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Profecías y Astronomía Sagrada

Este documento resume la biografía y creencias de un analista de profecías que predijo la aparición de un astro del tamaño de la Luna en noviembre de 2016. El analista fundó la "Astronomía Sagrada" para interpretar profecías bíblicas a la luz de la ciencia astronómica. Sin embargo, también creía en profecías de dudosa validez como las de Fátima y las constelaciones astrológicas. El autor concluye que el analista cruza la línea entre la ciencia y la superstición al apoyarse
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Profecías y Astronomía Sagrada

Este documento resume la biografía y creencias de un analista de profecías que predijo la aparición de un astro del tamaño de la Luna en noviembre de 2016. El analista fundó la "Astronomía Sagrada" para interpretar profecías bíblicas a la luz de la ciencia astronómica. Sin embargo, también creía en profecías de dudosa validez como las de Fátima y las constelaciones astrológicas. El autor concluye que el analista cruza la línea entre la ciencia y la superstición al apoyarse
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ASTRONOMÍA

SAGRADA
José Manuel López Fernández
/12/2016
13 – ASTRONOMÍA SAGRADA

(En recuerdo de mi amigo Antonio Bueno, integrante del G8, gran conocedor y amante de la
astronomía)

A la vuelta de mis vacaciones de verano contacté con mi amigo J.C., hombre de


profundas creencias religiosas, y muy preocupado por los temas proféticos relativos a
los anuncios sobre el advenimiento del final de los tiempos. Para mi sorpresa, nada
más restablecerse el contacto lo primero que hizo fue enviarme, un tanto alarmado, la
dirección de un vídeo realizado por un experto analista de profecías, con el ruego de
que lo mirase y estudiara detenidamente, ya que en él se pronosticaba la llegada de un
Astro de un tamaño aproximado al de
la Luna, que sería visible a partir del
14 de noviembre, y se cruzaría con la
trayectoria de la Tierra cuatro días
más tarde a muy poca distancia de
ella, causando innumerables
catástrofes. Me pedía le enviase mis
conclusiones sobre tan nefasto
vaticinio, tan pronto me fuera
posible.

Ya antes del verano él había asistido


a una conferencia, que impartía esta misma persona, al parecer muy versada sobre
temas científicos, y al mismo tiempo gran conocedora de los augurios bíblicos
contenidos en el Apocalipsis de San Juan.

J.C. salió de la conferencia bastante angustiado, porque el ponente -que se había


presentado como erudito y analista de profecías ya establecidas, y no como profeta -,
había pronosticado que en los próximos meses aparecería en los cielos extraordinarias
señales astronómicas. Tan extraordinarias, que la humanidad no podría dejar de
considerarlas, de manera inequívoca, como un aviso, una advertencia divina para que
reflexionásemos sobre el equivocado camino emprendido por los hombres, muy
alejado de las enseñanzas religiosas y del sentido transcendente de la vida.

Me lo comentó muy afectado, y lamentó que yo no hubiese podido asistir. Él conocía


mi afición por la ciencia, y sabía además que los temas religiosos despertaban mi
interés. Según me dijo, yo podría haber planteado algunas preguntas aclaratorias
sobre el tema, en el coloquio posterior a la charla del analista. Ya en otras ocasiones,
en las que habíamos charlado sobre estos temas, le manifesté mi rechazo total a la
idea de un Dios que interviniese en la historia de manera directa en los asuntos
mundanos, por más que estos no fueran de su agrado. Y ello, para no interferir en

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nuestra incipiente libertad de acción y responsabilidad. Así qué, volví a repetirle los
mismos argumentos. En cualquier caso, le dije, no veo a Dios modificando las leyes de
la naturaleza para enviarnos mensajes; mucho más sencillo le sería hablar
veladamente a nuestro entendimiento, sugiriéndonos las ideas y los pensamientos.

Con la intención de atender los requerimientos de mi amigo, bajé el vídeo de internet


y comprobé que duraba casi una hora. En él quedaba claro el nombre del autor de la
interpretación profética, las propias profecías -contenidas en varios versículos del
Apocalipsis a los que hacía referencia-, y también los argumentos esgrimidos sobre los
que basaba sus precisas y trágicas conclusiones. En tan solo unos días íbamos a poder
constatar la veracidad o no de sus presagios, por lo que procedí sin demora al estudio
del vídeo.

Lo primero que suelo hacer en casos similares es tratar de conocer al autor, para
saber el tipo de persona a la que me enfrento. Con internet no me fue difícil encontrar
su vida y milagros, y pronto tuve una buena idea sobre el generador de tan
preocupantes predicciones. Se trataba de un hombre de edad ya provecta, como la
nuestra, y con profundas creencias religiosas desde sus primeros años. Geólogo de
profesión, había estudiado en un colegio de élite de Madrid regido por los jesuitas, y
pronto se afilió a una de las obras religiosas más importantes e influyentes del país, la
cual abandonó tras quince años de pertenencia, sin que mis fuentes consultadas
explicaran los motivos del abandono. De toda una vida de inmersión religiosa había
quedado sembrado en él un fuerte sentido mesiánico, y tenía muy claro que su misión
en este mundo no era otra que la de ayudar a Dios en la salvación de sus semejantes.
Y la mejor manera que halló para desarrollar ese propósito, no fue otra sino la de
dedicarse a interpretar las profecías de la Sagradas Escrituras, en especial las
contenidas en el obscuro y enigmático libro del Apocalipsis de San Juan. De este modo
podría advertir a la humanidad con antelación suficiente de la proximidad del Juicio
Final, para que los hombres se arrepintiesen de sus pecados, y así salvaran su alma por
toda la eternidad, antes de ser juzgados. Su indudable convencimiento de que el
contenido de los libros sagrados estaba inspirado por Dios, y de que su significado
debería entenderse de manera literal, le llevo al establecimiento de una nueva
disciplina del conocimiento, todo un descubrimiento según él, a la que impuso el
nombre de Astronomía Sagrada.

La Astronomía Sagrada era una síntesis entre lo científico y lo religioso. La parte


científica se basaba en la interpretación a la luz de la ciencia de los contenidos de
carácter astronómico, que aparecían en los escritos, y el calificativo de sagrada al ser
unos textos que habíamos llegado a conocer por
revelación divina, y estar contenidos en la Santa
Biblia.

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Sobre qué le había conducido a este mix entre ciencia y religión, poco o nada se decía
en su biografía, pero creí descubrir una primera pista en su creencia de que los grandes
acontecimientos sagrados, como el de la encarnación del Hijo de Dios, estaban
siempre precedidos por prodigiosos avatares celestes. Ese era el caso de la aparición
de la estrella de Belén -que él solía poner como ejemplo-, y que condujo a los Reyes
Magos hasta el mismo portal en el que nació el niño Jesús.

Del mismo modo, parecía lógico y razonable que la Parusía -segunda venida de Cristo
para juzgar a vivos y muertos, de la que se habla en el Apocalipsis-, estaría igualmente
precedida por indudables signos en el firmamento. Fue por eso que estudió en detalle
los versículos de este libro, buscando aquellos que parecieran tener una relación
directa con sucesos astrofísicos.

Además él mismo manifestaba en sus datos personales –se trataba de una entrevista
crítica que había facilitado a un periodista- el rezo a diario del santo Rosario, siguiendo
las recomendaciones de la Virgen de Fátima. De su aparición a los tres pastorcitos
portugueses era un ferviente creyente, así como también de las tres revelaciones
proféticas desveladas a uno de ellos, a la que más tarde sería conocida como hermana
María Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón. No dudaba lo más mínimo de la danza
del Sol en los cielos -fenómeno astronómico que supera las leyes naturales de la física-
que fue contemplado por cerca de 70.000 personas en una de las apariciones.

Poco habría que objetar sobre que un cristiano imbuido en su fe religiosa, y apoyado
en los conocimientos científicos propios del
siglo, tratase de fundar una síntesis entre la
astronomía y la religión, y que la denominase
Astronomía Sagrada. Lo más criticable era
que, como él mismo indicaba, para poder
precisar y concretar el significado de las
sombrías y crípticas profecías, tenía que
apoyarse también en otras creencias y
verdades de índole mucho más dudosa. Entre
ellas se encontraba el asignar un sentido
profético a las estrellas de la tilma de un
cuadro de la virgen de Guadalupe, a las que
relacionaba con una proyección de las
constelaciones estelares; o el considerar a las
propias constelaciones como representativas
de personajes religiosos, o de poderes e
influencias que resultaban indemostrables, y
que eran meras especulaciones basadas en vetustas creencias astrológicas
procedentes de la antigua Babilonia. Era aquí, en este punto en el que cruzaba la
frontera, esa infranqueable línea roja, tras la que pasaba de lo astrofísico a lo mágico y

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astrológico, y del contenido del dogma religioso, a creencias idolátricas con el sello
inconfundible de la superstición grabado en ellas.

Tenía pues ante mí a un sujeto a quien ya el mismo periodista que le hacía la


entrevista, le recordaba que había sido tildado por otros como astrólogo y milenarista,
por más que él no estuviese de acuerdo con esas apreciaciones.

Conocido el personaje, pasé a visualizar el video, en el que tras consideraciones de


carácter científico que trataban de reforzar el contenido del mismo, y versaban sobre
conceptos básicos de la luz y sus distintas frecuencias y otros aspectos del sistema
solar, describía las observaciones astronómicas en las que sustentaba su tesis
predictiva. Se trataba de unas mediciones de posición de un Astro, que había venido
siendo observado por dos astrónomos aficionados, durante una serie de días de finales
de octubre y primeros de noviembre. Se mencionaba además que el tamaño del Astro
sería similar al de la Luna –lo cual implicaría un cataclismo para nuestro planeta a poco
que pasara cerca de nosotros-, y se esgrimía que su aproximación en una trayectoria
en la dirección Sol-Tierra, era la razón de que no hubiese sido observado hasta
entonces en el cielo nocturno, ni detectado por los satélites que observan el Sol, al
tener estos un estrecho ángulo sólido de abertura, y quedar el Astro oculto fuera de él.

Había también en el vídeo unas tablas de posición, y algunas consideraciones sobre el


ángulo sólido de observación de los satélites de vigilancia terrestres dirigidos al Sol –a
los que se referenciaba por su nombre-, que al ser muy pequeño, dejaban fuera de la
observación directa al denominado Astro, que se acercaba inmisericorde, primero al
Sol y luego al cruce con la Tierra. Y lo más importante, se dibujaba en escala la
trayectoria del Astro
junto con las fechas de
cada posición, el Sol, la
excéntrica órbita de
Mercurio, y las de Venus
y la Tierra.

Inmediatamente
apareció en mi mente la
figura de una enigmática
y gigantesca nave
espacial que se
aproximaba directa al
Sol, para sorpresa de
todos los terrestres, que la habían detectado al adentrarse en el sistema solar, a la
altura del ya no planeta Plutón. El desconcierto de los científicos terráqueos era total,
al comprobar que la astronave no solo se dirigía directo al Sol, sin describir una
geodesia –lo cual implicaba una descomunal energía de aceleración- sino que una vez

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alcanzado éste, lo atravesaba de lado a lado, como si se tratase de una esfera de
mantequilla, continuando su viaje en línea recta sin verse afectada en modo alguno,
hasta volver a salir del sistema solar.

Claro que todo eso había ocurrido unos cuarenta años antes, cuando en mi primera
juventud leí la novela de Arthur C. Clarke Cita con Rama, ganadora de muchos de los
grandes premios de ciencia ficción, como Hugo y Nébula, y que tanto me impresionó.
¿Cómo podría yo haber entonces imaginado, que muchos años después algo muy
parecido estaría a punto de suceder -según el erudito estudioso de profecías- y que se
me solicitaría mi opinión técnica sobre tal suceso?

Entre los datos del vídeo aparecía que el Astro se


estaba acercando al Sol a una velocidad aproximada
de 150 Km/s. No me fue difícil comprobar la veracidad
de la velocidad de aproximación a partir del dibujo de
la trayectoria, y las fechas de posición indicadas en el
mismo. Obtuve 151 Km/s., un valor muy aproximado
al que se daba en el vídeo. Y esta primera observación
me tranquilizó, porque me confirmaba que no se
trataba de una nave extraterrestre procedente del
espacio exterior, tal como Rama, ya que su perihelio
(posición más cercana al Sol) se encontraba solo a
unos 12 millones de kilómetros del centro del Sol,
según deduje. Es decir no iba a atravesarlo, y como su
velocidad era muy inferior a los 617,7 Km/s. -la
velocidad de escape del Sol-, su órbita sería una elipse con el Sol en uno de los focos, y
quedaría atrapado por la gravedad solar.

Ahora ya disponía de los datos muy aproximados de su perihelio, y al tratarse de un


movimiento cuya fuerza era la gravitatoria, y por lo tanto central y conservativa, solo
tendría que hacer unos pequeños cálculos, teniendo en cuenta la conservación de la
energía total (cinética y potencial) y del momento angular en cualquier punto de su
recorrido, para obtener los datos del afelio (distancia máxima al Sol), y conocer así su
posible procedencia.

Eso fue lo que hice y obtuve un valor de 541 millones de kilómetros para el afelio,
unas 3,6 U.A. (Unidades Astronómicas, o 3,6 veces la distancia de la Tierra al Sol).
Pronto comprobé que se correspondía con la tercera zona de asteroides situados entre
los planetas Marte y Júpiter, dentro de la que se encuentran los llamados asteroides
carbonatados, por estar compuestos principalmente de minerales de carbono.

Pero en la trayectoria del Astro ilustrada con fechas había algo que parecía no
cuadrar, y llamó en seguida mi atención. Se asemejaba mucho más a la de una

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hipérbole que a la de una elipse. Calculé el valor del eje menor de la elipse y obtuve
unos 182 millones de kilómetros, poco más de una U.A. Efectivamente la órbita no se
correspondía con la real de un asteroide con un perihelio de 12 millones de kilómetros,
y una velocidad máxima de 150 Km/s. ¿Por qué se había dibujado como si se tratase de
una hipérbole -en cuyo caso su velocidad sería superior a los 617,7 Km/s-, y el Astro no
estaría atrapado por la gravedad solar? ¿Acaso para justificar su no visibilidad? Lo
ignoro, pero la imagen del recorrido del Astro, no parecía coincidir con los datos de
posición y velocidad suministrados por los astrónomos aficionados. ¿Y cómo era
posible que ningún observatorio oficial de la Tierra no lo hubiese detectado, si su
tamaño era tan descomunal, y en su aproximación al Sol no siempre había estado
velado por la luz solar? Todo esto me resultaba ciertamente inexplicable.

Concluido el estudio del movimiento del Astro, pasé a considerar las citas indicadas
del Apocalipsis. Dos de ellas tenían marcada impronta astronómica. Una hablaba de
cierta lluvia de cristales de hielo que caería sobre la Tierra, lo cual no suponía nada de
extraordinario, al ser cosa que de hecho acaece cada vez que la Tierra se cruza en su
camino con los restos del paso de un cometa. La otra predecía que la Tierra sería
abrasada por las llamas del propio Sol, algo que hoy sabemos ocurrirá dentro de unos
5.000 millones de años, cuando nuestra estrella consuma todo el hidrógeno que
alimenta sus reacciones nucleares de fusión, y se convierta en una gigante roja.
Tampoco esta segunda referencia poseía un significado especial, que la ciencia no nos
hubiese ya desvelado.

Considerando que disponía ya de los datos y conclusiones suficientes del estudio,


redacté sin más dilación un resumen, que envié con urgencia a mi amigo para tratar de
tranquilizarlo. En él indicaba la
faltaba de fiabilidad del dibujo
de la trayectoria en el vídeo, la
endeblez de los argumentos
para la asignación de fechas, y
que se trataba de un pequeño
asteroide que no pasaría cerca
de la Tierra. Junto con el
resumen añadí un informe
sobre los planes de la NASA y
la ESA, para la detección
precoz y el desvío de posibles asteroides que se aproximen a nuestro planeta, y que
por su tamaño pudieran resultar peligrosos. Mi conclusión final era, que nada
catastrófico procedente del cielo iba a ocurrir en los próximos días.

Tan solo le recomendé que el día 14 de noviembre no dejase de contemplar el cielo


nocturno, para disfrutar de la espléndida Super-Luna roja anunciada por los
astrónomos en la prensa, y que no podría volver a verse hasta dentro de dieciocho

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años, algo harto improbable para nosotros, dada nuestra edad. Eso sí que podría
interpretarlo como una señal del cercano final de nuestro tiempo.

JMn. / Villalba a 04-12-2016

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