Aspectos de la
Vida cristiana
BENEDICTO XVI
Selección de contenidos
a cargo de Antonio Pérez Villahoz
Primera edición: marzo 2012
© Cobel
© Antonio Pérez Villahoz
ISBN:
Cobel
Avda. Benito Pérez Galdós, 40 4º
03004 Alicante
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otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.
ÍNDICE
Introducción ............................... 5
1. Afán de Santidad ....................... 9
2. Servicio a los demás ................... 21
3. Sagrada Eucaristía ...................... 33
4. Apostolado .............................. 45
5. Vocación ................................. 57
6. Santa Pureza ............................ 75
7. Oración ................................... 85
8. Pecado y Vida de gracia............... 97
9. Filiación divina ......................... 117
10. Alegría .................................. 125
11. Fidelidad. Compromiso............... 131
12. Presencia de Dios...................... 143
13. La Virgen ................................ 149
14. Libertad y obediencia ................ 161
15. Estudio y educación .................. 175
Aspectos de la Vida cristina
Introducción
Queridos hermanos y hermanas:
“¿Qué he de hacer para tener en herencia
vida eterna?”. Con esta pregunta empieza el
breve diálogo, (...) entre alguien, identificado
en otro sitio como el joven rico, y Jesús (Cf. Mar-
cos 10,17-30). No tenemos muchos detalles acerca
de este anónimo personaje, pero con estas pocas
pinceladas conseguimos percibir su sincero deseo
de alcanzar la vida eterna llevando una honesta
y virtuosa existencia terrena. En efecto, conoce 5
los mandamientos y los observa fielmente desde
que era joven. Y, sin embargo, todo esto que sin
duda es importante, no es suficiente -dice Jesús-
falta una cosa sólo, pero es algo esencial. Al ver-
lo bien dispuesto, el divino Maestro lo mira con
amor y le propone el salto decisivo, lo llama al
heroísmo de la santidad, le pide que abandone
Benedicto XVI
todo para seguirlo: “Cuanto tienes véndelo y dá-
selo a los pobres... luego, ven y sígueme” (v. 21).
“Ven y sígueme”. He aquí la vocación cris-
tiana que brota de una propuesta de amor del
Señor, y que puede cumplirse sólo gracias a una
respuesta nuestra de amor. Jesús invita a sus
discípulos al don total de su vida, sin cálculo ni
intereses humanos, con una confianza en Dios
sin reservas. Los santos acogen esta invitación
exigente, y se ponen con humilde docilidad tras
las huellas de Cristo crucificado y resucitado. Su
perfección, en la lógica de la fe a veces huma-
namente incomprensible, consiste en no ser el
centro de sí mismos, sino en escoger el ir contra-
corriente viviendo según el Evangelio.
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 11 de octubre de 2009
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Aspectos de la Vida cristina
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Aspectos de la Vida cristina
1. Afán de santidad
Lo que Dios desea más de cada uno de vo-
sotros es que seáis santos. Él os ama mucho más
de lo jamás podríais imaginar y quiere lo mejor
para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros
es que crezcáis en santidad.
(Colegio Santa María de Twickenham 17 de sept de 2010)
Los santos son los verdaderos portadores de
luz en la historia, porque son hombres y mujeres
de fe, esperanza y amor.
(Deus Caritas est, n. 40)
La vida de los santos no comprende sólo su 9
biografía terrena, sino también su vida y actua-
ción en Dios después de la muerte. En los santos
es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja
de los hombres, sino que se hace realmente cer-
cano a ellos. En nadie lo vemos mejor que en
María.
(Deus Caritas est, n. 42)
Benedicto XVI
Dios no solamente nos ama con una pro-
fundidad e intensidad que difícilmente podre-
mos llegar a comprender, sino que, además, nos
invita a responder a su amor. Todos sabéis lo que
sucede cuando encontráis a alguien interesan-
te y atractivo, y queréis ser amigo suyo. Siempre
esperáis resultar interesantes y atractivos, y que
deseen ser vuestros amigos. Dios quiere vuestra
amistad.
Y cuando comenzáis a ser amigos de Dios,
todo en la vida empieza a cambiar. A medida
que lo vais conociendo mejor, percibís el deseo
de reflejar algo de su infinita bondad en vuestra
propia vida. Os atrae la práctica de las virtudes.
Comenzáis a ver la avaricia y el egoísmo y tan-
tos otros pecados como lo que realmente son,
tendencias destructivas y peligrosas que causan
10 profundo sufrimiento y un gran daño, y deseáis
evitar caer en esas trampas. Empezáis a sentir
compasión por la gente con dificultades y ansiáis
hacer algo por ayudarles. Queréis prestar ayuda a
los pobres y hambrientos, consolar a los tristes,
deseáis ser amables y generosos. Cuando todo
esto comience a sucederos, estáis en camino ha-
cia la santidad.
(Viernes 17 de sept de 2010)
Aspectos de la Vida cristina
Los santos (...) son los verdaderos reforma-
dores. Ahora quisiera expresarlo de manera más
radical aún: sólo de los santos, sólo de Dios, pro-
viene la verdadera revolución, el cambio decisivo
del mundo.
(Colonia, 20-VIII-05)
Todos sabemos que para llegar a una meta
en el deporte y en la profesión hacen falta dis-
ciplina y renuncias, pero todo eso contribuye a
alcanzar la meta que se buscaba. Así, también,
el llegar a ser hombres según el plan de Jesús,
exige renuncias; pero esas renuncias no son algo
negativo; al contrario, ayudan a vivir como hom-
bres con un corazón nuevo, a vivir una vida ver-
daderamente humana y feliz.
(Jueves 6 de abril de 2006)
11
Espero que, entre quienes me escucháis hoy,
esté alguno de los futuros santos del siglo XXI.
(Viernes 17 de sept de 2010)
Los beatos y los santos han sido personas
que no han buscado obstinadamente la propia
felicidad, sino que han querido simplemente
entregarse, porque han sido alcanzados por la
Benedicto XVI
luz de Cristo. De este modo, ellos nos indican la
vía para ser felices y nos muestran cómo se consi-
gue ser personas verdaderamente humanas.
(Colonia, 20-VIII-05)
La religión buscada a la «medida de cada
uno» a la postre no nos ayuda. Es cómoda, pero
en el momento de crisis nos abandona a nuestra
suerte. Ayudad a los hombres a descubrir la ver-
dadera estrella que indica el camino: ¡Jesucristo!
(Colonia, 21-VIII-05)
Cuando os invito a ser santos, os pido que no
os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que
no persigáis una meta limitada y que ignoréis las
demás. Tener dinero posibilita ser generoso y ha-
cer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no
12
es suficiente para haceros felices. Estar altamente
cualificado en determinada actividad profesional
es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción
a menos que aspiremos a algo más grande aún.
La felicidad es algo que todos quieren, pero una
de las mayores tragedias de este mundo es que
muchísima gente jamás la encuentra, porque la
busca en los lugares equivocados. La clave para
esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se
Aspectos de la Vida cristina
encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de
poner nuestras esperanzas más profundas so-
lamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el
éxito mundano o en nuestras relaciones perso-
nales, sino en Dios. Sólo Él puede satisfacer las
necesidades más profundas de nuestro corazón.
(Viernes 17 de sept de 2010)
El santo es precisamente aquel hombre,
aquella mujer que, respondiendo con alegría y
generosidad a la llamada de Cristo, lo deja todo
por seguirlo. Como Pedro y los demás Apóstoles,
como Santa Teresa de Jesús, a la que hoy recor-
damos, y como otros innumerables amigos de
Dios, también los nuevos santos recorrieron este
itinerario evangélico, que es exigente pero colma
el corazón, y recibieron “cien veces más” ya en la
vida terrena, juntamente con pruebas y persecu- 13
ciones, y después la vida eterna.
(Homilía, 15-X-06)
Ser santo no comporta ser superior a los de-
más; por el contrario, el santo puede ser muy
débil, y contar con numerosos errores en su vida.
La santidad es el contacto profundo con Dios:
es hacerse amigo de Dios, dejar obrar al Otro, el
Benedicto XVI
Único que puede hacer realmente que este mun-
do sea bueno y feliz. Cuando Josemaría Escrivá
habla de que todos los hombres estamos llama-
dos a ser santos, me parece que en el fondo está
refiriéndose a su personal experiencia, porque
nunca hizo por sí mismo cosas increíbles, sino
que se limitó a dejar obrar a Dios. Y por eso ha
nacido una gran renovación, una fuerza de bien
en el mundo, aunque permanezcan presentes
todas las debilidades humanas.
(Card. Ratzinger, Dejar obrar a Dios, L´Osservatore R, 6-X-02)
Pero, ¿cómo podemos llegar a ser santos,
amigos de Dios? A esta pregunta se puede res-
ponder ante todo de forma negativa: para ser
santos no es preciso realizar acciones y obras
extraordinarias, ni poseer carismas excepciona-
14
les. Luego viene la respuesta positiva: es nece-
sario, ante todo, escuchar a Jesús y seguirlo sin
desalentarse ante las dificultades. “Si alguno
me quiere servir –nos exhorta–, que me siga, y
donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si
alguno me sirve, el Padre le honrará” (Jn 12, 26).
Quien se fía de Él y lo ama con sinceridad,
como el grano de trigo sepultado en la tierra,
acepta morir a sí mismo, pues sabe que quien
Aspectos de la Vida cristina
quiere guardar su vida para sí mismo la pierde,
y quien se entrega, quien se pierde, encuentra
así la vida (cfr. Jn 12, 24-25). La experiencia de la
Iglesia demuestra que toda forma de santidad,
aun siguiendo sendas diferentes, pasa siempre
por el camino de la cruz, el camino de la renun-
cia a sí mismo.
Las biografías de los santos presentan hom-
bres y mujeres que, dóciles a los designios divi-
nos, han afrontado a veces pruebas y sufrimien-
tos indescriptibles, persecuciones y martirio. Han
perseverado en su entrega, “han pasado por la
gran tribulación –se lee en el Apocalipsis– y han
lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre
del Cordero” (Ap 7, 14). Sus nombres están escritos
en el libro de la vida (cfr. Ap 20, 12); su mora-
da eterna es el Paraíso. El ejemplo de los santos
es para nosotros un estímulo a seguir el mismo 15
camino, a experimentar la alegría de quien se
fía de Dios, porque la única verdadera causa de
tristeza e infelicidad para el hombre es vivir lejos
de Él.
(Homilía, 1-XI-06)
La santidad exige un esfuerzo constante,
pero es posible a todos, porque, más que obra
Benedicto XVI
del hombre, es ante todo don de Dios, tres ve-
ces santo (cfr. Is 6, 3). En la segunda lectura el
apóstol San Juan observa: “Mirad qué amor nos
ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios,
pues ¡lo somos!” (1 Jn 3, 1). Por consiguiente, es
Dios quien nos ha amado primero y en Jesús nos
ha hecho sus hijos adoptivos. En nuestra vida
todo es don de su amor. ¿Cómo quedar indife-
rentes ante un misterio tan grande? ¿Cómo no
responder al amor del Padre celestial con una
vida de hijos agradecidos? En Cristo se nos en-
tregó totalmente a sí mismo, y nos llama a una
relación personal y profunda con Él.
Por tanto, cuanto más imitamos a Jesús y
permanecemos unidos a Él, tanto más entramos
en el misterio de la santidad divina. Descubri-
mos que somos amados por Él de modo infini-
16 to, y esto nos impulsa a amar también nosotros
a nuestros hermanos. Amar implica siempre un
acto de renuncia a sí mismo, “perderse a sí mis-
mo”, y precisamente así nos hace felices.
(Homilía, 1-XI-06)
Conociendo un poco la historia de los san-
tos, sabiendo que en los procesos de canoniza-
ción se busca la virtud “heroica” podemos tener,
Aspectos de la Vida cristina
casi inevitablemente, un concepto equivocado
de la santidad porque tendemos a pensar: “esto
no es para mí”; “yo no me siento capaz de prac-
ticar virtudes heroicas”; “es un ideal demasiado
alto para mí”.
En ese caso la santidad estaría reservada
para algunos “grandes” de quienes vemos sus
imágenes en los altares y que son muy diferen-
tes a nosotros, normales pecadores. Esa sería una
idea totalmente equivocada de la santidad, una
concepción errónea que ha sido corregida –y esto
me parece un punto central– precisamente por
Josemaría Escrivá.
(Card. Ratzinger, Dejar obrar a Dios, L´Osservatore R., 6-X-02)
Por todo esto he comprendido mejor la fiso-
nomía del Opus Dei: la fuerte trabazón que existe
entre una absoluta fidelidad a la gran tradición 17
de la Iglesia, a su fe, con desarmante simplici-
dad, y la apertura incondicionada a todos los de-
safíos de este mundo, sea en el ámbito académi-
co, en el del trabajo ordinario, en la economía,
etc. Quien tiene esta vinculación con Dios, quien
mantiene un coloquio ininterrumpido con Él,
puede atreverse a responder a nuevos desafíos, y
no tiene miedo; porque quien está en las manos
Benedicto XVI
de Dios, cae siempre en las manos de Dios. Es así
como desaparece el miedo y nace la valentía de
responder a los retos del mundo de hoy.
(Card. Ratzinger, Dejar obrar a Dios, L´Osservatore R., 6-X-02)
Convertirse significa dejar de vivir como vi-
ven todos, dejar de obrar como obran todos,
dejar de sentirse justificados en actos dudosos,
ambiguos, malos, por el hecho de que los demás
hacen lo mismo; comenzar a ver la propia vida
con los ojos de Dios; por tanto, tratar de hacer el
bien, aunque sea incómodo; no estar pendientes
del juicio de la mayoría, de los demás, sino del
juicio de Dios. En otras palabras, buscar un nue-
vo estilo de vida, una vida nueva.
(Card. Ratzinger, La nueva evangelización. Roma, 10-XII-00)
18
“Conversión” significa: salir de la autosufi-
ciencia, descubrir y aceptar la propia indigencia,
la necesidad de los demás y la necesidad de Dios,
de su perdón, de su amistad. La vida sin conver-
sión es autojustificación (yo no soy peor que los
demás); la conversión es la humildad de entre-
garse al amor del Otro, amor que se transforma
en medida y criterio de mi propia vida.
(Card. Ratzinger, La nueva evangelización. Roma, 10-XII-00)
Aspectos de la Vida cristina
Virtud heroica no quiere decir que el santo
sea una especie de “gimnasta” de la santidad,
que realiza unos ejercicios inasequibles para las
personas normales. Quiere decir, por el contra-
rio, que en la vida de un hombre se revela la
presencia de Dios, y queda más patente todo lo
que el hombre no es capaz de hacer por sí mis-
mo. Quizá, en el fondo, se trate de una cues-
tión terminológica, porque el adjetivo “heroico”
ha sido con frecuencia mal interpretado. Virtud
heroica no significa exactamente que uno hace
cosas grandes por sí mismo, sino que en su vida
aparecen realidades que no ha hecho él, porque
él sólo ha estado disponible para dejar que Dios
actuara. Con otras palabras, ser santo no es otra
cosa que hablar con Dios como un amigo habla
con el amigo. Esto es la santidad.
(Card. Ratzinger, Dejar obrar a Dios, L´Osservatore R., 6-X-02)
19
Por eso esta vía requiere mucha paciencia
y humildad, como el mismo Señor tiene pa-
ciencia con nosotros: no es un salto mortal en
el heroísmo lo que hace santo al hombre, sino
el humilde y paciente camino con Jesús, paso a
paso. La santidad no consiste en aventurados ac-
tos de virtud, sino en amar junto a Él. Por eso los
Benedicto XVI
santos verdaderos son hombres completamente
humanos y naturales, seres en quienes lo hu-
mano, mediante la transformación y purificación
pascual, llega la luz en toda su original belleza.
Mirar a Cristo, p.107
El santo es aquel que está tan fascinado por
la belleza de Dios y por su perfecta verdad que
queda progresivamente transformado. Por esta
belleza y verdad está dispuesto a renunciar a
todo, incluso a sí mismo. Le es suficiente el amor
de Dios, que experimenta en el servicio humilde
y desinteresado del prójimo, especialmente de
aquellos que no tienen la capacidad de corres-
ponder.
23 de octubre de 2005
20
Aspectos de la Vida cristina
2. Servicio a los demás
Las grandes parábolas de Jesús han de en-
tenderse también a partir de este principio. El
rico Epulón (cfr. Lc 16, 19-31) suplica desde el
lugar de los condenados que se advierta a sus
hermanos de lo que sucede a quien ha ignora-
do frívolamente al pobre necesitado. Jesús, por
decirlo así, acoge este grito de ayuda y se hace
eco de él para ponernos en guardia, para hacer-
nos volver al recto camino. La parábola del buen
Samaritano (cfr. Lc 10, 25-37) nos lleva sobre
todo a dos aclaraciones importantes. Mientras el
concepto de «prójimo» hasta entonces se refería
esencialmente a los conciudadanos y a los ex- 21
tranjeros que se establecían en la tierra de Israel,
y por tanto a la comunidad compacta de un país
o de un pueblo, ahora este límite desaparece. Mi
prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí
y que yo pueda ayudar. Se universaliza el con-
cepto de prójimo, pero permaneciendo concreto.
Aunque se extienda a todos los hombres, el amor
Benedicto XVI
al prójimo no se reduce a una actitud genérica y
abstracta, poco exigente en sí misma, sino que
requiere mi compromiso práctico aquí y ahora.
La Iglesia tiene siempre el deber de interpretar
cada vez esta relación entre lejanía y proximidad,
con vistas a la vida práctica de sus miembros. En
fin, se ha de recordar de modo particular la gran
parábola del Juicio final (cfr. Mt 25, 31-46), en
el cual el amor se convierte en el criterio para la
decisión definitiva sobre la valoración positiva o
negativa de una vida humana. Jesús se identifica
con los pobres: los hambrientos y sedientos, los
forasteros, los desnudos, enfermos o encarcela-
dos. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos
mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis»
(Mt 25, 40). Amor a Dios y amor al prójimo se
funden entre sí: en el más humilde encontramos
22 a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios.
(Deus Caritas est, n. 15)
El versículo de Juan se ha de interpretar más
bien en el sentido de que el amor del prójimo
es un camino para encontrar también a Dios, y
que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte
también en ciegos ante Dios.
(Deus Caritas est, n. 16)
Aspectos de la Vida cristina
Señor, a Simón de Cirene le has abierto los
ojos y el corazón, dándole, al compartir la Cruz,
la gracia de la fe. Ayúdanos a socorrer a nues-
tro prójimo que sufre, aunque esto contraste con
nuestros proyectos y nuestras simpatías. Danos la
gracia de reconocer como un don el poder com-
partir la cruz de los otros y experimentar que así
caminamos contigo. Danos la gracia de recono-
cer con gozo que, precisamente compartiendo
tu sufrimiento y los sufrimientos de este mundo,
nos hacemos servidores de la salvación, y que así
podemos ayudar a construir tu cuerpo, la Iglesia.
(Card. Ratzinger, Via Crucis, 27-III-05)
Cada vez que nos acercamos con bondad a
quien sufre, a quien es perseguido o está inde-
fenso, compartiendo su sufrimiento, ayudamos a
llevar la misma Cruz de Jesús. Y así alcanzamos
la salvación y podemos contribuir a la salvación 23
del mundo.
(Card. Ratzinger, Via Crucis, 27-III-05)
En el lavatorio de los pies se representa
quién es Jesús y cómo actúa Jesús. Él, que es el
Señor, se rebaja, se despoja del manto de su glo-
ria y se convierte en esclavo, en el que está a la
puerta y realiza en favor nuestro la tarea servicial
Benedicto XVI
de lavarnos los pies. Éste es el sentido de toda
su vida y de su pasión: inclinarse ante nuestros
pies sucios, ante la suciedad de la humanidad,
limpiarla, purificándola con su amor inconmen-
surable.
(Card. Ratzinger, La Eucaristía centro de la vida, Edicep, p. 33)
Yo creo que, espontáneamente, la inmensa
mayoría de los hombres tiene el mismo concepto
de vida que el hijo pródigo del evangelio. Había
logrado que le entregaran su parte de la herencia
y ahora se sentía libre; quería por fin vivir ya sin
el peso de los deberes de casa; quería sólo vivir,
recibir de la vida todo lo que puede ofrecer; gozar
totalmente de la vida; vivir, sólo vivir; beber de
la abundancia de la vida, sin renunciar a nada
de lo bueno que pueda ofrecer. Al final acabó
cuidando cerdos, envidiando incluso a esos ani-
24
males. ¡Qué vacía y vana había resultado su vida!
Y también había resultado vana su libertad.
¿Acaso no sucede lo mismo también hoy?
Cuando sólo se quiere ser dueño de la vida, esta
se hace cada vez más vacía, más pobre; fácil-
mente se acaba por buscar la evasión en la dro-
ga, en el gran engaño. Y surge la duda de si de
verdad vivir es, en definitiva, un bien.
Aspectos de la Vida cristina
No. De este modo no encontramos la vida.
“Nadie me quita la vida; yo la doy voluntaria-
mente” (cf. Jn 10, 18). Sólo se encuentra la vida
dándola; no se la encuentra tratando de apode-
rarse de ella. Esto es lo que debemos aprender
de Cristo; y esto es lo que nos enseña el Espíritu
Santo, que es puro don, que es el donarse de
Dios. Cuanto más da uno su vida por los demás,
por el bien mismo, tanto más abundantemente
fluye el río de la vida.
(Homilía. Plaza de San Pedro. Sábado 3 junio 2006)
En el pasaje evangélico del lavatorio de los
pies, la conversación de Jesús con Pedro presenta
otro aspecto de la práctica de la vida cristiana,
en el que quiero centrar, por último, la atención.
En un primer momento, Pedro no quería dejar-
se lavar los pies por el Señor. Esta inversión del 25
orden, es decir, que el maestro, Jesús, lavara los
pies, que el amo realizara la tarea del esclavo,
contrastaba totalmente con su temor reverencial
hacia Jesús, con su concepto de relación entre
maestro y discípulo. “No me lavarás los pies ja-
más” (Jn 13, 8), dice a Jesús con su acostumbrada
vehemencia. Su concepto de Mesías implicaba
una imagen de majestad, de grandeza divina.
Benedicto XVI
Debía aprender continuamente que la grande-
za de Dios es diversa de nuestra idea de gran-
deza; que consiste precisamente en abajarse, en
la humildad del servicio, en la radicalidad del
amor hasta el despojamiento total de sí mismo. Y
también nosotros debemos aprenderlo sin cesar,
porque sistemáticamente deseamos un Dios de
éxito y no de pasión; porque no somos capaces
de caer en la cuenta de que el Pastor viene como
Cordero que se entrega y nos lleva así a los pastos
verdaderos.
(Basílica de San Juan de Letrán. Jueves Santo 20 marzo 2008)
Y san Pablo se atreve a proponer una fuer-
te paradoja: “Servíos por caridad los unos a los
otros” (en griego douléuete); es decir, la libertad
se realiza paradójicamente mediante el servi-
26
cio; llegamos a ser libres si nos convertimos en
siervos unos de otros. Así san Pablo pone todo el
problema de la libertad a la luz de la verdad del
hombre. Reducirse a la carne, aparentemente
elevándose al rango de divinidad -”Sólo yo soy
el hombre”- introduce en la mentira. Porque en
realidad no es así: el hombre no es un absoluto,
como si el yo pudiera aislarse y comportarse sólo
según su propia voluntad. Esto va contra la ver-
Aspectos de la Vida cristina
dad de nuestro ser. Nuestra verdad es que, ante
todo, somos criaturas, criaturas de Dios y vivimos
en relación con el Creador. Somos seres relacio-
nales, y sólo entramos en la verdad aceptando
nuestra relacionalidad; de lo contrario, caemos
en la mentira y en ella, al final, nos destruimos.
(Lectio Divina. Viernes 20 de febrero de 2009)
Amor a Dios y amor al prójimo son insepa-
rables, son un único mandamiento. Pero ambos
viven del amor que viene de Dios, que nos ha
amado primero.
(Encíclica-16, 25 de diciembre de 2005)
Cuántas veces pequeños gestos de amistad
y buena voluntad, gestos sencillos y cotidianos
de respeto, atención al que sufre o entrega des-
interesada al bien de los demás, hacen entrever 27
el amor sin límites de Dios por todos y cada uno.
(Mensaje, 20 de febrero de 2008)
En el amor, sólo en el amor auténtico, se
encuentra la clave de toda esperanza, porque el
amor tiene su raíz en Dios. En la Biblia leemos:
“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos
tiene, y hemos creído en él. Dios es amor” (1 Jn
Benedicto XVI
4, 16). Y el amor de Dios tiene el rostro dulce y
compasivo de Jesucristo. Así hemos llegado al co-
razón del mensaje cristiano: Cristo es la respues-
ta a vuestros interrogantes y problemas; en Él se
valora toda aspiración honrada del ser humano.
Sin embargo, Cristo es exigente y no le gus-
tan las medias tintas. Sabe que puede contar con
vuestra generosidad y coherencia. Por eso, espe-
ra mucho de vosotros.
Seguidlo fielmente y, para poder encontraros
con él, amad a su Iglesia, sentíos responsables de
ella; sed protagonistas valientes, cada uno en su
ámbito.
(Discurso, 14 de junio de 2008)
El amor satisface nuestras necesidades más
profundas y, cuando amamos, somos más ple-
28
namente nosotros mismos, más plenamente hu-
manos.
(Discurso, 18 de julio de 2008)
Preocuparse de los demás es el mejor modo
de preocuparnos de nosotros mismos, pues pen-
sar en el prójimo es el mejor modo de pensar en
nosotros mismos.
(Encuentro, 6 de agosto de 2008)
Aspectos de la Vida cristina
No cedáis a la lógica del interés egoísta; por
el contrario, cultivad el amor al prójimo y esfor-
zaos por poneros vosotros mismos, con vuestras
capacidades humanas y profesionales, al servicio
del bien común y de la verdad, siempre dispues-
tos a dar respuesta “a todo el que os pida razón
de vuestra esperanza”.
(Mensaje, 22 de febrero de 2009)
Amar a alguien es querer su bien y trabajar
eficazmente por él.
(Encíclica-7, 29 de junio de 2009)
La caridad: es importante que el cristianis-
mo no sea una suma de ideas, una filosofía, una
teología, sino un modo de vivir; el cristianismo es
caridad, es amor.
(Meditación, 5 de octubre de 2009)
29
El servicio del amor nunca es superfluo, no
sólo porque el alma humana necesita siempre,
además de las cosas materiales, el amor, sino
también porque persisten situaciones de sufri-
miento, de soledad, de necesidad, que requie-
ren entrega personal y ayudas concretas.
(Discurso, 13 de noviembre de 2009)
Benedicto XVI
La naturaleza humana, en su esencia más
profunda, consiste en amar.
(Audiencia, 2 de diciembre de 2009)
Esto es gratuidad: la disponibilidad a dar el
primer paso, a ser el primero en salir al encuen-
tro del otro, a ofrecerle la reconciliación, a asumir
el sufrimiento que implica renunciar a tener la
razón.
(Discurso, 21 de diciembre de 2009)
Para los discípulos que quieren seguir e imi-
tar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una
mera opción, sino parte esencial de su ser. Un
servicio que no se mide por los criterios munda-
nos de lo inmediato, lo material y vistoso, sino
porque hace presente el amor de Dios a todos los
30
hombres y en todas sus dimensiones, y da testi-
monio de Él, incluso con los gestos más sencillos.
Santiago de Compostela, 6 de noviembre de 2010
¿Podemos de verdad amar al «prójimo»,
cuando nos resulta extraño o incluso antipático?
Sí, podemos si somos amigos de Dios. Si somos
amigos de Cristo queda cada vez mas claro que Él
nos ha amado y nos ama, aunque con frecuencia
Aspectos de la Vida cristina
alejemos de Él nuestra mirada y vivamos según
otros criterios. Sí, en cambio, la amistad con Dios
se convierte para nosotros en algo cada vez mas
importante y decisivo, entonces comenzaremos a
amar a aquellos a quienes Dios ama y que tienen
necesidad de nosotros. Dios quiere que seamos
amigos de sus amigos y nosotros podemos serlo,
si estamos interiormente cerca de ellos.
7 de febrero de 2006
La corrección fraterna es una obra de miseri-
cordia. Ninguno de nosotros se ve bien a si mis-
mo, nadie ve bien sus faltas. Por eso es un acto
de amor, para complementarnos unos a otros,
para ayudarnos a vernos mejor, a corregirnos.
3 de octubre de 2005
Naturalmente, esta gran obra de miseri- 31
cordia que es la corrección fraterna (ayudarnos
unos a otros para que cada uno pueda recuperar
realmente su integridad, para que vuelva a fun-
cionar como instrumento de Dios), exige mucha
humildad y mucho amor. Sólo si viene de un co-
razón humilde, que no se pone por encima del
otro, que no se cree mejor que el otro sino sólo
humilde instrumento para ayudarse recíproca-
Benedicto XVI
mente. Sólo si se siente esta profunda y verda-
dera humildad, si se siente que estas palabras
vienen del amor común, del afecto colegial en
el que queremos juntos servir a Dios, podemos
ayudarnos en este sentido con un gran acto de
amor.
3 de octubre de 2005
32
Aspectos de la Vida cristina
3. Sagrada Eucaristía
La conversión sustancial del pan y del vino
en su Cuerpo y en su Sangre introduce en la Crea-
ción el principio de un cambio radical, como una
forma de «fisión nuclear», por usar una imagen
bien conocida hoy por nosotros, que se produce
en lo más íntimo del ser; un cambio destinado a
suscitar un proceso de transformación de la rea-
lidad, cuyo término último será la transfiguración
del mundo entero, el momento en que Dios será
todo para todos (cfr. 1 Co 15, 28).
(Sacramentum Caritatis, n. 11)
La Eucaristía debe llegar a ser el centro de 33
nuestra vida.
(JMJ. Colonia, 21-VIII-05)
La Eucaristía hace presente constantemen-
te a Cristo resucitado, que se sigue entregando
a nosotros, llamándonos a participar en la mesa
de su Cuerpo y su Sangre. De la comunión plena
con Él brota cada uno de los elementos de la vida
Benedicto XVI
de la Iglesia, en primer lugar la comunión entre
todos los fieles, el compromiso de anuncio y de
testimonio del Evangelio, y el ardor de la caridad
hacia todos, especialmente hacia los pobres y los
pequeños.
(Mensaje. Concelebración Eucarística, 20-IV-05)
En la Eucaristía la adoración debe llegar a ser
unión.
(JMJ. Colonia, 21-VIII-05)
No os dejéis disuadir de participar en la Eu-
caristía dominical y ayudad también a los demás
a descubrirla.
(JMJ. Colonia, 21-VIII-05)
Es bonito que hoy, en muchas culturas, el
34
domingo sea un día libre o, juntamente con el
sábado, constituya el denominado «fin de se-
mana» libre. Pero este tiempo libre permanece
vacío si en él no está Dios.
(JMJ. Colonia, 21-VIII-05)
En Abitina, pequeña localidad de la actual
Túnez, 49 cristianos fueron sorprendidos un do-
mingo mientras, reunidos en la casa de Octavio
Aspectos de la Vida cristina
Félix, celebraban la Eucaristía desafiando así
las prohibiciones imperiales. Tras ser arrestados
fueron llevados a Cartago para ser interrogados
por el procónsul Anulino. Fue significativa, en-
tre otras, la respuesta que un cierto Emérito dio
al procónsul que le preguntaba por qué habían
transgredido la severa orden del emperador.
Respondió: “Sine dominico non possumus”; es
decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para
celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos falta-
rían las fuerzas para afrontar las dificultades dia-
rias y no sucumbir. Después de atroces torturas,
estos 49 mártires de Abitina fueron asesinados.
Así, con la efusión de la sangre, confirmaron su
fe. Murieron, pero vencieron; ahora los recorda-
mos en la gloria de Cristo resucitado.
(Homilía, Bari, 29-V-05)
35
Recuerdo bien el día de mi primera Comu-
nión. Fue un hermoso domingo de marzo de
1936; o sea, hace 69 años. Era un día de sol; era
muy bella la iglesia y la música; eran muchas las
cosas hermosas y aún las recuerdo. Éramos unos
treinta niños y niñas de nuestra pequeña locali-
dad, que apenas tenía 500 habitantes. Pero en el
centro de mis recuerdos alegres y hermosos, está
Benedicto XVI
este pensamiento: comprendí que Jesús entraba
en mi corazón, que me visitaba precisamente a
mí. Y, junto con Jesús, Dios mismo estaba con-
migo. Y que era un don de amor que realmente
valía mucho más que todo lo que se podía recibir
en la vida; así me sentí realmente feliz, porque
Jesús había venido a mí. Y comprendí que en-
tonces comenzaba una nueva etapa de mi vida
–tenía 9 años– y que era importante permanecer
fiel a ese encuentro, a esa Comunión. Prometí al
Señor: “Quisiera estar siempre contigo” en la me-
dida de lo posible, y le pedí: “Pero, sobre todo,
está Tú siempre conmigo”. Y así he ido adelante
por la vida.
Gracias a Dios, el Señor me ha llevado siem-
pre de la mano y me ha guiado incluso en si-
tuaciones difíciles. Así, esa alegría de la primera
36 Comunión fue el inicio de un camino recorrido
juntos.
Espero que, también para todos vosotros, la
primera Comunión, que habéis recibido en este
Año de la Eucaristía, sea el inicio de una amistad
con Jesús para toda la vida. El inicio de un cami-
no juntos, porque yendo con Jesús vamos bien, y
nuestra vida es buena.
(Encuentro con niños de Primera Comunión, Vaticano, 15-X-05)
Aspectos de la Vida cristina
No lo vemos, pero hay muchas cosas que no
vemos y que existen y son esenciales. Por ejem-
plo, no vemos nuestra razón; y, sin embargo, te-
nemos la razón. No vemos nuestra inteligencia,
y la tenemos. En una palabra, no vemos nuestra
alma y, sin embargo, existe y vemos sus efectos,
porque podemos hablar, pensar, decidir, etc. Así
tampoco vemos, por ejemplo, la corriente eléc-
trica y, sin embargo, vemos que existe, vemos
cómo funciona este micrófono; vemos las luces.
En una palabra, precisamente las cosas más
profundas, que sostienen realmente la vida y el
mundo, no las vemos, pero podemos ver, sentir
sus efectos. No vemos la electricidad, la corrien-
te, pero vemos la luz. Y así sucesivamente. Del
mismo modo, tampoco vemos con nuestros ojos
al Señor resucitado, pero vemos que donde está
Jesús los hombres cambian, se hacen mejores. Se 37
crea mayor capacidad de paz, de reconciliación,
etc. Por consiguiente, no vemos al Señor mismo,
pero vemos sus efectos: así podemos comprender
que Jesús está presente. Precisamente las cosas
invisibles son las más profundas e importantes.
Por eso, vayamos al encuentro de este Señor in-
visible, pero fuerte, que nos ayuda a vivir bien.
(Encuentro con niños de Primera Comunión, Vaticano, 15-X-05)
Benedicto XVI
Nos postramos ante Dios que primero se ha
inclinado hacia el hombre, como buen Samari-
tano, para socorrerlo y devolverle la vida, y se ha
arrodillado ante nosotros para lavar nuestros pies
sucios. Adorar el Cuerpo de Cristo quiere decir
creer que allí, en ese pedazo de pan, se encuen-
tra realmente Cristo, el cual da verdaderamen-
te sentido a la vida, al inmenso universo y a la
criatura más pequeña, a toda la historia humana
y a la existencia más breve. La adoración es ora-
ción que prolonga la celebración y la comunión
eucarística; en ella el alma sigue alimentándose:
se alimenta de amor, de verdad, de paz; se ali-
menta de esperanza, pues Aquel ante el cual nos
postramos no nos juzga, no nos aplasta, sino que
nos libera y nos transforma.
(Homilía Jueves 22 mayo 2008)
38
La Eucaristía es el sacramento del Dios que
no nos deja solos en el camino, sino que nos
acompaña y nos indica la dirección. En efecto,
no basta avanzar; es necesario ver hacia dónde
vamos. No basta el “progreso”, si no hay criterios
de referencia. Más aún, si nos salimos del cami-
no, corremos el riesgo de caer en un precipicio, o
de alejarnos más rápidamente de la meta. Dios
Aspectos de la Vida cristina
nos ha creado libres, pero no nos ha dejado so-
los: se ha hecho él mismo “camino” y ha venido
a caminar juntamente con nosotros a fin de que
nuestra libertad tenga el criterio para discernir la
senda correcta y recorrerla.
(Homilía Jueves 22 mayo 2008)
La traición de los discípulos, la recepción in-
digna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamen-
te el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa
el corazón. No nos queda más que gritarle desde
lo profundo del alma: Kyrie, eleison –Señor, sál-
vanos (cfr. Mt 8, 25).
(Card. Ratzinger, Via Crucis, 27-III-05)
Necesitamos este pan para afrontar la fatiga y
el cansancio del viaje. El domingo, día del Señor,
es la ocasión propicia para sacar fuerzas de él, 39
que es el Señor de la vida. Por tanto, el precepto
festivo no es un deber impuesto desde fuera, un
peso sobre nuestros hombros. Al contrario, par-
ticipar en la celebración dominical, alimentarse
del Pan eucarístico y experimentar la Comunión
de los hermanos y las hermanas en Cristo, es una
necesidad para el cristiano; es una alegría; así el
cristiano puede encontrar la energía necesaria
Benedicto XVI
para el camino que debemos recorrer cada se-
mana. Por lo demás, no es un camino arbitrario:
el camino que Dios nos indica con su palabra va
en la dirección inscrita en la esencia misma del
hombre. La palabra de Dios y la razón van juntas.
Seguir la palabra de Dios, estar con Cristo, signifi-
ca para el hombre realizarse a sí mismo; perderlo
equivale a perderse a sí mismo.
(29 de mayo de 2007)
Con la celebración eucarística nos encontra-
mos en aquella “hora” de Jesús, de la cual habla
el evangelio de san Juan. Mediante la Eucaristía,
esta “hora” suya se convierte en nuestra hora, su
presencia en medio de nosotros. Junto con los
discípulos, Él celebró la cena pascual de Israel, el
memorial de la acción liberadora de Dios que ha-
40 bía guiado a Israel de la esclavitud a la libertad.
Jesús sigue los ritos de Israel. Pronuncia sobre el
pan la oración de alabanza y bendición. Sin em-
bargo, sucede algo nuevo. Da gracias a Dios no
solamente por las grandes obras del pasado; le
da gracias por la propia exaltación que se rea-
lizará mediante la cruz y la Resurrección, diri-
giéndose a los discípulos también con palabras
que contienen el compendio de la Ley y de los
Aspectos de la Vida cristina
Profetas: “Esto es mi Cuerpo entregado en sacri-
ficio por vosotros. Este cáliz es la nueva alianza
sellada con mi Sangre”. Y así distribuye el pan y
el cáliz, y, al mismo tiempo, les encarga la tarea
de volver a decir y hacer siempre en su memo-
ria aquello que estaba diciendo y haciendo en
aquel momento.
¿Qué está sucediendo?¿Cómo Jesús puede
repartir su Cuerpo y su Sangre? Haciendo del pan
su Cuerpo y del vino su Sangre, anticipa su muer-
te, la acepta en lo más íntimo y la transforma en
una acción de amor. Lo que desde el exterior es
violencia brutal (la crucifixión), desde el interior
se transforma en un acto de un amor que se en-
trega totalmente. Esta es la transformación sus-
tancial que se realizó en el Cenáculo y que estaba
destinada a suscitar un proceso de transforma-
ciones cuyo último fin es la transformación del 41
mundo hasta que Dios sea todo en todos (cf. 1 Co
15, 28). Desde siempre todos los hombres espe-
ran en su corazón, de algún modo, un cambio,
una transformación del mundo. Este es, ahora, el
acto central de transformación capaz de renovar
verdaderamente el mundo: la violencia se trans-
forma en amor y, por tanto, la muerte en vida.
Dado que este acto convierte la muerte en amor,
Benedicto XVI
la muerte como tal está ya, desde su interior, su-
perada; en ella está ya presente la resurrección.
La muerte ha sido, por así decir, profundamen-
te herida, tanto que, de ahora en adelante, no
puede ser la última palabra.
(Homilía. Colonia - Explanada de Marienfeld. 21 agosto 2005)
Queridos amigos, a veces, en principio, pue-
de resultar incomodo tener que programar en
el domingo también la misa. Pero si tomáis este
compromiso, constatareis mas tarde que es exac-
tamente esto lo que da sentido al tiempo libre.
No os dejéis disuadir de participar en la Eucaristía
dominical y ayudad también a los demás a des-
cubrirla.
Ciertamente, para que de la Eucaristía emane
la alegría que necesitamos, debemos aprender a
comprenderla cada vez más profundamente, de-
42 bemos aprender a amarla. Comprometámonos a
ello, ¡vale la pena!
21 de agosto de 2005
Las personas que no van a la Iglesia no sa-
ben que les falta precisamente Jesús. Pero sien-
ten que les falta algo en su vida. Si Dios está
ausente en mi vida, si Jesús está ausente en mi
vida, me falta una orientación, me falta una
Aspectos de la Vida cristina
amistad esencial, me falta también una alegría
que es importante para la vida. Me falta también
la fuerza para crecer como hombre, para superar
mis vicios y madurar humanamente. Por consi-
guiente, no vemos en seguida el efecto de estar
con Jesús cuando vamos a recibir la Comunión;
se ve con el tiempo. Del mismo modo que a lo
largo de las semanas, de los años, se siente cada
vez más la ausencia de Dios, la ausencia de Je-
sús. Es una laguna fundamental y destructora.
15 de octubre de 2005
Quien ha recibido la comunión lleva ahora
en sí de un modo particular al Señor resucitado.
Como María lo llevó en su seno –un ser humano
pequeño, inerme y totalmente dependiente del
amor de la madre-, así Jesucristo, bajo la especie
del pan, se ha entregado a nosotros. Amemos a
este Jesús que se pone totalmente en nuestras 43
manos. Amémosle como lo amó María.
Ángelus, 9 de septiembre de 2007
Quiero afirmar con alegría que la Iglesia
vive hoy una «primavera eucarística»: ¡Cuántas
personas se detienen en silencio ante el Sagra-
rio para entablar una conversación de amor con
Jesús! Es consolador saber que no pocos grupos
Benedicto XVI
de jóvenes han redescubierto la belleza de orar
en adoración delante del Santísimo Sacramento.
Miércoles 17 de noviembre de 2010
Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la
felicidad que tenéis derecho a saborear, tiene un
nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret oculto
en la Eucaristía. Sólo Él da plenitud de vida a la
humanidad.
(Discurso, 18 de agosto de 2005)
44
Aspectos de la Vida cristina
4. Apostolado
Quien ha descubierto a Cristo debe llevar
a otros hacia Él. Una gran alegría no se puede
guardar para uno mismo. Es necesario transmi-
tirla.
(Jornada Mundial de la Juventud, Colonia, 21-VIII-05)
Queridos amigos, como Sucesor de Pedro,
estoy aquí para reavivar en la fe esta “gracia del
apostolado”, porque Dios, según otra expresión
del Apóstol de los gentiles, me ha confiado la
“solicitud por todas las Iglesias” (2 Co 11, 28). Ante
nuestros ojos tenemos el ejemplo de mi amado y
venerado predecesor Juan Pablo II, un Papa mi- 45
sionero, cuya actividad tan intensa, testimoniada
por más de cien viajes apostólicos fuera de los
confines de Italia, es realmente inimitable. ¿Qué
lo impulsaba a semejante dinamismo, sino el
mismo amor a Cristo que transformó la existencia
de San Pablo? (cfr. 2 Co 5, 14). Que el Señor ali-
mente también en mí un amor semejante, para
Benedicto XVI
que no descanse ante la urgencia del anuncio
evangélico en el mundo de hoy. La Iglesia, por su
misma naturaleza, es misionera; su tarea princi-
pal es la evangelización.
(Homilía, Roma, 25-IV-05)
Mirándoos a vosotros, jóvenes aquí presen-
tes, que irradiáis alegría y entusiasmo, asumo la
mirada de Jesús: una mirada de amor y confian-
za, con la certeza de que vosotros habéis encon-
trado el verdadero camino. Sois los jóvenes de la
Iglesia. Por eso yo os envío a la gran misión de
evangelizar a los muchachos y muchachas que
andan errantes por este mundo, como ovejas sin
pastor. Sed los apóstoles de los jóvenes. Invita-
dlos a caminar con vosotros, a hacer la misma
experiencia de fe, de esperanza y de amor; a
46 encontrarse con Jesús, para que se sientan real-
mente amados, acogidos, con plena posibilidad
de realizarse. Que también ellos descubran los
caminos seguros de los Mandamientos y reco-
rriéndolos lleguen a Dios.
(Encuentro con los jóvenes, Brasil, 10-V-07)
Hoy es difícil hablar de Dios a los amigos y
tal vez resulta aún más difícil hablar de la Iglesia,
Aspectos de la Vida cristina
porque ven a Dios sólo como el límite de nuestra
libertad, un Dios de mandamientos, de prohi-
biciones, y a la Iglesia como una institución que
limita nuestra libertad, que nos impone prohi-
biciones.
Pero debemos tratar de presentarles la Igle-
sia viva, no esa idea de un centro de poder en la
Iglesia con estas etiquetas, sino las comunida-
des de compañía en las que, a pesar de todos los
problemas de la vida, que todos tenemos, nace
la alegría de vivir.
Aquí me viene a la mente un tercer recuer-
do. En Brasil estuve en la “Hacienda de la Espe-
ranza”, una gran realidad donde los drogadictos
se curan y recobran la esperanza, recobran la
alegría de vivir. Los drogadictos testimoniaron
que precisamente descubrir que Dios existe sig-
nificó para ellos la curación de la desesperación. 47
Así comprendieron que su vida tiene un sentido
y recobraron la alegría de estar en este mundo,
la alegría de afrontar los problemas de la vida
humana. Por tanto, en todo corazón humano, a
pesar de los problemas que existen, hay sed de
Dios; y donde Dios desaparece, desaparece tam-
bién el sol que da luz y alegría.
(Respuestas a los jóvenes en Loreto. Agosto 2007)
Benedicto XVI
Realmente, tenemos una gran sed, que nos
habla de Dios y nos pone en camino hacia Dios,
pero debemos ayudarnos mutuamente. Cristo
vino precisamente para crear una red de comu-
nión en el mundo, donde todos podemos apo-
yarnos unos a otros, ayudándonos a encontrar
juntos el camino de la vida y a comprender que
los mandamientos de Dios no son limitaciones
de nuestra libertad, sino las señales de carretera
que nos orientan hacia Dios, hacia la plenitud de
la vida.
Pidamos a Dios que nos ayude a descubrir su
presencia, a estar llenos de su Revelación, de su
alegría, a ayudarnos unos a otros en la compañía
de la fe para avanzar y encontrar cada vez más,
con Cristo, el verdadero rostro de Dios, y así la
vida verdadera.
(Respuestas a los jóvenes en Loreto. Agosto 2007)
48
Es necesario que tengáis a Jesús como uno
de vuestros amigos más queridos, más aún, el
primero. Así veréis cómo la amistad con Él os lle-
vará a abriros a los demás, a quienes consideráis
hermanos, manteniendo con cada uno una re-
lación de amistad sincera. En efecto, Jesucristo es
precisamente “el amor de Dios encarnado” (cfr.
Aspectos de la Vida cristina
Deus Caritas est, n. 12), y sólo en Él es posible
encontrar la fuerza para ofrecer a los hermanos
afecto humano y caridad sobrenatural, con espí-
ritu de servicio que se manifiesta sobre todo en
la comprensión. Es hermoso ver que los demás
nos comprenden y comenzar a comprender a los
demás.
(Audiencia a los jóvenes del Congreso Univ 2006, 10-IV-06)
Queridos jóvenes, permitidme que os repi-
ta lo que dije a vuestros coetáneos reunidos en
Colonia en agosto del año pasado: quien ha des-
cubierto a Cristo no puede por menos de llevar a
los demás hacia Él, dado que una gran alegría no
se puede guardar para uno mismo, sino que es
necesario comunicarla.
Ésta es la tarea a la que os llama el Señor;
éste es el “apostolado de amistad”, que San Jo- 49
semaría, fundador del Opus Dei, describe como
“amistad personal”, sacrificada, sincera: de tú a
tú, de corazón a corazón” (Surco, n. 191). Todo
cristiano está invitado a ser amigo de Dios y, con
su gracia, a atraer hacia Él a sus amigos.
De este modo, el amor apostólico se con-
vierte en una auténtica pasión que se expresa
transmitiendo a los demás la felicidad que se ha
Benedicto XVI
encontrado en Jesús. También San Josemaría nos
recuerda algunas palabras clave de vuestro itine-
rario espiritual: “Comunión, unión, comunica-
ción, confidencia: Palabra, Pan, Amor” (Camino,
n. 535), las grandes palabras que expresan los
puntos esenciales de nuestro camino.
(Audiencia a los jóvenes del Congreso Univ 2006, 10-IV-06)
Estáis en la edad de la generosidad. Es ur-
gente hablar de Cristo a vuestro alrededor, a
vuestras familias y amigos, en vuestros lugares
de estudio, de trabajo o de ocio. No tengáis mie-
do. Tened “la valentía de vivir el Evangelio y la
audacia de proclamarlo”
(Mensaje a los jóvenes del mundo, 20 de julio de 2007)
Os aliento, pues, a tener las palabras justas
50
para anunciar a Dios a vuestro alrededor, respal-
dando vuestro testimonio con la fuerza del Es-
píritu suplicada en la plegaria. Llevad la Buena
Noticia a los jóvenes de vuestra edad y también
a los otros. Ellos conocen las turbulencias de la
afectividad, la preocupación y la incertidumbre
con respecto al trabajo y a los estudios. Afron-
tan sufrimientos y tienen experiencia de ale-
grías únicas. Dad testimonio de Dios, porque, en
Aspectos de la Vida cristina
cuanto jóvenes, formáis parte plenamente de la
comunidad católica en virtud de vuestro Bautis-
mo y por la común profesión de fe (cf. Ef 4,5).
Quiero deciros que la Iglesia confía en vosotros
(Catedral de Notre-Dame de París. 12 de septiembre de 2008)
Jesús es el verdadero y único tesoro que
nosotros tenemos para dar a la humanidad. De
Él sienten profunda nostalgia los hombres y las
mujeres de nuestro tiempo, incluso cuando pa-
recen ignorarlo o rechazarlo. De Él tienen gran
necesidad la sociedad en que vivimos, Europa y
todo el mundo.
Gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos. 31 de mayo de 2010
Evangelizar quiere decir enseñar el arte de
vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública: he
venido para evangelizar a los pobres (cfr. Lc 4, 51
18). Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra
pregunta fundamental; yo os muestro el camino
de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más
aún, yo soy ese camino. La pobreza más profun-
da es la incapacidad de alegría, el tedio de la
vida considerada absurda y contradictoria.
Esta pobreza se halla hoy muy extendida,
con formas muy diversas, tanto en las sociedades
Benedicto XVI
materialmente ricas como en los países pobres.
La incapacidad de alegría supone y produce la
incapacidad de amar, produce la envidia, la ava-
ricia... todos los vicios que arruinan la vida de
las personas y el mundo. Por eso, hace falta una
nueva evangelización. Si se desconoce el arte de
vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte
no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comu-
nicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio
en persona.
(Card. Ratzinger, La nueva evangelización., Roma, 10-XII-00)
Hablar de Dios y hablar con Dios deben ir
siempre juntos. El anuncio de Dios lleva a la co-
munión con Dios en la comunión fraterna, fun-
dada y vivificada por Cristo.
(Card. Ratzinger, La nueva evangelización, Roma, 10-XII-00)
52
Señor, has sido condenado a muerte por-
que el miedo al «qué dirán» ha sofocado la voz
de la conciencia. Sucede siempre así a lo largo
de la historia; los inocentes son maltratados,
condenados y asesinados. Cuántas veces hemos
preferido también nosotros el éxito a la verdad,
nuestra reputación a la justicia.
(Card. Ratzinger, Via Crucis, 27-III-05)
Aspectos de la Vida cristina
Cristo resucitado necesita testigos que se ha-
yan encontrado con Él, hombres que lo hayan
conocido íntimamente a través de la fuerza del
Espíritu Santo.
(Homilía, 7 de mayo de 2005)
Deberíamos reflexionar seriamente sobre
el modo como podemos realizar una verdadera
evangelización, no sólo una nueva evangeliza-
ción, sino con frecuencia una auténtica primera
evangelización.
Las personas no conocen a Dios, no conocen
a Cristo. Existe un nuevo paganismo y no basta
que tratemos de conservar a la comunidad cre-
yente.
(Discurso, 21 de agosto de 2005)
El Señor sabe suplir siempre nuestras posi- 53
bles lagunas y la pobreza de los medios a nuestra
disposición.
Lo que cuenta no es tanto la eficiencia de
nuestra organización, sino más bien la confianza
inquebrantable en Cristo, porque es Él precisa-
mente quien guía, gobierna y santifica a la Igle-
sia.
(Discurso, 12 de noviembre de 2005)
Benedicto XVI
Cuando creer se reemplaza por “hacer”, y
el testimonio por el discurso sobre “cuestiones”,
urge recuperar la alegría profunda y el estupor de
los primeros discípulos.
(Discurso, 8 de septiembre de 2006)
El seguimiento de Cristo:
-Me exige que ya no esté encerrado en mi
yo, considerando mi autorrealización como la ra-
zón principal de mi vida.
-Requiere que me entregue libremente al
otro, por la verdad, por amor, por Dios, que en
Jesucristo, me precede y me indica el camino.
-Se trata de la decisión fundamental de no
considerar ya los beneficios y el lucro, la carrera y
el éxito como fin último de mi vida, sino recono-
cer como criterios auténticos la verdad y el amor.
54 -Se trata de la opción de vivir sólo para mí
mismo o entregarme por lo más grande.
(Homilía, 1 de abril de 2007)
En el fondo, se trata de la decisión entre el
egoísmo y el amor, entre la justicia y la injusti-
cia; en definitiva, entre Dios y Satanás. Si amar
a Cristo y a los hermanos no se considera algo
accesorio y superficial, sino más bien la finali-
Aspectos de la Vida cristina
dad verdadera y última de toda nuestra vida, es
necesario saber hacer opciones fundamentales,
estar dispuestos a renuncias radicales, si es pre-
ciso hasta el martirio. Hoy, como ayer, la vida del
cristiano exige valentía para ir contra corriente,
para amar como Jesús, que llegó incluso al sacri-
ficio de sí mismo en la cruz.
(Discurso, 23 de septiembre de 2007)
Sólo el amor de Cristo hace eficaz la acción
apostólica, sobre todo en los momentos de difi-
cultad y de prueba.
(Homilía, 26 de septiembre de 2009)
Hoy se necesitan personas que sean “cre-
yentes” y “creíbles”, dispuestas a defender en
todo ámbito de la sociedad los principios e idea-
les cristianos en los que se inspira su acción. 55
(Homilía, 28 de septiembre de 2009)
Estad listos a poner en juego vuestra vida
para iluminar el mundo con la verdad de Cristo;
para responder con amor al odio y al desprecio
de la vida; para proclamar la esperanza de Cristo
resucitado en cada rincón de la tierra
(Mensaje, 20 de julio de 2007)
Benedicto XVI
El testigo, pues, debe ser algo antes de hacer
algo. Debe ser amigo de Jesús para no transmitir
sólo conocimientos de segunda mano, sino para
ser testigo verdadero.
Servidor de vuestra alegría, p.68
A nosotros, queridos hermanos, nos toca hoy
seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al
Señor cada día más y dando un testimonio claro
y valiente de su Evangelio. No hay mayor tesoro
que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos
Santiago de Compostela, 6 de noviembre de 2010
Sólo podemos ser testigos si a Cristo lo co-
nocemos de primera mano y no solamente por
otros, en nuestra propia vida, por nuestro en-
cuentro personal con Cristo.
(Audiencia, 20 de enero de 2010)
56
Aspectos de la Vida cristina
5. Vocación
Quien deja entrar a Cristo, dentro de sí mis-
mo, no pierde nada –absolutamente nada- de
lo que hace la vida libre, bella y grande.
(Homilía, 24 de abril de 2005)
¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita
nada, y lo da todo.
(Homilía, 24 de abril de 2005)
Cristo no nos ha prometido una vida có-
moda. Quien busca la comodidad, con Él se ha
equivocado de camino. Él nos muestra la senda
que lleva hacia las cosas grandes, hacia el bien, 57
hacia una vida humana auténtica.
(Discurso, 25 de abril de 2005)
Con Cristo debe confrontarse todo hombre;
hacia Él, con la ayuda de la gracia, debe tender
con todo su corazón, con toda su mente y con
todas sus fuerzas, para realizar plenamente su
existencia, para responder con alegría y entu-
Benedicto XVI
siasmo a la altísima vocación inscrita en su co-
razón.
(Mensaje, 5 de noviembre de 2005)
Existe la necesidad de anunciar, hablar, pero
también de escuchar con el alma abierta a Cristo,
escuchando interiormente su palabra, a fin de
asimilarla de modo que transforme y forme mi
ser.
(Discurso, 13 de mayo de 2005)
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si algu-
no oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su
casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20). Son
palabras divinas que llegan al fondo del alma y
que mueven hasta sus raíces más profundas. En
un momento determinado de la vida, Jesús viene
58
y llama, con toques suaves, en el fondo de los
corazones bien dispuestos.
(Discurso, Brasil, 12-V-07)
El primer signo es el palio, tejido de lana
pura, que se me pone sobre los hombros. Este
signo antiquísimo, que los Obispos de Roma
llevan desde el siglo IV, puede ser considerado
como una imagen del yugo de Cristo, que el
Aspectos de la Vida cristina
Obispo de esta ciudad, el Siervo de los Siervos de
Dios, toma sobre sus hombros. El yugo de Dios
es la voluntad de Dios que nosotros acogemos.
Y esta voluntad no es un peso exterior, que nos
oprime y nos priva de la libertad. Conocer lo que
Dios quiere, conocer cuál es la vía de la vida, era
la alegría de Israel, su gran privilegio. Ésta es
también nuestra alegría: la voluntad de Dios, en
vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos
purifica –quizás a veces de manera dolorosa– y
nos hace volver de este modo a nosotros mismos.
Y así, no servimos solamente a Él, sino también
a la salvación de todo el mundo, de toda la
historia.
(Homilía. Roma, 24-IV-05)
No tengáis miedo de decir sí a las llamadas
del Señor, cuando Él os invite a seguirlo. Res- 59
ponded generosamente. Sólo Él puede colmar
los anhelos más profundos de vuestro corazón.
(Homilía, 14 de septiembre de 2008)
Elevo mi súplica para que muchos de voso-
tros conozcáis y améis a Jesús y, a través de este
encuentro, os dediquéis por completo a Dios.
(Glasgow. Jueves 16 de septiembre de 2010)
Benedicto XVI
Así, hoy, yo quisiera, con gran fuerza y gran
convicción, a partir de la experiencia de una lar-
ga vida personal, decir a todos vosotros, queridos
jóvenes: ¡no tengáis miedo de Cristo! Él no quita
nada, y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el
ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las
puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida.
(Homilía, Roma, 24-IV-05)
Cuando, lentamente, el desarrollo de las vo-
taciones me permitió comprender que, por de-
cirlo así, la guillotina caería sobre mí, me quedé
desconcertado. Creía que había realizado ya la
obra de toda una vida y que podía esperar ter-
minar tranquilamente mis días. Con profunda
convicción dije al Señor: ¡no me hagas esto! Tie-
nes personas más jóvenes y mejores, que pue-
60 den afrontar esta gran tarea con un entusiasmo
y una fuerza totalmente diferentes. Pero me im-
pactó mucho una breve carta que me escribió un
hermano del Colegio cardenalicio. Me recordaba
que durante la Misa por Juan Pablo II yo había
centrado la homilía en la palabra del Evangelio
que el Señor dirigió a Pedro a orillas del lago de
Genesaret: ¡Sígueme! Yo había explicado cómo
Karol Wojtyla había recibido siempre de nuevo
Aspectos de la Vida cristina
esta llamada del Señor y continuamente había
debido renunciar a muchas cosas, limitándose a
decir: sí, te sigo, aunque me lleves a donde no
quisiera. Ese hermano cardenal me escribía en
su carta: “Si el Señor te dijera ahora “sígueme”,
acuérdate de lo que predicaste. No lo rechaces.
Sé obediente, como describiste al gran Papa, que
ha vuelto a la casa del Padre”. Esto me llegó al
corazón. Los caminos del Señor no son cómodos,
pero tampoco hemos sido creados para la como-
didad, sino para cosas grandes, para el bien.
(Audiencia, 25-IV-07)
A decir verdad, nunca hubiera pensado que
sería Papa, pues, como ya he dicho, era un mu-
chacho bastante ingenuo, en un pequeño pue-
blo muy alejado de las ciudades, en la provincia
olvidada. Éramos felices de vivir en esa provincia 61
y no pensábamos en otras cosas. Naturalmente
conocimos, veneramos y amamos al Papa –era
Pío XI–, pero para nosotros era una altura inal-
canzable, casi otro mundo: era nuestro padre,
pero de todos modos una realidad muy superior
a nosotros.
Y tengo que decir que todavía hoy me cuesta
comprender cómo el Señor ha podido pensar en
Benedicto XVI
mí, destinarme a este ministerio. Pero lo acepto
de sus manos, aunque es algo sorprendente y
me parece que va mucho más allá de mis fuer-
zas. Pero el Señor me ayuda.
(Audiencia a la Obra para la Infancia Misionera. 1 junio 2009)
Quisiera decir a todos insistentemente: abrid
vuestro corazón a Dios, dejad sorprenderos por
Cristo. Dadle el «derecho a hablaros» durante
estos días.
Abrid las puertas de vuestra libertad a su
amor misericordioso. Presentad vuestras alegrías
y vuestras penas a Cristo, dejando que Él ilumine
con su luz vuestra mente y acaricie con su gracia
vuestro corazón.
(JMJ, Colonia, 18-VIII-05)
62
Yo os digo: ¡Ánimo! Atreveos a tomar deci-
siones definitivas, porque, en verdad, éstas son
las únicas que no destruyen la libertad, sino que
crean su correcta orientación, permitiendo avan-
zar y alcanzar algo grande en la vida. Sin duda,
la vida tiene un valor sólo si tenéis el arrojo de la
aventura, la confianza de que el Señor nunca os
dejará solos.
(Discurso, 21 de marzo de 2009)
Aspectos de la Vida cristina
Cuando el corazón de un joven se abre a sus
proyectos divinos, no le cuesta demasiado reco-
nocer y seguir su voz. De hecho, el Señor llama
a cada uno por su nombre y a cada uno desea
confiar una misión específica en la Iglesia y en
la sociedad.
(Mensaje, 28 de septiembre de 2009)
La cultura social predominante no os ayuda
a vivir la Palabra de Jesús, ni tampoco el don de
vosotros mismos, al que Él os invita según el de-
signio del Padre. Queridísimos amigos, la fuerza
se encuentra dentro de vosotros, como estaba
en Jesús, que decía: «El Padre, que permane-
ce en mí, Él mismo hace las obras... El que cree
en mí, también él hará las obras que yo hago,
y aún mayores. Porque yo me voy al Padre» (Jn
14,10.12). 63
Por eso, no tengáis miedo de tomar deci-
siones definitivas. Generosidad no os falta, lo
sé. Pero frente al riesgo de comprometerse de
por vida, tanto en el matrimonio como en una
vida de especial consagración, sentís miedo: «El
mundo vive en continuo movimiento y la vida
está llena de posibilidades. ¿Podré disponer en
este momento por completo de mi vida sin saber
Benedicto XVI
los imprevistos que me esperan? ¿No será que yo,
con una decisión definitiva, me juego mi libertad
y me ato con mis propias manos?» Éstas son las
dudas que os asaltan y que la actual cultura in-
dividualista y hedonista exaspera. Pero cuando
el joven no se decide, corre el riesgo de seguir
siendo eternamente niño.
Yo os digo: ¡Ánimo! Atreveos a tomar deci-
siones definitivas, porque, en verdad, éstas son
las únicas que no destruyen la libertad, sino que
crean su correcta orientación, permitiendo avan-
zar y alcanzar algo grande en la vida. Sin duda,
la vida tiene un valor sólo si tenéis el arrojo de la
aventura, la confianza de que el Señor nunca os
dejará solos. Juventud, deja libre dentro de ti al
Espíritu Santo, a la fuerza de lo Alto. Confiando
en esta fuerza, como Jesús, arriésgate a dar este
64 salto, por decirlo así, hacia lo definitivo y, con Él,
da una posibilidad a la vida. Así se crearán entre
vosotros islas, oasis y después grandes espacios
de cultura cristiana, donde se hará visible esa
«ciudad santa, que descendía del cielo, enviada
por Dios, arreglada como una novia». Ésta es la
vida que merece la pena vivir y que de corazón
os deseo.
(Estadio Dos Coqueiros en Angola. 21 .III. 2009)
Aspectos de la Vida cristina
Preguntadle al Señor lo que desea de voso-
tros. Pedidle la generosidad de decir sí. No ten-
gáis miedo a entregaros completamente a Jesús.
Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su
llamada.
(Londres, Sábado 18 de septiembre de 2010)
Los Magos marcharon porque tenían un de-
seo grande que los indujo a dejarlo todo y a po-
nerse en camino. Era como si hubieran esperado
siempre aquella estrella. Como si aquel viaje hu-
biera estado inscrito en su destino, que ahora fi-
nalmente se cumple. Queridos amigos, esto es el
misterio de la llamada, de la vocación; misterio
que afecta a la vida de todo cristiano, pero que
se manifiesta con mayor relieve en los que Cristo
invita a dejar todo para seguirlo más de cerca.
(JMJ, Colonia, 20-VIII-05)
65
Sólo si tiene una experiencia personal de
Cristo, el joven puede comprender en verdad su
voluntad y por lo tanto la propia vocación. Cuan-
to más conoces a Jesús, más te atrae su misterio;
cuanto más lo encuentras, más fuerte es el deseo
de buscarlo.
(JMJ. Colonia, 20-VIII-05)
Benedicto XVI
Luego, debo prestar atención a lo que soy, a
mis posibilidades: por una parte, valentía; y, por
otra, humildad, confianza y apertura, también
con la ayuda de los amigos, de la autoridad de la
Iglesia y también de los sacerdotes, de las fami-
lias. ¿Qué quiere el Señor de mí? Ciertamente, eso
sigue siendo siempre una gran aventura, pero
sólo podemos realizarnos en la vida si tenemos la
valentía de afrontar la aventura, la confianza en
que el Señor no me dejará solo, en que el Señor
me acompañará, me ayudará.
(Preparación para la JMJ. Jueves, 6 de abril de 2006)
Una educación verdadera debe suscitar la
valentía de las decisiones definitivas, que hoy
se consideran un vínculo que limita nuestra li-
bertad, pero que en realidad son indispensables
66
para crecer y alcanzar algo grande en la vida, es-
pecialmente para que madure el amor en toda su
belleza; por consiguiente, para dar consistencia
y significado a nuestra libertad. De esta solicitud
por la persona humana y su formación brotan
nuestros “no” a formas débiles y desviadas de
amor y a las falsificaciones de la libertad, así
como a la reducción de la razón sólo a lo que
se puede calcular y manipular. En realidad, estos
Aspectos de la Vida cristina
“no” son más bien “sí” al amor auténtico, a la
realidad del hombre tal como ha sido creado por
Dios.
(Discurso, Verona, 19-X-06)
Pienso que es importante estar atentos a
los gestos del Señor en nuestro camino. Él nos
habla a través de acontecimientos, a través de
personas, a través de encuentros; y es preciso es-
tar atentos a todo esto. Luego, segundo punto,
entrar realmente en amistad con Jesús, en una
relación personal con Él; no debemos limitarnos
a saber quién es Jesús a través de los demás o de
los libros, sino que debemos vivir una relación
cada vez más profunda de amistad personal con
Él, en la que podemos comenzar a descubrir lo
que Él nos pide.
(Encuentro con los Jóvenes de Roma, Vaticano, 6-IV-06)
67
Para responder a la llamada de Dios y po-
nernos en camino, no es necesario ser ya per-
fectos. Sabemos que la conciencia del propio
pecado permitió al hijo pródigo emprender el
camino del retorno y experimentar así el gozo de
la reconciliación con el Padre. La fragilidad y las
limitaciones humanas no son obstáculo, con tal
Benedicto XVI
de que ayuden a hacernos cada vez más cons-
cientes de que tenemos necesidad de la gracia
redentora de Cristo. Ésta es la experiencia de San
Pablo, que declaraba: «Muy a gusto presumo
de mis debilidades, porque así residirá en mí la
fuerza de Cristo» (2 Co 12, 9). En el misterio de la
Iglesia, el poder divino del amor cambia el cora-
zón del hombre, haciéndole capaz de comunicar
el amor de Dios a los hermanos. A lo largo de
los siglos muchísimos hombres y mujeres, trans-
formados por el amor divino, han consagrado la
propia existencia a la causa del Reino. Ya a orillas
del mar de Galilea, muchos se dejaron conquis-
tar por Jesús: buscaban la curación del cuerpo o
del espíritu y fueron tocados por el poder de su
gracia. Otros fueron escogidos personalmente por
Él y llegaron a ser sus apóstoles.
(Mensaje para la J. M. de oración por las vocaciones, 7-V-06)
68
Queridos jóvenes, si Dios os llama, estad
preparados para decir “sí”.
(Mensaje, 27 de enero de 2007)
Vengo a vosotros esta tarde para renovaros
un anuncio siempre joven, para comunicaros un
mensaje que, cuando se acoge, cambia la vida,
Aspectos de la Vida cristina
la renueva y la colma. La Iglesia proclama este
mensaje con particular alegría en este tiempo
pascual: Cristo resucitado está vivo entre noso-
tros, también hoy. ¡Cuántos coetáneos vuestros
en el decurso de la historia, queridos jóvenes,
se han encontrado con Él y se han convertido en
amigos suyos! Lo han seguido fielmente y han
dado testimonio de su amor con la propia vida.
Así pues, no tengáis miedo de entregar vuestra
vida a Cristo. Él jamás defrauda nuestras expec-
tativas, porque sabe lo que hay en nuestro co-
razón. Siguiéndolo con fidelidad no os resultará
difícil encontrar la respuesta a los interrogantes
que embargan vuestra alma: “¿Qué debo hacer?
¿Qué tarea me espera en la vida?”. La Iglesia,
que necesita vuestro compromiso para llevar,
especialmente a vuestros coetáneos, el anuncio
evangélico, os sostiene en el camino del conoci- 69
miento de la fe y del amor a Dios.
(Discurso, 21 de abril de 2007)
No desaprovechéis vuestra juventud. No in-
tentéis huir de ella. Vividla intensamente. Con-
sagradla a los elevados ideales de la fe y de la
solidaridad humana.
(Encuentro, 10 de mayo de 2007)
Benedicto XVI
En otras palabras, la juventud se presenta
como una riqueza porque lleva al redescubri-
miento de la vida como un don y como una ta-
rea. El joven del Evangelio percibió la riqueza de
su juventud. Acudió a Jesús, el Maestro bueno,
buscando una orientación. Pero a la hora de la
gran opción no tuvo valentía para apostar todo
por Jesucristo. En consecuencia, se marchó triste
y abatido. Es lo que pasa cada vez que nuestras
decisiones vacilan y se vuelven mezquinas e inte-
resadas. Sintió que le faltaba generosidad, y eso
no le permitió una realización plena. Se replegó
sobre su riqueza, convirtiéndola en egoísta. A Je-
sús le dolió mucho la tristeza y la mezquindad
del joven que había acudido a Él. Los Apóstoles,
como todos vosotros hoy, llenaron el vacío que
dejó ese joven que se retiró triste y abatido.
(Encuentro, 10 de mayo de 2007)
70
Si confiamos en Cristo no perdemos nada,
sino que lo ganamos todo. En sus manos nues-
tra vida adquiere su verdadero sentido. El amor
a Cristo lo debemos expresar con la voluntad de
sintonizar nuestra vida con los pensamientos
y los sentimientos de su Corazón. Esto se logra
mediante la unión interior, basada en la gra-
Aspectos de la Vida cristina
cia de los sacramentos, reforzada con la oración
continua, la alabanza, la acción de gracias y la
penitencia. No puede faltar una atenta escucha
de las inspiraciones que Él suscita a través de su
palabra, a través de las personas con las que nos
encontramos, a través de las situaciones de la
vida diaria. Amarlo significa permanecer en diá-
logo con Él, para conocer su voluntad y realizarla
diligentemente.
(Homilía, Varsovia, 26-V-06)
El miedo al fracaso a veces puede frenar in-
cluso los sueños más hermosos. Puede paralizar
la voluntad e impedir creer que pueda existir una
casa construida sobre roca. Puede persuadir de
que la nostalgia de la casa es solamente un de-
seo juvenil y no un proyecto de vida. Como Jesús,
decid a este miedo: “¡No puede caer una casa 71
fundada sobre roca!”. Como San Pedro, decid a
la tentación de la duda: “Quien cree en Cristo,
no será confundido”. Sed testigos de la esperan-
za, de la esperanza que no teme construir la casa
de la propia vida, porque sabe bien que pue-
de apoyarse en el fundamento que le impedirá
caer: Jesucristo, nuestro Señor.
(Encuentro con los jóvenes, Cracovia-Błonia, 27-V-06)
Benedicto XVI
La felicidad que buscáis, la felicidad que te-
néis derecho de saborear, tiene un nombre, un
rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Euca-
ristía. Sólo Él da plenitud de vida a la humani-
dad. Decid, con María, vuestro «sí» al Dios que
quiere entregarse a vosotros.
(Jornada Mundial de la Juventud, Colonia, 18-VIII-05)
«Mira que estoy a la puerta y llamo; si algu-
no oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su
casa y cenaré con él y él con migo» (Ap. 3,20). Son
palabras divinas que llegan al fondo del alma y
que mueven hasta sus raíces más profundas. En
un momento determinado de la vida, Jesús viene
y llama, con toques suaves, en el fondo de los
corazones bien dispuestos.
12 de mayo de 2007
72
No vi mi vocación gracias a un rayo de luz,
que de pronto me iluminara y me hiciera en-
tender que debía ordenarme sacerdote. Fue mas
bien un lento proceso que iba tomando fuerza
paulatinamente. No sabría decir la fecha exacta
de mi decisión. Lo que sí puedo asegurar es que
esa idea de que Dios quiere algo de cada uno de
nosotros -de mi también-, empecé a sentirla
Aspectos de la Vida cristina
desde joven. Sabía que tenia a Dios conmigo y
que quería algo de mi; ese sentimiento empezó
muy pronto. Luego, con el tiempo, comprendí
que se relacionaba con mi ordenación de sacer-
dote.
Sal de la tierra, p.59
Los jóvenes son muy generosos, pero ante el
riesgo de comprometerse para toda la vida, sea
en el matrimonio, sea en el sacerdocio, se tiene
miedo. El mundo está en continuo movimiento
de manera dramática: ¿puedo disponer ya desde
ahora de mi vida entera con todos sus imprevi-
sibles acontecimientos futuros? Con una decisión
definitiva, ¿no renuncio yo mismo a mi libertad,
privándome de la posibilidad de cambiar? Con-
viene fomentar la valentía de tomar decisiones
definitivas, que en realidad son las únicas que 73
permiten crecer, caminar hacia delante y lograr
algo importante en la vida. Son las únicas que no
destruyen la libertad.
5 de agosto de 2006
Una cosa vemos claramente: que la respues-
ta a la llamada de Jesús tiene prioridad y pide
la entrega total. Es decir, tiene preferencia y re-
Benedicto XVI
clama la totalidad de nuestro ser. No basta con
entregar una parte de si mismo, una parte de su
tiempo y de su voluntad. De ser así, no se ha-
bría respondido a esta llamada; una llamada tan
grade que solicita y llena la vida entera, pero que
solo la llena cuando se mantiene en su totalidad.
Servidor de vuestra alegría, pp. 34-35
Esto significa también que existe la hora de
Jesucristo, el instante que no puede aplazarse,
por que no se puede calcular y decir: «Si quiero,
por supuesto, pero ahora me resulta demasia-
do peligroso. Todavía tengo que hacer esto o lo
otro.» Porque así se puede dejar escapar el ins-
tante de su vida y perder, precisamente por culpa
de estas cautelas, lo autentico de la propia vida,
que ya nunca se puede recuperar. Existe la hora
74 de la llamada, que exige una decisión instan-
tánea, una decisión mucho más importante de
cuanto podríamos imaginar y de lo que es per-
fectamente razonable.
Servidor de vuestra alegría, p.35
Aspectos de la Vida cristina
6. Santa Pureza
Si reflexionamos, podemos decir que tam-
bién en nuestro tiempo es necesario decir un
“no” a la cultura de la muerte, ampliamente
dominante.
Una “anticultura” que se manifiesta, por
ejemplo, en la droga, en la huida de lo real hacia
lo ilusorio, hacia una felicidad falsa que se ex-
presa en la mentira, en el fraude, en la injusticia,
en el desprecio del otro, de la solidaridad, de la
responsabilidad con respecto a los pobres y los
que sufren; que se expresa en una sexualidad
que se convierte en pura diversión sin respon-
sabilidad, que se transforma en “cosificación” 75
—por decirlo así— del hombre, al que ya no se
considera persona, digno de un amor personal
que exige fidelidad, sino que se convierte en
mercancía, en un mero objeto.
A esta promesa de aparente felicidad, a esta
“pompa” de una vida aparente, que en realidad
sólo es instrumento de muerte, a esta “anticul-
tura” le decimos “no”, para cultivar la cultura de
Benedicto XVI
la vida. Por eso, el “sí” cristiano, desde los tiem-
pos antiguos hasta hoy, es un gran “sí” a la vida.
Este es nuestro “sí” a Cristo, el “sí” al vencedor
de la muerte y el “sí” a la vida en el tiempo y en
la eternidad.
(Homilía. Domingo 8 enero 2006)
De esta solicitud por la persona humana y su
formación brotan nuestros “no” a formas débiles
y desviadas de amor y a las falsificaciones de la
libertad.
(Discurso, 19 de octubre de 2006)
Dios desciende y se hace esclavo; nos lava
los pies para que podamos sentarnos a su mesa.
Así se revela todo el misterio de Jesucristo. Así
resulta manifiesto lo que significa redención. El
76
baño con que nos lava es su amor dispuesto a
afrontar la muerte.
Sólo el amor tiene la fuerza purificadora
que nos limpia de nuestra impureza y nos eleva
a la altura de Dios. El baño que nos purifica es
él mismo, que se entrega totalmente a nosotros,
desde lo más profundo de su sufrimiento y de su
muerte.
(Homilía. Jueves santo 13 abril de 2006)
Aspectos de la Vida cristina
Al mirar a la Virgen, se aviva en nosotros, sus
hijos, la aspiración a la belleza, a la bondad y a
la pureza de corazón.
(Ángelus, 8 de diciembre de 2005)
Cuando la belleza y la verdad de Cristo con-
quistan nuestros corazones, experimentamos la
alegría de ser sus discípulos y asumimos de modo
convencido la misión de proclamar su mensaje
redentor.
(Discurso, 18 de mayo de 2009)
Es puro un corazón que no se extravía en la
embriaguez del placer; un corazón cuyo amor es
verdadero y no solamente pasión de un momen-
to.
(Homilía, 1 de abril de 2007)
77
Sé que vuestra juventud siente la tentación
de ganar dinero fácilmente, de evadirse a pa-
raísos artificiales o de dejarse atraer por formas
desviadas de satisfacción material.
No os dejéis enredar por las asechanzas del
mal. Más bien, buscad una existencia rica en
valores, para construir una sociedad más justa y
abierta al futuro.
Haced fructificar los dones que Dios os ha
regalado con la juventud: la fuerza, la inteli-
gencia, la valentía, el entusiasmo y el deseo de
vivir. Con este bagaje, contando siempre con la
ayuda divina, podéis alimentar la esperanza en
vosotros y en vuestro entorno. De vosotros y de
vuestro corazón depende lograr que el progreso
se transforme en un bien mayor para todos. Y,
como sabéis, el camino del bien tiene un nom-
bre: se llama amor.
En el amor, sólo en el amor auténtico, se
encuentra la clave de toda esperanza, porque el
amor tiene su raíz en Dios. En la Biblia leemos:
“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos
tiene, y hemos creído en él. Dios es amor” (1 Jn
4, 16). Y el amor de Dios tiene el rostro dulce y
compasivo de Jesucristo.
Así hemos llegado al corazón del mensaje
cristiano: Cristo es la respuesta a vuestros inte-
rrogantes y problemas; en él se valora toda as-
piración honrada del ser humano. Sin embargo,
Cristo es exigente y no le gustan las medias tintas.
Sabe que puede contar con vuestra generosidad
y coherencia. Por eso, espera mucho de vosotros.
Seguidlo fielmente y, para poder encontraros con
él, amad a su Iglesia, sentíos responsables de
Aspectos de la Vida cristina
ella; sed protagonistas valientes, cada uno en su
ámbito.
(Sábado 14 de junio de 2008)
La belleza, que es como un espejo de lo
divino, inspira y vivifica los corazones y mentes
jóvenes, mientras que la fealdad y la tosquedad
tienen un impacto deprimente en las actitudes y
comportamientos.
(Mensaje, 24 de enero de 2007)
Glorificad a Cristo Señor en vuestros corazo-
nes, es decir, cultivad una relación personal de
amor con él, amor primero y más grande, único y
totalizador, dentro del cual vivir, purificar, ilumi-
nar y santificar todas las demás relaciones.
(Homilía, 27 de abril de 2008)
79
”Quien quiera salvar su vida, la perderá;
pero quien pierda su vida por mí, ese la salvará.
Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el
mundo entero, si él mismo se pierde o se arrui-
na?” (Lc 9, 24-25). Quien quiere sólo poseer su
vida, tomarla sólo para sí mismo, la perderá. Sólo
quien se entrega recibe su vida. Con otras pala-
bras: sólo quien ama encuentra la vida. Y el amor
Benedicto XVI
requiere siempre salir de sí mismo, requiere olvi-
darse de sí mismo.
Quien mira hacia atrás para buscarse a sí
mismo y quiere tener al otro solamente para sí,
precisamente de este modo se pierde a sí mismo
y pierde al otro.
Sin este más profundo perderse a sí mismo
no hay vida. El inquieto anhelo de vida que hoy
no da paz a los hombres acaba en el vacío de la
vida perdida. “Quien pierda su vida por mí...”,
dice el Señor.
Renunciar a nosotros mismos de modo más
radical sólo es posible si con ello al final no cae-
mos en el vacío, sino en las manos del Amor
eterno.
Sólo el amor de Dios, que se perdió a sí mis-
mo entregándose a nosotros, nos permite ser
80 libres también nosotros, perdernos, para así en-
contrar verdaderamente la vida.
(Viena, domingo 9 septiembre 2007)
No somos nosotros quienes creamos lo que
es bueno —esto sería un simple moralismo—,
sino que es la Verdad la que nos sale al encuen-
tro. Él mismo es la Verdad, la Verdad en persona.
La pureza es un acontecimiento dialógico. Co-
Aspectos de la Vida cristina
mienza con el hecho de que él nos sale al en-
cuentro —él que es la Verdad y el Amor—, nos
toma de la mano, se compenetra con nuestro ser.
En la medida en que nos dejamos tocar por él,
en que el encuentro se convierte en amistad y
amor, llegamos a ser nosotros mismos, a partir
de su pureza, personas puras y luego personas
que aman con su amor, personas que introducen
también a otros en su pureza y en su amor.
San Agustín resumió todo este proceso en la
hermosa expresión: “Da quod iubes et iube quod
vis”, “Concede lo que mandas y luego manda lo
que quieras”. En este momento queremos po-
ner ante el Señor esta petición y rogarle: Sí, pu-
rifícanos en la verdad. Sé tú la Verdad que nos
hace puros. Haz que mediante la amistad contigo
seamos libres y así verdaderamente hijos de Dios,
haz que seamos capaces de sentarnos a tu mesa 81
y difundir en este mundo la luz de tu pureza y
bondad.
(Homilía, domingo 30 de agosto de 2009)
No tengáis miedo de anunciar a Cristo a los
jóvenes de vuestra edad. Mostradles que Cristo
no es un obstáculo para vuestra vida, ni para
vuestra libertad. Al contrario, mostradles a los
Benedicto XVI
jóvenes de vuestra edad que Cristo os da la ver-
dadera vida, os hace libres para luchar contra el
mal y para hacer que vuestra vida sea bella.
(Mensaje, 21 de junio de 2008)
Queridos jóvenes, quisiera invitaros a “atre-
verse a amar”, a no desear más que un amor
fuerte y hermoso, capaz de hacer de toda vuestra
vida una gozosa realización del don de voso-
tros mismos a Dios y a los hermanos, imitando a
Aquél que por medio del amor, ha vencido para
siempre el odio y la muerte.
(Mensaje, 27 de enero de 2007)
No tengáis miedo de ser diferentes y de ser
criticados por lo que puede parecer perdedor o
pasado de moda: vuestros coetáneos y también
82
los adultos, especialmente los que parecen más
alejados de los valores del Evangelio, tienen pro-
funda necesidad de ver a alguien que se atreva
a vivir de acuerdo con la plenitud de humanidad
manifestada por Jesucristo.
(Homilía, 2 de septiembre de 2007)
Estad unidos, pero no encerrados. Sed hu-
mildes, pero no tímidos. Sed sencillos pero no
Aspectos de la Vida cristina
ingenuos. Sed sensatos, pero no complicados.
Entrad en diálogo con todos, pero sed vosotros
mismos.
(Discurso, 18 de mayo de 2008)
En lo más íntimo del corazón, todo mucha-
cho y toda muchacha que se abre a la vida, cul-
tiva el sueño de un amor que dé pleno sentido
a su futuro.
(Discurso, 1 de septiembre de 2007)
Es significativo que estos jóvenes, que en
las discotecas tratan de estar muy cerca unos de
otros, en realidad sufren una gran soledad y, na-
turalmente, también incomprensión.
(Encuentro, 2 de marzo de 2006)
Para el cristiano, todo hombre y toda mujer 83
es un verdadero santuario de Dios, que ha de ser
tratado con sumo respeto y cariño
Barcelona, 7 de noviembre de 2010
Para vivir una vida feliz es preciso, por tanto,
un entendimiento íntimo con Dios. Sólo si esta
relación de fondo funciona bien, las otras rela-
ciones podrán ser justas. Por esos es importante
Benedicto XVI
aprender a lo largo de una vida, y desde la ju-
ventud, a pensar con Dios, a sentir con Dios, a
querer con Dios, de modo que desde aquí surja
el amor. De esa forma el amor se convierte en el
elemento de fondo de nuestra vida.
Mirar a Cristo, p. 115
Demos también nosotros nuestro cuerpo al
Señor, hagamos que nuestro cuerpo sea cada vez
más un instrumento del amor de Dios, un tempo
del Espíritu Santo.
Ángelus, 9 de septiembre de 2007
Lo que, por miramiento o por pudor, mu-
chos no se atreven a veces a confiar ni siquiera
a los que tienen más cerca, lo confían a Aquella
que es toda pura, a su Corazón Inmaculado: con
84
sencillez, sin fingimiento, con verdad, Ante Ma-
ría, precisamente por su pureza, el hombre no
vacila a mostrarse en su fragilidad, a plantear sus
preguntas y sus dudas, a formular sus esperanzas
y sus deseos más secretos.
Lourdes, 14 de septiembre de 2008
Aspectos de la Vida cristina
7. Oración
La oración no es algo accesorio, algo opcio-
nal; es cuestión de vida o muerte. En efecto, sólo
quien ora, es decir, quien se pone en manos de
Dios con amor filial, puede entrar en la vida eter-
na, que es Dios mismo.
(Ángelus, 4 de marzo de 2007)
La oración se convierte en la mayor fuerza de
transformación del mundo.
(Homilía, 21 de octubre de 2007)
La oración alimenta la esperanza, porque
nada expresa mejor la realidad de Dios en nues- 85
tra vida que orar con fe. Incluso en la soledad de
la prueba más dura, nada ni nadie puede impe-
dir que nos dirijamos al Padre “en lo secreto” de
nuestro corazón, donde sólo Él “ve”.
(Homilía, 6 de febrero de 2008)
Ante todo, rezar. La oración es una realidad:
Dios nos escucha y, cuando rezamos, Dios entra
Benedicto XVI
en nuestra vida, se hace presente entre nosotros,
actúa. Rezar es algo muy importante, que puede
cambiar el mundo, pues hace presente la fuerza
de Dios.
Y es importante ayudarse para rezar: reza-
mos juntos en la liturgia, rezamos juntos en la
familia. Yo diría que es importante comenzar el
día con una pequeña oración y acabar también
el día con una pequeña oración: recordar a los
padres en la oración.
Rezar antes de la comida, antes de la cena, y
con motivo de la celebración común del domin-
go. Un domingo sin misa, la gran oración común
de la Iglesia, no es un verdadero domingo: le fal-
ta el corazón del domingo, así como la luz para
la semana.
Podéis también ayudar a los demás, es-
86 pecialmente cuando quizá no se reza en casa,
cuando no se conoce la oración, enseñándoles a
rezar: al rezar con ellos se introduce a los demás
en la comunión con Dios.
(Audiencia a la Obra para la Infancia Misionera. 1 junio 2009)
La verdadera oración nunca es egocéntrica;
siempre está centrada en los demás.
(Homilía, 6 de febrero de 2008)
Aspectos de la Vida cristina
Quien ora no tiene miedo; quien ora nunca
está solo; quien ora se salva.
(Audiencia, 1 de julio de 2009)
La persona que ora nunca está totalmente
sola, porque Dios es el único que, en toda si-
tuación y en cualquier prueba, siempre puede
escucharla y prestarle su ayuda.
(Discurso, 9 de junio de 2008)
Queridos amigos, os invito a cultivar la vida
espiritual. Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos. El que permanece en mí y yo en él,
ese da mucho fruto; porque separados de mí no
podéis hacer nada” (Jn 15, 5).
Jesús no hace juegos de palabras; es claro y
directo. Todos le entienden y toman posición. La
vida del alma es encuentro con Él, Rostro concre- 87
to de Dios. Es oración silenciosa y perseverante,
es vida sacramental, es Evangelio meditado, es
acompañamiento espiritual, es pertenencia cor-
dial a la Iglesia, a vuestras comunidades eclesia-
les.
Pero ¿cómo se puede amar, entrar en amis-
tad con alguien a quien no se conoce? El cono-
cimiento impulsa al amor y el amor estimula el
conocimiento. Así sucede también con Cristo.
Para encontrar el amor con Cristo, para encon-
trarlo realmente como compañero de nuestra
vida, ante todo debemos conocerlo. Como los
dos discípulos que lo siguen después de escuchar
las palabras del Bautista y le dicen tímidamente:
“Rabbí, ¿dónde vives?” (Jn 1, 38), quieren cono-
cerlo de cerca.
Es el mismo Jesús quien, hablando con los
discípulos, distingue: “¿Quién dice la gente que
soy yo?” (cf. Mt 16, 13), refiriéndose a los que lo
conocen de lejos, por decirlo así “de segunda
mano”. “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”,
refiriéndose a los que lo conocen “de primera
mano”, habiendo vivido con Él, habiendo en-
trado realmente en su vida personalísima hasta
convertirse en testigos de su oración, de su diá-
logo con el Padre.
Así, es importante que tampoco nosotros
nos limitemos a la superficialidad de tantos que
escucharon algo acerca de Él: que era una gran
personalidad, etc..., sino que entremos en una
relación personal para conocerlo realmente. Y
esto exige el conocimiento de la Escritura, sobre
todo de los Evangelios, donde el Señor habla con
nosotros. Estas palabras no siempre son fáciles,
Aspectos de la Vida cristina
pero entrando en ellas, entrando en diálogo,
llamando a la puerta de las palabras, diciendo
al Señor: “Ábreme”, encontramos realmente pa-
labras de vida eterna, palabras vivas para hoy,
tan actuales como lo fueron en aquel momento y
como lo serán en el futuro.
(Genova. Domingo 18 de mayo de 2008)
Siempre es fuerte la tentación de reducir la
oración a momentos superficiales y apresurados,
dejándose arrastrar por las actividades y por las
preocupaciones terrenales.
(Homilía, 11 de junio de 2009)
Quisiera insistir en la importancia de la ora-
ción frente al activismo o a una visión seculariza-
da del servicio caritativo de los cristianos.
(Discurso, 30 de abril de 2009)
89
Rezar no significa salir de la historia y re-
tirarse en el rincón privado de la propia felici-
dad. El modo apropiado de orar es un proceso de
purificación interior que nos hace capaces para
Dios y, precisamente por eso, capaces también
para los demás. En la oración, el hombre ha de
aprender qué es lo que verdaderamente puede
Benedicto XVI
pedirle a Dios, lo que es digno de Dios. Ha de
aprender que no puede rezar contra el otro. Ha
de aprender que no puede pedir cosas superfi-
ciales y banales que desea en ese momento, la
pequeña esperanza equivocada que lo aleja de
Dios. Ha de purificar sus deseos y sus esperanzas.
Debe liberarse de las mentiras ocultas con que se
engaña a sí mismo: Dios las escruta, y la confron-
tación con Dios obliga al hombre a reconocerlas
también.
(Spe Salvi, n.º 33)
Sin la fuerza de la oración, sin la unión ín-
tima con el Señor, valen muy poco nuestros es-
fuerzos humanos.
(Mensaje, 14 de abril de 2008)
90
Estar inmersos en la Verdad, en Cristo, es un
proceso que forma parte de la oración en la que
nos ejercitamos en la amistad con Él y también
aprendemos a conocerlo: en su modo de ser,
pensar, actuar. Orar es un caminar en comunión
personal con Cristo, exponiendo ante Él nuestra
vida cotidiana, nuestros logros y fracasos, nues-
tras dificultades y alegrías: es un sencillo presen-
tarnos a nosotros mismos delante de Él. Pero para
Aspectos de la Vida cristina
que eso no se convierta en una autocontempla-
ción, es importante aprender continuamente a
orar rezando con la Iglesia.
(Vía Crucis en el Coliseo. Viernes Santo, 6 de abril de 2007)
No podemos hablar a Dios en la oración, si
no dejamos que hable antes Él mismo, si no lo
escuchamos en la palabra que Él nos ha donado.
(Homilía, 28 de junio de 2009)
San Juan ha recogido también en su rela-
to de los dichos del Señor para el «Domingo de
Ramos» una forma modificada de la oración de
Jesús en el Huerto de los Olivos. Ante todo una
afirmación: «Mi alma está agitada» (12,27). Aquí
aparece el pavor de Jesús, ampliamente descrito
por los otros tres evangelistas: su terror ante el
poder de la muerte, ante todo el abismo de mal 91
que ve, y al cual debe bajar. El Señor sufre nues-
tras angustias junto con nosotros, nos acompaña
a través de la última angustia hasta la luz. En
Juan, siguen después dos súplicas de Jesús. La
primera formulada sólo de manera condicional:
«¿Qué diré? Padre, líbrame de esta hora» (12,27).
Como ser humano, también Jesús se siente im-
pulsado a rogar que se le libre del terror de la
Benedicto XVI
pasión. También nosotros podemos orar de este
modo. También nosotros podemos lamentar-
nos ante el Señor, como Job, presentarle todas
las peticiones que surgen en nosotros frente a
la injusticia en el mundo y las trabas de nuestro
propio yo. Ante Él, no hemos de refugiarnos en
frases piadosas, en un mundo ficticio. Orar siem-
pre significa luchar también con Dios y, como Ja-
cob, podemos decirle: «no te soltaré hasta que
me bendigas» (Gn 32,27).
(XXIV Jornada Mundial de la Juventud. 5 abril 2009)
La oración no sólo nos lleva hacia Dios; tam-
bién nos lleva los unos a los otros.
(Homilía, 10 de septiembre de 2006)
Diría que la adoración es reconocer que Je-
92
sús es mi Señor, que Jesús me señala el camino
que debo tomar, me hace comprender que sólo
vivo bien si conozco el camino indicado por Él,
sólo si sigo el camino que Él me señala.
Así pues, adorar es decir: «Jesús, yo soy tuyo
y te sigo en mi vida; no quisiera perder jamás
esta amistad, esta comunión contigo.» También
podría decir que la adoración es, en su esencia,
un abrazo con Jesús, en el que le digo: «Yo soy
Aspectos de la Vida cristina
tuyo y te pido que tú también estés siempre con-
migo.».
(15 de octubre de 2005)
Nosotros podemos entrar en contacto con el
Señor del mundo; Él nos escucha y nosotros po-
demos escucharlo a Él.
(Discurso, 9 de noviembre de 2006)
Abrid vuestro corazón a Dios. Dejaos sor-
prender por Cristo. Dadle el derecho a hablaros.
Abrid las puertas de vuestra libertad a su amor
misericordioso.
(Discurso, 18 de agosto de 2005)
Dios no se manifiesta de un modo dema-
siado visible… pero, generalmente, Dios no ha-
bla demasiado alto, pero sí nos hala una y otra 93
vez. Oírle depende, como es natural, de que el
receptor y el emisor estén en sintonía. Ahora en
nuestro tiempo, con nuestro actual estilo de vida
y nuestra forma de pensar, hay demasiadas in-
terferencias entre los dos y sintonizar resulta par-
ticularmente difícil. Y, por otra parte, estamos tan
distanciados de Dios que aunque oyéramos su
voz, tampoco la reconoceríamos como suya, así
Benedicto XVI
sin más. No obstante, yo diría que a cualquie-
ra de nosotros que esté atento, esté donde esté,
puede acontecerle que perciba al Señor «Dios
que me habla». Y ésa es la gran oportunidad que
tengo para conocerle.
La sal de la tierra, pp. 33-34
Tener trato con Dios para mí es una necesi-
dad. Tan necesario como respirar todos los días,
como ver la luz o comer a diario, o tener amis-
tades. Todas esas cosas son necesarias, es parte
esencial de nuestra vida. Si Dios dejara de existir,
yo no podría respirar espiritualmente. En el tra-
to con Dios no hay hastío posible. Tal vez pueda
haberlo en algún ejercicio de piedad, en alguna
lectura piadosa, pero nunca en una relación con
Dios como tal.
La sal de la tierra, pp.13-14
94
Místico no soy. Pero es verdad que, como
Papa, se tienen muchas más ocasiones para orar
y abandonarse por completo a Dios. Pues veo
que casi todo lo que tengo que hacer es algo que
yo mismo no puedo hacer en absoluto. Ya por
solo ese hecho me veo por así decirlo forzado a
ponerme en manos del Señor y a decirle: “Hazlo
Aspectos de la Vida cristina
Tú, si Tú lo quieres”, En este sentido, la oración
y el contacto con Dios son ahora más necesarios
y también más naturales y evidentes que antes.
Luz del mundo, p. 28
Un lugar primero y esencial de aprendizaje
de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie
me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya
no puedo hablar con ninguno, ni invocar a na-
die, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay
nadie que pueda ayudarme -cuando se trata de
una necesidad o de una expectativa que supe-
ra la capacidad humana de espera- , Él puede
ayudarme. Si me veo relegado a la extrema so-
ledad…; el que reza nunca está totalmente sólo.
De sus trece años de prisión, nueve de los cuales
en aislamiento, el inolvidable cardenal Nguyen
Van Thuan nos ha dejado un precioso opúscu- 95
lo: Oraciones de esperanza. Durante trece años
en la cárcel, en una situación de desesperación
aparentemente total, la escucha de Dios, el po-
der hablarle, fue para él una fuerte creciente de
esperanza, que después de su liberación le per-
mitió ser para los hombres de todo el mundo un
testigo de la esperanza.
Spe Salvi, n.º32
Benedicto XVI
En lo que toca al Papa, también él es un
simple mendigo frente a Dios, y más que todas
las demás personas. Por supuesto que rezo siem-
pre en primerísimo lugar a nuestro Señor, con
el que tengo una relación de tantos años. Pero
también invoco al Espíritu Santo. Tengo amistad
con Agustín, con Buenaventura, con Tomás de
Aquino. A esos santos se les dice: “Ayudadme”.
Y la Santísima Virgen es de todos modos siempre
un gran punto de referencia. En este sentido me
interno en la comunión de los santos. Con ellos,
fortalecido por ellos, hablo entonces también
con Dios, sobre todo mendigando, pero también
dando gracias, o simplemente con alegría.
Luz del mundo, p. 29
96
Aspectos de la Vida cristina
8. Pecado y Vida de gracia
Recordad siempre que sois «templo del Es-
píritu». Dejad que habite en vosotros y seguid
dócilmente sus indicaciones, para contribuir a la
edificación de la Iglesia (cf. 1 Co 12, 7) y descu-
brir cuál es la vocación a la que el Señor os lla-
ma. También hoy el mundo necesita sacerdotes,
hombres y mujeres consagrados, parejas de es-
posos cristianos. Para responder a la vocación a
través de uno de estos caminos, sed generosos;
tratando de ser cristianos coherentes, buscad
ayuda en el sacramento de la confesión y en la
práctica de la dirección espiritual. De modo espe-
cial, abrid sinceramente vuestro corazón a Jesús, 97
el Señor, para darle vuestro «sí» incondicional.
Queridos jóvenes, la ciudad de Roma está
en vuestras manos. A vosotros corresponde em-
bellecerla también espiritualmente con vuestro
testimonio de vida vivida en gracia de Dios y le-
jos del pecado, realizando todo lo que el Espíritu
Santo os llama a ser, en la Iglesia y en el mundo.
Así haréis visible la gracia de la misericordia so-
Benedicto XVI
breabundante de Cristo, que brotó de su costado
traspasado por nosotros en la cruz. El Señor Jesús
nos lava de nuestros pecados, nos cura de nues-
tras culpas y nos fortalece para no sucumbir en
la lucha contra el pecado y en el testimonio de
su amor.
(Jueves 13 de marzo de 2008)
Sí, todos estamos obviamente tratando de
presentar el Evangelio a los jóvenes de manera
que éstos comprendan y digan: “Este es el men-
saje que esperábamos”. Es también verdad que
en nuestra moderna sociedad occidental existen
muchas falsas situaciones que nos alejan del
cristianismo; la fe aparece como algo muy lejano,
por lo que también Dios aparece muy lejano...
En cambio la vida aparece llena de posibilidades
98 y de objetivos... Y tendencialmente el deseo de
los jóvenes es el de ser los arquitectos de la pro-
pia vida, de vivirla al máximo de sus posibilida-
des... Pienso en el Hijo Pródigo que consideraba
su vida en la casa paterna aburrida: “Quiero vivir
la vida totalmente, gozármela hasta el final”. Y
luego se da cuenta que su vida está vacía, y que
en realidad era libre y grande cuando vivía en la
casa de su padre. Creo que entre los jóvenes se
Aspectos de la Vida cristina
está difundiendo la sensación de que todas las
diversiones que se les ofrecen, todo el mercado
construido sobre el tiempo libre, todo aquello
que se hace, que se puede hacer, que se puede
comprar y vender, al final no puede ser el todo...
Por algún lado tiene que estar lo mejor.
Aquí encontramos la gran pregunta: ¿Qué es por
lo tanto lo esencial?. No puede ser todo aquello
que tenemos y que podemos comprar. He aquí el
llamado mercado de las religiones que de alguna
manera ofrece la religión como una mercancía y
por lo tanto la degrada.
Pero se nos plantea una pregunta, por lo
que es necesario reconocer esta duda y no ig-
norarla, no considerar el cristianismo como algo
concluido y experimentado suficientemente,
sino contribuir para que pueda ser reconocido
como aquella posibilidad siempre fresca, justa- 99
mente porque se origina en Dios, que guarda y
revela en sí dimensiones siempre nuevas...
En realidad, el Señor nos dice: “El Espíritu
Santo los introducirá en cosas que hoy no les
puedo decir”. El cristianismo está lleno de di-
mensiones aún no reveladas y se muestra siem-
pre fresco y nuevo.
(Mensaje Radio Vaticano)
Benedicto XVI
«¡Escoge la vida!» Una vez más, ¿qué signi-
fica esto? El Deuteronomio nos da una respuesta
muy sencilla: escoge la vida, es decir, escoge a
Dios, pues Él es la vida. «Si obedeces los manda-
tos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy,
amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos,
guardando sus preceptos, mandatos y decretos,
vivirás y crecerás» (Dt. 30, 16). ¡Escoge la vida!
¡Escoge a Dios!
Según el Deuteronomio, escoger a Dios signi-
fica amarlo, entrar en comunión de pensamiento
y de voluntad con Él, confiar en Él, encomendar-
se a Él, seguir sus caminos.
(Caminos de Jesucristo, p. 97)
“¡Escoge la vida!” ¿Qué significa? ¿Cómo se
hace? ¿Qué es la vida? ¿Tener lo más posible?
100
¿Poder tenerlo todo, permitírselo todo, no cono-
cer más límites que los del propio deseo? ¿Poder
tenerlo todo y poder hacerlo todo, gozar la vida
sin límite alguno? ¿No es esto la vida? ¿No pare-
ce ésta así, como en todos los tiempos, la única
respuesta posible? Pero si contemplamos nues-
tro mundo, vemos que este estilo de vida acaba
en un círculo diabólico de alcohol, sexo y droga;
que esta aparente elección de la vida debe con-
Aspectos de la Vida cristina
siderar al prójimo un rival; siempre siente lo que
se posee como demasiado poco, y lleva precisa-
mente a la anticultura de la muerte, al aburri-
miento de la vida, a la falta de amor a sí mismo,
que hoy observamos por doquier. La gloria de
esta elección es una imagen engañosa del dia-
blo. En efecto, se pone contra la verdad, porque
presenta al hombre como un dios, pero como un
falso dios, que no conoce el amor, sino sólo a sí
mismo, y lo refiere todo a sí mismo. El criterio de
referencia para el hombre es el ídolo, no Dios, en
este intento de ser un dios. Esta forma de elegir
la vida es mentira, porque deja a Dios de lado y
así lo deforma todo.
(Contemplar a Cristo. El significado del jubileo del año 2000)
Cuando Jesús habla en sus parábolas del
pastor que va tras la oveja descarriada, de la 101
mujer que busca el dracma, del padre que sale al
encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se tra-
ta sólo de meras palabras, sino que es la explica-
ción de su propio ser y actuar. En su muerte en la
Cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo,
al entregarse para dar nueva vida al hombre y
salvarlo: esto es amor en su forma más radical
(Deus Caritas est, n. 12)
Benedicto XVI
«En el capítulo 13 que Pablo escribió a los
cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguien-
te: “La noche va muy avanzada y se acerca ya
el día. Despojémonos, pues, de las obras de las
tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos
decentemente y como de día, no viviendo en co-
milonas y borracheras, ni en amancebamientos
y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes
vestíos del Señor Jesucristo...” […]
¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como
“comilonas, borracheras, amancebamientos y
querellas” ha expresado claramente lo que en-
tiende por «noche». Las comilonas nocturnas,
con todos sus acompañamientos, son para él la
expresión de lo que significa la noche y el sueño
del hombre.
Esos banquetes se convierten para San Pablo
102 en imagen del mundo pagano en general que,
viviendo de espaldas a la verdadera vocación
humana, se hunde en lo material, permanece
en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del
ruido y del ajetreo. La comilona nocturna apa-
rece como imagen de un mundo malogrado. ¿No
debemos reconocer con espanto cuan frecuente-
mente describe Pablo de ese modo nuestro pa-
ganizado presente?
Aspectos de la Vida cristina
Despertarse del sueño significa sublevarse
contra el conformismo del mundo y de nuestra
época, sacudirnos, con valor para la virtud y la
fe, el sueño que nos invita a desentendernos de
nuestra vocación y nuestras mejores posibilida-
des. […] Hay una promesa más grande que la del
dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para
Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de
vigilancia…, la vigilancia que descubre la luz y
proporciona más claridad al mundo».
(Homilía. Lunes 1 enero 2007)
Juan Pablo II dijo: «El que se deje colmar de
este amor —el amor de Dios— no puede seguir
negando su culpa. La pérdida del sentido del
pecado deriva en último análisis de otra pérdida
más radical y secreta, la del sentido de Dios».
(Card. Ratzinger, 13 de marzo de 1983)
103
En definitiva, la vida, no es un simple acu-
mular, y es mucho más que el simple éxito. Estar
verdaderamente vivos es ser transformados des-
de el interior, estar abiertos a la fuerza del amor
de Dios. Si acogéis la fuerza del Espíritu Santo,
también vosotros podréis transformar vuestras
familias, las comunidades y las naciones. Liberad
estos dones. Que la sabiduría, la inteligencia, la
fortaleza, la ciencia y la piedad sean los signos de
vuestra grandeza.
(Hipódromo de Randwick. Sábado 19 de julio de 2008)
Muchos de vosotros habéis experimentado
personalmente lo que vivió aquél joven. Tal vez,
habéis tomado decisiones de las que ahora os
arrepentís, elecciones que, aunque entonces se
presentaban muy atractivas, os han llevado a un
estado más profundo de miseria y de abandono.
El abuso de las drogas o del alcohol, participar
en actividades criminales o nocivas para vosotros
mismos, podrían aparecer entonces como la vía
de escape a una situación de dificultad o con-
fusión. Ahora sabéis que en vez de dar la vida,
han traído la muerte. Quiero reconocer el coraje
que habéis demostrado decidiendo volver al ca-
mino de la vida, precisamente como el joven de
la parábola.
(Viernes 18 de julio de 2008)
Con el bautismo habéis nacido ya a una vida
nueva en virtud de la gracia de Dios. Ahora bien,
dado que esta vida nueva no ha eliminado la
debilidad de la naturaleza humana, ni la incli-
Aspectos de la Vida cristina
nación al pecado, se nos da la oportunidad de
acercarnos al sacramento de la confesión. Cada
vez que lo hacéis con fe y devoción, el amor y
la misericordia de Dios mueven vuestro corazón,
después de un esmerado examen de conciencia,
para acudir al ministro de Cristo. A él, y así a Cristo
mismo, expresáis el dolor por los pecados come-
tidos, con el firme propósito de no volver a pecar
más en el futuro, dispuestos a aceptar con alegría
los actos de penitencia que él os indique para re-
parar el daño causado por el pecado.
(Basílica de San Pedro. Jueves 29 marzo 2007)
Al mismo tiempo que es amor que ofrece al
hombre todo lo que es Dios, […], también es un
amor donde “el corazón mismo de Dios, el To-
dopoderoso, espera el “sí” de sus criaturas como
un joven esposo el de su esposa”. Por desgracia, 105
“desde sus orígenes, la humanidad, seducida
por las mentiras del Maligno, se ha cerrado al
amor de Dios, con el espejismo de una autosufi-
ciencia imposible (cf. Gn 3, 1-7)”.
(Basílica de San Pedro. Jueves 29 marzo 2007)
Pero en el sacrificio de la cruz Dios sigue pro-
poniendo su amor, su pasión por el hombre, la
Benedicto XVI
fuerza que, como dice el Pseudo Dionisio, “impi-
de al amante permanecer en sí mismo, sino que
lo impulsa a unirse al amado” (De divinis nomi-
nibus, IV, 13: PG 3, 712). Dios viene a “mendigar”
el amor de su criatura.
Esta tarde, al acercaros al sacramento de la
confesión, podréis experimentar el “don gratuito
que Dios nos hace de su vida, infundida por el
Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del
pecado y santificarla” (Catecismo de la Iglesia ca-
tólica, n. 1999), para que, unidos totalmente a
Cristo, lleguemos a ser criaturas nuevas (cf. 2 Co
5, 17-18).
(Basílica de San Pedro. Jueves 29 marzo 2007)
La presencia del Señor es fuente de gozo,
porque donde está Él, el mal es vencido, y triun-
106
fan la vida y la paz. Quiero subrayar, en particu-
lar, la estupenda expresión de Sofonías que, diri-
giéndose a Jerusalén, dice: el Señor “te renovará
con su amor” (So 3, 17). Sí, el amor de Dios tiene
este poder: de renovarlo todo, a partir del cora-
zón humano, que es su obra maestra y donde
el Espíritu Santo realiza mejor su acción transfor-
madora. Con su gracia, Dios renueva el corazón
del hombre perdonando su pecado, lo reconcilia
Aspectos de la Vida cristina
e infunde en él el impulso hacia el bien. Todo
esto se manifiesta en la vida de los santos. Y así
en esta hora también abrimos nuestro corazón a
este amor renovador del hombre y de todas las
cosas.
(Santuario de Pompeya. Domingo 19 octubre 2008)
Dios omnipotente y misericordioso. Una ora-
ción romana, ligada al resto del Libro de la Sabi-
duría, dice: “Dios, muestra tu omnipotencia en
el perdón y en la misericordia”. La cumbre de la
potencia de Dios es la misericordia, es el perdón.
En nuestro actual concepto mundial de po-
der, pensamos en uno que tiene grandes pro-
piedades, que en economía tiene algo que decir,
dispone de capitales para influir en el mundo del
mercado.
Pensamos en uno que tiene el poder mili- 107
tar, que puede amenazar. La pregunta de Stalin:
“¿Cuántos ejércitos tiene el Papa?” sigue caracte-
rizando la idea común del poder. Tiene el poder
quien puede ser peligroso, quien puede ame-
nazar, quien puede destruir, quien tiene en su
mano tantos instrumentos del mundo.
Pero la Revelación nos dice: “No es así”; el
verdadero poder es el poder de gracia, y de mi-
Benedicto XVI
sericordia. En la misericordia, Dios demuestra el
verdadero poder.
(Homilía. 24 julio de 2009)
Precisamente en la fiesta de la Inmaculada
Concepción brota en nosotros la sospecha de que
una persona que no peca para nada, en el fon-
do es aburrida; que le falta algo en su vida: la
dimensión dramática de ser autónomos; que la
libertad de decir no, que el bajar a las tinieblas
del pecado y querer actuar por sí mismos forma
parte del verdadero hecho de ser hombres; que
sólo entonces se puede disfrutar a fondo de toda
la amplitud y la profundidad del hecho de ser
hombres, de ser verdaderamente nosotros mis-
mos; que debemos poner a prueba esta libertad,
incluso contra Dios, para llegar a ser realmente
108 nosotros mismos. En una palabra, pensamos que
en el fondo el mal es bueno, que lo necesitamos,
al menos un poco, para experimentar la plenitud
del ser.
Pensamos que Mefistófeles —el tentador—
tiene razón cuando dice que es la fuerza “que
siempre quiere el mal y siempre obra el bien”
(Johann Wolfgang von Goethe, Fausto I, 3). Pen-
samos que pactar un poco con el mal, reservarse
Aspectos de la Vida cristina
un poco de libertad contra Dios, en el fondo está
bien, e incluso que es necesario.
Pero al mirar el mundo que nos rodea, po-
demos ver que no es así, es decir, que el mal en-
venena siempre, no eleva al hombre, sino que
lo envilece y lo humilla; no lo hace más grande,
más puro y más rico, sino que lo daña y lo em-
pequeñece.
En el día de la Inmaculada debemos apren-
der más bien esto: el hombre que se abandona
totalmente en las manos de Dios no se convier-
te en un títere de Dios, en una persona aburri-
da y conformista; no pierde su libertad. Sólo el
hombre que se pone totalmente en manos de
Dios encuentra la verdadera libertad, la ampli-
tud grande y creativa de la libertad del bien. El
hombre que se dirige hacia Dios no se hace más
pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios 109
y junto con Él se hace grande, se hace divino,
llega a ser verdaderamente él mismo. El hom-
bre que se pone en manos de Dios no se aleja de
los demás, retirándose a su salvación privada; al
contrario, sólo entonces su corazón se despierta
verdaderamente y él se transforma en una per-
sona sensible y, por tanto, benévola y abierta.
(Jueves 8 diciembre 2005)
Benedicto XVI
En todos los Evangelios, vemos que Jesús
amaba de modo especial a los que habían to-
mado decisiones erróneas, ya que una vez re-
conocida su equivocación, eran los que mejor se
abrían a su mensaje de salvación.
De hecho, Jesús fue criticado frecuentemen-
te por aquellos miembros de la sociedad, que
se tenían por justos, porque pasaba demasiado
tiempo con gente de esa clase. Preguntaban,
“¿cómo es que vuestro maestro come con publi-
canos y pecadores?”. Él les respondió: “No tienen
necesidad de médico los sanos, sino los enfer-
mos... No he venido a llamar a los justos, sino a
los pecadores” (Mt 9, 11-13).
Los que querían reconstruir sus vidas eran
los más disponibles para escuchar a Jesús y a ser
sus discípulos. Vosotros podéis seguir sus pasos;
110 también vosotros, de modo particular, podéis
acercaros particularmente a Jesús precisamente
porque habéis elegido volver a Él.
Podéis estar seguros que, a igual que el pa-
dre en el relato del hijo pródigo, Jesús os recibe
con los brazos abiertos. Os ofrece su amor incon-
dicional: la plenitud de la vida se encuentra pre-
cisamente en la profunda amistad con Él.
(Discurso, 18 de julio de 2008)
Aspectos de la Vida cristina
No tengáis miedo de ser considerados dife-
rentes y de ser criticados por lo que puede pa-
recer perdedor o pasado de moda: vuestros co-
etáneos, y también los adultos, especialmente
los que parecen más alejados de la mentalidad
y de los valores del Evangelio, tienen profunda
necesidad de ver a alguien que se atreva a vivir
de acuerdo con la plenitud de humanidad ma-
nifestada por Jesucristo.
Así pues, queridos jóvenes, el camino de la
humildad no es un camino de renuncia, sino de
valentía. No es resultado de una derrota, sino de
una victoria del amor sobre el egoísmo y de la
gracia sobre el pecado. Siguiendo a Cristo e imi-
tando a María, debemos tener la valentía de la
humildad; debemos encomendarnos humilde-
mente al Señor, porque sólo así podremos lle-
gar a ser instrumentos dóciles en sus manos, y 111
le permitiremos hacer en nosotros grandes cosas.
(Lunes 6 de junio de 2005)
En la Virgen, Dios graba su propia imagen,
la imagen de Aquel que sigue la oveja perdida
hasta las montañas y hasta los espinos y abrojos
de los pecados de este mundo, dejándose herir
por la corona de espinas de estos pecados, para
tomar la oveja sobre sus hombros y llevarla a
casa. Como madre que se compadece, María es la
figura anticipada y el retrato permanente del Hijo
Y así vemos también que la imagen de la Dolo-
rosa, de la Madre que comparte el sufrimiento y
el amor, es una verdadera imagen de la Inmacu-
lada. Su corazón, mediante el ser y el sentir con
Dios, se ensanchó.
En Ella, la bondad de Dios se acercó y se
acerca mucho a nosotros. Así, María está ante
nosotros como signo de consuelo, de aliento y
de esperanza. Se dirige a nosotros diciendo: «Ten
la valentía de osar con Dios. Prueba. No tengas
miedo de Él. Ten la valentía de arriesgar con la
fe. Ten la valentía de arriesgar con la bondad.
Ten la valentía de arriesgar con el corazón puro.
Comprométete con Dios; y entonces verás que
precisamente así tu vida se ensancha y se ilumi-
na, y no resulta aburrida, sino llena de infinitas
sorpresas, porque la bondad infinita de Dios no
se agota jamás.»
8 de diciembre de 2005
Después del sínodo de los obispos dedica-
do al tema de la familia mientras deliberábamos
en un pequeño grupo acerca de los temas que
Aspectos de la Vida cristina
podrían ser tratados en el próximo, recayó nues-
tra atención en las palabras de Jesús en las que
Marcos al comienzo de su Evangelio, resume el
mensaje de Aquel: «El tiempo se ha cumplido y
el reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en
el Evangelio.» Uno de los obispos, reflexionando
sobre ellas, dijo que tenía la impresión de que
éste resumen del mensaje de Jesús, en realidad,
hacía ya mucho tiempo que lo habíamos divi-
dido en dos partes. Hablamos mucho y a gus-
to de evangelización, de la buena nueva, para
hacer atrayente a los hombres el cristianismo.
Pero casi nadie -opinaba el obispo- se atreve ya
a expresar el mensaje profético: ¡convertíos! Casi
nadie se atreve en nuestro tiempo a hacer ésta
elemental llamada del evangelio con la que el
Señor quiere llevarnos a reconocernos como pe-
cadores, como culpables y hacer penitencia, a 113
convertirnos en otro.
Nuestro colega añadía además que la pre-
dicación cristiana actual le parecía semejante a
una banda sonora de una sinfonía de la que se
hubiera omitido el comienzo del tema principal,
dejándola incompleta e incomprensible en su
desarrollo. Y con ello tocamos un punto extraor-
dinario de nuestra actual situación histórico-es-
Benedicto XVI
piritual. El tema del pecado se ha convertido en
uno de los temas silenciados de nuestro tiempo.
Pecado y salvación, pp.87-88
Por último, está el poder del perdón. El sa-
cramento de la penitencia es uno de los tesoros
precioso de la Iglesia, porque sólo en el perdón
se realiza la verdadera renovación del mundo.
Nada puede mejorar en el mundo, si no se su-
pera el mal. Y el mal solo puede superarse con el
perdón. Ciertamente, debe ser un perdón eficaz.
Pero éste perdón solo puede dárnoslo el Señor.
Un perdón que no aleja el mal sólo con palabras,
sino que realmente lo destruye.
15 de mayo de 2005
Sólo en este caso, cuando se está en pecado
114
mortal, es decir, grave, es necesario confesarse
antes de la Comunión. Éste es el primer punto.
El segundo: aunque, como he dicho, no sea ne-
cesario confesarse antes de cada comunión, es
muy útil confesarse con cierta frecuencia. Es ver-
dad que nuestros pecados son casi siempre los
mismos, pero limpiamos nuestras casas, nuestras
habitaciones, al menos una vez por semana,
aunque la suciedad sea siempre la misma, para
Aspectos de la Vida cristina
vivir en un lugar limpio, para recomenzar; de lo
contrario, tal vez la suciedad no se vea, pero se
acumula.
Algo semejante vale también para el alma,
para mi mismo; si no me confieso nunca, el alma
se descuida y, al final, estoy siempre satisfe-
cho de mí mismo y ya no comprendo que debo
esforzarme por ser mejor, que debo avanzar. Y
esta limpieza del alma, que Jesús nos da en el
sacramento de la confesión, nos ayuda a tener
una conciencia más despierta, más abierta, y así
también a madurar espiritualmente y como per-
sona humana.
15 de octubre de 2005
En el lavatorio de los pies se representa
quien es Jesús y como es Jesús. Él, que es el Se-
ñor, se rebaja, se despoja del manto de su glo- 115
ria y se convierte en esclavo, en el que está a la
puerta y realiza a favor nuestro la tarea servicial
de lavarnos los pies. Este es el sentido de toda
su vida y de su pasión: inclinarse ante nuestros
pies sucios, ante la suciedad de la humanidad,
limpiarla, purificándola con su amor inconmen-
surable.
La eucaristía, centro de la vida, p.33
Benedicto XVI
Pedro acusa a los oyentes de haber dado
muerte al que Dios les había enviado para sal-
varlos. Los oyentes, como dice el texto, pregun-
tan con el corazón compungido: «¿Qué hemos de
hacer?» La respuesta es: «Convertíos, y que cada
uno de vosotros se haga bautizar» (Ac. 2,37s). Aquí
aparece muy clara la estructura de la conversión.
Incluye primero la aceptación del mensaje apos-
tólico; y después, el pesar por la culpa cometida;
es preciso superar la «incapacidad para sentir o
pensar» o, más exactamente, la incapacidad de
arrepentirse; y con el despertar de la conciencia,
la culpa personal debe traducirse en dolor. Yo
recordaría aquí, entre paréntesis, que los Padres
de la Iglesia consideraron la «insensibilidad», es
decir, la incapacidad de sentir pesar (de arrepen-
tirse) como la verdadera enfermedad del mundo
116 pagano.
Conversión, penitencia y renovación, p.172
El amor maternal de la Virgen María desarma
cualquier orgullo; hace al hombre capaz de verse
tal como es y le inspira el deseo de convertirse
para dar gloria a Dios
Lourdes, 14 de septiembre de 2008
Aspectos de la Vida cristina
9. Filiación divina
“Habiendo amado a los suyos que estaban
en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,
1). Dios ama a su criatura, el hombre; lo ama
también en su caída y no lo abandona a sí mis-
mo. Él ama hasta el fin. Lleva su amor hasta el
final, hasta el extremo: baja de su gloria divina.
Se desprende de las vestiduras de su gloria di-
vina y se viste con ropa de esclavo. Baja hasta
la extrema miseria de nuestra caída. Se arrodilla
ante nosotros y desempeña el servicio del escla-
vo; lava nuestros pies sucios, para que podamos
ser admitidos a la mesa de Dios, para hacernos
dignos de sentarnos a su mesa, algo que por no- 117
sotros mismos no podríamos ni deberíamos hacer
jamás.
(Jueves santo, 13 abril 2006)
Nuestro Dios no es un Dios lejano, intocable
en su bienaventuranza. Nuestro Dios tiene un
corazón; más aún, tiene un corazón de carne.
Benedicto XVI
Se hizo carne precisamente para poder sufrir con
nosotros y estar con nosotros en nuestros sufri-
mientos. Se hizo hombre para darnos un corazón
de carne y para despertar en nosotros el amor a
los que sufren, a los necesitados. Oremos ahora
al Señor por todos los que sufren en el mundo.
Pidamos al Señor que nos dé realmente un co-
razón de carne, que nos haga mensajeros de su
amor, no sólo con palabras, sino también con
toda nuestra vida.
(Vía Crucis en el Coliseo. Viernes Santo, 6 de abril de 2007)
Dios no fracasa. Al final, Él vence, vence el
amor.
(Homilía, 2 de octubre de 2005)
Dios no es un soberano inexorable que con-
118
dena al culpable, sino un padre amoroso, al que
debemos amar no por miedo a un castigo, sino
por su bondad dispuesta a perdonar.
(Audiencia, 19 de octubre de 2005)
Dios nos ama de un modo que podríamos
llamar “obstinado” y nos envuelve en su inago-
table ternura.
(Homilía, 26 de marzo de 2006)
Aspectos de la Vida cristina
La Iglesia presenta a nuestra contemplación
este misterio, el misterio del corazón de un Dios
que se conmueve y derrama todo su amor sobre
la humanidad. Un amor misterioso, que en los
textos del Nuevo Testamento se nos revela como
inconmensurable pasión de Dios por el hombre.
No se rinde ante la ingratitud, ni siquiera ante el
rechazo del pueblo que se ha escogido; más aún,
con infinita misericordia envía al mundo a su
Hijo unigénito para que cargue sobre sí el destino
del amor destruido; para que, derrotando el po-
der del mal y de la muerte, restituya la dignidad
de hijos a los seres humanos esclavizados por el
pecado. Todo esto a caro precio: el Hijo unigénito
del Padre se inmola en la cruz: “Habiendo ama-
do a los suyos que estaban en el mundo, los amó
hasta el extremo” (Jn 13, 1).
(Basílica de San Pedro. Viernes 19 junio 2009)
119
El amor de Dios por nosotros, iniciado con
la creación, se hizo visible en el misterio de la
cruz, en la kénosis de Dios, en el vaciamiento, en
el humillante abajamiento del Hijo de Dios del
que nos ha hablado el apóstol san Pablo... Sí,
la cruz revela la plenitud del amor que Dios nos
tiene. Un amor crucificado, que no acaba en el
Benedicto XVI
escándalo del Viernes santo, sino que culmina
en la alegría de la Resurrección y la Ascensión al
cielo, y en el don del Espíritu Santo, Espíritu de
amor por medio del cual, también esta tarde, se
perdonarán los pecados y se concederán el per-
dón y la paz.
(Basílica de San Pedro. Jueves 29 de marzo de 2007)
Dios es la verdad última a la que toda razón
tiende naturalmente. Dios no es una palabra va-
cía ni una hipótesis abstracta; al contrario, es el
fundamento sobre el que se ha de construir la
propia vida.
(Discurso, 21 de octubre de 2006)
Dios es un Padre que nunca deja de pensar
en nosotros y, respetando totalmente nuestra li-
120
bertad, desea encontrarse con nosotros y visitar-
nos; quiere venir, vivir en medio de nosotros y
permanecer en nosotros.
(Homilía, 2 de diciembre de 2006)
Dios no es un Dios lejano, demasiado dis-
tante y demasiado grande como para ocupar-
se de nuestras bagatelas. Dado que es grande,
puede interesarse también de las cosas peque-
Aspectos de la Vida cristina
ñas. Dado que es grande, el alma del hombre,
el hombre mismo, creado por el amor eterno, no
es algo pequeño, sino que es grande y digno de
su amor. La santidad de Dios no es sólo un poder
incandescente, ante el cual debemos alejarnos
aterrorizados; es poder de amor y, por esto, es
poder purificador y sanador.
(Basílica de San Juan de Letrán. Jueves santo 13 abril 2006)
En numerosas partes del mundo existe hoy
un extraño olvido de Dios. Parece que todo mar-
che igualmente sin Él. Pero al mismo tiempo
existe también un sentimiento de frustración, de
insatisfacción de todo y de todos.
(Homilía, 21 de agosto de 2005)
Con el cántico de amor del profeta Isaías,
Dios quiere hablar al corazón de su pueblo y 121
también a cada uno de nosotros. “Te he creado
a mi imagen y semejanza”, nos dice. “Yo mismo
soy el amor, y tú eres mi imagen en la medida en
que brilla en ti el esplendor del amor, en la me-
dida en que me respondes con amor”. Dios nos
espera. Quiere que lo amemos: ¿no debe tocar
nuestro corazón esta invitación? Precisamente en
esta hora, en la que celebramos la Eucaristía, Él
Benedicto XVI
viene a nuestro encuentro, viene a mi encuen-
tro. ¿Hallará una respuesta? ¿O nos sucede lo que
a la viña de la que habla Isaías: Dios “esperaba
que diese uvas, pero dio agrazones”? ¿Nuestra
vida cristiana no es a menudo mucho más vina-
gre que vino?
(Basílica Vaticana. Domingo 2 octubre 2005)
Para Dios cada persona es única, con su
nombre y su rostro.
(Homilía, 2 de septiembre de 2007)
Dios no nos ha abandonado en un desier-
to de la nada, sin sentido, donde, en definitiva,
nos espera sólo la muerte. Dios ha iluminado
nuestras tinieblas con su luz, por obra de su Hijo
Jesucristo.
(Discurso, 9 de septiembre de 2007)
122
Nada más ser nombrado Papa, sabía que
enseguida tendría que pronunciar algunas pa-
labras en el balcón; de modo que comencé a
pensar qué podía decir. Por lo demás, ya en el
momento en que fui elegido, le dije al Señor con
sencillez: “¿Qué estás haciendo conmigo? Aho-
ra la responsabilidad la tienes Tú. ¡Tú tienes que
Aspectos de la Vida cristina
conducirme! Yo no puedo. Si Tú me has querido
a mi, entonces también tienes que ayudarme”.
Digamos, pues, que en ese sentido yo me en-
contraba en un relación de urgido diálogo con
el Señor, diciéndole que, si Él hace lo uno, tiene
que hacer también lo otro.
Luz del mundo, p. 16
Si abrís todo vuestro ser y toda vuestra vida
a la mirada de Cristo, no quedaréis oprimidos; al
contrario, descubriréis que sois amados de una
manera infinita.
(Mensaje, 21 de junio de 2008)
Cada uno de nosotros es el fruto de un pen-
samiento de Dios. Cada uno de nosotros es que-
rido, cada uno es amado, cada uno es necesario.
Nada hay más hermoso que haber sido alcan- 123
zados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo.
Nada más bello que conocerle y comunicar a los
otros la amistad con Él.
24 de abril de 2005
Como niño se nos ha hecho tan cercano que,
sin temor, podemos tutearlo, tratarlo de tu en la
inmediatez del acceso al corazón del niño. En el
Benedicto XVI
Niño Jesús se manifiesta de la forma más patente
la indefensión del amor de Dios: Dios viene sin
armas por que no quiere conquistar desde lo ex-
terior, sino ganar desde el interior, transformar
desde dentro. Si acaso hay algo que pueda ven-
cer al hombre -su arrogancia, su violencia y su
codicia-, es la indefensión del Niño.
La bendición de la Navidad, p.63
El verdadero amor no consiste sencillamen-
te en ceder siempre, en ser blando, en la mera
dulzura. En ese sentido, un Jesús o un Dios dul-
cificado que dice a todo que sí, que siempre es
amable, no es mas que una caricatura de ver-
dadero amor. Por que nos ama, porque quiere
que avancemos en el camino de la verdad, Dios
también debe exigirnos y corregirnos. Dios tie-
124 ne que poner en práctica lo que simbólicamente
denominamos la «ira de Dios», es decir, oponer-
se a nosotros cuando nos perdemos a nosotros
mismos y corremos peligro.
Dios y el mundo, p.173
¡El corazón de Dios se estremece de compa-
sión por el hombre!
(Homilía, 19 de junio de 2009)
Aspectos de la Vida cristina
10. Alegría
Como es lógico, satisfacerse con lo material,
con lo palpable, con las vivencias felices que se
puedan comprar y suministrar, es, por el mo-
mento, lo más sencillo. Puedo entrar en un local
de diversión, y a cambio del dinero de la entra-
da vivir una especie de éxtasis, ahorrándome de
ese modo todos los esfuerzos del difícil camino
de la autorrealización y la autosuperación. Esta
tentación es grandísima. La felicidad se convier-
te entonces en una mercancía susceptible de
ser vendida y comprada. Éste es el camino más
cómodo, el más rápido, la contradicción interna
parece eliminada, porque la cuestión divina ya 125
es innecesaria.
Pero también se podría considerar el estilo
de vida civilizado desarrollado y absolutamente
acorde con nuestro mundo moderno.
Sin embargo, también sabemos que esto se
revela muy pronto como un engaño. El individuo
lo nota, al final me quedo vacío, estoy agotado,
y cuando caigo desde el éxtasis ya no soy capaz,
Benedicto XVI
en definitiva, ni de soportarme ni de soportar al
mundo. En ese momento se pone de manifiesto
que he sido engañado.
(Ratzinger, “Dios y el mundo”)
Quisiera mostrarles lo bonito que es ser cris-
tianos, ya que existe la idea difundida de que
los cristianos deban observar un inmenso núme-
ro de mandamientos, prohibiciones, principios,
etc, y que por lo tanto el cristianismo es, según
esta idea, algo que cansa y oprime la vida y que
se es más libre sin todos estos lastres. Quisiera en
cambio resaltar que ser sostenidos por un gran
Amor y por una revelación no es una carga, sino
que son alas, y que es hermoso ser cristianos.
Esta experiencia nos da amplitud, pero sobre
todo nos da comunidad, el saber que, como cris-
126 tianos, no estamos jamás solos: en primer lugar
encontramos a Dios, que esta siempre con noso-
tros; y después nosotros, entre nosotros, forma-
mos siempre una gran comunidad, una comuni-
dad en camino, que tiene un proyecto de futuro:
todo esto hace que vivamos una vida que vale la
pena vivir. El gozo de ser cristianos, que es tam-
bién bello y justo creer.
(Entrevista concedida a Radio Vaticano)
Aspectos de la Vida cristina
¿Cómo negar que son muchos los jóvenes, y
no jóvenes, que sienten la tentación de seguir de
cerca la vida del joven Francisco antes de su con-
versión? En ese estilo de vida se esconde el deseo
de felicidad que existe en el corazón humano.
Pero, esa vida ¿podía dar la alegría verdadera?
Ciertamente, Francisco no la encontró. Vosotros
mismos, queridos jóvenes, podéis comprobar-
lo por propia experiencia. La verdad es que las
cosas finitas pueden dar briznas de alegría, pero
sólo lo Infinito puede llenar el corazón. Lo dijo
otro gran convertido, san Agustín. “Nos hiciste,
Señor, para ti; y nuestro corazón está inquieto
hasta que descanse en ti” (Confesiones I, 1)
(Domingo 17 de junio de 2007)
Esta alegría que hemos recibido no podemos
guardarla sólo para nosotros. La alegría se debe 127
compartir siempre. Una alegría se debe comuni-
car.
(Homilía, 18 de diciembre de 2005)
Si se hace de la felicidad un ídolo, se equi-
voca el camino y es verdaderamente difícil en-
contrar la alegría de la que habla Jesús.
(Ángelus, 16 de diciembre de 2007)
La alegría es el don en el que se resumen
todos los demás dones. Es la manifestación de la
felicidad, de estar en armonía con uno mismo; lo
cual sólo puede derivar de estar en armonía con
Dios y con la creación.
(Discurso, 22 de diciembre de 2008)
La alegría cristiana brota de esta certeza:
Dios está cerca, está conmigo, está con nosotros,
en la alegría y en el dolor, en la salud y en la
enfermedad.
(Ángelus, 16 de diciembre de 2007)
El cristiano auténtico nunca está triste, aun
cuando tenga que afrontar pruebas de distinto
tipo, porque la presencia de Jesús es el secreto de
su gozo y de su paz.
(Mensaje, 22 de febrero de 2009)
Si esta alegría resurge (por el hecho de que
Dios nos ha mostrado gratuitamente su rostro),
tocará también el corazón de los no creyentes.
Sin esta alegría no somos capaces de convencer.
Pero esta alegría, donde está presente, incluso
sin pretenderlo, posee una fuerza misionera.
(Homilía, 30 de agosto de 2009)
Aspectos de la Vida cristina
Para alegrarnos no sólo necesitamos cosas,
sino también amor y verdad: necesitamos al Dios
cercano que calienta nuestro corazón y responde
a nuestros anhelos más profundos.
(Ángelus, 13 de diciembre de 2009)
Permitidme que os repita que cada uno de
vosotros: si permanece unido a Cristo, puede rea-
lizar grandes cosas. Por eso, queridos amigos, no
debéis tener miedo de soñar, con los ojos abier-
tos, en grandes proyectos de bien y no debéis
desalentaros ante las dificultades. Cristo confía
en vosotros y desea que realicéis todos vuestros
sueños más nobles.
(Discurso, 18 de julio de 2008)
Ser joven implica ser bueno y generoso. Y
la bondad en persona es Jesucristo, el Jesús que 129
conocéis o que busca vuestro corazón. Él es el
Amigo que no traiciona nunca, fiel hasta la en-
trega de su vida en la cruz. Rendíos a su amor.
(Discurso, 18 de mayo de 2008)
Nuestros jóvenes necesitan gustar la sereni-
dad que brota del encuentro con el Señor.
(Discurso, 5 de junio de 2006)
Benedicto XVI
Pero el Señor nos dijo: «Bienaventurados los
que lloran». Es decir, que al parecer, la doctrina
de Cristo sobre la felicidad resulta paradójica, al
menos comparada con la idea que nosotros te-
nemos del concepto de felicidad. Y es que no se
trata de una felicidad en el sentido de bienestar.
Para entenderlo, tenemos primero que conver-
tirnos; tenemos que olvidarnos de la escala de
valores que generalmente utilizamos: «felicidad
es igual a riqueza, posesiones, poder…», porque
por el mero hecho de medir estos bienes como
grandes valores ya vamos por mal camino. La
promesa de felicidad que recibe el católico no es
de una felicidad «extrínseca», sino de un estado
de felicidad en unión con el Señor. Se le promete
que el Señor será un faro de felicidad en su vida,
cosa que, en efecto, es así.
Sal de la tierra, p.33
130
Mi vida ha estado atravesada siempre tam-
bién por la idea de que el cristianismo brinda
alegría, da amplitud. En definitiva, la vida se ha-
ría insoportable siendo alguien que está siempre
y sólo en contra
Luz del mundo, p. 23
Aspectos de la Vida cristina
11. Fidelidad. Compromiso
“¿Cómo construir esta casa?”. Es una pre-
gunta que seguramente ya os habéis planteado
muchas veces en vuestro corazón y que volveréis
a plantearos muchas veces. Es una pregunta que
es preciso hacerse a sí mismos no solamente una
vez. Cada día debe estar ante los ojos del cora-
zón: ¿cómo construir la casa llamada vida? Jesús,
cuyas palabras hemos escuchado en el pasaje del
evangelio según san Mateo, nos exhorta a cons-
truir sobre roca. En efecto, solamente así la casa
no se desplomará.
Pero ¿qué quiere decir construir la casa so-
bre roca? Construir sobre roca quiere decir ante 131
todo: construir sobre Cristo y con Cristo. Jesús
dice: “Así pues, todo el que oiga estas palabras
mías y las ponga en práctica, será como el hom-
bre prudente que construyó su casa sobre roca”
(Mt 7, 24). Aquí no se trata de palabras vacías,
dichas por una persona cualquiera, sino de las
palabras de Jesús. No se trata de escuchar a una
persona cualquiera, sino de escuchar a Jesús. No
Benedicto XVI
se trata de cumplir cualquier cosa, sino de cum-
plir las palabras de Jesús.
(Cracovia-Błonia, sábado 27 de mayo de 2006)
Construir sobre Cristo y con Cristo signifi-
ca construir sobre un fundamento que se llama
amor crucificado. Quiere decir construir con Al-
guien que, conociéndonos mejor que nosotros
mismos, nos dice: “Eres precioso a mis ojos,...
eres estimado, y yo te amo” (Is 43, 4). Quiere
decir construir con Alguien que siempre es fiel,
aunque nosotros fallemos en la fidelidad, por-
que Él no puede negarse a sí mismo (cf. 2 Tm
2, 13). Quiere decir construir con Alguien que se
inclina constantemente sobre el corazón herido
del hombre, y dice: “Yo no te condeno. Vete, y
en adelante no peques más” (cf. Jn 8, 11). Quiere
132 decir construir con Alguien que desde lo alto de
la cruz extiende los brazos para repetir por toda
la eternidad: “Yo doy mi vida por ti, hombre,
porque te amo”.
(Cracovia-Błonia, sábado 27 de mayo de 2006)
Construir sobre Cristo quiere decir fundar so-
bre su voluntad todos nuestros deseos, expecta-
tivas, sueños, ambiciones, y todos nuestros pro-
Aspectos de la Vida cristina
yectos. Significa decirse a sí mismo, a la propia
familia, a los amigos y al mundo entero y, sobre
todo, a Cristo: “Señor, en la vida no quiero hacer
nada contra ti, porque Tú sabes lo que es mejor
para mí. Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”
(cf. Jn 6, 68). Amigos míos, no tengáis miedo de
apostar por Cristo. Tened nostalgia de Cristo, como
fundamento de la vida. Encended en vosotros el
deseo de construir vuestra vida con Él y por Él.
Porque no puede perder quien lo apuesta todo
por el amor crucificado del Verbo encarnado.
(Cracovia-Błonia, sábado 27 de mayo de 2006)
Dios mismo es Amor. Un amor enteramen-
te gratuito, que sustenta la fidelidad sin límites,
aun en los momentos de dificultad o abatimien-
to.
(Ángelus, 28 de diciembre de 2008)
133
Para vivir con fidelidad a los compromisos
bautismales, cada uno debe tener una sólida
formación en la fe.
(Discurso, 20 de febrero de 2006)
Esta es la santidad, vocación universal de
todos los bautizados, que impulsa a cumplir el
Benedicto XVI
propio deber con fidelidad y valentía, mirando
no al propio interés egoísta, sino al bien común,
y buscando en cada momento la voluntad divi-
na.
(Homilía, 28 de septiembre de 2009)
Queridos padres, vosotros sois los primeros
testigos ante vuestros hijos de las verdades y los
valores de nuestra fe: rezad con vuestros hijos y
por vuestros hijos; enseñadles con vuestro ejem-
plo de fidelidad y alegría.
(Regina Caeli, 13 de mayo de 2007)
En otras palabras, la juventud se presenta
como una riqueza porque lleva al redescubri-
miento de la vida como un don y como una ta-
rea. El joven del Evangelio percibió la riqueza de
134
su juventud. Acudió a Jesús, el Maestro bueno,
buscando una orientación. Pero a la hora de la
gran opción no tuvo valentía para apostar todo
por Jesucristo. En consecuencia, se marchó triste
y abatido. Es lo que pasa cada vez que nuestras
decisiones vacilan y se vuelven mezquinas e inte-
resadas. Sintió que le faltaba generosidad, y eso
no le permitió una realización plena. Se replegó
sobre su riqueza, convirtiéndola en egoísta.
Aspectos de la Vida cristina
A Jesús le dolió mucho la tristeza y la mez-
quindad del joven que había acudido a Él. Los
Apóstoles, como todos vosotros hoy, llenaron
el vacío que dejó ese joven que se retiró triste y
abatido. Ellos y nosotros estamos felices porque
sabemos en quién creemos (cf. 2 Tm 1, 12). Sabe-
mos y damos testimonio con nuestra propia vida
de que solo Él tiene palabras de vida eterna (cf.
Jn 6, 68).
(Jueves 10 de mayo de 2007)
La fidelidad de Dios es la que estimula y
conforma nuestra fidelidad a Él; por eso, dejé-
monos guiar por el Espíritu de verdad y de amor.
(Discurso, 18 de mayo de 2008)
Queridos amigos, tal vez sea relativamente
fácil aceptar esto como gran visión fundamen- 135
tal de la vida. Pero, en la realidad concreta, no
se trata simplemente de reconocer un principio,
sino de vivir su verdad, la verdad de la cruz y la
resurrección. Y por ello, una vez más, no basta
una única gran decisión. Indudablemente, es
importante, esencial, lanzarse a la gran decisión
fundamental, al gran «sí» que el Señor nos pide
en un determinado momento de nuestra vida.
Benedicto XVI
Pero el gran «sí» del momento decisivo en nues-
tra vida —el «sí» a la verdad que el Señor nos
pone delante— ha de ser después reconquistado
cotidianamente en las situaciones de todos los
días en las que, una y otra vez, hemos de aban-
donar nuestro yo, ponernos a disposición, aun
cuando en el fondo quisiéramos más bien afe-
rrarnos a nuestro yo. También el sacrificio, la re-
nuncia, son parte de una vida recta. Quien pro-
mete una vida sin este continuo y renovado don
de sí mismo, engaña a la gente. Sin sacrificio,
no existe una vida lograda. Si echo una mirada
retrospectiva sobre mi vida personal, tengo que
decir que precisamente los momentos en que he
dicho «sí» a una renuncia han sido los momen-
tos grandes e importantes de mi vida.
(Plaza de San Pedro. XXIV JMJ. Domingo 5 abril 2009)
136
La vida es siempre una opción: entre hon-
radez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad,
entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal.
(Homilía, 23 de septiembre de 2007)
Siguiendo a Dios con fidelidad no os resulta-
rá difícil encontrar la respuesta a los interrogan-
tes que embargan vuestra alma: “¿Qué debo ha-
Aspectos de la Vida cristina
cer? ¿Qué tarea me espera en la vida?”. La Iglesia,
que necesita vuestro compromiso para llevar,
especialmente a vuestros coetáneos, el anuncio
evangélico, os sostiene en el camino del conoci-
miento de la fe y del amor a Dios.
(Discurso, 21 de abril de 2007)
En este momento me dirijo nuevamente
a vosotros jóvenes, pues quiero oír también de
vuestros labios la respuesta del joven del Evan-
gelio: “Todo eso lo he guardado desde mi juven-
tud”. El joven del Evangelio era bueno; cumplía
los mandamientos; andaba por el camino de
Dios. Por eso, Jesús lo miró con amor.
Al reconocer que Jesús era bueno, demostró
que también él era bueno. Tenía experiencia de
la bondad y, por tanto, de Dios. Y vosotros jó-
venes, ¿habéis descubierto ya lo que es bueno? 137
¿Cumplís los mandamientos del Señor? ¿Habéis
descubierto que este es el camino verdadero y
único hacia la felicidad?
Los años que estáis viviendo son los años
que preparan vuestro futuro. El “mañana” de-
pende mucho de cómo estéis viviendo el “hoy”
de la juventud.
Mis queridos jóvenes, tenéis por delante
Benedicto XVI
una vida, que deseamos sea larga; pero es una
sola, es única: no la dejéis pasar en vano, no la
desperdiciéis. Vivid con entusiasmo, con alegría,
pero sobre todo con sentido de responsabilidad.
(Jueves 10 de mayo de 2007)
El Decálogo es ante todo un “sí” a Dios, a un
Dios que nos ama y nos guía, que nos sostiene y
que, sin embargo, nos deja nuestra libertad, más
aún, la transforma en verdadera libertad (los pri-
meros tres mandamientos). Es un “sí” a la familia
(cuarto mandamiento); un “sí” a la vida (quinto
mandamiento); un “sí” a un amor responsable
(sexto mandamiento); un “sí” a la solidaridad,
a la responsabilidad social y a la justicia (sépti-
mo mandamiento); un “sí” a la verdad (octavo
mandamiento); y un “sí” al respeto del prójimo
138 y a lo que le pertenece (noveno y décimo man-
damientos). En virtud de la fuerza de nuestra
amistad con el Dios vivo, vivimos este múltiple
“sí” y, al mismo tiempo, lo llevamos como señal
del camino en esta hora del mundo.
(Sábado 8 septiembre de 2006)
Escoger a Dios significa amarle, entrar en co-
munión de pensamiento y de voluntad con Él,
Aspectos de la Vida cristina
fiarse de Él, encomendarse a Él, seguir sus ca-
minos.
“Quien quiera salvar su vida, la perderá;
pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.
Pues ¿de qué les sirve al hombre haber ganado
el mundo entero si él mismo se pierde o se arrui-
na?”. La cruz no tiene nada que ver con la ne-
gación de la vida, con la negación de la alegría y
de la plenitud del ser humano. Al contrario, nos
muestra exactamente la verdadera forma de en-
contrar la vida. Quien quiere salvar su vida, apo-
derándose de ella, la pierde. Sólo quien se pierde
a sí mismo, se encuentra a sí mismo y encuentra
la vida. Cuando más osadamente los hombres se
han atrevido a perderse, entregarse, cuánto más
han aprendido a olvidarse, tanto más grande y
más rica ha llegado a ser su vida. Podemos es-
coger a Dios, escoger a Cristo y escoger así la vida. 139
(Contemplar a Cristo. El significado del Jubileo del Año 2000)
La crisis de nuestro tiempo depende princi-
palmente del hecho de que se nos quiere hacer
creer que se puede llegar a ser hombres sin el
dominio de sí, sin la paciencia de la renuncia y
la fatiga de la superación, que no es necesario
el sacrifico de mantener los compromisos acep-
Benedicto XVI
tados, ni el esfuerzo para sufrir con paciencia la
tensión de lo que se debería ser y lo que efecti-
vamente se es.
¿Por qué soy todavía cristiano? , p.109
En sexto año de estudios de teología uno se
encuentra frente a cuestiones y problemas muy
humanos ¿Será bueno el celibato para mi? ¿Ser
párroco será lo mejor para mí? Estas preguntas no
siempre tienen respuesta fácil. En mi caso con-
creto, nunca dudé de lo fundamental, pero tam-
poco me faltaron pequeñas crisis. Como yo era
tímido y nada práctico -no estaba dotado para el
deporte ni para la organización o el trabajo ad-
ministrativo- , tenía la preocupación de si sabría
llegar a las personas, si sabría comunicarme con
ellas. Me preocupaba la idea de llegar a ser un
140 buen capellán y dirigir a la juventud católica, o
dar clases de religión a los pequeños, atender
convenientemente a enfermos y ancianos, etc.
Me preguntaba seriamente si estaba preparado
para vivir toda la vida así, si aquella era real-
mente mi vocación.
A todo ello iba siempre unida la otra cuestión
de si yo sería capaz de vivir el celibato durante
toda mi vida. La universidad estaba, por aquel
Aspectos de la Vida cristina
entonces, medio en ruinas y no teníamos local
para la facultad de teología. Estuvimos dos años
en los edificios del Palacio de Fürstenried, en los
alrededores de la ciudad. Aquello hacia que la
convivencia -no solo entre alumnos y profesores,
sino también entre alumnos y alumnas- fuera
muy estrecha, así que la cuestión de la entrega
y de su sentido, se planteaba en términos muy
prácticos precisamente por esta convivencia dia-
ria. Solía pensar en estas cosas paseando por
aquellos espléndidos parques de Fürstenried.
Pero, como es natural, también haciendo largas
horas de oración en la Capilla. Hasta que, por
fin, en el otoño de 1950 fui ordenado diácono;
mi respuesta al sacerdocio fue un rotundo si, ca-
tegórico y definitivo.
La sal de la tierra, p.60
141
Hoy necesitamos más que nunca perseverar
en la vocación, hoy necesitamos más que nunca
personas que se entreguen por entero.
Dios y el mundo, p.241
Sin una cierta cantidad de amor no se en-
cuentra nada. Quien no se compromete un poco
para vivir la experiencia de la fe y la experiencia
Benedicto XVI
de la Iglesia y no afronta el riesgo de mirarla con
ojos de amor, no descubrirá otra cosa que decep-
ciones. El riesgo del amor es condición preliminar
para llegar a la fe.
¿Por qué soy todavía cristiano? , p. 110
142
Aspectos de la Vida cristina
12. Presencia de Dios
Si no estamos solos, si Él está con nosotros,
más aún, si él es nuestro presente y nuestro fu-
turo, ¿por qué temer?
(Mensaje, 22 de febrero de 2009)
Sí, todos nosotros, aunque seamos creyen-
tes, experimentamos el silencio de Dios. En el
Salmo que acabamos de rezar se encuentra este
grito casi desesperado: “Habla, Señor; no te es-
condas”. Hace poco se publicó un libro con las
experiencias espirituales de la madre Teresa. En
él se pone de manifiesto aún más claramente lo
que ya sabíamos: con toda su caridad, su fuerza 143
de fe, la madre Teresa sufría el silencio de Dios.
Por una parte, debemos soportar este silen-
cio de Dios también para poder comprender a
nuestros hermanos que no conocen a Dios. Por
otra, con el Salmo, podemos gritar continua-
mente a Dios: “Habla, muéstrate”. Sin duda,
en nuestra vida, si tenemos el corazón abierto,
podemos encontrar los grandes momentos en los
Benedicto XVI
que realmente la presencia de Dios se hace sen-
sible también para nosotros.
Me viene a la mente en este momento una
anécdota que refirió Juan Pablo II en los ejerci-
cios espirituales que predicó en el Vaticano cuan-
do aún no era Papa. Contó que después de la
guerra lo visitó un oficial ruso, que era científico,
el cual le dijo: “Como científico, estoy seguro de
que Dios no existe; pero cuando me encuentro
en una montaña, ante su majestuosa belleza,
ante su grandeza, también estoy seguro de que
el Creador existe y de que Dios existe”.
La belleza de la creación es una de las fuen-
tes donde realmente podemos descubrir la be-
lleza de Dios, donde podemos ver que el Creador
existe y es bueno, que es verdad lo que dice la
sagrada Escritura en el relato de la creación, o
144 sea, que Dios pensó e hizo este mundo con su
corazón, con su voluntad, con su razón, y vio
que era bueno. También nosotros debemos ser
buenos, teniendo el corazón abierto a percibir
realmente la presencia de Dios.
(Respuestas del Santo Padre a los jóvenes. Loreto, agosto 2007)
Asimismo, al escuchar la palabra de Dios en
las grandes celebraciones litúrgicas, en las fiestas
Aspectos de la Vida cristina
de la fe, en la gran música de la fe, percibimos
esta presencia.
Recuerdo en este momento otra anécdota
que me contó hace poco tiempo un obispo en
visita “ad limina”: una mujer no cristiana muy
inteligente comenzó a escuchar la gran música de
Bach, Händel, Mozart. Estaba fascinada y un día
dijo: “Debo encontrar la fuente de donde pudo
brotar esta belleza”. Esa mujer se convirtió al
cristianismo, a la fe católica, porque había des-
cubierto que esa belleza tiene una fuente, y la
fuente es precisamente la presencia de Cristo en
los corazones, es la revelación de Cristo en este
mundo.
Por consiguiente, las grandes fiestas de la fe,
de la celebración litúrgica, pero también el diá-
logo personal con Cristo: Él no siempre responde,
pero hay momentos en que realmente responde. 145
Luego viene la amistad, la compañía de la
fe. Ahora, reunidos aquí en Loreto, vemos cómo
la fe une, la amistad crea una compañía de per-
sonas en camino. Y sentimos que todo esto no
viene de la nada, sino que realmente tiene una
fuente, que el Dios silencioso es también un Dios
que habla, que se revela, y sobre todo que noso-
tros mismos podemos ser testigos de su presen-
cia, que nuestra fe proyecta realmente una luz
también para los demás.
Así pues, por una parte, debemos acep-
tar que en este mundo Dios es silencioso, pero
no debemos ser sordos cuando habla, cuando
se nos muestra en muchas ocasiones; vemos la
presencia del Señor sobre todo en la creación, en
una hermosa liturgia, en la amistad dentro de la
Iglesia; y, llenos de su presencia, también noso-
tros podemos iluminar a los demás.
(Respuestas del Santo Padre a los jóvenes. Loreto agosto 2007)
Contemplando a Cristo, sintámonos contem-
plados por Él.
(Ángelus, 25 de febrero de 2007)
Cuando la fe afronta noches oscuras, en las
que no se “siente” y no se “ve” la presencia de
Dios, la amistad de Jesús garantiza que, en reali-
dad, nada puede separarnos de su amor.
(Ángelus, 15 de enero de 2006)
“Anunciad a todos los pueblos y decidles:
Mirad, Dios viene, nuestro Salvador”. Deten-
gámonos a reflexionar: no usa el pasado —Dios
ha venido— ni el futuro, —Dios vendrá—, sino el
Aspectos de la Vida cristina
presente: “Dios viene”. Como podemos compro-
bar, se trata de un presente continuo, es decir, de
una acción que se realiza siempre: está ocurrien-
do, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro.
En todo momento “Dios viene”.
(Sábado 26 noviembre 2005)
Al igual que hizo con los discípulos de
Emaús, el Señor camina también a nuestro lado
infundiéndonos su espíritu de amor y fortaleza
(Discurso, 8 de junio de 2009)
En nuestros sufrimientos jamás somos deja-
dos solos. Dios, en su Hijo, sufrió primero y está a
nuestro lado en nuestros sufrimientos
(Homilía, 24 de julio de 2009)
La relación con Dios es algo profundamente 147
personal, y la persona en un ser en relación, por
lo que si la relación fundamental –la relación
con Dios- no está viva, no es vivida, tampoco las
demás relaciones hallarán su forma adecuada.
(Homilía, 24 de julio de 2009)
No basta, en efecto, con parecer buenos y
honrados; hay que serlo realmente. Y bueno y
Benedicto XVI
honrado es aquel que no cubre con su yo la luz
de Dios, no se pone delante él mismo, sino que
deja que se transparente Dios.
(Homilía, 28 de septiembre de 2009)
No dudéis nunca de su presencia. Aquel que
viene a nuestro encuentro como el Emmanuel,
“Dios con nosotros”, nos asegura que está siem-
pre en medio de los suyos: “He aquí que yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mun-
do” (Mt 28, 20).
Buscad siempre al Señor Jesús; creced en la
amistad con Él; aprended a escuchar y a conocer
su palabra y a reconocerlo en los pobres que hay
en vuestras comunidades. Vivid vuestra vida con
alegría y entusiasmo, seguros de su presencia y
de su amistad gratuita, generosa, fiel hasta la
148 muerte de cruz.
(Lunes 19 de diciembre de 2005)
Aspectos de la Vida cristina
13. La Virgen
Entre los santos, sobresale María, espejo de
toda santidad. El Evangelio de Lucas la muestra
atareada en un servicio de caridad a su prima
Isabel, con la cual permaneció «unos tres me-
ses» (Lc 1, 56) para atenderla durante el emba-
razo. «Magnificat anima mea Dominum», dice
con ocasión de esta visita –«proclama mi alma
la grandeza del Señor»– (Lc 1, 46), y con ello ex-
presa todo el programa de su vida: no ponerse a
sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios,
a quien encuentra tanto en la oración como en
el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se
hace bueno. María es grande precisamente por- 149
que quiere enaltecer a Dios en lugar de a sí mis-
ma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva
del Señor (cfr. Lc 1, 38; 48). Sabe que contribuye
a la salvación del mundo, no con una obra suya,
sino sólo poniéndose plenamente a disposición
de la iniciativa de Dios. Es una mujer de espe-
ranza: sólo porque cree en las promesas de Dios y
espera la salvación de Israel, el ángel puede pre-
Benedicto XVI
sentarse a Ella y llamarla al servicio total de estas
promesas. Es una mujer de fe: «¡Dichosa tú, que
has creído!», le dice Isabel (Lc 1, 45).
(Deus Caritas est, n. 41)
El Magnificat –un retrato de su alma, por
decirlo así– está completamente tejido por los
hilos tomados de la Sagrada Escritura, de la Pala-
bra de Dios. Así se pone de relieve que la Palabra
de Dios es verdaderamente su propia casa, de la
cual sale y entra con toda naturalidad. Habla y
piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios
se convierte en palabra suya, y su palabra nace
de la Palabra de Dios.
Así se pone de manifiesto, además, que sus
pensamientos están en sintonía con el pensa-
miento de Dios, que su querer es un querer con
150 Dios. Al estar íntimamente penetrada por la Pa-
labra de Dios, puede convertirse en madre de la
Palabra encarnada. María es, en fin, una mujer
que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como
creyente, que en la fe piensa con el pensamiento
de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no pue-
de ser más que una mujer que ama. Lo intuimos
en sus gestos silenciosos que nos narran los re-
latos evangélicos de la infancia. Lo vemos en la
Aspectos de la Vida cristina
delicadeza con la que en Caná se percata de la
necesidad en la que se encuentran los esposos, y
lo hace presente a Jesús. Lo vemos en la humil-
dad con que acepta ser como olvidada en el pe-
ríodo de la vida pública de Jesús, sabiendo que
el Hijo tiene que fundar ahora una nueva familia
y que la hora de la Madre llegará solamente en
el momento de la Cruz, que será la verdadera
hora de Jesús (cfr. Jn 2, 4; 13, 1). Entonces, cuan-
do los discípulos hayan huido, Ella permanecerá
al pie de la Cruz (cfr. Jn 19, 25-27); más tarde, en
el momento de Pentecostés, serán ellos los que
se agrupen en torno a Ella en espera del Espíritu
Santo (cfr. Hch 1, 14).
(Deus Caritas est, n. 41)
Cuanto más cerca está el hombre de Dios,
tanto más cerca está de los hombres. Lo vemos 151
en María. El hecho de que está totalmente en
Dios es la razón por la que está también tan cerca
de los hombres. Por eso puede ser la Madre de
todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la
que todos, en cualquier necesidad, pueden osar
dirigirse en su debilidad y en su pecado, porque
ella lo comprende todo y es para todos la fuerza
abierta de la bondad creativa.
Benedicto XVI
En ella Dios graba su propia imagen, la ima-
gen de Aquel que sigue la oveja perdida hasta
las montañas y hasta los espinos y abrojos de los
pecados de este mundo, dejándose herir por la
corona de espinas de estos pecados, para tomar
la oveja sobre sus hombros y llevarla a casa.
Como Madre que se compadece, María es
la figura anticipada y el retrato permanente del
Hijo. Y así vemos que también la imagen de la
Dolorosa, de la Madre que comparte el sufri-
miento y el amor, es una verdadera imagen de
la Inmaculada. Su corazón, mediante el ser y el
sentir con Dios, se ensanchó.
En Ella, la bondad de Dios se acercó y se
acerca mucho a nosotros. Así, María está ante
nosotros como signo de consuelo, de aliento y de
esperanza. Se dirige a nosotros, diciendo: “Ten
152 la valentía de osar con Dios. Prueba. No tengas
miedo de Él. Ten la valentía de arriesgar con la
bondad. Ten la valentía de arriesgar con el co-
razón puro. Comprométete con Dios; y entonces
verás que precisamente así tu vida se ensancha y
se ilumina, y no resulta aburrida, sino llena de
infinitas sorpresas, porque la bondad infinita de
Dios no se agota jamás”.
(Jueves 8 diciembre 2005)
Aspectos de la Vida cristina
En el cielo tenemos una madre. Y la Madre
de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra
madre.
(Homilía, 15 de agosto de 2005)
María fue elevada en cuerpo y alma a la glo-
ria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la
tierra ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al con-
trario. Precisamente al estar con Dios y en Dios,
está muy cerca de cada uno de nosotros.
(Homilía, 15 de agosto de 2005)
Al estar en Dios y con Dios, María está cerca
de cada uno de nosotros, conoce nuestro cora-
zón, puede escuchar nuestras oraciones, puede
ayudarnos con su bondad materna.
(Homilía, 15 de agosto de 2005)
153
El cielo es nuestra morada definitiva. Desde
allí María, con su ejemplo, nos anima a aceptar
la voluntad de Dios, a no dejarnos seducir por
las sugestiones falaces de todo lo que es efímero
y pasajero, a no ceder ante las tentaciones del
egoísmo y del mal que apagan en el corazón la
alegría de la vida.
(Ángelus, 15 de agosto de 2005)
Benedicto XVI
El hecho de que María está totalmente en
Dios es la razón por la que está también tan cerca
de los hombres. Por eso puede ser la Madre de
todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la
que todos, en cualquier necesidad, pueden osar
dirigirse en su debilidad y en su pecado, porque
Ella lo comprende todo.
(Homilía, 8 de diciembre de 2005)
Al mirar a la Virgen, se aviva en nosotros, sus
hijos, la aspiración a la belleza, a la bondad y a
la pureza de corazón.
(Ángelus, 8 de diciembre de 2005)
El candor celestial de María nos atrae hacia
Dios, ayudándonos a superar la tentación de una
vida mediocre, hecha de componendas con el
154
mal, para orientarnos con determinación hacia
el auténtico bien, que es fuente de alegría.
(Ángelus, 8 de diciembre de 2005)
El programa de la vida de María: no ponerse
a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios,
a quien encuentra tanto en la oración como en el
servicio al prójimo.
(25 de diciembre de 2005)
Aspectos de la Vida cristina
María es ejemplo y apoyo para todos los cre-
yentes: Nos impulsa a no desalentarnos ante las
dificultades y los inevitables problemas de todos
los días.
(Ángelus, 15 de agosto de 2006)
Acojamos a María como la estrella de nues-
tra vida, que nos introduce en la gran familia de
Dios. Sí, el que cree nunca está solo.
(Homilía, 12 de septiembre de 2006)
El dolor de María forma un todo con el de su
Hijo. Es un dolor lleno de fe y de amor. La Virgen
en el Calvario participa en la fuerza salvífica del
dolor de Cristo, uniendo su “fiat”, su “sí” al de
su Hijo.
(Ángelus, 17 de septiembre de 2006)
155
Necesitamos sentir madre a la Virgen en las
situaciones concretas de nuestra existencia.
(Ángelus, 15 de agosto de 2007)
Volviendo la mirada a María reconocemos en
ella la “sonrisa de Dios”, el reflejo inmaculado
de la luz divina.
(Discurso, 8 de diciembre de 2008)
Benedicto XVI
Si la vida es un camino, y este camino a me-
nudo resulta oscuro, duro y fatigoso, ¿qué es-
trella podrá iluminarlo?.. La Iglesia mira a María
como “Estrella de Esperanza”.
(Discurso-homenaje, 8 de diciembre de 2007)
“Y desde aquella hora el discípulo la acogió
en su casa”; la acogió en su propia realidad, en
su propio ser. Así forma parte de su vida y las dos
vidas se compenetran.
(Audiencia, 2 de enero de 2008)
María elevada al cielo nos indica la meta
última de nuestra peregrinación terrestre. Nos
recuerda que todo nuestro ser –espíritu, alma y
cuerpo- está destinado a la plenitud de la vida:
que quien vive y muere en el amor de Dios y del
156
prójimo será transfigurado a imagen del cuerpo
glorioso de Cristo resucitado.
(Ángelus, 15 de agosto de 2008)
Esta poesía de María -el Magníficat- es to-
talmente original; sin embargo, al mismo tiem-
po, es un “tejido” hecho completamente con
“hilos” del Antiguo Testamento, hecho de pala-
bra de Dios. Se puede ver que María, por decirlo
Aspectos de la Vida cristina
así, “se sentía como en su casa” en la palabra de
Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba pene-
trada de la palabra de Dios. En efecto, hablaba
con palabras de Dios, pensaba con palabras de
Dios; sus pensamientos eran los pensamientos
de Dios; sus palabras eran las palabras de Dios.
Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan
espléndida, tan buena; por eso irradiaba amor y
bondad. María vivía de la palabra de Dios; esta-
ba impregnada de la palabra de Dios. Al estar in-
mersa en la palabra de Dios, al tener tanta fami-
liaridad con la palabra de Dios, recibía también
la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con
Dios, piensa bien; y quien habla con Dios, habla
bien, tiene criterios de juicio válidos para todas
las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y,
al mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte
y valiente, con la fuerza de Dios, que resiste al 157
mal y promueve el bien en el mundo.
(Castelgandolfo. Lunes 15 agosto 2005)
A la madre se le presentan las alegrías, pero
se le confían también las preocupaciones, segu-
ros de encontrar en ella fortaleza para no abatir-
se y apoyo para seguir adelante.
(Discurso, 8 de diciembre de 2008)
Benedicto XVI
En el silencio de la oración que María sea
vuestra confidente.
(Homilía, 14 de septiembre de 2008)
La Virgen nos da esta confianza, nos toma
de la mano, nos guía, nos ayuda en el camino
para unirnos a la voluntad de Dios, como Ella lo
hizo desde el primer momento, expresando esta
unión en su “fiat”.
(Lectio divina, 21 de febrero de 2009)
También debemos aprender de María a aco-
gernos mutuamente con el mismo amor con que
Ella nos acoge a todos: a cada uno en su singula-
ridad, querido como tal y amado por Dios.
(Encuentro, 7 de septiembre de 2007)
158
María es el regalo de los hombres a Cristo.
Pero eso significa al mismo tiempo que el Señor
no quiere de los hombres «algo», sino al hombre
mismo. Dios no quiere que le demos porcentajes,
sino nuestro corazón, nuestro ser.
La bendición de la Navidad, p.97
Tenemos la certeza de que María sigue nues-
tros pasos con dulce preocupación, nos tranqui-
Aspectos de la Vida cristina
liza en los momentos de oscuridad y tempestad,
nos serena con su mano maternal.
Discurso, 16 de agosto de 2006
Por tanto, es también una invitación a ser
sensibles a esta presencia del Señor que llama a
nuestra puerta. No debemos ser sordos a Él; los
oídos de nuestro corazón están llenos de muchos
ruidos del mundo que nos impide percibir ésta
presencia silenciosa que llama a nuestra puerta.
Al mismo tiempo, analicemos si estamos real-
mente dispuestos a abrir las puertas de nuestro
corazón; o, quizá, este corazón está tan lleno de
otras muchas cosas que no hay lugar en él para
el Señor, y por el momento no tenemos tiempo
para el Señor. Así, insensibles, sordos a su pre-
sencia, llenos de otras cosas no percibimos lo
esencial: el llama a nuestra puerta, está cerca de 159
nosotros y así está cerca la verdadera alegría, que
es mas fuerte que todas las tristezas del mundo,
de nuestra vida. Por tanto, en el contexto de este
primer imperativo, oremos así: «Señor, haznos
sensibles a tu presencia; ayúdanos a escucharte,
a no ser sordos a ti; ayúdanos a tener un corazón
libre, abierto a ti.»
3 de octubre de 2005
Aspectos de la Vida cristina
14. Libertad y obediencia
La vida es algo biológico. En el ser humano
es preciso añadir un nuevo nivel. Es el espíri-
tu, que vive y vivifica. El espíritu se funde con
la existencia biológica, confiriendo a la vida otra
dimensión.
Además, la fe cristiana está convencida de
la existencia de otro nivel, concretamente el en-
cuentro con Cristo. Podemos presentirlo ya en
el proceso del amor humano: siempre que soy
amado, en la dinámica del espíritu me aden-
tro en un nuevo nivel a través del Tú del otro.
Algo similar sucede cuando, a través de Cristo, el
propio Dios se vuelve hacia mí, convirtiendo mi 161
vida en una convivencia con la vida primigenia
creadora.
La vida tiene múltiples etapas. Y se alcanza
la más alta cuando se convierte en convivencia
con Dios. Precisamente aquí radica la audacia de
la aventura humana. La persona puede y debe
ser la síntesis de todas esas etapas de la creación.
Puede y debe llegar hasta el Dios vivo y devol-
Benedicto XVI
verle lo que procede de Él. Ya hemos dicho que
el factor libertad entra en la dinámica de cada
existencia, y este factor se opone a la predestina-
ción absoluta.
(Entrevista concedida al Diario ABC, 31-3-02)
Otro valor que deseo subrayar: la seria for-
mación intelectual y moral, indispensable para
proyectar y construir vuestro futuro y el de la so-
ciedad. El que en esto os hace “descuentos” no
quiere vuestro bien. En efecto, ¿cómo se podría
proyectar seriamente el futuro, si se descuida el
deseo natural de saber y confrontaros que hay
en vosotros? La crisis de una sociedad comienza
cuando ya no sabe transmitir a las nuevas ge-
neraciones su patrimonio cultural y sus valores
fundamentales.
162 No me refiero sólo y simplemente al siste-
ma escolar. La cuestión es más amplia. Como
sabemos, existe una emergencia educativa y,
para afrontarla, hacen falta padres y formadores
capaces de compartir todo lo bueno y verdade-
ro que han experimentado y profundizado per-
sonalmente. Hacen falta jóvenes interiormente
abiertos, deseosos de aprender y de llevar todo
a las exigencias y evidencias originarias del cora-
Aspectos de la Vida cristina
zón. Sed de verdad libres, o sea, apasionados por
la verdad. El Señor Jesús dijo: “La verdad os hará
libres” (Jn 8, 32).
En cambio, el nihilismo moderno predi-
ca lo opuesto, es decir, que la libertad os hace
verdaderos. Más aún, hay quien sostiene que no
existe ninguna verdad, abriendo así el camino al
vaciamiento de los conceptos de bien y de mal,
haciéndolos incluso intercambiables. Me han di-
cho que en la cultura sarda existe este prover-
bio: “Mejor que falte el pan y no la justicia”. En
efecto, un hombre puede soportar y superar el
hambre, pero no puede vivir donde se proscriben
la justicia y la verdad.
(Domingo 7 de septiembre de 2008)
A veces desearíamos decirle a Dios: «Ojala
hubieras hecho menos grande al ser humano, 163
pues sería menos peligroso. Ojala no le hubieras
dado la libertad, así no podría caer tan bajo».
Y sin embargo, al final no nos atrevemos a de-
cirlo, porque tenemos que estar agradecidos de
que Dios haya creado la grandeza. Y si Él asume
el riesgo de la libertad de la persona y, en con-
secuencia, sus caídas, podemos estremecernos
ante todo lo que puede suceder, y hemos de in-
Benedicto XVI
tentar movilizar todas las fuerzas positivas, pero
también tenemos que transmitir la confianza
fundamental que Dios deposita en las personas.
Solamente aferrándonos a esa confianza fun-
damental lograremos oponernos y soportar las
amenazas que se ciernen sobre el ser humano.
(Dios y el Mundo. Debolsillo. Pág. 111-112)
El hombre que entiende la libertad como
puro arbitrio, el simplemente hacer lo que quie-
re e ir a donde se le antoja, vive en la mentira,
pues por su propia naturaleza forma parte de
una reciprocidad, su libertad es una libertad que
debe compartir con los otros; su misma esencia
lleva consigo disciplina y normas; identificarse
íntimamente con ellas, eso sería libertad. Así una
falsa autonomía conduce a la esclavitud.
(Jesús de Nazaret, pp. 245-246)
164
A veces quisiéramos decir a Jesús: “Señor,
para mí tu yugo no es ligero; más aún, es muy
pesado en este mundo”. Pero luego, mirándo-
lo a Él que lo soportó todo, que experimentó en
sí la obediencia, la debilidad, el dolor, toda la
oscuridad, entonces dejamos de lamentarnos.
Su yugo consiste en amar como Él. Y cuanto más
Aspectos de la Vida cristina
lo amamos a Él y cuanto más amamos como Él,
tanto más ligero nos resulta su yugo, en aparien-
cia pesado.
Pidámosle que nos ayude a amar como Él,
para experimentar cada vez más cuán hermoso
es llevar su yugo.
(Jueves Santo 5 abril 2007)
Somos criaturas y, por tanto, dependemos
del Creador. En la época de la Ilustración, sobre
todo al ateísmo, esto le parecía una dependencia
de la que era necesario liberarse. Sin embargo,
en realidad, esta dependencia sólo sería fatal si
este Dios Creador fuera un tirano, no un Ser bue-
no; sólo si fuera como los tiranos humanos. En
cambio, si este Creador nos ama y nuestra de-
pendencia es estar en el espacio de su amor, en
este caso la dependencia es precisamente liber- 165
tad. En efecto, de este modo nos encontramos
en la caridad del Creador, estamos unidos a Él, a
toda su realidad, a todo su poder. Por tanto este
es el primer punto: ser criatura quiere decir ser
amados por el Creador, estar en esta relación de
amor que Él nos da, con la que nos previene. De
ahí deriva ante todo nuestra verdad, que es al
mismo tiempo una llamada a la caridad.
Benedicto XVI
Por eso, ver a Dios, orientarse a Dios, conocer
a Dios, conocer la voluntad de Dios, insertarse en
la voluntad, es decir, en el amor de Dios es entrar
cada vez más en el espacio de la verdad. Y este
camino del conocimiento de Dios, de la relación
de amor con Dios, es la aventura extraordinaria
de nuestra vida cristiana: porque en Cristo cono-
cemos el rostro de Dios, el rostro de Dios que nos
ama hasta la cruz, hasta el don de sí mismo.
(Viernes 20 de febrero de 2009)
El hombre no se fía de Dios. Tentado por las
palabras de la serpiente, abriga la sospecha de
que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida,
que Dios es un competidor que limita nuestra
libertad, y que sólo seremos plenamente seres
humanos cuando lo dejemos de lado; es decir,
166
que sólo de este modo podemos realizar plena-
mente nuestra libertad.
El hombre vive con la sospecha de que el
amor de Dios crea una dependencia y que ne-
cesita desembarazarse de esta dependencia para
ser plenamente él mismo. El hombre no quiere
recibir de Dios su existencia y la plenitud de su
vida. Él quiere tomar por sí mismo del árbol del
conocimiento el poder de plasmar el mundo, de
Aspectos de la Vida cristina
hacerse dios, elevándose a su nivel, y de ven-
cer con sus fuerzas a la muerte y las tinieblas.
No quiere contar con el amor que no le parece
fiable; cuenta únicamente con el conocimien-
to, puesto que le confiere el poder. Más que el
amor, busca el poder, con el que quiere dirigir de
modo autónomo su vida. Al hacer esto, se fía de
la mentira más que de la verdad, y así se hunde
con su vida en el vacío, en la muerte.
Amor no es dependencia, sino don que nos
hace vivir. La libertad de un ser humano es la
libertad de un ser limitado y, por tanto, es li-
mitada ella misma. Sólo podemos poseerla como
libertad compartida, en la comunión de las li-
bertades: la libertad sólo puede desarrollarse si
vivimos, como debemos, unos con otros y unos
para otros. Vivimos como debemos, si vivimos
según la verdad de nuestro ser, es decir, según la 167
voluntad de Dios. Porque la voluntad de Dios no
es para el hombre una ley impuesta desde fue-
ra, que lo obliga, sino la medida intrínseca de su
naturaleza, una medida que está inscrita en él y
lo hace imagen de Dios, y así criatura libre.
Si vivimos contra el amor y contra la verdad
—contra Dios—, entonces nos destruimos recípro-
camente y destruimos el mundo. Así no encon-
tramos la vida, sino que obramos en interés de
la muerte. Todo esto está relatado, con imágenes
inmortales, en la historia de la caída original y
de la expulsión del hombre del Paraíso terrestre.
(Jueves 8 diciembre 2005)
Dice el Magníficat: mi alma “engrandece” al
Señor, es decir, proclama que el Señor es grande.
María desea que Dios sea grande en el mundo,
que sea grande en su vida, que esté presente en
todos nosotros. No tiene miedo de que Dios sea
un “competidor” en nuestra vida, de que con
su grandeza pueda quitarnos algo de nuestra li-
bertad, de nuestro espacio vital. Ella sabe que,
si Dios es grande, también nosotros somos gran-
des. No oprime nuestra vida, sino que la eleva y
la hace grande: precisamente entonces se hace
grande con el esplendor de Dios.
El hecho de que nuestros primeros padres
pensaran lo contrario fue el núcleo del peca-
do original. Temían que, si Dios era demasiado
grande, quitara algo a su vida. Pensaban que
debían apartar a Dios a fin de tener espacio para
ellos mismos. Esta ha sido también la gran ten-
tación de la época moderna, de los últimos tres
o cuatro siglos. Cada vez más se ha pensado y
Aspectos de la Vida cristina
dicho: “Este Dios no nos deja libertad, nos limita
el espacio de nuestra vida con todos sus manda-
mientos. Por tanto, Dios debe desaparecer; que-
remos ser autónomos, independientes. Sin este
Dios nosotros seremos dioses, y haremos lo que
nos plazca”.
Este era también el pensamiento del hijo
pródigo, el cual no entendió que, precisamente
por el hecho de estar en la casa del padre, era
“libre”. Se marchó a un país lejano, donde mal-
gastó su vida. Al final comprendió que, en vez de
ser libre, se había hecho esclavo, precisamente
por haberse alejado de su padre; comprendió
que sólo volviendo a la casa de su padre podría
ser libre de verdad, con toda la belleza de la vida.
Lo mismo sucede en la época moderna. An-
tes se pensaba y se creía que, apartando a Dios y
siendo nosotros autónomos, siguiendo nuestras 169
ideas, nuestra voluntad, llegaríamos a ser real-
mente libres, para poder hacer lo que nos ape-
tezca sin tener que obedecer a nadie. Pero cuan-
do Dios desaparece, el hombre no llega a ser más
grande; al contrario, pierde la dignidad divina,
pierde el esplendor de Dios en su rostro. Al final
se convierte sólo en el producto de una evolución
ciega, del que se puede usar y abusar. Eso es pre-
Benedicto XVI
cisamente lo que ha confirmado la experiencia
de nuestra época.
El hombre es grande, sólo si Dios es grande.
Con María debemos comenzar a comprender que
es así. No debemos alejarnos de Dios, sino hacer
que Dios esté presente, hacer que Dios sea gran-
de en nuestra vida; así también nosotros seremos
divinos: tendremos todo el esplendor de la dig-
nidad divina.
(Lunes 15 agosto 2005)
Nietzsche se ha burlado de la humildad y la
obediencia como virtudes serviles, por las cuales
se habría reprimido a los hombres. En su lugar,
ha puesto el orgullo y la libertad absoluta del
hombre. Ahora bien, hay caricaturas de una hu-
mildad equivocada y una falsa sumisión que no
170
queremos imitar. Pero existe también la soberbia
destructiva y la presunción, que disgregan toda
comunidad y acaban en la violencia. ¿Sabemos
aprender de Cristo la recta humildad, que co-
rresponde a la verdad de nuestro ser, y esa obe-
diencia que se somete a la verdad, a la voluntad
de Dios? ”Santifícalos en la verdad”: tu palabra
es verdad. Esta palabra de la incorporación en
el sacerdocio ilumina nuestra vida y nos llama a
Aspectos de la Vida cristina
ser siempre nuevamente discípulos de esa ver-
dad que se desvela en la palabra de Dios. En la
interpretación de esta frase podemos dar un paso
más todavía. ¿Acaso no ha dicho Cristo de sí mis-
mo: ”Yo soy la verdad”(cf. Jn 14,6)? ¿Y acaso no
es Él mismo la Palabra viva de Dios, a la que se
refieren todas las otras palabras? Conságralos en
la verdad, quiere decir, pues, en lo más hondo:
hazlos una sola cosa conmigo, Cristo. Sujétalos a
mí. Ponlos dentro de mí.
(Basílica de San Pedro. Jueves Santo 9 abril 2009)
No sigáis el camino del orgullo, sino el de la
humildad. Id contra corriente: no escuchéis las
voces interesadas y persuasivas que hoy, desde
muchas partes, proponen modelos de vida mar-
cados por la arrogancia y la violencia, por la pre-
potencia y el éxito a toda costa, por el aparecer y 171
el tener, en detrimento del ser.
Vosotros sois los destinatarios de numero-
sos mensajes, que os llegan sobre todo a través
de los medios de comunicación social. Estad vi-
gilantes. Sed críticos. No vayáis tras la ola pro-
ducida por esa poderosa acción de persuasión.
No tengáis miedo, queridos amigos, de preferir
los caminos “alternativos” indicados por el amor
Benedicto XVI
verdadero: un estilo de vida sobrio y solidario;
relaciones afectivas sinceras y puras; un empeño
honrado en el estudio y en el trabajo; un interés
profundo por el bien común.
(Lunes 6 de junio de 2005)
El Señor hoy nos pone en guardia frente a
la autosuficiencia, que pone un límite a su amor
ilimitado. El Señor nos invita a imitar su humil-
dad, a tratar de vivirla, a dejarnos contagiar por
ella.
(Homilía, 13 de abril de 2006)
La vida no está gobernada por el azar, no es
casual. Vuestra existencia personal ha sido que-
rida por Dios, bendecida por Él y con un obje-
tivo que se le ha dado (cf. Gn 1,28). La vida no
172
es una simple sucesión de hechos y experiencias,
por útiles que pudieran ser. Es una búsqueda de
lo verdadero, bueno y hermoso. Precisamen-
te para lograr esto hacemos nuestras opciones,
ejercemos nuestra libertad y en esto, es decir,
en la verdad, el bien y la belleza, encontramos
felicidad y alegría. No os dejéis engañar por los
que ven en vosotros simplemente consumidores
en un mercado de posibilidades indiferenciadas,
Aspectos de la Vida cristina
donde la elección en sí misma se convierte en
bien, la novedad se hace pasar como belleza y la
experiencia subjetiva suplanta a la verdad. Cristo
ofrece más. Es más, ofrece todo.
(Discurso, 17 de julio de 2008)
[…] la fe es obediencia. Es la unidad de
nuestro querer con el querer de Dios, y justa-
mente así es seguimiento de Cristo, ya que lo
esencial en el camino de Cristo es avanzar en la
fusión de nuestra voluntad con la voluntad de
Dios. La redención del mundo descansa en la
oración del monte de los olivos: «no se haga mi
voluntad, sino la tuya», oración que el Señor nos
enseña en el Padrenuestro como centro de la fe
vivida.
El poder de Dios como esperanza nuestra, p.61
173
Todo ello se encuentra resumido en la ora-
ción de san Ignacio de Loyola, una oración que
siempre me ha parecido demasiado grande, has-
ta el punto de que casi no me atrevo a rezarla.
Sin embargo, aunque nos cueste, deberíamos
repetirla siempre: «Tomad, Señor, y recibid toda
mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y
toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer;
Benedicto XVI
vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno; todo es
vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dad-
me vuestro amor y gracia, que esta me basta.»
8 de septiembre de 2004
El pecado nos hace ciegos, nos impide pro-
ponernos como guía para nuestros hermanos,
y nos lleva a desconfiar de ellos para dejarnos
guiar. Necesitamos ser iluminados y repetimos la
súplica del ciego Bartimeo: “Señor, que vea”
Lourdes, 13 de septiembre de 2008
174
Aspectos de la Vida cristina
15. Estudio y educación
El estudio es, al mismo tiempo, una opor-
tunidad providencial para avanzar por el cami-
no de la fe, porque la inteligencia bien cultivada
abre el corazón del ser humano a la escucha de
la voz de Dios, evidenciando la importancia del
discernimiento y de la humildad.
(Discurso, 9 de noviembre de 2007)
Queridos jóvenes, cultivad vuestros talentos
no sólo para conquistar una posición social, sino
también para ayudar a los demás a “crecer”. De-
sarrollad vuestras capacidades, no sólo para ser
más “competitivos” y “productivos”, sino para 175
ser “testigos de la caridad”.
(Mensaje, 27 de enero de 2007)
A vosotros, jóvenes estudiantes, os pido
comprometeros honradamente en el estudio,
cultivando un sentido de responsabilidad ma-
duro y un interés compartido por el bien común.
(Discurso, 9 de noviembre de 2007)
Benedicto XVI
Tanto hoy como en el pasado -dijo-, quien
quiera ser discípulo de Cristo está llamado a ir
contracorriente” y a no dejarse influenciar por
mensajes que invitan a la prepotencia y a la con-
quista del éxito con todos los medios.
(Discurso, 9 de noviembre de 2007)
Que en los años de la Universidad ofrezcáis
un testimonio evangélico convencido y valiente.
Y para realizar esta misión, tratad de cultivar una
amistad íntima con el Maestro divino, estando en
la escuela de María, Trono de la Sabiduría.
(Discurso, 9 de noviembre de 2007)
Sed pacientes y perseverantes, venciendo
la natural tendencia de los jóvenes a la prisa, a
querer obtener todo y de inmediato.
(Mensaje, 22 de febrero de 2009)
176
En la actualidad, un obstáculo particular-
mente insidioso para la obra educativa es la ma-
siva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del
relativismo, que al no reconocer nada como de-
finitivo, deja como última medida sólo el propio
yo con sus caprichos.
(Discurso, 6 de junio de 2005)
Aspectos de la Vida cristina
Cada familia y toda la comunidad cristiana
vuelva a encontrar en el amor del Señor la lla-
ve que abre las puertas de los corazones y que
hace posible una verdadera educación en la fe y
la formación de las personas.
(Discurso, 6 de junio de 2005)
Dentro de ese horizonte relativista no es po-
sible una auténtica educación, pues sin la luz de
la verdad, antes o después, toda persona queda
condenada a dudar de la bondad de su misma
vida y de las relaciones que la constituyen, de la
validez de su esfuerzo por construir con los de-
más algo en común.
(Discurso, 6 de junio de 2005)
Es preciso preocuparse por la formación de
la inteligencia, sin descuidar la de la libertad y la 177
capacidad de amar.
(Discurso, 19 de octubre de 2006)
Una educación que no sea al mismo tiempo
educación con Dios y presencia de Dios, que no
transmita los grandes valores éticos que apare-
cieron con la luz de Cristo, no es educación.
(Respuesta, 7 de febrero de 2008)
Benedicto XVI
Para una auténtica obra educativa no basta
una buena teoría o una doctrina que comunicar.
Hace falta algo mucho más grande y humano: la
cercanía vivida diariamente, que es propia del
amor y que tiene su espacio más propicio ante
todo en la comunidad familiar.
(Discurso, 6 de junio de 2005)
La educación cristiana es educación de la li-
bertad y para la libertad.
(Homilía, 9 de julio de 2006)
Una educación verdadera debe suscitar la
valentía de las decisiones definitivas.
(Discurso, 19 de octubre de 2006)
La labor educativa se ve dificultada por un
178
engañoso concepto de libertad, en el que el ca-
pricho y los impulsos subjetivos del individuo se
exaltan hasta el punto de dejar encerrado a cada
uno en la prisión del propio yo.
(Discurso, 18 de enero de 2009)
Nunca es suficiente una formación profesio-
nal sin formación del corazón.
(Respuesta, 7 de febrero de 2008)
Aspectos de la Vida cristina
Es preciso retomar la idea de una formación
integral, basada en la unidad del conocimiento
enraizado en la verdad.
(Discurso, 27 de septiembre de 2009)
Hay que educar al joven a juzgar el am-
biente en el que vive y actúa, a considerarse una
persona y no un número en la masa: en una pa-
labra hay que ayudarle a tener un “pensamiento
fuerte”, capaz de una “acción fuerte”, evitando
el peligro que se puede correr de anteponer la
acción al pensamiento y de hacer de la experien-
cia la fuente de la verdad.
(Discurso, 8 de noviembre de 2009)
“Conviértete en lo que eres”, constituye el
principio educativo básico de la persona humana
redimida por la gracia. 179
(Ángelus, 10 de enero de 2010)
Debemos aceptar la provocación de los jó-
venes y educar a los jóvenes en la paciencia, sin
la que no se puede llegar a nada; debemos edu-
carlos en el discernimiento, en un sano realismo,
en la capacidad de tomar decisiones definitivas.
(Discurso, 21 de agosto de 2005)
Benedicto XVI
Los jóvenes, en especial, necesitan recibir el
anuncio de la libertad y la alegría, cuyo secreto
radica en Cristo.
(Homilía, 22 de abril de 2007)
Los adolescentes y los jóvenes, cuando se
sienten respetados y tomados en serio en su li-
bertad, a pesar de su inconstancia y fragilidad,
se muestran dispuestos a dejarse interpelar por
propuestas exigentes; más aún, se sienten atraí-
dos y a menudo fascinados por ellas.
(Discurso, 11 de junio de 2007)
El auténtico educador cristiano es un testigo
cuyo modelo es Jesucristo, el testigo del Padre.
(Discurso, 11 de junio de 2007)
180
De los dinosaurios se afirma que se extin-
guieron porque se habían desarrollado erró-
neamente: mucho caparazón y poco cerebro,
muchos músculos y poca inteligencia. ¿No es-
taremos desarrollándonos también nosotros de
forma errónea: mucha técnica pero poca alma?
¿Un grueso caparazón de capacidades materia-
les pero un corazón que se ha vuelto vacío? ¿La
pérdida de la capacidad de percibir en nosotros
Aspectos de la Vida cristina
la voz de Dios, de reconocer lo bueno, lo bello y
lo verdadero?
La bendición de la Navidad, pp. 76-77
La juventud tiene derecho, desde el inicio de
su proceso formativo, a ser educada en la fe y en
las sanas costumbres.
(Discurso, 30 de junio de 2007)
181