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Evangelio en Tiempos de Pandemia, Ciclo A, 12 Agosto 2020.

Comentario evangelio cotidiano.
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Evangelio en tiempos de pandemia

Ciclo A.

P. Nelson Chávez Díaz


Párroco san Juan Bautista Curicó
Mateo 18, 15-20.
1. El evangelio de hoy toca una de las realidades más sensibles de la vida
cotidiana, a saber: las ofensas y la relación que se establece entre el ofendido y el
ofensor. Como tal, es una realidad que se repite tanto en la comunidad de los
creyentes que es la Iglesia así como también a nivel doméstico al interior de la
familia o en las relaciones entre personas en distintos ámbitos, sean laborales,
sociales, políticos, etc.. Desde luego, cuando vivimos situaciones semejantes
tendemos a adoptar unos roles “estereotipados”, es decir, actitudes que repetimos
mecánicamente porque “así actúa el común de la gente”. Si somos ofendidos
entonces nos enojamos y pensamos que es el “ofensor” quien tiene que dar el
primer paso y pedirnos disculpas; pero el evangelio de hoy dice otra cosa. Afirma
que es el “ofendido” quien tiene que dar el primer paso acercándose a él y
conversar a solas con él para reprenderlo. Surge la pregunta: ¿reaccionamos así
nosotros cuando nos ofenden? ¿Logramos guardar la calma para después
acercarse al ofensor y exigirle una explicación? Por supuesto que de parte del
ofendido realizar esta “corrección fraterna” implicará bastante calma y dominio de
sí mismo pues corregir con rabia y con agresividad no ayudará en nada sino que
más bien puede agrandar el conflicto; también de parte del “ofensor” requerirá
suficiente humildad para admitir que, delante del otro, se ha equivocado y deberá
deponer el orgullo para pedir perdón. Pero pensando que esta es la forma ideal y
evangélica de resolver los conflictos entre “ofendidos” y “ofensores” y que a veces
dista mucho de la verdadera realidad, tenemos que considerar otro aspecto que
no es menor y que se refiere a la “huella” (por decirlo así) que deja la ofensa y que
nunca es fácil de elaborar y superar para otorgar el perdón a otra persona. En
efecto, de parte de la persona que ha sido ofendida tenemos tan sólo dos
alternativas: o hacemos el camino de vuelta a la cercanía, a buscar restablecer la
relación o nos quedamos en una distancia defensiva, retrayéndonos en nuestra
relación. O dicho de otra manera: la opción será o quedarse atrapado en el
resentimiento o recorrer el camino del perdón que, dependiendo de cada persona,
puede ser breve o largo, con altibajos, con avances y retrocesos.
2.- Algo parecido también suele darse en las relaciones de las personas al interior
de las comunidades parroquiales; el consejo del evangelio de “acercarse” y
“reprender” al que ha caído en falta, se inspira ciertamente en la ley del Antiguo
Testamento que en el libro del Levítico plantea: “No aborrezcas en tu corazón a tu
hermano, sino corrígele abiertamente, para no caer en pecado por su causa. No
procures la venganza, ni conserves la memoria de la injuria de tus conciudadanos.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor” (Levítico 19,17). Tal vez,
cuando la injuria o la ofensa ha sido demasiada profunda y ha causado un daño
muy severo lo que más cuesta es hacer el camino del perdón que siempre hay
que elegirlo pues, desde el evangelio y la praxis de Jesús, es la forma del amor
extremo y requiere de esfuerzo y de voluntad y también de coraje.

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