Jakob von Uexküll
ANDANZAS POR LOS MUNDOS CIRCUNDANTES
DE LOS ANIMALES \ LOS HOMBRES
Ilustraciones de Georg Krizat
Traducción de M a r c o s ''
Prólogo de Juan Manuel P 3 *■'.
Editorial Cactus
Perenne
4IF
1
Cada sujeto teje relaciones, como hilos
de una araña, sobre determinadas propiedades
de las cosas, entrelazándolas hasta configurar
una sólida red que seráportadora
de su existencia.
Jakob von Uexküll
Jakob von
ANDANZAS POP LOS MUNDOS CIRCU
DE LOS ANIMALES ¥ LOS
Uexkiiil, Jakob Johann von
Andanzas por ios mundos circundantes de los animales y ios hombres / Jakob Johann von
Uexküli; prólogo de Juan Manuel Heredia - la ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Cactus, 201 ó.
160 p; 14 x 20 cm. (Perenne)
Traducción de: Marcos Guntin.
ISBN 978-987-3831-10-2
1. Biología. 2. Filosofía. 3. Divulgación. I. Heredia, Juan Manuel, prolog. II. Guntin, Marcos,
trad. III. Título.
CDD 190
Título original: Streifzüge durch die Umwelten von Tieren und Menscben (1934)
Autor: Jakob von Uexküli
© 2016 Editorial Cactus
Traducción: Marcos Guntin
Tbiseno de interior y tapa: Manuel Adduci
Impresión: Porter srl
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN: 978-987-3831-10-2
Impreso en Argentina / Printed in Argentina
editorialcactus@yahoo.com.ar
www.editorialcactus.com.ar
índice
Prólogo
Uexküil: la vida de ios mundos...............................................................7
ANDANZAS POR LOS MUNDOS CIRCUNDANTES
DE LOS ANÍMALES ¥ LOS HOMBRES
Prólogo................................................................................................. 33
Introducción......................................................................................... 37
1, Los espacios del mundo circundante......................................... 51
2, El piano de máxima lejanía...............................................................§7
3, El tiempo perceptual........................................................................ 73
4, Los mundos circundantes simples..................................................77
5, Forma y movimiento como signos perceptuales.......................... 85
6, Fin y pian...........................................................................................93
7, imagen perceptual e imagen efectúa!............................................101
8, La senda conocida..........................................................................109
9, Hogar y territorio............................................................................ 115
10, £1 compañero................................................................................. 121
11, Imagen de búsqueda y tono de búsqueda.................................... 131
12, Los mundos circundantes mágicos..............................................137
13, El mismo sujeto como objeto
en diversos mundos circundantes............................................... 147
14, Conclusión.................................................................................... 155
Glosario 159
Prólogo
Uexküli; la vida de loo mundos1
Juan Manuel Heredia
a Bárbara y Marlu
Se está en presencia de un libro cuyo carácter alucinato - s
posible obviar. ¿Quién no quiso, en tardes de ensueñe, aciraur
el modo de intuición de una mosca, e interrogarse por su tozu
da insistencia? ¿Quién no osó, observando la lucha de un gato1
1 Debido a que ya hemos tenido el gusto de escribir el prólogo a la bella edición
de Editorial Cactus de Cartas biológicas a una dama (2014), y que en el mismo
nos hemos explayado respecto del itinerario bio-bibliográfico del autor, así como
de toda otra serie de cuestiones conceptuales, en esta ocasión asumiremos otra
estrategia de presentación e intentaremos no repetir lo ya dicho. Esto último,
además, puede ser consultado sin costo debido a que la editorial ha decidido
dejar flotar el texto en la web, haciéndolo accesible a todos. Por nuestra parte,
nos permitimos sugerir su lectura a efectos de complementar lo que será dicho a
continuación y que prolonga nuestro estudio sobre la obra de jakob von Uexküil.
Cf. Eleredia, JM. “Jakob von Uexküil, portavoz de mundos desconocidos” en
Uexküil, Jakob J., Cartas biológicas aúna dama, Buenos Aires, Ed. Cactus, 2014, pp.
7-33. URL: http://es.scribd.com/doc/2l4688839/Cartas-biolo-gicas-Pro-logo-pdf
7
Prólogo
frente a fugitivas sombras, preguntarse respecto de su espectro
sensible y su compenetración total con los movimientos más
diversos? ¿Quién, escuchando música, no ha sentido curiosidad
por el umbral auditivo de los grillos, de las polillas o de los mur
ciélagos? ¿Sabrán las abejas volver a su panal tras merodearnos
molestamente y manifestar vivo interés en la forma circular de
la taza de café? ¿Por qué las bandadas de pájaros parecen tener
bien claro a dónde van, incluso surcando continentes enteros?
¿Cómo percibe un perro? ¿Y por qué algunos de ellos pueden,
en medio de la ciudad inmensa, guiar a sus dueños ciegos en el
retomo a casa? ¿Cuántos mundos caben en un bosque? ¿Y en
un árbol? ¿A qué facultad de ingeniería fueron los topos para ser
capaces de construir complejas redes de túneles, dentro de las
cuales, además, parecen tener un dominio olfativo omnisciente?
¿Y las arañas?
Posiblemente nadie, o casi nadie, se haya formulado estas
preguntas. En cualquier caso, lo que en este libro se ofrecen no
son respuestas puntuales a preguntas nunca hechas, no se trata
de un documental de canal de cable, ni el lector encontrará aquí
el coeficiente intelectual de los ratones para escapar de un labe
rinto, o los rudimentos de una psicología animal que le permita
confraternizar mejor con sus mascotas. Tampoco habrá monos
preanunciando a los humanos ni humanos deviniendo monos.
Nada de taxonomía ni de ancestros ni de linajes. Nada de teoría
de la evolución ni de hipótesis creacionistas. Nada de biología
molecular. Hay sujetos vivientes, hay mundos, hay imágenes y
hay una teoría general. Y hay un personaje, un portavoz, casi
un San Francisco de Asís invertido, que se sienta a escuchar
lo que tienen para decir los animales y nos cuenta de mundos
desconocidos, de miles de millones de mundos sobre la tierra.
8
Uexküll: la vida de los mundos
1, La situación, las premisas, ei problema
Para captar el sentido de la producción teórica uexküiliana se
impone un análisis de carácter genético que permita alumbrar
las particulares condiciones histórico-epistemoiógicas sobre las
cuales esta se desarrolla, pues no hay modo de comprender el
sentido de una serie de conceptos sí no se tiene al menos una
idea general de las problemáticas en las cuales se emplaza y a las
cuales busca dar respuesta.
A fines del siglo XIX, la percepción historicista, evolucionista
y genealógica del mundo viviente, hasta entonces dominante,
comenzará a verse carcomida en sus fundamentos y dará lugar
a una profunda recomposición epistemológica. Julian Huxley
denominó the eclipse o f Darwinism al período que va desde
1880 a 1920, aproximadamente, refiriéndose con eü<
padecida por los esquemas evolucionistas decimon>
situación puede resumirse muy sucintamente en tre;
miemos. En primer lugar, el ocaso de las perspectivas d
historicistas para abordar a la naturaleza y la creciente
a analizar totalidades formales de carácter sincrónico. Y aquí
la referencia ineludible es August Weismann quien, en 1889,
presenta su teoría del “plasma germinal” y demuele la noción
de “herencia de los caracteres adquiridos”. Su distinción entre
células germinales y células somáticas permitió sustraer el linaje
celular de cada especie de los avalares espacio-temporales que
pudiesen padecer sus representantes, haciendo imposible pensar
ei transformismo a partir de lo que hagan o experimenten los
vivientes individuales.2 Cada especie posee una constante de
2 Como señala Francois Jacob al respecto, “lo que se transforma y da lugar a la
aparición de formas nuevas no son los individuos como tales, sino las ‘disposiciones
9
Prólogo
células germinales y, si bien la estructura molecular varía de
una especie a otra, cada una tiene un libreto genético firme que
perdura y que, incluso, lleva a muchos a restablecer la idea de
una inmutabilidad de las especies.
El segundo desplazamiento se opera a partir de una toma de
conciencia relativa a la inadecuación de los modelos de causa
lidad físico-química para pensar los procesos de regulación y
regeneración de ios organismos, y conlleva la rehabilitación de
perspectivas vitalistas. Aquí, las referencias son los estudios on
togenéticos de Gustav Wolf y de Hans Driesch, que reactivan la
perspectiva embriológica abierta por von Baer a inicios del siglo
XIX, abriéndole nuevos horizontes.3 Se expresa así la necesidad
de reconocer la existencia de una lógica funcional inmanente a los
seres vivientes que no se deja explicar con los modelos ilustrados
hereditarias’ contenidas en estas células. ‘La selección natural’, dice Weismann,
‘opera en apariencia sobre las cualidades del organismo adulto, pero en realidad
opera sobre las disposiciones ocultas en la célula germinal’”. Jacob, R, La lógica
de lo viviente, trad. J. Senent y M. R. Soler, Barcelona, Tusquets, 1999, p. 206.
3 Como señaláramos en nuestro anterior prólogo, dos casos célebres permiten
ilustrar este relanzamiento. “Por un lado, en 1890, el biólogo alemán Gustav
W olf hace el siguiente experimento: extirpa el cristalino del ojo de un tritón
(salamandra de agua) y constata que, tras un tiempo, el órgano se regeneraba
perfectamente y, más aún, que dicha regeneración se valía de tejidos diferentes a
los empleados en su desarrollo embriológico. Con ello, W olf concluía que existía
una ‘adecuación primaria a fin’ en el organismo que era irreductible al modelo
evolucionista y que debía existir desde el mismo origen. En la misma línea, Hans
Driesch realiza el siguiente experimento: corta en dos el embrión de un erizo de
mar y constata que, lejos de producirse una división de la estructura orgánica,
una malformación o estropearse el proceso embriológico, nacen de cada parte
dos erizos de mar perfectos aunque de la mitad de su tamaño. De allí, Driesch
concluía la existencia de una fuerza vital, la ‘entelequia’ o ‘psicoide’, de carácter
inmaterial, intensivo y cualitativo que no solo sería irreductible a los factores
físico-químicos sino que los dirigiría siendo un agente no mecánico que lleva un
fin en sí mismo.” Heredia, op. cit., p. 16.
10
Uexküll; la vida de los mundos
de causalidad eficiente y que reclama, más allá de las hipótesis
creacionistas y teleológicas tradicionales, nuevos esquemas teó
ricos de comprensión,4
En tercer lugar, con la profundizados! de los estudios sobre
la herencia, se produce otra ruptura con las premisas continuis-
tas, gradualistas y progresistas que organizaban la explicación
historicista-evolucionista decimonónica. Y este giro encuentra
en la figura de Hugo De Yríes su referencia central. Junto a Co
rreas y Tschermak, De Vries redescubre los estudios genéticos
mendelianos y analiza el mecanismo de ia herencia en una po
blación de plantas, buscando captar las variaciones genéticas en
términos estadísticos. A través de dicho experimento botánico,
De Vries (1905) llega a la conclusión de que “las especies no se
transforman gradualmente, sino que se mantienen inalremcas
generación tras generación hasta que, de pronto, surgen fcomas
nuevas que difieren claramente de las paternas y que se mi. r deter,
en lo sucesivo tan perfectas, constantes, bien definida? a o1iras
como cabe esperar de una especie”,5
Así, asentado el hecho de que hay una ruptura causal erige:-a ‘ia
entre el antecedente y el consecuente, la idea decimonónica de
cambio se desplaza.6La contingencia y el azar ya no se encuentran
4 En el apéndice a la Parte Primera de la Ética spinoziana, el lector podrá
encontrar un caso precioso de crítica a la tradicional teleología desde un horizonte
de inteligibilidad dominado por los modelos de la causalidad eficiente. Cf.
Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico, trad. Vidal Peña, Buenos
Aires, Orbis, 1983, pp. 89-97.
5 Citado en Jacob, op. cit,, p. 210.
6 Como señala Palti “Para De Vries, los fenómenos evolutivos a nivel
filogenético resultan de transformaciones súbitas o de mutaciones globales
azarosas. De este modo, las mutaciones (el cambio) se ven reducidas a ocurrencias
impredecibles, generadas internamente, sin ninguna meta o finalidad perceptible
11
Prólogo
en el desarrollo o en el despliegue de las formas en el tiempo y
en el espacio sino que ahora signan su mismo origen; es decir, la
historicidad -antaño pensada como inm.an.ente- se exterioriza
con respecto a las formas vivientes, el cambio ya no se piensa
en función de lo que ocurre en ía superficie de ía Naturaleza
sino a nivel molecular y de modo imprevisto. Este movimiento
implicará la disolución del enfoque evolucionista genealógico
y, en algunos casos, llevará a declarar incognoscible el enigma
sobre el origen, de las especies. Y esto último se apoyará en la
percepción de dos proposiciones antitéticas y paradójicas: por
un lado, el hecho de que los organismos presentan un funcio
namiento en el espacio que sugiere la existencia de totalidades
estructurales y de formas específicas que operan conforme a
reglas sistemáticas; por otro lado, la situación según la cual
cabe pensar el transformismo y la génesis de las especies a partir
de mutaciones súbitas y discontinuas de carácter contingente,
saltos que -como señalará Cassirer- pueden ser establecidos y
puestos de manifiesto pero que resultan inexplicables en tér
minos causales, evolutivos o ideológicos.7 El desplazamiento
operado por esta problemática epistémica (el origen “irracional”
de las formas y su funcionamiento efectivo conforme a reglas
rigurosas) producirá una reconfiguración de las relaciones entre
orden y cambio, entre necesidad y contingencia, entre génesis y
totalidad, entablándose en lo sucesivo una exterioridad recíproca
entre las formas y el devenir que será característica del sistema
(aun cuando estas sirven a un proceso adaptativo de las especies a su medio, la
selección se produciría solo a posteriori, sin ningún impacto inmediato en los
procesos genéticos mismos)”. Palti, E., Aportas, Buenos Aires, Alianza, 2001, p. 59.
7 Cf. Cassirer, E., Las ciencias de la cultura, trad. W. Roces, México, FCE,
1975, p 152.
12
Uexküli: la vida de los mundos
de pensamiento de principios del siglo XX y que, por otra parte,
habilitará un renacimiento de la metafísica,
2, Ei agendamiento Uexküli
La obra de Uexküil se gesta, desarrolla y madura en. plena
crisis del evolucionismo decimonónico y, de hecho, el biólogo
estonio-alemán no solo es testigo sino también agente activo
en la descomposición de dicho modelo teórico, destacándose
particularmente por la agudeza con la que percibe lo que está
en juego, y por el tipo de respuestas conceptuales que propo
ne para afrontar lo que denomina “ios nuevos problemas’".89
Con agresividad y desparpajo, Uexküli comienza un artículo
de 1908 afirmando “Estamos en vísperas de una
científica cuyas consecuencias aún son incalculable;
borrar al darwinismo de la serie de las teorías cien
esta vocación destructiva y crítica (que encuentra
de Ernst Haeckel su objeto de saña particular, y et
entre la biología y la física” su música de fondo)10, s
8 Cf. Uexküli, J., Ideas para una concepción biológica del mundo. Trad. R. M.
Tenreiro, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1951, pp. 11-39.
9 Uexküli, J., op. cit., 1951, p. 11. El artículo Die neuen Fragen in der
experimentellen Biologic (Las nuevas cuestiones de la biología experimenta!) se
publica originariamente en 1908 en Bolonia en la Rivista di Scienza [4 (7), pp.
72-86], y se reedita como primer capítulo de Bausteine zu einer biologischen
Weltanschauung (Ideas para una concepción biológica del mundo).
10 El biólogo estonio-alemán hace una referencia explícita a esta “lucha” en
1913 (op. cit., 1951, pp. 203-204) y, más en general, en casi todos sus textos
siempre vuelve sobre el mismo motivo: la insuficiencia radical del esquema físico
(newtoniano) para dar cuenta del mundo de percepción y de acción de animales
y humanos. Además de materia y fuerzas, repite insistentemente, hay un tercer
13
Prólogo
profundo conocimiento de los desarrollos de las ciencias de la
vida de su época y de la filosofía kantiana, dando como resul
tado una obra prolífica conceptualmente y cuyos efectos sobre
la filosofía continental no es posible obviar.11
En primer lugar, Uexküil es particularmente sensible al hecho
de que con la crisis del evolucionismo la biología teórica ha
recuperado un viejo objeto: el individuo. En efecto, las grietas
que carcomen e! esquema darwinista decimonónico afectan1
factor: la forma; y, correlativamente, además de la causalidad, hay que reconocer
la existencia de reglas que operan conforme a plan. En este movimiento es posible
advertir ya una suerte de “crítica a la matematizacicSn de la naturaleza”, la cual
se expresa en la contraposición que Uexküil plantea entre la física y la biología:
“El mundo físico (...) no es otra cosa que un baile incesante e infinito de miles
de átomos en el que solo tiene validez la ley de causa y efecto que enlaza todos
los movimientos como una red rígida sin principio ni fin: una necesidad ciega.
Ningún color, ningún sonido u olor existen en ese mundo. Sin calor se mueven
sistemas amorfos de puntos, sin sentido y sin verdadero orden: un mecanismo
yermo que no significa nada ni produce nada. En el mundo biológico es todo
armonía, todo melodía, ya que, aunque los momentos no estén allí para encadenar
los movimientos unos a otros, subrayan las sensaciones de contenido de los colores
y de los sonidos en una secuencia oscilante de silencios, breves y largas. (...) Todo,
hasta lo más pequeño, muestra un orden, un sentido y un significado.” Uexküil, }.,
Cartas biológicas a una dama, trad. T. Bartoletti y L. C. Nicolás, op. cit., pp. 93-94.
11 En nuestro anterior prólogo hemos establecido ya el conjunto de referencias
que ligan a Uexküil con la filosofía que le es contemporánea (Cassirer, Heidegger,
Husserl, Ortega y Gasset, Bertalanffy, etc.), inmediatamente posterior (Merleau-
Ponty, Canguilhem, etc.) y sumamente posterior (Deleuze, Lacan, Sloterdijk,
Agamben, Latour, etc.). Cf. Heredia, J.M., op. cit., pp. 20-21. Respecto del
neokantismo y de la fenomenología alemanas de la primera parte del siglo XX,
la centralidad de la obra de Uexküil es insoslayable. Fundamentalmente, porque
a partir de sus proposiciones teóricas se abrirá una vasta problematización relativa
a la idea de mundo y de sentido que, por nuestra parte, vemos culminar en la
noción husserliana de Lebenswelt. Asimismo, respecto de Cassirer, creemos que
la teoría de las formas simbólicas, y la antropología filosófica que le es correlativa,
resulta indisociable de los conceptos uexküllianos.
14
Uexklili: la vida de los mundos
directamente a las perspectivas filogenéticas y promueven, co
rrelativamente, enfoques ontogenéticos que ponen en el centro
de sus preocupaciones el origen, desarrollo y comportamiento
de los individuos. Ha]/ un desplazamiento de las especies a los
animales, no tanto porque las especies dejen de ser objeto de in
vestigación sino, fundamentalmente, porque ya no se i tiza
en términos de evolución progresiva, variaciones ac les,
ancestros, etc. y porque la pregunta respecto de su origen -según
Uexküll- ha devenido “insoluble”.12 Como ya hemos señalado,
este movimiento conllevará una recuperación de la embriogénesis
de von Baer y el replanteamiento del problema de la teleología,
aunque esta recuperación operará sobre premisas bien diferentes
a las de Baer quien formuló su teoría de la “tendencia a un fin”
de los organismos en polémica con el preformismo fijista y el
*2 El carácter incognoscible e irresoluble del problema del origen de las r e
está regado por toda la obra. Cf. Uexküll, ]., op. cit., 1951, pp. 133 ,
2014, pp. 114-115; Theoretical Biology, Trad. D. L. MacKinnoi
Harcourt, Brace & Co., 1926, pp. 268-269. En este marco, UexkHt rk sH ia
la filogénesis y se concentra en la ontogénesis: “¿Cómo se origina el individuo?
Es la cuestión de que se apodera la ciencia natural luego de que el problema del
origen de las especies se le ha escapado como insoluble” {op. cit., 1951, p. 27).
Aquí vale aclarar que si bien Uexküll se vale de las investigaciones de De Vries
como insumo crítico contra el gradualismo darwinista, no asume positivamente
la idea de mutación (posiblemente, por el carácter paradójico e “irracional”
que implicaba para el pensamiento de la época) y por ello subraya el carácter
incognoscible y enigmático del origen de las especies. En esta línea, Uexküll
rechaza totalmente la idea de que existan “variaciones sin plan” y afirma que las
mutaciones ocasionales, necesariamente, da lugar a seres perfectos: “Cierto que se
presentan aquí y allá cambios aislados, a manera de salto, en algunos descendientes,
que son designados como mutación, pero siempre dan un resultado conforme a
plan. La gran variabilidad que hasta ahora se había observado en todos los animales
y plantas solo procede del cruzamiento de diversos genotipos. Una variación en
sentido darviniano no se da”. Op. cit., 1951, p. 131.
15
Prólogo
vitalismo especulativo de la Epoca clásica.13 En relación a dicho
problema, la novedad que pone Uexküíl es liberarlo de los enfo
ques psicológicos y metafísicos, repensándolo desde un horizonte
espacial y asumiéndolo como concepto teórico-metodoiógico de
investigación.14 De allí que se refiera a una “teleología estática”
como alternativa a la tradicional “teleología dinámica” en la
cual la dimensión temporal es preponderante, y que proponga
reemplazar el concepto de mecánica causal por el concepto de
unidad funcional.15 Asimismo, esta estrategia de espacíalizar la
teleología se desenvuelve liberando la imaginación fisiológica
de sus ataduras con la anatomía, y ampliando su campo de
ejercicio a la tematización del comportamiento relacional del
animal y al conjunto de funciones activas que lo ensamblan “per
fectamente” con el medio ambiente. Con este replanteamiento
teórico-metodoiógico, según Uexküll, la biología encuentra su
verdadero objeto.16
13 Sobre la significación de la teoría de von Baer, véase: Palti, E. “Filosofía
romántica y ciencias naturales: límites difusos y problemas terminológicos” en
Prismas. Revista de historia intelectual, N° 4, 2000.
14 Cassirer ha demostrado con gran consistencia el carácter epistemológico
que asumen los conceptos uexküllianos, contraponiéndolo al uso metafísico y
psicológico que opera Hans Dreisch en el marco del debate con la “mecánica
causal” de W. Roux. Véase: Cassirer, E., El problema del conocimiento (tomo IV),
trad. W. Roces, México, FCE, 1998, pp. 216-262.
15 Cf. Uexküll,]., op. cit., 1951, pp. 19-20.
16 El biólogo estonio-alemán lo expresa con claridad en el siguiente pasaje:
“La lógica, la psicología, la matemática, no son intuitivas; pero la biología es
intuición, según su esencia. Su problema consiste en revelar a nuestra inteligencia
la conformidad a plan del ser orgánico. Mas la conformidad a plan solo es dada en
la intuición espacial. En eso se diferencia de la tendencia a un fin, la cual añade
el tiempo como ulterior factor. Nosotros solo podemos comprender aquellas
máquinas cuyas ruedas están puestas unas al lado de otras en el espacio; máquinas
16
Uexküll: la vida de los mundos
En segundo lugar, dicho desplazamiento desde la filogénesis a
la ontogénesis se comprende en función deí rechazo uexküiliano
a toda explicación gradualista-evolucionísta y la impugnación de
toda tentativa que haga del azar, la contingencia y las variacio
nes accidentales elementos constituyentes de las formas vitales.
Hemos visto ya cómo la crisis de este tipo de expiicacion.es se
plantea a partir de un conjunto de descubrimientos y nuevas
proposiciones. Uexküll retoma todos esos elementos y, tras su
brayar el carácter incognoscible del origen de las especies, afirma
en términos programáticos que tanto las especies como los su
jetos vivientes se originan como un todo, y operan conforme a
reglas estrictas.17 Respecto de las especies, Uexküll dirá que -en
principio- son inmutables y que se encuentran ordenadas “con
forme a plan”, no son producto de una acumulación virtuosa de
variaciones accidentales ni encuentran en la adaptad ó ■• er, ir
lucha por la existencia su motor de desarrollo. Esta lú e mg -r
el biólogo estonio-alemán, ya estaría contemplad? : mm
en la estructura de cada especie (por ejemplo, en squecm m
las cuales sus representantes sufren numerosas bajas se registra
una mayor tasa de natalidad). De modo que ni las especies ni
los organismos son resultado de una mezcla estadística de azar
y necesidad, “todos los animales, de los más simples a ios más
complejos, son perfectos”.18
cuyas ruedas están parte en el porvenir y parte en el pasado son para nosotros
totalmente incomprensibles.” Uexküll, J., op. cit., 1951, p. 24.
17 Cf. Uexküll,]., op. cit., 2014, pp. 114-115.
18 Uexküll, J., Mondes animaux et monde hurnain suivi de Théorie de la
signification, trad. Ph. Muller, París, Denoel, 1965, p. 157 (traducción del francés
nuestra, la cita corresponde a Teoría de la significación, publicada por primera vez
en Alemania en 1940).
17
Prólogo
Esta perfección y armonía, no obstante, no se fundamenta
en la suposición de un creador previo a las estructuras, sino en
el análisis y la observación del modo a través del cual los sujetos
vivientes se ensamblan en el medio ambiente, y construyen su
mundo circundante, conforme potencias y reglas específicas.
Aquí, dirá Uexküll, no hay adaptación o lucha sino congruen
cia entre lo interno y lo externo19: “no hay animales que se
adapten [anpassen] más o menos en forma perfecta a su mundo
circundante. Todos se ajustan [einpassen] perfectamente”.20 En
esta línea, asimismo, el cuestionamiento no solo recaerá en el
darwinismo sino también en la teoría mecanicista de uno de sus
contemporáneos, Jacques Loeb, para quien, el comportamiento
de los organismos sería pensadle como un encadenamiento de
tropismos.21 Lo que dirá Uexküll al respecto es que para que un
19 Cf. Uexküll, ]., op. cit., 1926, pp. 310-315.
20 Uexküll, J., op, cit., 2014, p. 89.
21 Concepto que designa el crecimiento orientado de un vegetal con respecto
a un estímulo definido del medio físico-químico (sí se toman como referencia a
los girasoles jóvenes, por ejemplo, el estímulo de la luz solar suscita en ellos que el
crecimiento se direccione a la fuente lumínica, y en este caso nos encontramos con
un fototropismo -o heliotropismo- de carácter positivo, designando el tropismo
negativo un movimiento que en lugar de orientarse hacia la fuente se aleja de ella).
Hay una diversidad de tropismos que se definen en función del tipo de estímulo
(termotropismo, quimiotropismo, galvanotropismo, tigmotropismo, etc.). Loeb
hará de este concepto la base de su teoría mecanicista del comportamiento y,
en 1899, lo extenderá a los movimientos dirigidos de los animales. Contra esta
teoría, se alzará la sostenida por Herbert Spencer y Jennings según la cual el
comportamiento debería pensarse no como respuesta mecánica y refleja a los
estímulos sino como un conjunto de movimientos adaptativos de ensayo y error
que operan tras la perturbación del equilibrio fisiológico por parte de un factor
externo, y regulan la conducta restableciendo dicho equilibrio en el marco de un
proceso. Uexküll cuestionará a ambos. A Jennings, particularmente, le señalará el
error de superponer la transformación del órgano y su funcionamiento efectivo,
relativizando la centralidad del proceso y limitando el poder de aprendizaje (c£,
18
Uexkülí: la vida de los mundos
estímulo del medio físico-químico desencadene una acción refleja
en el animal, este último debe ser capaz, ante todo, de percibir
el estímulo como una indicación (es decir, como un portador
de significación),*22 No cualquier estímulo desinhibe al animal
sino solo aquel que este puede percibir, y es por ello que el com
portamiento no puede explicarse en términos físico-químicos
sino en términos biológicos, en tanto proceso de significación
mediado por un sujeto.23
Este tipo de crítica se hará extensiva a todos aquellos ex
perimentos de laboratorio en los cuales se pretende analizar
el comportamiento de diversos animales poniéndolos en un
laberinto (es decir, en un medio artificial) y cronometrando sus
desempeños para luego sacar conclusiones de tipo estadístico.
Uexküll denunciará aquí un error de principio subrayando, como
lo hiciera Heidegger en 1929-30 a propósito de su
estudios24, que los animales “no pueden entrar en reu ~ ~ ~c*
un objeto como tal”25 sino solo con determinadas siguió m _o-c
y un mismo objeto puede asumir connotaciones dive::' . ..rcán
las circunstancias en que se vincula con el sujeto vivier x;j mm*.
el estado (o “tonalidad”) de este último. En este sentido, como se
podrá leer en el capítulo 7 del presente libro, la significación que
op. cit., 1951, pp. 20-24). Y, por otro lado, le opondrá otra teoría del mismo
Jennings, según la cual la reproducción de los organismos unicelulares avalaría
la idea de la inmutabilidad de las especies (c£, op. cit., 1951, pp. 129-130; op.
cit., 2014, p. 108).
22 Cf. Uexküll, op. cit., 1926, pp. 306-307.
23 En la Introducción del presente libro, Uexküll analiza genialmente este punto
diferenciando la perspectiva fisiológica del enfoque biológico que él propone.
24 Cf. Heidegger, M., Conceptosfundamentales de la metafísica, Trad. A. Ciria,
Madrid, Alianza, 2007, pp. 248 y ss.
25 Uexküll J., op. cit., 1965, pp. 94-95 (traducción del francés nuestra).
19
Prólogo
el cangrejo ermitaño le asigna a la anémona de mar difiere según
su “estado de ánimo”, conllevando así distintos comportamientos
posibles frente al mismo objeto. Asimismo, como se verá en el
capítulo 13, un mismo sujeto puede adquirir diversos sentidos
en tanto objeto para otros sujetos (un roble asume significaciones
totalmente diferentes para el zorro, para el búho, para la avispa
y para el leñador).
Todo lo dicho, por último, nos lleva a subrayar la recuperación
operada por Uexküll de ia filosofía kantiana a propósito de la
cuestión del sujeto, esencial en la teoría del mundo circundante
(Umwelt).26 En todos los libros deí biólogo estonio-alemán hay
una referencia a Kant. Uexküll participa, de este modo, de un
vasto movimiento de recuperación del kantismo operado a prin
cipios del siglo XX, corriente habilitada por un nuevo suelo de
positividades gestado a fines del siglo XIX y que encuentra en la
fisiología de Hermann von Helmholtz un punto de inflexión.
Tras plantear en 1313 que “es urgentemente necesario volver a
Kant”27, Uexküll comienza y culmina su libro teóricamente más
denso, Theoretische Biologie (1320), refiriéndose al filósofo de
Kónigsberg. En su introducción señala: “La tarea de la biología
consiste en expandir en dos direcciones los resultados de las
investigaciones de Kant: (1) considerando la parte jugada por
nuestro cuerpo, especialmente por los órganos de los sentidos
y ei sistema nervioso central, y (2) estudiando las relaciones
de otros sujetos (animales) con los objetos”.28 Y, tras señalar la
26 Hemos analizado el concepto fundamental de Umwelt en nuestro anterior
prólogo (Heredia, J.M., op. cit., pp. 20-28), razón por la cual no será tematizado
en profundidad aquí.
2/ Uexküll,]., op. cit., 1951, p. 50.
28 Uexküll, ]., op. cit., 1926, p. xv y ss (traducción del inglés nuestra).
20
Uexküli: la vida de los mundos
genialidad de Kant relativa a plantear las condiciones a priori
de toda experiencia, afirma que el filósofo se concentró en el
análisis de las dos formas más básicas y fundamentales (el espado
y eí tiempo como formas cíe la sensibilidad) dejando abierto el
camino para el análisis de aquellas formas que varían en función
de la experiencia “y que son de gran importancia biológica”,29
Para ampliar el estudio kantiano al mundo viviente y efectuar
este análisis, Uexküli subraya que es menester proceder consi
derando al sujeto en su actividad práctica, en su trato con ios
objetos, “en el proceso en el cual recibe impresiones y hace uso de
ellas”. De este modo, y solo a través de ia observación, se podrá
reconstruir la conformidad a plan del sujeto animal destacando
sus formas específicas y sus círculos funcionales, sin recaer en
especulaciones psicológicas. Este es el punto de partida para el
estudio del mundo circundante del animal.30
29 En este movimiento, Uexküli atestigua su profundo necXr.-'-.nv s ;
repite una estrategia típica de esta escuela: recuperar el método ktnuau.' cu ,
independencia de sus resultados (necesariamente ligados a las ciencias -i- su época;
(c£, op. cit., 1926, p. xvi). Y la salida que encontrará el biólogo estomo-aiemau
para pensar la delicada cuestión relativa a las relaciones entre lo empírico y lo
trascendental, será proponer la noción de círculo funcional. Esta última permite,
a partir de la observación de las actividades de los animales, reconstruir las formas
a priori de percepción de cada especie y darles un sentido práctico en función
del comportamiento que suscitan. Nos hemos referido a esta capital noción en
nuestro anterior prólogo, solo cabe recordar aquí que dicha noción no solo se
vincula con la problemática de la correlación sujeto-objeto sino que también fue
vista como uno de los primeros antecedentes de la idea cibernética de feed-back.
30 Como señala el biólogo en su prólogo al presente libro “todo lo que el sujeto
percibe se tom a su mundo perceptual, y todo su obrar se vuelve su mundo efectual.
Mundo perceptual y mundo efectual conforman juntos una unidad cerrada; el
mundo circundante”. Y, ya en el capítulo 1, Uexküli afirma “La primera tarea en
la investigación del mundo circundante consiste en extraer los signos perceptuales
del animal de entre los signos perceptuales de su medio ambiente, y con ellos
reconstruir el mundo circundante del animal”, (trad. M. Guntin).
21
Prólogo
.Ahora bien, si cada sujeto viviente cuenta con formas especí
ficas (que prescriben qué puede percibir y qué no) y posee una
fisiología y un principio otológico determinados “perfectamente”
conforme a plan, ¿cómo pensar la actividad subjetiva propiamente
dicha y su vitalidad?. ¿Se trata de operaciones puramente reflejas
que enlazan signos con operaciones definidas? ¿Nos encontra
mos ante conductas de carácter instintivo? ¿Qué papel juegan
la experiencia y los procesos de aprendizaje? Evidentemente, la
respuesta a estas preguntas varía en función de cada especie pero
es posible aportar algunas indicaciones generales. En principio,
Uexküll señala que en la consideración de los fenómenos de la
naturaleza no alcanza con analizar materia y fuerzas (es decir, no
alcanza con la física newtoniana ni con la termodinámica) sino
que hay que considerar un tercer factor (la forma o la estructu
ra) que se realiza conforme a reglas. Para el caso del individuo
viviente, Uexküll distingue tres reglas (o “melodías”): las de for
mación, las de funcionamiento y las de dirección. Las primeras
refieren a la acción de los genes sobre las células protoplasmáticas
y, por su intermedio, a la delimitación de los recintos embrio
narios y la construcción de los órganos.31 Las segundas remiten
a la puesta en funcionamiento de la organización somática que
ocurre luego de que se franquea un “punto crítico que atraviesa
todo el cuerpo del animal al mismo momento”.32 Si el análisis se
detiene en el funcionamiento, dice Uexküll, se podría considerar
al organismo como análogo a una máquina, hacerlo objeto de
31 “Si el mecanismo del cuerpo está por fin terminado, significa que los
genes cumplieron su función. De allí en más sirven únicamente para reponer
instrumentos destruidos o dañados.” Uexküll, op. cít., 2014, p. 101.
32 Uexküll, ]., op. cit., 1926, pp. 294-295 (subrayado y traducción del inglés
nuestra).
22
Uexküll: la vida de los mundos
la fisiología y pensar su comportamiento como un conjunto de
encadenamientos de tropismos y reacciones. Pero de este modo,
añade, se estaría escamoteando el agente “supra-mecánico” sin
el cual no es pensadle ía conformidad, a plan. Uexküll llama a
este factor “impulso” y lo asocia con la noción de gen, señalando
que la acción de los genes puede ser pensada como una “invasión
de impulsos” en eí protoplasma.33 Este carácter impulsivo de los
genes, asimismo, explicaría los procesos de regeneración y auto-
reparación que distinguen a los vivientes de las máquinas y cuya
operatoria se sustrae a los modelos causal.es mecanicistas.
Los impulsos (o los “sistemas de impulsos”, o las “secuencias
de impulsos”, como también los llama Uexküll) (Impulsfolge)
son entonces ios agentes de las reglas, operan como imperativos
y tienen el “poder de convertir un plan extra-espacY m;
temporal en un fenómeno físico”.34 Y es posible abe o c d ■
la regla de dirección que, tras franquearse “el pun
se efectúa en un sistema de impulsos de segunc
partir del cual el sujeto viviente controla, gobierna
33 Uexküll subraya que este nuevo factor descubierto por Mendel (y bautizado
como gen por Johannson) ha dado lugar a resultados prácticos en los cultivos pero
que su significación teórica aún permanece inexplorada (cf. Op., cit., 1926, p.
183) y, unas páginas más adelante, agrega “su significación anida en la refutación
de toda explicación mecánica del proceso de desarrollo y, por ello, Mendel es el
descubridor de los impulsos” (cf. Op., cit., 1926, p. 198). Respecto de la noción
de impulso, no es posible obviar su resonancia con el concepto de vida que Henri
Bergson presenta en 1907, y en el cual el filósofo francés ya establecía una analogía
entre la continuidad del “plasma germinal” de Weismann y la continuación de un
mismo impulso por parte de la vida: “lo esencial es la continuidad del progreso
que se prosigue indefinidamente, progreso invisible, sobre el que cada organismo
visible cabalga durante el corto intervalo de tiempo que le es dado vivir” (Bergson,
H., La evolución creadora. Editorial Cactus, Buenos Aires, 2007, p. 45).
34 Uexküll, J., op. cit., 1926, p. 216 (traducción del inglés nuestra).
Prólogo
comportamiento, subsumiendo la regla de funcionamiento y
guardando relaciones de influencia recíproca con la regla de
formación y los impulsos de primer grado,35 A partir de esta
compleja teoría, de la cual solo hemos presentado un resumen
esquemático, Uexkiill discriminará siete tipos de acciones
distinguiéndolas en función de la relación diferencial que guarda
la regla de dirección con los órganos receptores y efectores, y/o
con las señales perceptuales y efectúales.36Aún con sus notables
diferencias, el motivo común que subyace a esta pluralidad de
acciones anida en subrayar la insuficiencia de las explicaciones
fisiológicas que analizan a los vivientes como objetos o máquinas,
negando así su vitalidad y su actividad subjetiva. Esta última,
según Uexkiill, opera conforme a reglas estrictas y autónomas
que son diferentes de la “estructura mecánica” del cuerpo en el
cual “encarnan”, que nada tienen de arbitrarias o azarosas y que,
por úl timo, en nada se vinculan con fines de orden psicológico.
Hay impulsos supra-mecánicos en el corazón de los sujetos
vivientes, repetirá Uexküll; sistemas y secuencias que, no siendo
observables, solo pueden ser revelados por métodos experi
mentales y postulados como ideas de la razón.37 Esta apelación
a la metafísica38, operada en nombre de la observación de las
35 Cf. Uexküll, }., op. cit., 1926, p. 296.
36 Uexküll propone una tipología de acciones entre las cuales se cuentan la
acción refleja, la acción de formación, la acción instintiva, la acción plástica, la
acción basada en la experiencia, la acción controlada y la acción del receptor.
Véase: Uexküll, ]., op. cit., 1926, pp. 271-280.
37 Cf. Uexküll, op. cit., 1926, pp. 293, 360-362.
38 Apelación que, por otra parte, será recurrente en la época, apareciendo
como la contracara de los modelos formales y holistas que dom inan a nivel
epistemológico (desde la física de campos hasta la gestalttheorie, pasando por
la lingüística, la teoría del derecho, la sociología, etc., y por la misma teoría de
24
Uexküil: la vida de los mundos
relaciones en el mundo viviente y apoyada en la reflexión sobre
determinados contenidos científicos, se hará explícita como
nunca antes en Theoretische Biologie (1920), revelando en su
pureza -quizás- la oscilación uexkülliana entre la idea holista de
mundo circundante y ía idea vitaíista de sujeto animal o, para
decirlo en otros términos, entre el plano epistemológico y el
plano metafísico. ¡Curioso estructuralismo vitaíista! Comienza
con ia reconstrucción de la percepción animal y de la adecuación
perfecta entre los sujetos vivientes y sus mundos circundantes,
y culmina con la introducción de un impulso metafísico que,
siendo irreductible a cualquier estructura, se apodera de la génesis
y de! comportamiento efectuando la conformidad a plan de la
naturaleza. “¿Por qué Kant no escribió una Crítica de lafuerza de
voluntad?' se lamenta Uexküil en las últimas páginas del libro,
“no sabemos nada sobre la fuerza de voluntad... solo tenernos la
vaga sensación de que sus impulsos están en juego, pmo te ¡o-,
conocemos”.39 En este sentido, señalará que la biología s.de mi va,
a partir de “la base firme de las cualidades sensibles”, r.o ; ornad :=“
conocer la percepción de los animales, sus significado''; r , sos
mundos circundantes y, de este modo, nos acerca a! edgrna cr
ia vitalidad. Pero, aunque deba postular su existencia, no nos
los m undos circundantes uexkülliana, cuyo carácter sincrónico es indudable).
En efecto, creemos que la apelación recurrente en el pensam iento de inicios
del siglo XX a conceptos tales como vida, impulso, carisma, decisión, etc.
puede ser leída como la otra cara de las apelaciones a la forma, la estructura,
la totalidad, etc. (que surgen tras el derrum be de los esquemas historicistas-
evolucionistas). Es decir, forma y vida, estructura y sujeto, son las dos caras de
una m isma problem ática epocal y arraigan en un suelo arqueológico com ún.
Sobre esta cuestión, véase: Palti, E., “The ‘Return o f the Subject’ as a Historico-
Intellectual Problem”, en History a n d Theory, Vol. 43, N ° 1, 2004, p. 57-82.
39 Uexküil, J., op. cit., 1926, p. 360 (traducción del inglés nuestra).
25
Prólogo
puede dar una respuesta concluyente respecto de la naturaleza de
los impulsos. “No es de extrañar entonces si ios impulsos que se
acumulan en nuestros cuerpos escapan a nuestro conocimiento...
todo el sistema de impulsos, el cual es a la vez el arquitecto y el
director de nuestro cuerpo, se oculta a nuestros ojos”.40
3. Andanzas por los mundos circundantes de ios animales
y ios hombres
El presente libro, Streifzüge durch die Umwelten von Tieren und
Menschen, constituye una introducción general a la teoría de
los mundos circundantes y se publica por primera vez en Berlín
en 1934. Para ese entonces Uexküll ya era una figura célebre.
Había estado a cargo por casi diez años del Im titutfür Umwelt-
forschung (Instituto de investigación del Medio ambiente) de
la Universidad de Hamburgo y, fundamentalmente, ya había
publicado sus principales obras de biología teórica, que como
ya se ha dicho no pasaron desapercibidas. Entre sus libros más
resonantes se destaca, primeramente, Umivelt, undInnemvelt der
Tiere (Mundo circundante y mundo interno de los animales),
publicado en 1903 y en. el cual introduce el concepto clave de
Umwelt (mundo circundante), concepto que no abandonará
hasta sus últimos escritos y que constituye la base fundamental
de todo su sistema teórico. En 1913 se publica Bausteine zu
einer biologischen Weltanschauung (Ideas para una concepción
biológica del mundo), volumen que recopila ensayos y trabajos
escritos entre 1907 y 1313, y que se traduce y edita en castellano
40 Uexküll, J., op. cit., 1926, p. 361 (traducción del inglés nuestra).
26
UexkUII: la vida de los mundos
en 1322.4i Theoretische Biologie (Biología teórica), publicado en
1920 en Berlín (y traducido y editado en New York en el mismo
año), es reconocido como su principal obra teórica y, en ella,
profundiza su teoría de ios mundos circundantes introduciendo
nociones capitales como las de PlanmajUigkeit (conformidad a
plan) y Funktionskreis (círculo funcional), y —como hemos visto-
nociones más especulativas como la de Impulsfolge (secuencia de
impulsos). Buena parte del sistema teórico producido en dicho
libro se manifiesta en Biologische Briefe an eine Dame (Cartas
biológicas a una dama), obra de divulgación contemporánea de
Theoretische Biologie. En 1930 publica Die Lebenslehre (Teoría de
la vida) y en 1934 la primera edición en alemán deí libro que us
ted tiene entre manos. Andanzas por los mundos circundantes de los
animalesy los hombres ha sido, sin dudas, su libro más traducido.4142
Fue objeto de publicación en Estados Unidos (195)
(1965), Polonia (1998), Estonia (1999) y Portugal, 1
países, y hoy tenemos la suerte de poder acceder a su
en nuestro idioma gracias a la iniciativa de la Editork
ia notable traducción de Marcos Guntin. El libro se
de ilustraciones a cargo de Georg Krizat, de alguna;
dibujadas por Franz Huth y de dos ilustraciones a cargo de Thure
von Uexküil, hijo de Jakob Johann.
41 En el prólogo a dicha edición, Ortega y Gasset plantea “Debo aclarar que
sobre m í han ejercido desde 1913 gran influencia estas meditaciones biológicas.
Esta influencia 110 ha sido meramente científica, sino cordial. No conozco
sugestiones más eficaces que las de este pensador, para poner orden, serenidad
y optimismo sobre el desarreglo del alma contemporánea” (Uexküil, op. cit.,
1951, p. 8).
42 Para un listado de todos los libros y artículos publicados por Uexküil, así
como de las traducciones de su obra, véase; Kull, K., “Jakob von Uexküil: An
introduction” en Semiótica 134 (1/4), 2001, pp. 15-39.
27
Prólogo
Ya desde el prólogo Uexküll sienta los lincamientos de su
biología subjetiva y, en la introducción, presenta claramente sus
principales nociones, escenifica un debate entre la fisiología y la
biología a propósito de la interpretación del fenómeno animal, y
catapulta a la fama a un héroe insólito: la garrapata. En el primer
capítulo aborda la dimensión espacial de los mundos circundan
tes e introduce una serie de niveles y nociones para dar cuenta
de la pluridimensionalidad del espacio motriz (espacio efectúa!,
espacio táctil, espacio visual; señal direccionai, señal local, etc.),
y en el segundo establece las fronteras del espacio visual y afirma
sin rodeos que todos, y cada uno, vivimos dentro de una esfera
hueca: “No existe algo como un espacio independiente de los
sujetos”. En el tercer capítulo Uexküll retoma la notable teoría
de las “longitudes de momentos” de von Baer, y se pregunta
respecto de la velocidad con la cual corre el tiempo en el mundo
de los peces luchadores, de los caracoles y de los seres humanos.
En el cuarto, opera una firme reivindicación de los mundos cir
cundantes que pueblan la naturaleza frente a esas “restringidas
expresiones”, como diría el Cuchi Leguizamón, según las cuales
los animales estarían sometidos a la pobreza por la simplicidad
de sus mundos. Los mundos circundantes de los animales son
idóneos, dirá Uexküll, su supuesta pobreza, en realidad, “ga
rantiza certeza en el obrar, y la certeza es más importante que la
riqueza”. En el quinto capítulo aborda el misterio de los seres
que “se hacen los muertos” para no ser atrapados, y analiza la
percepción de movimientos y la percepción de formas en el
mundo animal, mientras que en el sexto se plantea en términos
sencillos, y con ejemplos notables, la diferencia conceptual que
separa la tendencia a un fin de la conformidad a plan.
Uexküll comienza el séptimo capítulo fustigando a la noción
de instinto y, tras adentrarse en el análisis de los estados de
28
Uexküll: la vida de los mundos
ánimo de los cangrejos ermitaños, presenta los conceptos de
imagen perceptual e imagen efectual. En el octavo cuestiona los
experimentos anglosajones consistentes en introducir animales
en medios artificiales como los laberintos, e introduce la noción
de senda conocida (o senda familiar), explicándola en función
de una suerte de sedimentación de los pasos direccior „ ' le
permite incorporar recorridos sin necesidad de prestar a m "1 1 ,
ulteriormente, a la marcha misma. Aquí se abordan los casos dei
perro lazarillo que guía a su dueño ciego, de las grajiílas y del pez
luchador, concluyendo que “en términos generales, puede decirse
que la senda conocida funciona como un corredor líquido ligero
dentro de una masa viscosa”. En el noveno capítulo se plantea
el siguiente problema: “¿qué animales poseen territorio y cuáles
no?” y, tras una serie de distinciones conceptuales se llega a ía
idea de una suerte de geopolítica animal: “Cualquier extensión
de tierra, si se le incorporan los territorios, puede asemejarse a un
mapa político de cada especie animal, donde toda transgresión,
de fronteras no se concibe sin un ataque y una defensa”. Sr tí
décimo capítulo aparece el problema del compañero y ' íi,
el de los animales que traicionan a su especie, se enair s r le
humanos, cambian de amistades, etc., mientras que en el oncea-
vo se tematizan las nociones de imagen de búsqueda y tono de
búsqueda, aplicándolas a la percepción humana pero también a
las de los perros y los sapos. Uexküll abre el capítulo doce con
una recapitulación y un balance:
Es indudable que hay por doquier un contraste
fundamental entre el medio ambiente que vemos
extenderse en torno a los animales y los mundos
circundantes que los animales mismos se construyen
y llenan con objetos de su propia percepción. Hasta
ahora habíamos visto que los mundos circundantes
29
Prólogo
eran el producto de señales perceptuales despertadas por
estímulos externos. También vimos ya una excepción a
esta regla: tanto la imagen de búsqueda como el rastreo de
la senda conocida y la delimitación del territorio resultan
imposibles de reducir a estímulos externos, sino que son
productos subjetivos libres. Tales productos subjetivos
se desarrollaban a la zaga de experiencias personales
repetidas del sujeto.
Y, tras señalar esto, se zambulle en la cuestión de ios “mundos
circundantes mágicos”, mundos que se encuentran íntimamente
ligados a vivencias singulares y en los cuales “los sucesos fan
tásticos se confunden con las cosas dadas empíricamente”. El
capítulo trece se extiende sobre la consideración de las múltiples
significaciones que asume un mismo roble pqra una multitud
de animales, ejemplificando de este modo la compleja inter
conexión que abriga la naturaleza y las diversas posiciones de
objeto que asumen los sujetos vivientes. Por último, la conclusión
y un final alucinatorio.
30
Prólogo
Jakob von Uexküíl
El presente librito no se adjudica la pretensión de s e n ' ,, o
hilo conductor hacia una nueva ciencia. Contiene, n „ n,
lo que podría llamarse la descripción de un paseo por »s
desconocidos. Estos mundos no son solamente deseo s,
sino también invisibles; más aún: muchos zoólogos y fisiólogos
le niegan todo fundamento a su existencia.
Tal afirmación, que parecerá extravagante a todo conocedor de
estos mundos, puede entenderse al considerar que e! acceso a estos
mundos no se ofrece a cualquiera, sino que ciertas convicciones
se prestan a que la puerta que les hace de entrada quede tapiada
de tai forma que no pueda filtrarse ni siquiera un solo rayo de luz
de entre todo el esplendor que se extiende sobre esos mundos.
Quien pretenda aferrarse a la convicción de que todos ios
seres vivos son solo máquinas debe abandonar toda esperanza
de atisbar alguna vez sus mundos circundantes.
33
Andanzas por los mundos circundantes
Quien, por otro lado, no haya prestado juramento a la teoría
mecanicista de los seres vivos, puede considerar lo siguiente.
Todos nuestros objetos de uso cotidiano y nuestras máquinas no
son más que instrumentos del ser humano. Es sabido que hay
instrumentos del hacer -las llamadas herramientas de trabajo,
entre las cuales se cuentan todas las grandes máquinas que sirven
en nuestras fábricas al procesamiento de productos naturales, así
como los ferrocarriles, automóviles y aeronaves-. Pero también
hay instrumentos del percibir, que podrían llamarse herramientas
perceptuales, tales como el telescopio, los anteojos, micrófonos,
radios, etc.
Se desprende entonces que un animal no sería otra cosa que
una selección apropiada de herramientas de trabajo y herramien
tas perceptuales combinadas en un todo mediante un sistema
de comando, el cual, pese a seguir siendo una máquina, sería
todavía adecuado para ejercer la función vital de un animal.
Este es efectivamente el punto de vista de todos los teóricos
mecanicistas, más allá de que en sus comparaciones piensen más
en mecanismos rígidos o en dinamismos plásticos. Los animales
quedan así rubricados como objetos. Al hacerlo, se olvida que
desde el principio había sido escamoteada la cuestión principal,
a saber: el sujeto que se vale de aquellos instrumentos, por cuyo
intermedio percibe y obra.
Mediante la construcción imposible de un conjunto herra
mienta de trabajo-herramienta perceptual no solo se encastran
los órganos sensoriales y motrices de los animales como partes
mecánicas (sin tener en cuenta su percibir y obrar), sino que se
ha llegado a mecanizar a los seres humanos. Según los behavio-
ristas, nuestra sensación y nuestra voluntad son solo ilusiones,
que en el mejor de los casos deben considerarse incómodos
ruidos adventicios.
34
Prólogo
En cambio, quien aún sostenga que nuestros órganos sensoria
les sirven a nuestro percibir y nuestros órganos de movimiento a
nuestro obrar no verá en los animales un mero ensamble mecáni
co, sino que descubrirá también al maquinista, que se encuentra
istalado en los órganos tal como nosotros mismos lo estamos
en nuestro cuerpo. En tal caso, empero, ya no abordará a los
nimales como meros objetos, sino como sujetos cuya actividad
esencial consiste en percibir y obrar.
Así queda abierta la puerta que conduce a los mundos cir
cundantes, puesto que todo lo que un sujeto percibe se torna su
mundo perceptual, y todo su obrar se vuelve su mundo efectual.
'dundo perceptual y mundo efectual conforman juntos una
nidad cerrada: el mundo circundante.
Los mundos circundantes, que son tan múltiples con.- a;
mismos animales, ofrecen a cada aficionado de la n;
nuevas tierras de una riqueza y hermosura tales que i
la pena recorrerlos, aun cuando no se ofrezcan a núes • tro.,
físicos, sino tan solo a los espirituales.
No hay mejor modo de comenzar tal paseo que durante un
día soleado en un prado en flor, atravesado por el zumbido de los
escarabajos y el aleteo de las mariposas. Ahora, imaginaremos en
torno a cada uno de los animales que habitan el prado una bur
buja de jabón que representa su mundo circundante y contiene
todos los signos accesibles al sujeto. No bien nosotros mismos
ingresemos a una burbuja semejante, el entorno desplegado ante
el sujeto se transmutará por completo. Muchas características
del colorido prado desaparecen por completo, otros pierden su
relación mutua, y se tejen nuevas conexiones. Un nuevo mundo
surge en cada burbuja.
El lector del presente relato de viajes es invitado a realizar
una travesía por estos mundos. En la confección del libro, los
35
Andanzas por los mundos circundantes
autores se han distribuido las tareas de redactar el texto (Uexküil)
y proporcionar material gráfico (Kríszat).
Tenemos la esperanza de que, con este relato de viajes, estemos
dando un paso decisivo hacia adelante y convencer a muchos
lectores de que realmente hay mundos circundantes, y de que
aquí se abre un nuevo e infinito campo para la investigación.
Asimismo, este libro pretende dar testimonio del espíritu de
colaboración científica que reina en el Instituto de Estudios
Ambientales de Hamburgo.1
Expresamos nuestro especial agradecimiento al Dr. K. Lorenz,
quien contribuyó en gran forma a nuestro trabajo al enviar
imágenes que explican sus ricos experimentos con cornejas y
estúrnidos. El Prof. Eggers ha tenido la amabilidad de enviarnos
un exhaustivo informe sobre sus experimentos con mariposas
nocturnas. El reconocido acuarelista Franz Huth dibujó para
nosotros la ilustración de las habitaciones, y el roble. Las ilus
traciones 42 y 55 fueron realizadas por Th. v. Uexküil. A todos
ellos expresamos nuestro profundo agradecimiento.
Hamburgo, Diciembre de 1933
1 Cf. Friedrich Brock, “Verzeichnis der Schriften Jakob Johann V. Uexkülls
und der aus dem Institut fur Umweltforschung zu Hamburg hervorgegangenen
Arbeiten”, Sudhoffs Archiv f. Gesch. d. Medizin u. d. Naturwiss. Bd. 27, H. 3-4,
1934. J. A. Barth, Leipzig. [N. del Ed.]
36
Introducción
Cualquier residente de zonas rurales que suela pasear :i
bosque acompañado de su perro ha de estar familiariz 3
un diminuto animal, que, colgando de las hojas de ios a
acecha a su presa, sea esta humana o animal, para pre e
sobre su víctima y atiborrarse con su sangre. Al hacerlo, e
que normalmente mide entre uno y dos milímetros, a
hasta alcanzar ei tamaño de una arveja (fig. 1).
Fig. 1. Garrapata.
37
Andanzas por los mundos circundantes
La garrapata o acaro, sin ser peligrosa, es un huésped desa
gradable de los mamíferos y humanos. Investigaciones recientes
han esclarecido su ciclo de vida al punto de poder hacernos una
imagen que prácticamente no tiene lagunas.
Del huevo sale una criaturíta aún no formada dei todo, a la
que todavía faltan un par de piernas y los órganos reproductivos.
En. este estado ya es capaz de atacar animales de sangre fría, como
los lagartos, a quienes acecha sentándose sobre la punta de una
brizna de hierba. Tras varias mudas de piel, adquiere los órganos
fallantes y se dedica ya a la caza de animales de sangre caliente.
Una vez que la hembra se hubo apareado, utiliza sus ocho
piernas ya completas para treparse a la rama de un arbusto cual
quiera con el fin de alcanzar suficiente altura como para dejarse
caer sobre mamíferos pequeños que caminen por debajo, o bien
dejarse arrastrar por animales de mayor porte.
Careciendo de ojos, el animal encuentra su camino hacia su
torre de guardia mediante una fotosensibilidad general de su
piel. Para detectar la proximidad de su presa, nuestro salteador
de caminos, ciego y sordo, se encomienda a su sentido del olfato.
El aroma del ácido butírico emanado por las glándulas cutáneas
de todos los mamíferos da a la garrapata la señal de abandonar
su puesto de guardia y precipitarse. De haber caído sobre algo
cálido, lo que le será confirmado por su refinado sentido térmico,
habrá alcanzado su presa, tras lo cual solo requiere encontrar un
área con la menor cantidad posible de pelo donde perforar la
epidermis introduciendo toda su cabeza. Una vez allí, bombea
lentamente un flujo de sangre caliente hacia su organismo.
Experimentos con membranas artificiales y fluidos distintos a la
sangre demostraron que las garrapatas carecen de todo sentido del
gusto, dado que, una vez perforada la membrana, succiona cual
quier fluido en la medida en que tenga la temperatura correcta.
38
Introducción
Si ia garrapata cae sobre una superficie fría luego de que la señal
del ácido butírico haya surtido efecto, entonces le ha errado a su
presa y deberá volver a trepar a su puesto de vigilancia.
La copiosa comida de la garrapata es una suerte de “última
cena”, dado que, una vez concluida, no le quedará otra cosa por
hacer más que dejarse caer al suelo, poner sus huevos, y morir.
La fácil observabilidad del ciclo vital de la garrapata nos brinda
un parámetro adecuado para establecer la solidez del enfoque
biológico frente al fisiológico, en ia forma en la que este último
ha estado vigente hasta hoy.
Para el fisiólogo, cada ser vivo es un objeto que él encuentra
. i el mundo humano. Investiga ios órganos del ser vivo y su
funcionamiento conjunto como un técnico analizaría una má-
. jiña desconocida. En cambio, el biólogo da cuenta de que cada
ser vivo es un sujeto que vive en su propio mundo, cuyo cer : n
consiste en él mismo. Por lo tanto, no puede ser comparare - x l
una máquina, sino tan solo con el maquinista que cor-J me >-
máquina.
Planteemos la pregunta en breve: ¿es la garrapata una rr :c fina
o un maquinista? ¿Es ella un mero objeto o un sujeto?
La fisiología declarará a la garrapata una máquina y dirá: en
la garrapata podemos distinguir receptores, es decir órganos
sensoriales, y efectores, es decir órganos de acción, los cuales
se encuentran vinculados por un mecanismo de control en el
sistema nervioso central. El todo es una máquina; el maquinista
brilla por su ausencia.
“Allí mismo radica el error”, responderá el biólogo, “ni una sola
parte del cuerpo de la garrapata tiene el carácter de una máquina:
hay maquinistas operando en todo el conjunto”.
El fisiólogo continuará sin inmutarse: “Incluso en la garrapata
es posible ver que todas las acciones se fundan exclusivamente
39
Andanzas por ios mundos circundantes
sobre reflejos1, y que el arco reflejo constituye el fundamento de
toda máquina animal (fig. 2). Comienza con un receptor (R), es
decir con un aparato que solo reacciona a determinadas influencias
externas, como el ácido butírico y el calor, mientras que obtura
todas las demás. Termina en un músculo que pone en movimiento
a un efector (E), sea el sistema locomotor o el aparato perforador.
R CS CM E
Fig. 2.: Arco reflejo
Las células sensoriales (CS) que desencadenan la excitación sen
sorial y las células motrices (CM) que desencadenan el impulso
motriz, funcionan como meros conductores, guiando ondas de
excitación física que, ante un estímulo externo sobre el receptor,
se producen en los nervios, para conducirlas hasta los músculos
de los efectores. Todo el arco reflejo trabaja con la transferencia de
movimiento, al igual que cualquier máquina. Ningún factor sub
jetivo, como lo serían uno o varios maquinistas, entra en escena.”
“Lo que ocurre es exactamente lo contrario”, replicará el bió
logo. “Por todas partes nos las vemos con maquinistas y no con
partes de máquinas, porque todas las células individuales del arco
reflejo trabajan, no con la transferencia de movimiento, sino con
la transferencia de estímulos. Sin embargo, un estímulo debe
ser percibido por un sujeto y no se registra jamás en un objeto.”
1 “Reflejo” quiere decir originalmente la absorción y devolución de un rayo
de luz por un espejo. Referido a seres vivos, se entiende por “reflejo” la absorción
de un estímulo externo por un receptor y la respuesta desencadenada por dicho
estímulo mediante los órganos efectores. De este modo, el estímulo se convierte
en excitación nerviosa que debe atravesar varias fases para llegar del receptor al
efector. El recorrido resultante recibe el nombre de “arco reflejo”.
40
Introducción
Todo componente de una máquina, como por ejemplo el ba
dajo de una campana, trabaja solo mecánicamente si se lo hace
oscilar de un lado a otro. A todos los demás influjos, como el
frío, el calor, lo ácido o alcalino, corrientes eléctricas, responde
rá como lo liaría cualquier trozo de metal. Sin embargo, ahora
sabemos gracias a Joh. Müller que ios músculos se comportan
de un modo enteramente distinto.2 Ellos responden a todos ios
influjos externos de la misma manera: por una contracción.
Transforman todo influjo externo en un mismo estímulo y le
responden con un mismo impulso, que provoca la contracción
de su tejido celular.
joh. Müller también mostró que todos los efectos externos
que afectan a nuestros órganos visuales, sean, ondas de éter, pre
sión, o corrientes eléctricas, inducen una sensación lucidura,
es decir que nuestras células ópticas responden con la r Mr a
“señal perceptual”.
Podemos colegir de lo anterior que cada célula viva es
quinista que percibe y obra, y posee por ío tanto señales
tual.es e impulsos o “señales de acción” que le son inhere ~te: T.
prolífico percibir y obrar del sujeto animal en su. integridad debe
atribuirse por ende a la cooperación de pequeños maquinistas
celulares, cada uno de los cuales recibe una señal perceptual y
una señal efectual.
Para hacer posible una cooperación ordenada, el organismo
se vale de las células cerebrales (que también son maquinistas
elementales) y agrupa la mitad como “células perceptuales” en
nexos pequeños en la parte del cerebro receptora de estímulos
-el “órgano de la percepción”- . Estos nexos son correlativos a
grupos de estímulos externos que se presentan al sujeto animal
2 Fundador de la fisiología moderna (1801-1858). [N. del Ed.]
41
Andanzas por los mundos circundantes
como preguntas. El organismo utiliza ia otra mitad de las cé
lulas cerebrales como “células efectúales” o células de impulsos,
agrupándolas en nexos con los cuales controla los movimientos
de los efectores. Estos últimos son portadores de las respuestas
del sujeto animal al mundo externo.
Los nexos de las células perceptuales integran los “órganos
perceptuales” deí cerebro, mientras que los nexos de las células
efectúales conforman los “órganos efectúales” del cerebro.
Si pudiéramos representarnos un órgano perceptual como la
sede de nexos cambiantes de maquinistas celulares, portadores
de señales perceptuales específicas, estos seguirían siendo indi
viduos separados en el espacio. También quedarían aisladas sus
señales perceptuales si no tuvieran la posibilidad de fundirse en
nuevas unidades por fuera del órgano perceptual espacialmente
determinado. Las señales perceptuales de un grupo de células per
ceptuales se unifican por fuera del órgano perceptual, por fuera
del cuerpo animal, en unidades que devienen las propiedades
de los objetos externos al sujeto animal. Todas nuestras sensa
ciones humanas que constituyen nuestras señales perceptuales
específicas se unifican en las propiedades de las cosas externas
que nos sirven de signos perceptuales3 para nuestro accionar. La
sensación “azul” deviene “el azul” del cielo, la sensación “verde”
3 Traducimos Merkmal por “signo perceptual”. ¿En qué se distingue de la
señal perceptual (Merkzeichen)? 1) La señal es interna al organismo (las señales
son impulsos emitidos por las células perceptuales y efectúales en respuesta a un
estímulo exterior), mientras que el signo es proyectado sobre los objetos exteriores.
2) Además, el signo perceptual se apoya sobre señales perceptuales y constituye
por tanto una unidad de grado superior. El pasaje de lo biológico a lo semántico
se hace entonces por encajamiento de unidades, por unificaciones sucesivas cada
vez más amplias. [N. del T.]
42
Introducción
deviene “el verde” del césped, etc. En el signo azul reconocemos
el cíelo, y en el signo verde reconocemos el césped.
Lo mismo ocurre en el órgano de acción. Aquí, las células
efectúales cumplen el rol de los maquinistas elementales, que
en este caso se encuentran ordenados en grupos bien articulados
según sus señales efectúales o impulsos. También aquí erTie la
posibilidad de asir las señales efectúales aisladas en .es
que afectan a sus respectivos músculos subordinados como im
pulsos motrices cerrados sobre sí mismos o como melodías de
impulsos rítmicamente articuladas. Los efectores activados por
los músculos imprimen luego su “signo de acción” a los objetos
que yacen fuera del sujeto.
El signo efectual que los efectores del sujeto asignan al objeto
es reconocible sin más -como la herida que la probóscic o“r:r-
radora de la garrapata inflige sobre la piel del mamífero :V
sido su presa-. Pero recién con el esforzado rastreo de >cs m m~-
butíricos y el calor se habrá completado el cuadro de ía garrapata
que actúa en su mundo circundante.
A manera de ilustración, podemos decir que cada sujeto animal,
aprisiona su objeto con los dos brazos de una tenaza: un brazo
perceptual y uno efectual. Con el primero, le asigna ai objeto
un signo perceptual, mientras que con el segundo le asigna un
signo efectual. De este modo, determinadas propiedades del
objeto se vuelven portadoras de signos perceptuales y otras de
signos efectúales. Dado que todas las propiedades de un objeto
se encuentran enlazadas mediante la estructura de dicho objeto,
las propiedades que caen bajo el signo efectual necesariamente
influyen sobre las propiedades portadoras del signo perceptual
a través de todo el objeto, operando sobre este signo un efecto
transformador. Esto puede expresarse sucintamente diciendo: el
signo efectual extingue el signo perceptual.
43
Andanzas por los mundos circundantes
Un elemento decisivo para el desenvolvimiento de cualquier
acción de un sujeto animal, junto con la selección de estímulos
que ios receptores dejan pasar, y junto con la disposición de los
músculos que le presta a los efectores determinado rango de po
sibilidades de actividad, es sobre todo ei número y disposición de
las células perceptuales, que, valiéndose de sus señales perceptua-
les, destacan los objetos del mundo circundante mediante signos
perceptuales, y el número y disposición de las células efectúales,
que mediante sus señales efectúales proveen de signos efectúales
al mismo objeto.
El objeto solo participa de la acción en la medida en que debe
poseer las propiedades necesarias para servir como portador de
signos perceptuales, por un lado, y como portador de signos
efectúales, por el otro; mientras que ambos signos deben encon
trarse en un nexo recíproco.
M u n d o p e rc e p tu a l
R e c e p to r
P o rta d o r d e sig n o s
p e rc e p tu a le s
N e x o rec íp ro c o
P o rta d o r d e sig n o s
e fe c tú ale s
E fe e to r
Fig. 3. Círculo funcional.
Las relaciones entre sujeto y objeto pueden ilustrarse con
mayor claridad mediante el esquema del círculo funcional (fig.
3). Se indica cómo el sujeto y el objeto se adaptan uno a otro,
conformando un todo orgánico. Si se considera que un sujeto se
encuentra ligado a diversos objetos mediante múltiples círculos
44
Introducción
funcionales, se tendrá a la vista el primer principio fundamental
de la teoría del mundo circundante: todos los sujetos animales,
desde los más simples hasta los más complejos, están adaptados
a su mundo circundante con la misma perfección. .Al animal
simple le corresponde un mundo circundante simple, y al animal
complejo un mundo circundante ricamente estructurado.
introduciremos ahora en el esquema del círculo funcional a ía
garrapata como sujeto y al mamífero como su objeto. Pronto salta
a la vista que tres círculos funcionales se despliegan sucesivamente
conforme a plan. Las glándulas cutáneas del mamífero confor
man los portadores de signos perceptuales del primer círculo,
puesto que el estímulo del ácido butírico activa determinadas
señales perceptuales en el órgano perceptual que son interpreta
dos como signos olfativos. Los procesos en e! organs 1
provocan, por inducción (sin que sepamos lo q t ,
impulsos correspondientes en el órgano efector qm ;r m i
el desprendimiento de las patas y la caída libre. La ge n ’ - - ^ i
caída libre le confiere a los pelos del mamífero alcanza;
perceptual del impacto, que a su vez activa un signe 1
táctil, por medio del cual el signo perceptual olfato, c r ~ m ’oo
butírico queda anulado. El nuevo signo perceptual induce un
desplazamiento hasta que es relevado por el signo perceptual del
calor en la primera extensión de piel libre de pelos, a partir de
lo cual comienza la perforación.
Sin duda nos encontramos aquí ante tres reflejos que se can
celan uno al otro, que son desencadenados siempre mediante
reacciones físicas o químicas objetivamente corroborables. Sin
embargo, quien se dé por conforme con esta aseveración y pre
suma haber resuelto así el problema tan solo habrá probado que
no ha visto el verdadero problema. No es por el estímulo químico
del ácido butírico que debe preguntarse, tampoco por el estímulo
Andanzas por los mundos circundantes
mecánico (producido por los pelos), ni por el estímulo térmico
de la piel; sino por el hecho de que, entre cientos de efectos que
se siguen de las propiedades del cuerpo del mamífero, tan solo
tres se conviertan en portadores de signos perceptuaies para la
garrapata; y por qué justamente estos tres y no otros.
No nos encontramos frente a un intercambio de fuerzas entre
dos objetos, sino que se trata de las relaciones entre un sujeto
viviente y su objeto; y estas se juegan en un nivel enteramente
distinto, a saber: entre las señales perceptuaies del sujeto y el
estímulo del objeto.
La garrapata cuelga inmóvil de la punta de una rama en un
claro del bosque. Su posición le brinda la posibilidad de caer
sobre un mamífero transeúnte. De todo su entorno no llega a
permearla ningún estímulo. Allí se aproxima un mamífero cuya
sangre le es precisa para alimentar a su descendencia.
Y entonces ocurre algo por demás maravilloso: de todos los
efectos que emanan del cuerpo del mamífero, solo tres se con
vierten en estímulos, y lo hacen en una sucesión determinada.
Del inmenso mundo que circunda a la garrapata, tres estímulos
brillan como balizas en la oscuridad, y marcan a la garrapata
con seguridad el camino que lleva al objetivo. Para hacer esto
posible, al margen de su cuerpo con sus receptores y efectores,
a la garrapata le son dados de manera concomitante tres señales
perceptuaies que puede utilizar como signos perceptuaies. Por
medio de estos signos perceptuaies, la garrapata ve prescrito el
curso de sus acciones de manera tan fija que solamente es capaz
de producir un arco muy específico de signos efectúales.
Toda la riqueza del mundo en torno de la garrapata se contrae
y transmuta en un cuadro menesteroso, que consiste principal
mente de apenas tres signos perceptuaies y tres signos efectúales
-su mundo circundante-. La pobreza del mundo circundante,
46
Introducción
sin embargo, garantiza certeza en el obrar, y la certeza es más
importante que la riqueza.
De! ejemplo de la garrapata, como se ve, es posible inferir los
rasgos fundamentales de ia composición de ios mundos circun
dantes aplicables a todos los animales. Pero ia garrapata posee
una capacidad por demás notable que nos ofrece una mirada
adicional sobre los mundos circundantes.
Es evidente que el acontecimiento fortuito de que un ma
mífero pase bajo la rama donde se posa la garrapata ocurre de
manera extraordinariamente inusual. Esta desventaja no se ve
suficientemente compensada por la gran cantidad de garrapatas
que merodean en el follaje como para quedar garantizada la
continuidad de la especie. La garrapata también debe poseer ía
capacidad de sobrevivir largo tiempo sin alimentarse para incre
mentar la probabilidad de que una presa se ponga en si
Y la garrapata posee esa capacidad en una medida ini
el instituto zoológico de Rostock se encontraron garras
llevaban 18 años hambreándose. La garrapata puede sop
espera de 18 años; algo de lo que nosotros, los humaiM
incapaces.4 Nuestro tiempo humano consiste en una sucesión
4 En todos los aspectos, la garrapata tiene una constitución apta para un largo
período de hambruna. Los espermatozoides que la hembra alberga durante su
período de espera permanecen abarrotados en cápsulas hasta que la sangre de
mamífero llegue al estómago de la garrapata. Entonces se liberan y fertilizan los
huevos que se encuentran en el ovario. En contraste con la perfecta adaptación de
la garrapata a su presa, a la que finalmente captura, existe una ínfima probabilidad,
pese a una larga espera, de que esto ocurra realmente. Bodenheimer tiene toda la
razón cuando habla de un mundo pésimo en el que vive la mayoría de los animales,
es decir: el más desfavorable que pueda concebirse. Solo que este mundo no es
tan solo su mundo circundante, sino su medio ambiente. Un mundo circundante
óptimo, esto es, uno tan favorable como sea posible, y un medio ambiente pésimo,
debieran considerarse la regla general. La cuestión es siempre la supervivencia
47
Andanzas por los mundos circundantes
de momentos, es decir los lapsos de tiempo más breves dentro
de los cuales el mundo no muestra alteraciones. En el lapso de
un momento, el mundo permanece inmóvil. El momento del
ser humano dura 1/13 de segundo.5
Más adelante veremos que la duración de un momento
varía para diferentes animales, pero sea cual fuere la cifra que
queramos asignarle a la garrapata, la capacidad de soportar un
mundo circundante sin alteración alguna durante 18 años ex
cede todo ámbito de lo posible. Por lo tanto, hemos de asumir
que, durante su período de espera, la garrapata se sume en un
estado similar ai sueño, que también para nosotros interrumpe
el tiempo durante horas. Solo que en el mundo circundante de
la garrapata el tiempo no descansa meramente durante horas,
sino a lo largo de muchos años, y no vuelve a funcionar hasta
que la señal del ácido butírico despierta a la garrapata para una
renovada actividad.
¿Qué hemos ganado con este conocimiento? Algo muy signi
ficativo. El tiempo, que enmarca todo acontecer, nos parece lo
único objetivamente estable frente a la colorida variación de su
contenido; pero ahora vemos que el sujeto domina el tiempo de
su mundo circundante. Mientras que hasta ahora decíamos: sin
de la especie, sin importar cuántos individuos perezcan. Si el medio ambiente
de una especie no fuera pésimo, entonces esta, gracias a su mundo circundante
óptimo, cobraría predominio sobre todas las restantes.
5 Esto puede verse ejemplificado en el cine. En la proyección de una cinta
cinematográfica, las imágenes deben rotar sucesivamente hacia delante de manera
entrecortada y luego volverse inmóviles. Para poder exhibirlas con plena definición,
es preciso tomar invisible aquella rotación irregular interponiendo una pantalla. El
ojo humano no percibe el intervalo entre fotogramas si el eclipse de la imagen ocurre
en menos de segundo. Si ese período se incrementa, acontece un titileo insufrible.
48
Introducción
tiempo no puede haber un sujeto viviente, ahora habremos de
decir: sin un sujeto viviente no puede haber tiempo.
En el siguiente capítulo, veremos que lo mismo vale para
el espacio: sin un sujeto viviente no puede haber ni espacio ni
tiempo. De este modo, la biología finalmente logra conectarse
con la doctrina de Kant, a ia cual pretende explotar en el terreno
de la ciencia natural, enfatizando, dentro de la teoría del mundo
circundante, el rol decisivo del sujeto.
49
1.
Los espacios del mura cúndante
Así como un gourmand elige las pasas de uva dentro de u ,,
la garrapata selecciona tan solo el ácido butírico de entre s
de su entorno. No nos interesa saber cuáles sensaciones g_ c.. m *s
le granjean las pasas de uva al gourmand, sino tan solo e -tZ'O
de que las pasas de uva se convierten en signos perceptuaies de
su mundo circundante, porque le son de particular relevancia
biológica. Asimismo, tampoco preguntamos cómo le huele o le
sabe el ácido butírico a la garrapata, sino que registramos sola
mente el hecho de que, en tanto que biológicamente relevante, el
ácido butírico se convierte en un signo perceptual de la garrapata.
Nos alcanza con la aseveración de que en el órgano perceptual
de la garrapata deben existir células perceptuaies que envían
sus señales perceptuaies, tai como lo suponemos en el caso del
gourmand. Solo que las señales perceptuaies de la garrapata
transforman el estímulo del ácido butírico en un signo perceptual
51
Andanzas por ios m undos circundantes
de su mundo circundante, mientras que en e! caso del mundo
circundante del gourmand, las señales peceptuales transforman
el estímulo de la pasa de uva en un signo perceptual.
El mundo circundante del animal que aquí buscamos estu
diar es tan solo un recorte del medio ambiente que se extiende
en torno del animal -y ese medio ambiente no es sino nuestro
propio mundo circundante humano-. La primera tarea en la
investigación del mundo circundante consiste en extraer ios
signos percepfuales del animal de entre los signos perceptuales
de su medio ambiente, y construir con ellos el mundo circun
dante del animal. El signo perceptual de las pasas de uva deja
a la garrapata totalmente fría de indiferencia, mientras que el
signo perceptual del ácido butírico juega un rol protagónico en
su mundo circundante. En el mundo circundante del gourmand.,
el acento de la significancia ya no cae sobre el ácido butírico sino
sobre el signo perceptual de las pasas de uva.
Cada sujeto teje relaciones, como hilos de una araña, sobre
determinadas propiedades de las cosas, entrelazándolas hasta
configurar una sólida red que será portadora de su existencia.
Cualesquiera fueren las relaciones entre el sujeto y los objetos
de su medio ambiente, estas siempre se juegan por fuera del sujeto
en donde hemos de buscar los signos perceptuales. Por ende, los
signos perceptuales siempre están de algún modo espacialmente
coligados, y, puesto que siempre discurren en una determinada
secuencia, también están siempre temporalmente coligados.
Nos dejamos llevar fácilmente por la ilusión de que las rela
ciones que mantiene el sujeto extraño a nosotros con sus objetos
en su mundo circundante se juegan en el mismo espacio y en el
mismo tiempo que las relaciones que nos unen a nosotros con las
cosas de nuestro mundo humano. Esta ilusión es alimentada pol
la creencia en la existencia de un único mundo en el que todos
52
1. Los espacios de los mundos circundantes
los seres vivos estarían empaquetados. De ello surge la convicción
generalizada de que solo debería haber un espacio y un tiempo
para todos los seres vivos. Recién en los últimos tiempos han
surgido dudas entre los físicos acerca de la existencia de un único
universo con un solo espacio válido para todos los seres. Que
no puede haber tai espacio se colige dei hecho de que cada ser
humano vive en tres espacios que se atraviesan recíprocamente,
se complementan, pero también en parte se contradicen.,
a) El espacio efectúa!
Si movemos libremente nuestras extremidades con los ojos cerra
dos, nuestros movimientos nos son conocidos con precisión tanto
respecto a sus direcciones como respecto a su extensió t den
nuestra mano, trazamos caminos en un espacio que se de • vea
el espacio de juego de nuestros movimientos, o, más breve _e,
como nuestro espacio efectual. Atravesamos todos estos m . >s
con los más pequeños pasos, que denominaremos pase"
cionaíes, porque conocemos precisamente la dirección de cada
paso mediante una sensación de dirección o señal direccional. En
efecto, distinguimos seis direcciones que se ordenan en tres pares
opuestos: derecha e izquierda, arriba y abajo, adelante y atrás.
Experimentos exhaustivos han mostrado que los pasos más
cortos que podemos medir con el dedo índice de un brazo
extendido son de alrededor de 2 cm. Ciertamente, no es una
medición muy precisa respecto del espacio en el que son reali
zados. Esta imprecisión puede ser constatada por cualquiera que
intente juntar los dedos índices de ambas manos con los ojos
cerrados. Notará que el intento normalmente fracasa, y que los
dedos pasarán uno frente al otro a una distancia de hasta 2 cm.
53
Andanzas por los mundos circundantes
Es de mayor importancia aún para nosotros el hecho de que
podamos conservar muy fácilmente en ia memoria una trayectoria
ya realizada; algo que nos permite escribir a oscuras. Esa facultad
se denomina “kinestesia”, con lo que no se dice nada nuevo.
Ahora bien, el espado efectual no es meramente un espacio
motriz compuesto de mil pasos díreccionales que se entrecruzan,
sino que cuenta con un sistema de planos perpendiculares por
el que se rige —el conocido sistema de coordenadas—que sirve
de base a todas las determinaciones espaciales.
Es de suma importancia que todo aquel que se ocupe del
problema del espado se haya convencido de este hecho. Nada
podría ser más simple. Uno solo requiere, habiendo cerrado los
ojos, mover de adelante hada atrás la palma de la mano orientada
en forma perpendicular al rostro para establecer con seguridad
dónde se encuentra el límite entre derecha e izquierda. Este límite
aproximadamente coincide con el plano mediano del cuerpo. Si se
mueve la palma de la mano, colocada horizontalmente al rostro,
en sentido vertical, se podrá constatar sin más dónde se encuentra
el límite entre arriba y abajo. En la mayoría de los seres humanos,
este límite se encuentra a la altura de los ojos. Sin embargo, hay
una gran cantidad de personas que ubican este límite a la altura
del labio superior. El límite entre adelante y detrás exhibe la ma
yor variación. Se lo encuentra sosteniendo la mano con la palma
hacia delante y moviéndola hacia atrás y adelante al costado de
la cabeza. Muchas personas localizan este plano cerca de la aper
tura de la oreja, otros señalan el arco cigomático como el plano
límite, y algunos incluso lo sitúan frente a la punta de la nariz.
Toda persona normal es portadora de un sistema de coordenadas
compuesto por estos tres planos, firmemente conectados con su
cabeza (fig. 4), brindándole a su espacio efectual un marco sólido
para el merodear de sus pasos díreccionales.
54
1, Los espacios de los mundos circundantes
/ ! *
Fig. 4. El sistema de coordenadas del ser humano.
En el cambiante torbellino de los pasos dirección
como elementos motrices no pueden prestar ninguna í
espacio efectual, los planos en reposo introducen un a:
firme que garantiza el orden en este espacio efectual.
Ha sido el gran mérito de Cyon1el haber rastreado la tridimen-
sionalidad de nuestro espacio hasta un órgano sensorial ubicado
en nuestro oído interno -los así llamados canales semicirculares
(fig. 5)-, cuya posición corresponde aproximadamente a los tres
planos del espacio efectual.
Este nexo ha sido aclarado por numerosos experimentos, a
tal punto que podemos realizar la siguiente afirmación: todos
los animales que tienen los tres canales semicirculares cuentan
también con un espacio efectual tridimensional.
1Elie de Cyon (1842-1912), fisiólogo ruso, descubridor de importantes nervios
y funciones nerviosas. [N. del Ed.]
55
Andanzas por los mundos circundantes
Fig. 5. Los canales semicirculares del ser humano.
La fig. 6 muestra los canales semicirculares de un pez. Resulta
obvio que deben ser de capital importancia para el animal. Esto
es respaldado por su construcción interna, que representa una
tubería en la que un fluido se mueve, bajo el control de los ner
vios, en las tres direcciones del espacio. El movimiento del fluido
Fig. 6. Canales semicirculares del pez.
56
1. Los espacios de ios m undos circundantes
refleja fielmente los movimientos de todo el cuerpo. Esto nos
indica que el órgano tiene otro significado además de la tarea de
disponer ios tres planos en el espacio efectual. Y, en efecto, parece
llamado a cumplir la función de una brújula. No una brújula
que siempre apunta al norte, sino una brújula apuntando hacia
la propia “puerta de casa”. Si todos los movimientos del cuerpo
entero están descompuestos y marcados en los canales semicir
culares según tres direcciones, entonces el animal debe estar en
su punto de origen siempre que haya reducido los marcadores
nerviosos a cero a medida que se mueve.
Es indudable que una brújula que indique la puerta de casa
debe ser un recurso necesario para todos los animales que poseen
un hábitat fijo, sea este un nido o un lugar de desove. La identifi
cación de la puerta de casa mediante signos ópticos en el espacio
visual es insuficiente en la mayoría de los casos, puesto que cebe
encontrarse de nuevo, aún cuando su aspecto haya cam r me.
La capacidad de volver a encontrar la puerta de ce; cu el
espacio efectual puro también puede verificarse en i v v t y
moluscos, si bien estos animales no poseen canales sernic 1 : í ms.
Un experimento muy convincente es el que sigue (fig. 7).
Desplácese un panal de abejas 2 metros mientras que la mayoría
de las abejas se encuentren fuera. Se verá entonces a las abejas
concentrarse en al aire libre, allí donde solía estar el orificio de
salida -su puerta de casa—.Solo una vez transcurridos cinco minu
tos podrán las abejas ajustar su orientación y volar hacia el panal.
Estos experimentos han sido ampliados, mostrando que las
abejas a las que se les cortaron las antenas vuelan inmediatamente
hacia el panal desplazado. Esto significa que, en la medida en que
conserven sus antenas, solo se orientan predominantemente en
el espacio efectual. Sin ellas, se rigen por las impresiones ópticas
del espacio visual. Por lo tanto, las antenas de las abejas de algún
Andanzas por ¡os mundos circundantes
:>
modo deben jugar, en la vida normal, el rol de una brújula hacia
la puerta de casa indicándoles el camino de regreso de forma más
confiable que las impresiones visuales.
Aun más notable es el mismo regreso a casa, que los ingleses
llaman “homing , en la lapa patella (Fig. 8). La patella vive dentro
de la zona de mareas en las rocas del lecho marino. Valiéndose
de su duro caparazón, los ejemplares de mayor tamaño logran
cavarse una cama en el lecho rocoso, dentro de la que se afierran
fuertemente durante la bajamar. Al llegar la pleamar, comien
zan a merodear y pastar sobre las rocas de su entorno. Ni bien
comienza la bajamar, vuelven a buscar su cama, para lo que
no siempre siguen el mismo camino. Los ojos de la patella son
tan primitivos que con su sola ayuda el caracol jamás podría
encontrar su puerta de casa. La presencia de un signo olfativo
es tan Improbable como el de uno óptico. Solo resta suponer la
existencia de una brújula en el espacio efectúa!, de la cual, sin
embargo, no podemos hacernos idea alguna.
58
1. Los espacios de los mundos circundantes
b) El espado táctil
La unidad elemental del espacio táctil no es una magnitud motriz,
como la dirección, sino un elemento fijo; a saber: el lugar. El
lugar también debe su existencia a un señal perceptual del sujeto;
no es una configuración inherente a la materia del entorno.
La prueba de ello fue provista por Weber.2 Si las puntas de un
compás son colocadas sobre la nuca de un sujeto a más de un 1
cm, de distancia entre sí, ambas son claramente distinguibles.
Cada una de ellas se encuentra en un lugar distinto. Ahora bien,
si se lo mueve hacia abajo, sobre la espalda del sujeto, sin cambiar
2 Ernst Heinrich Weber (1795-1878), cofundador de ia fisiología moderna,
investigaciones sobre el sentido táctil de la piel. [N. del Ed.]
59
Andanzas por los mundos circundantes
la distancia entre las puntas, estas se acercarán más y más
el espacio táctil del sujeto experimental, hasta que finaimer
parecerán coincidir.
Fig. 9. Experimento de Weber con compás.
Se sigue de esto que, además de la señal perceptual de una
sensación táctil, también tenemos señales perceptuales para la
sensación de lugar, que llamaremos señal local. Cada señal local,
proyectada hacia fuera, proporciona un lugar en el espacio táctil.
Las áreas de nuestra piel que, al ser tocadas, activan la misma
señal local en nosotros muestran extraordinarias diferencias en su
magnitud dependiendo del significado que la respectiva posición
de la piel tiene para el tacto, junto con la punta de la lengua, que
recorre la cavidad bucal, las puntas de los dedos tienen las áreas
más pequeñas y por ende pueden distinguir la mayor cantidad
de lugares. Cuando tocamos un objeto, le brindamos a su super
ficie un refinado mosaico de lugares gracias al tanteo de nuestro
dedo. El mosaico de lugares constituidos en los objetos por los
lugares de un animal es, tanto en el espacio táctil como en el
60
1, Los espacios de los mundos circundantes
espacio visual, un regalo del sujeto a los objetos de su mundo
circundante, que no puede encontrarse en su entorno.
En el tacto, los lugares se vinculan con los pasos direccionales
j ambos contribuyen a la donación de forma.
El espacio táctil juega un rol completamente extraordinario
en muchos animales. Las ratas y gatos no sufren ninguna limi
tación en sus movimientos si pierden la vista -siempre y cuando
tengan sus bigotes-. Todos los animales nocturnos y que habitan
en cuevas viven predominantemente en el espacio táctil, que
representa una fusión de lugares y de direcciones.
c) El espacio visual
Los animales sin ojos, que, como la garrapata, poseen ' 1
fotosensible, previsiblemente poseen, para la produ
señales locales, las mismas áreas en la piel tanto para i
lumínicos como para estímulos táctiles. Los lugares i
táctiles coinciden en su mundo circundante.
Recién es para los animales dotados de ojos que ios espacios
visual y táctil son segregados distintamente. En la retina del ojo,
pequeñísimas áreas elementales —los elementos visuales—yacen
en estrecha proximidad. A cada elemento visual le corresponde
un lugar en el mundo circundante, dado que está probado que
a cada elemento visual le corresponde una señal local.
La fig. 10 ilustra el espacio visual de un insecto volador. Re
sulta sencillo comprender que, debido a Sa estructura globular
del ojo, el área del mundo externo que afecta a un elemento
visual se magnifica a mayor distancia y que partes cada vez más
amplias del mundo externo siempre son cubiertas por un lugar.
En consecuencia, todos los objetos que se alejan del ojo se toman
61
Andanzas por ios m undos circundantes
Fig. 10: Espacio visual de un insecto volador.
más y más pequeños, hasta que desaparecen dentro de un luga
Esto es así porque el lugar representa el contenedor espacial m
pequeño, dentro del cual no hay diferencias.
En cambio, en el espacio táctil no se da tal empequeñecimien
de los objetos. Y este es el punto en que el espacio visual y el e
pació táctil entran en conflicto. Si se toma una taza con ei bra;
extendido y se la lleva a la boca, la taza se tomará más grande en
espacio visual, pero no cambiará de tamaño en el espacio táctil. I
este caso, el espacio táctil tiene el predominio, ya que el aumen
de tamaño de la taza pasa desapercibido a un observador neutn
El ojo errante, como la mano que tantea, despliega un refinac
mosaico de lugares, cuyo refinamiento depende de la cantidí
de elementos visuales que cubren igual proporción del entorn
Dado que la cantidad de elementos visuales varía extraord
nariamente según los ojos de los diversos animales, el mosaic
de lugares de su mundo circundante también debe mostrar 1:
62
1, Los espacios de los mundos circundantes
ismas diferencias. Cuanto más burdo sea eí mosaico de lugares,
mayor medida se perderán los detalles de las cosas. El mundo
ito desde el ojo de una mosca ha de aparecer considerablemente
ipobrecido respecto de como aparece al ojo humano.
Puesto que cualquier imagen puede ser convertida en un mo
co de lugares al superponerle una malla fina, el método de la
;■•alia nos ofrece la posibilidad de ilustrar las diferencias entre
[os mosaicos de lugares de diversos ojos de animales.
Solo se requiere reducir la misma imagen más y más, foto-
ifiarla habiéndole colocado la misma malla, y luego volver a
ampliarla. Así se transformará en un mosaico cada vez más tosco.
Como la malla fotografiada conjuntamente produce un efecto
->. distorsión, hemos reproducido las imágenes de mosaicos más
burdos en forma de acuarela sin malla. Las figuras 11 a-d fueron
svoducidas con el método de la malla. Brindan la posibilidad de
ler un vistazo del mundo circundante de un animal, si tino
. noce los elementos visuales de su ojo. La fig. 11c corres mmde
;i¡ -roximadamente a la imagen proporcionada a la mosca per su
ojo. Se entenderá fácilmente que, en un mundo circundante que
= uestra tan pocos detalles, los hilos de una telaraña se pierden
por completo, de modo que podemos decir que la araña teje una
red que resulta completamente invisible a su presa.
La última imagen (fig. li d ) corresponde aproximadamente a
la impresión visual del ojo de un molusco. Como puede verse, el
espacio visual de los caracoles marinos y los mejillones contiene
tan solo una serie de superficies claras y oscuras.3
3 Esta presentación apenas m uestra el camino para una com prensión
rudimentaria de las diferencias de la visión. Quien quiera hacerse una idea de la
idiosincracia dinámica de la visión, p. ej. entre los insectos, podrá encontrar una
introducción en la obra de K. Von Frisch, Aus dem Leben der Bienen [Sobre la
vida de las abejas], Springer, 5ta Ed., 1953. [N. del Ed.]
63
Andanzas por los mundos circundantes
Fig. lia . Calle de un pueblo fotografiada.
Fig. 12b. Calle de un pueblo capturada a través de una malla.
64
lip
j¡
1. Los espacios de los mundos circundantes
Fig 11c. La misma calle de pueblo para el ojo de una mosca.
Fig 1Id. Calle de pueblo para el ojo de un molusco.
65
Andanzas por los mundos circundantes
Como en el espacio táctil, en el espacio visual los enlaces entre
lugar y lugar también se crean mediante pasos direccionales
Si colocamos un objeto bajo la lupa, cuya función consiste er
reunir un gran número de lugares sobre una pequeña superficie,
podemos establecer que no solo es nuestro ojo, sino tambiér
nuestra mano la que lleva la aguja de disección y realiza paso;
direccionales mucho más cortos, en correspondencia con lo;
lugares estrechamente aglomerados.
66
2 »
El plano cv cvixirrsa lejanía
Contrariamente a los espacios efectual y táctil, el espacio visual
está circunscrito por un muro impenetrable que llamamos «i
horizonte o el plano de máxima lejanía.
El sol, la luna y las estrellas surcan, sin diferencias C ~
fundidad, el mismo plano de máxima lejanía, que rosca ' júg
lo visible. El plano de máxima lejanía no está fijado de m u e ra
inamovible. Cuando, tras una severa fiebre tifoidea, pude dar
mis primeros pasos al aire libre, el plano de máxima lejanía se
asemejaba a un colorido tapiz colgado a 20 metros de distancia
respecto a mí, donde las cosas visibles se encontraban pintadas.
Más allá de los 20 metros, ya no había objetos más cercanos o
más lejanos, sino solo más pequeños y más grandes. Incluso los
vehículos que pasaban frente a mí, al haber alcanzado estos el
plano de máxima lejanía, ya no se tornaban más lejanos, sino
apenas más pequeños.
La lente de nuestros ojos tiene la misma función de una cáma
ra fotográfica; esto es: fijar nítidamente sobre la retina -ría cual
67
Andanzas por los mundos circundantes
corresponde a la placa fotosensible- objetos que se encuent
frente ai ojo. La lente del ojo humano es elástica y puede c
varse mediante músculos específicos (con el mismo efecto ■
el enfoque de la lente de una cámara fotográfica).
Al contraerse los músculos de la lente, aparecen señales
reccionales que indican la dirección de atrás hacia delante. 5
lente elástica distiende los músculos relajados, aparecen señ
direccionales que indican ia dirección de adelante hacia at
Cuando los músculos se distienden por completo, el ojo se ají
al rango de distancias de 10 metros al infinito.
Dentro de un radio de 10 metros, las cosas en nuestro m
do circundante nos son conocidas como cercanas y lejanas
medio de los movimientos musculares. Por fuera de este ra<
originariamente los objetos solo se vuelven más grandes o i
pequeños. El espacio visual del niño termina aquí con un pl;
de máxima lejanía que abarca su mundo entero. Solo gradi
mente y paso a paso es que aprendemos a desplazar el plane
máxima lejanía con la ayuda de señales de distancia, hasta c
a una distancia de entre 6 y 8 km, también se fija el límite al
espacio visual del adulto, y comienza el horizonte.
La diferencia entre el espacio visual de un niño y el de un adi
se ilustra en la fig. 12, que refleja una experiencia comunic
por Helmholtz.1 Él cuenta que, siendo un niño de corta ec
caminaba frente a la Iglesia de la guarnición de Potsdam, se '
cuya galería notó algunos albañiles. Entonces le pidió a su ma
si podía alcanzarle un par de esos muñequitos. La iglesia y ¿os
1 H erm ann v. H elm holtz (1821-1894), fisiólogo y físico, inventor
oftalmoscopio, defensor temprano de la teoría de ondas de Maxwell (vid. fi
p. 44 y sigs.), autor de importantes consideraciones sobre la esencia de la ene
etc. [N. del Ed.]
68
2. El plano de máxima lejanía
Fig. 12. El plano de máxima lejanía de un adulto (abajo) y el de un niño (arriba).
69
Andanzas por los mundos circundantes
albañiles se encontraban en su plano de máxima lejanía, y po
tanto no resultaban lejanos, sino pequeños. Así, tenía perfet
motivos para asumir que, con su brazo más largo, su madre po<
bajarle los muñequitos. Él no sabía que en el mundo circunda
de su madre, la iglesia tenía dimensiones totalmente diferen
y en la galería no había hombres pequeños, sino distantes,
difícil comprobar la posición del plano de máxima lejanía
el mundo circundante de los animales, dado que por lo gen
es difícil establecer experimentalmente cuándo un objeto
se aproxima en el entorno de un sujeto se torna, en el mui
circundante de dicho sujeto, no meramente más grande, í
más cercano. Experimentos con la caza de moscas muestran
la mano humana que se aproxima desencadena su vuelo en í
recién a medio metro de distancia. De ello podría colegirse que
el plano de máxima lejanía habría de buscarse en esta distan;
Pero otras observaciones de la mosca permiten suponer
el plano de máxima lejanía en su mundo circundante también
se manifiesta de otra manera. Es sabido aue las moscas no ■
Fig. 13. Estructura del ojo compuesto de una mosca (corte transversal),
a: ojo completo, al que se practicó una sección del lado derecho (siguiendo a
Hesse) b: dos ommatidia. Cor: córnea de quitina; K: núcleo; Kr: cristalino; Kxz:
célula del cristalino; Nf: fibra nerviosa; P; pigmento; Pz: célula pigmentaria;
Retí: retínula; Rh: rabdoma; Sz: célula óptica.
70
2, Ei piano de máxima lejanía
--------------------------------------------------- ------------------------------- -- ---------------------------------------------------------------------------------------
m'v
simples vueltas alrededor de una lámpara o de un candelabro,
sino que siempre interrumpen su vuelo abruptamente al haberse
alejado medio metro para luego volarle directamente enfrente o
por debajo. Se comportan así como un marinero que no quiete
perder de vísta una isla con su velero.
El ojo de una mosca está compuesto de tal forma (fig, 13) que
los elementos visuales (rabdomas) son largas configuraciones
nerviosas que deben interceptar la imagen proyectada por sus
lentes en profundidades variables, dependiendo de ia distancia
del objeto observado. Exner ha conjeturado que podríamos en
contrarnos aquí con un sustituto del aparato de lentes musculares
del ojo humano.2
Asumiendo que el aparato óptico constituido por ios elemen
tos visuales opera como una lente de conversión, el candelabro
debiera desvanecerse a una cierta distancia, provocando •?’ re,p m
de la mosca. Como ilustración de este fenómeno, a m o- c -r
las figuras 14 y 15, que representan un candelabro fotos,- f =c*-
con y sin una lente de conversión.
Ya sea que el plano de máxima lejanía encierre el espacio
visual de un modo o de otro, siempre está allí. Es por ello que
podemos imaginar a todos los animales a nuestro alrededor,
sean escarabajos, mariposas, mosquitos o libélulas que pueblan
un prado, englobados por pompas de jabón que confinan su
espacio visual y contienen todo aquello que les es visible. Cada
pompa de jabón alberga diferentes loci, y en cada uno de ellos
existen también los pianos direccionales del espacio efectual, que
otorgan a su espacio un armazón firme. Las aves canturreando,
2 Sigmund Exner (1846-1926), desde 1875 profesor del Physiologisches
Instituí en Viena. Autor de trabajos en el campo de la fisiología óptica, así como
sobre la función del córtex cerebral. [N. del Ed.]
71
pm
Andanzas por los mundos circundantes
íémí
Fig. 14. Candelabro para los seres humanos.
Fjg. 15. Candelabro para las moscas.
las ardillas que saltan de rama en rama, o las vacas que pastan
en ios prados: todos continúan permanentemente rodeados por
sus pompas de jabón, que definen su espacio propio.
Solo cuando este hecho sea aprehendido vividamente por
nuestros ojos podremos reconocer la pompa de jabón que encie
rra también a cada uno de nosotros. Veremos entonces también
a todos nuestros congéneres confinados dentro de pompas de
jabón, que se intersecan unas a otras suavemente por estar com
puestas de señales perceptuales subjetivas. No existe algo come
un espacio independiente de los sujetos. Sí nos aferramos a la
ficción de un espacio cósmico omniabarcador, esto ocurre tan
sólo porque esa fábula convencional nos facilita la comunicación
entre nosotros.
72
3 ,
El tiempo perceptual
A Karl Ernst von Baer le corresponde el mérito de haber .ros
trado que el tiempo es el artificio de un sujeto.1El tiempo cc.ut
secuencia de momentos varía de un mundo circundante A octt,
según la cantidad de momentos que los sujetos vivenciar. ?:i A
mismo lapso temporal. Los momentos son los más pequeños
recipientes indivisibles de tiempo porque son la expresión de
sensaciones elementales indivisibles, las llamadas señales de mo
mento. Como se ha señalado antes, la duración de un momento
humano asciende a 1/18 de segundo. Además, el momento es
el mismo para todas las áreas sensoriales, porque todas las sen
saciones están acompañadas por la misma señal de momento.
1 Karl Ernst von Baer (1792-1876), zoólogo, fundador de una teoría de la
evolución moderna, divergente respecto de la de Darwin. [N. del Ed.]
73
Andanzas por los mundos circundantes
El oído humano no discrimina entre dieciocho vibraciones en el
aire durante un segundo, sino que las oye como un único sonido.
Se ha demostrado que dieciocho golpeteos sobre la piel hu
mana se sienten como una impresión uniforme. La cinemato
grafía nos brinda la posibilidad de proyectar sobre la pantalla
movimientos del mundo externo en el ritmo que nos es habitual.
Allí las imágenes individuales se suceden en pequeños jalones
de 1/18 de segundo.
Si deseamos observar movimientos demasiado veloces para eí
ojo humano, recurrimos a la cámara lenta.
Se denomina “cámara lema” al procedimiento por el cual se
capturan un gran numero de cuadros por segundo y luego se los
proyecta a velocidad normal. Los procesos motrices se extienden
así por un mayor lapso de tiempo, y los procesos demasiado
veloces para el ritmo de nuestro tiempo humano (de 18 por
segundo), tales como el aleteo de las aves o de los insectos,
pueden hacerse visibles. Así como la cámara lenta ralentiza los
procesos motrices, la cámara rápida los acelera. Si un proceso es
registrado una vez por hora y luego proyectado a razón de 1/18
de segundo, se condensa en un corto espacio de tiempo. De este
modo, procesos demasiado lentos para nuestro ritmo humano,
tales como la floración de una rosa, pueden ser transportados
dentro del rango de nuestra percepción.
Se plantea la pregunta de si existen animales cuyo tiempo
perceptual posea momentos más breves o más largos que ei
nuestro, y en cuyos mundos circundantes, por consiguiente, los
procesos motrices se desplieguen con mayor celeridad o lentitud
que en el nuestro.
Los primeros ensayos en esta dirección fueron obra de un
joven investigador alemán. Más adelante, en colaboración con
un colega, utilizó la reacción del pez luchador frente a su propio
74
3. El tiempo perceptual
reflejo. Ei pez luchador no reconoce su propia Imagen en ei espejo
si le es mostrada dieciocho veces en un segundo. Tiene que serle
exhibida al menos treinta veces por segundo.
Un tercer investigador entrenó al pez luchador para que diera
una dentellada hacia su comida sí un disco gris se hacía girar detrás
de ella. Por otro lado, si un disco con secciones blancas y negras
se hacía girar lentamente, funcionaba como una “señal de alerta”,
ya que en ese caso el pez recibía un leve shock al aproximarse a
su comida. Luego de este entrenamiento, si la velocidad de ro
tación del disco blanco y negro era gradualmente incrementada,
las reacciones evasivas se volvían más inciertas a una determinada
velocidad, y pronto se tornaban en la contraria. Esto no ocurría
hasta que las secciones negras se sucedían en 1/50 de segundo. En
este punto, la señal de alerta blanquinegra se había vuelto gris.
De esto se sigue con toda seguridad que, en ei mundo circun
dante de estos peces, cuya alimentación depende de presas Cw°
se mueven a gran velocidad, todos los procesos motrices —corno-
ocurre con la cámara lenta- aparecen a una velocidad reducida.
Puede verse un ejemplo de compresión temporal en la fig. 16,
que tomamos del trabajo mencionado supra. Un caracol de viña
es colocado sobre una pelota de goma, la cual, flotando sobre
agua, puede deslizarse debajo suyo sin fricción. El caparazón
del caracol está sostenido por unas pinzas. De ese modo, el
caracol no tiene impedimentos para desarrollar su movimiento
de reptación, permaneciendo empero en el mismo lugar. Ahora
bien, si se coloca un palillo debajo de sus pies, el caracol se le
trepará encima. Si el caracol recibe de uno a tres toques con el
palillo cada segundo, se alejará, pero si se administran cuatro
o más toques por segundo, comenzará a trepar sobre el palillo.
En el mundo circundante del caracol, una barra que oscile
cuatro veces por segundo se ha vuelto estacionaria. Podemos
75
Andanzas por ios mundos circundantes
Inferir de eílo que el tiempo perceptual del caracol se mueve a
un ritmo de tres a cuatro momentos por segundo. Esto tiene
como consecuencia que, en el mundo circundante del caracol,
todos los procesos motrices transcurren mucho más rápido que
en el nuestro. Del mismo modo, los movimientos efectuados
por el caracol no se desarrollan más lentamente para él que los
nuestros para nosotros.
Fig. 16. El momento del caracol. B= Pelota, E= Tomillo excéntrico,
N= Palo, S= Caracol.
76
4 ,
Los mundos circundantes simples
El espado y eí tiempo carecen de toda utilidad inmedi a
el sujeto. Solo cobran importancia cuando es preciso d. r
múltiples signos perceptuales que colapsarían sin eí armazón
temporal y espacial del mundo circundante. Semejante arma
zón no es necesario en mundos circundantes muy sencillos, que
albergan un único signo perceptual.
La fig. 17 compara el entorno y el mundo circundante del
paramecio. Está cubierto por largas filas de cílías, cuyos impulsos
le permiten desplazarse rápidamente por el agua, mientras gira
continuamente sobre su eje longitudinal.
De todas las diversas cosas que se encuentran en su entorno,
su mundo circundante solo incorpora un único signo perceptual
siempre idéntico, por medio del cual el paramecio, si es estimu
lado en algún lugar y de alguna manera, es incitado a efectuar
un movimiento de huida. El mismo obstáculo provoca siempre
77
Andanzas por los mundos circundantes
el mismo movimiento de huida. Este consiste en un movimiento
de retroceso con giro lateral, tras el cual se retoma el nado hacia
adelante. De este modo, el obstáculo queda en la lejanía. Se po
dría decir que en este caso el mismo signo perceptual es siempre
neutralizado por el mismo signo efectual. Este minúsculo animal
recién tendrá reposo al dar con su alimento, las bacterias de la
putrefacción, la única cosa en su mundo circundante que no
emite ningún estímulo. Estos hechos nos muestran cómo es que
78
4, Los mundos circundantes simples
ia naturaleza entiende una configuración de ia vida conforme a
plan, valiéndose de un único círculo funcional.
Algunos organismos multicelulares, como ia medusa malina
o rizostomas, también logran salir adelante con un único circulo
funcional.
Aquí el organismo entero consiste en una bomba natatoria,
que absorbe agua de mar sin filtrar llena de plancton y ia ex
pulsa filtrada. Su única manifestación de vida consiste en una
oscilación rítmica, arriba y abajo, de la umbrela elástica. Esta
pulsación siempre constante mantiene al animal flotando bajo la
superficie marina. Al mismo tiempo, el estómago membranoso
alterna distensiones y contracciones, conduciendo el agua de mar
hacia adentro y hacia afuera a través de finos poros. El contenido
líquido del estómago es propulsado a través de canales digestivos
laberínticos, cuyas paredes absorben los nutrientes y
que este acarrea. La natación, ía alimentación y la r- m _rie
se llevan a cabo mediante la misma contracción rítr
músculos ubicados sobre el borde de la umbrela. Para
continuidad de este movimiento, ocho órganos cam po ‘ e ' n
se ubican en la periferia de la umbrela (representado
camente en la fig. 18), cuyos badajos golpean una terminación
nerviosa con cada pulsación. El estímulo así producido desen
cadena la siguiente pulsación de ia umbrela. De este modo, la
medusa se da a sí misma su propio signo efectual, y este libera
el mismo signo perceptual, que a su vez desencadena el mismo
signo perceptual ad infinitum.
En el mundo circundante de la medusa, la misma campanada
suena todo el tiempo y domina el ritmo de la vida. Todos ios
otros estímulos son descartados.
En el caso de un único círculo funcional, como el del ri-
zostoma, podemos hablar de un reflejo animal, puesto que el
79
Andanzas por los mundos circundantes
Fig. 18. Una medusa marina con sus órganos periféricos.
mismo reflejo corre iodo el tiempo de cada campana al tejido
muscular sobre el borde de la umbrala. Asimismo, el término
puede incluso extenderse a animales con múltiples arcos reflejos,
tales como otras medusas, siempre y cuando estos arcos reflejos
permanezcan mutuamente independientes. Así, hay medusas
que tienen tentáculos con arcos reflejos auto-contenidos. Ade
más, muchas medusas tienen una boca móvil (manubrio) con
un sistema muscular propio, que está conectado a ios receptores
sobre el borde de la umbrela. Todos esos arcos reflejos operan
de un modo completamente independiente y no están dirigidos
por un órgano central.
Cuando un órgano externo alberga un arco reflejo completo,
se lo llama adecuadamente “persona refleja”. Los erizos de mar
poseen una gran cantidad de dichas personas reflejas, cada una
de las cuales realiza su función refleja por sí misma, sin control
80
4. Los mundos circundantes simples
central. Para ilustrar el contraste entre los animales constituidos
de este modo y ios animales superiores, he acuñado la siguiente
frase: cuando un perro corre, el animal mueve las piernas; cuando
un erizo de mar corre, las piernas mueven al animal. Los erizos
de mar, como los puercoespines, portan una gran cantidad
de espinas, las cuales, sin embargo, están conformadas como
personas reflejas independientes. Además de las espinas -'¿oras y
puntiagudas, que están adosadas al caparazón calcáreo median re
una rótula y son capaces de apuntar un bosque de lanzas contra
todo objeto emisor de un estímulo que se aproxime a la piel,
están los pies tubulares para trepar, que son delicados, elongados
y musculares. Asimismo, ciertos erizos de mar tienen cuatro
tipos de tenazas (tenazas de limpieza, tenazas de agarre, tenazas
cortantes, y tenazas venenosas) dispersas sobre toda su superficie.
Si bien algunas personas reflejas operan al unísono, tmoajao
con total independencia unas de otras. Así, en respuesta sí crismo
estímulo químico emitido por el enemigo del erizo de mar, .¡a es
trella de mar, las espinas se retraen y las tenazas venenosas se janean
en su tugar, enterrándose en los pies ambulacrales deí eomrigc.
Es posible hablar entonces de una “república de reflejos’ en la
cual, pese a la total independencia de todas las personas reflejas,
reina una absoluta paz civil. Pues ios tiernos pies tubulares jamás
son atacados por las tenazas afiladas para partir objetos en dos,
que normalmente atrapan todo objeto que se aproxime.
Esta paz no está dictada por una organización central, como
en nuestro caso, donde nuestros dientes afilados son un peligro
constante para la lengua, que solo se evita mediante la aparición
en el órgano central de la señal perceptual del dolor. El dolor
inhibe la acción que provoca ese dolor.
En la república refleja del erizo de mar, que no tiene un cen
tro superior, la paz civil debe ser asegurada de otra manera. Se
81
Andanzas por ¡os mundos circundantes
la consigue por la presencia de la autodermína, una sustancia
secretada por la piel. Al no estar diluida, la autodermína parali
za los receptores de las personas reflejas. Se difunde a través de
la piel en una dilución tan alta que, al contacto de la piel con
un cuerpo externo, carece de efecto. Sin embargo, no bien se
encuentran dos superficies de piel se torna efectiva y bloquea el
desencadenamiento del reflejo.
Una república de reflejos tal como el erizo de mar puede alber
gar numerosos signos perceptuales en su mundo circundante, si
consiste en numerosas personas reflejas. Estos signos perceptuales
han de permanecer, sin embargo, enteramente aislados, dado
que todos los círculos funcionales trabajan en total aislamiento
unos de otros.
Incluso la garrapata, cuyas manifestaciones vitales, como he
mos visto, consisten de tres reflejos, representa un tipo superior,
ya que los círculos funcionales no se sirven de estos arcos reflejos
aislados, sino que poseen un órgano perceptual común. Por lo
tanto existe la posibilidad de que la presa, aún cuando consista
únicamente en el estímulo del ácido butírico, el estímulo táctil
y el estímulo térmico, conforme sin embargo una unidad en el
mundo circundante de la garrapata.
Para el erizo de mar, esta posibilidad no existe. Sus signos
perceptuales, que consisten de estímulos graduales de presión y
estímulos químicos, siguen siendo magnitudes totalmente aisladas.
Algunos erizos de mar responden a cualquier oscurecimiento
del horizonte con un movimiento de las espinas, el cual, como se
muestra en las figuras 19a y 19b, se despliega del mismo modo
ante una nube, un barco, y el verdadero enemigo, es decir, un pez.
Incluso así, nuestra representación'de su mundo circundante no
es lo suficientemente simple. No podemos decir que el erizo de
mar proyecta el signo perceptual de la oscuridad hacía fuera en
82
4. Los mundos circundantes simples
Fig. 19b. Mundo circundante del erizo de mar.
83
Andanzas por los mundos circundantes
el espacio, ya que carece de espacio visual. Lo que efectivamente
ocurre se expresa mejor mediante la analogía de una bolita de
algodón pasando levemente por sobre su piel fotosensible. Ilustrar
esto fue técnicamente imposible.
84
5 ,
Forma y movimiento
10 signos perceptuales
Incluso suponiendo que cada signo perceptual de las vacias per
sonas reflejas esté provisto de una señal loca! y que, oca ende,
cada uno de ellos se encuentre en un lugar separado dentro -itl
mundo del erizo de mar, todavía sería imposible unir estos En
consecuencia, este mundo circundante necesariamente debe
carecer de los signos perceptuales de la forma y el movimiento,
los cuales suponen una combinación de varios lugares.
La forma y el movimiento solo aparecen en mundos percep
tuales más elevados. Ahora bien, gracias a las experiencias en
nuestro propio mundo circundante, generalmente asumimos
que la forma de un objeto es el signo perceptual originaria
mente dado, y que el movimiento se agrega solamente como
un fenómeno concomitante, un signo perceptual secundario.
Sin embargo, esto no es verdad en muchos mundos animales.
No solo la forma inmóvil y la forma móvil son signos secun
darios considerablemente independientes entre sí, sino que el
85
Andanzas por los mundos circundantes
movimiento puede aparecer incluso como un signo perceptual
independiente» sin forma.
La fig. 20 muestra una grajilla a la caza de saltamontes. Sim
plemente es incapaz de ver un saltamontes quieto. La grajilla
no se lanza detrás suyo a menos que este salte. En un principio,
tendemos a suponer que la grajilla está familiarizada con la forma
del saltamontes en reposo, pero que, debido a las hojas de hierba
que se interponen, no puede reconocer el saltamontes como una
entidad, como nosotros tenemos dificultad en encontrar una
forma familiar en un rompecabezas. De acuerdo a esta hipótesis,
la forma solo se separa de las imágenes subsidiarias que interfieren
en el instante del salto.
A la luz de una observación ulterior, sin embargo, podemos
asumir que la grajilla no conoce en absoluto la forma de un sal
tamontes estacionario, sino que está adaptada solo a la forma en
movimiento. Esto explicaría la reacción de “hacerse el muerto”
en muchos insectos. Si su forma estática no existe en el mundo
perceptual del perseguidor, entonces al “hacerse el muerto”
lograrán desaparecer del mundo perceptual de su enemigo, sin
que puedan ser encontrados ni aunque se los busque.
He construido una “caña de pescar moscas”, que consiste en
un palillo del que pende una arveja mediante un hilo delgado.
La arveja está untada con una gelatina atrapamoscas.
86
5. Forma y movimiento como signos perceptuaies
Si con un leve envión se hace columpiar ía arveja sobre la
repisa de una ventana soleada, invariablemente se lanzarán sobre
la arveja muchas moscas, y muchas de ellas quedarán pegadas.
Posteriormente se comprobará que todas las moscas atrapadas
son machos.
Todo el proceso representa un vuelo nupcial des
moscas que revuelan en torno a un candelabro ta:
machos abalanzándose sobre hembras que revoloteas
La arveja que se columpia imita engañosamente el
ceptual de la hembra en vuelo. En reposo, nunca es tum
con una hembra. Podemos colegir de ello que la hembra estática
y la hembra en vuelo son dos signos perceptuaies diferentes.
La fig. 21 prueba que el movimiento sin forma puede confi
gurar un signo perceptual. Ilustra a ia vieira en su entorno y en
su mundo circundante. En su entorno, dentro del ? c u c~ or
sus cien ojos, se encuentra el enemigo más temido c
la estrella de mar. Mientras la estrella de mar está en
afecta a la vieira en absoluto. La forma característica de n ; '
de mar no es un signo perceptual para la vieira. Sin e:
bien la estrella de mar se mueve, la vieira responde d<
sus largos tentáculos, que actúan como órganos olfativos. Se
aproximan a la estrella de mar y reciben el nuevo estímulo. Acto
seguido, la vieira se eleva y se aleja nadando.
Los experimentos han mostrado que la forma y el color de
un objeto en movimiento son totalmente indiferentes. El objeto
recién aparece como un signo perceptual en el mundo circun
dante de la vieira cuando su movimiento es tan lento como el
de una estrella de mar. Los ojos de la vieira no están ajustados a
la forma o el color, sino solamente a un cierto ritmo motriz, que
se corresponde exactamente con el de su enemigo. Sin embargo,
esto todavía no identifica al enemigo con suficiente precisión:
87
Andanzas por los mundos circundantes
Fig. 21. Entorno y mundo circundante de la vieira.
5, Forma y movimiento como signos perceptuales
debe sobrevenir antes un signo olfativo para activar el segundo
círculo funcional, que sustrae a la vieira de la proximidad de su
enemigo mediante una fuga, y a través de este signo efectúa!
elimina definitivamente el signo perceptual de su enemigo.
Durante mucho tiempo se supuso la existencia de un signo
perceptual para la forma en el mundo circundante de la 1
Darwin señaló tempranamente que las lombrices ma i
tanto las hojas como las pinochas según sus formas (fig. 2 2 ) . La
lombriz arrastra hojas y pinochas a su angosta guarida. Estas le
sirven tanto de protección como de alimento. La mayoría de las
Fig. 22. La distinción gustativa de las lombrices.
89
Andanzas por los mundos circundantes
hojas se traban sí se intenta arrastrarlas dentro de un tubo angosto
tirando del pecíolo. Por el contrario, se enrollan fácilmente y no
ofrecen ninguna resistencia si se las toma desde la punta. Las
pinochas, por otra parte, que siempre caen de a pares, deben ser
tomadas desde la base, no por la punta, si se quiere arrastrarlas
con facilidad al interior de un túnel estrecho.
El hecho de que las lombrices manipulen adecuadamente tanto
las hojas como las pinochas con espontaneidad condujo a inferir
que la forma de estos objetos, que juega un rol determinante en
el mundo de acción de la lombriz, debe encontrarse en su mundo
perceptual como signo perceptual.
Se probó que esta suposición es falsa. Se pudo mostrar que pa
lillos de idéntica forma recubiertos en gelatina fueron arrastrados
dentro de los túneles de las lombrices sin discriminar por cuál
extremo. Pero no bien se hubo rociado un extremo del palillo
con polvo de la punta de una hoja de cerezo seca, y el otro con
polvo de su base, las lombrices diferenciaron los dos extremos
del palillo exactamente como lo hacen entre la punta y la base
de la hoja misma.
Si bien las lombrices manipulan las hojas de acuerdo a su
forma, no se guían por la forma sino por el gusto de las hojas.
Esta disposición evidentemente fue adoptada porque los órganos
perceptuales de las lombrices son demasiado simples como para
configurar signos perceptuales de forma. Este ejemplo nos mues
tra cómo la naturaleza se las ingenia para superar dificultades que
a nosotros nos parecerían enteramente írrebasables.
La idea de una percepción de la forma en las lombrices no
había llevado a nada. Se volvía aún más urgente responder a
la pregunta: ¿cuáles son los animales más elementales en cuyo
mundo circundante podemos esperar encontrarnos con la forma
como signo perceptual?
90
5. Forma y movimiento como signos perceptuaies
Esta pregunta fue resuelta más adelante. Ha sido posible mos
trar que las abejas prefieren posarse sobre figuras que exhiben
formas quebradas, como las estrellas y las cruces, mientras que
evitan formas compactas, como círculos y cuadrados.
A estos efectos, la fig. 23 ilustra el contraste entre el entorno
y el mundo circundante de una abeja. Vemos la abeja en su
entorno, un prado floreciente, en el que las flores que se abren
alternan con capullos. Si nos colocamos en el lugar de la abeja y
miramos ei prado desde el punto de vista de su mundo circun
dante, las flores abiertas se intercambian por estrellas o cruces
de acuerdo a su forma, y ios capullos asumen la ferina regular
de un círculo. El significado biológico de esta cualidad de las
abejas, recientemente descubierta, es evidente. Solo las flores
abiertas tienen significado para ellas; los capullos no lo tienen.
Ahora bien, como ya hemos visto en las garrapatas, las re
laciones de significación son los únicos postes indicad
nuestra exploración de los mundos circundantes. Que la: ;
quebradas sean fisiológicamente más eficaces o no es ente: :
secundario a este respecto.
Estos estudios han reducido elproblema de laforma 2. 12. fomi 11""
la más sencilla. Alcanza con asumir que las células perce r es
de señales locales en el órgano de percepción están distribuidas
en dos grupos, unas de acuerdo al esquema “quebrado” y otras
a! esquema “compacto”. No hay ulteriores distinciones. Si los
esquemas se proyectan hacía el exterior, surgen “imágenes percep-
tuales” de una naturaleza muy general. En el caso de las abejas,
como revelan bellas investigaciones recientes, estas imágenes se
rellenan con colores y aromas.
Ni la lombriz, ni la vieira, ni la garrapata tienen tales esquemas.
Por consiguiente, no hay verdaderas imágenes perceptuaies en
sus mundos circundantes.
91
Andanzas por los mundos circundantes
Fig. 23. Entorno y mundo circundante de las abejas.
92
6 .
F Ian
Como nosotros, los seres humanos, estamos habituado;
ducir nuestra existencia laboriosamente de un fin al or. m ;
convencemos de que los animales viven de ia misma manera. Este
es un error fundamental que hasta el día de hoy sigue llevando
investigación por el carril equivocado.
Es cierto que nadie le atribuiría fines a un erizo de mar o a
una lombriz. Pero ya cuando describíamos la vida de la garra
pata hablamos de cómo esta acecha a su presa. Por medio de esa
expresión, sin quererlo hemos hecho pasar de contrabando las
pequeñas preocupaciones cotidianas del ser humano en la vida
de la garrapata que es comandada únicamente por el plan de la
naturaleza.
Por lo tanto, nuestra primera preocupación debe ser extinguir
los fuegos fatuos de los fines al considerar los mundos circundantes.
93
Andanzas por los mundos circundantes
Esto solo podrá ocurrir sí se ordenan las manifestaciones vitales
de los animales bajo el punto de vista de un plan. Quizá ciertas
acciones de los mamíferos superiores se revelen más adelante como
acciones conformes a un fin, que a su vez estén ordenadas al plan
general de la naturaleza.
Las acciones orientadas a un fin no se dan en ninguno de los
otros animales. Para probar esta afirmación será necesario ofrecer
al lector una mirada sobre algunos mundos circundantes que r o
dejan lugar a dudas. Según la información que tuve el agrado de
recibir respecto de la percepción del sonido en las polillas noctur
nas, da igual si el sonido al que estos anímales están ajustados es
la manifestación sonora de un murciélago o si es producido por
el frotamiento de un tapón de vidrio —el resultado es siempre
el mismo: las polillas nocturnas fácilmente visibles debido a su
color claro levantan vuelo al percibir un tono agudo, mientras
que, en respuesta al mismo tono, las especies que tienen una
coloración protectora se posan-. Un mismo signo perceptual
tiene dos efectos contrarios. Estos reportes se ilustran en la fig.
24. Salta a la vista que los dos patrones de acción contrapuestos
están gobernados por un plan. No puede hablarse de una dife
renciación o de acción deliberada (de parte del insecto), porque
ninguna polilla o mariposa ha visto jamás el color de su propia
piel. El plan que se revela en esta instancia resulta aun más admi
rable al enterarnos de que la sofisticada estructura microscópica
del órgano auditivo de la polilla nocturna existe solamente para
aquel tono agudo del murciélago. Por lo demás, estas polillas
son totalmente sordas.
El contraste entre fin y plan se remonta a una bella observación
de Fabre.1 Colocó una esfinge ocelada hembra sobre una hoja
1 J. Henri Fabre (1823-1915), entomólogo francés. [N. del E.]
94
F ig. 2 4 . E fe c to d e u n to n o a g u d o s o b r e la p o lilla n o c tu r n a .
95
Andanzas por ios mundos circundantes
de papel blanco2, donde esta movió su abdomen por un rato.
Luego la colocó bajo una campana de vidrio al lado de la hoja de
papel. Durante la noche, enjambres de esta rara especie entraroi
volando por la ventana y se apiñaron sobre el papel blanco. N'
uno solo de los machos reparó sobre la hembra sentada bajo 1;
campana de vidrio. Fabre no pudo explicar qué tipo de efectc
físico o químico estaba siendo emitido por el papel.
Los experimentos llevados a cabo con saltamontes y grillos
han sido aun más iluminadores sobre este punto. La fig. 2f
es una ilustración de estos experimentos. Un espécimen s<
encuentra en una habitación sentado frente a un micrófono, j
chirría animadamente. En una habitación contigua, sus pareja
sexuales se reúnen frente a un parlante conectado al micrófono,
sin prestar la menor atención a un espécimen sentado frente ;
ellos bajo una campana de vidrio. Este chirría en vano, puesto q u i
los sonidos que emite no pueden ser oídos. Así, sus potenciales
parejas no hacen ninguna aproximación. La imagen óptica carea
de todo efecto.
Ambos experimentos muestran lo mismo. De ningún mode
puede hablarse de la persecución de un fin. Pero io que podría
parecer un comportamiento extraño de los machos se explica fá
cilmente si se lo examina bajo la perspectiva de una conformidad
a plan. En ambos casos, un círculo funcional es activado por ur
signo perceptual, pero, al eliminarse el objeto normal, deja dt
producirse el correspondiente signo efectúa!, que sería necesaric
para neutralizar el signo perceptual. En condiciones normales, er.
este punto debería intervenir otro signo perceptual y activar e!
siguiente círculo funcional. De qué naturaleza sea este segundc.-
signo perceptual es algo que debe investigarse más detalladamente
2 Smerinthus ocellata, especie de lepidóptero. [N. del X]
96
m
6. Fin y plan
Fig. 25. Saltamontes frente al micrófono.
97
Andanzas por los mundos circundantes
Fig. 26. Gallina y pollitos.
6. Fin y pian
en ambos casos. En cualquier caso, es un eslabón necesario en la
lena de círculos funcionales que conducen al apareamiento.
Muy bien, se dirá, debemos renunciar a atribuirle acción orien
ta a fines a los insectos. Están gobernados directamente por el
tn de la naturaleza, el cual determina sus signos perceptuaies,
mo lo hemos visto en el caso de la garrapata. Pero na
ya observado alguna vez a una gallina que se apresura
r a sus pollitos en un gallinero puede dudar de la existencia
acciones orientadas a fines. Experimentos muy bellos han
ortado suma claridad precisamente sobre este caso.
La fig. 26 ilustra los resultados allí obtenidos. Si se ata un
Hito del pie, este emitirá un pitido ruidoso. Esta Mamada de
lergencia hace que la gallina corra inmediatamente hada el
lido con su plumaje agitado, incluso si el pollito es invisible,
bien establece contacto visual con el pollito, comienza a lanzar
iosos picotazos hacia un rival imaginario.
Pero si el pollito maniatado se exhibe ante los ojos ¿e ja madre
jo una campana de vidrio, de tal forma que ella pueda vene
ro no oír la señal de emergencia, ella ni se inmutará ante el
lectáculo.
Una vez más, nos encontramos frente a una cadena interrum
pí de círculos funcionales, no ante una acción orientada a fin.
srmalmente el signo perceptual del pitido proviene indirecta-
:nte de un enemigo que está atacando al pollito. Conforme al
m, este signo perceptual es cancelado por el signo efectual de los
:otazos, que ahuyentan al enemigo. El pollito maniatado pero
e no pía no constituye ningún signo perceptual que desencade-
una actividad específica. Incluso sería muy inoportuno que lo
:ra, porque la gallina no está en condiciones de desatar un nudo.
La gallina que vemos en la fig. 27 exhibe un comportamiento
n más curioso y errático. Había empollado un huevo de su
99
Andanzas por los mundos circundantes
propio fenotipo negro junto con una nidada de huevos de —-
blanca. Su comportamiento respecto de este pollito, que e
su propia sangre, era muy inconsistente. Acudía al llamad
pollito negro cuando este piaba, pero, ai percibirlo enti
blancos, le propinaba picotazos. Los signos perceptuales
tico y óptico del mismo objeto activaban en ella dos cír
funcionales contradictorios. Resulta obvio que estos dos s:
perceptuales del pollito no estaban fusionados en una ur
dentro del mundo circundante de la gallina.
Fig. 27. Gallina y pollito negro.
100
Imagen perceptual e imagen efectúa!
La contraposición entre finalidad del sujeto y plan cié L. c-e:>
raleza nos lleva a la pregunta por el instinto, la cual ce c,,r im ?
a nadie a ningún lado. ¿Necesita la bellota de un insdr.cc peo
volverse roble? ¿Opera instintivamente un grupo de ce-teas ts-
teoformadoras para formar un hueso? Si se niega esto y en lugar
del instinto se introduce un plan, natural como factor regulador,
se podrán reconocer los planes de la naturaleza como io que
reina tras el tejido de la araña y la construcción del nido de un
pájaro, dado que en ninguno de estos casos puede hablarse de
un fin individual.
El instinto es un producto de la perplejidad, un concepto que
cobra utilidad si se reniega de los planes supraindividuales de la
naturaleza. Y se reniega de ellos porque cuesta hacerse una idea
clara de lo que es un plan, teniendo en cuenta que seguramente
no es ni una materia ni una fuerza.
Andanzas por los mundos circundantes
Con todo, no cuesta tanto hacerse una Idea de lo que es i
plan si nos atenemos a un ejemplo concreto.
Para clavar un clavo en la pared, no basta con tener el mej
de los planes si se carece de un martillo. Pero tampoco basta es
tener el mejor martillo si se carece de un plan y se abandona tu
al azar. Así es como uno termina martillándose los dedos.
Sin planes, es decir sin ei ordenamiento soberano de la r ■
turaleza, no habría una naturaleza ordenada, sino tan solo i ■
caos. Cada cristal es el producto de un plan natural, y, cuando
los físicos presentan los hermosos modelos atómicos de Bol
están delineando aquellos planes de la naturaleza inanimada que
aspiran dilucidar.
El reinado de los planes vivientes de la naturaleza encuentra
su expresión más clara en el estudio de los mundos circundantes.
Escudriñarlos es una de las tareas más fascinantes. Por lo tanto,
no nos dejaremos desviar, sino que proseguiremos serenamente
con nuestro paso a través de los mundos circundantes.
Los procesos ilustrados en la lámina a color 1 {vid. supra, o.
129) muestran una serie de hallazgos recopilados del estudio del
cangrejo ermitaño. Se halló que el cangrejo ermitaño requiere
un esquema espacial extremadamente simple como imagen
perceptual. Cualquier objeto de cierto orden de magnitud con
un contorno de cilindrico a cónico puede cobrar significación
para él.
Como lo muestran las figuras, el mismo objeto cilíndri-. ■>
-en este caso una anémona de m ar- cambia de significado en
el mundo circundante del cangrejo según su estado de ánimo.
El mismo cangrejo y la misma anémona marina se encuen
tran todo el tiempo ante nosotros. Pero en el primer caso ai
cangrejo le habían sido robadas las anémonas que llevaba sobre
su caparazón. En el segundo caso, le había sido quitado inclu-
102
7. imagen perceptual e imagen e fe c tu a l
so el caparazón, y, en el tercer caso, un cangrejo que portaba
tanto su caparazón como las anémonas había sido hambreado
durante un tiempo. Esto basta para inducirle al cangrejo tres
estados de ánimo distintos. Según estos estados de ánimo, la
anémona de mar va cambiando de significado para el cangrejo.
En el primer caso, donde el caparazón del cangrejo cartee del
manto protector de anémonas, que repelen a su enemigo, la
sepia, la imagen perceptual de la anémona de mar asm: *e un
“tono defensivo”. Esto se expresa en la acción del cangrejo,
que planta la anémona de mar sobre su caparazón. Si al mismo
cangrejo se io priva de su caparazón, la imagen perceptual de la
anémona marina cobra un “tono habitacional”, que se expresa
en el -in ú til- intento del cangrejo de arrastrarse dentro de
ella. En el tercer caso, el del cangrejo hambreado, 1. 'ruege:
perceptual de la anémona de mar asume un “tono alime* D *ch
y el cangrejo comienza a devorarla.
Estas observaciones son de especial valor porque muestran que,
incluso en el nivel de los mundos circundantes de los artrópodos,
la imagen perceptual proporcionada por los órganos sensorlíues
puede ser suplementada y alterada por una “imagen efectuad
dependiente de la acción que produce.
Para esclarecer este formidable estado de cosas se realizaron
experimentos con perros. El problema se formuló de manera muy
sencilla y las respuestas de los perros fueron inequívocas. Un perro
había sido entrenado para saltar sobre una silla enfrente suyo al
recibir la orden “¡silla!”. Luego se le quitaba la silla y se repetía
la orden. Se comprobó que el perro trataba todos los objetos
como sillas sobre las que sentarse; y les saltaba encima. De este
modo, toda una serie de otros objetos tales como cajas, estantes
y sillas volteadas, asumían, si se nos permite decirlo así, un “tono
de asiento”. Asimismo, ese era un “tono de asiento para perros”
103
Andanzas por los mundos circundantes
y no un tono de asiento para seres humanos. Porque muchc
de esos “asientos para perro” eran totalmente inadecuados pai
acomodar seres humanos.
También pudo comprobarse que “mesa” y “cesto” asumían u
tono especial para el perro, un tono que dependía enterament
de las acciones que se efectuaban con ellos.
Pero el verdadero problema, con todas sus implicaciones, sol
puede analizarse con precisión en los seres humanos. ¿Cóm
hacemos para ver el sentarse en una silla, el beber en una copa,
el trepar en una escalera, cuando ninguno nos es dado sense ■
rialmente? En todos los objetos que hemos aprendido a utilize ■
vemos la tarea que ejercemos con ellos tan certeramente com
su forma o color.
Yo había llevado conmigo a un joven muchacho negro, mu
inteligente y ágil, desde el interior de Africa hasta Dar-es-Salaan..
Lo único de lo que carecía era de un conocimiento de las he
rramientas europeas. Cuando le pedí que trepara una escalen:
pequeña, me preguntó: “¿cómo voy a hacer eso? No veo más que
barras y agujeros”. Ni bien otro negro le hubo mostrado cómo
trepar la escalera, pudo hacerlo con facilidad. Desde entonce..
las “barras y agujeros” dados sensorialmente cobraron para él
un tono de trepado, y las reconoció en todas partes como una
escalera. La imagen perceptual de las barras y agujeros hab •
sido suplementada por la imagen efectual de su propia acción.
y esto se expresó como una nueva propiedad en tanto que tono
funcional o “tono efectual”.
La experiencia con el negro nos permite advertir que ela
boramos una imagen efectual para cada una de las tareas que
desempeñamos con los objetos de nuestro mundo circundante.
Esta imagen efectual se fusiona tan íntimamente con la imagen
perceptual provista por nuestros órganos sensoriales que todos
10 4
7. Imagen perceptual e Imagen efectual
nuestros objetos adquieren una nueva propiedad, la cual nos
manifiesta su significación, y a la que nos referimos sumariamente
como tono efectual.
Por ser útil para varias tareas, un mismo objeto puede tener
múltiples imágenes efectúales, que a su vez le prestará . . -c: o
distinto a la misma imagen perceptual. Una silla puede • -* m
da eventualmente como un amia, y recibirá una imagi
distinta que se manifestará como un “tono de golpiz;
también en este caso tan humano, como antes con el cangrejo
ermitaño, que el estado anímico del sujeto será determinante
respecto de qué imagen efectual ha de prestarle cuál tono a ía ima
gen perceptual.. Solo es posible suponer imágenes efectúales en ía
presencia de órganos de acción centrales que controlen las acciones
del animal. Todos los animales que operan de modo 5
reflejo, como el erizo de mar, deben ser excluidos. Pero,
de ello, la influencia de las imágenes efectúales llega m u / ^
el reino animal, como lo prueba el cangrejo ermitaño.
Si deseamos usar las imágenes efectúales para pintar ’m ~ i u
dos circundantes de animales más lejanos a nosotros, cut. •
tener siempre en cuenta que no son sino las actividades ' e cc
animales, proyectadas hacia sus mundos circundantes, las únicas
que le prestan una significación a las imágenes perceptuales me
diante su tono efectual. Para representar las cosas provistas de
una relevancia vital en el mundo circundante de un animal, ie
prestamos a la imagen perceptual que proveen los sentidos un
tono efectual, para captar íntegramente su significación. Incluso
en aquellos casos donde todavía no puede hablarse de una imagen
perceptual espacialmente articulada, como el de ía garrapata,
podremos decir que, respecto de los únicos tres estímulos que
la garrapata percibe de su presa como portadores de significado,
dicho significado surge de los tonos efectúales (asociados a ios
105
Andanzas por los mundos circundantes
estímulos) del dejarse caer, desplazarse y perforar. Ciertament
la actividad selectiva de ios receptores, las puertas de entrac
del estímulo, cumple un rol dominante; pero lo que presta un
seguridad infalible a esta actividad es recién ei tono efectu;
asociado a los estímulos.
Como las imágenes efectúales pueden inferirse de actividades
fácilmente reconocibles en los animales, ios objetos en el mund
circundante de un sujeto extraño se vuelven más tangibles.
Si una libélula revolotea hacia una rama para posarse sobre
ella, la rama no solo existe como una imagen perceptual en su
mundo, sino que también se destaca por un tono de sentarse,
que la identifica entre todas las otras ramas.
El mundo circundante recién adquiere su admirable certi
dumbre para los animales que lo habitan al tomarse en cuenta
los tonos efectúales. Podemos decir que un animal podrá dis
tinguir tantos objetos dentro de su mundo circundante com. ■
actividades pueda efectuar. Si posee pocas imágenes efectúales
como resultado de pocas actividades, su mundo circundan!
consistirá de pocos objetos. Como resultado de ello, el mundo
podrá haberse empobrecido, pero también se habrá vuelto tanto
más seguro. Porque es mucho más sencillo orientarse entre unos
pocos objetos que entre una multitud. Si el paramecio tuviem
una imagen efectual de su actividad, todo su mundo consistiría
de objetos homogéneos, todos portadores del mismo tono ele
obstáculo. En todo caso, un mundo circundante así no tendría
nada para envidiar en lo que concierne a la certidumbre.
A medida que se incrementan las actividades de un animal,
el número de objetos que pueblan su mundo circundante se
multiplica. Crece dentro del ciclo de vida individual de cada
animal que es capaz de recopilar experiencias. Puesto que cada
nueva experiencia implica un reacomodamiento a nuevas imp re -
106
7, imagen perceptual e imagen efectual
siones. Así se crean nuevas imágenes perceptuales con nuevos
tonos efectúales.
Esto se observa particularmente bien en los perros, quienes
aprenden a manipular ciertos accesorios humanos para convertirlos
en accesorios caninos. Sin embargo, la cantidad de objetos caninos
sigue siendo marcadamente inferior a ia de nuestros objetos.
Para ilustrar lo anterior, véanse las figuras a color 2, 3 y 4
(vid, supra, pp. 129-130). Allí se representa siempre la rmsma.
habitación. Pero los objetos que se encuentran en ella están
dibujados con distintos colores, correspondiendo al número de
tonos efectúales ligados a ellos, primero dei ser humano, segundo
del perro, y tercero de la mosca doméstica.
En el mundo circundante humano, los tonos efectúales de
los objetos en una habitación se representan mediante un torio
de asiento para la silla (verde oliva), un tono de cómica c-.-.ra c
mesa (amarillo), y otros tonos efectúales correspondí?ucee cera
los platos y los vasos (tono de comer y beber, marrón y oodA E'
piso tiene un tono de caminar, mientras que la bibliotet: 22c;
exhibe un tono de lectura y el escritorio un tono de tscritura
(azul). La pared tiene un tono de obstáculo (verde), y ía lámpara
un tono de luz (blanco).
En el mundo circundante del perro, los tonos efectúales simi
lares están representados mediante los mismos colores, aunque
sólo quedan el comer, el sentarse, el correr y la luz. Todo lo de
más exhibe un tono de obstáculo. Incluso un taburete giratorio,
debido a su lisura, carece del tono de asiento para un perro.
Finalmente, para la mosca todo asume un único tono de reco
rrido, salvo por la lámpara, cuyo significado ya ha sido señalado,
y la vajilla sobre la mesa.
Como vemos en la fig. 28, las moscas se orientan con gran
facilidad en el entorno de nuestra habitación. No bien se apoya
107
Andanzas por los mundos circundantes
una taza de café caliente sobre la mesa, ellas convergen a su alre
dedor estimuladas por el calor. En respuesta al tono de recorrido,
deambulan sobre la superficie de la mesa. Y dado que los pies de
la mosca están provistos de órganos gustativos, cuya estimulación
libera una protuberancia de la probóscide, quedan paralizadas
frente a su comida, mientras que todos los demás objetos inducen
a un merodeo continuo. Aquí resulta particularmente sencillo
poner de relieve el mundo circundante de la mosca a partir de
su entorno.
Fig. 28. Las cosas en el mundo circundante de la mosca.
108
8 ,
ida conocida
La manera más sencilla de persuadirse de la diversidad de ios
mundos circundantes humanos es dejarse guiar por un ;ugareúo
a través de una región desconocida. El guía recorre condado mío
senda que nosotros no vemos. Entre las numerosas rocas y árooies
del entorno existen algunos dentro del mundo circundante del
guía que» alineados en una secuencia, se destacan como mojones
entre los demás, aunque esto le sea imperceptible a un forastero.
La senda conocida depende enteramente del sujeto individua!.
Por ende» es un típico problema del mundo circundante. La senda
conocida es un problema espacial, y concierne tanto ai espacio
visual como al espacio efectúa! del sujeto. Esto se colige de la
manera en que se describe una senda conocida -m ás o menos
así: gire a la derecha detrás de la casa roja, luego hacia delante
cien pies, y a la izquierda-. Tres tipos de signos perceptuales son
utilizados para describir una ruta: (1) ópticos, (2) los planos di-
109
Andanzas por los mundos circundantes
reccionales del sistema de coordenadas, (3) pasos direccionales.
En este caso no utilizamos el paso direccional elemental, es decir
la unidad motriz más pequeña posible, sino la adición habitual de
los impulsos elementales necesarios para dar un paso caminando.
El paso de caminata, es decir, el movimiento regular de una
pierna hacia delante y hacia atrás, está tan afianzado y tiene una
longitud tan similar entre los diversos seres humanos que fue la
medida común de longitud hasta la edad moderna.
Si le digo a alguien que camine cien pasos, quiero decir que
debe imprimirle a su pierna el mismo impulso motriz cien veces.
El resultado siempre será aproximadamente la misma distancia
recorrida.
Si recorremos el mismo trecho reiteradas veces, los impulsos
impresos durante el recorrido son conservados en la memoria
como pasos direccionales, de tal modo que nos detendremos
automáticamente en el mismo lugar, incluso sin haber prestado
atención a los signos visuales. Las señales direccionales cumplen
así un rol protagónico en la senda conocida.
Sería muy interesante determinar cómo se resuelve el problema
de la senda conocida en los mundos circundantes de los animales.
Los signos olfativos y táctiles son ciertamente factores decisivos
en la configuración de la senda conocida.
Durante décadas, numerosos investigadores estadounidenses
procuraron establecer cuán rápido un animal puede aprender
un camino determinado, desarrollando miles de series de experi
mentos donde se inducía a los más diversos animales a orientarse
dentro de un laberinto. No vieron el problema en cuestión: el
problema de la senda conocida. Nunca investigaron los signos
visuales, táctiles u olfativos, ni tuvieron en cuenta la aplicación
del sistema de coordenadas por parte del animal -que izquierda
y derecha sean por sí mismas un problema es algo que nunca
110
8, La senda conocida
se les cruzó por la mente-. Tampoco debatieron la cuestión del
número de pasos porque no vieron que, también en los animales,
el paso puede servir como unidad de medida de distancia.
En resumen, el problema de la senda conocida debe ser
abordado nuevamente desde el principio, pese a ia
abundancia de observaciones disponibles. Además de s . u
teórico, el modo en que un perro reencuentra la send _ - o ' T
en su mundo circundante tiene también una enorme importan
cia práctica si toman en cuenta las tareas que debe resolver mi
perro lazarillo.
La fig. 29 muestra un hombre ciego guiado por su lazarillo.
El mundo circundante del ciego es muy limitado: no reconoce
Fig. 29. Hombre ciego con su perro.
Andanzas por ¡os mundos circundantes
su camino hasta que lo ha palpado con sus pies y su bastón. La
calle que transita se encuentra sumida en tinieblas. Su perro, sin
embargo, de algún modo debe guiarlo hacia su casa. La dificultad
de entrenar al perro consiste en introducir signos perceptuales
específicos en ei mundo circundante del perro que sirvan a los
intereses del hombre ciego, no a los del perro. Así, el camino a lo
largo del cual el perro lleve al hombre debe estar trazado sobre una
curva alrededor de obstáculos contra los que el hombre podría
tropezar. Es particularmente difícil inculcarle a un perro signos
perceptuales de un buzón o de una ventana abierta -objetos que
normalmente dejaría pasar de largo-. También es arduo introdu
cir el cordón de la vereda, con el que el ciego tropezaría, como
un signo perceptual en el mundo circundante canino, porque
bajo circunstancias normales un perro que camina libremente
no lo notaría.
La fig. 30 refleja una experiencia con grajilias jóvenes. Como
puede verse, la grajiila vuela en torno a toda la casa, pero luego
112
8. La senda conocida
da medía vuelta y usa la ruta previa y familiar para regresar a
su punto de partida, que no había reconocido al aproximársele
desde el lado opuesto.
Recientemente se ha descubierto que las ratas continúan uti
lizando un atajo habitual incluso cuando se les ha abierto una
ruta directa.
El problema de la senda familiar ha sido abordado novedosa
mente en ei pez luchador, obteniéndose los siguientes resultados:
i primer lugar, se descubrió que lo inusual tiene una influencia
pelente sobre esos peces. Se sumergió una plancha de vidrio
i un acuario que tenía dos orificios redondos, a través de ios
tales el pez podía deslizarse con facilidad.
Si la comida se le presentaba detrás del orificio, el pez se to
aba un largo tiempo hasta deslizarse con vacilación a través del
áficio y hacerse de la comida. Luego, la carnada se r¡ i
teralmente desde la ventana -el pez iba tras ella ensm - c
n embargo, el pez nadaba invariablemente a través de i
¡ostumbrado y evitaba el inusual.
Luego, como se ilustra en
fig. 31, se levantó en el
nque un tabique del lado
; la comida dispuesto en
iguio recto a la plancha
; vidrio, y se atrajo a los
mes a través del tabique
ir medio de la comida.
. la comida se mostraba
tora del otro lado del
¡bique, el pez nadaba
¡rectamente alrededor de „ ,, T , .,
rig. 31. La senda conocida
la, siguiendo aún el largo del pez luchador.
113
Andanzas por los mundos circundantes
camino habitual, incluso cuando hubiera podido alcanzar la
camada nadando sin más frente al tabique. La senda conocida
involucraba aquí signos perceptuales visuales y direccionales, y
eventualmente también pasos direccionales.
En términos generales, puede decirse que la senda conocida
funciona como un corredor de liquido ligero dentro de una
masa viscosa.
114
9 ,
Hogar y territorio
problema del hogar y el territorio se encuentra estrechamente
itrelazado con el de la senda conocida.
Conviene tomar como punto de partida los experi
espinosos.1 El espinoso macho construye un nido cuya x c etc
gusta señalar con un hilo colorido —¿acaso un signo p a ' _ -
óptico para sus crías?-. Las crías crecen en el nido bajo ia custodia
del padre. El nido es su hogar. Pero más allá del nido se extiende
su territorio. La fig. 32 muestra un acuario en cuyas esquinas
opuestas dos espinosos han armado sus nidos. Una frontera
invisible atraviesa el acuario y lo divide en dos áreas, cada una
correspondiente a un nido. Esta área correspondiente al nido
es el territorio del espinoso, ai que defiende con energía y éxito
incluso frente a espinosos de mayor tamaño. En su territorio, el
espinoso siempre es el vencedor.
1 Gasterosteus aculeatus, especie de pez. [N. del T.]
115
Andanzas por los mundos circundantes
El territorio es un proble
ma que concierne puramen
te al mundo circundante, ya
que constituye un producto
exclusivamente subjetivo.
Su presencia jamás podría
colegirse ni del más m i
nucioso conocimiento de)
Fig. 32. Hogar y territorio del espinoso.
entorno.
Se plantea ahora la pregunta: ¿qué animales poseen un territo
rio y cuáles no? Una mosca doméstica que, volando aquí y allá,
cubre un determinado sector del espacio en torno al candelabro,
no por ello posee ya un territorio.
Una araña, en cambio, que construye un nido en donde
obra de manera constante, sí posee un hogar, que es a la vez
su territorio.
Lo mismo vale para el topo (fig. 33). También él se construye
su hogar y su territorio. Su meticuloso sistema de túneles se
extiende como una telaraña subterránea. Pero su dominio com
prende no solo el interior de los corredores, sino el volumen de
tierra dentro de su perímetro. En cautiverio, sus túneles tienen
un trazado idéntico al de una telaraña. Pudimos constatar que,
gracias a su sentido del olfato altamente desarrollado, el topo
puede localizar su alimento no solo dentro de los túneles sino
también en la tierra maciza hasta una distancia de 5,6 cm. En un
sistema de túneles estrechamente próximos entre sí, como ios que
construye en cautiverio, los sentidos del topo llegan a dominar
todos los sectores de tierra intermedios. En estado salvaje, donde
el topo excava corredores más dispersos, el animal aún controla
la sección de tierra adyacente a sus túneles mediante el olfato, si
bien dentro de un radío determinado. Al igual que una araña, el
116
9, Hogar y territorio
A. 8. f. D. £.
Fig. 33. Hogar y territorio del topo.
topo recorre de un lado a otro esta red de túneles, re-; . „ _ »
toda presa que se haya extraviado en ellos. En el ce. :
sistema de túneles, el topo se arma un recinto revestí >
secas -su hogar propiamente dicho, en el cual pasa sus horas de
descanso-. Todos los corredores subterráneos le resultan sendas
conocidas, que transita con la misma velocidad al avanzar y al
retroceder. La extensión de sus túneles equivale a la de su coto
de caza, que es a su vez su territorio; los defenderá contra todo
topo vecino en una lucha a muerte.
Sorprende la habilidad con la que el topo, un animal ciego,
logra orientarse en un medio para nosotros completamente
homogéneo. Si se lo entrena para encontrar su comida en un
determinado lugar, podrá encontrarla incluso si los corredores
que conducen hasta allí son destruidos por completo. Está fuera
117
Andanzas por los mundos circundantes
de consideración que pueda hacer esto guiándose mediante signos
perceptuales olfativos.
Su espacio es un puro espacio efectual. Debemos suponer que
el topo tiene la capacidad de rastrear un camino ya recorrido
reproduciendo sus pasos direccionales. En este proceso, como
en todos los animales ciegos, los signos perceptuales táctiles
asociados a los pasos direccionales cumplen una función pre
ponderante. Es posible suponer que los signos direccionales y los
pasos direccionales se unifican como fundamento de un esquema
espacial. Si la red de túneles es total o parcialmente destruida,
el topo será capaz de proyectar un esquema para construir una
nueva red similar a la anterior.
Las abejas también se construyen un hogar, pero, pese a ser
una suerte de “coto de caza”, el área alrededor del panal donde
se procuran su alimento no es un territorio que se defienda de
incursiones foráneas. En contraste, sí podemos hablar de un
hogar y territorio de las urracas, dado que construyen su nido
dentro de un área dentro de la cual no se tolera que vuelen li
bremente otras urracas.
Probablemente pueda comprobarse experimentalmente que
muchos animales defienden su coto de caza frente a sus congé
neres, transformándolo así en su territorio. Cualquier extensión
de tierra, si se le incorporan los territorios, puede asemejarse a un
mapa político de cada especie animal, donde toda transgresión
de fronteras no se concibe sin un ataque y una defensa. También
se verá en muchos casos que ya no es posible encontrar tierra
libre, sino que se tropieza con hogares y territorios por doquier.
Es sumamente interesante observar que entre los nidos de mu
chas aves de presa y sus cotos de caza se inserta una zona neutral,
dentro de la cual no atacan a ninguna presa. Los ornitólogos su
ponen, con derecho, que esta partición del mundo circundante es
118
9. Hogar y territorio
un ordenamiento de la naturaleza destinado a evitar que las aves
de presa ataquen a su propia bandada. Cuando el pollueio pasa
del nido a la rama, y pasa sus días alrededor del nido materno,
saltando de rama en rama, puede fácilmente correr el riesgo de
ser atacado por sus propios padres por error. Entonces, pasa sus
días fuera de peligro en la zona neutral del área pro regida. Esta
área protegida es buscada por muchas aves cantoras como tugar
de nidificación y empolladura, donde pueden criar a su descen
dencia a resguardo de los grandes predadores.
Merece especial consideración la manera en que los perros le
marcan su territorio a miembros de su propia especie. La fig,
34 muestra el mapa del jardín zoológico de Hamburgo, con los
caminos donde figuran los sitios en donde invariablemente dos
perros orinaban durante su paseo diario.
Eran siempre ios mismos lugares, reconocibles ínc 1
ojo humano, donde se dejaba la marca olfativa. Si a s
119
Andanzas por los mundos circundantes
coincidían alguna vez
en su paseo, se seguía
siempre un duelo uri
nario.
N i bien un Ioe-
rro tem peram ental
se encuentra con un
congénere descono
cido, m ostrará in
variablem ente una
tendencia a decorar
el objeto notorio más '
cercano con su “car
ta de presentación”.
Asimismo, si un pe
Fig. 35- Oso marcando su territorio.
rro semejante ingresa
al territorio de otro, marcado por las señales olfativas de este
último, las buscará una tras otra y procederá a sobreimprimir su
marca concienzudamente. Un perro tímido, en cambio, pasará
de largo frente a las marcas olfativas que deja un perro extraño
en su territorio, y no delatará su presencia dejando señal alguna.
Como se ve en la fig. 35, los grandes osos de América del Norte
también tienen el hábito de marcar su territorio. Parándose er
guido en toda su extensión, el oso frota con su espalda y hocico
la corteza de un pino solitario y visible desde lejos. Esto opera
como una señal para otros osos, indicando que han de guardar
amplia distancia de ese pino, a fin de evitar por completo la
región donde un oso de esas dimensiones defiende su territorio.
120
El compañero
Recuerdo vividamente la imagen de un patito desai Rae ' '.ve
había sido empollado junto con crías de pavo y har
liado tal apego por la familia de pavos que nunca en:ré ' sg'.v
al tiempo que hacía grandes esfuerzos para evitar a
que salían de ella, frescos y limpios.
Al poco tiempo, alguien me trajo un pato joven y muy sal
vaje, que me siguió a cada paso. Cuando me sentaba, apoyaba
la cabeza en mi pie. Tuve la impresión de que mis botas negras
le atraían, porque también solía ir detrás de mi perro salchicha
negro. Llegué a la conclusión de que un objeto negro en movi
miento bastaba para reemplazar la imagen de su madre. Entonces
regresé al pequeño pato a su nido materno, para que pudiera
reencontrarse con su familia.
Hoy en día me pregunto si eso habrá sucedido, puesto que se
me ha informado que las crías del ánsar común, inmediatamente
después de ser tomadas de la incubadora, deben ser guardadas
Andanzas por los mundos circundantes
en un saco y llevadas con una familia de ánsares comunes si es
que han de apegarse voluntariamente a miembros de su prop!
especie. Si permanecen un poco más de tiempo en compañj
de seres humanos, rechazarán todo vínculo con sus congénere.
El fenómeno del que hablamos en todos estos casos es un
confusión de imágenes perceptuaies. Esto ocurre frecuentemer
te, en especial en el mundo de las aves. Lo que sabemos de i;
imágenes perceptuaies de las aves todavía resulta insuficieni
para sacar conclusiones definitivas.
Fig. 36a: Grajilla en posición de ataque contra un gato.
122
10, t i compañero
En la fig. 20 vimos la grajilla a la caza de saltamontes. Teníamos
la impresión de que la grajilla carecía de toda imagen perceptual
del saltamontes en reposo y que, por ende, ei saltamontes no
existe en el mundo circundante de ia grajilla.
Las figuras 36 a y b ilustran otra observación a< i
imágenes perceptuales de las grajillas. Allí se ve un;
posición de ataque contra un gato que lleva otra g
boca. Las grajillas jamás atacan a un gato cuando no está cargando
una presa. El gato se convierte en blanco del ataque de ios pája
ros solo cuando sus peligrosos dientes están fuera de combate,
ocupados sosteniendo una presa.
Esta parece ser una estrategia altamente certera de parte de la gra
jilla, En realidad, sin embargo, no es más que una acción conforme
al plan natural, que transcurre íntegramente al margen del discer
nimiento de la grajilla. En efecto, el ave asumió la mi; :
ofensiva ante la vísta de un traje de baño negro que er ;
un lado a otro. Y el gato no fue atacado cuando transe
grajilla blanca. La imagen perceptual de un objeto negr: - r ; o
frente a la grajilla basta para provocar una postura ofi
Una imagen perceptual con un rango de aplicación, tan gene
ral siempre puede dar lugar a confusiones. Vimos un ejemplo
de ello en el caso del erizo de mar, en cuyo mundo una nube y
un barco son constantemente confundidos con el pez enemigo,
ya que el erizo de mar responde del mismo modo a cualquier
oscurecimiento del horizonte.
Respecto de los pájaros, sin embargo, no podremos salir airosos
con una explicación tan sencilla. Acerca de las aves gregarias existe
una multitud de experiencias contradictorias que involucran una
confusión de imágenes perceptuales. Tan sólo recientemente
hemos logrado analizar los principios rectores en el caso típico
de una grajilla domesticada, Tschock.
123
Andanzas por los mundos circundantes
Las grajillas que viven en colonias tienen un “compañero”
durante toda su vida, con quien llevan a cabo las tareas más di
versas. Si una graj illa es criada en condiciones de aislamiento, en
absoluto deja de tener un compañero. De no encontrar a nadie
de su propia especie, la graj illa adoptará “compañeros sustitutos”.
Asimismo, puede entrar enjuego un nuevo compañero sustituto
para cada nueva actividad. Lorenz1 ha tenido la gentileza de
enviarme las figuras 37a y 37b, mediante las cuales es posible
observar de un vistazo el vínculo entre compañeros.
Figs. 37a y 37b. La graj illa Tschock y sus cuatro compañeros.
1 Konrad Lorenz (1903-1989), zoólogo y etólogo. [N. del Ed.]
124
10, El compañero
De joven, ia grajiíla Tschock tenía al mismo Lorenz como
compañero maternal. Lo seguía por doquier; era a él a quien
llamaba cuando quería ser alimentada. Cuando hubo aprendido a
procurarse su propio alimento, Tschock eligió a la empleada do
méstica como compañera amorosa, y realizaba las características
danzas de cortejo frente a ella. Más adelante, Tschock encontró
una joven grajiíla que se convirtió en su compañera adoptiva, a
quien alimentaba personalmente. Cuando Tschock se preparaba
para vuelos prolongados, intentaba, como es común en las gra
dillas, inducir a Lorenz a que volara con ella, despegando a corta
distancia detrás de su espalda. Cuando este intento fracasaba,
Tschock se unía a bandadas de cuervos, que entonces se volvieron
sus compañeros de vuelo.
Como puede verse, no hay una imagen perceptu;
para el compañero en el mundo circundante de la gr
poco podría haberlo, puesto que el rol de un com pañv: " , :T
permanentemente.
En la mayoría de los casos, la imagen perceptual
ñero maternal no parece establecerse al nacer con rcrpec ~ o.
forma y el color. En cambio, el factor decisivo es freci
la voz materna.
Según escribe Lorenz, “habría que determinar en un caso espe
cífico de compañero maternal qué signos matemos son innatos
y cuáles son individualmente adquiridos. Lo desconcertante es
que, si el polluelo es separado de la madre algunos días, o incluso
horas luego de roto el cascarón (ánsar común, Heinroth), los
signos maternales adquiridos se encuentran tan profundamente
grabados que uno juraría que eran innatos”.
Lo mismo ocurre cuando se elige al compañero amoroso.
También aquí, ios signos adquiridos del compañero sustituto
son grabados tan decisivamente que se crea una imagen percep-
125
Andanzas por ¡os mundos circundantes
tual indeleble del compañero sustituto —una vez consumado e!
primer trastrueque-. En consecuencia, incluso los animales de
la misma especie serán rechazados como compañeros amorosos.
Una experiencia entrañable echará la más clara luz sobr
este tema. En el zoológico de Amsterdam había una pareja d
avetoriilos, cuyo macho se había “enamorado” del director de
zoológico. Para no obstaculizar su apareamiento, este decid»
ausentarse durante un considerable período de tiempo. Comí
resultado de ello, el macho se acostumbró a la hembra, dandi.
lugar a una feliz unión. Ya cuando la hembra estaba empollando
sus huevos, el director asumió el riesgo de mostrarse. Pero ¿qué
ocurrió? No bien el macho hubo echado una mirada sobre su
antiguo compañero amoroso, expulsó a la hembra del nido v
pareció sugerir con reiterados gestos que el director debía ocupar
su legítimo sitio, y proseguir la tarea de empollar.
La imagen perceptual del compañero infantil suele estar más
claramente delineada. Aquí, los picos abiertos de los polluelos
probablemente sean el factor más importante. Sin embargo, pue
de verse que las gallinas de raza, como las Orpington, propinan
cuidados maternales a garitos y conejos recién nacidos.
Nuevamente, como lo muestra Tschock, existe un margen más
amplio en el caso de los compañeros sustitutos para el vuelo libre.
Si se considera que la grajilla trata al traje de baño en movi
miento como a un enemigo, esto es, que le presta el tono efectúa!
“enemigo”, podemos decir que son un enemigo sustituto. Dado
que hay muchos enemigos en el mundo de la grajilla, la aparición
de un enemigo sustituto, especialmente si solo ocurre ocasio
nalmente, no afecta las imágenes perceptuales de los enemigos
reales de la grajilla. No ocurre lo mismo con el compañero. Este
existe como ejemplar único en el mundo circundante, y, una
vez que un tono efectual le haya sido atribuido a un compañero
126
10. El compañero
sustituto, resultará imposible que más adelante aparezca un
compañero verdadero. Una vez que la imagen perceptual de la
empleada doméstica adquirió el “tono amoroso” en el mundo
circundante de Tschock, todas las demás imágenes perceptuaies
perdieron su eficacia.
Sí consideramos que, en el mundo de las grajilias, todas ias
criaturas vivientes, esto es, las cosas móviles, se dividen entre
grajilias y no grajilias (un fenómeno que no carece de analogías
en pueblos primitivos), y, además, que el límite entre arribos se
dibuja de modo diferente según la experiencia personal, quizá
sea posible entender el hecho de que ocurran errores tan gro
seros como los que describimos recién. No es solo la imagen
perceptual, sino también la imagen efectúa! de la propia actitud
la que decide si uno se encuentra frente a una grajiila o a una
no-grajilla. Solo esto determina qué imagen perceptual adoptará
el respectivo tono de compañero.
127
Lámina 1. Anémona de mar y cangrejo ermitaño.
Lámina 2. La habitación del ser humano.
Lámina 3. La habitación del perro.
Lámina 4. La habitación de la mosca.
130
TI,
Imagen de búsqueda y tono de búsqueda
Comenzaré nuevamente con dos experiencias persona-es que
ilustrarán de la mejor manera lo que quiere decir “image" de
búsqueda”, un factor de gran importancia en el mundo circun
dante. Al pasar un tiempo en la casa de un amigo, una vasija
de cerámica con agua solía estar frente a mi asiento durante eí
almuerzo. Un día, el mayordomo había roto la vasija de cerámica
y colocó una jarra con agua en su lugar. Cuando busqué la vasija
durante la comida, no logré notar la jarra con agua. Solo cuando
mi amigo me aseguró que el agua estaba en su lugar habitual,
varios haces de luz que habían estado dispersos sobre cubiertos
y platos convergieron en el aire para formar la jarra con agua.
La fig. 38 ilustra esta experiencia. La imagen de búsqueda anula
la imagen perceptual.
La segunda experiencia es la que sigue: un día entré a una
tienda donde tenía que pagar un importe considerable, y saqué
un billete de cien marcos. Estaba bastante nuevo y apenas
131
Andanzas por los mundos circundantes
doblado, por lo que no
yacía plano sobre el mos
trador, sino que quedaba
parado sobre su borde.
Le pedí a la cajera que me
diera ei vuelto. Ella me
declaró que yo no había
pagado. En vano intenté
señalarle que el dinero
estaba directamente bajo
sus narices. La cajera se
irritó y me insistió que
pagara inmediatamente.
En ese momento, toqué
el billete con mi dedo
Fig. 38. La imagen de búsqueda anula
índice, de modo que se
la imagen perceptual.
volteara y se apoyara del
modo correcto. La señora emitió un pequeño grito, luego
tomó el billete y lo palpó, llena de aprensión de que se esfuma
ra nuevamente en el aire. También en este caso, la imagen de
búsqueda obviamente había desactivado la imagen perceptual.
A cada lector le habrá tocado vivir experiencias similares, en
apariencia mágicas.
La fig. 39, ya publicada en mi Teoría de la vida, simboliza los
diferentes procesos que se entretejen en la percepción humana.
Si se coloca una campana frente a una persona y se la hace sonar,
esta aparecerá en su entorno como una fuente de estímulos, desde
la cual las ondas de aire penetran en su oído (proceso físico). En
el oído, las ondas de aire se transforman en excitación nerviosa,
que se transmite al órgano perceptual del cerebro (procesos
fisiológicos). Las células perceptuales y sus señales perceptuales
132
11. Imagen de búsqueda y tono de búsqueda
toman entonces el releyó y proyectan un signo perceptual en el
mundo circundante (proceso psicoidal).
Sí, además de llegar ondas de aire al oído, ondas de ét
zan el ojo, el cual a su vez envía excitación al órgano peí 1,
entonces sus señales perceptuales de sonidos y colores serán
llevados a conformar una unidad por medio de un esquema, el
cual, proyectado sobre el mundo circundante, se transformará
en una imagen perceptual.
La misma representación gráfica puede usarse para explicar la
imagen de búsqueda. En este caso, suponemos que la campana
se encuentra fuera del campo visual. Las señales perceptuales
de los sonidos son proyectadas directamente sobre el mundo
circundante. Pero, conectada con ellos, hay una imagen per
ceptual óptica que es invisible, que funciona como una imagen
de búsqueda. Si, tras haberla buscado, la campana ingresa en ei
campo visual, entonces la imagen perceptual que ahora emerge
estará unida a la imagen de búsqueda. Si difieren en demasía,
133
Andanzas por los mundos circundantes
Fig. 40 a y b. Perro e imagen de búsqueda.
134
11. imagen de búsqueda y tono de búsqueda
puede ocurrir que ia imagen de búsqueda desactive a la imagen
perceptual, como en el caso antedicho.
No hay dudas de que las imágenes de búsqueda son parte
del mundo circundante de los perros. Cuando el amo ordena a
su perro que recobre un palo, el perro, como se muestra en las
figuras 40a y 40b, tiene una imagen de búsqueda muy especifica
del palo. Aquí también podemos examinar cuán estrecha, es la
semejanza entre la imagen de búsqueda y la imagen perceptual.
Contamos con informes de que, si un sapo ha ingirió una
lombriz luego de un prolongado período de ayuno, el sapo
inmediatamente se abalanzará sobre un fósforo que tenga cierta
semejanza formal con la lombriz. Esto nos lleva a creer que la
lombriz recientemente ingerida funciona como una imagen
de búsqueda -como se indica en la fig. 41-. En cambio, si el
sapo ha aplacado su hambre primero con una araña, ti
imagen de búsqueda distinta, porque ahora el sapo saltí
una porción de moho o una hormiga, que, sin embarg
resultará nada sabrosa.
Fig. 41. Imagen de búsqueda en el sapo.
Ahora bien, es claro que no siempre buscamos un objeto
determinado con una única imagen perceptual, sino que mu-
135
Andanzas por los mundos circundantes
dio más frecuentemente buscamos un objeto que corresponde
a una determinada imagen efectúa!. Así, en lugar de una silla
específica, buscamos algo para sentamos, una cosa que pueda
estar conectada con cierto tono performativo. En este caso no
podemos hablar de una imagen de búsqueda, sino solo de un
tono de búsqueda.
El ejemplo anterior del cangrejo ermitaño y la anémona de mar
muestra cuán importante es el rol que el tono de búsqueda tiene
en el mundo circundante de los animales. Lo que allí habíamos
denominado como los diferentes estados anímicos del cangrejo
ermitaño ahora puede expresarse de manera mucho más precisa
como el tono de búsqueda variable con el que el cangrejo abordaba
la misma imagen perceptual, prestándole ora un tono de pro
tección, ora un tono de vivienda, ora un tono de alimentación.
El sapo hambriento sale inicialmente a buscar comida apenas
munido de un tono de alimentación genérico. Es solo después
de haber devorado una lombriz o una araña que adquiere una
imagen de búsqueda más específica.
136
12 .
tos mundos circundantes vigíeos
Es indudable que hay por doquier un contraste fund
entre el medio ambiente que vemos extenderse en toi
animales y los mundos circundantes que los animales mismos
se construyen y llenan con objetos de su propia percepción.
Hasta ahora habíamos visto que los mundos circundantes eran
el producto de señales perceptuales despertadas por estímulos
externos. Ya vimos también una excepción a esta regla: tanto la
imagen de búsqueda como el rastreo de la senda conocida y la
delimitación del territorio resultan imposibles de reducir a estí
mulos externos, sino que son productos subjetivos libres. Tales
productos subjetivos se desarrollaban a la zaga de experiencias
personales repetidas del sujeto.
Si vamos ahora más lejos por nuestro camino, ingresaremos
a mundos circundantes donde se manifiestan apariciones muy
ricas en efectos, pero solo visibles al sujeto; apariciones que no
obedecen a experiencia alguna o que, cuanto mucho, están ligadas
137
Andanzas por los mundos circundantes
a una vivencia singular. Llamaremos mágicos a tales mundos
circundantes.
Un ejemplo puede ilustrar cuán profundamente viven los niños
dentro de mundos circundantes mágicos. Frobenius1 cuenta en
su Paideuma la historia de una pequeña niña que, valiéndose de
apenas una caja de fósforos y tres fósforos, representaba para sí
misma el cuento de Hansel y Gretei, la bruja malvada y la casa de
pan de jengibre. De repente gritó: “¡Quítenme a la bruja; ya no
puedo ver su cara horrible!”. Esta experiencia típicamente mágica
se ilustra en la figura 42. Sin dudas, la bruja malvada se había
presentado en carne y hueso en el mundo circundante de la niña.
F ig. 4 2 . L a a p a r ic ió n m á g ic a d e la b ru ja .
Experiencias de este tipo han sido frecuentemente registradas
por exploradores entre pueblos primitivos. Se dice que los primi
tivos viven en un mundo mágico, donde los sucesos fantásticos
se confunden con las cosas dadas empíricamente. Quien observe
más detenidamente se encontrará con las mismas configuracio
nes mágicas en el mundo circundante de más de un europeo
altamente escolarizado.
1 Leo Frobenius (1873-1938), etnólogo y especialista en estudios africanos.
[N. del Ed.]
138
12, Los mundos circundantes mágicos
Cabe preguntarse ahora si ios animales también viven en
mundos circundantes mágicos. En muchas oportunidades se
reportaron vivencias mágicas en perros. Sin embargo, estos repor
tes no fueron examinados lo suficiente bajo una mirada crítica.
Con todo, en términos generales ha de concederse que
coligan sus experiencias de un modo que tiene más ¿U o
que de lógico. El rol del amo en el mundo circundante s o
seguramente es captado mágicamente en lugar de anal n
términos de causa y efecto.
Un zoólogo amigo me cuenta sobre un fenómeno induda
blemente mágico en el mundo circundante de un pájaro: este
amigo llevó a un estornino joven dentro de una habitación. El
ave jamás tuvo oportunidad de ver una mosca, mucho menos de
atraparla. Un día vio al estornino lanzarse repentinamente hacía
un objeto invisible, atraparlo al vuelo, regresar con el
su percha, picotearlo como lo haría cualquier estornino m .
mosca capturada, y finalmente tragar esa cosa invisible í U - Ó'
Fig. 43. Estornino y mosca imaginaria.
139
Andanzas por los mundos circundantes
No había duda de que el estornino había experimentado !;?.
aparición de una mosca imaginaria en su mundo circundant
Resultaba patente que su mundo circundante había sido cargac
en su totalidad con el “tono de comer” a tal punto que iiicluf
sin la presencia de un estímulo sensorial, la imagen efectúa! c
la caza de una mosca, lista para activarse, forzó la aparición de ia
imagen perceptual, desencadenando la respuesta motriz.
Esta experiencia nos sugiere que algunos comportamientos c
varios animales que de otro modo serían enigmáticos, debería a
interpretarse mágicamente.
Fig. 44. El mundo mágico de la larva del gorgojo de la arveja.
La fig. 44 gráfica el comportamiento de la larva del gorgojo
de la arveja, que fue estudiada por Fabre. En temporada, la larva
excava un conducto hasta la carne todavía suave de la arveja, hasta
llegar a la superficie. Este túnel no es utilizado hasta después de la
metamorfosis de la larva. El gorgojo ya crecido lo trepa para salir
140
12, Los mundos circundantes mágicos
de la arveja, que en el ínterin se ha endurecido. Resulta claro que
nos encontramos ante una conducta que, siendo conforme a plan,
carece de todo sentido desde la perspectiva de la larva del gorgojo,
puesto que ningún estímulo sensible del futuro gorgojo podría
llegarle a la larva. Ninguna señal perceptual le índica a la larva el
camino que jamás transitó y que sin embargo debe transitar sí es
que no ha de encontrar una muerte penosa luego de transformarse
en un gorgojo. El camino se encuentra claramente señalizado para
ella, como por una flecha mágica. La senda conocida, adquirida
por experiencia, es reemplazada aquí por una senda innata.
Las figuras 45 y 46 muestran dos casos adicionales de una
senda innata. La hembra del gorgojo Rhynchitida comienza á
describir una trayectoria curva de forma predeterminada desde un
punto específico de la hoja de abedul (punto que probad i
le sea conocido por su sabor). Esto luego le permite en i
hoja en un embudo que
utilizará para poner sus
huevos. Si bien el gorgojo
nunca había transitado
ese cam ino y la hoja
de abedul no le ofrece
ninguna señalización, el
camino debe aparecérsele
con toda claridad como
fenómeno mágico.
Lo mismo vale para
la ruta aérea de las aves
migratorias. Los conti
nentes son portadores de
una ruta innata que solo
las aves pueden ver. Este
141
Andanzas por los mundos circundantes
es ciertam ente el caso
entre las aves jóvenes que
despegan sin la escolta de
sus padres, mientras que,
para otras, la adquisición
de una senda familiar no
se encuentra fuera de lo
posible.
.Al igual que la senda
conocida, que ya hemos
tratado exhaustivamente,
ia senda innata también
atraviesa tanto el espacio
visual como el espacio
Fig. 46. La senda mágica del ave migratoria. efectual.
La única diferencia en
tre ambas consiste en que, en el caso de la senda conocida, una
secuencia de señales perceptuales y efectúales fijadas mediante
experiencia previa se relevan unas a otras, mientras que en la
senda innata la secuencia completa de señales está dada inme
diatamente como fenómeno mágico.
Para el observador externo, la senda conocida en un mundo
circundante extraño es tan invisible como la senda innata. Y sí
suponemos que la senda conocida le es manifestada al sujeto
extraño dentro de su propio mundo circundante -d e lo cual
no caben dudas- entonces no hay ningún motivo para negar el
fenómeno de la senda innata, que se compone de los mismos
elementos, es decir la proyección de señales perceptuales y efec
túales. En un caso estas son inducidas por estímulos sensoriales,
mientras que en el otro han de sonar una tras otra como una
melodía innata.
142
12, Los mundos circundantes mágicos
Si determinado camino fuera innato en el ser humano, podría
ser descrito del mismo modo que una senda conocida: cien pasos
hasta la casa roja, luego girar a la derecha, etc.
Si optamos por considerar que solo está provisto de sentido
lo que es dado al sujeto en su experiencia sensorial, entonces es
obvio que solo podrá considerarse provista de sentido : - „ r ~‘-
conocida, y no a la innata. Sin embargo, esta seguirá p
un plan en el más alto grado.
Una extraña experiencia reportada por un científico de
nuestro tiempo indica que la función cumplida por las apari
ciones mágicas en e! mundo animal es mucho más relevante
de lo que sospechamos. Nuestro científico había alimentado
a una gallina en un corral determinado, y dejó entrar a un
conejillo de indias al corral mientras la gallina est;
giendo los granos. La gallina se enfureció y comenzó
frenéticamente. Desde entonces, no se la pudo com
que volviera a alimentarse en ese corral. El animal
Fig. 47: La sombra mágica.
143
Andanzas por los mundos circundantes
hambrear incluso entre los granos más selectos. Evidentemen
te» el fenómeno de la vivencia previa pendía sobre el corral
como una sombra mágica, como procura mostrarlo la fig. 47.
Este caso corrobora la suposición de que cuando una gallina
madre corre hacia el pollito que pía y ahuyenta un enemigo
imaginario con violentos picotazos es porque un fenómeno
similar se ha manifestado en su mundo circundante.
Cuanto más profundamente nos hemos aventurado en nuestro
estudio de los mundos circundantes, más nos hemos persuadido
de que en ellos intervienen factores operantes a los que no se
les puede adjudicar ninguna realidad objetiva. Comenzamos
viéndolos en el mosaico de lugares que el ojo imprime sobre las
cosas en su mundo circundante, y que no está más presente en
el entorno que los planos direccionales que sostienen el espacio
del mundo circundante. Fue igualmente imposible hallar un
factor en el entorno que correspondiera a la senda conocida del
sujeto. La distribución entre territorio y coto de caza no existe
en ei entorno. Ningún rastro de la imagen de búsqueda, vital
para el mundo circundante, puede hallarse en el entorno. Ahora
finalmente hemos dado con el fenómeno de la senda innata, que
se burla de toda objetividad y sin embargo irrumpe en el mundo
circundante conforme a plan.
Existen, por ende, realidades puramente subjetivas en los
mundos circundantes; pero incluso las realidades objetivas del
entorno no aparecen jamás como tales en los mundos circundan
tes. Siempre son transformadas en signos perceptuales o imágenes
perceptuales y provistas de un tono efectúa! que recién entonces
hace de ellos objetos reales, pese a que nada del tono efectual
esté presente en los estímulos.
Finalmente, el círculo funcional simple nos enseña que tanto
los signos efectúales como los signos perceptuales son expre-
144
12. Los mundos circundantes mágicos
siones del sujeto, y que ias propiedades de los objetos que se
encuentran en el círculo funcional solo pueden ser consideradas
como sus portadores.
Por lo tanto, llegamos en última instancia a la conclusión
de que cada sujeto vive en un mundo en donde no hay sino
realidades subjetivas, y que los mundos circundantes mismos
constituyen solamente realidades subjetivas.
Quien niega la existencia de realidades subjetivas desconoce
los fundamentos de su propio mundo circundante.
145
13 ,
El mismo sujeta corro objeto
en diversos mundos circundantes
Los capítulos anteriores describieron andanzas individuales en
diversas direcciones dentro de la tierra incógnita del mundo
circundante. Se los ordenó por problemas, para ganar en cada
caso una mirada uniforme.
Si bien se trataron algunos problemas fundamentales, no se
alcanzó ni se buscó ninguna exhaustividad. Muchos problemas
aguardan una formulación conceptual, mientras que otros no
han pasado de meros interrogantes. Así, todavía no sabemos
nada sobre cuánto del propio cuerpo del sujeto se introduce en
el mundo circundante. Ni siquiera se ha abordado experimen
talmente la pregunta sobre el significado de la propia sombra
en el espacio visual.
El seguimiento de problemas individuales, tan importante
para el estudio de los mundos circundantes, es en igual medi
da insuficiente para obtener una mirada abarcadora sobre las
relaciones entre diversos mundos circundantes. En un terreno
147
Andanzas por ios mundos circundantes
limitado, una mirada abarcadora semejante puede alcanzarse si
se responde a la pregunta: ¿cómo aparece el mismo sujeto como
objeto en los diversos mundos circundantes donde cumple una
función importante?
Tomaré como ejemplo al roble, que es habitado por muchos
sujetos anímales y está convocado a cumplir una función dis
tinta en cada mundo circundante. Como el roble está presente
en varios mundos circundantes humanos, comenzaré con ellos.
Para las figuras 48 y 49, nos debemos a la mano experta del
dibujante Franz Huth,
Fig. 48. Leñador y roble.
En el mundo íntegramente racional del viejo leñador, quien
debe decidir cuáles árboles de su bosque están a punto para ser
derribados, el roble condenado al hacha no es más que unas po
cas varas de leña que procura medir con precisión (fig. 48). La
corteza nudosa, que casualmente se parece a un rostro humano,
le pasa desapercibida. La fig. 49 muestra el mismo roble en el
mundo circundante mágico de una niña pequeña, cuyo bosque
148
13, El mismo sujeto como objeto en diversos mundos circundantes
Fig. 49. Niña 7 roble.
aún está habitado por gnomos y duendes. La niña está terrible
mente asustada cuando el roble la mira con su rostro malévolo.
El roble entero se ha convertido en un demonio amenazador.
En Estonia, en los jardines del castillo de mi primo halda un
viejo manzano. Sobre él creció un enorme liquen que evc-ca&s.
remotamente el rostro de un payaso, aunque nac> ' ;la s-
parado en el parecido. Un día, mi primo trajo u ra ac m de
jornaleros rusos. Estos, al descubrir el manzano, comenzaron a
reunirse frente a él con el propósito de rendir culto, murmura
ban plegarias y se persignaban. Declaraban que el hongo debía
ser una imagen capaz de obrar milagros, porque no había sido
hecha por la mano del hombre. Para ellos, los sucesos mágicos
en la naturaleza resultaban una obviedad.
Pero volvamos al roble y sus habitantes. Para el zorro (fig. 50),
que construye su madriguera entre las raíces del árbol, el roble
se ha convertido en un techo sólido que lo protege a él y a su
familia de las inclemencias del clima. No tiene ni el tono utilitario
del mundo circundante del leñador ni el tono amenazante del
149
Andanzas por ios mundos circundantes
mundo circundante de ia niña, sino tan solo un tono protector.
La forma que tenga más allá de eso no tiene importancia en el
mundo circundante del zorro.
El roble también reviste un tono protector en el mundo cir
cundante del búho (fig. 51). Solo que en este caso no son las
Fig. 50. Zorro y robie.
Fig. 51. Búho y roble.
150
13. t i mismo sujeto como objeto en diversos mundos circundantes
raíces, aquí enteramente foráneas a su mundo circundante, sino
las vigorosas ramas las que portan el tono protector.
Para la ardilla, el roble, con sus numerosas ramificaciones que
ofrecen cómodos trampolines, adquiere un tono de trepado, y
para los pájaros cantores que anidan en las más remotas ramas y
horquillas, ofrece un muy necesario tono de soporte.
De acuerdo a los distintos tonos efectúales, las imág e; _,er-
ceptuales de los diversos habitantes del roble tambiér rcic-v an
formas distintas. Cada mundo circundante recorta una deter
minada parte del roble
cuyas propiedades son Jkrfá
adecuadas para configurar
los portadores de signos
tanto perceptuales como
efectúales en su círculo
funcional. En el mundo
circundante de la hormi
ga (fig. 52), todo el resto
del roble desaparece de
trás de la corteza quebra
diza, cuyos picos y valles
se convierten en el coto
de caza de las hormigas.
El escarabajo de corteza
busca su alimento bajo la
corteza, a la que hace es
tallar (fig. 53). Aquí pone
sus huevos. Sus larvas per
foran sus túneles bajo la
corteza. Allí, a resguardo
de los peligros del mundo Fig. 52. Hormiga y roble.
151
Andanzas por los mundos circundantes
Fig. 53. Escarabajo de corteza y roble.
exterior, se adentran más sobre su alimento a fuerza de mordidas.
Pero no están totalmente a salvo. No solo las persigue el pájaro
carpintero, que abre la corteza con poderosos embates de su pico;
también la avispa, cuyo delgado ovopositor perfora la madera de
roble (impenetrable en todos los demás mundos circundantes)
como sí fuera manteca, y destruye las larvas inyectándoles sus
152
13. El mismo sujeto como objeto en diversos mundos circundantes
huevos (fig. 54). Las larvas de avispa se escurren fuera de los
huevos y se sacian con la carne de sus víctimas.
Fig. 54. Avispa y roble.
En los cientos de mundos circundantes de sus habí -zr
roble en tanto objeto cumple una función muy camb-anoy ya
con una parte, ya con la otra. Algunas veces las misr.ms m rte:
son grandes, otras veces pequeñas. .Algunas veces la r o m o es
dura, otras blanda. Unas veces facilita el refugio, otras e, maque.
Si se quisiera reunir todas las propiedades contradictorias que
exhibe el roble en tanto objeto, el resultado no sería más que un
caos. Sin embargo, todas son solo partes de un sujeto firmemente
estructurado en sí mismo, que porta y alberga todos estos mundos
circundantes -desconocido e incognoscible por todos ios sujetos
de estos mundos circundantes-.
153
14,
elusion
Lo que reconocimos en el roble a pequeña escala re juega
también en las vastas dimensiones del árbol de la vida, de ;a
naturaleza.
De los millones de mundos circundantes, cuya maguó. _id
nos dejaría atónitos, solamente seleccionamos aquellos que
están dedicados a la investigación de la naturaleza -los mundos
circundantes de los naturalistas-.
La fig. 55 nos muestra el mundo circundante deí astrónomo;
el más sencillo de representar. Sobre una torre alta, tan alejado
como se pueda de la tierra, se sienta un ser humano que ha mo
dificado a tal punto sus ojos mediante gigantescos instrumentos
ópticos, que se han vuelto adecuados para escrutar el cosmos
hasta las últimas estrellas. En su mundo circundante giran soles
y planetas en una marcha triunfal. La luz de pies ligeros tarda
millones de años en atravesar las distancias cósmicas.
155
Andanzas por los mundos circundantes
Fig. 55. El mundo circundante del astrónomo.
Y sin embargo todo el mundo circundante no es más que
un minúsculo recorte de la naturaleza, hecho a medida de las
capacidades de un sujeto humano.
Con escasas modificaciones, podemos emplear la imagen
del astrónomo para representarnos el mundo circundante de
156
14. Conclusión
quien explora, las profundidades del océano. Solo eme no son
estrellas las que giran en torno a su cápsula, sino las fantásticas
formas de la fauna abisal, con sus fauces siniestras, sus largas
antenas y órganos radiales bioiuminiscentes. También aquí
observamos un mundo real que refleja un pequeño recorte
de la naturaleza.
Resulta arduo graficar el mundo circundante de un a T mico,
que con ayuda de noventa y dos letras se esfuerza oor :ee>-y escri
bir la enigmática prosa de los elementos, vocablos de la materia.
Tendremos mayor éxito representando el mundo circundante
de un físico nuclear, a cuyo alrededor, como los astro? para ei
astrónomo, giran electrones. Solo que aquí no reina una caima
cósmica, sino un desquiciado bullicio de partículas infmrierim?.-
les, de las cuales el físico hace estallar otras aún más c-eq ceñas ai
bombardearlas con proyectiles diminutos.
Si otro físico investiga las ondas de éter en su nrepío mu o do
circundante, recurre nuevamente a medios totalmente oktb.:zs
que le brindan una imagen de las ondas. Puede verifica" m-tonces
que las ondas de luz que estimulan al ojo humano se cc trio man
con todas las otras ondas sin manifestar diferencias Son solo
ondas, nada más.
Las ondas de luz juegan un rol totalmente distinto en el mundo
circundante de! fisiólogo que estudia los sentidos. Aquí devie
nen colores, con leyes propias. El rojo y el verde se funden en el
blanco; y las sombras, proyectadas sobre una superficie amarilla,
producen el azul. Procesos que son inauditos para las ondas, y,
sin embargo, los colores son tan reales como las ondas de éter.
El mismo contraste se da entre los mundos circundantes de
un investigador de las ondas de aire y un musicólogo. Para uno
solo hay ondas; para el otro, sonidos. Pero ambos son reales en
igual medida.
157
Andanzas por los mundos circundantes
Y así se podría seguir. En el mundo circundante del conduc-
tista, el cuerpo produce la mente, y en el mundo del psicólogo
la mente produce el cuerpo.
El rol jugado por la naturaleza como objeto de los diversos
mundos circundantes del naturalista es altamente contradicto
rio. Si uno quisiera reunir sus propiedades objetivas, resultaría
de ello un caos. Y, sin embargo, todos esos diversos mundos
circundantes son concebidos y sostenidos por el Uno que per
manece eternamente vedado a todos ellos. Detrás de todos esos
mundos producidos por él se esconde por siempre evidente el
Sujeto —la Naturaleza—,
* * *
158
Glosarlo
A lemán Castellano
Umivelt mundo circundante
Umgebung entorno
Merkwelt mundo perceptual
Wirkwelt mundo efectúa!
Merkbild imagen perceptual
Wirkbild imagen efectúa!
Merkzeug herramientas perecer
Werkzeug herramientas de tra p
Merkzeichen señal perceptual
Wirkzeichen señal efectúa!
Wirkmal signo efectual
Merkmal signo perceptual
Wirkzellen células efectoras
Merkzellen células p ercep tu aies
Merkorgan órgano perceptual
Wirkorgan órgano efector
Merkraum espacio perceptual
Wirkraum espacio efectual
Merkzeit tiempo perceptual
Funktionskreis círculo funcional
Heim hogar
Heimat territorio
Planmdfigkeit conformidad a plan
159
Editorial Cactus
S e r ie O a s e s
Gilíes Deleuze, E n medio de Spinoza
Gilíes Deleuze, Exasperación de la filosofía. E l L eib n iz de Deleuze
Gilíes Deleuze, Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia
Gilíes Deleuze, Pintura. E l concepto de diagrama
Gilíes Deleuze, K a n ty el tiempo
Gilíes Deleuze, Cine I. Bergson y las imágenes
Gilíes Deleuze, Cine II. Los signos del m ovim iento y el tiempo
Gilíes Deleuze, E l saber. Curso sobre Foucault I
Gilíes Deleuze, E l poder. Curso sobre Foucault I I
Gilíes Deleuze, La subjetivación. Curso sobre Foucault I I I
Gilbert Simondon, Curso sobre la percepción
Gilbert Simondon, Imaginación e invención
Gilbert Simondon, Comunicación e información
Gilbert Simondon, La individuación a la lu z de las nociones de form a y de información. 2 a edición
Títulos en preparación
Gilíes Deleuze, Cine I I I
Gilíes Deleuze, Derrames II. Aparatos de estado y m áquinas de guerra
Gilbert Simondon, Sobre la técnica
Gilbert Simondon, Historia de la noción de individuo
P e q u e ñ a B ib lio te c a S e n s i b le
Félix Ravaisson, D el hábito
Títulos en preparación
Gustav Fechner, A natom ía comparada de los ángeles / Sobre la d anza
Fleinrich von Kleist, Sobre el teatro de marionetas y otros textos
G o ed itio n es
Paolo Virno, Cuando el verbo se hace carne (junto a Tinta Limón Ediciones)
Dispares
Henri Meschonnic, Spinoza poema delpensamiento (junto aTinta Limón Ediciones)
S eria O ccu rsu s
Carlos Bergliaffa y Sebastián Puente, Producción Bornoroni
David Lapoujade, Potencias de i tiempo. Versiones de Bergson
Marie Bardet, Pensar con mover
René Schérer, Miradas sobre Deieuze
Franco Berardi Bifo, Félix
Félix Guattari, Líneas de fuga
Simone Borghi, La casa y el cosmos
Francois Zourabidhvili, Spinoza ., una física del pensamiento
Félix Guattari, ¿Qué es la ecosofía?
Fernand Deligny, Lo arácnido y otros textos
Ariel Suhamy & Alia Daval, Spinoza po r los animales
Félix Guattari, Un am or de U IQ (jumo a Caja Negra Editora)
Títulos en preparación
David Lapoujade, Deieuze. Los movim ientos aberrantes
Diego Smiiwark, Ariel Sicorsky, B u d a y Descartes. La tentación racionalista
Gilíes Deieuze, Cartas y otros textos
Etienne Souriau, Los diferentes modos de existencia
Stéphane Nadaud, Fragmento(s) subjetivo(s). Un viaje p o r las islas encantadas nietzscheanas
S e n e P eren n e
Baruch Spinoza, Tratado de la reforma del entendim iento
Henri Bergson, M ateria y memoria
Henri Bergson, L a evolución creadora
Henri Bergson, La energía espiritual
Henri Bergson, E l pensamiento y lo moviente
Paul Klee, Teoría del arte moderno
Giordano Bruno, De la magia ! D e los viñados en general
Gabriel Tarde, Monadología y sociología
Gabriel Tarde, Creencias, deseos, sociedades
joseph jacotot, Enseñanza universal. L.engua m aterna
Geoífroy Saint-Hilaire, Principios de filosofía zoológica
William James, Un universo pluralista. Filosofía de la experiencia
Charles Péguy, Clio. Diálogo entre la historia y el alm a pagana
Charles Strong, L a sabiduría de las bestias
Alain Robhe-Griilet, Por una nueva novela
Eugene Delacroix, Metafísica y belleza
Giovanni Papini, Pragmatismo
Samuel Buder, Vida y hábito
Jakob von Uexkiill, Cartas biológicas a una dam a
Abel Gance, Prisma
Jean Epstein, E l cine del diablo
Jean Epstein, La inteligencia d.e una m áquina
Gustav Theodor Fechner, La cuestión del alm a
Jakob von Uexküll, Andanzas por los m undos circundantes de los animales y los hombres
Títulos en preparación
Paul Cézanne (Michael Doran, comp.), Conversaciones con C ézanne
Esta edición en castellano se terminó de imprimir
en los Talleres Gráficos Elias Porter y Cía. S.R.L., Plaza 1202, Buenos Aires, Argentina,
en ei mes de mayo del año dos mil dieciséis.