AVERROES
SELECCIÓN DE TEXTOS
FASL AL-MAQÂL
(*
/5/
Libro del discurso decisivo, donde se establece la conexión
entre la Ley religiosa y la filosofía($
En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso
La bendición y la paz de Dios sobre Muhammad y su familia
(*083!0E %!VAK"C(% K64!0 _
!. A2K23H5>
+#*#+J4258
8K12
($E %! %(!0. (
!-2A7#(a
43447356542-3414
66-4484?2946+HA
:
&4
06
J,HQ C-#&#B4#!) $' !3FA+@?&9
*&
El muy ilustre, incomparable y sapientísimo alfaquí,
el muy grande, eminente y ecuánime cadí Abû l-Walîd Muhammad b.
Ahmad b. Muhammad b. Ahmad b. Rushd, que en gloria esté y Dios
se haya apiadado de él, ha dicho:
Que Dios sea loado con todas sus alabanzas y que su
bendición sea sobre su siervo Muhammad, el puro, el elegido y
enviado suyo. El fin de este discurso es examinar, desde el
punto de vista del estudio propio de la Ley (,, si el estudio de
la filosofía(! y de las ciencias de la lógica está permitido por
la Ley religiosa o prohibido, o mandado como recomendación o
como obligatorio. Decimos entonces:
[Obligación de estudiar la filosofía]
Si la tarea de la filosofía no es más que el estudio y
la consideración de los seres, en tanto que son pruebas de su
Autor, es decir, en tanto que han sido hechos -pues los seres
sólo muestran al autor por el conocimiento de su fábrica y /6/
cuanto más perfecto sea el conocimiento de su fábrica, tanto más
perfecto será el conocimiento del autor-, y si la Ley religiosa
invita y exhorta a la consideración de los seres, está claro
entonces que lo designado por este nombre(# es obligatorio o está
recomendado por la Ley religiosa.
Que la Ley exhorta a considerar los seres y a buscar
su conocimiento por medio del intelecto, es evidente en más de
una aleya del Libro de Dios, loado y ensalzado sea, como cuando
dice: «¡Extraed conocimiento, vosotros los que estáis dotados de
visión!»)&. Éste es un texto sobre la necesidad de usar el
razonamiento intelectual, o el intelectual y el jurídico a la
(,6A7666-KE-:4@37
45-E-4204385
(!A--0A794
(# 66-
vez. O como cuando el Altísimo dice: «¿No han reflexionado sobre
el reino de los cielos y de la tierra y sobre las cosas que Dios
ha creado?»). Éste es un texto que induce a estudiar todos los
seres. El Altísimo ha enseñado que uno de aquellos a los que ha
distinguido y honrado con este ciencia fue Abraham, la salvación
sea sobre él, pues dice el Altísimo: «Así hicimos ver a Abraham
el reino de los cielos y de la tierra» )(, hasta el final de la
aleya. Y dice también: «¿No ven cómo han sido creados los
camellos y cómo fue elevado el cielo?» )). Y también: «Los que
meditan sobre la creación de los cielos y de la tierra» ) . Y así
en otras innumerables aleyas.
Puesto que está establecido que la Ley exige el
estudio y la consideración de los seres por medio del intelecto,
y puesto que esta consideración no es otra cosa que inferir y
deducir lo desconocido a partir de lo conocido -y esto es el
silogismo o lo que se obtiene por medio del silogismo-, entonces
debemos estudiar los seres por medio del silogismo racional. Es
evidente que esta clase de estudio a que la Ley divina nos
exhorta e induce es la más perfecta de las clases del estudio,
[realizada] por medio de la más perfecta de las clases del
silogismo, el que se llama demostración.
Puesto que la Ley induce al conocimiento de Dios
Altísimo y de los restantes seres /7/ por medio de la
demostración; puesto que es preferible e incluso necesario, a
quien quiera conocer a Dios Altísimo y a los restantes seres por
medio de la demostración, conocer previamente las clases de la
demostración y sus condiciones, en qué se diferencia el
silogismo demostrativo del dialéctico, del retórico y del
sofístico; puesto que esto no es posible sin conocer previamente
qué es el silogismo en general, cuántas son sus clases, cuáles
son verdaderos silogismos y cuáles no; puesto que tampoco es
posible esto sin conocer antes las partes de las que se compone
el silogismo -es decir, las premisas- y sus clases; entonces, el
creyente, en virtud de la Ley cuyo mandato de estudiar los seres
)&71*#(
)71,!*
)(71$,*
))71!!,'!
) 71)#
ha de obedecer, tiene necesariamente que conocer, antes de
estudiarlos, aquellas cosas que son respecto del estudio como
los instrumentos respecto de la actividad práctica)*.
Pues, así como el alfaquí infiere del mandato de
profundizar en las disposiciones legales la obligación de
conocer las clases de silogismos jurídicos, cuáles son
verdaderos silogismos y cuáles no, así también el que conoce )$
debe necesariamente inferir del mandato de estudiar los seres la
obligación de conocer el silogismo racional y sus clases. Y aún
él de una manera más propia, porque si de lo que el Altísimo ha
dicho, «¡Extraed conocimiento, vosotros los que estáis dotados
de visión!»),, el alfaquí infiere la obligación de conocer el
silogismo jurídico, con mayor razón el que conoce a Dios ha de
inferir de eso la obligación de conocer el silogismo racional.
Nadie puede decir que esta clase de estudio, [basado]
en el silogismo racional /8/ sea una innovación herética)!,
puesto que no existía al comienzo [del Islam]; ciertamente,
también el estudio [basado] en el silogismo jurídico y sus
clases fue algo que apareció después del comienzo y no se le
considera innovación herética. Debemos, por tanto, creer lo
mismo respecto del silogismo racional. Esto tiene una causa que
no es éste el lugar de mencionar. Antes al contrario, la mayoría
de los versados en esta religión han corroborado el silogismo
racional, con la excepción de un pequeño grupo de hashwiyya)#,
que pueden ser refutados con los propios textos [coránicos].
Puesto que se ha establecido que, según la Ley, es
obligatorio estudiar el silogismo racional y sus clases, tal
como es obligatorio estudiar el silogismo jurídico, está claro
)*
-8544
)$, a!9484-A-6851686
43
),71*#(A34
)! 940
94E-57862.4
(R:
() '()*
)#?5J'?MZ!0 J& 86H43H3
FC-CD#!$(#48
9.095
24 9454"%223
46416 : (7:::(,, 2
5
entonces que, si nadie antes de nosotros hubiera examinado el
silogismo racional y sus clases, estaríamos obligados a comenzar
a examinarlo, y que los que vengan después encontrarán ayuda en
los anteriores, de manera que se perfeccione el conocimiento.
Pues es cosa difícil, o incluso imposible, que un solo hombre,
por sí mismo y desde el inicio, esté informado de todo lo que se
necesita para eso, de la misma manera que es difícil que uno
solo descubra todo lo que es necesario para conocer las clases
del silogismo jurídico; por el contrario, el conocimiento del
silogismo racional requiere más que esto.
Si otros han examinado esto, está claro entonces que
debemos servirnos en nuestro estudio de lo que han dicho acerca
de esto quienes nos han precedido, tanto si estos otros /9/
pertenecen a nuestra religión como si no &. Respecto del
instrumento con el que se realiza correctamente el sacrificio
ritual, para que sea correcto el sacrificio no se tiene en
cuenta si ese instrumento pertenece a quien comparte nuestra
religión o no; puesto que [lo importante es] que se den en él
las condiciones para que sea correcto. Por "los que no comparten
[nuestra religión]" me refiero a los antiguos que han estudiado
estas cosas antes del Islam. Puesto que esto es así y puesto que
todo lo que es necesario estudiar sobre los silogismos
racionales ya lo estudiaron los antiguos de manera perfecta,
entonces debemos poner nuestras manos en sus libros para
estudiar cuanto dijeron sobre eso. Si lo consideramos acertado,
lo aceptaremos; si en ello hay algo que no es acertado, lo
advertiremos.
Cuando hayamos acabado este género de estudio y
dispongamos de los instrumentos mediante los que podamos
considerar los seres y mostrar la fábrica que hay en ellos -pues
quien no conoce la fábrica no conoce lo fabricado y quien no
conoce lo fabricado no conoce al artista-, entonces debemos
emprender el examen de los seres, según el orden y el método que
hayamos adquirido en el arte del conocimiento de los silogismos
demostrativos.
Está claro también que sólo obtendremos completamente
este objetivo estudiando de manera sucesiva los seres, uno tras
otro, y que quien viene después ha de recurrir al anterior, tal
como sucede en las matemáticas. Supongamos que ahora no existen
la geometría ni la astronomía, y que un hombre por sí solo
quiere conocer las dimensiones y figuras de los cuerpos celestes
&A7-32E68659
876A
:? + ?$9::
y las distancias de unos a otros, no le sería posible; no
podría, por ejemplo, conocer la magnitud del sol por relación a
la tierra, ni las dimensiones /10/ de los astros, aunque fuera
el más inteligente de los hombres por naturaleza, a no ser por
una inspiración o por algo semejante a ella. Antes bien, si se
le dijese que "el sol es ciento cincuenta o ciento sesenta veces
mayor que la tierra", tendría por locura tal dicho y a quien lo
dice; sin embargo, esto es afirmado como demostración en la
astronomía, de tal manera que ninguno de los versados en esta
ciencia puede dudar de ella.
Lo que a propósito de esto puede compararse más con
las matemáticas es la ciencia de los fundamentos del derecho. El
estudio del derecho mismo no se perfecciona más que al cabo de
largo tiempo. Si un hombre quisiera hoy ocuparse por sí mismo de
todos los argumentos a los que han llegado los estudiosos de las
diferentes escuelas acerca de cuestiones litigiosas, objeto de
disputas entre ellos en la mayor parte de los países del Islam,
aparte del Magreb (, ciertamente sería digno de chanza, pues esto
es imposible además de que es algo ya hecho. Esto es un asunto
evidente por sí mismo, no sólo en las artes teóricas sino
también en las prácticas: entre ellas no hay ningún arte que un
solo hombre pueda haber creado; ¿cómo podría serlo el arte de
las artes, que es la filosofía? Si esto es así y si vemos que
nuestros predecesores de los pueblos antiguos han estudiado y
considerado los seres según lo que exigen las condiciones /11/
de la demostración, es obligación nuestra estudiar lo que han
dicho sobre eso y lo que han afirmado en sus libros. Lo que de
ello esté de acuerdo con la verdad, lo aceptaremos
complaciéndonos por ello y agradeciéndoselo; lo que de ello no
esté de acuerdo con la verdad, lo advertiremos y nos
mantendremos en guardia, pero los excusaremos ).
Resulta evidente de esto que el estudio de los libros
de los antiguos es obligatorio por la Ley, puesto que la
intención y el objetivo que buscan en sus libros es el mismo al
que nos induce la Ley. Es evidente también que quien prohíbe su
?.94587@78744
478446686464A**3*$6
4
0838, E!!0(
$0!
!!
( ! K6#!*
))('))))** 6429AI
?3.6 D.H
+#$
!! (
(C2482-24Q-2-5
5
)66#9) ! 2('!
estudio a quien está capacitado para hacerlo, aquel que reúne
dos cualidades, la inteligencia innata la primera, y, en segundo
lugar, la rectitud legal y la virtud moral, cierra a los
hombres la puerta desde la que la Ley llama al hombre al
conocimiento de Dios; es la puerta del estudio que lleva a su
conocimiento, al verdadero conocimiento. Esto sería el colmo de
la ignorancia y del alejamiento de Dios Altísimo.
De que alguno yerre o haya cometido alguna
equivocación al estudiarlos, sea por la imperfección de su
naturaleza, por mal orden en su estudio, por dominarle sus
pasiones, por no haber encontrado un maestro que le dirigiera
hacia la comprensión de lo que hay en ellos, o porque concurran
todas estas causas o más de una de ellas, no se sigue
necesariamente que haya que prohibir este estudio a quien es
apto para ello. Esta especie de daño que le resulta de ello es
algo que le adviene accidentalmente, no esencialmente; así, a lo
que es útil por su naturaleza y esencia no debe renunciarse
porque le suceda un daño accidental. Por esta razón [Muhammad],
sobre él sea la paz, dijo a aquel a quien le ordenó dar miel a
su hermano, aquejado de diarrea, y cuando le dio la miel aumentó
la diarrea, quejándosele de ello: «Dios ha dicho verdad; se ha
equivocado el vientre de tu hermano» *.
Decimos, por tanto, que quien prohibe el estudio de
los libros de la filosofía a aquel que es apto para ello, porque
se cree de algunos hombres despreciables que se han extraviado a
causa del estudio de ellos, es semejante a quien prohibe /12/ al
sediento beber agua fresca y potable hasta que muere de sed,
porque hubo quienes se ahogaron con ella y murieron. La muerte
que el agua produce por ahogamiento es algo accidental, pero la
producida por la sed es esencial y necesaria. Así, lo que puede
suceder accidentalmente por esta arte puede también ocurrir
accidentalmente por las restantes artes. ¡A cuántos alfaquíes el
derecho les ha sido causa de falta de continencia y de
adentrarse en las cosas mundanas! Vemos, incluso, que la mayoría
de los alfaquíes son así, mientras que su arte solamente exige
por esencia la virtud práctica. Entonces, no es extraño que en
@K8
!
..2K5
94527+36AI
?C 49FH663
:A+2C-##*!,)#
*? (2F4771$$#2444L
24e2Ef-6442
3
4556KN 88C66
44242823427
44
el arte que requiere la virtud teórica suceda aquello mismo que
ocurre accidentalmente en el arte que requiere la virtud
práctica.
Puesto que ha quedado establecido todo esto y puesto
que nosotros los musulmanes creemos firmemente que esta divina
Ley nuestra es verdadera y que ella incita y llama a esta
felicidad que es el conocimiento de Dios, loado y ensalzado sea,
y de sus creaturas, entonces esto mismo ha quedado establecido
para cada musulmán por vía de aquel asentimiento que exige su
propia disposición y naturaleza. Pues las naturalezas de los
hombres varían según el asentimiento $: hay quienes asienten por
medio de la demostración; quienes /13/ asienten por medio de los
argumentos dialécticos, con el mismo asentimiento del hombre de
demostración por medio de la demostración, pues su naturaleza no
da para más; y quienes asienten por medio de los argumentos
retóricos, tal como el asentimiento del hombre de demostración
por medio de los argumentos demostrativos.
Es decir, puesto que esta Ley divina nuestra llama a
los hombres por estas tres vías, por medio de ella se generaliza
el asentimiento en todos los hombres, con la excepción de
quienes reniegan de ella obstinadamente con su lengua o de
aquellos en quienes no se han establecido las vías que apelan al
conocimiento de Dios Altísimo que están en ella, por culpa de
haberlo olvidado ellos mismos. Por esta razón, se le asignó al
Profeta, sobre él la paz, la misión para "el blanco y para el
negro" ,, es decir, porque su Ley comprende las vías que apelan
al conocimiento de Dios Altísimo. Esto es evidente en la frase
del Altísimo: «Llama al camino de tu Señor con sabiduría y buena
exhortación. Discute con ellos de la manera más conveniente» !.
$ 94 (%566464-94405
5J 4855E48E3
F1243 (%483E6
A+>?@4 (%A23HQ+
2V7
$? ))"# )%'*
,+4E35 (7K7:4
!71$(* 7-A764 49548
47686"2-%B8"2K8%39"8%
II
[La filosofía no contiene nada contrario a la religión]
Puesto que esta Ley es verdadera y apela al estudio
que conduce al conocimiento de la verdad, entonces nosotros los
musulmanes sabemos categóricamente que el estudio demostrativo
no lleva a una contradicción con lo que se dice en la Ley.
Ciertamente, la verdad no puede ser contraria a la verdad, sino
que está de acuerdo con ella y es testimonio de ella.
Si esto es así y si el estudio demostrativo conduce a
un conocimiento cualquiera sobre un ser cualquiera, entonces una
de dos: o sobre este ser no se dice nada en la Ley, o
proporciona conocimiento sobre él. Si no se dice nada sobre él,
entonces no hay ningún tipo de contradicción; es la misma
situación que la de las prescripciones legales sobre las que la
Ley nada dice y el alfaquí las deduce por medio del silogismo
jurídico. Si la Ley habla de él, entonces una de dos: o el
sentido literal de la expresión está de acuerdo con aquello a lo
que llega la demostración sobre él, o hay contradicción. Si está
de acuerdo, nada hay que decir; /14/ si hay contradicción, hay
que recurrir aquí a su interpretación #. "Interpretación" quiere
decir hacer pasar el significado de la palabra del sentido real
al sentido figurado, sin infringir en ello la costumbre de la
lengua de los árabes en el uso de la metáfora, denominando a una
cosa por su semejante, su causa, su consecuencia, lo que le es
comparable o por cualquier otra cosa que se enumera en la lista
de las clases del discurso figurado. Si el alfaquí actúa así
para muchas de las prescripciones legales, ¡cuánto más no ha de
hacer el que practica la ciencia de la demostración! De hecho,
el alfaquí sólo dispone de un silogismo basado en la opinión,
mientras que el que conoce ('ârif) dispone de un silogismo
cierto.
Afirmamos categóricamente que siempre que la
demostración llegue a una contradicción con el sentido literal
de la Ley, este sentido literal es susceptible de interpretación
según el canon de interpretación de la lengua árabe. Esta tesis
no puede ser puesta en duda por ningún musulmán ni infundir
sospechas a ningún creyente. ¡Cuánto más cierto es esto en quien
se ha consagrado a esta idea, la ha puesto en práctica y se ha
# 94
(58494K8384
41644
propuesto como objetivo la conciliación de lo conocido
intelectualmente (al-ma'qûl) y de lo conocido por tradición (al-
manqûl). Antes bien, decimos que si algún enunciado de la Ley
está en contradicción en su sentido literal con algunos
resultados de la demostración, sin embargo, si se considera
atentamente la Ley y se examina en sus restantes partes, se
encontrarán entre las expresiones de la Ley las que confirmen
con su sentido literal aquella interpretación o que se acerquen
a confirmarla.
Por esta razón los musulmanes están de acuerdo en que
no se deben tomar todas las palabras de la Ley en su sentido
literal ni en sacarlas a todas ellas de su sentido literal por
medio de la interpretación. Sin embargo, difieren respecto de
las que deben ser interpretadas y de las que no deben ser
interpretadas. Los ash'aríes, por ejemplo, interpretan el
versículo del "dirigirse"*& y el hadît del "descenso"*, mientras
que los hanbalíes lo toman en su sentido literal.
/15/ La causa de que en la Ley se encuentre un sentido
literal y un sentido oculto*( radica en la diferencia de las
disposiciones naturales de los hombres y en la variedad de sus
cualidades innatas para el asentimiento. La causa de que se
encuentren en ella sentidos literales que se contradicen entre
sí es para llamar la atención de quienes están versados en la
ciencia a fin de interpretarlos para que los pongan de acuerdo.
A esta idea hace alusión Dios Altísimo cuando dice: «Él es Quien
te ha revelado la Escritura. Algunas de sus aleyas son
unívocas...» hasta donde dice: «los arraigados en la ciencia»*).
Si alguien dice: "Ciertamente hay en la Ley cosas
sobre las que los musulmanes están de acuerdo en aceptar en sus
sentidos literales, otras en su interpretación y otras sobre las
*&71((#5
* 9
*( 2-814-!30!463
K939
*)71),LgS7 A53-733 F0B
-7+08K75-7-35
8C8+54
?]N+A737-K8K12A7
54LC835N 1
5-58K5913A76488
4242485K54878
que discrepan, entonces ¿puede la demostración conducir a
interpretar aquello sobre lo que están de acuerdo en aceptar en
sentido literal o puede conducir a aceptar en sentido literal
aquello sobre lo que están de acuerdo en interpretar?". Nosotros
respondemos: Si el consenso unánime (iymâ') se ha establecido de
manera cierta, entonces no es correcto; pero si el consenso
unánime sobre ello sólo es conjetural, entonces es correcto. Por
eso, Abû Hâmid (Algazel), Abû l-Ma'âlî* y otros relevantes
maestros del estudio han dicho que no se puede acusar de
infidelidad a quien ha violado el consenso unánime a propósito
de la interpretación en asuntos semejantes a éstos.
Que el consenso unánime no se puede establecer de
manera cierta en los asuntos teóricos tal como se puede
establecer en los asuntos prácticos, te lo mostrará el hecho de
que no se puede establecer el consenso unánime sobre una
determinada cuestión en una época determinada sin que esa época
haya sido delimitada previamente; sin que la totalidad de los
sabios que existieron en esa época sean conocidos por nosotros,
es decir, que sean conocidos individualmente y el número total
de ellos; sin que se nos transmita respecto de esa cuestión la
doctrina de cada uno de ellos en una transmisión ininterrumpida;
y que, además de todo esto, resulte cierto para nosotros que los
sabios que existieron en aquella época estuvieran de acuerdo [en
reconocer] que no hay en la Ley un sentido literal y un sentido
oculto, que el conocimiento de toda cuestión no debe /16/ ser
ocultado a nadie, y que los hombres deben seguir una sola vía
para conocer la Ley.
Por lo que se refiere a muchos de los primeros hombres
eminentes del Islam, se ha transmitido de ellos que habían
afirmado que la Ley tiene un sentido literal y un sentido oculto
y que el sentido oculto no debe ser conocido por quien no
pertenece a los hombres de ciencia y no es capaz de
comprenderlo. Por ejemplo, al-Bujârî** refiere acerca de 'Alî b.
Abî Tâlib*$, Dios se apiade de él, que dijo: «Hablad a los
hombres de aquello que conocen. ¿Queréis acaso que Dios y su
Enviado sean acusados de mentirosos?». Ejemplos semejantes a
esto se cuentan de varios de los primeros musulmanes (salaf).
Por tanto, ¿cómo es posible imaginar que se nos haya transmitido
* 85'WV3Z"&(!'&!*%6AAA:3 C-#,(7:
) !')!
**924!,&
*$C433F466C6
un consenso unánime sobre una de las cuestiones teóricas, siendo
así que sabemos categóricamente que en ninguna época han faltado
sabios que han afirmado que en la Ley hay cosas que no deben ser
conocidas en su verdadera realidad por todos los hombres?
De modo contrario a esto sucede en las cuestiones
prácticas: todos los hombres afirman que se deben difundir a
todos por igual. Nos es suficiente para alcanzar el consenso
unánime en ellas que la cuestión se haya divulgado y que no se
nos transmita sobre ella discrepancia alguna. Por consiguiente,
esto es suficiente para alcanzar el consenso unánime en las
cuestiones prácticas, a diferencia de lo que ocurre en las
teóricas.
Si tú dices: Puesto que no se debe acusar de
infidelidad (takfîr) a nadie por haber violado el consenso
unánime al hacer una interpretación, dado que no puede
imaginarse en ello consenso unánime, ¿qué decir de los filósofos
que pertenecen al Islam, como Abû Nasr (al-Fârâbî) e Ibn Sînâ
(Avicena)? Ciertamente Abû Hâmid (Algazel) ha concluido
categóricamente la infidelidad de ambos en su libro conocido por
al-Tahâfut en tres cuestiones: en la afirmación de la eternidad
del universo, en que Dios Altísimo no conoce los particulares y
en la interpretación acerca de la resurrección de los cuerpos y
de los modos de /17/ la vida futura. Nosotros decimos: De su
discurso acerca de esto resulta claro que la acusación de
infidelidad contra ellos no es categórica, puesto que en su
Kitâb al-tafriqa*, declara explícitamente que la infidelidad por
violar el consenso unánime en eso es sólo una suposición.
De lo que hemos dicho es evidente que no se puede
establecer consenso unánime en cuestiones semejantes a éstas,
porque se ha transmitido de muchos de los primeros musulmanes,
además de otros, que hay interpretaciones que no se deben
exponer sino a quienes son expertos en la interpretación, esto
es, a los versados en la ciencia, porque lo preferible para
nosotros es detenernos en las palabras del Altísimo: "los
versados en la ciencia"*!. Pues si los hombres de ciencia no
conocieran la interpretación, no tendrían la superioridad de un
asentimiento que les obliga a una fe (îmân) en Él que no se da
en los que no son gentes de ciencia. Dios los ha descrito como
*,E. %J&00 8.; %Q?@WA #$6A
AA:&
>-T( 00% #$$$'$,
*!
92834
"los que creen en Él"*#. Y esto sólo se refiere a la fe (îmân)
que procede de la demostración y ésta sólo se da con la ciencia
de la demostración. Los creyentes que no son hombres de ciencia
son gentes de fe pero no por la demostración. Si esta fe con la
que Dios describe a los sabios es propia de ellos, debe serlo
por la demostración; y si es por la demostración, no se da sino
con la ciencia de la interpretación, porque Dios Altísimo ha
dado a conocer que para esas cuestiones hay una interpretación
que es la verdad, /18/ y resulta que la demostración no versa
sino sobre la verdad. Siendo esto así, no es posible establecer
en las interpretaciones con que Dios ha dado en propiedad a los
sabios un consenso unánime difundido. Esto es evidente por sí
mismo para quien sea ecuánime.
Además de todo esto, vemos que Abû Hâmid (Algazel) se
ha equivocado sobre los filósofos peripatéticos al atribuirles
la afirmación de que Dios, santificado y exaltado sea, no conoce
los particulares en absoluto. Opinan, por el contrario, que el
Altísimo los conoce con una ciencia de un género distinto a
nuestra ciencia. Es decir, nuestra ciencia de ellos es un efecto
causado por el objeto conocido, se produce con la producción del
objeto y cambia cuando cambia el objeto. La ciencia que Dios,
loado sea, tiene del ser (al-wuyûd) es lo opuesto a esto, pues
ella es causa del objeto conocido, que es el ser existente (al-
mawyûd). Entonces, quien compara las dos ciencias, una con la
otra, convierte en idénticas cosas cuyas esencias y propiedades
son contrarias; esto es el colmo de la ignorancia. Si el término
"ciencia" se dijera tanto de la ciencia producida como de la
eterna, entonces se predicaría por pura homonimia, como se
predican muchos términos de cosas opuestas; por ejemplo, al-
yalal, que se dice de lo grande y de lo pequeño, y al-sarîm, que
se predica de la luz y de la oscuridad. Por esta razón, no puede
haber una definición que comprenda las dos ciencias a la vez,
como suponen los teólogos de nuestra época. A esta cuestión
hemos dedicado un tratado, movidos por uno de nuestros amigos$&.
¿Cómo se puede suponer que los peripatéticos afirmen
que Dios, loado sea, no conoce con su ciencia eterna los
particulares, siendo así que ellos sostienen que la visión
verídica incluye los vaticinios de hechos particulares que han
*#71),
$& JC(",4 %7273846
4B3878FA+@?&9 ,)*,')$* 45016
14A2<WT<2W<6
de suceder en el futuro$ y que esa ciencia vaticinadora
sobreviene al hombre durante el sueño por /19/ la ciencia eterna
que gobierna y domina todo? No sólo afirman que Dios no conoce
los particulares tal como los conocemos nosotros, sino tampoco
los universales. Pues los universales conocidos por nosotros son
también efectos causados por la naturaleza del ser existente
(al-mawyûd), mientras que el asunto en aquella ciencia es a la
inversa. Por eso, la conclusión a la que conduce la demostración
es que aquella ciencia está muy lejos de poder ser calificada de
universal o particular. Por consiguiente, carece de sentido
discutir sobre esa cuestión, es decir, sobre acusar de
infidelidad o no a los filósofos.
En cuanto a la cuestión de la eternidad del mundo o de
su producción, me parece que la discrepancia entre los teólogos
ash'aríes y los filósofos antiguos casi se reduce a la
divergencia de nombres, especialmente entre algunos de los
antiguos filósofos. Están de acuerdo en que hay tres clases de
seres: dos clases extremas y una intermedia entre las extremas;
también coinciden en la denominación de las dos clases extremas,
pero discrepan sobre la intermedia.
Una clase extrema es la del ser que existe a partir de
algo distinto y por algo, es decir, por una causa eficiente y a
partir de una materia; el tiempo es anterior a él, es decir, a
su existencia. Es el caso de los cuerpos cuya generación es
percibida por los sentidos, como, por ejemplo, la generación del
agua, del aire, de la tierra, de los animales, de las plantas y
de otros semejantes. Sobre esta clase de seres todos están de
acuerdo, los antiguos filósofos y los ash'aríes, en llamarlos
"producidos" (muhdata). El extremo opuesto a esta clase es la
del ser que no es a partir de algo ni por algo, ni lo precede el
tiempo. También están de acuerdo todos los partidarios de ambos
grupos en llamarlo "eterno" (qadîm). Este ser es percibido por
demostración y es Dios, bendito y ensalzado sea, aquel que es el
Agente del universo, el que le ha dado existencia y lo conserva,
ensalzado y loado sea su poder. La clase del ser que hay entre
estas dos clases extremas es /20/ el ser que no es a partir de
algo ni le precede el tiempo, pero es un ser por algo, es decir,
por un agente. Es el universo en su totalidad.
Todos ellos están de acuerdo en que el universo tiene
$A7678]378696A727 0
,%D@K424
425425"F%#,($$'#(B
e7fA4+?7
425425"F%# ## '(*
estas tres características$(. Los teólogos admiten que el tiempo
no le precede o, al menos, esto es una consecuencia necesaria
para ellos, puesto que, según ellos, el tiempo está unido a los
movimientos y a los cuerpos$). También coinciden con los antiguos
filósofos en que el tiempo futuro es infinito e igualmente el
ser futuro. Discrepan sólo respecto al tiempo pasado y al ser
pasado: los teólogos afirman que es finito, y ésta es también la
doctrina de Platón y sus seguidores, pero Aristóteles y su
escuela piensan que es infinito como en el caso del futuro.
Respecto a esta otra [clase] de ser el asunto está
claro: tiene semejanza tanto con el ser engendrado y real como
con el ser eterno. Aquellos para quienes predomina la semejanza
con el [ser] eterno sobre la semejanza con el producido lo
llaman "eterno"; aquellos para quienes predomina la semejanza
con el producido lo llaman "producido"; pero, en realidad, no es
ni producido realmente ni eterno realmente, pues lo producido
realmente es necesariamente corruptible y lo eterno realmente no
tiene causa. Algunos de ellos lo llaman "producido-eterno", como
Platón y sus seguidores, pues para ellos el tiempo es finito en
el pasado.
Las doctrinas sobre el mundo no están tan alejadas las
unas de las otras de manera que unas puedan ser acusadas de
infidelidad y otras no. Porque las opiniones cuya condición
fuera ésta deberían estar en el límite de la oposición, es
decir, ser contrarias entre sí, como sobre esta cuestión suponen
los teólogos, a saber, que los términos "eternidad" y
"producción" respecto del mundo en su totalidad son contrarios.
Pero de lo que hemos dicho resulta evidente que no es así.
/21/ Además de todo esto, estas opiniones sobre el
mundo no se ajustan al sentido literal de la Ley, pues si se
escudriña el sentido literal de la Ley, a partir de las aleyas
que ofrecen información sobre cómo vino a la existencia el
mundo, parece que su forma es producida realmente y que la
existencia misma y el tiempo perduran respecto de los dos
extremos, es decir, ininterrumpidamente. A saber, las palabras
del Altísimo: «Él es quien ha creado los cielos y la tierra en
seis días, teniendo Su trono en el agua»$ implican en su sentido
$(A25435
$)W'GZ2-]43474E44267
6
AF@'
@
08 (*$'$&
$ 71,
literal que antes de esta existencia existía otro ser, el trono
y el agua, y un tiempo antes de ese tiempo, es decir, aquel que
está unido a la forma de esta existencia, tiempo que es el
número del movimiento de la esfera celeste. Sus palabras: «El
día en que la tierra sea sustituida por otra tierra y los cielos
por otros cielos»$* implican igualmente en su sentido literal que
habrá una segunda existencia después de ésta. Sus palabras «Se
dirigió luego hacia el cielo, que era humo»$$ implican en su
sentido literal que los cielos fueron creados a partir de algo.
Los teólogos, cuando hablan sobre el mundo, no siguen
tampoco el sentido literal de la Ley, sino que interpretan. En
la Ley no se dice que Dios coexista con la pura nada ('adam); en
ningún texto se encuentra esto. Entonces, ¿cómo se puede
concebir que sobre la interpretación que los teólogos hacen de
estas aleyas se pueda llegar a un consenso unánime, mientras que
el sentido literal de la Ley, del que hemos hablado a propósito
de la existencia del mundo, es afirmado por una escuela de
filósofos?
Parece que los que discrepan sobre la interpretación
de estas abstrusas cuestiones o bien han estado en lo correcto y
serán recompensados por Dios, o bien se han equivocado y serán
disculpados. De hecho, el asentimiento dado a algo en razón de
una prueba establecida en el alma es algo forzoso y no libre,
esto es, no tenemos potestad de asentir o de no asentir, como sí
podemos ponernos en pie o no. Y puesto que la libertad es
condición de la responsabilidad, entonces el que asiente al
error por una semejanza /22/ que se le ofrece, es disculpado si
pertenece a los hombres de ciencia. Por eso dijo el Profeta,
sobre él sea la paz: «Si el juez se esfuerza, atina y tendrá
doble recompensa; pero si se equivoca, tendrá una sola
recompensa»$,. ¿Qué juez hay más grande que el que juzga sobre si
el ser es así o no es así? Estos jueces son los sabios a quienes
Dios ha dado como propiedad la interpretación; este error,
perdonable según la Ley, es aquel error en el que incurren los
sabios cuando estudian las cosas difíciles cuyo estudio les ha
asignado la Ley.
En cuanto al error en que incurren quienes no
$*71 !
$$71
$,
4960
pertenecen a esta clase de gente es un puro pecado, tanto si se
trata de un error sobre asuntos teóricos como prácticos. Así
como el juez ignorante de la Sunna, cuando se equivoca al
juzgar, no es excusable, así también el juez que juzga de los
seres existentes, sin que se den en él las condiciones exigidas
para juzgar, tampoco es excusable; al contrario, es pecador o
infiel. Y si a quien juzga de lo lícito y de lo ilícito (al-
halâl wa-l-harâm) se le impone como condición que reúna los
medios para [realizar] el esfuerzo personal -el conocimiento de
los fundamentos del derecho y el poder inferir deducciones a
partir de esos fundamentos por medio del razonamiento por
analogía$! (qiyâs)-, entonces con cuánta más razón se habrá de
imponer esa condición a aquel que juzga de los seres existentes;
es decir, debe conocer los primeros principios intelectuales y
la manera de inferir deducciones de ellos.
En resumen, el error [del que se habla] en la Ley es
de dos clases: un error del que es excusado quien es uno de los
estudiosos de esas cosas en las que se comete el error, como es
excusado el médico cuando se equivoca al aplicar el arte de la
medicina y el juez experto cuando se equivoca al juzgar, error
en el cual no es excusable quien no es uno de esos estudiosos; o
un error del que no es excusado nadie, sino que si versa sobre
los principios de la Ley es infidelidad (kufr) y si versa sobre
lo que sigue a los principios es innovación (bid'a).
/23/ Este [segundo] error es aquel que se comete sobre
cosas a cuyo conocimiento conducen todas las clases de tipos de
argumentos, de manera que el conocimiento de esa cosa y según
ese modo sea posible para todos. Así, por ejemplo, el
reconocimiento de Dios, bendito y ensalzado sea, de las
profecías y de la felicidad e infelicidad en la otra vida. A
estos tres principios fundamentales conducen las tres clases de
argumentos, por las cuales ningún hombre puede verse libre de
dar su asentimiento a aquello que se les ha impuesto conocer; es
decir, los argumentos retóricos, dialécticos y demostrativos.
Quien niega cosas semejantes a éstas, si es alguno de los
fundamentos de la Ley, es un infiel que se resiste tenazmente en
negar con la lengua pero no con su corazón, o que por
negligencia ha omitido conocer su argumentación. Porque si es
hombre de demostración, se le ha dado un camino para asentir
mediante la demostración; si es hombre de dialéctica, mediante
la dialéctica; si es hombre de exhortación, mediante la
exhortación$#. Por eso dijo el Profeta, sobre él sea la paz: «Se
me ha ordenado combatir a los hombres hasta que digan: "No hay
$!?54E-3477
más que un solo Dios" y crean en mí»,&. Quiere decir por
cualquier de los tres caminos hacia la fe que les convengan.
En cuanto a las cosas que sólo se conocen por la
demostración debido a su oscuridad, Dios se ha mostrado
bondadoso hacia sus siervos que no tienen acceso a la
demostración, sea por su disposición innata, por su costumbre o
por su falta de medios de instrucción, al haberles acuñado
símbolos y semejanzas de ellas /24/ y al haberlos llamado a
asentir a estos símbolos, puesto que a estos símbolos se puede
asentir por medio de las argumentaciones que son comunes a
todos, es decir, las dialécticas y las retóricas. Éste es el
motivo por el que la Ley se divide en sentido literal y sentido
oculto. El sentido literal consiste en estos símbolos acuñados
para esas ideas, mientras que el sentido oculto consiste en esas
ideas que sólo se revelan a los hombres de demostración. Éstas
son las cuatro o cinco clases de seres que menciona Abû Hâmid
[Algazel] en su Kitâb al-tafriqa.
Si, como hemos dicho, sucede que podemos conocer una
cosa en sí misma mediante las tres vías, no hay necesidad de que
se acuñe para ella símbolo alguno, pues ella es según el sentido
literal y no da lugar a interpretación. Y si esta clase de
sentido literal se da en los fundamentos [de la Ley], quien lo
interprete será infiel, como, por ejemplo, quien cree que no hay
felicidad ni desgracia en la otra vida y que al hablar de ello
sólo se pretende salvaguardar a unos hombres de otros en cuanto
a sus cuerpos y a sus sentidos; [y quien cree] que ello es una
argucia y que el hombre no tiene más fin que su existencia
sensible.
Establecido esto, de lo dicho te resultará claro que
hay un sentido literal en la Ley, cuya interpretación no es
lícita; si su interpretación versa sobre los principios, hay
infidelidad, y si versa sobre lo que hay después de los
principios, hay innovación herética.
Hay además un sentido literal que deben interpretar
los hombres de demostración; /25/ si lo toman en un sentido
literal, hay infidelidad; si quienes no son hombres de
demostración los interpretan y los sacan fuera de su sentido
literal, habrá infidelidad o innovación herética respecto a ese
$#A77777874
42
,&3 (4E6856
sentido. De esta clase es la aleya del "dirigirse" y el hadît
del "descenso". Por esto dijo el Profeta, sobre él sea la paz,
acerca de la esclava negra cuando ella le contestó que Dios
estaba en el cielo: «¡Ponedla en libertad, porque es creyente!»,
puesto que no pertenecía a los hombres de demostración. La razón
de esto es que a la clase de los hombres en quienes el
asentimiento no se da sino por medio de la imaginación -es
decir, no asienten a una cosa a no ser en tanto que la pueden
imaginar- les es difícil dar asentimiento a un ser que no se le
relaciona con algo imaginable. Entra también dentro de esto
aquellos que no comprenden de esta relación sino el lugar ,; son
aquellos que están un poco por encima del grado de la clase
primera respecto a la especulación, <negando>,( la creencia en la
corporeidad [de Dios]. Por ello, la respuesta a éstos sobre
casos semejantes es que se trata de [versículos] ambiguos y que
la pausa está en las palabras del Altísimo: «No conoce su
interpretación sino Dios»,). Los hombres de demostración, a pesar
de que están de acuerdo en que esta clase [de textos] son de los
interpretables, discrepan en su interpretación y esto según el
grado de cada uno respecto al conocimiento de la demostración.
Hay una tercera clase [de textos], en la Ley que
oscila entre estas dos clases, sobre la que cabe la duda:
algunos de los que se dedican al estudio, los sitúan junto con
los del sentido literal cuya interpretación no es lícita; otros
los sitúan /26/ junto con los del sentido oculto que no puede
ser tomado por los sabios en sentido literal y esto por la
dificultad y ambigüedad de esta clase. Quien se equivoca en esto
es excusable, es decir, cuando se trata de sabios.
Si alguien pregunta: «Puesto que está claro que la Ley
abarca en esto tres grados, ¿a cuál de estos tres grados
pertenecen, según vosotros, aquellos que versan sobre las
descripciones y estados de la vida futura?», nosotros
respondemos: Está claro que esta cuestión es un asunto que
pertenece a aquella clase sobre la que hay discrepancia. Vemos,
en efecto, que hay un grupo de hombres que se relacionan a sí
, 828445
,( 94]
6
,)71),A7-3J2
9A72--L@835N
, K32BK3242B3K
mismos con la demostración y dicen que es obligatorio tomar
[estos textos] en su sentido literal, puesto que no hay
demostración que lleve a mostrar imposible su sentido literal;
ésta es la vía de los ash'aríes. Otros, de los que también se
dan a la demostración, los interpretan, pero éstos discrepan
mucho al interpretarlos; a esta clase pertenece Abû Hâmid
[Algazel] y muchos sufíes; algunos de ellos establecen dos
interpretaciones [distintas], como ha hecho Abû Hâmid en alguno
de sus libros.
Parece que aquellos sabios que se equivocan en esta
cuestión son excusables y que los que aciertan merecen
admiración y recompensa. Y esto, porque reconocen la existencia
[de la vida futura] y dan de ella una interpretación de una
cierta clase, esto es, sobre la descripción de la vida futura,
pero no sobre su existencia, porque la interpretación no excluye
su existencia. Pues en esto, sólo el negar la existencia es
infidelidad, porque versa sobre uno de los fundamentos de la Ley
y es uno de aquellos principios a los que se asiente mediante
las tres vías comunes "al blanco y al negro".
En cuanto a quien no pertenece a los hombres de
ciencia, le es obligatorio tomar estos textos en su sentido
literal; /27/ hacer interpretación de ellos por su parte sería
infidelidad, porque conduce a la infidelidad. Por eso vemos que
para quien pertenece a los hombres cuyo deber religioso es creer
en el sentido literal, la interpretación es infidelidad, porque
conduce a la infidelidad. Quien perteneciendo a la gente de la
interpretación la hace pública [a otros], los mueve a la
infidelidad y el que induce a la infidelidad es infiel.
Es obligatorio, por este motivo, que se propongan las
interpretaciones sólo en los libros de las demostraciones,
porque si ellas están en los libros de las demostraciones
llegarán a ellas solamente quienes pertenezcan a la gente de la
demostración. Pero si se proponen en libros distintos y se usan
para esto las vías poética y retórica o la dialéctica, como Abû
Hâmid [Algazel], es un error contra la Ley y contra la
filosofía, aunque ese hombre sólo pretendiera hacer bien. Con
ello, él deseaba aumentar el número de los hombres de ciencia,
pero lo que hacía era aumentar el número de corruptos sin
aumentar el número de los hombres de ciencia. Desde entonces,
algunos se han dedicado a criticar la filosofía, otros a
criticar la Ley y otros a criticar ambas. Parece que esto fue
uno de sus objetivos en sus libros; la prueba de que con ello
quería despertar las disposiciones innatas es que no seguía
ninguna doctrina determinada en sus libros, /28/ sino que con
los ash'aríes era ash'arí, con los sufíes era sufí y con los
filósofos era filósofo, de manera que era tal como se dice [en
este verso]: «Un día yemení si me encuentro a alguien del
Yemen / y si me encuentro a un ma'addî seré adnâní»,*.
Es una obligación para los guías musulmanes prohibir
aquellos libros suyos en que se contiene la ciencia, salvo para
quien pertenece a los hombres de ciencia, de la misma manera que
les deben prohibir los libros de la demostración a quien no es
de la demostración, aunque el daño que producen a los hombres
estos libros de la demostración es más leve, porque la mayoría
de las veces tales libros sólo proporcionan información a gentes
de índole superior y esta clase [de hombres] sólo caen en el
error por falta de virtud práctica y por leer sin orden y sin
maestro. Pero prohibirlos totalmente es contrario a lo que
invita la Ley, porque es una injusticia para la clase más
excelente de hombres y para la clase más excelente de seres.
Pues lo justo para la clase más excelente de seres es que ésos
sean conocidos a fondo por quien es apto para conocerlos a
fondo: la clase más excelente de hombres. /29/ Cuanto mayor sea
el rango de un ser, tanto mayor será la injusticia por parte de
quien lo ignore. Por eso dice el Altísimo: «La asociación es una
impiedad enorme»,$.
Esto es lo que creíamos que debía establecerse a
propósito de este género de estudio, es decir, sobre el discurso
entre la Ley y la filosofía y sobre las reglas de la
interpretación en la Ley. Si esto y estas cuestiones que hemos
mencionado no tuvieran tanta difusión entre los hombres, no
habríamos considerado lícito escribir sobre ello ni una sola
letra ni habríamos tenido que disculparnos ante los que se
dedican a la interpretación, porque lo propio de estas
cuestiones es que sean tratadas en los libros de la
demostración. ¡Dios es quien guía y quien ayuda para el acierto!
[Sobre la Ley]
,*IT:4M2
M'F2 ! 7:::,&
,$71))
Debes saber que el fin de la Ley es únicamente enseñar
la ciencia verdadera y la práctica verdadera. La ciencia
verdadera es el conocimiento de Dios Altísimo y de los restantes
seres tal como ellos son, especialmente los más nobles,,, y el
conocimiento de la felicidad y de la desgracia en la otra vida,!.
La práctica verdadera consiste en realizar actos que promuevan
la felicidad y evitar aquellos que procuren la desgracia; al
conocimiento de estos actos se le llama "ciencia práctica". Ésta
se divide en dos clases. Una de ellas es la de los actos
externos corpóreos; esta ciencia se llama "Derecho" (fiqh). La
segunda es la de los actos del alma, como la gratitud, la
paciencia y otras costumbres morales a las que invita /30/ la
Ley o que ella prohibe; la ciencia de estos actos se llama
"ascetismo" y "ciencia de la vida futura". A ésta se dirigió Abû
Hâmid [Algazel] en su libro. Puesto que los hombres se habían
alejado de esta clase y habían estudiado el otro tipo y puesto
que este género es más importante para el temor de Dios, que es
la causa de la felicidad, llamó a su libro Vivificación de las
ciencias de la religión. Pero nos hemos salido de nuestro
camino. Retornemos.
Decimos: Puesto que el fin de la Ley es enseñar la
ciencia verdadera y la práctica verdadera, y esta enseñanza [se
adquiere a través de] dos clases [de actos], la aprehensión y el
asentimiento,#, como han puesto de manifiesto los lógicos; puesto
que las vías para el asentimiento de las que disponen los
hombres son tres: demostrativas, dialécticas y retóricas, y las
vías para la aprehensión son dos: [concebir] la cosa misma o su
imagen simbólica; puesto que no todos los hombres son por
naturaleza aptos para las demostraciones -ni para los argumentos
dialécticos además de los demostrativos-, junto con lo difícil
que resulta el aprendizaje de los argumentos demostrativos y el
largo tiempo que necesita quien se dedica a aprenderlos; y
puesto que la Ley tiene como único fin enseñar a todos, es
necesario entonces que la Ley contenga todas las clases de
métodos del asentimiento y de la aprehensión.
Puesto que entre los métodos del asentimiento unos son
comunes a la mayoría de los hombres, pues el asentimiento se
realiza por medio de ellos, como el retórico y el dialéctico,
,,H(
+35(2
,!41648'>MM2ZK72A+'>A
A:08 9
48HF?:' 2##(4
,# 3 (%W44
siendo el retórico más común que el dialéctico, y otros son
propios de unos pocos hombres, como el demostrativo, y puesto
que el fin /31/ primero de la Ley es ocuparse de la mayoría, sin
olvidarse de llamar la atención de los expertos, la mayor parte
de los métodos proclamados en la Ley son los métodos que
comparten la mayoría para obtener la aprehensión y el
asentimiento.
Estos métodos en la Ley son de cuatro clases.
El primero, siendo común, es especial en las dos
[operaciones] a la vez, es decir, es cierto en la aprehensión y
en el asentimiento, a pesar de ser retórico o dialéctico. Éstos
son los silogismos cuyas premisas, además de ser comúnmente
admitidas o probables, son ciertas accidentalmente y cuyas
conclusiones son accidentalmente tomadas en sí mismas sin sus
imágenes simbólicas. Esta clase de argumentaciones propias de la
Ley no admiten interpretación y quien las niega o interpreta es
infiel.
El segundo es aquel en el que las premisas, además de
ser comúnmente admitidas o probables, son ciertas, pero las
conclusiones son imágenes simbólicas de las cosas cuya deducción
se pretende. Éstas admiten sin duda la interpretación, es decir,
en sus conclusiones.
El tercero es a la inversa de éste: es aquel en el que
las conclusiones son las cosas mismas cuya deducción se
pretende, mientras que las premisas son comúnmente admitidas o
probables sin que ni siquiera accidentalmente sean ciertas. Esta
clase no admite interpretación en sus conclusiones, pero sí la
admiten sus premisas.
El cuarto es aquel cuyas premisas son comúnmente
admitidas o probables sin que puedan ser accidentalmente
ciertas, y cuyas conclusiones son imágenes simbólicas de aquello
cuya deducción se pretende. Los expertos tienen el deber
religioso de interpretarlas, mientras que el pueblo tiene el
deber religioso de aceptarlas en su sentido literal.
/32/ En suma, todo aquello que se obtiene por esta
interpretación sólo puede ser alcanzado por la demostración. Los
expertos tienen el deber religioso de hacer esa interpretación,
mientras que el pueblo tiene el deber religioso de aceptarlo en
su sentido literal en ambas operaciones a la vez, esto es, en la
aprehensión y en el asentimiento, puesto que la naturaleza de
ellos no da para más.
Puede ocurrir que los estudiosos de la Ley!& obtengan
interpretaciones por razón de la superioridad de unos métodos
comunes sobre otros al producir el asentimiento, es decir,
cuando el argumento de la interpretación es más persuasivo que
el del sentido literal. Semejantes interpretaciones son
populares y es posible que sean un deber religioso para aquellos
cuyas facultades teóricas han llegado hasta la facultad
dialéctica. En este género entran algunas interpretaciones de
los ash'aríes y de la mu'tazila, aunque la mu'tazila sea mucho
más sólida en argumentar. En cuanto al pueblo, que no es capaz
más que de las argumentaciones retóricas, su deber es aceptarlas
en su sentido literal y no es lícito que conozcan tal
interpretación en modo alguno.
Por tanto, los hombres respecto de la Ley son de tres
clases. Quienes no pertenecen en absoluto a los dedicados a la
interpretación; son los que siguen las argumentaciones retóricas
y constituyen la mayoría del pueblo; no existe ningún hombre
sano de mente que carezca de esta clase de asentimiento.
Quienes se dedican a la interpretación dialéctica;
éstos son dialécticos por naturaleza sólo, o por naturaleza y
costumbre a la vez.
Y quienes se consagran a la interpretación cierta;
éstos son los hombres de la demostración por naturaleza y por
arte, es decir, el arte de la filosofía. Esta interpretación no
debe ser expuesta a los hombres de la dialéctica y menos aún al
pueblo!.
Cuando alguna de estas interpretaciones es expuesta a
quien no es capaz, especialmente /33/ las interpretaciones
demostrativas por estar más alejadas de los conocimientos
comunes, se lleva a la infidelidad a quien la expone y a quien
la recibe. La causa de ello es que la interpretación implica dos
cosas: rechazar el sentido literal y afirmar el [sentido]
interpretado. Rechazar el sentido literal para quien sólo se
atiene al sentido literal sin afirmar para él lo interpretado,
esto le llevará a la infidelidad, si se trata de los fundamentos
!&A-685
!
4-76842+354J
5428B855549B368642
K54175447
de la Ley. Por tanto, las interpretaciones no deben exponerse al
pueblo ni afirmarse en los libros retóricos o dialécticos, es
decir, en aquellos libros en los que los argumentos tratados
pertenezcan a estas dos clases, tal como ha hecho Abû Hâmid
[Algazel].
Por eso no hay que exponerlos. Pero, respecto del
sentido literal del que se duda si es claro para todos en sí
mismo y cuya interpretación es imposible de conocer por todos
ellos, se dice que es ambiguo y sólo lo conoce Dios y que la
pausa debe hacerse allí donde el Altísimo dice: «Su
interpretación no la conoce nadie sino Dios» . De un modo
!(
semejante se debe responder a las cuestiones sobre cosas
abstrusas a cuya comprensión no llega el pueblo, como cuando el
Altísimo dice: «Te preguntan por el espíritu. Dí: El espíritu
procede de la orden de mi Señor. Pero no habéis recibido sino un
poco de ciencia»!).
/34/ En cuanto a aquel que expone estas
interpretaciones a quienes no son expertos, es un infiel por el
hecho de que mueve a los hombres a la infidelidad. Esto es
contrario a la invitación del Legislador! , especialmente cuando
son interpretaciones corrompidas respecto a los fundamentos de
la Ley, tal como sucede entre algunos de nuestros
contemporáneos. Pues, ciertamente, hemos visto que algunos de
ellos se creen filósofos y con su maravillosa filosofía creen
haber percibido cosas contrarias a la Ley en todos los aspectos,
es decir, [en textos] no susceptibles de interpretación; creen,
además, que es necesario exponer estas cosas al vulgo. Pero al
exponer al vulgo estas creencias viciadas se han convertido en
causa de perdición para el vulgo y para sí mismos en este mundo
y en el otro.
El objetivo de ellos respecto al del Legislador es
semejante a quien va a un experto médico, que se propone
conservar la salud de todos los hombres y curar sus
enfermedades, imponiéndoles prescripciones susceptibles de un
asentimiento común sobre la necesidad de emplear cosas que
!(71),@7678K
!)71,!*
! A96-A7+5" !
%51425
3F4 (,-$94 !
+575K8
27..68454]2448C62-53
7
conserven su salud y curen sus enfermedades y de evitar sus
contrarias. Ciertamente no le es posible [a ese médico]
convertir a todos ellos en médicos, puesto que el que conoce las
cosas que conservan la salud y curan la enfermedad por el método
demostrativo es el médico. Aquel individuo [que iba al médico]
se dirige a los hombres y les dice: "Estos métodos que os ha
impuesto este médico no son verdaderos", y se pone a eliminarlos
hasta que se muestran nulos para ellos; o les dice: "esos
métodos admiten interpretaciones", pero ellos no las comprenden
y en la práctica no les dan asentimiento. ¿Acaso crees que los
hombres cuya situación es ésta realizarán alguna de las cosas
útiles para conservar la salud y curar la enfermedad? ¿O crees
que aquel que les ha expuesto /35/ la nulidad de aquello en lo
que creían podrá utilizarlas con ellos, es decir, para conservar
la salud? No; será incapaz de usarlas con ellos, éstos no las
emplearán y los rodeará la perdición.
Y así ocurrirá también si les expone interpretaciones
verdaderas sobre estas cosas, porque ellos no comprenderán esa
interpretación; menos aún si les expone interpretaciones
viciadas, porque el asunto les llevará a no creer que haya una
salud que deba ser conservada ni una enfermedad que deba ser
eliminada; menos aún creerán que haya cosas que conservan la
salud y curan la enfermedad. Tal es el caso de quien expone la
interpretación al vulgo y a quienes no están dedicados a ella
con respecto a la Ley; por eso, él es quien la corrompe y quien
aleja de ella. Y quien aleja de la Ley es un infiel.
Esta comparación es cierta y no es [un recurso]
poético, como alguien podría decir, porque hay correspondencia
exacta. La relación del médico a la salud de los cuerpos es la
misma que la relación del Legislador a la salud de las almas !*:
el médico es el que trata de conservar la salud de los cuerpos
si la hay y de restablecerla si ha desaparecido; el Legislador
es el que intenta esto mismo respecto a la salud de las almas.
Esta salud es lo que se llama "temor de Dios". El Magnífico
Libro, en más de un versículo, ha expuesto cómo buscarla por
medio de los actos prescritos por la Ley, pues dice el Altísimo:
«Se os ha prescrito el ayuno al igual que se prescribió a los
que os precedieron. /36/ Quizá así temáis a Dios» !$. También
dice: «Dios no presta atención a su carne ni a su sangre, sino a
vuestro temor de Él»!,. También: «La azalá prohíbe la
!*I940E+-
'>MM2Z08 9#,
!$71(!)
deshonestidad y lo reprobable»!! y así otros versículos
contenidos en el Magnífico Libro. El Legislador, por tanto, con
el conocimiento y la práctica de la Ley sólo busca esta salud.
Esta salud es aquella de la que resulta la felicidad de la vida
futura y de cuyo contrario proviene la desgracia de la vida
futura.
De esto te resultará evidente que no se deben
consignar las interpretaciones verdaderas en los libros
destinados al vulgo; menos aún las viciadas. La interpretación
verdadera es el depósito que fue encargado al hombre y que él
asumió; todos los demás seres lo rechazaron, es decir, los
mencionados en las palabras del Altísimo: «Propusimos el
depósito a los cielos, a la tierra y a las montañas», hasta el
final de la aleya!#.
Por las interpretaciones, especialmente las viciadas,
y por la creencia de que es necesario exponer tales
interpretaciones de la Ley a todos surgieron las sectas en el
Islam, hasta el punto de tacharse de infidelidad o de innovación
herética las unas a las otras. Los mu'tazilíes han interpretado
muchas aleyas y muchas tradiciones orales#& y han explicado su
interpretación al vulgo. Lo mismo han hecho los ash'aríes,
aunque han hecho interpretación en menor medida. Por causa de
esto, han llevado a los hombres la aversión, el odio mutuo y las
guerras; han desgarrado la Ley y han dividido a los hombres
profundamente.
Además de todo esto, los métodos que han seguido # para
establecer sus interpretaciones no son aptos para el vulgo ni
para los expertos. Respecto al vulgo, porque son más abstrusos
que los métodos comunes a la mayoría; respecto a los expertos,
porque /37/ si se examinan resulta que carecen de las
!,71((),
!!71(# *
!#71)),( 7-5-L55974 42420
5 4434-435NA54738
842464824
#& 12! ( (2C636E%
14
#?685:4
condiciones de la demostración; advertirá esto, tras un mínimo
examen, quien conozca las condiciones de la demostración. Es
más, muchos de los fundamentos sobre los que los ash'aríes han
edificado sus conocimientos son sofísticos, pues ellos niegan
muchas cosas necesarias, como la permanencia de los accidentes,
el influjo de unas cosas sobre otras, la existencia de las
causas necesarias respecto de las cosas causadas, y [la
existencia] de las formas substanciales y los seres
intermedios .
#(
Sus estudiosos han actuado injustamente contra los
musulmanes en el sentido de que una secta de los ash'aríes
acusan de infiel a quien no conoce la existencia del Creador,
alabado sea, por las vías que ellos han establecido en sus
libros para conocerlo, pero en realidad son ellos los infieles y
los extraviados. A partir de aquí ellos difieren, pues un grupo
afirma que el primero de los deberes es el estudio racional
(nazar), mientras que otros sostienen que es la fe, es decir,
[difieren] por el hecho de que no conocen cuáles son las vías
comunes a todos, a través de cuyas puertas la Ley llama a todos
los hombres, y piensan que esa vía es única. Han confundido la
intención del Legislador y se extravían y extravían a los demás.
Si se dice: "Puesto que estas vías que siguen los
ash'aríes y otros estudiosos no son las comunes con las que el
Legislador pretende enseñar al vulgo y sin las cuales no es
posible instruirlo, entonces ¿cuáles son las vías que hay en
esta Ley nuestra?", contestaremos: "Son solamente las vías que
se han establecido en el Magnífico Libro. Si se examina
atentamente el Magnífico Libro, se encontrarán en él tres vías
existentes para todos /38/ los hombres, a saber, las [dos] vías
comunes para enseñar a la mayoría#) y la vía propia [para los
expertos]. Si se considera con atención el asunto sobre ello, se
ve claro que no se encuentran vías comunes para enseñar al vulgo
mejores que las vías mencionadas en el Libro.
Quien las altera con una interpretación que no es
evidente de suyo -o que no es más evidente que aquellas [vías]
para todos, lo que no se da en realidad- rechaza su sabiduría y
rechaza su acción, cuyo objetivo es adquirir la felicidad
humana. Esto es muy claro respecto de los primeros tiempos# y
#( 456'>MM2Z!0 .!08 9$
#)93839
# ?649:40444
respecto de quienes vinieron después. En los primeros tiempos
sólo se llegó a la virtud perfecta y al temor a Dios empleando
estos argumentos sin interpretarlos y quienes entre ellos se
ocupaban de interpretar, no pensaban exponer la interpretación.
Respecto a quienes vinieron después, cuando emplearon la
interpretación, disminuyó su temor a Dios, aumentaron sus
divergencias, desapareció su amor y se dividieron en sectas.
Por tanto, quien quiera que esta innovación#*
desaparezca de la Ley, debe apoyarse en el Magnífico Libro,
recoger de él las pruebas que allí se encuentran respecto a cada
una de las cosas sobre las que se nos han encargado creer, y
esforzarse en estudiarlo en su sentido literal en cuanto sea
posible, sin interpretar nada, excepto cuando la interpretación
sea evidente de suyo, es decir, con una evidencia común a todos.
De hecho, si se consideran cuidadosamente los enunciados
establecidos en la Ley para enseñar a los hombres, parece que se
llega, con su ayuda, a un extremo en que nadie podrá sacar de su
sentido literal aquello que no hay que tomar en sentido literal,
salvo los consagrados a la demostración. Esta propiedad no se
encuentra en otros argumentos.
Por tanto, los argumentos que hay en la Ley, expuestos
en el Magnífico Libro para todos, tienen /39/ tres propiedades
que muestran la inimitabilidad#$. Primera: que no se encuentran
[argumentos] más perfectos, en cuanto a persuasión y
asentimiento para todos, que ellos. Segunda: que por su
naturaleza han recibido ayuda para llegar a un término en el que
sólo cabe, si es que son interpretables, la interpretación de
los consagrados a la demostración. Tercera: que contienen medios
para llamar la atención de los hombres de la verdad sobre la
interpretación verdadera. Todo esto no se encuentra en las
doctrinas de los ash'aríes ni en las de los mu'tazilíes; es
decir, que su interpretación no recibe ayuda, ni contienen
medios para llamar la atención sobre la verdad, ni son
verdaderas. Por eso se han multiplicado las innovaciones
heréticas.
Habríamos querido dedicarnos a esta empresa y poder
hacerla. Si Dios nos da longevidad, fijaremos por escrito esto
en la medida en que nos sea posible. Quizá esto sea punto de
partida para quien venga después. Ciertamente, por aquellas
pasiones viciadas y falsas creencias que se han introducido en
#*?6437478
#$?
.!-142144544
esta Ley, mi alma está en el colmo de la tristeza y del dolor,
especialmente por lo que le ha sucedido [a la Ley] por causa de
quienes dicen tener que ver con la filosofía; el daño que
procede de un amigo es más intenso que el que procede de un
enemigo. Quiero decir que la filosofía es compañera y hermana de
leche de la Ley y que el daño que procede de quien tiene que ver
con ella es el daño más grave, junto con el odio, la enemistad y
las disputas que surgen entre ellas, siendo así que ellas dos
son compañeras por naturaleza y amigas por substancia y por
disposición innata#,. Le han hecho daño también muchos amigos
ignorantes /40/ de entre aquellos que tienen que ver con ella;
son las sectas que existen en su seno. Dios dirige a todos,
ayuda a todos a amarlo, aúna sus corazones para que le muestren
temor y elimina de ellos el odio y el rencor con su favor y
misericordia.
Dios ya ha suprimido muchos de esos males, de esas
ignorancias, de esos caminos extraviados por este poder
vencedor; con él ha abierto las vías hacia muchos bienes,
especialmente para la clase de quienes siguen el camino del
estudio racional y aspiran a conocer la verdad. A saber, invita
al vulgo, respecto al conocimiento de Dios bendito, a una vía
intermedia, que se eleva sobre el bajo nivel de los
tradicionalistas y se pone por debajo de la capacidad de
controversia de los teólogos, y advierte a los expertos de la
necesidad de un completo estudio racional acerca del fundamento
de la Ley.
Dios es el que ayuda y el que guía con su favor.
* * * *
#,>6-35845544I749
40I