y que Dios puede
incorporarlas en nuestras vidas.
La fe es un conducto indispensable en el flujo y emanación del poder de Dios y el reino de la
vida. Sin fe, como las Escrituras lo dicen, «es imposible complacer a Dios» (Hb.11:6).
Necesitamos fe para creer completamente en el poder de Dios, en su bondad, en Su amor
incondicional hacia nosotros, en la gracia que El extiende hacia nosotros cuando pecamos,
en Su preocupación por nosotros, en la intención de Su voluntad de santificarnos, en la
verdad de Su palabra y en todas las otras promesas y afirmaciones acerca de Él y acerca de
la vida.
3. No Pasar por Una Transformación de la Voluntad a Través de Creer y Aceptar el
Amor Incondicional de Dios.
Una vez que una persona ha sido completamente persuadida de la verdad detrás del poder
de Dios y nuestra autoridad en El, entonces la libertad del pecado se convierte en un asunto
de la voluntad. Mucha gente simplemente no está dispuesta a hacer lo necesario, aun
cuando Dios proporciona toda la sanidad v el poder liberador. Aman el pecado demasiado,
usualmente porque no entienden completamente, muy en lo profundo de su espíritu, que
Dios los ama completamente, sin importar lo que hayan hecho, ni cuantas veces lo hayan
hecho, y que Él puede llenar sus necesidades mejor de lo que el pecado puede hacerlo.
Ellos necesitan saber que a pesar del pecado y fracaso continuos en sus vidas, los brazos
amorosos de Dios están aún extendidos hacia ellos con tanto amor y compasión como si
hubieran estado viviendo en perfecta victoria desde el primer día, ¡como si nunca hubieran
pecado! Necesitan entender verdaderamente que el amor de Dios y la aceptación de quienes
han puesto su fe en Su Hijo Jesús no depende, ni nunca dependerá, de su conducta. Ellos
deben aferrarse a la verdad de Su amor incondicional, porque al creer esta verdad recibirán
el poder y serán motivados a través del amor a no pecar.
Este mensaje del poder de la gracia se muestra más claramente en Tito 2:12 cuando el
apóstol dice, «Es la gracia de Dios que nos enseña a renunciar a la impiedad y a las
pasiones mundanas, y a vivir en este mundo de una manera moderada, justa y piadosa».
¿Cómo hace la gracia de Dios esto?
Un día estaba ocupado, atrapado en un pecado (¡probablemente por la diezmilsima vez!), y
el Espíritu Santo me habló diciendo, «¿Sabes?, si recurrieras a Mí ahora mismo, yo te
amaría, te perdonaría y te abrazaría». Puedo recordar pensar en ese momento, «¡Esto es
ridículo! ¡Estoy aquí, en medio del pecado!» E ignoré la voz de Dios y continué con lo que
hacía. Cuando había terminado mi pecado, el Espíritu Santo nuevamente me habló y dijo,
«¿Sabes?, si recurres hacia Mí ahora, te amaré y te perdonaré y te abrazaré». Parecía estar
escuchando una cosa tan irreal, que dentro de mí yo sabía que sólo podía ser Dios. Estaba
tan intrigado ante la posibilidad de que la voz podía realmente ser de Dios que me volví
hacia El en mi espíritu para ver si El de verdad me aceptaría después de que me había
rehusado a abortar mi pecado en Su primer ruego. Cuando me volví hacia Él, para mi total
sorpresa e incredulidad, El me inundó con una ola de amor. Estaba claro para mí que mi
pecado era completamente irrelevante para El, que todo lo que El realmente quería, y todo
lo que siempre había querido, era que me volviera hacia Él y recibiera Su amor. Era un
momento asombroso, cuando mi corazón se derritió por Su amor incondicional y Su gracia.
Salí del cuarto completamente cambiado. Había capturado mi corazón de tal manera con Su
amor que lo que yo quería ahora era hacer lo que Él quería que hiciera. Ya no sospechaba
que Él era un monstruo controlador, dispuesto a robarme la voluntad. Estaba ahora
convencido de que Él estaba siempre y únicamente preocupado por una cosa: amarme.
Dios cambió mi corazón, simplemente con su amor incondicional. Él había roto el poder del
pecado y me había transformado con su gracia, llevándome de la rebelión a la sumisión.
Ahora yo quería hacer lo que Él quería. Ahora creía completamente en Su corazón cariñoso
hacia mí. Ahora estaba listo para creer lo que fuera que Él decía y a hacer lo que fuera que
el sugiera. Tito 2:14 se había convertido en realidad en mi vida en esos breves momentos
en que Dios me reveló Su corazón de amor incondicional y gracia.
                                                      Extracto del libro “Sanidad Sexual”
                                                                                            Por David K. Foster
¿Cómo nos enseña la gracia de Dios a decir «No» a la impiedad y a vivir una vida piadosa? Al romper nuestro
corazón sobre el incesante amor incondicional que el Salvador nos tiene a pesar de nuestro pecado. Como resultado,
nos enamoramos más y más de Él. Nuestros deseos cambian de querer la impureza del mundo a querer lo que sea
que ese Salvador maravilloso desea. Empezamos a admirarlo, a amarlo, a creer más profundamente en El, y a desear
lo que Él quiere. Nuestros corazones cambian de adentro hacia afuera. En lugar de operar en base a los esfuerzos
propios de la voluntad de actuar, ahora operamos en base a un deseo puramente sentido en el corazón y por fe,
sabiendo desde lo profundo de nuestro ser que lo que Dios quiere es, sin duda, lo que nosotros queremos.
En lo que se refiere a quienes hemos sido cambiados de esta manera, Dios es inmanente y diseña Sus mandamientos
en base a un solo principio, lo que es mejor para nosotros, Sus amados hijos. El meditar en la prueba de Su amor, Su
muerte sacrificada y llena de agonía en la Cruz, siempre ayuda para llegar a creer estas cosas. Satanás tratará de usar
las tragedias de la vida para persuadirnos de que Dios es diferente, pero meditar en la Cruz tiene un poder mayor
para vencer las mentiras de Satanás. La demostración del amor de Jesús a través de la Cruz es inescapable e
incomprensible excepto que lo hizo por amor a la humanidad.
De lo que realmente hemos estado hablando en esta tercera área de consejería a quien está en esclavitud, es de cómo
el amor incondicional de Dios resulta en una transformación de la voluntad. Como hombres y mujeres que hemos
caído, con frecuencia tratamos de corregir nuestra voluntad a través de la lógica y del esfuerzo propio independiente,
que al final siempre fallan. La manera de Dios es cambiar nuestra voluntad a través del poder irresistible del amor
incondicional. El luego recibirá la gloria de nuestra elección final de hacer Su voluntad (Fil.2:13).
Cuando el poder de Dios todopoderoso transforma nuestra voluntad, encontraremos que hemos ganado también dos
productos cruciales de una voluntad santificada: persistencia y obediencia. Le obedecemos porque le amamos (Juan
14:23-24). Nuestra obediencia nace de ser totalmente persuadidos por el amor, no por la obligación o por nuestro
desempeño. Lo buscamos persistentemente por la misma razón: hemos sido atraídos irresistiblemente por la gloria de
Su amor. Sin persistencia, no podemos ir muy lejos cuando caminamos con Dios en santidad (Jer.29:13; Hb.11:6).
La santidad es una promesa de Dios para esta vida al igual que para la próxima, como se dice en Gálatas 5:16.
4. No Vivir la Sanidad Como un Proceso con un Propósito.
Quienes buscan ayuda son con frecuencia espiritualmente inocentes. Piensan que su problema de pecado
desaparecerá una vez que se ha echado fuera un demonio o llamado a Dios para un ungimiento de liberación especial
que finalmente los librará de su tentación y su pecado.
El primer consejo que debe darse a tales creyentes es que su sanidad será un proceso, un proceso con un propósito.
Aún aquellos de nosotros (yo soy uno de ellos) que reciben una liberación inicial poderosa del poder de ciertos
pecados, tenemos todavía un largo proceso de sanidad que enfrentar, un proceso en el cual Dios nos muestra las
causas fundamentales de nuestra conducta, las necesidades de raíz que tratamos de encontrar, y Su más perfecta
provisión para llenar tales necesidades.
La mayoría de nosotros mira la idea de un proceso con impaciencia y pesadumbre. Queremos sanidad y perfección
¡ahora! Pero Dios es más sabio. El ve los beneficios que sólo pueden derivarse del proceso. Por ejemplo, a través del
proceso de sanidad, desarrollamos una relación de amor y dependencia hacia Dios porque necesitamos recurrir a Él
con frecuencia para que nos dé Su poder sobre la tentación. Cuando recurrimos a Él, con frecuencia para pedir su
ayuda, Él se vuelve más real para nosotros. Sus promesas y Su presencia se hacen prácticas, casi tangibles.
Aprendemos a conocerlo mejor. El pasa de ser alguien que teóricamente nos ama y nos da poder, a alguien que
participa en las cosas más profundas de nuestra vida, y esto es de lo que se trata la vida.
Sí, somos santificados, como Él es santo, y ésta es una meta primaria y directiva. Sin embargo, la meta mayor que es
conocerlo íntimamente, es lo que nos lleva hacia la meta de la santidad. Esto se indica claramente en 2 Pedro 1:3. Es
de nuestro «conocimiento» (conocimiento profundo e íntimo) de El que todo lo que necesitamos para vivir y para la
piedad se hace evidente.
Junto a la sanidad de nuestra relación con Dios viene la sanidad de nuestra relación con otros. Una fluye
naturalmente de la otra, porque en nuestros momentos íntimos con Dios, Él nos revela las raíces de nuestras
relaciones rotas con la gente y nos da poder para llegar a resoluciones y a la sanidad. La esclavitud es esencialmente
un problema de relaciones rotas, primero con Dios, y luego con los seres humanos. A tiempo que estas relaciones se
hacen saludables, nosotros nos hacemos saludables.
Otra razón por la que la sanidad debe siempre ser un proceso es que desconocemos la red compleja de pecados
contribuyentes que subyacen a nuestra conducta. Necesitamos aprender cuáles son estos pecados y ser persuadidos
para responder de acuerdo a lo que Dios nos ha mostrado. Por ejemplo, mucha gente que ha sido atrapada en el
pecado de la pornografía no es consciente de que uno de los pilares fundamentales de su pecado superficial es el
serio crimen de la «idolatría». Si no estoy consciente de que estoy metido en idolatría, entonces no voy a confesar y
arrepentirme de ese pecado, ¿no es así? En consecuencia, no importa cuánto le pida a Dios que me «libere» del
pecado de la pornografía, Él no puede hacerlo porque el pecado más profundo que alimenta la conducta todavía se
mantiene.
Por esto, vemos el inmenso beneficio e innegable necesidad detrás de la decisión de Dios de hacer la mayor parte de
nuestra liberación del pecado un proceso de revelación, arrepentimiento y transformación de la voluntad a través del
conocimiento de El como realmente es. Y esto nos lleva a la siguiente razón por la que la gente no se libera de su
pecado.
5. No Desarrollar una Relación Íntima con Dios Padre.
Muchos de nosotros tenemos miedo a la intimidad. Es donde se nos lastimó. Es donde nos fuimos abatidos. Es donde
somos dolorosamente vulnerables.
Me sorprende cómo, cuando enseño sobre este tema, la gente sonríe pacientemente mientras esperan a que pase a
algo más «práctico» para ellos. Para la mayoría de la gente, la mayoría de los cristianos inclusive, la intimidad con el
Padre es sólo una noción romántica. No la ven como una posibilidad real. Ni siquiera tienen una idea de cómo
lograrla o cómo será cuando la logren. Ellos son felices si se les da los «10 Pasos hacia la Santidad» que puedan
desempeñar en el aislamiento de sus propios hogares, sin la desagradable palabra «Yo». Además, la intimidad
significa compromiso, y la pérdida de la independencia. ¡Ya he dicho suficiente!
Es casi como si Satanás hubiera puesto un velo sobre el corazón del hombre de manera que no haga la única cosa
que resultará en su empoderamiento, libertad y satisfacción existencial. Al mismo tiempo, él está tratando de robarle
a Dios lo que El más quiere, intimidad con Sus hijos.
Para responder a la pregunta «¿Qué es la intimidad?», sólo necesitamos apuntar a su aparición en ciertas relaciones
humanas. Es dos corazones que se hacen uno, dos mentes que piensan juntas en armonía, dos cuerpos moviéndose
simultáneamente en servicio mutuo. Es el nivel más profundo de conocimiento, del amor, de sentimiento, que
produce el fruto interior de la alegría v complementariedad.
¿Cómo logramos este estado con un Dios al que nadie ve? Fundamentalmente, tiene que ver con nuestra respuesta de
amor al sacrificio de Jesús en la Cruz y la fe en Dios que esa acción histórica explicita. Esto se nutre con un estilo de
vida de adoración, algo que hace mucha falta en la experiencia cristiana moderna. Adoramos en el día del domingo;
sin embargo si el objeto de nuestra adoración vale la pena, Él es digno de adoración continua v diaria. Y es en esa
intimidad de adoración que Dios se nos revela en formas que no muestra al hombre común. En la intimidad
empezamos a reconocer Su voz, conocer Su corazón, Su mente, y experimentar Su amor, gracia v misericordia, en
los lugares más profundos de nuestros corazones. Es ahí que la «imagen» es restaurada (donde recibimos la
transformación de nosotros mismos a la imagen de nuestro Señor) y emerge brillando con el brillo de Su fe,
integridad, santidad, pureza y amor (2 Co.3:18).
La intimidad entonces se restablece a través de un estilo de vida de adoración y alabanza, cantando canciones de
amor a nuestro Señor y contemplando Su gloria en el Espíritu, practicando Su presencia con la misma persistencia y
regularidad como haríamos con cualquier otra cosa que es necesaria para vivir, también se crea a través de conocerlo
a través de la revelación de las Escrituras, nuevamente, un alimentarnos habitualmente de Él, esta vez, a través de Su
palabra escrita, que El de vez en cuando, hace viva en nuestra mente y nuestro corazón. La intimidad se crea, en ter-
cer lugar, a través de la comunión en oración, simplemente hablando con El, abriendo el corazón ante El, y luego
escuchando Su respuesta. En esta v otras maneras, la intimidad viene cuando estar con Él es una prioridad mayor que
trabajar por El.
Sin una relación creciente de intimidad con Dios, no podemos recibir la revelación, la fe y la seguridad de saber que
somos amados, lo que nos permite y nos da poder para seguir un camino de santidad. Sin intimidad, la santidad
permanente v continua es imposible porque es en la matriz de la intimidad con Dios donde El da lugar a una nueva
vida de santidad en nosotros.
6. No Humillarnos en Absoluta Dependencia de Dios.
La sexta razón por la que alguien podría mantenerse en pecado habitual v esclavitud es que ellos pueden haber
estado viviendo en el orgullo de la autosuficiencia e independencia de Dios. Consecuentemente, no han aprendido
todavía que son completamente dependientes del poder de Dios y su sabiduría para vivir un tipo de existencia
significativa. En tal condición, ellos no pueden recibir ni usar el poder y la gracia de Dios porque no son conscientes
de que los necesitan. Entonces, hay gente que tiene una idea de su necesidad de Dios, pero todavía no han
comprendido el alcance total de esta necesidad.
Y finalmente, existen aquellos que entienden teóricamente su necesidad, pero todavía practican una vida
independiente de Dios. Para ellos, la humildad es debilidad que debe evitarse y los problemas de la vida son retos
que Dios espera que el hombre supere por sí mismo.
El hombre solo, sin una interacción continua de dependencia con Dios, es como un bebé abandonado en medio de
una autopista.
Hasta lo que tenemos de sabiduría nos viene de Dios. Somos como un programa de procesador de palabras en una
computadora. Estamos pre-programados para tener la capacidad de realizar ciertas funciones, pero sin la continua
entrada de una fuerza de afuera, somos virtualmente inútiles. Aún la programación viene de una fuerza externa. De
igual manera, parte de la sabiduría que el hombre (que no conoce a Dios) parece tener, le ha sido dada por Dios, y es
buena y útil. El resto de esto es de su propio diseño y es pura insensatez (la teoría de la evolución de Darwin). Como
parte de una creación finita, dependemos completamente de Dios para que nos revele lo que es verdad y diferente a
lo que es producto de nuestra propia ignorancia. Continuamente debemos acercarnos al trono de gracia, no sólo para
pedir perdón, sino también para pedir conocimiento y sabiduría. Somos más dependientes en esta área de lo que nos
damos cuenta, y no sabemos nada verdaderamente hasta que Dios nos da la seguridad de que es verdad.
La humildad de conocer nuestras limitaciones al igual que las profundidades a las que hemos caído como parte de
una humanidad pecaminosa es una moneda valiosísima en el Reino de Dios. Tome por ejemplo la enseñanza de
Lucas 7:47, cuando Jesús indicó que una persona que ha perdonado mucho amará mucho y el que ha sido perdonado
poco amará poco. Si yo vivo en tal estado de orgullo y arrogancia que no soy consciente de cuánto he pecado (el
estado del fariseo), entonces no voy a amar a Jesús mucho, si lo amo en absoluto. En ese estado mental, no creo que
exista mucho que perdonar, y por lo tanto he sido perdonado muy poco. Sin embargo, mientras más me acerco a Él,
mientras más tiempo me siento a Sus pies y permito que El descubra las profundidades de mi corazón pecaminoso,
mientras crezco más en la humildad de comprender la gracia en la que me muevo, lo amaré más.
Lo mismo ocurre con el poder. Sin Jesús, ¡no podemos hacer nada! (Juan 15:5). No podemos sanarnos
espiritualmente, mentalmente o físicamente. No podemos hacer nada a menos que Dios nos dé el poder y nos guíe.
Esto es verdad especialmente en el área del pecado. Nuestra primera respuesta a la tentación debe ser siempre un
corazón de total dependencia volcado hacia Dios para tener poder y sabiduría. Entonces y sólo entonces podemos
usar efectivamente las armas que Él nos ha dado para vencer al enemigo.
7. No Aprender y Practicar la Guerra Espiritual
Esto nos lleva a la séptima área en la que podríamos aconsejar a alguien que parece estar desesperadamente en
pecado. Necesitamos capacitarlos en la guerra espiritual—las primeras seis lecciones acaban de ser presentadas. Son
un fundamento indispensable para la victoria en la guerra espiritual. Las armas de nuestra guerra son poderosas para
derribar fortalezas, pero sólo cuando se emplean en la realidad continua de los seis primeros pilares de la relación de
encarnación y empoderamiento.
Cuando recurrimos al Dios con el que tenemos una constante relación íntima; con nuestra voluntad completamente
persuadida de que queremos lo que Él quiere porque nuestros corazones han sido cambiados por Su gracia amorosa;
en gran fe porque hemos practicado Su verdad y escogido creer en ella a pesar de toda apariencia de lo contrario; con
un corazón lleno de la humildad de saber que somos totalmente dependientes de El para obtener sabiduría y poder, al
igual que para la vida misma; con un corazón que está totalmente volcado y comprometido con la santidad en cada
área de la vida, entonces cuando vamos a tomar las armas de nuestra batalla, encontraremos que ya las tenemos con
nosotros (refiriéndonos a la verdad, justicia, disposición, fe, salvación, la Palabra de Dios, como se menciona en
Efesios 6:14-17). Y si hemos estado usando nuestra vestidura de batalla todo el tiempo, entonces tendremos mayor
facilidad para usarla cuando sea necesario durante aquellos momentos inevitables de pruebas y tentación.
La guerra espiritual simplemente incluye el uso del poder de Dios, la sabiduría de Dios, el discernimiento de Dios, la
paz de Dios, la fe de Dios y el amor de Dios para proclamar la voluntad de Dios en todo momento. Es en medio del
honor que tenemos al proclamar la gloria de Dios y su victoria va alcanzada (Salmos 149:1, 5), que ocurren esas
cosas que Él ya ha querido. Con la oración y la alabanza de nuestro corazón, liberada en la fe completa y la
confianza que resulta de un conocimiento íntimo de Él, las fuerzas del cielo son liberadas para atraer y vencer al
enemigo.
Entonces, es fácil ver cómo es necesario un proceso de cambio y crecimiento para que todo esto suceda. Y todo
empieza con el primer paso. Yo creo que todos aquellos que viven en el fracaso del pecado habitual son aquellos que
todavía no se han enamorado de Jesús. Ellos no han recibido todavía la profunda revelación de Su amor y la belleza
increíble que transforma el corazón y la mente. En lugar de pasar muchas horas psicoanalizando a estos individuos,
¿por qué no llevarlos nuevamente al trono del Todopoderoso Rey de Reyes, de vuelta a la verdad simple y profunda
de Su gloria y su gracia?
No hablo en teoría, sino como quien ha sido sanado de numerosas y severas adicciones y obsesiones pecaminosas
que duran toda una vida. Esta es la manera en que se da la liberación y sanidad de Dios. Para el hombre, parece
demasiado simple. Pero una vez más, Dios ha escogido mostrar como insensatez la sabiduría del hombre a través de
las verdades simples de su evangelio.
En resumen, entonces, ¿cuáles son las principales causas para no ser liberado de un pecado continuo? Son estas:
   No comprometerse a una santidad total.
   No creer v actuar sobre el poder que Dios tiene para liberarnos y mantenernos.
   No pasar por una transformación de la voluntad a través de creer y aceptar el amor incondicional de Dios.
   No ver la sanidad como un proceso con un propósito.
   No desarrollar una relación íntima con Dios Padre.
   No humillarnos en absoluta dependencia de Dios.
   No aprender y practicar la guerra espiritual.