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ADA 4. La Guerra de Castas en Yucatán

El documento describe la Guerra de Castas en Yucatán, un conflicto armado entre los mayas y los criollos que duró desde 1847 hasta 1901. Las causas profundas incluyeron el despojo de tierras de los mayas, impuestos excesivos y trabajo forzado. Las causas inmediatas fueron las afrentas contra líderes mayas a finales de la década de 1840. Aunque los mayas estaban en desventaja numérica, lograron resistir durante décadas debido a su conocimiento del territorio y tácticas de guerr
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ADA 4. La Guerra de Castas en Yucatán

El documento describe la Guerra de Castas en Yucatán, un conflicto armado entre los mayas y los criollos que duró desde 1847 hasta 1901. Las causas profundas incluyeron el despojo de tierras de los mayas, impuestos excesivos y trabajo forzado. Las causas inmediatas fueron las afrentas contra líderes mayas a finales de la década de 1840. Aunque los mayas estaban en desventaja numérica, lograron resistir durante décadas debido a su conocimiento del territorio y tácticas de guerr
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Paola Sofía Rivera Medina

ADA 4: La Guerra de Castas en Yucatán

1. Antecedentes de la Guerra de Castas: rebelión de Canek y las causas

La llamada Guerra de Castas en Yucatán, es uno de los acontecimientos más dramáticos y

sangrientos que registra la historia en América Latina. Para muchos ha quedado en el olvido,

probablemente porque es un trauma cuya única cura o alivio se logra echando tierra y tiempo sobre

hechos que quedaron marcados por la extrema crueldad de los contendientes. Fue un conflicto

armado, pero en lo fundamental, se trató de un enfrentamiento de cosmovisiones opuestas que fueron

conectándose e integrándose en el largo plazo pero con graves dificultades. Al respecto el historiador

Moisés González Navarro dice en su obra, Raza y Tierra:

"en la península el mestizaje no adquiere la fuerza suficiente para amortiguar la lucha de los

herederos de conquistados y conquistadores".

Hay que inscribir la Guerra de Castas de Yucatán en la larga historia de los katunes mayas,

porque la insurrección indígena, iniciada en 1847, no es más que la prolongación de muchas

rebeliones que los mayas de las tierras bajas protagonizaron por tres siglos, a partir de la conquista y

colonización de Yucatán en el primer tercio del siglo XVI. Antes de la llegada de los españoles a las

costas de la Península, ésta se dividía en diecinueve pequeños reinos o cacicazgos. La civilización

maya vivió su último período de auge y estabilidad política, de casi dos siglos, de 1263 a 1461. En

esos doscientos años se había implantado una poderosa alianza de tres reinos o ciudades-estado,

encabezadas por Mayapán, Chichén Itzá Uxmal.

En 1461, cinco décadas antes de los primeros arribos de españoles al territorio o a las islas de

Yucatán, se dio la guerra entre esas tres ciudades mayas de las tierras bajas, cuyos líderes se

disputaron la hegemonía peninsular. La guerra proceso terminó evolutivo por destruir el orden y

acabó con el que con éxito se había venido dando. A este retroceso en el orden de la civilización

contribuye ron también las epidemias y otras secuelas del conflicto bélico. Además, se produjeron en
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la segunda mitad del siglo XV terribles sequías y huracanes, que ampliaron la destrucción intensa que

habían iniciado los pobladores originales. En consecuencia, cuando los conquistadores ibéricos

penetraron al interior de la Península, encontraron a la población dividida en casi dos decenas de

cacicazgos, varios de los cuales ofrecieron una resistencia violenta y pertinaz a los europeos.

Esa renuencia indígena a la conquista no concluyó con el establecimiento de la provincia

colonial de Yucatán, más bien se enquistó en ella. La colonización se hizo claramente en el centro y

el norte peninsular, quedando relativamente marginados de ella los grupos mayas de buena parte del

oriente y sur de la Península. Desde esos territorios provino la mayor parte de los ataques y rebeliones

que siguieron dándose por tres siglos.

Nachi Cocom. "Cacique de la provincia de Sotuta, descendiente de los señores de Mayapán

[...] El conquistador [Francisco de Montejo, hijo del Adelantado] decidió combatir a Nachi Cocom

en sus dominios de Sotuta, por lo cual acordó con su primo, también llamado Francisco de Montejo,

dirigir el ataque. Nachi Cocom opuso resistencia, pero tuvo que rendirse ante el asedio de las armas

españolas. Finalmente, el cacique de Sotuta aceptó el dominio de los extranjeros, aunque se le

permitió mantener sus derechos de cacique para sí y para sus descendientes. Se convirtió al

cristianismo y recibió el nombre de Juan Cocom. Murió en agosto de 1562". (Enciclopedia Yucatán

en el Tiempo)

El historiador Pedro Bracamonte y Sosa apunta que, durante los tres siglos del período colonial,

la población indígena se desenvolvió con dos modelos: el primero "consiste en un continuo

movimiento de fuga hacia los territorios libres del sur y oriente peninsular, ya fuera de manera

individual o colectiva y a conjuras e intentos de levantamiento desde esos espacios de libertad. En

contraste, en el segundo modelo, relacionado con condiciones que bosquejaban la integración, se

trasladan los movimientos insurreccionales al espacio bajo el control colonial".


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Este desenvolvimiento diferenciado entre los miembros de la misma población, corresponde a

la lógica organizativa colonial en la separan las llamadas repúblicas de españoles de que se las

repúblicas de indios. En estas últimas se permitía a pueblos indígenas espacios de autonomía, en los

que preservaban lo que les quedaba de tradiciones, costumbres y creencias prehispánicas. Esa división

duró hasta el siglo XV(?), en cuya segunda mitad arreciaron las rebeliones indígenas, en parte porque

los ranchos y las haciendas de blancos y mestizos atrajeron cada vez más trabajadores indígenas de

los pueblos libres, mismos que tenían una actitud de reserva ante su posible integración a las

comunidades dominadas por los criollos descendientes de los conquistadores.

Las Castas En La Nueva España. En la Nueva España se llamaba castas a los mestizajes que

se daban entre los indios con otras etnias. Esta clasificación contó con muchas categorías, la más

conocida es la de los mestizos que eran los hijos de español e india; sin embargo, había muchas otras

mezclas: al hijo de española y mestizo se le llamaba castizo; al de español y negra, mulato; al de

español y mulata, morisco; al de español y morisca, chino o albino; al de español y albina, salta atrás;

al de indio y salta atrás, lobo; al de lobo y china, jibaro; al de lobo e india, zambaigo; al de zambaigo

y loba, calpamulato; al de chino e indio, cambujo; al de cambujo y mulato, albarazado; al de

calpamulato y cambuja, tente en el aire; al de albarazado y mulata, barcino; al de tente en el aire y

mulata, no te entiendo; al de barcino y mulata, coyote; al de no te entiendo e india, torna atrás. En la

Capitanía General de Yucatán, a diferencia del resto de la Nueva España, sólo se utilizaban los

términos de indio, mestizos, castizos y mulatos para designar a los individuos en razón de su origen

étnico. (Francisco José Paoli Bolio).


Paola Sofía Rivera Medina

Distribución poblacional en la Capitanía de Yucatán (1810)

ETNIA POBLACIÓN PORCENTAJE

Españoles y criollos 78, 375 15%

Indios 384, 185 73%

Castas 65, 541 12%

TOTAL 528, 101 100%

¿Cuáles fueron las causas de esta intensa y prolongada rebelión indígena? Este movimiento

armado que se convirtió en conflagración tiene varias causas que pueden sintetizarse en remotas y

próximas.

Las primeras son el despojo de tierras, aguas y el establecimiento de la condición servil para la

mayor parte de los indígenas, que los obligaba a prestar servicios y a realizar duros trabajos, sin

remuneración o con una muy escasa; adicionalmente los altos impuestos para el gobierno colonial y

las obvenciones parroquiales, diezmos y otras cargas que la Iglesia les imponía a los indígenas y,

finalmente, el servicio militar obligatorio al que fueron sometidos los indígenas, explica su

motivación para sostener una guerra tan prolongada y una destrucción tan amplia de la población y

de las poblaciones de la Península.

Las causas inmediatas se ubican al final de la primera mitad del siglo XIX, como las afrentas

contra líderes mayas (tatiches) que ya habían aprendido a manejar armas de fuego y tenían un poco

de estrategia militar adquirida en conflictos bélicos como la guerra de Texas (1836), a la que se

enviaron muchos mayas yucatecos a pelear; y el levantamiento de Santiago Imán, en Tizimín (1839),

para librar batallas contra el santanismo centralista que pretendía subyugar a Yucatán y privarlo de

sus decisiones civiles autónomas.


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Mayas En La Guerra De Texas. "El ejército mexicano se forma por medio de la leva; es

decir, que se toman en la calle, por la fuerza, aquellos transeúntes que por humilde condición no

oponen resistencia a la violencia que se les hace; conducidos a los cuarteles, se les obliga, bajo la vara

del cabo, a em prender el manejo del arma, lo muy indispensable al servicio, y algunas evoluciones;

como es natural, con semejante sistema no ingresa en las filas sino la gen te más ignorante y abyecta

del pueblo, es decir, la que menos interés tiene en defender la patria: ni la raquitis, ni el tener familia

numerosa, ni el ser vicioso, son excepciones para librarse del servicio: entre la multitud de infelices

que son arrancados de sus hogares, la raza indígena da por lo regular el mayor contingente. Los

sueldos son cortos y mal pagados. Tropas ha habido que por muchos años no recibieron su paga

completa, y muchas veces hubieran perecido a no haber apelado al trabajo corporal para ganar su

preciso sustento. Suele darse vestuario lujoso a las tropas de guarnición en las grandes ciudades, para

estrenarle en las grandes festividades civiles y religiosas; pero las que se hallan lejos carecen a veces

de lo más preciso". (México a través de los siglos)

1.2. Antonio López de Santa Anna

Antes de ser presidente de la República por once períodos, Santa Anna fue gobernador de

Yucatán poco menos de un año, del 20 de julio de 1824 al 25 de abril de 1825. Se trata de un momento

histórico en el que Yucatán se había adherido a la República Mexicana como un estado federal.

Santa Anna, después de apoyar el sistema federal, se volvió conservador y se pronunció a favor

del centralismo, con lo cual quedó enfrentado a los yucatecos, quienes libraron batallas políticas y

aún armadas contra las tropas santanistas que quisieron someter a la entidad al régimen central,

cancelando la condición autonómica de que disfrutaba. Durante estas confrontaciones armadas, el

gobierno de Yucatán convocó a muchos indígenas a participar, ofreciéndoles la descarga de impuestos

y obligaciones. En el proceso aprendieron el manejo de las armas de fuego. El aprendizaje bélico que

obtuvieron los mayas les fue útil en el levantamiento que se inició en 1847.
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1.3 López De Santa Anna y Yucatán

En muy poca estima tuvo el general Antonio López de Santa Anna a los yucatecos y, a tal punto

llegó la fobia de este personaje hacia la Península, que se ha escrito que su efímero paso por la

comandancia general de esta entidad consistió en un castigo o en una estrategia para alejarlo del

centro político de la República Mexicana.

Por su parte, el militar de origen veracruzano reflejó las tensas relaciones que entabló con los

peninsulares pues en sus memorias escribió: "Por marzo de 1824 la provincia de Yucatán por

cuestiones locales estaba en revolución: la ciudad de Mérida hacia la guerra a la de Campeche. El

gobierno provisional se sirvió encargarme su pacificación, y al efecto me nombró Comandante

General".

A su llegada a la Península López de Santa Anna dijo que. para ganárselo, tanto "campechanos

como meridanos me abrumaron con sus cumplimientos" y que al darse el fusilamiento de Agustín de

Iturbide en Padilla, un grupo de "aduladores del poder llenaron el salón de la casa del gobierno, y con

la sonrisa en los labios felicitábanme por la muerte del tirano. Sorprendido con aquel cínico

espectáculo, me apresuré a contestarles: Señores, si la Patria reporta alguna ventaja de la trágica

muerte del caudillo de Iguala, felicítenla enhorabuena, más a mí de ninguna manera. Ciertamente que

no estuve de acorde con su coronación imprudente y que con la espada en la mano reclamé los

derechos del pueblo para que dispusiera de sus destinos como quisiera; más nunca fui enemigo

personal del héroe: En Yucatán no se le hubiera privado de la vida. Los felicitantes se retiraron

confundidos".

Estos párrafos, en los que el general López de Santa Anna tacha a los yucatecos, en especial a

los meridanos, de conflictivos, aduladores y cínicos, explican de manera elocuente las dramáticas

desavenencias que se desataron al ascenso de este político al poder nacional, (Emiliano Canto

Mayen).
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1.4 La rebelión de Canek

La rebelión maya se había manifestado en múltiples levantamientos en los pueblos y villas de

Yucatán durante los tres siglos que duró la colonia. El más importante de esos levantamientos fue el

de Jacinto Uc de los Santos, autollamado Canek (1730-1761), en recuerdo de un famoso gobernante

maya de los tiempos gloriosos previos a la llegada de los españoles. Este levantamiento ocurrió en

1761, y fue encabezado por Canek, persona je nacido en el barrio de San Román, en Campeche, y

que había sido educado en el Convento Grande de San Francisco de Mérida, donde estudió latín y

varias materias de humanidades. Por mal comportamiento fue expulsado del convento meridano y se

dedicó a trabajar como panadero en el barrio indígena de Santiago, en la misma ciudad de Mérida.

Durante una festividad religiosa que se celebraba en el pueblo de Cisteil, a la que asistió

Jacinto, se asesinó a un español. Para entonces Jacinto Uc de los Santos ya se había identificado como

Canek, y temiendo que el asesinato de un blanco trajera serias represalias, vestido con los ropajes de

la virgen del santuario para darse una presencia sagrada, arengó a la población indígena a que se

levantara contra los blancos. Canek tuvo éxito de inmediato y consiguió reunir un grupo numeroso

de indígenas que se adhirió a su causa liberadora. Además, contó con indios de otras aldeas cercanas

a Cisteil que lo siguieron y apoyaron.

El jefe militar de la región, capitán Tiburcio Cosgaya, acudió a la población sublevada a tratar

de y poner orden fue muerto con los soldados que lo acompañaban, salvo uno que escapó y logró

llegar a caballo a Mérida, donde denunció los hechos. Los indígenas que se encontraban en Cisteil,

envalentonados y dirigidos por Canek, empezaron a convocar a indígenas de poblaciones cercanas

para que se levantaran en armas en solidaridad con ellos.

En la capital de la provincia se difundieron esos hechos alarmantes que se consideraron como

una amenaza contra la población blanca. El gobernador de Yucatán, José Crespo y Honorato, envió

dos mil hombres arma dos para atacar la plaza de Cisteil. La tropa yucateca aprehendió a los rebeldes
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que habían participado en los hechos de sangre. Canek y sus seguidores se refugiaron primero en una

hacienda cercana, Huntulchac, y luego quisieron huir, pero fueron capturados y trasladados a

Valladolid, donde los juzgaron y condenaron. Canek no sólo fue juzgado, sino intensa mente torturado

y, finalmente, quemado. Sus cenizas se esparcieron por la plaza mayor de Mérida, para señalar a toda

la población lo que podía pasar a quienes provocan levantamientos. Además de Canek, fueron

ejecutados ocho de sus seguidores y doscientos más azotados en la plaza pública como escarmiento.

Lo que hubiera sido tal vez sólo un altercado, en parte propiciado por una borrachera colectiva, se

convirtió en un conflicto mayor entre las razas blanca e india. La rebelión de Cisteil será en adelante

un símbolo de la lucha maya. El sacrificio de este personaje y sus seguidores no resultó un

escarmiento definitivo para los mayas, al contrario, su tormento y ejecución se convirtió, unas décadas

después, en bandera de la nueva rebelión de mediados del siglo XIX.

En el siglo XX se publicó un libro ahora famoso del gran escritor yucateco Ermilo Abreu

Gómez, que inmortalizó la figura de Canek presentándolo como un héroe de las reivindicaciones

mayas. Un breve párrafo de don Ermilo describe plásticamente el principio de la tragedia:

"Canek lo sabe: en la plaza de Cisteil las piedras se desangraban junto a los indios muertos.

Para las piedras y para los indios la plaza fue un campo de batalla. Para los blancos Cisteil fue un

circo".

1.4.1 Carta - Convocatoria De Los Sublevados De Cisteil A Otros Pueblos Vecinos

"Mis amados y muy venerados señores caciques y justicias de los pueblos de Ticul, Nohcacab

y todos los del Camino Real:

Os hacemos saber que nosotros de este pueblo de Cisteil parece que queremos guerra con los

españoles, porque ya nos enfadamos aquí de los españoles.

Así dio fin de nuestra carta que os escribimos. Dios os guarde muchos años. Escribimos en este

pueblo de Cisteil los principales del pueblo:


Paola Sofía Rivera Medina

Don Juan Canul, cacique reformado. Pedro Cituc, alcalde. Ignacio Ake, regidor. Tomás

Chulim, escribano.

En diez y seis de octubre de mil setecientos y sesenta años".

Eusebio de Ayora, intérprete

1.4.2 Declaración de Jacinto Uc de los Santos Canek | Mérida a 8 y 9 de diciembre de 1761

"Que la causa de su prisión es porque habiéndose salido de Chikindzonot, por unos azotes que

le dieron por paseador, llegó el día tres o cuatro de noviembre al pueblo de Cisteil habiendo pasado

antes un domingo por Tiholop en donde habló al iba a cacique don Andrés Ku y al escribano y demás

justicias a quienes dijo que venía del Oriente rey Jacinto de los Santos Uc Canek que coronarse al

pueblo de Cisteil por rey de toda la provincia porque ya se había llegado el día de que muriesen todos

los españoles y que así estuviesen pronto con todos los indios para cuando se les pidiese.

[...] Que los pueblos que convocó fueron los de Tahdziú, Tiholop, Ichmul, Tinum, Tixméuac,

Tahdzibilchén, Chacsinkin, Huntulchac y Nenelá, que no todos los caciques concurrieron pero que sí

indios de todos".

1.4.3 El Nuevo Rey

"La venida del rey maya causó inquietud en todo Yucatán. Se informó que en muchos pueblos

los indios se volvían irrespetuosos y en otros, los oficiales españoles encontraron que la población

indígena estaba alborotada a causa de estos eventos. Muchos mayas dejaban sus pueblos, a veces de

manera masiva, para visitar al esperado rey. Los oficiales coloniales empezaron a confiscar todas las

armas de fuego y arrestar a todos los caciques. Incluso los líderes mayas de los barrios de Mérida

fueron detenidos. Los españoles de Yucatán decidieron no correr riesgos".

Robert W. Patch
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1.4.4 Fragmento De La Carta De Cristóbal Calderón De La Helguera | Tixcacal, 27 De

Noviembre De 1761

"Señor: Pongo a la noticia de vuestra señoría cómo, en virtud de órdenes dadas a los capitanes

de socorro y demás oficiales de guerra de mi comando, di la abordada al pueblo de Cisteil ayer jueves

día veinte y seis de noviembre de este presente año, con quinientos hombres.

Donde mediante el favor de Dios y cumplimiento de mi obligación y el de mis milicias he

salido con victoria, destrozando más de quinientos indios y de los míos como cuarenta hombres, sin

los que quedan bastante heridos. [...] Y me vi precisado a pelear con dos mil quinientos indios

atrincherados y bien pertrechados de armas, a que me fue pre ciso dar la abordada a dicha trinchera

con armas blancas donde se venció la victoria y me mantuve toda la noche. Y al amanecer registré

todo el pueblo, donde sólo hallé ocho indios atrincherados en sus casas, a las que habiendo pegado

fuego se azu[ron]aron mejor que echarse fuera. como asimismo lo ejecutaron los principales de la

herejía que nombra ban y su gobernador encenagados de los ídolos que adoraban".

2. Primera etapa de la Guerra de Castas (1847 – 18849)

La llamada Guerra de Castas de mediados del siglo XIX, la mayor de todas las rebeliones de

los pueblos mayas, se prolongó por más de medio siglo, desde 1847 hasta 1901. La conflagración

empezó con el levantamiento indígena del 30 de julio de 1847, en una pequeña población de la

península de Yucatán llamada Tepich. Moraban en ella, fundamentalmente, los fieros indígenas

mayas cocomes del antiguo cacicazgo de Sotuta. Este grupo nunca fue plenamente integrado a la

población que quedó dentro del dominio español después de la conquista de Yucatán, porque mantuvo

un espíritu altivo y reacio a plegarse a las normas y gobierno de los conquistadores. El cacicazgo de

Sotuta estaba en el oriente y colindaba con villas muy pobladas por mestizos y algunos blancos.

En la época que surge la guerra, que también pue de llamarse racial, la península de Yucatán

era una sola entidad geopolítica y cultural que estaba separada de México. Diversos conflictos la
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habían llevado a la separación de la nación mexicana. Pero, además, ese año de 1847 estaba todavía

sin concluir la guerra de México contra Estados Unidos (1846-1848), lo que contribuyó a que se

mantuviera la separación. Yucatán se había declarado neutral en la guerra México-estadunidense,

aunque la Isla del Carmen, que era parte de Yucatán, fue tomada por los norteamericanos por

considerar que esa entidad era parte de México. Y aún con la aclaración de los yucatecos de que la

Península se mantenía neutral en esa guerra, los estadounidenses no dejaron la Isla del Carmen sino

hasta después de terminado el conflicto armado.

2.1 Santiago Méndez Ibarra 1798-1872

Nació en la villa de Campeche donde hizo sus primeros estudios. Inició su carrera política en

el puerto de Campeche, y fue gobernador de Yucatán, electo en tres ocasiones. Liberal y federalista.

Cuando estalló la Guerra de Castas era gobernador (1847). Padre de Conchita, la esposa de don Justo

Sierra O'Reilly.

Sus primeras simpatías políticas estuvieron con los conservadores, pero pronto se hizo liberal

y masón, y pasó a ocupar una sindicatura en el ayuntamiento de Campeche. Stephens lo describe en

1841 como un hombre "alto, delgado, de una marcada fisonomía intelectual y de apariencia y porte

verdadera mente caballeresco". Ganó un gran prestigio como político hábil y cauto, lo que condujo a

la formación de un partido llamado "mendista" en la Península.

Tras la muerte de su yerno Justo Sierra O'Reilly, don Santiago se hizo cargo de su hija Conchita

Méndez y de sus nietos, trasladándose a la Ciudad de México, donde se ocupó de impulsar su

educación. Fue el abuelo de Justo, Santiago y Manuel Sierra Méndez. Murió en esa metrópoli.

(Francisco José Paoli Bolio).

2.2 Miguel Barbachano Y Tarrazo 1806-1859

Era un hombre bien educado en España, conocedor de asuntos comerciales y marinería, buen

orador y carismático. Se le consideraba У como conservador por tener muy buenas relaciones con el
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clero. Fue cinco veces electo o nombrado gobernador de Yucatán, alternándose en el puesto con don

Santiago Méndez Ibarra. Trabajó al lado de Santa Anna en México. Murió cuando la Guerra de Castas

ya había reducido su intensidad. (Francisco José Paoli Bolio)

2.3 La política de los dzules' propicia el brote de la rebelión india

E1 levantamiento de 1847 también fue propiciado por los conflictos políticos entre dos bandos

de la oligarquía peninsular, uno encabezado por Santiago Méndez Ibarra y el otro por Miguel

Barbachano y Tarrazo. Este conflicto político operó como un distractor del gobierno para atajar el

levantamiento indígena iniciado en Tepich. Estos contendientes políticos tenían seguidores que eran

más papistas que los papas, lo cual explica un tanto que el conflicto entre ellos fuera enconándose.

No sólo tenían seguidores civiles sino militares, y éstos a su vez distintos tipos de aliados.

Se contaban entre los seguidores de Santiago Méndez un buen número de campechanos, razón

por la cual don Santiago empezó su carrera política en el ayuntamiento de aquel puerto amurallado

de la Península. Don Miguel Barbachano, también campechano de nacimiento, tenía seguidores en

ese puerto, pero la mayoría estaba en Mérida y en poblaciones con alta población indígena.

Barbachano, que había sido educado largamente en España, tenía gran simpatía especialmente en el

alto clero. En tanto, Méndez era considerado un liberal masón, por lo que no contaba con la buena

voluntad de los jerarcas y conductores de la Iglesia.

Con el paso del tiempo se desarrollaron los llamados partidos personalistas de la Península (en

la cuarta década del siglo XIX). Sus enfrentamientos distrajeron la atención que debían poner los

gobernantes en las posibles rebeliones indígenas que se habían dado en los tres siglos de la

dominación española, máxime que éstas se habían incrementado desde la segunda mitad del siglo

XVIII.

2.4 El estado bélico


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a conjura de la gran rebelión de 1847 se descubrió por un descuido de Manuel Antonio Ay,

tatich de Chichimilá. Ay estaba en contacto estrecho con Cecilio Chi, líder maya de los cocomes, el

cual vivía con su familia en Tepich. Chichimilá y Tepich tenían una población mayoritariamente

indígena y unas cuantas familias criollas y mestizas. Desde luego, eran poblaciones como la mayor

parte de las que habitaban los pueblos y rancherías de la península yucateca, en las que se habla ba

casi exclusivamente la lengua maya.

En una borrachera del cacique Manuel Antonio Ay, cuando estaba en la piquera donde bebía

con sus seguidores grandes cantidades de mistela, éste dejó caer una carta que guardaba bajo el

sombrero. El dueño del establecimiento, Antonio Rajón, que también era juez de la localidad, se

quedó con esa carta en la de la conjura y el levantamiento armado y dio у que se hablaba autoridades.

El gobernador de la entidad era a la sazón don Santiago Méndez, y el vicegobernador don Miguel

Barbachano, Tepich. El que grupo parte a las fue el encargado de enviar fuerzas a de Barbachano

actuó con lentitud, sin percibir la intensidad del conflicto que se había incubado, y que explotaría

después del fusilamiento del menciona do cacique de Chichimilá. Los enviados de Barbachano

debieron detener a Cecilio Chi y cancelar las posibilidades del levantamiento, pero se confiaron en la

palabra de quien sería el caudillo más radical y agresivo del movimiento, aceptando su versión de que

no existía ninguna conjura ni planes de levantamiento. Y lo dejaron ir.

Cuando los enviados de Barbachano regresaron a Mérida para informar a su jefe político que

no había ningún signo de sublevación, Cecilio Chi decidió iniciar la lucha armada con una matanza

de todos los blancos y sus fieles mestizos en Tepich, su pueblo, dando así la señal de que la liquidación

de sus opresores había empezado. La reacción del gobierno de Yucatán fue la de "entrar a saco" a esa

población y perpetrar la matanza de todos los indígenas y los mestizos que les eran fieles a los

rebeldes.
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Las dos matanzas bestiales de Tepich fueron el inicio de la conflagración. En las ciudades

principales de la Península, Mérida y Campeche, se soltó una alarma generalizada entre la población

blanca que demandó al gobierno actuar con firmeza contra los indios soliviantados.

2.5 Avanza la rebelión

Durante los primeros diez meses después del levantamiento iniciado en Tepich, los indígenas

avanzaron notable mente, conquistando las principales poblaciones del sur del oriente de la Península.

El pueblo de Tepich estaba ubicado a pocos kilómetros y a medio camino entre las importantes villas

de Tihosuco y Valladolid. Estas dos poblaciones fueron tomadas por las milicias indígenas, que las

convirtieron rápidamente en sus bastiones originales, lo que explica por qué el ejército yucateco y los

rebeldes indígenas estuvieran disputándolas durante toda la primera etapa del proceso bélico.

Valladolid fue destruida parcialmente varias veces. Tihosuco terminó, después de unos años,

arrasada como villa y reducida a un caserío, en el que todavía se ven las huellas de los incendios y

bombardeos de aquel terrible conflicto.

Cayeron en poder de los indígenas, además de Valladolid y Tihosuco, los pueblos de Peto,

Tekax, Ticul e Izamal, por mencionar los principales. En realidad quedaron bajo su dominio dos

tercios del territorio de la Península. Incluso llegaron las huestes indias a tomar Tecoh, a sólo nueve

leguas de la ciudad de Mérida, capital del estado. El gobierno yucateco sólo mantuvo el control sobre

esa ciudad, el puerto de Campeche, el corredor que había entre ellas y las poblaciones costeñas del

norte de la Península. Los habitantes de esta zona, desde abril de 1848, ya se estaban preparando para

a abandonarla.

2.6 Cunde El Terror

"A medida que los indios avanzaban hacia la capital del Estado, el terror se iba apoderando de

todos los ánimos, y ya no sólo corrían a buscar un refugio en Mérida y Campeche los habitantes del

interior, sino que muchos se apresuraban a malvender sus bienes para emigrar a países extranjeros.
Paola Sofía Rivera Medina

Comenzaba a des esperarse de la salvación de la Península, y creyendo que sólo el cielo podía librarla

de caer en las garras de la barbarie, se hacían oraciones públicas para implorar su protección... El

gobierno hacia entretanto esfuerzos poderosos para arbitrarse recursos y reanimar el espíritu público.

Prohibióse la emigración a todos los hombres capaces de llevar las armas, y no siendo ya suficientes

ni los impuestos extraordinarios para afrontar los gastos de la campaña, se ocurrió a suscriciones

voluntarias y a préstamos forzosos". (Eligio Ancona)

"Perdido Tizimín y Rio-Lagartos, todo el Oriente había quedado en manos de los indios, pues

los vecinos de los otros pueblos, al pasar por ellos las tropas y familias que salieron de Valladolid, se

incorporaron a ellas. haciendo abandono de sus hogares, que luego fueron víctimas del incendio como

todos los demás. Por eso fue tal la desesperación de la Capital, al saberse aquel acontecimiento, que

apenas pudo decir el periódico oficial: "¡Valladolid, cayó por fin!... ¿qué será de nosotros en

adelante?". (Serapio Baqueiro)

"En las calles de Mérida y Campeche se hablaba de matanza general, de eliminación de la

población blanca de Yucatán, lo cual significaba más de 140,000 personas contando los mestizos,

quienes seguramente tenían que entrar en la cuenta. El 28 de mayo ancla ba una goleta en Veracruz,

con el rumor de que había caído Mérida. Los militares hablaban de una retirada, combatiendo, a Sisal,

de una defensa tras los muros de Campeche; ésta era la única esperanza que el General podía dar al

gobernador". (Nelson Reed)

2.7 La desesperación en Mérida

Ante la situación desesperada de los yucatecos blancos y sus seguidores mestizos, debido al

dominio tan amplio que habían logrado sobre las poblaciones de la Península los guerreros indígenas,

el gobernador Santiago Méndez Ibarra renunció a su puesto en marzo de 1848 y lo dejó en manos del

vicegobernador, Miguel Barbachano y Tarrazo, quien tenía mejores relaciones con los indígenas que

se habían revelado. Las relaciones de Barbachano, que no eran sólo buenas con los indígenas, sino
Paola Sofía Rivera Medina

con el clero yucateco, le permitían conducir las acciones tendientes a un pacto de paz. Santiago

Méndez se retiró a su natal Campeche y estuvo de acuerdo en que se aceptaran todas las

reivindicaciones que los indios levantados reclamaban. Las relaciones entre los dos líderes políticos

criollos mejoraron notablemente ante la beligerancia y el acoso indígena, aunque sus colaboradores

mantuvieron su fuerte animadversión. El "espíritu de partido" era como la cola del demonio que

seguía impulsando el conflicto.

Por otra parte, las mejores relaciones de Barbachano y el clero eran con el líder rebelde Jacinto

Pat y sus huestes. Con ellos se pen saba podían establecer algún acuerdo de paz y de esta forma

neutralizar a los guerreros que encabezaba el líder radical Cecilio Chi. El obispo de Yucatán, doctor

José María Guerra, publicó una pastoral dirigida en lengua maya a los indígenas. En ésta les hacía

saber que había nombrado a los sacerdotes José Canuto Vela, Manuel S. González, Manuel Ancona

y Jorge Burgos, para que fueran a escuchar sus quejas y demandas, a fin de exponerlas en seguida a

las autoridades yucatecas y alcanzar los reme dios que fueran posibles.

El historiador Eligio Ancona nos cuenta que después de esa carta pastoral:

"D. Miguel Barbachano salió de Mérida en unión de estos eclesiásticos en la tarde del 15 de

febrero (1848), llevando en calidad de secretario al magistrado don Gregorio Cantón y escoltado por

una fuerza de caballería. Todos llegaron a Tekax, en la noche del día siguiente; pero por aquella época

se habían verificado ya algunos sucesos que empezaron a hacerlos dudar del éxito de su misión.

Después de la desocupación de Peto, fue cuando Jacinto Pat, jefe de los sublevados del sur, comenzó

a desarrollar la política que formaba la base de sus planes de ambición. No deseando exterminar a la

raza civilizada, sino dominarla, otorgó toda clase de garantías a los blancos y sus familias para que

permanecieran en aquella villa y sus inmediaciones, y entretanto continuó la guerra para ensanchar la

esfera de la insurrección. Este último objeto se lograba sin ninguna dificultad, porque a medida que

avanzaban los sublevados, se les incorporaban espontáneamente todos los indios de los pueblos,

haciendas y ranchos por donde transitaban. Merced a este sistema, la sublevación indígena adquirió
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en el sur un impulso extraordinario desde principios de febrero (1848), y todas las poblaciones y ricos

establecimientos situados entre Peto y Tekax, у comenzaron a caer paulatinamente en poder de

Jacinto Pat o sus cooperadores".

Estos triunfos de Pat que refiere Ancona, lo hicieron ver como el líder indígena que avanzaba

más en la conquista de poblaciones importantes de Yucatán, y que pactando con él se podría lograr

la paz. Es importante señalar que realmente muchos de los seguido res de Pat no participaban de sus

propósitos en la defensa de los derechos indios sino que, cuando tomaban villas y poblados, cometían

las más claras tropelías y actos sanguinarios, según reporta en su historia el propio Eligio Ancona. A

pesar de eso, los criollos decidieron quedarse en la Península y encargar a Barbachano las

negociaciones de paz con Jacinto Pat y sus huestes.

2.8 Dr. José María Guerra - Fragmentos Biográficos

"El día 19 de Marzo de 1793, en la ciudad de Campeche, Península y Diócesi de Yucatán, nació

D. José María Guerra [...]. A la edad de quince años le enviaron sus padres a esta capital de Mérida a

hacer sus estudios de facultades mayores en San Ildefonso [...]. El Sr. Guerra fue ordenado Sacerdote

por Illmo. Sr. Obispo Esteves el día 25 de marzo de 1816, ascendió a Catedrático de teología que

regenteó por ocho años, y llegando a ser Vicerrector de San Ildefonso [...]. El Sr. Guerra fue el más

elocuente y sabio orador de su tiempo; fue Cura Párroco de la Iglesia de Jesús', y lo fue después del

Sagrario de Catedral. [...]. Fue expulsado a Veracruz por centralista (debemos leer: por calumnia do),

casi al mismo tiempo en que el Papa Gregorio XVI le expedía su nombramiento de Obispo de Yucatán

[1834] [...]. En octubre de aquel año salió el nuevo Obispo de la capital de la República para la de

este su Estado natal y Diócesi [...]. Dios había querido darle al Sr. Obispo Guerra el destino de sufrir

las más grandes calamidades que a Yucatán estaban reservadas en la peor y más deplorable de sus

épocas". (Crescencio Carrillo y Ancona).

2.9 "Si Permanecéis, Yucatán Se Salvará"


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"La emigración se aumentó y Yucatán entero, iba a ser exclusivamente un campo de batalla y

después un cementerio. En tan críticas condiciones no era ya posible al Illmo. Sr. Guerra gobernar la

Diócesi donde el peligro crecía, siendo necesario trasladarse a otra parte de la misma [...]. Mas cuando

el convoy episcopal se preparaba para salir de la ciudad rumbo al Puerto de Sisal, se presentó de

repente en palacio el Sr. Gobernador D. Miguel Barbachano [...] y, sumamente conmovido le dice al

Illmo. Sr. Obispo: 'Señor, acabo de saber, y ahora veo, que también os vais. Es verdad que

dirigiéndoos a Tabasco no salís de vuestra Diócesi; pero salís, Señor, de Yucatán, y la consecuencia

inmediata será la ruina de esta capital y la pérdida del Estado. En pos de vuestros carruajes irán los

del resto de las familias que hoy quedan, y entonces sin remedio, nuestros pobres soldados

hambrientos y desnudos, se desmoralizarán como no es decible; el pánico se apoderará de todos, y

cuando aún no estéis lejos, acaso veréis subiendo al cielo las columnas del humo y de las llamas de

vuestra ciudad episcopal, que desaparecerá con todo el país. Penetraos de esta verdad. Illmo. Señor,

y por la alteza de vuestra dignidad, por vuestro patriotismo acceded a la súplica que vengo a hace ros

en nombre de la patria, haced el sacrificio de permanecer. Os aseguro que si permanecéis, Yucatán

se salvará, porque cada uno de nuestros soldados es un feligrés vuestro, y a todos les diré que nuestro

Prelado queda firme entre nosotros, porque confía en Dios y en el heroico valor de los yucatecos.

Tengo fe, Señor, en que nuestros sufridos soldados serán leones, serán héroes: la patria se salvara.

Con la mejor voluntad accedió el Sr. Obispo a la fundada observación del Sr. Barbachano, diciéndole:

'Ya que estimáis mi permanencia como un elemento de perseverancia y de victoria, no me iré, no"".

(Crescencio Carrillo y Ancona)

2.10 Respuesta De Los Sublevados A La Carta Pastoral Del Obispo De Guerra

"Estimado Sr. D. Domingo Antonio Bacelis y Estimado Sr. D. José Dolores Pasos. - Estoy muy

contento por haber recibido la carta que mandaste y también el venerable papel de mi señor el santo

Obispo. Una sola cosa digo a ustedes y a los venerables santos curas. ¿Por qué no se acordaron o se

pusieron alerta cuando nos empezó a matar el señor gobernador? ¿Por qué no se ostentaron o se
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levanta ron en nuestro favor, cuando tanto nos mataban los blancos? [...] Y ahora no acertáis ni tenéis

ánimo para recibir el cambio de vuestros azotes. Porque si os es tamos matando ahora, vosotros

primero nos mostrasteis el camino. Si se están quemando las casas y las haciendas de los blancos, es

porque habéis quemado antes el pueblo de Tepich, y todos los ranchos en que estaban los pobres

indios, y todo su ganado lo comieron los blancos. ¡Cuántas trojes de maíz de los pobres indios

rompieron, para comer, los blancos, y cosecha ron las milpas los mismos blancos, cuando pasaban

por ellas buscándonos, para matarnos con pólvora! [...] Mas ahora, nosotros los indios, hemos resuelto

y mandamos que no ha de haber ni medio de contribución en todos, hasta los blancos, y sólo

pagaremos a los señores padres diez reales por el casamiento y tres reales por el bautismo, para todos,

hasta los blancos y demás, pagaremos el dinero de la misa para los san tos. Esto es no más lo que

mandamos, y los señores у Comandantes D. Cecilio y D. Jacinto. Diez y nueve de Febrero de 1848".

(Francisco Caamal y Anselmo Hau).

2.12 Las negociaciones de paz

Existe correspondencia entre Miguel Barbachano y Jacinto Pat que da cuenta de las gestiones

que hizo el primero para negociar la paz con el segundo.' En esas cartas claramente se muestra que el

sacerdote José Canuto Vela, nombrado por el obispo Guerra para que colaborara con el gobernador

Barbachano en la tarea de pacificación de la Península, estaba desarrollan do una intensa labor para

lograr los propósitos pacifica dores. Este sacerdote no sólo jugó un papel muy activo para lograr la

paz, sino que inspiró y se hizo acompañar de varios sacerdotes, todos maya hablantes, ban buenas

relaciones con líderes indígenas del grupo que guarda de Jacinto Pat. Así pues, no sólo dirigió cartas,

sino que habló personalmente con ellos y les aseguró que se cumplirían todas las promesas hechas

por Barbachano de res petar los derechos de los pueblos mayas y se repararían los daños que les

hubieran causado.

Otro personaje civil que tiene una intervención muy destacada en el proceso que conduciría a

los tratados de paz fue don Felipe Rosado, jefe político de una de las villas más importantes y pobladas
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de Yucatán; Tekax. Rosado era un rico hacendado de la región, pariente del coronel José Eulogio

Rosado, jefe militar de Valladolid, que fue también un actor muy importante en el combate a los

indígenas que se levanta ron en rebeldía.

Felipe Rosado era buen amigo de Jacinto Pat, en quien el batab tenía mucha confianza. Ambos

compartían un enorme gusto por los caballos. En los días que se planeaban las negociaciones de paz,

abril de 1848, Felipe Rosado mandó a Jacinto Pat un hermoso potro en señal de buena voluntad.

Jacinto Pat consultó con los batabes de las comunidades mayas que le eran fieles y, después de contar

con su apoyo, contestó la primera carta al gobernador Barbachano con fecha primero de abril de 1848,

en bue nos términos, aunque condicionando el encuentro entre ellos. En la correspondencia consta

que Jacinto Pat exige una serie de condiciones antes de sentarse a conversar con Barbachano. Le

plantea que, antes de reunirse para negociar la paz, el gobierno de Yucatán debería entregar a Pat las

dos mil quinientas armas que el ejército yucateco había arrebatado a los guerreros mayas. Advierte

que esas armas debían entregarse en Peto, villa importante que Pat había conquistado con las armas

y que gobernaba, y allí él entregaría las armas a sus milicias. También le pedía a Barbachano que

algunos oficiales del ejército yucateco, como Trujeque y Beytia, le fueran entregados para que los

rebeldes los juzgaran y penalizaran.

Se cumplió la entrega de las armas que hizo el gobierno yucateco a las huestes de Pat. En

cambio, la petición de que entregaran a oficiales que participaron en la tanza de Tepich y otras, no

fue obsequiada. Los voceros de Barbachano alegaron que varios de los oficiales del ejército yucateco

se habían ido del territorio peninsular y no se sabía su paradero.

El gobernador Barbachano envió una carta a Pat en la que le hizo saber su disposición de acudir

personal mente a las conversaciones con él; también reconoce en ella, con claridad, la responsabilidad

y culpabilidad de los blancos en el origen de la guerra. En la carta usa términos religiosos que,

conociendo las inclinaciones de Pat, le ayudarían al entendimiento. Entre otras cosas le dice: "¿Cómo
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he de tener reposo sin haber visto que nos demos un abrazo de paz con verdadero sentimiento de

amor, tal como lo manda Dios, Nuestro Señor?".

2.13 Dr. José Canuto Vela -Fragmentos Biográficos

"Nació en Tekax el 19 de enero de 1802, murió en Mérida el 11 de agosto de 1859. Es citado

con gran estimación entre los escritores Mayas, y fue un gran orador en ese idioma. Sacerdote de gran

espíritu cristiano". (Rafael Zayas Enríquez)

"Era en su físico de regular estatura, de color trigueño, de mirada insinuante y viva, y de У

aspecto noble, grave y halagüeño. Con su trato afable, con sus maneras finas y delicadas, y con su

conversación animada y festiva, se conciliaba el afecto y voluntad de cuantos le y trataban. [...] Este

venerable eclesiástico, [...] penetró más de una vez con osadía evangélica en los campos enemigos,

superando dificulta des inmensas, sobrellevando con admirable resignación cristiana los sufrimientos

y las у penalidades consiguientes a su dura y arriesgada empresa, y haciendo digno uso de las armas

propias de un sacerdote: la Cruz y el Evangelio. Con la agitación y cansancio de las marchas, con la

aflicción y horrores del exterminio, con la debilidad y padecimientos de la miseria". (Crescencio

Carrillo y Ancona).

2.14 El Tratado de Tzucacab

2.15 Gran Cacique de Yucatán

"Como una especie de ratificación al tratado, el gobernador mandó a Jacinto Pat algunos

regalos, entre los cuales se hallaba un bastón cuyo puño era de plata y una gran banda de raso blanco,

en la cual se hallaban grabadas con letras de oro estas palabras: Gran Cacique de Yucatán. [...] El

principal obstáculo que iba a encontrar en este asunto Jacinto Pat, debía provenir del feroz Cecilio

Chi [...]. Luego que éste tuvo en el oriente noticia de los convenios de Tzucacab, escribió al caudillo

sureño una carta en que le reprochaba de cobarde y traidor, e hizo salir de Tinum dos expediciones:

una con destino a la frontera de los blancos y otra a Tzucacab. La carta de su antiguo cofrade hizo
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temblar a Jacinto Pat, quien ya comprendía demasiado la falsa posición en que se había colocado

[como gobernador de todos los líderes indios] [...]. Raimundo Chi [enviado por Cecilio Chi] entró a

Tuzcacab y luego que tuvo en sus manos los tratados, el bastón y la banda de gran cacique, los hizo

pedazos en la plaza pública, ante sus fuerzas que se hallaban en formación y ante los mismos soldados

de Pat que estaban presentes en el lugar. En seguida se volvió al oriente, llevando la seguridad de que

el caudillo del sur no volvería a pensar en celebrar un nuevo convenio con los blancos". (Eligio

Ancona).

2.16 La guerra puede esperar, el estómago no: la retirada indígena

Si las hostilidades en tiempos inmediatamente anteriores a la firma del tratado de Tzucacab se

habían reducido, después de la firma de éste se reanudaron con gran vigor. Se dice Chi era inaceptable

que se nombrara como gobernador que para Cecilio de todos los pueblos indios a Pat, además de que

el tratado impedía su objetivo declarado: la exterminación de los blancos en la Península.

Para mayo de 1848 "los blancos estaban casi perdidos", dice don Serapio Baqueiro:

"Más de doscientos cincuenta pueblos con sus respectivas demarcaciones habían ardido. Las

tropas habían marchado en retroceso hasta las puertas mismas de la ciudad (de Mérida). Los bárbaros

levantaron u bandera exterminadora en las dos terceras partes del país. El comercio, la industria y la

agricultura, todo había acabado. Después de la pérdida de Izamal, cuya noticia se recibía al mismo

tiempo que la de haber sucumbido también Bacalar, no le queda ba a Yucatán más que la Capital,

algunos pueblos de la costa y los del camino real de Campeche. Todo lo demás era de los indios".

Las fuerzas mayas se habían posesionado de la mayor parte del territorio y, a diez meses de

haber estallado la contienda, estaban las milicias indias en posesión de todos los pueblos de Yucatán

con excepción de sus dos ciudades principales, Mérida y Campeche, en las que los habitantes

temblaban de temor y hacían preparativos para abandonar la Península.


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La decisión de no salir de la Península se debió a que notaron que los rebeldes, que ya estaban

cerca de Mérida, empezaron a abandonar sus posiciones y fue ron regresando a sus lugares de origen

para preparar los terrenos de la milpa, que los proveían a ellos y a sus familias de alimentos. La guerra

podía esperar, el estómago no. Los rebeldes eran en primer lugar campesinos. Y los campesinos lo

que tienen que hacer primero es que el campo produzca.

2.17 Los Mayas y el Maíz

"Y los mayas levantan sus campamentos, abandonan en sa el asedio a la codiciada capital y

jefes y guerreros vuelan a sembrar maíz. Y Mérida se salva. Los blancos se recobran mientras los

indios labran los maizales y la guerra santa de la reconquista se pierde para siempre". (Antonio

Mediz).

2.18 Tras El Fracaso Del Tratado De Tzucacab

"Rotos de hecho los tratados de Tzucacab [...], Jacinto Pat comenzó a hacer sus preparativos

para emprender la campaña con nuevo vigor. D. Miguel Barbachano se regresó a Mérida y el general

Llergo comenzó a dictar medidas enérgicas para evitar otra sorpresa como la de Maní. [...] Los indios,

después de la desocupación de Valladolid, Espita y Tizimín, se habían venido esparciendo hasta más

acá de Tunkás, aunque con cierta flojedad y negligencia, debidas acaso a que muchos abandonaron

entonces las armas para quemar sus sementeras. Parece también que la captura del vicario Sierra y de

algunos otros eclesiásticos les proporcionó por la misma época la oportunidad de celebrar varias

fiestas religiosas, por las cuales, o más bien dicho, por las orgias con que las acompañaban, abandona

ban gustosos el campo de batalla. Esta calma duró hasta principios del mes de mayo, en que después

de algunos movimientos de poca importancia que se verificaron en la región de la costa, los indios

atacaron por fin el pueblo de Sitilpech, que sólo dista a unas cuatro millas de Izamal. [...] La

desocupación de Izamal, que siguió en muy pocos días a la de Ticul, hizo llegar al colmo la
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desesperación de la raza blanca. Nunca como entonces se creyó con más fundamento que Yucatán

iba a perderse completamente para la civilización". (Eligio Ancona)

"El rico y floreciente partido' de Campeche había corrido la misma suerte que los demás del

estado. Los indios Chenes se habían adherido natural mente a los sublevados, así como todos los de

los otros partidos del distrito. La sublevación había cundido con tanta rapidez por Campeche como

por Mérida; de manera que en unos cuantos días los indios ocuparon todos los pueblos y asolaron las

numerosas fincas de campo de aquel basto y feroz territorio". (Serapio Baqueiro).

2.19 Yucatán pide auxilio: sólo México responde

El gobierno de Yucatán había hecho amplios esfuerzos por conseguir apoyo del exterior para

combatir la insurrección indígena. Tanto Santiago Méndez como Miguel Barbachano hicieron

gestiones ante diversos gobiernos para obtener ese apoyo: el primero ante Estados Unidos e Inglaterra

y el segundo ante España. No tuvieron respuesta favorable, aunque don Santiago había enviado a su

yerno, que era también su consejero político y un intelectual muy reconocido en Yucatán, don Justo

Sierra O'Reilly, a gestionar ese apoyo directamente con el gobierno y el congreso americano, llegando

a ofrecer la adhesión de Yucatán a ese poderoso país.' Pero las peticiones de ayuda externa no tuvieron

éxito.

Miguel Barbachano había estado negociando el apoyo de España a través de sus enviados a

Cuba, señores Joaquín García Rejón y Pedro de Regil. Ellos ofrecieron que Yucatán se incluyera

entre los dominios de la corona española, pero sus gestiones fueron infructuosas, logrando solamente

el envío de algunas armas y pertrechos al gobierno yucateco. Más tarde esos mismos enviados fueron

a la Ciudad de México y negociaron el apoyo a Yucatán con el presidente José Joaquín Herrera. Él

se los dio y Yucatán volvió a integrarse como un estado de la Unión Mexicana.

Una vez que concluyó la guerra entre México y Estados Unidos, el gobierno yucateco recibió

importante ayuda de México, quien le aportó tropas y amplios recursos para combatir a los indígenas
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que se habían apoderado de dos terceras partes del territorio peninsular y destruido la economía de la

región.

2.20 El Ejército Norteamericano En Yucatán

"En septiembre de 1848 llegaron 938 soldados a Tekax. En abril del año siguiente se les acusó

de que se conducían como conquistadores y no como auxiliares, y de que su indisciplina y sus

depredaciones los hacían casi tan temibles como los mismos rebeldes mayas. Los propios soldados

norteamericanos acabaron por convencerse que esa no era la clase de guerra con que ellos habían

soñado y excusaron su proceder argumentando que no у se les había cumplido la promesa de

concederles tierras. Después de haber sufrido de 60 a 70 muertos y 170 heridos, el grueso de estos

soldados regresó a los Estados Unidos, y sólo 140 participaron en abril de 1849 en el ataque a

Bacalar". (Moisés González Navarro)

El presidente James Polk envió la propuesta del Yucatán Bill al Congreso de los Estados

Unidos. Brady

2.21 El Yucatán Bill

Don Justo Sierra O'Reilly pasó casi un año en Estados Unidos, la mayor parte del tiempo en

Washington, gestionando con el Secretario de Estado y con el Congreso el apoyo para la lucha en

contra de los rebeldes mayas. Logró que se presentara una iniciativa para que los senadores

autorizaran el apoyo armado a Yucatán (El Yucatán Bill), que finalmente no fue aprobado. En cambio,

hubo un grupo de soldados americanos que se contrataron para combatir a los indígenas rebeldes, por

ocho dólares mensuales y, al terminar la acres a cada uno. Al mando de los militares estadounidenses

guerra, 320 estuvo el coronel White. Ellos se sumaron a las tropas que combatían a los indígenas en

Tihosuco. La compensación en tierra nunca se les dio. (Francisco José Paoli Bolio)

2.22 Donativo De México


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"Deseando dar desde luego una prueba del interés que excitaban allí sus desgracias, y mientras

se aprobaba la iniciativa dirigida al Congreso, el Ejecutivo entregaría desde luego a los comisionados

[yucatecos] 30,000 pesos y 2,000 fusiles, que era lo único que podía disponer en el acto". (Eligio

Ancona).

3. Tres notables líderes indígenas

3.1 Manuel Antonio Ay, cacique de Chichimilá (1819 – 1847)

Las características de este personaje, quien fue parte de la causa inmediata del levantamiento

que se precipitó por su fusilamiento, nos dan a explicación de como tuvieron los mayas rebeldes

información y capacidad bélica de tanta importancia. La sublevación estuvo planeada por personas

como Manuel Antonio Ay que, por distintas experiencias, había logrado destreza en el manejo de

armas.

Fue el tatich de su pueblo natal, Chichimilá, cercano a Valladolid. Nació en los últimos años

de la colonia. Era un maya oriental de los que se resistían a integrarse a la población domina da por

los blancos. Desde niño se dedicó a las tareas del campo. Manuel Antonio no dominaba el español,

idioma que hablaba con deficiencia. En buen número de los pueblos del oriente y sur de Yucatán no

había escuelas, sólo existían en las haciendas y pueblos dominados por los blancos y mestizos en el

centro y norte de la Península. Los dueños de las haciendas tenían obligación de sostener en ellas una

escuela de conocimientos básicos. A pesar de no saber leer ni escribir, desde su temprana juventud

mostró aptitudes de mando y se fue convirtiendo poco a poco en un cacique de su pueblo.

En 1840, cuando cumplió los 21 años, empezó a participar en algunas actividades políticas,

vinculándose al ejército y encabezando un grupo armado que protegía el transporte de víveres a

Valladolid. Así aprendió el manejo de las armas de fuego y la manufactura de balas preparadas con

pólvora y plomo. En 1846 alcanzó el grado de sargento y se consolidó en su pueblo como tatich o
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suprema autoridad tradicional. El bando político al que estaba afiliado era el de Miguel Barbachano,

que se consideraba era el que mejor trataba a la población indígena.

Entre sus experiencias como soldado están su participación en el asalto a Chemax, que había

sido tomado por indios rebeldes, y su experiencia militar en la reconquista de Valladolid, que también

había sido tomada y semidestruida por grupos de indígenas en enero de 1847. En esta última acción

estuvo bajo las órdenes del teniente coronel Antonio Trujeque.

Meses después de su participación en la recuperación de Valladolid, Manuel Antonio Ay entró

en contacto con varios tatiches de pueblos con población mayoritariamente indígena. Entre los que

se reunieron estaban Cecilio Chi, Jacinto Pat, Venancio Pec y el mulato Bonifacio Novelo, que era

traficante de armas traídas de Belice. Las reuniones de esos dirigentes populares tu vieron lugar en la

hacienda de Xinum.

En la hacienda de Jacinto Pat, Columpich, se acumularon y escondieron las armas con las que

iniciaría el levantamiento. También se hizo acopio de víveres. Columpich estaba a poca distancia de

Valladolid y de otra gran villa, Tihosuco. La conjura fue denunciada ante el jefe político y militar de

Valladolid, el 17 de julio de 1847. Al día siguiente, Manuel Antonio Ay y un grupo de seguidores

acudieron a la población de Chichimilá, donde había una piquera en la que con cierta frecuencia

Manuel Antonio ingería bebidas alcohólicas. El dueño del establecimiento era el señor Antonio

Rajón, que también fungía como juez de paz de esa plaza. Allí ocurrió que, en su borra chera, Ay no

se dio cuenta de que se le cayó una carta que hablaba de la conjura. En la carta se pedía a Manuel

Antonio de cuántos pueblos estaban avisados del levantamiento y concurrirían a su apoyo. También

le preguntaban si veía adecuado ata car a Tihosuco, para prever las fuerzas necesarias para hacerlo.

La carta estaba suscrita por Cecilio Chi. Esa misma tarde del 18 de julio la carta y la información fue

entregada al coronel José Eulogio Rosado, jefe de la guarnición de Valladolid, quien procedió de

inmediato a la detención de Ay y sus compañeros de borra chera y de conjura. La casa de Ay en

Chichimilá fue registrada, se encontraron en ella documentos que hablaban de la sublevación y se


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mencionaban muchos nombres de personas comprometidas con ella. Con esa información se armó un

expediente que quedó integrado el 25 de julio y se envió a Rosado, quien de inmediato decidió el

fusilamiento que se consumó al día siguiente en el atrio de la iglesia de Santa Ana, en Valladolid.

Aparentemente, la rebelión india debió empezar por Tihosuco, villa señorial en la que había

nacido Jacinto Pat. Pero como los conjurados no tenían la certeza de que se levantarían con ellos buen

número de hombres de los pequeños poblados cercanos, estuvieron esperando a tenerla. El

fusilamiento de Manuel Antonio Ay y sus seguidores hizo que se adelantara lo que resultó una

conflagración mayúscula.

3.1.1 Exhorto De Manuel Antonio Ay A Su Hijo, Antes De Ser Ejecutado

Serapio Baqueiro cuenta que una vez sentenciado a muerte Manuel Antonio Ay, le permitieron

la visita de su hijo, un adolescente de doce o catorce años, al cual le exhortó en el idioma de su raza:

"Voy a morir hijo mío, le dijo, por haberme comprometido incautamente en una gran guerra

que pronto deberá estallar contra los blancos, guerra cuyas consecuencias quién sabe hasta dónde

llegarán, ni quién sabe hasta cuándo acabarán; culpa mía va a ser el pan de la amargura que tu madre

y tus hermanos van a comer después; culpa mía las lágrimas de sangre que llorarán; culpa mía en fin,

la desnudez en que se han de ver, pero yo ya le he de rogar a Dios, allá en el cielo a donde ruego me

reciba, que tú, lejos de seguir mis malos pasos, seas el sostén de tu familia abandonada: no vayas a

tomar parte en la guerra que va a destrozar al país; no vayas a rebelarte contra las autoridades, sino al

contrario, respétalas como debe ser, que de este modo habrás cumplido con mis deseos". (Francisco

José Paoli Bolio).

3.2 Cecilio Chi, batab de Tepich (1820 – 1848)

Nació en la población de Tepich, ubicada en el oriente de lo que hoy es el estado de Quintana

Roo. Fue el líder más radical del levantamiento y de la etapa inicial de la Guerra de Castas. Descendía

de los mayas cocomes, que habían combatido intensamente a los conquistadores españoles y que
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mantenían una actitud de rebeldía respecto de todas las instituciones coloniales. Era uno de los grupos

mayas más reacios a la integración con los criollos.

Chi es un apellido maya que tiene un significado concreto como todos los de origen maya. Chi

es brocal de p pozo, del agua, borde de tinaja fresca, entrada de cenote.

A los 22 años participó en la defensa de Campeche, cuando esta ciudad de baluartes y murallas

fue atacada por los mexica nos centralistas comandados por Santa Anna. Eso le permitió conocer el

manejo de armas y algunos elementos de estrategia militar.

Fue uno de los principales conjurados que se reunieron en Xinum para planear la rebelión

indígena que estalló el 30 de ju lio de 1847. Entre los conjurados de Xinum estaban personajes como

Manuel Antonio Ay, Jacinto Pat, Venancio Pec, Bonifacio Novelo, José María Barrera y muchos

otros tatiches de diversos pueblos del oriente que, una vez que se entrenaron militarmente y se

comprometieron a participar en el levantamiento, se considera ban batabes (plural bataboob en maya),

que les daba a su jefatura una connotación bélica.

Una semana después del levantamiento, tras los éxitos logra dos, hubo una reunión de jefes

mayas rebeldes en Columpich, hacienda de Jacinto Pat, en la cual tenían una gran acumulación de

armas y víveres para sostener la guerra contra los dzules. Cecilio Chi y Jacinto Pat fueron reconocidos

como los jefes de mayor jerarquía en la rebelión iniciada. Entre las batallas más notables que ganó

Cecilio Chi al frente de sus huestes estuvieron las de Ichmul, Tihosuco, Valladolid y Tixcacalcupul.

En algunas de éstas el acoso fue conjunto con las fuerzas de Jacinto Pat.

Durante nueve meses los dos jefes mayores de la sublevación estuvieron unidos y coordinaron

sus acciones guerreras, pero en abril de 1848 se dividieron. Jacinto Pat decidió pactar con el

gobernador Miguel Barbachano y llegar a un tratado de paz en Tzucacab, hecho que logró muchas

reivindicaciones los in para dios rebeldes. Cecilio Chi no aceptó ese pacto y continuó los in tensos

combates que echaron por tierra el tratado de paz.


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Chi y su discípulo Venancio Pec, siguieron combatiendo con ferocidad hasta fines de 1848. El

gobierno, con el apoyo del ejército mexicano, empezó un proceso de recuperación de poblaciones y

territorios que los rebeldes indígenas habían ganado. El ejército yucateco tomó de nuevo la codiciada

villa de Tihosuco, cercana a Tepich. Cecilio estaba escondido en una pequeña aldea llamada

Chanchén.

Cecilio Chi fue asesinado el 13 diciembre de 1848. No hay información precisa sobre la muerte

del batab de Tepich. Hay dos versiones que pueden ser vistas como complementarias. Una es que el

gobernador Barbachano lo mandó matar, y compró a su secretario Atanasio Flores para cometer el

asesinato del líder. Otra es que ese secretario estaba engañando a Cecilio con una de sus mujeres y

cuando el caudillo se apersonó en la casa que habitaban, el secretario lo mató allí mismo. El

historiador Nelson Reed nos narra el siguiente pasaje:

"El secretario mestizo de Cecilio Chi, se había acostado con la mujer del batab. Al día siguiente

de la caída de Tihosuco (villa recuperada por los yucatecos), creyéndose descubierto o esperando tal

vez una recompensa, asesinó al líder indígena. Cualesquiera que fueran sus planes, nunca pudo

realizarlos. Se defendió en la choza que servía de depósito de armas, aprovechando los muchos rifles

que habían cargados para disparar desde las vigas contra la vindicativa multitud (de seguidores de

Chi), que al fin penetró por el techo y lo hizo pedazos. Llevaron el cuerpo de Chi, lo vistieron con sus

mejores prendas, con un ceñidor ricamente bordado en la cintura y el machete al costado, y lo

enterraron en el cementerio del lugar de su nacimiento, en Tepich. Tal fue el sórdido fin del más

temido y firme batab, el descendiente espiritual de Jacinto Canek".

Venancio Pec fue el principal seguidor de Cecilio Chi y se convirtió en uno de los principales

caudillos de la rebelión indígena a la muerte de aquel. Sus exitosas acciones guerreras se dieron en

un principio en la región del norte de la Península en la que los blancos tenían el mayor control. Llegó

a ser un poderoso líder que comandaba a miles de guerreros mayas. Al conocerse el asesinato de Chi,

su fiel amigo Venancio mandó trescientos hombres a liquidar al autor del crimen.
Paola Sofía Rivera Medina

3.2.1 Cecilio Chi

"Era un indio atlético de raza pura, de una voluntad de hierro y de una audacia apenas

concebible, tenía un gran dominio sobre los indios de Oriente... Era pobre, o por lo menos no sabemos

que haya tenido nada propio, a excepción del humilde jacal en que vi vía; odiaba el trabajo y vivía de

la rapiña y de la fortuna ajena. No se sabe vez que él sembrara o cultivara tierra para vivir, y si que

cada le faltaba maíz o semillas para el gasto de su casa corría a la milpa de cualquiera y llenaba su

cesto, sin que nadie se atreviese a oponerse." (Serapio Baqueiro).

3.3 Jacinto Pat, tatich de Tihosuco (¿? – 1849)

Era un personaje mucho mayor de edad que Cecilio Chi. Nació en una de las villas señoriales

de Yucatán, Tihosuco, hoy prácticamente desaparecida por el conflicto bélico. No conozco la edad

exacta' que alcanzó, pero cuando se inicia la Guerra de Castas ya tenía dos hijos, uno de 20 y otro de

16 años y era un prestigiado tatich, dueño de una estancia importan te en Columpich, población

cercana a Valladolid, la Sultana del Oriente yucateco. Tal vez era tres lustros mayor que Cecilio Chi.

Conocemos la fecha de su muerte porque fue un acontecimiento notable que marca el final de la etapa

intensa de la guerra dominada por las legiones indígenas, aparentemente en noviembre de 1849, casi

un año después del asesinato de Cecilio Chi.

Pat quiere decir en maya inventar, crear, modelar figuras con barro u otro material. Jacinto era

mestizo, porque tenía en su sangre alguna porción pequeña de origen español, aunque era

intensamente moreno. Profesaba creencias mezcladas de la religión católica y de las tradiciones

mayas. En el primer tramo del camino de su vida se fue llenando de supersticiones, como todos los

habitantes de la Península fueran blancos, mestizos o indígenas puros. En los tres siglos de la vida

colonial, se mezclaron amplia mente religión católica con creencias propias del pueblo maya. Las

intenciones de Pat al participar en la guerra no eran, como las de Chi, exterminar a los blancos y

extirpar su cultura y su religión de la Península, sino lograr que la dominación de los blancos fuera
Paola Sofía Rivera Medina

menos injusta y el trato a los indígenas se hiciera igualitario. Para él todos se deberían sentar a la

misma mesa.

Era hombre que amaba la buena comida y en general la buena vida y los caballos. Y como tenía

bienes suficientes, vivía y se vestía bien, y compraba caballos finos. Compartía con sus trabajadores

los productos de su finca y era muy respetado en la región. Tal vez eso explica sus motivaciones en

el levantamiento armado que se inicia en 1847 y que difieren tanto de las de Cecilio Chi.

Reproduzco párrafos de La Conjura de Xinum, de don Ermilo Abreu Gómez, en los que pinta

las coincidencias y diferencias entre Chi y Pat:

“… sus diferencias de criterio respecto de los me dios de que debían valerse para alcanzar el

triunfo. Los dos hombres eran fieles a su destino; estaban orgullosos de su raza y a toda costa querían

librarla de la situación miserable en que vivía. Por ayudarla eran capaces de cualquier sacrificio [...].

La oposición de sus ideas dependía más bien de sus temperamentos y de la inquietud con que seguían

el desarrollo de los sucesos. Pat era de iracundia contenida y Chi de repentinas exaltaciones. Pat

pensaba en la política y Chi en la guerra. El primero creía en el orden y el segundo en la reforma".

En una conversación inicial que tuvieron en los primeros días del conflicto armado, narrada

Gómez, leemos: por Abreu

"Libres de testigos, Pat y Chi hablaron de los asuntos tocantes a la guerra. De acuerdo con sus

ideas Pat dijo que no era partidario de llevar la lucha a extremos de violencia y de exterminio. Lo

único que quería era y forzar al gobierno a ceder ante las demandas de los in dios. Otro camino le

parecía torpe y hasta contraproducente. Dada su manera de ser, Chi se mostró inconforme con estos

pensamientos y así, menos cortesano que su compañero, opinó lo contrario. Dijo que por los caminos

de conciliación y acomodo no se conseguiría nada beneficioso, pues para el gobierno todos los indios

eran enemigos y como a tales los trataría hasta lograr el exterminio".


Paola Sofía Rivera Medina

Uno de los mayores éxitos de Jacinto Pat, durante la primera fase de la Guerra de Castas, había

sido la toma de la magnífica villa de Peto en la que gobernaba. Desde allí cruzó correspondencia con

el gobernador Miguel Barbachano y Felipe Rosado, jefe político de Tekax y amigo cercano de ambos.

Esa amistad sirvió como puente para que se llegara a los tratados de Tzucacab, que pretendían

terminar el conflicto reconociendo los agravios hechos largamente a los indios y aceptando que ellos

tenían derechos que serían respetados en adelante. Antes de suscribir el pacto hubo un encuentro y

discursos. Del pronunciado por Jacinto Pat tenemos una crónica de don Ermilo Abreu Gómez:

"Empezó por manifestar que a él también le dolían los males, las ruinas y las miserias que traía

consigo la guerra, pero advirtió, como ya lo había hecho en su car ta, que a su parecer la culpa de

tanta angustia recaía en los blancos porque éstos siempre fueron sordos y ciegos ante el dolor de los

hombres de su raza".

3.3.1 Una Anécdota Sobre Pat

"Voy a referir un hecho que no carece de importancia, ocurrido a mediados de 1845. Una

mañana, lo recuerdo perfectamente, se presentó en la imprenta de Castillo y Ca., en esta capital, de

cuyo establecimiento era director el señor mi padre, D. Gerónimo Castillo, un indígena que frisaría

en los 48 o 50 años. Su fisonomía era expresiva; vestía a usanza de los de su raza, pero con mucha

decencia, calzoncillo blanco, camisa también blanca, con botonadura de oro; cacles elegantes y

sombrero fino de paja. Saludó en general a los cajistas, y dirigiéndose a mí, que salía del salón de las

prensas, con una galera en la mano, me preguntó en castellano si allí se vendía la Historia de Yucatán,

por Cogolludo. Contéstele que sí, y se lo presenté a mi padre que se ocupaba en corregir las pruebas

del Registro Yucateco [...] No tardó mi padre en volver del archivo, con el primero y segundo tomo

que le presentó. Fijóse mucho en la diferencia de la edición entre uno y otro, y advirtiendo el referido

[a] mi padre su extrañeza, le explicó que aquello consistía en que el primero fue reimpreso en

Campeche y el segundo en Mérida.


Paola Sofía Rivera Medina

⎯ ¿Pero es por Cogolludo?

⎯ Sin que le quede a Ud. duda.

⎯ ¿Y cuánto vale?

⎯ Diez y ocho pesos.

⎯ Me parece cara; pero diciendo esto, sacó de un limpio ceñidor que llevaba en la cintura,

el valor de la obra.

Al ver mi padre tanta urbanidad y despejo en la condición de aquel hombre, le preguntó quién

era.

⎯ Jacinto Pat de Tihosuco, señor. Servidor de Ud.

Tres años después de esta escena, estalló la cruenta guerra de castas, de la cual, como es sabido,

fue nuestro personaje de marras, uno de los principales caudillos".

Joaquín Castillo Peraza

3.3.2 Jacinto Pat, Su Vida Personal

"El tatich (cacique) mayor del oriente vivía en su finca de Columpich, a medio camino entre

las señoriales villas de Valladolid y Tihosuco. Él había nacido en esta última, donde pasó sus prime

ros años. Heredó algunas tierras que estuvo trabajando intensa mente, con la inteligencia y los

conocimientos que adquirió de los mayas del oriente, combinándolos con técnicas de los criollos.

Logró extender sus propiedades y vio fructificar sus tierras y crecer sus rebaños en abundancia.

Amaba a su mujer mestiza y juntos criaban a sus dos hijos instruyéndolos con la doble enseñanza de

los chilames (sacerdotes de los pueblos) y de los curas católicos, que Jacinto había sabido integrar

usando ambas creencias para orientar su vida y la de los suyos". (Francisco José Paoli Bolio).

3.4 José María Barrera y la fundación de Chan Santa Cruz: la guerra continúa y se vuelve

santa
Paola Sofía Rivera Medina

José María Barrera (? – 1852) era un mestizo nacido en la hermosa villa de Peto. No sólo era

mestizo de sangre, sino que entre sus creencias había conjuga- do algunas de la religión cristiana con

otras de la anti- gua religión de los mayas. Hizo algunos estudios en el Seminario de San Ildefonso

en Mérida y fue partidario político de Miguel Barbachano. Tuvo cierta experiencia como soldado en

el ejército yucateco, pero después de un conflicto muy fuerte con el coronel Trujeque, uno de los

principales militares fieles a don Miguel, decidió unirse a las filas rebeldes comandadas por Jacinto

Pat.

Barrera, aliado a los rebeldes mayas, había sido uno de los principales líderes del movimiento.

Se convirtió en batab y acompañó a Jacinto Pat en muchas batallas. En 1848, fue uno de los más

activos promotores el fracaso de ese del Tratado de Tzucacab y, tras el fracaso de ese pacto de paz,

Jacinto Pat, que controlaba además de Peto la villa de Tihosuco, planeó atacar la plaza de Bacalar,

que se había convertido para entonces en la capital del contrabando de armas y pertrechos de guerra.

José María Barrera fue el principal comisionado por Pat para la toma de Bacalar, lo cual consigue en

julio de 1849. El historiador Serapio Baqueiro describe la toma de Bacalar, por las huestes de Pat,

como una de las mayores derrotas de los yucatecos y califica a Barrera "como el enemigo más terrible

de los blancos".

Barrera fue uno de los jefes en los que Pat había dejado la dirección del movimiento armado.

Cada uno de ellos montó su cuartel y desarrolló sus mi licias. Barrera no estaba con Pat en el

momento de su muerte, porque se hallaba cumpliendo otras funciones en su cuartel ubicado en la

población de Kampocolché. Allí se había hecho el hombre fuerte de los rebeldes indígenas y

establecido su cuartel principal.

Kampocolché era una pequeña población que se encontraba a medio camino entre Tepich,

tierra de Cecilio Chi, y la villa de Bacalar. Los indígenas de los distintos bandos se abastecían allí de

armas y pólvora, y el gobierno yucateco tenía información sobre esa circunstancia, por lo que mandó
Paola Sofía Rivera Medina

también sus tropas para tomar Bacalar y todas las posesiones indígenas en las zonas aledañas a la

laguna de siete colores. La población en torno de la laguna multicolor desapareció con la guerra y

sólo muchas décadas después ésta volvió a poblarse.

Hacia noviembre de 1849, Barrera libró una batalla tremenda en Bacalar contra el ejército de

los dzules, que ya habían iniciado un franco proceso de recuperación desde principios de ese año.

Después de esa batalla, en la que estuvo a punto de morir, José María logra escapar a caballo seguido

por un grupo de fieles, que huyeron a galope sin detenerse hasta llegar a la orilla de un cenote que su

gente conocía. En principio, se detuvieron allí para refrescarse, dar de beber a sus caballos y guardar

un poco de agua en sus calabazos. Después de unas horas de descanso en torno del cenote, y

habiéndose cerciorado de que no lo perseguía el ejército yucateco, Barrera decidió quedarse un breve

tiempo en aquel sitio y convocar a los indígenas de la región que eran fieles a Pat. Para tal fin organizó

un pequeño campamento en las cercanías de la boca del cenote. Había en aquel lugar una preciosa

caoba de amplio tronco, al que José María se acercó, y mientras meditaba cuales serían los pasos que

debía dar en la lucha desesperada que libraba, se puso a hacer una pequeña cruz en el tronco de aquel

árbol, que fue trazando con su cuchillo.

La cruz era un símbolo sagrado para ambas religiones y José María lo sabía bien: lo había

estudiado en Mérida en San Ildefonso y también al lado de los sacerdotes chilames amigos de Pat.

Ahí pues, fue horadando el tronco de la caoba hasta hacer una cruz de siete centímetros de

altura. Al terminar el calado de aquel fue iluminado y decidió que la cruz sería la bandera con que

relanzaría la lucha maya. Allí nacen propiamente los guerreros cruzoob, que prolongarían la guerra

por cinco décadas más.

Barrera decidió establecer en ese lugar la Chan Santa Cruz, una población que se convertiría

en el santuario religioso y militar de los insurgentes mayas hasta finales del siglo XIX. El santuario

era conocido en maya como Balam Na o casa de Dios.


Paola Sofía Rivera Medina

3.4.1 Importancia De Bacalar

"La villa fundada por Gaspar Pacheco en el siglo XVI y reconstruida en el XVIII por D.

Antonio de Figueroa y Silva, había llegado a adquirir una importancia notable [...]. Su proximidad a

Belice le permitía hacer con los habitantes de la colonia un comercio constante y tanto más lucrativo,

cuanto que en aquella apartada región, protegida por la espesura de las selvas y las corrientes de agua

que la surcan en diversas direcciones, era muy fácil burlar la vigilancia de los agentes del físico. Los

numerosos efectos introducidos de esta manera clandestina, se esparcían en seguida por toda la

comarca, y es fama que en Tihosuco, Sabán. Ichmul y otras poblaciones inmediatas, existían

almacenes secretos en que se depositaba el contrabando. La prosperidad creciente de Bacalar podía

estimarse por el número de embarcaciones que navegaban en la laguna a cuya orilla se levanta, y por

las grandes caravanas de indios y de arrieros que afluían constantemente a la plaza". (Eligio Ancona).

3.4.2 Los Cruzo'ob

A partir de la fundación del poblado de Chan Santa Cruz, que se erigió como principal santuario

y cuartel de los rebeldes mayas, se les comenzó a identificar con el término cruzoob. La cruz parlante

fue el símbolo fundamental de los guerrilleros mayas a partir de 1850, y es la denominación híbrida

que se les daba: cruz, castellano; y terminación oob, que indica el plural en lengua maya: los guerreros

de la cruz. (Francisco José Paoli Bolio).

3.4.3 Primer mensaje de la Cruz Parlante

"Yo salí de mi pueblo (la Cruz) de Xoken [Cah, del pueblo de Chi Kin Dzonot allí estuve caído

abajo de la cueva y salí [de allí mismo de abajo de la cueva mi pueblo es el Santo Pueblo [de la Santa

Cruz Morada de lo Sagrado, Pueblo [de Kampokolché".

3.5 La Cruz Parlante


Paola Sofía Rivera Medina

Entre los mayas rebeldes, que escaparon de Kampokolché siguiendo a José María Barrera,

estaba un indígena llamado Manuel Nahuat, que tenía facultades y entrenamiento amplio como

ventrílocuo. José María lo llamó después de haber tallado la cruz en el caobo y le dijo:

⎯ Manuel, si tú hicieras hablar a esta cruz, qué crees que nos diría.

⎯ No lo sé, José María, pero tú dime qué quieres que la cruz diga y yo la hago hablar...

El fundador de Chan Santa Cruz, le dijo al ventrílocuo:

⎯ Voy a reunir a los indios rebeldes seguidores de Jacinto Pat en esta zona y tú vas a

hacer que esta pequeña cruz les diga que debemos volver a hacer la guerra contra los

dzules, una guerra santa. La pequeña cruz les va a pedir en primer lugar la recuperación

de Kampókolché y después de todas las demás ciudades importantes de la Península,

incluyendo Mérida y Campeche.

En la zona se mantenían en actitud rebelde los famosos indios huites, a los que José María

convocó enseguida. Luego hizo construir un pequeño templete cuya armazón se apoyaba en el enorme

caobo, dejando ver la cruz en bajo relieve que José María había tallado. Barrera preparó un texto que

Nahuat debía decir en maya, simulando que lo pronunciaba la pequeña cruz. Cuando se reunieron los

primeros indios rebeldes que acudieron al llamado de José María, éste hizo que en torno del tronco

del caobo se quemara una resina fragante que envolvió a Manuel Nahuat, quien hizo hablar a la cruz

con voz misteriosa, El mensaje que preparó Barrera decía:

"¡Guerreros mayas!: ha llegado la hora de volver a ser grandes y poderosos, como lo fueron

los cocomes, los bravos cupules, los indomables itzaes, los vigorosos cheles y ustedes los huites que

nunca han sido sub у yugados y que se mantienen libres en estos campos. Ataquemos Kampocolché

y recuperemos nuestras armas. Preparemos nuestro ánimo y nuestra masa de maíz, nuestro pozole,

nuestra carne secada al sol y nuestras semillas de calabaza, para llevar bastimento que nos permita

estar bien alimentados y ser fuertes en la batalla. Llevemos un poco de esta agua sagrada del cenote
Paola Sofía Rivera Medina

en nuestros calabazos, ¡agua bendita por Chac y por Itzel! ¡Vamos a luchar de nuevo con la fuerza

que nos infunde nuestra santísima chan cruz!".

Y la convocatoria fue eficaz. En unos días fueron llegando numerosos grupos de rebeldes

mayas bien avituallados que emprendieron el ataque a Kampocolché, tomaron la plaza, recuperaron

las armas y expulsaron al grupo de soldados que había dejado el ejército yucateco. A partir de ese

momento se construyó un templo con bajareque y paja en torno del caobo con su pequeña cruz tallada,

misma que siguió transmitiendo mensajes de aliento a los guerreros.

La pequeña cruz parlante hizo sus primeros milagros y permitió que los indios rebeldes

atacaran exitosamente varias poblaciones y se hicieran de armas, ganado y granos, con todo lo cual

volvieron a levantar milicias, que si no fueron tan numerosas como las que lograron Chi y Pat, sí les

permitió a los cruzoob recuperar terreno y establecer una nueva entidad religioso política.

La reacción del ejército de los dzules fue severa. En marzo de 1850 se lanzó un batallón

comandado por el coronel José María Novelo, que tomó Chan Santa Cruz, matando a un buen número

de sus guerreros, entre los que estaba Manuel Nahuat, quien cayó defendiéndose a machetazos. José

María Barrera logró escapar otra vez.

Cuando la cruz de aquella caoba fue destruida por el ejército de los dzules, José María ideó

hacer pequeñas cruces, que mandó vestir con huipil y collares de flores. La cruz era enviada con

mensajeros del halach uinic o jefe superior, consagrado como gran Chilam, a los batabes de la región

que entonces volvían a tomar las armas y a reconstruir una y otra vez la población de Chan Santa

Cruz.

José María Barrera no sólo fue un jefe guerrero que se convirtió en un jefe superior, sino que

además adoptó la figura religiosa de sumo sacerdote de los mayas orientales. Este montaje religioso

y militar hizo crecer su liderazgo de manera colosal: su ascendiente entre los indios rebeldes permitió
Paola Sofía Rivera Medina

que sus milicias volvieran a crecer, se pertrecharan y mantuvieran la resistencia militar y cultural en

la región. Una forma de llamar a este jefe militar y a todos sus sucesores, fue la de Tata o Gran Padre.

Barrera murió en batalla a finales de 1852. En la conciencia de los mayas rebeldes de la región,

su espíritu quedó flotando en el aire transparente y húmedo para que los guerreros lo respiraran y se

inspiraran. Su hijo Agustín Barrera fue tatich y sumo sacerdote de Chan Santa Cruz, cuando tuvo

edad para serlo, una década después de la muerte de su padre. Ese hijo murió asesinado en 1863.

Varios tatiches posteriores de Chan Santa Cruz también tuvieron ese fin.

Chan Santa Cruz, reconstruida por enésima vez en el siglo XX, fue rebautizada con el nombre

de un gran líder maya socialista, que también era mestizo, aunque de ojos verdes: Felipe Carrillo

Puerto.

3.5.1 Simbolismo Religioso Y Guerra En Yucatán

"Los mayas lograron preservar una parte muy importante de su cosmovisión y elementos como

la concepción del tiempo cíclico, que sirvieron de ejes ordenadores en el sincretismo religioso. De

modo que la religiosidad antigua permaneció de manera subrepticia expresándose constantemente en

los rituales prohibidos que se denominaron idolatrías".

Este notable apuntamiento de Pedro Braca monte, nos ayuda a entender el fenómeno que se

desarrolla a partir de 1850, año en que se funda Chan Santa Cruz. Se pone en marcha, dentro de la

guerra racial que arranca en 1847, un aspecto religioso que la impulsa nuevamente por medio siglo

más, cifrado en el sincretismo que sobrepone la cruz cristiana de salvación y la cruz que también fue,

aparentemente, un símbolo maya que proyecta en sus cuatro extremos los rayos del sol, kin, que era

reverenciado por los pobladores originales de la Península. (Francisco José Paoli Bolio).

3.5.2 Convocatoria Para Construir Chan Santa Cruz


Paola Sofía Rivera Medina

"Todos los que quieran luchar para terminar con la dominación de los blancos y hacer libre al

pueblo maya. acérquense a oír lo que les dirá la pequeña cruz que habla, la chan santa cruz que les

mostrará el destino triunfal y glorioso, como se lo mostró a los guerreros Itzáes el templo de Kukulkán

en Chichén. La reunión se hará en torno del tronco de un caobo sabio y fuerte, a la orilla fresca del

manantial sagrado. En este lugar vamos a hacer oración ante la cruz pequeña, para que nuestro padre

Dios, que ha hecho bajar esa señal, nos guíe y nos libre de la opresión de los dzules. Cristo Kinich

Kakmo nos hizo ver el símbolo que nos salvará. iluminará y devolverá la vida. Venid aquí para

ayudarnos a construir el pueblo de la Santa Cruz, donde su pequeña imagen cuida de todos y les dará

fortaleza para su lucha. Con la Chan Santa Cruz lograremos la victoria". (José María Barrera. 2 de

noviembre de 1840).

3.5.3 El llamado de la cruz

"Se mandaba tocar una trompeta en el centro de la plaza con un son particular a cuyo lúgubre

y siniestro toque se reunía todo el pueblo [..] La corneta les decía que las cruces querían comunicar

al pueblo su voluntad divina". (Serapio Boquera).

4. Segunda etapa de la Guerra de Castas (1850 – 1860)

4.1 La paz que no llega

Con el apoyo del gobierno mexicano (a través del general mexicano Manuel Micheltorena), el

ejército yucateco comenzó el proceso de recuperación de las principales poblaciones de la Península.

Los indígenas se replegaron a los extremos sur y oriente peninsular donde organizaron sus bastiones

y ataques sobre las poblaciones que el gobierno yucateco había recuperado y se empeñaba en

reconstruir.

El 3 de septiembre de 1849, los líderes herederos de Cecilio Chi-Venancio Pec y Florentino

Chan-decretan la muerte de Jacinto Pat. Lo hacen a través de una circular que se difunde por toda la

zona. En aquel momento estaba en curso la confrontación entre las milicias heredadas de Chi y las de
Paola Sofía Rivera Medina

Pat, y esa era la motivación principal detrás de la sentencia de muerte dictada por los seguidores del

hombre de Tepich, que había sido asesina do diez meses atrás. A mediados del mes de septiembre,

Venancio Pec es informado de que Jacinto Pat va camino a Belice, presumiblemente a refugiarse, y

lo alcanza con sus huestes en el rancho de Hopelchén a unos 15 kilómetros de Bacalar. Pat llevaba

una pequeña escolta; fue acribillado, junto con algunos familiares y amigos que lo acompañaban.

Tras el asesinato de los dos líderes iniciadores de la sublevación maya, Cecilio Chi y Jacinto

Pat, los indígenas rebeldes, al finalizar el primer año de sus exitosos ataques sobre las poblaciones de

Yucatán, se fueron replegando sobre el oriente, donde funda ron en 1850 su principal ciudad sagrada

y santuario guerrero: Chan Santa Cruz. Los dos grandes actores de esta segunda etapa, que también

fue muy sangrienta, fueron Venancio Pec y el mestizo José María Barrera, que primero luchó al lado

de Jacinto Pat y, después del asesinado éste, desarrolló su propia lucha. Venancio Pec, encabezó

combativamente a todas las milicias indias que siguieron al batab de Tepich y tuvo éxitos muy

importantes, como la toma de la próspera villa de Bacalar, vecina de Belice y centro de desarrollo

comercial el que participaban intensamente los ingleses. En lo que es actualmente el estado de

Quintana Roo, se establecieron tres grandes cacicazgos de los indígenas mayas rebeldes. El primero,

y más importante como protagonista del conflicto bélico, fue el que se organizó a partir de Chan Santa

Cruz, del que me ocuparé más adelante. Los otros dos fueron Ixcanhá y Chichanhá que, ubicados en

lo que es actualmente el estado de Campeche, desistieron de la lucha hacia 1853 y se sometieron a la

obediencia del gobierno mexicano. La decisión de los mayas de Ixcanhá y Chichanhá fue considera

da una terrible traición por los cruzoob encabezados por José María Barrera, quienes los declararon

sus enemigos. Dice Villa Rojas al respecto:

"Desde entonces, los mayas de Quintana Roo quedaron divididos en dos fracciones que se

conocieron con los nombres de 'Indios Sublevados Pacíficos' e 'Indios Sublevados Bravos'. Por lo

demás-continúa Villa Rojas-, todos ellos procuraron mantenerse aislados del resto de la Península y
Paola Sofía Rivera Medina

reorganizar su vida de acuerdo con las nuevas circunstancias impuestas por el desarrollo de los hechos

y por el peso de la tradición".

4.1.1 La División Indígena

"Después del asesinato de Pat por Venancio Pec [1849], la rebelión quedó descabezada y los

grupos mayas todavía activos sólo obedecían a sus propios capitanes sin coordinación con los demás.

Zacarías May mandaba en una parte de los Chenes con cabecera en Macanché, Angelino Itzá en

Chichanhá, Bonifacio Novelo alrededor de Valladolid y en Cruz Chen, Pablo Encalada en Lochjá,

José María Barrera, antiguo compañero de Jacinto Pat, en Kampocolché, etcétera. José María Barrera

adquirió un sólido prestigio entre los sublevados después de sus victorias en Map - cerca de

Valladolid- y en Tituc, y asumió el mando en la región selvática al norte de Bacalar. Venancio Pec y

Florentino Chan, antiguos lugartenientes de Cecilio Chi, viendo la difícil situación en que se

encontraba la insurrección, trataron de obtener la protección de los ingleses de Belice e incluso de so

meterse a la soberanía británica". (Michel Antochiw)

4.1.2 Florentino Chan

"Capitán Maya que sustituyó a Manuel Antonio Ay. A la comisión encabezada por el señor

Cura Vela, que lo había invitado para deponer las armas, Florentino Chan le dijo: 'Estoy decidido a

continuar la guerra porque estoy persuadido que lo único que desean los blancos es despojarnos de

nuestras armas para reducirnos nuevamente a la esclavitud"". (Víctor Echeverría Pérez)

4.2 La venta de indios mayas a Cuba

En la segunda etapa de la Guerra de Castas, que va de 1850 a 1860, los yucatecos inician el

proceso de recuperación del territorio los mayas rebeldes. que habían conquistado

Cuando el ejército yucateco avanza, con el apoyo del gobierno mexicano, va apresando

indígenas rebeldes en cantidades importantes y pronto llega un punto en el que no saben qué hacer
Paola Sofía Rivera Medina

con ellos. No los pueden tener presos, porque no hay cárceles suficientes, ni recursos para

alimentarlos y sostenerlos en prisión. El gobernador Barbachano expidió el 6 de noviembre de 1848

un decreto que decía:

"A todo indio que sea hecho prisionero con las armas en la mano, o que habiendo tomado

partido con los sublevados no se hubiese acogido en tiempo hábil a la gracia de los indultos publicados

en su favor, podrá el gobierno alejarlo de su respectivo domicilio y aun expulsar del estado por diez

años cuando menos, o los que tenga por conveniente, exceptuándose a los cabecillas, que serán

precisamente juzgados militarmente conforme a los decretos de la materia".

Este decreto pudo haber estado relacionado con la necesidad de mano de obra en la próspera

isla de Cuba, que era todavía una colonia española. El gobernador Miguel Barbachano había sido

educado en España y tenía buenas relaciones con hacendados y dueños de ingenios azucareros en

aquella isla de las Antillas, vecina de Yucatán. También debo señalar que otros yucatecos adinerados,

poco después de haberse iniciado el terrible conflicto racial en 1847, se trasladaron a Cuba con sus

familias y sus sirvientes mayas. El gobierno español de la isla, por otra parte, ante la creciente

dificultad para llevar esclavos des de África, pensó en atraer trabajadores mayas, adaptados al clima

cálido y húmedo de la Península, muy parecido al que había en los campos cubanos de producción

de azúcar.

Así pues, en los últimos meses de 1848, se establecieron conversaciones con Cuba, y se analizó

la forma legal con la cual se dejaría constancia de la expulsión de los indios mayas. Así, se empezaron

a crear las condiciones para el envío de trabajadores mayas a Cuba. A los hacendados cubanos les

vino bien llevar a sus estancias agrícolas y, particular mente a sus ingenios azucareros, a los indígenas

mayas. En febrero de 1849 se enviaron los primeros prisioneros mayas a Cuba, este país ya era

entonces el primer productor de azúcar a nivel mundial.


Paola Sofía Rivera Medina

La venta de mayas rebeldes, para que ejecutaran trabajos por períodos de diez o más años, se

prolongó hasta 1861. Este año, en que por un decreto del presidente Benito Juárez se prohíbe en forma

terminante la venta de indios mayas, marca el fin de la segunda etapa de la Guerra de Castas. En

aquella coyuntura, también empieza a formalizarse la Constitución del estado de Campeche, que

había planteado su separación de Yucatán desde 1857.

La expulsión de indios rebeldes fue un factor que debilitó notablemente a las milicias indígenas

y dejó buenos rendimientos a los gobernantes yucatecos, particular mente a Miguel Barbachano que

tenía amplios contactos en Cuba. Por cada indio enviado a esa próspera isla, los hacendados y dueños

de ingenios en ese país pagaban algunos pesos. Por cierto, menos de lo que gastaban por los esclavos

negros que les llevaban de África.

Se ha calculado que mandaron durante doce años a la isla del Caribe, alrededor de diez mil

indios, buen número de los cuales eran líderes del movimiento armado.

Habría que decir que la migración amplia de personas de Yucatán a Cuba, y también de la Gran

Antilla a la península yucateca, se produjo con cierta intensidad desde principios del siglo XIX, y una

de las principales causas fue la necesidad de mano de obra que las haciendas e ingenios cubanos

tenían y por la que contrataban trabajadores yucatecos. De tal modo, que la ocurrencia de Barbachano

y los políticos yucatecos, que idearon enviar a rebeldes mayas como trabajadores castigados por su

beligerancia en la Guerra de Castas, no fue original. Durante ese período de 1848 a 1861, como ya

señalé, los trabajadores mayas fueron en realidad enviados en calidad de esclavos y muchos se

establecieron en Cuba. Pero como ha investigado Victoria Novelo, la migración entre Cuba y Yucatán

tiene lugar cuando se dan graves conflictos en alguna de las dos regiones latinoamericanas separadas

por un pequeño trecho de mar. Hacia fines del siglo XIX, cuando Cuba libra su guerra de

independencia con España, buen número de cubanos emigra a Yucatán. Además, durante el auge del

henequén en Yucatán, los empresarios de la Península contrataron trabajadores cubanos. También se

reciben trabajadores cubanos cuando se desarrolla la producción de azúcar en el sur de la Península.


Paola Sofía Rivera Medina

4.2.1 Rescate de indígenas en Sisal “Serían enviados a Cuba como esclavos”

“Anselmo Chi y su mujer Cecilia Coyoc. – El primero natural del rancho de Yucab, labrador y

de 32 años de edad, y la segunda natural de Tizimín (Dzimincah). Chi no estaba al servicio de nadie

y porque debía cinco reales de contribución lo puso preso el cacique de dicha villa, lo obligó a romper

piedras por tres meses y de allí en unión de seis individuos más lo llevaron amarrado con su mujer

al puerto de S. Felipe, de donde fue conducido al de Progreso y de este a Mérida, allá lo entregaron a

don Miguel Pou, fueron encerrados en un cuarto de una casa y por ultimo los llevados a Sisal por

fuerza y tratados en los mismos términos que los otros”.

4.3 Las relaciones con Cuba

Los yucatecos tienen relaciones muy antiguas con los habitantes de la isla de Cuba. Había

contactos y comercio entre mayas de las tierras bajas y caribes de Cuba, y otras islas de la zona. Las

primeras exploraciones de los españoles a Yucatán partieron de Cuba a principios del siglo XVI.

Las relaciones entre Cuba y la Nueva España no fueron buenas por mus buenas por muchos

años. La comunicación entre Hernán Cortés y el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, fue mala

desde que el segundo quiso impedir la salida de la expedición del primero hacia lo que sería su gran

conquista: México-Tenochtitlán. Pero Yucatán, que no formó parte de la Nueva España durante casi

todo el período colonial, sí mantuvo una relación intensa con Cuba. Las dos eran provincias de

ultramar dependientes de la corona española y sus capitanes generales y gobernadores se mantenían

en contacto, por la cercanía geográfica y el intercambio que ésta permitía entre la península de

Yucatán y la próspera isla del Mar de las Antillas.

Con el desarrollo económico de las dos Capitanías Generales durante la Colonia, y con la

aparición de problemas comunes como el de los piratas, promovidos por potencias europeas como

Inglaterra y Francia, se estrecharon las relaciones y el intercambio entre Cuba y Yucatán. Esta

vinculación fue creciendo duran te los siglos XVII, XVIII, y en la primera mitad del siglo XIX ya era
Paola Sofía Rivera Medina

notable, pues incluía un tráfago cultural y educativo intenso. La música, el azúcar, el ganado, las

hermosas mulatas y los centros educativos, eran algunos de los enormes atractivos que los yuca tecos

tenían para ir a la isla caribeña. No sólo había intercambio comercial y cultural, sino de personas y

familias. Los yucatecos tenían en La Habana una especie de capital cultural y de negocios. Desde

luego, se trataba de yucatecos ricos, dueños de haciendas y de comercios importantes.

De tal manera que no es extraño que al estallar la violenta Guerra de Castas en Yucatán, varias

familias yucatecas con re cursos económicos importantes migraran a Cuba y establecieran allí sus

residencias permanentes. Durante la segunda etapa de la guerra, se produce la expulsión de rebeldes

mayas que eran capturados por el gobierno yucateco y enviados para trabajos forzados por largos

períodos. En Cuba se formaron núcleos de población maya, como el que existió entre La Habana y la

provincia de Matanzas, que después de la Revolución Cubana (1959) fue trasladado a la Loma del

Grillo.

Durante el gobierno revolucionario del general Salvador Alvarado, miembros de la próspera

oligarquía yucateca, encabezados por su líder Olegario Molina Solís, emigran a Cuba y desarrollan

en la isla negocios importantes. El asesinato de Madero y el golpe de Victoriano Huerta para

apoderarse de la presidencia de la República en México, lleva a Cuba a diversos políticos, entre los

cuales está el destacado poeta y periodista yucateco Antonio Mediz Bolio, quien contrae matrimonio

con una cubana, doña Lucrecia Cuartas de Mediz.

4.4 Importancia de Belice para los rebeldes mayas

4.4.1 La disputa entre España e Inglaterra por Belice

Algunos antecedentes históricos sobre lo que fue el territorio de Belice permiten tener mayor

claridad para dilucidar lo que ocurrió en la Guerra de Castas.

Belice fue un territorio que pertenecía a la Capitanía General de Yucatán desde que ésta se

estableció en el siglo XVI. Durante los siglos XVII y XVIII los comercian tes ingleses fueron
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penetrando el territorio y se establecieron en diversos sitios al sur de la península yucateca. También

corsarios ingleses y de otras nacionalidades se posesionaron de zonas ribereñas de Belice y constituye

ron en ellas sus guaridas.

La colonización y apropiación de Belice por parte de los ingleses fue hecha con trabajo de

hormiga, caminan do poco a poco sobre el territorio y estableciéndose en pequeñas aldeas y

poblaciones. Ante los conflictos que surgían entre la población inglesa que iba ocupando el territorio

beliceño, el gobierno de la colonia inglesa de Jamaica mandaba jueces a resolverlos. Apoyados en las

resoluciones judiciales que determinaban lo que pertenecía a cada uno de los contendientes, se fueron

legalizando sus propiedades. Ni el ejército español destacado en Yucatán durante el periodo colonial,

ni el comandado por la Capitanía General de Yucatán, pudieron lograr el control del territorio

beliceño, como tampoco pudo hacerlo el ejército yucateco después de declarada la inde pendencia de

Yucatán en 1821.

Los ingleses favorecieron varios ataques a poblaciones de Yucatán, mucho antes de que

estallara la Guerra de Castas. En realidad esas agresiones habían servido como estímulos para que la

población indígena se animara a realizar el tremendo ataque perpetrado en Valladolid, en enero de

1847, seis meses antes de estallar en Tepich la Guerra de Castas. Valladolid era la segunda ciudad en

población de la Península, por lo que el gobierno de Yucatán debió tomar providencias más eficaces

para perseguir a los agresores. El mulato Bonifacio Novelo fue identificado entre los que tomaron

Valladolid e incendiaron parte de la ciudad. que

Otro indicio de que podía haber una rebelión mayúscula como la que se dio, fue que los

indígenas conseguían armas en el mismísimo territorio peninsular, en Bacalar, donde los ingleses

habían logrado establecer depósitos de pertrechos bélicos. Esto no fue evitado por las autoridades de

esa hermosa población a la orilla de la enorme laguna de siete colores.

4.4.2 El nombre de Belice


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El nombre de ese territorio viene de un pirata con gran ascendiente en la zona apellidado

Wallace, cuyo nombre fue referido por la población como Walix, de lo cual se derivó la palabra que

llevaba el territorio de Belice o Belize, como lo escriben los ingleses. (Francisco José Paoli Bolio)

4.5 Armas para los rebeldes indígenas

Los indígenas rebeldes recibían una enorme cantidad de armas provenientes de Belice,

territorio dominado por los ingleses que dependía de la colonia británica de Jamaica. Como se

recuerda, España e Inglaterra compitieron como potencias económicas, marítimas y militares durante

los siglos XVI y XVII, y mantuvieron una condición de confrontación durante los siglos XVIII y

XIX.

Cuando surge el conflicto armado en 1847, el gobierno de Yucatán es considerado por los

ingleses como heredero de los españoles, a pesar de que ya casi todas las colonias se habían declarado

independientes y tenían gobiernos republicanos. No es difícil entender que los ingleses apoyaran de

manera indirecta los conflictos con los indios rebeldes con la entrega o venta de armas que

clandestinamente les hacían, porque ellos controlaban toda la franja del territorio yucateco colindante

con Belice. Era una forma de evitar que las autoridades locales se hicieran presentes en esa franja.

La entrega de armas de los ingleses a los rebeldes mayas no era gratuita ni desinteresada. Los

súbditos de su majestad británica obtenían la garantía de que podían explotar una de las mayores

riquezas de la zona peninsular, que eran sus bosques con muchas maderas preciosas y palo de tinte.

Otra de las formas que los ingleses usaban para combatir a los hispanos o sus herederos fueron

los corsarios, que atacaban las embarcaciones españolas para despojarlas de los bienes que

transportaban a la península ibérica. Ésta era una manera de avanzar sigilosa pero consistentemente

en la consolidación de la posesión beliceña de facto, aunque también con algunos recursos jurídicos

como el de la resolución de conflictos entre los pobladores ingleses o protegidos por ellos, como ya

describí antes.
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Se advierte entonces que Belice, durante la Guerra de Castas, jugó un papel fundamental para

el sostenimiento de las milicias mayas. Los comerciantes ingleses, contando con el disimulo o la

complicidad de las autoridades británicas, vendían armas, pólvora, pertrechos bélicos y alcohol a los

indígenas, de los que recibían protección para explotar libremente los riquísimos bosques en el

territorio que ellos dominaban y que años después, durante el gobierno de Porfirio Díaz y por decreto

de éste, pasó a ser el Territorio de Quintana Roo (1902). Uno de los estímulos para decretar la

formación del Territorio por el gobierno porfirista, no fue sólo pactar la paz con los restos de las

milicias mayas que se habían refugiado en la zona, sino explotar los bosques y, en general, las tierras

fértiles que se encontraban en esa región peninsular llena de aguadas, y abundante fauna y flora

tropical.

Los dominios rebeldes colindaban con Belice, que aún era legalmente parte de Yucatán, lo cual

se había reconocido en un tratado firmado en Versalles entre Inglaterra, Francia y España (1783). Los

ingleses y franceses aceptaron entonces que Belice pertenecía a España. Pero independiente mente

de ese tratado, Belice ya había pasado a ser en realidad del dominio inglés. Una prueba de esto último

es que ingleses sostenían en Belice un vicegobernador que reportaba a los gobernantes de la colonia

británica de Jamaica todos los actos que realizaban. Esto consta en los ar chivos coloniales ingleses

que se encuentran en la Oficina Pública de Registros (Public Record Office). En el tratado firmado

en Versalles, los ingleses lograron que se les reconociera el derecho a sus colonos de cortar y

transportar madera en aquellos bosques y palo de tinte de sus pantanos ribereños, con lo cual se daba

autorización para su tránsito y el establecimiento de puntos en los que ubicaban sus empresas

madereras y comerciales. Se estableció también la prohibición de que se vendieran armas a los

indígenas que ya habían desarrollado varias rebeliones en Yucatán durante la colonia. Por supuesto

que esa prohibición nunca fue respetada.

En 1825 se firmó otro tratado de amistad entre Inglaterra y México que ya era un país

independiente de España. Yucatán empezó a formar parte de México desde 1821. En este último
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tratado se reiteró que la soberanía sobre Belice correspondía ejercerla a Yucatán, que era parte de la

nación mexicana, así como la prohibición de venta de armas a los indios por parte de los ingleses.

También se repitió que Inglaterra tendría derecho a permisos temporales para explotar la madera de

la región beliceña y en particular el palo de tinte que había logrado un alto precio en el merca do

internacional, ya que se utilizaba para el teñido de telas y de cuero así como para la próspera industria

de cosméticos, que tenía su mayor punto de elaboración y venta en París, capital de la moda y los

productos de belleza.

La prohibición de la venta de armas fue violada una y otra vez, con pequeñas cantidades de

armamento, pólvora y plomo que fue entrando a la Península, hasta que finalmente se inició la venta

masiva de pertrechos bélicos a los rebeldes a partir de julio de 1847. Ante reclamos del gobierno

yucateco, la cancillería inglesa negó que se realizaran tales ventas. Cuando se restableció Yucatán

como estado integrante de la Unión Mexicana, el re presentante plenipotenciario de México ante la

Gran Bretaña, Dr. José María Luis Mora, presentó nueva mente el reclamo ante el gobierno inglés.

Ya avanzado el siglo XIX, en pleno porfiriato, se firma entre México e Inglaterra el Tratado

Mariscal-Spenser (1893), en el que se establecen los límites entre México y Belice. Cuatro años más

tarde (1897) se llevó a cabo una convención adicional con la misma materia. En ninguno de los dos

instrumentos internacionales México renuncia a sus derechos de soberanía sobre Belice.

4.5.1 Un comercio ilegal

"Los ingleses de la colonia de Belice, habiendo agotado la caoba de su territorio, empezaron

a comprársela a muy buen precio a los vecinos de Bacalar; pero no queriendo seguirles

proporcionando ese medio de hacer fortuna, adelantaron su corte de madera hasta medio grado al

Norte sobre el 18° de latitud y el 83° de longitud occidental del meridiano de Cádiz, que es el que

marca la división de límites conforme a los tratados celebrados con Inglaterra por España en 1799.

Pero la ambición de ellos no se contentó con esta infracción que seguramente no les daba toda la
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seguridad que apetecían, y la sublevación de los indios [en 1847] les abrió un campo más dilatado

para saciar su avaricia y para ex tender su territorio.

Ellos [los ingleses] fueron los alhajas de las iglesias y de los particulares, y de que por las toda

clase de efectos que robaban los indios en sus incursiones, les daban en cambio pólvora y fusiles, y

ellos los que por permisos para cortar madera en terrenos mexicanos, les dan en retribución toda clase

de elementos de guerra. El gobierno de esa colonia ha celebrado oficialmente convenciones con ellos,

considerándolos como beligerantes en la atroz guerra que a la civilización hacen en un Estado de la

república [...].

Las protestas y reclamaciones que repetidas veces se han dirigido al superintendente inglés de

Belice los gobernadores de Yucatán, y por aun por el mismo gobierno de la república al ministro de

S.M.B. residente de esta capital, siempre han tenido por respuesta, que los derechos, franquicias y

privilegios del comercio de las colonias, no permitían prohibir ni restringir la venta de cualquier

artículo al primer comprador". (Manuel Mendiolea)

5. Tercera etapa de la Guerra de Castas (1861 – 1901)

5.1 Se prolonga la rebelión

Puede señalarse el año de 1861 como aquel en el quede que la Guerra de Castas disminuyó su

intensidad, con ataques esporádicos de los mayas rebeldes sobre las poblaciones de la península

yucateca. Fue un período en el cual, a pesar ataques se fueron dando con menor intensidad, muchos

habitantes de la Península vivían temerosos de que este peligro latente se pudiera avivar.

Existe un informe del gobernador de Yucatán, de 1862, donde asienta que "de los 3,153 pueblos

que había en 1846, en la época del informe quedaban sólo 1,057, menos de la mitad, y que durante

ese mismo período, es decir en 16 años, se habían perdido 184,286 habitantes". Hay cifras más

dramáticas que nos reporta el periódico El Fénix, editado por don Justo Sierra O'Reilly: con base en

el censo de población de la Península que se había hecho en 1846, se analizó la población de las cinco
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ciudades con el mayor número de habitantes y ésta sumaba más de medio millón de personas. Sólo

cuatro años después, en 1850, había en esas ciudades no más de trescientos mil habitantes.

5.1.1 Una Nueva Generación De Soldados Mayas

"Hay en ese pueblo [Chan Santa Cruz] una nueva generación que no ha conocido a los

yucatecos, si no es en los campos de batalla para beber su sangre; que se ha amamantado con ese

odio; no sólo que le han infundido sus padres, sino que se ha desenvuelto en esos sangrientos

encuentros, en los que siempre han salido vencedores, Esta nueva generación la forma una juventud

robusta y llena de ese ardor, de ese valor, y de ese deseo de aventuras y de peligros propios de esa

edad juvenil y belicosa, y esa multitud de jóvenes indios que hoy existen forman una buena parte y

la mayor de sus tropas". (Serapio Baqueiro)

5.2 El cacicazgo suroriental de los mayas rebeldes

El cacicazgo suroriental de los mayas rebeldes fue el de Chan Santa Cruz, que ocupaba el

territorio que va de la laguna de Bacalar, al sur, hasta las ruinas de Tulum, al norte. En el centro de

ese territorio estaba la ciudad sagrada de Chan Santa Cruz. Esta zona fue considerada como la más

importante y llegó a tener más de cuarenta mil habitantes.

Villa Rojas describe la lógica fundamental de operación del cacicazgo de la pequeña cruz

parlante de la siguiente manera:

"El culto de la Cruz Parlante quedó convertido en el centro directriz de toda actividad; nada se

podía hacer sin la voluntad de la cruz milagrosa; era ella quien indicaba las mejoras materiales se; las

contribuciones que debían habían de hacer pagarse; el trato que correspondía a los prisioneros de

guerra; los poblados que debían asaltarse; las normas de conducta que debían seguirse, etc., etc. Las

ceremonias de su culto se inician diariamente a las cuatro de la mañana con una misa; horas después

se repetía ésta y, por la noche se realizaban rosarios o novenas. Aparte de esto, había sesiones

especiales en las que la cruz expresaba sus órdenes o anunciaba sus profecías. Salvo esto último que
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estaba a cargo de los altos jerarcas, las demás ceremonias eran dirigidas por especialistas de carácter

retraído y temperamento religioso, a los que se daba el título de 'Maestros', quienes tenían ciertos

conocimientos de las oraciones y de las formas del ritual católico".

Chan Santa Cruz tenía una organización militar. En primer lugar estaba siempre vigilada y

protegida por la "Guardia del Santo", que era un escuadrón de ciento cincuenta hombres armados.

Estos grupos se alternaban cada quince días. Por otra parte, todos los hombres mayo res de dieciséis

años quedaban obligados a pertenecer a una de las diversas compañías o milicias que integraban el

sistema castrense, en el que había grados que iban desde cabo hasta comandante. Había un jefe

superior, halach uinic, cuya autoridad era absoluta y además, gozaba de un gran número de

privilegios; en español se le denominaba gobernador. A su muerte lo sucedía el jefe inmediato de

mayor prestigio. Eso explica por qué hubo frecuentes asesinatos de los jefes superiores, perpetrados

por sus inmediatos inferiores para sustituirlos. Los asesinatos de Agustín Barrera (1863) o de otros

jefes superiores posteriores a él, dan cuenta de esta circunstancia.

Bonifacio Novelo, que gobernó Chan Santa Cruz de 1867 hasta tal vez 1870, fue un caso

excepcional, porque no fue asesinado sino que falleció de muerte natural, según la leyenda. En 1885

un batab llamado Aniceto Dzul, asesinó al entonces nohoch tata, Crescencio Poot. Fue un golpe de

Estado en el que murieron algunos de los comandantes de Poot y sesenta y siete guerreros mayas.

Villa Rojas dice que "la eficacia de la Cruz Parlante como medio de control social, dio lugar a

que surgiesen cruces parlan tes en diversas regiones del cacicazgo (de Chan Santa Cruz). Fue así

como se originaron los santuarios de Chancah, Chumpom, San Antonio Muyil y Tulum; este último

estaba situado como a una legua de la playa donde están las ruinas de ese nombre. Precisamente en

este santuario, el culto de la Cruz Parlante llegó a estar manejado por una mujer llamada María Uicab,

a la que los indios daban el título de 'Santa Patrona' o 'Reina'. En 1871 las fuerzas del Gobierno

estuvieron a punto de capturarla, pues lograron tomar por sorpresa el lugar y aprehender a sus criados

y a uno de sus hijos".


Paola Sofía Rivera Medina

Es curiosa esta jefatura femenina entre los rebeldes mayas que normalmente tuvieron varones

como jefes. En deidades o figuras divinas los mayas tenían una gran consideración a la mujer. La

santa cruz era, en último análisis, femenina y se celebraba el mismo 3 de mayo que hoy se sigue

festejando en el calendario católico. También se tenían celebraciones en honor de la Virgen María,

como la del 8 de diciembre de cada año en la que se honraba la concepción de María.

5.2.1 Varios Cacicazgos

En la penúltima década del siglo XIX, Chan Santa Cruz había perdido su hegemonía, aunque

su influencia llegó a bautizar toda la región rebelde como territorio de los hombres de la cruz, los

cruzoob. Los mayas orientales se dividieron en tres cacicazgos: Chan Santa Cruz, Ixkanhá y

Chichanhá; estos dos últimos en los linderos del actual estado de Campeche. Fomentaron santuarios

de los que recibían impulsos místicos para sostener la insurrección, aunque fuera con una intensidad

menor que la original. Uno de ellos fue Tulum, que tenía un hermoso conjunto de pirámides a la orilla

del mar Caribe. Otro fue Cobá, que tenía una pirámide muy alta, con dos manantiales que formaban

espejos de agua a cada uno de sus costados. (Francisco José Paoli Bolio)

5.2.2 Chan Santa Cruz en 1865

"Esta capital no es otra cosa más que un montón de rústicas y miserables casuchas colocadas

aquí y allí, sin orden ni simetría. En una de sus plazuelas se levantan dos casas de cal y canto, a cuya

construcción no han contribuido las artes, ni ha tenido parte el buen gusto. Uno de estos edificios,

que los indios llaman palacios, sirve de habitación al jefe principal y a la vez hace veces de templo

de la superstición y la impiedad. En el otro vive el segundo en categoría, que tiene la investidura y

consideraciones de comandan- te militar de la plaza. La fortificación de esta plaza consiste en cinco

pequeños montes, que sirven más para observar la llamada ciudad y sus alrededores, que para la

defensa. Aquí se halla la residencia de todos los jefes o caudillos y de cosa de 1000 hasta 1500 indios,

y aquí se reúnen siempre las fuerzas que hacen sus afortunadas excursiones.
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El supremo sacerdote de Chan Santa Cruz tiene el nombre de 'patrón' y es al mismo tiempo

jefe supremo de la población, con un poder ilimitado, despótico. El segundo tiene el título de

'intérprete de la cruz o de Dios' o tata Polin, y el tercero 'el órgano de la divina palabra' [...]. Las

categorías militares están clasificadas por generales y comandantes. A pesar de estos elevados títulos,

cualquiera de ellos a quienes el oráculo de los triunviros declara delincuente o culpable, es castigado

con azotes o de otro modo más o menos severo.

En Chan Santa Cruz casi todo es misterioso. espionaje está admitido como sistema, y se formó

esta manera una especie de policía secreta [...]. Uno de ellos es jefe de los espías, los indios le llamaron

'tata Nohoch Dzul"”. (Federico Aldh).

5.3 El mulato Bonifacio Novelo (1807 – 1870)

Algunos historiadores se refieren a él como mu lato, Nelson Reed lo identifica como mestizo,'

sugiriendo que era miembro de una casta mes tiza, probablemente producto de algún enlace entre

negro e india. Bonifacio era originario de Valladolid, donde pasó sus primeros años, hablaba maya y

caste llano perfectamente. Se hizo comerciante desde muy joven y viajaba frecuentemente a Belice

donde hizo amistad con los ingleses.

Aunque no era indígena de pura sangre, desde muy temprano se afilió y apoyó a los indígenas,

participando decisivamente en sus rebeliones. Empezó a desarrollar su acción como traficante de

armas y otros productos desde Belice en 1840, cuando tenía alrededor de 33 años. De tal modo que

siete años después, cuando Cecilio Chi, Jacinto Pat y sus seguidores deciden iniciar los ataques, tras

el fusilamiento de Manuel Antonio Ay, los líderes rebeldes ya habían acumulado buen número de

armas, municiones y pertrechos de guerra, buena parte de los cuales se encontraban en Columpich, la

finca de Jacinto Pat.

Bonifacio Novelo era considerado por las autoridades de Yucatán un bandido que traficaba

armas, y también tenían la sospecha de que había provisto de ellas a los atacantes indígenas que
Paola Sofía Rivera Medina

destruyeron parte importante de Valladolid en enero de 1847, seis meses antes del levantamiento

feroz iniciado en Tepich.

Las autoridades de Yucatán sabían de la peligrosidad de Novelo y trataron de apresarlo, sin

éxito. Los campesinos mayas lo protegían mostrándole caminos y escondites en las selvas del sur y

del oriente peninsular, que ellos dominaban. El mulato los compensaba dándoles galones de buen ron

jamaiquino que adquiría en Belice. Nunca lo atraparon y se mantuvo en la lucha.

Este personaje resultó clave para apoyar el levanta miento, porque contribuyó a dotar de un

arsenal a los indígenas. Y siguió en combate hasta finales de los años sesenta de esa misma centuria,

cuando ya habían sucumbido los dirigentes indios de las dos primeras etapas: y Cecilio Chi, Jacinto

Pat, José María Barrera Venancio Pec.

Llegó a ser el tatich de Chan Santa Cruz a finales de los años sesenta del siglo XIX, donde

gobernó como "el indestructible mestizo Bonifacio Novelo", con sesenta años de edad. Todo el

tiempo se mantuvo en buenas relaciones con los ingleses de Belice.

Nelson Reed dice que el tatich de Chan Santa Cruz en el año de 1867, veinte años después del

levantamiento de Tepich, era Bonifacio Novelo, que ya para entonces había dejado de ser reconocido

como el asesino de Valladolid.

"Ahora, en el otro extremo del orden moral y social, dirigía una nación independiente,

dominaba un ejército y mucha riqueza, y era el sumo sacerdote, el papa de su pueblo".

No se sabe exactamente la fecha y la causa de su y falleció de muerte. Varios autores dicen que

natural y no en batalla o asesinado como otros de los líderes mayas un año y dice de la rebelión.

Nelson Reed arriesga que murió hacía 1870, cuando supuestamente tenía 63 años. Pero no

completamente con forme con ese dato, afirma que sin duda murió antes de 1880.³ No se sabe en

realidad cuántos años vivió ni quién fue su sucesor como tatich de Chan Santa Cruz. Lo que sabemos
Paola Sofía Rivera Medina

es que nunca fue derrotado, ni aprehendido, ni herido de gravedad, a pesar de que participó en muchas

batallas y hechos de armas.

Se puede afirmar que es una figura notable de la Guerra de Castas. Como se sabe, las castas en

América son producto de las mezclas de distintas razas. En nuestro continente, se mezclaron las razas

blanca, cobriza, amarilla y negra. Y produjeron distinto tipos de mestizos, que en cada región

recibieron nombres diversos. Bonifacio Novelo, aparentemente, tenía entre sus antepasados personas

de la raza negra, india y probablemente blanca. Por lo cual representa una casta más entre las que

estuvieron en pugna.

5.3.1 Novelo Según Un Capitán Inglés

"La expresión de su apostura es decididamente agradable. Estaba vestido con un paño

multicolor de manufactura india. Pantalones sueltos de algodón blanco guarnecidos ricamente de las

rodillas abajo, huara ches de cuero bordado y una masca da, también hecha por indios, en torno de su

cintura, mientras al cuello llevaba una cadena de oro macizo con una cruz colgando". (Capitán

Charmichel, 1867).

5.3.2 Una Nueva, Peligrosa Fase

"Una serie de golpes y asesinatos sacudieron la capital maya rebelde de Santa Cruz entre 1863

y 1864, y cuando el polvo se había asentado, los hombres que gobernarían Santa Cruz durante los

siguientes 20 años, emergieron claramente en el panorama: Bonifacio Novelo, Crescencio Poot y

Bernardino Cen. [...]

La guerra había entrado a una nueva peligrosa fase, una fase más peligrosa que cualquier otra

desde los años iniciales de la guerra. Había ahora cuatro mil rebeldes mayas, bien armados, aguerridos

en batalla, determinados y, quizá dirigidos por hombres de hostilidad y brutalidad incansables, contra

quienes la frontera estaba mal preparada para resistir". (Paul Sullivan)


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5.4 El fin de la guerra

Los ataques de los cruzoob se fueron haciendo cada vez más esporádicos en las últimas dos

décadas del siglo XIX. De repente caían sore los pueblos que estratégicamente escogían y se

ensañaban con la población blanca que había en ellos. En ocasiones tomaban algunos prisioneros y

los conducían como rebaños a Santa Cruz. Llegaron a tomar niños pequeños para convertirlos en

mayas y mujeres jóvenes para convertirlas en mancebas de los jefes indios.

Chan Santa Cruz se fue despoblando y. paralelamente, los jefes indios que primero sostuvieron

una relación de gran colaboración con los ingleses de Belice, empezaron a tener dificultades con ellos,

porque se enteraron que las autoridades inglesas entraron en tratos con el gobierno de México para

definir la frontera de su colonia con el territorio mexicano. El gobierno de Porfirio Díaz demandó una

vez más a los ingleses que dejaran de vender armas a los cruzoob. Y los británicos exigieron al

gobierno de México que hiciera efectivo su control sobre los rebeldes mayas, en particular los

alebrestados guerreros del cacicazgo de Icaiché. Finalmente se firmó entre los dos países el Tratado

Mariscal Spenser, en 1893, que prohíbe la venta o entrega de armas a los cruzo'ob, lo cual irritó mucho

a los escasos guerreros que quedaban en pie.

Es conveniente aclarar que los grupos de población maya que vivían en el oriente de la

península yucateca, así como también los que habitaban en territorio beliceño, principalmente en la

región fronteriza de Corozal, mantenían relaciones e intercambio frecuente. Hablaban la misma

lengua y tenían las mismas costumbres y creencias. Buen número de rebeldes cruzoob pasaban

temporadas en Belice donde tenían parientes y amigos. Algunos de ellos emigraron en forma

definitiva, establecieron Belice como su país de residencia y se volvieron bilingües: hablaban inglés

y maya.

En octubre de 1899 llegó a Yucatán el general mexicano Ignacio Bravo, amigo personal del

presidente Porfirio Díaz. Tenía setenta años cuando desembarcó en el puerto de Progreso y venía con
Paola Sofía Rivera Medina

el encargo de acabar con los rebeldes mayas en forma definitiva. Era un militar con fama de ser frío

y calculador, paciente para planear y desarrollar su estrategia bélica. Esta consistió, en la última parte

de su expedición, en el ataque primero a Bacalar, con las fuerzas al mando del contralmirante de

marina Ángel Ortiz Monasterio, con el que estaba coordinado; para después emprender la toma y

destrucción del bastión indígena de Chan Santa Cruz.

El 10 de marzo de 1901 desembarcaron en la desembocadura del Río Hondo, que hace frontera

entre México y Belice, varios batallones de infantería del ejército mexicano, acompañados de marinos

que comandaba Ortiz Monasterio. Los soldados no encontraron mayor resistencia. de los cruzoob y

tomaron Chan Santa Cruz. Después procedieron a cambiarle el nombre, rebautizándola como Santa

Cruz de Bravo. La operación para la toma final de Chan Santa Cruz se inició el mismísimo día de la

Santa Cruz, el 3 de mayo de 1901, y se concluyó el día cinco de ese mes, reportándose de inmediato

por telégrafo que la plaza sagrada había sido tomada y los cruzoob derrotados. Con esa acción se daba

fin a la Guerra de Castas. Hay fotografías del general Bravo con algunos de sus oficiales y el

gobernador Francisco Cantón Rosado en Santa Cruz de Bravo.

El 4 de noviembre de 1901 el presidente, general Porfirio Díaz, envió al Congreso de la Unión

en México una iniciativa para crear el Territorio de Quintana Roo, en la parte suroriental de la

península yucateca. Veinte días después, había acuerdo unánime en el Congreso para que la iniciativa

del presidente se convirtió en ley. Muchos yucatecos prominentes recibieron concesiones para

explotar las selvas de ese territorio. Esta fue una de las acciones del gobierno mexicano, y

particularmente del Secretario de Hacienda José Yves Limantour, para tranquilizar a los yucatecos

influyentes que, si bien perdían un territorio importante, tenían la posibilidad de ganar grandes

fortunas explotándolo económicamente.

5.4.1 Llamado A Los Rebeldes De Santa Cruz


Paola Sofía Rivera Medina

El Gobierno Mexicano llega a estos montes para dar la tranquilidad y colmar de beneficios a

los Mayas honrados; para dar trabajo al que lo desee; así es que los que quieran vivir pacíficamente,

tendrán tierras que trabajar, vivirán adonde les agrade, se les nombrarán las autoridades que les

convengan y se les darán todas las seguridades para que no sean molestados. Para que puedan vivir

con las comodidades que se les ofrecen, es necesario que vayan a presentarse a los campamentos, lo

que harán siguiendo los caminos y llevando un trapo blanco, que, como bandera. irá amarrado a una

vara. En los campamentos se les dará alimentos, instrumentos para labrar la tierra, y se les mandará

al lu gar que quieran, para que formen sus pueblos.

Todos los que formen familias estarán siempre juntos y trabajarán en lo que quieran solamente,

sin que se les obligue a trabajar para el Gobierno o a personas.

Si no se presentan, vendrán las tropas todos los meses a destruir los sembrados y casas, a hacer

prisioneros a todos, y entonces sí se les obligará a trabajar en los caminos; y a los que coja llevando

arma, se. les pasará por las armas.

Esta es la última vez que se les hace una invitación para que vi van en paz y se sometan al

Gobierno Mexicano, para tener los mismos beneficios que los que mandan el General Aranda y el

General Tamay.

Santa Cruz De Bravo, Noviembre 1º De 1902.

El General en Jefe José M. de la Vega

5.4.2 El Tratado Mariscal – Spenser

En la República Mexicana las inversiones inglesas habían crecido notablemente, propiciadas

especial mente por el ministro de Hacienda de don Porfirio Díaz, José Yves Limantour. El gobierno

de Díaz decidió intensificar el diálogo con los ingleses para tener su colaboración en el proceso de

pacificación de la región sur-oriental de Yucatán. Don Porfirio en comendó a su secretario de


Paola Sofía Rivera Medina

Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, la tarea de lograr mejores relaciones con Inglaterra y firmar

un tratado en el que se obtuviera su colaboración. En ese tratado, firmado el 8 de julio de 1893 y

conocido por los nombres de los dos cancilleres, el inglés Sir Spenser St. John y el mexicano Ignacio

Mariscal, los ingleses se comprometían a dejar de vender armas a los indios sublevados y a cooperar

para que los indios citados no prosiguieran su lucha, y a reconocer que toda la parte oriental de la

Península y las islas, Mujeres, Cozumel y Holbox, eran territorio mexicano.

Francisco José Paoli Bolio

5.4.3 "Guerra Civilizadora"

"Se prepararon elementos para abrir campaña contra tales indios, que mantenían fuera de la

marcha progresiva de la nación una gran parte del territorio yucateco; se colocaron tropas

convenientemente, por tierra, al mando del general D. Ignacio A. Bravo, y dos flotillas por mar, que

quedaron bajo la propia dirección; y en 1901 se abrieron resueltamente las operaciones, que han dado

por resultado ocupar todas las poblaciones de los rebeldes, a quienes se han hecho muchos

prisioneros, obligándolos a guarecerse en los bosques espesos de aquella costa exuberante, en donde

con éxito se les ha perseguido por las tropas de los generales D. José María de la Vega y Victoriano

Huerta, que han ido substituyéndose en el mando de las operaciones, habiéndolo efectuado el segundo

últimamente con carácter de interino.

El establecimiento de caminos, que eran necesarios para penetrar en la zona rebelde; el

establecimiento de un ferrocarril estratégico; la apertura de puertos sobre la costa de dicha zona, y el

levantamiento de telégrafos, han servido grandemente para abreviar las operaciones de la guerra en

Yucatán.

Para no hacer pesar sobre el Estado en referencia los gastos y los esfuerzos que demanda la

sumisión completa de la comarca en que se ha do minado a los indios, la organización de su gobierno

y el sostenimiento de la paz en ella, al acabar la persecución, el Ejecutivo solicitó de las Cámaras de


Paola Sofía Rivera Medina

la Unión que, previa la tramitación respectiva, se formara con dicha comarca un territorio federal que

lleve el nombre de Quintana Roo.

El Presidente de la República no ha omitido labor ni escaseado elementos para que se hagan

esas guerras de la civilización contra la barbarie, con cuya conclusión dejará limpio el territorio de la

República, para que, sin trabas en toda su extensión, pueda el progreso triunfante dedicarse a su labor

grandiosa de prosperidad".

Bernardo Reyes Secretario de Guerra y Marina, 1900-1902

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